Debate Sobre La Eutanasia
Debate Sobre La Eutanasia
Debate Sobre La Eutanasia
En contra:
4.Toda persona tiene derecho a decidir sobre todo cuanto se refiera a su cuerpo;
por consecuente, decidir si quiere o no seguir viviendo.
6. No hay razón para aceptar una forma de existencia limitada, en la que son
sacrificados familiares, amigos y hasta la propia persona.
6. El
hombre tiene derecho a ser tratado como una persona hasta el último
momento.
Cuando arrecia en todos los medios del Sistema la campaña del Discurso Cultural Dominante
a favor del asesinato de los débiles, camuflándolo como misericordia o derecho, este artículo
complementa el magnífico estudio "La eutanasia: un estudio general" editado en el nº 30 de
esta publicación. También se recomienda visitar la visitar la completísima página de Vida
Humana referente a este asunto
Presentamos a continuación algunas ideas que nos podrán ayudar a refutar los principales
argumentos a favor de los crímenes de la eutanasia y del suicidio asistido
Nuestro objetivo es proporcionarle al lector una visión sintética de la mentalidad anti vida de la
eutanasia y el suicidio asistido, sus principales argumentos, la refutación de los mismos y la
visión pro vida que debe sustituir a dicha mentalidad anti vida.
1. Un planteamiento equivocado
Los argumentos en pro de la eutanasia y el suicidio asistido explotan el miedo normal que
todos le tenemos, no tanto a la muerte en sí, sino al sufrimiento y a la soledad ante ella. Este
sufrimiento es causado muchas veces por el uso exagerado de "medios desproporcionados"
de la medicina, es decir, medios que infligen cargas graves (dolores agudos, etc.) al enfermo y
que son mayores que los beneficios que se suponían debían de ofrecerle. Como nadie quiere
estar en esa situación, ni debe estarlo, los promotores de la eutanasia y del suicidio asistido
se aprovechan de ese temor normal planteando una disyuntiva equivocada.
Pero, ¿qué pasa cuando el enfermo sufre dolores intensos que no son el producto de unos
"medios desproporcionados"? En esos casos podemos utilizar, de forma adecuada, los
analgésicos o calmantes que la auténtica medicina proporcione. Puede ser que esos
analgésicos tengan como efecto colateral la aproximación de la muerte o la pérdida de la
consciencia, parcial o completa. Sin embargo, aún el uso de tales calmantes puede ser lícito si
se cumplen las siguientes condiciones, las cuales son muy razonables y de sentido común:
1) no hay otra alternativa mejor (no hay disponibles otros analgésicos que no tengan estos
efectos)
4) el enfermo ya cumplió o puede razonablemente cumplir con sus deberes graves: arreglar
sus asuntos familiares, recibir los sacramentos, etc.
La intención aquí no es matar al enfermo por medio de fármacos para entonces aliviarle sus
sufrimientos, sino la de aliviarle sus sufrimientos por medio de medicinas adecuadas, aún
corriendo el riesgo de que la muerte se aproxime más rápidamente por ello o que pierda la
consciencia, parcial o completamente, siempre y cuando haya graves motivos.
Muchos de los que están a favor de la eutanasia y del suicidio asistido, alegan falsamente de
que este argumento sobre los analgésicos es hipócrita porque, dicen ellos, es el mismo acto
de dar una medicina que en definitiva puede matar al enfermo y que lo único que cambia es la
intención nuestra. A esos tales respondemos que no se trata sólo de la buena intención, sino
de proporcionar al enfermo una dosis adecuada a su dolor. Muchas veces la eutanasia ocurre
cuando los médicos partidarios de ella proporcionan dosis que ellos saben matarán de seguro
al enfermo. Pero cuando un médico que respeta la vida proporciona un analgésico cuya dosis
está encaminada a aliviar el dolor, pero que al mismo tiempo y lamentablemente puede tener
un efecto ulterior no deseado de acelerar el proceso de la muerte y hay motivos serios de por
medio para proporcionar dicha medicina (los que mencionamos antes), entonces no hay
ninguna razón para llamarle a ese acto "eutanasia" ni "suicidio asistido". Está claro que no es
un acto de hipocresía, sino que se hizo lo mejor que se pudo en una situación difícil. Está
claro también que si el médico pro vida tuviera a su disposición un analgésico mejor, uno que
no tuviera los efectos mencionados, utilizara ése y no otro. El problema muchas veces es que
muchos médicos no han sido entrenados adecuadamente en el tratamiento paliativo y por eso
es que se cree que no hay alternativas.
Aquí amerita aclarar un punto muy importante: si bien estamos obligados moralmente a nunca
matar directamente a un inocente, sino a respetar su vida siempre; esto no implica que
debamos mantener su vida a toda costa y con cualquier medio. Recordemos que la vida
corporal es un bien muy elevado, incluso es el más fundamental, la base y condición de todos
los demás, pero no es el bien más grande que existe, la vida espiritual es más importante.
Puede ser que la serenidad espiritual de un enfermo terminal peligre ante la experiencia de un
dolor muy intenso, entonces, con el uso adecuado de analgésicos para calmar el dolor, y no
para matar, tratamos de mitigárselo, aunque se corra el riesgo (de nuevo, por graves motivos),
de que se aproxime la muerte o la pérdida de la consciencia.
Si lo que se quiere decir con "derecho a morir" es que todo ser humano tiene el derecho a
morir en paz y dignidad, cuando la muerte natural le llegue, entonces no hay nada que objetar.
Pero lamentablemente eso no es lo que los partidarios de estos crímenes quieren decir con el
falso "derecho" a morir. Lo que ellos quieren decir es que la persona tiene el "derecho" a que
le apliquen la eutanasia, el suicidio asistido o a suicidarse, incluso cuando ella lo estime
conveniente. Estos activistas llegan también a decir la barbaridad de que el acto de matarse a
uno mismo o de procurar la ayuda de otros para lograrlo es un "acto final de
autodeterminación", "liberación" o "muerte misericordiosa" ("mercy killing"). Todos estos
términos son eufemismos, es decir, frases bonitas pero engañosas, que intentan esconder la
terrible realidad que se pretende promover: la eutanasia, el suicidio asistido y el suicidio.
Pero quizás lo que más quieren ocultar los partidarios de estos crímenes es el egoísmo de los
saludables para con los enfermos. Cuando una sociedad crea una mentalidad propicia a la
eutanasia y al suicidio asistido, en realidad le está diciendo a los ancianos, a los enfermos
terminales y a los familiares de los pacientes comatosos: "Miren, no le vamos a ayudar, no
vamos a estar con ustedes para aliviarles el dolor o para ayudarles a cargar sus cargas, sino
que vamos a 'ayudarles' a que se quiten del medio o vamos a hacerlo con su consentimiento o
incluso sin él."
No existe el "derecho" a quitarse la vida ni a pedir que otros nos la quiten, ni tampoco, por
supuesto a quitársela a otro, aunque nos lo pida. Las súplicas de un enfermo o anciano de
que lo matemos no son tanto una petición de muerte, sino un grito de desesperación de una
persona en una situación vulnerable ante el dolor. ¿Vamos a abandonar a esa persona en esa
situación o vamos a ayudarla a salir de ella para que recupere sus cabales y reciba el amor, la
solidaridad y la paz que necesita antes de morir de forma natural? Es una hipocresía
inconcebible decir que el enfermo terminal tiene el "derecho" a decidir su destino (la muerte),
cuando en realidad su situación mental (a veces causada por los que lo rodean con una
mentalidad en pro de la eutanasia) es lo que lo ha llevado a ese momento de desesperación y
cuando es él y no nosotros el que está pidiendo eso.
Pero lo peor de esta mentalidad es la concepción errada de la persona humana que está a la
base de la misma. En efecto, si yo digo que es lícito matar a alguien, ayudarlo a que se mate o
matarme a mí mismo porque está (o estoy) sufriendo o porque su (o mi) vida "carece de la
calidad o sentido suficiente", entonces yo estoy diciendo que la vida humana y en último caso
la persona humana tiene un valor extrínseco y relativo, es decir, condicionado a la posesión
de ciertas cualidades o ventajas. Estoy diciendo que la persona humana carece de una
dignidad o valor intrínseco y absoluto, es decir, que no vale por el mero hecho de ser persona,
sino a condición de que posea ciertas cualidades (de salud, etc.) que la sociedad considera
necesarias para que merezca seguir viviendo.
La razón fundamental de que nadie tenga el "derecho" a matarse o ayudar a otros a hacerlo
es porque todos tenemos una dignidad, es decir, un valor intrínseco y absoluto, y los valores
así no se destruyen, se protegen y se aman. En realidad la base de la salud mental y del
mismo amor es el valor de la persona. Si yo pierdo el sentido de mi propio valor o dignidad (la
dignidad nunca se pierde, no importa en qué condición me encuentre, pero el sentido si puede
perderse, aunque no debería perderse), si yo pierdo, repito, el sentido de mi propia dignidad,
eso equivale a perder mi auto-estima y mi salud mental. Lo que yo necesito en ese caso es
que me ayuden a recuperar ese sentido, esa autoconsciencia de mi propio valor como
persona, no que me "ayuden" a liquidarme.