Tántalo, hijo de Zeus, invitó a los dioses a un banquete en su palacio. Sin embargo, mató y cocinó a su hijo Pélope para servirlo como plato principal a los dioses. Los dioses se enfurecieron y lo condenaron a un castigo eterno en el Tártaro, donde sufría hambre y sed a pesar de tener comida y agua cerca que no podía alcanzar.
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Tántalo, hijo de Zeus, invitó a los dioses a un banquete en su palacio. Sin embargo, mató y cocinó a su hijo Pélope para servirlo como plato principal a los dioses. Los dioses se enfurecieron y lo condenaron a un castigo eterno en el Tártaro, donde sufría hambre y sed a pesar de tener comida y agua cerca que no podía alcanzar.
Tántalo, hijo de Zeus, invitó a los dioses a un banquete en su palacio. Sin embargo, mató y cocinó a su hijo Pélope para servirlo como plato principal a los dioses. Los dioses se enfurecieron y lo condenaron a un castigo eterno en el Tártaro, donde sufría hambre y sed a pesar de tener comida y agua cerca que no podía alcanzar.
Tántalo, hijo de Zeus, invitó a los dioses a un banquete en su palacio. Sin embargo, mató y cocinó a su hijo Pélope para servirlo como plato principal a los dioses. Los dioses se enfurecieron y lo condenaron a un castigo eterno en el Tártaro, donde sufría hambre y sed a pesar de tener comida y agua cerca que no podía alcanzar.
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El mito el tormento de Tántalo:
Condenado a sed y hambre para siempre
Mientras que existen historias fantásticas, cargadas de los más puros acontecimientos que conllevan la intervención de los dioses griegos, el mito de Tántalo es una muestra de las cosas atroces que se podían cometerse en la búsqueda del beneplácito de esos mismos dioses. En el lejano reino de Frigia, reinó Tántalo, hijo de Zeus, con la princesa Oceánide Pluto. Debido a su noble linaje, disfrutó de privilegios en el olimpo, pudiendo así compartir la mesa con los dioses en los banquetes. Desde su posición privilegiada, podía oír conversaciones y los planes de los dioses y aunque recibió toda su hospitalidad, no respetó a sus anfitriones, pues a su regreso del Olimpo, Tántalo divulgaba a los mortales los secretos de los dioses que escuchaba en los banquetes. TÁNTALO (a los hombres): pues sí, resulta que los dioses tienen a sus humanos favoritos, ¿¡seré yo uno de ellos!? Jajaja. En otro episodio, robó un poco de néctar y ambrosía de la mesa de los dioses que eran alimentos que conferían la inmortalidad y, por lo tanto, estaban restringidos a los mortales. Debido a la omnisciencia de los dioses, eran conscientes de los actos de Tántalo; sin embargo, como disfrutaban de su compañía, hicieron la vista gorda y no lo castigaron. Entonces un día, regocijándose en la hospitalidad que estos le ofrecían, se sintió resuelto diciendo: TÁNTALO: por su favor hacia mí, les ofreceré un banquete en mi palacio. De los dioses, Zeus, Hermes y Deméter aceptaron la invitación y confirmaron su presencia. El rey acompañó los preparativos del banquete, quería que el evento fuera perfecto y por eso recibió aún más gracias de los dioses. Orgulloso, llama a su hijo Pélope. TÁNTALO: Pélope, ¡hijo mío!, hoy tendrás el honor de compartir la mesa con nada más que los dioses del olimpo. PÉLOPE: Gracias mi querido padre, finalmente tendré el privilegio de estar en la mesa en presencia de mi glorioso abuelo. TÁNTALO: me alegra tu entusiasmo, ahora ve y prepárate. El joven Pélope radiante avanzó hacia su habitación para prepararse para el banquete. Tántalo, por otro lado, convocó al cocinero diciendo. TÁNTALO: Hoy preparas las comidas más espléndidas, tenemos invitados divinos. No obstante, había un problema, la comida escaseaba. El rey entonces susurró algo al oído del cocinero que, al oírlo, no pudo ocultar su preocupación. Después de tener todo listo, el palacio esperaba por recibir a sus invitados. Los dioses finalmente arriban el palacio y son recibidos con toda reverencia. El banquete comienza a ser servido y los presentes hablan de los más diversos temas, entonces, Zeus pregunta ZEUS: ¿Dónde estaba mi nieto?, dijiste que estaría entre nosotros. TÁNTALO: no te preocupes padre, pronto estará en la mesa contigo. Aquello sonó en un tono extraño, pero ya no tenía importancia, había llegado el momento del plato principal. El cocinero trae un guiso con un aroma inigualable, la diosa Deméter, que se encontraba en una profunda tristeza. debido a la partida de su hija Perséfone al reino de Hades, decide devorar el guiso para olvidar. Tántalo sirve a Zeus y Hermes el guiso, los dos dioses se miran con un ojo sospechoso, a lo que Tántalo le dice TÁNTALO: ¿Acaso no les gusto mi ofrenda? ZEUS: ¡Criatura degenerada!, ¡como te atreves a servir carne humana a los dioses! TÁNTALO: NO es un sacrificio humano, mi padre y el más grande de los holocaustos, te ofrezco la carne de mi hijo primogénito. Deméter, que ya había comido un gran trozo de carne, escupe lo que masticaba y le vienen náuseas. Los dioses ofendidos recalcan: HERMES: Fuimos complacientes con tus crímenes en el pasado, pero lo que hiciste ahora merece un castigo ejemplar. Tántalo fue enviado al Tártaro, donde sufriría un terrible castigo, fue colocado dentro de un lago, rodeado de árboles frutales. El agua le cubría hasta la barbilla y los frutos estaban al alcance de la mano; Tántalo, sin embargo, estaba constantemente afligido por un hambre y una sed terribles, cuando se bajaba para beber el agua, el nivel del lago también lo hacúa, impidiendo que la bebiera; cuando llegó el hambre, intentó alcanzar los frutos que tenía en la cabeza, pero se alejaban inmediatamente de él, quedando fuera de su alcance. Los dioses decidieron traer al inocente Pélope de vuelta a la vida, lo reconstruyeron y ahora era aún más hermoso que antes, sin embargo, le faltaba uno de los hombros que había sido devorado por la diosa Deméter, Zeus le pidió a Hefesto, que hiciera un hombro de marfil para su nieto, de vuelta a la vida Pélope se convertiría en el rey del Peloponeso, mientras su padre sufría su castigo eterno en el tártaro, teniendo los objetos de su deseo está cerca y a la vez tan lejos.