El Mito de Tántalo

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El mito el tormento de Tántalo:

Condenado a sed y hambre para siempre


Mientras que existen historias fantásticas, cargadas de los más puros acontecimientos que
conllevan la intervención de los dioses griegos, el mito de Tántalo es una muestra de las
cosas atroces que se podían cometerse en la búsqueda del beneplácito de esos mismos
dioses.
En el lejano reino de Frigia, reinó Tántalo, hijo de Zeus, con la princesa Oceánide Pluto.
Debido a su noble linaje, disfrutó de privilegios en el olimpo, pudiendo así compartir la
mesa con los dioses en los banquetes. Desde su posición privilegiada, podía oír
conversaciones y los planes de los dioses y aunque recibió toda su hospitalidad, no respetó
a sus anfitriones, pues a su regreso del Olimpo, Tántalo divulgaba a los mortales los
secretos de los dioses que escuchaba en los banquetes.
TÁNTALO (a los hombres): pues sí, resulta que los dioses tienen a sus humanos favoritos,
¿¡seré yo uno de ellos!? Jajaja.
En otro episodio, robó un poco de néctar y ambrosía de la mesa de los dioses que eran
alimentos que conferían la inmortalidad y, por lo tanto, estaban restringidos a los
mortales. Debido a la omnisciencia de los dioses, eran conscientes de los actos de Tántalo;
sin embargo, como disfrutaban de su compañía, hicieron la vista gorda y no lo castigaron.
Entonces un día, regocijándose en la hospitalidad que estos le ofrecían, se sintió resuelto
diciendo:
TÁNTALO: por su favor hacia mí, les ofreceré un banquete en mi palacio.
De los dioses, Zeus, Hermes y Deméter aceptaron la invitación y confirmaron su presencia.
El rey acompañó los preparativos del banquete, quería que el evento fuera perfecto y por
eso recibió aún más gracias de los dioses. Orgulloso, llama a su hijo Pélope.
TÁNTALO: Pélope, ¡hijo mío!, hoy tendrás el honor de compartir la mesa con nada más que
los dioses del olimpo.
PÉLOPE: Gracias mi querido padre, finalmente tendré el privilegio de estar en la mesa en
presencia de mi glorioso abuelo.
TÁNTALO: me alegra tu entusiasmo, ahora ve y prepárate.
El joven Pélope radiante avanzó hacia su habitación para prepararse para el banquete.
Tántalo, por otro lado, convocó al cocinero diciendo.
TÁNTALO: Hoy preparas las comidas más espléndidas, tenemos invitados divinos.
No obstante, había un problema, la comida escaseaba. El rey entonces susurró algo al oído
del cocinero que, al oírlo, no pudo ocultar su preocupación. Después de tener todo listo, el
palacio esperaba por recibir a sus invitados.
Los dioses finalmente arriban el palacio y son recibidos con toda reverencia. El banquete
comienza a ser servido y los presentes hablan de los más diversos temas, entonces, Zeus
pregunta
ZEUS: ¿Dónde estaba mi nieto?, dijiste que estaría entre nosotros.
TÁNTALO: no te preocupes padre, pronto estará en la mesa contigo.
Aquello sonó en un tono extraño, pero ya no tenía importancia, había llegado el momento
del plato principal. El cocinero trae un guiso con un aroma inigualable, la diosa Deméter,
que se encontraba en una profunda tristeza. debido a la partida de su hija Perséfone al
reino de Hades, decide devorar el guiso para olvidar. Tántalo sirve a Zeus y Hermes el
guiso, los dos dioses se miran con un ojo sospechoso, a lo que Tántalo le dice
TÁNTALO: ¿Acaso no les gusto mi ofrenda?
ZEUS: ¡Criatura degenerada!, ¡como te atreves a servir carne humana a los dioses!
TÁNTALO: NO es un sacrificio humano, mi padre y el más grande de los holocaustos, te
ofrezco la carne de mi hijo primogénito.
Deméter, que ya había comido un gran trozo de carne, escupe lo que masticaba y le vienen
náuseas. Los dioses ofendidos recalcan:
HERMES: Fuimos complacientes con tus crímenes en el pasado, pero lo que hiciste ahora
merece un castigo ejemplar.
Tántalo fue enviado al Tártaro, donde sufriría un terrible castigo, fue colocado dentro de
un lago, rodeado de árboles frutales. El agua le cubría hasta la barbilla y los frutos estaban
al alcance de la mano; Tántalo, sin embargo, estaba constantemente afligido por un
hambre y una sed terribles, cuando se bajaba para beber el agua, el nivel del lago también
lo hacúa, impidiendo que la bebiera; cuando llegó el hambre, intentó alcanzar los frutos
que tenía en la cabeza, pero se alejaban inmediatamente de él,  quedando fuera de su
alcance. Los dioses decidieron traer al inocente Pélope de vuelta a la vida, lo
reconstruyeron y ahora era aún más hermoso que antes, sin embargo, le faltaba uno de los
hombros que había sido devorado por la diosa Deméter, Zeus le pidió a Hefesto, que
hiciera un hombro de marfil para su nieto, de vuelta a la vida Pélope se convertiría en el
rey del Peloponeso, mientras su padre sufría su castigo eterno en el tártaro, teniendo los
objetos de su deseo está cerca y a la vez tan lejos.

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