Blasco
Blasco
Blasco
113-135
doi: http://dx.doi.org/10.6035/Recerca.2016.19.6
Resumen
Abstract
In the first place, we will deal with the common background that multiculturalism and
interclturalism share: the emphasis that they put in the necesity of recognition in the conforma-
tion of the personality and in the pathologies derived from the absence of recognition. In the
second place, we will explore some of the problems that multiculturalism entails: minorities
within minorities, essentialism and lack of social cohesion. At this point, we will explain some
of the solutions that interculturalism has proposed for these problems. To conclude, we will
propose the notion of constitutional patriotism as a means for achieving social cohesion.
Constitutional patriotism demands some sort of civic engagement, so it can be supported from
every particular cultural form of life. Besides, this proposal takes into account the important
role of civic society when it comes to shape its principles through Law.
1. Introducción
Hace ya veinte años que Nancy Fraser (1996) señaló que un nuevo pa-
radigma de justicia social estaba ganando importancia respecto al paradig-
ma tradicional de justicia, basado en la redistribución: el paradigma del
reconocimiento. No obstante, Fraser observa con perspicacia que la con-
traposición entre un modelo de justicia y el otro es falaz, puesto que toda
sociedad que se pretenda justa no puede obviar ninguna de las dos dimen-
siones. El reconocimiento, por tanto, es un aspecto ineludible de la justicia.
Tanto los exponentes del multiculturalismo como los del interculturalismo
han incidido en la importancia del reconocimiento para la forja de nuestra
identidad y nuestro carácter. Por esta razón, dedicaremos gran parte del
presente trabajo a ver en detalle las características de este trasfondo co-
mún.
Ahora bien, como veremos, multicuralismo e interculturalismo difieren
en algunos aspectos, puesto que hay quien considera que la segunda co-
rriente teórica ha superado los escollos con los que ha topado la primera.
No obstante, es preciso ser cautelosos, ya que un exceso de énfasis en la
dimensión del reconocimiento puede incurrir en diversas formas de injus-
ticia. En el presente trabajo veremos tres derivas perniciosas que se acha-
can al multiculturalismo y que pueden desembocar en injusticias contra
los individuos y en otros problemas de convivencia. Veremos, además, algu-
nas de las propuestas sugeridas desde el interculturalismo para superar
estos problemas. Con todo, es preciso advertir que en la literatura sobre el
tema también hay quien sostiene que el interculturalismo no aporta ningu-
na novedad al multiculturalismo, sino que aquél simplemente subraya algu-
nos de los aspectos que ya están contenidos en este planteamiento teóri-
co.1 No obstante, para los propósitos del presente trabajo, que consisten en
explorar los vínculos entre justicia social y acomodo de la diversidad, esta
distinción resulta útil, aunque sólo sea para indagar en qué aspectos el
multiculturalismo puede llegar a propiciar situaciones injustas a las que es
preciso proponer soluciones.
Ahora bien, partiendo del hecho de que las sociedades y los países son
heterogéneos en lo que se refiere a religiones, culturas, hábitos de vida,
lenguas, etc., será preciso recurrir a algún elemento que tenga la capacidad
de cohesionar toda esta diversidad. Por esta razón, propondremos la no-
1 Se puede encontrar una discusión sobre esta cuestión en Meer y Modood (2012), Wieviorka (2012) y
Taylor (2012).
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2 Esta clasificación es una elaboración propia a partir de Elósegui (1997), Cortina (2009) y Torrens
(2006).
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mos añadir– viene condicionado por el respeto con el que son tratados
determinados atributos de carácter cultural.
El interculturalismo, por su parte, se presentaría como una suerte de
«post-multiculturalismo» (Kymlicka, 2010) o superación del multiculturalis-
mo con capacidad para plantear una «convivencia en la diversidad», acep-
tando que «detrás de la diversidad cultural hay unos valores comunes»
(Elósegui, 1997: 25), y que las propias particularidades se pueden traspasar
en aras de la convivencia y la búsqueda de estos valores con cierto grado
de universalidad.
3 Es preciso señalar que, como el propio autor afirma, el concepto de «otros significativos» se lo
debemos a George Herbert Mead, autor clave para comprender el paradigma dialógico, a cuyos
escritos también recurren Honneth y Habermas (Mead, 1934).
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éstas, además, constituyen una motivación para que los individuos o gru-
pos de individuos se lancen a luchar por su reconocimiento. Las reivindi-
caciones de reconocimiento, además, son uno de los motores fundamenta-
les que impulsan el cambio social y el progreso moral de las sociedades.
Multiculturalismo, interculturalismo y políticas del reconocimiento no
son lo mismo, desde luego. No obstante, sí que comparten ciertas caracte-
rísticas, principalmente porque las propuestas multiculturalistas se basan
en los presupuestos de la ética y la política del reconocimiento, y porque
el interculturalismo, a su vez, es una versión actualizada del multiculturalis-
mo, o que, por lo menos, trata de superar sus deficiencias. Los teóricos del
multiculturalismo toman como idea central la necesidad política de reco-
nocer la diferencia, respetarla y buscar formas para darle acomodo. El reco-
nocimiento de la identidad no sólo tendría una dimensión psicológica, sino
también política, por cuanto el respeto a la dignidad de la persona forma
parte de cualquier esquema de justicia.
No sorprende que la ética y la política del reconocimiento se encuen-
tren estrechamente vinculadas a la emergencia de movimientos sociales
relacionados con la lucha por los derechos civiles, el feminismo, y otras
formas de lucha por los derechos. Aunque es preciso señalar que no todos
los autores extraen las mismas consecuencias normativas de sus teorías.
Así, mientras que Honneth desarrolla una teoría meramente descriptiva,
pero que retrata con gran agudeza los resortes psicológicos que empujan
a las gentes a luchar por ser reconocidos, Taylor no se conforma con subra-
yar la importancia de los otros en la formación de nuestra identidad y en
la necesidad de sentir que nuestra dignidad es respetada. Taylor celebra la
diferencia y da el salto del «ser» al «deber ser», abogando por proteger esta
diferencia, principalmente otorgando derechos colectivos a las culturas
minoritarias, idea que suscitará no pocas críticas, como veremos a conti-
nuación.
En una línea de pensamiento similar a la de Taylor, Will Kymlicka defiende
que la mera tolerancia de los grupos minoritarios no es suficiente para que
sus miembros sean considerados como iguales, sino que la acomodación de
estos grupos requiere derechos colectivos o diferenciados (Kymlicka,
1995). Para los teóricos del multiculturalismo el reconocimiento es una
cuestión de identidad y respeto, pero también un problema de desventaja
política en virtud de un estatus minoritario. Por lo tanto, las reivindicaciones
del multiculturalismo no tendrían que ver únicamente con la identidad, sino
con cómo la pertenencia a un colectivo minoritario puede conllevar desven-
tajas en el plano social, político e incluso económico.
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4 En este punto resulta de interés traer a colación la reciente sentencia 184/2015 de Tribunal Superior
de Justicia de Cataluña, que reconoce el derecho de un padre a que su hijo reciba, juntamente con
sus compañeros de clase, una enseñanza que incluya el castellano como lengua vehicular en una
proporción razonable.
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4.2. Esencialismo
ca, y esto ha sido debido, en parte, a la utilización del término por autores
como Bouchard (2011), Gagnon y Iacovino (2007) que lo han empleado
para hablar de la experiencia canadiense. En España, autores como Elósegui
(1997), Cortina (2009) o Conill (2002) llevan algunos años hablando de
interculturalismo. Por último, hay quien señala que la idea de diálogo inter-
cultural lleva presente también algún tiempo en las políticas públicas lle-
vadas a cabo por algunos gobiernos, como, por ejemplo, programas educa-
tivos en Alemania y Grecia, comisiones belgas sobre diversidad cultural, o
la celebración en 2008 del Año Europeo del Diálogo Intercultural (Meer y
Modood, 2012).
A grandes rasgos, las diversas concepciones del interculturalismo resu-
men las ventajas de su propuesta en cuatro aspectos básicos: 1) el intercul-
turalismo está basado en el diálogo, mientras que el multiculturalismo no
suele ir más allá de la defensa de una mera coexistencia; 2) el intercultura-
lismo tiene una menor tendencia a encerrar a los diferentes grupos en sí
mismos; 3) desde el interculturalismo es más sencillo comprometerse con
una idea de unidad, o de pertenencia a una comunidad más amplia, enca-
minada a fomentar la cohesión social; 4) mientras que el multiculturalismo
puede ser permisivo con prácticas iliberales, el interculturalismo propor-
ciona mejores herramientas para que los miembros de una cultura la exa-
minen de forma crítica, puesto que el diálogo intercultural les permite
romper el solipsismo grupal.5
No obstante, como hemos señalado al principio del texto, no todos los
autores consideran que el interculturalismo sea capaz realmente de ir más
allá del multiculturalismo. Taylor incluso afirma que en Europa existe una
suerte de «retórica anti-multiculturalista», porque los europeos asumimos
que «demasiado énfasis en el reconocimiento de las diferencias culturales
favorecerá un apartamiento en guetos, y un rechazo a la hora de aceptar la
ética política de la de la democracia liberal misma» (Taylor, 2012: 2). A lo
que el autor añade que la culpa de este tipo de fenómenos no es del mul-
ticulturalismo, sino de los fallos de la sociedad de acogida, al no promover
políticas de integración y erradicación de la discriminación. En cualquier
caso, la separación conceptual de una y otra propuesta permiten poner
sobre la mesa algunos de los problemas de la convivencia en las sociedades
contemporáneas, por lo que, aunque sólo sea como mera guía para ubicar
estas cuestiones, es una distinción que resulta útil.
5 Esta lista es una elaboración propia a partir de Meer y Modood (2012: 177).
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6 Hay quien, en contra de la opinión de Habermas, considera que existen los derechos colectivos, de
tal modo que éstos no sólo se ejercerían colectivamente, sino que sus titulares serían también entes
colectivos. Esta idea se ha ligado en los últimos años a los pueblos indígenas de América Latina y ha
pasado a ser moneda corriente en el vocabulario de las Naciones Unidas. Ver: http://unric.org/en/
indigenous-people/27309-individual-vs-collective-rights
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El concepto de interculturalismo tiene que ver con la creación de una cultura de la apertura
que desafíe efectivamente la política de la identidad y el afianzamiento de la separación de
comunidades basadas en una noción de otredad.Al mismo tiempo, es un proceso dinámico
en el que habrá algunas tensiones y conflictos como parte necesaria de un cambio social en
el que […] la diversidad y la globalización sean reconocidas como características permanen-
tes de la sociedad que deben ser abrazadas, más que temidas (143).
7 Jean Werner Müller (2012) ha sostenido que, pese a que este no era el propósito inicial de Sternberger
y Habermas en los 70 y en los 80, hoy en día la noción de patriotismo constitucional resulta
particularmente relevante para lidiar con los desafíos derivados de la diversidad interna en los
estados-nación –que ha aumentado en los últimos años debido a las migraciones–, y con miras a
fomentar lealtades supranacionales, como ocurre con la Unión Europea.
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nacional, dado que ésta había dado lugar al holocausto. La discusión versa-
ba, asimismo, sobre la forma en que los alemanes podían reconciliarse con
su historia reciente. Habermas reivindicó la idea de patriotismo constitu-
cional como posible solución al dilema.
Lo que el patriotismo constitucional requiere de los ciudadanos es una
modesta adhesión a la ley y al sistema político que posibilitan la libertad
civil, a diferencia de otras formas de patriotismo que demandan compartir
otros aspectos como la etnia, la cultura, o las creencias morales. Así pues,
existiría una nítida distinción «entre una concepción cívica y una concep-
ción étnico-cultural de la identidad colectiva» (Velasco, 2002: 34).
Según Habermas, el derecho es neutral, por lo menos en cierto sentido,
y por ello permite que todos los ciudadanos puedan compartir un respeto
y adhesión por él (Habermas, 1999). En las complejas sociedades actuales
es difícil que haya un consenso sobre los valores últimos. Aun así, lo que sí
que puede haber es un consenso acerca de lo que entendemos por un
procedimiento legislativo legítimo y por un ejercicio del poder legítimo.
Lo que existe, por tanto, es un universalismo de los principios jurídicos,
que se refleja en la cultura política de los ciudadanos de un estado demo-
crático. Tanto el sistema de derechos como los principios de estado de
derecho tienen, por tanto, cierto grado de universalidad y, por ello, se pue-
den suscribir desde cualquier cultura. Lo que propugna el patriotismo
constitucional, por tanto, es concebir la identidad común de una comuni-
dad política como identidad cívica.
De acuerdo con Habermas, además, esta cuestión es de particular rele-
vancia para pensar acerca de la inmigración y las sociedades multicultura-
les. Las migraciones hacen que la sociedad cambie su fisonomía no sólo en
un sentido físico, sino también ético-cultural. Dado que los inmigrantes no
pueden ser obligados a renunciar a sus formas de vida y concepciones del
mundo particulares, la presencia de estas tradiciones hace que el horizon-
te desde el que el conjunto de la ciudadanía interpreta los principios cons-
titucionales vaya cambiando. La ciudadanía, insistimos, se renueva constan-
temente en dos sentidos: uno físico, porque las migraciones y la llegada de
nuevas generaciones hacen que el demos vaya cambiando; y otro ético-
cultural, porque la comunidad política pasa a autocomprenderse de un
modo distinto, dada la reinterpretación de los principios constitucionales,
hecho que, a su vez propicia que el derecho vaya cambiando con arreglo a
estas interpretaciones. Así pues, la sociedad civil tiene un papel fundamen-
tal como impulsora de los cambios sociales haciendo que sus reivindica-
ciones se plasmen en el derecho. Eso sí, los límites que nunca podría llegar
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6. Conclusiones
debe tener en cuenta que esta forma de justicia también entraña respetar
la capacidad de elección del individuo.
Del mismo modo, un individuo no puede ser identificado en base a es-
tereotipos, puesto que es a él a quien le corresponde determinar si quiere
ser reconocido de una forma u otra. Hay identidades que no siempre son
prioritarias, o no son las únicas que cuentan. Una persona puede pertene-
cer a una minoría, pero preferir que los otros vean en él a un buen profe-
sional, una persona compasiva, o a un ser humano dotado de ingenio u
otras habilidades, por más que el hecho de pertenecer a ese grupo sea
también una parte de su identidad. No hay que olvidar que, en numerosas
ocasiones, como ya hemos visto, una pretendida visión compartida del
mundo finalmente resulta ser fruto de relaciones de poder antes que de
auténticas elecciones personales. Las identidades deben ser pensadas no
como algo singular, sino como algo múltiple y rico. Desenmascarar este
tipo de dinámicas perversas también es un elemento esencial de la justicia
social.
Desde aquí hemos propuesto la idea de patriotismo constitucional
como mecanismo para articular la identidad cívica y articular la diversidad
con la cohesión social. El papel que cumple aquí la sociedad civil, como
hemos visto, es fundamental: por una parte, porque participa en el proceso
de conformación del derecho, y de esta forma va reinterpretando los prin-
cipios constitucionales a la luz de los nuevo tiempos, y, por otra, porque en
sus manos está rechazar una identidad compartida con sus conciudadanos
basada principalmente en rasgos étnicos, religiosos o vinculados a una
forma cultural particular, y escoger una identidad fundada en la común
adhesión a los principios que protegen la seguridad y la capacidad de elec-
ción de todos.
Bibliografía