Que Inicial Atono Como Marca de Modalidad

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"Que" inicial átono como marca de modalidad

Article  in  ELUA Estudios de Lingüística Universidad de Alicante · December 2003


DOI: 10.14198/ELUA2003.17.29 · Source: OAI

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1 author:

Salvador Pons Bordería


University of Valencia
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QUE I N I C I A L Á T O N O C O M O M A R C A D E M O D A L I D A D

SALVADOR PONS BORDERÍA


Universitat de Valencia. Grupo Val.Es.Co
salvador.pons@uv. es

Resumen
Unstressed gzve-inital constructions have been traditionally treated as instances of conjunction-hea-
ded structures, preceded or not by an implicit performative verb. In this paper it is argued that such an
explanation runs into problems when gwe-constructions are faced with their interrogative counterparts,
which also show unstressed-initial que.
As an alternative, que is considered a modality marker, whose main function is to show, in these
constructions, the speaker's stance with regard of the proposition. In this light,, a unified account of
interrogative, affirmative and exclamative instances of unstressed gi/e-initial sentences can be provi-
ded.

1. Introducción

No es infrecuente, ante construcciones como la siguiente:

(1). A: Que vengas

explicar la función del que inicial en función de un verbo de habla, normalmente decir,
elíptico o sobreentendido, pero recuperable en el análisis, de modo que la estructura de
dicho enunciado no sería (2):

(2). [o Que vengas J

sino (3):

(3). [o Digo [o que vengas J J.

Asimismo, en estructuras como (4):

(4). Que sí

existiría un verbo de decir que dominaría el resto de la estructura:

(5). Digo [o que sí J

ELUA, 17, 2003, págs. 531-545


532 QUE INICIAL ÁTONO COMO MARCA DI- MODALIDAD

Esta explicación se suele aceptar sin mayores objeciones, a pesar de que la teoría que la
sustentaba, la hipótesis performativa de la semántica generativa, ya hace tiempo que demos-
tró su inviabilidad (para una explicación en profundidad del "auge y caída de la hipótesis
performativa", vid. Levinson, 1983: 236-251) y también se puede encontrar en la tradición
gramatical:

En oraciones independientes que expresen deseo, el verbo va en subjuntivo [...] Su ca-


rácter desiderativo está sobradamente claro para que no necesiten estas oraciones de un
verbo principal que lo exprese. A veces, sin embargo, adopta la forma de la subordinada
por medio de la conjunción que. Ej.: que se alivie; que se divierta; ¡que entre!; ¡quep
(Gili Gaya, 1983: §115. El subrayado es nuestro).

Lo que nos proponemos en este artículo es 1) demostrar que una explicación en térmi-
nos de un verbo de habla sobreentendido plantea problemas irresolubles; 2) reformular el
problema a partir de los valores de que inicial átono y 3) proponer una explicación modal
de dichos casos.

2. Problemas de un verbo sobrentendido

Obsérvese, en primer lugar, que la explicación basada en un verbo de decir sobrentendi-


do solo se utiliza en pocos casos: por lo general, en aquellos en los que existe un enunciado
encabezado por una conjunción, especialmente si esta es que. Sin embargo, si lo que estu-
viera poniendo de relieve esta estructura fuera la presencia de una fuerza ilocutiva deter-
minada, dicho verbo sobrentendido debería aparecer en el análisis sintáctico de, al menos,
todas las oraciones declarativas, porque la fuerza ilocutiva es una propiedad pragmática de
los enunciados y, por tanto, es independiente de su estructura sintáctica, de modo que el
análisis sintáctico de (6):

(6). Juan come patatas

debería de ser (7):

(7). Digo que [Juan come patatas]

pero no parece haber muchos lingüistas deseosos de suscribir esta explicación por las mis-
mas razones que, desde los años setenta, no se acepta que la proyección superior de una
oración sea un verbo performativo sobreentendido. Y si no se acepta esta relación para el
caso de las oraciones declarativas sin que inicial, ¿por qué se habría de aceptar en oraciones
igualmente declarativas, esto es, idénticas desde el punto de vista de su fuerza ilocutiva, solo
que encabezadas por una conjunción?
Por otra parte, añadir un verbo a las oraciones con que inicial plantea problemas sin-
tácticos propios: los enunciados con que inicial pueden incorporar un verbo de decir a su
contenido proposicional, como en (8):

(8). Digo que sí


SALVADOR PONS BORDERÍA 533

Aquí, el verbo que antes estaba implícito es ahora explícito; así que, en este caso, no
haría falta reponer nada. Pero esta estructura puede estar encabezada, también, por un que,
como en (9):

(9). Que digo que sí

En este caso, la solución de hacer depender toda la estructura de un verbo subyacente,


a diferencia de (3), crea un enunciado pragmáticamente inadecuado, si no abiertamente
agramatical:

(10). #Digo [que digo que sí]

Por último, las oraciones con que inicial átono presentan alternancia entre indicativo y
subjuntivo, lo que da lugar a alternancias en los verbos que encabezarían cada oración:

(11) a. ¡Que llueve/llueva!


b. Digo que llueve
c. Deseo que llueva
(12) a. ¡Que viene/venga!
b. Digo que viene
c. Temo/ deseo que venga

Y plantea el problema clásico de la determinación de la fuerza ilocutiva, sobre todo en


(12.c).
Así que, para suponer que existe un verbo de habla subyacente es necesario reponer un
verbo, como en (3), o un verbo más su conjunción completiva, como en (7), o nada, como en
(8). Este verbo, además, podría estar implícito o explícito, según los casos, o no estar, como
en (9); cambiar su naturaleza en función de la fuerza ilocutiva (11) o quedar indeterminado
en ausencia de factores contextúales que aclaren la ambigüedad (12). No parece esta una
explicación muy satisfactoria al problema que nos ocupa.

3. Que como centro del problema

La razón de esta irregularidad radica en que el diagnóstico del problema es incorrecto:


el problema no está en el verbo, ya sea implícito o explícito, ni en las relaciones entre la
fuerza ilocutiva y la estructura sintáctica del enunciado, sino en la conjunción. El problema
es el que inicial.
La Gramática afirma que una conjunción une. La unión es una función de dos lugares y
comprende, por tanto, dos elementos; uno que va delante y uno que va detrás. En los casos
en los que la conjunción aparece en posición inicial -y, por ello, no tiene ningún consti-
tuyente a su izquierda que unir con el que está a su derecha-, el lingüista se ve ante un
problema, que se puede resolver presuponiendo la existencia de un constituyente implícito.
Esta solución no es nueva: el estudio de los marcadores ha aportado multitud de ejemplos
en los que se establece una unión entre el enunciado y la enunciación, o incluso entre el
enunciado y alguna proposición implícita en la memoria discursiva (Berrendonner, 1983).
En el caso que nos ocupa, el verbo de habla subyacente sería el elemento repuesto, con lo
534 QUE INICIAL ÁTONO COMO MARCA DE MODALIDAD

que la conjunción ve restablecida su función original, ser un conectar de dos lugares, aunque
esto suponga la incorrecta opción de identificar la fuerza ilocutiva con una marca lingüística
y forzar la interpretación sintáctica de la oración.

3.1. Que inicial átono como conector

Es posible una interpretación más adecuada de este tipo de estructuras distinguiendo los
aspectos semánticos y pragmáticos que se dan en este tipo de construcciones. Garrido Me-
dina (1998), siguiendo los presupuestos de la Gramática Funcional de Simón C. Dik, distin-
gue dos aspectos en el tratamiento de que: uno de naturaleza sintáctica y otro de naturaleza
pragmática. El primero tiene que ver con el carácter focal de las construcciones encabezadas
por que átono y por la relación entre que y subjuntivo. Obsérvese que la construcción (13.
a) contrasta con la mas neutra (13.b) tanto en lo referente a la modalidad oracional como
en la presencia de un sujeto posverbal (#¡Que Juan viene!). Mediante este contraste, "the
focus construction represents the connection of the event to other facts represented in the
discourse or in the context" (Garrido Medina, 1998).

(13). a. ¡Que viene Juan!


b. Juan viene

Por otra parte, en ciertas ocasiones, las oraciones introducidas por que inicial átono exi-
gen el subjuntivo. El subjuntivo aparece con poca frecuencia en oraciones independientes y,
cuando lo hace, suele estar vinculado a marcas formales (ojalá, si en oraciones independien-
tes -Schwenter, 1999-, que) y a entornos muy restringidos (p.ej., los verbos vivir y morir:
que viva, que muera -Garrido Medina, 1999: 3908-). Se trata del llamado tradicionalmente
subjuntivo optativo, mediante el cual se expresa deseo o mandato.
Tanto el carácter focal como la selección del subjuntivo indican que las construcciones
estudiadas tienen una vertiente gramatical. En este tipo de estructuras, que no funcionaría
como conjunción subordinante ni como relativo, sino que se trataría de un conector dis-
cursivo que une enunciados independientes y al que no se le puede asignar, en ausencia
de más información, un valor gramatical determinado, de modo que este se determinaría
contextualmente. Estaríamos, pues, en el límite entre la gramática y el discurso. A idénticas
construcciones llega Porroche (2000), quien considera que como marcador discursivo cuya
función es la de introducir un comentario a propósito de otro enunciado.
El segundo aspecto es de naturaleza pragmática y se relaciona con la expresión de la
sorpresa. La sorpresa se define como contraste entre la información introducida por que y
la información existente en la memoria discursiva del hablante. El español codificaría en
su gramática la expresión de la sorpresa mediante la estructura encabezada por que con
entonación contrastiva (Garrido Medina, 1998).
En resumen, para Garrido Medina, el que inicial átono se puede explicar como un conec-
tor, que manifiesta propiedades tanto gramaticales (relación con el subjuntivo en oraciones
subordinadas) como pragmáticas (expresión de la sorpresa) y cuyo estudio debe respetar
ambos niveles.
Esta explicación permite delimitar la naturaleza del problema, que se hallaría, como
hemos apuntado, en el que, y considerar que estas estructuras, aunque gramaticales (mejor,
insertables dentro de la gramática) no se circunscriben a los usos conjuntivos clásicos, lo
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que plantea el problema de decidir si estas construcciones pertenecen al ámbito gramatical,


lo que supondría ampliar la gramática para dar cabida a estos ejemplos, o si su explicación
tiene que ser pragmática. Garrido Medina sugiere un análisis en dos niveles, en el que la gra-
mática explicaría los usos de que como conector discursivo y la pragmática se ocuparía de
su naturaleza enfática (Garrido Medina, 1998 48). Nótese que esta explicación es preferen-
temente gramatical, puesto que los usos pragmáticos se reducen a los casos de énfasis. Sin
negar la vertiente gramatical de los usos de que, especialmente porque permite relacionar
los valores enfáticos con la posición de foco, o enlazar los ejemplos objeto de este trabajo
con los casos de que inespecífico (del tipo no me pises, que llevo chanclas), vamos a centrar
nuestra explicación en la otra vertiente, en la que "que, como introductor de construcciones
independientes, indica básicamente la presencia del hablante en la enunciación" (Porroche,
2000); es decir, en la vertiente modal. Pero para ello, será necesario tener en cuenta los
valores de que inicial átono en oraciones interrogativas.

3.2. Que inicial átono en interrogativas

Hasta ahora hemos visto los casos de que inicial átono con modalidad oracional afirmativa
y exclamativa. Existe un segundo conjunto de casos en los que que átono aparece en posición
inicial, esta vez en enunciados interrogativos, tanto directos como indirectos. Reproducimos
la casuística y los ejemplos que ofrecen tanto Escandell Vidal (1999: 3979 y ss.), para las
interrogativas directas, como Súñer (1999: 2160 y sigs.) para las interrogativas indirectas:

1. Enunciados interrogativos directos:

(19) A: Allíprobé el smorgásbord


B; ¿Que probaste el qué? (interrogativas atribuidas de eco)
(20) A: ¿Quién te lo ha dicho?
B: ¿Qué?
A: ¿Que quién te ¡o ha dicho? (interrogativas atribuidas de copia)
(21) ¿Que qué hago yo aquí ahora? Déjame que te lo explique (interrogativas anticipativas)
(22) ¿Que por qué este? Como decíamos... (Escandell Vidal, 1999: 3983-4003)

2. Interrogativas indirectas

(23) María me preguntó que qué era eso

Añadimos a estos el siguiente ejemplo, que se atribuye a un uso regional de que, produ-
cido por contacto con el catalán:

3. Supuesto uso regional de que

(24) ¿Que has llegado ya?1

1 Puede que este uso se pueda explicar por causas internas, como muestra la siguiente cita de Bello:
Al anunciativo que suelen acompañar otras varias elipsis que hacen muy expresiva la frase: <En fin, señora, ¿que
tu eres la hermosa Dorotea, la hija única del rico Clenardo! (Cervantes): con que tu eres, ¿que te faltan las alforjas,
Sancho'.» (Cervantes): con que te faltan. (Bello, 1847: 1988, §995).
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Tanto Escandell como Súñer analizan que, en los ejemplos anteriores, como partícula
citativa mediante la que se indica que la proposición encabezada por que no representa un
pensamiento del propio hablante, sino un fragmento atribuible a otra persona2. Así, mediante
(21) el hablante anticipa la posible pregunta que se están haciendo otros hablantes para res-
ponderla antes de que se formule; o en (23), introduce la proposición citada, actuando como
frontera entre esta y la estructura introductoria. En ambos casos, que posee carácter extrao-
racional. En el caso de las interrogativas directas, el que átono puede preceder al pronombre
interrogativo en función de sujeto (vid. ej. 21) dentro de su misma curva melódica, algo que
está permitido a muy pocos elementos, entre los que se encuentra la conjunción y:

(25) a. ¿ Y qué hago yo aquí ahora?3


b. ¿Qué qué hago yo aquí ahora?

El carácter proposicional del fragmento introducido por que se comprueba, en las


interrogativas indirectas, al aplicar la prueba propuesta por Súñer (1999: 2160): cuando
una estructura del tipo <que + prop> en estructuras interrogativas indirectas introduce una
verdadera pregunta, esta debe estar seguida de si. En caso de que esto no sea posible, nos
encontraremos no ante una pregunta indirecta, sino ante una proposición. Como se puede
comprobar, la segunda opción es la correcta en los casos que nos ocupan:

(23') *Mamá me preguntó que si era eso

En ambos casos, y como resultado de su diferente función, que átono y qué tónico pue-
den coocurrir, teniendo el primero ámbito sobre el segundo.
La interpretación citativa reconduce los usos de que al ámbito de los evidencíales (Den-
dale y Tasmowski, 2001: 343); en concreto, a los usos hearsay, por los que un hablante
ofrece una información a la que ha accedido por vía indirecta.
El ejemplo (24), en el que supuestamente se refleja un uso regional del español hablado
en la Comunidad Valenciana, pero que se puede atestiguar también en la cita de Bello re-
producida en la nota 1, sin embargo, no se ajusta a la interpretación citativa que acabamos
de reseñar, ya que en estos casos no se repite un pensamiento atribuible a otro enunciador o
punto de vista, puesto que hay una identidad entre la fuente del enunciado y el enunciador
que la sustenta. Para los usos regionales, los hablantes consultados han parafraseado este
tipo de enunciados con etiquetas como "sorpresa", o han asociado su uso a "situaciones
inesperadas". Lo que esto sugiere es que los usos de que como partícula citativa en cons-
trucciones interrogativas se insertan en un marco más general, del que los valores citativos
son subfunciones.

2 En realidad, sería más exacto hablar de "puntos de vista" (Rossari, 1994), para evitar la tentación de equi-
parar la fuente del enunciado con un hablante real. Así lo afirma Escandell Vidal (1999: 3967):
Basta, por tanto, con que el emisor presente el contenido de su enunciado 'como si fuera' un enun-
ciado de otro [...] para que la presencia de que se encuentre justificada [...] Se consigue una cara-
cerización más precisa de la contribución de que a la interpretación al afirmar que es una marca de
atribución a otro del contenido transmitido.
3 Otros elementos, como pues, claro o bueno, que aparecen a la izquierda de que, no se integran en la estruc-
tura entonativa de la interrogativa, de modo que forman una unidad diferente, de rango variable, a la constituida
por esta.
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Como cierre de esta sección, vamos a suscribir la interpretación citativa y vamos a plan-
tear una explicación coherente con la anterior para los usos de que inicial átono en oraciones
declarativas. De este modo, todos los empleos en los que este elemento aparece en posición
inicial tendrían una explicación unitaria.

4. Que inicial átono como marca de modalidad

La interpretación de los usos de que en oraciones declarativas/exclamativas, por un lado,


y en oraciones interrogativas, por otro, muestra una asimetría evidente, porque, mientras
en el primer caso se presupone la función unitiva de que (no ya en el ámbito gramatical,
sino en el pragmático), la función en el segundo es algo completamente distinto. La línea
argumentativa de esta sección va en la línea de la interpretación no unitiva.
Obsérvese que, hasta este momento, se ha aceptado una idea implícita: la función de
que consiste en unir, porque este es el valor que se le atribuye en la mayoría de sus apari-
ciones. Mantener la idea unitiva obliga a pagar un peaje teórico: es necesario presuponer un
elemento a su izquierda, que se debería recuperar de la memoria discursiva ¿Pero y si no
tuviera dicha función? Hay una buena razón para ello, ya que no existe ningún constituyente
identificable. Al liberar que de su función unitiva ya no resulta necesario recuperar ningún
elemento implícito.
No es algo nuevo el que una conjunción realice funciones distintas a las de unión, y
así se ha señalado en nuestra tradición gramatical, donde existen referencias a la función
enfática que realizan distintas conjunciones (Salva, 1835: 704 para pues; GRAE, 1854:
128 para y; Lenz, 1920: 85, para distintos elementos). El paso incorrecto, a nuestro juicio,
consiste en incluir dichas funciones como variantes más o menos marcadas de la unión.
Sorpresa, aviso o enfado no tienen que ver con la relación entre dos constituyentes (aunque
es frecuentemente la relación semántica entre los elementos de ambos constituyentes la que
la provoca), sino con la actitud del emisor del mensaje hacia el mensaje transmitido, es
decir, tienen que ver con una categoría pragmática diferente, a la que vamos a denominar,
siguiendo la tradición alemana, y propuesta para el español por autores como Acosta (1984),
Martín Zorraquino (1991), Pons Bordería (2000) o Ferrer Mora (2002) modalidad.
Para realizar esta reinterpretación, vamos a examinar a continuación los contextos de
aparición de que inicial átono en enunciados declarativos y exclamativos4:

(26) Que sí (réplicas enfáticas)


(27) Que vengas (órdenes)
(28) Que te aproveche, Que viva, etc. (deseos y maldiciones)
(29) ¡Que gaste ese dinero en tonterías!
(30) Que me ha dicho el jefe que te llame (introductor de un enunciado con estilo indirecto)
(31) Que [digo yo que] podemos comer ya (usos matizados o atenuados)
(32) Que de noche lo mataron/ al caballero (poesía popular)
(33) Que lo tuyo lo he intentado localizar (introductor de cambios de tópico)

4 Esta agrupación se debe a que muchos de estos ejemplos pueden aparecer como afirmativos o exclamativos,
en función de la entonación. Así sucede, por ejemplo, con (12) o (13).
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La tipología de estos casos es diferente. En primer lugar, en los casos de (26) y (27) se
encuentra un que inicial de enunciado pero no inicial absoluto, puesto que presupone un
contexto previo. En ausencia del mismo, su uso resulta pragmáticamente inadecuado:

(26') A: No voy a ir
B: Sí vas a ir
A: ¡Que no!
B; ¡Que sí!
(26") A: No voy a ir
#B; ¡Que sí!
(27) A: Ven
B: (no responde) / B: No voy
A: ¡Que vengas!
(27") #A: ¡Que vengas! (formulación inicial de una orden)

Lo que permite su aparición es, a nuestro entender, un contexto de insistencia, en el que


se repite por segunda vez, en todo o en parte, la formulación del mensaje precedente5. Tanto
¡Que no! como ¡Que sí! producen un resultado pragmáticamente inadecuado en (26"), por-
que carecen del contexto previo que justifica su aparición. El contexto no debe ser necesa-
riamente lingüístico, puesto que puede apoyarse en la situación precedente (por ejemplo, en
un hablante haciendo a otro gestos de que venga y negarse este con la cabeza). En definitiva,
lo que necesita este que para aparecer no es una respuesta, sino una réplica.
Esta diferencia entre responder y replicar se marca en lenguas como el francés o el ale-
mán mediante lexemas específicos, que forman parejas de enunciados alternantes:

(34) -Ovil
-Non!
-Mais si!
-Mais non!

(35) -Ja!
-Nein!
-Doch!
-Nein!

El español, por el contrario, no habilita un lexema específico, sino que recurre a un


procedimiento sintáctico, es decir, a una construcción encabezada por un signo específico
-que- y acompañada de una curva entonativa marcada.
Las construcciones de (28) y (29) se caracterizan no solo por la presencia de que, sino
por ser oraciones independientes construidas con subjuntivo (el tradicional subjuntivo
optativo). Los casos de subjuntivo con oraciones independientes (vid. una descripción en
Garrido Medina, 1999: 3908-3909) son relativamente infrecuentes y se caracterizan por
estar precedidos, en la mayor parte de sus apariciones, por una marca específica: ojalá, si,
así, que. La presencia del subjuntivo y la de que nos parecen manifestaciones de un mismo

5 Esta idea también aparece en Garrido Medina (1998).


SALVADOR PONS BORDERÍA 539

fenómeno: la actitud del hablante ante lo enunciado; son marcas de que la oración no se debe
evaluar por su factualidad, sino por el grado de adhesión del hablante hacia su contenido.
Por el contrario, considerar que como marcador discursivo obliga a recuperar una o
varias proposiciones implícitas, a la(s) que se uniría el enunciado encabezado por que. Esto
supone que, si dichos implícitos faltan, estos enunciados serían difícilmente procesables
(tanto como una oración coordinada a la que le faltara el primer miembro); por el contrario,
si lo que falta es el conector, el enunciado restante sería totalmente gramatical (tanto como
el primer miembro de una coordinación oracional). Sin embargo, la supresión del que ini-
cial átono ofrece diferentes resultados en función del tipo de enunciado en que se inserte:
gramaticalidad en (36); un enunciado pragmáticamente inadecuado en (37) y abiertamente
agramatical en (38), (39) y (40):

(36) ¡Que viva España! ~ ¡Viva España!


(37) ¡Que viene el lobo! ~ #¡ Viene el lobo!
(38) ¡Que si vienes mañana! ~ *¡Si vienes mañana!
(39) ¡Que vayas a comer! ~ * ¡Vayas a comer!
(40) ¡Que digan eso de ti! ~ *¡Digan eso de ti!

El comportamiento ante la supresión está relacionado con los diferentes contextos de


uso: cuando que funciona como partícula citativa (ejs. 38, 39 y 40) el resultado es agra-
matical. En cambio, en los usos modales no citativos (tradicionalmente descritos como
"sorpresa") que alterna con el subjuntivo y su ausencia es suplida por el modo verbal. La
presencia de que inicial átono con indicativo, en (37), produce un enunciado no agramatical,
pero sí ausente de una especificación modal; el resultado no es agramatical, pero tampoco
totalmente correcto.
El uso de (30) entra de lleno en los usos citativos anteriormente citados, puesto que
marca la proposición como atribuible a otra persona y resulta inadecuado establecer una
identidad entre la fuente del mensaje y el transmisor de la misma; cuando esto ocurre, varía
la interpretación del enunciado, que se considera, no ya una marca atributiva, sino de mati-
zación (es decir, su interpretación es idéntica a la de 31 abajo):

(31') #Que digo yo. que te llamaré, pronto

En el ejemplo (31), que posee un valor atenuador, entendiendo por atenuador todo uso
que haga referencia a una escala contrastiva de dos elementos, agrupados en torno al eje
<atenuado, neutro> (Albelda, 2000). En (31), la supresión de que tiene como resultado
producir un enunciado neutro (31. a), que puede ser atenuado ulteriormente con la adición
de otros parentéticos (31. b, 31. c) o puede ser reforzada con la introducción de un inten-
sificador (31. d).

(31) a. Podemos comer ya (grado neutro)


(31) b. Digo yo que podemos comer ya (enunciado atenuado)
(31) c. Que podemos comer ya (id.)
(31) d. Fijo que podemos comer ya (enunciado intensificado)

La poesía popular hace uso del que inicial átono:


540 QUE INICIAL ÁTONO COMO MARCA DIÍ MODALIDAD

(32) Que de noche lo mataron/ al caballero [...]

Se puede apreciar en este ejemplo un uso muy similar al de (26) y (27), con la única di-
ferencia de que, en este caso, no es necesario hacer referencia a un contexto previo (contexto
de insistencia). Que puede aparecer en posición inicial absoluta y es su sola aparición la que
legitima la idea de énfasis, lo que se comprueba comparando (32') con la más neutra (32):

(32') De noche lo mataron/al caballero [...]

El carácter marcado de (32) muestra que la diferente interpretación de ambos enuncia-


dos se sitúa en la partícula, por lo que esta puede inducir la creación de un contexto que
no está presente en el momento de su emisión. Aunque parece que esta interpretación es
típicamente procedimental, obsérvese, sin embargo, que en (36) la conjunción podía ser
suprimida sin pérdida de sus instrucciones. Interpretamos este dato como una prueba de que
la información modal no está codificada solo en el léxico, pero que algunos ítems léxicos,
en ocasiones, la pueden codificar.
Por último, en (33') se ejemplifican los casos en que que sirve para el cambio de tópi-
co:

(33') A: (RISAS) damefuego§


S: § mmm§
A: § que lo tuyo lo he intentao localiza(r)\ pero es
que/ tiene el teléfono portáti(l)\7 [d'eseee1=]
J: [cuando puedas/ tranquila]
(Brizy Grupo Val.Es.Co 2002, AP.80. Al, 123).

Una vez más, el enunciado puede prescindir de que sin afectar la comprensión del men-
saje, pero produciendo un cambio en la escala <neutro, intensificado^ Este refuerzo del
enunciado contribuye al cambio de tema.
Se puede ver cómo, en los datos que acabamos de reproducir, el que inicial átono, tanto
en contextos interrogativos como afirmativos o exclamativos, ocupa una posición externa
a la oración, ya que puede coocurrir con un que tónico (ejs. 11, 16, 17 y 19) o con otros
pronombres (ej. 14) en las oraciones interrogativas y ocupa una posición extraproposicional
en las afirmativas. La atonicidad y la posición inicial son rasgos que han llevado a una equi-
paración entre este que y el introductor de completivas, pero tales rasgos muestran una ho-
mogeneidad solo aparente. No hay que olvidar que la tendencia a ocupar la posición inicial
es una característica general de los elementos que funcionan como marcadores discursivos.
La marcación discursiva es un hiperónimo de varias funciones pragmáticas, entre las que
se incluye y de entre las que sobresale la conexión, pero que no es en modo alguno equi-
parable. No solo los conectores muestran una marcada preferencia por la posición inicial.
Marcadores de relaciones interactivas como oye o mira o elementos modales como bueno
o claro muestran una misma preferencia posicional (Pons, 1998), lo que quiere decir que la
primera posición de un enunciado no es una pista inequívoca de la existencia de conexión,
sino que está marcada para la expresión de la marcación discursiva.
Hasta ahora hemos realizado una interpretación modal de los usos de que inicial átono.
Esta interpretación presenta dos ventajas sobre la unitiva: en primer lugar, no necesita hacer
SALVADOR PONS BORDBRÍA 541

referencia a elementos sobrentendidos, que plantean problemas de distinto tipo (vid. Sección
1). En segundo lugar, permite una interpretación unificada de todos los usos de que inicial
átono, salvando el hiato que separaba, anteriormente, los valores en afirmativas y exclama-
tivas, por un lado, de los valores interrogativos, por otro. Pero para que esta explicación
esté articulada, es necesario responder aún a varias preguntas: ¿Qué tipo de categoría es la
modalidad? ¿Cómo se estructura? ¿Pertenece la modalidad a la partícula o forma parte de
la construcción?
Consideramos la conexión una categoría pragmática. Esto quiere decir que la equipara-
ción existente entre sus miembros no se establece en función de identidades formales, sino
funcionales. En este sentido, pertenecen a la categoría modalidad aquellos elementos cuyas
ocurrencias presenten valores modales. En otras lenguas, como el alemán, la modalidad
pertenece a la gramática, lo que significa que existe una clase cerrada de palabras (partícu-
las modales), que se puede distinguir de clases vecinas (palabras modales) en función de
una serie de criterios formales y funcionales y que ocupan un lugar fijo en la oración. En
español, esta equiparación entre sintaxis y modalidad no se da, lo que quiere decir que su
expresión es pragmática y que se manifiesta como una recarga secundaria de funciones en
algunos elementos, entre los que se encuentran muchos conectores prototípicos {que, pues,
pero, etc). Cuando decimos que la modalidad es una categoría pragmática estamos haciendo
hincapié en esta identidad funcional. i
Los valores modales se pueden agrupan en torno a una serie de rasgos: el binomio
acuerdo/desacuerdo, típicamente interactivo, el binomio refuerzo/atenuación y el rasgo atri-
bución de voz. Los dos primeros pares están íntimamente relacionados, ya que el acuerdo
con algo contribuye a reforzarlo, y el desacuerdo muchas veces lleva aparejada la atenua-
ción del enunciado (sobre todo en aquellos casos en los que coincide con una respuesta
despreferida). En última instancia, estos cuatro valores se relacionan con el hablante, que es
quien manifiesta su compromiso con el contenido transmitido en todos los casos. El rasgo
atribución de voz marca la ausencia de compromiso del hablante ante lo dicho; al pertenecer
a otro enunciador, los rasgos anteriores no actúan. Como se ha podido comprobar, todos los
usos de que inicial átono caen en alguno de estos tres valores: los valores citativos de las
interrogativas (19-23), los valores de refuerzo (24-30, 32) y los de atenuación (31).
Queda por dilucidar la cuestión de si la modalidad se inserta o no en el léxico. Los datos
parecen indicar que la modalidad en ocasiones parece inducida a partir de la presencia de
que, siendo en otras el resultado de una construcción a cuyo significado final contribuyen
también la entonación exclamativa, el subjuntivo y la posición inicial. Los usos del lenguaje
literario serían ejemplos del primer caso, mientras que ejemplos como (13) -construcción
focal-, (24) -supuesto uso regional- o (27)-(29) -contextos de insistencia y deseos con
subjuntivo optativo- parecen explicarse mejor como resultado de la coocurrencia de varios
factores. Se añade a esto la dificultad de explicar cómo la información de modalidad ar-
chivada en una palabra se realizaría en cada caso y qué factores bloquearían su aparición
(Pustejovski, 1995). En cualquier caso, esta cuestión queda abierta.
Vistas las relaciones entre conexión y modalidad, y la estructura interna de esta última,
es necesario determinar el peso que cada uno de estos valores tiene en la descripción de que,
y cómo se pueden conciliar los valores gramaticales, conectivos y modales de esta forma.
542 QUE INICIAL ÁTONO COMO MARCA DE MODALIDAD

5. Un Esquema General para (los) usos de Que

En Pons Bordería (1998), el análisis cuantitativo de más de tres mil ocurrencias de once
elementos con características conectivas daba como resultado6 un dibujo de la conexión
en español como una categoría radial. Alrededor de un centro categorial, formado por las
conjunciones de coordinación más frecuentes, se situaban los demás elementos formando
la siguiente estructura:
Entre el centro y la periferia de la categoría, formada esta por los apelativos oye, mira y
las partículas modales bueno y claro, existe una zona intermedia donde se sitúan elementos
de naturaleza mixta, como entonces y o sea. En este dibujo, como se puede comprobar, que
forma parte de los conectores prototípicos.
I —I

PER
Y
O
QUE/PUES

-1.20+
|- + — - +- — + - - •
-1.47 -1.31 -1.15 B3 -.67 -.51 -.36 -.20 -.04 . 12 .28

Dimensión 1
Figura 1: Resultados de un análisis de correspondencias sobre once conectores (Pons, 1998)

6 El análisis consistió en un estudio multivariante de las veinte preguntas distintas de cada una de las más de
tres mil fichas. Los sesenta mil datos resultantes fueron agrupados siguiendo técnicas estadísticas de reducción
dimensional. El resultado es un dibujo del prototipo de la categoría conexión obtenido por métodos estadísticos y,
al menos en una fase del análisis, objetivos.
SALVADOR PONS BORDERÍA 543

Ahora bien, ¿cómo es posible compatibilizar esta caracterización de que como conectar
prototípico con los datos presentados en este trabajo? Para ello hay que tener en cuenta que
la descripción de un elemento no termina con su inclusión dentro de una categoría, sino que
debe incluir, además, la distribución de sus usos. Si la categoría se estructura en torno a un
prototipo radial, los usos de una forma determinada adoptan la estructura de parecido de
familia. La razón para esta diferencia es que, mientras que la categoría pragmática conexión
se define en términos de semejanza funcional (es decir, son conectores las unidades que en
mayor número de casos funcionen como tales) y, por tanto, a mayor cantidad de usos co-
nectivos y a mayor cantidad de características propias de la conexión mayor su centralidad,
los valores de una palabra, sin embargo, plantean una relación entre forma y funciones que
viene determinada por la evolución de cada elemento en particular, por lo que es de esperar
que no haya identidad funcional entre todos sus usos y que una misma forma pueda, por ello,
funcionar en varias categorías de forma simultánea. Reducir la relación forma-función a
una proyección uno-a-uno produce consecuencias indeseables, como tener que decidir entre
asignar a y, por ejemplo, estatuto de conjunción o estatuto de conectar, o diferenciar usos
conectivos de no conectivos, como ocurre entre entonces adverbio y entonces conjunción.
La relación que vincula formas y funciones para el caso de los conectores no es biyectiva,
sino suprayectiva.
Es de esperar, desde esta perspectiva, que el estudio de los valores de un conectar lleve
a descubrir usos no conectivos, lo que no debe llevar a rechazarlos, ni a unificarlos en un
mismo paradigma, sino a explicar la relación entre los ámbitos funcionales relacionados. En
el caso de la conexión, hemos propuesto (Pons, 2000 y 2004) una relación entre las cate-
gorías conexión, modalidad y la relación interactiva que mantienen los participantes como
categorías pragmáticas vecinas.
En el caso de que, como en el de otros conectores (pero o entonces), la dimensión modal
adquiere un peso importante en el conjunto de sus valores no conectivos. Más que interpre-
tar este dato en el sentido de distinguir varios tipos de que, preferimos situar la forma en la
intersección de varias categorías pragmáticas, como la conexión y la modalidad. El carácter
gradual de las categorías encaja bien con esta visión de sus usos, con lo que los dos tipos
de prototipo empleados, el radial y el de parecido de familia, producen una descripción
coherente de la clase y de sus formas.
Queda ahora por integrar las conclusiones de este artículo en una visión más general del
funcionamiento de que. No vamos a proponer una visión de todos sus usos, porque tenemos
en mente la observación -o advertencia- que hiciera Bello en su Gramática, al referirse a
este elemento: "no hay palabra castellana que sufra tan variadas y a veces inexplicables
transformaciones" (Bello, 1988, 1847: 624), pero sí que es posible reducir su aparentemente
caótica diversidad funcional a un esquema parcial, tal y como se articula en el siguiente
cuadro:

Que Tónico Átono

Pronombre Interrogativo
Relativo
Conectar usos conjuntivos, que inespecífico
Modalizador que inicial
544 QUE INICIAL ÁTONO COMO MARCA DE MODALIDAD

Teniendo en cuenta solo la forma y a partir de la distinción entre usos de qué tónico
y qué átono, se pueden distinguir, por un lado, los valores como pronombre interrogativo
y relativo de que; por otro, los valores conectivos, que comprenden, a su vez, los valores
gramaticales {que introductor de completivas, como formante en construcciones consecu-
tivas y comparativas, etc.) y los no gramaticales (los usos de que inespecífico, en los que
las etiquetas gramaticales no se aplican). Finalmente, los valores modales, en los que la
conjunción deja de ser tal y se convierte en marca de la actitud del hablante hacia lo dicho,
que se subdivide, a su vez, en refuerzo/atenuación, acuerdo/desacuerdo y atribución de voz
(es decir, compromiso del hablante frente a no compromiso).
Para acabar, una última precisión: el acercamiento no discreto a los usos de que exige
tomar el esquema precedente como desde una visión prototípica, por lo que no se debe con-
siderar que todos los usos de que inicial átono indiquen solo y únicamente valores modales
(como se vio en 3.1, sirve también para introducir estructuras focales), sino que este es un
uso preferente.

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