El Estado de La Cuestión en El Multiculturalismo
El Estado de La Cuestión en El Multiculturalismo
El Estado de La Cuestión en El Multiculturalismo
INTRODUCCIN
Pertinencia, objetivos y desarrollo de la investigacin
La preponderancia de la doctrina multiculturalista en la sociedad actual es a todas luces evidente, sobre todo en una poca como la nuestra caracterizada por la intensificacin de los flujos migratorios y la llegada de personas con caractersticas diferentes a las de las sociedades receptoras. Adems, a esto se aade la afluencia de estudios culturales e identitarios que centran su atencin en las diferencias e injusticias cometidas sobre grupos especficos como los referidos en los gender Studies y los que centran su atencin en la condicin sexual (feminismo y teora queer), la etnia, la nacin, la lengua o la religin. Es este hecho fundamental, el fenmeno de la diferencia, ya sea tratado como sinnimo de diversidad, variedad, pluralidad, particularismo, especificidad, peculiaridad o singularidad, el que constituye el punto de partida del anlisis que va a desarrollarse en las siguientes pginas. Esta heterogeneidad lleva necesariamente a la pregunta de si en la actualidad y a pesar de la tendencia homogeneizadora de la globalizacin no nos estaremos viendo inmersos en un
despertar multicultural, una toma de conciencia en torno a las propias diferencias hasta ahora latentes o si, por otra parte, estas diferencias no resultaran ser ms que una construccin ex novo, reciente, tal y como Benedict Anderson trata el origen del nacionalismo en su libro Comunidades imaginadas (Anderson, 2006). Llegar a responder a este interrogante es uno de los principales propsitos que trataremos de alcanzar a lo largo de la presente investigacin, y ello con el objetivo final de aclarar el estado de la cuestin en relacin a los debates sobre el multiculturalismo contemporneo.
Desde un primer momento hay que tener presente que el multiculturalismo, como fenmeno netamente social, no se deja aprehender desde un nico campo de conocimiento. Los numerosos anlisis que a continuacin van a estudiarse parten de una
visin de conjunto que abarca los campos de la Filosofa Moral (en sus vertientes social, poltica y religiosa), la Sociologa y la Ciencia Poltica, acudiendo por ello a los enfoques de especialistas que tratan el fenmeno del multiculturalismo desde perspectivas diferentes pero complementarias. De aqu que la amplia variedad de temas y cuestiones que se van a examinar partan del pluralismo de valores, la disputa universalismo-relativismo, las identidades de grupo y el conflicto multicultural, pasando por la tolerancia y las demandas de reconocimiento de las diferencias hasta llegar al debate entre liberales y comunitaristas.
hecho social, de un modelo poltico o de una ideologa. Estas tres dimensiones estn en realidad vinculadas (Colom en Corts y Monsalve, 1999: 37).
Abundando en ello Juan Carlos Velasco seala que La diversidad cultural entre los seres humanos no es un fenmeno natural y objetivo, sino artificial y subjetivo o, mejor dicho, intersubjetivo y construido a lo largo de un proceso histrico (Velasco en Corts y Monsalve, 1999: 63).
naca dentro de una determinada estructura social o tradicin cultural. Con la modernizacin lo social deja de ser algo dado como un destino inexorable y uno puede optar libremente a la hora de tomar sus propias decisiones: se pueden abandonar los contextos especficos y construir uno mismo su propia escena social. La identidad personal toma el lugar de la grupal, centrando la atencin en torno a la responsabilidad y no sobre la herencia, con lo que asistimos al predominio de la adquisicin libre sobre la adscripcin constrictiva, diluyndose entonces los rgidos vnculos sociales vigentes hasta ese momento. De esta manera los antiguos encuadramientos que conferan seguridad y estabilidad a los individuos tienen que sustituirse por vnculos electivos sin contar ya con el apoyo de un medio moral incuestionable, seguro y estable (Innerarity, 2001: 63-65). La ambivalencia del proceso de individualizacin al que nos vemos abocados produce una doble ruptura: por un lado, y junto con la modernizacin, nos liberamos de las imposiciones que determinaban y constrean nuestra forma de actuar, pero a la vez perdemos la seguridad que esas imposiciones nos ofrecan a la hora de elegir.
Esta problemtica es vivida de manera particular por los miembros de los grupos tradicionales que, ante la novedad que supone la ineludible obligacin de tomar decisiones individuales, deciden retornar a la identidad adscriptiva de su grupo o cultura de origen para, as, protegerse del cambio. Este modo de actuar, aislarse en la propia comunidad y rescatar las ataduras primordiales (Beriain, 2000), se est volviendo prctica defensiva habitual de grupos de inmigrantes y minoras que se ven excluidos y no reconocidos en las sociedades de acogida. Esta estrategia multiculturalista acaba conformando enclaves aislados ghettos proclives a la desintegracin, lugares desde los cuales se demanda respeto y reconocimiento hacia sus propias perspectivas pero que, paradjicamente, niegan el pluralismo.
PLURALISMO Y MULTICULTURALISMO
El valor de lo plural y lo diferente frente a lo universal: conflicto y enfrentamiento
Cuando se afronta el estudio de identidades culturales nos encontrarnos necesariamente ante valores y principios diferentes. Es algo lgico si tenemos en cuenta lo expuesto en la introduccin. La pluralidad de valores muestra como no puede ser de otra manera un carcter ambivalente; por una parte, y a primera vista, supone un enriquecimiento para la humanidad, pero, por otra, comporta ineludiblemente conflictos a niveles inimaginables. Con el multiculturalismo tal carcter no hace sino acrecentarse, lo que provoca que el enfrentamiento alcance cotas insospechadas. Fue el socilogo alemn Max Weber quien, antes que nadie, capt esta situacin cuando en su conferencia La ciencia como vocacin (Weber, 1967: 180-234) emple la metfora de la lucha entre dioses. Con ella hizo notar que el enfrentamiento entre valores y visiones en disputa es una constante en la poca moderna (Beriain, 2000: 115).
La modernidad y su correlato, el proceso de racionalizacin occidental, han desencadenado una serie de procesos que permiten explicar el advenimiento del actual politesmo cultural. Ambos han coadyuvado al despliegue de la conocida tesis weberiana del desencantamiento del mundo (Entzauberung der Welt); con este fenmeno se asiste al descentramiento de las visiones tradicionales del mundo, aqullas que tenan la funcin de explicar tanto la realidad presente como el futuro. Desde entonces asistimos a una fragmentacin del arquetipo central en la comprensin humana: se margina la hasta entonces hegemnica cosmovisin religiosa siendo sta sustituida por mltiples explicaciones ya no de carcter sagrado sino secular. Toda esta transformacin es la que ha permitido la actual proliferacin de mltiples esferas de valor diferenciadas (Beriain, 2000: 106-107). A esto de aade que la modernidad transforma el destino en decisin; la palabra hereja tiene sus races en el verbo griego hairein, que significa elegir. Si para el primitivo la hereja fue una posibilidad, ms bien remota, para el hombre moderno se convierte en una necesidad. La modernidad crea una nueva situacin en la que seleccionar y elegir devienen imperativos (Beriain, 2000: 110). 5
Sin embargo, a pesar de la gran posibilidad de eleccin de la que disponemos en la actualidad, nos enfrentamos al conflicto ineludible del que ya nos hemos hecho eco ms arriba. Al abrirse las posibilidades de eleccin surge el antagonismo de valores (Beriain, 2000: 110), resurge la weberiana lucha de dioses; los valores por los que uno opta es posible que choquen y no se acomoden con los de la persona o grupo que tenemos enfrente. Las visiones enfrentadas constituyen la norma y no la excepcin en la actualidad. As, los valores que uno escoge o que le vienen impuestos pueden tener un carcter natural para uno mismo mientras que para otro pueden ser contingentes; pueden ser universales o particulares, construidos o intrnsecos, absolutos o relativos. Sobre estas dicotomas va a pivotar el enfrentamiento dentro de las disputas multiculturalistas.
A nivel cultural, que es el que nos interesa, se plantea el siguiente dilema: o bien hay criterios absolutos para decidir qu sistema de normas es preferible, es decir, los criterios que estn por encima de cualquier cultura, o bien no hay criterios absolutos y todos dependen siempre de algn contexto cultural especfico (Oliv, 1999: 45). Este choque entre la interpretacin universalista-absolutista-objetivista y la visin particularista-relativista-subjetivista (monismo homogeneizador versus pluralismo heterogeneizador) define la disputa que enfrenta a crticos del multiculturalismo y a los partidarios del mismo. Los absolutistas abogan por la supresin de toda diferencia superflua, presuponiendo una racionalidad comn a todos los seres humanos, independiente de su cultura (Oliv, 1999: 46). Por el contrario los relativistas niegan que existan valores absolutos y normas universalizables; afirman que la evaluacin moral de una accin slo puede hacerse en funcin del sistema de creencias, valores y normas de la comunidad o de la sociedad en que se ejecuta la accin (Oliv, 1999: 53).
Los relativistas multiculturalistas en nuestro caso esgrimen un conjunto de argumentos que pretenden reforzar su postura: 1) La existencia de mltiples culturas que por el mero hecho de existir poseen un valor intrnseco; 2) El valor natural de la diferencia y la diversidad, lo que les lleva a alimentar su premisa de cabecera: todo es igualmente valioso; y 3) Determinadas culturas son constitutivas de la identidad de sus miembros, hecho que las hace necesarias para que los individuos ejerzan su autonoma y autenticidad (Oliv, 1999: 101). Sin embargo, ante estos argumentos se levantan crticas como las que efecta Ernesto Garzn Valds, para quien constituye un error defender a 6
toda costa cualquier cultura por el solo hecho de existir, y ms cuando algunas transgreden los derechos humanos ms elementales. La concepcin del aislacionismo moral de las diferentes culturas postula el abandono de toda perspectiva prescriptivamente universal en la moral y la limitacin a la descripcin de hbitos y costumbres de cada pueblo. Segn este mismo autor aqu subyace una falacia de tipo naturalista: de la mera existencia de diversas culturas no se puede inferir que todas las normas que de hecho existen en ellas debieran ser respetadas; ni siquiera puede inferirse que la diversidad cultural sea algo valioso per se. Es ms, la historia abunda en ejemplos de formas colectivas de vida respecto a las cuales cuesta encontrar argumentos morales que permitan concluir la necesidad de su conservacin o promocin (Garzn Valds en Oliv, 1999: 100).
El gran problema de los multiculturalistas es que las identidades, en la actualidad, se constituyen en relacin recproca con otros grupos (Innerarity, 2001: 61). Esta nueva situacin no les permite permanecer aislados como antao ajenos a todo conflicto. Daniel Innerarity seala lo siguiente a este respecto: Siempre resulta una experiencia dolorosa percibir la propia particularidad o marginalidad y fundar el aprendizaje de lo humano en el intento de comprender a otros desde sus presupuestos. El cambio de perspectiva cultural ensea a desmontar la propia posicin y proporcionarse a s mismo una perspectiva de segundo orden. No quiere esto decir que haya de adoptarse sin reservas cualquier perspectiva extraa o sacrificar la propia. La relativizacin de las perspectivas inmediatas no tiene por qu conducir a la aniquilacin de la propia tradicin; puede permitir incluso una nueva determinacin de la perspectiva originaria, un enriquecimiento propio. La modificacin de perspectivas no es posible sin comparacin, reflexin, distancia y experiencia de la alteridad, algo muy distinto de la indiferencia generalizada o de la obsesin por la neutralidad (Innerarity, 2001: 107).
Sin embargo, cuando los multiculturalistas se enfrentan ante el inevitable conflicto de valores incompatibles que cuestionan los suyos propios se defienden aduciendo la inconmensurabilidad de los valores plurales de las culturas. Las culturas son inconmensurables porque contienen un patrimonio de valores vlidos para cada una de ellas, pero no para otras, y que no tiene por qu trasladarse a otras culturas, ya que los patrones son distintos (Soriano, 2004: 74). Innerarity seala que se da la inconmensurabilidad entre sistemas que no pueden ser simultneamente aceptados, pero 7
sigue siendo posible conocerlos en su diferencia y apreciarlos en su valor alternativo (Innerarity, 2001: 239). La inconmensurabilidad de las culturas es el escudo con el que se protege el multiculturalista relativista para rehuir las crticas que se le plantean.
El concepto de pluralismo es difcil y en l suelen subsumirse como ocurre con el concepto cultura mltiples fenmenos. Histricamente el pluralismo se relaciona con la tolerancia; ambos son conceptos distintos pero estn conectados: el pluralismo presupone tolerancia y, por consiguiente, un pluralismo intolerante sera un falso pluralismo. La diferencia se encuentra en que la tolerancia respeta valores ajenos, mientras que el pluralismo afirma valores propios. De esto deduce que el pluralismo preconiza los valores de la diversidad y el disenso (Sartori, 2001: 17-19), postura que cambi la tradicional creencia, mantenida hasta el siglo XVII, tras las guerras de
religin, que vea en la diversidad la causa de la discordia y de los desrdenes en los Estados y exiga la unanimidad (Sartori, 2001: 20-21). Sartori establece un continuum que va desde la intolerancia a la tolerancia, de la tolerancia al respeto del disenso y despus, mediante ese respeto, a creer en el valor de la diversidad (Sartori, 2001: 27).
Para Sartori uno de los principales errores que se cometen en la actualidad procede de efectuar la equivalencia pluralismo = pluralidad; esto es, derivar pluralismo de plural, lo que para l constituye un craso error: pluralismo no es ser plurales. Si fuese as, como apunta el italiano, la fragmentacin de tribus africanas, el sistema de castas hind o los estamentos durante la Edad Media seran ejemplos de sociedades
Para Sartori que la variedad y no la uniformidad, el discrepar y no la unanimidad, el cambiar y no el inmovilismo, sean cosas buenas, stas son las creencias de valor que emergen con la tolerancia, que se adscriben al contexto cultural del pluralismo y que tiene que expresar una cultura pluralista que haga honor a ese nombre (Sartori, 2001: 32). Sin embargo, como se apunt ms arriba, y a pesar de que el pluralismo tenga que respetar la multiculturalidad con la que se encuentra, no est obligado a fabricarla. En la medida en que el multiculturalismo actual el de tendencia radical o multiculturalista separa, es agresivo e intolerante, en esa medida constituye la negacin del pluralismo. Por el contrario, el objetivo prioritario del pluralismo es asegurar la paz intercultural y evitar la hostilidad entre culturas (Sartori, 2001: 329), la que es fomentada por la doctrina multiculturalista.
El pluralismo que defiende Sartori se inclina por la existencia de una sociedad basada en asociaciones mltiples. stas deben ser, en primer lugar, voluntarias no obligatorias, no adscriptivas y, en segundo lugar, no exclusivas, abiertas a afiliaciones mltiples. Para que una sociedad multigrupos fuese pluralista tendran que cumplirse dos condiciones simultneamente: 1) No estar compuesta por grupos tradicionales y 2) Que se desarrollara naturalmente sin que los grupos fuesen impuestos. Sartori profundiza este anlisis con ayuda de un concepto acuado por Lipset y Rokkan, los cleavages o estructuras de divisin (Lipset y Rokkan en Batlle, 2001: 231-273). Se refiere concretamente a la existencia o no de cross-cutting cleavages o lneas de divisin cruzadas (que se cortan), indicando con ello un elemento estructural y no un 9
estado de creencias. Para Sartori el pluralismo funciona cuando los cleavages o lneas de divisin se neutralizan y frenan por mltiples afiliaciones o lealtades, y disfunciona cuando las lneas de fractura econmico-sociales coinciden, sumndose y reforzndose unas a otras; un ejemplo de esto ltimo lo constituyen los grupos neopluralistas cuya identidad es a la vez tnica, religiosa y lingstica. La paz social estallara cuando las comunidades cerradas con cleavages coincidentes se convirtiesen en invasoras y agresivas (Sartori, 2001: 39-40), tal y como sucede con los minoras alentadas por las diversas doctrinas multiculturalistas.
La versin dominante del multiculturalismo ha dejado atrs todo lo preconizado por Sartori y se configura como una versin rotundamente antipluralista. Sus orgenes intelectuales seran marxistas pero, antes de llegar a Estados Unidos, donde ha tenido su gran impulso, este multiculturalismo procedera de neomarxistas ingleses influenciados por Foucault. Sus tesis llegaran a las universidades americanas donde, desde los aos 60, se introdujeron los cultural Studies, cuyo inters manifiesto se centraba en hacer visible y luchar contra la hegemona y la dominacin de una cultura sobre otras. Para Sartori estos intelectuales norteamericanos propugnan un multiculturalismo que niega el pluralismo en todos los mbitos, tanto en su intolerancia como en su rechazo al reconocimiento recproco, lo que les lleva preferir la separacin sobre la integracin (Sartori, 2001: 63-64). De esta manera cualquier atisbo de multiculturalismo pluralista queda marginado.
El envoltorio con el que los antipluralistas presentan su particular versin del multiculturalismo es a primera vista muy alentador; viene a reflejar un deseo
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ampliamente extendido de autenticidad y de reconocimiento que atraviesa la subjetividad moderna. Algo expuesto as resulta ptimo e inobjetable, pero como seala el propio Sartori, las buenas intenciones no bastan, ya que de buenas intenciones mal realizadas est empedrado el infierno (Sartori, 2001: 65). De aqu procede la principal crtica que el italiano dirige a los multiculturalistas que blanden proyectos y teoras perfeccionistas: no tener en cuenta los resultados de los ideales y objetivos que previamente han diseado en sus cabezas, y ello a pesar del optimismo y las buenas intenciones que, segn ellos, guan su prctica. Resulta harto evidente que los multiculturalistas siempre prefieren anteponer en su proceder la tica de las convicciones a la mesura de la tica de la responsabilidad preconizada por Weber.
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LA TOLERANCIA
La necesidad de la tolerancia
Como hemos sealado anteriormente vivimos una poca en que la diferencia y la variedad resultan hechos cada vez ms evidentes. Los diferentes grupos y comunidades no son ajenos a esta situacin, y ms cuando sta es alentada por teoras multiculturalistas radicales. Adems, a ello se aade que el conflicto se incrementa con la inevitable relacin entre grupos con caractersticas y valores inconmensurables. Sucede que para los miembros de una comunidad o grupo particular los valores propios adoptan un carcter irreductible, haciendo de su defensa una cuestin irrenunciable. En el caso de los grupos minoritarios fomentados por el multiculturalismo, las denominaciones de origen adscriptivas se convierten en una cuestin primordial, pugnando hostilmente con las del resto de grupos por el temor a la quiebra de las comunidades originales. La reivindicacin de la propia libertad de conciencia por parte de estos grupos no comporta de por s la aceptacin del pluralismo, sobre todo cuando lo que es reivindicado para uno mismo en calidad de discrepante es negado a los que disienten. As pues, podemos observar contrariamente cmo el pluralismo tiene como objetivo la supresin de todo fanatismo, pretensin que conecta con la idea de tolerancia (Sevilla en Badillo, 2003: 214 y 216).
Abundando en lo anterior, Yves-Charles Zarka seala que el gran problema de nuestro tiempo no es la vida en comn, sino la vida por separado (Zarka, 2008: 25). Esto constituye algo indudable: los problemas y conflictos asociados a las diferencias culturales se producen en gran medida no dentro de las propias comunidades, sino cuando chocan grupos con valores distintos. De esta manera, se puede asegurar con rotundidad que el conflicto cultural es ms una cuestin intergrupal que intragrupal. De aqu proviene la inevitable instauracin de la tolerancia: la necesidad de atenuar el conflicto es un imperativo si queremos construir las bases adecuadas sobre las que asentar una convivencia pacfica fundada en el respeto y el desacuerdo razonable entre culturas. La tolerancia es tanto una virtud convivencial de respeto cvico, como tambin una activa oposicin a las prcticas intransigentes, despticas y opresoras. Sin embargo, y retomando lo dicho por Zarka: La tolerancia es intil cuando hay vida en comn, con
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sus solidaridades y discordias. Es indispensable, empero, cuando hay vida por separado, de aqu que haya que preguntarse cmo pensar y establecer la coexistencia (Zarka, 2008: 26).
La coexistencia se torna una cuestin fundamental con relacin a la tolerancia; Zarka seala dos caractersticas inherentes a la misma: 1) La coexistencia no supone que se comparta un destino comn, ni siquiera supone la reconciliacin, sino solamente el mnimo reconocimiento de la existencia; y 2) La mera yuxtaposicin del coexistir supone ya un considerable progreso con relacin a la voluntad de vencer, de negar o de destruir (Zarka, 2008: 26). Hay que dejar claro el compromiso de Zarka con la coexistencia, pues para l sta posee un definitivo carcter normativo: nuestro mundo necesita la coexistencia porque es un mundo desgarrado, irreductiblemente desgarrado, en individuos, comunidades, pueblos, naciones, entre los que sera vano esperar la reconciliacin. Las fronteras visibles e invisibles que erigen los desgarros del mundo no son slo o necesariamente fronteras entre Estados; hay fronteras tnicas, culturales, religiosas, lingsticas que los atraviesan y abren separaciones mayores y ms antiguas que las que dividen los territorios polticos (Zarka, 2008: 27).
Para Sartori la tolerancia no supone ni indiferencia ni relativismo; el que tolera tiene creencias y principios propios, los considera verdaderos, y sin embargo, concede que los otros tengan el derecho a cultivar creencias equivocadas (Sartori, 2001: 41). Sin embargo, para el italiano el tolerar no puede ser algo ilimitado ya que la tolerancia est siempre en tensin y nunca es total. Esto le lleva a preguntarse cul es la elasticidad de la tolerancia para, posteriormente, establecer su grado de elasticidad a travs de tres criterios: 1) Debemos proporcionar razones de acerca de lo que se considera intolerable
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(rehuyendo el dogmatismo); 2) El principio de no hacer el mal, no daar; no estamos obligados a tolerar comportamientos que nos inflingen dao o perjuicio; y 3) El principio que centra nuestro inters, la reciprocidad: al ser tolerantes con los dems, esperamos, a su vez, ser tolerados por ellos (Sartori, 2001: 42-43).
La reciprocidad para Sartori est necesariamente mediada por el aumento de una diversidad cada vez ms radical. Esto le lleva a poner en duda que una diversidad cada vez mayor sea motivo de enriquecimiento una de las principales tesis multiculturalistas y a tachar tal pretensin como superficial. As, su idea de reciprocidad en las sociedades receptoras de inmigrantes funciona de la siguiente manera: el beneficiado (el que entra) corresponde al benefactor (el que acoge) reconocindose como beneficiado, reconocindose en una deuda. Con ello retoma su idea de pluralismo, al que define como un vivir juntos en la diferencia y con diferencias; pero lo es si hay contrapartida. Entrar en una comunidad pluralista es a la vez un adquirir y un conceder. Los extranjeros que no estn dispuestos a conceder nada a cambio de lo que obtienen, que se proponen permanecer como extraos a la comunidad en la que entran hasta el punto de negar, al menos en parte, sus principios mismos, son extranjeros que inevitablemente suscitan reacciones de rechazo, de miedo y de hostilidad. Dan lugar a la figura del ciudadano contra, el contraciudadano (Sartori, 2001: 54-55). Con su idea de reciprocidad Sartori no hace sino poner toda la carga de obligaciones sobre los hombros de una de las partes, la que parte inicialmente con todas las desventajas. De esta forma, parece que la sociedad receptora ya ha hecho bastante con acoger a los inmigrantes.
Estas ltimas asunciones de Sartori no dejan lugar a dudas. En el realismo de su pensamiento siempre est presente el modo en que se forman los grupos y relacionan entre s. Tiene in mente la idea de lmite: la frontera que en toda sociedad, inopinadamente, se establece entre nosotros y el ellos. Nosotros es nuestra identidad; ellos son las identidades diferentes que determinan la nuestra. Por ello, la alteridad es el complemento necesario de la identidad: nosotros somos quienes somos, y como somos, en funcin de quienes o como no somos. La existencia de cualquier comunidad implica clausura, un juntarse que es tambin un cerrarse hacia fuera, un excluir. En consecuencia para Sartori un nosotros que no est circunscrito por un ellos ni siquiera llega a existir (Sartori, 2001: 48). En este determinismo universal el juego recproco 14
unin-exclusin sirve al italiano para justificar su postura ante la tolerancia y la reciprocidad. A este respecto no deja de llamar la atencin la impronta, en cierto sentido heterfoba, que se vislumbra en los postulados de Sartori, y ms con su persistente psicosis ante la inmigracin islmica.
Zarka tiene una idea de lo que es la reciprocidad en trminos generales muy similar a la de Sartori, pero le ha aadido un plus genuino que comporta un distanciamiento respecto al florentino. Desde su punto de vista, la idea de tolerancia implica necesariamente la de reciprocidad. Supone que uno ser capaz de abandonar la perspectiva unilateral que espontneamente adopta nuestro yo, individual o colectivo, para dejar aparecer ante s al otro, en su existencia y en su derecho. En consecuencia, pensar la tolerancia es por fuerza pensar un lmite, en ausencia del cual dicho concepto se autodestruira. La reciprocidad permite definir este lmite por dentro: tan slo puede haber tolerancia recproca. Con un nico sentido, la tolerancia sera simple permisividad y confesin de debilidad. La tolerancia no es sin ms un espritu de apertura, acogida de la diferencia, reconocimiento del derecho del otro, es tambin una exigencia que interpela al otro para que asuma por s mismo disposiciones al reconocimiento y la acogida semejantes a las que uno asume por su parte. En este sentido, la tolerancia es una exigencia doble hacia s y hacia el otro de establecer y mantener una reciprocidad que permita la coexistencia (Zarka, 2008: 26-27). El valor aadido que incorporan las intenciones de esta larga cita es el ideal de apertura al otro, la comprensin recproca de grupos e individuos separados por la diferencia y el conflicto. Esta apuesta por el enriquecimiento mutuo vendra a repartir el esfuerzo de la tolerancia entre los que son acogidos y los que acogen, muestra evidente de la diferente postura de Zarka respecto a Sartori. Sin embargo, y a pesar de los benvolos objetivos que preconiza este ideal, tenemos que tener presente que la tolerancia es difcil de aqu el ttulo del libro de Zarka, Difcil tolerancia en un doble sentido: en la teora y en la prctica (Zarka, 2008: 27).
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pluralismo: la liberalidad. sta comportara un ir ms all de la tolerancia, pues no se contenta con el reconocimiento recproco sino que fomenta la curiosidad por otras formas culturales, la disposicin a colaborar con los otros para ampliar nuestra visin del mundo, as como nuestro inters en corregir y ser corregidos. Por el contrario, cuando no se cultiva la argumentacin los seres humanos se atrincheran se enclaustran en la nica posicin que consideran propia: su visin particularista. La liberalidad consiste, por tanto, en la relativizacin de lo propio que nos abre a los dems; esto se puede hacer porque somos conscientes de que nuestro mundo familiar o nuestra identidad personal parten de interpretaciones que tienen alternativas, que no agotan todas las posibilidades (Innerarity, 2001: 233 y 235-236).
El objetivo principal de la liberalidad es comprender la diferencia y complejidad del mundo actual, y ello desde el contexto en el que estos fenmenos tienen lugar. Preconiza una actitud de cooperacin e interaccin abierta, siempre dispuesta a reconocer el valor de las contribuciones ajenas; viene a reconocer la importancia de la subjetividad finita de otras culturas. Para Innerarity en la actualidad la virtud de la liberalidad es esencial para el cultivo de la sensibilidad humana en las condiciones de un mundo cambiante y complejo. Es una acomodacin productiva de la diversidad. Gracias a ella, cada cultura o tradicin aprende de otras las posibilidades de que carece su propio ideal de humanidad (Innerarity, 2001: 239-240).
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Los liberales ponen en cuestin las tesis comunitaristas desde los presupuestos del liberalismo clsico de corte occidental (democracia liberal). Sus seas de identidad caractersticas se resumen en la defensa de los siguientes conceptos: universalismo, monismo, objetivismo, racionalismo, homogeneidad, ortodoxia, neutralidad e imparcialidad. Detrs de los mismos es posible encontrar una visin latente particularista de tipo occidentalizante (etnocntrica) que se pretende universal y, por lo tanto, hegemnica: hacen de sus principios particulares una versin universal de la superioridad y supremaca occidental. Su desprecio intelectual (crtica y puesta en cuestin) desde normas universales hacia los comunitaristas bebe en las fuentes de la Filosofa de la Ilustracin.
Los comunitaristas, por su parte, en contra de las tesis del liberalismo, son los principales sustentadores del multiculturalismo. Se les puede situar en la rbita de la democracia deliberativa y radical, ya que sus ideas son un reclamo, una defensa, de los siguientes ideales: pluralismo, relativismo, diferencia, aceptacin, reconocimiento, justicia, perspectivismo, subjetivismo, heterogeneidad, parcialidad, heterodoxia y accin afirmativa. Sus orgenes y bases intelectuales se encuentran en la ideologa del 17
romanticismo (Herder, Vico), el irracionalismo (Hamann), el deconstruccionismo (Derrida) y las filosofas foucaltianas. Adems, el comunitarismo tiene una fuente de apoyo peculiar, la del liberal Isaiah Berlin: su concepcin del pluralismo de valores de tipo agonista ha influenciado ampliamente determinados postulados de autores de esta corriente de pensamiento.
A pesar de la clara distancia que separa ambas filosofas no es posible establecer una separacin tajante en lo que a los autores que las apoyan se refiere; una dicotoma radical es imposible. Se puede decir que dentro del marco liberal se emplazaran autores como Joseph Raz, Ronald Dworkin, el propio Giovanni Sartori, pero tambin otros autores de difcil encuadramiento como John Rawls o Will Kymlicka; en el caso de este ltimo, como veremos despus, se puede hablar de un liberalismo comunitarista. Por parte de los comunitaristas lase, multiculturalistas , destacan Charles Taylor,
Alasdair MacIntyre, Michael Walzer, Michael Sandel y, ms radical en sus planteamientos, Iris Marion Young.
A continuacin va a profundizarse en los postulados de algunos de estos autores, precisamente aqullos que muestran una tendencia ms favorable hacia las tesis multiculturalistas. La intencin que con ello se persigue es registrar sus posturas ante el multiculturalismo y comprobar as el alcance de sus razonamientos; con el objeto de comparar estas asunciones con las de la visin liberal en ocasiones se intercalarn observaciones y crticas que autores liberales han lanzado contra los comunitaristas. De esta manera se espera obtener una visin de conjunto en torno a los argumentos que se muestran a favor y en contra de la doctrina multiculturalista. Se empieza con el anlisis de la poltica del reconocimiento de Charles Taylor. A continuacin se realizar un repaso de las ideas de Will Kymlicka en relacin a la ciudadana multicultural y la poltica verncula, para finalizar con la concepcin de la justicia y la poltica de la diferencia planteadas por Iris Marion Young.
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El inters de Taylor por el multiculturalismo procede de dos mbitos relacionados con su contexto vital. En primer lugar, como canadiense nacido en la regin francfona de Qubec, es un ardiente partidario de la identidad propia y particular del Canad francs; esta adscripcin ha favorecido claramente su visin plural y multicultural de la realidad social. El otro mbito es el intelectual y acadmico: se le considera uno de los principales discpulos del filsofo liberal e historiador de las ideas polticas Sir Isaiah Berlin que, como hemos apuntado ms arriba, fue el principal teorizador de la idea de pluralismo agonista de valores.
Las ideas de Isaiah Berlin en torno al pluralismo aparecen diseminadas en toda su obra ensaystica pero lo fundamental de ellas se puede encontrar en las compilaciones Vico y Herder: dos estudios en la historia de las ideas (Berlin, 2000) y en la llevada a cabo por Joaqun Abelln Antologa de ensayos (Berlin, 1995). De aqu provendra su apertura y respeto a otras visiones del mundo, hecho que le ha convertido en un pensador caracterizado por tender puentes entre corrientes enfrentadas.
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Segn el canadiense las identidades particulares se moldean, en parte, por el reconocimiento o por la falta de ste; generalmente las identidades originales minoritarias no tienen un reconocimiento a priori y cuando ste se da, resulta un reconocimiento falso. El reconocimiento no es slo cortesa en este sentido va mucho ms all que la tolerancia , es mucho ms exigente en sus demandas porque es una necesidad humana vital y, en caso de ser reducido o cuando su dficit es total, causa dao y oprime a quien lo considera imprescindible (Taylor, 2003: 43-45). Por tanto, el reconocimiento es para Taylor una exigencia inexcusable.
La poltica de la diferencia
El reconocimiento de los valores inherentes a cada cultura es un asunto prioritario para Taylor porque comporta una cuestin a la vez de dignidad igualitaria y de diferenciacin (Taylor, 2003: 46). En cuanto a la igualdad, la dignidad constituye algo consustancial a todas las culturas, idea de la que se deriva la obligacin de igual reconocimiento para todas ellas pues todos sus miembros son dignos de igual respeto (Taylor, 2003: 65). Taylor considera que con la poltica de la dignidad igualitaria lo que se establece pretende ser universalmente lo mismo, una canasta idntica de derechos e inmunidades, y que la poltica de la dignidad universal lucha por unas formas de discriminacin que son enteramente ciegas a los modos en que difieren los ciudadanos (Taylor, 2003: 61-62). En lo que se refiere a la diferenciacin, la poltica 20
de la diferencia que suscribe Taylor incide en que sea reconocida la identidad particular de grupos e individuos: reconocer el hecho de ser distinto a los dems en razn de una identidad nica. De esta manera, la poltica de la diferencia redefine la no discriminacin exigiendo que se hagan distinciones, aqullas que forman la base del tratamiento preferencial (Taylor, 2003: 61-62).
La discriminacin a la inversa
Las distinciones especficas que Taylor pretende establecer desde la construccin de su poltica de la diferencia proceden de dos modos de poltica; como veremos, l se decanta por el segundo. Para l, estos dos modos de poltica que comparten el concepto bsico de igualdad de respeto entran en conflicto. Para el uno, el principio de respeto igualitario exige que tratemos a las personas en una forma ciega a la diferencia. La intuicin fundamental de que los seres humanos merecen este respeto se centra en lo que es igual en todos. Para el otro (el modo propio de los multiculturalistas), hemos de reconocer y aun fomentar la particularidad. El reproche que el primero hace al segundo es, justamente, que viola el principio de no discriminacin. El reproche que el segundo hace al primero es que niega la identidad cuando constrie a las personas para introducirlas en un molde homogneo que nos les pertenece de suyo. Ese conjunto de principios ciegos a la diferencia supuestamente neutral de la poltica de la dignidad igualitaria es, en realidad, un reflejo de la cultura hegemnica. La sociedad supuestamente justa y ciega a las diferencias no slo es inhumana (en la medida que suprime las identidades) sino tambin, en una forma sutil e inconsciente, resulta sumamente discriminatoria (Taylor, 2003: 67). El primer modo de poltica es el liberal, lo que le lleva a criticar el liberalismo como un particularismo que se disfraza de universalismo (Taylor, 2003: 68).
Este conflicto en los modos de poltica lleva a Taylor a inclinarse por la discriminacin inversa o accin afirmativa. Lo hace as porque considera que los grupos minoritarios no reconocidos en sus demandas de reconocimiento, aceptacin, respeto y proteccin son desfavorecidos desde tiempos inmemoriales. Actualmente estos son los grupos que ms sufren la opresin desde su posicin de desventaja, por lo que se hace necesario revertir, en la medida de lo posible, este panorama. Sus miembros
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piensan que sobre ellos recae el riesgo de aniquilacin cultural; perciben el desdn desde el que consideran son tratados por la cultura hegemnica, por lo que su mximo inters se encuentra en el mantenimiento, supervivencia y conservacin de lo que les hace distintos. De aqu la necesidad perentoria de establecer la discriminacin a la inversa o positiva. sta puede dibujarse como una medida temporal que gradualmente nivelar el campo de juego y permitir que las viejas reglas ciegas retornen con todo su vigor, en tal forma que no discriminen a nadie (Taylor, 2003: 63). De aqu es posible deducir una poltica limitada en el tiempo encaminada a igualar las condiciones de partida de los miembros de las diferentes culturas para, despus, restablecer la ceguera a las diferencias tpica del liberalismo: quiere dar iguales oportunidades (compensar y corregir discriminaciones) y, en principio, no muestra visos de convertirse en una prctica poltica de carcter permanente.
Giovanni Sartori vuelve a hacer aparicin en estas pginas pues, desde su visin plural-liberal, es uno de los crticos ms furibundos de las ideas del canadiense. Comienza sealando que la frustracin, infelicidad, depresin y opresin que, como arguye Taylor, se deriva de la falta de reconocimiento, no es tal; la opresin, en el sentido preciso del trmino, es privacin de libertad. Y la depresin no es opresin, y menos cuando se sufre a nivel individual (Sartori, 2001: 78).
La siguiente precisin niega a los multiculturalistas, y a Taylor en particular, la pretensin de atribuir igual valor a todas las culturas; si todo tuviese el mismo valor, nada valdra, no sera posible establecer diferencias: si todo vale, nada vale: el valor pierde todo su valor porque cualquier cosa vale, para cada uno de nosotros, porque su contraria no vale (Sartori, 2001: 80). Esto al italiano le parece el fin de los imprescindibles criterios de evaluacin.
En lo que se refiere al trato preferencial, como Sartori denomina a la discriminacin inversa, las diferencias que interesan a la poltica del reconocimiento no son diferencias injustas, a eliminar: aqul se interesa por diferencias injustamente
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desconocidas y susceptibles de valorar y considerar, se discrimina para diferenciar. El problema para el italiano es cundo una diferencia llega a ser importante, por qu nos centramos en unas y no en otras. l piensa que las diferencias que cuentan actualmente son las que mejor saben hacerse notar, que siempre son las ms radicales a la hora de favorecer sus intereses (son las que ms ruido hacen). Con su esfuerzo movilizador hacen ms visibles y relevantes sus demandas. Como contrapartida, sus intereses exclusivos y excluyentes, tienden a la separacin y la rebelin (Sartori, 2001: 83-89).
Steven C. Rockefeller
Para este comentarista del ensayo La poltica del reconocimiento, el problema de algunas de las derivaciones de las ideas de Taylor supondra elevar la identidad tnica, que es secundaria, a una posicin igual en importancia o superior a la identidad universal de una persona y debilitar los fundamentos del liberalismo y abrir las puertas a la intolerancia (Taylor, 2003: 125). Esta advertencia concuerda con el peligro del que nos advierte Zarka: que el grupo o cultura en el que nos desenvolvemos tienda a convertirse en una entidad superior a sus miembros individuales (Zarka, 2008: 61).
Michael Walzer
Walzer redescribe los dos tipos de liberalismo que formula Taylor. El primer liberalismo se compromete con los derechos individuales y con un Estado neutral, sin inclinaciones de apoyar perspectivas particulares de ningn grupo; el segundo liberalismo pretende un Estado que favorezca la supervivencia y florecimientos de culturas o religiones particulares. Walzer piensa que, de optar Taylor por alguno de ellos, se decantara, obviamente, por el segundo (Taylor, 2003: 139-140).
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Vamos a analizar sus ideas a travs de dos de sus obras ms conocidas: primero veremos La ciudadana multicultural (Kymlicka, 1996), para acabar analizando La poltica verncula. Nacionalismo, multiculturalismo y ciudadana (Kymlicka, 2003). Debido a su enfoque mixto no ser necesario intercalar elementos de crtica pues l mismo se encarga de sealar los puntos oscuros y efectos no deseados que surgen en la prctica.
La ciudadana multicultural
En esta obra Kymlicka lo primero que hace es constatar un hecho: las identidades tnicas y nacionales mantienen todo su vigor a pesar del desvanecimiento de las mismas que supondra la globalizacin. Su integracin en la corriente occidental no es efectiva pues estas identidades minoritarias mantienen su pulso diferenciador (Kymlicka, 1996: 22).
El anlisis de los grupos a que dan lugar estas identidades es la parte ms importante de la idea de ciudadana multicultural. Desde estos grupos se observan dos tipos de reivindicaciones cuyas intenciones se centran en la proteccin de la estabilidad de las comunidades nacionales o tnicas. El primer tipo se refiere a la reivindicacin de los grupos contra sus propios miembros, las llamadas por Kymlicka restricciones internas; tienen el objetivo de proteger al grupo del impacto desestabilizador del disenso interno (la probable decisin de los miembros individuales del grupo de no seguir o acatar las prcticas y costumbres tradicionales) e implica relaciones 24
intragrupales. El segundo tipo consiste en la reivindicacin de los grupos contra la sociedad en la que se encuentran englobados, llamadas protecciones externas; su finalidad consiste en proteger al grupo del impacto de las decisiones externas (las decisiones polticas y econmicas de la sociedad mayor) e implica relaciones intergrupales (Kymlicka, 1996: 58). Kymlicka no ve problemas en la reivindicacin de protecciones externas pero, en cambio, s los detecta en las restricciones internas. As, con estas ltimas, teme que el multiculturalismo, llevado a su extremo lgico, pueda justificar que cada grupo tnico tenga autoridad para imponer sus propias tradiciones legales a sus miembros, aun cuando dichas tradiciones se contradigan con los derechos humanos bsicos y con los principios constitucionales de la sociedad en la que se encuentran (Kymlicka, 1996: 65). En el caso de acceder a las exigencias de restriccin interna sin control alguno estaramos dejando a los miembros a ellos adscritas expuestos a las violaciones de las libertades individuales ms bsicas (Kymlicka, 1996: 111).
Adems de estas reivindicaciones las comunidades tnicas y nacionales demandan derechos de dos tipos: 1) Derechos politnicos y de representacin especial, capaces de fomentar la integracin social y la unidad poltica; dan por supuesta la comunidad poltica principal y procuran una mayor integracin en ella (no cuestionan su autoridad ya que fomentan la pertenencia ligndola a un proyecto cooperativo); y 2) Derechos de autogobierno, que suponen un desafo ms serio a la funcin integradora de la ciudadana; reflejan un deseo de debilitar los vnculos con la comunidad poltica mayor y cuestionan su autoridad y permanencia (Kymlicka, 1996: 248). Kymlicka abunda en ellos recordando que los derechos politnicos suponen demandas de integracin y de plena participacin, mientras que los derechos de autogobierno son potencialmente desestabilizadores y provocan resentimiento cuando no se conceden, llegando en ocasiones a la secesin (Kymlicka, 1996: 262-263).
La poltica verncula
En este libro Kymlicka se centra en la cuestin de la inmigracin y el multiculturalismo. Distingue entre un multiculturalismo de inmigracin y otro de minoras nacionales (Kymlicka, 2003: 50), y a la vez se hace eco de la proclama de Nathan Glazer que viene a decir que Hoy en da todos somos multiculturalistas. Sin
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embargo, hace ver que los crticos con los derechos de las minoras y el multiculturalismo vinculan los derechos especficos que comporta la ciudadana diferenciada con la erosin de las virtudes y prcticas cvicas que sustentan una democracia razonable: se sustituye la estabilidad social y poltica en favor de demandas de justicia a veces insostenibles (Kymlicka, 2003: 54).
Por otra parte Kymlicka evoca la cuestin de la autoidentidad: seala que los miembros individuales de los grupos deben tener la posibilidad de revisar, cuestionar y rechazar cualquier identidad heredada con anterioridad de adscripcin , y, en su caso, de abandonarla si esa es su decisin. Sin embargo, desde su concepcin del culturalismo liberal, apoya que los estados liberal-democrticos adopten derechos de grupo y polticas dirigidas a reconocer, promover y acomodar las diferentes identidades y necesidades de los grupos etnoculturales (Kymlicka, 2003: 63 y 360).
Los diferentes modelos de planificacin de la inmigracin constituyen el ltimo centro de atencin que despliega el canadiense. Para l es un hecho natural que las democracias occidentales se cierren imponiendo restricciones a la inmigracin, por la misma razn que las minoras nacionales tratan de restringir la inmigracin a su territorio; comprende que la inmigracin en masa supone una amenaza para su cultura, de aqu que la mayora, al igual que la minora, no desee verse sobrepasada en nmero por miembros de otras culturas. Los dos modelos de inmigracin ms caractersticos son, por un lado, la asimilacin, a la que se refiere tambin como angloconformidad, consistente en la interiorizacin, a toda costa, de las normas culturales existentes (es el modelo tpico francs y el que fue usual en EE. UU. hasta la dcada de los 60); por otro, la integracin, ms tolerante y pluralista, basado en polticas que permitan y de hecho apoyaban a los inmigrantes en la conservacin de su herencia particular (es el modelo preconizado desde los aos 70 en Canad, Australia y EE. UU.) Kymlicka destaca que es en los pases con polticas multiculturales oficiales de integracin, como Canad y Australia, donde los inmigrantes se integran con mayor rapidez y facilidad (Kymlicka, 2003: 107, 187 y 209).
En ltimo lugar Kymlicka aboga por la necesidad de un sustrato comn y compartido a todos los miembros de una sociedad. Con ello se refiere a la idea de culturas societales. stas implican un vocabulario compartido de tradicin y 26
convencin que sustenta una completa gama de prcticas e instituciones sociales pero esta unidad social no slo requiere unos principios compartidos, sino tambin un sentimiento de pertenencia compartida; requiere que los ciudadanos se identifiquen con sus cconciudadanos y que los consideren como a uno de nosotros (Kymlicka, 2003: 229 y 366).
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JUSTICIA
LA
La filsofa y politloga estadounidense Iris Marion Young (1949-2006) no admite un encuadramiento definitivo dentro de la escuela de pensamiento comunitarista, sino ms bien dentro de la corriente demcrata feminista radical. A primera vista, y comparndola con el resto de autores, no debera realmente estar aqu, pero su punto de vista hace ms necesaria que nunca su inclusin en estas pginas. Las ideas que se van a analizar se encuentran en las pginas de su obra magna: La justicia y la poltica de la diferencia (Young, 2000), escrita en 1990. En ella se hace eco de los principales debates que, durante las dcadas anteriores, tuvieron lugar en EE. UU. en torno a las demandas de diferentes grupos multiculturales (mujeres, personas mayores, discapacitados, inmigrantes, prostitutas, homosexuales, etc.).
El inters principal de esta obra es remarcar la injusticia a la que la sociedad mayoritaria somete a los grupos arriba indicados. La injusticia para Young se corresponde con dos condiciones sociales. Primero, la opresin, consistente en procesos institucionales sistemticos que impiden a alguna gente aprender y usar habilidades satisfactorias y expansivas en medios socialmente reconocidos, o procesos sociales institucionalizados que anulan la capacidad de las personas para interactuar y comunicarse con otras o para expresar sus sentimientos y perspectivas donde otras
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personas puedan escucharlas. En segundo lugar, la dominacin, conformada por la presencia de condiciones institucionales que impiden a la gente participar en la determinacin de sus acciones o de las condiciones de sus acciones. Las personas viven dentro de estructuras de dominacin si otras personas o grupos pueden determinar sin relacin de reciprocidad las condiciones de sus acciones, sea directamente o en virtud de las consecuencias estructurales de sus acciones (Young, 2000: 68).
Otro centro de atencin es la polmica que sostiene con lo que ella denomina imperialismo cultural. Con ella se refiere concretamente a la hegemona que en la cultura occidental, y particularmente en EE. UU., viene ejerciendo el varn blanco, anglosajn, de religin protestante. Su dominio es patente y acta negativamente sobre las imgenes que definen los grupos ms desfavorecidos en la sociedad. Para nuestra autora este imperialismo encierra la paradoja de presentar a estos grupos a la vez como invisibles y diferentes, dada la animadversin que se les tiene. Para Young la invisibilidad sobreviene cuando los grupos dominantes no reconocen la perspectiva implcita en sus propias expresiones culturales como una perspectiva ms. Sucede a menudo que esas expresiones de la cultura dominante simplemente reservan poco lugar para la experiencia de otros grupos, mencionndolos o refirindose a ellos como mucho de modo estereotipado o marginal. sta es, por tanto, la injusticia del imperialismo cultural: que las experiencias e interpretaciones de la vida social propias de los grupos oprimidos cuentan con pocas expresiones que afecten a la cultura dominante, mientras que esa misma cultura impone a los grupos oprimidos su experiencia e interpretacin de la vida social. El imperialismo cultural se produce en parte a travs de la habilidad del grupo dominante para sostener que su perspectiva y experiencia es universal o neutral. Sostengo que en el mbito poltico las apelaciones a la universalidad funcionan polticamente para excluir a aquellas personas consideradas diferentes (Young, 2000: 105-106). Todo lo anterior comporta una crtica contra el particularismo disfrazado de universalismo muy similar a la desarrollada anteriormente por otros autores. La autora se queja de que esta lgica de la identidad niega o reprime la diferencia: a travs de la lgica de la identidad la teora intenta tenerlo todo bajo control, eliminar la incertidumbre y lo imprevisible (Young, 2000: 169), objetivo similar al de los filsofos de la Ilustracin con su diosa Razn universal, con la que pretendan homogeneizar todos los aspectos subjetivos de la existencia humana.
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La poltica homogeneizadora y discriminatoria de la sociedad actual est en el origen de las estrategias del racismo, el sexismo, la homofobia, etc. Estas prcticas hacen que la diferencia se torne exclusin (Young, 2000: 223, 285 y 286).
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LTIMAS CONSIDERACIONES
SARTORI
Como no puede ser de otra manera vamos a cerrar este trabajo con Sartori, el irreverente y polticamente incorrecto autor florentino. Su polmico libro (Sartori, 2001: caps. 6-8) ha centrado la atencin por sus crticas a la llegada masiva de inmigrantes a Europa occidental. Su crtica se centra en varios puntos: en primer lugar, la defensa que el multiculturalismo europeo bienintencionado hace de este fenmeno, ideologa que considera de importacin. En segundo lugar, y ms importante, la adaptacin de los diferentes tipos de inmigrantes, tenindose que fijar en su origen y caractersticas. En este sentido, considera, ms all de interpretaciones xenfobas, que el inmigrante es un extranjero distinto, posee de por s un exceso de alteridad. Trae aparejado un plus de diversidades: lingstica, de costumbres, religiosa y tnica. Las dos primeras constituyen extraezas superables, mientras que las dos segundas son extraezas radicales, como ocurre en el caso de la inmigracin musulmana.
Otro problema aadido es la superpoblacin en el Tercer Mundo, causa de emigraciones masivas (no tanto por la pobreza, pues estos pases son pobres desde hace siglos) que presionan de manera constante (la inmigracin no cclica ni coyuntural) sobre los pases desarrollados; en este sentido, los que ya han entrado no sirven para reducir a los que quieren entrar sino que provocan un efecto llamada. Sartori cree evidente que al pretender la integracin de inintegrables se acaba en una situacin conflictiva, en la desintegracin. De aqu que rechace la fcil solucin de conceder ciudadana como mtodo de integracin, pues no lleva sino al fracaso del gueto. Piensa que el multiculturalismo lleva a Bosnia, a la balcanizacin y que el interculturalismo lleva a Europa.
La propuesta de interculturalismo a la que se refiere Sartori para salir de la encrucijada multiculturalista sera una tercera va entre liberalismo y comunitarismo, entre modernidad abstracta universalista y posmodernidad relativista deconstructivista
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por medio de la cual no habra verdades absolutas ni tampoco verdades particulares incompatibles (Soriano, 2004: 12).
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