Artelogie 2794
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Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/artelogie/2794
DOI: 10.4000/artelogie.2794
ISSN: 2115-6395
Editor
Association ESCAL
Referencia electrónica
Prof. Paula Miranda Herrera., « Interculturalidad y proyectos alternativos en Violeta Parra: su
encuentro con el canto mapuche », Artelogie [En línea], 13 | 2019, Publicado el 07 septiembre 2018,
consultado el 20 abril 2019. URL : http://journals.openedition.org/artelogie/2794 ; DOI : 10.4000/
artelogie.2794
Association ESCAL
Interculturalidad y proyectos alternativos en Violeta Parra: su encuentro con... 1
Interculturalidad y proyectos
alternativos en Violeta Parra: su
encuentro con el canto mapuche
Prof. Paula Miranda Herrera.
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le concernía profundamente: como mujer, como sujeto social, como artista, como “poeta
de la música”, como chilena. Por ello su arte debe ser entendida en una doble vertiente
creativa: la de sus composiciones originales y la de la recreación e interpretación de
piezas de la tradición. Ambos quehaceres son un acto de creación (poiesis), aunque sólo
uno produzca temas originales y, el otro, canciones reapropiadas.
6 El registro de su labor de recopilación quedó consignado en varias cintas y cuadernos de
recopilación, algunos de los cuales han sido difundidos, aunque queden varios por ser
conocidos. Parte de esta labor se publicó en sus dos libros: en Poésie populaire des Andes
(publicado en París en 1965) y en Cantos folklóricos chilenos (ideado en 1959 y publicado
póstumamente en 1979). También en diecisiete singles y en sus LP: El folklore de Chile (seis
volúmenes editados entre 1956 y 1958), Chants et danses du Chili (dos volúmenes de 1956),
Cantos de Chile (1956) y El folklore según Violeta Parra (1962). Además, difundió lo encontrado
de manera atípica al realizar programas radiales y proyectos, como la creación del Museo
de Arte Popular y Folklórico en Concepción y el de la Carpa de la Reina, inaugurados en
enero de 1958 y en diciembre de 1965, respectivamente. En esas acciones Violeta recopiló
y difundió importantes géneros de la canción tradicional chilena, especialmente: el canto
a lo poeta (en sus vertientes de canto a lo divino, a lo humano y de paya), la cueca, la
sirilla, el vals y la tonada. La característica esencial de esta labor, es que todo impactó de
manera determinante en su obra de creación y que los diversos elementos y expresiones
de estas culturas se resolvieron en su obra desde una resuelta movilidad fronteriza y de
hibridación.
7 Sin embargo, y hasta hace unos cuantos años atrás, muy pocas personas en Chile
reconocían que parte importante de ese diálogo intercultural e intertextual, tan
determinante para la poética de Violeta Parra, se había nutrido de la cultura mapuche.
Entre esas decenas de cintas en que registró cantos tradicionales, encontré el año 2014,
cuatro cintas con ochenta minutos de grabación, catalogadas y digitalizadas3, en las que
Violeta Parra entrevista a un ülkantufe (cantor), a seis cantoras mapuche4 y recopila
treinta y nueve cantos en mapuzugun interpretados por sus propios cultores. En ese
trabajo, que permaneció ignorado desde el año 1958, en todos los estudios, menciones y
ediciones o re-ediciones de su obra, encontramos aquel eslabón que la conecta con el
mundo mapuche, en el mismo nivel de influencia fundamental que ella recibió de la
cueca, la tonada, el canto a lo poeta o la sirilla. Influencia que se hizo notar en su rigurosa
investigación y recopilación sistemática de esos géneros. Así, podemos afirmar hoy con
absoluta seguridad, que una de las artistas más admiradas en Chile y el mundo, por su
capacidad para interpelar nuestras emociones, visiones y experiencias, también nutrió su
obra de la cultura mapuche. Es más, por las fechas en que esas grabaciones fueron
realizadas (1957-1958), es probable que esa conexión contribuyese a gatillar en ella el
despliegue de su etapa más creativa y experimental, bajo una impronta única y radical,
comenzando con “El Gavilán”, las anticuecas y sus décimas autobiográficas.
8 Constatar esta presencia fundamental en la obra de alguien como Violeta Parra, permite
demostrar que las culturas, lengua y visiones mapuche, han estado presentes en la cultura
chilena mucho más poderosamente de lo que muchos están (o estaban) dispuestos a
reconocer. Quien admire su obra, admira también la rica diversidad y raíces de las que
estamos constituidos, reconoce en todo chileno, esa hermosa morenidad5 de la que habla
el poeta mapuche Elicura Chihuailaf y sin la cual Chile no sería lo que es hoy, enriquecido
con la belleza de las músicas, palabras, medicinas, lengua, emociones y sueños del
territorio mapuche o Wallmapu. Este encuentro influirá a nivel temático, poético y
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musical en las canciones, en el arte visual y también en los proyectos de Violeta Parra;
pero sobre todo en su comprensión del mundo y en el sentido que adquirirá su arte: en
función social y comunitaria6. La machi María Painen Cotaro, a quien Violeta visita en su
ruka (casa) diariamente durante más de un mes en 1957, la introducirá en la cultura
mapuche con sus enseñanzas y le ayudará a construir su propia autoimagen: la de una
mujer poderosa que podrá sanar a otros y aliviar sus propios dolores a través del canto, de
la palabgra. De esa condición pluricultural que poseen nuestros países, es de lo que nos
vino a hablar Violeta Parra. De esa hermandad en el canto, es de lo que ella nos hablará en
su proyecto. De ahí su labor y ejemplo pioneros: “en su divina comprensión, luces
brotaban del cantor” (PARRA.V, 2016: p.44), nos dirá en su canción “Cantores que
reflexionan” el año 1966.
9 Antes de describir los hitos fundamentales de este encuentro, me interesa describir el
contexto en el que esa labor tuvo lugar, en el plano de la naturaleza de su trabajo de
investigación etnográfica.
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12 Pero el rasgo distintivo de Violeta en este ámbito fue trazado por José María Arguedas en
el Congreso homenaje a Violeta Parra que tuvo lugar en la Universidad de Chile, a un año
de su trágica muerte. Allí, el escritor y antropólogo peruano aseveró:
13 Al identificarse y crear sobre manifestaciones folklóricas caracterizantes de clases
sociales o de razas (a las cuales se las considera inferiores porque por el hecho de haber
estado marginadas, esas razas mantienen al mismo tiempo características distintas), la
artista realiza el milagro de lanzar estos elementos diferenciantes y segregantes, como un
elemento unificador, universalizador, y no solamente en el plano nacional (…). Ella es lo
más chileno de lo más chileno que yo tenga la posibilidad de sentir; sin embargo, es, al
mismo tiempo, lo más universal que he conocido en Chile. (ARGUEDAS, 1968: p.71)
14 Esa diferencia no radicaría en el hecho de ser chilena como un valor en sí mismo, sino que
provendría justamente de aquellos saberes y manifestaciones que esa cultura nacional ha
subalternizado y subvalorado sistemáticamente, especialmente las indígenas. Lo que
Violeta veía en todas esas expresiones era su diferencia, la riqueza de su sentido único e
irrepetible. De hecho, en la cultura popular cada género poético o musical adquiere
muchas formas de actualización, dependiendo de la localidad o de la situación en la que se
produzca. Chile es un país hecho de fragmentos debido a su geografía muy angosta y
extensa, lo que crea muchas situaciones de aislamiento e incomunicación entre distintas
zonas. Así, un mismo género adquirirá melodías bastantes diferentes en diversas zonas, lo
que hace que los tonos y los temples e incluso las poéticas de cada cantor sean de una
enorme variedad y de una amplísima posibilidad de registros, siempre dentro de un
mismo género. Justamente de esa enorme amalgama tomará Violeta no sólo temas,
motivos y formatos, sino también tonos y registros, instrumentaciones y motivos. De la
cueca (baile oficial nacional), por ejemplo, existen diversas modalidades dependiendo de
la zona geográfica en que se cultive: cueca nortina, chilota, porteña, valseada, chora, etc.
De ahí también la forma muy particular que tuvo Violeta de preservar esas expresiones,
pues una de sus máximas era la obtener la mayor cantidad de veriones y diversificaciones
de distintos géneros. Para lograrlo, ella averiguaba rigurosamente dónde podría
encontrar cantores “viejitos” y “auténticos” (como ella misma les llamaba) y una vez que
lo lograba, los conocía de cerca, conversaba y compartía con ellos sus saberes, costumbres
y creencias, sus dichos y expresiones, sus cantos y versos, los sub-géneros de esos cantos,
sus formas musicales. En ese proceso creaba vínculos de amistad, pues a muchos lugares
ella retornaba en varias ocasiones. Una de sus estrategias era partir ella misma cantando,
para luego invitarlos a ellos a cantar y siempre les retribuía con algún presente, aunque a
veces fuese solo con su propio canto. “Si a mí no hay que tenerme vergüenza, yo soy
cantora también”7 (PARRA.V, 1958: s/p), le dice en Lautaro al ülkantufe Juan López
Quilapán, cuando este se muestra algo tímido frente a la petición que ella ha hecho de los
cantos.
15 Es distinta también la forma en que Violeta valora esos cantos, pues ella descubre en esos
cantores y cantoras no sólo textos, sino sobre todo elementos que le ayudarán a ella
misma a construir su imagen: modos de hablar, de ser, de pensar, de erigirse como sujeto
autónomo y sobre todo de cantar. Los giros, el humor, la desinhibición, la sabiduría
acumulada, el repentismo, la pasión carnal de las cantoras de tonadas, la fina y delicada
cultura que observa en ellos, la ritualidad y espiritualidad del canto a lo divino (Isaías
Angulo) y del canto de machi (María Painen Cotaro), es lo que marcará para siempre todos
sus quehaceres y toda su obra de creación. En este sentido, a Violeta no sólo le interesa el
objeto que va a rescatar, sino que incorpora los procedimientos y técnicas de esos y esas
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20 En un determinado momento Violeta tuvo la certeza que en ese puzzle multicolor del
folklore y la cultura popular que ella venía recopilando desde 1952, faltaba reconocer el
aporte de la cultura mapuche. Este trabajo de investigación realizado por Violeta, que
permaneció ignorado desde 1957 en todos los estudios y ediciones o re-ediciones de su
obra12, permite afirmar hoy con absoluta seguridad que ella nutrió su obra también de la
cultura mapuche. Es más, por las fechas en que esas grabaciones fueron realizadas
(1957-1958), es probable que esa conexión contribuyese a gatillar en ella el despliegue de
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su etapa más creativa y experimental, bajo una impronta única y radical, comenzando con
“El Gavilán”, las anticuecas y sus décimas autobiográficas.
21 Justamente debido a que nació y se crió en una zona de fronteras como son las regiones
del Bío Bío (San Carlos, San Fabián de Alico, Chillán) y de la Araucanía (Lautaro)
(1921-1927), Violeta asimiló entre los años 1917 y 1932, a través de sus padres, familiares y
amigos cercanos, una cultura rica en festividades, rituales, comidas, cantos y bailes
comunitarios y conoció todas las tradiciones musicales que ya he nombrado. Desde 1953
esto se convertiría en un trabajo sistemático de recopilación, estudio y difusión del
folklore, que no se detendría sino hasta su muerte. Por eso en una carta inédita escrita
por ella en París y dirigida a Paul Rivet, Director del Museo del Hombre, le dice en 1955:
“Mi único deseo es trabajar, para poder continuar mi labor de difusión folklórica, que es
cosa aparte del trabajo y tan importante como este”. Hay en ella una permanente
preocupación de difusión folklórica a través de la discografía (dieciocho discos contienen
en su gran mayoría, cantos de la tradición reintepretados por ella), la radiofonía
(programas radiales como “Canta Violeta Parra” o entrevistas), la educación (talleres de
baile y guitarra en Concepción, Ginebra y en la Universidad del Norte o la misma Carpa de
la Reina) y de su propia creación.
22 Para 1957 la Universidad de Concepción la había contratado para realizar trabajos de
investigación etnomusicológica. Y es justamente en ese año que Violeta llega al Coro de
profesores de Temuco preguntando por canto de machi. Un profesor, Hernán Herrera, la
lleva a su casa en Millelche y allí la hospeda durante un mes. Durante ese mes, Violeta
entrevista diariamente a la machi María Painen Cotaro y comparte desde las ocho de la
mañana hasta las seis de la tarde, su ruka y el conocimiento ancestral de la sanación a
través de las hierbas, el toque del kultrung y el canto13. Esa primera inmersión profunda y
deslumbrada en la cultura mapuche, le permite al año siguiente, dejar grabadas las voces
y testimonios, en la casa de Fernando Teillier (Lautaro), de Juan López Quilapan, Juanita
Lepilaf, de Adela y Rosita. En Labranza, es probable que ese mismo año, haya dejado
registradas las voces de las cantoras Carmela Colipi, Juana Huenuqueo y María Quiñenao.
Según lo estableció Elisa Loncon, en el libro que mencioné más arriba, el contenido
central de las cintas son treinta y nueve cantos en mapuzugun, de temáticas
intracomunitarias y circunstanciales, de una profunda emotividad y fuerza expresiva,
algunos improvisados, otros memorizados, algunos vinculados a rituales, la mayoría a
tareas del diario vivir: enamorarse, trabajar en la trilla, hacer dormir la guagüita,
enviudar, tomar decisiones. Aunque también aparecen cantos ligados al ngillatun y al
machitun. A través de sus temáticas, de las voces, ritmos e inflexiones emotivas de los
cantores, se aprecia la gran energía y especial creatividad del canto y la palabra mapuche.
23 Al recopilar estos cantos, Violeta interactúa profundamente con sus depositarios, por lo
que su obra se nutre tanto de los cantos mismos como de lo que las personas le conversan
y le enseñan a través de las conversaciones. Violeta intenciona el especial tipo de canto
que recopila e indaga sobre cuándo son cantados: “¿Y cuándo se cantan?”, ¿para qué se
cantan?”, les pregunta insistentemente. Pero también les pregunta por lo esencial, por su
mensaje: “¿Y qué dice la palabra?” (MIRANDA, 2017: p. 33). De esos cantos y de sus
depositarios, ella obtendrá aprendizajes para su propia vida y para el sentido que irá
adquiriendo su quehacer: capacidad de improvisación y de productividad idiomática;
funcionalidad y síntesis poéticas; enorme importancia otorgada a la palabra, cantada o
recitada; capacidad vital de subsistencia, resiliencia y adaptación; cierto humor; una
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27 Otra influencia determinante en este encuentro serán las imágenes de mujeres que
Violeta conocerá en este nuevo contexto y que se suman a la extensa genealogía de
figuras femeninas que le han servido en su propia autoimagen: la de su madre, de
cantoras populares y de tonadas. A estos rasgos se sumarán la dulzura y maternalidad de
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29 Cuando Violeta le pide al ülkantufe Juan López que le cante una canción y él titubea, entre
ambos concluyen que esa canción tiene que ser de amor: “De amor tiene que ser, pueh”
(MIRANDA, 2017: p.70), le dice Violeta. Amor doliente, catarsis amorosa, amor lúdico,
cantos de seducción, éticas del amor, amor entre hermanas, amigas y primas,
concepciones del amor entrelazadas a hierbas, pájaros o musgos. En el territorio del
amor, en esos “jardines humanos” (PARRA.V, 2016: p. 63), será donde ella propondrá
nuevas maneras de decir el amor: en “El Gavilán” de 1957 o en “Maldigo del alto cielo” de
1966, bajo imágenes y pulsiones tanáticas y destructivas, será posible realizar la catarsis
del dolor amoroso; pero propondrá también nuevas éticas y posibilidades para la
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convivencia humana. Cantos rituales de gratitud e iniciación15 es lo que hay en Las últimas
composiciones (1966).
30 Punto aparte merece el impacto que va a provocar este contacto en “El Gavilán” de 1957,
y que la investigadora Lucy Oporto había vinculado en su libro de 2013 tan lúcidamente a
la imagen de la machi16 (OPORTO, 2013: p.183). La potencia de ciertos ritmos, el quiebre de
la sonoridad y la fuerza de los instrumentos, replicarían, según Oporto, los mecanismos
que utiliza la machi para inducir el trance y comunicarse con el mundo de los espíritus,
especialmente en su papel de sanadora. De entre las influencias que la convivencia con las
y el ülkantufe pudo haber tenido, destaco solo una: el trabajo con la voz y la emoción.
Violeta ha escuchado y grabado durante varios meses sus voces y todas ellas trasuntan
una enorme emotividad, inflexiones de sufrimiento y sentimentalidad, pero sin jamás
caer en tonos melodramáticos. A veces el ül se transforma en un suspiro, en un quejido o
lamento, en una oración. Esa sonoridad sin duda ha quedado registrada en la voz que está
detrás de “El Gavilán” y que la misma Violeta imaginó en ese registro. Esa voz y sus
quiebres será la que permitirá que el canto pueda ser una vía de purificación y sanación
frente a la muerte por asesinato, de la que será víctima la gallina.
31 Otra canción amorosa en esta línea es “Qué he sacado con quererte” de 1965, aunque en
un recital en Ginebra ese mismo año, ella indicase que se llamaba “Ayayay”. Para Enrique
Bello la canción “suena a antigua queja india” (BELLO, 1965: s/p) 17. En la melodía y en el
sentido fundamental de la palabra, resuena cierto lamento presente en varios de los
cantos recopilados. El lamento se acentúa al final de cada verso, con el “ay” y al final de
cada estrofa con el “¡ayayay, ay, ay! (PARRA.V, 2016: p.79) Cada momento de la canción
define su sentido por esta queja, la que irá in crescendo, especialmente en la primera
versión de la canción, en la que hacia el final, registra no solo la voz de Violeta y su
suspiro, sino también una especie de llanto breve. Ella captó esta “pena” profunda en la
interpretación de los ül, especialmente los que le compartieron las cantoras Carmela
Colipi (canto de viuda y por la hija fallecida), María (“Me abandonaste”) y Rosita (“Me
dijiste que no me mentirías”). Ellas le trasmiten ese hondo pesar, que atraviesa su propio
lamento en “Qué he sacado con quererte” de 1963. En esta canción, la belleza y armonía
de la naturaleza, se contradice con la maldad que representa aquel que ha abandonado a
la mujer: “Pero tú, palomo ingrato/ ya no arrullas en mi nido” (PARRA.V, 2016:p74) Al
igual que en “El Gavilán”, las mujeres valoran las virtudes de aquel que han amado,
aunque muy pronto admiten su imperfección y crueldad, y optan por un dolor que será
purificado a través del canto y el suspiro: “¡Ayayay, ay, ay, ay!” (PARRA.V, 2016:p79). Ese
lamento está también muy presente en otra canción grabada en la misma época en París,
“Santiago, penando estás”, pero ahora ampliando el sentimiento del abandono y la
traición hacia toda una sociedad: la de una ciudad de Santiago sometida a las injusticias
sociales y a los gobierno opresores del siglo XX.
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en ningún sentido. Aquí se consigna el calvario inevitable que ha debido y que deberá
padecer el mapuche. El último verso de cada estrofa remata con el llamado a un
levantamiento indígena en la persona de diversos longkos de la comunidad, pero lejos de
remitir a una proclama de alzamiento indígena, esto es el suspiro final de quien ha caído
en la desesperanza más absoluta e irreversible: “totora de cinco siglos, nunca se habrá de
secar” (PARRA.V, 2016: p.121). Llama la atención que los diversos apellidos invocados,
remitan efectivamente a líderes cuyos descendientes Violeta conoció en su trabajo de
recopilación (Quilapan, Manquilef, por ejemplo) y que todos sean caciques y longkos que
combatieron en la guerra mapuche contra la ocupación española. Cada uno de ellos
obtuvo triunfos parciales sobre los usurpadores, pero también de manera cíclica, todos
ellos fueron cruelmente asesinados: es el caso de Galvarino, Lautaro, Quilapan y
Caupolicán.
33 Esta visión derrotista está aplacada en una tercera versión de esta canción. En dos
estrofas agregadas, Violeta se vincula afirmativamente y en el presente con los sentidos
de la cultura mapuche, desde su cosmovisión y desde su especial vínculo con la
naturaleza. Esta tercera versión resulta ser muy importante, porque es la única vez que
Violeta, en su obra, nombra esta cultura como la “mapuche”: “porque al mapuche le
clavan/ el centro del corazón” (PARRA.V, 2016: p.122). Además, en esta versión Violeta
volvió a cambiar los nombres de algunos de los longkos o héroes emancipadores (ya lo
había hecho en la versión de 1963), y agregó una estrofa final de diverso registro a todas
las anteriores, en clave más eco-poética que histórica. En ella, hay una queja porque las
especies arbóreas nativas ya no darán sus frutos, pues aparecen secándose y en abierto
peligro de extinción. Si el levantamiento no tiene posibilidad aquí, tampoco tendrán
posibilidad de ser preservados los recursos naturales resguardados por los mapuche,
adelantándose así a las crisis ecológicas, ambientales y económicas vinculadas hoy a las
luchas por la recuperación de tierras de parte de los pueblos indígenas.
34 En esta misma línea reivindicacionista, pero bajo una escena más plástica está su “Según
el favor del viento” de 1962. En esta canción, la favorita de Nicanor Parra, en una
barquichuela en medio del mar tormentoso de Chiloé, tienen lugar las penurias que debe
sufrir el isleño que atraviesa las inclemencias del clima marino y las injusticias sociales,
para llegar con mucho sacrificio hasta el puerto y vender allí su leña, recibiendo a cambio
solo más miseria y padecimiento. El isleño intentará en Castro vender la leña de pellín
que ha traído desde el monte (dejando atrás sus “rucas”): “Con su carguita de leña/ que
viene a vender al puerto/ compra un kilo azúcar/ para endulzar sus tormentos”
(PARRA.V, 2016: p.99). La extrema dureza de las condiciones en que trabajan los
indígenas, la humildad sacrificial de sus labores y la adversidad histórica y geológica (el
mar inclemente), quedan en parte atenuadas gracias a algunas imágenes cálidas y
acogedoras. Ahí, en esa precaria balsa hecha de frío y tormentas/os, existen también
imágenes nutricias: las manos de la isleña pelan papas y anuncian con ello el “milcao”
(pan de papa y harina) y el mate: “en un rincón de la barca está hirviendo la tetera”
(PARRA.V, 2016: p.98), lo que prepara la escena de la siguiente estrofa: “Chupando su
matecito/ o bien su pescado seco/ acurrucado en su lancha/ va meditando el isleño”
(PARRA.V, 2016: p.99). Los “tormentos” son endulzados por pequeños destellos de
protección que iluminan humanamente las escenas, con efectos de compasión y calidez.
Esta sensación que la canción trasmite de cierta protección e infinita ternura, está dada
también por la actitud solidaria de quien testimonia todo esto, cerrándose cada estrofa
con un ritualístico mantra, de lamento y de autoexigencia: “llorando estoy, /…según el
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favor del viento/ me voy me voy” (PARRA.V, 2016: p.101). Ese yo realiza además dos
acciones más de liberación y compasión: la que denuncia deseará morir por los isleños en
el canto - “Quisiera morir cantando/ sobre de un barco leñero” (PARRA.V, 2016: p.100).-
Forma de morir, que remite al mundo mapuche, que en su wampu (canoa) y cantando,
anhela partir al otro mundo, según me indica Elisa Loncon. Como cierre liberador,
recurrirá Violeta a una segunda acción, bajo una religiosidad ligada al canto a lo divino y
a la teología de la liberación: “Y venga el trueno furioso/ con el clarín de San Pedro/
Llorando estoy/ y barra los ministerios, me voy me voy” (PARRA.V, 2016: p.100).
35 Como complemento y proyección de todo esto, habrá dos piezas musicales más, editadas
en 1966 en Chile, ambas instrumentales que también recogen esta nueva influencia
mapuche: “Tocata y fuga (o Los mapuches)”, grabada a mediados de 1965 y editada en
1966 en un single de Emi Odeon; y “Galambito Temucano (galambo, danza del sur de
Chile), del mismo año, pieza interpretada por Violeta y Gilbert Favré.
36 Pero al igual que en la cultura mapuche, donde la vida tiene siempre una dimensión dual,
la barca de sufrimiento a la intemperie de “Según el favor del viento” de 1962, se
transformará en una barca prodigiosa y mágica en su canción “Es una barca de amores” (
Canciones reencontradas en París, 1971), grabada en París en 1963. Esta canción inaugura
una compenetración más plena con la cultura mapuche, saliéndose del tono
reinvindicacionista y entrando de lleno en la cultura mapuche vista desde dentro y en
sintonía con sus propias visiones y valoraciones del mundo. Esta canción se centra en la
intensidad del sentimiento amoroso que podrá unir y reconciliar, bajo la “flor del
comprendimiento” (PARRA.V, 2016: p.63), a todos los pueblos del mundo, entendidos
como “jardines humanos”. En esta canción, que además evidencia en su estribillo una
clara influencia musical mapuche, una barca universal navega lúdicamente los mares,
llevando amor y luz a todos los rincones y puertos. La visión es cíclica, de transformación,
cambio y vitalismo, basada en las dinámicas de la naturaleza, la que es concebida como un
ser vivo. La breve canción está hecha de potentes y a la vez delicadas imágenes que
entrelazan la belleza de la naturaleza con el comportamiento humano. El ser humano es
visto aquí en su condición positiva y afirmativa, siguiendo los ciclos y dinámicas de la
naturaleza: “En los jardines humanos/ que alumbran toda la tierra” (PARRA.V, 2016:
p.63). La última estrofa remitirá a la importancia de la amistad filial y pasional, analogada
nuevamente con la madre tierra: “el árbol más amistoso/ y el fruto de la pasión”
(PARRA.V, 2016: p.63), remarcando con esto el tema central de su canción “Volver a los
17” de 1966, ese que superpone la superioridad de la emoción amorosa a cualquier tipo de
saber o acción: “Lo que puede el sentimiento/ no lo ha podido el saber/ ni el más claro
proceder/ ni el más ancho penamiento” (PARRA.V, 2016: p.48).
37 Pero será claramente en “El Guillatún” de 1966 donde la compositora desplegará todo lo
que llegó a compenetrarse y enamorarse de esos treinta y nueve ül mapuche. Para José
Pérez de Arce, el “guillatun es el espacio en el que el pueblo mapuche elabora su arte
musical mayor” (HORMAZÁBAL, 2013: p.148). Es probable que Violeta Parra haya asistido
en Millelche a ceremonias de sanación (machitún) y rogativa (ngillatun), por lo que le es
posible describir con mucha precisión y conocimiento en qué consiste la rogativa. En la
descripción de la ceremonia, que se desarrolla a medida que la canción avanza, interviene
activamente toda la gente de la comunidad, comenzando por la machi, a la que se suma
gente que ha sido sanada por ella (“hasta los enfermos de su machitún”) para abarcar
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finalmente a toda la comunidad de Millelche: “los indios resuelven”, “aumentan las filas”,
“se juntan los indios en un corralón” (PARRA.V, 2016: p.119). El protagonista de la
ceremonia descrita será finalmente toda la comunidad de Millelche, y el canto que aquí se
reivindica será el de todos, los gritos colectivos expresados en el afafán serán de gran
relevancia, pues con ellos adquiere fuerza, apoyo y sentido la ceremonia total. Las fuerzas
divinas han escuchado a la comunidad y finalmente “El rey de los cielos muy bien
escuchó/ remonta los vientos para otra región” (PARRA.V, 2016: p.119). La
transfiguración de la realidad se ha producido gracias a la fuerza colectiva del ngillatun,
el que cerrará el círculo ritual ofrendado a esos mismos dioses.
38 En este canto presenciaremos el desarrollo del ritual mapuche por medio del cual se
realiza una rogativa para pedir que “cesen” las lluvias, casi como si estuviésemos
asistiendo vivencialmente a la rogativa. La melodía es una “danza al estilo araucano”, de
una monotonía intensificadora y de purificación. Parte del último verso se repite dos
veces, llevando el canto hacia la reiteración, el mantra y la oralidad. En el transcurso del
canto, se describe la realización del ritual sincrético en que participa toda la comunidad
comandada por la machi y donde se le pedirá a “Isidro”, “Dios” y “San Juan” (PARRA.V,
2016: p.119), así nombrados, por el término del temporal que está provocando la pérdida
de las cosechas. El canto y los instrumentos de la comunidad, sumados a la invocación
solar hecha por la machi, permiten el milagro:
El rey de los cielos muy bien escuchó
remonta los vientos para otra región,
deshizo las nubes después se acostó,
los indios le cubren con una oración
con una oración, con una oración.
(PARRA, V. 2016: p.119).
39 Producida la acción tendrá lugar el ofrecimiento a Dios del “primer almud” (PARRA.V,
2016: p.120) y la fiesta de la cosecha, luego de la cual volverán los “indios” a guardar: “el
canto, el baile y el pan” (PARRA.V, 2016: p.120). El cumplimiento del ritual gracias a la
rogativa, el agradecimiento indígena, la renovación del ciclo agrícola, el gesto de
“guardar” que implica que eso volverá a ser usado próximamente y que por el momento
se deja a resguardo, tiene otro sentido muy distinto al de la queja de “Levántate,
Huenchullán” de 1962. Esta mirada se inscribe en la lógica de la plena vigencia de las
culturas indígenas, que tiene que ver ya no con los indigenismos integracionistas y
desarrollistas, sino con la “autonomía” y la “autodeterminación” de esos pueblos, que han
conservado y renovado su caudal de conocimiento y tradiciones, y que gracias a ellas
podrán seguir sobreviviendo.
40 Ya he comentado cómo para mis amigos pehuenche la canción “más mapuche” sería
“Gracias a la vida” de 1966. Pues según ellos, esta canción cumpliría exactamente las
mismas funciones que cumplían sus cantos del ngillatun: agradecer por todo lo que
recibimos diariamente.
41 Hay muchos elementos en ella que le vienen dados justamente de la concepción poética
del canto mapuche: su ritualidad, su ética del amor, su función social. Ella representa
junto con “Volver a los 17”, del mismo disco, la sublimación positiva del amor, con una
fuerte presencia del sentido de vitalismo y regeneración, poetizados bajo la fórmula y el
acto del agradecimiento. Cada estrofa ofrece un cuadro autónomo de la gratitud, que se
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compone de tres gestos: el de agradecer, la obtención del don (la gracia) y la proyección
plena de éste en el sujeto amado. La canción es un acto verbal de agradecimiento hacia la
vida y hacia todo lo que ella permite: la visión, la audición, el sonido de las palabras, la
marcha, la pasión, la risa y el llanto. Todas esas dádivas existenciales le permiten al yo
mirar y sentir el mundo transmutado en belleza estética, en percepción humanizante;
aunque el objetivo pleno se logre solamente en la posibilidad de poseer, a través de esos
dones, al amado. Aquí las relaciones implican complementariedad y reconocimiento del
otro.
42 Por eso “Gracias a la vida” es mucho más que una canción, es un acto ritual de gratitud y
sanación, es una palabra-acción que permite, en distintas circunstancias vitales, expresar
la gratitud y la posibilidad de que la vida continúe, pese a todo. Solo habría que agregar
que la capacidad de agradecer por lo que se ha obtenido, es más común entre las
cosmovisiones campesinas e indígenas que entre las occidentales. Según los abuelos
maya-quichés Nan Faviana Cochoy y Tat Pedro Celestino Yac Noj, un principio básico para
vivir mejor es agradecer, pues en ese gesto, lo que cada uno ha recibido como don o
dádiva, no queda encerrado en uno mismo, sino que se refleja hacia aquel o aquello que lo
ha posibilitado y así la buena energía circulará permanentemente entre los que dan y los
que reciben, promoviéndose relaciones de reciprocidad y de cooperación genuinas.
Agradecimiento, respeto y reciprocidad son la base para una convivencia plena en
comunidad. De ahí que esta canción se deba imaginar más bien como una ética de
comportamiento, como una ecopoética, que ha encontrado en el canto ritual mapuche su
sentido fundamental y definitivo, su forma de agradecer a la vida: “Y el canto de todos/
que es mi propio canto” (PARRA.V, 2016: p.143).
43 Todo este trabajo impactará en toda su creación, y no solo en las canciones más
explícitamente vinculadas con lo indígena, como “Levántate, Huenchullán”, “El
Guillatún” o “Según el favor del viento”. Todos estos cantos tienden a las analogías, a un
vínculo con los sonidos y sensaciones ligadas a la naturaleza: “Para olvidarme de ti voy a
cultivar la tierra” (PARRA.V, 2016: p.64), había dicho ya antes en “La jardinera”. Pero hay
también en esta palabra indígena una responsabilidad social: la transmisión de una ética
de comportamiento que deberán asumir tanto emisores como receptores y que, en Violeta
Parra, se verifica como una aspiración a la verdad, esa que según sus propias palabras
“anda a la sombra en la tierra” (PARRA.V, 1970:p.158). Muy parecido al concepto mapuche
de la koybatun (mentira) que debe ser desterrada. Esa realización permite a las
comunidades hacer catarsis, sanaciones, rituales conmemorativos o chamánicos, actos
cotidianos de reafirmación identitaria y acciones que los ayudan a superar la “avería de lo
cotidiano”, para decirlo con palabras de Jorge Teillier. Pero sobre todo, su canto se
transformará en puente entre culturas y en nuevos desafíos para el encuentro
intercultural.
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Interculturalidad y proyectos alternativos en Violeta Parra: su encuentro con... 16
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NOTAS
1. La expresión “chilenización” de suele aplicar a los procesos de “desperuanización” ocurridos
en las ciudades de Tacna, Arica y Tarapacá, luego de la Guerra del Pacífico (Cf. Chilenizando a
Tunupa.La escuela pública en el Tarapacá Andino 1880-1990 de Sergio González Miranda (2002) o del
mismo autor (1995): “El poder del símbolo en la chilenización de Tarapacá”, Revista de Ciencias
Sociales N° 5: 42-56. Una seria y documentada crítica a las formas de entender esta chilenización
por parte de González, es abordada junto a otras dimensiones del tema, en el fundamental
artículo “La ‘chilenización’ en el Norte y Sur de Chile: Una necesaria revisión”, Francisco Cádiz
(2013), Cuadernos Interculturales N°20: 11-43. Ver también: Palacios, Raúl (1974). La chilenización de
Tacna y Arica 188-1929, Editorial Jurídica, Lima. Importantes estudios sobre la relación del Estado
chileno con el pueblo mapuche, se refieren también, directa o tangencialmente, a este mismo
fenómeno: Pinto, Jorge (1998, 2001, 2007); Timmermann, Freddy (2004): Bengoa, José (2000);
Mariman, Pablo (2006); entre otros.
2. En un crítico artículo sobre el tema, Boccara distingue dos momentos en el uso de la noción de
“interculturalidad”. Una que está vigente hasta antes de los años 90, usada por diversos agentes
como herramienta de descolonicación del saber y de las relaciones sociales: “militantes y
profesionales autóctonos que la vinculan al ámbito de la autogestión y de la educación bilingüe y
la usan para revalidar los conocimientos de las culturas indígenas”, de claro perfil político y de
descolonización material y simbólica; y otra, usada a partir de los años 90, en que el término se
vacía de su carga crítica para a ser una herramienta conceptual central de las estrategias neo-
indigenistas del Estado, transformándose en política pública a partir de la Ley Indígena de 1993.
Aquí, la interculturalidad “se encuentra así extraída de las luchas políticas anti-hegemónicas
indígenas para ser importada en el ámbito de las políticas estatales” (BOCCARA, 2012: p.16).
3. Las cintas que contienen estas entrevistas junto al registro de los cantos son las 95, 96, 97 y 101
y se encuentran en la Mediateca de la Universidad de Chile. En adelante, cuando nos refiramos e
incluyamos citas de este material, indicaremos el número de cinta en la que se incluye la
entrevista.
4. Hemos decidido omitir la pluralización de la palabra mapuche con la “s” de la gramática
castellana, recomendada por la Academia Chilena de la Lengua, y de todas las palabras del
mapuzugun; para dar espacio de expresión a la lengua mapuche con su propia gramática,
siguiendo la trayectoria que han asumido los defensores de la lengua mapuzugun en los últimos
años, en la que no existe la pluralización de sustantivos, pues en dicha lengua, cuando ello es
necesario, se recurre al uso de un numeral, se pluraliza el adjetivo o se utiliza el colectivizador
“pu”.
5. Expresión utilizada por Elicura Chihuailaf en varias entrevisas y que acuñó en Recado
confidencial a los chilenos (1999).
6. Esto tiene gran importancia también para la memoria musical chilena, como una forma de
contrarrestar la manera por momentos homogeneizante en que hemos pensado nuestro folklore,
pues todavía se invisibiliza el papel de los indígenas y negros en los estudios musicales “de la
zona central” (Rendón, 2000: p.10-11). Según el mismo autor, “habría que reconsiderar la
presencia indígena, especialmente en las manifestaciones de cultura popular que persisten hasta
hoy” (Rendón, 2000: p.10-11). Es interesante que también Pereira Salas resalte en su mapa de la
etnomúsica esta influencia mapuche en la zona central de Chile; la que se complementa con la
zona de los pueblos del norte (atacameños) y del sur (yaganes y kaweskar).
7. PARRA, VIOLETA. Conversación. Carrete 096: Recolecciones de Violeta Parra en Temuco.
Archivo de Música Tradicional Chilena. Universidad de Chile, 1958.
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8. Este último dato es testimonio de su hija Isabel Parra y está consignado en El Libro mayor de
Violeta Parra (2009). Los datos referidos a las otras dos universidades están ampliamente
respaldados en todos los estudios sobre la vida y obra de Violeta.
9. Se le nombra así en el material de difusión de la IV Escuela Internacional de Verano de la
Universidad de Concepción (enero de 1958). Allí Violeta ofreció un curso de cueca y guitarra.
Pero su vínculo con la U. de Concepción tiene además otros hitos: en mayo de 1957 había ofrecido
un recital en el Salón de Honor de dicha Universidad; en junio de 1958 actuó en la inauguración
de la II Escuela de Invierno de la U. de Concepción en Chillán y el 5 de enero de 1960 ofreció una
conferencia en la VI Escuela Internacional de Verano en la misma casa de estudios superiores.
10. Entrevista de Mario Céspedes en el Hotel Bío Bío en 1960. Recopilado en Violeta Parra en el Aula
Magna de Concepción. Fundación Violeta Parra y Sello Oveja Negra, 2010.
11. Ibid.
12. Excepción hecha de la fundamental referencia realizada por Ángel Parra (2006) en su
biografía Violeta se fue a los cielos, Catalonia, Santiago.
13. Según testimonios de diversas personas de Millelche y muy especialmente de Ricardo Herrera
Rossat, hijo de Hernán Herrera. Entrevistas realizadas por Paula Miranda entre 2015 y 2016.
14. Proyecto que consistió en la producción de una espacio cultural en la Comuna de La
Reina, en Santiago de Chile, entre diciembre de 1965 y febrero de 1967.
15. Consultar Miranda, Paula. “Poesía amorosa: enamoramientos, gratitudes y maledicencias”. La
poesía de Violeta Parra. pp. 113-164. Editorial Cuarto Propio, 2013.
16. Capítulo 6 “Análisis de la estructura formal: una carnicería afectiva”. pp. 175-184; solo
presente en la edición de 2013 de El Diablo en la música. La muerte del amor en “El Gavilán”, de Violeta
Parra. Editoral USACH, (2º edición).
17. Contracarátula. Recordando a Chile/ Violeta Parra (Una Chilena en París). Odeon, 1965.
RESÚMENES
Este artículo explica y analiza las formas en que Violeta Parra (1917-1967), desde su arte y sus
proyectos, propuso formas alternativas para el diálogo intercultural y para la reinvidicación y
difusión de los saberes que la modernidad en el Chile del siglo XX, ha vuelto subalternos. Se
analizan las formas atípicas en que llevó a cabo su trabajo de recopilación de las tradiciones
poético-musicales del folklore y de la cultura popular chilena. En esta línea se describe en
particular y pormenorizadamente su inmersión y trabajo pionero con la cultura mapuche (pueblo
originario màs importante de Chile) a fines de los años 50, en base al hallazgo de cuatro cintas en
que la compositora entrevista a un cantor y a seis cantoras mapuche y que no habían sido
consideradas en ningún trabajo anterior sobre la autora. Se evidencia además, el impacto que
tuvo este encuentro en su propia obra y el aporte determinante que significa la obra y proyectos
de Violeta Parra para el diálogo intercultural desde posturas alternativas.
L'article explique et analyse comment Violeta Parra (1917-1967), à partir de son art et de ses
projets culturels, a créé des formes alternatives pour un dialogue interculturel, à travers la
revendication et la diffusion des savoirs subalternes dans le Chili du 20e siècle. On analyse ici la
façon atypique dans laquelle elle a mené son travail de recueil des traditions poétiques musicales
du folklore et de la culture populaire chiliens. Dans cette perspective, on décrit en détail son
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travail pionnier de la fin des années 50 sur la culture mapuche (le peuple natif plus important au
Chili). Perspective ouverte par la découverte de quatre enregistrements de l'artiste avec
interviews à un chanteur et six chanteuses mapuches. C’est un matériel absolutement inédit de la
littérature de Violeta Parra. Il est aussi possible de mesurer l'impact de cette rencontre pour son
propre travail, et l'apport déterminant que l'œuvre et les projets de l'artiste nous ont laissé pour
un dialogue interculturel à partir de visions alternatives.
ÍNDICE
Mots-clés: Chant mapuche, Interculturalité, Projet culturel, Violeta Parra
Palabras claves: Canto mapuche Interculturalidad Proyecto cultural Violeta Parra
AUTOR
PROF. PAULA MIRANDA HERRERA.
Académica Asociada. Facultad de Letras. Pontificia Universidad Católica de Chile. paulamirandah
(at)gmail.com
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