Por Qué Vienen Palabras (Complejas) en Los Diccionarios: Antonio Fábregas

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Antonio Fábregas (ORCID iD: 0000-0001-9907-5878), «Por qué vienen palabras (complejas) en los diccionarios».

Biblioteca de Babel: revista de filología hispánica, vol. 4 (2023), pp. 9-37.


DOI: 10.15366/bibliotecababel2023.4.001 · ISSN: 2695-6349 Recibido: 13/09/2022 · Aceptado: 05/01/2023

POR QUÉ VIENEN PALABRAS (COMPLEJAS) EN


LOS DICCIONARIOS

Antonio Fábregas
Universitet i Tromsø
[email protected]

Resumen: Una dificultad aparente para cualquier sistema que propon-


ga procedimientos generativos en la formación de palabras es el hecho
de que los diccionarios deben incluir muy frecuentemente algunas
palabras complejas incluso cuando no tienen valores idiosincrásicos.
Este artículo argumenta que el problema se disuelve cuando se atiende
a dos hechos gramaticales: la selección se produce de un núcleo a su
complemento y no al revés, por lo que una misma base puede en prin-
cipio combinarse con varios sufijos, y el significado conceptual no se
expresa mediante procedimientos generativos, por lo que este aspecto
requiere ser memorizado.

Palabras clave: derivación morfológica, verbos parasintéticos, diccio-


narios, norma, relaciones entre morfología y sintaxis, construccionismo

Why are there (complex) words in a dictionary?

Abstract: An apparent difficulty faced by any system that proposes ge-


nerative operations to account for word formation rules is the fact that
dictionaries must frequently include some complex words even when
they lack an idiosyncratic value. This article argues that the problem
disolves when one takes seriously two grammatical facts: selection is
done by a head to its complements, not vice versa, so the same base can
in principle combine with several suffixes, and conceptual meaning is
not expressed through generative procedures, so that this aspect must
be memorised.

Keywords: morphological derivation, parasynthetic verbs, dictiona-


ries, norm, relations between morphology and syntax, constructionism

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

1. Introducción

E
ste trabajo surge de una pregunta que Ignacio Bosque (c.p.) suele plan-
tear ante los análisis que emplean las mismas operaciones y primitivos
sintácticos en el caso de la generación de sintagmas y en lo que se han
denominado «palabras»: si la palabra se genera mediante operaciones produc-
tivas, con suficiente descripción de la base y los afijos implicados, ¿por qué vie-
nen palabras complejas en el diccionario? Trataremos primero de convencer al
lector de que realmente hay un problema.

2. El problema de las palabras complejas en el diccionario


Como se sabe bien, no existen diccionarios de oraciones de una
lengua –sí los hay de modismos y construcciones idiomáticas– a los
que tenga que acudir un hablante para descubrir el significado de La
reina Isabel II de Inglaterra murió ayer por la tarde, o para decidir cuál
es la mejor forma de expresar una proposición cualquiera, como Hoy
hace demasiado frío. Sin embargo, es típico que el hablante acuda a un
diccionario para entender no sólo qué significa una palabra simple de
cuya raíz puede desconocer el significado, como horco y tenesmo, sino
también algunas palabras complejas como meteorizar o cooptar.
También es típico que el usuario, cuando trata de expresar alguna
idea mediante una palabra, acuda al diccionario para saber si es mejor
decir perdición o pérdida, israelí o israelita, ofrecer u ofertar. De hecho,
estas palabras aparecen en casi cualquier diccionario (véase por ejem-
plo la versión electrónica del DLE, actualizada en 2022), por más que
estén formadas por unidades más pequeñas en lo que suponemos que
son estructuras generativas de algún tipo y por más que desarrollemos
teorías sobre la competición entre afijos y su interacción detallada con
la base a nivel semántico. En un diccionario aparecen también típica-
mente entradas como esta (tomadas de DLE 2022):

(1) esperable
Del lat. sperabĭlis.
1. adj. Que se puede esperar.

(2) educación
Del lat. educatio, -ōnis.
1. f. Acción y efecto de educar.

No nos sorprenderíamos de que fuera necesario introducir una


entrada para una estructura compleja –una palabra derivada lo es– si

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

hubiera algo impredecible en su forma (3) o en su significado (4), pero


el hecho es que las acepciones de (1) y (2) no tienen nada especial en
ninguno de estos dos niveles: su significado es la suma del significado
de la base (espera-, educa-) con el del sufijo (-ble, -ción), y su forma no
implica ninguna clase de alomorfía para ninguna de las dos.

(3) destruc-ción (cf. destrui-)

(4) roda-pié (cf. rodar, pie)

Entonces, si tenemos sistemas que permiten combinar una base con


un afijo mediante reglas productivas –una regla, es decir, una genera-
lización operativa que da un resultado predecible– y hemos al menos
descrito el significado de los elementos involucrados, ¿por qué apare-
cen estas palabras en un diccionario? De hecho, en sus Advertencias, la
edición electrónica del DLE (2022) incluye la siguiente aclaración –la
negrita es mía–:
Todas las voces derivadas de otras o formadas mediante composición,
aun con significados claramente deducibles a partir de los elementos
que las constituyen, pueden entrar a formar parte del Diccionario. Así
sucede con los adverbios terminados en -mente, con las voces que contie-
nen los prefijos anti-, des-, mini-... o los sufijos -ble, -ista..., etc. Ciertamente,
las posibilidades de formación de nuevas palabras mediante estos proce-
dimientos son amplísimas, y no todos los resultados posibles los recoge
el Diccionario, sino únicamente aquellos que han alcanzado cierta
reiteración en el uso. No es necesario señalar que la ausencia de un deri-
vado o un compuesto posible no implica su ilegitimidad.1

Así pues, es una práctica común incluir palabras derivadas o


compuestas sin idiosincrasias en el diccionario monolingüe. El María
Moliner trata de ser más parco, pero incluye numerosos adverbios en
-mente y se limita a anotar que si han considerado que el significado es
composicional, los incluye bajo la entrada del adjetivo correspondiente
(tercera edición, 2007: XVI). Pese a esto, en este diccionario también
aparecen entradas para numerosas voces sin idiosincrasias, como
antropométrico (junto a antropometría), cartográfico (junto a cartografía),
crepitante (junto a crepitar) o experiencial (junto a experiencia) –los ejem-
plos podrían multiplicarse sin esfuerzo–.
Que nos sorprendamos ante que aparezcan palabras sin idiosincra-
sias aparentes en un diccionario solo puede significar dos cosas:

(5) a. Todos los diccionarios que contengan esta clase de entradas


–es decir, todos– están mal hechos.

1 https://dle.rae.es/contenido/advertencias.

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

b. Hay algo fundamental de las reglas que forman «palabras»


que no hemos entendido.

Nuestra propuesta es que la respuesta correcta es (5b): por lo gene-


ral, los diccionarios están bien hechos y hacen bien en incluir entradas
como (1) y (2). Lo que sucede es que hay dos cosas que tradicional-
mente los estudios sobre las palabras, también los generativistas, han
ignorado: la dirección de selección dentro de una estructura y el papel
de la semántica conceptual, que no se produce de forma generativa.
Una vez que se tienen en cuenta estos dos factores, entradas como las
de (1) y (2) no dan problema alguno.
Aquí no vamos a proporcionar un estado de la cuestión de las
muchas diferentes hipótesis que se han enunciado acerca de qué pro-
cedimientos generativos permiten formar palabras complejas (véase
Fábregas y Penke 2020), y el motivo es que resulta indiferente qué
formato –reglas o relaciones entre formas– y en qué nivel gramatical
–un léxico generativo o la sintaxis– se apliquen estas operaciones. La
cuestión es que, sean como sean, no son fácilmente compatibles con
la presencia de formas completamente composicionales en un dic-
cionario, porque enuncian generalizaciones que en teoría el hablante
debe tener recogidas en su gramática mental y que deben permitirle
producir formas nuevas. Mientras uno dé por hecho la existencia de
estas generalizaciones, aquí hay un problema.
De la misma manera, tampoco vamos a proporcionar un estado
de la cuestión acerca de los distintos procedimientos existentes para
enriquecer las estructuras sintácticas o morfológicas con informa-
ción idiosincrásica e impredecible (véase Halle 1973, Aronoff 1976,
Goldberg 1995 o Borer 2013 para distintas alternativas con respecto
a este aspecto). El motivo es el mismo: independientemente de cómo
se decida codificar el hecho de que estirar la pata puede significar ‘mo-
rir’ o de que creces solo aparece en combinación con con (con creces) la
cuestión es que estos procedimientos no necesitan intervenir en una
palabra para que esta aparezca en el diccionario.
El resto del artículo se dedica a la explicación que proponemos acerca
de qué se ha malinterpretado en los estudios actuales para sorprender-
se de que muchas palabras complejas sin idiosincrasias aparezcan en el
diccionario. La estructura que seguiremos es la siguiente: en la sección
§3 hablaremos del problema de la direccionalidad de la selección en
morfología, que ilustraremos con algunos casos; en la sección §4 nos
ocuparemos del problema que produce la confusión entre significado
estructural y significado conceptual en la formación de palabras; con
estos dos aspectos en mente, en §5 volveremos a la cuestión de por qué
una forma como esperable debe aparecer en un diccionario y haremos

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

una propuesta concreta de qué estatuto tiene una estructura enrique-


cida mediante información idiosincrática; por último, en la sección §6
presentaremos las conclusiones.

3. La selección es antisimétrica
La primera parte de la respuesta a por qué un diccionario debe re-
coger entradas de voces como esperable o educación en su significado
predecible radica en un desajuste que hay entre los estudios morfoló-
gicos y la direccionalidad de la selección estructural. En los estudios
morfológicos existe una tendencia a centrar el análisis de una regla de
formación de palabras en las propiedades de la base. Esto se refleja de
tres maneras diferentes. La primera de ellas es que a menudo la des-
cripción de un proceso de formación de palabras toma la base como el
punto de referencia. Tomemos como ejemplo el que sin duda es el libro
más influyente en los estudios morfológicos generativistas en español:
Varela (1990: 83) explica así el papel de la distinción entre cualidad
física y otros tipos de cualidades –la negrita es nuestra–:
Una restricción semejante a la que acabamos de ver (basada en las opo-
siciones cualidad física / cualidad moral u objeto material / no-material)
es la que funciona en el caso de ciertos adjetivos derivados, bastante
productivos como base para la adverbialización: a) adjetivos en -oso:
ambicioso o milagroso pueden dar, respectivamente, ambiciosamente y
milagrosamente, pero montañoso o lanoso no pueden hacer *montaño-
samente o *lanosamente (Varela 1990: 83).

Una base «da» o «hace» una palabra derivada, de manera que la


explicación para las combinaciones que se encuentran como posibles o
no se hace a partir de cómo es una base. De aquí mismo surgen afirma-
ciones como que los adjetivos de color no «dan» adverbios en -mente.
Veamos otro ejemplo, ahora más actual: en el contexto de la discusión
acerca de la rivalidad entre procesos de formación de palabras, escribe
Zacarías Ponce de León (2016: 10; la negrita es nuestra):
Para ejemplificar [la rivalidad entre procesos] pongamos el caso del verbo
recibir. Se trata de realizar una derivación que permita utilizar el mismo
concepto mediante un sustantivo abstracto que nombre la acción verbal,
es decir, formar una nominalización a partir del verbo. Probablemente, la
primera selección sea recepción, pero de inmediato puede surgir la duda:
tal vez es mejor recibimiento; o incluso, si el contexto es adecuado, se opte
por recibo (Zacarías Ponce de León 2016: 10).

La idea es que cuando uno forma una palabra parte de la base se


concentra en el significado conceptual de la palabra y trata de averi-
guar cuál es la forma derivada que permite expresar la misma idea
pero con forma nominal. De nuevo, la base es prioritaria.

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Podría argüirse que precisamente es necesario emplear este lenguaje


porque uno trata de delimitar el campo de acción de distintos afijos, y
eso ha de hacerse centrándose en la base. No es cierto, ya que es posible
hablar de la rivalidad entre elementos ocupándose expresamente de
las propiedades de esos elementos y no de las bases que seleccionan.
Como ejemplo, Rifón (2016: 35) discute la rivalidad de afijos centrán-
dose de manera escrupulosa en el proceso y no en la base (de nuevo, la
negrita es nuestra).
[...C]uando un afijo se une a varios tipos de base (superhombre, supervalorar,
superhumano), cuando un mismo afijo puede aportar varias significacio-
nes (llevadero, comedero, prendedero, mandadero) o en aquellos casos en los
que un significado es designado por varios afijos (trapecista, soldador,
dibujante) es difícil mantener que la relación establecida sea de uno-a-uno
(Rifón 2016: 35).

Los ejemplos que muestran que en la morfología existe aún una


cierta inercia que da prioridad a la información de la base sobre la
información del derivado podrían multiplicarse de forma inútil: lo
esencial es la observación de que en morfología tenemos una inercia
considerable a describir un proceso de formación de palabras expli-
cando que una base toma cierto sufijo para dar un nombre, verbo o
adjetivo.
La segunda forma en que se manifiesta la prioridad de las bases en
las explicaciones tradicionales en morfología es mediante las pregun-
tas típicas que se hacen ante las formaciones derivadas: típicamente,
ante un proceso de derivación, surge la pregunta de cómo predecir que
una base determinada vaya a dar lugar a un proceso o a otro, algo que
a menudo es conocido como «acercamiento lexicogenético» (Miller
2014). De aquí surgen, entre otras ramas, estudios que se plantean la
diferencia entre derivación y flexión desde la perspectiva de que una
base no produce de forma predecible formas derivativas pero sí formas
flexivas. Así, Scalise (1984) presenta de la siguiente manera el mecanis-
mo del bloqueo (Aronoff 1976):
[...U]na derivación queda bloqueada cuando ya existe una palabra con
la misma base y el mismo significado. Así, los verbos de la siguiente
lista no toman ningún nominalizador porque la base del verbo ya es un
sustantivo:

(44) Nombre Verbo


disciplina --> disciplinar *disciplinamiento
condena --> condenar *condenación
[...]
(Scalise 1984: 114; la traducción y las negritas son mías).

La formación de palabras se representa como un proceso por el


que una base se transforma en otra cosa, y el problema de que no se

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

combine un verbo con un nominalizador se presenta como un proble-


ma de bloqueo por el que la falta de capacidad productiva (de la base)
se justifica porque ya existe otra combinación de base y afijo que no es
válida. Es bien conocida la crítica general al concepto de bloqueo (cf.
Bauer, Lieber y Plag 2014), que para nuestro caso se manifiesta en el
hecho de que para el español existen derivados como los que bloquea
Scalise:

(6) se carga contra el deseo, se avanza en un disciplinamiento


policial de los cuerpos [InfoBae, 18.05.2019]

(7) …con desoír la condenación y las advertencias de los demás


poderes del Estado [Crónica Digital, 11.02.2019]

El problema es, por supuesto, que desde la perspectiva de la base


basta que el hablante vea la necesidad de expresar un significado que no
ve recogido en los derivados más establecidos en el uso y simplemente
explota una más de las posibilidades derivativas de la lengua para re-
coger ese otro significado. También se olvida que puede suceder que
el hablante no conozca la otra palabra que hipotéticamente bloquea la
formación. La dificultad de restringir una regla de formación de pa-
labras mediante el bloqueo, de hecho, es quizá una de las principales
señales de que la perspectiva centrada en las bases es problemática.
En tercer lugar, la inercia tradicional en morfología a favor de
privilegiar la base es visible en un hecho central acerca de nuestra
representación descriptiva de una regla de formación de palabras.
Detengámonos un momento a pensar en cuál es el formato habitual en
los estudios descriptivos para dar cuenta de un proceso de formación
de palabras. De nuevo, tomemos como ejemplo un texto de referencia
indudable, Pena (1999):
A diferencia de lo que ocurre en la afijación flexiva, los procesos de afija-
ción derivativa pueden repetirse dando lugar a sucesivos nuevos temas
de palabras. Ejemplos de aplicación repetitiva de sufijación, prefijación y
de combinación prefijación-sufijación: Europa ---> europeo --> europeizar
--> europeización; (centro --> centrar) --> concentrar --> reconcentrar [...]
(Pena 1999: 4332).

La formación de palabras, así, se representa como un proceso por


el que una base se transforma en una forma derivada, y de nuevo es la
base la que resulta central. Una comparación rápida con la sintaxis nos
permitirá entender qué debería llamarnos la atención de este formato:
a nadie se le ocurriría representar descriptivamente la formación del
predicado comer unas manzanas como manzanas > unas manzanas > comer
unas manzanas, y sin embargo estamos haciendo lo mismo que en mor-
fología, representar primero los complementos y después sus núcleos.

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas...

En este punto quiero enunciar dos preguntas: por qué hay esta pre-
ponderancia de las bases y si esa preponderancia tiene algún sentido
teórico o descriptivo.
En cuanto a la primera pregunta, creo que la preponderancia que se
da a las bases en buena parte de los estudios es en realidad una inercia
que se debe a que la base contiene una raíz que codifica cierta descrip-
ción de la realidad externa. La noción de familia léxica, definida como
el conjunto de palabras derivadas y compuestas que comparten la mis-
ma raíz, centra la atención en la base como elemento que contiene el
significado «central» desde el punto de vista de la descripción que cada
palabra hace de una faceta del mundo real, pero esta visión del signifi-
cado no siempre se representa en el comportamiento gramatical de la
palabra. Por ejemplo, por más que entendamos que comer es un verbo
que implica poner algo en la boca, ese hecho no tiene absolutamente
ningún reflejo en la gramática de este verbo, que no se comporta como
locativo (compárese embocar y comer). La cuestión es que los primeros
acercamientos a la morfología, como Darmesteter (1875), centraban
su noción del significado precisamente en qué parte del mundo real
describe una palabra, usándola como un criterio para determinar si
una combinación de raíces es un sintagma o un compuesto. Aún arras-
tramos esta noción, que nos lleva de forma mecánica a concentrarnos
en qué descripción contiene la base, que se ve, así, como una entidad
descriptiva que determina qué nociones pueden desarrollarse a partir
de ella mediante afijos.
Pasando a la segunda pregunta, ¿tiene sentido privilegiar la base?
Creo que la respuesta es que no, y vamos a tratar de argumentarlo me-
diante posiciones analíticas de consenso en la bibliografía. Tomemos
una representación simple de esperable, sea como una estructura con
morfemas como unidades mínimas (8; Williams 1981) o como una pa-
labra derivada de otra mediante una función productiva (9; Anderson
1992).

(8) A

V A
espera ble
(9) A(espera)= esperable

La cuestión es cuál es el núcleo en estas representaciones. En ambas,


el núcleo está relacionado con el resultado de la operación, no con la
base. En (8) el núcleo es el sufijo, que toma como complemento a la

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

base, y en (9) la operación adjetival es la que impone sus propiedades


a la base. El problema de tomar la base como el pivote a partir del cual
se explica el proceso es que esta forma de ver la palabra compleja in-
vierte la relación entre núcleo y complemento, dando preponderancia
al contenido del estado previo a la operación en lugar de a su efecto.
Para entender esto, tomemos una estructura sintáctica completa-
mente estándar, como la de (10; Pollock 1989):

(10) STiempo

Tiempo SV
-ba espera-

En el dominio verbal, el tiempo selecciona al verbo y no al revés.


La relación estructural entre el tiempo y el verbo es la misma que hay
entre un morfema -ble y su base. En el dominio del verbo, entendemos
claramente que las preguntas de (11) no pueden ser respondidas por-
que están mal formuladas.

(11) a. Dado el verbo esperar, ¿qué tiempo aparecerá en una ora-


ción?
b. ¿Qué tiempos son los que se combinan con esperar?

La cuestión es que no podemos responder estas preguntas, salvo


que dijéramos trivialmente «todos los tiempos son posibles», porque
el complemento no nos da información sobre cómo va a continuar la
estructura una vez que sabemos que ese complemento es un verbo.
Habrá casos en que esperar aparezca sin tiempo alguno (como en una
estructura de infinitivo con un verbo auxiliar), casos en que aparezca
en presente, otros en pasado y otros en futuro, etc.
Puede pensarse que este ejemplo es especial porque se refiere a una
categoría funcional, pero lo que es clave aquí es la relación entre núcleo
y complemento. La estructura de (12) es también incontrovertible: un
complemento es seleccionado por un verbo.

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(12)
SV

V SD
reparar

el coche
Partiendo de esto, la pregunta de (13) está igualmente mal formulada.

(13) Dado el coche, ¿qué sintagma verbal se formará?

De nuevo, podremos decir muy poco: el verbo podría ser reparar,


conducir, comprar, ver, lavar, pintar, haber o desmontar, entre muchísimos
otros; si no necesitamos que el sintagma sea un complemento direc-
to, los casos posibles se multiplican. Ni siquiera podemos saber con
seguridad que el siguiente paso estructural vaya a ser un SV porque
podríamos proyectar igualmente un SP (en el coche, con el coche, etc.).
La razón es trivial: porque el coche es el elemento seleccionado, no el
elemento que selecciona el siguiente paso de la derivación sintáctica.
Sin embargo, se acepta por inercia que la pregunta de (14) es válida
en morfología y se juzga la validez de un análisis, en parte, por si es
capaz de responderla:

(14) Dado perro, ¿qué verbo se formará a partir de él?

De forma clara, un análisis morfológico nunca podrá responder esta


pregunta, en primer lugar, porque el afijo que derive esa base a un verbo
será el núcleo, y en segundo lugar, por dos cuestiones adicionales que
discutiremos en los dos siguientes subapartados: la selección estructu-
ral es abstracta e ignora la semántica conceptual y la información que
impone un núcleo funcional puede coartar el contenido conceptual de
una raíz. Veamos, pues, estas dos nociones con ejemplos particulares.

3.1 La selección de un núcleo es abstracta


A la gramática no le interesa la información conceptual de un
elemento, por lo que existen numerosas nociones muy relevantes en
el mundo real que son absolutamente invisibles para la gramática.
Ninguna gramática conocida, por ejemplo, distingue de forma grama-
tical las palabras que designan elementos comestibles y las que no; no
hay lenguas en las que los sustantivos que designan alimentos como
pan, filete, fresa y sardina tomen caso partitivo y las que designan obje-
tos que los humanos no comen, como madera, canica, cristal y sombrero

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

tomen caso acusativo. Sin embargo, esta noción es extraordinariamen-


te importante para nuestro conocimiento del mundo. Igualmente, no
se puede predecir, a partir de qué clase de objetos describe en el mun-
do real, si un sustantivo va a ser colectivo o no –esqueleto se comporta
como un sustantivo individual por más que designe en el mundo real
un conjunto de huesos, como se ve en (15)–.

(15) a. Entre el ejército de Napoleón había varios desertores.


b. *Entre el esqueleto del fósil había varias vértebras.

Lo que esto nos indica es que la selección que hace un núcleo de su


complemento es abstracta y toma siempre en consideración propieda-
des gramaticalizadas: entre no accede a lo que el sustantivo describe,
porque entonces la descripción de cualquier entidad formada por
agregación de individuos se combinaría bien con ella –y puestos a
discutir, casi cualquier objeto puede verse como formado por la agre-
gación de partes–. La preposición busca una propiedad gramatical a
la que, a falta de mejor nombre, podemos llamar rasgo [+colectivo]: lo
importante es que la sintaxis no lee la información conceptual, sino las
propiedades gramaticales de un elemento.
Del mismo modo, un verbo no selecciona sus argumentos en vir-
tud del significado conceptual. Como nota Borer (2013), no es cierto
que un verbo elija los complementos a través de lo que describen en
el mundo real. Un ejemplo clásico que se da acerca de la supuesta
selección conceptual de un verbo es la diferencia entre comer y beber.
Inicialmente distinguidos conceptualmente por si se ingieren sólidos o
líquidos, pese a esto, no es cierto que comer seleccione objetos sólidos
comestibles como su complemento, o beber líquidos. Esto es fácilmente
observable por el hecho de que, en primer lugar, ciertos líquidos son
combinables con comer y rechazados por beber (16) y de que, pese a
no ser comestibles, complementos como los de (17) dan lugar a for-
maciones completamente gramaticales donde basta darles un contexto
plausible del mundo real para que los hablantes acepten la combina-
ción –por ejemplo, un espectáculo de circo–.

(16) a. comer sopa


b. #beber sopa

(17) comer bombillas

Lo que seleccionan estos verbos, en tanto que verbos de consumo


(Levin 1993), son objetos interpretables como temas incrementales
(Krifka 1986), esto es, sustantivos que pueden proyectarse como ex-
tensiones de una entidad o sustancia en las que se puedan verificar
relaciones de parte-todo que pueden ser cumulativas o no. Una vez

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

que el complemento satisface esta condición, la combinación es posible;


como mucho, el verbo puede forzar una interpretación determinada al
complemento, como veremos en §3.2.
La selección de la base de un verbalizador es igualmente abstracta.
Veamos qué efecto tiene esto. Tomemos como ejemplo el adjetivo claro.
Hay al menos cuatro verbos bien establecidos en el uso que lo contie-
nen como base.

(18) a. aclarar Parasíntesis a...ar


b. clarear -ear
c. esclarecer -ecer (con parasíntesis)
d. clarificar -ificar

Partiendo de la base, no podemos alcanzar ninguna conclusión


sobre qué está sucediendo aquí. En cambio, si nos centramos en el
verbalizador, empiezan a surgir generalizaciones (Fábregas 2022). El
patrón parasintético con prefijo y la vocal temática como única marca
de verbalización codifican gramaticalmente siempre un cambio de es-
tado en el que la base denota el resultado que se obtiene como dicho
cambio. (19a), sin parasíntesis, puede designar el estado de ‘tener la
propiedad A’, pero un verbo parasintético en -a debe indicar un cam-
bio donde el argumento interno termina teniendo cierto valor de la
propiedad expresada por el adjetivo (19b).

(19) a. El vestido se transparenta. ‘El vestido es transparente’


b. El cielo se aclaró. ‘El cielo pasó a estar (más) claro’

Sin necesidad de saber qué significa el adjetivo, podemos darle un


verbo parasintético en a...a a un hablante nativo y entenderá que es-
tamos expresando un cambio de estado –hagan la prueba y piensen
en cómo interpretan el verbo si les doy muy pruleto ~ Juan apruletó la
ropa–. El esquema verbalizador a...a solo impone la selección de que la
base debe interpretarse como un conjunto de propiedades cuyo valor
es modificado para el argumento interno, nada más.
En cuanto a -ear, Castroviejo y Oltra-Massuet (2014) y Fábregas
(2022) demuestran con análisis distintos que se especializa en formar
estructuras atélicas donde se manifiesta cierta propiedad por parte de
un participante. Fábregas (2022) especifica que esas propiedades no
tienen que verse necesariamente como maneras, sino que basta con que
sean visibles durante un evento y se puedan manifestar externamente.

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Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

(20) a. Su barba clarea. ‘Su barba se muestra clara en


ciertos puntos’
b. Juan babea. ‘Juan muestra babas’
c. Juan chulea a María. ‘Juan muestra un comporta
miento chulesco’

El sufijo -ecer, por su parte, exige que la base contenga una trayec-
toria abstracta –que puede ser una escala de valores dentro de una
dimensión, a lo Kennedy y McNally (2005)– e impone por tanto una
noción de cambio gradual. Las bases con a...a no tienen este requisito,
y por ello se admiten cambios de estado con bases no escalares, como
los sustantivos (21a). Igualmente, -ear carece de este requisito, porque
baba (20) es un sustantivo no escalar.

(21) a. Juan se avillanó.


b. El árbol reverdeció.
c. Juan palideció.

En cuanto a -ificar, Fábregas (2022) argumenta que expresa cambios


de estado con un estado resultante definido y no gradual:

(22) a. Juan clarificó la respuesta.


b. Juan electrificó la valla.

El motivo por el que claro admite estas cuatro formaciones –y se-


guramente más, aunque no estén establecidas en el uso– es que tiene
las propiedades que cada uno de estos núcleos requiere en su comple-
mento: es una propiedad que puede predicarse de una entidad en un
cambio de estado, se puede manifestar externamente en un evento, es
una propiedad escalar y predicada de un sujeto y puede contar como
el resultado definido que sigue a un cambio.
No es relevante desde este punto de vista, de hecho, que en alguno
de los verbos claro se tome como una propiedad física (aclarar el cielo,
clarear la barba) y en otros como una propiedad intelectual (esclarecer los
hechos, aclarar una pregunta, clarificar una respuesta) porque esta distin-
ción es posterior e independiente de la estructura –no está codificada
en la selección del sufijo–. Es más, resulta posible recategorizar esta
dimensión sin afectar al verbo, como en el caso de aclarar; en muchas
recetas de cocina se encuentran sintagmas como (23), para diluir un
caldo que es demasiado espeso.

(23) clarificar la sopa

21
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

Con esto ya tenemos ciertas pistas de por qué debe aparecer en un


diccionario una voz derivada aunque no tenga ninguna idiosincrasia.
Ninguna de las formaciones que hemos dado en (18), con la excepción
de esclarecer, con un prefijo especial y un significado más especializa-
do, es idiosincrática desde la perspectiva del sufijo y de lo que significa
la base.
Sin embargo, el hablante necesita saber algo: dado que la base satis-
face los requisitos de varios verbalizadores, ¿qué verbalizador es el que
toma el verbo que existe en el uso establecido? Para responder a esta
pregunta, normalmente acudirá al diccionario.

3.2 La coacción del significado conceptual


El segundo motivo por el que es inútil tratar de predecir desde
la base qué clase de derivado vamos a obtener es que, precisamente
porque los núcleos tienen requisitos de selección abstractos, el núcleo
funcional tiene el poder de manipular la información conceptual del
complemento para que se adapte al esquema semántico que impone.
Esta operación se conoce como coacción (Pustejovsky 1995, Escandell
y Leonetti 2002) y actúa siempre, como la selección, de un núcleo a su
complemento, nunca al revés.
Volvamos un momento a la distinción entre beber y comer, donde la
distinción entre sólido y líquido es puramente conceptual. Esta coac-
ción fuerza a que el mismo complemento directo se interprete como un
sólido en (24a) o como un líquido en (24b). De la misma manera, esta
coacción reinterpreta la leche como el único alimento que consume un
bebé (25), por lo que tiene sentido decir que un bebé no come –no que
no bebe– cuando no consume la leche.

(24) a. comer chocolate


b. beber chocolate

(25) El bebé no come porque no se toma la leche.

La idea, de nuevo, es la misma: el núcleo es el verbo, e incluso la


información conceptual que contiene ese núcleo tiene el poder de alte-
rar la interpretación conceptual del complemento para adaptarla a su
significado. No es el verbo (núcleo) el que se adapta al significado del
sustantivo (su complemento), sino al revés.
Esto mismo es visible entre los verbalizadores que hemos introdu-
cido. El sufijo -ecer requiere una noción de escala en su base, y por eso
casi todas las formaciones con este sufijo contienen un adjetivo gra-
duable –porque los adjetivos graduables satisfacen la escalaridad–. No

22
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

obstante, hay algunos casos de bases sustantivas que se documentan: la


base sustantiva no es escalar, pero el verbalizador impone la idea de un
conjunto de valores ordenados que se interpreta como una trayectoria
de movimiento que debe seguir la entidad de la base, que se interpreta
como surgiendo o saliendo del sujeto. Esto sucede en ejemplos como
los siguientes, donde algo brota o crece desde el sujeto:

(26) a. (en)dentecer
b. florecer
c. encallecer
d. entallecer
e. enmohecer

Por tanto, centrarse en la base dice muy poco del proceso de for-
mación: ni siquiera podemos decir que las propiedades de la base
condicionen de forma absoluta la productividad del sufijo, porque el
sufijo, como núcleo, puede coaccionar la base para que se adapte a
su significado. Como mucho podremos hablar de tendencias, como
en el caso de -ecer, donde la mayoría de las formaciones toman bases
adjetivales, pero nunca de prohibiciones absolutas. En cambio, si nos
centramos en el sufijo, que aquí es el núcleo, surge automáticamente
una generalización útil para caracterizar el proceso: el sufijo requiere
que la base se interprete en relación con una escala secuencial manipu-
lable, sea una escala adjetival o una trayectoria de movimiento.
Pasemos ahora al segundo problema: el predominio de la informa-
ción conceptual.

4. De qué hablo cuando hablo de significado


La caracterización del significado de una palabra, para un hablante
no sofisticado, se centra en qué aspecto de la realidad exterior a la len-
gua se codifica en dicha palabra. Esto es lo que hace que un hablante
no sofisticado encuentre relativamente sencillo definir lo que descri-
ben las palabras léxicas, con raíz (27), pero tenga enormes dificultades
para definir los elementos funcionales que carecen de un contenido
conceptual (28).

(27) perro, mesa, morir, exquisito

(28) el, ser, haber

Lo que sucede, como ya hemos advertido, es que ese significado


conceptual es irrelevante para la gramática en su sentido estricto y

23
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

como mucho define tendencias sobre la combinatoria de los elemen-


tos, sin llegar a poder enunciar restricciones absolutas. Desde el punto
de vista de la semántica formal de tipos (Montague 1972), todas las
palabras de (27) tienen el mismo tipo semántico, que las define como
predicados que toman un solo argumento (e) para poder adquirir va-
lor de verdad (t):

(28) <e,t>

La gramática no ve más allá de esto, y es suficiente para explicar


–por ejemplo– que la oración de (30) está mal formada porque trata el
predicado como si tuviera dos argumentos (<e,<e,t>>).

(30) *Juan murió a María

En morfología, son típicas también las declaraciones que muestran


que se le da una importancia mayor a la información conceptual que
a la semántica estructural, con incidencia en el comportamiento que
un elemento tiene dentro de una estructura formal. Así, por ejemplo,
y por citar solo una obra de referencia bien establecida, al hablar del
sufijo -ear, RAE y ASALE (2009) dicen lo siguiente:
Entre las formaciones que se construyen con los esquemas N-ear y A-ear
destaca en proporción el grupo constituido por los verbos intransitivos
que proceden de sustantivos y adjetivos interpretados atributivamente
[...]. Por este motivo estos verbos suelen admitir las paráfrasis ‘actuar
como N (o como A)’ o ‘hacer de N (o de A)’ [alcahuetear, bufonear, piratear,
etc.] (RAE y ASALE 2009: §8.3h).

Se derivan varios verbos en N-ear de sustantivos que denotan partes del


cuerpo. Algunos de ellos designan movimientos repetidos, así como cier-
tas acciones que se relacionan metafóricamente con ellos [cabecear, aletear,
pestañear, etc.] (RAE y ASALE 2009: §8.3n).

[...] Suelen ser, en cambio [por oposición a las dos clases anteriores], tran-
sitivos los verbos llamados instrumentales. Reciben este tipo de nombre
porque el sustantivo del que se derivan se interpreta como instrumento
con el que se lleva a cabo la acción [arponear, bombear, telefonear, etc.] (RAE
y ASALE 2009: §8.3q).

Pese al cuidado exquisito con el que se presentan los procesos de-


jando claro que el núcleo no es la base, esta descripción presenta como
parte de la gramática del sufijo las distintas interpretaciones concep-
tuales que recibe la base dentro del verbo. La cuestión es que estas
interpretaciones son correlativas siempre al valor conceptual de la
base, de manera que no hay verbos en -ear que designen movimientos
rápidos sin referirse a partes del cuerpo o que designen instrumentales
sin que la base sea conceptualmente un objeto usado prototípicamente

24
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

como instrumento. La idea, por tanto, es que el sufijo no define si el


verbo es atributivo, de movimiento repetido o instrumental, que al fi-
nal es una diferencia en el contenido conceptual de la acción denotada.
Lo que el verbo define es que debe haber un evento atélico en que
la noción de la base se manifieste. Cuando la base designa una pro-
piedad, la forma natural en que ese requisito semántico se manifiesta
conceptualmente es interpretando que esa base designa una propiedad
que se exhibe en un comportamiento. Cuando la base no designa con-
ceptualmente algo que se interprete (salvo metáfora) como una forma
de comportarse, el evento atélico toma cuerpo conceptual denotando
una actividad repetida –porque tiene que ser atélica– que exhibe esa
parte del cuerpo, y lo más natural en partes del cuerpo es pensar que
se exhiben moviéndolas, llamando así la atención sobre ellas. Si la base
designa un objeto normalmente interpretado como un instrumento, el
evento atélico requiere que se use durante una acción, y como la acción
es atélica se descarta la interpretación en que la acción produce como
resultado ese objeto.
La idea es que la gramática define qué elementos toman argumentos
y qué posiciones sintácticas están habilitadas para que los llenen, pero
no define la interpretación de esos participantes, ni siquiera al nivel de
los papeles temáticos. Esto sucede tanto para responder a la pregunta
de cómo se integra la base de -ear en el evento que designa el verbo
como en la misma sintaxis. Como notan Van Valin y LaPolla (1997),
los verbos de cambio de estado que definen –en el sentido de Dowty
(1979)– una cadena causal pueden tomar sujetos agentivos, causativos
e instrumentales (31).

(31) a. Juan abre la ventana.


b. La tormenta abre la ventana.
c. Esta llave abre la ventana.

La diferencia es relevante para la compatibilidad con ciertos ad-


juntos, como los adverbios voluntariamente o accidentalmente, pero no
influye en la sintaxis del verbo, que en los tres casos es transitivo –entre
otras cosas–.
Esto lleva a otra consecuencia práctica en los estudios morfológicos.
Como es bien sabido, el sufijo -dor produce tanto agentes como cau-
santes, instrumentos y locativos (Santiago Lacuesta y Bustos Gisbert
1999).

(32) a. nadador
b. bloqueador

25
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

c. lavadora
d. comedor

Tratar de determinar qué elige entre estas lecturas es un callejón


sin salida. Uno podría imaginar que ciertos eventos no pueden estar
controlados por humanos (bronceador), por lo que fuerzan lectura
de instrumento, o que ciertos eventos se dan por hecho en todos los
humanos (comer) y solo tiene sentido hablar de un lugar destinado
expresamente a ello (comedor). Esto, sin embargo, es como mucho una
tendencia: los humanos pueden lavar cosas, pero lavadora no es la pa-
labra que designa a la mujer que lava, y, aunque no se presuponga que
los humanos corran como parte de sus funciones biológicas básicas,
corredor puede ser un nombre de lugar al igual que uno de agente. De
nuevo, como en los casos anteriores, tenemos tendencias con excepcio-
nes en el mejor de los casos.
Lo que parece relevante para el sufijo -dor (Fábregas 2012; Cano
2013) es que selecciona estructuras que contienen una posición sintác-
tica libre para el argumento externo. Es indudable que agente, causa e
instrumento pueden ser interpretaciones que se asignen a esa posición
de argumento externo, pero el locativo también lo es. Hay al menos dos
fenómenos lingüísticos que apoyan esta conclusión (Torrego 1989). El
primero es el fenómeno de la inversión locativa. En una lengua como el
inglés, un sujeto no puede ser posverbal (33a), pero un objeto sí (33b).

(33) a. *Comes John.


viene John
‘John viene’
b. John eats rice.
John come arroz

Si el primer elemento es un locativo, en cambio, la inversión es


gramatical.

(34) Here comes John.


aquí viene John

La explicación es que el locativo se introduce en la posición de


argumento externo, permitiendo a John ser el argumento interno. De
aquí se sigue que ‘locativo’ es una interpretación posible de un argu-
mento externo no animado. Lo mismo se verifica en español, donde los
argumentos externos no pueden aparecer posverbalmente sin determi-
nante, pero los argumentos internos sí.

26
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

(35) a. *Juegan niños.


b. Juan come garbanzos.

De nuevo, un locativo en primera posición salva (35a).

(35) En este parque juegan niños.

La conclusión es la misma: el locativo está en posición de argumento


externo y por tanto el otro argumento puede aparecer como argumento
interno y admite la ausencia de determinante. La conclusión lógica es
que ‘locativo’ es una interpretación temática posible para un argumen-
to externo (véase también Fernández Soriano 1999).
En consecuencia, todo lo que la regla gramatical de formación de
sustantivos en -dor puede dictar es un principio como «el sufijo -dor
selecciona bases que contienen una posición argumental libre para el
argumento externo». La interpretación conceptual de ese argumento,
incluyendo qué papel temático recibe, está fuera del poder descriptivo
de esta regla –y esto es positivo, porque vemos que la interpretación
temática no da lugar a generalizaciones absolutas–.
Por lo tanto, un sustantivo derivado a partir de un verbo con -dor
podrá describirse predeciblemente en el sentido de que la base deberá
ser interpretada como una estructura con un argumento externo, pero
necesariamente el hablante no podrá predecir si ese sustantivo se in-
terpretará como un agente, una causa, un instrumento o un locativo.
En el caso de una oración, si el sujeto es explícito podremos deducir en
parte cuál de las cuatro opciones es más probable, porque ese sujeto
contiene información conceptual que nos permite saber si hablamos
de un agente con poder de decisión, un utensilio para hacer algo u otra
noción, pero en el caso de -dor el propio sufijo carece de esa informa-
ción que permita decidir, y el hablante solo puede tratar de tomar una
decisión arbitraria o, por el contrario, acudir al diccionario.

5. Por qué vienen palabras complejas en un diccionario


Estamos ya en una posición adecuada para explicar por qué tienen
que aparecer palabras derivadas sin idiosincrasias en el diccionario.
Hay dos motivos para esto, que corresponden a dos factores que la
gramática no puede predecir.
a. Dada una base que satisface las condiciones de selección de
más de un afijo, ¿qué afijo es el que se emplea habitualmente?
b. Dada una estructura que forma una «palabra», ¿qué signifi-
cado conceptual se asocia a ella?

27
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

Tomemos los ejemplos con los que abríamos este estudio. En el


caso de esperable, como ‘que se puede esperar’ es cierto que en este
significado no hay nada especial ni en la base ni en el afijo que lleve a
un hablante a buscar esta palabra en el diccionario, pero esto ignora el
hecho de que -ble no es el único sufijo del español que puede formar
adjetivos pasivos de valor potencial. Hay al menos dos más:

(36) a. -dizo (arrojadizo, levadizo)


b. -dero (casadero, llevadero)

A estas dos opciones se suma el hecho de que podría suceder que


el concepto se expresara mediante una palabra no descomponible (cf.
quebradizo ~ frágil). Lo que el hablante necesita saber, al menos, es cuál
de los tres afijos que pueden formar un adjetivo potencial es el que, en
el uso establecido, se combina con esperar. Al igual que casar, llevar,
arrojar o levar, esperar es un verbo de la primera conjugación, transi-
tivo y capaz de aparecer en contextos eventivos, por lo que nada en
principio explica que la palabra establecida en el uso sea esperable y no
esperadizo o esperadero. Como muestra de que el hablante no está siendo
perezoso o puntilloso si busca esta palabra en el diccionario tenemos
el hecho de que, realmente, estas palabras aparecen documentadas,
especializadas en otros usos –lo cual es una diferencia basada en el
valor conceptual de la palabra–. Para el caso de esperadero no hay que
buscar muy lejos, ya que el DLE la contiene:

(37) esperadero
De esperar y -dero.
1. m. puesto (‖ sitio para ocultarse el cazador).

Para el caso de esperadizo, como es normal en una palabra que no


está afianzada en el uso aunque sea posible, hay que buscar en blogs,
como el siguiente.

(38) No funcionó. Quién fue el desgraciado que inventó el sistema


Primark? Tuve que hacerme el esperadizo dos o tres veces
y finalmente salí de la cola (https://markitulis.wordpress.
com/2015/09/03/el-mall-brooks-were-there/).

En un caso, se habla de un puesto en el que alguien puede esperar


(de nuevo, un valor locativo) y en el segundo se habla también de una
espera potencial, pero que se finge. Sin más: a la luz de la existencia
de estas palabras, un hablante necesita que el diccionario le diga que
el sufijo que expresa, de manera neutral y general, ‘que se puede espe-
rar’ es -ble (esperable). Algo parecido sucede con educación, donde uno

28
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

podría en principio haber tenido educaje (doblaje), educamiento (adoctri-


namiento), educanza (enseñanza, crianza) o incluso educo (desarrollo). No
hay nada llamativo en la palabra resultante, pero eso una vez que se
ha determinado que la palabra que se establece en el uso es la que
encabeza ese sufijo, de entre un conjunto no trivial de opciones que
la gramática permite. Lo más que podremos decir, tal vez, es que -ble
es la forma más habitual de formar esta clase de adjetivos, pero «más
habitual» no es un concepto suficiente en gramática.
A esto se suma que tampoco se puede predecir gramaticalmente
qué valor conceptual selecciona cada formación, como hemos visto en
el caso de -dor. No encontramos ningún motivo sistemático para que,
por ejemplo, esperanza sea la nominalización de esperar en el sentido
de ‘anhelar’ y espera sea la nominalización en el sentido de ‘aguardar’.
De hecho, otros verbos que indican deseos aparecen seleccionados en
el contexto de las nominalizaciones desinenciales sin sufijos nomina-
lizadores expresos (39) y otros muchos verbos atélicos que indican
mantenerse en un lugar o situación sin cambios internos pueden apa-
recer con -nza (40):

(39) deseo (desear), anhelo (anhelar), ansia (ansiar), codicia


(codiciar)

(40) acechanza (acechar), aseguranza (asegurar), conchabanza


(conchabarse), gobernanza (gobernar)

Todo esto justifica que un diccionario incluya entradas como esta


del DLE:

(41) espera
1. f. Acción y efecto de esperar.

Desde este punto de vista, deja de resultar sorprendente que estas


voces complejas aparezcan en el diccionario: sencillamente, el diccio-
nario tiene que determinar para el hablante cuál de todas las opciones
potenciales que permite la gramática se hacen efectivas en el uso
establecido.
Se puede uno preguntar si esto en sí mismo no es una señal de que
la morfología y la sintaxis son diferentes. La respuesta es negativa. En
sintaxis también hay combinaciones posibles que no se actualizan, y
también en ellas existen otras que se han afianzado en el uso. El ejemplo
más claro de esto, y no es el único, es lo que se han llamado colocaciones
(Bosque 2004). Se trata de combinaciones no idiosincráticas de dos o
más voces, que se sabe que en el uso de una lengua se han establecido

29
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

como «típicas» sin que haya nada gramatical que las fuerce o impida
que aparezcan otras. Por ejemplo:

(42) de cabo a rabo

De cabo a rabo es una locución adverbial que equivale a completamen-


te; al igual que completamente, esperamos que la gramática permita
combinarla con predicados télicos con duración (realizaciones, en la
terminología estándar sobre la Aktionsart).

(43) a. leer algo completamente


b. recorrer algo completamente
c. barrer algo completamente
d. entender algo completamente

Sin embargo, como recoge REDES (2004: 651), este verbo se combina
sobre todo con un conjunto reducido de predicados que también admi-
ten completamente, como acordarse, aprenderse, atravesar, cambiar, conocer,
controlar, dominar, equivocarse, escribir, estudiar, examinar, informar, leer,
modificar, recorrer, repasar, saberse, superar o transformar. El resultado es
que combinaciones como las de (44) suenan marcadas.

(44) a. cocinar el pollo {completamente / #de cabo a rabo}


b. derribar la pared {completamente / #de cabo a rabo}
c. instruirse en una ciencia {completamente / #de cabo a rabo}

Igual que en las combinaciones que forman «palabras», a veces


añadir este modificador produce cambios en la semántica conceptual
de algo. Por ejemplo, examinar en el sentido de ‘inspeccionar’ admite
bien el modificador (Examinaron la habitación de cabo a rabo y no lo encon-
traron) pero no en el sentido de ‘comprobar cierto conocimiento’ (#Lo
examinaron de cabo a rabo y lo suspendieron). De la misma manera, este
modificador compite con otros de significado próximo (‘completamen-
te’), pero donde el uso establece otras combinaciones privilegiadas,
como en de pies a cabeza, que en verbos se combina –según REDES
(2004: 702)– con verbos que designan acciones relacionadas con ves-
tirse, cubrirse o proveerse de algo y verbos que designan la acción de
mancharse. Esto da lugar a series paralelas de elementos, muy simila-
res a las que hemos identificado en la formación de «palabras»: el uso
establece que algunas van con una (45a) o con otra (45b), y a veces dos
opciones están disponibles (45c).

30
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

(45) a. saberse algo {de cabo a rabo / #de pies a cabeza}


b. empaparse {de pies a cabeza / #de cabo a rabo}
c. revisar algo {de cabo a rabo / de pies a cabeza}

Por tanto, no veo ninguna diferencia sustancial entre lo que encon-


tramos en las combinaciones de morfemas y lo que encontramos en
las combinaciones de «palabras»: la gramática, en ambos casos, puede
predecir qué cosas selecciona un núcleo, pero no puede predecir ni el
valor conceptual que tomará algo ni cuál de todas las combinaciones
gramaticalmente posibles será la que se establezca en el uso.

6. Gramática, uso y diccionarios


De esta manera, el hecho de que aparezcan palabras complejas en
un diccionario no indica que la morfología y la sintaxis necesariamen-
te sean distintas: la gramática no puede predecir qué combinaciones
serán usuales, poco usuales o más o menos idiomáticas, sino solo qué
combinaciones serán imposibles y cuáles serán posibles. Lo que esto
indica, sin embargo, es que un diccionario y una gramática son distin-
tas. Específicamente, el diccionario no solamente contiene fragmentos
de una gramática completa de la lengua, en la medida en que recoge
formaciones a partir de las cuales se pueden deducir las reglas de
formación de palabras y recoge parte de la información combinatoria
de las voces, sino que también contiene información acerca del uso
establecido e idiomático de una lengua. De hecho, no es cierto que no
existan diccionarios de sintagmas –los diccionarios de colocaciones lo
son, porque recogen sintagmas que se establecen como combinaciones
favorecidas por la tradición y el uso más allá de los límites de lo que la
gramática permite decir sobre ellas–.
El hecho es que un hablante acude al diccionario esencialmente
como obra de consulta (Souto y Pérez Pascual 2009) y no está interesa-
do primordialmente por la gramática que subyace a las palabras, sino
por una gran diversidad de aspectos que no se cubren en ella:
Al diccionario (cuando menos, a los diccionarios lingüísticos) acudimos
habitualmente para solventar problemas relativos al léxico, sean de la
naturaleza que sean. Este uso determina también la peculiar estructura
del texto diccionarístico. Los diccionarios son textos conformados por
una serie de estudios entrelazados (Souto y Pérez Pascual 2003: 57).

En un diccionario, por tanto, hay que tener en cuenta también qué


valores conceptuales se asocian a una palabra derivada, y qué com-
binación de las posibles se afianza en el uso –lo cual explica por qué
el diccionario no introduce ciegamente cualquier neologismo que en-
cuentre–. Esta combinación de lo que dicta la gramática como sistema

31
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

de posibilidades y qué enriquecimientos aparecen en una palabra


como resultado del uso es destacada repetidas veces en los estudios
lexicográficos, como por ejemplo el siguiente:
Se entiende que la distancia que media entre la categorización de las
unidades léxicas y su utilización para referirse por medio de ellas a las
cosas produzca una incomodidad parecida a la que separa la ley de la
gravedad de la experiencia real del avión que se estrella contra la tierra
o de la manzana que se desprende del árbol o del tenedor que se nos cae
mientras comemos [...] (Pérez Pascual 2003: 356).

La gramática generativa no ha desarrollado una teoría del uso lin-


güístico, que tradicionalmente se incluye dentro de lo que Chomsky
(1965) llama actuación: la aplicación específica de la capacidad genera-
tiva del lenguaje dentro de situaciones comunicativas concretas. Dado
que la gramática generativa se centra sobre todo en el estado cognitivo
del hablante o del oyente, considera la actuación como un reflejo imper-
fecto de ese estado cognitivo, permeado de factores diversos extraños
a la gramática, como es el estado fisiológico del hablante (que puede
estar cansado) o las convenciones sociales asociadas a un acto de habla.
En la tradición lingüística hispánica, sin embargo, la noción de uso
establecido dentro de una comunidad de hablantes –influida por la
historia, y más en general por el hecho de que el hablante emplea su
lengua para comunicarse dentro de una comunidad mayor, con cos-
tumbres y convenciones– está bien establecida, y probablemente la
definición más extendida sea la que se remonta a Coseriu (1952).
En este sistema, la tradicional oposición estructuralista entre la len-
gua como sistema de reglas y el habla como la aplicación de esas reglas
en casos concretos se enriquece. La lengua en el sentido anterior se
divide en dos partes –por tanto, en cierto sentido no estamos hablando
de la actuación–: el sistema y la norma. El sistema es el conjunto de
reglas gramaticales que definen lo posible y lo imposible, mientras que
la norma equivale a las potencialidades del sistema que se han estable-
cido en la comunidad de hablantes como habituales y naturales –no
necesariamente normativamente aceptadas por una institución con
capacidad de dictaminar qué se da como correcto, sino establecidas
entre los hablantes como comunes y habituales–.
Los actos lingüísticos son actos de creación inédita [...], pero son al mismo
tiempo –por la misma condición del lenguaje, que es la comunicación– ac-
tos de re-creación; no son invenciones ex novo y totalmente arbitrarias del
individuo hablante, sino que se estructuran sobre modelos precedentes,
a los que los nuevos actos contienen y al mismo tiempo superan (Coseriu
1952: 94).

Lo que Coseriu (1952) entiende por norma es equivalente a lo que


aquí hemos llamado uso establecido, como un enriquecimiento de las

32
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

potencialidades del sistema gramatical que por un lado seleccionan


la combinación comúnmente aceptada y por otro lado añaden a esas
combinaciones rasgos conceptuales no cubiertos por esas reglas.
Coseriu mismo (1952: 79) cita ejemplos muy similares a los que hemos
discutido aquí: para el femenino de los nombres en -dor existen dos
opciones en el sistema gramatical, que son -dora y -triz. En principio, el
sistema gramatical admite la combinación de una base en -dor con am-
bas, por ejemplo directora y directriz o actora y actriz. La norma indica,
sin embargo, que la combinación directora es la forma legitimada por
el uso en casos neutrales y reserva directriz para la geometría y otros
campos, mientras que actriz es la forma especializada en el cine y actora
es la establecida en el uso del derecho.
Mencionábamos en §1 una parte de las Advertencias del DLE, donde
aclaraban que las palabras derivadas o compuestas, incluso cuando
su significado es deducible a partir de sus elementos constitutivos,
pueden entrar en el diccionario. Ahora queremos centrarnos en otro
aspecto de esa misma cita, repetida abajo –como siempre, las negritas
son mías–.
Ciertamente, las posibilidades de formación de nuevas palabras mediante
estos procedimientos son amplísimas, y no todos los resultados posibles
los recoge el Diccionario, sino únicamente aquellos que han alcanzado
cierta reiteración en el uso.

La aclaración importante del DLE es, efectivamente, que las pala-


bras sin idiosincrasias se incluyen en el diccionario en la medida en que
se extienda su uso. Entiendo que esto es la norma de Coseriu (1952):
cuando la comunidad de hablantes ha acordado tácitamente que se
emplea cierta combinación de morfemas, entre todas las que permite
la gramática, para formar un derivado o compuesto, resulta necesario
introducir esa palabra en el diccionario, exactamente en la misma línea
que estamos defendiendo aquí.
Es evidente que una gramática no puede predecir esto, y es igual-
mente evidente que el hablante necesita saberlo. De aquí se sigue que
el diccionario es una suma de uso y gramática, y por ello debe recoger
muchas palabras no idiosincráticas sobre las que el hablante puede
preguntarse, igual que con directora y directriz, cuál es el sufijo que en
el uso normal selecciona a esa base.

7. Conclusiones
La respuesta breve a la pregunta de por qué vienen palabras com-
plejas en el diccionario es que el diccionario no refleja las posibilidades
combinatorias de una lengua, sino el uso específico que se establece

33
Antonio Fábregas Por qué vienen palabras (complejas)...

en una comunidad. Las palabras complejas pueden aparecer en el


diccionario por tres motivos distintos, sin que necesariamente haya
información idiosincrática asociada a ellas:
a) Una misma base puede satisfacer la selección de dos o más
afijos distintos, y en tales casos el usuario del diccionario quiere saber
cuál es la establecida en el uso (educación).
b) Una misma base puede satisfacer la selección de dos o más
afijos distintos y que el uso admita al menos dos de esas combinacio-
nes, en cuyo caso el hablante quiere saber para qué valor se especializa
cada una de ellas (aclarar, clarificar, clarear, esclarecer).
c) La estructura que proyecta un afijo puede admitir varias in-
terpretaciones conceptuales y el hablante quiere saber cuál de ellas es
la que se afianza en el uso (nadador, comedor).
Finalmente, los diccionarios no están mal hechos por contener estas
palabras; es nuestra comprensión de las reglas que forman estructuras
complejas lo que nos puede llevar a sorprendernos ante estas entra-
das, concretamente porque tendemos a mantener en la morfología dos
inercias tradicionales: darle prioridad a la base como restrictor de la
productividad y no diferenciar los aspectos del significado que se si-
guen de la estructura de los que se definen al margen de la gramática.

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