Adela Cortina El Pluralismo Moral

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Adela Cortina EL PAS - Opinin - 11-05-1998

El pluralismo moral, en serio


ADELA CORTINA.
Catedrtica de Filosofa Moral y Poltica de la Universidad de Valencia

Cuando Ronald Dworkin public su ya clebre libro Los derechos, en serio no
vino sino a poner sobre el tapete algo sobradamente sabido, y es que conviene
pensar en serio una buena cantidad de asuntos pblicos, porque mucho nos
jugamos en enfocarlos bien o mal. Uno de ellos es la construccin de una
sociedad moralmente pluralista, sobre todo en aquellas que, como la nuestra,
han pasado hace poco tiempo de orientarse oficialmente por un cdigo moral
nico a reconocer, tambin oficialmente, que los ciudadanos profesan diversos
cdigos morales.Es sta una experiencia compartida por la sociedad espaola
con distintos pases de Amrica Latina, pero tambin con los llamados pases
del Este. Con la diferencia de que en los pases latinos el cdigo originario
vena dado por un sector del catolicismo; en los pases del Este, en cambio,
por un sector del marxismo. El drama, sin embargo, era muy semejante en
ambos casos en lo que a la moral respecta, ya que el cdigo oficialmente
impuesto slo poda ser aceptado en realidad por fe: fe en la revelacin divina,
a travs de una iglesia, fe en unas leyes de la historia interpretadas por el
partido. Y la fe, conviene no olvidarlo, es opcin personal e intransferible, razn
por la cual es en realidad imposible imponerla.
sta es, en lo que a lo moral se refiere, la gran tragedia de todos los pases
moralmente monistas, de aquellos pases, como los islmicos, que
oficialmente imponen respuestas nicas ante las grandes preguntas sobre el
sentido de la vida y de la muerte, sobre la justicia y la felicidad, sobre el valor
del trabajo, sobre la eutanasia o la ingeniera gentica. sta es la tragedia: que
las respuestas a estas preguntas han de convencer personalmente y no vale
en su caso la imposicin. Sin embargo, los pases que realizan el trnsito
desde una sociedad moralmente monista a una democracia liberal no por eso
han resuelto ya todos sus problemas, sino que conviene pensar el trnsito en
serio, no sea cosa que, en vez de acceder a un bien cuidado pluralismo moral,
recalemos en lo que Weber llam el politesmo de los valores ticos, el
politesmo axiolgico, que tiene, entre otras, una ocenica laguna: la de no
permitir a los distintos grupos de ciudadanos construir nada juntos.
En efecto, la transicin a la democracia liberal desde los distintos tipos de
confesionalismo suele producir un profundo desconcierto en el mbito de los
valores morales. Acostumbrada buena parte de la ciudadana al monismo,
puede interpretar el hecho de la diversidad de perspectivas al menos de tres
formas: como expresin de un vaco moral, como un politesmo de los valores
ticos, o como expresin de un pluralismo moral. A mi juicio, la primera salida
es impracticable por inexistente; la segunda, practicable, pero indeseable; la
tercera muestra un proyecto en el que merece la pena trabajar, porque
responde a lo mejor de las aspiraciones humanas.
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En lo que se refiere al clebre vaco moral, del que se hacen lenguas los
apocalpticos, conviene recordar que tan imposible es que existan sociedades
sin valores morales como que existan personas amorales, situadas ms all
del bien y del mal. Bien ha mostrado, por el contrario, esa tradicin hispana de
Ortega, Zubiri, Aranguren y Pedro Lan que no hay personas amorales, que
todo ser humano opta por unos valores u otros, pero nunca carece de toda
moral.
Sin embargo, que al monismo suceda el politesmo en cuestiones morales no
es cosa extraa, sino bien comprensible, sobre todo teniendo en cuenta el
movimiento pendular al que nos tiene acostumbrados la historia. En breve
plazo hemos pasado del entusiasmo por la poltica al desencanto poltico y a la
exaltacin de la sociedad civil; de la preocupacin por los derechos sociales a
un trasnochado neoliberalismo, presto a socavar las bases del Estado social
de justicia, y no slo del Estado del bienestar.
No sera de extraar, pues, que al imperio del cdigo moral nico sucediera
una Babel de los cdigos morales defendidos por los distintos grupos, una
disparidad tal entre ellos que resultara imposible encontrar un espacio comn
de dilogo, desde el que enfrentar conjuntamente los retos ticos. Y es en esto
precisamente en lo que consiste el politesmo tico, en creer que cada grupo
opta por una escala de valores de un modo tan arbitrario que es imposible
descubrir puntos de encuentro. O, lo que es lo mismo, que las cuestiones
ticas son totalmente subjetivas.
En reforzar la idea de que el politesmo moral reina en nuestro pas estn
interesadas al menos dos especies de ciudadanos. En principio, los que desde
determinados medios de comunicacin entienden que venden ms el conflicto
insuperable y el insulto palmario que el dilogo sereno, encaminado a
descubrir qu es lo que ya une y dnde empiezan las discrepancias, sobre las
que es recomendable continuar dialogando. Resulta ms sencillo sin duda
atraer la atencin del espectador con discusiones montadas sobre posiciones
contrarias irreductibles, o al menos aparentemente irreductibles, que realizar el
esfuerzo de hacer atractivo el dilogo inteligente: Derecho a morir
dignamente frente a Pro vida, Greenpeace frente a defensores a ultranza
de las centrales nucleares, fundamentalistas laicistas frente a fundamentalistas
creyentes. Con esto -dicen- el espectador atiende, comenta el programa en el
trabajo, y queda convencido de que el pluralismo consiste en la imposibilidad
de dilogo.
Pero tambin una segunda especie de ciudadanos se interesa por reforzar el
politesmo, y es la de quienes, en unos grupos u otros, no tiene ms identidad
que la de distinguirse de los contrarios. Qu sera de los fundamentalistas
ecologistas, nuclearistas, laicistas, creyentes, nacionalistas, etctera, si se
quedaran sin oponentes igualmente fundamentalistas? Qu ocurrira si
descubrieran unos y otros que en realidad es mucho lo que comparten y que
les permite responder conjuntamente a una buena cantidad de los desafos
morales que conjuntamente se les presentan? El fundamentalista es el tipo de
animal que se alimenta de la discrepancia y muere cuando descubre que es
mucho lo que le une a otros, aunque tambin existan desacuerdos.
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Y es en esto ltimo en lo que consiste el pluralismo moral, en percatarse de
que no puede haber un cdigo nico si no es por imposicin (monismo), pero
tambin en tomar nota de que la total disparidad de cdigos paraliza cualquier
intento de actuacin conjunta (politesmo). El pluralismo, por su parte, invita a ir
ms all de la ley del pndulo y a superar en un tercero los dos movimientos
anteriores. De igual forma que urge articular sociedad civil y Estado, derechos
sociales y ciudadana activa en una tercera fase, superior a las dos anteriores,
es urgente reforzar un pluralismo moral, consciente de que hay ya valores
compartidos por los distintos grupos, que permiten construir la sociedad juntos.
Componen esos valores un mnimo tico irrenunciable, una tica mnima,
como cre oportuno llamarle hace ya aos; unas exigencias innegociables de
justicia, que debemos transmitir en la educacin, y desde las que tenemos que
ir respondiendo conjuntamente a retos comunes como la inmigracin o el
terrorismo, la eutanasia y la ingeniera gentica, la crisis del Estado de justicia,
la globalizacin econmica, la inmoralidad del paro, la perversidad del hambre
y la muerte involuntaria. Si no hay un sentir comn en estas cuestiones de
justicia, las resolvern quienes tengan poder fctico para hacerlo, que no suele
ser, por desgracia, quienes tienen razn.

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