Brunita PDF

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E ) = 0) a {e} a) ruta /José Mula; lustado por Tres Sanabria. 6a ed tus, 2aeimp,~ Clad Autonoma de Buenes ies Guadalupe, 2019. 96p.ih;20% Mem. 158978 950:500725-4 1. arti nfl Argentina Sanabria, Bs ‘tule (CoO Ase. llustraciones de portada e interior: Teresa Sanabria Diseho de portada e interior: Patricia Leguizamén 6¥ edicibn 2reimp. SBN 978-950-500-726-4 Editorial Guadalupe Mansilla 3865 1425 Buenos Aires, Argentina ToliFax (011) 48268587 Internet: ttp:livww.editorialguadalupe.com.ar E-mail: [email protected] Queda hecho el depdsito que establece la ley 11.723, Todos los derechos reservados Impreso en la Argentina © Editorial Guadalupe, 2019 Prdlogo* Casi todos tos libros importantes levan un prétogo, al que, desde muy antiguo, se le confia la mision de esperar al lector en la portda, para recibirlo cordialmente € in: formarle quién ¢s elautor, cual es el asunto que trata y de algunos otros detalles importantes. Ocurre casi siempre que al concluir un libro, el buen lector vuelve ansiosa. ‘mente al prélogo, porque entonces tiene en realidad muy vivos descos de conocer muchas mas cosas sobre el escri- tory la obra, Digo esto porque durante mi infancia, en un pueblito campesino donde yo era un vido lector de todos los dias y casi todas las noches, como de: rapide en la verdadera trama de la narracin elegida, taba sin mirar las paginas de presentacion a las que supo- nia innecesarias y tediosas. Con el tiempo aprendi a detenerme en ellas, a Iecrlas con atencién a respetarlas como si constituyeran un mensaje de ayuda de un dili- gente amigo desconocido, Desde entonces, soy de los que al concluir un libro, ya veces durante su lectura, inevit blemente regreso a su prologo. Protogo de la primera edicin, Ediciones Pespit, 1977. Pero, me pregunto zqué voy a decir de importante ahora, a mis desconocidos amigos, lectores y lectoras de “Brunita”, de manera que les resulte interesante, titil y nada aburrido? De inmediato siento la necesidad de recomendar a quien abra el libro, que lo haga cuando esté dispuesto a entrar en por propia decision y sin reservas. Un libro de cuentos o de poesta, no debe leerse por obligacién, de mala gana y menos con desconfianza. Porque estos li bros necesitan ser leidos desde sus primeras paginas con el deseo de vivirlos, esto es, de gozarlos y, no pocas veces, también suffirlos. Leerlos para vivirlos, repito, y no con el propésito deliberado de querer aprender 0 de sacar ense- fanzas titles ¢ inmediatas. Para esto estan los textos de es- tudio y las encicloped instrumentos de transmision de los conocimientos huma ‘nos, pero que también son muy diferentes alos libros de na rraciones, aventuras, fantasias. Claro que, leyendo libros de imaginacién y de poesia, todo lector inteligente y apasio nado, aprende. Aprende mucho, sin saber que to esti ha ciendo, Aunque ya no se trata de ir recogiendo en esas lecturas conocimientos ordenados de geogratia, de ciencias naturales ni menos de matematica; gozando, suftiendo y vi ‘viendo libros como “Brunita’, que esti hecho con realicades y fantasias por un diestro n aprenden por cierto, cosas mucho més valiosas ¢ impor tantes: nada menos que a conocer a las gentes de las mas di: ferentes condiciones y edades, que viven en cualquier lugar de la tierra, Se aprende a comprender a nifios, hombres y Wvenes y ancianos. viviendo imaginariamente , que son indispensables como warrador de cuentos y novelas, se junto 2 ellos, compartiendo sus peripectas, sigaiendo el na- Cimiento y el desarrollo de sus pensamientos, de sus actos y, sobre todo, de sus sentimientos, Todo esto se aprende, ¢Noes, acaso, lo mis importante y valioso que pueden dar nos los libros? José Murillo ha publicado ya varios libros para nifios y adolescentes, todos ellos interesantisimos y hermosos, al +e jabalies, pajaros, zorros, osos meleros, toritos, lechucitas del monte jujefio, en aventuras de vida y muerte, El libro me parecié formidable y lo recomendé todos mis amigos, grandes y chicos. Después publicé “Cinco patas” y inta Barbara’. Ni que decir que con estos titulos y nuevos personajes, siguen suce- diéndose las apasionantes aventuras de los animales de los jontes, en las que el Iector no puede dejar de tomar par- tido, del lado de los que batallan por la libertad, junto a Jos que son justos y buenos. ¥ valientes. Como digo, en todas estas narraciones, Murillo cuenta historias en las que son protagonistas los animalitos y tam- bién los vegetales y las personas de su provin ‘muy bella Jujuy. ¥ para mi manera de ver, a de sus condiciones de narrador nato, tino tiene wtervienen perro ura infantil de nuestros d regiOn todavia desconocida, con su flora, su faut sus pobladores, su lenguaje, sus leyendas, sus realida- des y fantasias. Solo en una narracién novelada, “Renancé y los tiltimos, huemules” -que escribi6 en colaboracién con otra talen- tosa maestea y escritora, Ana Maria Ramb-, por un mo- ‘mento Murillo se aleja de su escenario jujefio y se traslada Ia zona lacustre de los Andes patagonicos, donde toda tuna especie animal lucha a muerte por su sobrevivencia Pero ahora, con *Brunita’, vuelve al noroeste argentino, que conoce bien, y sigue a sus personajes a través de los arenales y los valles de Jujuy, pasa por Salta, llega a los ca fiaverales de Ledesma para volver finalmente a la que- brada, a Purmamarea, tal vez el rine6n mas sorprendente que tiene nuestra tierra, y donde Ia narracion concluye 0 tan solo se detiene Por esos caminos transcurren las aventuras y desver turas de Brunita y de su familia; con ellos también van sus ilusiones, sus alegrias tan breves, sus Suefios, sus sti frimientos, Sabiendo que es este un cuento que puede estar sucediendo en Ia realidad al mismo tiempo que to Jeo, me siento més conmovido y veo a Brunita viva; en tonces, quisiera acompafiarla en su dura lucha. El autor debi6 sentir parccidas emociones cuando iba imagi nando su relato, y creo que por eso trajo en su ayuda a otros personajes que no son de carne y hueso y que ha- blan, discuten e intervienen, proponiéndose cambiar el rumbo de los acontecimientos: el Viento, el Silencio de la Puna y el Card6n. Murillo los describe diciendo: .."el Viento que mora en Ia Quebrada de Humahu coya alto y flaco” que “viste poncho oscuro, hilachado y polvoriento”; el Silencio de la Puna, que “es cetrino, iene ojos pequefios y oscuros como brasas sin lumbre"; y el Card6n es “el solitario sofiador de las cumbres y de las laderas..." re venturoso narrador de cuentos, leyendas, relatos largos, es también un poeta. ¥ es bien sabido que los es- ccritores de cuentos y novelas y los poetas, parecen tener poderes magicos, que todos los lectores del mundo les re- conocen y aceptan, Se introducen en los lugares ma sibles, oyen voces donde rein: acer actuar y hablar a las plantas, a los anima a las mismas cosas que se diria que est mudas hasta la eternidad, Pero, ademis, con € magi to- dopoderosa que en realidad se Hama imaginacién crea dora, conocen los secretos del alma de los hombres, y sufren, gozan y viven dentro de cada uno de sus perso najes. Por eso cuando el poeta y el narrador nos cuentan Jo que saben, nos ayudan a palpitar en medio de cada una de las vicisitudes de esos personajes. Vivimos asi muchas vidas, sin movernos de nuestro lugar y casi sin darnos cuenta de ello Y el hombre, en todas sus edades, desde Ia infanci masta muy avanzada su existencia, crece por dentro, se hace grande en sentimientos y pensamientos, cuanto mis Ice viviendo las aventuras y desventuras que narran fos buenos libros: Al menos, yo lo creo asi, Rotundamente. Luis F. Iglesias Buenos Aires, setiembre de 1977 1 Lo que cuenta el Cardon Er sitencio desciende por fa falda de un certo de arcilla rojiza, cubierto con un poncho que le tefieron las araiias cn cl telar de los cardones: las espinas. Teste Silencio de la Puna! es cetrino, tiene los ojos pe- «quefios y oscuros como brasas sin umbre y, al caer la tarde, baja de sus ocultas moradas en los guancares? para ial con el Cardin, Sus ojotas* no tocan las piedrasy apenas si rozan los negros airampos'. Baja al tranco, cespacio, es 1 Pana: Tierra alta, cercara ‘del terreno yermo, raso y desolado, Se ‘nombre al soroche o mal de la montaia 2. Guuncar: Formacion arenosa de clertos cerros que con el viento produce extrafios sonidos que remedan lamentos. Los naturales de la puna fe tienen un temor supersticioso y ereen que alli mora et diablo, 3, Ojotas; (Ushuta), Sandalia ristica hecha de cuero sin curtir que cla planta del pie y se asegura entre los dedos y el tobillo con ia comillera de los Andes. Dicese tam ed 4 Sirampo: Planta rasteera dela familia de fas ecteas. uw muy viejo y siempre anda solo. En mitad de la ladera se ene y se inclina ante el Cardén, que es muy alto y grueso, Los afios, el viento, los dures invicrnos, lo han cu- bierto de marcas y arrugas. Fl Silencio acaricia sus larg espinas como si fuesen cuerdas de charango. Con voz profunda, arrastrando las erres y silbando las eses, habla el Cardén’ ~Hoy has tardado mucho. Crei que no vendri Yo no falto a esta cita, bien lo sibes -respondi6 el Si- Ten :Qué cuentan, amigos? -interrumpi6 el Viento, dando ‘un rapido giro alrededor del Cardén. Ya sabes que no podemos hablar los dos tiempo -rezongé el Silencio, con un mohin que expresaba su inocultable desagrado. El Viento se alej6 riendo rumbo a la quebrada La vor del Silencio parecié un lamento de quena cuando, se dirigio al Cardén: ~Debes de tener noticias muy interesantes, Mientras me paseaba por allé -y sefial6 las cumbres que eran ya lineas contra el cielo turquesa-, he visto a una pastora que no conozco, ¥ eso que la ya muerte de todos los pobladores de la regi6n Si, ti lo sabes todo, puedes ir donde quieres... En cam- ‘clavado en fa tierra. Sin embargo, desde esta al mismo 1e de la pastora, pastoral ~suspir6 el Card6n. 4 del Cardén, el Viento las haci quenas ~£Te acuerdas del rancho que el invierno pasado aban. doné la vieja Florinda? ~pregunt6 ef Cardon. Si, claro que me acuerdo. La vieja Florinda se fue a ta ciudad porque el Viento Ia enferm6 ~coment6 el Silencio alzando la voz part que el Viento lo escuch =Yo no la enfermé ~protest6 el Viento-. Voy y vengo por las quebradas y los cerros y no tengo la culpa de que haya gente que apenas come, que haya viejos que no ten- gan quien los cuide. Y si alguien la enfermé no he sido yo, quejarse como dulees sino el frio, Dicho esto se alej6 con gesto cefiudo saltando sobre sus largas piernas. El Silencio y el Card6n callaron, De las piedras inméviles, sobre cuya lisura los siglos han. tendido piel sobre suave piel, surge un relumbre rojizo, como el filtimo reflejo extraiio del sol, ya invisible detra de las montafias. Solo las nubes altas retienen los destellos finales. El ropaje verde oscuro del Card6n comienza a pa- recet negro. Ea los extremos agudos de sus espinas, se de- moran leves gotas de luz, =Todavia no me has dicho nada de la pastora ~ -El rancho e [Alli donde la quebrada se recoge en una bahia prote- gida, se tambalea un rancho de grises adobes con techo de toh’, 5. Tova: Nombre de atferentesarbustos eb nis coils, Ea La ado. Puna se la utiliza como combustible y para techos y quin 15 ~Desile que se fue la vieja Florinda permaneci aban donado, Hasta anoche. Acurrucado inmévil debajo de su poncho, el escucha ~Ya he olvidado los aiios que tiene ~conti don-, pero sino estuviera protegid por el abrazo de kt montaiia, el Viento lo habria tumbado. Y no porque el Viento sca un desalmado, sino porque es tan viejo que solo la costumbre lo mantiene en pie. Anoche una majacla de cabras se detuvo delante del rancho; detris de las ¢ bras tlegaron los burros y con ellos el padre, la madre y Jos chicos. ~cY Ia pastora? También, La mayor es la manitos la nombran Brunita ~¢Brunita..? stora. Sus padres y sus her- -Si, porque tiene la tez oscura, curtida, -LY como est Como quicres que sca? Es una nia, una coyita ei diez aiios, pero es retacona y flaquita. ojos grandes y la cara redonda; una boca ficil para la son- isa y dura para la palabyr: Bsta acotacion halag6 al Silencio que no disim gusto por los habladores. =2Qué mis...7 =No mucho... Fila cuida de sus hermanos y de las bras, Esta tarde, temprano, anduvo por aqui con la ma Y se sent6 justamente ahi, sobre esa misma piedra sobre la que estas tt ~2Y qué hacia? 16 Nada, Miraba tristona por el embudo de la quebrada hacia el norte, que es desde donde vinieron, -omo lo ~Conozco a todas bs familias que moran en fa quebrada dle Humahuaca desde aqui a Volcan, por el sur, y desde imara, por el norte, Ya esta familia no la hasta hoy. ~aliso es todo? Puedes agregar que hay una nue marca. El Silencio no pudo disimular su desencanto, Lo que en la pastora se iba a quedar, de y cOmo era; pero por dentro, no por fuera, ~Anda, cuéntame ta historia de la nifta. Yo sé que sabes s de lo que has dicho. -No, no es asi, te equivocas. Quien realmente puede berlo es el Viento. Pregiintale a é EI Silencio hubiese preferido conocer Ia historia de fa nifia por el Cardin. Le molestaba el Viento porque en fa ntervenia, él quedaba anulado, La noche habia extendido su poncho de barragin® negro que los siglos han deteriorado. Tiene cada vez. mas igujeros y por ellos se asoman las estrellas. Algunos son, tan grandes que permiten pasar la luna. EI Silencio podria haber esperado hi para enterarse de si mismo y sitisfacer sus interrogantes acerca de Brunita y su familia; pero la noche era larga y st. familia en Purma- medida que este 6 Barragin: (O barracin), Tela ristica tefda en telares caseros Guess y aspera, a7 paciencia corta, Y pese a que no hacia buenas migas con el Viento, fue en su busqueda. EI Viento que mora en la Quebrada de Humahuaca es tun coya alto y flaco, Viste un poncho oscuro, hilachudo y polvoriento, Tiene el pelo desgreviado, largo, quiscudo, de color minios desde la siesta hasta la madrugada. Y nadie ¢s mas temido. De él dependen la lluvia y la sequia, la tormenta. Doblega a los arboles. Su poder es casi tan grande como su sabiduria, Solo el Silencio sabe mas. Porque aunque el Viento viaja mucho y conoce hombres y pueblos, el Si- lencio esta detris de todas las palabras y en el fondo de cada pensamiento. -niza. Todos los das se pasea por sus extensos do: 19 2. Lo que cuenta el Viento E/ cardon no tes hubiese perdonado nunca que se que- dasen lejos de é, sin darle participacién en la historia de Brunita, Asi es que reunidos junto a é1 cont el Viento cuanto sabia “Brunita vivia con sus padres y sus hermanos en el Moreno, Alli naci6. En los meses menos fios iban a los salares, después de las Ilwias, a cortar panes de sal. Ca sgaban con ellos los burritos y las llamas y emprendian ¢l camino a Jujuy. Dias y dias de marcha, leguas y te sguas, mascando coca para no sentir sed, para mitigar el hhambre, por sendas 4ridas, por rutas'desiertas; dur. miendo en el lecho del ims abrigo que ponchos gastados por el uso, comiendo mazamorra y mote... Caminando en silencio al paso de las llamas, tardaban doce dias en llegar a la ciudad de Jujuy. Alli cambiaban los panes de sal por aziiear, ha- rina, alguna ropa... Vivian de ese trueque. Los panes de sal se utilizan en las fincas y en los tambos pa enda. 9 sobre cucros de ovejas, sin hos aque: renciar la haci 21 Hasta que un 4 Brunita enfermd, Y ni el famoso curan- ero Serapio Vilte, muy mentado en toda la extensi6n de la Quebrada por su sapiencia para curar con yuyos y brebajes cualquier tipo de mal, pudo conjurar la enfermedad de la nia, Tosia continuamente y enflaquecia con alarmante ra- pidez. Eso decidio a sus padres a buscar un clima mas be- nigno, En Purmamarca el aire es saludable y como esti a menos altura que el Moreno, hace menos frio, Don Deme- cl padre de Brunita, cambi6 las llamas por bras y abandonaron la puna, quebrada abajo, Casi a la centrada de la quebrada de Purmamarca los aleanz la noche. Por suerte encontraron a pocas cuadras el rancho abando- tiempo, porque el fro arafiaba las carnes, illas, espe 'Y Demetrio, después de entrar y salir va rancho, de convencerse de que estaba abandonado, con- luy6 que no debia tener dueiio. 2A quién podia servirle ‘un rancho en ruinas...? La pirca de los que alguna vex fue- ron corrales estaba derruida. El techo de tola tenia aguje ros por los que la Iluvia habia entrado a sus anch: dejando un vaho de vieja humedad y un hilito de irreme- diable vetustez. Y de no mediar el respaldo de fa montaia ya se habria desplomado, Desde fuera se lo veia inclinado ‘como aun viejo cansado y solitario. Demetrio se dijo que ra probable que aguantase una noche mas, Después 10 arreglindo poco a poco, Mientras tanto, y si Brunita mejoraba su salud, se veria si podian quedarse a vivis 23 Asi la familia Pantoja se instalé en el rancho que habi- ara, por afos, la vieja Florinda. Esa misma noche Mar- ‘ina encendié fuego y Brunita encert6, como pudo, a las cabras, humo fue fa prime: ‘Mal. ¥ por los cerros y los hua cos, por el lecho del Rio Grande, de cardén en cardon, de piedra en piedra, al ras de los airampos pegados volando por los aires, corriendo en las polvare« caminos se extendié la noticia que ef Viento ayudo a dl fundir. El rancho de la vis ja Florinda ya no esta abandonado, 24 2 Brunita Er viento despert6 al Cardon y sacudi6 al Silencio cuando todavia el Alba, aterida, envuelta en jirones de bruma arrebolada, tran ~iMiren, micen, ta pastoral Resireyndose 1s os y seguida por el Suef que kf muceas de burl, Brunita se encaminaba pata pila corral Las cabras balaron largamente al verla acercarse, Beunit solo tena a un balido y hacia él encamind sus pasos como tuna sondmbula. Las cabs fa rodearon, Ell tenia ojos sol mente para un cabrito negro que corri6 a su encuentro tem- bloroso. Brunita lo az y apret6 contra su pecho ‘Negrito es guacho, Y Brunita se hizo cargo de él desde que era muy pequeiio. Para ella es como un hermanito Ins, pero también algo asi como un juguete vivo, como mufeca que munca tavo, Le habla y lo mima y el eabrito te responde con balidos trémulos, saves, entrecortados, ue expresan su alegria. Pata pila: Desealza. Andar en pata es andae descalo, 25 Las cabras, arremolinadas en torno a Brunita la empu jan, se refriegan en sus piernas. 2Qué les pasa? ZTienen hambre? ;Quieren salir hacia ese mundo nuevo que hucle a pastos verdes...? La nifia quita las ramas y en pos de ella. =Vienen hacia aqui -musita emocionado el Cardén, bras trepan gozosas la ladera, Brunita queda re- zagada, Cuando esta cerca del Card6n se sienta sobre una piedra y deja en libertad a Negrito. El recental no se aleja de ella y la mira, esperando. EI Silencio se acerca a observarlos, =Yava, aurita no mis (e via dar la leche ~dice la pastora. Negrito agradece con un suave topetazo en sus rodillas. Brunita lo levanta y lo abraza. Negrito se deja mimar y se queda quietecito en el regazo de la nifia. Mirando hacia alli, hacia lo lejos, hacia donde la quebrada se abre al mino, y londe empieza la montaiia que cifie al rio, Brunita canta suavemente: De nieve, de sal y espuma vidalita, tiene mi nifio el pela Y en sus ojitos hay bruma vidaliti, porque sin madre lo traje, Su coraz6n estit triste viata, y su pecho acongojado desde muy lejos viniste HI Silencio se ha acercado tanto a la pastora para escu charia, para mirarla, que su poncho roza la piedra sobre Ja que est sentada. El Cardén hace esfuerzos para sobre. pasar su propia altura y el Viento, arrastrindose entre Jos airampos, se aproxima para tocar ala nifia, Pero ella no los ve. No puede verlos, Siente, sin embargo, el halite frio del Viento y se estremece. El Silencio le hace un gesto de reproche al Viento y este sealcja, ~2Qué pasa? -pregunta el Cardén, -Nada -explica el Viento: tiembla. -No la toques, entonces. EI Silencio regresa junto a sus amigos. ~é¥... qué tal Ia pastora? 's una runita chura; pero lencio. ~Ya se aquerenciars en cuanto me Ie acerco, triste -opina el Si sntencia el Card6n, 8 Runa: Ristica. También significa gente ‘Chura. Linda, donosa, simpatica, De modo que la combinacién Ru rita chura signfiea muchacha agraciada 28, 4 Brunita va a la escuela A pprovechando los calores del verano el padre de Bru: nita trabaja afnosamente en Ia reparacion de los corr: les, Piedra a piedra, acarreadas desde la cercana playa del rio, reconstruye las paredes de pirea. Después, v: jendose de totoras encontradas junto a las vias del fe- rrocarril y ayudado por Brunita, arregla el techo. La ni y el padre hacen numerosos viajes por dia al totora hasta que no queda ningGn agujero que tapar. Final. mente Demetrio apuntala los horcones que sostienen el alero y repone, con una verdadera masa de barro y paja, las fisuras abiertas en las paredes, cubriendo y alisando las grieta Con ta leche de cabra Martina hace quesillos que Bru nita vende en la estacion de Purmamarca al paso de los trenes. Con la leche alimenta a los nitios. Y los dias trans curren felices. Sienten el rancho como propio. Demetrio ha resuelto sembrar maiz, Ahora sonrie y su sonrisa se refleja en los hijos. Los nifios sonrien, también, -gan entre ellos y con las cabras 29 ‘Todas las mafianas Brunita recorre con la dera de los cerros cercanos. La conocen lo nontafia, los cardones del valle y los del huaico. Y el pollera clara. Toditos que aqui el empo no apremia a nadie Su lugar preferido sigue siendo la enorme piedra que el iempo ha fijado al lado del Cardon. Suele pasar horas mi- sando hacia el rio. Cuando el sol ha corrido al frio de los amaneceres el Cardon la protege con su sombra Ella siente que lt ampara y algunas veces le parece escuchar yoces. Pero jque va! Ha de ser el Viento rasgueando las espil i, desde la sombra larga del Car- dOn, Brunita intuy6 que era por ella. Y era por ella. Vino una maestra y le dijo a su tata que que ya tenia edad para apren: er a leer y escribir; que la ley de educacién. Los padres de Brunita no haban ido a la escuela y De- pensaba que era una desgracia ser ignorante. En maestra queria cl bien de la nifia y te wiaria al dias Brunita se apend cuando lo supo. Le parecia que la es fendo pastora le bastaba con saber cuidar de sus cabras. ¢Para qué tenia que saber con, ‘ar una pastora, o leer...? Si ella conocia una por una asus cabritas. Por el pelaje, por la pequefia historia de cada en la majada, en el ordefio, en el pastoreo.. Pero a Demetrio, su tata, se le habia metido entre ceja 7 ceja que debia ir a la escuela y asi quedé resuclto, 30, Esa mafana se levant6 cuando el Alba empeziba a des: cender muy lentamente desde las cumbres més altas. Buscé a Negrito, lo alz6 y corri6 a refugiarse junto al Car- don, Ira la escuela In sus cabras, a dejara su preferido. Aunque a lo mejor, con (Podria molestar obligaba a separarse por hora el tiempo, la dejaran Hevarlo con ella en la escuela un cabrito guacho...? El Viento la sacudié con una rafaga fria, Ya habia ama- nccido. Brunita regres6 al corral para ordefiar a las ca bras. Los animalitos la saludaron con alegria. A ella le parccié que esa mafiana era mas carifiosa que otros dias, Seguramente ya sabian lo que pasaba, por mas que ella no les hubiese contado nada para no apenarlas, Después, ala hora del pastoreo, se iban a dar cuenta. ¢Quién iba a ‘cuidarlas? Porque el tata y la mama tenian muchas cosas que hacer. De seguro que las dejarian libres para que se rebu: casen como pudieran. ZY Negrito..? Toda ia era muy chico para dejarlo solito st Vaya no mas, que yo termino ~la i La escuela no estaba muy lejos. Purmamarca es pe qu Viento iba con ella y le hablaba, pero el lenguaje del Viento, que entendian muy bien el Card6n y el Silencio, no era comprensible para Brunita que iba temblando, pero no de frio, sino de ang, y hasta les. ex: \dola. Con unos deseos enormes de volverse, de terrumpi6 su tata, y recatada como el coraz6n de algunos frutos. El ia, de melancol de temor por ese ambito desconocido que ¢ cuela; preocupada por Negrito, que quiza ya e trai no Hegar nunca, de extraviarse, inclusive. Y de pronto la vio 32. Alii esta Ia escucla, Un caseron de adobes pintado de blanco con techo de tejas. Desde el amplio portal se ve el gran patio rodeado por una galeria ala que se asoman, una al lado de las otras, las aulas. Es un edificio vetusto. Las pa- redes anchas, panzonas, blanqueadas a la cal, resplande- cen a la luz del sol. Un puiiado de nifios que Brunita no conoce, se apeiitisca al calor inicial de la mafiana. Ella se pega a una de las columnas tratando de no ser vista y es pera inmovil, La maestra, Ia misma que fuera a buscaria, con un de- tal mAs blanco que las paredes, toca la campana, Los nifios forman, Brunita permanece en el mismo sitio. -A ver, Vos, Veni ~era una 1 joven quien fa It maba... Pero Brunita parecia pe le aproxim6-: Como te Hamas? -Na ‘guntado a la columna la respues ¢No sabés hablar...? Bueno, no importa. Veni Pero Brunita no fue, La maestra la tomé por los hom: «ly firmeza y la oblig6 a seguitla, Entra ron en una habitacion grande con tres hileras de bancos, tun pizarron negro y retratos en las cuatro paredes. =¢Cimo te Hamas? La nifia no movi6 ningtin misculo de su cara. Perma. neefa con la cabeza gacha, mirando, obstinadamente, las manchas de tinta y las rayaduras del pupitre. La maestra no insisti6. Cuando estuvo segura de que nadie la observaba, levat la cabeza y comenz6 a mirarlo todo. Le llamaron la aten- cin el pizarron negro crurado por finas lineas verdes y dos retratos que colgaban de uno y otro lado. Ella no conocia a bros, con su: 33, To tinico que logrd cambiar su ‘preguntari. izar los ojos hacia ella, pudo res- por Brunia. -Brunita.... qué lindo nombre! Parece de cuento. 5 Coya cabeza dura A medida que pasaron los dias se fue acostubrando ala vida de Ia escucla y comenz6 a jugar con los otros chicos ala pillada, a la gallina ciega, alas esquinitas, a saltar la piola, al rango... Aprendid a sonreir y a dialogar con s compaiieritos. Una mafana tluviosa Brunitallegé completamente mo- jada. La maestra fe hi un tazin de mate cocide acompa- fiado con galleta marinera y después le dio un delantal tan blanco como la puya-puya’, Aunque le castaieaban los dientes de frio, Brunita estaba contenta, tan contenta como no Io habia estado nunca antes de ese momento, ‘no lo demostraba era solo por ser coya. La mafiana se oscurecié por la tormenta. La lluvia caia en remolinos densos. Y quiz por eso 1 Brunita y su sonrisa pare 9) Puya-puya: Planta pequetia de la puna que da flores muy blancas y pertumadas 37 Habian concurrido muy pocos alumnos. Brunita era ka su tiempo, Por prime vor dulce y queda susurré para ella “Ja nifiez, tu ilusiOn y tu contento la que al darle el saber Ie diste el alma...” Paca Brunita “el alma” fueron, desde aquella mafiana, el delantal blanco y la tierna vor de su maestea musitando el Himno a Sarmiento, 1 Viento jugaba una ronda con el Silencio alrededor del -d6n. EI Frio, para ahuyentarlos, se habia puesto guan- tes de cristal En el corral de ccabras yen el rancho, con los ojos muy abiertos y €1 oido alerta, Brunita no pock dormir. Sentia que los balidos le dolfan como puntadas en la piel y en el coraz6n. Hasta que no pudo mis. De una ea: rrera fue hasta el aprisco, alz6 a Negrito y se lo llevo a dor mircon ella, At rato el calor del cabrito unido asu calor le trajo el suciio y se durmi6 con una sontisa feliz en 10s la- bios. ‘Alla maiiana la nieve cubria los cerros, la quebrada, los ranchos y los arboles. Los cardones parecian monjes 1 b sos por largos habitos blancos. : Brunita fue a la escuela corriendo para quitarse el frio, Tanto corrié que fue la primera en llegar. [Al toque de fa campana la asistencia era completa, Nin- iin chico se hubiese quedado en el rancho, Todos queti 38) ver y tocar, Porque aunque Ios inviernos son frios en Pur- mamarca, muy rara vez. nieva, Exeitados por la novedad, estaban pendientes del recreo para jugar con ese ele- ‘mento que veian por primera vez. No podian creer que la nieve era agua, Como podia ser. El agua corria, no se podia retener en las manos, salvo como humedad, En tanto que a nieve se podia retener en puiiados que se pegaban ala piel dejando una sensaci6n extraita. Entre el rio y el tem lor de lo fugaz, ~Zisto €s agua, seftorita...? Y los chicos reian con ingenua ineredulidad. No duré mucho la risa. Los puitados de nieve g «dos en los bolsillos desaparecieron y, en su lugar, se vei manchas y Ia tela estaba mojaca, Como hacia mucho frio las maestras sirvieron el mate las clases. Después si se podia ensefiar, Las caritas de los nifios se habian tenido como ‘manzanas maduras, Pero los ojos seguian yéndose afuera, Alli, en los tolares, la nieve remedaba vellones de tana. Como si hubiese pasado una numerosa majada de ovejas de motas blanquisimas. ‘A Brunita le costaba aprender. Los palotes le salian tor cidos, como ramas nudosas y siempre le quedaban por en- cima 0 por debajo de las rayas de la hoja, Su mano era torpe, lenta; pero ademas sucia. Y esa mafana Ia maestra ia reprendié: dor qué tenés el cuaderno tan desprotijo? 2¥ las manos...? Es que no sabés lavarte...2 Brunita no respondi6. Sinti6 que cen su rostro y se puso rigida, arisca rd cocido antes de empe: \golpaba 39. Hh MN day me aa -Hay que lavarse todos los dias. Y cuidar el delantal Miri como lo teneés. Nada. Brunita parecia una pared: sorda ¢ inexpresiva A decir verdad, la maestra tenia ra76n, Brunita era de aseada, Pero no tenia la culpa de serlo, Nadie Ie habia en- sefiado a ser pulera. En los ranchos no hay bafos, ni comodidades y las acequias evan el agua muy fria, La maestra no insistio. Quiz habia sido demasiado severa y para suavizar la tension quiso enseftarle a escribir la pala bra mama, Pero Brunita estaba empacada y no quiso cribit ni contestar. Al fin, descontrolada, la macstra exclam6: ~iSos una coya cabera dura! Brunita alz6 los hombros y permanecid en el banco como si nada Mientras regresaba al rancho el Viento correteaba a su irededor y susurraba ~Brunita es una coya cabeva dura... Brunita es una coya cabeza dura Ella apresuro el paso. El Viento, desde la falda del certo, repetia para que los cardones escuchasen: “Brunita es una coya cabeza dura...” Brunita corrié al corral y abrazandose al Negrito loro si- Jenciosamente, 4 6 lo que cuentan las Totoras At Viento te gustaba acariciarlas. Sus altas varas, termi en cilindros como de terciopelo marron, danzaban suavemente. Y siempre pare muy baja. O cantando tona Conocieron a Brun padre a remendar el techo. ¥ les cera calladita y humilde. También la nifta las recordaba por que nunca le habfan reprochado por cortarlas para el techo del rancho. En cambio la maestra, Yse recia muy triste y los churretes de sus mejillas revelaban que habia estado Horando, ;C6mo hacer para borrar la li grimas de la nifia! {Qué hacer para entretenerla, para Ls ‘mar su atencion.. El Viento iba a ayudarlas. A pedido del Cardon corris ‘en su ayuda, Disfrazado de brisa bajo por el camino y se mezeld entre las totoras, hamacandolas graciosamente, Brunita sintié la caricia leve del totoral y levanto la vista, Hasta ese momento habia permanecido con la cabeza in estar hablando en voz, ayudaba a su arecid entre ellas con Negrito en los brazos. Pa- 43 hundida entre los rizos suaves del cabrito, que se mante- nia muy quieto entre sus brazos. Y empez6 a mirar y, a poco, a ver. Por entre las totoras que se balanceaban a dle- recha ¢ izquierda descubrié del otro lado del camino, aun pato chumuco" en ef momento de posarse. Presto aten- Gi6n. En un breve instante el pato desaparecio de su vista. Si un pato bajaba alli debia haber agua. Porque cuando y donde se han visto patos en terrenos secos. ~iVamos a ver, Negrito...? Y cruz el camino a la carrera, Parpade6 sorprendida Miri, Negrito, mira. Parecian, parecian... Si, eran... Eran berros. Flotaban sobre el agua clara, En ese momento presto atencion, Entre la base del cerro y el camino se habia formado una muy pequeiia laguna; pero no de aguas quietas. Us cortiente se dirigia a la ruta y era orientada, por un des: aguadero hacia las ticrras bajas, del otro lado del terraplé Pero si el agu tenia que entrar por alguna otra parte. De lo contrario no se remansaria... Empez6 a buscar con la mirada, Hacia el cerro Ia tacién ocultaba un pedazo del jagiiel. agiiel.... le via preguntar a la seftorita como se Hama a...bueno, cuando el agua entra y sale, pero antes de salir se re- mansa”. Se sonri6, “iQué tonta, remanso pues!” Igual, para estar segura, lo consultaria con la maestra, imos, Negrito, Se esti haciendo tarde y mim: na se va alli 10 Pato ehumaco: Pato salvaje con plumaje de color negro. “a Las totoras fa vieron alejarse con expresin sonticnte. Y el Viento, disfrazado todavia de bisa, se aquict6 junto al Card6n, Habia cumplido con su encargo. Fs claro que una parte importante se debi6 al totoral Inesperadamente, Brunita volvi6 sobre sus pasos. Re: _gres6 corriendo a la aguada. Deposit a Negrito a la orilla y junto brazadas de berro. “Mafiana le via llevar la sefiorita, pa que vea que. Fl entusiasmo ka hizo olvidar que los berros eran el ar: gumento que reforzaria su pregunta, fiorita, ¢cOmo se Hama..? Porque en cuanto lego al rancho se apresur6 a comu nicar su descubrimiento. “Tata, ¢sabe que hay una lagunita con patos... Demetrio kt miro, male parece..? alii mismo, frente al totoral =2¥ qué anduvo haciendo por abi... —Juntando berros. Pa la maestra ~se apresuré a aclarar, 6 7 Don Carlos ‘La maestra se qued6 sin palabras cuando Brunita le ofte i6 el paquete de berros con las manos y el detantal lim: pios. Con los ojos humedecidos, solo atiné a besarla y la nifia se sintio feliz, tan feliz, que también se qued6 muda. Mientras tanto en la falda del cerro el Cardon y el Si: lencio disputaban con el Viento, a quien reprochaban las ligrimas de la pastora, ~ Qué tienen en mi contra? Por tu culpa lloré Ia pastora -le incrimin6 el C: {COmo lo sabes? ~se sorprendid el Porque yo se lo conté -se apresuré a actarar el No me han entendido. Lo que quiero que aclaren es ccémo saben que yo la hice llorar. ~{Llor6, no es cierto...7 -reiter6 el Cardén. -Pero no por mi culpa -se defendi6 el Viento. iAht No? -chicane6 el Silenci -No. {Quien anduvo susurrando de un extremo a otro de lt quebrada que Brunita es una coya cabeza dura...? a Pero ella no me entiende y ustedes lo saben muy bien. Eso crees y sin embargo lord. lor6 endjense con la macstra, no conmigo, porque a ella sila comprende. El Viento tenia razon. tieron. Por otra parte, desde el rancho de Pantoja les lleg6 un jubiloso murmulio y el Viento se apresuré a acercarse para ver de que se trataba. Habia llegado Guanuco. Demetrio lo conocia desde que can changos. Habian nacido en el mismo caserén. Solo que Guanuco se marché antes de ser hombre en busca de otras posibilidades. Primero a Humahuaca, donde se entero que funcionaba una escuela en la que se ensefiaba a tejer en te lares, después a Tilcara y a Jujuy y mas tarde al Ingenio. Siempre volvia a ver a sus antiguos compaficros; pero no se quedaha mucho tiempo, Era un andariego infatigable, tun buscador de nucyas perspectivas que afioraba su pueblo sus amigos; pero repetia que no se quedaba porque no queria vivir como un pobre infeliz; allé en el Moreno solo habia sal, algunos tolares, algunos cardones y pura piedra. Y él no acepté la suerte que Pantoja acept6. Andar leguas yy leguas para cambiar los panes por alimento y ropa. YY Demetrio lo escuchab con reverente atenci6 que sabia mucho y de EI Card6n y el Silencio no insis mn por istintos temas. Gracias a que habia o una gran extensi6n de la provincia ‘Cuando Brunita regres6 de la escuela, con la carita ra diante porque se habia reconciliado con su maestra, Gua ‘nuco comentaba las ventajas de irse al Ingenio a trabajar en la zara Y la nifia escucho embelesada lo que decia de los trapi- ches que trituran Ia cafia, exprimiendo el jugo que sera transformado en blanquisima azicar. Pero lo que mas la entusiasm6 fue la chorvita. Una locomotora pequeii cexactamente igual a las maquinas que arrastran los trenes grandes, pero chiquitita, como de juguete, que remotca vagoncitos abiertos y playos que transportan la cafta de los cafaverales a los trapiches. ‘A Brunita se le agrandaron los ojos y se imaginar ese diminuto tren viboreando entre los caiiave- rales que no conoc Salid corriendo rumbo al corral para contarle a Negrito ‘cuanto acababa le escuchar. Con cl cabrito en Ios brazos se sent6 al amparo del Card6n y se dej6 ir por la magia de los suefios hacia las tierras desconocidas de la cata de az car y las chorvitas de fantasia, EI Silencio llego muy excitado y sacudi6 al Cardon que contemplaba embelesado el arrobo de la pastora. ~¢Qué pasa? ~Viene don ~iVaya, y es0 qué! ~Trae malas intenciones... Hay que salvar a Brunita -pre: cis6 el Silencio, ~(Salvarla..? Pero, zy de qué? con agudo silbo y envolvid a sus amigos y la pastora en una polvareda blanguecina, ~iQue suerte que la nifia esté aqui! ~exclamé aliviado. El Cardon seguia sin entender la preocupaciGn de sus amigos, forzaba por Carlos. 9 -:Me quieren expliear, de una buena vez, qué los preo- cupa? ~Observa. Hacia alla, abajo. :Ves algo? i, un jinete que se acerca -respondié el Cardon. Sabes quién es? claro que fo ver con Brunita Lo que no entiendo es qué tiene que =Pronto lo regrese al ris. Entretanto, hay que evitar que Ia nia jon ieresoluble, Nin- uno de los tres podia hacerse entender por la pastora. ¥ esivo al Cardén. de una buena ver lo que sabes? 2A qué tanto misterio? -le reprochs el Viento. {lo quieres... Hace un momento noms, cuando os se preparaba a montar le grit a su capataz “Voy a ajustarle fas cuentas 2 exe coya dle m...” =/Las cuentas...? Qué cuentas? ~intercedid el Silencio. FS lo que sabremos en seguida. Don Carlos detuvo el caballo frente al rancho. in el momento que golp« Hamando, Brunita retorn6 a la realidad sobresaltada y sin- tid miedo. Fue como un escalofrio ri Ida y endureci6 sus piernas. Apret6 con fuerza cl corderito contra su pecho y se encogi6 acercindose al cardOn hasta rozarlo, pat Demettio aparecié sorprendid, Sin darle tiempo ni si ba con violent las manos, no ser vista. quiera a saludar, don Carlos lo increp6: =;Con qué permiso tc has aduefiado de este rancho y de 50 ‘estas tierras? 2A quién has pedido autorizacion pat ‘tar maiz y tener majada? phan- =No, patroncito, yo no me adueiié de nada, Como vide la tierra lena de yuyos y el sin nadie y ca yéndose... iso 4 vos no te import Jo interrumpi6 «don Carlos Estas tierras y este rancho tienen dueiio. 0 vos te creés que el mundo es de todos? Yo no crea nada, pues, patroncito. ~iCoyt ladino! soy yor =¥ no, pu ~Yo soy don Carlos ~Asi ha de ser, pues, seitor, Y alaceptarlo humildemente, con la mirada clavada en sus ojotas, su vor estuvo punto de quebrarse en un so i la menor idea de quién fuera don Carlos. dicho que el rancho fue abandonado por Ja Vieja Florinda y nada més. No sabia nada m: Estas tierras son mias ~continuo don Carlos-desde el pie de ese cerro hasta el rio y desde ahi hasta tun gesto amplio abarcé con el cabo del rebenque toda fa cextensi6n que abarcaban los ojos asombrados, lesorbita- dos, de Demetrio, Nosotros no sabiamos, seflor ~aleanz a balbucear. Bueno, ahora ya lo sabés, Si querés qued: que pagar arriendo. Y si querés irte, también La expresién de los ojos de Demetri habia pasado del azoramiento al temor. Qué podia hacer €lante semejante poderio.. ={COmo €S €S0, pues, te tendris .efior? ~pregunto timidamente. 51 Del maiz que cosechés la mitad seri para mi. De las cabras con cria me vas a dar media docena y ademis tres burros cargueros, que me hacen mucha falta, Brunita no pudo escuchar mas. En el rostro desencajado de su padre crey6 ver la expresion de terror supersticioso que provoca la aparicion de mandinga. Sigilosamente, aga- sapandose, comenz6 a alejarse, Muy lentamente al princi pio y luego a toda carrera, emprendio el camino de la escuela con Negrito pegado a su corazin. dn fue el primero en hablar. Habia un temblor nuevo en su entraia de pulpa blanca y las gotas de rocio (que la noche recién nacida comenzaba a acumular en sus cespinas, parecian Lagrimas a punto de cacr: ~2DOnde esti la pastora? El Viento la habia seguido y lo sabia, Se refugi en la escuela por temor a que don Carlos le quite el corderito negro, Hay que hacerla volver ~insisti6 el Card6n, -Ya lo he intentado, pero no me escucha -se lament6 el ilencio. Por qué no intentas ti? ~inst6 ef Card6n al Viento. Sin responder, el Viento se alej6 rumbo 2 la escuct Y alli, en una esquina de su aula, est rrucada en las sombras con el cabrito atesorado entre sus brazos El Viento se hizo brisa y acaricié a 1a niita, Brunita sin- 116 que un halito cilido Ia envolvia -Podés volver, don Carlos ya se ha ido ~le susurt6 cl Viento. Tus padres no saben donde estas. No los afijas mis. Ella no podia comprender el lenguaje del Viento; pero 33 se sintio protegida y supo que el peligro de perder a su guacho habia pasado, que las sombras la protegian y re- gres6 junto a los suyos, Lanoche se hizo larga, dolorosa y sin palabras. Pero en el cerro el Viento, el Silencio y el Card6n permanecian desvelados por la excitacio ~iNo puede hacer eso! ;Con qué derecho va a apropiarse de la mitad del maiz, de seis cabras y tres burros! -refle- sxion6 el Card6n, =,Como, con qué derecho...” gNo sabias que don Car- los es el dueiio de mas de me (claro el Viento. ~{Bl dueio...2 No entiendo. Es como si dijeras que yo también le pertenezco -repli Purmamarea..? sus frutos. ~iAbsurdo! -Nosotros tenemos auestras leyes y los hombres las suyas, eso es todo -puntualiz6 el Viento, El Silencio, que hasta ese momento se habia mantenido a - opind en apoyo del Card6n: ibsurdio, como a dicho él, Nosotros no te- nemos dueiio. Té, él, yo, las piedras, el rio y el agua que leva, la tierra, la luz y las estrellas, los pajaros y las flores, somos de todos, para todos. Como las estrellas. Nosotros es- taremos siempre. Los hombres vienen y se van, viven y mue- ren... 2&5 que el sol, la luna, la Huvia pueden tener ducivo..2 54 ‘Como en respuesta la noche encendié todas sus cande- las, Hl Silencio retorn6 a su morada en los guancares y el Card6n dormité inquicto, mientras el Viento, enfurecido, se estrellaba inGtilmente contra las paredes de piedra de la casona de don Carlos. Toda la noche embistié infruc tuosamente. El Alba lo vio alejarse derrotado. 8 Los desheredados Digamos ahora que el Alba es la luz. nia que se adelanta gozosamente al sol y, envuelta en nubecillas doradas, atisba desde los hombres, El Alba vio a De 1 salir del rancho y emprender ef camino conducia ala estacion de Purmamar. Por el sender pedregoso, paralelo al rio, daba vueltas y mas vueltas a una idea en su cabeza, Guanuco habia dicho que en Ia zafra habia trabajo para mucha gente en la cosecha de la catia de aziicar y que pigaban un jornal (bajador. Tal vez conchabandose él, la Martina y Brunita to} ios para com- prarle a don Carlos el ranchito y el peazo de tierra que ‘ocupan los corrales y el maizal Brunita no fi cuela aquella maiiana, {Para que! Sent fan reunir los pesos neck ia que mucho tiempo, tendrian que volvera partir para empezar nuevamente, lejos de los cerros, de los eardones, de las ca britas y los burros bonachones y pacientes. 57. Sacé del corral a Ne dea que amparaba el Card6n y desde rancho, los corrales, el rio... No volv 'y luego se fue a sentara la pie- ‘cuall se dlvisaba el cleerro azul, ni el Porito!’, no podia volver a la escuela, Fl paisaje Meno de luz y de colores se fue esfumando entre s grimones. ‘Toda la Iuzy todos los colores no redimian su dolor ni podian salvarios del drama que el dia anterior se habia pre- cipitado sobre sus vidas. fiaavern De nieve, de sal y espuma vidalita tiene minnifio el pelaje y €n sus ojitos hay bre porque sin madre lo traje, Con hambre, con sol, con fio, vidalita, entre mis brazos lo traje sn. que no es mio, De nieve, de sal, de espuma, tiene mi nifio el pelaje ¥ €n sus ojitos hay bruma, vidali de suciio, de miedo y frio. ~iMuye, Brunita, escondete! Nosotros te protegeremos ~musitaba el Cardon, 11 Porito; Germ de Purmamares, visible desde el corazan del pueblo. Pero la nina no entendia, Ademas, qué podria hacer ella sola, Su suerte era Ta de su fami Bsa misma tarde ayud6 a su padre a arriar los animal hasta lo de Serapio Vilte. All se los cuidarian hasta el reso, porque ninguno de ellos se resignaba a partie para siempre. Brunita permaneci6 un kargo rato contempland 3 mimado. Era negro y tenia una mancha blanea en ka frente, que parecia una estrella diminuta, Sus patas temblaban y lastimosamente vuelto hacia Ia pastora, como si se que aquella despedica era definitiva 59 9 La partida Unsitencio de pijaros ereci6 desde las piedras. Brunita se marchaba, El rancho, que el invierno pasado abando- nara la vieja Florinda, iba a quedar otra vez solitario y lencioso. Sin embargo, la luz era la misma y los colores restalla ban plenos en Solo el Cardén temblaba de dolor, en tanto el Viento y el Silencio, mudos, como las mudas piedras, asistian at6- nitos ¢ impotentes, la callada marcha de toda la familia CCargando sobre las espaldas las pocas cosas que poseian ¥ podian transportar, caminaban rumbo a it estacion, Uno detrs de otro, Lejos ya, Brunita se dio vuelta, Qué chi quito el rancho! FE maizal era un manehon de oro y la pirca de piedra parecia blanca, de un blanco trite y fro, E Viento fue tras ellos y moderd su impetu a bs pies de la nifia, (Como expresarle, en nombre de los tes amigos, Jos sentimientos que @ lo largo de aquellos meses habian acumulado! ;Ah, no ser céndor agradecido paraterciar en Ia injusticiat 61 Si, exactamente, como el c6ndor de don Salustiano... EL hombre le salvo Ia vida. Lo encontré al pie de un risco y lo recogi6 con la mist a ternura que a.un pichén de hornero, Jo Hlevé a su casa, lo alimenté y un dia, cuando el condor ya era adulto, le dio la libertad, lo dej6 partis, porque en- tendié la tristeza profunda de sus ojos, el anhelo de sus alas siempre plegadas, torpes. “Andate, El aire es cnormes tuyo” EI condor no sabia muy bien lo que pasaba, Mird al hombre y ef hombre sonrefa. Y con voz suave volvia a “Andate si querés, ya sos muy grande para seguir aqui. Te espera la montaiia”, La mano traz6 un vago camino hacia Ia altura y el con dor comprendi6, Abrié las alas, las agit6 con fuerza y antes de echarse al hombre. EL hombre son- decir jie volvi6 a mirar: Jos, Entonces planed sobre él, pico hacia él como ente planeador y cerca remont6 hacia el hondo azul. El hombre dijo adiés respondiéndole al condor y lo sigui6 con la mirada hasta que fue un oscuro punto en el espacio. Mucho despues a Salustiano, pagador de una mina en. ese tiempo, lo asaltaron en un camino desolado. Eran dos hombres decididos a todo para apoderarse del dinero que evaba en costal de cuero, aba perdido, Aquellos hombres cuerian la 1 para no correr el riesgo de ser reconocidos. 62, Un destello de sol descubrié 1a hoja, Salustiano se tremecid. Retrocedié unos pasos; pero no habia ningtin refugio ni la mas remota posibilicad de auxilio, Nadie re- nuncia a I uy la vida asi como asi, No es que se piense, se alustiano decidi6 defenderse de cualquier ma act era. ~iCuidado! -grit6 uno de ellos, En ese momento Salustiano lo vio. Un pijaro cay sobre el que avanzaba con el pual en lam; ribo y en seguida lo atrap6 con sus garras, lo levanto ve ios metros y Io dej6 . El ladron qued6 tendido inmovil No lo podia creer. Era su cOndor, No suyo, pre mente, un condor es del aire, de la altura y la luz, de los pi cachos. Sino el condor que €1 habia cuidado por espacio lacarrera. Hl laope raci6n. Después gir6 sobre Salustiano un par de veces y se elev nuevamente para desaparecer de la vista en poco tiempo. Pero Brunita no podia esperar ayuda de ninggin cOndor. Yel Viento lo sabia. Como también lo sabia el Silencio que marchaba con ellos y permaneci6 entre ellos hasta que abordaron el tren Después la pequefia estacion parecié mis desolada que nunca antes. La tristeza se abati6 sobre ellos. perdio en Ia primera curva y en el v: ‘mente, una nube de polvo. Eso fue todo. YVolvieron al lado del Card6n, Ninguno dijo labras, y el Silencio lo sabe m: ci6 flot6, ligers- ula. Las pa- que nadie, son un medio @ de expresidn, pero no cl tinico y, muchas veces, cuando de muy grandes dolores se trata, resultan ineficaces. 64 10 En el cafiaveral Verde. Todo es verde, Hasta el blanco es verdoso en el flaveral inmenso. Por las orillas de las plantaciones, sombras claras en el amanecer tropical, marchan hombres, mujeres y nifios ‘con machetes que parecen colgar de las manos laxas, no repuestas de la fatiga acumulada en los dias anteriores. ‘Confundidos en Ia larga fila van Brunita y sus padtes. Agobiados por el clima t6rrido al que no estén acostum- Dados y por la rudeza det trabajo duro, sin respiro ni pau sas, con horarios interminables, los tres estan flacos, consumidos, ‘Ya esti en ka parcela que les ha asignado el ea ‘metrio se refriega las manos que sienten la empuitadura cel machete como si tuviese aristas cortantes. Cada machetazo cae, pero inmediatamente hay que desho: jarlas, Y las hojas son speras, Defienden empefiosamente la dulce entraita que los trapiches transforman en azticar, Al principio Demettio se dijo que era ficil; pero al abo, dle ocho horas de labor el machete pesa mas que un hacha 65 y lt caila deja dle ser blanda para el filo, Primero empieza 4 doler la palma de la mano, irritada por el juego del cabo de madera de la herramienta, después la mufieca, el ante- brazo, el brazo, el hombro y la espa Al cuarto dia duele todo el cuerpo y las horas de reposo, en ginosas y sin aire del lote, no alcanzan para recuperarse. Y no se puede faltar al trabajo, Dia no labor: cobra, con el riesgo adicional de malquistarse con el ca- pataz quien, a su vez, ¢s controlado por cl encargado del ote para que el ritmo previsto de produccion no merme. izquierda, intentado aliviar el dolor de la diestea, Traspi- aba, Buse6 con la mirada a su pacire que la observ: éQué, sos zurda ahora... “le pregunt6. -Hum.. Al rato Demetrio cambi6 el machete de mano; pero no era lo mismo. No solamente era mas torpe, sino mas lento aflojando...2 La sombra del caballo se recostaba ligeramente defor- la sobre las caitas erguida: -No, pues, patroncito, Mire la mano. Y exhibid su mano derecha, La palma, enrojecida, pa- recia estar en carne viva Hay que seguir. H: 1ga allo, ZNo sos colla*, vos? [Nota del Faitor: el autor utiliza en este caso la gratia "olla; se res peta el original del autor. Aunque sangre, si, total es sangre de coya y los coyas ti nen que ser duros. Demetrio volvi6 a emputiar el machete con la mano derecha. Al primer machetazo sinti6 que una puntada ardiente trepaba por su brazo y atravesando el hombro se clavaba en su cuello, produciéndole un color similar al que provoca una mordedura venenosa. Palido, «dejo cacr ef machete Brunita no aflojaba, Entre los nifios se decia que, cuando no estaba el capataz, vigilaba un duende y que el duende tenfa una mano de lana y otra de plomo, Era petiso y ageesivo, usaba un gran sombrero aludo y tenia mis de vibora, dura y magnética, con la que atraia a sus victi mas impidiéndoles correr o defenderse. Si sorprendia a al guien en falta 1o obligaba a acercarsele con esos ojos inresistibles y preguntaba: “Con qué mano querés que te pegue...7°. Era intitil pedir que usara la de lana, Siempre castigaba con la de plomo. Brunita no ques mirara sual rededor, Por mas que ella ya sabia algo de esas creencias, porque en la Puna se dice que mora Coquena. Pero Co- quena es un duende bueno que vela por la conservacion de llamas, vicuiias y guanacos. Ademsis Coquena no cas- tiga a los eazadores, simplemente les confunde las huellas para que no puedan dar alcance a las vicuitas y, si estos son muy empecinados, los pierde en los cerros. Empero, lo que mas preocupa a la nifia son sus herma- nitos, que han quedado solos. Olvida pronto al duende y piensa en ellos, Por mis que una vecina le haya dicho a su madre: “Vaya tranquila, Martina, yo se los voy a mirar de vez en cuando, Son tan chicos todavia. 7 A la hora de més calor, que es el momento aprove- chado por los cortadores para tomarse un respiro y chu par alguna caf, aprovechando que el capataz se habia marchado, Brunita se escabull6 por el cafiaveral para re- tomnar al lote a ver a sus hermanos. Sentados sobre la tierra, semidesnudos, los nifios co- imjan mazamorra a manos llenas y sueias. Dona Segunda Jos atendia sin descuidar sus tamales. Brunita, empapada de suidor, se tranquiliz6, Pero en seguida se angustio. Qué ocurriria si el capataz se daba cuenta que habia hecho abandono del trabajo...? Del cafiaveral se levantaba un vaho luminoso. La tem peratura superaba los cuarenta y cinco grados. El calor aplastaba y Ia tuz inventaba extrafios movimientos en el aire, Creando formas cambiantes y vagarosas. Brunita regresaba por entre las €ai oprimido. (Estaria el capataz esperindola para casti- garla..? Qué castigo podia imponerle...? Estos interro- gantes la preocupaban a tal punto que no tenia clara ‘conciencia de dénde estaba, Avanvzila sin levantar los ojos de los surcos por el temor al encuentro desagradable. Sin ‘embargo en un momento, y sin saber por que, sintié que alguien la observaba y alz6 los ojos. El duende estaba alli, 4 pocos metros delante de ella, cerrindole el paso, Inmé- vil, petiso y rudo, cubierto por el enorme sombrero negro dealas anchas, su rostro permanecia en penumbra y en él centellaban los ojos extraflamente claros. ‘Tenia ambas, ‘manos ocultas detris del cuerpo y, aunque no se movi, por momentos parecia alejarse y de pronto aproximarse peligrosamente a ella en actitud amenazadora. Brunita no (6) podia griter, ni correr... Paralizada por el terror, fascinada por el hombrecito, estaba clavada la tierra caliente como it nas, mientras una extrafa sensaciOn de [rio le ponia Ia piel de gallina. Como salvarse del duende? Espe- raba, indefensa, el golpe de 1 mano de plomo, sancio- nandola por haber dejaco ef trabajo sin permis del capatatz, {No le habian dicho, acaso, que si el capataz des- cuidaba su vigilancia el duende jamais lo haci taz se lo podia burlar, pero no al duende,

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