El Nacimiento de Nueva España

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EL NACIMIENTO DE NUEVA ESPAÑA

Inmediatamente después de la caída de México-Tenochtitlan, Hernán Cortés tomó las primeras decisiones de gobierno.
Con el conocimiento acumulado sobre la organización política, social y económica de los señoríos, eligió dejar como capital
a la ciudad de México-Tenochtitlan y montar sobre las redes de sujeción existentes al gobierno español a través de la
encomienda, es decir, del reparto de señoríos entre los miembros de su hueste de acuerdo con sus méritos durante dos
años de conquista.

La encomienda otorgaba derechos y obligaciones a los conquistadores, pues uno de sus propósitos era que dejaran las
armas y se convirtieran en pobladores. Las principales obligaciones de los encomenderos fueron evitar sublevaciones,
cuidar a la población indígena y facilitar su evangelización, es decir, el aprendizaje y adopción de la religión católica. Por
lo tanto, en lo político, los encomenderos controlaron a los antiguos gobernantes de los señoríos, a quienes llamaron
caciques, para que éstos mantuvieran a sus subordinados en paz. Así se estableció un sistema de dominación indirecto.
En lo económico, los encomenderos recibían ahora el tributo que los indígenas pagaban antes a los mexicas. Sin embargo,
debido a la ambición de riqueza y renombre de muchos conquistadores, maltrataron y sometieron a trabajos forzados a
sus encomendados, o les exigieron oro y plata, incluso cuando no se extraía en sus poblados. Los maltratos llegaron a
extremos de crueldad en varios casos. En lo cultural, para llevar a cabo la obligación de los encomenderos de evangelizar
a los indígenas llegaron desde España los frailes de las órdenes mendicantes, pues una de las justificaciones de los reyes
para reclamar sus derechos sobre estas tierras era el compromiso de extender el catolicismo en América. Los frailes
organizaron su tarea y llamaron Doctrinas a las congregaciones de indígenas con las que trabajaron.

Debido a que los encomenderos debían procurar la evangelización y al mismo tiempo querían enriquecerse con el trabajo
indígena, la relación con los frailes fue tensa y conflictiva.

Hubo frailes que defendieron a los indígenas del maltrato, pero muchos también cometieron injusticias en nombre de su
religión . En lo social, durante los primeros años se mantuvo la estructura jerárquica indígena, pero pronto las familias
nobles perdieron su lugar, fueron sometidas y maltratadas. Pronto, el rey recibió diversas quejas: de los conquistadores,
por el reparto injusto de los territorios; de los frailes, por el maltrato a los indígenas; de Cortés, por su desacato; y de sus
funcionarios, por no pagar impuestos.

Entre 1521 y 1535, la monarquía española implementó medidas para controlar estas tierras. Para ello, limitó el poder de
los conquistadores-encomenderos para evitar los abusos sobre las personas y la confianza del rey. Por lo tanto, creó
nuevos funcionarios como los corregidores, quienes supervisarían el trato a los indígenas, recolectarían los impuestos del
rey y resolverían conflictos.

En 1535, se eligió como primer gobernante de Nueva España a un virrey, un hombre leal que estaría limitado en su poder
por la Audiencia. Así, la Corona evitó la concentración del poder en una sola persona. Además, en la península se fundó el
Consejo de Indias con funcionarios que administrarían, supervisarían y valorarían las medidas más adecuadas para las
posesiones americanas. Aunque el Virreinato se consolidó a finales del siglo XVI, para ese entonces Nueva España ya era
un territorio único. El gobierno, la economía, la nueva religión y la convivencia entre españoles, esclavos e indígenas,
derivó en una mezcla única de creencias, etnias, lenguas y costumbres.

NUEVA ESPAÑA, UN TERRITORIO ÚNICO

Entre los siglos XVI y XVII, Nueva España se convirtió en un virreinato con características propias. Durante este periodo,
la Corona poco a poco disminuyó el poder de los primeros conquistadores y encomenderos sobre las tierras, e incluso
desplazó a los primeros frailes encargados de la evangelización, quienes habían procurado separar a los indígenas de los
españoles con el fin de evitar que los europeos se contaminaran con las malas costumbres de los naturales.

Para lograrlo, además de los cambios en el gobierno, la Corona decidió tomar el control del tributo de los indígenas. Desde
las primeras décadas del siglo XVI solicitó a sus funcionarios un reporte sobre la tributación que debía dar cada uno de los
pueblos de indios. Esta fue una encomienda muy compleja que consumió mucho tiempo, pues como resultado de las
epidemias y los malos tratos, la población indígena disminuyó considerablemente en las primeras décadas, al grado de
que fue necesario unir varios pueblos de indios cuando los originales quedaban casi extintos.

De cualquier manera, cuando la Corona tuvo información suficiente, buscó la manera de uniformar el tributo y de
repartirlo entre todos los colonos. Además, se requerían recursos para el desarrollo de obras públicas e instituciones que
se encargaran de la colonización. Con este fin y el de evitar el maltrato a los indígenas, entre sus primeras medidas estuvo
prohibir que la tributación se pagara con trabajo personal.

Por otro lado, en 1536 la fundación de la Casa de Moneda contribuyó a este propósito al hacer común el uso de dinero en
todos los intercambios. De esta manera, para el final del siglo XVI, la Corona uniformó el pago del tributo con dinero y
tenía ya establecidos todos los impuestos que debían pagar los españoles.

Aunque se prohibió el trabajo indígena como tributo, la Colonia lo necesitaba para la edificación de ciudades, villas y obras
públicas. Con el objetivo de satisfacer esta demanda, la Corona estableció el repartimiento, una forma de trabajo en la
que los corregidores podían ir a los pueblos de indios por trabajadores para el desarrollo de una tarea específica. El cargo
de corregidor se creó para vigilar la edificación de obras públicas, la seguridad y la justicia, entre otras actividades.

Otro poder que impedía el pleno ejercicio de la autoridad monárquica en Nueva España era el de los frailes dedicados a
la evangelización de los indígenas. Para debilitar a esta rama de la Iglesia mucho más leal al papa que al rey, la Corona
promovió el crecimiento del clero secular sobre el que sí tenía autoridad. De esta manera, gradualmente los sacerdotes
de parroquias y los obispos tomaron las riendas de la religión católica para todos los habitantes de Nueva España.

Con estas medidas, hacia el final del siglo XVI, la Corona consolidó su poder con un esquema de gobierno virreinal, un
sistema de recaudación de impuestos y una Iglesia bajo su mando. Sin embargo, en el siguiente siglo Nueva España tomaría
otros rumbos. En el siglo XVII, los habitantes de Nueva España desarrollaban diversas actividades económicas y no todas
dependían del trabajo indígena o esclavo, como la ganadería, la agricultura y la minería. Los comercios como panaderías,
zapaterías, boticas e incluso los talleres textiles y el trabajo artesanal tenían su propio progreso en manos de criollos y
mestizos, al igual que las instituciones de gobierno y las eclesiásticas locales.

Además, la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México en 1551 abrió nuevas posibilidades a los novohispanos,
pues quienes contaban con los recursos para pagar un bachillerato o una carrera estudiaron Teología, Derecho, Medicina
o Artes y se dedicaron al ejercicio de sus profesiones. Por lo general, los egresados formaban parte de la burocracia
novohispana, es decir, eran quienes detentaban los cargos del gobierno en Nueva España.

Los puestos que ocuparon en el gobierno criollos y mestizos con recursos fue posible gracias al endeudamiento de la
Corona española en Europa, pues como necesitaba dinero, vendió puestos, como el de corregidor y el de alcalde, y quienes
los compraron inclinaron la balanza a su favor y al de Nueva España en la medida de sus posibilidades.

Otro grupo de poder importante fue el Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México, que controlaba las mercancías
novohispanas, desde los granos hasta las obras de arte, así como las procedentes de Asia y Europa. Este grupo hizo
préstamos y financió los gastos de la minería, el comercio y la construcción de obras públicas. El Consulado fue uno de los
grupos más poderosos e influyó en la política y en la economía, apoyando, por ejemplo, la decisión de los reyes de prohibir
el desarrollo industrial en Nueva España para obligar a las personas a comprar los productos hechos en otros lugares. Así
como el Consulado de Comerciantes logró acumular poder, muchos novohispanos se unieron en grupos llamados
corporaciones para defender sus derechos y tener acceso a privilegios que de manera individual eran inalcanzables. Por
tanto, los miembros de la Real y Pontificia Universidad de México, de la iglesia secular, de las órdenes religiosas, de la
Inquisición, de las distintas instituciones de gobierno, los artesanos e incluso los pueblos de indios, se organizaron y
funcionaron como corporaciones.

Cuando una persona pertenecía a una corporación, adquiría los derechos y privilegios del grupo. En conjunto, los
miembros de una corporación podían defenderse y negociar mejores condiciones para su actividad o intereses.
Económicamente, cada corporación tenía recursos para sus gastos, por ejemplo, para confeccionar sus trajes y escudos
distintivos al participar en una festividad pública. Las más influyentes tenían un reglamento que especificaba quién y cómo
podía formar parte de sus integrantes, pues eran grupos elitistas. Entre sus privilegios se encontraban tener un lugar
especial en los festejos cívicos y estar exentos del pago de ciertos impuestos.

En las ciudades, villas e incluso en los reales de minas la mezcla étnica y cultural fue inevitable. Con el paso del tiempo, los
españoles fueron integrando tanto el idioma como los recursos de estas tierras. Así, el español se enriqueció con palabras
como tortilla, guacamole, cacao, jitomate o Cuernavaca, Chiametla y Coyoacán, entre muchas otras.

La gastronomía también combinó sabores, ingredientes, técnicas y utensilios locales con los europeos y los asiáticos. En
las cocinas había metates y molcajetes junto a las ollas de cobre y se preparaban platillos combinando maíz, jitomate,
chile, de estas tierras; carne de res, pollo o cerdo, traídos de España, y especias asiáticas. Así fue como las personas, el
idioma, la gastronomía, las costumbres y las creencias se mezclaron y generaron algo nuevo.

En los pueblos de indios también cambió el idioma y la comida; por ejemplo, con el pan o las dobladas de queso o
quesadillas. Pero lo más significativo en estos espacios fue la modificación de las creencias sobre la familia, los derechos,
la vida, la muerte y la divinidad. La enseñanza del catolicismo supuso un cambio radical para los indígenas y un conjunto
de retos para los evangelizadores, ya que debían comunicar algo tan abstracto como la fe a personas que hablaban otros
idiomas y tenían una cosmovisión totalmente ajena. Además, tenían la presión de dar resultados rápidamente a la Corona
y al papa. Aunque los primeros evangelizadores fueron hombres entregados a su labor, sus resultados fueron muy
distintos. Conforme lograban que los indígenas adoptaran los sacramentos y creencias católicas, también se veían
obligados a aceptar que algunas costumbres o rituales prehispánicos se mezclaran con los católicos, y no pudieron evitar
que los indígenas hicieran su propia interpretación y manifestación de su religiosidad. Cuando los frailes fueron retirados
y las parroquias y sus sacerdotes llegaron a los pueblos, habían pasado décadas de una práctica que dio lugar a un
catolicismo único en el mundo.

UN REINO DE PLATA

La búsqueda de metales preciosos en Nueva España fue un móvil para las exploraciones y conquistas más allá del centro
de México. En 1530 se descubrieron las primeras vetas de plata e inmediatamente estos lugares fueron centros de
atracción para conquistadores, encomenderos y primeros pobladores.

Estas vetas pronto se agotaron e impulsaron la búsqueda de nuevos yacimientos, e incluso de “ciudades de oro” sobre las
que había leyendas.

En el camino se hizo el descubrimiento de las minas de Zacatecas, en 1548. De inmediato inició un proceso de poblamiento
alrededor de este real de minas, como se llamó a los asentamientos dedicados a esta actividad. Estos espacios urbanos se
caracterizaron por ser irregulares, pues carecían de un trazo para sus calles y de una plaza central, ya que las casas se
construían conforme las personas iban llegando.

Zacatecas ganó importancia económica rápidamente y aprendió que la minería era un trabajo pesado que requería de
herramientas y conocimientos especiales, así como de personas con gran capacidad física.

En consecuencia, los reales de minas se convirtieron en un mosaico cultural y tecnológico al ser habitados por españoles,
mestizos, indígenas trasladados desde sus pueblos, además de esclavos africanos, quienes realizaban las tareas más
pesadas.

Pronto se establecieron reales de minas en Taxco, Guanajuato, Pachuca, Aguascalientes, Durango, entre otros lugares.
Debido a su ubicación y al valor de lo que producían, necesitaron el apoyo de ciudades que los proveyeran de insumos.

Por tanto, a sus alrededores comenzaron a surgir asentamientos ganaderos y agrícolas, principalmente en el Bajío.

Además, se requirió de la construcción de caminos seguros para poder trasladar las mercancías y los metales preciosos
hasta la capital novohispana, y de ahí a los puertos donde se embarcaban.

Así fue como surgió el Camino Real de Tierra Adentro el cual nacía en la capital y se extendía conforme crecía Nueva
España y se poblaba el territorio, hasta alcanzar el poblado de Santa Fe en lo que hoy es territorio estadounidense.
De todos los minerales, el más abundante en Nueva España fue la plata. Este metal se convirtió en una fuente de recursos
para la Corona española, la cual implementó medidas para propiciar su explotación y obtener ganancias. Con este
propósito, facilitó la fundación de los reales de minas y creó el quinto real, un impuesto que la beneficiaba con 20 % de
cualquier metal extraído. La abundancia de plata hizo que Nueva España participara en el circuito comercial que unía a
través de los océanos a Asia y Europa, tal como había soñado Cristóbal Colón.

Por tanto, los puertos de Acapulco y Veracruz se convirtieron en puntos de comercio internacional. Al primero llegaba el
Galeón de Manila procedente de Filipinas, con productos de Asia, particularmente de China, como especias, textiles,
muebles y cerámicas que se obtenían a cambio de la preciada plata novohispana.

Por su lado, el puerto de Veracruz fue el lugar de embarque de este metal con rumbo a España y a donde llegaban los
productos europeos que se vendían en las colonias. Cabe decir que este intercambio sufrió pérdidas por la piratería tanto
en el Océano Atlántico como en el Pacífico.

Entre 1580 y 1620 se produjo y envió la mayor cantidad de plata a España. Sus reyes la gastaron en diversas guerras con
naciones europeas, en mercancías y artículos de lujo y en el pago de las deudas que adquirían tanto con particulares como
con banqueros. En consecuencia, y pese a toda la plata novohispana que la Corona española tuvo a su disposición, no
acumuló riquezas ni utilizó tales recursos para el desarrollo de otras actividades económicas en la península o en sus
colonias.

No obstante, en Nueva España la minería impulsó la fundación de reales de minas, villas y ciudades con conquistadores,
encomenderos, pobladores –españoles y españolas que vinieron a vivir a América–, indígenas y africanos. Esto modificó
el paisaje mesoamericano e hizo que las instituciones de gobierno, las actividades económicas y la sociedad comenzaran
a ser cada vez más distintas de las originales y empezaran a desarrollar su propia cultura.

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