Trabajo

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1.

Todos deben vivir con dignidad hasta el final de su vida

Toda persona, con independencia de su estado de salud, tiene una dignidad intrínseca. Incluso en
las situaciones más difíciles y menos deseables, los equipos de cuidados paliativos ponen todo su
corazón y su experiencia para salvaguardar la dignidad de los pacientes. Al contrario, optar por la
muerte no garantiza esa dignidad y supone una renuncia a la condición humana.

2. La ley debe proteger a los más vulnerables

Las decisiones personales tienen siempre una dimensión colectiva, especialmente cuando requieren
la intervención de terceros, como en la eutanasia o la asistencia al suicidio. Enfrentarse a la muerte y
acelerarla es un comportamiento raro y solitario, que reivindican unas pocas personas decididas,
pero que sería un peso las más frágiles: personas aisladas, ancianas o inmigrantes, sometidas a
todo tipo de presiones (familiares, sociales, incluso médicas), en una sociedad que prima la eficacia
y puede valorar como carga a una parte significativa de su población.

3. La prohibición de matar fundamenta nuestra civilización

Legalizar la eutanasia significa introducir en el corazón de la sociedad la transgresión de la


prohibición de matar. Aunque solo fuera por el principio básico de cautela, se debería rechazar un
“matarás a veces” o “bajo ciertas condiciones”. Nuestra civilización ha progresado eliminando las
excepciones a la prohibición de matar (venganzas, duelos, pena de muerte). Legalizar la eutanasia
significaría dar un paso atrás.

4. Pedir la muerte no siempre significa desear morir

Muy pocos pacientes nos dicen que quieren morir, menos aún cuando están debidamente atendidos
y acompañados. Además, cuando piden la muerte, muchos quieren significar una cosa muy distinta
de la voluntad de morir. Pedir la muerte significa casi siempre no querer vivir en condiciones tan
difíciles. ¿Pedir la muerte porque se sufre es realmente una elección libre? En cambio, los cuidados
paliativos restauran la libertad del paciente al final de su vida al controlar tanto el dolor como el
sufrimiento mental. En última instancia, la ley francesa les permite solicitar la suspensión de los
tratamientos extraordinarios y, en su caso, la llamada sedación profunda y continua hasta la muerte,
cuando se encuentran al final de sus vidas y consideran que el sufrimiento es insoportable.

5. El fin de la vida sigue siendo vida. Nadie puede saber lo que nos depararán los últimos días

Incluso en esas situaciones difíciles, hemos visto a los pacientes vivir momentos esenciales, hasta el
punto de descubrir algunos que la bondad existe, así como valorar la despedida a sus seres
queridos. Acelerar la muerte privaría de estos instantes últimos e impredecibles de la condición
humana.

6. Despenalizar la eutanasia impondría al paciente y a su familia la obligación de planteársela

¿Queremos realmente, en el futuro, tener que plantearnos la oportunidad de acabar con el


sufrimiento personal o de nuestros seres queridos? ¿Queremos realmente tener que preguntarnos,
tras un diagnóstico grave, sobre la inyección letal, o imaginar, cuando no podemos más, que seres
queridos se hacen la pregunta por nosotros?

7. Los cuidadores están para cuidar, no para matar


La vocación específica de los cuidadores es proporcionar cuidados, dentro de una relación de
confianza con la persona enferma. Matar destruye este contrato de confianza y deroga el código de
deontología médica. Los cuidadores muestran que son capaces de superar la tentación de
la omnipotencia a través del encarnizamiento terapéutico o la eutanasia.

8. Las encuestas sobre eutanasia recogen la opinión de sanos, no de enfermos

A partir de sondeos, se afirma que la sociedad está preparada para admitir la legalización de la
eutanasia. Sin embargo, nadie puede proyectarse de manera realista hacia el final de su vida y decir
que sabe qué desearía realmente en ese momento. De hecho, las encuestas no tienen en cuenta la
palabra de los enfermos en fase terminal de la vida.

9. Equivocarse en una demanda de eutanasia sería un error médico irreparable

Estremecen los errores judiciales en los países que no han derogado la pena de muerte. Ningún
paciente podrá tampoco reclamar por diagnóstico erróneo, ignorancia de tratamientos existentes o
desconocimiento de la verdadera naturaleza de su petición. ¿Se puede admitir ese riesgo? Ante
situaciones ambivalentes por naturaleza, ¿qué es preferible: el riesgo de vivir un poco más cuando
estamos hartos de la vida, o el riesgo de morir cuando queríamos vivir todavía?

Razones políticas para decir no a la eutanasia El debate de la eutanasia pone al descubierto qué son deberes
del Estado o políticos y qué son deberes personales. La tutela de la vida humana es un deber político que no se
puede relegar a la moral particular o privada de cada uno. La vida física es un bien universal que no puede ser
amenazado por ninguna circunstancia. Existen dos planos bien diferenciados: Jurídico político: regula las
relaciones entre los hombres –por la convivencia en paz, la seguridad y la libertad- y protege los bienes
comunes de los cuales todos somos partícipes y en los cuales la vida física de cada hombre es un presupuesto
necesario para la existencia de otros bienes. No es un deber del Estado hacer bueno al hombre por medio de
las leyes civiles, pero sí proteger todos aquellos que se pueden ver privados del derecho fundamental a la vida,
especialmente ante la vulnerabilidad que comporta la enfermedad. Moral: regula los actos individuales. El
presunto derecho al suicidio asistido es una opinión o deseo personal. Una cosa es el deseo que todos
tenemos de morir bien y otra bien distinta despenalizar el acto intencionado de supresión de una vida:
homicidio. El derecho a la protección de la vida física de cada persona y en cualquier circunstancia de
enfermedad o vejez es el fundamento que nos protege de los criterios éticos de los otros sobre la propia
existencia, de la forma como los otros “me ven”, e, incluso, de la moralidad particular de aquel que no
descubre el respeto que se debe siempre al otro, como el médico que practica eutanasias.

Todos queremos una buena muerte, sin que nos alarguen artificialmente la agonía, ni nos apliquen una
tecnología o unos medios desproporcionados a la enfermedad. Todos queremos ser tratados eficazmente del
dolor, tener la ayuda necesaria y no ser abandonados por el médico y el equipo sanitario cuando la enfermedad
es incurable. Todos queremos ser informados adecuadamente sobre la enfermedad, el pronóstico y los
tratamientos de que dispone la medicina; que nos expliquen los datos en un lenguaje comprensible, y participar
en las decisiones sobre aquello que se nos hará. Todos queremos recibir un trato respetuoso, que en el hospital
podamos estar acompañados de la familia y de los amigos sin otras restricciones que las necesarias para la
buena evolución de la enfermedad y el buen funcionamiento del hospital.

Acto médico se basa en una relación de confianza en la que el paciente confía al médico su curación, aspecto
primordial de su vida, de sí mismo. En la relación entre los dos no puede existir el pacto de una muerte
intencionada. La eutanasia significará el final de la confianza depositada durante milenios en una profesión que
siempre se ha comprometido a no provocar la muerte intencionadamente en ningún supuesto. La eutanasia
deshumanizará la medicina: sólo desde el respeto absoluto es posible concluir que todas las vidas humanas son
dignas, que ninguna es indispensable o indigna de ser vivida. La eutanasia frenará el progreso de la medicina:
los médicos se irán volviendo indiferentes hacia determinados tipos de enfermedad, no habrá razones para
investigar en los mecanismos patogénicos de la vejez, de la degeneración cerebral, del cáncer en estado
terminal, de las malformaciones bioquímicas o morfológicas, etc. La solución pasa por dar una cura integral a
quien morirá pronto, tratando sus sufrimientos físicos y psíquicos, sociales y espirituales. Este es el fundamento
de la medicina paliativa, que, desde la perspectiva del respeto absoluto que se debe a toda persona y delante los
límites terapéuticos de la propia medicina, pasa a controlar los síntomas de la enfermedad, especialmente la
presencia de dolor, y acompañar el enfermo hasta la muerte.

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