El documento habla sobre el pluralismo moral en las sociedades democráticas. Explica que las sociedades ya no pueden imponer un único código moral, sino que deben reconocer la diversidad de perspectivas morales. Sin embargo, la mera diversidad puede desembocar en un "politeísmo axiológico" que impida el diálogo y la acción conjunta. Propone que lo ideal es un "pluralismo moral" que reconozca los valores compartidos que permiten a los ciudadanos construir la sociedad de forma conjunta.
El documento habla sobre el pluralismo moral en las sociedades democráticas. Explica que las sociedades ya no pueden imponer un único código moral, sino que deben reconocer la diversidad de perspectivas morales. Sin embargo, la mera diversidad puede desembocar en un "politeísmo axiológico" que impida el diálogo y la acción conjunta. Propone que lo ideal es un "pluralismo moral" que reconozca los valores compartidos que permiten a los ciudadanos construir la sociedad de forma conjunta.
El documento habla sobre el pluralismo moral en las sociedades democráticas. Explica que las sociedades ya no pueden imponer un único código moral, sino que deben reconocer la diversidad de perspectivas morales. Sin embargo, la mera diversidad puede desembocar en un "politeísmo axiológico" que impida el diálogo y la acción conjunta. Propone que lo ideal es un "pluralismo moral" que reconozca los valores compartidos que permiten a los ciudadanos construir la sociedad de forma conjunta.
El documento habla sobre el pluralismo moral en las sociedades democráticas. Explica que las sociedades ya no pueden imponer un único código moral, sino que deben reconocer la diversidad de perspectivas morales. Sin embargo, la mera diversidad puede desembocar en un "politeísmo axiológico" que impida el diálogo y la acción conjunta. Propone que lo ideal es un "pluralismo moral" que reconozca los valores compartidos que permiten a los ciudadanos construir la sociedad de forma conjunta.
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Adela Cortina EL PAS - Opinin - 11-05-1998
El pluralismo moral, en serio
ADELA CORTINA. Catedrtica de Filosofa Moral y Poltica de la Universidad de Valencia
Cuando Ronald Dworkin public su ya clebre libro Los derechos, en serio no vino sino a poner sobre el tapete algo sobradamente sabido, y es que conviene pensar en serio una buena cantidad de asuntos pblicos, porque mucho nos jugamos en enfocarlos bien o mal. Uno de ellos es la construccin de una sociedad moralmente pluralista, sobre todo en aquellas que, como la nuestra, han pasado hace poco tiempo de orientarse oficialmente por un cdigo moral nico a reconocer, tambin oficialmente, que los ciudadanos profesan diversos cdigos morales.Es sta una experiencia compartida por la sociedad espaola con distintos pases de Amrica Latina, pero tambin con los llamados pases del Este. Con la diferencia de que en los pases latinos el cdigo originario vena dado por un sector del catolicismo; en los pases del Este, en cambio, por un sector del marxismo. El drama, sin embargo, era muy semejante en ambos casos en lo que a la moral respecta, ya que el cdigo oficialmente impuesto slo poda ser aceptado en realidad por fe: fe en la revelacin divina, a travs de una iglesia, fe en unas leyes de la historia interpretadas por el partido. Y la fe, conviene no olvidarlo, es opcin personal e intransferible, razn por la cual es en realidad imposible imponerla. sta es, en lo que a lo moral se refiere, la gran tragedia de todos los pases moralmente monistas, de aquellos pases, como los islmicos, que oficialmente imponen respuestas nicas ante las grandes preguntas sobre el sentido de la vida y de la muerte, sobre la justicia y la felicidad, sobre el valor del trabajo, sobre la eutanasia o la ingeniera gentica. sta es la tragedia: que las respuestas a estas preguntas han de convencer personalmente y no vale en su caso la imposicin. Sin embargo, los pases que realizan el trnsito desde una sociedad moralmente monista a una democracia liberal no por eso han resuelto ya todos sus problemas, sino que conviene pensar el trnsito en serio, no sea cosa que, en vez de acceder a un bien cuidado pluralismo moral, recalemos en lo que Weber llam el politesmo de los valores ticos, el politesmo axiolgico, que tiene, entre otras, una ocenica laguna: la de no permitir a los distintos grupos de ciudadanos construir nada juntos. En efecto, la transicin a la democracia liberal desde los distintos tipos de confesionalismo suele producir un profundo desconcierto en el mbito de los valores morales. Acostumbrada buena parte de la ciudadana al monismo, puede interpretar el hecho de la diversidad de perspectivas al menos de tres formas: como expresin de un vaco moral, como un politesmo de los valores ticos, o como expresin de un pluralismo moral. A mi juicio, la primera salida es impracticable por inexistente; la segunda, practicable, pero indeseable; la tercera muestra un proyecto en el que merece la pena trabajar, porque responde a lo mejor de las aspiraciones humanas. 1 Adela Cortina EL PAS - Opinin - 11-05-1998 En lo que se refiere al clebre vaco moral, del que se hacen lenguas los apocalpticos, conviene recordar que tan imposible es que existan sociedades sin valores morales como que existan personas amorales, situadas ms all del bien y del mal. Bien ha mostrado, por el contrario, esa tradicin hispana de Ortega, Zubiri, Aranguren y Pedro Lan que no hay personas amorales, que todo ser humano opta por unos valores u otros, pero nunca carece de toda moral. Sin embargo, que al monismo suceda el politesmo en cuestiones morales no es cosa extraa, sino bien comprensible, sobre todo teniendo en cuenta el movimiento pendular al que nos tiene acostumbrados la historia. En breve plazo hemos pasado del entusiasmo por la poltica al desencanto poltico y a la exaltacin de la sociedad civil; de la preocupacin por los derechos sociales a un trasnochado neoliberalismo, presto a socavar las bases del Estado social de justicia, y no slo del Estado del bienestar. No sera de extraar, pues, que al imperio del cdigo moral nico sucediera una Babel de los cdigos morales defendidos por los distintos grupos, una disparidad tal entre ellos que resultara imposible encontrar un espacio comn de dilogo, desde el que enfrentar conjuntamente los retos ticos. Y es en esto precisamente en lo que consiste el politesmo tico, en creer que cada grupo opta por una escala de valores de un modo tan arbitrario que es imposible descubrir puntos de encuentro. O, lo que es lo mismo, que las cuestiones ticas son totalmente subjetivas. En reforzar la idea de que el politesmo moral reina en nuestro pas estn interesadas al menos dos especies de ciudadanos. En principio, los que desde determinados medios de comunicacin entienden que venden ms el conflicto insuperable y el insulto palmario que el dilogo sereno, encaminado a descubrir qu es lo que ya une y dnde empiezan las discrepancias, sobre las que es recomendable continuar dialogando. Resulta ms sencillo sin duda atraer la atencin del espectador con discusiones montadas sobre posiciones contrarias irreductibles, o al menos aparentemente irreductibles, que realizar el esfuerzo de hacer atractivo el dilogo inteligente: Derecho a morir dignamente frente a Pro vida, Greenpeace frente a defensores a ultranza de las centrales nucleares, fundamentalistas laicistas frente a fundamentalistas creyentes. Con esto -dicen- el espectador atiende, comenta el programa en el trabajo, y queda convencido de que el pluralismo consiste en la imposibilidad de dilogo. Pero tambin una segunda especie de ciudadanos se interesa por reforzar el politesmo, y es la de quienes, en unos grupos u otros, no tiene ms identidad que la de distinguirse de los contrarios. Qu sera de los fundamentalistas ecologistas, nuclearistas, laicistas, creyentes, nacionalistas, etctera, si se quedaran sin oponentes igualmente fundamentalistas? Qu ocurrira si descubrieran unos y otros que en realidad es mucho lo que comparten y que les permite responder conjuntamente a una buena cantidad de los desafos morales que conjuntamente se les presentan? El fundamentalista es el tipo de animal que se alimenta de la discrepancia y muere cuando descubre que es mucho lo que le une a otros, aunque tambin existan desacuerdos. 2 Adela Cortina EL PAS - Opinin - 11-05-1998 Y es en esto ltimo en lo que consiste el pluralismo moral, en percatarse de que no puede haber un cdigo nico si no es por imposicin (monismo), pero tambin en tomar nota de que la total disparidad de cdigos paraliza cualquier intento de actuacin conjunta (politesmo). El pluralismo, por su parte, invita a ir ms all de la ley del pndulo y a superar en un tercero los dos movimientos anteriores. De igual forma que urge articular sociedad civil y Estado, derechos sociales y ciudadana activa en una tercera fase, superior a las dos anteriores, es urgente reforzar un pluralismo moral, consciente de que hay ya valores compartidos por los distintos grupos, que permiten construir la sociedad juntos. Componen esos valores un mnimo tico irrenunciable, una tica mnima, como cre oportuno llamarle hace ya aos; unas exigencias innegociables de justicia, que debemos transmitir en la educacin, y desde las que tenemos que ir respondiendo conjuntamente a retos comunes como la inmigracin o el terrorismo, la eutanasia y la ingeniera gentica, la crisis del Estado de justicia, la globalizacin econmica, la inmoralidad del paro, la perversidad del hambre y la muerte involuntaria. Si no hay un sentir comn en estas cuestiones de justicia, las resolvern quienes tengan poder fctico para hacerlo, que no suele ser, por desgracia, quienes tienen razn.