La Catequesis y La Comunidad

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CATEQUESIS Y COMUNIDAD

1. La catequesis es iniciación en la vida de la comunidad. Ahora bien ¿qué entendemos por


comunidad? ¿cuáles son los rasgos más importantes de una comunidad cristiana? Se ha dicho
certeramente que el texto más importante del Concilio es el de Hch 2, que recoge la experiencia
de la primera comunidad cristiana. Cuando el Concilio se plantea lo que debe ser la Iglesia (LG
13,1;DV 10,1), lo que debe ser la vida del sacerdote (PO 17,4 y 21,1), lo que debe ser la vida del
misionero (AG 25,1) y lo que debe ser la vida religiosa (PC 15,1), en todos estos casos, acude a
Hch 2. El mismo Concilio fue convocado para ésto: Para devolver al rostro de la Iglesia de
Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más puros y más simples de su origen (Juan
XXIII, Discurso preparatorio, 13-11-1960).
2. Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reúnen, según la tradición
más antigua, el día del Señor (Ap 1,7). Entre todos se establece una relación de fraternidad.
De este modo, el misterio de comunión que constituye a la Iglesia (ver LG 1) se hace visible
incluso a los ojos de los no creyentes, que dicen: Mirad cómo se aman. Son como una gran
familia. La Iglesia no es ejército (relación de obediencia: superior-inferior) ni
tampoco escuela (relación de enseñanza: maestro-discípulo) sino comunidad (relación de
fraternidad: hermano-hermano). Lo dice Jesús: Todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8). Para
empezar una comunidad, no hace falta mucho: donde dos o tres se reúnen en su nombre, allí
está el Señor en medio de ellos (Mt 18,20).
3. El fundamento de esa comunión, lo que verdaderamente aglutina a la nueva familia de los discípulos,
es la Palabra de Dios. Dice Jesús: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de
Dios y la cumplen (Lc 8,21). Quien acoge la Palabra, se vincula a la comunidad. En las primeras
comunidades, la Palabra de Dios se hace experiencia de Cristo (Hch 2,36) y experiencia de
conversión (2,38;ver CC 257-265).
4. La comunidad es lugar de perdón y de acción del Espíritu (Hch 2,38). Es lugar
de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración (2,38.42). En la comunidad se
dan señales (2,45), que confirman la Palabra anunciada. La comunión de corazones se traduce
en una efectiva comunicación de bienes (2,44 y 4,32). La comunidad es acogedora y abierta a
la incorporación de nuevos miembros (2,47).
5. Las primeras comunidades se encuentran en situación política y religiosa adversa. Dice San
Pablo: Atribulados en todo, mas no aplastados (2 Co 4,8-9). En la Carta a Diogneto, de
mediados del siglo II, se dice de los cristianos: A todos aman y por todos son perseguidos. Se
los desconoce y se los condena. Se los mata...y, sin embargo, los mismos que los aborrecen
no saben decir el motivo de su odio (V,11-17).
6. Las primeras comunidades son minoría dentro de la sociedad, pero son como una ciudad
levantada en lo alto de un monte (Mt 5,14), como levadura en la masa (Lc 13,21). En ellas se
da un fuerte proceso de evangelización: de adultos, también de niños. La catequesis más antigua
se hace por inmersión en la vida de la comunidad. Se reúnen dónde pueden, generalmente en
las casas (Hch 2,46;ver 12,12;1 Co 16,19;Flm 2;Col 4,15).
7. Siendo comunidad, la Iglesia es luz de las gentes (LG 1), signo levantado en medio de las
naciones (SC 2), sacramento universal de salvación (GS 45). No es el individuo sino la
comunidad quien puede evangelizar. No es el individuo sino la comunidad quien renueva
profundamente a la Iglesia. No es el individuo sino la comunidad quien puede realizar una
contestación efectiva de la sociedad presente, tal y como está configurada. No es el individuo
sino la comunidad quien puede vivir hoy las señales del Evangelio.
8. En la medida en que, por aproximaciones sucesivas, volvemos a la comunidad de los Hechos
de los Apóstoles, encontramos ahí el lugar originario de la catequesis más antigua. En medio
de grandes resistencias por parte de aquellos para quienes todavía no llegó la hora (Ag
1,2;DGC 28), el Concilio creó la atmósfera que ha hecho posible la aparición, desarrollo y
reconocimiento de las pequeñas comunidades, llamadas de talla humana, donde es posible una
relación de fraternidad: "La aparición de las pequeñas comunidades es la manifestación más
importante de la recepción y realización del Concilio en la Iglesia" (J.Losada, Eclesiología de
las pequeñas comunidades, en Sal terrae 12 (1982) 879;ver LG 26;EN 15;CF 14;CC 265).
Evitando determinados extremos, son foco de evangelización y esperanza para la iglesia
universal (EN 58). En el Sínodo de la catequesis (1977) la comunidad de talla humana es
considerada como el lugar principal de catequización (Prop. 29). Las pequeñas comunidades,
lejos de formar una estructura elitista, son expresión del amor preferente de la Iglesia por el
pueblo sencillo; en ellas se expresa, se valora y purifica su religiosidad y se le da la
posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar
el mundo (CELAM 1979, Puebla 643).
9. En nuestro tiempo, es preciso rehacer el tejido comunitario de la Iglesia. Sin tejido
comunitario, a la Iglesia se le ve el esqueleto y, en vez de atraer, espanta (ver Ez 37,11). El
Sínodo de la catequesis fue crítico con la situación actual de la parroquia, necesitada de
profunda renovación: De hecho, no pocas parroquias, por diversas razones, están lejos de
constituir una verdadera comunidad cristiana. Sin embargo, la vía ideal para renovar esta
dimensión comunitaria de la parroquia podría ser convertirla en una comunidad de
comunidades (Prop. 29;DGC 258). El Sínodo sobre los laicos (1987) solicitó de nuevo una
decidida renovación de las parroquias. Esta solicitud la recoge Juan Pablo II en su
exhortación sobre los laicos (1988). Para que las parroquias sean verdaderamente comunidades
cristianas, las autoridades locales deben favorecer la adaptación de las estructuras
parroquiales, sobre todo promoviendo la participación de los laicos en las responsabilidades
pastorales; y deben favorecer las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas
comunidades vivas (CL 26;ver 34). La creación de comunidades vivas es especialmente
necesaria en ambientes alejados de la Iglesia: Sólo mediante la creación de comunidades
cristianas vivas que broten de esos mismos ambientes es posible una acción misionera eficaz
en ellos (CC 53).
11. La comunidad es el origen, el lugar y la meta de la catequesis. En primer lugar, el origen.
El catequista no actúa en nombre propio sino en nombre de la comunidad cristiana y, por tanto,
en nombre de la Iglesia (local y universal): Cuando el más humilde catequista...reúne su
pequeña comunidad, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia (EN 60;ver CC
266;DGC 253,254,261,263 y 264). Además, el catequista está entroncado en una tradición viva,
que se remonta a los apóstoles. Al fin y al cabo, puede decir como Pablo: Os transmití lo que a
mi vez recibí (1 Cor 15,3).
12. La comunidad es el lugar o ámbito normal de la catequesis (MPD 13). Es como el seno
materno donde se gesta el hombre nuevo por medio de la Palabra de Dios viva y
permanente (1 P 1,23). Es la piscina de Siloé donde el ciego de nacimiento cura su ceguera
original (Jn 9,7). El testimonio de una comunidad es fundamental: La catequesis habla con más
eficacia de aquello que realmente existe en la vida incluso externa de la comunidad (DCG
35).
13. La comunidad es la meta de la catequesis: La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si
una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su
catequesis. Por eso la comunidad eclesial, a todos los niveles, es doblemente responsable
respecto a la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formación de sus
miembros, pero también la responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde puedan
vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido (CT 24). Además, la catequesis
crea comunidad (si no existe) y la renueva (si ya existe). En fin, conduce a la madurez de la fe
tanto a las comunidades como a cada fiel (DCG 21).

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