4 - Mozart, El Amado de Isis PDF
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Título original: Mozart. L’aimé d’Isis
Christian Jacq, 2006
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Mozart hizo que le anunciaran al rey Federico Guillermo II, que había
subido al trono el 17 de agosto de 1786, sucediendo a su ilustre tío, el
francmasón Federico II. Federico Guillermo se interesaba por las
sociedades secretas y había estado muy vinculado a los dirigentes de
la Rosacruz de Oro del antiguo sistema, antes de la desaparición de la
orden.
De modo que Mozart no se dirigiría a un profano, y esperaba que
Thamos, tanto en Potsdam como en Berlín, estableciera serios
contactos con algunas logias que buscaran la iniciación.
Salió a su encuentro el francés Jean-Pierre Duport, violoncelista,
profesor de su majestad y superintendente de música de la Cámara
Real. Duport, desmedrado y con el rostro lleno de arrugas, daba miedo
a los niños.
—Me han dicho que deseáis ver al rey.
—En efecto, señor superintendente —respondió Wolfgang en
francés.
—Ah… ¡Habláis mi lengua materna!
—Un poco. En mi juventud residí en París.
El tono de Duport se suavizó.
—¿Qué deseáis exactamente?
—Ofrecer mis servicios a su majestad.
—El rey está muy ocupado y…
—Tal vez podría ofrecerle una breve improvisación a partir de uno
de vuestros minuetos…
El francés vaciló.
—Excelente idea. Pongamos… ¿el 29, al anochecer?
Las logias berlinesas, tan poderosas antaño, vacilaban ahora. Una vez
expulsados de la ciudad iluminados y rosacruces, y con la Estricta
Observancia agonizante, ¿qué camino debían seguir?
Tras haber descubierto un importante dispositivo policial, Thamos
organizó Tenidas secretas que sólo reunían un pequeño número de
hermanos, en el domicilio de uno u otro, con toda seguridad.
Sin ocultar las dificultades vividas por los francmasones vieneses,
Mozart expuso los resultados de las investigaciones llevadas a cabo
desde hacía varios años, gracias a Thamos y a Von Born. Los tres
grados de Aprendiz, Compañero y Maestro formaban una verdadera
senda hacia el conocimiento y la Luz, siempre que sus rituales
estuvieran correctamente compuestos y celebrados. Era conveniente
quitarles el polvo, purificarlos y restituir las etapas principales de la
tradición egipcia, madre de la iniciación. Por lo que a Thamos se
refiere, deploró las lamentables desviaciones de los altos grados, una
serie de huidas hacia adelante que buscaban la vanagloria, los títulos
rimbombantes y las ceremonias vacías de sentido.
Varios hermanos quedaron tocados, convencidos incluso, ¿pero
cómo abrir una nueva logia, con auténticos rituales, sin sufrir los
ataques de la administración masónica y de las autoridades? Actuar
clandestinamente exigía demasiado valor y decisión.
—Luis XVI parece haberse reconciliado con su pueblo, que aún siente
gran afecto por él —le dijo Geytrand al conde de Pergen, nuevo jefe de
la Policía, dotado de plenos poderes para mantener el orden en los
territorios del emperador.
—Pronto se esfumará la ilusión —afirmó Joseph Anton—. Los
campesinos incendian los castillos, la violencia y los desórdenes no se
interrumpirán. Se trata, en efecto, de una revolución, y pronto se
transformará en un baño de sangre. Textos y testimonios demuestran
que quiere exportarse, especialmente por medio de los francmasones.
Ahora, mi querido Geytrand, ya no estamos obligados a actuar con
sordina y disponemos de todos los medios legales. La toma de la
Bastilla enfurece al poder, y todos se inquietan por la funesta suerte
que podría estarle reservada a María Antonieta. Debo arrancar de
raíz cualquier movimiento revolucionario en Austria, y me entregaré
a ello sin desfallecer.
—Mozart zozobra —dijo Geytrand con una sonrisa satisfecha—. El
proceso en curso le está destrozando, y su esposa está enferma. En
adelante, no volveremos a oír hablar de él.
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—Curiosa gestión por parte del barón Gottfried Van Swieten —le dijo
Joseph Anton a Geytrand—. Solicita al emperador que conceda a
Mozart un cargo mejor en la corte, o vicemaestro de capilla o profesor
de música de la familia imperial. Es un comportamiento sospechoso,
por parte del jefe de la censura, que no debería ignorar la pertenencia
masónica de Mozart.
—Van Swieten no pertenece a ninguna logia vienesa —repuso
Geytrand.
—Al apoyar de este modo a Mozart, demuestra su simpatía por la
francmasonería.
—¡Y sin embargo no deja de criticarla!
—Un traidor taimado, ¡tal vez eso es lo que es el barón Van
Swieten! Pero hay que probarlo. Mientras, he recomendado prudencia
al emperador, que no tiene intención de conceder a Mozart un
ascenso. Su Così fan tutte ha recibido una acogida mediocre y pronto
desaparecerá del cartel. En opinión general, tendría que limitarse a
hacer música de danza y renunciar a la ópera.
—¿Acaso no es la vuestra, señor conde?
—Così fan tutte es una obra sublime, la más abstracta de Mozart y
la más cercana a lo invisible. Sus personajes no son humanos, sino
símbolos al servicio del misterio que revelan don Alfonso y Despina, el
de la conciliación de los contrarios. Ningún maestro masón había ido
tan lejos en el proceso de creación. Y no se detendrá aquí.
Leopoldo II, hermano de María Antonieta, llegó a Viena con las ideas
muy claras. Consideraba catastrófico el balance de su predecesor José
II, incapaz de obtener una victoria decisiva sobre los turcos y culpable
de haber iniciado aquella guerra interminable y ruinosa.
Sólo una hábil negociación pondría fin a ella, e importaban muy
poco los sentimientos guerreros de algunos generales ávidos de
batallas.
Otro problema grave era la voluntad de independencia de los
países Bajos austríacos. También ahí, la intervención militar se había
revelado desastrosa. La única solución era renunciar al uso de la
fuerza.
Ahora se le añadía el caso de Hungría, agitada por ideas
revolucionarias que Prusia alentaba para debilitar a Austria.
Leopoldo II no intervendría de modo brutal y preferiría la diplomacia.
Quedaba lo peor, la Revolución francesa, que amenazaba todos los
tronos europeos. Ahí no era posible negociación alguna. El imperio
debía aguantar, gracias al ejército y a la policía.
De modo que Joseph Anton, conde de Pergen, fue uno de los
primeros interlocutores del nuevo emperador.
—El orden reina, majestad, y trabajaré día y noche para
mantenerlo.
—No me ocultéis nada sobre los peligros interiores.
—Sólo hay uno: la francmasonería, actualmente bajo control. Por
poco que se desborde, intervendré.
—¿Acaso las logias vienesas apoyan a los fanáticos franceses?
—No se arriesgarían a eso, majestad, pero algunos hermanos
defienden, más o menos secretamente, ideas subversivas, como el
músico Mozart.
—¿Ocupa un puesto en la corte?
—Muy menor, puesto que se encarga de componer danzas para los
bailes del Reducto.
—Los francmasones deben mantenerse tranquilos —ordenó
Leopoldo II—, de lo contrario, arrancad las malas hierbas.
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La situación mejoraba.
Puchberg, al que Mozart había enviado una biografía de Haendel
para que tomase conciencia de la importancia del genio, le prestaba
ciento cincuenta florines. ¡De nuevo, deudas y más deudas!
Wolfgang se sentía, otra vez, en el umbral del equilibrio, con una
nueva esperanza: según Gottfried Van Swieten, absuelto de cualquier
sospecha, Leopoldo II tal vez le ofreciera una mejor situación en la
corte, a saber, un puesto de segundo maestro de capilla.
Constance había vuelto a Badén para la cura. Como aún tenía muchas
dificultades para componer, Wolfgang esbozó unas obras para
piano[50] donde consiguió, a trancas y barrancas, dominar cierta forma
de desesperación. Y la emprendió con el tercer cuarteto dedicado al
rey de Prusia, obra dolorosa y feroz, casi brutal, surcada por las
protestas contra la injusticia. Esa meditación sobre una suerte
contraria le permitió afrontarla mejor y recuperar energía tras el
combate.
Wolfgang tendría que haber compuesto tres cuartetos más,
destinados a su ilustre comanditario, pero éste sería el último, pues
aquel camino se alejaba en exceso de su proyecto esencial: una cuarta
ópera iniciática, que formulara su visión de los Grandes Misterios y de
la iniciación futura.
Los diez florines recibidos ese mismo día fueron bienvenidos, y una
excelente cena, en compañía de Thamos, tuvo efectos beneficiosos.
—No pareces sentirte muy bien —observó el egipcio.
—Sólo es una fatiga pasajera.
—¿Te corroen el alma graves preocupaciones?
—Nada serio, salvo el porvenir de la iniciación.
—Mañana visitaremos a nuestros hermanos iniciados de Asia. Su
fundador, Ecker-und-Eckhoffen, acaba de morir, y parecen
desamparados.
24
—Rechazo la Constitución Civil del Clero —le dijo Luis XVI a María
Antonieta—. Al no ser ya nombrados por el papa, los sacerdotes
tendrían que prestar juramento a instancias profanas.
—¿No provocaréis así el furor de los extremistas?
—Su objetivo, cada vez menos velado, consiste en suprimir la
monarquía para imponer una tiranía militar y policial en nombre de
grandes ideales que sumirán Francia en la tormenta.
—¿Cómo evitarlo? —preguntó la reina.
—Esperaba encontrar un terreno de entendimiento con la
Asamblea Constituyente. ¡Pura ilusión! Hoy sé que nuestro deber
consiste en combatir esta revolución. Por consiguiente, debemos
abandonar París, esta prisión al aire libre, cruzar la frontera del este
y reunimos con nuestros aliados alemanes y austríacos. Desde el
exterior, iniciaremos una guerra de reconquista.
—Majestad, estoy de acuerdo.
28
Desde hacía una semana, los vieneses visitaban el mausoleo del conde
Deym consagrado a la memoria del mariscal Laudon, brillante
guerrero que había combatido valerosamente contra los turcos. A cada
hora, los envidiosos recibían la sorpresa de escuchar la música
fúnebre de Mozart[82], el hábil compositor de danzas y contradanzas.
Sobre un tema de Gerl[83], su futuro Sarastro, Wolfgang concluyó
ocho variaciones para piano, tituladas Ein Weib ist das Werrlichste
Ding[84], apacibles y recogidas.
—Mientras no se haya restaurado la iniciación femenina —le dijo
a Thamos—, este mundo irá del revés.
—Hay que recuperar el aliento de los antiguos misterios y anclar
la francmasonería en su tradición original, el pensamiento egipcio.
Éste es el envite de La flauta mágica.
32
Todas las mañanas, a las siete, Wolfgang discutía con Goldhann para
poner a punto las modalidades de su préstamo sin verse penalizado en
exceso. Pidió excusas a Constance por enviarle sólo una carta al día,
pues tenía mucho trabajo.
Alejado de ella, el tiempo le parecía interminable, pero tenía que
avanzar a toda costa en la escritura de La flauta mágica.
Puesto que los pianistas solicitaban a Mozart que dirigiera una misa y
él persistía en confiarles la educación del travieso Karl Thomas, rogó
a su amigo Anton Stoll, maestro de coro en Badén, que le enviara la
partitura de una de sus composiciones religiosas que le había
confiado.
El regreso de Constance le ponía de excelente humor y comenzó su
carta con ardor: «¡Queridísimo Stoll, loco excelente! ¡Grandísimo
chusco, estás borracho! ¿No será que se te ha pegado el bemol?»
Enviada la misiva, Wolfgang recibió a Thamos en compañía de Franz-
Heinrich Ziegenhagen, francmasón, comerciante y pedagogo de
Hamburgo.
El egipcio buscaba apoyo para la futura sociedad iniciática, La
Gruta, y Ziegenhagen, encantado de volver a ver a Mozart, había
concebido un proyecto original con respecto a las logias
convencionales.
—Debemos permitir el florecimiento del espíritu y el corazón —
recordó el hamburgués—. Los adeptos serán liberados de cualquier
religión dogmática, aprenderán un oficio manual y pensarán
libremente. He escrito el himno de la nueva comunidad. ¿Aceptáis
ponerle música?
—¿Y su contenido? —preguntó Wolfgang.
—En primer lugar, un recitativo dedicado al Gran Arquitecto:
«Vosotros, que alabáis al creador del universo infinito, llámese Jehová
o Dios, Fu o Brahma, ¡escuchad! Escuchad en la voz del trombón las
palabras del Maestro del Universo. Su son eterno resuena a través de
los continentes, los planetas y los astros. Y también vosotros, seres
humanos, ¡escuchadlo!»
—Que el Gran Arquitecto os escuche —deseó el músico—. ¿Y
luego?
—Un movimiento lento recomienda amar el orden, la mesura y la
armonía. ¿Acaso la verdadera nobleza no es la claridad de espíritu?
Será entonces posible unir las manos de los seres lúcidos, librarse del
error y destruir la verdad que celebrará un alegro, expulsando las
falsas creencias. El hierro de las armas se transformará en reja de
arado y se harán saltar las rocas con la pólvora negra que, antaño,
servía para fabricar municiones y matar a los hombres. Un segundo
movimiento, lento, proclama que no hay que aceptar el reino del mal
como una fatalidad. La razón puede prevalecer y vencer la desgracia y
la ceguera. ¡Seamos sabios, seamos fuertes, seamos hermanos!
Nuestros lamentos se convertirán en cantos de alegría y los desiertos
se transformarán en jardines del Edén. Y el último alegro afirma: «Así
se alcanzará la verdadera felicidad de la vida.»
Vuestro texto y vuestras ideas me gustan —aprobó Wolfgang—.
Escribiré de inmediato una cantatav101]
La obra fue sencilla, desnuda, casi austera.
¡Mozart ya no estaba solo! Otro masón intentaba hacer que las
logias salieran del bache. Si su experiencia tenía éxito, hermanos y
hermanas de La Gruta encontrarían valiosos aliados[102]
45
Hocquard (La pensée de Mozart, p. 24), pero brillan sin embargo con un vivo
fuego interior.» Y advierte, con respecto a todos los retratos auténticos: «En
todas partes la misma mirada ausente, que atraviesa al espectador.» <<
[12] K. 573. Mozart las convertirá en una obra estructurada durante su estancia en
25. <<
[28] Zohar, Génesis, tomo I, p. 355. <<
[29] El lado pequeño es al mayor lo que el lado mayor es al todo. <<
[30] K. 581, en la mayor <<
[31] Palabra procedente de alfanz, «bromista», según Autexier. En varias
tradiciones, el sabio hace «jugarretas» y pone en evidencia el aspecto irrisorio de
las pretensiones humanas para iluminar mejor el camino hacia el conocimiento.
«Don Alfonso —escribe Stricker— dirige a las parejas hacia la libertad, una
libertad no conquistada ya contra el poder del otro, sino basada en el
conocimiento de uno mismo.» <<
[32]
Del griego despoine, «la dueña de la casa». Dirigiendo la acción en
compañía de don Alfonso, Despina es la Sirvienta de la Sabiduría, como la
Susana de Las bodas de Fígaro. <<
[33] Guglia significa «torre de catedral, obelisco». <<
[34] «Chi sà, chi sà, qual sia», K. 582, y «Vado, ma dove? Oh, Dei!», «Me voy,
pero ¿adónde? ¡Oh, dioses!», K. 583.> Obras insertadas en una ópera de Martín
y Soler. <<
[35] Sobre estas palabras se esboza un tema musical utilizado en la última cantata
parejas que han recuperado su orden natural seguirán sintiendo una culpable
nostalgia por el falaz mundo del amor pasional que han atravesado en la ficción.
Lo que seguirán sintiendo, por el contrario, es cierta beatitud paradisíaca, la del
Brindis, que supera en su esencia el objeto individual (y también el sujeto) del
amor, y que supera, pues, con mayor razón, la manifestación concreta de la
fidelidad. Mozart pudo aceptar, pues, sin reticencia alguna, el desenlace del
libreto: la disposición inicial de las parejas era la única realmente viable.»
(Hocquard, La pensée de Mozart, p. 493). <<
[43] K.581. <<
[44] K.587a. <<
[45] K. 588. <<
[46] Karl de los Tres Dados. <<
[47] K. 581. <<
[48] K. 589. <<
[49] En él se tocaron los cuartetos K. 575 y 589. <<
[50] Fragmentos K. 590a, b, c; Alegro en sol menor K. 312. <<
[51] K. 317. <<
[52] Estas tres obras se han perdido. <<
[53] Alexander’s feast, K. 591, y Ode auf St. Caecilia, K. 592. <<
[54] Véase P. Autexier, La lyre maçonne, p. 110. <<
[55] En el sentido de «beber tintorro». <<
[56] K. 625. <<
[57] K. 594. <<
[58] Cuando Mozart murió, el usurero no figuraba entre sus acreedores. <<
[59] Muerto Mozart, comprará algunos manuscritos a Constance. <<
[60] Se pagará en 1791. <<
[61] K. 593. <<
[62] K 597, el vigésimo séptimo y último concierto. <<
[63] Frase pronunciada por el director de orquesta Joseph Krips (véase
Hildesheimer, Mozart, p. 19, nota 9), Saint-Foix, II, p. 591: «Asistimos, cuando
interrogamos la obra de Mozart, llegado al final de su corta existencia, a una
ascensión que estamos obligados a considerar en un plano del todo espiritual o,
más bien, del todo sobrenatural, pues, aquí, los acontecimientos exteriores no
influyen ya en él.» <<
[64] «Sehnsucht nach dem Frühling», K 596, que retoma el tema del rondó final
La piedra de los sabios, de Schack; el Sethos del abate Terrasson; el Oberon del
hermano Paul Wranisky; las Etiópicas de Heliodoro; El asno de oro de Apuleyo,
y varios textos alquímicos y cabalísticos. <<
[76] Sobre Mozart como verdadero autor del libreto de La flauta mágica, véanse
Schikaneder. <<
[84] K. 613.<<
[85] K. 614, en mi bemol mayor, el último quinteto de Mozart <<
[86] K. 550. <<
[87]
Por ejemplo, las tres puertas del templo, las tres Damas, los tres niños
solares.<<
[88] Una carta de Constance a los editores de Leipzig Breitkopf y Hartel revela
suicidó. <<
[103] Tras una estancia en Londres, Da Ponte se marchó a Nueva York, donde
murió, a los ochenta y nueve años, tras haber asistido al estreno de Don
Giovanni. <<
[104] Franz Xaver Mozart vivió cincuenta y tres años. <<
[105] Es decir, 1.150 florines. Recordemos que Mozart percibía un salario anual
en 1829. <<
[120] Johann Nepomuk Sortschan. <<
[121] Dies irae.<<
[122] Tuba mirum. <<
[123] Rex tremendae. <<
[124] Recordare.<<
[125] Confutatis. <<
[126] Lacrymosa. <<
[127] Domine Jesu Christi. <<
[128] Quam olim Abrahae.<<
[129] Hostias et preces.<<
[130] Sanctus et benedictus, agnus Dei. <<
[131] Lux aeterna.<<
[132] Véase Correspondencia, tomo V, p. 349, nota 14. <<
[133] K. 623, Laut verkünde unsre Freude, la última obra acabada por Mozart y
extracto». <<
[144] K. 623. <<
[145] K. 623a. <<
[146] Desgraciadamente no fue así. Menos lujosa de lo previsto, la publicación