TEMA 8 MFC Tercer Nivel PDF
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Los padres sinodales del Concilio Vaticano II han reflexionado y concluido que
la Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano (LG 1). Ante esto no
debemos entender a la Iglesia como el conjunto de templos y lugares de culto,
sino a todos aquellos que por el Bautismo hemos sido injertados en el Cuerpo
místico de Cristo. Cuando hacemos una lectura seria de la experiencia que narra
Pablo en 1 Corintios 9,19-23 nos damos cuenta que lo correcto no es estar en la
Iglesia sino ser la Iglesia misma. Tomando como referencia lo que nos enseña el
Documento de Aparecida podemos comprender que la Iglesia es la comunidad de
todos los hombres y mujeres que han sido convocados por Jesucristo y han
aceptado la llamada al seguimiento de Jesús. Su misión fundamental es
anunciar la Buena Nueva de Jesucristo y hacer presente el Reino de Dios en medio
de la humanidad (Cf. 161).
Como toda estructura (o cuerpo), la Iglesia tiene como cabeza a sus pastores
(Obispos, presbíteros y diáconos) cuya misión implica enseñar, santificar y
gobernar al Pueblo de Dios, tal como nos lo dice la Lumen Gentium (18-29). Sin
embargo, dentro de esta constitución de pueblo elegido, los laicos representan el
número mayoritario en los fieles, los cuales tienen la misma dignidad y valor que
los clérigos, aunque con diversas funciones; he aquí donde la diversidad de dones
y carismas enriquece a la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Todos somos
Iglesia. Recordemos las palabras del Evangelio cuando el Señor nos indica que
siempre el más importante es el que sirve (Cf. Mt 20,24-28). El detalle del
apostolado laical radica en que, aunque muchos han tomado con seriedad y
entrega su papel dentro de la vida eclesial, otros tantos no lo han comprendido y
todo lo ven como un mero requisito o compromiso fuera de la vida ordinaria.
Desafortunadamente, en la gran mayoría de las ocasiones este compromiso no se
refleja en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y
económico. Se limita muchas veces a las tareas dentro de la Iglesia sin un
compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la
sociedad.