Tema 11
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I. INTRODUCCIÓN.
La lucha contra las prácticas monopolistas y las colusiones entre empresarios es tan
antigua como el derecho económico. El emperador Zenón es recordado no tanto por su lucha
contra los herejes del monofisitismo, como por la llamada “Constitución de Zenón” del año
483. Era una auténtica ley de protección de los consumidores, y preveía penas contra aquellos
que restringiesen el comercio de alimentos mediante convenios colusorios o creando
monopolios.
(i) Los acuerdos expresos o tácitos por los que los empresarios se ponen de acuerdo
para no competir entre sí (ej.: fabricantes de cemento que se ponen de acuerdo en el precio
de su producto); la principal consecuencia jurídica es que los empresarios deben cesar en tal
conducta anticompetitiva, y que además son sancionados por la Administración; en el ámbito
civil, los contratos son nulos. Este tipo de acuerdos se conocen como “prácticas colusorias”
(porque los empresarios se ponen de acuerdo entre sí para no competir).
(ii) La normativa es más dura cuando un empresario tiene una posición dominante en
un mercado: en este caso, no solo le está prohibido realizar “prácticas colusorias”, sino que
también se le prohíbe que realice prácticas abusivas (ej.: en un puerto hay un único
suministrador de carburante, que se niega a vender fuel a los barcos si no es conjuntamente
con aceite de motores). Las prácticas abusivas son perfectamente legales siempre que no haya
posición dominante. Pero en el momento en que el empresario ha alcanzado esta situación,
se le exige un nivel de actuación más cuidadoso, para proteger a sus competidores más
débiles y no perjudicar a los consumidores. La consecuencia jurídica del abuso de posición
dominante es que el empresario debe cesar en su conducta y además es sancionado. Nótese
que la consecuencia no es que el Estado intervenga y obligue al empresario a deshacer su
posición de dominio: tener una posición de dominio es perfectamente legal, en tanto no se
abuse de ella.
La situación española –que dista de ser satisfactoria- se vino a complicar aún más en
virtud de la STC de 11.11.99, que declaró inconstitucional la LDC de 1989, por invadir
competencias de las Autonomías. Dado que éstas tienen, según sus Estatutos, competencias
en materia de comercio interior, el TC entiende que se debe reconocer a las CCAA
competencias ejecutivas en materia de defensa de la competencia, siempre que las prácticas
colusorias o el abuso de posición dominante se realicen en su territorio y no afecten al
mercado supra comunitario (es decir, cada CA puede tener, si lo desea, un órgano
administrativo análogo la CNMC, para que aplique la LDC en su territorio).
Para dar cumplimiento a la STC, se tuvo que promulgar una Ley especial (Ley 1/2002
de 21 de febrero), que permitió a las CCAA crear órganos administrativos para aplicar la
LDC en relación con prácticas colusorias y abusos de posición dominante, que solo afecten
al ámbito de la respectiva Comunidad. En materia de concentración de empresas, sin
embargo, el Estado se ha reservado todas las funciones. Baleares, Murcia, Galicia, Madrid,
Cataluña, Extremadura, Aragón, Islas Canarias, La Rioja, Valencia y el País Vasco crearon
órganos propios de defensa de la competencia, y en la actualidad casi todos excepto tres o
cuatro han desaparecido del mapa.
Las prácticas colusorias están reguladas en el art. 101 TFUE, si afectan al comercio
intracomunitario, y por los arts. 1 a 5 LDC en caso contrario. La técnica legislativa seguida
en ambos ordenamientos es muy similar:
- una prohibición genérica;
- una lista no exhaustiva de ejemplos;
- la posibilidad de que prácticas colusorias sean autorizadas, bien individualmente,
bien por categorías;
- en caso que se declare que una práctica es colusoria, obligación de cesar, nulidad
de los acuerdos y sanciones para los infractores.
La prohibición genérica de prácticas colusorias [art. 101 TFUE y art. 1 LDC] contiene
los siguientes elementos:
- la práctica puede consistir en un acuerdo entre dos o más empresas (que no
pertenezcan al mismo grupo), en una recomendación de una asociación empresarial, o
sencillamente en una conducta conscientemente paralela entre dos o más empresas (en este
último caso, la ley presume que existe un acuerdo tácito, que motiva tal conducta); nótese
que no hace falta que exista un acuerdo formal, basta que la actuación de varias empresas en
el mercado no pueda ser explicado sin una coordinación consciente entre ellas;
- el efecto inmediato o potencial de la práctica tiene que consistir en impedir, restringir
o falsear el juego de la libre competencia.
Las prácticas colusorias pueden darse tanto entre operadores que se encuentren
situados en la cadena de producción de modo horizontal (fabricantes que fijan precios) o de
modo vertical (fabricante que impone el precio de venta a su distribuidor o que le exige que
distribuya sus productos en exclusiva).
(i) Fijación de precios u otras condiciones de transacción: es sin duda el supuesto más
claro de práctica colusoria, y aquél en el cual la Comisión Europea y la CNC son más
inmisericordes.
(ii) Limitar la producción, el desarrollo técnico o la distribución: las limitaciones a la
distribución son las más importantes dentro de esta categoría; se trata de prácticas colusorias
de carácter vertical, en las que el fabricante desea imponer al distribuidor el precio de venta
al público, o prohibirle que venda productos de la competencia.
(iii) Reparto del mercado: el entonces TDC sancionó en el año 1997 a las empresas
desmotadoras de algodón, por repartirse el mercado de producción de algodón bruto, fijando
precios de compra y cupos máximos a la desmotación del algodón, imponiéndose sanciones
para los que superasen dichos máximos. El acuerdo en cuestión afectaba al 90% del mercado.
(iv) Aplicar condiciones desiguales para prestaciones equivalentes.
(v) Exigir prestaciones suplementarias ajenas al contrato principal: ej. imponer un
seguro de accidentes con una determinada compañía aseguradora vinculada.
Los tribunales pueden solicitar a la Comisión que les remita información o les
entregue sus dictámenes en materia de normas de competencia. El Reglamento también prevé
que las autoridades de competencia nacionales y la propia Comisión Europea puedan
comparecer ante los tribunales nacionales que estén enjuiciando casos que afecten a la
defensa de la competencia, para presentar observaciones relativas al caso (es decir, para
informar de cuál es su opinión sobre una determinada práctica - piénsese que el derecho de
defensa de la competencia busca una finalidad eminentemente económica, que con
frecuencia desbordará las competencias del Tribunal civil).
mientras que la ley prohíbe todas las prácticas concertadas de limitación de competencia,
únicamente castiga las prácticas individuales de las empresas dominantes que resulten
abusivas, que causen daños injustificados.
¿Qué implica esta prohibición en la práctica? Una empresa dominante no puede p.e.
fijar precios demasiado altos o demasiado bajos; cargar precios diferentes por transacciones
equivalentes; ofrecer a sus distribuidores descuentos ligados al crecimiento de las ventas;
vincular la venta de uno de sus productos a que un consumidor compre otro; dar acceso a su
propiedad intelectual a sus principales competidores, si dicho acceso es indispensable para
competir, etc. Como se ve, el espectro de conductas prohibidas es muy amplio, y depende
enormemente del sector en el que se mueva la empresa dominante.
Los casos de sanciones por abuso de posición dominante van en aumento. Recuérdese
la sonada sanción impuesta por la Comisión europea a Microsoft. En España, la sanción más
fuerte nunca impuesta por el TDC fue mediante Resolución de 1 de abril de 2004, que
condenó a Telefónica de España SAU al pago de una multa de 57 M €, por abusar de su
posición dominante, mediante determinadas prácticas destinadas a entorpecer la
preasignación de llamadas con otros operadores y excluir así a éstos del mercado de telefonía
fija.
Una vez definido el mercado relevante hay que determinar si un empresario, o varios
empresarios que actúan coordinadamente, ostentan una posición de dominio. Para ello no
hay que fijarse sólo en la cuota de mercado, sino también en la estructura de competidores y
en las barreras que dificultan la entrada de nuevos competidores (con el resultado de que
tener un 50% de un mercado en el que existan tres competidores fuertes y no existan barreras
de entrada puede no constituir posición de dominio, mientras que tener el 30% de otro, en el
que la competencia está atomizada, sí puede constituirlo).
Los comportamientos anteriores coinciden en buena medida con los calificados como
colusorios, si bien lo que los califica es la nota de comportamiento empresarial no equitativo.
En cuanto a las consecuencias jurídicas de un abuso de posición dominante, y los derechos
que corresponden a los perjudicados vale lo dicho supra en relación a las prácticas colusorias.
La Sherman Act americana permite que en el caso de que una empresa abuse de su
posición de dominio en un mercado, la sanción que le sea impuesta por vía judicial consista
en su desmembramiento y división en varias entidades, de forma que se reconstruya un
mercado verdaderamente competitivo.
La polémica por el caso Continental Can forzó a que los Estados nacionales
decidieran aprobar (¡tras 18 años de discusiones!) un Reglamento comunitario específico,
que regulara la forma en que las concentraciones económicas deben ser aprobadas: se trata
del Regto. 4064/89, modificado significativamente en 1997. El actualmente vigente es el
Reglamento (CE) n° 139/2004 del Consejo, de 20 de enero de 2004, sobre el control de las
concentraciones entre empresas, que será previsiblemente reformado en fechas próximas.
La ley da un amplio margen discrecional para que se tenga en cuenta si los efectos
anticompetitivos se compensan por aspectos positivos, como la mejora de la competitividad
internacional o de los sistemas de producción. La decisión final corresponde a la Comisión
Europea en un caso y al Gobierno español en otro, y puede consistir: en una no oposición a
la concentración; en la exigencia de determinadas condiciones que compensen los efectos
anticompetitivos (p.e. que se vendan ciertas filiales, o que se abandone la producción de
determinados productos, etc.); en la oposición a la concentración, en cuyo caso no se podrá
realizar la operación, o si se hubiera realizado, en la obligación de “desconcentrar” (es decir,
de vender lo adquirido a terceros independientes).
Las decisiones de la Comisión Europea y del Gobierno son impugnables ante el TJUE
y ante el TS, respectivamente. El TS, en dos Sentencias una de 1 de abril y la otra de 2 de
abril de 2002 ha anulado sendas decisiones del Consejo de Ministros en materia de
concentración, exigiendo que si el Consejo se aparta del informe de la CNMC, debe motivar
su decisión. El TS además sentó el principio que las medidas que limiten la libertad de
empresa solo es legítima si resulta “necesaria, adecuada y proporcional” para garantizar la
existencia de competencia suficiente en el mercado.
Sin duda, una de las peculiaridades más exóticas de nuestra actual Ley de Defensa de
la Competencia (que estaba también incluida en las anteriores versiones, de 1989, y 1963) es
la previsión contenida en su art. 3, que prevé que la Comisión Nacional de la Competencia
o los órganos competentes de las Comunidades Autónomas conocerán en los términos que
la presente Ley establece para las conductas prohibidas, de los actos de competencia desleal
que por falsear la libre competencia afecten al interés público.