Dimitris Asimacopulos
Dimitris Asimacopulos
Dimitris Asimacopulos
FACULTAD DE FILOLOGÍA
Instituto Universitario Ciencias de las Religiones
Madrid, 2009
• ISBN: 978-84-692-8409-4
LA ESCRITURA Y EL ABSOLUTO: DIMENSIONES MÍSTICAS
EN LA OBRA DE ODISEAS ELITIS (1911-1996)
LA ESCRITURA Y EL ABSOLUTO:
DIMENSIONES MÍSTICAS EN LA OBRA
DE ODISEAS ELITIS (1911-1996)
TESIS DOCTORAL
DIRIGIDA POR EL DR. D. PEDRO BÁDENAS DE LA PEÑA
2008
Esta tesis ha sido realizada en el marco del proyecto HUM-2004-03957-C02-01 del
Ministerio de Educación y Ciencia, dirigido como investigador principal por D.
Pedro Bádenas de la Peña.
Quisiera dar las gracias a una serie de personas que han sido fundamentales,
de un modo u otro, para la culminación de este trabajo. En primer lugar a su director,
Pedro Bádenas de la Peña, por la magnífica disposición con que recibió mi propuesta
en 2003 y, ante todo, por su confianza, su colaboración y la paciencia y amplitud de
miras con que ha acogido siempre todos mis puntos de vista y mis planteamientos.
Aún dentro del ámbito académico, pero no sólo, a Elías Danelis, magnífico
profesor de griego pero ante todo amigo, que no sólo me ha enseñado con maestría
su lengua, sino que ha compartido conmigo algunas de sus pasiones, en especial la
música y la literatura. Él, que fue el primero en mostrarme el volumen de Elitis que
suscitó la idea para esta tesis, es también responsable en gran medida de su
culminación.
De modo especialmente sentido quiero dar las gracias a mis padres, sin cuyo
esfuerzo, paciencia, y aliento constantes este trabajo jamás hubiera sido posible. A su
generosidad y a su ejemplo, más que a ningún otro factor, lo debo.
Por último, he de dar las gracias también a aquellos amigos que tanto han
contribuido, aunque en ocasiones no lo sepan, a que esto llegara a buen puerto: a
Isabel Carrasco, sin cuyas ideas, inquietudes, recomendaciones y estímulo esta tesis
tendría poco que ver con lo que ha acabado siendo; a Valeria, por su paciencia, su
inteligencia, su sentido común, su afecto y su presencia infalible cada día; a Eva
Latorre, que además de alentarme con sus consejos y su generosidad durante todos
estos años, me ha ayudado muy sustancialmente con el formato final del trabajo; y a
Dimitris Asimacópulos, amigo verdadero y leal en la distancia.
2
ÍDICE
ITRODUCCIÓ ........................................................................................XIX
I. MÍSTICA Y POESÍA
IMÁGEES................................................................................................ 1147
Three major deficiencies attracted our attention: first, the negative influence
of philology, or “the dead hand of classicism”, prevalent among so many
scholars who have arrived at modern Greek literature from the discipline of
the classics; second, the biographical impressionism and romantic
dilettantism inherent in so many approaches to Greek authors and texts;
third, an almost total disregard for discussing and defining critical
approaches. In short, the backwardness of literary criticism in our field
cannot be ascribed to the “inferiority” or “marginality” of contemporary
Greek culture.1
Casi veinte años más tarde, a la hora de comenzar una investigación en el ámbito de
la literatura griega contemporánea ―sobre un autor emblemático en la Grecia del
siglo XX y con proyección internacional, como demuestra el premio Nobel―, el
panorama no es mucho más alentador. Con las comprensibles excepciones,
atribuibles en casi todos los casos a personas formadas o empleadas en universidades
del mundo anglosajón, las tres deficiencias señaladas por estos autores siguen
vigentes de modo palpable. Las garras asfixiantes de la filología, por una parte, que
denotan el empeño de entroncar constantemente a Grecia con su pasado clásico
olvidando que se trata, ante todo, de un Estado moderno con un desarrollo puramente
contemporáneo, la carencia generalizada de metodología y de reflexión metodológica
o incluso el retraso desmesurado en la recepción de las teorías más extendidas en la
actualidad, por otra, y, finalmente, la usurpación del espacio científico por parte de
productos generados desde el sentimentalismo de un difuso amor diletante a la poesía
o, aún peor, desde las constricciones de un nacionalismo reductor y habitualmente
falaz, caracterizan a gran parte de los artículos y libros que acerca de la literatura
griega se publican en el interior del país. En el caso de Elitis, poeta nacional,
emblema de los «valores griegos» y miembro de la generación que ha ocupado
durante muchas décadas el escalón más alto en el canon literario autóctono, la
denominada Generación del 30, la situación es especialmente llamativa. A la altura
1
ALEXIOU, M. y V. LAMBROPOULOS (1985), pp. 7-8.
XX La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
2
CUTRIANU, E. (2002a), p. 160.
3
Cfr. Ibidem, pp. 161-163.
4
Véase la muy sintomática desarrollada entre febrero y abril de 2008 en la prensa griega entre los
investigadores Vasilis Lambrópulos y Dimitris Papanicolau ―profesores en Minnesota y Oxford,
respectivamente―, por un lado, y Costas Yeorgusópulos, por otro, con el ocasional apoyo a cada una
de las partes de otros docentes en Grecia o en el extranjero. La indemnidad de la identidad nacional
fue una vez más el eje principal de la discusión: el señor Yeorgusópulos entendía que la metodología
abierta, crítica, interdisciplinar y teóricamente fundamentada que Lambrópulos y Papanicolau
proponían para el estudio de los fenómenos culturales griegos ―desde el punto de vista del
postestructuralismo y los Cultural Studies― supone una amenaza para la grecidad y la humillación y
Introducción XXI
trasciendan las fronteras, bien del «comentario de texto» como método de trabajo,
bien de la noción orgánica y autosuficiente de literatura nacional. De ahí también la
negativa a integrar en los estudios literarios fenómenos que se encuentren fuera de
los límites de la denominada «alta cultura», o bien tratamientos que amenacen con su
mecanicismo demasiado material las cumbres espirituales en que aquélla reside, así
como el rechazo a un sometimiento de las nociones asumidas en el concepto de
identidad nacional a cualquier forma de análisis riguroso que pueda sacudir sus bases
o cuestionar su condición trascendente y objetiva5. En el caso de la obra de Odiseas
Elitis, que postula por sí misma una comprensión semejante y universalizable de lo
griego, como vamos a ver, la tentación de la complacencia es aún mayor. El propio
título del volumen reseñado por Elena Cutrianu ―Odiseas Elitis: el poeta y los
valores culturales griegos (Οδυσσέας Ελύτης. Ο ποιητής και οι ελληνικές πολιτισµικές
αξίες)― pone de manifiesto esta postura, postura que se confirma en el interior
cuando vemos que en el artículo inaugural el editor, Eratoscenis Capsomenos, no
sólo no somete a escrutinio alguno el concepto de grecidad o helenismo defendido y
construido minuciosamente, con todas las armas de su poética y de su ensayística,
por Elitis, sino que lo utiliza acríticamente como base de su análisis asumiendo la
existencia milenaria de una «tradición cultural griega» ininterrumpida cuyos valores
se hallan en una relación cuasi determinista con la tierra y el espíritu del pueblo, y
que funciona como sustrato y no producto de la poesía elitiana. La condición de
poeta nacional conquistada por el autor con algunas de sus obras (en especial el
Axion Estí), así como con una serie de estrategias que vamos a repasar en el curso del
trabajo, ha hipotecado asimismo la libertad a la hora de juzgar sus logros desde el
interior del país, en la medida en que se ha generado un consenso, ya observable en
los años de la posguerra ―en los cuales una obra de aliento nacional como el Axion
Estí fue simultáneamente elogiada y convertida en emblema de la propia causa por el
Partido Comunista y los nacionalistas conservadores―, en torno a su figura como
portavoz del pueblo y defensor de la grecidad, reafirmado aún más si cabe con la
concesión del Nobel que venía a sancionar definitivamente su condición de gloria de
demolición de todos los monumentos literarios y culturales de la nación. Cfr. los archivos de los
diarios Ελευθεροτυπία y Τα Νέα en Internet (www.enet.gr y www.tanea.gr), o bien
la lista con todos los enlaces a los textos de la polémica en esta dirección:
http://mkaragiannis.blogspot.com/2008_03_01_archive.html.
5
En los casos más recalcitrantes, y como veremos a lo largo del trabajo la obra de Elitis proporciona
variados ejemplos enmascarados y suavizados por la metaforización o alegorización de la poesía,
subyace a esta resistencia a teorías extranjeras la idea de que, dado que Grecia o lo griego constituyen
un organismo autosuficiente, sólo podrán analizarse sus productos o sus imágenes por medio de
nociones surgidas de su interior. Se trata, evidentemente, de una postura cada vez menos extendida,
pero que de algún modo no deja de operar en la sombra en muchos de estos posicionamientos
científicamente conservadores.
XXII La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
la patria6. Acaso por este motivo, incluso algunos de los trabajos más rigurosos desde
el punto de vista crítico que se han dedicado a su producción han preferido pasar por
alto determinados aspectos controvertidos o espinosos, cuando no contradictorios o
incomprensibles en un contexto europeo, de su poesía y de su ensayística.
No obstante, todos estos problemas de la crítica elitiana o de la crítica de los
fenómenos culturales griegos en general, no se circunscriben exclusivamente a
Grecia. En los estudios neogriegos en España se observan defectos en todo
semejantes a los que acabamos de mencionar. En primer lugar, la influencia
desmedida que ejercen sobre su ámbito los estudios clásicos y bizantinos (estos
últimos, no obstante, generalmente condenados a un papel ancilar, junto a la
Neogrecística, en los departamentos universitarios de Filología Clásica), aún poco
permeables en nuestro país a metodologías innovadoras en el campo de la Historia, la
Sociología, la Literatura o incluso la Lingüística ―no hablemos de la
interdisciplinariedad―, sigue ahogándolos bajo el peso a menudo muerto de una
filología más propia del siglo XIX que de los inicios del XXI7. Esta influencia,
originada sin duda por la dependencia universitaria e institucional que el
Neogrecismo sigue teniendo de la Filología Clásica y sus presupuestos reductores,
tiene como consecuencia fundamental y catastrófica no sólo la susodicha cerrazón
teórica y metodológica, sino sobre todo el tratamiento de un idioma vivo (y de los
fenómenos derivados de él) como una lengua muerta que, eso sí, justifica su
presencia en los planes de estudio y en el panorama académico en general por ese
evanescente prestigio de lo clásico. Así, el estudio de la literatura griega
contemporánea en España suele reducirse a los autores de un canon incuestionable
que parece reproducir a su modo el ―inamovible― de los autores antiguos, cerrando
el campo sobre los productos de una «alta cultura» ya sancionada de partida en la
propia Grecia, y bloqueando todo acceso no sólo a fenómenos extraliterarios o de
menor prestigio pero igual interés, sino especialmente a la literatura más reciente,
exclusivamente conocida entre nosotros, y siempre dentro de las limitaciones del
mercado editorial, gracias al esfuerzo traductor llevado a cabo por el departamento
de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga. Hay que mencionar
asimismo al único grupo científico, junto a éste de Málaga, que en España contempla
exclusivamente la investigación en Bizantinística y Neogrecística, sin hipotecas
clasicistas y con una incorporación cada vez mayor de las nuevas perspectivas
6
El propio Elitis afirma en los meses posteriores a la concesión del Nobel que, con él, se ha
premiado en su persona no sólo a la Grecia actual en su conjunto, sino también a toda una tradición
cultural griega de milenios.
7
Son fundamentales a este respecto las propuestas de renovación y autonomización de la
Bizantinística y la Neogrecística españolas que encontramos en diversos trabajos de Pedro Bádenas, y
que en general han sido recibidas con hostilidad. Cfr. BÁDENAS, P. (1989), (1997) y (2002).
Introducción XXIII
8
Cfr. por ejemplo BERMEJO, R. (2001).
XXIV La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
9
Cfr. ELITIS, O. (2008).
10
Y no siempre me refiero a la lengua de origen. Por señalar sólo algunos casos flagrantes, cfr.
ELITIS, O. (1982a), (1990a), o (1994).
11
ELITIS, O. (1980a).
12
ELITIS, O. (1996d).
13
ELITIS, O. (1992).
Introducción XXV
crítica postestructuralista del más amplio espectro, o desde un mero compromiso con
la reflexión metodológica y la interdisciplinariedad, lleva varias décadas marcando
una pauta que en Grecia ―el caso de España es distinto en la medida en que no se
trata del estudio de lengua o cultura autóctonas― está resultando lento y costoso
introducir. En el caso de la crítica elitiana, se han editado en los últimos quince o
veinte años trabajos excelentes que, no por casualidad, proceden en general de
autores formados en Estados Unidos o Gran Bretaña, aun cuando en muchos casos se
trate de griegos de origen, bien nacidos en el extranjero de padres emigrantes o
residentes ocasionales fuera del país para realizar sus estudios superiores. No querría
dejar pasar la oportunidad de mencionar algunos que han servido a su modo de
inspiración a este trabajo, y que destacan ante todo por su independencia ideológica,
su rigor, su profundidad crítica, su solidez metodológica y su originalidad. Me refiero
en primer lugar a dos estudios a cargo de profesores americanos de origen griego que
se enmarcan, sintomáticamente, en obras más amplias consagradas a rastrear, desde
una perspectiva abierta e interdisciplinar, los mecanismos de construcción de la
identidad desarrollados en Grecia en los últimos dos siglos: por una parte, los
certeros epígrafes dedicados a Elitis en el libro Modern Greece: A Cultural Poetics,
de Vangelis Calotychos14 y, por otra, el magnífico capítulo titulado «Cosmos: la
poética modernista en un universo nacional» («Κόσµος: η νεοτεριστική ποιητική σε
ένα εθνικό σύµπαν») que Ártemis Leondí incluye en su obra Topografías del
helenismo (Τοπογραφίες ελληνισµού)15. En segundo lugar, y en el ámbito de la propia
Grecia, hay que destacar la extraordinaria y exhaustiva obra de Elena Cutrianu,
profesora universitaria formada en Oxford, que, sobre la base de su propia tesis
doctoral, se editó en el año 2002 bajo el título Con la luz como eje: la formación y
cristalización de la poética de Odiseas Elitis (Με άξονα το φως: Η διαµόρφωση και η
κρυστάλλωση της ποιητικής του Οδυσσέα Ελύτη)16. Se trata de un completísimo
repaso por las distintas facetas de la poética elitiana sustentado sobre un hondo
conocimiento de muy diversos enfoques y planteamientos de la Teoría de la
Literatura, en especial de la llamada Literatura comparada; su valor primordial, a mi
juicio, reside en que constituye uno de los pocos trabajos sobre Elitis que lo enmarca,
más allá del ámbito limitado de la literatura nacional a que la crítica griega suele
constreñirlo, en un contexto europeo. Por último, hay que hacer mención especial a
un artículo que es una rara avis, por su audacia y su cuestionamiento de algunos de
los dogmas que sostienen el sacralizado canon literario nacional en Grecia, en el
14
CALOTYCHOS, V. (2003), cfr. Bibliografía.
15
LEONDÍ, Á. (1998), cfr. Bibliografía.
16
CUTRIANU, E. (2002), cfr. Bibliografía. No hay que olvidar tampoco el resto de trabajos de la
profesora Cutrianu acerca de la obra de Elitis, que pueden encontrarse reseñados en la bibliografía al
final de este volumen.
XXVI La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
17
CAYALÍS, T. (1997), cfr. Bibliografía.
Introducción XXVII
18
Cfr. su artículo «El crítico como huésped», en BLOOM, H. (2003), pp. 241-242.
Introducción XXIX
19
Cfr. Ibidem, pp. 17-18.
20
Jacques Derrida ha reflexionado ya sobre la salud inquebrantable con que se concibe la noción de
corpus literario, aparentemente mayor que la del cuerpo propio, asediado por la caducidad y la
muerte: «¿A qué leyes obedecen los re-nacimientos, los re-descubrimientos, las ocultaciones también,
el alejamiento o la reevaluación de un texto del que se querría creer ingenuamente, sobre la fe de una
firma o de una institución, que sigue siendo el mismo, idéntico constantemente a sí mismo? ¿Un
corpus en suma, y cuya identidad consigo estaría todavía menos amenazada que la de un cuerpo
propio? ¿Qué debe ser un texto si puede, de sí mismo de alguna manera, volverse para brillar una vez
más, después de un eclipse, con una luz diferente, en un tiempo que ya no es el de su fuente
productiva (¿fue alguna vez contemporáneo de ella?), repetir luego una vez más este resurgimiento
XXX La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lugar, aquello que no cesa de arriesgar sus límites y su integridad en cada una de sus
operaciones y experiencias. De este modo, constituye el ámbito de un cruzamiento
(con otro cuerpo, con otro espacio). La noción de corpus literario que subyace a este
trabajo funciona en el mismo sentido y viene, a su manera, prescrita por la propia
poética elitiana, como podrá apreciarse más adelante. El mecanismo del análisis ha
constituido, en consecuencia, la reproducción, en ocasiones extremada, del proceso
que a la vez define y cuestiona la identidad misma del cuerpo: una desapropiación y
una salida de sí que lo comunican con otros objetos (cuerpos o no) y al mismo
tiempo dejan penetrar a éstos en su interior como cuerpos extraños o injertos que
simultáneamente lo ponen en riesgo y lo configuran como aquello que precisamente
es. Se trata, ante todo, de hacer violencia al corpus o al texto, de conducirlo a la
fuerza a lugares de cruce donde se remarca su condición de frontera y donde se
arriesga a perder su identidad en el movimiento mismo por el que la gana. Así, las
comparaciones de Elitis, que pueden parecer forzadas, con determinados autores
místicos o con la Cábala, responden al deseo de partir de esta clase de encrucijadas o
de llegar a ellas con el fin de obtener del texto o de los textos una confesión que,
como he dicho antes, no harían de buena gana. La interdisciplinariedad en el análisis
no tiene, en el fondo, otro objeto. La función primordial de la crítica es precisamente
poner en crisis, someter a torsiones inconcebibles, aquello que juzga, y no obedecer
en exclusiva a lo que el encausado, movido por el interés de salir indemne, afirma
ser. Conviene, incluso, obligarle a contradecirse para averiguar sobre él algo más de
lo que está dispuesto a confesar
Ésa es la causa de que todo el trabajo parezca discurrir sobre un intersticio o
un límite indecidible que, de hecho, constituye acaso la imagen rectora que articula a
la par la poética elitiana y el curso del análisis. Vacilación entre la literatura y la
filosofía, la Historia o la Lingüística; entre lo que denominamos el corpus de la obra
de Elitis y otros corpora igualmente abiertos que se encuentran, ya, ahí; entre lo
estructural y lo temático, desencajados ambos por una operación de la escritura y sus
isomorfos; entre lo griego y sus otros; entre la realidad y esas instancias que reflejan
en ella su vacío y que denominamos el absoluto o lo sagrado. Se trata de un proceso
constante de interpenetración que conmueve las fronteras epistemológicas entre las
disciplinas y bloquea toda posibilidad de un metalenguaje de la crítica. Se trata,
también, de una expansión de la lógica transferencial del signo o de la escritura
―que Elitis, lo veremos, pretende con su poesía generalizar― a todo el ámbito de la
experiencia.
después de varias muertes, entre otras, la del autor, y el simulacro de una múltiple extinción?», «Qual,
cual: Las fuentes de Valéry», DERRIDA, J. (2003), p. 318.
Introducción XXXI
Creo necesario hacer estas aclaraciones por cuanto mi tratamiento del corpus
elitiano, aparente objeto científico de este trabajo que la introducción debería ayudar
a perfilar y a despojar de toda clase de adherencias21, presenta algunas
particularidades. Por una parte, por la lógica del injerto que acabo de describir, no me
circunscribo en ningún caso al conjunto de textos que aparecen bajo su firma, aun
cuando éstos constituyan el núcleo del análisis. El recurso a otros corpora tales como
el de cierta poesía moderna, el de Mallarmé, el de Hölderlin, el del surrealismo, el de
la Cábala, o incluso el de Derrida, no constituye simplemente el punto de partida
para una comparación efectuada desde la solidez de dos espacios nítidamente
diferenciados, sino la utilización de unos elementos que, como cuerpos extraños, se
encuentran operando ya ahí, en ese lugar pretendidamente único que representa la
poesía de Elitis. No ha sido mi intención, en consecuencia, hacer eso que se
denomina Literatura comparada, sino fomentar la promiscuidad de unos cuerpos que
no se dejan leer fuera del contacto con los otros, que no se dejan leer ―o que no
descubren la ilegibilidad sustancial que suscita la invocación a la crítica― si no es a
través de los demás. Lejos de considerar estos corpus adyacentes como fármacos que
pudieran contribuir a la curación del organismo que tenemos entre manos, no
podemos sino considerarlos síntomas cuya lectura conectada podrá acaso
proporcionarnos algún indicio ―sin esperanza no obstante de curación― sobre la
enfermedad a que nos enfrentamos. Determinar dónde empieza y dónde acaba la obra
de Elitis, tarea que acaso se esperaría de este prefacio, se hace por lo tanto imposible.
Y no sólo por lo que acaso podría considerarse una mera prestidigitación de la teoría
destinada a concederse a sí misma el brillo que le falta: el propio autor, en este caso,
contribuye a esta indecidibilidad proyectando a su modo una lógica del injerto que
supera la mera noción de la intertextualidad. ¿Cómo entender si no la inserción en
sus volúmenes de ensayos o incluso en algunos de sus poemarios de textos ajenos
traducidos o adaptados que se presentan bajo su propia firma? Fragmentos de
poemas ajenos en textos de María Nefeli o de Tres poemas bajo bandera de
conveniencia, listados de marcas comerciales como materia poética en el primero de
esos libros22, catálogos de versos de autores griegos o europeos presentados como un
poema propio en El Pequeño Nautilo ―que también contiene obras pictóricas o
musicales23―, la reelaboración y desmenuzamiento de un verso del poeta nacional
Dionisios Solomós también en el Nautilo24, son procedimientos que ponen de
manifiesto una voluntad de conmover la precisión de las fronteras de su propia obra.
21
Para más reflexiones en torno a la idea de delimitación del objeto, esta vez a propósito de la
mística, cfr. infra, sección 1.1.1.
22
En «Ich sehe dich», cfr. ELITIS, O. (2002), pp. 427-431.
23
En «Lo que uno ama», cfr. Ibidem, pp. 504-510.
24
En «Entrada» y «Salida», cfr. Ibidem, pp. 495 y 545.
XXXII La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Más aún lo hacen las prosas que, incluidas sin excesivas aclaraciones en dos de sus
volúmenes de ensayos, mezcladas con las estrictamente originales, no son sino
traducciones o adaptaciones de fragmentos de otros autores. En esos casos la única
forma de identificar la filiación de los textos se encuentra en la coletilla que aparece
en el título: «según…»; como si se quisiera contribuir a la confusión, ni siquiera la
nota bibliográfica que cierra uno de los libros, y que aporta informaciones
minuciosas sobre la fecha y el lugar de publicación de otros textos, alude a este
hecho. Así, en el volumen En blanco encontramos las prosas «El verano griego
según E. Tériade»25, «El hombre mediterráneo según Albert Camus»26, «La Aurora
de dedos de rosa según Pierre Reverdy»27, «La visión perpetua según Blake»28, y «La
luz divina según Plotino»29, mientras que en 2x7ε, colección de prosas descartadas de
la primera edición de «Las pequeñas épsilon», a la que pertenecen todas las
anteriores, tenemos «El oro potable según P. B. Shelley»30 y «El indefinido concreto
según Novalis»31. No es de extrañar, por tanto, que el libro en que recopiló algunas
de sus traducciones se titulara Segunda escritura32 y apareciera bajo su propia firma
antes que bajo la de los autores traducidos.
La misma indecidibilidad del corpus me ha llevado, en el orden interno, a
abandonar toda pretensión de exhaustividad o de exposición ordenada y completa de
sus obras. Así, mientras me demoro por extenso en algunos libros (Axion Estí o El
Árbol de Luz y la decimocuarta belleza), menciono sólo tangencialmente o no
menciono en absoluto otros que han sido considerados cruciales en su producción.
Sucede en especial con los de la primera época (Orientaciones, Sol Primero, Canto
heroico y fúnebre por el alférez caído en Albania), pero también con algunos de la
fase intermedia (Las erres del amor) o final (Desde cerca) de su carrera. Lejos de
cualquier intento de dilucidación de las obras particulares, sean libros o poemas
―cuya organicidad, como podrá verse en el capítulo 3.2, es también a menudo
cuestionada―, me muevo a través de textos de distintas épocas, orientaciones o
incluso géneros con el único fin de encontrar los nudos que nos ayuden a progresar
en la lectura de los factores que aquí nos interesan. Atiendo en consecuencia con
especial insistencia a los ensayos, no excesivamente explorados por la crítica hasta el
presente si exceptuamos el ambicioso volumen de Elena Cutrianu, y les concedo la
25
ELITIS, O. (1993), pp. 214-216.
26
Ibidem, pp. 245-246.
27
Ibidem, pp. 271-272.
28
Ibidem, pp. 283-284.
29
Ibidem, pp. 311-312.
30
ELITIS, O. (1997), pp. 33-35.
31
Ibidem, pp. 56-57.
32
Cfr. ELITIS, O. (1996).
Introducción XXXIII
33
Cfr. ELITIS, O. (1979), pp. 195-196.
34
Quien entiende que en la poética elitiana puede hablarse de un período de formación entre 1944 y
1960, y de un período de cristalización entre 1960 y 1996, más uno de orientación o preparación entre
1935 y 1943, cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 20.
35
ELITIS, O. (1993), pp. 355-381.
36
Cfr. DERRIDA, J. (2007), pp. 263-427.
XXXIVLa escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
hallan tan presentes en los ensayos como en los poemas, indecidiendo precisamente
la adscripción genérica de unos y otros. La poética de Elitis se revelará así, en una de
sus dimensiones, organizada no sobre una serie perfectamente catalogable de temas,
sino sobre un haz de figuras que se suspenden entre lo semántico y lo sintáctico y
que funcionan a la vez como hipónimos e hiperónimos de toda la serie, de modo que
podremos hablar de una poética del blanco que reúne las nociones del punto, la
apertura, la originariedad, la sensación, la escritura, lo intersticial, la revelabilidad,
etc., sin perjuicio de hablar seguidamente de una poética de la revelabilidad, del
intersticio o del reorigen que reúna a su vez a todas las demás.
En relación tangencial asimismo con la cuestión del corpus y su apertura,
desencajamiento o deconstrucción, se encuentra un hecho fundamental que ya he
esbozado más arriba: el de la pertinencia o no de un análisis de Elitis dentro del
marco exclusivo de ese organismo a su vez autosuficiente, según el propio autor y los
más complacientes críticos autóctonos, de la literatura griega. Es muy poco frecuente
―de nuevo la excepción la constituye el estudio de Elena Cutrianu― encontrar
trabajos sobre la poesía elitiana que se muestren dispuestos a situarla más allá de los
límites de la literatura nacional. A menudo es tomada como ejemplo, incluso
―atendiendo a ciertas estrategias de política literaria desarrolladas, como vamos a
ver en el trabajo, por el mismo Elitis―, de los valores esenciales de dicha literatura
nacional. Por estar este territorio suficientemente trillado, pues, y ante todo porque
considero que el interés de una investigación que parte de estas premisas reductoras
es limitado, he querido contemplar la obra elitiana a la luz de determinadas
tendencias de la literatura continental. No se trata de un rastreo de filiaciones e
influencias, que por otra parte sí ha sido frecuentemente llevado a cabo, al menos por
lo que respecta al surrealismo, sino de la lectura de dicha obra a través de un diálogo
polimorfo pero siempre estimulante con corrientes, ideas, configuraciones históricas,
ideas preconcebidas o autores pertenecientes a esa entidad abstracta que es la
literatura europea. Quedará de manifiesto con ello que la poesía de Elitis se
construye, y construye a su vez una noción determinada de literatura nacional que ha
hecho carrera, en interacción constante con la literatura occidental, sometida a un
juego de inclusión-exclusión y centralidad-marginalidad no siempre consciente,
cuyos paralelismos con el proceso político e ideológico de autoafirmación identitaria
en Grecia son muy grandes. No se trata pues, o no sólo en este caso, de hacer un
ejercicio de comparativismo, sino de leer los propios hilos y líneas que están
trabajando ya (en) la poesía elitiana, y que han de buscarse en la redefinición del
concepto de poesía o literatura producido en Europa a finales del siglo XVIII. Una
lógica de la escritura, y de la oposición oriental-occidental, se hallará imbricada en el
proceso, como veremos. Todo ello tendrá un efecto a su vez considerable sobre la
Introducción XXXV
37
BENNINGTON, G., y J. DERRIDA (1994).
XXXVILa escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
relativamente poco conocido en nuestro país, hasta el punto de que es muy difícil
encontrar actualmente en el mercado traducciones exhaustivas de su obra. En la
bibliografía pueden encontrarse todas las que conozco y he podido consultar, si bien
las que aparecen en el trabajo son en todos los casos mías, incluidas aquellas del
griego que no pertenecen a textos del autor, como sucede con los fragmentos de
artículos de Periclís Yanópulos mencionados. Para que no exista confusión alguna
con los títulos originales de libros, poemas y ensayos, al final del trabajo incluyo un
listado doble de todas las obras mencionadas con la denominación griega junto a la
española: en primer lugar ordenadas cronológicamente por fecha de publicación, y
más tarde por orden alfabético en español, con el doble objetivo de facilitar la
búsqueda y presentar un panorama de la producción elitiana para aquellos que no
conozcan suficientemente al autor.
Por último, he de decir que para la transcripción de nombres griegos, tanto en
el cuerpo de la tesis como en la bibliografía, he seguido las ya clásicas normas de
Pedro Bádenas, expuestas en su artículo de 198438, excepto en los casos en que
dichos nombres proceden de una edición inglesa o francesa, en los cuales respeto la
versión original, por aberrante que resulte visualmente. En realidad, fuera de la
bibliografía, este hecho se da sólo en un caso: el del investigador grecoamericano
Vangelis Calotychos, cuyo nombre menciono tal como aparece reseñado en la
portada de su libro. Para los nombres del griego clásico he utilizado las tradicionales
normas sugeridas por Manuel Fernández Galiano39. Respecto a la reproducción de
los textos griegos originales, he de aclarar que, por comodidad técnica ―los sistemas
informáticos no son del todo fiables al respecto― y, ante todo, por ser ésa ya la
modalidad oficial del Estado griego, he utilizado el sistema monotónico,
exceptuando los pasajes o expresiones en lengua clásica. A juzgar por alguno de los
ensayos analizados en el trabajo, esta elección habría causado un espanto indecible a
Elitis, que editaba siempre sus textos en un impecable politónico. Lamento
infinitamente la mutilación, pero la técnica, ya se sabe, no perdona.
38
Cfr. BÁDENAS, P. (1984).
39
Cfr. FERNÁNDEZ GALIANO, M. (1961).
I. MÍSTICA Y POESÍA
Imagen: «El Kouros» («Ο Κούρος»), ELITIS, O. (1986), p. 51.
1.1. LA MÍSTICA O EL HELIOTROPISMO DE LA
ESCRITURA
1
MARTÍN VELASCO, J. (2002), p. 17, subrayado mío.
2
Ibidem, p. 17, subrayado mío. Nótese que el título de esta primera sección del libro de Martín
Velasco es muy claro respecto a su proyecto inicial: «“Mística”. Uso y abuso de un término impreciso.
Hacia una inicial delimitación del significado de “Mística”». Sería interesante seguir analizando desde
este punto de vista el resto del capítulo, muy esclarecedor sobre los continuos desbordamientos que
sufren los métodos de «delimitación», especialmente tratándose de la mística, y los ímprobos
esfuerzos de los estudiosos por achicar el agua.
3
En la introducción y en el capítulo final hago una breve referencia al concepto de corpus textual.
4 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
4
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), p. 11.
5
Es lo que ha pretendido precisamente la crítica en el último siglo y medio, incluso en las ocasiones
en que se ha centrado en el lenguaje místico, analizado en general según sus «condiciones de verdad»
(cfr. la larga lista de reflexiones de teóricos, filósofos y lógicos en BALDINI, M. (1990), pp. 110-179, o
el caso clásico de STACE, W. T. (1961)). Un listado de características de la experiencia, donde se
reúnen conclusiones propias y ajenas, en MARTÍN VELASCO, J. (2002), pp. 319-356, bajo el título
«Rasgos característicos de la experiencia mística».
6
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), p. 174.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 5
practica una elusión (y es practicado, a la vez, por ella, como veremos en breve) que
es al mismo tiempo una alusión, pues callar o cegarse no pueden sino ser la huella o
el anuncio de otras palabras y otras visiones. El discurso de los místicos se despliega
sobre esa cerrazón que es, ya lo he dicho, una apertura, en un solo movimiento
elusivo-alusivo. Testimonio y causa de un fracaso, nos impide dar una de-finición
que (de)termine el concepto sobre los muros del lenguaje unívoco y referencial que
sufrimos la ilusión de manejar, y nos obliga a seguir los hilos de su elusividad a
través de la escritura. Una escritura que hallaremos, como en la poesía7, plagada de
metáforas8, y que tendremos que afrontar del mismo modo.
Michel de Certeau lo entiende así cuando habla de los místicos bajo la clave
de una constante retirada y de un deseo habitado: «Es místico aquel o aquella que no
puede parar de caminar y que, con la certidumbre de lo que le falta, sabe, de cada
lugar y de cada objeto, que no es eso, que uno no puede residir aquí ni contentarse
con esto. El deseo crea un exceso. Excede, pasa y pierde los lugares. Hacer ir más
lejos, a otra parte. No habita en ningún lugar. Es habitado»9. Hablar de mística es,
por tanto, hablar de (y en) una errancia que resulta inaprensible, es hablar del deseo
que se retira cuando se dispone a posar sus manos sobre cualquier objeto. Lo
importante es, en definitiva, el gesto, la transitoriedad de un discurso que tiene como
principal característica no aferrarse al estatismo de los lugares ―topoi discursivos,
también, o campos de estudio de las disciplinas científicas tradicionales―, sino
tender siempre hacia un lugar otro que es la sublimación diferida de lo Totalmente
Otro, la Diferencia absoluta que parece buscarse, a veces con desesperación, en la
abertura de las diferencias particulares que escanden el texto escrito. El texto místico
es un cuerpo en busca de fantasma devenido ya, desde el principio, el fantasma de un
cuerpo. Que introduce con ello lo espectral en el ámbito de la corporeidad, que suma,
restándo(se), un espacio ajeno a lo que damos en considerar el lugar de nuestra
habitabilidad, el de lo decible, el de lo comunicable, el de las palabras que exigen y
obtienen respuesta. Ese residuo de espectralidad, de corporeidad diferida, lo sustrae
al recorte de una definición seria o precisa que, como demuestran los intentos de
Martín Velasco, obliga a una decisión sobre lo indecidible10. Dicho recorte ―la
7
De cuya relación ―si bien en gran medida histórica― con la mística o el misticismo, hablaré en el
capítulo 1.2.
8
Sobre este tema, véase el magnífico artículo del estudioso suizo Alois M. Haas acerca de las
metáforas explosivas de la mística: HAAS, A. M. (1998). En realidad, sería interesante rastrear en el
mismo juego transferencial de la metáfora, en palabras de Julián Santos (SANTOS, J. (2002), pp. 100-
101), la condición y el efecto de este mecanismo de elusión-alusión propio de la mística. Véanse al
respecto los textos de Jacques Derrida «La mitología blanca», en DERRIDA, J. (2003), pp. 247-311, y
«La retirada de la metáfora», en DERRIDA, J. (2001), pp. 35-75.
9
DE CERTEAU, M. (2006), p. 294.
10
Utilizaré en adelante el término «indecidible» en el sentido que le da Jacques Derrida: «Una
proposición indecidible, Gödel mostró su posibilidad en 1931, es una proposición que, dado un
6 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sistema de axiomas que domina una multiplicidad, no es ni una consecuencia analítica o deductiva de
los axiomas, ni en contradicción con ellos, ni verdadera ni falsa con respecto a esos axiomas. Tertium
datur, sin síntesis», DERRIDA, J. (2007), p. 330; cfr. también Ibidem, pp. 330-331.
11
Es precisamente terror ante lo poco serio, que podría infestar ―para seguir con la terminología
paranormal― la casa del logos, lo que se distingue en los dos testimonios aportados por Martín
Velasco justo después de su párrafo de apertura. El primero, de Guibert, advierte de que «la palabra
“mística” paga su amplia audiencia con una crisis de imprecisión que desaconseja su empleo a quienes
tienen cuidado de expresar su pensamiento con precisión y exactitud», mientras que el segundo, de
Tresmontant, reconoce que «“Mística” es uno de los términos más confusos de la lengua francesa de
hoy». En nota, sobre la misma página, aparecen citados otros pasajes de autores que tratan de proteger
el lenguaje, o la teología, de la errancia del término: así Denifle, que lamenta que el concepto de
mística sea «el menos claro y el más escurridizo de la teología», o Butler, McGinn y Baruzi, que
hablan de impropiedad y abuso, el último en una sintomática comunicación de 1946 titulada «El
empleo legítimo y el empleo abusivo de la palabra ‘mística’», MARTÍN VELASCO, J. (2002), p. 17. En
las siguientes páginas el propio Martín Velasco, repasando la tortuosa polisemia de la palabra, hace
referencia al ámbito de lo paranormal como uno de sus sentidos más ex-céntricos, cfr. Ibidem, p. 18.
12
En términos de experiencia se da la que parece definitiva definición de lo místico en el libro de
Martín Velasco: «…para mí, donde se da la experiencia del Misterio, en términos religiosos, del fondo
de la realidad, en términos profanos, estamos ante un hecho que podemos con razón denominar
místico, aunque en un grado y bajo una forma que puede no comportar aspectos que caracterizan la
experiencia de esos sujetos a los que solemos llamar místicos y que se distinguen por una forma, una
intensidad y una profundidad de la experiencia que nuestra descripción deberá tener en cuenta y
desarrollar», Ibidem, p. 290. No deja de haber, sin embargo, una cierta sensación de circularidad
cuando la definición excluye del núcleo de lo místico, es decir, de la dilucidación de «la palabra con
que se designa» el fenómeno, a aquellos que precisamente por un efecto, histórico o como se quiera,
de lenguaje, «solemos llamar místicos». Es evidente que se hace preciso encontrar otros términos para
rastrear el difícil territorio del misticismo.
13
«No cómo sea el mundo es lo místico sino que sea», WITTGENSTEIN, L. (2005), p. 131.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 7
14
La simultaneidad de ambas nociones, que las hace idóneas en este caso, viene inscrita también en
su propio significado. Cualquier alusión marca una distancia con lo aludido, elude de hecho, en el
gesto con que lo busca, aproximarse demasiado a ello, mientras que la elusión no puede dejar de
aludir, en su retirada, a lo que evita.
15
Cfr. MARTÍN VELASCO, J. (2002), p. 265.
8 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
16
Cfr. para este tema en general DE CERTEAU, M. (2006), y en especial pp. 83-84 y 298.
17
Un fácil simbolismo podría hacernos pensar en el sustantivo como cuerpo del lenguaje, y el
adjetivo como espíritu que lo informa.
18
Cfr. BALDINI, M. (1990), pp. 24-26.
19
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), pp. 83-84.
20
Ibidem, pp. 83-84.
21
Ibidem, p. 84.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 9
22
Ibidem, p. 85.
10 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
23
Cfr. PÁNIKER, S. (2002), pp. 9-10, que considera este movimiento de escisión-recuperación a
través de la escritura, el arte y la filosofía, el gesto característico de la cultura europea. Veremos más
adelante cómo la metafísica occidental se halla marcada por un proceso semejante de pérdida y
retorno que convierte a la escritura en un mal menor, una efusión excesiva que es preciso enjugar para
regresar a la pureza sustancial y fenoménica del Origen. Sobre esta lógica que he denominado de la
melan-colía, cfr. infra, epígrafe 3.2.2.
24
«La “presencia real” ya no está ahí para certificar ninguna verdad, ningún sentido; ya no hay
garantía final de una presencia, sino la pura escritura que no es sino la marca de un vacío, de una
huella. La huella se convierte, para Derrida, en el origen absoluto del sentido […]. De ahí que la
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 11
deriva interpretativa ponga en juego el concepto de verdad como una verdad que no se colma a sí
misma, que sólo se le aproxima, pero que no por eso queda fuera del horizonte del hombre. Es decir,
la verdad es sólo huella de sí, no se “dice”, porque no “se es” totalmente, y sin embargo, se busca»,
COHEN, E. (1999), pp. 23-24. La escritura mística, en este aspecto, apela prácticamente a una Huella
con mayúsculas. Veremos no obstante que este esquema, bastante parecido al de la producción del
sentido en general, sufre varios giros en el caso del lenguaje místico.
25
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), p. 11.
26
Sin asomo, en cualquier caso, de una reflexividad que nos permitiera hablar de autoalusividad o
metalenguaje. El texto místico escenifica más bien un pliegue, el vacío de su propia designación (o,
mejor, de su designación propia): señala, pues, hacia una diferencia (¿Diferencia?) que se suspende
entre su adentro y su afuera, que es a la vez tema del discurso e impulso sintáctico de composición.
27
Félix Duque la ilustra a la perfección en un texto sobre Angelus Silesius y su rosa mística:
«Cuando el jerárquico desequilibrio entre fundamento y consecuencia, entre cosa en sí y fenómeno,
entre sustancia y manifestación desaparece y se torna en frenética danza de máscaras intercambiables,
queda solamente la desasosegante inquietud (frente a la quies buscada por el corazón agustiniano): un
movimiento sin sustrato», DUQUE, F. (1998), p. 174.
28
Sobre la mística como modo de hablar o como lenguaje, cfr. DE CERTEAU, M. (2006), pp. 83-84 y
117.
29
Veremos algo más adelante en qué sentido es o no posible la representación en sentido estricto en
esta «escala retórica» que constituye lo místico.
30
Gran parte de los estudios consagrados a la mística dedican un amplio espacio ―si bien en
general como características de un género literario que acompañara al «fenómeno» a secas― a las
peculiaridades de ese lenguaje «caliente» del místico, en palabras de Massimo Baldini, con especial
atención a los tropos de escritura, figuras precisamente de un exceso, cfr. BALDINI, M. (1990), DE
CERTEAU, M. (2006), HAAS, A. M. (1998), o estudios particulares sobre un autor, como MANCHO
DUQUE, M. J. (1993); en otras ocasiones se habla de un «misticismo del lenguaje» aplicado a un
género distinto, como por ejemplo en WOLOSKY, S. (1995). Remito a esas obras, especialmente a las
tres primeras, para la descripción de los tropos específicos, que no tendré ocasión de analizar aquí.
12 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
―con todas las precauciones a que debe conducirnos esta afirmación― en que se
constituye el texto místico excede, sin embargo, el carácter de mero conglomerado
de figuras destinadas a decir un sentido de otro modo. Lo trópico interviene aquí no
ya como un efecto de contenido que el autor manipula en pos de una mayor
expresividad, sino como el movimiento que lo engloba todo: lenguaje, texto,
referencialidad. La mística queda así inscrita como un desencaje de lo propio que
pretende llevarnos, por un giro, siempre hacia otra parte, sobre las alas de su
impropiedad. En definitiva, sus textos mismos devienen metáfora, es decir,
vehículo31 que nos transporta en busca de un Sentido del que siente que ha partido
pero al que no podrá regresar jamás.
La mística se perfila entonces como un heliotropismo32 de la escritura. La
lógica de estas dos palabras griegas, su metaforicidad, nos dictará las claves de su
ductus mostrándonos de paso que sólo otro tropo, otro sentido impropio, puede
llegar, sin recortes, a revelarnos algo sobre ella. En primer lugar, el sol. El punto
hacia el que la escritura mística se halla girada enteramente. Centro del sentido y del
cosmos desde los orígenes de la metafísica, ya en Platón se configura como el Otro
de la escritura o, más bien, como el Uno al que la escritura dobla en una otredad
usurpadora33. El sol es el dispensador del sentido, de la vida, de la visión, del ser,
pero siempre desde la posición elusiva de la promesa de una presencia que sólo se
manifiesta como huella; como dice Jacques Derrida, es «presencia que desaparece en
su propio resplandor, fuente oculta de la luz, de la verdad y del sentido, borradura del
rostro del ser»34. A pesar de simbolizar la inmutabilidad que revela la Verdad de las
cosas frente a las fases cambiantes de la luna35, no deja de presentar un movimiento
de retracción que nos remite de nuevo al doble gesto de alusión-elusión que hemos
considerado característico de los discursos místicos36. El sol es la figura perfecta de
un Dios que se revela y se oculta en la Historia y el texto, es la imagen de una fuente
31
Como pasajeros de la metáfora nos imagina Jacques Derrida en «La retirada de la metáfora»,
DERRIDA, J. (2001), p. 35.
32
El concepto de «heliotropismo» me resulta particularmente interesante en este capítulo inicial por
la importancia que, lo veremos, tiene el sol en la poesía de Elitis. Un sol que también juega con y en la
escritura, que se desplaza del centro a la periferia del discurso, y que mantiene al texto, en ocasiones,
con la mirada fija sobre sí. De hecho, Mario Vitti habla explícitamente de un heliotropismo de la
escritura en el primer Elitis, en el cual las combinaciones del sol y la mirada poseen una importancia
central, cfr. VITTI, M. (2000), p. 113. No pretendo en cualquier caso presentar ya en esta exposición
ningún problema específico de la poesía de Elitis. Para una reflexión complementaria sobre el
heliotropo como figura de una amenaza para la metafísica, cfr. DERRIDA, J. (2003), pp. 306-311.
33
Cfr. DERRIDA, J. (2007), pp. 91-261.
34
DERRIDA, J. (2003), p. 307.
35
Cfr. CIRLOT, J. E. (2001), p. 423.
36
Una cierta equiparación, por tanto, entre el proceso alusivo-elusivo de la escritura que llamaremos
heliotrópica, y el proceso elusivo-alusivo desarrollado por el sol (otro tropo), nos mostrará la
configuración especular que parece repetir en abismo estos movimientos y conceder el estatuto de
experiencia (reflexiva) al mismo lenguaje. Lo veremos enseguida.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 13
37
Es el caso de las teologías neoplatónicas de la marca, donde las huellas del Uno que se ha
derramado en el mundo dan a leer una ausencia que puede ser punto de partida para el regreso hacia
él, cfr. DERRIDA, J. (2003), p. 211, acerca de Plotino. Las cosmogonías sobre este modelo emanativo
solar son habituales en corrientes místicas posteriores, como la Cábala teosófica o la teología mística
ortodoxa. En esta última, la doctrina de las energías divinas se basa casi exclusivamente en un
simbolismo del sol y sus rayos, sobre los cuales Dios, desbordándose, se da a leer al mundo sin perder
un ápice de su esencia inaccesible, cfr. LOSSKY, V. (1982), p. 56. En esta paradoja de una presencia
fuera-de-sí o inaccesible, Dios marca el doble movimiento de alusión-elusión, entrega y retirada, que
se manifiesta en el tropo de escritura que lo está describiendo; visión e invisibilidad se hacen
simultáneas: «Dios, inaccesible en su naturaleza, está presente en sus energías “como en un espejo”,
permaneciendo invisible en lo que él es», Ibidem, pp. 64-65.
38
Según Dionisio Areopagita, Dios, situado por encima de todo conocimiento, esquivo a toda
mirada, habita en una «tiniebla luminosísima» cuyos resplandores ciegan a nuestra mente. Es la
célebre imagen del «rayo de tiniebla», DIONISIO AREOPAGITA (1981), p. 53.
14 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
39
Sería interesante, si bien la falta de espacio me lo impide, poner en relación este proceso de
traspaso con las implicaciones que según Julián Santos tiene ese concepto en el discurso místico de
Santa Teresa, que suele utilizarlo para referirse al dolor causado por la imposibilidad de la Visión. Su
polisemia parece fácilmente relacionable con algunas de las cualidades que estoy atribuyendo aquí a la
escritura mística: «Cela désigne l’acte de passer à travers quelque chose, de traverser, de passer de
l’autre côté d’une certaine limite. C’est aussi céder à un autre la proprieté ou le droit sur une chose, un
comerse, par exemple. C’est encore faire l’expérience d’une douleur insupportable, une douleur
morale, une peine immense. Ou bien, infraction, transgression de la loi. Pour finir, ruse, en tant que
moyen habile pour éviter quelque chose: mensonge, tromperie, simulation. Tout ceci renvoie à
“traspaso”», SANTOS, J. (2002), p. 88.
40
DE CERTEAU, M. (2006), p. 144.
41
Ibidem, pp. 144-145.
42
Du Marsais, en su Traité des tropes de 1730, identifica ambos términos: «Son denominados
“tropos”, “del griego tropos, conversio, cuya raíz es trepo, verto, yo giro”, porque, “cuando se toma
una palabra en el sentido figurado, por decirlo así, se le da un giro a fin de hacerle significar lo que no
significa en el sentido propio”», Ibidem, p. 144.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 15
43
Ibidem, p. 177.
44
Sobre las metáforas de los místicos como instrumentos cognitivos, cfr. BALDINI, M. (1990), p. 46.
16 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
45
A pesar de las diferencias, el proceso que sugiero tiene mucho que ver con el descrito por Jacques
Derrida en torno a la metáfora y sus concepciones metafísicas: «La metáfora es entonces comprendida
por la metafísica como aquello que debe retirarse en el horizonte o en el fondo propio y acabar por
reencontrar allí el origen de su verdad. El giro del sol se interpreta entonces como círculo especular,
retorno a sí sin pérdida de sentido, sin gasto irreversible. […] El discurso filosófico ―en tanto que
tal― describe una metáfora que se desplaza y se reabsorbe entre dos soles. Este fin de la metáfora no
es interpretado como una muerte o una dislocación, sino como una anamnesis interiorizante
(Einnerung), una recolección del sentido, un relevo de la metaforicidad viva en una propiedad viva»,
DERRIDA, J. (2003), p. 308. La diferencia fundamental acaso estribe, como explico a continuación, en
que el místico sabe que trabaja con la impropiedad sustancial de los sentidos.
46
SANTOS, J. (2002), p. 101.
47
Ibidem, p. 101.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 17
el sol al que tiende. Porque si el tropo, como hemos visto, genera un éx-tasis de las
palabras, que salen de sí para convertirse mirando hacia otro lado, podríamos
entender que es en esa salida, en ese abandono cuya historicidad se nos vuelve
indecidible, donde se genera el hueco que son inducidas a rellenar en su gesto
metafórico. Y acaso lo místico se configure, en este proceso circular marcado por lo
impropio, como la escritura que toma conciencia de la carencia tropológica que la
constituye48.
Del párrafo anterior podemos extraer una consecuencia fundamental: no
habiéndonos podido decidir sobre la exterioridad o interioridad de lo que los místicos
reclaman como el Absoluto (es decir, lo que no está sometido a ninguna atadura,
palabra que también se encuentra, con su poder desestabilizador, en el título de este
trabajo), pero habiendo mostrado que nace de un desplazamiento del sentido tanto
como lo hace nacer en el lenguaje, sólo podremos concebirlo (y acaso este verbo
encierre una trampa ineludible) como un efecto de escritura. ¿Es el sol hacia el que
se dirigen las palabras del místico un simulacro? ¿Lo es más acá, o más allá de la
escritura? Con esta última pregunta, sin duda alguna im-pertinente, vuelve a surgir el
dilema entre un adentro y un afuera, Transitividad total o intransitividad reflexiva,
que suscita el heliotropismo del texto místico. El Absoluto puede ser un efecto de
escritura en dos sentidos: en la medida en que se identifica con el hueco de lo
indecible que el tropo ha generado con su acción sobre el significado habitual de las
palabras, caso en el cual sería el producto de un desalojo que ha ayudado a producir,
o bien en tanto es dibujado por la alusividad liminal del discurso que lo mira. Ambas
opciones subrayan el desplazamiento, la alusión que elude, sitúan al sol sobre la
imposibilidad misma de ocupar un lugar. Autor y efecto de un desalojo, el sol no
puede, como el heliotropo que lo sigue, estarse quieto. Se escribe, como él,
48
Dada la escasez de espacio en lo que pretende no ser más que una breve introducción acerca de la
mística o lo místico (estamos leyendo simultáneamente lo que tienen que decirnos el sustantivo y el
adjetivo, en cierto modo hoy inseparables), podríamos añadir, para complementar las nociones de
movimiento, impropiedad, desnaturalización tropológica y efectos de escritura, el siguiente párrafo de
Michel de Certeau: «De una y otra parte, lo esencial es un movimiento. Un movimiento que se
caracteriza a la vez por un desplazamiento del sujeto en el espacio de sentido que circunscriben las
palabras y por una manipulación técnica de estas palabras para señalar en ellas el nuevo uso que se les
está dando. En suma, es una práctica del distanciamiento. Desnaturaliza la lengua: la aleja de la
función que perseguía una imitación de las cosas. Deshace también las coherencias de la significación
para insinuar en cada unidad semántica los juegos retorcidos e “insensatos” de las relaciones del
sujeto con el otro y consigo mismo: atormenta a las palabras para hacerles decir lo que, literalmente,
no dicen; de este modo devienen, por decirlo así, la escultura de las tácticas de las que son los
instrumentos. Un término, también ambiguo, podría definir estos procedimientos que distancian la
lengua de su funcionamiento natural para amoldarla a las pasiones de los sujetos locutores: la
“dirección”, pues por un lado la destinación del discurso prevalece sobre la validez del enunciado (se
trata de palabras “dirigidas”, sin que podamos saber, finalmente, por qué y a quién), y por otro lado,
una destreza intenta despertar en las palabras, mediante sus correlaciones con otras, las posibilidades
que el dominio de la cosa significada mantenía adormecidas (una técnica emancipadora libera en las
palabras los juegos y los movimientos relacionales que la docilidad a las cosas había impedido)», DE
CERTEAU, M. (2006), pp. 142-143.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 19
49
La inseguridad en el traspaso de estos tropos místicos queda de manifiesto cuando precisamente
el Absoluto (lo desligado) es anudado al sistema de diferencias de una escritura, lo indecible es dicho
por ella, y el Uno (el envés de lo Otro) aparece dentro del ámbito de la multiplicidad, o invocado en el
aquí de la enunciación. Hay en todo esto un residuo que se muestra siempre irreductible a la
estabilidad de lo propio.
50
Ibidem, p. 24.
51
Cfr. Ibidem, p. 12.
20 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
52
Cfr. SANTOS, J. (2002). La imposibilidad de una re-presentación, hay que entenderlo así, tiene
efectos, como casi todo en el texto místico, paradójicos: la propia inexistencia de una Presencia que
re-presentar convierte a todo el discurso en puro simulacro que se asume como tal. Representación
vacía es aquí, por tanto, lo mismo que omnipresencia de la representación. Ambas nacen de la elusión
y diferición de todo origen presente para sí.
53
El verbo clásico µύω significa asimismo «marchitarse» cuando se aplica a una flor. Y, ¿qué sería
sino marchitarse o cerrarse lo que haría un heliotropo que necesitara retraerse sobre sí mismo ante un
sol que no se deja ver?
54
¿Qué es sino este abismo sin fondo de lo impropio o de la no presencia el Ungrund eckhartiano
donde se (re)funda Dios una y otra vez y, con él, el discurso que lo persigue?
55
Si la escritura mística tiene que ver ante todo con el re-traer(se) de un fantasma, de un espectro
incorpóreo, según hemos señalado, no es de extrañar que se funde sobre la imposibilidad misma del
lugar, dado que en la definición newtoniana clásica el lugar es «la parte del espacio que un cuerpo
ocupa», es decir, una propiedad de los cuerpos, cfr. SANTOS, J. (2003), p. 184.
56
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), pp. 164-176.
57
Sobre los problemas del concepto de volo, cfr. VRIES, H. (1992).
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 21
58
DE CERTEAU, M. (2006), p. 175.
59
Sería demasiado fácil afirmar que esta práctica mística de la escritura se reencuentra tal cual en la
literatura moderna, especialmente en la poesía; pero, como veremos en el capítulo 1.2, hay algunas
confluencias llamativas respecto a la clausura de la representación y la «nueva referencialidad» que se
instaura en el espacio literario en ese período.
60
El «Absoluto» puede ser un concepto con una acepción muy distinta en el terreno de la mística
(clásica) y en el de la modernidad. Consciente de estar jugando en esta distancia histórica a la que no
tendré tiempo de referirme, lo seguiré usando como un modo de remitir a la impropiedad que
sobrevuela los dos espacios textuales sin dejarse reducir.
61
RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1994), p. 224.
62
Ibidem, p. 219.
22 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Una escritura que haga ver lo que antes no habíamos visto: he ahí uno de los
objetivos, acaso el principal, del místico. Y, al mismo tiempo, una escritura que nos
ciegue con su propio resplandor, impidiéndonos acceder a aquello que promete.
Entre estos dos polos: visión-ceguera, apertura-cierre, revelación-secreto, legibilidad-
ilegibilidad, se extienden, sin que se trate de un proceso sucesivo ni, mucho menos,
interno, la mayor parte de los problemas suscitados por la escritura mística en lo que
llamaríamos su materialidad. En la circulación infinita e indecidible entre ambos
elementos de cada par terminaremos de leer lo que la mística tiene, por el momento,
que decirnos.
aquí la escritura reduplica el proceso de invisibilidad colocando espejo contra espejo, en una sucesión
interminable de reflejos.
65
«Les visions et les aveuglements s’engendrent les uns les autres, les uns ne sont que la métaphore
des autres dans une spéculation différée à l’infinie. Ce qui entraîne que leur mouvement n’ait pas de
fin, mais non pas parce que ce mouvement ne trouve pas son origine, mais parce que toute forme
finale, toute origine, toute forme liminale, apporte avec elle l’indécidabilité de l’original et de la copie,
la marque, donc, du secret», SANTOS, J. (2002), pp. 106-107.
66
Más adelante opondré, ya en el ámbito de la poesía de Elitis, la significancia (traspaso incesante e
incontenible entre los significantes, proliferación del texto sin la existencia de un afuera que lo cierre
y lo decida) a la significación. Cfr. el capítulo 2.2 para esta contraposición que implicará algunas de
las nociones más importantes de la poética elitiana.
67
En ciertas doctrinas cabalísticas, el Nombre de Dios ―a veces incluso otras palabras sagradas―,
privado de contenido, sustituye a la luz de la Shejiná, la gloria divina, desencadenando un traspaso
espiritual hacia visiones más altas y sustituyendo en el plano de la escritura la Presencia diferida:
«This is in part, no doubt, suggested by the substitution of the name for the luminous glory in some
biblical texts, particularly the Deuteronomist stratum. […] That the name of God substitutes for the
glory or Presence is related to the more general conception of the name attested in the Bible, as in
scriptures of other ancient Near Eastern cultures, wherein the name represents the power, being,
personality, and substance of that which is named», WOLFSON, E. R. (1994), pp. 107-108.
68
Hans Blumenberg habla en este punto de «metáforas que violentan la contemplación», y
reflexiona así sobre las «metáforas explosivas» como exceso de la mera teología negativa: «Lo que
queremos decir con “metáfora explosiva” ofrece más [que la teología negativa]: compromete la
intuición en un proceso en el que, en un primer momento, parece que pueda seguirlo (por ejemplo,
pensar el radio de un círculo por duplicado y siempre en aumento) para abandonarlo en un
determinado punto; y esto deberá ser entendido como abandonarse (p.e. pensar en el radio de un
círculo infinito o lo más grande posible). De lo que aquí se trata es de la trascendencia como límite de
una consumación teorética y eo ipso como exigencia de modos de consumación heterogéneos, por
decirlo así, hacerlos vivenciales», en HAAS, A. M. (1998), p. 32.
69
Incidiré en próximos capítulos en este concepto, que evoca la Offenbarkeit heideggeriana y que ha
sido manejado también por Jacques Derrida en su análisis de la lógica de lo religioso. Cfr. infra, 2.4.1,
sobre todo.
24 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Me cegaban los ojos, un mediodía de julio, las infinitas muescas del sol sobre las
olas; de no existir aún los olivares, los habría inventado en ese momento, igual que
una chicharra. Así debió de nacer en otros tiempos, imagino, el mundo; si no nació
mejor es, sin duda, a causa del miedo del hombre a mirarse a sí mismo y aceptar
quién es antes de hablar. Yo hablo. Quiero bajar los escalones, arrojarme en ese
fuego floreciente y después ascender como un ángel del Señor…71
70
ELITIS, O. (2000), pp. 3-45.
71
«Θάµπωναν τα µάτια µου, καταµεσήµερο Ιουλίου, από τις άπειρες κοψιές του ήλιου µες στα
κύµατα· που κι αν ακόµα δεν υπήρχαν οι ελαιώνες, τέτοια στιγµή θα τους είχα επινοήσει· όµοια
τζιτζίκι. Κάπως έτσι θά ’γινε, φαντάζοµαι, σε καιρούς αλλοτινούς, ο κόσµος· που αν δεν έγινε
καλύτερος, βέβαια, φταίει ο φόβος του ανθρώπου να κοιταχτεί και να παραδεχτεί ποιος είναι προτού
µιλήσει. Εγώ µιλώ. Θέλω να κατεβώ τα σκαλοπάτια, να πέσω µες σ’ αυτή τη θαλερή φωτιά κι ύστερα
ν’ αναληφτώ σαν άγγελος Κυρίου…», Ibidem, p. 31.
72
Veremos a lo largo del trabajo cómo en la poesía de Elitis, definida como heliocéntrica en más de
una ocasión, el sol suele darse siempre bajo la forma de una escritura o reinscripción periférica. La
mirada lo capta sobre otras superficies que parecen desencajarlo ineludiblemente de su posición
central. Cfr. infra, sección 2.3.2.2.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 25
75
Dentro de una estructura mucho más compleja, en esta retracción podemos ver de nuevo el
esquema de alusividad-elusividad que he venido postulando para la escritura mística y su
heliotropismo. Al movimiento alusivo del reflejo que se proyecta en dirección a una mirada le
responde su elusión constitutiva en tanto reflejo de otra cosa, mientras que la alusividad de la mirada
que busca un objeto en que detenerse acaba convertida en la elusividad de los ojos que se retiran a
mirar-se.
76
DE CERTEAU, M. (2006), pp. 153-199.
77
Que no puede dejar de recordarnos al cogito cartesiano o al volo que De Certeau postula como
condición previa del discurso místico, cfr. supra, nota 52.
78
«En este símbolo se sublima el sentido del oro-color, atributo solar», dice Juan Eduardo Cirlot en
la entrada «tesoro» de su Diccionario de símbolos, CIRLOT, J. E. (2001), p. 438. Atributo solar, reflejo
de oro que se da únicamente como color, es precisamente el objeto de la búsqueda del sujeto en esta
inmersión.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 27
79
Ya hemos visto que, en tanto desvío, el discurso místico sólo significa por medio de arrancarle al
lenguaje su significatividad, VRIES, H. (1992), p. 448.
80
«Del mismo modo, el ausente que ya no está ni en el cielo ni en la tierra habita la región de una
extrañeza tercera (ni una ni otra). Su “muerte” lo ha situado en este entre-dos. A modo de
aproximación, ésta es la región que nos señalan hoy los autores místicos», DE CERTEAU, M. (2006),
pp. 11-12.
81
SANTOS, J. (2002), p. 95.
82
Cfr. VRIES, H. (1992), p. 448.
28 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
superficie del lenguaje por las diversas y violentas operaciones trópicas del místico
origina la ceguera que venimos analizando en las últimas páginas. Y, nacido de una
ceguera igual, el texto se constituye en visión con el fin de perpetuar la alternancia
metafórica entre el dar a ver y el hurtar a la vista que parece caracterizar la transmisión
de lo místico83. El secreto se remarca así en el infinito desplazamiento entre una visión
que alude tropológicamente a un origen y la elusividad de éste, siempre perseguido en
un giro impropio que impide la mirada. De este modo, la escritura mística no sólo es
re-veladora sino, además, productora de secreto84, en un mismo y único movimiento
que, garantizando su perpetuación, se consagra exclusivamente a protegerlo.
Para ello, el texto místico se cierra como el molusco (recordemos el verbo µύω)
que, preservándola, anuncia que contiene una perla. Deviene en muchas ocasiones
anticomunicativo o, incluso, no comunicante85. El tropo retórico que saca de sí a las
palabras, que las somete a una torsión muchas veces inaudita, tiene por objeto
cortocircuitar la comunicación, opacar el signo y retirar la atención del referente para
centrarla en su materialidad. Lo que ahora importa es el τρόπος, el modo o giro en que
son usadas, que opera un oscurecimiento (ceguera) en el proceso otrora transparente de
la significación. «Es ante todo de esta manera como son místicas: oscurecen o hacen
desaparecer las cosas designadas; las ocultan en un lugar secreto, inaccesibles, como si
entre el referente mostrado y el significado que lo señala, el sentido que los articula se
derrumbara»86. El mismo proceso que le ha servido para convertirse, él mismo, en
superficie de visión, le sirve ahora para cortar el paso hacia el espacio que señala e
inaugura. La perla, como el tesoro que mencionábamos en el fragmento de Elitis, existe
sólo porque es anunciada, y no podrá serle arrebatada nunca. Ése es el mensaje
principal que transmite, haciéndose ilegible, el discurso. De este modo, el texto místico
sólo se deja leer en tanto dueño del secreto, dispensador de una visión que se retrae en
su propia entrega87.
El espacio abierto por esta escritura, en consecuencia, se determinará
automáticamente como espacio de secreto. Es, a la vez, producto y territorio de los
textos, erigidos en la valla fronteriza que, escribiendo el nombre ―ilegible― del país
en sus letreros, lo funda y lo protege. Se trata de una región otra que viene a habitar el
83
Cfr. supra, nota 61.
84
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), p. 147.
85
Cfr. BALDINI, M. (1990), p. 63.
86
DE CERTEAU, M. (2006), p. 147.
87
«La vision ne rassasie jamais complètement le désir de vision ou de panavision et, de ce fait, la mise
en oeuvre de cette distance ou de cet espacement se remet en marche. De son côté, le secret qui alimente a
posteriori la demande de vision ultime, devient indéterminé en tant que secret. Le secret du secret est un
“on ne sait pas”, on ne sait pas si le secret est un secret. Le secret est un “non-savoir” qui réside dans la
vision même: le but de la vision est, de même, l’effacement du secret, un secret qui s’efface dans la vision
et qui a lieu en elle. Le discours visionnaire propose l’espace de la vision comme l’espace du secret qui,
au même moment, se maintient dans son effacement», SANTOS, J. (2002), p. 107.
1.1. La mística o el heliotropismo de la escritura 29
lugar en que habitamos con el fin de conmover sus cimientos, lo mismo que un
fantasma que, no estando aquí ni allí, introduce como por un intersticio de la visión «un
lugar otro que no está en otro lugar»88 y contagia, encantándola, la casa en que decide
aparecerse. En ese sentido se constituyen, también, los textos en visión: aparición
espectral que saca nuestros ojos de sus órbitas y nos impulsa a abandonar el lugar desde
el que los leemos como el de una extranjería insoportable. En tanto frontera, por tanto,
la escritura mística nos confina a una otredad irreductible, nos expulsa del núcleo del
secreto que, en su impropiedad, es también esencialmente otro. Nos dicta la nostalgia
de un país que nunca hemos pisado y nos reduce a la condición de habitantes «de
campos o arrabales, lejos de la atopía en que [ella] sitúa lo esencial»89. Interpone,
finalmente, entre dos lugares impropios, el espaciamiento de la alfa privativa que, como
todo el gesto místico, alude y elude, abre y cierra, propone una lectura y la imposibilita.
Es el puente levadizo que, no soportando en su evanescencia la pesantez de un cuerpo,
nos deja siempre del otro lado del espacio que anuncia. Del espacio que, sin ella, no
podría ser nada.
88
DE CERTEAU, M. (2006), p. 12.
89
Ibidem, p. 12.
1.2. MISTICISMOS DESPUÉS DE LA MÍSTICA: POESÍA
MODERA E IDEMIZACIÓ RELIGIOSA
1.2.1. INTRODUCCIÓN
Puede resultar extraño, dado el tenor general de los estudios sobre literatura
griega hasta fechas muy recientes, encontrar en la introducción a un trabajo sobre
Odiseas Elitis el análisis de determinados aspectos de la literatura europea de la
modernidad. Y es que, exceptuando algunas valiosas aportaciones comparativas1, la
obra de Elitis ha venido estudiándose, lo mismo en Grecia que en el extranjero,
dentro del ámbito exclusivo de la literatura griega2, concepto ambiguo que en no
pocas ocasiones ha pretendido abarcar desde la más remota Antigüedad clásica hasta
la llamada Generación del 30, límite irrebasable, por lo general, de las
investigaciones sobre los autores del canon nacional. El único comparatismo
verdadero se ha establecido con la obvia y apabullante influencia sobre Elitis del
surrealismo. Casi siempre, no obstante, a través de la pregunta sobre cuál ha podido
ser la contribución del surrealismo francés a ese ente autónomo y casi preexistente
denominado «surrealismo griego». Es esta división excesivamente tajante, heredera
del siempre latente nacionalismo antioccidental en la vida griega ―un nacionalismo
del que participa, lo veremos más adelante, el propio Elitis sin excesivo pudor―, lo
que pretendo romper y cuestionar con este panorama (que asume desde el principio
la imposibilidad de todo pan-orama) de la poesía moderna en Europa. Desde el
momento, sobre todo, en que muchos de los elementos genuinamente griegos de la
1
La más destacable, en mi opinión, es la obra monumental de Elena Cutrianu Με άξονα το φως,
donde precisamente aparece una amplia sección dedicada a la literatura europea de los siglos XIX y
XX bajo el título «El horizonte lírico de los siglos XIX y XX», en la cual se reúnen las tendencias de
la poesía griega y, sobre todo, extranjera, que prefiguran el espacio en que se inscribe Elitis, cfr.
CUTRIANU, E. (2002), pp. 45-138. En otros casos se trata de trabajos valiosos, en general a manos de
investigadores extranjeros que comparan algún aspecto de la obra de Elitis con poetas pertenecientes a
su propia tradición, pero que no pretenden pasar del mero apunte complementario, nota de color que le
daría al cuerpo eminentemente griego de la poesía elitiana los matices de su singularidad. Cfr. por
ejemplo CONNOLLY, D. (1997a), MALKOFF, K. (1991), DASCAROLIS, Z. (1991), o MINUCCI, P. M.
(1988). Un tratamiento muy distinto han recibido, por supuesto, las relaciones de Elitis con el
surrealismo.
2
Un tópico recurrente y fomentado por el propio Elitis a lo largo de su obra inscribe su poesía y sus
ensayos en el tronco exclusivo de la cultura griega, un recipiente omniabarcador y algo caótico que
acoge lo mismo la Teología bizantina que la filosofía clásica o el arte popular en la muy idealista
―casi herderiana― noción de continuidad cultural en el seno de un pueblo griego sustancialmente
inalterado durante tres mil años. Un buen ejemplo de la atribución de ideas y valores poéticos elitianos
de tenor predominantemente occidental y moderno a la exclusividad de la cultura griega puede
encontrarse en el artículo de Eratoscenis Capsomenos, «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό
πολιτισµικό σύστηµα», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 53-70.
32 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
literatura de aquel país, empezando por el propio canon nacional3 o por las visiones
de lo griego que se imponen, se modifican, o se contraponen a Occidente, están,
como sería fácil probar ―algo de todo ello podrá deducirse de este trabajo―,
condicionadas por él.
La poesía de Elitis, quien vincula de modo casi excluyente su condición de
poeta a su grecidad, se inscribe sin embargo dentro de una concepción del género
históricamente determinada por la modernidad europea, como trataré de demostrar en
las páginas que siguen. Sólo a través de ella puede leerse en lo que tiene de
aceptación y de rechazo de las diversas tendencias marcadas en esos dos siglos de
profunda renovación de la lírica. Es cierto que Elitis expresa su deuda con poetas de
esta tradición tales como Blake, Novalis o Hölderlin, pero siempre en la conciencia
de estar escribiendo, desde la originariedad de lo griego, sobre el mismo punto
inaugural en que lo hicieron ellos4. Nuestro autor se resiste a admitir que la tradición
autóctona en nombre de la cual dice expresarse está siendo a su vez escrita por una
historicidad nacida de una quiebra. Es preciso, por ello, situarlo en un marco más
amplio que el estrictamente nacional, que no nos permitiría leerlo con las suficientes
garantías. No incluiré, de hecho, en este repaso por algunos de los rasgos
constitutivos de la poesía moderna, a la literatura griega de los siglos XIX y XX; en
primer lugar, porque su peso en la obra de Elitis ha sido sobradamente estudiado y,
además, porque ha seguido muy de lejos ―con excepciones reseñables como
Dionisios Solomós, no por casualidad educado en el extranjero― las corrientes de
una modernidad que, bajo su forma continental, y dadas las peculiares condiciones
políticas y sociales del país, tardó mucho en llegar a Grecia.
Esta panorámica no se propone, en cualquier caso, localizar las influencias de
Odiseas Elitis. Fuera del surrealismo, con el que convivió de modo profuso y
fecundo durante toda su carrera, no cabe hablar de influencias en sentido estricto. El
propósito es más bien dibujar el fondo de temas, enfoques, pretensiones, búsquedas y
gestos que marcó la poesía europea entre los siglos XVIII y XX y configuró la
atmósfera ―la comprensión histórica de lo poético― sobre la cual se inscribe la obra
de Elitis. En ocasiones con una ligera sensación de anacronismo ―si tenemos en
cuenta que esa atmósfera pervive en su escritura hasta mediados de los años 90―,
3
Resulta muy fácil apreciar cómo el más reciente canon literario griego ha sido, en sus elementos
principales, sancionado por premios extranjeros: los muy occidentales premios Nobel para Seferis y
Elitis, y el premio Lenin para Yanis Ritsos.
4
A este respecto es muy significativa la idea, dispersa en el texto «Memorial para Andreas
Embiricos» (ELITIS, O. (1993), pp. 107-162), así como en otros ensayos, de que el surrealismo surge
en Grecia independientemente del movimiento francés, como brote autónomo que en la potencia
originante de lo griego alcanzará su mejor y más fiel expresión. Para un desarrollo de esta idea, cfr.
infra, capítulo 2.4.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 33
pero casi siempre en consonancia, de uno u otro modo5, con el espíritu general de la
modernidad literaria. Incluso, como veremos en próximas secciones, durante el giro
oriental, pretendidamente antimoderno, que se produce en su obra con el largo
poema Axion Estí (1959). Un giro que es un gesto masivo de las letras griegas
durante las décadas de los cincuenta y sesenta6, obsesionadas por recuperar en el
pasado bizantino y en la Ortodoxia una estabilidad de los valores que detuviera la
hemorragia causada por la quiebra de la modernidad occidental. Ese deseo de sanar
la herida originaria, ese ansia de restauración de la unidad en un lugar otro que no
está en otro lugar constituirán, como espero demostrar en las páginas que siguen, la
marca de su pertenencia irremediable a aquello de lo que busca escapar.
Por otro lado, querría evitar a toda costa caer en la perpetuación de un género
muy en boga durante algunas décadas entre la crítica europea y americana: el de la
presentación de la «lírica moderna» como una sucesión de generaciones, corrientes o
autores que funcionan según la lógica causa-efecto, teleológicamente dirigidas a la
culminación en algún punto, por lo general la vanguardia o el surrealismo. Ese
planteamiento, que suele comprender la modernidad literaria como un movimiento
progresivo, lineal y ascendente, tiende a hablar de Baudelaire como la vuelta de
tuerca del romanticismo, de Rimbaud y Lautréamont como la intensificación de las
posturas baudelairianas, de Mallarmé como el sancionador extremo de la
deshumanización del arte, y de las vanguardias como la estación final de un camino
que desde el principio era consciente de adónde quería dirigirse7. Obvia, además,
triturándolo en el avance implacable de una idea que busca su cumplimiento, todo un
entramado de obras menores, corrientes transversales, retornos, dobles juegos,
errancias, migraciones y adherencias al cuerpo de la literatura, cuya presencia resulta
también determinante. Mi intención no es, desde luego, elaborar una historia que
incluya todos esos elementos. Ni el espacio ni las pretensiones de este trabajo lo
permitirían. Se trata más bien de rastrear la posibilidad de una idea, de circular hacia
delante y hacia atrás, acaso sin rumbo, perforando una y otra vez el fantasma del
relato historicista de esta literatura ―que no podrá, es evidente, des-aparecer―, en
5
Veremos algunas salvedades, presuntas o auténticas, asociadas precisamente a la peculiar
comprensión elitiana de la grecidad como el otro ―un otro― de Occidente. Cfr. sobre todo infra,
capítulo 3.2.
6
Cfr. al respecto, por ejemplo, CALOTYCHOS, V. (2003), pp. 220-228.
7
Buenos ejemplos de ello son los dos libros de Ana Balakian, Literary origins of Surrealism: A
(ew Mysticism in French Poetry, de 1947, y Surrealism: the Road to the Absolute, de 1959, así como
las obras de Hugo Friedrich, Die Struktur der modernen Lyrik, de 1956, de Albert Béguin, L’âme
romantique et le rêve, de 1937, o de Marcel Raymond, De Baudelaire au surrealisme, de 1933. Paul
de Man ha hecho en su ensayo «Lírica y modernidad» una perspicaz crítica a esta metodología
genealógica, que además suele incorporar muy reiterados lugares comunes, cfr. DE MAN, P. (1991),
pp. 185-206.
34 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
8
FRIEDRICH, H. (1974), p. 47.
9
Cfr. MECACCI, A. (2002), pp. 41-42.
10
Cfr. «Historia literaria y modernidad literaria», en DE MAN, P. (1991), pp. 159-183.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 35
11
Michel Foucault se ha referido a este fenómeno en su análisis de la arqueología del discurso de
las Ciencias Humanas, adscribiéndolo precisamente al punto de inflexión que constituye el final del
siglo XVIII y el principio del XIX: «Por último, la compensación final a la nivelación del lenguaje, la
más importante, la más desatendida también, es la aparición de la literatura. De la literatura como tal,
pues desde Dante, desde Homero, había existido en el mundo occidental una forma de lenguaje que
ahora llamamos “literatura”. Pero la palabra es de fecha reciente, como también es reciente en nuestra
cultura el aislamiento de un lenguaje particular cuya modalidad propia es ser “literario”. A principios
del siglo XIX, en la época en la que el lenguaje se hundía en su espesor de objeto y se dejaba, de un
cabo a otro, atravesar por un saber, se reconstituyó por lo demás, bajo una forma independiente, de
difícil acceso, replegada sobre el enigma de su nacimiento y referida por completo al acto puro de
escribir. La literatura es la impugnación de la filología (de la cual es, sin embargo, la figura gemela):
remite el lenguaje de la gramática al poder desnudo de hablar y ahí encuentra el ser salvaje e
imperioso de las palabras. Desde la rebelión romántica contra un discurso inmovilizado en su
ceremonia, hasta el descubrimiento de Mallarmé de la palabra en su poder impotente, puede verse
muy bien cuál fue la función de la literatura, en el siglo XIX, en relación con el modo de ser moderno
del lenguaje. Sobre el fondo de este juego esencial, el resto es efecto: la literatura se distingue cada
vez más del discurso de ideas y se encierra en una intransitividad radical […]. En el momento en el
que el lenguaje, como palabra esparcida, se convierte en objeto de conocimiento, he aquí que
reaparece bajo una modalidad estrictamente opuesta: silenciosa, cauta deposición de la palabra sobre
la blancura de un papel en el que no puede tener ni sonoridad ni interlocutor, donde no hay otra cosa
que decir que no sea ella misma, no hay otra cosa que hacer que centellear en el fulgor de su ser»,
FOUCAULT, M. (1968), pp. 293-294. Quedémonos con algunos conceptos que en la argumentación
siguiente se revelarán importantes: el de compensación de una nivelación del lenguaje, el de repliegue
frente a la objetualización de ese mismo lenguaje, y el de repliegue casi hermético sobre el enigma de
su propio nacimiento.
36 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
1.2.2.1. Adherencias
12
Se trata de la entrevista concedida a Ivar Ivask, publicada por primera vez en 1975 en la revista
Books Abroad bajo el título «Analogies of light»: «Λέγοντας διαφάνεια εννοώ ότι πίσω από ένα
συγκεκριµένο πράγµα µπορεί να φανεί κάτι διαφορετικό, και πίσω από αυτό ξανά κάτι άλλο, και
ούτω καθεξής. Αυτό το είδος της διαπερατότητας αποτελεί ό,τι πάσχισα να επιτύχω. Μου φαίνεται
πως είναι κάτι το ουσιαστικά ελληνικό. Η διαφάνεια που υπάρχει από άποψη φυσική στη φύση,
µεταφέρεται στην ποίηση. Ωστόσο, όπως σας είπα, εκείνο που είναι διαφανές µπορεί ταυτόχρονα να
είναι ολωσδιόλου παράλογο. Το δικό µου είδος καθαρότητας δεν είναι εκείνο του λόγου (ratio) ή της
διάνοιας, ούτε η clarté όπως τη δέχονται οι Γάλλοι και γενικά οι ∆υτικοί», ELITIS, O. (1979), p. 202.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 37
13
Jacques Derrida, en el ensayo «Fe y saber: las dos fuentes de la “religión” en los límites de la
mera razón», habla de esta frecuente contraposición, constitutiva del propio gesto religioso, entre la
luz y las Luces: «Insistí en la luz, la relación de toda religión con el fuego y con la luz. Hay la luz de
la revelación y la luz de las Luces. Luz, phos, revelación, oriente y origen de nuestras religiones,
instantánea fotográfica», DERRIDA, J. (2006), p. 91.
14
El original alemán dice «das Heilige», un concepto que, a través de Heidegger y Derrida, se nos
revelará enseguida fundamental en su polisemia (sagrado, intacto, indemne, salvo, sano) para el
análisis de este gesto constitutivo de la poesía moderna.
15
HÖLDERLIN, F. (2002), p. 187.
16
Sobre el esquema mesiánico y la relación con la historia que puede implicar este movimiento, cfr.
DERRIDA, J. (2006), pp. 60-61.
17
FREY, H.-J. (1996), pp. 183-184.
18
El día, el comienzo, el aparecer, la apertura de un discurso, y de lo religioso, son isomorfos en la
fenomenología de la luz: «La luz tiene lugar. Y el día. Nunca se separará la coincidencia del rayo de
38 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
por herencia de los místicos, a través de (δια-φαίνοµαι) los objetos que las otras
Luces, las del escrutinio científico enciclopédico, habían ayudado a de-limitar por
medio del trazo claro, inequívoco, de las líneas que los aíslan de su afuera y de su(s)
otro(s); los difumina invirtiendo el proceso (translucidez). Videncia a través del
tiempo, del espíritu, o más allá de la naturaleza, la luz interior de los románticos hace
revelarse exteriormente (φαίνοµαι) la esencia de las cosas, trae aquí lo que está allí,
conmueve, en definitiva, los límites temporales y espaciales de un mundo que
entiende disgregado y horadado por discontinuidades intolerables. Se trata, como en
Elitis, de una luz fantasmática, espectral, marcada por la irrealidad de su atopía, que
ilumina al poeta permitiéndole ver lo que no es visible, penetrar en la esfera de un
lugar que no es lugar, transitar por un mundo intermedio que no es el de los hombres
ni el de los dioses, sino el de la (nueva) poesía19.
Sin embargo, es preciso volver un poco más atrás. En realidad, los juegos de
luz que se producen en los siglos XVIII y XIX no empiezan con la poesía ni se
limitan a ella. Tras el fracaso de la mística como entidad independiente, a fines del
siglo XVII, el proceso de desmitificación religiosa que según De Certeau lleva
progresando desde el siglo XIII20 parece haber llegado a su culmen. El escenario que
nos presenta el siglo XVIII en el corazón de la Europa occidental es muy similar al
que propició la sustantivación de la mística en el siglo XVI: propagación de los
saberes, exclusión ―ahora mucho más aguda― del elemento trascendente, y
constitución de un discurso serio que tiene por objetivo iluminar la realidad,
esclarecer, a través de un método, la verdad. Los objetos del mundo se catalogan en
una Enciclopedia cuyo programa se funda sobre la posibilidad misma de agotarlos,
en un futuro próximo, circunscribiéndolos en el lugar de una descripción precisa,
propia, bajo los focos implacables de una luz artificial, sobre la mesa de disección.
Ese catálogo excluye, o cree excluir, lo religioso21, aquello que no se dejaría atrapar
por el lugar propio del discurso serio. Es ahí donde al cuerpo del lenguaje particular
de la ciencia, de lo filosófico, se le adhiere ―deberíamos decir también se le
opone― otro discurso, como en tiempos la mística se adhirió al lugar de la teología
para más tarde intentar ocuparlo en exclusiva. Esta adherencia se inscribe en un
margen, explota parasitariamente las metáforas y el programa de la Ilustración, y es
practicada en ocasiones, incluso, como actividad alternativa y espiritual al
materialismo cientificista, por los mismos individuos que sostienen el discurso
hegemónico. Asume, de hecho, las convicciones ilustradas acerca del ocaso de las
religiones convencionales y se postula, así, como la búsqueda de una nueva luz que,
trastornando religión y filosofía en lo que tienen de más propio, abra el lugar de una
nueva revelación en la historia; o, mejor, se proyecta como la portadora de una luz
atópica y atemporal que permitirá de una vez por todas prescindir de la historia.
¿Hasta qué punto se trata sólo de juegos de luz?
Me estoy refiriendo, naturalmente, a las sectas llamadas iluministas, que tanto
influyeron en la filosofía y, sobre todo, en la poesía de final de siglo22. Illuminisme23
contra Lumières. Grupúsculos surgidos en Francia, Alemania, Inglaterra, divididos
entre un espíritu de renovación religiosa y la voluntad recreativa de intelectuales y
cortesanos24. Nacidos de un doble rechazo: el de un racionalismo disgregador, que
sienten nos aparta del origen trascendente de la vida, y el de un cristianismo agotado
e incapaz de proporcionar por sí solo, ya, la intimidad de una experiencia
auténticamente religiosa. De ahí su reivindicación de la luz interior, natural, garantía
de retorno a una experiencia originaria para una Humanidad perdida en lo exterior,
enajenada enfermizamente fuera de lo propiamente humano. A estos grupos, sin
embargo, situados en el filo de la modernidad por su misma oposición a lo moderno
como experiencia histórica de quiebra, de hiato en el seno del ser, los recorren varias
contradicciones determinantes, solidarias de sus juegos de luz. La clave de sus
pretensiones originarias reside en su carácter derivado. Derivado por una parte de
una religiosidad tradicional que, denostando el cristianismo y su esclerótico
representante mundano, la Iglesia de Roma25, les hace constituirse en pequeñas
21
Jacques Derrida propone precisamente en el ensayo «Fe y saber» la ingenuidad de una distinción
largo tiempo mantenida, y con cuya convicción en el período de que nos ocupamos voy a jugar aquí,
entre la religión, por un lado, y la razón, la crítica o la ciencia, por otro, cfr. DERRIDA, J. (2006), p. 46
y pp. 74-75.
22
Para una historia relativamente detallada del iluminismo del siglo XVIII y principios del XIX, cfr.
VIATTE, A. (1979). Sobre la teosofía y el ocultismo que parecen continuar su obra en el siglo
siguiente, hasta los años 30 del siglo XX, cfr. ALEXANDRIAN, S. (2003).
23
De la dificultad de separar tajantemente estas corrientes da idea el hecho de que, en italiano, lo
que nosotros llamamos Luces o Ilustración se denomina, precisamente, Illuminismo.
24
Cfr. VIATTE, A. (1979), pp. 20 y ss.
25
Cfr. Ibidem, pp. 20 y ss.
40 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
26
Ibidem, p. 87.
27
ALEXANDRIAN, S. (2003), pp. 100-104.
28
ABRAMS, M. H. (1992), pp. 40-44.
29
Bajo este nombre ha merecido incluso una Historia a cargo de Sarane Alexandrian, en cuyo
prólogo se discute, como sucedería con cualquier otra disciplina, cuál es la denominación más
conveniente y precisa para ese campo del saber, cfr. ALEXANDRIAN, S. (2003), pp. 9-10.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 41
algo30. A pesar de que el Dios al que ellos aluden haya desaparecido de nuestro
ámbito. Resulta al menos llamativo que esta recuperación se produzca apenas un
siglo después de la muerte de la mística decretada por De Certeau31. Como si,
desalojada de la cultura occidental, la gran Presencia tuviera la necesidad de regresar
con otros nombres, a través de presencias mínimas que reemplazan el hueco que
ciertas conciencias perciben en el espacio de lo religioso. Es la historia de un
desalojo imposible, de un retorno perpetuo. En este sentido, el surgimiento de los
conventículos iluministas, cada vez más frecuentes en la Europa de los siglos XVIII
y XIX, podría analizarse en paralelo con el proceso autonomizador de la mística en la
Europa del siglo XVI. Las conclusiones, incluida su destilación en otro discurso
particular basado en el desvío tropológico como es la poesía moderna32, serían
probablemente sorprendentes.
Una empresa así sólo puede ser esbozada en estas páginas. Existen, por
supuesto, las diferencias, enormes, como la que media entre un proceso surgido en el
interior del Gran Relato de una religión en un tiempo de relativas seguridades
ontológicas, y el que se produce como reacción compensadora ante la imposibilidad
misma de la religión. Habrá que tener en cuenta, asimismo, que este último traza en
30
Franz von Baader, personaje influyente en el ambiente del Idealismo alemán a través de su
relación con Schelling, fue quien más contribuyó al redescubrimiento de, en primer lugar, los místicos
medievales alemanes: Eckhart, Tauler, Suso, la Theologia deutsch, y epígonos holandeses como
Ruysbroeck, cfr. BENZ, E. (1968), p. 11. También de Jacob Boehme, personaje entre teólogo, teósofo
y místico (1575-1624) cuyo papel será si cabe aún más importante para los filósofos, iluministas y
poetas de este período. Louis-Claude de Saint-Martin, iluminista francés, fundador de la secta de los
martinistas, se encargará en este caso de la difusión de su pensamiento a toda Europa, incluida
Alemania, cfr. KOYRÉ, A. (1979), p. 507, ROOS, J. (1951), pp. 22-23, o VIATTE, A. (1979), pp. 271-
278. La tercera gran influencia procede del visionario sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772),
reivindicado por la riqueza de su imaginario místico, que penetró sobre todo en las sectas ocultistas,
introducido nuevamente por Saint-Martin en Francia o por el teósofo Oetinger en Alemania, cfr.
BENZ, E. (1968), pp. 18-24. Su influencia en la poesía, tendremos ocasión de verlo más adelante, será
grande. Finalmente, por citar sólo los casos más destacados, aparece, quizá por primera vez en
Europa, la mística hindú a manos de Herder ―el primero en advertir su importancia―, y más tarde de
Friedrich Schlegel, en su obra Ensayo sobre la lengua y la filosofía de los indios (Über die Sprache
und Weisheit der Indier, 1808). Algunos de estos autores hallan en la filosofía hindú su propia
interpretación idealista de la realidad y encuentran, además, que la mística es la base espiritual común
de todas las religiones, cfr. Ibidem, pp. 24-26.
31
DE CERTEAU, M. (2006), p. 23.
32
Remito de nuevo a la nota 8. En todos estos conventículos iluministas, así como en muchos
filósofos de la época, se expresa la idea, que veremos después, de que el lenguaje más apropiado para
cartografiar el Absoluto no es el científico, que parcela y escinde, sino el poético, que une a través del
tropo y la metáfora. Los martinistas, entre otros, insisten incluso en el valor de la palabra del poeta
para lograr su meta espiritual: reintegrarnos al paraíso del que nos hallamos separados, cfr. BÉGUIN,
A. (1978), pp. 79-81. No pretendo hacer ver que la poesía moderna sea únicamente una destilación de
las filosofías iluministas, pero sí, como hemos visto ya y veremos más adelante, que constituye otra
suerte de luz adherida a y contra las Luces, en tanto se la considera el discurso ideal de lo oculto que
postula esa nueva mística contra la escisión moderna. Sobre la continuidad de las prácticas místicas en
lo poético, dice De Certeau: «En la medida en que se separaron del poema cuya sombra les dibujaba
un espacio, las prácticas místicas, derivas generadoras de discursos interminables, deshicieron ellas
mismas la unidad a la que, sin embargo, habían proporcionado el principio. Estos procedimientos
continuarán su trabajo en otros campos, sobre todo literarios», DE CERTEAU, M. (2006), p. 85.
42 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
33
Diferencia, sin embargo, que a veces se estrecha sorprendentemente: «La mística de los siglos
XVI y XVII prolifera alrededor de una pérdida. Es una figura histórica de esa pérdida. Hace legible
una ausencia que multiplica las producciones del deseo. A las puertas de la modernidad, quedan así
señalados un final y un comienzo: una salida», Ibidem, p. 23.
34
Ibidem, p. 97.
35
Estas formas del discurso se asocian, en el siglo XVI, al niño, a la mujer, a los iletrados, a los
locos, a los ángeles (Ibidem, p. 22), todos ellos figuras, si nos fijamos bien, omnipresentes en la poesía
romántica en tanto se sitúan los márgenes de una decibilidad propia.
36
Cfr. al respecto OTTINGER, D. (2002).
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 43
37
Cfr. BLANCHOT, M. (1972), p. 41. También Wordsworth cree en la poesía como la garantía de un
retorno al Paraíso, ABRAMS, M. H. (1992), p. 20.
38
DE CERTEAU, M. (2006), pp. 23-24.
39
El poema como microcosmos o segunda naturaleza encajada en la primera empieza a ser, como
veremos más adelante, frecuente en esta época, cfr. Ibidem, pp. 481-482. En el caso de Elitis esta
noción se revelará muy importante.
44 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
40
Lynn R. Wilkinson, en su libro The Dream of an Absolute Language: Emmanuel Swedenborg and
French Literary Culture, relaciona muy sintomáticamente el ambiente revolucionario francés de la
primera mitad del siglo XIX con la influencia del misticismo visionario de Swedenborg y sus
correspondencias, las reflexiones ocultistas de maestros tales como Éliphas Lévi, los ambientes
literarios románticos y tardorrománticos, y el sueño disperso de alcanzar un lenguaje absoluto; lo cual
demuestra hasta qué punto se hallan identificados en este período espacios políticos y espacios
discursivos. Cfr. WILKINSON, L. R. (1996).
41
Poetas y filósofos idealistas alemanes, así como toda clase de hombres de letras, se inician como
adeptos iluministas en grupos llegados desde Francia. Saint-Martin, el llamado «filósofo
desconocido», goza del mayor prestigio en ambos países, y en Inglaterra las ideas de Swedenborg
cuajan con la creación de varias iglesias swedenborgianas a las que se acercan, igual que a los círculos
boehmenistas, poetas románticos como Blake o Coleridge, VIATTE, A. (1979), pp. 43 y 57. Sobre las
influencias de las sectas alemanas y su repercusión en la poesía romántica, cfr. también BÉGUIN, A.
(1978), pp. 79-81.
42
Para una exposición minuciosa de la doctrina de Boehme, cfr. KOYRÉ, A. (1979).
43
Sobre el interés del romanticismo por el ocultismo y el misticismo oriental, cfr. BALAKIAN, A.
(1947), pp. 23-25.
44
VIATTE, A. (1979), pp. 58-61.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 45
marcado por la imposibilidad de una religión. Sin sospechar que, al tiempo que
escribe esta problemática, está siendo escrita por el marco más amplio de una cultura
judeocristiana sin la cual este proceso, al igual que las Luces, no hubiera podido
producirse. Lo religioso en la modernidad sólo puede residir en la apertura
eternamente diferida que proporciona un discurso en los márgenes del decir de la
verdad. El mito cosmogónico iluminista o la poesía cumplen este requisito: son
conceptuados, desde el principio, como ficción, dicen sólo su propio
estarse-diciendo, aluden al espacio fantasmagórico de una luz que, destellando en el
seno de Occidente, se pretende el Oriente de una revelación. Descubren que sólo
mintiendo son capaces de decir la verdad. Es por eso, entre otras cosas, por lo que la
poesía renuncia en este momento a la imitación del mundo para volverse hacia la
atopía de un espacio artificial que, en una nueva paradoja, le sirve para predicar el
retorno a un origen más puro45. La palabra no se conforma ya con ser el foco de las
Luces que se aplica sobre un conjunto de objetos para hacerlos más claramente
visibles, sino que aspira a convertirse en el sol siempre nuevo que despierta y
preserva con sus rayos la vida de otros mundos. De ahí que las premisas genéricas de
la poesía dejen en este tiempo de circunscribirse al terreno de la forma (verso contra
prosa) y se desplacen, como en la mística, a la singularidad de un modo de hablar46.
Lo importante es una presencia; poetas e iluministas saben que es el déficit de una
Presencia lo que ha conducido a la quiebra arreligiosa de la modernidad. Así que la
palabra, atrayendo la atención sobre sí misma, usurpa el lugar de un aparecer
(φαίνεσθαι), fenómeno o fantasma que señala exclusivamente a un presente, a la
presencia de un presente que suture la herida histórica que ha causado el discurso
propio, preciso, mediador entre un objeto que ya no está ahí y un sujeto que aún no
está ahí. Convertida en revelación, en la luz fulgurante de un comienzo más puro, la
escritura poética se convierte a la vez en la apertura a una revelabilidad que parecía
cerrada para siempre. Se hace pulsión de una nueva Escritura que, sin embargo, no
logra ya fundarse en el decir de una Presencia, sino en la presencia (que se quiere
absoluta) de un decir. La historia impone su ley. El puro acontecer de una Escritura
sólo podría darse, ya, con el sello indeleble de lo histórico: romper del alba contra el
fondo de unas Luces que quedan reducidas a noche pero obligan al día que les sigue
a guardar memoria de ellas. Es el proceso que veíamos en el texto de Hölderlin
45
Esta pulsión de retorno al origen instaura un valor poco conocido en la poesía anterior al
romanticismo: la originalidad. La palabra poética debe constituir ahora, cada vez, el origen de una
apertura al ser y no la apostilla o el doble de un ser ya existente. De ahí que la poesía adquiera
independencia ―matizable― del resto de la literatura, conquistando una libertad que, a condición de
que la haga nacer en su espacio, le permite decir cualquier cosa, cfr. FRIEDRICH, H. (1974), pp. 27-28.
46
De ahí también lo numeroso en el romanticismo de las novelas poéticas o de poeta, como
demuestran el Heinrich von Ofterdingen de Novalis o el Hiperión de Hölderlin. Basta con que se
hallen dentro del espacio discursivo abierto por la poesía para que puedan incluirse en este género.
46 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
citado más arriba. La revelación no puede producirse ahora de una vez para siempre,
la posibilidad de una religión ha quedado (históricamente) clausurada. La revelación,
marcada por una iterabilidad que la saca de sí, no adviene en una Escritura, sino en
una multiplicidad de escrituras que sólo garantiza la reinscripción del gesto religioso,
de una religiosidad, en el espacio discursivo de Occidente. El origen o la presencia,
por tanto, se limitarán a fulgurar aquí o allá, diseminados dentro del tiempo y contra
el tiempo, señalando en el estarse-diciendo de la palabra poética el anuncio de la
infinita diferición (recuerdo y anuncio) de la Presencia anhelada.
¿No es, sin embargo, esta búsqueda de una Presencia más pura, de una
posibilidad más originaria de la religión, un gesto muchas veces repetido a lo largo
de la historia? ¿No está en la clave de todo reformismo? La re-generación religiosa
que la poesía y el iluminismo escenifican, como hemos visto, en su propia
constitución histórica y discursiva, atañe a la localización de dos ausencias: la de lo
religioso en el mecanicismo tecnocientífico de las Luces, y la de una Presencia viva,
fecundante, en las religiones históricamente constituidas. Ocaso de lo sagrado y
ocaso de las religiones. Es lo que, con fortuna dispar, denunciaron en otras épocas
herejes, reformistas o místicos, apelando siempre a un modo de comunicación más
directo con lo sagrado. Cátaros, erasmistas, luteranos, alumbrados de la España
renacentista (detentadores también de unos juegos de luz), entre muchos otros, se
postularon en cada caso como sanadores del desvío que la revelación había sufrido a
manos del discurso dominante y jerárquico de la Iglesia. Siempre con el horizonte de
un retorno simbólico al cristianismo primitivo, que representaría la posibilidad de oír
sin mediaciones el mensaje original de Cristo, alienado más tarde en las estructuras
temporales de la Iglesia. Ya vimos cómo la mística, con el heliotropismo de su
escritura, reproduce a su modo este movimiento. Los impulsos de retorno a las
fuentes de una religión, no obstante, se replantean en el siglo XVIII ―simplificando
una complejidad inabarcable―, lo mismo en el iluminismo que en la poesía, como
retorno a las fuentes de la religión47. Y no sólo por lo que respecta a la forma de su
aparición histórica, sino también por el contenido explícito de su programa. Es cierto
que gran parte de los movimientos iluministas se enfrentan principalmente a las
47
«Ahora bien, habrá siempre un hiato irreductible entre la apertura de la posibilidad (como
estructura universal) y la necesidad determinada de esta o de aquella religión; y a veces dentro de
cada religión entre, por una parte, aquello que la mantiene en la máxima proximidad a su posibilidad
propia y “pura” y, por otra parte, sus propias necesidades o autoridades determinadas por la historia.
Por eso, siempre se podrá criticar, rechazar, combatir esta o aquella forma de sacralidad o de creencia,
incluso de autoridad religiosa en nombre de la posibilidad más originaria. Ésta puede ser universal (la
fe o la fiabilidad, la “buena fe” como condición del testimonio, del vínculo social e incluso del más
radical cuestionamiento) o ser ya particular, por ejemplo, la creencia en tal acontecimiento originario
de revelación, de promesa o de inyunción, como en la referencia a las Tablas de la ley, al cristianismo
primitivo o a alguna sentencia o escritura fundamental, más arcaica y más pura que el discurso clerical
o teológico», DERRIDA, J. (2006), p. 115.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 47
48
VIATTE, A. (1979), p. 55. El tema principal de esta obra, apreciable desde el mismo título, resume
perfectamente las inquietudes históricas sobre las que surgen estos movimientos: Martines presenta el
panorama de un cosmos sumido en la caída universal que afecta a todos los seres, los cuales serán
reintegrados, en un futuro mesiánico, al ámbito de lo divino al que un día pertenecieron. Recuerdo y
anuncio de una Presencia sagrada, pues, como veíamos en la palabra poética.
48 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
hecho en una suerte de Iglesia interior o universal que, alejándose de las barreras
dogmáticas de las religiones históricas, ayudará a encontrar la verdadera religión,
aquella que se halla en el fondo de todas y cada una de las creencias particulares49.
En otras ocasiones, es en la mística de las diversas épocas y lugares donde se cree
localizar el núcleo de toda religiosidad. Lo cual nos devuelve al escenario que
contemplábamos para la poesía: asumida la imposibilidad histórica de una nueva
religión, el iluminismo aspira, entre la modestia y la ambición desmedida, a captar y
dar forma a la esencia de lo religioso, es decir, a la pura religios-idad. Se trata
nuevamente de un proyecto que, contrario en apariencia a las Luces, no podría
concebirse sin su programa y sus métodos. En primer lugar, la ambigüedad de esta
adherencia se manifiesta en su alcance enciclopédico: sin la catalogación y
recopilación universal de los saberes abordada por el espíritu transnacional de la
Ilustración, la esperanza de una religión total más allá de las religiones habría
sucumbido por falta de datos. Las investigaciones sobre religión egipcia, hinduismo,
Islam y, sobre todo, cultos de la Antigüedad, que se van haciendo más sistemáticas,
propician la aplicación iluminista del método inductivo al terreno de lo
presuntamente más irreductible a la destilación racionalista: lo sagrado. La Historia
de las Religiones, posibilitada por la secularización del saber científico, colabora
paradójicamente con el proceso de recuperación de una religiosidad anticientífica
que pretende sustraer a lo religioso de su caída en la historia. Parasitismo discursivo,
de nuevo, contradicción del gesto de una resacralización moderna que está obligada,
como veremos con más detalle en próximas páginas, a operar dentro de la
maquinalidad que desea abolir. En este mismo sentido, el proyecto de abstraer la
religiosidad verdadera que constituye el sustrato de todas las religiones históricas
presenta una relación más que evidente con la gran empresa filológica del momento:
el descubrimiento, o el postulado, del indoeuropeo como lengua madre que
unificaría, a la vez precediéndolos y actuando en ellos, todos los idiomas conocidos.
Nace así la gramática comparada en el seno de una remodelación de los saberes que
privilegia el elemento histórico y la analogía entre los componentes de un
«sistema»50. Muy sintomáticamente, una de las obras en que se sancionan las nuevas
perspectivas es la ya citada Ensayo sobre la lengua y la filosofía de los indios, de
Schlegel51, donde espacios discursivos y espacios ideológicos convergen al
presentarse simultáneamente el sánscrito, la lengua que permitirá una comparación
externa a las grandes familias europeas ―y confirmará definitivamente la pertinencia
49
Cfr. ROOS, J. (1951), p. 21.
50
Esta misma estructura del conocimiento que opera sobre el lenguaje y las lenguas operará sobre el
análisis de la producción económica, y sobre el de los seres del mundo, cfr. FOUCAULT, M. (1968), pp.
214-232.
51
Cfr. GENETTE, G. (1976), p. 227.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 49
54
En Kant se da de hecho, según Derrida, una cierta identificación entre el cristianismo y la ley
moral pura, racional, como si la religión cristiana tuviera asignada en exclusiva la misión de liberar
una «fe reflexionante». «El concepto de “postulado” de la razón práctica, permitiendo pensar (también
en teoría suspender) la existencia de Dios, la libertad o la inmortalidad del alma, la unión de la virtud
y la felicidad, asegura esta disociación radical y asume, a fin de cuentas, la responsabilidad racional y
filosófica, la consecuencia aquí abajo, en la experiencia, de este abandono. ¿No es éste otro modo de
decir que el cristianismo no puede responder a su vocación moral y la moral a su vocación cristiana
sino soportando aquí abajo, en la historia fenoménica, la muerte de Dios, más allá con mucho de las
figuras de la Pasión? ¿Que el cristianismo es la muerte de Dios así anunciada y recordada por Kant a
la modernidad de las Luces?», DERRIDA, J. (2006), pp. 53-54. Y, más adelante: «A este respecto, al
igual que la Aufklärung, las Luces fueron de esencia cristiana», tras lo que sigue un interesante
análisis de las posiciones de Voltaire a este respecto, incluida una invocación suya a «los tiempos de
los primeros cristianos», traicionados ahora por la Iglesia de Roma, Ibidem, pp. 66-67.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 51
55
Sobre la necesidad patente en el romanticismo de encontrar una fe de sustitución, y la
alimentación de ese impulso por el iluminismo, cfr. RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 8.
56
Me referiré con más detenimiento a esta cuestión, que merece un tratamiento más detallado ―al
menos por lo que respecta a Hölderlin―, más adelante.
52 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
57
«Il poeta che, nella sua condizione di Zwischen, di intermediario fra l’umano e il divino, assume
su di sé un compito poietico di rappresentazione del divino, si fa portatore del battesimo linguistico e
simbolico di un mondo», MECACCI, A. (2006), p. 82.
58
Ibidem, p. 93.
59
Hölderlin justifica explícitamente este sincretismo religioso por el hecho de que el cristianismo es
una religión insuficiente, cfr. Ibidem, pp. 103-110.
60
En el siguiente pasaje de sus Fragmentos dedicado a la religión se puede observar a la perfección
la adherencia parasitaria entre los nuevos discursos (poesía, iluminismo) y el discurso dominante,
serio, del cientificismo ilustrado: «La religión es una síntesis de sentimiento y de idea o conocimiento.
La teoría de la religión es, pues, una mezcla, una síntesis de arte poética y filosofía. Aquí nacen
auténticos dogmas ‒ auténticos principios de la experiencia, es decir, principios verdaderamente
compuestos (directamente) de principios racionales ―filosofemas― e (indirectamente) de principios
de fe ―poemas― que no se limitan recíprocamente, sino que, por el contrario, se refuerzan y se
amplían mutuamente», NOVALIS (2001), p. 167.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 53
61
Habrá apuntes más extensos en las próximas páginas acerca de las implicaciones de la luz en las
nociones de videncia interior en Novalis y, en general, en los románticos.
62
La poesía no pierde este concepto de exploración, derivado de las pretensiones del proyecto
enciclopedista, cuando se refiere al territorio atópico, correspondencia o incluso sustituto de la
trascendencia ―con una imaginería descensional que oponer a la ascensional de las religiones
históricas―, del espíritu.
63
La poesía, elemento ideal, se sitúa según Novalis en el interior del alma del poeta, ABRAMS, M.
H. (1975), pp. 166-167.
64
NOVALIS (2001), p. 17.
65
El amor sexual en clave mística, la idealización de la infancia, el eterno femenino en la figura de
la Virgen, cfr. Ibidem, pp. 59-123.
66
Dice en los Fragmentos: «El cristianismo es una religión completamente histórica, que se
transforma sin embargo en la religión natural de la moral y en la religión artificial de la poesía o de la
mitología», Ibidem, p. 169. Y un poco antes: «Entre los antiguos la religión era hasta cierto punto lo
que debe llegar a ser para nosotros ―una poesía práctica», Ibidem, p. 168.
67
Cfr. ROOS, J. (1951), pp. 311-313.
54 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sucede en los conventículos iluministas, ha de ser una Iglesia interior, alojada en esa
zona de secreto que constituye el vínculo sobrenatural entre los seres68. Desde ese
(no) lugar encontrará la conexión con la poesía, discurso que detenta también un
secreto, que, como sucedía con la escritura mística, a la vez lo abre, lo protege y lo
produce, instalada en la indecidibilidad de un espacio espectral. La poesía, según
Novalis, sirve de auxilio a la nueva iniciación por cuanto puede despertarnos a la
comprensión superior y nos revela el mundo espiritual cuyo misterio el poeta ha
logrado penetrar69. La Iglesia tradicional ha quedado obsoleta. La revelación no
puede ser gestionada sino desde una nueva profecía, refundación de las bases de lo
religioso que brota de un sincretismo entre diversas formas de culto histórico o
sistemas filosóficos y una palabra conectada, de una u otra manera, con el misterio,
con lo que yace, oculto ―lo místico, lo que no puede recibir una luz que no nazca de
él―, bajo la apariencia exterior. El poeta ha de ser este nuevo profeta, consagrado
incesantemente a la prospección en su propia interioridad, que se halla conectada,
como enseñaban los místicos medievales70, a lo Totalmente Otro, a lo absolutamente
exterior. Él es quien comunica, como si de una iniciación particular se tratara, los
secretos que sus poemas revelan (re-velación, de nuevo, de una escritura que se
opaca en su propia luz), extrayéndolos de las profundidades del misterio, en la
intimidad del contacto con el lector. Una Iglesia íntima: he ahí la clave, con los
múltiples sentidos de este adjetivo, del intento de Novalis y de gran parte de los
iluministas y poetas contemporáneos en su oposición a las estructuras eclesiásticas
establecidas. Se trata de un mecanismo de sustracción de lo religioso a lo político (al
espacio colectivo de una polis renacida con la modernidad), de preservación de lo
trascendente y lo puro, lo indemne (heilig), frente al intercambio mercantil y
mundano a que está sometido en el cuerpo social. Es un proceso que había
prefigurado, desde fines de la Edad Media, la irrupción de la mística cristiana71, pero
que ahora se radicaliza en el escenario de peligro promovido por la modernidad. Las
68
Ibidem, pp. 307-310.
69
Ibidem, p. 314.
70
La búsqueda de la trascendencia en el interior del alma, procedimiento fundamental en la poesía
de este período ―cfr. BÉGUIN, A. (1978)―, posee lazos interesantes, justificados por la atención de
los románticos al misticismo de Eckhart, Suso, Tauler o el propio Boehme, con la doctrina mística de
la scintilla mentis o chispa del alma, un punto sobre-humano en nuestro interior que nos conecta con
lo divino. El propio surrealismo, como veremos, con la búsqueda del punto supremo del espíritu
donde se resuelven los contrarios, ahondará en este simbolismo refrendado a su modo por Freud en la
doctrina del inconsciente.
71
«Pero la oposición, ya perceptible a finales de la Edad Media, entre el cuerpo “político” y el
cuerpo “místico” de la Iglesia se refuerza. Así, René d’Argenson distingue de las instituciones
políticas un “Estado místico”, reino “interior” silencioso y lleno de vida, cuya realidad escapa tanto a
la inteligencia como a la vista. Esta oposición penetra en los propios medios católicos, que tan pronto
subrayan el carácter exterior y visible de la Iglesia […], como buscan en el “espiritualismo” un
contrapunto a la politización del Estado o del “mundo”», DE CERTEAU, M. (2006), p. 100.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 55
72
Hersent, en el siglo XVII, señala ya cierto traspaso de lo sagrado a lo secreto en el ámbito de la
mística, cfr. Ibidem, p. 103.
56 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
73
Sobre la fe como condición y exigencia de todo discurso, cfr. DERRIDA, J. (2006), pp. 72-73.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 57
testigo del compromiso fiduciario. Por otra, es el espacio que, como una cuña,
instaura el poema como lugar otro que está en este (mismo) lugar, heterocosmos que
constituye la verdadera realidad frente al trasiego cotidiano y que se hipostatiza
como el mundo paralelo en el que todos, el poeta y sus fieles-lectores, pueden
refugiarse contra las inclemencias del tiempo74. Así es como Novalis llega a afirmar,
invirtiendo los términos establecidos por las Luces, que «la poesía es lo real
absoluto»75. El espacio del secreto, en su doble dimensión, se conceptúa pues como
el margen múltiple que, escapando a la quiebra histórica de la modernidad, la
enmarca: es la región indemne que se encuentra antes y después de la historia, la
sacralidad del origen puro e incondicionado y el siglo futuro de la reintegración
mesiánica. También es, en términos individuales, el tesoro que reside en las
profundidades insondables del individuo, aquel elemento nuclear de nuestra
personalidad que se encuentra lejos del alcance de la cultura (en clave roussoniana) y
que nos conecta con lo trascendente, la chispa divina76 que duerme siempre a la
sombra esperando ser actualizada por los sueños o por la experiencia de lo numinoso.
Es allí, como en el sancta sanctorum de nuestro ser (hipóstasis del ser), donde el
poeta penetra, a través de sus enigmáticas operaciones, para hablarnos desde la
eternidad de lo que somos y, a un tiempo, ya no es nosotros («Je est un autre»), sino
que nos precede y seguirá allí cuando no estemos, inmune a la muerte. Es la
recuperación, en el fondo, del espíritu en el seno de una cultura materialista que
empieza a investigar los trasfondos psicológicos del hombre y proporciona con ello
―Freud lo hará con el surrealismo― la re-generación, por vía del secreto, de una
trascendencia que empieza a desplazarse de las alturas a los abismos y ofrece la
posibilidad de reunificar en un punto la conciencia fragmentada por la esquizofrenia
de la modernidad.
El poema moderno, en su solo despliegue, nos exige, por tanto, la fe en este
secreto multidimensional cuyas atopías no podemos ver. Él se compromete a
revelárnoslas. A re-velárnoslas. Consciente de que en la producción del secreto
reside su poder, su razón de ser, la religiosidad de su tarea, incluso la especialización
de su discurso, arrancado ya a la mímesis de lo existente que la descriptividad de la
ciencia ha suplantado, el poeta juega con él y con nosotros, lo muestra y lo oculta,
escribe para decir que lo posee, se afana en construir la barrera que lo místico
establece entre los iniciados y el vulgo77. Utiliza, como en un nuevo misticismo, el
74
Esta función parecen cumplir algunos espacios transversales frecuentes en la literatura del
período: en primer lugar, los sueños, isomorfos de la poesía, pero también las evocaciones de un
pasado legendario o de territorios geográficos fabulosos.
75
BÉGUIN, A. (1978), p. 259.
76
Cfr. supra, nota 70.
77
DE CERTEAU, M. (2006), p. 103.
58 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
78
«El secreto no es sólo el estado de una cosa que escapa o se desvela a un saber. Designa un juego
entre actores. Circunscribe el territorio de relaciones estratégicas entre quien lo busca y quien lo
esconde, o entre el que supuestamente lo conoce y el que supuestamente lo ignora (el “vulgo”). […]
Lo oculto organiza una red social. […] Bajo el modo de lo que “se encubre” y se retira, o bien de lo
que se exhibe y se impone con autoridad, el secreto está ligado a la enunciación. Es una dirección:
repele, atrae o liga a los interlocutores; se dirige a un destinatario y actúa sobre él», Ibidem, p. 103.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 59
79
A este respecto es fundamental el concepto de genio que a lo largo del siglo XVIII sienta las
bases, incluso dentro de la filosofía ilustrada y los estudios científicos sobre la personalidad, del mito
del poeta como individuo inspirado que participa en una vida más alta. Para una exposición minuciosa
de esta noción, cfr. ABASTADO, C. (1979), pp. 30-45.
80
JUANES, J. (2003), p. 211.
60 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
modelo social. Los poetas se dejan ver en aquello que tienen de más incomprensible,
resaltan públicamente su militancia en una fe con la que parecen haberse
comprometido mucho más allá de la práctica de una escritura. La conexión con el
iluminismo, con la parasitaria filosofía oculta, es más que evidente. El propio André
Breton la pondrá de manifiesto en numerosas ocasiones, afirmando en varios repasos
a la literatura del siglo XIX la superioridad de la poesía que ha reclamado para sí la
luz interior de la Alquimia y el ocultismo sobre el discurso vulgar del positivismo
que ha preferido, como decía Elitis, la muy mediocre y limitada clarté81. La literatura
basa todo su prestigio en la proyección constante de esta superioridad eminentemente
interior, se convierte en el nuevo elitismo que viene a restañar, en un igualitarismo
transversal sin reflejo jerárquico exterior, las heridas de una injusticia social que no
descansa tanto en las propias desigualdades como en el motor ―equivocado― que
las produce: poder económico, supremacía militar, gestión de los recursos,
democracia burguesa inspirada en el discurso de las Luces. Los poetas, surgidos
irremisiblemente de esta sociedad burguesa que pretenden dinamitar, inconcebibles
sin ella, pretenden restituir idealmente, en la atopía de un género que extiende sus
redes hasta la vida, un aristocratismo del espíritu que remite tanto al Antiguo
Régimen como a la utopía societaria en que las diferencias exteriores desaparecerán
81
«El esoterismo, guardando todas las reservas necesarias ante sus mismas bases, ofrece al menos el
inmenso interés de mantener en un estado de dinamismo el sistema de comparación, de alcance
ilimitado, del que dispone el hombre, que le proporciona las relaciones susceptibles de asociar los
objetos aparentemente más alejados y le descubre parcialmente el mecanismo del simbolismo
universal. Los grandes poetas del último siglo lo comprendieron en forma admirable: desde Hugo, del
que acaban de ser desveladas las muy estrechas concomitancias con la escuelas de Fabre d’Olivet,
pasando por Nerval, cuyos famosos sonetos se refieren a Pitágoras, a Swedenborg; por Baudelaire,
que emparenta de modo notorio con los ocultistas en su teoría de las “correspondencias”; por
Rimbaud, en el que bastaría destacar el carácter de sus lecturas durante el apogeo de su poder creador
—es suficiente acercarse al catálogo, ya publicado, de obras que toma prestadas de la biblioteca de
Charleville—, hasta Apollinaire, en el que alternan las influencias de la Cábala judía y las de las
novelas del Ciclo Artúrico. En el arte, este contacto no ha cesado y no cesará de llevarse a cabo,
aunque disguste a algunos espíritus que no saben disfrutar sino con la evidencia y la claridad.
Conscientemente o no, el proceso de investigación artística, si se vuelve extraño al conjunto de sus
ambiciones metafísicas, no está poco influenciado en la forma y en los medios de progresión por la
magia elevada. El resto es pobreza, vulgaridad insoportable, que saca de quicio: redes-reclamos y
cabos-rimados», BRETON, A. (1972), p. 94 (subrayado mío). En «Le surréalisme et la tradition», de
1956, insiste, si bien se resiste a admitir la condición estrictamente metafísica o religiosa de los
nuevos movimientos poéticos: «Il était impossible que, dès ce moment, nous ne fussions pas frappés
des analogies de texture qui existaient entre ce que nous considérions là et ce sur quoi s’édifie la
philosophie occulte. Pour ma part, ceci devait m’amener très vite à me convaincre que les poètes dont,
presque à l’exclusion des autres, nous subissons aujourd’hui l’ascendant, sont ceux qui ont été le plus
touchés par la pensée ésotérique, tels en France Hugo, Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont,
Jarry, Apollinaire. Tout se passe comme si la haute poésie et ce qu’on nomme la “haute science”
marquaient un cheminemement parallèle et se prêtaient un mutuel appui. J’ai pu dire dans Arcane 17
que, consciemment ou non, le processus de découverte artistique est inféodé à la forme et aux moyens
de progression de la haute magie, mais j’ai pris soin d’ajouter qu’il reste étranger, le plus souvent, à
l’ensemble de ses ambitions métaphysiques (ou religieuses). S’il m’est arrivé et s’il m’arrivera sans
doute encore de citer René Guénon, c’est que je tiens en grande estime la rigueur de déroulement de
sa pensée, sans toutefois être disposé à reprendre à mon compte l’acte de foi sur lequel se fonde, au
départ, sa démarche», BRETON, A. (1996), p.134.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 61
84
BRETON, A. (2002), p. 153.
85
Ibidem, p. 154.
86
Según Paul de Man, el gesto de la modernidad implica ciertos elementos antihistóricos que lo
hacen, hasta cierto punto, incompatible con cualquier historia (con la Historia, con la historia de la
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 63
que lo místico constituya una cierta condición o figura de toda modernidad. Lo que
ahora nos interesa, sin embargo, es un escenario. Aquél en que la desaparición de la
mística, simultánea a la pérdida del Dios-Otro cuya Presencia sostenía su discurso,
abre el espacio de un retorno que sólo puede darse bajo la forma de una
multiplicidad: los misticismos. La mayúscula exclusiva de una Presencia dotada de
nombre propio, Dios, deviene en esa fragmentación en mil pedazos una minúscula
diseminada en el plural marcado ―herido, se diría― por la iterabilidad de diversas
escrituras, diversas persecuciones: las presencias. Dios se convierte ―como era ya
en el relato fundacional del Génesis, Elohim, los dioses, como acaso no pueda ser de
otra manera87― en un nombre común disperso en muchos nombres que asedian sin
cesar nuestros lugares, que buscan, y encuentran, la ocasión de aparecer, que
multiplican las ansias del Uno en un territorio que manifiesta en cada palabra su
ausencia. Diríamos que, desde el siglo XVIII, los misticismos proliferan, siempre en
los márgenes, siempre con otros nombres y confundidos con otros presupuestos y
objetivos, ante una ausencia de lo divino que se torna, precisamente, paradigma de la
indagación en la crisis de la modernidad88. El retorno de lo sagrado ―que también
adopta la forma de lo oculto, lo maravilloso, lo mágico― se proclama
constantemente, hasta hoy, en figuras siempre alternativas al Dios personal: la razón,
los dioses orientales o antiguos de una teosofía erudita o una filosofía
remitologizadora, los conceptos abstractos del Absoluto, la Belleza, lo Abierto, el
resurgir de los misticismos exóticos en nuestros días, antídotos, decimos, contra la
deshumanización y fragmentación posmodernas, agrupaciones zen, cursos
89
En cualquier caso, su introducción es siempre posterior a la desaparición de la mística tal como la
entiende De Certeau. En inglés se atestigua desde 1736, mientras que el Trésor francés la documenta
desde 1804; en español, el Diccionario de la Real Academia la introduce en su edición de 1869. La
palabra «mística» como sustantivo, en cambio, está documentada en francés desde 1601, en inglés
desde 1615, y el Diccionario de la Real Academia Española la incluye en 1780.
90
Entre los primeros estudios científicos del fenómeno, publicados especialmente desde principios
del siglo XX, el término «misticismo» es el más frecuente cuando se trata de utilizar un sustantivo. La
obra monumental de Evelyn Underhill, de 1911, se titula precisamente Mysticism: a study in the
nature and development of man’s spiritual consciousness; en 1902, William James había titulado a las
conferencias XVI y XVII de su The Varieties of Religious Experience «El misticismo», cfr. JAMES, W.
(2002), pp. 507-574.
91
Ibidem, p. 11.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 65
94
Me refiero con esto a proyectos como la publicación del libro La mística en el siglo XXI, volumen
colectivo que recoge las conferencias dictadas en el seminario internacional que con el mismo nombre
organizó el Centro Internacional de Estudios Místicos en Ávila en el año 2000. El primer párrafo del
artículo «La mística: un argumento para el futuro», de Francisco de Oleza Le-Senne, resume muy bien
esta tendencia a desvincular el misticismo de la religión ―mientras se mantiene en su faceta más
tradicionalmente experiencial y, por tanto, cristiana― para llevarlo al terreno de una moral posible:
«Pensar la mística como un argumento para el futuro con el propósito de hallar en ella la consistencia
de los fundamentos de un mundo más humano apuesta decididamente por una reflexión alejada de
todo elitismo religioso o académico y obliga necesariamente a tratar esta experiencia del espíritu
como una característica particular de la condición humana en general», MARTÍN LABAJOS, Á. (2002),
p. 179 (subrayado mío).
95
Es al menos reseñable que, en las obras que se quieren serias, no se prodiguen las menciones a
adeptos o teóricos iluministas que, como hemos visto, son de los primeros en garantizar una
continuidad contemporánea, (anti)moderna, para el misticismo, y sin los cuales la literatura de los
siglos XIX y XX no habría asimilado tan gran cantidad de conceptos espirituales. De entre las muchas
obras en que se cita a escritores entre los nuevos místicos ―siempre con la precaución, que yo mismo
mantengo respecto a Elitis, de no aventurarse a confundirlos con verdaderos místicos, místicos a
tiempo completo, diríamos―, citaré dos: Mysticism Sacred and Profane (1957), de R. C. Zaehner, y el
artículo «El fenómeno místico en la historia y en la actualidad» (2004), de Juan Martín Velasco. El
primero, que vuelve a separar en el título dos categorías para una nueva consideración del misticismo,
sólo una de las cuales es religiosa, incluye entre sus objetos de estudio a Proust y a Rimbaud, en el
capítulo titulado significativamente «God or Nature?» (ZAEHNER, R. C. (1957), pp. 51 y ss.). El
segundo, tras mencionar una lista de nombres que se pueden encuadrar en la mística cristiana
contemporánea (algunos de los cuales, en mi opinión, han basado el peso de su celebridad más en sus
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 67
98
Ya Rudolf Otto y Karl Kérenyi pregonaron en diferentes textos la necesidad de incorporar a un
poeta como Hölderlin a la Historia de las Religiones, afirmación que Andrea Mecacci recomienda sin
embargo recibir con precauciones en el contexto interpretativo actual. A pesar de lo cual, pone de
manifiesto la muy nítida conciencia religiosa que el autor alemán mantiene respecto a su labor
poética: «Se la religione si scopre per sua essenza inserita in una dimensione mitica, se il sacro
esprime l’esigenza di ricomporre in un quadro unitario la pluralità dei saperi e dei vissuti che la
tradizione greco-cristiana ha tramandato, come può allora il poeta tradurre una tale tensione che si
configura allo stesso tempo come critica del presente e apertura verso il possibile? Proprio assumendo
su di sé questo compito, l’opera poetica di Hölderlin travalica l’estetico e, in quanto testimonianza di
una particolare esperienza del divino nella modernità, entra nell’ambito della storia della religione. Il
poeta non è pertanto colui che dà voce a una disposizione soggettiva verso il mondo, ma colui che
coglie il nesso oggettivo del rapporto tra uomo e dio: “in questo incontro si esprime l’essenza della
religione”. Il modello infatti a cui si rifà l’operare di Hölderlin “non è quello dell’artista-poeta
autonomo, bensì quello del vate chiamato al servizio religioso […]. Il poetico in Hölderlin è legato
alla consapevolezza di una missione religiosa”», MECACCI, A. (2006), pp. 96-97.
99
La multiplicación de las figuras del otro ante la pérdida del Otro, del Otro que es el Uno, puede
explicar quizá la recurrencia del tema del amor en el romanticismo, un amor que proyecta
constantemente el motivo de la imposible posesión del otro (generalmente mujer), evanescente e
inasible fantasma que sustituye al insustituible Uno: «Simultáneamente al desarrollo y posterior
declive de la mística en la Europa moderna, aparece una erótica. No se trata de una simple
coincidencia. Ambas derivan de la “nostalgia” motivada por la progresiva desaparición de Dios como
único objeto de amor. Ambas son los efectos de una separación», DE CERTEAU, M. (2006), p. 13.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 69
100
Cfr. ABRAMS, M. H. (1975).
101
«Perhaps, as many twentieth-century critics have suggested, a view of language that is akin to
mysticism is a determining characteristic of modern poetry», WILKINSON, L. R. (1996), p. 218.
102
«Poetics carries on, against the controlled methods of theological literature, the distinctive
elements he had identified as belonging to the mystical impulse: namely, a deliberate musicality, an
interior attentiveness, the “canorous gait” of a rhythmic circularity, and the refusal of univocity. These
are the modes, he suggests, capable of sustaining the form of mystics in a culture that can no longer
ascribe to its substance —Steven’s “mystical aesthetic”— which is an argument for a “poetry
exceeding music” that comes to occupy “empty heaven and its hymns”. Such a poetry moves in its
raiding the inarticulate by the rhythms of play, with all its “sacred seriousness” —the phrase is
Gadamer’s— by calling us beyond the manageable confines of what remains “languageable”»,
BURROWS, M. S. (2004), p. 180.
103
«En la medida en que se separaron del poema cuya sombra les dibujaba un espacio, las prácticas
místicas, derivas generadoras de discursos interminables, deshicieron ellas mismas la unidad a la que,
sin embargo, habían proporcionado el principio. Estos procedimientos continuarán su trabajo en otros
campos, sobre todo literarios», DE CERTEAU, M. (2006), p. 85.
104
«Au moment où la métaphysique tend à abdiquer devant la science “positive”, l’art prend le
relais et se pose en égal, ou en rival de la science», ABASTADO, C. (1979), p. 143.
105
Lo cual puede recordarnos a Hölderlin y su «dios por venir», tan vinculado a su vez a la quiebra
histórica de la modernidad y al concepto de revelabilidad que instaura la nueva poesía.
70 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
106
A este respecto, el arte moderno no admite ya un lenguaje religioso tradicional, ni la exaltación
de las imágenes o los ídolos que las confesiones particulares proyectan, a pesar de lo cual lo sagrado
permanece profundamente enraizado en su ámbito: «Respecto al arte moderno, Eliade insiste en que
lo sagrado no ha desaparecido completamente, más bien “se ha convertido en irreconocible,
camuflado en formas, intenciones y significaciones aparentemente profanas”. […] Debemos decir, con
todo, que el hecho de que haya desaparecido el carácter cultual del arte no implica que haya
desaparecido también lo sagrado. Probablemente, pues, el impulso iconoclasta y purificador en el
hombre no responde más que a una necesidad por hallar un espacio, no quedando sepultado por las
imágenes, en donde reside la divinidad desnuda de todo atributo. La “desnudez de Dios” podría ser
muy bien el objeto de esta búsqueda inconsciente del artista, mientras que la destrucción de las
imágenes en el arte moderno respondería a un sacrificio necesario para convocar aquella ausencia
divina. Una estética religiosa moderna ha de poder conservar la ambigüedad propia de lo sagrado,
expresada en la tensión entre la actitud iconoclasta que frecuentemente responde también a un impulso
reformador, y un lenguaje elaborado de complejas mediaciones y representaciones», VEGA, A. (2002),
pp. 111-112.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 71
107
BÉGUIN, A. (1978), p. 141.
108
En su poema «A las Parcas», escrito entre 1795 y 1798, antes de sus obras de plena madurez,
pide una prórroga a la vida para plasmar «lo más querido / y sacro entre todo, la poesía». Si lo hace,
dice, «un solo día / habré vivido como los dioses. Y eso basta», HÖLDERLIN, F. (2005), p. 107.
109
Cfr. MECACCI, A. (2002), pp. 46-48.
110
HÖLDERLIN, F. (1997a), p. 103.
111
Los contenidos de la religión, y más especialmente de la nueva religión, sólo son expresables
poéticamente, según Hölderlin, cfr. RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1987), p. 267.
112
Ibidem, p. 293.
72 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
113
Ibidem, p. 336.
114
En Alemania, a diferencia de Francia, los grupos iluministas strictu sensu no entran en
decadencia a finales de siglo (para dar paso allí, no obstante, a otra clase de teosofías), sino que crecen
y conquistan progresivamente a la élite intelectual. Todo tipo de sectas se combinan con los discípulos
de Fichte o Schleiermacher en la búsqueda de la luz suprema. Schlegel, Schelling o el propio Fichte
reciben una fuerte influencia de estos conventículos que, junto con determinados misticismos
orientales y antiguos, dejan una profunda impronta en el espiritualismo de sus sistemas, cfr. VIATTE,
A. (1979), pp. 41-58.
115
BURROWS, M. S. (2004), p. 173.
116
«Poetics finds its pulse in this awareness of surfaces, of visibility as an awakening not only to
what is but also to what is becoming, to the flow of the world that grasps us in this energies. For this
reason, Schelling posited the work of art as “the absolute revelation of God”, since “the objective
world is the original, yet unconscious, poetry of the spirit”», Ibidem, p. 185.
117
Cfr. KANDINSKY, V. (1996).
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 73
nuevo ámbito que se quiere hacer pasar por eterno, intemporal, ahistórico, sigue
constituyendo el plano de una revelación que es, al mismo tiempo, la promesa de una
infinita revelabilidad. El lugar, imposible de cartografiar, donde los fantasmas del
Dios muerto vendrán, una y otra vez, a aparecerse.
118
Según Derrida, en consecuencia, no es pertinente oponer este presunto laicismo a lo propiamente
religioso: «La ley de esa intempestividad interrumpe y hace la historia, desbarata toda
contemporaneidad y abre el espacio mismo de la fe. Designa el desencanto como el recurso mismo de
lo religioso. El primero y el último», DERRIDA, J. (2006), p. 124.
119
La fundación de un espacio vacío para la creación en la retracción de lo divino es el esquema de
doctrinas místicas como, por ejemplo, la del cabalista Isaac Luria (s. XVI), cfr. SCHOLEM, G. (2000),
pp. 269-311.
120
VEGA, A. (2002), p. 111.
121
DERRIDA, J. (2006), p. 62.
74 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
122
El pasaje se halla incluido en el denominado «Discurso del Cristo muerto»: «¡Dios ha muerto!, el
cielo está vacío… / ¡Llorad, niños, ya no tenéis padre!», NERVAL, G. (2004), p. 61.
123
Transcribo aquí los fragmentos que más pueden importarnos, y que iré citando entre paréntesis
en el cuerpo del texto según corresponda. El que habla es Cristo, mirando desde el Huerto de los
Olivos a quienes le esperan abajo: «Et se prit à crier: “Non, Dieu n’existe pas!” / Ils dormaient. “Mes
amis, savez-vous la nouvelle? / J’ai touché de mon front à la voûte éternelle; / Je suis sanglant, brisé,
souffrant pour bien des jours!/ Frères, je vous trompais: Abîme! abîme! abîme! / Le dieu manque à
l’autel où je suis la victime… / Dieu n’est pas! Dieu n’est plus!”. Mais ils dormaient toujours!… […] /
“En cherchant l’oeil de Dieu, je n’ai vu qu’un orbite / Vaste, noir et sans fond, d’où la nuit qui l’habite
/ Rayonne sur le monde et s’épaissit toujours; / Un arc-en-ciel étrange entoure ce puits sombre, / Seuil
de l’ancien chaos dont le néant est l’ombre, / Spirale engloutissant les Mondes et les Jours! […] /
Immobile Destin, muette sentinelle, / Froide Nécessité!… Hasard qui t’avançant / Parmi les mondes
morts sous la neige éternelle, / Refroidis, par degrés l’univers pâlissant», Ibidem, pp. 60-62.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 75
sacrificial de los dioses, ponga las bases para una nueva trascendencia unificadora124.
Es imposible determinar quién impulsa a quién: si la poesía a la religiosidad,
re-generándola en su gesto fundacional de oclusión-apertura de la religión, o la
religiosidad a la poesía, produciéndola en su independencia discursiva sobre el
escenario de una certificación de la enésima muerte de Dios. La unicidad del
discurso de la literatura sería, según esta última opción, la reacción automática que la
religión desencadena contra toda dispersión, el antídoto segregado espontáneamente
por el cuerpo de la cultura contra la desaparición del Gran Relato, la conversión del
pliegue escritural que supone el nuevo género, tal como vimos antes, en re-pliegue
sobre sí mismo que reprime toda forma de alteridad125. Poesía y religión, o
religiosidad, o misticismo, forman por tanto parte en este proceso histórico de un
engranaje indecidible en el que parecen responderse sin cesar. La poesía es en
consecuencia re-unión posible, como veremos por extenso más adelante, frente a un
mundo que se descompone y se disgrega en la ausencia de un Dios o un Mito
colectivo que lo mantengan ensamblado. Pero es también, en la permanente paradoja
de un mecanismo doble que le impide cerrarse históricamente en la forma coagulada
de una Escritura, la diseminadora de las presencias aconfesionales a que lo sagrado
ha quedado reducido. Despliega escrituras en lugar de una Escritura y asegura su
unidad en la comunidad de un gesto y de una doble zona de secreto ―interioridad
del sujeto, interioridad espectral de lo textual― que no le impide asumir su
inagotable iterabilidad. Eso no significará, sin embargo, que el problema de la
dispersión de unas escrituras que se creen nacidas para conspirar contra toda
dispersión no genere conflictos que, en cualquier caso, no es éste el lugar de analizar.
La angustia que suscita la muerte de Dios es pues la angustia, también, por la
descomposición del Gran Relato que mantenía unidos no sólo los espacios
discursivos y los sistemas morales, sino asimismo el cuerpo social del Antiguo
124
La poesía se convierte, en este aspecto, en un certificado de defunción del Dios tradicional, como
puede verse en los dos poemas de Jean Paul y Nerval, necesitados al parecer de extender el documento
desde el ámbito mismo de la literatura para situarse en la soledad desértica, abismal, que puede
conducirles a fundar otra posibilidad de lo sagrado. Así lo cree Hölderlin, que considera labor
ineludible del poeta atestiguar en todo momento la ausencia de lo divino como condición de la
modernidad. La religiosidad que debe fundar la nueva poesía tiene que ver, además de con esta
certificación, con el intento de armonizar a los dioses que se hallan en cada uno de nosotros
―interioridad e individualidad de lo absoluto― en la recomposición de un nuevo mito unitario:
«…non è decisivo riconoscere il rapporto tra gli dei e il mondo, ma il nesso tra il dio che è dentro ogni
uomo e il dio della comunità; così la formula greco-arcaica, attribuita a Talete, “ogni cosa è piena di
dei”, si affianca in Hölderlin alla nuova consapevolezza che il poeta moderno deve esprimere, ossia
che ogni cosa è l’assenza di Dio», MECACCI, A. (2006), p. 100.
125
La doble etimología latina de «religión», re-legere y re-ligare, sugiere efectivamente este
concepto de reunión y resistencia contra la disyunción que tanto tiene que ver con la muerte de Dios y
la escisión en la modernidad: «En ambos casos (re-legere o re-ligare), se trata en efecto de una
vinculación insistente que se vincula primero consigo misma. Se trata en efecto de una reunión, de una
re-unión, de una re-colección. De una resistencia o reacción contra la disyunción. Contra la alteridad
ab-soluta», DERRIDA, J. (2006), p. 87.
76 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
126
DUPUIS, J.-F. (2004), pp. 15-18.
127
«La herencia mítica de la poesía es salvada por aquellos poetas que aceptan el carácter falaz e
ilusorio de la fábula poética o no renuncian a buscar, más allá de las ruinas de lo moderno, un mito
unificador y fundamental, una totalidad tal vez ausente, pero cuya sombra constituye aún un regazo
fecundo. Tanto la fe de Hölderlin como el escepticismo de Valéry se sustraen al imperio de la prosa»,
MAGRIS, C. (1993), p. 30.
128
MECACCI, A. (2006), pp. 80-81.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 77
129
«A medida que la ilusión revolucionaria se disipa en el alba del estalinismo, pero a medida
también que se impone la inevitable recuperación por la sociedad espectacular y mercantil de todo lo
que lleva la etiqueta artística, el surrealismo se repliega en las alturas del espíritu puro. Desde su
fortaleza abierta a todos los vientos del viejo mundo, sueña —a la manera como los románticos
reinventan una idílica Edad Media y sus valientes a la sombra de la Bolsa, los bancos y las fábricas—
oponer a la miseria espectacular el poder de un mito, purificado de la idea religiosa, pero que
mantendría la fuerza de una desacralización de las relaciones humanas sobre el modelo de la
desacralización del arte. Difícilmente se podía ir más lejos en el desprecio de la Historia», DUPUIS,
J.-F. (2004), pp. 124-125. Sobre la propuesta de un mito moderno en el surrealismo, cfr. además
OTTINGER, D. (2002), y el célebre «Préface à une mythologie moderne» en el prólogo a Le Paysan de
Paris de Louis Aragon (ARAGON, L. (2005), pp. 9-16).
130
No hay que perder de vista la influencia del Idealismo alemán en ese desplazamiento del
absoluto desde un más allá inaccesible al interior del espíritu, donde puede llegar a «realizarse» el
mismo Dios, en consonancia con planteamientos místicos clásicos como los de Eckhart, cfr. BENZ, E.
(1968), pp. 27-28.
131
En este aspecto, el poema fabrica también maquinalmente el secreto cuya interpretación o
comentario le otorga su razón de ser. Reproduce así el modo de actuar de la mística clásica que, según
De Certeau, se da también en algunos otros géneros modernos como la novela policíaca: «produce
artificialmente algo secreto para producir interpretación; conjuga ambas cosas mediante “indicios”;
compone guiones o “ficciones” de hermenéutica. Cada término connotado por “místico” deviene, en
efecto, una novela policíaca en miniatura, un enigma; obliga a buscar otra cosa que lo que dice; induce
mil detalles que tienen valor de indicios», DE CERTEAU, M. (2006), p. 105.
78 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
romanticismo con este estrato interior o profundo de las cosas que reside bajo las
apariencias ―entre otras, paradójicamente, bajo su propia escritura― y que el
poema, por una mímesis inversa cifrada en la célebre metáfora del espejo vuelto
hacia el fondo del alma o de la mente, tiene como labor representar132. Es, desde el
punto de vista lógico, una autorrepresentación que nos devuelve al terreno del giro
tropológico de la escritura mística y del repliegue autorreferencial de la poesía
moderna sobre el escenario del discurso de las Luces: la poesía representa y
comunica lo poético, se instituye, pues, como una escritura que fabrica su propio
origen, que se saluda como estando ya ahí antes de decirse, inengendrada y sustraída,
por tanto, a la historicidad cuyo más allá re-vela. Esa poeticidad, profundidad del ser
que no cambia frente a la acción incesante, destructiva, de lo exterior, llámese
sociedad mercantilizada, historia o naturaleza amenazante en su caducidad133,
también la busca la poesía bajo la superficie fenoménica del mundo. Siempre, eso sí,
como aplicación de la capacidad espiritual de visión (δια-φάνεια de la luz originaria,
griega u oriental, frente a clarté ilustrada, recordemos el texto de Elitis) que lo
poético (aquello que precisamente está buscando) ha conferido ya al poeta. El
concepto de videncia, tan relacionado con la profecía religiosa ―que remite a esos
tiempos en que Dios, antes de su muerte o inmediatamente después de cualquiera de
sus renacimientos, se halla entre nosotros, nos habla abiertamente― y con los
experimentos teosóficos contemporáneos, recorre, con variantes, la poesía moderna
desde Novalis hasta los surrealistas134. Su objetivo es leer, con su escritura, lo que se
halla bajo el tejido engañoso de la realidad, aquel que para los no dotados se presenta
opaco como quería el discurso hegemónico de la ciencia. Se trata de encontrar la
verdadera realidad. Por este motivo lo real, de límite o volumen plano, se transforma
en frontera, abertura, lugar de paso o riesgo de caída. El concepto de realidad se
dobla fantasmáticamente separándose de lo verdadero, en «la notion de la double
réalité —réalité accessible aux sens (le réel), réalité seconde, accessible à l’âme (le
132
Desde Novalis encontramos la definición de la poesía como contenido recóndito del alma y, a la
vez, como representación de nuestro mundo interior (ABRAMS, M. H. (1975), pp. 166-167). Sobre la
imagen del espejo como condición de la mímesis romántica en Shelley y otros autores, cfr. Ibidem, pp.
233-234.
133
Muchos poetas modernos, entre los cuales Rimbaud, tienden a situar la búsqueda del absoluto en
el interior, en la inmovilidad de los paisajes interiores que, frente a la acción de la naturaleza exterior,
deshacen las coordenadas de espacio y tiempo, cfr. BALAKIAN, A. (1947), p. 81. Lo interior preserva,
por tanto, como veremos más adelante, la indemnidad del ser.
134
Sobre Novalis, cfr. BÉGUIN, A. (1978), p. 260. Claude Abastado afirma rotundamente que «la
poésie, pour Mallarmé, comme pour Hugo, Baudelaire ou Rimbaud est donc savoir mystique,
voyance», ABASTADO (1970), p. 25. La videncia poética oscila durante todo el período entre las
nociones de posesión espiritual acerca de la que el poeta lo desconoce todo: origen, condición,
desencadenantes, que le afecta exclusivamente a él, y un sentido reconocidamente maquinal,
introducido sobre todo desde Mallarmé, que pone el acento en la lectura y el lector: el donner à voir
de Éluard.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 79
135
RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 19.
136
En RIFFATERRE, H. B. (1970), pp. 40-41.
80 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
137
BALAKIAN, A. (1947), pp. 53-54.
138
Sobre el carácter místico en el sentido tradicional de algunos poemas de Baudelaire, y el fracaso
en la búsqueda de un Dios omnipotente al uso, cfr. FRIEDRICH, H. (1974), p. 64.
139
Ibidem, p. 83.
140
«Il suggère […] que “c’est le lecteur qui doit être inspiré”, que le poème est l’ « instrument » de
cette grâce reçue, et qu’enfin « l’enthousiasme n’est pas un état d’âme d’écrivain », aux heures de la
création», ABASTADO (1970), p. 13.
141
Especialmente fecunda en semejanzas con las prácticas místicas y ascéticas es la descripción de
las condiciones de una sesión de escritura automática, y los estados espirituales por los que hace pasar
al escritor, en el primer número (1924) de La Révolution Surréaliste, en el texto titulado «L’ État d’un
Surréaliste», firmado por Francis Gérard, cfr. RÉVOLUTIO( SURRÉALISTE, LA: Collection Complete
(1975), pp. 29-30. Albert Béguin señala también la condición de ejercicio ascético encaminado a
lograr un estado alterado de conciencia que posee la escritura automática, cfr. BÉGUIN, A. (1978), pp.
472-473.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 81
142
«Ordenad que os traigan recado de escribir, después de haberos situado en un lugar que sea lo
más propicio posible a la concentración de vuestro espíritu, al repliegue de vuestro espíritu sobre sí
mismo. Entrad en el estado más pasivo, o receptivo, de que seáis capaces. Prescindid de vuestro genio,
de vuestro talento, y del genio y el talento de los demás», BRETON, A. (2002), p. 37.
143
Maurice Nadeau, en su temprana y controvertida Historia del surrealismo, habla de la pasión con
la que se entregan al principio los surrealistas a los experimentos automáticos, resaltando entre sus
efectos un «arrobamiento» y «un arrancarse a la vida tal como la llevan los demás hombres»,
NADEAU, M. (1972), p. 66.
144
«Acomodar la mente “en el estado más pasivo o receptivo” supone primero una capacidad de
abstraerse radicalmente del mundo cotidiano. La escritura automática exige una absoluta falta de
interés por la realidad externa —que evidentemente no es fácil de alcanzar— y además un abandono
de todas las preocupaciones habituales de la misma mente, una ruptura total con relación a lo que
suele creerse como constitutivo del pensamiento: preocupación lógica, moral, estética. Precisamente el
automatismo aspira a demostrar que esas preocupaciones no son nada esenciales para el pensamiento
o, mejor dicho, que lo deforman y lo restringen. Eso explica que a menudo se haya considerado la
escritura automática como una auténtica ascética, que no consiste en absoluto en “dejarse ir” a un
discurso que se vaya desarrollando por sí solo, sino que impone por contra un considerable esfuerzo
para que se mantengan apartadas las diversas formas de censura», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER
(1974), p. 97.
82 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
le lanza, pese a las protestas de su realidad física, hacia los ámbitos de lo inmortal.
Lúcido y alerta, sale, después, aterrorizado, de este mal paso. Lo más importante
radica en que no pueda zafarse de aquella emoción, en que no deje de expresarse en
tanto dure el misterioso campanilleo, ya que, efectivamente, al dejar de pertenecerse
a sí mismo el hombre comienza a pertenecernos.145
145
BRETON, A. (2002), p. 141.
146
MAGRIS, C. (1993), p. 87.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 83
152
Cfr. ABRAMS, M. H. (1992), pp. 174-177. La verdad poética, superior tradicionalmente a la
verdad histórica por los mismos motivos, se opone desde el romanticismo a la verdad científica,
imagen que perdurará durante todo el siglo XIX ante la supremacía del positivismo. Los románticos
oponen lenguaje emotivo y cognoscitivo, ABRAMS, M. H. (1975), pp. 184-185. Parece ser esta misma
oposición a otros discursos la que define a la poesía como disciplina separada: «With the emergence
of an historical consciousness, or mentalité, one of the distinguishing marks of modernity as Troeltsch
reminds us, the very meaning of the word “literature” begins to take on a new sense. As early as the
eighteenth century, literature as an imaginative form began to emerge as a creative genre distinguished
from both history and the sciences in a manner we take for granted today. […] It was conceived as an
imaginative genre etched into the consciousness of human experience, and hence different from the
supposedly non-fictional discourse of historical or scientific thought», BURROWS, M. S. (2004), pp.
179-180.
153
No hay que menospreciar la presencia de un resurgir gnóstico en los distintos iluminismos, que
elaboran en ocasiones cosmogonías donde la fractura y la división de la unidad divina adoptan un
carácter mucho más dramático que en el propio cristianismo, y donde la búsqueda de la reintegración
adquiere una importancia crucial en la actividad del individuo.
154
Entre otras el Eliot de los Cuatro Cuartetos o, por supuesto, como veremos en capítulos
posteriores, Elitis en su ambicioso Axion Estí, que muy tardíamente perpetúa el esquema poético
consagrado en el romanticismo. Sobre la persistencia de dicho esquema, cfr. ABRAMS, M. H. (1992),
pp. 310-319.
155
Los mitos de la unidad y la caída se multiplican en la Alemania de fines del siglo XVIII ―las
condiciones políticas del continente, con la fractura del Antiguo Régimen, desempeñan también un
papel fundamental en todo ello―, atribuyendo a la «existencia separada» la condición de un estado
intermedio y maligno que es preciso solventar, cfr. BÉGUIN, A. (1978), p. 99.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 85
161
ROOS, J. (1951), p. 167.
162
MECACCI, A. (2006), pp. 98-99.
163
En un artículo de 1831 titulado «De la Poésie de notre époque», Pierre Leroux escribe: «Le
sentiment le plus exalté et le plus profond de la vie universelle, la foi que dans le monde tout est lié,
tout est uni, accordé, qu’un anneau qui s’ébranle, ébranle la chaîne, qu’une corde qui vibre fait vibrer
toutes les cordes de cette harpe infinie qui est Dieu ; voilà la grande pensée lyrique…», en
RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 18.
164
En ABRAMS, M. H. (1975), p. 229.
165
Así, Baudelaire: «Si todas las sensaciones “se responden” y son los símbolos de la unidad total,
el único medio que tenemos de restablecer nuestra comunicación con esa Unidad ―fuera de los
instantes en que la gracia la instaura de improviso― es el trabajo del poeta en busca de formas: no por
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 87
otredad absoluta que surge sobre el vacío de un dios con nombre propio y de un
paraíso desalojado por la historia166. En ambos casos, pero sobre todo en este último,
encontramos un cierto anticosmismo que remite inmediatamente a los gnósticos,
fuente de inspiración directa para la filosofía oculta167 y el hermetismo que se
difunden en estos siglos al margen del discurso hegemónico de las Luces. Es un
anticosmismo de diverso grado, pero que subraya siempre, aun en las fases más
aparentemente vitalistas de la literatura moderna, como el surrealismo168, la
necesidad de buscar en otro lugar, representado por la poesía, sus sedes y sus
producciones, la realidad total definitivamente sustraída a los males modernos.
Utopías poéticas, nuevas Edades de Oro, superrealidades y territorios ficcionales
como el del sueño, el pasado o la esencia de las cosas, no son más que
indemnizaciones, paradójicamente plurales ante la imposibilidad de recuperar la
exclusividad de un Gran Relato, de un mundo inaceptable en su prosaica decadencia.
El lenguaje poético reproduce, se dice, un «orden indestructible»169 donde la muerte,
como proclamaba Dylan Thomas, no tendrá señorío. Ello provoca que los poetas,
desde Hölderlin a Baudelaire y los surrealistas, se sientan «exiliados en la tierra»170.
ellas mismas, sino por lo que significan. Al restituir las cosas a su relación original, el poeta espera
recrear en su consciencia y recrear para los demás la unidad cósmica», BÉGUIN, A. (1978), p. 461.
166
El poema se constituye frecuentemente en microcosmos indemne, objeto lingüístico que crea una
segunda naturaleza cerrada e intangible ―lo cual significa también intacta― como compensación de
la primera, dañada por la modernidad. Ésa parece ser una de las razones del abandono de la mímesis y
la conversión del poema en un «heterocosmos» sujeto sólo a sus propias leyes, es decir, devenido él
mismo una ley, ABRAMS, M. H. (1975), pp. 481-482. Muchos poetas de la época, como Wordsworth,
conciben la poesía como generación cotidiana de un paraíso, ABRAMS, M. H. (1992), p. 20.
167
Cfr. ALEXANDRIAN, S. (2003), pp. 100-104, donde señala indicios de gnosticismo en los
surrealistas, Albert Camus o Lovecraft, entre otros.
168
El surrealismo busca precisamente, a pesar de su proclamado materialismo, escapar a la tiranía
de las leyes del mundo sensible que, aliadas con las coerciones que pesan sobre el pensamiento de la
vigilia y con los tabúes de la moral convencional, impiden al hombre conquistar su libertad total. Los
espacios intersticiales de la poesía o el sueño, fundidos con la realidad presente en la atopía espectral
de la superrealidad, constituyen el remedio para esa falta, cfr. ALQUIÉ, F. (1974), pp. 33-34. «En la
medida en que tienden hacia un saber absoluto que permita descifrar las misteriosas relaciones del
hombre y del universo, en la medida en que sitúan el conocimiento intuitivo mucho más allá del
razonamiento discursivo y en que persiguen sumidos en una especie de iluminación una “videncia” en
el otro mundo, es decir, el deseo de superar este mundo actual, limitado y mediocre, para percibir en
esta videncia el estado original del hombre, los surrealistas serán unos “gnósticos”, tanto más cuanto
que acudirán por igual a los símbolos, a los mitos, a las analogías, al conocimiento subjetivo y a la
experiencia vivida. “Y en ese conocimiento absoluto, en esa atracción por el punto supremo, el
surrealista igual que el gnóstico encontrará su salvación” (aunque una salvación distinta,
evidentemente)», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), p. 11.
169
ABRAMS, M. H. (1975), p. 231.
170
Es una expresión que, más que al cristianismo, remite al gnosticismo y su casta superior de
pneumáticos. Para Hölderlin, cfr. RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1987), p. 258, que además subtitula con
esa expresión el libro. Para Baudelaire, cfr. BALAKIAN, A. (1947), pp. 47-48 y la siguiente cita de
1857, de sus «Notes nouvelles sur Edgar Poe»: «C’est à la fois par la poésie et à travers la musique
que l’on entrevoit les splendeurs situées derrière le tombeau ; et quand un poème exquis amène les
larmes au bord des yeux, ces larmes ne sont pas la preuve d’un excès de jouissance, elles sont bien
plutôt le témoignage d’une mélancolie irritée, d’une postulation des nerfs, d’une nature exilée dans
88 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Se ha producido, como explicábamos más arriba, una inversión que nos devuelve a
un escenario estrictamente religioso: aquello cuya entidad es dudosa, intangible,
fiduciaria ―la poesía, el espíritu, lo atópico― se convierte de pronto en el ámbito
exclusivo de lo cierto, lo intacto, lo inmutable, desplazando a la realidad cotidiana a
la categoría de ilusión mudable e insegura en la que no se puede ―ni se debe― tener
fe171. La poesía deviene más real, es decir, más viva, que la existencia, reducida
como está esta última a una sucesión maquinal y alienante de actividades y
costumbres dictadas por la necesidad económica y el juego social de las apariencias.
La poesía es, dice Novalis, «un arma de defensa contra la vida cotidiana», la
oposición a un mundo de hábitos en que los hombres poéticos, pertenecientes a una
dimensión ontológica superior, no pueden vivir172. Es tarea de esos hombres
poéticos, pues, salvar, desde los márgenes a que su discurso y su posición los ha
reducido, la existencia de toda la humanidad, instituyéndose en profetas que lideran,
en virtud de su capacidad de videncia y su participación en el secreto, los esfuerzos
por encontrar un espacio de libertad, trascendencia y plenitud natural que se asiente
sobre la más pura verdad y se sustraiga a la degradada vulgaridad de la vida
moderna. La generalización del sentimiento poético, que desde Novalis al
surrealismo varias corrientes modernas declaran ―acaso más como estrategia de
ostentación y ocultación del secreto que como aspiración sincera― anhelar, sería la
condición definitiva para el resurgimiento de una nueva Edad de Oro173, pero debe
basarse siempre en el liderazgo sacerdotal del Poeta que, efectuando los sacrificios
correspondientes en nombre de la salud espiritual de la comunidad, se garantiza una
posición hegemónica en el juego social que dice despreciar.
Hölderlin, que constituye un caso siempre particular, reafirma esta posición
indemnizadora del poeta y su obra, los únicos que de modo efectivo, por encima de
la naturaleza (la poesía es y proyecta lo sobre-natural) que pretenden restaurar en su
integridad, pueden oponerse al tiempo: «El mar / destruye o da la memoria, / y
también el amor clava / una tenaz mirada. Sin embargo, / lo que dura es obra de
l’imparfait et qui voudrait s’emparer imméditament, sur cette terre même, d’un paradis révélé», en
WILKINSON, L. R. (1996), pp. 230-231.
171
Según Novalis, «La poesía es lo real absoluto. Mientras más poética es una cosa, es más
verdadera», BÉGUIN, A. (1978), p. 259. Asimismo, son interesantes las palabras, un siglo después, de
Mallarmé: «La Poesía es la expresión, por el lenguaje humano devuelto a su ritmo esencial, del
sentido misterioso de algunos aspectos de la existencia: dota así de autenticidad nuestro estar y
constituye la única tarea espiritual», MALLARMÉ, S. (2002), p. 42.
172
FRIEDRICH, H. (1974), p. 38.
173
Respecto a Novalis: «La intuición es fuente de la verdadera ciencia y, por analogía, podrá
descifrar las leyes eternas a partir de un mínimo detalle vegetal o animal. El poeta-profeta mediante la
magia de las palabras y de las imágenes ayudará a su prójimo a que lea el universo, a que conozca las
leyes que lo gobiernan: “El poeta sabe pulsar a su antojo las fuerzas secretas y con ayuda de palabras
nos revela todo un mundo desconocido y grandioso”. »[…] Al final, todo el género humano poseerá el
sentido de la poesía. ¡Nueva edad de oro…!», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), pp. 18-19.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 89
poetas»174. Lo que dura, en Hölderlin, está asociado pues a la palabra del poeta que
brota de una fuente siempre pura, la misma de la que brota todo lo existente en lo que
tiene de infinito y aórgico, es decir, de indemne. En el contexto de violencia y
escisión de la modernidad, el lenguaje poético afirma lo viviente bajo la forma de lo
trágico, aquello que en una armonía de opuestos compagina lo uno y lo diverso en el
interior de la palabra haciéndolo surgir en la finitud de nuestra miserable realidad. Es
apertura a la posibilidad de una super-vivencia que, «contrarrestando la catástrofe
inscrita en la sociedad moderna»175, preserve lo viviente en una dimensión que
excede a lo meramente natural. Esa super-vivencia, necesaria ante la amenaza
incesante de los nuevos tiempos, es el retorno histórico de una naturaleza aliada
explícitamente a la técnica, al arte como tekhne, a la arti-ficialidad de la vivencia de
lo indemne y lo verdadero176. Hölderlin comprende, como quizá pocos poetas
modernos, que en nuestros «tiempos de miseria» la re-producción de lo indemne o lo
sacro dentro y a través de la poiesis implica una imbricación armónica de los dos
conceptos ambivalentes contra los que se lucha: lo natural que, siendo lo vivo, es
también lo que hace morir, la amenaza de la transformación imprevisible, y lo
maquinal, que por una parte aniquila la espontaneidad de la naturaleza y genera la
mensurabilidad del tiempo en el mecanismo del reloj pero, por otra, consigue
sustraerse a la muerte en la inmutabilidad de su automatismo. Toda la poesía
moderna oscilará en apariencia, sin mayor conciencia de ello, entre estas dos
nociones de indemnidad a primera vista contradictorias: bien la naturaleza ahistórica
que el arte restituye y preserva pura frente a la civilización de la máquina
tecnocientífica (como ocurre entre los románticos), o bien la arti-ficialidad de un
ámbito opuesto y superior a la naturaleza y al hombre que se sustrae a lo temporal y a
las amenazas de lo demasiado vivo, como sucede desde Baudelaire y Lautréamont
hasta las vanguardias, pasando por el hito inestimable de Mallarmé. La división no
es, por supuesto, limpia. Ambas nociones se encuentran intrínsecamente
coimplicadas en la ambivalencia de la religiosidad que parece haberlas originado. Lo
maquinal y lo vivo están siempre presentes, siempre preexisten, si puede hablarse así,
al proceso de conformación de estas teorías. Como hemos visto al referirnos a la
muerte de Dios, la religión restaura una y otra vez lo vivo, lo sobre-natural, en la
iterabilidad de una resurrección que requiere, como alimento para la salud de la
máquina, del surgimiento de una nueva amenaza. Así, el concepto de
sobrenaturaleza que evocan religión y poesía, cada una a su manera, reúne dos
figuras que hallamos entrelazadas en el paradigma que constituye Cristo: la fuente
174
«Recuerdo» («Andenken»), HÖLDERLIN, F. (2005), p. 227.
175
JUANES, J. (2003), p. 201.
176
La verdad, para Hölderlin, sólo puede vivirse a través de lo poético, RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L.
(1987), p. 259.
90 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
177
«Presa de la conciencia desgraciada, los creadores, despreciados por las gentes de las finanzas,
del comercio y de la industria, tenderán en su mayor parte a hacer de la cultura un sustituto del mito,
una nueva totalidad, un lugar dedicado a lo sagrado, por oposición a los lugares materiales de la
transacción y de la producción mercantil. Es evidente que, al reinar en un fragmento irreductible a la
economía y cortado de lo social y de lo político, no pueden pretender resucitar el mito unitario, sino
que solamente ofrecen su representación», DUPUIS, J.-F. (2004), p. 18.
178
La espectacularidad de este rechazo no puede dejar de recordarnos al gesto inaugural, místico, de
toda modernidad, basado en la proclamación de que se posee una presencia más vívida, menos
mediada, del presente: «Quien pierda de vista la imbricación de la cultura en la organización
espectacular, estará condenado a no comprender nada del romanticismo ni del surrealismo.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 91
No sólo eso: el gesto tan violentamente indemnizador que los poetas y sus obras
representan tiene también el carácter de una prevención, o una compensación ritual,
ante la necesidad de participar, de uno u otro modo, del engranaje espectacular y
mercantil del capitalismo. En ocasiones se trata de la redención de un pecado
original: la mayor parte de los poetas de este período procede de las clases medias
formadas al abrigo de la revolución burguesa, contra cuyos valores se vuelven con la
mayor vehemencia. Antes que nada, contra el trabajo, consagrándose a un ocio
improductivo que concede a su labor la aureola de una ofrenda religiosa, de una
consagración gratuita equiparable al sacrificio de los primeros ascetas cristianos,
exploradores espirituales volcados en la conquista de nuevos territorios de sacralidad
con que compensar la impiedad de la comunidad179. Pero también se trata de la
reacción contra la necesidad de la poesía de mercantilizarse, es decir, de entrar en el
circuito comercial del interés contra el que se ha constituido en núcleo protector. Es
acaso la obligatoriedad para el poeta de hallar un modo de subsistencia que, de
acuerdo con sus convicciones, no se salga del ámbito de la literatura, lo que,
forzándole a condescender a la práctica de otros géneros como el periodismo o la
novela, hipertrofia una sección específica de las letras y la aísla, manteniéndola sana
y salva, de la contaminación del dinero, del interés, de la convención del gusto
mayoritario. El poeta se resiste, muchas veces en vano, a producir mercancías
maquinalmente, por lo cual subraya con especial empeño su carácter de creador
original180. Le interesa la relación con lo íntimo, con lo viviente, y no la absurda
repetición que lo engarza en una suerte de cadena de montaje cultural y lo reduce a la
Inicialmente, todo lo que se concibe como algo nuevo lleva la marca del rechazo de la burguesía, de lo
utilitario, de lo funcional. No existe artista, en la primera mitad del siglo XIX, que no funde su obra
sobre el desprecio de los valores burgueses y del valor mercantil (lo que no impide en absoluto que se
conduzca como un burgués y eche mano del dinero donde lo haya —como es el caso de Flaubert). El
esteticismo pasa por la ideología del antivalor mercantil que vuelve el mundo vivible, y posee el
secreto de un cierto estilo de vida, de una cierta valorización del ser, opuesto a ser reducido al tener,
que es el estilo de vida del capitalista», Ibidem, pp. 18-19.
179
De ahí la creación del submundo, genuinamente decimonónico e inexplicable en un contexto
digamos «profano», de la bohemia, integrada por lo general por individuos de buena familia
entregados a una vida plagada de penurias económicas a costa de su dedicación exclusiva a las letras.
Esta suerte de voto de pobreza acerca a los artistas, de un modo siempre problemático, a dos clases
sociales que comparten el desprecio de lo burgués: la aristocracia, que muchos de esos artistas
reivindicarán bajo la forma de una aristocracia espiritual, y el proletariado, con algunas de cuyas
proyecciones utópicas el nuevo arte coincide. El trabajo y las actividades que procuren un beneficio
económico constituyen, no obstante, un tabú que alcanza su máxima expresión en la prohibición de
trabajar que André Breton impone como condición de pertenencia al grupo surrealista.
180
«Si no revienta la burbuja de cultura o se contenta, durante la mayor parte del tiempo, en
multiplicar su propio reflejo, el creador corre el riesgo de dejarse transformar en simple productor de
mercancías culturales o en funcionario del espectáculo ideológico-estético. Hombre del rechazo por el
descrédito que el mundo de los negocios arroja sobre él, también es el de la falsa conciencia. Cuando
el negociante le reprocha “no tener los pies en la tierra”, responde tomando partido por lo espiritual.
De esta absurda querella entre el “materialismo” mercantilista y el Espíritu, reaccionario o
revolucionario, aún conserva el rastro el surrealismo», Ibidem, p. 20.
92 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
181
DERRIDA, J. (2006), p. 114.
182
Según el autor o autores ocultos bajo el pseudónimo de Jean-François Dupuis, el surrealismo es
«el último movimiento que creyó honestamente en la pureza del arte dentro del sistema de la
mercancía», DUPUIS, J.-F. (2004), p. 48.
183
ABRAMS, M. H. (1975), pp. 163-164.
184
Según Novalis, el poeta «se ve obligado a emplear palabras, repitiéndolas, como para librarlas de
su sentido habitual, gastado, demasiado general, y para conferirles esa significación única, evocadora
de una sola realidad espiritual concretísima, que es la meta que quiere alcanzar», BÉGUIN, A. (1978),
p. 260.
185
En muchos poetas modernos encontramos una resistencia al lenguaje basado en esa condición
monetaria que oculta presuntamente el sentido y el núcleo de la vida. Así en la primera etapa de Rilke:
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 93
«Pero el lenguaje, sistema de signos que están en lugar de las cosas, es también el instrumento del
intercambio por excelencia, tanto y más que el dinero: transforma una cosa en otra, es el vehículo de
su circulación y transformación; es ―como el dinero― el alma del comercio, que Rilke, hostil a la
anónima nivelación industrial, admiraba por su “originalidad y juventud”, por su capacidad de unir
continentes y acercar lo próximo a lo lejano. […] Ahora bien, tanto en un caso como en otro,
destruyen o pierden la vida. En uno de los poemas juveniles de Rilke se dice que las palabras son
solamente muros tras los que brilla el sentido; la vida, prosigue el poema, a duras penas se vuelve
perceptible en el eco de sus dominios, hace oír su voz ―aunque sea quedamente― sólo cuando el
firme poder del discurso se ha atenuado o alejado. Inefable en su intensidad, el sentido resplandece
sólo tras las palabras, que tienden a velarlo u oscurecerlo», MAGRIS, C. (1993), p. 203.
186
Cfr. ABASTADO, C. (1979), p. 83. Aun siendo ésta una idea de estirpe fundamentalmente
romántica, Mallarmé la retomará con fuerza a fines del siglo XIX: «Le Verbe est une essence; le
Langage est sa “négation” et sa manifestation concrète: “Le Verbe à travers l’Idée et le Temps qui
sont la négation identique à l’essence du Devenir deviene le Langage”. Le Verbe est une “idée”; le
Langage est sa dimension historique dans l’existence et la durée: “Le Langage est le développement
du Verbe, son idée, dans l’Être, le Temps devenu son mode: cela à travers les phases de l’Idée et du
Temps en l’Être, c’est-à-dire selon la vie et selon l’Esprit”», Ibidem, pp. 291-292.
187
Este sentido de depuración adquiere un carácter extremo en las teorías de Mallarmé, convencido
de que la palabra esencial tiene como función no tanto representar como destruir el objeto que
nombra, reintegrarlo pues a la ausencia material de su noción pura: «“A quoi bon, dit Mallarmé, la
merveille de transposer un fait de nature en sa presque disparition vibratoire selon le jeu de la parole,
cependant; si ce n’est pour qu’en émane, sans la gêne d’un proche ou concret rappel, la notion pure”.
On trouve, dans cette réponse, una indication remarquable. Le mot n’a de sens que s’il nous
débarrasse de l’objet qu’il nomme: il doit nous en épargner la présence ou “le concret rappel”. Dans le
langage authentique, la parole a une fonction, non seulement représentative, mais destructive. Elle fait
disparaître, elle rend l’objet absent, elle l’annihile», BLANCHOT, M. (1972), p. 37.
188
Cfr. por ejemplo las opiniones al respecto de Von Schubert en BÉGUIN, A. (1978), p. 146.
94 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
máximo los nexos sintácticos que marcan la servidumbre temporal del lenguaje. Las
conexiones van progresivamente reduciéndose en el interior de los poemas, los
convierten en una suerte de conglomerado de fulguraciones que, limitando el uso de
la puntuación, las comas o, incluso, los verbos, restablece un decir fragmentario pero
total en cada una de sus partes, cada vez más alejado de la mímesis o la
representación de cualquier clase de realidad tangible189. Ello acentúa la separación
que la poesía desea resaltar entre el discurso propio y preciso de la ciencia o la
economía ―el discurso hegemónico de las Luces―, que alude a contenidos
cuantificables, y su orgullosa impropiedad, de la que hace gala por mor de la
vinculación bien con lo vivo y espontáneo, bien con la indecidibilidad de cualquier
absoluto sobre-natural, multiplicando progresivamente los tropos y apelando al
símbolo y al absurdo, de resonancias proféticas.
189
Mallarmé entiende el verso como re-unión de la dispersión y el aislamiento de las palabras que
en el habla cotidiana se hallan sometidas al azar y, a la vez, como regeneración del lenguaje y el
mundo: «Le vers qui de plusieurs vocables refait un mot total, neuf, étranger à la langue et comme
incantatoire, achève cet isolement de la parole : niant, d’un trait souverain, le hasard demeuré aux
termes malgré l’artifice de leur retrempe alternée en le sens et la sonorité, et vous cause cette surprise
de n’avoir ouï jamais tel fragment ordinaire d’élocution, en même temps que la réminiscence de
l’objet nommé baigne dans une neuve atmosphère», «Crise de vers», MALLARMÉ, S. (2003), p 260.
Dice Maurice Blanchot respecto a este pasaje: «Il est manifeste que si le vers “de plusieurs vocables
refait un mot total, neuf, étranger à la langue et comme incantatoire”, c’est d’abord que les mots y ont
cessé d’être des “termes” (où l’on s’arrête) et se sont ouverts à l’intention qui, à travers eux, chemine,
en dehors de toute réalité qui puisse y correspondre», BLANCHOT, M. (1972), p. 41.
190
«La reacción ante la máquina es tan automática (y, por consiguiente, maquinal) como la vida
misma. Semejante escisión interna, que abre la distancia, es también lo “propio” (en la medida en que
también es lo indemne: heilig, santo, sagrado, salvo, inmune, etc.), aquello que acomoda la
indemnización religiosa con todas las formas de propiedad y del idioma lingüístico en su
“literalidad”», DERRIDA, J. (2006), p. 98.
191
Haré referencia más por extenso a esta cuestión en el capítulo 3.2.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 95
192
Cfr. a este respecto la cita acerca de Rilke en la nota 185.
193
«En cuanto al proceso de autoinmunización que nos interesa muy especialmente aquí, éste
consiste, para un organismo vivo, en protegerse, en resumidas cuentas, de su propia autoprotección
destruyendo sus propias defensas inmunitarias. Puesto que el fenómeno de esos anticuerpos se
extiende a una zona mucho más extensa de la patología y puesto que se recurre cada vez más a unas
virtudes positivas de los inmunodepresores destinadas a limitar los mecanismos de rechazo y a
facilitar la tolerancia de determinados injertos de órganos, nos escudaremos en la autoridad de esa
ampliación y hablaremos de una especie de lógica general de la autoinmunización. Nos parece que
ésta es indispensable para pensar hoy en día las relaciones entre fe y saber, religión y ciencia, así
como la duplicidad de las fuentes en general», Ibidem, p. 133.
194
Dice Derrida, en el mismo sentido, acerca de las relaciones entre religión y tecnociencia,
necesitadas de aliarse para la difusión y la efectividad de la primera: «La religión reacciona de
inmediato, simultáneamente, declara la guerra a aquello que no le confiere ese nuevo poder más que
desalojándola de los lugares que le son propios, en verdad del lugar mismo, del tener-lugar de su
verdad. Entabla una guerra terrible contra lo que no la protege más que amenazándola, según esa
doble estructura contradictoria: inmunitaria y autoinmunitaria», Ibidem, p. 99.
96 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
pone en práctica una técnica de gran complejidad que se aplica sobre nada en
concreto, sobre una evanescencia que hace resaltar la propia maquinalidad de lo
textual como lugar de lo indemne. Los surrealistas, en cambio, consagran el supremo
automatismo de la máquina o del experimento (la muy elocuente «escritura
automática» que les hace proclamarse inicialmente un proyecto científico, y no
literario195) como estado de naturaleza que debe revelarnos la fuente sagrada e
inagotable de nuestro ser. Una fuente que mana sin interrupción y sin voluntad: nada
más maquinal ni, al mismo tiempo, más vivo; la escritura automática asume la
función de desalienar esta figura de nuestro pensamiento, enajenada por otra
máquina, la de la conciencia y la moral196. Para ello, no tiene inconveniente en
convertir al mismo hombre, el reducto más inconmovible de lo espontáneo y de lo
natural, en un aparato receptor, deshumanizándolo para hacerle encontrar su fondo
transpersonal y puro197.
Es indudable que cierta melancolía198 de lo moderno ―pero también cierta
condición de éxito de sus pretensiones religiosas― tiene que ver con esto: la poesía
trata de preservar o indemnizar la vida, amenazada por las máquinas de la
modernidad muda, pero para ello no tiene más remedio que entrar en la lógica global
de la maquinalidad multiplicando las máquinas-objeto ―los textos― que no dejan
de ser mudas a su modo: ocultando el sentido, produciendo una ilegibilidad que es,
como vimos en el capítulo anterior, el propósito originario de la escritura, opacando a
su vez el núcleo indemne de la vida. Ocultar u opacar, sin embargo, es también
195
Cfr. NADEAU, M. (1972), pp. 62-63 y 172.
196
En su lista de características que distinguen a la escritura automática surrealista de experimentos
similares en el pasado tales como los de los médiums, Sarane Alexandrian multiplica los términos
referidos a lo puro, lo propio, lo extraño, lo instrumental, lo maquínico, la fuente: ««A.– Elle vise à
montrer combien l’homme raisonnant est étranger à lui-même, ignorant des courants en formation au
fond de son être. Elle veut le désaliéner, en libérant la partie de sa personnalité esclave de la raison, en
donnant à cette partie le pouvoir de diriger ses propos et ses actes. Si le médium se croit mû par l’âme
d’un mort, le surréaliste prétend être l’instrument du principe même de la vie sensible. […] C.– Elle
n’exprime pas à proprement parler l’inconscient, mais un élément fluide, mouvant et pur, générateur
de la pensée et du langage, réservoir inépuisable d’images, que nous appellerons la source. La source
est un flux intérieur d’expression qui n’est pas encore contaminé par la nécessité du sens. L’opération
fondamentale de l’écriture automatique consiste à faire entrer la source. Le texte de Breton Entre la
source montre qu’il entendait la détourner de son cours, la capter, l’entraîner avec lui. Le poète
surréaliste est comme un pêcheur qui pêche l’eau, au lieu de se contenter de pêcher les poissons. Il ne
sépare pas les faits psychiques de l’élément qui les baigne», ALEXANDRIAN, S. (1974), pp. 97-98.
197
Del Primer Manifiesto: «Pero nosotros, que no nos hemos entregado jamás a la tarea de
mediatización, nosotros que en nuestras obras nos hemos convertido en los sordos receptáculos de
tantos ecos, en los modestos aparatos registradores que no quedan hipnotizados por aquello que
registran, nosotros quizá estemos al servicio de una causa todavía más noble. Nosotros devolvemos
con honradez el “talento” que nos ha sido prestado. Si os atrevéis, habladme del talento de aquel
metro de platino, de aquel espejo, de aquella puerta, o del cielo. Nosotros no tenemos talento»,
BRETON, A. (2002), p. 35.
198
Ahondaremos en las ricas valencias de este término en relación con una lógica moderna de la
escritura en el capítulo 3.2.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 97
199
Así se ha interpretado, en parte, el silencio de algunos poetas modernos como Rimbaud,
motivado, según Steiner, por un rechazo de las constricciones a la fuerza vital que impone la escritura,
demasiado pequeña para contenerla, STEINER, G. (1990), pp. 78 y ss.
200
La poética del ready-made podría acaso entenderse, desde este punto de vista, como un deseo de
indemnizar objetos mecánicos y funcionales a través de su consagración como tótems individuados,
dotados del espíritu (artístico) que en su serialidad les falta. Ya Baudelaire, conceptuando la
modernidad como un período de decadencia, hallaba en el reino de lo artificial una belleza pura,
superior en determinados aspectos a la naturaleza: «A ello se añade que, para fundar el reino absoluto
de lo artificial, el poeta acepta todos los actos que la naturaleza excluye. Precisamente porque las
masas cúbicas de piedra de las ciudades carecen de naturaleza y a pesar de que constituyen el lugar del
mal, pertenecen a la libertad del espíritu, son paisajes inorgánicos del espíritu puro», FRIEDRICH, H.
(1974), p. 57.
201
La literatura centroeuropea, según Claudio Magris, se ha protegido de la crueldad de la vida
cotidiana y su fluir a través de la escritura, el refugio de un tiempo abstracto, ahistórico, MAGRIS, C.
(1993), p. 228. Algunos de sus autores, sin embargo, han comprendido la ambivalencia de este
98 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
concepto: «Rilke es uno de los grandes poetas que adoptan una táctica defensiva para captar al menos
un vislumbre de ese sentido; a semejanza de otros poetas contemporáneos, se da cuenta de que lo
cotidiano es una amenaza para la poesía de la vida, y de que sólo atrincherándose contra ello puede
confiarse en salvar algún destello de esa poesía. La escritura es una de tales defensas. Malte escribe,
pero intuye el carácter mortífero de esa defensa, autodestructiva como los laberintos del animal
kafkiano o como la gran muralla de que habla Canetti, que es reforzada y aumentaba cada vez más
hasta cubrir por completo, asfixiándolo, el territorio que debería proteger», Ibidem, p. 208.
202
Derrida menciona precisamente «todo aquello que alía a la máquina teletecnocientífica, esa
enemiga de la vida al servicio de la vida, con el recurso mismo de lo religioso, a saber, la fe en lo más
vivo en cuanto muerto y automáticamente superviviente, resucitado en su espectral phantasma, lo
santo, lo sano y lo salvo, lo indemne, lo inmune, lo sagrado, todo lo que traduce, en una palabra,
heilig», DERRIDA, J. (2006), p. 101.
203
Cfr. infra, nota 206.
204
MALLARMÉ, S. (2003), p. 259.
205
Algunas teorías estéticas de este período, sobre todo en el paso entre los siglos XIX y XX,
extienden esta categoría del arte como refugio a todo lo que consideran digno de ese nombre. Así lo
hace por ejemplo Worringer, que en su obra de 1908 Abstracción y naturaleza dice que el temor está
en la base de la creación de los primitivos: el primitivo siente necesidad de separarse de la naturaleza
hostil y se refugia en los modelos geométricos más allá del mundo representacional, con lo cual
instituye el arte como elemento autónomo frente a la naturaleza. Por medio de la línea recta, además,
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 99
conquista la independencia y una forma absoluta de existencia, al alejarse plenamente de todo nexo
natural, cfr. VEGA, A. (2002), pp. 98-99.
206
«Ese exceso sobre lo que está vivo y cuya vida no vale absolutamente salvo si vale más que la
vida, más que ella misma, en resumidas cuentas, es lo que abre el espacio de muerte que se vincula
con el autómata (ejemplarmente “fálico”), la técnica, la máquina, la prótesis, la virtualidad, en una
palabra, las dimensiones de la suplementariedad autoinmunitaria y autosacrificial, esa pulsión de
muerte que se afana en silencio sobre toda comunidad, toda auto-co-inmunidad y, en verdad, la
constituye como tal, en su iterabilidad, su herencia, su tradición espectral. Comunidad como
auto-inmunidad co-mún: no hay comunidad que no alimente su propia autoinmunidad, un principio de
autodestrucción sacrificial que arruina el principio de protección de sí (del mantenimiento de la
integridad intacta de uno mismo), y ello con vistas a alguna super-vivencia invisible y espectral. Esta
atestación autocontestataria mantiene a la comunidad autoinmune en vida, es decir, abierta a otra cosa
distinta y que es más que ella misma: lo otro, el porvenir, la muerte, la libertad, la venida o el amor del
otro, el espacio y el tiempo de una mesianicidad espectralizante más allá de cualquier mesianismo»,
DERRIDA, J. (2006), pp. 105-106.
207
El motivo del amor a través de la muerte es un topos frecuente de la literatura romántica, por
ejemplo en los Himnos a la (oche o en Cumbres borrascosas. Tematiza la imposibilidad, en vida, de
la posesión o apropiación total del otro (del Otro, del Uno) que nos re-uniría con lo que
verdaderamente somos, para presentarnos enseguida la existencia de esa posibilidad general de
apropiación en la muerte.
208
Este sacrificio es también, o sobre todo, la exigencia del autosacrificio para cumplir con el pudor
que exige lo indemne, la pureza de lo vivo: «…la ley de lo indemne, la salvación de lo salvo, el
respeto púdico de lo que es sacrosanto (heilig, holy), exige y excluye a la vez el sacrificio, a saber, la
indemnización de lo indemne, el precio de la inmunidad. Por consiguiente, la autoinmunización y el
sacrificio del sacrificio. Éste representa siempre el mismo movimiento, el precio que hay que pagar
para no herir o dañar a lo otro absoluto. […] El respeto absoluto ordena, en primer lugar, el sacrificio
de sí mismo, del interés más preciado», Ibidem, p. 106.
100 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
209
RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 9.
210
Cfr. ABASTADO, C. (1979), pp. 141-143.
211
Son muy curiosos a este respecto los denodados esfuerzos de Breton y otros surrealistas por
compaginar su materialismo, especialmente en la fase marxista del movimiento (Segundo Manifiesto),
con el espiritualismo casi voluntarista de que dotan a la naturaleza en conceptos como el del azar
objetivo. Cientificismo (en la adhesión al psicoanálisis) e irracionalismo parecen buscar una mutua
compensación que acaso no es sino alianza al servicio de lo que vive por debajo o más allá de la vida.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 101
212
Cfr. LAUTRÉAMONT (1995), pp. 88-91 y 193-196.
213
Cfr. BALAKIAN, A. (1947), pp. 71-72.
214
LAUTRÉAMONT (1995), pp. 229-232.
215
Cfr. BALAKIAN, A. (1947), p. 97, sin olvidar por supuesto el célebre ensayo de Ortega y Gasset.
216
Hemos hablado arriba de la recurrencia histórica de este proceso, que determina la maquinalidad
misma de lo religioso en Occidente, repitiendo en cierto modo el sacrificio antimaquinal por
102 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
antonomasia: la Pasión de Cristo en busca de una super-vivencia como Dios más allá de lo humano, es
decir, de la muerte y la naturaleza.
217
Dentro del esquema tripartito tantas veces repetido por la poesía romántica, la caída es
contemplada en muchas ocasiones como un elemento positivo, la vía hacia un bien mayor. Sin esa
caída no existiría la reintegración que la propia poesía dice y efectúa performativamente, cfr.
ABRAMS, M. H. (1992), pp. 209 y 253.
218
FRIEDRICH, H. (1974), p. 47.
1.2. Misticismos después de la mística: poesía moderna e indemnización religiosa 103
Hay que dejarse crecer las uñas durante quince días. ¡Oh!, qué dulce resulta entonces
arrancar brutalmente del lecho a un niño que nada tenga todavía sobre el labio
superior y, con los ojos muy abiertos, simular que se pasa suavemente la mano por
su frente, echando hacia atrás sus hermosos cabellos. Luego, de pronto, cuando
menos lo espera, hundir las largas uñas en su tierno pecho, cuidando de que no
muera […]. Véndale los ojos mientras desgarres sus palpitantes carnes; y, tras haber
escuchado durante largas horas sus sublimes gritos, […] tras haberte apartado como
un alud, saldrás corriendo de la vecina alcoba y fingirás acudir en su ayuda. Le
desatarás las manos de hinchados nervios y venas, devolverás la vista a sus
extraviados ojos, lamiendo de nuevo sus lágrimas y sangre. […] Cómo se conmueve
el corazón al poder consolar al inocente a quien se ha hecho daño; «Adolescente que
acabas de sufrir crueles dolores, ¿quién ha podido cometer en ti un crimen que no sé
cómo calificar? ¡Infeliz! ¡Cuánto debes de sufrir! […] ¡Ay!, ¿qué son pues el bien y
el mal? ¿Son acaso una misma cosa con la que damos, rabiosamente, testimonio de
nuestra impotencia y de nuestra pasión por alcanzar el infinito, aun con los medios
más insensatos? […]». Tras haber hablado así, habrás hecho daño a un ser humano y,
al mismo tiempo, serás amado por él.219
219
LAUTRÉAMONT (1995), pp. 88-90 (subrayado mío).
104 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
220
DERRIDA, J. (2006), p. 100.
221
«No hay fe, pues, ni porvenir sin lo que una iterabilidad implica en cuanto a técnica, maquínica y
automática. En este sentido, la técnica es la posibilidad ―también puede decirse la eventualidad― de
la fe. Y dicha eventualidad debe incluir dentro de sí el mayor riesgo, la amenaza misma del mal
radical. De otro modo, aquello de lo que ésta es la eventualidad no sería la fe sino el programa y la
prueba, la predictividad o la providencia, el puro saber y el puro saber-hacer, es decir, la anulación del
porvenir. Por consiguiente, en lugar de oponerlos, como se suele hacer casi siempre, habría que pensar
conjuntamente, como una sola y misma posibilidad, lo maquínico y la fe ―al igual que lo maquínico
y todos los valores implicados en la sacrosantidad (heilig, holy, sano y salvo, indemne, intacto,
inmune, libre, vivo, fecundo, fértil, fuerte y, sobre todo, como vamos a ver, “henchido”)», Ibidem, pp.
100-101.
222
Parafraseando a L. Marin en su libro Utopiques: jeux d’espaces, De Certeau dice que «la “ficción
producida-productora”, organización del espacio como un texto, es el no-lugar de la utopía», DE
CERTEAU, M. (2006), p. 322.
223
¿Qué es la poesía moderna sino el discurso en que se funden el decir y el pre-decir? El discurso,
por tanto, de la promesa y de la exigencia fiduciaria. Todo decir poético es predicción, alusión y
apertura a un porvenir ausente, anunciación diferida de otra presencia que se dice en el amanecer
oriental y originario de su palabra. «Lo Sagrado (das Heilige) que es dicho en la predicción poética no
hace sino abrir el tiempo de una aparición de los dioses e indicar la región donde se sitúa la residencia
(Die Ortschaft des Wohnens) sobre esta tierra del hombre requerido por el destino de la historia», dice
Martin Heidegger en su conferencia Andenken sobre el poema homónimo de Hölderlin, en DERRIDA,
J. (2006), p. 127.
224
Todos los sobrenaturalismos o superrealidades, desde Novalis hasta el siglo XX, apuntan en esta
dirección, pero no faltan tampoco las promesas mesiánicas de utopías poéticas, como la de los
surrealistas, convencidos del futuro advenimiento de una sociedad remitologizada y reconquistada
para la libertad por la poesía que ellos predican.
1.3. IMÁGE
ES DEL POETA
1
Cfr. ABASTADO, C. (1979), pp. 50-54. En el siglo XVI, Ronsard y los poetas de La Pléiade
parecen prefigurar el mito romántico mencionando tímidamente el valor profético de la poesía, pero
en el siglo XVII tales formulaciones remiten para dejar paso, en el siglo XVIII, a un renacimiento
pleno de fuerza de esta idea al calor de las teorías sobre el genio de filósofos y literatos, sobre todo en
Alemania, desde donde se extenderán a Francia y otros lugares.
2
Ibidem, p. 56.
3
Ibidem, p. 60.
106 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
trueque de valores de cambio, sino la insobornable integridad del genio que tiene
encomendada una misión indemnizadora ineludible que le conducirá, en ocasiones, a
representarse en la piel del héroe trágico acosado por su destino6. El Poeta opera con
el Verbo, no con el lenguaje; se halla en una esfera vagamente trascendente que lo
sitúa por encima del estrato convencional de la literatura, al haber abandonado la
mímesis de la imperfecta naturaleza y haberse transformado, de ese modo, de
artesano en creador. Se ha sustraído, idealmente, a la maquinalidad de la escritura.
Por todo ello, se dice que el artista es el hombre que más se parece a Dios7, capaz de
generar mundos indemnes o de reparar sacrificialmente la realidad en la
super-vivencia que le garantiza la antimaquinalidad de su práctica, es decir, en la
medida en que se comporta como fuente absoluta de vida intacta.
El Poeta es, en consecuencia, un individuo perteneciente a una casta
minoritaria, un elegido al modo de los conventículos iluministas que forma parte,
como ya hemos visto, de una confraternidad de adeptos o dotados basada en la
posesión de un secreto y en el dominio de un lenguaje particular difícilmente
comprensible para las masas8. No insistiré más en la eclesialidad de la poesía
moderna, que he repasado en el capítulo anterior. Se trata en cualquier caso de una
oligarquía sacerdotal que se opone radicalmente al «pueblo», con el cual interactuará
de diversas maneras, como veremos seguidamente: asumiendo su guía espiritual o
política, proclamándose la víctima injusta de su ceguera, re-velándole los contenidos
religiosos o trascendentes a los que tiene acceso en exclusiva, subrayando su radical
diferencia en un repliegue aristocrático y elitista que se fija en un sueño de
sobrehumanidad (el dandismo, figura en el fondo de una cierta autoinmunización
misantrópica que consuma otro modo de indemnización), o condenándose al
desprecio en la soledad obligada de quien se halla desligado de todas las clases
sociales, espectro de tiempos pasados que sólo ha podido recuperar el valor perdido
de lo aristocrático interiorizándolo bajo la forma de una moral9. Las relaciones del
Poeta con el «pueblo» o con la sociedad son, por tanto, ambivalentes y
contradictorias: el artista actúa, en determinado sentido, en favor de la masa, a la que
re-vela las profundidades metafísicas a las que ha tenido acceso ―profundidades de
las que ella se halla lamentablemente privada en el prosaísmo y la desacralización de
la vida moderna―, pero de la que guarda celosamente, amparado en una presunta
6
Cfr. la oposición que Alfred de Vigny propone en el prefacio a su obra Chatterton, de 1835, entre
el Poeta y dos tipos de escritores prácticos o meditativos, inferiores a él: el «hombre de letras» y el
«escritor verdadero», ABASTADO, C. (1979), pp. 62-63.
7
ABRAMS, M. H. (1975), pp. 79-80.
8
Alfred de Vigny dice que el Poeta es un sujeto aislado «car son langage choisi n’est compris que
d’un petit nombre d’hommes choisi lui-même», ABASTADO, C. (1979), p. 63.
9
Ibidem, pp. 130-131.
108 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
10
«When the audience stands too close and disturbs the artist’s precious communion with the
Unknown, the poet dons the hieratic robes of the aesthete and pushes readers away from him,
retreating to obscurity; when the fear of excessive privacy and social irrelevance sets in, he beckons
the public towards him, assuming the voice of a venerable bard who articulates collective energies»,
CAYALÍS, T. (1997), p. 98.
11
Según Shelley, «un poeta participa de lo eterno, de lo infinito y del Único», en ABRAMS, M.
H. (1975), p. 229.
12
Cfr. ABASTADO, C. (1979), p. 63.
13
William Blake, entre otros, afirma explícitamente que sólo el genio poético permite acercarse a
Dios, y proporciona, así, el acceso a la Verdad que se halla en el origen de todas las doctrinas
espirituales y religiosas, cfr. ROOS, J. (1951), p. 155.
14
«Au contraire, rejeter l’idée de progrès conduit à déprécier les vérités scientifiques au nom d’une
Vérité ; le poète devient dès lors le seul philosophe et le “suprême Savant” : cette conviction
s’esquisse chez Nerval et Baudelaire, elle s’affirme chez Rimbaud et dans certains textes de Mallarmé,
elle sera un acte de foi des Symbolistes», ABASTADO, C. (1979), p. 143.
15
Para Shelley, «the poet is, in this sense, a mediator between the many and the One; or, better, he
is the mediator between ordinary speech and the Logos of the gods», BRUNS, G. L. (1974), p. 63.
1.3. Imágenes del Poeta 109
incapaces de percibir16. Postula así, por diversas vías, la existencia de una zona de
secreto inexpugnable a las miradas corrientes que, como hemos visto, se genera en su
misma transmisión, existe apenas para ser sugerida como el más allá ―espacio del
espacio, sancta sanctorum recóndito que desencaja la solidez de nuestros lugares
gracias a la alusión a una alteridad inalcanzable desde aquí― que fundamenta el
poder de visión ulterior y exclusivo del Poeta, su pertenencia simultánea a este
mundo y al otro. El Poeta es, efectivamente, un ser híbrido que se sitúa a medio
camino entre el cielo y la tierra17, que llega incluso a sacrificarse, exponiéndose a
cuerpo descubierto a la omnipotencia terrorífica de lo numinoso o emprendiendo un
ascenso espiritual, para comunicar a sus semejantes una verdad superior y construir o
recuperar un espacio de indemnidad con sus poemas18. Hölderlin ejemplifica muy
bien esta posición. Siendo para él la poesía un espacio de cruce entre lo finito y lo
infinito donde lo trascendente toma forma en lo inmanente y lo inmanente es tocado
por la sacralidad de lo trascendente, el poeta es aquel que opera el sacrificio
«expuesto a los relámpagos de Dios», el que se somete a ellos para apresarlos y
entregárselos como un don, envueltos en cantos, al pueblo19. Es por eso por lo que,
en su locura, habla Hölderlin de que «Apolo le ha herido»20, y compara, en sus
poemas, al Poeta y la poesía con Dionisos o Cristo, ambos hijos de un dios y una
mortal21. Esta mediación posee, sin embargo, un carácter ambivalente en los autores
16
El simbolista Vanor, en su obra L’Art symboliste, de 1889, afirma por ejemplo que la creación es
«le livre de Dieu devant lequel l’homme placé ne connaît pas les mots; mais le poète, doué de la
science de la langue, en déchiffrera et en expliquera les hiéroglyphes […], il devinera les symboles du
monde surnaturel par le monde intelligible, et, un jour, dira aux hommes le mot de Dieu et le secret de
la vie», en ABASTADO, C. (1979), p. 196.
17
En su segunda versión del poema «Valor poético», Hölderlin propone la imagen del sol como
antepasado de los poetas, pues como ellos manda desde el cielo sus rayos a la tierra, mediando entre
ambos, HÖLDERLIN, F. (2005), p. 193.
18
En este sentido, no deja de haber semejanzas con ciertos postulados de la Cábala, donde el
místico, denominado también a menudo profeta, se conecta lingüísticamente a un mundo superior para
lograr actuar, en ocasiones, más allá de las limitaciones de la mera naturaleza: «Porque el profeta
cuenta con el poder de hacer descender la emanación de Ein Sof sobre la sustancia primigenia a través
de Maljut, a fin de ejercer acciones terribles que la naturaleza nunca podría ejecutar», ASSIS, Y. T., M.
IDEL y L. SENKMAN (2006), p. 477.
19
Cfr. «Como en un día de fiesta…»: «Por eso, los hijos de la tierra / ahora pueden beber sin peligro
el fuego divino. / Pero a nosotros, poetas, corresponde / estar con la cabeza desnuda bajo las tormentas
/ de Dios, y aferrar con nuestras manos / el rayo paterno, y brindar al pueblo / con nuestro Canto el
don celestial. / Pues, si nuestros corazones son puros / e inocentes nuestras manos, / el rayo puro del
Padre no nos consumirá. / Y hondamente conmovido y participando / en los sufrimientos de un dios, /
nuestro corazón eterno resistirá con firmeza…», HÖLDERLIN, F. (2005), pp. 331-333.
20
HEIDEGGER, M. (1999), pp. 141-142.
21
«Los pensamientos del Espíritu común a todos / maduran silenciosos en el alma del poeta, /que
acostumbrada desde antiguo / a lo infinito, se estremece con ese recuerdo, / y logra, inflamada por el
rayo celeste, / el fruto nacido en el amor, / obra de los dioses y de los hombres: / el Canto, testimonio
de unos y otros», HÖLDERLIN, F. (2005), p. 331.
110 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
22
Hermine Riffaterre caracteriza como activo al Poeta romántico a diferencia del vate tradicional,
en el que parcialmente se inspira, que se presenta como la lira que vibra ante el soplo de la
inspiración. El Poeta desea, a fin de cuentas, descifrar, penetrar, ir más allá, RIFFATERRE, H. B.
(1970), p. 57. Sin embargo, como veremos enseguida, algunas teorías de la inspiración en la poesía
moderna remiten a ese concepto pasivo tradicional.
23
Me refiero, por supuesto, a la noción, también ella misma cifra de un cruce entre el cuerpo y el
espíritu, entre la limitada individualidad mundana y la infinita transpersonalidad sagrada, de la
scintilla mentis, semilla de Dios y condensación paradójica de un infinito en el interior del sujeto.
24
JUANES, J. (2003), p. 237.
25
Así en Novalis, que entiende que el Poeta nos conduce a otro mundo a través de una iluminación
trascendente e interior que ni siquiera él acaba de comprender, cfr. BÉGUIN, A. (1978), p. 260 y
FRIEDRICH, H. (1974), pp. 38-39.
26
Cfr. ABASTADO, C. (1979), p. 174.
1.3. Imágenes del Poeta 111
registrador»27) que pretende unificar su espíritu en las palabras que le dicta la zona
oculta, extraña en definitiva, de su yo28.
Inspiración, ascetismo o búsqueda, la mediación que ejerce el Poeta respecto
a la trascendencia suele presentarse bajo tres figuras fundamentales que no responden
en absoluto a una separación nítida entre las dimensiones activa y pasiva de su labor:
el sacerdote, el mago o el vidente, y el místico. Dejo de lado por el momento la
figura del profeta, que contiene, según veremos, implicaciones históricas y sociales
que desbordan la mera mediación religiosa.
27
BRETON, A. (2002), p. 35.
28
Lo cual recuerda a algunas poéticas románticas que, como el surrealismo, conceden una
importancia crucial al sueño. Si bien en ellas se habla de un impulso divino que los surrealistas jamás
admitirían, los paralelismos son obvios. Así, dice Albert Béguin hablando de Jean Paul: «El poeta y el
soñador son pasivos: escuchan el lenguaje de una voz interna y, sin embargo, ajena, que se eleva
desde sus profundidades, sin que ellos puedan hacer otra cosa que recibirla como el eco de un discurso
divino», BÉGUIN, A. (1978), p. 239.
29
ROOS, J. (1951), pp. 160-161.
30
Así sucede en Hölderlin: «Il poeta non è pertanto colui che dà voce a una disposizione soggettiva
verso il mondo, ma colui che coglie il nesso oggettivo del rapporto tra uomo e dio: “in questo incontro
si esprime l’essenza della religione”. Il modello infatti a cui si rifà l’operare di Hölderlin “non è quello
dell’artista-poeta autonomo, bensì quello del vate chiamato al servizio religioso […]. Il poetico in
Hölderlin è legato alla consapevolezza di una missione religiosa”», MECACCI, A. (2006), pp. 96-97.
Para Novalis, asimismo, el Poeta tiene un papel sacerdotal, es un enviado de Dios en la tierra con el
objeto de transmitir a los hombres el misterio de las revelaciones divinas, ROOS, J. (1951), p. 306.
31
Para Vigny, muy significativamente, el poeta es el sacerdote de un «espiritualismo moderno» que
es la poesía, RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 53. Flora Tristan, por su parte, afirma que «les arts sont la
communication des hommes avec Dieu; les arts sont la religion entière; le prophète, le poète, le
statuaire, le peintre, le musicien en sont les prêtres», ABASTADO, C. (1979), p. 72. El iluminista
Zacharias Werner, del círculo de Madame de Staël, en carta de 1805 a Isidorus Regimontanus, afirma:
«Je crois que l’artiste n’est pas seulement un charmant homme du monde ou un philosophe de la vie,
mais un prêtre de l’Éternel», VIATTE, A. (1979), p. 121.
112 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
32
Es una idea que llega a formular Saint-Martin, el pope del iluminismo francés, cfr. RIFFATERRE,
H. B. (1970), pp. 22-23.
33
ABASTADO, C. (1979), pp. 73-74.
34
En su obra On Heroes, de 1841, Thomas Carlyle habla de la actualidad del término vates, que
reúne las cualidades de poeta, profeta y vidente, a las que viene a añadirse la de creador, poietes,
compendio definitivo de todas las facetas del Poeta moderno, cfr. ABRAMS, M. H. (1992), p. 383.
35
En su obra de 1868 Souvenirs romantiques, Théophile Gautier dice al respecto que el Poeta posee
«le don de correspondance, pour employer l’idiome mystique, c’est-à-dire qu’il sait découvrir par une
intuition secrète les rapports invisibles à d’autres et rapprocher ainsi, par des analogies inattendues
que seul le voyant peut saisir, les objets les plus éloignés et les plus opposés en apparence. Tout vrai
poète est doué de cette qualité plus ou moins développé qui est l’essence de son art», en RIFFATERRE,
H. B. (1970), p. 24.
36
BÉGUIN, A. (1978), p. 259.
37
Cfr. RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 59-60.
1.3. Imágenes del Poeta 113
38
Cfr. MINUCCI, P. M. (1991), pp. 214-215.
39
Cfr. BALAKIAN, A. (1970), p. 71.
40
«The quest for the marvellous here on earth is the mission of the new mystic, identified with the
poet rather than with the priest or the philosopher. In fact, Breton’s entire work demonstrates to what
degree modern man can be imbued with mysticism when in apparent combat against “ancient
myths”», BALAKIAN, A. (1964), p. 40.
114 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
41
En otro contexto, una de las biblias de la poesía pura, la célebre Prière et poésie de Henri
Brémond (1927), considera al Poeta un místico fallido, un estado intermedio entre el místico de
verdad y el hombre de la calle, BALDINI, M. (1990), p. 43.
42
Para Hugo el Poeta está «marqué au front d’un signe ‘dans les ténèbres du berceau’»,
ABASTADO, C. (1979), p. 77. Veremos en las próximas páginas una imagen muy semejante en Elitis.
43
Cfr. RIFFATERRE, H. B. (1970), pp. 10-12.
44
En The Prelude de Wordsworth se proyecta esta imagen de un «poeta-profeta ejemplar que ha
sido elegido, en un tiempo “de esperanzas derribadas… de decadencia y decaimiento”, para traer a la
humanidad oleadas de consuelo y alegría», ABRAMS, M. H. (1975), p. 72.
1.3. Imágenes del Poeta 115
reflejado en ciertas utopías prácticas de esta literatura, del esquema político del
caudillaje o el absolutismo sancionado por instancias superiores inaccesibles al
alcance de la inteligencia humana45. A pesar de lo cual, este profeta solitario que no
forma parte del juego social y político (que es también, o ante todo, burgués) de las
diferencias ―sino que representa a un absoluto desligado de lo terrenal―, hace
oscilar su distancia innata respecto de la masa entre el alejamiento ostensible de una
sociedad que lo maltrata y lo desprecia por su escasa utilidad (cristalizado en el
malditismo y el dandismo)46, y la asunción de este liderazgo merecido y optimista:
«Isolement ou communion humaine: c’est le dilemme du héros. Il s’enferme dans
une solitude dédaigneuse ou douloureuse, ou bien il assume une mission civilisatrice,
sans pourtant jamais se mêler à ceux qu’il éclaire»47. Esta posibilidad de liderazgo se
basa asimismo en unas condiciones morales de excepcional integridad en el Poeta, el
cual, como hemos venido viendo, equipara su dedicación a la poesía con una entrada
en religión. Se trata de una suerte de voto que, además de un esfuerzo constante que
remite a la ascesis más depurada, implica el propio sacrificio en el altar de la
literatura48, la ofrenda autoinmunitaria de la vida en pos de la obtención de una
super-vivencia a través de la Obra, sublimación de Dios que garantiza, se dice, la
inmortalidad que el individuo es incapaz de obtener por otros medios. El profeta es,
por consiguiente, también un monje, un individuo que renuncia a la vida mundana
para consagrarse al diálogo íntimo con la sacralidad que ha de proporcionarle, en la
inmolación de su persona, la redención de sus pecados y los de la colectividad
moderna toda. De ahí que, enemigo del mercantilismo y el utilitarismo que ha
impuesto la nueva sociedad, establezca un más imaginario que real voto de pobreza
que lo dibuja sometido a una precariedad económica fruto de la insobornabilidad de
su consagración exclusiva al espíritu49: el mito de la bohemia, la prohibición de
dedicarse al trabajo práctico para los adeptos surrealistas o, incluso, el rechazo de
45
En él parece haber ecos de la filosofía hegeliana de la historia y del anhelo generalizado en la
cultura de una supremacía del espíritu que remitirá, a posteriori, a proyectos totalitarios y populistas
fundamentados en el concepto herderiano de Volk.
46
Esta actitud, acaso bajo otras condiciones, se prolonga hasta el siglo XX en autores como Pound,
Yeats o Eliot, que recogen numerosos aspectos del mito del Poeta en el modernismo anglosajón: «As
men who can perceive the Image (as seers of the beatific vision) poets must exist in mandatory
isolation or suffer in the midst of a hostile society. Yet the Image, which actually stands as an emblem
for the organic, obscure and unparaphrasable modernist Work, has in itself a moral function for the
initiate few […]. Fertilized by the widespread modernist fascination with the occult, this aesthetic
theory acquires metaphysical pretensions, projecting a view of the poet as heir of secret and ineffable
ancient wisdom, obtained through mystical illumination and communicated to initiates through
obscure statements», CAYALÍS, T. (1997), pp. 97-98.
47
ABASTADO, C. (1979), p. 65.
48
Ibidem, pp. 184-185.
49
«La situation économique précaire des écrivains devient au niveau mythique une épreuve
mystique du héros et un signe de sa supériorité: le dénuement se nomme “ascèse”, constitue une vertu
et une condition du génie», Ibidem, p. 65.
116 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
premios y prebendas por parte de autores más cercanos a nuestros días, responden en
el fondo a un deseo de legitimación poética50 que proporcione un prestigio más
fundado, más profundo, más intransferible, al literato que recupera así
simbólicamente ―y en ocasiones no sólo― el ascendente perdido sobre la sociedad.
Perfilados los contornos generales del llamado mito del Poeta, de estirpe
principalmente romántica, en las páginas que siguen iré completando algunos de sus
aspectos al tiempo que analizo su incidencia en la obra de Elitis. Antes que nada hay
que partir de una idea que, tomada con precauciones, nos proporcionará la base de la
argumentación: según Claude Abastado, el mito del Poeta es sustituido en la
literatura europea por el mito del Libro a partir de Flaubert o Mallarmé51, es decir,
con el último tercio del siglo XIX. Es lo que se ha dado en llamar «la muerte del
autor», tematizada recurrentemente por la crítica del último medio siglo como un
nuevo estado de cosas que, históricamente, nace con Mallarmé52. El Poeta,
detentador de la obra y fuente del sentido, es sustituido por la escritura que, ya en
vanguardias como el Futurismo (las «palabras en libertad» de Marinetti) o, por
supuesto, el surrealismo (la escritura automática), alcanza una dimensión protagónica
que derriba al autor de su pedestal. No conviene, sin embargo, precipitarse ni
establecer juicios absolutos. En la historia de la literatura los cambios de concepción
no pueden fijarse con exactitud sin tener en cuenta los residuos, las transformaciones,
las persistencias que componen escenarios sobre los que se perfilan las actitudes de
los autores53. Sería, por tanto, absurdo obviar la fuerte influencia del mito del Poeta
50
También, no debemos olvidar ese aspecto, a un deseo de expiar el propio pecado original: la
procedencia frecuente del Poeta de las mismas clases burguesas acomodadas que han instaurado el
modelo social que se desprecia.
51
Ibidem, p. 59.
52
«En Francia ha sido sin duda Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la
necesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario;
para él, al igual que para nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla; escribir consiste en
alcanzar, a través de una previa impersonalidad —que no se debería confundir en ningún momento
con la objetividad castradora del novelista realista— ese punto en el cual sólo el lenguaje actúa,
“performa”, y no “yo”: toda la poética de Mallarmé consiste en suprimir al autor en beneficio de la
escritura», BARTHES, R. (1987), pp. 66-67.
53
Tanto Mallarmé como el surrealismo o las vanguardias se inscriben, a mi juicio, en un escenario
trazado por la poesía moderna donde la idealización del poeta sigue siendo, quiéranlo ellos o no,
determinante. Ello no evita que el tema del Poeta como tal, como hipertrofia del autor proyectada en
1.3. Imágenes del Poeta 117
los textos, deje de aparecer sistemáticamente para retraerse a otros aspectos más sutiles de la práctica
literaria.
54
Al cual oponían, de un modo no menos idealista, la «poesía», cfr. ABASTADO (1971), p. 88, y
ALQUIÉ, F. (1974), pp. 38-39.
55
BRETON, A. (2002), p. 35.
56
Es imposible no señalar que el surrealismo mantiene en todos estos aspectos una posición
ambivalente. La religiosidad de su propuesta, que ellos mismos tratan de negar en todo momento, se
manifiesta por ejemplo en el anticosmismo de regusto gnóstico que deja entrever su desprecio por la
mediocridad de la mayoría trabajadora y sumisa que, bajo la etiqueta de «pequeñoburguesa», es
contrapuesta sin ningún fundamento ni credibilidad a un proletariado presuntamente más receptivo a
la generalización de la poesía. Ello será fuente de inagotables conflictos y dilemas.
57
El cual, no lo olvidemos, pretende ser según su autor, como veremos, el producto del paso de la
vanguardia, o del surrealismo, a su «época clásica» (cfr. el «Comentario al Axion Estí», KEJAYOGLU,
Y. (1995), p. 37).
118 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Ahora bien, si no todos los hombres han podido, como prometía la teoría, utilizar
este instrumento, es porque no todos han tenido la misma capacidad de rechazar
―neutralizando las defensas de su lógica― el cálculo, y además porque no han
tenido ni la misma efusividad psíquica ni la misma calidad de imaginación. […] Sin
embargo, desde el momento en que algunos comienzan a distinguirse de nuevo entre
los demás, gracias a la existencia en su interior de cualidades especiales, el concepto
de poeta recupera su sentido. La buena fe del estudioso debe tratar de determinar a
partir de ahí cuál es ―desde el punto de vista, ya, de la teoría general del Arte― el
único beneficio que la escritura automática ha aportado al campo de la poesía
lírica.60
En esta línea, el que se ha dado en llamar surrealismo griego (cuyo núcleo principal
conforman Andreas Embiricos, Nicos Engonópulos y Elitis, además de Nicolas
Calas, cuya personalidad en este aspecto es radicalmente distinta) por oposición a un
«modernismo» más conservador de cariz anglosajón, que ocuparía el otro extremo
del espectro literario griego de los años treinta en adelante (con Seferis o Ceotocás
como figuras emblemáticas)61, presenta algunas peculiaridades muy interesantes
58
BRETON, A. (1996), pp. 222 y ss.
59
«Ο ποιητής δεν επιβάλλει τη δική του φωνή αλλά διαβιβάζει τη φωνή που υπάρχει πάντοτε και
αντηχεί για όλους. […] Η ποίηση πρέπει να γίνεται απ’ όλους, όχι από έναν», ELITIS, O. (2000), p.
134.
60
«Αν, τώρα, δεν µπόρεσαν οι άνθρωποι όλοι, καθώς τό’ ταζε η θεωρία, να χρησιµοποιήσουνε αυτό
το όργανο, ήταν γιατί δεν είχανε βέβαια όλοι τους την ίδια δύναµη ν’ αποκρούσουνε
―αναισθητώντας την άµυνα της λογικής τους― τον υπολογισµό, κι ακόµα γιατί δεν είχανε µήτε το
ίδιο ψυχικό ξεχείλισµα µήτε την ίδια ποιότητα φαντασίας. […] Όµως, από τη στιγµή που µερικοί
αρχίζουν να ξεχωρίζουν πάλι ανάµεσα στους άλλους, χάρη στην ύπαρξη µέσα τους ειδικών
προσόντων, η έννοια του ποιητή ξανακερδίζει το νόηµά της. Η καλή πίστη του µελετητή οφείλει από
κει και πέρα ν’ αναζητήσει και να βρει ποιο είναι ―από την άποψη της γενικής θεωρίας της Τέχνης
πλέον― το µοναδικό κέρδος που προσκόµισε στην υπόθεση της λυρικής ποίησης η αυτόµατη
γραφή», Ibidem, p. 137.
61
Dimitris Dsiovas establece una división diferente en función del experimentalismo formal,
adscribiendo a Elitis al modernismo (con Seferis y Costís Palamás) y situando frente a ellos a los
representantes de la vanguardia, que abarca desde Cavafis y Cariotakis a los «verdaderos» surrealistas,
1.3. Imágenes del Poeta 119
respecto al tema que nos ocupa. En primer lugar, se ha destacado a menudo que el
surrealismo llegó a Grecia como un simple estimulante literario, despojado de las
dimensiones sociales de su faceta revolucionaria, que por tanto se redujo únicamente
al terreno individual o estético62. No habría que olvidar, en este sentido, que la tardía
fecha de introducción del movimiento en Grecia (en torno a 1935) y la aún más
tardía de apogeo (1935-45), coincide con el alejamiento del grupo francés del
marxismo y su repliegue hacia territorios exclusivamente espirituales, hecho que
pudo tener su reflejo en su recepción griega63. No parece ésa, sin embargo, la única
razón para que lo que en otros lugares constituyó un rompedor movimiento de
vanguardia que se afanó por abolir las fronteras entre el arte y la vida, en Grecia se
integrara desde el principio en el debate exclusivamente literario de la élite
intelectual, venciendo las resistencias hasta consolidarse como uno de los
componentes sustanciales del canon nacional en un período tan convulso. La
inexistencia de una animadversión equiparable a la del grupo francés hacia los
conceptos de literatura y de creación64 es una de las claves. Analizando algunos de
los textos teóricos que los partidarios del surrealismo publicaron en revistas griegas
en los años 30 y 40, observamos cómo el movimiento solía ser concebido antes como
una faceta más del llamado «modernismo»65 que debía conducir a las letras griegas a
una puesta al día incruenta donde se revitalizaran los caducos presupuestos
Embiricos, Engonópulos y Calas (DSIOVAS, D. (1997), p. 5). Otros, como Vanguelis Azanasópulos,
sitúan a Elitis en una tendencia intermedia entre estas corrientes de la modernidad literaria, a medio
camino entre el conservadurismo de Seferis y el surrealismo revolucionario de Embiricos,
Engonópulos o Calas, AZANASÓPULOS, V. (2001), p. 381. En una postura clásica, frente a una facción
de la crítica griega que siempre lo consideró un surrealista propiamente dicho, Mario Vitti defiende
que Elitis vio en el surrealismo un apoyo vital y lo asimiló utilizándolo como fuerza liberadora, pero
como poeta el influjo sobre su obra fue limitado, VITTI, M. (1998), pp. 46-48. Sin querer entrar en la
discusión de lleno, mi hipótesis de trabajo, cercana a la que enseguida encontraremos en Takis
Cayalís, es que Elitis, que declara no ser ni haber sido nunca un surrealista ortodoxo, utiliza
determinados elementos estéticos y morales del surrealismo, depurados de sus rasgos más
comprometedores, para apuntalar una cosmovisión que presenta aspectos notablemente
conservadores, en ocasiones coherentes con una poética romántica o, incluso, como iremos viendo a
lo largo del trabajo, premodernos.
62
VITTI, M. (1987), pp. 124-125.
63
Dejo de lado, puesto que no las comparto, las teorías recientes que hablan de la conveniencia de
estudiar el surrealismo griego como una corriente poética autónoma y autosuficiente sin necesidad de
comparar sus postulados y sus logros con los del núcleo francés. Entiendo que esta comparación se
impone, no sólo por cuanto los distintos surrealismos europeos o incluso planetarios ―por mucha
diferencia antijerárquica que pueda rastrearse en sus respectivas constituciones― proceden
nítidamente del originario parisino, sin el cual no habrían surgido, sino además porque en ella se
ponen de manifiesto una serie de estrategias políticas y estéticas de apropiación y selección ―y, en
gran medida, de domesticación― que dicen mucho de los singulares modos de autopercepción
nacional que impregnan todo el discurso público en Grecia. También nos hablarán, como
comprobaremos enseguida y, con algo más de detalle, en el capítulo 2.4, de la lucha por la conquista
del canon nacional.
64
Cfr. LIJNARÁ, L. (1992), pp. 50-52.
65
Takis Cayalís entiende que en Grecia es imposible distinguir la vanguardia del modernismo en los
siglos XIX y XX, cfr. CAYALÍS, T. (1997), p. 95.
120 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
dominantes a finales de los años 20, que como un ataque frontal contra la noción
autoritaria, monumental y oficialista de literatura. En Grecia, podríamos resumir, no
existe una vanguardia propiamente dicha66 con un valor siquiera teatralmente
contracultural, sino el intento de renovación, desde dentro, de los valores estéticos y
los lenguajes artísticos nacionales a manos de una generación, la de 1930, cuyo
principal objetivo ―finalmente conseguido― parece ser el de auparse a la primera
línea del canon nacional desbancando de allí a los miembros de la generación
anterior. Para ello era preciso, en primer lugar, no escenificar ningún intento de
agresión o revolución social que pudiera deslegitimar en lo más mínimo el prestigio
de la institución cultural que pretendían liderar y, además, apelar a la identidad
intrínseca de los principales postulados estéticos y morales de las vanguardias
europeas ―lo veremos en próximos capítulos― con los más elementales valores
nacionales, con el fin de resaltar no sólo la inocuidad de su adopción para el
establishment político-cultural, sino también lo que ello tendría de recuperación para
Grecia de una estética que le era inherente desde la Antigüedad67. Es
fundamentalmente en estos dos aspectos, relacionados sin duda con las problemáticas
condiciones históricas y culturales de la recepción de la modernidad en Grecia68,
donde el surrealismo griego presenta incompatibilidades ideológicas y prácticas con
el espíritu fundacional del movimiento69. Dejando el segundo para más adelante, es
inevitable vincular el primero de ellos a la resurrección prácticamente integral del
mito del Poeta que se constituye en un motivo recurrente para estos autores70. La
66
«To treat any Greek writer as avant-garde, we must radically emancipate this term from concepts
which are fundamental to its historical meaning. Such concepts include the forging of, and
participation in, collective cultural enterprises; the adoption of provocative and often violent rhetoric
(and sometimes action) against established cultural norms, their sanctified monuments and their
contemporary purveyors; the will to experiment, challenging the boundaries which separate not only
the formal properties of different arts, but also artistic from non-artistic discourse; and, most
important, the resolute (though inefficacious) “intention to do away with art as a sphere which is
separate from the praxis of life”», Ibidem, pp. 95-96.
67
Cfr. CUTRIANU, E. (2004).
68
Takis Cayalís, en lugar de contraponer modernismo y vanguardia, prefiere hablar de hecho por
este motivo de un «multi-faceted Greek modernism […], always remembering that we are dealing
with a peripheral culture in which the “reception, formation and signification” of the Modern has
always been problematic», CAYALÍS, T. (1997), p. 96.
69
«The ideological premises of this literary coterie are incompatible to surrealism, but congenial to
the claims and aspirations of reactionary modernism», Ibidem, p. 96. Cayalís no cree por tanto en la
imagen de portavoces de una revolución sexual, moral y estética mucho más profunda que la
propugnada por la izquierda que la crítica ha otorgado a estos autores a lo largo de las décadas de los
ochenta y noventa (Ibidem, p. 97). La potente recuperación del mito del Poeta que llevan a cabo,
efectivamente, parece desautorizar esa idea.
70
«Their supreme fiction, a blueprint for their entire literary production, is the mythical history of
Greek surrealism itself; an omnipresent allegory, in which the poet is hailed as a superior being, gifted
with unequalled virility and Messianic powers, and lamented for his misfortunes in a base society,
which addresses him with hostility and refuses to abide by his vision», Ibidem, p. 100. Acerca de
imágenes semejantes del Poeta en Embiricos o Engonópulos, cfr. Ibidem, pp. 101-102.
1.3. Imágenes del Poeta 121
figura mesiánica del Poeta que puede indemnizar por medio de utopías textuales y
estéticas ―de carácter, en ocasiones, nacional― los males que la historia y las
ideologías están ocasionando al pueblo griego inerme sirve para reforzar el prestigio
social de la cultura, y en especial de la poesía, como alternativa de poder71 en un
período en que su influencia general se debilita72. Esta figura no se halla muy lejos,
por lo demás, de la que encontramos en representantes de generaciones anteriores
como Ánguelos Sikelianós, poeta de inspiración mística que creía, asimismo, en la
divinidad sustancial del Poeta73. Se trata, en definitiva, de una manifestación de
continuidad, o incluso de reafirmación, en el escenario de la poesía moderna y su
propuesta de una super-vivencia que salve un espacio de indemnidad, de vida pura,
frente a la amenaza de la política, el utilitarismo social y las transacciones mundanas.
De ahí el antiintelectualismo y apoliticismo de estos autores74 que, lejos de retirarse
de la escena pública como algunos de los más ortodoxos surrealistas franceses,
aparecen recurrentemente en ella para reafirmar su influencia, diríamos profética, en
una llamada, de tintes populistas, a gozar de la existencia en el seno de una
naturaleza mítica como contraposición al espacio de civilidad de la polis. Utopías
estéticas y reintegradoras (trasuntos de un Gran Relato hecho añicos,
sobrenaturalezas espectrales que subrayan la supremacía de la cultura y, por tanto,
del escritor que habla en su nombre) como propuesta social frente a la ideología75, y
resurrección del autor-profeta en el mito del Poeta marcan, por tanto, algunas de las
singularidades del surrealismo griego que dificultan su plena integración en el
espíritu de la vanguardia y recomiendan más bien buscar el espacio de sus
componentes en una más amplia modernidad literaria en la que, a fin de cuentas,
71
Según Vasilis Lambrópulos, entre 1821 y 1981 la poesía adopta en Grecia la función bárdica de
reforzar la conciencia identitaria del pueblo y liderarlo hacia su destino colectivo, convirtiéndose en
una suerte de institución nacional. Se trata de un caso singular, por su duración desproporcionada, en
Europa, cfr. LAMBRÓPULOS, V. (2008).
72
«Contrary to the aspirations of the French movement whose name they used (mainly for publicity
purposes), but in complete agreement with reactionary modernism, Greek Surrealists glorify
themselves as prophet-leaders and condemn a world that “offers no structural support for its artists,
whom it does not believe can defend its cities”. The utopian future they envision is actually a
disguised call for regression to a heroic mythical past, a time when the genious artist did not
experience himself “as an increasingly isolated monad confronted with an anonymous and faceless
multitude”, but was accepted as the supreme leader of the tribe. Lamenting the demise of this healthy
hierarchy, and in contrast to their actual social and cultural obsequiousness, Greek Surrealists portray
themselves as estranged Messiahs who communicate with, and are protected by, supernatural powers,
while waging war against the social masses and the democratic institutions which nurture them»,
Ibidem, pp. 102-103.
73
Sobre su cercanía a Elitis en este punto, cfr. el artículo de Jristos Alexíu, «Ο “ένδον θεός” στην
ποίηση του Άγγελου Σικελιανού και του Οδυσσέα Ελύτη», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 233-
258.
74
Cfr. LIKIARDÓPULOS, Y. (2004).
75
Cfr. AZANASÓPULOS, V. (2001).
122 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
El Axion Estí de Elitis aparece en 1959, tras un largo silencio del autor. Se
trata de un extenso poema en tres partes77 en el cual, sorprendentemente, toda una
constelación de recursos estéticos vanguardistas78 se pone al servicio de un relato
determinista de construcción nacional donde los resabios románticos, en los modos
retóricos y en las referencias conceptuales a un pueblo casi herderiano que requiere
el liderazgo del Poeta para liberarse de toda intromisión extranjera, son constantes.
Este maridaje entre vanguardia artística y religión o espíritu nacional, inconcebible
en la mayoría de los ismos europeos ―excepto acaso en ciertas derivas del
Futurismo― e incompatible con las convicciones internacionalistas, antipatrióticas y
antirreligiosas del surrealismo francés, presenta sin embargo una muy compleja
interpenetración entre recursos digamos modernistas y concepciones arcaizantes,
premodernas, voluntariamente involucionistas, de la realidad griega79. La
recuperación de la voz profética del Poeta se halla en esta línea de retornos que
enlaza modos retóricos periclitados con prácticas textuales contemporáneas, nociones
76
Cfr. DUPUIS, J.-F. (2004), donde se expone precisamente la idea de que el propio surrealismo
francés constituyó una reacción al espíritu contracultural de las vanguardias, especialmente del
Dadaísmo.
77
El Axion Estí, considerado tradicionalmente la obra maestra del autor, es un poema con una
estructura compleja basada en los números tres y siete. Está dividido, efectivamente, en tres partes: el
«Génesis», «La Pasión» y «El Gloria». El «Génesis» se divide a su vez en siete himnos, mientras que
«La Pasión», de mayor extensión, está compuesta por tres grupos de lo que se ha dado en llamar
salmos, odas y lecturas, de reminiscencia bíblica y litúrgica, organizadas según un esquema fijo. «El
Gloria» se compone de tres unidades. La himnografía bizantina y los textos litúrgicos son la principal
inspiración de esta minuciosa arquitectura que en el lenguaje y en los contenidos recoge también
elementos bíblicos o eclesiásticos.
78
El texto parece ser el fruto principal de la pretensión del autor de llevar la vanguardia «a su época
clásica». En él se han destacado, por ejemplo, las influencias del cubismo, cfr. CUTRIANU, E. (2001), y
se ha subrayado la audacia de sus imágenes.
79
El Axion Estí ha sido situado en el contexto de un repliegue general, en las décadas de los
cincuenta y sesenta, de los autores de la Generación del 30 sobre los valores orientales (Bizancio y la
Ortodoxia) de lo griego como antídoto a la dispersión que la modernidad occidental había acarreado
―por obra de esos mismos autores, en ocasiones― al país. El objetivo parece la recuperación del
centro perdido del helenismo (el ensayo de Sísimos Lorensatos Το χαµένο κέντρο ―El centro
perdido―, de 1961, es el emblema de este giro oriental y antimoderno), lo cual conduce a estos poetas
a cerrar filas en torno a los elementos distintivos de la raza, como la religión nacional que Elitis
utilizará aquí como hilo conductor en lo formal y, ocasionalmente, en lo temático, cfr. CALOTYCHOS,
V. (2003), p. 221, o LIKIARDÓPULOS, Y. (2004), p. 25.
1.3. Imágenes del Poeta 123
80
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p. 292.
81
Ibidem, p. 337. Veremos no obstante en el capítulo 2.1 cómo este último concepto de
desplazamiento entre significantes (que he denominado significancia) constituye precisamente una de
las claves de la obra y de la singular noción de grecidad que se proyecta en ella.
124 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
El tema fundamental del Axion Estí es el Poeta, escrito con mayúscula ―al
modo romántico y tan lejos ya del pohète de Jacques Vaché―, y Grecia (además de
su lengua), con la cual se identifica en diversos grados. Los títulos de las tres
secciones que componen el poema aluden de hecho a acciones míticas que acometen
el propio Poeta y su patria en el camino paralelo que les conduce a subsumirse el uno
en el otro: primero la geografía y el pueblo griegos en las palabras convocadas y
descubiertas por el Poeta en su nacimiento («Génesis») y, después del paso por la
historia y la muerte en que la voz profética asume la causa del que llama «su» pueblo
(«La Pasión»), el Poeta en el cosmos84 textual que indemniza la caída y regenera
espectralmente, de nuevo en un universo de palabras ―esta vez salvadas y
poseedoras de una luz originaria (la δια-φάνεια griega)―, a una Grecia indemne y
esencial («El Gloria»). Se trata del relato, pues, de un recorrido que implica un
estado paradisíaco inicial («Génesis»), una caída («La Pasión») y una restauración
trascendente en una suerte de siglo futuro («El Gloria»). Todas estas fases resultan
operadas por la figura tutelar de un Poeta (Adán-Cristo, pues) que enuncia el texto
―es, de hecho, la única voz que aparece― y, tocado con todas las características del
profeta o el caudillo, promete, gracias a su dominio total de la lengua griega y a su
82
Cfr. DIMIRULIS, D. (1986).
83
Con la inestimable ayuda de la versión musical del poema que el compositor Mikis Ceodorakis
escribió en 1964 y que difundió rápidamente la imagen de Elitis como bardo épico del pueblo griego.
Cfr. además LEONDÍ, Á. (1998), p. 276.
84
Sobre este concepto aplicado al Axion Estí, y la importancia de su polisemia en las estrategias del
poema, cfr. Ibidem, pp. 277-279.
1.3. Imágenes del Poeta 125
85
La lengua griega, lo veremos más adelante con detalle, posee siempre en Elitis un valor
indemnizador por sí misma.
86
Cfr. DERRIDA, J. (2007), pp. 110-140.
87
Cfr. supra, nota 42.
88
«“Εντολή σου” είπε “αυτός ο κόσµος / και γραµµένος µες στα σπλάχνα σου είναι / ∆ιάβασε και
προσπάθησε / και πολέµησε” είπε / “Ο καθείς και τα όπλα του” είπε», ELITIS, O. (2002), p. 121.
126 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
a la unidad de Dios integrado en su propio cuerpo ―en este caso la lengua― como
microcosmos indemnizado por el sacrificio89. Los dos elementos presuntamente
constitutivos de la identidad nacional griega, por tanto, el pagano en la figura del sol
y el cristiano ortodoxo, se unen desde el principio para ungir al Poeta en su combate
por el liderazgo y la liberación metafísica de su tierra.
Volveré enseguida a la equiparación del Poeta con Cristo, figura que
recorrerá la mayor parte del texto, pero antes es preciso detenerse en su
identificación recurrente, especialmente en el «Génesis», con Dios. Las instancias
trascendentes con las que el Poeta romántico se hallaba en comunicación constante
para ejercer su mediación ante los hombres no sólo ungen o informan a la voz
enunciadora del Axion Estí, sino que la atraviesan, la constituyen, representan el
sustrato de donde poco a poco, en un desdoblamiento en dos personas verbales, la
primera y la tercera, va separándose para afirmarse frente al mundo griego creado
por él en el cuerpo indemne de la lengua que acabará reabsorbiéndolo90. Esa
divinidad constitutiva es, como ya he dicho, una mezcla entre el Dios del Antiguo
Testamento y el Sol pagano que pretende reflejar la ambivalencia sustancial de la
espiritualidad griega y legitimar así con su unción simultánea el contenido de un
poema que entremezclará hasta el final, sugiriendo la idea de que no existen entre
ambos diferencias de fondo,91 paganismo y Ortodoxia. El Poeta nace en el Axion Estí
recorrido por el sol: «Era el sol con el eje en mi interior / todo rayos de luz que
llamaba»92, pero enseguida nos demuestra que su divinidad va más allá, precede
incluso al tiempo histórico, existe en una eternidad que lo hace presentarse como una
epifanía que reorigina el cosmos (y a sí mismo)93 introduciendo en el curso de los
acontecimientos la presencia mítica de una fuente perpetua de vida: «Y el que en
verdad yo era El de muchos siglos antes / El aún verde en el fuego El no escindido
89
Cfr. LOSSKY, V. (1982), pp. 80-81.
90
Curiosamente, el poema comienza con una tercera persona verbal en el momento del origen del
cosmos-texto, para acabar en el presente absoluto de la tercera persona de singular del verbo ser en
«El Gloria». En medio, el predominio de un «yo» y un «tú» que han marcado la quiebra histórica pero
también la posibilidad de subsanarla.
91
Una de las bases del credo nacionalista griego difundido entre los intelectuales y las clases
políticas de los siglos XIX y XX es esta teoría de la compatibilidad perfecta entre paganismo y
Ortodoxia, en el fondo dos manifestaciones históricas del espíritu religioso de una misma raza.
92
«Ήταν ο ήλιος µε τον άξονά του µέσα µου / πολυάχτιδος όλος που καλούσε», ELITIS, O. (2002),
p. 121.
93
No se trata de una creación ex nihilo sino, como el poema se encarga de aclarar repetidamente,
del borrado de la historia que logra hacerla comenzar de nuevo. Ése es el efecto de la poesía y el poeta
modernos, que aquí están funcionando según la lógica maquinal de lo religioso en la muerte y
resurrección de Dios, generando un desierto sobre el que escenificar una vez más el sacrificio. Sobre
el Poeta-Dios en el Axion Estí que vuelve a nacer constantemente de su yo intemporal, cfr. el artículo
de Jristos Alexíu, «Ο “ένδον θεός” στην ποίηση του Άγγελου Σικελιανού και του Οδυσσέα Ελύτη»,
en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 248.
1.3. Imágenes del Poeta 127
94
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος από τον ουρανό», ELITIS, O. (2002), p. 121.
95
«Ο Αχειροποίητος», Ibidem, p. 122.
96
En su «Comentario» al poema que el profesor Yorgos Kejayoglu sacó a la luz por vez primera en
1995, KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 49.
97
«Τότε είπε και γεννήθηκε η θάλασσα / Και είδα και θαύµασα / Και στη µέση της έσπειρε
κόσµους µικρούς κατ’ εικόνα και οµοίωσή µου», ELITIS, O. (2002), p. 124 (subrayado mío).
128 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
98
«Η σιγή που εκχέρσωνα για ν’ αποθέσω / γόνους φθόγγων και χρησµών φύτρα χρυσά», Ibidem,
p. 125.
99
«Νά το σπαράγγι νά ο ριθιός / νά το σγουρό περσέµολο / το τζεντζεφύλλι και το πελαργόνι / ο
στύφνος και το µάραθο / Οι κρυφές συλλαβές όπου πάσχιζα την ταυτότητά µου ν’ αρθρώσω», Ibidem,
p. 125.
100
«Είδα πέρα, µακριά, στην άκρια της ψυχής µου / µυστικά να διαβαίνουνε / φάροι ψηλοί ξώµαχοι
Στους γκρεµούς τραβερσωµένα κάστρα / Τ’ άστρο της τραµουντάνας Την αγία Μαρίνα µε τα
δαιµονικά», Ibidem, pp. 130-131.
101
En el «Comentario al Axion Estí», Elitis identifica explícitamente las figuras de Grecia y el
Poeta, entrelazadas en una ineludible labor indemnizadora: «Grecia como entidad, el poeta, y el
enamorado, empezaron de un modo singular […] a identificarse en mi mente. Eran los tres casos en
que lo das todo sin esperar nada. Pero también tres casos en los que, en un espacio otro trascendente,
no puede sino prepararse la Compensación definitiva, incorruptible» («Η Ελλάδα σαν οντότητα, ο
ποιητής και ο ερωτευµένος, άρχισαν κατά περίεργο τρόπο […] να ταυτίζονται µέσα µου. Ήταν οι
τρεις περιπτώσεις όπου δίνεις τα πάντα χωρίς να περιµένεις τίποτε. Αλλά και τρεις περιπτώσεις για τις
1.3. Imágenes del Poeta 129
paraíso perdido exige entonces del Poeta una acción cristológica que restaure en un
estrato superior, indemne ―por tanto intacto, inamovible por los siglos―, eterno y,
aunque no se diga, estético y no ideológico, el cosmos mancillado por el tiempo y por
el otro.
En este aspecto, el Axion Estí responde, con su estructura ternaria, al esquema
tripartito paraíso-caída-reintegración que aparece tanto en las doctrinas cristianas de
la salvación como en muchas de las obras románticas que mencionamos en el
capítulo anterior. No me interesan ahora las implicaciones de esa estructura cuya
importancia en los albores de la modernidad literaria europea Elitis no podía
desconocer ―así como la posibilidad que ofrecía de vincular una doble religiosidad,
la de la poesía moderna y la de la teología ortodoxa, que hace especial hincapié en el
esquema―, sino su ligazón con el mito del Poeta como héroe indemnizador102 cuyo
arquetipo primordial es Cristo103. Se ha resaltado el paralelismo de la narración del
Axion Estí con la del héroe clásico que, identificado con el sol ―participante a la vez
en la eternidad y en la historia―, vence en representación de una colectividad el
poder de la muerte para restablecer la salud asociada al estado de
(sobre)naturaleza104. Como Jesucristo, el Poeta redime aquí la historia105 entendida
como una caída desde las alturas de la divinidad en la multiplicidad y la dispersión
restaurándola en la unidad de un cosmos (en el sentido arcaico, también, de orden)
textual trascendente que, consagrando las verdaderas esencias imperecederas de
Grecia, hace las veces de sacralidad indemne, de sobrenaturaleza equiparada, como
tendremos ocasión de ver, con una suerte de siglo futuro. Todo aquello que del
mundo griego auténtico106 es salvado por la irrupción epifánica de la poesía y el
οποίες, σ’ έναν άλλο χώρο υπερβατικό, δε µπορεί παρά να ετοιµάζεται η οριστική, η µη φθαρτή,
Ανταπόδοση»), KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 37.
102
En la poesía romántica, en efecto, es frecuente la representación mítica del Poeta como un héroe
que busca cierta clase de absoluto perdido a través de una fase de sacrificio y lucha humana o
sobrehumana; se trata, en el fondo, del relato autorreferencial que define las pretensiones de la poesía
moderna: «Le scénario du mythe est l’histoire d’une quête dont l’objet, variable selon les versions,
représente toujours un “absolu”. Cette quête met en oeuvre les dons du héros et ses pouvoirs
surnaturels. C’est une quête dramatique, triomphante ou tragique, où s’affrontent, autour du Poète,
avec ou contre lui, des forces qui composent un univers mythique. Ces forces sont des personnages
humains, des êtres surnaturels ou des puissances cosmiques; des figures sublimes, ou triviales, ou
fantastiques : ainsi la force qui brise la destinée du Poète peut être, selon la forme littéraire et le type
du récit, Dieu ou Satan,…», ABASTADO, C. (1979), p. 66.
103
En la poesía romántica no faltan las identificaciones del Poeta con Cristo. Sucede en el poema de
Nerval que vimos más arriba, «Le Christ aux oliviers», donde Cristo es el hombre prometeico que
acomete una acción heroica y se le compara a Faetón, Ícaro o Atis, figuras míticas a su vez del Poeta,
cfr. NERVAL, G. (2004), p. 65.
104
Cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2005), pp. 40-44 y LIJNARÁ, L. (1980), pp. 64-65.
105
La historia es siempre en Elitis la encarnación de un mal que la poesía y sus elementos isomorfos
(Grecia, la luz, etc.) pueden limpiar para restablecer la justicia. Ésa es la función del Poeta en el Axion
Estí según palabras del propio autor en su «Comentario», cfr. KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 48.
106
Elitis pretende, sintomáticamente, que su generación y él lograron revelar, por medio de su arte,
el «verdadero rostro de Grecia», antes oculto tras las visiones europeas neoclasicistas. Esa revelación
130 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cristológicos tripartitos, el Dios le dice al Poeta en el cuarto himno: «“Y este mundo
es preciso que lo veas y lo acojas”»110. Ello supone el punto de partida para el
proceso de refundación o regeneración del cosmos que se producirá en el interior de
su cuerpo a partir de los últimos versos del quinto himno en la figura de un embarazo
de palabras111 («Estaba en el sexto mes de los amores / y en mis entrañas se agitaba
una preciosa semilla»112) y que suscita inmediatamente, en el himno siguiente, un
desierto con tintes ascéticos o religiosos sobre el que el Poeta debe (re)erigir la
existencia de acuerdo con los sentidos preexistentes en él: «“Pero primero verás el
desierto y le darás / tu propio sentido” dijo»113. Es el escenario del origen de una
religiosidad que aquí, como en el mito moderno de la muerte de Dios, supone un
recomienzo auspiciado por la potencia reintegradora del Poeta. Éste debe pasar
inmediatamente por una fase ascética que remite al mismo tiempo a la espera
mesiánica previa a la venida de Cristo (la ascesis de San Juan Bautista) y a los retiros
de Jesús al desierto para poner a prueba la profundidad de su sacrificio y su
capacidad para redimir la Creación. Se trata, por tanto, de una manifestación de la
maquinalidad poética y religiosa que propicia la resurrección simultánea e
indiscernible del mundo y de Dios. Ello requiere, no obstante, la lenta iniciación del
Poeta en una Gnosis o Sabiduría recibida en ese desierto de la revelabilidad a lo
largo de años de privación: «Viví la langosta y la sed / y sus dedos ásperos en las
articulaciones / tantos años como prescribe la Sabiduría»114, hasta alcanzar la
iluminación que, como les ocurre a los místicos en sus minuciosas prácticas
espirituales, se entrega como una gracia a la vez interior y exterior tras efectuar un
descenso nocturno115: «Inclinado sobre papeles y libros insondables / descolgándome
por una cuerda delgada / noches y noches / […] / Se juzgó entonces llegado el
momento de enviar ayuda / y la tarea cayó en suerte a las lluvias / cantaron todo el
día los riachuelos»116; en este caso, la gracia adopta la forma de una lluvia
110
«“Και τον κόσµο αυτόν ανάγκη να τον βλέπεις και να τον λαβαίνεις”», ELITIS, O. (2002), p. 125.
111
Este embarazo simbólico que dará lugar al parto del mundo transmutado remite a la Gran Obra
alquimista, al huevo en que se reengendra el universo. Algo semejante pretende el Poeta, que ha
concebido el mundo de las palabras griegas y lo procesa en su interior para darlo transmutado,
convertido en oro puro, sin mezcla, en el cosmos indemne de la utopía textual de «El Gloria».
112
«Ήµουν στον έκτο µήνα των ερώτων / και στα σπλάχνα µου σάλευε σπόρος ακριβός», Ibidem, p.
128. Las semillas habían sido antes, durante todo el «Génesis», las palabras griegas que, como en un
proceso de diseminación escritural, se esparcían por la superficie del cosmos.
113
«“Αλλά πρώτα θα δεις την ερηµιά και θα της δώσεις / το δικό σου νόηµα” είπε», Ibidem, p. 128.
114
«Έζησα τις ακρίδες και τη δίψα / και τα τραχιά στις αρµοσιές τους δάχτυλα / χρόνους τακτούς
όσους η Γνώση ορίζει», Ibidem, p. 128.
115
Cfr. DURAND, G. (2005), pp. 208-213.
116
«Στα χαρτιά σκυφτός και στα βιβλία τ’ απύθµενα / µε σκοινί λιανό κατεβαίνοντας / νύχτες και
νύχτες / […] / Να σταλθεί βοήθεια τότε κρίθηκε η στιγµή / και ο κλήρος έπεσε στις βροχές /
κελαρύσανε όλη µέρα ρυάκια», ELITIS, O. (2002), p. 128.
132 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
fecundante que permite una segunda creación: «Y extendió los brazos como hace /
un viejo Dios sabio para crear a un tiempo arcilla y cielidad»117.
En el séptimo y último himno del «Génesis», justo antes de comenzar la
verdadera Pasión del Poeta, Cristo aparece fugazmente en una visión de Lesbos,
tierra natal de los padres de Elitis, para transmitirle acaso, en la maquinalidad del
sacrificio religioso que la poesía moderna reproduce, el testigo del acto redentor,
explícitamente reconocido como iterable: «Por un instante me pareció estar viendo a
Aquél / que derramó su sangre para que me encarnase / subiendo el abrupto camino
del Santo / una vez más»118. Ese «abrupto camino del Santo» es el que recorrerá en
esta ocasión el Poeta, continuador e isomorfo de Cristo, reduplicación de él en una
dimensión textual y nacional, hijo de un dios que desciende definitivamente de las
alturas a las que pertenece para salvar a los hombres, quienes irrumpen en este
momento en el poema no como sus semejantes, sino como la otredad que confirma y
posibilita su supremacía y le impele definitivamente a luchar: «Mi duro cuerpo era el
ancla descendida / entre los hombres / donde ningún otro sonido / sólo ruidos sordos
gemidos y lamentos»119; en esta visión de los otros a la que le empuja el dios que es
él mismo, el Poeta descubre que sólo guiando a su pueblo puede mantener su estatuto
privilegiado a la par que sostiene la existencia del cosmos (textual) del que ellos
forman parte: «“Ves”, dijo, “son los Otros / y Ellos no pueden ser sin Ti / y no
puedes ser sin Ellos Tú / Ves”, dijo, “son los Otros / y los debes afrontar a toda costa
/ si quieres que tu figura sea indeleble / y se mantenga tal cual es”»120. La asunción
de los valores y sufrimientos de su patria en el poema supone, por tanto, según
manifiestan estos versos, la única posibilidad de eternizarse doblemente, dentro y
fuera de él: en la hegemonía trascendente y tutelar que ocupa en el universo del
texto, por una parte, y en el pedestal a que aspira como artista nacional dentro de la
sociedad griega. El final del «Génesis» tematiza en este sentido las estrategias
textuales implícitas en la obra. El Poeta acaba quedando como dios único del cosmos
griego, llegado al punto extremo de individuación en el que encuentra su más
cumplida identidad dentro de la misión cristológica que ha de desempeñar desde ese
instante dentro de la historia: «Y el que en verdad yo era El de muchos siglos antes /
El aún verde en el fuego El no escindido del cielo / Entró en mí Se convirtió / en el
117
«Και τα χέρια του άπλωσε όπως κάνει / γέροντας γνωστικός Θεός για να πλάσει µαζί πηλό και
ουρανοσύνη», Ibidem, p. 129.
118
«Μία στιγµή µου εφάνηκε θωρούσα Εκείνον / που το αίµα του έδωσε να σαρκωθώ / τον τραχύ
του Αγίου δρόµο ν’ ανεβαίνει / µία φοράν ακόµη», Ibidem, p. 131 (subrayado mío).
119
«Το σκληρό µου σώµα ήταν η άγκυρα κατεβασµένη / µέσα στους ανθρώπους / όπου ήχος άλλος
κανείς / µόνο γδούποι γόοι και κοπετοί», Ibidem, p. 132.
120
«“Βλέπεις” είπε “είναι οι Άλλοι / και δε γίνεται Αυτοί χωρίς Εσένα / και δε γίνεται µ’ Αυτούς
χωρίς, Εσύ / Βλέπεις” είπε “είναι οι Άλλοι / και ανάγκη πάσα να τους αντικρίσεις / η µορφή σου αν
θέλεις ανεξάλειπτη νά ’ναι / και να µένει αυτή”», Ibidem, p. 132.
1.3. Imágenes del Poeta 133
121
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος απ’ τον ουρανό / Πέρασε µέσα µου Έγινε / αυτός που είµαι», Ibidem, pp. 132-133.
122
«Πήρε όψη ο Ήλιος Ο Αρχάγγελος ο αεί δεξιά µου», Ibidem, p. 133.
123
Cfr. supra, nota 86.
124
«Μόνος αποίκησα τον εγκαταλειµµένο Μάιο / Μόνος εκόλπωσα τις ευωδιές / […] / Είπα: δε θά
’ναι η µαχαιριά βαθύτερη από την κραυγή / Και είπα: δε θά ’ναι το Άδικο τιµιότερο απ’ το αίµα! /
[…] / Μόνος απέλπισα το θάνατο / […] / Πήρα και στεφανώθηκα την άλω µόνος / Το στάρι που
ευαγγέλισα τό ’δρεψα µόνος!», Ibidem, pp. 141-142.
125
«Να περνά και να λύνει το σχήµα του Σταυρού / και στα δέντρα το ξύλο να επιστρέφει», Ibidem,
p. 158.
134 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Delfín, viejo emblema clásico y bizantino que el pintor Yanis Tsarujis reinventará
para la portada del Axion Estí) sobre el cual el Poeta desea ser crucificado para
ascender así, convertido a su vez en escritura, salvado en su individualidad, a los
cielos en los que restaurar su poder: «Golpeadme el corazón con el Tridente / y
crucificádmelo con el delfín / Para que el signo que en verdad soy yo mismo /
ascienda con mi primera juventud / al glauco de los cielos ―¡y ejerza allí mi
señorío!»126. Es su propia condición de Poeta que ha cantado para preservar la vida y
la inocencia en la poesía la que lo mantiene puro, presto a limpiar el universo del
pecado que, como le ocurre a Cristo, comienza manchando su propio cuerpo en el
salmo XIII: «Infamias me han mancillado las manos, ¿cómo abrirlas? / Mis ojos se
han llenado de esbirros, ¿adonde mirar? / Hijos de los hombres, ¿qué decir?»127, pero
en el fondo no consigue inocular el mal definitivo o la impureza en el núcleo de su
ser, que conserva el cosmos indemne, la sobrenaturaleza generada en sus poemas de
juventud, como garantía de inmunidad ante la muerte: «Puro soy de punta a punta / y
en las manos de la Muerte un cacharro inútil»128. Se trata, en consecuencia, de una
inmunidad particular que constituye el punto de partida para una salvación general
cimentada también en la indemnización po(i)ética. El Poeta se expone sin temores,
por tanto, a la perversidad de la historia y de los hombres que pueden arrebatarle,
acaso con la violencia de una modernidad que enajena la naturaleza, todos los
objetos preciosos que contiene la Grecia real, dado que los conserva depurados de
caducidad en su canto: «Hijos de los hombres, ¿qué he de temer? / […] Quitadme el
mar con sus blancas tramontanas / la ancha ventana llena de limoneros / los
incontables trinos, y la sola muchacha / que con sólo tocarla su alegría me bastaba /
¡quitádmelo todo, he cantado!»129, para más adelante añadir sintomáticamente: «De
todas mis ideas he hecho islas»130, en una imagen arquetípica de la impenetrabilidad
desde el exterior que remite simultáneamente a la autosuficiencia de la obra de arte y
a la singularidad geográfica de Grecia, repartida en múltiples archipiélagos.
El paralelo cristológico va haciéndose más evidente según el proceso de
indemnización avanza. La condición de Poeta implica por sí misma un sacrificio
personal que ocasiona el escarnio y la enemistad de los hombres, incapaces de
126
«Στην καρδιά την Τρίαινα χτυπήσετέ µου / και σταυρώσετέ µου την µε το δελφίνι / Το σηµείο
που είµαι αλήθεια ο ίδιος / µε την πρώτη νεότητα ν’ ανεβώ / στο γλαυκό τ’ ουρανού ―κι εκεί να
εξουσιάσω!», Ibidem, p. 158.
127
«Ανοµίες εµίαναν τα χέρια µου, πώς να τ’ ανοίξω; / Κουστωδίες γεµίσανε τα µάτια µου, πού να
κοιτάξω; / Γιοί των ανθρώπων, τί να πω;», Ibidem, p. 159.
128
«Καθαρός είµαι απ’ άκρη σ’ άκρη / και στα χέρια του Θανάτου άχρηστο σκεύος», Ibidem, p.
159.
129
«Γιοί των ανθρώπων, να φοβούµαι τί; / […] Πάρετέ µου τη θάλασσα µε τους άσπρους βοριάδες /
το πλατύ το παράθυρο γεµάτο λεµονιές / τα πολλά κελαηδίσµατα, και το κορίτσι το ένα / που και
µόνον αν άγγιξα η χαρά του µού άρκεσε / πάρετέ µου, τραγούδησα!», Ibidem, p. 159.
130
«Τις ιδέες µου όλες ενησιώτησα», Ibidem, p. 159.
1.3. Imágenes del Poeta 135
131
«Της πατρίδας µου πάλι οµοιώθηκα / Μες στις πέτρες άνθισα και µεγάλωσα / Των φονιάδων το
αίµα µε φως ξεπληρώνω / Μακρινή Μητέρα Ρόδο µου Αµάραντο», Ibidem, p. 164.
132
«Θεέ µου συ µε θέλησες και νά, σ’ το ανταποδίδω. / Τα στοιχεία που είσαι / ηµέρες και νύχτες /
ήλιοι κι αστέρες, θύελλες και γαλήνη / ανατρέπω στην τάξη κι εναντίον τα βάζω / του δικού µου
θανάτου / που συ τον θέλησες!», Ibidem, p. 165.
136 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
¡uno a uno regresaron los pájaros!»133. La deificación que quedó pendiente con Adán
se va, pues, aproximando, pero no será ya Dios quien la dispense, sino el propio
Poeta, que lo ha sustituido con su puro criterio interior. Su acción sacrificial
generará, como una brecha o una hendidura en la superficie de la realidad tangible, el
cosmos (textual, poético, espectral en definitiva) que ocupará ahora el espacio de la
divinidad, de lo intacto y lo inaccesible a la historia y la violencia, el Uno que se
erigirá como única alternativa a la nada y que pervivirá eternamente como fruto que
es de la poesía (oda undécima): «Cuando mi juicio abra una brecha en el Tiempo / El
undécimo mandamiento surgirá de mis ojos / El mundo será este o no será / El Parto
la Deificación el Siempre / Que con la justicia de mi alma habré / Proclamado yo, el
más justo»134. El Poeta se convierte, por tanto, en indemnizador, deificador,
legislador, profeta, y proyecta acto seguido, en la Lectura Sexta, titulada
«Profético»135, un cosmos poético restaurado en su indemnidad más allá de la
muerte, una utopía que remite al siglo futuro que sucederá a la segunda venida de
Cristo y que aquí se anuncia al pueblo como promesa de un estado paradisíaco donde
las diferencias ideológicas, políticas y económicas habrán desaparecido,
imponiéndose a cambio la igualación estética del culto de los sentidos, el amor y la
poesía que se corresponden con las esencias más profundas, reveladas asimismo
poéticamente, de Grecia. Es, en cierto modo, una utopía político-ontológica que sólo
podrá lograrse si el pueblo se abandona dócilmente a la acción sacrificial y al
liderazgo del Poeta, único visionario capaz de conocer de antemano las condiciones
de salvación del topos del helenismo. En los poemas siguientes la indemnización
prometida va progresando, y la voz, cada vez más profética, del Poeta, acrecienta su
omnipotencia para sanar y revertir los males del hombre y de la historia con su sola
emisión. En la oda duodécima afirma ser capaz, a causa del sacrificio experimentado
en sus propias carnes, de transmutar el poder mortífero de las armas en una fuerza de
paz, de hacer regresar la máquina que enajena lo viviente al estado de naturaleza
(«Yo que he probado millares de puntas / De violetas y narcisos el nuevo / Cuchillo
preparo que a los Héroes conviene»136), y de exhalar desde su cuerpo mítico el viento
que limpiará el mal del mundo y lo preparará para el advenimiento del paraíso
133
«Έριξα το σκοτάδι στο κρεβάτι του έρωτα / µε του κόσµου τα πράγµατα στο νου µου γυµνά /
και το σπέρµα µου τίναξα τόσο µακριά / που αργά οι γυναίκες γύρισαν µες στον ήλιο και πόνεσαν /
και γεννήσανε πάλι τα ορατά. / Θεέ µου µε φώναζες και πώς να φύγω; / […] / Φύσηξες και
λαχτάρισαν τα σωθικά µου / ένα ένα µού γύρισαν τα πουλιά!», Ibidem, pp. 165-166.
134
«Που η κρίση µου θα κάνει ρήγµα του Καιρού / Η ενδέκατη εντολή θ’αναδυθεί απ’ τα µάτια µου
/ Ή θά ’ναι αυτός ο κόσµος ή δε θά ’ναι / Ο Τοκετός η Θέωσις το Αεί / Που µε τα δίκαια της ψυχής
µου θά ’χω / Κηρύξει ο δικαιότερος», Ibidem, p. 167.
135
Ibidem, pp. 167-169. Me referiré por extenso a este texto, muy interesante por lo que respecta a
la indemnización religiosa, en el siguiente capítulo.
136
«Εγώ που δοκίµασα τις µυριάδες αιχµές / Κι από γιούλια και ναρκίσσους το καινούριο / Μαχαίρι
ετοιµάζω που αρµόζει στους Ήρωες», Ibidem, p. 170.
1.3. Imágenes del Poeta 137
(«Desnudo mi pecho y se desatan los vientos / Y barren las ruinas y las almas ya
rotas / Y de sus densas nubes limpian / A la tierra, ¡para que surjan los Prados
Bienaventurados!»137).
La Pasión ha concluido. El Poeta está listo ya para culminar su tarea
redentora y obliterar su voz con el fin de dejar paso al cosmos autosuficiente de «El
Gloria». Se trata de una muerte del autor escenificada sin embargo con imaginería
premoderna, como el sacrificio cristológico que acontece justo después de su
deificación. En el decimoséptimo salmo de «La Pasión» el Poeta, que dice
encaminarse hacia un país lejano y sin pecado, ha conseguido ya revertir el escarnio
de los hombres ―veremos enseguida algunos pasajes en que se había aludido a él―
y será aclamado como si entrase en una nueva Jerusalén: «Las palabras que me
traicionaron y las bofetadas se habrán / convertido en mirtos y palmas / que
significarán: ¡Hosanna al que viene!»138. En el decimoctavo y último, el proceso
llega a su fin. El Poeta ha logrado ya divinizarse junto con su texto, y es aclamado
por los elementos como (un) Dios («santo, santo, gritaban»139). Es el Cristo
triunfante que ha ascendido a los cielos, pues lo denominan «el vencedor de Hades y
salvador de Eros»140, volviendo a fundir la referencia cristiana con la pagana y
resaltando su potencia salvífica, capaz de atravesar y revertir la muerte. Por ello,
podrá instaurar ahora sus leyes, unas leyes exclusivamente poéticas, fundadas
místicamente en su palabra e inscritas sobre uno de los elementos distintivos del
mundo griego, un muro encalado: «En la cal ahora mis Leyes verdaderas / encierro y
confío»141. Se trata de las leyes del nuevo paraíso textual inscrito en «El Gloria»,
hacia el cual pide, con un vocabulario nítidamente evangélico, que los hombres le
sigan como el rebaño a su pastor: « Dichosos, digo, los fuertes que descifran lo
Inmaculado. / […] ¡Que sigan pues mis pasos!»142. Allí hallarán una super-vivencia
espectral tras la muerte, donde hasta ella, o especialmente ella, por un movimiento
autoinmunitario, dispensará la vida: «Ahora la mano de la Muerte / es la que otorga
la Vida / y el sueño no existe»143. El Poeta-Cristo pierde la voz en ese instante,
desaparece de escena para dejar paso a las palabras griegas puras que se inscriben
137
«Γυµνώθω τα στήθη µου και ξαπολυούνται οι άνεµοι / Κι ερείπια σαρώνουνε και χαλασµένες
ψυχές /Κι απ’ τα νέφη τα πυκνά της καθαρίζουν / Τη γη, να φανούν τα Λιβάδια τα Πάντερπνα!»,
Ibidem, p. 170.
138
«Τα λόγια που µε πρόδωσαν και τα ραπίσµατα έχοντας / γίνει µυρτιές και φοινικόκλαρα: /
Ωσαννά σηµαίνοντας ο ερχόµενος!», Ibidem, p. 170.
139
«Άγιος, άγιος, φωνάζωντας», Ibidem, p. 171.
140
«Ο νικήσαντας τον Άδη και τον Έρωτα σώσαντας», Ibidem, p. 171.
141
«Στον ασβέστη τώρα τους αληθινούς µου Νόµους / κλείνω κι εµπιστεύοµαι», Ibidem, p. 171.
142
«Μακάριοι, λέγω, οι δυνατοί που αποκρυπτογραφούν το Άσπιλο. / […] / Ιδού ας
ακολουθήσουνε τα βήµατά µου!», Ibidem, p. 171.
143
«Τώρα το χέρι του Θανάτου / αυτό χαρίζει τη Ζωή / και ο ύπνος δεν υπάρχει», Ibidem, p. 171.
138 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
solas sobre el fondo de su sacrificio, dando por buena la muerte del autor que ha
servido para cimentar, como la apertura a una revelabilidad posibilitada por la
poesía, el espacio de la utopía y atopía del arte: «Suena la campana del mediodía / y
lentamente en las ardientes piedras se graban las letras: / AHORA y SIEMPRE y
LOADO SEA. / Siempre siempre y ahora y ahora los pájaros trinan / LOADO SEA
el tributo»144. Inmediatamente tras esta afirmación comienza «El Gloria», el texto
que representa la deificación del mundo griego en un conglomerado de palabras,
principalmente sustantivos y adjetivos, de donde se ha retirado el yo que sostenía
antes el sentido en lugar del sol. La lengua griega, factor de purificación, ha devenido
pues presencia por sí misma (no existen tiempos pasados o futuros en «El Gloria»),
absoluto en que se salvan todos los elementos que componen el helenismo sin que se
requiera ya la presencia tutelar del Poeta para decirla. El texto en este punto carece
ya de un afuera: no es dicho, sino que dice todos los objetos de un cosmos cerrado, el
de lo griego, que se han reinscrito indemnizados en su interior. Incluso el mismo
Poeta, como veremos, resulta incluido en el catálogo.
144
«Χτυπά η καµπάνα του µεσηµεριού / κι αργά στις πέτρες τις πυρρές χαράζονται τα γράµµατα: /
ΝΥΝ και ΑΙΕΝ και ΑΞΙΟΝ ΕΣΤΙ. / Αιέν αιέν και νυν και νυν τα πουλιά κελαηδούν / ΑΞΙΟΝ ΕΣΤΙ
το τίµηµα», Ibidem, p. 171.
145
Cfr. ANDRIOTIS-BAITINGER, K. (1992), pp. 97-98.
146
«Le souvenir du prophète biblique ou du vates antique hante évidemment l’imagination des
milieux cultivés. Les doctrines utopistes développent l’idée d’une souveraineté spirituelle justifiant
l’hégémonie politique. Saint-simoniens et Fouriéristes reconnaissent aux poètes une place dans le
gouvernement de la cité et les considèrent, à l’égal des prophètes, des philosophes et des inventeurs,
comme des “génies recteurs”. Le poète possède la “vision embrasée”; “le poète de l’époque organique
a le secret des cieux”, écrit E. Barrault dans une proclamation Aux Artistes qui constitue un résumé de
l’évangile saint-simonien; “il lui appartient de s’élancer devant [la societé] pour lui servir de guide;
c’est à lui de marcher, c’est à elle de suivre”, dit Buchez, dès 1826, dans Le Producteur», ABASTADO,
C. (1979), p. 71.
147
Ibidem, p. 72.
148
Eratoscenis Capsomenos, en su artículo «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό
πολιτισµικό σύστηµα», ha resaltado la frecuencia con que aparece en la obra de Elitis el mito del
Poeta creador como conciencia subjetiva y colectiva a la vez. En el Axion Estí, especialmente, debe
restaurar para el conjunto de su pueblo los valores propios del helenismo que se encuentran
amenazados por otros propios de una cultura decadente, CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 64-66.
1.3. Imágenes del Poeta 139
149
Ya en 1961, algunos críticos destacaron la solemnidad del lenguaje del poema (asimilable al
Verbo de la poesía moderna), que pretende eliminar todo rasgo de cotidianeidad y elevarlo a una
función casi litúrgica, cfr. ZASITIS, P. (1961), p. 12.
150
«Η Λογική έκλεισε τα σύνορα και ο ποιητής έµεινε απ’ έξω µε τη νοσταλγία του. Μόνον αυτός
όµως είναι για τούτο σε θέση ν’ ακούσει και να κατανοήσει τους Χρησµούς. Κλειδί για τις βαθύτερες
προθέσεις του όλου έργου», KEJAYOGLU, Y. (1995), pp. 59-60.
151
«Ο ποιητής‒∆ιάκονος της άλκης», «Ο ποιητής‒Μοντέρνος Προφήτης», «Ο
ποιητής‒Ευαγγελιστής µιας υπερβατικής χώρας», Ibidem, p. 42.
152
«Ο ποιητής ή ο υπερβατικός άνθρωπος», Ibidem, p. 45.
153
«Εξόριστε Ποιητή, στον αιώνα σου, λέγε, τί βλέπεις;», ELITIS, O. (2002), p. 167.
154
Cfr. AZANASÓPULOS, V. (2001), p. 386.
155
«Ο ποιητής πρέπει να κολακεύει τις ροπές του ανθρώπου της εποχής του ή πρέπει να τις
κατευθύνει εκεί που αυτός νοµίζει;», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 33.
140 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
bajo la pretensión ―de vagos ecos surrealistas― de derrocar a todos los poderes
opresores y regresar a cierto estado pseudoanárquico de naturaleza, a quien aspira a
restaurar, como si se tratara de un objeto más ―y siempre, por supuesto, desde la
supervisión de su voz rectora―, en la utopía estética que lo arrancará a las garras de
la historia, la política y la ideología, para situarlo bajo la influencia exclusiva, y
presuntamente benéfica, de los hombres de cultura. En el «Comentario» afirma que
la dimensión social del Poeta implica que éste condescienda a hacer determinadas
cosas «junto con su pueblo»156. Y, efectivamente, es su voz, la del pueblo inerme y
mudo, la que asume desde el principio mismo de «La Pasión», cuando se identifica
con su destino: «¡Destino de los inocentes, eres mi Destino!»157. A lo largo de toda
esta sección parece, en efecto, estar hablando en su nombre, en el del «verdadero»
pueblo griego cuya esencia más profunda le ha sido revelada en la omnisciencia
inherente a su condición profética. Como el Poeta, ese pueblo es una víctima de
incontables desdichas, en especial de incursiones extranjeras que tratan de enajenarlo
por medio de elementos que le son extraños o de valores incompatibles con su
idiosincrasia. Entre ellos, la guerra, venida siempre de fuera (bien a través de una
invasión o de la transmisión de ideologías que diluyen la organicidad del ethos
colectivo) para alterar el orden pacífico inherente al helenismo. Dentro del marasmo
causado por los invasores extranjeros, en general divididos entre un Occidente
racionalista y colonizador y un Oriente bárbaro (el Imperio Otomano)158, el Poeta
trata de encontrar en los cielos nocturnos (el sol ha desaparecido, como vimos, y es
sustituido por la luz que él mismo es capaz de gobernar) su propia alma, que es
también el alma y el centro (perdido) del mundo griego, un alma difícil de encontrar
como un trébol de cuatro hojas pero que parece sostener los valores del helenismo en
lugar del sol, emitiendo a la vez la luz y las palabras que lo constituyen: «Con el
candil de la estrella me adentré en los cielos / En la escarcha de los prados en la
única orilla del mundo / ¡Dónde encontrar mi alma lágrima de cuatro hojas!»159, para
añadir más adelante que la dificultad de hallar ese centro tutelar incide también en la
inseguridad y desorientación de su pueblo: «Mis muchachas están de luto por los
siglos / Mis muchachos llevan fusiles y no saben / ¡Dónde encontrar mi alma lágrima
156
«…µαζί µε το λαό του», Ibidem, p. 45 (subrayado mío).
157
«Μοίρα των αθώων, είσαι η δική µου η Μοίρα!», ELITIS, O. (2002), p. 134.
158
De ambos se habla en los salmos séptimo y octavo, sobre todo en este último: «¡Vinieron / con
galones dorados / los gallos del Norte y las fieras del Oriente! / Y partiendo en dos mi carne / y
disputando finalmente sobre mi hígado / se fueron» («Ήρθαν / µε τα χρυσά σιρίτια / τα πετεινά του
Βορρά και της Ανατολής τα θηρία! / Και τη σάρκα µου στα δύο µοιράζοντας / και στερνά στο συκώτι
µου επάνω ερίζοντας / έφυγαν»), Ibidem, pp. 147-148.
159
«Με το λύχνο του άστρου στους ουρανούς εβγήκα / Στο αγιάζι των λειµώνων στη µόνη ακτή
του κόσµου / Πού να βρω την ψυχή µου το τετράφυλλο δάκρυ!», Ibidem, p. 148.
1.3. Imágenes del Poeta 141
160
«Τα κορίτσια µου πένθος για τους αιώνες έχουν / Τ’ αγόρια µου τουφέκια κρατούν και δεν
κατέχουν / Πού να βρω την ψυχή µου το τετράφυλλο δάκρυ!», Ibidem, p. 149.
161
«Της ∆ικαιοσύνης ήλιε νοητέ και µυρίνη συ δοξαστική / µη παρακαλώ σας µη λησµονάτε τη
χώρα µου», Ibidem, p. 151.
162
Si bien no hay espacio para referirse aquí por extenso a ello, el segundo salmo de «La Pasión», el
que sienta las bases acerca de la identidad del Poeta, es poco menos que un canto a los estratos de la
lengua griega que trascienden la historia y abarcan, en una unidad indisoluble e ininterrumpida, desde
los poemas preclásicos de Homero a las palabras del Himno Nacional, compuesto en la primera mitad
del siglo XIX contemporáneamente al nacimiento del Estado griego moderno, cfr. Ibidem, p. 135.
142 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
163
«Γύρισα τα µάτια δάκρυα γιοµάτα / κατά το παραθύρι / Και κοιτώντας έξω…», Ibidem, p. 155.
164
«Αδελφοί, είπα…», Ibidem, p. 155.
165
«Φώναξα στις πύλες κι η φωνή µου πήρε / τη θλίψη των φωνιάδων / […] / ∆εν ακούει κανένας
όπου κι αν χτυπήσω / η µνήµη µε σκοτώνει», Ibidem, pp. 155-156.
166
Nicos Focás, en el texto «Τ. Κ. Παπατσώνης, ένας καταραµένος ποιητής» («T. K. Papatsonis, un
poeta maldito»), de 1976, se dirige al Elitis del Axion Estí para preguntarle: «¿De dónde saca el poeta
el derecho a ese tono sacerdotal, quién lo ha ungido prelado o profeta en una época de desacralización
de todos los prelados o profetas?» («Από πού αρύεται ο ποιητής το δικαίωµα του (ιερατικού) τόνου,
ποιος τον έχρισε αρχιερέα ή προφήτη σε µια εποχή αποσχηµατισµού κάθε προφήτη και κάθε
αρχιερέα;»), en BELESINIS, A. (2001), p. 83. Ártemis Leondí vincula la identificación de la voz del
Poeta con el pueblo con la tradición del populismo griego desde principios del siglo XX, y se pregunta
acerca de la posibilidad para un artista moderno de convertirse en el órgano de expresión de su pueblo
sin que el término modernismo o modernidad pierda su significado, LEONDÍ, Á. (1998), pp. 292-293.
Por su parte, Yerásimos Likiardópulos acusa a Elitis de reproducir en el Axion Estí el populismo
aristocrático del poeta Ánguelos Sikelianós, que habla del pueblo como un objeto propio, una masa de
vasallos que arrojar contra la burguesía sin preocuparse, en cualquier caso, por su destino concreto:
1.3. Imágenes del Poeta 143
del acuerdo que los más diversos contendientes ideológicos encuentran en aquel país
en torno al tema de la identidad colectiva y los valores distintivos de la raza, uno de
los poemas nacionales griegos167.
Por lo demás, no falta en el Axion Estí otro de los elementos fundamentales
del mito romántico del Poeta, implicado ya en esta gestión de la voz y el pueblo: su
condición extrasocial, que lo coloca en una posición de aislamiento y soledad
respecto a la colectividad, de la que es a un tiempo víctima y rector. Ajeno a los
juegos de diferencias que la sociabilidad establece, el Poeta pretende constituirse
veladamente en una instancia absoluta. En el «Comentario», glosando el salmo
cuarto, dice que en él se presenta una «justificación de la rebeldía del poeta hacia
todas las instancias: lo Divino, las ciencias, el Estado, las costumbres burguesas, con
plena conciencia de su situación extrasocial y de su soledad»168. Esta soledad remite
asimismo a una entrada en religión, al sacrificio anacorético del separarse del
cuerpo social para consagrarse a la búsqueda de la indemnidad poética que pueda
posteriormente sanarlo. «Me ordenaré Monje de las cosas florecientes»169, dice en la
oda undécima de «La Pasión» replegándose en lo viviente de la naturaleza frente a lo
gastado del contacto social y del poder. Esa reclusión religiosa en el espacio de la
originariedad del ser ―que es por otra parte lo que representa, arquetípicamente, lo
griego― permite que el Poeta regrese, generosamente, a derramar sobre el ámbito
escindido de los hombres la pureza de una vida intacta: «…llegaré desde las noches /
Bañado en rocío a traer en mi sayo / El azul el rosado el añil / Y a encender las
generosas gotas / De agua yo, el más generoso»170. Será este monacato el que, unas
líneas más abajo, le permita vaticinar, con el tono profético al que me he referido
más arriba, la llegada del reino de la poesía como consecuencia de su propio
sacrificio. Su ausencia del juego social, por otra parte, le permite cultivar el mito de
la autenticidad opuesta al fingimiento de los «actores» sociales. El Poeta es aquel
que, renunciando a las satisfacciones cotidianas, identificadas con la aurea
mediocritas pequeñoburguesa, se consagra a todo lo que es puro y humilde en
«Pero el contrato natural entre el poeta-dios y el pueblo, este conceder la gracia desde las alturas
“hacia abajo”, no se corresponde con una comunicación real, sino con una ideologización del dominio
y del poder» («Αλλά το φυσικό συµβόλαιο ανάµεσα στον ποιητή-θεό και στον λαό, αυτή η
χαρισµατική “προς τα κάτω” διάχυση δεν αντιστοιχεί σε µία πραγµατική επικοινωνία αλλά σε µία
ιδεολογικοποίηση της χειραγώγησης και της εξουσίας»), LIKIARDÓPULOS, Y. (2004), pp. 42-43. Cfr.
también CAYALÍS, T. (1997), pp. 100-101.
167
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), pp. 291-292.
168
«∆ικαίωση της ανταρσίας του ποιητή προς όλες τις πλευρές, Θεία, επιστήµες, Κράτος, αστικές
συνήθειες, µε πλήρη συναίσθηση της εξωκοινωνικής του τοποθέτησης και µοναξιάς», KEJAYOGLU,
Y. (1995), p. 55.
169
«Θα καρώ Μοναχός των θαλερών πραγµάτων», ELITIS, O. (2002), p. 166.
170
«…από τις νύχτες θά ’ρχοµαι / Κατάδροσος να φέρω στην ποδιά µου / Το κυανό το ρόδινο το
µωβ / Και τις γενναίες του νερού ν’ ανάβω / Σταγόνες ο γενναιότερος», Ibidem, p. 166.
144 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
contraposición con las ambiciones desmedidas de los hombres prácticos, que sólo
conducen a la hipocresía y la esclerotización. En su sacrificio, llega incluso a
aniquilar autoinmunitariamente en su interior los sentimientos más humanos para
garantizar la obtención de un ámbito de sobrenaturaleza donde la vida sea restaurada
más allá de sí misma. Así queda de manifiesto en el salmo cuarto:
La identificación del Poeta con el asceta que combate sobre la nada sin apoyos es
clara. También la soledad, que no siempre es fruto de una elección, sino muy a
menudo el producto de un destino fatal que lo somete al desprecio o a la desidia de
los hombres: «Fui traicionado y quedé solo en el campo / Fui conquistado y
pisoteado como un castillo solo / ¡El mensaje que portaba / lo sostuve solo!»172. Ese
desprecio generalizado, que podría parecer en flagrante contradicción con sus
pretensiones de liderar a un pueblo a la escucha, procede de las presuntas élites
burguesas: intelectuales acomodaticios, políticos, grandes comerciantes, que en el
salmo noveno son presentados precisamente como la contrafigura del Poeta,
individuos disolutos y mundanos que traicionan los valores de su tierra (los
171
«Μόνος, όχι εγώ, προσωπίδες δεν άρµοσα / τη χαρά και τη θλίψη πίσω µου έριξα / γενναιοδώρα
πίσω µου έριξα / την Ισχύ και τη Γνώση. / Τις ηµέρες µου άθροισα κι έµεινα µόνος. / Είπαν άλλοι:
γιατί; κι αυτός να κατοικήσει /το σπίτι µε τις γλάστρες και τη λευκή µνηστή. / Άλογα τα πυρρά και τα
µαύρα µού άναψαν / γινάτι γι’ άλλες, πιο λευκές Ελένες! / Γι’ άλλη, πιο µυστικήν αντρεία λαχτάρησα
/ κι από κει που µε µπόδισαν, ο αόρατος, κάλπασα / στους αγρούς τις βροχές να γυρίσω / και το αίµα
πίσω να πάρω των νεκρών µου των άθαφτων! / […] Άλλου µάτια δεν είδα, δεν αντίκρισα / παρά
δάκρυα µέσα στο Κενό που αγκάλιαζα», Ibidem, p. 141.
172
«Προδόθηκα κι απόµεινα στον κάµπο µόνος / Πάρθηκα και πατήθηκα σαν κάστρο µόνος / Το
µήνυµα που σήκωνα τ’ άντεξα µόνος!», Ibidem, p. 142.
1.3. Imágenes del Poeta 145
173
Cfr. Ibidem, p. 151.
174
Este es otro ingrediente fundamental del mito romántico del Poeta, como explica Claude
Abastado citando a Hugo: «Les Mages sont le plus souvent solitaires et persécutés: “Ils portent toutes
les couronnes, y compris celle d’épines”, “La pierre jetée aux génies est une loi et tous y passent. Être
insulté, cela couronne, à ce qu’il paraît […]. Le génie étant vérité et étant liberté, a droit à la
persecution”. La prison ou l’exil est une consécration, le rocher du proscrit est un Olympe, la mort
serait une apothéose. Le vrai génie est un titan humilié mais jamais terrassé», ABASTADO, C. (1979),
p. 77. A propósito de esta última frase, hay que mencionar que como encabezamiento del Axion Estí
figura en todas las ediciones un versículo bíblico probablemente referido al Poeta y a Grecia: «Harto,
desde mi juventud, me han oprimido, mas no han podido contra mí», Salmos, 129, 2.
146 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Estos tópicos y otros se repiten en la última sección del Axion Estí, «El
Gloria», que merece un tratamiento independiente. Una vez consumado al final de
«La Pasión», como ha quedado expuesto más arriba, el sacrificio de la voz del Poeta
en lo que parece una escenificación de la muerte del autor, la escritura griega se
apodera del espacio de la enunciación e impone un cosmos textual que parece decirse
exclusivamente a sí mismo176. Todos los componentes del mundo griego material y
espiritual que la acción poética ha pretendido salvar a través del sacrificio de su
existencia histórica son reinscritos en él, ya en un estrato superior, utópico,
deificados en la obra de arte. Entre ellos el Poeta, que reaparece ahora sin voz,
interpelado con un tú por el texto que antes aparentaba dominar y contener desde la
atalaya de un yo extratextual. Se trata de un objeto más, dicho y glorificado por las
palabras griegas de este cosmos autosuficiente y espectral, si bien sigue conservando
todos los rasgos característicos de su imagen romántica: la soledad, la predestinación,
el sacrificio, y una marca sobrenatural que lo distingue como un ser anómalo:
«LOADO SEAS tú el amargo el solitario / perdido ya desde antes de que fueses / El
Poeta que trabaja el cuchillo / en su tercera mano indeleble»177. Esta tercera mano
«indeleble» parece constituir una marca física de su sobrehumanidad, la señal no
sólo de su diferencia respecto a los demás hombres, sino además de su unción por
una instancia superior que lo atraviesa reservando en él un reducto de inmortalidad.
La «tercera mano» remite a un exceso, a una alteridad que, como en el «Je est un
autre» de Rimbaud, opera a través del individuo dotado como el conductor de una
fuerza divina, transpersonal, que lo capacita para llegar siempre más allá que sus
semejantes. Es la mano de otro, acaso del Totalmente Otro, que le confiere una voz
175
«Στις κραυγές µας µπροστά προσπερνά και αδιαφορεί / και τα σ’ εµάς αόρατα / µε τ’ αυτί στην
πέτρα / σοβαρός και µόνος προσέχει. / Ο χωρίς φίλον κανένα / µήτε οπαδό / που εµπιστεύεται µόνον
το σώµα του / και το µέγα µυστήριο στ’ αγκαθόφυλλα µέσα του ήλιου αναζητεί / αυτός είναι / ο
απόβλητος από τις αγορές του αιώνος! / Επειδή νου δεν έχει / κι από ξένα δάκρυα κέρδος δε βγάνει /
και στο θάµνο που καίει την αγωνία µας / µονάχα καταδέχεται να ουρεί. / Ο αντίχριστος και
ανάλγητος δαιµονιστής του αιώνος! / Που όταν όλοι εµείς πενθούµε / αυτός ηλιοφορεί. / Και όταν
όλοι σαρκάζουµε / ιδεοφορεί. / Και όταν ειρήνη αγγέλλουµε / µαχαιροφορεί. / Καταπρόσωπό µου οι
νέοι Αλεξανδρείς εχλεύασαν!», Ibidem, p. 152.
176
Dice Edmund Keeley que en «El Gloria» el valor de las imágenes proyectadas no depende ya de
un sujeto poético, sino que el mundo al que se dirige el himno glorificador habla por sí mismo en
ausencia del Poeta, KEELEY, E. (1987), pp. 188-189.
177
«ΑΞΙΟΝ ΕΣΤΙ ο πικρός και ο µόνος / ο από πριν χαµένος εσύ νά ’σαι / Ποιητής που δουλεύει το
µαχαίρι / στο ανεξίτηλο τρίτο του χέρι», ELITIS, O. (2002), p. 179.
1.3. Imágenes del Poeta 147
(una escritura, en este caso) que no es exactamente la suya, que no es natural; se trata
de una prótesis sagrada que introduce un rasgo casi monstruoso de sobrenaturaleza y
enajena al Poeta en una suerte de posesión divina que evoca lejanamente el
ενθουσιασµός platónico y la profecía. A pesar de ello, el Poeta es algo más que el
receptáculo o el transmisor de una alteridad trascendente. En los versos siguientes,
una serie de dísticos que rompen por segunda vez la uniformidad estrófica de «El
Gloria», se habla de él en tercera persona, atribuyéndole cualidades de resonancias
bíblicas que aluden a su condición divina y omnipotente. Dado que la anterior serie
de dísticos se había dedicado a glorificar el principio femenino encarnado en los
elementos isomorfos de la mujer, la Virgen, y Grecia, no es difícil concluir que el
Poeta representa el principio masculino destinado a engendrar con ellas, en una
transposición textual de las tradicionales bodas místicas, la eternidad y la perfección
en que concluye la tercera y última tirada, que cierra el poema. Sea como sea, oculto
ahora tras un pronombre en letras mayúsculas que clausura su especificidad
divinizándolo, el Poeta es identificado con diversas parejas de contrarios que lo
sitúan en el intersticio ontológico que, en su totalidad heraclítea, abre a la
revelabilidad178 de un estrato superior. Como en Hölderlin, en Elitis la poesía acaba
por ser el efímero cruce de caminos en que confluyen lo finito y lo infinito, lo
orgánico y lo aórgico o, más aún, la instancia que envuelve todo lo existente, la Alfa
y la Omega, como Cristo: «PUES ÉL es la Muerte él es la Vida / Él lo Imprevisto y
él la Norma»179. Es también el elemento intersticial que atraviesa y corta la materia,
la luz que aniquila para volver a crear, la fusión, por tanto, de contrarios, el imposible
lógico, el eterno recomienzo o el origen perpetuo de un mundo indemne: «Él la recta
de la planta que secciona el cuerpo / Él el foco de la lente que el espíritu abrasa / Él
la sed después de la fuente / Él la guerra después de la paz / […] / Él es la mecha que
prenden los labios / Él el túnel invisible que circunda el Hades»180. Mantiene por
tanto la muerte o el infierno alejados sin que nosotros lo veamos, pero situándose en
la mayor proximidad a ellos. Es, finalmente, el eterno retorno, la fusión de los
símbolos gnósticos del Trigo y la Serpiente, emblemas ambos de la circularidad de la
existencia, y la condición misma de todo lo viviente, sintetizada en un neologismo
178
Trataré por extenso esta cuestión, fundamental en mi opinión dentro de la poesía de Elitis, en la
segunda parte del trabajo.
179
«ΟΤΙ ΑΥΤΟΣ ο Θάνατος και αυτός η Ζωή / Αυτός το Απρόβλεπτο και αυτός οι Θεσµοί»,
Ibidem, p. 179. Sería interesante señalar que la palabra Θεσµοί, que he traducido como «Norma»,
significa en griego también, o principalmente, «las instituciones», lo cual vuelve a proyectar la imagen
del Poeta como fundador de unas leyes trascendentes que sostienen a la comunidad por encima de las
instituciones históricas o políticas.
180
«Αυτός η ευθεία του φυτού η το σώµα τέµνοντας / Αυτός η εστία του φακού η το πνεύµα
καίγοντας / Αυτός η δίψα η µετά την κρήνη / Αυτός ο πόλεµος ο µετά την ειρήνη / […] / Αυτός η
θρυαλλίδα που από τα χείλη ανάβει / Αυτός η αόρατη σήραγγα που υπερκερά τον Άδη», Ibidem, p.
179.
148 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
1.3.2.3. El Jesús del Sol: imágenes del Poeta tras el Axion Estí
181
«Αυτός ο Όφις που µε τον Στάχυ ενώνεται / Αυτός το σκότος και αυτός η όµορφη αφροσύνη /
Αυτός των όµβρων του φωτός η εαροσύνη», Ibidem, p. 179.
182
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 112.
183
De ahí que Elitis califique de «santos» a algunos de los poetas que admira (Hölderlin y Solomós
en el ensayo «Avante despacio», cfr. ELITIS, O. (1993), p. 411) o hable de que portan una «marca
blanca» originada por sus visiones y por su facultad soteriológica (cfr. el ensayo «La magia de
Papadiamandis», ELITIS, O. (1993), p. 59), según explica Elena Cutrianu (CUTRIANU, E. (2002), p.
53). Asimismo, Mario Vitti ha denominado con razón el texto laudatorio «Memorial para Andreas
Embiricos» (ELITIS, O. (1993), pp. 107-162) ―donde Elitis elogia la figura de su amigo y colega
muerto―, como la hagiografía moderna de un apóstol de la liberación humana, cfr. VITTI, M. (1998),
pp. 39-40.
1.3. Imágenes del Poeta 149
184
«…κι ανάµεσό τους γέροντας έµοιαζε βοσκός / το πόδι του ξυπόλυτο πάνω στην πέτρα. / “Εγώ
είµαι” µου είπε “µη φοβάσαι / κείνα πού ’ναι γραφτό να πάθεις”. / Και το χέρι το δεξί τεντώνοντας /
µού ’δειξε µες στην απαλάµη του τα εφτά βαθιά χαράκια: / “Τούτες είναι οι θλίψεις οι µεγάλες / και
αυτές θα γραφτούν στο πρόσωπό σου / όµως εγώ θα σου τις σβήσω µε το ίδιο ετούτο χέρι / που τις
έφερε”. / […] / Και επειδή αναστέναξα / µε γαλήνη απέραντη άπλωσε το χέρι / αργά πάνω στο
πρόσωπό µου / κι ήταν γλυκύ σαν µέλι αλλά πικράθηκαν τα σωθικά µου. / “∆ει σε πάλιν προφητεύσαι
επί λαοίς και έθνεσι / και γλώσσαις και βασιλεύσι πολλοίς” / είπε· και βγάζοντας λευκές φωτιές
έσµιξε µε τον ήλιο», ELITIS, O. (2002), p. 373.
185
Sobre la persistencia del mito del Poeta en esta colección, cfr. la referencia de Stilianí Pandeliá
en su artículo «Οδυσσέα Ελύτη Τα Ελέγεια της Οξώπετρας: Φύση και µεταµορφώσεις της ποιητικής
φαντασίας», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 421-422.
186
Cfr. el artículo «Οδυσσέα Ελύτη “Σολωµού Συντριβή και ∆έος”: η αφηγηµατική σύνταξη της
ποιητικής συνάντησης», de Elpiniki Nicoludaki-Suri, en Ibidem, p. 201.
150 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
labios / Y qué misterio que hables y tus puños se abran / Que hasta la piedra desee
ser pilar de un nuevo templo / Y el coral engendre tersas matas para imitar tu
pecho»187. La mímesis, cabe deducir, se ha invertido, es la acción del Poeta, como la
de un Dios, la que preexiste al mundo ―a cualquier mundo― en la medida en que se
halla, como vimos antes, en el origen de todo lo viviente. Es por esa connaturalidad
con lo divino por lo que el escritor dotado tiene, en ocasiones, mayor dificultad para
comunicarse con los hombres que con el mismo Dios: «Parece que el instinto de
escribiente que hay en mí, y el de enemigo obsesivo de la improvisación, me han
vuelto huraño. Traedme a Dios y me entenderé con Él de inmediato. Con los
hombres es lo difícil»188. El Poeta debe, por tanto, aun constituyendo un peligro, dar
el paso místico a la otra orilla y adentrarse en lo desconocido, oponiéndose al
estrecho destino de los mortales, que no es el suyo. Así queda de manifiesto en el
ensayo «Avante despacio», donde, navegando en un barco metafórico, el sujeto
poético afirma la necesidad de elegir y no arredrarse ante las consecuencias: «Así
pues, giro a la derecha y avante, de frente al peligro. No hay alternativa. O te
acomodas y aceptas ser para siempre uno de los de aquí, o pasas al otro lado»189.
Pero la función principal del Poeta sigue siendo indemnizadora190. Ante un
mundo imperfecto y mecanizado, es su obligación tratar de obtener, por medio de la
recomposición y (re)escritura de los elementos de la realidad que efectúa en el
poema, un nuevo paraíso que ofrecer a los hombres. Este paraíso, operado desde el
poema, que es a la vez fuente de (sobre)naturaleza y naturaleza él mismo, vuelve a
identificarse con las utopías estéticas, apolíticas y antiintelectuales del Axion Estí, y
se asocia sintomáticamente a la salud (lo indemne, lo sano y salvo) y a una libertad
emancipada de todo poder. En el ensayo «Antes que nada, la poesía» estos conceptos
se alían además con la noción, aplicable desde este punto de vista al poema (escritura
y reescritura de y con el mundo, como se puede apreciar), de templo sagrado: «Un
niño enfermo me hizo experimentar por primera vez cómo se plantan las caracolas.
Perdí el temor y construí una pequeña iglesia con agua de mar. Olía como una cueva,
y allí, junto al altar, enseguida reventaron los lirios. Y con las hierbas creaba
187
«Ναι. Γιατί σ’ είχε ανάγκη κάποτε τα χείλη σου χρύσωσε ο Θεός / Και τί µυστήριο να µιλάς και
οι φούχτες σου ν’ ανοίγονται / Που κι η πέτρα να ποθεί ναού νέου νά ’ναι το αγκωνάρι / Και το
κοράλλι θάµνους λείους να βγάνει για ν’ αποµιµηθεί το στέρνο σου», ELITIS, O. (2002), p. 557.
188
«Lo público y lo privado»: «Φαίνεται πως το ένστικτο του γραφιά µέσα µου και του µανιακού
πολέµιου της προχειρότητας µ’ έχουν µονοχνοτίσει. Φέρτε µου τον Θεό, θα συνεννοηθώ αµέσως. Με
τους ανθρώπους είναι το δύσκολο», ELITIS, O. (1993), p. 349.
189
«Στροφή λοιπόν, όλο δεξιά, και πρόσω καταπάνω στον κίνδυνο. ∆ε γίνεται αλλιώς. Ή θα
συνθηκολογήσεις και θα µείνεις από τους εδώθε ή θα περάσεις πέρα», Ibidem, pp. 415-416.
190
Sobre el esquema de indemnización natural frente a la historia en la obra El Pequeño Vautilo,
cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2005), p. 116. Acerca del Poeta como héroe solar encargado de restaurar la
pureza, la inocencia y la luz contra el mal y la oscuridad, cfr. LIJNARÁ, L. (1980), pp. 102-103, y
LIJNARÁ, L. (2002), p. 99.
1.3. Imágenes del Poeta 151
nombres y con los nombres mujeres que abrazaba sintiendo a sus cinturas exhalar un
temblor y una frescura como de agua que corre. Al final, llegué a pensar apenas algo,
y verlo trazarse con mayúsculas sobre la piedra. Me quité un gran peso de encima,
como si se hubiesen vaciado de repente las cárceles y los hospitales»191. El Poeta
viene efectivamente a cumplir una liberación ontológica o estética que usurpa el
espacio de lo político o lo social y tiene como objetivo dar la palabra: «Una criatura
llena de fealdad, un patán con látigo, montaba sobre la silla y daba órdenes. Curas,
Jueces, Guardias Civiles, lo rodeaban con brillantes uniformes. Y la gente trataba de
hablar, pero no podía, como en las pesadillas; sólo gruñía mmm… mmm… mmm…
Es extraño, nadie luchaba con todas sus fuerzas por arrancar algo del Paraíso»192.
Sólo el Poeta, en consecuencia, con elementos naturales y no ideológicos o
artificiales, combate ascéticamente el mal para restaurar el valor de la vida: «Me
rebelaba. Tal ultraje sólo me era dado combatirlo con flores. Arrojar piedras sobre la
desidia voluntaria del luto; yo solo, que para mi propia muerte no llevaba más que
una hojita de hierba»193. En este relato de su propia iniciación en la poesía, Elitis
acaba destacando el valor de ofrenda a los hombres y al mundo que tiene la
consagración poética, una ofrenda que tiene que ver con la vida, con la luz, con el
sol, con la pureza y con la entrega: «Un regalo, nada más; algo que regalar a los
demás. En el regazo de la Virgen puse flores; y en el de los Santos, muchachas y
pájaros. Lo recuerdo, gritaban a mi alrededor; qué podía hacer; por un pequeño
instante luminoso, literalmente, me vendí; devolví hasta las arrugas; me dormí sobre
algo herboso, inmaculado; incluso mi sangre palpitaba en lo alto dentro del sol llena
de vida»194. Extremando el argumento, los Poetas son, según María Nefeli, quienes
sostienen y preservan el mundo con sus palabras, su espíritu antiutilitario y su
temeraria pero obstinada exposición al peligro de la trascendencia, como creía
191
«Ένα παιδάκι άρρωστο µ’ έκανε πρώτη φορά να δοκιµάσω πώς φυτεύουν τα όστρακα.
Ξεθαρρεύτηκα κι έχτισα µε θαλασσινό νερό µίαν εκκλησούλα. Μύριζε σα σπηλιά, κι εκεί σιµά στο
ιερό φούντωσαν µεµιάς κρίνοι. Κι από τα χόρτα έφτιαχνα ονόµατα κι από τα ονόµατα γυναίκες που
τις αγκάλιαζα κι ένιωθα τη µέση τους ν’ αναδίνει τρεµούλα και δροσιά σαν το τρεχούµενο νερό. Στο
τέλος, έφτασα να συλλογίζοµαι µονάχα κάτι, και να το βλέπω να χαράζεται µε κεφαλαία στην πέτρα.
Ένα µεγάλο βάρος µού ’φευγε, σάµπως νά ’χαν αδειάσει µονοµιάς οι φυλακές και τα νοσοκοµεία»,
ELITIS, O. (2000), p. 15.
192
«Ένα πλάσµα όλο ασκήµια, ένας χοντράνθρωπος µε καµουτσίκι, καθότανε πάνω στη σέλα και
όριζε. Παπάδες, ∆ικαστές, Χωροφυλάκοι, όλοι τους µε λαµπρές στολές τον περιβάλλανε. Κι ο
κόσµος έκανε να µιλήσει, όµως δεν µπορούσε, καθώς µέσα στους εφιάλτες· µόνο µούγκριζε µµµ…
µµµ… µµµ… Παράξενο, κανείς δεν έβαζε τα δυνατά του ν’ αποσπάσει κάτι απ’ τον Παράδεισο»,
Ibidem, p. 16.
193
«Επαναστατούσα. Τέτοιαν ύβρι µόνο µε άνθη µού δινότανε να την πολεµήσω. Να πετροβολήσω
καταπάνου στη θεληµατική ακηδία του πένθους· µόνος εγώ, που για τον δικό µου το χαµό δε
φορούσα παρά ένα φυλλαράκι πράσινο», Ibidem, p. 16.
194
«Ένα δώρο, τίποτε άλλο· κάτι στους άλλους να χαρίσω. Στην αγκαλιά της Παναγίας έβαλα
λουλούδια· και στων Αγίων, κοπέλες και πουλιά. Θυµάµαι, γύρω µου φωνάζανε· τί νά ’κανα· για
λίγη λαµπερή στιγµή, κυριολεκτικά, πουλήθηκα· πίσω έδωσα ως και τις ρυτίδες· κοιµήθηκα πάνω σε
κάτι χλοερό, ακηλίδωτο· κιόλας το αίµα µου έσφυζε ψηλά µέσα στον ήλιο», Ibidem, p. 17.
152 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
195
«Los poetas»: «Πάτε κρατώντας τυλιγµένη µε φύλλα των Βαγιώ / τη δύστυχη και
µελανειµονούσα Υδρόγειο / Και µες στην µπόχα γίνεστε του ανθρώπινου υδροθείου / τα εθελοντικά
πειραµατόζωα του Θείου», ELITIS, O. (2002), p. 418.
196
«Lo que convence»: «Παρακαλώ προσέξετε τα χείλη µου: απ’ αυτά εξαρτάται ο κόσµος»,
Ibidem, p. 417.
197
Cfr. BELESINIS, A. (2001), pp. 89-90.
198
ELITIS, O. (2002), pp. 344-346.
199
«Και µήτ’ ένας πλάι του / Μονάχα οι λέξεις του οι πιστές πού ’σµιγαν όλα τους τα χρώµατα ν’
αφήσουν µές στο χέρι του µια λόγχη από άσπρο φως», Ibidem, p. 345.
200
«Πρόσεχε να προφέρει καθαρά τη λέξη θάλασσα έτσι που να γυαλίσουν µέσα της όλα τα
δελφίνια», Ibidem, p. 344.
201
«Κι η ερηµιά πολλή που να χωρά ο Θεός», Ibidem, p. 344.
202
«…µε µία λέξη µες στα δόντια του άσπαστη», Ibidem, p. 346.
203
«Αυτός / ο τελευταίος Έλληνας!», Ibidem, p. 346.
1.3. Imágenes del Poeta 153
208
En Coleridge hay una idea semejante, en palabras de Abrams: «Pues Coleridge es también él un
poeta visionario […] el que el pasado, el presente y el futuro ve, y que repasa la historia de la
humanidad, desde el pasado primordial, a través del presente revolucionario, hasta el futuro
milenarista», ABRAMS, M. H. (1992), p. 263.
209
Esto constituye otro tópico del mito del Poeta que Elitis encuentra seguramente en la consigna de
su admirado Éluard, donner à voir, pero que comparece ya en Blake o en Wordsworth: «…la
concepción de Wordsworth de que el poeta elegido es literalmente un vidente, un hombre que ve de
una manera nueva, y cuya vocación particular es liberar la visión de sus lectores del sometimiento al
ojo físico, a las categorías habituales, a la costumbre social y al prejuicio de casta, de modo que
puedan ver el mundo que él ha logrado ver», Ibidem, p. 411.
210
«Είµαι άλλης γλώσσας, δυστυχώς, και Ηλίου του Κρυπτού ώστε / Οι όχι ενήµεροι των ουρανίων
να µ’ αγνοούν», ELITIS, O. (2002), p. 568.
211
«Όµως χρόνια τώρα µετέωρος κουράστηκα», Ibidem, p. 568.
1.3. Imágenes del Poeta 155
imaginería mística (y descubren una sobrenaturaleza intacta incluso para las miradas
no dotadas), vuelve a replegarse en un secreto que ostenta como marca de la
especificidad del Poeta212 y se niega, en tanto custodio suyo, a desvelarlo: «Y los
pesados goznes ceden rechinando y las grandes puertas se abren / Por un instante a la
luz del Sol Oculto para que nuestra tercera naturaleza se manifieste / Hay más. No lo
diré. Nadie acepta lo gratuito»213. Se trata, por tanto, de un proceso de re-velación
dispensada (y retirada) por el Poeta, que reúne los temas del profeta, el mediador con
la divinidad y el elitismo social y espiritual.
En este último sentido, la obra de Elitis es profusa en ejemplos. Aun cuando
rechaza el malditismo decimonónico, el tópico antiburgués, antiutilitario,
antimoderno y victimista cristaliza en sus poemas y ensayos dentro de la doble
dimensión del aislamiento del artista: por una parte la soledad, entre elegida e
impuesta por un destino ineludible, y, por otra, la superioridad moral y espiritual que
resulta en el rechazo ambivalente de la misma masa ―en ocasiones no ya pueblo
inocente y maleable sino sociedad ávida y materialista que margina toda pureza u
originariedad― que otras veces se pretende guiar desde unos presupuestos casi
hegelianos de supremacía espiritual214. Donde más nítidamente se expresa esta
superioridad sustancial del Poeta, entrelazada además con ideas recurrentes como la
pertenencia al sol215 o la quemadura que atestigua la presencia en territorios
inaccesibles e insoportables para el hombre216 ―un esquema místico conocido desde
el episodio bíblico de Moisés en el Sinaí―, es en el poema «Lacónico», de la
colección Seis y un remordimientos para el cielo, aparecida el mismo año que el
Axion Estí. En él, el sujeto poético, impulsado por el mal omnipresente en la tierra,
retorna al cielo, su patria verdadera, para reunirse allí con su auténtica personalidad y
extraer las fuerzas que restablecerán entre nosotros la indemnidad de una vida
212
Según Eli Filokipru, después del Axion Estí Elitis abandona la idea de que el paraíso es una
instancia accesible a todos los hombres y pasa a considerarlo patrimonio exclusivo del Poeta y de los
tocados por el arte. De este modo, se limita a proyectar provocativamente su alteridad y a transmitir
instantes de su visión o de su trayecto hacia lo desconocido. Si bien es una opinión excesivamente
tajante, según lo que hemos visto hasta el momento, no deja de ser parcialmente cierta, cfr.
FILOKIPRU, E. (2006), p. 280.
213
«Που οι βαριές υποχωρούν αµπάρες τρίζοντας κι οι µεγάλες θύρες ανοίγονται / Στο φως του
Ήλιου του Κρυπτού µία στιγµούλα, η φύση µας η τρίτη να φανερωθεί / Έχει συνέχεια. ∆ε θα την πω.
Κανείς δεν παίρνει τα δωρεάν», ELITIS, O. (2002), p. 570.
214
Cfr. ABASTADO, C. (1979), pp. 130-133.
215
El mismo esquema que observamos en el poema «Lacónico» que vamos a ver a continuación
parece darse a menudo en la poesía romántica: «Si explicite soit-elle, l’image du poète étincelle du
foyer central, en raison de sa structure explicative, ne peut guère s’employer que dans un énoncée à
propos du poète. Elle s’intégrerait mal au récit, s’il fallait en user dans des poèmes où le poète
lui-même paraît comme acteur, joue un rôle, parle en son nom propre. Une modification du thème est
nécessaire et la lumière du foyer central reparaît sous la forme d’un phénomène surnaturel qui
distingue le poète de la foule et fait comprendre aux simples mortels qu’il jouit de facultés qu’ils n’ont
pas», RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 45.
216
Sobre la quemadura, cfr. infra, sección 2.3.2.3.
156 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
amenazada. En ese proceso, el Poeta opondrá la luz solar que él representa a una
«noche de los insensatos» en que la humanidad está sumida217: «Tanto me incendió
la aflicción de la muerte, que mi brillo ha retornado al sol. / Él me envía ahora a la
perfecta sintaxis de la piedra y el éter / Así pues, aquel que buscaba, soy. / […] / La
vida paga el óbolo de la hoja de olivo / Y en la noche de los insensatos con un
pequeño grillo decreta de nuevo la legitimidad de lo Inesperado»218. La
contraposición entre el Poeta y la masa de los insensatos que han excluido la mera
posibilidad de lo «Inesperado» ―en el sentido del milagro capaz de reencantar el
mundo―, es absoluta. Lo mismo sucede en un pasaje del primer poema («Del
inofensivo, del esperanzador, del audaz») de Las Elegías de Oxópetra, donde la voz
poética reclama sus derechos sobre el cielo ―su verdadero origen― y la
singularidad de un destino particular que lo distinga de los otros en la muerte:
«Tomad los remos los habituados al rigor. No podéis llevarme adonde van / Los
demás. No he nacido para pertenecer a parte alguna / Señor feudal del cielo allí
persigo ser restablecido / En mis derechos»219. El Poeta, en consecuencia, pertenece
por su conexión trascendente a una oligarquía espiritual que lo sustrae al juego de las
diferencias o intercambios relativos que rigen la sociedad, y lo sitúa por encima de
sus semejantes220, en una dimensión absoluta exenta de las burdas necesidades de la
vida corriente. El resto de los hombres sólo ocasionalmente podría alcanzar ese
estrato existencial221: «En esto, un campesino o un pescador, si son auténticos, son
capaces de llegar al mismo grado que el poeta respecto a la conciencia de lo ritual.
Miles de vibraciones imperceptibles de la tierra ardiente o del mar al alba actúan
sobre ellos, logrando que su psique reciba y atesore incisiones anónimamente
divinas»222. En la línea del populismo elitiano, este acceso a la condición poética sólo
217
Eratoscenis Capsomenos ha realizado un análisis semiótico de este poema y ha establecido unas
isotopías según las cuales el Poeta se enfrenta a los insensatos, la masa, como término positivo, del
mismo modo que el uno a la multiplicidad y el individuo a la colectividad, cfr. CAPSOMENOS, E. G.
(1985), pp. 12-13.
218
«Ο καηµός του θανάτου τόσο µε πυρπόλησε, που η λάµψη µου επέστρεψε στον ήλιο. / Κείνος µε
πέµπει τώρα µέσα στην τέλεια σύνταξη της πέτρας και του αιθέρος / Λοιπόν, αυτός που γύρευα, είµαι.
/ […] / Η ζωή καταβάλλει τον οβολό του φύλλου της ελιάς / Και στη νύχτα µέσα των αφρόνων µ’ ένα
µικρό τριζόνι κατακυρώνει πάλι το νόµιµο του Ανέλπιστου», ELITIS, O. (2002), p. 195.
219
«Τραβάτε τα κουπιά οι στα σκληρά εθισµένοι. Να µε πάτε κει που οι άλλοι παν / ∆ε γίνεται. ∆εν
εγεννήθηκα ν’ ανήκω πουθενά / Τιµαριώτης τ’ ουρανού κει πάλι ζητώ ν’ αποκατασταθώ / Στα δίκαιά
µου», Ibidem, p. 551.
220
«Les Mages forment une oligarchie (comme les gouvernements des cités utopiques) mais sans
hiérarchie interne; il n’y a que l’opposition ―et la complémentarité― du “Peuple” et des génies. Les
Mages ne sont pas des créatures de Dieu et ne sauraient admettre, entre eux, aucune infériorité»,
ABASTADO, C. (1979), p. 81.
221
Según Aris Berlís, con este texto Elitis coloca al lector del lado de la Necesidad, situándose a sí
mismo más allá de ella, cfr. BERLÍS, A. (1992), pp. 44-45.
222
«Camino privado»: «Εδώ, κι ένας αµπελουργός ή ένας ψαράς, εαν είναι αυθεντικοί, φτάνουν,
από την άποψη της συνειδητοποίησης των δρωµένων, στον ίδιο βαθµό που φτάνει και ο ποιητής.
1.3. Imágenes del Poeta 157
está al alcance de los representantes más humildes del pueblo, aquellos que sin
mediación tecnológica, ideológica o política, se hallan en contacto con las fuerzas
profundas de la naturaleza, más bien diríamos en una armonía que sugiere cierto
determinismo herderiano.
Pero el elitismo del Poeta es persistente, tanto que se convierte en orgullo de
la propia singularidad en no pocas ocasiones. Proyectando de nuevo la zona de
secreto que lo aísla de la masa, en Diario de un abril invisible se muestra satisfecho
por haber logrado escudarse tras una escritura que, en su ininteligibilidad, devuelve
al mundo la fe en el milagro o el misterio que la modernidad ha destruido. Ello sólo
es posible por la condición metafóricamente ahistórica del Poeta, cuya lengua, como
vimos arriba, es otra: «Ahora tengo miles de años y ya utilizo la escritura minoica
con tanta comodidad que la gente no sabe qué pensar y cree en el milagro. / La dicha
es que no consigue leerme»223. Ya en el ensayo «Antes que nada, la poesía»,
relatando el proceso por el que se convirtió en poeta, había hecho referencia a este
deseo prácticamente impuesto, equiparable a una vocación irrenunciable, de
distinguirse a través de una escritura que se caracterizase por su pureza: lo que en el
texto anterior era la escritura de una originariedad histórica, la minoica, aquí es la de
una originariedad ontológica, la natural, no obstante igualmente ilegible: «Desde
pequeño entendió mal las letras del mundo; buscaba “una escritura hecha de algas de
sol”. ¿Quién más la puede concebir? Sólo él acató la orden»224.
Esta diferencia se transforma, como era de esperar en una reproducción tan
fiel del mito del Poeta, en victimismo ante una sociedad que pide infructuosamente al
artista que se pliegue a sus condiciones (históricas, ideológicas) y lo rechaza por
hallarse férreamente apostado en un espacio de trascendencia e interioridad del que
él se enorgullece apelando de nuevo incluso a Cristo225:
No podía ser de otro modo, imposible. Tenía que haber alguien. Me dediqué
a ensayar una sonrisa; cosa difícil, me dolían los labios. Fue preciso volver a
Μυριάδες ανεπαίσθητες δονήσεις από την πυρωµένη γης ή το πρωινό πέλαγος επενεργούν επάνω
τους, µε αποτέλεσµα ο ψυχισµός τους να δέχεται και ν’ αποταµιεύει εγχαράξεις ανώνυµα θεϊκές»,
ELITIS, O. (1993), p. 393.
223
«Jueves, 7 M»: «Έγινα χιλιάδων ετών και ήδη χρησιµοποιώ τη µινωική γραφή µε τόση άνεση
που ο κόσµος απορεί και πιστεύει στο θαύµα. / Το ευτύχηµα είναι ότι δεν καταφέρνει να µε
διαβάσει», ELITIS, O. (2002), p. 489.
224
«Από παιδί τα πήρε λάθος τα γράµµατα του κόσµου· ζητούσε “µια γραφή από φύκια του ήλιου”.
Ποιος άλλος τη νογάει; Μονάχα εκείνος κράτησε την εντολή», ELITIS, O. (2000), p. 14.
225
Hay también en este texto una referencia relativamente explícita a sus problemas con la crítica
griega, unos problemas que sin duda contribuyeron a su modo al repliegue en esta figura del Poeta
superior y marginado. Se trata sobre todo de esa petición de cuentas por «la lágrima que no derramó»,
la exigencia del mundo cultural de su país de un compromiso político que, como hemos visto y
seguiremos viendo, Elitis no podía aceptar en términos convencionales, sino pasado a través del tamiz
de la Poesía.
158 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Se esboza aquí ya el tema de la soledad del Poeta, una soledad que es a la vez
premisa y condena de la actividad poética. Si bien constituye la garantía de una
autenticidad que en el contacto con los hombres se desgasta («La verdad sólo brota
perfecta como la estatua recién terminada en las aguas puras de la soledad; y la
soledad de la pluma es de las más grandes»227), también es el signo de un riesgo que
el Poeta asume en el filo de la experiencia humana, sacrificando su persona en bien
de los avances espirituales de una comunidad adormecida y sujeta a la convención
que nunca podrá comprenderle:
Solo en las fronteras del pánico y de la ilusión, el poeta, golpeado por esa
revelación fugaz, se afana por adaptar su respiración al nuevo clima que se le
ha descubierto […]. Valorando desde ese momento la vida de un modo
distinto, mide con pesar la distancia que le separa de la gran mayoría de los
226
«∆ε γινόταν αλλιώς, αδύνατον. Έπρεπε κάποιος να βρεθεί. Βάλθηκα να γυµνάζοµαι πάνω σ’ ένα
χαµόγελο· δύσκολο πράγµα, µου πόνεσαν τα χείλη. Χρειάστηκε ν’ αναχωνέψω µέσα µου χρόνους
πολλούς, γεµάτους παιδικές αρρώστιες, πένθη της οικογένειας, νευρώσεις· να καταφέρω να τους
δώσω την αγωγή του αγέρωχου βουνού, τις συνήθειες της ανατολής και του ηλιοβασιλέµατος. Μα οι
άνθρωποι, δύσπιστοι, βυσσοδοµούσανε. Αρχινήσανε κιόλας µερικοί να µου ζητούν ευθύνες για το
δάκρυ εκείνο, που δεν έδειξα. / ‒ Ποιοί στ’ αλήθεια προδώσανε τ’ αηδόνια; Περάσανε οι άνθρωποι κι
ήρθανε άλλοι. Χοροστατήσανε και θεσµοθετήσανε. “Φύγε”, φωνάξανε στον ποιητή. “Ο δε
παράνοµος Ιούδας ουκ ηβουλήθη συνιέναι”. / ‒ Για κανένα λόγο δεν ήθελα να ενδώσω. Αρκετά
κλαίγανε οι γυναίκες. Τη στοργή τη δική τους µόνο ζήλευα. Πήρα τον ήλιο στην ποδιά µου σα
λουλούδι και του άνοιξα τα πέταλα ένα-ένα. Λοιπόν, τί µας λέγανε τόσον καιρό οι σοφοί του κόσµου;
Ήτανε κυανός µε µια σταγόνα λαµπερή στη µέση. Μακριά περνούσε µια κηδεία· δε µου πήγε να
κάνω το σταυρό µου. Ένιωθα µια γαλήνη αλλιώτικη, κάτι σαν το απόσταγµα µεγάλης µέθης.
Μάλιστα κάποιος µε βλαστήµησε. Συλλογίστηκα τον Χριστό, τους Ρωµαίους», Ibidem, pp. 14-15.
227
«Η αλήθεια βγαίνει χυτή σαν το νιόκοτο άγαλµα µόνον µέσ’ από τα καθάρια νερά της µοναξιάς·
κι η µοναξιά της πένας είναι από τις πιο µεγάλες», Ibidem, p. 18.
1.3. Imágenes del Poeta 159
228
«Arte-Azar-Atrevimiento»: «Μόνος στα σύνορα του πανικού και της γοητείας ο ποιητής,
χτυπηµένος από µία τέτοια φευγαλέα αποκάλυψη, παθαίνεται να ταιριάσει την ανάσα του στο
καινούργιο κλίµα που του αποκαλύφτηκε […] Αποτιµώντας από κει και πέρα µε διαφορετικό τρόπο
τη ζωή, αναµετράει µε οδύνη την απόσταση που τον χωρίζει από τη µεγάλη πλειοψηφία των
ανθρώπων. Βλέπει την πλειοψηφία τούτη, περιχαρακωµένη σ’ ένα χώρο συµβατικό, ν’ απωθεί τόσο
απελπιστικά, τόσο λυσσαλέα ό,τι θα µπορούσε να τη φέρει αντιµέτωπη στα πιο ουσιαστικά της
προβλήµατα, που καταλαβαίνει πως είναι γραφτό του να φορτωθεί µαζί µε τον καηµό της έκφρασης
κι έναν άλλον ακόµη ―τον καηµό της κατανόησης, ανίσως όχι τη µοίρα της µοναξιάς. Έτσι
συµβαίνει πάντοτε: ο ποιητής ριψοκινδυνεύει, ενώ πίσω του άνθρωποι παραπλανηµένοι επιµένουν να
κρατάνε καλά κλειστή µία πόρτα που από καιρό τώρα έχει χάσει τη δικαιολογία της κλειδαριάς της»,
Ibidem, pp. 117-118.
229
«Lo público y lo privado»: «Φαίνεται ότι στην προσπάθειά µου να τους πλησιάσω, τα ρεύµατα
µε παρασύρουν και µε παν έξω από την περιφέρεια. Τουλάχιστον έτσι, αν όχι τίποτε άλλο,
επαληθεύεται κάποια γνησιότητα· ή όχι; Πώς να κρίνεις», ELITIS, O. (1993), p. 353.
160 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
230
«Avante despacio»: «Κανένα λιµάνι δε µας δέχεται πια· είναι γεγονός. Η παλιά αδιαφορία
έφτασε να γίνει εχθρότητα. Μόλις κάνουµε ότι πλησιάζουµε, βλέπεις να συνάζεται στο µουράγιο ένα
πλήθος αλλοπρόσαλλο, γύναια κουµπωµένα ως το λαιµό, γέροντες χαιρέκακοι, νέοι µε µακρύ µαύρο
επανωφόρι και σκουλαρίκι στ’ αυτί. Χειρονοµούν, φωνάζουν, µας κάνουν σινιάλα να φύγουµε, ν’
αποµακρυνθούµε, λες και µυρίζονται τί είδους είναι το φορτίο µας, τί σηµασία έχει το “αγαθόν” ή η
“εναντίωση”, που γι’ αυτούς το ίδιο κάνει», Ibidem, p. 415.
231
«Lo público y lo privado»: «Ω, να µπορούσανε, λέει, και τα οργανωµένα κράτη να
διαµορφώσουν µία δηµόσια ζωή µε νόµους σαν αυτούς που διέπουν το άτοµο», Ibidem, p. 346.
232
Sobre este tópico en el mito decimonónico del Poeta, cfr. supra, nota 49.
1.3. Imágenes del Poeta 161
233
«El concentrador de nubes»: «Την ώρα που µες στα γραφεία τους απεγνωσµένα / κρεµασµένοι
απ’ τα τηλέφωνά τους / παλεύουν γιά ’να τίποτα οι χοντράνθρωποι / ανεβαίνεις εσύ µέσα στον Έρωτα
/ καταµουντζουρωµένος αλλ’ ευκίνητος / σαν καπνοδοχοκαθαριστής / κατεβαίνεις απ’ τον Έρωτα
έτοιµος να ιδρύσεις / µία δική σου λευκή παραλία / χωρίς λεφτά», ELITIS, O. (2002), p. 369.
234
«El pintor Ceófilos»: «Σάµπως µία µυστική φωνή να του δίδαξε ότι η ελευθερία είναι πάντοτε
µία σχέση αντίστροφα ανάλογη ανάµεσα στον πλούτο των υλικών αγαθών και στον πλούτο της
ψυχής, περιορίζει τις πραχτικές του ανάγκες στο ελάχιστο. Ένα πιάτο φαΐ, ένα ρούχο, ένα σελάχι µε
µπογιές. Κι εκτείνει τις παρορµήσεις του τις ψυχικές σ’ ένα µήκος απέραντο ζωγραφικών οραµάτων»,
ELITIS, O. (2000), p. 267.
235
Se trata del motivo de «lo mínimo» (το ελάχιστο), cualidad sustancial según Elitis de todo
aquello que se puede llamar poético y punto de partida para la conquista de la totalidad. Es un
concepto fundamental en su poética, del que puede encontrarse un análisis más detallado en el punto
2.1.2.
236
Citaré un solo ejemplo, de pluma de la estudiosa italiana Paola Maria Minucci en su epílogo a
una antología del autor, que compendia muy bien todos los ingredientes de este mito personal
difundido inicialmente en Grecia: «Non c’è tra l’altro in Elitis alcun divario tra etica della parola ed
etica di vita. Elitis ha perseguito nella sua vita la stessa esencialità, la stessa lotta al superfluo e alla
sovrastruttura che ha perseguito nella sua opera. “Monaco della poesia” si potrebbe dire di lui che si è
completamente dedicato alla poesia, sacrificando affetti e famiglia, lui che del “poco” ne ha fatto una
scelta di vita e non di necessità. […] Questa sua scelta di vita rigorosa ed austera, semplice e priva di
qualsiasi mondianità lo accompagnerà costantemente per tutta la vita fino alla morte», ELITIS, O.
162 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
con su apuesta por la dificultad poética que lo dibuja consagrado en largas jornadas
extenuantes a la creación, construyen una imagen coherente con las facetas más
notorias del mito del Poeta proyectadas en su obra y le confieren las cualidades de
integridad moral casi sobrehumana que serían de exigir a un guía o un profeta de las
masas. No deja de existir en todo ello, dado el fervor con que en Grecia se ha
escuchado durante el último siglo y medio la voz de los poetas como configuración
apolítica de la identidad nacional y de la vivencia colectiva, una participación
interesada de la propia audiencia, halagada por el hecho de que sus representantes,
aquellos que compendian todas las cualidades del espacio espiritual al que ella
también, o sobre todo, pertenece, estén tocados por las virtudes fabulosas y
venerables de la santidad. Esa indemnidad casi personal, esta sacralidad, se contagia
al ámbito todo de la nación encarnada en la voz mítica del Poeta. Acaso por ello los
medios de comunicación y la educación primaria no han cesado de difundir, hasta
nuestros días, esta halagüeña aunque anacrónica imagen pública de Elitis. Acaso
también por ello los datos concretos de su vida, esos que servirían para componer
una biografía del hombre, se han mantenido siempre, por deseo del mismo autor, en
una oscuridad más que relativa bajo el pretexto de dejar hablar a la Poesía.
Hay que concluir, en resumen, que Elitis, si bien iniciado a la literatura en el
ámbito del surrealismo y en un período que ya había consagrado ―relativamente―
la denominada muerte del autor, invierte desde una problemática pertenencia estética
a la vanguardia sus mismos principios históricos e ideológicos para resucitar la
imagen con mayúscula de un Autor intra y extratextual que remite más a
concepciones y condiciones románticas, idealistas y decimonónicas ―vinculadas
indisolublemente a la noción pseudopolítica de poeta nacional― que a las propias de
las primeras ―por no hablar, naturalmente, de las últimas― décadas del siglo XX.
(2000b), p. 208. Sin embargo, nos encontramos nuevamente ante un escenario familiar: el ataque
constante al dinero y al beneficio económico que salpica la obra de Elitis y la insistencia en su propia
integridad e inocencia al respecto, tienen mucho de expiación de un «pecado original»: el autor
procede, como es de esperar en su país y en su generación, de una familia acomodada, dueña de
pujantes empresas jaboneras, de las cuales, por mediación de sus hermanos, salió a pesar de todo la
renta mensual que le permitió «consagrarse a la poesía». La exigüidad de sus medios económicos fue,
por tanto, relativa.
1.4. EL MILAGRO PERDIDO: POÉTICA, RELIGIOSIDAD Y
MISTICISMO E ELITIS
1
Elena Cutrianu, en su obra acerca de la conformación y cristalización de la poética de Elitis, pone
de manifiesto esta dispersión de su poética a lo largo de ensayos y poemas casi por igual, cfr.
CUTRIANU, E. (2002), p. 19. Se ha señalado asimismo la frecuencia en la obra de Elitis de lo que se ha
denominado «poemas de poética», textos que, sin olvidar su condición lírica, pretenden desarrollar
aspectos teóricos en una constante reflexión acerca de los límites, las condiciones, los objetivos y la
aplicabilidad de la «poesía». Esta constante reflexión ―que en muchas ocasiones no es sino
reenunciación, reforzamiento de posturas largamente sostenidas― persiste hasta el final de la vida de
Elitis.
2
Como puede apreciarse en la muy minuciosa exposición de Elena Cutrianu, cfr. Ibidem.
3
Haciendo olvidar, como ya hemos dicho, que la noción de poesía o de literatura que desde ese
momento se da por descontada tiene un muy claro origen histórico. Este hecho resultará de
importancia en el caso de Elitis, que sin duda recoge acríticamente ―como tantos autores en estos dos
siglos, o incluso hoy― esta «nueva» concepción de lo poético y se integra sin saberlo en su misma
historicidad.
164 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
este escenario general europeo ni se sitúan en la base de una «nueva poesía»4, sino
que abundan en las nociones de antitecnicismo, religiosidad y misticismo que
proponen un retorno al origen indemne a través de una sobrenaturaleza espectral que
se convierte, en este caso, también en una ética. El intento de desmarcarse de la
quiebra de la modernidad occidental utilizando la poesía como fuerza originaria que
se sitúa del lado de esa luz otra capaz de deshacer la herencia racionalista de la
Europa de las Luces se imbrica en Elitis con su condición, proyectada
permanentemente, de griego, portador en consecuencia de una luz oriental, la
διαφάνεια, que conspira contra la clarté occidental y tiene por tanto la facultad de
regenerar con mayores garantías el espacio de la historia, la maquinalidad y la caída
suscitado por los nuevos tiempos (de subsanar la catástrofe moderna, en definitiva).
De este modo su concepto de poesía, isomorfo en toda su obra del concepto de
Grecia, pretende presentarse como una alternativa exterior y farmacológica a los
valores decadentes de la cultura occidental, olvidando que se ha originado en ellos y
con ellos. Según hemos tenido ocasión de ver, la adherencia de esta luz otra de los
discursos de la literatura o el iluminismo, la búsqueda de un nuevo amanecer del
origen perdido en el ocaso de la modernidad, no constituyen un elemento ajeno al
Occidente judeocristiano tal como se ha configurado en los tres últimos siglos, sino
acaso su mismo gesto constitutivo. Es en este aspecto donde la poética de Elitis,
pretendiendo combatir desde fuera, desde la atopía que, como explicaré más
adelante, constituye Grecia en tanto margen de la cultura hegemónica y fuente
posible de una vivencia más pura ―con todas las implicaciones (a)históricas que lo
griego ha tenido para Europa―, cae de lleno en el mecanismo reactivo que la
modernidad occidental ha consagrado como su rasgo más definitorio5.
4
Como explica Elena Cutrianu, entre 1944 y 1960, deseoso de fundar una «nueva poesía», Elitis
considera que a la composición de esos poemas innovadores debe precederle la construcción de una
sólida teoría personal que les sirva de base, motivo por el cual durante estos años su producción se
reduce casi exclusivamente a textos en prosa donde trata dilucidar y delimitar una poética, Ibidem, pp.
24-25. Publicado el Axion Estí, sin embargo, fruto principal de estas elaboraciones teóricas, en 1960,
Elitis no dejará de multiplicar los ensayos repletos de reflexiones acerca del ser de la poesía, sin duda
uno de los objetos más persistentes y nucleares de su obra que, como seguiremos viendo, se halla lejos
de presentar el grado de innovación que el autor pretendía. Igual que en el caso del mito del Poeta
recién analizado, en ocasiones podemos afirmar incluso que hay en su poética rasgos más bien
involutivos.
5
Vangelis Calotychos ha resaltado en otros casos que el procedimiento empleado por Elitis para
combatir a Occidente o postular lo griego como alternativa regeneradora es sustancialmente
occidental, cfr. CALOTYCHOS, V. (2003), p. 174.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 165
6
«Las co-imágenes»: «Λίγοι µόνον υποψιάζονται ότι δεν είναι παρά η έννοια του “αειθαλούς”
όπως συµβαίνει να σταλάζει στην ευαισθησία του δηµιουργού. Και ακόµα λιγότεροι, ότι πρόκειται
απλώς για την ενσάρκωση ενός ιδανικού που, µε όπλο του την Οµορφιά, ξέρει να εκδικείται. Να
εκδικείται τί; Την απιστία µας. Που δεν αναγνωρίζουµε το µέσα µας υπερπέραν, ενώ γεµάτοι από τις
ουλές του φεύγουµε όλοι µας από τον κόσµο αυτόν µία µέρα όπως ύστερα από έναν άτυχο έρωτα»,
ELITIS, O. (1993), pp. 261-262.
166 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
consumada la ruptura con cualquier mito divino, comprendemos que el Yo del poeta,
él sοlo, había sido llamado a desempeñar el papel principal»7. En este texto, además
de una nueva proyección de la figura del Poeta como elemento tutelar y aglutinador
del mito colectivo y la conexión espiritual de toda una época, Elitis plantea
implícitamente la necesidad de que el mito divino desaparecido sea sustituido por
algo que desempeñe una función similar o, si cabe, más pura. Ese algo que ya en
otras ocasiones (he ahí la referencia a Safo y Arquíloco) ha venido a re-generar en la
historia la posibilidad misma de una búsqueda trascendente en el seno de otras
muertes de(l) Dios, es sin duda la poesía o el arte, garantes de una comunicación del
hombre ―en la mediación del Poeta o el artista― con el fundamento mismo de lo
sagrado, con aquello que «sustenta a los dioses»8 y no se halla en la religión
institucionalizada, sino en su misma base. Se trata de la recuperación de una idea
hölderliniana que, hasta cierto punto, recogió el surrealismo en sus apelaciones a la
trascendencia interior y tecnificada del inconsciente freudiano en tanto fundamento
de todo posible mito individual o colectivo. En Elitis observamos, no obstante, una
mayor cercanía a Hölderlin y los presupuestos románticos, en la medida en que
expresa a menudo una nostalgia explícita por presuntas épocas vertebradas por la
presencia de una fe en lo «desconocido», en una zona de secreto que la poesía,
también caída hoy junto a la religión en la quiebra de la modernidad desacralizadora,
se preocupaba por explorar trascendiendo el impulso enciclopédico de unas Luces
que sólo iluminan los perfiles manifiestos de las cosas del mundo: «Sin embargo, en
las épocas sacerdotales, el hombre no se limitaba a rumiar lo conocido, sino que se
volvía hacia lo desconocido. Se daba por descontado, y el lenguaje poético iba más
allá. Este escalón que tan difícil parece hoy de subir para cuantos pescan en las aguas
de los poemas como en las aguas de las enciclopedias»9. La poesía, superior en
consecuencia a la religión por cuanto se encuentra antes que ella, sobre la misma
apertura de la sacralidad que en el caso de los dogmas institucionalizados ha sido
revestida ya de máscaras que la enajenan10, se identifica en este aspecto originario
7
«Antes que nada, la poesía»: «Βέβαια, στην εποχή της Σαπφώς ή του Αρχίλοχου, όπως και στην
εποχή του Dylan Thomas ή του Pablo Neruda, µία που η αποκοπή από έναν οποιονδήποτε θεϊκό µύθο
είχε συντελεσθεί, το Εγώ του ποιητή, και µόνον, καταλαβαίνουµε ότι είχε κληθεί να παίξει τον πρώτο
ρόλο», ELITIS, O. (2000), p. 39.
8
Cfr. al respecto el artículo «Από την πραγµατικότητα στην “ουτοπία” µε οδηγό την “αλληλουχία
των κρυφών νοηµάτων” του Οδυσσέα Ελύτη», de Azanasios Gótovos, en CAPSOMENOS, E. G. (2000),
p. 475.
9
«Memorial para Andreas Embiricos»: «Ωστόσο, στις εποχές τις ιερατικές ο άνθρωπος δεν
εννοούσε ν’ αναµηρυκάζει το γνωστό· στρεφότανε στο άγνωστο. Ἠταν κάτι το αυτονόητο, µε τον
ποιητικό λόγο να πηγαίνει πέραν. Αυτό το σκαλάκι που µοιάζει τόσο δύσκολο στα χρόνια µας να το
ανεβούν όσοι αλιεύουν στα νερά των ποιηµάτων όπως στα νερά των εγκυκλοπαιδειών», ELITIS, O.
(1993), p. 117.
10
Dice Heidegger en un texto sobre Hölderlin: «Lo Sagrado (das Heilige) que es dicho en la
predicción poética no hace sino abrir el tiempo de una aparición de los dioses e indicar la región
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 167
donde se sitúa la residencia sobre esta tierra del hombre requerido por el destino de la historia […] Su
sueño [el de la poesía] es divino mas no sueña con un dios», en DERRIDA, J. (2006), p. 127.
11
«Il sentimento che legava i greci alla divinità del dio e degli dèi non era quello della fede né
quello della religione nel senso latino di religio», HEIDEGGER, M. (1997), p. 55. O, en otro punto de la
obra, tras una visita al monasterio de Kesarianí en Atenas: «L’elemento cristiano della piccola chiesa
conservava ancora qualche eco dell’antica civiltà greca, uno spirito che non si sarebbe piegato al
pensiero ecclesiastico giuridico-statuale della chiesa romana né alla sua teologia. Nello stesso luogo
dove ora si trovava il sito del monastero, in passato sorgeva un tempio “pagano” consacrato ad
Artemide», Ibidem, p. 53. Cfr. asimismo DERRIDA, J. (2006), pp. 58 y 127.
12
«Ο άνθρωπος, µπορεί να ζήσει χωρίς κορυφές προς τις οποίες να τείνει; Τί θ’ αντικαταστήσει τη
θυσία; τον ηρωισµό; την αγιότητα;», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 33.
13
«5. Αν υπάρχει µία ελληνική εκφραστική, σταθερή και µόνιµη και ανεξάρτητη από τις επιπτώσεις
του χρόνου και της ιστορίας (όπως η πλαστική το έχει αποδείξει, από τους αρχαϊκούς χρόνους, ως την
168 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Esta transposición de lo que habría de ser una estética remite no sólo a la sustitución
de la religión por una religiosidad primordial, oriental y griega ―que, ya lo
veremos, garantiza la restauración o indemnización de lo sagrado o sano (heilig) en
la trama del poema―, sino asimismo a la ocupación del espacio de la ideología, la
política y la historia, el espacio diferencial y relativo de las ideas en el debate social
―el espacio en definitiva de una modernidad europea, latina, basada en la
democracia burguesa y caracterizada por la exclusión de toda sacralidad del ámbito
social―, por el absolutismo de un modo de expresión impuesto como revelación
incontestable y omniabarcadora por las analogías deterministas de una cultura y una
tierra.
En un escenario epigonal en que la religión y los mimbres del Gran Relato se
han retirado de la historia, la poesía demuestra sus posibilidades de re-generación
trascendente a través de la estética, es decir, de la proliferación de imágenes que
proyectan la presencia ―en su misma ausencia― de una dimensión oculta, un
secreto que constituye, como venimos diciendo, el fundamento de toda sacralidad.
Se trata, en el fondo, de una suerte de «mímesis de lo imposible», como expondré
más abajo. La poesía, que para Elitis es también el esfuerzo ético, ontológico y
profético por re-producir lo que llama «el milagro perdido»14, ausencia principal en
el prosaísmo de una modernidad tecnocientífica, es propuesta en el poema «El jardín
ve», perteneciente a la colección Tres poemas bajo bandera de conveniencia, como
la posibilidad misma de operar un (nunca más el) renacimiento de(l) Dios en la
dimensión puramente estética del arte. Se trata de un texto atacado de una ironía
infrecuente en las referencias de Elitis a la poesía, donde el Poeta es relegado a la
condición de «último jugador» y comparado con el «reducto» espiritual que
representan los anacoretas en un tiempo y una sociedad secularizadas: «Quizá /
exceptuando a los Anacoretas / yo sea el último jugador / que ejerce sus derechos»15.
El juego tiene que ver con la evocación o la mímesis de lo trascendente y ha
devenido ya, por una parte, gesto vacío, casi diríamos desesperanzado, que constata
la imposibilidad de re-presentar en el poema o en la obra de arte una dimensión
religiosa que ha dejado de manifestarse en la modernidad y cuya reproducción, por
Βυζαντινή αγιογραφία κι απ’ αυτήν ως τον Θεόφιλο και τους Συγχρόνους), µήπως είναι καιρός να την
αποσπάσουµε από την εξειδικευµένη αισθητική λειτουργία της και να την µετατοπίσουµε στον ηθικό
τοµέα; 6. Με άλλα λόγια, αν αυτό που αντιπροσωπεύει είναι µία “θέσις και σχέσις αναλογιών”,
µήπως η ίδια “θέσις και σχέσις”, εφαροµοσµένη στα προβλήµατα της συνείδησης, µπορεί να
υπαγορεύει µίαν εξίσου καθαρή, λιτή και ελεύθερη Νέα Ηθική, άσχετη από τις Θρησκείες (ή αλλιώς
υποκατάστατη των Θρησκειών) που σήµερα απουσιάζουν από τον ανθρώπινον ορίζοντα;», Ibidem,
pp. 33-34.
14
En un texto con ese título que citaré en el próximo apartado.
15
«Ίσως / αν εξαιρέσουµε τους Αναχωρητές / νά ’µαι ο τελευταίος παίκτης / που ασκεί τα
δικαιώµατά του», ELITIS, O. (2002), p. 441.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 169
Hasta aquí, sin embargo, la ironía. La auténtica propuesta que parece subyacer en
estos versos es la de una poesía que, reducida o no a gesto, constituya la única
16
Cfr. POLITI, D. (1996), p. 189, que en mi opinión carga un tanto las tintas en el aspecto irónico de
estas constataciones, infravalorando acaso la adhesión de Elitis, aun en fecha tan tardía como 1982, a
la fe metafísica en la Poesía.
17
«Τί θα γίνει λοιπόν όταν / κάποτε λήξουν οι κοινωνικοί αγώνες όταν οι εφευρέσεις /
αυτοαχρηστευθούν τα αιτήµατα όλα ικανοποιηθούν / κενό / που µέσα του θα πέσουν (και καλώς να
πέσουν) / όσοι γυρίζουν τον τροχό για τον Τροχό / […] / οι άλλοι εµείς / θ’ αρχινίσουµε να ζούµε
µυηµένοι στα σανσκριτικά του σώµατος / ουσιαστικά και µεταφορικά µιλώντας / όπως θέλω να πω
ζωγράφιζεν ο Piero / della Francesca ή κατουρούσε ο Arthur Rimbaud / πάντοτε µε τη συγκατάθεση
των ηλιοτροπίων / (νά µωρέ Ποίηση) / αλλά τότε ακόµα υπήρχανε / τριανταφυλλιές µε σηµασία
θρησκευτική / αλληλούια / η Κυρία των Αγγέλων / µε χρυσό αλεξίπτωτο / κατέβαινε ως το µαξιλάρι
σου / Υιέ µου πλάγιαζε κοντά σου», ELITIS, O. (2002), p. 443.
170 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
18
«Ένας Πανσέληνος που ζωγραφίζει ενώ δεν υπάρχει Θεός / και αποδεικνύει ακριβώς το
αντίθετο», Ibidem, p. 441.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 171
Hasta los más crudos realistas, en la más insulsa piedra tocan, sin darse
cuenta, un poco de más allá. Una ermita sobre las rocas está tan «ligada» a
ellas, que nos parece parte de la naturaleza. Y no lo es. Es irréelle. Fue
necesario que la imaginación del hombre extrajera de una fuente
desconocida y neutralizara la parte negativa de la realidad hasta el punto de
que nos quedara solamente la otra. «¿Pero quién sino la religión intercedió
para que esto se lograra?», dicen los creyentes. «Sí, pero, ¿cómo lo habría
conseguido, de no ser por la estética?», añado yo, con todo respeto. Porque
recuerdo que, un día, contemplando un icono macedonio con la imagen de
San Demetrio encima de un caballo rojo como de Paolo Uccello, el difunto
Cóndoglu me reprendió: «¿Qué vas a entender tú de esto, si eres un infiel (y,
a mi manera, lo era)?». Pero no todos los San Demetrios son iguales,
pensaba yo en silencio.
¿Por qué? Es extraño que la fe inspire una estética tan sublime y al
mismo tiempo la niegue. Desde el más pequeño detalle: la página de un
Evangelio o un Corán, antes siquiera de fijarse en la ilustración, apenas por
el primor de la caligrafía; hasta los templos y los iconos, en Córdoba, en
Palermo, en El Cairo, en Atenas, en el Monte Atos, en Estambul, pasando
por las metopas, los arabescos, los ábsides, las columnas, los patios
interiores (¡ah, esos claustros de los monasterios, qué logro impremeditado!),
las vestimentas bordadas en oro, las tallas en madera y los utensilios
metálicos. Todos ellos fuera del uso convencional y de las necesidades del
hombre. Y, sin embargo, tal vez por esa gratuidad que los impulsa,
insuperables. Precisamente por este carácter gratuito, creo, los vemos
aproximarse a la poesía y, finalmente, identificarse con ella. La cual, por
primera vez en nuestros días, tiene la fuerza para atreverse con la
desconexión: origen superior-interior; fe-calidad.
No nos dejemos engañar por el eco que va y viene sin cesar entre la
necesidad del hombre de perfeccionarse y lo Desconocido. Ese eco será
siempre inasible, igual que la voz del sacerdote cuando se va apagando en el
templo donde oficia. Lo importante es su fuerza motriz que,
independientemente de si se presenta bajo el rostro de Zeus o de Cristo, de
Buda o de Mahoma, es siempre el mismo «dedo de lo trascendente», tan
aislable para la poesía como un virus para la medicina.
172 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
19
«Ακόµα κι οι πιο ωµοί ρεαλιστές, µέσα στην πιο αχάριστη πέτρα, χωρίς να το καταλαβαίνουν,
ψαύουν κι από λίγο υπερπέραν. Ένα ξωκλήσι πάνω στα βράχια “δένει” τόσο µαζί τους, που µας
φαίνεται φυσικό. ∆εν είναι. Είναι irréel. Χρειάστηκε η φαντασία του ανθρώπου ν’ αντλήσει από
κάποιαν άγνωστη πηγή και να εξουδετερώσει σε τέτοιο βαθµό το αρνητικό µέρος της
πραγµατικότητας, που να µας µείνει µόνον το άλλο. “Ποιος όµως εµεσίτεψε για να επιτευχθεί αυτό,
αν όχι η θρησκεία;” λένε οι πιστοί· “Πώς όµως θα το επετύγχανε, αν όχι µε την αισθητική;” προσθέτω
εγώ, µε όλο το σέβας. Επειδή, κάποτε που θαύµαζα µίαν εικόνα µακεδονίτικη, µε τον άγιο ∆ηµήτριο
πάνω σ’ ένα κατακόκκινο σαν του Paolo Uccello άλογο, θυµάµαι ο µακαρίτης ο Κόντογλου µού
’βαλε τις φωνές: “Τί καταλαβαίνεις εσύ, ένας άπιστος (και, µε τον τρόπο µου, ήµουν), απ’ αυτά;”.
Εντούτοις, όλοι οι άγιοι ∆ηµήτριοι δεν είναι το ίδιο, συλλογιζόµουνα, και σώπαινα. / Γιατί; Περίεργο
πράγµα, η πίστη να εµπνέει µίαν τόσο υψηλή αισθητική και την ίδια στιγµή να την αρνιέται. Από την
πιο παραµικρή λεπτοµέρεια: µία σελίδα ευαγγελίου ή Κορανίου, προτού καν προσέξεις τη
διακόσµηση· το µεράκι, απλώς, στην καλλιγράφηση· ως τους ναούς και τις εικόνες· στην Κόρδοβα,
στο Παλέρµο, στο Κάιρο, στην Αθήνα, στον Άθω, στην Κωνσταντινούπολη. Περνώντας από τις
µετόπες, τ’ αραβουργήµατα, τις αψίδες, τις κολόνες, τις εσωτερικές αυλές (α, αυτές οι αυλές των
µοναστηριών, τί απροµελέτητο επίτευγµα!), τα χρυσοποίκιλτα ρούχα, τα ξυλόγλυπτα και τα
µεταλλικά σκεύη. Όλα τους έξω από την κοινή χρήση και τις ανάγκες του ανθρώπου. Και όµως, ίσως
γι’ αυτό το δωρεάν που τα ελαύνει, άφταστα. Για νά ’ναι χαριστικός ο χαρακτήρας τους, πιστεύω, τα
βλέπουµε να έρχονται πλησιέστατα, και τελικά να ταυτίζονται µε την ποίηση. Που αυτή, πρώτη φορά
στις µέρες µας, έχει τη δύναµη ν’ αποτολµήσει και την αποσύνδεση: άνωθεν-έσωθεν· πίστη-ποιότητα.
/ Μη µας παραπλανά η ηχώ που ατέρµονα πάει κι έρχεται ανάµεσα στην ανάγκη του ανθρώπου να
τελειώνεται και στο Άγνωστο. Αυτή θα παραµένει άπιαστη, όσο κι η φωνή του ιερέα που χάνεται
µέσα στο κτίσµα όπου του ετάχθη να λειτουργεί. Η δύναµή της η κινητήρια έχει σηµασία· που,
αδιάφορο αν εµφανίζεται µε τα πρόσωπα του ∆ιος ή του Ιησού, του Βούδα ή του Μωάµεθ, είναι
πάντοτε ο ίδιος “δάκτυλος του υπερβατικού”, αποµονώσιµος για την ποίηση όσο κι ένας ιος για την
ιατρική. / Αποκοµµένος από τις θρησκείες, που έτσι κι αλλιώς ατονούν κάποτε µες στους αιώνες,
µπορεί κι έχει την ικανότητα, ο δάκτυλος αυτός, να εξακολουθεί τη θαυµατοποιό του επέµβαση στα
γήινα. Οδηγώντας σε µία τελείωση αισθητική, που άλλοτε, χωρίς το υπόβαθρο της πίστης, έµοιαζε
ανέφικτη. Και όµως, είναι αυτή που έδωκε στα παράγωγά του µίαν αυτονοµία. Είναι αυτή που,
αναδροµικά, µάς αγγίζει και σήµερα µέσα στα µεγάλα έργα της πίστης: η δόνηση από ένα χρώµα
καλύπτρας της Μαγδαληνής ή της Θεοτόκου ή η ψυχική ευφορία από ένα σχήµα που συνέλαβε τον
αιθέρα κι επέτυχε να τον αποκρυσταλλώσει σ’ ευθείες και καµπύλες αρχιτεκτονικές. / Λυπούµαι αν
προσβάλλω το αίσθηµα των θρησκευοµένων µ’ αυτού του είδους την αποσύνδεση. Αλλά ήτανε
καιρός να γίνει. Για το καλό των µατιών µας, που από δω κι εµπρός δικαιούνται και µπορούν από
µόνα τους να βλέπουν εξίσου και τον άνθρωπο και τα πέραν του ανθρώπου», ELITIS, O. (1993), pp.
278-280.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 173
20
Cfr. KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 34.
21
«Semejante universal permite o promete tal vez la traducción mundial de religio, a saber:
escrúpulo, respeto, detención, Verhaltenheit, pudor, Scheu, shame, discreción, Gelassenheit, etc., alto
ante aquello que debe o debería permanecer sano y salvo, intacto, indemne, ante aquello que hay que
dejar que sea lo que debe ser», DERRIDA, J. (2006), p. 103.
174 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
considerar metódico, puede según Elitis aislarla con la misma facilidad con que la
medicina aísla un virus, precisamente porque esa sacralidad constituye su propio
contenido y su propio deber: «Lo menos importante es si son Apolo o Afrodita,
Cristo o la Virgen, quienes encarnan o personifican la necesidad de ver materializado
aquello que percibimos intuitivamente. Lo importante es el soplo de inmortalidad
que nos penetra. La Poesía debe, en mi modesta opinión, más allá de toda
argumentación doctrinal, permitir respirar este soplo»22, dice en su discurso de
recepción del Nobel ante la Academia de Estocolmo. También en «Lo público y lo
privado» había postulado la «calidad» ―vinculada indisolublemente a la poesía y al
arte― como fundamento unitario de todos los dioses e, incluso, de todas las posibles
realizaciones humanas, del estar mismo del hombre sobre la tierra23: «La calidad
sostiene a los dioses, y si la humanidad sigue atormentándose en vano, es porque los
Sacerdotes no se han percatado a tiempo»24. De este modo, el soplo o el dedo de lo
trascendente, que reside destilado en la ahistoricidad de la poesía, no necesita de las
religiones históricas, que según Elitis tienen un ciclo limitado ―ya que «se acaban
debilitando a lo largo de los siglos», como sucedía con el cristianismo en el siglo
XVIII, como sucede en cada una de las muertes de(l) Dios― sino que en su
desvinculación de ellas conserva la misma capacidad taumatúrgica. Aislado en o por
la poesía, podemos incluso entender que se desembaraza de la temporalidad que lo
degenera y se reencuentra con un estrato más primario, más vivo y, por tanto, más
indemne, de religiosidad. El milagro puede quedar garantizado precisamente en la
práctica ―escritural y ontológica― de la poesía, que en la obra de Elitis aspira
22
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Εαν είναι ο Απόλλων ή η Αφροδίτη, ο Χριστός ή η
Παναγία που ενσαρκώνουν και προσωποποιούν την ανάγκη να δούµε υλοποιηµένο εκείνο που σε
ορισµένες στιγµές διαισθανόµαστε, δεν έχει σηµασία. Σηµασία έχει η αναπνοή της αθανασίας που
µας επιτρέπουν. Η Ποίηση οφείλει, κατά την ταπεινή µου γνώµη, πέραν από συγκεκριµένα δόγµατα,
να επιτρέπει αυτή την αναπνοή», ELITIS, O. (1993), p. 323.
23
En efecto, el texto que precede a esta cita habla de la perfección de los medios expresivos del arte
como el absoluto que debe regir todos los ámbitos relativos ―ideología, política, leyes― desde una
posición de superioridad o, diríamos, de anterioridad ontológica. Incluso el valor de verdad está
subordinado al grado de perfección estética: «Nada de lo que llevan siglos mareando en las escuelas,
en las iglesias, en los mítines políticos, obtiene el pasaporte para el alma si no posee antes el visto
bueno de los medios expresivos. Las leyes del arte son también leyes de la vida. El político no debe
diferir del artista en la perspectiva. Y en la perspectiva del artista la lucha por la salvación del hombre
es una lucha por la recta expresión, y nada más. Hasta tal punto, que diría que las posturas más
opuestas frente al mismo problema se equiparan si su justificación artística es de una altura similar»
(«Τίποτε απ’ όλα αυτά που περιφέρουν, επί αιώνες τώρα, στα σχολεία, στις εκκλησίες, στις
κοµµατικές συγκεντρώσεις, δεν παίρνει διαβατήριο για την ψυχή, αν προηγουµένως δεν έχει την
οφειλόµενη θεώρηση από τα µέσα τα εκφραστικά. Οι νόµοι της τέχνης είναι και νόµοι της ζωής. Ο
πολιτικός οφείλει να µη διαφέρει σαν αντίληψη απ’ τον καλλιτέχνη. Και στην αντίληψη του
καλλιτέχνη ο αγώνας για τη σωτηρία του ανθρώπου είναι αγώνας για την ορθή έκφραση, και τίποτε
άλλο. Σε τέτοιο σηµείο, που θα έλεγα ότι και οι πλέον αντίθετες τοποθετήσεις απέναντι στο ίδιο
πρόβληµα εξισώνονται αν η εν τέχνη δικαίωσή τους είναι του αυτού υψηλού βαθµού»), Ibidem, p.
350.
24
«Η ποιότητα στηρίζει τους θεούς, κι είναι για να µην τό ’χουν κατανοήσει εγκαίρως οι Ιερείς που
παιδεύεται άδικα η ανθρωπότητα», Ibidem, p. 350.
176 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
28
«∆ε στηρίζοµαι στα σύµβολα των αρχαίων µύθων αλλά στην εσωτερική λειτουργία που οδήγησε
στη γέννηση των µύθων αυτών. Και ζητώ, µε τη σειρά µου, να την εφαρµόσω στα σηµερινά
δεδοµένα, υποκαθιστώντας στην οµάδα το άτοµο και στην “άνωθεν εντολή” τη συνείδηση», ELITIS,
O. (1993), p. 206.
29
«Ουδέποτε χρησιµοποίησα αρχαίους µύθους µε τον συνηθισµένο τρόπο. Αναµφισβήτητα είναι
πολύ ωφέλιµη για έναν Έλληνα ποιητή η χρήση αρχαίων µύθων, γιατί έτσι γίνεται πιο προσιτός στους
ξένους. Ο Έλληνας ποιητής που µιλεί για την Αντιγόνη, τον Οιδίποδα κτλ., κινείται σε µία περιοχή
αρκετά γνώριµη […]. Αυτό έγινε µε τον Σικελιανό, και, ιδίως, µε τον Σεφέρη. […] Ο Ρίτσος,
ιδιαίτερα στην τελευταία του περίοδο, χρησιµοποιεί επίσης µορφές από τη µυθολογία και την
ελληνική τραγωδία. Αντέδρασα απέναντι σ’ αυτό, αρκετά συνειδητά κάποτε, γιατί νόµιζα ότι όλα
τούτα ήταν λιγάκι εύκολα […]. Καθώς γνωρίζετε, πολλοί Γάλλοι και άλλοι Ευρωπαίοι συγγραφείς
διασκεύασαν, µεταξύ άλλων, τον µύθο της Ηλέκτρας. Εφόσον πρώτιστη έγνοια µου ήτανε να βρω τις
πηγές του νεοελληνικού κόσµου, κράτησα τον µηχανισµό της µυθογένεσης αλλά όχι και τις µορφές
της µυθολογίας», ELITIS, O. (1979), pp. 194-195.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 179
30
Sobre la mitogénesis y sus múltiples implicaciones en la obra de Elitis, cfr. el capítulo que Elena
Cutrianu le dedica bajo el título «Μύθος και λόγος», cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 213-259.
31
Elitis citará, como tantos otros autores a lo largo del siglo XX y aun XXI (resultaría interesante,
aunque agotador, hacer una lista de todos ellos), el célebre verso de «Brot und Wein» en su discurso
de recepción del Nobel, cfr. ELITIS, O. (1993), p. 323.
180 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
32
«∆εν είµαστε πια στον καιρό που ο Hölderlin έπλαθε από τη Suzette Gondart τη ∆ιοτίµα του ή
που ο Novalis έβρισκε την “υπέρτατη πραγµατικότητα” στο φωτοστέφανο µίας παιδούλας δεκατριώ
χρονών, της χαµένης πρόωρα µνηστής του, Sophie von Kuhn. Ωστόσο, αναρωτιέται κανείς: όλα
εκείνα τα στοιχεία της έξαρσης, της λατρείας, της θυσίας, της ένωσης µε το θείο που ένα φωτεινό
κεφάλι αρκούσε τότε ν’ απορροφήσει, τί έγιναν; Είναι δυνατόν να χάθηκαν από µέσα µας για πάντα;
Όχι, όχι· δεν αλλάζει ο άνθρωπος τόσο εύκολα· κι αν το θαύµα έγινε απρόσιτο στις µέρες µας, δε
σηµαίνει ότι τα στοιχεία που το συνιστούν έπαψαν να υπάρχουν. Απλώς, χτυπιούνται µέσα µας µε
απελπισία χωρίς να βρίσκουν διέξοδο. Και είναι ακριβώς από την αναταραχή τους αυτή που
βλέπουµε ν’ ανεβαίνουν στην επιφάνεια τόσα νεοφανή δεινά: το άγχος, η τρέλα, το κενό, η
απόγνωση, το µηδέν», ELITIS, O. (1993), p. 203.
33
Es curioso observar cómo las acusaciones de nihilismo, enajenación psicológica y malestar
interior coinciden con las que los representantes de numerosas religiones dogmáticas dirigen también
a la modernidad, virus dispersador de una integridad y plenitud orgánicas asociadas al contacto (social
o personal) con la divinidad.
34
«Έτσι, σιγά σιγά, στο πείσµα των ποιητών και των θρησκευοµένων, απλώθηκε το κονίαµα του
ορθολογισµού επάνω σ’ όλη την απέραντη έκταση της φαντασίας. Η µόνη αληθινή πραγµατικότητα
ξέφυγε κάτω απ’ τα πόδια µας», Ibidem, pp. 203-204.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 181
35
«Αρρώστοι και γεροί βαλθήκανε ν’ ανταλλάσσουνε τα κορµιά τους µε ασυνήθιστη προθυµία κι
οι ψυχές µπερδεύτηκαν κι απόµειναν µετέωρες. Οι νέοι ξεκινούν αηδιασµένοι κι η Ποίηση απόµεινε
στα χέρια των υποµνηµατογράφων. Στο πνεύµα της καινοτοµίας ήρθε να υποκατασταθεί το πνεύµα
της ιδιορρυθµίας. Η φορά προς τις καταστάσεις, που ξεπερνούν τον άνθρωπο, από τις θρησκείες
πέρασε στη µαριχουάνα. Μέσα σε λίγα χρόνια οι πιθανοί Μεγαλέξαντροι βρέθηκαν σίγουροι
Κωνσταντίνοι Παλαιολόγοι. Κι είναι πολλές οι Κερκόπορτες ―πού να τις προφτάσουν!», ELITIS, O.
(2000), p. 22.
36
«Pax San Tropezana»: «Μειξοευρωπαϊστί τα πάντα λέγονται / γίνονται ξεγίνονται / µ’ ευκολίες
µε δόσεις. / Καιρός των ανταλλακτικών: / σπάει λάστιχο ―βάζεις λάστιχο / χάνεις Jimmy ―βρίσκεις
Bob», ELITIS, O. (2002), p. 392.
182 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
37
«El planeta Tierra»: «∆εν είναι αυτός πλανήτης / στουµπωµένος δλητηριώδη αέρια / έκθετος σε
βροχές µετεωριτών / σε σκέψεις φιλοσόφων / σε µακρούς αγώνες για την ελευθερία / (τη δική µας
πάντοτε ―ποτέ των άλλων). / […] / Η αντίστροφη µέτρηση ως τον τέλειο πλήρη αφανισµό. / Το µόνο
πράγµα που θα µείνει ανέπαφο / είναι η εκδίκηση. / Το σίδερο και η πέτρα έχουν τον τρόπο τους / θα
µας καταβάλουν / και θα περάσουµε µία νέα λίθινη εποχή / […] / Ε σεις Κύριοι της Τεχνοκρατίας /
λίγο δεξιά παρακαλώ: / κρατήστε µου µία θέση στο Α του Κενταύρου / και πάλι βλέπουµε», Ibidem,
pp. 391-393.
38
«Πολλές πλευρές του υπερρεαλισµού δεν µπορώ να τις δεχθώ, όπως τις παραδοξολογίες του, την
προάσπιση της αυτόµατης γραφής· όµως ―πέρα από αυτά― υπήρξε η µόνη ποιητική σχολή ―και,
πιστεύω, η τελευταία στην Ευρώπη― που απέβλεψε στην πνευµατική υγεία και αντέδρασε στα
ορθολογικά ρεύµατα που είχαν γεµίσει τα περισσότερα δυτικά µυαλά», ELITIS, O. (1979), p. 187.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 183
caducidad (φθορά, término omnipresente en su obra), son los valores atribuidos por
Elitis a la poesía a lo largo de sus más de cinco décadas de producción.
Como en el caso de «El milagro perdido», donde una trascendencia
desarticulada por la quiebra moderna se batía en nuestro interior para salir convertida
en angustia, violencia, desesperación y nihilismo, en «Antes que nada, la poesía» el
autor expone con cierto detalle cómo el progreso técnico ha matado
autoinmunitariamente la vida pura, natural, para sustituirla después compensando su
ausencia, si bien el saldo es negativo por cuanto la vida que las máquinas nos ofrecen
es ya una vida adulterada que nos obliga a inverosímiles torsiones para preservarla.
En ambos textos se introduce la noción de «esperma negro»39, fuerza vital indemne
que en los tiempos míticos de una premodernidad íntegra y sin mácula era libremente
emitido y garantizaba, aun comportando un peligro constante, la salud del hombre.
La modernidad, por el contrario, eludiendo maquinalmente, con suplementos
artificiales, el peligro, ha reprimido su emisión ―generando en consecuencia
enfermedades sociales como la violencia, la rebelión, el propio nihilismo, la
locura―, y sólo el arte o la poesía pueden en nuestros días ofrecerle una salida que
proporcione al hombre la posibilidad de recuperar lo vivo y adueñarse nuevamente de
sus propias esencias, usurpadas por las máquinas. Esta canalización del «esperma
negro» a través de poesía y arte devolverá, en definitiva, la salud a la humanidad. En
una civilización, la occidental, sometida a principios del siglo XX a una orgía de
enfermedad y muerte ―especialmente con la Primera Guerra Mundial―, las
vanguardias supusieron, en opinión de Elitis, un reajuste del arte en su anhelo por
escapar a la fuerza del número y el poder alienante y reatrapar así la vida en su
plenitud indemne, tarea en la que debemos persistir:
Hay que ser muy insensible para no comprender que, en el fondo, uno sufre
por los mismos males que ellos [los jóvenes contemporáneos que luchan
violentamente en las calles], y que si no reacciona del mismo modo es única
y exclusivamente por su edad. Si fuera director de pantomima, elegiría a un
actor que tuviera cualidades físicas de acróbata y lo colocaría media hora en
39
En el pasaje de «El milagro perdido», anterior en el tiempo, el «esperma negro» es asociado
además a la capacidad del hombre para excederse o trascenderse a sí mismo; es el siguiente: «Porque,
desde luego, no sólo existe el esperma de la perpetuación que [el joven de nuestra época] ha
conquistado repentinamente el derecho a desperdiciar con la mayor soltura; existe también el otro
esperma, el invisible, que contiene todas las fuerzas profundas del hombre para superarse a sí mismo
y que, dependiendo de la oposición que encuentren en su salida hacia el mundo exterior, acaban por
convertirse en las fuerzas del Bien o del Mal que determinan nuestro destino» («Επειδή, αλίµονο, δεν
υπάρχει µόνον το σπέρµα της διαιώνισης που εκέρδισε ξαφνικά το δικαίωµα να σπαταλά µε τη
µεγαλύτερη ευκολία· υπάρχει και το άλλο σπέρµα, το αόρατο, που κλείνει µέσα του όλες τις
βαθύτερες δυνάµεις του ανθρώπου να ξεπεράσει τον εαυτό του και που, ανάλογα µε την αντίσταση που
συναντούν στη διάχυσή τους προς τον εξωτερικό κόσµο, γίνονται τελικά οι δυνάµεις του Καλού ή του
Κακού που ορίζουν τη µοίρα µας»), ELITIS, O. (1993), p. 204.
184 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
40
«Θα πρέπει νά ’ναι κανείς πολύ χοντρόπετσος για να µην καταλαβαίνει ότι, στο βάθος, υποφέρει
από τα ίδια δεινά που υποφέρουν κι εκείνοι και ότι, αν δεν αντιδρά µε τον ίδιο τρόπο φταίει απλά και
µόνον η ηλικία του. Αν ήµουν σκηνοθέτης παντοµίµας, θα διάλεγα έναν ηθοποιό που να διαθέτει
σωµατικές ικανότητες ακροβάτη και θα τον έβαζα µισή ώρα πάνω στη σκηνή να πασχίζει πώς θα
καταφέρει καλύτερα να περδουκλωθεί πάνω στο κάθισµά του, µε το ένα πόδι, τελικά, πάνω απ’ το
κεφάλι, το άλλο κάτω απ’ τον πισινό, τα χέρια πίσω απ’ τη ράχη ανάποδα, το λαιµό
στραγγουλισµένο, το στόµα φιµωµένο, την ανάσα δύσκολη, τα µάτια µισόκλειστα. Ένας άλλος
ηθοποιός, πλάσµα φτασµένο, υποτίθεται, από µακρινό πλανήτη, θ’ απορούσε για την υπεράνθρωπη
αυτή όσο και µάταιη προσπάθεια ως τη στιγµή που, προσέχοντας κάτι άλλο, θ’ άρχιζε να
καταλαβαίνει και να χτυπά το µέτωπό του: να καταλαβαίνει δηλαδή ότι µε το οδυνηρό του
περδούκλωµα ο δυστυχισµένος αυτός αποσκοπούσε απλά και µόνο ν’ ανταποκριθεί στη θέση που του
όριζε, για να µπορέσει να λειτουργήσει, ένα πολύπλοκο µηχάνηµα στηµένο αντικρύ του, µε σωλήνες,
λάστιχα, κουµπιά, χουνιά και απορροφητήρες, αποτέλεσµα πολυετών ερευνών, που, χάρη σ’ έναν
απίστευτης τελειότητας µηχανισµό, του επέτρεπε, όντας σ’ αυτή τη στάση, παρ’ όλ’ αυτά να
συντηρείται στη ζωή, ν’ αναπνέει, να τρώει, ν’ αφοδεύει, να κάνει έρωτα και να παρακολουθεί
τηλεόραση, χωρίς να µετακινηθεί. / Ζητώ συγγνώµη για τον εύκολο συµβολισµό, αλλά η εποχή µας
σ’ αυτήν ακριβώς την αλήθεια συµποσούται: µία καταπληκτική τεχνική πρόοδος αγωνίζεται να
θεραπεύσει τα δεινά που προκαλεί στον άνθρωπο µία καταπληκτική τεχνική πρόοδος. Βρισκόµαστε
186 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
µακριά από την εποχή που ο άνθρωπος ονειρευόταν ένα πουλί. Από τη στιγµή που πέταξε το πρώτο
αεροπλάνο, εκείνος έχασε τα φτερά του. Τα φτερά του που, είναι η αλήθεια, πολύ συχνά τον
αποµάκρυναν από ένα τέλος σε ειρηνικό κρεβάτι· και ύστερα; Στο αναµεταξύ εκείνος εκσπερµάτωνε.
Θέλω να πω, του δινότανε η ευχέρεια να ξοδέψει όχι µόνο ένα ποσοστό από το λευκό εκείνο σπέρµα
που αναλογεί στον κάθε άνθρωπο και που έτσι ή αλλιώς, ακόµη και χωρίς συνεταίρο, βρίσκεται
τρόπος να βγει, µα κι ένα µεγάλο ποσοστό από το άλλο, το µαύρο σπέρµα, που ―δεν είναι η θέση
εδώ να αναρωτηθεί κανείς “γιατί”― συµβαίνει να περικλείνει στα βάθη της η ψυχή του· και που,
επίσης, αν δεν ξοδευτεί µε τη µέθοδο του απροσδόκητου (θα έπρεπε να πω: του θαύµατος) ή της
οποιασδήποτε περιπέτειας, κινδυνεύει να τον οδηγήσει στην παράκρουση. / Όλες αυτές οι
περιπλανήσεις των λαών που διαβάζουµε στα παλαιά χρονικά, η µόνιµη σχεδόν διαβίωσή τους χωρίς
αστυνόµευση, το παρθένο έδαφος που πρωτοπατούσανε, οι ληστείες, οι απαγωγές, οι αρπαγές, οι
εξορµήσεις προς το άγνωστο µέσ’ από µύριους φυσικούς κινδύνους ή ήθη και έθιµα εξωτικά, η πάλη
σώµα µε σώµα στους πολέµους, το κούρσεµα µυθικών πολιτειών, οι έρωτες κι οι µονοµαχίες,
αντιστοιχούσανε σε ποταµούς σωστούς µαύρου σπέρµατος που αποτρέπανε κάθε ιδέα κόρου ή ανίας,
και χαλαρώνανε τα ελατήρια ενός νευρικού συστήµατος που αντέχει στα πάντα εκτός από την
αχρησία. / Στους προηγµένους πνευµατικά λαούς η πίεση των δυνάµεων της ψυχής βρήκε, ως ένα
σηµείο, διέξοδο στις διάφορες µορφές της τέχνης ―στο χορό, στη µουσική, στο δράµα· ως ένα
σηµείο· γιατί ούτε όλοι οι άνθρωποι µέσα σ’ ένα λαό συµβαίνει να είναι στο ίδιο βαθµό προηγµένοι
ούτε όλοι οι προηγµένοι να αρκούνται, δυστυχώς, στου είδους αυτού τα υποκατάστατα. Πολύ
περισσότερο που, ως προχθές ακόµα, η µαθηµατική ένταξη του καθενός απ’ αυτούς µέσα σ’ ένα
βαθµολογηµένο σύνολο, που ελέγχεται αδιάκοπα, και η τέλεια φίµωσή του, δεν έχει συντελεσθεί. Το
µεγάλο πρόβληµα διαγράφεται πιο καθαρά µέσα στο κάτοπτρο της τέχνης, που τη βλέπουµε πριν
ακόµη τελειώσει ο Πρώτος Παγκόσµιος Πόλεµος, να ταρακουνιέται, πάει να πει, να διαµαρτύρεται
για το λόγο ότι ασφυκτιά. Οι ανεπίτευκτες τεθλασµένες, που µία ζωή διψασµένη για πληρότητα θα
είχε κάθε δικάιωµα να γνωρίσει, περνάνε στις γραµµές και στα χρώµατα, στις κραυγές και στους
ήχους των πνευµατικών δηµιουργηµάτων. Μήτε που µπορούσε να γίνει αλλιώς, όταν ο κάθε επίδοξος
Αχιλλέας διασώθηκε, αφού εδέησε να περάσει µήνες ολόκληρους µέσα στα λίγα λασπωµένα
τετραγωγικά ενός χαρακώµατος· κι όταν, από την επαύριο της ειρήνης και ύστερα, ένας Θεός
Αρχιλογιστής τό ’βαλε πείσµα, και το κατάφερε, µέσα σε λίγες δεκαετίες να χωρέσει εκατοντάδες
εκατοµµυρίων ανθρώπους σε µικροσκοπικές κυψέλες, καταγραµµένους στις µυριάδες καρτέλες µίας
αόρατης Εξουσίας, εξαναγκασµένους ν’ ακολουθούν τους ρυθµιστικούς κανόνες µίας οικουµενικών
διαστάσεων υπερµεγέθους βλακείας. / Ο ασυγχρονισµός της φύσης και του ανθρώπου έφερε τον
ασυγχρονισµό της ψυχής και του σώµατος. Όπου δεν ακούγεται αηδόνι, ακούγεται κοκτέιλ
Μολότωφ. Τα πουλιά εκδικούνται, δε φοίτησαν αυτά ποτέ τους στο Κατηχητικό. Κι οι νεολαίες,
αρχίζοντας από την Ουγγαρία ή τη Σουηδία και φτάνοντας στην Τσεχοσλοβακία και στη Γαλλία,
ζητούν, µε τ’ αυτοκίνητα που ανατρέπουν και τις φωτιές που βάζουν, κατά βάθος, τα δικαιώµατα του
µαύρου σπέρµατος. Είναι ανάγκη, µία που η ζωή δε γίνεται να πάει πίσω, να πάνε οι άνθρωποι ακόµη
πιο µπροστά, µήπως και την ξαναπιάσουν, όπως θα µπορούσε να πει κανείς, από την ουρά της»,
ELITIS, O. (2000), pp. 33-36.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 187
41
«Τη στιγµή που η αόρατη, αλλά και γι’ αυτό πιο ουσιαστική, πιο συγκλονιστική θαυµατουργία
συνεχίζεται µε τη µορφή ενός απλού άνθους που ανοίγει τα πέταλά του ή µίας θάλασσας που
στραφτοκοπάει στον ήλιο, έχει το δικαίωµα να ελπίζει κανείς ότι, ανάµεσ’ από τα φοβερά
κυκλοτρόνια, και τους ηλεκτρονικούς εγκεφάλους, µία µέρα, όπως ανάµεσ’ από δύο µαλτεζόπετρες,
θα ξεφυτρώσει πάλι, σαν καταπόρφυρη παπαρούνα, η Ποίηση. ∆ε µιλώ για την ικανότητα να
συνθέτει κανένας στίχους αλλά για την άλλη ―ν’ ανασυνθέτει τον κόσµο κυριολεκτικά και
µεταφορικά, έτσι που οι πόθοι του όσο περισσότερο καταφέρνουν να πραγµατοποιούνται τόσο και
πιο πολύ θα συντελούν στο να υλοποιηθεί ένα Αγαθό αποδεκτό από το σύνολο των ανθρώπων»,
Ibidem, p. 36.
188 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
máquina tecnocientífica. Es, asimismo, muy superior a ella, ya que nos re-vela la
verdad y la esencia de todas las cosas42 ―especialmente de nosotros mismos,
desalienándonos― por medio de una luz interior, incondicionada, como según Elitis
sucede con la luna de Safo frente a la luna de los cerebros electrónicos: «Pero me
temo que la luna de los cerebros electrónicos seguirá siendo, querámoslo o no,
inferior a la luna de Safo, cuyos rayos, tal como nos apuntan desde las profundidades
de un olivar de Mitilene, nos permiten hallarnos más cerca de nosotros mismos, en
aquello que amamos —lo que uno ama, como decía ella»43. «Lo que permanece, lo
fundan los poetas», afirmaba Hölderlin44, y esa idea parece subyacer en el siguiente
párrafo del ensayo «El método del ergo», donde los productos intangibles de la
poesía vuelven a contraponerse, en su insuperabilidad, a la caducidad de los logros
técnicos, vulnerables en su misma potencia material: «Es posible superar la técnica,
la naturaleza no. Los sentidos nunca; los conocimientos siempre. El Lucero de la
Tarde de Safo continúa brillando sobre nuestras cabezas y el granado de Arquíloco
floreciendo en nuestro jardín, cuando los suntuosos transatlánticos de Valery
Larbaud languidecen desde hace tiempo en algún puerto, desarmados. La actualidad,
para salvarse, no tiene más remedio que encarnarse en algún tipo de duración, como
la del frío y la del bochorno, la de la alegría y la de la aflicción, con todo su sentido,
con toda su carne, menos el vestido del momento»45. Las creaciones poéticas poseen
por tanto la misma perdurabilidad que los fenómenos y los objetos de la naturaleza,
42
Precisamente en un pasaje de «El método del ergo» se habla casi en términos de sacrilegio acerca
de la posibilidad de que una máquina imite, en el futuro, el gesto creador de la poesía. Además de un
asesinato de la vida intacta que se manifiesta en él, la intrusión supondría un desvelamiento temerario
de «la diosa», es decir, sacaría a la luz ―a las Luces― el secreto inaccesible e indemne que sustenta
el misterio religioso y fiduciario de la re-velación llevada a cabo la poesía, que se asocia nuevamente
a la magia: «Llegará un día, probablemente, en que los cerebros electrónicos, computando todas las
combinaciones posibles de vocales y consonantes, “clavarán” esa combinación mágica que el instinto
del poeta captó en un instante fugaz. Pero sería, confesémoslo, un pequeño asesinato. Nadie puede
quitarle impunemente los velos a la diosa; y tampoco le serviría de nada» («Κάποια µέρα, πιθανόν, οι
ηλεκτρονικοί εγκέφαλοι, καταµετρώντας τη διαδοχή φωνήεντων και συµφώνων σ’ όλους τους
ενδεχόµενους συνδυασµούς, να “καρφώσουν” κάπου τον µαγικόν εκείνο συνδυασµό που το αίσθηµα
του ποιητή συνέλαβε ακαριαία. Θά ’τανε όµως, ας τ’ οµολογήσουµε, κι από λίγο δολοφονία. ∆εν
αφαιρεί κανείς τους πέπλους της Θεάς ατιµωρητί· ούτε και θα καταφέρει τίποτε»), ELITIS, O. (1993),
p. 167.
43
«Boceto para una introducción al espacio egeo»: «Όµως η σελήνη των ηλεκτρονικών εγκεφάλων
φοβούµαι ότι θα εξακολουθεί να είναι, είτε το θέλουµε είτε όχι, κατώτερη απ’ τη σελήνη της Σαπφώς,
που η αχτίδα της, έτσι καθώς µάς σηµαδεύει απ’ τα βάθη ενός ελαιώνα της Μυτιλήνης, µας επιτρέπει
να βρεθούµε πιο κοντά στον εαυτό µας, σ’ εκείνα που αγαπούµε ―όττω τις έραται, που έλεγε και η
ποιήτρια», Ibidem, pp. 19-20.
44
«Andenken» («Recuerdo»), HÖLDERLIN, F. (2002), p. 229.
45
«Η τεχνική ξεπερνιέται· η φύση, όχι. Οι αισθήσεις ποτέ· οι γνώσεις πάντοτε. Ο Έσπερος της
Σαπφώς εξακολουθεί να λάµπει πάνω από τα κεφάλια µας κι η ροδιά του Αρχίλοχου ν’ ανθίζει στον
κήπο µας, όταν τα µεγαλόπρεπα υπερωκεάνια του Valery Larbaud βρίσκονται από καιρό σε κάποιο
λιµάνι, παροπλισµένα. Η επικαιρότητα, για να σωθεί, δεν έχει άλλον τρόπο παρά να ενσωµατωθεί σε
κάποιου είδους διάρκεια, όπως είναι η διάρκεια του ψύχους ή του καύµατος, της αναγάλλιας ή της
συντριβής, µ’ όλο τους το νόηµα, µ’ όλη τους τη σάρκα, µείον το ένδυµα της στιγµής», ELITIS, O.
(1993), pp. 178-179.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 189
46
«La magia de Papadiamandis»: «Αυτό που ονοµάζουµε “ποιητική αλήθεια” είναι αυτοδύναµο.
Εκδηλώνεται το ίδιο αποτελεσµατικά στα χαρακτικά των σπηλαίων ή στα ξόρκια των αγρίων, στις
κραυγές των µπήτνικς ή στις ταινίες του Fellini· έτσι που µπορούµε θετικά να ελπίζουµε ότι µία µέρα
και από τα σκάφανδρα των διαστηµανθρώπων ή από τις πλαστικές πλαγγόνες µε τα εµετικά χρώµατα
η ίδια αλήθεια θα βρει τον τρόπο να µας αποκαλυφθεί. Το πρόβληµα είναι άλλο: έως ποιο σηµείο,
στις µέρες µας, η ψιµυθίωσή της από τα λεγόµενα περισσεύµατα της ευηµερίας θα µας καταδικάζει ν’
αποφλοιώνουµε καταστάσεις, εωσότου βρουµε κάτι περίπου ισοδύναµο µε το βλέµµα ενός ζώου ή το
µουρµουρητό µίας πηγής. Επειδή το τέρµα βρίσκεται πάντοτε στη φύση· πιο συγκεκριµένα, στον
παλµό κάποιου ζωντανού οργανισµού», Ibidem, p. 61.
190 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
47
«Breve réplica en el Aula Magna de la Universidad de Roma»: «Είτε το θέλουµε είτε όχι, έχει
δηµιουργηθεί σιγά σιγά, µέσα στους αιώνες, µε τη συνεχή άσκηση και πρακτική, ένα σταθερό
απόθεµα, ένα ταµείον από έργα τέχνης και έργα των γραµµάτων, που δεν υπόκεινται όπως τα
νοµίσµατα ―κι ας είναι φορείς αξιών― στον κίνδυνο ούτε της αχρήστευσης ούτε του πληθωρισµού.
Επειδή αναπτύχθηκαν αείποτε πέραν από το πλέγµα των ιστορικών συγκυριών και αποβλέψανε στην
ουσία και µόνον: στον πυρήνα που κρύβει κάθε άνθρωπος µέσα του και που δυσκολεύεται να δει
καθαρά ―τόσο πολλά είναι τα επικαθίσµατα προλήψεων προαιωνίων, εθνικών εγωισµών και
ατοµικών συµφερόντων που τον παρεµποδίζουν», Ibidem, p. 304.
48
«Crónica de una década»: «Μία ολόκληρη φιλολογία έκανε το λάθος στα χρόνια µας να παραβγεί
µε τα γεγονότα και να πλειοδοτήσει στη φρίκη, εκεί που θά ’πρεπε να την αντισταθµίσει», ELITIS, O.
(2000), p. 407.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 191
49
«Λίγο ως πολύ, µέσα στο πολυποίκιλο και αντιµαχόµενο υλικό της µοντέρνας τέχνης, όπως αυτό
µας παρουσιάζεται από τους εµπρεσιονιστές ως τις ηµέρες µας, και κάτω από τα λογής θεωρητικά
“πιστεύω” των σχολών που ερευνήσανε ως τις τέσσερις άκριες του πιθανού το φαινόµενο που
ονοµάζουµε “πλαστική έκφραση”, µπορεί να βρει κανένας και να ξεχωρίσει ορισµένες
κατευθυντήριες γραµµές που συγκλίνουνε ολοένα, και τείνουνε να διαµορφώσουνε απ’ όλες τις
εικαστικές διαλέκτους µία κοινή, χαρακτηριστική της ψυχολογίας του σηµερινού καλλιτέχνη. ∆εν
είναι διόλου το χάος, ή το άγχος, όπως θα περίµενε κανένας, έχοντας υπόψη του το ανάλογο
παράδειγµα της Λογοτεχνίας, δεν είναι αυτά που συνιστούν το περιεχόµενο της κοινής, που µας
ενδιαφέρει. Η αντίδραση της ζωγραφικής στον αιώνα της τεχνοκρατίας και των πολέµων εστάθηκε
υγιέστερη. Αντί ν’ αναζητήσει τα αντίστοιχα της αστάθειας, της διάλυσης και της φρίκης,
παρακινήθηκε να εκφράσει τα αντίδοτά τους, και µάλιστα µε τα µέσα της τεχνικής πολύ περισσότερο
παρά της θεµατογραφίας», Ibidem, p. 301.
192 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
50
Salmo VII: «Έφεραν / τον Σοφό, τον Οικιστή και τον Γεωµέτρη / Βίβλους γραµµάτων και
αριθµών / την πάσα Υποταγή και ∆ύναµη / το παµπάλαιο φως εξουσιάζοντας», ELITIS, O. (2002), p.
147.
51
Lengua y naturaleza se implican mutuamente en una relación indecidible: si por una parte la
naturaleza de este cosmos surge en la propia hendidura del lenguaje, sobre la originariedad de toda
palabra griega, por otra la lengua forma parte, como es habitual en Elitis ―lo analizaremos
detalladamente más adelante―, de la propia naturaleza, es una naturaleza en la medida en que carece
de toda noción de secundariedad.
52
Son muchos los testimonios en la obra de Elitis acerca de esta idea de continuidad lingüística y
étnica, muy frecuente por otra parte en amplios ámbitos de la intelectualidad griega del siglo XX.
Según él, como veremos en próximos capítulos, Grecia no ha sufrido ninguna quiebra histórica interna
desde la Creta minoica hasta la actualidad, lo cual acaso pueda explicar la prevención y el repliegue
que suscita la noción europea de modernidad, entendida precisamente como ruptura temporal, salida
del espacio mítico indiferenciado y toma de conciencia del transcurrir de la historia. Por otra parte, si
la lengua griega carece de historia es también en la medida en que, por su originariedad sustancial,
(re)genera constantemente todas las cosas, borrando en su propio despliegue cualquier desgaste
temporal.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 193
53
Denominaré con este neologismo, a partir de ahora, una suerte de simulacro de la fundación que
presupone siempre un origen anterior, un espaciamiento del origen que no puede pensarse sino como
su huella iterable, la marca misma de la imposibilidad del origen absoluto. Como vamos a ver a partir
de ahora con frecuencia, el modo en que para Elitis funcionan la poesía, Grecia y su escritura es éste:
el de una quiebra en la linealidad teleológica de la historia que, sin devolverla involutivamente a su
punto de partida ―cosa imposible―, la reorigina o abre un espacio in medias res para su refundación.
Las concomitancias con la revelabilidad y el automatismo de lo religioso en su doble movimiento
muerte-promesa de resurrección del Dios son evidentes.
54
«Αλλά πριν ακούσω αγέρα ή µουσική / που κινούσα σε ξάγναντο να βγω / (µίαν απέραντη
κόκκινη άµµο ανέβαινα / µε τη φτέρνα µου σβήνοντας την Ιστορία)», Ibidem, p. 124.
55
«Και τα µάτια µου έριξαν τη σπορά / γρηγορότερα τρέχοντας κι από βροχή / τα χιλιάδες απάτητα
στρέµµατα», Ibidem, p. 125.
194 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
56
«“Αλλά πρώτα θα δεις την ερηµιά και θα της δώσεις / το δικό σου νόηµα” είπε / “Πριν από την
καρδιά σου θά ’ναι αυτή / και µετά πάλι αυτή θ’ ακολουθήσει / Τούτο µόνο να ξέρεις: / Ό,τι σώσεις
µές στην αστραπή / καθαρό στον αιώνα θα διαρκέσει”», Ibidem, p. 128.
57
«“Όλα τούτα καιρός της αθωότητας / ο καιρός του σκύµνου και του ροδαµού / ο πολύ πριν την
Ανάγκη” µου είπε», Ibidem, p. 130.
58
«Και τον κίνδυνο έσπρωξε µε τό ’να δάχτυλο», Ibidem, p. 130.
59
«Κάποιου που είχε σκοτωθεί / το αίµα γυρίζοντας πάνω στον κόσµο», Ibidem, p. 130.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 195
una otredad que bloquea su potencia originante y la constriñe a una mímesis histórica
(de ahí acaso que al inicio de «La Pasión», en el salmo segundo, el Poeta trace un
repaso por las distintas fases de la diacronía de su lengua) cuyo objetivo es redimir la
exterioridad y regresar a la perfecta identidad consigo misma. Es un proceso paralelo
al que sufren Grecia y el Poeta, obligados del mismo modo a salir de sí ante la
conciencia y la invasión del extranjero que inocula en el organismo intacto ―entidad
nacional o destino personal― la historia y, con ella, la caída. Poeta (Poesía), Grecia
y lengua griega serán, en consecuencia, los héroes isomorfos que, codo con codo,
buscarán en «La Pasión» indemnizar la inmanencia desacralizada, en dos sentidos
que acaso sean uno sólo: cumpliendo, por una parte, la labor soteriológica,
mesiánica, de purificación sacrificial que culminará en la eternidad del siglo futuro
textual de «El Gloria» ―paraíso ontológicamente superior al del «Génesis» e
invulnerable― y, por otra, escenificando de nuevo la iterabilidad e inagotabilidad de
todo origen (griego) por medio de un borrado de la historia semejante al que había
inaugurado el «Génesis». Cabría preguntarse si la iterabilidad permanente del origen
en la sacralidad griega no implica la iterabilidad permanente de la caída, en un juego
en dos fases que marca, como hemos visto, el automatismo del gesto religioso y de
las muertes de(l) Dios. El Axion Estí, si bien proyecta la repetibilidad de los
renacimientos poéticos, funciona finalmente al modo de una Escritura confesional,
fundadora, pretendiendo cerrar con «El Gloria» la maquinalidad del proceso en la
sobrenaturaleza del cosmos textual, negando en consecuencia la posibilidad de una
nueva caída.
Volvamos no obstante a «La Pasión». Introducidos el mal, la historia y la
maquinalidad a través de la guerra acarreada por los extranjeros, las nociones de
pureza y naturalidad adquieren un valor que en el «Génesis», carente de juicios
abstractos en un mundo de nombres que proyectaba apenas la rotundidad del ser, no
tenían aún. Ahora se convierten, en cambio, en los principales atributos de Grecia y
de la Poesía, que combatirán sintomáticamente con estos elementos indemnes,
incapaces de provocar la mínima herida: «¡Dije: con sola la espada del agua fría
competiré / Y dije: con la sola Pureza de mi mente golpearé!»60. El objeto es,
nítidamente, el regreso del origen de lo natural, conceptuado como en innumerables
esquemas míticos en el sol que dispensa la vida: «Una la golondrina y cara la
Primavera / Para que el sol regrese hace falta mucho esfuerzo»61. Para lograrlo, es
preciso vencer el estado a que la modernidad ha reducido a «este mundo»
―nombrado en la oda séptima con la misma fórmula que se usaba en el «Génesis»
60
Oda tercera: «Είπα: µε µόνο το σπαθί του κρύου νερού θα παραβγώ / Και είπα: µε µόνο το
Άσπιλο του νου µου θα χτυπήσω!», Ibidem, p. 142.
61
Oda cuarta: «Ένα το χελιδόνι κι η Άνοιξη ακριβή / Για να γυρίσει ο ήλιος θέλει δουλειά πολλή»,
Ibidem, p. 144.
196 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
62
Oda séptima: «Αυτός αυτός ο κόσµος ο ίδιος κόσµος είναι / Της άµπωτης και του οργασµού των
τύψεων και της νέφωσης / Ο ευρέτης των ζωδιακών ο τολµητίας των θόλων / Στην άκρη της
εκλειπτικής κι όσο που φτάνει η Χτίσις», Ibidem, p. 153.
63
«Αλλά συ µες στο χέρι µας το λύχνο του άστρου / µε το λόγο σου άναψες, του αθώου στόµα /
θύρα της Παράδεισος!», Ibidem, p. 148.
64
Oda undécima: «Η λαλιά που δεν ξέρει από ψέµα / µεγαλόφωνα το νου µου ν’ απαγγείλει /
ευανάγνωστα να γίνουν τα σωθικά µου. / ∆εν µπορώ / η αγχόνη τα δέντρα µου εξουθένωσε / και τα
µάτια µαυρίζουν», Ibidem, p. 157.
65
«Όπου και να σας βρίσκει το κακό, αδελφοί / όπου και να θολώνει ο νους σας / µνηµονεύετε
∆ιονύσιο Σολωµό / και µνηµονεύετε Αλέξανδρο Παπαδιαµάντη. / Η λαλιά που δεν ξέρει από ψέµα /
θ’ αναπαύσει το πρόσωπο του µαρτυρίου / µε το λίγο βάµµα του γλαυκού στα χείλη», Ibidem, p. 157.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 197
ha adquirido / el poder y el sentido del cielo»66. Es por eso por lo que, en la oda
décima, puede afirmar sin ambages que, en tanto Poeta, redime con la luz de la
poesía la sangre de quienes han atropellado la sacralidad de la vida: «la sangre de los
asesinos con luz redimo»67. Tras el «Profético», que analizaré por separado, la
indemnización poética va llegando a su fin. En los ya aludidos salmos
decimoséptimo y decimoctavo, el Poeta afirma dirigirse a un país «lejano y sin
arrugas», espacio de una pureza perfecta que remite inevitablemente a una
indemnidad recuperada, al ámbito de una naturaleza inmarcesible más allá de las
asechanzas de la historia. Es el marco de un renacimiento íntegro cuyo precio, la
muerte del Poeta, como hemos visto en el capítulo anterior, se da por bien empleado.
Ella genera el nuevo blanco originario, el nuevo desierto de la resurrección que, tras
haber borrado las infinitas escrituras cruzadas que la historia ha amontonado
enturbiando la fuente de la grecidad, presenta la superficie donde volverán a
inscribirse otras palabras griegas, esta vez palabras de alabanza que se trazan solas
sobre la piedra (o sobre el muro encalado a que hace referencia un poco más arriba
como receptáculo de sus «Leyes») y de cuya hendidura brotará el cosmos
indemnizado que se consigna en «El Gloria»; el trino de los pájaros como
acompañamiento parece saludar el nuevo amanecer y el restablecimiento de la voz
de la naturaleza: «Suena la campana del mediodía / y lentamente en las ardientes
piedras se graban las letras: / AHORA y SIEMPRE y LOADO SEA / Siempre
siempre y ahora y ahora los pájaros trinan / LOADO SEA el tributo»68.
«El Gloria» es ya, sobre todo, el ámbito en que los significantes y los
significados han vuelto a fundirse, convirtiendo a la lengua griega en naturaleza
autosuficiente y a la naturaleza en lengua69. La indemnidad es total. El mundo está
salvado en este cosmos textual que se compone únicamente de palabras, y no de
objetos sometidos a la caducidad o a la muerte. La autorreferencialidad ha regresado,
como podemos comprobar en el hecho de que el primer «Loado sea» de esta sección,
el que lo inaugura todo, se dirija al propio texto, cerrado así doblemente sobre sí
mismo: cuando dice «Loada sea la luz y la primera / plegaria del hombre grabada en
la piedra»70, el poema se refiere, entre otras cosas, a las palabras trazadas en el
último salmo de «La Pasión» sobre la piedra, que son precisamente las que
66
«Εύγε πρώτη νεότης µου! / Τόσο χώµα στις ρίζες µου έριξες, που κι η σκέψη µου χλόισε! / Τόσο
φως µες στο αίµα, που κι η αγάπη µου πήρε / το κράτος και το νόηµα τ’ ουρανού», Ibidem, p. 159.
67
«Των φονιάδων το αίµα µε φως ξεπληρώνω», Ibidem, p. 164.
68
Salmo decimoctavo: «Χτυπά η καµπάνα του µεσηµεριού / κι αργά στις πέτρες τις πυρρές
χαράζονται τα γράµµατα: / ΝΥΝ και ΑΙΕΝ και ΆΞΙΟΝ ΕΣΤΙ. / Αιέν αιέν και νυν και νυν τα πουλιά
κελαηδούν / ΑΞΙΟΝ ΕΣΤΙ το τίµηµα», Ibidem, p. 171.
69
Sobre esta identificación a lo largo de toda la obra, cfr. MACKRIDGE, P. (1997).
70
«ΆΞΙΟΝ ΕΣΤΙ το φως και η πρώτη / χαραγµένη στην πέτρα ευχή του ανθρώπου», ELITIS, O.
(2002), p. 172.
198 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
71
«Και Αιέν ο κόσµος ο µικρός, ο Μέγας!», Ibidem, p. 183. Cfr. asimismo el interesante análisis de
Ártemis Leondí de la noción de cosmos en la economía del poema, LEONDÍ, Á. (1998), pp. 277-279.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 199
(Oh Tiempos que habéis retorcido el arco iris y que del pico del gorrión
habéis arrebatado la miga de pan, y no habéis dejado ni una insignificante
vocecilla de agua clara que deletree mi amor sobre la hierba,
72
«Villa Natacha», poema escrito por Elitis en su exilio francés durante la Dictadura de los
Coroneles en Grecia: «Έχω κάτι να πω διάφανο κι ακατάληπτο / Σαν κελαηδητό σε ώρα πολέµου»,
Ibidem, p. 346.
200 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Y unidas de nuevo, crujiendo en los labios del agua, las palabras amargas
abrirán los lejanos horizontes
Quien abriendo los dedos con majestuosa lentitud, enviará de una vez por
todas el pájaro
Sobre la impía fatiga de los hombres, a los lugares donde Dios erró, para
destilar
También en María Gefeli, como hemos visto antes, predomina la idea de una
modernidad degenerada que la poesía podría indemnizar. En el poema «San
73
«Η ασέλγεια, είπα, είναι καιρός ν’ αρχίσει τώρα το ιερατικό της στάδιο, και σε µία Μονή Φωτός
ν’ ασφαλίσει την υπέροχη στιγµή που ο άνεµος έξυσε λίγο συννεφάκι πάνω από τ’ ακρότατο δέντρο
της γης / Κείνα που µόνος µόχθησα να βρω, για να κρατήσω το ύφος µου µέσα στην καταφρόνια, θά
’ρθουν ―από το δυνατό του ευκαλύπτου οξύ ως το θρόισµα της γυναίκας― να σωθούν στης
ασκητείας µου την Κιβωτό / Και το πιο µακρινό και παραγκωνισµένο ρυάκι, κι απ’ τα πουλιά το µόνο
που µ’ αφήκαν, το σπουργίτι, κι από το πενιχρό της πίκρας λεξιλόγιο, δύο, καν τρία, λόγια: ψωµί,
καηµός, αγάπη… / (Ω Καιροί που στρεβλώσατε το ουράνιο τόξο, κι απ’ το ραµφί του σπουργιτιού
αποσπάσατε το ψίχουλο, και δεν αφήσατε µήτε µία τόση δα φωνούλα καθαρού νερού να συλλαβίσει
στην χλόη την αγάπη µου / Εγώ που αδάκρυτος υπόµεινα την ορφάνια της λάµψης, ω Καιροί, δε
συγχωρώ). / Κι όταν, ο ένας του άλλου τρώγοντας τα σπλάχνα, λιγοστέψει ο άνθρωπος, κι από τη µία
στην άλλη / Γενεά, κυλώντας το Κακό, αποθηριωθεί µες στο παντερειπωτικό ουράνιο / Τα λευκά της
µοναξιάς µου µόρια, πάνω από τη σκουριά του χαλασµένου κόσµου στροβιλίζοντας, θα παν να
δικαιώσουν τη µικρή µου σύνεση / Κι αρµοσµένα πάλι τους ορίζοντες µακριά θ’ ανοίξουν, ένα ένα
στα χείλη του νερού να τρίξουν τα λόγια τα πικρά / […] Και γυµνή ν’ ανέβει το ρεύµα του Καιρού η
γυναίκα η Χλοοφόρος / Που µ’ αργότη ανοίγοντας βασιλική τα δάχτυλα, µία για πάντα θα στείλει το
πουλί / Στων ανθρώπων τον ανίερο κάµατο, από κει που έσφαλε ο Θεός, να στάξει / Τρίλια της
Παράδεισος!», Ibidem, pp. 197-198.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 201
74
«Τώρα που η “φύσις” λιγοστεύει και σπανίζει ο άνεµος / και οι άνθρωποι σήπονται σε δάση
ολότελα φανταστικά / […] Μην πείτε: θα βρεθεί ένα δίκιο και για µας. / Μην περιµένετε από την
πολιτική και από την επιστήµη / τίποτε. Ο νεότευκτος είναι και ο πιο παλαιός / κόσµος ανάποδος. /
Μη µαταιοπονείτε. / Με την οµορφιά µου εγώ / θα καταργήσω την έννοια του βιβλίου· / θα επινοήσω
τα νέα λουλούδια / και θα τα δρέψω από τα σπλάχνα µου / και θα στέψω βασιλιά στην κόχη των
µηρών µου / το δηµόσιο ρόδο. / Απ’ αυτό θα πνεύσει ο άνεµος / της αληθινής αγνότητας / όπου λίγοι
θα επιζήσουν άνθρωποι / όµως όλα τα πουλιά / τσιµπολογώντας τις ρώγες των µαστών µου», Ibidem,
pp. 409-411.
202 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
75
«Κοιµάται πιο βαθιά κείνος που έχει περιβραχεί απ’ την Ιστορία / Μπρος µ’ ένα σπίρτο ας την
ανάψεις σαν οινόπνευµα / Ποίηση µόνον είναι / Κείνο που αποµένει. Ποίηση. ∆ίκαιη και ουσιαστική
κι ευθεία / Όπως µπορεί και να τη φαντασθήκαν οι πρωτόπλαστοι / ∆ίκαιη στα στυφά του κήπου και
στο ρολόι αλάθητη», Ibidem, p. 588.
76
Cfr. KEJAYOGLU, Y. (1995), y también LIGNADIS, T. (1999).
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 203
el mismo Dios? […] No, no, la Poesía es un mecanismo que desmecaniza al hombre
y sus relaciones con las cosas»77. Es, en definitiva, un suplemento que pretende
devolver al hombre al estado esencial de naturaleza en que los condicionamientos
sociales, mercantiles, morales e históricos, mecanismos a su vez de encadenamiento
colectivo, hayan dejado de tener influencia sobre él, como quería el surrealismo. Se
trata, por tanto, como ocurría en el Axion Estí, de un engranaje destinado a borrar,
borrar la historia o borrar las huellas de su propia acción, así como generar con ese
blanco el desierto sobre el que una utopía futura e indemne, incondicionada ya,
pueda revelarse sobre la hendidura atópica abierta por el arte. En «La magia de
Papadiamandis», Elitis dibuja una utopía sagrada, sobre-natural, marcada por el
color blanco que, según él, han abierto con su santidad figuras del arte, la poesía o la
filosofía como Plotino, Vermeer, Blake, Hölderlin, Novalis o Mozart. La denomina
el «país de la inocencia», y la pinta con los colores de una sacralidad natural ante la
que las elaboraciones conceptuales carecen de valor; los vacíos son rellenados
automáticamente por la explosión de vida de las flores, los templos están repletos de
ofrendas extraídas de la naturaleza y las leyes surgen en la hora intersticial del sol
―la misma hendidura que representa la poesía― para borrarse cada tarde a la espera
de trazarse una vez más al día siguiente. Esta atopía espectral e indemne es
realmente el producto de la máquina de trascendencia del arte y la poesía, una
máquina que según Elitis borra la historia y abre el espacio de una revelabilidad
futura (un camino virgen, reoriginario), el fundamento de un nuevo paraíso poiético
y epigonal:
El aire es allí tan escaso que ninguna cosmovisión resiste, ninguna sabiduría
tiene validez. Perlas en gotas brillan sobre la piel de los hombres que han
logrado ser únicamente hombres. Las muchachas tienden racimos de luz y
navegan semidesnudas, con los labios entreabiertos, agitando los talones en
el aire. A veces se topan con cables eléctricos, y entonces surcan el cielo
terribles destellos; se oyen sonidos siderales y bramidos de olas invisibles;
después, los vacíos que dejan vienen a llenarlos, abriéndose, los cálices de
las flores.
[…] Los templos, lisos como el metal y escalonados, están llenos de
ofrendas: cestas de naranjas, canastas con peces verdeantes, cuentas de
aguamarina, cuerdas enroscadas, anclas de bronce, mariposas de todas las
formas. […] Las leyes, inscritas en enormes piedras cuadradas, a
77
«Αυτά όλα, ρωτάω και ρωτιέµαι ο ίδιος, ήταν τοπίο; Ήταν µονάχα φύση; Ή µήπως όχι; Ή µήπως
ήταν η αρχή και το τέλος του κόσµου, το άλφα και το ωµέγα του ανθρώπου, ο ίδιος ο Θεός; […] Όχι,
όχι, ένας µηχανισµός είναι η Ποίηση, που αποµηχανοποιεί τον άνθρωπο και τις σχέσεις του µε τα
πράγµατα», ELITIS, O. (2000), pp. 327-328.
204 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
78
«Είναι τόσο αραιός ο αιθέρας εκεί, που καµιά κοµοθεωρία δεν αντέχει, καµιά σοφία δεν έχει
πέραση. Μαργαρίτες από σταλαγµατιές λάµπουνε πάνω στο δέρµα ανθρώπων που επέτυχαν νά ’ναι
άνθρωποι και µόνον. Τα κορίτσια τείνουν τσαµπιά φωτός και πλέουν ηµίγυµνα, µε τα χείλη
µισάνοιχτα, τις φτέρνες χτυπώντας τον αέρα. Κάποτε αγγίζουν ηλεκτροφόρα σύρµατα, και τότε
φοβερές εκλάµψεις σχίζουν τον ουρανό· ήχοι διαστηµικοί και µουγκρητά κυµάτων αόρατων
ακούγονται· ύστερα, τα κενά που αφήνουν έρχονται να τα γεµίσουν ανοίγοντας οι καλύκες των
λουλουδιών. / […] Οι ναοί, λείοι σαν από µέταλλο και όλο αναβαθµίδες, είναι γεµάτοι αφιερώµατα:
πανέρια µε πορτοκάλια, κάνιστρα µε πρασινωπά ψάρια, χάντρες από aqua marina, κουλουριασµένα
σχοινιά, µπρούντζινες άγκυρες, πεταλούδες όλων των σχηµάτων. […] Οι νόµοι, χαραγµένοι σε
πελώριες τετράγωνες πέτρες, γίνονται το καταµεσήµερο ευανάγνωστοι ―έπειτα πάλι, σιγά σιγά,
σβήνουν, για ν’ αναφανούν την άλλη µέρα― τόσο πιο καθαρά όσο πιο κατακόρυφος ο ήλιος. / Ω, ναι,
είναι δύσκολο να το εξηγήσει κανένας. Πρόκειται για µία “µηχανή”, µε την παλιά σηµασία, που µε
κάθε κίνηση προς τα πίσω ξεγράφει την ιστορία και µε κάθε κίνηση προς τα εµπρός διανοίγει µία
παρθένα οδό: για να µπορεί να βλέπει ο καθένας διαρκές το ακαριαίο και ακαριαίο το διαρκές· να
βλέπει ό,τι αγαπά σαν τον πυρήνα ενός παραδείσου», ELITIS, O. (1993), pp. 59-60.
79
«Το ερώτηµα είναι: πώς αυτό που, βέβαια, οφείλεται στην απουσία κάθε ανθρώπινης επέµβασης
το ξαναβρίσκεις άξαφνα σ’ ένα δηµιούργηµα βγαλµένο από τη βούληση του ανθρώπου; Μάταια θά
’ψαχνε κανείς ν’ ανακαλύψει την ταχυδακτυλουργία του θαυµατοποιού. Μάλλον θα έπρεπε να
πιστέψει ότι η καθαρότητα της ψυχής του συγγραφέα ―σ’ όλη τη διάρκεια που κρατάει το
γράψιµο― ακολουθεί τον αντίστροφο δρόµο της νοητικής του λειτουργίας, έτσι που ν’ απαλείφει
κάθε ίχνος εγκεφαλικής διεργασίας», Ibidem, p. 65.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 205
80
«El método del ergo»: «Όλα γίνεται να τα λύσεις και να τα επανασυνδέσεις, εκτός από τα λόγια
που έγραψε ο ποιητής. Κάποια βίδα στο τέλος θα σε µπερδέψει. Μήτε που θα εφαρµόζει πουθενά,
µήτε που χωρίς αυτήν θα λειτουργεί το µηχάνηµα. Και ο ίδιος ο ποιητής, εαν κληθεί να δοκιµάσει, θ’
αποτύχει. Τον ακολουθούν οι προθέσεις του, που, αυτές, ενόσω ακόµη έγραφε, τον είχαν
εγκαταλείψει χωρίς να το καταλάβει, για ν’ αφήσουν τη θέση τους σε άλλες, δοσµένες άγνωστο από
πού και κλειδωµένες µέσα στο τελικό αποτέλεσµα, µε µίαν ευλογοφάνεια που κάνει και τον ίδιον ν’
απορεί. Την αδεξιότητά του, που εντούτοις ευστόχησε, δεν µπορεί παρά να τη δικαιολογήσει µε
κάποιο ψέµα. Εκ των υστέρων, όλοι οι ποιητές, εξηγώντας τα ποιήµατά τους, λένε ψέµατα», Ibidem,
pp. 165-166.
81
«El método del ergo»: «Λοιπόν, είναι τυχαία η γραµµή που αρχίζει να παίρνει το σκαρί; Γίνεται
µόνο για λόγους αισθητικούς ή µήπως υποβοηθεί κι εξασφαλίζει καλύτερα µία µελλοντική πλεύση; Τί
νόηµα έχει αν προορίζεται να κουβαλάει καρπούζια ή πρόβατα ή ανθρώπους; Η καλή λειτουργία, η
206 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
ανταπόκριση του µήκους, του πλάτους, του ύψους, στη δυνατότητα να διασχίσει πέλαγα µε σιγουριά
―νά τί λογαριάζει. Και πώς να µην το έχουµε υπόψιν µας, όταν ξέρουµε ότι διαφορετικά θ’
ακολουθήσει ναυάγιο; Αλλ’ ιδού: συµβαίνει ότι και τα ποιήµατα ναυαγούν. Και ο καλός
καραβοκύρης προνοεί για τις φουρτούνες, που κάποτε στο πνεύµα είναι ισχυρότερες από τις άλλες,
των φυσικών στοιχείων. […] Αν, αντί ν’ αραδιάζεις λόγια, που µία µέρα θα τα ξεβράσει ο πουνέντες
του χρόνου όπου λάχει, µελετάς το σκαρί, δεν πραγµατοποιείς µίαν εκζήτηση αισθητική·
εκπληρώνεις µία λειτουργική ανάγκη. / […] Ο ποιητής δείχνει. Και η ορατότητα µεγαλώνει,
εντείνεται, λαµπικάρει, τόσο περισσότερο όσο το κάθε στοιχείο βρίσκει την ακριβή του θέση µέσα σ’
ένα σύνολο που κάνει τα επίπεδα να συγκλίνουν και να καταλήγουν στη µία και διαρκή λάµψη»,
Ibidem, pp. 180-181.
82
«Προσπάθησε να οδηγήσεις την τεχνική τελειότητα στη φυσική της κατάσταση», ELITIS, O.
(2002), p. 411.
83
«El método del ergo»: «Και η τέχνη, µίαν απόσταση σχετική, που θα της επιστρέψει να πάρει το
χαρακτήρα του αναπότρεπτου, όπως ακριβώς η Μοίρα ―προς την αντίθετη κατεύθυνση ωστόσο της
Μοίρας― έτσι που τελικά να την εξουδετερώσει. Επειδή κάτι τέτοιο είναι που επιδιώκει στο βάθος
κάθε τέχνη, και ας µην κάνουµε τον ανήξερο», ELITIS, O. (1993), p. 170.
84
«Εαν εγώ είµαι αυτή δεν έχει σηµασία· / µία φωνή οφείλει νά ’ναι αυτόµατη κι επαναληπτική /
σαν όπλο µε βεληνεκές που πιάνει αιώνες· / κι εγώ κινώ από τους Μογγόλους / φτάνω σαν τον
υπερσιβηρικό / µ’ ένα φωσάκι ατοµικό κι ένα κλαδί µυρτιάς στο χέρι», ELITIS, O. (2002), pp. 430-
432.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 207
La poética de Elitis a este respecto, sin embargo, no posee sólo una dimensión
antimoderna, antihistórica y antimaquinal. Fuera de estos condicionantes, la poesía es
para él, ante todo, la fuerza capaz de corregir la realidad y aproximarla a un grado de
perfección del que cotidianamente carece. Es otra forma, en el fondo la misma, de
indemnización: la aniquilación del mal, la reducción a la esencia, la re-velación de la
verdad, la salud, la sobrenaturaleza en que, siguiendo a los surrealistas, las dos caras
del mundo se resuelven desechando lo perecedero, la inocencia de lo que está
incesantemente en el origen, la magia que opera transmutaciones alquímicas sobre lo
existente; todo ello sin determinaciones, esta vez, epocales. Este valor que
llamaríamos ontológicamente indemnizador e incluso farmacológico, queda de
manifiesto en sus dos más célebres declaraciones programáticas sobre el ser ―no ya
la técnica, en consonancia con la literatura moderna― de la poesía. La primera se
encuentra en el texto «Declaración del 66», y es fácil ver en ella ecos de Rimbaud y
de los surrealistas: «Entiendo la poesía como una fuente de inocencia llena de fuerzas
revolucionarias, que es mi misión dirigir sobre un mundo intolerable para mi
conciencia; con la esperanza de hacerlo, por medio de continuas transformaciones,
más acorde con mis sueños. Hablo de un tipo de magia contemporánea cuyo
mecanismo tiende también a revelar nuestra realidad más profunda»85.
Transformación y revelación, por tanto, proyección en todo caso de una verdad
interior que remite al secreto que inaugura en la modernidad la fiduciariedad de la
poesía. Las palabras finales de «Analogías de luz», la célebre entrevista con Ivar
Ivask de 1975 ―redactada en primera persona para un interlocutor cuya voz no
aparece ni una sola vez en el texto, más semejante por consiguiente a un manifiesto
personal que a un auténtico diálogo―, son prácticamente idénticas ―parecen de
hecho una mera reelaboración―, con la salvedad de que ahora se añade una
referencia a la novedad y singularidad de su proyecto poético, una afirmación que a
la luz de nuestro análisis puede fácilmente ponerse en duda. Acaso constituye incluso
un ingrediente más de su ensamblaje en la tradición moderna ―por paradójica que
esta expresión pueda resultar―, caracterizada precisamente por el deseo rupturista de
inaugurar, en cada punto de la historia, una nueva (a)historicidad para la literatura:
«Considero a la poesía una fuente de inocencia llena de fuerzas revolucionarias. Mi
misión es dirigir estas fuerzas contra un mundo que mi conciencia no puede aceptar,
de modo que a través de transformaciones sucesivas pueda poner ese mundo en
85
«Αντιλαµβάνοµαι την ποίηση σαν µία πηγή αθωότητας γεµάτης από επαναστατικές δυνάµεις,
που αποστολή µου είναι να τις κατευθύνω επάνω σ’ έναν κόσµο απαράδεκτο για τη συνείδησή µου·
ελπίζοντας, µέσ’ από συνεχείς µεταµορφώσεις, να τον κάνω πιο σύµφωνο µε τα όνειρά µου. Μιλώ για
µία σύγχρονου τύπου µαγεία, που ο µηχανισµός της τείνει κι εκείνος στην αποκάλυψη της βαθύτερής
µας πραγµατικότητας», ELITIS, O. (1993), p. 207.
208 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
armonía con mis sueños. Me refiero aquí a un género contemporáneo de magia cuyo
mecanismo conduce al descubrimiento de nuestra realidad verdadera. Por eso creo
que, con el idealismo como punto de partida, me dirijo hacia un punto que no ha sido
abordado en absoluto hasta hoy. Con la esperanza de lograr una liberación de todas
las ataduras y una justicia identificada con la luz absoluta, soy un idólatra que, sin
quererlo, desemboca en la santidad cristiana»86. Si en el apartado anterior
encontrábamos una idealización de la naturaleza, es decir, del mero ser del mundo
―sacralidad perdida en la modernidad que la poesía aspiraba a re-generar―, aquí es
imposible pasar por alto cierto anticosmismo coherente con los ecos surrealistas que
estas dos declaraciones evidencian. Ambos pasajes sugieren que la «realidad
verdadera» no es aquella que percibimos inmediatamente, sino la que subyace, como
según vimos querían ciertos románticos, bajo la superficie de los fenómenos. De este
modo, la poesía tiene la obligación de hacer visible aquello que cotidianamente no lo
es, aunque sólo sea, cumpliendo un gesto fiduciario, en su misma invisibilidad. La
indemnización se desplaza aquí, por consiguiente, a un intento de corrección general
de la vida, no sólo de las condiciones históricas presentes. El objetivo es, como en
gran parte de las corrientes poéticas modernas, indemnizar lo indemne, es decir,
alcanzar una super-vivencia o una sobrenaturaleza en que la vida o la naturaleza se
ofrezcan salvadas en aquello que las excede, llámese surnaturalisme, superrealidad
o, según veremos en breve, tercer estado. En cualquier caso, el ejercicio de la poesía
como categoría ontológica cumple simultáneamente aquí los dos rasgos definitorios
de lo religioso: la exigencia originaria de la fe87 y la indemnización de lo san(t)o, lo
heilig.
86
«Θεωρώ την ποίηση µία πηγή αθωότητας γεµάτης επαναστατικές δυνάµεις. Αποστολή µου είναι
να κατευθύνω τις δυνάµεις αυτές κατεναντίον ενός κόσµου που δεν µπορεί να αποδεχτεί η συνείδησή
µου, έτσι ακριβώς, ώστε µέσω διαδοχικών µεταµορφώσεων να φέρω τον κόσµο αυτόν σε αρµονία µε
τα όνειρά µου. Αναφέροµαι εδώ σ’ ένα σύγχρονο είδος µαγείας, ο µηχανισµός της οποίας οδηγεί στην
ανακάλυψη της αληθινής µας πραγµατικότητας. Γι’ αυτό πιστεύω ότι, µε αφετηρία τον ιδεαλισµό,
κατευθύνοµαι προς ένα σηµείο που δεν έχει δοκιµαστεί καθόλου ίσαµε σήµερα. Ελπίζοντας στην
επίτευξη µίας απελευθέρωσης απ’ όλα τα δεσµά και µίας δικαιοσύνης που θα ταυτιζόταν µε το
απόλυτο φως, είµαι ένας ειδωολολάτρης που, αθέλητα, καταλήγει στη χριστιανική αγιότητα», ELITIS,
O. (1979), pp. 202-203.
87
Indemnidad y secreto fiduciario se mezclan en un pasaje del discurso de recepción del premio
Nobel que Elitis leyó ante la Academia de Estocolmo. La poesía es capaz de penetrar en la zona
desconocida, más allá de las Luces de la razón, en que se origina la vida, a la vez que es el elemento
más indemne, el menos atacado por la caducidad. Contribuye, pues, a preservar todo aquello que
mantiene la vida en su misma fuente, y lo re-vela fiduciariamente en su luz otra, la διαφάνεια. Con
ella nos sitúa frente al origen puro de toda vivencia y, por tanto, de toda sacralidad, que constituye
una «región prohibida»: «Y la Poesía, que se erige allí donde el racionalismo depone las armas, toma
el relevo para adentrarse en la zona prohibida, demostrando así que es la menos afectada por la
caducidad. Asegura, en la pureza de su forma, la salvaguarda de los elementos permanentes que hacen
viable la vida. Sin ella, sin su vigilancia, esos elementos desaparecerían en la oscuridad de la
conciencia como las algas en las profundidades marinas. Por eso necesitamos la transparencia. Para
distinguir claramente los nudos en el hilo que, tensado a través de los siglos, nos ayuda a mantenernos
en pie sobre esta tierra» («Και η Ποίηση, που εγείρεται στο σηµείον όπου ο ορθολογισµός καταθέτει
τα όπλα του για να τ’ αναλάβει εκείνη και να προχωρήσει µέσα στην απαγορευµένη ζώνη, ελέγχεται
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 209
να είναι ίσα ίσα εκείνη που προσβάλλεται λιγότερο από τη φθορά. ∆ιασώζει σε καθαρή µορφή τα
µόνιµα, τα βιώσιµα στοιχεία, που καταντούν δυσδιάκριτα µέσα στο σκότος της συνείδησης, όπως τα
φύκια µέσα στους βυθούς των θαλασσών. Να γιατί µας χρειάζεται η διάφανεια. Για να διακρίνουµε
τους κόµπους στο νήµα που µέσ’ από τους αιώνες τεντώνεται και µας βοηθεί να σταθούµε όρθιοι
πάνω σ’ αυτή τη γη»), ELITIS, O. (1993), p. 321.
88
Elitis habla incluso en repetidas ocasiones de una «φυσική µεταφυσική», una «metafísica física»
o «natural», donde la tachadura del prefijo, tan explícita, implica un intento de reinscripción de la
trascendencia de las religiones tradicionales sobre el horizonte de una inmanencia moderna que, sin
embargo, no se resigna a perder la sacralidad que los conceptos de Grecia, de luz o de poesía son
capaces de re-generar en ella. De este modo, en contra de las pretensiones antimetafísicas del
surrealismo o de Elitis ―en el cual son, sin embargo, mucho más ligeras―, seguimos dentro de la
escena de la metafísica y de la religiosidad. Sobre la «metafísica física», cfr. por ejemplo
«Declaración del 51», Ibidem, p. 206, o KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 41.
89
«Antes que nada, la poesía»: «Κι όµως από το τί είναι στο τί µπορεί να είναι περνάς µία γέφυρα
που σε πάει, ούτε λίγο ούτε πολύ, από την Κόλαση στον Παράδεισο. Και το πιο παράξενο: έναν
210 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
poemas para expresar la gran nostalgia por esta distancia frente a lo esencial, Elitis
considera, haciéndose eco sin duda de la célebre consigna de Rimbaud asumida por
el surrealismo («hay que cambiar la vida»), que la poesía debe asumir la labor de
corregir la existencia y construir po(i)éticamente su propia sacralidad, alcanzando a
través de su acción indemnizadora la visión del paraíso que falta: «Son muchos […]
los que pretenden, exagerando siempre en la intensidad y en el tejido dramático del
discurso, expresar su profunda tristeza por esta distancia, plasmar de cualquier modo
la situación del condenado al Infierno. Y hay otros, más cercanos, en mi opinión, a la
imaginación que a la reflexión, que por naturaleza abordan una constante “corrección
paralela” de la vida, que sienten la inamovible necesidad de expresar “directamente”
su tendencia a ver un Paraíso»90. La «corrección», equivalente a una sanación de lo
que está enfermo, es el objetivo de toda verdadera poesía, que trata de emular a Dios
aplicando una nueva sacralidad indemne sobre la realidad creada por Él o bien
procura vivificar los mensajes de la trascendencia: «La Poesía nació para corregir los
errores de Dios; o, si no, al menos para mostrar cuán equivocadamente hemos
concebido su don»91. Esta intervención salvífica del arte acaba conduciéndonos, a
través de la recomposición o incluso la inversión del mundo en una representación
que nunca es pasiva, a la verdadera realidad (para María Nefeli el otro lado del
espejo, la imagen, es un ámbito más real que el mundo que refleja: «en el mundo
interior del espejo allí donde camino / buscando mi día verdadero»92), la realidad
indemnizada, pintada con los colores de un paraíso revelado en un pequeño gesto:
«La realidad estable, definitiva, irrevocable, se debe a sus manos [las de los artistas]
Παράδεισο φτιαγµένον από τα ίδια υλικά που είναι φτιαγµένη ακριβώς και η Κόλαση. ∆εν είναι παρά
η αντίληψη για τη διάταξη των υλικών που διαφέρει ―ας την φαντασθεί κανένας επάνω στην
αρχιτεκτονική της ηθικής και των αισθηµάτων για να καταλάβει―, αλλά που είναι αρκετή ωστόσο
για να προσδιορίσει την απροσµέτρητη διαφορά. Εαν η πραγµατικότητα, που τη διαµορφώνουν µε το
ήµισυ του δυναµικού των αισθήσεων και των αισθηµάτων τους οι άνθρωποι, δεν επιτρέπει, για την
ώρα, και ίσως δεν επιτρέψει ποτέ, την άλλη αρχιτεκτονική ή, αλλιώς, την επαναστατική ανασύνθεση,
το πνεύµα µένει ελεύθερο και, για την αντίληψή µου, παραµένει το µόνο που µπορεί να την αναλάβει.
Νά ποιο είναι το κοινό γνώρισµα που χαρακτηρίζει το γένος των ποιητών: η διάστασή τους µε την
τρέχουσα πραγµατικότητα. Από κει και πέρα, ο τρόπος που αντιδρούν ―και που τους κατατάσσει
µοιραία σε χωριστές συνοµοταξίες― για κανένα λόγο δεν µπορεί ν’ αποτελέσει αξιολογικό
κριτήριο», ELITIS, O. (2000), pp. 9-10.
90
«Antes que nada, la poesía»: «Είναι πολλοί […] που επιδιώκουν, υπερβάλλοντας ολοένα σε
οξύτητα και δραµατική του λόγου υφή, να εκφράσουν τον βαθύ τους καηµό γι’ αυτή τη διάσταση, ν’
αποτυπώσουν έτσι ή αλλιώς τις συνθήκες του καταδικασµένου στην Κόλαση. Και είναι άλλοι,
πλησιέστεροι, νοµίζω, αυτοί προς τη φαντασία παρά προς τη σκέψη, και από τη φύση τους πλασµένοι
έτσι ώστε να προβαίνουν σε µία συνεχή “παραδιόρθωση” της ζωής, που αισθάνονται την
ακατανίκητη ανάγκη να εκφράσουν “ευθέως” τη ροπή τους προς το όραµα ενός Παραδείσου»,
Ibidem, p. 10.
91
«Memorial para Andreas Embiricos»: «Η Ποίηση έγινε για να διορθώνει τα λάθη του Θεού· ή,
εαν όχι, τότε για να δείχνει πόσο λανθασµένα εµείς συλλάβαµε τη δωρεά του», ELITIS, O. (1993), p.
116.
92
«Through the mirror»: «Στον µέσα κόσµο του καθρέφτη εκεί που βηµατίζω / ψάχνοντας την
αληθινή µου µέρα», ELITIS, O. (2002), p. 380.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 211
que, muchas veces, al desplazar algo mínimo, aíslan la sensación del objeto que la
provoca, la manipulan de un modo distinto, y nos descubren una perspectiva del
mundo más próxima a la real, si se puede decir algo así. Sin embargo, es verdad. Un
poco más a la derecha, un poco más arriba, un poco más rojo, un poco más amarillo,
y helo ahí: se enciende la lucecita en el Paraíso de los entendidos»93. La atopía del
arte, en consecuencia, gracias a la espectralidad de su dimensión exclusivamente
imaginal, representa la única realidad verdadera, permanente, aquella que, como
veíamos en el Axion Estí, es salvada en la precaria fugacidad de un relámpago, sobre
el débil trazo de una luz intangible que sin embargo perdura para la eternidad. Y hace
de la otra realidad, la que percibimos cotidianamente, una ilusión efímera, cargada de
dolor, enfermedad y muerte.
Por ello mismo son frecuentes en las referencias de Elitis a la poesía las
oposiciones dialécticas entre salud y enfermedad, muerte y supervivencia, caducidad
y perduración, que generan en torno a sí toda una constelación de sentidos asociados
a la pureza, el mal, lo natural, lo naciente, el milagro, lo griego. Muerte, enfermedad
o caducidad son los errores de Dios ―acaso esos «remordimientos por el cielo» de
su libro de 1960― que la poesía y el arte vienen a (sub)sanar en la atopía espectral
―inaccesible pues a la merma y a la muerte por hallarse más allá de lo vivo, en la
super-vivencia del fantasma― de sus imágenes, las cuales los ponen en fuga94 y los
sustituyen finalmente por otra forma de divinidad inocente e invulnerable. Sucede
93
«Camino privado»: «Η σταθερή, η οριστική, η µη ακυρώσιµη πραγµατικότητα οφείλεται στα
χέρια τους· που, µετατοπίζοντας πολλές φορές κάτι ελάχιστο, αποσπούν την αίσθηση από το
αντικείµενο που την προκαλεί, τη χειρίζονται κατά διαφορετικό τρόπο κι αποκαλύπτουν σ’ εµάς τους
άλλους µία κάτοψη του κόσµου πλησιέστερη προς την πραγµατική, εαν µπορεί να το πει αυτό
κανένας. Που εντούτοις είναι αλήθεια. Λίγο δεξιότερα, λίγο ψηλότερα, λίγο πιο κόκκινο, λίγο πιο
κίτρινο, κι ευθύς να: το φωτάκι ανάβει στον Παράδεισο των κατανοούντων», ELITIS, O. (1993), p.
388.
94
La poesía actúa, y lo veremos más adelante con detalle, como un conjuro que en la ritualidad de
una serie de gestos mínimos e inexplicables, incluso en la simple apertura de la voz o la escritura,
aleja el mal tal como desde tiempos inmemoriales vienen haciendo los pueblos primitivos ―de nuevo
apreciamos la evocación de un pasado mítico, premoderno, como antecedente de la nueva era
poética― en su religiosidad natural, que es también una suerte de medicina: «Los pueblos primitivos,
poetas antes del siglo de los poemas, al no tener espejo (literal y metafóricamente) donde hacer el
mamarracho, revertían el mal recitando palabras terribles e incomprensibles. Así, hasta hace pocos
años, nuestras nodrizas isleñas, con absoluta seriedad, expulsaban a los espíritus de sobre nuestras
cunas pronunciando palabras sin sentido, con una ramita de cualquier humilde hierba en la mano que
adquiría quién sabe qué desconocidas facultades única y exclusivamente por la inocencia de su
naturaleza. Esa ramita con las facultades desconocidas de la inocencia, y las extrañas palabras que la
acompañan, son exactamente la Poesía» («Crónica de una década»: «Οι πρωτόγονοι λαοί, ποιητές
πριν από τον αιώνα των ποιηµάτων, µην έχοντας στη διάθεσή τους καθρέφτη (κυριολεκτικά και
µεταφορικά) για να κορδακίζονται, το κακό το αναποδογυρίζανε απαγγέλοντας λόγια τροµερά και
ακατανόητα. Έτσι, ως πριν λίγους χρόνους ακόµα, οι νησιώτισσες παραµάνες µας, µε άκρα
σοβαρότητα, διώχνανε πάνω απ’ την κούνια µας τα δαιµονικά, προφέροντας λόγια δίχως νόηµα,
κρατώντας ένα φυλλαράκι ταπεινού χόρτου που έπαιρνε ποιος ξέρει τί άγνωστες δυνάµεις από την
αθωότητα και µόνο της ίδιας του της φύσης. Αυτό το φυλλαράκι µε τις άγνωστες δυνάµεις της
αθωότητας, και τα παράξενα λόγια που το συνοδεύουνε, είναι ακριβώς η Ποίηση»), ELITIS, O. (2000),
pp. 407-408.
212 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
principalmente con la muerte, que se halla en la propia base de la poesía según una
célebre afirmación de «Antes que nada, la poesía»: «He ahí por qué escribo. Porque
la Poesía comienza desde el momento en que la Muerte no tiene la última palabra»95.
Ello nos da a entender, por una parte, que la Poesía ―nuevamente en mayúscula,
como corresponde a su dimensión ontológica― nace de la posibilidad, inherente a la
existencia, de que la muerte no tenga un dominio absoluto sobre la vida ―la cual
contiene, por tanto, una semilla de la regeneración inagotable que la poesía opera―
y, por otra, que es ella con su intervención la que, como una cuña, detiene a la muerte
e impide que se cierre el círculo de lo real. Así, es de nuevo, apertura, apertura desde
la muerte y el mal de la caída ―lógica de la autoinmunización, en consecuencia―, y
apertura en el seno de la muerte que la cortocircuita y traza sobre su negrura la marca
blanca ya otras veces vista como posibilidad de un reorigen perpetuo. Por ese motivo
se trata, según leemos en la frase siguiente, de una vida más allá de la vida, de una
sobrenaturaleza que anula el juego de las diferencias y se afirma de un modo
absoluto, como una utopía milenarista, sobre la fusión definitiva de los contrarios:
«Es el final de una vida y el comienzo de otra que es igual a la primera pero marcha
muy profundamente, hasta el punto más extremo que ha podido rastrear el alma, en
los confines de los opuestos, allí donde el Sol y el Hades se tocan»96. Tercer estado
surrealista al que Elitis se refiere otras veces o coincidentia oppositorum de
raigambre mística, la poesía consigue deshacer el imperio de la muerte y, con ello,
también el de la vida, que en el fondo no es sino la amenaza constante de la
disolución. Nos otorga, por consiguiente, una super-vivencia cuyas concomitancias
con la trascendencia religiosa quedan de manifiesto en el pasaje inmediatamente
posterior: «[La Poesía es] el camino interminable hacia la luz Natural, que es el
Verbo (Λόγος), y la luz Increada, que es Dios. Por eso escribo. Porque me apasiona
obedecer a lo que no conozco, que es mi yo íntegro, y no esta mitad que deambula
por las calles y “se halla inscrita en los registros del Ayuntamiento”»97. Obedecer a
lo que no se conoce, renunciar sacrificialmente a la personalidad mundana, como en
una muerte o una consagración religiosa, conduce a anular el yo carnal ―en
terminología mística de las más diversas tradiciones― y reencontrar en la alteridad
absoluta la plenitud invulnerable del ser. Es una reformulación del «je est un autre»
95
«Να γιατί γράφω. Γιατί η Ποίηση αρχίζει από κει που την τελευταία λέξη δεν την έχει ο
Θάνατος», Ibidem, p. 42.
96
«Είναι η λήξη µίας ζωής και η έναρξη µίας άλλης, που είναι η ίδια µε την πρώτη αλλά που πάει
πολύ βαθιά, ως το ακρότατο σηµείο που µπόρεσε ν’ ανιχνεύσει η ψυχή, στα σύνορα των αντιθέτων,
εκεί που ο Ήλιος και ο Άδης αγγίζονται», Ibidem, p. 42.
97
«Η ατελεύτητη φορά προς το φως το Φυσικό, που είναι ο Λόγος, και το φως το Άκτιστον, που
είναι ο Θεός. Γι’ αυτό γράφω. Γιατί µε γοητεύει να υπακούω σ’ αυτόν που δε γνωρίζω, που είναι ο
εαυτός µου ολάκερος, όχι ο µισός ―που ανεβοκατεβαίνει τους δρόµους και “φέρεται εγγεγραµµένος
στα µητρώα αρρένων του ∆ήµου”», Ibidem, p. 42.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 213
de Rimbaud y, por supuesto, de las teorías del surrealismo acerca del inconsciente
como núcleo indemne y superior, en tanto alejado de la cotidianidad alienante, de la
vida. En ese sentido, la poesía significa entregarse a lo otro, a la dimensión inversa
de lo desconocido que, a través de una suerte de inmolación autoinmunitaria, nos
garantizará la resurrección del mundo en el seno mismo de la muerte. La caducidad
se nos presenta con la poesía como la vía misma para superarla, igual que sólo quien
ha atravesado la muerte puede sobre-vivir: «Es justo dar a lo desconocido el lugar
que le corresponde; he ahí por qué debemos escribir. Porque la Poesía nos
desaprende el mundo tal como lo hemos encontrado: el mundo de la caducidad, que a
veces viene a mostrarnos que es el único camino para trascender la caducidad, en el
sentido en que la Muerte es el único camino para la Resurrección»98. Efectuada una
vez más la borradura del mundo (la Poesía, con su poder omnímodo, nos lo
«desaprende»), nos hallamos ante la resurrección de(l) Dios o de lo divino en la
promesa incesante de un origen perpetuo, con la muerte y la caducidad finalmente
indemnizadas. Por esa razón la mera idea del arte como absoluto transpersonal podía
actuar durante la guerra como un consuelo para el autor frente al peligro de la
muerte. En el texto autobiográfico «Crónica de una década», su efecto se describe
prácticamente en los términos de una devoción religiosa al uso. Ella le transmitía la
confianza en la posibilidad de una existencia superior, le sugería la visión de un
paraíso y concentraba sus fuerzas, en contra de la muerte, en la fuente común de la
vida y el milagro, tan opacados en la orgía sangrienta y maquinal de la guerra:
«Buscaba un consuelo más allá de las armas o de la suerte personal de cada uno de
nosotros. Y lo encontraba en una fuerza distinta, que sabe hacerse luz en la
oscuridad, conciencia en el delirio, perdurabilidad en la miseria de las mezquinas
obras humanas. Se trata de un sentimiento de confianza en la vida que la capacidad
del Arte de recrearla en un nivel superior, de convencernos de que, a partir de un
punto determinado, todo es factible, despierta en nuestro interior. […] No se trata
únicamente de un camino hacia el Bien, ni de una insistencia en la visión del Paraíso
que tan injustamente hemos dejado escapar de nuestras manos y que una voz nos
llama constantemente a restaurar; no es sólo ese sentimiento lo que nos sugiere la
idea del Arte en vísperas de la muerte. Es una auténtica concentración, con todas
nuestras fuerzas orgánicas, hacia la fuente de la vida, que a la vez es la única fuente
del milagro»99.
98
«Είναι σωστό να δίνουµε στο άγνωστο το µέρος που του ανήκει· νά γιατί πρέπει να γράφουµε.
Γιατί η Ποίηση µας ξεµαθαίνει από τον κόσµο, τέτοιον που τον βρήκαµε: τον κόσµο της φθοράς, που
έρχεται κάποια στιγµή να δούµε ότι είναι η µόνη οδός για να υπερβούµε τη φθορά, µε την έννοια που
ο Θάνατος είναι η µόνη οδός για την Ανάσταση», Ibidem, pp. 42-43.
99
En medio de la batalla, la idea de Grecia (y de que «en la dimensión espiritual tenía ya logros que
la hacían invulnerable») junto con la del arte y la poesía que aparece en esta cita, hacen al joven Elitis
sentirse sintomáticamente indemne, es decir, incapaz de recibir daño alguno de las bombas que caen a
214 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Esta fuerza vital que la poesía o el arte proyectan tiene también como función
compensar la mengua de la enfermedad, que no sólo representa una amenaza para lo
vivo, sino también una carencia moral. El dolor y el peligro son para Elitis una forma
del mal que la Poesía, con la mayúscula que la instituye como un ámbito de
sacralidad incontestable, combate con una ética superior, casi diríamos revelada,
fruto de un Bien identificado con el sol que en Grecia tiene una adaptación natural
―incluso emana de ese proteico concepto que es lo griego100― y que se halla por
encima de los códigos morales surgidos de la filosofía, la política o la ideología. En
el relato entre alegórico y simbólico de su iniciación a la poesía que nos presenta en
el ensayo «Antes que nada, la poesía», las nociones del mal, la enfermedad, el dolor
y las constricciones sociales o políticas se entrelazan para ser combatidas por el Bien,
la libertad y la indemnidad de la vida inaugurada por lo poético. Es, en principio, la
misma enfermedad de un niño ―emblema de la vida pura, naciente, en peligro― lo
que impulsa a Elitis a emprender el camino de la indemnización a través de los
símbolos de una sacralidad natural ―y a la vez textual, según vemos en sus
referencias a los nombres y la escritura― que no posee un contenido dogmático
definido sino que, una vez más, consiste en una sacralización de la naturaleza griega
que incluye asimismo al amor. El incremento de sentido y de vida generado por el
Poeta dispensa la salud al mundo neutralizando dos formas de enfermedad: la
enfermedad propiamente dicha, en los hospitales, y la tiranía de las leyes y de la
colectividad, en las cárceles; la Poesía se establece pues como una ética universal
cuya ley estética, emanada de una trascendencia fiduciaria y absoluta, prevalece
sobre el contrato social meramente humano, sobre las formas variables y caducas de
la política: «Un niño enfermo me hizo experimentar por primera vez cómo se plantan
las caracolas. Perdí el temor y construí una pequeña iglesia con agua de mar. Olía
como una cueva, y allí, junto al altar, enseguida reventaron los lirios. Y con las
su alrededor. «Eso explica, creo ―dice en la frase inmediatamente anterior al pasaje citado―, mi
extraña reacción ante el peligro». He aquí el fragmento completo: «…η ιδέα πως η Ελλάδα στο
πνευµατικό επίπεδο είχε κιόλας επιτεύγµατα που την καθιστούσαν άτρωτη. Κάτι τέτοιο εξηγεί,
νοµίζω, καλύτερα την παράδοξη αντίδρασή µου στον κίνδυνο. Ζητούσα µία παρηγοριά πέραν από τα
όπλα ή την ατοµική τύχη του καθενός µας. Και την έβρισκα σε µία δύναµη άλλη, που ξέρει να γίνεται
φως µέσα στο σκοτάδι, συνείδηση µέσα στον παραλογισµό, διάρκεια µέσα στην αθλιότητα των
µισερών ανθρώπινων έργων. Πρόκειται για ένα αίσθηµα εµπιστοσύνης που σου γεννά για τη ζωή η
δυνατότητα της Τέχνης να την αναπλάθει σ’ ένα ανώτερο επίπεδο, να σε πείθει ότι όλα είναι, από ένα
σηµείο και πέρα, εφικτά. […] ∆εν είναι µία φορά προς το Αγαθό µονάχα, µία εµµονή στο όραµα του
Παραδείσου, που αφήσαµε να φύγει µέσ’ απ’ τα χέρια µας τόσο άδικα, και που κάποια φωνή µάς
καλεί διαρκώς να το αποκαταστήσουµε· δεν είναι αυτό µονάχα το αίσθηµα που µας υπαγορεύει η
ιδέα της Τέχνης στις παραµονές του θανάτου. Είναι µία αληθινή συσπείρωση πια, µε όλες µας τις
δυνάµεις τις οργανικές, προς την πηγή της ζωής, που είναι και η µόνη πηγή του θαύµατος», Ibidem, p.
410.
100
Hasta cierto punto, la indemnización por la poesía se identifica en Elitis, y lo veremos después,
con una expansión universal de los valores griegos. Cfr. al respecto por ejemplo «Από την
πραγµατικότητα στην “ουτοπία” µε οδηγό την “αλληλουχία των κρυφών νοηµάτων” του Οδυσσέα
Ελύτη», de Azanasios Gótovos, en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 473-486.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 215
hierbas creaba nombres y con los nombres mujeres que abrazaba sintiendo a sus
cinturas exhalar un temblor y una frescura como de agua que corre. Al final, llegué a
pensar apenas algo, y verlo trazarse con mayúsculas sobre la piedra. Me quité un
gran peso de encima, como si se hubiesen vaciado de repente las cárceles y los
hospitales»101. Casi a continuación, en una escena que recuerda al mito de la caverna
de Platón, el Poeta crea el sol que ve reflejado sobre una pared en su cautiverio, crea
el original para restañar un daño102, una mengua en la humanidad y en la naturaleza,
se coloca en definitiva antes de la vida a la par que después, productor y producto del
sol al mismo tiempo, origen y originado de una trascendencia de la que nosotros y
nuestro mundo no somos más que una imagen: «‒ Él también vivía en una celda y
contemplaba ante sí el mismo muro. Sólo a través del alto ventanuco llegaba de vez
en cuando una mancha de luz trémula, eso era todo. ‒ No puede ser, decía yo, no
puede ser. Si aquí hay una mancha de luz así, en algún lugar ha de estar el sol. Lo
creé como el hambriento el pan en su sueño»103. La necesidad del gesto poético surge
ante la irrupción del mal y el dolor en el mundo ―que gime, se amorata―; el Poeta
siente la necesidad de crear algo vivo, indemne, en contra de quienes se limitan a
reproducir el dolor, y por tanto a prolongarlo, en sus obras. El acto poético es
equivalente a un acto sexual en el cual puede aspirarse a preservar algo puro, una
continuidad que se sustraiga a la muerte, o al menos la espacie, a través de un
perpetuo renacimiento. El hueco de la escritura es capaz no sólo de salvar «un
puñado de agua clara», sino además de purificar, es decir, indemnizar la naturaleza
en los poemas, librándola de la caducidad y el deterioro y conduciéndola a su más
profunda esencialidad: «‒ Hasta que en determinado momento todo comenzó a
amoratarse y gimió a lo lejos, le pareció, la garganta del mar. ‒ Era que no soportaba
ser sólo una mitad en este mundo, y deseaba a la Poesía como a una mujer; para que
me diera un hijo, quizá de uno a otro no muriera. Jamás se me ocurrió gritar que todo
101
«Ένα παιδάκι άρρωστο µ’ έκανε πρώτη φορά να δοκιµάσω πώς φυτεύουν τα όστρακα.
Ξεθαρρεύτηκα κι έχτισα µε θαλασσινό νερό µίαν εκκλησούλα. Μύριζε σα σπηλιά, κι εκεί σιµά στο
ιερό φούντωσαν µεµιάς κρίνοι. Κι από τα χόρτα έφτιαχνα ονόµατα κι από τα ονόµατα γυναίκες που
τις αγκάλιαζα κι ένιωθα τη µέση τους ν’ αναδίνει τρεµούλα και δροσιά σαν το τρεχούµενο νερό. Στο
τέλος, έφτασα να συλλογίζοµαι µονάχα κάτι, και να το βλέπω να χαράζεται µε κεφαλαία στην πέτρα.
Ένα µεγάλο βάρος µού ’φευγε, σάµπως νά ’χαν αδειάσει µονοµιάς οι φυλακές και τα νοσοκοµεία»,
ELITIS, O. (2000), p. 15.
102
Lo cual se imbrica perfectamente con las nociones sobre la prioridad de la imagen, el simulacro o
el είδωλον platónico sobre el objeto real o el εἶδος, que veremos más adelante. Se diría que, en la
concesión del primado absoluto de lo humano a la Poesía por encima de la filosofía o la política (y,
por tanto, a la imaginación, la poiesis y la belleza por encima de la verdad o la adecuación), Elitis
invierte simbólicamente el mito platónico de la caverna para no sólo restaurar a los poetas expulsados
de la célebre República, sino además entregarles el cetro de la ciudad.
103
«‒ Σ’ ένα κελί ζούσε κι εκείνος και θωρούσε αντίκρυ του τον ίδιο τοίχο. Απ’ το ψηλό
παραθυράκι µία κηλίδα φωτεινή έφτανε µόνο κάπου-κάπου κι έτρεµε· αυτό ήταν όλο. ‒ ∆εν µπορεί,
έλεγα, δεν µπορεί. Για να υπάρχει εδώ µία τέτοια φωτεινή κηλίδα, κάπου θα υπάρχει ο ήλιος. Τον
έπλαθα όπως ο πεινασµένος το ψωµί στον ύπνο του», Ibidem, pp. 15-16.
216 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
104
«Ώσπου κάποια στιγµή πήραν να µελανιάζουν όλα και βόγκηξε µακριά, του εφάνηκε, ο λαιµός
του πόντου. ‒ Ήτανε που δεν το υπόφερα νά ’µαι µισός σ’ αυτό τον κόσµο· κι αποζητούσα την
Ποίηση σαν τη γυναίκα· να µου δώσει ένα παιδί, µήπως κι απ’ τό ’να στ’ άλλο δεν πεθάνω. Ποτέ δεν
πήγε ο νους µου να φωνάξω που όλα γύρω µου ήτανε θολά. Μία φουχτιά νερού καθάριου ας ήταν
δυνατόν να σώσω. Έκλαια µπρος στα κύµατα κι έβλεπα στα ποιήµατα να καθαρίζει ο ουρανός»,
Ibidem, pp. 16-17.
105
«∆εν είµαι ζωγράφος, Κόρη Θηρασία. Μα θα σε πω µε ασβέστη και µε θάλασσα. Θα σε
προεχτείνω µ’ αυτά που γράφω σ’ αυτά που πράττω. Θα σου προσφέρω µία ζωή (τη ζωή που δεν
αξιώθηκα) χωρίς αστυνόµους, χωρίς φακέλους, χωρίς κελιά. Μόνο µ’ ένα λευκό πουλί πάνω από το
κεφάλι σου. Θα φυτέψω αµπέλια-λέξεις. Θα κτίσω Ανάκτορα µ’ αυτά που µου δίνεις ν’ αγαπώ»,
ELITIS, O. (2002), p. 529.
106
Según algunos críticos, esta resurrección del milagro perdido es el objetivo fundamental de la
poesía de Elitis, cfr. por ejemplo de Azanasios Gótovos «Από την πραγµατικότητα στην “ουτοπία” µε
οδηγό την “αλληλουχία των κρυφών νοηµάτων” του Οδυσσέα Ελύτη», en CAPSOMENOS, E. G.
(2000), pp. 473-474. En el poema «Versículos místicos», perteneciente a Los medio hermanos, el
poeta escenifica una ascesis que le conduce, en la veneración de una Virgen imaginaria, tocada con los
colores de una divinidad natural ―«Nuestra Señora de las Flores» («Ανθοκρατούσα»)― y bajo el
efecto de la διαφάνεια griega que lo somete todo a la invisibilidad, a una pureza tal que es capaz de
ver una zona de secreto que vuelve a ocultarnos calculadamente: «Nada que decir ya no es posible
nada / Solamente soplo y antiguos velos / Invisibles para los demás se abren ante mis ojos»
(«Τίποτα να πω πια δε γίνεται άλλο / Μονάχα φυσώ και πέπλα παλιά / Για τους άλλους αόρατα
µπρος στα µάτια µου ανοίγονται»). Entonces, en la última estrofa, el milagro perdido, se entiende que
generado en la pureza escenificada por lo poético ―con la blancura interminable de la celda
sintomáticamente como fondo―, por la sacralidad natural restaurada, retorna en su palabra:
«Interminablemente blanca la celda / Como una gota de agua clara en el sol / Me lleva y desnudo
digo el milagro» («Ατελεύτητα λευκό το κελί / Σαν σταγόνα νερού καθαρού µες στον ήλιο / Με
πηγαίνει κι ολόγυµνος το θαύµα λέω»), ELITIS, O. (2002), p. 354.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 217
107
«El método del ergo»: «Κι όσο για το θάνατο, τον αληθινό, αυτός βρίσκεται αλλού. Πού; Εκεί
που οι λέξεις δεν έχουν πλέον τη δύναµη να γεννούν απαρχής τα πράγµατα που κατονοµάζουν»,
ELITIS, O. (1993), p. 177.
108
«La Odisea» (El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza): «Που να δώσω να το καταλάβουν οι
πλειοψηφίες / πως η δύναµη µόνο σκοτώνει και πως / το σπουδαιότερο: / Η άνοιξη / και αυτή / προϊόν
του ανθρώπου είναι», ELITIS, O. (2002), p. 217.
109
III: «Ο ουρανός µου είναι βαθύς κι ανάλλαχτος / Ό,τι αγαπώ γεννιέται αδιάκοπα / Ό,τι αγαπώ
βρίσκεται στην αρχή του πάντα», ELITIS, O. (2002), p. 79.
110
«Camino privado»: «Είναι σαν να κόβεται ο κόσµος στα δυο: από τη µία το αναπόφευκτο της
Μοίρας· από την άλλη το αλάθητο µίας µαργαρίτας. […] ώσπου από τα µεσοδιαστήµατα, τις ώχρες
και τα µπλε κοβαλτίου, τις συνηχήσεις και τις µεταφορές, αναδυθεί, Αµφίων των χρωµατιστών
θαλασσών, αναπαρθενευµένος ο κόσµος. Κόσµος αιώνιος αλλ’ αδιάπτωτα σε κατάσταση
νεογέννητου», ELITIS, O. (1993), p. 400.
218 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
116
«Analogías de luz»: «Πιστεύω πως η ποίηση σ’ ένα ορισµένο επίπεδο πληρότητας δεν είναι ούτε
αισιόδοξη ούτε απαισιόδοξη. Αντιπροσωπεύει µάλλον µία τρίτη κατάσταση του πνεύµατος, όπου τα
αντίθετα παύουν να υπάρχουν. ∆εν υφίστανται πια αντίθετα πάνω από ένα ορισµένο επίπεδο ύψους.
Έτσι η ποίηση µοιάζει µε την ίδια τη φύση, που δεν είναι ούτε καλή ούτε κακή· απλά και µόνο είναι.
Έτσι η ποίηση δεν υπόκειται πια στις συνηθισµένες καθηµερινές διακρίσεις», ELITIS, O. (1979), p.
190.
117
«Las muchachas»: «Ο άνθρωπος, για την Ποίηση, δεν είναι ο εθνικός ή ο χριστιανός, ο αιρετικός
ή ο ορθόδοξος, ο κοµµουνιστής ή ο φασίστας ―για ν’ απαριθµήσω ελάχιστους απ’ αυτούς που
αλληλοφαγωθήκανε (δίκαια ή άδικα, δεν έχει σηµασία) δώθε από την Ανάγκη. Ο “κείθε” είναι· που
τα χαρακτηριστικά του τ’ αληθινά, “τέτοια που η αιωνιότητα θα του τα καταστήσει οριστικά”, τα
βρίσκεις από τώρα κιόλας εξίσου σε µία πέτρα ή σ’ ένα σύννεφο, σ’ ένα βλέµµα τυχαίο ή σε µία
κραυγή που µήτε καν σε αφορά», ELITIS, O. (2000), p. 173.
118
En el poema de Las Elegías de Oxópetra «Verbo, el Oscuro», la emisión de la palabra mágica de
la poesía, el verbo inventado καταρκυθµεύω (catarkizmevo), desencadena precisamente la revelación
repentina y fugaz de lo que Elitis llama «nuestra tercera naturaleza», como si se tratara de la
culminación de un proceso visionario: «Y los pesados goznes ceden rechinando y las grandes puertas
se abren / Por un instante a la luz del Sol Oculto para que nuestra tercera naturaleza se manifieste»
(«Που οι βαριές υποχωρούν αµπάρες τρίζοντας κι οι µεγάλες θύρες ανοίγονται / Στο φως του Ήλιου
του Κρυπτού µια στιγµούλα, η φύση µας η τρίτη να φανερωθεί»), ELITIS, O. (2002), p. 570.
119
En «Los doses del mundo», poema perteneciente a El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza, se
tematiza el esquema universal de la fusión de contrarios ―muy frecuente en general en Elitis como
proceso cosmológico―, el cual genera una síntesis que adquiere los rasgos de lo naciente, la
indemnidad de la vida recuperada en un estado absolutamente originario, pues: «mientras dentro del
oscuro follaje / Otra vida / la tercera / salida de dos ideas puestas codo con codo / ¡rompió a llorar
como un recién nacido!» («ενώ µέσα στα σκοτεινά φυλλώµατα / Ζωή άλλη / τρίτη / από δυο ιδέες
κοντά κοντά βαλµένες / να φωνάζει σαν µωρό νεογέννητο άρχισε!»), Ibidem, p. 227.
220 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
trascendencia al uso, no tiene un lugar, sino que únicamente tiene lugar, suspendida
entre la razón, la percepción y la intuición, realizando una suerte de mímesis de lo
imposible que se presenta fugazmente a todas ellas sin dejarse atrapar, que funda
para ello una precaria condición de posibilidad. La palabra poética origina algo que
no es real ni verdadero pero que permite el paso a otro mundo o, sobre todo, de otro
mundo que irrumpe repentinamente en el nuestro proyectando su invulnerabilidad,
sostenido por un instante sobre el eje de la poesía que constituye, como estado
tercero, el gozne que los articula y les concede la posibilidad de existir: «Cuando el
poeta pensó por primera vez en llamar a la aurora “la de rosados dedos”, no la
aniquiló ni la imitó ni, menos aún, la embelleció. Simplemente logró, por medio de
una aproximación arbitraria pero, misteriosamente, correcta, crear una imagen que, si
bien no es real ni verdadera y, además, resulta imposible de percibir para nuestros
sentidos, activa nuestra sensibilidad arrancando —por grande que sea su sorpresa—
el consentimiento inmediato y sin reservas del espíritu»120. Esta dimensión
intersticial, inexistente pero manifestada con la rotundidad de una revelación
fulgurante de la verdad absoluta, reside en su indemnidad dentro de nuestro mundo,
más verdadera que lo verdadero, más viva que lo vivo, pero invisible para nuestra
miserable cotidianeidad, al modo en que según el Corán Dios se encuentra más cerca
de nosotros que nuestra vena yugular121 y, sin embargo, seríamos capaces de vivir
privados de él. Así es como Elitis cree que la sobrenaturaleza del arte, que es la del
paraíso, se halla «superpuesta» sobre la realidad en la que vivimos «contra natura»,
contenida espectralmente en nuestro mundo, tal como han proclamado filósofos y
profetas a lo largo de la historia. Es preciso un esfuerzo que nos permita recomponer
po(i)éticamente lo que ahora llama «segunda realidad», el ámbito indemne e
invulnerable al que tenemos derecho y que en general, por desidia espiritual ―es
preciso ver aquí la admonición de un predicador religioso―, nos pasa inadvertido en
su misma cercanía: «De Heráclito a Platón y de Platón a Jesús, distinguimos
claramente esos lazos que llegan bajo distintas formas hasta nuestros días y nos dicen
más o menos lo mismo: que el otro mundo está contenido en éste, que es con los
elementos de este mundo como se recompone el otro mundo, el de “más allá”, la
segunda realidad, superpuesta sobre ésta en la que vivimos contra natura. Una
realidad a la que tenemos absoluto derecho y de la que sólo nuestra incapacidad nos
120
«La Aurora de dedos de rosa según Pierre Reverdy»: «Όταν ο ποιητής πρωτοσκέφτηκε ν’
αποκαλέσει την αυγή “ροδοδάκτυλη” δεν την εξουδετέρωσε ούτε την αποµιµήθηκε ούτε, πολύ
περισσότερο, την εξωράισε. Απλώς επέτυχε, µε µίαν αυθαίρετη αλλά κατά µυστηριώδη τρόπο σωστή
προσέγγιση, να δηµιουργήσει µίαν εικόνα που, αν και δεν είναι πραγµατική µήτε αληθινή και που,
επιπλέον, παραµένει για τις αισθήσεις µας ασύλληπτη, παρ’ όλ’ αυτά κινητοποιεί την ευαισθησία µας
µε το ν’ αποσπά ―όσος κι αν είναι ο αιφνιδιασµός της― την άµεση και ανεπιφύλακτη συγκατάθεση
του πνεύµατος», ELITIS, O. (1993), pp. 271-272.
121
Corán, 50:16.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 221
hace indignos»122. Son precisamente los artistas y los poetas quienes, en su intento
por hacer una mímesis de lo imposible, tratan de proyectar en sus imágenes la luz
verdadera que reside en ese otro mundo que yace a nuestro lado, logrando de ese
modo erigirlo en su misma ausencia, introducirlo en el nuestro como una cuña que
conspira contra la opacidad ontológica de lo que Elitis llama «la fricción diaria», la
cerrazón maquinal de una vida enajenada y, por tanto, sustancialmente falsa: «De eso
se trata. Escultores y pintores, escritores y filósofos, poetas y músicos, todos juntos,
los que tienen sueltas las cadenas de la fricción diaria, buscan reflejar esta luz y la
consideran el ingrediente real del segundo y verdadero orden del mundo»123. El
mundo de la poesía y el arte, el mundo del espíritu, en definitiva, es nuevamente
conceptuado como el «verdadero», a pesar de una secundariedad que apenas si
subraya el carácter ilusorio que, como en las religiones tradicionales, sigue
poseyendo nuestra realidad cotidiana, el ámbito de lo inmanente.
De ahí que la poesía, según Elitis, sea también, lo mismo para el Poeta que
para el lector, una máquina de trascendencia124, la vía a través de la cual podemos
acceder al territorio de una sobrenaturaleza que desmecanizará nuestra relación con
la existencia y nos elevará sobre las miserables condiciones de nuestro mundo y
nuestra vida. Es una trascendencia a la vez construida po(i)éticamente por la
máquina del poema y alcanzada en su reinmanentización, revelada en la interioridad
en que la modernidad ha reinscrito todo misticismo. Es su intersticialidad inmanente
lo que la poesía permite a la vez generar y habitar, en un solo gesto. Ello nos sustrae
a los efectos de la historia, del desgaste cotidiano, de la transaccionalidad de la
decadente sociedad moderna, e incluso de la muerte. El poema nos permite
deshacernos de nuestras cadenas, de la ley (natural) que nos constituye, y exceder los
límites en que nuestra naturaleza nos constriñe; accedemos así con toda comodidad,
igual que hace el propio poema como si de un organismo vivo se tratara, a una «vida
tercera» que es a la vez utopía mítica ―de donde toda historicidad se halla ausente―
y celestialidad cristiana: «Por regla general, fuera de la idea central del poema, sólo
122
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Από τον Ηράκλειτο έως τον Πλάτωνα και από τον
Πλάτωνα έως τον Ιησού διακρίνουµε αυτό το “δέσιµο”, που φτάνει κάτω από διάφορες µορφές ως τις
µέρες µας και που µας λέει περίπου το ίδιο: ότι εντός του κόσµου τούτου εµπεριέχεται και µε τα
στοιχεία του κόσµου τούτου ανασυντίθεται ο άλλος κόσµος, ο “πέραν”, η δεύτερη πραγµατικότητα
που τη δικαιούµαστε και που από δική µας ανικανότητα δεν αξιωνόµαστε», Ibidem, p. 321.
123
«Lumini y sombri» (El jardín de las ilusiones): «Περί αυτού πρόκειται. Γλύπτες και ζωγράφοι,
συγγραφείς και φιλόσοφοι, ποιητές και µουσικοί, όλοι µαζί, όσοι έχουν λυτές τις πέδες της
καθηµερινής τριβής, αυτό το φως ζητούν να εξαργυρώσουν και να το θεωρήσουν το πραγµατικό
συστατικό της δεύτερης και αληθινής τάξης του κόσµου», ELITIS, O. (1999), p. 42.
124
«Simplistically, Elytis has been called the optimist because he has insisted on maintaining that
youthful erotic innocence as capable, if spiritually enriched, of becoming the means to combat the
alienating existential negativism of the postwar West. He has remained “the same” in keeping his faith
in man’s capacity to discover the means to transcend life. This transcendence is the supreme function
of poetry», DECAVALES, A. (1982-1983), p. 25.
222 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
125
«El método del ergo»: «“∆οσµένες” είναι κατά κανόνα, εκτός από την κεντρική ιδέα του
ποιήµατος, µόνον µερικές εικόνες ή µεταφορές, ή και σκέτες µεταβατικές εκφράσεις· που αυτές, για
ν’ αποκτήσουν αξία, είναι ανάγκη να πάρουν τη σωστή θέση τους µέσα στο όλον, έτσι που το τελικό
σώµα ν’ αναπνέει, νά ’ναι αρτιµελές και να κινείται προς όλες τις κατευθύνσεις: της ζωής που ζούµε,
της άλλης που µας διαφεύγει, και της τρίτης που φτάνει να γίνεται “µύθος”. Τότε µόνον αποσπάται
από την προσωπική περίπτωση το ποίηµα που σηµαίνει, τότε µόνον ο τρίτος, ο αναγνώστης, εκείνος
που µετέχει στο ποίηµα, αισθάνεται ότι µπορεί να κινείται κι εδώ και στον ουρανό, στους δρόµους
της πολιτείας και στους προθαλάµους των αγγέλλων», ELITIS, O. (1993), p. 172.
126
«Dos minutos de agradecimiento en el Ayuntamiento de Estocolmo»: «Η ανάγκη του ανθρώπου
ν’ ανακαλύψει, να γνωρίσει, να µυηθεί σε ό,τι τον υπερβαίνει, µοιάζει αθεράπευτη. Μας κατέχει
όλους η δίψα να γνωρίσουµε το “θαύµα”, να πιστέψουµε ότι το θαύµα υπάρχει, αρκεί να είµαστε
έτοιµοι να το περιµένουµε. Αφιερώνοντας επί σαράντα και πλέον χρόνια τη ζωή µου στην ποίηση,
δεν έκανα κι εγώ µε τη σειρά µου τίποτε άλλο», Ibidem, pp. 275-276.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 223
esencias y conducirlos a una pureza tal que revele su sentido metafísico. Pienso aquí
en el modo en que trabajaron la materia los escultores del período cicládico, que
llegaron justamente a trascenderla. O en el modo en que los pintores bizantinos de
iconos consiguieron, a través tan sólo del color puro, sugerir lo “divino”. Una
intervención de este tipo sobre lo real, a la vez penetrante y transformadora, ha sido
siempre, creo, la vocación de la más alta poesía. No limitarse a lo que ya es, sino
extenderse a lo que puede ser. Algo que, es verdad, no siempre ha sido apreciado.
Quizá porque las neurosis colectivas no lo han permitido. Quizá porque el
utilitarismo ha impedido a los ojos de los hombres permanecer abiertos el tiempo
necesario. La Belleza y la Luz han acabado por considerarse anticuadas o anodinas.
Todo lo contrario. El esfuerzo interior que exige alcanzar la forma del Ángel es, a mi
entender, infinitamente más doloroso que el otro, el que forja toda clase de
demonios»127. La poesía es, de cualquier modo, en tanto máquina de trascendencia,
una doble tekhne: no sólo una sección del Arte con mayúscula, sino además la vía, la
técnica, que logra indemnizar la maquinalidad de nuestra vida y conducirnos, a
través de la generación de la Belleza, hacia aquello que nos trasciende, hacia lo que
en nuestra vida se encuentra más allá de la vida y, por tanto, reside en nuestro
interior, en la zona de secreto desde la que la poesía parte y a la cual regresa
exigiendo del lector un compromiso fiduciario. Las dos matrices de lo religioso128,
en consecuencia, la fe y la indemnización autoinmunitaria que se halla implicada en
el concepto sobre-natural de la trascendencia, se entrelazan irremisiblemente en la
concepción que Elitis tiene de la poesía: «El misterio no es sólo una puesta en escena
que aprovecha los juegos de luz y de oscuridad para impresionarnos; es lo que
continúa siendo misterio incluso en medio de la luz absoluta. Es sólo entonces
cuando adquiere ese esplendor que seduce y que llamamos Belleza. La Belleza que
es un camino abierto —el único, quizá— hacia la parte desconocida de nosotros
127
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «∆ε µιλώ για τη φυσική ικανότητα να συλλαµβάνει
κανείς τ’ αντικείµενα σ’ όλες τους τις λεπτοµέρειες αλλά για τη µεταφορική, να κρατά δηλαδή την
ουσία τους και να τα οδηγεί σε µία καθαρότητα τέτοια που να υποδηλώνει συνάµα τη µεταφυσική
τους σηµασιολογία. Ο τρόπος µε τον οποίο µεταχειρίστηκαν την ύλη οι γλύπτες της κυκλαδικής
περιόδου, που έφτασαν ίσα ίσα να ξεπεράσουν την ύλη, το δείχνει καθαρά. Όπως επίσης ο τρόπος
που οι εικονογράφοι του Βυζαντίου επέτυχαν από το καθαρό χρώµα να υποβάλουν το “θείο”. Μίαν
τέτοια, διεισδυτική και συνάµα µεταµορφωτική, επέµβαση µέσα στην πραγµατικότητα επιχείρησε,
πιστεύω, ανέκαθεν και κάθε υψηλή ποίηση. Όχι ν’ αρκεσθεί στο “νυν έχον” αλλά να επεκταθεί στο
“δυνατόν γενέσθαι”. Κάτι που, είναι η αλήθεια, δεν εκτιµήθηκε πάντοτε. Ίσως γιατί οι οµαδικές
νευρώσεις δεν το επέτρεψαν. Ίσως γιατί ο ωφελιµισµός δεν άφησε τα µάτια των ανθρώπων ανοιχτά
όσο χρειάζεται. Η οµορφιά και το φως συνέβη να εκληφθούν άκαιρα ή ανώδυνα. Και όµως. Η
διεργασία που απαιτείται για να φτάσει κανείς στο σχήµα του Αγγέλου είναι, πιστεύω, πολύ πιο
επώδυνη από την άλλη, που εκµαιεύει όλων των λογιών τους ∆αιµόνους», Ibidem, pp. 317-319.
128
«1. La experiencia de la creencia, por una parte (el creer o el crédito, lo fiduciario o lo fiable en
el acto de fe, la fidelidad, la apelación a la confianza ciega, lo testimonial siempre más allá de la
prueba, de la razón demostrativa, de la intuición), y 2. la experiencia de lo indemne, de la sacralidad o
de la santidad, por otra parte», DERRIDA, J. (2006), p. 81.
224 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
mismos, hacia aquello que nos trasciende. Porque eso es en el fondo la poesía: el arte
(τέχνη) de dirigirse y llegar a aquello que nos trasciende»129.
129
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Το µυστήριο δεν είναι µία σκηνοθεσία που
επωφελείται από τα παιχνίδια της σκιάς και του σκότους για να µας εντυπωσιάσει απλώς· είναι αυτό
που εξακολουθεί να παραµένει µυστήριο και µέσα στο απόλυτο φως. Είναι τότε που προσλαµβάνει
την αίγλη εκείνη που ελκύει και που την ονοµάζουµε Οµορφιά. Την Οµορφιά που είναι µία οδός ―η
µόνη ίσως οδός― προς το άγνωστο µέρος του εαυτού µας, προς αυτό που µας υπερβαίνει. Επειδή
αυτό είναι στο βάθος η ποίηση: η τέχνη να οδηγείσαι και να φτάνεις προς αυτό που σε υπερβαίνει»,
ELITIS, O. (1993), p. 319.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 225
130
«Κατά κει που δεν έσωνε κανείς να δει / µε τα χέρια εµπρός του / σκύβοντας / τα µεγάλα
ετοίµασε Κενά στη γη / και στο σώµα του ανθρώπου: / το κενό του Θανάτου για το Βρέφος το
Ερχόµενο / το κενό του Φονικού για τη ∆ικαία Κρίση / το κενό της Θυσίας για την Ίση Ανταπόδοση /
το κενό της Ψυχής για την Ευθύνη του Άλλου», ELITIS, O. (2002), p. 131.
226 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Poeta anuncia la futura llegada de una utopía poética que, sustituyendo a cualquier
legislación humana contingente, nos devolverá a la atemporalidad del mito en una
sobrenaturaleza de donde habrán sido borrados la historia y el mal junto a todas las
instancias sometidas al juego de la diferencia: ideologías, patrias, instituciones,
poderes, iglesias, religiones. La Poesía, en tanto absoluto, re-unirá la dispersión de
las obras humanas e impondrá una ética trascendental, basada no ya en la razón y el
acuerdo sino en los dictados sobre-humanos de la estética y el Arte. Lo que nos
importa aquí es dónde se sitúa esa voz profética. La cual, desde la oda undécima que
precede al fragmento, vaticina no sólo la apocatástasis del paraíso, sino además los
sucesos que vendrá a indemnizar, es decir, el estado de caída en que nos
encontramos: «Habrán de pasar tiempos de grandes infamias / De ganancias de honor
de remordimientos de palizas»131. Se coloca, por tanto, antes de lo que ya ha
sucedido para anunciarlo como un acontecimiento del futuro, habita pues en un
pasado mítico o en una ahistoricidad que se identifica, sin embargo, con el origen,
con el principio de los tiempos ―de la posibilidad del tiempo, de todo
(re)surgimiento de los tiempos― y que genera en su apertura los dos gestos
históricos de toda religiosidad: la indemnización y la caída o, de otro modo, la
resurrección y la muerte de(l) Dios, de lo divino. La voz poética es, en consecuencia,
omniabarcadora, finge no tener origen para instituirse en la dispensadora de todo
origen, se retrotrae a un perpetuo antes con el fin de escapar a la caducidad de lo que
funda. Parece ocupar, de este modo, el espacio que Dios ha dejado vacante en la
modernidad, donde todo origen metafísico y estable se ha vuelto imposible. Es la
refundación de una posibilidad de lo originario, explorada también por Hölderlin en
su interrogación acerca de la retirada de los dioses y la capacidad de lo poético para
restaurar en nuestros «tiempos de miseria» la plenitud de un sentimiento griego, es
decir, no escindido. Y, asimismo, se trata de una reinscripción de la religiosidad en
fuga, marcada desde el inicio por una secundariedad incurable que se manifiesta en
la institución de una escritura ―es decir, la huella que remite siempre a una
alteridad, que constituye en sí misma una alteridad y cortocircuita la posibilidad de
un origen puro―, como origen del ser de lo existente. Es una escritura que desearía
ser Escritura ―he ahí en parte el esquema bíblico del Axion Estí―, no diferición
incesante de un sentido ya inaprensible sino revelación mesiánica de una totalidad
(re)generadora, y como tal actúa: la voz del Poeta, se dice en la oda undécima, va a
quebrar, en el instante simbólico de una hora intersticial ―las seis, cuando las agujas
del reloj dibujan una línea que parte en dos la esfera―, el curso del Tiempo, para
insertar en el seno de la historia el nuevo orden mesiánico de una ahistoricidad que se
131
«Θα περάσουν καιροί πολλών ανοµηµάτων / Του κέρδους της τιµής των τύψεων του δαρµού»,
Ibidem, p. 166.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 227
Muchos años después del Pecado que en las iglesias llamaron Virtud y
bendijeron. Barriendo reliquias de viejas estrellas y esquinas del cielo
cubiertas de telarañas, la tempestad que engendrará la mente del hombre. Y
la Creación, pagando por las obras de los antiguos Gobernantes, se
estremecerá. La confusión caerá sobre el Hades, y el entarimado cederá bajo
la gran presión del sol. El cual primero contendrá sus rayos, señal de que es
tiempo de que los sueños cobren su venganza. Y después hablará para decir:
Poeta desterrado, di, en tu siglo, ¿qué ves?
– Veo a las naciones, antes arrogantes, entregadas a las avispas y la acedera.
– Veo las hachas en el aire, hendiendo los bustos de Emperadores y
Generales.
– Veo a los mercaderes inclinarse para cobrar los beneficios de sus propias
víctimas.
– Veo la conexión de los sentidos ocultos.
Muchos años después del Pecado que en las iglesias llamaron Virtud y
bendijeron. Pero antes, he aquí que vendrán los hermosos Filipos y
Robertos, narcisistas en las encrucijadas. Se pondrán el anillo al revés, y
peinarán con un clavo sus cabellos, y adornarán su pecho con calaveras para
atraer a las mujerzuelas. Y las mujerzuelas quedarán impresionadas y
consentirán. Para confirmar el dicho, según el cual se acerca el día en que la
belleza se entregará a las moscas del Mercado. Y se exasperará el cuerpo de
la prostituta, sin nada ya que envidiar. Y la prostituta se convertirá en
acusadora de sabios y prohombres, y pondrá como testigo al esperma al que
132
«Αλλά τότε στις εξ των υψωµένων κρίνων / Που η κρίση µου θα κάνει ρήγµα του Καιρού / Η
ενδέκατη εντολή θ’ αναδυθεί απ’ τα µάτια µου / Ή θά ’ναι αυτός ο κόσµος ή δε θά ’ναι / Ο Τοκετός η
Θέωσις το Αεί / Που µε τα δίκαια της ψυχής µου θά ’χω / Κηρύξει ο δικαιότερος», Ibidem, p. 167.
228 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
133
«Χρόνους πολλούς µετά την Αµαρτία που την είπανε Αρετή µέσα στις εκκλησίες και την
ευλόγησαν. Λείψανα παλιών άστρων και γωνιές αραχνιασµένες τ’ ουρανού σαρώνοντας η καταιγίδα
που θα γεννήσει ο νους του ανθρώπου. Και των αρχαίων Κυβερνητών τα έργα πληρώνοντας η Χτίσις,
θα φρίξει. Ταραχή θα πέσει στον Άδη, και το σανίδωµα θα υποχωρήσει από την πίεση τη µεγάλη του
ήλιου. Που πρώτα θα κρατήσει τις αχτίδες του, σηµάδι ότι καιρός να λάβουνε τα όνειρα εκδίκηση.
Και µετά θα µιλήσει, να πει: εξόριστε Ποιητή, στον αιώνα σου, λέγε, τι βλέπεις; / ‒Βλέπω τα έθνη,
άλλοτες αλαζονικά, παραδοµένα στη σφήκα και στο ξινόχορτο. / ‒Βλέπω τα πελέκια στον αέρα
σκίζοντας προτοµές Αυτοκρατόρων και Στρατηγών. / ‒Βλέπω τους εµπόρους να εισπράττουν
σκύβοντας το κέρδος των δικών τους πτωµάτων. / ‒Βλέπω την αλληλουχία των κρυφών νοηµάτων. /
Χρόνους πολλούς µετά την Αµαρτία που την είπανε Αρετή µέσα στις εκκλησίες και την ευλόγησαν.
Αλλά πριν, ιδού θα γίνουν οι ωραίοι που ναρκισσεύτηκαν στις τριόδους Φίλιπποι και Ροβέρτοι. Θα
φορέσουν ανάποδα το δαχτυλίδι τους, και µε καρφί θα χτενίσουνε το µαλλί τους, και µε
νεκροκεφαλές θα στολίσουνε το στήθος τους, για να δελεάσουν τα γύναια. Και τα γύναια θα
καταπλαγούν και θα στέρξουν. Για να έβγει αληθινός ο λόγος, ότι σιµά η µέρα όπου το κάλλος θα
παραδοθεί στις µύγες της Αγοράς. Και θα αγαναχτήσει το κορµί της πόρνης µην έχοντας άλλο τι να
ζηλέψει. Και θα γίνει κατήγορος η πόρνη σοφών και µεγιστάνων, το σπέρµα που υπηρέτησε πιστά, σε
µαρτυρία φέρνοντας. Και θα τινάξει πάνουθέ της την κατάρα, κατά την Ανατολή το χέρι τεντώνοντας
και φωνάζοντας: εξόριστε Ποιητή, στον αιώνα σου, λέγε, τι βλέπεις; / ‒Βλέπω τα χρώµατα του
Υµηττού στη βάση την ιερή του Νέου Αστικού µας Κώδικα. / ‒Βλέπω τη µικρή Μυρτώ, την πόρνη
από τη Σίκινο, στηµένη πέτρινο άγαλµα στην πλατεία της Αγοράς µε τις Κρήνες και τα ορθά
Λεοντάρια. / ‒Βλέπω τους έφηβους και βλέπω τα κορίτσια στην ετήσια Κλήρωση των Ζευγαριών. /
‒Βλέπω ψηλά, µες στους αιθέρες, το Ερέχθειο των Πουλιών. / Λείψανα παλιών άστρων και γωνιές
αραχνιασµένες τ’ ουρανού σαρώνοντας η καταιγίδα που θα γεννήσει ο νους του ανθρώπου. Αλλά
πριν, ιδού θα περάσουν γενεές το αλέτρι τους πάνω στη στέρφα γης. Και κρυφά θα µετρήσουν την
ανθρώπινη πραµάτεια τους οι Κυβερνήτες, κηρύσσοντας πολέµους. Όπου θα χορτασθούνε ο
Χωροφύλακας και ο Στρατοδίκης. Αφήνοντας το χρυσάφι στους αφανείς, να εισπράξουν αυτοί τον
µιστό της ύβρης και του µαρτυρίου. Και µεγάλα πλοία θ’ ανεβάσουν σηµαίες, εµβατήρια θα πάρουν
τους δρόµους, οι εξώστες να ράνουν µε άνθη τον Νικητή. Που θα ζει στην οσµή των πτωµάτων. Και
του λάκκου σιµά του το στόµα, το σκοτάδι θ’ ανοίγει στα µέτρα του, κράζοντας: εξόριστε Ποιητή,
στον αιώνα σου, λέγε, τι βλέπεις; / ‒Βλέπω τους Στρατοδίκες να καίνε σαν κεριά, στο µεγάλο τραπέζι
της Αναστάσεως. / ‒Βλέπω τους Χωροφυλάκους να προσφέρουν το αίµα τους, θυσία στην
καθαρότητα των ουρανών. / ‒Βλέπω τη διαρκή επανάσταση φυτών και λουλουδιών. / ‒Βλέπω τις
κανονιοφόρους του Έρωτα. / Και των αρχαίων Κυβερνητών τα έργα πληρώνοντας η Χτίσις, θα
φρίξει. Ταραχή θα πέσει στον Άδη, και το σανίδωµα θα υποχωρήσει από την πίεση τη µεγάλη του
ήλιου. Αλλά πριν, ιδού θα στενάξουν οι νέοι και το αίµα τους αναίτια θα γεράσει. Κουρεµένοι
κατάδικοι θα χτυπήσουν την καραβάνα τους πάνω στα κάγκελα. Kαι θα αδειάσουν όλα τα
εργοστάσια, και µετά πάλι µε την επίταξη θα γεµίσουν, για να βγάλουνε όνειρα συντηρηµένα σε
κουτιά µυριάδες, και χιλιάδων λογιών εµφιαλωµένη φύση. Και θά ’ρθουνε χρόνια χλωµά και
αδύναµα µέσα στη γάζα. Και θά ’χει καθένας τα λίγα γραµµάρια της ευτυχίας. Και θά ’ναι τα
πράγµατα µέσα του κιόλας ωραία ερείπια. Τότε, µην έχοντας άλλη εξορία, πού να θρηνήσει ο
Ποιητής, την υγεία της καταιγίδας από τ’ ανοιχτά στήθη του αδειάζοντας, θα γυρίσει για να σταθεί
στα ωραία µέσα ερείπια. Και τον πρώτο λόγο του ο στερνός των ανθρώπων θα πει, ν’ αψηλώσουν τα
χόρτα, η γυναίκα στο πλάι του σαν αχτίδα του ήλιου να βγει. Και πάλι θα λατρέψει τη γυναίκα και θα
την πλαγιάσει πάνου στα χόρτα καθώς που ετάχθη. Και θα λάβουνε τα όνειρα εκδίκηση, και θα
σπείρουνε γενεές στους αιώνες των αιώνων!», Ibidem, pp. 167-169.
230 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
por el tiempo pasado de los verbos en esta primera oración― respecto a la quiebra
histórica que la utopía poética aquí anunciada viene a restañar, y sin embargo pronto
apreciaremos cómo el Poeta circula libremente entre presente ―en el que comienza
situándose, tras la quiebra―, pasado ―en la medida en que anunciará los desastres
de nuestro estado actual de caída histórica como sucesos por venir― y futuro ―el
«siglo» de la utopía ya cumplida en que, como demuestran las interpelaciones al final
de cada párrafo, habita con su facultad visionaria―, identificado implícitamente con
el Dios del Apocalipsis de San Juan, ése que en el poema «La Pallida Morte» de Las
Elegías de Oxópetra era equiparado con el «Jesús del Sol», «el que Es, el que Fue y
el que Vendrá». Una vez ubicada en el intervalo entre la fractura de la historia
―acaecida, se diría, a causa de una enajenación de la sacralidad natural en la
maquinalidad del dogma― y su restauración futura, la voz poética vaticina la
revolución incruenta que reinscribirá, brotando desde el interior del hombre («la
tempestad que engendrará la mente del hombre»), una religiosidad más pura a través
de la borradura de las formas gastadas, muertas, que ocupan ahora el cielo en nombre
de las confesiones tradicionales. Son las «reliquias de viejas estrellas» y las
«telarañas» que cubren «las esquinas del cielo». Siguiendo el gesto esencialmente
religioso de la poesía moderna, la nueva sacralidad indemne, originaria, fundada
desde la zona de secreto fiduciario que es el interior del hombre, trazará sobre el
cielo vaciado, abierto a la absoluta revelabilidad, un mito más acorde con la vida
(sobre)natural que es preciso proteger. Con su palabra visionaria que excede incluso
el alcance de la luz del sol ―el cual, ocupando una posición marginal respecto a él,
se ve obligado a preguntarle qué ve―, el Poeta circula ya en el siglo futuro que él
mismo ha instituido en su escritura como un renacer de los tiempos, y nos describe,
en un presente que para nosotros es futuro, algunos de los efectos del apocalipsis por
venir. En él, naciones, ejércitos y mercaderes, elementos históricos y maquinales,
caerán entregados a un estado de naturaleza que los devorará, restaurando la
indemnidad de la vida y la unidad de los sentidos que, en el cosmos griego isomorfo
de la Poesía que se pretende restablecer ―y que, sintomáticamente, excluye a Grecia
de la categoría diferencial y política de las «naciones»―, no se encontrarán ya
sometidos a la escisión entre significado y significante.
En el segundo párrafo, sin embargo, la voz del Poeta interrumpe el vaticinio e
introduce un «antes»: «Pero antes, he aquí que vendrán…». Se trata de un antes de la
utopía que es nuestro ahora, el del estado de caída a que el mundo se halla sometido,
pero, a juzgar por el verbo, aún futuro, empleado por la voz poética, es también un
después para el Poeta, que habla de este modo desde un origen no inserto en nuestra
temporalidad, sino previo a ella. Como en una suerte de economía de la salvación
puesta en marcha por la poesía, la integración de la quiebra histórica y maquinal en
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 231
el vaticinio nos lleva a pensar que el mal y la fractura son partes del plan que
permitirán a la voz poética, tras haberlos generado como una herida contra la
indemnidad originaria, aniquilarlos redimiendo la Creación. Así, la Belleza, absoluto
trascendente que, como hemos visto, constituye la zona de secreto que nos comunica
con la sacralidad, caerá ―ha caído ya― en el mercantilismo como si se tratara de un
movimiento autoinmunitario que permite a la voz profética sanar el daño de lo
histórico y lo transaccional. Asimismo, el amor, otro elemento indemne, se
desvirtuará a través de la seducción maquinal de esos «Filipos» y «Robertos»
―nombres extranjeros que acaso remitan, además de a los soldados fascistas que
invadieron Grecia, a galanes del cine italiano o americano y, por tanto, a la caída
tecnológica, aun de los sentimientos más puros, en la modernidad occidental― que
utilizarán toda clase de mecanismos artificiales, entre los cuales las apelaciones
siniestras a la muerte («adornarán sus pechos con calaveras para atraer a las
mujerzuelas»), para embaucar a las mujeres. La voz poética pretende, en
consecuencia, situarse antes de la historia, en la raíz misma de la posibilidad de esta
caída, instaurando la poesía en el espacio anterior a toda oposición ―que podríamos
identificar sin excesivos problemas con el «Génesis»―, en el espacio que da
nacimiento a ambos términos: condena y redención, para englobarlos de este modo
en el simple ámbito omniabarcador de lo textual que será restaurado en sus plenos
derechos al final del proceso indemnizador. Es una voz que habla desde la noche
indiferenciada que precede al origen de lo existente, desde el lugar en que, por
definición, una voz es imposible, marcado como está su propio nacimiento por una
escisión fundamental que puede entenderse, ya, como caída. Es la misma voz
hölderliniana que, en «Como en día de fiesta…» («Wie wenn am Feiertage…»),
encarna las pretensiones de la poesía moderna constituyéndose en la instancia que
preexiste al amanecer y da lugar, con su palabra, al día, a la epifanía inaugural de la
luz que permite la existencia del mundo. A juzgar por el gesto de la prostituta tras
sacudirse de encima la maldición mercantil que corrompe a la Belleza en busca de su
apocatástasis indemne («extendiendo la mano hacia Oriente»), el Poeta es también
aquí la fuente de toda aurora, tanto de la que abrió inicialmente al proceso
cosmológico en que ahora nos encontramos, como de la que ha de traer un nuevo día
en la revirginización posthistórica de la poesía. Es el garante de la iterabilidad del
origen, del automatismo de las sucesivas muertes y resurrecciones de(l) Dios o de lo
divino, que contienen siempre, aun cuando pretendan un cierre definitivo del sentido
―tal como ocurre en «El Gloria»―, la autoinmunización del mal y de la decadencia
como semilla de una segura historicidad.
La voz poética, en virtud de ello, instaura una nueva ley sobre lo inaugural,
sobre lo indemne. La ley poética ya no constriñe los impulsos ni amenaza la vida,
232 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sino que se funda sobre la pureza de «los colores del Himeto», sobre una sacralidad
que se instituye en fundamento («sagrado») de un nuevo «Código Civil» que ha de
regir una suerte de Utopía teñida de elementos griegos y antimaquinales: la
veneración de la diosa-niña Mirtó, emblema del amor que reúne en sí las nociones de
belleza y juventud (la inmunidad de la vida), en el mercado de Delos134
―neutralizadas ya, pues, la corrupción y la transaccionalidad que se asocian al
comercio en la modernidad―, la omnipresencia del rito del cortejo amoroso de los
adolescentes, o la liturgia de un templo natural, sin huella de construcción humana,
que sugiere sin embargo la perfección del arte y de la religiosidad clásicos («el
Erecteo de los pájaros»). Todo ello vendrá a sustituir a un mundo desgastado, surgido
también de la voz del Poeta, que habla de él nuevamente en futuro («Pero antes he
aquí que pasarán generaciones su arado sobre la tierra yerma») y origina, por tanto,
en su apertura, la condena del trabajo, la violencia de la política, la autoridad y el
comercio, o el sacrificio de la vida inocente que sirve de carburante a la sociedad
burguesa y utilitaria («el jornal del oprobio y el martirio»). Elementos todos que será
preciso purificar junto con la «boca de la tumba» que se dirige al Poeta para
preguntarle, una vez más, qué ve del otro lado de la muerte, en ese territorio, salvado
y afianzado por él, en que ella no tiene ya poder alguno. Allí, la violencia de la
institución de la ley se derrite ante la presencia de la superación de la muerte, que era
su único ámbito de acción («los Jueces Militares arden como cirios en la gran mesa
de la Resurrección»), y este sacrificio del mal sirve, a la inversa de lo que ocurría
antes con la pureza de la vida que sustentaba el caos de lo contaminado, para
fundamentar la nueva indemnidad («veo que los Policías ofrecen su sangre, sacrificio
a la pureza de los cielos»). Mientras, la naturaleza, inocente, deberá asumir
autoinmunitariamente un ingrediente histórico, la revolución, para derrocar el
134
Delos es curiosamente, en el relato de Heidegger de sus viajes por Grecia, el centro de la
sacralidad griega, la que a un tiempo muestra y oculta, protegiendo la indemnidad de la vida en el
mismo gesto en el que la hace manifiesta (según la etimología de su nombre). Se halla asimismo
entrelazada con las nociones de αλήθεια (verdad) y con el núcleo de la grecidad como ser-presente:
«Il comune luogo natio ―∆ήλος, che mostra ciò che è manifesto― è il piccolo e invisibile centro del
cerchio di isole: esso custodisce il sacro e lo difende contro l’assalto di tutto ciò che è empio. Si può
appena pensare al senso celato nel nome dell’isola che chiama l’intero popolo greco alla celebrazione
della festa, che dona la grazia e la bellezza del divino, e pretende dai mortali il ritegno del pudore. /
∆ήλος, la sacra isola, il centro della Grecia, delle sue coste e dei suoi mari: essa rende manifesto
nell’istante stesso in cui nasconde. Ma che cosa lascia apparire quell’isola? Verso dove fa cenno?
Verso “quello” che fu esperito e chiamato per nome dai poeti e dai pensatori greci grazie
all’amplissimo sguardo su ciò che si rese loro presente: l’essere uno della svelatezza (disvelare =
Entbergen) e della velatezza (celare = Bergen): la Αλήθεια. / […] L’Αλήθεια è infatti l’ambito:
l’aperto che si offre, che tutto comprende, delimita e libera, che concede a tutto ciò che entra nella
presenza e nell’assenza l’avvento, il trattenersi, la partenza e la mancanza. […] La meditazione a
lungo coltivata sull’Αλήθεια, sul rapporto tra la svelatezza e la velatezza, trovò nel soggiorno a Delo
la conferma di cui aveva bisogno. Quello che sembrava essere semplicemente frutto di una
rappresentazione si era invece realizzato e si era colmato della presenza, vale a dire di ciò che un
tempo si era rischiarato per concedere ai greci l’esser presente», HEIDEGGER, M. (1997), pp. 37-40.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 233
embargo―, producida desde la exterioridad hacia el interior del sujeto, del texto y de
Grecia, desde la colectividad social al individuo y desde la historia a la ahistoricidad
de la lengua. La pureza del interior del Poeta, la pureza de la poesía, constituirán
pues el cimiento ―por contraposición a las ruinas, ruinas clásicas y ruinas modernas,
las mismas ruinas de lo griego― de un universo exterior en que el Poeta se vacía
para hacerlo, con su propio sacrificio al final de «La Pasión», incólume e
inmarcesible. El renacimiento es entonces posible sobre el filo mismo de la palabra,
sobre el intersticio a su vez de la escritura («y el último de los hombres dirá su
primera palabra, que crezca la hierba, que surja la mujer a su lado como un rayo de
sol»), que engendra, en el preciso instante de la muerte («el último de los hombres»),
la salvación en una utopía textual que lo re-genera todo. La herida en el pecho del
Poeta puede ser a un tiempo la que lo mata y aquella que posibilita, en el doble gesto
de su voz, la resurrección de un cosmos griego hecho de palabras no sometidas ya a
la caducidad, sino fundidas inagotablemente con los fenómenos que hacen amanecer
(«que surja la mujer a su lado como un rayo de sol»). Será entonces un acto sexual,
una fusión de contrarios, la que suscitará la hegemonía invulnerable de lo palpitante
y lo vivo que cimentará una nueva sacralidad natural, un culto de todo aquello que
las religiones usurpadoras, las iglesias, habían condenado según el principio del
«Profético» como pecado, en especial el amor y la sensualidad («de nuevo adorará a
la mujer y la tenderá sobre la hierba tal como ha sido dispuesto»). Esta resurrección
poseerá la fatalidad de lo divino, de lo «dispuesto» por una trascendencia que
parecería residir únicamente en la voz poética que despliega el nuevo paraíso en su
palabra. Así, uno de los emblemas de la interioridad indemne antes agredida, los
sueños, que remiten a la alteridad que nos constituye íntimamente, al inconsciente
freudiano y surrealista donde la modernidad había reinscrito el ámbito perdido de la
divinidad, se vengarán e instituirán para la eternidad una nueva religiosidad
inagotable, diseminada en generaciones y generaciones de un mundo resacralizado
en los términos de la poesía moderna. Será una utopía con valor absoluto que
sustituirá, en su espectralidad trascendente, a cualquier proyecto inmanente o
ideológico. Pero, en su misma cualidad de vaticinio, la poesía, involuntariamente, no
podrá imponerla sino como posibilidad, como promesa de siembra que es, a la vez,
un espaciamiento del cierre del sentido y de la historia. Tematizadora en su voz
atemporal y originaria de la fractura de la modernidad, a la vez producto y
productora de ella como núcleo ―también fiduciario― que garantiza su necesidad
en nuestros tiempos, la Poesía sólo puede entregar, finalmente, la posibilidad de lo
puro o de una vida nueva, el espaciamiento de una escritura que abre a una
revelabilidad que, tal como decía Heidegger a propósito de Hölderlin, tiene un sueño
divino mas no sueña con un dios.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 235
135
«Επειδή αυτό είναι στο βάθος η ποίηση: η τέχνη να οδηγείσαι και να φτάνεις προς αυτό που σε
υπερβαίνει. Από τα µυριάδες µυστικά σήµατα, που µ’ αυτά είναι διάσπαρτος ο κόσµος και που
αποτελούν άλλες τόσες συλλαβές µίας άγνωστης γλώσσας, να συνθέσεις λέξεις, και από τις λέξεις
φράσεις, που η αποκρυπτογράφησή τους να σε φέρνει πιο κοντά στη βαθύτερη αλήθεια», ELITIS, O.
(1993), p. 319.
136
«Incensar lo sublime», ΙΙ: «…πού ’βγαινε από την άλλη, την πραγµατική, όπως τ’ όνειρο από τα
γεγονότα της ζωής µου», ELITIS, O. (2002), p. 497.
137
«Κι έπιασα σιγά σιγά να δένω λόγια σαν διαµαντικά να την καλύψω τη χώρα που αγαπούσα.
Μην και κανείς ιδεί το κάλλος. Ή κι υποψιαστεί πως ίσως δεν υπάρχει», Ibidem, p. 497.
138
Cfr. FILOKIPRU, E. (2006), p. 287.
139
«La almendra del mundo»: «Ποίηση / πού µα πού λοιπόν / δένει µία τέτοια λάµψη τον καρπό
της; / κάτι το δίχως άλλο / πρέπει µε τρόπο νά ’χει αφαιρεθεί / από την υδρόγειο», ELITIS, O. (2002),
p. 452.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 237
140
«Lo público y lo privado»: «Άλλοι ας αναλώνονται κι ας περιορίζονται σε αυτά που υπάρχουν.
Που, βέβαια, είναι τα περισσότερά τους δεινά και τα καταγγέλνουν. Ας υπάρχει κι ένας που να
διατηρεί το δικαίωµα να προσβλέπει σ’ αυτά που δεν υπάρχουν αλλά θα έπρεπε και θα µπορούσαν να
υπάρχουν», ELITIS, O. (1993), p. 349.
141
«El estigma»: «Ό,τι να δεις ―καλώς το βλέπεις / αρκεί νά ’ναι: Αναγγελία. / Το ελάχιστο νέφος
ουριοδροµώντας η Σελήνη / των δέντρων ο αλιγάτορας / και η σκυθρωπή των λιµνοθαλασσών
γαλήνη / µε το πάτ-πάτ το µακρινό της γκαζοµηχανής / αν ο κόσµος µία για πάντα ειπώθηκε:
Αναγγελία», ELITIS, O. (2002), p. 365.
142
Ferdinand Alquié ha descubierto en el surrealismo una postura muy similar en la consideración
de la belleza: diferición infinita del ser, camino de búsqueda que no permite alcanzar ningún destino:
«Como Platón, Breton ve en la belleza el anuncio de cierto retorno, de algún descubrimiento
ontológico, de alguna reconciliación. Pero el Ser al que nos hemos así acercado nunca se capta
propiamente y en eso la afirmación surrealista es fiel a la reflexión kantiana. Esta se maravilla de una
apariencia de finalidad, pero no consiente en afirmar la realidad de esa finalidad. En la belleza tal
como Kant la concibe, hay un presentimiento de ontología que no llega a la ontología», ALQUIÉ, F.
(1974), p. 176.
143
Como han señalado Kimon Friar o Andonis Decavales, la «decimocuarta belleza» del título El
Árbol de Luz y la decimocuarta belleza pertenece al ámbito de lo religioso, en concreto del Islam,
donde representa la belleza paradisíaca a la que pasaron Mahoma, su hija Fátima y sus doce imanes-
238 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
por el arte en general, permite iniciar, como quería Hölderlin144, el camino de una
aproximación infinita al ser. La belleza, como hemos visto ya, constituye la vía que
nos conduce hacia la parte desconocida que hay en nosotros, desencadena por tanto,
en su hacer presente sobre el mundo objetivo la ausencia de una totalidad anunciada
pero inalcanzable, el movimiento mismo de la poesía, nos obliga pues a precipitarnos
por la hendidura que ha abierto sobre la realidad, en el interminable desplazamiento
tropológico que, tratando de alcanzar aquello que nos excede, sólo logra producirlo
técnica o maquinalmente en su aproximación infinita: «La Belleza que es un camino
abierto —el único, quizá— hacia la parte desconocida de nosotros mismos, hacia
aquello que nos trasciende. Porque eso es en el fondo la poesía: el arte de dirigirse y
llegar a aquello que nos trasciende»145. La alusividad de lo bello viene marcada
simultáneamente por su elusividad. Si la belleza pone de manifiesto un vacío que
debe colmarse, no es sólo en su condición de promesa de una alteridad que no
percibimos, sino también porque se encuentra en constante fuga. Sus epifanías son
efímeras y nos incitan, en su desaparición, a perseguirla sin lograr nunca darle
alcance. Se lamenta por ello María Nefeli: «Ay ay lo bello no se repite / no se repite
el amor»146. La ausencia que determina, por tanto, no se halla inscrita únicamente en
su significación, sino que se inaugura también sin cesar cada vez que pretendemos
demorarnos en ella: «Ay belleza aunque nunca te me entregaste por entero / Algo
conseguí arrancarte»147. La belleza es una diferición constante que se retrae
generando un vacío sobre el que estamos obligados a circular acumulando imágenes,
tropos, palabras que vuelvan a invocarla. Lo logra entregándonos cada vez sólo una
parte de sí, suscitando el deseo del inmenso territorio que aún nos queda por probar,
liberando, como Dios al retraerse en la cosmología de Isaac Luria148, el vasto espacio
apóstoles. Pertenece, por tanto, al territorio de la divinidad y de la vida trascendente, cfr. DECAVALES,
A. (1990), p. 108. En el poema de ese libro «Los doses del mundo», tal como ha señalado Mario Vitti,
simboliza asimismo el tercer estado, el estado de sobrenaturaleza alcanzado en y por la poesía, cfr.
VITTI, M. (2000), pp. 309-310.
144
En el Hiperión, Hölderlin se refiere a la experiencia objetiva de lo bello como modalidad en que
superar la contradicción del sujeto moderno. Ella es lo único que nos reunifica, si bien en un proceso
de aproximación infinita. Esta contradicción entre lo dado de la belleza y su inalcanzabilidad contiene
en ese libro la cifra simbólica de la esencia del hombre, cfr. MECACCI, A. (2002), p. 35.
145
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Την Οµορφιά που είναι µία οδός ―η µόνη ίσως
οδός― προς το άγνωστο µέρος του εαυτού µας, προς αυτό που µας υπερβαίνει. Επειδή αυτό είναι στο
βάθος η ποίηση: η τέχνη να οδηγείσαι και να φτάνεις προς αυτό που σε υπερβαίνει», ELITIS, O.
(1993), p. 319.
146
«Patmos»: «Άι άι δύο φορές τ’ ωραίο δε γίνεται / δε γίνεται η αγάπη», ELITIS, O. (2002), p. 370.
147
«Del inofensivo, del esperanzador, del intrépido»: «Αχ οµορφιά κι αν δεν µου παραδόθηκες
ολόκληρη ποτέ / Κάτι κατάφερα να σου υποκλέψω», ELITIS, O. (2002), p. 551.
148
Se trata de la doctrina cabalística del tsimtsum, la contracción o retraimiento divinos, que desde
un infinito apofático, el En Sof, acaba generando las imágenes y las manifestaciones fenoménicas del
mundo: «Il Dio inconoscibile, l’En Sof che trascende completamente la creazione, prima di dar vita al
cosmo riposa nel proprio mistero e pervade di sé la totalità: per far posto ai mondi, questo splendore
primigenio si contrae, si ritrae verso sé stesso, con un moto che è l’origine e il presupposto di qualsiasi
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 239
152
En el ensayo «El pintor Ceófilos», Elitis habla de que lo Imposible («το Απίθανο») puede dejar
su impronta sobre lo existente sólo en la pureza indemne, isomorfa del arte y de la poesía, de los niños
o los locos. Esa pureza sería, de hecho, su manifestación, la única vía de romper la opacidad
ontológica de lo real, la única vía, por tanto, de resacralizar el mundo reinscribiendo en él la
posibilidad de lo imposible: «Lo Imposible sólo necesita una pizca de corazón puro para manifestarse.
Y es en las almas de las personas sencillas, de los niños o de los locos, de los “simplones”, como los
llaman en Mitilene, donde a veces acepta dejar su impronta. Sólo ellos, privilegiados, conservan la
visión en su interior» («Λίγη καθαρή καρδιά θέλει πάντοτε το Απίθανο για να φανερωθεί. Κι είναι
στις ψυχές των απλών ανθρώπων, των παιδιών ή των τρελών, των “αχµάκηδων”, όπως τους λένε στη
Μυτιλήνη, που κάποτε στέργει ν’ αφήσει τ’ αποτυπώµατά του. Αυτοί µόνοι, προνοµιούχοι,
εγγράφουνε µέσα τους το όραµα»), ELITIS, O. (2000), p. 259.
153
El apofatismo, según Vladimir Lossky, «constituye el carácter fundamental de toda la tradición
teológica de la Iglesia de Oriente», LOSSKY, V. (1982), p. 21.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 241
pasar por los ojos para ser perceptible. Allí, suelen decir, se consuma la reconquista
del cuerpo, pero ya sin su faceta vulnerable, o la recomposición de la materia que te
constituye, a partir de datos completamente desconocidos para nosotros, y
estremecedores, sobre todo por cuanto no están sometidos ya a los procesos
temporales. Así pues, giro a la derecha y avante, de frente al peligro. No hay
alternativa. O te acomodas y aceptas ser para siempre uno de los de aquí, o pasas al
otro lado. Cuidado. Que nadie se desmaye. Las manos sobre el timón. Ya llega hasta
nosotros un mensaje de oxígeno transterrenal. Cuidado. Ánimo. Ha llegado el
momento de probarnos. Las manos sobre el timón. Avante. Avante despacio hacia lo
no confuso, lo inmutable, lo desnudo, lo manifiesto, lo inteligible en sí, lo
inalterable…»154. Como puede observarse, comparecen aquí, además del apofatismo,
algunas de las claves que ya hemos repasado acerca de la religiosidad de la poesía y
el privilegio existencial del Poeta. Es preciso para él pasar al «otro lado», lejos de las
constricciones del tiempo y de la convención social, al espacio donde todo, incluida
la materia y la naturaleza, será recompuesto sobre un nuevo fundamento que nos
resulta desconocido. La luz será esa luz otra que surge en la pura interioridad y se
convierte en absoluto, y el tiempo habrá quedado abolido. Por lo demás, es deber de
la poesía ir al encuentro de esta zona de secreto, de esta sacralidad que ella misma ha
inaugurado, y que se compendia aquí en una curiosa combinación entre la
inalcanzabilidad de lo apofático (lo «no confuso», lo «inmutable», lo «inalterable») y
el calificativo de «lo manifiesto» (το φαίνον), es decir, lo que se muestra, lo que,
como en la δια-φάνεια griega, irrumpe espectralmente, al modo de una luz re-velada,
para reinscribir esa dimensión apofática en este lado de la realidad.
El apofatismo en la obra de Elitis suele tener, sin embargo, otro cariz. Marca,
como ya he dicho, la ausencia de una dimensión plenamente trascendental en la
modernidad, carencia que pone en marcha a la poesía, devenida con ello el elemento
originario que, aun en su secundariedad, debe dar lugar ―en el más amplio sentido
de la expresión― al espectro de la sacralidad. El vacío dejado por una trascendencia
compartida por todos en la religión tradicional, como vimos al principio del capítulo,
ha de ser cubierto por el gesto poético, que acumula sobre él la escenificación de una
154
«Αλήθεια, νιώθω τώρα νά ’µαι κοντά, σχεδόν ν’ “ακουµπώ” κείνα που διηγούνται οι παλιοί
ναυτικοί. Για µία ζώνη απέραντης και άπεφθης καθαρότητας, όπου το βάρος σου εκεί δεν µετράει κι
όπου το φως δεν είναι του ηλίου που ξέρουµε µήτε κανενός άλλου τεχνητού ή ουρανίου σώµατος·
είναι το φως που δε χρειάζεται να περάσει από τα µάτια για να σου γίνει αισθητό. Εκεί, έχουν να
λένε, συντελείται η επανάκτηση του σώµατος µείον την εύτρωτη πλευρά του· η ανασύνθεση της ύλης
που σε αποτελεί, µε βάση δεδοµένα εντελώς άγνωστα για µας και συγκλονιστικά, προπάντων από την
άποψη ότι δεν υπάγονται πλέον στις διαδικασίες του χρόνου. Στροφή λοιπόν, όλο δεξιά, και πρόσω
καταπάνω στον κίνδυνο. ∆ε γίνεται αλλιώς. Ή θα συνθηκολογήσεις και θα µείνεις από τους εδώθε ή
θα περάσεις πέρα. Προσοχή. Κανένας µη λιγοψυχήσει. Τα χέρια στο τιµόνι. Κιόλας ένα µήνυµα
διήγηνου οξυγόνου φτάνει ως εµάς. Προσοχή. Θάρρος. Έφτασε ο καιρός να επαληθευτούµε. Τα χέρια
στο τιµόνι. Πρόσω. Πρόσω ηρέµα προς το µη θολούµενον, το άτρεπτον, το γυµνόν, το φαίνον, το αυτῷ
καταληπτόν, το αναλλοίωτον…», ELITIS, O. (1993), pp. 415-416.
242 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
155
«Άλλοι ας ψάχνουνε για λείψανα κι ας δοκιµάζουνε / Φτυαριές µέσα στης Ιστορίας τα χώµατα.
Η πραγµατικότητα / Ωφελεί εαν έπεται. Όµως το πριν, το είδωλο, µόνον αυτό / Σηµαίνει· που ο
χρόνος πάνω του δεν πιάνει», ELITIS, O. (2002), p. 564.
156
«Το χέρι σου αντιγράφει / τ’ Ασύλληπτα», Ibidem, p. 449.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 243
157
Cfr. POLITI, D. (1996), p. 197.
158
«Ένας Πανσέληνος που ζωγραφίζει ενώ δεν υπάρχει Θεός / και αποδεικνύει ακριβώς το
αντίθετο», ELITIS, O. (2002), p. 441.
244 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
aquí un arroyo / Vivaldi Mozart»159. Son por tanto las imágenes, las representaciones
del arte, las que sostienen a lo trascendente y lo mantienen en la existencia ―aunque
sólo sea en el vacío dejado por el testimonio de su inexistencia―, las que sostienen
incluso al ser. Por eso debemos, todos, convertirnos a cada instante en imagen, según
dice el poema, para atestiguar en el seno mismo de la fugacidad y la mutabilidad
―del εἴδωλον, de la sombra― la porción de Dios que en otros tiempos atestiguaban
con su acción los santos: «es preciso que nos transformemos a cada instante en
imagen / Toute la mer et tout le ciel pour une seule / victoire d’enfance / en otras
palabras algo mínimo pero a la vez / crucial tanto que / la magia mueva nuestra mano
y la interprete / según las sombras cambian de lugar / como si / hubieran recibido ya
la porción de Dios / igual que en otros tiempos los Santos»160. La «magia» que ha de
mover nuestra mano parece remitir a la acción de la copia de lo Inconcebible que se
lleva a cabo en la pintura o la escritura, lo cual nos conduciría a leer esa conversión
en imagen como una necesidad de desligarnos de la naturaleza y entregarnos a la
sobrenaturaleza del arte, al espectro del reflejo, inmune a la muerte. Por otra parte, la
imagen que copia lo Inconcebible es «algo mínimo pero a la vez crucial», el punto de
fuga por el que la opacidad de lo real puede abrirse a la nada o a lo imposible. Ello
nos dicta otra dimensión de la alfa privativa: la reinscripción en el discurso, en la
superficie de lo existente, de la nada apofática sobre la cual, lo veremos en próximos
capítulos al hablar de la estética de lo mínimo y la nada en Elitis, ha de fundarse toda
trascendencia o todo paraíso. Esa alfa que anuncia y veta, que muestra el camino a
una dimensión otra al modo en que una frontera nos convierte, con su simple visión
infranqueable, en extranjeros, funciona en la escritura como el punto exacto (ακριβής
στιγµή, un concepto, como veremos, caro a Elitis) de una herida que compendia la
esencia del discurso al tiempo que la pone en fuga hacia otro lugar que no es en el
fondo, no puede ser, sino su (im)propio tener lugar aquí y ahora. Toda la
problemática de la escritura griega en su obra161, como tendremos ocasión de
analizar, consiste en realidad en una reinscripción y diseminación de los valores de
esta alfa privativa sobre la superficie del discurso.
Es función de la poesía y del Poeta, en consecuencia, abrir el mundo a la
posibilidad de lo imposible. Así sucede en el poema «Lacónico», donde el segundo
159
«Κάπου / συντελεσµένη κείται η Τελειότητα / κι αφήνει να κυλήσει ώσαµε δω ρυάκι / ο Vivaldi
ο Mozart», Ibidem, p. 441.
160
«Ανάγκη να µετατρεπόµαστε κάθε στιγµή σε εικόνα / Toute la mer et tout le ciel pour une seule /
victoire d’enfance / µ’ άλλα λόγια κάτι ελάχιστο αλλά και / σηµαντικό τόσο που / η µαγεία να κινεί το
χέρι µας και να το ερµηνεύει / καταπώς οι σκιές αλλάζουν θέση / λες / έχουν πάρει κιόλας το µερίδιο
του Θεού / ίδια σ’ άλλους καιρούς οι Όσιοι», Ibidem, p. 444.
161
Especialmente por lo que respecta a la figura de la «escritura blanca», que trataré en los últimos
capítulos. El blanco es siempre en Elitis, además de la cifra de la inocencia y la pureza, la figura de un
intersticio ontológico o una hendidura que nos abren, como un pasadizo por el que deslizarse, a la
super-vivencia.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 245
162
«Η ζωή καταβάλλει τον οβολό του φύλλου της ελιάς / Και στη νύχτα πάλι των αφρόνων µ’ ένα
µικρό τριζόνι κατακυρώνει πάλι το νόµιµο του Ανέλπιστου», Ibidem, p. 195.
163
Así confiesa Elitis que le sucede a él mismo con los poemas de Dionisios Solomós, en el texto
«Quebranto y reverencia de Solomós». Gracias a ellos, en su interior se ha abierto lo «Imperceptible»
durante un instante, han sido ellos los que han depositado en su interior la huella de la imposibilidad
que le ha impulsado después a emularle y seguir el camino de la poesía, el camino de la mímesis de lo
imposible que se revela siempre elusiva: «¡O como si por un instante no hubiera permanecido gracias
a ti / Entreabierto en mi interior lo Imperceptible! / […] Aquello que inclinado sobre mi escritorio
trataba de salvar pero / Imposible» («Ή για λίγο να µην είχε από δική σου χάρη µέσα µου /
Μισανοιχτό µείνει το Ακοίταχτο! / […] Κείνα που σκυφτός επάνω στο γραφείο µου ζητούσα να
διασώσω αλλ’ / Αδύνατον»), Ibidem, p. 557.
246 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
164
Cfr. BELESINIS, A. (1999), p. 49.
165
«Ως το γόνατο µες στα νερά πήρα να φέγγω / από µέσα µου µεράκι αλλόκοτο / άνοιξα τα πόδια /
σιγά σιγά τα σπλάχνα µου άρχισαν / µωβ κυανά πορτοκαλιά να πέφτουν / µε στοργή σκύβοντας τά
’πλενα ένα ένα / προσεχτικά προπάντων στα σηµεία που έβλεπα / νά ’χουν αφήσει ουλές οι δαγκωνιές
του Αόρατου», ELITIS, O. (2002), p. 372.
166
«Ώσπου τα µάζεψα όλα στην ποδιά µου», Ibidem, p. 372. Cfr. BELESINIS, A. (1999), p. 49.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 247
167
«Θέ µου πού πάει κανείς όταν δεν έχει µοίρα / πού πάει κανείς όταν δεν έχει αστέρι / άδειος ο
ουρανός άδειο το σώµα / και µόνο η πίκρα στρογγυλή γεµάτη / µες στη σελήνη τη µισή σαλεύοντας τ’
αγκάθια της / ένας ακόµη που δε γίνεται ποτέ να πιάσεις / θηλυκός αχινός», ELITIS, O. (2002), p. 372.
168
«Φοβηθείτε / αν θέλετε να σας ξυπνηθεί το ένστικτο του Ωραίου· / ή αν όχι µία που ζούµε στον
αιώνα της φωτογραφίας / ακινητήσετέ το: αυτό που δίπλα µας / ολοένα µ’ απίθανες χειρονοµίες δρα: /
το Ασύλληπτο!», Ibidem, p. 374.
169
«Όµως / Das Reine Κυρίες και Κύριοι / kann sich nur darstellen im Unreinen / und versuchst Du
das Edle zu geben / ohne Gemeines / so wird es als das Allerunnatürlichste / λέει Αυτός που εδέησε
να διαβεί / τα Επάνω Μονοπάτια. / Και κάτι πρέπει να ήξερε», Ibidem, p. 374. La traducción del
fragmento de Hölderlin dice así: «La pureza no puede representarse sino dentro de la impureza, y si
tratas de entender la nobleza sin vulgaridad, eso se convertirá en algo más artificial aún», en versión
de Nina Anguelidi y Horacio Castillo, ELITIS, O. (1986), p. 131.
170
«Θε µου τί µπλε ξοδεύεις για να µη σε βλέπουµε!», ELITIS, O. (2002), p. 374.
248 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
171
«Ad libitum» (Tres poemas bajo bandera de conveniencia): «Φαινόµενο φαίνεται στάθηκα / γι’
αυτούς που ακούν τη νύχτα / πώς µία πένα γρατσουνίζει / όµοια γάτος επάνου στην κλειστή / πόρτα
του Αγνώστου // οι φύλακες / ανέκαθεν υπήρξανε πρόσωπα αισχρά / personae turpes όπως λεν στα
Νοµικά / και η τέχνη sine re // αν έτεινε αποκλειστικά να υποκατασταθεί στο εκάστοτε /
φυλασσόµενο ιερό / πρόσωπο ή κι εξανδραποδισµένο σύνολο // είναι που µία ζωήν ολόκληρη / έξω
απ’ τα τείχη κυνηγάω φωνές / συγκεκριµένα: µία φωνή», Ibidem, p. 461.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 249
172
El Poeta, que persigue lo Inalcanzable, está perdido, es víctima de antemano de una derrota ante
la imposibilidad de la empresa, pero su mismo testimonio es, a pesar de todo, un modo de victoria.
«[Están] perdidos los que se aferran a lo Inaferrable», dice en la anotación perteneciente al «Sábado
Santo, 25b» del Diario de un abril invisible («Χαµένοι αυτοί που πιάνονται από τ’ Άπιαστα»),
Ibidem, p. 485. E, incidiendo en el victimismo del Poeta, el texto «La canción del poeta», de María
Gefeli, dice: «Pero al menor esfuerzo que hacía / siempre muchachos la pata metía / primero porque
perseguía lo Inalcanzable / y segundo porque pertenecía a un género Incomparable» («Αλλά και στην
προσπάθεια την ελάσσονα / πάντοτε βρε παιδιά µου τα θαλάσσωνα / πρώτον διότι κυνηγούσα το
Άπιαστο / και δεύτερον γιατ’ ήµουν είδος Άµοιαστο»), Ibidem, pp. 412-413.
173
Cfr. ABRAMS, M. H. (1992), p. 391.
250 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
174
Cfr. Ibidem, pp. 392-394.
175
Me refiero al pequeño ensayo «Nueva refutación del tiempo», disquisición filosófica que Borges
ilustra, en la sección A, II, con el breve relato de una experiencia propia de anulación del tiempo,
BORGES, J. L. (2005), pp. 764-765.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 251
de nosotros los destellos dorados, las curvas en la luz, como una liviana red
que arrojas al agua y vuelves a sacar y vuelves a arrojar, siguiendo el ritmo,
uno – dos – tres – cuatro, hasta que aumentaron los volúmenes, se aclararon
las formas, los saltos ahora fuera del agua esparciéndose en miríadas de
gotas, después la espuma blanca como flecos, y ya a nuestro lado las cabezas
afiladas, ahí mismo, sumergiéndose verticales, las colas, un instante anchas
en el aire, un bordar sobre el azul, un bordar incesante, hasta que en
determinado momento parecía que faltase la aguja, faltaba el mantel del mar
y quedaba en el cortejo triunfal el alma sola, sin arrugas, sin peso, el alma
176
libre en la luz, el destello interminable.
176
«Αν υπάρχει στ’ αλήθεια ένα µήνυµα µυστικά σταλµένο από το µέρος της ζωής που αγνοούµε
αυτό δε µου έτυχε ποτέ να το δω µε τη µορφή του Μπαµπούλα που κυκλοφορεί τα µεσάνυχτα· το
είδα, θέλω να πω: το ένιωσα, σε στιγµές που κανένα χέρι δε θα µπορούσε τραβώντας το σεντόνι του
φαρσέρ ν’ αποκαλύψει την απάτη. Τη µία φορά ήταν στην Ολυµπία. Ένα καταµεσήµερο, πάνω στο
έβγα της άνοιξης, όπου το χαµοµήλι κι η παπαρούνα κατασκεπάζανε τον ιερό χώρο µε τα πεσµένα
µάρµαρα. Φευγάτοι όλοι, δικοί µας και ξένοι. Ψυχή ολόγυρα. Κι εγώ, παραπλανηµένος, ολοµόναχος,
µακριά κατά το µέρος του ποταµού, στην άκρη από ένα ορθογώνιο χώρο που τον σηµάδευαν µονάχα
οι βάσεις κάποιου άγνωστου ―σε µένα, που δε συγκρατώ τ’ αρχαιολογικά― ναού. Ξεθαρρεµένη
τότε, µαγεµένη, θά ’πρεπε να πω, απ’ την άκρα ησυχία, µία σαύρα µάκρυνε από την κρυψώνα της κι
άρχισε τρέχοντας να προχωρεί κατά το κέντρο. Σταµάτησε µόλις έκανα λιγάκι να σαλέψω, περίµενε,
φιλύποπτη, κάµποσα δευτερόλεπτα και µονάχα όταν κατάφερα να κρατήσω και την αναπνοή µου
ακόµα γλίστρησε µε απίθανη γρηγοράδα κι έφτασε στη µέση του χώρου ακριβώς, εκεί που µία
συµµετρική τετράγωνη πέτρα, πιο ψηλά απ’ τις άλλες, έστεκε ίδια βωµός κι όπου ―πρέπει να
προσθέσω―, από µία σύµπτωση της στιγµής, χτυπούσε ίσα-ίσα η µόνη δέσµη από τις αχτίδες του
ήλιου που κατάφερνε να περάσει το πυκνό από πάνω µας και φουντωτό καταπράσινο φύλλωµα. Εκεί
την είδα ν’ ανεβαίνει, αφού την έχασα για µία στιγµή, και ν’ αρχίσει να κινεί το µουσούδι της ψηλά,
να τείνει το στήθος της προς τον ήλιο. Ήταν µία σειρά από απίστευτα χαριτωµένες µικρές κινήσεις,
ένα χορευτικό σύστηµα µυριάδων σκιρτηµάτων, ένας παλινδροµικός ρυθµός από ανεπαίσθητες
ορατές στροφές, η χαρά και το δέος µαζί, όπως µέσα σε µία προσευχή που αγγίζει τον προορισµό της.
Κατάλαβα να τεντώνονται µέσα µου τ’ αόρατα νήµατα. Ένα ζύγισµα στο δευτερόλεπτο µίας άλλου
είδους διάρκειας. Παρών ο Θεός, όπως θα λέγαµε, και ο νοών νοείτω. / Τη δεύτερη φορά που µου
έτυχε κάτι ανάλογο ήταν στις Σπέτσες. Το µοναδικό παράθυρο που έβλεπε στο “πίσω ταρατσάκι”,
όπως το λέγαµε, ήταν το δικό µου. Καταµεσήµερο. Ένας θόρυβος που ερχόταν απ’ έξω µ’ έκανε να
πλησιάσω στο παντζούρι και να κοιτάξω ανάµεσα στις χαραµάδες. Ήτανε η µικρή Ειρήνη, το κορίτσι
του σπιτιού, που ερχότανε από τη θάλασσα και σκουπιζότανε µε µία µεγάλη χρωµατιστή πετσέτα. Οι
στάλες της θάλασσας έπεφταν από τα µαλλιά της στα φρύδια, µία στιγµή ακινητούσαν στα τσίνορα,
ιριδίζανε, τέλος κυλούσαν επάνω στα µάγουλά της. ∆ιάλεξε µία γωνιά που να την πιάνει ο ήλιος και
µε µία κίνηση βιαστική άπλωσε την πετσέτα στις πλάκες και ξάπλωσε ανάσκελα µε τα πόδια
µισάνοιχτα. Ύστερα, σε λίγο, ανασηκώθηκε στον αγκώνα της, κοίταξε φέρνοντας ένα γύρο το κεφάλι
της για να σιγουρευτεί ότι δεν τη βλέπει κανείς, σταµάτησε αρκετή ώρα στο κλειστό µου
παραθυρόφυλλο (από µέσα κρατούσα την αναπνοή µου), ύστερα, καθησυχασµένη, έλυσε το
στηθόδεσµο και ξαναπήρε την αρχική στάση, µε τα δυσανάλογα µεγάλα και λευκά στήθη της
απολυτά στον ήλιο. Ένα θαύµα. Είχα αντικρύ µου την κορφή µίας µεγάλης λεµονιάς. Ύστερα, το
ασβεστοχρισµένο τοιχάκι της ταράτσας. Και πιο δω, το γυµνό αυτό κορµί που έπαλλε µέσα στην
αποθέωση του φωτός. Όλο αυτό, σ’ έναν φόντο ηχητικό από το χτύπηµα των κυµάτων και το τζι-τζι-
τζι, που ανέβαινε αόρατο και παντοδύναµο από τον κήπο, από τους άλλους κήπους, από το διπλανόν
ελαιώνα, απ’ ολάκερο το νησί. Αλήθεια, ώρες µπορούσα να στέκοµαι έτσι, σαν άγγελος µέσα σε µία
παράξενη φωτοσύνθεση, συλλογιζόµουνα. / Όταν, άξαφνα, βλέπω να καταφθάνει από µακριά,
κάνοντας µεγάλους ελιγµούς µες στον αέρα, µία φανταχτερή πολύχρωµη πεταλούδα. Πέρασε ξυστά
από το παράθυρό µου, σχεδόν το άγγιξε, θυµάµαι ότι πρόφτασα να δω τους συµµετρικούς µαύρους
κύκλους πάνω στα κίτρινα φτερά της. Ύστερα, µονοµιάς και χωρίς να διστάσει, πήγε και κάθισε πολύ
ελαφρά πάνω στα µαλλιά της κοπέλας. Έκανε µερικά µικρά πηδηµατάκια, και νά σου την, µε το
τελευταίο, πάνω στο ένα από τα δύο ωραία στήθη που ανεβοκατέβαιναν τώρα µε το ρυθµό του ύπνου.
Στο ελάχιστο διάστηµα που κρατήθηκε εκεί ―ώσπου έδωσε µία και χάθηκε, για να µην την ξαναδώ
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 253
ποτέ, µία πεταλούδα όπως όλες οι άλλες που έµελλαν σε λίγο να µην υπάρχουν, όπως δε θα υπήρχα
ούτε εγώ ούτε η µικρή Ειρήνη― πρόφτασα πάλι να κρατηθώ απ’ αυτό το αίσθηµα της αθανασίας που
δίνει η σύνθεση από τα κοµµάτια της ζωής που κρύβουµε, ή αφήνουµε να µας τα κρατούν
αποχωρισµένα, το άλλο είδος γραφής, τα δεύτερα και τα τρίτα ελληνικά, που όταν καταφέρνω να τα
διαβάσω, αµφιβάλλω τελεσίδικα για όλους τους παρόντες και µέλλοντες Εκκλησιαστές του κόσµου. /
Και το θαύµα ξαναήρθε κάποιο άλλο καλοκαίρι καταµεσής της µέρας και του πελάγου ―µήνας
Ιούλιος, η ώρα έντεκα― πάνω σ’ ένα µικρό πλεούµενο, ανάµεσα Πάρο και Νάξο. Άξαφνα οι µούτσοι
βάλανε τις φωνές: Τα δελφίνια! τα δελφίνια! Είδα πίσω µας τις χρυσές αστραψιές, τις καµπύλες µέσα
στο φως, όπως ένα δίχτυ ανάλαφρο που το ρίχνεις µέσα στο νερό και το ξανασηκώνεις και το
ξαναρίχνεις, κρατώντας το ρυθµό, µία-δυο-τρεις-τέσσερις, ώσπου µεγάλωσαν οι όγκοι, καθάρισαν οι
µορφές, οι πήδοι τώρα έξω απ’ το νερό σκορπίζοντας σε σταγόνες µυριάδες, ύστερα κρόσσια οι
άσπροι αφροί και πια στο πλάι µας τα µυτερά κεφάλια, νά τα, κάθετα βουτώντας, οι ουρές, µία στιγµή
πλατιές µες στον αέρα, ένα κέντηµα πάνω στο γαλάζιο, ένα ασταµάτητο κέντηµα, ώσπου έλεγες
κάποια στιγµή έλειψε η βελόνα, έλειψε το πελαγίσιο τραπεζοµάντιλο κι έµεινε στη συνοδεία τη
νικηφόρα η ψυχή µονάχη, χωρίς ρυτίδα, χωρίς βάρος, η ψυχή στο φως ελεύθερη, το ατέρµονο
αστραφτοβόληµα», ELITIS, O. (2000), pp. 442-446.
177
Cfr. ELITIS, O. (1979), p. 201.
254 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
178
«Στα µάτια ένα δελφίνι σύρετέ µου / νά ’ναι ταχύ, και ελληνικό, και νά ’ναι η ώρα έντεκα! / Να
περνά και να σβήνει την πλάκα του βωµού / και ν’ αλλάζει το νόηµα του µαρτυρίου / Οι αφροί του
λευκοί ν’ αναπηδούν επάνω / τον Ιέρακα και τον Ιερέα να πνίξουν! / Να περνά και να λύνει το σχήµα
του Σταυρού / και στα δέντρα το ξύλο να επιστρέφει», ELITIS, O. (2002), p. 158.
179
«Μία ή δύο φορές το Τέλειο φάνηκε στα µάτια µου κι ύστερα πάλι τίποτε / Ίδια πουλί πριν του
προλάβεις τη λαλιά / που πάει το πήρε ο ήλιος µες στα κόκκινα και βασιλεύει», ELITIS, O. (2002), p.
219.
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 255
del templo, parecen marcar el contorno de una borradura de la historia que se ofrece
a un recomienzo puro de la religiosidad. Se diría que es el automatismo de ésta
última, la sucesión entre una muerte histórica de(l) Dios y la espera de una
resurrección que habrá de darse bajo condiciones más primordiales ―e, igualmente,
como intersección mesiánica de la historia―, lo que se está escenificando aquí. De
pronto, en total soledad, un lagarto se detiene sobre el centro exacto del lugar,
componiendo en la cima de una piedra cargada y despojada de historia un curioso
cuadro: el de la indemnidad de la naturaleza recuperando sus derechos sobre lo
maquinal de la arquitectura. Hay, por otra parte, un sentido completamente
intersticial en esa colocación exacta: el centro del templo, el mármol blanco que
sobresale, y un rayo de luz cenital, se cortan suscitando el punto exacto por donde
penetra lo imposible, por donde el cosmos entero se hace capaz, en un cruzamiento
con lo otro, de regenerarse. Es la consumación de un rito sin aparente intervención
humana: la consagración, sobre el altar desacralizado por el paso del tiempo y la
invasión de la naturaleza, de un elemento natural (el lagarto) que se ofrece a otro
elemento natural (el sol cenital) para refundar la posibilidad de una trascendencia y
reinsertar en el mundo el espectro de una sacralidad pura. El narrador, incluso,
observa, conteniendo la respiración para permitir que se oficie el misterio, el gesto
religioso del pudor y la contención ante lo indemne. El lagarto cumple entonces el
rito, una danza en que se ofrece como superficie de reflejo a la luz, en que pronuncia
una oración silenciosa de cara al misterio ―el sol invisible por el tupido follaje―
que para el autor sólo es visible a través del animal, en los gráciles movimientos de
su figura, a la par que sobre el dorso del mármol griego. Los «hilos invisibles» se
tensan en ese instante en su interior re-velando su existencia, al igual que Dios ―una
imagen del dios, de lo imposible― se hace presente en su misma ausencia,
abriéndole al equilibrio precario ―por fugaz― de una temporalidad distinta. Con
ello, se reafirma la potencia ahistórica de la fenomenalidad griega, capaz de
reoriginar incesantemente, aun en sus más mínimos detalles, una sacralidad
semejante, y sobre el mismo espacio, a la que, en el pasado remoto, dio lugar al
templo ahora derruido. Toda imagen sustancialmente griega deviene, por
consiguiente, signo que nos sitúa, con la blancura enigmática que la atraviesa, sobre
la blancura absolutamente inaugural del origen. Lo que en el «Comentario al Axion
Estí» era una reflexión sobre la estética griega, aquí se materializa en una experiencia
sensorial que, en el fondo, difiere poco de cualquier experiencia de escritura, como
veremos en próximos capítulos.
En Spetses nos situamos de nuevo en «pleno mediodía». El narrador observa,
desde la penumbra de su cuarto en la casa isleña en que se aloja, una escena que se
produce en el exterior. El elemento indemne que servirá de intermediario es ahora
1.4. El milagro perdido: poética, religiosidad y misticismo en Elitis 257
una muchacha joven, casi una niña, emblema del amor y la vida palpitante en su
poesía ―donde la figura de la diosa-niña comparece a menudo asociada al mar, a la
vegetación, a la gota de agua transparente y a la mediación alada de lo angélico―,
cuya piel blanca servirá en este caso como superficie de reflejo. Sobre ella resbala,
desde el principio, la primera epifanía que reinscribe el sol: el agua que se desliza por
su frente llena de irisaciones. El pudor conduce de nuevo al narrador a contener la
respiración para permitir el desvelamiento completo de ese «milagro» indemne que
es el cuerpo de la muchacha, sobre el cual se entrelazan sensualidad y sacralidad tal
como él mismo afirma que sucede a menudo en su obra182. Bajo la luz absoluta del
mediodía, constreñida también a un punto exacto en este relato, los pechos «blancos»
bañados por el sol recuperan fugazmente para el mundo el milagro perdido. Se trata
de una «apoteosis» de la luz, cuya denominación en griego, αποθέωση, pertenece
también al léxico religioso con el sentido antiguo ―rastreable por ejemplo en los
Padres de la Iglesia― de «divinización». Es precisamente una divinización del
mundo lo que parece darse en este testimonio de la trascendencia o de lo
incomprensible bajo el formato de la escritura sobre un espacio blanco. Un
desplazamiento de imágenes asocia en este punto la blancura de los pechos a otras
dos blancuras que también reflejan una luz cegadora: las fachadas de las casas
encaladas ―que remiten sin duda a la noción de grecidad, en tanto emblema de la
arquitectura popular egea y de la pureza de una artificialidad natural― y la del mar,
que no se ve pero se oye. Las chicharras, con su canto, contribuyen finalmente a dar
testimonio de la presencia ―siempre diferida― del sol, que se reinscribe en el
propio narrador, devenido un ángel que lo sigue heliotrópicamente en busca de una
«extraña fotosíntesis». Lo alado irrumpe entonces para completar el cuadro. Es una
mariposa que se desliza con ligereza por el cuerpo de la muchacha y, al detenerse
durante una fracción de segundo sobre su pecho, expande la sensación de lo sagrado
hasta liberar al autor de su peso y de su mortalidad, mostrándole en la imagen que ha
compuesto ―semejante a la del lagarto sobre el promontorio-altar de mármol en el
relato anterior― «la configuración de los pedazos de vida que ocultamos», es decir,
re-velándole lo imposible. La circulación de imágenes, el deslizamiento de una
superficie a otra, todas impenetrables, todas cegadoras, consigue conducir la mirada
al punto extremo de la irrepresentabilidad que las ha suscitado. El proceso adquiere,
además, un carácter sígnico, se convierte en «otra clase de escritura» que remite
182
«Analogías de luz»: «Aun cuando hablo de las cosas más sensuales, las percibo en un estado de
pureza y santidad. Aspiro a unir estas dos corrientes. No soy cristiano en sentido estricto, pero aplico
el concepto cristiano de santificación al mundo de las sensaciones» («Οποτεδήποτε µιλώ και για τα
πιο αισθησιακά πράγµατα, τα αντιλαµβάνοµαι να υπάρχουν σε µία κατάσταση καθαρότητας και
αγιότητας. Αποσκοπώ στη συνένωση αυτών των δύο ρευµάτων. ∆εν είµαι χριστιανός µε την αυστηρή
έννοια της λέξης, αλλά προσαρµόζω τη χριστιανική έννοια του εξαγιασµού στον κόσµο των
αισθήσεων»), ELITIS, O. (1979), p. 189.
258 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
puede y debe (re)fundarlo todo183. Ello supone la libertad del alma en el seno de la
luz: la apertura a lo imposible o lo Inesperado que significa, según he expuesto más
arriba, la apertura a todo lo posible, es decir, la desaparición de lo real en beneficio
de un ámbito inmarcesible e indemne de revelabilidad pura. En la capacidad de
operar esta (re)generación ab-soluta y totalizante, religiosa, estriba la condición
esencial que alía y entrelaza a Grecia con la Poesía. Lo leemos muy nítidamente en el
comentario que acompaña en «Analogías de luz» al breve relato de las tres
experiencias: «Todo esto supuso para mí una revelación más del misterio de la luz.
Un misterio que nosotros los griegos podemos captar en su totalidad y ofrecerlo.
Quizá sea algo exclusivo de este lugar. Quizá aquí resulte más perceptible, y la
poesía pueda revelarlo en todo el mundo»184. En la segunda parte del trabajo
ahondaremos en ello.
183
En el poema «Versículos místicos», el poeta es capaz de pronunciar o proclamar el milagro en
medio de un imaginario semejante: desaparición de los pesados volúmenes de los montes, blancura de
las paredes de la celda, y transparencia de los destellos de una gota de agua bajo el sol: «Adelante me
postro ante ti Nuestra Señora de las Flores / Violeta que miras y los montes fronteros / transparentes
se desvanecen como la Asunción // Interminablemente blanca la celda / Como una gota de agua
clara en el sol / Me lleva y desnudo digo el milagro» («Εµπρός προσκυνώ σέ την Ανθοκρατούσα /
Μαβιά που κοιτάς και τα πέρα βουνά / Ωσάν της Αναλήψεως καταδιάφανα χάνονται / Ατελεύτητα
λευκό το κελί / Σαν σταγόνα νερού καθαρού µες στον ήλιο / Με πηγαίνει κι ολόγυµνος το θαύµα
λέω»), ELITIS, O. (2002), p. 354.
184
«Analogías de luz»: «Αυτό ήταν για µένα µία ακόµη αποκάλυψη του µυστηρίου του φωτός.
Ενός µυστηρίου που εµείς οι Έλληνες µπορούµε να το συλλάβουµε ολοκληρωτικά και να το
προσφέρουµε. Ίσως να είναι κάτι το µοναδικό για τον τόπο αυτό. Ίσως να γίνεται καλύτερα
αντιληπτό εδώ, και η ποίηση να µπορεί να το αποκαλύψει σ’ ολόκληρο τον κόσµο», ELITIS, O.
(1979), p. 201.
II. LA PARTE DEL ABSOLUTO
Imagen: «El tiempo detenido» («Ο σταµατηµένος χρόνος»), ELITIS, O. (1986), p. 83.
2.1. ITERSTICIO, LÍMITE Y APERTURA: UA POÉTICA
DE LA REVELABILIDAD
2.1.1. INTRODUCCIÓN
1
No deja de decirnos algo sobre lo que aquí propongo determinado uso de la palabra haz advertido
por Jacques Derrida: «Me atengo a la palabra haz por dos razones: por una parte no se tratará, cosa
que también habría podido hacer, de describir una historia, de contar las etapas, texto a texto, contexto
a contexto […]. Por otra parte, la palabra haz parece más propia para poner de manifiesto que la
agrupación propuesta tiene la estructura de una intricación, de un tejido, de un cruce que dejará partir
de nuevo los diferentes hilos y las distintas líneas de sentido ―o de fuerza― igual que estará lista
para anudar otras», en «La différance», DERRIDA, J. (2003), pp. 39-40. Ello significa que tal
unificación de la obra de Elitis no deja de ser al mismo tiempo una apertura a la alteridad o a la
inagotabilidad semántica que la recorre según la lógica que quiero presentar aquí.
2
Extraigo este concepto del texto «La doble sesión», dedicado a un esquema muy similar, aunque
sin duda más complejo que el que se da en Elitis, en Mallarmé, cfr. DERRIDA, J. (2007), pp. 263-427.
3
Cfr. la crítica de Derrida a la oposición heideggeriana entre revelabilidad y revelación
(Offenbarung y Offenbarkeit) a propósito de la religión, DERRIDA, J. (2006), pp. 57-60, oposición que
sin embargo nos resultará útil aún aquí en la medida en que los textos de Elitis la prescriben.
264 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
todos los fetiches que funcionan como sus isomorfos constantemente reiterados,
constituye un elemento siempre liminal, interpuesto, el velo que es a un tiempo algo
y no es nada (tangible), que da a ver en sí mismo y, también, a pesar de sí mismo,
algo que irremisiblemente difiere, que hace existir, incluso, en su diferición,
exactamente como la escritura. Por la segunda, constituye la cuña inserta en la
realidad, en la opacidad ontológica del mundo, que lo abre a una posible revelación,
a la religiosidad pura que ha de re-generar, en la potencia originante ―también
simple vacío, desierto a la espera de una iluminación, o fulguración que anuncia en
su propia hendidura― de una luz prometida, todo lo existente. Se trata, en definitiva,
de un esquema complejo, indeterminable probablemente como tal, que se relaciona
del modo más estrecho, como iremos viendo progresivamente, con las concepciones
del misticismo y de la religiosidad que he esbozado en la primera parte del trabajo.
Indisolublemente vinculadas a él están también las cuestiones de la nada y lo mínimo
que Elitis menciona profusamente y que trataré en la última sección del capítulo.
En virtud de este esquema de la cuña o el hiato que los desestructura, la
mayoría de los temas de su obra no son estrictamente tales: se pierden como puntos
de fuga marcados por un blanco que los desrealiza y los hace constituirse en apertura,
no en topoi o motivos estables positivamente fundados. Elena Cutrianu ha hablado
para la poesía de Elitis de entramados intertextuales en los que se contienen
repeticiones que constituyen «núcleos temáticos», los cuales unen entre sí los
poemas y forman redes semánticas que se amplían constantemente por medio de la
reelaboración de determinadas imágenes recurrentes4. Mi intención, por el contrario,
no es referirme tanto a imágenes concretas que se repiten y articulan coagulando
temas determinables y describibles, cuanto a la estructura desestructurante del hiato
o el espaciamiento que se disemina y se dispersa en apariencias de temas, motivos,
símbolos, metáforas o figuras constantemente aludidas: un blanco que penetra
espectralmente toda su obra y la organiza de otro modo, espaciando precisamente un
significado ―todo significado―, diciendo que todo es decible en su indecibilidad,
haciendo visible lo invisible y viceversa, difiriendo y desplazando imaginalmente
―como hemos visto al final del capítulo anterior― el centro que se pretende mostrar
(lo imposible), y haciendo de esta diferición el núcleo ―si se puede hablar aquí de
núcleo― de toda experiencia del absoluto, el vacío de la espera sobre el que puede
fundarse, como en la mística, toda manifestación de un absoluto. Llevando al
extremo el argumento, podríamos decir que nada sino ese blanco se escribe en la
poesía de Elitis, del mismo modo que nada sino el trazo de ese blanco la escribe y la
aglutina. No existe, en puridad, un afuera del blanco o el hiato ―que no son en el
4
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 309-310.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 265
la frase «es la verdad» vinculada aquí a una escritura blanca ―que desempeña,
parecería, la doble función de responder, como marcador discursivo, a un reproche
recibido desde el exterior, y de proclamar la presencia de la verdad en estos blancos
o en esta superposición de temas―, rastrear en el interior de esta afirmación de
autoilegibilidad al menos dos cuñas de sentido que responden a otros temas que
hacen eco al de la blancura o son recorridos por él. Por una parte, segmentando la
palabra griega αλήθεια, podríamos leer entre la segunda y la tercera líneas θεία
γράφω, es decir, «escribo lo divino, escribo cosas divinas», o bien «escribo al modo
de la divinidad», en tanto testimonio de asociación de la escritura blanca a la
posibilidad de una revelación religiosa, de la revelabilidad de una divinidad sin dios,
como veíamos en Heidegger. Por otra, en ese mismo fragmento, y como ha señalado
Andreas Belesinis7, puede aislarse el sintagma άγρα φωτός, es decir, «caza de luz»,
que introduciría dentro de la mención a la blancura la figura de la luz y su
persecución a través del espaciamiento de la escritura, persecución que sólo nos
conduciría, finalmente, a ese haz sobre cuya superficie volveríamos a recibir una
promesa, y nada más, de plenitud. Llevando el argumento al extremo, acaso podría
leerse en el fragmento otra blancura asociada a la luz, en este caso la de Delos, la
manifiesta, patria sagrada de Apolo, cuyo nombre, si bien vulnerando todas las reglas
ortográficas griegas, podemos leer verticalmente, de abajo arriba, a partir de la cuarta
letra empezando por la izquierda: Απώλο, que tan sólo evoca el sonido en otras
lenguas del nombre que en griego moderno habría de escribirse Απόλλωνας, pero que
no deja de sugerir oscuramente a la vista la ceguera o la aniquilación (απώλεια
significa precisamente «pérdida») que provoca el exceso de luz de esa αλήθεια que
según Heidegger supone a la vez un velar y un desvelar8, acaso el velar en la luz
absoluta del dios (dios-sol, no lo olvidemos) que impide lo que pretende propiciar: la
visión. Algo muy semejante a lo que la escritura de Elitis, en su pulsión de
revelabilidad, logra aquí constituyéndose contemporáneamente en re-velación,
himen que oculta lo que deja ver, o que lo deja ver en la señalación de su
invisibilidad, de su ilegibilidad constitutiva.
7
BELESINIS, A. (1999), p. 273.
8
Ante su visita a Delos, Heidegger reflexiona sobre la αλήθεια de este modo: «∆ήλος, la sacra isola,
il centro della Grecia, delle sue coste e dei suoi mari: essa rende manifesto nell’ istante stesso in cui
nasconde. Ma che cosa lascia apparire quell’ isola? Verso dove fa cenno? Verso “quello” che fu
esperito e chiamato per nome dai poeti e dai pensatori greci grazie all’ amplissimo sguardo su ciò che
si rese loro presente: l’ essere uno della svelatezza e della velatezza: l’ Αλήθεια», HEIDEGGER, M.
(1997), pp. 37-38; justo después, la describe de un modo que la asemeja notablemente al esquema del
espaciamiento, la revelabilidad o la apertura del que trataré en este capítulo: «Dall’ Αλήθεια ogni dire
riceve la determinazione della sua impronta e in essa la conserva; dall’ Αλήθεια è poi determinata
ogni immagine e ogni opera, ogni fare e ogni agire. L’ Αλήθεια è infatti l’ambito: l’aperto che si offre,
che tutto comprende, delimita e libera, che concede a tutto ciò che entra nella presenza e nell’ assenza
l’avvento, il trattenersi, la partenza e la mancanza», Ibidem, p. 38.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 267
9
Sigo aquí, en las reflexiones sobre la impropiedad del concepto de tema ligado al blanco o al hiato,
las ideas al respecto de Jacques Derrida en su ensayo sobre Mallarmé, «La doble sesión», donde se
hace una crítica del tematismo en el análisis literario. Es preciso citar, aun a riesgo de resultar prolijo,
varios pasajes que pueden esclarecer algunas de las directrices de mi intento. En primer lugar, la
ilegibilidad constitutiva del tema: «…la diacriticidad impide ya que un tema sea un tema, es decir, la
unidad nuclear de un sentido planteado ahí, ante la mirada, presente fuera de su significante y no
remitiendo más que a sí mismo, en último análisis, incluso si su identidad de significado se recorta en
el horizonte de una perspectiva infinita. O bien la diacriticidad gira en torno al núcleo y la llamada que
se hace a él resulta lo bastante superficial para no poner en cuestión la temática; o bien la diacriticidad
atraviesa el texto de parte a parte y no hay núcleo temático, únicamente efectos de temas que se hacen
pasar por la cosa misma o por el sentido mismo. Si hay un sistema textual, el tema no existe […]. O si
existe, habrá sido siempre ilegible», DERRIDA, J. (2007), p. 375; más tarde, la misma condición del
blanco y del pliegue como no-temas, elementos intratextuales que contagian trópicamente su
movimiento y su despliegue constitutivos a todas las unidades sémicas que se relacionan con ellos,
que se inserta como haz de luz ―lo que reúne y corta al mismo tiempo― entre una serie,
imponiéndole sus condiciones: «El pliegue, pues, y el blanco: que nos impedirán buscar un tema o un
sentido total más allá de las instancias textuales en un imaginario, una intencionalidad o un vivido.
Richard ve en el “blanco” y en el “pliegue” temas de una plurivalencia particularmente fecunda o
exuberante. Lo que no ve, en la abundancia de su observación, es que esos efectos de texto son ricos
por una pobreza, diría casi una monotonía muy singular, muy regular también. No se ve porque se
cree ver temas en el lugar en que el no-tema, lo que no puede convertirse en tema, aquello mismo que
no tiene sentido, se observa sin cesar, es decir, desaparece. […] La polisemia de los “blancos” y de los
“pliegues” se despliega y se repliega en abanico. Pero leer el abanico mallarméano no es sólo hacer el
inventario de sus ocurrencias (centenares, un número muy grande, pero finito, si nos atenemos a la
palabra entera, una infinidad esparcida si en ellas se reconoce la figura dividida de alas, de papel, de
velos, de pliegues, de plumas, de cetros, etc., reconstituyéndose sin cesar en un soplo de abertura y/o
de cierre), no es sólo describir una estructura fenomenológica cuya complejidad es también un
desafío; es observar que el abanico se remarca: designa, sin duda, el objeto empírico que creemos
conocer con ese nombre, luego, mediante un movimiento trópico (analogía, metáfora, metonimia) se
vuelve hacia todas las unidades sémicas que se han podido identificar (ala, pliegue, pluma, página,
roce, vuelo, bailarina, velo, etcétera, plegándose cada una, abriendo/cerrando una vez más en abanico,
etc.), lo abre y lo cierra, ciertamente, pero inscribe allí además el movimiento y la estructura del
abanico como texto, despliegue y repliegue de todas esas valencias, espaciamiento, pliegue e himen
entre todos esos efectos de sentido, escritura que los pone en relación de diferencia y de semejanza.
Ese además de marca, ese margen de sentido, no es una valencia entre otras en la serie, aunque
también se inserte en ella. Debe insertarse, desde el momento en que no está fuera del texto y no tiene
ningún privilegio trascendental; por eso está siempre representada por una metáfora y una metonimia
(la página, la pluma, el pliegue). Pero perteneciendo a la serie de las valencias, está siempre en
posición de valencia suplementaria, que siempre se puede sustraer o añadir a la serie. Esta posición de
marca suplementaria intentaremos mostrar que no es rigurosamente ni una metáfora ni una metonimia,
aunque esté siempre representada por un tropo de más o de menos. […] El “blanco” se da primero a
leer, en una lectura fenomenológica o temática, como la totalidad inagotable de las valencias
semánticas que tienen con él (¿pero quién, él?) alguna afinidad trópica. Pero mediante una replicación
siempre representada, el “blanco” inserta (dice, designa, marca, enuncia, como se prefiera, y haría
falta aquí otra “palabra”) al blanco como blanco entre las valencias, al himen que las une y las
discierne en la serie, al espaciamiento de los “blancos” que “asumen la importancia”. El blanco a
partir de ello (es) la totalidad, aunque fuese infinita, de la serie polisémica, más la entre-abertura
espaciada, el abanico que forma el texto. Ese más no es una valencia de más, un sentido que
enriquecería la serie polisémica. Y como no tiene sentido, no es el blanco propio, el origen
trascendental de la serie; por eso es por lo que, sin poder ser un sentido significado o representado, se
diría en un discurso clásico que tiene siempre un delegado, un representante en la serie: como el
blanco es la totalidad polisémica de los blancos, más el lugar de la escritura (himen, espaciamiento,
etcétera) en que se produce esa totalidad, ese más tendrá, por ejemplo, en el blanco de la página o del
268 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
margen uno de esos representantes sin representado. Pero, por las razones que acabamos de decir, no
puede tratarse de hacer de tal representante, por ejemplo, del blanco de la página de escritura, el
significado o el significante fundamental de la serie. Cada significante de la serie está plegado en el
ángulo de esa re-marca. Los significantes “escritura”, “himen”, “pliegue”, “tejido”, “texto”, etc., no
escapan a esa ley común y sólo una estrategia conceptual puede momentáneamente privilegiarles en
tanto que significantes determinados e incluso en tanto que significantes, lo que al pie de la letra no
son ya. […] Si la polisemia es infinita, si no podemos dominarla como tal, no es, pues, porque una
lectura finita o una escritura finita resulte incapaz de agotar una superabundancia de sentido. Salvo
desplazando el concepto filosófico de finitud, reconstituyéndolo según la ley y la estructura del texto:
que el blanco, tal el himen, se re-marca siempre como desaparición, no-sentido. La finitud se
convierte entonces en infinitud, según una identidad no-hegeliana: por una interrupción que suspende
la ecuación de la marca y del sentido, lo “blanco” marca a cada blanco (éste más que cualquier otro),
la virginidad, la frigidez, la nieve, el velo, el ala de cisne, la espuma, el papel, etc., más el blanco que
permite la marca, asegura su espacio de recepción y de producción. Este “último” blanco (o también
este “primer” blanco) no está ni antes ni después de la serie. Es posible igualmente sustraerle de la
serie (en lo cual se le determinaría como una falta a pasar en silencio) o añadirlo como excedente al
número, aunque fuese infinito, de las valencias “blanco”, sea como un blanco accidental, un
desperdicio inconsistente cuya “consistencia” aparecerá mejor más adelante, sea como otro tema que
la serie abierta debe, liberalmente, acoger, sea como un espacio trascendental de la inscripción.
Jugando en esta estructura diferencial-suplementaria, todas las marcas deben plegarse en ella, recibir
el pliegue de ese blanco. El blanco se pliega, es (-tá marcado por un) pliegue. No se expone nunca con
costura sencilla. Pues el pliegue no es más un tema (significado) que el blanco, y si se tienen en cuenta
los efectos de cadena y de ruptura que propagan en el texto, nada tiene ya simplemente el valor de un
tema. Hay más. El “blanco” suplementario no interviene únicamente en la serie polisémica de los
“blancos”, sino también entre los semas de toda serie como entre todas las series semánticas. Impide
así a toda serialidad semántica el constituirse, el cerrarse o abrirse simplemente. No que lo
obstaculice: sigue siendo él quien libera efectos de serie, hace tomar, desmarcándose, aglomerados
―por sustancias. Si el tematismo no puede dar cuenta de ello es que sobrevalora la palabra y confina
lo lateral», Ibidem, pp. 375-380.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 269
10
BARTHES, R. (1973), pp. 53-54.
11
Hablando de Paul Celan, dice Félix Duque: «Pero en todo caso, parece que el quehacer capital del
poietés estriba en crear pasadizos de silencio, en guardar los hiatos y los cortes sin dejar que el mundo
se cierre como si fuera un circuito bien trabado. Incluso allí donde el orden poético parece ponerse al
servicio de la Filosofía y la Religión, conjuntadas, allí donde hasta la narración mítica parece haber
sido llamada al orden, cabe apreciar ese sordo rumor de fondo, ese desmantelamiento del sentido»,
DUQUE, F. (1998), p. 165.
12
HÖLDERLIN, F. (2005), pp. 383-385.
13
«El milagro perdido»: «Τότε ίσως πάλι, µε τα χρόνια, όταν η Γη αποστεγνωµένη ολότελα
διαρραγεί, και ξεχυθεί από τις ρωγµές της ο άλλος ουρανός, ο κρυµµένος µέσα της, τότε ίσως
ξανασκύψει ο άνθρωπος µε αληθινή αγνότητα επάνω στο αγαπηµένο πλάσµα», ELITIS, O. (1993), p.
204.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 271
14
Cfr. VITTI, M. (2000), p. 187.
15
«Hoy el poeta ya no debe mantenerse como intermediario entre los dioses y los hombres, sino
mantenerse entre la doble infidelidad, mantenerse en la intersección de esa doble inversión divina,
humana, doble y recíproco movimiento por el cual se abre un hiato, un vacío que desde ese momento
debe constituir la relación esencial entre los dos mundos. El poeta debe resistir así a la aspiración de
los dioses que desaparecen y que lo atraen hacia ellos en su desaparición (particularmente el Cristo);
debe resistir a la pura y simple subsistencia sobre la tierra, esa tierra que los poetas no fundan; debe
realizar la doble inversión, cargar con el peso de la doble infidelidad y mantener así distintas las dos
esferas, viviendo puramente la separación, siendo la vida pura de la separación misma, porque ese
lugar vacío y puro que distingue a las esferas es lo sagrado, la intimidad del desgarramiento que es lo
sagrado», BLANCHOT, M. (1992), p. 262.
16
De esta misma estructura habla el crítico griego Copidakis al referirse al libro Tres poemas bajo
bandera de conveniencia, donde Elitis sitúa, según él, su discurso en un espacio fronterizo, cfr.
COPIDAKIS, M. S. (1986), p. 458. El carácter espectral y liminal vinculado a la sobrenaturaleza del
tercer estado, es resaltado asimismo por Andonis Decavales al referirse al «estado poético» en Elitis:
«Elytis also stresses the need to be aware of them, to discover them, and the trascendental function of
poetry to impart an understanding of paradise as a “border-land” between these two worlds, a “land of
dreams” (vide “surrealism”) a land that unites opposites in a tertium quid, a “third state” as Elytis has
called it. This is the state of poetry», DECAVALES, A. (1982-1983), p. 32.
272 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
17
HEIDEGGER, M. (1999), pp. 145-146.
18
«L’“aorgico”, il fondo oscuro della natura, il caos del possibile, e l’“organico”, l’esplicitazione
della logica dell’umano, la strutturazione poetica del reale, si mediano in un punto che se nel poetico è
soltanto ipotizzabile come dimensione kairologica, nel fenomeno tragico è da Hölderlin direttamente
indicato nel concetto di “cesura”. Il tragico è così preposto ad essere luogo d’indagine privilegiato
della diaphora che disegna i rapporti dell’esistente nelle sue molteplici versioni. Infatti “il tragico
consiste, anzitutto, nell’intuire l’ultimità della contraddizione” tra uomo e Dio, storia e natura,
antichità e modernità, pensiero e poesia», MECACCI, A. (2002), p. 136.
19
Se trata, como veremos después, de introducir dentro del ser o de los seres la nada sobre la que se
aniquilan y se reoriginan constantemente. En cualquier caso, la poesía en tanto cesura consigue lo que
en Elitis habíamos denominado revirginización, desencajando el sujeto y el mundo objetivo al que
estaba habituado: «La poesia poggia così su uno sfondo tragico, radicata nel trapasso che lei stessa
esibisce dal positivo al nuovo; da questa condizione di sospensione si origina il suo carattere
penultimo e di perenne inchiesta sull’uomo. Il kairos poetico si profila come l’istante in cui si mette in
discussione ogni datità, per questo l’istituire poetico prende l’avvio da un atto di destituzione sia del
soggetto che del mondo al quale si è abituati: disimparare il mondo per rivederlo come la prima volta,
sotto un’altra luce», Ibidem, p. 115.
20
«L’autocoscienza del soggetto poetico è l’atto stesso di una metabolizzazione del mondo, la
ricettività delle facoltà dell’io è la stessa messa a fuoco delle sue potenzialità poetiche: vi è un
equilibrio tra ciò che è esterno e ciò che è interno, “in lui e fuori di lui”, e questo punto di precario
incontro è lo sguardo che il poeta getta sul mondo: “il poeta non è il soggetto della rappresentazione
del tutto, ma il luogo della visione del tutto in persona”. Se il momento iniziale del procedimento
poetico è connotato storicamente, ma in realtà esprime un’esigenza ontologica (la riproduzione dello
spirito), ora il momento conclusivo si dissolve in “mera materia e vita”. Davanti allo stupore della
totalità delle sue Stimmungen, dei suoi pensieri, il poeta non può che riattestare la simultanea
estraneità e appartenenza dell’uomo al mondo. È questa la dimensione kairologica più intima, il
sorgere della consapevolezza del divenire nel trapassare, il transito “metaforico” da ciò che non c’è a
ciò che è», Ibidem, p. 114.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 273
21
«La cesura rappresenta pertanto la legge capace di misurare nel trasporto tragico l’alternanza tra
sentimento e ragione, tra pensiero e passione. Occorre una logica poetica: la poesia, che mette in moto
tutte le facoltà dell’uomo, deve raccordarle in un’unità di senso; questa pluralità raccolta in un
prodotto estetico unitario è un ritmo, il divenire stesso della poiesis, riformulazione mitopoietica dell’
ἕν διαφέρον ἑαυτῷ, l’“uno scisso in se stesso” […]. La cesura si pone come lo spiraglio che equilibra
la dimensione aorgica nel cuore stesso dell’organico, ma non pacificamente. Essa infatti rappresenta la
consapevolezza definitiva che la dicibilità del tutto risiede nella sua frattura, nel suo dolore: all’interno
dell’opera vive una controspinta che non esaurisce mai il mondo artisticamente, ma che lo riapre in
continuazione miticamente, un “mondo nel mondo”», MECACCI, A. (2006), p. 76.
22
«Through the mirror»: «Κάπου ανάµεσα Τρίτη και Τετάρτη / πρέπει να παράπεσε η αληθινή σου
µέρα», ELITIS, O. (2002), p. 376.
23
«Στον µέσα κόσµο του καθρέφτη εκεί που βηµατίζω / ψάχνοντας την αληθινή µου µέρα», Ibidem,
p. 380.
24
«El himen, consumación de los diferentes, continuidad y confusión del coito, matrimonio, se
confunde con aquello de lo que parece derivarse: el himen como pantalla protectora, cofre de la
virginidad, pared vaginal, velo muy fino e invisible que, ante la histeria, se mantiene entre el interior y
el exterior de la mujer y, por consiguiente, entre el deseo y el cumplimiento. No es ni el deseo ni el
placer sino entre los dos. Ni el futuro ni el presente, sino entre los dos. Es el himen que el deseo sueña
con atravesar, con saltar en una violencia que es (a la vez o entre) el amor y el asesinato. Si uno u otro
tuviese lugar, no habría himen. Pero no ya simplemente en el no ha lugar. Con toda la indecidibilidad
de su sentido, el himen no tiene lugar más que cuando no tiene lugar, cuando nada ocurre
verdaderamente, cuando hay consumación sin violencia, o violencia sin golpe, o golpe sin señal, señal
274 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sin marca (margen), etcétera, cuando el velo es desgarrado sin serlo. […] Con razón o no, se remite a
menudo la etimología de “himen” a un radical u que se encontraría en el latín suo, suere (coser), y en
ufos (tejido). Himen sería una pequeña ligadura (siuman) (siuntah, cosido; siula, aguja; schuh, coser;
suo). Se plantea la misma hipótesis, a veces impugnada, con respecto a himno, que no sería, pues,
únicamente el anagrama fortuito de himen […]. Las dos palabras tendrían una relación con ufainô
(tejer, urdir ―la tela de la araña―, maquinar), con ifos (tejido, tela de araña, hilillo, texto de una obra
―Longin) y con umnos (trama, luego trama de un canto, por extensión canto nupcial o de duelo)»,
DERRIDA, J. (2007), pp. 322-323.
25
«En el instante, “en la bella sensación sagrada”, no viene del todo a presencia el “Todo en todo”,
como realidad existente en acto; pero ello, no porque la reconciliación sea algo a lo que sólo ideal o
progresivamente se tiende, sino más bien porque el modo en que esa totalidad acontece es como pura
posibilidad nunca clausurable. “Posibilidad” no nombra aquí una dimensión de lo real subsidiaria y
deficiente respecto a la de su actualidad y efectividad, donde aquélla se concreta, limita y determina
—y en esa medida se cosifica—; sino una posibilidad que se mantiene en su esencial apertura
ontológica, que sólo así “se da” y que el poema expresa como estando por venir, como tendencia a la
reconciliación, aunque de hecho se capta únicamente en el instante del vuelco en el curso del mundo,
en que irrumpe, disolviendo lo anteriormente existente», de «Hölderlin: la revuelta del poeta», de
Manuel Barrios Casares, en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), pp. 26-27.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 275
26
Ibidem, p. 29.
27
DERRIDA, J. (1971), p. 88. Sobre el concepto de différance, que acaso podría entrar aquí también
en juego, cfr. FERRO, R. (1995), pp. 74-75.
28
«Escribir es participar de la afirmación de la soledad donde amenaza la fascinación. Es entregarse
al riesgo de la ausencia de tiempo donde reina el recomienzo eterno. Es pasar del Yo al Él, de modo
que lo que me ocurre no le ocurre a nadie, es anónimo porque me concierne, se repite como una
dispersión infinita. Escribir es disponer el lenguaje bajo la fascinación, y por él, en él, permanecer en
contacto con el medio absoluto, allí donde la cosa vuelve a ser imagen, donde la imagen, de alusión a
una figura, se convierte en alusión a lo que es sin figura, y de forma dibujada sobre la ausencia, se
convierte en la informe presencia de esa ausencia, la apertura opaca y vacía sobre lo que es, cuando ya
no hay mundo, cuando todavía no hay mundo», BLANCHOT, M. (1992), p. 27.
276 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
29
«El lector que no es sólo lector sino que vive y trabaja en un mundo donde necesita la verdad del
día, cree que la obra tiene en sí misma el momento de lo verdadero, mientras que, en realidad, es lo
que precede a la verdad que se pretende atribuirle, y bajo este aspecto, es lo no-verdadero, el “no”
donde lo verdadero se origina», Ibidem, p. 217.
30
Según Martin Heidegger, la poesía se establece en Hölderlin como el tiempo nuevo que se
encuentra en el intersticio entre la muerte de los dioses pasados y la resurrección del dios por venir.
Constituye por tanto la grieta de una diferición, entendida sin embargo aquí como un espacio de
indigencia, aun cuando se relacione estrechamente con la posibilidad de una sacralidad moderna,
reinscrita: «Hölderlin poematiza la esencia de la poesía, pero no en el sentido de un concepto de valor
intemporal. Esta esencia de la poesía pertenece a un tiempo determinado. Pero no conformándose a
este tiempo como algo ya existente. Cuando Hölderlin instaura de nuevo la esencia de la poesía,
determina por primera vez un tiempo nuevo. Es el tiempo de los dioses que han huido y del dios que
vendrá. Es el tiempo de indigencia, porque está en una doble carencia y negación: en él ya no más de
los dioses que han huido, y en él todavía no del que viene», HEIDEGGER, M. (1999), pp. 146-147. El
pasaje del poema «Pan y vino» («Brot und Wein») a que Heidegger se refiere ilustra aún mejor este
concepto del tiempo de espera que constituye a la poesía en apertura a la revelabilidad: «¡Pero
llegamos demasiado tarde, amigo! Sin duda los dioses / aún viven, pero por encima de nuestras
cabezas, en otro mundo; / allá obran sin cesar, sin ocuparse de nuestra suerte, / ¡tanto nos cuidan los
inmortales! Pues a menudo / un frágil navío no puede contenerlos, y el hombre / no soporta más que
por instantes la plenitud divina. / Después, la vida no es sino soñar con ellos. Pero el yerro / es útil,
como el sueño, y la angustia y la noche fortalecen, / mientras llegue la hora en que aparezcan muchos
héroes, / crecidos en cunas de bronce, valerosos como los dioses. / Vendrán como truenos. Entretanto,
a veces se me ocurre / que es mejor dormir que vivir sin compañeros / y en constante espera. ¿Qué
hacer hasta ese día futuro? / ¿Qué decir? No lo sé. ¿Para qué poetas en estos tiempos de miseria? /
Pero son —me dices, semejantes a los sacerdotes del dios de las viñas / que en las noches sagradas
andaban de un lugar en otro», HÖLDERLIN, F. (2005), p. 321.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 277
33
Especialmente en el Idealismo Trascendental de Schelling, cfr. ABRAMS, M. H. (1992), pp. 169-
173.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 279
34
BRETON, A. (2002), p. 221.
280 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
35
«Για να συλλάβει κάθε φορά η φαντασία µία συγκεκριµένη µορφή, οποιαδήποτε κι αν είναι αυτή,
ξαναδοκιµάζει πρώτα, σ’ ένα µίνιµουµ χρόνου, τη διαδοχική σειρά από τις µορφές που
ανταποκριθήκανε στο γίγνεσθαί της. Περνώντας ύστερα στην έκφραση, ζητάει ακριβώς να
διατηρήσει τη σβελτάδα, τη λυγεράδα, το σφρίγος, που προσπορίστηκε από µία τόσο έντονη
πνευµατική προπόνηση. Υπάρχει λοιπόν πραγµατικά µία δυναµική γραµµή φαντασίας που ξεκινάει
από έναν πόλο βαθύτατα θεµελιωµένο µέσα στη ζωντανή ύλη, περνάει από τον κόσµο των
πραγµατοποιηµένων µορφών, ύστερα από τον κόσµο των πιθανών (όπως µέσα στα όνειρα) µορφών,
για να καταλήξει σε µία ολοένα και πιο φωτεινή συνείδηση της πνευµατικής παντοδυναµίας. Αυτή η
γραµµή ο ποιητής όχι µόνο πρέπει νά ’ναι έτοιµος σε κάθε στιγµή να την παρακολουθεί, µα και
πρόθυµος να την αποτυπώνει στο έργο του, µεταφράζοντας ―αν µπορεί να το πει αυτό κανένας―
στη γλώσσα της τεχνικής (µεταφορά, παροµοίωση, διασκελισµό εννοιών, ρυθµικό ξετύλιγµα, ειρµό
συναισθηµατικό, κ. λπ.) τα µυστικά διδάγµατα που περικλείνει», ELITIS, O. (2000), pp. 182-183.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 281
36
«Και ο Quotbodine Shirazi: “Οι φανταστικές µορφές δεν υπάρχουν µέσα στη σκέψη, αφού κάτι
µεγαλύτερο δεν µπορεί ν’ αποτυπωθεί σε κάτι µικρότερο. Ούτε πάλι µέσα στην πραγµατικότητα,
όπως λέµε, αφού, διαφορετικά, ο καθείς που διαθέτει αισθήσεις σε καλή κατάσταση θα µπορούσε να
τις συλλαµβάνει. Αλλά ούτε πάλι αποτελούν καθαρό ‘µη είναι’, αφού, στην περίπτωση αυτή, δε θα
είχες τρόπο ούτε να τις αναπαραστήσεις ούτε να ξεχωρίσεις τη µία από την άλλη· κάτι περισσότερο:
δε θα µπορούσαν αυτές (οι φανταστικές µορφές) ν’ αποτελέσουν αντικείµενο κρίσεων διαφορετικών.
Κατά συνέπεια, εφόσον υπάρχουν πραγµατικά κι εντούτοις δεν κατοικοεδρεύουν µήτε στο νου µήτε
σε κανέναν άλλο συγκεκριµένο χώρο, θα πρέπει να υπάρχουν σε µία διαφορετική περιοχή, σ’ έναν
κόσµο ενδιάµεσο µεταξύ αισθήσεων και νοηµάτων. Πρόκειται για έναν κόσµο, θα µπορούσε να πει
κανείς, όπου ενυπάρχει το σύνολο των πιθανών µορφών και σχηµάτων, όγκων και διαστάσεων,
καθώς και όλων όσα αυτά συνεπάγονται: στάσεις, κινήσεις, µετασχηµατισµούς, και όχι µόνον· αλλά
προσέτι θα πρέπει να υπάρχουν αφ’ εαυτών, αιωρούµενες, χωρίς ν’ αποτελούν µέρος ενός όλου ή να
υπόκεινται σε κάποιου είδους αλλοίωση”», ELITIS, O. (1993), p. 391.
37
Si bien el término aparece generalmente transcrito en las obras de Derrida como kora o incluso
chora, lo consignaré de este modo para evidenciar más nítidamente su origen en el clásico χώρα.
282 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
tan disímiles, deben hallarse entrelazados con él. Por desgracia, sólo podré referirme
a ellos muy someramente.
Khora, palabra extraída del Timeo de Platón, es para Derrida el «ante-primer
pre-nombre»38 que recibe el origen de la religión, junto con el de mesianicidad que
se relaciona con la historicidad y el fundamento de la ley. Se asocia, de algún modo,
a la sustracción del origen, o al origen en la sustracción, que Derrida ha postulado en
su teoría de la huella39. Una ausencia, originaria pero siempre posterior a algo,
espaciada y espaciadora, se instituye aquí como punto de partida, tal como sucede
con los blancos superpuestos, borradura y significante que aluden a una anterioridad
tachada, en Elitis. Ellos fundan, como demostrará el análisis del «Génesis» del Axion
Estí, la posibilidad exclusiva de toda originariedad griega ―y, por tanto arquetípica,
originaria a su vez― como lo que llamaré un reorigen, una secundariedad de lo
primario, e insertan la superficie de escritura en el interior de un trazo ya escritural,
confinando toda inscripción al terreno del palimpsesto. Khora se halla imbricada con
el no-ser, con la différance absoluta que precede a toda pregunta ontológica, es ese
mismo «ya» previo. Referido en Platón a la matriz en que se encuentran todas las
cosas antes de la distinción entre el mundo material y el mundo de las Ideas, para
Derrida es la madre desapropiada ―lo cual es importante, como hemos visto― de su
carácter de diferencia sexual, no una madre por oposición al padre, sino, ya incluso
en Platón, el sustrato de toda diferencia, la quiebra misma del espaciamiento y la
diferición, la idea de la originalidad de la huella que socava las oposiciones de la
metafísica desde su mismo seno40. En un vuelo que a su vez seguramente desapropia
el pensamiento de Derrida, la khora puede recordar al Tao tal como se describe en su
libro capital: imperceptible, sin forma ni sonido, totalidad de lo que es y de lo que no
es, anterior al mundo sensible y simultáneamente inserto en él como cuña que
apuntala su persistencia41. El Tao se asemeja asimismo a la indeterminabilidad de la
khora y la différance, en la medida en que abre a la revelabilidad de lo que nunca se
revelará y se sitúa, indecidible, como ilusión de origen y antepasado de todos los
signos, incluido Dios: «El dao es vacío, / pero su eficiencia nunca se agota. / Es un
abismo, / parece el origen de todas las cosas. […] Profundo, parece existir y al
38
DERRIDA, J. (2006), p. 63.
39
«La huella no sólo es la desaparición del origen; quiere decir aquí —en el discurso que
sostenemos y de acuerdo al recorrido que seguimos— que el origen ni siquiera ha desaparecido, que
nunca fue constituida salvo, en un movimiento retroactivo, por un no-origen, la huella, que deviene así
el origen del origen. A partir de esto, para sacar el concepto de huella del esquema clásico que lo haría
derivar de una presencia o de una no-huella originaria y que lo convertiría en una marca empírica, es
completamente necesario hablar de huella originaria o de archi-huella», DERRIDA, J. (1971), p. 81.
Cfr. después, pp. 81-85, sobre la huella y la diferencia como apertura del aparecer.
40
Para una exposición más detallada y precisa del concepto de khora, crucial en la filosofía
derridiana, cfr. BENNINGTON, G., y J. DERRIDA (1994), pp. 217-222.
41
Cfr. PRECIADO, J. I. (1978), pp. XXIII-XXVI.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 283
42
Ibidem, p. 97.
43
Ibidem, p. 101.
44
«Desde el interior abierto de un corpus, de un sistema, de una lengua o de una cultura, kora
situaría el espaciamiento abstracto, el lugar mismo, el lugar de exterioridad absoluta, pero también el
lugar de una bifurcación entre dos aproximaciones del desierto. Bifurcación entre una tradición de la
“vía negativa” que, a pesar de o dentro de su acta de nacimiento cristiano, hace concordar su
posibilidad con una tradición griega ―platónica o plotínica― que se prosigue hasta Heidegger y más
allá: el pensamiento de aquello que (es/está) más allá del ser (epekeina tes ousias). Esta hibridación
greco-abrahámica sigue siendo antropo-teológica. En las figuras que le conocemos, en su cultura y en
su historia, su “idioma” no es universalizable. Habla solamente en los confines o a la vista del desierto
oriental-medio, en la fuente de las revelaciones monoteístas y de Grecia», DERRIDA, J. (2006), p. 63.
45
Ibidem, pp. 64-65.
284 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
46
Ibidem, p. 65.
47
Ibidem, pp. 58-59.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 285
48
Cfr. BLANCHOT, M. (1972), p. 123.
49
«Le Sacré, c’est le jour: non pas le jour tel qu’il s’oppose à la nuit, ni la lumière telle qu’elle
rayonne d’en haut, ni la flamme qu’Empédocle va chercher en bas. C’est le jour, mais antérieur au
jour, et toujours antérieur à soi, c’est un avant-jour, une clarté d’avant la clarté et de laquelle nous
sommes le plus proches, quand nous saisissons l’éveil, le lointain infiniment éloigné du lever du jour,
qui est aussi ce qui nous est le plus intime, plus intérieur que toute intériorité», Ibidem, p. 124.
50
Ibidem, p. 125.
286 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
51
Ibidem, pp. 126-127.
52
«Le poème n’est pas le simple pouvoir de donner un sens, après coup, à ce qui dit déjà
subsisterait, serait quelque chose de consistant, mais le pouvoir même, par le sens qu’il donne,
d’amener à la consistance, de permettre de subsister l’écoulement du devenir, langue des dieux, le
frémissement des choses dans le commencement du jour», Ibidem, p. 127.
53
«Con todos los ojos ve la criatura / lo Abierto. Sólo nuestros ojos están / como vueltos del revés y
puestos del todo en torno a ella, / cual trampas en torno a su libre salida. / Lo que hay fuera lo
sabemos por el semblante / del animal solamente; porque al temprano niño / ya le damos la vuelta y le
obligamos a que mire / hacia atrás, a las formas, no a lo Abierto, que / en el rostro del animal es tan
profundo. […] / Eosotros nunca tenemos, ni siquiera un solo día, / el espacio puro ante nosotros, al
que las flores / se abren infinitamente. Siempre hay mundo / y nunca Ninguna Parte sin No: lo puro, /
no vigilado que el hombre respira y sabe / infinitamente y no codicia. Cuando niño / se pierde en
silencio en esto y le / despiertan violentamente. O aquel muere y es esto. / Pues cerca de la muerte uno
ya no ve la muerte / y mira fijamente hacia afuera, quizás con una gran mirada de animal», RILKE, R.
M. (2001), pp. 105-106. A este respecto, sobre la infinitud de la visión o del habitar de niños y
animales, frente a la cerrazón del hombre, cabría citar quizá un par de pasajes del poema «Palabra de
julio», de Las Elegías de Oxópetra, donde el «infinito» atribuido a los niños y los pájaros acaso podría
remitir a ese espacio puro sin No: «Limitado es el espacio asignado a los hombres / Y a los pájaros les
ha sido otorgado el mismo pero / ¡Infinito! / […] / Limitado es el espacio asignado a los sabios / Y a
los niños les ha sido otorgado el mismo pero / ¡Infinito!» («Ιουλίου λόγος»: «Μετρηµένο τόπο έχουν
οι άνθρωποι / Και στα πουλιά δοσµένος είναι ο ίδιος αλλ’ / Απέραντος! / […] / Μετρηµένο τόπο
έχουν οι σοφοί / Και στα πουλιά δοσµένος είναι ο ίδιος αλλ’ / Απέραντος!»), ELITIS, O. (2002), pp.
567-568.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 287
54
Entre cuyo «Abierto» ontológico y el de Rilke establece una distinción, considerando a ese último
como el mundo en tanto objeto.
288 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
55
HEIDEGGER, M. (1996), p. 211.
56
Ibidem, p. 211.
57
Ibidem, p. 212.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 289
glorifica, el espacio mismo hacia el cual “se precipitan todos los mundos como hacia
su realidad más próxima y más verdadera”, el espacio del círculo más grande y de la
incesante metamorfosis, es el espacio del poema, el espacio órfico al que, sin duda, el
poeta no tiene acceso, donde no puede penetrar más que para desaparecer, que sólo
alcanza unido a la intimidad del desgarramiento que hace de él una boca sin
entendimiento como hace de quien oye el peso del silencio: es la obra, pero la obra
como origen»58. El poeta, efectivamente, no tiene acceso a ese «espacio órfico» del
poema, que sigue siendo la representación de una zona de secreto que la escritura
dibuja como una ausencia que se hace presente.
Esta percepción, acaso algo forzada, de lo Abierto como un punto vacío
donde todo se aniquila y al mismo tiempo se (re)origina recuerda también a algunas
formulaciones de la mística neoplatónica y medieval que pueden hallarse en
consonancia con el esquema del hiato que en Elitis multiplica tan ampliamente sus
nombres y sus apariciones. Ya Proclo decía que el Uno es la Nada de todo59, el
hueco blanco, por tanto, que como una huella ―huella, sin embargo, sobre la que se
hallaría construida, sin agotarla ni ocultarla, el ser de cada cosa; es decir, origen a la
par que huella, reorigen perpetuo― representa el punto de fuga liminal que permite
el trasvase incontenible de lo imposible hacia el mundo y del mundo hacia lo
imposible. En su vaciedad comparece Dios o el Absoluto, unicidad reinscrita y
diseminada que constituye el espaciamiento por el que cada objeto, abierto a lo que
no puede ser, se sostiene. Veremos cómo determinados conceptos de Elitis ―lo
mínimo, la almendra del mundo que alberga un vacío en su oquedad, la escritura que
contiene el blanco como una herida sobre la página, Grecia como un hiato inexistente
en el mapa, la poesía, la misma nada de la que, según él, «nace el Paraíso»―
coinciden sustancialmente, en uno de sus nombres, con estas ideas que reinscriben la
ausencia o lo divino dentro del devenir y de la escritura, como fuerza creadora en
que, a su vez, puede nacer lo divino. En un pasaje célebre, Eckhart concibe la
posibilidad de que la nada constituya la fractura interior sobre cuyo blanco nazca
Dios como fruto casi diríamos poiético: «A un hombre le pareció [una vez] en un
sueño —era un sueño de vigilia— que estaba preñado de la nada, como una mujer [lo
está] de un niño, y en esa nada había nacido Dios; él era el fruto de la nada. Dios
había nacido en la nada»60. Es una teoría absolutamente generalizada entre los
místicos renanos de la Baja Edad Media ―y muy acorde con la maquinalidad de una
religión que genera desiertos en los que esperar revelaciones y resurrecciones tras la
58
BLANCHOT, M. (1992), p. 132.
59
Cfr. HAAS, A. M. (1998), p. 15.
60
ECKHART, M. (2001), p. 91.
290 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
muerte del Dios― ésta que dice que Dios ha de nacer en el vacío que lo atiende61, un
vacío por tanto que es no ya sólo el abismo de lo inefable y de la aniquilación, sino
por eso mismo la condición de todo renacimiento sagrado. Esa nada reinscrita se
identifica no con los dioses, por consiguiente, sino con el Abgrund o Ungrund ―me
referiré más tarde a estos términos que denominan diversas formas del abismo
originante, frecuentes en Eckhart y en Jacob Boehme―, la trascendencia
inalcanzable, indeterminada, potencial y previa a cualquier dios, que en las diversas
tradiciones se ha denominado Gottheit (la Deidad como escala indecible que supera a
la concreción de Dios en Eckhart), En Sof (infinito cabalístico anterior al surgimiento
de Dios y sus manifestaciones en el árbol sefirótico), Deus absconditus o Tao, entre
otros nombres. Salvando las infinitas ―a su vez― distancias, estamos hablando de
la revelabilidad que promete en el blanco o el hiato de lo imposible la revelación de
lo divino, y también a su modo de khora, espaciamiento inagotable e inaprensible
que se constituye en cuña contra la clausura de las diferencias a la par que promesa y
posibilidad de toda existencia, incluso sagrada. Es esta sacralidad heideggeriana,
anterior y ajena a los dioses pero sustento de ellos, arreligiosa, lo que Elitis, según ha
afirmado Azanasios Gótovos, busca generar con su poesía62, que ha de fundar el
ámbito de una comunicación del hombre con lo divino, aun sobre el velo o el himen
de esta separación insalvable o potencialidad irreductible63.
61
«El propio Verbo debe nacer en el vacío que lo atiende. Ésta era la teología de los renanos de los
siglos XIII y XIV», DE CERTEAU, M. (2006), p. 15.
62
Cfr. el artículo de Azanasios Gótovos «Από την πραγµατικότητα στην “ουτοπία” µε οδηγό την
“αλληλουχία των κρυφών νοηµάτων” του Οδυσσέα Ελύτη», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 475.
63
En Hölderlin el poeta nombra, según Manuel Barrios, no el nombre propio de un dios, sino el
«extrañamiento esencial», la desapropiación, que constituyen la experiencia ―en el grado en que
queramos entender este término― de la sacralidad: «La falta de nombres sagrados poetizada por
Hölderlin no es el resultado coyuntural de un estado de cosas transitorio, donde el nombrar con
propiedad a los dioses no es factible de momento, pero se espera que llegue a serlo en un futuro
inminente. Lo que nos transmite la palabra del poeta no es el propio adviento del lógos divino, ni
siquiera una palabra sagrada que ha captado y nombrado con propiedad al dios; es lo sagrado como
experiencia del extrañamiento esencial y la quiebra en que discurre el trato con las cosas que
sentíamos más próximas cuando descubrimos en ellas el rastro de un remoto origen; es la experiencia
de estremecimiento ante el abismo sobre el que se alza cada palabra que pronunciamos en el mundo.
El abismo como tal no lo nombramos. Decimos casa, fuente, puente, portón, jarra, árbol frutal,
ventana, creyendo así nombrar meramente las cosas que están ahí; pero el poeta nos enseña a decirlas
de un modo tal que ellas mismas nunca creyeron íntimamente ser. La palabra poética dice en las cosas
la huella de lo innombrado que posibilita todo nombrar. Abre el espacio de lo cotidiano a la
posibilidad de presentir su extravagancia, y así vira hacia lo imprevisto el rumbo acostumbrado de las
cosas», «Hölderlin: la revuelta del poeta», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), p. 29.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 291
El esquema del hiato o los blancos en Elitis constituye, como dice el título de
esta sección, una estructura desestructurante. Es, en realidad, la imposibilidad de la
estructura, del mismo modo que el blanco suplementario que se introduce en la larga
lista de temas asociados en torno a él impide la constitución del tema en tanto tal. La
brecha, la hendidura o el espaciamiento son no solamente la figura principal de la
poesía y la poética de Elitis, la que se disemina por todas partes repitiéndose siempre
con un nombre diferente, sino también ―sobre todo― el esquema que vertebra
―cualquier verbo que pudiéramos utilizar aquí nos sugeriría la contradicción
sustancial de este concepto― su producción. Y, sin embargo, una cuña de vacío, un
blanco que trata de dilatar hasta el infinito el espacio que se interpone, visible o
invisiblemente, entre los objetos que conforman la opacidad del mundo, propone más
bien una quiebra de toda estructura que una estructura propiamente dicha. Colocarse
en el intersticio entre formas constituidas, sobre la membrana que fractura
imperceptible e indecidiblemente cualquier esbozo de solidez ontológica o de
organización cerrada de las cosas, significa estructurarse sobre una espectralidad que
elude cualquier sustantivación. Así, la poesía en Elitis no puede ser nunca, aunque se
escriba en mayúscula, un nombre propio. Es precisamente lo que viene a
desapropiar, en su impropiedad, en su no pertenencia a sí misma, en la
indecidibilidad que la hace no ser esto ni aquello sino un tertium datur sin síntesis de
contrarios, cualquier posibilidad de coagulación del ser, de la percepción humana. Se
introduce como la nada ―¿o estaba ya allí, antes que nada?― en el seno del mundo
para regenerarlo y abrirlo a un vacío sobre el que sus límites desaparezcan ―lo
aniquila con el objeto de salvarlo en lo Abierto, pues, lo indemniza―, lo asoma a una
revelabilidad que carece de la esperanza ―o que sólo la tiene a ella― de fraguar en
una revelación efectiva o tangible que sustituya lo que ha venido a eliminar. Ofrece
un espectro (el φάντασµα o φάσµα de un haz de luz ―blanca, griega― sin origen
pero originaria) en el lugar de la materialidad y la certeza que ha usurpado. Y, del
mismo modo, se somete a su propia ley: se multiplica y se pliega, se reinscribe,
sabotea sus propios intentos de constituirse en estructura o de constituir un tema.
Opera antes y después de sí misma, dado que la poesía es al mismo tiempo la
hendidura ―el vacío de lo que no es― y la abre en el seno de la realidad, de la
misma manera que surge de ella una vez abierta. Juega en una superposición de
blancos en la cual, lo veremos al hablar del Axion Estí, es cada uno de ellos y a la par
ninguno, restancia irreductible en los intersticios que reinicia la lectura cuando todo
parecía descifrado.
292 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
El esquema del hiato, por lo tanto, al igual que la escritura blanca sobre
blanco o blanca sobre negro, no se deja leer como se dejaría leer un tema: apenas si
se deja (re)escribir en un espaciamiento interminable, en una acumulación de
hendiduras o blancos que practican sobre sí mismos la desapropiación que habían
venido a practicar sobre todo lo demás, escindiendo la escisión, horadando la fisura,
re-velando apenas una nueva revelabilidad, en un eterno recomienzo. Sobre cada
superficie de escritura se inscribe una nueva superficie, cada significante viene a
confesar no un significado, sino la significancia64 que alude a una alteridad
irremisiblemente elusiva. De ahí que todo intento de abarcar, explicar, dar cuenta de
este esquema que, digamos a falta de algo mejor, vertebra la poesía de Elitis ―es
decir, la recorre de arriba abajo abriendo también un vacío en su interior― está
condenado a olvidar siempre un nombre de más, a dejarse por leer un pliegue que
habrá surgido en el último momento, inadvertidamente. Hará falta reescribirlo
muchas veces, con diferentes nombres y bajo diferentes disposiciones, a veces
aparentemente contradictorias ―como se ha visto hasta aquí―, para poder
acompañar durante el mayor trecho posible su despliegue. Con estas premisas paso a
abordar el análisis que ya, de algún modo, estaba en marcha.
Algunos críticos han afirmado que la pretensión fundamental que rige la obra
de Elitis es cerrar una fractura, la que se da entre la realidad y la perfección o el
paraíso, por medio de la poesía65. No es, sin embargo, en mi opinión, un esquema tan
sencillo el que subyace a sus intentos. Antes que cerrar el hiato de una Gran
Nostalgia periclitada en la indigencia de la modernidad, la poesía en Elitis persigue
abrir sobre la opacidad autocontemplativa de lo real la hendidura que en su
espaciamiento se instituya como posibilidad de otra nostalgia. A través de la fisura
ontológica que opera sobre lo existente y en la cual se borra, acerca ―alejándola―
la realidad a una dimensión trascendente, lo imposible, que el blanco de esta nueva
distancia se encarga de generar. Consigue de ese modo, en su oquedad, aludir a un
absoluto que se nos ofrece como elusivo, en un doble movimiento que se contiene en
el intersticio espectral de lo que no es esto ni lo otro, sino re-velación de una
revelabilidad que resacralizaría el mundo. De este modo, lo que parecería pura
escisión es también la generación de una orilla opuesta que inaugura la posibilidad
del puente. La poesía garantiza, por tanto, la nostalgia, reinstituyendo la distancia
64
Este término, que emplearé profusamente a partir de ahora para designar la operación
fundamental que se desarrolla en la obra de Elitis, no pretende tener relación alguna con la
significancia lacaniana. Se trata más bien de la alusión a un sistema donde todos los elementos se
configuran como signos abiertos a una alusividad que los construye sobre un exceso de sí y no les
permite referir sino a nuevos signos, en una infinitud sin afuera que conspira contra su misma
sistematicidad.
65
Cfr. FILOKIPRU, E. (2006), p. 308.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 293
66
Cfr. «Tímpano», en DERRIDA, J. (2003), pp. 15-35.
67
Cfr. FILOKIPRU, E. (2006), p. 299.
68
A este respecto, Paola Maria Minucci se ha referido a la utopía en Elitis como una tendencia hacia
lo que no es o, mejor, hacia lo que aún no es, una apertura hacia la vida y una rebelión contra las
construcciones racionalistas que cierran los ojos a una existencia más profunda y confinan al hombre a
la estrechez de su conciencia opaca, cfr. MINUCCI, P. M. (1991), pp. 229-230.
69
La poesía funciona aquí, efectivamente, como una cuña de revelabilidad, es decir, de no ser
(posibilidad de ser) en el ser que se cierra, y evoca algunos asertos místicos del Tao, en el cual se dice
que el no ser es capaz de penetrar en todas partes, incluso en el ser «donde no existe el menor vacío»,
PRECIADO, J. I. (1978), p. 13. De este modo, como intersticio espectral, sin lugar, funciona la poesía
en la obra de Elitis.
294 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
70
Según Andrea Mecacci, el intersticio o la cesura se da también en Elitis, como espacio de
habitabilidad de lo humano en su apertura a la posibilidad absoluta: «Questa tensione armonicamente
opposta, per dirla alla Hölderlin, è sciolta e riconfermata in tutto il percorso poetico di Elitis, è proprio
all’interno di questa tensione sempre bifronte, sensi e parole, che si apre per Elitis uno spazio: lo
spazio degli uomini. La poesia si muta in sintassi della natura e dei tempi storici, modello
antropologico, visione conoscitiva e rigore morale. Dimensione in perenne lotta contro la simmetricità
del mondo, ricerca e verifica di ciò che un uomo può fare ed è», MECACCI, A. (2006), pp. 36-37.
71
Se trata, sin embargo, de un origen diferido, un recomienzo que nunca está totalmente presente.
Así considera Michel De Certeau que funciona el intersticio abierto en el lenguaje por las operaciones
místicas, tan similar al que aquí abren las operaciones poéticas: «No deja de mover el lenguaje por un
efecto de comienzo, pero un comienzo que nunca está ahí, nunca presente. Esta perturbación no es
sino un intersticio de las palabras. Las agita sin que ellas puedan decir qué ocurre. Un “no sé qué”
ajeno las trabaja y las ocupa, pero no tiene otro nombre que su propio movimiento ―una práctica, una
“manera” de hablar―. Una operación sustituye al Nombre. Desde esta perspectiva, la frase mística es
un artefacto del Silencio. Produce silencio en el rumor de las palabras, como un “disco de silencio”
marca una falla en el ruido de una cafetería. Es un giro místico», DE CERTEAU, M. (2006), p. 152.
72
La Cábala teosófica ha formulado estas ideas con gran claridad: «On the other hand, change is
linked with the concept of mystical nothingness, out of which all creation emerges. As matter adopts
new forms, it passes through the divine nothing; thus the world is constantly renewed. […] In every
change of form —in every gap of existence— the abyss of nothingness is crossed and becomes visible
for a fleeting moment», FINE, L. (1995), p. 80; «El comienzo o impulso primero, en el que el Dios
interior se exterioriza y la luz que brilla hacia dentro se vuelve visible, es un cambio revolucionario de
perspectiva que transforma al En-sof, la plenitud inefable, en nada. De esta “nada” mística emanan
todas las demás etapas de la manifestación gradual de Dios en las sefirot y a esta “nada” le dan los
cabalistas el nombre de “sefirá superior” o “corona suprema” de la Divinidad». Es el «abismo que se
hace visible en las brechas de la existencia». Algunos autores dicen que cuando hay un cambio o una
transformación, se cruza el abismo de la nada que por un fugaz instante se hace visible: «Nada puede
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 295
cambiar sin entrar en contacto con esta región del puro Ser absoluto que los místicos denominan
Nada», SCHOLEM, G. (2000), p. 241.
73
ALQUIÉ, F. (1974), pp. 188-190.
296 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
74
BRETON, A. (2002), p. 161.
75
«El estigma»: «Ό,τι να δεις ―καλώς το βλέπεις / αρκεί νά ’ναι: Αναγγελία. / Το ελάχιστο νέφος
ουριοδροµώντας η Σελήνη / των δέντρων ο αλιγάτορας / και η σκυθρωπή των λιµνοθαλασσών
γαλήνη / µε το πάτ-πάτ το µακρινό της γκαζοµηχανής / αν ο κόσµος µία για πάντα ειπώθηκε:
Αναγγελία», ELITIS, O. (2002), p. 365.
76
«Ποίηση ω Αγία µου ―συγχώρεσέ µε / αλλ’ ανάγκη να µείνω ζωντανός / να περάσω από την
άλλη όχθη· / οτιδήποτε θά ’ναι προτιµότερο / παρά η αργή δολοφονία µου από το παρελθόν. / Κι αν
απάνω µου µείνει ανεξάλειπτη / κάθε λαίλαπα σαν εγκαυστική / θά ’ρθει το πλήρωµα των ηµερών /
βουστροφηδόν θα εξαφανίσω τον εαυτό µου. // Εξόν κι αν µήτε αυτός υπάρχει / αν στα βάθη µέσα
των ωκεανών / βυθίζοντας οι µέρες οι ξανθές πήραν µαζί τους µία για πάντα το είδωλο / το
Φωτόδεντρο / µε τους χίλιους εκτυφλωτικούς των πουλιών σχίστες», Ibidem, p. 365.
77
Asimismo, el poeta anuncia su intención de hacerse desaparecer, borrarse, bajo el velo de una
escritura, la escritura griega arcaica llamada bustrofedon, si las huellas de la naturaleza quedan
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 297
indelebles sobre él. El motivo de la escritura blanca que aniquila dentro del marco de un instante de
re-velación como «la consumación de los días» sugiere una nueva acumulación desencajada de lo que
estaríamos tentados de llamar temas.
78
De ese modo parece poderse interpretar el final del poema, donde el poeta realiza el gesto que en
griego sirve para maldecir, mostrando la palma de la mano abierta, con los dedos formando lo que
semejaría una estrella y, con algo de ironía moderna, nos sugiere que ese signo, celeste y terrestre a la
vez, es el estigma contemporáneo que nos permite mantener el contacto: el signo que se abre
gratuitamente dejando venir, en su anunciación, una posibilidad de absoluto: «Ha llegado el momento.
María Nefeli / toma mi mano ―te sigo; / la otra la levanto ―mira― con la palma / vuelta abriendo
los dedos / una flor celeste: / “Injuria” diríamos, o “Estrella” // Injuria-Estrella Injuria-Estrella / he
aquí el estigma amigos / debemos mantener el contacto» («Ήρθε η στιγµή. Μαρία Νεφέλη / πάρε το
χέρι µου ―σε ακολουθώ· / και το άλλο υψώνω ―ιδές― µε την παλάµη / αναστραµµένη ανοίγοντας
τα δάχτυλα / ένα ουράνιο άνθος: “Ύβρις” όπως θα λέγαµε ή και “Αστήρ” // Ύβρις-Αστήρ Ύβρις-
Αστήρ / ιδού το στίγµα φίλοι / πρέπει να κρατήσουµε την επαφή»), ELITIS, O. (2002), p. 367.
79
Cfr. POLITI, D. (1979), pp. 56-57.
80
VÍRONAS RAÍSIS, M. (1983), p. 342.
298 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
81
Cfr. VEGA, A. (2002), pp. 111-115.
82
«Antes que nada, la poesía»: «Νά γιατί γράφω. Γιατί η Ποίηση αρχίζει από κει που την τελευταία
λέξη δεν την έχει ο Θάνατος. Είναι η λήξη µίας ζωής και η έναρξη µίας άλλης, που είναι η ίδια µε την
πρώτη αλλά που πάει πολύ βαθιά, ως το ακρότατο σηµείο που µπόρεσε ν’ ανιχνεύσει η ψυχή, στα
σύνορα των αντιθέτων, εκεί που ο Ήλιος και ο Άδης αγγίζονται. Η ατελεύτητη φορά προς το φως το
Φυσικό, που είναι ο Λόγος, και το φως το Άκτιστον, που είναι ο Θεός», ELITIS, O. (2000), p. 42.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 299
83
Se diría, como en el poema «Un coup de dés» de Mallarmé, donde los blancos adquieren una
importancia primordial, que en la poesía, por consiguiente, «rien […] n’aura eu lieu […] que le lieu»,
MALLARMÉ, S. (2003), pp. 438-439.
300 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
manos una cesta de flores y avanza hacia ti, sin alcanzarte jamás»84. Grecia o los
dioses griegos, en sus blancas representaciones en mármol, heridas ya por la fisura
del tiempo pero aún capaces de tutelar espiritualmente la vida del país, establecen en
la lejanía de su mirada sin objeto ―parece que miraran alguna forma de lo Abierto―
la superficie de revelabilidad sobre la cual esperar, reduplicando el intersticio que es
Grecia (reducida ya a un espacio mínimo, según dice el inicio del pasaje) o su propio
carácter sagrado, los grandes acontecimientos que acaso se identifiquen con una
penetración del absoluto en la realidad. El isomorfismo de todos estos elementos con
la poesía, en cualquier caso, es claro. Un día amanece entonces dentro del día, como
esa vida dentro de la vida que veíamos antes, o como el día verdadero que se halla en
alguna grieta invisible entre los días y que buscaba María Nefeli. Lo convencional
desaparece, se estrecha, es aniquilado por el segundo sol y su luz, instituyendo una
suerte de reino de la poesía que consiste en la mediaticidad absoluta, sin final, de la
mensajera angélica ―frecuentísima en la obra de Elitis bajo esta iconografía casi
religiosa de las flores85, e isomorfa de la poesía y de todas las dimensiones
intermedias― que prolonga el espaciamiento, lo consagra como esencia de toda
experiencia trascendente, se inscribe como una nueva superficie blanca que, lejos de
constituir un punto de destino o una instancia de unión, se promete «sin alcanzarte
jamás»86. El milagro oficiado por la poesía no va más allá, pues, de un ámbito de
espaciamiento infinito. En el poema «Los doses del mundo», la revelación de esa
misma «decimocuarta belleza», otro límite último, volverá a producirse como
quiebra que abre lo real, la tierra, a una revelabilidad. Se trata del intersticio que,
84
«Στην ολίγη Ελλάδα που µας απέµεινε το µόνο που µπορείς ακόµη να κάνεις είναι να δέεσαι
στους θεούς σου. Ποιούς θεούς; Ω, µα είναι πολλοί. Σχεδόν όσοι και ο πληθυσµός της χώρας. ∆υο
µέτρα κάτω από τη γης ή πάνω από τον πλαϊνό σου τοίχο τον γδαρµένο αγρυπνούν. Με σπασµένες
µύτες, κοµµένο τον ένα βραχίονα, λίγο πράσινο παλαιού καιρού στο µανδύα ή βυσσινί στους ώµους,
κι ένα βλέµµα που δε σταµατάει επάνω σου, µόνο τραβάει πέρα. Μοιάζουν συλλογισµένοι και
σκυφτοί, σαν να κρατάνε πετονιές, πού ’ναι τα ίδια τα νήµατα της ζωής µας. Κι αυτά όλα, µέσα σε
µίαν ατµόσφαιρα παραµονής µεγάλων γεγονότων που δεν ξέρεις αν θα επισυµβούν ποτέ. Είναι σαν
να χαράζει µία δεύτερη µέρα µέσα στην πρώτη. Οπόταν, κείνο που λίγο πριν αποκτούσε ιδιάζουσα
βαρύτητα µέσα στη ζωή σου το βλέπεις να συρρικνώνεται, να ελαφρύνεται, να εξαφανίζεται, και να
µην αποµένει στη θέση του παρά µία κοπέλα που µόλις εγγίζει το έδαφος, κρατάει ένα πανέρι µε
λουλούδια και προχωρεί κατά σένα, χωρίς να σε φτάνει ποτέ», ELITIS, O. (1993), pp. 386-387.
85
Cfr. al respecto CUTRIANU, E. (2002), pp. 227-238 y 334-340.
86
Algo muy semejante sucede en el texto «Sábado, 2M», del Diario de un abril invisible, donde la
hendidura abierta en este caso por la vida del poeta (¿del Poeta?) al contacto con la de los demás,
permite mirar la eternidad, pero una eternidad que nos presenta otras dos superficies bifrontes y
revelables: un mar oscuro y una muchacha voladora vestida de blanco, que además desaparece como
en una secuencia cinematográfica, tachando en su fugacidad imaginal ―o generándola en ella, en las
ausencias blancas que a su vez produce― la condición eterna de esa eternidad: «Al caer sobre la vida
de los otros, mi vida (una parte mínima de mi vida) deja un agujero. / Aplicando el ojo allí, puede
verse en la eternidad un mar oscuro y una muchacha vestida de blanco que vuela de izquierda a
derecha y se pierde en el aire» («Πέφτοντας η ζωή µου (ένα κοµµάτι ελάχιστο από τη ζωή µου) πάνω
στη ζωή των άλλων, αφήνει µία τρύπα. / Μπορεί κανείς, εφαρµόζοντας το µάτι του εκεί, να βλέπει
στο διηνεκές µία σκούρα θάλασσα κι ένα κορίτσι στ’ άσπρα να ίπταται απ’ αριστερά δεξιά, και να
χάνεται στον αέρα»), ELITIS, O. (2002), p. 487.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 301
situado acaso como síntesis dialéctica de todos los «doses del mundo», interrumpe
verticalmente la horizontalidad del curso de los acontecimientos y del orden gastado
de lo real, en una suerte de re-velación celeste donde reaparece lo angélico (los
ángeles bíblicos Uriel y Gabriel, de resonancias cabalísticas87 y evangélicas
―Gabriel es el ángel de la Anunciación―), elemento liminal que juega el papel de
velo o himen que enlazando divide: «Hasta que / Todo llegue a la famosa
decimocuarta belleza y más tarde en el creciente total por fin se deshilache por un
lado y aparezca la piel desnuda de la tierra con la primavera presta a atacar y los
corceles partiendo / Uriel Gabriel vosotros llevabais las riendas cuando oí el galope
y en verdad fue / Como si desde las alturas me llegase una gota de mercurio como
inspiración se iluminó todo el desierto de los sueños mientras dentro del oscuro
follaje / Otra vida la tercera salida de dos ideas puestas codo con codo ¡rompió a
llorar como un recién nacido!»88. La abertura de la tierra, que mostrará su piel
desnuda, desencadena la irrupción de un nuevo origen en la primavera, arrastrada por
el carácter religioso y mediador de los dos ángeles judeocristianos. También el cielo,
entendemos, se abre especularmente para depositar sobre la cabeza del poeta la luz
―la gota de mercurio― de una inspiración que remite, por la palabra utilizada
(επιφοίτηση), al episodio evangélico del Espíritu Santo y las lenguas de fuego. Esa
inspiración se entrega, nuevamente, como revelación sobre la transparencia y
blancura de una gota ―otra de las figuras en que se pliega el esquema del hiato,
según veremos― que proyecta, irisándola, la luz que prende todo el desierto de los
sueños y da a ver, en una infinita diferición y mise en abîme de los blancos y las
aberturas, la tercera vida. Dicha tercera vida, lejos de culminar la introducción en el
mundo de una ahistoricidad sagrada que clausure el desplazamiento de los sentidos,
nos remite al devenir de una vida que nace, que se ofrece por tanto como punto de
partida para un nuevo desplazamiento infinito.
En el emblemático y muy citado poema «Villa Natacha», de 1969, el poeta
monologa con serenidad y desesperanza, reflexionando acerca de las condiciones de
la historia (el texto consigna las meditaciones de Elitis recién llegado al exilio
francés durante la Dictadura de los Coroneles) y los modos en que la poesía podría
quebrar la cerrazón de su circularidad destructora y plana. Así, en un momento
determinado, un signo gratuito nuevamente ―una gesticulación sin objeto,
87
Uriel significa «luz divina», y está vinculado al sol y a la iluminación del día. También es
mencionado en multitud de libros cabalísticos, cfr. SCHWAB, M. (1989), pp. 159-160.
88
«Εωσότου / Φτάσουν όλα στην περίφηµη δέκατη τέταρτη οµορφιά και αργότερα στη γέµιση την
πλήρη τέλος απ’ τό ’να πλάι ξεφτίσουν και φανεί το γυµνό δέρµα της γης µε την άνοιξη έτοιµη να
επιτεθεί και τους κέλητες φεύγοντας / Ουριήλ Γαβριήλ εσείς κρατούσατε τα ηνία όταν άκουσα τον
καλπασµό και αλήθεια ήταν / Σαν επιφοίτηση να µου ήρθε από ψηλά µία στάλα υδρόγειος που
φωτίστηκε όλη των ονείρων η ερηµιά ενώ µέσα στα σκοτεινά φυλλώµατα / Ζωή άλλη τρίτη από
δυο ιδέες κοντά κοντά βαλµένες να φωνάζει σαν µωρό νεογέννητο άρχισε!», ELITIS, O. (2002), p.
227.
302 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
significancia pura― se instituye como el mensaje a través del que se hace visible y
simultáneamente es convocado lo imposible, una «vida otra». El espejo, ante este eco
de la alteridad, se quiebra en su impenetrabilidad ―que constituye la superficie
habitual de la representación89― para interrumpir el circuito cerrado de lo real y dar
paso a una hendidura que abre a una posibilidad de salvación. A través de ella, en
efecto, penetra la necesidad de asesinar autoinmunitariamente a la muerte y
recomponer lo vivo en una indemnidad sagrada más allá de la historia y el deterioro:
«Como cuando de noche algo se te ha roto / Una vieja amistad, un recuerdo de
porcelana / Vuelves a ver ahora que amanece / Cuán injustamente has sabido juzgar /
Y tienes la boca amarga antes del café, / Gesticulando a solas, a una vida, / Quién
sabe, otra, haces eco y es por eso que / (O acaso por el pensamiento / A veces tan
fuerte que asoma la cabeza) / Frente a ti, de pronto, el espejo se quiebra de arriba
abajo. // Digo: en el instante, el único que / Cuando llega no lo reconoces / El
Destino se quiebra / Y el que da, recibe. Porque si no, entonces / Debería darse
muerte a la muerte y la corrupción / Debería corromperse y el pequeño / Color
rosado que un día / Tuviste en la mano, devenido guijarro también / En algún lugar, a
milenios de distancia, recomponerse»90. También en «Lo público y lo privado», dos
décadas después, se hace referencia al hiato de ahistoricidad que la poesía o el arte
―especialmente griegos― pueden abrir en el seno del tiempo. Se trata de una suerte
89
Ya vimos antes, en un fragmento de María Eefeli, cómo el espejo, en tanto inversión de lo real
que interrumpe el sucederse de los fenómenos, así como por su blancura y su cualidad de reflejo
impenetrable, constituía otra de las ocurrencias del hiato que aquí, en los infinitos pliegues y
reinscripciones del esquema, se presenta en su interior. En el poema también de María Eefeli «La vida
en veinticuatro horas», no obstante, el espejo vuelve a ser una abertura que espacia la opacidad
soporífera de la vida convencional y burguesa de la heroína. En un momento dado, si bien ya
demasiado tarde, ve a través de él, en la voz del poeta que se vierte por esa ventana, la posibilidad de
un mundo nuevo, de una utopía inversa. La voz, la utopía, la inversión de la imagen reflejada, se alían
como figuras espectrales, indecidibles, al brillo impenetrable ―como un himen, membrana de
re-velación que multiplica las superficies de revelabilidad― del cristal, que se reduplica a su vez en
una nueva referencia al mar y los delfines, y trae sobre estos planos blancos o transparentes
superpuestos, o en su pliegue, el eco de otro mundo. Un mundo que penetra inadvertidamente en lo
real al igual que ese «Erosland» fabuloso que reproduce un texto de Maiakovski acompaña a Finlandia
y Groenlandia en la enumeración: «Después de la cena miré a través del espejo / en la otra casa la
grande / de mi tercer y rico marido; / vi fluir luz y en ella vi delfines / me pareció un eco de otro
mundo / la voz del poeta / Finland / Groenland / Erosland / sentí que ya no era momento» («Μετά το
δείπνο κοίταξα µες στον καθρέφτη / στο άλλο σπίτι το µεγάλο / του τρίτου και πλουσίου συζύγου
µου· / είδα φως να τρέχει και µέσα του δελφίνια / µου φάνηκε ηχώ άλλου κόσµου / η φωνή του
ποιητή / Finland / Groenland / Erosland / ένιωσα πως δεν είναι πια καιρός», Ibidem, pp. 418-420.
90
«Villa Natacha»: «Όπως ακριβώς που κάτι σου έσπασε / Μία φιλία παλαιή, µία θύµηση από
φάρφουρο / Ξανά πόσο άδικα ήξερες να κρίνεις / Βλέπεις τώρα που ξηµέρωσε / Κι έχεις πικρό, πριν
από τον καφέ, το στόµα / Χειρονοµώντας άσκοπα, µίας άλλης, / Ποιος το ξέρει, ζωής, κάνεις ηχώ κι
είναι απ’ αυτό που / (Ή µπορεί κι απ’ τη σκέψη / Κάποτε τόσο δυνατή, που προεξέχει) / Αντκρύ σου,
µεµιάς, πάνου ως κάτου ο καθρέφτης ραγίζεται. // Λέω: τη µία στιγµή, τη µόνη που / Εαν φτάνει δε
γνωρίζεις / Τα Γραµµένα ραγίζονται / Και αυτός που δίνει, παίρνει. Επειδή εαν όχι τότε θα / Πρέπει
και ο θάνατος να θανατώνεται και η φθορά / Να φθείρεται και το µικρό / Τριανταφυλλί που κάποτε /
Στην παλάµη σου κράτησες, βότσαλο κι αυτό / Κάπου, χιλιετηρίδες µακριά, ν’ ανασυντίθεται»,
Ibidem, p. 348.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 303
de pespunteo, semejante al que los delfines efectuaban sobre la piel del mar en
«Crónica de una década», que pone en contacto, a través del punto de fuga de una
nada que se sustrae a la racionalidad de lo existente, todos los siglos y todos los
tiempos, enhebrados por un vacío blanco que se relaciona con el sol y que los
desencaja en tanto períodos cerrados y condenados a la muerte. Dice, refiriéndose a
ciertas obras de arte griego que adquieren el carácter del Uno repetido y diseminado
en su poder de apertura: «Me gustaría que todo esto pudiera encontrarse en constante
comunicación con el sol. Que existiera también para todo ello un heliotropismo que,
al igual que asegura a las plantas la clorofila imprescindible para que se renueven sin
cesar y nos humedezcan la vista con su frescura, les infundiera ciertas vibraciones
características, dotadas con la capacidad, incluso en medio de los más terribles
desastres que azotan civilizaciones y devastan pueblos enteros, de saltar de un siglo a
otro y dar puntadas sobre la piel del tiempo»91. Contra la destrucción de la historia y
la maquinalidad moderna pretende asimismo el Poeta salvar, en medio del diluvio
contemporáneo, una serie de objetos en «El otro Noé», de Seis y un remordimientos
para el cielo. De ese modo, el blanco de sus moléculas generará una abertura en los
horizontes que devolverá, como si se tratara de un mordisco de lo imposible, huella o
impronta capaz de religar el mundo a la sacralidad de lo indeterminado, la
posibilidad de una inversión de la historia y de un reorigen en la más absoluta pureza
del paraíso. La escisión causada por la inserción repentina de los blancos mínimos de
las moléculas, capaces de desplazar una ingente cantidad de energía en tanto puntos
de fuga, desencadenará nuevamente, junto con el mordisco que remite de nuevo a un
estigma, la irrupción de una figura femenina, himen de intersticialidad pura que es
capaz de subsanar, retejiéndolos92, los errores de Dios para proclamar el paraíso en
una nueva Anunciación: los trinos. Sobre este entre que no permite nunca a nada
―ni siquiera al mundo que fractura― tener lugar, parece situarse la poesía: «Las
blancas moléculas de mi soledad, girando sobre el óxido del mundo destruido,
vendrán a justificar mi pequeña prudencia / Y unidas de nuevo, crujiendo en los
labios del agua, las palabras amargas abrirán los lejanos horizontes / Y transmitirán
mi viejo sentido de la desesperanza / Como un mordisco en la hoja de un eucalipto
celestial, para que perfume el santo día de los placeres / Y desnuda remonte la
corriente del Tiempo la mujer Portadora del Verdor, / Quien abriendo los dedos con
91
«Θα ήθελα να µπορούσαν αυτά όλα να βρίσκονται σε συνεχή συνεννόηση µε τον ήλιο. Να
υπάρχει και γι’ αυτά µία φωτοταξία, που, όπως εξασφαλίζει στα φυτά τη χλωροφύλλη την απαραίτητη
για να ανανεώνονται αέναα και να µας βρέξουν το µάτι µε τη δροσιά τους, να υπαγορεύει και σ’ αυτά
ορισµένα χαρακτηριστικά σκιρτήµατα, προικισµένα µε τη χάρη, ακόµη και µέσ’ απ’ τις πιο τροµερές
θεοµηνίες, που τσακίζουν πολιτισµούς και αφανίζουν ακεραιότητες λαών, να πηδούν από τον ένα
στον άλλον αιώνα και να περνούν βελονιές πάνω στο δέρµα του χρόνου», ELITIS, O. (1993), pp. 343-
344.
92
Sobre la etimología de himen en ύφος e υφαίνω, tejido o tejer, y sus implicaciones, cfr. supra,
nota 24.
304 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
majestuosa lentitud, enviará de una vez por todas el pájaro / Sobre la impía fatiga de
los hombres, a los lugares donde Dios erró, para destilar / ¡Trinos del Paraíso!»93.
Contra el negro interior podría también un pájaro abrir una hendidura que tendría en
el Hades el eco de la luz y del canto ―la esperanza de otro paraíso contra el reinado
de la muerte― al inicio del poema «Helena de Creta, de frente y de costado», de Los
medio hermanos, dedicado asimismo a una muchacha entre real e imaginaria: «Ojalá
la desolación engendrase siquiera un pájaro hendidura que recorrería de arriba
abajo la negrura del mundo interior y con qué rudeza de las montañas de Creta se
encendería el ajenjo en el Hades como el canto de un ruiseñor»94. Y María Nefeli
abre heridas en el cuerpo del Antifonista, en el poema inaugural del libro, «El bosque
de los hombres» ―al cual responde el ya citado «El estigma»―, con la intención de
quebrar la continuidad orgánica que se opone a lo Abierto y ofrecer una posibilidad
―aun así insegura― de entrada a la utopía, la verdad o el absoluto que el poeta ha
pasado mucho tiempo buscando «en vano» sobre los elementos también intersticiales
del viento, los espectros o las muchachas: «No temas / con mi mano por delante
como fanal de tormenta / te conduciré / y te embestiré; / mis uñas penetrarán en tu
carne / la verdad ―¿no es eso lo que dicen?― es dolorosa / y necesita, que lo sepas,
de tu sangre / necesita de tus heridas; / sólo por ellas pasará ―si pasa / alguna vez la
vida que en vano buscabas / con el soplar del viento y los espectros / y las muchachas
de los soles en las bicicletas…»95.
Otros orificios se oponen en «La almendra del mundo» (Tres poemas bajo
bandera de conveniencia) ―una de las figuras fundamentales de una estética del
punto y de lo mínimo que, conectada con símbolos místicos, analizaremos más
adelante― a la muerte en una imagen de mujeres que se hallan espaciadas de sí
mismas y de este modo reparten los hálitos del cielo para burlarla. La sintaxis
convierte en ambigua, como una bisagra indecidible en torno a la cual oscilaran las
proposiciones que la rodean, a la expresión «del cielo», que puede conectarse
93
«Τα λευκά της µοναξιάς µου µόρια, πάνω από τη σκουριά του χαλασµένου κόσµου
στροβιλίζοντας, θα παν να δικαιώσουν τη µικρή µου σύνεση / Κι αρµοσµένα πάλι τους ορίζοντες
µακριά θ’ ανοίξουν, ένα ένα στα χείλη του νερού να τρίξουν τα λόγια τα πικρά / Το παλιό µου της
απελπισίας νόηµα δίνοντας / Ωσάν δάγκωµα σε φύλλο ουρανικού ευκαλύπτου, η αγία των ηδονών
ηµέρα να µυρίσει / Και γυµνή ν’ ανέβει το ρεύµα του Καιρού η γυναίκα η Χλοοφόρος / Που µ’
αργότη ανοίγοντας βασιλική τα δάχτυλα, µία για πάντα θα στείλει το πουλί / Στων ανθρώπων τον
ανίερο κάµατο, από κει που έσφαλε ο Θεός, να στάξει / Τρίλια της Παράδεισος!», ELITIS, O. (2002),
pp. 197-198.
94
«Νά ’ταν η στενοχώρια να γεννούσε καν ένα πουλί σκισιµατιά που θα τραβούσε πάνου ως
κάτου µες στου µέσα κόσµου τη µαυρίλα κι αψιθιά µε τί δριµύτη απ’ τα βουνά της Κρήτης θ’
άναβε µες στον Άδη σαν αηδονολαλιά», Ibidem, p. 339.
95
«Μη φοβάσαι / µε το χέρι µπροστά καθώς φανός θυέλλης / θα σε οδηγήσω / και θα σου χιµήξω· /
τα νύχια µου θα µπουν στις σάρκες σου / η αλήθεια ―έτσι δε λένε;― είναι οδυνηρή / κι έχει ανάγκη,
να ξέρεις, απ’ το αίµα σου / έχει ανάγκη απ’ τις λαβωµατιές σου· / απ’ αυτές και µόνον θα περάσει
―εαν περάσει / κάποτες η ζωή που µάταια έψαχνες / µε το σφύριγµα του ανέµου και τα ξωτικά / και
τις κόρες µε τους ήλιους επάνω στα ποδήλατα…», Ibidem, pp. 364-366.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 305
96
«Τροµερές γυναίκες απέχοντας απ’ το / λυτό µαλλί τους όσο η βροντή απ’ τη λάµψη της παν
µοιράζοντας τις άχνες / δω κι εκεί τ’ ουρανού / οι οπές / παραπλανούν το θάνατο», Ibidem, p. 451.
97
«Ποίηση / πού µα πού λοιπόν / δένει µία τέτοια λάµψη τον καρπό της; / κάτι το δίχως άλλο /
πρέπει µε τρόπο νά ’χει αφαιρεθεί / από την υδρόγειο / για ν’ ασθµαίνει τόσο / να χλωµιάζει / και το
πένθος ν’ απλώνεται», Ibidem, p. 452.
98
«Ad libitum»: «Μόλο που / από τις τοιχογραφίες της Θήρας κι από τα ψηφιδωτά / λάµποντα της
Ράβεννας άγγελµα θεϊκό εξακολουθεί / να εξαποστέλλεται άµεσα // όπως κείνο το κάτι επιπλέον κι
ασύλληπτο / που για µία στιγµή ο γηραιός αλιέας / αντιλαµβάνεται άστραψε / ύστερα τ’ αλησµονάει
πάει στην Αγορά κι απ’ το πανέρι του / άχνα χρυσή εξακολουθεί ν’ ανέρχεται // η ποίηση ανέρχεται //
άλλη µία φορά / χάνεται από την υπόστασή σου Έλληνα σκληροτράχαλε / να εµπνέεσαι άντε»,
Ibidem, p. 464.
306 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Asimismo, la poesía puede ser, según vimos en el capítulo anterior, la potencia que
se inserte como super-vivencia en la realidad desde más allá de la muerte para abrir
con su cuña el espaciamiento que rompa su coherencia claustrofóbica y su opacidad.
En el poema «Lacónico», de Seis y un remordimientos por el cielo, el poeta es
enviado por el sol para inmiscuirse en «la perfecta sintaxis de la piedra y el éter», es
decir, para hacer acaso saltar esa juntura entre elementos en una reduplicación de su
intersticialidad. Quebrar la cerrazón de lo real contribuirá acaso a vencer a la muerte
y a reintroducir la vida a través de una abertura que se multiplica, se espacia a su vez,
como en un desplazamiento tropológico, en dos figuras naturales: la hoja de olivo
que como superficie blanca refleja la luz del sol, y el grillo que introduce en la noche
cerrada, con su canto que horada el silencio, una alusión al verano y, por tanto, a la
luminosidad que parecía desechada. Ambos anuncian una alteridad que se compendia
en «lo Inesperado», abren por lo tanto a lo (im)posible a través de esas mínimas
grietas isomorfas de la poesía que no hacen sino multiplicar, en el objeto de su
anunciación, el espaciamiento de la verdad o el absoluto: «Tanto me incendió la
aflicción de la muerte, que mi brillo ha retornado al sol. / Él me envía ahora a la
perfecta sintaxis de la piedra y el éter / Así pues, aquel que buscaba, soy. / […] / La
vida paga el óbolo de la hoja de olivo / Y en la noche de los insensatos con un
pequeño grillo decreta de nuevo la legitimidad de lo Inesperado»99. Otra dimensión
apofática se abre, del mismo modo, en el interior del sujeto gracias a la poesía, esta
vez la poesía de otro autor, en «Quebranto y reverencia de Solomós»100, si bien se
trata siempre de un entre, de la fugacidad del himen que no se abre sino para cerrarse
inmediatamente garantizando la continuidad de la visión en la propia invisibilidad101:
«¡O como si por un instante no hubiera permanecido gracias a ti / Entreabierto en mi
interior lo Imperceptible!»102, le dice el poeta a su antecesor. Como una sucesión de
aberturas del mismo tenor se da el poema «Elitónisos, vulgo Elitonisi»103, de 1971.
99
«Ο καηµός του θανάτου τόσο µε πυρπόλησε, που η λάµψη µου επέστρεψε στον ήλιο. / Κείνος µε
πέµπει τώρα µέσα στην τέλεια σύνταξη της πέτρας και του αιθέρος / Λοιπόν, αυτός που γύρευα, είµαι.
/ […] Η ζωή καταβάλλει τον οβολό του φύλλου της ελιάς / Και στη νύχτα µέσα των αφρόνων µ’ ένα
µικρό τριζόνι κατακυρώνει πάλι το νόµιµο του Ανέλπιστου», Ibidem, p. 195.
100
Cuyo encadenamiento de blancos (mármol, hojas de papel, baldosas, cielo, escritorio, suelo
lavado) ha destacado Elpiniki Nicoludaki-Suri como asociados estrechamente a los valores proféticos
o a la revelabilidad de la poesía, cfr. su artículo «Οδυσσέα Ελύτη “Σολωµού συντριβή και δέος”: η
αφηγηµατική σύνταξη της ποητικής συνάντησης», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 193-231,
especialmente p. 214.
101
Hay que tener en cuenta que, de hecho, el término empleado por Elitis es Ακοίταχτο, es decir, lo
que no puede mirarse o, en una variante cuya ambigüedad se fomenta, lo que no ha sido nunca
mirado. El juego de velos para la visión es, por tanto, complejo e interesante.
102
«Ή για λίγο να µην είχε από δική σου χάρη µέσα µου / Μισανοιχτό µείνει το Ακοίταχτο!»,
ELITIS, O. (2002), p. 557.
103
Ελυτόνησος en griego, igual que Ελυτονήσι, significan «la isla de Elitis», construido el primer
término, perteneciente a un registro culto, sobre el modelo de Peloponeso, por ejemplo, y el segundo,
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 307
En él se habla de una isla que recibe el nombre del poeta, que acaso es identificada
con él, y que constituye ya el espaciamiento doble de una utopía posible sobre la
superficie del mar. Es, en ese aspecto, la quiebra de una quiebra, el punto que
interrumpe la continuidad de lo que se da ya como interrupción de la solidez
terrestre: el mar. A través de una serie de hendiduras y blancos reinscritos sobre ella
―sobre el poeta― va brotando poco a poco la vida y la existencia para generar la
revelabilidad del paraíso y la verdad que sólo se construye en su diferición, en la
iterabilidad del origen que aquí se tematiza. En primer lugar, del interior del asceta
solitario surge una Nea Cameni, isla dentro de una isla (Santorini) contenida en el
cráter de un volcán que a su vez ha irrumpido sobre las aguas del Egeo en el más
remoto pasado. Se trata por tanto de una repetición de ese acto inaugural, que se
plantea sin embargo como por venir: «Ahora de nuevo sonaba / Solitario como el
asceta / Antes de que de sus entrañas emerja una Nea Cameni»104. Las brechas y las
hendiduras, encaminadas a generar la posibilidad de un paraíso, la intersticialidad
indecidible donde pueda caber una utopía, se multiplican: «El sol rompía piedras y
los ángeles graznaban en lo alto / Milenios más tarde / De que brotara el agua / Para
que se volviese habitable incluso la amargura…»105. Serán los blancos de la espuma
―una probable referencia a Mallarmé106― los que condensen más pliegues de
sentido, determinando la revelabilidad de un paraíso en tanto «Marías» de las olas, es
decir, el elemento virginal, el himen que no permite consumar pero promete, la
dimensión angélica que transporta, como en el autor francés107, un mensaje que ha de
ser explorado en su imposibilidad de desciframiento, en la invisibilidad que
comporta y nos desplaza indefinidamente por la escritura y las imágenes, por el
absoluto de lo Abierto sin fin: «Y polvo / Traído por las blancas Marías de las olas /
popular y moderno, por analogía con las numerosas islas e islotes bautizados en tiempos más
recientes.
104
«Τώρα πάλι ακούγοµουν / Καταµόνας όπως ο ασκητής / Προτού ανεβεί απ’ τα σπλάχνα του µία
Νέα Καµµένη», Ibidem, p. 350.
105
«Σπούσε πέτρες ο ήλιος και ψηλά κρώζαν οι άγγελοι / Χιλιετηρίδες ύστερα / Που το νερό
αναπήδησε / Να γίνει κατοικήσιµη ως και η πίκρα…», Ibidem, p. 350.
106
La espuma posee cierta importancia, como blanco que alude y espacia al mismo tiempo, en los
poemas «Salut» y «A la nue accablante tu», donde se multiplican los blancos que testimonian, como
por un velo, una ausencia haciéndola presente bajo la lógica del himen: la del barco naufragado en el
segundo caso, y la de una «manada de sirenas» en el primero. Hans-Jost Frey se ha referido a esta
imagen como la cifra de toda metáfora, el tener lugar puro que no puede ser traducido, expresividad
que no expresa sino que se reduce a hacer posible lo expresado, a re-velarlo en el grado preciso para
no aniquilarlo: «The metaphor must not be translated but must take place. Expressing something
cannot be made accessible as something expressed, because it would no longer be what it was. But it
is only what it is in the act of expression. If the metaphor is to make expressing something accessible
as its unexpressed meaning, then it can only do so by provoking the act of expression as the
occurrence of the metaphor. The unsolvable metaphor produces the expression that is its meaning»,
FREY, H.-J. (1996), p. 29.
107
«Quel sépulcral naufrage (tu / Le sais, écume, mais y baves)», de «A la nue accablante tu»,
MALLARMÉ, S. (2003a), p. 198.
308 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
108
«Και πάσπαλη / Φερµένη απ’ τις λευκές Μαρίες των κυµάτων / ∆ιακόσια µέτρα φάρδος ολοένα
Παράδεισος», ELITIS, O. (2002), p. 351.
109
Concentran las valencias del agua (lo femenino), lo insignificante, la transparencia, lo
instantáneo, el blanco y el reflejo de la luz, al tiempo que constituyen un punto exacto, cfr. LIJNARÁ,
L. (2002), p. 145.
110
«Κι ας µην ένιωσε ποτέ κανείς / Του µέλλοντος αρχαιολόγος / Και των επουρανίων / Πόσα
δάκρυα χύθηκαν. Όµως µάταια όχι. / Επειδή τα δάκρυα είναι κι αυτά / Πατρίδα που δε χάνεται / Κει
που γυαλίσαν κάποτε ύστερα η αλήθεια ήρθε», ELITIS, O. (2002), p. 352.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 309
de esta serie de espaciamientos, con otro blanco, el blanco de la memoria que trata de
clausurar la serie pero no hace más que prolongarla a causa de su pertenencia al
territorio de la escritura y lo metafórico. Es un blanco que evoca recuerdos e inserta
el hiato de una diferencia temporal que a la vez une en la diacronía de la escritura
griega y abre, por consiguiente, a lo eterno. Es también un blanco de la filosofía, un
blanco de Platón, referido acaso a la doctrina de la reminiscencia. El primer verso
nos presenta al sujeto penetrando en el mar para unir bajo el agua su piel y esta
referencia libresca, igualando de este modo la sensación física con la escritura,
convirtiendo en signos horadados por ese blanco a los elementos del mundo: «Según
mientras se sumergía iba abriendo los ojos bajo el agua para poner en contacto su
piel con aquel blanco de la memoria que lo perseguía (desde cierto pasaje de
Platón)»111. Es en la intersección de estos blancos donde se genera el intersticio
poético que origina un instante dilatado. También es ese intersticio de la poesía lo
que se pone en juego a continuación, cuando el descenso en el mar del sujeto es
simultáneamente ascenso, y el poema por tanto el punto en que, como vimos antes, el
Sol y el Hades se tocan. Se trata de una encarnación, muy hölderliniana, de la
armonía irresuelta de contrarios formulada por Heráclito, la idea de que el camino
hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo. Lejos de la síntesis, la
poesía se tiende en el espacio de la revelabilidad absoluta que dispensa esta cesura
entre contrarios que en su mismo movimiento conduce a la unión y a la separación:
«Con el mismo movimiento penetraba directamente en el corazón del sol y oía a
su yo inocente elevar un cuello de piedra y rugir arriba sobre las olas»112. Según
Elena Cutrianu, el blanco de la memoria que se tematiza en este poema remite a la
«marca blanca» que en algunos ensayos Elitis atribuye a los poetas y a la poesía,
rasgo de inocencia y de contacto con la trascendencia, de apertura, que aquí se
condensa también en ese «yo inocente» que, como una estatua de mármol de Delos,
ruge por encima de la superficie del mar. Añade asimismo que el texto alude a la
eterna búsqueda del «punto supremo»113. En este sentido, el blanco de la memoria no
implica una pérdida o un borrado de los recuerdos, sino que constituye su contenido,
el punto de fuga que al ponerse en contacto con los sentidos, en la doble condición de
una exterioridad y una interioridad (mar-memoria, intersticio imperceptible-
extensión infinita), desencadena el reorigen en el seno de esta matriz, khora que
reúne en torno al hiato las figuras del mar, la poesía, el abismo del alma, el cielo, la
111
«Όπως βουτώντας άνοιγε τα µάτια κάτω απ’ το νερό να φέρει σ’ επαφή το δέρµα του µ’
εκείνο το λευκό της µνήµης που τον κυνηγούσε (από κάποιο χωρίο του Πλάτωνα)», Ibidem, p. 207.
112
«Ολοΐσια µέσα στην καρδιά του ήλιου µε την ίδια κίνηση περνούσε κι άκουγε να ορθώνει
πέτρινο λαιµό και να βρυχιέται ο αθώος του εαυτός ψηλά πάνω απ’ τα κύµατα», Ibidem, p. 207.
113
Aspecto que trataré posteriormente. Para las referencias de Elena Cutrianu, cfr. CUTRIANU, E.
(2002), p. 314.
310 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
114
«Κι όσο να βγει στην επιφάνεια πάλι του άφηνε καιρό η δροσιά να σύρει κάτι από τα σωθικά
του ανίατο στα φύκια και τις άλλες οµορφιές απ’ τα ύφαλα», ELITIS, O. (2002), p. 207.
115
En el poema de Las Elegías de Oxópetra «Verbo, el Oscuro», el poeta habla de que su labor es
precisamente la anunciación de estos blancos que se pliegan como telas para dar a ver «algo» hasta
que queda un residuo, restancia de esos pliegues, sobre el mar: un pájaro. Es el resto de la visión
entregada desde el filo mismo de la muerte, desde la condición angélica del poeta que, como el blanco
mismo, se instituye en bisagra que se sitúa a las puertas mismaσ de un sepulcro para señalar a otra
dimensión, a la abertura y el espaciamiento de la tumba, de lo Abierto: «Apenas discernible / Como el
ángel de una sepultura anuncio en mi trompeta blancos lienzos / Que baten en el aire y vuelven a
plegarse / Para mostrar algo, acaso mis fieras saciadas, hasta que al fin / Queda un pájaro marino
huérfano sobre las olas» («∆υσδιάκριτος / Καθώς άγγελος επί τάφου σαλπίζω άσπρα υφάσµατα / Που
χτυπιούνται στον αέρα και µετά πάλι αναδιπλώνονται / Κάτι να δείξουν, ίσως, τα θηρία µου τα
χωνεµένα ώσπου τελικά / Να µείνει ένα θαλασσοπούλι τ’ ορφανό πάνω απ’ τα κύµατα»), Ibidem, p.
568. En este poema que analizaremos en los últimos capítulos, de hecho, el objetivo es transportar esa
apertura a la realidad y a la escritura para descerrajar la tierra, que se encuentra clausurada, por medio
de un vocablo sin significado que remita nuevamente a la pura significancia del blanco y de lo
Abierto.
116
«Έτσι που να µπορέσει τέλος να γυαλίσει µέσα στο αγαπώ καθώς που γυάλιζε το φως το θεϊκό
µέσα στο κλάµα του νεογέννητου / Και αυτό θρυλούσε η θάλασσα», Ibidem, p. 207.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 311
con un golpe en el fondo del mar que hace saltar un sol y, a través de una hendidura
en el elemento ya intermedio del éter, permite que se viertan sobre la tierra los cuatro
ríos del paraíso: «Y mientras dejaba atrás el pensamiento como brisa de golondrina
que cambiaba de color en las aguas frías o delgadas o transparentes con la frente
por delante golpeé en el fondo Y saltó un sol / Le salió un surco al éter y oí rodar
hacia la tierra los cuatro ríos famosos llamados Fisón Guijón Tigris
117
Éufrates» .
Si hay una figura, no obstante, en la que podemos encontrar reunidos los
diversos elementos que se agrupan en torno al esquema del hiato en la obra de Elitis,
ésa es, seguramente, María Nefeli. Ella, que da título a uno de sus libros más
célebres, encarna al mismo tiempo que propone o da a leer la estructura
desestructurante del hiato. Es por eso por lo que, como ha dicho Mijalis Tsanicas118,
sucede que en ocasiones no es nada, se nos hace visible como oscilación incesante
entre ausencia y presencia (así se titula el texto introductorio de la obra, «La
presencia»), se inscribe y se borra en un mismo movimiento, apertura y cerrazón del
himen, re-velación que nos acerca en ese filo, que es también el de la poesía, una
forma de khora, la feminidad antes de la división, el fundamento sin fundamento del
arte que es el de las cosas y el de la misma vida119. María Nefeli es la poesía y al
mismo tiempo uno de los contrarios, femenino-masculino, María Nefeli-Antifonista,
trascendencia o inconsciente-realidad, que se oponen tipográficamente en las páginas
de la derecha y de la izquierda de la obra, para dejar brotar en medio, sobre el blanco
de los intervalos, la indecidibilidad de la poesía que garantiza su subsistencia y su
diferencia. Se encuentra al mismo tiempo en su centro y en su margen, desapropiada
por lo que constituye cualquier cosa excepto un nombre propio: la condición de su
existencia separada, estas dos palabras que multiplican sus referencias en todas
direcciones, suponen asimismo la condición de su espectralidad, de su omnipresencia
que resulta a la vez la ausencia de la escena sobre la que comparece. El blanco de su
desaparición no difiere sin embargo sustancialmente del blanco de su presencia.
María Nefeli es una hipóstasis de la muchacha-diosa, eterno femenino sin rostro que,
como hemos visto, se halla dispersa por toda la obra de Elitis como una instancia
intermedia entre ámbitos, mensajera del otro lado que testimonia en éste la existencia
de un secreto sobrenatural, de lo imposible, que hace visible al hombre, generalmente
varón, lo invisible. En este sentido, no difiere especialmente de las figuras femeninas
117
«Κι όπως άφηνα τη σκέψη πίσω µου σαν χελιδονένιο αέρι που άλλαζε χρώµα στα νερά ψυχρά
ή δαχτυλιδένια ή διάφανα µε το µέτωπο καταµπροστά χτύπησα στον πυθµένα Όπου αναπήδησε
ήλιος / Πήρε µία ράβδωση ο αιθέρας κι άκουσα να κυλούν κατά τη γης τα τέσσερα ποτάµια τα
ξακουστά µε τ’ όνοµα Φεισών Γεών Τίγρης Ευφράτης», Ibidem, pp. 223-224.
118
Cfr. el artículo de Mijalis Tsanicas «Ποιητικοί προβληµατισµοί στη Μαρία Νεφέλη ή η αρπαγή
της ποίησης», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 355-373.
119
Ibidem, pp. 356-357.
312 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que suelen aparecer en las obras surrealistas con esta misma función angélica. María
Nefeli es, no obstante, arquetípica. Su nombre, María, es acaso el más común e
internacional de los nombres para una muchacha, y remite igualmente a la Virgen,
mediadora entre Dios y los hombres, órgano de su presentación, debidamente
re-velado tras la carne que evoca la conservación del himen, en la tierra, operadora
de la visibilidad de lo imposible. Recuerda, asimismo, a la palabra latina mar, la
matriz indeterminada de donde ha nacido todo, en la medida además en que su
nombre contiene un anagrama de Marina, otra ocurrencia del arquetipo de la
feminidad muy habitual en Elitis120. La palabra Eefeli que figura como apellido
significa, en griego, nube. Es, por tanto, la blancura de la nube, la blancura inmaterial
que puede atravesarse y que se inserta en la realidad difuminándola, como el no ser
que penetra al ser. Tiene, como el himen, una doble dimensión que es también una
doble visión: mira simultáneamente al cielo y a la tierra, se interpone entre ambos sin
anularlos, permite mirar al sol sin quedar cegado automáticamente por su brillo. Da
lugar a la visibilidad en la medida en que cubre e invisibiliza. Es el velo en cuanto
himen, como corresponde a la que podemos entender como doncella virgen, y el velo
en cuanto nube que parece aludir a nociones místicas como The Cloud of
Unknowing, obra inglesa del siglo XIV que tematiza el acceso a la luz absoluta de la
divinidad a través de la interposición protectora de la niebla que da a ver al tiempo
que sustrae. El término Νεφέλη hace pensar también en la diosa Nefele, nube de la
aflicción y la muerte y, según una acepción antigua, en una trampa para pájaros que
se tiende como hendidura en medio del aire para atraparlos121. El personaje elude,
por tanto, una adscripción o una descripción que lo vincule a un tema. Se disemina
en diversos sentidos, se espacia de sí misma, hace posible las escrituras que la
circundan, se inscribe y se reinscribe como el blanco sobre blanco, escribe sobre el
himen que representa y oscila entre la epifanía y la inexistencia de una divinidad. Es
Iris, la mensajera de los dioses que se deja ver antes y más allá de una presencia:
«Ahora voy a extender mis brazos abiertos / y dentro de las corrientes que trazaré /
sin acercarte aparecerás / Iris María Nefeli»122, y que se inscribe, del mismo modo,
como revelación fulgurante, en una hendidura previa practicada por el Antifonista,
antes y después de sí misma, blanco sobre blanco que impide verla y leer su mensaje.
En su eterno camino entre dos ámbitos, María Nefeli se instala en el hiato de la nada
que se tiende en medio del ser o de los seres. De ahí que en el mismo poema,
«Himno a María Nefeli», el Antifonista cite dos versos emblemáticos de Giuseppe
120
Cfr. CARSON, J. (1986).
121
Para una información más detallada, cfr. POLITI, D. (1979), pp. 53-54. Sobre el concepto de la
trampa en la escritura elitiana, cfr. infra, epígrafe 3.2.3.3.
122
«Himno a María Nefeli»: «Τώρα θα τεντώσω τ’ ανοιχτά µου µπράτσα / και στα ρεύµατα µέσα
που θα σχηµατίσω / δίχως να σιµώσεις θα φανείς / Ίρις Μαρία Νεφέλη», ELITIS, O. (2002), p. 381.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 313
Ungaretti para tratar de apresarla entre los pliegues de la escritura, de una escritura
otra, intertextual, que espacia doblemente la voz con el objeto de avistarla en un
hiato: «Tra un fiore colto e l’ altro donato / l’ inesprimibile nulla»123. Ese mismo
hiato se encuentra reinscrito sobre ella, en la blancura de su desnudez, isomorfa de la
que, en las experiencias de iluminación de «Crónica de una década», desplazaba al
poeta hacia sentidos inconcebibles. En tanto nube e himen, es decir, indecidibilidad,
María Nefeli adopta también el carácter de lo espectral, es el fantasma de una
inexistencia que la consagra como lo absolutamente existente, la cuña que hiende lo
real para abrirlo a un espaciamiento y una revelabilidad que porta sobre sí. Por ello
se la conceptúa como imagen o ídolo (εἴδωλο) sin referente, agua transparente o luz
de una estrella ya extinguida, reflejo sin origen y significancia pura capaz de
instituir, en consecuencia, una nueva sacralidad en el hueco de su referencia. Por
ello se trata de un moderno pero intemporal ídolo religioso: «Rostro acuoso ídolo /
llegado como la luz / de una estrella extinguida / hace siglos»124. Se multiplica en mil
imágenes, se disemina sin estar presente en ningún lugar, sin ser nada que no
constituya un reflejo espectral sobre cuyo espaciamiento debemos buscarla, tal como
dice el Antifonista en el texto «Ich sehe dich», que cita el principio del decimoquinto
de los Cánticos espirituales de Novalis, dedicado a la Virgen: «Pedazos de los
océanos ich sehe dich / María in tausend Bildern / de luz y yodo»125. Es una María,
pues, que reduplica su condición intermedia, que elude cualquier presencia religiosa
para convertirse en ídolo, imagen que crea en la vaciedad de su referencia, como
vimos antes, la posibilidad de lo sagrado. De ahí que el texto inaugural, «La
presencia», sea el testimonio de la elusividad de María, que constituye en sí misma
un espaciamiento constante. Es la eterna promesa que no se deja atrapar, la
revelabilidad que nunca se hace presente como absoluto, con lo cual reduplica,
dividiéndose en torno a sí misma ―construyéndose en el hueco de ese pliegue― su
condición de trampa para pájaros. Es trampa y presa al mismo tiempo, pero sobre
todo el gesto de una caza ineficaz, tal como dice el Antifonista: «Jamás la poseí ni
obtuve nada de ella»126. Su identidad es desencajada por el espaciamiento que la
constituye cuando su nombre se fragmenta en un anagrama que remite a un pasaje
del Axion Estí127 y que se inscribe sobre el blanco de una estela funeraria. El
123
Ibidem, p. 383.
124
«Himno en dos dimensiones»: «Πρόσωπο υδάτινο είδωλο / φτασµένο σαν το φως / άστρου που
χάθηκε / πριν αιώνες», Ibidem, p. 406.
125
«Κοµµάτια των ωκεανών ich sehe dich / Μαρία in tausend Bildern / από φως και ιώδιο», Ibidem,
p. 427. El texto de Novalis dice así: «Te veo graciosa en mil imágenes / Retratada, María, / Pero
ninguna puede figurarte / Como mi alma te ha visto», NOVALIS (2001), p. 123.
126
«La presencia»: «∆εν την έπιασα ποτέ και δεν της πήρα τίποτα», ELITIS, O. (2002), p. 360.
127
El mismo anagrama, ARIMEA, aparece allí, como veremos enseguida, dando a leer el nombre de
Marina bajo la forma de un enigma trazado sobre la superficie del mar por unas muchachas blancas.
Me referiré a ese texto en las próximas páginas.
314 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Antifonista ―el Poeta― y María Nefeli miran, desde cierta distancia, esta
inscripción en mármol que sirve a su vez de espaciamiento: es el signo de una
ausencia, la apertura hacia el vacío de la muerte que es el vacío del sepulcro sin
cuerpo en que habría de yacer, acaso, la misma muchacha que lo mira, viva, desde
fuera. Las letras hacen nuevamente de himen, un himen inverso que se interpone
entre vida y muerte y sitúa a María simultáneamente en el intersticio blanco entre
ambos, mirando en un juego incontenible (desde) la muerte y la vida, mirándose a sí
misma desde la vida y desde la escritura, uniendo y separando ambos ámbitos,
re-velándose y borrándose de ellos, escapando siempre a una visión y generando en
el intervalo entre las miradas ―que es también el espacio entre la escritura y entre
las letras― la posibilidad del poema y de la utopía que ambos personajes evocarán
un instante después. María Nefeli y el Antifonista se miran a través de la piedra
blanca que tiene inscrita ―blanco sobre blanco que dificulta la visión― una
muchacha como ella sosteniendo un pájaro que, en su caso, nunca logrará atrapar:
«A. Veía una estela funeraria. Una muchacha en bajorrelieve sobre la piedra. Parecía
triste y sostenía en la mano un pajarillo. / M. N. Me miraba a mí, lo sé, me miraba a
mí. Mirábamos los dos la misma piedra. Eos mirábamos a través de la piedra. / A.
Estaba tranquila y sostenía en la mano un pajarillo. / M. N. Estaba sentada. Y
muerta. / A. Estaba sentada y sostenía en la mano un pajarillo. Tú nunca sostendrás
un pájaro ―¡no eres digna! / M. N. Oh, si me dejaran, si me dejaran. / A. ¿Quién ha
de dejarte? / M. N. El que no deja nada»128. Este misterioso personaje ―acaso
Dios― que impide cualquier cumplimiento, también se escinde, camina en otro
lugar y habla a través de palabras ilegibles y ausentes, blancas. Así, el nombre de la
muchacha se encuentra semiborrado por un blanco que se le superpone, al tiempo
que él mismo está tallado sobre el blanco de la luz. La visión del hueco que impide
leer entera la inscripción completa por el momento la serie de los reflejos y las
hendiduras y abre a los dos personajes a la revelabilidad, nuevo espaciamiento, de la
utopía, el sueño o el poema. La serie se hace, en consecuencia, imposible de
clausurar. Mucho más cuando María Nefeli, en las últimas líneas, ofrece su cuerpo
blanco para que se cultive sobre él lo sagrado como sobre el intersticio que permite
un reorigen: «A. Él, el que no deja nada / se escinde de su sombra y camina en otra
parte. / M. N. Sus palabras son blancas y no dichas / y sus ojos son profundos y sin
sueño… / A. Pero se había llevado toda la parte superior de la piedra. Y con ella su
128
«Α. Έβλεπα µίαν επιτύµβια στήλη. Μία κόρη ανάγλυφη πάνω στην πέτρα. Έµοιαζε λυπηµένη
και κρατούσε στη χούφτα της ένα µικρό πουλί. / Μ. Ν. Εµένα κοίταζε, το ξέρω, εµένα κοίταζε.
Κοιτάζαµε κι οι δυο τη ίδια πέτρα. Κοιταζόµασταν µέσ’ απ’ την πέτρα. / Α. Ήταν ήρεµη και κρατούσε
στη χούφτα της ένα µικρό πουλί. / Μ. Ν. Ήτανε καθιστή. Κι ήτανε πεθαµένη. / Α. Ήτανε καθιστή και
κρατούσε στη χούφτα της ένα µικρό πουλί. ∆ε θα κρατήσεις ποτέ σου ένα πουλί εσύ ―δεν είσαι
άξια! / Μ. Ν. Ω αν µ’ αφήνανε, αν µ’ αφήνανε. / Α. Ποιος να σ’ αφήνει; / Μ. Ν. Αυτός που δεν αφήνει
τίποτα», Ibidem, p. 361.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 315
nombre. / M. N. ARIMEA… como si aún estuviese viendo las letras grabadas dentro
de la luz… ARIMEA EFI EL… / A. Faltaba. Toda la parte de arriba faltaba. No había
ya letras. / M. N. ARIMEA EFI EL… allí, sobre aquél EL, la piedra estaba cortada y
rota. Lo recuerdo bien. / A. Lo habrá visto en sueños, por eso lo recuerda. / M. N. En
sueños, sí. En un gran letargo que llegará algún día todo luz y calor y pequeños
escalones de piedra. Los muchachos pasarán abrazados por la calle como en las
viejas películas italianas. / Por todas partes se oirán canciones y se verá a enormes
mujeres en pequeños balcones regando sus flores. / A. Un gran globo azul marino
nos llevará entonces a las alturas, aquí y allá, y el aire nos impulsará. Primero se
distinguirán las cúpulas de plata, después los campanarios. Las calles parecerán más
estrechas, más rectas de lo que imaginábamos. Las terrazas con las blanquísimas
antenas de la televisión. Y pasaremos rozando las colinas y los cometas. Hasta que,
en determinado momento, veamos todo el mar. Las almas dejarán sobre él tenues
vapores blancos. / M. N. He levantado la mano por sobre los negros montes y los
demonios de este mundo. He dicho al amor “¿por qué?” y le he hecho rodar por el
suelo. Han estallado las guerras una y otra vez y no ha quedado ni un harapo para
ocultarlo al fondo de nuestro equipaje y olvidarlo. ¿Quién oye? ¿Quién oyó? Jueces,
curas, policías, ¿cuál es vuestra patria? Me queda un cuerpo y lo entrego. Los que
saben cultivan en él lo sagrado, como los jardineros en Holanda los tulipanes. Y en
él se ahogan los que no han sabido nunca del mar ni de nadar…»129. La poesía, y el
libro subsiguiente, son por tanto ámbitos indecidibles de apertura, circulación de
blancos, acumulación de escrituras y poemas entre cuyos pliegues la única
re-velación que podemos obtener es la de una revelabilidad poiética sobre la cual
construir una nueva sacralidad, entregada no ya como presencia sino como huella o
129
«Α. Αυτός, αυτός που δεν αφήνει τίποτα / κόβεται απ’ τη σκιά του και αλλού περπαρά. / Μ. Ν.
Είναι τα λόγια του άσπρα κι είναι ανείπωτα / κι είναι τα µάτια του βαθιά κι ανύπνωτα… / Α. Μά ’χε
πάρει όλο το πάνω µέρος απ’ την πέτρα. Και µαζί µ’ αυτήν και τ’ όνοµά της. / Μ. Ν. ΑΡΙΜΝΑ… σαν
να τα βλέπω ακόµη χαραγµένα τα γράµµατα µέσα στο φως… ΑΡΙΜΝΑ ΕΦΗ ΕΛ… / Α. Έλειπε. Όλο το
πάνω µέρος έλειπε. Γράµµατα δεν υπήρχανε καθόλου. / Μ. Ν. ΑΡΙΜΝΑ ΕΦΗ ΕΛ… εκεί, πάνω σ’
αυτό το ΕΛ, η πέτρα είχε κοπεί και σπάσει. Το θυµάµαι καλά. / Α. Στ’ όνειρό της φαίνεται θα τό ’χε δει
κι αυτό για να το θυµάται. / Μ. Ν. Στ’ όνειρό µου, ναί. Σ’ έναν ύπνο µεγάλο που θά ’ρθει κάποτε όλο
φως και ζέστη και µικρά πέτρινα σκαλιά. Θα περνάνε στο δρόµο αγκαλιασµένα τα παιδιά όπως σε
παλιές ταινίες ιταλικές. / Από παντού θ’ ακούς τραγούδια και θα βλέπεις πελώριες γυναίκες σε µικρά
µπαλκόνια να ποτίζουν τα λουλούδια τους. / Α. Ένα µεγάλο θαλασσί µπαλόνι θα µας πάρει τότε ψηλά,
µία δω, µία κει, θα µας χτυπά ο αέρας. Πρώτα θα ξεχωρίσουν οι ασηµένιοι τρούλοι, κατόπιν τα
καµπαναριά. Θα φανούν οι δρόµοι πιο στενοί, πιο ίσιοι απ’ ό,τι φανταζόµασταν. Οι ταράτσες µε τις
κάτασπρες αντένες για την τηλεόραση. Και οι λόφοι ένα γύρο κι οι χαρταετοί ―ξυστά θα περνάµε
από δίπλα τους. Ώσπου κάποια στιγµή θα δούµε όλη τη θάλασσα. Οι ψυχές επάνω της θ’ αφήνουν
µικρούς λευκούς ατµούς. / Μ. Ν. Έχω σηκώσει χέρι καταπάνου στα βουνά τα µαύρα και τα δαιµονικά
του κόσµου τούτου. Έχω πει στην αγάπη “γιατί” και την έχω κυλήσει στο πάτωµα. Έγιναν οι πολέµοι
και ξανάγιναν και δεν έµεινε ουτ’ ένα κουρέλι να το κρύψουµε βαθιά στα πράγµατά µας και να το
λησµονήσουµε. Ποιος ακούει; Ποιος άκουσε; ∆ικαστές, παπάδες, χωροφύλακες, ποια είναι η χώρα σας;
Ένα κορµί µού µένει και το δίνω. Σ’ αυτό καλλιεργούνε, όσοι ξέρουν, τα ιερά, όπως οι κηπουροί στην
Ολλανδία τις τουλίπες. Και σ’ αυτό πνίγονται όσοι δεν έµαθαν ποτέ από θάλασσα κι από κολύµπι…»,
Ibidem, pp. 361-362.
316 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Acaso el Axion Estí represente, entre otras cosas, una aplicación de la idea
heideggeriana de la poesía como creación del lenguaje en y a través de su permitir a
las cosas ser, como apertura a la manifestación de la verdad (αλήθεια, velamiento y
desvelamiento) por medio de la grieta de la palabra y de la escritura, que escinden la
opacidad de lo gastado y lo cotidiano130. Acaso sea, en cambio, un cosmos textual
que se inserta en el cosmos real, un «mundo en el mundo» tal como lo concibe
Hölderlin, el incremento de sentido que se abre espacio en los imperceptibles
intersticios de lo existente con el objeto de transformarlo. El inagotable juego de
blancos, hendiduras, hiatos, superficies de inscripción que se inscriben sobre otras
superficies, escrituras, espaciamientos, cuñas, reorígenes, re-velaciones, como
consignación siempre diseminada de la esencia de lo griego y de la poesía, parecen
sugerir que hay en él mucho de esos dos conceptos. Precisamente en la construcción
de lo griego ―aquello que debería representar la estabilidad o la plenitud del ser―
como poiesis y revelabilidad observamos en esta obra, acaso mejor que en ninguna
otra de las suyas, el esquema del hiato como estructura que desencaja y reorganiza
temas, ideas, nociones, y que opera a la vez fuera y dentro, como la fuerza que a un
tiempo mueve la escritura y es representada por ella. La poesía se instala así
nuevamente en un pliegue indecidible, es la restancia de una promesa que, queriendo
alcanzar un más allá de sí misma, termina escribiéndolo sobre sí como signo vacío en
medio de una constelación de blancos dobles, escritura y página a un tiempo. Esta
sucesión de blancos sobre blanco que compone en gran medida el Axion Estí
―especialmente, como veremos, el «Génesis»―, configura el espacio de una
ausencia de sentido, de una diseminación escritural incesante que, en contra de lo que
podría parecer, busca la esencia metafísica de Grecia, el centro perdido, en una
marginalización de sus significantes, y la dibuja sobre el fondo de un devenir
perpetuo sin origen, entre los trazos de unas escrituras ilegibles que la marcan como
(re)origen perpetuo, no ya sede del ser, sino sede de la espera interminable del ser,
impropiedad incapaz de poseerse a sí misma y encargada, en cambio, de operar una
130
Así opina Caterina Andriotis-Baitinger, que cita explícitamente a Heidegger en su análisis del
Axion Estí, cfr. ANDRIOTIS-BAITINGER, K. (1992), pp. 31-33.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 317
131
Este pasaje de Jacques Derrida, referido a la obra de Mallarmé, perfila muy bien lo que se halla
implicado en el blanco sobre blanco del Axion Estí: «En la constelación de los “blancos”, el sitio de
un contenido sémico queda casi vacío: el del sentido “blanco” en tanto que es referido al no-sentido
del espaciamiento, al lugar en que no tiene lugar más que el lugar. Pero ese “sitio” está por doquier, no
es un sitio fijo y determinado, no sólo, como hemos observado ya, porque el espaciamiento
significante debe reproducirse siempre (“indefectiblemente lo blanco vuelve”), sino porque la afinidad
sémica, metafórica, temática, si se quiere, entre el contenido “blanco” y el contenido “vacío”
(espaciamiento, entre, etc.) hace que cada blanco de la serie, cada blanco “pleno” de la serie (nieve,
cisne, papel, virginidad, etc.) sea el tropo del blanco “vacío”. Y recíprocamente. La diseminación de
los blancos (no diremos de la blancura) produce una estructura topológica que circula infinitamente
sobre sí misma mediante el suplemento incesante de una vuelta de más: más metáfora, más
metonimia. Volviéndose todo metafórico, no hay ya sentido propio y, por lo tanto, metáfora.
Volviéndose todo metonímico, siendo la parte cada vez más grande que el todo, el todo más pequeño
que la parte, ¿cómo detener una metonimia o una sinécdoque? ¿Cómo detener los márgenes de una
retórica? Si no hay ni sentido total ni sentido propio, es que el blanco se pliega. El pliegue no es un
accidente del blanco. Desde que el blanco (es) blanco, (se) blanquea, desde que ha(y) algo que ver (o
que no ver) con una marca (es la misma palabra que margen y que marcha), sea que el blanco (se)
marque (la nieve, el cisne, la virginidad, el papel, etc.) o (se) des-marque (el entre, el vacío, el
espaciamiento, etc.), se re-marca, se marca dos veces. Se pliega en torno a ese extraño límite. El
pliegue no le sobreviene del exterior, es a la vez su exterior y su interior, la complicación según la
cual la marca suplementaria del blanco (espaciamiento asémico) se aplica al conjunto de los blancos
(plenos sémicos), más a sí mismo, pliegue sobre sí del velo, tejido o texto. En razón de esta aplicación
que nada habrá precedido, no habrá nunca Blanco mayúsculo o teología del Texto», DERRIDA, J.
(2007), pp. 386-388.
318 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
diferido desde el momento mismo en que el Poeta pronuncia las primeras palabras
epifánicas introduciendo con ellas, con el texto, la luz: «Al principio la luz»132. Es
sobre esa luz, primer blanco de revelabilidad que se da como revelación y apertura,
donde va a inscribirse toda la experiencia, toda la escritura del poema, como una
página espectral sostenida sobre el vacío y carente de fuente. Es, ya, reflejo
suspendido, como la luz de la estrella muerta hace siglos con la que se comparaba a
María Nefeli. El propio sol surgirá unos versos más tarde, sugiriendo que la luz
primordial no procede en absoluto de él, que la escritura poética es capaz de
precederle como núcleo y dispensador de todos los sentidos133, de construirlo, en
consecuencia, poiéticamente. La voz del texto, partícipe presuntamente de un tiempo
particular y ahistórico que se sustraería a la misma historicidad del poema, reconoce
sin embargo su inserción casi mesiánica en una historia previa, aludiendo a un
pasado datable según los cánones humanos, un pasado anterior a lo que habría de
considerarse el pleno origen. La imaginería remite asimismo a la zarza ardiente,
epifanía de la luz que inaugura una nueva (a)historicidad sagrada: «Y el que en
verdad yo era El de muchos siglos antes / El aún verde en el fuego El no escindido
del cielo / Sentí cómo vino y se inclinó / sobre mi cuna / la memoria misma hecha
presente»134. A pesar de que se habla de no escisión de lo trascendente, todo remite
ya aquí a un espaciamiento originario, es decir, a un espaciamiento que se encuentra
en (el) lugar del origen. El yo anterior a la voz que habla necesita recorrer, uniendo
cielo y tierra, el espacio de una diferencia que ya estaba ahí, en su interior que es la
exterioridad del cosmos. Se trata del viaje, en el desdoblamiento del individuo entre
la primera y la tercera personas, del yo al yo, espaciados temporal y ontológicamente
desde el inicio. Todo parte, por tanto, de un espaciamiento sígnico y de una quiebra
que, al modo de khora, matriz antes de la madre, se identifica con la borradura de un
origen, es la escisión que usurpa el espacio de lo no escindido, la trabazón que
impide clausurarse al Uno. La presencia de la memoria (recordemos el blanco de la
memoria del poema «Delos») da testimonio, entre otros, de esta que llamaríamos
separación primordial, originaria, que como una cuña en el seno mismo de la unidad,
entrega la integridad del ser dividida ya entre sol y mundo, pasado y presente, yo y
él. La memoria parece tenderse como un puente que une el pasado con el presente,
hendidura que al mismo tiempo restaña y ahonda la herida que está ya, siempre, ahí,
que genera la plenitud en el mismo gesto con que atestigua su imposibilidad esencial.
132
«Στην αρχή το φως», ELITIS, O. (2002), p. 121.
133
Sobre el sol asociado al padre, al logos y al sentido pleno que genera como simulacro secundario
a la escritura, especialmente en Platón, cfr. DERRIDA, J. (2007), pp. 128-140.
134
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος από τον ουρανό / Ένιωσα ήρθε κι έσκυψε / πάνω απ’ το λίκνο µου / ίδια η µνήµη γινάµενη
παρόν», Ibidem, p. 121.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 319
135
«Η ψυχή µου ζητούσε Σηµατωρό και Κήρυκα», Ibidem, p. 121.
136
«“Εντολή σου” είπε “αυτός ο κόσµος / και γραµµένος µες στα σπλάχνα σου είναι / ∆ιάβασε και
προσπάθησε / και πολέµησε” είπε», Ibidem, p. 121.
320 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
137
«Πρώτα σύρθηκαν µε δύναµη / και ψηλά πάνω από τα µπεντένια ξεκαρφώθηκαν πέφτοντας / οι
Εφτά Μπαλτάδες / καταπώς η Καταιγίδα / στο σηµείο µηδέν όπου ευωδιάζει / απαρχής πάλι ένα
πουλί», Ibidem, p. 122. Las «Siete Hachas» hacen referencia a un barrio de Heraclio de Creta, lugar de
nacimiento de Elitis. Adheridas a las almenas de la Fortaleza de la ciudad, eran un emblema del
dominio otomano que se retiró en 1912, un año después del nacimiento del autor, coincidiendo con la
«liberación» de la isla, cfr. LIGNADIS, T. (1999), p. 53. El origen de la libertad de Grecia coincide, por
tanto, con el origen de su propia vida, sucesos ambos que no pueden sino dar testimonio de la
iterabilidad de todo origen, inmerso ya, siempre, en el curso de la historia.
138
Cfr. algunas ideas sobre el retorno recurrente al punto de partida o a un tiempo primordial
anterior al tiempo gracias a la poesía en ALEVISU, Y. (1997), pp. 76-78.
139
El viento suele aparecer en la obra de Elitis para operar un cambio ontológico, para abrir a la
trascendencia o a una inversión inexplicable de la realidad o del orden de los objetos. Es, en este
sentido, isomorfo de la poesía y de todos los hiatos.
140
Elitis ha titulado de este modo uno de los poemas de María Eefeli, cfr. ELITIS, O. (2002), pp.
425-427.
141
«Ύστερα και οι άνεµοι όλοι της φαµίλιας µου έφτασαν / […] Και το νέφος εχώρισαν στα δυο
Και αυτό πάλι στα τέσσερα / και το λίγο που απόµεινε φύσηξαν και ξαπόστειλαν στο Βορρά»,
Ibidem, p. 122.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 321
142
«Η γραµµή του ορίζοντα έλαµψε / ορατή και πυκνή και αδιαπέραστη», Ibidem, p. 122.
143
«Με το δάχτυλο έσυρε τις µακρινές / γραµµές / ανεβαίνοντας κάποτε ψηλά µε οξύτητα / και
φορές πιο χαµηλά οι καµπύλες απαλές / µία µέσα στην άλλη», Ibidem, p. 122.
144
«Εκεί µόνος απίθωσε / κρήνες λευκές µαρµάρινες / µύλους ανέµων / τρούλους ρόδινους µικρούς
/ και ψηλούς διάτρητους περιστεριώνες / Αρετή µε τις τέσσερις ορθές γωνίες», Ibidem, p. 123.
322 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
un valor moral: son la virtud, y se disponen como las cuatro paredes del cosmos
textual, como una página blanca sobre la que reinaugurar la historia en el seno de la
pureza. Todos contienen, por lo demás, referencias interesantes que reduplican su
valor: las fuentes de mármol se caracterizan por reinscribir el agua transparente ―un
puro brotar incesante, isomorfo también de la escritura― sobre su superficie, los
molinos producen la intersección de la cuña intersticial del viento con la materialidad
del blanco, mientras que los palomares se hallan «perforados» y reproducen la
inscripción del blanco sobre el blanco al contener en su interior otra blancura
inocente, en este caso la de las palomas, que refleja y multiplica la de los muros
exteriores. Esa inocencia es acaso la misma del pájaro que imponía un reorigen sobre
el punto cero de la historia exhalando su fragancia «desde el principio» en el himno
primero, o la del que, en el poema «El otro Noé», dispensaba sus «trinos del Paraíso»
como Anunciación de una resacralización indemne. La potencia de esta inocencia
blanqueadora se manifiesta de inmediato en el surgimiento del amor, que viene a
borrar el mal, la tentación y el pecado como residuos negativos de otra historia.
Después de lo cual, la creación continúa, reoriginada por enésima vez en el pliegue
de las escrituras cruzadas, y el Poeta-Dios siembra, fundiendo cielo y tierra como
superficies blancas de inscripción, flores que son como estrellas. Se trata de signos
que a su vez resultan marcados en un pétalo por un orificio que los religa a su origen,
a la divinidad inmanente que las ha creado, y reinscribe sobre ellas la significancia,
la hendidura o el espaciamiento que la poesía ha necesitado abrir para sembrarlas. La
mise en abîme de aperturas e inscripciones, de blancos sobre blancos, no se detiene:
«y dándose la vuelta sobre sí mismo con las manos abiertas sembró / verbascos
azafranes campanillas / […] con un pétalo horadado para marcar su origen / y
supremacía y fuerza»145. En pocos pasajes se ve tan claramente como aquí la
concepción elitiana del mundo como entramado de signos, nacidos ya del
espaciamiento originario que, si bien anula la dimensión del significado, abre todas
las cosas a la pura significancia que nos comunica, a través de puntos como ese
orificio sobre los pétalos, con el Ungrund de lo Abierto, con lo imposible. Es ahí
donde reside, además de en su adscripción al sistema desestructurado de lo griego
―que representa el Uno que según Proclo es la Eada de todas las cosas, el hiato que
les da nacimiento y las sostiene en el seno de transformaciones constantes―, la clave
de su «supremacía y fuerza».
El tercer himno vuelve a escenificar una borradura de la historia que por
enésima vez nos devuelve a la diferición del origen. Es la poesía la que, sobre las
dunas de lo que parece un desierto, borra por medio del Poeta los precarios trazos de
145
«Και στροφή γύρω του κάνοντας µ’ ανοιχτές παλάµες έσπειρε / φλόµους κρόκους καµπανούλες
/ […] τρυπηµένα στο ένα φύλλο τους για σηµείο καταγωγής / και υπεροχή και δύναµη», Ibidem, pp.
123-124.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 323
lo histórico para dar lugar a la pureza de otra página en blanco. Escritura y borrado
son un solo gesto: el despliegue del poema, con su potencia blanca, es el que va
deshaciendo la historia a su paso, como un surco de revelabilidad inocente en el que
se hundieran los sucesos pasados: «Pero antes de que oyera viento o música /
pugnando por salir a un promontorio (iba ascendiendo una infinita arena roja /
borrando con el talón la Historia) / peleaba con las sábanas»146. Parece que en la
cima de ese promontorio, desde donde podría dominar la extensión del cosmos, la
historia se hallaría por tanto anulada de nuevo, listo el Poeta por consiguiente para
trazar una vez más un mundo griego originario. La superficie que se ofrecería ante él
es, sin embargo, la de un palimpsesto cuya escritura no tendría por qué ser más firme
que esa precaria incisión sobre la arena que el mismo viento sería capaz de deshacer.
Toda escritura, aun la poética, es ya, debe ser, una borradura practicada por el mismo
cuerpo y en el mismo gesto que la inscribe, es grieta que borra lo real pero también
se borra, desestructurándose en su condición exclusiva de hiato. La blancura perfecta
del origen no precede o sucede, por tanto, a la significación, sino que se contiene en
la complejidad e indecidibilidad de sus pliegues, en el centro mismo de su
espaciamiento. Es la apertura y abertura que instaura la poesía para descerrajar la
presunta opacidad circular de la historia. Además de la poesía, otro estado intersticial
(estado segundo, en términos de los surrealistas) interviene en esta escena: el sueño
que se sustenta sobre otro blanco, en este caso el de la sábana, y contribuye a
quebrar, espectralmente como el viento, la materialidad grosera de la historia. Desde
las alturas del promontorio, surge al instante otra superficie-espejo, impenetrable y
blanca, sin un solo trazo: el mar. He hablado a menudo hasta aquí del valor que en
una concepción mística de la escritura tiene para Elitis la blancura del mar. Los
reflejos y las irisaciones del sol sobre él lo convierten en la figura que re-vela, en la
ceguera de sus destellos, la alteridad de lo eterno, operando un desplazamiento
tropológico que convierte todo intento de lectura en una multiplicación de escrituras
y de imágenes. Aquí, la inocencia de ese blanco inscrito como escisión de la tierra
firme representa también una ahistoricidad que, si bien carece aún de trazos, será
recorrida, en tanto matriz (khora) que origina ―una vez más― el cosmos griego, por
miles de líneas y signos que, abiertos sobre el agua, volverán a borrarse al instante.
En ese aspecto, es el emblema de una construibilidad de lo griego, la superficie que
deviene sin cesar pero no admite una escritura permanente, negra sobre blanco, sino
la fugacidad ilegible del blanco sobre blanco, de las grafías que se borran en su
propio despliegue. Sea como sea, el mar se presenta aquí como representación del
cielo, atestiguando una vez más, en su secundariedad, que todo origen es originado:
146
«Αλλά πριν ακούσω αγέρα ή µουσική / που κινούσα σε ξάγναντο να βγω / (µίαν απέραντη
κόκκινη άµµο ανέβαινα / µε τη φτέρνα µου σβήνοντας την Ιστορία) / πάλευα τα σεντόνια», Ibidem, p.
124.
324 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«Era lo que buscaba / inocente y trémulo como un viñedo / profundo y sin un trazo
como la otra cara del cielo»147. El carácter espectral de toda superficie de
revelabilidad se hace evidente en la aseveración que, en cursiva, sigue a estos versos,
como una aposición referida al mar que lo calificara de hendidura de lo terrestre. Es
el ánima que se introduce inadvertidamente en la opacidad de la materia para
desapropiarla y abrirla a prodigios nuevos, a una alteridad que ella misma ha venido
a testimoniar: «Una pizca de alma dentro de la arcilla»148.
El Poeta-Dios disemina entonces sobre el mar, como si tejiera signos, un
cúmulo de elementos griegos nuevamente blancos: delfines, ánforas, islas, nombres,
sobre todo nombres: «Y en medio de él sembró mundos pequeños a mi imagen / y
semejanza: / Caballos de piedra con la crin erguida / y serenas ánforas / y lomos
curvos de delfines / Íos Síkinos Sérifos Milos»149. Son ellas, las palabras griegas, las
que operan asimismo un reorigen abriendo a lo imposible y quebrando el curso de
los acontecimientos para devolver la naturaleza al punto cero del año sobre el lomo
de un signo en perpetuo devenir: «“Cada palabra una golondrina / que te traiga la
primavera en medio del estío” dijo»150. Enumera entonces el dios todas las entidades
que habrá de crear para configurar el paisaje griego: olivos, chicharras, agua, árboles,
tierra. Ésos son los significantes que sellarán este cosmos a la vez cerrado y abierto.
El caso de los olivos presenta un interés particular. En lo que seguramente sea apenas
una descripción de la vida rural griega, donde estos árboles dan sombra en lo más
crudo del verano, podemos leer sin embargo una lógica del velo o del himen que los
asocia, nuevamente, al incesante retejer de Grecia y la escritura que se identifica con
el poema y constituye un parapeto contra el cegamiento de la visión directa del
sol-sentido: «“Y muchos los olivos / que criben en sus manos la luz / para que ligera
se derrame en tu sueño”»151. Sólo cribado por ese himen de las hojas blancas del
olivo, puede el texto enfrentarse a un sol que se encarga de diferir muy
sintomáticamente ―lo analizaré en otro capítulo― mostrándolo sólo en sus
imágenes o en sus efectos, en sus reflejos152. Porque mirar al sol cara a cara
significaría deshacer el texto ante la omnipresencia del sentido, así como abrasar los
ojos, desprovistos ya del velo de la escritura para ver lo invisible, aquello que no sólo
147
«Ήταν αυτό που γύρευα / και αθώο και ριγηλό σαν αµπελώνας / και βαθύ και αχάραγο σαν η
άλλη όψη τ’ ουρανού», Ibidem, p. 124.
148
«Κάτι λίγο ψυχής µέσα στην άργιλο», Ibidem, p. 124.
149
«Και στη µέση της έσπειρε κόσµους µικρούς κατ’ εικόνα / και οµοίωσή µου: / Ίπποι πέτρινοι µε
τη χαίτη ορθή / και γαλήνιοι αµφορείς / και λοξές δελφινιών ράχες / η Ίος η Σίκινος η Σέριφος η
Μήλος», Ibidem, p. 124.
150
«“Κάθε λέξη κι από ’να χελιδόνι / για να σου φέρνει την άνοιξη µέσα στο θέρος” είπε», Ibidem,
p. 124.
151
«“Και πολλά τα λιόδεντρα / που να κρησάρουν στα χέρια τους το φως / κι ελαφρό ν’ απλώνεται
στον ύπνο σου”», Ibidem, p. 124.
152
Acaso la Teología Ortodoxa hablaría de energías.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 325
153
«Και πλατύς επάνου ο ουρανός / για να διαβάζεις µόνος σου την απεραντοσύνη», Ibidem, p.
125.
326 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
154
«Και τα µάτια µου έριξαν τη σπορά / γρηγορότερα τρέχοντας κι από βροχή / τα χιλιάδες
απάτητα στρέµµατα / Σπίθες ρίζα µες στο σκότος πιάνοντας και νερών άξαφνων πίδακες / Η σιγή που
εκχέρσωνα για ν’ αποθέσω / γόνους φθόγγων και χρησµών φύτρα χρυσά», Ibidem, p. 125.
155
A este respecto, lo veremos, es muy importante lo que sucede en el penúltimo verso del
«Génesis», donde el Poeta se sitúa teológicamente en el centro del cosmos del texto, como divinidad
tutelar, mientras desplaza al sol, al sentido, a su derecha, otorgándole la condición subordinada de
«Arcángel» que, en consecuencia, mediará por él.
156
«Το τζεντζεφύλλι και το πελαργόνι / ο στύφνος και το µάραθο / Οι κρυφές συλλαβές όπου
πάσχιζα την ταυτότητά µου ν’ αρθρώσω», Ibidem, p. 125.
157
«“Εύγε” µου είπε “και ανάγνωση γνωρίζεις / και πολλά µέλλει να µάθεις / αν το Ασήµαντο
εµβαθύνεις”», Ibidem, p. 125.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 327
el estado intersticial del sueño gracias al soplo del viento que insertará la cuña o la
hendidura por donde penetren. Se trata de la epifanía visual (marcada como un gozne
por la expresión «Y vi», aislada en un solo verso que compendia la potencia liminal,
a la vez conectiva y aislante, de la poesía, el himen que abre y cierra en un solo gesto
la mirada158) de una suerte de diosas blancas, como las antiguas estatuas de mármol
de las Cores ―palabra griega con que se las designa―, cuya piel desnuda juega
nuevamente el doble papel de signo y página lisa y pura ofrecida a nuevos trazos:
«Vi sobre el muelle alineados los cántaros rojos / y más cerca del postigo de madera /
allí donde dormía de costado / cantó más fuerte el Bóreas / Y vi / Muchachas
hermosas y desnudas y lisas como guijarros / con un poco de negro en el hueco de
los muslos / y mucho y abundante desplegado en la espalda»159. La limpidez de estas
muchachas que, como vimos al hablar de María Nefeli, constituyen una encarnación
del himen y de lo angélico, de la mediaticidad pura que afecta también a la poesía y a
todas las figuras del hiato, remite a un nuevo reorigen inocente, griego, de la
historia, a la re-velación ahistórica de la revelabilidad que enseguida va a multiplicar
los blancos para desplegar y replegar una y mil veces lectura (visión fulgurante y
cegadora de su desnudez) y escritura (desplazamiento tropológico). Nacidas del mar,
otro blanco, las muchachas «soplaban de pie dentro de la Concha»160, contenidas por
tanto en su interior como en el huevo o la almendra del mundo ―de nuevo blancos o
hiatos que se reinscriben y se envuelven― que las hubiese engendrado en el primer
día de una cosmogonía arcaica. Su soplido reduplica el efecto del viento que las
había traído hasta nosotros, y disemina una vez más los sentidos, introduciendo una
(re)escritura o espaciamiento que desordena las letras del cosmos ―de ahí los
anagramas que seguirán inmediatamente― y nos abre a la existencia del misterio, del
secreto, de lo imposible, planteados como enigma hermenéutico que es preciso leer
y, al mismo tiempo, reescribir. Esos anagramas los trazan sintomáticamente con el
158
Es un «vi» contrapuesto nítidamente al «vi» que figura al principio de la oración. Mientras el
primero hace referencia a una visión real, hecha desde la vigilia, el segundo aparece después de la
alusión al sueño y al viento, acompañado además de la conjunción que parece presentarlo como un
suplemento, una restancia en el pliegue entre estratos de existencia. La categoría de la visión es aquí
completamente distinta, se produce sobre una hendidura ontológica producida por el sueño y el viento,
de ahí que se exprese a través de la ceguera y los constantes reorígenes del blanco, de Grecia y de la
escritura. Es destacable además que la perspectiva del Poeta (¿o del poeta?) se hace indecidible,
suspendida entre el afuera y el adentro del texto, imbricando ambas categorías y retejiéndolas en una
suerte de teoría de la visión que cifra su posibilidad en un entre o bisagra constituida, también, por la
mediaticidad del poeta. Es en la membrana de sus ojos ―himen o ύφος, tejido, del texto― donde
vemos reflejado, diferido, lo que él ve también bajo la forma de la escritura y el espaciamiento.
159
«Είδα πάνω στο µόλο αραδιασµένα τα κόκκινα σταµνιά / και πιο σιµά στο ξύλινο
παραθυρόφυλλο / κει που κοιµόµουνα µε τό ’να πλάι / λάλησε πιο δυνατά ο βοριάς / Και είδα / Κόρες
όµορφες και γυµνές και λείες ωσάν το βότσαλο / µε το λίγο µαύρο στις κόχες των µηρών / και το
πολύ και πλούσιο ανοιχτό στις ωµοπλάτες», Ibidem, p. 127.
160
«Να φυσούν όρθιες µέσα στην Κοχύλα», Ibidem, p. 127.
328 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
blanco de una tiza161: «Y otras que escribían con tiza / palabras extrañas,
enigmáticas: / ROES, RAM, ARIMNA / OLS, DALTIDARONMI, IELTIS»162.
Corresponden a las palabras Eros, mar, Marina, sol, inmortalidad y Elitis. La
reordenación de sus letras nos remite en primer lugar a una ilegibilidad del cosmos,
convertido ya en una escritura impenetrable que difiere doblemente el sentido: no
sólo ocultándolo tras el velo de esa misma escritura, sino velando asimismo la lectura
recta que cabría hacer de ella, reafirmando el hecho, ya constatado, de que todo
desciframiento no pueda encontrarse sino ante un nuevo enigma. El blanco que
espacia los signos se acrecienta gracias a la acción del viento emitido desde sus
caracolas, altavoces para la emisión de oráculos, por las muchachas. Se escribe
interminablemente sobre blanco, escondiendo las hebras que podrían conducirnos a
una utópica dilucidación del origen, acumulando ilegibilidad sobre ilegibilidad. Leer
un anagrama es también (re)escribirlo, incrementar por tanto los velos, re-velar
dando a ver lo que cada vez nos resulta más inalcanzable. Las muchachas-diosas
realizan en este sentido la misma operación de retejido que el Poeta, partiendo para
ello, además, de una similar condición de signos insertos en el sistema que vienen a
reoriginar. Es por eso, seguramente, por lo que los anagramas que trazan afectan aun
a los centros presuntamente más puros del cosmos-texto, aquellos, como el sol o el
nombre propio del poeta, que habrían de dominarlo desde la posición privilegiada de
un afuera163. Los anagramas los reinscriben y los revierten, los someten como
originados a aquello a lo que deberían dar origen (las muchachas-signos), los
desplazan al margen del poema y problematizan con ello la nitidez de los límites
entre el mundo y el texto. Todo queda, por tanto, bajo el imperio de un pliegue
indecidible que convierte cada objeto, por central o marginal que en apariencia
resulte, en (re)origen y originado a la vez, centro y periferia de un entramado cuyos
confines, tras los cuales habría de hallarse la plenitud del sentido, el absoluto que
deshiciera y cortara todos los hilos, se alejan progresivamente diferidos por los
161
En el poema «El Apocalipsis», de María Eefeli, hay un episodio semejante. Allí una serie de
palabras trazadas como con tiza sobre el mar, en surcos sobre el agua, abren también al espaciamiento
de unas «dimensiones ilimitadas» que pueden identificarse con el absoluto, en el interior de un sueño:
«Y es desde entonces, digo, es el mismo mar / que llegó mientras dormía y devoró la dura piedra / y
abrió las dimensiones ilimitadas. Palabras que aprendí / como verdes travesías de peces / trazados con
tiza azul celeste / delirios que despierto olvidaba / y nadando volvía a sentir e interpretaba» («Κι είναι
από τότες λέω ―είναι η ίδια η θάλασσα / φτάνοντας µες στον ύπνο µου πού ’φαγε τη σκληρή την
πέτρα / κι άνοιξε τ’ αχανή διαστήµατα. Λόγια που έµαθα / σαν περάσµατα ψαριών πράσινα / µε
γαλάζια κιµωλία χαρακωµένα / παραµιλητά που ξυπνητός ξεµάθαινα / και πάλι κολυµπώντας ένιωθα
κι ερµήνευα»), Ibidem, p. 371.
162
«Και άλλες γράφοντας µε κιµωλία / λόγια παράξενα, αινιγµατικά: / ΡΩΕΣ, ΑΛΑΣΘΑΣ,
ΑΡΙΜΝΑ / ΟΛΗΙΣ, ΑΪΑΣΑΝΘΑ, ΥΕΛΤΗΣ», Ibidem, p. 127.
163
También significativa es la inclusión en ellos de la «inmortalidad», eternidad más allá de la
muerte que acaso simbolice la condición misma del cosmos textual indemne, de la escritura
inagotable. El mar y la muchacha angélica, Marina, remiten al propio espaciamiento y a la matriz u
origen de todo, también reinscritos aquí.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 329
167
La palabra «relámpago» en griego, αστραπή, contiene anagramatizado el término «blanco»,
άσπρη.
168
«“Τούτο µόνο να ξέρεις: / Ό,τι σώσεις µες στην αστραπή / καθαρό στον αιώνα θα διαρκέσει”»,
Ibidem, p. 128.
169
«Εκεί σκόνη έφτανε ο αφρός / άπλερη γίδα είδα να γλείφει τις ρωγµές / µε το µάτι λοξό και το
λίγο κορµί σκληρό σαν χαλαζίας», Ibidem, 128.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 331
que, en ambos casos, conduce a la fusión de contrarios. Es una fusión que comienza
sintomáticamente por la revelabilidad del blanco y permite la infinita circulación a
través de los opuestos sin anularlos en una síntesis superior, tal como hemos visto en
Heráclito y en Hölderlin. El blanco vuelve a doblarse en un repliegue: si por una
parte constituye el intersticio indecidible que garantiza la unión impidiendo
simultáneamente que el cierre sea completo y la significación se clausure, por otra es
uno de los términos de la oposición, alineado junto a la esperanza y la alegría:
«Inclinado sobre papeles y libros insondables / descolgándome por una cuerda
delgada / noches y noches / busqué el blanco hasta la última intensidad / del negro
La esperanza hasta las lágrimas / La alegría hasta la extrema desesperación»170. Es
la particular noche oscura del Poeta, concluida como es tradicional con la gracia de la
fecundidad enviada desde las alturas, una recreación que corresponde a la lluvia y
que insertará una nueva Grecia, una nueva escritura, sobre el palimpsesto blanco de
las anteriores: «Se juzgó entonces llegado el momento de enviar ayuda / y la tarea
cayó en suerte a las lluvias»171. El desierto queda fecundado y el dios, ahora «viejo y
sabio», repite sus gestos creadores para volver a originar el cosmos en la confluencia
de tierra y cielo: «Y extendió los brazos como hace / un viejo Dios sabio para crear a
un tiempo arcilla y cielidad»172.
Estamos en el momento en que los sucesivos reorígenes, basados siempre en
la ahistoricidad de un punto cero que inaugura una historia, van a verse truncados por
la irrupción del mal. De alguna manera, aquí será la historia lo que se repita. Si el
cosmos-texto había comenzado con la necesidad de efectuar una borradura, ahora el
negro desplazado en aquella operación volverá a verterse sobre la escena de la
escritura, colocándonos ante la prehistoria del poema, obligándolo a buscar un nuevo
reorigen a mucha mayor profundidad de lo que había sido preciso hasta ese instante.
Es la marca de la maquinalidad y la diseminación de los blancos, comprometidos en
un proceso de apertura y cierre que jamás puede clausurarse en uno u otro sentido.
La mesianicidad de Grecia y de la escritura habrá de renovarse, sin embargo, para
devolver precisamente a la revelabilidad que habrá sido cegada por la historia. Es
ella la que pretende producir un cierre definitivo estableciendo un corte entre los
significantes y los significados, arrebatando al texto su autosuficiencia para oponerle
un afuera irreductible a las hebras de su escritura. La introducción en el himno
170
«Στα χαρτιά σκυφτός και στα βιβλία τ’ απύθµενα / µε σκοινί λιανό κατεβαίνοντας / νύχτες και
νύχτες / το λευκό αναζήτησα ως την ύστατη ένταση / του µαύρου. Την ελπίδα ως τα δάκρυα / Τη χαρά
ως την άκρα απόγνωση», Ibidem, p. 128.
171
«Να σταλθεί βοήθεια τότε κρίθηκε η στιγµή / και ο κλήρος έπεσε στις βροχές», Ibidem, p. 128.
172
«Και τα χέρια του άπλωσε όπως κάνει / γέροντας γνωστικός Θεός για να πλάσει µαζί πηλό και
ουρανοσύνη», Ibidem, p. 129. Obsérvese que no se trata de «cielo», sino de «cielidad», una suerte de
cualidad abstracta que, acaso, pueda saltear espectralmente la tierra impidiendo que se cierre sobre
una excesiva propiedad.
332 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
séptimo del Otro, extranjero o compatriota que proyectan los sentidos del mal o la
responsabilidad, no supone tanto una apertura efectiva y enajenante a la alteridad
como un obstáculo para ella. El velo y el himen han caído, la visión se hace inviable.
Los ojos se queman. El Otro bloquea el camino que antes se tendía, intersticialmente,
entre el signo y lo imposible en la significancia, ahora devenida significación. Será,
por tanto, tarea del Poeta a lo largo de «La Pasión» retejer el himen, erigir de nuevo
el velo de lo griego que, al modo de khora, da la existencia a los contrarios, permite
la vida y la resurrección de la sacralidad. Es preciso recuperar el blanco para volver
a hacerlo circular en una sucesión incontable de reorígenes, de reinscripciones y
repliegues sobre sí mismo. Se trata, en definitiva, de combatir la máquina de la
historia para reencontrarse con la maquinalidad de las historias y las escrituras, de la
poesía y sus hiatos. Es necesario, pues, (re)generar la re-velación ―y el acento aquí
ha de caer, especialmente, en el re― de la revelabilidad, que volverá sin embargo a
diseminarse a lo largo de «La Pasión» hasta culminar, circularmente
―reproduciendo a gran escala el proceso que se reinscribe por doquier en cada una
de las partes del poema173―, en la nueva epifanía de la luz y la escritura que abre «El
Gloria».
En el séptimo y último himno del «Génesis», en efecto, hay numerosas
huellas de este mecanismo. El color negro es situado en lugar visible como señal del
peligro por el Poeta-Dios: «Y empujó el peligro con un dedo / En la cima del
promontorio colocó una ceja negra»174. El sacrificio de Cristo se hace presente por
un instante, escenificándose «una vez más», marcando por consiguiente la
iterabilidad de las muertes y las resurrecciones de(l) Dios y la maquinalidad de lo
religioso. Todas las historias recomienzan incesantemente, en una circularidad que, a
pesar de las apariencias, resulta imposible detener: «Por un instante me pareció estar
viendo a Aquél / que derramó su sangre para que me encarnase / subiendo el abrupto
camino del Santo / una vez más»175. El nuevo sacrificio de Cristo requiere y
presupone la intervención de un nuevo mesianismo, del mismo modo que los vacíos
o blancos que el Poeta-Dios abre acto seguido sobre la superficie de la tierra y del
hombre esperan colmarse, en el futuro, con valores de esperanza. La historia, en este
aspecto, funcionará también como el blanco de un espaciamiento, pero la escisión
173
El motto que cierra cada himno del «Génesis» y finalmente la obra: «¡Este mundo pequeño, el
grande!» («Αυτός ο κόσµος ο µικρός, ο µέγας!»), con más o menos variantes, acaso se refiera a esta
reproducción a escala menor en los procesos marcados por el blanco y los reorígenes de toda la
estructura del poema, cosmos textual por tanto salteado por una sucesión de microcosmos que lo
pliegan sobre sí y lo desencajan, haciendo indecidible a su vez su relación con una presunta
exterioridad de lo real.
174
«Και τον κίνδυνο έσπρωξε µε τό ’να δάχτυλο / Στην κορφή του κάβου φόρεσε µελανό φρύδι»,
Ibidem, p. 130.
175
«Μία στιγµή µου εφάνηκε θωρούσα Εκείνον / που το αίµα του έδωσε να σαρκωθώ / τον τραχύ
του Αγίου δρόµο ν’ ανεβαίνει / µία φοράν ακόµη», Ibidem, p. 131.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 333
176
«Κατά κει που δεν έσωνε κανείς να δει / µε τα χέρια εµπρός του / σκύβοντας / τα µεγάλα
ετοίµασε Κενά στη γη / και στο σώµα του ανθρώπου: / το κενό του Θανάτου για το Βρέφος το
Ερχόµενο / το κενό του Φονικού για τη ∆ικαία Κρίση / το κενό της Θυσίας για την Ίση Ανταπόδοση /
το κενό της Ψυχής για την Ευθύνη του Άλλου», Ibidem, p. 131.
177
«Τότε µόνο ενόησα / που η σκέψη του Άλλου / διαγώνια σαν ακµή γυαλιού / και Ορθόν ως πέρα
µε χάραζε», Ibidem, p. 132.
178
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος από τον ουρανό / Πέρασε µέσα µου Έγινε / αυτός που είµαι», Ibidem, pp. 131-132.
334 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
179
«Η ώρα τρεις της νύχτας / λάλησε µακριά πάνω στα παραπήγµατα / ο πρώτος πετεινός», Ibidem,
p. 133.
180
«Πήρε όψη ο Ήλιος Ο Αρχάγγελος ο αεί δεξιά µου», Ibidem, p. 133.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 335
«punto exacto»―, esta fuerza civilizatoria deberá expandirse hasta abarcar por
completo el espacio moral de lo humano, instituyéndose en el fundamento sin
fundamento que puede inaugurar, desde el contacto con la sacralidad de lo Abierto,
una historicidad sin historia, la circulación incesante en el interior de la
originariedad indemne del mito. No se trata, aunque el poema lo pretenda así con
cierta grandilocuencia, de abolir definitivamente la historia. Hölderlin ya nos enseñó
que toda poiesis está afectada sustancialmente por una historicidad. Se trata apenas
de garantizar la apertura recurrente del reorigen, la autoborradura permanente de una
historia que se trace en blanco sobre blanco y esté siempre, en todo punto,
re-partiendo, retejiéndose en la escritura de un texto donde cada hilo pueda ser, al
mismo tiempo, origen y fin.
En la oda primera, la escritura de la palabra «libertad», ελευθερία, presente en
el himno nacional griego y por tanto clave en la refundación del país, se tematiza
como un amanecer que se traza sobre el blanco del cielo y abre además una quiebra
en el interior del Poeta, por donde nuevos blancos pueden divisarse como promesa de
libertad e infinitud. Es la herida de lo griego que necesita de una lucha contra la
historia para expandirse: «Mi boca aún en el barro ya te nombraba / Neonato rosado
primer rocío moteado / Y desde entonces te moldeó al fondo del alba / La línea de los
labios y el humo del cabello / La articulación te daba y la lambda la épsilon / El
aéreo infalible caminar // Y desde aquel mismo instante se abrió en mi interior / Una
cárcel desconocida pájaros grises y blancos / Al cielo disputando ascendieron»181. Ya
en el pasado, Grecia y el Poeta, que aquí se identifican, ejecutaron determinadas
acciones para salvar el mundo, según la oda tercera. Una de ellas es abrir una
hendidura, una marca, en el tiempo, con la blancura de sus dientes que implican una
agresividad indemne, inofensiva y pura: «Solo mordí en el Tiempo con dientes de
piedra»182. Con esta marca que evoca las que en el «Génesis» horadaban los pétalos
de las flores, la poesía y Grecia cumplen su labor fundamental: religar el mundo, la
historicidad del mundo, a la revelabilidad de lo Abierto, generando un hueco sobre la
superficie del tiempo por el cual pueda escapar toda su fuerza destructora, un punto
en que ya nada esté sometido a él, que no le pertenezca e introduzca la alteridad, lo
impropio, en su seno. Son las señales, aún muy dispersas, de una recuperación del
espaciamiento como estructura que desestructurará el cosmos. En la oda cuarta,
tenemos otras dos muestras: la primavera, el renacer de la vida, o la memoria, de
181
«Στον πηλό το στόµα µου ακόµη και σε ονόµαζε / Ρόδινο νεογνό στικτή πρώτη δροσιά / Κι από
τότε σού ’πλαθε βαθιά στα χαράµατα / Τη γραµµή των χειλιών και τον καπνό της κόµης / Την
άρθρωση σού ’δινε και το λάµδα το έψιλον / Την αέρινη άσφαλτη περπατηξιά // Κι απ’ την ίδια
εκείνη στιγµή µέσα µου ανοίγοντας / Άγνωστη φυλακή φαιά και άσπρα πουλιά / Στον αιθέρα
ερίζοντας ανέβηκαν», Ibidem, p. 136.
182
«Μόνος εδάγκωσα µες στον Καιρό µε δόντια πέτρινα», Ibidem, p. 142.
336 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cuya potencia positiva de diferición hemos hablado más arriba, operan una apertura y
una dilatación por medio de una imaginería de los blancos y de la luz que ahora se
trazan contra la tiniebla. Mayo, en primer lugar, abre una grieta en la opacidad
nocturna de la muerte y el mal: «Magos se llevaron el cuerpo de mayo / Lo
enterraron en una tumba del mar / En un pozo profundo lo encerraron / Se
perfumaron la tiniebla y todo el Abismo»183. En el segundo caso, la memoria,
comparada a un insecto, es «esperma» en el interior de una matriz184, blancura por
tanto capaz de abrir a un origen y a un (re)nacimiento. Ella constituirá el punto de
partida desde el que se restablecerá la ahistoricidad de lo griego, la hendidura que
habrá de expandirse para ocupar todo el espectro de los sentidos y dilatar la luz. Lo
hará como una araña capaz de (re)tejer desde un punto mínimo ―la mordedura, de
nuevo― una tela cada vez más amplia: «Se agitó como esperma en la oscura matriz /
El insecto terrible de la memoria en la tierra / Y como muerde una araña así mordió
la luz / Refulgieron las playas y todo el mar»185. En el salmo quinto, justo a
continuación, la memoria es «zarza incombustible»186, re-velación que evoca el
espaciamiento del sujeto al principio del «Génesis» y que, como en la experiencia de
Moisés en el Sinaí, difiere la visión, se remarca como revelabilidad o promesa. Elitis
habla aquí de la memoria de su pueblo, la presunta diacronía ahistórica, incluso
suprahistórica, de lo griego. Es ello por consiguiente lo que opera un sintomático
emblanquecimiento en las tinieblas, a la par que desencadena el reorigen de la
primavera, con su solo contacto: «¡Tocas mi mente y se duele el retoño de la
Primavera! / ¡Castigas mi mano y se emblanquece en las tinieblas!»187. Del mismo
modo, la palabra pronunciada por el griego, con su boca inocente (blanca), abrirá a la
posibilidad de un paraíso o de un absoluto, instaurará la revelabilidad lumínica
―reinscripción del sol en el «candil» de la estrella nocturna que lo refleja― en que
podrá esperarse la plenitud de lo imposible; será en el salmo octavo: «¡Pero tú en
nuestra mano el candil de la estrella / con tu palabra encendiste, boca del inocente, /
puerta del Paraíso!»188. En el salmo undécimo, el Poeta recomienda a sus
183
«Πάρθηκεν από Μάγους το σώµα του Μαγιού / Τό ’χουνε θάψει σ’ ένα µνήµα του πέλαγου / Σ’
ένα βαθύ πηγάδι τό ’χουνε κλειστό / Μύρισε το σκοτάδι κι όλη η Άβυσσο», Ibidem, p. 144. Es
interesante reseñar que, aunque aquí resulte imposible reproducirlo, los versos de las odas se
encuentran divididos en dos partes que una suerte de asterisco, o flor en las ediciones originales,
separa. En el último verso de esta cita, como si quisiera representarse la escisión de la oscuridad que
practica mayo, la palabra σκοτάδι, «oscuridad», queda partida en dos: σκοτά * δι.
184
Nuevo pliegue, por tanto, de la poesía sobre la doble blancura de khora (la matriz) y del esperma.
185
«Σάλεψε σαν το σπέρµα σε µήτρα σκοτεινή / Το φοβερό της µνήµης έντοµο µες στη γη / Κι
όπως δαγκώνει αράχνη δάγκωσε το φως / Έλαµψαν οι γιαλοί κι όλο το πέλαγος», Ibidem, p. 144.
186
«Άκαυτη βάτος», Ibidem, p. 145.
187
«Αγγίζεις το νου µου και πονεί το βρέφος της Άνοιξης / Τιµωρείς το χέρι µου και στα σκότη
λευκαίνεται!», Ibidem, p. 145.
188
«Αλλά συ µες στο χέρι µας το λύχνο του άστρου / µε το λόγο σου ανοίγεις, του αθώου στόµα /
θύρα της Παράδεισος!», Ibidem, p. 148.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 337
compatriotas abrir con la lengua y la escritura griegas una «fuente» que, presente ya
en el pasaje del «Génesis» en que se hablaba de los componentes de la arquitectura
isleña que dibujaban la «Virtud con los cuatro ángulos rectos», compendia muchos
de los elementos del esquema del hiato. Se trata de la «fuente de Mavroyenis», un
tipo de construcción disperso por diferentes lugares del país pero cuyo modelo en
este caso parece haber sido la que se erige en la calle principal de la capital de Paros,
la isla del mármol clásico. Se trata de unas fuentes que simbolizan la persistencia del
helenismo bajo los rigores históricos de la dominación otomana, son por tanto el
punto de quiebra de la clausura histórica que constriñe a lo griego tras la cerca de una
alteridad opacante. Aluden asimismo al origen de lo que mana puro e incesante, así
como al intersticio o la abertura (en la roca, en la solidez de lo impenetrable) que
constituye simultáneamente una apertura y escribe en blanco sobre blanco, blanco
del agua sobre blanco del mármol pario189 o de la piedra. Proyecta también la
transparencia del agua que deja ver, entre reflejos, lo que oculta, el fondo de la
fuente; es, por tanto, el retejer del himen. En cualquier lugar en que se encuentren,
este doble elemento de la lengua y la fuente, signos inaugurales reinscritos en el
texto que contribuyen a originar, permitirá a los griegos horadar la opacidad de la
historia y descerrajar la tierra clausurada religándose a la infinitud de lo Abierto:
«Dondequiera, hermanos, que os encontréis, grito / dondequiera que se pose vuestro
pie / abrid una fuente, / vuestra propia fuente de Mavroyenis»190. El mismo sol
nacerá y será «sostenido» por esa abertura múltiple, pliegue de blancos y de sentidos,
que es la fuente, en el intersticio del mediodía: «Buena es el agua / y pétrea la mano
del mediodía / que tiene al sol sobre su palma abierta»191. Se trata nuevamente de un
reflejo del sol, de una reinscripción que permite verlo, heliotrópicamente, sólo a
través de una diferición ―el himen del agua, la re-velación― que lo hace devenir
signo y lo arranca a las alturas tutelares del sentido. La transparencia (re)fundada por
la fuente ―la lengua―, que es isomorfa en ello del poema y del cosmos textual,
permitirá una legibilidad interior que ha de hacer equivalentes, en su fuerza moral e
indemnizadora, la intimidad del sujeto, los grandes monumentos de la literatura
griega y el manar irrefrenable del agua sobre el mármol: «El habla que no conoce
mentira / que en voz alta recite mi mente / que mis entrañas se vuelvan legibles / […]
189
En este aspecto, la fuente de Mavroyenis marca también la diacronía o ahistoricidad de lo griego,
enlazando el blanco del mármol pario clásico con la blancura parlante y popular de la Grecia
contemporánea. Y, dando un giro más a la reflexión, acaso la etimología de Μαυρογένης, «el linaje
negro», sugiera en la imagen que este blanco de Grecia y de la lengua brotan, en el seno de la historia,
de una negrura sobre la que se inscriben.
190
«Όπου, φωνάζω, και να βρίσκεστε, αδελφοί / όπου και να πατεί το πόδι σας / ανοίξετε µία βρύση
/ τη δική σας βρύση του Μαυρογένη», Ibidem, p. 156.
191
«Καλό το νερό / και πέτρινο το χέρι του µεσηµεριού / που κρατεί τον ήλιο στην ανοιχτή παλάµη
του», Ibidem, pp. 156-157.
338 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
192
«Η λαλιά που δεν ξέρει από ψέµα / µεγαλόφωνα το νου µου ν’ απαγγείλει / ευανάγνωστα να
γίνουν τα σωθικά µου. / […] / Όπου και να σας βρίσκει το κακό, αδελφοί / όπου και να θολώνει ο
νους σας / µνηµονεύετε ∆ιονύσιο Σολωµό / και µνηµονεύετε Αλέξανδρο Παπαδιαµάντη. / Η λαλιά
που δεν ξέρει από ψέµα / θ’ αναπαύσει το πρόσωπο του µαρτυρίου», Ibidem, p. 157.
193
Dice literalmente «en lo más hondo de la medianoche» («στα βαθιά µεσάνυχτα»), Ibidem, p.
158.
194
«Άνεµοι γέροντες γενειοφόροι / των παλιών µου θαλασσών φρουροί και κλειδοκράτορες / εσείς
που κατέχετε το µυστικό / σύρετέ µου στα µάτια ένα δελφίνι / Στα µάτια ένα δελφίνι σύρετέ µου / νά
’ναι ταχύ, κι ελληνικό, και νά ’ναι η ώρα έντεκα!», Ibidem, p. 158.
195
El surco del delfín es isomorfo al que genera en su caminar la muchacha a la que Elitis canta en
El Monograma. Ambas figuras, emblemas del blanco y el hiato, redimen el tiempo y la historia en la
hendidura que trazan a su paso. En el pasaje en cuestión se menciona también al delfín y se alude al
color blanco que se entrelaza con el azul del mar: «Te he mirado de tal modo que me basta / Que haya
sido absuelto el tiempo entero / En el fondo del surco que dejas a tu paso / ¡Como un delfín novato
que camine // Y que juegue mi alma con el azul y el blanco!» («Έτσι σ’ έχω κοιτάξει που µου αρκεί /
Νά ’χει ο χρόνος όλος αθωωθεί / Μες στο αυλάκι που το πέρασµά σου αφήνει / Σαν δελφίνι
πρωτόπειρο ν’ ακολουθεί // Και να παίζει µε τ’ άσπρο και το κυανό η ψυχή µου!»), Ibidem, p. 258.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 339
196
«Να περνά και να σβήνει την πλάκα του βωµού / και ν’ αλλάζει το νόηµα του µαρτυρίου»,
Ibidem, p. 158.
197
«Οι αφροί του λευκοί ν’ αναπηδούν επάνω / τον Ιέρακα και τον Ιερέα να πνίξουν!», Ibidem, p.
158.
198
«Να περνά και να λύνει το σχήµα του Σταυρού / και στα δέντρα το ξύλο να επιστρέφει», Ibidem,
p. 158.
199
«Η ουρά του η πλατιά να µου αυλακώνει / από δρόµο ανεχάραγο τη µνήµη», Ibidem, p. 158.
340 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
200
«Των ανθρώπων η φρόνηση έκλεισε τα σύνορα. / Τείχισε τις πλευρές του κόσµου / και από το
µέρος τ’ ουρανού σήκωσε τις εννέα επάλξεις / και στην πλάκα επάνω του βωµού σφαγίασε το σώµα /
τους φρουρούς πολλούς έστησε στις εξόδους», Ibidem, p. 160.
201
«Φύγανε φύγανε / ο Μαΐστρος µε το µυτερό του σάνταλο / και ο Γραίγος ο ασυλλόγιστος µε τα
λοξά του κόκκινα πανιά. / Φύγανε / και βαθιά κάτω απ’ το χώµα συννέφιασε ανεβάζοντας / χαλίκι
µαύρο / και βροντές, η οργή των νεκρών», Ibidem, p. 160.
202
HÖLDERLIN, F. (2005), p. 395.
203
«Η ζωή που τα πάντα σπατάλησε / Στα χαλάσµατα κάρφωσε µία παπαρούνα που λάµπει!»,
ELITIS, O. (2002), p. 161.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 341
204
«Της πατρίδας µου πάλι οµοιώθηκα / Μες στις πέτρες άνθισα και µεγάλωσα», Ibidem, p. 164.
205
«Αλλά τότε στις εξ των υψωµένων κρίνων / Που η κρίση µου θα κάνει ρήγµα του Καιρού / Η
ενδέκατη εντολή θ’ αναδυθεί απ’ τα µάτια µου / Ή θά ’ναι αυτός ο κόσµος ή δε θά ’ναι / Ο Τοκετός η
Θέωσις το Αεί / Που µε τα δίκαια της ψυχής µου θά ’χω / Κηρύξει ο δικαιότερος», Ibidem, p. 167.
342 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
esquinas del cielo cubiertas de telarañas, la tempestad que engendrará la mente del
hombre»206. En este escenario, sólo será posible ya la Anunciación, practicada por el
Poeta-profeta desde una lejanía temporal que subvierte todos los órdenes lógicos
abriendo, en consecuencia, una brecha en el tiempo y en la muralla de la sensatez
humana. Será el sol, de nuevo subordinado a él, con menor amplitud de visión, quien
le pida una descripción de lo que ve desde su destierro, en el siglo futuro que ocupa
en contacto con lo Abierto donde se re-velan todos los sucesos de una historicidad
subvertida en su orden y en su efecto desde la diseminación escritural de todos los
orígenes y todos los centros, una historicidad que, alejada de la condición lineal del
tiempo humano, permite moverse en todas direcciones: «Poeta desterrado, di, en tu
siglo, ¿qué ves?»207. Su palabra, entonces, abre a la utopía futura, penetra en el
porvenir describiendo, sólo por su poder anunciador, hechos que aún no han
sucedido o que se verifican en la propia distancia temporal que el Poeta les impone.
Sin embargo, en ese futuro que, según analizamos en el capítulo anterior, es en
ocasiones pasado o presente para el lector, también la fuerza del número, la sensatez
y la historia ejercerán una clausura que deberá quebrarse en el interior de lo que
podríamos llamar, antes que utopía cumplida, atopía poética. El Poeta abrirá para
ello su propio cuerpo, generando una nueva hendidura que dejará ver unas «ruinas
interiores» y verterá al exterior «la salud de la tempestad», la pureza indemne con
que romper la cerrazón de la historia. Como en las imágenes de la flor entre las
ruinas, en este caso sobre ese intersticio mínimo que acaso se identifique con el
poema podrá fundarse el nuevo cosmos, basado por consiguiente en la solidez de lo
espectral, de la interioridad indecidible del Poeta donde se funden, en oposición
armónica, lo finito y lo infinito208: «Entonces, ya sin otro destierro, dónde se
lamentará el Poeta; vaciando de su pecho abierto la salud de la tempestad, volverá
para detenerse entre las hermosas ruinas interiores»209. Se trata de un reorigen que
pliega el texto sobre sí mismo o, por mejor decir, lo despliega, situado de nuevo en la
doble posición de desencadenante intersticial de un mundo y cosmos textual
originado al mismo tiempo. Con esta apertura, en todo caso, el Poeta garantiza la
posibilidad de una palabra fundante, pronunciada por «el último de los hombres» en
el filo entre la aniquilación apocalíptica de un mundo y el renacimiento mesiánico de
otro. Esa palabra presumiblemente blanca pondrá de nuevo en marcha la inscripción
206
«Λείψανα παλιών άστρων και γωνιές αραχνιασµένες τ’ ουρανού σαρώνοντας η καταιγίδα που
θα γεννήσει ο νους του ανθρώπου», Ibidem, p. 167.
207
«Εξόριστε Ποιητή, στον αιώνα σου, λέγε, τί βλέπεις;», Ibidem, p. 167.
208
Ésa es acaso la clave de «la salud de la tempestad», hecha también del choque de contrarios que
no se sintetizan, del contacto irresuelto de cielo y tierra, generadora a un tiempo de destrucción y de
(re)nacimientos.
209
«Τότε, µην έχοντας άλλη εξορία, πού να θρηνήσει ο Ποιητής, την υγεία της καταιγίδας από τ’
ανοιχτά στήθη του αδειάζοντας, θα γυρίσει για να σταθεί στα ωραία µέσα ερείπια», Ibidem, p. 169.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 343
sucesiva de los blancos: sobre ella podrá crecer la hierba, y surgirá la mujer «como
un rayo de sol», luz o piel blanca, espectralidad angélica que amplifica aún más la
Anunciación instaurando de nuevo la inagotabilidad po(i)ética de los espaciamientos
que se dan como revelabilidad: «Y el último de los hombres dirá su primera palabra,
que crezca la hierba, que surja la mujer a su lado como un rayo de sol»210. El sol,
como puede verse, se entregará nuevamente en sus energías, ineludiblemente
diferido en este naciente cosmos-texto que poco a poco reteje el himen con sus
blancos. La profecía del «Profético», en cualquier caso, concluye con la predicción
del infinito imperio de otro estado intersticial, el de los sueños, en una prolongación
indefinida de los tiempos que no parece culminar en un cumplimiento capaz de
clausurarlos: «Y los sueños cobrarán venganza, ¡y sembrarán generaciones por los
siglos de los siglos!»211. La acción de la poesía, por lo tanto, es únicamente de
apertura, promesa y diferición, hiato que conduce a la significancia más allá de la
opacidad de la significación, contacto y distancia insalvable con lo imposible. El
siglo futuro atópico que se prometía en el texto, aquél que ocupaba el Poeta, acaba
convertido en un trayecto inacabable hacia otra cosa, los «siglos de los siglos» que
no se remansan en ningún punto sino que marcan una borradura y un recomienzo en
el instante mismo en que parecería haberse alcanzado un destino. Es la ahistoricidad
que hace, acaso contra su voluntad, repartir la historia, frustrando reiteradamente el
éxito de su programa teleológico. De ahí que el paraíso prometido no sea descrito,
sino anunciado, como sucede en la oda duodécima, donde se habla de limpiar o
borrar la tierra por medio del viento que surge de la hendidura en el pecho del Poeta,
con el objeto de generar el blanco en que pueda inscribirse ―aparecer (φαίνοµαι),
epifánicamente― una forma clásica, escritural o intertextual ―requerida por tanto de
una nueva acumulación de lecturas que sólo remiten a otras lecturas―, de paraíso:
«Desnudo mi pecho y se desatan los vientos / Y barren las ruinas y las almas ya rotas
/ Y de sus densas nubes limpian / A la tierra, ¡para que surjan los Prados
Bienaventurados!»212. Los dos últimos salmos de «La Pasión» siguen refiriéndose a
una dirección: el Poeta se encamina hacia un «país lejano» sin pecado o sin arrugas.
La fase de la historia, de la significación y de la extranjería está a punto de superarse.
Grecia, la poesía y el texto ―en los más diversos sentidos― volverán a imponerse a
través del hiato que ellos mismos constituyen y que no ha dejado de comparecer una
y otra vez en «La Pasión». El Poeta contempla antes de ello «grandes misterios» que
210
«Και τον πρώτο λόγο του ο στερνός των ανθρώπων θα πει, ν’ αψηλώσουν τα χόρτα, η γυναίκα
στο πλάι του σαν αχτίδα του ήλιου να βγει», Ibidem, p. 169.
211
«Και θα λάβουνε τα όνειρα εκδίκηση, και θα σπείρουνε γενεές στους αιώνες των αιώνων!»,
Ibidem, p. 169.
212
«Γυµνώθω τα στήθη µου και ξαπολυούνται οι άνεµοι / Κι ερείπια σαρώνουνε και χαλασµένες
ψυχές / Κι απ’ τα νέφη τα πυκνά της καθαρίζουν / Τη γη, να φανούν τα Λιβάδια τα Πάντερπνα!»,
Ibidem, p. 170.
344 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
213
«Μεγάλα µυστήρια βλέπω και παράδοξα: / Κρήνη την κρύπτη της Ελένης. / Τρίαινα µε δελφίνι
το σηµάδι του Σταυρού. / Πύλη λευκή το ανόσιο συρµατόπλεγµα. / Όθε µε δόξα θα περάσω», Ibidem,
p. 170.
214
«Στον ασβέστη τώρα τους αληθινούς µου Νόµους / κλείνω και εµπιστεύοµαι. / Μακάριοι, λέγω,
οι δυνατοί που αποκρυπτογραφούνε το Άσπιλο», Ibidem, p. 171.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 345
precede y sucede a toda inscripción. El texto, en ese aspecto, dice la luz antes de la
luz, establece con ella una relación indecidible por la cual ambos se encuentran antes
y después del otro, compartiendo el doble carácter de lo fundante y lo fundado. «El
Gloria» loa la luz antes del día, evocando de nuevo al Hölderlin de «Como en día de
fiesta…», y sitúa por tanto el acto de la enunciación, no detentado ya por una voz
personal, en un imaginario blanco absoluto que podríamos quizá denominar como
archirrevelabilidad. Es el punto griego absoluto soñado por Hölderlin, aquel en que,
en la perfecta compenetración entre lo subjetivo y lo objetivo, domina la infinita
posibilidad, la confluencia entre la informidad de lo aórgico y el formalismo de lo
orgánico. De algún modo, pues, la escritura se precede a sí misma. De ahí que su
alabanza a los presuntos componentes del mundo, devenidos ya puros significantes,
constituya únicamente una autoloa del cosmos textual, que trataría en vano de buscar,
en una anterioridad cada vez más lejana, su propio origen. La imposibilidad del
discurso de hallar su propio origen ―lo cual equivale a diseminarlo a lo largo de
todos y cada uno de sus puntos216― sugiere su infinitud. Infinitud y, por tanto,
inagotabilidad de lecturas ―y de escrituras― que lo sustraen a la historia y a la
muerte, que le garantizan la indemnidad de lo inmortal y justifican su identificación
con el «Siempre» en esa pareja de opuestos ―siempre-ahora― postulada al final de
«La Pasión». Sucede en el último verso de «El Gloria», donde la palabra «mundo»
(κόσµος, cosmos) se refiere sin duda al entramado de escrituras que componen este
texto y al universo griego consagrado en él: «¡Y Siempre el mundo pequeño, el
Grande!»217. Su eternidad y su sustracción a lo histórico, sin embargo, no significan
más que una perpetua iterabilidad de orígenes y de historias, horadadas todas ellas
sin embargo por el hueco de una alteridad ―la significancia que las remite a lo
Abierto― que las extraña, las desapropia y las reorigina sin cesar, borrándolas con
los blancos en su mismo despliegue. La escenificación macrocósmica que se produce
en la estructura general de la obra de este proceso (pureza del origen-degradación de
lo histórico-retorno a la pureza) está reinscrita microcósmicamente por doquier en
ella, como venimos viendo.
El texto comienza loando las propias palabras con que loa: «Loada sea la luz
y la primera / plegaria del hombre grabada en la piedra / el vigor en el animal que
guía al sol / la planta que cantó y despuntó el día»218. Es evidente la referencia a la
propia expresión «Loado sea» ―título a su vez de la obra― aparecida al final del
salmo decimoctavo sobre la piedra, y por tanto la autorreferencialidad irremediable
216
¿No evoca esta imagen del centro diseminado por toda la superficie la metáfora mística de Dios
como la esfera cuyo núcleo está en todas partes y cuya circunferencia en ninguna?
217
«Και Αιέν ο κόσµος ο µικρός, ο Μέγας!», Ibidem, p. 183.
218
«Άξιον Εστί το φως και η πρώτη / χαραγµένη στην πέτρα ευχή του ανθρώπου / η αλκή µες στο
ζώο που οδηγεί τον ήλιο / το φυτό που κελάηδησε και βγήκε η µέρα», Ibidem, p. 172.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 347
219
«Το πορώδες και άσπρο µεσηµέρι / ένα πούπουλο ύπνου που ανεβαίνει / το σβησµένο χρυσάφι
µες στους πυλώνες / και το κόκκινο άλογο που δραπετεύει», Ibidem, p. 174.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 349
que construye el vacío del hiato con un trazo que sustrae materia al tiempo que se
inscribe sobre ella, rasgadura y adición en el mismo movimiento.
Del mismo modo, la grecidad representada ―encarnada, deberíamos acaso
decir― en «El Gloria», así como el propio texto, se asienta en el intersticio entre dos
elementos opuestos en un juego de notable complejidad. Se trata de los contrarios
clásicos, el principio de lo femenino y el de lo masculino, anudados aquí con toda
una serie de sentidos traslaticios entre los cuales se encuentran, duplicados o
desplegados indecidiblemente, Grecia y la poesía, el blanco y el Poeta, escindidos
así, a la vez que condición de la propia fractura, en torno a sí mismos, diseminando el
lugar indelimitable de khora o del origen nunca simple. Bajo formas textuales
diferenciadas del resto de la sección, el tramo final de cada una de las dos primeras
partes de «El Gloria» canta a uno de estos opuestos en dísticos que contrastan con los
cuartetos que les preceden y les suceden. El primero de ellos, que simula la
disposición del Himno Acátisto, uno de los textos litúrgicos bizantinos centrales para
la Ortodoxia, dirigido a la Virgen, alude a la vez a la feminidad arquetípica, a Grecia
y a la poesía, todas ellas figuras, según hemos visto, de la mediaticidad del hiato. Son
el espaciamiento, por consiguiente, que será espaciado a su vez por un blanco en
apariencia más primordial que ellas, en su doble carácter de signo o escritura y
superficie virgen ―el himen de esta feminidad pura― que se abre
interminablemente a la inscripción. Así, el texto se remarca en este gozne que
convierte cada uno de sus temas en otra cosa, en la estructura que, en lugar de
articularlo fiel y sólidamente, lo desestructura superponiendo blancos y
espaciamientos con el objeto de ponerlo en contacto con la diferición de lo Abierto.
La Virgen, la muchacha o la diosa clásica, fundidas aquí, responden explícitamente
al modelo del surco que borra todo signo en su despliegue, abriendo como el delfín o
el ascender del Poeta por la montaña en el «Génesis», a un reorigen en su matriz
(khora) que se sitúa a un tiempo antes y después de la diferenciación sexual, de
acuerdo con la lógica que estamos perfilando. Es también el espacio de la
revelabilidad que se abre acaso en la borradura de las huellas, por cuanto en su
despertar ―la apertura de los ojos a la luz del día― habrán de cumplirse los
milagros: «Salve a ti que caminas y se borran las huellas / Salve a ti que despiertas y
se hacen los milagros»220. La segunda coda se refiere al principio masculino, el
Poeta, no por ello menos sígnico ―aquí se le ha reinscrito tras su intento de usurpar
el espacio del sol o el sentido― o intersticial que la poesía o la femineidad
arquetípica. Ello se demuestra en el hecho de que es a la vez los dos polos de la más
básica contraposición: «PUES ÉL es la Muerte él es la Vida / Él lo Imprevisto y él la
220
«Χαίρε η που πατείς και τα σηµάδια σβήνονται / Χαίρε η που ξυπνάς και τα θαύµατα γίνονται»,
Ibidem, p. 174.
350 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
221
«ΟΤΙ ΑΥΤΟΣ ο Θάνατος και αυτός η Ζωή / Αυτός το Απρόβλεπτο και αυτός οι Θεσµοί»,
Ibidem, p. 179.
222
«Αυτός η ευθεία του φυτού η το σώµα τέµνοντας / Αυτός η εστία του φακού η το πνεύµα
καίγοντας», Ibidem, p. 179.
223
«Αυτός η αόρατη σήραγγα που υπερκερά τον Άδη», Ibidem, p. 179.
224
«Αυτός το σκότος και αυτός η όµορφη αφροσύνη / Αυτός των όµβρων του φωτός η εαροσύνη»,
Ibidem, p. 179.
225
«Τα εννέα σκαλιά που ανέβηκε ο Πλωτίνος / το χάσµα του σεισµού που εγιόµισε άνθη», Ibidem,
p. 180.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 351
226
«Άξιον Εστί το πριν της οπτασίας / αχερούσιο σάλπισµα και πύρινη ώχρα / το καιούµενο ποίηµα
και ηχείο θανάτου / οι δορύαιχµες λέξεις και αυτοκτόνες», Ibidem, p. 180.
227
«Το ενδόµυχο φως που ασπρογαλιάζει / κατ’ εικόνα και οµοίωση του απείρου / τα χωρίς
εκµαγείο βουνά που βγάζουν / απαράλλαχτες όψεις του αιωνίου», Ibidem, p. 180.
352 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lectura blanca que no puede culminar, que necesita multiplicar y superponer los
hímenes ―las lecturas y las escrituras― con objeto de preservar, en la imposibilidad
de un desciframiento, la mirada. Ésa es la verdadera infinitud que traslaticiamente
imita la luz blanca en la vaciedad de su dimensión imaginal. Y esa misma falta de
referentes más allá del signo, la ausencia de un verdadero y efectivo fuera del texto,
es lo que acaso nos plantean las «montañas sin molde» que figuran de un modo
perpetuamente iterable lo eterno. El significante tiene el pleno dominio del cosmos
griego. Lo que en él vemos, las palabras que leemos en el poema, no parten de
ningún lugar ni de ningún modelo. No les precede un sentido ni podría sucederles. Y,
sin embargo, lo postulan como origen vacío siempre diferido. Son huellas todas de
un molde que no existe sino en su ausencia, huellas en definitiva de una huella. En la
incontenibilidad de su multiplicación, de la mutua conexión de los signos, que no
sabrían detenerse en instancia alguna que prevaleciese ontológicamente sobre ellos
―en un molde―, se cifra por tanto la eternidad ―como vimos más arriba a
propósito de la diseminación del origen― que los montes nos dan a ver. No hay
mímesis porque todo es mímesis, sólo el gesto de la escritura puede transmitir, sin
salir de lo imaginal o de la lectura, un sentido, mucho más cuando se trata de un
absoluto. La ausencia de una presencia representable lo convierte todo en
representación de un vacío, en la «imagen y semejanza» del infinito. Es así, en esta
mezcla entre lo aórgico y lo formal que constituyen el poema, la escritura o el arte,
como quería Hölderlin, donde puede darse en consecuencia la experiencia sagrada
de lo griego, del fuego heraclíteo que nace y perece a cada instante pero nunca se
apaga. De ahí que este cosmos textual que es Grecia, que representa la
irrepresentabilidad del hiato, la hendidura o la diacronía ahistórica que constituye lo
griego, termine proclamando su eternidad como una zarza bíblica ―figura frecuente,
como he mostrado, en la obra― que arde sin consumir lo que quema, sino que se
reorigina sobre la ausencia de lo real ―la espectralidad de la planta, la divinidad
invisible que ha usurpado el sitio de lo natural― que le sirve de combustible. Sin
embargo, el «siempre» con el que el poema se calificará a sí mismo es también,
como no podía ser de otro modo, un signo, una referencia (inter)textual a la
Antigüedad y a la diacronía ―básicamente lingüística― del griego. No sólo porque
el término utilizado, lo mismo que el que se le contrapone, «ahora», no corresponda
al registro de lengua contemporáneo, sino además porque ambos son mencionados
por primera vez entre comillas, como citas de citas. Así se introduce la última serie
de dísticos que cierra la obra: «Loada sea la mano que regresa / de un crimen
espantoso y ahora sabe / cuál es de verdad el mundo superior / cuál el “ahora” y cuál
el “siempre” del mundo»228. En ella, «Ahora» y «Siempre» se oponen para, una vez
228
«Άξιον Εστί το χέρι που επιστρέφει / από φόνο φριχτόν και τώρα ξέρει / ποιος αλήθεια ο κόσµος
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 353
που υπερέχει / ποιο το “νυν” και ποιο το “αιέν” του κόσµου», Ibidem, p. 182.
229
«Το πιο ελληνικό γράµµα», en texto de El Pequeño Eautilo que analizaremos más adelante, cfr.
Ibidem, p. 501.
230
«Και Αιέν ο κόσµος ο µικρός, ο Μέγας!», Ibidem, p. 183.
354 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
geográficos, no tenga por objetivo fabricar un sentido cerrado que disperse el caos de
la existencia, sino preservar a éste último contra los intentos de clausura auspiciados
desde la artificialidad occidental del racionalismo (heredera a su vez de otra
grecidad, la clásica, para Elitis no propiamente griega). El Axion Estí, en
consecuencia, en su esquema tripartito, no responde como podría parecer a simple
vista a la dialéctica hegeliana que tiende a abolir la historia en una culminación
trascendental dadora de sentido, sino que conspira precisamente contra su teleología
y su cierre, presentando el caos infinito de objetos, escrituras y atemporalidades de
«El Gloria» como la garantía de una incesante poiesis ahistórica que preserva la
apertura por donde el sentido siempre se encontrará en fuga y en construcción231. La
eternidad que afirma, como hemos visto, esta última parte del poema, no es la
eternidad estable, parmenídea o platónica, de un presencia invulnerable del ser, sino
el devenir heraclíteo que se sustenta en la diferencia, en el blanco indecidible que
conecta y separa los opuestos en un cruce de trazos, hilos y grafías donde se reteje
siempre el hilo de un reorigen que es por tanto revirginización. Grecia es, así, la
infinitud de la posibilidad, la omnipresencia ―acaso debería decir diseminación―
del punto cero que se encuentra entre el fin y el origen, al tiempo que en el seno de
ambos. Es la potencia originante pero indecidible de la revelabilidad, la
mesianicidad antes del mesianismo. Su redención no conduce a la vida eterna más
que si esa vida, como en «El Gloria», se entiende como un entramado de escrituras
sin límites y sin jerarquías ontológicas, allá donde incluso el sol, la divinidad, se
dibuja sólo en el contorno y en la apertura trazados heliotrópicamente por la
escritura. La trascendencia o la religiosidad postuladas por Elitis se apoyan, por
tanto, en el carácter sígnico del mundo, en la significancia que nos comunica con lo
Abierto. Como a la esencia de lo griego, con la cual y sobre la cual se repliegan, es
preciso buscarlas en el texto, en el territorio mismo de la alteridad y la ausencia, dado
que el de la identidad y el sentido ha sido ya desencajado por la poiesis
desestructurante del hiato. Todo en este cosmos es pues εἴδωλον, secundariedad
poiética, simulacro platónico, representación vacía, lo contrario de los valores que
durante siglos ha encarnado Grecia como cuna del dualismo metafísico de Occidente.
Volviendo sobre un tópico reciente que contrapone el pensamiento griego del ser al
pensamiento judío de la alteridad y la escritura, podríamos decir que Elitis, a partir
de la lógica inscrita en el Axion Estí, piensa lo griego como un judío, desde lo judío.
Aún más: en la asombrosa cercanía de sus concepciones lingüísticas y escriturales a
231
En este sentido, como Hölderlin, parece Elitis pensar que lo que para los griegos era y es innato,
en este caso el reorigen constante, el fuego «siempre vivo», en palabras de Heráclito, los occidentales
deben conquistarlo laboriosamente. De ahí que «El Gloria» represente la recuperación de la verdadera
esencia de lo griego ―que consiste en desencajar toda esencia― contra los ímprobos esfuerzos por la
revirginización y la pureza, por una sacralidad que en teoría no les corresponde, de los europeos. Cfr.
DELEUZE, G. (1996), p. 82.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 355
la Cábala, que analizaré en la tercera parte del trabajo, así como en el repaso por sus
concepciones nacionales o nacionalistas en el terreno del arte y de lo meramente
político, leeremos derivaciones insospechadas de este que por el momento no pasa de
ser un apunte, en apariencia, azaroso y excéntrico. Sin embargo, lo judío se
introducirá, como otro injerto o suplemento invisible, en la serie de reflejos
especulares, conscientes e inconscientes, que en Elitis se da entre lo griego, lo
occidental y lo oriental. Acaso ello nos ayude a dilucidar cuál es lugar sin lugar que
Grecia ocupa en el mapa.
entrelazadas con las de la estructura sígnica del mundo y, de manera especial, con la
lógica del himen.
No obstante, podríamos seguramente distinguir dos tipologías principales,
acaso unidas a pesar de todo sobre el mismo haz, de esta figura. La primera responde
a la idea de una confluencia de coordenadas morales o materiales impresa sobre la
superficie de lo real e identificada con elementos tales como la justicia, Grecia, el
Egeo, etc., cuya posición efectiva suele en cualquier caso ser indecidible. Es lo que el
autor denomina «punto exacto». La segunda, en ocasiones difícil de distinguir de la
primera, presenta una genealogía clara: el «punto del alma» postulado por André
Breton en el Segundo Manifiesto del Surrealismo y, antes que él y bajo un tenor
ciertamente diverso, por numerosos autores místicos bajo el nombre general de
scintilla mentis o chispa del alma235. Si en estos últimos, especialmente en Eckhart y
los renanos, se trata de la huella de Dios en el espíritu del hombre, punto de fuga que
le impide cerrarse sobre su naturaleza exclusivamente terrestre y le abre el camino a
la huida de sí mismo y a la reconquista de su trascendencia ―aparte de constituir,
como veremos brevemente, el espacio de (re)nacimiento ininterrumpido de Dios en
tanto porción de la nada (de la revelabilidad) reinscrita en el individuo―, en el
surrealismo el «punto del alma» es la cima de la humanidad del hombre, el reducto
en que la superrealidad opera de manera efectiva conjugando los contrarios y
posibilitando el disfrute de un paraíso interior, reinmanentizado. El vocabulario
teológico de los primeros se transforma en vocabulario psicológico y psicoanalítico
en los segundos. Por lo demás, ambos conceptúan el punto supremo como el
intersticio por el que otra dimensión penetra en la realidad percibida por el individuo
y por el que el individuo escapa a la opacidad de la realidad que percibe
cotidianamente. Es la condición de una impropiedad y de un desencajamiento que
convierte el medio en que habitamos en una alteridad cuyo término propio nunca
hemos conocido. Es, también, la irrupción del espectro que imanta con su peculiar
presencia toda la casa, desrealizándola a su vez a ella y suspendiéndola en el filo
entre la existencia y la inexistencia. Marca la distancia abismal y la proximidad
insuperable que nos separa del Absoluto y nos liga a él. Elitis suele designarlo
escuetamente como el «punto» (σηµείο), en terminología bretoniana, si bien en
diversas ocasiones comparece en su obra como haz de luz que abre a la transparencia
(διαφάνεια) e inaugura, por tanto, una (otra) (in)visibilidad.
Una imagen, la de la «huella violeta» (το µενεξεδί αποτύπωµα), parece
compendiar especialmente bien este doble concepto de la impronta o el sello
luminosos ―exteriores o interiores― de lo maravilloso y lo Inesperado que
235
Dentro de la literatura y la filosofía, el concepto de punto del alma o la scintilla mentis como
centro de una circunferencia imbricada en una teoría de la percepción es frecuente desde el
romanticismo, cfr. POULET, G. (1979), pp. 179-192.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 357
comparten las dos tipologías del punto. Aparece en el poema «Origen del paisaje o el
fin de la piedad», perteneciente al libro Seis y un remordimientos por el cielo. Hay ya
en el título un fin y un origen que se combinan ―sin mezclarse― para hacer partir el
juego. Una conjunción disyuntiva colgada entre las dos líneas de texto en la
tipografía de la edición las separa y las une como un fórceps, minúscula entre
mayúsculas. Nos adelanta, acaso, lo que está por suceder: una stigmé doble
―impronta e instante― se dilatará al paso de una golondrina por el cielo a mediodía.
Estamos antes de un origen y después de un fin, simultáneamente, y viceversa,
colgados en cualquier caso del intersticio de la poesía, de la luz, del punto, del signo
que parece venir de otro lugar, de la sensación que desencadena imágenes
incontables en lo indescifrable de su apertura. Cada uno de estos elementos, en
cualquiera de sus apariciones, marca un origen y un final, haciendo a su vez eco a
muchos otros. En lo azaroso e iterable de todo recomienzo leemos pues, antes de
empezar, la diseminación del origen y el carácter textual ―poiético― de toda
experiencia y de toda realidad. Ya en los versos del poema, el instante dilatado al
paso de una golondrina será isomorfo de la «huella violeta» que desde el cielo del
mediodía la luz inscribe fugazmente sobre el cuerpo del sujeto: «De repente, la
sombra de la golondrina cosechó las miradas de sus nostálgicos: Mediodía. / El sol
agarró un guijarro puntiagudo y lentamente, con destreza, trazó por sobre el hombro
de la Core de Eutídico las alas de los Céfiros. / Trabajando la luz mi carne, apareció
por un instante en el pecho la huella violeta, allí donde me había rozado el
remordimiento y yo corría enloquecido. Después, entre las hojas ladeadas el sueño
me desecó, y me quedé solo. Solo»236. Se trata de una impronta (αποτύπωµα) del
color de las violetas que, inexplicablemente, trazan sobre su pecho el sol ―con la
conciencia de quien «trabaja» la carne― y el contacto imperceptible con un
sentimiento abstracto como el remordimiento. Al modo de una herida o un cardenal,
esa huella violeta hace a un tiempo visible lo que no suele serlo (la abstracción moral
del remordimiento) y aquello que introduce en la superficie de nuestra realidad, sobre
la cuña de su haz de luz (el sol en su cenit), la alteridad de lo imposible o de lo
Inesperado que está más allá del himen. No parece casual la presencia nuevamente
de una Core clásica o de los vientos, así como la de una gota de agua, otro punto
luminoso, un verso después. La manifestación sobre el cuerpo de esta luz nos
recuerda a los mordiscos de «lo Invisible» que María Nefeli apreciaba sobre sus
entrañas iluminadas en «Patmos». En ambos casos el objetivo parece ser religarnos,
236
«Μονοµιάς, η σκιά της χελιδόνας θέρισε τα βλέµµατα των νοσταλγών της: Μεσηµέρι. / Άδραξε
µυτερό χαλίκι, κι αργά, µε δεξιοσύνη, ο ήλιος, πάνω απ’ τον ώµο της Κόρης του Ευθυδίκου, χάραξε
τα πτερύγια των ζεφύρων. / Το φως δουλεύοντας τη σάρκα µου, φάνηκε µία στιγµή στο στήθος το
µενεξεδί αποτύπωµα, κει που η τύψη µ’ άγγιξε κι έτρεχα σαν τρελός. Ύστερα, µες στα πλάγια φύλλα
ο ύπνος µ’ αποστέγνωσε, κι έµεινα µόνος. Μόνος», ELITIS, O. (2002), p. 195.
358 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
237
«Ο ήλιος που µπαίνει απ’ το παράθυρο µοιάζει µε προβολέα που παρακολουθεί το κεφάλι του
κοριτσιού και κάνει την οµορφιά του ν’ αστράφτει και να ιριδίζει, φωτίζοντας προπάντων τα πλούσια
ξανθά µαλλιά. Παρατηρώ και κάτι παράξενο: µία µεγάλη µενεξεδένια βούλα που αιωρείται πάνω απ’
τη φωτογραφία σαν έντοµο µυθικό, και µετακινείται αλλάζοντας ολοένα θέση, ανάλογα µε τον τρόπο
που η γυναίκα του φίλου µου κρατάει τη φωτογραφία. Στο τέλος, κάποια στιγµή, η µενεξεδένια αυτή
βούλα σταµατά στο δεξί µάγουλο, λίγο πιο κάτω απ’ το µάτι της κοπέλας, και µένει σταθερή.
Προσπαθώ να θυµηθώ αν πραγµατικά η Φ. είχε µία τέτοια βούλα στο µάγουλο, αλλά δεν το
κατορθώνω», ELITIS, O. (2000), p. 212.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 359
psicología (el punto del alma), representa siempre el espacio de una precisión, la
confluencia inigualable de condiciones que lo determinan como una mediación
espectral capaz de generar, por medio de una fuerza centrífuga y centrípeta, el
milagro. Su isomorfismo con el hiato lo disemina en multitud de denominaciones, al
tiempo que lo convierte en uno de los nombres de la serie que venimos estudiando en
estas últimas páginas. Es, por tanto, una reinscripción de la nada de la revelabilidad,
otra forma del reorigen que sin embargo reúne las características de cima de la
existencia, super-vivencia justo allí donde nada puede ser determinado, en un filo
indecidible que ni siquiera parece situarse entre dos elementos concretos, sino en la
dimensión puramente intersticial de un entre que «en su vacío semántico significa,
pero el espaciamiento y la articulación»238. El punto exacto está recorrido, también,
por el hiato capaz de desestructurar, al tiempo que la abre y la posibilita, cualquier
oposición. En este sentido, no es ni esto ni aquello, sino la mediaticidad que circula
entre ambos y les permite seguir existiendo en contraposición armónica. Constituye
un nuevo nombre de la poesía, de la poiesis que opera antes y al margen de cualquier
determinación, pero en el seno de la opacidad aparentemente impenetrable de toda
determinación; sustrayéndose a la historia y regenerando historias, escrituras,
mundos, desde la diseminación del centro de la esfera y del origen, de los que ya
hemos hablado. En tanto nueva figura, nuevo pliegue, de khora, resulta también muy
semejante a algunas nociones místicas tradicionales. En especial, a las que hablan de
lo sagrado, generalmente bajo la forma del vacío apofático, reinscrito sobre la
realidad o no, como la condición de todo (re)nacimiento o de toda existencia, que se
sostendría sobre él como Dios sobre el Ungrund de la divinidad. En la Cábala
teosófica, el punto matemático cuyo movimiento crea la línea y la superficie,
simboliza a menudo el paso de la Nada al Ser239. Moisés de León llega a hablar,
formulando ya una cierta teoría de la revelabilidad y evocando a Eckhart y los
renanos cuando hablan del nacimiento de Dios dentro del individuo, de la Nada
como punto primordial que origina (por cuanto se halla antes de la determinación de
lo divino) los procesos teogónicos240. La Torá como compendio de toda sacralidad
es, aun en su dimensión escritural, el punto sobre el que, según autores como
Abraham Abulafia o Abraham Gicatila, los dos mundos, el trascendente y el
238
«Tiene por sentido la posibilidad de la sintaxis y ordena el juego del sentido. Ei puramente
sintáctico, ni puramente semántico, señala la abertura articulada de esa oposición», DERRIDA, J.
(2007), p. 335.
239
En su estudio jungiano del Axion Estí, Paola Minucci ha hablado asimismo del eje que recorre al
individuo al principio del «Génesis» como un punto que conduce al Ser y une los contrarios, cfr.
MINUCCI, P. M. (1986), p. 306.
240
«El punto primordial de la Nada es el centro místico alrededor del cual se cristalizan los procesos
teogónicos», SCHOLEM, G. (2000), p. 242.
360 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
inmanente, descansan241. Es, por tanto, el filo que de algún modo se encuentra a la
vez dentro y fuera de ambas dimensiones, sobre un intersticio de indecidibilidad. Lo
mismo sucede en el Libro del Tao, donde el punto que constituye el no ser, el tao, el
vacío que forma parte de los objetos, es precisamente el que los sostiene y les
proporciona su utilidad: «Treinta radios convergen en el cubo de una rueda, / y es de
su vacío / del que depende la utilidad del carro. / Modelando el barro se hacen las
vasijas, / y es de su vacío / del que depende la utilidad de las vasijas de barro. / Se
horadan puertas y ventanas / y es de su vacío / del que depende la utilidad de la
casa»242. Veremos más adelante, a propósito de la estética de lo mínimo y la nada en
Elitis, otros pasajes místicos similares dentro de la tradición cristiana.
La formulación más clara de una teoría del punto en la obra de Elitis se
produce en el «Génesis» del Axion Estí, en el himno sexto, justo antes de la irrupción
de la historia y de la alteridad que sustituye la significancia por la significación. El
Poeta, cumplida ya la creación, pregunta a su alter ego, el dios, por el ser del bien y
el mal, y éste le responde situándolos en el intersticio indecidible pero preciso del
punto: «‒ ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? / ‒ Un punto Un punto / y encima de él te
equilibras y existes / y más allá de él confusión y tinieblas / y más acá de él un
rechinar de ángeles / ‒ Un punto un punto / y sobre él puedes avanzar infinitamente /
o de lo contrario nada existe ya»243. En el «Comentario al Axion Estí», esta «teoría
del punto» es situada por Elitis entre las que se desarrollan en la obra, al lado de otras
que parecen, igualmente, encarnación del esquema del hiato, como la de «las dos
Grecias y la tercera», «los opuestos que se tocan» o «el Vacío que se colma con su
contrario»244. En el pasaje que dedica a desarrollarla, cita estos versos del «Génesis»
y advierte inmediatamente: «Este punto no debe confundirse con cualquier concepto
de “camino intermedio”. Es la extensión infinita que se descubre cuando logras
suspenderte sobre la “confluencia de los conceptos contrarios” haciendo equilibrios
241
Cfr. IDEL, M. (1989), pp. 40-41. Otras veces es el punto que brota en el seno del En Sof, la
divinidad apofática que se corresponde con la Gottheit de Eckhart, el que origina la escritura hebrea
de que se compone el mundo. Es incluso un proceso de abertura dentro de la abertura, punto menor en
un punto mayor que evoca el blanco sobre blanco de la revelabilidad. Así leemos en la obra tardía
Ilan sel ha-Qedusah (El árbol de la santidad), según explica Giulio Busi: «Dal punto iniziale si
genera poi una seconda traccia di luce, che si cristallizza nelle lettere del Tetragramma, ma il fulgore è
ancora troppo intenso, e deve smorzarsi per lasciar apparire le realtà successive. “La luce dell’En sof
allora si addolisce, ed esce dal punto a poco a poco. Ne risulta come un residuo, un punto piú piccolo
all’interno di uno maggiore”. Questo punto piú piccolo è come tempestato di minuscole screziature,
che si uniscono per formare le lettere dell’alfabeto ebraico», BUSI, G. (2005), pp. 437-438.
242
PRECIADO, J. I. (1978), p. 111.
243
«‒Τί το καλό; Τί το κακό; / ‒Ένα σηµείο Ένα σηµείο / και σ’ αυτό πάνω ισορροπείς και
υπάρχεις / κι απ’ αυτό πιο πέρα ταραχή και σκότος / κι απ’ αυτό πιο πίσω βρυγµός των αγγέλων /
‒Ένα σηµείο Ένα σηµείο / και σ’ αυτό µπορείς απέραντα να προχωρήσεις / ή αλλιώς τίποτε άλλο δεν
υπάρχει πια», ELITIS, O. (2002), p. 129.
244
Cfr. KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 46.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 361
sobre su borde»245. No se trata, por tanto, más que del infinito vertical que todo punto
o espaciamiento injerta en la dimensión horizontal, de la posibilidad de habitar un
espacio que no es espacio en el precario filo que une ―sin fundirlos, dado que en ese
caso la posibilidad de sostenerse «sobre su borde» quedaría anulada― los contrarios.
El cosmos textual, la poesía, Grecia, el blanco, responden asimismo a esta condición
de khora que precede y sucede a los opuestos, que se encuentra en un espacio de
asepsia moral que la sustrae a las valoraciones y a las determinaciones metafísicas.
El punto es, en consecuencia, hendidura sobre la cual inscribirse. Y, al mismo
tiempo, cada uno de los contrarios se encuentra surcado por el punto que constituye
su espaciamiento, dado que es sobre su ser sobre lo que se formula la pregunta
contestada con este desencajamiento de la propia pertinencia de la cuestión, que
remite a un blanco como fundamento sin fundamento (Ungrund) de todo lo que
existe246. Lo que es (griego), es huella o intersticio. Es el vacío de lo imposible que
sostiene nuestro habitar y nos comunica con lo Abierto o con lo Inesperado, la
quiebra o la imposibilidad esencial de la continuidad del ser ―en tanto epílogo de un
fin o una muerte y promesa de un renacimiento― que se constituye en condición,
posibilidad única, de una cimentación de la existencia. Ese punto se encuentra,
además, suspendido, como todo en este cosmos textual, entre un adentro (dentro del
texto, dentro del alma) y un afuera, desplegado y replegado entre la espacialidad, la
temporalidad y sus contrarios. Sólo en equilibrio sobre este himen indecidible, pues,
se puede existir, tal como dice el tercer verso, sólo sobre este cosmos textual
ahistórico ―o identificada con él― puede Grecia mantener sus prerrogativas
ontológicas y su potencia (re)originante. El proceso macrocósmico tematizado bajo
diferentes nombres a lo largo del poema, encarnado por él mismo en la suspensión
del adentro y del afuera que practica, se reinscribe aquí, por tanto, con un nombre
nuevo, en el ámbito de la moral que ha de suplantar a la ideología y sin que sepamos
245
«Το σηµείο αυτό δεν πρέπει να συγχέεται µε οποιαδήποτε έννοια “µέσης οδού”. Είναι η
απέραντη έκταση που αποκαλύπτεται όταν επιτύχεις να αρθείς πάνω από τη “σύµβαση των αντιθέτων
εννοιών” ισορροπώντας στο µεταίχµιό τους», Ibidem, p. 48.
246
En este aspecto, Eratoscenis Capsomenos, a mi juicio sin penetrar en exceso en la cuestión, habla
del bien en Elitis como punto exacto únicamente, no sometido a un juego de espejos, confluencias y
mediaciones, cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2005), p. 24. Vanguelis Azanasópulos, por su parte, ha
analizado el pasaje del «Comentario» haciendo ver que la espectralidad, que menciona con ese
nombre, de la «Tercera Grecia» con la que Elitis supera a las dos históricas ―con el objeto sin duda
de establecerla en un ámbito sustraído a la diferencia ideológica, sobre la indemnidad de lo
intocable― se imbrica con un funcionamiento idealista de la teoría del punto, y constituye un invento
con el que salvar el vacío ideológico de su planteamiento. Considera asimismo que el «camino
intermedio» es precisamente lo que se está poniendo en práctica a lo largo de todo el poema,
entendiendo la interacción entre contrarios como un elemento estético y no como una dialéctica con
implicaciones sociales o históricas, AZANASÓPULOS, V. (2001), pp. 389-391. Probablemente en ello se
cifre el que yo considero, pese a las apariencias y las pretensiones del mismo Elitis, antihegelianismo
de su propuesta, que lo acerca más bien a la concepción de una historicidad griega fundada sobre la
revelabilidad y el reorigen al modo de Hölderlin.
362 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
247
Bajo estas palabras de Elitis resuena uno de los fragmentos más célebres de Heráclito, que
tematiza ya en cierto modo la alteridad que constituye nuestra más profunda y sustancial identidad. El
alma, ese concepto sin espacio, deviene sin embargo, para quien la desea recorrer, tan infinita e
ilimitada en su atopía como el punto del Axion Estí: «No llegarías a encontrar, caminando, los límites
del alma, ni aun recorriendo todos los caminos: tan profunda dimensión (λόγον) tiene», (DK 22B 45),
KIRK, C. S., J. E. RAVEN y M. SCHOFIELD (1987), p. 297.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 363
Este pasaje del Axion Estí sobre el punto tiene un claro paralelo en otro de los
Cuatro Cuartetos248 de Eliot, obra también de marcadas resonancias místicas y
heraclíteas, conocida sin duda por Elitis, habida cuenta de la amplia influencia que el
americano había tenido en autores de su generación tales como Seferis. El punto de
Eliot es, como el de Elitis, el punto que posibilita la «danza» de los contrarios, sin ser
ninguno de ellos. Genera el movimiento sin ser movimiento, pero tampoco es una
fijeza necrotizada en la Idea. Es la cesura que libera del tiempo al curso del tiempo.
Origina y sostiene el mundo desde una espectralidad invisible. Pertenece a una
dimensión apofática que podría identificarse, salvadas las distancias, con el esquema
del hiato y, especialmente, con la nada mística. Hay, sin embargo, en los Cuatro
Cuartetos resabios hindúes o budistas que en Elitis resultaría imposible leer. Sí
comparten, en cambio, una fuerte presencia del pensamiento de Heráclito y su
concepto del devenir perpetuo en una incesante armonía de contrarios. El pasaje es el
siguiente: «En el punto fijo del mundo giratorio. Ni carnal ni sin carne; / ni desde ni
hacia; en el punto fijo, allí está la danza, / pero ni detención ni movimiento. Y no lo
llaméis fijeza, / donde se reúnen pasado y futuro. Ni movimiento desde ni hacia, / ni
subida ni bajada. Excepto por el punto, el punto fijo, / no habría danza, y sólo está la
danza. / Sólo puedo decir, ahí hemos estado; pero no puedo decir dónde. / Y no
puedo decir cuánto tiempo, pues eso es situarlo en el tiempo. / La libertad interior
respecto al deseo práctico, / el quedar desprendidos de acción y sufrimiento,
desprendidos de las compulsiones / interiores y de las exteriores, pero rodeados / por
una gracia de sentido, una blanca luz quieta y móvil, / Erhebung sin movimiento,
concentración / sin eliminación, habiéndose hecho explícitos / tanto un nuevo mundo
como el viejo, entendidos / en el completamiento de su éxtasis parcial, / la resolución
de su horror parcial»249. Existe asimismo un paralelo, más prosaico, dentro de la
propia obra de Elitis. Está en el ya mencionado poema «Patmos» (de ecos también
hölderlinianos), donde la punta de unas tijeras es contemplada por María Nefeli
como la solución de continuidad del mundo sobre la cual varios conceptos abstractos
o actitudes se equilibran también dividiéndose el campo. En este caso el punto exacto
no es sólo la hendidura que de la que se ha sustraído materia, sino también el
instrumento puntiagudo capaz de herir, cortar o hendir la carne. María se despierta
del sueño en que ha visto sus entrañas caer al agua mordidas por lo Invisible, y
descubre acaso una lejana correspondencia en la punta de estas tijeras capaces sobre
su filo de simbolizar la cesura o la suspensión que sostienen precaria y
espectralmente la existencia en la que introducen una interrupción, un salto: «Justo
248
Para una comparación entre Eliot y Elitis, y más especialmente entre los Cuatro Cuartetos y el
Axion Estí, cfr. MALKOFF, K. (1991).
249
ELIOT, T. S. (1999), p. 193.
364 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
250
«Επάνω κει ξύπνησα µες στο ξένο σπίτι· / πασπατεύοντας µέσα στα σκοτεινά το χέρι µου / πάνω
στο ψαλιδάκι των νυχιών έβρισκε την αιχµή. / Λύση της συνεχείας του δέρµατος / η αιχµή λύση της
συνεχείας του κόσµου. / Εδώθε ο χαµός ―εκείθε η σωτηρία. / Εδώθε το mercurochrome το tensoplast
/ εκείθε το θηρίο λυµαίνοντας τις ερηµιές / ουρλιάζοντας δαγκώνοντας / σούρνοντας µέσα στους
καπνούς τον ήλιο», ELITIS, O. (2002), p. 372-374.
251
No se trata de un verso del poema, sino del apotegma que lo cierra y compendia, también a un
tiempo fuera y dentro del texto, como testimonio de la escritura pronunciado por otra voz sin origen ni
genealogía: «Αν δεν στηρίξεις το ένα σου πόδι έξω απ’ τη Γη ποτέ σου δεν θα µπορέσεις να σταθείς
επάνω της», Ibidem, p. 375.
252
«La magia de Papadiamandis»: «Η επί γης ευτυχία είναι µία στιγµούλα, και η στιγµούλα αυτή
ένα σκαλοπάτι για να περάσεις από το άλλο µέρος, το µέρος του θανάτου», ELITIS, O. (1993), p. 80.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 365
indecidible que los separa y los une―. Es el hiato el que garantizará que el hombre
habite «poéticamente sobre la tierra», es decir, en consonancia con su plena
humanidad, allá donde el exceso de la sacralidad, aún como promesa incumplida,
entra en contacto con la finitud de las formas de nuestra experiencia. Sólo la
hendidura de lo po(i)ético, el himen que preserva ambas dimensiones y las reinscribe
sobre su membrana protectora, puede asegurar la suspensión del hombre en este
entre que lo completa desapropiándolo, sobre este gozne que lo saca de sí al tiempo
que introduce en él la alteridad para imbuirlo, también, de la porosidad de lo
(im)posible. La experiencia griega, además de en el reorigen, puede cifrarse para
Elitis en esto: en la armonización desrealizante, por medio de un himen que se pliega
y se repliega, se teje y se reteje, entre lo humano y lo inhumano, entre el terror
pánico que impone el ámbito de la divinidad o lo Inesperado, y la precariedad
existencial del hombre. Grecia es, como veremos en el capítulo específico, el punto
exacto en que tanto lo sagrado como lo humano adquieren las proporciones precisas,
lejos de la monstruosidad moral o física. El punto cero de la historia de que habla al
principio del «Génesis», tras la liberación o restauración de la patria, implica en
efecto la humanización de los monstruos y la reducción de la trascendencia apofática,
«lo Incomprensible», a la lógica, no desde la perspectiva de un clasicismo que cifra
la grecidad en el justo medio o en el antropocentrismo de las proporciones, sino
como reinscripción de lo sagrado que lo entreteje en la escritura para darlo a leer en
la blancura de un constante espaciamiento que impide en la re-velación la ceguera y
la aniquilación de un desvelamiento. El milagro en Grecia se hace visible en su
invisibilidad, diseminado por todas partes en la significancia de un cosmos que es
básicamente textual. La verdad griega, como veíamos al principio del capítulo,
aparece sobre la acumulación de los blancos que imposibilitan y propician al mismo
tiempo la lectura: «Pura retornaba a la patria la sangre / y los monstruos adquirían el
aspecto del hombre / Tan lógico lo Incomprensible»253. De un modo más explícito,
Grecia ―o el Mediterráneo, y en especial el Egeo― es, según un párrafo de
«Crónica de una década», el punto exacto geográfico y moral donde lo humano
alcanza su culminación, luego de vagar a la deriva por coordenadas en que
predomina lo monstruoso. Se trata de un caso único, microcosmos en que la
integridad y la plenitud del hombre que en otros lugares es preciso conquistar, se da
de manera innata y exclusiva, del mismo modo que en el sistema solar sólo la Tierra
es apta para sostener la vida: «Siempre me ha impresionado lo mucho que varía de
intensidad la imaginación en la mitología de los distintos pueblos en función de la
longitud y latitud geográfica en que surge —una teoría, por otra parte, superada para
253
«Καθαρό παλιννοστούσε το αίµα / και τα τέρατα έπαιρναν την όψη ανθρώπου / Τόσο εύλογο το
Ακατανόητο», ELITIS, O. (2002), p. 122.
366 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
muchos―. Parte desde el norte y desde el sur con las más agudas deformaciones
teratológicas, que se van suavizando según ascienden o descienden hacia la zona del
Mediterráneo, y adquieren, finalmente, forma humana, por supuesto con todas las
libertades asociativas posibles, cuando llegan justo allí. El hecho de que justo allí
naciera la Lírica, allí surgiera por primera vez el concepto de Democracia, allí
enseñaran Sócrates o Jesús, quizá exagere, pero no es casual. […] Esta región es un
punto exacto donde todas las condiciones, todos los factores, dan la posibilidad al
hombre de permanecer íntegro, del mismo modo, diría, en que dentro del sistema
solar un punto exacto semejante permite al planeta Tierra, y sólo a él, sostener sobre
sí la vida humana»254. Grecia se identifica, así, como concepto a un tiempo
geográfico y atópico, con la «única» justicia, otro nombre del punto exacto que
representa la espectralidad opuesta a la grosera materialidad de lo cuantitativo y del
poder: «La fuerza y el número nos han impedido siempre admitir la única justicia,
que es un “punto exacto”, o la única moral, que no es sino una constante reducción a
nuestro ser más sencillo»255. La ética proyectada por lo griego se basa, como
veremos, en una estética, una estética que se autoconstruye en la poieticidad de su
condición ahistórica y mesiánica. En el capítulo correspondiente ahondaremos más
en la noción ―teñida de un determinismo decimonónico que ya se deja ver en el
párrafo recién citado― del Egeo como justicia plena y como ónfalos de humanidad
perfecta.
254
«Μου έκανε πάντοτε εντύπωση πόσο στις µυθολογίες των διαφόρων λαών η φαντασία
κλιµακώνεται ανάλογα µε το γεωγραφικό µήκος και πλάτος όπου συντελείται η µορφοπλασία της
―µία θεωρία, άλλωστε, ξεπερασµένη για πολλούς. Από το Βορρά κι από το Νότο, ξεκινά µε τις
οξύτερες τερατολογικές παραµορφώσεις, που αµβλύνονται όσο ανεβαίνουν ή κατεβαίνουν προς τη
ζώνη της Μεσογείου, και παίρνουν, τέλος, το ανθρώπινο σχήµα, µε όλες φυσικά τις πιθανές
συνδυαστικές ελευθερίες, όταν φτάσουν ακριβώς εκεί. Ότι ακριβώς εκεί γεννήθηκε η Λυρική τέχνη,
εκεί πρωτοδηµιουργήθηκε η έννοια της ∆ηµοκρατίας, εκεί αξιώθηκαν να διδάξουν ένας Σωκράτης κι
ένας Ιησούς, ίσως να υπερβάλλω, αλλά δεν είναι τυχαίο. […] Η ζώνη αυτή είναι µία ακριβής στιγµή
όπου όλες οι συνθήκες, όλοι οι παράγοντες, δίνουν τη δυνατότητα στον άνθρωπο να σταθεί ακέραιος,
µε τον ίδιο τρόπο, θα έλεγα, που µέσα στο ηλιακό σύστηµα µία ανάλογη ακριβής στιγµή επιτρέπει
στον πλανήτη Γη, και µόνο σ’ αυτόν, να κρατήσει επάνω του την ανθρώπινη ζωή», ELITIS, O. (2000),
pp. 451-452.
255
«Boceto para una introducción al espacio egeo»: «Η δύναµη και ο αριθµός ανέκαθεν µας
εµποδίσανε ν’ αποδεχτούµε τη µόνη δικαιοσύνη, που είναι µία “ακριβής στιγµή”, ή τη µόνη ηθική,
που δεν είναι παρά µία συνεχής αναγωγή στο πιο απλουστευτικό είναι µας», ELITIS, O. (1993), p. 17.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 367
256
Cfr. DIONISIO AREOPAGITA (1981), pp. 24-25.
257
Cfr. BENZ, E. (1968), pp. 28-29.
258
«Boehme insiste fortement sur ce point. Chaque être possède en lui-même son propre germe, son
propre Centrum, Quall ou “qualité”. Chaque être refait en lui-même, ou doit refaire —du moins
lorsqu’il s’agit d’êtres spirituelles— l’évolution interne de la Divinité; chaque être doit “mourir et
renaître” et “s’engendrer lui-même” “en lumière et en bonté”», KOYRÉ, A. (1979), p. 436.
259
«Para los románticos, el alma no puede ser sino el lugar de nuestra semejanza y de nuestro
contacto con el organismo universal, la presencia en nosotros de un principio de vida que se confunde
con la propia Vida divina. Y, como nuestra psique consciente es la psique posterior a la separación,
encerrada en sí misma, será preciso postular otra región de nosotros mismos a través de la cual la
prisión de la existencia individual se abra a la realidad», BÉGUIN, A. (1978), p. 108.
260
Cfr. el caso de Ritter en Ibidem, p. 109.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 369
261
El budismo zen habla de un (no) lugar semejante cuando se refiere a un ámbito de absoluta
trascendencia que no se halla lejos, sino más cerca de lo que nosotros estamos de nosotros mismos. Es
el espacio de la coincidentia oppositorum. Constituye la revelabilidad incumplida de toda
representación, la sacralidad pura e indiferenciada: «Es el ámbito de la absoluta indiferenciación, en
donde lo representable y no representable forman parte de un mismo todo. […] es la posibilidad de
toda representación, pero sin el error de su manifestación», VEGA, A. (2002), p. 62.
262
Cfr. ABRAMS, M. H. (1992), pp. 169-173.
370 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
263
BRETON, A. (2002), pp. 111-112.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 371
264
Cfr. DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), pp. 87-88.
265
ABASTADO (1971), p. 148.
266
Michel Carrouges, en André Breton et les donnés fondamentales du surréalisme, llegó a plantear
incluso la tesis extrema de que el punto supremo procede de la tradición hermética o, incluso, la
Cábala, cfr. Ibidem, pp. 148-149; Ferdinand Alquié refutará este teoría, cfr. ALQUIÉ, F. (1974), pp.
133-135.
267
«El surrealista buscará la suprarrealidad en sí mismo. En efecto, no podrá esperar la aparición de
un camino que, en todos sus sentidos, le una al mundo, más que a través de una “pendiente
vertiginosa” por sus zonas oscuras. El punto supremo no es trascendente, existe en el fondo de
nosotros mismos, y sólo lo alcanzamos cuando nuestra comunión con los elementos se manifiesta a
través de la disolución de nuestra lógica ya incapaz de “distinguir un animal de una llama o de una
piedra”», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), pp. 161-162.
268
«Et en même temps il est à la recherche d’un événement absolu, où l’homme se manifeste avec
toutes ses possibilités, c’est-à-dire comme l’ensemble qui les dépasse. Evénement absolu, la révélation
du fonctionnement réel de la pensée par l’écriture automatique. Evénement absolu, où tout est réalisé,
la découverte d’un “certain point de l’esprit d’où la vie et la mort, le réel et l’imaginaire, le passé et le
futur, le communicable et l’incommunicable, le haut et le bas cessent d’être perçus contradictoires”.
(Et Breton ajoute —Second Manifeste : “Or c’est en vain qu’on chercherait à l’activité surréaliste un
autre mobile que l’espoir de déterminer ce point”). Que cet effort suprême par lequel l’homme veut se
retourner sur soi et se saisir d’un regard qui n’est plus le sien et ait toujours été le rêve et le ressort du
surréalisme, les signes en sont innombrables», BLANCHOT, M. (1972), pp. 98-99.
269
«Todas las opciones surrealistas se caracterizan por esa tentativa general de reconciliación de los
opuestos, aunque una reconciliación que nunca se presente de manera estable, que no ponga fin al
movimiento», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), p. 88.
372 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
270
«Υπάρχει µέσα στο πνεύµα ένα σηµείον όπου όλες οι αντιφάσεις συµφιλιώνονται», ELITIS, O.
(2000), p. 134.
271
«Τέχνη – Τύχη – Τόλµη, ε ναί λοιπόν! Τέχνη, αφού, καλά ή κακά, θέλουµε να δώσουµε µία
διέξοδο στην πυθική σπίθα, που δεν κοιτάει την ώρα να γίνει Λόγος και να µπει επικεφαλής µίας
καινούριας αποτίµησης του κόσµου· και Τύχη, αφού είναι αυτή που θα σµίξει τα χρώµατα και τα
σχήµατα, τις ευωδιές και τους ήχους, την καρδιά µας και την καρδιά του Σύµπαντος σ’ ένα σηµείο, το
λυρικό σηµείο που ονειρευόµαστε· και Τόλµη, αφού κάθε βήµα σωστό µέσα στην κοινωνία αυτή
γραφτό είναι ν’ αφήνει πίσω του αίµατα, καπνούς, και δάκρυα…», Ibidem, p. 119.
272
«Μύηση του ανθρώπου, µε ψυχή και µε σώµα, στην ουσία των πραγµάτων και στο µυστικό
σηµείο της ταύτισής του µε την ουσία του Σύµπαντος», Ibidem, p. 127.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 373
273
«Memorial para Andreas Embiricos»: «…ως το σηµείο που δεν µπορεί πια να σε
παρακολουθήσει το φθαρτό µέρος του εαυτού σου», ELITIS, O. (1993), p. 110.
274
Acerca de la «unidad ideal», su implicación en la concepción estructural del poema por Elitis y
sus derivaciones surrealistas, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 187-189.
275
«Las muchachas»: «Ξαναγύρισα στα χειρόγραφά µου. Η αµεσότητα, η αντικειµενικότητα, η
νοµιµοποίηση της υπερπραγµατικής εικόνας, η αξιοποίηση της µνήµης, ο µορφολογικός δυναµισµός,
η διάχυση στον εξωτερικό κόσµο, ο µύθος της νεότητας, έβλεπα να παίρνουν την έκταση και τη
σηµασία κεφαλαίων αυτόνοµων όπου τον πρώτο λόγο είχε πάντοτε η ιδανική µονάδα η ικανή να
περικλείνει τ’ αντίθετα χωρίς άλλα ίχνη, έτσι όπως ακριβώς την έβρισκα στην έννοια “κορίτσι” ή
στην έννοια “νησί” ―θέλω να πω, µε την ίδια αυτονοµία και την ίδια σύµπτωση επί το αυτό ενός
πλήθους από ετερόκλητα στοιχεία», ELITIS, O. (2000), p. 162.
374 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
desencadena una escritura cuyo objetivo principal es leerlo, ofrecer una hermenéutica
al tiempo que, sin remedio, lo dibuja fiduciariamente bajo su trazo, fin y origen de la
poesía y, quién sabe, del poema: «Brilla en mi interior aquello que ignoro. Y sin
embargo brilla»276, antes de que el texto, descosido y recosido momentáneamente en
este intervalo que se presenta a la manera del himen ―re-velación de la
revelabilidad, proyección de la luz entretejida en un discurso que preserva su enigma
y nos la deja ver para ocultárnosla, o viceversa―, prosiga su camino ahondando la
hendidura. Un fulgor semejante, que hace posible lo imposible en el seno de la
mente, abre con su epifanía el poema y se instituye en reorigen que atraviesa una
cierta nada apofática, tal como querían los cabalistas, en «Viernes siempre lluvioso».
Es una suerte de experiencia de iluminación por la cual podemos atisbar, en la
fugacidad de una apertura y un cierre, las dimensiones apofáticas de lo
incomunicable y lo inaprensible, manifestadas instantáneamente en imágenes o
sensaciones atemporales. Ello pondrá de nuevo en marcha el tiempo, la vida, la
historia. La scintilla mentis será, por tanto, otro «punto cero», el núcleo griego de
una poiesis que inserta reorígenes y espaciamientos en una sucesión imprevisible:
«Qué, más viejo que el tiempo como veta de oro / Brilló acaso en el barro de tu
mente que / Lo inenviable y lo inapresable se hacen ahora visibles / Y colores u
olores carecen de edad / Se diría que tu vida comienza: / Sábado domingo lunes
martes»277.
El esquema del hiato, la hendidura, los blancos, el punto, todos estos nombres
que a la vez componen y designan una serie, se dispersan siempre más, se dejan
desmenuzar en un proceso que no posee el carácter de la derivación semántica ni de
la hiponimia, sino el de una diseminación que en cada (re)trazo gana y pierde algo, el
de una arborescencia incontenible que es preciso, según su propia lógica, podar y
reinjertar sin fin. Volvamos ahora, pues, a cultivar un brote, uno de los muchos
brotes que, inevitablemente, hemos pasado por alto, y renombremos de nuevo todo el
proceso, aun a riesgo de perder la memoria y, con ella, también los otros nombres.
Me refiero a dos nociones que se imbrican a la perfección en el esquema, que
representan ya en las condiciones de su sintaxis y su significado una lógica semejante
a la de la hendidura o la significancia: el concepto de la nada, según se presenta en
276
«Λάµπει µέσα µου κείνο που αγνοώ. Μα ωστόσο λάµπει», ELITIS, O. (2002), p. 551.
277
«Τί, παλαιότερο απ’ το χρόνο σαν χρυσού κοίτασµα / Μες στην ιλύ του νου σου πιθανόν έλαµψε
ώστε / Άσταλτα κι άπιαστα ορατά γίνονται τώρα / Και χωρίς έτος να έχουν χρώµατα ή οσµές / Η ζωή
σου λες αρχίζει, νά: / Σάββατο Κυριακή ∆ευτέρα Τρίτη», Ibidem, pp. 560-561.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 375
278
Otra cosa es si, como tendremos ocasión de exponer más adelante, la voluntad regeneradora del
arte y la poesía modernos conduce a Elitis, y a otros de sus compatriotas, a invertir el argumento y
hablar de la grecidad esencial de los intentos europeos por refundarse.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 377
nada que comparte campo con la plenitud de lo divino y no es, por tanto, absoluta279.
Sí hay mayores coincidencias con algunas tradiciones asiáticas que, sin embargo, no
estamos en condiciones de repasar aquí280.
Lo judío entra de nuevo en esta esencialización de lo griego. Aparte de las
teorías sobre la escritura que la Cábala ha propuesto largamente y que examinaré por
extenso más adelante, la cábala teosófica281 ha hablado también de la nada de Dios a
través del término En Sof (אין סופ, sin fin), el infinito anterior a toda manifestación.
La nada, según estos autores, puede encontrarse asimismo reinscrita en la realidad,
como la quiebra por la que atraviesa todo ser u objeto que cambia, que se
regenera282. Es la condición, por tanto, de toda (re)creación, el punto exacto cuyo
contacto es capaz de, por una parte, reproducir el origen y, por otra, conducirnos por
la aniquilación de nosotros mismos al renacimiento283. También, el punto a través del
cual podemos encontrar la plenitud del ser, el lugar sin lugar que en el mundo
engendra a Dios y, por tanto, lo diviniza todo, haciéndolo devenir un paraíso,
desapropiado ya de su misma esencia y, aquí sí, abolidas todas las diferencias y los
contrarios. A través siempre, no obstante, de lo que se considera una facultad
humana en el contacto ―indecidible respecto a su temporalidad o su situación― con
la suprema inhumanidad. Así, como explica Alois Haas, para Suso «“el poderoso
arrebato que enajena en la Nada, libera de toda diferencia”, de manera que la nada
eterna, todavía durante el tiempo de la vida del hombre, puede llegar a constituir un
acontecimiento que, en cualquier caso, se completa en la eternidad de la beatitud
279
Cfr. LOSSKY, V. (1982), pp. 69-70.
280
En la eterna fluctuación, por último indeterminable, de la propiedad cultural de las ideas,
también se ha dicho que son Eckhart y los místicos renanos y flamencos, así como parcialmente
Boehme, inductor de gran parte de los iluminismos heterodoxos de los siglos XVIII a XX, quienes
introducen en Occidente una concepción oriental de la nada sin fundamento como fundamento
dinámico del ser. La filosofía griega del Ser, que parte de Parménides, sería por tanto la otra cara de la
moneda, la quintaesencia del pensamiento occidental opaco y cerrado sobre sí: «Mientras que en el
pensamiento asiático la atracción del abismo es el punto de partida y la Nada el principio de realidad,
desde Parménides la filosofía occidental ha centrado toda su reflexión en el Ser, viviendo siempre
aquella experiencia de la nada como horror vacui. Nishitani propone llamar a la primera una nada
relativa […], fundamento del nihilismo, y a la segunda una nada absoluta […] como principio de
realidad», VEGA, A. (2002), pp. 50-51.
281
Sobre la división entre cábala teosófica y cábala extática, cfr. IDEL, M. (1988), pp. xi-xviii.
282
Cfr. supra, nota 72.
283
La noción de Ayin, una de las principales denominaciones de la nada mística en la Cábala
medieval, es también, sintomáticamente, el nombre de una letra hebrea. Se identifica, por tanto, con
un signo escritural. Curiosamente, la forma de esa letra ( )עes prácticamente idéntica a la que Elitis
considera «la más griega», la ípsilon, representación gráfica del hiato con su abertura superior e inicial
del himen que nombra, de otra manera, esta nada. Respecto al concepto de Ayin en la Cábala
medieval: «In medieval Kabbalah ayin functions as a theosophical symbol, the beginning of the
elaborate system of sefirot, the stages of divine manifestations. Everything emerges from the depths of
ayin and eventually returns there. Proceeding from Kabbalah to Hasidism, the focus changes. Now the
psychological significance of ayin dominates; it becomes a medium for self-transformation. The
mystic experiences ayin directly and emerges anew», Daniel C. Matt, «Ayin: The Concept of
Nothingness in Jewish Mysticism», en FINE, L. (1995), p. 67.
378 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
celestial. Con ello, la nada engendradora de Dios es una potencia del hombre que
arrastra a la Unidad y superación de todos los contrarios, una solución que es
percibida por el hombre como experiencia de unidad y de renuncia»284. Para llegar a
lo máximo, absoluto religioso representado por Dios en la mística o totalidad del
cosmos y de los significantes liberados (paraíso de la habitabilidad en la cesura
misma de lo poiético, de lo griego) en Elitis, es preciso sumergirse en la nada, tal
como piensa San Juan de la Cruz: «El hombre, “como única mediación posible”,
debe sumergirse en esa Nada, “si se quiere llegar cerca de Dios”»285. Ello supone que
la nada debe estar, de uno u otro modo, aun en su condición de alteridad irreductible,
vinculada a «los algos», en palabras de Félix Duque. Es ella la que fundamenta (aun
siendo sin fundamento) toda existencia, la condición de todo lo real286. Sin la nada no
existiría nada287, a pesar de lo cual posee, es obvio, una sustancia contradictoria, que
la instituye al mismo tiempo en razón y sinrazón de todas las cosas, en cimiento y
abismo insondable. «Pura retracción, ella, más que crear deja ser, permite que en su
autorrestricción, en su quebrantamiento de todo fundamento y razón, florezcan las
cosas, sus razones y sus decires… heridas eso sí de muerte por la nada que las separa
y distingue; cuajadas del silencio sobre el que se alzan sonoros sus nombres»288. La
poesía tiene el privilegio de reinscribir en sus palabras esta nada, de convertir
precisamente, como Elitis, los objetos del cosmos en signos abiertos hacia una
exterioridad infinita. Sucede que el impulso místico de determinados poetas hace que
«las cosas-signos se carguen de la añoranza de un “afuera” que sólo en los bordes
maltrechos de la palabra se acumula, como náufragos agarrados a la balsa del
lenguaje en el mar embravecido de la Nada»289. Lo poiético consiste, en cierto
sentido, pues, en proporcionar esta posibilidad de salida de la superficie de lo real,
esta conversión del mundo en tejido (texto) entre cuyos espacios es posible retejer
siempre un afuera que garantice la perpetua construibilidad de la existencia, la
revirginización que nos otorgue la percepción de un paraíso semejante al del primer
día de la Creación. Como ha dicho Amador Vega, y con las precauciones con que
debemos leer toda afirmación sobre una esencia intemporal, no poiética a su vez, de
la poesía, «el principio de realidad es, tanto para el místico como para el poeta, la
284
HAAS, A. M. (1998), p. 20.
285
Ibidem, p. 21.
286
El Tao es también el no ser que fundamenta sin fundamento toda existencia y toda diferencia,
khora que origina los signos y la oposición situándose antes aún del estrato ontológico del uno, lejos
de todo ser: «El dao engendra al uno, / el uno engendra al dos, / el dos engendra al tres, / el tres
engendra los diez mil seres», PRECIADO, J. I. (1978), p. 11.
287
Según el filósofo japonés Kenji Nishitani, ser y nada se hallan coimplicados, identificados
incluso, en la medida en que sólo se puede ser sobre la base de una nada, y sólo podemos concebir la
nada a partir del ser, VEGA, A. (2002), p. 43.
288
DUQUE, F. (1998), pp. 159-162.
289
Ibidem, p. 162.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 379
nada y el vacío que habla y otorga realidad, aunque ella misma carece de
fundamento»290. Abgrund y Ungrund, abismo sin fondo y carencia total de
determinación o fundamento, se hallan detrás de todas estas nociones. Presentes ya
en Eckhart, será Jacob Boehme, uno de los inspiradores espirituales del
romanticismo y de la operación fundacional de la poesía moderna, quien las describa
y las diferencie a partir de su obra Psychologia Vera. El Abgrund, especialmente,
será la reinscripción de la nada presente en todo ser, el punto exacto por el que salir
de sí y abismarse en el contacto con lo Abierto para realizar la propia identidad en la
impropiedad pura: «L’Abgrund, loin de désigner l’absence pure et simple de tout
fondement et de toute détermination dans l’Absolu, ne fait qu’indiquer le manque de
fondement de l’existence et le centre de réalisation chez les êtres qui ont perdu leur
propre Grund. L’Abgrund, l’abîme, désigne ainsi dans l’être son propre néant, dans
lequel il tend à s’abîmer»291. El Ungrund es, por su parte, la absoluta
indeterminación, el fondo sin fondo de la realidad que puede identificarse con el
desierto de la revelabilidad, la Gottheit o el En Sof que no es causa de nada, ni
siquiera de sí mismo292: apenas el espaciamiento infinito de una promesa que no
puede, como el hiato, recibir un nombre (propio), pero que hace visible su
invisibilidad en la sucesión de los nombres que se prodigan para decir que es
innombrable.
Pocas veces se ha escrito sobre la noción de nada en Elitis. Respecto a «lo
mínimo», los análisis se han quedado frecuentemente en las más inmediatas
dimensiones éticas que lo vinculaban a una elección de vida únicamente asociada,
como vimos, al mito de la anacoresis o el ascetismo del Poeta. El escritor Efyenios
Aranitsis se ha referido al concepto elitiano de la nada distinguiéndolo, precisamente,
del nihilismo occidental y sus extremos en el vacío y el infinito293. Podemos estar de
acuerdo si es al derrotismo existencialista, o a la falta abismal de sentido, a lo que se
refiere aquí el escritor corfiota. El propio Elitis rechazó, en su estancia parisina entre
1948 y 1951, el espíritu escéptico y decadente de la Europa occidental de la
posguerra. Pero la nada que Elitis sitúa, bajo los más diversos nombres que no
consiguen nombrarla, en el centro mismo ―en los centros― de su concepción y
producción poéticas, le debe mucho a la mística occidental y, es cierto, en la misma
medida a la mística asiática que Aranitsis menciona un par de veces. No quiere esto
decir que mi pretensión sea postular una influencia directa de esas tradiciones sobre
Elitis. Es simplemente la recurrencia de una idea que, lejos de las genealogías,
290
VEGA, A. (2002), p. 95. Lo dice a propósito de un poeta que, encontrándose en cierto sentido en
las antípodas de Elitis, comparte con él su doble deuda con la Cábala y con Hölderlin: Paul Celan.
291
KOYRÉ, A. (1979), p. 281.
292
Ibidem, pp. 320-321.
293
Cfr. ARANITSIS, E. (2006), p. 24.
380 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
aparece y se sustrae aquí y allá. Aranitsis cifra más bien la nada de Elitis en ciertas
nociones psicoanalíticas de la elisión que, en este caso, no suponen una concesión al
régimen de la representación sino la proyección de la idea de que es la pérdida o la
sustracción la que conduce a la mayor ganancia. Cree, asimismo, que se configura
como una posición absolutamente libre de condicionamientos y llena de símbolos:
una nada concebida según cierta lógica del espaciamiento o la revelabilidad ―en lo
cual, observa, existe cierto paralelismo con artistas occidentales del siglo XX, en
especial los pintores abstractos― como distancia infinita vacía de contenido, o bien,
y al mismo tiempo, como distancia ínfima colmada con todos los contenidos del
paraíso. Sólo a través de la diferición, de la perpetua anterioridad a la visión del
absoluto, podríamos encontrar la verdad. En este aspecto, existe una coincidencia
casi total con el esquema del hiato y la reinscripción de los blancos. Sin embargo, en
mi opinión no hay en esta nada una angustia frente a la insuficiencia del lenguaje,
como dice Aranitsis294. Es precisamente, según he venido mostrando, en el seno de la
escritura, en su significancia, donde nos acercamos más certeramente a la plenitud,
atravesando el blanco que horada el mismo centro del signo y convierte en signo
todo lo existente. Así, como ha afirmado Xavier Bordes, la nada en Elitis es
llamada295: llamada en la medida en que la imposibilidad que encierra desencadena
la necesidad de dar poiéticamente existencia u origen al ser en el discurso, de
acumular sobre ese hueco imágenes que a su vez sugieran nuevamente el vacío al
que aluden y pongan, una y otra vez, el proceso en movimiento. Cuando la
indecidibilidad de la nada se interpone, irreductible, toda clausura queda descartada.
En el ensayo de 1981 «Señuelos para nadie», perteneciente a «Las pequeñas
épsilon», Elitis asocia la nada a lo mínimo y a lo «mucho», es decir, a la plenitud del
ser, aludiendo a las distancias que median entre ellos. Como si se tratara de una
cosmogonía mística, lo mínimo, el punto, surge en la nada para suscitar luego
―reorigen eternamente diferido― lo máximo, la multiplicidad, de la misma manera
que la línea surge del punto. Es de nuevo una mise en abîme donde lo que parece
contar es la distancia, es decir, el espaciamiento que se instituye entre cada término.
Así, la creación pura, ex nihilo, es mucho más costosa que la circulación
intramundana que nos lo ofrece todo a la vista en cualquier nimia molécula, que lo
contiene ya: «La distancia de la “nada” a lo “mínimo” es mucho mayor que la que va
de lo “mínimo” a lo “mucho”»296. Este mínimo o punto es acaso el fruto de la nada,
como lo era Dios para Eckhart. Allí nace lo verdadero, lo firme, aquella verdad que
se ciega plegada entre los blancos, y que sólo en ellos, en la nada, puede atraparse o
294
Ibidem, pp. 24-25.
295
BORDES, X. (1986), p. 391.
296
«Η απόσταση από το “τίποτε” στο “ελάχιστο” είναι πολύ µεγαλύτερη παρ’ ό,τι από το
“ελάχιστο” στο “πολύ”», ELITIS, O. (1993), p. 256.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 381
297
«Ανύποπτη µοιάζει να είναι αν και δεν είναι / Η γη. Χορτάτη από διαµάντια και άνθρακες /
Όµως ξέρει να οµιλεί κι από κει που η αλήθεια εκβάλλει / Με κρουστά υποχθόνια ή πηγές µεγάλης
καθαρότητας / Έρχεται να σ’ το επιβεβαιώσει. Ποιο; Τί; // Το µόνο που ισχυρίζεσαι κι ο Θεός δεν
µεταβάλλει / Κείνο το κάτι ανεξακρίβωτο που υπάρχει / Παρ’ όλα αυτά µέσα στο Μάταιο και στο
Τίποτα», ELITIS, O. (2002), p. 554.
298
«Η πραγµατικότητα / Ωφελεί εαν έπεται. Όµως το πριν, το είδωλο, µόνον αυτό / Σηµαίνει· που ο
χρόνος πάνω του δεν πιάνει», Ibidem, p. 564.
299
El fragmento pertenece de nuevo al poema «El estigma», de María Eefeli, al que tantas veces me
he referido en este capítulo. No ha de ser casual que comparezcan en él, y por boca de un trasunto del
poeta, las figuras del hiato, las hendiduras, la huella, el punto, la huida hacia la propia identidad, la
guía angélica de la muchacha y, ahora, la fecundidad del vacío: «Μες στο κενό θησαύριζα και τώρα
πάλι / µες στους θησαυρούς µένω κενός», Ibidem, p. 367.
382 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
300
«Μετατόπιζε το αγριοπούλι πιτ-πιτ πάνω στους βράχους την αλήθεια Μες στις γούβες τ’
αρµυρό νερό τλιπ-τλιπ όλο τσιµπολογούσε Κάτι κάτι Κάτι πρέπει οπωσδήποτε να υπάρχει / Μα την
πίστη µου άγιασα να περιµένω Πέταξα γένι καλογερικό που όλο χάιδευα κι έξυνα Κάτι κάτι Κάτι
άλλο να βρεθεί», Ibidem, p. 208.
301
«Αλλά κιόλας λιγόστευαν τα λόγια Τί να πεις πια Τέτοια είναι η αλήθεια», Ibidem, p. 208.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 383
fundamento mismo de su vida. «He vivido con nada»302, dice el sujeto de la escritura
a modo de conclusión y a modo, también, de fulguración de una verdad que vuelve a
ocultarse en el abismo de lo indecidible. La tercera sección comienza con la misma
frase, y con una nueva afirmación de la insuficiencia del lenguaje convencional, de la
significación. Sin embargo, de la vaciedad de unos cántaros ―trasposición de la letra
ípsilon que, como vimos más arriba, compara a un ánfora al asegurar que es «la más
griega»―, de esa nada que aún tiene fundamento, ayin cabalístico, es capaz de
extraer las más deslumbrantes visiones e imágenes, el «algo» que antes buscaba y
cuya distancia con la nada es, lo hemos visto, abismal: «He vivido con nada Las
palabras solas no me bastaban En una ráfaga de aire devanando una voz de otro
mundo mis oídos fjia fjiu fjiu concebí tantas cosas Qué puñados de piedras
brillantes qué cestas de abejas frescas y cántaros hinchados donde se oía ffff tronar
al aire cautivo / Algo algo Algo demoníaco pero que quede atrapado como en una
red en la forma del Arcángel»303. Una serie de palabras vacías, significancia pura que
pretende reflejar el dialecto de la naturaleza ―una extraña escritura griega con
rasgos silábicamente reconocibles y evocaciones diversas, pero sin significado
concreto― se reflejan entonces en un diálogo incomprensible. La última de ellas,
hendida sintomáticamente por una ípsilon en su centro, es άδυσος, la cifra acaso de
toda apertura a la nada de lo Abierto para encontrar allí la sacralidad de un imposible
absoluto. Conteniendo el hiato de la ípsilon, nos desplaza lejos del significado
aludiendo, así, desde dentro y hacia fuera, a un vacío que se despliega envolviendo
la escena de la escritura. El término es significante, sí, pero no significa nada, sólo
permite que miremos en la dirección de su mirada, o bien se deja leer
heliotrópicamente como la huella de un infinito espaciamiento ―otra huella― que
re-vela, en su revelabilidad, un absoluto. Remite, no obstante, si practicamos una
sencilla combinatoria que Elitis parece proponernos, a al menos tres vocablos
perfectamente imbricados en el haz de sentidos que el poema nos está dando a leer:
άβυσσος (abismo, es decir, el Abgrund o el Ungrund que fundamentan toda
existencia), άδυτον (sancta sanctorum, el espacio impenetrable en que en el templo
reside la sacralidad o la divinidad en su pureza invisible y, por tanto,
convenientemente velada) y (Παρ)άδεισος (paraíso), cuyas sílabas finales suenan
exactamente igual al oído, y se distinguen únicamente por medio de la escritura, en la
cual se ha introducido curiosamente una ípsilon donde antes se combinaban una
302
«Μ’ ένα τίποτα έζησα», Ibidem, p. 208.
303
«Μ’ ένα τίποτα έζησα Μονάχα οι λέξεις δε µου αρκούσανε Σ’ ενός περάσµατος αέρα
ξεγνέθοντας απόκοσµη φωνή τ’ αυτιά µου φχια φχιου φχιου εσκαρφίστηκα τα µύρια όσα Τί
γυαλόπετρες φούχτες τί καλάθια φρέσκες µέλισσες και σταµνιά φουσκωτά όπου άκουγες ββββ να
σου βροντάει ο αιχµάλωτος αέρας / Κάτι κάτι Κάτι δαιµονικό µα που να πιάνεται σαν σε δίχτυ στο
σχήµα του Αρχαγγέλου», Ibidem, p. 209.
384 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
épsilon y una iota. Άδυσος es, así, el signo-gozne que remarca la hendidura que
recorre el poema y la hendidura que constituye el poema. Injerta sin designarlos,
desencajándolos en la suspensión de una indecidibilidad irreductible ―practicando
pues en ellos la misma operación que ellos vienen a reafirmar―, esos tres conceptos
que sobrevuelan espectralmente, ni totalmente presentes ni totalmente ausentes, el
poema. Subraya asimismo el carácter escritural del Paraíso, que será mencionado en
el siguiente y último verso, perforándolo con la ípsilon que reinscribe en su interior,
también, el vacío de la significancia y le impide cerrarse en una presunta exterioridad
trascendente que clausure los signos. Entonces sobreviene la tercera epifanía de la
verdad, bajo la forma de una intuición propiciada acaso por la contemplación de la
palabra άδυσος: «Hasta que finalmente sentí y que me llamen loco que el Paraíso
nace de una nada»304. Es, pues, la nada como reorigen la clave de esa verdad. Es la
lectura del blanco absoluto, la re-velación o la sucesión de los espaciamientos, el
fundamento sin fundamento. Una nada es la condición para operar la regeneración,
tal como hemos leído en la cábala teosófica, es el Ungrund o Abgrund sobre el que el
«algo» de la apertura tras la muerte debe y puede surgir. Sin atravesarla, sin atravesar
el desierto de la revelabilidad, no hay posibilidad de una auténtica resurrección del
paraíso primordial, que implica principalmente un renacimiento interior de la pureza
sagrada, como quería Eckhart. El paraíso se da, pues, como el fruto de la nada. Y se
da en la conciencia repentina, obtenida quizá en la escritura y quizá en la
contemplación del carácter sígnico del cosmos natural griego, de que la diferición
que reside en la significancia es la condición del absoluto de los significantes, de la
totalidad del mundo siempre abierto a una nueva remisión más allá de la muerte o la
clausura del sentido. En ese punto vacío que origina otro punto originario, el «algo»
al que se alude reiteradamente en el texto, reside la clave ―griega― de la poiesis. Él
propicia el infinito retejerse de los signos que recompone, siempre, el himen a través
del cual se preserva la visión en la invisibilidad. Es ese himen el que opera una
revirginización constante que, devolviéndonos al origen de la percepción del cosmos
una y otra vez, borra la historia de nuestros sentidos y nos sitúa, sin cesar, ante un
mítico primer día de la Creación, ante un paraíso que Elitis siempre confesó
perseguir con sus poemas. Poesía, escritura, nada, hiato y significancia se alían pues
aquí como el fundamento sin fundamento de un automatismo de lo religioso que
instaura la eternidad ―eternidad griega, textual, de los reorígenes― contra el
circuito cerrado y angustioso de una existencia amenazada por el muro impenetrable
de la muerte. Ésa es la verdad: la nada que se traza bajo, sobre, entre la escritura, y
da lugar al todo, nuevamente, a partir del intersticio espectral del poema.
304
«Ώσπου τέλος ένιωσα κι ας πά’ να µ’ έλεγαν τρελό πως από ’να τίποτα γίνεται ο
Παράδεισος», Ibidem, p. 209.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 385
305
De un modo más netamente metafísico, la doctrina de un punto exiguo que posee una infinita
potencia creadora es frecuente ―y contiene fuertes resabios matemáticos― desde Pitágoras a la
misma Cábala o el sufismo, cfr. POULET, G. (1979), p. 40. Las teorías emanatistas del neoplatonismo
responden en el fondo a ella, así como las concepciones de Dios como el centro infinito de una
circunferencia que es la Creación, cfr. Ibidem, p. 52. En la poesía neoplatónica del Renacimiento y en
Boehme no deja también de observarse, así como en el Romanticismo alemán: «Como en los poetas
del Renacimiento, como sobre todo en Boehme, cada punto de la creación, cada momento particular
de la duración revela aquí una capacidad de expansión verdaderamente infinita», Ibidem, p. 177.
306
Otros poetas modernos como Pierre Reverdy o los surrealistas han manifestado la creencia en la
posibilidad de encontrar el infinito en cualquier objeto en apariencia insignificante y concreto, cfr.
BALAKIAN, A. (1970), pp. 112 y 136.
307
El cabalista provenzal Isaac el Ciego (1169-1235) plantea ya, como dice Giulio Busi, la idea de
un «precipicio exegético» según el cual un solo punto, un elemento de la realidad, configurado como
signo, es capaz de llevar en un infinito de lecturas hacia el todo: «Si avverte qui la forza di una
percezione sintetica delle inesauribili possibilità espressive del divino, la compresenza di infiniti
significati, concentrati in un nucleo inestricabile per la ragione. Yishaq pare come lasciarsi cadere in
un precipizio esegetico, da cui risale con la consapevolezza che ogni elemento del reale può essere la
porta attraverso cui raggiungere il tutto», BUSI, G. (2005), p. 99.
308
En algún pasaje del místico alemán Angelus Silesius podemos encontrar afirmaciones muy
semejantes a las que enseguida tendremos ocasión de leer en Elitis. Las dimensiones ontológica y
ética se entremezclan indisociablemente: «Quien todo lo quiere, nada tiene. / Quien nada quiere, todo
lo tiene. Quien todo lo quiere, / en verdad, no ha obtenido ni un tallo», en HAAS, A. M. (1998), p. 23.
También el Libro del Tao habla de esta inversión proporcional entre lo mínimo y lo máximo: «Las
cosas aumentan al disminuirlas, / disminuyen al aumentarlas», PRECIADO, J. I. (1978), p. 11. En otro
punto, afirma que ha de considerarse «grande lo pequeño y mucho lo poco», Ibidem, p. 53.
309
David Connolly ha argumentado que lo insignificante en la obra de Elitis, en especial en el libro
Las Elegías de Oxópetra, conduce habitualmente a la re-velación, una re-velación que es apenas
espaciamiento sólo culminable en la muerte. El instante y los sentidos tienen una amplia participación
en el proceso como isomorfos del punto, cfr. su artículo «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα»,
en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 398-401.
310
Cfr. BERLÍS, A. (1998), pp. 76-77.
386 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
311
Cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2005), p. 101.
312
Aris Berlís cree que el esquema de lo mínimo corresponde simultáneamente a una suerte de
filosofía natural y al ámbito de la moral o, incluso, la política, cfr. BERLÍS, A. (1998), pp. 76-77.
Eratoscenis Capsomenos asegura que es un valor encontrado en la naturaleza griega, que pretende
luego extenderse a la ética y a la estética e incluso a lo social, en coherencia con el determinismo y el
organicismo con que Elitis comprende lo griego, CAPSOMENOS, E. G. (2005), pp. 104-105. Respecto a
la dimensión estética del esquema, cfr. Ibidem, p. 103.
313
Esa emanación responde a su vez, en el infinito pliegue de las significancias, a una «analogía»,
traspaso de sentidos o circulación de lecturas que la percepción de lo griego desencadena. Es la
naturaleza del país la que proyecta por sí sola estos paralelismos entre ética-ontología/semiología-
estética que determinan una política y, siguiendo con el juego, también una poética: «He aquí una
nueva correlación “por analogía”, que hace a la mayoría de la gente levantar los brazos frente a
cualquier sentencia poética que no sea conocimiento puro y duro, sino enigma centelleante cuya
solución ha sido trocada en fragancia. En este apartado soy muy sensible; mi tendencia se convierte en
perversión. Y, sin embargo, en ninguna parte encuentro tan nítidamente perceptible el concepto de
inocencia como en las hierbas aromáticas. Igual que el de claridad y transparencia en una gota de agua
resplandeciente, o el de purificación y asepsia psíquica en la cal. Sin las prolongaciones éticas que han
adquirido a continuación, me sería imposible consolidar la “poquedad” como capital precioso para la
colectividad que traspongo después, con la misma fuerza, al individuo» («Ιδού ένας ακόµη “κατ’
αναλογίαν” συσχετισµός, που κάνει τους περισσότερους να υψώνουν τα χέρια µπροστά σε κάθε ρήση
ποιητική που δεν είναι γνώσεις από κρέας ωµό αλλά αίνιγµα σπινθηροβόλο, µε τη λύση του
µεταποιηµένη σ’ ευωδιά. Σ’ αυτό το κεφάλαιο είµαι πολύ ευαίσθητος· η ροπή µου καταντά
διαστροφή. Κι όµως, πουθενά δε βρίσκω αισθητοποιηµένη µε τόση ενάργεια την έννοια της
αθωότητας όσο στα µυριστικά χόρτα. Όπως της καθαρότητας και της διαφάνειας σε µία λαµπερή
νεροσταγόνα, ή του καθαρµού και της ψυχικής ασηψίας στον ασβέστη. Χωρίς τις ηθικές προεκτάσεις
που έλαβαν εν συνεχεία, θα µου ήταν αδύνατο να κατοχυρώσω τη “λιγοσύνη” σαν κεφάλαιο
πολύτιµο για το σύνολο, που να το µεταφέρω κατόπιν, µε την ίδια ισχύ, στο άτοµο»), «Lo público y
lo privado», ELITIS, O. (1993), pp. 348-349. En El Pequeño Eautilo, por otra parte, leemos: «Así que
deambulaba por mi país y encontraba tan natural su escasez que pensaba que no era posible, tenía que
estar puesta a propósito esta mesa de madera con los tomates y las aceitunas frente a la ventana. Para
que una sensación así sacada del cuadrado de tablón con unos pocos rojos intensos y muchos negros
pudiera desembocar directamente en la pintura de iconos. Y ella, produciendo lo mismo, extenderse
con una luz bienaventurada sobre el mar hasta que se descubriese la grandeza real de la escasez»
(«Λοιπόν τριγύριζα µέσα στη χώρα µου κι έβρισκα τόσο φυσική τη λιγοσύνη της, πού ’λεγα πώς, δε
γίνεται, θα πρέπει νά ’ναι από σκοπού το ξύλινο τούτο τραπέζι µε τις ντοµάτες και τις ελιές µπρος στο
παράθυρο. Για να µπορεί µία τέτοια αίσθηση βγαλµένη απ’ το τετράγωνο του σανιδιού µε τα λίγα
ζωηρά κόκκινα και τα πολλά µαύρα να βγαίνει κατευθείαν στην αγιογραφία. Και αυτή, αποδίδοντας
τα ίσα, να προεχτείνεται µ’ ένα µακάριο φως πάνω απ’ τη θάλασσα εωσότου αποκαλυφθεί της
λιγοσύνης το πραγµατικό µεγαλείο»), ELITIS, O. (2002), p. 498.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 387
griego, y no en la clarté occidental de unas Luces que chocan contra las superficies y
las delimitan proyectando sombras.
Hay, por ello, en el «Génesis» del Axion Estí una recomendación del dios al
Poeta, en el cuarto himno, que asocia lo «Insignificante» a la lectura. Se trata de un
pasaje inmediatamente posterior al catálogo de nombres de plantas sobre los cuales
el sujeto asegura tratar de articular su identidad. Lo insignificante remite, por tanto, a
palabras, a términos en los cuales hay que penetrar para convertirlos inmediatamente
en significantes, proporcionándoles la profundidad insondable del vacío e invirtiendo
su pequeñez en la importancia suprema de lo que permite la comunicación con la
totalidad y reorigina el cosmos. Todo ello será posible a través del doble trazo
lectura-escritura: «“Bravo”, me dijo, “sabes leer / y aprenderás muchas más cosas /
si profundizas en lo Insignificante”»314. Estética y ascética, o moral, se entrelazan
aquí: adentrarse en lo mínimo, dilatarlo por medio de la poesía ―que, circularmente,
renace en su seno―, es conquistar el todo de la textualidad o del cosmos griego, así
como despojarse de lo superfluo de los significados adquiridos para hallar la pureza,
operada poiéticamente por el hueco blanco que la nada de la significancia inserta en
cada signo-objeto al expandirlo más allá de sí. En el «Comentario al Axion Estí»
Elitis, glosando estos versos, afirma en la misma línea que «basta con profundizar en
lo que parece Insignificante para encontrarse sobre lo Crucial»315. También vincula
esta teoría a la función de Grecia, asegurando que «nunca antes la aportación de una
“parte del mundo” al conjunto del mundo habría resultado tan útil como hoy»316. La
estructura general de lo griego, pues, a la cual la misma grecidad, replegada, se
somete, corresponde sustancialmente a este esquema de lo insignificante que es, al
mismo tiempo, el esquema de la omnipotencia de lo significante317. En la expansión
de su hendidura habrá de cifrarse la labor mesiánica o redentora, regeneradora, que
Grecia debe desempeñar en el mundo contemporáneo, en especial respecto a
Occidente. Así se explica, en parte, el deseo de Elitis en el Axion Estí, y en toda su
obra en general, de sustraer a Grecia a la condición de Estado terrenal y convertirla
en el espectro atópico y ahistórico capaz de salir de sí mismo y operar un cambio en
el resto del mundo. Sólo desde una indeterminación absoluta, desde la abstracción
operada por la textualización que acomete el poema, sería ello posible.
314
«“Εύγε” µου είπε “και ανάγνωση γνωρίζεις / και πολλά µέλλει να µάθεις / αν το Ασήµαντο
εµβαθύνεις”», ELITIS, O. (2002), p. 125.
315
«Αυτό που φαίνεται Ασήµαντο, αρκεί να το εµβαθύνεις για να βρεθείς επάνω στο Καίριο»,
KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 47.
316
«Ποτέ άλλοτε δεν θα ήτανε τόσο χρήσιµη µία προσφορά “τµήµατος του κόσµου” στο σύνολο
του κόσµου, όσο σήµερα», Ibidem, p. 47.
317
Según Lina Lijnará, «El Gloria» constituye precisamente un cómputo de lo insignificante. Es el
mundo de las continuas semejanzas, de los reflejos sin fin, el espacio donde cada elemento constituye
la señal, en su insignificancia, que nos desplaza hacia todos los demás, LIJNARÁ, L. (1980), pp. 93-96.
388 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
318
«Αυτή την άλω που δίνει στα πράγµατα η παιδική ηλικία είναι που κυνηγάµε κατά βάθος κι
εµείς σ’ όλη µας τη ζωή· ποτέ τα περιστατικά της, που κατά κανόνα είναι ασήµαντα. Πρόκειται για
την ικανότητα να µεταβάλλεις τα ελάχιστα σε θησαυρούς, χάρη στον τρόπο που τα χειρίζεσαι, και
που το µεγάλο της αντίκρισµα είναι η αθωότητα», ELITIS, O. (1993), p. 70.
319
Las letras griegas que pueden verse en las barcas de pescadores en las islas inscriben ya en el
país, por medio de la propia escritura, el valor fundamental de la grecidad, el concepto en que la
identidad de los griegos se condensa: la riqueza de lo mínimo. Lo leemos en un fragmento de El
jardín de las ilusiones («Eterno pasado»): «¿Quiénes somos, pues? ¿Qué buscamos? ¿Qué escribe el
azar en el dorso de la mano de nuestro país? No, no. Lo único escrito es la RIQUEZA DE LO
MÍNIMO, grabada en las proas de los barcos con mayúsculas griegas. Es decir, tierra y agua. En
griego, rocas y mar» («Ποιοι λοιπόν είµαστε; Τί ζητάµε; Τί γράφει στο πίσω µέρος της παλάµης της
χώρας µας η τύχη; Όχι, όχι. Το µόνο που γράφεται είναι το ΠΛΟΥΣΙΩΤΑΤΟΝ ΤΟΥ ΕΛΑΧΙΣΤΟΥ,
χαραγµένο στα πρυµναία των καραβιών µε κεφαλαία Ελληνικά. ∆ηλαδή χώµα και νερό. Ελληνιστί,
βράχος και θάλασσα», ELITIS, O. (1999), p. 52.
320
«Dionisis Fotópulos»: «Ν’ αξιοποιείς το ελάχιστο για να του αποσπάς τα µέγιστα είναι το πιο
δύσκολο και το πιο “ελληνικό” µυστικό», ELITIS, O. (1993), p. 280.
321
«La magia de Papadiamandis»: «Η µεγάλη τέχνη βρίσκεται οπουδήποτε ο άνθρωπος κατορθώνει
ν’ αναγνωρίζει τον εαυτό του και να τον εκφράζει µε πληρότητα µες στο ελάχιστο», Ibidem, p. 105.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 389
nocturna. De ti depende. Una suerte llama a la otra, basta que tú des el primer
paso»322. El tránsito de lo mínimo a lo máximo, los hilos que se tienden entre ambas
dimensiones, aun en su espectralidad, resultan el suelo más firme donde apoyarse.
Son por consiguiente la poesía o el arte, instancias inmateriales basadas en la
intangibilidad de la circulación de sentidos a través del vacío del espaciamiento, la
más segura base sobre la que poder vivir, en la quiebra misma de los fenómenos,
habitando poéticamente el mundo desde la humanidad del contacto con lo inhumano,
con lo imposible: «Se trata de esa profunda potencia de las analogías que une lo
ínfimo con lo importante o lo esencial con lo insignificante y que bajo la superficie
fragmentada de los fenómenos construye un suelo más firme donde apoyar el pie»323.
A través de ese hueco profundamente moral de lo mínimo, además, puede llegarse,
también en el ámbito meramente existencial, a cualquier parte. Imbricada con el mito
del Poeta sobrio y ascético, casi monacal, que hemos visto más arriba tiñendo
algunas de las páginas críticas dirigidas a Elitis, literaturizando también su peripecia
vital, comparece en múltiples pasajes de su obra, de tono declaradamente
autobiográfico, la imagen de una existencia frugal y austera que supondría un acto de
coherencia casi sacrificial con los valores de su patria y con el rigor estético de su
poesía. Esta suerte de entrada en religión le permitiría alcanzar cierta forma de
totalidad, aun cuando exija esfuerzos extraordinarios. Un fragmento de El Pequeño
Eautilo en que se describe la escueta estancia de una casa isleña en que el poeta
descansa al mediodía, sin elementos superfluos, sin apenas posesiones, la encarna a
la perfección: «Miro la cal en el muro frente a mi pequeña alcoba. Un poco más
arriba, el techo con las vigas. Más abajo el baúl donde he depositado todos mis
enseres: dos pantalones, cuatro camisas, algunas mudas. Al lado, la silla con el
enorme sombrero de paja. En el suelo, sobre las baldosas blancas y negras, mis dos
sandalias. A mi lado tengo además un libro. He nacido para tener sólo esto. No me
importa que sea una paradoja. Desde lo mínimo se llega antes a cualquier parte. Sólo
que es más difícil»324. Seguramente por ello, en la primera frase de un ensayo tardío,
322
«Avante despacio»: «…ν’ απαλλαγούµε από το περιττό. Κι αλήθεια, είναι ανάγκη. ∆ε γίνεται
αλλιώς. Ή θά ’σαι ολιγαρκής στα υλικά σου αγαθά ή θά ’σαι ολιγαρκής στα βιώµατά σου. Απαιτείται,
θα έλεγα για παράδειγµα, νά ’χεις φτάσει στην ως τον έσχατο βαθµό ελαχιστοποίηση των χρηστικών
οργάνων της δουλειάς σου, ακόµη και των βιβλίων, για να µπορέσεις απερίσπαστα να επιδοθείς στην
ακτογραφία του γυµνού σώµατος που πάλλεται δίπλα σου ή να σιγοτραγουδήσεις το σκοπό που σου
υποβάλλει κάποιο ξανθό µαλλί παίζοντας δίπλα σου µε βραδινό αεράκι. Από σένα εξαρτάται. Η µία
τύχη σπρώχνει την άλλη, αρκεί να κάνεις εσύ την πρώτη κίνηση», Ibidem, p. 413.
323
«Lo público y lo privado»: «Πρόκειται για τη βαθὐτερη εκείνη δύναµη των αναλογιών που
συνέχει τα παραµικρά µε τα σπουδαία ή τα καίρια µε τα ασήµαντα, και διαµορφώνει, κάτω από την
κατατεµαχισµένη των φαινοµένων επιφάνεια, ένα πιο στερεό έδαφος, για να πατήσει το πόδι µου»,
Ibidem, p. 339.
324
«Κοιτάζω τον ασβέστη αντικρύ στον τοίχο της µικρής µου κάµαρας. Λίγο πιο ψηλά το ταβάνι µε
τα δοκάρια. Πιο χαµηλά την κασέλα όπου έχω αποθέσει όλα µου τα υπάρχοντα: δυο παντελόνια,
τέσσερα πουκάµισα, κάτι ασπρόρουχα. ∆ίπλα, η καρέκλα µε την πελώρια ψάθα. Χάµου, στ’ άσπρα
και µαύρα πλακάκια, τα δυο µου σάνταλα. Έχω στο πλάι µου κι ένα βιβλίο. // Γεννήθηκα για νά ’χω
390 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
τόσα. ∆ε µου λέει τίποτε να παραδοξολογώ. Από το ελάχιστο φτάνεις πιο σύντοµα οπουδήποτε. Μόνο
πού ’ναι πιο δύσκολο», ELITIS, O. (2002), p. 512.
325
«Según la ostra, así su perla»: «Είµαι του ολίγου και του ακριβούς», ELITIS, O. (1999), p. 14.
326
«A través del mirto»: «Έτσι για κάτι ελάχιστο που µήτε το έλαβα ποτέ / Μία λάµψη έστω /
Κυριολεχτικά πουλήθηκα», ELITIS, O. (2002), p. 209.
327
«Incensar lo sublime», XIV (El Pequeño Eautilo): «Κάθε πρόοδος στο ηθικό επίπεδο δεν µπορεί
παρά να είναι αντιστρόφως ανάλογη προς την ικανότητα που έχουν η δύναµη κι ο αριθµός να
καθορίζουν τα πεπρωµένα µας», Ibidem, p. 515.
328
«Λέω: κι αυτό θα ρθεί. Και τ’ άλλο θα περάσει. / Πολύ δε θέλει ο κόσµος. Ένα κάτι / Ελάχιστο.
Σαν τη στραβοτιµονιά πριν από το δυστύχηµα / Όµως / Ακρβώς / Προς / Την αντίθετη κατεύθυνση»,
Ibidem, p. 347.
2.1. Intersticio, límite y apertura: una poética de la revelabilidad 391
329
«Σ’ ένα, έστω, λουλούδι αντίκρυ αν ήξερες / Να πολιτεύεσαι / Σωστά, θα τά ’χες όλα. Επειδή
απ’ τα λίγα, µερικές φορές / Κι από το ένα ―έτσι ο έρωτας― / Γνωρίζουµε τα υπόλοιπα. Μόνο το
πλήθος νά: / Στο χείλος των πραγµάτων στέκει / Όλα τα θέλει και τα παίρνει και δεν του µένει
τίποτα», Ibidem, p. 349.
392 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
2.2.1. INTRODUCCIÓN
1
Esto, lo hemos visto ya y lo seguiremos viendo abundantemente, no afecta únicamente a los
propios presupuestos o afirmaciones de Elitis, sino, lo que es más grave, también a buena parte de la
crítica griega, que ha asumido esta noción de grecidad de Elitis como un rasgo absolutamente
diferencial y exclusivamente nacional de su literatura. Gran parte de la literatura del país, por lo
demás, se ha caracterizado durante el siglo XX por apropiarse de corrientes de la modernidad europea
estampándoles el sello de la autenticidad y la originariedad griegas, sin que la crítica, salvo en
contadas excepciones ―generalmente provenientes de investigadores formados en el extranjero―,
haya querido advertirlo.
2.2. Tiempo y sensación 395
subrayar aquello que en cada uno de estos nombres está diciendo, ya, otro nombre, el
nombre de todos los demás y el nombre de lo que nunca esperaríamos leer en él, el
punto (στιγµή, punto-instante que dicta su lógica, como hemos visto y veremos en
breve, a todo el conjunto) que lo saca de sí y lo renombra siempre más allá,
reinscribiéndolo de acuerdo con un incesante desplazamiento heliotrópico de lectura-
escritura. Se trata, asimismo, de reencontrar, a través de los conceptos que
conforman esta nueva lista, el blanco, la escritura, el espaciamiento, la revelabilidad,
la infinitud de la textualidad, el himen, el reorigen o el sentido elitiano de la poiesis
que, según hemos visto, se alía con cierta mímesis de lo imposible. Reencontrarlos y
a su vez renombrarlos, leer los nuevos sentidos y las nuevas aperturas, la religiosidad
o el misticismo sustanciales que, inscritos en su movimiento, vienen a decir siempre
algo más, algo en ocasiones tan relevante como su propia contradicción o el
cuestionamiento de sus principios.
2
Refiriéndose a esta ligazón, Lina Lijnará ha hablado incluso del tiempo como una sensación en la
poética de Elitis, cfr. LIJNARÁ, L. (1980), p. 15. Elena Cutrianu ha destacado, por su parte, la unión
casi indisoluble entre sensación e instante, en especial por lo que respecta a la dilatación del tiempo
que implica aquélla, y ha asociado este entrelazamiento a las deudas de Elitis con el surrealismo, cfr.
CUTRIANU, E. (2002), p. 174.
3
En la mística, evidentemente, puede rastrearse una profunda doctrina del instante como apertura
hacia la alteridad de Dios o lo sagrado. Se trata en muchas ocasiones, sin embargo, de la irrupción
fulgurante de lo divino en lo humano, y no tanto de la hendidura por la que lo humano podría volcarse
hacia su Otro. En la epístola tercera a Caio de Dionisio Areopagita, no obstante, leemos una
396 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
significancia que transporta la lectura siempre más allá, construyendo su otro en una
operación poiética que les excede. No es casual, por tanto, que la crítica los haya
considerado dos de los temas fundamentales de la poesía de Elitis, ni que él mismo
se haya referido repetidamente, tanto en la célebre entrevista con Ivar Ivask que ha
hecho las veces de manifiesto como en otros ensayos, a su importancia capital. La
relevancia que Elitis concede a la escritura respecto a la re-velación de una
revelabilidad del absoluto, así como su teoría del carácter sígnico del cosmos
(griego), encuentra en la coimplicación de instante y sensación, y en su recíproca
apertura, un emblema perfecto. Podríamos, por tanto, fingir que recomenzamos aquí,
siguiendo la estructura del reorigen que sin duda late también en este nudo, la
indagación sobre la poética de Elitis que en casos anteriores hemos comenzado por
cualquier otro punto (στιγµή).
No conviene desatender esta sinonimia. Hay en ella, en la identificación
léxica entre punto e instante ―mera diferencia de traducción, como veremos
enseguida―, una de las claves para comprender por qué el instante puede
convertirse, también, en el puntal de la significancia, y guiarnos en el recorrido a
través de las figuras de un espaciamiento que aspira a la inversión de la metafísica
occidental. El instante es el punto de (re)comienzo. En él, en el ápice temporal que
espacia o repliega la línea sobre la que se suceden los acontecimientos, confluyen,
como en el punto supremo que en el capítulo anterior hemos hecho equivaler al hiato
o a la nada mística, un esquema de la presencia y un esquema de la huella
(στίγµα-στιγµή), en un entre indecidible. Esta indecidibilidad es compartida asimismo
por la sensación, a la par huella que pone en marcha una transposición ―metáfora o
metaforá (µεταφορά, desplazamiento) que religa a ambas con el tecnicismo de la
poesía― y compendio del ser experimentado de un golpe, re-velación en suma de
cierta imposible inmediatez recibida bajo la protección del doble gesto de lectura-
escritura que hemos denominado himen. En ambos casos opera, pues, un vacío, el
vacío de la diferición que abre a la revelabilidad y asocia la experiencia del mundo
contenida en instante y sensación al heliotropismo desencadenado por una mímesis
de lo imposible. La fricción con la realidad pensada respectivamente como más
inmediata que la historia o la idea impone finalmente un desplazamiento tropológico
que obliga a amontonar, poiéticamente, imágenes y representaciones para construir el
significado ausente que no ha podido detener el movimiento en un primer contacto.
Toda experiencia del mundo (griego), de este modo, reducida a la sensación y a la
descripción de lo repentino que puede asemejarse a la estructura sígnica, heliotrópica, que adquiere en
Elitis: «Repentino (εξάφνης) es aquello que, contra toda esperanza, y tiniebla hasta el momento, se
abre a la luz», DIONISIO AREOPAGITA (1981), p. 67. No está de más recordar que la luz de Dionisio es
el rayo de tiniebla, el vacío o el infinito tras el que Dios se vela para no cegar a quien accede a su
contemplación.
2.2. Tiempo y sensación 397
4
En Hölderlin, la poesía, vinculada indisolublemente a su comprensión de lo griego, constituye
precisamente la interrupción de la historia que garantiza su continuidad, su constante construibilidad
en el filo entre espíritu y naturaleza: «Ogni poesia si presenta come un nuovo battesimo poietico del
mondo, è un atto fenomenologico preciso nel quale, come notò Karl Reinhardt nel suo saggio
Hölderlin und Sophokles, spirito e paesaggio si trasfigurano a vicenda creando un nuovo orizzonte di
senso dell’esistente. Il poetico diviene allora la modalità metamorfica della natura e degli uomini, ciò
che può fermare per un istante il divenire e rendere perennemente processuale l’essere, facendolo così
coincidere con la dimensione storica», MECACCI, A. (2006), p. 14.
398 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
5
«Las muchachas»: «Νά το: στη µουριά µίας εσωτερικής αυλής ένα µικρό κορίτσι είχε κρεµάσει
δυο σκοινιά κι έκανε κούνια! Με κάθε κίνηση προς τα εµπρός ήταν σα να έφτανε ο αέρας του και να
µε χτυπούσε µ’ εκείνο το δριµύ του Μαρτιού, που κιόλας, µέσα του, κρύβει και κατεργάζεται µία
2.2. Tiempo y sensación 399
λεπτή βελούδινη αφή λευκών πετάλων· και µε κάθε, πάλι, τράβηγµα προς τα πίσω, λες και µου
τραβούσε από τα στέρνα το κοµµάτι ακριβώς εκείνο που προόριζα για κάποιον ιδιωτικό Παράδεισο
―και που όλα µαρτυρούσαν ότι δε θα τον έβρισκα ποτέ. Ωστόσο, δεν ήµουν, δεν υπήρξα ποτέ µου,
αισθηµατίας. Σ’ αυτά τα µαλλάκια εγώ ν’ απευθύνω λόγια λατρείας, τότε ή άλλοτε, µήτε που θα
µπορούσα να το διανοηθώ. Τότε λοιπόν τί ήταν; Μα τί ήταν; Το βλέπω σήµερα: ήταν η αποµόνωση
της αίσθησης και η αυταξία της µέσα σε µίαν ισόβια στιγµή· το τέλειο, που δεν αξιωνόµαστε, παρεχτός
σε µίαν αστραπή, στην ελάχιστη διάρκεια που του χρειάζεται για ν’ ακυρώσει την καθηµερινή
αθλιότητα», ELITIS, O. (2000), pp. 161-162.
6
Admito lo gastado e impreciso de un término como éste, del que se ha abusado hasta la saciedad.
Me refiero sin embargo al ámbito cultural en que, superado el trauma del presunto desmontaje del
sentido, la fragmentariedad y la escritura, así como la relativización del concepto de significado,
conquistaron el primer plano.
7
Al respecto de este concepto, y de la ambigüedad que encierra entre la pulsión de recuperación del
pasado perdido (griego) y la exaltación del presente, cfr. KOLOCOTRONI, V. y O. TAXIDOU (1997). Cfr.
también infra, capítulo 3.2.2, para un análisis más detallado del término «melancolía» asociado a una
lógica escritural.
8
Todo el libro María ?efeli está recorrido por cierta exaltación, en unas ocasiones más vehemente
que en otras, de la fragmentariedad. La propia división de la voz del texto, escindida entre la heroína,
400 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Nos encontramos, pues, ante una diferencia de traducción. No es más que eso
―ni más ni menos que eso― lo que separa el punto exacto del instante preciso:
ακριβής στιγµή. La incompetencia de nuestra lengua los despliega, los tiende uno al
lado del otro, los contagia, los disemina, nos impele a escribir otro capítulo, u otra
María Nefeli, el Antifonista que representa al poeta, y una instancia carente de rostro que pronuncia
los apotegmas al final de cada poema, parece responder a ello. Asimismo, existe una constante
fragmentación temporal, geográfica, genérica o estilística en los textos. En alguno de ellos la
fragmentariedad se tematiza, como sucede en «Ich sehe dich», donde el Antifonista, incorporando un
texto de Novalis, afirma en alemán ver a María en mil imágenes, que serán finalmente las incontables
marcas publicitarias que salpican toda ciudad moderna, cuyos nombres saltean el discurso
propiamente poético: «Pedazos de los océanos ich sehe dich / María in tausend Bildern / de luz y
yodo / […] / SWISSAIR BEA TWA / Ay Neraidas no lograré / ver mi nombre impreso / DIE WELT
TIMES FIGARO / pero tras de la muerte con crin / KODAK PHILIPS OLIVETTI / resplandeciente
me espera el caballo…» («Κοµµάτια των ωκεανών ich sehe dich / Μαρία in tausend Bildern / από
φως και ιώδιο / […] / SWISSAIR BEA TWA / Αχ Νεράιδες µου δε θα αξιωθώ / τ’ όνοµά µου
τυπωµένο να δω / DIE WELT TIMES FIGARO / αλλά πίσω απ’ το θάνατο µε χαίτη / KODAK
PHILIPS OLIVETTI / λάµπουσα µε περιµένει το άτι…», ELITIS, O. (2002), p. 427.
9
«Declaración jurada»: «Προσέξετε πολύ την αποσπασ- / µατικότητα της καθηµερινής µου ζωής /
και τη φαινοµενική της ασυνέπεια. / Πού αποβλέπει / και µε τί σκοπούς απώτερους πάει ν’
αναπτυχθεί / και ν’ αποκτήσει νόηµα βαθύτερο. / Ζητά ν’ αποθαρρύνει τις έρευνες των επιστηµόνων /
προς όφελος πιστεύω της αυθεντικότητας του ανθρωπίνου οράµατος. / […] / Μου είναι αδύνατον να
δω τον εαυτό µου / αλλιώς / παρά σαν σύνθεση αντιαφηγηµατική / χωρίς ιστορική συνείδηση / χωρίς
εµβάθυνση τύπου ψυχολογικού / πράγµα που θά ’κανε την καθηµερινή ζωή µου / ανιαρή σαν
µυθιστόρηµα / θνησιγενή σαν έργο του κινηµατογράφου / αρνητική σαν χιουµοριστικό ανέκδοτο /
αδιάφορη σαν έργο ζωγραφικής της Αναγεννήσεως / επιβλαβή σαν ενέργεια πολιτική και γενικά /
δουλοπρεπή και υποταγµένη στη φυσική του κόσµου τάξη / και στα ―κοινώς λεγόµενα―
φιλάνθρωπα αισθήµατα», Ibidem, p. 407.
2.2. Tiempo y sensación 401
serie de nombres y de nociones, en el intersticio que los fragmenta. Los hace caer, a
ambos, en el entre que ha venido a dividirlos, nos obliga a fijar los ojos sobre la
arista que traza su invisible diferencia y que, formando parte de los dos, es, diríamos,
aquello que no son en lo que son, el punto de un exceso donde se reinscriben
diluyéndose. No podremos hablar, puesto que hemos convenido en tratarlos en su
atematicidad, sino de este hiato que simultáneamente los divide y los recorre, que se
escribe una vez más, aquí, en la lengua extranjera que pretende dar cuenta de ellos e,
inadvertidamente, arroja como restancia de la traslación de su significado la llave de
su operación: la resistencia misma al significado que hemos querido denominar
significancia.
En esta diferencia perdemos, pero también recuperamos por otra vía, lo que
en griego asocia la exactitud temporal del instante a la matemática o la geometría,
sugiriendo una fusión del tiempo y el espacio10 capaz de evocar nuevamente la
solidaridad o la coimplicación entre sensación e instante, su apertura mutua que es, a
la vez, la apertura general del punto. Leemos asimismo, con ayuda de otras
traducciones o estratos de lengua, la dialéctica entre stigmé y grammé, punto-instante
y línea geométrica (espacial) o temporal, los términos bajo los que la metafísica, aun
en sus más virulentas tentativas de autocrítica, ha pensado el tiempo en clave
aristotélica. Se halla inscrita ya en el término στιγµή, en efecto, la ambigüedad
indecidible frente a la metafísica y el dualismo que habremos de analizar más tarde
partiendo de las sensaciones y la metáfora. Excediendo sus propósitos y, acaso, sus
pretensiones, la στιγµή de Elitis contiene rastros ―es, también en ese sentido, el
rastro― de una vacilación entre la concepción del tiempo a partir del punto como
cierre teleológico ―y principio― de un círculo marcado por el ser como presencia,
cuya grammé se borra en su mismo despliegue11, y la tentativa de superar esta
circularidad o esta linealidad occidental partiendo del punto como comienzo y fin
que detiene a cada paso la grammé impidiéndole actualizarse en sentido
aristotélico12. La interpretación del reorigen o la revirginización anhelados por Elitis
en la lógica de los blancos o del punto como emblema de la poiesis podría llevarnos
a entender su percepción del tiempo en este último sentido, como conspiración
oriental, griega, contra la noción occidental de relato lineal, histórico, por mucho
10
Acerca de esta identificación, de fuertes implicaciones metafísicas, con origen en Aristóteles y
recientes ecos en Hegel, cfr. «Ousia y grammé», DERRIDA, J. (2003), pp. 89-91.
11
Cfr. Ibidem, pp. 94-95.
12
El concepto de nun, «ahora», en Aristóteles, se encuentra sin embargo también vinculado, en
parte, a esta última idea. El nun no es tiempo, porque no es nada, no es una parte del tiempo, que
siempre viene antes o después de él, cuando el no ser en que este «ahora» consiste ha sufrido una
doble negación y ha permitido el paso al ser del tiempo, de la grammé. No obstante, el nun es lo no
temporal desde el punto de vista del presente que determina el gesto primordial de la metafísica: como
parousia de la ousia sustraída al devenir, cosa que sólo puede enunciarse en tiempo verbal presente y
que, por tanto, lo implica, Ibidem, pp. 73-74.
402 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que éste venga sancionado por los mismos términos griegos que se utilizan para
socavarlo, y por la voz asimismo griega de Aristóteles. Siendo, como decía este
último, una inmovilización constante del movimiento que impide ser en acto al
tiempo, la stigmé es también, en tanto reorigen, la regeneración del círculo o la línea
que se venía a abolir, la condición de un girar en círculo que conduce a «reconstituir,
según otra configuración, el mismo sistema»13. Penetrar verticalmente en la historia
para trabarla y desmontar su devastador avance, en consecuencia, significa también,
como en el gesto antihistórico que inaugura y sostiene toda modernidad, garantizar
su refundación, reproducir una vez más la condición de posibilidad de la linealidad
del tiempo: el punto (stigmé) como origen y fin de la grammé que se reencuentra
consigo misma para borrarse en la presencia (el ser-presente) del ser. Desde esta
perspectiva, el hiato elitiano, la poiesis que (re)construye desde el no ser contra la
historia y su clausura, que la borra sin cesar para saltearla con su propio recomienzo,
se identificaría en la misma grecidad de su término (stigmé) con su contrario,
contribuiría inadvertidamente, en su automatismo, al mantenimiento de lo que ha
venido a socavar, sería de hecho, bajo otra traducción, él mismo14. Tratando, con un
ánimo mesiánico que se inscribe también a la perfección en el gesto del instante, de
liberarnos del tiempo15, Elitis parecería devolvernos a la impenetrabilidad del
círculo, subrayando en la vanidad de su esfuerzo el horizonte de insuperabilidad de
los conceptos metafísicos y ontológicos que en su opinión definen el pensamiento
occidental16.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. El instante o la stigmé, en tanto
nueva traducción que remite a una marca, a la huella de lo que no es y se interpone
en el ser como diferencia ―diferencia, también, de traducción―, apertura o fuente
de la significancia que nos pone en contacto con lo Abierto o lo imposible, puede
también escapar, lo mismo en tanto concepción del tiempo que en tanto
renombramiento de la serie del hiato, a su clásica asociación logocéntrica a las
nociones de sustancia, presencia, subjetividad, etc.17 Si bien la noción de instante
13
Ibidem, p. 95.
14
«El stigmé, la puntualidad, es pues el concepto que, en Hegel como en Aristóteles, determina el
mantenimiento (nun, jetzt)», Ibidem, p. 77.
15
Cierto cuestionamiento heideggeriano de esta concepción metafísica del tiempo puede remitir,
ligeramente, a la vanidad de la pretensión profunda de Elitis, cfr. Ibidem, pp. 95-100.
16
Esta liberación de las cadenas del pensamiento occidental, basado en el dualismo y por tanto en el
sometimiento del hombre a una exterioridad que le impide ser él mismo, encontrarse a través del punto
interior que en su indeterminabilidad le excede, se topa de nuevo con la construcción de un dualismo:
«Y todas las oposiciones conceptuales que favorecen la destrucción de la ontología se ordenan
alrededor de un eje fundamental: el que separa lo auténtico de lo inauténtico y, en última instancia, la
temporalidad originaria de la temporalidad destituida», Ibidem, p. 98.
17
Aludiendo nuevamente al término stigmé, y vinculándolo al nun (νυν), al que, lo hemos visto, el
hiato y la poiesis, la textualidad griega, se oponían explícitamente en el Axion Estí, Jacques Derrida se
ha referido a esta línea de conceptos sustancialmente metafísicos citándolos en general ―no resulta
2.2. Tiempo y sensación 403
casual― por sus nombres griegos: «Se presiente desde ya que el fonocentrismo se confunde con la
determinación historial del sentido del ser en general como presencia, con todas las
sub-determinaciones que dependen de esta forma general y que organizan en ella su sistema y su
encadenamiento historial (presencia de la cosa para la mirada como eidos, presencia como
substancia/esencia/existencia [ousía], presencia temporal como punto [stigmé] del ahora o del instante
[nun], presencia en sí del cogito, conciencia, subjetividad, co-presencia del otro y de sí mismo,
inter-subjetividad como fenómeno intencional del ego, etc.). El logocentrismo sería, por lo tanto,
solidario de la determinación del ser del ente como presencia», DERRIDA, J. (1971), pp. 18-19.
18
«Hölderlin siente, en efecto, que ha retornado a la casa natal. La identifica con aquellos instantes
de iluminación en donde ha logrado franquear los límites de la identidad del yo al poner en juego la
escritura del afuera, del ser, de la physis, de lo santo», JUANES, J. (2003), pp. 253-254.
404 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
19
«Djenda»: «Το παρόν είναι ανύπαρκτο και τα µισά / µαλλιά µου κιόλας κάπου αλλού / σ’ εποχές
άλλες κυµατίζουν», ELITIS, O. (2002), p. 426.
20
Puede haber cierta autoironía respecto al motto que salpica el «Génesis» del Axion Estí, donde se
repite una y otra vez la deixis «¡Este mundo pequeño, el grande!». Puede también tratarse de la
confirmación de lo que allí se decía, si tenemos en cuenta que cosmos, como hemos visto, se refería a
la indemnidad y la infinitud de la textualidad griega, que escapa, o pretende poder escapar, a la
determinación del ser como presencia.
21
De María ?efeli: «…άδικα πιστεύω / καυχησιολογούµε λέγοντας / “ο κόσµος είναι αυτός”. // Ο
κόσµος είναι αυτός / ο καπνός που κυνηγάει τον σκύλο / το φυτό που ορθώνεται και τρέχει µε τη
µουσική / τα παιδιά που ζωγραφίζουν τοίχους / και ανοίγουν την οµπρέλα τους ίδιοι αρχαίοι Αιολείς /
ν’ αναληφθούν συµπαρασύροντας το πιο παρθένο µέρος / των πραγµάτων. Η σύνθεση / απ’ όλ’
αυτά», Ibidem, p. 404.
2.2. Tiempo y sensación 405
22
HEIDEGGER, M. (1999), pp. 145-147
406 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
2.2.2. EL TIEMPO
23
«Analogías de luz»: «Έπειτα είναι η ανάπτυξη του στιγµιαίου, µε το οποίο εννοώ ένα γεγονός
διαδραµατιζόµενο σ’ ένα κλάσµα του δευτερολέπτου, αλλά που είναι δυνατό να συµπεριλάβει πολύ
περισσότερα πράγµατα· η στιγµή µπορεί να διευρυνθεί. Υπάρχει ένα ποίηµα µε τον τίτλο “∆ήλος”
στη συλλογή “Το Φωτόδεντρο”. Τί θέλει να πει τάχα αυτό το ποίηµα; Περιγράφει µία κατάδυση στη
θάλασσα. Είναι µία στιγµιαία αίσθηση. Κι όµως, ό,τι αισθάνεσαι πραγµατικά όσο χρόνο διαρκεί η
κατάδυση είναι µία ποικιλία πραγµάτων που µπορούν αργότερα να αναπτυχθούν. Ή, ακόµη, ας
2.2. Tiempo y sensación 407
Observemos que no hay alusión alguna a lo que podríamos considerar una epifanía o
una presencia. Nada que se salga de los estrictos límites de lo poético. El acento se
pone, de hecho, en la operación mediante la cual el poema, (re)elaborando la
experiencia espaciotemporal de una «sensación instantánea», puede entretejer
sentidos o imágenes, encadenándolos, sobre el hiato que el instante o la sensación
abren en el tiempo. Poema e instante se entrelazan, dilatándose mutuamente y
haciéndose, se diría, indistinguibles. Ambos son el punto de un vacío que en su
lectura imposible desencadena escrituras que van más allá de la lógica de una
mímesis realista: no hay desarrollo del instante sin elaboración po(i)ética. No hay, en
los poemas que menciona, desencadenamiento de la poiesis sin el contacto
indecidible con el vacío sígnico, alusivo en su transparencia a un conglomerado de
representaciones, del instante. Pues dentro de él existe ya una articulación y un
movimiento, una complejidad en la unidad que no podría entenderse si estuviéramos
ante una presencia o un significado capaces de detener la mirada y admitir una
mímesis fiel. El instante constituye, por tanto, una nueva apertura a la significancia
en cuya lectura incontenible, devenida simultáneamente escritura po(i)ética que no
cesa de retejerse, de acrecentar el texto, la poesía logra encontrar un trasunto de
infinitud y eternidad de la que es directamente responsable. La dimensión angélica de
esta experiencia profundamente griega ―pensemos en su vinculación a la
textualidad inagotable del Axion Estí, basado también en la significancia y el hiato―
no es, en consecuencia, algo recibido como presencia fulgurante (par-ousia) que la
escritura imita desvirtuándola ―tal como parece suceder en la experiencia religiosa o
propiamente mística―, sino que se construye a partir del contacto con una ausencia
(ap-ousia), la ausencia del ser (ousia) o del sentido, que traspasa al espacio de la
escritura el peso de toda imposible sacralidad: «Hablo del movimiento que uno
descubre trazándose en el “instante” cuando consigue abrirlo y darle continuidad.
Cuando, realmente, la Tristeza se hace Gracia y la Gracia Ángel»24. La poesía se
instituye así en el intersticio indecidible, espectral, que se tiende, pliegue e isomorfo
del propio instante, entre el tiempo cotidiano y la eternidad, «puesto que el poema es
un desarrollo de lo instantáneo o, al contrario, una condensación de lo infinito»25.
Hay fuertes ecos hölderlinianos en esta frase, que nos muestra nuevamente la poesía
πάρουµε το βιβλίο µου “Έξι και Μία Τύψεις για τον ουρανό”. Υπάρχει εκεί ένα ποίηµα που αρχίζει µ’
ένα χελιδόνι το οποίο περνάει µπροστά από τα µάτια µου. Αυτή η πράξη, που θα µπορούσε να
περιληφθεί σ’ ένα µόνο στίχο, αντίθετα µεγαλώνει και σχηµατίζει το υπόλοιπο του ποιήµατος. Αυτό
αποτελεί ό,τι εννοώ µε την ανάπτυξη µίας στιγµιαίας εντύπωσης», ELITIS, O. (1979), p. 198.
24
El Pequeño ?autilo: «Μιλώ για την κίνηση που ανακαλύπτει κανείς να σηµειώνεται µέσα στη
“στιγµή” όταν καταφέρει να την ανοίξει και να της δώσει διάρκεια. Οπόταν, πραγµατικά, και η
Θλίψις γίνεται Χάρις και η Χάρις Άγγελος», ELITIS, O. (2002), p. 513.
25
El Pequeño ?autilo: «Αφού είναι µία ανάπτυξη του ακαριαίου ή, αντίστροφα, µία σύµπτυξη του
ατέρµονος το ποίηµα», Ibidem, p. 542.
408 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
26
Quien, reinmanentizando el esquema cristiano de la salvación, aplica lo que en los tiempos
clásicos, precristianos, constituía la especificidad de la poiesis (el desenvolvimiento de los hechos
unos a consecuencia de otros, engarzados en un todo cerrado y dominable), al hasta entonces azar de
la historia (el desenvolvimiento de los hechos unos después de otros, sin engarce ni dirección).
27
Como veremos más adelante, en lo más parecido a una autobiografía que podemos encontrar en la
obra de Elitis, el texto «Tiempo encadenado y tiempo desmontable» (1992), muy elocuente ya desde
el título respecto a sus pretensiones, el «relato» se articula subvirtiendo el presupuesto de linealidad
que solemos atribuir a este género. Se trata, por el contrario, de la presentación de una serie de
sensaciones, impresiones o instantes que se encadenan caóticamente, invocándose sin solución de
continuidad los unos a los otros, y practicando saltos temporales en todas direcciones. No hay en él,
por supuesto, ninguna pretensión de exhaustividad ni, desde luego, ningún telos que articule la
narración, basada más bien en el desplazamiento incesante de la significancia.
2.2. Tiempo y sensación 411
constituyendo el trazo vacío que interseca la línea continua del tiempo, es ya,
también, el blanco del espaciamiento desencadenado por esta intersección; del
mismo modo que, en su vocación mesiánica, reúne los dos tiempos del automatismo
religioso: el desalojo que implica la muerte de(l) Dios, y el desierto que espera su
renacimiento. Bajo este esquema de refundación constante, isomorfo de la escritura
que reteje sin cesar el himen de una revirginización34 (¿no es la indemnidad de este
himen la que garantiza precisamente la intersección de la historia operada por la
venida de Cristo?), el instante elitiano parece reproducir, inadvertidamente, el gesto
fundacional de toda modernidad. En especial, de la modernidad literaria a la que nos
hemos referido en el capítulo segundo. También ella, obedeciendo a una pulsión
antioccidental y antihistórica nacida en el seno mismo de Occidente ―y que Elitis se
reapropia como griega35―, aspiraba a reoriginar mesiánicamente, por medio de una
diseminación reinmanentizadora, la posibilidad de lo sagrado, que percibía en franca
decadencia bajo sus formas tradicionales. El arte moderno nace, entre otras, con esta
pretensión fundamental: servir como territorio de una eterna reanudación inmune al
deterioro de la historia, escenificar incesantemente «el inicio del mundo, allá donde
experimentamos las cosas como recién creadas»36. No hay en ello sino el deseo de
garantizar la perpetua iterabilidad del reorigen, que se materializará de hecho, de
modo palpable y efectivo, en las muchas rupturas estéticas que hasta los tiempos de
la vanguardia dominarán la cultura europea. Todas asumirán ciertas características
del mesianismo: la quiebra de la linealidad de la historia, el desprecio del pasado, la
proclamación del presente y de la inmediatez en lo que tienen de posibilidad creativa
―de construible― como única dimensión válida de la experiencia, la anunciación de
un nuevo orden por venir o la combinación, como ha señalado Paul de Man37, de un
marcado desinterés por el tiempo con cierta conciencia de plenitud temporal. Todo
ello puede, salvando las distancias, leerse en el instante de Elitis, que reinscribiría así
pertinencia, igual que las instituciones. Estos acontecimientos, que no deberían ser sino advenimientos
de una eternidad (¿imposible?) o de un final (aplazado), no dejan de contradecir el tiempo producido
por la historiografía. Pero, ¿en qué medida pueden ellos insinuar otra duración?», DE CERTEAU, M.
(2006), p. 21.
34
Según Philip Sherrard, en la obra de Elitis las cosas, sustraídas a las coordenadas de espacio y
tiempo, nacen desde el principio a cada instante, llenas de pureza e inocencia, cfr. SHERRARD, P.
(1986), p. 518.
35
Lo cual también significa: cree devolverla por fin a su carácter propio, pronunciar su verdadero
nombre, durante tanto tiempo escamoteado.
36
Son palabras de Gaston Roupnel, a cuya obra Siloë dedica Gaston Bachelard su célebre estudio
acerca del instante que, como veremos, influyó de lleno a Elitis, cfr. BACHELARD, G. (1973), pp. 106-
107.
37
«Todas estas vivencias de inmediatez unidas a su negación implícita, buscan combinar la apertura
y libertad de un presente desvinculado de todas las demás dimensiones temporales, tanto del peso del
tiempo pasado como de la preocupación por el futuro, con un sentido de la totalidad y de la plenitud
que no podría lograrse si no fuera por la conciencia temporal más abarcadora que también queda
implicada», DE MAN, P. (1991), p. 175.
2.2. Tiempo y sensación 413
38
¿Será por esta repentina independencia de la literatura o la poesía como discurso o categoría
ontológica incondicionada geográfica e históricamente por lo que Goethe pudo plantear en estos años
el proyecto de una «literatura universal»?
39
Que es la problematicidad de la relación de la poesía con la naturaleza, visto que, como vengo
diciendo hasta aquí, el instante no es sino otro nombre de la estructura (el hiato) que articula,
desarticulándola en una constante diseminación, la noción elitiana de poesía.
40
KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 45.
41
«…σαν έξω και πριν από την Ιστορία», Ibidem, p. 46.
2.2. Tiempo y sensación 415
poiéticamente― por medio del borrado minucioso y activo de la historia: «Hoy que
escribo, tengo que ascender la Historia para encontrar el instante que quiero
describir. Pero también: ascendiendo la Historia la borro para convertirme en el
hombre natural o, si no, para identificarme plenamente con ella, hasta el punto de que
sea como si no existiese»42, dice refiriéndose al pasaje del tercer himno del
«Génesis» en que en su ascenso hasta el punto más alto de un promontorio, el talón
del Poeta borra los trazos de la historia sobre la arena. El instante se despliega, por
consiguiente, entre la máquina que borra la historia sustrayendo una porción del ser a
su linealidad, abriéndola a la significancia que ha de sacarla de sí, y el resultado de
esa borradura, allá donde la naturaleza ha sido reconstruida y compendia, en la
apertura de un solo punto, todos los sucesos de la historia, legibles en una circulación
interminable43. Refiriéndose nuevamente al «hombre natural», Elitis añade: «En el
extremo de su coherencia, quien borra de su conciencia todo el contenido de la
Historia se identifica con quien tiene conciencia extrema y plena de todo su
contenido»44. El blanco que inserta el instante sobre la línea, borrándola, significa
pues la reinscripción del telos al que la historia hegeliana se dirige para, también,
borrarse. Telos e instante se convierten, por tanto, en isomorfos45: hallarse en la
apertura de la στιγµή equivale a hallarse del otro lado de la historia, en el punto
natural que constituye su alteridad y señala la perpetua posibilidad de un reorigen.
En consecuencia, como no podía ser menos, la operación del instante ―que no
podemos dejar de llamar así― posee un carácter eminentemente poiético y textual:
borrar la historia y devolverla al estado de naturaleza, lejos de constituir una epifanía
de la physis como presencia, implica reconstruir el blanco, retejer pues el himen de
la escritura que nos permite diseminar el origen y el telos desencajando la linealidad
de toda historia o Historia46. Es reconstruir, también, el desierto de la revelabilidad
42
«Σήµερα που γράφω, πρέπει ν’ ανεβώ την Ιστορία για να βρω τη στιγµή που θέλω να περιγράψω.
Αλλά και: ανεβαίνοντας την Ιστορία τη σβήνω, για να γίνω ο φυσικός άνθρωπος ή, αλλιώς, να
ταυτισθώ απόλυτα µαζί της, σε σηµείο που να είναι σα να µην υπάρχει», Ibidem, p. 51.
43
Esta dimensión suprahistórica, que marca ya un cierto idealismo en el proceso, es la que
corresponde a Grecia, otro miembro de la serie de isomorfos que confluyen en el hiato y que se
caracteriza por compendiar, como un significante inclausurable, todos los momentos de su historia en
cualquier punto de su superficie física o cultural. Es, en este sentido, también una στιγµή que somete a
una lectura infinita donde todos los sentidos se presentan precisamente en su ausencia, donde toda
(par)ousia no puede ser sino ap-ousia. No olvidemos, de hecho, que, como veremos más adelante,
según Elitis Grecia o el Egeo son también una ακριβής στιγµή.
44
«Στην απώτατη συνέπειά του, αυτός που εξαλείφει από τη συνείδησή του όλο το περιεχόµενο της
ιστορίας ταυτίζεται µε αυτόν που έχει πλήρη και άκρα συνείδηση όλου του περιεχοµένου της»,
Ibidem, p. 46.
45
El instante, sin embargo, introduce en su indecidibilidad la diferencia: disemina el telos, lo saca
de sí configurándolo como la posibilidad de un reorigen, lo desplaza desde la plenitud del significado
y la presencia a la ausencia y la significancia de un mero pasadizo, etc.
46
De ahí que el concepto elitiano de στιγµή parezca eludir, hasta donde ello es posible, el esquema
metafísico del ser como presencia en el que se ha hallado tradicionalmente imbricado a lo largo de la
historia de la filosofía. En Aristóteles y Hegel, el stigmé, en su doble traducción de punto e instante,
416 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
no sólo se somete a un esquema metafísico, sino que lo implica en el despliegue de su misma lógica.
Ambos conciben el stigmé como oros, es decir, término o límite, hecho que lo vincula estrechamente
al telos, DERRIDA, J. (2003), p. 70. Para Elitis, por contra, como estamos viendo, el stigmé constituye
en todo caso un movimiento doble de cierre y apertura, un punto de fuga, la sustracción a los límites
del significado en beneficio de la circulación de la significancia.
2.2. Tiempo y sensación 417
trata de «Declaración jurada», del libro María ?efeli. En él, como vimos, la heroína
proclama la superioridad de la fragmentariedad de su vida sobre todos los esquemas
narrativos asociados a Occidente. Dicha fragmentariedad, en beneficio de la
autenticidad y la pureza de lo humano, desalienta las investigaciones científicas, se
sustrae a la conciencia histórica, trasciende el valor de una novela, una película o la
perspectiva realista y mimética de un cuadro renacentista. Lo sorprendente viene al
final. Donde acaso creeríamos estar leyendo una reivindicación de la inmediatez de
la naturaleza frente a la elaboración artificial de la cultura ―como por lo demás
parece percibirse a lo largo de todo el libro―, María Nefeli concluye la lista
abriéndonos los ojos: entre aquellas consecuencias negativas de ordenar su vida
según la linealidad de una conciencia histórica, estaría convertirla en «servil y
subordinada al orden natural del mundo»47. La naturaleza se coloca, en consecuencia,
al mismo nivel que toda una serie de construcciones lineales propias de Occidente.
La poesía, el instante, la fragmentariedad de una luz griega, tendrían entonces la
función, no de proporcionar el contacto inmediato con una physis capaz de restañar
la fractura de la historia, sino de construir, desde su espectralidad y su
irreductibilidad al sentido, la sobrenaturaleza espectral que abriera, como fractura
perpetua e indecidible en la atopía del texto, a una indemnidad constantemente
renovada. El instante mismo, sustraído a la naturalidad o a la historicidad de un
nacimiento y un fin, posee un carácter eminentemente espectral48. Nada se sabe de
él. No está aquí ni allí. No es ahora ni ha sido ya en ningún momento. Y sin embargo
construye el punto exacto o punto supremo que proporciona el antídoto contra el
constructo de la historia, que excede la ley que, en nombre de la vida y la naturaleza,
nos constituye. Lo dice el epigrama que aparece bajo el primer poema de María
?efeli, pronunciado por una voz a su vez fantasmal, no ligada, como los textos
principales, a un cuerpo que la pronuncie o al tiempo determinado de una
enunciación: «La Ley que soy no me someterá»49. Rebelarse contra los imperativos
biológicos en el mismo gesto que trata de desencajar las estructuras teleológicas de
una narrativa mecánica y amenazadora, he ahí uno de los rasgos principales de la
poesía moderna en su búsqueda de la superrealidad o el sobrenaturalismo. Instancias
que, como hemos dicho anteriormente, surgen de la autoinmunización que define
47
«…δουλοπρεπή και υποταγµένη στη φυσική του κόσµου τάξη», ELITIS, O. (2002), p. 407.
48
Al final de su ensayo «Ousia y grammé», Jacques Derrida ha introducido bajo unas características
muy semejantes la noción de différance como único exceso de presencia y ausencia que podría darse
en una escritura, sustrayéndose al cierre metafísico de la temporalidad aristotélica y a la teleología de
la grammé: «Una escritura que excede todo lo que la historia de la metafísica ha comprendido en la
forma de la grammé aristotélica, en su punto, en su línea, en su círculo, en su tiempo y en su espacio»,
DERRIDA, J. (2003), p. 102. Si bien una identificación en este caso resultaría exagerada y seguramente
abusiva, no hay que olvidar que ya hemos relacionado repetidamente la matriz de khora, un concepto
derridiano muy próximo a éste, con la revelabilidad y el hiato.
49
«Ο Νόµος που είµαι δεν θα µε υποτάξει», ELITIS, O. (2002), p. 366.
418 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
territorio de la clarté europea frente a la διαφάνεια griega). Desde este punto de vista,
¿no habríamos de considerarlo acaso una epifanía de la physis destinada a
devolvernos de un golpe a la pureza de la naturalidad contra la linealidad derivada y
cerebral del tiempo? ¿No es, en su involuntariedad y su exterioridad, el testimonio de
la preeminencia de lo dado ―de lo construido― sobre la potencia (auto)constructiva
de la voluntad? Según he dicho más arriba, es precisamente lo contrario: la apertura
de una quiebra en la impermeabilidad del destino, la sustitución de lo escrito por lo
que está, siempre, por escribir. De ahí que la irrupción del instante no clausure la
representación, sino que la abra; no otra cosa supone la dilatación del instante
―figura perfecta que alude, acaso sin pretenderlo, a la apertura del signo―, cuya
vaciedad propone la imposibilidad de una lectura ―la inexistencia, de nuevo, de un
significado en que detenerse― sometiéndonos a la principal operación (mística) de la
poesía: la mímesis de lo imposible a través de una sucesión de imágenes sin referente.
Con ello, el instante prolonga y reduplica, correa transmisora en el seno de una serie
de blancos encadenados, el efecto desestructurante de lo poético. Pues, al igual que
él mismo, las imágenes surgidas de su hendidura, en la medida en que representan lo
irrepresentable, funcionan como el intersticio espectral que re-vela la alteridad
inalcanzable de lo Abierto y conmueve, por tanto, los cimientos de lo que
consideramos la realidad o la naturaleza. Es en ellas, en la interminable circulación
de sus lecturas-escrituras, así como en el incontenible traspaso de la sensación al
instante, del instante a la imagen, del imagen al poema o del poema al
ensanchamiento del instante, entre otros muchos50, donde se dibuja una trascendencia
o un absoluto generados maquinalmente por la infinita metaforicidad (el
desplazamiento tropológico) que delimita, ya, una sobrenaturaleza. La eternidad
sobre-natural del instante o del tiempo de la poesía, por lo tanto, reside no en su
carácter de telos insuperable o presencia plena del sentido51, sino por el contrario en
50
Según las palabras de Elitis, podemos deducir asimismo que la aparición del instante genera un
ensanchamiento de la(s) escritura(s) en el poema, dado que gracias a él, lo que «podría contenerse en
un solo verso, crece por el contrario y configura todo el resto del poema».
51
La noción elitiana de eternidad como fuga, devenir perpetuo alojado en el hueco de la
temporalidad dictada por o desde el instante, contrapone su presunta grecidad a la grecidad (de estirpe
aristotélica) legible en el idealismo hegeliano, si bien puede, según veremos más adelante, confundirse
con ella ―para desilusión de Elitis― en algún punto: «Según un gesto fundamentalmente griego, esta
determinación hegeliana del tiempo permite pensar el presente, la forma misma del tiempo, como la
eternidad. Ésta no es la abstracción negativa del tiempo, el no-tiempo, el fuera-del-tiempo. Si la forma
elemental del tiempo es el presente, la eternidad no podría estar fuera del tiempo más que
sosteniéndose fuera de la presencia; no sería presencia; vendría antes o después del tiempo y de ese
hecho sobrevendría una modificación temporal. Se haría de la eternidad un momento del tiempo. Todo
lo que recibe en el hegelianismo el predicado de eternidad (la Idea, el Espíritu, lo Verdadero, etc.) no
debe ser pensado, pues, fuera del tiempo (tampoco en el tiempo). La eternidad como presencia no es
ni temporal ni intemporal. La presencia es la intemporalidad en el tiempo o el tiempo en la
intemporalidad, he aquí quizá lo que hace imposible algo como una temporalidad originaria. La
eternidad es otro nombre de la presencia del presente. Esta presencia la distingue también Hegel de la
presencia del presente como ahora», DERRIDA, J. (2003), p. 79.
420 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
El motivo del instante, sin embargo, tiene una larga tradición a la que Elitis
no permanece inmune. Desde el imaginario simbólico de las mitologías antiguas
hasta la teoría y práctica de la poesía moderna, pasando por la fenomenología de la
experiencia mística, esta forma de revelación (a)temporal, frecuentemente asociada a
la iluminación y a la epifanía trascendente52, no ha dejado de generar ejemplos. Si
bien, como hemos visto y veremos más adelante, el instante elitiano se sustrae, al
menos parcialmente, a la lógica de la presencia que rige la mayoría de sus
manifestaciones históricas53, también es deudor, aunque a veces finja ignorarlo, de
muchas de sus formulaciones y ocurrencias tradicionales.
Según Nasos Vayenás, el instante constituye un topos moderno54. Lo es acaso
en la medida en que se integra en la pulsión de fragmentariedad que, con una gran
ambivalencia, planea sobre la modernidad. Desaparecida (con la muerte de la
religión y del Gran Relato) la fe en una eternidad situada al final del camino, el
instante supone una reinscripción ―iterable― de lo eterno en lo temporal55 y, por
tanto, el modelo de un desplazamiento, a la vez angustioso y esperanzador, desde la
totalidad ya irremisiblemente destruida hasta el fragmento. Si por una parte
testimonia el despedazamiento de la integridad del cosmos y la imposibilidad de
52
Cfr. ELIADE, M. (2001), p. 28.
53
Encontramos una epifanía en el instante, si bien algo matizada, en el poema «La almendra del
mundo». No hay aquí, como en el resto de casos ―que analizaremos enseguida―, una dilatación del
instante que desencadena, en su hendidura, una sucesión de imágenes, sino la sugerencia de un
encuentro trascendente aludido, sin embargo, en la elusividad ya familiar de un reflejo que re-vela el
absoluto dando a ver su invisibilidad: «un pescador antiguo con su arpón / que ha conocido muchas
tempestades hasta que de pronto ahí está: / un día llega el instante // las aguas a su alrededor se
vuelven / esplendentes / frías / rosáceas / entrecierra los párpados / pues el reflejo / todo belleza
absoluta / muestra con quién ha tenido fugazmente / sin querer una cita íntima» («αρχαίος ψαράς µε
το τρικράνι του / που εγνώρισε πολλές φουρτούνες ώσπου νά: / κάποτες η στιγµή φτάνει // τα νερά
γύρω του γίνονται / αγλαά / ψυχρά / τριανταφυλλένια / µισοκλείνει τα βλέφαρα / είναι που η
αντανάκλαση / όλο κάλλος απόλυτο / δείχνει µε ποιον προσώρας είχε / άθελά του συνάντηση
εµπιστευτική»), ELITIS, O. (2002), p. 456.
54
Desde el romanticismo hasta nuestros días, donde menciona, entre otros, el caso de Borges, citado
más arriba (ver nota 175 del capítulo 1.4), cfr. JADSIYACUMÍ, M. (2004), p. 111.
55
Ya en Goethe aparece la idea del arte como aprehensión de la eternidad en el instante o, lo que es
lo mismo, del infinito en el objeto, cfr. BÉGUIN, A. (1978), pp. 89-90.
2.2. Tiempo y sensación 421
56
PARDO, J. L. (2007), p. 186.
57
O triple, si pensamos en el frecuente uso de drogas en los siglos XIX y XX (por ejemplo, en el
interés del círculo de Aldous Huxley por la experiencia mística) con el objetivo de desencadenar un
instante de visión atemporal.
422 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
explícito, aísla los objetos ―es inevitable citar aquí los consabidos ready-mades de
Duchamp, ejemplo extremo de esta tendencia― como si quisiera reproducir las
condiciones del instante, el punto en que la percepción ya no se halla ligada a
condicionamientos temporales y, por tanto, poiéticos ―en el sentido secuencial de la
teleología de la historia―, sino que se presenta pura, a lomos de un presente eterno e
inmarcesible. Ello pone de manifiesto la maquinalidad recíproca que se establece
entre instante y obra de arte, como hemos esbozado más arriba: si el instante es capaz
de desencadenar las imágenes o las escrituras que acaban componiendo la obra, esas
mismas imágenes, descontextualizadas y, por tanto, espectralizadas ya en una cierta
sobrenaturaleza ―por cuanto se sustraen a las determinaciones temporales o
existenciales de la naturaleza o la historia―, pueden a su vez desencadenar, por
medio de su mera contemplación o lectura, la experiencia atemporal del instante. Las
condiciones modernas de recepción de la obra de arte o la obra literaria parecen estar
concebidas desde esta lógica del instante. De modo que no sólo la operación que se
desarrolla en la obra, sino el mismo acto de su contemplación y disfrute, resulten
definidos por la atemporalidad, la fragmentariedad y la descontextualización. El
concepto mismo de museo o pinacoteca, de estirpe moderna, propicia este
aislamiento de la contemplación: cada cuadro aparece a una distancia suficiente de
los demás como para ser observado sin interferencias, sobre una pared blanca, en
salas que carecen de otra función que no sea enmarcarlo a él y al espectador en una
cápsula atópica y atemporal destinada única y exclusivamente al tener lugar de la
mirada. Historia, vida, circunstancias, todo se halla suspendido en ese segmento. Lo
mismo sucede con la lectura individual e interior, que abstrae del entorno e
interrumpe el propio curso de los pensamientos, rompiendo con ello la presunta
secuencialidad de lo real. Es fácil ver que el cine o el teatro poseen un
funcionamiento muy semejante.
Pero, exaltando el valor de presente absoluto contenido en el instante, muchos
autores modernos están en realidad conceptuándolo como el fragmento capaz de
acabar con la fragmentariedad que lo ha hecho posible. Frente a la fuga del ser y del
sentido, percibida como hemorragia incontenible en la nueva teleología de la historia,
la posibilidad de habitar un presente absoluto introduciría un gesto semejante al que
se pretende contrarrestar: la clausura del sentido en un telos situado no ya como
promesa al final de un proceso, sino como presencia del ser que convertiría la vida,
aquí y ahora, en un «fin en sí mismo»64. Con ello, la alteridad, la diseminación y la
fragmentariedad de las escrituras sobre las que podría basarse una resacralización
efectiva del cosmos quedarían automáticamente abolidas. El telos de la historia se
limitaría a adelantarse para ofrecernos ya el paraíso terrenal, para revelarnos el
significado de la existencia taponando así la circulación interminable de la
significancia en cuyo devenir podemos rastrear la única forma de eternidad (poiética)
que, según Elitis, nos es accesible. La posibilidad de un presente pleno es
equivalente, por tanto, a la clausura del espacio de lo humano bajo las botas de un
absoluto que, con las prerrogativas de la noción tradicional de Dios, cegase el hiato
de la diferencia, la construibilidad y el reorigen sobre el que se sustenta nuestra
misma perdurabilidad. Nada distinto, en esencia, a lo que ya hace la estructura, hija
de las Luces, que se pretende combatir. Sólo que pretender hacer presente el sentido,
lo imposible o el absoluto significa desvelarlos, romper el himen de la experiencia
griega ―el propio instante― que nos los re-vela preservándonos, en el intersticio
que es también el de la habitabilidad de lo humano, de la aniquilación. Significa
someternos de lleno a la muerte a la que se nos deseaba sustraer. Elitis no podría
admitir esta solución que extrema la cerrazón occidental en torno al significado. Y
ello no porque su especificidad griega constituya la verdadera y exclusiva alternativa
oriental a este esquema ―y a tantos otros― anhelada por la poesía moderna, sino
porque se apropia, en nombre de su grecidad, de la pulsión antioccidental que recorre
en estos años la literatura europea y la define paradójicamente como tal. Así, su
visión en este punto resultaría más coincidente con la de Robert Walser, para quien
según Claudio Magris «la vida es provisional e incoherente, pero es precisamente su
discontinuidad quien hace resplandecer toda su apariencia. Es lo provisorio,
fragmentario, inarmónico ―descubierto y experimentado definitivamente por el
caminante en su paseo― lo que embriaga el alma, porque libera a cada pormenor de
las conexiones que lo unen en un sistema […]. Libre de la estructura de un Todo
concluso y definido, la vida rebosa feliz más allá de esas incongruencias y esas
grietas que se han abierto en el edificio de la totalidad, en un aparecerse discontinuo
e inagotable, infinito como una sucesión de puntos o números, cuya ilimitación es
fuente de gozosa maravilla. Tal gozo es posible mientras la vida se halla suspendida
en un puro presente, en una espera abierta a lo posible y no disciplinada bajo ninguna
continuidad ordenada que la forme, seccione y limite»65. Discontinuidad y apertura a
la (im)posible: exactamente lo que encontrábamos en el repaso que de su propia vida
hacía la heroína María Nefeli. La disgregación moderna es aquí, ya, reintegración o,
significado del instante serían la insignia de la verdadera vida y del individuo fuerte que sabe
apreciarla como fin en sí misma, autosuficiente y autojustificada, jamás sacrificada a una meta futura.
[…] Jacobsen intuye que el tiempo es la esencia del nihilismo, en cuanto identifica al ser y la nada y
remite las cosas a la nada, haciéndoles salir de la nada y regresar a ella, aniquilando su ser y
convirtiéndolas en simples objetos e instrumentos de dominio», MAGRIS, C. (1993), p. 82.
65
Ibidem, pp. 197-198.
2.2. Tiempo y sensación 425
mejor, un exceder el dilema entre disgregación y reintegración que nos libera, khora
de una revelabilidad que únicamente difiere, del Todo que clausura el sentido y
engarza nuestra existencia en un relato superior con desenlace ineludible. Sustraerse
al dominio del Todo en nombre del carácter griego, oriental, de una experiencia
fundada en el espaciamiento y en la diferencia es, por tanto, eludir las constricciones
de la metafísica platónico-aristotélica en la que Occidente vive sumergido, y regresar
a una percepción heraclítea aderezada con la eterna construibilidad del reorigen. Esta
última posibilidad hace a Grecia vivir incesantemente sobre el filo ―himen que se
reteje sin interrupción― del instante abierto sobre el que el hombre puede habitar en
plenitud: «¡Oh dulce amanecer de la humanidad! Amanecer perpetuo»66, dice Elitis
refiriéndose al paisaje de las islas del Egeo. Algo muy similar, sin embargo,
encontramos en el Igitur de Mallarmé, donde un «minuto absoluto» funde pasado y
futuro y nos sume en el vacío de una plenitud fundadora67.
En contra de las pretensiones de regresar a la omnipresencia de una eternidad
clausurante, pues, Elitis considera que la única eternidad accesible al individuo
―aquella que constituye, en su iterabilidad y en su indecidibilidad, la atopía misma
sobre la que se funda la habitabilidad de lo humano, el tiempo donde ser plenamente
hombre en contacto con lo Abierto― es la que experimenta en la dilatación del
instante68. Allí, en ese punto que equivale al aislamiento de una unidad mínima ―el
isomorfismo con la significancia presente en el concepto de lo mínimo y su enlace
con el punto exacto es evidente― capaz de trascender, con su traspasabilidad, la
grammé en que se inserta, nos situamos, protegidos por la transparencia del himen,
frente al vacío de la revelabilidad que nos hace percibir la totalidad como diferición
y promesa, como posibilidad inclausurable en el desplazamiento (heliotrópico)
incesante de la representación. Frente al Todo presente, concluso y definido, el Todo
al que Elitis nos conduce en el instante es un Todo sígnico, tendido en el intersticio
de la significancia que a un tiempo lo horada y lo promete, diseminado en la
metaforicidad de la mirada que lo busca a través de las imágenes. Es el
desencadenante, en su ausencia, de una mímesis que trata en vano de atraparlo y que,
finalmente ―si este adverbio de tiempo tiene algún sentido aquí―, lo re-vela en el
movimiento de alusividad-elusividad que traza su escritura. Elitis sigue aquí con una
fidelidad sorprendente, como en tantos otros lugares, a Hölderlin, acaso el más
profundamente griego u oriental de los poetas europeos modernos69. Es más, sería
66
«Eterno pasado» (El jardín de las ilusiones): «Ω γλυκιά πρωία της ανθρωπότητας! ∆ιαρκής
πρωία», ELITIS, O. (1999), p. 53.
67
Cfr. BALAKIAN, A. (1947), p. 95.
68
Cfr. IOANU, Y. I. (1991), pp. 940-941.
69
«En el instante, “en la bella sensación sagrada”, no viene del todo a presencia el “Todo en todo”,
como realidad existente en acto; pero ello, no porque la reconciliación sea algo a lo que sólo ideal o
progresivamente se tiende, sino más bien porque el modo en que esa totalidad acontece es como pura
426 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
posible ver en el carácter intersticial del instante una hipóstasis del concepto
hölderliniano de lo «armónicamente opuesto», tan próximo al de himen o entre
indecidible, así como a la filosofía de Heráclito. Así parece sugerirlo su cualidad de
filo entre tiempos y estados del ser, de cuña entre lo vertical y lo horizontal o de
bisagra entre eternidad e historia que, excediendo los dos términos de la oposición
―situándose, en definitiva, en la indecidibilidad entre ser y no ser―, no los anula ni
los funde sino que se instituye en la misma condición de posibilidad de su
diferencia70. De este modo, opera como la poesía, es la superficie sobre la que lo
perfecto se hace visible en su invisibilidad, sobre la que, como dice Hölderlin, puede
«presentificarse el infinito» sin clausurar, por ello, el espacio de la representación y
la alteridad: «Sicché in essa [nell’unità infinita] l’armonicamente-opposto non viene
opposto in quanto unito, né in quanto opposto viene unificato, ma viene sentito in
modo inseparabile come le due cose in una, come qualcosa di unitamente opposto, e
in quanto sentito viene riconosciuto come tale. Questo sentire è propriamente il
carattere poetico; non genio, né arte, ma individualità poetica, e a questa sola è data
l’identità dell’entusiasmo, il compimento del genio e dell’arte, la presentificazione
dell’infinito, del momento divino»71. La trascendencia poética, en Elitis, se anuncia y
se sustrae en un mismo movimiento sobre el espacio mínimo ―si bien atópico― del
stigmé, el punto o el instante72 que, identificados indecidiblemente con la nada,
parecen conspirar contra la concepción cuantitativa o acumulativa de la linealidad
bajo cuya forma Occidente piensa el pleno advenimiento del ser como presencia
eterna e inmóvil. El instante no puede ser, en consecuencia, presente, sino pura
representación, encarnación de la principal operación po(i)ética abordada por Elitis,
la mímesis de lo imposible. Su fugacidad marca simultáneamente una Anunciación73
y el espacio de una construibilidad sobre la que es preciso procurar habitar, pues
posibilidad nunca clausurable. “Posibilidad” no nombra aquí una dimensión de lo real subsidiaria y
deficiente respecto a la de su actualidad y efectividad, donde aquélla se concreta, limita y determina
—y en esa medida se cosifica—; sino una posibilidad que se mantiene en su esencial apertura
ontológica, que sólo así “se da” y que el poema expresa como estando por venir, como tendencia a la
reconciliación, aunque de hecho se capta únicamente en el instante del vuelco en el curso del mundo,
en que irrumpe, disolviendo lo anteriormente existente», Manuel Barrios Casares, «Hölderlin: la
revuelta del poeta», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), pp. 26-27.
70
Lina Lijnará, con gran agudeza, se ha referido ya al instante, especialmente en el Axion Estí,
como el intersticio que se dibuja en la fusión entre νυν y αεί, historia y eternidad, proporcionando una
posibilidad de salvación del tiempo humano, una indemnización en la apertura a la revelabilidad que
se alía con la transparencia. Lo más interesante de su observación, no secundada hasta donde sé por la
bibliografía griega al respecto, es que parece conceptuar el instante como pura hendidura, puro no ser
que no pertenece ni a la eternidad ni a la historia sino que hace posible, excediéndolos y armonizando
su oposición, su diferencia, cfr. LIJNARÁ, L. (1980), pp. 35-39.
71
De los escritos teóricos de Hölderlin, en MECACCI, A. (2002), p. 99.
72
Cfr. MIJAILIDIS, C. P. (1997), p. 461.
73
La ley de la huella vincula en el poema «El estigma», del que ya hemos hablado varias veces, la
Anunciación, la marca (στίγµα), el hiato y la στιγµή, punto o instante, como puerta de acceso al
misterio poético.
2.2. Tiempo y sensación 427
delimita la única posibilidad, como hemos dicho, de una vivencia poética o griega, es
decir, plenamente humana. Lo cual no significa, sin embargo, como afirma David
Connolly, que la pretensión fundamental de la poesía elitiana sea atrapar, inmovilizar
y desarrollar los instantes de visión en el poema. Ello supondría volver a la
metafísica de la presencia y la identidad que Elitis rechaza. Tampoco en la sucesión
de imágenes que siguen a cada fulguración instantánea en Las Elegías de Oxópetra
debemos leer la frustración por la inefabilidad de la visión74. Se trata más bien del
desencadenamiento imaginal y poiético operado por el instante, que sólo en el
poema, como el mismo Elitis afirmaba, encuentra la plenitud relativa de su
dilatación. Lejos de desear clausurarse en una presentificación total que detenga la
circulación de los tropos y de los sentidos, es en la representación que desencadena,
por definición incompleta ―sígnica y abierta, pues―, donde el instante re-vela su
esencia elusiva, su (ap)ousia. De este modo lo imposible, lo perfecto, el infinito, se
dibujan en el envés de las imágenes, en el ritmo de su circulación, por medio del
instante. La habitabilidad griega y la plenitud de lo humano, por tanto, no radican en
la inmovilización sobre una instancia trascendente que deba clausurar, proclamando
la identidad consigo del hombre ―su condición, en definitiva, de significado―, la
poiesis y el juego de la significancia, sino en la fuga incontenible, determinada ya
por la fugacidad del instante, que nos construye sobre el filo de la pérdida y localiza
la propiedad de nuestro ser en aquello mismo que sin cesar nos desapropia, en la
apertura a la alteridad que nos recorre dirigiéndonos a un afuera imposible.
También en el surrealismo, en la inmanencia de su búsqueda mística, pudo
encontrar Elitis inspiración para su teoría del instante. El concepto resultó
particularmente inspirador entre los surrealistas, que recurrieron a él para encontrar
la clave de las transformaciones fulgurantes que les fascinaban en la materia.
También, para aludir al efecto que la realidad exterior podía tener sobre el caótico
continuum de la psique, despertando en el chispazo de su confluencia inesperada
―no olvidemos el valor central del azar― el acceso a la superrealidad. El instante se
muestra, de este modo, isomorfo del punto del alma al que se refería Breton. Su
objetivo es el mismo: conducir al individuo a una trascendencia inmanente
quebrando la secuencialidad del espíritu y sacándolo de sí, así como de la linealidad
del tiempo que en su convencionalismo le oculta la verdad. Liberándonos de todos
los condicionamientos históricos, sociales, naturales, económicos o sentimentales
impuestos por la conciencia ―la identidad consigo mismo del yo, en definitiva―, el
instante nos enajena revelándonos la exterioridad o el exceso que precisamente
74
Eso es lo que propone David Connolly en el artículo «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία
στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), cfr. especialmente p. 397.
428 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
75
Como hemos visto en el segundo capítulo, la poesía moderna tiende a sustituir, en su afán
resacralizador, la lejanía de una instancia trascendente por la ensanchada interioridad del individuo,
tocada por la misma aura de secreto. Así, el inconsciente, pese a las constantes proclamas de
materialismo de los surrealistas, se comporta aquí de un modo casi idéntico a como lo hacía la
divinidad en los instantes religiosos de revelación.
76
Seguramente podrían estudiarse todos los mecanismos surrealistas para la culminación de la
experiencia poética (escritura automática, azar objetivo, imagen poética, etc.) a través de esta figura
del intersticio o del himen que evoca la armonía de opuestos hölderliniana, en cuya tensión constante
pero irresuelta cifra el autor alemán la esencia de la poesía. Con ello se desharía el viejo equívoco,
alimentado por los propios gurús del surrealismo ―acaso en el intento de justificar su fidelidad
marxista―, de su adscripción a la dialéctica hegeliana.
77
BRETON, A. (2002), p. 23.
78
Cfr. DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1976), p. 30.
2.2. Tiempo y sensación 429
79
Cfr. el artículo de Yanis Ioanu «Η ποιητική στιγµή: Από τους Γάλλους θεωρητικούς στον
Οδυσσέα Ελύτη», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 136. Tanto Ioanu como Lina Lijnará (LIJNARÁ,
L. (1980), pp. 32-34) aportan ejemplos de su primer libro, Orientaciones, donde puede apreciarse ya
el valor poético de lo instantáneo.
80
Tanto Yanis Ioanu como Elena Cutrianu lo han hecho antes con criterios divergentes. Según
Ioanu, la noción del instante se halla presente en Elitis desde su primer libro, Orientaciones, pero no
toma cuerpo ni se desarrolla desde el punto de vista teórico hasta El Árbol de Luz y la decimocuarta
belleza, bajo la influencia de Gaston Bachelard. En el Axion Estí, por tanto, no habría tal cual teoría
del instante, cfr. el artículo mencionado en la nota anterior, en CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 136-
137. Por otra parte, Ioanu entiende que la vinculación entre sensación e instante es propia y exclusiva
de Elitis a lo largo de toda su obra (cfr. IOANU, Y. I. (1991a), p. 42; Elena Cutrianu rebate esta postura,
cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 457, n. 139), hecho que creo hemos logrado desmentir sobradamente
hasta el momento, y que acaso forme parte de su estrategia de apropiación griega de determinados
valores de la poesía moderna, que encontró un amplio eco, como no cesaremos de ver, en la crítica
nacional. Elena Cutrianu cree, reproduciendo parcialmente este prejuicio, que en Sol Primero ya hay
una teoría elitiana del instante que coincide avant la lettre con lo que el poeta encontrará a posteriori
en los textos de Bachelard. Obviando la posibilidad de que esa coincidencia se deba a las aplicaciones
prácticas de las ideas bachelardianas que Elitis encontró en los surrealistas franceses, la autora
considera que la lectura del teórico francés sólo servirá para justificar conceptualmente lo que había
nacido como una intuición particular. No obstante, Elena Cutrianu considera que es entre 1944 y 1960
cuando Elitis desarrolla su teoría del instante, de modo que en el Axion Estí y en Seis y un
remordimientos por el cielo ya puede encontrarse completa su concepción del tiempo, Ibidem, pp.
166-176. David Connolly observa, sin embargo, que en Las Elegías de Oxópetra hay una
reformulación de la idea de instante poético, cfr. su artículo «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία
στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 401.
81
Dicha lectura se produjo, al parecer, ya en la década de los cuarenta, probablemente antes de su
estancia en París entre 1948 y 1951, cfr. al respecto Yanis Ioanu, «Η ποιητική στιγµή: Από τους
430 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Roupnel, pudo encontrar una exaltación del tiempo como discontinuidad cuya única
realidad es la del instante82, punto que representa la sola experiencia temporal
accesible al hombre. Dicho instante constituye, además, según la lógica elitiana del
reorigen, una nada en la que todo debe morir y renacer sin fin. En tanto
discontinuidad hecha de unidades mínimas inconexas, por consiguiente, para
Bachelard el tiempo se halla lejos de operar, como quería Bergson83, una
aglutinación del ser. Por el contrario, significa su ruptura, ruptura natural sobre la
cual la grammé de la vida, o de la historia, no pueden significar sino una imposición
artificial84. Lo vivo, en consecuencia, se halla más allá ―o más acá― de lo que
damos en llamar «vida». Es el exceso mismo de la vida, su quiebra, la imposibilidad
de su cierre. La unidad del individuo, de hecho, viene definida más por una armonía
de ritmos temporales, por una sucesión de repeticiones y reflejos de reflejos
―ausente un origen o un telos que delimiten el segmento―, que por una secuencia
estrictamente temporal85. De modo que, aun conspirando contra su continuidad, o
precisamente por ello, el instante garantiza la indemnidad del ser sometiéndolo a
constante renovación y ofreciéndole el campo para una incesante epifanía que lo
preserva del desgaste. No es difícil ver transparentarse estas ideas bachelardianas tras
el único intento de autobiografía abordado por Elitis. En el mismo título se dibuja
esta dialéctica entre la libertad de lo auténtico o de lo natural ―si bien reconstruido
a través de una doble maquinalidad, como hemos visto―, y la artificialidad de lo
impuesto con el fin de encadenar la potencia incontenible y disolvente de lo vivo:
«Tiempo encadenado y tiempo desmontable». Con «relatar su vida», Elitis no se
refiere aquí a lo que solemos comprender por ello: el repaso ordenado y sucesivo por
los acontecimientos más destacados que la componen (todos los acontecimientos
destacados). Se refiere más bien al relato quebrado y aleatorio que oscila, con una
unidad, como mucho, de ritmo, entre aquellos instantes, en apariencia
intrascendentes desde el punto de vista de una vida pública, que han adquirido un
brillo particular a lo largo de su existencia. Sólo unos pocos instantes, separados en
ocasiones por años, que se reflejan los unos a los otros aboliendo la consecuencia o
la causalidad contenida en las nociones de pasado y futuro (pues en ocasiones un
suceso posterior tiene continuidad en el relato de un suceso anterior). La circulación
libre e indecidible de la significancia se impone aquí sobre la direccionalidad única
Γάλλους θεωρητικούς στον Οδυσσέα Ελύτη», CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 134-135, y CUTRIANU,
E. (2002), pp. 166-168.
82
«El tiempo sólo tiene una realidad, la del Instante», BACHELARD, G. (1973), p. 15.
83
En este sentido, en mi opinión, Paola Minucci se equivoca cuando relaciona la duración
bergsoniana con la concepción del tiempo que traslucen las obras de Elitis, cfr. MINUCCI, P. M.
(1991), p. 223.
84
BACHELARD, G. (1973), pp. 17-26.
85
Ibidem, pp. 69-80.
2.2. Tiempo y sensación 431
hacia el significado ―el sentido o el cómputo general de una vida― que proponen
las autobiografías tradicionales. No existiendo un inicio ni un desenlace, todos los
instantes presentados pueden ser, simultáneamente, origen y telos del relato, sin que
éste pueda considerarse nunca clausurado. Las posibilidades de combinación son
infinitas. La (verdadera) vida se reescribe constantemente, pues, lejos de una grammé
impuesta desde el exterior, si bien sometida, eso sí, a la múltiple maquinalidad que
opera en la escritura ―obligada a desmontar la maquinalidad de la grammé
teleológica―, en el instante y en la memoria, y que debe devolvernos a la
naturalidad de lo inverosímil86: «Se trata de un argumento inventado por cada uno,
pero que en distintos puntos representamos e interpretamos en línea recta, justo
cuando el director de escena, invisible, completa con sucesivas operaciones técnicas
un guión propio donde nosotros somos los protagonistas, pero es dudoso —o más
bien depende de nosotros mismos— que vayamos a aparecer en la proyección. Así,
lo más inverosímil se revela natural, y al contrario»87. En otra de sus obras, Elitis
subvierte de acuerdo con esta lógica otro género moderno asociado a la linealidad de
la historia, pública o privada: el diario. Se trata del poemario Diario de un abril
invisible. En él, dejando de lado la invisibilidad de la referencia temporal, que
contribuye a desrealizar igualmente su verosimilitud, se suceden una serie de
registros en orden cronológico, bajo la anotación del día del mes y de la semana. A
pesar de lo cual, lo que en estas prosas o versos se relata no son los sucesos
cotidianos de un sujeto, ni siquiera los hechos sentimentales que marcan el continuo
de su personalidad psicológica. Son apenas instantes, sensaciones, imágenes de
carácter onírico, acontecimientos fuera del tiempo, hechos que hacen confluir
períodos históricos sobre un mismo filo. Lo que constituye un género realista (una
mímesis tradicional) por antonomasia se convierte, pues, en un conglomerado
antinarrativo y fragmentario que dibuja apenas el espacio de una irrealidad o una
trascendencia, que practica la mímesis de lo imposible ofreciendo con ello la libertad
de una sobrenaturaleza, convirtiendo en visible en su invisibilidad a un abril que no
podría hallarse cosido entre las hojas de un calendario.
86
Lo que Elitis está proponiendo aquí, en realidad, es abandonar el concepto hegeliano de historia
lineal ―extensible, como hemos visto, a la vida―, basado en la identificación con la poiesis
aristotélica y, por tanto, obligado a mantener la verosimilitud, y regresar a una noción de la historia
que la identifique con el funcionamiento azaroso, si bien poseedor de su propio orden impenetrable,
de la naturaleza. Liberarse de las cadenas de la verosimilitud será, en consecuencia, regresar a la
libertad de un tiempo sometido únicamente al azar y a la naturaleza, es decir, a las no menos
impenetrables normas que rigen el inconsciente.
87
«Πρόκειται για µία υπόθεση που τη σηκώνει ο καθένας µας, αλλά την υποδύεται και την
ερµηνεύει κατά διαστήµατα και σε γραµµή ευθεία, τη στιγµή που ο αόρατος σκηνοθέτης µε
αλλεπάλληλους τεχνικούς χειρισµούς ολοκληρώνει ένα σενάριο δικό του όπου πρωταγωνιστείς, είναι
όµως αµφίβολο ―ή µάλλον από σένα εξαρτάται― αν θα παραστείς ποτέ στην προβολή του. Έτσι,
και το πιο παράδοξο αποκαλύπτεται φυσικό, ή αντιστρόφως», ELITIS, O. (1993), pp. 359-360.
432 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Hay, sin embargo, en los textos de Bachelard una tendencia, a pesar de todo,
a incidir en la dimensión del puro presente y de la identidad del ser que parece
irreductible a la poética elitiana de la significancia y el hiato. En lugar de conciencia
en fuga o construibilidad de lo real, según Bachelard el instante constituye el lugar
de la conciencia pura. Determina ya una cierta inmovilidad, una detención que el
autor opone a la duración bergsoniana o a la linealidad narrativa. Si bien unos
instantes sustituyen constantemente a otros, en ese movimiento no encontramos el
signo que nos remite a la pura alteridad, sino la estabilidad y omniabarcabilidad de
un presente88. El instante es ya, en cierto modo, un absoluto89 ―en lugar de dibujarlo
en la metaforicidad que desencadena―, y Bachelard dice añorar la hora divina que, a
pesar de ello, nos ofreciera juntos, como en un telos milenarista, todos los instantes,
es decir, todos los presentes compendiados sobre un punto90. Ello significa que, a
diferencia de lo que ocurre en Elitis, el instante en Bachelard no posee el carácter de
signo que compendia ya en su significancia, en el blanco o la hendidura que lo
recorren y lo constituyen ―sin necesidad de representar un absoluto por sí mismo―,
todos los demás instantes, evocándolos y dejándose evocar por ellos. Antes parece
que lo concibe como un ente opaco que, conteniendo una epifanía del ser, no puede
abrirse a la comunicación con otros instantes a riesgo de perder su esencia (en dicha
medida sería, pues, ousia o parousia, y no ya ap-ousia) y quedar engarzado en la
secuencia de una duración. En la pulsión antilineal de Bachelard hay, por tanto, algo
de teleología constantemente realizada. El instante, como dice el segundo texto,
«Instant poétique et instant métaphysique», es un absoluto porque representa la
simultaneidad donde el ser (re)conquista su unidad, y no la fractura que lo desencaja
e impide, poniéndolo en fuga, reinscribiendo la nada sobre él, su clausura sobre la
identidad y el significado91. Bachelard cree que, en el legítimo intento de la poesía de
ser más (viva) que la vida, su principal operación ha de consistir en inmovilizar el
curso92 de ésta última, deteniéndola en una suerte de telos que nos revelará de un
golpe su esencia. Seguramente Elitis desarrolló su teoría de la dilatación del instante
88
BACHELARD, G. (1973), pp. 55-56.
89
Ibidem, pp. 34-35.
90
«Soñamos con una hora divina que ofrecería todo. No la hora plena, sino la hora completa. La
hora en donde todos los instantes del tiempo serían utilizados por la materia, la hora en la cual todos
los instantes realizados en la materia serían utilizados por la vida, la hora en la que todos los instantes
vivientes serían sentidos, amados, pensados. La hora, en consecuencia, donde la relatividad de la
conciencia desaparecería, puesto que la conciencia sería la exacta medida del tiempo completo»,
Ibidem, p. 54. En la medida en que esa hora divina comunica con una infinitud inagotable de sentidos
y parece aliarse, en la materia, a la sensación, no sería descabellado identificarla en gran medida ―si
bien despojada de ciertos matices metafísicos― con el instante elitiano.
91
Ibidem, p. 115.
92
«Si sigue simplemente el tiempo de la vida, es menos que la vida; sólo puede ser más que la vida
inmovilizándola, viviendo donde se encuentra la dialéctica de las alegrías y las penas», Ibidem, p. 115.
2.2. Tiempo y sensación 433
93
Hay algo de neoplatónico en esta imagen, por parte de ambos autores: no sería difícil ver en el eje
vertical la línea descendente-ascendente del emanatismo más básico, ésa que es preciso escalar para
regresar al paraíso de la unidad o de la atemporalidad de lo eterno, liberándose de las cadenas del
tiempo horizontal.
94
Ibidem, p. 116.
95
Elena Cutrianu ha señalado este extremo, extendiéndolo sin embargo también a Elitis, cfr.
CUTRIANU, E. (2002), p. 171.
96
BACHELARD, G. (1973), pp. 116-117.
434 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sobre la propia identidad, borrarse sobre el telos de un significado propio que sólo
puede hallarse fuera del devenir (en el otro del tiempo, en la eternidad limitadora), y
no abrirse en la fisura del no ser que nos recorre para conducirnos a la infinita
circulación imaginal de lo Abierto. En primer lugar, es preciso «habituarse a no
referir el tiempo propio al tiempo de los otros, romper los marcos sociales de la
duración»97; en segundo lugar, «habituarse a no referir su tiempo propio al tiempo de
las cosas, romper los cuadros fenoménicos de la duración»; y, por último,
«habituarse a no referir su propio tiempo al tiempo de la vida ―no saber ya más si el
corazón late, si la alegría llega, romper los marcos vitales de la duración». Sólo
entonces, añade Bachelard, «se logra la referencia autosincrónica, en el centro de sí
mismo, sin vida periférica», de modo que «el tiempo ya no corre, brota»98. Si el
tiempo ya no corre, si no hay ni antes ni después, es porque nos hallamos en el cierre
de una parousia, en una epifanía del ser que carece de márgenes o de otros y
cortocircuita, como confiesa finalmente el autor, aun su misma descripción99. La
escritura se ha reabsorbido en la pura presencia del sentido. Tal como quería
Heidegger en «El origen de la obra de arte», el poema ha logrado el desocultamiento
de la verdad de lo ente con su mera aparición. Elitis, en cambio, no podría concebir
el instante sólo como consecuencia del poema. Según hemos visto en su descripción
algunas páginas más arriba, instante y poema son a la vez, y sin que sea posible
establecer una jerarquía o una sucesión, causa y consecuencia uno de otro. De modo
que la fulguración de la stigmé no adquiere el carácter de una retracción del ser a los
límites de su más escueta identidad, ni impone la parousia del sentido contra la
espectralidad del signo. La escritura no sólo no se reabsorbe en el instante elitiano,
sino que se multiplica desencadenada por él, acumulándose sobre su hendidura,
proclamando su inagotabilidad y su omnipotencia. El sentido o la parousia se
difieren siempre más. Ése parece ser, al fin y al cabo, el valor de la «dilatación» que
define al instante: dilatación del himen que se resiste a romperse (contra la
«interrupción» bachelardiana), dilatación de lo imaginal, dilatación del poema y
dilatación irreductible, en el hiato de la revelabilidad, de la clausura de una
presencia.
97
Sin embargo, mientras que en la poesía surrealista o en la obra de Elitis este romper los marcos
sociales de la duración significa eludir la determinación de una identidad impuesta y restrictiva y
abrirse hacia una alteridad que nos excede, llamémosla el inconsciente, la significancia o lo Abierto,
en Bachelard se comprueba rápidamente que la alternativa es buscar una identidad aún más restrictiva,
la esencia pura que impone el presente como tiempo de su posibilidad (de su parousia).
98
Ibidem, p. 118.
99
Ibidem, p. 122.
2.2. Tiempo y sensación 435
100
Como veremos más adelante, Elitis aludió más de una vez a la necesidad de componer una
«gramática de las sensaciones», lo cual quiere decir que las consideraba ante todo signos susceptibles
de una lectura.
101
Según Yorgos Babiniotis, en una posición acaso demasiado idealista, el poema en Elitis está más
allá del tiempo y puede dar duración a lo que no la tiene, o bien condensar la duración en un instante,
cfr. BABINIOTIS, Y. (1991), p. 741.
102
Y, por ende, suspensión. La condición aérea o flotante de algunas de las imágenes suscitadas por
la fulguración del instante, que no tocan el suelo, puede remitir a su resistencia a plegarse
completamente al sentido y anular, así, la distancia entre el espaciamiento del signo y la facticidad de
lo real (la tierra).
103
Andreas Manos ha hablado, de hecho, de la virginidad de la luz del instante, de donde se halla
excluido el sufrimiento. Es un espacio, por tanto, de indemnidad. Resulta muy significativo que haya
vinculado estas dos nociones a la del instante como el lugar en que, de acuerdo con la lógica de la
re-velación, es posible captar lo inconcebible o ver lo invisible, cfr. MANOS, A. (1998), pp. 71-72.
104
Mario Vitti ha señalado, por ejemplo, que el instante convoca a menudo la aparición de
muchachas-diosas que traen mensajes del mundo desconocido, VITTI, M. (2000), pp. 299-300. Su
condición angélica, habría que decir, así como la inocencia de su niñez, las refiere no sólo a la
436 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
intersticialidad del instante, sino también al himen y a los blancos que se multiplican y se responden
sin fin.
105
En un brillante artículo, Costas Mijailidis ha descrito el instante en El Árbol de Luz y la
decimocuarta belleza como un intento de mímesis de lo imposible, de manifestación de lo
inmanifestable sobre la cresta de un ápice temporal que, sin embargo, se encuentra constantemente en
riesgo (la fragilidad aparente del himen) al pretender desapropiar el tiempo y emprender un
recomienzo eterno, MIJAILIDIS, C. P. (1997), p. 460.
106
Cfr. su artículo «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000),
p. 398.
107
Acaso por esto mismo Elena Cutrianu ha vinculado la intervención vertical del instante en Elitis
con elementos geométricos, cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 171.
2.2. Tiempo y sensación 437
108
Pues, contra lo que podría pensarse, parece haber siempre en el desencadenamiento del instante
una cierta elaboración voluntaria. A pesar de originarse frecuentemente en la sensación, no se trata
simplemente de una irrupción espontánea de la physis que nos someta involuntariamente al
desplazamiento de sentidos. Existe, cuando menos, la acción de una tentativa de lectura.
109
«Ό,τι σώσεις µες στην αστραπή / καθαρό στον αιώνα θα διαρκέσει», ELITIS, O. (2002), p. 128.
438 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
alter ego del poeta, se dirige al hombre para advertirle de su posibilidad de dilatar, en
medio de la linealidad de su camino ―o contra ella―, nuevamente el instante. Todo
depende de su voluntad de asumir una acción, la poiesis o la mímesis de lo imposible,
que constituye el núcleo de la experiencia humana, la cifra de la habitabilidad griega
del mundo: «Toma el relámpago en tu camino / hombre; hazlo durar, ¡puedes!»110.
Es en el contacto con la physis, en la fricción entre lo humano y lo no humano ―lo
que Hölderlin llamaría lo orgánico y lo aórgico―, en definitiva en el filo que
constituye la sensación ―allí donde el hombre puede habitar po(i)éticamente en su
propio exceso―, donde ha de construirse lo sobre-humano contra la historia y la
vida, como un lindero entre la tekhne y la naturaleza que las excede a ambas en la
doble maquinalidad de una sobrenaturaleza. No falta tampoco el blanco de la cal
que refleja, como en los relatos de «Crónica de una década», la luz del sol: «Del olor
de la hierba del ardor del sol / sobre la cal del beso interminable / saca una
eternidad»111. Una sola de esas sensaciones ha de generar o congregar, en un doble
movimiento de expansión y condensación, una larga serie de imágenes
pertenecientes a un tiempo a la imaginación y la memoria ―dimensiones como
veremos isomorfas―. Una cúpula «para la belleza» marca el límite de la
circunferencia bajo la cual se acumularán las sensaciones nacidas de una sensación
―garantes pues de la iterabilidad del proceso―, simultaneadas en esta apertura
donde las diferencias temporales ―las que se establecen objetivamente en el interior
de la memoria, por ejemplo― han desaparecido. Todas las figuras, las de los tiempos
pasados que renacen y las que brotan nuevas, se yuxtaponen al margen de un relato,
sin apenas verbos principales, surgidas indecidiblemente unas de otras en todas
direcciones, aun siendo todas fruto de la dilatación del relámpago o de la sensación
efectuada por el hombre en los primeros versos: «con una cúpula para la belleza / y
el eco donde / los ángeles te traen en una cesta / el rocío de tu esfuerzo todo frutos
redondos / y rojos; / tu angustia / llena de teclas que percuten metálicas en el viento /
o tubos rectos que soplas como un órgano / y ves congregarse todos tus árboles /
laureles y álamos pequeños y grandes / Marías que nadie sino tú ha tocado; // todo en
un instante todo en tu único / relámpago para siempre. / La arena con la que jugaste
como el Azar con tu vida / y los anillos que intercambió con tu eterna / desconocida
el tiempo el débil / enemigo si has conseguido / de una vez por todas mirar cara a
cara a la luz / es el instante / poderoso sobre los abismos / como una gota de agua / es
la Virtud / con los pájaros de Escirón y las velas de Argestes»112. No puede dejar de
110
«Πιάσε την αστραπή στο δρόµο σου / άνθρωπε· δώσε της διάρκεια· µπορείς!», Ibidem, p. 419.
111
«Από τη µυρωδιά του χόρτου από την πύρα του ήλιου / πάνω στον ασβέστη από το ατέρµονο
φιλί / να βγάλεις έναν αιώνα», Ibidem, p. 419.
112
«Με θόλο για την οµορφιά / και την αντήχηση όπου / σου φέρνουν οι άγγελοι µες στο πανέρι /
τη δρόσο από τους κόπους σου όλο φρούτα στρογγυλά / και κόκκινα· / τη στενοχώρια σου / γεµάτη
2.2. Tiempo y sensación 439
πλήκτρα που χτυπούν µεταλλικά στον άνεµο / ή σωλήνες ορθούς που τους φυσάς καθώς αρµόνιο / και
βλέπεις να συνάζονται τα δέντρα σου όλα / δάφνες και λέυκες οι µικρές και µεγάλες / Μαρίες που
κανείς πάρεξ εσύ δεν άγγιξες· όλα µία στιγµή όλα η µόνη σου / αστραπή για πάντα. / Η άµµο που
έπαιξες όπως µε τη ζωή σου η Τύχη / και τα στέφανα που άλλαξε µε την παντοτινή σου / άγνωστη ο
καιρός ο ανίσχυρος / εχθρός αν έχεις κατορθώσει / µία για πάντα ολόισα ν’ ατενίσεις το φως / είναι η
µία στιγµή / σθεναρή πάνω απ’ τα βάραθρα / ίδια νεροσταγόνα / είναι η Αρετή / µε τα πουλιά του
Σκίρωνα και τα πανιά του Αργέστη», Ibidem, pp. 419-421.
113
El instante también se traza, siempre, sobre el Ungrund de una hendidura, reinscribiéndolo como
la gota de agua en la transparencia que conduce por una circulación interminable ―sin fundamento ni
fin― de sentidos.
114
En este sentido, la gota de agua es la metáfora perfecta ―una más que, sin embargo, abarca el
movimiento general que se desencadena en el instante, puede nombrar la serie de la que forma parte y,
en su lógica del reflejo y de la luz, como veremos, es un nuevo isomorfo del hiato y de la poesía―
para las dos fases, si podemos hablar así, del instante: su condición de punto que, al no dejar ver sino
un vacío, desencadena el desplazamiento tropológico o la metaforicidad, y su dilatación en el círculo
o la circunferencia que permiten verlo todo ―no ver nada― de un solo golpe en su interior. De este
modo el instante ―la poesía― no cesa de reinscribir en su interior, desencajándose e imposibilitando
su cierre sobre un nombre propio, a la vez su totalidad y su origen, regenerándose sin fin.
440 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
121
«Όπως βουτώντας άνοιγε τα µάτια κάτω απ’ το νερό να φέρει σ’ επαφή το δέρµα του µ’
εκείνο το λευκό της µνήµης που τον κυνηγούσε (από κάποιο χωρίο του Πλάτωνα)», Ibidem, p. 207.
122
«Ολοΐσια µέσα στην καρδιά του ήλιου µε την ίδια κίνηση περνούσε κι άκουγε να ορθώνει
πέτρινο λαιµό και να βρυχιέται ο αθώος του εαυτός ψηλά πάνω απ’ τα κύµατα», Ibidem, p. 207.
442 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
tanto la experiencia del cosmos gracias a la liminalidad del instante, tan re-veladora
como la del amor: «Y hasta salir de nuevo a la superficie el frescor le dejaba tiempo
para arrastrar algo incurable desde sus entrañas hasta las algas y las demás bellezas
de los bajíos // De modo que pudiera brillar por fin en el yo amo igual que brillaba la
luz divina en el llanto del recién nacido»123. Finalmente, terminará aclarando que
todo esto (el poema), que ha adquirido la forma de un relato o de un cúmulo de
imágenes y sensaciones, viene dictado únicamente por el contacto po(i)ético con la
physis, que se halla dentro de la hendidura de otra sensación y ha sido leído en su
blanco: «Y eso murmuraba el mar»124. En «El jardín de Evojir», del mismo libro,
otra inmersión en el mar identificada con un ascenso a los cielos logra expandir el
instante e invertir la linealidad del tiempo. En este caso, el sujeto comienza
confesando que ése es el objetivo de su zambullida: ganar en velocidad a la
caducidad o el deterioro. Mientras desciende en el aire, buscando eludir las
determinaciones de la naturaleza (el «peso»), se produce una desrealización o
apertura que inaugura, en la refracción de la línea teleológica del tiempo practicada
por la membrana del instante, una temporalidad lateral que es también el espacio de
un paraíso mítico. La suspensión del instante se traslada, como dije arriba, a los
cuerpos, que se mueven por el aire libres de toda ley, exactamente igual que en el
espectralidad de un sueño: «quise intentar un salto más rápido que el deterioro // Y
mientras cabeza abajo y con los pies al revés en el aire luchaba por salir de mi
peso aquel deseo que me hacía ascender giró con tanta fuerza en mi interior que
me encontré de nuevo de lado y moviéndome en un jardín fluyente de cantos
blancos y limpidez de azul de menta»125. De nuevo el instante ha revertido
maquinalmente la maquinalidad de la historia, la naturaleza y la vida, construyendo
la sobrenaturaleza de un jardín edénico que se corresponde, acaso, con estratos de la
memoria aparentemente perdidos (los recuerdos de infancia). Es uno de los efectos
fundamentales de la poiesis y el instante: anular en su hiato los hiatos históricos y
temporales que separan el pasado del presente y del futuro, someter a todas las
figuras del tiempo a una imaginalidad que las sustraiga a la lógica de la identidad y
las equipare aboliendo la diferencia entre presencia y no presencia126, instaurar una
123
«Κι όσο να βγει στην επιφάνεια πάλι του άφηνε καιρό η δροσιά να σύρει κάτι από τα σωθικά
του ανίατο στα φύκια και τις άλλες οµορφιές απ’ τα ύφαλα // Έτσι που να µπορέσει τέλος να γυαλίσει
µέσα στο αγαπώ καθώς που γυάλιζε το φως το θεϊκό µέσα στο κλάµα του νεογέννητου», Ibidem, p.
207.
124
«Και αυτό θρυλούσε η θάλασσα», Ibidem, p. 207.
125
«…θέλησα να επιχειρήσω άλµα πιο γρήγορο από τη φθορά // Κι όµως µε το κεφάλι χαµηλά και
ανάποδα τα πόδια στον αέρα πάλευα να βγω απ’ το βάρος µου κείνος ο πόθος που µε πήγαινε ψηλά
µέσα µου τόσο δυνατά γυρίστηκε που εβρέθηκα λοξά και πάλι να σαλεύω σ’ έναν κήπο ρεούµενο
από βότσαλα λευκά και διαύγεια κυανού της µέντας», Ibidem, p. 222.
126
Ése es de hecho el movimiento que parece trazarse en la expansión circular del punto o el
instante: el deseo de abarcarlo todo (la totalidad contenida en la circunferencia) dentro de una lógica
2.2. Tiempo y sensación 443
transparencia perfecta que nos permita circular a través de los hitos fragmentarios de
la memoria como si no hubiera entre ellos jerarquías o distancias y, en definitiva,
arrancarnos a la cerrazón de una experiencia presente del tiempo estableciendo la
significancia, la construibilidad y la revelabilidad como esquemas fundamentales de
nuestra percepción temporal. Sólo así, tal como dice el último verso del poema,
podremos lograr «combatir el No y el Imposible de este mundo»127.
Otros poemas de El Árbol de Luz presentan interesantes dilataciones del
instante. Lo hace «La muchacha que traía el viento del Norte»128, donde la blancura
de una figura femenina aparecida y suspendida en el cielo gracias a la intersticialidad
del viento corta la horizontalidad del relato e introduce una dimensión de
inmortalidad. También «Mientras duró la estrella»129, acumulación de imágenes
desencadenadas por el sabor de una sandía y la visión de una estrella fugaz.
Resultaría imposible, sin embargo, analizarlos todos, así como los que aparecen, con
el mismo tenor, en libros posteriores, especialmente en Las Elegías de Oxópetra.
Volvámonos por ello hacia una dimensión colateral del instante, como si también
nosotros estuviéramos obedeciendo a una arborescencia y tuviéramos que regresar
atrás por un momento para cultivar, brevemente, un brote que no pudo despuntar.
del blanco o la significancia que lo despoje de su significado y lo convierta en imagen sin referente,
en objeto de la imaginación abierto a una perpetua construibilidad.
127
«…να πολεµώ το ∆εν και το Αδύνατον του κόσµου ετούτου», Ibidem, p. 224.
128
Ibidem, pp. 205-206.
129
Ibidem, pp. 225-226.
444 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
translúcida, una refracción: la que, dejándose atravesar por la línea ―pues forma, a
su modo, parte de ella―, se limita a desviarla del que había de ser su destino. Brota
así un devenir libre bajo la superficie fenoménica del tiempo lineal130. Ajeno a la
Historia y a la historia ―a la contraposición de pasado, presente y futuro―, este
devenir de tintes heraclíteos constituye la duración inmarcesible de la poesía131, no
eternidad inmóvil de la plena presencia, sino juego de los significantes en fuga
constante, contraposición armónica, e irresoluble, de los opuestos. En esta dimensión
perpetuamente circulante, cuyo isomorfismo con la textualidad y la escritura es fácil
descubrir, resulta imposible concebir la caducidad o la muerte132. Desencadenada
también, a su modo, por la intervención poiética del instante o del hiato, posee la
indemnidad espectral de las cadenas de imágenes acumuladas por ellos en lo que
habíamos denominado un margen de la historia. En consecuencia, la muerte aquí no
puede ser, como veremos más adelante, sino otro signo u otro espaciamiento capaz
de desencadenar a su vez toda la serie. Un reorigen reinscrito sobre el texto y
sustraído, así, a su condición de límite. Porque, pese a que Elitis alude a esta
temporalidad otra, subterránea, como la que corresponde al fluir de la naturaleza en
contraposición con la artificialidad humana de la historia, es evidente que se trata del
tiempo de la poesía, más natural que lo natural, minuciosamente construido, en el
ámbito de la experiencia o en el de la textualidad, como una sobrenaturaleza inmune
al deterioro. Es la temporalidad que se revela bajo toda dimensión intersticial
isomorfa de la poesía: Grecia, el instante, la memoria, la muerte, la escritura, la
sensación; la temporalidad, en definitiva, que se traza, siguiendo la lógica del hiato,
como una borradura sobre el tiempo de lo histórico o lo natural, como el blanco
indecidible que los desencaja e inaugura un nuevo modo de experiencia133. Es la
130
Yorgos Ioanu ha hablado, en su artículo «Η ποιητική στιγµή: Από τους Γάλλους θεωρητικούς
στον Οδυσσέα Ελύτη», de una temporalidad otra surgida de la operación del instante, y
correspondiente acaso a la que Elitis llama «Grecia segunda del mundo superior», o al tercer estado de
la poesía; en definitiva, a las dimensiones poéticas que hemos engarzado bajo el nombre del hiato, cfr.
CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 137-138.
131
Según María Jadsiyacumí, en la obra de Elitis lo duradero sólo puede descubrirse en la
transformación de las cosas y en el devenir, cfr. JADSIYACUMÍ, M. (2004), pp. 113-114.
132
En su Hiperión, Hölderlin ya postula la superioridad del devenir humano frente a la inmovilidad
solemne de los astros. Hay una evidente pulsión heraclítea en sus afirmaciones que Elitis comparte:
«Los astros han escogido la duración, ruedan siempre en la callada plenitud de la vida y no conocen la
edad. Nosotros representamos la perfección en el cambio; compartimos en melodías errantes los
grandes acordes de la alegría. Como arpistas en torno a los tronos de los antiguos, vivimos en torno a
los callados dioses del mundo, divinos también nosotros, y con la prófuga canción de nuestra vida
atenuamos la radiante seriedad del dios sol y de los demás dioses. »¡Contempla el mundo! ¿No es
como un cortejo triunfal en marcha, con el que la naturaleza celebra el triunfo eterno sobre toda
corrupción? Y para realzar su majestad, ¿no lleva la vida consigo a la muerte, en cadenas de oro,
como llevaban antiguamente los señores de la guerra a los reyes prisioneros? Y nosotros, nosotros
somos como las doncellas y los muchachos que acompañan con bailes y con cantos, con formas y
sonidos cambiantes, al mayestático cortejo», HÖLDERLIN, F. (2003), pp. 197-198.
133
No deja de haber, en el carácter subterráneo de esta temporalidad, una cierta connivencia con el
inconsciente y con la imaginación hacia los que la dilatación del instante pretendía conducirnos.
2.2. Tiempo y sensación 445
Como en ellos, las imágenes o los sentidos circulan en un aparente caos que se sustrae a toda
narración y trastorna la solidez de las convenciones temporales cuando, como en el poema «Delos», se
hacen manifiestos en el ámbito de la conciencia.
134
Cfr. IOANU, Y. I. (1991a), pp. 42-43.
135
Y que irrumpe verticalmente, por efecto de la poesía, el instante, la escritura o la sensación,
contra la verticalidad de una historia que sólo contiene iniquidades y sufrimientos.
136
Cfr. por ejemplo DIMU, N. (1992), p. 146. Paola Minucci ha afirmado, asimismo, que el abril
invisible constituye la cifra de un tiempo intemporal, en ocasiones el tiempo de los muertos o la
muerte que se encuentra penetrando en uno mismo y abriendo el propio ser a una duración arquetípica
y ultraterrena. Lo ha relacionado asimismo, a mi juicio erróneamente, con la duración bergsoniana,
MINUCCI, P. M. (1989), p. 230.
446 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
137
«Σφάλισα τα τζάµια κι άρχισα να καλώ αλφαβητικά: τον Άγγελο της Αστυπαλαίας· τη
Βρισηίδα· τα Γαυγάµηλα· τον δούλο του Κριναγόρα· τον Ελλήσποντο· τα Ζαγόρια· τον Ηλία τον
Προφήτη· τον Θεόδωρο νεοµάρτυρα Μυτιλήνης· την Ισσό· τον Κωνσταντίνο Παλαιολόγο· τη Λαΐδα·
τον µαστρ’-Αντώνη· τον Νικία· την ξέρα της Αγίας Πελαγίας· τον Όµηρο (µαζί µε ολόκληρη την
Ιλιάδα του)· τους Πελασγούς· τη Ρωξάννη· τη Σθενελαΐδα· τα Ταταύλα· τον Ίβυκο
(ερωτοµανέστατο)· τη Φαιστό· τις Χοηφόρες· τα Ψαρά· και τον Ωριγένη. // Ξηµερώθηκα έχοντας
διατρέξει την ιστορία του θανάτου της Ιστορίας ή µάλλον την ιστορία της Ιστορίας του Θανάτου (και
αυτό δεν είναι λογοπαίγνιο)», ELITIS, O. (2002), p. 480.
138
Cuya no arbitrariedad, según Elitis ―como veremos en la última parte del trabajo―, puede
añadir aquí un valor insospechado.
2.2. Tiempo y sensación 447
Homero u Orígenes139. Todos tienen en común el hecho de que dibujan, con su sola
mención, otro significante: Grecia, dentro del cual todo puede leerse de modo no
lineal, sino simultáneo, en todo. Por lo demás, se trata también de la «historia» (la
reducción a relato no sancionado por la mayúscula de una ciencia o una teleología)
de la «Historia de la Muerte», la fragmentación o diseminación conjuradora de una
serie de hechos e individuos que conforman, en su presunta dimensión propia,
verosímil, el progreso hacia un telos que en su avance va sembrando la muerte y el
sufrimiento por doquier. La escritura, la poesía, la grecidad tienen, por tanto, el
poder de invertir y desencajar ―incluso por medio de una autorreconstrucción como
la que emprenden en este caso los significantes de la historia griega― la presunta
fatalidad que se oculta en lo histórico.
Y ello porque habitan en ese devenir paralelo que conserva el aspecto oriental
de un tiempo mesiánico surgido justo después de la intervención desviadora del
instante o el arte ―que actúa exactamente como él, en tanto poiesis o hiato―, es
decir, de la fragmentariedad que se ofrece a una resacralización. En los cuadros de
un pintor admirado, William Pownall, encuentra Elitis la demostración de que bajo la
diseminación de los fenómenos puede construirse, o encontrarse, una duración más
auténtica que la vida, donde los significados carecen de estabilidad y todo se halla en
constante cambio. Allí, de hecho, rige la ética de la poesía, donde lo mínimo es
frecuentemente lo máximo y, lo más valioso, aquello que precisamente carece de un
valor traducible o cuantificable (de un significado inamovible, en suma): «La obra de
William Pownall, si en verdad desprende un mensaje, es que, tras el aspecto
fragmentario de los fenómenos, existe una duración estable que continúa y que
corresponde al curso de otra vida, más auténtica, donde el peso del significado de las
cosas se desplaza de tal manera que, muchas veces, el oro resulta vil y la tierra
preciosa»140. El devenir, como la textualidad griega marcada por la significancia,
presenta esta ventaja: no se somete a un desciframiento preestablecido, sino que
obliga a construir su lectura, a reescribirlo siempre más allá, sin posibilidad de cierre.
Es pura poiesis en constante regeneración. En este sentido, su maquinalidad le
impone destrenzar los valores fijos determinados por la historia con el fin de retejer,
en el mismo movimiento, el himen de una revirginización incesante del mundo, la
transformación del mundo, en definitiva, de construido en construible. Como ya he
139
Mencionando a un «don nadie», Elitis elude otra constricción de la historicidad hegeliana: incluir
en su relato sólo a aquellos individuos responsables de hechos memorables, susceptibles de empujar a
la historia hacia su cumplimiento final.
140
«El abanderado Pownall»: «Το έργο του William Pownall, εαν αναδίδει πραγµατικά ένα µήνυµα,
είναι ότι, πίσω από τη θραυσµατική όψη των φαινοµένων, υπάρχει µία διάρκεια σταθερή που
συνεχίζεται και που αντιστοιχεί στη ροή µίας άλλης ζωής, πιο αληθινής, όπου το βάρος της σηµασίας
των πραγµάτων µετατοπίζεται κατά τέτοιον τρόπο που ν’ αποδεικνύεται, πολύ συχνά, και το χρυσάφι
ευτελές και το χώµα πολύτιµο», ELITIS, O. (1993), pp. 274-275.
448 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
dicho, se trata de una borradura que Elitis admite en el epílogo de El jardín de las
ilusiones ―como había hecho en el «Comentario al Axion Estí»―, cuando dice ser
«un Tucídides a la inversa»141. Historiador de lo que no tiene historia, historiador que
deshace la historia o historiador de la inversión de la historia, el Poeta actúa en su
rechazo de la convención y el significado establecido con la rotundidad y la
naturalidad de una planta que contradice la sucesión de las estaciones ―que
transgrede la ley de la naturaleza y se proclama, ya, más natural o más viva que ella,
en suma― y la mensurabilidad política del tiempo: «[Este rechazo] me recuerda al
orgullo y el coraje de algunas plantas, que en el día más frío del año echan un brote.
Únicamente para intervenir en los asuntos internos del tiempo, cuya fotografía no
hemos visto nunca, aun cuando él tiene las nuestras»142. Porque la clave de la
potencia del devenir está en que se sustrae a la cuantificación humana, e incluso
natural, del tiempo, a la periodización de la historia y de la vida que no hace más que
marcar una cuenta atrás hacia la llegada de un presente aniquilador. Por eso se sitúa
indecidiblemente entre los intersticios del transcurrir, reinscribiendo en ellos la
dimensión espectral de una eternidad cotidiana: «Entenderemos el significado
verdadero del tiempo cuando él mismo nos prive de la posibilidad de medirlo. / Pero
precisamente ahí reside la perennidad cotidiana»143. Surge, finalmente, como un
desvío o un injerto practicado sobre la que llamaríamos «línea principal» del tiempo,
tal como hemos visto más arriba. No deja, en consecuencia, de presentar el aspecto
de una sucesión o una temporalidad, si bien refractada por el himen transparente del
hiato, se llame éste como se llame en cada caso. De ahí las apelaciones ―en María
?efeli, como vimos― al «día verdadero» del individuo, situado en algún lugar «entre
martes y miércoles», o la alusión en «Eterno pasado», nuevamente, a un día superior
al natural que surge repentinamente de él ―contra él― ante la mención-presencia de
una serie de plantas aromáticas. La escritura y la sensación, membranas isomorfas,
actúan aquí en connivencia como desencadenantes, sin que podamos discriminar sus
efectos: «Un día más ácido en mirra está brotando del antiguo igual que la atronadora
orden brota de la garganta de Zeus»144. El devenir, tiempo de la poesía surgido como
ella en y de los intersticios de la existencia, se despliega por consiguiente, igual que
el instante, bajo la forma de un rayo o un relámpago enviado por Zeus desde su
141
«Είµαι δύσκολος· ένας Θουκυδίδης απ’ την ανάποδη», ELITIS, O. (1999), p. 54.
142
«Μου θυµίζει την υπερηφάνεια και το θάρρος µερικών φυτών, που µες στην πιο κατάψυχρη
µέρα του χρόνου τινάζουν µπουµπούκι. Όχι για τίποτε άλλο, αλλά για να επέµβουν στα εσωτερικά
του χρόνου, που την φωτογραφία του δεν την έχουµε δει ποτέ κι ας φυλάγει αυτός τις δικές µας»,
Ibidem, p. 54.
143
«Eterno pasado» (El jardín de las ilusiones): «Τί σηµαίνει στ’ αλήθεια ο χρόνος θα το
καταλάβουµε όταν ο ίδιος µάς αποστερήσει απ’ τη δυνατότητα να τον προσµετρούµε. / Αλλά εκεί
ακριβώς κείται το καθηµερινόν αειθαλές», Ibidem, p. 53.
144
«Μία µέρα οξύτερη σε µύρο βγαίνει µέσ’ απ’ την παλιά, όπως η βροντερή εντολή από του ∆ιος
τον λάρυγγα», Ibidem, p. 52.
2.2. Tiempo y sensación 449
2.2.2.2. La memoria
145
Cfr. BALAKIAN, A. (1947), p. 125. Los propios surrealistas mantuvieron una posición ambigua
respecto a la memoria, que les parecía sobre todo uno más de los procesos mentales ordinarios contra
los que se afirmaba su indagación en la potencia liberadora del inconsciente, Ibidem, p. 17.
146
Cfr. DE MAN, P. (1991), p. 174.
147
Lo cual no deja de reproducir, si bien marginalmente, el esquema que pretendía eludirse: el de
una historicidad teleológica, nacida de un punto cero que sintetiza una dialéctica anterior, y dirigida
hacia una culminación autoformulada como deseo.
450 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
148
«Antes que nada, la poesía»: «Η αγάπη στην ποίηση µού ήρθε από µακριά και, αν µπορεί να το
πει αυτό κανένας, έξω απ’ τη λογοτεχνία. Το συνειδητοποίησα µία µέρα καθώς τριγύριζα στις
αίθουσες του Βρετανικού Μουσείο και βρέθηκα µπροστά σ’ έναν πάπυρο πρασινωπό, αν θυµάµαι
καλά, µε χαραγµένο επάνω του αρκετά καθαρά ένα απόσπασµα της Σαπφώς. Ύστερα από τους
σωρούς τα λατινικά χειρόγραφα που κατάπινα τα χρόνια εκείνα ένιωθα µία πραγµατική ανακούφιση·
µου φαινότανε ότι ο κόσµος ίσιωνε κι έµπαινε στη σωστή του θέση. Αυτά τα λιγνόκορµα συµπαγή
κεφαλαία συγκροτούσανε µία γραφική παράσταση διαυγή και µυστηριακή µαζί, που µού ’κανε νόηµα
φιλικό µέσ’ από τους αιώνες. Σα να βρισκόµουν πάλι σ’ ένα γιαλό της Μυτιλήνης και ν’ άκουγα την
κόρη του περιβολάρη µας να τραγουδά. Κι άξαφνα, όπως ένας ήχος ή µία µυρωδιά, πριν προλάβουµε
452 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
να το καλοσκεφτούµε, ανασταίνουν µέσα µας µία θαµµένη από καιρό εντύπωση, ξανάβλεπα τον
εαυτό µου µαθητή στο ∆ηµοτικό Σχολείο να σκαλίζει τα βιβλία των µεγάλων και να στέκεται µε
απορία µπροστά σε µίαν ωδή του Πινδάρου», ELITIS, O. (2000), pp. 25-26.
149
Cfr. LOUTH, A. (1985), pp. 143-144.
2.2. Tiempo y sensación 453
150
«El divisor “c” en la pintura contemporánea»: «Σ’ αυτή την παλινδροµική κίνηση, που
συντελείται ακαριαία και αυτόµατα, οφείλουµε να προσµετρούµε και τον παράγοντα “µνήµη”, που
προµηθεύει πρόσθετο υλικό, εναποθηκευµένο από την παιδική ηλικία και συνδεδεµένο µε
καταστάσεις που έµειναν εσαεί κρυπτογραφηµένες και ανερµήνευτες. Εννοώ αυτές ακριβώς που
φωσφορίζουν όταν η τελική διαφάνεια επιτευχθεί. Μία θαυµατουργία που, όσο κι αν ο ίδιος ο
χειριστής του µηχανισµού της δεν το έχει επιδιώξει συνειδητά του, ενεργεί αντιπαραθετικά στη
δεδοµένη κατάσταση του κόσµου που τον περιβάλλει και που αποτελεί γι’ αυτόν, στο χρονικό
διάστηµα της ζωής του, τη λεγόµενη “πραγµατικότητα”», ELITIS, O. (1993), p. 191. Este pasaje se
integra en una reflexión de tintes platónicos acerca de la recepción del arte que, para Elitis, tras ser
percibido por los sentidos, recompone por medio de analogías interiores una nueva imagen, en
ocasiones sin relación alguna con el original que ha contribuido a desencadenarla. Aparte de un
privilegio de la interioridad del sujeto, leemos en esa idea un desplazamiento contemplativo desde el
εἴδωλον externo no a un εἶδος inmarcesible y objetivo, sino a la espectralidad indemne de otro
εἴδωλον, esta vez subjetivo, en constante circulación. Es una buena muestra, en cualquier caso, del
desplazamiento moderno de la trascendencia platónica, es decir, de la dimensión de lo real por
contraposición con el simulacro, desde el afuera indominable de una objetividad teológica a la
intimidad de la psique del sujeto.
151
Anamnesis y construibilidad parecen estar ligados también en Hölderlin. Especialmente en su
Hiperión, donde según Andrea Mecacci la apertura de la memoria impide la perfecta
«representabilidad del presente» y lo convierte en suspensión sin plenitud ni propiedad: «Questa
fruizione della bellezza è la stessa esibizione delle modalità d’articolazione della anamnesi. Qui
risiede uno dei punti di struttura dell’intero Hyperion. La memoria diviene infatti categoria del
possibile: le realtà oggettive del passato possono essere esperite come prospettive di senso per
l’avvenire, ed è questo che rende problematica una rappresentazione del presente, pensato come
percorso “eccentrico”, tempo sospeso, costitutivamente rimandato al passato e al futuro. Hölderlin
ridefinirà, in ambito poetologico, il ruolo della memoria come la facoltà di raccordo di senso
nell’alternanza dei processi dello spirito», MECACCI, A. (2002), p. 38.
454 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
152
Me estoy refiriendo, por supuesto, a la obra de Kant La religión en los límites de la mera razón.
La razón como fundamento y marco de toda experiencia es un dogma de las Luces ―que dilucidarían
por tanto todas las cosas en el hallazgo incuestionable de su sentido o su esencia― que la pretensión
moderna y elitiana de encontrar una luz otra, la luz griega de la διαφάνεια que atraviesa todo límite y
todo marco, pretende desvirtuar. Frente a la fe en la dilucidación (el hallazgo de la verdad más allá de
la luz que se ha empleado para buscarla), la transparencia de Elitis aspira al sometimiento de todas las
cosas a la luz, a la fusión del instrumento y el objeto de la búsqueda, sustrayendo a este último a su
condición de límite del conocimiento, y convirtiéndolo en un nuevo tránsito incontenible.
153
«Μία διαφάνεια / που να διαπερνά τη γέννησή µου / µητέρα και πατέρα και βλοσυρούς
προγόνους», ELITIS, O. (2002), p. 447.
154
«La almendra del mundo»: «Πριν υπάρξει / το σώµα τούτο που είµαι / προηγήθηκε µία θάλασσα
/ γεµάτη από µικρά κυλιόµενα / φωνήεντα που κρούονται: άλφα έψιλον ιώτα / θά’ λεγες από τότε
ακόµη / στη στάση που είχα πριν µες στη Μητέρα κατεβώ / φώναζα µ’ όλη µου τη δύναµη / αεί αεί
αεί», Ibidem, pp. 450-451.
2.2. Tiempo y sensación 455
155
En el tantas veces citado salmo duodécimo de «La Pasión», el Poeta expresa su deseo de que el
paso del delfín borre la historia y conduzca, siempre maquinalmente, de regreso a una physis
pre-histórica por medio de devolver la madera de la cruz a los árboles. En ese instante pre-histórico
que es, en realidad, una utopía ahistórica, el crujido del árbol ejercerá de anamnesis exterior (pero,
¿no hemos dicho que los límites entre el sujeto y el mundo se desdibujan en la intervención del hiato y
la significancia?) y le recordará al Poeta quién es o, más bien, que él es únicamente en esa alteridad
prenatal o preexistencial, que sólo puede existir plenamente antes de la existencia, antes de sí mismo,
en el no ser. Que su identidad, en definitiva, podrá exclusivamente realizarse en su pérdida, fuera de
los límites que le impone la temporalidad mensurable de la historia y del sentido: «Que a su paso
disuelva la forma de la Cruz / y devuelva la madera a los árboles / ¡Que el profundo crujido me
recuerde aún / que el que soy existe!» («Να περνά και να λύνει το σχήµα του Σταυρού / και στα
δέντρα το ξύλο να επιστρέφει / Ο βαθύς τριγµός να µου θυµίζει ακόµη / ότι αυτός που είµαι,
υπάρχω!»), Ibidem, p. 158. En los poemas de María ?efeli «El paraíso original» y «La cometa»
aparece un esquema semejante, donde además la memoria adquiere el valor de construir por sí misma
un paraíso pasado o una utopía futura en la fragmentariedad de los recuerdos, cfr. Ibidem, pp. 394-
399.
156
No trato de realizar aquí una comparación rigurosa y detallada entre la memoria platónica y la
memoria elitiana. Cuando me refiero aquí a «memoria platónica», pues, es preciso entender más bien
una concepción generalizada en la filosofía antigua de la memoria como superficie blanca sobre la que
se inscriben las impresiones y a partir de la cual puede desencadenarse, también, la poiesis.
157
Pese a los intentos de algunos críticos, no ha sido posible determinar con precisión a qué pasaje
de Platón se refiere Elitis.
456 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
158
Paola Minucci cree que, en la obra de Elitis, la memoria se recorre en dirección inversa para
volver a salir al claro de la inocencia perdida, cfr. MINUCCI, P. M. (1988), pp. 307-308.
159
Cfr. MIJAILIDIS, C. P. (1997), p. 459.
160
Según Elena Cutrianu, esta es una de las principales funciones de la sensación en Elitis, cfr.
CUTRIANU, E. (2002), p. 164.
2.2. Tiempo y sensación 457
todos los tiempos y todos los estratos del ente en su devenir y en su transformación,
así como todas las visiones o contactos anteriores con él161 ―al modo en que Borges
consideraba en «Nueva refutación del tiempo» que dos impresiones semejantes de
anulación del tiempo constituían una y la misma experiencia―, al trayecto
insoslayable en que la memoria viaja hacia lo que no puede dejar nunca de buscar:
«Olivares y viñas lejos hasta el mar / Barcas rojas más lejos hasta la memoria»162.
Más lejana que el mar, la memoria se dibuja en el trayecto interno que desencadena
la contemplación de las barcas de pesca163. Pero la sensación se halla almacenada en
el recuerdo, precisamente, y desde allí fulgura con la misma potencia con que lo
haría una sensación exterior. Es entonces la memoria la que la desencadena a ella,
comportándose como el magma que la presentifica en su propia ausencia y, a través
del punto de fuga que representa, tiende el puente que nos devuelve al pasado y
desencaja toda posibilidad de vivir un presente. Las sensaciones tampoco son, por
tanto, presencia, no podrían serlo en la medida en que constituyen la marca iterable
que, aludiendo siempre a otra marca ―a otra sensación― y no a la plenitud de un
ser, atraviesa los tiempos y nos conduce a una sucesión de imágenes o lecturas,
independientemente de si aquello que la provoca se encuentra ante nosotros o nos ha
sido devuelto por el contacto con la memoria. Se da, por consiguiente, un
cruzamiento entre los hiatos del recuerdo y la sensación. En «Eterno pasado», Elitis
es capaz de recuperar todo un mundo griego aparentemente perdido evocando los
tactos o las visiones que, a fin de cuentas, no hacen sino retejerlo en la constelación
de significantes que, en su calidad de cosmos textual, siempre había constituido. En
ese aspecto, resulta superior la marca que cada objeto ha dejado en la memoria, y que
lo conserva en un perpetuo estado originario, revirginizando nuestra experiencia
gracias a la constante repetición de las evocaciones y sentidos que un día despertó,
que el objeto mismo, sometido al desgaste de lo histórico164: «Además, desde otro
161
Hay aquí, innegablemente, un valor platónico de la sensación y la memoria que conspira, ya,
contra las pretensiones antimetafísicas de Elitis. El contacto con un objeto, especialmente si es griego,
parece conducir al sujeto al hallazgo de su esencia o su modelo eidético, en el cual leer todas sus
apariciones, en su vida y fuera de su vida. La memoria sería, entonces, antes que nada, el lugar donde
se entra en contacto con el εἶδος, aunque acto seguido ello devuelva a la producción de εἴδωλα. Esta
metaforá, sin embargo, que se desarrolla a partir de una concepción de la sensación como marca,
determina, como veremos, una de las ambigüedades principales en el presunto monismo griego,
oriental y antimetafísico de Elitis.
162
«Edad del recuerdo glauco» (Orientaciones): «Ελαιώνες κι αµπέλια µακριά ως τη θάλασσα /
Κόκκινες ψαρόβαρκες πιο µακριά ως τη θύµηση», ELITIS, O. (2002), p. 60.
163
Según Yota Alevisu, hay en Elitis una circularidad de la memoria que conduce desde la
capacidad asociativa que en ella se descubre, con ayuda de los sentidos, hasta un traslado de la
rememoración al presente que tiene por objeto devolver a la percepción psíquica pura de lo primitivo,
al misterio del nacimiento de las cosas, es decir, al reorigen, cfr. ALEVISU, Y. (1997), p. 75.
164
Aparte de que, es evidente, subyace al pasaje nuevamente la idea platónica de que en la memoria
se preserva la esencia incorruptible de los objetos, o al menos la marca desde la cual llegar al εἶδος
más fácilmente que desde el ámbito amenazante y mortífero de la historia.
458 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
165
«Άλλωστε, και από διαφορετικήν άποψη, αν µας µένει κάτι απ’ τα παλιά δεν είναι ποτέ αυτό
τούτο το αντικείµενο· είναι η έννοια η αδιάφθορος που παίρνει µέσα στο νου µας, όπως το
πρωτογνωρίσαµε. Και βέβαια δεν χτίζονται πια σήµερα ξωκλήσια κι οι ελαφρές βάρκες είναι από
πλαστικό και οι περιστεριώνες ανύπαρκτοι. Μας µένει όµως ο αέρας της ερηµιάς πάνω απ’ το
ασβεστωµένο πεζούλι, ο ήχος που κάνει κάποιο αρµυρισµένο σχοινί που µαϊνάρει ένα καραβόπανο
οικείο στο µάγουλο του ανέµου και η θέση που κατείχαν κάποτε οι µοναχικές οι σκήτες των
πουλιών», ELITIS, O. (1999), p. 49.
166
«Eterno pasado»: «…µπρος στα παλιά σπίτια νιώθουµε αµήχανοι, όπως οι σκύλοι απέναντι στα
χαµένα τους αφεντικά. Φέρνουµε γύρους, οσµιζόµαστε, δίνουµε σάλτο να πιάσουµε στον αέρα
ψήγµατα µυρωδιάς από αντικείµενα που αγαπήθηκαν: παλιά σεντούκια µισάνοιχτα, κοµµάτια κάντιο,
κοασµούς από νηπτικά της αυλής, έτσι όπως µας χτυπούν κατά τακτά διαστήµατα κι ανάβουν επάνω
στο στηθαίο της µνήµης», Ibidem, p. 49.
2.2. Tiempo y sensación 459
167
«Χρειάζεται να πετάς τα σηµερινά παλιά, για να σού ’ρχονται τα περασµένα· τα παντοτινά
περασµένα. Και να βρίσκεσαι πάντοτε όπως ο ροδαµός, πέραν πολύ του χειµώνος», Ibidem, p. 50.
168
Y aquí, en esta oscilación platónica-antiplatónica, Elitis volvería a «invertir el platonismo» de un
modo ciertamente básico, tanto que es innegable que el platonismo sigue rigiendo con su dualismo
metafísico, de uno u otro modo, grandes aspectos de esta poética, a pesar de todo.
169
«De ramos»: «Τέλος Κι οι µνήµες παν κι αυτές πίσω απ’ τα πράγµατα να τα προφτάσουν
Όπου τα παλαιά φαίνονται πάλι κι εκείνα σαν καινούρια», ELITIS, O. (2002), p. 205.
170
Dado que «hacer la memoria presente», ¿no significa ya, también, conducirla al no ser,
desalojarla de su condición de memoria ―doble negación― para instituirla en presente?
460 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
171
Es probable que ningún crítico lo haya advertido hasta el momento, pero repasando la obra
poética y ensayística de Elitis, se observa una curiosa bilocación: mientras que en los textos de crítica
de arte, el autor se muestra feroz partidario, por lo general, del platonismo, en su obra poética o en su
reflexión filosófica, por el contrario, muestra una tendencia antimetafísica, y por tanto antiplatónica,
notable ―con las correspondientes excepciones, naturalmente―, como venimos viendo. Resultaría
interesante indagar en las causas de que la crítica de arte se convirtiera para él, aun cuando aduce las
mismas motivaciones, en el reducto de defensa de un platonismo que rechazó en el resto de su obra
como emblema del clasicismo griego que había tergiversado, vendiéndose de algún modo a
Occidente, las esencias de la grecidad. Ésta se hallaba, en su opinión, mejor representada en el
orientalismo de los presocráticos o de los Padres de la Iglesia.
2.2. Tiempo y sensación 461
Sin duda, muy lejos, en el fondo del alma colectiva, existe en estado latente
la segunda hipóstasis del mundo, la real, condensada en pocas líneas, y que dista
tanto más de lo que llamamos “impresión” cuanto más se acerca a lo que llamamos
“verdad”. El error del arte occidental ha residido en gran parte en dejar de lado la
dimensión estable de la memoria para refugiarse en la anecdótica. Y eso cuando los
artesanos de Oriente, mucho más sabios, habían intuido desde hacía ya tiempo que
existe un depósito de formas que, aparentemente, no tienen nada que ver con las que
nos proporcionan los intercambios cotidianos de impresiones, pero constituyen su
172
quintaesencia.
172
«El escultor Jristos Capralós»: «Για ένα µεγάλο διάστηµα ο άνθρωπος ζήτησε κι έπεισε τον
εαυτό του να συγκινηθεί από την επανάληψη µέσα του στιγµών που έζησε κάποτε και που
αποτελέσανε τον πρώτο σπινθήρα της επαφής του µε τα πράγµατα. Και, βέβαια, ένας τέτοιος
µηχανισµός δεν ήτανε λανθασµένος, αφού η τέχνη, στο βάθος, είναι µετατροπή κάποιας µνήµης σε
παρόν. Με τη διαφορά ότι η µνήµη ―πρέπει να το προσέξουµε αυτό― έχει κι εκείνη τη σύσταση
ακριβώς του φυσικού κόσµου. Έχει, δηλαδή, µία επιφάνεια ταραγµένη από εφήµερα γεγονότα κι έναν
πυρήνα σταθερό και σκληρό σαν το σταλαγµίτη που σχηµατίζουν σε απίθανο µάκρος χρόνου µε την
εξακολουθητική τους πτώση οι σταγόνες. / Το δίχως άλλο, πολύ µακριά, στα βάθη της οµαδικής
ψυχής, υπάρχει σε κατάσταση ηρεµίας η δεύτερη υπόσταση του κόσµου, η πραγµατική, συµπτυγµένη
σε λίγες γραµµές, και που απέχει τόσο περισσότερο απ’ αυτό που ονοµάζουµε “εντύπωση” όσο
πλησιέστερα βρίσκεται στο άλλο, που ονοµάζουµε “αλήθεια”. Η πλάνη της δυτικής τέχνης ήταν, σε
µεγάλο µέρος, ότι παραµέρισε τη σταθερή για να καταφύγει στην ανεκδοτολογική φάση της µνήµης.
Και αυτό, τη στιγµή που οι πολύ πιο σοφοί τεχνίτες της Ανατολής είχαν από καιρό διαισθανθεί ότι
υπάρχει µία παρακαταθήκη µορφών που, φαινοµενικά, είναι άσχετες απ’ αυτές που µας προσφέρουν
οι καθηµερινές εναλλαγές εντυπώσεων, όµως αποτελούν την πεµπτουσία τους», ELITIS, O. (2000), p.
584.
173
Ello determina, según Ifiyenia Triadu-Capsomenu en su artículo «Αφηγηµατικές δοµές στο
Άξιον Εστί», que el siempre consagrado por la obra sea una eternidad basada en el movimiento y no en
el estatismo hierático, cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 279.
462 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lleva a cabo el arte: «Y el que en verdad yo era El de muchos siglos antes / El aún
verde en el fuego El no escindido del cielo / Sentí cómo vino y se inclinó / sobre mi
cuna / la memoria misma hecha presente»174. Es Grecia, representada escrituralmente
en el poema, la que se erige sobre este tránsito de la memoria175 que desrealiza el
presente y no le permite ser sino en la fuga constante del signo, en la espectralidad
del texto. De ahí su isomorfismo con el gesto fundamental del arte y de la poesía. La
memoria constituye a la vez el blanco originario de la revelabilidad encadenada que
construye lo griego, y el testimonio de la imposibilidad de todo origen puro. Grecia,
como el poema, es ese tránsito, la imposibilidad de un relato o de una historia ―la
conspiración, sobre todo, contra la Historia― que ordene una serie imaginal sólo
concebible como yuxtaposición de escrituras. Todo lo cual, indudablemente, tiene
una relación innegable con el deseo de Elitis, ya señalado anteriormente, de arrebatar
a Grecia del terreno de la ideología y el debate político, retrotrayéndola a la
condición de producto estético y cultural. Cimentándola sobre el blanco de la
memoria, el poeta la convierte en mímesis de lo imposible, es decir, en texto u objeto
artístico, representación de lo que nunca fue presente, repetición pura que se sustrae a
las determinaciones de la historia y de la ideología. No se trata de hacer, por
consiguiente, un retrato literario del país, sino de convertirlo en materia imaginal y
escritural que no tiende hacia fin alguno ni persigue un destino histórico, sino que
circula entre una constelación de sentidos dentro de la cual pasado y presente apenas
sirven para delimitar un tiempo blanco, el tiempo que los atraviesa y los entrelaza sin
identificarse con ellos: el propio trayecto de la memoria, el devenir inclausurable, el
blanco o khora. Erigir a Grecia sobre el fondo de la memoria, o sobre su impulso de
ascensión ―semejante al que conduce a la inocencia del inconsciente hacia la
visibilidad re-veladora del yo―, no quiere decir inmovilizarla sobre un pasado
mítico, sino apartarla de toda teleología de la historia, arrebatarla a la linealidad
hegeliana de un progreso que, en la lucha de bandos de la Guerra Civil
contemporánea a la composición de la obra, reproduce incluso la dialéctica destinada
en apariencia a generar una síntesis secuencial. Huyendo a las profundidades de la
memoria oriental, allí donde se refugia la «segunda hipóstasis» del cosmos con todo
su depósito de imágenes posibles e imposibles, Grecia es identificada con el devenir
de sus universales (ese devenir que se reteje en el hiato del instante o de la propia
memoria), con una condición imaginal que la dibuja en el círculo de los significantes
y no en la historicidad de los significados, marcados por un origen y un telos. Esos
174
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος από τον ουρανό / Ένιωσα ήρθε κι έσκυψε / πάνω απ’ το λίκνο µου / ίδια η µνήµη γινάµενη
παρόν», ELITIS, O. (2002), p. 121.
175
No estoy de acuerdo, por tanto, con la afirmación de Paola Minucci, que atribuye a la memoria la
reintegración de un tiempo mítico al presente, cfr. MINUCCI, P. M. (1986), pp. 303-304.
2.2. Tiempo y sensación 463
176
Pues el conservadurismo antioccidental de Elitis, que curiosamente se traduce en más de una
ocasión en prácticas literarias que casi podríamos considerar «posmodernas», va mucho más allá de la
oposición de contenido entre lo griego y lo europeo. Se trata, más bien, del deseo de postular lo griego
como otra forma de comprensión, como una articulación distinta, y superior, de la experiencia de lo
humano o, incluso, como la articulación eminentemente humana de la experiencia.
464 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
177
De todo lo cual puede deducirse que el funcionamiento colectivo de la memoria es idéntico al
individual: en ambos casos se trata de convertir en signo al ente y sacarlo de sí para ponerlo en
contacto con lo Abierto, bien sea la memoria prenatal o la constante elusividad del origen.
178
Cfr. LIJNARÁ, L. (1980), pp. 67-68.
179
Ello sucede, sintomáticamente, en el mismo texto en que el Poeta afirma haber «desesperado a la
muerte» y «mordido en el Tiempo», es decir, allí donde con gestos isomorfos de la memoria, con la
fuerza intersticial de la poesía, ha logrado desmecanizar la máquina del destino y de la muerte: la
linealidad teleológica del tiempo.
180
Oda tercera: «Στο πείσµα των σεισµών στο πείσµα των λιµών / Στο πείσµα των εχτρών στο
πείσµα των δικών / Μου, ανάντισα κρατήθηκα / ψυχώθηκα κραταιώθηκα / Μία και δυο και τρεις
φορές / Θεµέλιωσα τα σπίτια µου / στη µνήµη µόνος», ELITIS, O. (2002), p. 142.
181
Oda cuarta: «Σάλεψε σαν το σπέρµα σε µήτρα σκοτεινή / Το φοβερό της µνήµης έντοµο µες στη
γη / Κι όπως δαγκώνει αράχνη δάγκωσε το φως / Έλαµψαν οι γιαλοί κι όλο το πέλαγος», Ibidem, p.
144.
2.2. Tiempo y sensación 465
182
«Τα θεµέλιά µου στα βουνά / και τα βουνά σηκώνουν οι λαοί στον ώµο τους / και πάνω τους η
µνήµη καίει / άκαυτη βάτος», Ibidem, p. 145.
183
«Εσύ µόνη απ’ την κόψη της πέτρας µιλάς / Εσύ την όψη των αγίων οξύνεις / κι εσύ στου νερού
των αιώνων την άκρη σύρεις / πασχαλιάν αναστάσιµη!», Ibidem, p. 145.
184
Cfr. PARDO, J. L. (2007), pp. 307-308.
185
«Αγγίζεις το νου µου και πονεί το βρέφος της Άνοιξης! / Τιµωρείς το χέρι µου και στα σκότη
λευκαίνεται!», ELITIS, O. (2002), p. 145. Las semejanzas con los términos planteados en «Delos» son
466 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
poema, repitiendo los versos citados más arriba, como si quisiera demostrar que la
zarza de la memoria sigue ardiendo interminablemente, aun cuando pueda
desencadenar en su hendidura o en su contemplación toda una serie de imágenes
desarrolladas en el texto. El cual, como corresponde a toda la obra e incluso a Grecia,
reproduce en su circularidad el eterno retorno y se instituye, una vez más, en mímesis
de mímesis, imitación del mecanismo de la memoria que, a su vez, surge ya como
imitación indecidible.
Lo cual quiere decir que, del mismo modo que antes hemos leído a través de
otras formas del hiato como el blanco, la hendidura o el reorigen el proceso
escenificado en el Axion Estí, la estructura que lo recorre y nos permite situar en él el
mecanismo fundamental que rige la poesía y la poética de Elitis, ahora es la
memoria, en tanto nuevo nombre de la serie, la que parece dibujar en su lógica, igual
pero diferente, el trazo que guía la narratividad imposible de esta obra. El Axion Estí
se ofrece, por consiguiente, a todo un haz de lecturas que son la misma lectura y que
dan testimonio, en su sucesión y su metaforicidad incontenible ―en la acumulación
de nombres y ejes de desciframiento―, de la impropiedad de la lectura madre,
contagiada a todas ellas. La memoria, como simultáneo recuerdo y olvido de estos
nombres, presentificación y ausencia, borradura de sí misma e imposibilidad del ser,
construibilidad y espectralidad constantes o circularidad de la mímesis, parece,
según hemos visto, una figura perfecta para renombrar, a la espera de nuevas
escrituras, este gesto que no sólo es el del Axion Estí a la busca de recuperar la
transparencia de la grecidad, sino también el de toda la obra de Elitis en su poética
de la revelabilidad y el espaciamiento. Veamos ahora, cerrando ―falsamente― el
círculo del tiempo, cómo llegar al fin es reinscribirse siempre en un principio.
notables: no sólo se repite el blanco, sino también la imagen del recién nacido como efecto del
contacto con la memoria.
186
Cfr. por ejemplo VITTI, M. (2000), pp. 319-320, o BERLÍS, A. (1992), p. 31.
187
Sorprendentemente, también Vitti, VITTI, M. (1998), p. 81, o MANOS, A. (1998), pp. 76-77.
2.2. Tiempo y sensación 467
188
Cfr. por ejemplo JADSIYACUMÍ, M. (2004), p. 128; PROÍMU-ERINAKI, M. (1997), pp. 99-100;
CAPSOMENOS, E. G. (2005), pp. 37-49; o TSOTSORÚ, A. (1986), p. 370, entre otros muchos.
189
Ambos, por otra parte, generados maquinalmente por medio del artificio, como se dice en «El
paraíso original» de María ?efeli: «sabiendo que la única muerte la única es aquella / que los hombres
han creado con su mente» («ξέροντας πως ο µόνος θάνατος ο µόνος είναι αυτός / που έφτιαξαν µε το
νου τους οι άνθρωποι»), ELITIS, O. (2002), p. 398.
190
También, por supuesto, hay afirmaciones en los textos de Elitis que relegan explícitamente a la
muerte a la categoría del mal absoluto que es preciso combatir. Sólo me referiré a ellas, sin embargo,
lateralmente.
191
En «El Gloria» del Axion Estí se menciona ya «el poema que arde y resuena la muerte» («το
καιούµενο ποίηµα και ηχείο θανάτου»), Ibidem, p. 180.
468 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
192
«Patmos»: «Είναι πριν τον γνωρίζεις που αλλοιώνει ο θάνατος· / από ζώντας µε τις δαχτυλιές
του επάνω µας / ηµιάγριοι το µαλλί αναστατωµένο σκύβουµε / χειρονοµώντας πάνω σ’ ακατανόητες
άρπες. Αλλ’ / ο κόσµος φεύγει… / Άι άι δύο φορές τ’ ωραίο δε γίνεται / δε γίνεται η αγάπη», Ibidem,
p. 370.
193
«Alta Tarquinia»: «Καιρός να ρίξουµε τα τείχη / θέλω να πω ν’ ανοίξουµε στην οροφή / το
πέρασµα που θα µας επιτρέψει / µέσ’ απ’ την ίδια γη για µία στιγµή ν’ ανέβουµε / ως τη δροσιά των
τάφων!», Ibidem, p. 402.
194
La presencia de la muerte, de un modo u otro, en el sistema sígnico de Elitis, indica una vez más
que su poesía responde al automatismo de lo religioso que cifra toda posibilidad de super-vivencia en
un paso autoinmunitario por la muerte. El par muerte-resurrección o reorigen se encuentra
estrechamente ligado en más de una ocasión, asociado además a la propia poesía como potencia
indemnizadora: «Con cada ola de la Poesía que regresa hasta mí tras haber golpeado en mi primera
juventud, me siento más cerca de la luz. El concepto de Resurrección está indisolublemente unido en
mi interior al concepto de la Muerte, pero muy atrás, en esa zona secreta que es también la antecámara
del Nacimiento» («Με κάθε κύµα της Ποίησης που µου ξανάρχεται, αφού προηγουµένως χτυπήσει
στην πρώτη µου νεότητα, νιώθω να βρίσκοµαι πιο κοντά στο φως. Η έννοια της Ανάστασης
αναπόσπαστα είναι δεµένη µέσα µου µε την έννοια του Θανάτου, αλλά πολύ πίσω, εκεί, στην περιοχή
τη µυστική, που είναι και ο προθάλαµος της Γέννησης», «Antes que nada la poesía»), ELITIS, O.
(2000), p. 30. Sobre la super-vivencia como comprensión o reinscripción de la muerte en el
automatismo de lo religioso, véase este ilustrativo texto de Amador Vega: «Tanto en el cristianismo
como en las religiones orientales lo que se entiende por vida, la vida eterna, pasa inevitablemente por
una comprensión de la muerte. […] Pero no es la muerte física lo que se espera ―la autonegación no
es un suicidio―, es la comprensión del sentido de la vida a través de la conciencia de la muerte, de la
nada que se presenta como punto cero», VEGA, A. (2002), p. 59.
2.2. Tiempo y sensación 469
195
«Επειδή και οι άνθρωποι αγαπούν τους τάφους και µε ευλάβεια σωρεύουν όµορφα λουλούδια
εκεί / Όµως απ’ αυτούς, ο θάνατος, κανένας δεν γνωρίζει τίποτε να πει / Μόνον ο ποιητής. Ο Ιησούς
του ήλιου. Ο µετά κάθε Σάββατο ανατέλλοντας / Αυτός. Ο Είναι, ο Ήταν και ο Ερχόµενος», ELITIS,
O. (2002), p. 559.
196
«Ahora bien, el espaciamiento como escritura es el devenir-ausente y el devenir-inconsciente del
sujeto. Mediante el movimiento de su deriva, la emancipación del signo constituye retroactivamente el
deseo de la presencia. Este devenir —o esta deriva— no le sucede al sujeto que lo elegiría o que se
dejaría llevar pasivamente por él. Como relación del sujeto con su muerte, dicho devenir es la
constitución de la subjetividad. En todos los niveles de organización de la vida, vale decir de la
economía de la muerte. Todo grafema es de esencia testamentaria. Y la ausencia original del sujeto de
la escritura es también la de la cosa o del referente», DERRIDA, J. (1971), p. 89.
197
«La subordinación de la huella a la presencia plena que se resume en el logos, el sometimiento
de la escritura bajo un habla que sueña con su plenitud, tales son los gestos requeridos por una
onto-teología que determina el sentido arqueológico y escatológico del ser como presencia, como
parusía, como vida sin diferencia: otro nombre de la muerte, metonimia historial donde el nombre de
Dios mantiene la muerte a distancia», Ibidem, pp. 92-93.
470 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
198
«Archi-escritura, primera posibilidad del habla, luego de la “grafía” en un sentido estricto, lugar
natal de la “usurpación” denunciada desde Platón hasta Saussure, esta huella es la apertura de la
primera exterioridad en general, el vínculo enigmático del viviente con su otro y de un adentro con un
afuera: el espaciamiento. El afuera, exterioridad “espacial” y “objetiva” de la cual creemos saber qué
es como la cosa más familiar del mundo, como la familiaridad en sí misma, no aparecería sin la
grama, sin la diferencia como temporalización, sin la no-presencia de lo otro inscripta en el sentido
del presente, sin la relación con la muerte como estructura concreta del presente viviente», Ibidem, p.
92.
199
Cfr. FILOKIPRU, E. (2006), p. 313. Eli Filokipru piensa que el poema, en Elitis, es un «eco de
muerte» que debe disolverse ―destejerse, por tanto― para dejar paso a la (suprema) realidad de la
muerte. Y, sin embargo, como hemos visto, el esquema de la revelabilidad y la significancia bajo el
que la muerte se presenta en la poesía de Elitis no implica un destejerse ante el sol del sentido, sino un
infinito retejer capaz de atrapar entre sus hilos a toda instancia que simule encontrarse en un afuera.
La muerte, por tanto, como condición de la poesía, no haría sino multiplicar los significantes
multiplicando, así, su propia presencia-ausencia.
200
VITTI, M. (1998), pp. 82-83.
201
Cuyo título renuncio a traducir puesto que la transcripción del original contiene evocaciones
suficientemente interesantes como para no forzarlo desintegrándolo en varias palabras. En realidad,
παλίντροπον es un término clásico que significa «lo que vuelve atrás», es decir, el eterno retorno, el
movimiento constante de regreso que articula, por ejemplo, la filosofía de Heráclito, bajo cuya
inspiración es muy probable que Elitis lo haya escogido. El poema pertenece a El Árbol de Luz y la
decimocuarta belleza.
2.2. Tiempo y sensación 471
202
Ibidem, pp. 89-92.
203
Toda la información sobre este nombre procede de Mario Vitti, cfr. VITTI, M. (2000), p. 308.
204
Según asegura Mario Vitti, como ya he dicho, Elitis compuso este nombre a partir de las palabras
Αρχάγγελος («Arcángel»), αλκυών (alción») y κύων («perro»), que es como denomina inicialmente al
hombre y como he traducido yo rompiendo la coherencia. Es importante sin embargo observar el
desplazamiento desde ese carácter perruno, sujeto a una muerte degradante, hasta la mezcla entre
pájaro y ángel que se opera únicamente gracias a la escritura y a un manejo distinto de la
significación, que reinscribe la muerte como signo propiamente humano, signo de la posibilidad de
trascendencia en la revelabilidad y el heliotropismo.
205
«Θάρρος: ο ουρανός αυτός είναι / Και τα πουλιά του εµείς / όσοι άλλου δε µοιάζουµε //
Καταποντισµένη µέσα µας / Θάλασσα δηµητριακή µε γαίες και αχανή βουστάσια // Μόνος απ’ όξω
απόµεινε ο ηλίανθος // Αλλά ποιος είναι αυτός που περπατάει στον ήλιο / Μαύρος όσο το φως πιο
δυνατό; // Θάρρος: ο άνθρωπος αυτός είναι / ο Κύων που λένε αλλ’ / ο παραλίγο Αρχαλκυών // Άπλες
αµάλαγες του Ιουνίου νοµάδες άνεµοι / Χαρακωµένα καστανά χώµατα που ανεβήκαµε // ∆ιψασµένοι
για λίγη λάµψη όρους Θαβώρ // Αλλά τί νά ’ναι αυτό που χαµηλά περνάει κι ανατριχιάζει / Σαν άλλου
κόσµου που έφτασε αεράκι; // Θάρρος: ο θάνατος αυτός είναι / Στην παπαρούνα την πλατιά / και στο
λιανό λιανό χαµοµηλάκι», ELITIS, O. (2002), pp. 221-222.
472 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
206
«Con luz y con muerte», Ι (El Pequeño ?autilo): «Έστρεψα καταπάνω µου το θάνατο σαν
υπερµέγεθες ηλιοτρόπιο», Ibidem, p. 500. Sintomáticamente, también en este poema aparece un
Arcángel, pájaros, escrituras indescifrables («esto que digo y escribo para que no lo entienda nadie
más», «αυτά που λέω και γράφω για να µην τα καταλάβει άλλος κανείς») y una manifestación de la
«Grecia segunda del mundo superior», la que se sustrae a la muerte y a la teleología de la historia,
vinculada a la «segunda hipóstasis» imaginal de la memoria.
2.2. Tiempo y sensación 473
―incluso esa artificial contabilidad del tiempo― ante la llegada de lo que entiende
como final y límite207. David Connolly ha señalado este notable isomorfismo entre
muerte e instante, especialmente en dos libros: Las Elegías de Oxópetra y El Árbol
de Luz y la decimocuarta belleza. En su opinión, el instante actúa en ellos
transportando al centro de la vida el espaciamiento y la revelabilidad de la muerte a
partir, en cada caso, de algo insignificante, es decir, de la (in)significancia que porta
en sí un elemento mínimo o un suceso trivial aislado de la cadena a la que
pertenece208. Al mismo tiempo, la muerte no sería sino la eternización del instante
que, a decir de Connolly, saca a la luz la verdad completa que éste no ha dejado sino
destellar fugazmente209. Sin embargo, no creo que haya una lógica de la presencia en
este juego. Como hemos visto, la muerte se da apenas como apertura construible y
cuña que desencadena un proceso ya clásico de lectura-escritura. Constituye, todo lo
más, el archiespaciamiento que permite renombrar, desde una estructura sígnica
como la que rige la poética elitiana, el resto de espaciamientos: instante, memoria210,
blanco, punto mínimo, poesía, significancia, sensación. Acaso, la culminación de la
alteridad ―básicamente imaginal, pero sobre todo sobre-humana― a la que conduce
la expansión circular del punto en todos esos casos, el exceso de nosotros mismos
―una exterioridad plena, la del territorio indecidible donde ya no somos más― que,
desapropiándonos, nos hace plenamente humanos. Y no hay, seguramente, mayor
desapropiación o desencajamiento de la identidad ―desde antes incluso de que
sobrevenga, en su condición de huella sobre la cual vivimos― que la muerte. En
«Camino privado» leemos, de hecho, la creencia en un yo que se tiende más allá de
sí, después incluso de su ser, que se construye por tanto sobre la infinitud del no ser
en una expansión infinita: «Hay veces que me siento barca en un jardín. […] Esa
barca soy yo. Y cuando digo “yo”, me refiero a mi interminable yo posterior. Sin
fin»211. El habitar poético o la vida del Poeta, incluso, pueden asentarse sobre el
hueco del signo que es el de la muerte y existir en la apertura constante a una
exterioridad pura que identifica sintomáticamente el abismo póstumo con el prenatal
(la muerte y la memoria): «vivo más allá del punto en que estoy / además / siguiendo
recto por mi madre / me encontraréis también tras la muerte»212 o, en otro caso,
haciendo ver que es la promesa de la muerte la que otorga, como hendidura o hiato,
207
Cfr. especialmente «Las estelas funerarias», ELITIS, O. (2002), pp. 27-32.
208
Cfr. «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 398.
209
Ibidem, p. 403.
210
Mario Vitti, por ejemplo, ha equiparado en El Árbol de Luz la muerte a la dilatación del instante
y a la memoria, VITTI, M. (1998), pp. 88-89.
211
«Είναι φορές που αισθάνοµαι βάρκα σε κήπο. […] Αυτή η βάρκα είµαι εγώ. Κι όταν λέω “εγώ”,
εννοώ τον ατέρµονα µετέπειτά µου. ∆ίχως τέλος», ELITIS, O. (1993), p. 390.
212
«La almendra del mundo»: «Ζω πέραν από το σηµείο που βρίσκοµαι / άλλωστε / συνεχίζοντας
ίσια τη µητέρα µου / θα µε συναντήσετε και µετά θάνατον», ELITIS, O. (2002), p. 456.
474 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
todo su valor a la vida: «Vivo para cuando ya no exista»213. Otros poemas nos
presentan la cuña del instante como una intervención fulgurante del no ser en la
continuidad de la existencia y del sujeto. Sucede en «La Presentación del tocado por
la muerte»214, poema subtitulado «ensueño». Es efectivamente dentro de un ensueño,
ejemplo también de intersticio temporal y espectralidad icónica, donde la muerte
irrumpe en el continuum mental del sujeto para sacarlo de sí hacia una realidad otra.
Lejos de tratarse de un emplazamiento o una amenaza de clausura, esta reinscripción
sorpresiva de la muerte viene a diferir toda posibilidad de un telos acumulando en su
liminalidad vacía de representación una serie de imágenes que tematizan ya el
traspaso, el tránsito, el movimiento infinito que habíamos descrito para el instante.
Las figuras del filo, el pasaje o el orificio son frecuentes: «Cada vez más cerca cada
vez más alto / Cada vez las costas se alejan más / […] Postreros escuadrones de
pájaros controlan los pasos / Grosellas luminosas y oscuros orificios de algas / Que
atravieso apenas rozado»215. El sujeto, instalado sobre el hiato de la diferencia, khora
que excede todo significado o traducibilidad, descubre que la absoluta transparencia
de esta dimensión implica una ceguera en la cual ya no hay sentidos que poder
atribuir a lo existente: «Y es tan invisible la música, / Destilada felicidad en mi
interior, que / No existe tristeza siquiera o alegría que experimentar»216. Y,
acumulando imágenes y sensaciones en la progresión de su ascenso («Cada vez más
cerca cada vez más alto / Más allá de las pasiones más allá de los errores de los
hombres / Un poco más un poco más / Con todos los sonidos del amor listos para
entonar / El archipiélago celeste»217), llega finalmente a una geografía fantástica,
dominada por la escritura218 («¡Ahí está Kimoni! ¡Ahí está Liyinó! / ¡Trienaki!
¡Andipnos! ¡Alogaris! / ¡Evlopusa! ¡Maisa!»219), dentro de la cual, como en el
213
«Medianoche pasada» (Las Elegías de Oxópetra): «Ζω για τότε που δεν θα υπάρχω», Ibidem, p.
560.
214
En la palabra que aparece en el título, y que se resiste con especial virulencia a la traducción,
προθανατισµένος ―algo así como el «muerto antes de la muerte»―, leemos ya la mezcla de ámbitos
y la reinscripción, como haremos enseguida con otra que se encuentra en el mismo libro (Las Elegías
de Oxópetra) pero que se despliega en sentido contrario: µεταθάνατος, «metamuerte» o «posmuerte».
215
«Τα Εισόδια του προθανατισµένου»: «Ολοένα πιο σιµά ολοένα πιο ψηλά / Ολοένα οι αχτές
αποµακρύνονται / […] Στερνές πουλιών περιπολίες ελέγχουν τα περάσµατα / Φωτεινά
φραγκοστάφυλα και σκοτεινές φυκιότρυπες / Όπου µόλις αγγιχτός περνώ», Ibidem, p. 565.
216
«Και είναι τόσο η µουσική αθέατη / Κατασταλαγµένη ευδαιµονία µέσα µου ώστε / Μήτε λύπη
καν είτε χαρά να δοκιµάζω δεν υπάρχει», Ibidem, p. 565.
217
«Ολοένα πιο σιµά ολοένα πιο ψηλά / Πέρ’ απ’ τα πάθη πέρ’ απ’ τα λάθη των ανθρώπων / Λίγο
ακόµη λίγο ακόµη / Μ’ όλους τους ήχους των ερώτων έτοιµους ν’ ανακρουστούν / Το ουράνιο
αρχιπέλαγος», Ibidem, p. 566.
218
Pues los nombres de estas «islas», si bien evocan algunos sentidos, no los tienen propiamente. Se
trata más bien de la evocación de nombres de constelaciones, que repetirían en el cielo ―en una
instancia vertical― el «archipiélago» que en la dimensión de lo real, histórico y horizontal constituye
Grecia o el Egeo.
219
«Νά η Κιµµώνη! Νά το Λιγινό! / Το Τριαινάκι! Ο Αντύπνος! Ο Αλογάρης! / Η Ευβλωπούσα! Η
Μάισσα!», Ibidem, p. 566.
2.2. Tiempo y sensación 475
ve la muerte / y mira fijamente hacia afuera, quizás con una gran mirada de animal», RILKE, R. M.
(2001), p. 106. No deja de haber una gran semejanza entre esta dimensión de la muerte elitiana como
espaciamiento que puede traerse a la vida o leerse en ella, como re-velación o reflejo en el himen del
instante, o de la escritura, o de la misma muerte en tanto membrana o cuña interpuesta, y las teorías
sobre lo Abierto que se expresan en esta elegía de Rilke. Donde, de algún modo, el volcado hacia el
afuera que atribuye a todo animal, al niño o al moribundo, equivalen a la conversión en signo del
sujeto que Elitis parece pedirle a la poesía. Pues, además, «vueltos siempre a la creación, vemos / sólo
sobre ella el reflejo de lo libre, / oscurecido por nosotros», mientras que se trata de «estar en frente / y
nada más que esto y siempre en frente», Ibidem, p. 107. Maurice Blanchot ha hecho un análisis muy
acertado de este proceso, que podríamos aplicar a Elitis si no fuera por las alusiones al rechazo de la
representación: «Es claro que aquí Rilke enfrenta la idea de una conciencia cerrada sobre sí misma,
habitada por imágenes. El animal está allí donde mira, y su mirada no lo refleja ni refleja la cosa sino
que lo abre sobre ella. El otro lado, que Rilke llama también “la pura relación”, es entonces la pureza
de la relación, el hecho de estar, en esta relación, fuera de sí, en la cosa misma y no en una
representación de la cosa. La muerte sería, en este sentido, el equivalente de lo que se llamó
intencionalidad. Por la muerte, “miramos hacia afuera con la mirada de un animal”. Por la muerte, los
ojos se invierten, y esa inversión es el otro lado, y el otro lado es el hecho de vivir no ya apartado sino
orientado, introducido en la intimidad de la conversión, no privado de conciencia sino, por la
conciencia, establecido fuera de ella, arrojado en el éxtasis de este movimiento», BLANCHOT, M.
(1992), p. 125.
224
«∆ιάβαζαν άπληστα τον κόσµο µε τα µάτια τ’ ανοιχτά για πάντα, κει που µεµιάς τους έριξε το
Ασάλευτο», ELITIS, O. (2002), p. 192.
225
«Ελεγείο του Grüningen»: «…µέσ’ από της ψυχής σου τη σχισιµατιά ωραιότερος δείχνει τώρα ο
τάφος», Ibidem, p. 556.
226
«Επειδή / Αφότου δωδεκαετής µόλις σας εγνώρισα για µένα γίνατε / ∆άση της Ρενανίας ποταµοί
των κοιλάδων άµαξες ιππείς αυλές µε κρήνες και αετώµατα // Η καθηµερινή πρώτη σελίδα του
µετα-θανάτου», Ibidem, p. 556.
2.2. Tiempo y sensación 477
227
Sobre una semejante unidad e intercambiabilidad entre muerte y vida en lo Abierto, según Rilke,
cfr. BLANCHOT, M. (1992), p. 123.
228
Refiriéndose a Rilke, dice Blanchot: «Esta mirada desinteresada, sin futuro, como desde el seno
de la muerte, por la que “todas las cosas tienen un aspecto más alejado y en cierto modo más
verdadero”, es la mirada de la experiencia mística de Duino, pero también es la mirada del “arte” y es
justo decir que la experiencia del artista es una experiencia extática y, por lo tanto, una experiencia de
la muerte. Ver como es debido es esencialmente morir, es introducir en la visión esta inversión que es
el éxtasis y que es la muerte», Ibidem, p. 141. La mirada del artista o el poeta es, pues, la mirada
sobre-humana del revenant, que sobre-vive en el seno de una muerte constante en la representación.
Añade Blanchot, en una línea coherente con la significancia y la no clausura del sentido, que en ese
vacío ―que aquí podría ser el de la transparencia y su ceguera― las cosas no se hunden en la nada,
sino que adquieren una inagotable fecundidad de sentido.
478 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
229
«Ότι αυτός ο Θάνατος αυτός η Ζωή», ELITIS, O. (2002), p. 179.
2.2. Tiempo y sensación 479
235
Cfr. su artículo «Ο χρόνος και η µνήµη στο Ηµερολόγιο ενός αθέατου Απριλίου», en
CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 347-349.
236
«Miércoles, 1»: «Los caballos mastican sin cesar sábanas blancas, y sin cesar penetran
triunfalmente en la Amenaza» («Ολοένα τ’ άλογα µασούν λευκά σεντόνια κι ολοένα εισχωρούν
θριαµβευτικά µέσα στην Απειλή»), ELITIS, O. (2002), p. 471.
237
No hay que olvidar a este respecto que la palabra que Elitis emplea, ηµερολόγιο, significa tanto
«diario» como «calendario».
238
«Miércoles, 8c»: «Έτσι, στο µάκρος µίας ζωής µε τόση δυσκολία στηµένης δεν έχουνε αποµείνει
παρά µία µισοκαταστραµµένη πόρτα και πολλές µεγάλες σάπιες ανεµώνες του νερού. Κείθε περνάω
και πάω ―πού ξέρεις;― για µία κοιλιά γλυκύτερη από την πατρίδα», Ibidem, p. 476.
239
«Domingo, 19c»: «Σύµφωνοι, θα πεθάνουµε όλοι µας· αλλά προς τί; / […] / Σύµφωνοι, ναι· αλλ’
η ζωή αυτή δεν έχει τέλος…», Ibidem, p. 482.
2.2. Tiempo y sensación 481
240
«―Όλα χάνονται. Του καθενός έρχεται η ώρα. / ―Όλα µένουν. Εγώ φεύγω. Εσείς να δούµε
τώρα», Ibidem, p. 489. La misma posibilidad se plantea al final del poema «Comagene la
desaparecida», de Las Elegías de Oxópetra, donde tras observar las imágenes cinematográficas de
muchedumbres ―acaso a caballo, como en el Diario…― irrumpiendo en la muerte, se abre como el
eco de un tambor o una membrana la dimensión escritural de una posibilidad. El verbo «resonaron»
(ήχησαν), al retumbar, acaba quedándose en un esperanzador «si» (αν) colgado nuevamente del
abismo de lo Abierto sobre la escritura, como si fuera ella misma, en tanto membrana (himen)
golpeada para prolongar el espacio de la representación, la que dibujara esa alteridad en la que
sobre-vivir: «Corren e irrumpen directamente en la muerte / Indefensos / Sabiendo que van a
desaparecer pero que en algún lugar― // Entonces se oyeron jinetes. Después trompetas / Y todos
juntos a gran profundidad resonaron aaron ron oon on on» («Τρέχουν και κατευθείαν στο θάνατο
εισβάλλουν / Οι ανυπεράσπιστοι / Ξέροντας ότι θα χαθούν αλλά ότι κάπου― // Τότε ακούστηκαν
ιππείς. Ύστερα σάλπιγγες / Κι όλες µαζί σε µέγα βάθος ήχησαν ήησαν σαν ααν αν αν»), Ibidem, pp.
564-565.
241
La muerte se relaciona frecuentemente en Elitis, por esto mismo, con la inocencia y la virtud,
como sucede en Canto heroico y fúnebre por el alférez caído en Albania, donde el personaje principal
muere y accede con ello a un espacio inaugural donde la inocencia ha quedado restaurada. Cfr.
también MINUCCI, P. M. (1988), p. 319 o FILOKIPRU, E. (2006), p. 313.
242
«Απέραντος ο θάνατος δίχως µήνες και αιώνες / Τρόπος κι εκεί να ενηλικιωθείς κανένας»,
ELITIS, O. (2002), p. 568.
243
«Κει τους απάλλαξε ο Καιρός», Ibidem, p. 193.
244
«Ήλιος νέος, αγίνωτος ακόµη. / […] Κι απαρχής Κοιλάδες, Όρη, ∆έντρα, Ποταµοί», Ibidem, p.
193.
245
«∆ίχως µήνες και χρόνοι να λευκαίνουν το γένι τους», Ibidem, p. 194.
482 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
246
«Φυσάει, φυσάει και λιγοστεύει ο κόσµος. Φυσάει / Φυσάει και µεγαλώνει ο άλλος· ο θάνατος ο
πόντος ο γλαυκός κι ατελεύτητος / Ο θάνατος ο ήλιος ο χωρίς βασιλέµατα», Ibidem, p. 571.
247
Se trata de la frase que cierra el ensayo «Antes que nada, la poesía». Por tanto, acaso podamos
leer en ella una referencia a la muerte como culminación de toda acción poiética sobre el mundo,
como archiespaciamiento: «Νά τί είναι αυτό που περιµένω κάθε χρόνο, µε µία ρυτίδα περισσότερο
στο µέτωπο, µία ρυτίδα λιγότερο στην ψυχή: την πλήρη αντιστροφή, την απόλυτη διαφάνεια…»,
ELITIS, O. (2000), p. 45.
248
«Del inofensivo, del esperanzador, del intrépido»: «Από µικρό το θαύµα είναι λουλούδι και άµα
µεγαλώσει θάνατος», ELITIS, O. (2002), p. 551.
249
Novalis, a quien Elitis invocaba en su tratamiento de la muerte, compara en el cuarto de sus
Himnos a la ?oche la entrada en la muerte con la entrada en una fuente y por tanto con un nuevo
bautismo, cfr. NOVALIS (2001), p. 33.
250
Sobre esta idea en autores como Troxler o Novalis, cfr. BÉGUIN, A. (1978), p. 131 y pp. 249-250.
Para otros ejemplos en el seno del romanticismo, cfr. RIFFATERRE, H. B. (1970), pp. 188-193.
2.2. Tiempo y sensación 483
251
«Las estelas funerarias»: «…µεταβάλλει και την τάξη του κόσµου», ELITIS, O. (1993), p. 27.
252
Cfr. el comentario de este pasaje en FILOKIPRU, E. (2006), pp. 313-314.
253
«…µε το µάτι εγύριζαν τις εποχές, ν’ αποδώσουν στα πράγµατα το αληθινό τους όνοµα», ELITIS,
O. (2002), p. 194.
484 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
“cielo” no lo es; “amor” no; “eterno” no. No / Obedecen las cosas a sus nombres»254.
No parece casual, por tanto, que sea al final de este texto donde la muerte,
indecidibilidad y apertura (archiespaciamiento) que organiza el signo y la operación
poiética ―que es, fundamentalmente, la operación que quiebra las certezas de la
clarté para conducirlo todo al estado precario pero indemne de la significancia y la
transparencia―, se afirme como ámbito propio de la verdad: «La verdad sólo se
entrega a cambio de la muerte»255. Ap-ousia contra (par)ousia, imagen contra
esencia, significancia contra significado, escritura contra sentido, todo conduce a
pensar, por tanto, que la poética de Elitis constituye una inversión de lo que
acostumbramos llamar platonismo o metafísica. Y, sin embargo, existen matices
―ya se hallan implícitos en todo lo que venimos exponiendo―, salvedades y
confirmaciones que se dejarán leer en otra categoría de la experiencia, la de las
sensaciones y las analogías. En ellas encontraremos un nuevo punto desde el que
abordar toda la serie y trastornar, sobre todo, la presunta firmeza de su espectralidad.
2.2.3. LA SENSACIÓN
254
«Ώστε λοιπόν, αυτό που λέγαµε “ουρανός” δεν είναι· “αγάπη” δεν· “αιώνιο” δεν. ∆εν /
Υπακούουν τα πράγµατα στα ονόµατά τους», Ibidem, p. 569 .
255
«Η αλήθεια µόνον έναντι θανάτου δίδεται», Ibidem, p. 570.
256
«Lo público y lo privado»: «Έχω γίνει ένας µικρός Παυσανίας των αισθήσεων και των
αναλογιών τους στο πνεύµα», ELITIS, O. (1993), p. 347.
2.2. Tiempo y sensación 485
257
«Crónica de una década»: «Όταν λοιπόν είχα µία τέτοια κεκτηµένη ταχύτητα προς την
καθαρότητα, κι έβρισκα στους θαλασσινούς ορίζοντες που ανακάλυπτα µία φυσική καθαρότητα
ικανή να δίνει σώµα στην ψυχική που ποθούσα ν’ απλωθεί µέσα µου, ήταν πολύ φυσικό ν’ αναζητώ
µία µέθοδο ποιητική που, ακολουθώντας τον αντίστροφο δρόµο, να γίνεται ικανή, µε την επέµβαση
της δικής µου ψυχής, να δίνει σώµα στις ανάλογες αισθήσεις που µε γοήτευαν, στο “αστραφτοβόλο”,
στο “διάφανο”, στο “νερένιο”, στο “δροσερό”, στο “χλοερό”, στο “αµόλυντο”», ELITIS, O. (2000), p.
331.
258
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 164.
259
Puesto que los sentidos pueden ordenarse como una gramática, es posible leerlos y escribir con
ellos. Son poiéticos en la medida en que determinan, por tanto, la construibilidad de lo real.
260
La extraordinaria importancia que el mismo Elitis ha concedido al elemento de la sensación, tal
como iremos viendo en citas y alusiones a lo largo del análisis, así como la atención preferencial que
el asunto ha recibido por parte de la crítica, justifican este tratamiento que, sin embargo, pretendo
sacar de nuevo de la condición de tema para darle, según su propia lógica, un giro.
486 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
desgaste que un tema así puede sufrir desde un punto de vista histórico y nacional
sino, por el contrario, abordarlo con valentía eludiendo los peligros del localismo y
tratando de restablecer en primer lugar esa sensación, y después captar sus
correspondencias espirituales?»265.
El hecho de postular la sensación como modo de conocimiento griego por
antonomasia implica oponer la pureza oriental de la διαφάνεια, de la luz auroral, al
desgaste y la caducidad de las Luces, simbolizadas por un sol que tiene nacimientos
y ocasos y marca por lo tanto un ritmo lineal y progresivo a la experiencia. La
inmediatez de la aisthesis asociada a la naturaleza se sobrepone así a la elaboración
occidental de la noesis, maquinalidad que determina, entre otras cosas, el sentido de
la quiebra histórica de la modernidad. Y, sin embargo, como ocurría en ocasiones
anteriores, lejos de quedarse en pura recuperación de una physis presente, la
sensación no hace sino desencadenar la construcción escritural y problemática de una
sobrenaturaleza266. Según el esquema plotiniano y, acaso, platónico, actúa como la
huella de una esencia o de un absoluto inteligible que, manifestando sobre ella su
ausencia, la convierten en marca o impronta que incita a una búsqueda. Hay algo ya
en ese dualismo, en consecuencia, que remite al carácter sígnico de los objetos de la
experiencia. Pero, mientras que en el (neo)platonismo era posible, aún, encontrar el
absoluto o el Uno como presencia al cabo de la circulación de lecturas, en Elitis ―y,
acaso, en la modernidad― la verdad sólo puede residir en el espaciamiento, en la
revelabilidad que promete un sentido sin alcanzarlo jamás. No hay telos que detenga
por la atribución de un nombre reconocible ―y asociado a una cultura, un pueblo y un Estado, por
más que se niegue― a esa potencia oriental, de lo que se puede leer en gran parte de los poetas
modernos, especialmente los románticos o, más tarde, los surrealistas, que pretendieron oponer a la
estampa moderna de la historia un nuevo mito universal basado en la interioridad de la psique (es
decir, en el nuevo ámbito de sacralidad que Elitis identifica, también, con Grecia).
265
El pasaje en cuestión abre el «Comentario» y se sitúa bajo el epígrafe «Diversas cuestiones
relacionadas y no con el Axion Estí y Seis y un remordimientos por el cielo» («Μερικά ερωτήµατα
σχετικά και άσχετα µε το Άξιον Εστί και τις Έξι και µία τύψεις για τον ουρανό»): «1.Η Ελλάδα, είναι
µονάχα µία µονάδα φυλετική προορισµένη να σβήνει κάποτε µέσα στη συγχώνευση των άλλων
συγγενών µονάδων, είναι ο φορέας των αξιών που διδαχθήκαµε στα Σχολεία και που οικειοποιήθηκε
η ∆ύση (χωρίς να διαθέτει τα ανάλογα αισθητήρια) ή µήπως είναι, πέρ’ απ’ αυτά, µία ειδική και
µοναδική αίσθηση, ζωντανή και πάντοτε παρούσα, ένας τρόπος να αντιλαµβάνεσαι τη ζωή και να την
εκφράζεις, που δε µοιάζει µε κανέναν άλλον και που µπορεί, απ’ αυτή την άποψη, να έχει µία
καινούρια καίρια σηµασία µέσα στην τάση της σηµερινής ανθρωπότητας να συγκροτηθεί σε µίαν
οικουµενικήν οργάνωση; / 2.Η Ποίηση, µήπως έχει την υποχρέωση να µη δειλιάσει µπροστά στη
φθορά που ένα τέτοιο θέµα έχει υποστεί από την ιστορική και εθνική άποψη, αλλ’ απεναντίας, να το
πλησιάσει θαρραλέα, υπερακοντίζοντας τους κινδύνους του τοπικισµού και ζητώντας ν’
αποκαταστήσει κατά πρώτο λόγο αυτή την αίσθηση και ύστερα να συλλάβει τις πνευµατικές της
αντιστοιχίες;», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 33.
266
Pues, como decía Louis Aragon, existimos en el filo entre sensación y razón, en el intersticio de
su oposición irreductible: «Nous n’existons qu’en fonction de ce conflit, dans la zone où se heurtent le
blanc et le noir», ARAGON, L. (2005), p. 15. Andreas Manos ha aludido a la sensación elitiana como
sobrenaturaleza, subrayando su simultánea condición de punto de partida y llegada de una inversión
de la historia que es también una inversión de las leyes naturales. La sensación se dilata así
componiendo una suerte de eternidad en la cual el hombre puede gozar de aquello de que le ha
privado la naturaleza, MANOS, A. (1998), pp. 39-40.
488 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
267
«El milagro perdido»: «Θα χρειαστεί, φαίνεται, να φτάσουµε ως την έσχατη άκρη του
παραλογισµού όπου µας οδήγησε η ορθολογιστική µας θεότητα για να επαναστρέψουµε τη ζωή
επάνω στην ουσιαστική της αλήθεια και να ξαναβρούν οι αισθήσεις µας τη χαµένη τους αγιότητα»,
ELITIS, O. (1993), p. 204. Resulta curioso cómo la acusación de Elitis al racionalismo adopta los
argumentos que éste dirigía en los siglos XVIII y XIX contra la religión o el pensamiento mágico: la
de ser absurdo, supersticioso y arbitrario. Desde una nueva clase de humanismo ―que invoca como
aquél raíces griegas―, Elitis atribuye a la sensación la misma capacidad redentora y revolucionaria
―social e individualmente― que los ilustrados atribuían a la razón y el conocimiento. En ello se
manifiesta una vez más el automatismo de lo religioso que opera en estos vaivenes, y demuestra hasta
qué punto hay un mesianismo implícito tanto en el programa de la Ilustración como en este regreso a
la naturaleza, aunque sea artificialmente reconstruida y superada por la poiesis, que postula la poesía
moderna. Ambos reproducen inadvertidamente el mismo gesto fideístico que creen estar
contribuyendo a desterrar.
2.2. Tiempo y sensación 489
quiere más humano, y por consiguiente más indemne y más puro que las
elaboraciones del racionalismo268. No falta en Elitis un impulso apolítico,
antiintelectual y antiideológico como éste ―en definitiva, un reaccionarismo
populista disfrazado de acracia y coherente con su defensa, que ya hemos visto, del
ámbito estético por encima del social o el ideológico, literalmente como una
superación de sus miserables diferencias― en su doctrina de los sentidos269. Un
impulso coherente, por otra parte, con la vinculación indisoluble entre Grecia y la luz
oriental que puede venir, en su sacralidad, a regenerar un Occidente sumido en la
decadencia. Pues Grecia es sustancialmente antirracional, como las sensaciones ―es,
de hecho, ella misma una sensación, según acabamos de leer―, y éstas son, en su
grecidad constitutiva, sagradas. Lo son tanto más cuanto que funden en su seno y en
su despliegue los dos tiempos o las dos facetas culturales de lo griego: el paganismo
268
En el romanticismo, la sensación sirve para, volviéndose al interior, alcanzar los dominios del
Absoluto que residen en el espíritu, cfr. BÉGUIN, A. (1978), pp. 405-406. Lo sensible es, pues,
manifestación de lo invisible o lo inteligible, como quería el neoplatonismo, y partiendo de ello es
posible llegar hasta las formas espirituales o celestes, tal como propone Schelling, cfr. BENZ, E.
(1968), p. 62. Blake es acaso el autor romántico que más se acerca a Elitis en su valoración de los
sentidos (cfr. CONNOLLY, D. (1997a) y MINUCCI, P. M. (1991), especialmente). También Baudelaire o
Rimbaud han presentado las sensaciones como el espacio de un reorigen, de un regreso a la infancia
que puede revelar lo maravilloso o el milagro o, incluso, de una restauración mesiánica del paraíso,
cfr. ABRAMS, M. H. (1992), pp. 386-387 y 422-426. Y, como ha expuesto Ana Balakian, en
determinadas vanguardias se busca en la percepción una alternativa al racionalismo, que se entiende
como fracasado, productor de sufrimiento e incapaz de redimir, como había prometido, al hombre.
Ocurre especialmente en el surrealismo, siempre a la caza de procedimientos que puedan alejar al
individuo de las constricciones del pensamiento lógico: «¿Qué había de reemplazar al equilibrio de la
mente, entonces? El pensamiento era concebido ahora como dominado totalmente por la sensación y
el instinto. […] El auténtico núcleo de este misticismo materialista había sido la creencia de que la
sensación, a través de su naturaleza más incontrolada, era un conductor más adecuado hacia la
captación del absoluto que el pensamiento abstracto, organizado», BALAKIAN, A. (1947), p. 136.
269
El cual se manifiesta a la perfección, por ejemplo, en una suerte de acotaciones que siguen a cada
fragmento del poema «Villa Natacha», un poema de corte (anti)político escrito en el exilio francés
durante la Dictadura de los Coroneles. Lejos de aludir directamente a la situación de su país, Elitis
arremete contra todos los valores civilizatorios que sustentan la polis moderna, reclamando una
construcción política sobre la inmediatez de lo sensorial y sobre la aisthesis del arte: «Con sabiduría y
valor. Picasso y Laurens. Pisoteemos la Psicología, la Política, la Sociología, tostados por el sol y con
una simple camisa blanca» («Με σοφία και θάρρος. Picasso και Laurens. Να πατήσουµε πάνω στην
Ψυχολογία, στην Πολιτική, στην Κοινωνιολογία, ηλιοκαµένοι µ’ ένα σκέτο άσπρο πουκάµισο»),
ELITIS, O. (2002), p. 348. También en su discurso de recepción del Nobel hizo referencia a la
universalidad de las sensaciones, a su carácter primario y acultural ―el mismo carácter de
universalización posible que le atribuye a Grecia, sintomáticamente el del viejo proyecto de una
«lengua universal»― que las sitúa del lado de lo indemne, lo que, a diferencia de las ideologías, no
daña y no se halla sometido a caducidad o al desgaste de la historia: «Para el poeta —puede sonar
extraño, pero es verdad—, la única lengua común que queda es la de los sentidos. Desde hace miles de
años, el modo en que dos cuerpos se tocan no ha cambiado. Ni ha provocado ningún conflicto, como
las decenas de ideologías que han teñido de sangre nuestras sociedades y nos han dejado con las
manos vacías» («Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Για τον ποιητή ―µπορεί να φαίνεται
παράξενο, αλλά είναι αληθές― η µόνη κοινή γλώσσα που αισθάνεται να του αποµένει είναι οι
αισθήσεις. Εδώ και χιλιάδες χρόνια, ο τρόπος που αγγίζονται δυο σώµατα δεν άλλαξε. Μήτε οδήγησε
σε καµιά σύγκρουση, όπως οι εικοσάδες των ιδεολογιών που αιµατοκύλισαν τις κοινωνίες µας και
µας άφησαν µε αδειανά χέρια»), ELITIS, O. (1993), p. 331.
490 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
270
A diferencia de lo que sucedía respecto a la noción de «nada», cuyo tratamiento a cargo de Elitis
remitía más a modelos místicos occidentales que a modelos ortodoxos, en lo que atañe a la santidad de
la sensación la referencia es sin duda el cristianismo oriental. Su marginalidad geográfica y doctrinal
respecto a una religiosidad europea basada en el catolicismo esclerotizado, contra el cual combatieron
también los poetas modernos, acaso no menos que contra la herencia ilustrada, le concede ya cierta
ventaja. Pero lo cierto es que en la Ortodoxia siempre se privilegió la base materialista de la
experiencia religiosa, fruto sin duda de la teoría emanatista de las energías de Dios, manifestaciones
fenomenológicas cuya lectura permite captar lo divino en la tierra, si bien no su esencia. El cuerpo, en
este aspecto, forma parte de lo sagrado, cfr. LOSSKY, V. (1982), pp. 54-56 y 64-65. De modo que,
como ha apuntado Vangelis Calotychos, Elitis y otros contemporáneos pretenden consagrar una
experiencia plenamente griega por medio de fijarse, como dicta la Ortodoxia, en las manifestaciones
de la fuente eterna ―un gesto de búsqueda en la fragmentariedad y reconstrucción religiosa,
heliotrópica, desde ella, ciertamente común a los autores europeos modernos, como hemos visto―, y
no buscando esa misma fuente, tal como haría, aparentemente, el mundo occidental, CALOTYCHOS, V.
(2003), p. 225.
271
«Analogías de luz»: «Ο υπερρεαλισµός µάς παρακίνησε επίσης µέσω της µεγάλης
σπουδαιότητας που έδινε στις αισθήσεις. Το κάθε πράγµα γινόταν αντιληπτό µέσω των αισθήσεων.
Και εγώ επίσης έφερα στην ποίηση µία µέθοδο κατανόησης του κόσµου µέσω των αισθήσεων.
Βέβαια και οι αρχαίοι Έλληνες έκαναν το ίδιο, µε τη διαφορά ότι δεν είχαν την έννοια της αγιότητας,
που εµφανίστηκε µόνο µε τον ερχοµό του χριστιανισµού. Προσπάθησα να εναρµονίσω τους δυο
αυτούς όρους· που θα πει, ότι οποτεδήποτε µιλώ και για τα πιο αισθησιακά πράγµατα, τα
αντιλαµβάνοµαι να υπάρχουν σε µία κατάσταση καθαρότητας και αγιότητας. Αποσκοπώ στη
συνένωση αυτών των δυο ρευµάτων. ∆εν είµαι χριστιανός µε την αυστηρή έννοια της λέξης, αλλά
2.2. Tiempo y sensación 491
προσαρµόζω τη χριστιανική έννοια του εξαγιασµού στον κόσµο των αισθήσεων. Το ιδιαίτερο αυτό
χαρακτηριστικό είναι απαραίτητο για την καλύτερη κατανόηση της ποίησής µου. Για παράδειγµα,
στην πρόσφατη συλλογή µου “Το Φωτόδεντρο και η ∆έκατη Τέταρτη Οµορφιά”, µιλώ για πολύ
αφηρηµένα πράγµατα, πάντα όµως µέσω των αισθήσεων. Για µένα οι αισθήσεις δεν έχουν
απαραίτητα ερωτικές προεκτάσεις, αφού αποπνέουν ένα άρωµα αγιότητας· οι αισθήσεις ανυψώνονται
σ’ ένα επίπεδο καθαγιασµένο», ELITIS, O. (1979), pp. 188-189.
272
«Helenizar a los francos» significa pues aquí expandir desde la sensación el valor de la grecidad
hasta conseguir que (des)articule la experiencia universal de lo humano, humanizar en definitiva sobre
este esquema perceptivo basado en la escritura y el exceso de la identidad y el significado a quienes
sólo parcialmente pueden denominarse «hombres», los occidentales o los europeos. No advierte Elitis
que la presunta grecidad sustancial de esta estructura poética no es tal, sino tan sólo la apropiación y el
renombramiento de ciertas disidencias occidentales presentes en la literatura continental desde finales
del siglo XVIII.
273
«Con luz y con muerte», 4 (El Pequeño ?autilo): «…ένα / Κορίτσι θα κηρύξει στο σώµα του
επανάσταση / Ωραία µε τρεµουλιαστές φωνές και λαµπηδόνες / Φρούτων ξαναφέρνοντας την ιστορία
/ Στην αφετηρία της / οπόταν / Πιθανόν και οι Φράγκοι να ελληνέψουν», ELITIS, O. (2002), pp. 501-
502.
492 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
279
«Antes que nada, la poesía»: «Ε λοιπόν ναι, δεν υπάρχει αµφιβολία. Η έµφυτη ροπή µου να
εξαγιάζω την αίσθηση εκβάλλει κατευθείαν στο όραµα του Παραδείσου. Και είναι η νόηση του
αφηρηµένου µεσ’ από την αίσθηση του συγκεκριµένου που µε κάνει αµετανόητα να ξαναγυρίζω,
θύµα κι εγώ του αιώνιου, στο απόλυτο αστραφτοβόληµα µίας θάλασσας µέσα στον ήλιο», ELITIS, O.
(2000), p. 31.
280
«Έχει µετουσιώσει όλα τα γεγονότα, και στο τέλος η συνείδησή του γίνεται “πάµφωτη σαν
καλοκαίρι” και ταυτίζεται µ’ αυτήν που εδέχθηκε την καθαρτική δύναµη του λεµονιού», KEJAYOGLU,
Y. (1995), p. 46.
281
«Καθαρός είµαι απ’ άκρη σ’ άκρη. / Με το στόµα φιλώντας εχάρηκα το παρθένο κορµί. / Με το
στόµα φυσώντας χρωµάτισα τη δορά του πελάγους. / Τις ιδέες µου όλες ενησιώτησα. / Στη συνείδησή
µου έσταξα λεµόνι», ELITIS, O. (2002), p. 159.
494 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
indecidible. Dicha sensación, por tanto, equipara al hombre común ―al griego― con
el santo que ha sufrido la iluminación de lo Inalcanzable y ha renacido, en
consecuencia, puro y revirginizado, a un mundo paralelo y paradisíaco donde el
pecado (el pecado del telos o el significado) ha sido ya redimido: «En una ocasión
toqué con la piel desnuda un poyete así [el de una iglesia griega de las islas] y sentí
purificarse mis entrañas, como si la cal hubiera atravesado mi corazón membrana a
membrana con sus propiedades desinfectantes. Por eso jamás he temido la mirada
salvaje de los Santos, salvaje, por supuesto, como todo lo que alcanza lo
Inalcanzable. Sabía que bastaba para descifrar las Leyes de mi república imaginaria y
descubrir que justo allí se encuentra la sede de la inocencia»282. ¿Qué podría ser esta
república imaginaria (φανταστική) sino una república imaginal, hecha de espectros
(φαντάσµατα) y de transparencia (δια-φάνεια), compuesta de imágenes y de
escrituras atópicas desprendidas del cuerpo del significado y, por tanto, de la
historia? ¿Qué podría ser sino el espaciamiento de toda linealidad, operado ahora por
esta membrana revirginizadora de la sensación como antes fue operado por la del
instante283? Tan vertical como él en su intervención sobre la naturaleza ―y su curso
fatal hacia la muerte― o la historia, tan preñada de imágenes y tan abierta a la
alteridad, la purificación de la conciencia que realiza la sensación no tiene sólo como
objeto limpiarla de todo residuo del mal, o de todo intercambio con un telos, sino
además borrar de ella el único esquema narrativo que se le adhiere proporcionando al
individuo una identidad temporal, religándolo consigo mismo a través de sus
instantes sucesivos e impidiéndole salir de sí a la pureza de la significancia y de lo
Abierto: el sentimiento. Al contrario que la sensación, que carece de historia y se
entrega siempre virgen ―para ejercer, maquinalmente, una revirginización―, por lo
cual se identifica con Grecia y con la poesía, el sentimiento se halla de parte de lo
histórico en la medida en que clausura al sujeto obligándole a la autorreferencialidad
―a escribir diarios, por ejemplo, o poemas descriptivos― y oponiéndole, sin
posibilidad de salida transpersonal hacia un exceso que lo construya
desapropiándolo, no la alteridad pura sino al otro, a su semejante, encerrado a su vez
en una problemática intransferible y catalogable. El sentimiento se desenvuelve en
un proceso, constituye por sí mismo un relato y posee un contenido determinable,
más allá del cual carece de vigencia o de productividad. Forma parte de la
«profundidad psicológica» que Elitis rechazaba en María ?efeli como emblema de la
282
«Antes que nada, la poesía»: «Σ’ ένα τέτοιο πεζούλι αγγίχτηκα γυµνός κάποτε, κι ένιωσα να
καθαρίζουνε τα σωθικά µου, σάµπως ο ασβέστης νά ’χε διαπεράσει φύλλο-φύλλο µε τις
απολυµαντικές του ιδιότητες την καρδιά µου. Γι’ αυτό δε φοβήθηκα ποτέ µου το βλέµµα το άγριο των
Αγίων, το άγριο, βέβαια, όπως καθετί που φτάνει τ’ Άφταστα. Ήξερα ότι έφτανε ίσα-ίσα ν’
αποκρυπτογραφεί τους Νόµους της φανταστικής µου πολιτείας και ν’ αποκαλύπτει ότι είναι αυτή η
έδρα της αθωότητας», ELITIS, O. (2000), pp. 40-41.
283
Cfr. IOANU, Y. I. (1991a), p. 41.
2.2. Tiempo y sensación 495
284
Con este rechazo del sentimiento y, por consiguiente, de la novela, Elitis no hace sino reproducir
una posición común entre las vanguardias europeas de principios del siglo XX, así como entre los
autores de la poesía pura y, sobre todo, entre los surrealistas. El antisentimentalismo ―que Ortega
denominó deshumanización― pretendió ser en esas décadas el antídoto contra cierta lírica
decimonónica, heredera de los aspectos más banales del romanticismo. Resulta curioso, sin embargo,
que Elitis, como los surrealistas, recoja esta deshumanización con el fin de hallar, bajo otras premisas
―griegas y orientales―, la habitabilidad misma de lo humano.
285
La cual, como ha apuntado Yanis Ioanu, logra aislar el «instante presentizado» y nutre la imagen
poética, con su carencia de historia, cfr. Yanis Ioanu, «Η ποιητική στιγµή: από τους γάλλους
θεωρητικούς στον Οδυσσέα Ελύτη», CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 136-137.
286
«Camino privado»: «Πνεύµα που, για να το εισδεχθείς, πρέπει να κάνεις άλµα πάνω από τη
συγκίνηση. Και νά ’χεις την ψυχή σου στα δάχτυλα, στα µάτια, στα ρουθούνια, στα χείλη. Από κει
µιλάει ο κόσµος. Από κει βρίσκεις την ιδιωτική σου οδό», ELITIS, O. (1993), p. 395.
496 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
y componen una nueva, sin dirección ni sentido, con los materiales sígnicos de que
está hecha la poiesis. Contribuye grandemente el hecho de que las mismas
sensaciones sean, contra los sentimientos, sin historia, y por tanto (re)produzcan cada
vez un (re)origen, la primera escritura de las cosas y su propia primera inscripción,
tal como sucede con la poesía y con Grecia, responsables en sus apariciones de una
inmediata borradura de lo histórico que las instituye en punto cero. Pues ninguna de
las tres instancias contiene propiamente un significado, sino que representa un
significante vuelto hacia lo Abierto, alusivo a una alteridad en la que no participa
pero que sí desencadena poiéticamente (de ahí que se refiera a que los sentidos
propician el cambio sin estar sometidos a él, o expresan una época sin formar parte
de ella); por ello acaso una poesía basada en la pureza de las sensaciones ―de un
constante renacimiento construible más allá de la muerte― sugiera a Elitis una
impresión de «libertad infinita», la misma que se experimenta en la línea de salida de
una imaginación declarada como omniabarcadora, capaz de expandirse a través de
sus imágenes espectrales hasta ocupar la totalidad de lo existente y diseminar, con
ello, nuevos puntos de partida que hagan imposible la clausura ―temporal o
semántica― del juego: «Así, un día, cuando llegue la consumación del tiempo,
nuestros sentidos, uno dentro de otro, ya fuera del cajón, compondrán la segunda y la
tercera historia que la Poesía busca inmortalizar en su propio movimiento. Nuestros
sentidos, que no tienen, como nuestros sentimientos, historia ―qué extraño. Que sin
estar sometidos al cambio, lo provocan y lo fomentan de un modo más efectivo; que
sin estar forzados a seguir el espíritu de una época, lo expresan siempre con más
elocuencia. Por eso pienso que aun la última (la más moderna) escritura poética debe
testimoniar en cada momento que está en lugar de reducirse, como ellos, a la primera
escritura de las cosas. Por muy simple que esto parezca, cuando me apercibí de ello
sentí realmente una libertad infinita»289.
En definitiva, lo que subyace aquí es la noción hölderliniana de «mundo en el
mundo» que tan imbricada se halla, como hemos tenido ocasión de ver, con la lógica
del intersticio, de la atopía del arte y del espectro290. Y, también, con la del paraíso o
289
«Antes que nada, la poesía»: «Έστι κάποτε, όταν το πλήρωµα του χρόνου φτάσει, µία µέσ’ απ’
την άλλη, αποσυρταρωµένες οι αισθήσεις µας συνθέτουν τη δεύτερη και την τρίτη ιστορία που η
Ποίηση ζητά στην ίδια της την κίνηση ν’ απαθανατίσει. Οι αισθήσεις µας, που δεν έχουν, όπως τα
αισθήµατά µας, ιστορία ―τί περίεργο. Που χωρίς να υπόκεινται στη µεταβολή, την προκαλούν και
την υποβοηθούν αποτελεσµατικότερα· που χωρίς να εκβιάζονται να παρακολουθήσουν το πνεύµα
µίας εποχής, το εκφράζουν πάντα πιο εύγλωττα. Νά γιατί πιστεύω πως κι η πιο ύστερη (η πιο
µοντέρνα) κάθε φορά ποιητική γραφή οφείλει να µαρτυρεί ότι είναι σε θέση ν’ ανάγεται, όπως κι
αυτές, στην πρώτη γραφή των πραγµάτων. Είναι κάτι αυτό που, όσο απλό κι αν φαίνεται, όταν το
συνειδητοποίησα, ένιωσα πραγµατικά µίαν απέραντη ελευθερία», ELITIS, O. (2000), p. 44.
290
Con este último en la medida en que, como he recordado más arriba, la imaginación en griego
(φαντασία) comparte etimología con el fantasma (φάντασµα), simulacro imaginal sin cuerpo y sin
sentido que se sitúa más allá de la muerte. Las imágenes de la fantasía, por tanto, están tocadas por
esta espectralidad que también las hace transparentes (δια-φανή) y, en consecuencia, partícipes de la
cadena de la significancia.
498 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que reside en cada una de sus experiencias, con su condición de cosmos textual
indemne, es ya esa república, el continuum poético que lo lee todo en todo, que logra
difuminar completamente ―sobre el filo de la sensación, el instante o la
significancia donde habita, en esa sobrenaturaleza que determina constantemente un
exceso de sí― los límites entre cultura y physis. Por eso en las percepciones griegas
más inmediatas no se lee un significado ―la verdad de la composición física de la
naturaleza, por ejemplo―, sino una huella que nos obliga a circular en otras (acaso
en todas) direcciones, que hace de cada sensación un elemento (in)significante en
cuya hendidura, sin embargo, comparece toda una serie de elementos imaginales y
ahistóricos ―los productos y los gestos del arte griego de todos los tiempos,
compendiados en el ideograma-sensación que constituye Grecia, según vimos― que
ya se encontraban previamente ―si es que esta palabra conviene a una organización
transversal respecto de la historia― inscritos allí: «Desde cómo muerdo la fruta hasta
cómo miro por la ventana siento que se forma un alfabeto completo, que me esfuerzo
en poner en acción con la intención de armonizar palabras o frases y, la mayor
ambición, yambos y tetrámetros. Lo cual significa: de atrapar y expresar otro mundo,
un segundo mundo291, que llega siempre el primero en mi interior. Puedo además
aportar como testigos a un montón de objetos insignificantes: guijarros estriados por
las tempestades, arroyos con algo de consolador en su discurrir, hierbas olorosas,
sabuesos de nuestra santidad. Toda una literatura, los antiguos griegos y latinos, los
cronistas y compositores de himnos posteriores; un arte, Polígnotos, Pansélinos:
todos se encuentran transliterados y taquigrafiados allí, en lo suave, en lo verde, en lo
rudo y en lo extático, cuya única referencia auténtica y verdadera se halla dentro del
alma del hombre»292. Además de mostrarnos una vez más a las claras la concepción
escritural del mundo y de la experiencia que domina el pensamiento de Elitis, este
pasaje pone de manifiesto la cohesión textual del cosmos griego. Dentro del cual,
bloqueada toda legibilidad que pueda entenderse como desciframiento ―un desvelar
que remita a la verdad o la αλήθεια heideggeriana―, los distintos estratos se
291
Es imposible no observar el paralelismo entre la «segunda y tercera historia» a que aludía antes,
y este «segundo mundo», que equivale a la Grecia ahistórica y textual, surgida en una refracción de la
primera al tiempo que identificada con ella, con la geográfica, en un vaivén indecidible al que me
referiré en el capítulo cuarto de esta segunda parte.
292
«Incensar lo sublime», V (El Pequeño ?autilo): «Από το πώς δαγκώνω µέσα στο φρούτο έως το
πώς κοιτάζω απ’ το παράθυρο αισθάνοµαι να σχηµατίζεται µία ολόκληρη αλφαβήτα, που πασχίζω να
βάλω σ’ ενέργεια µε την πρόθεση ν’ αρµόσω λέξεις ή φράσεις, και την απώτερη φιλοδοξία, ίαµβους
και τετράµετρα. Που σηµαίνει: να συλλάβω και να πω έναν άλλο, δεύτερο κόσµο, που φτάνει πάντα
πρώτος µέσα µου. Μπορώ µάλιστα να φέρω µάρτυρες ένα σωρό ασήµαντα πράγµατα: βότσαλα που
τα ρίγωσαν οι τρικυµίες, ρυάκια µ’ ένα κάτι παρήγορο στο κατρακυλητό τους, µυριστικά χορτάρια,
λαγωνικά της αγιοσύνης µας. Μία ολάκερη φιλολογία, οι αρχαίοι Έλληνες και Λατίνοι, οι κατοπινοί
χρονογράφοι και υµνωδοί· µία τέχνη, ο Πολύγνωτος, ο Πανσέληνος, όλοι τους βρίσκονται
µεταγλωττισµένοι και στενογραφηµένοι µέσα εκεί από το λείο, το χλοερό, το δριµύ και το εκστατικό,
που η µόνη γνήσια και αυθεντική τους παραποµπή ενυπάρχει στην ψυχή του ανθρώπου», ELITIS, O.
(2002), p. 499.
500 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
293
Marilena Proímu-Erinaki, si bien en términos a mi juicio excesivamente idealistas, ve en la
transparencia desencadenada por la sensación el traspaso hacia una segunda realidad en que las cosas
brillan nuevas revelando su esencia más profunda. Todo ello nace, en su opinión, de una quiebra de la
realidad ocasionada por la sensación y a través de la cual cierta trascendencia se hace presente, cfr.
PROÍMU-ERINAKI, M. (1997), pp. 15-16.
294
Cfr. MINUCCI, P. M. (1991), p. 218, donde equipara en este aspecto a Elitis con Blake. Ambos
buscan, a su juicio, el valor originario y arquetípico de la creación en lo mínimo.
295
«Και πολλά µέλλει να µάθεις / αν το Ασήµαντο εµβαθύνεις», ELITIS, O. (2002), p. 125.
2.2. Tiempo y sensación 501
296
Cfr. «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 398-399.
502 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de que él, sujeto a la muerte, logre apartar del objeto de su amor toda cosa sujeta a la
muerte y se haga dueño del espejo de otra ―que acaso también es la suya―
inmortalidad?»297. La conversión del hombre en «productor del milagro» se supedita,
pues, a esta transformación de la sensación en marca o huella ―impronta de una
alteridad que se re-vela allí― susceptible de funcionar como centro de un círculo
originado en su dilatación298. Por eso, en una suerte de paradoja mística, la sensación
misma, el centro del círculo, es transitable infinitamente en todas direcciones, como
si se tratara de un espacio inmenso compendiado sobre el ápice de la fricción entre el
sujeto y el mundo: «A gran distancia dentro del aroma de la menta sopesé adónde
ir»299, comienza el poema «La muchacha que traía el viento del Norte»300. Porque la
sensación, al igual que el instante, desencadena el poema301 ―al tiempo que es
desencadenada, también, por él, en el juego de blancos que hemos repasado más
arriba―, lo inscribe incluso en su interior, que se vuelve infinito
―interminablemente transitable―, lo hace posibilidad pura siempre a punto de
partir.
Pero, sobre todo, como acabo de decir, la sensación deviene marca o huella.
Lo cual, si por una parte evoca el esquema de la significancia del que venimos
hablando hasta aquí ―marca o huella de otra marca que ni siquiera necesita
pertenecer a la misma categoría ontológica (sensación y escritura, por ejemplo), en la
ceguera de la transparencia que, dejando ver la nada, impide ver algo―, también nos
297
«Crónica de una década»: «Βέβαια, οι αισθήσεις δεν έπαυαν να είναι τα όργανα που
προσλαµβάνανε και αναεκπέµπανε το όραµα. Μόνο που αποκτούσανε, µε µίαν απροσδόκητη
τοποθέτησή τους σε αδοκίµαστες ανάµεσά τους σχέσεις, προεκτάσεις τέτοιες που να κινητοποιούν
και άλλες, κοιµάµενες ως εκείνη τη στιγµή δυνάµεις µέσα στον άνθρωπο, να υποχρεώσουν σε ήχηση
χορδές απόκρυφων περιοχών του, µ’ ένα λόγο, να επιστρατεύουν ολόκληρο το δυναµικό της ψυχής,
ωσάν µουσική, ζωγραφική, νους και λόγος να δένανε ακαριαία, µε τον ίδιο τρόπο που έκαναν τα
φυσικά στοιχεία µέσα σε χιλιετηρίδες, πετράδια µίας ακατάλυτης φεγγοβολής. Αυτό ήταν το θαύµα.
Και τί υψηλότερο για τον άνθρωπο από το να γίνεται παραγωγός θαυµάτων, τί θαυµαστότερο αυτός,
ο υποκείµενος στο θάνατο, απ’ το αντικείµενο της αγάπης του να εξοβελίζει για πάντα καθετί
υποκείµενο στο θάνατο, να γίνεται κτήτορας του κάτοπτρου µίας άλλης ―που ίσως είναι και η δική
του― αθανασίας;», ELITIS, O. (2000), p. 326.
298
Elena Cutrianu ha señalado el completo paralelismo existente entre el proceso de dilatación del
instante y el de la sensación, cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 174. Como ya hemos visto, ambos no sólo
operan juntos y de acuerdo con la misma lógica, sino que se desencadenan a menudo mutuamente.
299
«Σε µεγάλη απόσταση µέσα στην ευωδιά του δυόσµου αναλογίστηκα πού πάω», ELITIS, O.
(2002), p. 205.
300
Como puede observarse, la «profundidad psicológica», incluso el espacio habitable por el
hombre, se encuentra aquí no sólo en su interior, sino también en su volcado a la exterioridad del
contacto con el mundo. En el aroma de la menta encuentra aquí el sujeto su alteridad, su condición de
signo, la infinitud de su alma, imposible de poseer en la pura identidad ―que impondría un telos al
cosmos―, y necesitada de excederse a sí misma, de encontrarse «en la yema de los dedos o en la
nariz», como si el hombre fuese apenas la bisagra o la cáscara vertida hacia una múltiple alteridad: la
del círculo que expande y desencaja el punto.
301
Podrían aportarse otros muchos ejemplos, en general los mismos que se han aportado al hablar
del instante. Entre ellos, por supuesto, «Delos», que compendia varias de las figuras del hiato en un
funcionamiento paralelo o incluso indiscernible.
2.2. Tiempo y sensación 503
302
Y, sin embargo, en el mismo Plotino (autor admirado por Elitis), como ha señalado Jacques
Derrida, el hecho de que lo visible se constituya en huella de lo invisible, siendo éste último como es
inabarcable o inconmensurable desde el punto de vista humano ―o sea, sígnico―, convierte ya al
mundo en una cierta dimensión escritural, en una suerte de impronta de la diferencia que excede en
cierto modo el dualismo y la metafísica de la presencia.
303
«La gota de agua» (María ?efeli): «Θέ µου τί µπλε ξοδεύεις για να µη σε βλέπουµε!», Ibidem, p.
376.
504 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
imaginal a la totalidad del campo de la experiencia ―lo cual equivaldría a decir que
determina la facultad omniabarcadora del hiato, la conversión de todo en hendidura
y, por consiguiente, en impropiedad y poesía―, podremos leer también, y es a lo que
dedicaremos la siguiente sección (entre otras cosas), no sólo la metafísica o el
dualismo que a pesar de todo enmarca o vigila el presunto monismo elitiano, sino
además la imposibilidad profunda e implícita de desligar completamente ―y pongo
el acento en este adverbio― el esquema del hiato de un ámbito de pensamiento
occidental, de la iterabilidad de los términos que lo han dominado y lo han
constituido durante milenios, aun postulando ―y reafirmándose así como
específicamente occidentales― la necesidad de su subversión o contradicción.
304
No deja de resultar curioso que en el célebre soneto «Correspondances», de Baudelaire, que
como veremos inspira parcialmente las analogías de Elitis y se halla vinculado a su consideración de
la metáfora, los últimos versos hablen también de «transportes» del espíritu y de los sentidos en una
expansión de lo concreto: «Ayant l’expansion des choses infinies, / Comme l’ambre, le musc, le
benjoin et l’encens, / Qui chantent les transports de l’esprit et des sens», en WILKINSON, L. R. (1996),
p. 257.
2.2. Tiempo y sensación 505
esencia, rompe ya la clausura del sentido y abre un punto de fuga a la metafísica por
el que se escapan, a la par que se construyen como tales ―pues la huella es ya la
khora que excede y determina en su revelabilidad la existencia posible de unas
oposiciones que en ella se remarcan―, el monismo y el dualismo, lo sensible y lo
inteligible, la aisthesis y la noesis, etc. Aun cuando el trazo diferencial caiga del lado
de uno de los términos de la oposición, o parezca hacerlo, la marca siempre se
repliega, sale de sí, determina un exceso, elude a su vez la clausura, tal como hemos
visto en los casos del blanco, el instante, la memoria o la misma sensación. Se
convierte en el nombre de la cesura o el hiato que podríamos denominar asimismo
«huella», huella en este caso de lo imposible, alusión a una revelabilidad que
construye heliotrópicamente ―metafóricamente― aquello que desea señalar. En su
lógica de presencia-ausencia, por tanto, hay mucho ya del juego de alusividad-
elusividad que hemos determinado a un tiempo como rasgo definitorio de la escritura
mística y de la mímesis de lo imposible que organiza el concepto elitiano de poesía.
Pero, volviendo a la sensación y a la metáfora, hay también en Elitis cierta
pulsión monista que ve en el traspaso y en la transposición, en la necesidad de que se
produzca un movimiento de enlace o unión entre dos ámbitos que funcionan como
arkhé y telos, el testimonio de un dualismo metafísico y occidental ―propio de las
Luces― que divide netamente entre lo sensible y lo inteligible, tendiendo a idealizar
lo primero. La metáfora sería, de este modo, la vía de paso exterior entre los dos
espacios, la reafirmación de su diferencia y su cesura, pero también de su identidad
irreductible, de su cerrazón esencial. Por el contrario, en su concepto de sensación y
de analogía de los sentidos, en su concepto mismo de metáfora poética ―coincidente
con el de los surrealistas, como veremos―, se percibe un intento de reducir esta
diferencia, de reunir, tal como dicta el asiatismo o el orientalismo de la grecidad
antiplatónica que quiere poner en marcha, la sensación y la intelección como un solo
elemento sobre la marca de lo sensible que ya no determinaría ―matizaremos esto, o
incluso lo invertiremos, enseguida― una transposición exterior, sino una simple
simultaneidad interna. Anulando de algún modo la metaforicidad de la metáfora ―su
condición de transporte―, Elitis trata de anular la oposición sensible-no sensible que
opera en ella. Así, cuerpo y alma, pecado y santidad, paisaje y espíritu, sujeto y
objeto, no serían sino una y la misma cosa, resueltos en una suerte de telos dialéctico
donde reside la verdadera experiencia griega contra el dualismo teológico y
antipoético de Occidente y de las Luces. La crítica griega ha concedido, como
veremos enseguida, un crédito absoluto a estas afirmaciones que, por otra parte, sólo
componen una porción de la poética elitiana. Porque, lejos de basarse en esa presunta
particularidad etnicista que opone Grecia a Occidente como la luz oriental de una
experiencia humana íntegra, y que viene prescrita, ya, en la esencia misma del valor
2.2. Tiempo y sensación 507
307
Pues µεταφορά, como ha observado el mismo Jacques Derrida, se utiliza actualmente en griego
para designar a los medios de transporte. En ese aspecto es posible que Elitis, con su obra y su poética,
esté tematizando lo deseable de eliminar en la experiencia de lo humano todo afuera del trayecto
metafórico y convertirnos así en sus pasajeros, inmersos en una transposición y un viaje perpetuos:
heliotropismo incesante (poieticidad de la trascendencia, pues), lectura inagotable, imaginalidad sin
fin: «De una cierta forma ―metafórica, claro está, y como un modo de habitar― somos el contenido
y la materia de ese vehículo: pasajeros, comprendidos y transportados por metáfora», «La retirada de
la metáfora», DERRIDA, J. (2001), p. 35.
508 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
308
Derrida ha señalado cómo la dialéctica hegeliana de tesis, antítesis y síntesis implica e impone
una desmetaforización de la metáfora que la conduzca a un significado propio de donde quede
excluida ya la diferencia, cfr. «La mitología blanca», DERRIDA, J. (2003), pp. 265-266.
2.2. Tiempo y sensación 509
309
Ibidem, p. 266, nota 19.
310
«Del ser se hablará siempre quasi metafóricamente, según una metáfora de metáfora, con la
sobrecarga de un trazo suplementario, de un re-trazo. Un pliegue suplementario de la metáfora
articula esa retirada, al repetir desplazándola la metáfora intrametafísica, aquella misma que se habrá
hecho posible por la retirada del ser» («La retirada de la metáfora»), DERRIDA, J. (2001), pp. 57-58.
311
Ibidem, p. 58.
510 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
metafísica occidental, Elitis no puede sino caer en una presentación del ser o de la
verdad por medio de su ausencia, del doble juego de la huella que marca un blanco
como trazo y como soporte, en definitiva como el retrazo en que habíamos visto, en
el capítulo anterior, que cifraba toda fenomenología de la verdad. Pues bajo los
sucesivos blancos que eluden la representación o la mímesis fiel ―aun la de la
metáfora primaria bajo cuya forma se nos impone el cosmos―, no hay un ser sino el
hueco de la metaforicidad pura que nos incita a multiplicar las imágenes y las
escrituras en un arco heliotrópico cuya función es imitar lo imposible, hacer poiesis
de acuerdo con presupuestos que hemos denominado místicos.
La concepción elitiana de las «analogías de los sentidos»312, clave en su
poética, responde ampliamente a esta pulsión heideggeriana y antimetafísica, al
menos en un primer momento. Se trata, en connivencia con las teorías sobre la
sensación, de las que es evidentemente indiscernible, de un valor eminentemente
griego, presente en todas las dimensiones, físicas, humanas y culturales, del país. Del
mismo modo que Grecia podía reducirse a una mera sensación que nos dejara leer
sobre su superficie todos los contenidos, ideales o no, que la componen, las analogías
de los sentidos pretenden hacer comparecer simultáneamente, sin aparente distinción,
lo sensible y lo inteligible ―sea esto elemento textual, cultural, ético o
mnemónico― sobre la percepción sensorial más inmediata. En la entrevista
concedida a Ivar Ivask, Elitis se refiere al enorme valor que las analogías tienen en su
poética y, proyectando también cierto dualismo de ecos neoplatónicos, las asocia a
un intento de metaforización. Lo cual delata, sin duda, un deseo de desmetaforizar la
metáfora, de convertirla no en el espacio de un traspaso que subraye el
desplazamiento y la dualidad, sino en el (no) lugar de una confluencia y una
indistinción, dentro de un marco experiencial siempre griego: «Y, para que se
entienda mejor todo esto, he desarrollado una teoría de las analogías. En mi libro
Cartas sobre la mesa hay un ensayo sobre Picasso escrito en francés. En él hablo de
analogías. Por “analogía” entiendo, por ejemplo, que una línea trazada por un pintor
no está limitada exclusivamente a sí misma, sino que tiene una analogía en el mundo
de los valores espirituales. Cuando vemos que las montañas tienen tal o cual forma,
ese dato ha de tener cierta influencia en el espíritu humano, ha de tener su análogo.
Desde el momento en que se acepte esta teoría, se podrá comprender que mi afecto
por el paisaje griego no es una forma de nacionalismo, sino un intento de
metaforizar. He leído que un gran arquitecto francés dijo que la línea de las montañas
312
Sobre algunos antecedentes del término y sobre sus ocurrencias, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp.
161-163; cfr. también PURGURIS, M. (2005), pp. 80-81, quien resalta la importancia de estas
analogías, especialmente las que se dan entre la lengua griega y la naturaleza ―que repasaremos en
los capítulos dedicados a la escritura―, y la vinculación del conjunto con la «segunda realidad» o el
inconsciente.
2.2. Tiempo y sensación 511
atenienses está reproducida en el friso del Partenón. ¡He ahí una analogía
perfecta!»313. Hay evidentemente, también, cierto aroma a determinismo herderiano
―muy difundido entre la intelectualidad griega contemporánea, incluso
actualmente―, como mostraremos en un próximo capítulo, en estas afirmaciones. Y,
sobre todo, hay un evidente intento de huir, reproduciéndola a su modo, de la
división radical del mundo postulada por las Luces, que consagró como modelo
epistemológico e incontrovertible, según Elitis y otros poetas modernos, la vieja
separación metafísica entre lo sensible y lo inteligible, la independencia de los
significados y la opacidad de los objetos de estudio y análisis que, en lugar de dejarse
atravesar por un haz de luz espectral que los enhebre a un conjunto como
significantes abiertos, se limitan a proyectar sombras bajo el foco de una luz cenital.
La creencia en las analogías implica acaso una voluntad de regreso a cierta unidad
cósmica perdida314. Algún crítico ha señalado incluso que su adopción por Elitis
responde al deseo de regresar a un estado originario anterior a la caída315 (lo que,
según hemos analizado hasta aquí, podríamos interpretar como el retejer de un
reorigen en el despliegue de hilos entre los elementos de la realidad). Es innegable,
desde luego, la vinculación de estas «analogías de los sentidos» como oposición al
espíritu moderno con conceptos religiosos y resacralizantes del iluminismo o la
poesía de los siglos XVIII y XIX tales como las correspondencias swedenborgianas o
baudelairianas316. En un pasaje de su «Discurso ante la Academia de Estocolmo»,
313
«Analogías de luz»: «Και για να καταλάβει κανείς καλύτερα όλα τούτα, έχω αναπτύξει µία
θεωρία των αναλογιών. Στο βιβλίο µου “Ανοιχτά Χαρτιά” υπάρχει ένα δοκίµιο για τον Πικάσσο
γραµµένο στα γαλλικά. Εκεί µιλώ για αναλογίες. Λέγοντας “αναλογία” εδώ εννοώ ότι π. χ. µία
γραµµή που τραβάει ένας ζωγράφος δεν είναι περιορισµένη µόνο στον εαυτό της αλλά έχει µία
αναλογία στον κόσµο των πνευµατικών αξιών. Όταν βλέπουµε τα βουνά να έχουν αυτό ή εκείνο το
σχήµα, το πράγµα αυτό πρέπει να έχει µία επίδραση πάνω στον ανθρώπινο πνεύµα, πρέπει να έχει το
ανάλογό του. Απ’ τη στιγµή που θα δεχθείτε τη θεωρία αυτή, θα µπορέσετε να καταλάβετε ότι η
στοργή µου για το ελληνικό τοπίο δεν είναι µία µορφή εθνικισµού, αλλά µία προσπάθεια µεταφοράς.
∆ιάβασα πως ένας µεγάλος Γάλλος αρχιτέκτονας είπε ότι η γραµµή των αθηναϊκών βουνών
επαναλαµβάνεται στο αέτωµα του Παρθενώνα. Νά µία τέλεια αναλογία!», ELITIS, O. (1979), pp. 189-
190.
314
En el fondo, no deja de haber en ellas una profunda nostalgia de la organización premoderna del
conocimiento, especialmente tal como Michel Foucault la ha descrito en el siglo XVI, basada en la
semejanza o las signaturas, cfr. FOUCAULT, M. (1968), pp. 26-49.
315
Cfr. GRODENT, M. (1991), p. 875.
316
Hay un fuerte componente hermético, y por tanto neoplatónico y dualístico, en esta pretensión de
recobrar la unidad oculta del cosmos. Es la luz contra la clarté, un valor que recorre toda la historia de
la poesía moderna y su vinculación con el iluminismo. Según Octavio Paz, de hecho, la analogía es el
único elemento que puede unir a toda la poesía europea desde el romanticismo (cfr. Victor Ivanovic,
«Ο Ελύτης αναγνώστης του Κάλβου (και η διαµόρφωση του νεωτερικού “κανόνα” στην κριτική)», en
CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 146-147). Se trata de una herencia boehmenista y swedenborgiana
que el romanticismo y los grupúsculos iluministas de la época recuperaron y potenciaron como
modelo de conocimiento superior y alternativo al empirismo racionalista de la Ilustración. Ya los
filósofos alemanes de la naturaleza recurrieron ampliamente a ellas (cfr. BÉGUIN, A. (1978), p. 100),
pero fue sobre todo bajo la influencia de Boehme y Swedenborg (con quien el crítico Decavales ha
comparado en este aspecto a Elitis, cfr. DECAVALES, A. (1982-1983), p. 48) como ocultistas y poetas
románticos las adoptaron en sus escritos y en sus poéticas. A diferencia de lo que ocurre en Elitis, no
512 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
obstante, en esta fase se privilegia la dimensión espiritual, la que subyace bajo los fenómenos
inadvertida para los ojos profanos (frente a la visión de Poetas y dotados), como ha señalado Hermine
Riffaterre (RIFFATERRE, H. B. (1970), pp. 21-22). Toda la realidad, de este modo, se convierte en un
inmenso libro plagado, como quería Boehme, de signaturas que reinscriben en lo visible lo invisible,
que conectan microcosmos y macrocosmos ―y estas dos son las características primordiales de todos
los movimientos iluministas del principio de la modernidad, según Viatte (VIATTE, A. (1979), p.
39)― y hacen de todo lo existente un tejido escritural legible, si bien subordinado, a diferencia de lo
que acaso sucede en la obra de Elitis, a un sentido espiritual o teológico que lo asocia a un esquema de
significación y no de significancia.
En las primeras décadas del siglo XIX francés es acaso el ocultista Eliphas Lévi, autor de un
poema titulado ya «Les correspondances», quien generaliza en el medio literario la noción
swedenborgiana de las correspondencias que Baudelaire recogería después. Tanto para Lévi como
para Swedenborg, las correspondencias constituyen una suerte de lenguaje universal y paradisíaco
perdido en los remotos tiempos de la caída ―la caída en la historia y el significado, la caída en las
lenguas―, que sin embargo puede renacer a través de la poesía y hacernos recuperar ―como de algún
modo hemos visto que Elitis extraía de la potencia griega de la sensación la posibilidad de refracción
del tiempo de la historia y, en consecuencia, la construcción de una utopía imaginal― una mítica
Edad de Oro o un paraíso. De ahí que cierto utopismo ―incluso socialista, aunque también
indudablemente reaccionario― de la primera mitad del siglo XIX se desarrollase en el marco de estas
teorías ocultistas, cfr. WILKINSON, L. R. (1996), pp. 26 y 62-63. Es sintomático a este respecto que en
su gran proyecto de construcción de un paraíso poético, el «Profético» del Axion Estí, Elitis aluda en
términos casi lévianos o swedenborgianos a una necesaria cohesión de los sentidos ocultos: «Veo la
conexión de los sentidos ocultos» («Βλέπω την αλληλουχία των κρυφών νοηµάτων», ELITIS, O.
(2002), p. 167). Pues, según la entrada «alegoría» en el Dictionnaire de la littérature chrétienne de
Eliphas Lévi, la poesía consiste precisamente en la captación de las correspondencias entre distintos
ámbitos ontológicos con el objeto de unificar el mundo ―abolir pues la metáfora en lo metafórico, la
necesidad de la metáfora― y ascender hacia Dios: «Il existe donc dans la nature, entre les pensées et
les formes, entre les choses visibles et les choses invisibles, entre les relations physiques et les
relations morales d’abord, puis entre les choses corporelles elles-mêmes, à divers degrés de lumières
et de beauté, ainsi qu’entre les choses spirituelles prises séparément à divers degrés d’élévation vers
Dieu, selon l’ordre hiérarchique, il existe, disons-nous, des harmonies réelles et des correspondances
essentielles antérieurement à toute poésie, la poésie n’étant d’ailleurs que le sentiment de ces
correspondances et de ces harmonies, dont la prophétie supérieure à la poésie sera la révélation», en
WILKINSON, L. R. (1996), pp. 27-28. En la prosa «Los accidentes del tiempo», Elitis se ha referido
también a las analogías como una suerte de lenguaje universal que ha de ser el de la poesía (y que,
como sabemos, conduce también a la construcción del paraíso sobre la lectura de las sensaciones):
«Por eso sostengo que la poesía debe también hablar, en la medida de lo posible, por analogía,
principalmente con las sensaciones. Emplear los medios de aquellas que considera —no sin cierta
arrogancia— mudas; y añadir su propio más con gran precaución» («Ιδού για ποιο λόγο υποστηρίζω
ότι η ποίηση οφείλει, όσο γίνεται, να µιλεί κι εκείνη, κατ’ αναλογίαν, κυριότατα µε τις αισθήσεις. Να
µετέρχεται τα µέσα εκείνων που θεωρεί ―όχι χωρίς κάποιαν οίηση― άλαλους· και να προσθέτει το
δικό της συν µε µεγάλη περίσκεψη», ELITIS, O. (1993), p. 208). Sobre una relación entre Swedenborg
y los románticos e iluministas franceses con Dionisios Solomós y con las analogías elitianas, cfr.
SAMUIL, A. (2003), pp. 177-179 y 184.
Más importante aún parece la aportación de Baudelaire, heredero tardío pero crucial de
Swedenborg, con su soneto «Correspondances», donde según Gaston Bachelard la pretensión es
precisamente lograr «una suma del ser sensible en un solo instante» (BACHELARD, G. (1973), pp. 122-
123). Elitis ha reconocido la influencia de esta obra sobre la configuración de su propia teoría poética
por lo que respecta a la sensación, al aislamiento de los objetos y a la condensación, especialmente en
sus inicios (en «Las muchachas», ELITIS, O. (2000), p. 162). Importa en especial la imbricación de la
imaginación ―y, en consecuencia, de la imagen poética o la metáfora como destilado del
conocimiento analógico― con las analogías que Baudelaire propone, anteponiendo esta facultad
perceptiva al empirismo científico de su época, así como a la filosofía (bajo cuyo nombre podemos
leer también «metafísica»): «L’Imagination est une faculté quasi divine qui perçoit tout d’abord, en
dehors des méthodes philosophiques, les rapports intimes et secrets des choses, les correspondances et
les analogies» («Notes nouvelles sur Edgar Poe», 1857, citado en WILKINSON, L. R. (1996), p. 231).
Acaso la última etapa de estas teorías en la poesía moderna se encuentre en el surrealismo, cuya
preferencia por el pensamiento analógico frente al lógico debió sin duda de ser comprendido por Elitis
2.2. Tiempo y sensación 513
Elitis pone de manifiesto que cada una de sus referencias a la sensación no se detiene
en lo sensible, sino que en realidad alude a un conglomerado con valor espiritual que
enlaza los dos ámbitos y consigue, ante todo, llevarnos al extremo de nosotros
mismos, fundir el alma y su afuera, convirtiéndolas por virtud de la metáfora
unificadora ―dado que las imágenes poéticas o pictóricas que cita representan a la
perfección el proceso― en un solo ente indecidible, sin necesidad de traspaso
exterior: «Cuando hablo de sensaciones, no me refiero a su primer o segundo nivel
inmediatamente perceptible. Me refiero a las sensaciones que nos llevan al límite
extremo de nosotros mismos. Me refiero a las “analogías de los sentidos” en el
espíritu. Porque todas las artes hablan por analogías. Un olor puede ser el lodo o la
inocencia. Una línea recta o curva, un sonido agudo o grave, traducen un cierto
contacto óptico o acústico. Todos escribimos buenos o malos poemas en la medida
en que vivimos y razonamos según el buen o el mal sentido del término. Una imagen
del mar en Homero llega intacta hasta nuestros días. Rimbaud aludirá a él como mer
mêlée au soleil. Y añade: es la eternidad. Una muchacha con una rama de mirto en la
mano en Arquíloco pervive en un cuadro de Matisse y nos transmite más
tangiblemente la sensación mediterránea de pureza»317. Ni sensación ni metáfora son
ya, por tanto, propiamente lo que eran. Son otra cosa. La metáfora se ha convertido
en el filo intersticial que subsume anulándolas las dimensiones de lo sensible y lo
como lo que era, un intento de oposición a la cosmovisión occidental nacida de las Luces (cfr.
ABASTADO (1971), p. 151). La analogía era, en el fondo, el modo de funcionamiento del inconsciente
tal como había sido descrito por Freud, y por tanto la poesía, en su condición de «estado segundo»
equiparable al sueño, debía imitarlo (cfr. DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), p. 131). La vía
analógica liberaba del principio de identidad, y en ese aspecto constituía un instrumento de máxima
utilidad en la lucha poética por la sustracción del cosmos a un sentido metafísico. Pero, para que dicha
analogía tuviera el efecto deseado, y no supusiera un retorno a la metafísica ―lo cual, sin embargo,
supone en gran medida aun contra la voluntad de Breton―, André Breton distingue entre analogía
poética ―que opera con lo visible y con la materia, la analogía horizontal de Baudelaire― y analogía
mística ―que supone una instancia invisible, la analogía vertical de Baudelaire― en Signe ascendant
(1947): «La analogía poética tiene en común con la analogía mística que transgrede las leyes de la
deducción para conseguir que la mente capte la interdependencia de dos objetos de pensamiento
situados en planos distintos, entre los que el funcionamiento lógico de la mente no posee aptitud para
lanzar ningún puente y además se opone a priori a que se lance cualquier clase de puente. La analogía
poética difiere profundamente de la analogía mística en que no presupone para nada, a través de la
trama del mundo visible, un universo invisible que tiende a manifestarse […]. Considerada en sus
efectos, es cierto que la analogía poética parece, al igual que la analogía mística, militar en favor de la
concepción de un mundo ramificado hasta perderse de vista y recorrido por entero por la misma savia,
pero aun así se mantiene sin ninguna presión en el marco sensible, incluso sensual, sin reflejar
ninguna propensión a caer en lo sobrenatural» (citado en Ibidem, p. 161).
317
«Όµως, όταν µιλώ για αισθήσεις, δεν εννοώ το προσιτό, πρώτο ή δεύτερο, επίπεδό τους. Εννοώ
το απώτατο. Εννοώ τις “αναλογίες των αισθήσεων” στο πνεύµα. Όλες οι τέχνες µιλούν µε ανάλογα.
Μία οσµή µπορεί να είναι ο βούρκος ή η αγνότητα. Η ευθεία γραµµή ή η καµπύλη, ο οξύς ή ο βαθύς
ήχος αποτελούν µεταφράσεις κάποιας οπτικής ή ακουστικής επαφής. Όλοι µας γράφουµε καλά ή
κακά ποιήµατα κατά το µέτρο που ζούµε και διανοούµαστε, µε την καλή ή την κακή σηµασία του
όρου. Μία εικόνα πελάγους από τον Όµηρο φτάνει άθικτη ως τις µέρες µας. Ο Rimbaud την αναφέρει
σαν mer mêlée au soleil και την ταυτίζει µε την αιωνιότητα. Ένα κορίτσι που κρατάει έναν κλώνο
µυρτιάς από τον Αρχίλοχο επιβιοί σ’ έναν πίνακα του Matisse και µας καθιστά πιο απτή την αίσθηση,
τη µεσογειακή, της καθαρότητας», ELITIS, O. (1993), pp. 331-333.
514 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
inteligible con todos sus procesos asociados, mientras que la sensación no se queda
«en su primer nivel inmediatamente perceptible». ¿No hay ya, en consecuencia, una
que podríamos llamar metaforicidad de fondo, desapropiando y exponiendo a la
alteridad, en su retirada, a todo aquello que debiera presentarse en la unicidad de la
analogía? ¿No se lee en el pasaje el blanco de una metáfora mayor ―acaso la
significancia― dentro de la cual se inscriben estas otras que pretenden, en vano,
abolirla como metaforá?
Hay en los poemas de Elitis, no obstante, a lo largo de sus diversas épocas,
una serie de imágenes recurrentes que parecen compendiar esta fusión presuntamente
monista de la metáfora. Se trata de imágenes que escenifican en sí mismas la
indistinción de dos o más ámbitos, o bien su confusión activa. Como si trataran de
cortocircuitar su propia condición metafórica dando a ver o a leer varios entes en una
confluencia que los convierte en simultáneos e indiscernibles, aun cuando conservan
sus nombres. La repetición sistemática de estas imágenes, generalmente sensoriales,
en libros y poemas de muy distinto tono, hace pensar que constituían para Elitis un
emblema especialmente efectivo de lo que significa la grecidad, o la poesía. Una de
ellas alude efectivamente a Grecia, a la que considera un jardín en el mar, o la
penetración indistinguible ―en el archipiélago del Egeo, sobre todo― de tierra y
mar, que invaden mutuamente sus espacios. La metáfora analógica se tiende, con el
fin de borrarse, sobre ese filo en que resulta ya imposible ―en que no se lee un
sentido sino un blanco― determinar dónde se halla cada término del par. Así, Grecia
es según «El Gloria» «la cabeza que se sumerge y saca la nuca / un caballo de piedra
montado por el mar»318. La noción del hiato comparece una y otra vez en la
liminalidad de estos elementos, que parecen optar por el no ser, por el juego de
presencia-ausencia que se desarrolla en la lógica de la huella. La metáfora es o quiere
ser, por tanto, un nuevo hiato, intersticio en que lo sensible y lo inteligible, la tierra y
el mar, el ascenso y el descenso, se borran y reaparecen, se presentan en la medida en
que se ausentan o se ocultan tras su otro y, sobre todo, se someten o nos someten a
una más amplia metaforicidad dictada por la serie inagotable de los blancos ―con su
renombramiento infinito― y reiniciada cada vez en la marca monística de la imagen.
En la medida en que se decanta por la ausencia o por la borradura, en suma, la
metáfora elitiana queda automáticamente incapacitada para responder a la lógica de
un monismo basado en la reducción absoluta de la huella ―es decir, del dualismo,
aunque sea virtual― y en el ser como presencia. Las cosas aparecen de hecho
desapropiadas, fuera de sí, desplazadas del lugar en que verdaderamente son y
constreñidas a una espectralidad imaginal donde la operación metafórica se
318
«Η στεριά που βουτά και υψώνει αυχένα / ένα λίθινο άλογο που ιππεύει ο πόντος», ELITIS, O.
(2002), p. 172.
2.2. Tiempo y sensación 515
319
«Ένα βότσαλο άπεφθο µέσα στο βάθος / τ’ ουρανού του γλαυκού φυτείες και στέγες», Ibidem, p.
172.
320
En el poema «El paraíso original» de María ?efeli, cfr. Ibidem, p. 396.
321
Al menos en los poemas «Elitónisos, vulgo Elitonisi» (Los medio hermanos, cfr. Ibidem, p. 352),
y «Eros y Psique» (Las Elegías de Oxópetra, cfr. Ibidem, p. 554).
322
En «Through the mirror» (María ?efeli, cfr. Ibidem, pp. 376-380), y «Del inofensivo, del
esperanzador, del intrépido» (Las Elegías de Oxópetra, cfr. Ibidem, p. 552).
323
En «El Filomante» (Los medio hermanos, cfr. Ibidem, p. 342), o El sol soberano (cfr. Ibidem, p.
243).
324
En El sol soberano, cfr. Ibidem, p. 243.
325
Entre otros, como ya vimos, en «Delos» (El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza, cfr. Ibidem,
p. 207) o en «El jardín de Evojir» (El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza, cfr. Ibidem, p. 223).
516 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
326
Una circularidad que puede remitir tanto a la circunferencia, despliegue de una línea que regresa
2.2. Tiempo y sensación 517
a su punto de origen, como a la emanación del círculo: la expansión en todas direcciones, que ya
hemos visto y veremos, desde un núcleo central, trazando y abarcando por el camino dimensiones
inteligibles y de nuevo sensibles que pueden constituir otros tantos centros.
327
Cfr. PURGURIS, M. (2005), p. 80, donde el autor dice que la teoría poética de las analogías en
Elitis funciona más bien con leyes naturales o corporales que con divisiones platónicas de la materia
en ideas.
328
«Camino privado»: «Ακούµε σαν να βλέπουµε, βλέπουµε σαν ν’ ακούµε. Αδειάζουν τ’
αντικείµενα κι αποµένουν σκέτες γραµµές µε σοφία χαραγµένες, όπως εκείνα τα σχέδια της
τριγωνοµετρίας όπου έσκυβα, µαθητής στο γυµνάσιο, και αδυνατούσα να τα καταλάβω. Άλλες φορές
πάλι, πιο σπάνια, λάµπουν µέσα σε µία διαφάνεια καθάριου αιθέρος. Αληθινή ουράνια επικράτεια,
µετέωρη, διαπερασµένη από τις αχτίδες και αντιπροσωπευτική, απλώς, της ύλης και της απέραντης
µορφολογίας της. Θυµίζει Πλάτωνα µία τέτοια πρόταση, το καταλαβαίνω. Πώς γίνεται, δεν
καταλαβαίνω. Αφού εγώ το µόνο που κάνω είναι να ξεκινώ από την αίσθηση και να καταλήγω,
περνώντας από τον καθαρµό της, πάλι στην αίσθηση», ELITIS, O. (1993), p. 400.
329
«Εδώ, µε τον τρόπο που έβλεπα τη Φύση, το θέµα καταντούσε να µην είναι πια Φύση. Από το
όραµα έβγαινε µία αίσθηση και η αίσθηση αυτή οδηγούσε πάλι σ’ ένα όραµα. Είχε σηµασία η κίνηση.
Θέλω να πω, η παράλληλη κίνηση της ψυχής· ή, αλλιώς, η αεικινησία µέσα στο Ασάλευτο και το
Αιώνιο», ELITIS, O. (2000), p. 327.
518 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
330
No comparto, por tanto, la teoría de Azanasópulos, quien considera que la metáfora elitiana
pretende un paso de lo concreto a lo abstracto que en realidad es un paso de lo concreto a lo general,
una difuminación y reasunción de lo concreto en el εἶδος, cfr. AZANASÓPULOS, V. (2003), pp. 280-
281.
331
Acaso por ese motivo Elitis se queja en «Ad libitum» de la imposibilidad moderna de hablar de
una serie de elementos poéticos, naturales y griegos, entre los cuales introduce el heliotropo, como si
la metaforicidad griega se hallara excluida en la cultura occidental dominante: «entonces / ¿vamos a
hablar ahora de luz y mares azules? / venga ya, ¿de girasoles? ¿de Helenas?» («το λοιπόν / για φως
και για γαλάζια πέλαγα τώρα να µιλάµε; / αµέ για ηλιοτρόπια; για Ελένες;»), ELITIS, O. (2002), p.
464.
2.2. Tiempo y sensación 519
Tópicos, había ejemplificado como mala metáfora la metáfora del sol, dado que éste
no es un objeto sensible cuya propiedad verdadera podamos conocer332; la
información que nos da su metáfora, por consiguiente, es escasa, igual que sucede
con todo elemento sensorial que oculta de partida su esencia: «Como el tropo
metafórico implica siempre un núcleo sensible o mejor algo que, como lo sensible,
siempre puede no estar presente en acto y en persona, y puesto que el sol es a este
respecto, por excelencia, el significante sensible de lo sensible, el modelo sensible de
lo sensible (Idea, paradigma o parábola de lo sensible), el giro del sol siempre habrá
sido la trayectoria de la metáfora. De la mala metáfora, ciertamente, y que no
proporciona sino un conocimiento impropio. Pero como la mejor metáfora nunca es
absolutamente buena, sin lo cual no sería una metáfora, la mala metáfora, ¿no da
siempre el mejor ejemplo? Metáfora quiere decir, pues, heliotropo, a la vez
movimiento que gira hacia el sol y movimiento del sol que gira»333. La sensación,
que pretendía resolver la metáfora en tanto distinción de lo sensible y lo inteligible
por medio de las «analogías de los sentidos», por tanto, constituye, desencadena y se
halla gobernada por una metaforicidad anterior, omniabarcadora, que la enhebra no
como vía de paso entre un interior y un exterior, sino como el punto arbitrario de una
interioridad más amplia que sólo en el trazo de la metáfora puede verterse hacia un
afuera: el de lo Abierto. Pues lo que resulta determinante en todo este proceso de
borradura de la metáfora es la desaparición o el rechazo del significado como telos;
no existiendo significado, la metaforá que debería unir el significante (simulacro o
εἴδωλον) al pleno sentido (εἶδος) se hace inservible, pero a cambio se generaliza
como estructura horizontal de un cosmos sígnico que se constituye como metáfora de
metáfora, mímesis de lo imposible o heliotropismo334 en que ningún conocimiento
puede ser sino impropio. Ése es el cosmos griego que proyecta Elitis. Un cosmos
donde el sol ha de construirse poiéticamente, metafóricamente, a partir de sus
reflejos335. Donde atravesar el hiato de una sensación no significa salir de ella hacia
332
Tópicos, V, 3, 131b. Cfr. al respecto DERRIDA, J. (2003), pp. 289-293.
333
Ibidem, p. 290.
334
Resulta sintomático que ésta sea la figura bajo la que Elitis pretende oponerse a la metafísica
occidental en la generalización oriental de la metáfora. Pues Hegel, acaso el mayor representante de
ese platonismo extremado y occidentalizado que el poeta condena ―aun cuando se declare
ocasionalmente hegeliano, en contra de lo que sugiere su propia escritura―, consideraba la salida del
sol oriental un desvío de lo propio que Occidente debía reasumir en la síntesis dialéctica, en la
clausura del heliotropismo (el ocaso prescrito en su misma denominación) que devolviera al telos de
la presencia que nunca debió abandonarse. Ése es, según él, el sueño y el objeto de la filosofía. A la
cual contrapone la poesía oriental, caracterizada por recrearse en la expresión impropia, es decir, en la
metáfora, cfr. Ibidem, pp. 308-309.
335
El sol, emblema platónico del sentido contra la escritura, no puede ser otra cosa sino reflejo a
distancia, reflejo significante. En lo que de él se nos hace visible, no deja de ser otra diferición de su
esencia o de su ser auténtico, cfr. Ibidem, pp. 290-291. Apenas si puede ser construido en la
metaforicidad circular que parte de la sensación, como se puede apreciar en el epílogo de María
?efeli, «La apuesta eterna»: «Que un día morderás un limón nuevo / y desencadenarás / enormes
520 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cantidades de sol de su interior» («Ότι µία µέρα θα δαγκάσεις µες στο νέο λεµόνι / και θ’
αποδεσµεύσεις / τεράστιες ποσότητες ήλιου από µέσα του», ELITIS, O. (2002), p. 434). El
heliotropismo aparece aquí en la medida en que el sol es generado como un tropo, o bien en el tropo
que describe el desencadenamiento poiético de la sensación. Surge pues como secundariedad, en un
transporte al que no precede, producido en el interior de aquello mismo que debería haber contribuido
a producir.
336
Que no vendría a ser sino la confluencia de varias sensaciones, el factor primordial de las
correspondencias horizontales de Baudelaire, como observamos en su célebre soneto: «Les parfums,
les couleurs et les sons se répondent. / Il est de parfums frais comme des chairs d’enfants / Doux
comme les hautbois, verts comme les prairies», en WILKINSON, L. R. (1996), p. 257.
337
«En la escuela de los vientos»: «Μαζί σου είναι που βλέπουµε σαν ν’ ακούµε κι ακούµε σαν να
βλέπουµε κάτι µπλε Ποσειδώνος ή χρυσά Μυκηνών, για να µην πω για κείνο το ιώδες Αριγνώτας ή τ’
αναπάντεχον οίνοπον ταραγµένου Αδραµυτινού. Ευτυχώς που τ’ αυτιά λαίµαργα µεγαλώνουν τον ήχο
και τον µετατρέπουν σε χρώµα· που κι αυτό πάλι µεθερµηνεύεται σε πολλαπλές αποχρώσεις, µε
ισάριθµα νοήµατα, ικανά να µετατραπούν πάλι σε εικόνες και ούτω καθεξής. Που σηµαίνει ότι ο
άνθρωπος πορεύεται πάντοτε λίγο πριν και λίγο µετά τις αισθήσεις του», ELITIS, O. (1999), p. 34.
2.2. Tiempo y sensación 521
338
¿No implica ya una cierta archimetaforicidad el movimiento efectuado por Dios en determinadas
cosmogonías? Sea movimiento de retracción para dejar espacio al mundo ―a su otro―, como en el
tsimtsum del cabalista Isaac Luria, o de volcado al exterior, siempre se halla implicado un transporte,
la configuración de lo divino como µεταφορά que permite regresar a él ―conocerlo en sus otros, en
sus re-velaciones, en su retirada o en su elusividad― dentro del marco de la experiencia religiosa.
339
«Antes que nada, la poesía». Cito también el párrafo que precede a este pasaje fundamental, y
que señala las imágenes griegas en cuyo traspaso considera el poeta que ha de concebirse su figura:
«He concebido mi figura en algún lugar entre un mar que asoma sobre el muro encalado de una iglesia
y una muchacha descalza a la que el viento levanta la ropa, un instante de azar que lucho por capturar
y al que tiendo emboscadas con palabras griegas». El original de ambos párrafos es el siguiente: «Έχω
συλλάβει τη µορφή µου κάπου ανάµεσα σε µία θάλασσα, που ξεπροβάλλει από το ασβεστοχρισµένο
τοιχάκι µίας εκκλησίας, και σ’ ένα κορίτσι ξιπόλητο, που του σηκώνει ο άνεµος το ρούχο, µία στιγµή
τύχης που αγωνίζοµαι να αιχµαλωτίσω και της στήνω καρτέρι µε λόγια ελληνικά. / Νά τί είδους είναι
ο ελάχιστος καµβάς όπου µπορεί επάνω του να κεντηθεί το ιδεόγραµµα της ζωής µου· που, ωστόσο,
αν έβρισκε κανείς ότι αξίζει τον κόπο να το αναλύσει, θά ’φτανε να σχηµατίσει ένα χώρο, που η
σηµασία του δε βρίσκεται στα στοιχεία τα φυσικά που τον απαρτίζουν, αλλά στις προεκτάσεις και
στις αντιστοιχίες τους µέσα µας, ως τις απώτατες άκριες, έτσι ώστε, σε τελικήν ανάλυση, ολόκληρο
το νόηµα του οράµατος να συγκεντρώνεται στην καθαρότητα ψυχής που προϋποθέτει, για να γίνει
ευανάνγνωστο και κατανοητό», ELITIS, O. (2000), p. 37.
522 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sensación: lo inteligible, lo moral, lo cultural. Una gran metáfora blanca ―que, como
podemos leer, es diferición o aplazamiento de todos los aplazamientos parciales,
también a su modo archiespaciamiento de la muerte inscrita en el signo― que tiende
a borrar en su blancura, en su condición de transitoriedad pura, sin destino ni objeto,
la necesidad del tránsito o la metaforá entre ámbitos cerrados y ajenos340, como
ocurre en Occidente. Aquí la simultaneidad se da en el interior de la metáfora, en el
intersticio mismo de la revelabilidad, cuyo vacío desencadena todas las imágenes en
grado de igualdad, como equivalente mímesis de lo imposible341: «Porque —
digámoslo también— libertad no significa moverse sin obstáculos en el espacio que a
uno le ha sido concedido, sino ensanchar ese espacio, y además siguiendo la analogía
de los sentidos. Disponiendo de nuevas unidades con que medir el mundo. Sólo
entonces se hace posible avanzar al mismo tiempo en todas direcciones, es decir:
desarrollar un prisma transparente que te permita ver como oyes, u oír como ves, y
así sucesivamente, como sólo el alma puede permitirlo. Un arroyo no es sólo un poco
de agua que rueda cuesta abajo; es la manifestación grácil y elocuente de la infancia
de las cosas. Un poco de menta seca y machacada entre los dedos te lleva
directamente al pensamiento de los Jonios. Tus caricias son la transposición de una
música suave, con todos sus andantes y sus allegros, sobre la piel. Y aquella planta
que divide el espacio de un modo desigual pero preciso es la geometría invisible que
en el fondo gobierna todo el universo. Ésa sí es una libertad real, con la fuerza
general de aplazar todos tus aplazamientos parciales y hacer que cada vez que te
comas un dentón asado te estés comiendo también un poco de Egeo, con dos o tres
versos ácidos de Arquíloco en lugar de limón»342. ¿Qué puede ser ese «prisma
340
A este respecto, Dora Grégori ha hablado de la frecuente fusión elitiana entre cielo y mar como
la configuración de un enorme y omniabarcador contorno transparente que actúa como un gigantesco
ojo que garantizara la visibilidad del mundo, GRÉGORI, D. M.-T. (1989), p. 132. Se diría que está
hablando, en la fusión de una metáfora que borra o trata de borrar la metaforá, la necesidad del
traspaso entre ámbitos o reflejos, del espacio de la metaforicidad pura en que nos hallamos inmersos,
el espacio de una pura visibilidad en que no se ve algo, sino el mero traspaso o la cualidad de la visión
(dado que se trata de un ojo), revelabilidad pura que re-vela sobre su membrana la totalidad de lo
representable.
341
Es decir, como metáfora de lo mismo, metáfora de su propia metaforicidad, que en otro lugar
hemos denominado significancia.
342
«El método del ergo»: «Επειδή ―να το πούµε κι αυτό― ελευθερία δεν είναι να κινείσαι
ανεµπόδιστα στο πεδίο που σου έχει δοθεί. Να διευρύνεις αυτό το πεδίο, και δή κατά τη διάσταση της
αναλογίας των αισθήσεων, αυτό είναι. ∆ιαθέτοντας καινούριες µονάδες για τη µέτρηση του κόσµου.
Τότε µόνον προχωρείς ταυτόχρονα προς όλες τις κατευθύνσεις, που σηµαίνει: αναπτύσσεις ένα
πρίσµα διάφανο, ικανό να σε κάνει να βλέπεις όπως ακούς, ή ν’ ακούς όπως βλέπεις, και ούτω
καθεξής, όπως µόνον η ψυχή γίνεται να το επιτρέψει. Ένα ρυάκι δεν είναι απλώς λίγο νερό που
κατρακυλάει τον κατήφορο· είναι η λαλούσα και εύχαρις υποδήλωση της παιδικής ηλικίας των
πραγµάτων. Λίγη ξερή, τριµµένη στα δάχτυλά σου, µέντα σε πάει ολόισια στη σκέψη των Ιώνων. Τα
χάδια σου είναι η µετάθεση µίας απαλής µουσικής, µε όλα τα andante και τα allegro της, πάνω στην
επιδερµίδα. Κι εκείνο το φυτό αντικρύ σου, που διαιρεί άνισα πλην σωστά το χώρο, είναι η αόρατη
γεωµετρία που διέπει στο βάθος ολάκερη την οικουµένη. Νά, αυτή είναι µία ελευθερία πραγµατική,
που έχει τη δύναµη τη γενική ν’ αναστέλλει όλες τις επιµέρους αναστολές σου και να σε κάνει, κάθε
2.2. Tiempo y sensación 523
transparente» que se desarrolla ahondando en las analogías sino una forma del himen
que emblematiza el esquema mismo de la metaforicidad y la significancia? ¿Qué
puede ser sino el magma indistinto sobre el que habitar en el puro traspaso? Las
analogías y su expansión a partir de las sensaciones proporcionarán, además, «nuevas
unidades con que medir el mundo», es decir, una escala de medida creada al mismo
tiempo que el espacio dilatado sobre el que ha de aplicarse. Distancia y contenidos
son, pues, lo mismo en este ámbito textual de la metaforá expandido por las
analogías y la (i)legibilidad del cosmos griego. Lo cual demuestra que la finalidad de
este tránsito, como el de la revelabilidad, no es alcanzar un objeto inteligible,
significar algo, sino tenderse como metaforicidad pura, traspaso interminable,
significancia que se remarca en su significar nada, significar la nada. Incremento, en
definitiva, de sentido, poiesis que resulta, finalmente, en autoconstrucción inagotable
y expansión de los bordes de la textualidad.
No obstante, Elitis, en su deseo por extender este esquema textual y sígnico a
la Grecia real, concibió siempre la metaforá y las analogías, en su presunto carácter
monista ―sobre el cual insiste―, como emanación directa de la naturaleza griega.
Lejos de constituir una elaboración poética o escritural, es la misma Grecia
suprahistórica, cimentada sobre el determinismo de las analogías entre paisaje y
lengua, naturaleza y ética popular, paisaje y cultura, cultura y lengua, como veremos
con más detenimiento en el cuarto capítulo de esta segunda parte, la que dicta al
poeta este modo griego de percepción. Es preciso, por supuesto, poseer la valentía y
la facultad poética capaces de extraer de este esquema el mayor beneficio; pero, en
líneas generales, él se halla ya contenido en aquella tierra y en sus realizaciones
milenarias. «Hay que saber atrapar el mar por el olor para que te dé el barco, y el
barco te dé la Sirena, y la Sirena a Alejandro Magno, y todas las pasiones del
Helenismo»343. Olvidando el más que evidente linaje europeo de las analogías
elitianas ―que, formuladas en el seno de Occidente, pretendieron como venimos
mostrando suturar desde cierta luz oriental la quiebra histórica originada por las
Luces (y trazaron así el gesto occidental por antonomasia, el del cuestionamiento y
rechazo de la propia cultura)―, gran parte de la crítica griega ha aceptado y
reproducido esta opinión reductora y particularista acerca de su grecidad
inherente344. Y ha asumido, con ello, una caracterización preferentemente monista de
φορά που τρως µία συναγρίδα ψητή, να τρως κι από λίγο Αιγαίο, µε αντίς λεµόνι δύο τρεις οξείς
στίχους του Αρχίλοχου», ELITIS, O. (1993), pp. 169-170.
343
«Antes que nada, la poesía»: «Πρέπει να ξέρεις ν’ αρπάξεις τη θάλασσα από τη µυρωδιά για να
σου δώσει το καράβι, και το καράβι να σου δώσει τη Γοργόνα κι η Γοργόνα τον Μεγαλέξαντρο, και
όλα τα πάθη του Ελληνισµού», ELITIS, O. (2000), p. 44.
344
Cfr. como ejemplo especialmente claro CAPSOMENOS, E. G. (2005), pp. 20-21, o PURGURIS, M.
(2005), p. 78, donde se rechazan de plano las por otra parte escasas acusaciones de localismo o
nacionalismo a las analogías de Elitis.
524 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
345
Sí se ha hablado a menudo, en cambio, de fusión de contrarios en Elitis, según una lógica
hegeliana que, como vengo mostrando, su poesía se empeña precisamente en combatir. Es por ello por
lo que no podemos quedarnos en el puro monismo que el autor a menudo se esfuerza en proyectar
como conquista oriental de su obra. En una línea más acorde con la armonía tensa ―pero no
reductora― de contrarios, y de la emersión de la poesía en el filo de un puro traspaso o devenir, cfr.
MIJAILIDIS, C. P. (1997), pp. 459-460.
346
Especialmente en «Arte-Azar-Atrevimiento», cfr. ELITIS, O. (2000), pp. 115-143.
2.2. Tiempo y sensación 525
347
«Al igual que en las querellas y tormentas del tiempo, en la pugna del lenguaje por expresar lo
irrepresentable, la condición de tránsito nunca se suprime. La metáfora poética sigue en Hölderlin el
curso excéntrico de una transposición que nunca nos traslada a un referente último del poetizar, antes
bien, se cumple en el reconocimiento de su originario haberse apartado ya de todo anclaje en
semejante fundamento. No nos lleva tampoco fuera —¿adónde?— del proceso de las transiciones
temporales por las que atraviesa la historicidad humana. Al contrario: ahonda en las disonancias por
mor de las cuales dicho proceso nunca puede cerrarse homogéneamente sobre sí y sólo en ellas
encuentra el “equilibrio”, como su “contraposición armónica”», Manuel Barrios Casares, «Hölderlin:
la revuelta del poeta», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), pp. 25-26.
348
Así ocurre también entre los místicos, quienes, según Massimo Baldini, no utilizan la metáfora
con un fin ornamental o sustitutorio, sino para provocar incrementos de sentido y generar nuevos
conocimientos e informaciones. Son, en definitiva, para ellos, un instrumento cognitivo que les
permite remediar un vacío del vocabulario, BALDINI, M. (1990), p. 46.
349
«Todo lo cual implica reconocer hasta qué punto la concepción de la metáfora aquí subyacente
—al igual, ya lo hemos dicho, que la de traducción (Übersetzen [sic])— se aparta de la noción
habitual del metaphoréin como un traslado mediante el cual se pone por semejanza la designación de
algo otro en el lugar de la designación del algo original. Ese algo original no ha estado nunca ahí,
dado para su designación. La actividad metafórica que el poeta pone en juego no pretende por tanto ni
traer ese ser a presencia mediante el lenguaje, ni declarar su propia impotencia para lograr tal cosa,
como si se tratase de un defecto imputable a ella, antes bien, deja que esa falla se muestre como una
falta que estaba ya en el origen. Sólo así escapa la metáfora a su reclusión en una función meramente
ornamental, retórica, y se ejerce en su radical función de desvelamiento. Claro que este desvelamiento
es el de una interna contradictoriedad que no cesa: el lugar del lenguaje es ya siempre el de una
errancia, desplazado respecto al origen», Ibidem, p. 27.
350
Cfr. Ibidem, pp. 27-29.
526 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
351
«La metafora, il trasporto, è la modalità di oggettivazione di ciò che di per sé non conosce
rappresentabilità, la metafisica, la pensabilità pura, l’intuizione intellettuale. Il tragico è la condizione
“metaforica” per eccellenza, poiché traduce esteticamente, in una dimensione quindi esperibile, la
Übertragung del possibile e del reale», MECACCI, A. (2002), pp. 84-85.
352
Cfr. por ejemplo CHÉNIEUX-GENDRON, J. (1984), pp. 86-96.
353
Cfr. BALAKIAN, A. (1970), p. 147.
354
Cfr. ABASTADO (1971), pp. 84-87.
2.2. Tiempo y sensación 527
355
«El surrealismo intenta fundamentalmente reoriginar un concepto monista del hombre y del
mundo», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), p. 82.
356
Una de las razones aducidas, de hecho, por Antonin Artaud para abandonar el grupo surrealista
fue que éste estaba lentamente reproduciendo una metafísica que en teoría había venido a abolir, cfr.
RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1994), p. 129.
357
Y a través del cual Breton cree que hemos reducido ya todo dualismo, pues los contrarios dejan
de ser percibidos contradictoriamente, cfr. ABASTADO (1971), pp. 146-147.
528 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
subrayar que en ese instante se está produciendo cierto pacto entre el poeta y el
oyente según el cual éste se compromete a creer todo lo que aquél quiera inventarse.
En los poemas contemporáneos, por el contrario, el mundo irrumpe triunfalmente y
es lo que en cada ocasión quiere ser. La analogía cede su sitio a la identificación:
“Esto es aquello”. La sorpresa, grande o pequeña, no deja tiempo para pensar si una
cosa puede o no ser así; no da lugar a discusiones: lo que dice el poeta es lo que
ocurre»358. El objetivo a estas alturas es, por lo tanto, reducir la dualidad a uno de sus
términos, reinscribir en el lado de lo material, de lo sensible, todo elemento espiritual
o evanescente, encerrar lo inteligible en la sensación y en la escritura. Pero, ¿cómo
no ver en este intento, que se prolongará bajo formulaciones más elaboradas y
personales en las décadas siguientes, el replanteamiento de un dualismo, la puesta de
manifiesto, sobre el eje mismo de la metáfora anuladora, de la metafísica a la que se
pretende sustraer? ¿Cómo no leer nuevas oposiciones: griego-occidental,
significado-significancia, Luces-luz oriental, además de las antiguas, remarcadas en
su misma abolición?359 En el mismo año de 1944, sólo unas páginas después del
pasaje que acabo de citar, Elitis recuperaba un esquema neoplatónico de ascenso
espiritual, originado en la materia pero capaz de llegar hasta una suerte de absoluto
tras pasar por las formas posibles de la imaginación. Ese movimiento, esta vez sí
vertical, había de ser reinscrito por el poeta en el lenguaje de la técnica, producido
simultáneamente a la lectura en el receptor: «Así pues, existe realmente una línea
dinámica de la imaginación que arranca de un polo profundamente cimentado en la
materia viva, pasa por el mundo de las formas realizadas, después por el mundo de
las formas posibles (como en los sueños), y desemboca finalmente en una conciencia
cada vez más luminosa de la omnipotencia espiritual. El poeta no sólo debe estar
listo para seguir esta línea en cualquier momento, sino además presto a inscribirla en
358
«Ο αληθινός ποιητής δεν καταδέχεται να περισσολογεί, να ζωγραφίζει, να ξαναθυµίζει. Κάνει
ορατό το αόρατο, αισθητό το νοούµενο, πραγµατικό το µη-πραγµατικό. Στη θέση µίας φτωχής σειράς
από λέξεις βάζει µίαν άλλη, κατάλληλη όχι πια να θυµίσει γνωστά, µα να εµπνεύσει άγνωστα
οράµατα. Η τυπική παροµοίωση, αυτή που γίνεται µε την αναλογία και στηρίζεται στο σαν (“ετούτο
είναι σαν εκείνο”), του φαίνεται πως έρχεται, πολύ ενοχλητικά, να υπενθυµίσει ότι κάποιο άτοµο
µιλάει, να υπογραµµίσει ότι κάποια σύµβαση γίνεται τη στιγµή εκείνη ανάµεσα στον ποιητή και στον
ακροατή, που, σύµφωνα µ’ αυτήν, ο δεύτερος αναλαµβάνει να πιστεύει όσα σκαρφίζεται να του λέει
ο πρώτος. Απεναντίας, στα σηµερινά ποιήµατα ο κόσµος ξεσπά θριαµβευτικά και είναι ό,τι θέλει
κάθε φορά να είναι. Η αναλογία παραχωρεί τη θέση της στην ταύτιση: “Ετούτο είναι εκείνο”. Το
ξάφνιασµα, µικρό ή µεγάλο, δεν αφήνει καιρό σε κανένα να σκεφθεί αν ένα πράγµα µπορεί να είναι ή
να µην είναι έτσι· δε χωράει συζήτηση· ό,τι λέει ο ποιητής, αυτό συµβαίνει», ELITIS, O. (2000), p.
176.
359
Según Vangelis Calotychos, en su intento monístico, griego, Elitis cae en el mismo dualismo del
Occidente que pretende combatir, adoptando «absolute dichotomies between rational and irrational,
Western and Eastern, Non-Greek and Greek: a valorized set of dualities that carry with them the
assumptions and guiding prejudices of Western rationalism», de modo que «his belief in a union with
a mystical center of life that is quested for, however unfulfilled, only emphasizes the Romantic nature
of his predicament. Consequently, he does not surpass the very Western discursive models that he
attacks so vigorously», CALOTYCHOS, V. (2003), p. 174.
2.2. Tiempo y sensación 529
360
«Las muchachas»: «Υπάρχει λοιπόν πραγµατικά µία δυναµική γραµµή φαντασίας που ξεκινάει
από έναν πόλο βαθύτατα θεµελιωµένο µέσα στη ζωντανή ύλη, περνάει από τον κόσµο των
πραγµατοποιηµένων µορφών, ύστερα από τον κόσµο των πιθανών (όπως µέσα στα όνειρα) µορφών,
για να καταλήξει σε µία ολοένα και πιο φωτεινή συνείδηση της πνευµατικής παντοδυναµίας. Αυτή τη
γραµµή ο ποιητής όχι µόνο πρέπει νά ’ναι έτοιµος σε κάθε στιγµή να την παρακολουθεί, µα και
πρόθυµος να την αποτυπώνει στο έργο του, µεταφράζοντας ―αν µπορεί να το πει αυτό κανένας―
στη γλώσσα της τεχνικής (µεταφορά, παροµοίωση, διασκελισµό εννοιών, ρυθµικό ξετύλιγµα, ειρµό
συναισθηµατικό κ. λπ.) τα µυστικά διδάγµατα που περικλείνει», ELITIS, O. (2000), pp. 182-183.
361
Sobre el pretendido rechazo del dualismo que se da en la Ortodoxia por contraposición con el
catolicismo, cfr. ŠPIDLIK, T. (1978), p. 113.
530 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
362
«Η φυσική µεταφυσική», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 41. De la «metafísica física» habla también
Elitis en el breve texto de poética «Declaración del 51», donde la vincula explícitamente a las
sensaciones: «Por el regio camino de las sensaciones (que emprendí tras deshacerme de todos los
esquemas heredados) fui a dar al punto en que mi “metafísica” resulta ser “física”» («Από τον
βασιλικό δρόµο των αισθήσεων (που τον πήρα αφού πρώτα πέταξα από πάνω µου όλα τα
παραδοµένα σχήµατα) µου έτυχε να βγω πάλι στο σηµείον όπου η “µεταφυσική” µου ελέγχεται να
είναι “φυσική”»), ELITIS, O. (1993), p. 206.
363
«Crónica de una década»: «Αυτή η αδιάκοπη διείσδυση της θάλασσας µέσα στα βουνά, που
ήταν και προχώρηµα των βουνών µέσα στη θάλασσα· η διαύγεια των νερών όπου ο βυθός ήταν η
οροφή ενός κόσµου πάνω από το κεφάλι µας· η µυρωδιά της λυγαριάς, που σα να καθάριζε τον
ουρανό και µαζί να ξέγραφε µέσα µας όλα τα λάθη· και η πέτρινη βρύση πάνω στη δηµοσιά, ένας
µικρός καθηµερινός Παρθενώνας… […] Αυτά όλα, ρωτάω και ρωτιέµαι ο ίδιος, ήταν τοπίο; Ήταν
µονάχα φύση; Ή µήπως όχι; Ή µήπως ήταν η αρχή και το τέλος του κόσµου, το άλφα και το ωµέγα
του ανθρώπου, ο ίδιος ο Θεός;», ELITIS, O. (2000), p. 327.
2.2. Tiempo y sensación 531
364
Según Yanis Ioanu, hay en Elitis un materialismo metafísico que lo enlaza en su grecidad con el
surrealismo, cfr. IOANU, Y. I. (1991a), pp. 124-125.
365
El propio autor, como veremos, se ha referido muchas veces al tono literario, artístico o poético
que impone la naturaleza griega. Las analogías, que no son en este caso sino una forma del
determinismo, se extienden hasta considerar motivada a la lengua griega, producto escritural,
semántico y fonético de la tierra en que nació y se desarrolló.
366
Es muy importante a este respecto, desde el propio título, el artículo de Eratoscenis Capsomenos
«Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό σύστηµα», inserto además en la
publicación de las actas de un congreso de título asimismo revelador: Οδυσσέας Ελύτης: Ο ποιητής και
οι ελληνικές πολιτισµικές αξίες (Odiseas Elitis: el poeta y los valores culturales griegos),
CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 53-70.
367
CAPSOMENOS, E. G. (2005), pp. 9-10 y 34.
368
Es el caso de Andonis Decavales: «Elytis always stresses the balance that must exist between
man and the world. No dualism exists between them or between matter and spirit. They are held
together by universal links. Such was, too, the prevalent belief among the Pre-Socratics. The
enlightened mind cherishes their co-existence, the mind which, according to Anaxagoras, “sets in
order (διεκόσµησεν) all that was to be, and all that ever was but no longer is, and all that is now or
will ever be”. Also in the poem is the Pythagorean belief that “the Unlimited exists in perceptible
things,” and that “the soul is a sort of harmony, of attainment, a synthesis and blending of opposites”
[Aristotle]. Much of Elytis’ physical, moral, and aesthetic world-view, as found in his verse and
explained in his prose, basically echoes Heraklitos: […] “all is one ‒ opposition brings concord, out of
discord comes the purest harmony ‒ nature likes to hide ‒ the hidden harmony is better than the
obvious one”», DECAVALES, A. (1982-1983), p. 28.
532 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
como creo sería más acertado, en lo que de éste recuperó la cultura europea de la
modernidad ―hasta la configuración nietzscheana de lo que ha dado en llamarse
«posmodernidad»― en su oposición al racionalismo platónico y aristotélico de las
Luces. Porque si Elitis recuperó a Heráclito y lo introdujo en amplias facetas de su
escritura, no fue probablemente por la presunta conexión griega entre ambos, sino
antes que nada por lo que de él encontró ya reelaborado en poetas y filósofos
occidentales, tales como Hölderlin o los propios surrealistas. Es en el primero de
ellos, sobre todo, donde la armonía tensa de contrarios heraclítea, lo trágico, se le
impone como núcleo de toda experiencia humana en tanto entre indecidible o
archimetaforicidad que determina del mismo modo la configuración reoriginante de
lo griego ―un factor griego que, a diferencia de lo que sucede en Elitis, no obstante,
en Hölderlin poseía una fuerte y clara dimensión histórica, y no suprahistórica― y la
esencia (que no se da, en cualquier caso, sino como ap-ousia) de la poesía. Ésa es la
razón de que en su obra no podamos encontrar un monismo estricto ―lo cual sería
tan resueltamente metafísico como el dualismo al que aparentemente se opone―,
sino la encarnación de la máxima heraclítea tan cara a Hölderlin, ἕν διαφέρον ἑαυτῷ,
el uno diverso que, incapaz de cerrarse sobre sí mismo, no sólo no aspira a reducir la
huella, sino que se constituye en el giro (heliotrópico) que, como la sensación, parte
siempre de sí para regresar a sí reinscribiendo en su interior la alteridad,
exteriorizándose, a fin de cuentas, sin pérdida, pues nada le pertenece propiamente.
Lo humano se funda sobre ese intersticio del uno que no oblitera las huellas sino que
las excede, es el himen po(i)ético que supera el dualismo sin abolirlo y regenera la
visión en su inconmensurabilidad respecto de los términos de la oposición; se
identifica con la pura metaforicidad que trasciende el traspaso exterior de la metáfora
y nos devuelve siempre al origen de todo movimiento, al tajo del instante o la
sensación desde donde la historia puede retejerse sin clausura gracias a la infinita
libertad de la visión (es, en consecuencia, archimetaforicidad irreductible a las
determinaciones históricas tales como una revolución): «El hombre no es nunca tan
grande o tan pequeño como las nociones que concibe, empezando por el Ángel y
terminando por el Demonio. Es como la parte que queda cuando estas dos fuerzas
opuestas se autoaniquilan. Si me gusta reducirme a la nobleza del árbol o convertir
en enigma las soluciones, es por eso. Para sustituir al niño que fui y disponer de
nuevo, completamente gratis, de aquella capacidad infinita de visión, más fuerte y
más duradera que cualquier otra clase de revolución»369. Elitis no desea, lo dice
369
«Incensar lo sublime», XXI (El pequeño ?autilo): «Ο άνθρωπος δεν είναι ποτέ τόσο µεγάλος ή
τόσο µικρός όσο οι έννοιες που συλλαµβάνει, από τον Άγγελο αρχινώντας ίσαµε τον ∆αίµονα. Είναι
όσο το µέρος που αποµένει όταν οι δυο αυτές αντίπαλες δυνάµεις αυτοεξουδετερωθούνε. Αν µου
αρέσει ν’ ανάγοµαι στην ευγένεια του δέντρου ή να µετατρέπω σε αίνιγµα τις λύσεις, είναι γι’ αυτό.
Για να υποκαθίσταµαι στο παιδί που ήµουνα και να διαθέτω πάλι, εντελώς δωρεάν, την απέραντη
2.2. Tiempo y sensación 533
εκείνη ορατότητα, την ισχυρότερη, τη διαρκέστερη από κάθε άλλης λογής Επανάσταση», ELITIS, O.
(2002), p. 530.
370
Autorretrato en lenguaje oral: «Ο πατέρας µου, θυµάµαι, οργάνωνε λειτουργίες σε ξωκκλήσια,
και αυτό µού έχει εντυπωθεί πολύ, γιατί ένιωθες ν’ ανακατεύεται το λιβάνι µε το θυµάρι, µία αίσθηση
που για µένα χαρακτηρίζει το συνδυασµό δυο στοιχείων, του φυσικού, ας πούµε, και του
µεταφυσικού», ELITIS, O. (2000a), p. 9.
534 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
371
En el «Génesis» del Axion Estí: «στεριές µεγάλες που ένιωσα / να µυρίζουνε χώµα όπως η
νόηση», ELITIS, O. (2002), p. 122.
372
«El Gloria»: «µία πατούσα που σύναξε σοφία στην άµµο / […] η συνείδηση πάµφωτη σαν
καλοκαίρι», Ibidem, p. 173.
373
«‒ Ένα σηµείο Ένα σηµείο / και σ’ αυτό πάνω ισορροπείς και υπάρχεις / κι απ’ αυτό πιο πέρα
ταραχή και σκότος / κι απ’ αυτό πιο πίσω βρυγµός των αγγέλων / ‒ Ένα σηµείο Ένα σηµείο / και σ’
αυτό µπορείς απέραντα να προχωρήσεις / ή αλλιώς τίποτε άλλο δεν υπάρχει πια», Ibidem, p. 129.
2.2. Tiempo y sensación 535
374
«Και ο Ζυγός που, ανοίγοντας τα χέρια µου, έµοιαζε / να ζυγιάζει το φως και το ένστικτο ήτανε /
Αυτός / ο κόσµος ο µικρός ο µέγας!», Ibidem, p. 130.
375
Además de las demás razones, porque esa reabsorción implicaría una presencia ―presencia de la
physis, pero presencia al fin y al cabo― sólo concebible dentro del campo de la metafísica.
376
«Antes que nada, la poesía»: «Αλλά ένας τέτοιος δρόµος, από το επάνω του µέρος, µοιραία
οδηγεί προς τη Μεταφυσική», ELITIS, O. (2000), p. 30.
377
Ello gracias a la acción, según el «Comentario al Axion Estí», del Poeta en su faceta de
«idealista» (paralela a las que antes vimos de «hombre social», «hombre natural» u «hombre
histórico»), quien se «invertirá» dentro de la sensación prestándole a su vez el exceso de una huella
especular, la trascendencia: «Στην έσχατη συνέπειά του θ’ αναστραφεί µέσα στην αίσθηση ―που θα
πάψει να είναι µόνον αίσθηση και θα γίνει φορέας ενός τρίτου, υπερβατικού κόσµου», KEJAYOGLU,
Y. (1995), p. 44.
536 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
el cielo como telos ideal en el exterior de lo sensible, sino que bastará con «llevar
hasta sus últimas consecuencias» la sensación para encontrarlo en el seno de su
metaforicidad constitutiva: «No nos acercaremos al cielo yendo allí, sino trayéndolo
a la tierra, con la extrema sacralidad de la acción que lleva la sensación hasta sus
últimas consecuencias»378.
Llevar la sensación hasta sus últimas consecuencias: expandir a todo el
campo de la experiencia el esquema metafórico que la rige, reinscribirnos en su
interior y someternos por entero a su lógica, habitar en la hendidura que,
asimilándose a la propia sensación, la excede y la sobrepasa. Traer, como en un
dualismo abierto por un costado, sin segundo término ni clausura de la huella, sin
posibilidad de reducción ―pero por eso mismo antimonístico―, el absoluto al
interior de la metáfora, del traspaso trópico de los hiatos, de la escritura de esta serie
interminable que, conteniéndolo indecidiblemente entre sus miembros, no deja de
dibujarlo en el envés de su propia circularidad.
378
«Comentario al Axion Estí»: «∆ε θα σιµώσουµε τον ουρανό πηγαίνοντας εκεί αλλά φέρνοντάς
τον εδώ στη γη, µε την άκρα ιερότητα της πράξης που οδηγεί την αίσθηση στην απώτατη συνέπειά
της», Ibidem, p. 61.
2.3. LOS CUERPOS DE LA LUZ
2.3.1. INTRODUCCIÓN
1
Como veremos, se trata de dos figuras muy apropiadas para lo que pretendo poner en juego aquí,
dado que según el diccionario el espectro luminoso es lo que «resulta de la descomposición de la luz
blanca a través de un prisma o de otro cuerpo refractor», y el espectro solar «el producido por la
dispersión de la luz del Sol».
2
RUSCHIONI, A. (1987), pp. 9-10.
538 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
caracterización, o más bien en qué lengua se nos decía, se le ha solido presentar tanto
en Grecia como en el extranjero, especialmente tras la concesión del premio Nobel
en 1979. Sin entrar a considerar la complejidad que acerca de lo griego, su
vinculación sustancial con la luz, sus seductoras irradiaciones filosóficas o
humanísticas, su exotismo, su relación con el resto del mundo occidental o incluso su
peculiaridad geográfica o turística, subyace a esta expresión que ha pretendido
suscitar la fascinación de un público que indefectiblemente lee en la palabra Grecia
toda una serie de valencias asociadas a lo que se ha dado en llamar «mundo
mediterráneo»3 o, por supuesto, al mundo clásico, es preciso rastrear lo que conduce
a la poesía de Elitis a construirse sobre este doble juego de la luz y, al mismo tiempo,
a construirlo o reconstruirlo bajo premisas que prolongan una historicidad muchas
veces disimulada u ocultada por el propio autor. En el célebre comienzo de su
«Discurso ante la Academia de Estocolmo», con ocasión de la recepción del premio
Nobel y, en consecuencia, de la presentación de su poética ante la comunidad
internacional, Elitis afirma de hecho querer hablar ―estar hablando, ya, antes que
nada― en nombre de una luminosidad y transparencia griegas que se hallan fundidas
o identificadas con su poesía, con su voz, con la escritura, con la textualidad y con el
impulso que conduce, que le obliga, a expresarse. Escribir en griego o como un
griego es, por tanto, dar testimonio de la luminosidad griega, obedecer a un
compromiso que precede a toda elocución y que hace de todo hablar un hablar por
boca de (lo) otro, una borradura del nombre propio a cargo de la transparencia y de
la luz. Es instalarse en el hiato de lo impropio, asumir el discurso pronunciado como
huella y tributo a una instancia que viene a prolongarse en él y, al mismo tiempo, se
(re)construye en su despliegue, se nos da a ver en su ocultación. La poesía de Elitis,
de este modo, se propone a sí misma como el cuerpo sin cuerpo de la luz, la
encarnación de una transparencia o un espectro (διαφάνεια-φάντασµα) que, lejos de
venir a constituir un lugar o una corporeidad, espectraliza su escritura y la reduce a
un tener lugar de la luz4: «Les ruego me sea permitido hablar en nombre de la
3
Una construcción relativamente reciente y nacida fuera de los propios países mediterráneos ―si
bien más tarde, como puede comprobarse en Elitis, explotada profusamente por ellos―, que acaso
podría empezar a datarse en los siglos en que el centro de gravedad de la cultura europea comienza a
desplazarse hacia el norte (ss. XVII-XVIII). Estudiosos como Winckelmann o viajeros como los que
desde Inglaterra recorrían Italia en el Grand Tour buscando las esencias no sólo de la cultura clásica
sino de un más amplio vitalismo asociado a la luz, la expansividad y la inmediatez de las pasiones,
contribuyeron sin duda a la configuración de este mito que a día de hoy sigue operando en numerosos
ámbitos del discurso cultural en todo el mundo.
4
En este aspecto, no podemos dejar de citar por enésima vez la importante declaración de «Antes
que nada, la poesía», donde se habla del valor de ésta como obediencia a una «luz increada» que nos
precede y se identifica, además de con el Verbo o el lenguaje ―me atrevería a decir con la
escritura―, con Dios, con lo Totalmente Otro, con lo desconocido que nos excede. Escribir poesía es
pues prolongar esta instancia «natural» de secreto, recrearla poiéticamente, dar (un) lugar a lo
desconocido o al exceso que representa: «[La Poesía es] el camino interminable hacia la luz Natural,
que es el Verbo, y la luz Increada, que es Dios. Por eso escribo. Porque me apasiona obedecer a lo que
2.3. Los cuerpos de la luz 539
luminosidad y la transparencia. Porque son los dos estados que han definido el
espacio en el cual me ha sido dado crecer y vivir. Estados que he sentido, poco a
poco, irse identificando en mi interior con la necesidad de expresarme»5.
No hay razones, pues, para no comenzar a rastrear de nuevo lo que hemos
denominado la poética de Elitis bajo el nombre, que su propio texto nos autoriza en
tanto está operando en él aun cuando no se lo nombra ―en tanto es en su nombre
como habla― de la luz o de la transparencia. Desde este punto de vista, será
ineludible repetir aquí, en cierto sentido, una consideración de Elitis como «poeta de
la luz» y, en especial, de la luz griega. Pero no ya de la luz como tema o contenido
del cual se habla, sea en la propia obra del autor o en el discurso crítico, sino de la
luz como aquello en lo cual se habla, dentro de cuya lógica nos encontramos, ya,
desde el principio. La poesía de Elitis se escribe desde ella ―desde su anterioridad
en tanto la luminosidad griega es, como veremos, lo que precede, indecidiblemente,
al irrumpir de la luz― y hacia ella, en la medida en que, incapaz de habitar como un
ser o un otro definido sobre su espacio ―que, acabo de decir, no podría ser un
lugar―, la construye poiéticamente en su propio despliegue. Toda luz natural, en
este aspecto, y a pesar de las pretensiones elitianas de regresar por medio de ella a la
originariedad de lo griego ―o de hallarse instalado allí incesantemente― no puede
ser ya sino luz artificial, sobrenaturaleza operada a través de la escritura, apertura de
una grieta sobre la opacidad de lo histórico y de la esfera del significado.
Será preciso atender en la misma línea a un elemento, otro cuerpo de la luz,
que ha venido compareciendo ya, siempre desde su propia elusión, tanto en mi
análisis como en la discursividad elitiana: el sol. Podríamos decir que hemos estado
girando heliotrópicamente a su alrededor para ahora, fingiendo que nos ocupamos
por fin de él, de su presencia como símbolo y como centro, como origen, redoblar el
heliotropismo y poner nuevamente el acento en sus retracciones, en la metaforicidad
que lo afecta y lo domina, en la escritura sobre la cual lo leemos y a la que
indefectiblemente se retira una y otra vez. La transparencia y la luz griega son, en el
fondo, otro nombre de esta metaforicidad, de la textualidad o el himen que eluden
―preservándonos así de una quemadura aniquiladora― la visión presente o
no conozco, que es mi yo íntegro, y no esta mitad que deambula por las calles y “se halla inscrito en
los registros del Ayuntamiento”. […] Es justo dar a lo desconocido el lugar que le corresponde; he ahí
por qué debemos escribir» («Η ατελεύτητη φορά προς το φως το Φυσικό, που είναι ο Λόγος, και το
φως το Άκτιστον, που είναι ο Θεός. Γι’ αυτό γράφω. Γιατί µε γοητεύει να υπακούω σ’ αυτόν που δε
γνωρίζω, που είναι ο εαυτός µου ολάκερος, όχι ο µισός ―που ανεβοκατεβαίνει τους δρόµους και
“φέρεται εγγεγραµµένος στα µητρώα αρρένων του ∆ήµου”. […] Είναι σωστό να δίνουµε στο
άγνωστο το µέρος που του ανήκει· νά γιατί πρέπει να γράφουµε», ELITIS, O. (2000), p. 42.
5
«Ας µου επιτραπεί, παρακαλώ, να µιλήσω στο όνοµα της φωτεινότητας και της διαφάνειας.
Επειδή οι ιδιότητες αυτές είναι που καθορίσανε το χώρο µέσα στον οποίο µου ετάχθη να µεγαλώσω
και να ζήσω. Και αυτές είναι που ένιωσα, σιγά σιγά, να ταυτίζονται µέσα µου µε την ανάγκη να
εκφρασθώ», ELITIS, O. (1993), p. 317.
540 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
eclipsarse, nuestra lectura sólo puede regresar sobre sí misma, acumular núcleos o
imágenes, obedecer a la incesante apertura de estas figuras que a la vez
emblematizan y dominan, sin clausura, la serie, funcionar tal como Elitis ―lo
veremos― concebía el poema: como un sistema solar donde, a diferencia de lo que
él pensaba, el espacio del sol no se encuentra en el centro absoluto, sino también en
el margen, girando metafóricamente en torno al otro de sí mismo que cada una de sus
apariciones nos sugiere.
Este procedimiento acumulativo6 que circunda sin cesar a ese otro de sí
mismo que es el sol, a la muerte que como archiespaciamiento se sitúa siempre en el
envés ―y, reinscribiéndose, también, sin duda, en el derecho― de la significancia y
de la cual la luz o la transparencia ofrecen en ocasiones una imagen muy precisa ―la
luz, el sol o el fuego como el otro de la marca, según veremos al hablar de una figura
frecuente en la poesía de Elitis: la quemadura―, nos conducirá también a multiplicar
las figuras y añadir otro cuerpo de la luz, asimismo blanco o refractante ―no hay
que olvidar que el blanco es siempre una figura de la luz o el reflejo, en la medida en
que lo constituye una refracción de todos los rayos luminosos―, a esta serie: las
muchachas. El eterno femenino, como comprobaremos, posee en la obra de Elitis un
comportamiento semejante al del sol ―en su juego de retracciones, simulacros y
repeticiones―, tutela en numerosas ocasiones la operación intersticial de la
transparencia, encarna cierta metaforicidad general, es el cuerpo de una
espectralidad que nunca se concreta en la presencia ―sino que se nos da a ver según
la lógica de la huella y de la diseminación, cortocircuitando toda posibilidad del
nombre propio―, ofrece como intersticio o reorigen la blancura de su desnudez y su
pureza (emblema de la revirginización del himen), y, poniendo en marcha el
mecanismo del deseo, se despliega indecidiblemente como el otro del signo ―la luz
o el fuego, también, de la quemadura, la marca que compromete a una búsqueda―
que propicia la salida de sí del sujeto y, en su inalcanzabilidad, en su imposibilidad
de reducirse a un telos, la generalización de la significancia. Figura muy querida y
reiterada por Elitis, las muchachas, mediación con el misterio y con la trascendencia,
así como con el inconsciente o la trascendencia interior, según querían los
surrealistas, se perfilarán de este modo como una nueva ocurrencia, un nuevo
nombre o un nuevo cuerpo sin cuerpo ―no lugar de revelación, sino tener lugar de
la revelabilidad―, no sólo del sol o de la luz, sino también del hiato, del filamento
que asocia o pone en contacto en su poesía ―que genera la posibilidad siempre
diferida, siempre griega, del contacto― la escritura y el absoluto.
6
Que tiene mucho que ver, es mi deseo, con esas canciones tradicionales también acumulativas
donde una serie de elementos van entrando en la danza, ligados siempre al anterior y al siguiente, y
vinculados en su gesto al sentido principal del conjunto, no para reemplazar a los precedentes como
otro tema tocado por el texto, sino para agrandar con vocación de infinito su despliegue.
542 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
7
Podemos encontrar la figura del sol soberano ya en la República de Platón, así como en proyectos
utopistas premodernos como es el caso de La Ciudad del Sol de Tommaso Campanella, donde habría
de desempeñar un papel prioritario, cfr. RUSCHIONI, A. (1987), pp. 18-50. En la modernidad suele
resultar también una interesante figura de la inspiración poética o de la relación del Poeta con las
alturas (recordemos que según Elitis el Poeta era el «Jesús del Sol», sometido a la indemnidad y a la
trópica que hace a éste regenerarse sin cesar), cfr. RIFFATERRE, H. B. (1970), pp. 42-45, o RUSCHIONI,
A. (1987), pp. 54-58, donde se habla de los Himnos al Sol de Ugo Foscolo, en los cuales el astro
aparece ―como por otra parte sucedió en numerosos grupos iluministas de inspiración pagana―
como verdad metafísica e imagen de Dios.
8
«∆εν είναι διόλου τυχαίο ότι σε εποχές υγιείς το Κάλλος ταυτίσθηκε µε το Αγαθόν και το Αγαθόν
µε τον Ήλιο. Κατά το µέτρο που η συνείδηση καθαίρεται και πληρούται µε φως, τα µελανά σηµεία
υποχωρούν και σβήνουν, αφήνοντας κενά που ―όπως ακριβώς στους φυσικούς νόµους― τα
αντίθετά τους έρχονται να πληρώσουν τη θέση τους. Κι αυτό, µε τέτοιον τρόπο, που τελικά το
δηµιουργηµένο αποτέλεσµα να στηρίζεται και στις δυο πλευρές, θέλω να πω στο “εδώ” και στο
“επέκεινα”. Ο Ηράκλειτος δεν είχε ήδη µιλήσει για µίαν εκ των διαφερόντων καλλίστην αρµονίην;»,
ELITIS, O. (1993), pp. 321-323.
2.3. Los cuerpos de la luz 543
9
Veremos más adelante, en este capítulo y en el siguiente, algunas de las teorías de Periclís
Yanópulos, representante del más aguzado nacionalismo griego a principios del siglo XX, que fue
recuperado sorprendentemente por la generación de Elitis, capaz de compaginar ―caso único en
Europa, por lo que sé― esas teorías deterministas sobre la exaltante especificidad nacional con su
presunta militancia en el surrealismo y la vanguardia.
10
CUTRIANU, E. (2004), p. 422.
11
Cfr. OTTINGER, D. (2002), pp. 22-23. Este amor por la oscuridad es amor por el misterio, por el
enigma, por lo indistinto y por lo no manifiesto. El inconsciente, operador de superrealidad, no sería
tal de ser iluminado cenitalmente por un foco. La mirada surrealista es muy frecuentemente mirada
interior, de ahí que muchos de los personajes aparezcan en su pintura sumidos en una noche
voluntaria, con los ojos cerrados.
544 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
políticas y culturales, no era necesario, dado que el alejamiento de la fuente no había llegado a
producirse. Según Engonópulos, la labor de André Breton como líder del grupo surrealista francés
limitó su actividad a cuestiones prácticas y le impidió investigar las facetas fundamentales del
surrealismo, entre las que se cuenta su grecidad latente. Otro de los surrealistas griegos, Embiricos, no
cayó en cambio en esa trampa y, junto con el propio Engonópulos, en palabras de este último, creó el
surrealismo griego, que es el verdadero surrealismo. El planteamiento fundamental de Elitis no difiere
en exceso de éste, como tendremos ocasión de ver, cfr. el magnífico artículo de Elena Cutrianu al
respecto, CUTRIANU, E. (2004), pp. 420-421.
13
«Σ’ όλους τους τόπους κι αν γυρνώ / µόνον ετούτον αγαπώ!», ELITIS, O. (2002), p. 237.
14
Ya en el Hiperión de Hölderlin, el sol aparece como el elemento griego capaz de superar la
quiebra histórica de la modernidad e insuflar, en los presentes tiempos de indigencia, un entusiasmo
originario, griego en el más profundo de los sentidos, en el pecho de los jóvenes protagonistas, tal si
hubieran regresado de pronto al paraíso clásico por el que lloraban un instante atrás: «Pero, ¿qué estoy
contando de todo aquello? ¡Como si pudiéramos hacernos una idea de lo que fueron aquellos días!
[del mundo clásico] ¡Ay!, bajo el peso de la maldición que nos abruma no puede prosperar ni aun tan
sólo un bello sueño. Como el viento del norte que pasa aullando, devasta el presente las flores de
nuestro espíritu y las mustia apenas abiertas. Y, sin embargo, ¡qué día magnífico el que me rodeó, allá
en el Cintho! Amanecía aún y ya estábamos arriba. Entonces surgió en su eterna juventud el viejo dios
solar, contento y sereno, como siempre, voló hacia lo alto el Titán inmortal con sus mil alegrías
propias, y sonrió sobre su desolado país, sobre su templo, sus columnas que el destino había derribado
ante él como los pétalos de rosa marchitos que un niño al pasar, sin pensarlo, arrancó del rosal y
esparció por el suelo. “¡Sé como él!”, me dijo Adamas, cogiéndome de la mano y extendiéndola hacia
el dios, y fue para mí como si los vientos matinales nos arrastraran consigo y nos llevaran hasta el
cortejo del ser sagrado que entonces ascendía hacia la cumbre del cielo, amistoso y enorme, y nos
llenó, maravilloso, al mundo y a nosotros, con su fuerza y su espíritu», HÖLDERLIN, F. (2003), p. 34.
15
«El buque loco» (título que sin duda hace referencia a Grecia como un barco ―por analogía
directa con su masivo carácter de archipiélago― sin rumbo fijo pero capaz de superar todas las
dificultades): «Κι έχουµε στο κατάρτι µας βιγλάτορα / παντοτινό τον Ήλιο τον Ηλιάτορα!», ELITIS,
O. (2002), p. 247.
16
En especial, según Elena Cutrianu, de su obra Aoces (1939) y, más tarde, L’Été (1954), donde
habla del misterio de la luz mediterránea, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 155-156.
546 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
17
En un pasaje del «Comentario al Axion Estí» explica sus sensaciones de aquella época: «A partir
de ahí sólo faltaba la técnica, que cuidé con tanto detalle a propósito, convencido de que había llegado
el momento de que alguien en Europa (hasta donde sé, ningún poeta europeo había intentado hasta el
momento una cosa así) mostrase que era posible que la experiencia moderna pasase a su época
clásica, no por medio del regreso a las limitaciones de los antiguos, sino a través de la creación de
nuevas limitaciones planteadas por el propio poeta para vencerlas y lograr así, una vez más, un
edificio sólido» («Από κει και πέρα δεν έµενε παρά η τεχνική, που την πρόσεξα εξεπίτηδες τόσο
πολύ, µε την πεποίθηση ότι είχε φτάσει ο καιρός να δείξει κάποιος στην Ευρώπη (απ’ όσο ξέρω
κανένας Ευρωπαίος ποιητής δεν είχει επιχειρήσει ως τώρα κάτι τέτοιο) ότι είναι δυνατόν η µοντέρνα
εµπειρία να περάσει στην κλασική της περίοδο, όχι µε την επιστροφή της στους περιορισµούς των
παλαιών, αλλά µε την δηµιουργία νέων περιορισµών, που θέτει ο ίδιος ο ποιητής για να τους
υπερνικήσει και να επιτύχει έτσι, ακόµη µία φορά, ένα στερεό οικδόµηµα»), KEJAYOGLU, Y. (1995), p.
37.
18
Grecia se afirma, por el contrario, sobre la visibilidad pura que enseguida se materializará en la
transparencia, δια-φάνεια que elimina la opacidad y las sombras y que determina toda una serie de
prolongaciones morales, existenciales, psicológicas o incluso lingüísticas. En un pasaje de «Crónica
de una década», el claroscuro como factor expresivo propio de Occidente se contrapone a una Grecia
que asienta sus valores sobre la resistencia metafísica bajo el sol, reconquistada en el período de la
introducción de las vanguardias o el surrealismo, los cuales contribuyeron con su fuerza oriental ―a
pesar de que venían de Europa― a recuperar la verdadera tradición griega: «El mayor logro, al menos
para mí, era que poco a poco había ido creando el clima apropiado para que el genio de nuestra lengua
recuperase sus derechos sobre la expresión. Algo viril en los sentimientos y elevado en las
pretensiones, que la penumbra y el claroscuro del arte occidental, desde luego, no favorecían.
Volvíamos a someternos a los espacios exteriores, al aire libre, no en el sentido de un naturalismo,
sino de resistencia a la fuerza metafísica del sol. Lo cual significaba que, por la puerta de atrás,
regresábamos a la tradición» («Το µεγαλύτερο κατόρθωµα, για µένα τουλάχιστον, ήτανε ότι είχε
δηµιουργήσει σιγά-σιγά το κατάλληλο κλίµα ώστε το ήθος της γλώσσας µας ν’ ανακτήσει τα
δικαιώµατά του επάνω στην έκφραση. Κάτι το αρρενωπό στα αισθήµατα και το υψηλό στις
επιδιώξεις, που το ηµίφως και το σκιόφως της δυτικής τέχνης δεν ευνοούσαν βέβαια. Ξαναµπαίναµε
ση δοκιµασία του υπαίθρου, όχι µε την έννοια της φυσιολατρίας, αλλά της αντοχής στη µεταφυσική
δύναµη του ήλιου. Που σηµαίνει ότι ξαναµπαίναµε από την πίσω πόρτα στην παράδοση»), ELITIS, O.
2.3. Los cuerpos de la luz 547
(2000), p. 427. En «Antes que nada, la poesía», la conciencia de que en la lengua griega ―en la
expresividad griega, dado el funcionamiento de las analogías deterministas en este cosmos elitiano―
no existe claroscuro explica a la perfección la imposibilidad de que los valores renacentistas
arraigaran en Grecia y, por ello mismo, pone de manifiesto la continuidad expresiva de una grecidad
suprahistórica cuyo arte es sólo uno, hipostatizado en los diversos períodos con arreglo a las
condiciones históricas particulares: «El día en que me di cuenta de que en la lengua griega no existe
claroscuro comprendí cuán razonable es nuestra incapacidad de aceptar el Renacimiento, y vi
despejarse hasta el último elemento que me impedía comprender la unidad profunda entre el arte de la
Grecia clásica, Bizancio y la Grecia contemporánea» («Την ηµέρα που συνειδητοποίησα ότι στην
ελληνική γλώσσα δεν υπάρχει κιαροσκούρο κατάλαβα πόσο εύλογη είναι η αδυναµία µας να δεχθούµε
την Αναγέννηση κι είδα να φεύγει και το τελευταίο στοιχείο που µ’ εµπόδιζε να κατανοήσω τη
βαθύτερη ενότητα της τέχνης στην Αρχαία Ελλάδα, στο Βυζάντιο και στα Νεοελληνικά χρόνια»),
Ibidem, p. 29.
19
Como ha señalado Elena Cutrianu, Elitis recurre además a otras ocurrencias anteriores de la luz
griega como demostración de que el valor que está formulando aquí es universal y le precede, le
escribe, en lugar de ser construido artificialmente por él. Apela para ello a Hölderlin, Dionisios
Solomós, Ánguelos Sikelianós o Yorgos Seferis, CUTRIANU, E. (2002), pp. 157-158. También piensa
Elena Cutrianu que este concepto del sol metafísico, plasmado ya en el Axion Estí (en el cual
analizaremos parcialmente sus apariciones y sus retracciones), viene prefigurado por toda una serie de
tradiciones griegas, en especial la canción tradicional, Ibidem, p. 157.
548 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
20
Según Elena Cutrianu, el término «metafísica solar» sustituye desde los primeros 60 a la
«metafísica física», Ibidem, p. 156.
21
Cfr. MANOS, A. (1998), p. 42.
2.3. Los cuerpos de la luz 549
22
Se refiere a «Crónica de una década», donde se relata más por extenso el proyecto con Char y
Camus cuyo fracaso, a decir de Elitis, le supuso un gran alivio puesto que le libraba de acometer una
empresa a su entender ciclópea. Queda claro en esos pasajes, que no cito por falta de espacio, que la
«metafísica solar» nació indisolublemente ligada a reflexiones sobre la técnica poética, sobre la
unidad de forma y contenido, y sobre un aspecto que trataré más adelante: la concepción del poema
como un sistema solar en miniatura. Se trata, en definitiva, no sólo de reinscribir al sol en la escritura,
sino además de trasladar ciertos valores de la physis griega a la artificialidad de lo artístico. Cfr.
ELITIS, O. (2000), pp. 448-449.
23
«Ας µου επιτραπεί να κάνω τώρα µία παρένθεση. Σ’ ένα δοκίµιο στα Ανοιχτά Χαρτιά, διηγούµαι
τα χρόνια που ήµουν στο Παρίσι σε στενή συντροφιά µε τον René Char και σε µικρότερο βαθµό µε
τον Camus. Μία µέρα µού είπαν ότι σκόπευαν να εκδώσουν ένα περιοδικό µε τον τίτλο
“Εµπεδοκλής”, που επρόκειτο να βασιστεί στις αξίες της Μεσογείου. Οι αξίες αυτές υπήρχαν ήδη στο
έργο και των δυο. Μου ζήτησαν να συνεργαστώ. Σκόπευα να καθίσω και να γράψω σ’ έναν άρθρο τις
ιδέες που είχα αναπτύξει στις συζητήσεις µας. Άρχισα λοιπόν να γράφω ένα άρθρο που θα το
τιτλοφορούσα “Για µία ποίηση αρχιτεκτονικών επινοήσεων και ηλιακής µεταφυσικής”. Το περιοδικό
550 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
σύντοµα ναυάγησε, και το άρθρο µου δεν γράφτηκε ποτέ. Ωστόσο, η ιδέα έµεινε µέσα µου. Επειδή ο
ήλιος είχε πάντα µία κεντρική θέση στην ποίησή µου, την ονόµασα ηλιακή µεταφυσική. Όλα τούτα
χαρακτηρίζουν την τρίτη περίοδο της ποίησής µου, τον τρίτο µου κύκλο, αν θέλετε, που
αντιπροσωπεύεται από τη συλλογή Το Φωτόδεντρο και η ∆έκατη Τέταρτη Οµορφιά», ELITIS, O.
(1979), p. 196.
2.3. Los cuerpos de la luz 551
24
«Crónica de una década»: «Η ασηψία του ήλιου, που “υλικά” την αισθανόµαστε και µες στον
ασβέστη, όπως τον χρησιµοποιούν οι γυναίκες των νησιών όταν χρίζουν τα σπίτια τους, είναι άλλος
ένας τρόπος ν’ αντιληφθεί κανείς την ανταπόκριση που υπάρχει ανάµεσα στο “φυσικό” και στο
“νοητό”, ανάµεσα στο σώµα του ανθρώπου και στις άπειρες προεκτάσεις του. Αντιποίηση στο
Τερατώδες, από το ένα µέρος. Και από το άλλο: Φύση µε ανθρώπινη προσωπικότητα. Η ελληνική
φύση, από ένα τέτοιο δρόµο, πάντα θα µπορεί να συµβάλλει. Σαν αόρατος Ζυγός, που δεν είναι
ακριβώς το “µέτρον”, όπως συνηθίζουµε να λέµε, ούτε, πολύ περισσότερο, ένας “µέσος όρος”, αλλά
µία βοήθεια, ένα στήριγµα, µία κρίση, ώστε, σε έσχατη ανάλυση, το θαύµα που θα επιτελέσει ο
άνθρωπος να µην είναι απάνθρωπο. Να µην είναι συντριβή του Θεού η θέωσή του», ELITIS, O.
(2000), p. 453.
25
A modo de ejemplo podemos citar un poema comentado en el capítulo anterior, «Origen del
paisaje o el fin de la piedad», en el cual la experiencia dilatadora del instante es desencadenada por el
vuelo de una golondrina en el cielo del mediodía.
552 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
26
«Και προσθέτω: η σκια σας / είναι σύµβουλος κακός· / βαδίζετε πάντοτε / κάτω από τον
κατακόρυφο ήλιο. // “Άνευ ορίων άνευ όρων”», ELITIS, O. (2002), p. 401. La frase entrecomillada
pertenece a un poema de Andreas Embiricos. Es significativo que el poema que sigue a éste en María
Aefeli, «Alta Tarquinia», hable precisamente de lo erróneo de la perspectiva occidental ―lo cual
2.3. Los cuerpos de la luz 553
significa renacentista― en pintura, de lo equivocado de las proporciones que pretenden engañar al ojo
imitando tridimensionalmente ―generando pues sombras y doblando los objetos en virtud de una
presunta mirada externa, sol jerárquico de un sentido, que lo examina en su totalidad― la percepción
de lo real, así como de la necesidad de utilizar sólo una mirada intratextual ―por decirlo de algún
modo―, como si no existiera diferencia entre contemplador y contemplado, sino que la imagen se
generase en el mismo proceso de la visión. Elitis asocia este valor estético griego y arcaico (dado que
aquí habla de la necrópolis etrusca de Tarquinia) a la pureza moral y espiritual, a la indemnidad de la
vida, y a la alteridad sígnica de la muerte, contra la degradación tecnocientífica y belicista (esclava,
pues, de la historia) de Occidente, cfr. Ibidem, pp. 400-404.
27
Hay que tener en cuenta que tanto Elitis como el resto de miembros de su generación prestaron
especial atención a las teorías, absolutamente deterministas, de Yanópulos. En su afán por encontrar
«el verdadero rostro de Grecia», como dirá el propio Elitis, y trasladar sus condiciones a la expresión
y la poesía, ensayistas como éste, cuyo tono solemne, exaltado y decididamente romántico habría
tenido dificultades para encontrar eco entre los vanguardistas de cualquier otro país, resultaron una
referencia fundamental. Su obra fue de hecho recuperada por la Generación del 30, a la que pertenece
Elitis, con el monográfico que le dedicaron en 1938 dos de las más importantes revistas literarias de la
época, Τα Νέα Γράµµατα (Las nuevas letras) y Νεοελληνικά Γράµµατα (Letras neogriegas), cfr.
DSIOVAS, D. (2006), p. 73.
28
«Την Φύσιν αυτήν ειδικώτερον µάλιστα κατά την ξηροτάτην και ηλιοκαεστάτην της ώραν, όταν
ο ήλιος µε πάγχρυσα πυρακτωµένα βέλη κυνηγά και διώκη τα ανθρωπάρια από τους τόπους του
απέφθου κάλλους, όπου εξελίσσονται τα θεία οράµατα […]. Όταν µένη µόνης της και επ’ αυτής
φαίνονται µόνον τα µάρµαρα και από τα πάµφωτα στέρνα της, όπου µεθύει το πάγκαλον φως, φεύγει
µόνον το µελαγχολικόν κουδούνισµα των θεοξήρων χόρτων. Και εννοώ αυτήν την φύσιν και κατ’
αυτήν την ώραν, διότι τότε και τότε µάλιστα, αναφαίνεται δυνατώτερον, γυµνόν το κάλλος της»,
YANÓPULOS, P. (1988), p. 38.
554 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sucedía con las hendiduras, los blancos o las sensaciones, que lo griego está
actuando. De ahí que en varios pasajes de su obra Elitis hable de la ausencia de los
mediodías o de la incapacidad de los hombres para comprenderlos e interpretarlos,
para construirse sobre sus reflejos, como el signo de una modernidad opaca, cerrada,
decadente, dominada infranqueablemente por la historia y sorda a las posibilidades
revirginizadoras de la poesía, compendiadas en este nuevo eje intersticial. Sucede en
el primer poema de María Aefeli, «El bosque de los hombres», donde la heroína nos
sitúa en el seno de una modernidad confusa y hormigueante que ha restado todo
valor a Grecia, a la poesía y a los mediodías, configurándose así como un particular
tiempo de indigencia: «Poeta chicharra mía abandonada / ya nadie tiene mediodía: /
borra el Ática y ven junto a mí»29. El poeta, una criatura del mediodía, que canta y
origina el mediodía (la chicharra es un animal emblemático en la poesía de Elitis),
debe hacer lo que aproximadamente describía Yanópulos y, veremos, describirá
también Elitis como tarea del sol: aniquilar el Ática ―pues era a esa región a la que
hacía referencia― con la potencia de su luz, reproducir pues con la palabra ―la
palabra griega que habla ya, como hemos visto, dentro de la transparencia, que es
dicha por ella― la borradura y la retracción que se desencadenan en el mediodía. Por
ello acaso en el poema «Ad libitum», de Tres poemas bajo bandera de conveniencia,
la inexistencia del mediodía, o la desatención respecto a él en la que vive la
civilización tecnocientífica occidental, se vincula directamente a la incapacidad para
hablar en griego, o responder en griego, de los hombres, así como a su
desconocimiento de los rudimentos de una escritura griega; es en definitiva su ethos,
estético y existencial ―cuyas derivaciones saturan todo el campo de la
experiencia―, el que ignoran, motivo por el cual no pueden ya conspirar contra la
linealidad del tiempo o efectuar una borradura productiva de la historia: «grito en
griego y nadie me responde // es que ya a nadie le importa / qué quiere decir reflejo
del mediodía / cómo y por dónde se apoya la omega en la alfa / quién a fin de cuentas
desconecta el Tiempo»30. Asimismo, en el Axion Estí, el alejamiento extremo del
mediodía ―su inversión en la medianoche que, como veremos, se opone como
espacio del misterio occidental, según Elitis, al misterio griego manifestado a plena
luz en el mediodía, en la indecidibilidad de la transparencia― marca, en «La
Pasión», la cima del dolor y de la clausura entre los muros de la historia. Sucede en
el salmo duodécimo, cuando el Poeta, enajenado en este territorio extranjero,
reclama en el interior del sueño la presencia de un mediodía repleto de reflejos de
29
«Ποιητή τζιτζίκι µου εγκαταλειµµένο / µεσηµέρι δεν έχει πια κανείς· / σβήσε την Αττική κι έλα
κοντά µου», ELITIS, O. (2002), p. 364.
30
«Φωνάζω ελληνικά κι ούτε που µου αποκρίνεται κανείς // είναι που πλέον δε νογάει κανένας / τί
παέι να πει αντανάκλαση µεσηµεριού / πώς κι από πού ακουµπάει τ’ ωµέγα στο άλφα / ποιος εντέλει
αποσυνδέει τον Χρόνο», Ibidem, p. 466.
2.3. Los cuerpos de la luz 555
35
Las cuales, sin embargo, determinan ya la ocultación o la retracción del sol-sentido en la medida
en que se graban, sustrayéndose por tanto al dominio de cualquier sujeto que pudiera trazarlas de
acuerdo con un querer-decir previo, sea éste Dios, el propio Poeta, o el sol soberano desde las alturas
del cielo.
36
Salmo decimoctavo: «Χτυπά η καµπάνα του µεσηµεριού / κι αργά στις πέτρες τις πυρρές
χαράζονται τα γράµµατα: / ΝΥΝ και ΑΙΕΝ και ΆΞΙΟΝ ΕΣΤΙ», ELITIS, O. (2002), p. 171. Como ya he
adelantado y explicaré más adelante, la palabra νυν, el ahora en que se está produciendo la inscripción,
reproduce de algún modo escrituralmente la operación de apertura que lleva a cabo el mediodía: la
ípsilon que divide en dos partes iguales la palabra, y que actúa no pocas veces como isomorfa de los
hiatos y de la poesía, parece abrir intersticialmente, como el mediodía secciona indecidiblemente el
día en que se inserta ―a la vez adentro y afuera de su estructura―, a una alteridad que rompiera la
secuencia monótona y simétrica y nos trasladara a un lugar otro, al puro tener lugar de la escritura.
37
Teniendo en cuenta que unos versos atrás el poema decía: «En la cal ahora mis Leyes verdaderas /
encierro y confío» («Στον ασβέστη τώρα τους αληθινούς µου Νόµους / κλείνω κι εµπιστεύοµαι»,
Ibidem, p. 171), y que la cal, como hemos visto, es para Elitis una hipóstasis del sol, no sería extraño
pensar que esta inscripción hecha por el sol ―por un sol nuevamente retraído, doblado en dicha
escritura y legible sólo desde allí―, sobre cuya hendidura ha de surgir el nuevo cosmos, es la nueva
ley «verdadera» a la que se refiere.
2.3. Los cuerpos de la luz 557
38
Tal como ha señalado Iulita Iliopulu, en uno de los poemas de El Árbol de Luz y la decimocuarta
belleza («Sobre la República») aparece otro mediodía con esta cualidad de himen desencadenante de
un paraíso o utopía poética y sensorial. El mediodía hace posible a lo largo de toda la obra elitiana, en
su opinión, aproximarse a lo inaccesible ―lo cual no puede dejar de remitir a la re-velación de que
venimos hablando aquí, así como a la mímesis de lo imposible―, a la vez que abre a una nueva
visibilidad, cfr. ILIOPULU, I. (1991), p. 858. En el poema en cuestión, ambientado en pleno mediodía:
«Pesaba el mediodía y aquello que llamamos pensamiento latía en el grano de la uva negra a punto de
estallar» («Πλάκωνε το µεσηµέρι και αυτό που λέµε σκέψη µες στη ρώγα του µαύρου χτυπούσε
σταφυλιού να σπάσει», Ibidem, p. 210), se produce un sueño erótico donde comparece
sintomáticamente la figura de una muchacha, epifanía espectral que pone en marcha los sentidos y
construye sobre esa sucesión de intersticios (el blanco, el mediodía, la muchacha, la sensación) la
liberación imaginal (una de las figuras principales es la apertura de una jaula que había permanecido
cerrada durante siglos) que puede conducir a construir una nueva utopía, las leyes de una nueva
república poética y griega fundamentada sobre la revelabilidad del infinito que constituye la
transparencia y que es, también, una textualidad. Resulta claro en los últimos versos, donde la
visibilidad (que conduce a la invisibilidad del infinito en el traspaso) es total, y unos signos se
muestran a través de otros: «Con frenesí seguí escribiendo “Sobre la República” en el extremo arrobo
del azul infinito / Y en las grandes hojas transparentes Se manifestaron por un instante las islas y
aún más alto en el éter los modos todos que tenían de volar los pájaros peldaño a peldaño hasta el
infinito» («Με µανία συνέχιζα να γράφω “Περί Πολιτείας” µες στην άκρα κατάνυξη του απέραντου
γλαυκού / Και στα διάφανα µεγάλα φύλλα Μία στιγµή φάνηκαν τα νησιά και ακόµα πιο ψηλά µες
στον αιθέρα οι τρόποι όλοι πού ’χανε να πετάνε τα πουλιά σκαλί σκαλί ως το άπειρο»), Ibidem, p.
211.
39
«Rodamón y Hebe» (Al oeste de la tristeza): «Γίνεται µεσηµέρι / Ώρα της κρίσεως», Ibidem, p.
579.
558 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
muerte como condición de, por una parte, su resurrección siempre diferida y, por
otra, la indemnización autoinmunitaria que ha de convertirlo en un signo volcado
hacia su afuera ―la muerte como archiespaciamiento―, en un espectro más vivo
que la propia vida. Eso es lo que hace el mediodía con Grecia: desrealizándola y
aniquilándola, volviéndola invisible y sometiéndonos respecto a ella a una ceguera
diríamos poiética, la constituye en lo que realmente es, intersticio y nada, hiato,
construibilidad pura como el propio sol, heliotropismo en el más amplio sentido. Así
lo explica Elitis en la traducción y adaptación de un texto ajeno, de su amigo E.
Tériade, que figura entre sus ensayos de En blanco: «El verano griego según E.
Tériade»40, donde parece desarrollar, con ayuda de estas palabras prestadas ―que tan
bien se adecuan a las consideraciones que subyacen en toda su obra―, su teoría del
misterio oriental que arrebata Grecia en esta hora del día41. Como queriendo
reduplicar la intersticialidad del mediodía, se trata aquí de un mediodía de verano,
mitad del día en la mitad del año (el verano es la estación predominante en la poesía
de Elitis). El sol sumerge a Grecia entonces en la transparencia, la realiza
invisibilizándola en el gesto griego primordial: un salir de sí, un exceso del propio
ser que parece conducirla a su cumplimiento: «Poco a poco, en pleno verano, la luz
aniquila Grecia. Engulle las islas, neutraliza los mares, inutiliza los cielos. Ya no se
ven siquiera montañas, ni árboles, ni ciudades, ni tierra y agua. Todo se ha
esfumado»42. Grecia se convierte así en el espacio de su propia retirada, trazada
sobre la huella de su no ser ya aquello que era, de su no ser ya aquello que puede ser
(que puede ser el ser), identificada con la pura mediaticidad de la luz que es visión
plena y, por tanto, completa invisibilidad. Ha sido el sol, retracción esencial a su vez,
40
Incluido en «Las pequeñas épsilon» y fechado seguramente en 1992, cuando apareció el volumen
que contiene esta colección de ensayos. E. Tériade (nacido Stratís Elefceriadis), natural de Mitilene,
amigo íntimo de Elitis, fue uno de los más importantes críticos de arte y mecenas de las vanguardias
de la primera mitad del siglo XX (fue editor de algunas de las más importantes revistas surrealistas,
como Minotaure) desde su cuartel general en Francia, adonde se trasladó muy joven. Él es el autor del
texto traducido y adaptado aquí por Elitis, que sin embargo comento como parte de los ensayos y
reflexiones de éste último por lo que tiene de sintomática su integración en el corpus de las notas y
digresiones del libro En blanco, casi todas las cuales aluden a elementos de su propia poética o
estética. Entiendo además que, integrando dicha traducción ―que es, asimismo, una reescritura― en
esta serie, Elitis está suscribiendo el texto, y por tanto, situándolo en el interior de lo que
denominaríamos ―de un modo, eso sí, siempre problemático, como este mismo caso demuestra
perentoriamente― el corpus de su obra, es decir, el de los textos que aparecen de un modo u otro bajo
su firma. Por otra parte, la doble firma de esta reflexión sobre el verano griego ―en uno de los casos a
cargo de un griego, Tériade, que habita en el extranjero como un europeo más y difunde allí una
imagen cuasi fabulosa de su nación― pone de manifiesto la extraordinaria difusión de lo que he
querido llamar el «mito mediterráneo», que es sin duda también un mito griego de larga genealogía,
en esos años e, incluso, hasta hoy mismo.
41
Y, sin embargo, sintomáticamente, se habla en él también de una estética griega, de los mutuos
condicionamientos y determinaciones entre la naturaleza y la expresión en aquel país.
42
«Σιγά σιγά, µες στο κατακαλόκαιρο, το φως αφανίζει την Ελλάδα. Χωνεύει τα νησιά,
εξουδετερώνει τις θάλασσες, αχρηστεύει τους ουρανούς. Μήτε που βλέπεις πια βουνά, µήτε δέντρα,
µήτε πολιτείες, µήτε χώµα και νερό. Άφαντα όλα», ELITIS, O. (1993), p. 215.
2.3. Los cuerpos de la luz 559
quien ha instaurado este ámbito que, lejos de sancionar un sentido, desrealiza los
objetos para generalizar el dominio del puro traspaso, la metaforicidad que
constituye su misma condición. La figura de la deglución, frecuente imagen mística,
llevada a cabo aquí por la luz que viene a sustituir en su identificación con la
revelabilidad a cualquier instancia teológica, remite a cierto universo apofático en el
que acaso podríamos, de una u otra manera, situar el texto43. ¿No se deja leer, en el
campo semántico de la aniquilación, la ceguera, la luz sobre-natural ―más natural
que la natural en la medida en que precede al sol que presuntamente la emite, y sirve
para re-velarlo―, o la absorción del ser más allá del ser, el rayo de tiniebla de
Dionisio Areopagita? ¿No se encuentra el sol en la posición de ese Dios elusivo que
engulle el ser del hombre en el camino por el que éste lo busca, sin acabar jamás de
presentarse si no es en una zona de secreto que ha rasgado ya, inutilizándolo y por
tanto aniquilando los ojos que lo anhelan, el himen de la escritura? ¿No se constituye
el sol griego soberano del mismo modo en promesa, instancia hecha posible
heliotrópicamente ―es decir, teniendo en cuenta siempre un antes de sí mismo, un
sol más allá del sol, un doble o una huella cuyo infinito espaciamiento resulta
crucial― en la misma mediaticidad que lo persigue? ¿No se encuentra la verdadera
experiencia religiosa o griega, que no puede ser más que experiencia poiética, en el
magma indistinto de la luz que retrae infinitamente al sol y se identifica con el retejer
incesante del himen, con la escritura, la textualidad o la metaforicidad que
simplemente nos comunican con la alteridad vacía ―digámoslo así― de lo Abierto?
La transparencia operada por el sol ―un sol que nunca vemos en sí mismo, que nos
sitúa así ante los umbrales de su propio secreto o, mejor, que nos dice lo
emblemático de su propia condición metafórica, su no ser lo que parece― es la
verdadera revelación, la única posible: revelación de la pura revelabilidad. No hay en
el sol elitiano, en consecuencia, sobreesencialidad como en el Dios apofático de
Dionisio: se trata más bien de lo que, ocultándose ―ocultándose tras la
indecidibilidad de la transparencia o la escritura que a la vez lo generan y son
generados por él―, generaliza el esquema de una significancia no basada en la
esencia o presencia de objeto alguno ―en las sombras de significado producidas por
su manifestación―, sino en la perpetua construibilidad y la excentricidad metafórica
de un cosmos imaginal. Aun cuando su operación es formalmente apofática,
podríamos acaso relacionarlo, incapaces de desvincularlo de la luz transparente que
lo circunda y lo esconde ―que lo da a ver en su invisibilidad, en la invisibilidad―,
con el concepto derridiano de khora, isomorfo como recordamos más arriba de la
43
Esta imposibilidad de ver en el seno del mediodía griego, ¿no es en realidad una de las
conjugaciones del verbo µύω (cerrar los ojos) que se encuentra en la etimología de la palabra
«mística»?
560 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
serie de los hiatos, o bien con la huella que no se deja reducir, según estamos viendo,
por ningún dualismo o monismo griegos.
En medio del espacio cegador de un mediodía inconfundiblemente ático,
prosigue el texto, Grecia sigue revelándose: fuera ya de sí, se convierte en la Grecia
ideal, la que no está en los mapas, la que resulta irreductible al telos de la historia y
se configura como pura diferencia y elusividad solar, metafísica que es una
metafórica al sustraerse a toda promesa de una esencia más allá de la esencia; pues
no estamos, evidentemente, ante una Grecia otra como eidos o idea pura, sino ante
una imaginalidad que se reteje siempre más, pespunteada por criaturas imposibles
que convierten la διαφάνεια en la omnipresencia del φάσντασµα y, por tanto, en el
dominio exclusivo de lo fantástico: «En medio de la transparencia, más transparente
aún, más blanco, el Partenón justifica mistéricamente su existencia en el instante en
que el mediodía ático alcanza su intensidad máxima y sólo circulan neraidas por el
espacio cegador. La Grecia inexistente en los mapas»44. Mimetizado por esta luz
desrealizadora, lo imposible habita, pues, equiparado a un Partenón blanco que
duplica en sus mármoles el gesto de la transparencia, en el ámbito de la
metaforicidad y la poiesis. Sancionado por una continuidad en la historia ―el
Partenón― que funciona como huella que lo religa siempre a sí mismo, a su propia
suprahistoricidad, lo griego se transforma aquí en el magma del puro exceso que se
identifica con el dominio de la imaginación, con el tercer estado surrealista o con la
superrealidad que remite a una sobrenaturaleza construida y construible o, más bien,
autoconstruida y autoconstruible por la sola virtud de la luz griega. Dicha luz es, por
tanto, a la vez natural ―o, más bien, más natural que lo natural, aniquilación y
redención (el «Juicio») de la naturaleza, reconstrucción poiética e indemnizadora de
la vida y del tiempo de la vida, así como huella que precede a toda manifestación o a
toda escritura, que siempre está ya ahí cuando hablamos en griego― y artificial, en
la medida en que se desprende de la escritura del sol y se refiere siempre a una
anterioridad metafórica que la desencadena pero, reinscribiéndose en su movimiento,
no la satura ni la excede (Grecia, el mismo sol, lo fantástico, el mediodía). De ahí
que el «Juicio», como en las experiencias de unión con Dios o con el Totalmente
Otro de los místicos, resulte siempre en una recreación o restauración: a la
aniquilación del mediodía, a la muerte del dios que, según Eckhart, es necesaria para
ascender en el rayo de tiniebla y desapropiarse encontrando al otro de sí mismo, le
sigue un restablecimiento ―restablecimiento que es también el de la visibilidad del
sol en el crepúsculo― que, tras el paso por la nada, no puede sino adquirir los
44
«Μέσα στη διαφάνεια, πιο διάφανος ακόµη, πιο λευκός, ο Παρθενώνας δικαιώνει µυστηριακά
την ύπαρξή του την ώρα που το µεσηµέρι το αττικό φτάνει στη µεγαλύτερή του ένταση κι όπου
µονάχα νεράιδες τριγυρνάν µες στο θαµπωτικό διάστηµα. Η Ελλάδα στους χάρτες ανύπαρχτη»,
Ibidem, p. 215.
2.3. Los cuerpos de la luz 561
45
«Κι όµως, το ίδιο αυτό φως, το αστραφτοβόλο, το καταιγιστικό, το επίµονο, που αναιρεί την
Ελλάδα µες στα µεσηµέρια, την αποκαθιστά πάλι το ηλιοβασίλεµα κάτω από τα φαντασµαγορικά
πυροτεχνήµατα του δειλινού και αργότερα κάτω από την τρυφερή παρουσία της Σελήνης. Τότε
ξαναβρίσκει τον εαυτό της η Ελλάδα. Ξαναγίνεται αυτό που πραγµατικά είναι. Ξαναπαίρνει στους
χάρτες τη θέση που της αξίζει. Θέλω να πω τη θέση των ονείρων», Ibidem, pp. 215-216.
46
Se trata de un poema incluido en Los medio hermanos y fechado en 1971, el año de publicación
de El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza. Es lógico pensar, por consiguiente, que se encuentra
bajo la influencia del desarrollo de la «metafísica solar».
47
Aparentemente, según la lectura de Eri Stavropulu (cfr. STAVROPULU, E. (1997), pp. 39-40), este
paraíso se refiere a un pasado mítico y remoto. Sin embargo, ¿no podríamos leer la cualidad de
reorigen constante que en el mediodía o en cualquiera de los hiatos de que venimos hablando
consigue repetir el proceso de fundación de una utopía griega? ¿No es Grecia en este aspecto una
constante autorreconstrucción o auto(rre)construibilidad? Desde este punto de vista, los pasajes que
tipográficamente aparecen marcados por una sangría no supondrían sólo el relato de un presente
miserable en que se encuentra sumido el poeta, alejado ya del paraíso original, como quiere
562 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
precisamente en esa «hora del juicio», con los reflejos de un sol elusivo ―que se
deja leer sólo en los fulgores que provoca― sobre el mar: «Refulgían las piedras de
sal y en la gran / mudez del mar al mediodía nada»48. La luz opera de nuevo una
desrealización materializada en el silencio o la nada de la transparencia, en la
imposibilidad de ver o de detener la mirada sobre alguna superficie. El poeta
confiesa entonces haberse desprendido, como un asceta, de todo contenido, y estar,
acaso como el paisaje que acaba de describir, sumido en el espaciamiento que espera
una revelación surgida de su interior, originada por las mismas condiciones de su
naturaleza49. Pero es el mismo mediodía, el sol que abre implacablemente la tierra y
la castiga, que vulnera las leyes físicas, el que ha reconstruido ya, en la irrealidad de
la luz y del momento, en la intersticialidad que determina, el espacio griego como un
paraíso, la naturaleza griega como una sobrenaturaleza fantástica donde las gaviotas
se han convertido en ángeles de una mediaticidad que se extiende a todo el campo de
la percepción: «El sol rompía piedras y los ángeles graznaban en lo alto»50. Dios, la
inaprensibilidad pura, es aprensible entonces en el aire, que se convierte en mímesis
de lo imposible, médium de un traspaso que nos pone en contacto con lo abierto y
reteje nuevamente una serie de figuras irreales, elusivas, espectrales e
irremisiblemente diferidas ―las muchachas que son también otro cuerpo de la luz y
que retrazan la blancura del himen que re-vela el paraíso―; el milagro eterno
(iterable) del mediodía se localiza por encima de la fortaleza griega de Megalo
Castro, es decir, en el ámbito de un sol griego que se elide en su propia taumaturgia
―que rehúsa ser nombrado y sólo admite esta marca geográfica de su genealogía―
y que se encuentra siempre en «otro lugar», irreductible a la noción misma del lugar
―pues, como dice el texto, el milagro apenas si «sucede», es decir, es el propio tener
lugar― y referido oscuramente a un heliotropo que ha de desencadenar un mensaje
decible sólo en griego: «Se captaba a Dios en el aire / Olía a abeja y lluvia de ayer en
la montaña / Durante un instante cantando pasó a tu lado aquella que habías visto /
Stavropulu, sino la repetición de las condiciones previas a uno de los renacimientos ―gracias en este
caso a la poesía, la escritura o, como dice en la última estrofa, la lágrima transparente, isomorfas todas
del mediodía o la luz griega― de dicho paraíso, la descripción de otro espacio de revelabilidad.
48
«Φέγγαν οι αλατόπετρες και στη µεγάλη / Αλαλησιά του µεσηµεριανού πελάγου τίποτα», ELITIS,
O. (2002), p. 350.
49
Del mismo modo que son las mismas condiciones naturales de Grecia ―reveladas enseguida
como sobre-naturales― las que operan la transmutación de la transparencia y el surgimiento del
paraíso. Un paraíso naciente y autoconstruido que viene simbolizado a la perfección por la emersión
de nuevas tierras tras la erupción del volcán de Santorini. Ese mismo proceso habrá de producirse en
el interior del poeta en un presente que necesita reproducir las condiciones de ese viejo paraíso auroral
por medio de la escritura y la poesía: «Así por haber vivido contra / Lo venidero y no haber / Recibido
nada por fortuna / Sino mis manos todas / Ahora de nuevo sonaba / Solitario como el asceta / Antes de
que de sus entrañas emerja una Nea Cameni» («Έστι για νά ’χω ζήσει αντίθετα / Στα ερχόµενα και να
µην έχω / Λάβει τίποτα ευτυχώς / Παρεχτός από τα χέρια µου όλα / Τώρα πάλι ακούγοµουν /
Καταµόνας όπως ο ασκητής / Προτού ανεβεί απ’ τα σπλάχνα του µία Νέα Καµµένη»), Ibidem, p. 350.
50
«Σπούσε πέτρες ο ήλιος και ψηλά κρώζαν οι άγγελοι», Ibidem, p. 350.
2.3. Los cuerpos de la luz 563
Volvamos sin embargo atrás por un instante. ¿Posee este sol soberano del
cosmos griego, dueño de su propia metafísica, operador de la transparencia, el
carácter de un origen de toda visibilidad? ¿Se sustrae a la lógica que, al menos
aparentemente, instaura? ¿Sería visible fuera de su luz? ¿Puede considerársele, en
puridad, anterior a lo que el mediodía o la metafísica solar determinan como su
producto? Es posible que en las páginas anteriores, así como en sus correspondientes
ejemplos, se encuentren las respuestas a todas estas cuestiones. Respuestas
atravesadas siempre por una indecidibilidad que a su vez responde, diríamos, por
ellas. Postular un sol externo, presente y previo a la escritura, a la textualidad que
configura, paradisíaco o no, el cosmos griego, significaría ya romper o reabsorber la
serie de los hiatos que viene guiando, heliotrópicamente también, hay que decirlo,
esta lectura. Contamos ya no obstante, pues, desde el principio con el sol, con un sol,
con la huella de un sol que es también su irreductible vacío o retracción y nos
impulsa a girar en busca de una delimitación, desde este lado de la escritura, desde la
superficie abierta del heliotropo, de su figura elusiva. El sol que en su retirada ha
originado la necesidad, el desencadenamiento de esta escritura, por tanto, no sería
visible, no existiría, en definitiva, fuera de ella. ¿No estamos ya, pues, desde el
primer momento ante un origen que, reinscribiendo en cada aparición la lógica de la
huella, apenas si puede configurarse como reorigen? ¿No se presenta el sol,
indecidiblemente, como producto de aquello que presuntamente ha venido a
producir, no se somete a la misma lógica que funda, no gira en suma en torno a sí
51
«Το Θεό τον έπιανες µες στον αέρα / Μύριζε µέλισσα και χθεσινή βροχή βουνού / Μία στιγµή
τραγουδώντας από δίπλα σου περνούσε κείνη που είχες δει / Στον κήπο µε τις αυταπάτες και όµως
ούτε που άγγιζες // Αλλού. Είναι αλλού / Που το θαύµα το αέναο γίνεται / Πάνω από το Μεγάλο
Κάστρο / Το χέρι αυτό που θα γυρίσει / Στους καιρούς πίσω τ’ άχρηστα / Θ’ ανοίξει σαν ηλίανθος /
Και δροµείς µε την ελληνική λαλιά θα παν το µήνυµα», Ibidem, p. 351.
52
«Περαστικός ένας µικρός Ιούλιος µοίραζε / Τους Νόµους: ο καθείς και η λυγαριά του
διαλαλούσε», Ibidem, p. 352.
564 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
mismo, arrebatado también por un heliotropismo que establece siempre, se diría que
en círculo, una anterioridad más primitiva? La metafísica solar, cortocircuitada en su
propia denominación e incapaz de albergar una presencia plena o postular el telos o
el origen puro de un dualismo ―habitada a fin de cuentas por la huella― se
convierte así, como ya he dicho, en una metafórica solar. La transparencia o
visibilidad absoluta que según sus principios opera el sol en su cenit no es sino el
magma que, ocultándolo o retrayéndolo interminablemente, nos lo deja ver según un
proceso de re-velación. ¿Cómo ver el sol antes de la visibilidad? ¿Cómo no entender
por tanto que se encuentra siempre después de la luz que desprende, autoproducido
como Grecia o como el discurso en el mismo gesto de su producción? Y, por esto
mismo, ¿cómo no perderlo una y otra vez en una visibilidad que es demasiado plena
como para detenerla en el cabo de un origen o de un fin que puedan excederla?
¿Cómo no comprender que su luz, la luz, siempre le precede, está ya ahí cuando él
aparece, es precisamente lo que permite su inscripción y su (in)visibilidad53? De la
misma manera, Grecia sólo puede leerse a partir del entramado sígnico ―asimismo
transparencia, δια-φάνεια de la significancia― que la repite y que la constituye, que
brota de su potencia reoriginadora y se encuentra a un tiempo antes y después de
ella, desplegado y replegado sobre el eje de su intersticialidad. No hay un afuera de
la escritura pues para el sol, para Grecia, para el sentido o para el absoluto.
Pero si el sol se funde y se identifica con la plena visibilidad, con la pureza de
una visión que no admite otros y por tanto se torna en ceguera, es también porque
sólo él ve, y parece imposible contemplar (¿desde qué afuera?) la cualidad misma de
la visión: «El sol sabe. Desciende a tu interior para ver. Pues lo exterior / Es un
espejo. La naturaleza habita en el cuerpo y desde allí se venga / Tal como en una
ferocidad sagrada como la del León o la del Anacoreta / Brota tu propia flor /
llamada Pensamiento»54. ¿Cómo ver el ojo con que se mira? Y, sin embargo, la luz
que precede a toda mirada presupone ya el desdoblamiento que nos permite ver
aquello que no vemos, reinscrito como un simulacro cuyo modelo se retrae siempre
más. La aparición del sol, su descenso a nuestro interior «para ver» ―para ver por
nosotros, para ver lo que vemos, para ver-se en un movimiento que no puede cesar de
diferirlo―, es precisamente la generalización del εἴδωλον. No deja de haber un
posicionamiento rilkeano en esta doctrina de la exterioridad como reflejo ―como
imposibilidad sustancial, pues― y de la necesidad de una mirada sin objeto, tendida
53
La misma luz de la revelabilidad o de la palabra poética que Hölderlin ponía en marcha como
gesto de lo sagrado en la luminosidad antes del día ―y antes de la palabra― de «Como en día de
fiesta…».
54
«Palabra de julio» (Las Elegías de Oxópetra): «Ξέρει ο ήλιος. Κατεβαίνει µέσα σου να δει.
Επειδή τ’ απέξω / Είναι καθρέφτης. Μες στο σώµα η φύση κατοικεί κι από κει εκδικείται / Όπως σε
µίαν αγριότητα ιερή σαν του Λέοντα ή του Αναχωρητή / Το δικό σου λουλούδι φυτρώνει / που τη
λένε σκέψη», Ibidem, p. 568.
2.3. Los cuerpos de la luz 565
hacia lo Abierto como en la naturalidad sagrada del santo o del animal. Una mirada
que en realidad se anula ―igual que se anulaba en los términos la «metafísica solar»
o «metafísica física»―, que es mirada de sí, desplazamiento no objetual que, como
le ocurre al signo en el esquema de la significancia, no tiende hacia un otro definido
capaz de saturar la visión, sino hacia la absoluta alteridad que la somete a una
errancia infinita a través de la blancura de un espejo ―veremos más adelante la
frecuente asociación de la escritura al espejo en la obra de Elitis― que no hace sino
multiplicar sucesivos simulacros del mismo. El sol, que en tanto visión es quien ve
por nuestros ojos, sólo se nos ofrece pues como simulacro o imagen en un espejo,
como reinscripción que a su vez nos necesita para ver(se), como reflexividad de la
mirada que en su heliotropismo ―en su girar sin fin en torno a sí o reproducirse en
inagotables repeticiones― proclama simultáneamente la posibilidad y la
imposibilidad del ver. Toda mirada se convierte entonces en tránsito o en transporte,
en revelabilidad que espera sin esperanza un objeto de la visión, en imperio absoluto
de la metaforicidad que somete a elaboración poiética incluso al sujeto u objeto que
parecería dominarla desde su afuera.
No habría más que recordar los respectivos inicios de las secciones que en el
Axion Estí parecen proclamar ―o así lo afirman― la presencia tutelar del sol sobre
el cosmos griego para entender que en Elitis la luz o la transparencia, la mediaticidad
de lo metafórico, se encuentra siempre ya ahí antes de la aparición del sol que habría
de desencadenarla55. Ella es la garantía de toda inscripción, la huella o el
espaciamiento primordial que hacen de todo origen textual un reorigen56 y a la vez
abren a la posibilidad de la escritura. El propio poema, la expresión, como leíamos en
el «Discurso ante la Academia de Estocolmo», parecen trazarse sobre su superficie
que los compromete como testimonio. «Al principio la luz»57, dice el primer verso
del «Génesis» varias líneas antes de mencionar por primera vez al sol. Una luz que
ilumina ya el mar, el éter ―la esfera toda de la visibilidad―, antes de que su
presunta fuente comparezca reinscrita en el interior del Poeta, cegada pues en cierto
modo e inaccesible a una mirada directa. Pero, como si se tratara de una forma del
55
Sobre esta preexistencia de la luz, cfr. COCOLIS, X. A. (1984), p. 53. Asimismo, cabe recordar de
nuevo a Hölderlin en su concepción de lo sagrado o de la luz anterior al día como apertura ontológica
o revelabilidad de la promesa, luz que nos es más próxima que ninguna otra instancia, acaso porque
habitamos ya en ella. Resulta interesante a este respecto lo que dice Maurice Blanchot: «Le Sacré,
c’est le jour: non pas le jour tel qu’il s’oppose à la nuit, ni la lumière telle qu’elle rayonne d’en haut,
ni la flamme qu’Empédocle va chercher en bas. C’est le jour, mais antérieur au jour, et toujours
antérieur à soi, c’est un avant-jour, une clarté d’avant la clarté et de laquelle nous sommes le plus
proches, quand nous saisissons l’éveil, le lointain infiniment éloigné du lever du jour, qui est aussi ce
qui nous est le plus intime, plus intérieur que toute intériorité», BLANCHOT, M. (1972), p. 124.
56
Es ese mismo magma que, según hemos analizado en capítulos anteriores, permite que desde el
inicio del «Génesis» exista ya la posibilidad de la memoria o del pasado, o bien impide que el punto
cero de la historia que abre el texto sea algo más que un reorigen procedente de una borradura.
57
«Στην αρχή το φως», Ibidem, p. 121.
566 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
himen, esa luz que se presenta bajo la forma de «toscas gasas de éter»58 no se limita
sólo a mostrar sino que también oculta: lejos de constituirse únicamente en el espacio
sobre el que los objetos se trazan para llegar al ser, la visibilidad que instaura es en
su plenitud visibilidad cegadora, imposibilidad de ver las cosas o los entes en la
transparencia irreductible de los significantes, traspasabilidad de la significancia que
pone en eterna retirada los significados o las esencias en sí y por lo tanto retrae el sol
que podría reabsorberlos en la clausura del sentido. En su ocultación y en su
promesa, en definitiva, esta luz impone la evidencia de que habitamos ya, sin poderlo
evitar, en el seno mismo del heliotropismo y la metaforicidad. Su propia
irreductibilidad a un origen ―pues, ¿qué instancia anterior u ontológicamente
superior, es decir, exterior a ella, puede haber creado esta luz que se nos da desde la
primera palabra del texto, desde el inicio mismo de la locución, como
preexistente?― parece venir a reafirmarlo. Un inicio semejante regresa, podríamos
decir, en «El Gloria», como si el Axion Estí quisiera poner de manifiesto la
iterabilidad del origen, la posibilidad implícita de repetición de la originariedad de la
luz. Tras el paso por la oscuridad de la historia ―allí donde, bajo el dominio de los
significados y del afuera, la transparencia parecía abolida―, la acción del Poeta
recupera la anterioridad de la luz. A juzgar por los primeros versos de la sección, se
diría que la relación entre luz y escritura se halla aquí suspendida en la
indecidibilidad: si es la escritura griega, la poesía, la que ha logrado a lo largo de «La
Pasión» devolvernos a este claro donde la luminosidad se postula de nuevo como
fondo de toda inscripción, como origen e imposibilidad del origen (es decir,
universalidad del reorigen y de la huella, que determinan como repetición de una
escritura anterior ―en este caso el «Génesis»― toda originariedad de la luz), como
secundariedad irreductible que la convierte siempre, ya, en luz artificial59 (lo cual
vale lo mismo que decir sobre-natural), al mismo tiempo este fulgor prepara la
posibilidad de toda escritura, se sitúa antes del principio, antes de la «primera
plegaria del hombre»: «Loada sea la luz y la primera / plegaria del hombre grabada
en la piedra»60. Se traza en cualquier caso un curioso isomorfismo entre luz y
escritura, determinadas como apertura ontológica anterior al día o, mejor, como
medio en que todos los entes ―que se hallarán marcados así por la significancia de
lo transparente, por la exclusiva visibilidad de lo otro de sí mismos― deberán
58
«Γάζες αιθέρος τις αλεύκαντες», Ibidem, p. 121.
59
Pues, como hemos visto en uno de los capítulos anteriores, ¿desde dónde podría loarse la luz
originaria? ¿Desde qué anterioridad a sí misma, anterioridad sin duda escritural pues estamos en el
ámbito de un discurso, puede proclamarse inaugurada o presente? ¿No hay que presuponer siempre en
esta enunciación un sujeto o una escritura anteriores al origen, capaces de hablar desde antes de la luz
que les da nacimiento? ¿No hallamos aquí un proceso de ocultación e indecidibilidad semejante en
cierto sentido al que afecta al sol, también presunto dominador del discurso desde un afuera?
60
«Άξιον Εστί το φως και η πρώτη / χαραγµένη στην πέτρα ευχή του ανθρώπου», Ibidem, p. 172.
2.3. Los cuerpos de la luz 567
abrirse, habitantes ya de una textualidad indemne y antilineal por cuanto en cada uno
de ellos, en la inscripción que representan, estará diseminado el origen y el telos
―así como su imposibilidad― de un conjunto aprensible sólo rizomáticamente,
como simulacro de totalidad. Esta luz alabada por una voz indecidible y espectral
anterior a ella, anterior por lo tanto al propio discurso, funciona ya, en la medida en
que se identifica con la transparencia, como el intersticio o el hiato de un reorigen,
más concretamente como el mediodía61 en su calidad de «juicio» que marca los dos
tiempos del automatismo religioso: la muerte del dios ―en este caso del Poeta― y
su renacimiento o promesa de renacimiento sobre la khora o el desierto de la
revelabilidad. Todo el cosmos textual de «El Gloria», que es preciso identificar,
como hemos venido repitiendo, con Grecia, que reproduce en consecuencia en su
interior el gesto del reorigen o de la hendidura que le da nacimiento
―interminablemente―, se inscribe sobre este filo del mediodía que presupone, por
lo tanto, el eclipse de un sol, su ocultación bajo la trama del texto, el juego de
presencia-ausencia ―regeneración y retirada― que lo determina como metáfora de
metáforas. Pues, desalojado ya, como veremos, de la tutela del sentido que ha sido
encargada primero al Poeta y después, en este punto, a la misma escritura, es decir, a
la transparencia intersticial que habría de surgir de él, el sol comparece en la primera
estrofa sobre una doble secundariedad, re-velado bajo un repliegue o una
reduplicación del himen: elidido primero tras la (in)visibilidad plena de la luz, cuya
mención nuevamente le precede y, más tarde, subordinado en su movimiento, en su
trópica, a las criaturas que esperaríamos hallarle sometidas: «el vigor en el animal
que guía al sol / la planta que cantó y despuntó el día»62. No es el sol quien hace
visibles animales y plantas, por consiguiente, ni tampoco quien determina desde una
posición central su heliotropismo, sino que son ellos los que permiten la visibilidad
re-velada del sol y lo reducen a su vez a un heliotropismo que remarca su
secundariedad y su ineludible reinscripción en los márgenes.
En la misma línea, ¿qué es un «sol sin ocasos», tal como Elitis nos presenta la
muerte en el último verso de Las Elegías de Oxópetra, sino la omnipresencia del
mediodía, el pleno dominio de la metaforicidad, el archiespaciamiento que no nos
deja ver nada ―e impone, por tanto, la univocidad o unidireccionalidad de la
mirada― en una transparencia perpetua, la del otro del signo, como hemos llamado
en el capítulo anterior a la muerte? Abarcando todo el campo de la visión,
acaparando el sentido de la mirada, el sol se sustrae así tanto a la linealidad del
61
No olvidemos que, en el último salmo de «La Pasión», las letras trazadas en la piedra, de las
cuales «El Gloria» no parece ser sino una glosa o un efecto de transparencia y significancia, aparecían
en pleno mediodía.
62
«Η αλκή µες στο ζώο που οδηγεί τον ήλιο / το φυτό που κελάηδησε και βγήκε η µέρα», Ibidem,
p. 172.
568 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
tiempo que parecería condicionar su centralidad ―su salida y regreso que es también
salida y regreso de él y a él, en tanto origen y telos de la metáfora o la textualidad―
como a una trópica convencional que lo obligaría a hacerse visible en el declive del
atardecer y a iluminar, con ello, los objetos, desdoblándolos con una sombra y
proclamando su realidad y su clausura en la esfera del significado. La muerte,
isomorfa de la revelabilidad y la transparencia, es otra cosa: la persistencia del pleno
mediodía en lo que lo arranca a toda forma de presencia, la imposibilidad del ver
algo en medio de la plena visibilidad, la dirección única de la mirada hacia lo
Abierto y, en definitiva, la exclusividad del sol que, mirando lo otro, se mira a sí
mismo sin ver-se, configurado como un emblema de la búsqueda heliotrópica que se
retira en su propio buscarse. Es, por ello, el ámbito de la textualidad indemne que en
el esquema sígnico y metafórico, en las sucesivas retiradas sobre las que (se)
construye ―poiéticamente―, elude toda posibilidad de acabamiento.
La metafísica solar, pues, cuenta con un sol en perpetua retirada, y reproduce
en el fondo el gesto metafórico que domina contra su voluntad toda metafísica.
Jeffrey Carson ha planteado lateralmente esta cuestión al vincular el sol elitiano a la
Idea que brilla tan cegadoramente que no se la puede mirar63. Ello lo asociaría al
εἶδος que desde Platón sobrevuela y determina toda filosofía del ser. Un εἶδος que ya
contiene por lo demás cierto sentido metafórico, en la medida en que su
arquetipicidad lo sujeta desde el inicio a la repetición, a la remisión a un más allá de
sí que es reproducido como huella en cada una de sus manifestaciones, en cada uno
de los procedimientos inductivos que nos conducen inútilmente a buscarlo. El ser de
la metafísica se retrae en la Idea, es, del mismo modo que el sol elitiano, la
visibilidad que no se deja ver, el Uno que en su retirada pone en marcha el
heliotropismo del pensamiento o de la escritura cuyo objetivo es reducir
definitivamente esa huella en una posterioridad que jamás podría alcanzarse. Se diría,
pues, que esta lógica de la diferencia o de la metaforicidad de la physis fundante se
encuentra ya implícita, como la posibilidad de su propio desencajamiento, en el
mismo origen de la metafísica, tal como ha señalado en diversos trabajos Jacques
Derrida. La «metafísica solar» de Elitis, con el interminable desdoblamiento de un
sol nunca presente64, vendría en definitiva a reproducir este movimiento, con el
63
Cfr. CARSON, J. (1986), pp. 442-443.
64
En casi todos los movimientos iluministas, religiosos, místicos, en ocasiones incluso teosóficos o
filosóficos, puede observarse este desdoblamiento del sol que lo retrae más allá de sí mismo. Como si
el sol sensible y natural fuera en cualquier caso demasiado poco, como si apenas consistiera en cierta
garantía de conservación del secreto que viene a testimoniar, como si hubiera que reduplicar el
esoterismo, no deja de postularse otro sol, un sol inteligible e inaccesible que elude incansablemente
nuestros esfuerzos por atraparlo o por encontrarlo como presencia fuera del discurso heliotrópico que
no cesa de hablarnos de su retracción. Parte de ese discurso, y por tanto escritura que sólo viene a
mostrarse en lugar de otro, como invisibilidad sustancial pues del verdadero, es el sol físico, devenido
ya metáfora primordial.
2.3. Los cuerpos de la luz 569
añadido de querer ver en él un gesto griego o, por mejor decir, el gesto griego, aquel
que lo somete todo a la escritura y a la significancia, trazando la totalidad de la
experiencia, desde la que desata el discurso de lo humano, sobre una metaforicidad
capaz de situarnos repetidamente en el simulacro de origen que constituye la única
posibilidad de lo originario, así como en la excentricidad del giro que, lejos de querer
devolvernos a la propiedad del Uno, nos saca ―circularmente― de nosotros mismos
para someternos a lo infinito de una (auto)construibilidad poiética65. Pues no hay en
esta metafórica solar que parece abarcar todo el campo de la cosmovisión de Elitis
(¿cómo contemplar su cosmos griego si no es a esta luz, bajo y sobre este sol?), no
debe entenderse así, la implicación de que todas sus metáforas sean metáfora de una
sola imagen ―la luz―, o de que pueda delimitarse gracias a ese sol elusivo el
corpus de la metafórica elitiana66. No se trata de que todo aquello que su poesía
afirma y construye pretenda remitirnos por otras vías, por la vía del giro tropológico,
a la naturalidad o propiedad del sol o de la luz, sino de que esos mismos elementos,
en lo que tienen de originariedad indecidible, de magma que compromete toda
escritura, de huella siempre anterior a sí misma, se configuran ya, desde el principio,
como metáfora o artificialidad que difiere la physis o la reconstruye en una
sobrenaturaleza que indemniza los rasgos teleológicos y la mortalidad que asedian a
lo natural67. En este último aspecto, por tanto, sí hay remisión o diseminación
constante, en cada uno de los signos o las imágenes, del sol y de la luz, entendidos no
ya como referentes aludidos o significados, sino como emblemas de significancia,
apertura o alteridad ―hiatos que estructuran desestructurando toda su poesía―
trazados una y otra vez en el gesto de la escritura y repetidos, como todos los
miembros de la serie cuya circularidad nos está haciendo las veces de guía de lectura
―la cual se construye y se prolonga sólo en el propio avance de esta lectura que se
escribe, en su heliotropismo implícito―, en cada una de las figuras o los textos de su
65
El gesto griego de Elitis no sería ya, pues, aun cuando en el fondo sí lo sea ―bajo el mismo
nombre que opera como otro nombre u otra lengua― el gesto griego que la filosofía ha tematizado
como pensamiento del ser, al modo en que quería Heidegger. Una vez más, la grecidad de Elitis
parece configurarse como una grecidad judía, al Oriente de su propio Oriente. No es baladí, a este
respecto y a otros, el hecho de que Elitis escribe en griego y no puede dejar por tanto de responder,
como hemos visto y aún veremos abundantemente, a la prescripción o preinscripción que comparece
ya en sus propias palabras. Se trata de una experiencia aún más aguda que la que pueda ligar al resto
de lenguas europeas con sus étimos griegos.
66
Habrá que decir algo sobre esta cuestión cuando nos refiramos a la estructura del poema como
sistema solar.
67
No se trata, en definitiva, de que la poesía de Elitis esté articulada sobre una sola metáfora, en
cuyo caso habríamos vuelto ya de nuevo al ámbito de la presencia aniquilante del ser o de lo propio, al
espacio de una metafísica saturada que no requeriría la acumulación de imágenes o de escrituras para
paliar la ilegibilidad del fondo de imposible que es la verdadera propiedad de todo heliotropismo: «Si
no hubiera más que una metáfora posible, sueño en el fondo de la filosofía, si pudiéramos reducir su
juego al círculo de una familia o de un grupo de metáforas, incluso a una metáfora “central”,
“fundamental”, “de principio”, no habría ya verdadera metáfora», «La mitología blanca», DERRIDA, J.
(2003), p. 307.
570 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
obra. Se diría que son ellos, de hecho, como hemos sugerido respecto a la
transparencia más arriba, los que escriben esa obra y se escriben en ella. Pues no
podría rastrearse en la metaforicidad del sol elitiano un deseo de regresar, tras esta
salida al campo de los simulacros o los εἴδωλα que representa la poiesis o la palabra,
a un sentido total perdido en el camino, ajeno y anterior a la escritura o irreductible a
ella. Tras esta aurora oriental que desencaja originariamente el sentido, es preciso, de
hecho, como queda de manifiesto en la imagen de la muerte de «El último de los
sábados», eludir por todos los medios el telos del crepúsculo, impedir la clausura de
la propia metaforicidad del sol prolongando indefinidamente su trópica y perpetuar
el transporte de la metáfora en que todos habitamos68. Puede leerse en la lógica
elitiana de la transparencia y la metafísica solar, por tanto, una resistencia a la
asimilación occidental, una profesión de fe griega que pone en juego cierta falla
primordial de la metafísica ―punto, hendidura o quiebra que exceden la propiedad y
la clausura del racionalismo― para eludir la amenazante sombra de las Luces y,
(re)produciendo incesantemente lo que Derrida ha llamado la diferencia oriental,
convertirla en aquello que, sin quererlo saber, ya era: una metafórica cuya sintaxis,
incesantemente fértil (es decir, poiética), se apodera de todo el campo de la
experiencia para retraer sin término ―sin telos― la posible propiedad del sentido o
de la physis69.
68
Habla Jacques Derrida del deseo de la metafísica de reabsorber la metáfora en su verdad propia,
simbolizado en un trayecto entre dos soles, el oriental y el occidental. Sería tarea de Occidente, y de la
filosofía del ser, por lo tanto, hacer regresar a sí mismo, a su propiedad viva, el sentido dislocado por
el amanecer de la metáfora ―la cual tiende precisamente a esta reabsorción sin pérdida―, restañando
así la herida de la diferencia oriental: «El giro del sol se interpreta entonces como círculo especular,
retorno a sí sin pérdida de sentido, sin gasto irreversible. Este retorno a sí ―esta interiorización― del
sol no ha marcado solamente los discursos platónico, aristotélico, cartesiano, etc., ni solamente la
ciencia de la lógica como círculo de los círculos, sino también y al mismo tiempo al hombre de la
metafísica. El sol sensible, que sale por Oriente, se deja interiorizar, en el ocaso de su curso, en el ojo
y el corazón del occidental. Éste resume, asume, cumple la esencia del hombre, “iluminado por la luz
verdadera”», Ibidem, p. 308.
69
Podríamos establecer acaso, salvando las muchas distancias existentes, un paralelismo entre esta
metafórica solar de Elitis, que parte de un deseo ―falso o fallido, eso no nos importa aquí― de
imponer la par-ousia, es decir, la presencia de la esencia en el pleno mediodía, y acaba generalizando
la retracción del sol y en consecuencia la metáfora, con la siguiente descripción, a cargo de Jacques
Derrida, de lo que considera la invaginación de lo metafórico, a propósito de una célebre nota de
Heidegger. La metafísica y la metafórica se encuentran ya recorridas por un mismo trazo, como he
esbozado arriba: «El discurso metafísico no puede ser desbordado en cuanto que corresponde a una
retirada del ser, a menos que lo sea conforme a una retirada de la metáfora en cuanto que concepto
metafísico, conforme a una retirada de lo metafísico, una retirada de la retirada del ser. Pero como esa
retirada de lo metafórico no deja el sitio libre a un discurso de lo propio o de lo literal, aquélla tendrá a
la vez el sentido del re-pliegue, de lo que se retira como una ola en la playa, de un re-torno, de la
repetición que sobrecarga con un trazo suplementario, con una metáfora de más, con un re-trazo de
metáfora, un discurso cuyo reborde retórico no es ya determinable según una línea simple e
indivisible, según un trazo lineal e indescomponible. Este trazo tiene la multiplicidad interna, la
estructura plegada-replegada de un re-trazo. La retirada de la metáfora da lugar a una generalización
abismal de lo metafórico ―metáfora de metáfora en los dos sentidos― que ensancha los bordes o que
más bien los invagina. Esta paradojicidad prolifera y sobreabunda en ella misma», «La retirada de la
metáfora», DERRIDA, J. (2001), p. 58.
2.3. Los cuerpos de la luz 571
70
Ya el crítico Maronitis, como Elitis confiesa en la entrevista con Ivar Ivask, mencionó en su
momento la enorme transparencia o translucidez que regía las imágenes y los poemas de El Árbol de
Luz y la decimocuarta belleza. Objetos que dejan ver otros objetos, paisajes transparentes que remiten
siempre más allá (como en «El analfabeto y la bella», de Seis y un remordimientos por el cielo), la
materia que pierde opacidad y se abre dejando ver secretos que son un tránsito metafórico hacia otro
ámbito (el cuerpo del muerto que permite contemplar en su interior elementos naturales en
«Autopsia», también de Seis remordimientos…), etc. Esta sucesión encadenada de imágenes es en
efecto especialmente frecuente en El Árbol de Luz, pero también domina una general translucidez en
el Diario de un abril invisible, donde la irrealidad de la muerte sobrevuela casi todos los textos. Es
reseñable que una de las manifestaciones más evidentes de esta transparencia que afecta a todo el
universo en un momento de desencadenamiento concreto ―sea la causa la luz del mediodía u otro
intersticio cualquiera― es el aligeramiento y suspensión de grandes masas de materia, como las
montañas, que tienden a elevarse y sutilizarse imperceptiblemente. Sucede por ejemplo en el poema
«Versículos místicos», de Los medio hermanos, en la entrada «Domingo, 3M», del Diario de un abril
invisible, o en «Del inofensivo, del esperanzador, del intrépido», de Las Elegías de Oxópetra, donde
además un instante de revelación asociado a la muerte hace transparente el cuerpo del poeta, a través
del cual, se dice, se ven «cosas nunca antes desveladas», cfr. ELITIS, O. (2002), pp. 551-552. En todos
estos casos el mundo se desrealiza, como leíamos en el ensayo sobre el mediodía griego citado más
arriba, y las leyes físicas parecen suspenderse para dejar paso a unas leyes sobre-naturales, refundadas
sobre la lógica poética del instante, de la construibilidad griega y de la superrealidad.
71
Como si se tratara de remarcar y retrazar aun en las unidades más mínimas, diseminándolo por
doquier, el esquema general de la transparencia o, más bien, de lo transparente, encontramos a lo largo
de la obra de Elitis una serie de imágenes recurrentes que en ocasiones parecen aludir, indecidiendo
las esferas de la forma y el contenido ―como veremos enseguida que es característica de la propia
transparencia o de la luz griega―, al conjunto del poema en tanto estructura transparente u operadora
de la transparencia. Acaso la más importante de todas ellas, aunque no la más frecuente, sea el cristal,
vinculado directamente, en opinión de Elena Cutrianu (cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 205), a una
consideración técnica del poema que procede ya del surrealismo y que en Elitis adopta también la
forma del prisma (de donde el término elitiano poesía prismática). En textos como El monograma o
«Elegía de Grüningen», que sería demasiado prolijo citar, el cristal aparece operando en su
transparencia interesantes traslaciones de sentido, o bien emblematizando la fuerza misma de la poesía
como espectralidad irrompible a la par que sutil y abierta a una incesante imaginalidad ajena. Mucho
más frecuente es la gota de agua, que he mencionado en el capítulo anterior, símbolo según Lina
Lijnará (LIJNARÁ, L. (2002), p. 145) de lo femenino ―no hay que olvidar que he situado dentro de
este capítulo a las muchachas, o el eterno femenino, como uno de los cuerpos de la luz aliado según
veremos a la transparencia―, y evocadora asimismo de otras valencias enhebradas en la serie del
hiato: lo mínimo, el punto, lo poético, el círculo o el microcosmos. El propio Elitis confiesa en «Lo
público y lo privado» que la gota de agua representa para él, según la lógica de la analogía, el
concepto de transparencia: «Y, sin embargo, en ningún lugar encuentro tan nítidamente perceptible el
concepto de inocencia como en las hierbas aromáticas. Igual que el de claridad y transparencia en una
572 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
ensayos y poemas del autor, así como en el discurso crítico que se le ha dedicado.
Elitis le concedió, especialmente a partir de la década de los sesenta, una gran
importancia como factor griego que podía establecer de una vez por todas la
diferencia con el pensamiento y la filosofía occidental, enlazando a Grecia con todas
las disidencias que en el seno de la modernidad europea habían conspirado en busca
de una luz otra, purificadora y resacralizadora de los excesos de las Luces (o, más
bien, retrotrayendo todas esas disidencias a una suerte de espíritu griego inmemorial,
suprahistórico y subyacente a todos los intentos de un pensamiento humano integral
y trascendente, sagrado en el sentido hölderliniano y heideggeriano del término).
Además de la referencia inaugural en su discurso de recepción del Nobel ―que
implica que hablar o expresarse en griego es hacerlo ya dentro de la transparencia,
impulsados por ella, obligados a servirle de testimonio y, lo más importante, a
prolongarla en la escritura―, en «Analogías de luz», la entrevista con Ivar Ivask que
en la madurez de su carrera pareció servirle como manifiesto de poética ―y que, no
hay que olvidarlo, apareció por primera vez en inglés, en la revista norteamericana
Books Abroad, dirigida pues a un público occidental que se podía suponer ávido del
exotismo de un «color griego», es decir, de la insistencia en una singularidad
nacional frente a Occidente y la modernidad que en la propia Grecia sería recibido
gota de agua resplandeciente» («Κι όµως, πουθενά δε βρίσκω αισθητοποιηµένη µε τόση ενάργεια την
έννοια της αθωότητας όσο στα µυριστικά χόρτα. Όπως της καθαρότητας και διαφάνειας σε µία
λαµπερή νεροσταγόνα»), ELITIS, O. (1993), p. 348. Otras apariciones de la gota de agua asociada en
su transparencia a conceptos como el bien o la pureza ―vinculables asimismo a lo poético o a la
justicia de la intersticialidad del sol― se dan por ejemplo en «El sueño de los valientes» (donde,
encarnada en una muchacha llamada «Virtud», redime a un mundo clausurado sobre la oscuridad de la
historia), en «Versículos místicos» (donde se convierte en el medio dentro del cual pronunciar o
producir el milagro) o, particularmente, en el poema de María Aefeli «La gota de agua», que alude a
ella como el espacio de la totalidad en que, de acuerdo con la lógica del automatismo religioso o de la
resacralización poética ―que operaban ya, acabamos de verlo, en el mediodía―, el mundo se hace y
se deshace, la muerte es vencida e indemnizada y el cosmos se refunda según una infinita
(in)visibilidad: «Todo una gota / de hermosura temblando en las pestañas; / una pena transparente
como un monte Atos colgado del cielo / con infinita visibilidad / donde todo se hace y se deshace / se
arrodilla a la Muerte y se vuelve a levantar fortalecida / y cae de nuevo sin fuerzas se hunde en el
abismo. // Sola la gota poderosa sobre el abismo» («Όλα µία σταγόνα / οµορφιάς τρεµάµενη στα
τσίνορα· / µία λύπη διάφανη σαν Άθως κρεµάµενος από τον ουρανό / µε απέραντη ορατότητα / όπου
τα πάντα γίνονται ξεγίνονται / γονατίζει ο Χάρος και ξανασηκώνεται πιο δυνατός / και πάλι πέφτει
ανίσχυρος βυθίζεται στα βάραθρα. // Μόνη της η σταγόνα σθεναρή πάνω απ’ τα βάραθρα»), ELITIS,
O. (2002), p. 377. La última de estas imágenes de lo transparente puede considerarse una simple
variante de la gota de agua: la lágrima. Se trata en general de una forma de la revelabilidad o la
Anunciación: en «Elitónisos, vulgo Elitonisi» se dice como conclusión que «las lágrimas son también
/ Una patria que no desaparece. / Allí donde una vez brillaron ha llegado más tarde la verdad» («τα
δάκρυα είναι κι αυτά / Πατρίδα που δε χάνεται / Κει που γυαλίσαν κάποτε ύστερα η αλήθεια ήρθε»),
Ibidem, p. 352, y en «Comagene la desaparecida» su refracción del sol abre el camino hacia una nueva
conquista de lo sagrado: «Oblicuos pasan los rayos / A través de las pestañas, y hacen brotar un arco
iris / Sobre la lágrima salobre. Desde allí la luz de los Magos / Y el camino hacia el lugar donde la
Adoración puede / Adquirir otro sentido» («Λοξές περνάν οι αχτίδες / Από τα µατόκλαδα κι ίριδα
πάνω στ’ αρµυρό / Το δάκρυ βγάνουν. Από κει το φως των Μάγων / Κι η πορεία για κει όπου η
Προσκύνησις άλλο νόηµα / Ν’ αποκτήσει γίνεται»), Ibidem, p. 564. No hay que olvidar a este
respecto que la lágrima representa a la perfección la suspensión del lugar, la indecidibilidad entre el
afuera y el adentro, entre la forma y el contenido, que veremos enseguida encarnar a la transparencia.
2.3. Los cuerpos de la luz 573
72
«Είµαι υπέρ της διαφάνειας. Όπως έγραψα σ’ ένα µου ποίηµα, “πουλήθηκα για τη διαφάνεια”.
Σας είπα ότι επικρίνω τον ευρωπαϊκό ορθολογισµό, βλέπω µε σκεπτικισµό τον κλασικισµό του, και
αισθάνοµαι πως το ρήγµα που άνοιξε ο υπερρεαλισµός υπήρξε µία πραγµατική απελευθέρωση των
αισθήσεων και της φαντασίας», ELITIS, O. (1979), p. 200.
73
Así el situacionista Raoul Vaneigem, que en 1977 publicó bajo el pseudónimo Jules-François
Dupuis (el hostelero que firmó el acta de defunción de Lautréamont) una perspicaz y crítica Histoire
désinvolte du surréalisme, cfr. DUPUIS, J.-F. (2004).
574 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
como fuerza que puede reconstruir o regenerar toda la cultura europea desde dentro
gracias a su sacralidad inherente. A partir de ahí, no es preciso sino adscribir la luz
otra que desde el romanticismo la literatura y el iluminismo han buscado74 contra las
Luces de la tecnociencia, la filosofía, o la historia, o contra la luz declinante de la
religión institucional, a la transparencia o la translucidez griega, para conseguir
completar el cuadro. Así, Elitis no duda en relacionar directamente esa luz
renovadora con la translucidez que comparece en la técnica de sus poemas y que, en
su opinión, es un factor esencial y exclusivamente griego, trasladado según las
analogías o las correspondencias desde la naturaleza del país ―ya una
sobrenaturaleza por cuanto Grecia, como veremos más adelante, se adecua
perfectamente y sin necesidad de teorías a la noción de superrealidad o utopía
poética― a la artificialidad de la poesía: «No acepto la pureza del intelecto, eso que
los franceses llaman “la belle clarté”. No, yo creo que aun la cosa más absurda puede
convertirse en transparente. La transparencia es probablemente el único elemento
que domina hoy en mi poesía. El crítico Maronitis lo ha entendido. Dice que en mi
libro El Árbol de Luz hay una sorprendente transparencia. Con transparencia me
refiero a que tras una cosa concreta puede verse algo distinto, y tras eso a su vez otra
cosa, sucesivamente. Es esta especie de translucidez lo que he pugnado por
conseguir. Me parece algo esencialmente griego. La transparencia que existe desde
un punto de vista natural en la naturaleza, se traslada a la poesía. Sin embargo, como
le he dicho, lo que es transparente puede al mismo tiempo ser completamente
absurdo. La claridad que me interesa no es la de la razón (ratio) o el intelecto, ni la
clarté tal como la asumen los franceses y en general los occidentales»75.
Como vemos, el absurdo o el misterio pueden ser transparentes. Lo
indescifrable o incomprensible, también, como queda claro en la apertura del poema
«Villa Natacha»: «Tengo algo transparente e incomprensible que decir»76. Se trata de
una cualidad sustancialmente griega, propia de una luz que no puede dejarse reducir
por la claridad y el desvelamiento de las Luces, sino que debe reforzar
74
Como ejemplo podría aducirse el deseo de transparencia presente en Novalis, quien la considera
una operación del espíritu destinada a romper la opacidad del mundo y originar un paraíso, cfr.
BÉGUIN, A. (1978), p. 258.
75
«∆εν αποδέχοµαι την καθαρότητα της διάνοιας, εκείνο που οι Γάλλοι ονοµάζουν “la belle clarté”.
Όχι, νοµίζω ότι ακόµη και το πιο παράλογο πράγµα µπορεί να γίνει διαφανές. Η διαφάνεια είναι
πιθανώς το µοναδικό στοιχείο που κυριαρχεί σήµερα στην ποίησή µου. Ο κριτικός Μαρωνίτης το έχει
καταλάβει. Λέει ότι στο βιβλίο Το Φωτόδεντρο υπάρχει µία εκπληκτική διαφάνεια. Λέγοντας
διαφάνεια εννοώ ότι πίσω από ένα συγκεκριµένο πράγµα µπορεί να φανεί κάτι διαφορετικό, και πίσω
από αυτό ξανά κάτι άλλο, και ούτω καθεξής. Αυτό το είδος της διαπερατότητας αποτελεί ό,τι πάσχισα
να επιτύχω. Μου φαίνεται πως είναι κάτι το ουσιαστικά ελληνικό. Η διαφάνεια που υπάρχει από
άποψη φυσική στη φύση, µεταφέρεται στην ποίηση. Ωστόσο, όπως σας είπα, εκείνο που είναι
διαφανές µπορεί ταυτόχρονα να είναι ολωσδιόλου παράλογο. Το δικό µου είδος καθαρότητας δεν
είναι εκείνο του λόγου (ratio) ή της διάνοιας, ούτε η clarté όπως τη δέχονται οι Γάλλοι και γενικά οι
∆υτικοί», ELITIS, O. (1979), pp. 201-202.
76
«Έχω κάτι να πω διάφανο κι ακατάληπτο», ELITIS, O. (2002), p. 346.
2.3. Los cuerpos de la luz 575
77
Elena Cutrianu ha vinculado de hecho la transparencia a aspectos casi exclusivamente técnicos de
la poética elitiana, en especial a la concepción de la imagen y a la idea, de resabios bretonianos, del
poema como prisma, cristal o, en una innovación elitiana que como he anunciado comentaremos más
adelante, sistema solar. Según ella, la perfecta visibilidad de la imagen central que en opinión de Elitis
ha de vertebrar todo el poema es propiciada por la transparencia del resto de las imágenes, que supone
de este modo una suerte de aplicación de la teoría a la práctica de la poesía, una suerte de traspaso de
la metafísica solar al terreno de la expresión griega, cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 205. No resalta la
autora, en cambio, el valor de indecidibilidad y la coherencia con otras elecciones poéticas que puede
suponer este recurso, ni cómo condiciona, situándola en un filo difícilmente determinable según un
método puramente descriptivo, sea en el ámbito de lo que consideramos la forma o la estructura, o en
el ámbito del contenido o el tema, la operación crítica.
78
En el pasaje de «Crónica de una década» que he citado más arriba, donde el autor se refiere a la
metafísica solar y a sus intentos de helenizar el surrealismo conduciéndolo a su época clásica, la
reflexión sobre la posición del sol en el cosmos griego, la transparencia y la estructura del poema
como sistema solar, que veremos después, se encuentra salteada por este pasaje donde Elitis proclama
como piedra de toque de la técnica verdaderamente griega que aún está construyendo la abolición de
la separación radical entre forma y contenido que cristalizará finalmente en el Axion Estí (aspecto
respecto al cual, marginalmente, podríamos preguntarnos: ¿supone esto realmente una innovación
griega o un hallazgo concebible como tal en una fecha tan tardía como el final de la década de 1940?):
«Desde ese momento empezó a desarrollarse lentamente en mi interior la idea de que la técnica hoy en
día no puede tener sentido más que en la medida en que llegue realmente al punto sublime de volverse
ella misma parte del contenido. Y de que precisamente por eso ha de ser un hallazgo personal y no un
método dado. La Arquitectura, para mí, no significaba un andamio colocado desde antes. Más aún, no
tenía nada que ver con la búsqueda de excentricidades formales que gustan de cultivar las épocas
decadentes. No constituía en modo alguno un regreso nostálgico a la antigua veneración por la forma»
(«Από τότε άρχισε σιγά-σιγά να σχηµατίζεται µέσα µου η αντίληψη ότι δεν µπορεί να έχει νόηµα η
τεχνική σήµερα παρά µόνον εαν φτάνει πραγµατικά στο υψηλό σηµείο να γίνεται κι αυτή µέρος του
περιεχοµένου. Και ότι για τούτο ακριβώς οφείλει να είναι µία επινόηση προσωπική και όχι µία µέθοδος
δοσµένη. Η Αρχιτεκτονική, για µένα, δεν είχε τη σηµασία µίας από τα πριν στηµένης σκαλωσιάς.
Πολύ περισσότερο, δεν είχε σχέση µε τις επιδιώξεις των σχηµατικών ιδιορρυθµιών που αγαπούν να
καλλιεργούν συνήθως οι εποχές της παρακµής. ∆εν αποτελούσε µε κανέναν τρόπο µία νοσταλγική
επιστροφή στην παλαιά µορφολατρία»), ELITIS, O. (2000), pp. 449-450.
576 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
poesía elitiana al modo del hiato desestructurante que a un tiempo engloba y se deja
englobar, origina y es originado, en una suspensión general de las fronteras que
conspira a la vez contra todos los dualismos y todos los monismos, insertando la
huella ―anterioridad y posterioridad a sí misma de la luz, del sol, de la escritura―
como desencajamiento de la clausura entre el adentro y el afuera y como
determinación de la que podríamos llamar diferencia griega o brecha oriental. Todo
significado jerárquico o teológico, todo contenido que aspire a gobernar el poema o
la obra desde afuera como reductibilidad a un lenguaje no metafórico, como
sustracción al transporte de la metaforicidad, todo logos, en suma ―y, en
consecuencia, también el sol que habría de gobernar desde las alturas de lo propio la
escritura―, es subvertido o cuestionado, desapropiado de principio por una
operación poética de la transparencia que se sitúa del lado de lo παράλογο (absurdo o
irracional), lo que no está sujeto a logos o habita en y contra sus márgenes, es decir,
sobre el filo de la textualidad. La transparencia no opera pues desde el espacio
exclusivo del contenido, ni tampoco propone una clarificación de los significados
por medio de sutilizar la materia de la escritura. No es tema o estructura, ni podría
buscarse en ellos, sino indecidibilidad de ambos conceptos, espacio de apertura y
cierre fulgurantes, y nunca culminados, del proceso de lectura-escritura,
metaforicidad identificada con el himen que re-vela siempre más, invisibilizándolos
en su mostración, los objetos o nociones sobre los que trabaja. En ese filamento, que
es también el del sol, el de la poesía y, lo más importante, el de la grecidad, es donde
habremos de rastrear su funcionamiento.
Ningún pensamiento crítico de las Luces o del sentido propio sería capaz de
dominar o determinar, decidiendo sobre su adscripción o su sustancia, la luz griega79.
Citándola como el elemento que condiciona el carácter griego de una estética, un arte
o una ética contrapuestas siempre al modo de ser occidental y definidas por cierta
pureza, Elitis se apresura en «Antes que nada, la poesía» a subrayar su
irreductibilidad a cualquier logos externo con pretensiones de exactitud o propiedad.
Y ello acaso porque la clave no reside tanto en poder determinar qué es, sino, como
se lee enseguida, en poder ponerla en funcionamiento en tanto puro transporte o
metaforicidad de las analogías que rigen atemporalmente el cosmos, todo cosmos,
79
Eso es lo que parece decirnos Elitis en el salmo séptimo de «La Pasión», donde entre los
elementos que han hecho fracasar el intento occidental de conquista física, intelectual y moral de
Grecia se encuentra la luz, irreductible a toda mecanización tecnocientífica o a todo logos externo. Su
carácter suprahistórico e indeterminable excede indecidiblemente toda sistematización y se sustrae
incluso a la violencia implacable de la maquinaria bélica y tecnológica occidental: «Trajeron / al
Sabio, al Constructor y al Geómetra / Biblias de letras y de cifras / toda la Sumisión y Fuerza /
dominando la luz antiquísima. / Y la luz no se ligó nunca a su techo» («Έφεραν / τον Σοφό, τον
Οικιστή και τον Γεωµέτρη / Βίβλους γραµµάτων και αριθµών / την πάσα Υποταγή και ∆ύναµη / το
παµπάλαιο φως εξουσιάζοντας. / Και το φως δεν έδεσε ποτέ µε τη σκέπη τους»), ELITIS, O. (2002), p.
147.
2.3. Los cuerpos de la luz 577
80
«Τί είναι εκείνο που, όταν η λάµψη µίας άλλης ζωής αφεθεί να περάσει µέσα σε τούτη, δε φτάνει
ν’ αλλοιώσει, όπως αλλού, σ’ ένα χιλιοµετρικό µήκος µεταµορφώσεων τα πράγµατα παρά
κατορθώνει απλώς σ’ ένα χιλιοµετρικό βάθος να τα µετουσιώσει; Κανείς δεν είναι σε θέση ν’
απαντήσει µε βεβαιότητα. Μιλήσανε πολλοί για το φως, αλλά, προσθέτω, ποιος µάς είπε ποτέ, στο
αναπεπταµένο πεδίο της κριτικής σκέψης, τί σηµαίνει “φως”; Είναι πιο φρόνιµο, βρίσκω, να φτάνει
κανείς από την αναλογία µίας κλίµακας ταπεινής στα ουσιαστικά και στα µεγάλα», ELITIS, O. (2000),
p. 38.
578 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
desrealizado por el sol cenital como potencial contenido pictórico, sino también su
fuerza formal o poiética, lo que él mismo tenía de elaboración artística o
artificialidad (sobrenaturaleza), mímesis de lo imposible capaz de transmutar los
objetos y convertir el cosmos en un entorno fantástico, en la pantalla sobre la que lo
inverosímil, lo absurdo o lo que no se encuentra sujeto a logos ―es decir, una
acumulación imaginal o fantasmática carente de sentido reductible por el intelecto―
se hace visible como naturalidad de lo imaginario tras superficies un instante antes
opacas: «Entonces, cuando las hierbas, como sublimes joyas de una sutileza, una
gracia y una hermosura majestuosas, cuando las montañas viven su vida más alta y
más intensa, todo, desde la piedra hasta el insecto, hasta el cordero y hasta el hombre,
se perfila con la mayor transparencia (διαύγειαν) en la luz inmaculada desde una
distancia de leguas, componiendo el conjunto un universo fuera de toda realidad, un
mundo enteramente ideal, poético, creado todo él por artistas, poetas, pintores y
escultores, un mundo ideal en grado máximo, el más fabuloso de los mundos y, sin
embargo, real»81. En esta descripción se halla implícito un rechazo del arte realista o
figurativo de Occidente, ese arte plagado de sombras y claroscuros, de elaboraciones
mentales y trampas esclarecibles por el intelecto, y gobernado por un tematismo
aislable de la técnica o la forma, que Elitis rechazaba como herencia del
Renacimiento. Contra él, Yanópulos ofrece también la indecidibilidad oriental de una
luz que da muestras de ser, en su propia naturalidad, artificial, sobrenatural por
cuanto más natural que lo natural, carente de un cuerpo que la origine e indominable
desde un discurso exterior que pretendiera explicar su cualidad ontológica. Es una
luz que la mirada encuentra siempre ya ahí, como el tener lugar de los objetos que se
(re)generaran incesantemente a sí mismos sobre su revelabilidad, intercambiando e
indecidiendo además los ámbitos de lo real y lo irreal, lo material y lo inmaterial, lo
formal y lo sólido: «Me refiero aquí a la naturaleza cuya luz llega sin que se sepa
cómo, sin que se sepa de dónde, como si los objetos desprendiesen su propia luz;
cuyos colores son como de materia, como sólidos, como tangibles; cuya tierra y
volúmenes devienen tan inmateriales, tan puramente formales, que […] el espectador
del Himeto contempla un monte cambiante de forma y de ropajes a cada segundo
desde el amanecer hasta el anochecer, alargándose, achicándose, adensándose,
sutilizándose, ensanchándose, estrechándose, acercándose, alejándose, hasta el punto
de que llega a pensar que es imposible que lo que tiene ante sus ojos sea un monte,
81
«Τότε, όταν τα χόρτα, ως ύστατα κοσµήµατα, λεπτότητος, χάριτος, ωραιότητος
αριστοκρατικωτάτης, όταν τα βουνά ζουν την υπερτάτην και εντονωτάτην των ζωήν και όλα, τα
πάντα, από τον λίθον έως το έντοµον, έως το πρόβατον και έως τον άνθρωπον διαγράφωνται εις το
άσπιλον φάος µε την υστάτην διαύγειαν από µιλίων απόστασιν, παρουσιάζοντα όλα µαζί, ένα κόσµον
εκτός πάσης πραγµατικότητος, ένα κόσµον ολόκληρον ιδανικόν, ποιητικόν, πλασµένον ολόκληρον
από αριστοτέχνας, ποιητάς και ζωγράφους και γλύπτας, κόσµον ιδανικώτατον, τον ονειρωδέστερον
των κόσµων και όµως πραγµατικόν», YANÓPULOS, P. (1988), pp. 38-39.
2.3. Los cuerpos de la luz 579
una mole rocosa, es decir, un objeto sólido, y más cuando en las horas del crepúsculo
se enardece, refulge, estalla en medio de una infinita y voluminosa luz de amatista, y
llega hasta el Zapion»82.
Se diría que siguiendo estas y otras reflexiones, tan populares como
indiscutidas en los círculos intelectuales griegos de su generación, Elitis ahonda en la
oposición entre transparencia o luz griega y clarté europea gracias a una noción que
servirá tanto para postular nuevamente una singularidad expresiva de lo griego como
para atraer el espíritu fundamental de la modernidad poética o del surrealismo
antirracionalista a las aguas de una difusa grecidad que estaría ya operando en él
desde el principio. Se trata del desarrollo de lo que en «Analogías de luz» hemos
leído como «el absurdo transparente», o la transparencia paralógica: la idea de que
en Grecia la transparencia, considerada como en Yanópulos una luz ab-soluta
(magma primordial e indecidible carente de un foco emisor, sin origen, sin ataduras,
sino superficie de inscripción y de poiesis), es, contra lo que sucede en un Occidente
que lo emboza tras las nieblas de la noche ―y aquí podríamos contraponer la
medianoche occidental como lugar de comunicación con otros mundos al mediodía
griego―, el espacio del misterio, de lo enigmático, de la invisibilidad del secreto en
medio de la plena visibilidad de la significancia83. Lo irreal o lo trascendente, lo
imposible que es objeto de mímesis en esta luz ―no cabe decir aquí, como podrá
comprenderse, bajo esta luz― presupone una claridad ambigua, la claridad que,
dejando ver siempre otra cosa, no deja ver finalmente sino lo Otro, la alteridad
absoluta que ciega en la medida en que se sustrae a toda mirada omniabarcadora o a
toda dimensión puramente objetual. En la definición de transparencia que Elitis da en
«Analogías de luz», y que hemos revisado más arriba, parece remarcarse esta
dimensión de la otredad: «Con transparencia me refiero a que tras una cosa concreta
82
«Εδώ εννοώ την φύσιν, της οποίας το φως έρχεται, αγνοεί τις πώς, αγνοεί τις πόθεν, σαν αυτά τα
αντικείµενα να ήσαν αυτόφωτα, της οποίας τα χρώµατα είναι σαν από ύλην, σαν στερεά, σαν απτά,
της οποίας τα χώµατα, οι όγκοι, µεταµορφούνται εις άϋλα και µορφοφανή τόσον, ώστε […] ο θεατής
του Υµηττού να βλέπη ένα βουνόν, αλλάζον σχήµατα και φορέµατα κάθε δευτερόλεπτον, από τα
ξηµερώµατα έως τα νυκτώµατα, ψηλώνον, χαµηλώνον, ογκούµενον, λεπτυνόµενον, πλαταίνον,
στενεύον, πλησιάζον, µακρυνόµενον, ώστε να αδυνατή να πιστεύση ότι έχει εµπρός εις τα µάτια του
ένα βουνόν, ένα βραχώδη όγκον, δηλαδή ένα πράγµα στερεόν, όταν εις τας ώρας των δύσεων
φουντώνει, εκλάµπει, εκσπά, εις ένα απέραντον ογκώδες φως αµεθύστου και καταφθάνον έως το
Ζάππειον», Ibidem, pp. 42-43.
83
En contra de lo que sostengo aquí, Eratoscenis Capsomenos ha querido ver en esta identificación
del misterio y la luz un nuevo caso de reducción al monismo griego o, incluso, de fusión entre
misticismo y racionalismo. En su opinión, «la concepción griega del misterio no oculta, no oscurece,
no se sustenta en el miedo a lo desconocido, sino en el deslumbramiento de la revelación, que
convierte aun lo absurdo en transparente» («Η ελληνική αντίληψη του µυστηρίου, δεν κρύβει, δε
συσκοτίζει, δε στηρίζεται στο φόβο του αγνώστου, αλλά στο θάµβος της αποκάλυψης, που κάνει
ακόµη και το παράλογο διαυγές»), de «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό
σύστηµα», CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 63. Si lo cito es nuevamente como ejemplo de la visión
complaciente de una fracción nada desdeñable de la crítica griega, que parece coincidir en sus
apreciaciones con la distinción radical entre cultura o valores griegos y cultura o valores occidentales.
580 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
puede verse algo distinto, y tras eso a su vez otra cosa, sucesivamente»84. La
transparencia es puro traspaso, metaforicidad que no cesa de operar una transferencia
sin aparente límite de sentido. La plena visibilidad que impone implica, en
consecuencia, la imposibilidad de ver lo mismo, la identidad, para ver siempre lo
otro, lo otro de aquello que se mira, destinado a su vez a convertirse en el imposible
mismo de una nueva mirada. Sobre el éter de la transparencia, la visión desapropia y
desencaja los objetos ―impide precisamente su apropiación por un pensamiento
crítico que pueda reabsorberlos desde la lógica de un origen o un telos (y aquí es
preciso entender telos también como fin utilitario), de una historia―, sustrayéndolos
al ámbito del ser y situándolos en la línea de una incesante poiesis que los
(re)construye más allá de sí ―metafóricamente, en el seno del traspaso― como
imágenes otras que en el fondo no son sino imágenes de lo otro. Es lo otro, la pura
alteridad de lo Abierto, lo que por tanto se deja ver como enigma o invisibilidad
incesantemente reproducida en la transparencia85. Es en este sentido, en el que
84
Cfr. supra, nota 75. Resulta significativo constatar las semejanzas de esta definición con algunos
pasajes de autores considerados místicos, en especial los cabalistas, dueños también de una
concepción del cosmos como eterno traspaso escritural entre la esfera de lo divino y lo humano, y
viceversa. Isaac el Ciego, célebre cabalista provenzal, en su comentario al Sefer Yetsirá o Libro de la
formación, se refiere al aspecto o visibilidad instituidas por Dios en términos notablemente cercanos a
los utilizados por Elitis para referirse a la transparencia; en ambos casos la apariencia, es decir, el
médium por el cual se ve, parece corresponderse al esplendor de la limpidez o la translucidez: «Il loro
aspetto. L’aspetto è la contemplazione di una cosa entro un’altra, come è detto: Osservavo per vedere
(Abac. 2. 1), affinché gli fosse fatto vedere il discorso. L’aspetto è ciò che ogni causa riceve dalla
causa a essa superiore, giacché la misura attinge dalla misura intagliata, quella intagliata dalla misura
incisa, quella incisa dalla misura tracciata, e la misura tracciata da quella nascosta: ciascuna entro
l’altra, e questa entro la successiva, questa legata a quella e quella legata a questa. In che modo
ricevono? Mediante la ricezione di una cosa sottile e dell’essenza. Apparenza. Contemplazione entro
la quale non vi è alcunché; l’apparenza è splendore, sottigliezza, limpidezza, comprensione di quanto
viene ricevuto», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 224. Teósofos como Jacob Boehme, a quien
ya me he referido en diversas ocasiones, hablan también de una luz trascendente que es sin embargo la
luz natural en que el alma alienta, y que permite la eterna visibilidad al cabo de la cual reside, como
fundamento y garante de su propia posibilidad, como identificación pues con el medio que conduce
hasta él ―nombre propio de la alteridad inacabable propuesta por Elitis―, el mismo Dios: «Et dans
cette lumière mon esprit a tout de suite vu à travers toutes choses, et, dans toutes les créatures, et aussi
bien dans l’herbe et dans tout ce qui pousse, a reconnu Dieu: ce qu’il est et comment il est, et quelle
est sa volonté», en KOYRÉ, A. (1979), p. 50.
85
La crítica griega, sin embargo, ha tendido a considerar la transparencia, y su desencadenamiento
en el mediodía de la metafísica solar, como el desvelamiento del fondo metafísico de los objetos, la
manifestación de su esencia bajo la presencia tutelar del sol. Olvidando el carácter fundamentalmente
sintáctico que parece mostrar siempre (el de un entre que carece de verdadero contenido), se ha solido
hacer hincapié en la transparencia como visibilidad de lo oculto, como revelación de la verdad que
habitualmente la sombra o la lateralidad del sol nos impide contemplar. La metafísica solar operaría
así la posibilidad de ver el más allá de lo sensible no como invisibilidad volcada en una alteridad
indecidible, sino como visibilidad de lo propio. Constituiría un transporte dominado por un telos.
Eratoscenis Capsomenos considera que la transparencia o la luz dejan ver la divinidad en la naturaleza
anulando nuevamente en un monismo griego la lógica de la huella así como todo rastro de dualismo,
si bien éste último se reproduce inadvertidamente en la medida en que se habla, en su artículo «Η
ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό σύστηµα», de un inteligible desvelado tras la
materia, o de una dimensión metafísica como «segunda dimensión» de lo físico, así como de la
presencia de un dios en la naturaleza, cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 61. Revelación de la esencia
metafísica de las cosas considera la transparencia Andreas Manos, con alguna mención a Husserl, cfr.
2.3. Los cuerpos de la luz 581
MANOS, A. (1998), pp. 51-52; Marilena Proímu-Erinaki, por aportar un ejemplo más, habla asimismo
de visión más allá de lo aparente, cfr. PROÍMU-ERINAKI, M. (1997), p. 112.
86
Asociado a estas concepciones sobre el misterio en la luz hay también en Elitis un reproche a la
religiosidad oscurantista de Occidente que posee un valor moral. Pues la luz del mediodía y de la
transparencia es justicia, la justicia de un «juicio» capaz, como hemos visto, de operar el automatismo
de lo religioso y resacralizar el cosmos lejos de los dogmas inhumanos de las confesiones
monoteístas; la potencia de lo griego reside, precisamente, como se dice en el «Génesis» del Axion
Estí, en convertir en «lógico lo Incomprensible» («εύλογο το Ακατανόητο»), es decir, en atemperar
por medio del himen-luz o escritura la fuerza aniquilante de lo numinoso, del mysterium tremendum.
Ya Hölderlin había hablado de esta liminalidad de lo griego, situado en el punto exacto entre lo divino
y lo humano, como intercambio entre lo orgánico y lo aórgico que preservaba, comunicándolos,
ambos espacios. En el texto de poética «Declaración del 51», escrito al final de la estancia en París
durante la cual Elitis ahondó en las reflexiones sobre la oposición entre Grecia y Occidente, así como
en las consideraciones sobre la luz griega como factor estético y ontológico, leemos: «Creo en el
regreso de la Justicia, que identifico con la luz, sobre este mundo. Y, con un célebre antepasado mío,
me enorgullezco de gritarle a la cara a mi época: no, no amo a los dioses cuya adoración se realiza en
la oscuridad» («Πιστεύω στην επαναστροφή της ∆ικαιοσύνης, που την ταυτίζω µε το φως, επάνω σ’
αυτόν τον κόσµο. Και µαζί µ’ έναν ένδοξο πρόγονό µου υπερηφανεύοµαι να φωνάζω καταπρόσωπο
της εποχής µου: όχι, δεν αγαπώ τους θεούς που η λατρεία τους τελείται στο σκοτάδι»), ELITIS, O.
(1993), p. 206.
87
Aliada a las analogías o las correspondencias, la transparencia borra las fronteras entre los
diversos ámbitos de percepción e intelección: no existe ya un lugar de la visión, o un lugar de la
audición, sino que se ve como se oye, se oye como se ve, etc., cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 205-206.
88
«Al haber sido pensado el lugar como la posibilidad de estancia para un cuerpo (Newton: “El
lugar es la parte del espacio que un cuerpo ocupa”), al ser concebido como una “propiedad de los
cuerpos”, él mismo se halla en la posición de fundamento: funda la “realidad” de los cuerpos. Ser real
es tener lugar, y fundar es por tanto dar (un) lugar, emplazar, posicionar», SANTOS, J. (2003), p. 184.
582 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
también a todo cierre teleológico y, por tanto, a toda clausura en la esfera del
significado. La luz griega deviene entonces la imposibilidad misma de lo real, de lo
corpóreo ―de lo que ha de ocupar un lugar―, de la opacidad capaz de detener su
circulación o someterla a una linealidad orientada hacia un afuera, la imposibilidad
en definitiva de lo propio. Es la generalización de lo espectral o de la imagen, la
consagración, como quería Yanópulos, de una irrealidad en construcción que abarca
todo el campo de la experiencia. Técnica y contenido, visión y objeto, no se reparten
ya en consecuencia espacios separados, ni siquiera confluyen en un mismo lugar que
pudiéramos identificar con la transparencia. Es por ello que en Grecia el enigma o el
misterio, a diferencia de lo que ocurre en Occidente, no se da como objeto de
desvelamiento que se hubiera ocultado con el fin de hacerse encontrar; no habita ahí,
agazapado en un gesto inicial de retracción que hubiera convertido lo virtualmente
presente en efectivamente ausente. Imbricado en el tener lugar de la luz, no se deja
dominar por la promesa de un logos ni propone a la mente o al espíritu un guión
hermenéutico susceptible de resolución. El misterio griego no es, en definitiva, un
contenido preexistente oculto entre las nieblas de la noche, sino el retejer(se)
incesante de la luz ―del himen o de la escritura―, la construibilidad heliotrópica
del secreto que sólo en el despliegue de la transparencia, en su tener lugar, deviene
pensable. No puede haber, por consiguiente, posibilidad alguna de esclarecer el
enigma. Dicho esclarecimiento sería en todo caso patrimonio de las Luces. La luz
griega no hace más que re-velar el secreto, acumular incesantemente velos, costuras,
pliegues, signos, indecisiones, diseminaciones del lugar en que dicho
esclarecimiento podría producirse. Lejos de constituir un juego de claroscuros, el
misterio es aquello que conserva celosamente su condición, o incluso la refuerza, en
el seno de la luz ab-soluta (pues, al fin y al cabo, ¿cómo podría encontrar-se en otro
lugar?, ¿no es dicha luz su más íntima condición de posibilidad?), inmerso en una
metaforicidad cuyo insobornable carácter de transporte prescribe la retracción
infinita de todo lugar que pudiera entenderse como el telos de un trayecto de
significación (enmascaramiento, en definitiva, de una realidad corpórea o un sentido
presente). Y, prolongando a su vez el tejido de la transparencia ―entreverado
indecidiblemente en él―, se identifica con la revelabilidad que reside en la belleza y
con el gesto estructural ―desestructurante― de la poesía: la apertura o el traspaso
hacia la alteridad de lo Abierto: «Por supuesto, existe el enigma. Por supuesto, existe
el misterio. Pero el misterio no es sólo una puesta en escena que aprovecha los
juegos de luz y de oscuridad para impresionarnos; es lo que continúa siendo misterio
incluso en medio de la luz absoluta. Es sólo entonces cuando adquiere ese esplendor
que seduce y que llamamos Belleza. La Belleza que es un camino abierto —el único,
quizá— hacia la parte desconocida de nosotros mismos, hacia aquello que nos
2.3. Los cuerpos de la luz 583
89
«Discurso ante la Academia de Estocolmo»: «Βέβαια, υπάρχει το αίνιγµα. Βέβαια, υπάρχει το
µυστήριο. Αλλά το µυστήριο δεν είναι µία σκηνοθεσία που επωφελείται από τα παιχνίδια της σκιάς
και του σκότους για να µας εντυπωσιάσει απλώς· είναι αυτό που εξακολουθεί να παραµένει µυστήριο
και µέσα στο απόλυτο φως. Είναι τότε που προσλαµβάνει την αίγλη εκείνη που ελκύει και που την
ονοµάζουµε Οµορφιά. Την Οµορφιά που είναι µία οδός ―η µόνη ίσως οδός― προς το άγνωστο
µέρος του εαυτού µας, προς αυτό που µας υπερβαίνει. Επειδή αυτό είναι στο βάθος η ποίηση: η τέχνη
να οδηγείσαι και να φτάνεις προς αυτό που σε υπερβαίνει», ELITIS, O. (1993), p. 319.
90
La escritura griega, ésa es al fin y al cabo una de las principales hipótesis de este trabajo,
constituye en Elitis por sí misma una experiencia del misterio, de la alteridad, de lo Abierto, de la luz
o de la transparencia. Se identifica, en resumen, con estos filamentos atópicos que no sólo se sitúan en
un no-lugar (veremos la imbricación del concepto de utopía, y sus variantes, con el concepto de
Grecia en el próximo capítulo), sino que desencajan en general la posibilidad del lugar.
91
Lina Lijnará ha destacado que en no pocas ocasiones es la escritura del propio poema la que
desencadena la operación de la transparencia, constituida así en sobrenaturaleza maquinalmente
creada, reproducción y sobrepujamiento de la potencia originante de lo natural y no, como ha sugerido
Elena Cutrianu, mera imitación de los cristales transparentes que crea la naturaleza, cfr. LIJNARÁ, L.
(1980), p. 39 y CUTRIANU, E. (2002), p. 211.
584 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cual nos conduce de inmediato a dos conclusiones que se han esbozado en páginas y
capítulos anteriores: Grecia es lo propio de la poesía, la plenitud de su potencia
desapropiadora y desestructurante92 y, al mismo tiempo, la poesía o la luz
constituyen el factor intersticial y reoriginante que puede hacer de cualquier hombre
un griego, desencajando con ello, a su vez, la clausura de Grecia como lugar propio,
geográficamente determinado93. Elitis asocia indisolublemente a la metafísica solar,
además, todas las cuestiones en torno a la luz, la transparencia y la grecidad: «Los
europeos y los occidentales encuentran siempre el misterio en la oscuridad, en la
noche, mientras que nosotros los griegos lo encontramos en la luz, que es para
nosotros algo absoluto. […] Esto [las tres experiencias] fue para mí un nuevo
descubrimiento del misterio de la luz. De un misterio que nosotros los griegos
podemos aprehender totalmente y ofrecerlo. Quizá sea algo exclusivo de este lugar.
Quizá sea mejor percibido aquí, y la poesía pueda descubrirlo en todo el mundo. El
misterio de la luz. A eso me refiero exactamente cuando hablo de metafísica solar»94.
En términos muy semejantes, y dentro además de un discurso centrado en los valores
estéticos del surrealismo y de la grecidad, en el «Memorial para Andreas Embiricos»,
Elitis destaca el carácter eminentemente griego de la transparencia, que conduce a la
92
Lo cual queda especialmente de manifiesto si tenemos en cuenta el siguiente pasaje del ensayo
«Arthur Rimbaud», donde Elitis atribuye al poeta francés el descubrimiento de esta cualidad que,
ahora lo entendemos, es griega sin él saberlo: la transparencia. La poesía moderna europea, pues, en
su impulso regenerador y antioccidental, ha postulado ya los valores orientales y desestructurantes
que sólo en Grecia y entre los griegos pueden alcanzar su pleno desarrollo: «Es preciso limpiar nuestra
mente de las tergiversaciones conceptuales de nuestro tiempo y ver de nuevo la vida panorámicamente
—y estereoscópicamente— hasta sus más hondas profundidades, hasta sus más lejanas cumbres. Pero
he aquí lo que quería decir: la transparencia, que nos resulta imprescindible para una “visión
multidimensional” de ese tipo, es lo que tuvo a bien darnos este joven recién salido del colegio de
Charleville, antes de maldecir la raza de los escribas y aislarse, a su modo, en el árido Harrar. ¿Quién
nos habló de esta transparencia, es decir, la virtud de ver, al leer un verso, todos los estratos que nos
componen a la vez, visto que, para bien o para mal, parece demostrado que somos complejos?»
(«Χρειάζεται να καθαρίσει το κεφάλι µας από τις εννοιολογικές διαστρεβλώσεις των καιρών µας για
να δούµε πάλι τη ζωή πανοραµικά ―και στερεοσκοπικά― ως τ’ απώτατα βάθη της, ως τις πιο
µακρινές της κορυφογραµµές. Αλλά νά τί ήθελα να πω: τη διαφάνεια, που µας είναι απαραίτητη για
µία τέτοια “πολυδιάστατη όραση”, αυτήν είναι που συγκατατέθηκε να µας δώσει ο νεαρός απόφοιτος
του κολεγίου της Charleville, προτού µουντζώσει τη φυλή των γραφιάδων και πάει να µονάσει, µε τον
τρόπο του, στο αυχµηρό Harrar. Ποιος µας µίλησε για τη διαφάνεια αυτή, εννοώ την αρετή να
βλέπουµε, διαβάζοντας ένα στίχο, ταυτόχρονα όλα τα στρώµατα που µας συνθέτουν, µίας που, καλά
ή κακά, ευρέθηκε νά ’µαστε πολύπλοκοι;»), ELITIS, O. (2000), pp. 604-605.
93
Lo veremos más adelante: Elitis parece oscilar entre una consideración de Grecia como el lugar
(el único), Grecia como el no-lugar (la suspensión indecidible entre Oriente y Occidente y el exceso
de toda dualidad de ese tenor), o Grecia como la imposibilidad de todo lugar (isomorfismo del hiato y
de la poesía que operan en cualquier parte una desapropiación, una transferencia hacia un lugar otro,
el (no) lugar, acaso, del reorigen).
94
«Analogías de luz»: «Οι ∆υτικοί βρίσκουν πάντα το µυστήριο στη σκοτεινιά, στη νύχτα, ενώ
εµείς οι Έλληνες το βρίσκουµε στο φως, που είναι για µας κάτι απόλυτο. […] Αυτό ήταν για µένα µία
ακόµη αποκάλυψη του µυστηρίου του φωτός. Ενός µυστηρίου που εµείς οι Έλληνες µπορούµε να το
συλλάβουµε ολοκληρωτικά και να το προσφέρουµε. Ίσως να είναι κάτι το µοναδικό για τον τόπο
αυτό. Ίσως να γίνεται καλύτερα αντιληπτό εδώ, και η ποίηση να µπορεί να το αποκαλύψει σ’
ολόκληρο τον κόσµο. Το µυστήριο του φωτός. Αυτό ακριβώς εννοώ µιλώντας για την ηλιακή
µεταφυσική», ELITIS, O. (1979), p. 201.
2.3. Los cuerpos de la luz 585
95
«Τί είναι όµως η διαφάνεια, µας είναι γνωστό· µας είναι τουλάχιστον, εµάς των Ελλήνων,
δεδοµένη εξ ουρανού. Εποµένως, το δύσκολο δεν είναι αυτό· είναι να την κατεβάσουµε ―τη
διαφάνεια εννοώ πάντοτε― από κει ψηλά και να την εφαρµόσουµε στα αισθήµατά µας, στις
αισθήσεις µας, στις ιδέες µας· να βλέπουµε, άσχετα, κάποτε κι εναντίον του κατασκευασµένου µας
υπερεγώ, µέσ’ απ’ το πρώτο και το δεύτερο και το τρίτο επίπεδο, ποιοι πραγµατικά είµαστε, και κατ’
ακολουθίαν ποιοι θα µπορούσαµε να είµαστε», ELITIS, O. (1993), p. 118.
586 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
97
En el texto acaso más representativo de la mística negativa cristiana, la Teología Mística de
Dionisio Areopagita, se dice que Dios habita en el espacio secreto de una luz que opera la total
invisibilidad en su plenitud sobreesencial: en una región de «tiniebla luminosísima» desde la cual
habla con un «silencio lleno de arcanos conocimientos». Ese silencio brilla en la oscuridad «con la
mayor luz». «Es intangible e invisible», e «inunda nuestra mente, cegada por sus bellos resplandores»,
envolviéndonos por tanto lejos de la determinación del lugar (incluso desencajando la oposición cielo-
tierra) e inscribiéndose asimismo en nuestro interior para dar lugar a una experiencia que disemina los
umbrales de la revelabilidad. Con ello, se hace evidente que debemos desapropiarnos, perder nuestra
identidad ―nuestro carácter de telos o significado, nuestra entidad real derivada del fundamento de un
lugar que ya no existe como tal― y sumirnos simbólicamente en la ceguera de los «rayos de tiniebla
sobreesenciales» de la «divina oscuridad» que muestran a Dios en su invisibilidad ―en la
invisibilidad de todo lo existente, en la borradura de toda posible objetualidad―, lo re-velan siempre
en el umbral de una experiencia diferida a causa de la eterna impropiedad de un lugar que no es más
que promesa, tal como en Elitis sucede con la luz o la transparencia, DIONISIO AREOPAGITA (1981),
pp. 53-55. También en ciertos rasgos de la mística hindú puede rastrearse un pensamiento de la luz
como el magma sobre el cual se trazan la existencia o los signos que la hacen reconocible, si bien en
este caso parece considerarse el lugar de residencia del ser puramente presente o de lo sagrado: «La
experiencia de la luz significa por excelencia el encuentro con la realidad última. Y ello porque la luz
interior se descubre cuando se toma conciencia del yo (âtman), o cuando se penetra en la esencia
misma de la vida y de los elementos cósmicos o, por último, cuando se muere. En todas estas
circunstancias se descorre el velo de la ilusión y de la ignorancia. Bruscamente, el hombre es cegado
por la luz pura, es decir, es inmerso en el ser. Desde cierto punto de vista puede decirse que se
trasciende el mundo profano, el mundo condicionado, y que el espíritu se desliza en un plano absoluto
que es a la vez el plano del ser y de lo sagrado», ELIADE, M. (2001), p. 44. En la Ortodoxia las
energías de Dios, de las que ya he hablado brevemente más arriba, presentan también una leve
semejanza con los rayos elitianos de la luz transparente, al constituir no sólo la entrega de Dios (el
origen) o la huella de su presencia sobre el cosmos, sino también su retracción fundamental, la retirada
que obliga a buscarlo interminablemente ―dada su inaccesibilidad― por medio de un transporte o
metaforá que desapropia de inmediato la seguridad del lugar de habitabilidad de lo humano: «La
doctrina de las energías inefablemente distintas de la naturaleza es el fundamento dogmático del
carácter real de toda experiencia mística. Dios, inaccesible en su naturaleza, está presente en sus
energías “como en un espejo”, permaneciendo invisible en lo que él es; […] Dios se revela totalmente
en sus energías, que no dividen la naturaleza en dos partes, conocible e incognoscible, sino que
señalan dos diferentes modos de la existencia divina, en la esencia y fuera de la esencia», LOSSKY, V.
(1982), pp. 64-65. Asimismo, la luz en la Ortodoxia puede representar el espacio de lo propio de la
divinidad, el magma en el cual habita indecidiblemente y sobre el que puede venir a manifestarse con
el objeto de dislocar la existencia terrena, es decir, de operar o remarcar un cruce que abra el cosmos a
lo otro de la sacralidad. En su modo de ser auténtico, Cristo habita en una luz como ésa, que se da a
ver a los apóstoles en la transfiguración del Monte Tabor (figura ésta utilizada en varias ocasiones por
Elitis), la cual no supone, según Palamás, ningún cambio en el propio Cristo sino, podríamos
entender, la introducción en el cosmos, ante los ojos de los hombres, de la dislocación del lugar en
que habitan y de la necesidad de trasladarse a una existencia sobre el intersticio, sobre el umbral de un
exceso que nos abra a la imposibilidad de todo lugar y, por tanto, a la indemnización o la
espectralización de una sobrenaturaleza. Esta revelabilidad que se muestra ocultando su fuente en el
mismo acto por el que viene a traerlo al mundo ―Dios irrumpe en la inmanencia, pero siempre tras el
velo de Cristo―, es al mismo tiempo el éter increado sobre el cual Dios existe, es decir, la
indecidibilidad del origen, su constante retrazo, aquello que existía ya en un principio indeterminable
―no podríamos ir a buscarlo a su morada histórica, pues no se encuentra en un lugar ni en un tiempo,
sino en todo lugar o en todo tiempo, o bien antes de todo lugar y todo tiempo, como fundamento sin
fundamento― y existirá aun después del telos o de la muerte del Dios, como garantía de continuidad o
reorigen inclausurable de lo sagrado: «O sea, que la percepción de Dios en su luz increada está ligada
a la percepción de los orígenes y del fin, al paraíso de antes de la historia y al eschaton que pondrá fin
a la historia. Pero los que se hacen dignos del reino de Dios gozan desde ahora de la visión de la luz
increada, como los apóstoles en el monte Tabor», ELIADE, M. (2001), p. 62. La anterioridad atópica
de la transparencia o de la luz en Elitis podría vincularse también a la Cábala, que de modo más
explícito aún enlaza la luminosidad del Dios anterior a toda divinidad (el infinito En-Sof apofático) y
588 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
la escritura o el trazo de los signos en fuego blanco sobre fuego negro, o viceversa, como aquello que
da lugar al cosmos.
98
«La luz natural y todos los axiomas que deja ver nunca son sometidos a la duda más radical. Esta
se despliega en la luz. “Pues no podría poner en duda nada de lo que la luz natural me hace ver como
verdadero, siendo así que tanto me ha hecho ver que, de lo que dudaba, podía concluir que existía”
(“Meditación tercera”). […] Anterior a toda presencia determinada, a toda idea representativa, la luz
natural constituye el éter mismo del pensamiento y de su discurso propio», «La mitología blanca»,
DERRIDA, J. (2003), p. 306.
99
En el poema «El jardín ve», de Tres poemas bajo bandera de conveniencia, Elitis asocia también
a Plotino con la transparencia, en lo que parece sin duda una referencia al pasaje aquí traducido. A la
alusión al «gran ojo de la transparencia» sigue enseguida la mención de un sol que se elide tras su
reflejo en el mar, como si la luz lo retrajera a la vez y lo reinscribiera en la blancura inmanente del
mar o de la muchacha, subordinándolo a sus imágenes: «Si tenía razón o no / Plotino se verá un día /
el gran ojo de la transparencia / y un mar tras él como Helena / anudando el sol / con otras flores en su
pelo» («Εαν είχε δίκιο ή όχι / ο Πλωτίνος θα φανεί µία µέρα / το µεγάλο µάτι µε τη διαφάνεια / και
µία θάλασσα πίσω του σαν την Ελένη / δένοντας τον ήλιο / µαζί µ’ άλλα λουλούδια στα µαλλιά της»,
ELITIS, O. (2002), p. 445.
2.3. Los cuerpos de la luz 589
no se separa, desdoblándose en un otro del ojo que lo contempla, de ella, sino que se
funde indecidiblemente con la propia cualidad del traspaso o la metaforicidad que
representa la visión: «He aquí la meta verdadera del alma: el tocar aquella luz y
contemplarla con esa misma luz; no con luz de otro, sino contemplar la misma luz
por la que ve. Porque la luz por la que fue iluminada, es la luz que debe contemplar,
ya que ni siquiera al sol lo vemos con luz ajena»100. La adaptación de Elitis, que
comienza in medias res ―como queriendo testimoniar que el discurso de la luz o
sobre la luz se encuentra siempre en marcha, así como la misma luz que irrumpe sin
saberse cómo―, incide también en esta necesidad de no contemplar nada sino la
visibilidad misma, la propia cualidad de la visión que no es iluminada desde un
afuera sino que se funde con el propio ojo que mira; es necesario ver sólo la luz, el
traspaso, la metaforicidad en definitiva de la significancia, el hueco que articula y
desestructura la transparencia como imposibilidad de lo propio, del telos, del
significado, del lugar. Se diría que, tal como vimos en el ejemplo del poema
«Palabra de julio», es el sol el que (se) ve a través de nosotros. Y, sin embargo, no se
trata propiamente de una luz del sol, puesto que éste no figura sino como metáfora
originaria, huella nuevamente de otro sol u otra luz interior y más auténtica que,
como confiesa más adelante, es imposible de aprehender, se difiere siempre más en
este trazo de alusividad y elusividad que se tiñe con los colores del heliotropismo
místico. A pesar de lo cual, está ya ahí, suspendiendo la propiedad de los lugares,
irrumpiendo intempestivamente en la noche, en la oscuridad íntima de los ojos
cerrados ―se hace imposible sustraerse a ella, pues, en la medida en que nos recorre
y nos mantiene inscritos sobre sí―, o conmoviendo, gracias a su carácter ab-soluto,
las fronteras entre el adentro y el afuera del propio ser, necesitado así de abrirse en
ambas direcciones hacia una alteridad que lo excede y lo deconstruye, de someterse
al transporte que ha de extraerlo hacia distancias infinitas. Pues, como no podía ser
de otra manera, esta luz que lo habita carece de linealidad, de objeto, no posee un
origen o un fin reductibles a logos que pudieran determinarla como la operación de
una visibilidad concreta y específica, tendida entre el sol y las cosas o entre el ojo y
el cosmos para facilitar un traspaso cerrado entre lugares: «De repente, sientes
derramarse una luz purísima, total. No se trata de ninguna luz de las que el ojo
percibe desde fuera. Se trata de otra, aún más brillante, que pertenece al propio ojo.
Que hasta por las noches, en la oscuridad, surge y se coloca ante ti. Que, aun si bajas
los párpados porque no quieres ver nada, sigue iluminando. Que, aunque cierres y
aprietes los ojos, la sigues viendo, porque existe en tu interior. En este caso, ves sin
ver nada. Y es precisamente entonces cuando ves. Porque ves esa misma luz. Te
preguntas de dónde vendrá: del mundo exterior o del interior. Después, cuando
100
V, 3, 34-36, PLOTINO (1992), vol. 3, p. 85.
590 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
desaparece, dices: era del interior. Y sin embargo, no; no era del interior. No hace
falta siquiera indagar de dónde viene. No existe punto de partida. No viene de
ninguna parte y no se dirige a ninguna parte. Tan sólo aparece y desaparece»101. Se
trata, en consecuencia, de un mero tener lugar del hiato, de la desapropiación, de la
metaforá o de la transparencia. No existe punto de partida: la luz, como todas estas
instancias, regenera y se regenera a sí misma, es el reorigen de una construibilidad
que puede asociarse a Grecia, a la textualidad, o a la conmoción general de la certeza
sobre el lugar. Su misma atopía ―que podríamos relacionar con la que ciertas
corrientes de la modernidad artística o literaria reclamaban para un arte indemne o
sobre-natural― constituye el (no) lugar en que se inscribe, el «ahí» a que nos
referimos cuando decimos que está siempre ya ahí, fuera-de-lugar, antes del lugar, en
esa epifanía intempestiva incapaz de adoptar la forma de una experiencia en la
medida en que no existe un lugar donde fundar la presencia (la par-ousia) de un
objeto o una corporeidad experimentable. De ello es de lo que se habla, de la misma
construibilidad y atopía de la luz, que se reteje poiéticamente indecidiéndose
siempre más, cuando se trata del misterio o de la expresividad en la luz. Es el en no
de una residencia, sino de un traspaso que trenza en su avance, en su tener lugar, no
ya el espacio de un acontecimiento, sino el socavamiento mismo del lugar propio, el
ahondamiento de la conmoción del lugar como posibilidad de existencia productiva
y plenamente humana; el en de un exceso y de una apertura, de un trasvase perpetuo
que, sin desvelarnos ni traernos cosa alguna (¿de dónde o hasta dónde habría de
traerla?), nos arrebata hacia la alteridad inconmensurable de lo Abierto,
convirtiéndonos en signos de una insondable interrogación que no espera respuesta.
En su no dejar ver nada, la transparencia ocupa así todo el campo de la visión y nos
somete al régimen ab-soluto de lo po(i)ético o de lo textual. Es lo que le ocurre,
según leemos en el ensayo «Boceto para una introducción al espacio egeo», a Grecia,
donde la transparencia, intersticio de un en que se niega a trascender su mero valor
sintáctico enlazando dos instancias efectivamente existentes en tanto morada y
morador102 (lugar y objeto que habrían de presuponer a su vez la clausura sobre sí de
101
«La luz divina según Plotino»: «Άξαφνα, ένα φως νιώθεις να ξεχύνεται αυτούσιο, καθάριο. ∆εν
πρόκειται για κανένα φως απ’ αυτά που το µάτι συλλαµβάνει απ’ έξω. Πρόκειται για κάποιο άλλο,
ακόµη λαµπρότερο, που ανήκει στο ίδιο το µάτι. Που και τις νύχτες, µες στο σκοτάδι, αναπηδάει και
απλώνεται µπροστά σου. Που, κι αν χαµηλώσεις τα βλέφαρα, επειδή δε θέλεις τίποτα να δεις, πάλι
εκείνο εξακολουθεί να φωτίζει. Που, και να πιέζεις το µάτι σου, πάλι το βλέπεις, αφού ενυπάρχει
µέσα του. Στην περίπτωση αυτή, βλέπεις χωρίς να βλέπεις τίποτα. Κι είναι τότε ακριβώς που βλέπεις.
Επειδή βλέπεις αυτό τούτο το φως. Αναρωτιέσαι από πού νά ’ρχεται: από τον έξω κόσµο ή από τον
µέσα. Ύστερα, όταν χαθεί, λες: από τον µέσα ήτανε. Και όµως, όχι· δεν ήτανε από τον µέσα. Μήτε
που χρειάζεται να ερευνάς πούθε έρχεται. Σηµείο εκκίνησης δεν υπάρχει. Από πουθενά δεν έρχεται
και δεν κατευθύνεται πουθενά. Μόνο που εµφανίζεται κι εξαφανίζεται», ELITIS, O. (1993), pp. 311-
312.
102
Se diría por el contrario que este en, negándose a cerrarse sobre un valor puramente semántico,
desemantiza las dos instancias que une: luz y misterio, transparencia y enigma, convirtiéndolas a su
vez en valores sintácticos que ocupan todo el campo de la oración.
2.3. Los cuerpos de la luz 591
un sujeto), lo es todo. No hay más que este en que impide al Egeo «tener pantalla» y
lo convierte en cambio todo él en pantalla, en filamento que opera sin cesar un
traspaso metafórico a través de los diferentes planos de la visión para dar a ver en
ellos, en su ceguera, apenas el punto, polifónico y unidimensional, que simboliza
dicho traspaso; la stigmé a su vez espectral y atópica que, dando a leer el infinito de
su operación, el Ungrund que subyace a la transferencia, nos permite entretejerlo
todo poiéticamente como imaginalidad espectral, sin cuerpo y sin lugar, que extiende
la trama de la transparencia. He ahí uno de los engarces fundamentales de este valor
natural con una expresividad artística griega: no hay en Grecia tal cosa como una
re-presentación que requiriese de una pantalla reflectora situada frente a la realidad
para doblarla, como en Occidente; no hay, extremando el argumento, ni siquiera una
realidad propia, dueña de un lugar, que convertir en objeto de la mímesis. La propia
naturaleza del país, actuando como una sobrenaturaleza que se construye artística y
metafóricamente, es la pantalla sin dobles (espectro sin cuerpo o εἴδωλον sin
modelo) que lo genera todo como imagen impropia o representación tras la cual no
puede verse sino lo imposible, el abismo de la transferencia y la significancia, o bien
el trazo cóncavo de un heliotropismo. No hay significados ni opacidad en la
expresión griega: «El Egeo no tiene pantalla, no la ha tenido nunca. Es de materia o
espíritu (eso no importa) llevados a lo esencial103. La transparencia lo es todo
―probablemente representado por lo incomprensible—: la posibilidad de ver dentro
del primer y del segundo y del tercer y del enésimo nivel de una realidad única el
punto unidimensional y a un tiempo polifónico de su semántica metafórica»104.
Incidiendo en esta indecidibilidad del en, así como en la generalidad de lo
metafórico, prosigue «La luz divina según Plotino». Donde, bajo su doble firma,
Plotino y Elitis siguen refiriéndose a la cualidad atópica de la luz (griega), así como
al heliotropismo doble del sol, que constituye ya una metáfora secundaria de esta
luminosidad sin origen: si por una parte se encuentra sometido a su propio giro, el
que lo desplaza a lo largo del cielo y le confiere un origen en la línea del horizonte,
por otra gira en torno al sol verdadero, metafísico, que se oculta y se muestra
(repitiéndose) en su rostro, pero que a la vez no puede someterse a trópica alguna en
la medida en que está ya, siempre, allí, antes de la conciencia, como indecidibilidad
del espacio (desapropiación, pues, del lugar) que se sustrae a la discontinuidad de un
103
Curiosamente, Elitis no dice «reducidos a lo esencial», como si la esencia no preexistiera a la
operación sobrenatural o artística que se desencadena espontáneamente en el Egeo, sino que fuera
construida en una poieticidad que no pugna por recuperar ningún topos perdido, sino por instaurar la
omnipresencia ―por decirlo de algún modo― de la u-topía.
104
«Το Αιγαίο δεν έχει οθόνη, δεν απέκτησε ποτέ. Είναι από ύλη ή πνεύµα (δεν έχει σηµασία)
οδηγηµένα στο ουσιώδες. Το παν ―για ό,τι πιθανόν το ακατάληπτο αντιπροσωπεύει― είναι η
διαύγεια: η δυνατότητα να βλέπεις µέσ’ απ’ το πρώτο και το δεύτερο και το τρίτο και το πολλοστό
επίπεδο µίας και µόνης πραγµατικότητας το µονοδιάστατο και συνάµα πολύφθογγο σηµείο της
µεταφορικής τους σηµασιολογίας», Ibidem, p. 23.
592 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
105
«Νά γιατί δε χρειάζεται να ερευνάς. Χρειάζεται υποµονετικά να προσµένεις την εµφάνισή του
και να προετοιµάζεσαι για τη στιγµή αυτή, ακριβώς όπως το µάτι που προσµένει να ξεπροβάλει ο
ήλιος. Βγαίνοντας εκείνος πάνω από τον ορίζοντα ―πάνω από τον ωκεανό, λένε οι ποιητές―
προσφέρεται στα βλέµµατά µας. Τον ατενίζουµε. Όµως από πού µπορεί να προβάλει Αυτός που
απλώς εικόνα του είναι ο ήλιος; Τίνος ορίζοντα τη γραµµή ν’ ανέβει για να φανεί; Όχι, Αυτός δεν
έρχεται από κάπου, όπως θα το περίµενε κανείς. Ή, κι αν έρχεται, είναι δίχως νά ’ρχεται. Τον βλέπεις
σαν κάτι που δεν έρχεται, αλλά είναι κιόλας εκεί πριν από καθετί άλλο, πριν καν το διανοηθείς… Και
βέβαια είναι θαύµα αυτό!», Ibidem, p. 312.
106
«∆εν ήρθε, και όµως νά τος! ∆εν είναι πουθενά και ωστόσο δεν υπάρχει µέρος όπου να µην
είναι! Μπορεί βέβαια µ’ αυτά όλα ν’ απορείτε. Όµως, όποιος ξέρει θ’ απορούσε, πιστεύω, µε το
αντίθετο. Ή µάλλον ―κι εδώ θ’ απορήσετε ακόµη περισσότερο― δε θα του ήτανε πια δυνατόν ν’
απορήσει», Ibidem, p. 312.
2.3. Los cuerpos de la luz 593
Estí, una obra escrita sobre los surcos atópicos y textuales de la transparencia, donde
los estudiosos han visto únicamente un proceso de restauración del sol presente y
soberano que ha de gobernar Grecia desde las alturas, el poeta exalta una luz interior,
blanca e indeterminable que representa una mímesis de lo imposible o, más bien, del
infinito, y que acaso, como el resto de blancos del poema, encarna el magma de
revelabilidad en cuya trama el texto se teje y se reteje: «La íntima luz de blancura
lechosa / a imagen y semejanza del infinito»107. Dividida entre continente y
contenido, esta luz indecide de nuevo la propiedad del lugar y se dispone a un
tiempo, como hemos visto para el arranque del «Génesis» y «El Gloria», como el
espacio anterior a todo origen ―la apertura en la que todo nace― y como instancia
originada que comparece como signo de una serie, entreverada entre otros nombres
de otros objetos que componen el cosmos textual griego y que no denotan, en el
juego de la significancia, sino la traspasabilidad de la transparencia que ella misma
encarna. Es la indecidibilidad de su espacio, de su posición, la que articula
desarticulándolo este catálogo de significantes que constituye la plenitud de un
absoluto, si bien un absoluto parcial o rizomático: la integridad siempre abierta de
Grecia, emblema, como tendremos ocasión de analizar más adelante con detalle, de
toda atopicidad, de toda espectralidad del hiato o de la escritura. Por ello esta misma
luz íntima, contenida en el interior ―interior del texto, interior del cuerpo―, se ha
desdoblado al final de la obra, asociada al Siempre y no al Ahora, para envolver
desde cierto afuera los misterios que en teoría habría de acoger y multiplicar:
«Siempre la luz circundante de los misterios»108. A la vez eje que desapropia y rodeo
en torno al eje de lo textual, la luz y la transparencia pierden el encuadre (pues,
¿dónde, sino sobre o contra sí mismas podrían realmente encuadrarse?) y arrastran
consigo, a su infinito movimiento de traspaso o metaforicidad entre (no) lugares,
todo el poema y el ámbito de la experiencia (griega) que propone. En el ensayo
«Avante despacio» encontramos, no obstante, un eco más directo de esta luz
plotiniana. Acaso por la cercanía de composición entre esta obra y «La luz divina
según Plotino», los términos son prácticamente idénticos, lo cual pone de manifiesto
hasta qué punto la firma que Elitis coloca, sin avisarnos de la fuente precisa de su
traducción, bajo la adaptación de las Enéadas, responde a un deseo de hacer suya
retrospectivamente esta noción mística de luz indecidible. Sin embargo, en «Avante
despacio» dicha luz del sol sin sol que ha de constituir «el ingrediente real del
segundo y verdadero orden del mundo»109 no opera como desencadenante del
107
«Το ενδόµυχο φως που ασπρογαλιάζει / κατ’ εικόνα και οµοίωση του απείρου», ELITIS, O.
(2002), p. 180.
108
«Αιέν των µυστηρίων το φως το περιιπτάµενο», Ibidem, p. 182.
109
De «Lumini y sombri» (El jardín de las ilusiones), donde, comentando la frase de otro filósofo
griego de la Antigüedad, en este caso Empédocles, sobre una luz αλλότριον, ajena u otra, que envuelve
594 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
la tierra, Elitis expresa la certeza de que los verdaderos artistas deben construir sus obras sobre el
valor (valor de cambio a que alude el verbo utilizado, εξαργυρώνω, cobrar un cheque o hacer efectiva
una cantidad, transferir fondos de un sistema monetario a otro) de esta luz, fundamento de una
recomposición utópica ―o atópica― del cosmos: «De eso se trata. Escultores y pintores, escritores y
filósofos, poetas y músicos, todos juntos, los que no están ligados por las cadenas de la fricción diaria,
pretenden transferir (εξαργυρώνω) esta luz y considerarla el ingrediente real del segundo y verdadero
orden del mundo» («Περί αυτού πρόκειται. Γλύπτες και ζωγράφοι, συγγραφείς και φιλόσοφοι,
ποιητές και µουσικοί, όλοι µαζί, όσοι έχουν λυτές τις πέδες της καθηµερινής τριβής, αυτό το φως
ζητούν να εξαργυρώσουν και να το θεωρήσουν το πραγµατικό συστατικό της δεύτερης και αληθινής
τάξης του κόσµου»), ELITIS, O. (1999), p. 42.
110
«Αλήθεια, νιώθω τώρα νά ’µαι κοντά, σχεδόν ν’ “ακουµπώ” κείνα που διηγούνται οι παλιοί
ναυτικοί. Για µία ζώνη απέραντης και άπεφθης καθαρότητας, όπου το βάρος σου εκεί δεν µετράει κι
όπου το φως δεν είναι του ηλίου που ξέρουµε µήτε κανενός άλλου τεχνητού ή ουρανίου σώµατος·
είναι το φως που δε χρειάζεται να περάσει από τα µάτια για να σου γίνει αισθητό. Εκεί, έχουν να
λένε, συντελείται η επανάκτηση του σώµατος µείον την εύτρωτη πλευρά του· η ανασύνθεση της ύλης
που σε αποτελεί, µε βάση δεδοµένα εντελώς άγνωστα για µας και συγκλονιστικά, προπάντων από την
άποψη ότι δεν υπάγονται πλέον στις διαδικασίες του χρόνου. Στροφή λοιπόν, όλο δεξιά, και πρόσω
καταπάνω στον κίνδυνο. ∆ε γίνεται αλλιώς. Ή θα συνθηκολογήσεις και θα µείνεις από τους εδώθε ή
θα περάσεις πέρα. Προσοχή. Κανένας µη λιγοψυχήσει. Τα χέρια στο τιµόνι. Κιόλας ένα µήνυµα
διήγηνου οξυγόνου φτάνει ως εµάς. Προσοχή. Θάρρος. Έφτασε ο καιρός να επαληθευτούµε. Τα χέρια
στο τιµόνι. Πρόσω. Πρόσω ηρέµα προς το µη θολούµενον, το άτρεπτον, το γυµνόν, το φαίνον, το αυτῷ
καταληπτόν, το αναλλοίωτον…», ELITIS, O. (1993), pp. 415-416.
2.3. Los cuerpos de la luz 595
en que lo propio se deja habitar por lo ajeno, son esta encrucijada de desapropiación
y apertura que obliga a fundar siempre nuevos lugares, que, ante la imposibilidad,
puesta de manifiesto por lo otro que la luz anuncia e inserta en nuestro espacio, de
reconocer como propio este lugar que denominamos «lo real» y que se halla rasgado
ya, siempre, por su propia alteridad, nos instala en el espaciamiento de una búsqueda
y una promesa atópicas que son también una minuciosa construcción del (re)origen y
de la intersticialidad de su trama y un intento de establecer el espacio de lo propio en
este giro inabsorbible del traspaso. Lo propio de lo griego, su lugar propio, sería por
tanto este hiato que compendia toda impropiedad y opera la desapropiación allá
donde se encuentra, la metaforicidad inherente del sol que, imbricado
indecidiblemente en el gesto de la transparencia y del infinito traspaso, es a la vez
fundante y fundado, huella originaria y huella originada, testimonio y promesa,
significante y ab-soluto de la significación, garante de la visibilidad y
desencadenante de toda ceguera.
Es tiempo, por tanto, de volver al sol ―si es que en algún momento lo
habíamos abandonado― con el fin de rastrear sus elisiones, sus reinscripciones, sus
re-velaciones y sus repliegues sobre este isomorfo de la transparencia o el himen
―caracterizado también por su translucidez― que es la escritura griega constituida
en doble o repetición inclausurable del mediodía sin sombra. En definitiva, de la
instancia que proclama incansablemente la inestabilidad o la intersticialidad
absolutas en el orden del significado, del lugar o del tiempo. A partir de este
momento, pues, nos preguntaremos por un espacio que no existe como tal, por una
tópica que sólo puede ser, en su más amplio sentido, una trópica: ¿cuál es la posición
del sol en relación con la escritura? ¿Sobre, ante, en, tras la escritura? Cuál pueda ser
el valor de estas preposiciones, hasta qué punto puedan determinar una movilidad
incesante, sintáctica y a su vez pre-posicional, del sol o de la luz ―en una dialéctica
de mostración y ocultación irreductible a un tercero y que remite doblemente a las
fases lunares, enseguida se verá por qué―, o en qué grado sean capaces de operar
una desapropiación de toda centralidad metafísica del sentido en la obra de Elitis,
serán las cuestiones que guíen las próximas páginas.
a) Un heliocentrismo en el margen
111
En un pasaje del Diario de un abril invisible, el autor va más lejos: el sol no sólo ha adquirido un
carácter lunar, sino que es la máscara de la luna, secundariedad que, en lugar de repetir apenas la luz
de un sol auténtico y oculto, se constituye en simulacro del simulacro, reflejo de reflejo, velo que,
simulando constituir la instancia de lo propio, no hace sino reduplicar las difericiones y las
impropiedades, desencajar todo centro y reinscribirlo en el más extremo margen: «Agotado de mis
aventuras celestes, me acosté en las primeras horas de la mañana. / Desde el cristal, me miraba la vieja
Selene, con la máscara del Sol puesta» («Lunes Santo, 20»: «Κατάκοπος από τις ουράνιες περιπέτειες,
έπεσα τις πρωινές ώρες να κοιµηθώ. / Στο τζάµι, µε κοίταζε η παλαιά Σελήνη, φορώντας την
προσωπίδα του Ήλιου»), ELITIS, O. (2002), p. 482.
598 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
112
Recomponiendo a través de la combinatoria las palabras del texto sagrado con el objeto de
extraerles su sentido, o bien las múltiples posibilidades que Dios colocó en ellas, el cabalista
recompone también el cosmos de acuerdo con infinitos nuevos órdenes. Toda interpretación es una
imitación de la tarea primordial de Dios, quien ya generó nuestro universo a partir de una escritura
preexistente, la Torá superior. La escritura es, en este aspecto, anterior incluso al mismo Dios, que
sólo reescribiendo aquellas palabras que le habían precedido, copiándolas y tallándolas sobre la
materia, dio lugar al universo y se dio lugar a sí mismo como su creador. De modo que tratar, por
medio de una hermenéutica bíblica que aquí podemos extrapolar a la imposible legibilidad elitiana del
cosmos, de borrar la historia de la Creación ―desentrañando la escritura de Dios y encontrándolo a él,
puro y presente, al cabo del hilo― y regresar a su punto cero, no significa sino alejarse cada vez más
de un origen puro ―enmarañar aún más la Escritura con nuevas escrituras con valor asimismo
fundacional, escribir de algún modo sobre el trazo de lo escrito― e instalarse en la reproducción
sagrada y trascendente de un reorigen que es, siempre, el (re)nacimiento mesiánico de una historia.
Trabajar sobre la escritura, como parece sugerirnos la obra de Elitis, significa pues crear nuevos
600 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
efecto de escritura: he ahí uno de los ejes fundamentales que enlazan la poesía de
Elitis con la escritura mística.
Negar al sol una posición central, asociada al significado que desde el exterior
―que es en realidad el interior de la presencia para sí identificada con la plena
conciencia― confiere autoridad a la escritura, es conspirar contra una larga tradición
platónica sobre la cual se ha construido la metafísica del ser dominante en el
pensamiento occidental. En ella, el sol representa todas las instancias
jerárquicamente superiores en una dialéctica dualista: el padre, el Bien, lo Bello, la
fuente, el Uno, Dios. Pero, sobre todo, ocupa el lugar del logos que con su mera
presencia cegadora instituye la verdad o la clausura del sentido y reabsorbe el exceso
innecesario y enajenante de la escritura. En este aspecto, desde el Fedro de Platón el
sol constituye el origen y el telos, en tanto modelo trascendente y radicalmente otro,
de toda fenomenalidad113. La escritura sería, de este modo, el residuo derivado que
contribuiría a eclipsar el sol de la verdad y la presencia en beneficio de una
secundariedad artificiosa tendente a generalizar el engaño, el alejamiento del centro,
la oscuridad o la ofuscación de la fuente, la pérdida progresiva de una totalidad
posible114. Sin embargo, desde el inicio mismo de esta tradición que podríamos
mundos, pero siempre contenidos en éste, compuestos por una reorganización de sus mismos
materiales sígnicos. Ése parece ser el criterio del Zohar, uno de los textos centrales de la Cábala
teosófica, tal como ha explicado Esther Cohen: «“La interpretación crea firmamentos”, dice el Zohar,
texto clásico de la cábala medieval. Y al hacerlo, al proponer un vínculo estrecho entre la palabra y los
mundos posibles, una relación de causalidad entre el nombrar y el crear, el Zohar toma una posición
dinámica y comprometida frente al Texto y frente al hacer de la historia. En otras palabras, al saberse
coautor y copartícipe del universo a través de la práctica de la interpretación, el Zohar se asume, por
encima de todo, responsable», COHEN, E. (1999), pp. 18-19. De acuerdo con esta lógica podría acaso
explicarse la afirmación de Elitis en el «Memorial para Andreas Embiricos»: «La Poesía nació para
corregir los errores de Dios; o, si no, al menos para mostrar cuán equivocadamente hemos concebido
su don» («Η Ποίηση έγινε για να διορθώνει τα λάθη του Θεού· ή, εαν όχι, τότε για να δείχνει πόσο
λανθασµένα εµείς συλλάβαµε τη δωρεά του»), ELITIS, O. (1993), p. 116, o bien sus apelaciones a la
construcción poética de un paraíso que no diferirá en sus materiales constitutivos del mundo presente:
«Y sin embargo del qué es al qué puede ser se atraviesa un puente que lleva, ni más ni menos, del
Infierno al Paraíso. Y, lo más extraño: un Paraíso construido exactamente con los mismos materiales
que el Infierno. Lo único que varía es la percepción de la disposición de los materiales
―imaginémosla sobre la arquitectura de la moral y los sentimientos para comprenderlo―, pero ello
es suficiente para determinar la incalculable diferencia» («Κι όµως από το τί είναι στο τί µπορεί να
είναι περνάς µία γέφυρα που σε πάει, ούτε λίγο ούτε πολύ, από την Κόλαση στον Παράδεισο. Και το
πιο παράξενο: έναν Παράδεισο φτιαγµένον από τα ίδια υλικά που είναι φτιαγµένη ακριβώς και η
Κόλαση. ∆εν είναι παρά η αντίληψη για τη διάταξη των υλικών που διαφέρει ―ας την φαντασθεί
κανένας επάνω στην αρχιτεκτονική της ηθικής και των αισθηµάτων για να καταλάβει―, αλλά που
είναι αρκετή ωστόσο για να προσδιορίσει την απροσµέτρητη διαφορά»), ELITIS, O. (2000), pp. 9-10.
113
«El bien, en la figura visible-invisible del padre, del sol, del capital, es el origen de los onta, de
su aparición y de su llegada al logos, quien a la vez los reúne y los distingue […]. El bien (el padre, el
sol, el capital) es, pues, la fuente oculta, iluminadora y cegadora, del logos», «La farmacia de Platón»,
DERRIDA, J. (2007), p. 122.
114
«¿Y la semejanza del logos con el sol (con el bien o la muerte que no puede mirarse en la cara),
con el rey o el padre (el bien o el sol inteligible son comparados con el padre en la República 508c)?
¿Qué debe ser la escritura para amenazar este sistema analógico en su centro vulnerable y secreto?
¿Qué debe ser la escritura para significar el eclipse de aquello que es el bien y el padre? ¿No será
necesario dejar de considerar a la escritura como el eclipse que viene a sorprender y ofuscar la gloria
2.3. Los cuerpos de la luz 601
del verbo? Y si hay cierta necesidad de eclipse, el vínculo de la obra y de la luz, de la escritura y del
habla, ¿no debe aparecer de otra manera?», DERRIDA, J. (1971), pp. 123-124.
115
En Plotino la imagen del sol sirve como metáfora perfecta («buen ejemplo») del Uno o el Bien,
centro emisor de los rayos que se extienden a la totalidad del cosmos, y origen permanente de toda luz
(presencia inconmovible al cabo de cada uno de los rayos que percibimos desde la inmanencia): «El
Bien mismo debe, pues, permanecer fijo, mientras que las cosas todas deben volverse a él como el
círculo al centro del que parten los radios. Y un buen ejemplo es el sol, pues es como un centro con
respecto a la luz que, dimanando de él, está suspendida de él. Es un hecho al menos que, en todas
partes, la luz acompaña al sol y no está desgajada de él. Y aun cuando tratares de desgajarla por uno
de sus dos lados, la luz sigue suspendida del sol», I, 7, 24-29, PLOTINO (1992), vol. 1, p. 301. Subyace
sin embargo aquí, como en todo el pensamiento plotiniano, una lógica de la huella y de la marca que
recuerda muy nítidamente al heliotropismo de que vengo hablando a lo largo de todo el trabajo. Acaso
la vinculación de Plotino a cierta teología negativa que trabaja ya en la sombra toda la lógica platónica
y neoplatónica tenga la culpa. Si el sol es origen y telos de todo lo que existe, y se sitúa además del
lado de la presencia absoluta, también es la huella insondable (dado que se encuentra más allá de la
esencia) que late en toda fenomenalidad y que hace a su vez de cada fenómeno una huella. Elitis,
como veremos, extremará al máximo esta cuña que socava ya, desde su misma formulación, el
dualismo (neo)platónico y la metafísica de la presencia (del sol).
116
DERRIDA, J. (2007), pp. 121-124.
117
En cualquier caso, seguimos aquí ante una lógica de la presencia y del sentido, encarnada
alternativamente por el logos o su padre trascendente, el sol inteligible, correlato de un sol sensible
que tiende a creerse descifrable como metáfora.
118
Cfr. DIONISIO AREOPAGITA (1981), p. 139-140.
602 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de lo sensible y de la metáfora; (se) vuelve y (se) esconde. Como el tropo metafórico implica siempre
un núcleo sensible o mejor algo que, como lo sensible, siempre puede no estar presente en acto y en
persona, y puesto que el sol es a este respecto, por excelencia, el significante sensible de lo sensible, el
modelo sensible de lo sensible (Idea, paradigma o parábola de lo sensible), el giro del sol siempre
habrá sido la trayectoria de la metáfora», DERRIDA, J. (2003), p. 290.
122
«Decíamos más arriba: el sol es el referente único, irreemplazable, natural, alrededor del cual
debe girar todo, hacia el que todo debe volverse. Ahora debemos, siguiendo, sin embargo, el mismo
trayecto, dar la vuelta a la proposición: el sol propiamente dicho, el sol sensible, no sólo proporciona
malos conocimientos, es sólo metafórico. Puesto que no se puede uno asegurar, nos dice Aristóteles,
de sus caracteres sensibles como de lo que es “propio”, el sol nunca está presente propiamente en el
discurso. Cada vez que hay una metáfora hay, sin duda, un sol en alguna parte; pero cada vez que hay
sol, ha comenzado la metáfora. Si el sol es ya metafórico, siempre, ya no es completamente natural.
Es, ya, siempre un brillo, diríamos una construcción artificial si todavía se pudiera acreditar esta
significación cuando ha desaparecido la naturaleza. Pues, si el sol no es completamente natural, ¿qué
queda de natural en la naturaleza? Lo más natural de la naturaleza comporta en sí mismo, de qué salir
de sí; se acomoda con la luz “artificial”, se eclipsa, se elide, siempre ha sido otro: el padre, la semilla,
el fuego, el ojo, el huevo, etc., es decir, tantas otras cosas todavía, que dan además la medida de las
buenas y malas metáforas, de las claras y de las oscuras», Ibidem, p. 291. En Elitis, el sol adopta
asimismo esta proliferación de máscaras: es el soberano, el rey del cosmos griego, el dios, el Sol
Oculto, Cristo, el héroe que desciende al Hades, el hijo del discurso, el auxiliar del Poeta, su padre,
etc.
123
Pues, como hemos visto hasta aquí, si bien se postula como el magma sobre el que nace todo
discurso griego, su estar-ahí no responde unívocamente a un deseo de constituir el origen irreductible
604 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Parece difícil, por todas estas razones, mostrarse de acuerdo sin matices con
la corriente predominante que ha querido ver en un sol presente y tutelar el centro de
la poética elitiana. Reduciéndolo exclusivamente al terreno del símbolo o del tema, o
bien a una suerte de metáfora útil para representar hallazgos técnicos relativos a la
arquitectura del poema, la crítica ha obviado en general no sólo la ineludible
contaminación recíproca entre estas dimensiones ―que la suspensión del lugar
operada por la luz y la transparencia propicia, como hemos tenido ocasión de ver―,
sino además las implicaciones escriturales que recomiendan invertir los términos y
leer la poesía del autor, o el impulso que la inscribe, sobre el trazo de esta metafórica
solar. El heliocentrismo de que han hablado estudiosos como Eratoscenis
Capsomenos, vinculándolo nuevamente a la especificidad de una cultura griega que
sitúa en lo más alto de la jerarquía ontológica al sol como fuente de la luz, de la vida
y de la fusión panteística con tintes monistas124, no podría admitirse más que como
un heliocentrismo en el margen, que concede al sol un valor primordial, sí, pero no
en tanto presencia cósmica e intrapoética ―en tanto objeto tutelar o modélico―, sino
como sucesión de reflejos, metáforas y reinscripciones que interpreta una serie de
juegos poiéticos y que cumple, según una lógica de la transparencia, la significancia,
o incluso la revelabilidad, el desencajamiento de todo centro o de todo telos exterior.
Es el gesto del sol, el gesto metafórico que inscribe con su mera aparición, y que en
su poesía se remarca ampliamente, lo que configura todo posible heliocentrismo en
Elitis. Hay cierta identidad o semejanza, en definitiva, entre el eje desestructurante
que atraviesa o inscribe su poesía y que hemos denominado hiato, cesura,
metaforicidad, punto, etc., y este comportamiento sígnico del sol que niega su propia
centralidad y decreta, hasta cierto punto, la omniabarcabilidad de la escritura y el
margen. No cabe estar de acuerdo tampoco, por consiguiente, con Andonis
Decavales, quien afirma en un célebre artículo que el sol adquiere en Elitis un valor
platónico, el de Bien supremo que permite ver las cosas en su verdad eterna125. Puede
que ésa sea la impresión primera ante un sol que se denomina soberano, rey, padre,
que acapara la cualidad de la visión y ve a través de nosotros, pero como mostraré
enseguida el sol elitiano, tal como se presenta en su obra, no hace sino negar los
principios del dualismo platónico y eclipsarse constantemente tras el velo de los
significantes o las difericiones ―proclamando una (auto)invisibilidad que poco tiene
de todo lo demás, sino que al mismo tiempo se proyecta como posterioridad o producto de aquello
mismo que se da a ver, ocultándose, en ella: el sol. Ninguno de los dos, en consecuencia, podría
apropiarse de la caracterización de naturalidad total o pura. De ahí que, en Elitis, la naturaleza sea
siempre poiética, sobre-natural.
124
Cfr. una vez más su artículo «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό
σύστηµα», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 58.
125
DECAVALES, A. (1982-1983), p. 34.
2.3. Los cuerpos de la luz 605
que ver con el esclarecimiento metafísico de que habla Decavales― con el objeto de
diseminar el centro o el punto de referencia ―el sol es a este respecto también una
stigmé― y garantizar el reorigen y la inagotabilidad textual del cosmos. También
Lina Lijnará, en sus estudios estructuralistas de la simbología ―en la línea de Gaston
Bachelard y Gilbert Durand126―, ha afirmado que el sol ocupa una posición no sólo
central y presente sobre el mundo poético elitiano, sino también tutelar, dictando las
acciones del Poeta y conduciéndolo en su esfuerzo indemnizador127. En mi opinión,
sin embargo, sólo cabría hablar de dictado a cargo del sol en la medida en que sus
retracciones lo sitúan, al igual que a la luz o a la transparencia, como un
antes-del-habla o antes-de-la-escritura que, configurado también como la huella de
una escritura, compromete a escribir o impulsa a expresarse, fundando la marca ―y
fundándose sobre ella― que se reitera a lo largo del heliotropismo de su poesía. Sólo
en ese espacio intersticial que suspende las instancias de un afuera o un adentro del
texto ―suspendiendo por tanto la posibilidad del lugar y adoptando un
comportamiento hasta cierto punto similar al del Dios apofático que induce a hablar
para ocultar su existencia o su condición (para re-velarlo)―, podría el sol dictar el
poema. En cierto sentido, desde la centralidad del margen o la marginalidad del
centro. No en cambio desde una plena presencia interior o exterior al texto. Pues,
como estamos a punto de ver y veremos en los apartados siguientes, el sol muta
incansablemente: se deja escribir, se deja leer, se oculta, comparece por un instante,
se filtra, se esconde tras el himen, finge dominar la escritura desde un fondo
insondable, nace y renace dentro de la textualidad o la transparencia, se multiplica y
se dobla o siembra por doquier su potencia fundante y originaria.
La propia acción poética, en tanto reorigen y poiesis constante, no sólo
escapa al pleno dominio o a la determinación de un sol del sentido, sino que a
menudo invierte el proceso y es ella quien lo (re)genera en la trama de su escritura
como posibilidad de nuevos mundos en el mundo. El sol es entonces un mero efecto
de escritura, una derivación de aquello mismo que debería, teóricamente, estar
derivándose de él. El lugar y el tiempo de la poesía ―y del mismo sol― queda
suspendido, virtualizado en una serie de co-penetraciones que excluyen el
ordenamiento lógico y validan la contradicción de determinados principios de
126
Por supuesto, cabría un análisis de la obra de Elitis según la rigurosa estructuración de los
«regímenes de la imagen» establecidos por Gilbert Durand en su obra Las estructuras antropológicas
de lo imaginario. Admitiríamos entonces, quizá, que Elitis se sitúa dentro del «régimen diurno», y
trataríamos de vincular la frecuente figura del sol a los valores patriarcales, teológicos, a los esquemas
de ascensión, etc. Pero, ¿no perderíamos de este modo gran parte de la complejidad intraducible del
comportamiento del sol en su poesía? ¿No perderíamos la suspensión entre el carácter solar y lunar, o
bien la contaminación indecidible del primero por el segundo? ¿No tenderíamos a cargar las tintas en
el significado unívoco y en la pertenencia exclusiva, perdiendo la indiscutible sutileza de un gesto que
nunca se deja del todo reducir por la operación crítica?
127
LIJNARÁ, L. (2002), pp. 98-99.
606 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
128
«Θέαινες του πελάγου, το θυµάστε; Ήταν ένα παιδί, παιδάκι. “Μην κλαις”, τού ’λεγαν, “µην
κλαις”. Τότες που γύρισε κι άνοιξε τα µάτια. Κι άρχισε µες στα δάκρυα να χαράζεται απαρχής
αληθινός ήλιος µέγας», ELITIS, O. (2000), p. 17.
129
«Κι όπως άφηνα τη σκέψη µου πίσω σαν χελιδονένιο αέρι που άλλαξε χρώµα στα νερά ψυχρά
ή δαχτυλιδένια ή διάφανα µε το µέτωπο καταµπροστά χτύπησα στον πυθµένα Όπου αναπήδησε
ήλιος // Πήρε µία ράβδωση ο αιθέρας κι άκουσα να κυλούν κατά τη γης τα τέσσερα ποτάµια τα
ξακουστά µε τ’ όνοµα Φεισών Γεών Τίγρης Ευφράτης», ELITIS, O. (2002), pp. 223-224.
2.3. Los cuerpos de la luz 607
una sola espina, descifraba los oráculos del Erebo… / Y desde el principio Valles,
Montañas, Árboles, Ríos»130. Finalmente, en el texto que cierra María Aefeli, «La
apuesta eterna», el sol vuelve a aparecer como producto, en este caso desencadenado,
quizá analógicamente, desde la figura de un limón, metáfora solar de la misma
manera que el sol es metáfora analógica de otra cosa, o bien de su misma
metaforicidad; aquí es la sensación, otro modo, como hemos analizado, de lectura-
escritura, la que opera esta secundariedad, cuya importancia se remarca en el hecho
de que la estrofa ocupe el primer lugar de un poema que quiere figurar como
compendio del libro, como catálogo de acciones poéticas destinadas a indemnizar el
mundo y recomponer escrituralmente sus materiales: «Que un día morderás en el
limón joven / y desencadenarás / enormes cantidades de sol de su interior»131.
Pero donde debemos buscar con mayor intensidad este movimiento que
reinscribe el sol, lo difiere en sus reflejos y lo convierte, como el mismo Elitis
declara ―con estas u otras intenciones, da igual―, en escritura («Pues el sol y las
olas son una escritura silábica que se descifra sólo en tiempos de tristeza y de
exilio»132), es en la obra que durante décadas se ha considerado apogeo del
heliocentrismo del autor: el Axion Estí. Como ha ocurrido ya en más de una ocasión
hasta aquí, haré una breve relectura de algunos puntos del texto, siguiendo
rigurosamente su orden. Ello nos mostrará cuán lejos se encuentra este poema,
observado en la distancia corta, de constituir simplemente la historia de un trayecto
excéntrico entre dos presencias del sol: la que sancionaría la plenitud de un paraíso
inaugural en el «Génesis», y la que, tras el paso por la oscuridad o el eclipse de lo
histórico, recuperaría sin pérdida esa plenitud en una suerte de siglo futuro. Historia
occidental de reabsorción del sentido y de la propiedad de Grecia y de la poesía en
un telos externo establecido como la restauración del origen, ese esquema contradiría
los valores de la poética elitiana que hemos visto hasta aquí: su construcción
constante sobre el filo de la impropiedad, el traspaso y la apertura a lo otro. Por el
contrario, entiendo que la luz o el sol se dan en la obra dentro del ámbito de la
escritura, son ellos mismos el surco reinmanentizado que puede abrir al reorigen, a la
indemnización, a la revelabilidad, trazo blanco ―como hemos visto arriba― que
sustrae materia del fondo oscuro de la historia, de la teleología occidental y de la
lógica del significado o la presencia, para (re)fundar a cada paso (refundándose), en
su tener lugar, el espacio de la significancia o la transparencia que a su vez han dado
130
«Ήλιος νέος, αγίνωτος ακόµη / Που δεν έσωνε να καταλύσει την πάχνη των αρνιών από το
ζωντανό τριφύλλι, όµως πριν καν πετάξει αγκάθι αποχρησµοδοτούσε το έρεβος… / Κι απαρχής
Κοιλάδες, Όρη, ∆έντρα, Ποταµοί», Ibidem, p. 192.
131
«La apuesta eterna»: «Ότι µία µέρα θα δαγκάσεις µες στο νέο λεµόνι / και θ’ αποδεσµεύσεις /
τεράστιες ποσότητες ήλιου από µέσα του», Ibidem, p. 434.
132
«Un regalo, un poema de plata»: «Αφού και ο ήλιος και τα κύµατα είναι µία γραφή συλλαβική
που την αποκρυπτογραφείς µονάχα στους καιρούς της λύπης και της εξορίας», Ibidem, p. 231.
608 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
133
«Είδα τότε θυµάµαι / τις τρεις Μαύρες Γυναίκες / να σηκώνουν τα χέρια κατά την Ανατολή /
Χρυσωµένη τη ράχη τους και το νέφος που άφηναν / λίγο λίγο σβήνοντας», Ibidem, p. 121.
134
«Ήταν ο ήλιος µε τον άξονά του µέσα µου / πολυάχτιδος όλος που καλούσε», Ibidem, p. 121.
610 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
137
«Η γραµµή του ορίζοντα έλαµψε / ορατή και πυκνή και αδιαπέραστη // ΑΥΤΟΣ ο πρώτος
ύµνος», Ibidem, p. 122.
612 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
138
«“Και πολλά τα λιόδεντρα / που να κρησάρουν στα χέρια τους το φως / κι ελαφρό ν’ απλώνεται
στον ύπνο σου”», Ibidem, p. 124.
2.3. Los cuerpos de la luz 613
solar». Porque no falta tampoco lo que podríamos llamar una ambigüedad lunar
contagiada a este astro. No se trata tan sólo de la secundariedad escritural que lo
instituye en reflejo ―a la vez que poiesis heliotrópica― de un ente oculto y superior
(identificable, por lo demás, consigo mismo y sus retracciones). Sucede además que
el sol de esta obra, el sol axial que se identifica con el Poeta, se desmarca de una de
sus propiedades fundamentales: la plena manifestación. El sol es lo totalmente
manifiesto, aquello que se da por completo y no oculta nada. No hay oscuridad o
sombra ―no al menos en él― como contrapartida de su luz. Pero, más allá de una
dialéctica de la re-velación que lo esconde insistentemente tras filtros, membranas o
reflejos en todo el poema, el final del «Génesis» alude sin ambages a las «caras del
sol», un concepto tan indiscutiblemente lunar como el de las fases. El dios explica al
Sol-Poeta que, llegado el momento de la irrupción del mal y de la historia, será
preciso que emerja su «otra cara»: «“Pero ahora”, dijo, “tu otra cara / ha de salir a la
luz”»141. ¿Cuál podría ser, sin embargo, esa «luz» a la que debe salir una de las caras
del sol? ¿Cómo mostrarse ante una luz que no surge de sí mismo? ¿Cómo podría el
sol «salir» si no es para dispensar precisamente su luz sobre una atmósfera oscura?
Existe nuevamente, por tanto, un espaciamiento, una escansión que separa al sol de sí
mismo y le impide cerrarse sobre toda propiedad de sí. El sol está condenado a ser su
otro, un otro lunar que se somete a su propia luz, que queda iluminado desde el
exterior y excluye, en consecuencia, todo carácter estrictamente solar. No hay en el
Axion Estí, vamos a seguir viéndolo, una literalidad del sol, un objeto capaz de
responder a la llamada de ese nombre propio si no es bajo una respuesta múltiple,
doblándose en una repetición inaugural que lo configura sobre este pliegue
inverosímil de la autoiluminación. Suspendido en un juego de espejos que lo difiere
siempre más, su original se encuentra siempre, ya, perdido, sobrevolando el texto
como la huella irreductible que lo tutela bajo la lógica del signo o de la ausencia (una
ausencia, por supuesto, no historiable). La textualidad griega lo necesita, pero no ya
en tanto garante del sentido y su retorno a sí, como ha querido ver cierta crítica, sino
como testimonio y emblema de la significancia, de la necesaria apertura a la
alteridad o del dominio omniabarcador de lo metafórico. Ése sería acaso el valor
último de su configuración lunar sobre un transporte desde sí hasta sí que es un
escorzo, un tropo inverosímil desde su inaprensible «cara oculta» hasta la luz que
finge iluminarlo desde un afuera pero se suspende, y lo suspende, en la espectralidad
de un no lugar. El sol deviene entonces, extremando acaso su condición metafórica,
lo que nunca se sospechó que pudiera ser: mediación o mediaticidad puras. Justo en
el instante, además, en que promete haberse clausurado sobre una identidad o una
identificación. Sucede al final del «Génesis», cuando todos los calificativos que
141
«“Αλλά τώρα” είπε “η άλλη σου όψη / ανάγκη ν’ ανεβεί στο φως”», ELITIS, O. (2002), p. 131.
616 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sirvieron en los primeros versos para referirse al eje solar que recorría al individuo
como anterioridad o modelo de sí se repiten para sugerir que dicha instancia se ha
actualizado suturando la diferencia en el interior del sujeto: «Y el que en verdad yo
era El de muchos siglos antes / El aún verde en el fuego El no escindido del cielo /
Entró en mí Se convirtió / en el que soy»142. Se diría que, en este punto de irrupción
de la historia y de los valores beligerantes de Occidente contra la textualidad griega,
las clarté de las Luces se ha impuesto a la transparencia y a la significancia. Nada
más lejos, sin embargo, de la realidad. Enseguida observamos que la grieta que
escandía al Poeta-Sol no sólo no ha sido restañada, sino que se ha agrandado
definitivamente. El espaciamiento y la metáfora, se diría, siguen trabajando sin pausa
el texto. Pues el guión que separaba uniendo estas dos instancias, ese himen o hiato
de donde parecía brotar indecidiblemente la escritura que lo compone, es ocupado
ahora por una de ellas, el sol, que paradójicamente (¿o debería decir, en consonancia
con el gesto de la luz y la transparencia griegas, paralógicamente?) «adquiere un
rostro» en el momento mismo en que pierde todo dominio sobre la textualidad y
queda reducido a la categoría de entidad independiente y secundaria, mero asistente
del Poeta; pasa nuevamente a reinscribir su heliocentrismo en el margen, a un lado de
ese Poeta que, también ficticiamente, parece convertirse en el Dios tutelar que
dispensa la escritura ―olvidando acaso que, en el pasaje de los anagramas, quedó
igualmente retejido como una hebra más del entramado que finge dominar―:
«Adquirió un rostro el Sol El Arcángel siempre a mi derecha»143. Son los últimos
versos del «Génesis». Erigido el Poeta en el lugar de un centro que nunca habitó el
sol, como hemos visto, no podríamos hablar quizá de usurpación o de
desplazamiento más allá de la medida en que es sobre ese desplazamiento como el
sol se da a ver y se construye144. Éste, no obstante, se convierte aquí en Arcángel, es
degradado desde el trono de(l) Dios que jamás ocupó propiamente y deviene, en el
gesto mismo de concretizarse (adquirir un rostro), mensajero, enviado de la
divinidad, testimonio de su presencia espectral, himen en definitiva que lo equipara
al signo o a la escritura abiertos hacia una alteridad ab-soluta. Mostrándose más
142
«Και αυτός αλήθεια που ήµουνα Ο πολλούς αιώνες πριν / Ο ακόµη χλωρός µες στη φωτιά Ο
άκοπος από τον ουρανό / Πέρασε µέσα µου Έγινε / αυτός που είµαι», Ibidem, pp. 131-132.
143
«Πήρε όψη ο Ήλιος Ο Αρχάγγελος ο αεί δεξιά µου», Ibidem, p. 133.
144
Acaso la sustitución, que no es tal, del sol por el Poeta, o por el individuo que dispensa la
escritura, no significa, tal como Jacques Derrida ha explicado respecto a Platón, un intento de
apropiación del centro o del sentido sino la apertura total, en la retracción del rostro solar ―que aquí
sobreviene en el gesto mismo de su adquisición―, a la escritura, una apertura más en esta sucesión de
hiatos y reorígenes que constituye el Axion Estí: «Igual que, como hemos visto, Sócrates suple al
padre, la dialéctica suple a la noesis imposible, a la intuición prohibida del rostro del padre (bien-sol-
capital). El retiro del rostro abre y limita a la vez el ejercicio de la dialéctica. La suelda
irremediablemente a sus “inferiores”, las artes miméticas, el juego, la gramática, la escritura, etc. La
desaparición del rostro es el movimiento de la diferenzia que inaugura violentamente la escritura y
que se abre a la escritura», DERRIDA, J. (2007), pp. 254-255.
2.3. Los cuerpos de la luz 617
concreto que nunca, más individualizado y presente que en ningún otro instante (la
posesión de un rostro hace de él un ser visible, pero al mismo tiempo un personaje, el
dueño de una máscara o la máscara misma), se retrae un paso más, es despojado
definitivamente de todo contenido objetual y reducido al espacio de la mediaticidad
de una escritura: incapaz de poseer un significado pleno, menos aún de dispensar el
sentido, se limita a transmitir, a transportar en su condición metafórica los mensajes
de una sacralidad inaprensible desde la inmanencia. No conviene olvidar, sin
embargo, que la expresión παίρνω όψη en griego puede significar también «adquirir
la visión», obtener el sentido de la vista, en cuyo caso estaríamos ante un doble
trayecto de la mirada: el sol sale, se independiza de la interioridad del sujeto, para ver
y ser visto en el cielo. En el gesto mismo de su retracción tras la fenomenalidad de
esta repetición, de este enmascaramiento que encarna a la perfección el gesto
re-velador, alusivo-elusivo, de todo signo y de toda huella, en definitiva de todo
heliotropismo, se ocultaría entonces la instauración de cierta dimensión objetual, la
posibilidad, en el definitivo imperio de la mediación y el transporte o la
significancia, de ver algo. Situado el sol en lo alto del cielo como el gran ojo que nos
contempla y se deja contemplar, dentro del cual se refunda la visibilidad sobre
nuevas premisas, podría acaso parecer ―y no es casual que esta reobjetualización se
produzca en el despojamiento de los valores del cosmos griego a manos de la historia
venida de Occidente― que ha surgido por fin un telos capaz de detener la mirada y
la circulación de los signos. ¿No será acaso ello, este retorno (επι-στροφή, giro sobre
sí que es también el del sol, elipse que nunca describe un círculo perfecto, que
siempre ha perdido algo en su trayecto de reabsorción) a las Luces, este sacar el sol
de la trama del texto y elevarlo sobre nuestras cabezas para hacerlo regresar, siquiera
ficticiamente ―de lo cual hay innumerables marcas, como vemos, en este mismo
verso―, a su lugar tutelar (en el gesto mismo que lo destierra una vez más de toda
centralidad), lo que determina el fin del paraíso, la caída de la indemnidad de lo
griego que inaugura «La Pasión»? ¿No será esta interrupción aparente de la
significancia o la ceguera absoluta de la transparencia causada por la manifestación
del sol, y no, como ha querido verse tradicionalmente, su oscurecimiento o su
eclipse, lo que desaloja a Grecia, y al Poeta, de su asentamiento en el no lugar de un
filo o un traspaso, y los conduce a la determinación y a la de-limitación en el espacio
y en la historia? A pesar de ello, la indecidibilidad se mantiene. La emersión del sol,
su ascensión al cenit, no deja de entenderse, gracias a la excentricidad que establece
la figura central y cristológica del Poeta, como una (re)inscripción en el margen, un
nuevo reflejo o retrazo encargado de transmitir un mensaje otro, alojado siempre en
otro lugar. Ya no es, por mucho que restablezca un esquema occidental o teleológico
de visión ―que nos sugiere la recuperación de la opacidad y la sombra, tan ajenas al
618 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
145
Oda cuarta: «Ένα το χελιδόνι κι η Άνοιξη ακριβή / Για να γυρίσει ο ήλιος θέλει δουλειά πολλή»,
ELITIS, O. (2002), p. 144.
620 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
146
«Θέλει νεκροί χιλιάδες νά ’ναι στους Τροχούς», Ibidem, p. 144.
147
Oda quinta: «Με το λύχνο του άστρου στους ουρανούς εβγήκα / Στο αγιάζι των λειµώνων στη
µόνη ακτή του κόσµου / Πού να βρω την ψυχή µου το τετράφυλλο δάκρυ! / […] / Οδηγέ των ακτίνων
και των κοιτώνων Μάγε / Αγύρτη που γνωρίζεις το µέλλον µίλησέ µου / Πού να βρω την ψυχή µου το
τετράφυλλο δάκρυ!», Ibidem, pp. 148-149.
2.3. Los cuerpos de la luz 621
148
Oda sexta: «Της ∆ικαιοσύνης ήλιε νοητέ και µυρσίνη συ δοξαστική / µη παρακαλώ σας µη
λησµονάτε τη χώρα µου!», Ibidem, p. 150. Hay que observar además que el Poeta se dirige al sol
inteligible como a una divinidad suprema e inescrutable ―oculta en la medida en que no habla con
palabras humanas― que tutela de algún modo, aunque sólo sea en su retracción, a la grecidad. El resto
del contenido del poema, que analizaré en el próximo capítulo, autoriza a pensar en un esquema
profético donde Grecia es concebida de algún modo como pueblo elegido.
149
«Καλό το νερό / και πέτρινο το χέρι του µεσηµεριού / που κρατεί τον ήλιο στην ανοιχτή παλάµη
του», Ibidem, pp. 156-157.
622 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«La Pasión» deja traslucir a partir de este punto, en una tercera parte que se
va acercando progresivamente a la redención final, que la trópica del sol descrita en
el texto progresa ya hacia un retorno efectivo (y, sin embargo, ¿había cesado este
giro en algún momento?) tras el paso por una muerte que no podemos sino identificar
con la visibilidad, la objetualidad y la doble institución del telos que observamos al
final del «Génesis»: «La vida que la muerte ha gustado / Desnuda como el sol ha
regresado»150. Dicha metafórica escritural, en su doble gesto sígnico y cósmico
―apenas distinguibles―, parece tener el valor añadido de generar la hendidura a
través de la cual regenerar poiéticamente el cosmos, un cosmos indemne: «Y no
teniendo ay otra cosa / La vida que todo ha derrochado / ¡Sobre las ruinas ha clavado
una amapola que brilla!»151. Lo mismo sucede en la utopía futura descrita en el
«Profético», muy cerca del final. El sol se inscribirá en ella afectado por constantes
desplazamientos que lo conducen y lo sustraen simultáneamente al centro,
dibujándolo a lo largo de una nueva serie de retracciones. Dueño aparente de la más
alta jerarquía ontológica, vencedor de la muerte, sobre cuyo espacio se derramará
para disolverla y purificarla, el sol deberá contener sin embargo sus rayos, retraerse
ya como en las viejas cosmogonías lurianas, para que los sueños, la escritura
inconsciente que constituye su otro, la espectralidad imaginal sin referente, se
extiendan bloqueando una clausura completa del sentido, garantizando la continuidad
de la metáfora o metaforá. Con ese objeto, precisamente, volverá a reinscribirse en el
margen cediendo el centro al Poeta, el cual goza de una mayor visibilidad (acaso la
que correspondería a un sol propio) gracias al poder de su escritura: «La confusión
caerá sobre el Hades, y el entarimado cederá bajo la gran presión del sol. El cual
primero contendrá sus rayos, señal de que es tiempo de que los sueños cobren su
venganza. Y después hablará para decir: Poeta desterrado, di, en tu siglo, ¿qué
ves?»152.
¿Cabe afirmar, no obstante, que el poder (re)generador de este giro, la
potencia de esta metafórica solar que se suspende entre el afuera y el adentro del
Axion Estí, entre su forma y su contenido, abriendo una quiebra semejante a la del
blanco o el hiato que hemos referido en un capítulo anterior, se limita sólo a situarse
en el lugar de un origen? ¿Ocupa este giro un lugar, representando como hemos
visto la suspensión y la imposibilidad de todo lugar? ¿Va más allá de un mero tener
lugar que se repetirá incesantemente desmintiendo las virtudes mesiánicas o
150
Oda novena: «Η ζωή που το θάνατο γεύτηκε / Σαν τον ήλιο γυµνή ξαναγύρισε», Ibidem, p. 161.
151
Oda novena: «Και µην έχοντας αχ άλλο τίποτε / Η ζωή που τα πάντα σπατάλησε / Στα
χαλάσµατα κάρφωσε µία παπαρούνα που λάµπει!», Ibidem, p. 161.
152
«Ταραχή θα πέσει στον Άδη, και το σανίδωµα θα υποχωρήσει από την πίεση τη µεγάλη του
ήλιου. Που πρώτα θα κρατήσει τις αχτίδες του, σηµάδι ότι καιρός να λάβουνε τα όνειρα εκδίκηση.
Και µετά θα µιλήσει, να πει: εξόριστε Ποιητή, στον αιώνα σου, τί βλέπεις:», Ibidem, p. 167.
2.3. Los cuerpos de la luz 623
153
«Άξιον Εστί το φως και η πρώτη / χαραγµένη στην πέτρα ευχή του ανθρώπου / Η αλκή µες στο
ζώο που οδηγεί τον ήλιο / το φυτό που κελάηδησε και βγήκε η µέρα»», Ibidem, p. 172.
624 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
154
Refiriéndose al pensamiento de Hegel, emblemático de una concepción filosófica tradicional,
Jacques Derrida apunta: «Es por la luz, elemento neutro y abstracto del aparecer, medio puro de la
fenomenalidad en general, como la naturaleza se relaciona inicialmente consigo misma», DERRIDA, J.
(2003), p. 127.
155
«Το κρασί το ξανθό µε την κηλίδα του ήλιου», Ibidem, p. 173.
156
«Ο αιµάτινος θρόµβος ο σωσίας του ήλιου», Ibidem, p. 175.
157
«Της καµπάνας ο άνεµος ο χρυσεργέτης / ο ιππέας που πάει ν’ αναληφτεί στη δύση / και ο άλλος
ιππέας ο νοητός που πάει / της φθοράς τον καιρό ν’ ανασκολοπίσει», Ibidem, p. 176.
2.3. Los cuerpos de la luz 625
en todos los casos a la mirada, retrayéndose un paso más en la metáfora del jinete y
sometido a un constante movimiento, a la multiplicidad de sus dobles y sus fases.
Ello, no obstante, supone la borradura de la muerte como telos, el empalamiento del
tiempo de la caducidad que parece implicar una reinscripción axial del sol semejante
a la que en el inicio del «Génesis» efectuaba en el interior del Poeta.
La ocultación del sol, en definitiva, su constante movimiento de retirada, el
velo de sus repeticiones que funciona como el himen de la escritura, pespunteo
incesante, instrumento de re-velación en la generalización de la metaforicidad,
protección contra la reabsorción y la clausura del sentido, determina por tanto la
indemnidad del cosmos griego, su eternidad y su inagotable pulsión regeneradora.
Ocupando el (no) lugar de la muerte con su trópica, el sol remarca el valor de
archiespaciamiento de esta última y nos suspende en una espectralidad poiética que
elude toda posibilidad de fin o cierre. En definitiva, desde una instancia inalcanzable,
desde una sombra que no es sino el fulgor deslumbrante de la transparencia, el sol
(se) escribe. Se escribe únicamente como irreductibilidad de la escritura y como
blanco ilegible. Busquémoslo, pues, brevemente, al fondo de sus eclipses,
conscientes de que no podemos esperar encontrarlo allí ―no habrá un allí que poder
determinar―, sino, como mucho, rastrear la cámara del secreto (situarnos ante el
umbral, como quiere la teología apofática), delimitar heliotrópicamente, desde el
borde del himen, el punto de fuga que comparece como huella en toda escritura.
159
«Μες στης γης το κέντρο φάνηκε ο πυρήνας / που όλο σκοτεινιάζει / Κι η αχτίδα του ήλιου
γίνηκεν, ιδέστε / ο µίτος του Θανάτου!», ELITIS, O. (2002), p. 155.
628 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
ha perdido no obstante toda noción de origen y telos, que sólo encuentra retracciones
y traspasos (el vacío de lo que no está-ahí) cuando va a buscar en su lugar a uno de
estos cuerpos de la luz. Queda, por consiguiente, seguir girando en torno a ellos,
seguir construyendo su ocultación en la construcción del signo.
Pero hay en la obra de Elitis una referencia inconfundible al Sol Oculto (esta
vez en mayúsculas, bajo la ficción denotativa y determinativa de un nombre propio)
como responsable indecidible de toda escritura. Es en uno de sus más importantes
poemas, «Verbo, el Oscuro», perteneciente al último período de su producción, el
cual parece dedicado en exclusiva a elaborar una estrategia capaz de desvelar de una
vez por todas ese núcleo latente en toda su obra, esa indecidible anterioridad,
transparencia o luz, que religa y compromete todo discurso griego. Aquello que
escribe y se escribe en su poesía. Aquello que de algún modo se significa en ella,
como origen y telos de la operación escritural. Sin embargo, desvelar significa volver
manifiesto, disolver por consiguiente el carácter oculto de este sol y devolverle la
propiedad reabsorbiéndolo fuera de toda metaforicidad, sin el velo protector del
himen. Pero, ¿cómo lograr esa operación dentro del entramado de la escritura, cómo
hacerlo además cuando se escribe en griego? ¿Cómo conseguir sencillamente dejar
ver a través del discurso lo que se oculta en él, lo que existe sólo en la medida en que
se remarca como escansión (dentro) de la escritura? Elitis recurre para ello, como no
podía ser de otro modo, a multiplicar los velos. Reduplica, retejiéndolas
minuciosamente, las membranas que ocultan al Sol Oculto, y nos aleja aún más de su
visibilidad. ¿Qué mejor modo de dar a ver esta dimensión secreta e inaccesible sino
subrayando y reproduciendo las condiciones de su retracción? ¿Qué mejor modo de
sacar a la luz lo que no la tiene sino sepultándolo nuevamente bajo paletadas de
tierra opaca, bajo este verbo oscuro que da título a la pieza? ¿Qué mejor manera de
manifestar aquello que es sin lugar sino escenificando nuevamente su tener lugar,
entretejiendo una vez más la urdimbre que lo construye indecidible y
simultáneamente como anterioridad y posterioridad a todo decir? En «Verbo, el
Oscuro», Elitis lo confiesa: pretende dejarnos ver, o más bien atisbar, su taller de
creación. Pero no el taller particular donde conscientemente crea, gracias a una
técnica subjetivamente dominada, sus poemas, sino la instancia que inscribe su
escritura y se inscribe en ella, la sala de máquinas que desde el otro lado parece
dominar esta textualidad griega que se presenta eventualmente bajo la firma de
Odiseas Elitis. En realidad está hablando de la zona de secreto que subyace a toda
poesía, de ese sancta sanctorum al que sólo los poetas, como los místicos, tienen
acceso, y que funda, como si se tratara de una orden, la necesidad de su escritura.
Hay mucho de religioso, como hemos visto antes, en esta vocación: el Sol Oculto, el
Dios apofático, lo otro del signo, llaman a hablar en su nombre, piden una escritura
2.3. Los cuerpos de la luz 629
160
«Είµαι άλλης γλώσσας, δυστυχώς, και Ηλίου του Κρυπτού ώστε / Οι όχι ενήµεροι των ουρανίων
να µ’ αγνοούν», Ibidem, p. 568.
161
«Όµως χρόνια τώρα µετέωρος κουράστηκα», Ibidem, p. 568.
630 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
162
«Αγορασµένα σε συµφερτικές τιµές από τις αποθήκες του Άδη», Ibidem, p. 569.
2.3. Los cuerpos de la luz 631
fenomenalidad―, que nos impide volcarnos hacia un exceso del lugar, hacia un
tener lugar que constituye nuestra verdadera patria, el ámbito, como he repetido
varias veces, de la perfecta habitabilidad de lo humano. Pues somos «rehenes todos
de otra duración / Que la sombra de la mente nos oculta»163. Debemos, por el
contrario, espoleados por el desplazamiento a que nos somete la ilegibilidad del
verbo vacío catarkizmevo, sumergirnos en la corriente de la significancia,
convertirnos en signos sustraídos a toda identidad semántica y a todo telos. Sólo en
ese reinado de la transparencia que se asemeja a la intersticialidad del mediodía y
que el Poeta promete en la enunciación de esta palabra que impide detenerse en la
búsqueda de nuevos significantes que la esclarezcan (su pronunciación en voz alta
responde a un deseo de proliferación de imágenes que remite al traspaso, a la
correspondencia de las sensaciones y a la dilatación del instante: «Amigo, tú que
escuchas, ¿escuchas las lejanas campanas / De las fragancias de los cidros? ¿Conoces
los rincones del jardín donde / El aire del crepúsculo deposita a sus recién nacidos?
¿Has soñado / Alguna vez con un verano infinito que poder recorrer / Ignorante ya de
las Erinias? No. Y es por eso que catarkizmevo»164), sólo en este retejer infinito de la
escritura, podremos volcarnos hacia la alteridad total de lo Abierto y encontrar allí,
una y otra vez, el contacto con el umbral del Sol Oculto, con la instancia que
escribiendo se escribe en los poemas (griegos). Sin embargo, es imposible pasar del
umbral. Una vez pronunciado el verbo, el Poeta nos cuenta cómo por un instante
somos iluminados por la luz del Sol Oculto, pero sólo eso; nuestra tercera naturaleza,
la que se determina y nos determina como un exceso de toda physis
―sobrenaturaleza que se construye con materiales diversos―, se muestra
fugazmente. El Ser sólo se deja percibir como huella fugitiva, como dialéctica
simultánea entre presencia y ausencia, y el Sol vuelve a ocultarse tras el velo de la
escritura. Situado en el umbral, el Poeta se niega a decir más, retraza la ocultación y
reinaugura pues la metaforicidad de la búsqueda, la revelabilidad inherente a todo
decir griego. El Sol Oculto sigue dominando la expresión desde la sombra,
condicionando como el vacío de un molde el mecanismo de la significación,
intercalándose en la escritura como promesa y deseo cuya inencontrabilidad
garantizan su infinita continuidad. Propiciando, también, la multiplicidad de las
lenguas, la imposibilidad de una lengua exclusiva, intraducible, que pueda pretender
estar diciendo, sin metáforas ni difericiones, la verdad de lo propio. Pero, enseguida
se precisa, la verdad sólo se entrega a cambio de la muerte, probablemente de la
163
«Όµηροι όλοι εµείς µίας άλλης διάρκειας / Που η σκια του νου µάς αποκρύπτει», Ibidem, p. 570.
164
«Φίλε, συ που ακούς, ακούς της ευωδιάς των κίτρων / Τις µακρινές καµπάνες; Ξέρεις τις γωνιές
του κήπου όπου / Εναποθέτει τα νεογνά του δειλινός ο αέρας; Ονειρεύτηκες / Ποτέ σου ένα
καλοκαίρι απέραντο που να το τρέχεις / Μη γνωρίζοντας πια Ερινύες; Όχι. Νά γιατί καταρκυθµεύω»,
Ibidem, p. 570.
632 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
165
«Που οι βαριές υποχωρούν αµπάρες τρίζοντας κι οι µεγάλες θύρες ανοίγονται / Στο φως του
Ήλιου του Κρυπτού µια στιγµούλα, η φύση µας η τρίτη να φανερωθεί / Έχει συνέχεια. ∆ε θα την πω.
Κανείς δεν παίρνει τα δωρεάν / Στον κακόν αγέρα ή που χάνεσαι ή που επακολουθεί γαλήνη // Αυτά
στη γλώσσα τη δική µου. Κι άλλοι άλλα σ’ άλλες. Αλλ’ / Η αλήθεια µόνον έναντι θανάτου δίδεται»,
Ibidem, p. 570.
2.3. Los cuerpos de la luz 633
todo objeto (griego, po(i)ético) queda de-finido en su aparecer por una marca que, en
lugar de acabarlo y encerrarlo en el límite de un significado, asignándole el espacio
de un referente, lo abre, lo expone a una alteridad radical y lo convierte en signo que
se encuentra en incesante traspaso más allá de sí. La lógica de la significancia no
sólo presupone un sol en constante retracción que opera más allá de toda noción de
sujeto o de Dios consciente, sino que además es ya una lógica de la incisión corporal.
Existe una coherencia absoluta entre la idea de la transparencia o la luminosidad
griega como instancia que ordena, desde una anterioridad indecidible, comenzar a
hablar ―que hace que todo discurso esté ya en marcha cuando se inaugura―, según
reconocía el mismo Elitis en el «Discurso ante la Academia de Estocolmo», y la
quemadura visible en el texto o en el cuerpo que actúa al modo del sello o la firma de
un contrato. Ella es la impronta que los religa (proclamando, por tanto, su
religiosidad, la posibilidad misma de lo religioso) a un más allá de sí constituido al
mismo tiempo en anterioridad y posterioridad, referente vacío del heliotropismo que
gobierna toda escritura po(i)ética y que, por consiguiente, resulta en una
generalización de la construibilidad del cosmos: todo objeto recorrido por esta
incisión inaugural ―que sin embargo da a ver la imposibilidad del origen puro―
puede ya construirse sobre un exceso de sí, volcándose hacia el hueco de la
significancia que lo atraviesa y le impide cerrarse sobre una identidad inamovible.
Asimismo, la quemadura es el testimonio de una alteridad, el mecanismo utilizado
por el absoluto, se llame éste como se llame, exista o no en tanto categoría
ontológica, para darse a ver y atestiguar su existencia, para religar a sí todo aquello
que existe. Y, del mismo modo, es la demostración de que dicho absoluto, implicado
siempre en la operación de la marca, no se deja nunca aprehender bajo la forma de
una presencia. Necesita de un cuerpo prestado para asentar y construir su
espectralidad. Es fácil comprender que nos encontramos de nuevo, si bien desde una
perspectiva distinta, ante el problema de la mímesis de lo imposible que late en toda
la obra de Elitis. Adoptando en este caso la máscara del Sol Oculto o de la
transparencia, son de nuevo lo Inconcebible o lo Inesperado quienes muerden la
superficie de lo visible, tal como sucedía en el poema «Patmos» con las entrañas de
María Nefeli, para re-velarse allí y desencajar la seguridad de cada objeto
cuestionando su clausura sobre un sentido y su adscripción a un lugar. Otra luz, otro
lugar, se cruzan ya en la lógica de la inscripción y de la quemadura, de la
significancia, con el lugar que creemos habitar. Ésa es la gran operación del arte o de
la poesía que en el pensamiento elitiano se confunde con el gesto de la religión y de
la grecidad (también, como veremos, con el gesto político, fundador de la polis
griega como trascendencia del lugar): la conmoción, por medio del hiato ―¿cómo
634 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
166
Cfr. DE CERTEAU, M. (2006), p. 138.
167
«Desde el séptimo día de vida del varón, en que la escritura aparece por primera vez en su sexo,
la asociación entre ambos se volverá un lazo ineludible. Desde ese mismo día, la comprensión del
mundo pasará a través de una grafía que es al mismo tiempo cuerpo, sexo, herida, corte e inscripción.
A partir de ese momento el nombre será la clave de toda lectura así como la posibilidad de toda
escritura. Y éste, como origen del vínculo sagrado entre Dios y el hombre, como principio del
lenguaje escrito estará asimismo sellado por la sangre sacrificial de un cuerpo circunciso. De aquí
surge, como veremos, la idea del predicador cabalista Abraham Abulafia según la cual es necesario,
para participar de la presencia divina, es decir, para comprender y experimentar las Escrituras,
“derramar la sangre de las lenguas”», COHEN, E. (1999), p. 52.
2.3. Los cuerpos de la luz 635
169
Elliot R. Wolfson se ha referido a la circuncisión en el Zohar cabalístico como el sello que abre
ontológicamente al individuo en el interior de Dios, es decir, en el interior de una textualidad:
«Circumcision is not simply an incision of the male sex organ but is an inscription, a notation, a
marking. This marking, in turn, is the semiological seal, as it were, that represents the divine imprint
on the human body. The physical opening, therefore, is the seal that, in its symbolic valence,
corresponds to an ontological opening within God. Hence, circumcision provides the author of the
Zohar with a typology of writing/reading that is at the same time a typology of mystical experience
understood in a sexual vein. The opening of circumcision, in the final analysis, is transformed in the
Zohar into a symbol for the task of exegesis. The approprateness of this symbolization lies in the fact
that the relation of the visionary to the Shekhinah engendered by the opening of the flesh is precisely
the relationship of the critic or exegete to the text engendered by the semiological seal. This
relationship is simultaneously interpretative and visionary. Through exegesis, that which was
concealed, hidden, closed —in a word, esoteric— becomes opened, disclosed, manifest —in a word,
exoteric. The uncovering of the phallus is conceptually and structurally parallel to the disclosure of the
text», «Circumcision, Vision of God and Textual Interpretation: From Midrashic Trope to Mystical
Symbol», en FINE, L. (1995), pp. 496-497.
2.3. Los cuerpos de la luz 637
que rompe la continuidad del cuerpo, es decir, del objeto que condiciona toda
definición del lugar (según Newton, «el lugar es la parte del espacio que un cuerpo
ocupa»170) y emblematiza la solidez de lo real (la impenetrabilidad de los cuerpos),
implica ya un deseo de quebrar esquemas racionalistas o logocéntricos en beneficio
de una lógica del traspaso o la transparencia estrechamente imbricada, como hemos
visto, con la infinitud de una textualidad omniabarcadora.
Más allá de la Cábala, es imposible no ver en la incisión corporal del Poeta
una forma del estigma bajo el que Dios se entrega, en una escritura igualmente
enigmática, a los místicos cristianos171. Según Michel de Certeau, en el surgimiento
de la mística entre los siglos XVI y XVII interviene decisivamente este esquema de
la reinscripción divina que sustituye a la revelación total de una Presencia
―pensable durante la Edad Media y progresivamente diluida en lo sucesivo― y que
se manifiesta como la ilegibilidad de un heliotropismo que afecta tanto al discurso en
el que se describen las «experiencias» como al cuerpo del místico172. El estatuto de
dichos estigmas es una vez más indecidible: originados presuntamente en un contacto
con la divinidad que no deja de ser la relación con una imagen, con el mero umbral
que oculta al Ser Supremo, se constituyen asimismo en el acicate de una búsqueda de
Dios, en la apertura de un camino que deja entender que Dios no ha sido,
estrictamente, hallado aún. Son ellos, bajo sus diversas formas, los que impulsan o
comprometen al místico a hablar de aquello sobre lo que no puede hablarse, a repetir
en definitiva los estigmas o las huellas sobre cuyo vacío Dios pueda nacer y
construirse sin término. ¿Cómo no ver en ellos una manifestación de la revelabilidad
o del desierto que escande intersticialmente el automatismo de lo religioso, el doble
movimiento de muerte y resurrección o promesa de(l) Dios? Hay algo aquí del
apofatismo eckhartiano que veía en el interior del hombre, en la scintilla mentis, el
(no) lugar de renacimiento incesante de Dios, la anterioridad sobre la que el mismo
Cristo surgía una y otra vez indecidiendo su sitio en la Creación. Al igual que el
estigma, dicha scintilla constituye un cruce, el ámbito de una distancia infinita
respecto al ausente, pero también respecto a lo presente. Es la cruz en que Dios
muere y resucita. ¿Cómo no relacionar pues, etimológica y semánticamente, esta
170
En SANTOS, J. (2003), p. 184.
171
No conviene olvidar aquí, a modo de ejemplo, la expresión «cauterio suave» que Santa Teresa de
Jesús utiliza para referirse a su contacto con Dios en la experiencia. Dios marca en consecuencia con
una quemadura el cuerpo del individuo que lo busca.
172
Dios «se traza en mensajes ilegibles sobre un cuerpo transformado en emblema o en memorial
gravado por los tormentos del amor. La palabra queda fuera de este cuerpo, escrito pero indescifrable,
por el que, en adelante, el discurso erótico inicia la búsqueda de palabras e imágenes. Mientras la
eucaristía ―lugar central de este desplazamiento― hacía del cuerpo una efectuación de la palabra, el
cuerpo místico deja de ser transparente al sentido, se vuelve opaco, deviene mudo escenario de un “no
sé qué” que lo altera, un país perdido igual de extraño a los sujetos hablantes que a los textos de una
verdad», DE CERTEAU, M. (2006), p. 15.
638 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
encrucijada sobre una topografía espectral con las nociones elitianas de stigmé y
στίγµα? Hemos visto ya lo que supone en una economía del traspaso el concepto de
punto, punto exacto que evoca tanto la chispa del alma eckhartiana como el punto
supremo de Breton, y que responde también, en tanto figura del hiato, a la idea
temporal del instante preciso. Una alteridad se deja leer sobre él y desencadena el
transporte (metaforá) de un juego incesante, poiético, de lectura-escritura. Es la
diferencia o el intersticio que impide el cierre de la identidad. Más arriba lo hemos
asociado también, por proximidad semántica y morfológica, al «estigma», στίγµα que
marca, según el poema inaugural de María Aefeli, al Poeta. En una de sus acepciones
significa, además, cruce de coordenadas que se traza en un mapa. Lugar, en
definitiva, adscrito a dos lugares e incapaz de de-finirse sino como movimiento
constante hacia el otro de sí. Eso es el Poeta: el testimonio de una alteridad, el
cuestionamiento de todo lugar y todo significado, la expansión de una lógica de la
escritura y el traspaso (de la luz griega) sobre el espacio de lo humano. Helenizar a
los bárbaros ―según la concepción atópica de Grecia que he sugerido arriba― es el
objetivo último de esta proyección elitiana de la quemadura o el estigma. Sea como
sea, no podemos olvidar tampoco en esta serie reunida en torno a la inscripción
corporal y al punto la «huella violeta» que repasamos en un capítulo anterior, y que
constituía asimismo el cruce o la re-velación imaginal de lo imposible. Estigma,
quemadura o huella violeta, todas representan la marca de una promesa, la
manifestación de la revelabilidad o de la cruz donde (el) Dios muere y resucita cada
vez, la posibilidad de una resacralización griega. Ellas encarnan el hiato, lo
imprimen en una carne que se entrega sacrificialmente a la espectralidad y a la
indemnización para anunciar a través de esta autoborradura, que es también el punto
de partida de una autoconstruibilidad escritural, la venida de la sobrenaturaleza. No
es de extrañar, por ello, que en el poema «El estigma» se aluda explícitamente a la
Anunciación o al Árbol de Luz (que veremos enseguida) como modos del intersticio
o el hiato. Estigma o quemadura se dejan leer así como formas de la revelabilidad
(reorigen de lo sagrado por venir, blanco de toda reinscripción imaginal, escritura
que se ofrece a nuevos trazos), y convierten al sujeto en un signo necesitado de
encontrarse fuera de sí, en el seno de un traspaso para el que le guía la
muchacha-diosa María Nefeli: «Oh adiós Paraísos y regalos que no pedí / me marcho
voy directamente sobre mí / allá a lo lejos donde estoy»173. Testimonian asimismo,
por último, el mantenimiento de un contacto, de un religarse general que parece
aludir, sin nombrarla, a la dimensión absoluta del sol oculto que garantiza la
continuidad del esquema de la marca, la inexistencia en definitiva de un telos y la
173
«Ω αντίο Παράδεισοι και αζήτητες δωρεές / φεύγω πάω κατευθείαν επάνω µου / εκεί µακριά που
βρίσκοµαι», ELITIS, O. (2002), p. 367.
2.3. Los cuerpos de la luz 639
174
«Ύβρις-Αστήρ Ύβρις-Αστήρ / ιδού το στίγµα φίλοι / πρέπει να κρατήσουµε την επαφή», Ibidem,
p. 367.
175
Pueden verse ejemplos de ellos en el poema «Domingo, 19b» del Diario de un abril invisible
(Ibidem, p. 481), «Del inofensivo, del esperanzador, del intrépido», de Las Elegías de Oxópetra
(Ibidem, p. 551), o en «La Pallida Morte», del mismo libro (Ibidem, p. 559).
176
«Μυρίζουν ακόµη λιβανιά, κι έχουν την όψη καµένη από το πέρασµά του στα Σκοτεινά Μεγάλα
Μέρη», Ibidem, p. 191.
640 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
177
«Lo que convence» (María Aefeli): «Αυτό που πείθει διατείνοµαι είναι σαν τη χηµική ουσία που
αλλοιώνει. / Ας είναι ωραίο το µάγουλο ενός κοριτσιού / όλοι µας µε φαγωµένα µούτρα θα γυρίσουµε
κάποτε απ’ τ’ Αληθοτόπια», Ibidem, p. 417.
2.3. Los cuerpos de la luz 641
Existe en los poemas de Elitis, en cualquier caso, una atracción hacia el sol
que se confunde en no pocas ocasiones con una atracción hacia la muerte. Podemos
encontrarla por doquier, especialmente en las inmersiones de los poemas «Delos» o
«El jardín de Evojir» ―en el cual se tematiza muy especialmente la historia de la
quemadura, producida aparentemente sólo después de esa llamada―, pero también
sin duda en textos como «Lacónico». En todos ellos se lee un deseo, rastreable ya o
sobre todo entre los románticos, de ser abrasado por el sol o desaparecer en él. Su
inmensidad luminosa, que es también a causa de su retracción metafórica el espacio
del infinito espaciamiento, del Ungrund que proporciona una caída sin fondo, sin
esperanza de presencia o detención, representa en general la patria del Poeta178.
Patria dulce que se identifica con el infinito de la memoria prenatal o con los abismos
ahistóricos y transpersonales del inconsciente, Elitis encuentra en ella, y en la
tentación de una reabsorción que la quemadura, en tanto huella intersticial, va a hacer
imposible, la cifra de un retorno a esa instancia sin lugar, luminosidad o
transparencia que ha fundado la grecidad de su discurso. Escribir en griego, en
definitiva, en lo que ello tiene de gesto poético, es sentir la llamada, ya, de esta
oscura patria atópica que late en el interior de los signos, es haber comenzado ya a
obedecer a ella. Dejarse llevar hacia la muerte por medio de la marca implica
religarse a una anterioridad ab-soluta por la cual el Poeta se considera ungido,
renovar el pacto o la promesa que lo ha constituido como tal179. En el poema
«Lacónico» sucede así: la impronta de la muerte, que se da ya como incendio o
quemadura, incita a regresar al sol, a someterse a una nueva y completa cauterización
con el fin de renovar los votos poéticos e indemnizarse a través de un gesto
autoinmunizador180. Ser ungido en esta circuncisión que parte, ya, de una impronta
anterior, inmemorial, que en sentido estricto la responde y la repite, significa poder
hablar acto seguido en nombre del sol, de la muerte o de lo imposible, actuar incluso
178
Hiperión, por ejemplo, expresa en estos términos su deseo de morir: «Pero la luz del sol, que es
precisamente quien me desaconseja la servidumbre, no me deja seguir en esta tierra envilecida, y sus
rayos sagrados me atraen como senderos que llevan a la patria», HÖLDERLIN, F. (2003), p. 165.
179
En los umbrales de su locura, a lo largo del tenebroso viaje de regreso de Francia durante el que
nadie sabe en concreto qué ocurrió realmente, Hölderlin escribirá a un amigo desde uno de los puntos
más cercanos al Mediterráneo en que se encontró nunca: «puedo yo muy bien decir que Apolo me ha
golpeado», para acto seguido declararse arrebatado por el fuego o la luz: photoleptos o pyroleptos,
dice transcribiendo del griego clásico, cfr. DISANDRO, C. A. (1971), pp. 20-21. Se trata de una
experiencia poética que se imbrica para él en el proyecto de creación griega, con todo lo que esto
implica, a que se había entregado. Estar tocado por el sol, o ser arrebatado por él en un transporte casi
místico, implica no sólo el despegue de su progresiva locura, sino la entrada en una lógica plenamente
griega de la poiesis, una suerte de segunda unción mesiánica.
180
En el poema «Palíntropo», de El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza, que vimos antes,
aparece, desligada en este caso de la figura del Poeta, la imagen de la muerte como un carbonizarse en
la luz y en el sol: «Pero ¿quién es ése que camina en el sol / Negro cuanto más fuerte es la luz?»
(«Αλλά ποιος είναι αυτός που περπατάει στον ήλιο / Μαύρος όσο το φως πιο δυνατό;»), ELITIS, O.
(2002), p. 222.
642 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
181
«Ο καηµός του θανάτου τόσο µε πυρπόλησε, που η λάµψη µου επέστρεψε στον ήλιο», Ibidem,
p. 195.
182
«Κείνος µε πέµπει τώρα µέσα στην τέλεια σύνταξη της πέτρας και του αιθέρος / Λοιπόν, αυτός
που γύρευα, είµαι», Ibidem, p. 195.
183
«Και στη νύχτα µέσα των αφρόνων µ’ ένα µικρό τριζόνι κατακυρώνει πάλι το νόµιµο του
Ανέλπιστου», Ibidem, p. 195.
184
También podemos entender al Poeta como aquél que pertenece al sol, que se encuentra
originariamente en él pero sin quemarse, como una suerte de zarza ardiente que testimoniara en
nuestro mundo la existencia necesaria del absoluto o de la muerte, pero conservara, gracias al himen
de la quemadura, su individualidad. No olvidemos que al principio del Axion Estí, el yo verdadero del
Poeta, anterior en varios siglos, es descrito como «el aún verde en el fuego». Sería, de este modo, el
que sobre-vive a la quemadura o a la muerte, aquél que habita en una sobrenaturaleza no susceptible
de cambio histórico o biológico. Curiosamente, la memoria de Grecia, su carácter ancestral, es
presentado en el salmo quinto de «La Pasión» bajo la misma imagen de una zarza incombustible.
Ambos son, en definitiva, instancias suprahistóricas, capaces de autoconstruirse sin cesar en un
margen de la linealidad del tiempo.
2.3. Los cuerpos de la luz 643
185
«Έχω σηκώσει χέρι καταπάνου στα / δαιµονικά του κόσµου τ’ ανεξόρκιστα / κι από το µέρος το
άρρωστο γυρίστηκα / στον ήλιο και στο φως αυτοεξορίστηκα!», Ibidem, p. 363.
186
Sería función de esta escritura heliotrópica nacida del contacto con lo imposible en el umbral
reproducir incesantemente el acto mismo de su nacimiento, re-producir incluso el propio sol en una
búsqueda que lo construye haciéndolo retroceder ante su avance, que lo construye como elisión u
ocultación inaprensible. En la escritura poética que propone Elitis, en todo caso, no deja de
escenificarse una y otra vez el instante de fundación de la marca, el momento de la llamada del sol o
de la muerte como el otro del signo. La práctica de la poesía se sitúa simultáneamente, por tanto, antes
y después de aquello que parece originarla: ella construye, en su despliegue, la nostalgia o la llamada
a la que responde. Suspende por tanto origen, telos, lugar y referentes, del mismo modo que parece
hacerlo la escritura mística.
187
«Όµορφο πρόσωπο! Καµένο στης λαλιάς που πρωτάκουσες την αντηλιά και ανεξήγητα τώρα /
Γινωµένο µέσα µου δεύτερη ψυχή», Ibidem, p. 557.
644 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
188
«Που και µόνο η σκέψη σου γινωµένη από καιρό ουρανός / Και µόνο η σκέψη σου µού ’καψε
όλα τα χειρόγραφα», Ibidem, p. 557-558.
189
«Origen del paisaje o el fin de la piedad»: «Άδραξε µυτερό χαλίκι, κι αργά, µε δεξιοσύνη, ο
ήλιος, πάνω απ’ τον ώµο της Κόρης του Ευθυδίκου, χάραξε τα πτερύγια των ζεφύρων», Ibidem, p.
195.
190
«Το φως δουλεύοντας τη σάρκα µου, φάνηκε µία στιγµή στο στήθος το µενεξεδί αποτύπωµα, κει
που η τύψη µ’ άγγιξε κι έτρεχα σαν τρελός. Ύστερα, µες στα πλάγια φύλλα ο ύπνος µ’ αποστέγνωσε,
κι έµεινα µόνος. Μόνος», Ibidem, p. 195.
191
«El Gloria»: «δουλεύει το µαχαίρι / στο ανεξίτηλο τρίτο του χέρι», Ibidem, p. 179.
2.3. Los cuerpos de la luz 645
192
Eli Filokipru explica que en su trato infructuoso con las palabras, en la visión fulgurante de un
paraíso que no puede atrapar, la mano del Poeta elitiano queda quemada, prácticamente mutilada por
una instancia que trasciende las posibilidades de la escritura, FILOKIPRU, E. (2006), pp. 317-318. Por
su parte, Xenofondas Cocolis cree que la quemadura implica la derrota del poeta, pero una derrota que
le obliga, como en el poema «Un regalo, un poema de plata» a ofrecer algo al mundo, cfr. COCOLIS,
X. A. (1984), pp. 117-118.
646 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de fósforo compacto e incombustible / y más atrás “el País” llamado “de los
Lotófagos”. // He sido obrero en estos lugares / durante muchos años y me he
quedado con los dedos quemados / en el momento en que desde lejos quería ver aún /
un poco más cómo florecen las aguas / y cómo abren, caminando lentamente, la cola
los Paraísos»193. La quemadura puede resultar asimismo la marca de una mutilación a
partir de cuyo hueco la mano podrá regenerarse o reconstruirse poiéticamente como
sobrenaturaleza capaz de combatir el mal del mundo y de la historia. Ello sucederá
en el seno del absoluto, dentro de la quiebra del hiato o la apertura intersticial. Según
el poema «Siete días para la eternidad», del otro lado del rayo que, como hemos visto
más arriba, representa el espaciamiento del instante, la luz vertical que alberga en su
trazo la posibilidad de un reorigen remarcado aquí en el renacimiento de la mano del
Poeta. La quemadura se instituye así como una «hora del Juicio», sucesión fulgurante
de muerte y resurrección, cruce entre lugares que remite a la crucifixión en la cual
perece un dios para renacer henchido de potencia mesiánica, resacralizado en suma.
El contacto con el umbral de la divinidad o de la muerte sirve por tanto no para
enterrar en su irrealizabilidad (en la constatación de que el sol es apenas un Sol
Oculto) toda esperanza de trascendencia, sino para poner en marcha la poiesis, el
traslado imaginal o la espectralización en que se funda verdaderamente todo gesto
religioso: «Miércoles.― Del otro lado del Rayo. La mano quemada que volverá a
brotar. Para alisar las arrugas del mundo»194.
Todos los elementos de este mito de la mano quemada, si podemos llamarlo
así, comparecen sin embargo en el poema «El jardín de Evojir». El propio título
contiene algunas de sus claves. Pues, como ha notado Elena Cutrianu195, la palabra
«Evojir» (Ευωχείρ), que viene reseñada como si se tratara de un nombre propio,
constituye en realidad un neologismo creado por el poeta, sin significado en la
lengua moderna, a partir del verbo clásico εύω (quemar) y la forma arcaizante χείρ
(mano), por analogía con el sustantivo αυτόχειρ, «suicida». Varias nociones de las
que hemos descubierto implicadas en este esquema de la incisión corporal se dejan
leer, por tanto, en esta sencilla combinatoria. No sólo respecto a la importancia de la
quemadura en un poema que describe fundamentalmente la búsqueda poética de un
paraíso (el paraíso sería, pues, el jardín de la mano quemada, o bien el jardín donde
la mano recibe la quemadura, origen o fin del proceso en una indecidibilidad
inherente al objeto), sino además por cuanto la llamada de la muerte o del sol que he
193
«Ύστερα το Άγνωστο από συµπαγές άκαυστο φώσφορο / και παρά πίσω “η Χώρα” που λέν “των
Λωτοφάγων”. // Έχω κάνει εργάτης εδώ σ’ αυτά τα µέρη / χρόνους πολλούς κι απόµεινα µε καµένα
τα δάχτυλα / πάνω στην ώρα που ήθελα λιγάκι ακόµη / να δω από πέρα πώς ανθίζουν τα νερά / και
πώς ανοίγουν, σιγοπερπατώντας, την ουρά οι Παράδεισοι», ELITIS, O. (2002), p. 488.
194
«Τετάρτη.― Από την άλλη µεριά του Κεραυνού. Το καµένο χέρι που θα ξαναβλαστήσει. Να
ισιώσει τις πτυχές του κόσµου», Ibidem, p. 199.
195
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 480.
2.3. Los cuerpos de la luz 647
196
«Θέλησα να επιχειρήσω άλµα πιο γρήγορο από τη φθορά // Κι όµως µε το κεφάλι χαµηλά και
ανάποδα τα πόδια στον αέρα πάλευα να βγω απ’ το βάρος µου κείνος ο πόθος που µε πήγαινε ψηλά
µέσα µου τόσο δυνατά γυρίστηκε που εβρέθηκα λοξά και πάλι να σαλεύω σ’ έναν κήπο ρεούµενο
από βότσαλα λευκά και διαύγεια κυανού της µέντας», ELITIS, O. (2002), p. 222.
648 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
transparentes con la frente por delante golpeé en el fondo Y saltó un sol»197. Los
ríos del paraíso se vierten entonces a través de una hendidura en el mundo: «Le salió
un surco al éter y oí rodar hacia la tierra los cuatro ríos famosos llamados Fisón
Guijón Tigris Éufrates»198. Parece que lo imposible se estuviera comunicando con
el cosmos a través de la grieta abierta por el movimiento del Poeta, generado incluso
en ese descenso que lo hace saltar como producto de una poiesis. Es el sol al que el
Poeta se dirige como en una oración propiciatoria y hacia el cual tiende la mano aun
arriesgándose a una completa borradura de lo existente. El contacto, en efecto, se
produce, y la imagen paradisíaca del jardín desaparece como reabsorbida en un
retorno al principio de la marca. La quemadura, como un nuevo contrato con el Sol
Oculto, queda sobre la mano del Poeta renovando incesantemente la llamada,
testimoniando al modo de la mímesis de lo imposible la existencia de una alteridad
irreductible a la presencia, eternamente prometida sobre un cuerpo dislocado que
combate con su estigma (desde la apertura de su estigma) lo imposible, es decir, la
cerrazón que niega la existencia de lo imposible y nos condena a nuestra mera
humanidad finita. El cuerpo se convierte así en el espacio poético de un traspaso
incesante, en el lugar de un rito y de una escritura, de la operación po(i)ética: «Sol
mío sol mío enteramente mío quítamelo quítamelo todo y déjame déjame el
orgullo No mostrar una sola lágrima Tocarte sólo aunque me queme grité y tendí
la mano / Se desvaneció el jardín se lo tragó la Primavera con sus dientes duros
como almendra / Y quedé de nuevo en pie con una mano quemada aquí en el
confín al que me han arrojado las desgracias combatiendo el No y el Imposible de
este mundo»199. El Poeta, en definitiva, decretará de nuevo gracias a la quemadura la
legitimidad de lo Inesperado, fundará sobre ella la posibilidad del hiato que saque de
sí al mundo y le impida cerrarse sobre una identidad reductora, e incorporará para
ello al cosmos la huella, la huella de un Sol Oculto que, nunca ausente ni presente, no
interrumpe sin embargo jamás su promesa y su llamada.
197
«Κι όπως άφηνα τη σκέψη µου πίσω σαν χελιδονένιο αέρι που άλλαξε χρώµα στα νερά ψυχρά
ή δαχτυλιδένια ή διάφανα µε το µέτωπο καταµπροστά χτύπησα στον πυθµένα Όπου αναπήδησε
ήλιος», Ibidem, p. 223.
198
«Πήρε µία ράβδωση ο αιθέρας κι άκουσα να κυλούν κατά τη γης τα τέσσερα ποτάµια τα
ξακουστά µε τ’ όνοµα Φεισών Γεών Τίγρης Ευφράτης», Ibidem, p. 224.
199
«Ήλιε µου ήλιε µου καταδικέ µου πάρ’ τα µου πάρ’ τα µου όλα κι άσε µου άσε µου την
περηφάνια Να µη δείξω δάκρυ Να σ’ αγγίξω µόνο και ας καώ φώναξα κι άπλωσα το χέρι /
Χάθηκε ο κήπος τον κατάπιε η Άνοιξη µε τα σκληρά της δόντια σαν αµύγδαλο / Και ορθός πάλι
απόµεινα µ’ ένα καµένο χέρι εδώ στην άκρη που µ’ απώθησαν οι συµφορές να πολεµώ το ∆εν και
το Αδύνατον του κόσµου ετούτου», Ibidem, p. 224.
2.3. Los cuerpos de la luz 649
200
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 181.
201
Cfr. ABASTADO (1971), pp. 87-88 o BALAKIAN, A. (1970), p. 157.
650 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
heleniza una vez más un axioma surrealista202, sino que además proyecta sobre la
técnica o la configuración del poema, gracias a la vinculación de esta idea con la
metafísica solar, la acción de la transparencia. Pues en el fondo se trata de garantizar
una translucidez general en las imágenes del texto que permita ver, desde cualquier
punto, la imagen nuclear que ha dado motivo al conjunto y que opera en él bajo
máscaras diversas203. No es casual, en consecuencia, que el sol imponga nuevamente
su lógica en un asunto que como nunca antes pone en juego un heliotropismo
explícito, un heliotropismo que contagia a la técnica poética su construcción en
abismo y que la determina, mucho más allá de lo que ella misma cree estarlo, como
una metafórica. Si la metafísica solar, en suma, trabaja aquí la configuración
imaginal del poema, es sobre todo por su carácter de metafórica solar. Si, como
hemos leído en Derrida, donde aparece un sol hay ya en marcha una metáfora, pero
donde hay una metáfora hay también, en alguna parte, un sol, no es de extrañar que
esta instancia que recorre, espacia, presupone, compromete y rasga incesantemente la
escritura en la obra de Elitis, se intercale aquí en la disposición misma del texto
literario como metaforicidad en abismo.
Si Elitis llama a la metafísica solar en auxilio de una concepción unitaria y
orgánica del poema es en la medida en que considera que la imagen del sistema solar
le proporciona la figura de un centro nuclear e inmutable al cual poder referir todos
sus elementos marginales. Sería él, en tanto propiedad de la metáfora, una propiedad
acaso reductible a una formulación no metafórica, lo que se estaría dando a ver en
cada uno de los puntos (constituidos así en punto exacto o stigmé de traspaso) del
poema. Un cierto valor occidental ―según sus parámetros― de telos semántico
exterior a la significancia estaría operando, por lo tanto, en dicha concepción. No
obstante, la paralogicidad de la transparencia griega, del sol condenado a girar
heliotrópicamente en torno a sus propias retracciones, diferido siempre fuera de una
202
Tratando de sistematizar una técnica muy laxamente formulada por Breton, adaptarla a un rasgo
griego de paisaje y de estética, y conducir por tanto nuevamente a su «época clásica» los elementos de
una poética vanguardista.
203
Y, sin embargo, no sólo. El propio Elitis se declara cuando, tras exponer la doctrina del poema
como sistema solar, alude a la luz que es fin y principio de todo fenómeno de revelación (revelación
de la revelabilidad, pues) y concluye que el poema debe generar y encarnar a un tiempo la
transparencia, una transparencia que superará con creces el ámbito de su propia constelación imaginal
y se extenderá a la materia y al alma. La escritura griega configurada según valores de la naturaleza y
expresividad griegas, debe operar pues esta apertura de la invisibilidad total (cada vez mayor, dice el
texto, es decir, sin telos en que detenerse) y la significancia, más allá del núcleo del sol o de la
imagen: «Así la luz, que es el principio y el fin de todo fenómeno de revelación, se manifiesta dentro
del poema con la obtención de una visibilidad cada vez mayor, de una transparencia completa que
permite ver al mismo tiempo dentro de la materia y dentro del alma. Ése es el fin último de un poema
en mi opinión» (Autorretrato en lenguaje oral: «Έτσι το φως, που είναι η αρχή και το τέλος κάθε
αποκαλυπτικού φαινοµένου, δηλώνεται µε την επίτευξη µίας ολοένα πιο µεγάλης ορατότητας, µίας
τελικής διαφάνειας µέσα στο ποίηµα που επιτρέπει να βλέπεις ταυτοχρόνως µέσα απ’ την ύλη και
µέσα από την ψυχή. Αυτός είναι και ο τελικός στόχος ενός ποιήµατος κατά τη γνώµη µου»), ELITIS,
O. (2000a), pp. 34-35.
2.3. Los cuerpos de la luz 651
autenticidad reductible a logos, socava ya, desde un punto de vista que Elitis no
dejaría de denominar griego, esta clausura técnica. ¿Cómo considerar que el poema
posee un significado o un referente en sí si en su centro se encuentra, siempre, el sol
que consagra en su juego simultáneo entre cenit y retirada, presencia y ausencia, la
luz ab-soluta que hemos identificado con el traspaso constante de la significancia? El
núcleo de sentido, la metáfora fundacional, se encuentra ya girando en el margen de
otro sistema solar inalcanzable en su centro, incapaz por tanto de decir algo que no
sea la metaforicidad dentro de la cual el poema viene ya inscrito. El sol que ordena
todo el movimiento del discurso no deja de estar, en suma, sometido a su vez a un
movimiento, no sólo el de un heliotropismo originario y anterior o el que lo disemina
a lo largo de sus fases, sino también el de una retracción que es a la vez un re-traerse,
un volverse a traer incesantemente como copia o repetición en lo metafórico, como
emblema de un indecidible que sólo puede contemplarse excéntricamente en la
representación. No podríamos observar en ese sol central a la arquitectura poética,
por consiguiente, un comportamiento distinto al de los satélites o planetas que giran a
su alrededor, y mucho menos el valor de una conciencia para sí (plenitud, pues, de la
presencia) que en determinados pasajes el autor quiere concederle. Lo vemos muy
claramente en su Autorretrato en lenguaje oral, donde él mismo parece advertir que,
más allá de aludir a un esquema ontológico, la metafísica solar y todo lo que se le
asocia constituye una metáfora de metaforicidad, un indecidir el adentro y el afuera
del texto, la técnica y el contenido, la forma y el tema; una dislocación fundamental,
en definitiva, de todo aquello que podría permitir una operación crítica clásica
centrada en cualquier de esos dos polos: «Cuando hablo de metafísica solar, me
refiero, desde luego, a la Metafísica de la Luz, y éste es un tema difícil, que no se
puede tratar de un modo más divulgativo. En cualquier caso empleo la palabra
“solar” para aludir a la configuración nuclear del poema, algo que atañe no ya sólo al
contenido sino también a la técnica. Los filósofos pueden expresarse libremente sólo
desde un nivel teórico, pero el poeta debe coordinar la teoría con la práctica, es decir,
su teoría debe manifestarse también materializada en su obra. Si se imagina a la
conciencia en el lugar del sol, por una parte, y por otra a todos los factores que
contribuyen a la expresión poética ―imágenes, símiles, metáforas, reflexiones— en
el lugar de los planetas, se verá que el movimiento que presenta este conjunto
adquiere el mismo carácter que el movimiento de un sistema solar. Por eso he dicho
que se trata de la configuración nuclear del poema»204. La propia determinación de
204
«Όταν λέω ηλιακή µεταφυσική, εννοώ βέβαια τη Μεταφυσική του Φωτός, και αυτό είναι ένα
θέµα δύσκολο, που δεν γίνεται να µιλήσει κανείς πιο εκλαϊκευτικά. Πάντως το “ηλιακή” το
χρησιµοποιώ για να δείξω την πυρηνική διαµόρφωση του ποιήµατος, κάτι που αφορά πια όχι µόνο
στο περιεχόµενο αλλά και στην τεχνική. Οι φιλόσοφοι µπορούν να µιλούν ελεύθερα σ’ ένα θεωρητικό
επίπεδο απλώς, αλλά ο ποιητής πρέπει να συντονίζει τη θεωρία µε την πράξη, δηλαδή η θεωρία του
να φανερώνεται και υλοποιηµένη στο έργο. Εαν φαντασθεί κανένας τη συνείδηση στη θέση του
652 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
esta metáfora solar como emblema de la arquitectura del poema presenta ya una
paradoja que la sustrae al logos y la somete al movimiento de una metaforicidad que
la trasciende: ¿cómo entender el sol en tanto propiedad que reside bajo la escritura, o
que se repite metaforizada en todo movimiento de escritura poética, si él mismo, en
el conjunto de su «sistema», se da ya como metáfora de la articulación de la
escritura, metáfora en definitiva de metáfora? ¿Cómo no entender en un abismo
incontenible el juego sucesivo de la metaforicidad y desalojar por tanto del centro del
poema o de la obra literaria toda instancia legible y formalizable fuera del signo y el
transporte?
Esta problemática había surgido ya en el texto fundamental de la teoría del
poema como sistema solar, un pasaje de «Crónica de una década» que relata los
tratos con Camus y René Char en torno a la revista Empédocle y la formulación de
una estética surrealista a la par que mediterránea. Elitis se empeñará allí en elaborar
más bien una teoría griega del arte y del surrealismo, una aplicación de los valores
distintivos de la grecidad ―procedentes en gran medida del paisaje, de la naturaleza
y de un presunto «modo de sentir» autóctono y secular― que determinen una
expresividad griega frente a la gastada expresividad occidental. Dicha expresividad,
que aplicará más tarde en el Axion Estí y que trasladará al centro de toda concepción
nacional de lo griego hasta el punto de considerarla allí sustituta ideal de una política
que sólo serviría para ordenar lugares y no entidades atópicas y suprahistóricas (y
que, por tanto, reduciría Grecia a la mera condición de lugar inserto en el concierto
de las naciones, usurpándola al dominio de una espectralidad que sólo la hace
reseñable por una estética, es decir, una metafórica, adecuada), surge directamente de
algunas exigencias previas de la transparencia que funda y religa la grecidad. Una de
ellas era, evidentemente, la fusión o suspensión de las nociones de forma y
contenido. Pero también resultaba clave la necesidad de encontrar un esquema
técnico original, construido sobre parámetros particulares, parámetros individuales
que son a la vez griegos, en la imposibilidad de excluir de los impulsos personales de
creación la acción de una grecidad que compromete y religa todo discurso en esa
lengua, todo discurso en griego y de un griego: «Desde ese momento empezó a
desarrollarse lentamente en mi interior la idea de que la técnica hoy en día no puede
tener sentido más que en la medida en que llegue realmente al punto sublime de
volverse ella misma parte del contenido. Y de que precisamente por eso ha de ser un
hallazgo personal y no un método dado. La Arquitectura, para mí, no significaba un
ήλιου, από το ένα µέρος, κι απ’ το άλλο όλους τους παράγοντες που συµβάλλουν στην ποιητική
έκφραση ―εικόνες, παροµοιώσεις, µεταφορές, σκέψεις― στη θέση των πλανητών, θα δει ότι η
κίνηση που παρουσιάζει αυτό το σύνολο προσλαµβάνει τον ίδιο χαρακτήρα που προσλαµβάνει η
κίνηση ενός συστήµατος ηλιακού. Γι’ αυτό είπα ότι είναι η πυρηνική διαµόρφωση του ποιήµατος»,
Ibidem, p. 34.
2.3. Los cuerpos de la luz 653
andamio colocado desde antes. Más aún, no tenía nada que ver con la búsqueda de
excentricidades formales que gustan de cultivar las épocas decadentes. No constituía
en modo alguno un regreso nostálgico a la antigua veneración por la forma. Me
encontraba por el contrario en las antípodas de todo esto al buscar en el poema ideal
la miniatura de un sistema solar completo, con la misma inmutabilidad y el mismo
aire de eternidad en su conjunto, el mismo movimiento perpetuo en sus componentes
parciales»205. El poema ha de ser, pues, la metáfora (miniatura) de una metaforicidad
que emblematiza el heliotropismo de la escritura (sistema solar), mientras que el sol
ha de prestar su presunta propiedad ―que nunca es tal en Elitis― a la obra de arte.
Pero, ¿cómo detener el traspaso metafórico en un sol que constituye, como no
hemos dejado de ver, una metáfora primordial, una suerte de archimetáfora, por sí
mismo? Parece difícil creer que el poema pueda constituir realmente una unidad, más
o menos orgánica, que no viva en constante traspaso hacia otras unidades, que no se
deshaga y se cuestione permanentemente gracias al eje transferencial que lo recorre y
lo disloca bloqueando su clausura. Pero, siguiendo los dictados de la poesía
proyectiva teorizada por Gaston Bachelard, Elitis cree en la idea de un poema no sólo
unitario, sino configurado en torno a un núcleo que lo habría generado como semilla
inicial o punto exacto: «Así se concibe hoy la configuración nuclear del poema,
como una unidad cerrada, del mismo modo que su irradiación automotriz, siempre
desde el punto de vista del sentido concreto, que la inspiración en cada ocasión sitúa,
aísla e ilumina. Con la diferencia de que, para encarnar y desempeñar de manera
eficiente el papel del sol, así como su misión ulterior dentro del sistema de las
imágenes y de los conceptos que comporta, es preciso que este sentido se construya
sin cesar en conjunción con una transcripción simbólica de él en rasgos de textura
rítmica y estrófica, análogos a los que hacen perceptible al intelecto humano el
concepto de tiempo»206. La poesía proyectiva trata de aplicar a la lírica ciertos
205
«Από τότε άρχισε σιγά-σιγά να σχηµατίζεται µέσα µου η αντίληψη ότι δεν µπορεί να έχει νόηµα
η τεχνική σήµερα παρά µόνον εαν φτάνει πραγµατικά στο υψηλό σηµείο να γίνεται κι αυτή µέρος του
περιεχοµένου. Και ότι για τούτο ακριβώς οφείλει να είναι µία επινόηση προσωπική και όχι µία µέθοδος
δοσµένη. Η Αρχιτεκτονική, για µένα, δεν είχε τη σηµασία µίας από τα πριν στηµένης σκαλωσιάς.
Πολύ περισσότερο, δεν είχε σχέση µε τις επιδιώξεις των σχηµατικών ιδιορρυθµιών που αγαπούν να
καλλιεργούν συνήθως οι εποχές της παρακµής. ∆εν αποτελούσε µε κανέναν τρόπο µία νοσταλγική
επιστροφή στην παλαιά µορφολατρία. Βρισκόµουνα στους αντίποδες όλων αυτών, όταν ζητούσα από
το ιδανικό ποίηµα ν’ αποτελεί µικρογραφία ενός ηλιακού συστήµατος πλήρη, µε την ίδια αταραξία
και το ίδιο ύφος αιωνιότητας στο σύνολο, την ίδια αέναη κίνηση στα επιµέρους συστατικά στοιχεία
του», ELITIS, O. (2000), pp. 449-450.
206
«Έτσι αντιλαµβάνονται και σήµερα την πυρηνική διαµόρφωση του ποιήµατος, σα µονάδας
κλειστής, καθώς και την τελική αυτοδύναµη εξακτίνωσή του, από την άποψη πάντοτε του νοήµατος
του συγκεκριµένου, που η έµπνευση κάθε φορά εντοπίζει, αποµονώνει και φωτίζει. Με τη διαφορά
ότι, για να λάβει σώµα και να υποδυθεί αποτελεσµατικά τη θέση του ήλιου, καθώς και την απώτερη
αποστολή του µέσα στο σύστηµα των εικόνων και των εννοιών που συµπαρασύρει, το νόηµα αυτό
είναι ανάγκη να συναναπτύσσεται αδιάκοπα και παράλληλα µε µία συµβολική µεταγραφή του σε
ρυθµικής και στροφικής υφής γνωρίσµατα, ανάλογα µε εκείνα που καθιστούν αισθητή στην
ανθρώπινη νόηση την έννοια του χρόνου», Ibidem, p. 450.
654 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
207
Cfr. al respecto, así como para mayores implicaciones de Elitis con la poesía proyectiva en textos
de los primeros años 40, CUTRIANU, E. (2002), pp. 190-191. Resulta interesante leer asimismo este
pequeño párrafo de Gaston Bachelard citado por Jacques Derrida y perteneciente a su libro
Lautréamont: «Cuando se ha meditado sobre la libertad de las metáforas y sobre sus límites, nos
damos cuenta de que ciertas imágenes poéticas se proyectan unas sobre otras, con seguridad y
exactitud, lo que viene a decir que en poesía proyectiva no son más que una sola y misma imagen», en
«La mitología blanca», DERRIDA, J. (2003), p. 303.
2.3. Los cuerpos de la luz 655
208
«Esta atención tan necesaria a la sintaxis, a la lógica sistemática de las producciones metafóricas,
a las “metáforas de metáforas”, ¿es compatible en el límite con el concepto de metáfora? ¿Podemos
emitir un juicio sin volver a poner en tela de juicio el punto de vista semántico, incluso monosémico,
de la metáfora? Bachelard mismo interpreta la coordinación sintáctica como haz semántico o temático.
La multiplicidad de metáforas es ordenada con vistas a “una sola y misma imagen”, cuya difracción
no es sino un sistema proyectivo. La unidad, la continuidad del sentido domina aquí el juego de la
sintaxis. Hemos tratado de mostrar más arriba que esta subordinación de lo sintáctico estaba inscrita
en los rasgos más invariantes del concepto de metáfora; y en otra parte cuáles eran los límites
esenciales de un tematismo semejante», Ibidem, p. 305.
209
«Transferida al campo filosófico, una metaforología semejante ¿no reencontraría siempre, por
destino, lo mismo?, ¿la misma physis, el mismo sentido (sentido del ser como presencia o, lo que
viene a ser lo mismo, como presencia/ausencia), el mismo círculo, el mismo fuego de la misma luz,
mostrándose/ocultándose, el mismo giro del sol? ¿Qué otra cosa encontrar sino esta vuelta de lo
mismo cuando se busca la metáfora?, ¿es decir, el parecido? ¿y cuando se intenta determinar la
metáfora dominante de un grupo que interesa por su poder de concentración? ¿Qué otra cosa encontrar
allí sino la metáfora de la dominación, acrecentada de su poder de disimulación que le permite escapar
al dominio: Dios o el Sol?», Ibidem, p. 305.
656 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
imperceptible, lo que resultaba hasta poco antes un esquema válido para la poesía
universal contemporánea, lo que era una reflexión sobre una articulación significante
de las metáforas en el poema o en la obra de arte, se convierte a la vez en una
manifestación del exclusivismo griego frente al «esperanto» que se extiende en el
ámbito de la expresión y que amenaza a la estética atópica y autóctona (carente en el
fondo de un sentido del tema y refugiada en consecuencia sin alternativa en este
esquema del traspaso) y en una acentuación del valor privilegiado de la sintaxis, de la
transferencia que se da a ver en el gesto de la analogía que define a Grecia en todos
los ámbitos. Lo que importa ahora no es consignar un significado primordial a través
de una sucesión de imágenes, sino trasladar a la expresión una suspensión de los
valores de forma y contenido que viene remarcada por la referencia al sol como
objeto de la mímesis. Es el determinismo que construye lo griego en su juego de
estratos (temporales, físicos, ontológicos, pero siempre abiertos, significantes) lo que
importa aquí: «Hablo en el lenguaje de la teoría y se me puede perdonar acabar en lo
Absoluto. Además, en la práctica, el instinto pone en práctica en un instante aquello
que aquí el análisis interpreta sucesivamente. Sin embargo, no puedo entender por
qué razón en el ámbito del arte monumental damos por supuesto que un templo
dórico (que no deja de reducirse, a pesar de todo, a una estructura) expresa el más
profundo espíritu de la religión idolátrica, de un modo casi exclusivo, o, al contrario,
que la quintaesencia del cristianismo ortodoxo se halla representada de un modo casi
restrictivo por la bóveda, y en el terreno del arte Lírico pasamos por alto estas
correspondencias y nos parece natural ofrecer por ejemplo la sensación griega del
mar, que es una unidad, en un soneto; o la correspondiente noción del sol, en una
tirada de verso libre; los cuales son tan extraños e inconciliables con la bóveda
celeste como lo serían las agujas de Chartres en el aire de Egina. Es una lástima, pero
el poeta contemporáneo no da señales de poder encontrar su Santa Sofía; cuánto
menos aún su Paraportianí. Quiero decir, los matices de la sensibilidad que llevan
incluso al artesano popular a percibir de un modo completamente distinto un
“manantial” sobre el monte o junto al mar. ¿Cómo hablar, después de esto, de la
metafísica solar? En el “mercado común” de las emociones todos luchan hoy, sin
saberlo, por configurar un esperanto. Y han hecho tantos progresos, que mi estilo,
mis preocupaciones, mis impulsos, parecen tan lejanos e incomprensibles como el
chino»210. Hay cierto victimismo, cierta denuncia de incomprensión, en estas
210
«Μιλώ θεωρητικά και µου είναι συγχωρεµένο να φτάνω στο Απόλυτο. Εξάλλου, στην πράξη, το
ένστικτο πραγµατοποιεί ακαριαία εκείνα που εδώ η ανάλυση παρατακτικά ερµηνεύει. Ωστόσο, δε
µπορώ να καταλάβω για ποιο λόγο στον τοµέα της µνηµειακής τέχνης θεωρούµε αυτονόητο ένας
δωρικός ναός (που ανάγεται, παρ’ όλ’ αυτά, σ’ ένα σχήµα) να εκφράζει το βαθύτερο πνεύµα της
ειδωλολατρικής θρησκείας, µε αποκλειστικό σχεδόν τρόπο ή, αντίστροφα, η πεµπτουσία του
ορθόδοξου χριστιανισµού ν’ αποδίδεται µε περιοριστικό περίπου τρόπο από το σχήµα του θόλου, και
στον τοµέα της Λυρικής τέχνης ν’ αδιαφορούµε για τις ανταποκρίσεις αυτές και να θεωρούµε φυσικό
την ελληνική αίσθηση της θάλασσας, π. χ., που είναι µία µοναδικότητα, να τη δίνουµε µ’ ένα σονέτο·
2.3. Los cuerpos de la luz 657
ή την αντίστοιχη έννοια του ήλιου, µ’ ένα µακρυνάρι ελεύθερου στίχου· που είναι τόσο ξένα και
ασυµβίβαστα µε το γαλάζιο θόλο, όσο ασυµβίβαστες θα ήτανε οι αιχµές της Chartres στον αιθέρα της
Αίγινας. Είναι κρίµας, αλλά ο σύγχρονος ποιητής δε δείχνει ότι µπορεί να βρει την Αγία Σοφία του
―πόσο µάλλον την Παραπορτιανή του, θέλω να πω, τις αποχρώσεις της ευαισθησίας που κάνουν
ακόµη και το λαϊκό τεχνίτη ν’ αντιλαµβάνεται εντελώς διαφορετικά την έννοια µίας “κρήνης” επάνω
στο βουνό ή κοντά στη θάλασσα. Πώς, ύστερα απ’ αυτά, να µιλήσω για την ηλιακή µεταφυσική; Στην
“κοινή αγορά” των συγκινήσεων όλοι αγωνίζονται σήµερα, χωρίς να το ξέρουν, να διαµορφώσουν
µίαν εσπεράντο. Κι έχουν κάνει τόση πρόοδο, που το ύφος µου, οι έγνοιες µου, οι παρορµήσεις µου,
να µοιάζουνε µακρινά και ακατανόητα όσο και τα κινέζικα», ELITIS, O. (2000), p. 451.
211
Para un repaso pormenorizado de esta teoría, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 193-202.
658 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
o del modo en que lo dice»212. Hay una evidente coincidencia entre la teoría del
poema como sistema solar y la teoría de la poesía prismática, si bien parece haber ya
en ésta última un cierto desplazamiento hacia una multiplicidad de los centros (una
dislocación, en realidad, del centro y del lugar del poema) que se aviene mejor con
las ideas estéticas sobre la grecidad y la transparencia que hemos venido rastreando
en el pensamiento de Elitis. Si todos los núcleos secundarios del poema o la obra de
arte se convierten ahora en soles desplazados, dobles integrales de la hoguera central,
ello significa que el proceso de ocultación del sol que determina la pensabilidad de
un absoluto griego ha vuelto a producirse. Re-traído una vez más, en la doble
acepción del término, el sol ha vuelto a diseminarse en la escritura repartiéndose en
la metaforicidad general que guía las imágenes y las convierte en emblemas de una
significancia que sólo a él, al propio gesto de apertura, aluden de manera propia. Ésa
es la unidad posible del poema, la unidad de un haz que a pesar de todo sigue
queriéndose la de una metáfora primaria (metáfora que no puede dejar de ser,
siempre, la del sol) que se proyecta (Elitis habla de προεξοχές, salientes o
proyecciones, adoptando una terminología bachelardiana) en múltiples hipóstasis
reductibles dialécticamente al logos central. Dicho logos central no deja sin embargo
de ser metafórico, puede incluso, en palabras de Bachelard, hallarse oculto (el lien
projectif, centro de emanación y de reabsorción de la obra, puede serlo, como vimos
antes)213. Oculto como el sol que encontramos al fondo de todas las metáforas, oculto
como el espacio vacío que nos somete a un heliotropismo y dispone las imágenes que
mimetizan lo imposible no a lo largo de una sucesión causal y evolucionista sino
como respuestas equitativas a una ilegibilidad de lo Abierto o de la physis que
debería instituirse en origen y telos del discurso. La retracción del sol, su retejerse
escritural en múltiples núcleos o repeticiones que ocultan su fuente o su estar-ahí, no
hacen por tanto sino remarcar la metaforicidad en abismo que determina la
expresividad griega, la imposibilidad de encontrar un verdadero objeto final de la
mímesis y la necesidad, si de arte o poesía en griego se trata, de someterse a los
dictados de la transparencia y el traspaso. Lo único que la obra puede denotar es el
secreto de una ocultación insondable, la instancia siempre anterior que permanece en
su interior como marca de la huella, quemadura del discurso que lo obliga a circular
de una a otra metáfora, de uno a otro sol, y que se imbrica por lo tanto en su sintaxis
como el entre de un espaciamiento que le impide cerrarse, a pesar de lo que Elitis
pretende hacer ver, sobre una unidad. Si la significancia funciona en lo que llamamos
212
«Romano el Melodo»: «Οι πυρήνες αυτοί δεν είναι κατ’ ανάγκην “εικόνες”· είναι φραστικές
µονάδες αυτοδύναµης ακτινοβολίας, όπου ο συνδυασµός ο ηχολογικός συµπίπτει µε τον νοητικό σε
τέτοιο σηµείο, που δεν ξέρεις τελικά εαν η γοητεία προέρεχεται απ’ αυτό που λέει ο ποιητής ή από
τον τρόπο που το λέει», ELITIS, O. (1993), p. 50.
213
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 199-200.
660 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
vez separación irreductible. Al igual que el sol elitiano en el inicio del Axion Estí, el
árbol ha simbolizado a menudo el axis mundi que constituye a la vez el (no) lugar de
operación de un traspaso. ¿Cómo no pensar en él, ya bajo su forma tradicional, como
una cierta modalidad del hiato? Rayo invertido que oculta sus raíces, reproduce
además cierta lógica del espaciamiento y la escritura (en la medida en que ella
depende asimismo de una dimensión oculta de secreto que la religa y la origina fuera
siempre del campo de la visión) y le presta a esta última los esquemas de lo
arborescente o lo rizomático que nos han servido aquí para referirnos más de una vez
a su conexión con el absoluto. El valor luminoso del árbol elitiano, isomorfo como
veremos de la poesía y de todos los blancos y hendiduras que hemos repasado hasta
el momento, lo asocia no sólo a otras figuras axiales que comparecen en su obra,
como el relámpago que enlaza cielo y tierra proporcionando una superficie blanca
donde dilatar el instante, o el sol y sus rayos en el seno del mediodía y de la
transparencia, sino que también nos permite buscarle parentescos y antecedentes en
el sufismo, en la Cábala, en el iluminismo europeo y, de manera más inmediata, en la
poesía griega del siglo XIX. Puede que dicha conexión islámica y judía sea el efecto
o la causa de lo que algunos críticos, sin abundar en mayores explicaciones, han
denominado ecos de la filosofía oriental en el poemario214.
En cualquier caso, no resulta difícil establecer un paralelismo entre el elitiano
árbol de luz, suspendido del sol en el mediodía, espectral en su misma corporeidad, y
el ramillete de árboles cabalísticos que, prendidos también de la instancia oculta que
se halla más allá de toda determinación, el En Sof, representan la emanación lumínica
de Dios en el cosmos. En ambos casos, el secreto o el vacío constituyen su invisible
raíz. También en ambos casos hay una cierta sustancia escritural en su manifestación:
si en Elitis el árbol desempeña la misma función que un poema215 o representa la
reinscripción del sol en el cosmos, en la Cábala el árbol sefirótico, estructura
invertida que se tiende desde el cielo a la tierra (y que remite de ese modo a los rayos
del sol o a las energías divinas de que habla la Ortodoxia), tiene en cada uno de sus
extremos una letra o cifra hebrea (o bien un nombre que oculta el Tetragrama), que
es lo que significa sefirá216. Es en virtud de dicha condición escritural, en los dos
casos, como este árbol se instituye en espacio de traspaso hacia una alteridad que en
214
Acaso por el difuso misticismo que se desprende de los poemas pero, ante todo, por la
procedencia islámica del término «decimocuarta belleza». La referencia más nítida al misticismo
islámico como componente del libro se encuentra en LIJNARÁ, L. (1980), p. 117.
215
Para la Cábala, precisamente, el árbol sefirótico presenta una estructura muy semejante a la de un
sistema solar: la sefirá de la belleza, emblema del sol, se sitúa en el centro, ligada a través de líneas o
ramas con todas las demás, cfr. BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. LXVI.
216
Cfr. BARNATAN, M. R. (1986), p. 40. No faltan en la Cábala representaciones de este árbol
sefirótico como escritura, en diagramas en que su dibujo es compuesto exclusivamente por letras, cfr.
BUSI, G. (2005), p. 386.
662 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
217
Cfr. Ibidem, pp. 93-95.
218
«Utilizzando un’altro diagramma simbolico, quello dell’albero cosmico, ci imbattiamo nella
sovrapposizione di due alberi celesti, di cui uno indirizza i propri rami verso il basso e uno verso
l’alto. Secondo Cordovero (Pardes rimmonim) —che sviluppa un passo dei Tiqqune ha-zohar— dalla
radice dell’albero (che egli situa nella sefirah binah) procede la luce diritta, mentre nell’estremità
inferiore (malkut) del sistema sefirotico vi è la radice della luce che ritorna. La simbologia cosmica
dell’albero occupa un posto di rilievo nella rappresentazione cabbalistica e, grazie al suo straordinario
potere evocativo, viene frequentemente menzionata. Essa è in realtà assai complessa e compare negli
scritti mistici in immagini tanto ricche di seduzioni quanto prive di concatenazione logica. “Io sono
colui che ha piantato questo albero, affinché tutto il mondo ne tragga diletto; ho fissato tutto in esso, e
l’ho chiamato tutto, giacché da esso tutto dipende e da esso tutto deriva”. Cosí il Bahir colloca
l’albero divino al centro della creazione e con esso indica la pienezza dello splendore superno che si
irraggia nel cosmo; lungo questo albero si dispongono le potenze divine, le dieci sefirot. Riprendendo
poi un’idea già presente ―benché espressa in maniera piú criptica— nel Bahir, i Tiqqune ha-zohar
(redatti probabilmente alla fine del XIII secolo) legano il simbolismo dell’albero a quello della lettera
sin: “I suoi tre bracci —vi si legge— sono i tre rami dell’albero superiore e la radice dell’inferiore”.
Questo significa che, nella prospettiva dell’albero che scende dal cielo verso la terra, i tre bracci della
consonante sin rivolti verso il basso alludono ai rami della chioma, mentre, nella visione terrena di un
albero che sale verso il cielo, i medesimi bracci designano le radici. L’albero che scende verso la terra
è quello che porta la luce diritta che procede da Dio, mentre l’albero che sale indica il percorso della
luce che ritorna verso l’alto. In termini umani, l’albero che scende è l’albero della vita, mentre quello
che sale è l’albero della morte e del ritorno al principio: in realtà si tratta della rappresentazione
sdoppiata di due aspetti complementari —la discesa e la risalita— del diffondersi della luce divina, e i
due alberi si fondono in un unico albero cosmico: quello, appunto, della vita e della morte», BUSI, G.
y E. LOEWENTHAL (1999), pp. LXIII-LXIV.
219
No olvidemos que el árbol del Paraíso, que determina la caída de Adán, proporciona la madera
para la cruz de Cristo, fuente del segundo momento del automatismo religioso presente en todas estas
figuras elitianas del hiato: la resurrección o el renacimiento de(l) Dios.
2.3. Los cuerpos de la luz 663
220
«Il punto cosmico nel quale l’albero celeste apre la propria chioma è rappresentato dal sole ed è
simboleggiato dalla sefirah dello splendore, tif’eret. In quel punto i raggi di luce si aprono verso la
terra, e in quel medesimo punto si chiude la radice dell’albero terreno, che disegna, in senso inverso,
lo stesso percorso dei raggi solari. “L’albero di luce —si legge ancora nello Zohar— si estende
dall’alto verso il basso, ed è il sole che illumina tutto. Il suo splendore ha inizio in cima e si estende
diritto per tutto il tronco”. La nozione di circolazione della luce è fondamentale per la comprensione
di questo simbolo straordinario, e giustamente lo Zohar mette in guardia chi fraintende la discesa con
la risalita: “Osserva che vi sono due alberi, uno superiore e uno inferiore, in uno dei quali c’è la vita e
nell’altro c’è la morte, e colui che li confonde attira su di sé la morte in questo mondo e non partecipa
del mondo a venire”. In questo senso, è inesatta l’idea —espressa da alcuni studiosi di simbologia
religiosa, tra cui Guénon e Coomaraswamy— secondo cui vi sarebbe una parte superiore dell’albero
(al di sopra di tif’eret) diritta, e una parte inferiore (che scende da tif’eret a malkut) rovesciata o
“riflessa”. La nozione di due alberi non si manifesta infatti, nella visione cabbalistica, attraverso
l’immagine speculare di due figure contrapposte, ma mediante un’unica figura che può essere letta in
due sensi, come rappresentazione di un fluire verso il basso —l’albero della vita— o di un ritorno
verso l’alto —l’albero della morte. La risalita della luce verso la sua origine segna, in termini umani, il
passaggio verso la morte: l’anima percorre il cammino verso l’alto durante il sonno, quando torna per
rigenerarsi verso lo splendore superno da cui proviene, o definitivamente, al momento della morte
fisica, quando essa abbandona il corpo. Poiché però tale morte rappresenta un ritorno all’origine, in
termini assoluti la dicotomia tra vita e morte perde il proprio valore, e l’albero, in realtà unico, può
dirsi semplicemente ‘es hayyim, albero della vita», Ibidem, pp. LXIV-LXV. Al igual que en Elitis,
incluso en el poder mortífero de la luz reside un poder vivificador o regenerador, en el fondo una
indemnización religiosa.
221
El árbol es, de hecho, símbolo de la regeneración de la vida, promesa de constante renacimiento
cíclico (cfr. CIRLOT, J. E. (2001), p. 89), por lo cual se adapta a la perfección a esta concepción del
automatismo religioso que garantiza la inmortalidad o la vida absoluta en el incesante sucederse de
muertes y resacralizaciones.
664 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
222
Cfr. NWYIA, P. (1970), p. 285.
223
Cfr. CIRLOT, J. E. (2001), pp. 90-91.
224
CUTRIANU, E. (2002), p. 341.
225
En Ibidem, p. 341.
226
SAMUIL, A. (2003), pp. 177-178.
227
«Σα στην αρχή της πλάσης», SOLOMÓS, D. (2002), p. 258.
228
Hay también una pulsión revirginizadora que, además de por su carácter de mediaticidad pura,
permitiría vincular a este árbol con el himen: «Pero dentro / florece con sus lirios virginal el mundo»
(«αλλά µέσα / ανθίζει µε τους κρίνους του παρθενικός ο κόσµος»), Ibidem, p. 258.
2.3. Los cuerpos de la luz 665
229
Puede ser interesante citar algún otro fragmento del poema para poner más tarde de manifiesto
las semejanzas con el árbol elitiano, o incluso para determinar hasta qué punto sea posible leer a través
de la referencia intertextual implícita a Solomós nuevas dimensiones en «El Árbol de Luz»: «El alto
árbol entero resuena y resplandece / con los ecos del arte, con las luces del cielo. / Tiemblan la tierra,
el mar y el cielo monstruoso, / ante el gran candelabro del templo de natura, / y aúnan su luz diversa
miríadas de estrellas, / miríadas de cantos ruedan y se hacen uno. / Bajo el árbol postrada se hallaba
una pastora; / la acogen las estrellas como la tierra al sol. / Los serafines conocieron las honduras de
amor, / y todo el Paraíso es Paraíso dos veces» («Το ψηλό δέντρο ολόκληρο κ’ ηχολογά κι αστράφτει
/ µ’ όλους της τέχνης τους αχούς, µε τ’ ουρανού τα φώτα / Σαστίζ’ η γη κ’ η θάλασσα κι ο ουρανός το
τέρας, / το µέγα πολυκάντηλο µέσ’ το ναό της φύσης, / κι αρµόζουν διάφορο το φως χίλιες χιλιάδες
άστρα, / χίλιες χιλιάδες άσµατα κυλούν και κάνουν ένα. / Στο δέντρο κάτου δέησιν έκαµ’ η
βοσκοπούλα· / Τ’άστρα γοργά τη δέχτηκαν καθώς η γη τον ήλιο. / Τα Σεραφείµ εγνώρισαν το βάθος
της αγάπης, / κι ολόκληρ’ η Παράδεισος διπλή Παράδεισό ’ναι»), Ibidem, p. 258.
230
Cfr. SAMUIL, A. (2003), pp. 182-183.
666 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
231
ELITIS, O. (1986), p. 29.
232
Elena Cutrianu, que ha comentado también este collage a propósito del árbol de luz, cita (cfr.
CUTRIANU, E. (2002), p. 343) un pasaje del texto «Las co-imágenes» en que Elitis parece estar
describiéndolo; alude para ello explícitamente a la dislocación del lugar: la muchacha diosa es
llevada, dice, «allí donde el mar y la tierra, penetrando el uno en el otro, configuran un país que es
todos los demás juntos y a la vez ninguno. Para hacerla caminar sonámbula tras una llama
inexplicable» («εκεί όπου θάλασσες και στεριές, διεισδύοντας η µία στην άλλη, σχηµατίζουν µία
χώρα που είναι όλες οι άλλες µαζί και συνάµα καµιά. Βάζοντάς την να υπνοβατεί πίσω από µίαν
ανεξήγητη φλόγα»), ELITIS, O. (1993), p. 262.
233
ELITIS, O. (1986), p. 76.
2.3. Los cuerpos de la luz 667
trata de un arbusto de color negro en cuya figura resulta imposible distinguir si las
ramas se hallan envueltas por el fuego o si el mismo árbol es simplemente una llama.
Pero hemos de prestar atención a sus poemas. Es en ellos donde las imágenes del
árbol de luz (φωτόδεντρο), este elemento que ahora sabemos sagrado234, se repiten y
se desarrollan, siempre a partir de una serie de factores que remiten de modo más o
menos difuso a los antecedentes cabalísticos e iluministas y a los textos recién
mencionados de Solomós. Dejando a un lado algunos de sus primeros poemas, como
«El granado loco» (Orientaciones), donde el árbol mágico o poético comparece ya
transformado lentamente en una muchacha, así como las figuras de la zarza ardiente
del Axion Estí, es en el poema «El Filomante» (Los medio hermanos), donde lo
encontramos por primera vez bajo la forma de una superficie de traspaso. Entre sus
hojas, que el poeta utiliza como instrumento de adivinación o comunicación con el
otro mundo del inconsciente, hay voces que pueden evocar a los espíritus que
Solomós describía en el follaje de su «Albero mistico»: «Voces perplejas y otras que
aún / Corriendo entre el follaje refulgen como / Secretos pasos de luciérnaga»235. No
hay aún más luz que la de las hojas que refulgen en medio de la noche de este «ocho
de agosto» que el poeta pasa en soledad. Sin embargo, el árbol garantiza una
conexión doble: la conexión con la vida y el amor (cuyos ecos pasados hace resonar
el susurro del follaje), y la conexión con el misterio, con el secreto, fondo
inconsciente o sol oculto que se manifiesta en él a través de una escritura
indescifrable ―recordemos el filtro, himen isomorfo de la escritura, que las hojas del
olivo constituían frente a la presencia del sol en el «Génesis»―, bien sean las voces
recién mencionadas o un «arameo del otro mundo» que hace pensar en el verbo
catarkizmevo: «En la hierba de las profundidades de nuevo / Aquel mismo
estremecimiento interminable / Susurra solo y susurra con las hojas / Monologa en el
arameo del otro mundo»236. Se diría que el árbol vale aquí tanto como la poesía en lo
que ésta tiene de mímesis de lo imposible, de visibilidad del secreto, aunque sólo sea
en su incesante retracción y en su invisibilidad primordial.
Más significativa resulta la presencia del propio árbol de luz en el crucial
poema «El estigma». En él se vincula no sólo al concepto de poesía, sino también a
las diversas formas del hiato, a la problemática del vacío y del desencajamiento de la
identidad, y a la quemadura y el esquema de la marca. Es la espectralidad que,
aludida como ídolo (είδωλο, reflejo o simulacro, también en la medida en que supone
234
Según Elena Cutrianu, con quien en esta ocasión no estoy de acuerdo, lo es por la fuerza
metafísica del sol, cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 340.
235
«Σαστισµένες φωνές κι άλλες που ακόµη / Τρέχοντας µες στις φυλλωσιές αστράφτουν σαν /
Μυστικά περάσµατα πυγολαµπίδας», ELITIS, O. (2002), p. 341.
236
«Μέσ’ απ’ τη χλώρη του βυθού και πάλι / Το ίδιο εκείνο ατέρµονο ανατρίχιασµα / Μονοθροεί
και συνθροεί τα φύλλα / Μονολογεί στην αραµαϊκή του απόκοσµου», Ibidem, pp. 341-342.
668 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
una mera evocación intertextual del poema publicado siete años atrás), determina con
su retracción una pérdida definitiva de identidad del Poeta; era él, por tanto, el que
definía, como posibilidad del traspaso y del exceso de sí (como conexión ramificada
en todas direcciones con el secreto o con la dimensión transpersonal del
inconsciente), su personalidad en fuga, en tránsito perpetuo. Y es él, también, como
el estigma que desrealiza pero pone en marcha hacia otro lugar, el que al haberse
retirado reproduciendo y reduplicando el gesto del sol permite recuperar la lógica de
la huella y renovar la metaforicidad y la búsqueda: «A no ser que yo ni siquiera
exista / que al hundirse en el fondo de los océanos / los días rubios arrastraran
consigo / de una vez para siempre el ídolo / el Árbol de Luz / con las miles de
hendiduras cegadoras de pájaros / y los Meses en torno de puntillas / recogiendo en
sus delantales / pequeñas yemas renacuajos de los cielos»237. Mantener el contacto,
seguir religado, en consecuencia, como pide al final de este poema el autor, significa
también recuperar el árbol de luz y la superficie de comunicación que representa.
Sólo así podrá ejecutarse el verdadero gesto poiético, la salida de sí, el habitar sobre
un filo o un umbral que impida verdaderamente encontrarse sobre la seguridad de
una presencia y fuerce por el contrario a construirse en la orilla opuesta de una
alteridad nunca dominada: «Oh adiós Paraísos y regalos que no pedí / me marcho
voy directamente sobre mí / allá a lo lejos donde estoy»238.
Como un sol a medianoche, por el contrario, se manifiestan de pronto en el
poema «Arquetipo» unos «rododendros refulgentes» que recuerdan a la imagen de
«El árbol sagrado» y preceden inmediatamente al poema fundamental, el titulado «El
Árbol de Luz». No parece casual que dichos rododendros surjan como revelación
artística o poética en medio de la noche ―el del sol a medianoche es un símbolo
místico de larga tradición― justo antes de que el poeta exponga su experiencia
fundamental al respecto. «Ver a medianoche rododendros refulgentes» significa, lo
comprueba inmediatamente, el desencadenamiento de la visión elusiva de otra forma
sagrada e intersticial: el arquetipo de la mujer, que se le ofrece bajo diferentes
imágenes que lo repiten y lo retraen239 y que corresponden, como ha demostrado
237
«Εξόν κι αν µήτε αυτός υπάρχει / αν στα βάθη µέσα των ωκεανών / βυθίζοντας οι µέρες οι
ξανθές πήραν µαζί τους µία για πάντα το είδωλο / το Φωτόδεντρο / µε τους χίλιους εκτυφλωτικούς
των πουλιών σχίστες / και τους Μήνες ολόγυρα στις µύτες των ποδιών / συλλέγοντας µες στην ποδιά
τους / κρόκους µικρούς γυρίνους των αιθέρων», Ibidem, p. 365. Estos pájaros que reduplican o
repliegan sobre sí la noción de hiato, reinscribiendo sobre el árbol, hendidura mayor, nuevas
hendiduras, recuerdan a los espíritus que en el poema de Solomós se posaban en las ramas del árbol
místico. También los cielos, con estos «renacuajos» que los meses recogen, confluyen en su
superficie.
238
«Ω αντίο Παράδεισοι και αζήτητες δωρεές / φεύγω πάω κατευθείαν επάνω µου / εκεί µακριά που
βρίσκοµαι», Ibidem, p. 367.
239
«Y después entendí qué quiere decir ver a medianoche rododendros refulgentes / Cuando la
encontré como una paloma / Cuando la encontré como el Sueño con racimos de gotas en el regazo /
Cuando la encontré en una azotea donde la descosía el fuerte viento / Hasta que al final no quedó más
2.3. Los cuerpos de la luz 669
que un hombro y la parte derecha de los cabellos» («και τί πάει να πει τα µεσάνυχτα φωτιστικά
ροδόδεντρα να βλέπεις ύστερα κατάλαβα / Που τη βρήκα να είναι ο Ύπνος µε τσαµπιά σταγόνων
µες στην αγκαλιά / Που τη βρήκα σ’ ένα ταρατσάκι να την ξηλώνει ο δυνατός αέρας / Ώσπου τέλος
δεν έµεινε παρά ένας ώµος και το µέρος το δεξί από τα µαλλιά»), Ibidem, p. 218.
240
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 331.
241
En opinión de Lina Lijnará, a esta «experiencia mística» le precede una cierta fase de ascetismo.
Esta autora ha resaltado también la importancia del mediodía y de la transparencia, así como el valor
purificador y antihistórico de la visión del árbol de luz, cfr. LIJNARÁ, L. (2002), pp. 174-176.
670 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
242
Cfr. las interesantes reflexiones al respecto de Costas Mijailidis, MIJAILIDIS, C. P. (1997), p. 461.
243
«El Árbol de Luz»: «Ζούσε ακόµη µ’ ένα λαχούρι σκοτεινό στους ώµους η µητέρα µου όταν
πρώτη φορά µού πέρασε απ’ το νου να βρω ένα τέλος µες στην ευτυχία / Με τραβούσε ο θάνατος
όπως η λάµψη η δυνατή όπου δε βλέπεις τίποτε άλλο», ELITIS, O. (2002), p. 218.
244
«Κάποτε ο γάτος που µου ανέβαινε στον ώµο στύλωνε πέρα τα χρυσά του µάτια κι ήταν τότε
που ένιωθα µίαν αντιφεγγιά να µού ’ρχεται απ’ αντίκρυ σαν αγιάτρευτη όπως λένε νοσταλγία / […]
Άγνωστο πώς συζούσε µέσα µου ο αδικηµένος αλλά ίσως / Να µού ’χε ακούσει σε µία µακρινή
πρωτοµαγιά ο αέρας το παράπονο επειδή νά: µία ή δυο φορές το Τέλειο φάνηκε στα µάτια µου κι
2.3. Los cuerpos de la luz 671
ύστερα πάλι τίποτε / Ίδια πουλί πριν του προλάβεις τη λαλιά που πάει το πήρε ο ήλιος µες στα
κόκκινα και βασιλεύει», Ibidem, pp. 218-219.
245
«En efecto, para que el árbol o la cruz puedan realmente comunicar en espíritu los tres mundos
se ha de cumplir la condición de que se hallen emplazados en un centro cósmico», CIRLOT, J. E.
(2001), p. 90.
672 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
246
«Στις δυο το µεσηµέρι που έσκυβα στο παράθυρό µου να πετύχω κάτι θυµωµένο ή άτυχο ήταν
µόνο το φωτόδεντρο / Εκεί στο πίσω µέρος της αυλής µες στις βροµούσες και στα παλιοσίδερα
όµως ∆ίχως ποτέ κανείς να το ποτίσει αλλά Παίζοντας µε το σάλιο µου να το ξαµώσω από ψηλά
περνούσαµε τις µέρες ώσπου / Μονοµιάς σπούσε η άνοιξη τους τοίχους µού ’φευγε το περβάζι απ’
τον αγκώνα κι έµενα µπρούµυτα µες στον αέρα να κοιτώ / Τί λογής είναι η αλήθεια όλο φύλλα
στρογγυλά κι από το µέρος του ήλιου κασσιτερωµένα κόκκινα πέντε δέκα εκατοντάδες
αρπαγµένα εφ’ όρου ζωής απ’ το άγνωστο / Ακριβώς όπως εµείς Και ας µαίνονταν οι συµφορές
τριγύρω ας πεθαίναν οι άνθρωποι ας έφτανε από τα κατάβαθα του Αρνιού ξανασταλµένος ο
απόηχος του πολέµου τίποτε αυτό µία στιγµή σταµατούσε να δοκιµαστεί αν θ’ αντέξει / Τέλος
επροχωρούσε αµείλικτο µέσα στο φως όπως ο Ιησούς Χριστός κι όλοι οι ερωτευµένοι», ELITIS, O.
(2002), pp. 219-220.
2.3. Los cuerpos de la luz 673
aquí el árbol se hunde parcialmente en «lo desconocido». Sus hojas, en las cuales se
manifiesta esta verdad que es también un cruce (entre lo visible y lo invisible, el sol
exterior y el sol oculto, etc.), se hallan «arrebatadas de por vida por lo desconocido»,
enraizadas pues en la muerte, en la trascendencia, en lo Abierto, que traen a nuestro
mundo gracias a la porción de sí que se manifiesta. El árbol de luz opera pues una
reinscripción e, igual que el árbol cabalístico que tiene raíces o copa en las alturas de
la divinidad, en la plena alteridad, responde al esquema de la quemadura y del
heliotropismo, incitándonos en su alusividad, que es elusividad del secreto, a buscar
el sol o el sentido pleno que no deja de retraerse una y otra vez en esta operación de
la marca y la metáfora. Instituye así el camino bidireccional de la poesía: si por una
parte trae al mundo «lo desconocido», también nos permite a nosotros dirigirnos
hacia ello, nos incita incluso a salir de la clausura del lugar en que habitamos para
buscarlo. La raíz puede ser copa, y la copa puede ser raíz. El eje de comunicación
que constituye el árbol es, así, una vía de doble dirección: la mímesis de lo imposible
no deja de funcionar como huella y llamada a la que responde de nuevo una mímesis
po(i)ética de lo imposible. La verdad se dibuja de este modo no como una epifanía
plena donde se hace presente lo Perfecto, sino como la huella constante que lo
promete y nos somete al desplazamiento de su búsqueda. Pues, en el fondo, la lógica
del árbol de luz, que es la del hiato, la escritura (griega) o la transparencia, es la
misma que articula al hombre y problematiza incesantemente su identidad: de ahí
que el poeta diga que las hojas se hallan arrebatadas por lo desconocido «justo como
nosotros». Sobre un filo equiparable al árbol de luz, en consecuencia, es como debe
construirse lo humano: como impropiedad, espectralidad o exceso de sí, como
obediencia en definitiva a una instancia ajena que sin embargo nos funda y nos
sostiene. Porque, como esa «tía Melisiní que acababa de volver del Fin del mundo
y se diría que algo del granate de la Virgen cubría aún sus ralos cabellos»247, tal
como aparece en la tercera sección del poema, todos vivimos con la quemadura de la
muerte o el Sol Oculto sobre el cuerpo, todos somos, al igual que el árbol, cuerpos de
la luz que no emitimos sombra sino que testimoniamos, siempre, nuestra obediencia
a lo otro, la existencia de un sol que nos escribe y nos utiliza, a la vez, para ocultarse.
No obstante, es preciso permanecer conectado, sintonizado con esta
poeticidad que nos recorre. En las dos últimas secciones del poema, el niño-Poeta
primero, y después el Poeta adulto que regresa al lugar donde un día se halló el árbol
de luz, se ven progresivamente alejados de la experiencia del traspaso. Transcurrido
el instante intersticial de la re-velación, el lugar dislocado y convertido en paraíso
vuelve a cerrarse. «Deseé lo mínimo y me castigaron con lo máximo»248, dice el
247
«Και της θεία-Μελισσινής πού ’χε µόλις γυρίσει απ’ τη Συντέλεια κι έλεγες κάτι από το
βυσσινί της Παναγίας έσκεπε ακόµη τ’ αραιά της τα µαλλιά», Ibidem, p. 220.
248
«Το ελάχιστο θέλησα και µε τιµώρησαν µε το πολύ», Ibidem, p. 220.
674 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
último verso de la tercera parte. Deseoso de vivir únicamente con esa nada que
suscita la verdad y la utopía, sobre el escaso filo representado por todas las figuras de
la serie del hiato (la sensación, el instante, la memoria, el punto, la transparencia, el
signo, el mismo árbol de luz), siendo nada y viendo nada, el poeta es condenado sin
embargo a una vida convencional, a crecer y adoptar una identidad social, incluso
una posición privilegiada que lo ata. De ahí que en la cuarta parte regrese a la isla de
su infancia con el deseo de reencontrar el solar sobre el que se levantaba la casa en
cuyo patio crecía el árbol y reproduzca la soledad dentro de la cual accedió a la
visión: «Ahora en la lejana isla no existía ya ninguna casa sólo si soplaba el viento
del sur en su lugar se veía un monasterio que por arriba continuaban las nubes y
por abajo en el fondo del mar borboteando las verdosas aguas le lamían los muros
con las pesadas grandes puertas de hierro / Yo daba vueltas y emitía luz rojiza a
fuerza de estar atormentado y solo»249. Sin embargo, sólo encuentra señales de la
imposibilidad moderna de reproducir la apertura intersticial: «Monjes sin objeto
alguno salmodiaban y estudiaban y ninguno me abría para que pudiera ver de nuevo
en qué lugares crecí en qué lugares me reñía mi madre dónde y por quién brotó por
vez primera el árbol de luz si es que aún existe / Pasaba el humo desde alguna parte
acaso desde la mirada de san Isidoro enviando el mensaje de que / Nuestros
sufrimientos están justificados y el orden no va a ser subvertido»250. Como sucede
en las ocasiones en que se queja de la incomprensión general ante su modo de
entender la grecidad, la identidad siempre en fuga de lo griego («grito en griego y
nadie me responde») o bien su construcción sobre un esquema expresivo que es
también ontológico, aquí la ausencia del árbol de luz, al igual que en «El estigma»,
determina la quiebra de su identidad (la pérdida, incluso, de su nombre), quiebra que
se manifiesta precisamente como imposibilidad de la quiebra, imposibilidad del
exceso de sí que representaba el eje luminoso. La clausura de la modernidad, la
opacidad de las Luces y de la historia que se ha impuesto con el modelo occidental,
impiden pues reoperar a escala colectiva la dislocación y el cruce que suscitan el
paraíso: «Ay dónde estás ahora mi pobre árbol de luz dónde estás árbol de luz
deliraba y corría te quiero ahora ahora que he perdido hasta mi nombre / Ahora
249
«Τώρα στο µακρινό νησί κανένα σπίτι δεν υπήρχε πια µόνο αν φυσούσε από νοτιά στη θέση
του έβλεπες ένα µοναστήρι που ψηλά το συνέχιζαν τα σύννεφα και από κάτω στα ύφαλα
γλουπακώντας τα πρασινωπά νερά τού ’γλειφαν τα τοιχιά µε τις βαριές µεγάλες σιδερόπορτες /
Έφερνα γύρους κι έβγαζα φως κοκκινωπό από το νά ’χω παιδευτεί και από το νά ’µαι µόνος»,
Ibidem, p. 221.
250
«Άσκοποι εντελώς καλόγεροι έψελναν και µελετούσαν κι ούτε που µου άνοιγε κανείς να
ξαναδώ σε τί µεριές µεγάλωσα σε τί µεριές µε µάλωνε η µητέρα µου πού πρωτοφύτρωσε και για
ποιανού τη χάρη το φωτόδεντρο εαν υπάρχει ακόµη / Από κάπου ο καπνός περνούσε από το
βλέµµα του αγίου Ισίδωρου ίσως πέµπονταν το µήνυµα ότι / Τα δεινά µας καλώς έχουν και η τάξη
δεν πρόκειται ν’ ανατραπεί», Ibidem, p. 221.
2.3. Los cuerpos de la luz 675
que ya nadie guarda luto por los ruiseñores y todos escriben poemas»251. Sin
embargo, ¿no sigue cumpliendo en su retracción y en su ausencia este cuerpo de la
luz la función para la que está destinado (el proceso mismo que lo hizo nacer):
excitar el deseo de un traspaso que rompa la continuidad ontológica del cosmos y
disloque el lugar en que habitamos? ¿No sigue desencadenando el tránsito de una
búsqueda y postulando la existencia de una dimensión otra que nos llama desde la
huella de su ausencia-presencia inscrita sobre la realidad? ¿No es parte del
mecanismo de la poesía, como la muerte del Dios lo es del religioso, esta pérdida de
lo poético que se denuncia para reconstruirlo sobre el mismo gesto? ¿No se
determina así la poesía como la indecidibilidad misma que se dibuja en la
transparencia y en cada uno de los cuerpos de la luz?
251
«Αχ πού ’σαι τώρα καηµένο µου φωτόδεντρο πού ’σαι φωτόδεντρο παραµιλούσα κι έτρεχα
τώρα σε θέλω τώρα που έχασα ως και τ’ όνοµά µου / Που πια κανένας δεν πενθεί τ’ αηδόνια κι
όλοι γράφουν ποιήµατα», Ibidem, p. 221.
252
El propio André Breton, en «El surrealismo en sus obras vivas», exponía en 1953 una teoría muy
semejante: la caída de los dioses tradicionales, la caída sobre todo del Dios cristiano, ocasionó que la
figura de la mujer adquiriese un valor sustitutivo y resacralizador que atravesó la historia de la
Europa moderna hasta cristalizar en el surrealismo: «En el plano poético esto señaló el término de un
676 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
misma nostalgia: la de Dios como objeto único del amor humano253. Retraído Dios, o
el Sol, cada vez más lejos del alcance del hombre, el anhelo de presencia se sacia en
la figura igualmente elusiva de la mujer única e inaccesible que, a juicio de De
Certeau, repite su ausencia en cada una de las conquistas de Don Juan254; del mismo
modo, añadiría yo, que en las fugaces epifanías de la mujer romántica o en las
sucesivas amantes-médium de los poetas surrealistas. La mujer se convierte, así, en
la forma renovada del otro que la escritura persigue y que a la vez deja su huella en
la escritura. Deviene ella misma retirada, isomorfa del sol que se re-trae en el
heliotropismo místico, que regresa una y otra vez para dar a leer su propia ausencia
bajo distintas formas. Es, de algún modo, el espectro de Dios o la Presencia (el
revenant que no cesa de habitar el espacio del discurso) que se despliega a un tiempo
como himen de la promesa y objeto del goce irremisiblemente diferido. Cuerpo
espectral, escenifica sobre sí el cruce entre lo real y lo imposible que viene a
contagiar no sólo al ámbito de la escritura, sino también al individuo sobre el que,
como antes hiciera la divinidad, deja sus marcas255. Hay algo en el amor, por
259
«El Gloria»: «Τα κορίτσια η πόα της ουτοπίας / τα κορίτσια οι παραπλανηµένες Πλειάδες / τα
κορίτσια τ’ Αγγεία των Μυστηρίων / τα γεµάτα ως πάνω και τ’ απύθµενα», Ibidem, p. 177.
2.3. Los cuerpos de la luz 679
260
Entre esos anagramas se encuentra precisamente uno de los nombres arquetípicos de la
muchacha en la obra de Elitis, «Marina», situado justo encima del nombre del poeta. Las mujeres se
escriben, por lo tanto, a sí mismas, escriben su nombre im-propio (nombre arquetípico que no designa
a ninguna en particular y las asocia con el mar, con la inmensidad del mar que tradicionalmente tiene
mucho de símbolo de una femineidad primordial e impersonal), su imposibilidad de nombre propio, y
su división entre el sujeto y el objeto de la escritura. Podría vincularse asimismo este proceso en que
las muchachas desencadenan la escritura de todas las cosas como espaciamiento anagramático con un
cierto pensamiento de khora, la matriz de una femineidad anterior a lo femenino que pone en marcha,
según la lectura derridiana de un pasaje de Platón, toda fenomenalidad como inscripción. De este
modo el arquetipo elitiano de la mujer se situaría, como parece suceder, antes incluso de su propia
manifestación, entre las nieblas de una huella o espaciamiento primordial.
261
«El Gloria»: «Τα στυφά στο σκοτάδι και όµως θαύµα / τα γραµµένα στο φως και όµως µαυρίλα /
τα στραµµένα επάνω τους όπως οι φάροι / τα ηλιοβόρα και τα σεληνοβάµονα», Ibidem, p. 177.
262
En muy diversos aspectos, la luz es también lo femenino en determinadas tradiciones.
Especialmente, por cuanto representa el ámbito de toda aparición, la matriz sobre la que ha de
inscribirse lo fenoménico. En la Cábala, de hecho, el eterno femenino es concebido bajo la forma de la
luz de Dios, la Shejiná, que representa la femineidad de Dios y es la madre de todos los judíos, el
vientre sobre el que han surgido todos los elementos de la Creación, cfr. SCHOLEM, G. (2000), pp.
253-254. Existe además en la Cábala una frecuente vinculación de la mujer terrenal a la Shejiná: «Una
lunga serie di corrispondenze simboliche lega dunque la donna —cioè la compagna terrena
dell’uomo— alla sposa celeste di Dio, la Sekinah», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), pp. LI-LII.
680 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
263
No sólo en la Virgen, que aparece muy frecuentemente en la poesía de Elitis (es la «Madre
Lejana, Rosa Inmarcesible» a la que se dedica la oda décima de «La Pasión»), encontramos a lo largo
de la historia de la cultura esta concepción de la mujer como emblema de lo trascendente. La Diosa
Blanca de Graves ―con la que Ilías Manglinis ha querido comparar, en un intento fallido, a la mujer
arquetípica de Elitis, cfr. MANGLINIS, I. (1997)―, la Laura petrarquiana, Beatriz en la Comedia como
guía del poeta hacia la trascendencia (papel que desempeñará en cierto sentido María Nefeli), el anima
jungiana, Sophie von Kuhn en los Himnos a la Aoche o, especialmente, la Diotima de Hölderlin, que
en el Hiperión reúne sobre su figura, gracias a su belleza, lo orgánico y lo aórgico, los contrarios
heraclíteos (cfr. HÖLDERLIN, F. (2003), p. 80), son otros casos que resumen a la perfección la imagen
de la mujer como mediadora que Elitis propone en sus poemas. Algunas de estas figuras emblemáticas
aparecerán explícita o implícitamente en sus textos.
264
Sobre la mujer mediadora en el surrealismo, cfr. ABASTADO (1971), pp. 143-144, DUROZOI, G., y
B. LECHERBONNIER (1974), p. 145, o ALQUIÉ, F. (1974), pp. 16-17. «Participar en la naturaleza
equivale a reflejarla en sí y a reflejarse en ella. Siendo la mujer el espejo entre la naturaleza y el
hombre, “No está obligada la naturaleza a iluminarse y a apagarse, a servirme y a perjudicarme más
que en la medida en que suben o descienden para mí las llamas de un hogar que es el amor, sólo el
amor, el de un ser”. Si esa mujer no existe, los deseos no pueden fijarse, y el hombre no puede
descubrir a través de sus estructuras las del universo», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1976), p.
219. Según Ferdinand Alquié, el amor y la mujer revelan la vida espiritual, son sobre-naturales en la
medida en que trascienden el mero valor de mecanismo de la naturaleza al servicio de la especie y
anuncian la eternidad o la salvación, ALQUIÉ, F. (1974), pp. 119-121. El amor no es pues un estado,
sino una apertura hacia algo, un tránsito, Ibidem, pp. 186-187. Lo han señalado también Durozoi y
Lecherbonnier: «“Piedra angular del mundo material” (Les Vases communicants), la mujer realiza en
2.3. Los cuerpos de la luz 681
efecto la paradójica misión de sumir al hombre en la corteza material del cuerpo y de abrirle
simultáneamente el mundo de las revelaciones maravillosas. Entre la tierra y lo sobrenatural la mujer
es el “médium”. Por eso Breton en Arcane 17 invoca a los tiempos en los que prevalecerá “la idea de
la ‘salvación terrestre a través de la mujer’, de la vocación de lo irracional femenino sobre lo racional
masculino, sólo capaz este último de provocar guerras y odios», DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER
(1974), p. 177. En «El surrealismo en sus obras vivas», Breton afirma: «En el surrealismo, la mujer ha
sido amada y celebrada en concepto de gran promesa, de la gran promesa que subsiste como tal
después de haber sido cumplida. La mujer lleva en sí el signo de la elección (y a cada cual
corresponde la tarea de descubrirlo) que solamente tiene significado para uno solo, y esto basta para
solventar el pretendido dualismo de alma y carne. En este aspecto, resulta perfectamente cierto que el
amor carnal se funde, formando un solo amor, con el espiritual. La atracción recíproca debe ser lo
suficientemente fuerte para realizar, por medio de la complementación absoluta, la unidad integral, a
un mismo tiempo orgánica y psíquica. […] Y es así por cuanto ella se debe, primordialmente, y más
que en cualquier otro caso, a la necesidad de reconstituir el andrógino básico del que todas las
tradiciones nos hablan, a la necesidad de su encarnación, más deseable y tangible que cualquier otra
cosa, a través de nosotros», BRETON, A. (2002), p. 220.
265
Evyenios Aranitsis, que escribe el texto que acompaña a los collages y las pinturas de Elitis en el
libro La habitación de las imágenes, resalta que el género del collage, suspendido él mismo entre la
condición de pintura, fotografía realista y poema ―por su libre composición de elementos― resulta
una imagen privilegiada de lo angélico, de lo que posee un estatuto virtual y mediático, de ahí que en
gran mayoría de ellos aparezcan ángeles extraídos de iconos o muchachas intersticiales, cfr. ELITIS, O.
(1986), p. 90.
266
Se trata, según reconoce el mismo Elitis en la entrevista con Ivar Ivask, de hipóstasis del espíritu,
es decir, operadoras o generalizadoras de una cierta espectralidad: «Puede parecer extraño, pero en mi
poesía el espíritu adquiere invariablemente la forma de una muchacha, de una mujer joven que tiene
alas y puede volar. Esto ocurre incesantemente» («Μπορεί να φαίνεται παράξενο, αλλά στην ποίησή
µου το πνεύµα παίρνει αναπόφευκτα τη µορφή ενός κοριτσιού, µίας νεαρής γυναίκας που έχει φτερά
και µπορεί να πετάξει. Αυτό συµβαίνει ακατάπαυστα»), ELITIS, O. (1979), p. 199. Las apariciones de
la muchacha que vuela, desde algunas escenas de la prosa «Los sueños» hasta la propia «María
Nefeli», son en efecto innumerables en su poesía.
682 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
267
«Η γοργόνα», Ibidem, p. 91.
268
«Οπτασία», Ibidem, p. 58.
269
«Παριανό», Ibidem, p. 21.
270
«Ερηµιά», Ibidem, p. 20.
271
«Το κόκκινο πουλόβερ», Ibidem, p. 25.
272
«Η γυναίκα µε το κερί», Ibidem, p. 30.
273
«Η γυναίκα µε τα λευκά», Ibidem, p. 31.
274
«Στη θαλασσοσπηλιά», Ibidem, p. 53.
275
«Οι δρόµοι της θάλασσας», Ibidem, p. 48.
276
«Στον καθρέφτη», Ibidem, p. 57.
277
«Η µυστική φλόγα», Ibidem, p. 29.
278
Todos los mecanismos de lo metafórico, la fusión de ámbitos opuestos o incompatibles como son
la tierra y el mar ―la figura de las casas que navegan da para Elitis una imagen precisa de lo que es
Grecia en su plena metaforicidad―, funciona en estos collages reforzando la idea del desplazamiento
o del transporte que no se produce entre dimensiones ontológicamente separadas (lo sensible y lo
inteligible, lo líquido y lo sólido), sino dentro de ese espacio indecidible y sobre-natural
―superreal― que es la grecidad. Se diría que la muchacha que domina estos procesos desde las
2.3. Los cuerpos de la luz 683
conchas que semejan las alas de un ángel, descendiendo con la mano extendida sobre
una llanura isleña tendida junto a un puerto280 («El mensaje»281, imagen 14). En un
pasaje de «El método del ergo» parece hacerse alusión a esta última imagen: «Los
ángeles descienden. Son morenos y en sus cabellos rizados llevan una cinta. A veces
sucede que tiene una hipóstasis femenina. Su rosado cuerpo desnudo termina en una
concha y sus alas son transparentes como las de la chicharra. Avanzan con lentos
aletazos en el aire, agitando tras de sí una larga cabellera fosfórica»282. ¿Cómo no ver
en estas cualidades sobre-naturales de las muchachas un valor intrínsecamente
religioso, una función de apertura a la revelabilidad o al mensaje trascendente? Una
religiosidad, además, específicamente griega, por más que estas figuras femeninas
posean innumerables resabios surrealistas. La presencia en el mismo libro de otros
collages donde los ángeles suspendidos sobre Grecia son representaciones extraídas
de iconos bizantinos («La ofrenda»283, «El Ángel de Astipalea»284, imágenes 15 y
16), o bien Vírgenes sin rostro («La Virgen de los Mares»285, imagen 17), evidencian
que existe una completa intercambiabilidad entre las muchachas y estos emblemas de
la religión institucional. Se diría, pues, que además de un cruce de ámbitos
ontológicos, las muchachas operan sobre su cuerpo un cruce de estratos históricos
que las convierte en compendio ab-soluto de la grecidad suprahistórica, marca de su
continuidad atópica y atemporal a lo largo de los siglos y las representaciones.
Volveremos enseguida a referirnos a la sacralidad, la mediaticidad y el
carácter emblemático de la expresividad griega ―en tanto operadoras incansables de
la significancia o de la luz oriental― que reside en las muchachas. Ahora es preciso,
ahondando en esta que podríamos llamar «diferición angélica», hablar de las
alturas o desde un espacio superpuesto alógicamente al fondo del paisaje, sanciona la apertura del
espacio en esta metaforicidad que le impide cerrarse no sólo sobre una identidad opaca tributaria del
logos, sino también sobre la condición de lugar geográficamente ubicable en este mundo.
279
«Κόρη στο γυαλί», Ibidem, p. 38. Mucho podría decirse al respecto de la implicación de una
cierta forma de himen en este cristal que difiere aún más la figura borrosa de la muchacha que da a
ver, muchacha que funciona ya por sí misma como re-velación de la mujer única que se esconde tras
la diseminación de sus imágenes.
280
Circularidad del espacio de lo metafórico, circularidad del giro de la metáfora: bajo ese mar,
Elitis ha colocado en este collage un nuevo pedazo de cielo que impide cerrar el campo sobre una
perspectiva realista, impide clausurar la propia obra o la imagen, detener la mirada y enmarcar lo que
se ve dentro de márgenes lógicos.
281
«Το µήνυµα», Ibidem, p. 43.
282
«Οι άγγελοι κατεβαίνουν. Είναι µελαψοί, και στο σγουρό µαλλί τους φοράνε µία κορδέλα.
Κάποτε συµβαίνει και να έχουν υπόσταση θηλυκή. Το γυµνό ρόδινο κορµί τους καταλήγει σ’ ένα
κοχύλι, και τα φτερά τους είναι διάφανα σαν του τζίτζικα. Προχωρούν µ’ αργές πλεψιές στον αέρα,
τινάζοντας πίσω µία µακριά φωσφορική κόµη», ELITIS, O. (1993), p. 175.
283
«Η προσφορά», ELITIS, O. (1986), p. 80.
284
«Ο Άγγελος της Αστυπαλαίας», Ibidem, p. 69. En este collage, además, el cosmos griego vuelve
a estar enmarcado por un mismo elemento, en este caso el mar que figura tanto en la parte superior del
paisaje como en la inferior. El efecto es el mismo que en «El mensaje».
285
«Η Παναγία τα Πέλαγα», Ibidem, p. 81.
684 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
retracciones y los simulacros en torno a los cuales se articulan sus imágenes. Si las
muchachas son ángeles de una Anunciación que las excede, hemos dicho, ello es
porque aluden sin cesar a una instancia otra que se retrae en cada una de sus
apariciones. Como en el caso del sol, una imposible presencia se deja ver a la vez
que se oculta en los dobles y los reflejos que la re-velan. Una lógica escritural y
heliotrópica se halla en marcha ya en este proceso. Pues el original que debería haber
estampado, desde una presencia pasada devenida en ausencia, las huellas bajo las que
su posibilidad se nos insinúa ahora en tanto promesa de presencia futura, no es en
realidad sino la huella de éstas. No existe modelo o verdad originaria ―como
tampoco telos― en esta operación, sino una proliferación de imágenes secundarias
que decretan la generalidad de lo imaginal y construyen como huella indecidible
aquello que debería instituirse en punto de referencia. Todo, incluso el centro de esta
arquetipicidad, es representación o εἴδωλον de un imposible que retrocede en la
multiplicación de sus simulacros, pero que trabaja el entramado de sus
manifestaciones desde una zona de sombra que no cesa de repetirse. En tanto
Anunciación de una alteridad, las muchachas que pueblan la obra de Elitis no se
encuentran nunca ahí, están siempre en (el) lugar de (un) otro; incapacitadas pues
para aludirse a sí mismas, para postular una identidad que niegan en su anonimia y
en su serialidad, nos sumergen de nuevo en una transparencia que impide detener la
mirada, que al no conducirnos a un telos propio y opaco ―son, lo hemos visto ya,
misterio «sin fondo»―, generaliza la plena (in)visibilidad que actuaba ya en la
metafórica solar y en el mediodía. Son, a este respecto, simulacros del sol, indicios
de metaforicidad, cuerpos transparentes o translúcidos que parecen constituir el sello
estético y ontológico de la expresividad griega, de la textualidad cósmica y la
significancia que define la atopía del país. Elitis las concibe a este respecto, no cabe
duda de ello, no sólo como cuerpos efectivos que introducen en su obra una
denotación o una connotación, sino como elementos sintácticos que escanden el
discurso e introducen en él un valor técnico. No son un fuera del texto. Se suspenden
precisamente entre su adentro y su afuera, del mismo modo que las metáforas o la
transparencia, logrando de este modo establecer puntos de fuga, filamentos de
indecidibilidad entre conceptos como forma y contenido, signo y referente, etc.
Dislocan a la vez el lugar del texto y el lugar del mundo, instaurando un trasvase
incesante entre ambos. Ello se hace patente en la prosa «Las muchachas», escrita
entre 1944 y 1974. No hay probablemente un texto entre los ensayos de Elitis que
contenga mayor volumen de teoría poética. Y, sin embargo, esta teoría se presenta
bajo un título que alude a una de las metáforas de su obra, una metáfora que cabría
por tanto considerar ejemplar ―exactamente como la del sol que funda la metafísica
solar y sostiene las ideas sobre la organización del poema― de un cierto modo de
2.3. Los cuerpos de la luz 685
286
En uno de los pasajes finales del texto, esta indecidibilidad entre la existencia real de las
muchachas y su valor escritural, poético o literario, queda de manifiesto cuando, ante una aparición de
la diosa-niña (forma habitual, como veremos, del eterno femenino en Elitis y el surrealismo) que se le
ofrece para un acto amoroso, el autor entiende que le incita a seguir escribiendo en un momento en
que su vocación flaqueaba. Recibe dicha incitación como una orden, como si la muchacha se
identificara con esa luminosidad o transparencia que ordenan escribir en griego y religan a sí todo
discurso. Además de fundir el cruce que se da en la escritura con el cruce que se da en el amor
(acciones ambas de la marca sobre un cuerpo), Elitis sugiere que el sentido, en el trato con la
muchacha, se construye poiética o escrituralmente: «Pero la Diosa-niña hizo su aparición por tercera
vez. Tenía la forma de la hija de un carpintero y el cuerpo de una pequeña Afrodita, tal como podría
haberlo soñado el más exigente escultor del siglo V. Esta vez no era una simple señal de favor, un
agitar de los párpados, una sonrisa; era un mensaje, una orden. Juro que me hacía señas. Ante el
desconcertado “¿qué?” que articulé abriendo los brazos desde lejos hizo como si escribiera con el
dedo, e insistía: “Escribe. Que escribas”. Desde luego, estaba hablando de un encuentro que ella
deseaba; no nos hagamos los tontos. Pero si algunas de nuestras acciones tienen un segundo
significado es precisamente éste: que se dan en el instante en que pueden adquirirlo» («Όµως για τρίτη
φορά η Θεά-παιδούλα έκανε την εµφάνισή της. Είχε τη µορφή της κόρης ενός µαραγκού και το σώµα
µίας µικρής Αφροδίτης, όπως µπορούσε να την ονειρευτεί ο απαιτητικότερος γλύπτης του 5ου αιώνα.
Τη φορά τούτη δεν ήταν απλό σηµάδι εύνοιας, ένα παίξιµο των βλεφάρων, ένα χαµόγελο· ήταν ένα
µήνυµα, µία εντολή. Ορκίζοµαι ότι µού ’γνεφε. Στο αµήχανο “τί;” που έκανα ανοίγοντας τις παλάµες
µου από µακριά έδειχνε σα νά ’γραφε µε το δάχτυλο κι επέµενε: “Γράψε. Να γράψεις”. Ο λόγος
βέβαια ήταν για µία συνάντηση που θα ήθελε ―κι ας µην κάνουµε τον κουτό. Αλλ’ αν έχουν µία
δεύτερη σηµασία µερικές πράξεις µας είναι ακριβώς αυτή: ότι σηµειώνονται τη στιγµή που µπορούν
και να την αποκτήσουν»), ELITIS, O. (2000), p. 193.
686 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
287
«Las muchachas»: «Ξαναγύρισα στα χειρόγραφά µου. Η αµεσότητα, η αντικειµενικότητα, η
νοµιµοποίηση της υπερπραγµατικής εικόνας, η αξιοποίηση της µνήµης, ο µορφολογικός δυναµισµός,
η διάχυση στον εξωτερικό κόσµο, ο µύθος της νεότητας, έβλεπα να παίρνουν την έκταση και τη
σηµασία κεφαλαίων αυτόνοµων όπου τον πρώτο λόγο είχε πάντοτε η ιδανική µονάδα η ικανή να
περικλείνει τ’ αντίθετα χωρίς άλλα ίχνη, έτσι όπως ακριβώς την έβρισκα στην έννοια “κορίτσι” ή
στην έννοια “νησί” ―θέλω να πω, µε την ίδια αυτονοµία και την ίδια σύµπτωση επί το αυτό ενός
πλήθους από ετερόκλητα στοιχεία», Ibidem, p. 162.
288
«Ich sehe dich»: «Κοµµάτια των ωκεανών ich sehe dich / Μαρία in tausend Bildern», ELITIS, O.
(2002), p. 427.
2.3. Los cuerpos de la luz 687
289
«Como por casualidad» (El jardín de las ilusiones): «Μία θεά-Κόρη, όπως µόλις διαγράφεται
µέσα σε µία κατά τα άλλα αφηρηµένη τέµπερα και που µάταια προσπαθώ µία ζωήν ολόκληρη να την
απεικονίσω µε τον δικό µου τρόπο», ELITIS, O. (1999), p. 25.
290
Cfr. al respecto IVANOVIC, V. (1991), p. 995.
291
El Monograma, V: «Μόνος να περιµένω πού θα πρωτοφανείς / Ψηλά στο δώµα ή πίσω στις
πλάκες της αυλής», ELITIS, O. (2002), p. 257.
292
VI: «Οι αχτίδες όπου δίχως να πατείς περνάς / Αήττητη όπως η Θεά της Σαµοθράκης πάνω από
τα βουνά της θάλασσας», Ibidem, p. 258.
293
VII: «Έχω ρίξει µες στ’ άπατα µίαν ηχώ / Να κοιτάζοµαι κάθε πρωί που ξυπνώ // Να σε βλέπω
µισή να περνάς στο νερό / Και µισή να σε κλαίω µες στον Παράδεισο», Ibidem, p. 259.
688 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
294
Se trata de una suerte de lema, glosado después por partes en cada una de las siete unidades del
poema, que lo encabeza: «Θα πενθώ πάντα ―µ’ ακούς;― για σένα, µόνος, στον Παράδεισο», Ibidem,
p. 252.
295
Disiento en este sentido de Elena Cutrianu, que ha sugerido que la anonimia frecuente de las
muchachas que aparecen en la poesía de Elitis, o bien su enmascaramiento bajo nombres
convencionales, tiene que ver con una concepción platónica de la belleza, coincidente con las teorías
de la Diotima platónica en El Banquete, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 229-230.
296
Victor Ivanovic ha hecho hincapié en la vinculación entre herejías medievales como la de los
cátaros y su concepción de la Virgen o de la Pistis Sofía gnóstica, dechado de pureza que encuentra su
venerabilidad en la preservación del himen y en la elusión de toda materialidad o mancha carnal
―toda corporeidad presente, al fin y al cabo―, y el culto de la amada entre los trovadores
2.3. Los cuerpos de la luz 689
costado», Elitis adopta una técnica cubista para retratar, desde diferentes puntos de
vista y bajo nombres diversos, a una mujer nuevamente impersonal. Pero, además de
las representaciones pictóricas, que tienen su prolongación en los collages y cuadros
del propio autor, este perspectivismo que pone el acento en los simulacros se
manifiesta a menudo en listas de nombres femeninos que parecen querer configurar,
en su acumulación, la auténtica figura de la muchacha sagrada. La iterabilidad del
eterno femenino, su retirada semejante a la del sol tras los dobles y los simulacros
que la dan a ver, que ahora más que nunca la re-velan, se remarca aquí con especial
intensidad. Los nombres en que el arquetipo se dispersa y se reúne son a menudo
inequívocamente griegos, extraídos incluso, en ocasiones, de la tradición literaria
nacional. Todos los estratos de la lengua y de la historia confluyen en consecuencia
sobre el cuerpo indecidible de la mujer sin nombre, la mujer que no admite una
invocación única, que no podría responder a una denominación simple en la medida
en que se encuentra inmersa en la significancia. Ante cada una de estas
designaciones, la mujer primordial retrocede unos pasos, se re-trae de inmediato
regresando en un nombre alternativo, prolongando los indicios de su imposible
presencia. Pues, al mismo tiempo, ¿dónde podría residir de manera más propia que
en estos signos que reproducen su condición de huella? ¿En qué lugar podría
encontrarse más adecuadamente que en esta escritura en perpetuo traspaso hacia sus
otros? En «El Gloria», una lista de nombres de muchachas, nombres propios que en
la acumulación y la multiplicidad han perdido dicha propiedad, trata de reflejar
fielmente la condición huidiza e inaprensible de la divinidad femenina a la par que su
inalienable grecidad299. Le precede una alusión a la mujer como espacio vacío, como
ausencia que espera o recuerda una presencia, emblematizada además en la figura
literaria (secundaria e irreal, pues) de Aretusa, protagonista del poema renacentista
cretense Erotócrito: «cual ventana vacía Aretusa / y el amor venido del cielo /
vistiendo purpúrea clámide»300. Se diría que, aun cuando se ofrece como presencia
visible o tangible, la mujer amada no cesa de ser una huella, no puede ser sino el
simulacro artístico o literario, escritural, que se desvanecerá en cuanto el amor
intente apropiársela. Es razonable pensar por lo tanto que la lista de nombres que
viene casi inmediatamente después gravita en torno al marco vacío de esa ventana en
que Aretusa no está aun cuando esté, dibujándolo en el envés de su escritura,
tratando de atrapar algo que se escapa sin remedio: «Ersi, Mirtó, Marina, Helena,
299
Se trata de una de las listas que salpican regularmente las estrofas de «El Gloria», ristras de
significantes griegos (nombres de árboles, vientos, montes, etc.) que parecen tratar de delimitar
escrituralmente, como sellos sígnicos colocados en los extremos del mundo ―de un modo que
recuerda a la Creación cabalística relatada en el Sefer Yetsirá―, el cosmos textual griego.
300
«Σαν παράθυρο άδειο η Αρετούσα / και ο έρωτας έλθοντ’ εξ οράνω / πορφυρίαν περθέµενον
χλάµυν», Ibidem, pp. 176-177.
2.3. Los cuerpos de la luz 691
epifanías dispersas y precarias. Acaso por ello en «Siete días para la eternidad», texto
de Seis y un remordimientos por el cielo y contemporáneo por tanto del Axion Estí, el
Poeta necesita ambos nombres para invocar a sus amantes, que se dan bajo el título
de Las Metamorfosis, es decir, bajo una transformación perpetua que no impide
―acaso propicia― que se las considere un factor más de eternidad: «“Las
Metamorfosis” de las mujeres que he amado sin esperanza: Eco: ¡Ma-ri-naaaa!
¡He-le-naaaa!»307. Ya en su primer libro, Orientaciones, aparecían dos poemas con
los títulos respectivos de «Helena» y «Marina de las rocas». Jeffrey Carson ha
estudiado las diversas facetas del eterno femenino elitiano que se ofrece bajo este
último nombre. Figura en la que comparece el mar como la linfa primigenia que se
ha identificado siempre con la femineidad arquetípica, hay mucho en ella de la Core
marmórea pero ingrávida que sobrevuela Grecia sancionando desde hace siglos su
especificidad sobre-natural. Eterna como el mar, Carson entiende que su nombre
sugiere la advocación de la Virgen como Stella Maris, y que bajo sus múltiples
apariciones podemos descubrir a la Diosa Blanca de Robert Graves o al anima
jungiana308. Marina aparece en efecto entre los anagramas del Axion Estí
representando a la femineidad arquetípica, u oculta escrituralmente en el nombre de
otro personaje emblemático al respecto, María Nefeli309. Pero resulta imposible
detener el círculo de la nominación en uno u otro término. No hay hiperónimos en
esta serie horizontal compuesta de un infinito número de hipónimos. Otros nombres
podrían reivindicar la misma posición que Carson concede a Marina. Es el caso, por
ejemplo, de Mirtó, palabra en la que resuena «mirto», uno de los símbolos más
habituales del sexo femenino y su potencia cósmica y resacralizadora en la poesía
elitiana. Evocadora acaso de la hembra mítica a la que Gérard de Nerval había
dedicado un siglo antes un célebre soneto310, Mirtó es la prostituta sagrada que en el
307
«“Της Μεταµορφώσεως” των γυναικών που αγάπησα χωρίς ελπίδα: Ηχώ: Μα-ρί-νααα!
Ε-λέ-νηηη!», Ibidem, p. 199.
308
Cfr. CARSON, J. (1986), pp. 439-456.
309
Ello puede percibirse especialmente en el anagrama que ambos personajes, María y el
Antifonista, leen sobre una estela funeraria en «La presencia». En ese anagrama, el nombre de María
Nefeli ha sido descompuesto en tres elementos, el primero de los cuales es fácilmente identificable
como Marina, mientras que en el tercero podríamos leer acaso las letras iniciales de «Eleni». El
segundo, Efi, es también un nombre de mujer, lo cual puede llevarnos a la conclusión de que toda
figura femenina, incluso las más arquetípicas como Marina o María Nefeli, que parecerían unificar en
un haz todas las hipóstasis, necesitan desapropiarse, diseminarse en una serie de nombres que les
impidan clausurarse sobre la identidad o la presencia: «ARIMNA… como si aún estuviese viendo las
letras grabadas dentro de la luz… ARIMNA EFI EL…» («ΑΡΙΜΝΑ… σαν να τα βλέπω ακόµη
χαραγµένα τα γράµµατα µέσα στο φως… ΑΡΙΜΝΑ ΕΦΗ ΕΛ…»), ELITIS, O. (2002), p. 361.
310
Se trata del soneto «Myrtho», nombre femenino aparentemente inventado, donde una
mujer-diosa ficticia y arquetípica desencadena fenómenos cósmicos: «Je sais pourquoi là-bas le
volcan s’est rouvert… / C’est qu’hier tu l’avais touché d’un pied agile, / Et de cendres soudain
l’horizon s’est couvert». Aún más sintomático resulta que esta diosa-muchacha sea pintada como la
potencia griega portadora de una luz otra en su «front inondé des clartés d’Orient» capaz de aportar
una suerte de embriaguez sagrada a la modernidad europea: «C’est dans ta coupe aussi que j’avais bu
2.3. Los cuerpos de la luz 693
«Profético» se dirige al Poeta ―como antes había hecho el sol― para preguntarle lo
que ve en el siglo futuro, pero también la diosa-niña que lo ocupa ya convertida en
estatua blanquísima sobre la plaza central de Delos, una de las señales y operadoras
de la indemnidad griega311: «Veo a la pequeña Mirtó, la prostituta de Síkinos, erigida
en estatua de piedra en la plaza del Mercado con las Fuentes y los Leones
rampantes»312. Cabe pensar que es también ella, por tanto, la Eva futura, cuerpo de
luz en cuyo contacto amoroso ―que ha de darse bajo la forma de una veneración
religiosa, de una retracción de la presencia tras el himen del secreto y la santidad―
se producirá la revirginización conducente al nuevo paraíso al final del texto, el
punto cero de la historia que inaugurará la utopía poiética, griega: «Y el último de
los hombres dirá su primera palabra, que crezca la hierba, que surja la mujer a su
lado como un rayo de sol. Y de nuevo adorará a la mujer y la tenderá sobre la hierba
tal como ha sido dispuesto. Y los sueños cobrarán venganza, ¡y sembrarán
generaciones por los siglos de los siglos!»313. En «El Gloria» reaparece entre los
elementos del paraíso textual. Lo hace sobre la tapia de una iglesia en las islas,
sentada sobre el blanco de la cal desinfectante, como si fuera «un ocho» (¿no es un
«ocho tumbado» el signo que representa lo imposible, lo irrepresentable por
antonomasia, aquello que no tiene fondo en su construibilidad: el infinito?) o un
cántaro (receptáculo del misterio, isomorfo de la ípsilon, la «letra más griega»),
sosteniendo en la mano lo que acaso sea un sombrero de paja para protegerse contra
el sol, o bien una espiga que la equipara a las representaciones clásicas sobre ánforas:
«Loada sea en el poyete de piedra / Mirtó apoyada frente al mar / como un hermoso
ocho o como un cántaro / con el sombrero para el sol en una mano»314. Dos son los
nombres asociados a textos concretos, sin embargo, en que Elitis parece remarcar de
muy variadas maneras las valencias de la femineidad mediadora: su valencia por una
parte arquetípica, proteica e imaginal y, por otra, su grecidad consustancial. Se trata
l’ivresse, / Et dans l’éclair furtif de ton oeil souriant, / Quand aux pieds d’ Iacchus on me voyait
priant, / Car la Muse m’a fait l’un des fils de la Grèce», NERVAL, G. (2004), pp. 52-54.
311
En esta misma época, en el poema «Siete días para la eternidad» que acabamos de ver, Mirtó
representa asimismo la fuerza de la justicia capaz de borrar con su inocencia el mal de la historia: «De
mañana, en el Templo del Moscóforo. Digo: que la hermosa Mirtó se vuelva tan verdadera como un
árbol; y que su cordero, mirando a mi asesino fijamente a los ojos, por un instante, castigue al amargo
futuro» («Πρωί, στο Ναό του Μοσχοφόρου. Λέω: να γίνει αληθινή σαν δέντρο η ωραία Μυρτώ· και
τ’ αρνάκι της, κοιτάζοντας ίσια στα µάτια το δολοφόνο µου, για µία στιγµή, να τιµωρήσει το
πικρότατο µέλλον»), ELITIS, O. (2002), p. 198.
312
«Βλέπω τη µικρή Μυρτώ, την πόρνη από τη Σίκινο, στηµένη πέτρινο άγαλµα στην πλατεία της
Αγοράς µε τις Κρήνες και τα ορθά Λεοντάρια», Ibidem, p. 168.
313
«Και τον πρώτο λόγο του ο στερνός των ανθρώπων θα πει, ν’ αψηλώσουν τα χόρτα, η γυναίκα
στο πλάι του σαν αχτίδα του ήλιου να βγει. Και πάλι θα λατρέψει τη γυναίκα και θα την πλαγιάσει
πάνου στα χόρτα καθώς που ετάχθη. Και θα λάβουνε τα όνειρα εκδίκηση, και θα σπείρουνε γενεές
στους αιώνες των αιώνων!», Ibidem, p. 169.
314
«ΆΞΙΟΝ ΕΣΤΙ στο πέτρινο πεζούλι / αντικρύ στο πέλαγος η Μυρτώ να στέκει / σαν ωραίο οκτώ
ή σαν κανάτι / µε την ψάθα του ήλιου στο ένα χέρι», Ibidem, p. 174.
694 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
315
«Κι αλήθεια: µία πέτρα, ένα φυτό, ένα κορίτσι, αν κατά βάθος έχουνε µία δική τους ζωή,
ανεξάρτητη από την ταραχή ή την αταραξία της επιφάνειάς τους, ετούτο σηµαίνει κιόλας ότι η
Ποίηση και γενικά η Τέχνη µάς δηµιουργούν σφαλερά την εντύπωση ότι προσθέτουνε ή
παραλλάζουνε ή ξεπερνούνε τη ζωή ενώ, στην πραγµατικότητα, δεν κάνουν παρά ν’ αποκαλύπτουν
ένα µέρος από τη βαθύτερη ουσία της ή ν’ αποδίδουν απλά και µόνο, µε µίαν ένστικτη µιµητική
ικανότητα, τη θαυµαστή λειτουργία της. Μία πέτρα ή ένα φυτό ή ένα κορίτσι… ένα κορίτσι ή πολλά
κορίτσια… Να εξηγούµαστε: δεν πρόκειται για το µέρος της τρέχουσας οµορφιάς, που τα ίδια
φιλοδοξούν, και κολακεύονται, πιστεύω, να έχουν· πρόκειται για το άλλο, το άγνωστο εκείνο µέρος,
που τα µεταβάλλει σε όργανα ενορχήστρωσης µίας πανγήινης µουσικής, που τα κάνει σηµεία
συνάντησης πολλών αντίξοων γοητειών, που τα µετατρέπει σε τόπους όπου η ανθρώπινη παρουσία
βρίσκει την ευκαιρία να εκφράσει όλη της την τρυφερότητα, να συµπονέσει ακόµη και το
παραµικρότερο πραγµατάκι, ως τη φοβερή της σκληρότητα να προχωρεί ολοένα µπροστά, νέα
πάντοτε και δυνατή, αφοµοιώνοντας µες στο αίµα της το θάνατο. Πραγµατικά, πρέπει να ξεπεράσει
κανένας την επίκτητη κι εξωτερική µαταιοδοξία τους για να δει τί εύγλωττα που µιλάει µέσ’ από τ’
αλαφιάσµατα και τις αλλαξοκαιριές τους η ζωή, η ίδια που, όταν εµείς καθόµαστε και γράφουµε στο
χαρτί ένα σωρό παράπονα για τη σιωπή της, µας περιπαίζει και φλυαρεί, µε χίλιες πολυσήµαντες, ως
εκεί που δεν παίρνει άλλο, λάµψεις, µέσ’ απ’ αυτά τα πλάσµατα που ποτέ δεν υποψιάστηκαν τον
πραγµατικό ρόλο που παίζουνε µήτε αντιµετωπίσανε ποτέ την τεράστια ευθύνη της σαγήνης τους
παρά τη µετατοπίζουνε µέρα-νύχτα εδώ κι εκεί, µε τη µεγαλύτερη ευκολία και το µεγαλύτερο
κίνδυνο», ELITIS, O. (2000), pp. 166-167.
316
«Milta o el arquetipo»: «Όταν µία ολάκερη ανθρωπότητα νυχθηµερόν µοχθεί να κάνει τη ζωή
ασκηµότερη, ένα κορίτσι κάπως αγριωπό, µε σγουρό µαλλί και σκισµένο φουστάνι, ξεφεύγει απ’ τις
στρόφιγγες, έτσι, ξιπόλητο πάνω στις πλάκες, για να σηκώσει το βλέµµα του και να σε κοιτάξει. Αυτό
αρκεί για ν’ αναιρέσει τα πάντα. Είναι το κορίτσι ποίηµα, το αρχέτυπον», ELITIS, O. (1993), p. 263.
696 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
317
«Όπως για µένα η Μίλτα· που µου παρουσιάστηκε πρώτη φορά στη Θερµή της Μυτιλήνης µ’
ένα λαγήνι στο χέρι· αργότερα στην Πάρο, σ’ ένα στενό της Παροικιάς, το καταµεσήµερο· κι ύστερα
στο Aix-en-Provence, πίσω από τα κάγκελα ενός κήπου γιοµάτου γλυσίνες· ύστερα πάλι στην
Κόρδοβα, να πουλάει αµερικάνικα τσιγάρα στη γωνιά του ξενοδοχείου· και πάλι στο Ασσουάν, µέσα
σε µία βρωµερήν αυλήν· τέλος στη Σέριφο, να κατεβαίνει από τη Χώρα στο Λιβάδι µε µικρά
πηδηµατάκια ―η αθάνατη: Μετά από µία χιλιετία ―στοίχηµα― θ’ αδειάζει πάλι νερό σε µία
τσίγκινη λεκάνη κάπου στην Ιεράπετρα ή στο Μαρακές, άγνωστο, πάντως γύρω τριγύρω στη
Μεσόγειο. Γιατί; Γιατί είναι σαν την ελιά ή σαν το νεράντζι. Αγνοεί το λάδι της και αρκείται στην
αφανή ευγένεια», Ibidem, pp. 263-264.
318
Pero cabría preguntarse, como hemos hecho hasta ahora: ¿dónde ahí? ¿Por qué subraya Elitis
este predicado que concede un imposible lugar al espectro de la femineidad arquetípica? ¿Es ese ahí
el ahí de una atopicidad rastreable en la textualidad, en la poesía, en Grecia o en la experiencia de lo
griego?
2.3. Los cuerpos de la luz 697
sus robustas piernas, como en las esculturas de Maillol. Entonces, desde donde la
estás mirando, la ves de pronto transportada sobre lo alto de un tejado, a millas de
distancia y sin embargo nítida, siempre en la misma postura, casi hierática. Por no
hablar de que puede que al mismo tiempo la veas sobre las chapas del bar de la
playa; y en la carretera, un poco antes de la gasolinera —eso es lo de menos. Lo
importante es que permanece en la playa y da la impresión de incitar al poniente a
llegar con tal fuerza que los pliegues de su falda resuenen. Así, el poema
continúa»319. Pero, además del gesto sintáctico o estético ―en definitiva, técnico,
operador de una sobrenaturaleza― que emblematiza la metaforicidad griega, Milta
constituye la marca que ha espaciado desde tiempos inmemoriales todas las
hipóstasis, históricas, expresivas o literarias, de la grecidad. Es el filamento eterno
―eterno en lo inmarcesible de sus repeticiones― que atraviesa, unificándolos
suprahistóricamente, todos los estratos de lo griego: «¿Pero, entonces, Milta? Milta
[…] es eterna. Desprecia las alegrías inútiles y es, sin saberlo, cristiana antes de
Cristo, es decir, griega de la Coiné, traída directamente de Alejandría. Los Meleagros
dan muestras de haberla intuido, y quizá también, a su manera, el Nuevo
Testamento»320. Es más: sobre ella, sobre el cruce sígnico, (i)legible, que representa,
todos los sucesos históricos de la grecidad, aliviados de su temporalidad, pueden
leerse compendiados como sobre un ideograma321: «Así, el poema continúa.
Continúa y habla de los sufrimientos del helenismo, de los curas ahorcados, de los
codsabasíes de bombachos y fez enorme, de Capodistria, de Spíridon Luis, el
campeón olímpico, de la Revolución Cretense, de las epopeyas del 12 y el 13, de
Elefcerios Veniselos, de las casas de Pikionis. Jamás he logrado aprenderme todo eso
de memoria. No sé de historia, pero conozco al dedillo las reacciones que han
319
«Όπως και νά ’ναι, η Μίλτα το Αρχέτυπον είναι εκεί. Από πέτρα παντοτινά στραµµένη κατά το
πέλαγος, ίδια θαλασσινή ανεµώνα. Ορισµένες µέρες, ας πούµε Τρίτη και Παρασκευή, το κεφάλι της
παίρνει άλλο σχήµα, σαν να φοράει καπέλο ―µία πελώρια ψάθα, όπως το συνηθίζει. Άλλες πάλι,
Πέµπτη π.χ., τη βλέπεις γυµνή να τεντώνεται προς τα πίσω, τόσο που τα πέτρινα µαλλιά της να
συγχέονται µε τους βράχους· αδύνατον να τη σχεδιάσεις καθαρά. Τα Σαββατοκύριακα, φυσικά,
γίνεται άφαντη. Αλλά τη ∆ευτέρα, νά σου την πάλι, που σκύβει ελαφρά προς τα εµπρός και υψώνει το
δεξί χέρι, σαν να δειχνει τις αραγµένες στο βάθος ψαρόβαρκες, λαµπερές, µε κάτι δυνατά µπλε και
κόκκινα. Εξάλλου υπάρχει και η Τετάρτη. Την Τετάρτη λοιπόν η Μίλτα µεγαλώνει δυο φορές το µπόι
της και στέκει ασάλευτη µε γάµπες βαριές, όπως στα γλυπτά του Maillol. Οπόταν, κει που κάθεσαι
και την παρατηρείς, τη βλέπεις άξαφνα µετατοπισµένη, ψηλά πάνω σε µία στέγη, µίλια µακριά,
ωστόσο ευδιάκριτη, και στην ίδια πάντα στάση, τη σχεδόν ιερατική. Αφήνω ότι την ίδια στιγµή
µπορεί να τη δεις και πάνω απ’ τους τσίγκους του παραλιακού καφενείου· και στον δηµόσιο δρόµο,
λίγο πριν το βενζινάδικο ―δεν έχει σηµασία. Η σηµασία είναι ότι παραµένει στην παραλία, και δίνει,
θά ’λεγες, θάρρος στο πουνέντε, να φτάνει µε τέτοια δύναµη, που οι πτυχές του φουστανιού της να
πλαταγίζουν. Έτσι, το ποίηµα συνεχίζεται», Ibidem, p. 265.
320
«Αλλά τότε η Μίλτα; Η Μίλτα […] είναι αείζωη. Απεχθάνεται τις άχρηστες χαρές, και είναι
χωρίς να το ξέρει χριστιανή προ Χριστού, δηλαδή Ελληνίδα της Κοινής, κατευθείαν φερµένη από την
Αλεξάνδρεια. Οι Μελέαγροι δείχνουν να την υποψιαστούν, εαν όχι, µε τον τρόπο της, και η Καινή
∆ιαθήκη ακόµη», Ibidem, p. 264.
321
Cfr. al respecto CUTRIANU, E. (2002), p. 232.
698 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
322
«Έτσι, το ποίηµα συνεχίζεται. Συνεχίζεται και λέει για τα πάθια του ελληνισµού, για τους
παπάδες που απαγχονιστήκανε, για τους κοτζαµπάσηδες µε τη βράκα και το πελώριο φέσι, για τον
Καποδίστρια, για τον Λούη τον ολυµπιονίκη, για την Κρητική Επανάσταση, για τις εποποιίες του ’12-
’13, για τον Ελευθέριο Βενιζέλο, για τα σπίτια του Πικιώνη. ∆εν κατάφερα όλ’ αυτά να τ’
αποστηθίσω ποτέ µου. ∆εν ξέρω από ιστορία, µολονότι ξέρω καταλεπτώς τις αντιδράσεις που
δηµιουργήσανε την ιστορία», ELITIS, O. (1993), p. 266.
323
Cfr. ELITIS, O. (2002), p. 213.
324
Cfr. el análisis parcial de esta figura en 2.1.2.1.c.
325
Marios Víronas Raísis ha analizado parcialmente la polisemia de esta nube: nube que varía con el
viento, aérea y grácil, nube de la muerte o la tristeza, nube cristiana que contiene un ángel o señala el
2.3. Los cuerpos de la luz 699
lugar donde se encuentra lo divino, o bien la nube del misterio que se opone a la claridad de las Luces
o incluso de la luz del sol, cfr. VÍRONAS RAÍSIS, M. (1983), p. 339.
326
En «Ποιητικοί προβληµατισµοί στη Μαρία Νεφέλη ή η αρπαγή της ποίησης», Mijalis Tsianicas
se ha referido a esta confluencia de valores contrarios, visibilidad e invisibilidad, aparición y
retracción, sexualidad y virginidad, sugiriendo que se trata de algo más que la clásica coincidentia
oppositorum, en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 367.
327
«Παντού την είδα. Να κρατάει ένα ποτήρι και να κοιτάζει στο κενό. Ν’ ακούει δίσκους
ξαπλωµένη χάµου. Να περπατάει στο δρόµο µε φαρδιά παντελόνια και µία παλιά γκαµπαρντίνα.
Μπρος από τις βιτρίνες των παιδιών. Πιο θλιµµένη τότε. Και στις δισκοθήκες, πιο νευρική, να τρώει
τα νύχια της. Καπνίζει αµέτρητα τσιγάρα. Είναι χλωµή κι ωραία. Μ’ αν της µιλάς ούτε που ακούει
καθόλου. Σαν να γίνεται κάτι αλλού ―που µόνο αυτή τ’ ακούει, και τροµάζει. Κρατάει το χέρι σου
σφιχτά, δακρύζει, αλλά δεν είναι εκεί. ∆εν την έπιασα ποτέ και δεν της πήρα τίποτα», ELITIS, O.
(2002), p. 360.
700 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
328
«Τώρα θα τεντώσω τ’ ανοιχτά µου µπράτσα / και στα ρεύµατα µέσα που θα σχηµατίσω / δίχως
να σιµώσεις θα φανείς / Ίρις Μαρία Νεφέλη / πράσινη στα µεγάλα καταστήµατα των νεοτερισµών /
µενεξεδιά στα υπόγεια καφενεία / κόκκινη στις κηδείες των φτωχών / και γαλάζια στον ύπνο των
νηπίων· // Ίρις Μαρία Νεφέλη / µε το νυχτικό στον άνεµο / ιπταµένη και αποκοιµισµένη / σαν σε
πίνακα της Leonora Finni / χρυσαλλίδα του ύπνου µου», Ibidem, pp. 381-383.
329
Cfr. DECAVALES, A. (1982-1983), p. 40.
330
Cfr. POLITI, D. (1979), pp. 56. En los poemas iniciales, «El bosque de los hombres» y «El
estigma», María se erige en la guía que ha de conducir al Poeta como «fanal de tormenta» más allá de
la confusión de su época, hasta la revelación de la verdad y la trascendencia que han de entrar en él a
través de las incisiones o hendiduras que ella misma trazará sobre su cuerpo: «No temas / con mi
mano por delante como fanal de tormenta / te conduciré / y te embestiré; / mis uñas penetrarán en tu
carne / la verdad ―¿no es eso lo que dicen?― es dolorosa / y necesita, que lo sepas, de tu sangre /
necesita de tus heridas; / sólo por ellas pasará ―si pasa / alguna vez la vida que en vano buscabas /
2.3. Los cuerpos de la luz 701
Selene (secundariedad lunar) o Electra. Pero, como hemos visto algunas páginas más
arriba, su mismo nombre propio admite una reescritura, contiene otros nombres en
los que se dispersa, aparece anagramatizado en una estela funeraria ancestral que da
a leer en él tres nombres o simulacros de nombres: «ARIMNA EFI EL…», que
podríamos interpretar como Marina, Efi y Eleni. Muchas mujeres y muchos tiempos
residen en este personaje (pero, ¿no es algo más que eso?, ¿no elude la simple
determinación de lo ficcional para extender la ficcionalidad, el simulacro, la
centralidad de los márgenes, a todo el ámbito de la experiencia?) que pertenece, por
lo tanto, al ámbito de la escritura, que debe continuar escribiéndose sin final, sin
posibilidad de desvelar un sentido. Su significancia es irreductible a una presencia o
un referente en la medida en que el anagrama, como he señalado en otra parte,
cortocircuita la lectura exigiendo para su cumplimiento una nueva escritura, un
reordenamiento de los grafemas que impide clausurar la operación y obliga a cifrar
siempre más en el proceso de desciframiento. De ahí que las dos letras ΕΛ… sugieran
múltiples finales distintos: Ελλάδα (Grecia), Ελύτης (Elitis), Ελπίδα (esperanza),
Ελευθερία (libertad), aludiendo por una parte a la multiplicidad de denominaciones
de María Nefeli y, por otra, a su ilegibilidad consustancial, a su carácter de blanco
que pone en marcha el mecanismo de la metaforicidad o el heliotropismo. En la
inscripción sobre la estela funeraria en que ambos sujetos, la muchacha y el
Antifonista, la contemplan fuera de sí, bajo la forma de una niña que sostiene entre
sus manos una paloma, el nombre de María Nefeli está semiborrado sobre el blanco
de la piedra, sometido a la misma dialéctica entre ausencia y presencia que articula al
personaje. Si algo distingue no obstante a esta hipóstasis casi ejemplar del eterno
femenino elitiano es que, a diferencia de las formas que sobrevuelan sus collages o
sus poemas ocultando su rostro o dándonos la espalda, María Nefeli no es muda, no
confía en exclusiva su mensaje a su condición escritural, a la mediaticidad que
establece con su mera aparición, sino que posee una voz propia que reconoce
paradójicamente su diseminación y su impropiedad. Se sabe significante,
transparencia que alude a una otredad a la vez que la constituye, acumulación de
figuras históricas o artísticas, nombre, incluso, sin significado preciso, vacío pues de
una referencia concreta, escritura meramente re-veladora: «enseño con mi cuerpo el
espinazo del mar / el coral azul de transparencias / camino cortada por la ventana y
extraigo interminablemente / cielo bajo mis pies; arrojo el balde / para sacar jazmín y
aster; / me llaman dependiendo de las épocas Trifera o Anemoni / a veces Djenda /
con el soplar del viento y los espectros / y las muchachas de los soles en las bicicletas…» («Μη
φοβάσαι / µε το χέρι µπροστά καθώς φανός θυέλλης / θα σε οδηγήσω / και θα σου χιµήξω· / τα νύχια
µου θα µπουν στις σάρκες σου / η αλήθεια ―έτσι δε λένε;― είναι οδυνηρή / κι έχει ανάγκη, να
ξέρεις, απ’ το αίµα σου / έχει ανάγκη απ’ τις λαβωµατιές σου· / απ’ αυτές και µόνον θα περάσει
―εαν περάσει / κάποτες η ζωή που µάταια έψαχνες / µε το σφύριγµα του ανέµου και τα ξωτικά / και
τις κόρες µε τους ήλιους επάνω στα ποδήλατα…»), ELITIS, O. (2002), pp. 364-366.
702 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
qué hermoso / no entiendo nada // Djenda palabra inexistente / clavadita a una marca
de lámparas eléctricas / medio sánscrita medio celta / Djenda la temblorosa / imagen
de mí misma ampliada en las manos de los pueblos / Djenda revolución cultural /
Djenda yo hace seis mil años / con el costado sobre los montes de Creta»331. Es
consciente, asimismo, de que jamás se encuentra aquí ni ahora, sino siempre diferida
parcialmente en otro lugar: «El presente no existe y la mitad / de mis cabellos ya
ondean / en otro lugar en otras épocas»332. Es evidente, en consecuencia, que se trata
en todos los casos de una imagen secundaria, de la huella de algo perdido (la Gran
Nostalgia) o de una promesa por venir, una promesa que se identifica con el tránsito
interminable de la revelabilidad: «Rostro acuoso ídolo / llegado como la luz / de una
estrella extinguida / hace siglos»333. Por ello no sólo no se ve afectada por la historia
o la linealidad teleológica del tiempo, sino que constituye una amenaza para su
avance, es una suerte de intersticio de resistencia capaz en su infinita iterabilidad de
devolverla a su punto cero o refractarla extrayéndola, al modo del instante, de su
trayectoria, o bien de situarse más allá, incluso, del eterno retorno, como khora
anterior a toda fenomenalidad del tiempo ―irreductible a cualquier forma del ser,
ajena a toda determinación ontológica o semántica―, o diferencia que impide
cualquier género de clausura geométrica: «María Nefeli indudablemente / es una
chica aguda / verdadera amenaza para el futuro; / unas veces brilla como un cuchillo
/ y una gota de sangre sobre ella / tiene el mismo significado que tuvo un día / la
Lambda de la Ilíada. // María Nefeli avanza / liberada del repulsivo concepto del
eterno retorno. // Y sólo con su existencia / liquida a la mitad de los hombres334. //
María Nefeli vive en las antípodas de la Ética / es toda ethos. // Cuando dice “me voy
a acostar con ése” / quiere decir que va a asesinar una vez más la historia. / Es digno
de ver entonces el entusiasmo que asalta a los pájaros. // Además a su manera /
eterniza la naturaleza del olivo. / Se vuelve según el momento / de plata o de azul
profundo. / Por eso los rivales no cesan de / organizar campañas —mirad: / unos con
sus teorías sociales / muchos blandiendo simplemente flores // Cada tiempo tiene su
331
«Djenda»: «∆ιδάσκω µε το σώµα µου το κόκκαλο της θάλασσας / το µπλε κοράλλι µε τις
διαφάνειες / περπατώ κοµµένη στο παράθυρο και αντλώ ατελεύτητα / ουρανό κάτω απ’ τα πόδια µου·
ρίχνω τον κουβά / ν’ ανεβάσω γιασεµί και πένταστρο· / µε λένε ανάλογα µε τους καιρούς Τρυφέρα ή
Ανεµώνη / κάποτε και Djenda / τί ωραία / δεν καταλαβαίνω τίποτα // Djenda λέξη ανύπαρκτη /
απαράλλαχτη µάρκα ηλεκτρικών λαµπτήρων / µισοσανσκριτική µισοκέλτικη / Djenda η τρέµουσα /
εικόνα µου µεγεθυµένη στα χέρια των λαών / Djenda πολιτιστική επανάσταση / Djenda εγώ πριν εξ
χιλιάδες χρόνους / µε το πλάι επάνω στα βουνά της Κρήτης», Ibidem, p. 428.
332
«Το παρόν είναι ανύπαρκτο και τα µισά / µαλλιά µου κιόλας κάπου αλλού / σ’ εποχές άλλες
κυµατίζουν», Ibidem, p. 426.
333
«Himno en dos dimensiones»: «Πρόσωπο υδάτινο είδωλο / φτασµένο σαν το φως / άστρου που
χάθηκε / πριν αιώνες», Ibidem, p. 406.
334
Es importante señalar una ambigüedad intraducible aquí: la formulación griega significa lo
mismo «liquida a la mitad de los hombres» que «completa a los medio hombres».
2.3. Los cuerpos de la luz 703
335
Se trata de un pasaje del poema «Helena» o «Eleni», donde María Nefeli adopta por lo tanto
finalmente este nombre que hemos visto sobrevolar su figura y comparecer repetidamente en la
trópica del eterno femenino: «Η Μαρία Νεφέλη αναµφισβήτητα / είναι κορίτσι οξύ / αληθινή απειλή
του µέλλοντος· / κάποτε λάµπει σαν µαχαίρι / και µία σταγόνα αίµα επάνω της / έχει την ίδια σηµασία
που είχε άλλοτε / το Λάµδα της Ιλιάδας. // Η Μαρία Νεφέλη πάει µπροστά / λυτρωµένη από την
απεχθή έννοια του αιώνιου κύκλου. // Και µόνο µε την ύπαρξή της / αποτελειώνει τους µισούς
ανθρώπους. // Η Μαρία Νεφέλη ζει στους αντίποδες της Ηθικής / είναι όλο ήθος. // Όταν λέει “θα
κοιµηθώ µ’ αυτόν” / εννοεί ότι θα σκοτώσει ακόµη µία φορά την Ιστορία. / Πρέπει να δει κανείς τί
ενθουσιασµός που πιάνει τότε τα πουλιά. // Εξάλλου µε τον τρόπο της / διαιωνίζει τη φύση της ελιάς.
/ Γίνεται ανάλογα µε τη στιγµή / πότε ασηµένια πότε βαθυκύανη. / Γι’ αυτό και οι αντίπαλοι ολοένα /
εκστρατεύουν ―κοιτάξετε: / άλλοι µε τις κοινωνικές τους θεωρίες / πολλοί κραδαίνοντας απλώς
λουλούδια // Κάθε καιρός κι η Ελένη του», Ibidem, pp. 385-387.
336
«“Νά την η γυµνή γυναίκα µε την πράσινη άχνη στα µαλλιά και το χρυσό συρµάτινο γιλέκο
ήρθε και κάθισε απαλά πάνω στις πλάκες µε τα πόδια µισάνοιχτα / […] Αντικρύ της ο άντρας άνοιξε
το ρούχο και τ’ ωραίο του ζώο κινήθηκε µπροστά για µία ζωή στη χώρα των δασών και των ηλίων” /
Μύρισα µέσα στον αέρα το σώµα της συκιάς όπως µού ερχόταν φρέσκο ακόµη απ’ τις µπογιές της
θάλασσας / Που κουνήθηκα πάνω του εωσότου ξύπνησα γλυκά και το γάλα του ένιωσα να µου
κολλάει ανάµεσα στα πόδια / Με µανία συνέχιζα να γράφω “Περί Πολιτείας” µες στην άκρα
κατάνυξη του απέραντου γλαυκού», Ibidem, p. 211.
704 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
338
Cfr. IVANOVIC, V. (1991), p. 999.
339
«Las muchachas» (fragmento de 1972): «Αν ήτανε τρόπος να το συνειδητοποιήσουµε, θα
σερνόµασταν στα γόνατα, οι δυστυχείς, για να προσκυνήσουµε στο Ναό, που δεν εχτίστηκεν ακόµη,
την Αγία Κόρη, γυµνή και στολισµένη µε κλωνάρια ροδιάς µπροστά στο τέµπλο. Το χαµόγελό της
είναι το µόνο που µπορεί ν’ αντιστέκεται ακόµη στο σίδερο· το βλέµµα της, το µόνο που φωτίζει ένα
µάκρος άλλης λογής αιώνων, όπου η ελευθερία επιτέλους δεν είναι δοτή, και όπου το δικαίωµα
ωριµάζει και πέφτει όπως το σύκο», ELITIS, O. (2000), p. 192.
706 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
griego todo escenario o todo lugar― que abolirá el mal e instaurará una justicia
contrapuesta a la historia. En un pasaje de El Pequeño Aautilo, dicha Core viene
―está por venir, se ha prometido ya― con un girasol en la mano a restaurar la
justicia: «Medio azar matan la mitad por vosotros griegos viene una Core joven con
un girasol en la mano pidiendo justicia»340. En «La muchacha que traía el viento del
Norte», la Core aparece suspendida en el cielo, operando la apertura del instante, en
el momento en que el Poeta, que dice estarla esperando, piensa en Grecia y en la
posibilidad de su venganza contra la historia que la ha relegado junto con sus valores
expresivos y espirituales; todo sucede en pleno mediodía, y ciertas «señales del
paraíso» se van trazando en el cielo a su paso, hasta que desaparece y el Poeta, como
si se sintiera obligado a rendirle culto, entra en una iglesia y enciende, como es
costumbre en la Ortodoxia, una vela: «Cuando allí arriba desprendida de sus ruinas
apareció ganando en altura y hermosa como es imposible serlo más con todos los
hábitos de los pájaros en su contoneo la muchacha que traía el Viento del Norte y
yo esperaba / A cada palmo avanzaba adelantando su pequeño pecho para que el
aire le opusiera resistencia y una aterrorizada alegría en mi interior ascendía hasta el
párpado y aleteaba / ¡Ay cóleras y ay locuras de la patria! / Rompían tras ella haces
de luz y en el cielo dejaban algo como inasibles señales del Paraíso / Alcancé a ver
por un instante la horquilla de sus piernas ensanchada y todo su interior con un
poco de saliva aún del mar Después me llegó su olor todo pan recién hecho y
regaliz silvestre del monte / Empujé la pequeña puerta de madera y encendí una vela
Pues una idea mía era ahora inmortal»341. En la glosa que cierra la primera parte de
«El Gloria», asimismo, encontramos unos versos que, imitando la forma del Himno
Acátisto ―texto litúrgico ortodoxo dedicado a la Virgen―, cantan a la Core sagrada
que se identifica con Grecia y con la poesía. En palabras de Elitis, dicha glosa «se
dirige a la muchacha que salvará el mundo y es la personificación de la idea
poética»342. Se trata de una entidad sobre-natural, superficie de eclosión de los
340
Tipográficamente este texto, que corresponde al número 11 de «Con luz y con muerte», presenta
la forma de una inscripción clásica en scriptura continua, lo que hace que la sintaxis sea ambigua. Lo
transcribo sin embargo en minúsculas y acentuado: «Τύχη µισή σκοτώνουν οι µισοί για σας Έλληνες
έρχεται Κόρη νέα µε ηλίανθο στο χέρι που ζητά δικαιοσύνη», ELITIS, O. (2002), p. 518.
341
De El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza: «Όπου απάνου εκεί από τον ερειπιώνα της
αποσπασµένη φάνηκε να κερδίζει σε ύψος κι όµορφη που δε γίνεται άλλο µ’ όλα τα χούγια των
πουλιών στο σείσιµό της η κόρη πού ’φερνε ο Βοριάς κι εγώ περίµενα / Κάθε οργιά πιο µπρος µε
το που απίθωνε στηθάκι να του αντισταθεί ο αέρας κι από µία τροµοκρατηµένη µέσα µου χαρά που
ανέβαινε ως το βλέφαρο να πεταρίσει / Άι θυµοί κι άι τρέλες της πατρίδας! / Σπούσαν πίσω της
αφάνες φως κι άφηναν µες στον ουρανό κάτι σαν άπιαστα του Παραδείσου σήµατα / Πρόκανα µία
στιγµή να δω µεγαλωµένη τη διχάλα των ποδιών κι όλο το µέσα µέρος µε το λίγο ακόµη σάλιο
της θαλάσσης Ύστερα µού ’ρθε η µυρωδιά της όλο φρέσκο ψωµί κι άγρια βουνίσια γιάµπολη /
Έσπρωξα τη µικρή ξύλινη πόρτα και άναψα κερί Που µία ιδέα µου είχε γίνει αθάνατη», Ibidem, p.
206.
342
«Comentario al Axion Estí»: «απευθύνεται στην παιδούλα που θα σώσει τον κόσµο και είναι η
προσωποποίηση της ποιητικής ιδέας», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 64.
2.3. Los cuerpos de la luz 707
343
«Χαίρε η Καιόµενη και χαίρε η Χλωρή / […] Χαίρε η που πατείς και τα σηµάδια σβήνονται /
Χαίρε η που ξυπνάς και τα θαύµατα γίνονται», ELITIS, O. (2002), p. 174.
344
«Χαίρε του Παραδείσου των βυθών η Αγρία / Χαίρε της ερηµίας των νησιών η Αγία / […]
Χαίρε η ακριβοσπάθιστη και σεµνή / Χαίρε η προφητικιά και δαιδαλική», Ibidem, p. 175.
345
Cfr. MANGLINIS, I. (1997), pp. 59 y 64.
346
Cfr. BALAKIAN, A. (1970), p. 236.
347
BRETON, A. (1972), p. 68.
708 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que habría subyugado a lo largo de la historia a todos los poetas. Su poder, según
Breton, es inmenso y terrible, tanto que ni ella misma es consciente plenamente de él,
y representa la preeminencia de la otra vida sobre ésta, el cruce en que ambas se
intersecan para declarar la superioridad de lo poético y de lo imaginal frente a la
mera realidad348. Melusina habita un mundo prelógico y nos pone en contacto con
él349, trasciende la clausura moderna de los significados sometiéndonos a una
caprichosa dialéctica entre aparición y desaparición que atrae nuestra atención sobre
la ausencia, sobre la promesa que nos somete a un desplazamiento inimaginable
fuera de su contemplación. Es el signo de lo otro o lo otro del signo, la clave en
definitiva de una apertura más allá de lo natural (sobrenaturaleza o poieticidad).
Elitis habla explícitamente, en diversos pasajes de su obra, de una diosa-niña
(Θεά-παιδούλα) que sustituye a Eros como divinidad del amor350 en su mitología
personal y moderna. Pero no sólo eso: es también, como Eros, la diosecilla que
sobrevuela toda manifestación de la grecidad en los tiempos modernos y vincula, una
vez más, el dogma surrealista a una expresividad griega que late en él desde los
inicios, aun cuando sus teóricos no hayan sido capaces de advertirlo. Es
especialmente en el «Memorial para Andreas Embiricos», la obra de madurez en que
más reflexiones teóricas sobre el surrealismo encontramos, donde comparece esta
figura de la diosa-niña que se dispersa a lo largo de su obra (no sería acaso exagerado
decir que todas las mujeres elitianas son niñas) e instituye el nuevo culto de una
religiosidad dispersa y escritural en la contemporaneidad. La diosa-niña es, en
palabras de Elitis, la vía a través de la que ambos, Embiricos y él, han recibido el
mayor número de «mensajes de lo desconocido», así como el impulso para la
creación poética y la santificación de la vida (indemnidad). La carta de admiración
que una niña de doce años envía al poeta desencadena esta reflexión: «¿Y qué otra
cosa podría simbolizar su vuelo hasta mi escritorio sino el concepto de la diosa-niña,
que siempre ha constituido para ambos un motor de vida y un impulso de
creación?»351. Acto seguido, recuerda la visión fugaz, en Paros, de una niña
semejante a una diosa, Iris Mensajera, en pleno mediodía, visión que escapa a sus
ojos antes de que Andreas Embiricos logre fotografiarla, pero que deja en ellos la
sensación de estar ante una figura suprahistórica, sobre-natural, de la grecidad,
llegada directamente de los tiempos de Homero para sancionar una conexión
indecidible entre épocas; su elusividad, su irreductibilidad a una presencia en la hora
348
Ibidem, pp. 68-69.
349
DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), p. 178.
350
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 234-235.
351
«Και τί άλλο θα ήταν δυνατό η πτήση της ως το γραφειάκι µου να συµβολίζει παρά την έννοια
της θεότητας-παιδούλας, που συνέπεσε ανέκαθεν ν’ αποτελεί και για τους δυο µας κίνητρο ζωής,
ελατήριο δηµιουργίας;», ELITIS, O. (1993), pp. 135-136.
2.3. Los cuerpos de la luz 709
griega del mediodía (la hora de las retracciones), no sólo determina su divinidad,
sino el desencadenamiento de la inspiración po(i)ética, el sentimiento de una
necesidad de recurrir a la imaginación o a la creación para responder a la llamada
efímera de la muchacha: «Así, en julio de 1954, en Paros (es como si estuviera
viendo la escena ahora mismo), mientras paseábamos en pleno mediodía por las
callejuelas, vimos venir hacia nosotros sin apenas ropa ―y ésa flotando en el aire―
a una niña rubia que se diría recién sacada de Homero, una auténtica “Iris
Mensajera”, que trataste de fotografiar pero se te escapó. “Es como la inspiración”,
me dijiste; “desgraciadamente no siempre la atrapas”. Y nos quedamos continuando
la visión con nuestra imaginación sobre los muros encalados»352. La diosa-niña
adopta también la forma, en la descripción de las figuras de la obra de Embiricos que
hace aquí Elitis, de una diosa contemporánea, símbolo del amor purificador, capaz de
revirginizar el mundo con su mero contacto: «Una pequeña diosa contemporánea,
cuya vara es de tallo de hoja o de surtidor de agua, y basta que toque en cualquier
parte para que todo se revirginice y a la vez se enardezca eróticamente»353. En su
ensayo «Los sueños», donde siguiendo el ejemplo de numerosos autores surrealistas
relata algunos de los más significativos ―probablemente retocados―, proliferan las
figuras, doblemente oníricas, doblemente retraídas bajo su imaginalidad, de estas
diosas-niñas que repiten incansablemente el arquetipo y responden a la inquietante
anonimia de lo sagrado, del misterio tremendo e inaccesible. El deseo que despiertan
no llega jamás a cumplirse, mas es excitado una y otra vez por ellas, adolescentes
caprichosas que gobiernan con despreocupación e insolencia la voluntad del poeta.
Son muchachas-promesa, muchachas-signo (muchachas-poema, en este aspecto,
como Milta) con un notable isomorfismo con el anima jungiana ―hay indicios para
pensar que Jung estuvo entre las lecturas preferidas de Elitis―, que surgen en medio
de un trasunto del paraíso o lo suscitan con su mera presencia. Sucede así en el sueño
de «Évrota» (Εύρωτα, palabra que combina έρωτας y el prefijo ευ-), barrio onírico
que contiene todos los rasgos del paraíso, donde una muchacha de quince años se
desnuda ante el autor como culminación de la utopía354, o bien en el sueño de
«Boriana» (Μποριάννα, nombre inexistente), en el que una misteriosa niña, surgida
de no se sabe dónde, le conduce a un jardín y, con una frase enigmática («es
352
«Έτσι, τον Ιούλιο του 1954 στην Πάρο (σαν να την ξαναβλέπω τη σκηνή), κει που
προχωρούσαµε το καταµεσήµερο µες στα στενά, είδαµε να µας έρχεται απ’ αντίκρυ µ’ ελάχιστο
ρούχο ―κι εκείνο στον αέρα― µία ξανθή παιδούλα, θά ’λεγες µόλις βγαλµένη από τον Όµηρο, µία
σωστή “Ίρις Αγγελέουσα”, που τσακίστηκες να τη φωτογραφίσεις αλλά σου ξέφυγε. “Είναι σαν την
έµπνευση” µου είπες· “δεν την προλαβαίνεις δυστυχώς πάντοτε”. Και µείναµε, συνεχίζοντας µε τη
φαντασία µας πάνω στους ασβεστωµένους τοίχους το όραµα», Ibidem, p. 136.
353
«Μία µικρή, σύγχρονη θεά, που το ραβδάκι της είναι από µίσχο ή από ανάβρυσµα νερού· και
που αρκεί να τ’ αγγίξει κάπου, για ν’ αναπαρθενευθούν τα πάντα, συνάµα και να διεγερθούν
ερωτικά», Ibidem, p. 139.
354
ELITIS, O. (2000), p. 215.
710 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
355
Ibidem, pp. 229-231.
356
Cfr. a este respecto el artículo en que Victor Ivanovic rastrea pormenorizadamente esta conexión,
IVANOVIC, V. (2004).
357
Ibidem, pp. 241-245.
358
Cfr. las reflexiones de Elena Cutrianu sobre esta figura, CUTRIANU, E. (2002), pp. 236 y 335-
337.
359
«Η θεά Φυτώ», cfr. imágenes 18 y 19, extraídas de Ibidem, pp. 518-519.
2.3. Los cuerpos de la luz 711
sustituyera todo aquello que, como idólatras o como cristianos, hemos sacrificado en
el altar de Poseidón y de la Virgen»360. Como si se tratara de advocaciones marianas,
esta diosa Flora recibe a lo largo de su obra múltiples denominaciones ―en general
construidas sobre un paralelismo con aquéllas―: es la Portadora del Verdor
(Χλοοφόρος), Nuestra Señora de las Flores (Ανθοκρατούσα), o la flora mirabilis361,
pero siempre desempeña la misma función: aparece para revirginizar el mundo,
borrar la historia o abrir a la metaforicidad griega que consiga sumergirnos en una
dimensión otra, paradisíaca. Así, en el poema «El otro Noé»: «Y desnuda remontará
la corriente del Tiempo la mujer Portadora del Verdor, / Quien abriendo los dedos
con majestuosa lentitud, enviará de una vez por todas el pájaro / Sobre la impía fatiga
de los hombres, a los lugares donde Dios erró, para destilar / ¡Trinos del Paraíso!»362.
En otras ocasiones, desencadena la transparencia de la luz griega que sustrae realidad
a todas las cosas y convierte el cosmos en el reino de la significancia y la suspensión,
exactamente igual que el sol al mediodía: «Adelante me postro ante ti Nuestra
Señora de las Flores / Violeta que miras y los montes fronteros / transparentes se
desvanecen como la Asunción / Interminablemente blanca la celda / Como una
gota de agua clara en el sol / Me lleva y desnudo digo el milagro»363; «En su
antiguo lugar comienza nuevamente a destellar el faro / Y la casa roja demorada en
las aguas / Profundas del cabo se alza en mar abierto con luces encendidas / Los
huertos mastican hierba oscura / Y nebulosa contemplas en el éter / Descender con
una bandeja de trémulas fresias / A la mujer que llaman Serenidad»364. Pero es, ante
360
«Lo público y lo privado»: «Ο κόσµος των φυτών µε γοήτευσε. Αείποτε µ’ εξέπληξε.
Περισσότερο και από τον κόσµο των άστρων κατάφερνε να µου υποβάλλει το µυστήριο της ζωής.
Αποπνέει ένα είδος αγιοσύνης, που δοκίµασα να το εκφράσω, ακόµη και µε ανορθόδοξα µέσα, όταν
αισθάνθηκα να είµαι αρκετά καθαρός στην ψυχή για να το αποπειραθώ. Μετατρέποντας το φυτό από
ουδέτερο σε θηλυκό, και θεωρώντας το σαν κόρη, περίπου, αγία ή θεά, ζωγράφισα, χωρίς να είµαι
ζωγράφος, και µάλιστα σε πολλές παραλλαγές, µία θεά Φυτώ, που της έβαλα βυσσινιά δυνατά και
χρυσά και φωτοστέφανο στο κεφάλι, µε την ελπίδα να µπορεί δίπλα µου να ενσαρκώνει κείνον τον
αέρα που έρχεται σαν από θαύµα µέσ’ απ’ τα έγκατα της γης και να υποκαταστήσει όσα και σαν
ειδωλόλατρες και σαν χριστιανοί διακονήσαµε στο βωµό του Ποσειδώνα και της Παρθένου», ELITIS,
O. (1993), p. 349.
361
«Miércoles, 1b» (Diario de un abril invisible): «Después pareció llegar la flora mirabilis de pie
sobre su carro derramando flores de un enorme cesto» («’Υστερα φάνηκε νά ’ρχεται η flora mirabilis
ορθή πάνω στο άρµα της και αδειάζοντας από ’να πελώριο χωνί λουλούδια»), ELITIS, O. (2002), p.
471.
362
«Και γυµνή ν’ ανέβει το ρεύµα του Καιρού η γυναίκα η Χλοοφόρος / Που µ’ αργότη ανοίγοντας
βασιλική τα δάχτυλα, µία για πάντα θα στείλει το πουλί / Στων ανθρώπων τον ανίερο κάµατο, από κει
που έσφαλε ο Θεός, να στάξει / Τρίλια της Παράδεισος!», Ibidem, p. 198.
363
«Versículos místicos»: «Εµπρός προσκυνώ σε την Ανθοκρατούσα / Μαβιά που κοιτάς και τα
πέρα βουνά / Ωσάν της Αναλήψεως καταδιάφανα χάνονται / Ατελεύτητα λευκό το κελί / Σαν
σταγόνα νερού καθαρού µες στον ήλιο / Με πηγαίνει κι ολόγυµνος το θαύµα λέω», Ibidem, p. 354.
364
«Insignificante» (Las Elegías de Oxópetra): «Στην παλιά του θέση ξαναρχινάει ν’ αναβοσβήνει
ο φάρος / Και το σπίτι το κόκκινο αργοπορεµένο / Στ’ ανοιχτά του κάβου στέκει αρόδο µ’ αναµµένα
φώτα / Μασουλάνε χόρτο σκοτεινό τα περιβόλια / Και θολή θωρείς µες στους αιθέρες νά / Κατεβαίνει
µ’ ένα δίσκο φρέζιες τρέµουσες / Η γυναίκα που τη λεν Γαλήνη», Ibidem, p. 563.
712 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
todo, como el resto de hipóstasis de la muchacha que hemos analizado hasta aquí,
mediaticidad pura, la revelabilidad que marca toda experiencia griega y convoca a un
tránsito sin telos, a una poieticidad inclausurable sobre el resquicio que se abre en la
realidad convencional; es una promesa, un intervalo de espera indecidido entre
origen y efecto de dicha revelabilidad: se hace imposible saber si es la presencia-
ausencia de la muchacha sagrada lo que la inaugura, o si constituye apenas el sello
que nos permite conocer que estamos ya en la brecha de la metaforicidad y del hiato:
«[Los dioses griegos, en sus estatuas] parecen pensativos e inclinados, como si
sostuvieran sedales, que son los hilos mismos de nuestra vida. Y todo eso en medio
de una atmósfera de espera de grandes acontecimientos que no se sabe si van a darse
alguna vez. Es como si amaneciera un segundo día dentro del primero. Entonces ves
cómo lo que un momento antes tenía un peso especial en tu vida se contrae, se
aligera, se desvanece, y en su lugar sólo queda una muchacha que apenas si roza el
suelo, que lleva en las manos una cesta de flores y avanza hacia ti, sin alcanzarte
jamás»365.
365
«Camino privado»: «Μοιάζουν συλλογισµένοι και σκυφτοί, σαν να κρατάνε πετονιές, πού ’ναι
τα ίδια τα νήµατα της ζωής µας. Κι αυτά όλα, µέσα σε µίαν ατµόσφαιρα παραµονής µεγάλων
γεγονότων που δεν ξέρεις αν θα επισυµβούν ποτέ. Είναι σαν να χαράζει µία δεύτερη µέρα µέσα στην
πρώτη. Οπόταν, κείνο που λίγο πριν αποκτούσε ιδιάζουσα βαρύτητα µέσα στη ζωή σου το βλέπεις να
συρρικνώνεται, να ελαφρύνεται, να εξαφανίζεται, και να µην αποµένει στη θέση του παρά µία κοπέλα
που µόλις εγγίζει το έδαφος, κρατάει ένα πανέρι µε λουλούδια και προχωρεί κατά σένα, χωρίς να σε
φτάνει ποτέ», ELITIS, O. (1993), pp. 386-387.
2.4. LA UTOPÍA: GRECIA O EL ESPACIO SI
COORDEADAS
2.4.1. INTRODUCCIÓN
modos más diversos1. El nombre con que en el siglo XIX se bautizó al nuevo Estado,
Ελλάς, Grecia, uno más entre los muchos que estaban en aquel momento a
disposición de sus habitantes ―que no se llamaban en general a sí mismos έλληνες
sino ρωµιοί, término procedente de «romanos» con que se distinguían étnica y
religiosamente de los turcos dentro del Imperio Otomano―, contiene ya esta
prescripción de regreso a lo clásico. Su adopción respondió a un doble intento: el de
atraerse la simpatía de una Europa en que el filohelenismo y el neoclasicismo hacían
furor desde finales del siglo XVIII, y el de dotar al nuevo Estado, procedente del
Imperio Otomano ―territorio de la alteridad absoluta respecto a Occidente durante
más de tres siglos―, de una identidad prestigiosa que lo incluyera de modo
automático, gracias a un privilegio cultural imposible de plasmar entonces más allá
de la nomenclatura, entre las naciones occidentales. El intento fue, a juzgar por los
resultados ―vista la recepción extranjera que se prolonga acríticamente hasta hoy―,
un éxito. Pero el retorno a la Antigüedad, del mismo modo que una oportunidad para
articular una identidad históricamente inexistente o problemática, constituyó también
una condena: la Grecia moderna, obviamente, no era la Grecia clásica, necesitaba
construirse sobre un lapso insalvable, sobre la confrontación constante con un ideal
inalcanzable que no hacía sino acrecentar la angustia por la diferencia, la pregunta
sobre la verdadera identidad de los griegos actuales, que se prolonga hasta hoy en
medio de los más encendidos debates y de las más interesadas tergiversaciones.
Grecia creció así convertida, a causa del gesto que había de elevarla a la categoría de
modelo u original en un mundo que se sentía inmerso en las postrimerías de toda
autenticidad y plenitud ―la Europa moderna―, en una copia desleída que necesitaba
de un apellido, «moderna», para identificarse, en la sombra de un gigante demasiado
lejano que, además de transmitirle su vigor y su prestigio, parecía dispuesto a
asfixiarla arrebatándole toda propiedad exclusiva. La evidencia de que pensar Grecia
no podía ser sino repensarla desató una angustia por la identidad, por el hallazgo y la
determinación de unos rasgos únicos y diacrónicos que no sólo no estuvieran
sometidos a la diferencia y a la marginalidad en que una y otra vez acababa la
reflexión sobre lo griego, sino que además establecieran una nítida distinción entre
Grecia y todo aquello que pudiera, desde uno u otro costado, adherírsele
espuriamente. Si gracias a su condición de doble o espectro, revenant de un
clasicismo que siempre vuelve y que dispersa sus fantasmas, las ruinas de la
Antigüedad, por su suelo, eludía la consideración de oriental u otomana ―lo cual la
habría alineado con la superstición o la barbarie, así como con un exotismo
1
Evidentemente, la lengua, percibida de modo no del todo ajustado como un continuum
ininterrumpido y escasamente alterado desde la Antigüedad hasta hoy, desde Homero hasta Seferis o
Elitis, ha contribuido también a esta visión clasicista de la literatura y la cultura de la Grecia moderna.
No es preciso decir que dentro de la propia Grecia se ha fomentado sin ambages esta percepción.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 715
levemente pueril, según bien conocidos tópicos decimonónicos―, del mismo modo
gracias a su fe ortodoxa y a la evocación de un bizantinismo que en la Edad Media
fue el otro de Occidente, eludía la pertenencia plena a una Europa desarrollada que
vivía, a la vez que un despegue económico sin precedentes, una crisis de valores y un
decadentismo poco armonizables con la originariedad inherente a lo griego.
¿Dónde está, pues, Grecia? Ésa es la pregunta que parece asediar a la
intelectualidad de aquel país y que me obliga, respondiendo a esta llamada ineludible
y a esta prescripción, a rastrear ahora su lugar en la poética de Elitis. Se trata, es
evidente, de un retorno: no sólo por cuanto habré de referirme a nociones, autóctonas
y extranjeras ―occidentales― de la grecidad, a la presencia tutelar de un clasicismo
que lo contagia todo como en ninguna otra literatura o tradición, sino también porque
a lo largo de los capítulos anteriores lo griego ha salpicado sin cesar, como una
atopía identificada con los hiatos o los espaciamientos, con su lógica más específica
―si es posible hablar así―, todas mis reflexiones sobre el valor de lo poético en
Elitis. Grecia estaba ahí sin que habláramos específicamente de ella. Se trataba
únicamente de una dilación: Grecia, es preciso repetirlo una vez más, siempre
vuelve. Falta por ver si admitirá un discurso propio, si se dejará determinar o
localizar por alguna cartografía o, aún mejor, si alcanzaremos a tratarla, como Elitis
propone y como hemos hecho aquí con el resto de figuras que (des)articulan su
poética, más allá del tema. No pretendo por tanto referirme a un tema de Grecia en
Elitis ―tema que por otra parte no existe como tal― desde una reducción al
contenido, sino que pretendo rastrear ―según un gesto de sobra conocido al discurso
cultural europeo― la atopía que es Grecia dentro de la poética de Elitis, su valor
decisivo, su carácter de espectro o eje indecidible que domina su producción, que la
inscribe y no es inscrito en su interior ―cuestionando las nociones de afuera y
adentro, significante y significado, forma y contenido― y que renombra una vez
más, desde una falsa hiperonimia, el hiato que la (des)estructura. Ningún mejor
indicio de esta centralidad imposible, de esta incapacidad de lo griego para cerrarse
sobre un tema, que la división que me veré obligado a establecer en el tratamiento de
Grecia entre la segunda y la tercera parte del trabajo, entre lo que he denominado «la
parte del absoluto» y «la parte de la escritura». Grecia funcionará así como el gozne
o el himen que, desplegado y replegado a su vez entre lo escritural y lo trascendente,
emblema de un heliotropismo que guía la escritura elitiana, estructurará cuestionando
sus límites a un tiempo la poética de Elitis y el discurso que se dedica a glosarla. Será
el modo, en consecuencia, de conspirar asimismo contra las pretensiones
metalingüísticas de una crítica genealógica o temática que aspira a dominar su objeto
desde un afuera absoluto que en teoría le proporciona una visibilidad total. La
indecidibilidad de la transparencia o de la luz griega, la suspensión entre lo formal y
716 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lo semántico, será en cierto modo de nuevo uno de los rasgos distintivos de una
Grecia que se niega a dejarse de-limitar por criterios racionales, por el logos que una
ontología bautizada con su nombre parece haber generalizado en la cultura
occidental. La reflexión de Elitis en torno a este concepto, que a duras penas podría
recibir tal nombre, ha de dictarnos pues su análisis, sin que ello suponga, como ha
sucedido a menudo en los estudios dedicados a su obra, una complacencia acrítica
respecto a sus postulados nacionalistas y etnicistas; los cuales, no obstante, se
imbrican con especial coherencia en un pensamiento lírico heredero,
paradójicamente, de la disidencia histórico-estética y religiosa que la literatura
moderna inaugura a fines del siglo XVIII en Europa, el ámbito contra el cual la
grecidad de Elitis parece actuar no sólo como su otro, según veremos, sino además
en tanto potencia capaz de sustituirlo y vivificarlo.
El regreso que implica esta recurrencia de Grecia llegados a este punto del
trabajo ―una recurrencia que no pretende ser recurso, como ha ocurrido a menudo
en las presentaciones sumarias de la obra de Elitis en el extranjero― nace también,
sin embargo, del retorno a Grecia, a la idea de Grecia, del propio Elitis. Es él quien,
inserto en una línea de pensamiento que procede de las décadas inaugurales del
nuevo Estado griego y que alcanzará un cierto paroxismo en la primera mitad del
siglo XX entre artistas e intelectuales del país, se plantea como objetivo de su obra
encontrar «el verdadero rostro de Grecia», oculto hasta el momento, es de suponer,
por imágenes falsas o irreales, preferentemente externas a su núcleo vivo y orgánico.
Encontrar el verdadero rostro de Grecia no significa, no obstante, en este caso, como
veremos, indagar conceptual y explícitamente en la pregunta por la esencia de lo
griego, sino poner en escena por medio de su obra, gracias a un gesto de escritura
que es más estético o expresivo que geográfico o político ―o que sustituye estos dos
elementos, según estudiaremos enseguida, por aquéllos―, la condición dinámica de
la grecidad. Hay una profunda fe hölderliniana ―mezclada sin embargo con un
nacionalismo y un determinismo herderiano que la hacen mucho más obtusa que su
original― en la concepción elitiana de Grecia y en la construcción po(i)ética de su
identidad a que su obra aspira. Todo parte, en efecto, de una problematicidad: nadie
sabe, nadie ha podido determinar aún cuál es el «verdadero rostro de Grecia», hecho
que sin duda tiene que ver no sólo con las particulares condiciones de nacimiento del
nuevo Estado, sino con la debilidad institucional que aún lo persigue en pleno siglo
XX. ¿En torno a qué pueden o deben realmente agruparse los griegos? ¿En virtud de
qué lo son aquéllos que se llaman así, dispersos en territorios diversos o incluso
dueños compartidos, hasta bien avanzado el novecientos, de las regiones que en el
imaginario colectivo conformaban la Grecia clásica? La imagen del filohelenismo
europeo utilizada por los primeros padres de la patria para unificarla y forzar a
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 717
2
HÖLDERLIN, F. (2003), p. 121.
3
«Antes que nada, la poesía»: «Μία “κατεψυγµένη” αλήθεια για την Ελλάδα, π. χ., είναι η ιστορία
της, όπως την ερµηνεύουν οι επίσηµοι Έλληνες· µία άλλη, “κατεψυγµένη” επίσης, είναι η ιστορία
της, όπως µας την παρουσιάζουν οι Ευρωπαίοι. Η ζωντανή αλήθεια, πιστεύω, βρίσκεται πάλι στη
ιστορία της, όπως την ανακαλύπτεις ν’ αναδύεται µέσα σου, από την προσωπική σου εµπειρία, και
που τα γεγονότα ή τα µνηµεία της τέχνης απλά και µόνο την υποµνηµατίζουν και την
εικονογραφούν», ELITIS, O. (2000), p. 18.
720 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
su propia nación, de articular su identidad no sólo para subsanar el vacío que a este
respecto la asedia desde su nacimiento a causa de su debilidad institucional, sino
además para acrecentar su propia importancia, para dotarse de un aura profética que
en ocasiones hará a los intelectuales, escritores o artistas, encarnaciones más propias,
más comprometidas con la esencia del país, a ojos del pueblo, que los políticos o las
instancias democráticas que habrían de garantizar la estabilidad del Estado y la
pertenencia ciudadana. Elitis mismo lo reconoce en la célebre entrevista a Ivar Ivask:
los componentes de la llamada Generación del 30 se sintieron impelidos a desvelar el
verdadero rostro de Grecia, a devolver al país la reflexión sobre su propia identidad,
secuestrada por las construcciones racionalistas de Occidente. Es fácil observar que
el autor obvia la objeción que he planteado más arriba: las imágenes europeas sobre
Grecia no se referían en ningún caso a la Grecia moderna; la confusión sólo se hace
posible gracias a una coincidencia nominal perseguida por los fundadores del Estado
griego moderno para conseguir aquello mismo que acabaría por volverse en su
contra; sin embargo, Elitis y sus contemporáneos no pretenden, como puede leerse,
encontrar en otro lugar, lejos del clasicismo, gracias a una delimitación nominal más
realista, la identidad actual de Grecia, no pretenden construirla como la identidad de
una nación moderna y joven que es, sino encontrar el eje diacrónico, el elemento
espectral que tutela y sanciona su continuidad indiscutible, su necesidad, desde la
más remota Antigüedad hasta el presente: «Mi generación y yo ―y aquí incluyo
también a Seferis― nos esforzamos por descubrir el verdadero rostro de Grecia. Era
necesario porque, hasta entonces, lo que se presentaba como verdadero rostro de
Grecia era aquello que los europeos veían como Grecia. Para conseguirlo, tuvimos
que derribar la tradición racionalista que pesaba sobre Occidente»4.
Resulta fácil deducir que Grecia constituye, por tanto, un factor fundamental
en la poética no sólo de Elitis sino de toda una generación de artistas griegos.
Invirtiendo la proposición, podríamos decir asimismo que, en lugar de un concepto
geográfico o político, Grecia deviene en este tiempo ―y no sólo―, en el interior de
la nación, un concepto predominantemente estético, atópico, suprahistórico y
místico. En pocos países europeos ―en ningún Estado moderno de larga tradición,
por débil que pudiera resultar política o económicamente, sin duda alguna― se
hubiera podido producir una contaminación tan inextricable entre lo nacional y la
estética de vanguardia, de vocación precisamente universalista. Es por eso, por su
centralidad en una poética elitiana dominada por la serie de los hiatos ―entre los
4
«Analogías de luz»: «Εγώ και η γενιά µου ―κι εδώ περιλαµβάνω και τον Σεφέρη― πασχίσαµε να
βρούµε το αληθινό πρόσωπο της Ελλάδας. Αυτό ήταν αναγκαίο γιατί µέχρι τότε σαν αληθινό
πρόσωπο της Ελλάδας εµφανιζόταν εκείνο που οι Ευρωπαίοι έβλεπαν σαν Ελλάδα. Για να
επιτελέσουµε αυτό το σκοπό έπρεπε να καταλύσουµε την ορθολογιστική παράδοση που βάραινε
πάνω στη ∆ύση», ELITIS, O. (1979), p. 187.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 721
5
El Renacimiento es sobre todo el período, como veremos, en que, despreciando la tradición viva
del arte bizantino, heredero y encarnación de toda grecidad, Occidente comienza a fijarse en la
Antigüedad griega como objeto de imitación. Ello subraya una brecha temporal e histórica que Elitis
rechaza en la medida en que presupone la muerte remota de una Grecia que en su opinión sigue viva
en el alma popular hasta el presente. Por no hablar de las tergiversaciones y deformaciones a que el
arte renacentista, practicado por europeos que no son «orgánicamente» griegos, somete a los modelos
clásicos.
6
«Declaración del 51»: «Συµβαίνει να είµαι όχι συµτωµατικά µόνον αλλά και οργανικά Έλληνας·
από την άποψη ότι κατοικώ το ίδιο ανάλλαχτον οµηρικό τοπίο και ότι έχω στο αίµα µου τον
Πλάτωνα. Αυτός είναι ο λόγος που µ’ έκανε από µίας αρχής να καταδικάζω µέσα µου ολόκληρο το
συγκρότηµα των εκφραστικών τρόπων που η Αναγέννηση κληροδότησε στον δυτικό µας πολιτισµό»,
ELITIS, O. (1993), p. 205.
722 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
7
«Un regalo, un poema de plata» (El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza): «Αφού και ο ήλιος
και τα κύµατα είναι µία γραφή συλλαβική που την αποκρυπτογραφείς µονάχα στους καιρούς της
λύπης και της εξορίας / Κι η πατρίδα µία τοιχογραφία µ’ επιστρώσεις διαδοχικές φράγκικες ή
σλαβικές που αν τύχει και βαλθείς να την αποκαταστήσεις πας αµέσως φυλακή και δίνεις λόγο / Σ’
ένα πλήθος Εξουσίες ξένες µέσω της δικής σου πάντοτε», ELITIS, O. (2002), p. 231. En este poema,
escrito en el exilio y considerado desde siempre un alegato contra la Dictadura de los Coroneles
(1967-1974), Elitis plantea en realidad la necesidad de restaurar o restablecer la escritura que es la
patria borrando acaso los estratos de pintura extranjeros, aquellos que eclipsan el verdadero rostro de
Grecia al igual que las imágenes occidentales del país. Intentarlo es, sin embargo, un riesgo que se
paga con una condena del poder tiránico que, precisamente por eso, no puede sino ser un poder
extranjero, extraño a las condiciones naturales de Grecia, que son contrarias a cualquier forma de
opresión.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 723
8
«Odysseus Elytis and the Discovery of Greece», Journal of Modern Greek Studies 1, 1983, citado
en ANDRIOTIS-BAITINGER, K. (1992), pp. 49-50.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 725
9
Esta concepción atópica de Grecia no es extraña en estas décadas, como podría pensarse, entre los
intelectuales y artistas griegos. Desde un punto de vista más nítidamente idealista, el filósofo
Constandinos Tsatsos, por ejemplo, se refirió ya a Grecia como una entidad escasamente material que,
aun en su fisicidad más incuestionable, la naturaleza, habla al espíritu y no a los sentidos. Funciona en
todos sus estratos como un elemento abstracto, cfr. DSIOVAS, D. (2006), pp. 80-81.
10
«Situated within the Aegean archipelago and its islands, Elytis tugged Theotokas’s Western ideal
eastwards. In space before time, Elytis would claim a topos neither truly physical nor spiritual, with
elements ‘of the Aegean’ (as the title of the first poem in the collection betrays) but not the Aegean, an
imaginative space not in the exotic East (e.g. of Kavvadias, the rembetika, or of modern Turkey), but
certainly east of his own metropolitan center and away from Seferis’s historical center, classical
Greece», CALOTYCHOS, V. (2003), p. 168.
11
Conviene pensar, a este respecto, a propósito del Lugar con mayúscula, en una suerte de Jerusalén
dividida entre lo terrestre y lo celeste, pero fuente incesante de un magnetismo hipnótico para los
judíos ―y parcialmente los cristianos― a lo largo de la historia. Como tendremos ocasión de analizar,
no son pocos los paralelismos entre la Grecia elitiana y esta Jerusalén suspendida entre lo real y lo
irreal, entre lo divino y lo humano, que representa fundamentalmente el centro de traspaso, la
escansión a través de la cual la tierra entra en contacto con lo divino de manera natural. Del mismo
modo que Grecia, Jerusalén no constituye necesariamente un lugar fijo e inamovible: se encuentra,
también, en el seno de la comunidad judía, es fundada por la presencia misma de los judíos como
centro que se disemina y se repite en su diáspora. No dejaremos de observar semejanzas asombrosas,
en este repaso, entre la concepción judía de la propia identidad colectiva y la concepción griega o, más
específicamente, la elitiana. La importancia concedida a la escritura no será la menor de ellas.
12
Merecería un estudio, que ignoro si existe ya, la fluctuación constante de este eje entre Oriente y
Occidente que se ha convertido a su vez en un topos de las identidades, si bien con un componente
726 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
algo más banal que el estudiado aquí, en nuestro tiempo. Se diría que Europa entera se ha pensado a sí
misma en las últimas décadas ―en discursos predominantemente turísticos, es decir, de presentación
ante los otros―, quién sabe si desde el instante mismo en que relativizó aparentemente el contraste
entre lo occidental y lo oriental ―con el nacimiento de una modernidad fingidamente inclusiva―,
como ese eje o esa diferencia, el único espacio intelectual desde donde la diferencia era propiamente
pensable. No puede obviarse el prurito de superioridad cultural que subyace a esa presunta suspensión
abierta frente a la cerrazón oriental sobre una identidad monolítica. Sea como fuere, de multitud de
lugares (especialmente ciudades) en Europa y aledaños ―es difícil oírlo acerca de otros continentes―
se dice elogiosamente que son «la frontera entre Oriente y Occidente», conceptos que resultan así
espectralizados y abstraídos del ámbito de la pura geografía. Es reseñable en especial la iterabilidad de
esta frontera, que parece estar siempre teniendo lugar, autorreproduciéndose en una u otra medida. A
bote pronto podemos mencionar como espacios de este tipo la España romántica (a la que ingleses y
franceses solían venir precisamente en busca de un contacto seguro y aligerado con el mitificado e
inaccesible Oriente) o, en nuestros días, ciudades como Estambul, Praga, Varsovia, Atenas, Viena,
Jerusalén, Alejandría, Tánger, o países como la misma Grecia, Turquía, Rusia, etc.
13
«Hellenism’s home will be reached in time before space, far from Europe and Turkish
barbarism», Ibidem, p. 175.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 727
14
Cfr. MECACCI, A. (2002), p. 53.
15
Cfr. Ibidem, p. 54.
16
«Con una spiazzante operazione ermeneutica Hölderlin si convince che l’essenza della grecità
non è quella che è presentata nei testi su cui si è costruita tutta la tradizione umanista occidentale:
Omero, i tragici, Platone sono il risultato di un percorso già avviato, se non in declino. Essi non sono
l’origine, ma sono tanto “originati” quanto lo sono i moderni. Vi è uno strato più profondo da
penetrare e il mezzo per farlo è ancora una volta esplorare le angolazioni di senso del linguaggio,
scovare al suo interno ciò che è stato rimosso, trovare indizi, capovolgere i luoghi comuni
interpretativi ai quali la tradizione e la filologia hanno abituato», Ibidem, p. 137. También Hölderlin,
como Elitis, si bien en condiciones históricas y con objetivos muy diferentes, piensa que la verdadera
voz de los griegos ha estado enmudecida por las imágenes arquetípicas y estáticas ―en el sentido
platónico― que los europeos han proyectado sobre Grecia antes que él. Ambos se plantean pues
recuperar esa voz por diversos medios, recuperar o repensar el color de las estatuas marmóreas que
Winckelmann había presentado al siglo XVIII de un blanco inmaculado, borrando este disturbante
pero crucial elemento oriental: «I greci non sono l’imitabile, il paradigma archetipico e irraggiungibile
della poiesis e quindi dell’intera umanità. È uno sforzo enorme per Hölderlin comprendere e rifiutare
la grecità come essenza storico-normativa dell’uomo, ma anche, ancor prima che una soluzione
ermeneutica inedita, un atto d’amore necessario. Sepolti e cinti d’assedio dal manierismo, dal barocco,
dal neoclassicismo, i greci avevano perso la loro voce. Pensare l’esperienza greca esclusivamente
come compiuto prodotto della παιδεία significa allinearla, renderla perfectamente organica al progetto
del Bildung del classicismo. L’immagine (Bild) della Grecia era infatti platonicamente un archetipo
(Ur-Bild) della configurazione e formazione della cultura moderna, la Bildung. Ma proprio questa
adattabilità reciproca tra antico e moderno è ciò che, secondo Hölderlin, ammutolisce i greci. Ecco
allora che il progetto di “tradurre”, di riformulare le loro parole, µετάφρασις, si riversa anche
nell’esplorazione del rimosso greco, e quindi del rimosso della cultura umanistica europea, l’elemento
orientale, il “sacro fuoco”. Far riaffiorare questo fondo oscuro, far riemergere un’ebbrezza che investe
ogni cosa, una pulsione estatica: questa è la scoperta “storica” del tragico hölderliniano. Le statue
728 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
greche non erano bianche come le aveva viste Winckelmann, ma colorate, tradurre i greci significa
pensare questo “colore”», Ibidem, pp. 139-140.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 729
17
Cfr. DSIOVAS, D. (2006), pp. 135-136.
18
Cfr. Ibidem, p. 136. El mismo Seferis o Ceotocás, más volcados hacia Occidente, al menos en un
primer momento, eligieron también por estos motivos el término «helenismo», Ibidem, pp. 136-137.
730 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
19
Desde su más temprana obra se manifiesta esta tendencia que no lo abandonará: «As a result,
Elytis attempts to literally ‘ground’ Hellenism, with its modern loss of center, to an other topos where
the recovered spirit will manifest itself. In Orientations, this apocalyptic and epiphanic moment
emerges in an ethereal landscape, suggestive of the Aegean islands yet timeless and tantalizingly on
the verge of materiality, within the boundaries of the Greek state yet also strangely atopic and
fleeting», CALOTYCHOS, V. (2003), p. 173.
20
«Σκηνές που, για να έχουν επαναληφθεί ταυτόσηµες τόσο πολλές φορές, έφτασαν να γίνουν
συντεταγµένες του ελληνισµού», ELITIS, O. (1993), pp. 400-401.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 731
un perpetuo fuera de sí, en un fuera de lugar renovado a cada instante; no hay jamás
un cuerpo propio, sino una corporeidad prestada, para lo griego. En un movimiento
de direccionalidad indecidible (nos hallamos en un territorio declaradamente
antiteleológico), Grecia es inscrita heliotrópicamente ―casi re-velada en un gesto
que la aleja siempre más de nuestra vista― por aquellos elementos que se dirían
inscritos originariamente por ella. Es por tanto (re)construibilidad perfecta, texto o
himen recomponible a partir de una serie de signos, de un ductus de escritura que
presupone siempre, no obstante, la huella de una presencia anterior: «Si
descompones Grecia, al final verás que te quedan un olivo, una viña y un barco. Lo
cual significa: con otro tanto, la reconstruyes»21. ¿Se ha dado, no obstante, alguna
vez esa presencia en su totalidad? ¿Estamos ante algo más que una huella? Del
mismo modo que otras formas del hiato que hemos tenido ocasión de repasar, Grecia
parece sometida a una dialéctica irresoluble, a un juego interminable, entre presencia
y ausencia. Su aparecer, tras las imágenes del helenismo que se dirían originadas por
ella desde una anterioridad inaprensible, es siempre la indicación de una ausencia o
de una impropiedad, la sugerencia de una promesa o una diferición que pone
automáticamente en marcha el mecanismo de la metaforicidad o el desplazamiento
tropológico. Se diría siempre la impronta de una otredad más propia, la escritura
secundaria y espectral que se construye a sí misma en su despliegue, que elabora
poiéticamente su misma referencia. Grecia necesita, así, de un regreso, de un
desplazamiento que la saque de sí y la conduzca más allá de su visibilidad presente,
para encontrar su verdadera identidad ―una identidad constantemente en fuga― en
ese tránsito, en el hiato de una búsqueda o una confrontación con sus dobles. No
existen, de hecho, para Elitis, más que dobles, una constelación de dobles en cuyas
confluencias relativas, parciales, Grecia se dibuja como una suerte de impresión
rizomática, como un centro ocasional sometido a constante diseminación y sustraído
siempre más a la presencia, a la visibilidad o la aprensibilidad de cualquier género.
Esto que vemos, esta Grecia que se ofrece a nuestros ojos delimitada por una
coordenada espaciotemporal en el presente, no puede ser en consecuencia sino una
huella desrealizada, espectral, de otra cosa, de una Grecia suprahistórica que no
puede buscarse o determinarse sino en el haz siempre parcial de sus dobles, en el giro
de sus imágenes o en la (des)articulación de su significancia. La propia naturaleza
griega, esa physis que habría de constituir el último término, como la propiedad del
cuerpo, de una metaforicidad basada en la analogía, se encuentra ya volcada a un
exterior indeterminable, es la metáfora, ya, de una alteridad irreductible: Grecia
nunca está ahí, se encuentra siempre en un tránsito desde o hacia otro lugar que no
21
«Incensar lo sublime», XIV (El Pequeño Pautilo): «Εαν αποσυνδέσεις την Ελλάδα, στο τέλος θα
δεις να σου αποµένουν µία ελιά, ένα αµπέλι κι ένα καράβι. Που σηµαίνει: µε άλλα τόσα την
ξαναφτιάχνεις», ELITIS, O. (2002), p. 514.
732 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
podemos determinar ni, mucho menos, alcanzar. Escribir sobre Grecia es, por lo
tanto, escribir acerca de una escritura, reescribirla prolongando el mismo gesto que la
recorre, dislocándola una vez más, re-trayéndola sobre una lógica de la huella. El
individuo debe incluso asumir esa huella como un compromiso, como la llamada a
una misión que se inscribe en su interior, dislocándolo también, sometiéndolo a una
construibilidad ―reescribiéndolo a su vez― que sólo la condición de Poeta ―aquel
que ha renunciado a la identidad social, unilateral, para suspenderse asimismo en un
entre indecidible― parece poder corresponder. La naturaleza griega, en definitiva,
no es tal, sino una sobrenaturaleza, poiesis en construcción, mímesis de lo imposible,
tal como leímos más arriba con motivo de la transparencia: «Pero, para volver al
tema, a mi primer contacto con el cuerpo material de Grecia: o todo aquello era otra
cosa, y no exclusivamente “naturaleza”; o, si no… o, si no, la naturaleza griega debía
de ser realmente otra cosa ella misma. Estar cargada de mensajes secretos (como nos
decían algunos y no acabábamos de creer), y adquirir por eso con todo derecho en
nuestro interior el sentido y el peso de una misión secreta»22. Ni siquiera este
«cuerpo material» de Grecia nos permite detenernos en su presencia absoluta y
cerrada, en una corporeidad opaca que haga las veces de telos. Grecia funciona, lo
veremos más adelante, como un signo o una constelación de signos dentro de la cual
la naturaleza y la escritura ―dos términos pretendidamente antitéticos en una
concepción metafísica tradicional― comparten el mismo estatuto ontológico y son,
incluso, intercambiables. El Egeo, centro nuclear de lo griego, no es para Elitis,
según él mismo admite, exclusivamente naturaleza, sino además huella dactilar,
gesto estético (o sello de autenticidad) que remite siempre a otra cosa, que configura
su propio aparecer como la aplicación de una norma en constante construcción, de un
otro pues indecidible: «Para mí el Egeo no es sólo un espacio de la naturaleza, sino
una especie de huella dactilar»23. ¿Cómo no ver en todo esto la suspensión del
concepto ―si es que podemos llamarlo todavía así― de Grecia entre lo que
consideraríamos tradicionalmente forma y contenido, entre tema y escritura? ¿Cómo
no verlo adquirir progresivamente el carácter, del mismo modo que la transparencia,
de una estructura textual que, lejos de resultar inscrita en el texto, mimada o
consignada por una escritura que la dobla, constituye el sujeto de la inscripción, el
impulso poético que conmueve las nociones de afuera y adentro, incluso de ficción y
verdad?
22
«Crónica de una década»: «Όµως, για να ξανάρθω στο θέµα, στην πρώτη επαφή µου µε το υλικό
σώµα της Ελλάδας: ή όλα αυτά ήταν κάτι άλλο, και όχι απλά και µόνο “φύση”· ή τότε… ή τότε η
ελληνική φύση πραγµατικά έπρεπε νά ’ναι κάτι άλλο εκείνη. Νά ’ναι φορτισµένη µε µυστικά
µηνύµατα (όπως µας το έλεγαν µερικοί και διστάζαµε να το πιστέψουµε), και να παίρνει για τούτο
δικαιωµατικά µέσα µας το νόηµα και το βάρος µίας µυστικής αποστολής», ELITIS, O. (2000), p. 328.
23
«Analogías de luz»: «Για µένα το Αιγαίο, δεν είναι µόνο ένα µέρος της φύσης αλλά ένα είδος
δακτυλικό αποτύπωµα», ELITIS, O. (1979), p. 187.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 733
Siendo así, en cualquier caso, concebida Grecia como una huella irreductible,
la pregunta persiste: ¿dónde está Grecia? No sólo eso, se extiende hasta poner en
duda su propia solidez ontológica: ¿qué es Grecia, es Grecia real, qué relación tiene
con aquello que damos en llamar la realidad? ¿Está realmente ahí, puede en algún
sentido constituir un lugar? Elitis mismo se lo pregunta ―y concibe dicha pregunta
como una restancia, como la restancia que acaba siempre quedando por saber en un
procedimiento de demarcación del espacio griego―, ante la contemplación del
archipiélago desrealizado acaso por los rayos del sol: «Queda por saber: esta luz, este
conjunto de islas, ¿qué son? ¿Estamos soñando?»24. Grecia pertenece más bien, por
tanto, incluso en su «cuerpo material», a la categoría de los estados segundos entre
los cuales los surrealistas situaban el sueño o la poesía. Es un cierto otro de la
realidad tal como la concibe la modernidad tecnocientífica. Bajo la luz del mediodía,
bajo su construibilidad paralógica, como vimos en el texto adaptado de E. Tériade,
es posible ver ―en el seno de la total invisibilidad y, por tanto, de la poiesis, en el
desplazamiento hacia una sobrenaturaleza― esa espectralidad que elude toda
determinación cartográfica, «la Grecia inexistente en los mapas»25, la restancia que
se resiste a ser dominada por cualquier discurso racionalista y, por tanto, occidental,
que incluso constituye su punto de fuga, la zona de secreto que no se deja gobernar
por ningún saber. Reencontrándose tras la desrealización del mediodía consigo
misma, Grecia recupera su verdadero lugar en los mapas, pero no se trata aun así de
un lugar propio, inserto en su lógica geográfica, sino de un lugar intersticial e
ilocalizable, el lugar de los sueños: «Entonces Grecia se reencuentra consigo misma.
Deviene de nuevo lo que en realidad es. Recupera en los mapas la posición que le
corresponde. Me refiero a la posición de los sueños»26. ¿Existe, por lo tanto, según el
sentido que atribuimos generalmente a esta proposición, Grecia? ¿Puede darse bajo
las determinaciones de un «es»? ¿Es encriptable bajo alguna categoría ontológica o,
aún mejor, epistemológica? ¿Contiene algo? Se diría, por el contrario, que Grecia
habita en un perpetuo afuera que se configura sin embargo como un entre asimilable
a todas las figuras del hiato que articulan la poética de Elitis. No leemos en ningún
pasaje de su obra una frase que aspire a de-finir Grecia, que la sitúe como sujeto de
un es que parece trascender en su carácter de huella irreductible a una presencia y a
un presente. Antes al contrario, en varias ocasiones encontramos la afirmación
explícita de que no es, de que no existe no ya sólo en los mapas sino tampoco en la
24
«Boceto para una introducción al espacio egeo»: «Αποµένει να µάθουµε: αυτό το φως, αυτές οι
συστάδες των νησιών, τί είναι; Ονειρευόµαστε;», ELITIS, O. (1993), p. 18.
25
«El verano griego según E. Tériade»: «Η Ελλάδα στους χάρτες ανύπαρχτη», Ibidem, p. 215.
26
«Τότε ξαναβρίσκει τον εαυτό της η Ελλάδα. Ξαναγίνεται αυτό που πραγµατικά είναι.
Ξαναπαίρνει στους χάρτες τη θέση που της αξίζει. Θέλω να πω τη θέση των ονείρων», Ibidem, pp.
215-216.
734 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
27
«Πρόσω / Και µε προσοχή σαν να το ξέραµε από τότε πως ανέκαθεν υπήρξε η πίκρα κι η
Ελλάδα δεν υπήρξε ποτέ», ELITIS, O. (2002), p. 214.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 735
28
Resulta muy significativo el hecho de que Elitis insista en resaltar esta atopía o mediaticidad de
Grecia precisamente en los momentos en que atraviesa fases de mayor turbulencia histórica. Si la
construcción de Grecia como un cosmos textual indemne en el Axion Estí constituyó una respuesta a la
Ocupación alemana y, sobre todo, a la Guerra Civil que la siguió, el poema «Un regalo, un poema de
plata» que he citado al principio fue escrito con motivo de la Dictadura de los Coroneles, mientras que
este Pequeño Pautilo representa, como el propio autor admite en el texto que figura a modo de
prólogo, una búsqueda de la auténtica Grecia por encima de las vicisitudes de la historia. No por
casualidad su composición, a pesar de que fuera publicado sólo en 1985, se sitúa en los primeros años
setenta, aún en plena dictadura.
736 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
ante un lugar ni una tierra, sino ante una suerte de espectro inmaterial suspendido en
el mar o en el aire, suponemos que gracias al efecto de la transparencia: «Si de una
parte toca el Asia si en Europa un poco se reclina / ¡ella sola en el aire se yergue, y
en el mar!»33. En una obra tardía, «Regreso de la Grecia que casi fue» (El jardín de
las ilusiones), la atopía y ucronía del helenismo, propiciada por la persistencia y la
dispersión de la lengua ―otra forma de expresividad, al fin y al cabo―, se confunde
con la intersticialidad de su carácter insular, imposible de localizar bajo un solo
nombre o centro34. Así, Grecia es una isla entre dos mares, pero también entre dos
continentes ―el punto ciego, inexistente, entre los dos mares o los dos continentes
que han albergado el helenismo―, una suerte de compuesto híbrido entre agua y
tierra cuya principal cualidad es unir y separar simultáneamente, y cuyo valor
escritural y lingüístico queda claramente de manifiesto: «Así que somos una Isla.
Metámonoslo en la cabeza de una vez, y conservémoslo siempre en un rinconcito de
nuestro subconsciente. […] Una Isla; que en cierto modo son dos, unidas por un
punto en el centro con un anillo de compromiso valiosísimo. Sé que en este momento
estoy intentando simplemente unir los dos extremos de un collar roto, cada una de
cuyas cuentas es un diamante en el alfabeto griego. En cierto sentido, entre dos
tierras imantadas que se atraen y se repelen, al mismo tiempo que miles de pequeñas
islas, se forman archipiélagos de dialectos diversos, así como otros de hitos
históricos»35. Sin embargo, al mismo tiempo Elitis niega que Grecia sea
extranjeros, más allá pues de todos ellos, como pura luz espectral: «¡Y no es ni la reflexión de un
extranjero ni el amor de uno solo de los suyos / Sólo luto ay por todas partes y la luz despiadada!»
(«Και δεν είναι µήτε ξένου λογισµός και δικού της µήτε αγάπη µία / Μόνο πένθος αχ παντού και το
φως ανελέητο!»), Ibidem, p. 150.
33
«Της Ασίας αν αγγίζει από τη µία της Ευρώπης λίγο αν ακουµπά / στον αιθέρα στέκει νά και στη
θάλασσα µόνη της!», Ibidem, p. 150.
34
No hay tiempo ni espacio concreto según este texto para el helenismo. El poeta puede viajar por
ella, en virtud de la lengua, según fue en un pasado remoto y según será en un futuro indeterminable,
fuera de tiempo, sin desplazarse, encontrando lo mismo en la idealizada y perdida Constantinopla que
en el seno de su propia casa la cabeza de una grecidad dispersa por ciudades de todos los Estados y de
todas las épocas: «Y heme aquí ahora emprendiendo el periplo por mi patria tal como era antes, tal
como será mucho después de las alteraciones y las interferencias del tiempo. Como guía, los dos faros
de mi tristeza y mi amargura. Uno estático y vigilante en Constantinopla. El otro, en el pasillo de mi
casa, metálico y melódico; lo cojo siempre que quiero escuchar griego y lo llevo a todas partes, al
fondo de los mares y a lo alto de las montañas. Reggio, Bors, Mesembria, Propóntide, Halicarnaso,
Famagusta, Alejandría» («Και νά ’µε τώρα που ξεκινώ για τον γύρο της πατρίδας µου όπως ήταν
πριν, όπως θα είναι πολύ µετά τις αλλοιώσεις και τις παρεµβολές του χρόνου. Οδηγός τα δυο φανάρια
µου του καηµού και της πίκρας αµφότερα. Το ένα σταθερό και άγρυπνο στην Κωνσταντινούπολη. Το
άλλο, στον διάδροµο του σπιτιού µου, µεταλλικό κι εύηχο· που το αρπάζω οποτεδήποτε θελήσω ν’
ακούσω ελληνική γλώσσα και το ταξιδεύω όπου νά ’ναι, και µέσα στους βυθούς και πάνω στα βουνά.
Ρήγιον, Μπορς, Μεσηµβρία, Προποντίς, Αλικαρνασσός, Αµµόχωστος, Αλεξάνδρεια»), ELITIS, O.
(1999), p. 64.
35
«Regreso de la Grecia que casi fue»: «Ώστε είµαστε µία Νήσος. Να το βάλουµε καλά στο µυαλό
µας κι ας µην το λησµονούµε σ’ ένα παγκάκι του υποσυνειδήτου µας. […] Μία Νήσο· που είναι κατά
κάποιο τρόπο δυο, ενωµένες σ’ ένα σηµείο στο κέντρο µε έναν δακτύλιο αρραβώνα πολύτιµο. Ξέρω
πως αυτήν τη στιγµή δεν πασχίζω παρά να συνενώσω τα δυο άκρα ενός περιδέραιου σπασµένου, που
η κάθε του χάντρα δεν είναι παρά ένα διαµαντάκι στο ελληνικό αλφάβητο. Από µίαν άποψη, µεταξύ
738 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
verdaderamente una isla, que sea algo ya en un presente absoluto. Más bien se trata
de una isla por venir, de una promesa o una huella que difiere eternamente esa isla
«que pudo ser»; tal es la irreductibilidad a cualquier forma de ontología, aun aquella
que la sitúa como mediaticidad pura: «Lo anterior a todo es lo siempre posterior,
antes de que lo cambien de orden dentro de la historia. Y el orden no es sino el día
antes o después de siglos, cuando la isla se debatía por ser verdadera»36.
Para Elitis lo más importante, en cualquier caso, es preservar para Grecia esta
intersticialidad escritural, esta condición de himen irreductible a la identidad o la
presencia. Mantenerla en esta atopía significa, es evidente, mantenerla también en
una espectralidad asimilable a lo estético o a lo poético y, por tanto, asegurarse como
artista cierto primado sobre su construcción o su (im)posible dilucidación. Significa,
además, dentro de la lógica elitiana, respetar el gesto paralógico, antirracional y
desencajante, que la (des)articula, asegurarle la única autenticidad que puede admitir:
la de sustraerse a todo significado, a toda clausura de sentido que,
irremediablemente, habría de concebirse como una intervención exterior, como la
intrusión de una occidentalidad irrespetuosa con su condición e incapaz de
comprenderla en su sutileza evanescente. De ahí que, en muchas de sus obras, Elitis
rechace sus sucesivas adscripciones: no es occidental, no es oriental, no es balcánica
y, perteneciendo en su más profundo sentido al Medi-terráneo, a esa cultura común
basada en la intersticialidad de un mar y no de un territorio, no puede asociarse sino a
su quintaesencia, a esa restancia que en ninguna de sus regiones se somete a la mera
fenomenalidad. Grecia, en definitiva, no es. Sólo puede ser definida, como acabo de
sugerir, por vía negativa, lo cual no implica ―o no únicamente― que constituya una
suerte de entidad supraesencial37 ―pese a todos los matices de idealismo que cabe
contemplar en su consideración―, sino que se asimila al hiato de la diferencia, a la
khora platónica que, antes y en la raíz de toda ontología, se instituye en la promesa y
la condición ―así como la marca desapropiante que abre lo real a un otro de sí
impidiendo su integridad y su clausura― de todo aparecer. La especificidad de lo
griego, su sustracción a un sistema de diferencias que convertiría al país en una más
de las naciones que figuran en el concierto internacional, depende asimismo de esta
precisión. De ahí la virulencia de Elitis al enfrentarse a cualquier afirmación, en
especial si procede de un extranjero, que quiera encerrar a Grecia en el molde de una
δυο µαγνητογενών εδαφών που έλκονται και απωθούνται, σχηµατίζονται, παράλληλα µε τις χιλιάδες
µικρές νήσους, συστάδες διαφόρων διαλέκτων καθώς και άλλες ιστορικών σταθµών», Ibidem, p. 66.
36
«Το πριν απ’ όλα είναι το πάντοτε κατοπινό, προτού του αλλάξουν σειρά µέσα στην ιστορία. Και
δεν είναι τίποτε άλλο η σειρά παρά η µέρα πριν ή και µετά αιώνες, τότε που η νήσος πρόφταινε δεν
πρόφταινε νά ’ναι αληθινή», Ibidem, p. 81.
37
Que no se trata de una supraesencialidad es evidente en el hecho de que Elitis no afirma jamás
que sea inaprensible por la escritura, el lenguaje o la sensación; todo lo contrario, es precisamente en
todas esas dimensiones, en su escansión fundamental, donde se construye sin fin.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 739
38
«En torno a una frase de Lawrence Durrell»: «Μία φράση σαν αυτή είναι χαρακτηριστική της
ανετοιµότητας των Ευρωπαίων να καθορίσουν ποια είναι η κοινότητά τους και ποια η ενιαία
συνείδηση που τη διέπει. Εαν η ελληνική ποίηση µπορεί να έχει ενδιαφέρον για τους Ευρωπαίους,
είναι στο µέτρο που ίσα ίσα δείχνει πόσο διαφέρει απ’ αυτούς· είναι η µοναδικότητά τους, το
δακτυλικό της αποτύπωµα, που προσφέρει την ευκαιρία στους διανοητές της ∆ύσης να κρίνουν και,
ως ένα βαθµό, να καθορίσουν µε διαφορετικό τρόπο το ειδικό βάρος του δικού τους πολιτισµού· ενός
πολιτισµού όπου όλοι συνεισφέρουν όχι ανάλογα µε την έκταση της πολιτικής τους ισχύος αλλ’
ανάλογα µε τον πλούτο του υλικού που εβρέθηκε να κρατούν στα χέρια τους», ELITIS, O. (1993), pp.
209-210.
39
«Είναι αυτά όµως που φιλοδόξησαν και επέτυχαν να εκφράσουν οι µεγάλοι µας ποιητές και
συγγραφείς, ο Σολωµός, ο Κάλβος, ο Παπαδιαµάντης, ο Σικελιανός, χωρίς ούτ’ ένα γραµµάριο
βαλκανικού τύπου να παρεισφρέει στα γραπτά τους, όπως ο πρώτος τυχών χηµικός της ψυχής θα
µπορούσε να σας το διαβεβαιώσει», Ibidem, p. 210.
740 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
40
Como he sugerido arriba, la Ortodoxia es uno de los pocos elementos, junto con la lengua, que
distinguen al helenismo de sus dos enemigos históricos: los católicos europeos y los turcos. A eso se
aferran sorprendentemente ―sorprendentemente en función de los parámetros de la civilización
occidental moderna― los artistas griegos de vanguardia (¿alguien imagina al grupo surrealista francés
reivindicando el santuario de Lourdes como una potencia poética de oposición al racionalismo
ilustrado?) para buscar el «verdadero rostro» de Grecia.
41
«Θέλει µελτέµι γερό, γεννηµένο στην Τήνο, που νά ’ρθει µε την ευχή της Παναγίας και να
καθαρίσει τον τόπο απ’ όλων των λογιώ της Τουρκίας και της γηραιάς Ευρώπης τ’ αποµεινάρια»,
Ibidem, p. 406.
42
Cfr. KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 56. No deja de ser llamativo que utilice los dos términos precisos
empleados por Hölderlin para definir Grecia también por vía negativa.
43
No deja de haber en esta desmembración ―desmembración de un cuerpo inexistente al que ella
misma parece conceder entidad en el proceso de su ruptura― una imagen certera de la eterna disemia
a que el concepto de Grecia ha estado sometido en el interior del país, dividido entre aquellos que
anhelaban un acercamiento a Europa y aquellos que deseaban un repliegue oriental fundamentado en
la Ortodoxia y en todos los demás factores diferenciales frente a Europa y Estados Unidos. Si bien es
cierto que este orientalismo no tiene nada que ver con una nostalgia del Imperio Otomano que uno y
otro bando no se permitirían en ningún caso ―aun cuando los orientalistas lleguen a poner el acento
en ciertos rasgos exóticos procedentes del largo período de la Turcocracia―, sí hay una evidente
implicación del sustrato turco, aunque sólo sea como residuo en el imaginario colectivo, en esta
segunda tendencia. Elitis, no obstante, se inclinará, como hemos visto a lo largo del trabajo y analizaré
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 741
dorados / los gallos del Norte y las fieras de Oriente! / Y partiendo en dos mi carne /
y disputando finalmente sobre mi hígado / se fueron»44.
Considerado en torno a esta reflexión y a este pasaje, todo el Axion Estí
podría ser leído como un intento consciente por arrancar a Grecia al imperio de la
geografía. Poniendo en marcha el mecanismo poiético que la constituye, el poema la
(re)construye y la reorigina ―la mantiene en la pura virtualidad del punto cero de la
historia― otorgándole una condición textual, escritural o puramente mediática
(Grecia como catálogo de nombres que la dibujan como una huella en incesante
poiesis) que le impide caer en las garras de una determinación o una presencia. Se
trata principalmente de sustraer a Grecia a cualquier identidad prestada por la historia
que pudiera servir para someterla a su teleología45: bien la de la linealidad temporal
dirigida unívocamente a un punto de destino, bien la del telos de un significado que
la cerrara sobre sí ―arrebatándole su condición de proceso dinámico, de resistencia a
lo objetual― de una vez para siempre. De hecho, en los pasajes finales del
«Génesis», allí donde el paraíso inaugural que constituye la primera textualidad
griega de la obra empieza a ser amenazado por la sombra de la necesidad ―sombra
que puede aludir al límite y al claroscuro asociado a Occidente y a las Luces y
contrario a la expresividad griega―, la irrupción progresiva de la historia, como
hemos visto más arriba, adopta el formato de una reducción de Grecia a significado
en lugar de significante, de una topicización o restricción a lugar que participa como
uno entre muchos, opuesto a los demás dentro de un sistema que lo contiene y lo
restringe, de los procesos históricos. Grecia deja de ser la atopía ab-soluta que había
constituido desde un principio para ligarse a normas que la trascienden y la someten,
así como a una periodización que en la ucronía originaria hubiera resultado
inconcebible. Todo el esfuerzo po(i)ético del Axion Estí está destinado, en
consecuencia, a devolver a Grecia a una autoconstruibilidad que no distinguía entre
un afuera y un adentro, que más bien indecidía ambas nociones, las cuales empiezan
a operar aquí en esta dialéctica negativa entre lo griego y lo extranjero, el Poeta y sus
otros, el significante y su significado. Una contraposición de términos, y no un solo
término antitético ―puesto que Grecia no participa originalmente de ningún par
enseguida, por la consideración oriental de lo griego, sobre la cual cree poder construir mejor esta
atopía suprahistórica y reoriginaria.
44
«Ήρθαν / µε τα χρυσά σιρίτια / τα πετεινά του Βορρά και της Ανατολής τα θηρία! / Και τη σάρκα
µου στα δυο µοιράζοντας / και στερνά στο συκώτι µου επάνω ερίζοντας / έφυγαν», ELITIS, O. (2002),
pp. 147-148.
45
También, como ya he sugerido arriba y como el crítico Azanasópulos ha puesto de manifiesto, se
trata del deseo de encontrar una vía superior o más profunda para la construcción de Grecia frente a
las dos ideologías, comunista y conservadora, que pretenden dominarla políticamente durante la
Guerra Civil de finales de los años cuarenta, justo el momento en que se empieza a gestar el poema.
Siendo la ideología un producto de la modernidad burguesa y de las Luces, Elitis la rechaza también
como uno de los frutos de la historia que la grecidad suprahistórica excede y trasciende con solvencia.
742 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
dialéctico como término de oposición, sino como el intersticio o la huella que funda
toda diferencia―, pretenden apropiarse de Grecia arrancándola a su impropiedad
consustancial. Resulta curioso que la amenaza de desapropiación, el peligro de
desmembramiento que Elitis explicita en el salmo octavo, consista precisamente no
en una enajenación extranjerizante a secas, sino en la reducción a una propiedad que
la nación, o su concepto, no necesitan. Grecia desea seguir habitando en un fuera de
sí inclausurable, y esa es la razón de que no sólo se le oponga Occidente como el
otro del mismo, sino también la pareja de contrarios Occidente-Oriente que,
asediándola desde sus dos costados, pretenden someterla a la lógica de su oposición.
Sin embargo, desde que surge la amenaza de la historia, en los versos finales
del «Génesis», el Poeta comprende de nuevo la irreductibilidad a la ontología y al
tiempo lineal que articula lo griego, comprende «de qué raza inexistente era el
descendiente»46, si bien para defender la nación de la acometida de sus enemigos
utiliza una serie de elementos que podríamos considerar eminentemente identitarios:
la figura de algunos santos (Santa Marina) e incluso la de Cristo, los hitos de una
religión nacional que, como he aclarado más arriba, constituye lo que de
específicamente singular, ajeno tanto al catolicismo o protestantismo europeo como
al Islam turco, puede presentar Grecia en su deseo de sustracción simultánea a lo
oriental y occidental47. Ya en este punto se produce la inmersión progresiva del Poeta
y de Grecia ―que representan aquí un solo impulso― en un sistema de diferencias:
el Poeta descubre que lo recorre el pensamiento del otro, de sus semejantes, mientras
que Grecia comienza a ser amenazada por un suceso concreto que la somete a una
periodización específica: la invasión de alemanes e italianos en torno a la Segunda
Guerra Mundial, un hecho que sin embargo adquiere particular relevancia por lo que
tiene de repetición de un suceso arquetípico a lo largo de los siglos: la ocupación,
militar, cultural o política, de su suelo y su espacio imaginal por toda clase de
extranjeros que pretenden hacer de ella uno más de sus lugares, o bien adaptarla a
sus propias determinaciones. La circunstancia concreta sirve en consecuencia para
poner de manifiesto precisamente el valor diacrónico de una atopicidad siempre
amenazada y siempre empeñada en un proceso de autodefensa que coincide de
alguna manera con la autoconstruibilidad poiética. Las invasiones de los años
cuarenta son la enésima manifestación palpable del asedio a que Occidente y, en
otros momentos, Oriente, somete sin cesar a la intersticialidad griega. «La Pasión»
será por tanto el relato de un esfuerzo de regreso a la dislocación y atopía del
«verdadero rostro» de Grecia, de borradura de todas las señales de la historia por
46
«Ποιας φυλής ανύπαρκτης ο γόνος νά ’µουν», Ibidem, p. 132.
47
En realidad, donde más poderosamente está operando la Ortodoxia en el Axion Estí es en su
estructura misma: la textualidad atópica e indemne que es Grecia se configura, no por casualidad,
como una serie de textos bíblicos o, sobre todo, litúrgicos.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 743
48
Cfr. Ibidem, pp. 134-135.
744 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«¡Riquezas no me has dado jamás, / a mí, siempre asolado por las razas de los
Continentes!»49. Entre los actos beligerantes de dichas razas de los continentes no es
el menor la glorificación que hacen de ella y que provoca, es de suponer, su fijación
sobre una imagen objetual como la que Elitis les reprochaba a los neoclasicistas
europeos: «y por ellas, con la misma arrogancia, siempre glorificado»50. Otros
poemas de «La Pasión», como el famoso salmo duodécimo en que se pide la
borradura de la historia por medio de un delfín que inscriba a mediodía una blancura
griega sobre el mar, parecen situar la restauración de una grecidad indemne en el
enésimo retorno de esa mediaticidad que es también punto cero o revelabilidad. Así
podrá abolirse el mal, que es siempre refractario a lo griego, como veremos
enseguida, y hacer regresar la intersticialidad que constituye el «verdadero rostro» de
Grecia. Borrar la historia y borrar el mal es, en definitiva, borrar las adherencias que
han dejado sobre el cuerpo inexistente del helenismo las dos amenazas geográficas
que pretenden someterla a su dominio no tanto convirtiéndola en el otro de sí, sino
clausurándola sobre una mismidad que le arrebate su principal valor: el contacto
perpetuo con lo Abierto y la autoconstruibilidad sobre el exceso de la alteridad.
No obstante, en el «Comentario al Axion Estí» y en algún otro texto que
hemos visto pero que será preciso volver a citar, Elitis establece de manera explícita
el isomorfismo de Grecia con una de las figuras del hiato que ya hemos repasado: la
sensación. Grecia es una sensación, una αίσθηση, lo cual no carece de importancia a
la hora de determinarla también como una expresividad o una estética (αισθητική).
Esta caracterización, sin embargo, se halla teñida ante todo de un componente
escritural: dicha sensación puede ser también un ideograma, el ideograma de una
infinita (i)legibilidad en cuya signicidad podrían confluir no sólo todos los
significantes que forman la constelación poiética que denominamos Grecia, sino
también todos los tiempos de su diacronía. Sobre su imposible lectura, además, sobre
el vacío o la diferición abismal de un significado ―sobre el desencadenamiento de
blancos o de imágenes heliotrópicas que surge asimismo de la sensación―, lo griego
habría de construirse como una escritura sin telos, sometida a la deriva total del
devenir refractario a la historia que encontramos en la temporalidad brotada del
instante. Lo afirma especialmente en «Antes que nada la poesía»: «He llegado desde
hace tiempo a esta conclusión: Grecia es una sensación concreta ―valdría la pena
encontrar para ella un símbolo gráfico―, cuyo análisis, el hallazgo de sus
correspondencias en todos los ámbitos, reproduce automáticamente y en cada
49
Salmo tercero: «Τον πλούτο δεν έδωκες ποτέ σ’ εµένα / τον ολοένα ερηµούµενο από τις φυλές
των Ηεπίρων!», Ibidem, p. 139.
50
«Και απ’ αυτές πάλι αλαζονικά, ολοένα, δοξαζόµενο!», Ibidem, p. 139.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 745
51
«Η Ελλάδα, έχω καταλήξει από καιρό σ’ αυτό το συµπέρασµα, είναι µία συγκεκριµένη αίσθηση
―θ’ άξιζε να βρεθεί γι’ αυτήν ένα γραµµικό σύµβολο―, που η ανάλυσή της, η εύρεση των
αντιστοιχιών της, σ’ όλους τους τοµείς, αναπαράγει αυτόµατα και σε κάθε στιγµή την ιστορία της, τη
φύση της, τη φυσιογνωµία της», ELITIS, O. (2000), p. 19.
52
«Είναι η αίσθηση αυτή που µου επέτρεψε, χωρίς να γίνω ποτέ ο υπηρέτης του ποιητή µέσα µου,
ν’ αντιλαµβάνοµαι τη ζωή από τη βαθύτατα ποιητική της άποψη ―και αυτό σ’ όλη την έκταση του
φυσικού µου είναι. Αν µου αρέσει αυτό και όχι το άλλο έργο, αν µου ταιριάζει αυτή ή εκείνη η
ανθρώπινη συµπεριφορά, το τοπίο, το σπίτι, ο έρωτας, ιδού που δε χρειάστηκε ποτέ ν’
αµφιταλαντευθώ, να νιώσω καµίαν αµηχανία. Ξέρω πώς είναι ζυµωµένο το ψωµί ή βαµµένη η
λαγουδέρα της ψαρόβαρκας, και ξέρω ποια ήτανε τα κινήµατα της ψυχής ενός Χαλεπά όταν έπλαθε
τον πηλό ή ενός Βενιζέλου όταν έπλαθε τα γεγονότα του Πρώτου Παγκόσµιου Πολέµου. Είναι ένα
“κλειδί” που, κοντά στ’ άλλα, βοηθεί πολύ περισσότερο από την επιστήµη να καταλάβεις πώς έγινε ο
Παρθενώνας ή πώς κρατήθηκε η γλώσσα µέσα στα τετρακόσια χρόνια της δουλείας, για να µην πω
746 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
en el Axion Estí, pues, eso que desea recomponerse gracias a la poesía ―que por lo
demás surge también de ella― contra las acechanzas de Oriente y Occidente y de los
propios condicionamientos históricos internos (la lucha entre ideologías en la Guerra
Civil, por ejemplo), es esta sensación53. Ella permitirá refundar Grecia y toda la
constelación de significantes, de escrituras a su vez atópicas, que se derivan de ella
en el juego de las analogías y las correspondencias, en el juego del desplazamiento
tropológico sugerido por la imposibilidad de una lectura. En el «Comentario al Axion
Estí» Elitis comienza, en las cuestiones previas, interrogándose sobre la cualidad de
sensación que acaso posea Grecia, más allá de su condición de «unidad racial»
sometida a una historia ―y, por tanto, a un desgaste y una desaparición― y a una
diferencia, o de territorio geográficamente delimitado. En caso de constituir
efectivamente una sensación, como he venido sugiriendo, se encontraría siempre
viva y presente ―bajo una forma peculiar, subrepticia, de presencia―, presta
además a articular los nuevos retos de una mundialización que acaso podría
construirse en torno a ella como filo de una habitabilidad perfecta de lo humano en la
poiesis y el exceso de sí. Lo griego adquiriría de este modo el valor de un segundo
clasicismo, si bien no necrotizado como el primero, el carácter de un nuevo canon
moderno que repetiría en un regreso ineludible, inherente a la propia grecidad, el
gesto fundacional de una civilización universal. Ello otorgaría al pequeño Estado
griego la importancia moral, psicológica, cultural y estética que le corresponde y que
no ha caducado en la primera de sus hipóstasis, sino que permanece viva a través de
la larga serie de siglos que la han desatendido; lo sustraería además a la condición de
nación entre naciones para situarlo como la potencia dinámica de cambio y
transformación que puede regenerarlas a todas: «1.¿Es Grecia únicamente una unidad
racial destinada a borrarse un día en la amalgama del resto de unidades correlativas,
es la portadora de los valores que aprendimos en las Escuelas y que Occidente
asimiló (sin disponer del órgano sensorial adecuado) o es acaso, más allá de esto, una
sensación específica y única, viva y siempre presente, un modo de concebir la vida y
expresarla, sin parangón con ningún otro y capaz, por ello mismo, de adquirir una
importancia crucial en la tendencia que manifiesta hoy la humanidad a constituirse
en una organización universal?»54.
ότι δίνει λαβή να υποστηρίξεις ―και να µε συµπαθάνε οι ρεαλιστές― ότι ο µικρός αυτός λαός και οι
άλλοι µικροί λαοί δεν είναι καθόλου ένα και το ίδιο πράγµα», Ibidem, p. 21.
53
Cfr. AZANASÓPULOS, V. (2001), pp. 385-386.
54
«1.Η Ελλάδα, είναι µονάχα µία µονάδα φυλετική προορισµένη να σβήνει κάποτε µέσα στη
συγχώνευση των άλλων συγγενών µονάδων, είναι ο φορέας των αξιών που διδαχθήκαµε στα Σχολεία
και που οικειοποιήθηκε η ∆ύση (χωρίς να διαθέτει τα ανάλογα αισθητήρια) ή µήπως είναι, πέρ’ απ’
αυτά, µία ειδική και µοναδική αίσθηση, ζωντανή και πάντοτε παρούσα, ένας τρόπος να
αντιλαµβάνεσαι τη ζωή και να την εκφράζεις, που δε µοιάζει µε κανέναν άλλον και που µπορεί, απ’
αυτή την άποψη, να έχει µία καινούρια καίρια σηµασία µέσα στην τάση της σηµερινής ανθρωπότητας
να συγκροτηθεί σε µίαν οικουµενικήν οργάνωση;», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 33.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 747
55
«Πολύ περισσότερο αίσθηση, και λειτουργία µεταµορφωτική, και µηχανή µεταφυσική στοιχείων
που µε την προσωποποίησή τους παρασκευάζουν την τραγωδία», citado en JADSIYACUMÍ, M. (2004),
p. 165.
748 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
56
«Η Ελλάδα νοείται όχι σαν εθνική αξία, αλλά σαν αίσθηση µε άπειρες αντιστοιχίες»,
KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 63.
57
Resulta significativo a este respecto que sea en los últimos ensayos, «Camino privado», «Lo
público y lo privado» y «Avante despacio», donde se combinen con especial frecuencia las alusiones a
la singularidad del Poeta, a su destino particular y solitario y a su intachabilidad moral, con las
manifestaciones de un apoliticismo y un antiintelectualismo ―el rechazo de las leyes colectivas, de
las instituciones democráticas, del sistema de partidos, de la reducción de lo griego a una maquinaria
estatal, de los saberes surgidos de la Ilustración― situado sobre la débil línea que separa un
antiautoritarismo de estirpe surrealista y sesentayochista de un mero reaccionarismo de tintes
estetizantes.
58
Veremos en breve las semejanzas en Elitis de Grecia con una superrealidad cumplida y uTópica.
59
O ahistórico, en opinión de Vanguelis Azanasópulos, quien considera que esta «Tercera Grecia»
surge de la conciencia elitiana de estar operando o jugando sobre un vacío ideológico que necesita un
sucedáneo que lo llene, cfr. AZANASÓPULOS, V. (2001), pp. 389-391.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 749
Además de la sensación, en efecto, hay otra figura del hiato con la que Grecia
adquiere en la obra de Elitis un profundo isomorfismo: el punto exacto o stigmé.
Como vimos en el capítulo correspondiente, confluye en ella un cúmulo de valencias
que la convierten en un emblema especialmente apropiado de la poética elitiana y, en
este caso, de la consideración atópica de Grecia como espacio sin coordenadas. El
punto exacto, ακριβής στιγµή, posee principalmente una doble dimensión espacial y
60
«Σ’ όλο το µάκρος του έργου γίνεται η προσπάθεια να επισηµανθεί αυτό που αποτελεί την
πραγµατική υπόσταση της Ελλάδας ―και όχι αυτό που από την Αρχαιότητα ίσαµε σήµερα κάνει τους
ανθρώπους να διαφωνούνε µάταια και να µη συνεννοούνται. ∆εν υπάρχει η Αθήνα και η Σπάρτη, δεν
υπάρχουν οι Ενωτικοί και οι Σχισµατικοί, δεν υπάρχουν οι Βενιζελικοί και οι Αντιβενιζελικοί, οι
Εθνικιστές και οι Κοµµουνιστές. Ή µάλλον η αλήθεια µετέχει πάντοτε και στις δυο καταστάσεις γιατί
η τρίτη και αληθινή Ελλάδα κείται κάπου αλλού και συλλαµβάνεται µε απόλυτη συνέπεια από κάθε
πνεύµα που θέλει και ξέρει να µένει πίσω από τις συµβατικές διακρίσεις. Στην αρχή της αλήθειας
αυτής υπάρχει µία αίσθησις αΐδια και αναλλοίωτη στη φυσική της πραγµατικότητα, στο ήθος των
ανθρώπων της, στα µνηµεία του λόγου και της τέχνης που έχει γεννήσει. Αυτήν προσπαθεί ν’
αποµονώσει ο ποιητής που δεν µιλά και δεν πρέπει να µιλά στο όνοµα µίας οποιασδήποτε µερίδας του
συνόλου αλλά στο όνοµα του συνόλου, µε βάση το αναλλοίωτο που το χαρακτηρίζει. Αυτό που είναι
ίδιο σ’ έναν αρχαίο Ναό, σε µία βυζαντινή εκκλησία και σ’ ένα νεοελληνικό λαϊκό κτίσµα. Στον
Θεοτοκόπουλο και στον Θεόφιλο (ίδε Σεφέρη), στον Σολωµό και στον Καβάφη, στον Ροΐδη και στον
Παπαδιαµάντη. Η “αίσθησις” αυτή, στο βάθος, είναι µία αντιστοιχία της φύσης. Και η Αντιστοιχία
της πάλι στον τοµέα της αισθητικής και της ηθικής, είναι ακριβέστατη ―αρκεί να γνωρίζεις να τη
διακρίνεις. Η δουλειά αυτή είναι σήµερα δυσκολότερη από κάθε άλλη φορά, επειδή περισσότερο από
κάθε άλλη φορά έχει νοθευτεί αυτό που ονοµάζουµε νεοελληνικό ήθος. Και επειδή το κλίµα της
διεθνούς επικοινωνίας, που κυριαρχεί σήµερα, παρουσιάζει µία τέτοια προσπάθεια σαν τοπικιστική
―ενώ συµβαίνει ακριβώς το αντίθετο. Ποτέ άλλοτε δεν θα ήτανε τόσο χρήσιµη µία προσφορά
“τµήµατος του κόσµου” στο σύνολο του κόσµου, όσο σήµερα. Αυτό που φαίνεται Ασήµαντο, αρκεί
να το εµβαθύνεις για να βρεθείς επάνω στο Καίριο», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 47.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 751
61
«Come un essere umano comincia dall’ombelico, cosí il Santo, sia Egli benedetto, cominciò il
mondo dall’ombelico e da qui lo sviluppò da una parte e dall’altra. Questo ombelico è Gerusalemme
[…] [Egli] creò il tempio quaggiú, e in corrispondenza di esso, il tempio celeste…», BUSI, G. y E.
LOEWENTHAL (1999), p. XI.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 753
62
«Jamás se me ha ocurrido pensar que soy un nacionalista, puesto que no creo que los
nacionalistas sean los únicos que aman ―los únicos a los que les ha convenido amar― a Grecia»
(«Antes que nada, la poesía»: «∆εν πήγε ποτέ ο νους µου να σκεφτώ πως µπορεί να είµαι ένας
εθνικιστής, µία που δεν πιστεύω ότι οι εθνικιστές είναι οι µόνοι που αγαπούν ―που κατάντησε να
τους συµφέρει ν’ αγαπούν― την Ελλάδα»), ELITIS, O. (2000), p. 22.
63
Elena Cutrianu, por ejemplo, utiliza el argumento de que la grecidad en Elitis no se separa nunca
de una vocación universalista, CUTRIANU, E. (2002), p. 113. Otros como Nasos Vayenás han
pretendido exculpar a los autores de la Generación del 30 incluso de la acusación de helenocentrismo,
aduciendo que en las literaturas europeas de la época no es infrecuente la búsqueda de lo universal en
lo más característico de la propia cultura, cfr. VAYENÁS, N. (1997).
754 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
adquirir el formato de una opción política o de la alineación con una facción interna.
El sentimiento de la grecidad, su defensa de los valores atópicos del helenismo,
exceden en su opinión las limitaciones de un nacionalismo que se reduce a exaltar un
lugar por encima del resto, admitiendo de partida su sometimiento a un sistema de
unidades equiparables. Elitis glorifica un valor universal, un gesto aparentemente
desligado de un espacio concreto. Pero es innegable que dicho valor universal se
halla asociado ineludiblemente a esa comunidad mística que, como la Iglesia
cristiana o la Shejiná judía, configuran los griegos y su cultura a lo largo de los siglos
y los territorios. Hay en su obra, pues, una exaltación etnicista que supera incluso las
condiciones de un nacionalismo al uso para arrancar a Grecia a toda terrenalidad y
convertirla en una suerte de concepto trascendente irreductible, como venimos
viendo, a cualquier estructura no emanada de él. A pesar de lo cual, aun en las
afirmaciones más universalistas sobre el verdadero carácter de lo griego, no dejan de
aparecer referencias constantes a ese lugar, al Egeo como centro del que emana
dicha gestualidad, dicho ductus de escritura: «Griego significa sentirse y reaccionar
de un modo determinado, nada más. Es una función directamente relacionada con el
drama de las Tinieblas y de la Luz que todos representamos aquí, en esta esquina del
planeta»64. Esta particular versión del helenocentrismo no es ni mucho menos
exclusiva de Elitis. Una larga tradición de teóricos y escritores nacionalistas la había
formulado y la siguió formulando durante este período en términos muy semejantes.
Merece una mención especial, por su influencia, Periclís Yanópulos, a quien me he
referido más arriba, así como Ion Dragumis. Los monográficos que algunas de las
revistas en que se aglutinaban los literatos de vanguardia durante los años 30
dedicaron a estas dos figuras en plena fiebre de búsqueda ―o construcción― del
«verdadero rostro de Grecia», resultaron decisivos65. Elitis citó profusamente a
ambos en sus primeros artículos y ensayos, antes de la guerra, si bien más tarde, al
reunir sus prosas en el volumen Cartas sobre la mesa, suprimió sistemáticamente la
mayor parte de las alusiones66, acaso con la intención de eliminar toda sospecha de
nacionalismo y, por tanto, de connivencia con la dictadura, en un año tan crucial
como 1974. Como han señalado determinados autores67, sin embargo, la presencia de
Yanópulos en las concepciones elitianas es innegable.
64
«Yanis Tsarujis»: «Έλληνας σηµαίνει να αισθάνεσαι και να αντιδράς κατά έναν ορισµένο τρόπο·
τίποτε άλλο. Είναι µία λειτουργία που έχει άµεση σχέση µε το δράµα του Σκότους και του Φωτός που
παίζουµε όλοι µας εδώ, σ’ αυτή τη γωνιά της υδρογείου», ELITIS, O. (2000), p. 575.
65
Sobre las circunstancias en que se dio esta recuperación y los textos que se reeditaron, cfr.
DSIOVAS, D. (2006), pp. 73-80.
66
CUTRIANU, E. (1999), p. 61.
67
Cfr. en especial DECAVALES, A. (1990), p. 86, o bien Pandelís Vuturis en su conferencia inédita
«Θεωρητικές περιπλανήσεις του Ελύτη. Από τον γεωπολιτικό ελληνοκεντρισµό στον υπερρεαλιστικό
νεοκλασικισµό», pronunciada en la Universidad de Roma el 17 de noviembre de 2006.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 755
Lo que para Elitis es el Egeo, para Yanópulos, más estrechamente deudor del
clasicismo, es en cambio el Ática. Allí se encuentra el compendio de un compendio,
el núcleo de una naturaleza griega que dicta una expresividad y una estética en las
que consiste su sustancia suprahistórica: «Con las palabras Naturaleza Griega se
alude principalmente a su más pura y perfecta expresión, la naturaleza ática. La flor
postrera de la tierra griega. Porque aquí se encuentran todas las diversas
características de la tierra griega; se encuentran todas y, ennoblecidas, sutilizadas,
eterizadas, componen su más señera flor, el Ática»68. El Ática es además el templo
del arte, el lugar en que las cualidades humanas alcanzan su plenitud, en que cuerpo
y espíritu se conjugan. Se crean pues allí hombres perfectos, justos, semidivinos,
abiertos a lo sagrado y al arte gracias al dictado de la naturaleza, hombres que no se
dan en ninguna otra parte de la tierra: «Y esta naturaleza griega, exactamente la
misma, y por ser como es, engendró a todos los dioses y los semidioses y los héroes,
y algo aún mejor que los dioses del pasado, del presente y del futuro: los Hombres,
las maravillosas legiones arcangélicas de los hermosos y gozosos y perfectos […]
hombres, que conducen a aquellos que son culmen de toda humanidad al camino de
lo bello»69. Por ser capaces de comprender la naturaleza griega, de responder a su
llamada, fue por lo que surgieron los Apolos, los Aquiles, los Píndaros, los
Partenones o bien toda la serie de filósofos e intelectuales que va desde Platón a San
Juan Crisóstomo. Es este valor de ónfalos de la tierra el que ha determinado que a lo
largo de los siglos el centro de un arte y una humanidad verdaderos se encuentre en
Grecia y, más particularmente, en su centro histórico-geográfico, el Ática. Yanópulos
afirma incluso que sólo los griegos pueden ser denominados propiamente humanos,
al habitar este punto exacto de humanidad que, desplazándonos al norte o al sur, al
este o al oeste, sólo nos permitiría encontrar humanoides, determinados como tales
por una naturaleza inarmónica donde algunos elementos han roto el equilibrio que en
la tierra griega se mantiene intacto70: «Incorrecta y despreocupadamente se otorga el
68
«La pintura contemporánea» («Η σύγχρονος ζωγραφική», 1902): «Λέγων κανείς Φύσιν
Ελληνικήν, πρέπει να εννοή κυρίως, την καθαρωτέραν και τελειοτέραν έκφρασιν αυτής, την Αττικήν
φύσιν. Το τελευταίον αυτό άνθος της ελληνικής γης. ∆ιότι εδώ συναντώνται όλα τα διάφορα
χαρακτηριστικά της ελληνικής γης· συναντώνται όλα και ευγενέστερα, λεπτότερα, αιθεριώτερα
γινόµενα, αποτελούν το κορυφαίον άνθος αυτής, την Αττικήν», YANÓPULOS, P. (1988), p. 34.
69
«La pintura contemporánea»: «Και η ελληνική φύσις αυτή, εντελώς η αυτή, και διότι είναι
τοιαύτη, εγέννησεν όλους τους θεούς και τους ηµιθέους και τους ήρωας και κάτι ακόµη καλλίτερον
από τους θεούς τους παρελθόντας, τους παρόντας και τους µέλλοντας, τους Ανθρώπους, τα θαυµάσια
αρχαγγελικά τάγµατα των ωραίων και φαιδρών και τελείων […] ανθρώπων, που οδηγούν τους
κορυφαίους της ανθρωπότητος εις τον δρόµον του ωραίου», Ibidem, p. 43.
70
Yanópulos se refiere sobre todo a dimensiones estéticas: la línea griega, a la que dedica un
artículo clave en 1903 («La línea griega», «Η ελληνική γραµµή», uno de los recuperados en los
monográficos de los años treinta), es pura y clara en correspondencia con una naturaleza que hace a
los griegos hombres puros, claros, razonables, transparentes, en contraposición con el salvajismo de
los europeos, que se refleja en su arte sombrío o directamente oscuro y tenebroso. La vida no es un
valor obvio y evidente en Europa, requiere una lucha que en Grecia no se da, la naturaleza griega
756 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
favorece la vida sin mediaciones y sin máscaras. La influencia de estas teorías estéticas deterministas
en la Generación del 30 y en particular en Elitis es, como veremos sucintamente, inmensa. Se trata no
obstante de una cuestión que merecería un estudio específico para poder hacerle justicia.
71
«Llamamiento al público griego» («Έκκλησις προς τον πανελλήνιον κοινόν», 1907): «Κάκιστα
και αδιάντροπα, αποδίδεται ο τίτλος Άνθρωπος, υπό της χονδροκοπικής Επιστήµης, εις οµοιοφανή
Ζωολογικά προϊόντα των άλλων Γαιών, ενώ όλαι αι άλλαι, δεν κατόρθωσαν να παραγάγουν ποτέ των
έως τώρα τίποτε άλλο ως ανώτερον Ζώον των από τον: ΑΝΘΡΩΠΟΕΙ∆Η. Και των καλυτέρων εξ
αυτών, του Ζώου των αι εκδηλώσεις, κατά τας ακρότατας των ακµάς, έµειναν πάντα, µένουν και ΘΑ
µένουν, εκδηλώσεις Ανθρωποειδείς. Και αι τελειότεραι εκδηλώσεις, των τελειοτέρων των Ζώων, που
βάζουν όλα τα δυνατά των δια να ανθρωπίσουν, εις απλήν εξέτασιν αποδεικνύονται καθαρότατα και
αυταί Ανθρωποειδείς. Και ταύτα κατά φύσιν. ∆ιότι ο ανθρωποειδής διαφέρει του Ανθρωπίνου εις τας
λεπτάς εκδηλώσεις της ζωής, όσον σωµατικώς και µορφολογικώς ο πίθηκος από τον Άνθρωπον. […]
Η αρχή της υπάρξεως του Ελληνικού Ζώου, η ιστορία του Έλληνος ―του ΑΝΘΡΩΠΟΥ― και
γενικώς η ιστορία του ΑΝΘΡΩΠΙΣΜΟΥ, δηλαδή της φυλής µας, κρύβεται και χάνεται ακόµη εις τα
σκότη της κοντής και ξεχασµένης µνήµης της Ελληνικής και της Οικουµένης», Ibidem, p. 228.
72
El propio Elitis, en el Axion Estí, parece referirse a esta oposición entre hombres y humanoides
cuando animaliza a los europeos que han invadido Grecia, bárbaros antimediterráneos que se
encuentran lejos del ónfalos de la humanidad precisa: «Pues muchos llevan la camisa negra / y otros
hablan la lengua del puercoespín / y están los Omófagos y los Incultos del Agua / los Sitófobos y los
Lívidos y los Neocóndores» («Επειδή πολλοί φορούν το µελανό πουκάµισο / και άλλοι µιλούν τη
γλώσσα των χοιρογρυλλίων / και είναι οι Ωµοφάγοι και οι Άξεστοι του Νερού / οι Σιτοφόβοι και οι
Πελιδνοί και οι Νεοκόνδορες»), ELITIS, O. (2002), p. 132. En el salmo undécimo, mientras enumera
los elementos que hacen de Grecia un lugar puro y sereno, y de su lengua una fuente de inocencia,
alude nuevamente a los extranjeros como bestias incontrolables: «Seléucidas armados con garrotes
acechan. / Haganos de cabeza de halcón maquinan. / Fornicadores de perros y necrófagos y
erebómanos / gobiernan el futuro con excrementos» («Σελδζούκοι ροπαλοφόροι καραδοκούν. /
Χαγάνοι ορνεοκέφαλοι βυσσοδοµούν. / Σκυλοκοίτες και νεκρόσιτοι κι ερεβοµανείς / κοπροκρατούν
το µέλλον»), Ibidem, p. 157.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 757
73
De la obra Horas de asueto (Ώρες αργίας, 1931): «Μα υπάρχει άραγε στον κόσµο τίποτα πιο
συγκινητικό από το Αιγαίο; […] Πολλές φορές ξεχάστηκα ολόκληρες νύχτες στα καταστρώµατα των
βαποριών, κοιτάζοντας τα ελληνικά νησιά να διαβαίνουν αργά στον ορίζοντα και να σβήνουνται µες
στο διάφανο σκοτάδι του Αρχιπέλαγους. […] Σήµερα, χάρη σε σένα, ξέρω τί µουρµούριζαν τα νησιά
σ’ εκείνες τις θαµπές ώρες των ξυπνητών ονείρων “Είµαι η πιο αγνή γωνιά της Γης, λέει το κάθε
νησί. Είµαι το πιο λαµπρό τραγούδι. Είµαι ψηλότερα απ’ όλες τις σοφίες και όλες τις τέχνες, γιατί την
τέλεια αρµονία, που αγωνίζονται αδιάκοπα να πραγµατοποιήσουν οι άνθρωποι, την είπα εγώ µία και
καλή από την αρχή του κόσµου, χωρίς καµιά αναζήτηση και κανένα κόπο, την είπα αυθόρµητα,
µονάχα µε την ύπαρξή µου”», citado en CAPSOMENOS, E. G. (2005), p. 12.
74
Cfr. DSIOVAS, D. (2006), pp. 81-82.
75
Sobre las peculiaridades de esta búsqueda en la Generación del 30, aunque desde un análisis en
mi opinión demasiado indulgente con el etnicismo y el nacionalismo, inencontrables en términos tan
beligerantes en artistas de vanguardia de cualquier otro país, cfr. sobre todo DSIOVAS, D. (1997), pp.
35-37.
758 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
76
Cfr. la referencia a diversas entrevistas de este autor en CUTRIANU, E. (2004), p. 421.
77
«Μου έκανε πάντοτε εντύπωση πόσο στις µυθολογίες των διαφόρων λαών η φαντασία
κλιµακώνεται ανάλογα µε το γεωγραφικό µήκος και πλάτος όπου συντελείται η µορφοπλασία της
―µία θεωρία, άλλωστε, ξεπερασµένη για πολλούς. Από το Βορρά κι από το Νότο, ξεκινά µε τις
οξύτερες τερατολογικές παραµορφώσεις, που αµβλύνονται όσο ανεβαίνουν ή κατεβαίνουν προς τη
ζώνη της Μεσογείου, και παίρνουν, τέλος, το ανθρώπινο σχήµα, µε όλες φυσικά τις πιθανές
συνδυαστικές ελευθερίες, όταν φτάσουν ακριβώς εκεί. Ότι ακριβώς εκεί γεννήθηκε η Λυρική τέχνη,
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 759
εκεί πρωτοδηµιουργήθηκε η έννοια της ∆ηµοκρατίας, εκεί αξιώθηκαν να διδάξουν ένας Σωκράτης κι
ένας Ιησούς, ίσως να υπερβάλλω, αλλά δεν είναι τυχαίο. Το έχουν ξαναπεί, το ξέρω, αλλά θέλω να το
επαναλάβω από τη σκοπιά των ηµερών µας που, όσο νά ’ναι, έχει αλλάξει στα µάτια µας η προοπτική
των ανθρώπινων γεγονότων. Η ζώνη αυτή είναι µία ακριβής στιγµή όπου όλες οι συνθήκες, όλοι οι
παράγοντες, δίνουν τη δυνατότητα στον άνθρωπο να σταθεί ακέραιος, µε τον ίδιο τρόπο, θα έλεγα,
που µέσα στον ηλιακό σύστηµα µία ανάλογη ακριβής στιγµή επιτρέπει στον πλανήτη Γη, και µόνο σ’
αυτόν, να κρατήσει επάνω του την ανθρώπινη ζωή», ELITIS, O. (2000), pp. 451-452.
78
«Κέντρο της καλλιτεχνικής ενέργειας στην Ελλάδα, χιλιάδες χρόνια τώρα, κι από την εποχή της
αυγής των πολιτισµών, υπήρξε το Αιγαίο. Εκεί, στη γαλάζια λεκάνη που ενώνει και χωρίζει συνάµα
τις τρεις ιστορικές ηπείρους, συντελέστηκαν ανέκαθεν οι πιο τολµηρές κι οι πιο γόνιµες συναντήσεις
του πνεύµατος. Ο Ελληνισµός, παρών πάντοτε στα χείλη της λεκάνης αυτής (και τότε µονάχα όντας
σε θέση να ολοκληρώνει το νόηµα της αποστολής του µέσα στον κόσµο), γινόταν ο ενσυνείδητος
λειτουργός µίας ακατάπαυστης αφοµοιωτικής ενέργειας, που µε υλικό παρµένο από την Ανατολή και
τη ∆ύση εξακολουθητικά πλαστουργούσε πρότυπα πολιτισµού, διάφορα και στην ουσία και στη
µορφή από κείνα που του είχαν χρησιµέψει για πρώτη ύλη. Στον οµφαλό λοιπόν του Αιγαίου έβλεπε
το φως, όχι απλά και µόνο η ισορρόπηση δυο κόσµων, αλλά ένας τρίτος κόσµος, ισοδύναµος µε τους
δυο άλλους σε πρωτογένεια και αλήθεια. Ο κόσµος αυτός στην εξέλιξή του γνώρισε πολλές φάσεις.
Όµως, για ένα µάτι που ξέρει να βλέπει, όλες αυτές οι φάσεις διαπερνούνται κατά βάθος από το ίδιο
χαρακτηριστικό ρεύµα που ζωοποιά κινήθηκε σε όλες τις περιπετειώδεις ανελίξεις της φυλής, και
σήµανε πάντοτε την ορθή αντιστοιχία του φυσικού και του νοητού κόσµου», Ibidem, pp. 544-545.
760 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
79
«Έτσι σιγά σιγά το Αιγαίο άρχισε να αποκτά για µένα ένα βάρος διαφορετικό. Ήταν ο οµφαλός
αυτού που ονοµάζουµε ελληνικό πνεύµα, ήταν ο φορέας της πεµπτουσίας των αξιών. Υπάρχουνε
τόποι που είναι ωραίοι απλώς. Υπάρχουνε άλλοι που έχουνε σηµασία επειδή στο χώρο τους
αναπτύχθηκε ένας ορισµένος πολιτισµός. Το Αιγαίο όµως συνδυάζει και τα δυο. Είναι µία
µοναδικότητα, γιατί δεν πιστεύω ότι υπάρχει πουθενά αλλού αυτή η συνεχής διείσδυση στεριάς και
θάλασσας, και αυτή η καθαρότητα. Εποµένως, είναι αυτό που δίνει µία µοναδικότητα στη
φυσιογνωµία µας από το ένα µέρος, κι από το άλλο σηκώνει έναν απέραντο, σε βάθος, πολιτισµό,
χωρίς κανένα χάσµα», ELITIS, O. (2000a), p. 12.
80
«Regreso de la Grecia que casi fue»: «Ήδη ο αέρας έχει αρµυρίσει περισσότερο. Η εισβολή του
Ευξείνου αρχίζει να γίνεται πιο αισθητή. Είναι µία ηδονή να νιώθεις ότι φέρνεις γύρο µία µεγάλη
νήσο. Και που είναι ίσως στο κέντρο του κόσµου», ELITIS, O. (1999), p. 81.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 761
81
«Boceto para una introducción al espacio egeo»: «Μία ρήση απλή, που πήρε την ισχύ φυσικού
νόµου σ’ αυτήν την περιοχή κι επέζησε στην ψυχή των νησιωτών, βρίσκοντας χίλιους τρόπους να
εκδηλωθεί. Κυρίως από την άποψη της ένστικτης, της ασύνειδης χειρονοµίας, που ξέρει να ταυτίζει
το χρήσιµο µε το ωραίο, αλλά συνάµα και το ωραίο µε το ηθικό, στην πιο ριζοσπαστική τους έννοια»,
ELITIS, O. (1993), p. 20.
82
«Παρ’ όλα αυτά, ένας δείκτης αόρατος κατάφερνε σ’ αυτή τη γωνιά να στρέφεται ολοένα προς το
ορθό (θα τολµούσα να πω, προς το υγιές), µε την πεισµατική δύναµη µαγνητικής βελόνας προς τον
Βορρά», Ibidem, p. 20.
762 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
83
«Da qui la paradossale necessità winckelmanniana di sviluppare una mimesis antimimetica che si
snoda nella recerca dell’ideale nel naturale e che produce nell’estetico una duplicità di chiara matrice
platonica: una dialettica tra l’elemento umano, l’esperibile nella natura, e l’elemento divino, la sfera
ideale. La dimensione della kalokagathia è rinvenibile nell’icona dell’ideale, il nudo, là dove il
massimamente corporeo, la nudità, incontra il massimamente spirituale, la rappresentazione dell’idea.
In questo senso la scultura greca non fa altro che mostrarci l’archetipo stesso dell’humanitas»,
MECACCI, A. (2002), pp. 9-10.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 763
84
HÖLDERLIN, F. (2003), p. 114.
85
Cfr. Ibidem, pp. 117-118.
764 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
inconsciente colectivo de la raza, del mismo modo que sus efectos en la técnica no
dejaron de otorgar a todas las creaciones valiosas, ya procedieran de los intelectuales
o de la corriente popular, determinados rasgos reconocibles. La antigua severidad
egipcia, la calidez y suntuosidad árabe, el espíritu seco y ascético de Siria, la
sensación y el ritmo cromáticos de Persia, pasados por el sabio tamiz del helenismo,
abandonan su dialecto plástico local y el sobrante de su exageración, se abren o se
limitan dependiendo del elemento particular que ofrecen en cada caso y, junto con el
resto de elementos autóctonos, se transustancian en un modelo nuevo, enteramente
personal, acorde con las proclamas de la luz y las prescripciones de esta tierra, donde
ha de establecerse»86. Como si se tratara de un filtro o una membrana capaz de
conducir a la exactitud y a la armonía todo aquello que recoge, Grecia muestra aquí
ya su identidad intersticial, su valor exclusivo como gesto de traspaso: helenizar no
consiste en prestar carácter griego a un elemento ajeno, en traspasarle un contenido
que por otra parte no existe como tal, sino en llevar a cabo una operación sintáctica
de reordenación, una suerte de reajuste que lo someta a este traspaso indecidible. Es
precisamente en esta carencia de contenidos, en esta determinación sobre un puro
movimiento estructural, donde reside la superioridad de un helenismo que se muestra
capaz de absorberlo todo y expandirse, en consecuencia, sin límites. Constituyendo
la otredad irreductible, lo griego se construye precisamente a través de una
contraposición con lo ajeno. Si es el intersticio atópico que penetra indecidiblemente
entre los lugares, ello significa que sólo puede definirse, como ya hemos visto, por
vía negativa. Así, en opinión de Hölderlin no sólo Grecia fue lo que fue por su
confrontación con la desmedida Asia87, por una parte, y con el norte bárbaro, por
otra, sino que el mismo hombre griego, ese arquetipo de humanidad perfecta, se
desarrolló sobre la tensión dialéctica con, y por consiguiente el descubrimiento o la
86
«Στα προσωκρατικά χρόνια, στην ελληνιστική και την παλαιοχριστιανική, στη βυζαντινή και την
τουρκοκρατούµενη ακόµα περίοδο, οι αλληλεπιδράσεις και οι επιµειξίες δεν έπαψαν να σηµειώνονται
στα βάθη του οµαδικού φυλετικού υποσυνειδήτου, όπως δεν έπαψε κι ο αντίκτυπός τους στην τεχνική
να προσδίδει σ’ όλα τα άξια δηµιουργήµατα, είτε αυτά µάς παραδόθηκαν από το λόγιο είτε από το
λαϊκό ρεύµα, ορισµένα ταυτόσηµα γνωρίσµατα. Η παλιά αιγυπτιακή αυστηρότητα, η αραβική θέρµη
και χλιδή, το στεγνό και ασκητικό πνεύµα της Συρίας, η περσική χρωµατική αίσθηση και ρυθµολογία,
περνούν από το σοφό χωνευτήρι του Ελληνισµού, αποβάλλουν το τοπικό πλαστικό τους ιδίωµα,
χάνουν την προεξοχή της υπερβολής τους, ανοίγονται ή περιορίζονται ανάλογα µε το ιδιαίτερο
στοιχείο που προσκοµίζουν και, µαζί µε τα άλλα γηγενή στοιχεία, µετουσιώνονται σε πρότυπα νέα,
εντελώς προσωπικά, σύµφωνα µε τα κηρύγµατα του φωτός και τις επιταγές της γης αυτής, όπου θα
στηθούν», ELITIS, O. (2000), pp. 561-562.
87
En su viaje a Grecia, Heidegger reproduce esta reflexión hölderliniana sobre la confrontación de
lo griego con lo asiático, uno de cuyos resultados es precisamente la construcción de una cierta
sobrehumanidad: «Ci eravamo spinti più vicino alla costa dell’Asia Minore. Eravamo per questo
ancora più lontani dall’elemento greco? O forse già ci eravamo addentrati nell’ambito del suo destino,
che si dispose nel confronto con l’“Asia”, allorché trasformò l’elemento selvaggio e conciliò la
sofferenza facendone qualcosa di “più grande”, qualcosa che restò troppo grande per i mortali e aprì
così per essi lo spazio del pudore venerante?», HEIDEGGER, M. (1997), p. 30.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 765
88
«L’uomo greco infatti ha conosciuto se stesso attraverso un processo ex negativo, ha polarizzato
se stesso nella scoperta dell’altro, questo processo dialettico di strutturazione antropologica della
grecità è la stessa scoperta del divino», MECACCI, A. (2002), p. 45.
89
Cfr. Ibidem, p. 46.
90
«Crónica de una década»: «Σαν αόρατος Ζυγός, που δεν είναι ακριβώς το “µέτρον”, όπως
συνηθίζουµε να λέµε, ούτε, πολύ περισσότερο, ένας “µέσος όρος”, αλλά µία βοήθεια, ένα στήριγµα,
µία κρίση, ώστε, σε έσχατη ανάλυση, το θαύµα που θα επιτελέσει ο άνθρωπος να µην είναι
απάνθρωπο. Να µην είναι συντριβή του Θεού η θέωσή του», ELITIS, O. (2000), p. 453.
91
«Boceto para una introducción al espacio egeo»: «Η παράλληλη και ταυτόχρονη ανύψωση του
ταπεινού σε θεϊκό µέγεθος και η κατάβαση του θεϊκού στο απτό και το καθηµερινό, χωρίς να
σηµειώνεται η παραµικρότερη λαθροχειρία. Χρειάστηκε γι’ αυτό µία ισχυρή αντίσταση στο
χριστιανικό υπερεγώ που σχηµατίσανε µε τις προσχώσεις τους οι δεισιδαίµονες µέσοι αιώνες»,
ELITIS, O. (1993), p. 20.
766 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
92
«Από τους πολυπόδες των κρητικών αγγείων ή τα φτερόψαρα των πρόσφατων τοιχογραφιών της
Σαντορίνης, από τα γυµνά στήθη των µινωικών γυναικών ή τις τρίαινες των ψηφιδωτών της ∆ήλου,
από το θαλασσινό ανάµεσα σε δυο κολόνες άνοιγµα κάποιου ναού ή το γεωµετρικό καθήλωµα ενός
αυλητή σε µάρµαρο παριανό, ξεσηκώνεται, σαν αέρας ελαφρότατου γραιγολεβάντε, κάποια αίσθηση
“άγια”, όπως θα λέγαµε πρωθύστερα, που χωρίς καµία δυσκολία έρχεται να καθίσει, σαν να µη
συνέβαινε τίποτα, στον ασβέστη των εξωκλησιών, στα µελαψά πρόσωπα των οσίων της Ορθοδοξίας,
στις αψιδωτές καµάρες των σπιτιών της Σίφνου ή της Αµοργού, στα µπλε και στα κίτρινα της πιο
φτωχής ψαρόβαρκας. Η απαρίθµηση φαίνεται αυθαίρετη, κουραστική. Ως ένα σηµείο είναι, άλλωστε,
σκόπιµα σπρωγµένη, ώστε να δείξει κάτι που συντελείται πολύ πιο µυστικά στις ψυχές µίας
κοινότητας όπου οι φυσικές δυνάµεις, συγκρατηµένες δώθε και κείθε από την υπερβολή (τη µεγάλη
µάστιγα των πολιτισµών µας), έχουνε πάντοτε την τελευταία λέξη ―θέλω να πω, µας δίνουνε να
καταλάβουµε µε ποιον τρόπο γίνεται να ηττάται ο χρόνος», Ibidem, pp. 21-22.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 767
93
«Comentario al Axion Estí»: «Το ελληνικό µέτρο που επέστρεφε µετά την αποχώρηση των
βαρβάρων και καταργούσε τα τερατολογικά στοιχεία, εξανθρωπίζοντας τα πάντα», KEJAYOGLU, Y.
(1995), p. 50.
94
«Πρώτα σύρθηκαν µε δύναµη / και ψηλά πάνω από τα µπεντένια ξεκαρφώθηκαν πέφτοντας / οι
Εφτά Μπαλτάδες / καταπώς η Καταιγίδα / στο σηµείο µηδέν όπου ευωδιάζει / απαρχής πάλι ένα
πουλί / καθαρό παλιννοστούσε το αίµα / και τα τέρατα έπαιρναν την όψη ανθρώπου / Τόσο εύλογο το
Ακατανόητο», ELITIS, O. (2002), p. 122.
95
«Incensar lo sublime», XIII (El Pequeño Pautilo): «Μας χρειάζεται µία νοµοθεσία που να
διαµορφώνεται όπως το δέρµα επάνω µας τον καιρό που µεγαλώνουνε. Κάτι νεανικό και δυνατό
συνάµα, σαν το ἐν δι’ὕδατ’ἀενάοντα ή το θαλερὸν κατὰ δάκρυ χέοντες. Έτσι που να µπορεί κείνο που
γεννά ο άνθρωπος να ξεπερνά τον άνθρωπο δίχως να τον καταπιέζει», Ibidem, p. 514.
96
«Grecia es el país dorado de la Poquedad que inutiliza el valor del número», dice Elitis en la prosa
«Señuelos para nadie» («Η Ελλάδα είναι η χρυσή χώρα της Λιγοσύνης που αχρηστεύει την αξία του
αριθµού»), ELITIS, O. (1993), p. 256.
768 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
97
A lo largo de los poemas de «La Pasión» la referencia, en ocasiones victimista, a la pobreza
económica de Grecia, que sin embargo se traduce en una inmensa riqueza espiritual y cultural, es
constante en su contraposición a los pueblos ricos y opulentos del Norte, los cuales carecen por contra
de esta moral precisa que pueda convertirlos en hombres de pleno derecho.
98
Acerca de la expansión de los valores griegos de humanidad perfecta y comunicación
determinista entre la naturaleza y todos los estratos de la cultura o la ética ha hablado ya entre otros
Eratoscenis Capsomenos en su artículo «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό
σύστηµα», cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 58-59.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 769
99
Cfr. «La pintura contemporánea», YANÓPULOS, P. (1988), p. 37.
100
En su «Llamamiento al público griego», dice dirigiéndose a sus compatriotas: «Y puesto que el
HECHO es éste, tenéis graves, SOBREHUMANOS DEBERES que cumplir. Si no los cumplís no
tenéis ningún derecho a llamaros GRIEGOS. […] Y el DESTINO del griego en este mundo, era y es
en todas las épocas, HOY y MAÑANA: LA HUMANIZACIÓN DEL UNIVERSO» («Και επειδή το
ΓΕΓΟΝΟΣ είναι αυτό, έχετε βαρύτατα, ΥΠΕΡΑΝΘΡΩΠΑ ΚΑΘΗΚΟΝΤΑ να εκτελέσετε. Χωρίς να
τα εκτελείτε δεν έχετε κανένα δικαίωµα να φέρετε το όνοµα ΕΛΛΗΝ. […] Και ο ΠΡΟΟΡΙΣΜΟΣ του
Έλληνος εις τον Κόσµον αυτόν, ήτο και είναι εις κάθε εποχήν. ΣΗΜΕΡΑ και ΑΥΡΙΟΝ: Ο
ΕΞΑΝΘΡΩΠΙΣΜΟΣ ΤΗΣ ΟΙΚΟΥΜΕΝΗΣ», Ibidem, pp. 234-235.
101
«Βλέπεις τη θάλασσα µουντή κάτω από το ψιλόβροχο και συλλογίζεσαι µία χαµένη ελληνική
αυτοκρατορία. Για χάρη της γλώσσας, όχι για τίποτε άλλο», ELITIS, O. (2002), p. 537.
770 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
parte, basta con saber —tomando ejemplo de la Tierra, que permite la vida por
encontrarse a la distancia justa del Sol— mantenerse a la distancia justa del gran e
invisible sol moral de nuestro mundo interior»102. Al igual que en el poema de El
Pequeño Pautilo que ya he citado en varias ocasiones ocurría a partir del cuerpo
intersticial y blanco de una muchacha, se diría que el objetivo de Elitis es conseguir
que «los francos se helenicen». Un imperio, el imperio de esa «Grecia que casi fue»,
según el ensayo tardío en que propone la idea de un helenismo dueño en un futuro
incierto de todo el mundo ―hegemónico al menos respecto a unas naciones europeas
que incluso llegan a pedirle ayuda militar103―, que se basa en la lengua y en las
producciones culturales y lleva siglos de ventaja en cuanto a civilización y
102
«Μία µέρα, η µικρή αυτή Ελλάδα µπορεί να µην είναι και τόσο µικρή. Συνέβη ήδη δυο φορές
µέσα στην ιστορία, κι αυτό στο πείσµα του νόµου των πιθανοτήτων. Φυσικά, δεν το λέω τόσο επειδή
οραµατίζοµαι την κυανόλευκο να κυµατίζει σε πιο εκτεταµένα σύνορα όσο επειδή θα ήθελα κάποτε
και οι µικροί σου Τάταροι της Κριµαίας και οι µεγάλοι σου πιστολάδες του Τέξας να συναντηθούν
και να εξισορροπηθούν πάνω σε µία ιδέα που το µεγαλείο της να είναι το ίδιο, είτε πρόκειται για το
Μυρτώο πέλαγος είτε για τον Ατλαντικό ωκεανό, είτε για τον Αχελώο είτε για τον Μισσισσιππή. Να
καταλάβουν όλοι ότι το χρυσό δέρας της ανθρωπιάς γίνεται να το κερδίσουν οπουδήποτε, αρκεί να
ξέρουν ―παίρνοντας παράδειγµα από τη Γη, που για να βρίσκεται στη σωστή απόσταση από τον
Ήλιο επιτρέπει τη ζωή― να κρατιούνται στη σωστή απόσταση από του µέσα κόσµου τον µέγα και
αόρατο ηθικόν τους ήλιο», ELITIS, O. (1993), pp. 152-153.
103
Se trata de una ensoñación que supera lo meramente atópico para presentar al Estado griego,
junto con Chipre, a la cabeza de las naciones del mundo, garantizando precisamente su integridad
frente a las amenazas de barbarización. El texto podría pasar por el delirio de un nacionalista
visionario: «Y me refiero a las perturbaciones cosmogónicas que sacudieron a la humanidad al
principio del siglo XXI. No hay hombre que conozca su destino, aparte de que los datos de los
calendarios se dan según las ganas y las necesidades del momento. / En el suplemento dominical del
periódico Imerisía, el único que se ha salvado de aquellos días, recogemos lo siguiente: /
“…telegramas urgentes de la agencia Reuter desde Londres señalan el peligro que se cierne sobre el
conjunto de la población británica, que corre el riesgo de quedar alterada por la incursión de viejos
colonizados indios, principalmente de la tribu del Punjab. La ocupación de toda la franja sudoriental
suscita el peligro de una futura división de la isla o de la formación de un estado dual. Fuerzas
militares del Reino Unido de Chipre acuden rápidamente en auxilio, en paralelo con los dos batallones
del ejército que había prometido Grecia, si nuevos obstáculos no hubieran impedido el cumplimiento
inmediato de la misión. Un extraño tipo de guerra comienza a perfilarse, donde ya no están en juego
tierras sino todos estos nombres. Así, Francia llama a Grecia, que conoció su amistad en el pasado, a
no olvidarla y acudir en su ayuda para la defensa del nombre de Lorena frente a las intenciones de
Luxemburgo de apropiárselo. No hay noticia de enfrentamientos, pero…” / Desgraciadamente, no se
conserva nada más» («Και αναφέροµαι στις κοσµογονικές αναταραχές που έπληξαν την ανθρωπότητα
στην αρχή του εικοστού πρώτου αιώνα. ∆εν υπάρχει άνθρωπος που να γνωρίζει τί του µέλλεται, των
ηµερολογίων άλλωστε τα στοιχεία δίδονται κατά τις ορέξεις της στιγµής και τις ανάγκες. / Στο
κυριακάτικο φύλλο της εφηµερίδας “Ηµερησία”, το µοναδικό που διασώθηκε από τις µέρες εκείνες,
περισυλλέγουµε τα ακόλουθα: / “…επείγοντα τηλεγραφήµατα του πρακτορείου Ρώυτερ από το
Λονδίνο επισηµαίνουν τον κίνδυνο που διαγράφεται για τη σύνθεση του Βρετανικού πληθυσµού, που
κινδυνεύει ν’ αλλοιωθεί από την εισβολή παλαιών Ινδών αποίκων, κυρίως της φυλής των Παν-Τζάµπ.
Η κατάληψη ολόκληρου του νοτιοανατολικού τµήµατος δηµιουργεί κινδύνους για µελλοντική
διχοτόµηση της νήσου ή σχηµατισµό δυαδικού κράτους. ∆υνάµεις στρατιωτικές του Ηνωµένου
Βασιλείου της Κύπρου σπεύδουν εις βοήθειαν, παράλληλα προς τα δυο σώµατα στρατού που
ανήγγειλε η Ελλάς, εαν καινούριες δυσχέρειες δεν παρεµπόδιζαν την άµεση εκτέλεση της αποστολής.
Ένα παράδοξο είδος πολέµου αρχίζει ν’ αναφαίνεται, όπου δεν διακυβεύονται πλέον εδάφη αλλά
αυτά τούτα τα ονόµατα. Έτσι καλεί η Γαλλία την Ελλάδα, που εγνώρισε πάλαι ποτέ την φιλία της, να
µην την λησµονεί και να προστρέξει σε βοήθειάν της για την προάσπιση του ονόµατος της
Λωρραίνης απέναντι στις προθέσεις του Λουξεµβούργου να το οικειοποιηθεί. Συγκρούσεις δεν
αναφέρονται αλλά…”. / ∆υστυχώς καµία άλλη συνέχεια δεν διασώζεται», ELITIS, O. (1999), p. 78.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 771
humanidad a una Europa que sólo recientemente y tras un gran esfuerzo ha logrado
domar su salvajismo inherente, originado por su separación del ónfalos que ha
dictado a los griegos una humanidad espontánea: «En el brevísimo intervalo
transcurrido entre cinco versos de Íbico y otros tantos de Calvos, el conjunto de
pueblos que después ha acabado componiendo los estados de Europa, tal como la
conocemos ahora, ha tenido tiempo de dejar atrás su primitivismo y su omofagia»104.
A pesar de todo ello, Elitis sigue insistiendo en lo atópico; pretende hacer de Grecia
el nombre no de un lugar, sino de otra cosa, de un gesto potencialmente ubicuo, de
un paquete de valores transplantables a cualquier espacio. Para protegerse contra las
acusaciones de nacionalismo lo disfraza, de hecho, de sentimiento universalista que
funda y articula todo aquello que podría entenderse como su proyecto (a)político, que
es también poético ―un proyecto regido y liderado por la singular grecidad que
atesora aun sin quererlo todo artista verdadero― y humano: extender a todo el
cosmos la metaforicidad poiética, la construibilidad escritural y la mediaticidad
heliotrópica de una humanidad suprema, que residen en el ónfalos del Egeo:
«Querría conversar con usted sobre otra cuestión, me refiero a mi grecidad. Para mí
no es un tema nacional o local. Jamás, de ningún modo, he sido chovinista. Grecia
simboliza para mí determinados valores y elementos que pueden enriquecer en todas
partes los espíritus universales. Siendo griego, trato de mostrar precisamente esos
valores en un nivel universal. No es una tendencia nacionalista la que me anima a
hacer esto»105. De este modo, Grecia volvería a ser «cuna de la civilización»,
encabezaría una suerte de nuevo clasicismo capaz de guiar a Occidente hacia una
renovación total que lo mejorase y lo condujese hacia una profunda regeneración,
hacia un reorigen ―que es también una revirginización, el regreso al origen de la
historia pero también a la pureza y a la inocencia de un estado de naturaleza que, una
vez más, sólo podría serlo de sobrenaturaleza artificialmente reelaborada en su
indemnidad― semejante al que se encuentra emblematizado ya en el ónfalos o el
hiato. Un cierto retorno de la Antigüedad se habría, pues, cumplido, sancionando la
diacronicidad o la suprahistoricidad de lo griego y concediéndole, más allá de sus
condiciones políticas presentes, una importancia capital en la cultura de nuestro
tiempo. Grecia sería así, en consecuencia, no ya ese Estado exótico, depositario de un
104
«Στο συντοµότατο διάστηµα που µεσολάβησε ανάµεσα σε πέντε στίχους του Ίβυκου και άλλους
τόσους του Κάλβου, πρόφτασε ν’ αφυπνιστεί από τον πρωτογονισµό και την ωµοφαγία της η οµάς
των λαών που επέτυχε στην συνέχεια να συγκροτήσει τα κράτη της Ευρώπης, όπως τα γνωρίζουµε
σήµερα», Ibidem, p. 63.
105
«Analogías de luz»: «Θα ήθελα να συζητήσω µαζί σας ένα άλλο ζήτηµα, εννοώ την
ελληνικότητά µου. ∆εν είναι για µένα µία υπόθεση εθνική ή τοπική. Ουδέποτε και µε οποιοδήποτε
τρόπο ήµουν σωβινιστής. Η Ελλάδα συµβολίζει για µένα ορισµένες αξίες και στοιχεία που µπορούν
παντού να εµπλουτίζουν τα παγκόσµια πνεύµατα. Όντας Έλληνας, πασχίζω να δείξω αυτές ακριβώς
τις αξίες σ’ ένα παγκόσµιο επίπεδο. ∆εν είναι µία ροπή εθνικιστική ό,τι µε εµψυχώνει να κάνω αυτό
το πράγµα», ELITIS, O. (1979), p. 189.
772 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
legado común, situado en los márgenes del continente, sino el rostro mismo de la
potencia oriental que, en el arte moderno, trata de resacralizar a un Occidente que se
percibe como epigonal y desgastado. Aun cuando conserve su sustancial atopicidad,
Grecia debe asumir, por tanto, un valor preponderantemente oriental. Al igual que en
el heliocentrismo elitiano, el centro se desplaza pues a los márgenes: el «verdadero
rostro» de Grecia se encuentra en uno de sus extremos.
2.4.2.3. El centro en los márgenes: la Grecia oriental o los otros del único
106
En realidad, por diversos motivos históricos, Grecia y su área de influencia se ha configurado en
diferentes períodos como un espacio oriental. Desde el momento mismo de la romanización, en que el
centro político y cultural se desplaza hacia Roma, el griego y en general lo griego pasa a considerarse
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 773
el margen oriental, si bien inmensamente prestigioso, de la civilización. Esta brecha se ahondará aún
más cuando el Imperio se divida y Constantinopla, la Nueva Roma, pase a ser la capital del Imperio
Romano de Oriente. Durante toda la Edad Media y hasta el Renacimiento, los territorios que hoy
configuran Grecia constituyen para la Europa occidental un otro no menos desconocido que los
distintos imperios árabomusulmanes que luchan con ella por la supremacía en el Mediterráneo. No es
extraño, por tanto, que aquellos que buscan una especificidad antioccidental (pero a la vez autóctona)
en Grecia recurran a todos esos períodos: un preclasicismo marcado por lo irracional ―frente a la
franja de los siglos V y IV que Europa reclama como su origen― y, sobre todo, un bizantinismo que
se considera la gran patria perdida del helenismo.
107
En los primeros versos del poema «Ad libitum», donde la cuestión de la grecidad y su poder
regenerador se trata abundantemente, Elitis se declara europeo sólo a medias: «Tengo alfa años y soy
europeo hasta la cintura / de los Alpes o de los Pirineos / no he tocado jamás la nieve» («Είµαι άλφα
χρονών κι Ευρωπαίος έως τη µέση / των Άλπεων ή των Πυρηναίων / το χιόνι µήτε που άγγιξα ποτέ»,
ELITIS, O. (2002), p. 458.
774 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
resiste a ser ella misma en un retorno temporal al pasado clásico, sino asimismo en la
persistencia de su identificación con la potencia oriental, poiética y atópica que la
constituye. Esa grecidad desaparece devorada por una mundialización ―que Derrida
llamó con acierto mundialatinización― que convierte en ocasiones a Elitis en una
suerte de «último griego», tal como caracteriza al emperador Constantino Paleólogo
vencido en la incursión definitiva de los turcos en Bizancio, en la pérdida pues del
centro marginal, oriental, del helenismo, que sigue sobrevolando espectralmente el
imaginario nacional, desapropiando su posible identidad moderna y sometiéndolo a
un constante desplazamiento fuera de sí con el que poder construirse sin pérdidas. El
poeta viene por lo tanto a traer la voz griega, desencajante, poiética, a la
contemporaneidad, a garantizar con su poesía la permanencia de la fuerza
regeneradora que constituye el verdadero rostro de Grecia. El poeta es la
certificación de este otro retorno de Grecia, la seguridad de que se va a «mantener el
contacto» y va a seguir existiendo una respuesta afirmativa a la llamada profunda de
la grecidad, al compromiso expresivo y vital que solicita desde una anterioridad
indecidible. De este modo Grecia sólo puede ser nuevamente retorno, re-velación
parcial, diferición de lo propio, huella de huella, centralidad en un margen
inalcanzable en la medida en que se dilata siempre más. Pero es también la soledad
de la voz aislada: como dice en el «Comentario al Axion Estí», Elitis percibe que los
destinos de Grecia y el Poeta están unidos: ambos vienen a pregonar lo (im)posible, a
profetizar la construibilidad de una nueva utopía en tiempos de indigencia. La poesía
o Grecia son, por lo tanto, una quiebra en la opacidad de la civilización moderna, un
espacio de adviento o esperanza y, a la vez, de comunicación con la alteridad. De ahí
que el poeta griego, portavoz de los valores de la grecidad, se sienta fuera de lugar:
«personalmente / me siento como un ciprés engañado // al que no le ha quedado ni
una lápida / sólo solares vacíos piedras vallas / y el desolado bóreas / azotando en lo
alto los muros de las fábricas»111; en estas fábricas, emblema del capitalismo
occidental y la tecnociencia (basados en la fuerza del número), estamos encerrados
como antes en la historia, lejos de Grecia: «todos allí encerrados trabajamos como /
en otro tiempo dentro de la Historia»112. Occidente ha generalizado sobre todo un
sentido de la masa que se opone a la singularidad plenamente humana del hombre
griego surgido en el ónfalos del Egeo; por eso, en el mismo poema «Ad libitum»,
donde se tematiza una problematicidad entre lo griego y lo europeo, el poeta se
dispone a tomar un avión que lo arrastrará por el cielo a la deriva, en busca del
retorno a la patria perdida, como la imagen especular y moderna de un Ulises perdido
111
«Ad libitum»: «προσωπικά / νιώθω σαν αποπλανηµένο κυπαρίσσι // που δεν τού ’µεινε καν µία
πλάκα τάφου / µόνον άδεια οικόπεδα κοτρόνια µάντρες / κι ο απαρηγόρητος βοριάς / χτυπώντας πέρα
στα ψηλά τα τείχη των εργοστασίων», ELITIS, O. (2002), p. 458.
112
«Έγκλειστοι όλοι µας εκεί δουλεύουµε όπως / άλλοτε µέσα στην Ιστορία», Ibidem, p. 458.
776 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
113
«Αναλογίζεσαι τα όριά σου / πάντοτε µέσα στο κοπάδι / που τ’ οδηγεί µία συνοδός εδάφους /
αδιάφορη εντελώς για την προσωπική σου τύχη», Ibidem, p. 460.
114
La cita final es de Odisea, XI, vv. 18-23, y podría traducirse así: «El pueblo y la ciudad de los
cimerios están cubiertos de nubes y viento, y este sol resplandeciente no los ha iluminado jamás con
sus rayos… sino que se ha extendido una falsa noche sobre los atemorizados mortales». El original de
Elitis es el siguiente: «Τί σόι πολιτισµένοι θά ’µασταν / αν ο νους µας δεν πήγαινε ολοένα στην /
Κιµµερία τη δύσµοιρη / που κατάντησε στα χρόνια µας / να θεωρείται λέει κι αξιοζήλευτη // όταν εδώ
ένας Όµηρος πάντοτε µε την πρέπουσα / σε φορέα της ελληνικής αξιοπρέπεια / έστεργε απλώς να
συµπονεί: / Κιµµερίων ἀνδρῶν δῆµός τε πόλις τε / ἠέρι καὶ νεφέλῃ κεκαλυµµένοι / οὐδέ ποτ’αὐτοὺς
Ἠέλιος φαέθων καταδέρκεται ἀκτίνεσσιν… ἀλλ’ / ἐπὶ νὺξ ὀλοὴ / τέταται δειλοῖσι βροτοῖσι», Ibidem, pp.
463-464.
115
«Μόλο που / από τις τοιχογραφίες της Θήρας κι από τα ψηφιδωτά / λάµποντα της Ράβεννας
άγγελµα θεϊκό εξακολουθεί / να εξαποστέλλεται άµεσα // όπως κείνο το κάτι επιπλέον κι ασύλληπτο /
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 777
La llamada se renueva, la misma voz del poeta viene a renovarla en un doble sentido:
replanteándola una vez más con el fin de mantenerla viva en nuestro mundo, y
respondiéndola gracias a sus poemas, que funcionan, podemos suponer, como los
frescos de Tera. Se mantiene de hecho como testimonio de la belleza o el milagro,
como imagen (είδωλο) heliotrópica de una alteridad que constituye una promesa (a
la par que una posibilidad, la posibilidad de lo griego) y vaga, como el propio Ulises,
por el cosmos, a la espera de una respuesta que no parece llegar; entre los «escitas»,
los bárbaros no griegos hoy representados por los occidentales, escenifica un retorno
diferido del Mediterráneo, de esa mediaticidad que encarna Grecia: «hasta que nos
convirtamos en hombres a los que no castigue la salud / viajará vagando por el
espacio / una Belleza no golpeada por nadie // imagen que aún // sabe conservar el
aire del olivo / entre los Escitas / y regresará a nosotros / como un bello eco del
Mediterráneo / oloroso aún a cabra marina»116. Pero nadie responde: el nuevo Ulises,
depositario de este deseo de retorno que trae a Grecia heliotrópicamente sobre el filo
de su propia búsqueda, comprueba que nadie sabe ya hablar en griego, nadie acepta
ya esta restancia oriental ni está dispuesto a articularse sobre ella: «un Odiseo para
otro117 / sobre una balsa / desde hace siglos // grito en griego y nadie me responde //
es que ya a nadie le importa / qué quiere decir reflejo del mediodía / cómo y por
dónde se apoya la omega en la alfa / quién a fin de cuentas desconecta el Tiempo»118.
Sin embargo es esto, este «algo más», lo que permite a Grecia resistirse a la
mundialatinización y construirse paralógicamente como el otro del único. Un
Oriente inabsorbible del todo por la maquinaria occidental de las Luces en la medida
en que constituye una huella no dialectizable. Sucedería lo mismo, lo hemos visto, en
el caso contrario: ante una hipotética pertenencia oriental, Grecia presentaría siempre
un exceso que la determinaría como el espectro de un otro. No obstante, Occidente
representa la cultura hegemónica universal; Grecia desea sentirse integrada en él,
pero no a cualquier precio: no como un mero comparsa insertado en un sistema de
που για µία στιγµή ο γηραιός αλιέας / αντιλαµβάνεται άστραψε / ύστερα τ’ αλησµονάει πάει στην
Αγορά κι απ’ το πανέρι του / άχνα χρυσή εξακολουθεί ν’ ανέρχεται // η ποίηση ανέρχεται // άλλη µία
φορά / χάνεται από την υπόστασή σου Έλληνα σκληροτράχαλε / να εµπνέεσαι άντε», Ibidem, p. 464.
116
«Εωσότου γίνουµε άνθρωποι που να µη µας ανιά η υγεία / θα ταξιδεύει παραπλανητικά µέσα
στο διάστηµα / κάποια µη χτυπηµένη από κανέναν Οµορφιά // είδωλο που ακόµη // ξέρει να διατηρεί
το ύφος του ελαιόδεντρου / ανάµεσα στους Σκύθες / και θα µας επιστραφεί / σαν ωραία ηχώ από τη
Μεσόγειο / µυρίζοντας ακόµη πελαγίσιο γίδι», Ibidem, p. 466.
117
El nombre Οδυσσέας en griego moderno hace referencia tanto al Ulises homérico como al
nombre de pila del propio poeta, epígono pues ―como el «último griego»― de ese héroe de la
Antigüedad que se encontraba entre los hombres y los dioses y gracias a ello proyectaba en su
búsqueda dinámica y azarosa el espíritu de la grecidad.
118
«Ο ένας για τον άλλονα Οδυσσέα / πάνω σε µία σχεδία / αιώνες τώρα // φωνάζω ελληνικά κι
ούτε που µου αποκρίνεται κανείς // είναι που πλέον δε νογάει κανένας / τί παέι να πει αντανάκλαση
µεσηµεριού / πώς κι από πού ακουµπάει τ’ ωµέγα στο άλφα / ποιος εντέλει αποσυνδέει τον Χρόνο»,
Ibidem, p. 466.
778 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
diferencias, sino como la diferencia misma, como el origen remoto que ahora podría
ser reorigen nuevamente, factor de regeneración, gracias a su suspensión entre el
afuera y el adentro. Grecia no se limita a ser occidental, tiene fuertes componentes
orientales a los que es preciso atender en este instante y que la hacen trascender la
mera condición de contenido de una serie: es también el punto de fuga, la escansión
de dicha serie, la posibilidad de reconstruirse o reformularse de acuerdo con nuevos
criterios. Elitis expone esta doctrina de la doble pertenencia ―que no es, en
cualquier caso, subordinación a una norma superior― y del orientalismo griego en
un texto clave: la entrevista con Ivar Ivask que supuso su presentación en Occidente;
en ella incide, ya al final, en el juego de inclusión-exclusión que puede hacer
perceptible a Grecia como un exotismo familiar, partícipe a la vez del encanto de lo
desconocido y del placer sereno del reconocimiento: «Me he dado cuenta de que se
muestra usted siempre un tanto perplejo cuando contrapongo los griegos a los
occidentales o los europeos. No es culpa mía. Por supuesto, nosotros los griegos
pertenecemos políticamente a Occidente. Formamos parte de Europa, parte del
mundo occidental, pero al mismo tiempo Grecia nunca ha sido sólo eso. Ha existido
siempre una parte oriental que ha ocupado un importante lugar en el espíritu griego.
Los valores orientales fueron asimilados a lo largo de la Antigüedad. En el griego
existe una parte oriental que no debería desatenderse. Por esa razón he hecho la
aclaración»119. Pero el rostro amable que muestra esta suerte de operación de
marketing exterior, que alude a Grecia como la dialéctica irresoluble y dinámica
entre lo oriental y lo occidental ―afirmación con la cual pretende incitar a Europa y
América a atender a la dimensión de alteridad respecto a sí mismas que lo griego, eso
que consideran sus propias raíces gracias a la imagen neoclásica que sigue
predominando entre sus intelectuales, presenta a lo largo de la historia; de algún
modo, Elitis trata de desautorizar la célebre frase de Shelley: no «todos somos
griegos»―, se diluye en otros textos de consumo digamos interno, donde se atribuye
a Grecia la cualidad de fuerza de oposición oriental contra la decadencia de
Occidente. En ellos, Elitis resulta mucho más beligerante, y adopta incluso el tono de
un moralismo reaccionario que no difiere en exceso de los discursos populistas de
ciertas corrientes nostálgicas de la premodernidad. Se trata en especial del Axion
Estí120 y del «Comentario», donde uno de los encabezamientos en el esquema que se
119
«Analogías de luz»: «Πρόσεξα ότι δείχνετε πάντα κάπως απορηµένος, όταν αντιπαραβάλλω τους
Έλληνες µε τους ∆υτικούς ή τους Ευρωπαίους. ∆εν φταίω εγώ. Βεβαίως, εµείς οι Έλληνες ανήκουµε
πολιτικά στη ∆ύση. Είµαστε µέρος της Ευρώπης, µέρος του δυτικού κόσµου, αλλά ταυτόχρονα η
Ελλάδα ουδέποτε ήταν µονάχα αυτό. Υπήρχε πάντοτε η ανατολική µεριά που κατείχε µία σηµαντική
θέση στο ελληνικό πνεύµα. Οι ανατολικές αξίες συγχωνεύτηκαν στη διάρκεια της αρχαιότητας. Στον
Έλληνα υπάρχει µία ανατολική µεριά που δεν θά ’πρεπε να παραµελείται. Γι’ αυτό το λόγο έκανα τη
διευκρίνιση», ELITIS, O. (1979), p. 202.
120
Donde, a pesar de todo, la dialéctica entre lo occidental y lo oriental, lo clásico y todo lo demás,
vuelve a manifestarse. Los dioses clásicos o el arte de la Grecia antigua tutelan en todo momento el
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 779
cosmos textual generado por Elitis, como si quisieran darle un marchamo de grecidad auténtica, una
grecidad fundamentada como estamos viendo en los constantes regresos. Así, si al final del «Génesis»
el Poeta contempla, antes de sumergirse plenamente en la historia con «La Pasión», «por un momento
las Rectas Columnas la Metopa con Fuertes Animales / y Hombres que portaban la Sabiduría de
Dios» («για µία στιγµή τους Όρθους Κίονες τη Μετόπη µε Ζώα ∆υνατά / και Ανθρώπους φέρνοντας
Θεογνωσία», ELITIS, O. (2002), p. 133), lo cual parece hacer alusión al Partenón y constituye el enlace
que permitirá el regreso de lo griego más allá de la historia, en «El Gloria», una vez que ese retorno se
haya consumado, las figuras de dioses clásicos o las estatuas que los representan aparecerán
recurrentemente para sancionar el helenismo diacrónico de este compendio textual, su autenticidad y
su difusión hacia todos los tiempos y todas las direcciones.
121
«Κόσµος του παραφθαρµένου ∆υτικοχριστιανικού πολιτισµού που είναι ανάγκη να ξορκιστεί µε
νέα όπλα», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 41.
122
Cfr. Ibidem, p. 41.
123
Cfr. por ejemplo la obra de Joseph de Maistre (1753-1821), que se volvió a los pueblos de Asia
como portadores de una vivencia más original susceptible de ser adaptada a un degenerado Occidente,
VIATTE, A. (1979), p. 81.
124
RÉVOLUTIOP SURRÉALISTE, LA: Collection Complete (1975), nº 3, abril 1925, p. 11.
780 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
figura del Dalai Lama, fuente de una nueva religiosidad laica y más humana para
Europa125. Inmediatamente después, «L’Europe et l’Asie», artículo de Théodore
Lessing, glosa la superioridad de Asia sobre nuestro continente126, para concluir con
la colectiva «Lettre aux écoles du Bouddha»127, en que se pide sin ambages a los
asiáticos ―un asiatismo geográficamente poco definido― que invadan Europa y
destruyan todos los grandes monumentos de nuestra civilización con el fin de
librarnos de la herencia de la Ilustración y reconstruir nuestra experiencia colectiva
sobre la base de un irracionalismo más poético. Es bien conocido, en la misma línea,
el desprecio de Breton por la Antigüedad grecolatina, a la que consideraba
responsable de la alienación occidental del espíritu mágico que regía entre los
pueblos preclásicos o «bárbaros» de Europa. Pese a la invitación reiterada de los
surrealistas griegos, de hecho, el jefe del grupo francés se negó a visitar Grecia por
este motivo128. Contra el clasicismo, por tanto, los surrealistas reivindican ciertos
estratos preclásicos u orientales de la grecidad que consideran reprimidos129, como es
el caso de la filosofía de Heráclito, evidente punto de enlace para Elitis entre el
helenismo del que es heredero y portavoz y el irracionalismo de las vanguardias
literarias (y, asimismo, de estos dos con su admirado Hölderlin). Y, si bien Breton
rechaza la claridad de la luz mediterránea frente a las misteriosas y mágicas nieblas
del Norte, y considera al griego el error fundacional de una cultura que habría hecho
mejor atendiendo a sus presuntos márgenes orientales («“Tened siempre presentes a
los persas, a los camboyanos y un poco al egipcio. El gran error, por muy bello que
sea, es el griego”»130), Elitis y sus compatriotas surrealistas reformulan estas
consideraciones e incluso las invierten: la luz griega es el territorio del misterio
poiético, de la magia de lo superreal, mientras que las nieblas nórdicas sólo pueden
albergar la opacidad ontológica y la clausura de los sentidos que encarnan las Luces.
Es en lo griego, en lo verdaderamente griego, no alienado por las imágenes
museísticas de Occidente, donde de hecho podría localizarse el auténtico impulso
que mueve al surrealismo en la esfera de lo estético y lo existencial. Si Breton lo
ignora, es únicamente porque no ha querido ahondar en las condiciones profundas de
la grecidad. Las cuales no difieren en exceso del irrealismo o la magia que Breton
encuentra, en un texto tardío, en la cultura celta que el Imperio Romano ―al que
125
Ibidem, pp. 16-17.
126
Ibidem, p. 20.
127
Ibidem, p. 22.
128
Cfr. CUTRIANU, E. (2004), p. 419.
129
«Minotaure est le gardien, le détenteur des secrets du labyrinthe. Il est l’incarnation des
puissances de la démesure, de cette bestialité que la culture grecque n’a cessé de vouloir juguler. Pour
ces valeurs mêmes dont l’histoire a figé le sens, Minotaure est devenu l’emblème du surréalisme, son
allié le plus sûr dans son combat contre les excès du rationalisme», OTTINGER, D. (2002), p. 47.
130
Citado en DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1976), p. 34.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 781
131
«Le surréalisme et la tradition», 1956, BRETON, A. (1996), pp. 135-136.
132
¿Cómo entender, si no es gracias a esta reducción del surrealismo a puro gesto estético, en
ocasiones mera pose reaccionaria en el fondo, que Elitis admitiera o incluso pretendiera convertirse,
con una obra aparentemente rompedora y vanguardista como el Axion Estí, en poeta nacional? Estas
prebendas sociales y colectivas resultaban de partida inadmisibles para los surrealistas franceses, que
sólo cayeron en situaciones semejantes tras romper explícitamente con el grupo (Éluard, Aragon). Los
surrealistas griegos, sin embargo, mantuvieron con la mayor naturalidad este doble discurso que era
capaz de integrar, como veremos, a la Ortodoxia entre los factores de renovación estética y moral.
782 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
133
Cfr. CALOTYCHOS, V. (2003), p. 168.
134
Calotychos se ha referido a ello de manera especialmente brillante: «Only the Greek version was
dependent on a space transformed by the diachrony of Hellenism that in its early, post-Catastrophe
poetics until World War II engaged a Western, or European, discourse of Hellenism, to the exclusion
and repression of Greece’s spatial syndromes and disturbing recent historical contingencies. This
definition of Hellenism distinguished between Western and Eastern traits of Hellenism and Greek
intellectuals positioned themselves on either side of this divide. Theotokas chose a Western
orientation. The later Nobel Laureate, and youngest member of this modernist generation, Odysseas
Elytis, incorporated a more ‘Eastern’ identity for Hellenism. A study of his earliest work will point to
the conventionalism and ideological mediation of identity along the axis of an East/West polarity and
will allow us to examine the meaning Greek modernists ascribed to terms as ‘eastern’ in varying
rhetorical and cultural spaces. For travelling eastwards is, I argue here, a recurrent topos in this flight
from urban reality, and Greek political reality post-1922», Ibidem, p. 167. A lo largo del capítulo que
le dedica en su libro, Calotychos ha analizado incluso las implicaciones orientalizantes respecto a
Grecia de sus primeros poemas surrealistas.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 783
135
En el cual dice dirigirse, dentro de ese territorio atópico y diacrónico del helenismo, a una
Constantinopla imaginada, que sigue constituyendo su centro de gravedad espiritual; es un regreso
soñado, una suerte de retorno a Jerusalén y, por tanto, al ónfalos cósmico: «Navego rasgando los
chasquidos nacarados del Mediterráneo, en dirección a Constantinopla, siempre en contra del
maestral, también llamado Zriikio» («Πλέω αντικτυπώντας τους σεντεφένιους πλαταγισµούς της
Μεσογείου, µε κατεύθυνση την Κωνσταντινούπολη, ορτσάροντας συνέχεια καταπάνω στον µαΐστρο,
τον άλλως ονοµαζόµενο Θρηίκιο»), ELITIS, O. (1999), p. 79.
136
«And so his quest for the transcendent in the terrestrial topography of Greece, most notably
presented in Elytis’s phrase ‘This World The Great The Small’ rests in a belief in apocatastasis, or
redemption, of fallen matter. Be this matter cleansed in Hellenism or the Divine, it is to be realized, in
the 1950s and the 1960s, only in the over-site of a cultural topography further east —be it Elytis’s
Aegean or Seferis’s Cyprus. This flight is compelling for its contradiction: by travelling elsewhere, we
locate an autochthonous essence in the heterotopias of Hellenism. Significantly, Greek claims for a
regenerative ‘easterness’ chart their way by routes that wilfully avoid, sidestep, or repress the present
of any Turkish element or borrowing», CALOTYCHOS, V. (2003), p. 175.
137
En multitud de textos anteriores a 1950, Elitis esboza ya sus teorías sobre una Grecia oriental por
influjo evidente del surrealismo y de tratadistas como Yanópulos. No hay espacio aquí, sin embargo,
para repasar minuciosamente los detalles de esta evolución.
784 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
madurez personal de cada uno de estos escritores, de aquello que latía ya desde el
principio, aún sin forma clara, en sus respectivas obras. Si, como apunta Mario Vitti,
ante la entrada en Grecia en la década de los treinta de ideas nuevas procedentes de
Europa, algunos intelectuales se vuelven de inmediato hacia un bizantinismo
defensivo (Cóndoglu o Pendsikis) o bien se cierran sobre una visión exclusivamente
nacionalista (Tsatsos o Papadsonis), en el fondo no tenían nada que temer: aquello
que se promete a priori como una occidentalización enajenante de Grecia termina en
una reafirmación de la identidad y la singularidad nacional y en una búsqueda de
raíces comunes al auténtico helenismo suprahistórico ―la tradición colectiva― y a
las vanguardias estéticas de Europa (pintores como Ceófilos o Panayotis Sografos,
poetas como Andreas Calvos, Dionisios Solomós o Vicenzo Cornaros, que en
opinión de Seferis o Elitis son precursores en sus técnicas de los más originales
artistas contemporáneos). Expuestos a tendencias y corrientes extranjeras, poetas
como Seferis o Elitis generan productos genuinamente griegos138, construyen incluso
una nueva mitología de la grecidad que será adoptada oficialmente en muy pocos
años. El ensayo de Sísimos Lorendsatos El centro perdido (Το χαµένο κέντρο, 1961),
entendido como el emblema de una reacción generalizada contra las vanguardias de
sus antiguos defensores, que desearían recuperar un centro metafísico y semántico
del helenismo frente a la dispersión de la modernidad, no contradiría acaso el espíritu
que marcó desde el principio a esos vanguardistas griegos, quienes habían hallado en
ellas el antídoto a un derrotismo sin salida originado, esta vez sí, por la pérdida de
toda referencia en la construcción de la identidad nacional. Lorendsatos pide a los
intelectuales de su generación que hagan algo que probablemente ya venían haciendo
desde un principio, con mayor o menor conciencia de ello: apartarse de Occidente y
volver a la Ortodoxia y a Oriente. La respuesta, seguramente porque este retorno
―que no es sino una reconstrucción del mito griego― se encontraba ya implícito en
sus respectivos programas, fue masiva139. El Axion Estí, una de las obras
consideradas emblemáticas, acaso la más explícita, de este giro oriental140, no
manifiesta sin embargo, ni en las prosas que hablan de su concepción ni en su
interior mismo, la conciencia de haber abandonado la vanguardia o haberse vuelto
contra ella en beneficio de la tradición; más bien lo contrario: Elitis sigue
queriéndola surrealista, una suerte de culminación de su surrealismo personal,
llevado «a su época clásica» y totalmente helenizado, la maduración definitiva, en
suma, del proyecto vanguardista que había iniciado en los años treinta. Un
surrealismo, eso sí, donde se da un maridaje inconcebible fuera de Grecia entre
138
Cfr. VITTI, M. (1987), pp. 200-201.
139
Cfr. el artículo de Dimitris Dsiovas «Mapping out Greek Literary Modernism», en DSIOVAS, D.
(1997), pp. 28-29.
140
Cfr. CALOTYCHOS, V. (2003), pp. 221-223.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 785
141
Cfr. Ibidem, p. 220.
142
Es el final del salmo sexto: «¡Socorro y amparo, San Cánaris! / ¡Socorro y amparo, San Miaulis!
/ ¡Socorro y amparo, Santa Mandó!» («Βοηθός και σκέπη µας αι-Κανάρη! / Βοηθός και σκέπη µας
αι-Μιαούλη! / Βοηθός και σκέπη µας αγια-Μαντώ!»), ELITIS, O. (2002), p. 146.
786 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
143
«Βάζοντας σε ίση µοίρα λογικά και παράλογα, σηµαντικά και ασήµαντα, δηµοτικίζοντα και
καθαρεύοντα, εξαλείφει τις διακρίσεις που ανέκαθεν στηρίξανε την ελληνοδυτική διανόηση», ELITIS,
O. (1993), p. 133.
144
«Προκαλώντας το επαναστατικό µας ένστικτο σε µία διέγερση που σκοπεύει, πέραν από τον
τοµέα των κοινωνικοπολιτικών επιδιώξεων, ν’ αγκαλιάσει, στο σύνολο της ψυχοσωµατικής του
οντότητας, τον άνθρωπο», Ibidem, p. 133.
145
La importancia concedida a la escritura griega en toda esta reflexión, que analizaremos en el
capítulo siguiente, así como el paralelismo de la Constantinopla añorada, anhelada e imaginada con
Jerusalén, o del helenismo disperso con la comunidad de los judíos en la diáspora, más allá de los
límites de un Estado, completan esta similitud contemporánea entre griegos y judíos. Ambos son,
según su propia concepción, un otro o un margen de Occidente que a la vez es el mismo, una parte
crucial, incluso, de su centralidad.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 787
146
Según Calotychos, «absolute dichotomies between rational and irrational, Western and Eastern,
Non-Greek and Greek: a valorized set of dualities that carry with them the assumptions and guiding
prejudices of Western rationalism». También Ártemis Leondí, según referencia del propio Calotychos,
ha resaltado la autocontradicción de estos modelos, CALOTYCHOS, V. (2003), p. 174.
788 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
147
«Antes que nada, la poesía»: «Υπάρχει ένας σκοτεινός ουρανός εκεί, κατά τα πάνω µέρη, που
ενώ η φυσική του πραγµατικότητα δε φτάνει ποτέ ίσαµε δω, η µεταφορική του κουκουλώνει ολοένα
και πιο πολύ καρδιές και συνειδήσεις ανάµεσα στ’ απορηµένα βουνά της Αττικής που δεν ξέρουν πια
τί να κάνουν τις µενεξεδένιες φωτιές και τ’ απόκοσµα µηνύµατα των µυριστικών τους χόρτων»,
ELITIS, O. (2000), p. 22.
148
«Οι νέοι ξεκινούν αηδιασµένοι κι η Ποίηση απόµεινε στα χέρια των υποµνηµατογράφων. Στο
πνεύµα της καινοτοµίας ήρθε να υποκατασταθεί το πνεύµα της ιδιορρυθµίας. Η φορά προς τις
καταστάσεις, που ξεπερνούν τον άνθρωπο, από τις θρησκείες πέρασε στη µαριχουάνα. Μέσα σε λίγα
χρόνια οι πιθανοί Μεγαλέξαντροι βρέθηκαν σίγουροι Κωνσταντίνοι Παλαιολόγοι. Κι είναι πολλές οι
Κερκόπορτες ―πού να τις προφτάσουν!», Ibidem, p. 22.
149
Se trata de un verso del poema «La muchacha que traía el viento el Norte», de El Árbol de Luz y
la decimocuarta belleza. El poeta dice esto en un paseo, en pleno mediodía, por una isla egea, como si
le fuera transmitido por la misma naturaleza a modo de mensaje «de otro mundo». Probablemente la
posibilidad de una venganza poiética se haga más patente, se escriba incluso en el aire, en esa hora
griega de la desrealización y la invisibilidad: «Μία µέρα οι θάλασσες αυτές θα εκδικηθούνε», ELITIS,
O. (2002), p. 206. Hay que observar de nuevo el paralelismo entre esta afirmación y una de Periclís
Yanópulos en su «Llamamiento al público griego»: «La tierra griega está sedienta de venganza por los
ultrajes de siglos a manos de bárbaros de Oriente y Occidente, a manos de extranjeros y autóctonos»
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 789
Desde pequeño leí […] las crónicas de este país […], y recorrí sus lugares, y
más tarde participé en todas sus vicisitudes históricas con las que coincidí
temporalmente. Sin embargo, sólo me ha sido dado conocerla y amarla
(«Η Ελλ. ΓΗ διψά εκδίκησην, δια τους ατιµασµούς αιώνων, από Βαρβάρους Ανατολής και ∆ύσεως
από Ξένους και ιθαγενείς»), YANÓPULOS, P. (1988), p. 228.
150
Del mismo modo Hölderlin entendía que para recuperar lo griego en su plenitud, o para acceder a
su más profunda condición, era preciso traducir lo intraducible en la obra de Sófocles, restaurar en su
lengua occidental el color oriental que los templos o las estatuas habían perdido en la percepción
neoclásica.
790 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
151
«Antes que nada, la poesía»: «Από µικρό παιδί διάβασα […] τα χρονικά της χώρας αυτής […],
και τριγύρισα τα µέρη της, και στις περιπέτειες της, όσες συµπέσανε µε τα χρόνια µου, αργότερα,
έλαβα µέρος. Όµως µου έλαχε πραγµατικά να τη γνωρίσω, και να την αγαπήσω, µόνον γράφοντας·
γράφοντας τα ατελή αυτά ποιήµατα που έγραψα ―και το κυριότερο: άσχετα εντελώς από το
περιεχόµενό τους. Ήταν η αγωγή η ποιητική που είχε σηµασία. […] Και από τη στιγµή εκείνη ένιωσα
να είµαι Έλληνας, όπως ένας άλλος φτάνει να αισθάνεται ότι είναι τοξικοµανής ή οµοφυλόφιλος·
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 791
οργανικά, ψυχολογικά, αισθησιακά, ακατανίκητα! / Ήξερα πόσο άσχηµα µπορούσε ν’ απηχεί αυτό σε
µία νεολαία βιαστική ―και µε το δίκιο της― να παρουσιάζεται συγχρονισµένη κι ανεξάρτητη· πόσο
κινδύνευα να φανώ επιπόλαιος, τουλάχιστον όσο και οι πολιτικοί µας στους προεκλογικούς τους
λόγους. Εξάλλου, συµφωνούσα απόλυτα µε τους πιο φωτισµένους από τους συναδέλφους µου που
κατακρίνανε στα γραφτά τους και στις συνεντεύξεις τους την προχειρότητα που µας δέρνει, την
αδικαιολόγητη οίηση και κουφότητα που µας κάνει να θεωρούµε τους άλλους “κουτόφραγκους” και
να επικαλούµαστε το “δαιµόνιο της φυλής”, όταν πολύ συχνά δεν ήµασταν άξιοι να ξεχωρίσουµε δυο
γαϊδουριών άχυρα. Τα ελαττώµατα του χαρακτήρα µας τα ήξερα επειδή τα περισσότερα τά ’βρισκα,
πριν απ’ όλα, στον δικό µου. Αυτός ο ρεαλισµός, µαζί µε τις φωνές των φίλων γύρω µου ―“είµαστε
ένα κρατίδιο της Μέσης Ανατολής”, “είµαστε τρελοί για δέσιµο”―, έβρισκε, πίστευα, θέση µέσα
µου. / Κι όµως, την άλλη µέρα, στην άκρη της πένας µου, σχεδόν µου ερχότανε να φωνάξω κι εγώ
“βρε τους κουτόφραγκους!”. Φυσικά, δεν ήταν ακριβώς αυτό. Ήτανε όµως κάτι σαν τη βαθιά
συναίσθηση ότι στη θέση τους εµείς θα τά ’χαµε καταφέρει καλύτερα, κάτι ακόµη πιο σοβαρό: ότι
στη θέση µας εκείνοι µπορεί και νά ’χαν εξαφανιστεί για πάντα από το προσκήνιο της ιστορίας. Στη
συµπεριφορά τους, στην εκτίµησή τους της πραγµατικότητας, οι ξένοι µού είχαν φανεί ευστοχότεροι
πάντοτε, πιο άψογοι από τους δικούς µας. Παρ’ όλα αυτά ένιωθα µία τροµαχτικήν αδεξιότητα να τους
κάνω φίλους· κάτι χειρότερο: µίαν ανεξήγητη απώθηση απέναντί τους, που προσπάθησα να την
ελέγξω µήπως κι είναι κατάλοιπο από παλιές προκαταλήψεις. Όχι. Μία µέρα κατάλαβα πως δεν
υπήρχε κανένα µυστήριο. Απλούστατα, οι άνθρωποι αυτοί τα είχαν όλα ―δηλαδή πολύ περισσότερα
από τα δικά µας―, πλην ένα· κι ίσα-ίσα εκείνο, που σ’ εµάς βέβαια ήταν ένα συν αλλ’ αµετάφραστο,
αµετάδοτο, ανεπίδεκτο ερµηνείας, έτσι όπως η λάµψη στα µάτια ή σ’ ένα χαµόγελο. Τόσο
ανεπαίσθητο και συνάµα τόσο τεράστιο, που µ’ έκανε τελικά να µην αναγνωρίζω το είδωλο του
κόσµου στα έργα της τέχνης τους ή τη θρησκεία του Χριστού στους καθεδρικούς τους ναούς», ELITIS,
O. (2000), pp. 19-20.
152
«Le marié à vie a sa cigarette µπροστά σ’ έναν εξώστη επάνω στη Μεσόγειο / Και µε µία κούπα
έννοιες δύσκολες κι εύγευστες come i fichi la mattina / Μετρά εκείνο που µένει. Το ίδιο που δεν
βρίσκεται ποτέ µέσα στο άθροισµα», ELITIS, O. (2002), p. 585.
792 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
2.4.3. UTOPÍAS
retracción y construye Grecia como forma expresiva. Lo que quiero repasar aquí, en
consecuencia, es la noción de Grecia como una doble mímesis de lo imposible
(isomorfa, en tanto tal, de la lógica del hiato y de la poesía según es concebida en la
poética elitiana) que la convierte en uTópica: la que por una parte constituye en su
carácter de gesto, en su atopicidad como ductus escritural sin referente,
constantemente iterable en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia, cuya
función principal es re-velar heliotrópicamente en su operación la instancia
inaprensible e impensable (Grecia, la transparencia, khora, un modo de la diferencia,
el absoluto, lo Abierto; el nombre no importa, no podría ser propio) que le dicta su
funcionamiento; y, por otra parte, la que representa en su materialidad, que no es,
como hemos leído en Yanópulos en el capítulo anterior, sino la realización efectiva
de lo imposible, la comunicación con lo sagrado o con lo imaginario y por
consiguiente una hipóstasis concreta y contemplable, perteneciente en apariencia a lo
real ―a lo catalogable geográfica o biológicamente―, de la superrealidad o de la
utopía que sólo la estética ha podido concebir hasta el momento. En el
entrelazamiento de estas dos instancias, que viene dado por un determinismo
decimonónico de tintes herderianos que afectará incluso a la lengua, según
analizaremos en el capítulo próximo, y que implica también a las analogías poéticas
y a la lógica de la metaforicidad, me demoraré en este apartado.
Al hablar de la búsqueda de la identidad griega (del «verdadero rostro» de
Grecia) en la estética153, hay que volver indefectiblemente a esa restancia oriental
analizada más arriba, a ese συν intraducible por los europeos en la medida en que no
constituye una mímesis, no se deja reducir a un sentido exterior, no dobla nada. Si la
estética determina ―de modo siempre abierto― la esencia de lo griego es
precisamente porque reproduce este mismo movimiento y presenta un carácter
eminentemente oriental: alejándose de la imitación de lo real, o de su transmutación
concreta, se limita a generar enigmas, imágenes autoconstruidas y autoconstruibles
que, no dando a ver tras de sí sino un vacío, ponen en marcha un incesante
desplazamiento tropológico que dibuja y genera heliotrópicamente lo imposible en el
arco de su despliegue. El arte griego, la actitud griega en el arte, según Elitis, tiene
153
Dimitris Dsiovas afirma que esta búsqueda de la identidad o de la grecidad auténtica en un
estrato más profundo que el de la superficie de los hechos históricos implica ya una puesta en marcha
del instinto, la capacidad visionaria o el espíritu, según los criterios del historicismo existencial de
autores decimonónicos como Dilthey o Croce. Los griegos de la generación de Elitis, y otros en el
pasado, no aspiran a encontrar su propia identidad o sus rasgos distintivos gracias al análisis
científico, sino a la intuición estética o espiritual: esta actitud puede rastrearse «en los conceptos de
tradición y de grecidad, entendidos no como fenómenos históricos tangibles, sino como coordenadas
históricas subyacentes o como entidades abstractas intemporales accesibles por medio de la intuición
o aprensibles estéticamente» («µέσα από τις έννοιες της παράδοσης και της ελληνικότητας, οι οποίες
συστήνονται όχι ως απτά ιστορικά φαινόµενα, αλλά ως υφέρπουσες ιστορικές συνιστώσες ή ως
αφηρηµένες άχρονες οντότητες διαισθητικά προσεγγίσιµες και αισθητικά προσλήψιµες»), DSIOVAS,
D. (2006), p. 17.
794 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
154
Una variante de todo esto, criticada también por Hölderlin, es la concepción neoclásica
winckelmanniana del arte como imitación del canon de los antiguos. Ello equivaldría a considerar
muerta la expresividad griega, es decir, incapaz de seguir generando productos por medio del gesto
que puso en práctica en la Antigüedad. Gran parte del armazón teórico de los griegos en relación con
su patria se vendría abajo de admitir esta posibilidad. Como antídoto, según vamos a ver enseguida,
eliminan todos los lapsos históricos que pudieran separar estéticamente el clasicismo de nuestro
tiempo: esos lapsos no existen, no al menos en Grecia, que se niega por ello mismo, por esa
conservación ininterrumpida del espíritu originario, a crear un arte fundamentado en la melancolía,
como hicieron los europeos. «Desde esta perspectiva Hölderlin juzga negativamente el
comportamiento servil que guarda el neoclasicismo respecto a la antigüedad. Esclavitud, apoteosis de
la erudición y de la pátina impostada que matan al arte al levantar falsos monumentos auráticos que
cancelan la inventiva y la diferencia en nombre del canon fosilizado», JUANES, J. (2003), p. 99.
155
Cfr. sobre esto DSIOVAS, D. (2006), p. 138. En otro punto de su obra, Dsiovas pone de
manifiesto la concomitancia entre estética y nacionalismo en la medida en que se proyecta Grecia
como forma artística autónoma o esencia autosuficiente con una coherencia orgánica, lo cual sustenta
la fe idealista en lo puro, lo único y lo eterno, factores que afectaban ya a la consideración nacionalista
de lo griego, Ibidem, p. 18.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 795
156
«5. Αν υπάρχει µία ελληνική εκφραστική, σταθερή και µόνιµη και ανεξάρτητη από τις
επιπτώσεις του χρόνου και της ιστορίας (όπως η πλαστική το έχει αποδείξει, από τους αρχαϊκούς
χρόνους, ως την Βυζαντινή αγιογραφία κι απ’ αυτήν ως τον Θεόφιλο και τους Συγχρόνους), µήπως
είναι καιρός να την αποσπάσουµε από την εξειδικευµένη αισθητική λειτουργία της και να την
µετατοπίσουµε στον ηθικό τοµέα; 6. Με άλλα λόγια, αν αυτό που αντιπροσωπεύει είναι µία “θέσις
και σχέσις αναλογιών”, µήπως η ίδια “θέσις και σχέσις”, εφαροµοσµένη στα προβλήµατα της
συνείδησης, µπορεί να υπαγορεύει µίαν εξίσου καθαρή, λιτή και ελεύθερη Νέα Ηθική, άσχετη από τις
Θρησκείες (ή αλλιώς υποκατάστατη των Θρησκειών) που σήµερα απουσιάζουν από τον ανθρώπινον
ορίζοντα;», KEJAYOGLU, Y. (1995), pp. 33-34.
157
Entre todos los elementos de la expresividad occidental que le parecen rechazables, Elitis destaca
el espíritu del Renacimiento. En este pasaje de «Crónica de una década» en que relata su estancia
europea entre 1948 y 1951 lo pone de manifiesto, haciendo hincapié en el aristotelismo realista que
domina toda la experiencia occidental, y en las concomitancias que pueden existir, como mucho, entre
los pocos heterodoxos de Europa y un cierto valor griego de los productos estéticos: «Occidente, aun
en sus mejores momentos, aun en los más revolucionarios, ha sido aristotélico. No es que no
funcionase en su interior el órgano perceptivo de lo trascendente, todo lo contrario; pero siempre sólo
de este lado, nunca en absoluto del otro lado de la Maldición. Acaso porque, apenas había empezado a
existir, un cristianismo increíblemente malinterpretado se había interpuesto entre él y Grecia. Me
afané por aislar las excepciones, los escasísimos herejes de Europa, a los que atribuía las dimensiones
desmesuradas que les prestaba mi admiración. En una palabra, me había convertido en un fanático.
Me molestaban las iglesias góticas, los calculados jardines de Versalles, los vestigios de los Luises y
los Napoleones, la lengua, a pesar de que ―qué curioso— me había formado más en ella que en la
mía propia. Por no hablar del Renacimiento. Ése era el gran enemigo. El gran falseamiento de un
espíritu que se diría que en aquel momento confiaba su defensa a mis exiguas fuerzas» («Η ∆ύση, και
στις καλύτερες στιγµές της, και στις πιο επαναστατκές, εστάθηκε αριστοτελική. Όχι ότι δε
λειτουργούσε µέσα της το αισθητήριο του υπερβατικού ―απεναντίας· αλλά πάντα και µόνο εδώθε,
ποτέ και καθόλου εκείθε, απ’ την Κατάρα. Ίσως επειδή, όταν είχε αρχίσει να υπάρχει, ανάµεσα σ’
αυτή και στην Ελλάδα είχε παρεµβληθεί ένας απίστευτα παρερµηνευµένος Χριστιανισµός. Πάσχιζα
ν’ αποµονώσω τις εξαιρέσεις, τους λιγοστούς αιρετικούς της Ευρώπης, που τους έδινα τις διαστάσεις
τις υπερτροφικές του θαυµασµού µου. Κοντολογίς, είχα γίνει ένας φανατικός. Μου φταίγανε οι
γοτθικές εκκλησίες, οι σχεδιασµένοι κήποι των Βερσαλλιών, τα κατάλοιπα των Λουδοβίκων και των
Ναπολεόντων, η γλώσσα, µόλο που ―τί περίεργο― µ’ αυτή περισσότερο παρά µε τη µητρική µου
είχα ανατραφεί. Αφήνω πια την Αναγέννηση. Αυτή ήταν ο µεγάλος εχθρός. Η µεγάλη παραχάραξη
ενός πνεύµατος, που, λες, την ώρα εκείνη εναπόθετε στις µικρές µου δυνάµεις την υπεράσπισή του») ,
ELITIS, O. (2000), pp. 446-447.
158
En «El divisor c en la pintura contemporánea», opone explícitamente el arte minoico, egipcio,
etrusco, griego hasta el siglo IV y bizantino, como poseedores de ese «divisor c» que significa a la vez
clasicismo y claridad o pureza, a formas de arte negativas: romano, renacentista, impresionista, cfr.
ELITIS, O. (1993), p. 190. Contra el claroscuro elogia también al arte etrusco en el poema de María
Pefeli «Alta Tarquinia», que ya hemos visto, donde se relaciona esta forma abierta de representación
no mimética con la inmersión en el archiespaciamiento de la muerte o del signo, y con el acceso a
796 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
unas «terceras alturas» identificadas con el paraíso o la trascendencia; de esta expresividad emana
también una ética apolítica, antihistoricista y pacifista, la posibilidad de construir una utopía sobre
ella, cfr. ELITIS, O. (2002), pp. 400-404.
159
Además de oriental, Elitis considera que el arte griego suprahistórico, su estética manifestada
aquí y allá con ligeras variaciones, coincide básicamente con el impulso contracultural
―contraoccidental y antirrenacentista― del arte de vanguardia, que debería buscar en Grecia a un
precursor desconocido que ya practicaba desde siglos atrás todo aquello que después se ha
considerado un ruptura crucial y una revitalización de la cultura europea. Ello se ve a la perfección en
el ensayo que en 1973 Elitis dedicó al artista popular de Lesbos Ceófilos Jadsimijaíl, que representó
uno de los fetiches de la Generación del 30 en su búsqueda de la auténtica tradición griega. Ceófilos
es para Elitis el sostenedor en la sombra de la ancestral estética griega, desde una pertenencia al
pueblo que le permitió mantener una obediencia genuina a los dictados de la raza o de la tierra. Es el
continuador y el adaptador de un arte bizantino que no pudo tener su Renacimiento particular pues,
como dice, el Imperio murió «sin tiempo para engendrar su propia Florencia». Y resalta su carácter
oriental, así como su coincidencia con el espíritu del arte de vanguardia: «No lo recuerdo bien, pero
creo que fue Élie Fauré quien dijo, hablando de Claude Monet y la influencia que habían ejercido
sobre él los grabados japoneses: “El europeo actual, el impresionista, se afana por extraer de un
instante de su pintura las miles de impresiones que ésta puede contener. Por el contrario, el artista
oriental, esquemático, concentra en un instante de su pintura las miles de impresiones que ha
recolectado ya dentro de sí a partir de otros tantos miles de instantes de su vida”. Ceófilos, no lo
olvidemos, es en gran parte un oriental: de ahí no sólo su dificultad para adaptarse a la perspectiva, no
sólo su amor por los colores claros, sino también su ternura hacia los pequeños paraísos naturales»
(«El pintor Ceófilos»: «∆ε θυµάµαι πια καλά, νοµίζω όµως ότι είναι ο Élie Fauré που το είπε,
µιλώντας κάποτε για τον Claude Monet και την επίδραση που είχαν επάνω του οι γιαπωνέζικες
λιθογραφίες: “Ο σύγχρονος Ευρωπαίος, ο εµπρεσιονιστής, αγωνίζεται να βγάλει από µία στιγµή της
ζωγραφικής του τις χιλιάδες εντυπώσεις που είναι δυνατόν αυτή να περικλείνει. Απεναντίας, ο
καλλιτέχνης της Ανατολής, ο σχηµατικός, συγκεντρώνει σε µία στιγµή της ζωγραφικής του τις
χιλιάδες εντυπώσεις που έχει κιόλας συγκοµίσει µέσα του από χιλιάδες άλλες ανάλογες στιγµές της
ζωής του”. Ο Θεόφιλος, ας µην το ξεχνάµε, είναι στο µεγαλύτερο µέρος του ένας Ανατολίτης: από κει
όχι µόνο η δυσκολία της προσαρµογής του στη διάσταση του βάθους, όχι µόνο η αγάπη του για τ’
ανοιχτά χρώµατα, µα και η τρυφερότητά του για τους µικρούς φυσικούς παραδείσους»), ELITIS, O.
(2000), p. 298. Más adelante, Elitis se queja de que la vanguardia europea se volviera hacia el Lejano
Oriente o hacia el África primitiva, y no hacia una Grecia (bizantina, contemporánea) que tenía más
cerca y que podía considerar asimismo su precursora, entre otros en la figura de Ceófilos. Europa
nunca ha sabido apreciar el valor del arte bizantino y posbizantino, y por otra parte el barbarismo del
África o de los aborígenes australianos se conforma mejor con su carácter rompedor que la refinada
herencia griega: «Es sin duda la reacción contra los principios oficiales del Renacimiento la que
conduce a esto a los revolucionarios de Occidente; pero, a la vez, un deseo inconsciente de protestar
por la alteración de la realidad circundante y de insuflar un poco de oxígeno con que evitar la asfixia.
Es muy natural que se volvieran hacia las fuentes anteriores a Giotto, e incluso más atrás, a las ráfagas
de aire fresco que resultaban para la vista los países fabulosos del Oriente. Lo hicieron saltando por
encima de Bizancio y cayendo directamente sobre las estampas chinas y japonesas, después sobre las
esculturas de los salvajes de África u Oceanía, cuando hubieran podido apoyarse —y extraer de ella
inestimables lecciones sobre la composición y el color— en la densa herencia, rica en matices
invisibles, que la tradición de la iconografía ortodoxa había acumulado en época bizantina y
posbizantina. / Es extraño, es inexplicable, pero los artistas del mundo occidental se han mostrado
siempre, y continúan mostrándose aún hoy, desoladoramente incapaces de acercarse al fenómeno que
representa la tradición del medievo griego, con sus frescos deslumbrantes y sus coloridos iconos. Y,
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 797
ya sea porque les repele externamente la forma dogmática, o, internamente, el concepto de una
disciplina ajena a su temperamento, han preferido abrazar la bárbara frescura de los salvajes, que se
adaptaba mejor —eso es cierto— a su talante revolucionario. Ceófilos, por su parte, ignorante de todo,
y en un momento en que el relevo del Helenismo de un siglo a otro corría peligro de interrumpirse,
entró en escena con los únicos valores que le resultaban accesibles y familiares. Y, profundizando en
su tradición, fue casualmente a dar al mismo espacio de la expresión pura al que llegaron sus colegas
extranjeros por la vía contraria, la de oponerse a la suya» («Είναι βέβαια η αντίδραση προς τις
αξιωµατικές αρχές της Αναγέννησης που καθοδηγεί σ’ αυτό τους επαναστάτες της ∆ύσης· αλλά, µαζί,
µία υποσυνείδητη επιθυµία να διαµαρτυρηθούν για την αλλοίωση της πραγµατικότητας γύρω τους
και να σφηνώσουν πνεύµονες υγείας για ν’ αποφύγουν την ασφυξία. Ήτανε πολύ φυσικό να
στραφούν στις πριν από τον Τζιόττο πηγές, κι ακόµα πιο πίσω, στις δροσιές που ήξερε να φέρνει το
µάτι από τις χώρες τις παραµυθένιες της Ανατολής. Το έκαναν µ’ ένα διασκελισµό που άφησε απ’
έξω το Βυζάντιο. Πάτησαν ευθύς στις εστάµπες της Κίνας και της Ιαπωνίας, αργότερα και στα
γλυπτά των αγρίων της Αφρικής ή της Ωκεανίας, τη στιγµή που θα µπορούσαν ν’ ακουµπήσουν ―και
ν’ αντλήσουν ανεκτίµητα διδάγµατα για τη σύνθεση και το χρώµα― στην πυκνή παρακαταθήκη, την
πλούσια σε αποχρώσεις αφανείς, που είχε σωρέψει η παράδοση της ορθόδοξης εικονογραφίας στους
βυζαντινούς και µεταβυζαντινούς χρόνους. / Είναι περίεργο, είναι ανεξήγητο, αλλά οι τεχνίτες του
δυτικού κόσµου έδειξαν ανέκαθεν, κι εξακολουθούν ίσαµε σήµερα να δείχνουν, µία τροµαχτικήν
αδεξιότητα στο πλησίασµα του φαινοµένου που αντιπροσωπεύει, µε τις θαµπωτικές της τοιχογραφίες
και τις βαθύχρωµες εικόνες της, η παράδοση του ελληνικού µεσαίωνα. Κι είτε γιατί τους απώθησε
απ’ έξω το δογµατικό σχήµα είτε από µέσα η αντίληψη µίας πειθαρχίας ξένης προς την ιδιοσυγκρασία
τους, ασπαστήκανε προθυµότερα τη βάρβαρη δροσιά των αγρίων που ταίριαζε πιο καλά ―αυτό είναι
αλήθεια― στην επαναστατική τους διάθεση, Από το δικό του µέρος, ο Θεόφιλος, ανίδεος για τα
πάντα, και σε µία στιγµή που η σκυταλοδροµία του Ελληνισµού από τον ένα στον άλλον αιώνα
κινδύνευε να διακοπεί, µπήκε στη µέση µε τις µόνες αξίες που του ήτανε προσιτές και οικείες. Και
του έλαχε, από το πολύ να εµβαθύνει στην παράδοσή του, να βγει στο ίδιο ξέφωτο της καθαρής
έκφρασης που βγήκανε και οι επίσηµοι ξένοι συνάδελφοί του ―αυτοί βέβαια από το πολύ ν’
αντιστρατεύονται τη δική τους»), Ibidem, pp. 302-303.
798 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
161
«La meta ideale è così preferibile a quella naturale: l’arte della limitazione, la plastica, cede il
posto all’arte dell’infinito, l’arte poetica. L’uomo greco traduceva un senso, l’uomo moderno lo
costruisce. Qui risiede l’implicazione morale del genio sentimentale che guarda in avanti con la
consapevolezza di una doppia lontananza: la natura e l’antico», MECACCI, A. (2002), p. 12.
162
Un lugar en que, usando terminología iluminista o milenarista, «el impulso estético trabaja en
silencio “en la construcción de un tercer reino jovial de juego y apariencia, en que el hombre… quede
liberado de todo lo que pudiera llamarse restricción”», ABRAMS, M. H. (1992), p. 353.
163
PAPANGUELÍS, C. (2001), pp. 130-131.
800 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
una alteridad indecidible. Sin el esfuerzo de una recuperación contra las condiciones
de la época, Grecia es ya espontáneamente eso que los alemanes teorizaron siglo y
medio antes; no ha dejado jamás de serlo164. Pretende serlo, de hecho, contra la
imagen que éstos, discípulos a medias de Winckelmann, habían proyectado sobre
ella, pero en ese intento los autores griegos acaban por suscribir plenamente dicha
imagen, que, convenientemente actualizada y despojada de su distancia irreductible
con el presente, sirve para caracterizar a un Estado moderno anhelante de dotarse de
rasgos distintivos y factores de superioridad estético-moral con que, por una parte,
paliar su debilidad política, territorial, demográfica y económica y, por otra,
presentarse a Europa sobre un espejo a la vez reconocible e irreconocible para ella.
Se diría que se trata de una de las manifestaciones del juego de inclusión-exclusión
que, bajo la forma de una dialéctica irresuelta entre ausencia y presencia, hemos visto
dominar la poética de Elitis en diversos sentidos. Sea como sea, Grecia es ante todo
el lugar en que la physis es ya elaboración estética ―de ahí también el dominio
absoluto de la metaforicidad en Elitis desde los estratos más simples del ser: todo,
incluso lo natural, incluso el sol, es ya metáfora de una instancia anterior,
representación sin referente cognoscible―, perfección sobre-natural, y sobre ese
proceso analógico o representativo se construye toda la nación como sistema de
remisiones deterministas en abismo. No hay, en consecuencia, hiato entre naturaleza
y cultura: ambas, en lo que tienen de griego, constituyen precisamente ese hiato de la
correspondencia o el traspaso, el intervalo mismo de la analogía, o bien responden
conjuntamente a una instancia anterior, a una prescripción estética que les dicta una
expresividad común. Política, poesía, arte, literatura, lengua, ética, paisaje,
arquitectura, etc., funcionan en Grecia sobre el eje de un mismo haz, gobernados por
un solo gesto o ductus desencajante fuera del cual la grecidad no puede darse según
su «verdadero rostro». Dicho gesto, por lo demás, tiene el carácter de un punto
exacto que equilibra lo humano, como vimos antes, sobre el balcón de su
sobrehumanidad, en el filo de un himen atópico que contribuye a la concepción de
Grecia como uTopía. Es el no lugar que sin embargo se ha convertido en el Lugar, la
superficie de mostración, como si se tratara de una pantalla finísima, de lo
164
Sin embargo, surge aquí una duda y una objeción profundas, que he esbozado ya más arriba: si
este es el espontáneo «verdadero rostro» de Grecia, persistente a lo largo de siglos y vaivenes
históricos hasta hoy, subyacente incluso a ellos, ¿por qué sería preciso recuperarlo? La nueva poética
de los autores de la Generación del 30, y en especial de Elitis, tiene por objetivo algo que ellos
mismos, en su crítica a la concepción neoclasicista de lo griego, han declarado innecesario: regenerar
la nación, hacerla retornar, de acuerdo con su verdadera expresión, a su plenitud. Una escisión previa,
tan profunda como la que Occidente atribuye a la cesura entre la Grecia clásica y la modernidad, se
deja leer ahí. Será precisamente la poesía o el lenguaje estético de la vanguardia el que (re)construya
la nación, actuando en contra de todas las premisas que lo hicieron surgir en Europa, donde su
máxima aspiración era precisamente desarticular el entramado social burgués que tenía a la nación
como culminación y emblema. Acerca de esta (re)construcción en Elitis, cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p.
277.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 801
167
CUTRIANU, E. (2002), p. 221.
168
Según ha afirmado Ártemis Leondí a propósito del Axion Estí, cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p. 279.
169
Pues es innegable que actúa aquí una noción, inherente a gran parte de los nacionalismos de
estirpe romántica ―y desde luego al nacionalismo griego―, de organicismo, como ha señalado
Dimitris Dsiovas en «The Organic Discourse of Nationistic Demoticism: A Tropological Approach»,
ALEXIOU, M. y V. LAMBROPOULOS (1985), pp. 263-265.
170
En el ensayo de 1946 «Las iconografías del General Macriyanis y el artista popular Panayotis
Sografos», leemos: «Si existe un lugar sobre la tierra en que todos los factores que contribuyen a la
creación, tanto naturales, nacionales, raciales, como históricos, conspiran para la existencia de un arte
puramente antimimético —en sus bases fundamentales—, ese lugar es el Mediterráneo oriental, ese
lugar es Grecia» («Αν υπάρχει ένας χώρος επάνω στη γη, όπου όλοι οι παράγοντες, όσοι συντελούν
στη δηµιουργία, φυσικοί, εθνικοί, φυλετικοί, ιστορικοί, συνηγορούν για την ύπαρξη µίας τέχνης
―στις θεµελιακές της βάσεις― καθαρά αντιµιµητικής, ο χώρος αυτός είναι η Ανατολική Μεσόγειος,
ο τόπος αυτός είναι η Ελλάδα»), ELITIS, O. (2000), p. 543.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 803
171
Si atendemos a la definición que de su objetivo ha dado Ártemis Leondí, refiriéndose también a
la estetización elitiana de Grecia: escapar del peso de la historia y de la política apelando a la belleza,
sencillez, integridad e inocencia de una supuesta comunidad nacional, cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p. 297.
172
Al igual que de otras figuras comparables, como Macriyanis, el héroe de la guerra contra los
turcos de 1821 que, tras aprender a leer y escribir siendo ya adulto, publicó unas Memorias
(Αποµνηµονεύµατα) en un registro lingüístico desmañado y espontáneo, alejado completamente de la
rígida y artificial lengua oficial (la arcaizante y purificadora cazarévusa) del Estado, que los
miembros de la Generación del 30 glorificaron por su inmediatez y autenticidad antiintelectual, por su
respeto a los preceptos estéticos de la grecidad más profunda. No faltan referencias lingüísticas a
Macriyanis en el Axion Estí. Es de destacar también la prosa de Elitis «Las iconografías del general
Macriyanis y el artista popular Panayotis Sografos», de 1946, donde no sólo se habla abundantemente
del helenismo sino que se ensalza a otra figura semejante, la del pintor Panayotis Sografos,
antecedente del propio Ceófilos en su concepción naïf del arte.
804 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
173
«El pintor Ceófilos»: «Γιατί πραγµατικά ο Θεόφιλος για µας, όσο κι αν είναι βασικά ο
ποιητής-ζωγράφος µε τις συγκεκριµένες αρετές, που θα εξετάσουµε όταν έρθει η ώρα, είναι και κάτι
παραπάνω: είναι ο άνθρωπος-σύνδεσµος, η ζωντανή παύλα που µας ενώνει µε την πιο αυθεντική
πλευρά του αγνοηµένου εαυτού µας. Είναι ένα είδος “κόµβος” όπου γίνονται οι αισθηµατικές
διασταυρώσεις ενός συνόλου που έµεινε επί αιώνες άφωνο. Είναι ακόµα ―αν µπορεί να το πει αυτό
κανένας― η περίληψη, το διάγραµµα των εκφραστικών ορµών του Γένους. Και επειδή ξέρει να
συµφιλιώσει τόσο καλά το ποιητικό πάθος µε το πλαστικό· επειδή ο κόσµος του, χωρίς να χάνει ούτε
στιγµή τίποτα από το κύρος της προσωπικής δηµιουργίας, περικλείνει µέσα του και τις αξίες της
απρόσωπης και της οµαδικής ―έρχεται να πάρει στην ιστορία των αισθητών µορφών την ανάλογη
θέση που κατέχουν στην ιστορία των νοητών µορφών τα δηµοτικά µας τραγούδια: να γίνει, δηλαδή,
µία αργοπορεµένη αλλά καθαρή πηγή για τις νέες ζωγραφικές µας κατευθύνσεις», ELITIS, O. (2000),
pp. 290-291.
174
«El arte griego contemporáneo y el pintor N. Jadsikiriacos-Guicas»: «Την ελληνική φωνή εδώ τη
διατηρούν λιγοστοί αγιογράφοι και κάµποσοι τεχνίτες του λαού, όπως ο Παναγιώτης Ζωγράφος, ή
άλλοι, ταπεινότεροι ακόµη, που δε γνωρίζουµε ούτε καν τα ονόµατά τους. Στο αναµεταξύ, ο Βορράς,
βοηθηµένος από τους Βαυαρούς της Αντιβασιλείας και τους σπουδασµένους στις ξένες ακαδηµίες
Έλληνες λογίους, κατεβάζει ολοένα τα θολά του σύννεφα κατά το Νότο. Είναι η εποχή όπου
θριαµβεύει η ψεύτικη κολόνα, η χλαµύδα, το χάρτινο ρόδο, και ο Έρως µε τα δυο φτερά. Η διάσταση
ανάµεσα σ’ αυτά και ανάµεσα στα πλατάνια, στις εκκλησιές, στα καράβια, στα σπίτια και στα
κεντήµατα του λαού, είναι κολοσσιαία. […] Η αττική γη, το Αιγαίο, δε βρίσκουν έναν άνθρωπο ν’
αποδώσει την ουσία τους µε µίαν άµεση χειρονοµία», Ibidem, pp. 552-553.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 805
175
«El pintor Ceófilos»: «Το ίδιο δεν µπορούµε, δυστυχώς, να πούµε για τις εικαστικές τέχνες. Ο
ειρµός εδώ έχει κοπεί κάπως απότοµα και η ανασύνδεση µε τις πηγές, µέσα στο ξενότροπο κλίµα που
περιβάλλει το νέο ελληνικό κράτος, µοιάζει προβληµατική. Τα οράµατα του Μακρυγιάννη, που
µιλούν σωστά, συναντούν την περιφρόνηση. Και οι νέοι δεν έχουνε άλλο τρόπο να εκφρασθούνε παρά
µέσα στα αισθητικά πλαίσια που, µαζί µε τα σχέδια των νόµων, έρχονται απ’ έξω. Βέβαια, οι ισχυρές
φυσιογνωµίες που δούλεψαν µέσα στον καινουριοανοιγµένο δρόµο δηµιουργήσανε µία νέα παράδοση
διόλου αξιοκαταφρόνητη. Μα το λαϊκό αίσθηµα ήταν αδύνατον να συµφιλιωθεί µαζί της. Κυλούσε
υποχθόνια και παράλληλα, ώσπου µία µέρα ήρθε να ξεσπάσει µε την ψυχή ενός απλοϊκού ανθρώπου.
Έτσι. Όπως αγαπά να διαλέγει και να εκδηλώνεται στις κρίσιµες στιγµές η πρώτη φύση των
πραγµάτων. Καταµεσής του 20ού αιώνα. Σε µία περίοδο που, και έξω απ’ την Ελλάδα, η τέχνη
κινδύνευε να καταντήσει ένα γύµνασµα διανοητικό και που, µέσα στην Ελλάδα, έχανε ολοένα και
περισσότερο την επαφή της µε το χρώµα, τη µορφή και το ψυχικό περίγραµµα που είχαν τα
αγαπηµένα πράγµατα», Ibidem, pp. 294-295.
806 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
bucólicas y los angelotes rosados que hicieron los maestros del Renacimiento»176. No
ha sido en consecuencia en las reflexiones de los neoclasicistas europeos, ni en sus
prospecciones filológicas, donde el espíritu de la Grecia suprahistórica ha salido de
nuevo a la luz, sino en el redescubrimiento de una estética sepultada bajo capas de
intelectualismo estéril y en la reflexión de tono hölderliniano llevada a cabo por
Elitis y sus contemporáneos. Como si se tratara de un tesoro intacto, ellos han
logrado fijar las miradas en esa instancia indecidible que cambia proteicamente de
envoltorio con las épocas177, que no se deja atrapar, y que se denomina en ocasiones,
siguiendo los preceptos del nacionalismo romántico y herderiano, el «alma del
pueblo». Hay evidentemente un profundo idealismo en la postulación de esta suerte
de modelo inmutable y suprahistórico del helenismo178. Se compagina de modo
precario, incluso, con la concepción de Grecia como autoconstruibilidad procesual y
dinámica basada en el hölderliniano y heraclíteo ἕν διαφέρον ἑαυτῷ. Lo cierto es que
esta múltiple entidad, alma del pueblo o «sustrato espiritual» de la grecidad por una
parte, categoría trascendente, platónica, por otra, y huella atópica e indecidible
finalmente, tiene la función, redescubierta ahora, de comprometer, casi religar, toda
manifestación expresiva griega, condicionando su efectividad a la adecuación con
ella. El arte griego no es, por lo tanto, el corpus de obras producidas en Grecia o a
manos de griegos, de las cuales cabría deducir un conjunto de características, sino tan
176
Autorretrato en lenguaje oral: «Έτσι µπορέσαµε να δούµε καλύτερα την πραγµατική µας
ταυτότητα. Και αυτό πρέπει να το καταλάβουµε καλά. ∆ηλαδή, αυτό που θαυµάζουµε στην ελληνική
τέχνη της ακµής, δεν είναι αυτό που συνεχίσανε οι δυτικοί µε τις κολόνες και µε τις µετόπες των
ανακτόρων τους. Είναι τούτο: η ελληνικότητα σαν τρόπος του να βλέπεις και να κάνεις τα πράγµατα,
κατά τη γνώµη µου, συνεχίστηκε αποκλειστικά και µόνον από τον λαϊκό µας πολιτισµό. Θέλω να πω
ότι µία αυλή σπιτιού µε τα πέτρινα σκαλάκια, µε τους ασβεστωµένους τοίχους, µε τα γεράνια στον
τενεκέ, ή ένας περίβολος µοναστηριού µε το πηγάδι, µε τα κελιά, µε τις καµάρες είναι πολύ πιο κοντά
στο πνεύµα που γέννησε τους Απόλλωνες και τις Νίκες ή τις Θεοµήτορες και τους Οσίους, παρά οι
ποιµενικές σκηνές και τα ροζ αγγελάκια που έκαναν οι µέτρ της Αναγγενήσεως», ELITIS, O. (2000a),
pp. 21-22.
177
En el ensayo «La magia de Papadiamandis» se habla de esta manifestación ocasional e iterable
del sustrato griego inmutable: «Esta […] tipología de la vida griega que existió un día y que no se
borra con nada; que no constituye ni pasado ni presente ni futuro, sino la plasmación, en un momento
histórico concreto y sobre un material específico, de una expresividad estable que caracteriza desde
siempre al griego y es siempre igual, como es igual en el fondo la lengua plástica en Polígnotos y en
Pansélinos y en Ceófilos» («Αυτήν τη […] τυπολογία ελληνικής ζωής που άπαξ υπήρξε και που δεν
ξεγράφεται µε τίποτε· που δεν αποτελεί µήτε παρελθόν µήτε παρόν µήτε µέλλον, αλλά την
αποτύπωση, σε µία ορισµένη ιστορική στιγµή και πάνω σ’ ένα συγκεκριµένο υλικό, µίας σταθερής
εκφραστικής που χαρακτηρίζει ανέκαθεν τον Έλληνα και είναι πάντοτε η ίδια, όπως ίδια είναι κατά
βάθος η γλώσσα η πλαστική και στον Πολύγνωτο και στον Πανσέληνο και στον Θεόφιλο»), ELITIS,
O. (1993), p. 99.
178
Dice Elitis en algún pasaje de sus ensayos, incluso, que en determinadas épocas esta «alma del
pueblo» permanece inexpresada pero vigilante, a la espera del momento propicio para volver a
inspirar obras de arte. Se diría por tanto que lo que existe de verdad es esa suerte de εἶδος platónico
contra cuyo valor ontológicamente estable y consumado Elitis decía revolverse en su consideración de
la grecidad. No se trata, no obstante, de una norma formulable como tal, o de un canon que imponga
su mímesis, sino que permanece inaprensible aun cuando el tiempo y los cambios colectivos no lo
alteren.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 807
179
En estos términos, probablemente, cabe interpretar el catálogo de cuadros, obras musicales o
versos, tanto griegos como extranjeros, con los que en la sección «La bolsa de viaje» de El Pequeño
Pautilo se pretende dibujar atópicamente Grecia, dentro de un libro que tiene como objeto localizarla
en sus diseminaciones.
180
Cabe percibir aquí una clara operación de política literaria, encaminada a ensalzar de modo
escasamente velado aquellas corrientes que se corresponden más con la producción del propio autor o
de su generación, y a sembrar la duda, al menos, acerca de otras que ocupan un puesto privilegiado en
el canon nacional. El objetivo es reorganizar dicho canon en beneficio del propio prestigio. Según las
clasificaciones que Elitis establece, habría que concluir que es él quien mejor responde en la literatura
de la época a la difícil combinación entre grecidad genuina y europeísmo.
181
En su reproche a los que ensayan «paladas en las tierras de la historia», en el poema de Las
Elegías de Oxópetra «Comagene la desaparecida», puede verse una alusión a Cavafis e incluso al
mismo Seferis. Ambos son culpables, podemos sospechar, no sólo de expresarse de modo prosaico y
de contextualizar fuertemente sus poemas, sino de gustar demasiado en Occidente, es decir, de
condescender con la «verdad congelada» de Grecia recurriendo a la mitología clásica o a una
imaginería inequívocamente antigua, es decir, reconocible para los occidentales, que confirmarían así
que Grecia sigue siendo aquello que ellos mismos han teorizado.
182
«Οι άλλοι, πάλι, όσοι τάσσονται µε την αιρετική γραµµή που συµβολίζει ο Μοναχός Λεόντιος,
αποµακρύνονται επικίνδυνα όχι µόνο από το τυπικό της τέχνης, αλλά δυστυχώς και από το ψυχικό
808 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
του Έλληνα υπόστρωµα. Είναι µία πρωτοπορία ίσως, αλλά µία πρωτοπορία που η ανθρώπινη
εγγύησή της είναι ο µικρός εφτανησιώτικος πληθυσµός και που, από τη γέφυρα της Βενετίας, […]
οδηγεί ολόισια στη ∆ύση», ELITIS, O. (2000), p. 289.
183
Para Elitis la lengua griega no admite claroscuro, ni la literatura de su país actitudes contrarias a
la vida como el malditismo. Ahondaremos en esta cuestión crucial en el capítulo próximo.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 809
184
«Ήρθαν / ντυµένοι “φίλοι” / αµέτρητες φορές οι εχθροί µου / το παµπάλαιο χώµα πατώντας. Και
το χώµα δεν έδεσε ποτέ µε τη φτέρνα τους. / Έφεραν / τον Σοφό, τον Οικιστή και τον Γεωµέτρη /
Βίβλους γραµµάτων και αριθµών / την πάσα Υποταγή και ∆ύναµη / το παµπάλαιο φως
εξουσιάζοντας. / Και το φως δεν έδεσε ποτέ µε τη σκέπη τους. / […] Έστησαν και θεµέλιωσαν / στις
κορφές, στις κοιλάδες, στα πόρτα / πύργους κραταιούς κι επαύλεις / ξύλα και άλλα πλεούµενα / τους
Νόµους, τους θεσπίζοντας τα καλά και τα συµφέροντα / στο παµπάλαιο µέτρο εφαρµόζοντας. / Και
το µέτρο δεν έδεσε ποτέ στη σκέψη τους. / Ούτε καν ένα χνάρι θεού στην ψυχή τους σηµάδι δεν
άφησε· / ούτε καν ένα βλέµµα ξωθιάς τη µιλιά τους δεν είπε να πάρει», ELITIS, O. (2002), pp. 146-
147.
185
Lo veremos en la comparación de la teoría elitiana sobre el lenguaje y la escritura con la Cábala
en el próximo capítulo.
186
La entradilla de su célebre artículo de 1903 «La línea griega» dice de hecho así: «La base de la
Estética Griega es la TIERRA GRIEGA. Toda tierra moldea al hombre a su imagen y semejanza.
Quiere que sus hombres, como sus plantas y sus animales, sean sus instrumentos de expresión. El
hombre de cada tierra es exclusivamente su órgano de expresión. Nosotros, desde nuestras formas
prehistóricas, la manifestamos en todos nuestros movimientos, la representamos en todas nuestras
810 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
vez un modo de ser para los griegos, sumergiéndonos por tanto en una metaforicidad
en abismo cuyo término originario, propio, queda irremisiblemente suspendido en el
entre de toda la operación; se diría que la línea misma, además de objeto, se ha
convertido ya en el propio haz de traspaso entre ámbitos y conceptos, en el mismo
gesto de la expresividad que prescribe: «La línea griega es suave, fina, vigorosa,
voluptuosa, musical y luminosa. Es la línea del monte, del muchacho, de la mujer, de
la columna, de la metopa. Tal como la vemos en la naturaleza y en la realidad
circundante, bien en el rostro de una montaña o en el rostro de una mujer,
simplicísima, serenísima, inocente, toda sensualidad decorosa en la calma, fuerte y
nervuda en el movimiento sin jamás perder la sutileza y la gracia, como el empuje de
un muchacho, sin alcanzar jamás el salvajismo del sañudo inglés. En todas partes y
siempre transparente y musical. Su estudio, su comprensión, su percepción en la
tierra, en el cuerpo, en el mármol, es la base primigenia de toda tendencia artística en
el griego»187. Aparece asimismo el concepto de la llamada interior, inscrita casi en su
cuerpo, a la que el artista griego debe responder para serlo de pleno derecho y operar
así el retorno de la grecidad en sí mismo, la actualización en su ser de una historia de
siglos: «Basta con que sigan y desarrollen sus potencias naturales, basta con que
producciones, sean conscientes o inconscientes. Así pues, el primer gesto en la búsqueda de una
Estética Griega es volverse hacia la tierra. Y el primer paso para sentir y comprender la tierra, de la
cual emanará meridiana la Estética, es su contemplación durante miles y miles de horas» («Βάσις της
Ελληνικής Αισθητικής είναι η ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΓΗ. Κάθε Γη πλάττει τον άνθρωπον κατ’ εικόνα και
οµοίωσιν Εαυτής. Θέλει τον άνθρωπόν της, όπως το φυτόν της και το ζώον της, εκδηλωτήν της. Κάθε
Γης άνθρωπος είναι µόνον το όργανον της εκδηλώσεως Αυτής. Ηµείς, από της προϊστορικής ηµών
εµφανίσεων, αυτήν εξωτερικεύοµεν δι’ όλων ηµών των κινήσεων, αυτήν απεικονίζοµεν δι’όλων
ηµών των εκδηλώσεων, είτε συναισθητών, είτε ασυναισθήτων. Πρώτη λοιπόν κίνησις, προς ζήτησιν
της Ελληνικής Αισθητικής, είναι η κίνησις προς την Γην. Και πρώτον βήµα προς αίσθησιν, νόησιν
της Γης, εκ της οποίας θα απορρεύση σαφής η Αισθητική, είναι ο ενατενισµός Αυτής, χιλιάδας
χιλιάδων ωρών»), YANÓPULOS, P. (1988), p. 93.
187
«La pintura contemporánea» (1902): «Η ελληνική γραµµή είναι απαλή, λεπτή, σφριγηλή,
ηδονική, µουσική και φαεινή. Είναι η γραµµή του βουνού, του παλληκαριού, της γυναικός, της
κολώνας, της µετόπης. Όπως την βλέποµεν εις την γύρω µας φύσιν και την γύρω µας
πραγµατικότητα, είτε εις το πρόσωπον βουνού, έιτε εις το πρόσωπον γυναικός, απλουστάτη,
ηµερωτάτη, αγαθή, όλη αβρά ηδυπάθεια εις την ηρεµίαν, σφριγηλή και νευρώδης εν τῃ κινήσει χωρίς
ποτέ να χάνη την λεπτότητα και την χάριν σαν την ορµήν του παλληκαριού, χωρίς ποτέ να φθάνη τη
αγριότητα του γρονθοκοπουµένου Άγγλου. Παντού δε και πάντοτε διαυγεστάτη και µουσική. Η
µελέτη, η νόησις, η αίσθησις αυτής εις την γην, εις το σώµα, εις το µάρµαρον, είναι η πρωτίστη βάσις
πάσης καλλιτεχνικής διαθέσεως Έλληνος ανθρώπου», Ibidem, p. 32. En el texto en que Elitis se
refiere a las analogías de los sentidos, en la entrevista con Ivar Ivask, se expresa en términos muy
semejantes a los de Yanópulos: «Cuando vemos que las montañas tienen tal o cual forma, ese dato ha
de tener cierta influencia en el espíritu humano, ha de tener su análogo. Desde el momento en que se
acepte esta teoría, se podrá comprender que mi afecto por el paisaje griego no es una forma de
nacionalismo, sino un intento de metaforizar. He leído que un gran arquitecto francés dijo que la línea
de las montañas atenienses está reproducida en el friso del Partenón. ¡He ahí una analogía perfecta!»
(«Όταν βλέπουµε τα βουνά να έχουν αυτό ή εκείνο το σχήµα, το πράγµα αυτό πρέπει να έχει µία
επίδραση πάνω στον ανθρώπινο πνεύµα, πρέπει να έχει το ανάλογό του. Απ’ τη στιγµή που θα
δεχθείτε τη θεωρία αυτή, θα µπορέσετε να καταλάβετε ότι η στοργή µου για το ελληνικό τοπίο δεν
είναι µία µορφή εθνικισµού, αλλά µία προσπάθεια µεταφοράς. ∆ιάβασα πως ένας µεγάλος Γάλλος
αρχιτέκτονας είπε ότι η γραµµή των αθηναϊκών βουνών επαναλαµβάνεται στο αέτωµα του
Παρθενώνα. Νά µία τέλεια αναλογία!»), ELITIS, O. (1979), pp. 189-190.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 811
sigan su camino natural. Que sigan siendo ellos en su propio ser ―pues la naturaleza
no hubiera podido moldearlos mejor―, que permanezcan en su mundo ―pues no
hubieran podido tener un mundo mejor para expresar»188. Utilizando como modelo
su naturaleza, de hecho, el griego será siempre original, como si existiera en ella una
potencia reoriginaria capaz de conducirlo siempre al punto cero de una
revirginización. La línea griega se distingue además, es evidente, del resto de líneas
europeas, se identifica pues con la restancia oriental irreductible a modelos
extranjerizantes de pensamiento, ética o por supuesto expresión. Es más: la línea
griega es el factor que hace (i)legible la naturaleza del país, es una suerte de clave
hermenéutica que nos permite acceder, gracias al arte y la belleza, a los mensajes del
otro lado que se manifiestan sobre su superficie, como si se tratara apenas de una
transcripción en otro código de un lenguaje natural189: «Nuestras estatuas y nuestras
columnas antiguas son la traducción que nos ayuda a leer en el libro de nuestra
naturaleza»190. El artista griego, incluso el artista a secas, lo es en la medida en que la
naturaleza que contiene la línea y sus valores adyacentes modifica sus órganos
sensoriales ―de un modo inequívocamente físico y no alegórico― para
proporcionarle la capacidad de leerla y descifrarla, de engarzarse en el traspaso entre
lo real y lo imposible que se desarrolla allí. La naturaleza, en consecuencia, nos
(re)escribe para permitirnos leer, traza sobre nosotros el signo de una enigma
hermenéutico en cuya voluntad de desciframiento demostraremos nuestra
adscripción a la grecidad: «Y [la naturaleza griega] no es sólo el más elevado
maestro artístico del pintor y del escultor y del arquitecto y del poeta y de todo
artista, sino aún es más profunda y más importante, pues es la más elevada
ennoblecedora del organismo humano del hombre. Ennoblece todos sus órganos
sensoriales, todas sus sensaciones, le aguza y le sutiliza la percepción y los
sentimientos sin los cuales artista es una palabra vacía, porque sin ellos cualquier
manifestación de sutileza es físicamente imposible»191. Así, leer o interpretar en el
arte la línea griega natural, o bien mirar el paisaje del Ática, es para un griego como
188
«Αρκεί να ακολουθήσουν και αναπτύξουν τας φυσικάς των δυνάµεις, αρκεί να ακολουθήσουν
τον φυσικόν των δρόµον. Να µείνουν αυτοί εις τον εαυτόν των – και η φύσις δεν ήτο δυνατόν να τους
διαπλάση καλλίτερα – να µείνουν εις τον κόσµον των – και δεν είναι δυνατόν να είχον κόσµον
καλλίτερον να εκφράσουν», YANÓPULOS, P. (1988), p. 26.
189
La noción de la naturaleza griega como una escritura o un sistema de significancias constituye
uno de los ejes de la poética de Elitis, como tendremos ocasión de analizar en el capítulo siguiente.
190
«Το παλαιόν µας άγαλµα και η κολώνα, είναι η µετάφρασις, η βοηθούσα προς ανάγνωσιν, εις το
βιβλίον της φύσεως της ιδικής µας», Ibidem, p. 33.
191
«Και δεν είναι µόνον, ο ύψιστος διδάσκαλος τέχνης του ζωγράφου και του γλύπτου και του
αρχιτέκτονος και του ποιητού και παντός καλλιτέχνου, είναι ακόµη βαθύτερον και σπουδαιότατον, ο
ύψιστος εξευγενιστής αυτού του ανθρωπίνου οργανισµού του ανθρώπου. Του εξευγενίζει όλα τα
αισθητήρια, όλα τα αισθήµατα, του τροχίζει και του λεπτύνει την αντίληψιν και τα συναισθήµατα
άνευ των οποίων µη τοιούτων καλλιτέχνης είναι λέξις κενή, διότι άνευ τούτων µη τοιούτων πάσα
λεπτή αυτού εκδήλωσις είναι φυσικώς αδύνατος», Ibidem, p. 44.
812 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
leer en su interior, pues «cada piedra, cada hierba, hermosamente colocada, perfilada
con la mayor transparencia, proyecta su fisonomía como individuo, como
hombre»192. Por eso la línea ha de ser la base sobre la que deben configurarse todas
las artes, el precepto estético fundamental que es preciso reinscribir, formal y
temáticamente, en cualquier forma de expresión: «Esta natural y transparente
Escritura de la Línea no puede sino ser la idea o el cimiento fundamental, la
Pecesidad ineludible sobre la cual, voluntaria o involuntariamente, se configurarán
las Artes todas. Apoyado sobre este cimiento natural, la mente creará el género de la
escritura de la Línea, primordialmente en la Pintura, la Escultura, la Arquitectura y
en todas las Artes, para todos los objetos de la vida sin excepción»193. Se trata en el
fondo no de transcribirla sino de prolongarla, puesto que dicha línea es una sola para
todos los objetos, el eje que los atraviesa y los une sobre el mismo haz, aunque su
claridad evite confundirlos en un magma impenetrable. Une incluso las distintas
manifestaciones expresivas de lo griego a lo largo de la historia, como quería Elitis:
la escultura clásica, el arte bizantino, la canción tradicional194. Y, ante todo,
determina que en Grecia no exista oscuridad, malditismo, temor, tristeza o
melancolía, así como tampoco el exceso de la mueca o de una trascendencia
indominable195, tal y como afirma asimismo Elitis, quien se refirió por su parte a la
línea griega en términos semejantes, es de suponer que aún bajo el influjo del propio
Yanópulos, en artículos sobre arte en los años cuarenta, en especial en «El arte
griego contemporáneo y el pintor N. Jadsikiriacos-Guicas»196.
Pero el determinismo entre naturaleza y cultura, entre paisaje e historia y
estética, que según críticos como Eratoscenis Capsomenos se encuentra entre los
192
«La línea griega»: «κάθε λιθάρι, χορτάρι, καθήµενον ωραία, διαγραφόµενον διαυγέστατα,
προβάλλον την φυσιογνωµίαν του σαν άτοµον, σαν άνθρωπος», Ibidem, p. 95.
193
«Η φυσική αυτή, διαυγεστάτη Γραφή της Γραµµής, δεν είναι δυνατόν παρά να είναι η θεµελιώδης
ιδέα, η θεµελιώδης βάσις, η αναπότρεπτος Ανάγκη, προς την οποίαν θέλουσαι και µη θέλουσαι θα
συµµορφωθούν αι Τέχναι όλαι. Εις την φυσικήν αυτήν βάσιν στηριζόµενος ο νους θα δηµιουργήση το
είδος της γραφής της Γραµµής, πρωτίστως εις την Ζωγραφικήν, Γλυπτικήν, Αρχιτεκτονικήν και εις
απάσας τας Τέχνας δι’ όλα ανεξαιρέτως τα αντικείµενα της ζωής», Ibidem, p. 98.
194
Cfr. Ibidem, p. 101.
195
Cfr. Ibidem, p. 128. Elitis opina lo mismo, por ejemplo en «Las muchachas». Esta prescripción
heredada ―heredada incluso de la filología europea que no se ha cansado de repetir que la armonía, el
precepto «nada en exceso», era el rasgo fundamental de la Grecia clásica― le servirá para contribuir a
su reorganización particular del canon nacional, del que todo exceso expresionista o lacrimógeno
―por ejemplo, la ceñuda y derrotista poesía de Cariotakis― queda excluido: «Gracias a Dios, en la
expresión griega la mueca (si exceptuamos a la Tragedia, que apuntaba a otra parte pero cuyos
pliegues siempre acababa alisando el Coro con esmero arquitectónico) queda suavizada siempre por la
nobleza» («∆όξα νά ’χει ο Θεός, στην ελληνική έκφραση, ο µορφασµός (αν εξαιρέσουµε την
Τραγωδία, που σκόπευε αλλού, αλλά που, τελικά, τις πτυχές της κι εκείνης ερχότανε, πάντοτε, µε
αρχιτεκτονική φροντίδα να ισιώσει ο Χορός) κατασιγάζεται από την ευγένεια»), ELITIS, O. (2000), p.
191.
196
Cfr. ELITIS, O. (2000), pp. 552-566.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 813
197
Capsomenos ha escrito de hecho varios textos analizando la posición de Elitis dentro del sistema
cultural neogriego, para lo cual, en mi opinión, ha asumido de modo excesivamente acrítico no sólo
las afirmaciones del propio poeta, sino también algunos lugares comunes del nacionalismo menos
combativo. Así, este dogma de la coherencia orgánica entre todos los estratos de la nación le parece
uno de los principios incontrovertibles que han definido al griego moderno. Asimismo, considera que
la búsqueda de la propia identidad cultural es un rasgo diferencial de la tradición cultural neogriega,
cfr. CAPSOMENOS, E. G. (2005), p. 8.
198
Cfr. Ibidem, pp. 7-8.
199
Cfr. DSIOVAS, D. (2006), pp. 73-79.
200
Ártemis Leondí ha hablado de la armonización que algunos artistas de esta época dicen
experimentar con otros estratos del arte griego: el clásico, el posclásico, el bizantino o incluso el
otomano, a partir de la relación con una naturaleza y un alma popular que ha sido siempre la misma y
no ha cesado de dictar una estética, cfr. LEONDÍ, Á. (1998), pp. 285-286.
201
Se trata del artículo «El problema de la forma» («Το πρόβληµα της µορφής»), de 1946, que
según las informaciones que aporta Ártemis Leondí, entusiasmó a los intelectuales griegos, cfr.
Ibidem, pp. 312-313.
814 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lengua o la ética del pueblo las que predeterminan el paisaje202. Resulta imposible
determinar, como en el cosmos rizomático de textualidad en que Grecia se convierte
en «El Gloria», un origen y un telos plenos y presentes, capaces de reabsorber el
resto de estratos, en esta sucesión de traspasos, en esta constante metaforá que es lo
griego. Todo empieza o termina en cualquier punto. El centro se halla diseminado y
Grecia se configura como el entre de un sistema caracterizado no obstante por su
coherencia. Es un ductus inaprensible, un movimiento explícitamente de las manos,
el que hace de Grecia el equivalente a una sucesión de escrituras que, como el poeta,
a fin de cuentas «copian lo Inconcebible»: «He hablado de una pureza cuyo sentido
metafísico está colocado exactamente sobre el moral y éste, a su vez, sobre el
estético, tal como lo conocemos y nos ha sido transmitido cual un simple, casi diría,
movimiento de las manos, familiar a los griegos desde siempre, bien se llamen Fidias
o Ictinos, bien Antemios o Isidoros, o bien sean marineros y artesanos anónimos de
los años de la esclavitud»203. La estética, cabe pensar, como ya he dicho, se sitúa en
una posición de privilegio, es ella la que, informada en ocasiones por la naturaleza, y
en ocasiones configuradora de ésta última, puede explicar incluso la actitud
propiamente griega, la exactitud de su humanidad, en un juego de estratos o
escrituras que no se detiene: «Ello me ha ayudado a comprender, hoy, que hasta el
pequeño código de mi comportamiento frente a los demás, mi ética personal,
digamos, no es más que una clara transcripción de mi estética, la cual, a su vez, no es
más que una transcripción de las condiciones naturales que han determinado mi
peripecia humana»204. No obstante, en el gesto de la mano del artista, en el ductus
griego, es la naturaleza (también) la que habla, es ella la que fomenta esta
hermenéutica irresuelta de la materia o de los mensajes profundos de la tierra ―en
realidad, la dilucidación del fondo o de la huella que habla también metafóricamente
en la propia naturaleza, la cual queda equiparada así a toda categoría de
representación secundaria, reducida a forma estructural o escritura y no a contenido
objetual de la mímesis― que constituye el arte: «No hablo de la virtud del escultor o
del artesano de las creaciones actuales, sino de la comunicación secreta con la
202
Así lo ha hecho notar Peter Mackridge: «According to this reading, the landscape is produced not
by political and economic forces but by the spiritual and moral lives of the people who have inhabited
and shaped it», MACKRIDGE, P. (1997), p. 119.
203
«Antes que nada, la poesía»: «Μίλησα για µία καθαρότητα που το µεταφυσικό της νόηµα είναι
υπερτοποθετηµένο ακριβώς επάνω στο ηθικό και αυτό, πάλι, ακριβώς επάνω στο αισθητικό, τέτοιο
που το γνωρίζουµε και που µας έχει παραδοθεί σαν απλή, σχεδόν, θα έλεγα κίνηση των χεριών, οικεία
στους Έλληνες απανέκαθεν, είτε αυτοί λέγονται Φειδίες και Ικτίνοι είτε Ανθέµιοι και Ισίδωροι είτε
ανώνυµοι θαλασσινοί και µαστόροι των χρόνων της σκλαβιάς», ELITIS, O. (2000), p. 37.
204
«Antes que nada, la poesía»: «Αυτό µε βοήθησε ν’ αντιλαµβάνοµαι, σήµερα, ότι ακόµη κι ο
µικρός κώδικας της συµπεριφοράς µου απέναντι στους τρίτους, η προσωπική ηθική µου, ας πούµε,
δεν είναι παρά µία ευδιάκριτη µεταγραφή της αισθητικής µου, που, µε τη σειρά της κι αυτή, δεν είναι
παρά µία µεταγραφή των φυσικών όρων που προσδιορίσανε την ανθρώπινή µου περίπτωση», Ibidem,
p. 30.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 815
205
«Las piedras marinas de Nicolaos» («Οι θαλασσινές πέτρες του Νικολάου»): «∆ε µιλώ για την
αρετή του γλύπτη ή του µάστορη των συγχρόνων κατασκευών, αλλά για τη µυστική επικοινωνία µε
την ύλη, την αρµονική συµβίωση µε το αίνιγµά της, αυτή που έκανε τον Έλληνα από την εποχή
κιόλας των Ιώνων να καταλαβαίνει πόσο η Φύση ξέρει να ακριβολογεί όταν ανυπόκριτα την
εµπιστεύεσαι. Πραγµατικά, µία µεγάλη αλληλεγγύη αναπτύσσεται ανάµεσα στα φυσικά στοιχεία και
στις δηµιουργικές δυνάµεις των ανθρώπων του τόπου αυτού. Τα δέντρα, οι θάλασσες, τα βράχια
συµµετέχουν στην κίνηση της σµίλης ή του χρωστήρα· και το αντικείµενο που αναδύεται στο τέλος
από τη συνεργασία αυτή, όσες αφαιρέσεις και αν έχει υποστεί (κάποτε και χάρη σ’ αυτές),
αποκαθιστά το φως αυτούσιο, και όχι απλώς το αποδίδει, όπως έγινε µε τη δυτική τέχνη που επί
αιώνες περιχαρακώθηκε µε αυτάρκεια µέσα στα ποικίλα ευρήµατα της λεγόµενης “οφθαλµαπάτης”»,
Ibidem, pp. 580-581.
206
«Lo público y lo privado»: «Μέσα σ’ ένα τέτοιο πνεύµα είχα κινηθεί άλλοτε, όταν έλεγα ότι ένα
τοπίο δεν είναι, όπως το αντιλαµβάνονται µερικοί, κάποιο, απλώς, σύνολο γης, φυτών και υδάτων·
είναι η προβολή της ψυχής ενός λαού επάνω στην ύλη», ELITIS, O. (1993), p. 339.
816 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
207
«Εκεί ρόδια, κυδώνια / θεοί µελαχρινοί, θείοι κι εξάδελφοι / το λάδι αδειάζοντας µες στα
πελώρια κιούπια· / και πνοές από τη ρεµατιά ευωδιάζοντας / λιγαριά και σχίνο / σπάρτο και
πιπερόριζα / µε τα πρώτα πιπίσµατα των σπίνων / ψαλµωδίες γλυκές µε τα πρώτα πρώτα ∆όξα Σοι»,
ELITIS, O. (2002), p. 135.
208
«Εκεί δάφνες και βάγια / θυµιατό και λιβάνισµα / τις πάλες ευλογώντας και τα καριοφίλια»,
Ibidem, p. 135.
209
«Βλέπω τα χρώµατα του Υµηττού στη βάση την ιερή του Νέου Αστικού µας Κώδικα. […]
Βλέπω ψηλά, µες στους αιθέρες, το Ερέχθειο των Πουλιών», Ibidem, p. 168.
210
«Άξιον Εστί εορτάζοντας τη µνήµη / των αγίων Κηρύκου και Ιουλίτης / ένα θαύµα να καίει
στους ουρανούς τ’ αλώνια / ιερείς και πουλιά να τραγουδούν το χαίρε», Ibidem, p. 174.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 817
211
Cfr. JADSIYACUMÍ, M. (2004), pp. 193-194.
212
La propia María Jadsiyacumí, así como acaso Eratoscenis Capsomenos, son representantes de
una crítica griega del interior que se mueve habitualmente entre estas afirmaciones complacientes e
impresionistas, cfr. Ibidem, p. 194.
818 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
213
Cfr. COTIDIS, A. (2005), p. 67.
214
«Modernism in Europe has been associated with universal capitalism and cultural imperialism. In
contrast, Greek modernism, experienced as an identity problem, can be seen as introverted,
ethnocentric and anticolonial. For certain Greek poets to be modernists meant to hellenize modernity,
to advocate a “national modernism”. For them, modernism involved an antimodernist strategy, namely
the reactivation of tradition and the adaptation of Western literary trends, such as surrealism, into a
national context», DSIOVAS, D. (1997), p. 2.
215
Cfr. ARYIRÍU, A. (1998), pp. 19-20. Se trata por lo demás de un argumento ya explotado por
Elitis en su «Memorial para Andreas Embiricos», donde afirma que su amigo y colega estaba ya
llegando, gracias a sus sólida base griega, a conclusiones semejantes a las de Breton y compañía
cuando se encontró azarosamente con el movimiento, cfr. ELITIS, O. (1993), pp. 122-123. No estoy de
acuerdo en este aspecto con Elena Cutrianu, que en uno de sus artículos asegura que si los surrealistas
griegos utilizaron el argumento de la búsqueda de su propia identidad fue para protegerse de las
críticas y disimular ante el establishment intelectual el hecho de que estaban introduciendo una
corriente extranjera en el país, operación que generaba siempre mucha controversia, cfr. CUTRIANU, E.
(2000a), p. 154.
216
Cfr. CUTRIANU, E. (2004), p. 420.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 819
217
«…τις ορθές και αιώνιες αρχές της τέχνης, τα ελληνικά ιδανικά, ύστερα από το αδιέξοδο όπου
την οδήγησαν οι ολέθριες συνέπειες της Ιταλικής Αναγέννησης», en Ibidem, p. 420.
218
Algo semejante dice Elitis en un artículo en defensa del surrealismo publicado en 1944, «Los
problemas poéticos y artísticos actuales», donde utiliza la evidente estrategia de vender en el interior
del país el surrealismo como una corriente de sustrato eminentemente griego para hacerlo más
aceptable entre sus compatriotas; ello no significa que en estas palabras no lata asimismo una fuerte
convicción que se vio reiterada infinidad de veces en textos posteriores, cuando su lucha por el acceso
al canon nacional ya se había relajado: «[Los críticos con el surrealismo] no pueden comprendernos
porque no saben que para nosotros, como para los románticos alemanes, como para los sabios de
Oriente, como para los griegos de Jonia, el sueño es una realidad, el misterio un estado que nos
acompaña sin cesar» («∆εν µπορούν να µας νιώσουν γιατί δεν ξέρουν ότι για µας, όπως και για τους
ροµαντικούς της Γερµανίας, όπως και για τους σοφούς της Ανατολής, όπως και για τους Έλληνες της
Ιωνίας, το όνειρο είναι µία πραγµατικότητα, το µυστήριο µία κατάσταση που µας συνοδεύει
αδιάκοπα»), ELITIS, O. (2000), p. 510. Hay que señalar también que Elitis se vincula aquí a sí mismo,
así como a los surrealistas y a todo auténtico griego, a varios espacios marginales, orientales, que
entrelaza además entre sí: el romanticismo alemán y su impulso contracultural, la filosofía oriental y
las religiones del Asia ―inspirado sin duda por las ideas que subyacen en textos como los de La
Révolution Surréaliste a que he hecho referencia más arriba―, y una grecidad preclásica, la de los
presocráticos jonios.
219
Todo este repaso está extraído de CUTRIANU, E. (2004), pp. 420-421.
820 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
220
«Έτσι εξηγείται η µεγάλη απήχηση του υπερρεαλισµού σε µας, όταν αυτός εµφανίστηκε στη
λογοτεχνική σκηνή. Πολλές πλευρές του υπερρεαλισµού δεν µπορώ να τις δεχθώ, όπως τις
παραδοξολογίες του, την προάσπιση της αυτόµατης γραφής· όµως ―πέρα από αυτά― υπήρξε η µόνη
ποιητική σχολή ―και, πιστεύω, η τελευταία στην Ευρώπη― που απέβλεψε στην πνευµατική υγεία
και αντέδρασε στα ορθολογικά ρεύµατα που είχαν γεµίσει τα περισσότερα δυτικά µυαλά. Αφότου ο
υπερρεαλισµός, σαν καταιγίδα, ανέτρεψε αυτό τον ορθολογισµό, ξεκαθαρίστηκε µπροστά µας το
έδαφος προσφέροντάς µας τη δυνατότητα να συνδεθούµε φυσιολογικά µε τον τόπο µας και ν’
αντικρίσουµε την ελληνική πραγµατικότητα δίχως τις προκαταλήψεις που επικρατούσαν από την
Αναγέννηση. Όµως αυτή η εικόνα δεν είναι αληθινή. Ο υπερρεαλισµός, µε τον αντι-ορθολογικό του
χαρακτήρα, µας βοήθησε να κάνουµε ένα είδος επανάσταση µε την αντίληψη που σχηµατίσαµε για
την ελληνική αλήθεια. Ταυτόχρονα, ο υπερρεαλισµός περιλάµβανε ένα υπερφυσικό στοιχείο, πράγµα
που µας κατέστησε ικανούς να δηµιουργήσουµε µία µορφή αλφαβήτου από στοιχεία γνήσια ελληνικά
και µε τούτα να εκφραστούµε», ELITIS, O. (1979), pp. 187-188. Complementariamente, podemos
destacar también la afirmación hecha en otro texto de poética ―dado que esta entrevista sin duda está
concebida como tal―, la «Declaración del 51», donde Elitis identifica los resultados a que le ha
conducido por una parte su obediencia a la grecidad y por otra su fe surrealista, con una oportuna
alusión a Heráclito, uno de los pocos puentes de Grecia con el surrealismo histórico: «La formación
griega, por una parte, y el surrealismo por otro, han sido el camino “arriba” y “abajo” que me han
conducido al mismo punto» («Η ελληνική παιδεία από το ένα µέρος και ο υπερρεαλισµός από το άλλο
στάθηκαν η “άνω” και η “κάτω” οδός που µ’ έβγαλαν στο ίδιο σηµείο»), ELITIS, O. (1993), p. 206.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 821
221
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p. 318.
222
«Las muchachas»: «Στις ηµέρες µας είναι αυτοί που εξακολουθούν να παίζουν τον αχάριστο
ρόλο των παλαιών Ουµανιστών, των µαυροφορεµένων, που αντιγράφανε τ’ αντίγραφα, προσεύχονταν
στις Ακρόπολες, και προσθέτανε συντακτικές παρατηρήσεις στους ρήτορες µε µίαν ασυγκινησία που
απωθούσε την πραγµατική Ελλάδα, κυριολεκτικά, στους αντίποδες», ELITIS, O. (2000), pp. 190-191.
223
Yorgos Ioanu ha afirmado que el Egeo es en Elitis la perceptibilidad de lo superreal, el lugar en
que lo sobrenatural es natural y lo mágico forma parte de lo cotidiano. En él encuentra el poeta, dice,
lo que Aragon o Éluard encontraban en las calles de París, cfr. IOANU, Y. I. (1991a), pp. 115-116. En
su artículo «Aspects of Surrealism in the Words of Odysseus Elytis» (Books Abroad, XLIX, 1975), R.
Jouanny afirma que lo griego en Elitis es la superrealidad de Breton viva, citado en
ANDRIOTIS-BAITINGER, K. (1992), pp. 52-53, nota 7.
822 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
224
«Often, his notion of the Divine seems synonymous with the Hellenic», CALOTYCHOS, V.
(2003), p. 225.
225
De hecho, podemos leer en este sentido la primera «glosa» de «El Gloria», una tirada de dísticos
dirigida indecidiblemente a la Virgen, al eterno femenino o a Grecia. Con ello, Grecia está siendo
equiparada a la dimensión intersticial que representan la Virgen o la muchacha, puntos de traspaso
entre lo humano y lo divino, mediaticidad pura, suspensión y garantía de comunicación y
construibilidad mutua entre ambas instancias. Se diría que se confirma aquí la afirmación
hölderliniana de que sólo Grecia, en su intersticialidad, puede decir el sentido de lo sagrado. Lo
sagrado en este pasaje está representado, además de por la presencia de la Virgen que remite
nuevamente a la religión nacional, o de la Santa Core que evoca una religiosidad pagana y no menos
griega, por la creencia surrealista en un «tercer estado» que se construye sobre la confluencia de los
otros dos, la vigilia y el sueño, la realidad y la imaginación, la identidad y lo Totalmente Otro. Grecia
queda marcada como la operadora de dicha sacralidad o superrealidad sobre-natural: «Salve a ti la
Ardiente salve a ti la Verde / Salve la Impenitente con la espada de Proa // Salve a ti que caminas y se
borran las huellas / Salve a ti que despiertas y se hacen los milagros» («Χαίρε η Καιοµένη και χαίρε η
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 823
Χλωρή / Χαίρε η Αµεταµέλητη µε το πρωραίο σπαθί // Χαίρε η που πατείς και τα σηµάδια σβήνονται
/ Χαίρε η που ξυπνάς και τα θαύµατα γίνονται»), ELITIS, O. (2002), p. 174. Ella es la zarza ardiente,
natural e inmortal, sede de la revelabilidad y la promesa de(l) Dios, así como el reorigen constante
carente de un telos (construibilidad en la luz o el fuego) y la borradura de las huellas que nos devuelve
al desierto del adviento y hace nacer los milagros, es decir, lo maravilloso. Es, además, según la
simulación léxica de una advocación mariana, la Ονειροτόκος, «Madre del Sueño», suscitadora pues
de los estados segundos del surrealismo ―que poseen el estatuto de una sacralidad― a la par que
sede de los estados terceros.
226
Cfr. Eratoscenis Capsomenos, «Η ποίηση του Οδυσσέα Ελύτη και το τοπικό πολιτισµικό
σύστηµα», CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 60-61.
227
«La pintura contemporánea»: «Η οποία εκτυλίσσεται ενώπιον των οφθαλµών µας […] τας
χιµαιρικωτέρας και παραδεισιωτέρας εικόνας ανεκλαλήτου και ανονειρεύτου ποιήσεως και
ωραιότητος, προ των οποίων τύφλα να έχουν, όλοι οι Παράδεισοι των µεταθανατίων ζωών. Η οποία
θέτει τον άνθρωπον, τον δοθέντα εις αυτήν και καταστάντα ικανόν να την αισθανθή και την ατενίση,
αυτήν την δυνατωτέραν και συγχρόνως αιθεριωτέραν, εις µίαν κατάστασιν σαρκικής ευδαιµονίας,
χαράς, σφρίγους, διαθέσεως εορταστικής, εξάρσεως ζωής χαιρούσης και αγαλλιάσεως πνεύµατος, την
οποίαν ουδαµού αλλού, εις κανένα µέρος του κόσµου, εις κανένα άλλο σηµείον της γης, δύναται να
αισθανθή», YANÓPULOS, P. (1988), pp. 36-37.
824 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
228
Cfr. CUTRIANU, E. (1997), pp. 15-16.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 825
229
«Regreso de la Grecia que casi fue»: «Εµπρός, ας ανηφορίσουµε τις ίδιες θάλασσες. Έτσι κι
αλλιώς, στα µέρη τα δικά µας κάνει ό,τι ώρα µάς αρέσει κι ας λένε τα Γκρίνουιτς. Με µία
προϋπόθεση όµως. Που είναι κυανή και λευκή, γήινη και υδάτινη συνάµα», ELITIS, O. (1999), p. 81.
230
«Loa del burro»: «Έτσι ζούµε εδώ, µε διαφορές µεγάλες ανάµεσα σε ζερβί και δεξί χέρι. Από
λεπτουργηµένες εκκλησίτσες έως υπερµεγέθη βροντερών φωνών ακρωτήρια. Σε τέτοια ποικιλία και
σπανιότητα, που πραγµατικά δεν θα µπορούσε κανείς άλλης χώρας κάτοικος να βρει µαζί Κόρη και
Αετό, βόρειον άνεµο και ζέστη σαράντα βαθµών, θυµιατά, σκίνα, λαγουδέρες», ELITIS, O. (1997), pp.
24-25.
826 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
231
«Όµορφη και παράξενη πατρίδα / Ωσάν αυτή που µού ’λαχε δεν είδα // Ρίχνει να πιάσει ψάρια
πιάνει φτερωτά / Στήνει στη γη καράβι κήπο στα νερά», ELITIS, O. (2002), pp. 242-243.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 827
de la raíz de las plantas al sol, los intercambios entre las propiedades de las
hierbas y los instintos del hombre, la analogía entre los instintos del hombre
y sus objetos cotidianos, casas, barcos, herramientas. Y todo ello con tanta
claridad, coherencia, sobriedad de medios, que se convencerían muy pronto
de que su punto exacto no puede ser más que la única e ideal Justicia; porque
la Justicia es un punto exacto, y nada más.
Si, además, me preguntaran: «¿Por qué sólo en este lugar? ¿Por qué
no en todas partes?», podría contestarles: «Porque en ninguna otra parte el
triángulo de los montes ha pasado con tanta naturalidad a la arquitectura; en
ninguna otra parte las criaturas míticas de las leyendas marinas han llevado
tan convincentemente las dos alas de los vientos».232
232
«Las muchachas»: «Την εποχή που µου δόθηκε πρώτη φορά η ευκαιρία να βρεθώ στο
κατάστρωµα ενός πλοίου, διασχίζοντας τα νότια της Σαντορίνης, είχα το αίσθηµα ενός γαιοκτήµονα,
που κάνει αναγνώριση των πατρογονικών του, εν όψει κάποιας κληρονοµίας. Αυτές οι σγουρές από
κύµατα εκτάσεις ήταν οι καλλιεργήσιµες γαίες όπου δεν απόµενε παρά να φυτευτούν κυπαρίσσια για
ορόσηµα. Τα κοπάδια µου τα καταµετρούσα, τις σιταποθήκες µου, τα πατητήρια µου, τα υπόστεγά
µου τα όριζα. […] Μία απέραντη οικειότητα, που µ’ έκανε ν’ ανταλλάσσω µε τη µεγαλύτερη ευκολία
ιδιότητες και χαρακτήρες στα πράγµατα, ένιωθα να προϋπάρχει µέσα µου και να ωραΐζει όλα όσα η
Ατλαντίδα των άλλων δεν είχε προλάβει να συµπαρασύρει µαζί της στους βυθούς. Χωρίς να
λογαριάσουµε ότι, και σ’ αυτούς ακόµη, µία θέση δε θα µου ήταν διόλου ξένη· τόσο προσκολληµένος
ήµουνα στην έννοια του “κρυµµένο θησαυρού” και, για να µιλήσω στη σηµερινή γλώσσα: του
“πιθανοποιηµένου απίθανου”. Όλα γίνονται όταν το πάρε-δώσε ανάµεσα σ’ αυτά που βλέπουµε και
σ’ αυτά που φανταζόµαστε συνεχίζεται και βγαίνει στο τέλος αληθινό. Επειδή εκεί ήθελα να
καταλήξω. Αν υπήρχε τρόπος να µεταγράψει κανείς σε οπτικά σύµβολα τα κινητικά φαινόµενα που
ένιωθα να λαµβάνουν χώραν γύρω µου, µέσα στο εκτυφλωτικό εκείνο χρυσοκύανο διάστηµα, θα
παρακολουθούσε τροχιοδεικτικά τη φορά από τον ήλιο προς τη ρίζα των φυτών, και από τη ρίζα των
φυτών προς τον ήλιο, την ανταλλαγή ανάµεσα στις ιδιότητες των βοτάνων και τις παρορµήσεις των
ανθρώπων, την αναλογία ανάµεσα στις παρορµήσεις των ανθρώπων και στα καθηµερινά τους
αντικείµενα, σπίτια, καράβια, εργαλεία. Κι αυτά µε τόση ενάργεια, συνέπεια, λιτότητα µέσων, που η
στιγµή τους η ακριβής θα πείθονταν πολύ γρήγορα ότι δεν µπορούσε να είναι τίποτε άλλο παρά η
µόνη και ιδεώδης ∆ικαιοσύνη· γιατί µία ακριβής στιγµή είναι η ∆ικαιοσύνη ―και τίποτε άλλο. / Αν,
πάλι, µε ρωτούσαν: “γιατί µονάχα σ’ αυτόν το χώρο; γιατί όχι παντού;” θα µπορούσα να τους
αποκριθώ: “επειδή πουθενά αλλού το τρίγωνο των βουνών δεν έχει κατεβεί τόσο φυσιολογικά στο
αρχιτεκτόνηµα· πουθενά αλλού τα µυθικά πλάσµατα των θαλασσινών θρύλων δεν έχουν φορέσει
τόσο πειστικά τις δυο φτερούγες των ανέµων”», ELITIS, O. (2000), pp. 188-190.
828 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
233
«Υπήρχε σε µένα ένα τρέµισµα ψυχής που προερχότανε από τη συνείδηση ότι αυτά τα πράγµατα
είναι ιερά και ότι πρέπει να τα δείξεις στους άλλους (που θα πει να τα σώσεις) ή να χαθείς µαζί τους.
Ο κόσµος µου ήταν αποκελιστικά νεοελληνικός, και τα στοιχεία του όλα ―από τους ήρωες της
Επανάστασης ως τα πορτοκάλια και τα ρόδια και τους ανέµους― άγια πράγµατα, θέµατα προς
µετάληψιν, τοποθετηµένα σ’ ένα φανταστικό ιδιωτικό εικονοστάσι», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 37.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 829
234
«Μπορεί να φαίνεται παράξενο, αλλά µία-δυο ώρες αφού το πλοίο της γραµµής εγκαταλείψει τη
Χίο είναι σα να εγκαταλείπει ολόκληρο τον γνωστό κόσµο. Μπαίνει σε θάλασσες που άξαφνα
µοιάζουν ανεξερεύνητες, και ο απροειδοποίητος ταξιδιώτης, που ταλαντεύεται µε το ρυθµό της
πρωινής φουσκοθαλασσιάς, κρατηµένος από τα κάγκελα της γέφυρας, ατενίζει τον ορίζοντα µε το
ίδιο αίσθηµα που θα είχε σε καιρούς αλλοτινούς ένας τυχερός θαλασσοπόρος. Σε λίγο, ανάµεσα στην
ατµιστή πάχνη, που τη διαλύει κοµµάτια-κοµµάτια ο ήλιος, αρχίζει να ξεχωρίζει τη σκια µίας
παραµυθένιας γης», ELITIS, O. (2000), p. 257.
830 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
como Mitilene. Bien mirado, ninguna de las leyes físicas conocidas tiene demasiado
valor allí. No parece en absoluto imprescindible, por ejemplo, que a la noche le siga
el día; y es posible ver árboles que florecen en pleno invierno, o flores otoñales de
maravillosos colores que no han sido plantadas por la mano del hombre y que
ninguna colección botánica contiene. En verano el mar suele teñirse de rojo sin que
el cielo tenga nada que ver en ello; y los montículos de tierra crecen o decrecen, se
acercan o se alejan, dependiendo de las horas o los vientos. Los jardines rebosan de
vida encerrados tras altas tapias, con un solo costado abierto al mar, y el fósforo de
los peces llega, a través de las venas invisibles de las profundidades, hasta las sandías
que crujen fragantes, o hasta las gigantescas magnolias que se entreabren como
conchas marinas»235. El mundo griego, pues, se autoconstruye sin cesar, se
recompone o se reescribe a sí mismo bajo la lógica de la transparencia: toda la
materia es ligera ―uno de los ensayos elitianos sobre arte, publicado entre «Las
pequeñas épsilon», se denomina precisamente «El arte de la materia ligera», y
presenta como condiciones de la manipulación artística de la materia acciones muy
similares a las que aquí la naturaleza griega efectúa por sí sola― e irreductible al
logos de las Luces ―no existe la opacidad de un telos que cierre a ningún objeto
sobre un solo sentido o sobre el principio de identidad, y las restancias son
abundantes: esas hierbas, por ejemplo, que no se encuentran en el catálogo de ningún
botánico―. Elitis reconoce explícitamente la mano de lo imposible en esta
configuración paralógica, pero nos comunica a la vez que sólo la figura del inocente,
equivalente tanto al santo o al místico como al artista, puede percibir la superrealidad
que no se revela más que a quien sabe mirarla; es precisa pues una mediación
sacerdotal con la profunda y auténtica realidad griega para que su conciencia se
extienda a todos los que habitan sobre ella. No es difícil encontrar en esa figura que
va a ser la de Ceófilos, ser tímido y asocial del que sospechamos a lo largo del
ensayo que sufre cierto retraso mental, una referencia múltiple: por una parte, a
ciertos místicos cristianos que hacen del desapego respecto a la realidad y sus
constricciones la clave de su entrega religiosa (los «locos de Dios»), por otra a los
235
«Έχουν να λένε ότι από τη στιγµή που ο ∆άφνις, παραλλάσσοντας µόλις το µουρµουρητό µίας
πηγής, αξιώθηκε να ψιθυρίσει λόγια λατρείας στο αυτί της εκστατικής Χλόης, γεννήθηκε ο Έρωτας.
Λοιπόν δεν είναι διόλου τυχαίο που ο Έρωτας, ο παραγωγός αυτός όλων των θαυµάτων, γεννήθηκε
σε µία χώρα όπως η Μυτιλήνη. Αν το καλοεξετάσεις, κανείς από τους γνωστούς µας φυσικούς νόµους
δεν έχει µεγάλη πέραση εκεί. ∆ιόλου απαραίτητο, π. χ., δε µοιάζει τη νύχτα να διαδέχεται η µέρα· και
µπορείς να δεις δέντρα που ανθίζουν το καταχείµωνο ή φθινοπωρινά λουλούδια µε καταπληκτικά
χρώµατα, που κανένα χέρι ανθρώπου δε φύτεψε µήτε καµία συλλογή βοτανολόγου περιέχει. Τα
καλοκαίρια η θάλασσα γίνεται συχνά κατακόκκινη, χωρίς για τούτο να ευθύνεται ο ουρανός· κι οι
χωµατεροί λόφοι ψηλώνουν ή χαµηλώνουν, σιµώνουν ή αποµακρύνονται, ανάλογα µε τις ώρες και
τους ανέµους. Οι κήποι σφύζουν κλεισµένοι πίσω από ψηλούς φράχτες, µε τη µία µεριά τους µονάχα
ολάνοιχτη προς τη θάλασσα, και το φώσφορο των ψαριών µέσ’ από τις αόρατες φλέβες του βυθού
φτάνει ώς τα καρπούζια που τρίζουν κι ευωδιάζουν ή τις τεράστιες µαγνόλιες που µισανοίγονται σαν
άλλα θαλασσινά όστρακα», Ibidem, p. 258.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 831
enfermos mentales exaltados por los surrealistas franceses como los únicos sujetos
capaces de unir en su vida cotidiana las esferas del consciente y el inconsciente ―y,
por tanto, de vivir en la superrealidad y en el reino de la poesía a que todos
deberíamos estar destinados históricamente― y, finalmente, al mismo artista,
poseedor de una mente capaz de operar la fusión entre esferas sin perder
completamente la razón. En todo el pasaje, en consecuencia, leemos una nueva
reivindicación del Poeta como único visionario capaz de conectar a los griegos con el
«verdadero rostro» de su tierra y devolverles formalizado, en consecuencia, su
carácter superreal, intersticial o uTópico ―la interlocución con lo sagrado que pasa
por lo general inadvertida―, ése que ya apenas perciben determinados estratos del
pueblo, los que se resisten a la tentación del mercantilismo, el utilitarismo o el afán
de lucro y permanecen fieles a las prescripciones de la grecidad. De todo ello cabe
deducir que el Poeta posee una importancia incalculable en la revelación de la
identidad nacional ―es, de hecho, quien mantiene el contacto con lo imposible o
prolonga el gesto que configura a Grecia, el garante pues de su perpetuación en una
mirada que deviene escritura― y que dicha identidad es, por ello mismo,
primordialmente estética: «No hace falta demasiado para que esto ocurra. Lo
Imposible sólo necesita un poco de corazón puro para manifestarse. Y es en las almas
de las personas sencillas, de los niños o de los locos, de los “simplones”, como los
llaman en Mitilene, donde a veces acepta dejar su impronta. Sólo ellos, privilegiados,
imprimen la visión en su interior. Todos los demás, habitantes pobres y ricos de la
isla, pasan la vida sin enterarse de nada, y al final se casan, comen sus buenos dulces
y miden sus “fanegas”, como si sobre estas mismas tierras que pisan no hubiera
dejado en otro tiempo sus huellas el pie de un dios. Y, sin embargo, desde aquellos
antiquísimos tiempos en que aún se expandía el bosque, el mismo que después se
petrificó y ahora es talado en mil pedazos de corteza iridiscentes, hasta hoy que los
campesinos de Ayía Paraskeví, en un pandemónium de laúdes y de himnos,
conducen al toro al matadero, agachándose a sumergir los dedos en la sangre para
hacerse la señal de la cruz sobre la frente, o que un poco más arriba, sobre las dulces
colinas de Cermí, las mujeres vestidas de negro esperan todas las noches a San
Rafael para discutir con él sin falta, persiste un intercambio secreto, un comercio
oculto entre los que saben ofrecer su confianza sin esperar recompensa y los que
saben y tienen el poder de recompensarla»236.
236
«∆εν θέλει πολύ για να γίνει αυτό. Λίγη καθαρή καρδιά ζητάει πάντοτε το Απίθανο για να
φανερωθεί. Κι είναι στις ψυχές των απλών ανθρώπων, των παιδιών ή των τρελών, των “αχµάκηδων”,
όπως τους λένε στη Μυτιλήνη, που κάποτε στέργει ν’ αφήσει τ’ αποτυπώµατά του. Αυτοί µόνοι,
προνοµιούχοι, εγγράφουνε µέσα τους το όραµα. Οι άλλοι όλοι, φτωχοί και πλούσιοι κάτοικοι του
νησιού, περνούν τη ζωή τους χωρίς να πάρουν είδηση από τίποτε, και σε τελευταία κατάληξη
παντρεύονται, τρώνε τα ωραία γλυκά τους και µετρούν τα “µόδια” τους, σα να µην είχε αφήσει ποτέ
στα ίδια αυτά χώµατα που πατούν, τ’ αχνάρια της η φτέρνα κάποιου θεού. Κι όµως από τους
πανάρχαιους εκείνους χρόνους όπου θρασοµανούσε ακόµα το δάσος, το ίδιο που αργότερα πέτρωσε
832 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
και πελεκιέται σε χιλιάδες φλοίδες ιριδίζουσες, ίσαµε σήµερα που οι χωρικοί της Αγίας Παρασκευής
µέσα σ’ ένα πανδαιµόνιο από λαγούτα και δοξολογήµατα οδηγούν τον ταύρο στη σφαγή, σκύβοντας
να βουτήξουνε δάχτυλο µέσα στο αίµα για να σταυρώσουν το µέτωπό τους, ή που λίγο πιο ψηλά,
στους απαλούς λόφους της Θερµής, οι µαυροντυµένες γυναίκες προσµένουν κάθε βράδυ τον Άγιο
Ραφαήλ για να κουβεντιάσουν µαζί του, το δίχως άλλο, µία µυστική συναλλαγή, ένα κρυφό
πάρε-δώσε συνεχίζεται ανάµεσα σ’ εκείνους που γνωρίζουν να προσφέρουν την εµπιστοσύνη τους
χωρίς κανένα αντίκρισµα και σ’ εκείνους που γνωρίζουν κι έχουν τη δύναµη να την ανταµείβουν»,
Ibidem, pp. 259-260.
237
Al igual que en Elitis, la Israel o la Jerusalén celeste del judaísmo se identifica con la luz y con el
arquetipo femenino: es la sefirá más baja, Malkut o el Reino, modelo eidético de nuestro mundo
perteneciente sin embargo a la esfera de la divinidad, o bien la Shejiná, la luz o la esposa divina, cfr.
BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), pp. 185 y 456. Es la representación, del mismo modo que la
Iglesia cristiana, de la comunidad ideal o trascendente de los fieles. Andonis Decavales ha afirmado al
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 833
respecto que el Egeo elitiano bañado por el sol desempeña el mismo papel que la Nueva Jerusalén en
la obra de Blake, cfr. DECAVALES, A. (1990), pp. 36-37.
238
Cfr. las opiniones al respecto de Apóstolos Benatsis en «Η µυθολογία του Μικρού Ναυτίλου», en
CAPSOMENOS, E. G. (2000), pp. 379-380. Yanis Ioanu ha aludido también a la indemnidad
antihistórica del concepto de la Grecia segunda, compuesta por la fragmentariedad poética que Elitis
ha consagrado a lo largo de su obra como territorio de lo sagrado: instantes, sensaciones, escrituras,
cfr. IOANU, Y. I. (1991), p. 939.
834 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
239
ELITIS, O. (1993), p. 386.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 835
aire de vida», o bien un puro fulgor que no llega ya hasta el presente240: «A veces no
/ es más que un fulgor tras los montes, allí, hacia la parte del mar. Otras veces un
fuerte viento que se detiene de pronto ante los puertos. Y a cuantos comprenden se
les humedecen los ojos / Dorado aire de vida, ¿por qué no llegas hasta nosotros? /
Nadie escucha, nadie. Todos van con un icono en las manos y sobre él el fuego. Y ni
un día, ni un instante en esta tierra en que no se cometa una injusticia y un asesinato.
/ ¿Por qué no llegas hasta nosotros?»241. El libro se escribirá contra la historia que
apaga ese fulgor, contra las injusticias y la violencia, en una búsqueda ―enésima
búsqueda― de la autenticidad profunda de lo griego que se convierte a la par en una
indagación topográfica (en el más amplio sentido de topos) y en una introspección.
El cuerpo del Poeta y el cuerpo de la patria son la misma cosa: «Lo he decidido: me
iré. Ahora. Con lo que sea: mi bolsa de viaje al hombro, una Guía en el bolsillo, la
cámara de fotos en la mano. En lo más hondo de la tierra y en lo más hondo de mi
cuerpo voy a buscar quién soy. Qué doy, qué me dan, y sobre la injusticia. / Dorado
aire de vida…»242. La obra consiste pues en un viaje, un viaje asistido por la escritura
―que figurará en las secciones denominadas «guía» junto con monumentos
artísticos o literarios griegos e inspirados por el espíritu estético de la grecidad―, los
instantes captados por su cámara fotográfica, sensaciones, muchachas, y un bagaje
cultural y personal de siglos o de décadas. Su objetivo es no sólo localizar el perdido
fulgor del helenismo, sino restaurar su misma posibilidad haciendo inventario de sus
componentes más notables. Entre esos componentes, sin embargo, como elemento
perturbador, las secciones tituladas «Proyector» («Προβολέας»), repetidas hasta en
cuatro ocasiones, describen como si se tratara de escenas cinematográficas episodios
luctuosos o infamantes de la historia de Grecia, desde la Antigüedad hasta nuestros
días. Ellos también están, parece ser el mensaje, entre el equipaje ineludible en una
peregrinación de este tipo. Su peso parece ser especialmente potente, visto que en la
sucesión de secciones independientes ―adscritas a géneros distintos― que
constituye el libro, el «Proyector» es el primero de cada serie. De ahí que sea preciso
construir, con todo lo demás, un mundo no surcado por el retorno recurrente del
240
El verso original dice: «Yermos están los ojos que llamas, dorado aire de vida» («Έρµα ’ν’ τα
µάτια που καλείς, χρυσέ ζωής αέρα»). Elitis seguirá trabajando el verso en el epílogo de El Pequeño
Pautilo, como vamos a ver.
241
«Κάποτε δεν / είναι παρά µία λάµψη πίσω απ’ τα βουνά ―κει κατά το µέρος του πελάγου.
Κάποτε πάλι ένας αέρας δυνατός που άξαφνα σταµατάει όξω απ’ τα λιµάνια. Κι όσοι νογούν, το µάτι
τους βουρκώνει / Χρυσέ ζωής αέρα γιατί δε φτάνεις ως εµάς; / Κανένας δεν ακούει, κανένας. Όλοι
τους πάνε κρατώντας ένα εικόνισµα και πάνω του η φωτιά. Κι ούτε µία µέρα, µία στιγµή στον τόπο
αυτόν που να µη γίνεται άδικο και φονικό κανένα. / Γιατί δε φτάνεις ως εµάς;», ELITIS, O. (2002), p.
495.
242
«Είπα θα φύγω. Τώρα. Μ’ ό,τι νά ’ναι: το σάκο µου τον ταξιδιωτικό στον ώµο· στην τσέπη µου
έναν Οδηγό· τη φωτογραφική µου µηχανή στο χέρι. Βαθιά στο χώµα και βαθιά στο σώµα µου θα πάω
να βρω ποιος είµαι. Τί δίνω, τί µου δίνουν, και περισσεύει το άδικο. / Χρυσέ ζωής αέρα…», Ibidem, p.
495.
836 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
243
«Έστρεψα καταπάνω µου το θάνατο σαν υπερµέγεθες ηλιοτρόπιο / Φάνηκε ο κόλπος ο
Αδραµυττηνός µε τη σγουρή στρωσιά του µαΐστρου / Ακινητοποιηµένο ένα πουλί ανάµεσα ουρανού
και γης και τα βουνά / Ελαφρά βαλµένα τό ’να µέσα στο άλλο. Φάνηκε το παιδί που ανάβει /
Γράµµατα και τρέχει να γυρίσει πίσω το άδικο στο στήθος µου / Στο στήθος όπου φάνηκε η Ελλάδα η
δεύτερη του επάνω κόσµου. // Αυτά που λέω και γράφω για να µην τα καταλάβει άλλος κανείς / Όπως
ένα φυτό που αρκείται στο φαρµάκι του εωσότου ο άνεµος / Του το γυρίζει σ’ ευωδιά ναν τη
σκορπίσει και στα τέσσερα σηµεία του κόσµου / Θα φανούν αργότερα τα οστά µου φωσφορίζοντας
ένα γαλάζιο / Που το πάει αγκαλιά ο Αρχάγγελος και στάζει µε τεράστιους / ∆ιασκελισµούς
διαβαίνοντας την Ελλάδα τη δεύτερη του επάνω κόσµου», Ibidem, p. 500.
244
«Κατοίκησα µία χώρα πού ’βγαινε από την άλλη, την πραγµατική, όπως τ’ όνειρο από τα
γεγονότα της ζωής µου. Την είπα κι αυτήν Ελλάδα και τη χάραξα πάνω στο χαρτί να τηνε βλέπω.
Τόσο λίγη έµοιαζε· τόσο άπιαστη. Περνώντας ο καιρός όλο και τη δοκίµαζα: µε κάτι ξαφνικούς
σεισµούς, κάτι παλιές καθαρόαιµες θύελλες. Άλλαζα θέση στα πράγµατα να τ’ απαλλάξω από κάθε
αξία. […] Ως κι ένα περιβόλι ολόκληρο έβγαλα γιοµάτο εσπεριδοειδή που µύριζαν Ηράκλειτο κι
Αρχίλοχο. Μά ’ταν η ευωδία τόση που φοβήθηκα. Κι έπιασα σιγά σιγά να δένω λόγια σαν διαµαντικά
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 837
να την καλύψω τη χώρα που αγαπούσα. Μην και κανείς ιδεί το κάλλος. Η κι υποψιαστεί πως ίσως δεν
υπάρχει», Ibidem, p. 497.
245
«Και το περισσευούµενο χορτάρι τ’ ουρανού που πάτησες / Κάποτε µία φορά και µία για πάντα
υπάρχει / Προσαρτηµένο στη δική σου ελληνική επικράτεια», Ibidem, p. 531.
838 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
246
«Con luz y con muerte», 21: «Και το πιο σπουδαίο απ’ όλα: θα πεθάνεις. / Ο Κεράτιος ο άλλος
θα σου ανοίξει / Στόµα να περάσεις µε το πρόσωπο άσπρο / Ενώ και η µουσική θα συνεχίζεται και
στα δέντρα επάνω / Που ποτέ δε γύρισες να δεις η πάχνη θ’ απολύει / Ένα ένα τα έργα σου. Ε τί /
σκέψου / Από τώρα εαν η αλήθεια βγάνει / Σταγόνες εαν ο Γαλαξίας πλατύνεται / Πραγµατικά τότε
βρεµένος φεγγοβόλος µε το χέρι επάνω / Σε δάφνη ευγενή περισσότερο Έλλην φεύγεις / Κι από µένα
που σου φύσηξα µες στο µπουγάζι άνεµο πρίµο / Σου ετοίµασα µες στις αποσκευές ασβέστη και
υδροχρώµατα / Το εικόνισµα µικρό µε τους χρυσούς Ιούλιο και Αύγουστο / Ξεροντας εσύ πότε
χαµένος όντας / Οδοιπόρος εγώ θα µε φιλοξενήσεις / Απιθώνοντας πάνω στο τραπεζοµάντιλο / Το
ψωµί τις ελιές και τη συνείδηση / Μέρα πρώτη για µας στην πατρίδα τη δεύτερη του επάνω κόσµου»,
Ibidem, pp. 534-535.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 839
inesperados, y heme aquí: incapaz de saber qué doy, qué me dan y sobra la injusticia
/ Dorado aire de vida…»247. Se diría que la búsqueda identitaria del «verdadero
rostro» de Grecia, propósito principal de su poesía, se ha vuelto imposible.
Sin embargo, no hay mucha distancia entre el mito griego contemporáneo
creado por Elitis a lo largo de toda su obra y esta Grecia segunda. Sin el componente
derrotista ―que por otra parte se atenuará nuevamente en las obras de los años
ochenta y noventa―, es posible ver algo similar en la eutopía textual construida en
«El Gloria»248. El conjunto de objetos y signos ―o, mejor, objetos-signos―
consagrados allí como corpus atópico de la grecidad configura ya una mitología muy
concreta que puede rastrearse desde las exaltaciones del Egeo en sus primeros libros.
El sol, las islas, los más pequeños detalles de la naturaleza, el mar, la sensación, la
arquitectura cicládica, las barcas, las muchachas, constituyen los elementos más
destacados de lo que podríamos denominar imagen de marca de Elitis. Dicha imagen
de marca ha sido utilizada para promocionar su poesía en Grecia y en el extranjero y
es, según Ártemis Leondí, una mera topografía textual y fantástica entendida por su
autor como una minuciosa transcripción de las verdaderas coordenadas internas del
helenismo. Yerásimos Likiardópulos la considera un mero producto turístico, un
viaje turístico a las raíces que une la suprahistórica luz del Egeo, el «glorioso
bizantinismo» y el clasicismo para inventar un mito griego desprendido de toda
realidad e inserto en un proyecto populista del que hemos hablado más arriba249. No
faltan, en efecto, entre sus poemas otros ejemplos de construcción imaginal de
Grecia como atopía paralela a la historia y a la realidad y refractaria a ambas. Lo
vemos en «Muerte y resurrección de Constantino Paleólogo», donde el último
emperador bizantino sucumbe ante el empuje de una historia de la que no participa
en su pureza, dejando no obstante la puerta abierta, en el instante de su muerte, a una
futura recuperación antihistórica de la grecidad. La situación es semejante a la que se
percibe en el Pautilo, y Constantino Paleólogo, como el poeta, es «el último griego»,
habitante de un territorio personal y paralelo construido con los fetiches de la
grecidad: delfines, luz, escritura, armonía con la naturaleza, mediodías, etc.
Constantino no está en ningún lugar y en ningún tiempo, es un solitario, un auténtico
griego en la medida en que ejerce su poder sin empuñar un arma y, por tanto,
247
«Αλλ’ ακατανόητα δεν / ακούει κανένας. Πάει ψηλά ολοένα καιούµενο του Παραδείσου το
πουλί. Κι όλες οι Παναγίες οι ασηµένιες, τίποτε. Αλλού γυρίστηκε η φωνή και αθαυµατούργητα
έµειναν τα µάτια. / Έρµα ’ν’ τα µάτια / Ένας κι εγώ στους χιλιάδες ανάµεσα φονιάδες πάω τους
αθώους κι ανίσχυρους. Τυλίγοµαι το αρχαίο ρούχο και τα πέτρινα πάλι κατεβαίνω σκαλοπάτια
καλώντας και ξορκίζοντας / Έρµα ’ν’ τα µάτια που καλείς / Αιώνες τώρα πάνω από τα γαλάζια
ηφαίστεια. Μακριά στο σώµα και µακριά στο χώµα που πατώ πήγα να βρω ποιος είµαι. Τις µικρές
ευτυχίες και τ’ αδόκητα συναπαντήµατα θησαύρισα, και νά µε: ανήµπορος να µάθω τί δίνω, τί µου
δίνουν και περισσεύει το άδικο / Χρυσέ ζωής αέρα…», Ibidem, p. 545.
248
Cfr. JADSIYACUMÍ, M. (2004), pp. 189-191.
249
LIKIARDÓPULOS, Y. (2004), p. 40.
840 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
250
«Τώρα καθώς του ήλιου η φτερωτή ολοένα γυρνούσε και πιο γρήγορα οι αυλές βουτούσαν
µέσα στο χειµώνα κι έβγαιναν πάλι κατακόκκινες απ’ τα γεράνια / Κι οι µικροί δροσεροί τρούλοι
όµοια µέδουσες γαλάζιες έφταναν κάθε φορά και πιο ψηλά στ’ ασήµια που τα ψιλοδούλευε ο αγέρας
γι’ άλλων καιρών πιο µακρινών το εικόνισµα / Κόρες παρθένες φέγγοντας η αγκαλιά τους ένα
θερινό ξηµέρωµα φρέσκα βαγιόφυλλα και της µυρσίνης της ξεριχωµένης των βυθών σταλάζοντας
ιώδιο τα κλωνάρια / Τού ’φερναν Ενώ κάτω απ’ τα πόδια του άκουγε στη µεγάλη καταβόθρα να
καταποντίζονται πλώρες µαύρων καραβιών τ’ αρχαία και καπνισµένα ξύλα όθε µε στυλωµένο
µάτι ορθές ακόµη Θεοµήτορες επιτιµούσανε / Αναποδογυρισµένα στις χωµατερές αλόγατα σωρός τα
χτίσµατα µικρά µεγάλα θρουβαλιασµός και σκόνης άναµµα µες στον αέρα / Πάντοτε µε µία λέξη
µες στα δόντια του άσπαστη κειτάµενος / Αυτός / ο τελευταίος Έλληνας!», ELITIS, O. (2002), pp.
345-346.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 841
libro: el reorigen puro de una vida inmarcesible. En la Grecia segunda, como leíamos
en El Pequeño Pautilo, todas las vivencias griegas se repiten ya lejos de los
condicionantes temporales o históricos, lejos del desgaste de un progreso teleológico
salpicado además de factores externos. De ahí que el sujeto que toca las costas de las
islas celestiales sienta que ha regresado una vez más a su patria, en concreto a la
tierra de su infancia; hallarse en el espacio de una Grecia escritural y trascendente es
poder moverse ya por el tiempo en todas direcciones, sin el yugo de la linealidad
mundana. Grecia se reorigina y el poeta regresa a la Lesbos familiar de sus recuerdos
infantiles. Todo es virgen, el himen se he retejido y el eterno espaciamiento de la
grecidad, de la memoria, de la muerte y de la escritura colocan al sujeto ante una
revelabilidad inconfundiblemente sagrada, sancionada por la presencia tutelar de un
santo de la Ortodoxia y del Arcángel psicopompo que se difieren siempre más en las
alturas: «¡Un destello! Oigo morado y todo se vuelve / Rosado con la tela del éter
susurrando / Contra la piel / lloro; pues de nuevo me ha sido concedido / Pisar una
maravillosa tierra color castaño rodeada de mar / Como la de los olivares de mi
madre / Cae la noche y un olor / A hierba ardiendo asciende pero / Parten graznando
con un poco de concha / De ostra en el pico las gaviotas salvajes // En la cima de la
colina San Simeón / Un poco más arriba las barcas de las nubes / Y aún más alto el
Arcángel con su honda mirada repleta de indulgencia»253.
253
«Θάµβος! Που ακούω µωβ και γίνονται όλα / Ρόδινα µε κατάσαρκα του αιθέρος το ύφασµα /
Θροώντας / κλαίω· που ξανά µου δίνεται / Να πατήσω χώµα υπέροχο καστανό τριγυρισµένο θάλασσα
/ Όπως των ελαιώνων της µητέρας µου / Το βράδυ πέφτει και µία µυρωδιά / Χόρτου που καίγεται
ανεβαίνει αλλά / Φεύγουν κρώζοντας µε λίγη / Στο ράµφος τους στρειδόφλουντζα οι άγριοι γλάροι //
Στην κορυφή του λόφου ο Άγιος Συµεών / Λίγο πιο πάνω οι βάρκες των νεφών / Και ακόµη πιο ψηλά
ο Αρχάγγελος µε το βαθύ του βλέµµα όλο συχώρευση», Ibidem, p. 566.
254
De su obra Histoire de l’utopie, citado en ABASTADO, C. (1979), p. 69.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 843
255
La misma legislación alternativa de estas utopías surge de los blancos (las Leyes del cosmos
indemne, al final de «La Pasión», en el Axion Estí, brotan de la cal de las casas isleñas) o de la
sensación erótica («El jardín ve»: «el pecho de una mujer joven es ya / el artículo de una Constitución
futura», «ένα στήθος νέας γυναίκας είναι ήδη / άρθρο µελλονυικού Συντάγµατος», ELITIS, O. (2002),
p. 446).
256
«Incensar lo sublime», XXVII: «Ναί, ο Παράδεισος δεν ήταν µία νοσταλγία. Ούτε, πολύ
περισσότερο, µία ανταµοιβή. Ήταν ένα δικαίωµα», Ibidem, p. 543.
844 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
al mismo tiempo a una distancia incalculable del hombre: «En mi poesía existe una
búsqueda del Paraíso. Cuando digo “paraíso”, no lo digo asumiendo el concepto
cristiano. Se trata de otro mundo incorporado en el nuestro, que por fallo propio
somos incapaces de conquistar. En alguna parte he dicho que sufrimos de falta de
felicidad, porque por fallo propio no podemos sacarle fruto»257. Cabe entender pues
que el paraíso, del cual las utopías elitianas proporcionan una suerte de imagen
fugaz, consiste únicamente en una reescritura de los materiales de nuestro mundo. Se
trata, en definitiva, de una operación poiética equiparable a la composición misma
del poema, a través de la cual hemos de descubrir la dimensión intersticial ―en la
medida en que consiste en una alteridad inserta indecidiblemente, en un juego de
diferencias que la suspende entre la presencia y la ausencia, en la realidad que
contemplamos cada día― que habita como posibilidad en nuestro mundo. El paraíso
no es, en consecuencia, una instancia trascendente que sea preciso alcanzar más allá
de la escritura o de la fenomenalidad, sino una dimensión construible, un objeto de la
poiesis conquistable por medio de un gesto en todo idéntico a la composición
literaria258. A través de ella, del mismo modo que a través del doble mecanismo de
lectura-escritura a que nos somete la sensación, el blanco, la transparencia o el
instante, se hace posible conquistar una plenitud absoluta, una sobrenaturaleza
edénica cuya clave reside en la configuración griega de lo humano: el exceso-de-sí
que nos pone en contacto, más allá de la identidad sociopolítica o incluso biológica,
con una revelabilidad volcada hacia lo Abierto.
257
«Analogías de luz»: «Στην ποίησή µου υπάρχει µία αναζήτηση του Παραδείσου. Όταν λέω
“παράδεισος” δεν το λέω αποδεχόµενος τη χριστιανική έννοια. Πρόκειται για έναν άλλο κόσµο
ενσωµατωµένο στον δικό µας, τον οποίο από δικό µας λάθος είµαστε ανίκανοι να αδράξουµε. Κάπου
έχω πει ότι υποφέρουµε από έλλειψη ευτυχίας, γιατί από δικό µας λάθος δεν µπορούµε να την
καρπωθούµε», ELITIS, O. (1979), p. 199.
258
El siguiente pasaje de «Antes que nada, la poesía» lo demuestra, además de vincular la utopía a
un punto exacto semejante al que representa Grecia ―posee sus mismas características― y
emblematizado también por una isla: «No hablo [se refiere a la poesía, mencionada en la línea
anterior] de la capacidad de componer versos sino de la otra ―la de recomponer el mundo literal y
metafóricamente, de modo que, cuanto más logren cumplirse los propios deseos, más contribuirán a
que se materialice un Bien aceptable por el conjunto de los hombres. Para un griego soñador y
quimérico, como no dudo en confesar que soy, el concepto de un Bien así no puede ser, en último
análisis, más que un punto ideal, a pesar de todo hecho de tierra y agua, una “Isla de los
Bienaventurados” en absoluto asfixiada por una exuberancia natural o de otro tipo, sino a la vez sobria
y exigente, como el Partenón, desnuda y adaptada a la sección áurea de los vientos, con el muro
encalado de una iglesia sobre el mar más cegador» («∆ε µιλώ για την ικανότητα να συνθέτει κανένας
στίχους αλλά για την άλλη ―ν’ ανασυνθέτει τον κόσµο κυριολεκτικά και µεταφορικά, έτσι που οι
πόθοι του όσο περισσότερο καταφέρνουν να πραγµατοποιούνται τόσο και πιο πολύ θα συντελούν στο
να υλοποιηθεί ένα Αγαθό αποδεκτό από το σύνολο των ανθρώπων. Για έναν ονειροπόλο και
χιµαιρικόν Έλληνα, όπως δε διστάζω να οµολογήσω ότι είµαι, η έννοια ενός τέτοιου είδους Αγαθού
δεν µπορεί να είναι, στην ύστατη κατάληξή της, παρά κάποιο ιδανικό σηµείο, παρ’ όλα αυτά
πλασµένο από χώµα και νερό, µία “Νήσος των Μακάρων”, όχι διόλου πνιγµένη σ’ έναν πλούτο
φυσικόν ή άλλον, αλλά ολιγαρκής και απαιτητική συνάµα, όσο κι ο Παρθενώνας, γυµνή και
αρµοσµένη στη χρυσή τοµή των ανέµων, µε το ασβεστοχρισµένο τοιχάκι µίας εκκλησίας πάνω από
την πιο θαµπωτική θάλασσα»), ELITIS, O. (2000), p. 36.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 845
Disiento por todo ello de algunos autores que han querido ver en el utopismo
elitiano un programa político de índole universal259: se trata por el contrario de una
construcción básicamente estética y escritural, apolítica y premoderna, fundamentada
en los valores eminentemente griegos contra las nociones occidentales de comunidad
de ciudadanos o democracia institucional. De ahí que sea preciso hablar nuevamente
de uTopía: las condiciones propuestas por Elitis para este (no) lugar cuya realización
ucrónica llevaría la más absoluta felicidad a todos los hombres, en cualquier rincón
del planeta, son las mismas que definen en general la esencia del helenismo tal como
es en realidad: preeminencia de lo estético sobre lo político, a lo cual sustituye en la
configuración de la identidad colectiva, armonía con la naturaleza, sencillez,
antiutilitarismo, santidad de la sensación, reinmanentización de lo sagrado, rechazo
de todo género de dualismo (en especial el que distingue entre cuerpo y alma),
inocencia, libertad, independencia absoluta del sujeto, primacía del sueño y la
imaginación y justicia, entre otras. Se trata, por tanto, de una de las formas ―no
declarada, no osbtante― del deseo de extensión a toda la humanidad del ónfalos
representado por el Egeo como punto exacto, de helenización del mundo. Lo vimos
más arriba. Sólo articulado sobre los valores precisos e ideales de la grecidad podrá
el ser humano alcanzar una armonía perfecta en lo social y en lo individual. Si Grecia
debía liderar el incipiente movimiento de mundialización atisbado ya en el
«Comentario al Axion Estí» era probablemente por este motivo: bajo su liderazgo y
su imitación ―imitación de la sensación que es Grecia y sus correspondencias
analógicas, y en esa medida estetización―, el cosmos entero alcanzaría cotas de
plenitud inimaginables desde la parcialidad de una mera opción política. El utopismo
elitiano se define precisamente contra todo proyecto que implique una gestión
niveladora de las masas: es preciso poner el acento en el individuo y, aún más,
construir su condición social y su relación ideal con la comunidad sobre el modelo
del Poeta260 ―del mismo modo que es la poética la que ha de articular la
organización de lo público―, un solitario que valora por encima de todo su
singularidad y su libertad y no está dispuesto a sacrificarlas en aras de un más que
presunto bienestar común. El paradigma político de la democracia burguesa y
capitalista es insuficiente, pues somete a sus dictados al sujeto y sus sueños, además
de orientar todas sus acciones al beneficio económico; en su seno, el individuo se
siente preso de una identidad polifacética pero limitadora: familiar, nacional,
259
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 108-109.
260
Si, como hemos visto arriba, Grecia y el Poeta son equiparados reiteradamente en la obra de
Elitis a causa de su singularidad y su diferencia respecto a los que habrían de ser sus iguales ―las
naciones o el resto de hombres―, así como por su carácter intersticial, la articulación del sujeto social
sobre el modelo del Poeta es la correspondencia exacta de la articulación de la sociedad misma sobre
el modelo de la grecidad.
846 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Así, sin embargo, nuestra alma se ve obligada a rodar sobre dos líneas que
somos incapaces de hacer paralelas. El descarrilamiento es inevitable. ¡Dios
mío! ¡Y yo que soñaba con que otra clase de líneas se hicieran paralelas, y
aspiraba al cruce de coordenadas entre el cuerpo desnudo y la justicia, entre
el vigor y la santidad, entre lo virginal y lo sensual! Que pretendía que lo
«común» se santificara primero en el santuario de cada particular, y sólo así
se hiciera norma de vida para todos, con el mismo carácter y la misma
fuerza.
261
Como bien ha señalado Elena Cutrianu, en sus últimos ensayos Elitis extrema sus posiciones en
este sentido, e insiste con especial frecuencia en la necesidad de un cambio de paradigma, cfr. Ibidem,
pp. 111-112. Títulos como «Camino privado» o «Lo público y lo privado» lo ponen de manifiesto.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 847
¿Utopía? Puede ser, ¿por qué no? Es una interpretación más, sólo
que tiene menos posibilidades de ser la cierta. Y después se acusa a los
poetas de que no tienen fuerza para afrontar la realidad, de que se limitan a
quedarse en el sitio y soñar. Hacen bien. Para concebir cosas delicadas y
además verlas por el revés, es preciso ser duro. ¿O acaso la naturaleza no se
muestra siempre indiferente y dura ante nuestras desgracias? Pero, ¿lo es?
¿O pide lo imposible? ¿Cumplir su cometido sin dejarse ablandar por las
palpitaciones de nuestro corazón? Eso es. […]
Oh, ojalá los Estados organizados pudieran, como quien dice,
configurar una vida pública fundada sobre leyes iguales a las que rigen sobre
el individuo. Ojalá el alma brillase sobre lo público y un decreto del
Ministerio de Sanidad enviase a las plantas de reciclaje los ridículos
beneficios económicos para obtener siquiera unos cuantos gramos de
belleza. Ojalá de vez en cuando el pleno del Parlamento adquiriese las
prolongaciones que adquiere una lágrima cuando refracta todas las miserias
y se queda brillando como una gema.
En pocas palabras, ojalá se pudiera cuantificar la importancia de los
pueblos no por el número de cabezas de que disponen para las masacres,
como ocurre hoy en día, sino por la cantidad de nobleza que producen,
incluso bajo las condiciones más brutales y adversas, como nuestro pueblo
en los años de la dominación turca, cuando la más pequeña camisa bordada,
la más modesta barquichuela, la más humilde iglesia, el altar, la jarra, la
colcha, todo exhalaba una majestad superior a la de los Luises.262
262
«Έτσι όµως η ψυχή µας υποχρεώνεται να κυλήσει πάνω σε δυο γραµµές που αδυνατούµε να
παραλληλίσουµε. Ο εκτροχιασµός είναι αναπόφευκτος. Θεέ µου! Κι εγώ που ονειρευόµουν να
παραλληλιστούν άλλου είδους γραµµές, κι απέβλεπα στις συντεταγµένες του γυµνού σώµατος και της
δικαιοσύνης, της αλκής και της ιερότητας, του παρθενικού και του ηδυπαθούς! Που ζητούσα να
καθαγιασθούν πρώτα µέσα στο άδυτον του κάθε ιδιώτη τα “κοινά”, και έτσι µόνον να γίνουν κανόνες
ζωής για όλους, µε το ίδιο ήθος και την ίδια δύναµη. / Ουτοπία; Μπορεί· γιατί όχι; Μία εκδοχή
ανάµεσα στις άλλες είναι κι αυτή, µόνο που έχει λιγότερες πιθανότητες. Κι ύστερα κακολογούν τους
ποιητές ότι δεν έχουν τη δύναµη ν’ αντιµετωπίσουν την πραγµατικότητα, µόνον κάθονται και
ρεµβάζουν. Καλά κάνουν. Να βάζεις µε το νου σου αβρά πράγµατα, και µάλιστα να τα βλέπεις απ’
την ανάποδη, χρειάζεται νά’ σαι σκληρός. Ή µήπως αδιάφορη και σκληρή δε δείχνει πάντα να είναι
µέσα στις συµφορές µας η φύση; Μα είναι; Ή ζητάει τ’ αδύνατα; Να εκπληρώσει τον προορισµό της,
χωρίς ν’ αφεθεί να κλονιστεί από το χτυποκάρδι µας; Αυτό είναι. […] / Ω να µπορούσανε, λέει, και τα
οργανωµένα κράτη να διαµορφώσουν µία δηµόσια ζωή µε νόµους σαν αυτούς που διέπουν το άτοµο.
Να επιφοιτούσε στα κοινά η ψυχή, και µία διαταγή του υπουργείου Υγείας να ξαπόστελνε στα
εργοστάσια επεξεργασίας απορριµµάτων όλες τις πενταροδεκάρες των συµφερόντων, για να βγουν
έστω και λίγα γραµµάρια οµορφιάς. Να έπαιρνε πότε πότε η συνεδρίαση του Κοινοβουλίου τις
προεκτάσεις που παίρνει ένα δάκρυ όταν διαθλά τις αθλιότητες όλες κι αποµένει να λάµπει σαν
µονόπετρο. / Κοντολογίς, να µπορούσαν και τη σηµασία των λαών να τη µετράνε όχι από το πόσα
κεφάλια διαθέτουνε για µακέλεµα, όπως συµβαίνει στις µέρες µας, αλλά απ’ το πόση ευγένεια
παράγουν, ακόµη και κάτω από τις πιο δυσµενείς και βάναυσες συνθήκες, όπως ο δικός µας ο λαός
στα χρόνια της Τουρκοκρατίας, όπου το παραµικρό κεντητό πουκάµισο, το πιο φτηνό βαρκάκι, το πιο
ταπεινό εκκλησάκι, το τέµπλο, το κιούπι, το χράµι, όλα τους αποπνέανε µίαν αρχοντιά κατά τι
ανώτερη των Λουδοβίκων», ELITIS, O. (1993), pp. 345-346.
848 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
263
STAVROPULU, E. (1997), p. 33.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 849
vinculación con la escritura tiene que ver con los nombres, incomprensibles a priori,
que se les atribuyen. El paraíso, hecho también de signos, necesita pues de una
lectura que enseguida deviene reescritura, como sucede en la operación fundacional
del arte y la poiesis, y que lo difiere siempre más en el gesto mismo por el que lo da a
ver; estamos ante una retracción semejante a la del sol y a la de la misma Grecia,
retracción que tiene en este caso mucho que ver con una lógica del deseo. Así, en el
barrio de Évrota (Εύρωτα), donde el narrador está a punto de tener una experiencia
sexual que queda frustrada en el último instante264, es fácil leer una combinatoria
muy básica que ha mezclado las palabras έρωτας, amor o incluso el nombre del dios
Eros, y ευ, el bien o lo bueno, que se utiliza sobre todo como prefijo en términos
como «eutopía». Más adelante, la palabra «Azacinto» (Αζάκυνθος), prácticamente
idéntica al nombre de la isla jonia Zante (Ζάκυνθος), aparece mencionada en la visita
repentina a un jardín edénico que el narrador reconoce explícitamente como el
paraíso265, mientras que en el sueño titulado «Boriana» una muchacha también
adolescente le explica que una serie de signos grabados en otro entorno paradisíaco,
entre los cuales el tridente y el delfín a que alude un pasaje del Axion Estí, son obra
no de los hombres sino del «dios Elén» («ο Ελλέν-Θεός»), denominación que remite
al gentilicio «griego», έλληνας, así como a Helena, la muchacha arquetípica266. En un
relato más breve del mismo ensayo, titulado inequívocamente «La ciudad ideal» (o
264
«“¿Qué es eso?”, le digo temblando de emoción y señalando con el dedo, “¿qué es eso?”. “Pero
bueno”, me responde, “¿no lo sabías? Es el barrio de Évrota”. Pronuncio a mi vez la palabra y me
quedo asombrado: ¿Évrota? “Sí, Évrota”, insiste, “ése es”. […] Siento verdadera alegría, que al rato
se multiplica cuando me doy cuenta de que dentro de la casa hay una muchacha de hasta quince años,
bellísima, prematuramente desarrollada, con grandes pechos y labios sensuales, carnosos. Tiene el
pelo recogido y lleva un vestido de verano ligerísimo que se cierra por delante con una hilera de
botones blancos. Ahora, mientras la observo apoyarse en el mármol del aparador y mirarme cómplice,
el corazón me late con fuerza. […] La muchacha está frente a mí y ahora ―¡Dios mío!― empieza a
desabrocharse los botones uno a uno y a abrirse el vestido. Lo hace para mí. Tiene el vestido abierto y,
como no lleva nada debajo, ¡se me muestra totalmente desnuda! ¡Es maravilloso! No sé qué hacer.
Agarro a mi amigo por los hombros, lo sacudo, y le grito con todas mis fuerzas: “Pero qué barrio, esto
no es un barrio, ¡esto es el Paraíso!”» («“Τί είναι αυτό;” του κάνω τρέµοντας από συγκίνηση και του
δείχνω αόριστα µε το δάχτυλο, “τί ’ναι αυτό;” “Ε καλά,” µου αποκρίνεται, “δεν τό ’ξερες; Είναι η
συνοικία Εύρωτα”.Προφέρω µε τη σειρά µου τη λέξη και απορώ: Εύρωτα; “Ναί, Εύρωτα”, επιµένει,
“αυτή είναι”. […] Αισθάνοµαι αληθινή αγαλλίαση, που σε λίγο κορυφώνεται όταν αντιλαµβάνοµαι
να κυκλοφορεί µέσα στο σπίτι ένα κορίτσι ίσαµε δεκαπέντε χρονών, πανέµορφο, πρόωρα
σχηµατισµένο, µε στήθη µεγάλα και χείλη ηδονικά, σαρκώδη. Τα µαλλιά του τά ’χει τραβηγµένα
προς τα πίσω και είναι ντυµένο µ’ ένα ελαφρότατο καλοκαιρινό φόρεµα που κλείνει µπροστά µε µία
σειρά άσπρα κουµπιά. Τώρα, καθώς το παρακολουθώ που ακουµπάει πάνω στο µάρµαρο του µπουφέ
και µε κοιτάζει µε νόηµα η καρδιά µου χτυπάει δυνατά. […] Η κοπέλα είναι αντίκρυ µου και τώρα
―Θεέ µου!― αρχίζει να ξεκουµπώνει ένα-ένα τα κουµπιά και ν’ ανοίγει το φόρεµά της. Το κάνει για
µένα. Κρατάει το φόρεµά της ανοιχτό και καθώς δε φοράει τίποτε από µέσα µού παρουσιάζεται
ολόγυµνη! Είναι κάτι το υπέροχο! ∆εν ξέρω τί να κάνω. Πιάνω το φίλο µου απ’ τους ώµους, τον
τραντάζω και του φωνάζω µ’ όλη µου τη δύναµη: “Τί συνοικία, µου λες· δεν είναι συνοικία αυτή·
εδώ είναι ο Παράδεισος!”»), ELITIS, O. (2000), pp. 213-215.
265
Ibidem, pp. 217-220.
266
Hay que destacar de hecho que, en el sistema polifónico que utiliza, Elitis coloca en la primera
épsilon un espíritu áspero, el mismo que llevan las palabras έλληνας y Ελένη, cfr. Ibidem, pp. 227-231.
850 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
267
«Η ιδανική πολιτεία»: «Πετώ µε καταπληκτική ευκολία πολύ ψηλά, πάνω από στεριές και
θάλασσες, µέσα σ’ ένα λαµπρό υπερκόσµιο φως. Κάθε τόσο δίνω κάθετες βουτιές µες στον αέρα και
πλησιάζω ένα νησί που το τριγυρίζω από ώρα όπως ο γλάρος τα καράβια. ∆ε µοιάζει µε τα γνωστά
νησιά των Κυκλάδων. Έχει σ’ όλο το µάκρος του τείχη ψηλά που βουτάνε ίσια στη θάλασσα και που
θυµίζουν λιγότερο τα φράγκικα του µεσαίωνα και περισσότερο τα λευκά των µοναστηριών, τ’
ασβεστωµένα. Μέσα τους τα τείχη αυτά κλείνουν µίαν ολόκληρη πολιτεία. Ξεχωρίζω από ψηλά τη
λαµπρή ρυµοτοµία, τα σύµµετρα νεοκλασικά κτίρια µε τις στρογγυλές κολόνες και το κεραµιδί
χρώµα κάτω από τις στοές. Ανεβαίνω ψηλά και πάλι ξαναβουτάω, περνάω ξυστά πάνω απ’ τις στέγες
και τ’ αγάλµατα των κήπων. Λέω από µέσα µου: νά, αυτό είναι το Κυβερνείο· αυτή η Βιβλιοθήκη·
και το Πανεπιστήµιο· η Μητρόπολη· το Στάδιο. Ανεβοκατεβαίνω σαν πουλί χαρούµενο και
πραγµατικά αισθάνοµαι, χωρίς λόγο, µίαν απερίγραπτη ευφροσύνη», Ibidem, p. 251.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 851
268
Andreas Carandonis, en su célebre artículo de 1951 «Η Σαντορίνη στην ποίηση του Σεφέρη και
του Ελύτη», comparó ambas visiones, cfr. CARANDONIS, A. (1983), pp. 100-120.
269
«Γέννησες τη φωνή της µέρας», ELITIS, O. (2002), p. 56.
852 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de las alas del Egeo»270, parece ser considerada el ónfalos del ónfalos), funda el
punto exacto de la justicia («ahora ante ti se abre la justicia»271) y se construye en el
seno del mediodía, como suele ocurrir con las uTopías elitianas: «Los montes negros
navegan en el fulgor / Los deseos preparan su cráter»272. Es evidente que no se trata
de un paraíso de vocación universalista, o de una imagen programática de la
comunidad ideal, sino que prepara explícitamente ―es la promesa y el
espaciamiento, el intervalo de una revelabilidad― el ónfalos egeo para la futura raza
de los griegos, hombres sobre-humanos que habitarán en la plenitud de la luz pura y
que harán realidad los sueños, es decir, se convertirán en operadores de la nueva
sacralidad inmanente que representa lo superreal. Santorini ―así como el poema y la
propia poesía, en cuyo lugar comparece indecidiblemente en el texto― representa
pues una apertura, la apertura hacia el hombre auténtico, que es el griego, la
hendidura a través de la cual ha de fundarse o construirse lo indemne (la salud, lo
heilig): «Y en el esfuerzo de la esperanza una nueva tierra se prepara / Para que allí
camine con águilas y lábaros / En una mañana plena de irisaciones / La raza que da
vida a los sueños / La raza que canta en el regazo del sol. / […] Abre las brillantes
puertas del hombre / Para que el lugar quede aromatizado de salud / Que en miles de
colores retoñe el sentimiento / Aleteando abiertamente / Y que sople por doquier la
libertad»273.
Más particular aún es la utopía ubicada treinta y dos años después en la isla
narcisista de Elitónisos, bautizada con el nombre del poeta. Es una isla-compendio,
nuevamente, de la grecidad, y además de la poesía, una isla equiparada a la figura
solitaria y marginal del Poeta. Sin más referente real que los islotes inhabitados del
Egeo, su nacimiento se produce aquí en el interior del poema, que la hace surgir
como un emblema textual274, con determinados rasgos de sacralidad y eternidad275.
Se trata en cualquier caso de un paraíso a la medida del autor, una isla tendida bajo el
mediodía griego, como hemos visto en capítulos anteriores, en que la tierra y el mar
se entremezclan hasta indistinguirse y las gaviotas son ángeles que sancionan desde
el cielo su sobrenaturalidad. El blanco de la espuma de las olas, como una forma del
hiato, coloniza el terreno, y toda el pasado griego, su suprahistoricidad, se acumula
270
«Ρήγισσα των παλµών και των φτερών του Αιγαίου», Ibidem, p. 57.
271
«Τώρα µπροστά σου ανοίγεται η δικαιοσύνη», Ibidem, p. 57.
272
«Τα µελανά βουνά πλέουν στη λάµψη / Πόθοι ετοιµάζουν τον κρατήρα τους», Ibidem, p. 57.
273
«Κι από το µόχθο της ελπίδας νέα γη ετοιµάζεται / Για να βαδίσει εκεί µε αετούς και λάβαρα /
Ένα πρωί γεµάτο ιριδισµούς / Η φυλή που ζωντανεύει τα όνειρα / Η φυλή που τραγουδάει στην
αγκαλιά του ήλιου. / […] Άνοιξε τις λαµπρές πύλες του ανθρώπου / Να ευωδιάσει ο τόπος από την
υγεία / Σε χιλιάδες χρώµατα ν’ αναβλαστήσει το αίσθηµα / Φτεροκοπώντας ανοιχτά / Και να φυσήξει
από παντού η ελευθερία», Ibidem, p. 57.
274
Cfr. CARANDONIS, A. (1983), pp. 227-228.
275
Cfr. STAVROPULU, E. (1997), pp. 39-40.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 853
sobre las laderas de los montes que descienden hasta el mar: «Girando el cabo filas
descendentes / De viñas con una galaxia de verdes del tiempo antiguo. Y polvo /
Traído por las blancas Marías de las olas / Doscientos metros de anchura todo
Paraíso»276. Aparecen asimismo referencias a Santorini y su «Nea Cameni», islote
volcánico surgido a partir del siglo XVI que podría presentar semejanzas con la isla
puramente textual y po(i)ética que es Elitónisos. Como ella, ha emergido a despecho
de las leyes físicas, autopropulsada hacia la superficie por un instinto enigmático que
no puede ser sino distintivo de la grecidad. Del mismo modo que es distintivo de la
grecidad el hecho de que lo sagrado se pueda percibir en lo natural, como si el
paisaje constituyese su escritura heliotrópica, al igual que toda serie de criaturas
imaginales que configuran a la isla como un espacio de superrealidad equivalente en
todo a Grecia: «Se captaba a Dios en el aire / Olía a abeja y lluvia de ayer en la
montaña / Durante un instante cantando pasó a tu lado aquella que habías visto / En
el jardín de las ilusiones y sin embargo ni siquiera la tocaste»277. Enseguida parece,
no obstante, que Elitis está describiendo en esta utopía particular la Lesbos de su
infancia, y por tanto un paraíso espaciotemporal, concreto, cuyas cualidades utópicas
y ucrónicas se presentan bajo una tachadura que no obstante las conserva: «A leguas
de la cumbre del cerro resonaban los islotes / A lo lejos en las profundidades como
una pesada fiera Asia dormía / Una muchacha apenas cortada de la verbena / Se
movía en el aire y su pierna brillaba»278. Las visiones eróticas de muchachas jóvenes,
tan características de las utopías elitianas, comparecen aquí como la marca
inconfundible de que nos encontramos en una república ideal y paradigmáticamente
(a)política. Una escritura enviada por la naturaleza reafirma este hecho y nos sitúa
ante un escenario muy semejante al del sueño de Évrota; las leyes, la constitución,
surgirán de hecho de esa escritura (sobre)natural, dispensadas por el mes de julio y la
luz del mediodía, sobre las cuales asistimos a la conversión del paraíso originario en
programa (a)político tocado por los rasgos de la grecidad auténtica, una grecidad tan
auténtica como personal: la que el Poeta, entre sus recuerdos de infancia y sus
elaboraciones teórico-técnicas, es capaz de construir con la pretensión de articular
sobre ella todo proyecto social y toda vivencia comunitaria; un régimen, se diría, a la
medida del artista y dictado directamente desde su pedestal de superhombre:
276
«Στρίβοντας τ’ ακρωτήρι σειρές κατεβατές / Τ’ αµπέλια µ’ ένα γαλαξία πρασίνων του παλιού
καιρού. Και πάσπαλη / Φερµένη απ’ τις λευκές Μαρίες των κυµάτων / ∆ιακόσια µέτρα φάρδος
ολοένα Παράδεισος», ELITIS, O. (2002), p. 351.
277
«Το Θεό τον έπιανες µες στον αέρα / Μύριζε µέλισσα και χθεσινή βροχή βουνού / Μία στιγµή
τραγουδώντας από δίπλα σου περνούσε κείνη που είχες δει / Στον κήπο µε τις αυταπάτες και όµως
ούτε που άγγιζες», Ibidem, p. 351.
278
«Οργιές από του λόφου τα ύψη αχούσαν τα ερηµόνησα / Μακριά στα βάθη σαν βαρύ θηρίο η
Ασία κοιµόταν / Ένα κορίτσι µόλις κοµµένο απ’ τη βερβένα / Σάλευε στ’ αεράκι και το πόδι του
έλαµπε», Ibidem, p. 351.
854 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«Combatido con fiereza, el torreón de los doce meses se volvía / Contra los tiempos
y se oía acertar en el blanco a los ευ de los árboles / Un pequeño julio pasajero
repartía / las Leyes: cada uno su junco, proclamaba»279.
Estas leyes dictadas por la naturaleza nos permiten pasar de estos paraísos
isleños con toques primigenios a lo que podríamos denominar utopías propiamente
dichas, en las cuales se halla implicada también, o sobre todo, una organización
social. Organización social que rechaza sistemáticamente toda jerarquía política y se
fundamenta en la espontaneidad de los deseos y en la comunión con las sensaciones
y la naturaleza, una naturaleza inconfundiblemente griega. Se diría que Elitis
multiplica estas imágenes desde la década de 1970, una fase en que la reflexión
pseudopolítica ―en realidad, como han señalado diversos autores, antipolítica y
antiintelectual― copa determinadas facetas de su poesía. Las apocalípticas
propuestas de regeneración del decadente y tecnocrático mundo occidental, que a
estas alturas ha inoculado ya sus virus incluso a una Grecia incapaz de responder a
las prescripciones de su núcleo más profundo, proliferan ahora bajo la máscara de
programas utopísticos de corte universal que encierran en realidad una propuesta de
rehelenización no sólo de la propia patria a la deriva, sino del mundo entero. Se trata
en todos los casos de utopías estéticas donde el amor, la inocencia, la pureza de la
sensación, sustituyen a las leyes o a las constituciones, donde las muchachas están en
lugar no sólo de los gobernantes o los parlamentarios, sino también de los sacerdotes
o los santos objeto de veneración. Muchachas espectrales, liberadas de toda
inhibición sexual y dispuestas a excitar incesantemente los deseos del hombre con la
inextricable blancura de su desnudez para escribir así la legislación de estas
inexistentes repúblicas. Estas repúblicas, o países, o ciudades ideales, denominadas
ya explícitamente así, suelen surgir además, como adelanté arriba, de algún
intersticio poético isomorfo del hiato: el blanco, la sensación, la memoria, la
escritura o la mera textualidad.
El poema «Sobre la República», como hemos visto anteriormente, es
paradigmático en este aspecto. Bajo un título de resonancias platónicas, Elitis se
lanza sorprendentemente a relatar el momento en que un sueño erótico al mediodía,
la irrupción en definitiva de una pulsión sexual sólo sustitutoriamente satisfecha,
abre las puertas a una liberación general del ser humano280 de las ataduras seculares
279
«Παλεµένο στ’ άγρια το πυργί των δώδεκα µηνών γυρνούσε / Στους καιρούς κόντρα κι άκουγες
τα ευ των δέντρων να ευστοχούν / Περαστικός ένας µικρός Ιούλιος µοίραζε / Τους Νόµους: ο καθείς
και η λυγαριά του διαλαλούσε», Ibidem, p. 352.
280
Simbolizada por la apertura de una jaula a cargo de un «barbudo», acaso un representante de la
sociedad burguesa: «“Lentamente en la sala grande por el eco el barbudo se acercó a la jaula y abrió
la portezuela Tanto esfuerzo de siglos para un pequeño movimiento como de guardagujas que todos
deseaban pero nadie se atrevía a hacer”» («Αργά στη µεγάλη απ’ την αντήχηση αίθουσα σίµωσε το
κλουβί ο γενειοφόρος κι άνοιξε το καγκελάκι Τόσος µόχθος αιώνων για µία κίνηση µικρή σαν του
κλειδούχου που όλοι την έυχονταν αλλά κανείς δεν την αποτολµούσε”»), Ibidem, p. 210.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 855
281
Iulita Iliopulu ha añadido que se trata de una liberación del dualismo alma-cuerpo, posición con
la que sólo estoy parcialmente de acuerdo, cfr. ILIOPULU, I. (1991), p. 860.
282
«“Νά την η γυµνή γυναίκα µε την πράσινη άχνη στα µαλλιά και το χρυσό συρµάτινο γιλέκο
ήρθε και κάθισε απαλά πάνω στις πλάκες µε τα πόδια µισάνοιχτα / Που αυτό µες στη συνείδησή µου
πήρε το νόηµα λουλουδιού όταν του ανοίγει ο κίνδυνος την πρώτη τρυφεράδα Και κατόπιν
ακριβώς όπως / Μέσα στην Αποκάλυψη περάσανε µε τη σειρά τα τέσσερα άλογα: το µαύρο το
ασηµί το ένοχο και τ’ ονειροπαρµένο δίχως σέλα ή αναβάτη θέλοντας να δείξουν πως η δόξα
τους παρήλθε / Και πως τα πλήθη πίσω τους που οδεύουν πανστρατιά παν να καταποθούν από τη
γέεννα του Παραδείσου καθώς ήτανε γραµµένο / Αντικρύ της ο άντρας άνοιξε το ρούχο και τ’
ωραίο του ζώο κινήθηκε µπροστά για µία ζωή στη χώρα των δασών και των ηλίων”», ELITIS, O.
(2002), p. 211.
856 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
me iba pegando entre las piernas / Con frenesí seguía escribiendo “Sobre la
República” en el extremo arrobo del azul infinito / Y en las grandes hojas
transparentes Se manifestaron por un instante las islas»283.
Es fácil pensar que el «país de los bosques y los soles» tiene algo que ver con
el «país de la inocencia» a que Elitis se refiere en el ensayo «La magia de
Papadiamandis». Se trata de una utopía poética, marcada por el blanco que unas
líneas antes ha situado como inscripción distintiva sobre la frente de sus más
admirados poetas. A diferencia de los casos anteriores, aquí sí se describen ―si bien
en un tono ficcional que remarca su inverosimilitud o su pertenencia a la poiesis―
las verdaderas condiciones de la república ideal, un espacio antiintelectual y apolítico
en que los hombres lo son, como en el Egeo, hasta sus últimos extremos. Las leyes
físicas no rigen allí ―se dan una suspensión y una ligereza que tienen mucho que ver
con la desrealización de la transparencia y con la capacidad de volar que se encuentra
en buen número de los sueños relatados en la prosa homónima por Elitis, o incluso
en la breve visión utópico-onírica del arranque de María Pefeli284―, así como
tampoco los ciclos temporales que sirven para determinar una historicidad. Ninguna
de las superestructuras de la sociedad moderna capitalista: el mercado, la religión, el
Estado, parecen existir en este cosmos perfecto, gobernado únicamente por la
absoluta armonía natural, por la omnipotencia e inocuidad de los instintos y por la
capacidad de hacer surgir un paraíso individual de cada una de las cosas que se
aman. Los viejos fetiches de la mitología elitiana: las muchachas, la sacralidad
natural, el mediodía, la maquinalidad antihistórica, lo salpican junto con otros
nuevos, como esos barbudos que regresan subidos en enormes bicicletas que
reencontraremos en el poema «Para una Ville d’ Avray». Asimismo, observamos que
diversas figuras del hiato tales como el blanco, la hendidura, la dialéctica presencia-
ausencia, el mismo mediodía, la escritura o la desnudez, nuevamente, de esas jóvenes
que lo sobrevuelan todo, ponen el sello a la vez poético y griego a la visión. Es
crucial para unir los tres conceptos ―poiesis, Grecia y utopía, a los cuales podríamos
añadir la escritura― la noción de autoconstruibilidad, aquí manifiesta en las leyes
que gobiernan el «país», leyes escritas, borradas y reconstruidas sobre la marcha ―y
más visibles en la hora de la invisibilidad y la construibilidad griegas, el mediodía―,
emanadas de la tierra y simultáneas al propio desarrollo temporal, orgánicas y
alejadas por completo de cualquier programa político moderno, en el cual su fijación
283
«Μύρισα µέσα στον αέρα το σώµα της συκιάς όπως µου ερχόταν φρέσκο ακόµη απ’ τις µπογιές
της θάλασσας / Που κουνήθηκα πάνω του εωσότου ξύπνησα γλυκά και το γάλα του ένιωσα να
µου κολλάει ανάµεσα στα πόδια / Με µανία συνέχιζα να γράφω “Περί Πολιτείας” µες στην άκρα
κατάνυξη του απέραντου γλαυκού / Και στα διάφανα µεγάλα φύλλα Μία στιγµή φάνηκαν τα νησιά»,
Ibidem, p. 211.
284
El vuelo o la pérdida del propio peso en el psicoanálisis tienen una compleja relación con el
deseo y con la liberación de las represiones del inconsciente.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 857
285
«Επειδή, βέβαια, η χώρα της αθωότητας δεν είναι όπως τη φαντάζονται µερικοί· έχει τους
αγίους της και τ’ αγρίµια της, τα παρθένα δάση και τα γαλήνια νερά της. / Χρειάζεται νά ’σαι τέλεια
αφοπλισµένος για να προχωρήσεις µέσα της. Είναι τόσο αραιός ο αιθέρας εκεί, που καµιά
κοσµοθεωρία δεν αντέχει, καµιά σοφία δεν έχει πέραση. Μαργαρίτες από σταλαγµατιές λάµπουνε
πάνω στο δέρµα ανθρώπων που επέτυχαν νά ’ναι άνθρωποι και µόνον. Τα κορίτσια τείνουν τσαµπιά
φωτός και πλέουν ηµίγυµνα, µε τα χείλη µισάνοιχτα, τις φτέρνες χτυπώντας τον αέρα. Κάποτε
αγγίζουν ηλεκτροφόρα σύρµατα, και τότε φοβερές εκλάµψεις σχίζουν τον ουρανό· ήχοι διαστηµικοί
και µουγκρητά κυµάτων αόρατων ακούγονται· ύστερα, τα κενά που αφήνουν έρχονται να τα γεµίσουν
ανοίγοντας οι καλύκες των λουλουδιών. / ∆εν υπάρχουν εποχές, µήτε κανένας εκεί σταυροκοπιέται.
Είναι µία συνεχής µεθεπόµενη καταιγίδας, όπου οι άγγελοι σύρνουν µάλλινους µανδύες πάνω σ’ ένα
χορτάρι σµαραγδί και ατσάλινο. Οι ναοί, λείοι σαν από µέταλλο και όλο αναβαθµίδες, είναι γεµάτοι
αφιερώµατα: πανέρια µε πορτοκάλια, κάνιστρα µε πρασινωπά ψάρια, χάντρες από aqua marina,
κουλουριασµένα σχοινιά, µπρούντζινες άγκυρες, πεταλούδες όλων των σχηµάτων. Στα σπίτια οι
στέγες ανεβοκατεβαίνουν απαλά σαν ν’ ανασαίνουν, και στους δρόµους, έξω, υπερµεγέθη ποδήλατα
µε γενειοφόρους περνάν αναπτύσσοντας µεγάλη ταχύτητα. Οι νόµοι, χαραγµένοι σε πελώριες
τετράγωνες πέτρες, γίνονται το καταµεσήµερο ευανάγνωστοι ―έπειτα πάλι, σιγά σιγά, σβήνουν, για
ν’ αναφανούν την άλλη µέρα― τόσο πιο καθαρά όσο πιο κατακόρυφος ο ήλιος. / Ω, ναι, είναι
δύσκολο να το εξηγήσει κανένας. Πρόκειται για µία “µηχανή”, µε την παλιά σηµασία, που µε κάθε
κίνηση προς τα πίσω ξεγράφει την ιστορία και µε κάθε κίνηση προς τα εµπρός διανοίγει µία παρθένα
οδό: για να µπορεί να βλέπει ο καθένας διαρκές το ακαριαίο και ακαριαίο το διαρκές· να βλέπει ό,τι
αγαπά σαν τον πυρήνα ενός παραδείσου», ELITIS, O. (1993), pp. 59-60.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 859
286
Las bicicletas, que aparecen también como hemos visto en el texto de «La magia de
Papadiamandis» y en cierta evocación nostálgica de María Pefeli, han de representar, sin duda, un
símbolo de la sexualidad y su práctica desculpabilizada.
287
«Ευρείς λεωφόρους διασχίζουν φευγαλέα οι ποδηλάτισσες και / Πολλές το µάθηµά τους παν να
επαναλάβουν σ’ ένα µικρό και για λαίµαργα / Χείλη ωδείον. Περαστικές ευδίες έχει όπως ο νους και
η µισοκαλυµµένη κνήµη / Πριν τη µετάληψη των εσωρούχων του άκρου θρου έµνοστη πιο / Γίνεται η
σάρκα και γλιστρούν τα χτενάκια διαγώνια πάνω στ’ ανέγγιχτα / Ως την τελευταία στιγµή σεντόνια.
Μία πλάνη που την πήρε ο ύπνος / ∆ια παντός και πλέον δεν ν’ αυτοκατα- / νοηθεί γίνεται / […]
Όπως ένα κλωστήριο µία πόλις λειτουργεί που οι κάτοικοί της / Με τα δόντια στην κατάλληλη στιγµή
κόβουν το νήµα / Σε µετάξι περιπατά η αφή και σε λευκής µασχάλης κορδελίτσα ο ίασµος / Και σαν
από µικρό του θέρους ποτιστήρι βρέχει ανεπαίσθητ’ αγγίγµατα», ELITIS, O. (2002), pp. 579-580.
288
«Έτσι / της άυριον η αύρα πνέει / Το µικρό έαρ του έαρος δεν έχει τελειωµό», Ibidem, p. 581.
289
Andonis Decavales ha señalado el eco de la Atlántida platónica que hay también en este texto,
cfr. DECAVALES, A. (1982-1983), p. 50.
860 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
290
«∆εν ξέρω πού· δεν είναι στ’ όνειρο / δεν είναι σε καιρούς παλιούς ίσως ούτε στη γης αυτή /
αλλά και αν είναι / τρεις κλίµακες πιο πάνω / απ’ όσα γίνεται να σοφιστεί το µαύρο δάχτυλο του
ανθρώπου / η χώρα όπου κανένας πλέον δεν κατοικεί / εξακολουθεί να υπάρχει», ELITIS, O. (2002), p.
377.
291
«Εν αγνοία µας εκεί / το ∆ίκαιο / διατυπωµένο στη γλώσσα των πουλιών / αναπαράγεται ολοένα
ξεχειλίζοντας από τα τείχη / σπιθοβολώντας από µία σ’ άλλη συνείδηση / κενή από σώµα καθώς κύµα
/ ερτζιανό µη βρίσκοντας κεραία να το δεχτεί αλλά όµως / µεταφέροντας το µήνυµα το θείο / την
αµβροσίοδµη µουσική // και αυτή συντελεσµένη / σ’ όλους τους συνδυασµούς από τα κρεµαστά νερά
/ πέφτοντας έως τα ξηµερώµατα “δυνάµει” / όπως θα λέγαµε υπάρχουν εκεί / από ίασπι και ορείχαλκο
/ µπλε κοβαλτίου τερακότα και ώχρα τα έργα της τέχνης όλα / που θα µπορούσε ο άνθρωπος µε µόχθο
/ αφάνταστο ν’ αποσπαστεί από το Πλήρες και Άφθαρτο αλλ’ αδύνατον», Ibidem, p. 379.
2.4. La uTopía: Grecia o el espacio sin coordenadas 861
alto mar montañoso / no hubiera por gracia del Rey Evínor / llevado la túnica azul /
para juzgar a los otros y ser juzgado por ellos / en la hora vertical de la
medianoche… // Viven aún viven en mi interior / vistos de una vez para siempre /
desde las alturas los campos labrados rectos como cuadros de Mondrian // los
cercados de la iglesia con las muchachas desnudas / que llevan mirto en la mano / y
el tambor el tambor / “sol-agua” “sol-agua” / mientras que atenuadas ya las leyes de
la gravedad / la mente atraía a los pájaros y todo el follaje del cielo hasta las alturas.
// Eso. / Y ahora sólo / lo que se salva en medio de las supersticiones / lo que desde el
protogeo sin sombra / conjuramos por las noches de pie frente / al mar turbulento
marineros desembarcados / que hemos perdido el naufragio divino para siempre»292.
Cabe mencionar finalmente, como ejemplos claros de uTopías griegas, la
expuesta en «El paraíso original», también de María Pefeli, donde Elitis recuerda su
infancia en Lesbos y Creta atribuyéndole las clásicas cualidades del paraíso ―amor,
despreocupación social, sensación no mediada, inexistencia del dolor, la enfermedad,
la muerte y el trabajo― más la ausencia del pecado, que es, según dice, un invento
occidental (no hay, por tanto, peligro de caída en una vivencia plena y
coherentemente griega)293, así como «Comagene la desaparecida», que remite a un
imperio griego efímero, incontaminado por la historia, prácticamente imaginario
―espectral― que conduce a una reflexión sobre presuntos tiempos pasados de una
socialidad perfecta que hoy en día el espíritu, como operador del gesto griego, puede
recuperar en tanto topos inaccesible e infinitamente diferido: «Mas no es siempre en
un sueño donde todos buscamos / De una a otra generación aquel ámbar / Que hacía
plácidos los vínculos entre los hombres / La desconocida materia gris que sabía /
Formular leyes transparentes; de modo que uno, descubierto, observara / Los valles
interiores del otro, bien cubiertos / De nubes o tendidos al sol / […] El alma puede,
cual nuevo Eupalino, cimentar / Un pequeño imperio más allá del dolor / Pequeño
como la antigua Comagene. Desaparecido como ella / E inaccesible»294.
292
«Τάχα να µην / είχα κάποτε κι εγώ ανεβεί / κείνα τα σκαλοπάτια του ατελεύτητου καλοκαιριού /
µίαν αψηλή βουνίσια θάλασσα / να µην είχα για χάρη του Βασιλέα Ευήνορα / φορέσει το µανδύα τον
κυανό / να δικάσω τους άλλους και απ’ αυτούς να δικαστώ / την κάθετη ώρα του µεσονυκτίου… //
Ζούνε ακόµη ζούνε µέσα µου / µία για πάντα ιδωµένοι / από ψηλά οι άγροι χαρακωµένοι ευθείς σαν
πίνακες του Mondrian // οι περίβολοι της εκκλησίας µε τα κορίτσια ολόγυµνα / κρατώντας µύρτα /
και το τύµπανο το τύµπανο / “ήλιος-νερό” “ήλιος-νερό” / καθώς οι νόµοι της βαρύτητας έχοντας
ατονήσει πλέον / ο νους τραβούσε τα πουλιά κι όλο το δεντροκόµι τ’ ουρανού ως τα ύψη. // Αυτά. /
Και τώρα µόνον / ό,τι διασώζεται µες στις προλήψεις / ό,τι από το πρωτόγαιο το ασκίαστο /
ξορκίζουµε τις νύχτες όρθιοι ναυτικοί / που εχάσαµε το θείο ναυάγιο για πάντα», Ibidem, pp. 379-
381.
293
El comienzo del poema es inequívoco: «No entiendo ni papa de pecados originales / y otros
inventos occidentales» («∆ε σκαµπάζω γρυ από προπατορικά αµαρτήµατα / και άλλα των ∆υτικών
εφευρήµατα»), Ibidem, p. 394.
294
«Όµως δεν είναι πάντα σε όνειρο που όλοι µας γυρεύουµε / Από µία σ’ άλλη γενεά εκείνο το
ήλεκτρο / Που έκανε των ανθρώπων πράους τους δεσµούς / Την άγνωστη φαιά ουσία που ήξερε /
Νόµους διαφανείς να διατυπώνει· ώστε ο ένας του άλλου / Τις κοιλάδες τις µέσα του, είτε µε νέφη /
862 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Καλυµµένες είτε σε ήλιο εκτεθειµένες, ασκεπής ν’ ατενίζει / […] Η ψυχή γίνεται, ωσάν άλλος
Ευπαλίνος, µίαν / Επικράτεια µικρή πέραν από του πόνου να εδραιώσει / Μικρή όσο κι η παλαιά
Κοµµαγηνή. Χαµένη όσο κι εκείνη / Και απλησίαστη», Ibidem, p. 564.
III. LA PARTE DE LA ESCRITURA
Imagen: manuscrito de Elitis, diseño de portada del libro Desde cerca, ELITIS, O. (2002), p. 590.
3.1. UA CÁBALA GRIEGA
3.1.1. INTRODUCCIÓN
1
Cfr. a este respecto la atribución de Julián Santos a Santa Teresa de Jesús del deleuziano ateísmo
de la imagen que podríamos perfectamente poner en relación con la ya aludida omnipotencia y
omnipresencia del εἴδωλον en Elitis, SANTOS, J. (2007), p. 279.
2
Cfr. BABINIOTIS, Y. (1991), p. 742, o CONNOLLY, D. (1997), p. 122. Dsina Politi habla de que el
objeto real de la poesía de Elitis es la lengua, cfr. POLITI, D. (1979), p. 52.
3.1. Una Cábala griega 867
humano. La orientalización de lo griego, la búsqueda de una luz otra que sea capaz
de resacralizar la opacidad del mundo gobernado por las Luces y sus múltiples
derivados, se revelará pues de nuevo como el propósito principal de este privilegio
de la escritura.
Tres son los elementos fundamentales que será preciso analizar en este primer
capítulo: la concepción del mundo como texto o como alfabeto ―que difiere, como
veremos, de la vieja idea del mundo como libro, la cual presuponía un original
trascendente y un sentido unitario―, en la que veremos materializarse una nueva
hipóstasis de la metaforicidad en abismo que hemos venido repasando hasta el
momento, así como del infinito retejimiento del himen que habíamos encontrado
especialmente en la lógica del blanco y en la paralogicidad de la transparencia; la
noción de la lengua griega como lengua motivada y dueña de un privilegio
ontológico que la aproxima a la idea cabalística y judeocristiana de la lengua
sagrada ―lengua, asimismo, que mantiene un contacto privilegiado con lo absoluto
o la trascendencia―, y, finalmente, la presencia a lo largo de toda la obra de Elitis,
en verso y en prosa, de una serie de procedimientos verbales sobre la materia misma
de la escritura griega ―orientadas, en ocasiones, a resaltar su fisicidad― que
cristalizan a menudo en la creación de palabras sin significado gracias a la puesta en
práctica, más allá del juego vanguardista, de una combinatoria asimilable en su
espíritu y en sus mecanismos, salvando las distancias, a la Cábala. Existe, como
iremos poniendo de manifiesto a medida que avance el análisis, una imbricación
inextricable entre estas tres facetas de la consideración de la escritura en Elitis. Sólo
gracias a la teoría del griego como lengua motivada que se sustrae a los principios
saussurianos de la arbitrariedad del signo, por ejemplo, podemos comprender la
insistencia del autor en la acuñación de palabras sin significado o en una disposición
visual del alfabeto o la escritura como mecanismos poéticos de alteración de la
realidad o captación y producción de lo absoluto. Ese factor, el factor griego, es el
que marca precisamente la diferencia, no siempre señalada, entre estos intentos
elitianos, circunscritos rigurosamente al ámbito de la lengua griega y sus
mecanismos morfológicos y fonéticos de producción verbal, y los experimentos
tipográficos, espacialistas, letristas o alingüísticos de las vanguardias europeas, que
buscaban en la acumulación de letras o fonemas más allá del sentido una experiencia
abstracta del absurdo fuera de la codificación utilitarista de las lenguas
convencionales. Y, si bien es verdad que la influencia de todas estas corrientes,
empezando por las investigaciones mallarméanas acerca de la autonomía de la
escritura o del valor poético del alfabeto y la tipografía, así como las posteriores
invenciones verbales en el filo de la glosolalia de Khlebnikov y el surrealismo, o las
teorías sobre el ideograma occidental de Fenollosa, Pound, Claudel u Octavio Paz
868 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
―sin olvidar a los diferentes grupos letristas o concretistas, con su amplio abanico
de posiciones al respecto―, se deja sentir profundamente en las tentativas elitianas,
toda la reflexión de Elitis acerca de la escritura es una reflexión sobre la escritura
griega que se enmarca dentro de su constante indagación en los hechos diferenciales
de la grecidad o el helenismo. Frente al rechazo o desprecio de la propia lengua que
observamos en los autores modernos o posmodernos, cuyos intentos trascienden, en
ocasiones virulentamente, esa dimensión identitaria para encontrar del otro lado una
suerte de pureza expresiva ―una regresión primitivista o infantilista que nos
devuelva a lo natural o indemne― no contaminada por el desgaste secular sufrido
por los idiomas occidentales, devenidos hoy meros instrumentos transaccionales
asociados frecuentemente a lo monetario o lo mercantil3, Elitis busca devolver al
griego a su condición auténtica y primordial: la de una lengua privilegiada que forma
parte, sin discontinuidades, de la naturaleza del lugar ―de acuerdo con una lógica
determinista semejante a la que hemos analizado en el capítulo anterior―, y cuya
potencia poiética y mágica la convierte en isomorfa perfecta de la poesía; es en ella,
y sólo en ella, convenientemente depurada del utilitarismo de la comunicación,
donde puede tener lugar el milagro que opere la pretendida e iterable resacralización
del cosmos. Buscando pues las esencias de su propia lengua, situándose en el origen
de una escritura sobre la que Grecia lleva más de dos milenios construyéndose y
gracias a la cual el helenismo ha conquistado su suprahistoricidad atópica, es como
Elitis cree poder conquistar la plenitud del estado poético. Lo que en los autores
europeos y americanos constituye, pues, un camino hacia la posmodernidad y un
intento de construir un dialecto artístico autónomo de las lenguas comunicativas
convencionales ―en consonancia con las incipientes teorías formalistas sobre la
función poética―, se convierte en Elitis en una exaltación de la propia lengua como
el dialecto que contiene, más allá de sus condiciones gramaticales o semánticas, toda
la potencia de la poesía y el arte. Aun cuando sea hecho por extranjeros, como vimos
en el capítulo anterior, el verdadero arte se expresa ya en griego; la propia evolución
de la expresividad europea en el último siglo y medio, de hecho, dibuja una
confluencia progresiva con los inmemoriales dialectos estéticos del helenismo. La
lengua misma no viene sino a confirmar, confundiéndose con ella, la presencia de la
3
El desgaste de la lengua convencional induce a muchos autores vanguardistas a crear lenguas
nuevas, personales y carentes de sentido, no relacionables con ninguna otra, para poder expresar
aquello que en la lengua corriente ―así como en el pensamiento lógico y discursivo― ya no se deja
expresar. Un ejemplo muy representativo es el de Alexandre Kroutchonykh, que en su Déclaration du
mot comme tel, de 1913, dice lo siguiente: «La pensée et le langage n’arrivent pas à suivre l’émotion
provoquée par l’inspiration, c’est pourquoi l’artiste est libre de s’exprimer non seulement dans la
langue commune (concepts), mais aussi dans sa langue personnelle (le créateur est individuel) et dans
une langue qui n’a pas de signification précise (non figée, transmentale). La langue commune ligote,
la langue libre permet de s’exprimer plus pleinement (exemple : go osniég kaïd, etc.)», LAGEIRA, J.
(2006), p. 81.
3.1. Una Cábala griega 869
huella o la restancia oriental que, representada como he expuesto páginas atrás por
un elemento escritural, el συν que sobra en toda operación lógica ―es decir, en toda
operación de reducción al logos o al sentido―, da marchamo de autenticidad y
diferencia a todo el helenismo. El impulso (pos)moderno de exaltación de la escritura
sirve por el contrario en Elitis, en definitiva, como sanción de un deseo de regresión
premoderna ―se diría casi prebabélica― hacia el instante no sólo de un
monolingüismo de facto tocado por ciertos matices benjaminianos ―el griego como
la traducción más inmediata de la lengua de las cosas―, sino además hacia un
estadio presaussuriano de la evaluación del lenguaje, en que la arbitrariedad del signo
y su presunta transparencia no se daban por descontadas. Como veremos, de hecho,
para Elitis la lengua o la escritura griegas se hallan en una relación de mutua
determinación con el espíritu del pueblo ―ese que actuaba en la estética
auténticamente griega― o la naturaleza y el clima del país, ajenas por sus especiales
condiciones a los factores sistémicos que podrían organizarlas ―que organizan a
otras― sobre una sucesión de estratos diacrónicos o diatópicos. Ellas mismas operan,
a fin de cuentas, una neutralización del tiempo mensurable ―de la historia lineal― y
de toda posibilidad del lugar.
La imbricación de Grecia en la concepción elitiana de la escritura que
(des)articula su poética demuestra lo que habíamos anunciado más arriba y queda
patente en la propia estructura del trabajo: es el gesto griego, y su percepción como
exceso de la identidad y comunicación incesante con lo Otro ―con lo Abierto―, el
que escande, reproduciéndolo en su interior, el traspaso constante entre la escritura y
el absoluto que se escenifica y se produce en la obra de Elitis. Si en el capítulo
anterior hemos centrado el análisis en Grecia como figura del absoluto y de su
reinscripción heliotrópica, ahora será la escritura griega, su textualidad en abismo, la
que se expandirá hasta configurar a la par un simulacro del absoluto ―una imagen
rizomática de su entramado infinito― y un filamento también heliotrópico de
comunicación con él. Grecia parece suspenderse, de nuevo indecidiblemente, entre
ambas instancias. Es, de hecho, el entre mismo ―intersticialidad ontológica o
geográfica que se refuerza aquí en la plena identificación con la mediaticidad de la
escritura― que, como gesto omniabarcador de la metaforicidad y el heliotropismo,
articula la comunicación incesante e irreductible con la alteridad que configura toda
realidad poiética y mística. Volcada siempre hacia lo otro del mismo, Grecia se
construye pues en Elitis, según hemos visto, de acuerdo con lo que se ha denominado
un pensamiento judío ―como categoría contrapuesta al pensamiento griego
metafísico que atiende antes al ser que a la diferencia―, reproduciendo con ello el
extrañamiento de sí que parece prescribir. Existe una vinculación innegable entre
este movimiento y la definición oriental de Grecia que repasamos en el capítulo
870 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
anterior. Pensar lo griego desde lo judío es, ya, conducirlo hacia los márgenes de
Occidente, situarlo en la esfera de una otredad que no es, sin embargo, total, que
habita en el filo mismo de los intercambios y posee una fuerza mesiánica o
reoriginaria con que regenerar el centro. Si el judaísmo es en cierto modo el origen
exterior de la cultura europea (el espacio de fundación de un cristianismo que lo
excluyó de su centralidad desde el inicio e incluso se definió contra él, pero nunca
sin él), Elitis y algunos de sus compatriotas, en el seno de una larga reflexión
etnicista, se preocuparon de extraer de la interioridad de ese origen el otro elemento
crucial, el helenismo, que definieron igualmente contra Occidente, como hemos
tenido ocasión de repasar, pero sobre todo como el otro de Occidente. En virtud de
estas operaciones que en Grecia tienen lugar sobre todo a partir del siglo XIX, puede
establecerse un notable paralelismo, no suficientemente resaltado en mi opinión por
la crítica, entre la construcción de la identidad griega y la judía. Se trata en ambos
casos de identidades que se configuran sobre la absoluta alteridad: alteridad respecto
a un Occidente que no admiten, dado que se consideran comunidades marcadas por
un privilegio originario y, en consecuencia, más puras, más cercanas a una potencia
vital o sagrada inmune a la decadencia histórica (son la sede de un reorigen
incesante, de una revelabilidad que no cesa de prometer el adviento de un nuevo dios
o de una regeneración mesiánica), y alteridad respecto de Oriente, cuya barbarie o
idolatría trascienden en su centralidad civilizatoria. Las semejanzas podrían
multiplicarse: a la secular diáspora judía podemos oponer la diáspora griega, que ha
contribuido decisivamente en tiempos modernos al éxito del término helenismo, con
todo lo que implica de comunidad mística supraestatal y apolítica (así como racial y
etnicista, verdadera pertenencia de los griegos que residen en otros Estados, por
encima de su ciudadanía), mientras que a la Jerusalén perdida, sede del Templo y en
consecuencia centro del mundo (ónfalos de comunicación con lo sagrado), puede
equipararse la Constantinopla añorada por los griegos, emblema de otra centralidad y
del sueño destruido de un imperio capaz de agruparlos sin mutilar su cuerpo místico.
No obstante, es acaso en el fuerte cariz identitario que adquiere en ambos casos su
lengua y su alfabeto donde podemos encontrar el paralelismo más interesante.
Hablados por no más de diez o veinte millones de personas en todo el mundo, tanto
el hebreo como el griego poseen un carácter lo suficientemente diferencial como para
resultar decisivos en la construcción de la identidad colectiva. Aportan además un
elemento de prestigio: frente a la evidencia de su exigüidad cuantitativa, se trata de
lenguas con un extraordinario valor cualitativo y con una resistencia histórica fuera
de lo común, artífices de algunos de los textos fundamentales de la cultura universal
y fuente aún, especialmente en el caso del griego, de terminología científica o
técnica. Esta proporcionalidad inversa entre su poder geopolítico o su número de
3.1. Una Cábala griega 871
4
Sobre todo en el caso de los griegos, es evidente, se desatiende un aspecto fundamental: la que
tiene una importancia cultural extraordinaria en Occidente aún hoy no es la lengua griega concebida,
como ellos hacen, como una continuidad indisoluble desde la Antigüedad hasta el presente, sino el
griego clásico entendido como lengua muerta. La necesidad de apostillar griego moderno cuando nos
referimos a la lengua actual lo deja claro.
872 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
5
¿Podría acaso trazarse alguna clase de línea que vinculara más o menos directamente la Cábala
con la literatura moderna y sus innovaciones? Como mucho, tendríamos que atender a la corriente
iluminista que desde los siglos XV y XVI introdujo en la cultura europea lo que suele denominarse
«Cábala cristiana». Las traducciones de Flavio Mitrídates para Pico della Mirandola, que reflexionó al
respecto en el marco de sus intereses filosóficos y que podemos fechar en 1486, dieron el pistoletazo
de salida a una larga lista de autores interesados en el tema. Autores siempre situados en los márgenes
de la cultura occidental, en eso que se ha llamado filosofía hermética u oculta, desde Johannes
Reuchlin (De arte cabbalistica, 1517) hasta Robert Fludd, pasando por Cornelio Agrippa, Francesco
Zorzi o Giordano Bruno, cfr. BUSI, G. (2005), pp. 10-11. El propio Jacob Boehme, tan importante
para los primeros autores modernos, los románticos alemanes, pudo recibir el influjo de estas ideas
que flotaban en el ambiente. Será sin embargo en los siglos XVIII y XIX, con el nuevo auge del
iluminismo, especialmente en Francia, cuando la presunta Cábala cristiana resurja en la figura, entre
otros, de Eliphas Lévi. Puede resultar significativo el hecho de que en 1843 Adolphe Franck publicara
la obra La kabbala ou la philosophie des Hébreux, cuya difusión fue, al parecer, notable, cfr.
WILKINSON, L. R. (1996), p. 237. Si desde estas versiones ya banalizadas la literatura contemporánea
recibió algún tipo de influencia ―y pudo hacerlo precisamente en el impulso antioccidental que la
hermanó con el iluminismo―, se trató sin duda de una recepción marcada por un misreading de las
doctrinas originales y aún vigentes en la Europa de la época. No obstante, algunos estudiosos de la
mística judía han señalado las coincidencias entre determinadas teorías cabalísticas y algunas
posiciones fundacionales de la poesía moderna y de la teoría literaria contemporánea, más allá de la
influencia directa. Según Moshé Idel, por ejemplo, la práctica hermenéutica de Abraham Abulafia,
cabalista español del siglo XIII del que hablaremos a menudo en el capítulo, tiene mucho en común
con la doctrina futurista o surrealista de las palabras en libertad, o incluso con la noción barthesiana
del lenguaje poético moderno como una abstracción continua de las palabras de su red de relaciones
gramaticales expuesta en El grado cero de la escritura, cfr. IDEL, M. (1989), p. XV.
3.1. Una Cábala griega 873
Cábala judía y la poesía elitiana, como determinados autores han hecho con, por
ejemplo, la obra de Paul Celan6. Adelanto ya que dicha influencia, hasta donde sé, no
existe, como tampoco existe la más mínima alusión de Elitis a la Cábala que nos
permita conjeturar que la conocía o estaba interesado en ella. Es en su concepción del
helenismo y de la lengua griega, así como en la consideración de la escritura como
comunicación o intricación constante y privilegiada con el absoluto, donde se
establecen paralelismos que no podemos pasar por alto y que la crítica ha obviado en
beneficio de las más evidentes relaciones de sus prácticas «metalingüísticas» con
Mallarmé, la vanguardia primisecular o el letrismo.
No obstante, en su absolutización de la escritura o la textualidad, la forma
bajo la cual es concebido en su obra el cosmos y, más específicamente, Grecia ―el
ejemplo más claro y evidente es el Axion Estí―, encontramos dimensiones menos
obvias de la hermenéutica cabalística, así como una plasmación sobre la lógica de la
escritura ―a la cual ya pertenecían, por otra parte― de numerosos conceptos que ya
hemos repasado, tales como la significancia, la transparencia, la metaforicidad en
abismo, el secreto, la ilegibilidad, el heliotropismo, la mímesis de lo imposible o el
rechazo y la revocación de una temporalidad lineal y teleológica. La realidad es para
Elitis, antes que nada, una sucesión de capas de escritura sin término alguno propio.
No se trata de un símbolo o una alegoría: incluso la naturaleza adquiere la forma
material de un alfabeto o una ortografía de elementos significantes sin preeminencia
ontológica alguna sobre la escritura humana manual. No existe reposo en la realidad
elitiana: todos sus elementos, aun los pretendidamente más estables, se encuentran en
un constante traspaso hacia otra dimensión, anterior o posterior, a la que aluden o a la
que sustituyen en un movimiento comunicante que jamás se resuelve. Así, la
escritura de poesía no se revela como una dimensión mimética destinada a
representar lo real desde un punto de vista más o menos novedoso o iluminador; es,
por el contrario, la prolongación del gesto mismo de la naturaleza, el intento de
desciframiento de unos signos inextricables que en su impenetrabilidad sólo logran
suscitar nuevos signos o remitir a nuevas escrituras y que, en lugar de descubrir una
dimensión propia de lo real, no hacen sino cifrar cada vez más, tras los estratos
acumulados de una hermenéutica en abismo, el mundo. Lejos de constituir una
intervención exterior sobre el universo, la escritura no hace sino aumentarlo con sus
mismas armas. Elitis concibe la naturaleza, y el tejido todo de lo que llamamos
realidad, como un incesante espaciamiento. Una lógica escritural lo inscribe y nos lo
da a leer sin esperanza alguna de encontrar, levantando los signos que en apariencia
lo cifran, su referente primero bajo la forma de una presencia. Dicho referente,
origen y telos de la escritura, se difiere siempre más, elude, siendo el punto de
6
Cfr. WOLOSKY, S. (1995).
874 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
7
«La mesa de mármol» (Al oeste de la tristeza): «Σ’ όλες τις γλώσσες το αδύνατον διαρκεί // West
of sorrow αδιάκοπα ολοκλρώνεται όλων των νοηµάτων / Το πλεκτό· χωρίς ούτε καν ενός ονειροκρίτη
τα γραφόµενα / Ένας να δύνεται ποτέ ν’ αποκρυπτογραφήσει», ELITIS, O. (2002), p. 586.
8
En el análisis que Maurice Blanchot hace de Mallarmé y su idea de la «desaparición vibratoria» de
lo real que ejerce el lenguaje, pueden encontrarse algunas nociones semejantes. Dice Blanchot que la
escritura tiende a liberarnos de lo que es, instituyendo un vacío entre nosotros y las cosas. La literatura
tiene por ley un movimiento hacia lo otro, hacia un más allá que sin embargo se nos escapa
reiteradamente porque no puede ser, y del que nosotros sólo aprehendemos «la falta consciente». Es
por tanto esta falta, este vacío, este espacio vacante, el objeto de la creación propia del lenguaje. Y la
literatura se configura como un «rayo hacia la nada» que puede evocar en cierto modo el concepto de
significancia o el movimiento de la revelabilidad, cfr. BLANCHOT, M. (1972), pp. 46-47.
3.1. Una Cábala griega 877
9
«Incensar lo sublime», XXV: «Μάθε να προφέρεις σωστά την πραγµατικότητα», ELITIS, O.
(2002), p. 542.
878 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
10
«Incluso cuando la cosa, el “referente”, no está inmediatamente en relación con el logos de un
dios creador donde ha comenzado por ser un sentido hablado-pensado, el significado tiene en todo
caso una relación inmediata con el logos en general (finito o infinito), mediata con el significante, vale
decir con la exterioridad de la escritura. Cuando parece suceder de una manera distinta es porque se ha
880 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
12
Cfr. GAUDIN, C. (1990), pp. 35-36 y 44-48.
13
Nos encontraremos a menudo a lo largo de este capítulo sobre la dialéctica aparentemente
inconciliable entre posmodernidad y premodernidad. Ambas fuerzas comparten, en cualquier caso, el
potente deseo de arrancarse a la modernidad ―por contraste con la cual se nombran―, deseo que
hemos identificado ya en la literatura europea desde fines del siglo XVIII. Si la imagen de lo
occidental se ha construido precisamente sobre el modelo dieciochesco y decimonónico de cultura y
sociedad que identificamos con «la modernidad», no es extraño que Elitis, en su búsqueda de Grecia
sobre o contra los márgenes de Occidente, las Luces y el Renacimiento, recurra bien a una regresión
premoderna, bien a una transgresión que lo hace confluir ―de manera del todo independiente, me
atrevería a afirmar― con ciertos postulados de la posmodernidad. Ambas tendencias confluyen no
pocas veces en el problema de la escritura que estamos analizando.
14
Cfr. FOUCAULT, M. (1968), pp. 35-36 y 42-43.
15
Cfr. ABASTADO, C. (1979), pp. 195-196.
882 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
16
En la Cábala clásica las letras son también el punto de partida de cadenas analógicas que abarcan
todo el espacio de lo real: «Con le lettere vengono forgiate innumerevoli catene analogiche, che
cingono la totalità dell’essere nel saldo vincolo della conoscenza, e gli anelli di queste catene sono
stati congiunti dagli esegeti ebrei, con inesauribile pazienza, nel corso di indagini secolari», BUSI, G. y
E. LOEWENTHAL (1999), p. XXIX.
17
Existe un componente de vocación o llamada en una naturaleza concebida desde este punto de
vista: la llamada hacia un exceso de sí y hacia un exceso asimismo de la opacidad o el claroscuro de lo
real que he identificado más arriba con el deseo. Escribir y suscitar la necesidad de una hermenéutica
es extender y perpetuar el deseo como modo de percepción. Se trata de una llamada muy semejante a
la que la circuncisión, escritura corporal que incita ya a una búsqueda o a una respuesta, a la par que
requiere una lectura material, simboliza sobre la piel del varón judío. La Cábala opera precisamente
con esta noción de la naturaleza ―propia o universal― inconclusa que la hermenéutica vendrá a
completar con la acumulación de textos: «El territorio del mundo es, para la mística judeomedieval, el
territorio del Texto, un espacio poblado de letras y palabras que en el fondo no son sino la naturaleza
misma. Y ahí, en medio de ese universo lingüístico, está el hombre con su capacidad, pero ante todo,
su responsabilidad por leer e interpretar ese mundo concebido como inconcluso, que sólo se construye
a partir de su palabra y que deviene sólo a través de su mirada. Mirarlo (leerlo) es convocarlo y
situarlo en perspectiva, interpretarlo es ya darle cuerpo y vida, rescatarlo de su impasse poniéndolo en
movimiento. […] Porque interpretar, para el cabalista, compromete todos y cada uno de nuestros
sentidos; se lee, se interpreta, como diría Barthes ya en otro momento totalmente distinto del riesgo
interpretativo, con los ojos, con la boca, con el cuerpo. Leemos con todo aquello que somos y sólo así
configuramos el universo», COHEN, E. (1999), pp. 18-20.
3.1. Una Cábala griega 883
Al igual que Walter Benjamin19, Elitis parece creer en una lengua de las cosas
que se deja traducir ―que vive en el constante traspaso de una comunicación que es
traducción― a lo largo de una serie de estratos expresivos. El impulso primordial lo
proporciona no un objeto, sino un impulso lingüístico que se halla antes incluso que
cualquier posible configuración objetual de la realidad. Toda nuestra experiencia se
construye así sobre los intersticios de una traducción sucesiva que remite a los
estratos de una metaforicidad en abismo. La red no tiene huecos: tan sólo los
intervalos blancos de una significancia que se tiende entre los distintos planos de lo
lingüístico. Pero en Elitis esta traducción continua no opera sobre la exterioridad de
un traspaso entre lenguas. Consiste siempre en una traducción intralingüística. La
naturaleza habla ya en griego, la lengua de las cosas es exactamente la misma ―y se
inscribe con una ortografía en todo semejante― que la lengua de los hombres, una
lengua que se sitúa, además, antes de Babel, al margen de un sistema de diferencias
no absolutas (la contraposición entre la escritura y el absoluto, entre el signo y lo
Abierto o el hiato de la significancia, entre la lengua griega y lo imposible que
representa). El formato de esta traducción en Elitis es el de una dialéctica irresoluble,
sin tercero, entre una lectura y una reescritura que invierte enseguida su orden para
recomenzar sin fin, pero que no necesita del tránsito por un afuera. La lengua griega,
18
«Jueves, 7M»: «Έγινα χιλιάδων ετών και ήδη χρησιµοποιώ τη µινωική γραφή µε τόση άνεση που
ο κόσµος απορεί και πιστεύει στο θαύµα. / Το ευτύχηµα είναι ότι δεν καταφέρνει να µε διαβάσει»,
ELITIS, O. (2002), p. 489.
19
No hay que minusvalorar el hecho de que Benjamin es un judío que acudió precisamente a su
tradición, en especial a algunos conceptos cabalísticos en los cuales estuvo siempre muy vivamente
interesado ―como demuestra su larga amistad con Gershom Scholem («Sobre el lenguaje en general
y sobre el lenguaje de los hombres» se escribe precisamente en 1916, en el apogeo de su relación)―,
para elaborar sus teorías lingüísticas, de apariencia tan intempestiva en su momento.
884 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
griega en el Axion Estí, al pasar del «Génesis» paradisíaco a «La Pasión», y por tanto
al reinado de la historia y la linealidad teleológica ―isomorfa del teleologismo que
conduce al signo hacia el destino exterior de un significado o un referente que lo
reabsorben en su presencia―: convertir la lengua en un medio y no en un espacio
espectral e indemne donde habitar según las prescripciones y el gesto constitutivo de
la grecidad (el exceso de la identidad en la significancia). Sólo volviendo al puro
dominio del nombre, tal como parece recomendar Benjamin, y excluyendo los verbos
―marcas de temporalidad heterogénea, de relación extralingüística entre un sujeto y
un objeto― del discurso histórico que predomina en «La Pasión», podrá volverse al
estadio paradisíaco de la traducción intralingüística y de la lengua única: «En cuanto
el hombre sale de la pura lengua del nombre, hace de la lengua un medio (para un
conocimiento inadecuado del nombre) y por lo tanto también —al menos en parte—
una simple señal, lo cual tiene luego como consecuencia la pluralidad de las
lenguas»22. Así, en el interior de una lengua indemne y autosuficiente se desarrollará
la comunicación con la trascendencia que el propio Benjamin sitúa en un juego de
estratos textuales no siempre asociados a la lengua natural; el emblema de este
procedimiento es para Elitis «El Gloria», donde a través de los nombres ―sólo
aparentemente propios, o despojados ya de la división utilitaria entre nombres
propios y comunes― alcanza el contacto heliotrópico con lo imposible y convierte a
la lengua griega en la unidad benjaminiana del movimiento lingüístico, en la lengua
de Dios: «La lengua de un ser es el medio en el cual se comunica su ser espiritual. El
río ininterrumpido de esta comunicación atraviesa toda la naturaleza desde el ínfimo
existente hasta el hombre y desde el hombre hasta Dios. El hombre se comunica con
Dios mediante el nombre que da a la naturaleza y a sus semejantes (en el nombre
propio) y da a la naturaleza el nombre según la comunicación que recibe de ella,
porque incluso la entera naturaleza se halla atravesada por una lengua muda y sin
nombre, residuo del verbo creador de Dios, que se ha conservado en el hombre como
nombre conocedor y —sobre el hombre— como sentencia juzgadora. La lengua de la
naturaleza puede ser comparada con una consigna secreta que cada puesto transmite
al otro en su propia lengua, aunque el contenido de la consigna es la lengua del
puesto mismo. Toda lengua superior es traducción de la inferior, hasta que se
despliega, en la última claridad, la palabra de Dios, que es la unidad de este
movimiento lingüístico»23.
Pero si la traducción de la lengua de las cosas que implica la lectura elitiana
de la realidad ―su «pronunciarla correctamente»― es una traducción
intralingüística, ello se debe sobre todo a que la propia Grecia se configura ya, sin
22
Cfr. Ibidem, p. 161.
23
Ibidem, p. 165.
886 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
24
Según el pasaje de «Antes que nada, la poesía» que he citado varias veces en los capítulos
anteriores.
3.1. Una Cábala griega 887
25
«Όµως, για να ξανάρθω στο θέµα, στην πρώτη επαφή µου µε το υλικό σώµα της Ελλάδας: ή όλα
αυτά ήταν κάτι άλλο, και όχι απλά και µόνο “φύση”· ή τότε… ή τότε η ελληνική φύση πραγµατικά
έπρεπε νά ’ναι κάτι άλλο εκείνη. Νά ’ναι φορτισµένη µε µυστικά µηνύµατα (όπως µας το έλεγαν
µερικοί και διστάζαµε να το πιστέψουµε), και να παίρνει για τούτο δικαιωµατικά µέσα µας το νόηµα
και το βάρος µίας µυστικής αποστολής», ELITIS, O. (2000), p. 328.
888 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
a una alteridad que insiste en ocultarse tras el espesor del mensaje. Se trata, ya,
primariamente, de lengua, de articulación alfabética o gramatical. De ahí que la
composición de poesía constituya apenas una reescritura de los materiales del
ideograma griego, una reideogramatización tendente a traducir no un sentido o una
esencia de la naturaleza, sino su apertura enigmática e indescifrable hacia lo otro, su
denotación de lo imposible. Lo que se traduce, reproduciéndolo sin fin, es por tanto
la alusión irresoluble, la generación del secreto en la resistencia casi física de los
significantes a una lectura, la revocación de toda posibilidad del sentido. El carácter
intralingüístico de esta reproducción, lo que iguala en grado de artificialidad o
inmediatez al poema y al paisaje, deconstruyendo su contraposición sobre el eje de la
mímesis o de la representación, viene dado por la composición originariamente
alfabética u ortográfica de la naturaleza griega. Ésta no se limita a ser texto en un
sentido abstracto o alegórico: especialmente en sus últimos ensayos, ahondando en la
lógica del ideograma y extremando el argumento, Elitis la identifica plena y
literalmente con la escritura griega. La materia de que están hechos montes, valles,
islas egeas o llanuras áticas no difiere en nada, por consiguiente, de la que configura
los poemas. Lengua y cosmos se hallan en una relación de identidad y mutua
implicación que no sólo profundiza hasta límites insospechados dentro del ámbito de
la modernidad en la noción de metaforá sin afuera ―lo cual condicionará, como
veremos, la concepción elitiana del griego como lengua motivada―, sino que hace
de la poesía y de la escritura en general, en su carácter mediático, imaginal y atópico,
una dimensión intercambiable sin pérdida con lo real, cuyos valores de verdad,
opacidad, historicidad y topicidad quedan gravemente comprometidos en el proceso.
El pasaje de «Lo público y lo privado» en que Elitis expone de modo más
explícito esta teoría26 pone de manifiesto su estrecha relación con las reflexiones
sobre la estética y el alma del pueblo que hemos analizado en el capítulo anterior.
Hay aquí también una determinación mutua entre el pueblo, la lengua y la naturaleza
como construcción estética ―como arti-ficio―, y el núcleo expresivo y
suprahistórico de la grecidad, la huella que prescribe una obediencia inquebrantable
al gesto fundamental del helenismo. De hecho, toda ruptura de esa obediencia, en
medio de lo que constituye literalmente una textualidad griega, es considerada en
términos lingüísticos una falta de ortografía. Cuarenta años antes, en 1955, Elitis ya
advertía en una carta a su amigo cretense Lefteris Alexíu de que la no adecuación
estética a los dictados de la tierra constituiría un error ortográfico dentro del texto
polifónico que es Grecia: «Por eso encuentro que figuras minoicas, relieves de la
época clásica, frescos bizantinos, se conjugan tan bien con las líneas de los montes,
26
Cfr. los análisis de Peter Mackridge y Ártemis Leondí: MACKRIDGE, P. (1997), pp. 112-115, y
LEONDÍ, Á. (1998), pp. 291 y 315-316.
3.1. Una Cábala griega 889
los calzones o las sotanas de los monjes que jamás constituyen ninguna clase de falta
de ortografía»27. Ahora dice: «Quiero creer —y esta fe mía sale siempre victoriosa en
su lucha contra el conocimiento— que, se mire por donde se mire, la presencia
secular del helenismo sobre tales o cuales tierras del Egeo ha conseguido establecer
una ortografía donde cada omega, cada ípsilon, cada acento agudo y cada iota
suscrita no son más que una bahía, un declive, la vertical de un monte sobre la curva
de la popa de un barco, viñedos ondulados, arcos de iglesias, puntos blancos o rojos,
aquí o allá, de palomares y macetas con geranios»28. La naturaleza griega, en
consecuencia, no es originariedad, sino producto ―ya vimos esta indecidibilidad
acerca del origen de la prescripción expresiva griega al hablar del sol y la
transparencia; Elitis no sólo postula una huella eternamente diferida y anterior por
igual a la naturaleza y la cultura (lo cual hace de la primera, desde el primer
momento, construcción y metáfora), sino que disemina dicho origen situándolo unas
veces en la naturaleza, que dictaría sus valores a los hombres que la habitan, y otras
veces en los propios hombres que, como en este caso, escriben la naturaleza en
consonancia con dicho dictado inaprensible― de una intervención humana, escritura
que resalta su condición intralingüística de partida29. Dada su construibilidad, como
hemos destacado ya en capítulos anteriores, la naturaleza es en Grecia producción
sobrenatural, representación e indemnización artística sin referente localizable. No
existe en ella, como tal, la physis, sino un amplio tejido de escrituras, imágenes y
simulacros que configuran atópicamente su espacio. Ya Periclís Yanópulos había
formulado una idea semejante en su artículo «La línea griega», donde habla de la
legibilidad perfecta del alfabeto griego sobre el paisaje ático al mediodía: «Todos los
detalles arquitectónicos y escultóricos, los períodos, las frases, las palabras, los
puntos, las comas, los acentos, los espíritus, todo se deja leer con la mayor
27
Carta de 18 de junio de 1955: «Γι’ αυτό βρίσκω να συνταιριάζονται µινωικές φιγούρες, των
κλασσικών χρόνων ανάγλυφα, βυζαντινές τοιχογραφίες, τόσο καλά µε τις γραµµές των βουνών, τις
βράκες ή τα ράσα των καλογέρων, που να µην αποτελούν ποτέ, καµιά, κανενός είδους
ανορθογραφία», ELITIS, O. (2002a), p. 846.
28
«Lo público y lo privado»: «Θέλω να πιστεύω ―και η πίστη µου αυτή βγαίνει πάντοτε πρώτη
στον αγώνα της µε τη γνώση― ότι, όπως και να το εξετάσουµε, η πολυαιώνια παρουσία του
ελληνισµού πάνω στα δώθε ή εκείθε του Αιγαίου χώµατα έφτασε να καθιερώσει µίαν ορθογραφία,
όπου το κάθε ωµέγα, το κάθε ύψιλον, η κάθε οξεία, η κάθε υπογεγραµµένη δεν είναι παρά ένας
κολπίσκος, µία κατωφέρεια, µία κάθετη βράχου πάνω σε µία καµπύλη πρύµνας πλεούµενου,
κυµατιστοί αµπελώνες, υπέρθυρα εκκλησιών, ασπράκια ή κοκκινάκια, εδώ ή εκεί, από περιστεριώνες
και γλάστρες µε γεράνια», ELITIS, O. (1993), pp. 339-340.
29
Ártemis Leondí, de modo más concluyente que Peter Mackridge, ha afirmado que los
componentes de esta ortografía son creados por el propio texto o corpus textual de su poesía, por su
topografía poética, y no proceden directamente de la observación del mundo natural. Son
precisamente algunos de los hitos de la mitología del helenismo construida por su obra, cfr. LEONDÍ,
Á. (1998), pp. 315-316.
890 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
comodidad, como las letras de un periódico que sostuviéramos entre las manos»30.
Elitis, en cambio, va más allá refiriéndose al territorio como una gramática estricta
―una lengua, pues, perfectamente articulada, y no sólo un conglomerado
simbólico― que el pueblo ha configurado a lo largo de los siglos gracias a su
obediencia instintiva al núcleo del helenismo. Dicha gramática y dicha escritura se
encuentran ahora en riesgo a causa de la modernización sufrida por el país, cuya
responsabilidad no cabe únicamente a una mundialatinización que, en el terreno de lo
económico, ha permitido a eso que Elitis denomina «pueblo griego», antes
mayoritariamente miserable, acceder a la categoría ―lamentada por el poeta, que sin
duda lo prefería inmerso en una decorosa pobreza que no desentonase con su
mitología de la grecidad― de pequeñoburgués, sino también a la occidentalización
propiciada por los intelectuales autóctonos: «Es una lengua con una gramática muy
estricta que el pueblo ha creado por sí solo, desde la época en que aún no iba a la
escuela. Y la ha preservado con devoción religiosa y con admirable resistencia a
través de los siglos más adversos. Hasta que llegamos nosotros, con nuestros
diplomas y nuestras leyes, a ayudarle. Y casi lo aniquilamos. Por una parte
devoramos los restos de su escritura, y por otra carcomimos su misma sustancia, lo
socializamos, lo transformamos en un pequeñoburgués que hoy nos mira
desconcertado desde la ventanita de un bloque de pisos de Egáleo»31. Los efectos de
esta modernización son descritos en términos de alteración de la escritura, que es
también una alteración de la propia identidad y de la sustancia de las cosas. Además
de a las faltas de ortografía mencionadas más arriba, Elitis apela a un malestar que se
manifiesta por medio del desorden de las letras de su nombre ―un nombre que,
como vamos a ver al final del capítulo, tan importante resulta en esta lógica
cabalística―: una permutación equivocada, no dirigida por la profunda conciencia
poética que dicta la expresividad griega, deshace de un plumazo el espacio mismo de
la grecidad y suspende toda pertenencia, dado que es la lengua ―una lengua cósmica
que constituye la «fase visual» del griego pero que no difiere cualitativamente de
él― la que configura su territorio imaginal y sostiene sobre su entramado la vida de
sus habitantes: «No estoy hablando de ningún pintoresquismo perdido. Ni recuerdo
haber vivido ninguna época mejor que deba echar de menos. Simplemente, no
30
«Όλαι αι αρχιτεκτονικαί και γλυπτικαί λεπτοµέρειαι, αι περίοδοι, αι φράσεις, αι λέξεις, αι τελείαι,
τα κόµµατα, οι τόνοι, τα πνεύµατα, τα πάντα διαβάζονται ανέτως, όπως τα γράµµατα κρατουµένης
εφηµερίδος εις τα χέρια σας», YANÓPULOS, P. (1988), p. 98.
31
«Είναι µία γλώσσα µε πολύ αυστηρή γραµµατική, που την έφκιασε µόνος του ο λαός, από την
εποχή που δεν επήγαινε ακόµη σχολείο. Και την τήρησε µε θρησκευτική προσήλωση κι αντοχή
αξιοθαύµαστη, µέσα στις πιο δυσµενείς εκατονταετίες. Ώσπου ήρθαµ’ εµείς, µε τα διπλώµατα και
τους νόµους, να τον βοηθήσουµε. Και σχεδόν τον αφανίσαµε. Από το ένα µέρος τού φάγαµε τα
κατάλοιπα της γραφής του κι από το άλλο τού ροκανίσαµε την ίδια του την υπόσταση, τον
κοινωνικοποιήσαµε, τον µεταβάλαµε σε έναν ακόµα µικροαστό, που µας κοιτάζει απορηµένος από
κάποιο παραθυράκι κάποιας πολυκατοικίας του Αιγάλεω», ELITIS, O. (1993), p. 340.
3.1. Una Cábala griega 891
soporto las faltas de ortografía. Me inquietan. Siento como si se revolviesen las letras
de mi propio apellido, como si no supiese quién soy, como si no perteneciese a
ningún lugar. Hasta tal punto siento mi vida entretejida con esa “lengua cósmica”,
que no es más que la fase visual de la lengua griega, capaz en su doble existencia de
hablar y de pintar a la vez»32. Esta lengua doble, que proyecta de este modo su
carácter omniabarcador ―paradójicamente si pensamos en lo que se ha postulado
más arriba: su producción e inscripción a cargo de un pueblo griego que ahora se
halla contenido en su movimiento― al suspenderse entre la página y el cosmos y
enlazarlos sobre una atopicidad que configura sin embargo un espacio33 ―el espacio
del helenismo, el espacio de una incontenible metaforicidad o traducibilidad en
abismo que no se detiene jamás, así como el de una interrogación al estatuto
ontológico de lo real―, trasciende asimismo la linealidad teleológica de la historia y
aglutina en sí todos los tiempos ―de la misma manera que el instante―, logrando
conducirnos, en un camino de regreso interno y circular, a una originariedad natural
de la que ella misma se encontraba inicialmente desplazada: «Y que continúa, tan
sigilosa como enérgicamente, y a pesar de las intervenciones de arriba, penetrando
sin cesar en la historia y en la naturaleza que la engendraron hasta transformar
enormes cantidades de tiempo pasado en presente, y transformándose desde ese
presente en un instrumento dotado con la fuerza suficiente para conducir los
elementos de nuestra vida a su primigenia verdad natural»34. ¿Cuál ha de ser esa
«verdad natural», habida cuenta de que la naturaleza, antes que origen de la lengua,
era en los párrafos anteriores producción lingüística y escritural? El movimiento
descrito por Elitis es, aun cuando él no lo advierta, circular: si la lengua lo abarca
todo en su gesto doble, un desplazamiento desde y hacia su origen natural no será
más que una proliferación de su propia materia, un retejer del himen intersticial de la
escritura ―único ámbito de lo real efectivo en esta cosmovisión― que nos devolverá
únicamente a la lengua como reorigen sobre-natural ―arti-ficial o maquínico― del
proceso de traducción intralingüística en que se configura el espacio de la grecidad y
32
«∆εν αναφέροµαι σε καµιά χαµένη γραφικότητα. Ούτε θυµάµαι νά ’χω ζήσει σε καµιά καλή
εποχή για να τη νοσταλγώ. Απλώς, δεν ανέχοµαι τις ανορθογραφίες. Με ταράζουν. Νιώθω σαν ν’
ανακατώνονται τα γράµµατα στο ίδιο µου το επώνυµο, να µην ξέρω ποιος είµαι, να µην ανήκω
πουθενά. Τόσο πολύ αισθάνοµαι να είναι η ζωή µου συνυφασµένη µ’ αυτήν την “υδρόγεια λαλιά”,
που δεν είναι παρά η οπτική φάση της ελληνικής λαλιάς, της ικανής µε τη διπλή της υπόσταση να
οµιλεί και να ζωγραφίζει συνάµα», Ibidem, p. 340.
33
El espacio del arte, el espacio de la pertenencia, no implican necesariamente la propiedad de un
lugar. Se trata más bien, en este caso, de la residencia intersticial de una entidad determinada aquí,
según hemos visto repetidas veces, como un espectro. Donde no hay un cuerpo propio, como he dicho
más arriba, no puede hablarse tampoco de lugar.
34
«Και που εξακολουθεί αθόρυβα όσο και δραστικά, παρά τις άνωθεν επεµβάσεις, να εισχωρεί
ολοένα µέσα στην ιστορία και µέσα στη φύση που τη γέννησαν, έτσι ώστε να µετατρέπει τεράστιες
ποσότητες παρελθόντος χρόνου σε παρόν, και να µετατρέπεται από το παρόν αυτό σε όργανο
προικισµένο µε τη δύναµη να οδηγεί τα στοιχεία της ζωής µας στην πρωτογενή, φυσική τους
αλήθεια», Ibidem, p. 340.
892 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
36
«Incensar lo sublime», V: «Από το πώς δαγκώνω µέσα στο φρούτο έως το πώς κοιτάζω απ’ το
παράθυρο αισθάνοµαι να σχηµατίζεται µία ολόκληρη αλφαβήτα, που πασχίζω να βάλω σ’ ενέργεια µε
την πρόθεση ν’ αρµόσω λέξεις ή φράσεις, και την απώτερη φιλοδοξία, ιάµβους και τετράµετρα. Που
σηµαίνει: να συλλάβω και να πω έναν άλλο, δεύτερο κόσµο, που φτάνει πάντα πρώτος µέσα µου.
Μπορώ µάλιστα να φέρω µάρτυρες ένα σωρό ασήµαντα πράγµατα: βότσαλα που τα ρίγωσαν οι
τρικυµίες, ρυάκια µ’ ένα κάτι παρήγορο στο κατρακυλητό τους, µυριστικά χορτάρια, λαγωνικά της
αγιοσύνης µας. Μία ολάκερη φιλολογία, οι αρχαίοι Έλληνες και Λατίνοι, οι κατοπινοί χρονογράφοι
και υµνωδοί· µία τέχνη, ο Πολύγνωτος, ο Πανσέληνος: όλοι τους βρίσκονται µεταγλωττισµένοι και
στενογραφηµένοι µέσα εκεί από το λείο, το χλοερό, το δριµύ και το εκστατικό, που η µόνη γνήσια και
αυθεντική τους παραποµπή ενυπάρχει στην ψυχή του ανθρώπου», ELITIS, O. (2002), p. 499.
894 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
37
«Η παρασηµαντική ενός άλλου κόσµου», ELITIS, O. (2002), p. 181.
3.1. Una Cábala griega 895
38
«Antes que nada, la poesía»: «Ω φωνές, φτασµένες από το άγνωστο, µισές ρωτήµατα και µισές
τυραννικοί χρησµοί, µετεωρίτες του µέσα διαστήµατος θραύσµατα συνείδησης που αποστρακίστηκαν
στα χείλη των Σειρήνων και τα θερίεψεν ο αγέρας, καγχασµοί δυναµωµένοι από δαιµονικό αντηχείο,
ούου, ούουου, η µεγάλη αόρατη επιφάνεια κάτω απ’ το δάσος, όταν απάνω κορυφώνεται η ανάγκη να
τρυπήσεις ουρανούς σαν αηδονολαλιά!», ELITIS, O. (2000), p. 12.
39
Cabe también la posibilidad de que en ella quiera Elitis retratar a la nodriza cretense que, según
sus propias afirmaciones, le despertó en su infancia el interés por la magia de las palabras que acabó
fraguando en su concepción de la práctica poética gracias a sus conjuros, pronunciados en un griego
896 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
antes de escribir su breve discurso, aún semilegible, hecho de vagos ecos de estratos
inmemoriales de la lengua, parece leerlo en un elemento natural: un guijarro marino
que escruta (mirando sintomáticamente hacia el Este) como un adivino antes de
emitir su oráculo. Se diría pues que toda la historia de la lengua griega se encuentra
taquigrafiada allí, en un alfabeto natural que no obstante requiere de una traducción
que suscitará a su vez otra nueva de labios del poeta. Habrá comenzado, así, a
desempeñar su labor: «Una vieja de blanca cabellera suelta, con un chal plateado
sobre los hombros, lo llevaba de la mano y avanzaba; en medio del cataclismo. […]
Al amanecer, cuando abrí los ojos, ya estaba de pie, vuelta hacia el Este, alzando con
dos dedos un guijarro húmedo, transparente. Lo escudriñaba como una adivina,
recuerdo, y decía: / Νάγ’ ἰωδόσσα ἡνὶς µυριόλεον ἐνιπέσσα / Ἰτόεν οὐ κιλδάνα.
Συµβιδὶ δ’ ἅς. Παµφώετις. / ―La muy loca. Deliraba y no cogías ni una palabra.
Nada. / ―Yo te daré una piel para que los hombres puedan mirar por dentro. / Y
para que no tengas ni un secreto. Tú pertenecerás a todos. Todo luz»40. Las dos
últimas líneas en cursiva son, evidentemente, una traducción (intralingüística y en
nada diferente de la que se había producido previamente entre la escritura del
guijarro y las palabras de la mujer) del discurso de la anciana, que incluye ya un
mandato o el encargo de una misión. El narrador lo identifica enseguida con el modo
de hablar del mar o de los árboles, transmisores habituales, como ya hemos dicho, de
los mensajes secretos: «Así sólo puede hablar el follaje o el rumor de las olas»41. Al
principio del «Génesis» del Axion Estí, de hecho, cuando el dios-Sol o Poeta-dios,
alter ego del sujeto poético, se dirige a él para asignarle su misión, se dice que
«adoptó la voz de los árboles, de las olas»42. La misión asignada es, además, en todo
semejante a la que encontramos tematizada en este texto: una misión poética que ha
de partir primordialmente de una lectura, una lectura de los signos cósmicos (un
microcosmos textual que constituye la semilla de la Creación del macrocosmos)
trazados en sus propias entrañas, que conducirá después (o en el mismo gesto) a una
(re)escritura suscitada por la impenetrabilidad de las palabras primordiales. Se trata
de una nueva ocurrencia del esquema de la marca ―marca aquí corporal, trasunto de
la circuncisión― que propone una hermenéutica en abismo en cuyo seno quede
hecho de palabras incomprensibles o de viejos estratos de la lengua, contra el mal de ojo. Me referiré a
esos pasajes más tarde.
40
«Μία γερόντισσα µε ξέπλεκα λευκά µαλλιά και λαχούρι στους ώµους ασηµένιο τον κρατούσε απ’
το χέρι και πήγαινε· µέσα στην κοσµοχαλασιά. […] Χαράµατα, όταν άνοιξα τα µάτια, κιόλας έστεκε
ορθή, στραµµένη κατά την Ανατολή, κι ύψωνε στα δυο δάχτυλα ένα βότσαλο βρεµένο, διάφανο. Το
µελετούσε σαν τη µάντισσα, θυµάµαι, κι έλεγε: / Νάγ’ ἰωδόσσα ἡνὶς µυριόλεον ἐνιπέσσα / Ἰτόεν οὐ
κιλδάνα. Συµβιδὶ δ’ ἅς. Παµφώετις. / ―Η τρελή. Παραµιλούσε και δεν έβγανες µία λέξη. Τίποτα. /
―Θα σου δώσω εγώ ένα δέρµα που να κοιτάν οι άνθρωποι από µέσα. / Και να µην έχεις ούτ’ ένα
µυστικό. Σ’ όλους εσύ θ’ ανήκεις. Όλος φως», Ibidem, p. 13.
41
«Έτσι, µονάχα ο φλοίσβος ή µία φυλλωσιά γίνεται να µιλήσουν», Ibidem, p. 13.
42
«Τη φωνή πήρε των δέντρων, των κυµάτων», ELITIS, O. (2002), p. 121.
3.1. Una Cábala griega 897
43
«“Εντολή σου” είπε “αυτός ο κόσµος / και γραµµένος µες στα σπλάχνα σου είναι / ∆ιάβασε και
προσπάθησε / Και πολέµησε” είπε», Ibidem, p. 121.
44
«―Όµοια κατάρα· µία κατάρα που τη λέει µέρα-νύχτα ο άνεµος· άστατες συλλαβές που
ξεγελούν και κάνουν να παραµιλούν τ’ αηδόνια. / ―Ἀλλότερος ἢ θὶν παρὰ σαλτὸς ἰαῖος. Κιδάναν
φερ’ ἄλκαν / Ὑµµήταον, ἰµίπαµπτον / Παµβωετὶ νικώτερον / Σχὰς ὀλλεπίων λύκτωρ κὺν θαλτὸς οὐ
ἰατὸς / Παιδόεν ἰρισίµας. Θόης, θόη. Θµώς», ELITIS, O. (2000), p. 14.
898 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
más allá de ella, emiten una secuencia casi idéntica a la última que acabamos de leer
(θόη θόη θµος). Analizaremos en otra sección ese texto y las implicaciones
combinatorias de dichos sonidos, que tanto tienen que decir, en la proliferación de
significantes amalgamados que proponen, acerca de una fenomenología de la verdad
elitiana. Pero el motivo del árbol o el follaje que pronuncia oráculos, descifrables o
no, en una lengua articulada, es relativamente habitual en la obra de Elitis45. Un caso
paradigmático es el poema «El Filomante», incluido en Los medio hermanos y
escrito en 1965, muy probablemente por la misma época en que preparaba «Antes
que nada, la poesía» o El Árbol de Luz. En él, el poeta recibe de las hojas de los
árboles ―de su murmullo provocado por el viento― una serie de revelaciones o
rememoraciones de su propia vida, como si se tratara de un mecanismo natural de
adivinación o contacto con el inconsciente (personal y colectivo). Dichas
revelaciones lingüísticas, equiparadas con la luz en el seno de la noche, abren el
espacio de una interrogación que se diría da lugar al poema. Son en principio «Voces
perplejas y otras que aún / Corriendo entre el follaje refulgen como / Secretos pasos
de luciérnaga»46. Es imposible no traer a colación aquí al árbol de luz y su carácter
de eje entre dos mundos o, mejor, de desencajamiento del lugar; como todas las
figuras del hiato, dicho árbol místico e intersticial tiene la facultad de desencadenar
la acción de otras figuras de la serie ―que a su vez pueden hacer lo mismo―: en
este caso la escritura, de la que es isomorfo. Tanto él como las palabras que suscita
abren la muy concreta realidad de la «noche del ocho de agosto» en que el primer
verso sitúa el texto ―con un prurito de precisión cronológica desacostumbrado en
Elitis― a la alteridad sin tiempo ni lugar del misterio. La repentina presencia de lo
otro ―sea la vasta superficie de la memoria, el abismo insondable del inconsciente o
el tránsito inclausurable de la revelabilidad― diluye al instante la exactitud de las
coordenadas espaciotemporales y pone al sujeto en contacto con una nueva duración
45
También la naturaleza en general. Si, como veremos, la permutación de letras que Elitis lleva a
cabo en el «Génesis» del Axion Estí, en el pasaje con los anagramas, son en su opinión una
manifestación del carácter oracular del lenguaje y la naturaleza, en poemas como «La muchacha que
traía el viento del Norte» se hace explícita esta articulación de la profecía a cargo del paisaje. En este
caso se trata de una frase legible, pero que se constituye en promesa: la promesa de una venganza, de
un regreso de Grecia. Se diría que, leyendo dicho mensaje, el poema se constituye en respuesta
afirmativa, en el sellado de un compromiso que implica cumplir ese programa de retorno de la
grecidad gracias a una proliferación de la escritura. Toda poesía griega auténtica se configuraría por
tanto como un sí a la huella griega indecidible que habla en y a través de la naturaleza: «En torno sólo
ardía la profecía del acebuche / Y la ladera toda a lo largo del polvo de espuma hasta arriba sobre
mi cabeza pronunciaba oráculos y susurraba con miríadas de temblores malva e insectos querúbicos
Sí sí asentía yo estos mares se vengarán Un día estos mares se vengarán» («Μόνο πύρωνε τριγύρω
της αγριελιάς η µαντοσύνη / Κι όλη στο µάκρος της αφρόσκονης έως ψηλά πάνω από το κεφάλι
µου η πλαγιά χρησµολογούσε και σισύριζε µε τρεµίσµατα µωβ µυριάδες και χερουβικά εντοµάκια
Ναι ναι συµφωνούσα οι θάλασσες αυτές θα εκδικηθούνε Μία µέρα οι θάλασσες αυτές θα
εκδικηθούνε»), ELITIS, O. (2002), p. 206.
46
«Σαστισµένες φωνές κι άλλες που ακόµη / Τρέχοντας µες στις φυλλωσιές αστράφτουν σαν /
Μυστικά περάσµατα πυγολαµπίδας», Ibidem, p. 341.
3.1. Una Cábala griega 899
inconmensurable. El trazo de las voces surgidas del follaje, que simulan una escritura
en el aire, no se identifica solamente con la luz (en tanto «pasos de luciérnaga»),
pues, sino también con el surco transversal del instante, en el que tantas cosas caben
sin el transcurso de un solo segundo de temporalidad lineal. Otras escrituras, surgidas
aún del murmullo de las hojas, comienzan a acumularse ahora, llegadas desde el
pasado o el futuro, pero ante todo independientes ya de la tutela de un yo poético que
se disuelve perdiendo el dominio sobre el texto y, se diría, enredado en su trama
incontenible. Son frases del amor sumergidas en lo más hondo del inconsciente
personal (y acaso colectivo), que retornan ahora en boca de una naturaleza
convertida, contra su presunta condición de fondo primario y antimaquinal de la
experiencia, en una suerte de máquina reproductora o fonógrafo47: «Un murmullo
oscuro como de amor / Perdido que retorna inician: / “No”. Y luego de nuevo “No”
“Mi niño” / “Qué más te daba” “Un día te acordarás” / “Muchacho muchachito de
cabello castaño” / “Yo que te quiero” “Di siempre” “Siempre”»48. Hay algo de
indescifrable, no obstante, en estas frases comunicadas oscuramente por el follaje. Y
es que operan ya una mímesis de lo imposible, dan a ver una alteridad en su mismo
despliegue. Son el «arameo del otro mundo», lengua a la vez primitiva y mesiánica
que inaugura una dimensión otra y parece prometer el adviento de un dios: «En la
hierba de las profundidades de nuevo / Aquel mismo estremecimiento interminable /
Susurra solo y susurra con las hojas / Monologa en el arameo del otro mundo: /
“Muchacho muchachito de cabello castaño / Debías perderte aquí para salvarte lejos”
/ “Debías perderte aquí para salvarte lejos”»49.
Volvamos sin embargo por un instante al relato de «Antes que nada, la
poesía». Donde, tras escuchar o contemplar los poemas escritos en griego por los
árboles, las olas o el viento, el niño-poeta se plantea imitar a la naturaleza por medio
de un movimiento inverso pero en el fondo equivalente: desarrollar una escritura
cuyo alfabeto esté compuesto por los elementos naturales. Ser poeta griego es, acaso,
esto: utilizar un alfabeto (sobre)natural, superior en densidad al alfabeto fonético con
47
Una nueva deconstrucción del concepto tradicional y metafísico de naturaleza se deja atisbar aquí,
sobre todo en la medida en que refuta el dogma de su unicidad irrepetible: lo natural adquiere ahora un
valor de iterabilidad que lo convierte en un mecanismo de repetición. Además, estas voces
reproducidas fuera de su instante mismo de emisión poseen una lógica escritural: se trata de
simulacros muertos, de palabras fijas e inamovibles que ya no pueden responder por sí mismas. Todo
lo contrario de lo que habría de representar, en un pensamiento metafísico, la naturaleza: la inmediatez
de lo vivo e irrepetible.
48
«Ένα θρόισµα σαν από χαµένης / Που ξανάρχεται αγάπης σκοτεινό αρχινούν: / “Μη”. Κι ύστερα
πάλι “Μη” “Μωρό µου” / “Τί σού ’µελλε” “Μία µέρα θα το θυµηθείς” / “Παιδί παιδάκι µε τα
καστανά µαλλιά” / “Εγώ που σ’ αγαπώ” “Πες πάντα” “Πάντα”», Ibidem, p. 341.
49
«Μέσ’ απ’ τη χλώρη του βυθού και πάλι / Το ίδιο εκείνο ατέρµονο ανατρίχιασµα / Μονοθροεί
και συνθροεί τα φύλλα / Μονολογεί στην αραµαϊκή του απόκοσµου: / “Παιδί παιδάκι µε τα καστανά
µαλλιά / Σού ’µελλε να χαθείς εδώ για να σωθείς µακριά” / “Σού ’µελλε να χαθείς εδώ για να σωθείς
µακριά”», Ibidem, pp. 341-342.
900 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
50
«Από παιδί τα πήρε λάθος τα γράµµατα του κόσµου· ζητούσε “µία γραφή από φύκια του ήλιου”.
Ποιος άλλος τη νογάει; Μονάχα εκείνος κράτησε την εντολή», ELITIS, O. (2000), p. 14. Encontramos
acaso un eco de esta frase en los dos primeros versos del poema «Un regalo, un poema de plata», de
El Árbol de Luz, donde la idea de una escritura de lo natural como materia de la poesía está teñida sin
embargo de un hondo tono elegíaco a causa de la situación política ―que Elitis entiende como una
pérdida de Grecia― que atraviesa el país (la Dictadura de los Coroneles): «Sé que todo esto es nada
y que la lengua que hablo no tiene alfabeto / Pues el sol y las olas son una escritura silábica que se
descifra sólo en tiempos de tristeza y exilio» («Ξέρω πως είναι τίποτε όλ’ αυτά και πως η γλώσσα
που µιλώ δεν έχει αλφάβητο / Αφού και ο ήλιος και τα κύµατα είναι µία γραφή συλλαβική που την
αποκρυπτογραφείς µονάχα στους καιρούς της λύπης και της εξορίας»), ELITIS, O. (2002), p. 231.
51
«Κι από τα χόρτα έφτιαχνα ονόµατα κι από τα ονόµατα γυναίκες που τις αγκάλιαζα κι ένιωθα τη
µέση τους ν’ αναδίνει τρεµούλα και δροσιά σαν το τρεχούµενο νερό. Στο τέλος, έφτασα να
συλλογίζοµαι µονάχα κάτι, και να το βλέπω να χαράζεται µε κεφαλαία στην πέτρα», ELITIS, O.
(2000), p. 15.
3.1. Una Cábala griega 901
52
«Και τα λόγια του ένα ένα στο τετράδιο µε τις πεταλούδες κάρφωνα / Μ’ άλλα λόγια που άρπαζε
από το καλάθι των σοφών ο αέρας ή απ’ της γύφτισσας το στόµα (είχε κάνει χρόνους όρνεο κι
κατέβαζε γνώση απ’ τα βουνά) / Πολλά δίχως ειρµό σαν από κάποιο ποίηµα σχισµένο
παραδείγµατος χάριν “Το νερό πού ’σπασε η τρυγόνα κι οµόρφυνε η πληγή µου” ή “τίποτα να µην
έχω εγώ µονάχα εσένα” / Κι ό,τι άρχιζα να σκέφτοµαι µου το συνέχιζε ο αέρας», ELITIS, O. (2002),
pp. 215-216.
902 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
53
«Μιλώ για την αλήθεια που κατεβάζει της Μυρσίνας ο αέρας ως / Της Κρατήγου τα νερά.
Κοσκινιστά δισύλλαβα που ή τα διαβάζεις ή / Που εκείνα φωναχτά σ’ αποστηθίζουν / Φιλη σεµε
θαλασ σαπρο τουσε χασω / Ένα κλειδί γυρίζει κι απ’ τις δυο µεριές ή που κλείνεσαι ο ίδιος / Ή που σ’
όλους ανοίγεσαι», Ibidem, p. 582.
54
«Le lettere del testo biblico vengono allora considerate veri e propri elementi costitutivi della
realtà, che si aggregano per dare vita al molteplice», BUSI, G. (2005), pp. 60-61.
55
Ibidem, p. 86.
3.1. Una Cábala griega 903
57
«Las muchachas»: «Τα φωνήεντά του, άλλωστε, γίνονται ακουστά κι από τις ευωδιές. Λίγο να
κοντοσταθείς µπροστά σε µία µισάνοιχτη αυλόπορτα ―και νά ’ναι η ώρα κατάλληλη―, θα τ’
ακούσεις να σού ’ρχονται, µαζί µε τη µαντζουράνα και τη λουίζα, ηχερά, φεγγερά, στρογγυλά σαν
τόπια. Και σε κάθε άλφα, σε κάθε όµικρον, σε κάθε έψιλον, θα δεις ν’ αναβοσβήνει µπροστά σου κι
από ’να χαµόγελο, στο διάστηµα που χρειάζεται ν’ ανεβοκατέβει, µία στιγµούλα, το κουρτινάκι στο
παράθυρο», ELITIS, O. (2000), p. 184.
58
«“Πρόσεξε να δεις τα νούµερά της τί µεγαλείο που είναι!” συνεχίζει και µε καρφώνει παράξενα
στα µάτια. Στρέφοµαι πάλι κατά τις φυτείες και παρατηρώ προσεχτικά. Λοιπόν, όλες αυτές οι
µυριάδες τα λευκά λουλουδάκια δεν είναι σαν τα συνηθισµένα που ξέρουµε. Σχηµατίζουν πολύ
καθαρά, εκεί που τελειώνουν οι λεπτοί µίσχοι, σχήµατα συµµετρικά, που άλλα παριστάνουν τον
αριθµό 39 και άλλα το γράµµα Ω! Είναι κάτι απίστευτο. Αφήνω από ψηλά τη µατιά µου να πλανηθεί
ως πέρα και δε βλέπω παρά µυριάδες 39 και µυριάδες Ω να σαλεύουν στον αέρα!», Ibidem, p. 214.
3.1. Una Cábala griega 905
al poeta ―al hombre en general― a que las combine y las ensamble para componer
la palabra «vida» o «siempre». En efecto, es sobre el blanco y el tránsito de un
espaciamiento, como venimos viendo, de una lectura que no se completa sino que se
reteje interminablemente, donde Elitis sitúa la condición misma de una inmortalidad.
La provocación de las letras desordenadas sobre el paisaje induce, de hecho, una vez
más, a una lectura que ha de ser necesariamente reescritura: descifrar el mensaje
implica componer otro, reconstruir las condiciones de una lectura y multiplicar en
consecuencia los signos. El paralelismo con la permutación de letras que aparece a
menudo en las obras de Elitis como técnica poética y textual de diseminación del
sentido es evidente. El primero de los casos lo encontramos en «El jardín ve». Allí,
las letras sita, ita y omega (que componen la palabra ζωή, vida) aparecen
desordenadas sobre la materia del mar; se trata, como dice Elitis, de señales que nos
llaman: «el gran ojo de la transparencia / y un mar tras él como Helena / anudando el
sol / con otras flores en su pelo // cientos miles de señales / sita ita omega // que si no
te componen una palabra / mañana / será ayer para siempre»59. En el fragmento
número trece de «Con luz y con muerte», en El Pequeño <autilo, aparecen las
mismas señales, pero esta vez en el aire, sugiriendo que es posible alterar gracias a
una combinatoria como ésa las condiciones de sufrimiento de la existencia humana,
dentro de un marco eminentemente griego: «Señales en el aire: sita – ita – omega /
(En lo alto mientras a gran profundidad / Espumeando pasa una Síkinos) /
Transmitiendo eternamente que / El dolor suena en el cuerpo erróneamente / Y el
peligro ―basta con ser un timonel / Terrible o ser Ictino / y al instante lo
inmovilizas»60. En «La almendra del mundo» la situación es sin embargo más
compleja. Las letras constituyen ahora la sustancia de un mar matricial que no nos
costaría mucho identificar con el inconsciente, con el cual la escritura, según hemos
sugerido anteriormente, mantiene en Elitis una relación privilegiada. Dicho mar,
apertura interminable del hiato de la memoria, es el abismo prenatal que representa
una suerte de revelabilidad previa a nuestro nacimiento y que adquiere la forma de
una textualidad entretejida interminablemente de letras blancas. Se trata de las
vocales alfa, épsilon y iota, que componen la palabra αεί (siempre), la misma que
servía para emblematizar el cosmos textual infinito de «El Gloria». En esa
combinatoria sencilla (las letras aparecen en orden y la palabra que conforman es
repetida inmediatamente) se nos da a leer no sólo el carácter textual del cosmos y sus
59
«Το µεγάλο µάτι µε τη διαφάνεια / και µία θάλασσα πίσω του σαν την Ελένη / δένοντας τον ήλιο
/ µαζί µ’ άλλα λουλούδια στα µαλλιά της // εκατό µύρια σήµατα / ζήτα ήτα ωµέγα // που εαν και δεν
σου αρµόσουν λέξη / αύριο / θά ’ναι χθες για πάντα», ELITIS, O. (2002), p. 445.
60
«Σήµατα στον αέρα: ζήτα ‒ ήτα ‒ ωµέγα / (Ψηλά την ώρα που σε µέγα βάθος / Αφρίζοντας περνά
µία Σίκινος) / Αέναα να µεταδίδουν ότι / Λανθασµένα ηχεί µέσα στο σώµα ο πόνος / Και τον κίνδυνο
―αρκεί νά ’σαι οιακοστρόφος / ∆εινός ή νά ’σαι Ικτίνος / κι ευθύς τον καθηλώνεις», Ibidem, p. 520.
906 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
otros (la infinitud escritural que otorga ese carácter incluso a los otros del signo,
como es aquí este abismo inconsciente al que nos abre la memoria en un proceso de
significancia y exceso de la propia identidad), sino también la existencia de una
eternidad en la escritura, en una proliferación de lo sígnico que en realidad nos
abarca y nos contiene. De ahí que antes de nuestro nacimiento hubiera ya texto y sólo
texto, un texto que en su propia enigmaticidad garantiza su subsistencia, gracias al
gesto doble e inagotable de lectura-escritura que exige. Sobre un fondo semejante,
que es la naturaleza pero también el otro que la inscribe, surgen pues nuestros
cuerpos y se traza el periplo de nuestra existencia: «antes de que existiera / este
cuerpo que soy / le precedió un mar / lleno de pequeñas blancas rodantes / vocales
que chocan: alfa épsilon iota / se diría que ya desde entonces / en la postura que tenía
antes de bajar dentro de la Madre / gritaba con todas mis fuerzas / siempre siempre
siempre»61.
sus ojos en ella tomándola como modelo de la Creación62 ―el mundo sería, pues,
una traducción también intralingüística del texto63―, sino que queda atrapado en las
hebras de su trama: su nombre, que en determinadas doctrinas cabalísticas es la
esencia misma de la divinidad, se revela en el Libro a la vez que se oculta tras capas
de escritura que es preciso reformular por medio de la interpretación para
encontrarlo. Por último, la Torá también se identifica con la naturaleza y con el
cosmos, visto que ambos han constituido en el principio de los tiempos su
transcripción exacta. Origen de Dios, sustancia de Dios y efecto de Dios, el Texto
sagrado configura así una estructura cósmica sin cabos ni aristas, inmersa en una
circularidad indecidible gobernada por la escritura64. Cámbiese Dios por el universo
en la frase anterior, y tendremos una descripción no menos precisa de los postulados
de la Cábala65.
Según Ártemis Leondí, la operación fundamental del Axion Estí es muy
similar a la que acabo de describir: consiste en la reducción de la grecidad ―esa
entidad semisagrada en la poesía elitiana― a un entramado de referencias textuales
que a la vez constituyen su origen y su esencia66. Se trata, desde luego, de un
compendio del corpus literario griego respecto al que el propio poema de Elitis
funciona como corolario ideal: no sólo la obra-resumen en la cual géneros literarios,
formas estróficas, estratos lingüísticos e intertextos de todas las épocas ―clásica,
bizantina y contemporánea― comparecen juntos para conformar un organismo
paradójicamente inagotable y omniabarcador, sino además el último elemento de la
serie, una culminación que, lejos de cerrarla, no hace sino abrir nuevos caminos para
su expansión. Es esta urdimbre de alusiones, textualidades y producciones literarias
lo que configura, sin detrimento de su faceta descriptiva, el cosmos del helenismo
62
Cfr. BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. VII.
63
Cfr. IDEL, M. (1989), pp. 29-38.
64
Dios recorre el camino de la Torá a la Creación en el origen de los tiempos, motivo por el cual
pretende que después el hombre recorra el camino inverso: de la Torá a Dios. Dicha lectura de la Torá,
que es, como hemos dicho, una multiplicación de su textualidad en la medida en que exige una
reescritura constante, contribuye a recrear el mundo a cada instante y hacerlo, como quiere Elitis,
proliferar en su materia sígnica: «Come Dio guarda attraverso la Torah per creare l’uomo, così l’uomo
guarda la Torah per cercare Dio, e per compierne la volontà. “Quando il mondo fu creato —prosegue
lo Zohar— nulla essistette fino al momento in cui Egli decise di creare l’uomo, affinché studiasse la
Torah, e il mondo potesse esistere per essa. Pertanto, chiunque guarda la Torah e la studia fa sí, per
cosí dire, che esista il mondo intero. Il Santo, sia Egli benedetto, guardò la Torah e creò il mondo, e
l’uomo guarda la Torah e fa esistere il mondo. Ne consegue che la Torah è ciò che realizza e sostiene
tutto il mondo: beato colui che studia la Torah, giacché egli permette al mondo di esistere”. Se la
Torah è lo schermo che permette all’uomo di sopportare lo sconfinato splendore del Creatore, essa è,
al tempo stesso, anche il sostegno che permette al mondo di esistere. È in questo modo che la
concezione giudaica stringe un vincolo indissolubile tra il proprio libro sacro e il mistero della
creazione», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), pp. VII-VIII.
65
«Language is the source, reality is the outcome», Joseph Dan, «The Language of the Mystics in
Medieval Germany», en GRÖZINGER, K. E., y J. DAN (1995), pp. 8-9.
66
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), pp. 319-320.
3.1. Una Cábala griega 909
es equiparado a los trinos de los pájaros y al efecto de los fonemas que componen sus
nombres, en una circularidad indisoluble. También el Himno Nacional compuesto
por Dionisios Solomós se encuentra entre los componentes de una naturaleza
paradisíaca: «alientos perfumados de las torrenteras / junco y lentisco / esparto y
jengibre / con los primeros píos de los pinzones, / dulces salmodias con las primeras
Laudes. / […] Amores secretos con las primeras palabras del Himno»68. Más
sintomático aún es lo que sucede en el salmo undécimo, cuando el Poeta, inmerso
junto con su pueblo en las tinieblas de la historia, recomienda a sus compatriotas
evocar los monumentos literarios griegos ―equiparados implícitamente a la fuente
de Mavroyenis y a los efectos de su agua purificadora― con el fin de vencer al mal y
resucitar, allí donde se encuentren, el espacio redentor de lo griego. Los textos
literarios son manantiales de pureza natural capaces de instituirse en el origen del
cosmos griego y hacerlo (re)nacer en cualquier lugar, es decir, más allá del lugar.
Evocándolos encontraremos un resquicio a la ofuscación (la escritura, ámbito
tradicional, desde la filosofía platónica, de la ofuscación del sentido y de la
inmediatez de lo natural, se convierte en Elitis, cuando es griega, en todo lo
contrario) y abriremos una hendidura sobre las murallas con que Occidente ha
encerrado nuestra realidad en el domino de la historia y el significado: «Dondequiera
que os encuentre el mal, hermanos, / dondequiera que se ofusque vuestra mente /
recordad a Dionisios Solomós / y recordad a Aléxandros Papadiamandis»69.
En otros casos, sucede lo contrario: es el contacto con la naturaleza lo que nos
conduce a la lectura o la contemplación de cierta obra griega. Podría suponerse, de
hecho, que la naturaleza, consumada versificadora como ha quedado patente en
«Antes que nada, la poesía», reescribe sin cesar, autoconstruyéndose, estos textos
emblemáticos con vocación de Texto sagrado. Eso parece sugerir el siguiente pasaje
de «Las muchachas», donde encontramos un eco de las grandes letras luminosas
referidas más arriba: «unas cuantas señales trémulas en el aire que te hacen sospechar
que en algún lugar se está escribiendo, del revés, una Orestíada perpetua»70. También
en «Avante despacio», unas décadas después, Elitis confiesa haber percibido en un
paisaje isleño no sólo a alguno de los personajes de la mitología clásica, sino también
cómo el aroma de las flores componía fragmentos de Arquíloco y dejaba una huella
luminosa en él ―la huella acaso que gobierna el gesto griego, una chispa irreductible
e intraducible desde el dialecto clásico al igual que el συν a que hizo antes referencia,
68
«Πνοές από τη ρεµατιά ευωδιάζοντας / λυγαριά και σχίνο / σπάρτο και πιπερόριζα / µε τα πρώτα
πιπίσµατα των σπίνων / ψαλµωδίες γλυκές µε τα πρώτα πρώτα ∆όξα Σοι. / […] Αγάπες µυστικές µε
τα πρώτα λόγια του Ύµνου», ELITIS, O. (2002), p. 135.
69
«Όπου και να σας βρίσκει το κακό, αδελφοί / όπου και να θολώνει ο νους σας / µνηµονεύετε
∆ιονύσιο Σολωµό / και µνηµονεύετε Αλέξανδρο Παπαδιαµάντη», Ibidem, p. 157.
70
«…κάτι τρεµάµενα σήµατα στον αέρα που σε κάνουν να υποψιάζεσαι ότι κάπου γράφεται ίσως,
από την ανάποδη, µία διαρκής Ορέστεια», ELITIS, O. (2000), p. 185.
3.1. Una Cábala griega 911
y que adopta por tanto forma escritural― que aún puede actualizarse
ocasionalmente: «En la época en que conocí por primera vez los mares antiguos, la
corona de las olas parecía estar hecha a mi medida. Caminaba y oía a Poseidón
enfadarse y golpear el tridente. Los portones de los patios se abrían de pronto con su
pesada aldaba, y veías a la muchacha con la falda tableada perderse por un fondo de
arcos encalados. Las macetas hablaban. En la época de la floración llenaban el aire
de fonemas que ascendían sin cesar, formaban estribillos de Arquíloco y después se
disolvían dejando una pequeña chispa en mi corazón, la misma que se agita de vez en
cuando hasta hoy: φεψάλυξ, como la llama el poeta»71. Otras veces es el hiato de la
sensación el que conduce inmediatamente no a un conocimiento o una revelación,
sino a un texto: es su modo de acumular escrituras e imágenes sobre el blanco de su
ilegibilidad. Ya en «Delos», como hemos visto, el sujeto pone su piel al sumergirse
en contacto «con aquel blanco de la memoria que lo perseguía (desde cierto pasaje de
Platón)». La experiencia inmediata de lo natural es, una vez más, lectura, pero no una
lectura cualquiera: es la lectura del corpus literario griego, que se halla allí
incorporado. De ahí que otra experiencia marítima ―recordemos la ecuación
mar-lengua griega-herencia del helenismo-inconsciente personal y colectivo―,
aunque esta vez vinculada al contacto del amor, conduzca a descubrir al fondo del
abrazo de la muchacha-mar, en «Pequeña mar verde», los fragmentos de Heráclito:
«Y encontrar al fondo de tu abrazo / Pedazos de piedras las palabras de los dioses /
Pedazos de piedras los fragmentos de Heráclito»72. También en el amor, y en el
aroma de la albahaca, se puede leer el Evangelio, gracias acaso a la santidad
emanada de las sensaciones: «Mójate las manos de albahaca para que me refresque
como si hubiera leído en tus caricias las epístolas de Pablo»73. Incluso la Ilíada,
finalmente, se deja leer en el simple contacto con el aire de Grecia, que se diría la
reescribe sin cesar ―actualizando pues su vínculo primordial con la Antigüedad más
allá de las filiaciones y las genealogías de la historia― en el mero palpitar de su
existencia: «Hay veces que salgo al aire y se diría que estoy leyendo la Ilíada»74.
71
«Την εποχή που πρωτογνώρισα τις αρχαίες θάλασσες η στεφάνη των κυµάτων έµοιαζε κοµµένη
στα µέτρα µου. Περπατούσα κι άκουγα τον Ποσειδώνα πώς θύµωνε και πώς χτυπούσε την τρίαινα. Οι
αυλόπορτες µε τον βαρύ χαλκά διαµιάς άνοιγαν, κι έβλεπες το κορίτσι µε το σχισµένο φουστάνι να
χάνεται στο βάθος από τις ασβεστωµένες καµάρες. Οι γλάστρες µιλούσαν. Στην περίοδο της
ανθοφορίας γέµιζαν τον αέρα µε φθόγγους που ανέβαιναν ολοένα, σχηµάτιζαν επωδούς του
Αρχιλόχου, κι ύστερα διαλύονταν, αφήνοντας µία µικρή σπίθα στην καρδιά µου, την ίδια που κάθε
τόσο τινάζεται ίσαµε σήµερα: φεψάλυξ, που τη λέει κι ο ποιητής», ELITIS, O. (1993), p. 407.
72
«Και να βρίσκω βαθιά στην αγκαλιά σου / Κοµµάτια πέτρες τα λόγια των Θεών / Κοµµάτια
πέτρες τ’ αποσπάσµατα του Ηρακλείτου», ELITIS, O. (2002), p. 213.
73
«Helena de Creta, de frente y de costado» (Los medio hermanos): «Βρέξε βασιλικό τα χέρια σου
να δροσιστώ σαν νά ’χω µες στα χάδια σου διαβάσει τις επιστολές του Παύλου», Ibidem, p. 339.
74
«Incensar lo sublime», XXII: «Είναι φορές που βγαίνω στον αέρα λες και διαβάζω την Ιλιάδα»,
Ibidem, p. 541.
912 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
esta manera, el origen de la obra? Si su creación no constituye más que una fase en la
dialéctica misma que rige la naturaleza ―una naturaleza textual y autoconstruible ya
en los entramados de la luz, la transparencia o la significancia―, una prolongación
de la maquinalidad que la inscribe (y que hace de ella, desde el principio, una
sobrenaturaleza), el poema carecerá de límites efectivos: su fundación, imbricado
como se halla en un engranaje de proliferación incontenible de la textualidad, no es
propiamente datable; procede de la recomposición literal de otro poema ―la
naturaleza como arte-facto o construcción alfabética― en una operación de lectura-
(re)escritura, y conduce, gracias al enigma hermenéutico que contribuye a perpetuar,
a una nueva recomposición que ha de desplazar un poco más allá los límites del
texto. El lector se hace partícipe activo del proceso. Su aproximación a la obra no
puede ser ya neutral o meramente interpretativa, ni su recepción consistir en una
simple confrontación con el borde exterior del poema. Éste, por el contrario, lo
incorpora a su entramado ―en ocasiones por medio de interpelaciones explícitas:
«Amigo, tú que escuchas», en «Verbo, el oscuro», un poema donde la escritura
adquiere toda su importancia― y le encomienda la expansión de su borde interior.
Pues su lectura no escapa a la dialéctica elitiana: leer el poema es también
(re)escribir o recomponer el cosmos, reescribir el texto, desentrañar la escritura
rehaciéndola un poco más allá, según una lógica anagramática que se revelará literal
en breve. El lector se enfrenta a una superficie impenetrable que le provoca: solicita
un desciframiento cuya posibilidad ha excluido desde el origen mismo de su
inscripción. En el caso de las palabras inexistentes o los neologismos empleados por
Elitis, como veremos, el procedimiento se remarca nítidamente: el único resquicio
para una lectura es entonces imitar la operación combinatoria llevada a cabo por el
poeta y reescribir dichos términos en busca de un sentido que la acumulación sígnica
aleja cada vez más. El lector asiste, en cualquier caso, a un reordenamiento efectivo
del cosmos: la articulación de los objetos, la estabilidad de lo real, los límites de lo
cognoscible, quedan alterados en el inofensivo gesto de una lectura que ha devenido
ya construcción de trascendencia: el heliotropismo, la reinscripción de lo absoluto o
de lo imposible que ha suscitado la escritura del poema en su contemplación
inextricable sobre la naturaleza-texto, se reproduce ahora en él gracias a la obra.
Obedeciendo a dicha llamada de la alteridad que se re-vela en el texto literario ―que
es, como concluimos antes, el objeto único de lectura―, el lector experimenta
asimismo una conmoción del lugar, de su lugar, y es compelido a una búsqueda, en
el exceso de su identidad, de aquello que se re-trae en el poema. Dicha búsqueda,
huelga decirlo, adquirirá nuevamente el formato de una acumulación de signos o
imágenes ―una prolongación pues de los bordes del texto y de la representación―
3.1. Una Cábala griega 915
75
Hablo, por supuesto, del esquema judío de la circuncisión y sus implicaciones hermenéuticas.
916 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
76
Cfr. MACKRIDGE, P. (1997), p. 116.
77
«Η γραµµή του ορίζοντα έλαµψε / ορατή και πυκνή και αδιαπέραστη», ELITIS, O. (2002), p. 122.
78
Además, por supuesto, de emblematizar a la perfección el pliegue que implica esta lógica de la
dialéctica lectura-escritura. El borde interior de la obra y del cosmos que se configura en ella es
también el punto de partida para su constante reescritura: la raya horizontal del día que hará repartir el
mundo ―el texto― una y otra vez.
3.1. Una Cábala griega 917
que comienza con el Poeta-Dios inscribiendo con sus manos, al más puro estilo del
relato cosmogónico de la Cábala, los signos que conformarán el universo material del
poema. Son signos ―acaso las letras griegas que componen los nombres en los
cuales se basará, en última instancia, dicho universo material― ensamblados unos
dentro de otros, lejos de toda linealidad alfabética, como si quisiese remarcarse ya la
construcción en palimpsesto que se irá justificando en el propio desarrollo de la obra:
«con el dedo trazó las lejanas / líneas / subiendo unas veces con agudeza / y otras
más abajo con suaves curvas / una dentro de otra»79. Es difícil no ver en esta incisión
y sellado escritural del cosmos y del texto, teniendo en cuenta además las
concepciones elitianas sobre la lengua y su participación en el entramado de lo
natural, un trasunto de la reelaboración cabalística del Génesis en obras tempranas
como el Sefer Yetsirá (El libro de la formación, siglos VI-VII)80. Allí, Dios creó el
mundo con «ventidue lettere: le incise, le intagliò, le soppesò, le permutò, le combinò
e con esse formò l’anima di tutto il creato e l’anima di tutto ciò che è formato e di
tutto ciò che è destinato a essere formato»81. Todo está, pues, compuesto de trazos y
manipulaciones sígnicas que ponen el acento, como en el Axion Estí, en la densidad y
la materialidad de letras y nombres82. Reescritura de la Torá o del Nombre de Dios,
la realidad se convierte para los judíos en un inmenso texto compuesto con los
materiales de su propia lengua. Así sucederá, según hemos visto ya, en el Axion Estí,
verdadero catálogo de nombres que preceden a los objetos que designan o, mejor
aún, se identifican enteramente con ellos. Dichos nombres sellan los límites siempre
provisionales de una realidad particular, la griega, de la misma manera en que el
Sefer Yetsirá afirma que Dios selló las cuatro direcciones del espacio con palabras
compuestas de grandes letras hebreas83: «Después más indolente / las colinas las
pendientes / otras veces con la mano lenta en reposo / los valles las llanuras / y de
pronto otra vez rocas salvajes y desnudas / impetuosos impulsos / Se detuvo un
momento a meditar / algo difícil o algo elevado: / el Olimpo, el Taigeto»84. Los
79
«Με το δάχτυλο έσυρε τις µακρινές / γραµµές / ανεβαίνοντας κάποτε ψηλά µε οξύτητα / και
φορές πιο χαµηλά οι καµπύλες απαλές / µία µέσα στην άλλη», Ibidem, p. 122.
80
El Sefer Yetsirá es una obra de la mayor importancia en el nacimiento de la Cábala medieval,
acaso su libro fundacional. Su prolijo relato de la Creación divina por medio de las letras hebreas
sirvió de modelo a gran parte de la mística judía posterior, ésa que propiamente llamamos Cábala a
partir del siglo XII. De hecho, pocos son los cabalistas que no compusieron un comentario al Sefer
Yetsirá, todo un género a lo largo de la Edad Media.
81
BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 38.
82
Permutaciones y combinaciones podemos encontrar en el «Génesis» elitiano en el himno quinto,
en el pasaje de los anagramas, que analizaremos más adelante y que remarca la reescritura o
reenigmatización de los signos como cometido principal de la poesía.
83
Una idea semejante en otro texto temprano, el Alfabeto de Rabí Aqiva (siglo IX), cfr. Ibidem, p.
115.
84
«Ύστερα πιο νωχελικά / οι λόφοι οι κατωφέρειες / άλλοτε και το χέρι αργό σε ανάπαυση / τα
λαγκάδια οι κάµποι / κι άξαφνα πάλι βράχοι άγριοι και γυµνοί / δυνατές πολύ παρορµήσεις / Μία
918 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
nombres de los montes aparecen junto a los mismos montes, o quizá cabría decir que
los hacen aparecer bajo la forma de escritura, junto con otros elementos que siempre
el dedo del Poeta-Dios ―y no su voz, según la tradición preferida por el cristianismo
y por el vates romántico― arrastra y recompone: islas, fuentes, molinos, cúpulas,
que constituyen, sintomáticamente, el marco del cosmos y del poema: «Virtud con
los cuatro ángulos rectos»85. También efectúa una diseminación literal de los signos,
que en los nombres de plantas y flores resulta a la par efecto de escritura y alusión a
la siembra, y reduplica en sus pétalos el esquema de la marca, reproduciendo una vez
más la huella que, impresa en las entrañas del sujeto, ha dado (re)origen a todo y lo
mantiene abierto a la circulación hacia otro lugar, hacia una alteridad que prolonga
la configuración del universo textual como cuerpo deseante: «y dándose la vuelta
sobre sí mismo con las manos abiertas sembró / verbascos azafranes campanillas /
estrellas de la tierra de todas las especies / con un pétalo horadado para marcar su
origen / y supremacía y fuerza»86. La significancia, así como la ligazón al misterio de
una pertenencia griega ―la conexión indecidible garantizada por el estigma, el
carácter de Anunciación que se reclama en María <efeli para toda la realidad―, se
introducen a través de esta perforación en los pétalos de las flores, que hemos de
considerar el emblema de una estructura generalizada en el universo en construcción.
En el himno tercero se reconoce la vinculación entre las nuevas escrituras
trazadas ahora sobre el mar ―los nombres de las islas― y el sujeto de entrañas
ilegibles, a cuya imagen y semejanza ―como si se tratara, pues, de una reescritura―
se configuran los mundos nacientes y los nombres que multiplican el espaciamiento
de una lectura irreductible en el adensamiento de los signos: «Y en medio de él
sembró mundos pequeños a mi imagen / y semejanza: / Caballos de piedra con la crin
erguida / y serenas ánforas / y lomos curvos de delfines / Íos Síkinos Sérifos
Milos»87, a lo cual se añade inmediatamente una reflexión sobre los nombres y las
palabras griegas como apertura a lo otro, indecidibilidad entre causa y efecto y
posibilidad de quiebra de la opacidad de lo real que se instituye en espacio de
revelabilidad y fundación, en definitiva de reorigen (no es casual que la metáfora las
haga coincidir con una golondrina que, esta vez sí, hace verano o, más bien,
primavera): «“Cada palabra una golondrina / que te traiga la primavera en medio del
στιγµή που εστάθηκε να στοχαστεί / κάτι δύσκολο ή κάτι το υψηλό: ο Όλυµπος ο Ταΰγετος», ELITIS,
O. (2002), p. 123.
85
«Αρετή µε τις τέσσερις ορθές γωνίες», Ibidem, p. 123.
86
«Και στροφή γύρω του κάνοντας µ’ ανοιχτές παλάµες έσπειρε / φλόµους κρόκους καµπανούλες /
όλων των ειδών της γης τ’ αστέρια / τρυπηµένα στο ένα φύλλο τους για σηµείο καταγωγής / και
υπεροχή και δύναµη», Ibidem, pp. 123-124.
87
«Και στη µέση της έσπειρε κόσµους µικρούς κατ’ εικόνα / και οµοίωσή µου: / Ίπποι πέτρινοι µε
τη χαίτη ορθή / και γαλήνιοι αµφορείς / και λοξές δελφινιών ράχες / η Ίος η Σίκινος η Σέριφος η
Μήλος», Ibidem, p. 124.
3.1. Una Cábala griega 919
estío” dijo»88. Pero, enseguida, enumerando los elementos que habrán de constituir el
cosmos griego, volvemos a pasar del ámbito de la escritura fundante al de la
imposible lectura: «Y ancho sobre ti el cielo / para que leas tú solo el infinito»89.
Leer el infinito es, como ya hemos dicho, leer sin fin, someterse a un desplazamiento
tropológico sin telos que multiplica en este mismo acto arquetípico la necesidad
inclausurable de una escritura. Leyendo el infinito leemos lo imposible, el absoluto
que se difiere siempre más en el espaciamiento de unos signos que se adensan, pero
también el blanco o la nada que fundan la escritura como espacio de revelabilidad y
promesa. Una nueva inflexión en la dialéctica que estamos repasando conduce al
poeta a reescribir ante esta enésima resistencia al desciframiento lineal o teleológico:
el vacío del absoluto, su ausencia en el tránsito de una mirada que no ha conseguido
detenerse en ningún objeto que pudiera conceptuarse como tal, desencadena una vez
más la poiesis ―dada la inexistencia de objeto alguno que re-presentar― y logra que
sean ahora los propios ojos del sujeto, y no las manos del Poeta-Dios, los que
diseminen nombres y escrituras en la contemplación del horizonte. Es más: la
emisión de la semilla a través de la mirada comporta la roturación del silencio
―proceso que ya no nos cuesta demasiado entender como el efecto escritural de una
lectura― para abrir en su incisión, ya sígnica, el espacio a una futura inscripción de
la voz oracular de la naturaleza, una voz que se expresará, como vimos en «Antes
que nada, la poesía», en griego. No es difícil colegir que su condición profética
concederá a esa voz el carácter de una anticipación de la realidad, acaso incluso de su
producción, y por tanto hará de la escritura griega ―prometida aquí por enésima vez
como un suceso por venir― una dimensión no mimética que volverá a suscitar,
irremediablemente, la acumulación de nuevas textualidades en su imposible
dilucidación. ¿Cómo no concebir lo oracular como un contacto con el misterio y la
alteridad y, en consecuencia, como una transmisión de lo imposible? Ése parece ser
el valor de la escritura natural que se espera sobre el surco del silencio: «Y mis ojos
lanzaron la semilla / recorriendo más veloces que la lluvia / las miles de hectáreas
intactas / Chispas enraizando en la tiniebla y chorros de aguas repentinas / Roturaba
el silencio para depositar / simientes de fonemas y dorados brotes de oráculos»90.
Nueva inflexión circular o pliegue del texto, el Poeta encuentra acto seguido
su identidad en los signos que acaba de emitir, sílabas que lo escriben a la par que lo
leen y, sobre todo, lo envuelven en las hebras del poema para indecidir
88
«“Κάθε λέξη κι από ’να χελιδόνι / για να σου φέρνει την άνοιξη µέσα στο θέρος” είπε», Ibidem,
p. 124.
89
«Και πλατύς επάνου ο ουρανός / για να διαβάζεις µόνος σου την απεραντοσύνη», Ibidem, p. 125.
90
«Και τα µάτια µου έριξαν τη σπορά / γρηγορότερα τρέχοντας κι από βροχή / τα χιλιάδες απάτητα
στρέµµατα / Σπίθες ρίζα µες στο σκότος πιάνοντας και νερών άξαφνων πίδακες / Η σιγή που
εκχέρσωνα για ν’ αποθέσω / γόνους φθόγγων και χρησµών φύτρα χρυσά», Ibidem, p. 125.
920 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
91
«Νά το σπαράγγι νά ο ριθιός / νά το σγουρό περσέµολο / το τζεντζεφύλλι και το πελαργόνι / ο
στύφνος και το µάραθο / Οι κρυφές συλλαβές όπου πάσχιζα την ταυτότητά µου ν’ αρθρώσω», Ibidem,
p. 125.
92
«“Εύγε” µου είπε “και ανάγνωση γνωρίζεις / και πολλά µέλλει να µάθεις / αν το Ασήµαντο
εµβαθύνεις”», Ibidem, p. 125.
93
«Ύστερα και τον φλοίσβο ενόησα και τον µακρύ ατελείωτο ψίθυρο των δέντρων», Ibidem, p.
127.
3.1. Una Cábala griega 921
escritura de la naturaleza, traducción a su vez del que se halla inscrito en las entrañas
del sujeto; el procedimiento en abismo no podría detenerse. En tal sentido hemos de
entender, en mi opinión, la presencia de este pasaje justo después de que el Poeta
haya culminado su aprendizaje de la lectura: aprender a leer en este cosmos griego
no es exactamente aprender a extraer un sentido, sino aprender a desencadenar
recurrentemente un mecanismo de creación proliferante y poiética que elude toda
clausura de sentido y toda tentación de telos. Es aprender a acumular una nueva
escritura, una nueva permutación sintáctica de lo real, sobre cada uno de los signos
que se ofrecen a la mirada y a la extricación. Ello queda finalmente de manifiesto en
el himno séptimo, el último del «Génesis», cuando ante la inminente llegada del mal,
el significado, y la linealidad teleológica, el Poeta-Dios ejecuta su último acto
creacional: la inscripción, a la vez en el cuerpo del hombre y en la tierra, de una serie
de vacíos abiertos a la espera de un otro, vacíos que prolongan la pulsión deseante
que ha de mover a un cosmos verdaderamente poético: «Hacia donde ninguno
alcanzaba a ver / con las manos por delante / inclinándose / preparó los grandes
Vacíos en la tierra / y en el cuerpo del hombre: / el vacío de la Μuerte para el Niño
Por Venir / el vacío del Asesinato para el Juicio Justo / el vacío del Sacrificio para la
Recompensa Equitativa / el vacío del Alma para la Responsabilidad del Otro»94.
Desde este punto de vista, cabe ver en «La Pasión» una respuesta a estos
vacíos bajo el formato habitual: el de una reordenación de las letras del helenismo,
mezcladas y confundidas a causa de la llegada de la historia. Ártemis Leondí ha
señalado, de hecho, que toda esta sección, llena de referencias intertextuales en la
estructura y el contenido, consiste en la relectura, desde presupuestos teóricamente
modernos, de una larga serie de textos griegos de todos los períodos: la Biblia,
Homero, los himnos bizantinos, las canciones tradicionales, la poesía de Dionisios
Solomós o las prosas de Macriyanis95 son aquí reescritos ―y revividos poéticamente
en la semificticia peripecia del Poeta y de la raza― con la esperanza de restaurar las
condiciones (sobre)naturales del helenismo. En cualquier caso, nunca deja de haber
texto ―aquí el Texto sagrado del corpus literario griego― en las bases de la
construcción del poema y, paralelamente, del mundo. La verdadera amenaza para la
grecidad, de hecho, es que su superficie atópica pierda su (i)legibilidad, y el traspaso
de la significancia quede interrumpido. Es lo que parece denunciarse en el salmo
decimocuarto, el mismo en el que se afirma que la sensatez de los hombres ―el
racionalismo occidental que decretará enseguida la precisa e ineludible disección del
94
«Κατά κει που δεν έσωνε κανείς να δει / µε τα χέρια εµπρός του / σκύβοντας / τα µεγάλα
ετοίµασε Κενά στη γη / και στο σώµα του ανθρώπου: / το κενό του Θανάτου για το Βρέφος το
Ερχόµενο / το κενό του Φονικού για τη ∆ικαία Κρίση / το κενό της Θυσίας για την Ίση Ανταπόδοση /
το κενό της Ψυχής για την Ευθύνη του Άλλου», Ibidem, p. 131.
95
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), pp. 325-326.
922 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
96
Grecia, la restancia oriental y el hiato que representa como reacción y alternativa a la clausura
occidental y a la desacralización, desaparece o queda reducida al mínimo cuando se pierde la
capacidad general de leer, especialmente en griego. En el poema «A la luna de Mitilene» se dice que
el poeta-niño sufría porque «ya nadie nadie / sabía leer el paraíso» («πια κανείς κανείς / Ν’ αναγνώσει
δε γνώριζε Παράδεισο», ELITIS, O. (2002), p. 334), lo cual quiere decir, como venimos viendo, que ya
nadie sabía escribirlo o (re)componerlo. Un mundo apoético es pues un mundo en el que no se sabe
ejecutar el gesto de lectura-(re)escritura (en griego) con el fin de operar una reordenación del cosmos
que lo haga acorde con nuestros deseos. En «La almendra del mundo», tras haberse lamentado porque
nadie responde a sus gritos en griego, nadie conoce, pues, ya, la lengua, el poeta añade que tampoco
queda nadie que sepa escribir en su alfabeto (nadie ya sabe «cómo y por dónde se apoya la omega en
la alfa»: «πώς κι από πού ακουµπάει τ’ ωµέγα στο άλφα», Ibidem, p. 466), de ahí la incapacidad
humana absoluta de nuestro tiempo y de ahí, en especial, la necesidad de su propio concurso: él es el
único que, con su combinatoria, puede mantener la esperanza de una resacralización y de una
restauración de la plena habitabilidad de lo humano.
97
«Φύγανε / και στα µάτια µέσα των βυθών ανερµήνευτος έµεινε ο αστερίας!», Ibidem, p. 160.
98
«Άξιον Εστί το φως και η πρώτη / χαραγµένη στην πέτρα ευχή του ανθρώπου», Ibidem, p. 172.
3.1. Una Cábala griega 923
la escritura que hemos analizado capítulos atrás respecto a «El Gloria», a la totalidad
rizomática del texto, que sin embargo mostrará siempre una carencia que nos llama a
suplir acrecentándolo. Dada su irreductibilidad al logos y a los intentos tópicos de
catalogación deudores del proyecto de la Enciclopedia y su pretensión de
exhaustividad ―así como de su concepción teleológica e instrumental del
lenguaje―, Grecia no es cognoscible por medio de los saberes clásicos (la
Geografía, la Historia Natural, la Historia o la Lingüística), sino únicamente a través
del dominio de la lectura y la escritura, ejercidas indistintamente sobre el alfabeto o
sobre la gramática natural de las sensaciones: «Después de enamorarme y habitar
durante siglos en el mar aprendí a leer y escribir / De modo que ahora puedo a gran
profundidad hacia atrás las sucesivas generaciones igual que empieza un monte
antes de que termine el otro / Mirar Y hacia delante igual»100. Pasado y futuro se
equiparan en este fresco hecho de capas sucesivas (de nuevo el palimpsesto del Axion
Estí) que es Grecia101, y la escritura adquiere no sólo el valor de una lectura, sino
también un carácter adivinatorio que la convierte, antes que nada, en Anunciación.
Es imposible por lo tanto una confrontación pasiva con la naturaleza griega.
El poeta debe ejercer con sus armas una recomposición que se inscribe en el eje
mismo de su poética. No se trata sólo de dar cuenta de las imágenes acumuladas en el
fresco, ni mucho menos de segmentarlas para esclarecer de manera precisa cuáles
son los componentes del helenismo. Se trata, ante todo, de recombinarlas y añadir
nuevas capas que la inmunicen contra la amenaza de un borrado total. El fresco o el
texto, así como la propia naturaleza, deben adensarse, reconstruidos según una lógica
anagramática que no hace sino multiplicar la necesidad hermenéutica de una lectura
que se revelará siempre (de lo) imposible y exigirá una nueva reescritura, hasta el
infinito. La combinatoria lingüística que Elitis aplica en sus poemas y que
analizaremos más adelante se convierte aquí en una combinatoria de lo natural
ejercida a través de la técnica poética. Los límites vuelven a suspenderse, y lo
sintáctico prima nuevamente por encima de lo semántico. Nunca ha dejado, en
realidad, de hacerlo. Elitis reconoce, de hecho, que sus abundantes collages,
cultivados desde muy pronto y reunidos en varios volúmenes que críticos sagaces
como Elena Cutrianu no han dejado de considerar parte inseparable de su obra
poética, responden a la misma técnica combinatoria que sus poemas ―técnica
100
«El fresco» (El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza): «Έχοντας ερωτευθεί και κατοικήσει
αιώνες µες στη θάλασσα έµαθα γραφή και ανάγνωση / Ώστε τώρα να µπορώ σε µεγάλο βάθος πίσω
τις γενιές απανωτές όπως αρχίζει ένα βουνό προτού τελειώσει το άλλο / Να κοιτάζω Και µπροστά το
ίδιο», Ibidem, pp. 213-214.
101
También en el poema «Un regalo, un poema de plata», del mismo libro, se alude a Grecia como
un «fresco de capas sucesivas» cuya restauración, en este caso es probable que con el objeto de
eliminar los añadidos extranjeros o discordantes con la expresividad griega, implica el riesgo de ir a la
cárcel. Es preciso leer este texto, no obstante, en el marco de la Dictadura de los Coroneles.
3.1. Una Cábala griega 925
102
«Σκοπός µου δεν ήταν να παίξω· ήταν να µεταγράψω την ποιητική µου σ’ ένα επίπεδο
αποσπασµένο από τους ήλους του σταυρού της γλώσσας. Και µου φάνηκε, µε το πείραµα που έκανα,
ότι κρατούσα ίσως στα χέρια µου το κατάλληλο κλειδί. Πολλές παλιές µου ορέξεις άρχισαν σιγά σιγά,
µε άλλου είδους απαιτήσεις, ν’ ανεβαίνουν από το βυθό των ποιηµάτων µου στην επιφάνεια», ELITIS,
O. (1993), p. 259.
103
En su traducción de los poemas de Safo, especialmente, Elena Cutrianu encuentra una aplicación
técnica de la recomposición, dado el ensamblaje libre de los fragmentos conservados que Elitis lleva a
cabo con el fin de componer nuevos poemas o suscitar nuevos sentidos insospechados. Se trata sin
duda de una recomposición textual o verbal que la autora pone en relación con los anagramas, cfr.
CUTRIANU, E. (2005), pp. 444-445.
104
Cfr. Ibidem, pp. 441-442.
926 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
το πνεύµα µένει ελεύθερο και, για την αντίληψή µου, παραµένει το µόνο που µπορεί να την
αναλάβει», ELITIS, O. (2000), pp. 9-10.
106
Cfr. CUTRIANU, E. (2001).
928 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
inagotable del espacio, como puesta en abismo de sí: todo el edificio se convierte en
umbral, en el atrio del templo de que hablaba Eckhart, penetrado ya por una alteridad
anunciada que lo desapropia y lo pliega sobre sus mismos bordes. Por ello en la
recomposición poética logra diferirse infinitamente la muerte, el telos que afecta a
todo cuerpo propio, completo, no espectralizado, envuelto por un lugar linealmente
concebido, por una escritura recta. Se lo dice el Poeta a Dios en el Axion Estí
reivindicando la densificación antilineal de los signos que ha operado a conciencia:
«Los elementos que eres / días y noches / soles y estrellas, tempestades y calmas /
invierto en el orden y los pongo en contra / de mi propia muerte / ¡que tú
quisiste!»107. El Poeta se ha atrevido a desordenar, con el fin de evitar una fácil
lectura, los elementos que constituyen a Dios: sólo difiriéndolo aún más bajo nuevas
capas de significantes logrará preservar su (no) lugar en un mundo que ama
demasiado los espacios manifiestos y recompondrá el himen, el antedicho atrio del
templo que reproduce heliotrópicamente su posibilidad. Para ello, es preciso matarlo,
sustituirlo incluso como creador de órdenes cósmicos: no existe mejor modo de
garantizar su resurrección. Se hace evidente, en cualquier caso, que el Poeta maneja
los mismos materiales que el Arquitecto Divino. Sólo que ahora Dios ya no está
fuera, fuera del texto o fuera del dominio de lo humano, sino imbricado en nuestra
trama, destronado de su viejo valor de Sentido total y sometido a una iterabilidad que
el Poeta, como sustituto suyo no menos precario ―recordemos su muerte o su
desaparición al final de «La Pasión» con el fin de «ceder la iniciativa a las palabras»,
así como su pertenencia interna a una textualidad sin guía exterior en el mismo
«Gloria» o en el «Génesis»―, domina y reproduce como efecto de escritura.
Esta arquitectura, siguiendo al surrealismo, puede tener también como
objetivo construir espacios más habitables, más humanamente habitables, según la
lógica griega que hemos venido mencionando a lo largo de todo el trabajo. La
poética de la recomposición pretende en ese caso hacer del mundo un paraíso por
medio de la manipulación de sus materiales, un paraíso en que, como hemos dicho
antes, el deseo ―bajo la forma de una necesidad de lectura que no deja de proliferar
en la reescritura y reenigmatización del mundo― lo domina todo y que se configura,
en consecuencia, como un espacio incompleto. Elitis se refiere a esta operación
poética y arquitectónica en su obra más vinculada en lo teórico al surrealismo, el
«Memorial para Andreas Embiricos»: «Un día osamos pensar, mi querido Andreas,
107
Salmo XV: «Τα στοιχεία που είσαι / ηµέρες και νύχτες / ήλιοι κι αστέρες, θύελλες και γαλήνη /
ανατρέπω στην τάξη και εναντίον τα βάζω / του δικού µου θανάτου / που συ τον θέλησες!», ELITIS,
O. (2002), p. 165.
3.1. Una Cábala griega 929
que el amasijo de materiales que es este mundo, con un ensamblaje nuevo, dictado
por nuestros sentimientos, podría dar lugar a un espacio más habitable»108.
Pero la arquitectura implicada en la recomposición suele ser declaradamente
verbal y sígnica, el fruto de una combinatoria escritural que incide en la condición
alfabética de la naturaleza. En ocasiones el escritor se limita a ensamblar los
elementos del paisaje como en un ideograma, reforzando el carácter significante de la
superficie de lo existente, tal como pone de manifiesto en su ensayo sobre el prosista
decimonónico Aléxandros Papadiamandis: «Desde un altozano como ése debemos
contemplar el país de Papadiamandis. Sólo entonces se limpiará el paisaje para dejar
aparecer las constantes que lo condensan; los hombres dejarán de ser apenas los
portadores de costumbres, y los mares entre rocas agrestes lograrán la proyección
moral que quiso el escritor, tratando de componer los elementos de la naturaleza
igual que haría con un ideograma»109. Otras veces se trata, nuevamente, de
configurar con los materiales de la inmanencia un mundo otro estrechamente
vinculado a los estados segundos del surrealismo, tales como el sueño, la poesía, la
infancia o la locura. Un mundo sin constricciones sociales o personales, abierto sin
interrupción al deseo. La arquitectura verbal construiría así el espacio del espacio,
esa restancia oculta ya en los pliegues del edificio de la realidad y capaz de
prometernos, en su atopía ―pues no hay para él un lugar en dicho edificio―, el
Lugar. Sería de nuevo, si bien por medio de una manipulación escritural, la
edificación arti-ficial de la intersticialidad griega, revelabilidad o espaciamiento
suspendido en un entre que no ha de concebirse como un después del lugar y un
antes del Lugar, sino como una suerte de cápsula de alteridad capaz de desencajar la
estabilidad y propiedad del edificio desde dentro; la reduplicación textual del pliegue
operada por Elitis generaliza y disemina la presencia de estas pequeñas
conspiraciones contra el espacio que impiden, antes que nada, su clausura sobre una
identidad. Elitis produce y multiplica así, por medio de una alquimia y una
arquitectura verbal muy próxima a la cabalística, los atrios del templo, los umbrales
del sancta sanctorum110 o las ocurrencias del ónfalos: «…para mí, desde que tengo
uso de razón, los elementos de la naturaleza han constituido el alfabeto de otro
108
«Ο σωρός από τα υλικά που είναι αυτός ο κόσµος, αγαπητέ µου Ανδρέα, τολµήσαµε κάποτε να
σκεφθούµε ότι θα µπορούσε, µε µία διαφορετική µέθοδο συναρµογής, υπαγορευµένη από τα
αισθήµατά µας, να δώσει ένα οικοδόµηµα πιο κατοικήσιµο», ELITIS, O. (1993), p. 116.
109
«La magia de Papadiamandis»: «Από ένα τέτοιο ψήλωµα είναι που πρέπει να θεωρήσουµε και
τη χώρα του Παπαδιαµάντη. Τότε µόνον θα καθαρίσει το τοπίο, για να φανούν οι σταθερές που το
συνέχουν· οι άνθρωποι θα πάψουν νά ’ναι απλώς οι φορείς ηθών και εθίµων· και οι θάλασσες
ανάµεσα στους άγριους βράχους θ’ αποκτήσουν την προέκταση την ηθική που θέλησε ο συγγραφέας,
δοκιµάζοντας να συνθέσει τα φυσικά στοιχεία µε τον τρόπο που θα το έκανε για ένα ιδεόγραµµα»,
Ibidem, pp. 62-63.
110
Veremos en breve hasta qué punto adquieren literalidad estas palabras en la combinatoria verbal
que el poeta pone en marcha al final del poema «Tres veces la verdad» (El Árbol de Luz).
930 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
mundo que sin embargo está contenido dentro de éste. Y mi misión era crear con su
distinta composición otro mundo, ideal, que respondiera al grado de magia que sentía
y siento aún hasta hoy»111. El carácter sintáctico de esta misión poiética en sentido
prácticamente literal (arquitectónico), así como su imbricación en la dialéctica
lectura-escritura, queda de manifiesto en el «Discurso ante la Academia de
Estocolmo», donde se hace referencia, además, a la aproximación ―no se habla de
conquista o conocimiento― a una «verdad profunda»: «[La poesía es] con los
millares de signos secretos de que está sembrado el mundo y que constituyen otras
tantas sílabas de una lengua desconocida, componer palabras, y con las palabras
frases, cuyo desciframiento nos aproxime a la verdad más profunda»112. El objeto de
la recomposición es, no obstante, adueñarnos del espacio otro que vive con nosotros
―que vive en nosotros― y que no conseguimos percibir a causa de una disposición
de los materiales que tiende a privilegiar a la vez la opacidad y lo absolutamente
manifiesto; se trata, pues de construir la (sobre)naturaleza para indemnizar nuestro
habitar sobre la Tierra, abriéndolo a una posibilidad de trascendencia religiosa de la
que carece la realidad cotidiana, una realidad «contra natura»: «De Heráclito a Platón
y de Platón a Jesús, distinguimos claramente esos lazos que llegan bajo distintas
formas hasta nuestros días y nos dicen más o menos lo mismo: que el otro mundo
está contenido en éste, que es con los elementos de este mundo como se recompone
el otro mundo, el de “más allá”, la segunda realidad, superpuesta sobre ésta en la que
vivimos contra natura. Una realidad a la que tenemos absoluto derecho y de la que
sólo nuestra incapacidad nos hace indignos»113. ¿Cuál es el objeto, pues, de la poesía,
sino hacer del mundo un templo, un centro, un ónfalos, un cruce, la superficie de un
gigantesco heliotropismo, el espacio construido de un adviento eterno y de
dimensiones cósmicas?
Regresemos ahora momentáneamente al otro lado de la ecuación, las letras
griegas y su confesa materialidad, para seguir ahondando en su identidad radical con
el mundo y comprender más tarde la profunda imbricación de esta arquitectura con
los experimentos técnicos más radicales de la poesía elitiana.
111
Autorretrato en lenguaje oral: «…για µένα, απ’ όσο µπορώ να θυµηθώ, τα φυσικά στοιχεία, έτσι
από µίας αρχής, αποτελούσανε την αλφαβήτα ενός άλλου κόσµου που ωστόσο εµπεριέχεται µέσα σε
τούτον. Και αποστολή µου ήτανε µε τη διαφορετική τους σύνθεση να φτιάξω έναν άλλο κόσµο,
ιδανικό, που ν’ ανταποκρίνεται στον βαθµό της µαγείας που αισθανόµουν και αισθάνοµαι ακόµη ως
σήµερα», ELITIS, O. (2000a), p. 28.
112
«Από τα µυριάδες µυστικά σήµατα, που µ’ αυτά είναι διάσπαρτος ο κόσµος και που αποτελούν
άλλες τόσες συλλαβές µίας άγνωστης γλώσσας, να συνθέσεις λέξεις, και από τις λέξεις φράσεις, που
η αποκρυπτογράφησή τους να σε φέρνει πιο κοντά στη βαθύτερη αλήθεια», ELITIS, O. (1993), p. 319.
113
«Από τον Ηράκλειτο έως τον Πλάτωνα και από τον Πλάτωνα έως τον Ιησού διακρίνουµε αυτό
το “δέσιµο”, που φτάνει κάτω από διάφορες µορφές ως τις µέρες µας και που µας λέει περίπου το
ίδιο: ότι εντός του κόσµου τούτου εµπεριέχεται και µε τα στοιχεία του κόσµου τούτου ανασυντίθεται
ο άλλος κόσµος, ο “πέραν”, η δεύτερη πραγµατικότητα που τη δικαιούµαστε και που από δική µας
ανικανότητα δεν αξιωνόµαστε», Ibidem, p. 321.
3.1. Una Cábala griega 931
114
Cfr. BABINIOTIS, Y. (1991), pp. 742-743.
932 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
115
Isaac Luria, cabalista originalísimo del siglo XVI, equiparará la emanación lumínica de Dios a la
emanación de la escritura que configura el mundo y el ámbito de lo divino: «Tale virtuosismo
simbolico persegue lo scopo evidente di conciliare due elementi a prima vista discordanti: il processo
di emanazione della luce e il dispiegarsi dell’energia del linguaggio. La qabbalah luriana procede in
maniera assai audace lungo questo cammino, con risultati sorprendenti: la rappresentazione
dell’irraggiarsi dello splendore superno assume i tratti, ben familiari nell’esoterismo ebraico, del
diffondersi e del permutarsi delle lettere. L’effetto complessivo è quello di un rafforzarsi reciproco dei
due simbolismi, in un’addizione di inusitata efficacia. Le lettere divengono luce, e la luce acquista
l’aspetto, il suono e il valore numerico delle lettere, in un vortice di forme che amplia a dismisura le
potenzialità evocative della visione mistica», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. XXXVIII.
3.1. Una Cábala griega 933
116
Algo que Elitis considerará una prescripción «desde fuera de la literatura», lo cual permite
aventurar una concepción estética global, cuando no algo más, del alfabeto griego.
934 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
117
«Η αγάπη στην ποίηση µού ήρθε από µακριά και, αν µπορεί να το πει αυτό κανένας, έξω απ’ τη
λογοτεχνία. Το συνειδητοποίησα µία µέρα καθώς τριγύριζα στις αίθουσες του Βρετανικού Μουσείο
και βρέθηκα µπροστά σ’ έναν πάπυρο πρασινωπό, αν θυµάµαι καλά, µε χαραγµένο επάνω του αρκετά
καθαρά ένα απόσπασµα της Σαπφώς. Ύστερα από τους σωρούς τα λατινικά χειρόγραφα που κατάπινα
τα χρόνια εκείνα ένιωθα µία πραγµατική ανακούφιση· µου φαινότανε ότι ο κόσµος ίσιωνε κι έµπαινε
στη σωστή του θέση. Αυτά τα λιγνόκορµα συµπαγή κεφαλαία συγκροτούσανε µία γραφική
παράσταση διαυγή και µυστηριακή µαζί, που µού ’κανε νόηµα φιλικό µέσ’ από τους αιώνες. Σα να
βρισκόµουν πάλι σ’ ένα γιαλό της Μυτιλήνης και ν’ άκουγα την κόρη του περιβολάρη µας να
τραγουδά. Κι άξαφνα, όπως ένας ήχος ή µία µυρωδιά, πριν προλάβουµε να το καλοσκεφτούµε,
ανασταίνουν µέσα µας µία θαµµένη από καιρό εντύπωση, ξανάβλεπα τον εαυτό µου µαθητή στο
∆ηµοτικό Σχολείο να σκαλίζει τα βιβλία των µεγάλων και να στέκεται µε απορία µπροστά σε µίαν
ωδή του Πινδάρου. ∆εν κάνω λάθος, είµαι βέβαιος, από τότε µού ’µεινε το κλάσικό εκείνο: ἄριστον
µὲν ὕδωρ. Αλλά εδώ δεν ήταν η ουσία, ήταν η διαφορετική διάταξη της γραφής, που µε τραβούσε,
νοµίζω, τόσο ακατανίκητα. Τί τους έπιανε τους ανθρώπους να συνδυάζουν τις λέξεις έτσι που να µην
λεν αυτά που λέµε κάθε µέρα; Και γιατί δεν τραβούσαν ως την άκρια της σελίδας αλλά σταµατούσαν
και ξανάρχιζαν από την άλλη αράδα;», ELITIS, O. (2000), pp. 25-26.
3.1. Una Cábala griega 935
118
«Βρίσκοµαι, µαζί µε ολόκληρη την ποµπή, µπροστά σ’ ένα ιερό βήµα πέτρινο. Παντού το σχήµα
του σταυρού παραποιηµένο, κάτι που µε δυσαρεστεί, γιατί κουνώ το κεφάλι µου µε απογοήτευση.
Αλλά εκείνο που όχι µόνο µε δυσαρεστεί αλλά και µ’ εξοργίζει, είναι οι πολλές λατινικές επιγραφές.
Ωστόσο, µε ψυχραιµία κι ετοιµότητα ―σα νά ’ταν όλα προσχεδιασµένα― παραλαµβάνω από τα
χέρια κάποιου που βρίσκεται δίπλα µου ένα µεγάλο σκεπάρνι· αρχίζω να χτυπάω την πέτρα και να
την κοµµατιάζω. Χτυπάω, χτυπάω αλύπητα, ωσότου αναπηδώ στο κρεβάτι µου και ξυπνώ», Ibidem,
pp. 235-236.
936 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
119
«Και δια να τελειώσω µε µίαν εικόνα ζωηράν και ακριβή, της λεπτής γραφής της ελληνικής
γραµµής. Ζητήσατε εις την Εθνικήν Βιβλιοθήκην ένα ωραιογραµµένον Βυζαντινόν χειρόγραφον,
αργυρογραµµένον ή χρυσογραµµένον. Και ζητήσατε των αυτών ή και πολύ πολύ µεταγενεστέρων
χρόνων, ένα χειρόγραφον Γοτθικόν ή ό,τι άλλο αποτύπωµα γραφής. Πάσα εκδήλωσις είναι
ισοδύναµος και σύµπασαι αι εκδηλώσεις µίας φυλής ενός λαού, είναι ένα πράγµα. Θα ιδήτε
ζωντανώτατα όλην την απόστασιν χιλιάδων λευγών της λεπτοτάτης και ευγενεστάτης φύσεώς µας
από την Ευρωπαϊκήν και κάθε άλλην θηριωδίαν, ποια διαφορά υπάρχει µεταξύ της αργυροχρύσου
αιθεριογραφίας µας και της δια σπασµένων ποδιών καρεκλών Γοτθογραφίας», YANÓPULOS, P.
(1988), p. 111.
120
Desde la filosofía antigua, desde el mismo Platón, hasta hoy en día, las letras griegas son
denominadas στοιχεία, elementos o caracteres, de la misma manera que los componentes materiales de
la naturaleza. En autores antiguos, entre los cuales Platón, de hecho, se las considera el constituyente
más elemental de la realidad, la forma atómica e indivisible de la materialidad del universo, cfr.
DRUCKER, J. (1995), p. 56. Es evidente que la equiparación elitiana de las letras con los elementos de
la naturaleza tiene mucho que ver con esa posición. También podemos deducir de ella que, al igual
que el cabalismo posterior, Elitis considera a las letras cifra cognoscitiva del cosmos, cfr. BUSI, G. y
E. LOEWENTHAL (1999), pp. XXI-XXII.
121
Cfr. LEONDÍ, Á. (1998), p. 338.
3.1. Una Cábala griega 937
claims, language contains a structure that conveys the true form of reality; therefore
knowledge of the components of language is equivalent and perhaps more elevated
than knowledge of the natural world»122. Cuando Elitis pone en marcha la
potencialidad casi infinita del alfabeto griego, es este universo paralelo de
contemplación que proporciona experiencias, si no más, al menos tan elevadas como
la naturaleza123, lo que está poniendo en marcha. Una vía no sólo para reconstruir el
espacio de la grecidad o acceder a él, sino además para poner en práctica el gesto
griego del exceso de sí, la lógica po(i)ética del hiato y el heliotropismo, entrar en
contacto con la alteridad indecidible de lo Abierto, lograr la revelación de la
revelabilidad.
Así, habría que matizar las afirmaciones, realizadas con demasiada frecuencia
y ligereza entre la crítica griega, de que la utilización de técnicas visuales,
tipográficas y espaciales a cargo de Elitis lo convierten automáticamente en un autor
imbricado en la línea más vanguardista e innovadora de la literatura europea. Que
recibe parcialmente de ella sus recursos resulta innegable. Pero no lo es menos que la
utilización que hace de esos recursos contradice explícitamente el programa de la
más audaz poesía contemporánea. En ella, es la materia fónica o escritural, con
independencia del sistema o la lengua a que pertenezca, lo que se manipula con
objetivos universalistas, en ocasiones con la intención explícita de superar la noción
de literatura nacional y de desligar a los signos de la servidumbre de una lengua
específica, ampliando sus posibilidades de recepción124. Para Elitis, en cambio, lo
122
IDEL, M. (1989), p. 1.
123
De la intercambiabilidad entre las experiencias proporcionadas por la naturaleza griega y por el
alfabeto o la lengua dan testimonio textos como éste, de 1980, en el ensayo «Las costas homéricas y
las Ariadnas del pintor Steris»: «Un rojo peculiar, un azul verdoso y el blanco sepia le bastan, la
mayoría de las veces, para darnos por medios visuales la misma sensación que nos dan con palabras
los textos poéticos clásicos. Me refiero a una analogía que existe no tanto entre los símiles líricos y las
representaciones plásticas como entre el estremecimiento que producen, por una parte, las palabras
eolias o jonias y, por otra, los elementos naturales que esas palabras expresan» («Ένα ιδιάζον κόκκινο,
ένα πρασινωπό µπλε και το λευκό του σουπιοκόκαλου του αρκούν, τις περισσότερες φορές, για να
µας δώσει µε οπτικά µέσα το ίδιο εκείνο αίσθηµα που µας δίνουν µε το λόγο τα αρχαία ποιητικά
κείµενα. Υπονοώ µίαν αναλογία που υπάρχει όχι τόσο ανάµεσα στις λυρικές παροµοιώσεις και τις
εικονιστικές παραστάσεις όσο ανάµεσα στο ρίγος που δίνουν, από το ένα µέρος, οι αιολικές ή ιωνικές
λέξεις και, από το άλλο, τα φυσικά στοιχεία που οι λέξεις αυτές εκφράζουν»), ELITIS, O. (1993), p.
247.
124
Considérense las semejanzas y diferencias de la práctica elitiana con la descripción del poema
visual a cargo de Jacinto Lageira: «Pour qu’un poème —s’effectuant par nature dans une
configuration langagière— puisse être dit “visuel”, il faut qu’il abandonne son rapport premier à la
langue naturelle pour se constituer également comme un langage où la plasticité de la typographie
n’est plus un médium visuel permettant de circuler dans l’ensemble du poème mais contient à la fois
le médium et le message. Ce faisant, il est contraint d’abandonner la fonction sémantique du langage,
mais gagne sur un autre plan puisque son message poétique consiste à se présenter comme pur
médium. Le poème visuel n’est plus alors une image qui se figure et se contient par le langage, mais
qui fait d’une configuration à tendance non langagière son image. Mais cela n’est qu’une tendance, et
non un changement radical de catégorie : il faut toujours que l’on puisse reconnaître des éléments
linguistiques, aussi minimes soient-ils, pour qu’il y ait poème», LAGEIRA, J. (2006), p. 9.
3.1. Una Cábala griega 939
125
Entre ellas el uso en absoluto azaroso de la sangría y la cursiva en el «Génesis» y «La Pasión»
―que ha sido vinculado al intento de incorporar técnicas cubistas a la poesía, cfr. CUTRIANU, E.
(2001)―, así como la inclusión, en esta última, de una suerte de adorno ―una florecita― para separar
940 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
en dos los versos de las odas, probablemente a imitación de los libros litúrgicos bizantinos. Del
«Gloria» paso a hablar inmediatamente.
3.1. Una Cábala griega 941
126
Cfr. supra, epígrafe 2.2.2.1, donde aparece un breve análisis de este pasaje.
942 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
127
El <autilo actúa así, al igual que el Axion Estí, como una suerte de parahistoria de la literatura
griega, un corpus literario que no se deja parcelar cronológicamente sino que confluye todo en el
mismo punto: lejos de encontrarse sometido al tiempo, es él el que prescribe un tiempo, el tiempo de
la escritura, que es equivalente al del instante y donde reina el devenir, la capacidad de moverse con
libertad en todas direcciones. Por otra parte, ese corpus no es un corpus cerrado, sino que se configura
siempre sobre una apertura a la proliferación y a la reelaboración al igual que la Torá, necesitada de
múltiples reescrituras para manifestar su verdadero poder.
3.1. Una Cábala griega 943
En el plano fónico, por el contrario, parece actuar otro catálogo que arrastra
tras de sí con su mención toda una serie de realidades suprahistóricas del helenismo,
incluida la escritura. Se trata de las advocaciones de la Virgen que en el fragmento
número doce de «Con luz y con muerte» el poeta recomienda tocar «en tu guitarra»
con el fin de poner en marcha el mecanismo de la poesía. Como si tuvieran un efecto
mágico, dichos nombres, imbricados en la cultura popular más admirada y
reivindicada por Elitis ―siempre en sus facetas más acordes con la Grecia oficial―,
suscitan con su pronunciación la aparición de realidades sobre-naturales y hacen
emerger otras palabras, esta vez clásicas, que duermen en el fondo del mar como si
se tratara de ruinas arqueológicas; se pone de manifiesto así lo omniabarcador del
entramado textual griego, en que todos los significantes se encuentran vinculados
entre sí: «Un poco por un instante toca en tu guitarra / Los nombres de la Virgen y
verás // Eh eh Jrisomalusa / Eh eh Jrisoscalítisa128 // Arrojarse de nuevo el monte con
la casa blanca en la ladera / El caballo con las dos alas / Y la fresa salvaje del mar //
[…] A Mitsos con el vello y la cadenita al cuello […] Blasfemar y recoger
desprevenido en sus redes / Cuatro o cinco palabras griegas antiguas / Τέλλεσθε y
νηυσί, µέλεα y κρῖναι»129.
Como he sugerido más arriba, los textos visuales del Pequeño <autilo que
podrían considerarse influidos por el espacialismo, son en realidad simulacros de
estratos anteriores de la escritura griega. Acaso el más impresionante sea el número
once de «Con luz y con muerte», imitación de las inscripciones clásicas sobre piedra
en scriptio continua. Según Yorgos Babiniotis, la inexistencia de una segmentación
léxica del discurso genera una polisemia potencial que remarca el gesto mismo de la
lectura haciéndolo consciente para el lector. Éste se ve compelido a un juego por el
cual debe buscar las fronteras entre las palabras, sin estar nunca seguro de haberlo
hecho correctamente130: más de una lectura se acumula, pues, en el texto. En mi
opinión se trata, además, de una obstaculización de la lectura cuyo objetivo es no
permitirle jamás llegar a una dilucidación completa del sentido: otra posibilidad de
desciframiento ―es decir, una nueva recomposición o un reciframiento de los
signos― aparece siempre que creemos haber llegado al fin. Este reforzamiento del
misterio es admitido explícitamente por Elitis en el epílogo a su traducción de los
128
Renuncio a buscar una traducción a estos términos, y mantengo por tanto el sonido original, lo
verdaderamente importante, puesto que las interjecciones «e» nos sugieren que los nombres son
cantados en efecto al son de una guitarra.
129
«Λίγο για µία στιγµή να παίξεις πάνω στην κιθάρα σου / Τα ονόµατα της Παναγίας και θα δεις //
Ε ε Χρυσοµαλλούσα / Ε ε Χρυσοσκαλίτισσα // Να ξεπετιέται πάλι το βουνό µε τ’ άσπρο σπίτι στην
πλαγιά / Τ’ άλογο µε τα δυο φτερά / Και η άγρια φράουλα της θάλασσας // […] Τον Μήτσο µε τις
τρίχες και το αλυσιδάκι στο λαιµό / […] Να βλαστηµάει και ν’ ανεβάζει ανίδεος µες στα δίχτυα του /
Τέσσερα-πέντε αρχαία ελληνικά / Το τέλλεσθε και το νηυσί, το µέλεα και το κρῖναι», ELITIS, O.
(2002), pp. 518-519.
130
Cfr. BABINIOTIS, Y. (1991), p. 744.
944 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
fragmentos de Safo. Allí explica los motivos de su organización del texto traducido
en columnas con unos argumentos que podrían aplicarse perfectamente al <autilo:
«Después de muchas pruebas he encontrado propicia para la presentación tipográfica
la columna estrecha, tanto en el original como en la traducción. Con ella, desde
luego, al lector le cuesta leer bien el texto, es decir, de acuerdo con el ritmo que
tienen los versos. A pesar de ello, he preferido alinearme sentimentalmente con el
misterio que se desprende de las columnas y los papiros antiguos, precisamente a
causa de la dificultad que presenta su lectura»131. Cito sin más dilaciones el
fragmento:
Τ Υ Χ Η Μ Ι Σ Η Σ Κ Ω Τ Ο Ν Ο Υ Ν Ο Ι Μ Ι Σ Ο Ι Γ Ι Α
Σ Α Σ Ε Λ Λ Η Ν Ε Σ Ε Ρ Χ Ε Τ Α Ι Κ Ο Ρ Η Ν Ε Α Μ Ε Η
Λ Ι Α Ν Θ Ο Σ Τ Ο Χ Ε Ρ Ι Π Ο Υ Ζ Η Τ Α ∆ Ι Κ Α Ι Ο Σ
Υ Ν Η Κ Α Ι Π Ο Τ Ε ∆ Ε Ν Φ Α Ι Ν Ε Τ Α Ι Π Ο Ι Α Τ Ο
Υ Β Ο Υ Ν Ο Υ Γ Ρ Α Μ Μ Η Σ Τ Η Ν Α Ν Ο Ι Χ Τ Η Π Α Λ
Α Μ Η Σ Α Σ Ο ∆ Ρ Ο Μ Ο Σ Ε Ι Ν Α Ι Μ Α Ε Ρ Α Σ Τ Α Μ
Α Λ Λ Ι Α Κ Α Ι Λ Α Λ Ι Α Ν Ε Ρ Ω Ν Θ Α Λ Α Σ Σ Η Σ Γ
Ε Μ Ι Ζ Ε Ι Τ Ο Κ Α Ν Ι Σ Τ Ρ Ο Π Ο Υ Ξ Ε Ν Ο Σ ∆ Ε Ν
Ο Γ Α Ν Α Β Ο Η Θ Η Σ Ε Ι Μ Ε Τ Ο Υ Σ Κ Ε Ρ Α Υ Ν Ο Υ
Σ Τ Ο Υ Μ Ο Ν Ο Σ Π Α Ν Τ Ο Τ Ε Ο Α ∆ Ι Κ Η Μ Ε Ν Ο Σ
Ο Π Ω Σ Η Π Η Γ Η Κ Α Τ Ω Α Π Τ Η Ν Π Ε Τ Ρ Α Τ Ω Ν Π
Α Τ Ε Ρ Ω Ν Ω Σ Π Ο Υ Κ Α Π Ο Τ Ε Σ Τ Η Ν Ω Ρ Α Π Α Ν
Ω Ν Α Χ Υ Θ Ε Ι Σ Μ Ε ∆ Υ Ν Α Μ Η Κ Α Θ Α Ρ Ι Ο Φ Ω Σ
El poema132 admite, desde luego, una lectura lineal que parece incluso haber sido,
por su facilidad, privilegiada por Elitis133. Aun así, la sintaxis resulta confusa, cuando
no equívoca en más de una ocasión, y la lectura se ve constantemente interrumpida.
La potencia principal del texto es, sin embargo, su visualidad, la evocación de una
131
«Ύστερα από πολλές δοκιµές, πρόσφορη βρήκα για την τυπογραφική εµφάνιση, τη στενή στήλη,
τόσο στο πρωτότυπο όσο και στη µετάφραση. Έτσι, βέβαια, δυσκολεύεται ο αναγνώστης να διαβάσει
το κείµενο σωστά, δηλαδή σύµφωνα µε το ρυθµό που έχουν οι στίχοι. Παρ’ όλα αυτά, προτίµησα νά
’ρθω σε συναισθηµατική συστοιχία µε το µυστήριο που αναδίδεται από τις αρχαίες στήλες και τους
παπύρους, ακριβώς εξαιτίας της δυσκολίας που παρουσιάζει η ανάγνωσή τους», ELITIS, O. (2004), p.
164.
132
ELITIS, O. (2002), p. 518.
133
Y que podría traducirse de este modo, sin añadir signos de puntuación: «Azar medio asesinan la
mitad por vosotros griegos viene una muchacha joven con un girasol en la mano que pide justicia y
jamás se ve qué línea del monte en vuestra mano abierta el camino está con aire en el cabello y un
habla de aguas del mar se llena la cesta que un extranjero no entiende ayudar con sus rayos siempre
solo el agraviado como la tierra bajo la piedra de los padres hasta que justo en la hora te derrames con
fuerza luz pura». Como se puede comprobar, no es precisamente un dechado de articulación y sintaxis
unívoca.
3.1. Una Cábala griega 945
textualidad griega antigua traída hasta el presente para recuperar a Grecia en toda su
plenitud suprahistórica. No podemos dejar tampoco de mencionar, a propósito de
este texto, el encabezado del volumen de ensayos En blanco, consignado en un
cuadro semejante que, como vimos y veremos, proporcionaba múltiples posibilidades
de lectura y anulaba en parte la linealidad del signo y de la escritura alfabética,
obligando a utilizar el espacio ―las diversas direcciones del espacio― para extraer
sentidos cruzados, entreverados o directamente independientes. El deseo de
construcción de un «ideograma griego», concepto que analizaremos en el próximo
capítulo, parece evidente en ambos casos. Contemplando este cuadro alfabético, de
pretendido valor mágico ―es la cifra de una invocación―, no podemos olvidar
tampoco algunos cuadros de texto célebres en la Antigüedad, que sirvieron como
amuletos religiosos cortocircuitando la linealidad de la lectura y convirtiendo el
discurso en una imagen. Me estoy refiriendo, por supuesto, al archiconocido Sator
Arepo Opera Rotas, que permitía una lectura similar en todas direcciones, y que no
careció de émulos en tiempos clásicos y tardoantiguos134.
Otro caso muy llamativo, que incide en la obstaculización voluntaria de la
lectura, es el de los textos que simulan papiros antiguos deteriorados y llenos de
lagunas textuales. La escritura adquiere en ellos, nuevamente, una disposición
espacial que simula su disposición sobre un soporte distinto de la página en blanco
de un libro moderno. Palabras cortadas, anacolutos, frases incompletas, impiden al
lector determinar un sentido y le incitan, por el contrario, a rellenar el texto, a
reescribirlo en el proceso mismo de su lectura. Los límites de la obra vuelven a
indecidirse, y el autor se encuentra emulando, no ya a los autores antiguos (Homero,
Safo, etc.), sino la acción del tiempo que ha conseguido arrancar pedazos de una
materia identificable con la escritura y por tanto reescribir los textos proponiéndolos
a una lectura enigmática o deseante, convirtiéndolos en aún más poéticos gracias a
esta mutilación física que exige un rellenado asociativo por parte del receptor. Es en
esos huecos donde se encuentra la clave y la recuperación del gesto griego, además
del testimonio de la inmunidad de la lengua griega ante los efectos de la historia.
Ésta, en lugar de destruirla definitivamente, ha participado en el proceso de su
(de)construcción y retejimiento, abriendo los huecos de un enigma que prolonga la
vigencia y la necesidad de la dialéctica poética entre lectura y escritura y garantiza
por tanto su continuidad ineludible. Los espacios abiertos en el fingido soporte de
escritura, por otra parte, nos sugieren la imbricación de la naturaleza (sol, humedad,
lluvia) en el proceso compositivo y recompositivo del poema, además de situar, de
un modo especialmente gráfico, las letras griegas entre los elementos del paisaje
autóctono, donde es lógico pensar que han estado ―acaso, como hemos visto, sin
134
Un nutrido catálogo puede encontrarse en CÓZAR, R. (1984), 1, IV, 1-2.
946 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
135
ELITIS, O. (2002), p. 516.
3.1. Una Cábala griega 947
Resulta significativa la expresión que escande, en estrofa separada, las dos partes del
poema. Se diría que esa legibilidad de las palabras de Homero ―de la textualidad
griega― sobre el cuerpo resumen el esquema de la inscripción o de la
intercambiabilidad entre naturaleza-cultura-escritura en Grecia. Ello explicaría en
136
«Έλεγες να φύγω εχθές η πιο σπαραχτική / Θάλασσα πήραµε το µανουάλι / Με τις µπλε
Μυρτίλλες / δεκατρείς είµαι / Ή κι αν έρθεις όροφος µε κάτω // ∆ιαβαστά στο σώµα σου λόγια του
Οµήρου // Κυµατοστραµµένοι αντικατοπτρισµοί / Αερένιε Ποσειδώνα όλο γαρίφαλα / Σηµάτων
επειδή δροσινός ήµουν ώσπου», Ibidem, p. 534.
948 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
es muy distinto. Por una parte, invocan y generan la «Grecia segunda del mundo
superior», isomorfa según Elena Cutrianu del tercer estado de la poesía140 y
comunidad mística de la grecidad, uTopía trascendente. Por otra, logran resucitar a
una Grecia perdida en la vorágine de la mundialatinización y la desacralización
modernas. Nikitas Parisis ha indicado también que estos catálogos delimitan el
espacio del helenismo y pintan, incluso, un paisaje141. Su poder reside, dado su
aislamiento y su inexistente conexión sintáctica, no en su significado, indiferente en
la configuración del texto, sino en sus valores visuales y fónicos. Se diría que Elitis
ha conducido al extremo el mecanismo puesto en práctica en «El Gloria» del Axion
Estí, y se ha atrevido a escribir un poema ―o dos, para ser más exactos― hecho
exclusivamente de nombres, grafías y sonidos del griego. La materia alfabética, por
lo tanto, es poesía por sí misma: basta con disponerla de determinada manera sobre la
página para obtener un poema de infinitas posibilidades asociativas, pictóricas ―la
presencia de las palabras es la presencia de las cosas o, más bien, las palabras son
cosas142 que pueden componer un cuadro (sobre)natural―, arquitectónicas e incluso
místicas o heliotrópicas. Cierta sacralidad (griega) se reinscribe ya en los signos
azarosamente diseminados a lo largo de la página, gobernados como mucho por el
orden interno y arbitrario del alfabeto (elemento que asocia el segundo de los casos
con la lista de nombres propios del Diario de un abril invisible). Se trata, en el fondo,
de la (re)composición de una sobrenaturaleza indemne que puede identificarse con la
Grecia superior, sustraída a la linealidad teleológica de la historia o la sucesividad
discursiva, y libre de toda clausura de sentido. El conjunto de palabras consignado
aquí sugiere, como «El Gloria» del Axion Estí, la porción rizomática de un absoluto
textual cuyos límites es imposible cartografiar desde la atalaya privilegiada de un
afuera; dicho absoluto, que es el «verdadero rostro» de Grecia, su condición de
entramado de significancia, está sometido por el contrario a una autoconstruibilidad
incesante que lo convierte en infinito: si en estos textos contemplamos apenas varios
cientos de palabras, no es difícil colegir que de ellas, de las asociaciones mentales
que suscitan, podrían surgir otras tantas en una dialéctica nuevamente inclausurable
de lectura-escritura.
La primera de las listas se presenta como uno más de los poemas de «Con luz
y con muerte». La segunda, por el contrario, es un mapa y una guía de viaje. Ambas
van precedidas de una introducción en prosa donde se explica sucintamente su
carácter. Así, en el fragmento quinto de «Con luz y con muerte», podemos leer: «A
tres horas de camino de la memoria estuve cazando en el bosque de las vocales.
140
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 298.
141
Cfr. PARISIS, N. (1997), pp. 107-108.
142
Peter Mackridge expresa una idea semejante respecto al Axion Estí, cfr. MACKRIDGE, P. (1997),
p. 117.
950 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Tirador por instinto (y sensible) apunto y tiro»143. Las tres columnas de palabras
griegas que siguen a este fragmento constituyen, pues, una configuración espacial,
topográfica: un bosque que cabría relacionar, a la vista de la fenomenología elitiana
de lo sagrado que venimos analizando, con la residencia del mysterium tremendum,
además de con el baudelairiano «bosque de símbolos» que propicia la circulación
metafórica de las correspondencias y la demarcación del secreto. Pero también
leemos en esa disposición una dimensión material, pictórica, de las letras, cuyos
trazos rectos y curvos pueden ser tomados por una fronda de árboles tras la que se
esconden, como presas deseadas, las vocales. Hemos visto y veremos cómo el
motivo de la caza comparece recurrentemente en la vinculación elitiana entre la
escritura y el absoluto. La primera es, de hecho, habitualmente concebida como una
trampa dispuesta para capturar la trascendencia en su hendidura. Esta caza,
tematizada y casi escenificada aquí tipográficamente, constituye acaso la operación
primordial de todo poema: atrapar en la superficie de las palabras pedazos de
imposible o de absoluto. La lista sobre la que el poeta debe disparar como si se
tratara de un bosque (frondas impenetrables de escrituras, texturas vegetales
inextricables) o, más prosaicamente, de las figuras móviles de un barracón de feria,
tiene este aspecto (transcribo sólo las tres primeras líneas ―de las diecisiete que
tiene― para dar una idea de su organización sobre la página):
No parece existir ninguna relación semántica, fonética o visual entre los términos
catalogados. Tampoco la hay en el segundo de los casos, mucho más extenso. En esta
ocasión no se trata de un poema, sino de uno de los catálogos de la sección «Lo que
uno ama», que antes se había dedicado a compilar obras de arte o versos acordes con
el gesto griego, y que después lo haría con lugares, sensaciones o muchachas. Las
palabras adquieren de este modo un estatuto similar a esos elementos. Pero el
subtítulo del pasaje, «Camino egeo», así como el texto introductorio, dejan claro que
se trata de una cartografía o una guía de viaje. Elitis admite que todos los sonidos y
letras antologados, más allá de su significado, contribuyen a conformar el espacio de
Grecia con su pura visualidad, como si se tratara de un mapa o una configuración
arquitectónica. No se trata, pues, de una representación mimética, sino que la
143
«Όξω από το µνηµονικό τρεις ώρες δρόµο βρέθηκα να κυνηγώ στο δάσος των φωνήεντων.
Σκοπευτής από ένστικτο (κι αισθηµατίας) χτυπώ και ρίχνω», ELITIS, O. (2002), p. 502.
144
Ibidem, p. 502.
3.1. Una Cábala griega 951
145
«Όταν άνοιξα τον Οδηγό µου, κατάλαβα. Μήτε σχεδιαγράµµατα µήτε τίποτα. Μόνο λέξεις.
Αλλά λέξεις που οδηγούσαν µ’ ακρίβεια σ’ αυτό που γύρευα. Έτσι, σιγά σιγά, φυλλοµετρώντας, είδα
να σχηµατίζεται ο χώρος όπως το δάκρυ από τη συγκίνηση. Κι εγώ µέσα του», Ibidem, p. 520.
146
No transcribo el texto, que se organiza exactamente igual que el citado en la página anterior.
952 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
147
Lo comentaré más tarde: cuando tras haber ganado el Premio Nobel en 1979, Elitis visitó España
en viaje oficial, en 1980, arrojó despectivamente al suelo una traducción de sus poemas preparada por
algunos de sus anfitriones, por el solo hecho de que la transcripción de su nombre no contenía una i
griega tras la ele. La anécdota tiene una indudable relación con estas derivaciones éticas, estéticas y
hasta existenciales del valor de la escritura.
148
«Κάποτε, µία µέρα χειρότερη και της Κυριακής, το συνειδητοποίησα! Η πρωτεύουσα σ’ όλο το
µάκρος της είχε γεµίσει τρύπες. Όχι απ’ αυτές που ανοίγουν οι εργάτες του ∆ήµου στους υπονόµους.
Μιλώ για τις άλλες, πάνω στις προσόψεις των υψηλών κτιρίων, όπου προσεκτικά στήνονται οι
επιγραφές εταιρειών, ιδρυµάτων και καταστηµάτων. ΦαρµακείΟ, καφενείΟ, ΑιµατολογικΟ ΚέντρΟ,
ΠαιδαγωγικΟ ΙνστιτούτΟ. Που ο Θεός να βάλει το χέρι του. […] Μα είναι δυνατόν; Να σου φτιάχνει
ο ράφτης ένα ωραίο σακάκι που το ένα του µανίκι τού λείπει, κι εσύ να κυκλοφορήσεις µε καµάρι,
όπως ο καστράτος που ιδίῳ δικαιώµατι έµπαινε στα χαρέµια, κι ας του έλειπε κάτι· ζωή νά ’χε ο
σουλτάνος», ELITIS, O. (1997), pp. 19-20.
3.1. Una Cábala griega 953
Atendiendo al siguiente párrafo del texto, queda claro que la lengua griega y su
alfabeto no han sido nunca un sistema económico de intercambio y comunicación,
sino algo más, una materialidad emblemática, un elemento orgánico y central en el
cuerpo del helenismo. De ahí que la reforma vuelva a plantearse en términos no sólo
de facilidad, sino también de extirpación física: «Parece que esta vida no ha nacido
para lograr en ella “algo difícil o algo elevado”. En absoluto. Ha nacido para nuestra
comodidad. “Que duele una muela, se saca una muela”, como se decía antiguamente.
Que duele un circunflejo, se saca un circunflejo; que duele un espíritu áspero, se saca
un espíritu áspero. Y todo encaja a la perfección»149. El tono se va haciendo más
dramático: el lamento acaba aludiendo, como no podía ser de otra forma ―y, sin
embargo, la reforma ortográfica no tuvo nada que ver con poder extranjero alguno―,
a la mundialatinización, a la amenaza del núcleo estético y expresivo griego ―del
gesto que se custodia en su escritura― a cargo de una manifiesta colonización
lingüística occidental, para terminar extremando el motivo de la mutilación hasta el
punto de hablar de «genocidio», un nuevo ataque a la indemnidad del genus griego,
fundamentado en el valor supremo de la visualidad de la escritura: «De cada diez
palabras que pronunciamos, cinco son extranjeras. Caminamos a toda velocidad
hacia un esperanto menos cinco. Ningún Herodes se atrevería a ordenar un genocidio
como este de la ν final; a no ser que le faltara la óptica del sonido»150. En las últimas
líneas, y enlazando con conceptos que desarrollaré en el próximo epígrafe, Elitis
alude a la falta de diacronía efectiva en el interior de la lengua, a su irreductibilidad a
cualquier noción de linealidad histórica o de evolución sistémica, lo cual constituye,
sin duda, un rasgo primordial de toda lengua motivada y sobre-humana: «Los secos
reformadores […], gracias a su estrabismo eufónico, se toman a sí mismos por
progresistas. Pero en los fonemas, como en los colores, no existe el concepto de
progreso. A no ser que seas tú mismo el autor material, en cuyo caso cuanto más
espléndido es lo uno, más difícil de representar es lo otro»151.
149
«Φαίνεται πως η ζωή αυτή δεν έγινε για να επιτευχθεί “κάτι δύσκολο ή κάτι το υψηλό”.
Καθόλου. Έγινε για την ευκολία µας. “Πονάει δόντι, βγάζει δόντι” που έλεγαν οι παλαιοί. Πονάει
περισπωµένη, βγάζει περισπωµένη· πονάει δασεία, βγάζει δασεία. Και λαµπρά ταιριάζουν όλα»,
Ibidem, p. 20.
150
«Στις δέκα λέξεις µας οι πέντε είναι ξένες. Ολοταχώς βαδίζουµε προς µίαν εσπέραντο παρά
πέντε. Κανένας Ηρώδης δεν θα τολµούσε να διατάξει τέτοια γενοκτονία όπως αυτή του τελικού –ν·
εκτός κι αν τού ’λειπε η οπτική του ήχου», Ibidem, pp. 20-21.
151
«…των αποξηραµένων µεταρρυθµιστών, που χάρη στον ευφωνικό στραβισµό τους
εκλαµβάνουν τον εαυτό τους για προοδευτικό. Αλλά στους φθόγγους, όπως και στα χρώµατα, δεν
υπάρχει η έννοια της προόδου. Εκτός κι αν εσύ είσαι ο δράστης, οπότε όσο πιο ευώχυµο είναι το ένα
τόσο δυσαπεικόνιστο είναι το άλλο», Ibidem, p. 21.
954 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
152
En función de ello es seguramente posible matizar o refutar la siguiente afirmación de Raphael
Loewe en su trabajo sobre la Lingüística hebrea: «Probabilmente nessun altro gruppo etnico o
religioso che investa un grande capitale emotivo nella propria lengua (compreso l’Islam), ha insistito
3.1. Una Cábala griega 955
come l’ebraismo con tanta intensità sul legame tra la sua lingua e il suo alfabeto, nel suo orgoglio per
l’idiosincratica unicità di entrambi», LEPSCHY, G. C. (1990), p. 125.
153
«Language, then, is conceived as a transparent means of expression but loaded with the history
of its nation», Dimitris Dsiovas, «The Organic Discourse of Nationistic Demoticism: A Tropological
Approach», en ALEXIOU, M. y V. LAMBROPOULOS (1985), p. 267.
956 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
latino se había establecido entre el latín y las lenguas romances. El hecho de que del
griego clásico sólo surgiera el hoy denominado en todo el mundo «griego moderno»,
y no un ramillete de idiomas como los románicos, ayudó notablemente en esta
pretensión y falseamiento interesado. A renglón seguido, en una argumentación
circular, de la condición suprahistórica conferida a la lengua griega pudo extraerse
sin problemas la conclusión de una continuidad mística del pueblo, la estética, el
entorno natural, y hasta los valores éticos distintivos de los miembros de la
comunidad.
La premodernidad elitiana154 ―devenida también, como hemos visto y
veremos, posmodernidad― en la reflexión lingüística procede, no podemos perderlo
de vista, de estos condicionantes omnipresentes en la vida intelectual de la nación.
Lo mismo sucede con sus sorprendentes analogías cabalísticas. Dos ideas
fundamentales recorren y determinan su obra, inscrita precisamente dentro de la
lógica de la lengua: el griego es una lengua mimética, motivada, ajena a la
arbitrariedad del signo que define a todas las demás y, en parte por ello, poseedor de
un privilegio poético y existencial frente al resto que le permite no sólo ponernos en
contacto con especial facilidad con la trascendencia, sino además modificar de
manera efectiva la realidad, cuya sustancia es escritural. Lo que distingue pues a la
lengua griega es que no constituye únicamente un sistema comunicativo basado en el
puro intercambio o la transmisión de sentidos, sino que es dueña de un espíritu que la
configura como un ente autónomo prácticamente autoconsciente y responsable, en
más de una ocasión, de la inscripción de lo natural. Elitis rechaza fundamentalmente,
en la línea benjaminiana155, el concepto burgués del lenguaje como sistema
económico o transaccional de intercambios utilitarios. Frente a las lenguas
occidentales, que responden plenamente a dicha noción, el griego es otra cosa156.
Vuelve a resaltarse así un desmarcamiento griego del racionalismo europeo heredero
de las Luces, que dicta no sólo el esquema burgués y mercantilista para el lenguaje
―concebido como el medio de un conocimiento teleológico perfecto―, sino además
un modelo gramatical y sistémico inasumible para la lengua nacional. El valor de
154
Peter Mackridge ha afirmado a propósito del Axion Estí que Elitis es «“unmodernist” in his belief
in the transparency of his linguistic idiom», MACKRIDGE, P. (1997), p. 118.
155
Cfr. BENJAMIN, W. (1971), p. 149.
156
No ha caído, como quería Benjamin, en la obediencia a una exterioridad: el referente. Ésa es la
condición paradisíaca del griego que se proyecta en el «Génesis» y «El Gloria» del Axion Estí, y que
resulta interrumpida en «La Pasión» por la entrada del juicio y del afuera. Compárese todo ello con
esta afirmación de Benjamin: «El saber del bien y del mal abandona el nombre, es un conocimiento
extrínseco, la imitación improductiva del verbo creador. El nombre sale de sí mismo en este
conocimiento: el pecado original es el acto de nacimiento de la palabra humana, en la cual el nombre
no vive ya más intacto, es la palabra que ha salido fuera de la lengua nominal, conocedora, y casi se
podría decir: que ha salido de la propia magia inmanente para convertirse en expresamente mágica. La
palabra debe comunicar algo (fuera de sí misma). Tal es el verdadero pecado original del espíritu
lingüístico», Ibidem, p. 160.
3.1. Una Cábala griega 957
ésta es, como en otros casos, el de una luz otra que no necesita focos exteriores para
extraer conocimiento del mundo: ella misma, en su despliegue sobre la página, abre
superficies de re-velación y conspira contra el cierre categorial de la realidad.
Gracias a su antimercantilismo y a su poeticidad intrínseca es, además, una suerte de
plena realización del Verbo mallarméano, que no necesita ya ―aunque, lo veremos,
esta afirmación es especialmente matizable157―, de la corrección del verso para
perder sus adherencias convencionales.
No necesita perderlas porque no hay, en rigor, convencionalidad en el signo
griego. No estoy de acuerdo a este respecto con Elena Cutrianu, quien refiriéndose al
Cratilo de Platón158 asegura que Elitis no es cratilista en modo alguno, sino que
coincide más bien con las tesis platónicas puestas en boca de Sócrates en el
diálogo159. Me inclino a pensar, por el contrario, que Elitis se engloba en la corriente
que Gérard Genette, en su libro Mimologiques, ha denominado precisamente
cratilista o mimologista160, y que posee muy diversas inflexiones y gradaciones a lo
largo de la historia. Opinión cada vez más esporádica en tiempos modernos a causa
de las aserciones de la Lingüística saussuriana, consiste en entender los nombres o la
lengua como motivados, insertos en una relación de identidad o necesidad con el o
los objetos que designan. Frente a esta opinión mimetista de Cratilo y frente al
convencionalismo puro que defiende Hermógenes, Sócrates, en nombre de Platón, se
refiere a las palabras como un constructo artificial en cuya composición, sin
embargo, se ha de tomar en cuenta la naturaleza de las cosas que nombran. La
construcción de los nombres, precisamente por ello, ha de corresponder a un experto,
un filósofo capaz de penetrar lo suficientemente en la esencia de los objetos como
para imprimir a continuación esta forma ideal en el material lingüístico que debe
servir para denominarlos. Platón alude a esta figura legislativa con el título de
«nomóteta» (νοµοθέτης). Su concepción, a medio camino entre el convencionalismo
y el mimetismo, por lo tanto, se encuentra muy lejos de cualquier teoría de la
naturalidad lingüística, aun cuando defienda una cierta correspondencia entre
determinados sonidos de la lengua y los objetos del mundo. La distinción entre
157
Elitis habla a menudo de un uso particular del lenguaje en la poesía, incluso por lo que respecta
al griego. Su pretensión de operar con un código ajeno al que se usa en la charla común, y superior a
él, enlaza de lleno con las concepciones de Mallarmé.
158
Acerca de esta obra y la concepción platónica del alfabeto y la escritura, cfr. GAUDIN, C. (1990).
159
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 306. De modo parecido se expresa David Connolly, cfr.
CONNOLLY, D. (1997), pp. 125-126.
160
«…ce tour de pensée, ou d’imagination, qui suppose à tort ou à raison, entre le ‘mot’ et la
‘chose’, une relation d’analogie en reflet (d’imitation), laquelle motive, c’est-à-dire justifie, l’existence
et le choix du premier. Conformément ou presque à la tradition rhétorique, et sans excès d’étanchéité
dans la nomenclature, nous appellerons mimologie ce type de relation, mimologique la rêverie qu’elle
enchante, mimologisme le fait de langage où elle s’exerce ou est censée s’exercer, et, par glissement
métonymique, le discours qui l’assume et la doctrine qui l’investit», GENETTE, G. (1976), p. 9.
958 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cosmos y lenguaje, o más bien entre logos o eidos y expresión verbal, es por el
contrario completa: los nombres no surgen de los objetos o del mundo, ni tampoco
estaban ya ahí para propiciar una denominación propia: aun en los casos de mayor
adecuación, la lengua es siempre, a diferencia de la realidad ―realidad de la
naturaleza o de los universales―, un producto artificial. La motivación natural
directa no existe, y mucho menos una lengua primordial mimética o perfecta. Frente
a estas posiciones griegas que condicionarán gran parte de la reflexión lingüística
posterior, Elitis se alinea con Cratilo y con la tradición que más ha incidido en el
carácter primordial y motivado de una lengua en particular: el judaísmo161. Podemos
encontrar en la concepción elitiana del griego, salvando las lógicas distancias, una
transposición moderna (y, sin embargo, de una premodernidad apabullante) de la
noción cabalística de lengua sagrada, como analizaremos enseguida. Sería difícil
encontrar en el último siglo y medio una defensa semejante del privilegio ontológico
de la propia lengua en la cultura occidental. Antes de esa fecha, en cambio, los
ejemplos se multiplican. El mimologismo, a decir de Genette, suele aliarse con tesis
nacionalistas o supremacistas alusivas a la preeminencia de una lengua, y por
extensión de una comunidad, sobre las demás162. Antes del siglo XIX, son
innumerables los autores que afirman la superioridad imitativa del inglés (John
Wallis163, Rowland Jones164), el celta165 o, especialmente, el hebreo, considerada
incluso en Occidente, en no pocas ocasiones y por influencia bíblica, la lengua
primordial, aquella que un niño criado lejos del contacto con los hombres acabaría
hablando espontáneamente (Pico della Mirandola, Van Helmont166, etc.). Bajo estas
teorías se esconde a menudo el deseo de establecer una filiación privilegiada, un
contacto especial con los tiempos primordiales de la Creación y con las genealogías
bíblicas más próximas a Dios, de los miembros de una determinada comunidad. En
realidad, las lenguas mencionadas arriba no agotan las tentativas de fundamentación
cratilista asociadas a un solo idioma: el español, el italiano, el euskera, el alemán y
muchos otros, han tenido también sus digresiones al respecto. Elitis enlaza
parcialmente con estos intentos, al menos de modo más nítido que con algunas
reflexiones universalistas sobre un mimetismo general de los sonidos del lenguaje o
de los signos de la escritura desarrolladas sobre todo en el marco de la Ilustración o
161
Como se puede comprobar, no dejamos de encontrar en Elitis constantes inflexiones judías en su
pensamiento de lo griego, en general en detrimento de posiciones platónicas o estrictamente
metafísicas.
162
Ibidem, p. 56.
163
Cfr. Ibidem, pp. 49-56.
164
Cfr. Ibidem, p. 77.
165
Cfr. DRUCKER, J. (1995), pp. 226-235.
166
Cfr. Ibidem, p. 196.
3.1. Una Cábala griega 959
167
Buenos ejemplos podrían ser Charles de Brosses (1709-1777), cfr. GENETTE, G. (1976), pp. 98-
100, Court de Gébelin (1719-1784) (cfr. Ibidem, p. 130) o, en algunas inflexiones de su pensamiento,
Charles Nodier (1780-1844), cfr. Ibidem, p. 159.
168
De la obra Los siete senderos de la Torá, en BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 398.
169
IDEL, M. (1989), pp. 3 y 136-137.
170
Ibidem, p. 15.
171
Ibidem, pp. 15-16.
960 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
172
«Οπωσδήποτε όµως συνιστά µία µεταφυσική όπου το φαινόµενο της γλώσσας, µε τον ίδιο
ακριβώς τρόπο που ένα τοπίο δεν είναι διόλου το άθροισµα µερικών δέντρων και βουνών αλλά µία
πολυσήµαντη παρασηµαντική, δεν είναι κι εκείνο διόλου το άθροισµα µερικών λέξεων-συµβόλων
των πραγµάτων αλλά µία ηθική δύναµη που η ανθρώπινη διάνοια την κινητοποιεί, ωσάν να
προϋπάρχει από τα πράγµατα, για να τα δηµιουργήσει ίσα-ίσα, και µόνον έτσι αυτά να υπάρξουν.
Από κει και πέρα, η αναλογία ανάµεσα στη φθογγολογική σύσταση των λέξεων και στο υλικό
περιεχόµενο, που καλούνται αυτές να δώσουν στα φαινόµενα, µοιάζει νά ’χει τον αναπότρεπτο
χαρακτήρα της Μοίρας ή των πρώτων φυσικών στοιχείων», ELITIS, O. (2000), pp. 328-329.
3.1. Una Cábala griega 961
173
«Το θέµα δεν είναι ν’ αξιολογήσει κανείς αυτή τη στιγµή τις διάφορες γλώσσες, µολονότι και
στο σηµείο ακόµη αυτό η ελληνική, που εστάθηκε ικανή σε δυο περιόδους της ιστορίας να επωµισθεί
την αποστολή της παγκόσµιας, κλείνει αρετές που οι σηµερινοί συµπλεγµατικοί φορείς της ―από
µίαν αδυναµία και µόνο να κρίνουν τα πράγµατα σε µάκρος― δείχνουν ν’ αγνοούν. Το θέµα είναι ότι
η ανταπόκριση που παρουσιάζει η ελληνική γλώσσα µ’ ένα µέρος τουλάχιστον απ’ αυτό που θα
ονοµάζαµε “πρώτες έννοιες” είναι καταπληκτική, θα έλεγα κάτι παραπάνω: περιοριστική µαζί και
προνοµιούχα. Οπόταν, και αν, που λέει ο λόγος, δε θα ήθελε να το παραδεχθεί κανείς λογικά,
υποχρεωµένος θα ήταν, παρ’ όλ’ αυτά, να αναγνωρίσει ότι, στη λειτουργία του επάνω, αυτό το όργανο
κατευθύνει πολλές φορές τις έννοιες που εκφράζει περισσότερο παρά που κατευθύνεται απ’ αυτές»,
Ibidem, p. 329.
962 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
174
Cfr. la modulación cabalística de este relato en Gicatila, IDEL, M. (1989), pp. 149-150.
175
Cfr. el artículo de Moshé Idel «Abulafia’s Secrets of the Guide: A Linguistic Turn», en IVRY, A.,
E. R. WOLFSON y A. ARKUSH (1998), p. 299.
176
«Τί νά ’νιωσαν άραγες οι άνθρωποι όταν πρωτοείπανε τον ουρανό “ουρανό” και τη θάλασσα
“θάλασσα”; Να χύθηκε λίγο χρώµα γαλάζιο; Να σηκωθήκανε τα κύµατα παφλάζοντας; Έχει σηµασία
αυτό. Συχνά συµβαίνει να πιστεύουµε ότι µία γυναίκα δε θά ’ταν ποτέ τόσο όµορφη αν το όνοµά της
ήταν διαφορετικό· µία αυταπάτη, βέβαια, που όµως τη γεννά η αγάπη και που γι’ αυτό δεν είναι
διόλου αµελητέα. Το σώµα επιδρά πάνω στο όνοµα και το όνοµα πάνω στο σώµα σύµφωνα µε µία
νοµοτέλεια που µας διαφεύγει», ELITIS, O. (1993), p. 177.
3.1. Una Cábala griega 963
insistencia sobre este asunto, generalmente a través de las mismas palabras, es muy
sintomática. En el relato sobre su estancia en París a finales de los años cuarenta,
confiesa de hecho que, integrado en otra lengua y otro país, se sentía un aristócrata
por el hecho de hablar una lengua en la cual ―a diferencia de quienes le rodeaban,
hablantes cabe colegir de lenguas meramente arbitrarias― podía llamar precisamente
ουρανός al cielo o θάλασσα al mar, si no sus nombres verdaderos, sí al menos los que
fundan la existencia de esos elementos en su escritura o en su pronunciación, en su
carácter singular177: «Bueno, lo confesaré con una sinceridad que no merece la burla
de nadie: me sentía un aristócrata que tenía —el único que lo tenía— el privilegio de
llamar al cielo “cielo”, y al mar “mar”, exactamente como Safo, exactamente como
Romano, desde hacía miles de años, y sólo así ver verdaderamente el azul del éter o
escuchar el bramar de las olas… En este sentido, Periclís Yanópulos no había
exagerado ni una pizca. Además, como he confesado antes, me había vuelto un
fanático. En medio de todos los sonidos guturales de que estaba rodeado, el único, lo
repito, que tenía ese privilegio»178. Ello tiene también179 graves consecuencias para la
recepción internacional de su poesía, pues con las palabras griegas se alude a
realidades o conceptos enteramente exclusivos, configurados se diría a su imagen y
semejanza o en el proceso de su trazo o su emisión. La traducción a otra lengua
constituye, así, la sustitución completa, la enajenación irremisible, de todo un cosmos
referencial, la interrupción del mecanismo creacional y evocativo ―el mundo nace,
de acuerdo con la lógica del reorigen, una y otra vez en las palabras griegas― que
pone en marcha su poesía: «Lo que llevo contándole todo este tiempo parece
relacionarse con las dificultades que encuentra un extranjero para comprender mi
poesía. Supondrá acaso que al menos el contenido y los temas de mi poesía, dado que
pueden discernirse por medio de los sentidos, han de ser más accesibles. ¿Pero lo son
realmente? Si digo en griego, por ejemplo, “olivo” o “mar”, estas palabras tienen un
177
Con todo esto podemos sin duda poner en relación un verso de «Muerte y resurrección de
Constantino Paleólogo»: «Procuraba pronunciar claramente la palabra θάλασσα de forma que brillaran
en su interior todos los delfines» («Πρόσεχε να προφέρει καθαρά τη λέξη θάλασσα έτσι που να
γυαλίσουν µέσα της όλα τα δελφίνια»), ELITIS, O. (2002), p. 344.
178
«Crónica de una década»: «Ε, λοιπόν, κι εγώ θα το εξοµολογηθώ µε µίαν ειλικρίνεια που δεν
αξίζει να την ειρωνευθεί κανείς: ένιωθα ένας αριστοκράτης που είχε ―ο µόνος που είχε― το
προνόµιο να λέει τον ουρανό “ουρανό”, και τη θάλασσα “θάλασσα”, ακριβώς όπως η Σαπφώ,
ακριβώς όπως ο Ρωµανός, εδώ και χιλιάδες χρόνια, και µόνον έτσι να βλέπω αλήθεια το γαλάζιο του
αιθέρος ή ν’ ακούω το ρόχθο του πελάγους… Καµιά υπερβολή δεν είχε πει, από την άποψη αυτή, ο
Περικλής Γιαννόπουλος. Εξάλλου, όπως το εξοµολογήθηκα πριν, είχα γίνει ένας φανατικός. Μέσα σε
αυτούς τους γύρω µου λαρυγγισµούς, ο µόνος, το ξαναλέω, που είχε αυτό το προνόµιο», ELITIS, O.
(2000), p. 448.
179
Obsérvese que, a pesar de admitir en el texto anterior un cierto fanatismo e inverosimilitud en esa
creencia, Elitis retoma el argumento algún tiempo después sin aparente sonrojo.
964 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
180
«Analogías de luz»: «Ό,τι σας έλεγα τόση ώρα φαίνεται πως έχει σχέση µε τις δυσκολίες που
συναντά ένας ξένος στην κατανόηση της ποίησής µου. Θα κάνατε την υπόθεση ότι τουλάχιστον το
περιεχόµενο και τα θέµατα της ποίησής µου, που µπορεί να διακρίνει κανείς µέσω των αισθήσεών
του, θα ήταν πιο προσιτά. Όµως είναι; Εαν πω στα ελληνικά, π.χ. “ελιά” ή “θάλασσα”, οι λέξεις αυτές
έχουν ολωσδιόλου διαφορετική σηµασία για εµάς απ’ ό,τι έχουν π.χ. για έναν Αµερικανό», ELITIS, O.
(1979), p. 192.
181
«Antes que nada, la poesía»: «Το φαινόµενο της γέννησης είναι, στη γλώσσα και στη γραφή της,
όπως και στη ζωή την ανθρώπινη, λιγότερο ίσως εντυπωσιακό, πολύ πιο ισχυρό όµως από το
φαινόµενο του θανάτου. Κι απ’ αυτή την άποψη, της ελληνικής γλώσσας η γέννηση και η
διαµόρφωση, για να ξανάρθουµε στο θέµα, µε απασχολήσανε πολύ· όχι µόνο σαν ποιητή, που είναι
3.1. Una Cábala griega 965
φυσικό να πασχίζει να ξυπνήσει τα πράγµατα από τη νάρκη τους µέσα στις λέξεις, θέλω να πω, να
ξαναφέρει τις λέξεις στην κατάσταση του νεογέννητου, αλλά και σαν άνθρωπο, που η ευαισθησία του
απόχτησε µε τα χρόνια την αγωγή της ακοής απέναντι σε ό,τι θα µπορούσαµε να ονοµάσουµε “ηχώ
των φαινοµένων”. Είναι ένας τρόπος κι αυτός ν’ αντιλαµβάνεται κανείς τα πράγµατα, που αν, στην
περίπτωση αυτή, κινδυνεύει να µε παρασύρει σε παραλογισµούς ή σε παλιές ξεπερασµένες θεωρίες,
µου είναι αδιάφορο. / Ετοιµάζοµαι να πω τούτο: τα στόµατα που µπόρεσαν να µιλήσουν έτσι κι όχι
αλλιώς, που αρθρώσανε τις λέξεις µε τελείωση φθογγολογική, ικανή να παρακολουθεί τη
γραµµατολογική, χωρίς ούτε να υπολείπεται απ’ αυτήν ούτε να την ξεπερνάει ούτε να την αλλοιώνει,
ασύνειδά τους υπακούανε στην ιδιαίτερη ακτινοβολία που προσλαµβάνουν τα φυσικά φαινόµενα στη
συγκεκριµένη αυτή γεωγραφική περιοχή. Μεταφέρανε, και από συλλαβή σε συλλαβή σωµατώνανε,
τις έννοιες σε σύµβολα που είχαν το ίδιο καθαρό περίγραµµα (την ίδια έλλειψη αστάθειας ή µουσικής
σύγχυσης ή σκιοφωτισµού) µε τα πράγµατα που υπήρξανε η γενεσιουργός τους αιτία ―ένα βουνό
στην πρωινή αιθρία, έναν ήλιο καταµεσής της θάλασσας, ένα βότσαλο µες στη διαύγεια του βυθού»,
ELITIS, O. (2000), pp. 28-29.
182
«Την ηµέρα που συνειδητοποίησα ότι στην ελληνική γλώσσα δεν υπάρχει κιαροσκούρο κατάλαβα
πόσο εύλογη είναι η αδυναµία µας να δεχθούµε την Αναγέννηση κι είδα να φεύγει και το τελευταίο
στοιχείο που µ’ εµπόδιζε να κατανοήσω τη βαθύτερη ενότητα της τέχνης στην Αρχαία Ελλάδα, στο
Βυζάντιο και στα Νεοελληνικά χρόνια. Το φαινόµενο της ελληνικής γλώσσας πήρε στα µάτια µου τα
γνωρίσµατα του αναπόφευχτου που παρουσιάζουν τα φαινόµενα τα φυσικά· σε τέτοιο βαθµό που
έφτασα να πιστεύω ακράδαντα ότι κι η πιο θολή κι η πιο φευγαλέα ξένη γλώσσα ύστερα από µία
966 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
lengua se erige así en una suerte de mediador ―a la par que sustancia misma en el
interior de la cual se produce la mediación― entre las prescripciones de la naturaleza
y la cultura. Es más, se hace difícil distinguir entre estas tres instancias, situadas a la
vez en el compartimento de la naturalidad y en el de la arti-ficialidad sobre-natural.
Por otra parte, Elitis habla, desde un determinismo decimonónico difícil de sostener
ante los conocimientos científicos y lingüísticos de la época (no olvidemos que este
ensayo fue compuesto en la década de los setenta), de un condicionamiento absoluto
de la lengua, sus fonemas y ―no lo dirá aquí, pero sí en otra parte― sus grafías, a
cargo de la naturaleza del lugar. Es fácil deducir, si recordamos que el espacio
geográfico que ocupa Grecia es el de un ónfalos central estrechamente conectado con
la trascendencia, cuando no su propia sustancia ―es lo que nos permiten concluir las
distintas hipóstasis de la uTopía―, que dicha determinación natural hace del griego
la más perfecta de las lenguas. Esta combinación de centralidad y determinismo
explica acaso la referencia de los últimos versos del «Génesis», cuando a los
extranjeros que amenazan la integridad lingüística de Grecia ―en especial,
seguramente, a los alemanes― se les caracteriza como bárbaros deshumanizados en
función precisamente de la aspereza animal de su idioma: «[aquellos que] hablan la
lengua del puercoespín»183. La lengua griega absorbe de este modo todas las
características conferidas previamente a su espacio geográfico y al ethos mismo de
su naturaleza: es precisa, desprovista de ornatos superfluos, clara como la luz del
Ática, sobria, humana. Posee todos los valores del punto exacto y del pensamiento de
lo mínimo, lo cual le otorga asimismo la posibilidad de construir sobre su filamento
un acceso a la sobrehumanidad implícito en todos los factores que la determinan.
Resulta significativo, además, que tras lanzar esta afirmación, gratuita y retrógrada a
la altura de los años setenta, Elitis no dude de su veracidad como en otras ocasiones;
no se trata, en definitiva, de ninguna alegoría, sino de lo que entiende como una
verdad incontrovertible: «No estoy haciendo juicios de valor; estoy constatando»184.
De hecho, la idea se repite en el ensayo «Regreso de la Grecia que casi fue»,
publicado un año antes de su muerte, en 1995. Allí, la lengua es aún factor de
articulación del helenismo, y se le atribuyen las cualidades de la armonía natural, el
antimercantilismo, la irreductibilidad, la mesura y, en una dimensión más tangible, la
suavidad frente a la aspereza excesiva ―rasgo sin duda propio de un Occidente que
se encuentra en uno de los polos espirituales inarmónicos equilibrados por Grecia―
χιλιετηρίδα ζωής στην περιοχή αυτή θά ’βλεπε τη φύση της ν’ αλλάζει, τους ήχους ν’ ανεβαίνουν από
το λάρυγγα και να κατεβαίνουν από τη µύτη στη στοµατική κοιλότητα, τις λέξεις να χάνουν τις
άχρηστες συλλαβές τους, να ξεπλένονται στο φως και να λειαίνονται, την ουσία τους να καθαρίζει µ’
έναν τρόπο, αν όχι ακριβώς τον ίδιο, τουλάχιστον παραπλήσιο προς τον ελληνικό», Ibidem, pp. 29-30.
183
«…µιλούν τη γλώσσα των χοιρογρυλλίων», ELITIS, O. (2002), p. 132.
184
«∆εν αξιολογώ τη στιγµή αυτή ―διαπιστώνω», ELITIS, O. (2000), p. 30.
3.1. Una Cábala griega 967
190
Pensemos en la actualidad de este asunto a la altura de la publicación de «Regreso de la Grecia
que casi fue», en 1995, en unos Balcanes inmersos en una guerra puramente identitaria. No se trata,
pues, de un argumentario inocuo o inocente en absoluto en una región tan sensible al disparate étnico
como es el sudeste europeo.
191
Cfr. PAPANGUELÍS, C. (2001), pp. 131-132.
192
«Mais on notera qu’à la action purement physique de la chaleur et du froid, ou de la disposition
du terrain, s’ajoute une sorte de déterminisme analogique du paysage, dont aucune causalité directe ou
3.1. Una Cábala griega 969
así leemos en Nodier que, si bien no existe una lengua natural universal, en cada
territorio existe una distinta, moldeada por los objetos, las sensaciones, la
temperatura y la calidad del aire ―gran mito el de las propiedades sobre el cuerpo
humano y el espíritu, propiedades incluso médicas y curativas, de esta evanescente
«calidad del aire» en los siglos XIX y primer cuarto del XX― en que un pueblo vive
inmerso. Así, con argumentos semejantes a los utilizados por Elitis ―la limpidez del
cielo y de la atmósfera mediterránea, la apertura de sus horizontes y la ausencia de
una vegetación confusa o lujuriante―, se refiere a las lenguas sudorientales o al
italiano como idiomas claros, netos, de pronunciación transparente, frente a la
crudeza abrupta de las lenguas norteñas193. Por su parte Renan, en De l’origine du
langage (1848), alude a la creación de las lenguas como producto de un golpe de
espontaneidad del genio del pueblo o de la raza194, que nos remite inmediatamente a
la noción elitiana del alma del pueblo, esa misma alma del pueblo que se proyectaba
sobre la materia en la ortografía de la naturaleza formulada en «Lo público y lo
privado». Si bien algunos teóricos griegos han tratado de vincular estas anacrónicas
argumentaciones de Elitis a autores más recientes y más aceptables en nuestros días
como Edward Sapir195, es innegable que el razonamiento es el inverso: no es la
lengua la que determina por su configuración semántica y estructural arbitraria el
pensamiento de una colectividad, sino que son la naturaleza y el ethos colectivo los
que moldean la lengua, estableciendo con ella una relación de mutua analogía y
indirecte ne peut rendre compte, et qui procède plutôt par influence mimétique, ou mieux sans doute,
dans le langage de Bernardin, par harmonie naturelle: la parole montagnarde est précipitée comme le
cours des torrents, l’homme des vallées produit un tranquille murmure tout en intonations “liquides”
et “mouillées” qui s’accorde à celui de ses lentes et paisibles rivières», GENETTE, G. (1976), p. 130.
193
«Chaque peuple a donc fait sa langue comme un seul homme, suivant son organisation et les
influences prédominantes des localités qu’il habitait. Il résultait de là tout naturellement que les
langues de l’Orient et du Midi devaient être généralement limpides, euphoniques et harmonieuses,
comme si elles s’étaient empreintes de la transparence de leur ciel, et mariées par un merveilleux
accord aux sons qui émanent des palmiers balancés par le vent, au frémissement des savanes qui
courbent et relèvent le front de leurs moissons ondoyantes, aux bruissements, aux bourdonnements,
aux susurrements qu’entretient dans une multitude innombrable de créatures invisibles, sous les tapis
émaillés de la terre, le développement d’une vie agile, exubérante et féconde. L’Italien roule dans ses
syllabes sonores le frissonnement de ses oliviers, le roucoulement de ses colombes et le murmure
sautillant de ses cascatelles. Les langues du Nord, au contraire, se ressentent de l’énergie et de
l’austérité d’un climat rigoureux. Elles s’unirent dans leur vocabulation crue et heurtée au cri des
sapins qui se rompent, aux bondissements retentissants des rocs qui croulent, et au fracas des
cataractes qui tombent», Ibidem, p. 159.
194
Cfr. Ibidem, pp. 241-242. «La détermination de la langue par le génie national ne va pas sans
réciprocité. Le mimologisme subjectif oscille toujours entre ces deux pôles: celui du Volksgeist
imprimé dans l’idiome, et (comme déjà chez Humboldt, plus récemment chez Sapir et Whorf) celui de
la langue imposant ses catégories à l’esprit de ses locuteurs. Relation “dialectique” s’il en est, que
Renan lui-même expose avec une grande netteté: “L’esprit de chaque peuple et sa langue sont dans la
plus étroite connexité: l’esprit fait la langue, et la langue à son tour sert de formule et de limite à
l’esprit”. La détermination première, toutefois, revient à l’esprit: l’action de la langue est une action en
retour, par laquelle le Volksgeist se confirme et s’enferme dans son oeuvre», Ibidem, p. 252.
195
Cfr. PURGURIS, M. (2005), pp. 83-84.
970 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
operaciones sobre las letras ―la recomposición, en primer lugar, pero también las
diferentes técnicas de permutación o creación verbal que analizaremos en el próximo
epígrafe― en que se fundamenta su poesía son susceptibles de ejercer una influencia
efectiva sobre la realidad, puesto que manejan un instrumento privilegiado: un
alfabeto motivado que forma parte del tejido del cosmos. Regresamos así, en cierto
modo, a una lógica cabalística. Podemos ver, de hecho, en el pasaje de Elitis, que
incluye un acróstico, no sólo la transposición de algunos procedimientos
interpretativos de la Cábala, sino el trasunto de ciertos tratados dedicados a una
descripción minuciosa del alfabeto hebreo, en que cada letra tiene, más allá de sus
valores sistemáticos, morfológicos o sintácticos, una enorme potencia asociativa
sustentada en su forma material, en su condición de constituyente arquitectónico de
la Creación, y en las condiciones articulatorias de su pronunciación. El significante
arrastra y determina el significado en un procedimiento aplicado asimismo por
algunos miembros del grupo surrealista (entre los cuales Michel Leiris198 y Francis
Ponge) y que parece implicar una pulsión paralógica y antilogofonocéntrica. En
efecto, se produce una errancia de sentidos lejos de cualquier encadenamiento lógico
que tiende a subrayar el carácter productivo y poiético del propio alfabeto, y a
subvertir cualquier clase de jerarquía narrativa o lineal en la indagación letrística de
la naturaleza. Consciente e inconsciente se alían para prolongar siempre más los
límites del texto-mundo. La tentativa de Elitis se inscribe de este modo en el espíritu
de libros cabalísticos como el Alfabeto de Rabí Aqiva, de factura temprana, en que se
aúnan el acróstico y la creencia mimologista con el objeto de cartografiar el mundo a
través del mapa y el catálogo de las letras hebreas199, o bien, en fechas posteriores, El
libro fúlgido (Sefer ha-Bahir, siglos VII-VIII, obra fundacional de la Cábala
medieval)200 o El libro de la figura (Sefer ha-Temurá, siglo XIII)201. Los ejemplos
podrían multiplicarse.
198
Véase por ejemplo el texto publicado por Leiris en el número tres de La Révolution Surréaliste,
titulado «J’ y serre mes gloses» y concebido como una interpretación material y asociativa de
determinadas palabras o letras en función de su significante. La letra ípsilon que tan importante
resultará ―vamos a verlo― en la poética elitiana, tiene aquí un cierto trasunto en la i griega de la que
Leiris dice: «Y – fourches caudines de la mort. J’y suis lance», RÉVOLUTIO< SURRÉALISTE, LA:
Collection Complete (1975), pp. 6-7.
199
Lo explica Giulio Busi: «Ogni lettera dell’alfabeto viene raccontata, nei suoi aspetti sonori e
formali, con grande ricchezza di particolari: l’espediente dell’acrostico, al quale il testo largamente
recorre, consente di ampliare in maniera straordinaria le combinazioni dei versetti della Scrittura,
aprendo la prospettiva di inesauribili significati e nessi allusivi. La narrazione si dipana secondo uno
schema che non è quello, per noi consueto, della coerenza di trama o della concatenazione discorsiva,
ma piuttosto quello determinato, di volta in volta, dalle esigenze interne del materiale linguistico
utilizzato. La caratteristica struttura del midras, che procede di citazione in citazione, e che apre
all’interno di ogni argomentazione infiniti incisi, impone il proprio ritmo e dissolve sul nascere
qualsiasi parvenza di gerarchia narrativa. È come se il testo rimettesse in discussione il proprio
sviluppo a ogni nuova frase, condotto dal suono della parola e dall’emergere dei significati che
provengono dalla Scrittura», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 89.
200
Cfr. Ibidem, pp. 155-172.
972 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
201
Cfr. Ibidem, pp. 248-255.
202
Aquí Elitis hace una enumeración ordenada de las primeras letras griegas que recuerda más
nítidamente a los alfabetos cabalísticos que el propio pasaje de El Pequeño <autilo. Si aquéllos
trataban con esos catálogos de cartografiar la realidad divina, aquí Elitis cartografía, en opinión de
Elena Cutrianu (CUTRIANU, E. (2002), p. 299), un ámbito no menos trascendente: la realidad poética:
«Alfa: el tiempo inmarcesible / Beta: Zeus el de fúlgido rayo / Gamma: yo el indigente» («Άλφα:
χρόνος ο αγέραστος / Βήτα: Ζεύς ο αργικέραυνος / Γάµµα: ο ακτήµων εγώ»), ELITIS, O. (2002), p.
427.
203
«Αφόντας µπήκα σ’ έρωτα για τούτα τα κορµάκια λίγνεψα, έφεξα. Σ’ ύπνο και ξύπνο άλλο στο
νου δεν είχα ―πώς να τα µεγαλώσω, µία µέρα να τα κοιµηθώ. Παραµόνευα πίσω απ’ τις θύρες.
Έµαθα να τα πιάνω στον αέρα, στο νερό. Αλλά πώς να τα πω δεν ξέρω ακόµα», Ibidem, p. 500.
3.1. Una Cábala griega 973
204
«Α.‒ Λευκό ή κυανό, ανάλογα µε τις ώρες και τη θέση των άστρων. / Λ.‒ Πραγµατικά βρεµένο.
Ίδιο βότσαλο. / Γ.‒ Το πιο ελαφρύ· που η αδυναµία σου να το προφέρεις, δείχνει το βαθµό της
βαρβαρότητάς σου. / Ρ.‒ Παιδικό και, µάλιστα, σχεδόν πάντοτε θηλυκού γένους. / Ε.‒ Όλο αέρας. Το
πιάνει ο µπάτης. / Υ.‒ Το πιο ελληνικό γράµµα. Μία υδρία. / Σ.‒ Ζιζάνιο. Μα ο Έλληνας πρέπει
κάποτε και να σφυρίζει», Ibidem, pp. 500-501.
974 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que ya hemos encontrado en otro texto por el fenómeno del nacimiento de los objetos
en la lengua, y por la constante modulación de ésta a cargo de la naturaleza y el alma
del pueblo. Eso la convierte en una fuerza prescriptiva, dueña de un ethos, que tiene
incluso la virtud revirginizadora de quebrar la opacidad de la historia y abrir
intersticios a la inocencia en medio de la guerra:
En este momento nos importa especialmente la última frase: la culpa de que Kafka,
autor existencialista y oscuro en opinión de Elitis, no hubiera podido jamás escribir
en griego, es de las obligaciones expresivas que establece la lengua, dotada de un
ethos luminoso y claro, preciso y enemigo del exceso estridente y antihumano, que se
205
«Κλείστηκα στο µικρό µου δωµάτιο κι άρχισα, µε την ηδονή του διψασµένου που πέτυχε
άξαφνα πηγή καθαρή, να διαβάζω Πλάτωνα! Ήτανε κάτι ανεξήγητο. Μέσα στις γοτθικές εκκλησίες,
στα σαλόνια ροκοκό, στις ωρυόµενες boîtes de nuit, η ελληνική παράδοση έβρισκε τρόπο να τεντώνει
το χέρι της και να µε σκουντά στον ώµο. Κατά βάθος, νοµίζω, ήθελα ν’ ακούσω ελληνικά. Το
φαινόµενο της γλώσσας έβλεπα να παίρνει άλλες διαστάσεις που δεν τις υποψιαζόµουνα. Μ’
ενδιέφερε το µυστήριο της γέννησης των πραγµάτων µέσ’ απ’ το βάφτισµά τους στο αναγάλλιασµα
εκείνο της ψυχής που είναι ο φθόγγος. Η λέξη που λειαίνεται, όπως η πέτρα, στα χείλη του λαού· στα
χείλη και στα δόντια, κάτι ολόιδιο µ’ αυτό που σε παρορµά να πολεµάς ή να ερωτεύεσαι έτσι κι όχι
αλλιώς. Εσύ και ο άνθρωπος της οµάδας όπου ανήκεις. Όλοι. Πιστοί, θέλοντας και µη, σ’ αυτά τα
δέντρα, σ’ αυτά τα κύµατα, σ’ αυτό το φως, σ’ αυτή την ιστορία. / Ω ναι, σε έσχατη ανάλυση, η
γλώσσα ήταν ήθος. Και το ήθος της ελληνικής γλώσσας, όπως το ένιωθα ν’ απελευθερώνεται µέσ’
από τους πλατωνικούς διαλόγους, και να φτάνει ανεµπόδιστο και αδιάφορο ίσαµε τον Σολωµό,
αποστράκιζε όλων των λογιών τα βόλια που σφυρίζανε την ώρα εκείνη στον ουρανό της Ευρώπης. Κι
ας πα’ να λέγανε οι θεωρίες. Ναι, σίγουρα, να είχε γραφτεί στα ελληνικά ο Kafka δε γινότανε»,
ELITIS, O. (2000), pp. 440-441.
3.1. Una Cábala griega 975
halla en concordancia con las características de la naturaleza del país, de donde por
otra parte ha surgido. En la lengua griega no existe claroscuro, como leímos antes.
Precisamente a continuación de uno de los pasajes cratilistas en que explicaba cómo
en el griego la lengua dirige a los conceptos y no al revés, Elitis concluye: «He ahí
algo que explica, por absurdo que parezca, la singular inclinación que adquiere el
pensamiento griego en su expresión, sobre todo cuando el factor psíquico abre el
camino, bien a períodos en que carga sobre sí con todo el peso de la cultura, o por el
contrario a períodos en que queda relegado por el peso de una cultura total, extraña a
su naturaleza. De ahí el derecho, o, si se quiere, la exigencia o la alucinación de que
“el griego constituya una excepción”. Quiero decir, esa es la razón, por ejemplo, de
que la naturaleza no pueda no tener sitio en la expresión poética, como ha ocurrido
en otros países occidentales; de que la “angustia” o el “satanismo” no arraiguen, en
mi opinión, en el árbol de la lengua. De que los poetas griegos, independientemente
de a qué generación o época pertenezcan, se ocupen siempre de su país. Un
fenómeno que ha suscitado el asombro de los estudiosos extranjeros, y de los griegos
irreflexivos»206. El ethos de la lengua es el factor que explica, pues, la diferencia
griega.
Por otra parte, y en un orden interno, asistimos aquí a un claro intento de
sustentar en criterios trascendentes e incuestionables una poética personal convertida
en eje y modelo de un canon nacional excluyente. En el capítulo anterior hemos
hablado ya de estas pretensiones de moldear en torno a la propia obra los valores que
habrían de determinar la inclusión o exclusión de un autor, por griego que sea, en el
catálogo del arte griego auténtico. Junto al núcleo estético de la grecidad o la huella
indecidible identificada con el alma del pueblo que esgrimíamos allí, puede hablarse
ahora de la lengua y su ethos, casualmente acorde con los elementos que rigen la
propia poética elitiana, que se convertiría así en una suerte de destilado de los valores
nacionales. El interés político de Elitis es manifiesto: colocarse a la cabeza de los
autores vivos que hacen justicia a las prescripciones del helenismo, que hablan
verdaderamente en griego, en tanto heredero de una larga serie que tiene su origen
nada menos que en Homero. Su ascenso a poeta nacional tiene seguramente mucho
206
«Crónica de una década»: «Νά κάτι που εξηγεί, όσο παράλογο κι αν µοιάζει, την ιδιάζουσα ροπή
που παίρνει η ελληνική σκέψη στην έκφρασή της, προπάντων όταν ο ψυχικός παράγοντας
πρωτοστατεί, είτε σε περιόδους όπου σηκώνει εκείνη ολόκληρο το βάρος του πολιτισµού είτε σε
περιόδους όπου συµπιέζεται, απεναντίας, από το βάρος ενός ολόκληρου, ξένου προς τη φύση της,
πολιτισµού. Από κει το δικαίωµα, ή, όπως αλλιώς θέλετε, η απαίτηση ή η φρεναπάτη “ν’ αποτελεί ο
Έλληνας εξαίρεση”. Θέλω να πω, για ποιο λόγο, π. χ., η φύση δεν µπορεί να µην έχει µία θέση στην
ποιητική έκφραση, όπως έγινε σε άλλες δυτικές χώρες· για ποιο λόγο το “άγχος” ή ο “δαιµονισµός”
δεν πιάνουν, κατά τη γνώµη µου, στο δέντρο της γλώσσας. Για ποιο λόγο οι Έλληνες ποιητές,
αδιάφορο σε ποια γενιά ή εποχή ανήκουν, ασχολούνται πάντοτε µε τον τόπο τους. Φαινόµενο που
έχει προκαλέσει την απορία των ξένων µελετητών ―και των ασυλλόγιστων Ελλήνων», Ibidem, pp.
329-330.
976 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que ver con su gran habilidad para gestionar a la vez una estética lo suficientemente
vanguardista y un ideario acorde con el determinismo etnicista de la Grecia oficial.
La creencia en la continuidad de la lengua desde la Antigüedad hasta nuestros días, y
la incorporación por tanto al patrimonio del nuevo Estado de toda la producción
cultural asociada a ella, es uno de los dogmas de dicho etnicismo. Elitis, ahondando
en una de las inflexiones de la ensayística nacionalista, añade además la idea del
ethos de la lengua y su prescripción estético-ética. Ambas nociones sin duda se
entremezclan: sin una supervivencia casi inverosímil a lo largo de dos o tres
milenios, y sin un carácter mimético puro, no podría atribuírsele al idioma la
condición de portador y garante del espíritu de la raza. En su primera juventud, de
nuevo según «Crónica de una década», el argumento alcanzaba el extremo de pensar
que sólo el hecho de operar con los mismos fonemas y el mismo territorio en que
operaron un día los poetas de la Antigüedad, justificaba su impulso hacia la poesía:
«…lo que hoy llamaría ethos de la lengua lo sentía a mi manera, recuerdo, a la
manera fanática y absurda de los idealistas o de los enamorados. Y tenía la
ingenuidad de pensar que si fuera extranjero no tendría el más mínimo interés por
escribir poemas; hasta ese punto estaba arraigada en mí la convicción de que los
elementos que quería convocar y someter a la omnipotencia de la imaginación
asociativa (aunque hubiera tomado el ejemplo de los extranjeros) no podían obedecer
a otro imperativo más que a aquél que aprendieron por primera vez, hace milenios,
en este mismo lugar y con los mismos fonemas»207, un argumento sobre el que él
mismo ironiza a continuación («Que nadie se ría»), pero que enseguida devuelve al
terreno de la posibilidad seria: «Estas exageraciones y puerilidades en asuntos de
arte a veces resultan ser más sabias que los dogmas de la ciencia»208. Hay que pensar,
en efecto, que los poemas que creía poder escribir sólo por el hecho de ser griego y
hablar en esa lengua eran poemas vanguardistas (según él mismo reconoce), lo cual
nos da una idea de la curiosa tensión que guía sus razonamientos entre una estética
adaptada de Europa y la pretensión nacionalista de justificar los productos de su arte
sólo en virtud de elementos internos (intralingüísticos) ancestrales.
Sin embargo, la atribución, que ya hemos visto, del espíritu de la vanguardia
occidental a la expresividad griega orientalizante y suprahistórica pudo resolver
207
«…εκείνο που σήµερα θα ονόµαζα ήθος της γλώσσας το αισθανόµουνα µε το δικό µου τρόπο,
θυµάµαι, το φανατικό και τον παράλογο των ιδεαλιστών ή των ερωτευµένων. Και είχα την αφέλεια να
συλλογίζοµαι πως ανίσως κι ήµουν κάποιος ξένος δε θα είχα το παραµικρό ενδιαφέρον να γράφω
ποιήµατα ―τόσο βαθιά ριζωµένη µέσα µου ήταν η πεποίθηση ότι τα στοιχεία που ήθελα να
συναγείρω και να υπαγάγω στην παντοδυναµία της συνδυαστικής φαντασίας (κι ας είχα πάρει το
παράδειγµα απ’ τους ξένους) δεν ήταν δυνατόν να υπακούσουν σε άλλο κέλευσµα παρά µόνο σ’ αυτό
που πρωτόµαθαν πριν από χιλιετηρίδες, στο ίδιο αυτό σηµείο και µε τους ίδιους φθόγγους», Ibidem,
p. 330.
208
«Ας µην γελάσει κανείς. Αυτές οι υπερβολές και οι παιδικότητες στα ζητήµατα της τέχνης
βγαίνει να είναι κάποτε πιο σοφές από τα θέσφατα της επιστήµης», Ibidem, p. 330.
3.1. Una Cábala griega 977
209
«Εαν η γλώσσα αποτελούσε απλώς ένα µέσον επικοινωνίας, πρόβληµα δε θα υπήρχε. Συµβαίνει
όµως ν’ αποτελεί και εργαλείο µαγείας και φορέα ηθικών αξιών. Προσκτάται η γλώσσα στο µάκρος
των αιώνων ένα ορισµένο ήθος. Και το ήθος αυτό γεννά υποχρεώσεις», ELITIS, O. (1993), p. 327.
210
Ibidem, pp. 327-329.
211
Si bien en otro lugar afirma que incluso en autores menos luminosos, como Cavafis o Seferis, la
lengua deja sentir sus efectos e impide, como si se resistiese a un intento de violación estilística, toda
ofensa a la vida.
3.1. Una Cábala griega 979
una línea que comienza con el mismo Homero y está determinada por el ethos de la
lengua, que se desarrolla incluso en su interior y al ritmo de sus propias
prescripciones. La historia del helenismo, repasada en este salmo, es en efecto la
historia intralingüística del paso de los poemas homéricos al himno nacional
compuesto por Solomós. Como el mismo Elitis ha dicho, el idioma es una fuerza que
transforma sin cesar el pasado en presente215, de modo que escribir en griego, según
veremos, representa una suerte de arqueografía practicada abundantemente en sus
poemas. Es precisamente en virtud de que ―lo hemos leído arriba― los fonemas
griegos no tienen historia (sin olvidar su crucial condición mimética, basada
precisamente en la invariabilidad), por lo que cada actuación elitiana sobre la lengua
será la puesta en marcha de un ingente patrimonio cultural, espiritual, natural y
humano capaz de aproximarse a la trascendencia. En el asistematismo lingüístico del
griego, en su refractariedad a una gramática o a una imbricación en la genealogía de
las lenguas (¿cómo entender su derivación histórica del indoeuropeo dados su
invariabilidad y su mimologismo primario?), se encuentra un nuevo punto de
confluencia con la Cábala, así como una nueva seña de premodernidad. No sería muy
difícil aplicar a la poesía de Elitis lo que Giulio Busi ha dicho acerca de la
especulación cabalística: «Nulla è piú lontano dalla concezione cabbalistica della
mentalità comparativa che caratterizza la nostra moderna scienza del linguaggio. Per
la filologia contemporanea una diversità alfabetica è una sorta di accidente, che non
prevarrà mai su una parentela linguistica; la linguistica moderna, inoltre, tenta di
sciogliere i nodi della comunicazione andando in cerca della storia delle parole e
paragonando i significati che uno stesso vocabolo assume in lingue affini. La
qabbalah invece si libera di qualsiasi considerazione diacronica per avvalersi
dell’immutabile presente a cui ogni alfabeto dà vita. Il cabbalista non si interroga
sulla provenienza storica delle parole, ma indaga su quali siano i nessi grafici,
numerici e di significato che legano le lettere che le compongono. Benché queste
tecniche di esegesi possano essere applicate a qualsiasi alfabeto, e siano state, di
fatto, impiegate nel passato per il greco, per l’arabo e per altri sistemi grafici, la
mistica giudaica focalizza tutte le proprie energie all’interno dell’ambito circonscritto
e autosufficiente dell’alfabeto ebraico»216. Se produce, en consecuencia, un doble
rechazo del sistematismo lingüístico: ni sistema de lenguas en que el griego estaría
integrado como una más, ni la lengua como sistema de diacronías y diasistemas
(pensemos en el manejo indistinto de variantes dialectales o diastráticas que se da en
Elitis sin que se advierta una remarcación de intenciones determinadas); la
concepción elitiana del idioma griego se asemeja más bien a una esfera pascaliana
215
Cfr. PURGURIS, M. (2005), pp. 82-83.
216
BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), pp. XXIX-XXX.
3.1. Una Cábala griega 981
donde cada punto constituye un centro de la totalidad infinita. Todo esto tiene
evidentes consecuencias por lo que respecta al canon nacional y a su posición en él.
Si la lengua es un continuo de prescripciones estéticas, entonces su poesía, como
correspondencia perfecta a esos dictados, no sólo hará eco a las obras antiguas,
bizantinas y modernas de fuste similar, sino que se hallará inmersa en el mismo
cuerpo indistinguible, no fruto de una historia de la literatura patria, sino
contemporánea y equivalente a todas sus producciones análogas. El prestigio de la
cultura antigua será trasvasado así, en una operación de clara política literaria, a una
obra personal que se quiere parte, por encima de otras coetáneas, de su mismo
espíritu o, aún más, garante de la propia posibilidad hölderliniana de lo griego tan
precaria en nuestros días. Ello explica que, en «Regreso de la Grecia que casi fue», el
autor hable de la simultaneidad, gracias a la lengua emanada de la tierra, entre un
verso suyo y otro de Parménides, anteponiendo incluso el suyo cronológicamente en
una deconstrucción de la lógica histórica por la lógica de la lengua: «Y, como un
perro fiel, la tierra busca su idioma. Desde el “simientes de fonemas y dorados brotes
de oráculos” hasta el “imperturbable corazón de la verdad redonda” no ha
transcurrido ni un suspiro»217. También en la breve prosa «Selamena (Entrada del
diccionario)», de 2x7ε, simulación de la descripción enciclopédica de este término
inexistente pero de ecos sáficos218, la propia obra de Elitis aparece integrada en el
cuerpo de una grecidad ―definida por la lengua― que retorna en las palabras,
emblema precisamente de su iterabilidad ahistórica: «Sin embargo, su última
aparición, según los historiadores, se registra explícitamente hacia finales del siglo
XX, en un libro titulado Camino privado»219.
217
«Και σαν πιστό σκυλί η γη αναζητά την γλώσσα της. Από το “γόνους φθόγγων και χρησµών
φύτρα χρυσά”, έως το “αληθείης ευκυκλέος ατρεµές ήτορ” δεν εµεσολάβησε ούτε µόνο µία ανάσα»,
ELITIS, O. (1999), p. 77.
218
Es muy significativo, al efecto de lo que estamos repasando en este capítulo, cómo la palabra
Σελαµένα es descrita en el texto como si se tratara de un objeto de larguísima vida cuyas apariciones y
desapariciones se corresponden a las de algún elemento natural (sin duda la luna, cuya denominación
jónica, σελάνα, evoca antes que nada esta palabra), y que posee una materialidad que permite afirmar
de ella que es de color plateado como un sargo.
219
«Πάντως, η τελευταία εµφάνισή της, κατά τους ιστορικούς, σηµειώνεται ρητώς περί τα τέλη του
εικοστού αιώνα, σ’ ένα βιβλίο µε τον τίτλο Ιδιωτική Οδός», ELITIS, O. (1997), p. 55.
982 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«No juego con las palabras»221. Es importante tener en cuenta esta afirmación
de Elitis, precisamente en El Pequeño <autilo, a la hora de evaluar una serie de
términos inexistentes, asemánticos, fruto de la permutación, que saltean su poesía. Si
no hay juego hay ritualidad, necesidad. Estas palabras que desmagnetizan el infinito,
pues, estas, como dice en otro lugar, «palabras perdidas en el diccionario de la
Atlántida»222, no podrán asimilarse de manera exclusiva a los juegos verbales del
surrealismo o las vanguardias: ahí se juega algo más. Venimos precisamente de
analizar todas las valencias que adquiere la lengua, la lengua griega y ninguna otra
más, en su poética: su identificación con el mundo, su mimetismo, su construcción
presaussuriana como lengua sagrada al modo del hebreo de la Cábala. ¿Cómo no
explorar entonces la sorprendente semejanza entre estos procedimientos lexicales que
siempre generan términos morfológicamente griegos ―y no de apariencia salvaje o
glosolálica, como sucede en las vanguardias europeas y, más tarde, en el letrismo―,
y la combinatoria cabalística que procura también desmagnetizar el infinito? Ha de
existir una cierta vinculación entre la creencia en un poder sobre-humano de la
lengua griega y su manipulación certera para lograr iluminaciones y aperturas. El
gesto místico de la poesía, su permeabilidad al absoluto, se escenifica ahí por medio
de un paralelismo inconsciente e inadvertido con la tradición espiritual más receptiva
al poder del lenguaje y la escritura, una tradición sintomáticamente en el margen de
la cultura occidental que Elitis trata de descerrajar: la Cábala judía.
Siendo el hebreo y el griego el territorio de una experiencia privilegiada del
mundo, el espacio incluso de creación de la realidad (leemos en el «Comentario al
Axion Estí» que el «idealista», una de las hipóstasis del hombre que aparecen en el
poema, es «el que ve la creación como el resultado de la palabra que nombra las
cosas»223), es lógico pensar que constituyen también el ámbito de una indagación
220
«Κυπαρίσσι από το σόι µου, που το κόβουν άντρες βλοσυροί και αµίλητοι: γι’ αρρεβώνα ή
θάνατο. Σκάβουν το χώµα γύρω και το ραντίζουν µε γαριφαλόνερο. / Έχοντας εγώ κιόλας απαγγείλει
τα λόγια που αποµαγνητίζουν το άπειρο!», ELITIS, O. (2002), p. 199.
221
«Incensar lo sublime», X: «∆εν παίζω µε τις λέξεις», Ibidem, p. 513.
222
«Con luz y con muerte», 10: «Λόγια / Χαµένα µες στα λεξικά της Ατλαντίδας», Ibidem, p. 517.
223
«Που βλέπει τη δηµιουργία σαν αποτέλεσµα του λόγου που ονοµάζει τα πράγµατα»,
KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 44.
3.1. Una Cábala griega 983
224
«Sin embargo, yendo más allá de todas las fuentes midráshicas y agádicas anteriores, el Zohar
subraya a veces que la actividad hermenéutica no es meramente un estado de inspiración divina, sino
el mejor medio para contemplar lo divino. Esto es, a través del estudio místico de la Escritura, el
cabalista puede ver la luz divina escondida en el texto, porque las letras mismas no son sino las
configuraciones de esa luz. “No hay palabra en la Torá que no tenga varias luces brillando en cada
lado… La Sabiduría celestial brilla en ella para quien la necesite”. Las palabras de la Torá se parecen
a los ropajes que cubren esta luz divina, y solamente el místico que contempla el sentido esotérico
oculto en las palabras del texto, puede de nuevo aprehender esta luz», Elliot R. Wolfson, «La
hermenéutica de la experiencia visionaria: revelación e interpretación en el Zohar», en ASSIS, Y. T.,
M. IDEL y L. SENKMAN (2006), p. 172.
225
Expondré allí por qué quienes han creído ver en Elitis un lamento por la insuficiencia de la
escritura como constante de su poesía (cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 295 y, sobre todo, FILOKIPRU, E.
(2006), pp. 261-329) están, en mi opinión, equivocados, y han desatendido uno de los ejes
fundamentales de su poética.
984 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
226
Así lo ha señalado también Andreas Belesinis, cfr. BELESINIS, A. (1999), p. 125.
3.1. Una Cábala griega 985
227
Se trata de colocar la mente en disposición de asistir a la iluminación por medio del lenguaje, de
ahí los juegos surrealistas, cfr. DUROZOI, G., y B. LECHERBONNIER (1974), pp. 128-129.
986 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
franceses que le llegaban con el correo en la década de los treinta. Un elemento del
programa poético aplicado en el Axion Estí es, por tanto, el siguiente: «Una
tendencia, consecuente con la anterior, de seguir por mi propio camino, y con
métodos arbitrarios, el mecanismo antiquísimo que representa el llamado conjuro
―elevado, naturalmente, al plano espiritual―»228. «Por mi propio camino»,
«mecanismo antiquísimo»: ambas expresiones manifiestan una inflexión griega,
personal y colectiva, del surrealismo, así como una asociación de sus mecanismos
verbales a su propia lengua. La historia de la cocinera cretense aparece relatada en
«Antes que nada, la poesía» justo después de aludir al deslumbramiento
experimentado ante el manuscrito de Safo. Más allá de la dimensión universal del
conjuro, pues, desea subrayarse su condición específicamente griega. La mezcla
entre una ritualidad visual y un enigma lingüístico en que las palabras no traslucen
sino que se limitan a re-velar, admiran al niño que era entonces Elitis, quien las
asocia a dimensiones oníricas e inconscientes y las relaciona, en el relato, con la «ola
de misterio» que emana asimismo de los textos surrealistas. Estas palabras que su
poesía aspirará después a reproducir ―aunque sólo sea en su efecto
desconcertante― abren fisuras a lo convencional y ponen en comunicación con lo
Abierto, desmagnetizan en definitiva el infinito. En su densificación material,
semejante a la que él operará más tarde en el poema, se funda una suerte de
habitación para el espectro, que se reinscribe en los signos encantándolos para que
en su corporeidad se nos haga accesible lo Otro: «Intento expresar con palabras de
hoy lo que sentí en aquella época; algo que volvía a encontrar en una sola cosa: en
los conjuros que con reverencia y una admiración incondicional miraba hacer a una
vieja cocinera cretense que teníamos en casa en aquellos años. Ayudaba también,
desde luego, la parte ritual ―los santiguos sucesivos, las gotas de aceite en el agua,
los pelos que ardían chisporroteando, una rama de albahaca rociando los iconos.
Pero, por encima de todo, eran las palabras: extrañas, “delirantes”, como decía mi
madre, sin relación alguna con las que oía a mi alrededor, sin ninguna coherencia,
“una transposición del sueño en el dialecto verbal”, como hoy podría definirlo. Si es
legítimo hablar de las antiguas impresiones que ―involuntariamente― la
experiencia posterior corrige y organiza, podría asegurar que he tenido trato con una
ola de misterio que salía del cuerpo material del poema y donde la manipulación
heterodoxa del lenguaje se hallaba en correspondencia con la modulación heterodoxa
de la escritura. Algo que, según iba creciendo, veía profundizar hasta la raíz común
228
«Μία συναφής µε την προηγούµενη τάση, ν’ ακολουθώ από δικό µου δρόµο και µε αυθαίρετες
µεθόδους, τον πανάρχαιο µηχανισµό που αντιπροσωπεύει το λεγόµενο ξόρκι ―ανεβασµένο σε
πνευµατικό επίπεδο, φυσικά», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 36.
3.1. Una Cábala griega 987
229
«Προσπαθώ να εκφράσω µε σηµερινά λόγια το αίσθηµα που είχα την εποχή εκείνη· και που το
ξανάβρισκα σ’ ένα µόνο πράγµα: στα ξόρκια που µε δέος και ανεπιφύλαχτο θαυµασµό
παρακολουθούσα να κάνει µία γρια Κρητικιά µαγείρισσα που είχαµε τα χρόνια εκείνα στο σπίτι µας.
Ήταν βέβαια και το τελετουργικό µέρος ―τ’ απανωτά σταυροκοπήµατα, οι σταξιές το λάδι στο νερό,
οι τρίχες που καίγονταν τσιτσιρίζοντας, ένα κλωναράκι βασιλικός ραντίζοντας τα εικονίσµατα. Μα
πάνω απ’ όλα ήταν τα λόγια· παράξενα, “παλαβάτα”, όπως έλεγε η µάνα µου, άσχετα εντελώς µ’
αυτά που άκουγα γύρω µου, χωρίς κανέναν ειρµό, “µία µετατόπιση του ονείρου στο λεκτικό ιδίωµα”,
όπως θα µπορούσα να το προσδιορίσω σήµερα. Αν είναι θεµιτό να µιλά κανείς για τις παλιές
εντυπώσεις, που ―άθελά του― η κατοπινή πείρα διορθώνει και συγκροτεί, θα µπορούσα να
βεβαιώσω πως είχα να κάνω µ’ ένα κύµα µυστηρίου που έβγαινε από το υλικό σώµα του ποιήµατος
και όπου ο αιρετικός χειρισµός του λόγου βρισκότανε σε αντιστοιχία µε τον αιρετικό τρόπο της
γραφής. Κάτι που, όσο µεγάλωνα, έβλεπα να προχωρεί βαθιά και να φτάνει ως την κοινή ρίζα, όπου
συναντιούνται το φαινόµενο της γλώσσας και η συµβολική της γραφική παράσταση», ELITIS, O.
(2000), pp. 26-27.
230
«Οι πρωτόγονοι λαοί, ποιητές πριν από τον αιώνα των ποιηµάτων, µην έχοντας στη διάθεσή
τους καθρέφτη (κυριολεκτικά και µεταφορικά) για να κορδακίζονται, το κακό το αναποδογυρίζανε
απαγγέλλοντας λόγια τροµερά και ακατανόητα. Έτσι, ως πριν λίγους χρόνους ακόµα, οι νησιώτισσες
παραµάνες µας, µε άκρα σοβαρότητα, διώχνανε πάνω απ’ την κούνια µας τα δαιµονικά, προφέροντας
λόγια δίχως νόηµα, κρατώντας ένα φυλλαράκι ταπεινού χόρτου που έπαιρνε ποιος ξέρει τί άγνωστες
δυνάµεις από την αθωότητα και µόνο της ίδιας του της φύσης. Αυτό το φυλλαράκι µε τις άγνωστες
δυνάµεις της αθωότητας, και τα παράξενα λόγια που το συνοδεύουνε, είναι ακριβώς η Ποίηση»,
Ibidem, pp. 407-408.
231
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 280.
988 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
232
Véase por ejemplo, en el ámbito hispánico, el interesante descenso hasta el primitivismo
lingüístico del balbuceo que se produce en la caída progresiva del paracaidista que protagoniza
Altazor de Vicente Huidobro.
233
El cual, recordemos, apela en el poema de la página opuesta al estigma, a la ligazón y la
conexión que puede proporcionar la guía de María Nefeli y que tiene que ver con algunos de los
isomorfos de la escritura griega (la hendidura, los blancos, la Anunciación, el árbol de luz).
234
«Μπρος! Ανοίξου! Φύγε! / ∆ίχως ρόπαλο και δίχως σπήλαιο / µες στους εξαγριωµένους
βροντοσαύρους / κοίταξε να βολευτείς µονάχος σου / να εφεύρεις µία γλώσσα ίσως τσιρίζοντας: / ι ι ι
ι ι», ELITIS, O. (2002), p. 366.
235
Como ejemplo destacado podemos aducir el poema «Tres veces la verdad», donde los sonidos de
un pájaro caminando sobre el agua o del viento en el interior de un cántaro se distinguen
perfectamente de los oráculos emitidos por la naturaleza a través de complejas palabras de más o
menos difusos ecos griegos. Lo veremos en su momento.
3.1. Una Cábala griega 989
236
Cfr. BELESINIS, A. (1999), pp. 94-102. Elena Cutrianu se ha referido también a la glosolalia, así
como a estados de inspiración religiosa o de histeria, cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 265-266.
237
Cfr. IDEL, M. (1988), p. 97.
238
En este sentido, hay que decir que si Elitis pretende, como afirma Mijalis Tsianicas en
«Ποιητικοί προβληµατισµοί στο Μαρία Νεφέλη ή η αρπαγή της ποίησης» (en CAPSOMENOS, E. G.
(2000), pp. 368-369), crear una nueva lengua por medio de los neologismos, las palabras
incomprensibles, etc., esa nueva lengua habría de ser siempre intragriega, una suerte de retorno del
griego a sus raíces puras, un impulso pseudorreligioso de refundación por medio del regreso a los
preceptos auténticos y originales.
990 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
en la oscuridad. ¿Dónde están las palabras? ¡No ésas, las otras, como eran antes de
redondearse, antes de oxidarse de una boca a otra! ¿Dónde se estremecerían por
primera vez, y el griego habló?»239.
Por todos estos motivos y otros que iremos viendo a lo largo de las próximas
páginas, creo que hablar de letrismo o puro juego poético con la escritura240 en la
obra de Elitis, si bien tiene un fundamento relativo, deja escapar siempre el dato
crucial de la pertenencia griega de sus operaciones, así como su sistematicidad y la
importancia primordial concedida a algunas de ellas en textos clave de su producción
(en especial «Verbo, el Oscuro», del que hablaremos aparte). Elena Cutrianu ha
situado estos mecanismos elitianos en el contexto de una problemática sobre las
posibilidades comunicativas y estéticas del lenguaje241 que creo excede en parte sus
reflexiones teóricas, centradas como hemos visto en el poder mimético o
cosmológico de la lengua griega y su escritura. En cualquier caso, la autora ha
comparado sus combinaciones escriturales con las de letristas clásicos como Isou o
Lemaître, así como con la obra de los letristas griegos Aristotelis Nicolaídis y
Aléxandros Sjinás242. En lo reconocible de las palabras inventadas entiende además
una cierta connivencia con la lengua paralloïdre de André Martel243, quien respeta en
sus creaciones la estructura léxica francesa. David Connolly, por el contrario, cree
que Elitis utiliza procedimientos letristas, pero no con el fin de abolir por completo el
significado cognoscitivo, sino con el de suprimir todos los procesos lógicos por
medio del lenguaje articulado; no se trata, pues, de una ruptura del lenguaje, sino de
una ruptura a través de él244. Es cierto que cabe encontrar algunos de los postulados
del letrismo europeo en la poética elitiana, si bien una vez más suavizados en su
adaptación griega, ajenos a cualquier sistematización o sistematicidad en su uso ―no
se trata del eje de una poética, sino de un recurso ocasional, aunque de capital
importancia―, despojados del sentimiento de juego (sustituido por el muy cercano
aunque de superior gradación del ritual) y aplicados en un sentido intralingüístico
(contra las pretensiones vanguardistas de ruptura del código). En la dialéctica
lectura-escritura aplicada a la recepción de toda obra podemos encontrar, por
ejemplo, reminiscencias de la poesía consecuente de Schwitters, donde el sentido no
se da, sino que debe construirse a lo largo de la lectura por medio de procesos
239
«Antes que nada, la poesía»: «Μα ποιος λοιπόν µιλάει; ∆εν ακούγεται τίποτα µέσα στη
σκοτεινιά. Οι λέξεις πού είναι; Όχι αυτές, οι άλλες, όπως έµοιαζαν πριν στρογγυλέψουνε, πριν
πιάσουνε µαλλί από ’να σ’ άλλο στόµα! Πού ν’ ανατρίχιασαν πρώτη φορά, κι ο Έλληνας εµίλησε;»,
ELITIS, O. (2000), p. 12.
240
Así TSECURAS, D. (1995-1996), p. 188.
241
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 268.
242
Cfr. Ibidem, pp. 268-269.
243
Cfr. Ibidem, pp. 269-270.
244
Cfr. CONNOLLY, D. (1997), p. 125.
3.1. Una Cábala griega 991
245
Cfr. LAGEIRA, J. (2006), pp. 111-114.
246
El alfabeto griego, en opinión de Elitis, es ya poético, es propiamente un poema, como hemos
visto en El Pequeño <autilo.
247
Cfr. Ibidem, pp. 11-13.
248
Ibidem, p. 275.
249
«Με λένε ανάλογα µε τους καιρούς Τρυφέρα ή Ανεµώνη / κάποτε και Djenda / τί ωραία / δεν
καταλαβαίνω τίποτα // Djenda λέξη ανύπαρκτη / απαράλλαχτη µάρκα ηλεκτρικών λαµπτήρων /
µισοσανσκριτική µισοκέλτικη», ELITIS, O. (2002), p. 428.
992 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
y otra vez el enigma que exija una lectura y, por tanto, un desencadenamiento de la
poiesis, se pone de manifiesto también en el «Memorial para Andreas Embiricos»,
donde Elitis se refiere a la autonomía y autosuficiencia de dicha esfera significante,
capaz de minar o revertir el significado con su carga poética propia: «Hay palabras
—no lo olvidemos— que no sólo no sirven al sentido que fingen expresar, sino que,
por el contrario, lo minan»250. En este contexto de omnipotencia del significante, las
palabras vacías que trufan sus poemas pueden entenderse ―para enlazar la lógica del
conjuro pseudovanguardista con la teúrgia cabalística―, vista su pulsión
taumatúrgica, como una manifestación epigonal de la vieja magia de los onomata
barbara. El deseo de utilizarlas para revertir el mal o para ocasionar efectos
concretos sobre la realidad (y la percepción), las acerca más a estas operaciones, sin
duda conocidas por Elitis e imbricadas en la tradición griega, que a las teorías
espacialistas. Amuletos, filacterias, textos adivinatorios251 ―en que la palabra
precede, pues, a la realidad―, y fórmulas mágicas presentan en la época clásica y en
la Tardoantigüedad una profusión de términos carentes de significado como núcleo
de la operación mágica252. Es muy probable que de una práctica como ésta surgieran
los primeros esbozos de la Cábala, muy deudora en su origen de ambientes griegos
―no olvidemos la importancia de Filón de Alejandría como enlace entre el
neoplatonismo y el pensamiento judío, que tan crucial resultó en la configuración de
la Cábala medieval―, y fácil receptora de teorías que incidiesen en el poder sagrado
o sobrehumano de la escritura. Según Moshé Idel253, de hecho, las manifestaciones
tempranas de la Cábala se limitan aún a una magia lingüística por completo heredera
de las aplicaciones griegas de los onomata barbara, donde determinados nombres,
escritos o no en amuletos, poseen virtudes apotropaicas y taumatúrgicas derivadas
del poder del alfabeto. También en el gnosticismo y en algunas sectas judías de los
primeros siglos de nuestra era, se utilizaban estos nombres, griegos o hebreos, como
contraseña para superar determinados obstáculos demoníacos en el ascenso del alma
tras la muerte254. Más tarde veremos algunas coincidencias en el uso de nombres
asemánticos inventados e invocados por Elitis.
250
«Υπάρχουν λέξεις ―µην το λησµονούµε― που όχι µόνον δεν υπηρετούν αλλ’ απεναντίας
υπονοµεύουν το νόηµα που προσποιούνται ότι εκφράζουν», ELITIS, O. (1993), p. 111.
251
Cfr. DRUCKER, J. (1995), pp. 65-68.
252
«Déjà les textes magiques grecs font un large emploi de mots étranges, “barbares”, sans
signification apparente, auxquels ils conféraient un sens mystérieux, une puissan[ce de] action
évocatrice», FÉVRIER, J. G. (1948), p. 588.
253
«La cábala: una introducción», en ASSIS, Y. T., M. IDEL y L. SENKMAN (2006), pp. 44-45.
254
«Un gran numero di reperti materiali —provenienti dal bacino del Mediterraneo, da tutta l’area
vicino orientale e persino dalle zone piú remote dell’impero romano— testimonia la straordinaria
diffusione dell’uso apotropaico e magico dell’alfabeto a partire dal II secolo d. C. Le gemme
“gnostiche”, impiegate in funzione di sigillo e di amuleto, recano incise lettere dell’alfabeto greco o
—piú raramente— latino, mentre manufatti in pietra, come pure papiri, ripetono i nomi delle divinità
o formule di carattere propiziatorio con l’enfasi dell’incantesimo. L’uso dell’alfabeto non è piú
3.1. Una Cábala griega 993
confinato alla normale pratica della comunicazione che si incontra in sigilli di epoche piú antiche (per
esempio con la menzione del nome del possessore), poiché si assiste a un vero e proprio irrompere dei
poteri racchiusi nella realtà grafica stessa delle lettere, prima e al di là di qualsiasi significato.
L’apparire di papiri magici in lingua copta in area egiziana, di tazze in terracotta recanti iscrizioni
apotropaiche aramaiche e pahlavi, utilizzate nei domini sasanidi della Persia e della Mesopotamia,
nonché di lamine metalliche con funzione protettiva vergate in caratteri aramaichi, provenienti
soprattutto da Siria, Palestina e Asia minore, racconta quanto profondamente queste idee
affascinassero genti diverse. Questo orientamento culturale mantenne il proprio vigore fino al VII
secolo, quando il progressivo affievolirsi della tradizione aramaica in Oriente, a seguito della
conquista islamica, tolse alla mistica dell’alfabeto un importante sostegno linguistico. Allo stesso
modo, vennero a mancare alcuni fondamentali riferimenti teorici a causa dello spegnersi, in
Occidente, dell’eredità gnostica ed ermetica, soffocata dalla drastica avversione cristiana. Solo
l’esoterismo musulmano e la qabbalah mantennero —in diversa misura— una fedeltà ininterrotta
all’antica speculazione sull’alfabeto», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. XXIII.
255
Por ejemplo, en Juan Eduardo Cirlot, que aplica tal cual la permutación de letras, cfr. PARRA, J.
D. (2001).
256
BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 35.
994 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
delle parole della Scrittura, per trarne nomi santi e da questi altre costellazioni di lettere. È una
procedura straniante, che altera temporalmente lo stato di coscienza, allentando i nessi logici della
percezione della realtà», BUSI, G. (2005), p. 143.
266
Cfr. IDEL, M. (1989), p. 99.
267
Cfr. BLUMENTHAL, D. R. (1982), p. 46.
268
Esta teoría puede recordarnos, con las preceptivas distancias, a algunos postulados surrealistas.
269
BUSI, G. (2005), pp. 42-43.
270
Una cierta lógica del reorigen, de la revelabilidad y del automatismo de lo religioso se hallan
imbricadas, así, en la reflexión escritural de la Cábala extática.
271
«A dimostrazione del fatto, che questa sapienza combinatoria, con la sua arte di riflessione, è
superiore all’arte della logica, sta il fatto che essa è la scienza della logica interiore e superna,
cosicché quella è alla superficie di questa: ciò che è esterno e inferiore sta al di sopra di ciò che è
interno», BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. 398.
272
En la primera fase del proceso es preciso, según Abulafia, «“revolve the languages until they
return to their prime material state”. This refers to the breaking up of words to their constituent letters,
which are the prime-material of all languages. The second stage is the creation of new words, i.e. the
(re)combination of the letters from their prime-material state. […] In this process, the human intellect,
which provides forms to the amorphous matter of the letters comes in contact with the Active
Intellect, also referred to as donator formarum», IDEL, M. (1989), pp. 10-11.
996 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
273
Dice Abulafia: «You create the words and confer onto them [or innovate] a [new] meaning. […]
You should consider that [it is] you [who] decided on its meaning and you [who] created it in
accordance with your wish», Ibidem, p. 103.
274
Cfr. Ibidem, p. 103.
275
Si bien no existe nada estrictamente similar en Elitis (en cuya obra no se utiliza lo que en la
Antigüedad se denominaba en griego isopsefia para hace equivaler, como en la Cábala, unas palabras
a otras gracias a la coincidencia de valor numérico), la existencia en todos sus libros poéticos, e
incluso en sus poemas mismos, de una articulación estructural del discurso por medio de valores
numéricos es constante. Como si siguiera la prescripción del Sefer Yetsirá, que habla de un Dios que
crea el mundo por medio del «cómputo y el discurso», Elitis los une ambos con una complejidad que
requeriría un capítulo aparte. Baste con señalar que en absolutamente todos sus libros poéticos el
número siete tiene un valor fundamental: ni en uno solo el número de poemas que lo compone deja de
ser múltiplo de siete. Asimismo, en El Monograma este procedimiento se lleva al paroxismo: las siete
unidades que componen el texto poseen un número de versos múltiplo de siete, primero en sentido
ascendente (siete, veintiuno, treinta y cinco, cuarenta y nueve), y después descendente (treinta y cinco,
veintiuno y siete). De modo que, desglosada numéricamente, la obra dibuja la figura geométrica
perfecta de un rombo:
7
7 7 7
7 7 7 7 7
7 7 7 7 7 7 7
7 7 7 7 7
7 7 7
7
Asimismo, la arquitectura poética aplicada en el Axion Estí se basa en una compleja composición
numérica que no tenemos espacio para detallar aquí pero que funciona primordialmente sobre una
combinación de los números tres y siete (aplicados al número de versos o de salmos y odas), llegando
a alcanzar carácter significativo en la aglutinación de un triple seis (marca de la Bestia en el
Apocalipsis) en el centro mismo de «La Pasión», que remarca de este modo el carácter demoníaco de
la historia y señala la presencia del Anticristo en la sección, como ha descubierto Jristos Bindudis (en
texto de conferencia inédita). En casos como el de Seis y un remordimientos por el cielo o El Árbol de
Luz y la decimocuarta belleza, los múltiplos del siete comparecen tematizados en el título, mientras
que puede observarse que sus poemas más importantes, como «Verbo, el Oscuro» ―definitorio acaso
de toda su poética―, se componen en general de cuarenta y nueve versos (siete por siete o siete al
cuadrado). Michel Grodent ha aludido explícitamente a la gematria (cuya etimología es, precisamente,
el griego γραµµατεία) o isopsefia en relación con Elitis, y ha descubierto que el siete, su número
talismán, aparece tanto en la suma de los dígitos de su fecha de nacimiento (2-11-1911), como en la
reducción del valor numérico de las letras de su pseudónimo completo: Ο∆ΥΣΣΕΑΣ ΕΛΥΤΗΣ (70 +
4 + 400 + 200 + 200 + 5 + 1 + 200 + 5 + 30 + 400 + 300 + 8 + 200 = 2023, es decir, 2 + 2 + 3 = 7), y
de su apellido de plume (943, 9 + 4 + 3= 16 = 7), cfr. GRODENT, M. (1991), pp. 881-882. Se hace
3.1. Una Cábala griega 997
evidente, pues, que hay una imbricación entre número y letras o discurso que ocupa un lugar central
en su obra.
276
Cfr. BUSI, G. (2005), p. 111.
277
Y que puede conducir incluso a Dios o a la perfección, cfr. IDEL, M. (1989), pp. 5-6.
278
Todas las obras citadas en las notas anteriores pueden proporcionar un conocimiento preciso y
completo acerca de la Cábala y sus técnicas. También los textos de Scholem que aparecen en la
bibliografía.
279
IDEL, M. (1989), p. 2.
998 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
280
Cfr. Ibidem, p. 80. Por supuesto, el mito cabalístico del Gólem funciona en esta misma dirección.
281
Dice Esther Cohen: «Pero el problema que esta serie de ensayos plantea, desde nuestra
perspectiva, sigue siendo el de la caída, el del nombre, no como fuente de luz y conocimiento, ardid
del exégeta crédulo y racional, sino el del nombre como pérdida del aura, como fluencia del mal, del
signo, de la llamada comunicación —recelo y pasión del místico. Por esto es que, como lo indica
Moshe Idel en su artículo, Abulafia (cabalista judeoespañol del siglo XIII) propone, contra toda regla
de mesura, la desintegración del texto bíblico y, en consecuencia, del nombre. El lenguaje deja de ser
para este tipo particular de exégesis cabalista, la relación saussureana entre dos plenitudes: el
significante y el significado, para convertirse en puro conglomerado de letras combinables y
permutables sin vínculo alguno con lo que podríamos llamar sentido. Se trata, para Abulafia, de
subvertir totalmente el Texto padre, desintegrarlo, deconstruirlo, pasar incluso a través de él para
llegar, de ser posible, a la verdadera experiencia mística. Intentar comprender o aprehender los
sentidos profundos del Libro no es sino caer fatalmente en la tendida trampa. Salirse del sentido, ésa
es, quizás, la verdadera astucia. Llegar de nuevo, sirviéndose de ese instrumento primario de la caída,
a la personal experiencia del paraíso perdido: al lenguaje como naturaleza, verdadero estado
paradisíaco del que el hombre insiste en guardar memoria», SCHOLEM, G. (1999), pp. 9-10.
282
En el artículo «El nombre de Dios y la teoría lingüística de la Cábala», Scholem explica: «El
nombre de Dios es el “nombre esencial”, la fuente original de todo lenguaje. Cualquier otro nombre
con el que se puede llamar o invocar a Dios, coincide con una actitud determinada, como lo muestra la
etimología de los nombres bíblicos; sólo este nombre único no requiere de ninguna clase de referencia
a una actividad. Para los cabalistas, este nombre no tiene “significado” en el sentido tradicional del
término; no tiene significación concreta, y la no significación del nombre de Dios indica su situación
en el punto central de la revelación, en cuya base se mantiene. Detrás de cada revelación de un
significado en el lenguaje y, como los cabalistas lo veían, por medio de la Torah, existe este elemento
que se proyecta sobre y más allá del significado, pero que en primera instancia hace posible que se dé
el significado. Este elemento es el que dota de significado a cualquier otra forma, aunque no tiene
significado en sí mismo. Lo que aprendemos de la Creación y de la revelación, la palabra de Dios, es
infinitamente susceptible de interpretación, lo que se refleja en nuestro propio lenguaje. Su irradiación
o sonidos, que captamos, no son tanto comunicaciones como llamados. Lo que tiene significado —
sentido y forma— no es la palabra en sí misma, sino la tradición detrás de esta palabra, su
comunicación y reflexión en el tiempo; esta tradición, que tiene su propia dialéctica, pasa por ciertos
cambios y es eventualmente transmitida en un suave y anhelante murmullo. Puede haber ocasiones,
como en nuestros tiempos, en las que ya no puede ser transmitida, en las que la tradición se calla y en
3.1. Una Cábala griega 999
esto, entonces, consiste la gran crisis del lenguaje en la que nos encontramos», SCHOLEM, G. (1999),
p. 44.
283
Es por esta deconstrucción de la figura del padre o lo paterno en el seno del discurso por lo que,
en mi opinión, la Cábala constituye una primitiva declaración de orfandad de lo humano, de
indecidibilidad del sentido, que prefigura no sólo las distintas vertientes de la muerte de Dios, sino
también concepciones hermenéuticas contemporáneas en el ámbito de la literatura o la filosofía, tales
como el pensamiento de la diferencia (Lévinas sería en este aspecto un vínculo explícito con el
judaísmo, sin olvidar que judíos han sido también otros autores clave como Derrida) o las distintas
doctrinas de la muerte del autor.
284
Cfr. BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), pp. LXVII-LXVIII.
285
Un desplazamiento horizontal, asociativo, sobre la superficie de los significantes, se
desencadenará en cada uno de estos términos. Ha aludido a ello Andreas Belesinis, cfr. BELESINIS, A.
(1999), p. 109.
1000 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
pensamiento elitiano sobre la escritura tal como lo hemos encontrado en los epígrafes
anteriores se encuentra, pues, tematizado en estos términos aparentemente inocuos o
lúdicos que esconden, no obstante, el haz de una poética. Efectivamente, la lógica del
hiato, con todos sus isomorfos, está actuando ya ahí en una circulación incesante. Sin
embargo, la permutación como antídoto contra la muerte adquiere un formato más
inmediato y literal, más estrictamente cabalístico, en el poema «Medianoche
pasada», donde una posible combinatoria de caracteres inscritos sobre el rostro del
cadáver sugiere un resquicio a la resurrección. Bien combinadas, estas letras griegas
pueden funcionar como en el mito del Gólem (amasijo de tierra o barro al que era
posible insuflar vida trazando sobre su frente la palabra hebrea emet ―«verdad»―,
mientras que borrando la primera alef ―de lo que resultaría sólo met, «muerto»― se
le devolvía a la inexistencia) y vencer a la muerte. Aquí, el objetivo parece ser lograr
que lo textual (griego) no se agote jamás por medio de la construcción de una
«palabra única» que no puede dejar de recordarnos a los nombres de Dios o a los
onomata barbara: «Quién fue feliz, quién no / ¿Y después? / Todos terminamos
igual al final quedan / Una saliva amarga y grabados sobre el rostro sin afeitar /
Caracteres griegos que pugnan por ajustarse unos con otros de modo que / La palabra
de tu vida la única si…»286. Éste puede ser, por tanto, el objetivo general de la
combinatoria elitiana, dispersa a lo largo de todos sus libros e imbricada en el núcleo
mismo de su quehacer poético.
Un primer caso de permutación, acaso el más claramente adscribible a ese
procedimiento, lo encontramos en los anagramas del «Génesis» del Axion Estí,
evocados más tarde además en la introducción a María <efeli, «La presencia». Si
bien Dimitris Tsecuras ha afirmado que son las letras las que transmiten en ellos el
sentido de modo exclusivo287 ―más habría acertado de situar dicha clave en el
movimiento y la articulación sintáctica de las letras, que compendia en parte la
sustancia dinámica y proliferante de la poesía entendida como recomposición―,
hemos de atender ante todo al conjunto de las palabras, en las cuales Elitis parece
poner el acento. Lo hace en el propio «Comentario al Axion Estí», donde alerta de la
necesidad de entenderlas, pese a su vaciedad semántica, en el seno del sistema de la
lengua griega, como evocadoras indecidibles de viejos dialectos arcaicos y, en
consecuencia, como compendios de la potencia poética y trascendental del idioma en
su totalidad suprahistórica: «Las palabras han sido elegidas para que con el anagrama
adquieran color antiguo, presentando al mismo tiempo los principales motivos de mis
286
«Ποιος ευτύχησε, ποιος όχι / Και ύστερα; / Ίσα τερµατίζουµε όλοι στερνά µένουν / Ένα σάλιο
πικρό και στο αξύριστό σου πρόσωπο / Χαραγµένα ψηφία που το ένα στο άλλο ν’ αρµοστούν
αγωνίζονται ώστε / Η λέξη της ζωής σου η µία εαν…», ELITIS, O. (2002), pp. 559-560.
287
Cfr. TSECURAS, D. (1995-1996), p. 188.
3.1. Una Cábala griega 1001
288
«Οι λέξεις διαλέχτηκαν για να παίρνουν µε τον αναγραµµατισµό τους αρχαιότερο χρώµα,
υποδηλώνοντας συνάµα τα κύρια µοτίβα των ποιηµάτων µου και τον στίχο του Rimbaud ―l’ eternité:
c’est la mer mêlée au soleil…», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 51.
289
En lo cual podemos rastrear también la suplantación del pensamiento metafísico del ser y de la
identidad como eje de la grecidad por el pensamiento judío de la alteridad, en distintos niveles.
290
«Le caractère écrit chinoise, matériau poétique», 1908, cfr. LAGEIRA, J. (2006), pp. 42-46.
291
En «Religion du signe» y otras prosas al respecto, cfr. GENETTE, G. (1976), pp. 334-344.
1002 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Dejando de lado que dos de estas palabras son elementos dadores de significado
reabsorbidos aquí por las hebras de la escritura (el sol y Elitis), como expliqué más
arriba, hay algunas cosas que llaman poderosamente la atención en el aspecto visual.
Y es que se diría que Elitis, no contento con desordenar las letras de los nombres e
imposibilitar una lectura recta y transparente, ha desplazado al menos dos de estos
términos hacia el ideograma: en primer lugar «mar», θάλασσα, cuyas tres primeras
letras picudas parecen simular el símbolo que lo representaba en los alfabetos más
primitivos dibujando las olas (ΑΛΑ), pero también «sol» (ήλιος), que al colocar en
primer lugar la ómicron mayúscula (O) parece aludir de manera inmediata a su
forma. Acerca del valor de la anteposición de la ípsilon en el nombre del poeta
hablaremos un poco más adelante. No obstante, además de esta subversión
antiteleológica de la historia de la escritura ―que proyecta en diversos frentes la idea
misma que guía esta combinatoria incomprensible―, puede señalarse también la
polisemia a que invita el primer término, que remarca asimismo la concepción
temporal que guía todo el proceso: ΡΩΕΣ no sólo contiene las letras del nombre del
dios Eros, sino también las de la palabra «horas» (ώρες), convenientemente
desordenadas para aludir a una temporalidad que se trastoca en la lectura; asimismo,
con la salvedad de que contiene la letra omega donde correspondería encontrar la
ómicron, constituye un homófono de ροές, «curso» o «fluido», término derivado del
verbo ρέω empleado por Heráclito y que podemos entender como una alusión al
devenir ―además de a la propia categoría presocrática de todo el constructo― que
rige la lógica temporal de lo poético (en la antilinealidad del tiempo que se funda en
el instante y que en los isomorfos del hiato o en la arborescencia de la textualidad
puede recorrerse en todas direcciones) para Elitis.
El autor, en texto ausente de la edición del «Comentario al Axion Estí», según
expone Elena Cutrianu292, relacionó los anagramas con la profecía o el discurso
profético. No andamos muy lejos ―pese a las distancias― de la concepción
abulafiana de la combinatoria mística. En el caso de Elitis hay que apelar en este
sentido al inconsciente, que funciona como desencadenante del discurso
anagramático ―en la medida en que su tiempo es el tiempo del devenir y del instante
vertical, el del alfabeto y la textualidad, y no el de la historia o la vida― por medio
del sueño en que al principio del himno quinto se encuentra sumido el poeta. Es en su
interior donde lee estas palabras trazadas escrituralmente por las muchachas blancas
292
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 274.
3.1. Una Cábala griega 1003
293
«Μικρές φωνές πουλιών και υακίνθων / ή άλλα λόγια του Ιουλίου», ELITIS, O. (2002), p. 127.
294
Cfr. IVANOVIC, V. (1991), p. 998.
1004 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
295
«Κει που κοιµόµουνα µε τό ’να πλάι / λάλησε πιο δυνατά ο βοριάς / Και είδα / Κόρες όµορφες
και γυµνές και λείες ωσάν το βότσαλο / µε το λίγο µαύρο στις κόχες των µηρών / και το πολύ και
πλούσιο ανοιχτό στις ωµοπλάτες / να φυσούν όρθιες µέσα στην Κοχύλα / Και άλλες γράφοντας µε
κιµωλία / λόγια παράξενα, αινιγµατικά: / ΡΩΕΣ, ΑΛΑΣΘΑΣ, ΑΡΙΜΝΑ / ΟΛΗΙΣ, ΑΪΑΣΑΝΘΑ,
ΥΕΛΤΗΣ», ELITIS, O. (2002), p. 127.
296
«Κι είναι από τότες λέω ―είναι η ίδια η θάλασσα / φτάνοντας µες στον ύπνο µου πού ’φαγε τη
σκληρή την πέτρα / κι άνοιξε τ’ αχανή διαστήµατα. Λόγια που έµαθα / σαν περάσµατα ψαριών
πράσινα / µε γαλάζια κιµωλία χαρακωµένα / παραµιλητά που ξυπνητός ξεµάθαινα / και πάλι
κολυµπώντας ένιωθα κι ερµήνευα», Ibidem, p. 371.
297
«Εγώ άκουσα / βουή σαν από πελαγίσιον κοχύλα / και στρέφοντας µέσα στο φως άξαφνα είδα /
τέσσερα µελαψά στην όψη αγόρια / όπου φυσούσαν κι έσπρωχναν έσπρωχναν κι έφεραν / κοµµάτι
γης φτενό ζωσµένο στην ξερολιθιά / όλο όλο εφτά ελαιόδεντρα / κι ανάµεσό τους γέροντας έµοιαζε
βοσκός / το πόδι του ξυπόλυτο πάνω στην πέτρα», Ibidem, pp. 371-373.
3.1. Una Cábala griega 1005
borrado sobre el rostro vuelve además a recordarnos el mito del Gólem: «“Estas son
las grandes tristezas / que se inscribirán en tu rostro / pero yo te las borraré con esta
misma mano / que las trajo”»298.
En el texto que abre María <efeli, «La presencia», el eco de estos anagramas
que han retejido la textualidad de la naturaleza para blindar el espacio del helenismo
contra la visibilidad perfecta de las Luces y el claroscuro es más claro y se ejerce
sobre el nombre mismo de la heroína. El Antifonista y María Nefeli saltan juntos de
noche la verja del museo ―un museo que por diversas informaciones biográficas y
por la alusión a una estela que se conserva allí puede identificarse como el
Arqueológico de Paros― y contemplan una placa funeraria donde se halla
representada una muchacha que sostiene un pájaro entre las manos. Sobre la imagen
hay una inscripción griega semiborrada que gracias a los huecos en el texto ―los
mismos que servían para construir aquel simulacro de papiro en El Pequeño
<autilo―, es decir, gracias a un espaciamiento literal (introducción del espacio
blanco en la lectura) que reduplica el inherente a toda escritura, hace ilegibles las
palabras grabadas: «A. Pero se había llevado toda la parte superior de la piedra. Y
con ella su nombre. / M. N. ARIM<A… como si aún estuviese viendo las letras
grabadas dentro de la luz… ARIM<A EFI EL… / A. Faltaba. Toda la parte de arriba
faltaba. No había ya letras. / M. N. ARIM<A EFI EL… allí, sobre aquél EL, la piedra
estaba cortada y rota. Lo recuerdo bien. / A. Lo habrá visto en sueños, por eso lo
recuerda. / M. N. En sueños, sí. En un gran letargo que llegará algún día todo luz y
calor y pequeños escalones de piedra. Los muchachos pasarán abrazados por la
calle como en las viejas películas italianas»299. Además de conducir nuevamente,
como si se tratara de un producto o un inductor del inconsciente, al ámbito del sueño
(y a la uTopía que se diría reescrita a partir de la ilegibilidad de estas letras
marmóreas300), el anagrama vuelve a trastocar todo concepto lineal de lectura y nos
sitúa ante el fruto vacío de la permutación de un nombre propio. Las letras del
apelativo de la muchacha se diseminan, se desordenan, se convierten en un enigma
situado frente a otras imágenes de apertura (la tumba, la piedra blanca, el pájaro de
298
«“Τούτες είναι οι θλίψες οι µεγάλες / και αυτές θα γραφτούν στο πρόσωπό σου / όµως εγώ θα
σου τις σβήσω µε το ίδιο ετούτο χέρι / που τις έφερε”», Ibidem, p. 373.
299
«Α. Μά ’χε πάρει όλο το πάνω µέρος απ’ την πέτρα. Και µαζί µ’ αυτήν και τ’ όνοµά της. / Μ. Ν.
ΑΡΙΜΝΑ… σαν να τα βλέπω ακόµη χαραγµένα τα γράµµατα µέσα στο φως… ΑΡΙΜΝΑ ΕΦΗ ΕΛ… / Α.
Έλειπε. Όλο το πάνω µέρος έλειπε. Γράµµατα δεν υπήρχανε καθόλου. / Μ. Ν. ΑΡΙΜΝΑ ΕΦΗ ΕΛ…
εκεί, πάνω σ’ αυτό το ΕΛ, η πέτρα είχε κοπεί και σπάσει. Το θυµάµαι καλά. / Α. Στ’ όνειρό της
φαίνεται θα τό ’χε δει κι αυτό για να το θυµάται. / Μ. Ν. Στ’ όνειρό µου, ναί. Σ’ έναν ύπνο µεγάλο που
θά ’ρθει κάποτε όλο φως και ζέστη και µικρά πέτρινα σκαλιά. Θα περνάνε στο δρόµο αγκαλιασµένα τα
παιδιά όπως σε παλιές ταινίες ιταλικές», Ibidem, pp. 361-362.
300
En 2.1.2.1c (supra) me he referido a la resacralización implícita en esta ilegibilidad que se
reduplica más tarde en una equiparación del tacto del cuerpo desnudo de María Nefeli con la
materialidad indescifrable de las letras.
1006 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
301
Como conjuro contra los «demonios inexorcizables» de que se habla al final del texto (Ibidem, p.
363) entiende Elena Cutrianu el anagrama, CUTRIANU, E. (2002), p. 275.
3.1. Una Cábala griega 1007
palabra que llega a trazarse en el cielo308, o el dios Elén (Ελλέν-Θεός), que ya hemos
visto, como autor del paraíso a que una muchacha le conduce en el mismo sueño309.
La palabra final pronunciada por la adolescente en este fragmento, µπορεί, «puede»,
no sólo remite al nombre Boriana, sino que de algún modo abre a una posibilidad
infinita en este juego entre el inconsciente y la escritura que representa la
combinatoria: el espaciamiento de una revelabilidad que promete una libre
(re)construibilidad sobre el hueco del vacío semántico.
Términos muy semejantes a estos de «Los sueños», y siempre dentro de los
límites morfológicos y gramaticales del griego, encontramos en poemas como
«Through the mirror», de María <efeli. La vinculación entre la combinatoria o la
manipulación escritural y el mundo invertido ―espacio de lo poético, recomposición
del mundo que genera un paraíso por mera intervención sintáctica― del espejo se
hace muy evidente. La heroína aspira a descender los clásicos siete cielos para pasar
al otro lado y allí encontrar una serie de palabras-señales misteriosas, una suerte de
anclaje con lo inconsciente y la trascendencia que generará heliotrópicamente el
espacio de una sacralidad. Será de nuevo la tierra, en este caso a través de anémonas
que funcionarán como receptores sobrenaturales, la que se exprese a través de
escrituras ilegibles y palabras asemánticas en las cuales se ha operado, como
demuestra Elena Cutrianu310, una combinatoria: en Αστεροβαδών podemos leer la
conjunción de αστέρι (estrella) y βαδίζω (caminar) ―además de una lejana
referencia a Abadón, el ángel del Apocalipsis, que aparece en otro punto del libro―;
en Ιδιολάθης la de ίδιος (mismo, propio) y λάθος (error), y en Μίκυον una evocación
de Μίκα, personaje de los poemas de Safo. No obstante, lo que se remarca es una
nueva ilegibilidad de la naturaleza, una inversión o recomposición poética presentada
una vez más bajo la forma de una alteración perfectamente griega en el orden de las
letras y que constituye una llamada a la interpretación o a la penetración del secreto.
Las escrituras indescifrables nos religan del modo más puro: sin que sepamos, como
en la mística más extremada, a qué concretamente. Los enigmáticos neologismos se
limitan a generar un incremento de sentido que amplía los bordes del texto del
mundo de la misma manera que la apelación a una trascendencia o un otro lado
308
Se opera aquí una tematización del enigma escritural relacionado con el deseo. La ortografía, la
materialidad de la escritura, se convierte en un cierto misterio para el sujeto: «Cuando paso delante de
ellos, uno de los niños mueve la mano muy deprisa en el aire a derecha e izquierda y veo formarse en
la oscuridad, en luminosas letras rojas, la palabra “Borianna”. No me intriga tanto el significado que
pueda tener la palabra como su ortografía. ¿Con dos enes… por qué razón? ¿De dónde lo han
sacado?» («Την ώρα που περνώ, ένα παιδί απ’ αυτά κουνά γρήγορα δεξιά και αριστερά το χέρι του
στον αέρα και βλέπω να σχηµατίζεται στο σκοτάδι µε κόκκινα φωτεινά γράµµατα η λέξη
“Μποριάννα”. ∆εν απορώ τόσο για τη σηµασία που µπορεί να έχει η λέξη αυτή όσο για την
ορθογραφία της. Με δυο νυ… για ποιο λόγο; Πού το βρήκανε;»), Ibidem, pp. 227-228.
309
Ibidem, p. 230.
310
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 480, nota 93.
3.1. Una Cábala griega 1009
amplía sus límites materiales y cognoscibles: «bajar todos los siete cielos hasta que //
el reflejo / de los ángeles me arrebate / Yanis Ana Nicos con enormes / alas como los
de El Greco / suspendidos comiencen lentamente / una salmodia y abran de nuevo las
ventanas / se comuniquen los floristas con enormes anémonas / pasadas por sus
orejas como auriculares; // palabras-señales misteriosas / “Asterovadón” “Idiolacis”
“Mikion”, lo cual quiere decir / que se ha cumplido vuestra voluntad, y la voz de la
tierra / se confirma ya en las flores»311. La mayúscula y las desinencias sugieren que
nos encontramos ante nombres propios, lo cual podría evocar los Nombres de Dios
cabalísticos, también vacíos de sentido como hemos visto, o bien los catálogos de
potencias angélicas que algunos adeptos de la Cábala utilizaban para la meditación.
Más claramente podemos observar esta segunda tendencia en «El paraíso original»,
también de María <efeli, donde el Antifonista alude a una serie de ángeles y
arcángeles de nombres inventados que gobiernan el territorio paradisíaco de su
infancia, donde todo es puro y no existe la muerte ni el pecado. La sonoridad
claramente bíblica de estas palabras, mezcladas con los nombres de ángeles
auténticos, otorga al pasaje un eco veterotestamentario que no carece acaso de un
punto de ironía: «En un lecho de hierbas mamaba hierbaluisa / y los Arcángeles
todos Miguel Gabriel / Uriel Rafael / Gavudelón Akir Arfugitón / Velujós Sabuleón
se reían moviendo / sus cabezas doradas»312. Podríamos encontrar vagas referencias
a los ladridos de un perro (γαβ – Γαβουδελών), o bien a las flechas (βέλη –
Βελουχός), pero en general se trata de términos enteramente vacíos de sentido, que
simulan por sus terminaciones nombres angélicos exclusivamente generados para
este paraíso personal y poético. La escritura, mediatizada o no por la ironía, deviene
Escritura.
Otras palabras enigmáticas aparecen en el «Miércoles, 29» del Diario de un
abril invisible como espectros que desencajan la identidad del sujeto. Su poder
preformativo, además de su condición de objetos reales y perceptibles, queda de
manifiesto en el hecho de que, mezclados con los ruidos de otras presencias
fantasmales en medio de la noche, inducen al sujeto a mirarse en el espejo tratando
de reconocerse. El espejo ya no es, pues, el espacio de otro mundo, sino la superficie
de recuperación de la memoria y el lugar que los términos enigmáticos, como malas
hierbas ―la apelación a las hierbas y al espejo resalta un cierto paralelismo con
311
«Να κατεβώ και τους εφτά ουρανούς εωσότου // η αντανάκλαση / των αγγέλλων µ’ αρπάξει / ο
Γιάννης η Άννα ο Νίκος µε πελώριες / φτερούγες όπως του Θεοτοκόπουλου / µετεωρισµένοι
αρχίσουν σιγανά / µία ψαλµωδία και ανοίξουν πάλι τα παράθυρα / επικοινωνήσουν οι ανθοπώλες µε
τεράστιες ανεµώνες / περασµένες στ’ αυτιά τους σαν ακουστικά· // σήµατα-λέξεις µυστηριώδεις /
“Αστεροβαδών” “Ιδιολάθης” “Μίκυον” ―οπού σηµαίνει / έχει συντελεσθεί το θέληµά σας, κι η φωνή
της γης / επαληθεύεται ήδη στα λουλούδια», ELITIS, O. (2002), p. 378.
312
«Στην ευνή των βοτάνων βύζαινα τη λουίζα / κι οι Αρχάγγελοι όλοι Μιχαήλ Γαβριήλ / Ουριήλ
Ραφαήλ / Γαβουδελών Ακήρ Αρφουγιτόνος / Βελουχός Ζαβουλεών γελούσαν σαλεύοντας / τις
χρυσές τους κεφαλές», Ibidem, p. 398.
1010 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«Through the mirror»313― o como señales nuevamente de una realidad otra (¿la de la
muerte?), han venido a desencajar y a poner en cuestión. Las palabras específicas,
que pueden evocar algunas existentes (ύρφη acaso recuerde a τύρφη, la turba de una
roca, o δελεάνα, más nítidamente, a δέλεαρ, cebo o señuelo, así como al verbo
δελεάζω, engañar o seducir), presentan en general una estructura menos griega de lo
habitual y cifran su poder de inserción de otro mundo en éste, de conmoción absoluta
del lugar y de lo real ―hasta el punto de incitar a una zambullida en la memoria
griega del autor―, en su carencia de significado. Son, acaso, los nombres propios de
una botánica del otro mundo que logra su intersección con el nuestro de acuerdo con
la misma lógica heliotrópica por el cual lo crea en su invocación vacía. Su aparición
repentina suscita un deseo imperioso de auto(rre)conocimiento que parece revelar al
sujeto como el otro de sí mismo, de acuerdo con un gesto griego de exceso de la
identidad que aquí parece suscitar una leve angustia. La contemplación del paisaje de
Corfú y los jóvenes barbudos en el espejo ―que actúa como una pantalla de cine―
puede remitir acaso a los años del servicio militar, que Elitis hizo en la década de los
treinta en esa ciudad: «Hay noches últimamente en que oigo sandalias sobre las
baldosas, susurro de telas y palabras desconocidas que parecen amargas y fuertes
como malas hierbas: “irfi” “saraganda” “tíndelo” “deleana”… Hasta que ya me harté
ayer por la noche y me planté desnudo ante el espejo. / Es verdad, no me parecía en
nada. Tenía el pelo echado hacia delante y las líneas del rostro duras. En el dedo
corazón llevaba un anillo enorme, con sello. Y al fondo de mi alcoba había otros dos
jóvenes barbudos, serios. / Por lo demás el paisaje recordaba a Corfú»314.
Atención especial merece también la explícita combinatoria por la que se crea
el término Αλγρεύς en el acróstico alfabético del Pequeño <autilo. Su aspecto y su
morfología evocan, además, de un modo especialmente poderoso, el nombre de un
dios o un héroe mitológico. Y tal cosa parece ser el Poeta en opinión de Elitis, en la
medida en que el término, compuesto por la fusión de las palabras clásicas ἄλγος
(dolor) y ἀγρεύς (cazador), lo designa a él como «cazador del dolor», es decir,
conjurador del mal, en coherencia absoluta con la intención programática de la magia
verbal de la poesía expresada en sus ensayos. La escritura griega se asocia
frecuentemente en su obra, como veremos en el próximo capítulo, a la caza: trampa
dispuesta para capturar al absoluto en su devenir, persecución de la luz o caza de
313
Cfr. la observación al respecto en CUTRIANU, E. (2002), p. 300.
314
«Είναι κάτι νύχτες τώρα τελευταία, που ακούω πέδιλα στις πλάκες, θροΐσµατα υφασµάτων και
λέξεις άγνωστες που µοιάζουν πικρές και δυνατές σαν αγριόχορτα: “ύρφη” “σαραγάνδα” “τίντελο”
“δελεάνα”… Ώσπου πια “µου την έδωσε” χθες βράδυ και στάθηκα γυµνός µπρος στον καθρέφτη. /
Αλήθεια, δεν έµοιαζα καθόλου. Είχα µαλλιά ριχµένα προς τα εµπρός και τα χαρακτηριστικά του
προσώπου σκληρά. Στο µεσαίο δάχτυλο φορούσα δαχτυλίδι βαρύ, µε βούλα. Και στο βάθος του
δωµατίου µου έστεκαν δυο άλλοι νέοι γενειοφόροι, σοβαροί. / Κατά τα άλλα το τοπίο θύµιζε
Κέρκυρα», ELITIS, O. (2002), p. 486.
3.1. Una Cábala griega 1011
315
Cfr. DRUCKER, J. (1995), p. 84. Véase asimismo el amuleto reproducido en esa página, donde el
nombre ABRAXAS, en griego y en mayúscula, aparece circundado por un uroboro y coronado en la
parte superior por la fórmula Ι Α Ω, que simboliza la identidad del alfabeto con el cosmos: iota, el
universo, ha surgido de alfa para llegar a omega, su renovación, o bien, en otras versiones, Jesús (cuya
letra inicial es iota) constituye el principio y el fin del mundo. No deja de haber una cierta
identificación profética entre el Poeta y Jesucristo, identificación que hemos rastreado por extenso
más arriba.
1012 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
316
En efecto, las palabras «verdad» o «nada» se suelen repetir tres veces, cfr. CUTRIANU, E. (2002),
p. 291.
317
«Αλλά κιόλας λιγόστευαν τα λόγια Τί να πεις πια Τέτοια είναι η αλήθεια», ELITIS, O. (2002),
p. 208.
318
«Τέτοια η αλήθεια Όταν αποτραβήχτηκαν τα λόγια τί να πεις πια», Ibidem, p. 208.
319
«Μ’ ένα τίποτα έζησα Μονάχα οι λέξεις δε µου αρκούσανε», Ibidem, p. 209.
320
«Και παντού στις βρύσες και στα δεντρολίβανα εκµυστηρευµένο ένα πατέρ ηµών που ανέβαινε
πριχού σπάσει σε δρόσο», Ibidem, p. 208.
3.1. Una Cábala griega 1013
repite el padrenuestro: «Padre nuestro que estás en los cielos yo que he amado yo
que he mantenido a mi muchacha como un juramento que he llegado a atrapar el sol
por las alas como una mariposa Padre nuestro / He vivido con nada»321. Ya en la
tercera sección, la declaración de insuficiencia de las palabras trata de ser subsanada
con la escucha de unos sonidos naturales que sin embargo no bastan en la medida en
que apenas si constituyen onomatopeyas alejadas del sistema de la lengua y de la
permutación alfabética: «En una ráfaga de aire devanando una voz de otro mundo
mis oídos fjia fjiu fjiu concebí tantas cosas Qué puñados de piedras brillantes
qué cestas de abejas frescas y cántaros hinchados donde se oía ffff tronar al aire
cautivo»322. Grandes imágenes, deslumbrantes, pueden extraerse del vacío ―de la
nada o el punto― existente en el interior del cántaro, pero aun así sigue anhelándose
«algo», una verdad que venza acaso a la muerte pero que, ante todo, pueda quedar
atrapada en una red como si se tratara de una criatura superior: «Algo algo Algo
demoníaco pero que quede atrapado como en una red bajo la forma del Arcángel»323.
Siguiendo la lógica de la caza o de la trampa, no nos cuesta deducir que ha de ser la
escritura griega, sus operaciones combinatorias de vaciado semántico, la que
construya una red semejante ―red expansiva del texto, textualidad que se reteje
rizomáticamente en la dialéctica lectura-escritura― con el fin de atrapar lo Otro o
generarlo heliotrópicamente. Ello sucede, como en «Antes que nada, la poesía», en
una mezcla del delirio profético con la transcripción perfectamente articulada de los
sonidos de la naturaleza, integrados oscuramente en el sistema de la lengua griega (se
trata, pues, una vez más, de una mera traducción intralingüística): «Yo deliraba y
corría Llegué imprimir las olas desde la lengua en el oído»324. El delirio remite
nuevamente, según ha señalado Elena Cutrianu, al discurso de la naturaleza ―de la
combinatoria griega― como discurso del inconsciente325. En un diálogo con los
árboles, el poeta transcribe precisamente una serie de palabras incomprensibles que
coinciden en parte con las que, leídas en árboles y olas, habían desencadenado la
misión poética en «Antes que nada, la poesía»: «―Eh álamos negros gritaba y
vosotros árboles azules ¿qué sabéis de mí? ―Zoi zoi zmos ―¿Eh?¿qué? ―Aríio
321
«Πάτερ ηµών ο εν τοις ουρανοίς εγώ που αγάπησα εγώ που τήρησα το κορίτσι µου σαν όρκο
πού ’φτασα να πιάνω τον ήλιο απ’ τα φτερά σαν πεταλούδα Πάτερ ηµών / Μ’ ένα τίποτα έζησα»,
Ibidem, p. 208.
322
«Σ’ ενός περάσµατος αέρα ξεγνέθοντας απόκοσµη φωνή τ’ αυτιά µου φχια φχιου φχιου
εσκαρφίστηκα τα µύρια όσα Τί γυαλόπετρες φούχτες τί καλάθια φρέσκες µέλισσες και σταµνιά
φουσκωτά όπου άκουγες ββββ να σου βροντάει ο αιχµάλωτος αέρας», Ibidem, p. 209.
323
«Κάτι κάτι Κάτι δαιµονικό µα που να πιάνεται σαν σε δίχτυ στο σχήµα του Αρχαγγέλου»,
Ibidem, p. 209.
324
«Παραλαλούσα κι έτρεχα Έφτασα κι αποτύπωνα τα κύµατα στην ακοή απ’ τη γλώσσα»,
Ibidem, p. 209.
325
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 292-293.
1014 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
izimos zmos ―No he oído ¿qué cosa? ―Zmos zmos adismo»326. La combinatoria
griega ―pues eso es lo que encontramos aquí― puede revelar el discurso de la
naturaleza y ponernos en contacto con los abismos (a ello remite precisamente la
palabra clave que analizaré enseguida, άδυσος) del inconsciente donde es posible que
resida la verdad. En la Cábala encontramos ideas asombrosamente semejantes327.
Basta, en cualquier caso, con que se trate de una construcción verbal inserta en la
gramática de la lengua, y no de simples balbuceos onomatopéyicos que pretendan
romper su relativa sistematicidad. El objeto es dinamitar el mecanismo de la
significación en la lengua para imponer una forma de la significancia, no hacer
estallar por completo su mecanismo para sustituirla por un código más inmediato. No
hay pretensión alguna de inmediatez en la verdad elitiana, como estamos viendo. Por
el contrario, es en la sucesión de escrituras e interpretaciones, en la acumulación de
ilegibilidades, donde puede suscitarse algo semejante a la verdad.
Entre las palabras que pronuncian los árboles ―y que responden en primer
lugar a un intento de autoconocimiento del sujeto a través de la naturaleza («¿qué
sabéis de mí?»)―, podemos reconocer la secuencia «θόη θόη θµος», que aparecía ya
en «Antes que nada, la poesía». Se trata en cualquier caso de palabras
incomprensibles, carentes de significado, pero de cuya estructura morfológica y
silábica griega pueden deducirse algunos sentidos combinados por el autor u
ofrecidos a una combinatoria del lector328. Según Andreas Belesinís, la primera
secuencia evoca el nombre de una diosa mencionada en la Ilíada ―el elemento ya de
una sacralidad natural, pagana―, mientras que la segunda es una terminación
habitual en el griego, en palabras como βαθµός, σταθµός, ο ρυθµός329. Parece claro
que existe una velada referencia a dos conceptos fundamentales en la versificación y
la arquitectura del poema, que ya hemos repasado: el propio ρυθµός (ritmo) y
αριθµός (número), como ha señalado Elena Cutrianu330. Ello incidiría aún más en la
necesidad de la estructura, de la organización mental ―si bien desde una perspectiva
326
«―Ε καβάκια µαύρα φώναζα κι εσείς γαλάζια δέντρα τί ξέρετε από µένα; ―Θόη θόη θµος
―Ε; τί; ―Αρίηω ηθύµως θµος ―∆εν άκουσα τί πράγµα; ―Θµος θµος άδυσος», ELITIS, O. (2002),
p. 209.
327
El Ma‘yan ha-Hokhmah (La Fuente de Sabiduría) dice que cuando se combinan las letras del
Tetragrama o del alfabeto hebreo, se obtiene el conocimiento total y entonces «you will understand
the words of man, the speech of domesticated animals, the chirping of birds, the utterances of wild
animals, and the barking of dogs; [all of] which are accessible for the wise to know. From thence you
will become enlightened in the highest of the levels: namely, comprehending the conversations of
palm trees, the vocalizations of the seas, and the perfection of hearts and innermost thoughts. Finally,
you will attain complete clarity and tranquility, in order to consider the thought of the Supreme One,
who dwells in the Ether; there is no level higher than this», VERMAN, M. (1992), p. 53. También Elitis
parece querer acceder aquí tras el discurso de la naturaleza a las alturas de una trascendencia
heliotrópicamente constituida.
328
Es lo que Andreas Belesinis ha denominado una «asemia parcial», BELESINIS, A. (1999), p. 107.
329
Cfr. Ibidem, p. 108.
330
CUTRIANU, E. (2002), p. 293.
3.1. Una Cábala griega 1015
331
Cfr. BELESINIS, A. (1999), p. 109.
1016 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
332
Esta última posibilidad la aporta MITSAKIS, C. (1997), p. 441.
333
«La lectura (ese texto que escribimos en nuestro propio interior cuando leemos) dispersa,
disemina; o, al menos, ante una historia […], vemos perfectamente que una determinada obligación de
seguir un camino (el “suspenso”) lucha sin tregua dentro de nosotros contra la fuerza explosiva del
texto, su energía digresiva: con la lógica de la razón (que hace legible la historia) se entremezcla una
lógica del símbolo. Esta lógica no es deductiva, sino asociativa: asocia al texto material (a cada una de
sus frases), otras ideas, otras imágenes, otras significaciones. “El texto, el texto solo”, nos dicen, pero
el texto solo es algo que no existe: en esa novela, en ese relato, en ese poema que estoy leyendo hay,
de manera inmediata, un suplemento de sentido del que ni el diccionario ni la gramática pueden dar
cuenta», BARTHES, R. (1987), p. 37.
3.1. Una Cábala griega 1017
334
En otro pasaje de escritura, el «Bosque de las vocales» del Pequeño <autilo, aparece
sintomáticamente la palabra άδυτον en el catálogo del poeta.
1018 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
335
Dada la variación alfabética del término άδυσος, se diría que se trata más bien de una
reconstrucción. Incluso el paraíso necesita ser reconstruido más allá de sí mismo en esta lógica de la
escritura.
336
«Ώσπου τέλος ένιωσα κι ας πα’ να µ’ έλεγαν τρελό πως από ’να τίποτα γίνεται ο
Παράδεισος», ELITIS, O. (2002), p. 209.
3.1. Una Cábala griega 1019
[aire
Y necesito tierra, que permanece cerrada y clausurada
Cerrojos puertas escuchas tras los muros timbres; nada. ¡Ah
Cosas creíbles, habladme! Muchachas que aparecisteis de tanto en tanto
Dentro de mi pecho y vosotras viejas alquerías
Grifos olvidados abiertos en los jardines adormecidos
337
Elena Cutrianu lo ha considerado incluso una reescritura de ese poema, cfr. CUTRIANU, E.
(2002), p. 302.
338
Cfr. «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 407.
1020 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Así pues yo, habituado a acortar las iotas y alargar las ómicron
Forjo ahora un verbo; como el ladrón su llave maestra
Un verbo en –ago o –alo o –evo
Algo que te oscurezca por un lado hasta que
Aparezca el otro. Un verbo con escasas vocales pero
Muchas consonantes totalmente oxidadas capa o cita o taf
Compradas a precios de saldo en los almacenes de Hades
Pues desde esos lugares te deslizas
Más fácilmente como el fantasma de Darío para aterrorizar a vivos y
muertos
Así que aquello que llamábamos «cielo» no lo es; «amor» no; «eterno» no.
No
Obedecen las cosas a sus nombres. Más cerca del asesinato
Se cultivan las dalias. Y el tardo cazador torna con presas
De un mundo etéreo. Y siempre es —ay— pronto. Ah
Jamás sospechamos cuán minada de divinidad está
La tierra; qué oro de rosa eterna necesita para compensar
El vacío que dejamos, rehenes todos de otra duración
Que la sombra de la mente nos oculta. Así sea
[manifieste
Hay más. No lo diré. Nadie acepta lo gratuito
En el temporal, o pereces, o sobreviene la calma
El poema nos relata pues la creación de este verbo enigmático, sin significado alguno
pero tan inmerso en la gramática griega que posee una de sus desinencias verbales
más frecuentes, como palabra-llave de la poesía. Él conseguirá, gracias al poder de la
escritura griega con que está construido, abrir la tierra y la realidad, romper su
clausura para imponer la circulación significante e imaginal de la poiesis y de la
transparencia. A los ejemplos de onomata barbara que hemos aportado arriba
podemos añadir ahora los que en todo el Mediterráneo sirvieron durante los primeros
siglos de la era cristiana para ascender a los cielos o superar pruebas en el camino
339
«Είµαι άλλης γλώσσας, δυστυχώς, και Ηλίου του Κρυπτού ώστε / Οι όχι ενήµεροι των ουρανίων
να µ’ αγνοούν. ∆υσδιάκριτος / Καθώς άγγελος επί τάφου σαλπίζω άσπρα υφάσµατα / Που
χτυπιούνται στον αέρα και µετά πάλι αναδιπλώνονται / Κάτι να δείξουν, ίσως, τα θηρία µου τα
χωνεµένα ώσπου τελικά / Να µείνει ένα θαλασσοπούλι τ’ ορφανό πάνω απ’ τα κύµατα // Όπως και
έγινε. Όµως χρόνια τώρα µετέωρος κουράστηκα / Κι έχω ανάγκη από γης που αυτή µένει κλειστή και
κλειδωµένη / Μαντάλα πόρτες κρυφακούσµατα κουδούνια· τίποτε. Α / Πιστευτά πράγµατα µιλήστε
µου! Κόρες που εµφανιστήκατε κατά καιρούς / Μέσ’ απ’ το στήθος µου κι εσείς παλαιές αγροικίες /
Βρύσες που λησµονηθήκατε ανοιχτές µέσα στους αποκοιµισµένους κήπους / Μιλήστε µου! Έχω
ανάγκη από γης / Που αυτή µένει κλειστή και κλειδωµένη // Έτσι κι εγώ, µαθηµένος όντας να
σµικρύνω τα ιώτα και να µεγεθύνω τα όµικρον / Ένα ρήµα τώρα µηχανεύοµαι· όπως ο διαρρήκτης το
αντικλείδι του / Ένα ρήµα σε –άγω ή –άλλω ή –εύω / Κάτι που να σε σκοτεινιάζει από τη µία πλευρά
εωσότου / Η άλλη σου φανεί. Ένα ρήµα µ’ ελάχιστα φωνήεντα όµως / Πολλά σύµφωνα
κατασκουριασµένα κάπα ή θήτα ή ταυ / Αγορασµένα σε συµφερτικές τιµές από τις αποθήκες του Άδη
/ Επειδή, από τέτοια µέρη ευκολότερα / Υπεισέρχεσαι σαν του ∆αρείου το φάντασµα ζωντανούς και
πεθαµένους να κατατροµάξεις // Εδώ βαρεία µουσική ας ακούγεται. Κι ανάλαφρα τα όρη ας /
Μετατοπίζονται. Ώρα να δοκιµάσω το κλειδί. Λέω: καταρκυθµεύω / Εµφανίζεται µεταµφιεσµένη σε
άνοιξη µία παράξενη αγριότητα / Με παντού βράχια κοφτά κι αιχµηρά θάµνα / Ύστερα πεδιάδες
διάτρητες από ∆ίες κι Ερµήδες / Τέλος µία θάλασσα µουγγή σαν την Ασία / Όλο φύκια σχιστά και
µατόκλαδα Κίρκης // Ώστε λοιπόν, αυτό που λέγαµε “ουρανός” δεν είναι· “αγάπη” δεν· “αιώνιο”
δεν·. ∆εν / Υπακούουν τα πράγµατα στα ονόµατά τους. Πλησιέστερα του σκοτωµού /
Καλλιεργούνται οι ντάλιες. Κι ο βραδύς κυνηγός µ’ αιθερίου θηράµατα / Επιστρέφει κόσµου. Κι είναι
πάντοτε ―φευ― νωρίς. Αχ / ∆εν υποψιαστήκαµε ποτέ πόσο υπονοµευµένη από θεότητα είναι / Η γη·
τί χρυσός ρόδου αέναου της χρειάζεται ν’ αντισταθµίζει / Το κενό που αφήνουµε, όµηροι όλοι εµείς
µίας άλλης διάρκειας / Που η σκια του νου µάς αποκρύπτει. Ας είναι // Φίλε συ που ακούς, ακούς της
ευωδιάς των κίτρων / Τις µακρινές καµπάνες; Ξέρεις τις γωνιές του κήπου όπου / Εναποθέτει τα
νεογνά του δειλινός ο αέρας; Ονειρεύτηκες / Ποτέ σου ένα καλοκαίρι απέραντο που να το τρέχεις /
Μη γνωρίζοντας πια Ερινύες; Όχι. Νά γιατί καταρκυθµεύω / Που οι βαριές υποχωρούν αµπάρες
τρίζοντας κι οι µεγάλες θύρες ανοίγονται / Στο φως του Ήλιου του Κρυπτού µία στιγµούλα, η φύση
µας η τρίτη να φανερωθεί / Έχει συνέχεια. ∆ε θα την πω. Κανείς δεν παίρνει τα δωρεάν / Στον κακόν
αγέρα ή που χάνεσαι ή που επακολουθεί γαλήνη // Αυτά στη γλώσσα τη δική µου. Κι άλλοι άλλα σ’
άλλες. Αλλ’ / Η αλήθεια µόνον έναντι θανάτου δίδεται», ELITIS, O. (2002), pp. 568-570.
1022 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
hacia la trascendencia340, o bien los que ya en época más reciente aparecen en textos
herméticos europeos de indudable influencia cabalística341. A diferencia de todos
ellos, sin embargo, el catarkizmevo elitiano, que a tantas especulaciones ha dado
lugar, se construye por medio de un procedimiento que nos recuerda más que nunca a
la Cábala de los nombres de Abraham Abulafia.
En efecto, tanto en su construcción ―consciente y minuciosa, como puede
observarse― como en sus resultados, hay mucho en la lógica de catarkizmevo que
evoca el abulafiano «derramar la sangre de las lenguas». Ya no estamos ante el
discurso profético de la naturaleza transcrito por el Poeta. Ahora el texto oracular
―pues catarkizmevo implica también el retejer de un enigma, la producción de una
ilegibilidad que suscita la re-velación del Sol Oculto o de cualquier realidad sagrada
y trascendente― es forjado explícitamente por él con la pretensión de
«desmagnetizar el infinito» reinscribiéndolo en la urdimbre del lenguaje. Lo que
antes lograba άδυσος lo logrará ahora, de modo más explícito y espectacular, este
verbo que va a implicar hasta límites insospechados al lector en la operación mágica
y poética. Como en otras ocasiones, no se trata de un balbuceo primitivista o pueril
que determine una regresión prelingüística; se trata de la revirginización de la propia
lengua devolviéndola a sus materiales constitutivos y apartándola de la caída
utilitaria de la comunicación. Así, su potencia primordial, asemántica, imitativa
(heliotrópica en este caso: la capacidad de generar realidades o dirigir los conceptos
y los objetos que nombra, como veíamos antes), es restaurada y permite acceder a las
alturas del ámbito de la poesía o de la trascendencia. Como ocurre con el cosmos,
con el cual mantiene una relación de plena identidad, la lengua es descompuesta y
recompuesta de acuerdo con las leyes de lo poético342, en una operación de carácter
material y arquitectónico que configura un espaciamiento del espacio, a la vez
construyendo una zona de secreto que refuerza y re-vela aquella a la que el poeta
340
Así, en el misticismo de las hekalot, el adepto había de presentar sellos con onomata barbara en
su viaje celeste, cfr. BUSI, G. (2005), pp. 31-32; del mismo modo funcionaban los llamados
charakteres, símbolos no verbales que Busi describe como habituales en el Mediterráneo de la
Tardoantigüedad y que Elitis coloca ―habiéndolos tomado de un fresco pompeyano que aparece en la
parte opuesta de la página― en la portada del Diario de un abril invisible (cfr. ELITIS, O. (2002), p.
469): «I segni sui sigilli descritti negli Hekalot appartenevano verosimilmente alla grande famiglia dei
simboli magici, chiamati convenzionalmente col termine greco charakteres, che sono attestati a partire
dal II secolo. Diffusi in tutta l’area del Mediterraneo e del Vicino Oriente, questi intrecci di linee, che
terminano quasi sempre con occhielli, compaiono su amuleti, incantesimi, e ricette magiche. / I
charakteres venivano talvolta accostati come se si trattase di segni alfabetici, anche se è chiaro che
rimanevano privi di uno specifico valore semantico. La loro origine rimane oscura, ma è possibile che
designassero anticamente poteri astrali e forse il tracciato di gruppi di stelle. In ogni caso, i loro
contorni servivano a invocare forze sovrumane, che dovevano garantire il successo dell’operazione
magica», BUSI, G. (2005), p. 32. Asimismo, en sectas gnósticas y cristianas, la pronunciación de un
nombre divino sin significado franqueaba la entrada a los cielos, cfr. Ibidem, p. 33.
341
Johann Reuchlin menciona alguno de estos nombres asemánticos como vía de avance en el
ascenso de lo visible a lo invisible, cfr. REUCHLIN, J. (1995), pp. XVI-XVII.
342
Cfr. CONNOLLY, D. (1997), p. 122.
3.1. Una Cábala griega 1023
343
«El “derramamiento de la sangre de las lenguas” a partir de la combinación exhaustiva de las
letras corresponde, en la visión de Abulafia, a la purificación y santificación que se opera mediante el
corte e inscripción del <ombre en el sexo masculino. Deconstruir, dislocar y desmembrar las setenta
lenguas existentes, que provienen de la torre de Babel, para llegar a la lengua adánica representa, en
esencia, su objetivo central. “Circuncidar el Texto”, hacerlo sangrar hasta encontrar en su cuerpo y, de
manera concreta, en su sexo, la huella del Nombre», COHEN, E. (1999), p. 55.
1024 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
344
Ibidem, p. 57.
345
«Only by means of the murder of the languages, spilling of blood, can one attain to the
knowledge of the Name, It seems that Abulafia refers here to the removal of the imaginary structure
characteristic of conventional language. The “blood” of the languages apparently refers to the
imaginative quality of language. If so, the breaking up of the accepted form corresponds to the
purification of the intellect from the imagination, by means of philosophical recognition. This
purification is achieved through letter combination, which returns the languages to their original state:
seventy languages within one language, as it was during the era of Adam», IDEL, M. (1989), p. 27.
346
Dice Abulafia: «It is proper for those who walk on this path to produce on her behalf a new
universe, a language and an understanding», Ibidem, p. 103, y más tarde: «In the future the Holy One,
blessed be He, will reveal His Explicit Name to each and every one of the righteous in the world to
come. By its means are created a new heaven and a new earth, in order that each and every one will be
able to create a new universe», Ibidem, p. 104.
347
Ibidem, pp. 106-107.
348
«La predicación responde así a una noción de la lectura y de la práctica místicas en las que el
lector u oyente es capaz por sí mismo y sin la necesidad de conocer a fondo las implicaciones de
sentido, de llegar a la experiencia de vislumbrar el rostro nominal de la divinidad. En esta dirección,
Abulafia coincide con la idea agustiniana de que las palabras no sólo instan a aprender sino que
conducen a una verdad interior; es decir, que existe la capacidad en el ser humano de experimentar la
verdad del nombre. Desde esta óptica, todos y cada uno de los que siguen paso a paso la prescriptiva
cabalística, independientemente de un saber “autorizado”, pueden tener acceso individual a la esfera
de lo sagrado. Esta noción “no vertical” de la práctica mística conduce a Abulafia a pensar en la
exégesis bíblica no precisamente como un método hermenéutico-interpretativo sino más bien como
una praxis deconstructiva, para hablar en términos modernos, o como una tarea de desarticulación del
sentido mismo. Deconstruir a la manera benjaminiana el lenguaje como instrumento de comunicación
para convertirlo en un vehículo de iluminación. Y así, sólo desarticulando la forma referencial y
representativa de las palabras puede llegarse al conocimiento del nombre de Dios que es, en última
instancia, la única y verdadera gnosis», COHEN, E. (1999), pp. 54-55.
3.1. Una Cábala griega 1025
349
La escritura poética se muestra pues aquí de modo más explícito acaso que en ningún otro lugar
como una máquina de trascendencia. El carácter mecánico y arti-ficial de una poesía que pretende
indemnizar lo natural se pone de manifiesto en el poema de manera especialmente llamativa.
350
«Il cabbalista agisce sulla materia dell’alfabeto con lo stesso spirito con cui l’alchimista tramuta i
metalli, ricavando —attraverso successivi processi di raffinazione— elementi sempre piú puri, e cioè
significati sempre piú profondi e assoluti. La medesima parola ebraica (seraf) indica del resto —e non
a caso— l’atto di liberare il metallo dalle scorie (purificandolo e passandolo attraverso il fuoco) e
l’operazione —o meglio l’arte— di unire, anagrammare e combinare le lettere», BUSI, G. y E.
LOEWENTHAL (1999), p. XXIX; cfr. también BUSI, G. (2005), p. 61.
351
Lo cual equivale a la fusión con el Intelecto Agente preconizada por Abulafia como resultado de
la permutación. En ambos casos profeta o Poeta se encuentran ante la posibilidad de reconfigurar el
mundo de la misma manera en que han reconfigurado las letras.
352
Podemos comparar esta idea con la que Blanchot manifiesta acerca de la negatividad del
lenguaje de la literatura. Hablar sin decir nada es permitir al lenguaje y al mundo mantener la plenitud
o mantenerse en el ser, pues el habla cotidiana de la comunicación sí es realmente negativa a este
respecto, en la medida en que logra abolir el mundo en su decirlo, sustituyendo las cosas por sus
designaciones, obliterando el ser de lo real, cfr. BRUNS, G. L. (1974), p. 201.
353
Este pasaje nos recuerda de hecho a otro de «El sueño de los valientes», en Seis y un
remordimientos por el cielo, donde los personajes, mirando de frente al archiespaciamiento de la
muerte, isomorfo del que establece e inaugura aquí el verbo oscuro, restablecían el nombre verdadero
de las cosas: «recorrían con los ojos las estaciones para devolver a las cosas su verdadero nombre»
(«µε το µάτι εγύριζαν τις εποχές, ν’ αποδώσουν στα πράγµατα το αληθινό τους όνοµα»), ELITIS, O.
(2002), p. 194.
1026 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
dicho algún crítico, sino, con ello, y dado el carácter genesíaco de esta última,
colocarse antes del nacimiento de las palabras, en una indecidible anterioridad a lo
fenoménico reproducida en el interior de la escritura bajo la lógica del reorigen. El
poeta se establece de este modo en esa noche hölderliniana en que la poesía hace
nacer el sol y el día en el interior del poema, y con ello deviene capaz de decir lo
sagrado, de hacerlo incluso nacer; se convierte en un nomoceta platónico que habita
el intersticio de la nada (ese hueco del espaciamiento o de la diferencia primordial
que es khora) donde se originan las cosas del mundo en su nombramiento con
palabras griegas, donde se originan las cosas del mundo como palabras griegas que
han de conformar la textualidad del cosmos. La lengua y la escritura recuperan su
valor y su poder, alejados ya del claroscuro de la significación y sometidos de nuevo
a la pura significancia. De ahí que el verbo vacío aspire a repetir el gesto de la
Creación, una creación imaginal que configurará un mundo segundo, atópico,
espacio de la poesía o de la uTopía griega: «Digo: catarkizmevo / Se presenta
disfrazada de primavera una extraña ferocidad / Con rocas quebradas y matas
puntiagudas por todas partes / Después valles horadados por Zeus y Hermes /
Finalmente un mar mudo como el Asia». Se trata de una sobrenaturaleza
sintomáticamente perforada (como en una representación de la acumulación en
abismo del hiato que representa el orden de la significancia) por la divinidad.
La conducción al vacío de la revelabilidad (indecidido entre una anterioridad
y una posterioridad a lo real, como veremos) que ejerce pues esta combinatoria (el
verbo es construido por medio de una serie de elecciones compositivas relatadas por
el poema: «Un verbo en –ago o –alo o –evo […] con escasas vocales pero / Muchas
consonantes […] capa o cita o taf») tiene que ver ante todo con un deseo de liberar la
mente del significado y del pensamiento racional propios de las Luces y sustituirlos
por la significancia y por una transparencia que no admite sombra o telos («algo que
te oscurezca por un lado hasta que / Aparezca el otro», pues somos «rehenes todos de
otra duración / que la sombra de la mente nos oculta») y por tanto obedece a las
prescripciones de la expresividad griega. En el cortocircuito de la operación lógica
del significado, la mente entra de pronto en contacto con lo Abierto ―a través
también de la sensación, que es el modo de contacto con una escritura reducida a
pura materialidad― y abandona las constricciones del pensamiento racional para
adherirse al territorio atópico y secundario de la imagen: abandona, digamos, el
trayecto o la metaforá cumplidos entre εἴδωλον y εἶδος para extraviarse en el puro
dominio de lo imaginal, de una imaginación cuya metaforá es constante y no transita
hacia instancia alguna definitiva o superior354. Si el verbo catarkizmevo alude a algo
354
Así entienden algunos cabalistas la combinatoria. Por ejemplo, Judah al-Botini, discípulo de
Abulafia, escribe: «[However], he who is an expert in this Way and who knows it, he who is agile and
quick in its perfect execution —his soul expands and finds pleasure. [Such a person] releases thought
3.1. Una Cábala griega 1027
(la posibilidad de re-velación del Sol Oculto y, por consiguiente, de otro mundo), es
a la propia necesidad de perseguir una alteridad que se vierte a través de su cáscara
vacía sobre nuestra realidad, espectralizándola e induciéndonos a una búsqueda más
allá del lugar. Como en el heliotropismo místico, la palabra enigmática tiene el
efecto de descubrirnos habitando en una extranjería insoportable, y en consecuencia
de movernos a un peregrinaje en busca de lo imposible355. Es eso, en realidad, a pesar
de los sentidos rastreables en una combinatoria a posteriori que repasaremos
enseguida ―paralela a la combinatoria a priori que lo ha construido―, lo que dice el
verbo en un nítido juego de alusividad-elusividad: lo imposible, un imposible
conceptuado en el Sol Oculto que se halla en la raíz de la prescripción de toda
escritura ―tal como vimos en el análisis dos capítulos atrás― y que no dejará de
re-traerse sobre su superficie. Su valor performativo, que emblematiza la poesía en
la medida en que efectúa su gesto primordial, es decir, la apertura incesante y
sucesiva del hiato (de ahí su carencia de telos o significado), así como la
multiplicación de la ilegibilidad irreductible a logos (la construibilidad paralógica de
la grecidad, pues), se basa por consiguiente en el gesto griego de habitabilidad de lo
humano: el exceso de la identidad y del lugar en la persecución de lo Otro. Pero ese
Otro, Sol Oculto o imposible que es quien escribe y se escribe en los poemas (es la
huella de un origen siempre anterior que prescribe la necesidad de la escritura para
prolongar su re-velación y seguir ejerciendo su lógica de la ilegibilidad y el traspaso
y se halla inscrita y re-producida en la enigmaticidad de catarkizmevo), se aleja
siempre más dejándonos en el atrio del templo, en los umbrales de una
contemplación total que no puede darse como experiencia por no existir esa
dimensión trascendente en un lugar exterior a la escritura, sino que se limita a darse
a ver exclusivamente en su tener lugar sobre la proliferación y el movimiento
―transporte o metaforá― escenificados por el texto356. De ahí que el Sol Oculto
from the prison of the natural realm and raises it to the Divine realm. [Such a man’s soul] expands and
finds pleasure in this until it feels as if it has separated from the body», BLUMENTHAL, D. R. (1982),
pp. 42-43.
355
La llamada Cábala cristiana se ha expresado de este modo respecto a los términos asemánticos
del lenguaje angélico o mágico. Por ejemplo, Johann Reuchlin: «A questo scopo gli angeli nella loro
clemenza hanno trovato spesso figure, caratteri, forme e parole e hanno proposto a noi mortali queste
formule sconosciute e sorprendente, che non significano nulla secondo l’uso consueto della lingua ma
che ci spingono, provocando la meraviglia della nostra ragione, alla ricerca assidua degli intelligibili,
quindi alla loro venerazione e all’amore. In effetti quelle formule hanno un senso, non però secondo le
regole umane ma secondo la volontà di Dio. […] Le parole prive di significato sono più efficaci dal
punto di vista magico di quelle che ne hanno uno. Qualsiasi parola è efficace in magia in quanto è
formata dalla voce di Dio, infatti ciò in cui la natura esercita anzitutto un potere magico altro non è
che la voce di Dio», REUCHLIN, J. (1995), p. 163.
356
De la misma manera, en la Cábala el conocimiento del Nombre de Dios conduce a un transitar
por los cielos que no resulta sin embargo en una fusión con lo divino. Lejos de la identidad
preconizada por otros misticismos, en la Cábala habitualmente se mantiene la alteridad irreductible de
lo sagrado como espaciamiento perpetuo. La combinatoria nos permite llegar, como mucho, ante el
trono de Dios: «The one who possesses knowledge of the name is transformed into an angelic being
1028 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
and thus receives passage through the heavenly realms until his soul is bound to the throne»,
WOLFSON, E. R. (1994), p. 236.
3.1. Una Cábala griega 1029
357
«Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 408.
358
La misma opinión encontramos en Dimitris Tsecuras, que cree que el único objetivo del verbo es
anular la lógica y llevarnos por medio de un juego verbal al terreno de la poesía, cfr. TSECURAS, D.
(1995-1996), pp. 187-188.
359
Connolly se refiere a este hecho en otro texto (CONNOLLY, D. (1997), pp. 128-129), pero no
parece concederle mayor importancia. Reitera en él, de hecho, su opinión de que catarkizmevo tiene
un valor exclusivamente pragmático y no connotativo o estético (Ibidem, p. 123).
360
David Connolly, «Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G.
(2000), p. 409.
361
CONNOLLY, D. (1997), p, 128.
362
Cfr. JRISTODULU, N. M. (1998), p. 43.
363
Panayotis Nutsos ha rebatido explícitamente la propuesta de Connolly, cfr. NUTSOS, P. (1996), p.
307.
3.1. Una Cábala griega 1031
sólo de la declaración del Pequeño <autilo que ya hemos mencionado («no juego
con las palabras»), sino de la ritualidad que envuelve su pronunciación («Aquí que
suene música grave. Y que livianos los montes / Se desplacen. Es hora de probar la
llave»). Panayotis Nutsos ha querido ver en él, frente a Connolly o Tsecuras, un
intento más serio de decir lo indecible, la inefabilidad a que se había referido con
cierta frustración en el poema del mismo libro «La Pallida Morte» («Pero cómo con
qué / Es posible que se manifieste lo “inefable”»364) y que declaraba ser accesible
para el lenguaje de la naturaleza, pero no para el lenguaje humano. Por medio de este
incremento de sentido, sugiere Nutsos, Elitis quiere conducirnos lateralmente (al
modo de Heráclito «el oscuro», cuya frase acerca de Apolo como el dios que «ni dice
ni oculta, sino que se manifiesta por señales» cita) hacia esa indecidibilidad, hacia el
terreno de lo imposible365. Significar nada es también, aquí, significar la nada, dar a
ver heliotrópicamente aquello que no se deja ver, obligarnos a dirigir la mirada hacia
el espacio inconcebible adonde la dirige catarkizmevo. Pandelís Bucalas considera en
este sentido que estamos ante una suerte de decepción de los nombres ―la
incapacidad de la denominación en terrenos pantanosos y suprarracionales del
conocimiento― y una vuelta hacia la poesía como poiesis en un verbo que trata
primordialmente de atrapar lo inconcebible366. Olvida, a mi juicio, el hecho
fundamental de que, prácticamente desde el principio de su producción, como
venimos viendo ―al menos desde el Axion Estí―, Elitis ha rechazado el proceso
teleológico de la significación para utilizar la lengua al modo de un entramado
rizomático de significancia en que lo trascendente, lejos de ser denominado, es
escenificado, re-producido heliotrópicamente en su tener lugar mismo y no en la
alusión al (por otra parte imposible) lugar de su presencia. En este aspecto,
catarkizmevo compendia a la perfección un impulso permanente de la poética
elitiana.
Su pertenencia indiscutiblemente griega367 (con el característico prefijo κατα-
y la clásica terminación verbal –εύω, elegida según vimos entre otras varias) ha
conducido, como acabo de decir, a buscarle etimologías, componentes léxicos
diversos, rasgos diacrónicos o dialectales368, etc. Cabe resaltar, en cualquier caso, la
364
«Αλλά πώς µε τί / Γίνεται τρόπο να φανερωθεί το “µη λεγόµενον”», ELITIS, O. (2002), pp. 558-
559.
365
Cfr. NUTSOS, P. (1996), pp. 303-304.
366
Cfr. BUCALAS, P. (1991), pp. 377-378.
367
Que, sin embargo, es pertenencia a «otra lengua», el griego como otra lengua (acaso el griego del
griego, que devuelva a la pureza primordial de sus meros materiales el idioma), o bien el griego como
la lengua otra que dice la diferencia y, por tanto, produce la revelabilidad en que se promete el
retorno de lo sagrado.
368
En la medida en que podría tratarse de una de esas producciones que hemos visto en que Elitis
imita dialectos de época clásica poniendo el acento meramente en la apariencia visual y fónica del
constructo.
1032 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
doble presencia de la letra talismán ípsilon, así como la inclusión de las secuencias
-αρ- y -θµ-, tan importantes en el poema gemelo «Tres veces la verdad». Ello hace
pensar, antes que nada, en una nueva apelación al número (αριθµός) en combinación
con el discurso y el ritmo (ρυθµός), como atributos principales de una poiesis
efectiva. Sin embargo, se ha aludido a otras palabras como componentes o ecos
fónicos y escriturales de la palabra-llave: κατακυριεύω (dominar, dominar otros
mundos abatiendo puertas)369, καταρτίζω (constituir o formar), καταρτύω (en clásico,
preparar o disponer), ρυθµίζω (ritmar), διευθετώ (arreglar, ordenar), o Κυθέρεια
(Citerea, advocación de Afrodita)370. La combinatoria a posteriori es, como vemos,
inmensa, y abarca diversos estratos temporales y culturales del mundo griego. La
escritura griega vuelve a operar como punto exacto desde el cual es posible recorrer
suprahistóricamente el tiempo en todas direcciones (catarkizmevo actúa, pues, como
una suerte de aleph borgiano que nos permite ver todas las derivaciones del
helenismo simultáneamente, a través de una sencilla combinatoria que pone en pie de
manera efectiva una forma de la transparencia). Anula la linealidad de la historia
para sustituirla por su propia temporalidad cimentada en el devenir. Así, el verbo
catarkizmevo puede pertenecer, como han dicho algunos autores, a la prehistoria de
la lengua, adonde Elitis se sitúa como nomóteta o creador con acceso, desde el
presente, a sus fundamentos temporales. No olvidemos sus afirmaciones acerca de la
inmediatez entre un verso de Píndaro y uno suyo como etapas intercambiables de la
historia de la lengua. Las etimologías y la combinatoria, no obstante, no terminan
aquí. Elena Cutrianu ha aludido al prefijo κατα- como la referencia a una inmersión
en el inconsciente371, mientras que Andreas Belesinís372 y Panayotis Nutsos han
aportado la que me parece más importante: άρκυς, red o trampa para cazar. Si bien
David Connolly afirma que lo único que pretende cazar esa red es a los propios
críticos incautos373, no podemos negar que la encontramos en múltiples referencias
de Elitis a la escritura o las formas del hiato, desde el propio apellido de María Nefeli
(que en griego clásico significa «trampa para pájaros»), hasta el cuadro alfabético
que encabeza el volumen de ensayos En blanco (donde se puede leer άγρα φωτός,
«caza de luz», si segmentamos el texto de determinada manera), pasando por el
mismo acróstico combinatorio Αλγρεύς, que ya aludía a la poesía como una caza del
dolor. La red podría aludir, asimismo, al entramado textual que Elitis pretende
expandir por medio de la combinatoria propuesta en «Verbo, el Oscuro» y que sin
369
JRISTODULU, N. M. (1998), p. 44.
370
Todas estas interpretaciones las ha aportado Pandelís Bucalas, que piensa que el verbo dice la
capacidad de la pareja poesía-amor para abrir y fecundar la tierra, cfr. BUCALAS, P. (1991), p. 379.
371
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 302.
372
BELESINIS, A. (1999), p. 188.
373
Cfr. CONNOLLY, D. (1997), p. 129.
3.1. Una Cábala griega 1033
374
Cfr. NUTSOS, P. (1996), p. 304.
375
«Ένας µηχανισµός είναι η Ποίηση, που αποµηχανοποιεί τον άνθρωπο και τις σχέσεις του µε τα
πράγµατα», ELITIS, O. (2000), p. 328.
1034 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Las Elegías de Oxópetra, «El último de los sábados», para atestiguar su éxito:
«Ssssh… nada ya; nada blanco o liso nada ya / Embriagador, melodioso, nada;
ninguna nube iluminada / Por detrás ni compañía de hombre siquiera»376. Sobre ese
vacío ha de irrumpir la muerte y su interminable ciclo de espaciamientos.
376
«Σσσς… πια τίποτε· τίποτε άσπρο ή λείο πια τίποτε / Μεθυστικό, µελωδικό, τίποτε· κανένα
φωτισµένο από το πίσω µέρος / Νέφος ή συντροφιά του ανθρώπου έστω», ELITIS, O. (2002), p. 570.
377
Cfr. COPIDAKIS, M. S. (1991), p. 773.
3.1. Una Cábala griega 1035
378
La ípsilon mayúscula tiene inequívocamente forma de árbol. Un diagrama del cabalista Moisés
Cordovero, en que la letra hebrea he se dibuja como el árbol sefirótico, es decir, como la instancia que
comunica por sí misma las alturas de la divinidad con la Creación y la inmanencia, puede recordarnos
esta lógica intersticial de la letra como árbol de luz, cfr. BUSI, G. (2005), p. 392.
1036 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de ser una búsqueda más allá de la identidad, un exceso de sí que también se traza en
la introducción de una suerte de restancia inabsorbible, un vacío ―el vacío interior
de la ípsilon― que impide la clausura del círculo, en el interior del ser. Mediadora
asimismo entre tierra y cielo, entre inmanencia y trascendencia ―cuyo juego de
interpenetraciones parece emblematizar―, la ípsilon dibuja, tanto en su interior
como en su comportamiento espaciador dentro del discurso, el hiato de la
revelabilidad en que la poética elitiana espera el adviento de un dios. De este modo,
no pertenece tampoco plenamente al ámbito de lo material o lo terreno: su
comunicación con el misterio, su alusión heliotrópica a lo trascendente, confieren
asimismo a todo el alfabeto un valor a la par corpóreo y espiritual, un carácter
sagrado y religioso. Este simbolismo ―que en Elitis trasciende esa mera dimensión,
como veremos, para entrar en el territorio de lo performativo―, sin embargo, no es
nuevo. Ya en la Antigüedad, la ípsilon representaba ideográficamente un entre:
siempre en mayúscula, figuraba la encrucijada moral (o más bien trivio) entre los
caminos del vicio o de la virtud, una disyuntiva ante la que se situaba todo iniciado
pitagórico, que debía elegir entre una de las dos vías. En el cristianismo persistió esta
alegoría ―una de las ramas, la del vicio, era corta y amplia; la otra, la de la virtud,
era por el contrario larga, estrecha y sinuosa―. Pero el cruzamiento no se detiene
ahí: para Pitágoras, además de la vida del hombre enfrentada al dilema entre el vicio
y la virtud, la ípsilon representaba también la unidad entre cuerpo y alma ―la
suspensión entre lo terrenal y lo espiritual, pues―, así como el conjunto del alfabeto
(un solo tronco dividido en vocales y consonantes) e incluso la totalidad del
universo. Constituía, en suma, «la letra filosófica» que aglutinaba valores y
conceptos en su doble dimensión ideográfica y fonética379. Las valencias asociadas a
la intersticialidad y la mediación se acumulan, pues, desde muy antiguo.
Resultan llamativas las coincidencias que como letra emblemática de lo
nacional o lo colectivo pueden establecerse entre la ípsilon griega de Elitis y la bet
judía. Incluso su forma, con un leve giro de noventa grados, es similar: un
semicírculo o tres trazos que se abren por una sola de las direcciones del espacio: ב/
υ. Para la especulación judía y, en especial, para la Cábala, la bet es, ante todo, la
letra con que comienza la Torá, en la expresión be-re’sit («al principio»). Se
entiende, por lo tanto, como lo entiende Elitis, que ha de haber alguna relación entre
su aspecto visual y esta cualidad fundante de la textualidad sagrada y de la Creación.
Las especulaciones al respecto, en el género de los alfabetos, son incontables. La bet,
379
Sobre los simbolismos pitagóricos, cfr. COPIDAKIS, M. S. (1991), p. 772 y DRUCKER, J. (1995),
p. 64.
3.1. Una Cábala griega 1037
cuyo nombre significa «casa»380, inaugura el discurso, le da una morada ―su forma
gráfica puede recordar a un edificio abierto por un costado― en lo trascendente (que
es donde se asienta como primera letra del Texto sagrado), y hace partir la linealidad
y la temporalidad de la palabra ―y, acaso, de la historia teleológicamente dirigida a
la reintegración mesiánica― gracias a su abertura en el sentido de la escritura. La
ípsilon griega posee una importancia semejante en una hipotética economía de la
salvación atribuible al helenismo, pero actúa de modo prácticamente opuesto ―en el
sentido, diríamos, de su propia abertura―: en lugar de inaugurar la sucesividad del
discurso, la disloca expandiendo su espacio más allá de la línea, obligando a la
escritura a salir de la mera linealidad fonocéntrica que equivale a la teleología de la
historia o acogiendo la alteridad en el interior de la palabra. Es isomorfa del instante
que escande la horizontalidad del tiempo mensurable por medio de una intervención
vertical. Quiebra asimismo, como el hiato, toda forma de opacidad, e impide, con el
vacío inabsorbible que intercala, cualquier cierre del discurso sobre una identidad
omniabarcadora y, por supuesto, sobre un sentido. Lo que en la Cábala es una tarea
creacional de la Escritura, que funda incluso el espacio y el tiempo381, en Elitis
―donde la escritura también precede a lo real, o lo configura― es la posibilidad
incesante de un reorigen, de una interrupción del curso de las cosas que haga repartir
el mundo ―que lo re-genere― en cualquier dirección. En ambos casos, sin embargo,
existe la abertura, la posibilidad de lo inesperado ―es acaso a través del hueco de la
ípsilon por donde la escritura griega imita lo imposible― que deja entrar lo Otro y
propicia que siempre quede algo por jugar, que se pueda escribir aún para tratar en
vano de tapar el hueco y cerrar el círculo382. Ese hueco es el hueco de la
revelabilidad, el ámbito y el tiempo, para los judíos, de la espera del Mesías, el lugar
380
Así se hace notar en el Alfabeto de Rabí Aqiva, donde se dice que con la bet ha creado Dios el
mundo, lo ha bendecido y lo arruinará. Ella es la llave de la existencia, cfr. BUSI, G. y E.
LOEWENTHAL (1999), pp. 104-105.
381
Cfr. BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. XXVI.
382
«Casi al final del desfile de las consonantes, el Zohar, por boca de Dios, elige la letra perfecta
para dar comienzo al acto de actos: la bet ( )בde bereshit (“En el principio”), segunda consonante del
alfabeto hebreo, se configura así como un soporte del mundo, como la estructura que apuntala el
despliegue creativo de una divinidad que, de ahora en adelante, se mostrará ante el hombre como una
“casa abierta” y como la arquitectura de una letra cuya configuración icónica apunta a los cuatro
puntos cardinales así como al eje básico y universal; lo alto, lo bajo. En este diseño geométrico se
traduce, en el sentido benjaminiano del término (entiéndase la traducción como la imposibilidad
misma de traducir), el impulso primario de Dios al querer dar forma al universo; y en el aliento que
aspira a la perfección, Él encuentra una figura precisa para desplegarse al tiempo que se mantiene
alejado del hombre. En sus tres líneas (de la bet) se concreta lo que podría llamarse su entramado
sólido; pero a través de la apertura de la letra bet, Dios y su verdad se dejan, a un tiempo, escapar. La
apertura es sin duda libertad y respiro aunque, del mismo modo, esa rendija por donde se filtra la luz
puede conducir a la incertidumbre, al destierro: el espacio y el tiempo por donde ciertamente puede
aparecer de manera inesperada, como diría Benjamín en sus Tesis de Filosofía de la Historia, la figura
del Mesías, el cumplimiento final de la Verdad, pero también el vacío por donde se cuela, sin aviso, lo
siniestro, ese sacer que se sitúa más allá de todo alcance humano y que, en el fondo, no puede ni
podrá ser nunca visto ni tocado», COHEN, E. (1999), pp. 65-66.
1038 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sin lugar donde ha de darse la revelación. Del mismo modo, para Elitis, es la
promesa del milagro, la atopía donde tiene lugar la promesa heliotrópica de lo
sagrado, inscrita se diría sobre las paredes internas de la letra ípsilon.
Su importancia se remarca sin embargo en la combinatoria. Allí introduce el
gesto verdaderamente griego de la intersticialidad y el exceso. Y ello entre otras
cosas porque, en tanto ánfora, se identifica con la justicia ática, con la centralidad
onfálica de lo Egeo cuya prescripción estética se deja ver tanto en las vasijas antiguas
como en los contemporáneos cántaros (υδρία, con ípsilon inicial, puede hacer
referencia a ambos) moldeados por el pueblo. Mijalis Copidakis ha destacado cómo
esta misma palabra, υδρία, fue empleada por Sikelianós en su traducción de la
célebre «Ode on a Grecian urn» de Keats («Σε µία Ελληνική υδρία»), donde leemos
un verso clave desde este punto de vista: «O Attic shape! Fair attitude!»383. La forma
perfecta, la estética propia del punto exacto imbuida de implicaciones morales, se
tematiza ya en este texto que podemos considerar sin duda reapropiado por Elitis
para construir su apreciación de la ípsilon, que es la urna misma inserta en la
escritura como muestra de exactitud, pureza y diferencia griega. De ahí que la ípsilon
desempeñe un papel fundamental en la más importante combinatoria practicada por
Elitis: la que le llevó a construir su propio pseudónimo. Apellidado de nacimiento
Alepudelis, Elitis quiso encontrar un nom de plume que alejara toda alusión a la
empresa de jabones de su familia, cuyos beneficios, por otra parte, ayudaron toda su
vida a mantenerlo. El objetivo era desligar de la manera más completa posible su
quehacer poético de toda actividad utilitaria y mercantilista. Definirse, incluso,
contra ella. De este modo, una combinatoria en que la ípsilon iba a desempeñar un
papel fundamental como marca de la diferencia, de la poesía y de la grecidad
auténtica ―la que pone en contacto con la alteridad o abre la hendidura del hiato―
gobernaría toda su obra desde los años treinta. Ya hemos visto cómo aplicando
procedimientos de isopsefia o gematria el pseudónimo de Elitis nos arroja siempre el
número siete, remarcando la importancia de su composición escritural. Resulta en
cualquier caso muy significativo que el nombre propio que habría de figurar como
firma en todos sus escritos, el que de algún modo fundaba su propio discurso desde
sus primeras publicaciones, presentara ya una suerte de compendio de las
operaciones alfabéticas que iban a regir toda su producción. Una poética elitiana, la
que hemos venido repasando hasta aquí a través de las figuras del hiato, se escenifica
ya en este término.
Elitis aborda una deconstrucción del nombre propio desde el momento mismo
en que elige un pseudónimo, un nombre falso, un nombre que no es en absoluto
propio, para bautizarse. Pero no sólo eso: su construcción por medio de una serie de
383
Cfr. COPIDAKIS, M. S. (1991), p. 773.
3.1. Una Cábala griega 1039
384
Sobre la imposibilidad de lo propio en el nombre propio, cfr. DERRIDA, J. (1971), p. 121.
385
De letra-gozne podemos calificar también a la ípsilon en otros términos clave de la combinatoria
elitiana, sobre todo en las dos principales «palabras que desmagnetizan el infinito» (una
desmagnetización que parece corresponder en no poca medida a esta letra): άδυσος y καταρκυθµεύω,
donde se encuentran, como en Ελύτης, casi en el centro del vocablo.
386
Cabe citar aquí el poema de Hölderlin «Mitad de la vida» («Halfte des Lebens»), de Hölderlin,
que Andrea Mecacci ha analizado magníficamente en términos precisamente de cesura, la que se
produce entre la serenidad de un platonismo que se deja atrás y la promesa de construibilidad futura.
La poesía se asienta en ese terreno intermedio, sobre una tensión irresuelta de contrarios, en un fluir
de los tiempos, cfr. MECACCI, A. (2002), p. 132.
1040 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
387
En el «Comentario al Axion Estí» reconoce estas adscripciones vinculadas a su pseudónimo: «La
Λ y la E encajan a la vez en Ελευθερία y en Ελλάδα (y, por un extraño juego, también en el poeta que
se supone que nace a la vez que Grecia y la lengua, en el “Génesis”, Ελύτης)» («Το Λ και το Ε
ταιριάζουν παράλληλα και στην Ελευθερία και στην Ελλάδα (και από ένα παράξενο παιχνίδι, και
στον ποιητή που υποτίθεται ότι γεννιέται µαζί µε την Ελλάδα και τη γλώσσα, στη “Γένεσι”
Ε Λ ύτης)», KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 54.
388
Para todas estas informaciones, cfr. VITTI, M. (2000), pp. 18-19.
389
Sobre la cesura y el mundo en el mundo en la poesía de Hölderlin, ha dicho Andrea Mecacci:
«La cesura rappresenta pertanto la legge capace di misurare nel trasporto tragico l’alternanza tra
sentimento e ragione, tra pensiero e passione. Occorre una logica poetica: la poesia, che mette in moto
tutte le facoltà dell’uomo, deve raccordarle in un’unità di senso; questa pluralità raccolta in un
prodotto estetico unitario è un ritmo, il divenire stesso della poiesis, riformulazione mitopoietica dell’
εν διαφέρον εαυτώ, l’“uno scisso in se stesso” […]. La cesura si pone come lo spiraglio che equilibra
la dimensione aorgica nel cuore stesso dell’organico, ma non pacificamente. Essa infatti rappresenta la
consapevolezza definitiva che la dicibilità del tutto risiede nella sua frattura, nel suo dolore: all’interno
dell’opera vive una controspinta che non esaurisce mai il mondo artisticamente, ma che lo riapre in
continuazione miticamente, un “mondo nel mondo”», MECACCI, A. (2006), p. 76.
3.1. Una Cábala griega 1041
3.2.1. INTRODUCCIÓN
Inmersos en una serialidad de las figuras del hiato que nos ha dictado desde la
obra de Elitis una concreta operación crítica ―atemática y antigenealógica, cifrada
en una (des)construibilidad que recorre no sólo la poética elitiana, sino también cada
uno de sus aparentes núcleos de sentido―, en este último capítulo del trabajo nos
encontramos de regreso, circularmente, al blanco desde el que comenzamos la serie.
Se trata ahora de un blanco que, compartiendo todas las características del que
analizamos entonces, se ha instalado de modo explícito en el seno de la escritura.
Diríamos, si eso fuera posible, que el giro del heliotropo se ha completado.
El blanco que pretendo analizar no es tampoco en esta ocasión un símbolo o
una metáfora bajo los que se oculten una serie de sentidos nucleares rastreables por
medio de una lectura desveladora. Es, por el contrario, la cifra misma de una
ilegibilidad que, como venimos viendo, (des)articula la poética elitiana y determina
su propia reproductibilidad maquinal. Ahondando en el desplazamiento horizontal en
que se ha desenvuelto hasta el momento (re-tejiendo y no destejiendo el texto,
consintiendo en definitiva a la inacabable dialéctica lectura-escritura que impone la
misma obra de Elitis), mi lectura obedecerá, pues, a la prescripción que subyace a
esta noción del blanco de la escritura, y tomará ―ha tomado ya, como si todo el
análisis del corpus textual elitiano no fuera sino la amplificación del pequeño pasaje
en que se basará este capítulo― todas sus herramientas críticas de la lógica que
proyecta y presupone. Para ello partiré, no de un repaso global de la poesía de Elitis
(no del examen exhaustivo de un corpus concebido como totalidad delimitada e
indemne), sino de un simple punto, estigma o stigmé donde parecen cruzarse casi
todas las direcciones que nos hemos propuesto rastrear en este trabajo: unos versos
del poema «La almendra del mundo» cuya potencialidad no sólo subyace a todos mis
análisis anteriores, sino que se encuentra imbricada indisolublemente en su misma
forma. El texto al que me refiero, enmarcado dentro del poema por unos paréntesis
que al tiempo que lo alejan de la corriente principal del discurso ―marginalizándolo,
poniéndolo fuera del texto― lo encastran, pliegue sobre pliegue, en su núcleo más
íntimo ―interioridad plena de la obra, corazón del corpus poético del autor
circundado por incontables membranas protectoras (blanco del himen) que juegan
asimismo con la indecidibilidad de la pertenencia―, dice así:
1044 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
hemos visto ya, a las distintas facetas de la grecidad. Ello supone el sabotaje previo
de una crítica basada en la dilucidación del sentido o, lo que es lo mismo, en la
disolución de la escritura con el fin de hallar de su otro lado, en el blanco puro de la
página, el concepto presente, logos incontaminado por la enfermedad de la tinta
negra (la melan-colía a la que voy a referirme enseguida). Si la escritura elitiana es
blanca en su búsqueda de la trascendencia, ello excluye cualquier posibilidad de
dilucidación, pues no requiere las Luces que esclarezcan su sentido o la disipen en el
descubrimiento de una verdad incontestable, sino la multiplicación de una blancura
que es ella misma luz otra, oriental, desplegada para roturar las tinieblas del
pensamiento teleológico y abrir caminos a una alteridad que se manifestará
heliotrópicamente. Lejos de una espeleología textual en que el crítico examine las
cavernas de la escritura armado con una linterna ―o exponiendo a la liberadora luz
del sol los recovecos más oscuros e impenetrables―, lo que reclama a través de este
pasaje la poesía de Elitis para su lectura es una multiplicación de los pliegues, un
retejer del himen que re-traiga incesantemente al sol, un sol que, por otra parte, sale
en el texto. Esta pulsión auroral, ajena al pensamiento europeo de la escritura a lo
largo de la modernidad, o acaso desde el mismo Platón ―período en el cual la
escritura es más bien la negritud tenebrosa y mortuoria de la tinta o la caverna―,
incide una vez más en el valor oriental, reoriginario y regenerador (resacralizador)
de la textualidad griega.
Existe además una curiosa connivencia entre algunos de los valores ya
repasados del blanco (lo mínimo, el punto, el estigma, cruce o instante preciso,
centro de emanación arborescente, irreductibilidad a la unidad y a la ontología) y el
hecho de que sea un pasaje tan exiguo el que nos vaya a permitir un análisis que ha
de trascender los meros límites de la obra de Elitis. Si bien el fragmento que nos
importa, como veremos en un apartado posterior, es algo más largo que los cinco
versos citados, no podemos dejar de apuntar que este núcleo de inopinada fecundidad
crítica se suspende más allá ―y más acá― de la totalidad de una obra (libro o
poema), de la transversalidad de un tema, de la autosuficiencia sintáctica de una
sentencia ―pues se conecta, sin que los límites de la oración puedan establecerse
unívocamente, con la frase anterior y la posterior― o de la centralidad de un motivo
o una simple metáfora nuclear. No se deja, pues, repensar bajo la unidad de una
presencia ―ni bajo la presencia de la unidad― o bajo una denominación propia que
permita su delimitación metalingüística en el ámbito de una, y sólo una, disciplina
científica. Su poder de irradiación no es menor: como en el infinito
desencadenamiento imaginal que hemos descrito antes para la ilegibilidad del blanco
―y otras figuras del hiato como la sensación o el instante― o el enigma
hermenéutico planteado por toda escritura, po(i)ética o no, el seguimiento de su
1046 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
trama trascenderá toda organicidad del objeto literario o cultural para conducirnos
más allá del texto ―hacia otros textos que confluyen, ya, como en un rompeolas,
sobre estos versos y estas formas léxicas―, del poema, del libro, del propio corpus
elitiano, de la tradición griega e, incluso, de la misma literatura. Como si se tratara
del punto exacto que pone en marcha la significancia, este blanco que representa un
cruce ―y además lo escenifica― nos impondrá, nos ha impuesto ya en la medida en
que se encuentra en el eje mismo de este trabajo, una operación crítica que, lejos de
detenerse en el telos de un sentido o un significado, lejos de encontrar la sombra
exacta y precisa, la traducción interlingüística o alingüística, de la poesía elitiana,
responde primordialmente a la lógica griega de la transparencia tal como la hemos
perfilado en capítulos anteriores. El corpus textual o literario, en consecuencia, la
presuposición de la crítica temática o genealógica de una organicidad en su objeto
científico, saltan en pedazos ante la acción sintáctica y proliferante de este blanco
que configura de modo proteico, autoconstruible, indecidido entre las nociones
demasiado fáciles de adentro y afuera, un objeto cuyas fronteras son constantemente
des-bordadas por el comentario. La significancia adquiere, así, un valor que
trasciende la mera organización intrapoética (en tanto tema proyectado y privilegiado
por la poesía de Elitis) del cosmos ―que es un cosmos textual, como sabemos―,
para extenderse mucho más allá de lo que una lectura genealógica estaría dispuesta a
concederle: hasta el territorio, presuntamente externo, de la recepción y el análisis,
hasta el ámbito, en definitiva, del cosmos extrapoético, como modelo de percepción,
conocimiento y configuración psicológica y social. No es difícil ver una cierta
reproducción y reproductibilidad de lo que hemos denominado paralogicidad de la
luz griega en Elitis o, más aún, de la perpetua construibilidad de la uTopía o el
Paraíso ―concebidos como una expansión incontenible de la escritura griega― en
esta forma de lectura que prolifera rizomáticamente difiriendo siempre más un
sentido que no cesa de prometerse y trascendiendo la clásica noción intertextual del
entramado de referencias. El texto, tal como nos induce a concebirlo el pasaje de la
escritura blanca, no es tanto el nudo de una trama como el agujero de una red, y ello
porque no contiene alusiones a otros textos dentro de su organicidad; es incapaz, de
hecho, de contener nada: tan sólo se halla abierto en todas direcciones. Buscar un
sentido en un blanco que escribe y se escribe es, por tanto, dejarse caer en un abismo
o un pasadizo que, conduciendo automáticamente a otros lugares, sólo puede afirmar
su propia atopicidad, su resistencia a toda ontología y a toda forma de presencia.
Convertida más que nunca en huella, la escritura no puede entonces decir nada. Se
limita a ponernos en camino hacia una alteridad, a indicar hacia otra parte y a
maleabilizarse hasta el punto de devenir invisible, permeable, siempre la otra de sí.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1047
2
«Qual, cual: Las fuentes de Valéry», en DERRIDA, J. (2003), pp. 313-346.
1048 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
De aquí partiremos una y otra vez, pues, según la lógica del reorigen que el texto nos
propone, para rastrear por última vez la relación (de producción, de captura, de
promesa, de reflejo, de (re)inscripción, de suplantación, de duelo) que la escritura
elitiana, una escritura indiscutiblemente griega, establece con eso que damos en
llamar el absoluto. Antes, sin embargo, es preciso poner en juego brevemente la
tradición que, para revocarla o al menos cuestionarla, convoca este blanco en su
hendidura.
3
Ibidem, p. 343.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1049
4
Cfr. el texto fundamental para el análisis de esta cuestión, «La farmacia de Platón», DERRIDA, J.
(2007), pp. 91-261. Para los sentidos del fármacon, cfr. Ibidem, pp. 140 ó 189.
5
Ibidem, p. 154.
1050 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
9
La confusión de lenguas en Babel, que podemos entender como una condena a la escritura y a la
traducción, al tránsito por un afuera, refuerza en la tradición judeocristiana ―y en la relevancia que su
glosa ha tenido en la cultura occidental― esta noción de la escritura como el mal. Tampoco habría
que olvidar, si bien se trata de un tema que admitiría una investigación minuciosa por sí mismo, las
recurrentes advertencias de los moralistas o guardianes de las buenas costumbres, en especial desde la
invención de la imprenta y hasta bien entrado el siglo XIX, contra la lectura de novelas, o de libros en
general, por parte de las muchachas jóvenes, especialmente las vírgenes (cuya simbólica blancura no
deja de tener su importancia en esta constelación semiótica). Los tratos con esa perversa mancha de
tinta negra adquieren el valor de una deshonra sólo distinguible en grado de la sexual. El carácter de
simulacro de la escritura, reduplicada por la ficción literaria, la convierte en un mecanismo de
alejamiento de la verdad y, por tanto, del bien y lo sagrado. Su función es, de hecho, multiplicar el
Sentido en sentidos, diseminar (obsérvese la evidente connotación seminal, espermática, que
sobrevuela todo el argumento) la autoridad del Padre.
10
«Pues el dios de la escritura es también, es algo evidente, el dios de la muerte. No olvidemos que,
en el Fedro, también se le reprochará al invento del fármacon el sustituir el habla viva por el signo sin
aliento, el pretender prescindir del padre (vivo y fuente de vida) del logos, el no poder responder de sí
más que una escultura o que una pintura inanimada, etc.», DERRIDA, J. (2007), p. 136.
1052 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
identidad consigo mismo del hombre11, es decir, al Uno en sus más diversas facetas12
―y que constituye por consiguiente, antes que nada, un sentimiento de angustia ante
la proliferación inabarcable de lo real, ante la fragmentación del mundo y la
diseminación del centro y el sentido13 que tan bien representa la escritura misma―,
se manifiesta ante todo en una tematización de la pérdida, de lo ruinoso, de la
distancia o la diferencia respecto al origen puro (de la idea, del hombre, de los
dioses, de la naturaleza, de la sociedad, de la nación), así como en el permanente
lamento por el destierro en la escritura y en la multiplicidad que recorre la literatura
dieciochesca y decimonónica. La nostalgia del amor, del paraíso, del contacto no
mediado con la naturaleza, de la infancia, de la pureza de una conciencia absoluta, de
una mítica Edad de Oro personal o colectiva, figuras que recorren y vertebran la
poesía romántica e incluso todas las posteriores hasta el siglo XX, no están diciendo
sino una melan-colía de la tinta negra asimilable en todo a la añoranza del ser y de la
esencia que ha fundado la metafísica occidental.
Es fácil de entender el hecho de que, en un período en que la vieja
trascendencia celestial y exterior al hombre, como hemos visto, resulta sustituida por
la interioridad del alma o de la psique como nuevo lugar de residencia de una
sacralidad hecha pedazos, sea ésta última, y no ya aquélla, la que se siente
traicionada en la necesidad expresiva satisfecha por la secreción negra de la escritura.
Alejada ya del logos trascendente, la verdad reside en los abismos, en ocasiones
transpersonales, del individuo. El espíritu y sus experiencias, inmediatas y
absolutamente presentes para sí en la medida en que se producen en una interioridad
donde el yo se manifiesta de manera pura ―la filosofía alemana de fines del XVIII
transitó habitualmente por estos lugares―, son el espacio de residencia original de la
poesía, que en su transcripción ―pues como tal se entiende― al papel, en su
conversión en poema, sólo logra desvirtuarse y sufrir una pérdida irreparable
equivalente a la necrotización platónica de la idea14. La bilis negra de la tinta se
11
«Melancholy sets in motion, through the deepening self-awareness implied in the failure of
distraction to cure us of unhappiness, the specifically modern longing for authentic selfhood. The
life-task of modernity is to liberate the unique individuality which lies within us», en KOLOCOTRONI,
V. y O. TAXIDOU (1997), p. 13.
12
Se trata, por tanto, de una pulsión que, aun reclamándose metafísica y, en consecuencia, griega, se
encuentra en las antípodas del gesto griego tematizado por Elitis. Todo lo que en la modernidad
europea es, desde este punto de vista, aspiración a la identidad, a la re-unión con el ser ―adopte éste
el formato que adopte―, ansia de restañar la fractura histórica, social, espiritual, existencial, religiosa,
que define a los nuevos tiempos, es en la concepción elitiana, de manera coherente, la toma de partido
por una escritura que insiste en las hendiduras, en las quiebras y, sobre todo, en el exceso de la propia
identidad y en el contacto con una alteridad que se manifiesta en la lógica sígnica de lo Abierto.
13
Un inmejorable panorama de la melancolía moderna asociada a la pérdida de la Totalidad y a sus
implicaciones lingüísticas puede verse en MAGRIS, C. (1993).
14
«Pour les Romantiques la poésie existait avant le poème, comme conscience de “l’être au
monde”; l’expression ne coûtait que le prix de la pensée; la compétence rhétorique en captait le trésor.
Mais après Baudelaire le poète se fixe comme tâche de faire exister la poésie; entre l’absolu de son
1054 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
rêve et la contingence du poème, il y a tout l’écart du vouloir au pouvoir, le sentiment d’un manque et
d’une défaite», ABASTADO, C. (1979), p. 269.
15
Michel Foucault ha situado en el siglo XVII el momento en que el lenguaje se hace, o pretende
hacerse, transparente en el mundo occidental, alejándose de la composición misma de lo real y
pasando a componer un territorio paralelo al cosmos cuya función es traducirlo de modo inequívoco:
«Desde entonces, el texto deja de formar parte de los signos y de las formas de la verdad; el lenguaje
no es ya una de las figuras del mundo, ni la signatura impuesta a las cosas desde el fondo de los
tiempos. La verdad encuentra su manifestación y su signo en la percepción evidente y definida.
Pertenece a las palabras el traducirla, si pueden; ya no tienen derecho a ser su marca. El lenguaje se
retira del centro de los seres para entrar en su época de transparencia y de neutralidad», FOUCAULT,
M. (1968), p. 62. Acaso la crisis de esta pretensión un tanto ingenua marca el inicio de la modernidad
y el regreso patente de la melan-colía.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1055
16
RODRÍGUEZ, J. C. (1994), pp. 37-39.
1056 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
17
Según Juan Carlos Rodríguez, existe una «“imaginería de la inefabilidad” que se arrastra desde
Novalis a Rilke, y que alcanza su plenitud en el “Expresionismo”, precisamente como movimiento
poético directamente representativo de ese ámbito fenomenológico general en la Alemania de los años
veinte, movimiento que supone, por tanto, en su práctica poética, la fusión voluntarista
esencia/existencia con las connotaciones conocidas: la identificación entre poesía y grito», Ibidem, p.
39.
18
Así, José Luis Rodríguez García se refiere a Fichte como uno de los autores clave en este proceso
que marca desde sus inicios a la modernidad: «Desde tal punto de vista, la Escritura se ha convertido
en el impedimento para la adecuada representación de la Verdad del encuentro entre el Ser y la
Potencia, y de aquí que Fichte proponga una nueva modalidad —la expresión oral—. La Escritura ha
renegado del Efecto positivo con que iniciara su caminar moderno y la educación posibilitada por la
tecnificación de la comunicación textual se ha convertido en diáspora de la verdad y esclavitud de la
conciencia que, siendo libre y debiendo identificar la Verdad en su inmensidad misma, se aliena en el
Decir extraño que aniquila su necesario movimiento. No parece muy discutible que la denuncia
fichteana subraye la devoradora capacidad de un orden social que sacraliza como Verdad lo dicho en
la Escritura asentando, así, la placidez de una abotargada conciencia que, en tanto tal, se sitúa en las
antípodas teóricas del real ser de la conciencia que podría ser e iluminarse en el propio ejercicio de su
reflexión y acción», RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1994), p. 46.
19
«The problem lies in the fact that Rousseau situates perfection first, where representation no
longer exists, and where the unmediated presence of the thing itself is dominant. Perfection is
therefore nonlinguistic, and its nonexistence in language can be taken in two ways. If it is perfect to be
nonlinguistic, then language is a fault that must be overcome to reach perfection. But if language, as
the manifestation of perfection, is not a fault, then the absence of language is the fault of perfection,
and only language can make it what it is», FREY, H.-J. (1996), pp. 157-158.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1057
20
La recuperación de las teorías estéticas de Plotino o el Pseudo Longino en estos años, con su
incidencia en la visión interior y en la representación de lo irrepresentable, es de capital importancia
en este aspecto.
21
En el poema que Alfred de Vigny dedica en 1841 a un niño matemático se aprecia a la perfección
la enorme difusión, hasta la banalización, podríamos decir, de esta teoría de la insuficiencia de la
representación y de la melan-colía que reside en toda forma de consignación humana: «…quand pour
nous tu les nommes, / C’est pour te conformer au langage des hommes; / Mais on te voit souffrir de
peindre lentement / Ces esprits lumineux en simulacres sombres, / Et, par de lourds anneaux,
d’enchaîner ces beaux nombres / Qu’un seul de tes regards contemple en un moment», en
RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 79.
22
Schopenhauer reflexiona, a decir de José Luis Rodríguez García, sobre este concepto,
introduciendo incluso la prescripción de esa sutilización material de los medios expresivos: «Cuando
el filósofo mordaz y oscuro […] escribe que el objeto del arte es captar la Idea, en la acepción
platónica arrastra hacia el cuestionamiento de la expresión idónea para la mejor materialización de la
pura espiritualidad de la Idea. La historia del arte se transforma en Schopenhauer, como es sabido, en
la denodada lucha por la espiritualización de lo material y expresivo, por la formación de una entidad
cuyo roce con la tierra y la carne sea escaso, aire casi cuya evanescencia misma reitera la añoranza de
lo inmaterial», RODRÍGUEZ GARCÍA, J. L. (1994), pp. 17-18.
23
Tal como podemos encontrar en el mismo Alfred de Vigny, en fechas ya tardías, según ha
señalado Hermine Riffaterre: «Vigny, par exemple, répondant à ceux qui s’autorisent de l’étymologie
pour donner à poésie le sens d’action ou de production de l’esprit, d’extériorisation sous la forme
matérielle d’un livre, rêve d’une activité poétique qui ne serait qu’une intense prise de conscience
intérieure, une méditation pure dans l’immobilité et dans le silence: “Poésie est beauté suprême des
choses et contemplation idéale de cette beauté; expérience intime d’une inspiration intransmissible”»,
RIFFATERRE, H. B. (1970), p. 77.
24
Claudio Magris habla de «la gran crisis de la palabra, la insuficiencia de la palabra y la
desconfianza en ella, que caracterizan a la cultura europea entre ambos siglos», para añadir enseguida
1058 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
que este fenómeno halla «un terreno particularmente propicio en la cultura habsbúrgica, gracias a la
experiencia distanciadora de su pluralidad lingüística», MAGRIS, C. (1993), p. 33.
25
Ibidem, p. 9.
26
Cfr. las referencias a reflexiones semejantes en Rilke o Musil, Ibidem, pp. 202-206 y 241-260.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1059
27
STEINER, G. (1990), pp. 77-79.
28
Cfr. BAZLEN, R. (2002), pp. 171-264.
29
MAGRIS, C. (1993), pp. 46-47.
1060 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
30
HOFMANNSTHAL, H. (2001), p. 43. Subrayado mío.
31
«Se resiste a la mediación de las palabras, que se oponen a toda negación indiferenciada y
distinguen al individuo del murmullo insondable de la vida, al que imponen forma, orden y jerarquía»,
MAGRIS, C. (1993), p. 49.
32
Ibidem, p. 50.
33
«Insatisfecho de las palabras, Lord Chandos busca esa “nueva riqueza de sentido”, […] que es
producida por la misma autonomía aparente del significante. Paradójicamente, esta última produce lo
que al parecer ella misma debería excluir: el aura de un sentido indecible que se reúne en torno a las
cosas e impregna todo elemento ―hasta los espacios blancos, los silencios y los vacíos. Cuando
prevalece el significante, la poesía trasciende el significado conceptual, pero para acercarse al
significado de aquel lenguaje buscado por Törless, es decir, el “lenguaje que no podemos oír”»,
Ibidem, p. 47.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1061
los datos cronológicos lo desmientan, que toda historia del blanco en la literatura
comienza y termina en él. Como si se tratara a su vez de un gran blanco que
espaciase fecundando, hacia el pasado y el futuro, la historia literaria de Occidente
―cuya posibilidad misma, en opinión de Jacques Derrida, niega y subvierte esta
figura mallarméana―, la poesía de Mallarmé parece disponerse al modo de un gozne
indecidible sobre el cual el blanco tipográfico a la vez extrema su comportamiento
melancólico y restaura, contra la metafísica de estirpe platónica, el honor de la
escritura. Para Roland Barthes, el individuo posmallarméano «no puede ya creer,
según la patética visión de sus predecesores, que su mano es demasiado lenta para su
pensamiento o su pasión, y que, en consecuencia, convirtiendo la necesidad en ley,
debe acentuar ese retraso y “trabajar” indefinidamente la forma; para él, por el
contrario, la mano, alejada de toda voz, arrastrada por un mero gesto de inscripción
(y no de expresión), traza un campo sin origen, o que, al menos, no tiene más origen
que el mismo lenguaje, es decir, exactamente eso que no cesa de poner en cuestión
todos los orígenes»34. A pesar de todo ello, ¿cómo no ver en el pasaje elitiano de la
escritura blanca una suerte de inversión perfecta del Coup de dés? ¿No estamos
leyendo ya el blanco mallarméano reinscrito sobre el trazo mismo de la escritura,
presente allí de algún modo, en los cinco versos de «La almendra del mundo»? ¿No
es la restauración del azar contra las «pruebas nupciales de la Idea» lo que Elitis está
precisamente dando a ver en esa práctica griega de la escritura que pretende invertir
toda la tradición metafísica occidental poniendo el acento en la revelabilidad que
implica el grafismo y no el silencio contra el que se dibuja?
Sin duda, el pasaje de «La almendra del mundo» exige una lectura que
convoque a la vez las disensiones y las confluencias de las propuestas que acerca del
poder del lenguaje y la materialidad de la escritura se expresan en el eje que conecta
la melan-colía literaria de la modernidad, las innovadoras concepciones de
Mallarmé, los incipientes debates primiseculares sobre la importancia del espacio en
la literatura, la fascinación por el ideograma y la escritura automática surrealista.
Todo eso hace comparecer, como un cruce perfecto más allá de un lugar concreto en
la historia de la literatura ―conspirando acaso, desde la atopía griega, contra la
linealidad teleológica de un concepto semejante―, el trazo blanco de la escritura
elitiana que, como un espejo, no sólo elude la transparencia perseguida por la
modernidad en la letra demasiado densa, sino que nos dirige, en una clara
autoconciencia de su materialidad, hacia otras escrituras reflejadas en ella. No se deja
extricar de otro modo; propone su permeabilidad no como un traspaso hacia una
conceptualidad presente o un querer-decir alingüístico, sino como una remisión a
34
BARTHES, R. (1987), p. 69.
1062 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
35
Por desgracia, tendré que simplificar aquí al extremo el análisis de una cuestión que ha ocupado a
algunos de los mejores críticos y pensadores del siglo XX, y que exigiría una argumentación mucho
más amplia.
36
MALLARMÉ, S. (2003), pp. 252-253.
37
Ibidem, p. 253.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1063
38
Claude Abastado dice al respecto de todo esto: «Pour susciter cette dynamique de l’imagination
où l’anéantissement des apparences laisse pressentir l’absolu il faut que les éléments du poème
s’abolissent pour renaître, que les sons disparaissent et se retrouvent, que la signification s’évanouisse
et se recompose, que jamais ne s’installe une certitude rassurante et inauthentique», ABASTADO
(1970), p. 37.
39
Ibidem, pp. 49-50. No hay que menospreciar esta figura del azul asociada al blanco como espacio
de revelabilidad. El blanco de Elitis se convierte, como veremos, en algunas ocasiones en azul ―en
ese color aparece la escritura de un manuscrito que decora su libro póstumo Desde cerca―, y es bien
conocido el valor simbólico que éste posee en las más diversas tradiciones místicas como ámbito de
manifestación de lo sagrado, cfr. HAAS, A. M. (1999).
40
MALLARMÉ, S. (2003), p. 288.
1064 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
revelabilidad, funda el desierto de una destrucción ―muerte de Dios, muerte del ser
(Ser)― que no deja de prometer una resurrección contenida, ya, en ese vacío
intersticial de lo poético. Construir con muy complejos materiales el desierto: he ahí
el peregrino objeto de esta arquitectura que aspira a descubrir el espacio del espacio,
aquel (no) lugar donde el lugar no puede ya identificarse consigo mismo: «“A quoi
bon, dit Mallarmé, la merveille de transposer un fait de nature en sa presque
disparition vibratoire selon le jeu de la parole, cependant; si ce n’est pour qu’en
émane, sans la gêne d’un proche ou concret rappel, la notion pure”. On trouve, dans
cette réponse, una indication remarquable. Le mot n’a de sens que s’il nous
débarrasse de l’objet qu’il nomme : il doit nous en épargner la présence ou “le
concret rappel”. Dans le langage authentique, la parole a une fonction, non seulement
représentative, mais destructive. Elle fait disparaître, elle rend l’objet absent, elle
l’annihile»44. La escritura tiende, para Mallarmé, a liberarnos de lo que es, es decir,
del dominio del mundo objetivo. Esta liberación, dice Maurice Blanchot, se realiza
gracias a la extraña posibilidad que tenemos de crear vacío a nuestro alrededor,
poniendo distancia ―una distancia irreductible donde cabe todo, donde se deja
contener el infinito, como en la paradoja (de una paralogicidad que viene muy a
cuento en este punto) de Aquiles y la tortuga― entre nosotros y las cosas. La palabra
poética sustituye las cosas por su ausencia, acaso por su puesta en fuga, superior
siempre a su presencia objetiva y utilitaria. Pretende sumergirnos, aunque sólo sea
provisionalmente, en el hiato de la diferencia, en el seno de aquello que no es ya pero
a la vez no es todavía. La literatura, continúa exponiendo Blanchot, tiene por ley este
movimiento hacia otra cosa, hacia un más allá que sin embargo no cesa de
escapársenos, y del que sólo queda en nosotros la «falta consciente». Ese espacio
vacío de contacto con una alteridad indecidible, de comunicación en definitiva con lo
Abierto, es el objeto de toda creación del lenguaje45. Existe en este aspecto, por
tanto, una connivencia fundamental entre las pretensiones elitianas, con su lógica del
hiato y la apertura, y el pensamiento poético de Mallarmé, que funciona acaso como
el punto en que sus dos blancos, invertidos sobre la imposible imagen de dos espejos
contrapuestos, se tocan para proclamar su pertenencia a la misma serie que a su
modo subvierten.
La diferencia se encuentra, entre otras cosas ya mencionadas, en la
consideración del silencio. Impensable y negativo ―hundimiento en el mismo negro
de la opacidad occidental que la metafísica había situado en la tinta― en Elitis, que
cree en una inagotable proliferación de la escritura griega como generación incesante
de una uTopía paradisíaca de inocencia total donde la trascendencia ha de prometerse
44
BLANCHOT, M. (1972), p. 37.
45
Cfr. Ibidem, pp. 46-47.
1066 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
46
«Quand on a découvert dans le langage un pouvoir exceptionnel d’absence et de contestation, la
tentation vient de considérer l’absence même de langage comme enveloppée dans son essence et le
silence comme la possibilité ultime de la parole. Chacun sait que ce silence a hanté le poète. Ce que
l’on a quelquefois oublié, c’est que ce silence ne marque pas pour lui l’échec de ses rêves, pas plus
qu’il ne signifie un acquiescement à l’ineffable, une trahison du langage, un à quoi bon jeté à des
ressources poétiques trop inférieures à l’idéal. Le silence est sans doute toujours présent comme la
seule exigence qui vaille. Mais, loin d’apparaître l’opposé des mots, il est au contraire supposé par les
mots, et comme leur parti pris, leur intention secrète, plus encore la condition de la parole, si parler
c’est remplacer une présence par une absence et, à travers des présences de plus en plus fragiles,
poursuivre une absence de plus en plus suffisante. Le silence n’a tant de dignité que parce qu’il est le
plus haut degré de cette absence qui est toute la vertu de parler (qui est elle-même notre pouvoir de
donner un sens, de nous séparer des choses pour les signifier)», Ibidem, pp. 41-42.
47
«Dans la rêverie en miroir de l’Occident poétique, se glisse l’espoir insensé : un geste peut-être
habite cette écriture, capable d’arrêter la force, la raison ou la mort. L’Orient où naissent les étoiles est
aussi celui du lever des signes», FORMENTELLI, É. (1993), pp. 217-218.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1067
48
A estos dos reproches fundamentales de la poesía moderna se encuentra fácilmente asociada toda
una serie de conceptos afines que ya le hemos visto rechazar: el capitalismo, la sociedad burguesa, el
utilitarismo, el colonialismo, el belicismo, o, en el segundo de los casos, la estricta parcelación de los
saberes que resulta de la profunda reforma de la ciencia llevada a cabo en la Ilustración.
49
«L’espace s’oppose alors au temps trop pressé de la filature phonétique comme lieu où déployer,
dénouer le désir du langage. Espace du Livre, de la page. Et l’espace intérieur à la langue elle-même.
Toth, l’inventeur de l’écriture, est aussi celui du tric-trac. Il faut avec ses propres armes jouer contre
lui. Le dernier Mallarmé jouera donc deux stratégies opposées : le ralentissement syntaxique,
entravant l’élan de la phrase et la course aux significations, et le coup de dés, qui par l’espacement des
éléments leur porte un coup d’arrêt. […] En cristallisant un instant de langage, le poème retourne au
ciel son image inversée. Au ciel des signes, l’Orient, le négatif de ses efforts. Calcul du blanc chez
Mallarmé», Ibidem, p. 221.
50
«Le visible qui l’habite (le don optique qui permet la halte de l’esprit, la liberté de la lecture) est
tributaire de langues, il note leur interpretation phonétique. Mais il la retient, la fixe, l’arrête.
L’écriture érige l’instant apophanique d’une révélation, dans la verticalité d’une illumination
mystique. De la langue, de la voix au signe, il n’y a pas perte ou meurtre mais transfert englobant,
enrayant le passage linéaire, temporel, fluide», Ibidem, p. 218.
1068 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
51
«À la stabilité de l’idéogramme, Michaux oppose la voix qui laisse filer», Ibidem, p. 218.
52
«De Segalen à Michaux, de Mallarmé à Macé, la rêverie se nourrit d’une théorie de la langue et
de l’écriture. Langue où se love la rondeur du monosyllabe qu’on peut aisément opposer à ce que
Gérard Macé appelle “les aléas de l’alphabet”; le langue des tons, de la voix, du chant et non de
l’articulation alphabétique; langue à l’ordre étoilé (et labile) au lieu des règles logiques de la syntaxe.
Langue qui saura s’installer dans l’espace idéographique au lieu de filer linéairement dans le temps.
Dans cette rêverie que soutient l’étude, l’imaginaire assigne d’ailleurs, parfois, des noms et lieux
différents à cette langue qui devient mythique. Où le chinois de Mallarmé, c’est peut-être l’anglais. Où
l’hiéroglyphe de Lefébure, c’est le poème de Mallarmé. Et le poème pour Mallarmé quelque nouveau
hiéroglyphe. Où le chinois de Gérard Macé creuse le lit d’une douleur encore vive: l’ignorance des
langues mortes, ces lettres de noblesse d’une culture», Ibidem, p. 219.
53
Una cierta fobia a la sintaxis caracteriza a toda la poesía moderna a excepción quizá del
surrealismo. La carencia de una sintaxis compleja del chino o el inglés hacen preferibles estas lenguas
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1069
para Mallarmé y otros contemporáneos. La sintaxis se entiende como el triunfo del orden, la autoridad
y el racionalismo que se quieren derrocar, cuando no incluso una hipóstasis de la historicidad
moderna. Ya Barthes señaló en El grado cero de la escritura que la poesía de los últimos siglos se
caracteriza por una creciente independencia y neutralidad opositiva de la palabra. Gran parte de los
manifiestos vanguardistas proponen la emancipación de la lengua del sentido, y para ello suelen apelar
a una liberación de las palabras de sus nexos sintácticos. En el Manifiesto futurista de Marinetti, por
ejemplo, la supresión de la sintaxis se entiende como un paso imprescindible hacia cierta inmediatez
de la vida y de la experiencia poética: «La syntaxe était une sorte de chiffre abstrait qui a servi aux
poètes pour renseigner les foules sur l’état coloré, musical, plastique et architectural de l’univers. La
syntaxe était une sorte d’interprète et de cicérone monotone. Il faut supprimer cet intermédiaire pour
que la littérature entre directement dans l’univers et fasse corps avec lui», LAGEIRA, J. (2006), p. 53.
54
«Libres de l’ordre syntaxique, ils entravent la course de la lecture, muette comme à voix haute.
On peut y épeler, mais trait à trait non phonème à phonème. L’alphabet ne s’y dévide pas. Entre les
traits, entre les signes, l’air circule. La halte du plaisir est permise. Ou l’égarement. Lecture
buissonnière. Heureux poète s’il pouvait demeurer lecteur. Spectateur. (Mais il lui faut écrire)»,
FORMENTELLI, É. (1993), p. 220.
1070 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
58
Este primer número apareció en diciembre de 1924, RÉVOLUTIO0 SURRÉALISTE, LA: Collection
Complete (1975), nº 1, pp. 29-30.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1073
68
Cfr. BALAKIAN, A. (1970), pp. 166-167.
69
Del Primer Manifiesto, BRETON, A. (2002), p. 42.
70
BLANCHOT, M. (1972), p. 91.
71
Ibidem, p. 92.
72
Ibidem, p. 93.
73
«Sous cet angle, on peut dire que la poésie d’Éluard a été essentiellement poésie du surréalisme,
poésie de cette vie immédiate que le surréalisme a sentie et exaltée, non pas poésie transparente, mais
poésie de la transparence, aussi incompréhensible et obscure pour les êtres qui vivent dans le monde
de l’usage que l’hermétisme le plus absolu. Elle qui ne semble jamais avoir été très en règle avec
l’écriture automatique, a pourtant mieux exprimé que toute autre le moment, antérieur au langage, que
l’écriture automatique veut toucher et où j’ai le pur sentiment de ce que je sens. C’est une véritable
poésie du Cogito», Ibidem, p. 94.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1075
78
Cfr. por ejemplo los comentarios al respecto de VITTI, M. (2000), pp. 73-74.
79
Cfr. al respecto el muy interesante artículo de CUTRIANU, E. (2000a).
80
Cfr. ELITIS, O. (2000), pp. 134 y 136-137.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1077
81
«Ένας ακατανόητος συνειρµός από λέξεις, στο βαθµό που προσµετρά, παρ’ όλα αυτά, τον
παράγοντα του τυχαίου, δεν είναι διόλου άσκοπος. Εµείς, τα έλλογα όντα, µένουµε απέξω ―και στο
αναµεταξύ σφοδρές κακοκαιρίες παρασύρουν τη σφαίρα της ζωής, που έχει ανυψωθεί σαν αερόστατο
σε περιοχές όπου κάθε επικοινωνία καθίσταται πλέον αδύνατη», ELITIS, O. (1993), p. 111.
82
«Στην υπερρεαλιστική ποίηση όµως συµβαίνει το “καρµπόν” της αντιγραφής να βγάζει πράγµατα
που δε διανοήθηκε ο δηµιουργός, χωρίς αυτό να σηµαίνει ότι δεν αντιστοιχούν στη βαθύτερή του
οντότητα. Η απώτερη έννοια ―και αυτή έχει σηµασία― συλλαµβάνεται καθ’ οδόν, όπως το τοπίο
του ποιήµατος», Ibidem, p. 131.
1078 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
83
FILOKIPRU, E. (2006), p. 18.
84
Cfr. Ibidem, pp. 287-288.
85
Cita para ello, además, el pasaje de «El sueño de los valientes» donde se afirma que los soldados
muertos han recuperado del otro lado el nombre verdadero de las cosas, cfr. Ibidem, pp. 313-314.
86
Cfr. Ibidem, pp. 306-308.
87
Cfr. Ibidem, pp. 310-311.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1079
palabra poética elitiana abre, continuando el argumento, una fractura en los hombres
y los fenómenos del mundo que los carga de sentido trascendente y los pone en
marcha, en cierto modo, hacia la alteridad que anuncia. El lenguaje funciona, así,
generando vacío a su alrededor, al igual que sucedía en el caso de Mallarmé: es
precisamente en la ausencia que inaugura, en la abolición del mundo y, en último
caso, del lenguaje mismo, donde un absoluto se promete y se inaugura. Las palabras
funcionan, en consecuencia, como puntadas que ponen en contacto este mundo y el
otro ―un mundo que la autora proyecta aún bajo la forma, poco justificada, de una
presencia autónoma e inmediata―, pero se esfuman a la llegada a un territorio
sobre-natural donde no son capaces ya de aguantar las condiciones atmosféricas88.
Operan, por consiguiente, como medios de transporte ―vehículos de una metaforá
cuya violencia extralingüística Elitis no admitiría― que nos depositan en las
fronteras del paraíso pero no pueden franquearlas89. La argumentación nos devuelve
finalmente a una melan-colía en que la secreción negra de la tinta debe reabsorberse
para justificar su emisión.
Elena Cutrianu, por su parte, cree que en la poesía de Elitis se observa un
constante cuestionamiento de la capacidad del lenguaje para expresar la realidad
poética, es decir, los «estados segundos» vinculados al inconsciente. Ése es el
motivo, en su opinión, de que en muchos de sus textos se confeccione «otra lengua»
―la misma que es mencionada al principio de «Verbo, el Oscuro» como propia del
poeta―, de virtudes oraculares y antiutilitarias, que consiga lateralmente
expresarlos90. Parece difícil, no obstante, entender como testimonio de la
insuficiencia del lenguaje, o incluso como un cambio efectivo de código, estas
tentativas que hemos conseguido situar, sin mayores problemas, dentro del sistema
de la lengua griega. Es en su interior, poniendo en marcha una lógica de la
ilegibilidad, generando pues el vacío que fundamente y reinscriba el absoluto dentro
del trazo de los signos ―signos griegos que aportan al proceso su condición
sagrada―, donde puede construirse sobre la marcha el territorio de un paraíso textual
identificado con la uTopía. Así pues, lo imposible que persiste, según los versos de
«La mesa de mármol», en todas las lenguas, y que para Elena Cutrianu alude
precisamente a esta dolorosa inefabilidad91, no es sino la condición misma de toda
poiesis, el vacío o la fractura sobre la que se funda la construibilidad del cosmos
ideal, el trayecto de revelabilidad o deseo donde el himen comienza, una y otra vez, a
retejerse. Sin él, sin su postulación por medio de la urdimbre irresoluble de la
88
Cfr. Ibidem, pp. 312-313.
89
Cfr. Ibidem, pp. 314-318.
90
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), p. 295.
91
Cfr. Ibidem, pp. 304-305.
1080 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
92
Veremos cómo la idea de mundo en el mundo, de estirpe hölderliniana y explotada más tarde por
el surrealismo, participa indisolublemente de la lógica de la escritura blanca. La idea de un paraíso que
está aquí pero no podemos ver, la necesidad de una nueva arquitectura que lo revele a través de la
sintaxis de la escritura y de la lectura, expresada por Elitis, según hemos visto, en diversas ocasiones,
subyace asimismo a todo esto.
93
«Τα Ελεγεία της Οξώπετρας: Μία στιγµούλα…», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 400.
94
«Όµως ας φανταστούµε σ’ ένα παλαιών καιρών αλώνι που µπορεί νά ’ναι και σε πολυκατοικία
ότι παίζουνε παιδιά και ότι αυτός που χάνει / Πρέπει σύµφωνα µε τους κανονισµούς να πει στους
άλλους και να δώσει µίαν αλήθεια / Οπόταν βρίσκονται στο τέλος όλοι να κρατούν στο χέρι τους ένα
µικρό / ∆ώρο ασηµένιο ποίηµα», ELITIS, O. (2002), p. 232.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1081
95
«Αλλά κιόλας λιγόστευαν τα λόγια», Ibidem, p. 208.
96
«Μονάχα οι λέξεις δε µου αρκούσανε», Ibidem, p. 209.
97
«Ώσπου τέλος ένιωσα κι ας πα’ να µ’ έλεγαν τρελό πως από ’να τίποτα γίνεται ο Παράδεισος»,
ELITIS, O. (2002), p. 209.
98
Cfr. ARANITSIS, E. (2006), p. 24.
1082 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
99
Lo Indecible, con mayúscula, asedia ya al Poeta en tanto ente marcado desde su nacimiento, como
puede observarse en «A la luna de Mitilene» (Los medio hermanos), donde hablando de su propia
infancia, Elitis dice: «Pero qué / Esfuerzo el poeta con los labios vacíos / Siempre detrás de su tristeza:
lo Indecible» («Αλλά τί / Κόπος ο ποιητής µε τ’ αδειανά του χείλη / Ολοένα πίσω από τη θλίψη του:
το Ανείπωτο»), ELITIS, O. (2002), p. 335.
100
Cfr. CUTRIANU, E. (2002), pp. 303-304.
101
«Εννεάστερο τέρας φωτεινό / Ταξιδεύει ψηλά και στην ψυχή µου ρίχνει / Τόπους τόπους τα
γράµµατα κι ούτε µία λέξη // Τίποτα να πω πια δε γίνεται άλλο / Μονάχα φυσώ και πέπλα παλιά /
Για τους άλλους αόρατα µπρος στα µάτια µου ανοίγονται», ELITIS, O. (2002), p. 354.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1083
102
«Ατελεύτητα λευκό το κελί / Σαν σταγόνα νερού καθαρού µες στον ήλιο / Με πηγαίνει κι
ολόγυµνος το θαύµα λέω», Ibidem, p. 354.
103
«Οπόταν, µε το χέρι απλωµένο Εκείνος / Που όπως αγγέλλει σιωπά, όπως µοιράζει παίρνει /
Χλωµός και µε ύφος ένοχο (σαν να µην ήθελε αλλά πρέπει) / Πιάνει και σβήνει ένα ένα τα ερυθρά /
Αιµοσφαίρια µέσα µου. Ίδια ο νεωκόρος τα κεριά την ώρα / Που έχοντας πάρει τέλος οι δεήσεις όλες
/ Υπέρ ευκρασίας αέρος και του συµπάντος κόσµου ή / Προπαντός, υπέρ ων έκαστος κατά διάνοιαν
έχει / Το εκκλησίασµα διαλύεται // Ω και αν έχω! Αλλά πώς µε τί / Γίνεται τρόπο να φανερωθεί το
“µη λεγόµενον” / Που ενώ µε τις ίριδες και µε τ’ ανεµοκλείτια ευλαλούν οι Μάιοι / Και µε χλόες παν
κατεβατές έως τη θάλασσα / Τη στιγµή που κι εκείνη ψιθυριστά κάτι απ’ τ’ αρχαία της µυστικά /
1084 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Pero esta interrogación por la decibilidad, como ha apuntado David Connolly, parece
nuevamente responderse, si bien no en el mismo texto, por medio de una escritura
vacía, ilegible y especular, en «Verbo, el Oscuro». Pues, ¿no es acaso la palabra
catarkizmevo un intento de decir lo inefable en la postulación de un vacío ―el vacío
de una almendra que es sólo cáscara― que expanda inconteniblemente la
textualidad? ¿No hay en su combinatoria griega una nueva operación del pliegue y,
aún más, de la trampa ―cuya vinculación al signo repasaremos en las próximas
páginas―, que genera el punto de partida de una nueva (in)decibilidad fundamentada
en la significancia? De acuerdo con lo que hemos visto hasta el momento, es
precisamente la persistencia de ese imposible que la escritura imita y que en todos los
casos repasados se resiste, como isomorfo de la restancia oriental, a desaparecer
reabsorbido por el mecanismo de la significación. Re-producir lo imposible, lo que
no se deja leer pero no cesa de escribirse, es garantizar la persistencia de la
posibilidad de una poiesis, y es eso precisamente lo que logra catarkizmevo: el
absoluto se hace visible en su invisibilidad, según una lógica de la re-velación y el
heliotropismo que venimos describiendo desde los primeros capítulos.
Algo muy semejante sucede, por último, en una de las declaraciones más
explícitas de insuficiencia de la escritura, en «El jardín ve». Recuérdese que es en
este poema donde Elitis describe con mayor detalle su teoría del εἴδωλον o la imagen
secundaria, la representación a fin de cuentas, como elemento que contribuye a
(re)generar una sacralidad perdida. Pero, si el pintor de iconos Pansélinos, por la
fuerza del arte y de la imagen, pinta «cuando Dios no existe / y demuestra
exactamente lo contrario»104, la escritura no parece, unas páginas más allá, poseer la
misma cualidad. Pues para representar la imagen interna de las cosas ―que posee, no
obstante, el mismo estatuto de secundariedad metafórica que cualquier otra, incluso
que la escritura― existe siempre un obstáculo, una inadaptabilidad atmosférica, que
la palabra no consigue superar: «Los montes altísimos / pongamos los Andes / tienen
su correspondencia / en nuestro interior (como el Universo / se supone / otro de
antimateria) / donde cuando avanzamos hacia la cima / escasea también el aire / tanto
que te desvaneces // los órganos humanos no soportan tanta pureza // un tal Vermeer
lo consiguió una vez pero / se apoyó en el color // la escritura se detiene // quiere que
Ολοένα εκµυστηρεύεται, άφωνος µένει ο άνθρωπος / Η ψυχή µόνον. Αυτή / Σαν µητέρα νεοσσών
όπου κίνδυνος κάνει φτερούγα / Και από τις καταιγίδες µέσα λίγα ψίχουλα / Γαλήνης υποµονετικά
συνάζει· ώστε αύριο, µεθαύριο / Κείνα που κατά διάνοιαν έχεις µε καινούριο στιλπνό πτίλωµα /
Στους αιθέρες ν’ ανοιχτούν κι ας ανοιγοκλειούν οι θύρες άδικα / Στα ουράνια κατοικητήρια», Ibidem,
pp. 558-559.
104
«Ένας Πανσέληνος που ζωγραφίζει ενώ δεν υπάρχει Θεός / και αποδεικνύει ακριβώς το
αντίθετο», Ibidem, p. 441.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1085
te comas la raspa y tires el pescado»105. Parece insinuarse, por tanto, que la pintura
tiene mayor facilidad para captar lo irrepresentable o escenificarlo sobre la tela. Aris
Berlís o Eli Filokipru han querido extrapolar esta idea a toda la obra de Elitis106,
sugiriendo incluso que el verso final, donde la mano del poeta se dedica a «copiar lo
Inconcebible», alude a una voluntad de abandono de la escritura por este arte más
puro y próximo a la verdad. Pero, aun admitiendo el aprecio que Elitis sintió siempre
por la pintura, que practicó en paralelo a su obra literaria y a la que dedicó multitud
de ensayos donde la equipara estéticamente con la poesía, parece evidente que, en la
línea de los casos anteriores, debe existir en el poema o en el libro una suerte de
restauración de la escritura, que en este caso encontramos en el texto inmediatamente
posterior: «La almendra del mundo», y en el pasaje que nos ocupa, donde la escritura
se ha convertido ya en imagen cromática a su vez y parece dispuesta a fundar la
promesa de un absoluto o una pureza que se construyen y se reinscriben sobre su
propio avance.
105
«Τα πανύψηλα όρη / ας πούµε οι Άνδεις / έχουνε το αντίστοιχό τους / µέσα µας (όπως το
Σύµπαν / υποτίθεται / κάποιο άλλο από αντιύλη) / όπου όταν προχωρούµε προς την κορυφή τους /
αραιώνει κι εκεί ο αέρας / τόσο που λιποθυµάς // τα ανθρώπινα όργανα δεν αντέχουνε τόση
καθαρότητα // ένας Vermeer κάποτε το κατάφερε αλλ’ / εστηρίχθηκε στο χρώµα // η γραφή σταµατά
// θέλει να τρως το ψαροκόκαλο και να πετάς το ψάρι», Ibidem, p. 444.
106
Cfr. BERLÍS, A. (1986), p. 342, y FILOKIPRU, E. (2006), pp. 276-277.
107
«Ωστόσο, µιλώ χωρίς µελαγχολία», ELITIS, O. (2000), p. 24.
1086 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
108
Mateo, 13, 31-32.
109
«El grano de mostaza», ECKHART, M. (2001), pp. 139-142. En este texto, Eckhart plantea su
teoría habitual de la nada, el punto de vacío o el vaciado total, como vía más directa de acceso a un
Dios que no es cosa alguna según la ontología positiva.
110
Cfr. COPIDAKIS, M. S. (1986), p. 459. Podemos asimismo pensar en la noción del huevo
cósmico.
111
Del mismo modo, en la parábola evangélica el Reino de los Cielos es como un grano de mostaza
que, a pesar de su pequeñez, contiene todos los gozos del paraíso.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1087
112
«Το αµύδαλο του κόσµου / είναι βαθιά κρυµµένο / και παραµένει αδάγκωτο», ELITIS, O. (2002),
p. 450.
113
«Μυριάδες δυνατότητες φρικιούν / γύρω µας κι ούτε που καθόλου εγγίζουµε / οι ηλίθιοι // δεν
καταλάβαµε ποτέ πώς σκέπτονται τα περιστέρια / δυο σπιθαµές πάνω από το κεφάλι µας / παίζεται
αυτό που χάσαµε ήδη», Ibidem, p. 450.
114
«Α ναι παρά τη θέλησή µου / έγινε ο κόσµος έτσι που / γράφω σαν νά ’χω αποσχιστεί απ’ τη
µοίρα µου // το αµύγδαλο του κόσµου / είναι πικρό και δεν / γίνεται ναν το βρεις παρεχτός αν /
κοιµηθείς µισός έξω απ’ τον ύπνο», Ibidem, p. 451.
1088 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
115
«Τις νύχτες / που µιλάω σαν ν’ ανασκαλεύω αστερισµούς / στη θράκα την επάνω µία στιγµή
σχηµατίζεται / η όψη που θα µου έδινε / ο Θεός αν ήξερε / πόσο η γη στ’ αλήθεια µού στοιχίζει / σε
απόγνωση / σε διάφορα ψιθυρισµένα µες στη νύχτα “επέπρωτο” / σε κυπαρίσσια / αιωνόβια σαν
ποιήµατα / που ζητώντας να φκιάσω απραγµατοποιήθηκα», Ibidem, p. 451.
116
«Ποίηση / πού µα πού λοιπόν / δένει µία τέτοια λάµψη τον καρπό της; / κάτι το δίχως άλλο /
πρέπει µε τρόπο νά ’χει αφαιρεθεί / από την υδρόγειο / για ν’ ασθµαίνει τόσο / να χλωµιάζει / και το
πένθος ν’ απλώνεται», Ibidem, p. 452.
117
«Ζω πέραν από το σηµείο που βρίσκοµαι / άλλωστε / συνεχίζοντας ίσια τη µητέρα µου / θα µε
συναντήσετε και µετά θάνατον», Ibidem, p. 456.
118
«Όλα να τά ’χεις / πάντα κάτι λείπει / αρκεί να µη συντελεσθεί το Ακέραιο / και η Τύχη νιώθει
ευτυχής», Ibidem, p. 453.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1089
119
«Έλα µπρος δεύτερε και κρυφέ / µου εαυτέ καιρός / να προφέρεις µε δέος τα λόγια / που
αρµόζουν στην περίσταση / και δη τα ωραία και τ’ απαγορευµένα // ποίηση», Ibidem, p. 452.
120
«Άδικα των αδίκων / το αµύγδαλο του κόσµου / πάλλει µες στα φυλλώµατα / του Παραδείσου
ερήµην / πάλλω κι εγώ µέσα στα λόγια που εν αγνοία µου αφαιρώ / από κάποιο τέλειο επίτευγµα /
ώσπου τέλος µού αποµένουν / δυο ή τρεις ορθές κολόνες / και στους τοίχους µία νωπογραφία / θά
’λεγες Κρητοµινωική (εαν στο αναµεταξύ / δεν µου είχαν απαλείψει / τις θάλασσες και τις ωραίες
εκείνες γυµνόστηθες γυναίκες) / σώζονται ακόµη κάτι κρίνοι / ασύλληπτοι από τους συγχρόνους µου
/ όπως άλλωστε και οι στίχοι αυτοί: // µία έκλειψη ολική / την ώρα που κοιµούνται οι πάντες µες στ’
Αστεροσκοπεία», Ibidem, pp. 452-453.
1090 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
121
«Βρέθηκε πάντα να ζητάµε / ίσα ίσα εκείνο που δε γίνεται // ψηλά σε κάτι ουράνιες Αίτνες κάτι
πέλαγα ορεινά / σε απόσταση ψυχής ερηµικής / θάλλει φαίνεται ακόµη // το αµύγδαλο του κόσµου»,
Ibidem, p. 454.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1091
oh amigos
si alguno de nosotros ha pecado
tiene que ser Dios
allá él
intentamos intentamos hasta lo imposible
ser hombres justos
en una terraza sobre el mar
mira:
se rompen una a una las estrellas
y por último se apaga la lumbre de tu cigarro
él también se acaba
písalo
adiós).122
Si bien es sobre todo el segundo párrafo el que, como núcleo a su vez interior a esta
interioridad que quiebra el texto, nos interesa aquí, el resto no deja de presentar
también cierto interés. Especialmente en la medida en que la reflexión sobre la
escritura blanca, recluida aquí en un aparte del discurso principal de su obra, en un
paréntesis que es cavidad en el corpus de su poesía, parece reproducir la infinita
potencialidad de la almendra del mundo, capaz de generar todo un universo a partir
de su pequeñez y su ocultación. La reflexión se produce, por lo demás, en el escaso
tiempo ―instante que se sustrae al curso práctico de los acontecimientos― que se
tarda en fumar un cigarro antes del «último suspiro», unos minutos llenos de
momentos «magníficos» y evocaciones del pasado. Es ahí, en un lugar indeterminado
que no se detalla (¿acaso la mera escena de la escritura como no lugar en que se pone
en marcha esta lógica del filo entre el fracaso de la representación y la promesa de
revelabilidad futura?), donde se pasa revista al pasado para concluir que los pecados
del mundo proceden de Dios ―y por tanto la salvación ha de proceder de nosotros
mismos―, y terminar contemplando el final en un oscurecimiento progresivo que
122
«(Ακόµα ένα τσιγάρο / που να βαστάει ωσότου ξεψυχήσουµε / δυο-τρία λεπτά ζωή / µε στιγµές
αλήθεια υπέροχες / αυλές όπου ακατανόητα µεγαλώσαµε // κι εσύ πικρέ που τό ’βαλες γινάτι / να
βρεις να κόψεις λέει το αµύγδαλο του κόσµου / και σου απόµεινε το χέρι / γράφοντας κάτι ποιήµατα /
λευκά στη µαύρη τη σελίδα επάνου // ποιος ποτέ κατάλαβε / τα δειλινά που τ’ άντεχες µην και
δακρύσεις; / υπάρχει ένας προδότης µέσα σου / που η ώρα του θά ’ρθει να τιµωρηθεί // ω φίλοι / αν
κάποιος από µάς αµάρτησε / πρέπει νά ’ναι ο Θεός / χαλάλι του / ψάξαµε όσο γίνεται / νά ’µαστε
άνθρωποι σωστοί / σε µία ταράτσα πάνου από τη θάλασσα / κοίταξε: / σπαν τ’ αστέρια ένα ένα / και
το ύστερο πάει φωσάκι του τσιγάρου σου / κι εκείνο σώνεται / πάτα το χάµου / αντίο)», Ibidem, pp.
454-455.
1092 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
atañe primero a las estrellas y después al propio cigarro, antes, es de suponer, del
«último suspiro». Una vida, una poética, un universo, se condensan en la pequeña
interrupción que el cigarro supone en la existencia y en el discurso. El cierre, con un
«adiós» pronunciado en primera persona por el mismo poeta, nos proporciona la idea
de una clausura definitiva del decir ―a la vez que la sensación de estar ante un
fragmento autosuficiente― que queda desmentida inmediatamente por la
continuación del poema en la sección sexta. La muerte sugerida no ha sido sino un
espaciamiento antes del recomienzo, la introducción anticipada de un final que no
podrá serlo ―la lógica de la escritura blanca nos lo dice― sino para forzar un
reorigen en que todo vuelva a ponerse en marcha. En los fragmentos que restan hasta
la conclusión, el poema plantea de nuevo la cuestión de la verdad, alude a la
extrañeza del ser humano ―que pertenece a otro lugar, como sin duda testimonia la
almendra del mundo, pues «es como si viniera de otra parte / por eso suena
desafinado»123― respecto al universo en que habita (lo cual lo convierte también, en
cierto modo, en sujeto de un heliotropismo que ha de manifestarse como una
inscripción corporal, quemadura o huella de lo Otro), y relata instantes de epifanía en
el contacto fugaz con la belleza o lo trascendente. Por último, como si el poema no
hubiera oído la alusión a la escritura blanca en el pasaje entre paréntesis, su
constatación concluyente acerca de la dualidad indecidible entre fracaso y
reproductibilidad que atañe al lenguaje en su persecución de la verdad o lo
trascendente, en los últimos versos nos incita aún a encontrar a «la pequeña Cazadora
/ que secuestra la almendra del mundo / arriba sobre las montañas y vuela / en un
siglo sustancialmente de oro // la verdad»124.
Nosotros, en cambio, sí la hemos oído. Y es en ella, situada en muchos
aspectos en el margen del margen de la obra de Elitis, donde debemos demorarnos.
Pues algo ha de haber de crucial ―y utilizo esta palabra atendiendo, sobre todo, al
cruce que designa―, de sentido suspendido entre el adentro y el afuera del texto,
algo en definitiva de axial, desde el punto de vista del eje desencajante de una
poética que indecide voluntariamente las clásicas nociones críticas de interior y
exterior, tema y estructura, metaforización y referencia, según hemos venido viendo,
algo tiene que haber en este blanco que motive la sordera que hacia él manifiesta el
resto del poema. A fin de cuentas, no hemos encontrado acaso un mejor emblema del
haz de figuras que (des)articulan la poética elitiana que el mismo blanco.
Constelación atemática de blancos que atraviesan desordenadamente su obra para
plegarla aquí y allá, abriéndola y cerrándola lejos de sus propios límites, sobre el filo
123
«Είναι σα νά ’ρχεται απ’ αλλού / γι’ αυτό και ηχεί παράτονα», Ibidem, p. 455.
124
«Τη µικρή Κυνηγέτιδα / που απάγει το αµύγδαλο του κόσµου / ψηλά στα όρη και ίπταται / σ’
έναν αιώνα ουσιαστικά χρυσόν // αλήθεια», Ibidem, p. 457.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1093
125
DERRIDA, J. (2007), p. 386.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1095
sobre la piedra, incluso el rayo de luz que al final del primer himno del «Génesis»
anuncia e introduce el día a la vez sellando y abriendo hacia sus otros el cosmos
griego, marcan un isomorfismo con la figura consignada casi al margen de «La
almendra del mundo». Nos conviene retener, ante todo, el valor de fundamentación
del universo (textual) de la grecidad ―el paraíso griego y escritural de «El Gloria»
se sustenta sobre las letras blancas de la palabra Axion Estí que han surgido
interrumpiendo el curso del mal y de la historia al fin de «La Pasión»― que se hace
patente en el Axion Estí y no deja de latir, de otro modo, en el pasaje que nos ocupa.
Esta última noción, la del gesto de la grecidad que se halla inscrito en la
escritura blanca, se encuentra indisolublemente imbricada en la inversión fotográfica
que la materialidad de estos colores practica sobre la melan-colía occidental. Elitis,
ha quedado demostrado en el capítulo anterior, alude indiscutiblemente con esta
figura a la escritura griega. No concibe otro alfabeto para la composición de sus
poemas. La blancura de su trazo, por consiguiente, le pertenece a él como uno más
de sus atributos sobre-naturales. No nos sorprenderá encontrar, en este punto,
algunas imágenes semejantes en la Cábala, donde se afirma que la Torá fue escrita
por Dios en su versión trascendente con «fuego blanco sobre fuego negro»126. En
Elitis la percepción morbosa de la tinta ha desaparecido. Cabría comparar, de hecho,
su desplazamiento del negro ―que sigue conservando connotaciones más bien
negativas, de ahí que la inversión sea, a pesar de todo, fotográfica― al fondo de la
página, sobre el cual la escritura abre en su movimiento el espacio auroral de la luz y
de la vida, con un fragmento en prosa de Mallarmé, contenido en el ensayo Quant au
livre, donde la tiniebla ―tiniebla que opaca el cristal de la conciencia― corresponde
precisamente a la tinta, entre cuyos «almocárabes» sobre la página el infinito «se
retiene», en lugar de producirse y reproducirse como posibilidad de lo imposible en
el transcurrir mismo de los signos alfabéticos: «Écrire‒ L’encrier, cristal comme une
conscience, avec sa goutte, au fond, de ténèbres relative à ce que quelque chose soit:
126
La lógica oriental y proescritural de la Cábala, que ya hemos repasado, la convierte asimismo en
una inversión de la melan-colía: aquí, Dios se construye y se comunica en la escritura, que se
convierte por tanto en un ámbito sagrado y no en un destierro de lo divino. Acerca del fuego blanco
sobre fuego negro, leemos en Eleazar de Worms, en cita de Giulio Busi: «Il disegno cerca dunque di
rappresentare la forma fisica dei suoni, che El‘azar immagina come aggregati di luce, circondati dalla
tenebra: “Il tremolio nell’aria dava l’effetto dei vocaboli: il popolo vedeva la parola e la sembianza
delle lettere, ma sapeva che erano prodotti dall’incisione della luce sull’oscurità, giacché la bruciatura
del fuoco e della fiamma s’inseriva, con forma oblunga, nell’aria oscura che l’avvolgeva”», BUSI, G.
(2005), p. 88. Asimismo, en un testimonio anterior: «“Rabbi Pinhas, in nome di rabbi Sim’on ben
Laqis disse: La Torah che il Santo, sia Egli benedetto, diede a Mosè era fuoco bianco inciso su fuoco
nero, fuoco intriso di fuoco: fu intagliata dal fuoco e dal fuoco fu data”. Nel bagliore di questa
immagine il Talmud di Gerusalemme avvince indissolubilmente le lettere alla luce della genesi»,
BUSI, G. y E. LOEWENTHAL (1999), p. XXXV. Si bien en la Cábala estas imágenes van acompañadas
de la inversa, el fuego negro sobre fuego blanco, aparece aquí ya un elemento que debemos retener,
pues marca un paralelismo interesante con Elitis: la escritura es luz equivalente a la luz del Génesis, es
decir, de la Creación: el trazo de la letra es pues un espacio de revelabilidad donde se promete un
(re)origen.
1096 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
127
MALLARMÉ, S. (2003), p. 262.
128
BENNINGTON, G., y J. DERRIDA (1994), p. 204. Sin duda podemos encontrar en esta frase el que
acaso sea el gesto más definitorio de la mística. Como el propio Derrida ha explicado en «Cómo no
hablar. Denegaciones» (DERRIDA, J. (1997), pp. 13-58), el discurso de los místicos apofáticos suele
consistir ante todo en una escritura destinada a callar el secreto o a glosar el silencio impuesto por la
experiencia supraesencial.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1097
129
El mismo Hölderlin, según ha expuesto Manuel Barrios Casares, concibe la totalidad en el seno
mismo del devenir: «…no es sino en el tránsito mismo donde se vislumbra el Uno-Todo, totalidad que
no se conquista en una suma procesual de pasos en la línea numerable del tiempo, antes bien, “se
siente” y “se expone” en el devenir del momento, donde vieja y nueva vida, ocaso y comienzo, se dan
a la vez», «Hölderlin: la revuelta del poeta», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), p. 26.
130
«Οι κήρυκες ιδεών στην ποίηση αποβλέπουν σε µίαν αλήθεια που, κατά κανόνα, την εποµένη
τους διαψεύδει, όπως η έννοια του ωραίου διαψεύδει, τη µεθεπόµενη, τους ωραιοπαθείς. Το “ωραίον”
και η “αλήθεια” γίνεται να διαρκούν και να παραµένουν αναλλοίωτα µόνον µέσ’ από τη µαγεία, που
είναι και η τέχνη του µεταµορφώνεσθαι», ELITIS, O. (1993), p. 137.
131
Cfr. MECACCI, A. (2002), p. 54.
132
«Il poeta non è la felice espressione di una condizione armonica, ingenua e naturale, ma un
percorso di costruzione. Questa visione è decisiva perché da una parte le strutture dello spirito e della
poesia sono fatte collimare con una forza tale da annullare la differenza tra il modello (lo spirito) e la
sua applicazione (la poesia) e, dall’altra, si riconferma l’idea di una storicità intrinseca al poiein»,
Ibidem, pp. 80-81.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1099
sin pertenecer a ninguna de ellas, entre la noche y la aurora, entre la muerte de(l)
Dios ―acaso aquí representada por el fracaso en la captura de la almendra del
mundo― y la espera de su resurrección135. Escribir, sin decirlo, aquello que hay que
callar, significa aquí también auspiciar su reaparición. Ésta no se dará, sin embargo,
bajo la forma de una presencia aniquilante; el poema se limita a fundar(se como) un
espacio de adviento. El valor del blanco es aquí inequívoco: sirve para abrir una
fisura en un cosmos clausurado que, de este modo, no sólo podrá acoger la irrupción
de una alteridad (otro mundo en el mundo), sino también reconstruir, en su comercio
con la trascendencia de sí, una sacralidad que había quedado desterrada de su
ámbito136. Dicha apertura religa, por lo tanto, el universo o la existencia, a través de
la escritura y no de su negación como tiempo del cosmos ―saltan a la vista los
nítidos paralelismos de la Cábala con estos planteamientos―, a una trascendencia
que ahora se concibe inmersa en el seno de un devenir y un espaciamiento: el
espaciamiento de su promesa, de la espera que ha de re-producirla heliotrópicamente.
Estamos, en fin, ante una muy hölderliniana revelabilidad inaugurada por la
sacralidad de la palabra que abre el día. Ésta se convierte, como ha señalado Maurice
Blanchot a propósito de «Como en día de fiesta…», en fundamento de todo lo que
habita137, en huella de los dioses por venir, a la vez que trata de establecer «entre
noche y día algo de verdad». En ella se hace sentir, materializada sobre una finitud
vacilante, la voz de los Inmortales ―que, añade Blanchot, sólo adquieren el ser en la
conciencia de sí que esta palabra les proporciona―, y de ella surge todo lo que está
por brotar138. Se convierte, en definitiva, en el punto cero de un reorigen donde el
mundo entero ―y el cosmos, ante todo, de la grecidad― se regenera una vez más, y
donde lo incomunicable se abre indecidiblemente a la existencia. Así, podemos
aplicar estas palabras de Blanchot, dedicadas al poema de Hölderlin, a la escritura
blanca de Elitis: «Le poème n’est pas le simple pouvoir de donner un sens, après
coup, à ce qui dit déjà subsisterait, serait quelque chose de consistant, mais le
135
Cfr. HEIDEGGER, M. (1999), pp. 146-147.
136
En este sentido, ¿qué es el término catarkizmevo sino otro isomorfo de la almendra del mundo y
de la escritura blanca? Como ellos, sirve para abrir una tierra que según el poema está clausurada, y lo
hace inaugurando un blanco de revelabilidad ―blanco que contiene en su vaciedad semántica― sobre
el que ha de prometerse, en el tránsito de una imposibilidad de lectura y una multiplicación de
escrituras, un absoluto. Catarkizmevo, como fruto de la nada, abre en efecto hacia la alteridad pura de
lo Abierto, fundando a la vez ese espacio del espacio que se oculta bajo los pliegues de incontables
escrituras. Como hace toda poesía, como hace la escritura blanca, abre el negro o la tiniebla opaca de
la realidad hacia una transparencia infinita y sin telos.
137
Siguiendo a Heidegger y recurriendo a la vez al isomorfismo del blanco de la escritura elitiana
con el gesto fundamental de la grecidad, podríamos afirmar asimismo que la palabra poética, en
Hölderlin y Elitis, se instituye también en fundamento de la habitabilidad de lo humano, teniendo en
cuenta que para este último ―acaso para ambos― dicha habitabilidad, basada en el exceso de la
identidad y en el contacto con lo otro que se da a través del hiato, reside en Grecia y en lo griego, cfr.
Ibidem, p. 138.
138
Cfr. BLANCHOT, M. (1972), pp. 125-127.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1101
139
Ibidem, p. 127.
140
«Recuerdo» («Andenken»), HÖLDERLIN, F. (2002), p. 229. Según Heidegger, esto significa que
la poesía es la instauración del ser ―más allá de toda vinculación con el ente― con la palabra, al
modo de una donación de lo que no existía o no era evidente hasta entonces, cfr. HEIDEGGER, M.
(1999), pp. 137-138.
141
Cfr. BLANCHOT, M. (1972), pp. 127-128.
142
«En el instante, “en la bella sensación sagrada”, no viene del todo a presencia el “Todo en todo”,
como realidad existente en acto; pero ello, no porque la reconciliación sea algo a lo que sólo ideal o
progresivamente se tiende, sino más bien porque el modo en que esa totalidad acontece es como pura
posibilidad nunca clausurable. “Posibilidad” no nombra aquí una dimensión de lo real subsidiaria y
deficiente respecto a la de su actualidad y efectividad, donde aquélla se concreta, limita y determina
—y en esa medida se cosifica—; sino una posibilidad que se mantiene en su esencial apertura
ontológica, que sólo así “se da” y que el poema expresa como estando por venir, como tendencia a la
reconciliación, aunque de hecho se capta únicamente en el instante del vuelco en el curso del mundo,
en que irrumpe, disolviendo lo anteriormente existente», Manuel Barrios Casares, «Hölderlin: la
revuelta del poeta», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), pp. 26-27.
143
Cfr. BLANCHOT, M. (1972), pp. 129-130.
1102 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
144
Ibidem, p. 130.
145
«[La fundamentación de la verdad] debería ser algo simple, un Ser más verdadero que toda
verdad judicativa. Algo así había barruntado Aristóteles cuando hablaba de un αληθές al que sólo
cabría “tocar y dejar que aparezca” […], añadiendo en un oscuro paréntesis: “(pues no es lo mismo
una afirmación categórica [κατάφασις] que una dicción-visión [φάσις])”. Muchos siglos después se
hará eco Hölderlin de este “ser verdadero” al saludar a la “Naturaleza” (mutatis mutandis, el Ser)
como irrupción súbita, contemplada por el poeta, el cual desea que su “palabra” (Wort: φάσις) sea lo
Sagrado (no que lo miente, como si lo Sagrado fuera un objeto externo)», Félix Duque, «Hölderlin y
el ser de la verdad», en MARRADES, J. y M. E. VÁZQUEZ (2001), p. 67.
146
FREY, H.-J. (1996), p. 181.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1103
Κ Α Π Ο Τ Ε Ε Ι Ν Α
Ι Η Α Λ Η Θ Ε Ι Α Γ
Ρ Α Φ Ω Τ Ο Σ Ο Α Σ
Π Ρ Α Π Ο Υ ∆ Ε Ν ∆
Ι Α Β Α Ζ Ο Ν Τ Α Ι
La frase que podríamos denominar principal (pero, ¿existe una verdadera jerarquía
de sentidos en el cuadro?) alude, por consiguiente, a varios de los elementos que
confluyen en el pasaje de «La almendra del mundo»: la escritura en blanco (escritura
del blanco), la ilegibilidad y, menos explícitamente ―disfrazada de mero marcador
textual―, la verdad. Porque lo que traducimos en español como «es la verdad» tiene
el valor de una confirmación meramente convencional que equivaldría a un «es
cierto» redundante, pero posee un innecesario artículo determinado que parece
conferirle, al menos, la posibilidad de una lectura independiente. Podríamos, así,
147
ELITIS, O. (1993), p. 7.
1104 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
concluir que esta acumulación de blancos, esta escritura del blanco o en blanco, pone
en juego de algún modo la verdad, la escenifica o le permite tener lugar en el propio
proceso de la inscripción. La acumulación de velos invisibles, la producción en
abismo de una transparencia que jamás deja ver nada sobre o tras la letra, la
generación de un espacio de secreto que sanciona además una ilegibilidad
irreductible, suscitaría por lo tanto la puesta en juego de una verdad que no se deja
dominar por la lógica de la presencia. Es preciso un himen, gasa blanca y ligera de la
escritura que no se puede romper puesto que no se puede ver siquiera, para que lo
inmediato, lo sagrado o lo puro se haga visible heliotrópicamente en su misma
invisibilidad. La mediaticidad pura de lo escrito se convierte en consecuencia en la
única forma posible de la inmediatez. La verdad nace en la escenificación pura, no
mimética, no representativa, de una escritura que no dice nada sino su propio
transcurrir. Hay una voluntad deíctica en la frase, esto es la verdad, esto que soy yo
misma, este escribir en blanco y cortocircuitar la lectura o el desciframiento, es ya la
verdad. El proceso de la construcción o la espera siempre diferida del sentido implica
ya a la verdad, que se escenifica en él como no podría escenificarse en ningún otro
lugar. La αλήθεια que Elitis tematiza aquí, dada la acumulación de velos que sirven
para remarcarla, remite acaso a la α-λήθεια heideggeriana, retirada a la vez y
acumulación de velos, desvelamiento que simultáneamente constituye una
re-velación. Pero, ante todo, se trata de un blanco y una verdad que eluden la
fenomenología, la visibilidad de una presencia, y reproducen en gran medida la
lógica del himen y del pliegue de los blancos descrita por Derrida en su análisis de
Mallarmé: «¿Por qué no hay fenomenología del himen? Porque el antro en que se
repliega, tan poco para ocultarse en él como para desnudarse allí, es también un
abismo. En el repliegue del blanco sobre el blanco, el blanco se colorea a sí mismo,
se convierte en sí mismo, por sí mismo, afectándose al infinito, su propio fondo
incoloro, cada vez más invisible. No es que se aleje, como el horizonte
fenomenológico de una percepción: es, inscribiéndose en sí mismo indefinidamente,
marca sobre marca, como multiplica y complica su texto, texto en el texto, margen en
la marca, una en otra indefinidamente repetida: abismo»148. El modo de inscripción
tematizado nuevamente aquí, por consiguiente, nos devuelve al escenario del Axion
Estí, donde cada inscripción blanca representaba una escritura sobre otras marcas,
sobre otros blancos que a su vez habían sido inscritos antes, una escritura que no
puede alcanzar su origen del mismo modo que no consigue, ni lo pretende, alcanzar
su fin (su telos). Asimismo, una escritura que se pliega incesantemente sobre sí, que
se traza siempre sobre el mismo sitio, una linealidad que no tiene que ver con el
lugar y tampoco con el tiempo de la historia, una suerte de ideograma en movimiento
148
DERRIDA, J. (2007), pp. 395-396.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1105
que no cesa jamás de multiplicar los velos o los hilos de sentido en una temporalidad
intercambiable y ahistórica. La escritura elitiana transcurre siempre, pues, sobre el
mismo (no) lugar. El surco blanco que la define es por consiguiente el espacio de
innumerables pliegues en los cuales, y nada más que en ellos, se deja leer (pero, ¿se
deja, a fin de cuentas, leer?), lejos del mero tematismo o la significación; su
construirse en (el) abismo, como un abismo149, reproduce en definitiva una
metaforicidad que no aspira a decir nada, sino que se dispone arquitectónicamente
para decir la nada y la revelabilidad, para abrir un hiato sobre el mundo de palabras
infinitas que ha venido a escandir. La acumulación de pliegues sobre un mismo
espacio de decibilidad puede observarse, por lo demás, en este cuadro a la
perfección. Ya me referí en un capítulo anterior a los distintos segmentos que, en una
distinta parcelación de la frase, aportan nuevos sentidos extraídos siempre de las
mismas letras ilegibles (ilegibles, ante todo, en la medida de su indecidibilidad).
Acaso es en el oscilar de estos sentidos, en su superposición y en su traspaso, donde
Elitis entiende que la verdad se da a ver más allá de toda fenomenología de la
estabilidad de un blanco de silencio. Podríamos entender, también, que todas estas
posibilidades, escritas en blanco, son, además de pasajes de un texto, borraduras de
sentido hechas en el interior de los trazos de unas letras que aspiran a materializar el
filo entre un acabamiento (deconstrucción del sentido o de los significados, de las
adherencias de la historia) y la espera de una regeneración total del cosmos o de un
nuevo sentido. Su valor podría ser, desde este punto de vista, apocalíptico en el más
amplio sentido del término.
Una de estas nuevas lecturas que el texto favorece gracias a la falta de
espacios y de puntuación nos dice algo que ya hemos creído ver anteriormente y que
se encuentra, en efecto, en las antípodas de la melan-colía metafísica de la
modernidad y el platonismo: tomando independientemente las palabras αλήθεια
γράφω, y entendiendo la primera como objeto directo de la segunda, leemos «escribo
(la) verdad». Aún más: segmentando la palabra αλήθεια, que no tiene por qué ser tal,
nos podríamos quedar con una declaración aún más audaz: θεία γράφω, «escribo lo
divino, escribo cosas divinas», o bien «escribo al modo de la divinidad». Inversión
completa de la melan-colía, lo sagrado o la verdad podrían ahora escribirse, si no de
acuerdo con una lógica de la significación y la designación, sí por medio de un tener
lugar desarrollado sobre el devenir de un blanco que no se detiene. Entre la segunda
y la tercera líneas podemos leer, asimismo, la secuencia άγρα φωτός que, dada la
falta de acentos, podemos convertir también en el término inexistente pero no
149
«Ahora bien: la práctica de la escritura en abismo, ¿no es aquello de lo que la crítica temática
―y sin duda la crítica, en tanto que tal― no podrá dar nunca cuenta literalmente? El abismo no tendrá
nunca el brillo del fenómeno, porque se vuelve negro. O blanco. El uno y/o el otro al cuadrado de la
escritura», Ibidem, pp. 396-397.
1106 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
150
Como ya he señalado en un capítulo anterior, la vinculación entre el blanco, la isla de Delos y la
αλήθεια en este pasaje no puede sino remitir a Heidegger y este fragmento de sus Estancias donde a
las nociones que acabo de referir se unen las de lo manifiesto, el decir, lo Abierto y la revelabilidad o
el adviento: «∆ήλος, la sacra isola, il centro della Grecia, delle sue coste e dei suoi mari: essa rende
manifesto nell’ istante stesso in cui nasconde. Ma che cosa lascia apparire quell’ isola? Verso dove fa
cenno? Verso “quello” che fu esperito e chiamato per nome dai poeti e dai pensatori greci grazie all’
amplissimo sguardo su ciò che si rese loro presente: l’ essere uno della svelatezza e della velatezza: l’
Αλήθεια. […] Dall’ Αλήθεια ogni dire riceve la determinazione della sua impronta e in essa la
conserva; dall’ Αλήθεια è poi determinata ogni immagine e ogni opera, ogni fare e ogni agire. L’
Αλήθεια è infatti l’ambito: l’aperto che si offre, che tutto comprende, delimita e libera, che concede a
tutto ciò che entra nella presenza e nell’ assenza l’avvento, il trattenersi, la partenza e la mancanza»,
HEIDEGGER, M. (1997), pp. 37-38.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1107
151
Cfr. BELESINIS, A. (1999), p. 272.
1108 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
152
Hay que destacar que en prácticamente todos los casos que estamos analizando, en especial en el
pasaje de «La almendra del mundo» que está sirviendo de excusa para el repaso, el término utilizado
para aludir al blanco no es el común άσπρος, sino el culto λευκός, que ya en la Antigüedad se oponía
como antónimo a µέλας y poseía connotaciones positivas. Una cierta lógica del griego y de la
oposición a la melan-colía parece ponerse en marcha, pues, aquí. En el poema tardío «En azul de
Iulita», el azul funciona como isomorfo del blanco y busca una victoria poética «contra lo negro», un
negro referido precisamente con el término µελανό, en lugar del moderno y habitual µαύρο. La
victoria de ese azul o blanco será la victoria del amor y la poesía, de lo griego, contra el mal y contra
la historia: «¡Oh! He visto muchos ocasos y he atravesado los corredores de muchos teatros /
Antiguos. Sin embargo belleza nunca me fue prestado tiempo / Que lograse una victoria contra lo
negro y prolongase la extensión / del amor de modo que / Nuestra alondra interior cante más sagaz
más armoniosa / Desde su púlpito» («Αχ! ∆ύσεις έχω δει πολλές κι αρχαίων διαβεί θεάτρων τα /
∆ιαζώµατα. Όµως δεν ποτέ οµορφιά µού εδανείσθηκεν ο χρόνος / Και κατά του µελανού νίκη να
επιτύχει και αγάπης έκταση να επιµηκύνει ώστε / Πιο ευφυής πιο εύφωνος να κελαηδάει ο µέσα µας
κορυδαλλός / Απ’ τον δικό του άµβωνα»), ELITIS, O. (2002), p. 584. Sobre este «azul de Iulita», de
fuertes connotaciones místicas, habrá de fundarse, finalmente, el paraíso que derrote a lo negro.
153
«Μορφές όπως του Πλωτίνου, του Ρωµανού του Μελωδού, του Fra Angelico, του Blake, του
Vermeer, του Hölderlin, του Novalis, του Mozart, του Rimbaud, του Shelley, του Θεόφιλου, του
Παπαδιαµάντη, διαφορετικές στο έπακρο, µ’ ελκύσανε ανέκαθεν ―ανεξάρτητα εντελώς από τη ζωή
τους― γι’ αυτό το λευκό σηµάδι που διασώζανε στο έργο τους, τη λάµψη που έφερναν είτε µε τρόπο
ήπιο είτε µε αγριότητα», ELITIS, O. (1993), p. 59.
154
«Θ’ αποσπάσω το λευκό σηµάδι µου / και θα το κατευθύνω / µε ταχύτητα ψυχής / προς τον
αόρατο κόρυµβο», ELITIS, O. (2002), p. 400.
155
JUANES, J. (2003), p. 201.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1109
exclama: «En vísperas de la muerte, decidme, ¿cómo se escribe una voz blanca?»156.
El subrayado del término λευκή, de nuevo, nos remite acaso a la idea de que la poesía
consiste en eso: en inscribir un blanco, un espaciamiento, antes de la muerte, un hiato
que la aplace interminablemente y nos permita vivir sobre este filo de peligro pero
también de indemnidad que se erige sobre su abismo (un abismo, no lo olvidemos,
que constituye a la vez el archiespaciamiento que guía estos blancos reinscritos en el
negro de la existencia convencional). Acaso la insistencia en traer la muerte antes de
la muerte, una operación que se realiza siempre en el seno de la escritura ―como
ejemplo podemos aportar el Diario de un abril invisible, donde la escritura se
instituye sin cesar en intersticio o suspensión entre estados del ser, o bien los poemas
«Alta Tarquinia», «Elegía de Grüningen» o «La Presentación del tocado por la
muerte»― y que aspira a espaciar la existencia poniéndola en contacto con su
alteridad al objeto de eludir el telos de una muerte concebida a la occidental, tenga
que ver con la inscripción de esta voz blanca. La escritura, no obstante, constituye
también en ocasiones ―recordemos cómo en el tercer himno del «Génesis» una
inscripción corporal, la huella de un talón que se arrastra, borraba la historia― la
borradura del mal o de la temporalidad caída, que podemos asociar al negro del
fondo de la página, y la apertura en ese surco que es sustracción de materia a otro
claro del ser. En «Las muchachas», relatando los meses de la Ocupación donde la
historia se dejaba sentir con toda su fuerza destructora, Elitis apunta: «Era aún
invierno, y no tenía más calefacción que la poética. Expresiones y frases de lecturas
amadas que, por muy separadas geográfica o temporalmente que estuvieran, daban
muestras de poder convivir a la perfección —igual que en el rostro de una muchacha
las cuatro estaciones del año— y recomponer —con mi ingenuo entusiasmo como
único punto débil— el tipo unitario del escritor que escribe desescribiendo la parte
efímera de sí, me bastaban de momento para sustituir a la primavera, pecadora a los
ojos de los cesantes del espíritu»157.
Escribir desescribiendo lo efímero, lo mortal, lo histórico, es decir, abriendo
el espacio de una inmortalidad, de una indemnidad donde la destrucción y la
caducidad han perdido todo poder: ése es el objeto de la auténtica poesía, que se
escribe en blanco. Y ésa es la virtud, también, de la escritura griega ―o de todas
aquellas manifestaciones que poseen la «marca blanca» que las equipara con ella―,
que marcha contra la historia y puede eliminar el sufrimiento como en la lógica del
156
«Παραµονές θανάτου ―πέστε µου― πώς γράφεται µία λευκή φωνή;», ELITIS, O. (2000), p. 16.
157
«Ήταν χειµώνας ακόµη, χωρίς άλλη θέρµανση εκτός από την ποιητική. Ρήσεις και φράσεις από
αγαπητά διαβάσµατα που, όσες τοπικές καταβολές ή χρονικές αποστάσεις και αν τις εχώριζαν,
έδειχναν ότι κάλλιστα µπορούσαν να συµβιούν ―όπως σ’ ένα πρόσωπο κοριτσιού οι τέσσερις εποχές
του έτους― και ν’ αναπλάθουν ―µε µόνο αδύνατο σηµείο τον αφελή ενθουσιασµό µου― τον ενιαίο
τύπο του συγγραφέα που γράφει ξεγράφοντας το εφήµερο µέρος του, µου αρκούσαν προσώρας για να
υποκαταστήσουν την αµαρτωλή στα µάτια των εκπτώτων του πνεύµατος άνοιξη», Ibidem, p. 163.
1110 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
158
«Θέ µου και τώρα τί Πού ’χε µε χίλιους να παλέψει χώρια µε τη µοναξιά του ποιος αυτός
πού ’ξερε µ’ ένα λόγο του να δώσει ολάκερης της γης να ξεδιψάσει», ELITIS, O. (2002), p. 344.
159
«Μεσηµέρι από νύχτα Και µήτ’ ένας πλάι του Μονάχα οι λέξεις του οι πιστές πού ’σµιγαν
όλα τους τα χρώµατα ν’ αφήσουν µες στο χέρι του µία λόγχη από άσπρο φως», Ibidem, p. 345.
160
«Πάντοτε µε µία λέξη µες στα δόντια του άσπαστη κειτάµενος / Αυτός / ο τελευταίος
Έλληνας!», Ibidem, p. 346.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1111
161
«Αλήθεια, δε γνωρίζω ποιητικότερο αποτύπωµα της επινοητικότητας, που µπορεί να διαθέτει το
ανθρώπινο πνεύµα, από το κινέζικο ιδεόγραµµα, όπως µας παρουσιάζεται εντελώς ιδιαίτερα στη
πρώτη, την αρχαϊκή του µορφή. Πρόκειται κυριολεκτικά για µίαν ακτινογραφία βγαλµένη απάνω στη
στιγµή που ο ανθρώπινος νους πιάνει στην απόχη των σχηµάτων εξίσου αποτελεσµατικά τον κόσµο
της ύλης και την αφηρηµένη σκέψη. Όλα όσα έχουµε ίσαµε σήµερα θαυµάσει στα κορυφαία ποιητικά
επιτεύγµατα ―η δύναµη των αναλογιών, η ακαριαία µετατροπή της σκέψης σε εικόνα, η τόλµη η
συνδυαστική της φαντασίας και η ατελέυτητη συνειρµική της αλληλουχία― δεν αποτελούν παρά την
αναλυτική φάση του ίδιου φαινοµένου που ύστερα από µία νοερή διαδραµάτιση µάς παρουσιάζεται
κλειδωµένο σ’ ένα τελικό συντοµογράφηµα», ELITIS, O. (2000), p. 28.
1112 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
pensar, por tanto, en la escritura blanca como una helenización de esta propuesta
contracultural, que en el seno de la grecidad había de adaptarse a las infinitas
potencialidades de un alfabeto cuya sacralidad, cuyo poder performativo, no podían
desligarse de su carácter temporal y sucesivo.
De ahí que Elitis introduzca en el seno del trazo progresivo y analítico de la
letra griega el espacio literario nuevamente fundado en la conjunción de la propuesta
mallarméana con el vacío perfilado en el contorno del signo oriental. Mientras que la
poesía espacialista concebía ya poemas-ideograma donde el enlace entre versos
resultaba sustituido por una relación topológica de fuerzas162, los intentos similares
en Elitis, como hemos tenido ocasión de ver, constituyen meras glorificaciones de la
potencia imaginal que se esconde en los valores originales de la escritura griega163,
entre los cuales se encuentra, sin duda, su sucesividad164. La escritura blanca elitiana
concede una dimensión espacial ―tanto sobre la página como en la acción que
desempeña sobre la realidad: la construcción arquitectónica de un espacio del
espacio― a un alfabeto que se supone recluido, contra el ideograma, en la sola
dimensión temporal165. De instancia de aniquilación de lo existente, como entendía
162
Así Augusto de Campos en su manifiesto Poesía concreta, de 1956, cfr. LAGEIRA, J. (2006), p.
196.
163
Según explica Éliane Formentelli, la práctica occidental del ideograma, o su voluntad de
adaptación, suele testimoniar un deseo de desprenderse de la propia lengua para alcanzar una lengua
arcaica y primordial donde la mediación significante sea menor, cfr. FORMENTELLI, É. (1993), p. 230.
En Elitis, como hemos tenido ocasión de detallar en el capítulo anterior, sucede exactamente lo
contrario: la propia lengua ya se encuentra en consonancia casi absoluta con la materia de la realidad.
Su escritura posee ya, por tanto, todos los valores que el ideograma debía introducir en la cultura
europea.
164
En el «Memorial para Andreas Embiricos», Elitis considera que las palabras griegas que éste
utiliza se identifican con nuestros días, poseen la misma fuerza de nuestra propia vida, que no
aprisionan o tergiversan en la representación, sino que doblan y reproducen. Se puede leer en el pasaje
una lógica del dinamismo vital de la escritura automática, reforzado además en la metáfora de la
radiografía, que alude a la vez a la pureza de una interioridad no enajenada en el lenguaje, y a la
inscripción en blanco sobre negro: «Las palabras que predominan en el primer período de Embiricos
[…] son: στέαρ ευνή, χοάνη, βόστρυχος, θύσανος, θρυαλλίς, µαρµαρυγή, γδούποι, ορυµαγδός,
κορυβαντιώντες, εµβρόντητος: lo cual sugiere el deslizamiento, el placer, el destello, la ignición, el
brillo, la exclamación, la sacudida. A eso me refería al hablar metafóricamente de vibración o
eyección y ―añado ahora― eyaculación. Porque todas estas formas expresivas de elocuencia, que
aparentemente se llenan de cualquier cosa, no difieren de nuestros propios días, son ―hora a hora―
nuestros mismos días, tal como podríamos verlos en una radiografía de nuestro ser biológico» («Οι
λέξεις που κυριαρχούν στην πρώτη περίοδο του Εµπειρίκου […] είναι: στέαρ ευνή, χοάνη, βόστρυχος,
θύσανος, θρυαλλίς, µαρµαρυγή, γδούποι, ορυµαγδός, κορυβαντιώντες, εµβρόντητος: ό,τι υποβάλλει το
γλίστρηµα, την ηδονή, τη µαρµαρυγή, την ανάφλεξη, τη λάµψη, την αναφώνηση, την εκτίναξη. Νά τί
εννοούσα µιλώντας µεταφορικά για δόνηση ή εκτόξευση και ―προσθέτω τώρα― εκσπερµάτωση.
Επειδή όλες αυτές οι φραστικές φόρµες ευγλωττίας, που φαινοµενικά γεµίζουν µε οτιδήποτε, δε
διαφέρουν από τις ίδιες τις ηµέρες µας, είναι αυτές τούτες ―ώρα την ώρα― οι ηµέρες µας, όπως θα
µπορούσαµε να τις δούµε πάνω σ’ ένα του βιολογικού είναι µας ραδιογράφηµα»), ELITIS, O. (1993),
p. 134.
165
«Inscrit dans un carré, l’idéogramme doit à la figuration de jouir d’une ouverture dimensionnelle
multiple. L’écriture alphabétique, condamnée à la seule dimension temporelle, l’ignore. Ce que donne
à voir l’idéogramme, hors de toute reconnaissance figurative, c’est donc une proposition iconique.
L’idéogramme n’admet qu’un tracé ouvert en expansion, qui ne se referme pas sur l’objet. Aucune
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1113
proie à donner ensuite au regard. Il ne se laisse pas non plus trahir, tuer, linéamenter par l’idée. Le
visible qu’inscrit son étymologie n’est pas là pour séduire et combler le regard, mais l’entraîner dans
la danse infinie de la lecture», FORMENTELLI, É. (1993), p. 214.
1114 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
166
Se trata de dos monasterios situados en enclaves isleños de gran hermosura y de difícil acceso, a
su modo espacios del espacio donde se produce una comunicación privilegiada con lo divino.
167
«Και να πάρεις θέση στη γη σαν την Κυπριανή στη Σίφνο ή στην Αµοργό τη Χοζοβιώτισσα
δύσκολο πολύ / […] εαν / Πεις ελληνικά τη λέξη Θεόκτιστη οπόταν και το χέρι σου θ’ ακολουθήσει»,
ELITIS, O. (2002), p. 230.
168
Incluso la referencia a ese anhelo de «algo más» que puede observarse en la cita remite a aquel
«aunque lo tengas todo / siempre falta algo».
169
Así lo cree Andonis Decavales, que considera el poema un adelanto del inmediatamente
posterior «Un regalo, un poema de plata», donde se tematiza, como vimos, la esencia poética de un
fracaso semejante, DECAVALES, A. (1990), pp. 110-112.
170
A pesar de que las citas proceden de las secciones séptima y novena de las Quejas de Menón por
Diotima.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1115
Después de este rastreo general por la imagen de la escritura blanca, que nos
ha permitido repasar numerosos elementos implicados en su lógica, interna y externa
a lo que damos en llamar el corpus de la poesía elitiana, quisiera aludir brevemente a
otras dimensiones implícitas en la metáfora que interactúan con otros textos y otras
referencias en su obra. Desarrollaré asimismo algunas figuras esbozadas
recurrentemente hasta aquí, en especial la del signo como trampa. Todas estas
facetas, fundamentadas a su vez en metáforas que pueden relacionarse visual o
conceptualmente con el trazo blanco sobre fondo negro, contribuirán a configurar
171
«Κοίτα! Ίδιοι µοιάζουν οι άνεµοι που σκουραίνουν τα βράχια και της θάλασσας δίνουν όψη
προπατορική όµως πιο µοναχική τότε η καρδιά σου / Κάτι άλλο αποζητάει Έσωσε νά ’ναι από
Θεού τα αισθήµατα Και ο ήλιος / Σ’ ένα του µίας στιγµής σταµάτηµα που ο χρόνος ούτε τό ’νιωσε
πρόφτασε ιερατική του ασβέστη να προσδώσει αίγλη και οµορφιά / Την των ερωτευµένων που
χωρίς να το ξέρουν της θεότητας το σχήµα έχουνε πάρει Έτσι ένα πρωί / Που δε γύρισε πίσω η
αθλιότη από µία σταγόνα καθαρή σώµα λαβαίνουν και ανεβαίνουν τα στρουθιά τσίου-τσίου τα
νερά εναντιωµένα παίζουν και το σύννεφο έρχεται φορέας ειρήνης / Από µία σ’ άλλη ανθρώπου
ανάσα µε το νου της η βερβένα τρέχει και το παραπεταµένο απ’ όλους µοσχοµπίζελο µε το θάρρος
της αγνοίας χτυπά που πια χωρίς προσπάθεια πας ελεύθερος και πάνω από τις Εξουσίες / Τότε
ιδρύεται φως Κι ένα χέρι που είναι το δικό σου στο ψηµένο επάνω χώµα και στο γαλάζιο το άγριο
να χαράζει αρχίζει σαν ιδεόγραµµα τη µικρή δέσποινα Θεοκτίστη / Νά τί πρώτο χρειάζεται Μένουν
βέβαια πολλά βουνά µεγάλα διαφανή και άλλα κινούµενα στο αντίθετο του πεπρωµένου ρεύµα που
και µόνον ότι το στοχάστηκες µία κάποια χρυσάχνη στο επάνω διάζωµα τ’ ουρανού διαρκεί / Ώστε
λες δίκαιο θά ’χε ο Υπερίων που µιλούσε “γι’ άλλες µνήµες ευγενέστερων καιρών” και προσέθετε
“µας υπολείπεται πολλή και ωραία δουλειά όσο ν’ αγρεύσουµε το Μεγαλείο”», ELITIS, O. (2002), pp.
230-231.
1116 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
172
DERRIDA, J. (1971), p. 81. También, más adelante: «Por una parte, el elemento fónico, el
término, la plenitud que se denomina sensible, no aparecerían como tales sin la diferencia o la
oposición que les dan forma. Esta es la importancia más evidente del llamado a la diferencia como
reducción de la sustancia fónica. Ahora bien, aquí el aparecer y el funcionamiento de la diferencia
suponen una síntesis originaria a la que ninguna simplicidad absoluta precede. Tal sería entonces la
huella originaria. Sin una retención en la unidad mínima de la experiencia temporal, sin una huella que
retuviera al otro como otro en lo mismo, ninguna diferencia haría su obra y ningún sentido aparecería.
Por lo tanto aquí no se trata de una diferencia constituida sino, previa a toda determinación de
contenido, del movimiento puro que produce la diferencia. La huella (pura) es la diferencia. No
depende de ninguna plenitud sensible, audible o visible, fónica o gráfica. Es, por el contrario, su
condición. Inclusive aunque no exista, aunque no sea nunca un ente-presente fuera de toda plenitud,
su posibilidad es anterior, de derecho, a todo lo que se denomina signo (significado/significante,
contenido/expresión, etc.)», Ibidem, pp. 81-82.
173
Utilizo este término ante lo inapropiado de otros como expresión o comunicación.
174
Bajo el poema «La nube»: «Χαράξου κάπου µε οποιονδήποτε τρόπο και µετά πάλι σβήσου µε
γενναιδωρία», ELITIS, O. (2002), p. 368.
175
Cfr. Mijalis Tsianicas, «Ποιητικοί προβληµατισµοί στη Μαρία Νεφέλη ή η αρπαγή της ποίησης»,
en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 357.
1118 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
cada una de sus manifestaciones no sólo una expresión de la lengua sincrónica, sino
un compendio de todos sus estratos. Los trazos alfabéticos nos permiten perseguir, a
través de su blanco, los diversos períodos históricos del helenismo, en todas
direcciones. Un fragmento del ensayo «Lo público y lo privado» nos permite
profundizar en este mecanismo. La pluma es una pala. Escribir en griego no es sólo
consignar una idea o suscitar una corriente de analogías, sino también practicar una
suerte de arqueografía por medio de la cual el pasado, en virtud de la lengua, puede
convertirse en presente176 (según Elitis, la lengua griega «continúa, tan sigilosa como
enérgicamente, y a pesar de las intervenciones de arriba, penetrando sin cesar en la
historia y en la naturaleza que la engendraron hasta transformar enormes cantidades
de tiempo pasado en presente»177). Los tiempos se anulan y se cruzan sobre ese trazo.
La historia puede recorrerse entonces más allá de las constricciones de la mera
linealidad teleológica, o bien ser convocada simultáneamente sobre un punto, gracias
al intersticio blanco que quiebra todos los parámetros y las coordenadas de la
realidad prosaica y racional. El aquí y el ahora se indeciden en dicho espacio. Como
la pala que extrae en una excavación arqueológica toda la tierra que el paso de la
historia ha ido acumulando sobre una obra del pasado, la pluma desaloja sobre la
página el negro de la historia para devolvernos a un blanco que puede ser no sólo el
de la pureza o la revirginización, el del retorno en definitiva a un cierto (re)origen de
los tiempos, sino además el del mármol de los templos o estatuas de la Antigüedad.
Cada signo griego, por consiguiente, es, de manera particularmente eficaz y
poderosa, la huella de todos los demás, no sólo en una evidente dimensión fonológica
o morfológica, sino también en lo que atañe a obras y textos de todas las épocas; el
carácter sistémico de la lengua se reafirma a su vez y se cortocircuita en la medida en
que toda ella se encuentra instalada sobre el hiato de la diferencia.
Elitis menciona explícitamente en «Lo público y lo privado» la metáfora de la
pala que nos permite hablar de arqueografía. Sintomáticamente, lo hace tras referirse
a un fenómeno paralelo: el de las analogías de la sensación en el espíritu que, como
sucede con la escritura, permiten (re)construir Grecia en un proceso de (i)legibilidad
(recordemos la alusión a Grecia como un ideograma de cuyas correspondencias
puede inferirse toda su realidad). Tematizando una vez más el gesto mismo de la
inscripción, el autor señala que cuando escribe no se limita a raspar el papel, sino que
penetra más profundamente para descubrir una Grecia que en ocasiones es construida
poiéticamente por la propia escritura. Los signos no nacen pues para representar la
realidad, sino para fundar el espacio donde ésta vendrá a mostrarse a posteriori: «En
176
Cfr. PURGURIS, M. (2005), pp. 82-83.
177
«Lo público y lo privado»: «Εξακολουθεί αθόρυβα όσο και δραστικά, παρά τις άνωθεν
επεµβάσεις, να εισχωρεί ολοένα µέσα στην ιστορία και µέσα στη φύση που τη γέννησαν, έτσι ώστε
να µετατρέπει τεράστιες ποσότητες παρελθόντος χρόνου σε παρόν», ELITIS, O. (1993), p. 340.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1119
178
«Συνελόντι ειπείν, έχω γίνει ένας µικρός Παυσανίας των αισθήσεων και των αναλογιών τους στο
πνεύµα, που πιότερο από τα µνηµεία ενδιαφέρεται για κάτι δαφνώνες, απ’ αυτούς µε τα δυνατά
πράσινα που, µόνον να τα θωρείς, σου στιλβώνουν µάτι µαζί και ψυχή. Και που του αρέσει
γράφοντας ―πρέπει να το προσθέσω κι αυτό― να µην ξύνει απλώς το χαρτί, αλλά να σκάβει και ν’
ανακαλύπτει συνεχώς την Ελλάδα που προϋπάρχει µέσα του και που, αν ανταποκρίνεται στην
πραγµατικότητα, ολίγον ενδιαφέρει. Έχει τον καιρό ν’ ακολουθήσει η πραγµατικότητα», Ibidem, pp.
347-348.
179
Lo mismo sucede con la simulación de textos griegos antiguos en «Antes que nada, la poesía» o
El Pequeño 0autilo. Ellos, que hacen confluir diversos períodos de la lengua, son también una forma
evidente de arqueografía.
180
Peter Mackridge ha señalado la ausencia general de ruinas clásicas en la poesía de Elitis, cuyas
relaciones con el pasado se establecen exclusivamente a través de la lengua, cfr. MACKRIDGE, P.
(1997), p. 117.
1120 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
disponga en la metáfora de «La almendra del mundo» como una trampa, cepo o red
tendida a la espera de atrapar en sus fauces el absoluto. Su misma abertura, el
pequeño espacio vacío del trazo que parece disponerse ―de manera dinámica, eso
sí― como el territorio donde algo más ha de sobrevenir, interno o externo, remite
incluso visualmente al receptáculo del cepo o de la red, de la trampa en general,
donde la presa ha de quedar alojada. El signo-trampa promete una captura, escenifica
ya la cacería en el dispersar de los cepos que el poeta efectúa sobre la página al
escribir. Este deseo de experimentar lo sobre-humano aquí y ahora, de hacer
comparecer a los dioses ante nuestros ojos o de acoger lo sublime, el ser, el misterio,
lo imposible, en definitiva, en el territorio de la obra y, por consiguiente, de la
escritura ―convirtiéndolas así, al mismo tiempo, en dimensiones excéntricas,
conmovedoras de la solidez del lugar―, supone acaso una reminiscencia de los
viejos postulados del Pseudo Longino (Sobre lo sublime) y su influencia medular en
la estética del romanticismo181. Según ha señalado Costas Mijailidis en un análisis
del poema de El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza «Lo que no puede ser»,
Elitis aspira igualmente a captar lo imposible, a traerlo al terreno de la
manifestación182. La palabra no debe ser, de este modo, una cómoda instancia de
representación de lo real que comparta su mismo estatuto, sino la inserción en el
cosmos de lo extraño, de lo unheimlich ―aun sólo en la medida en que se genera el
espacio de su espera o de su promesa, o en que el enigma se produce arti-ficialmente
en el pliegue de la escritura―, con el fin de practicar en el universo de la objetividad
181
El romanticismo encontró en estas teorías sobre la necesidad de imitar lo imposible o lo
sobrehumano y, por tanto, someter la escritura o la técnica a un exceso de sí, el modo perfecto de
contrarrestar la estética neoclásica heredera de las Luces y, por tanto, del aristotelismo racionalista.
Dice Jorge Juanes que en el tratado del Pseudo Longino muchos ven «la preocupación por restaurar el
sentido originario de la palabra retórica o netamente poética, cuyo atributo estriba en acoger “lo alto”,
el alma, el ser, el misterio. Lo contrario de la retórica instrumental, que rebaja la palabra a un artilugio
constructivo-comunicativo ayuno por completo de excentricidad e inspiración […]. Lo sublime
originario sería así condición poética, suprahumana y suprarracional de la palabra: manía divina,
pathos, entusiasmo. Lo sublime es, pues, el hypsos en que la palabra descentrada habita; constelación
excéntrica no reductible, por tanto, a la medida del hombre», JUANES, J. (2003), pp. 65-66.
182
Cfr. MIJAILIDIS, C. P. (1997), p. 460. La cuestión podría plantearse en términos de receptividad
del espíritu a cargo de la materia, y en ese sentido podríamos comparar el proceso auspiciado por
Elitis con una faceta central de la teoría hölderliniana de lo poético: «Una volta iniziato il suo
movimento lo spirito trova nella materia la sua manifestazione, la sua condizione mimetica esclusiva.
In questo modo Hölderlin delinea una doppia riproduzione dello spirito: in se stesso e nella materia,
ma solo in quest’ultima si fa presente a se stesso, si fa mondo. La materia pertanto, per sua natura
ricettiva all’elaborazione dello spirito, è anche il luogo della sua autoriproduzione: lo spirito che si
coglie “materialmente” in una rappresentazione poetica, in una “metafora”, la metamorfosi
dell’irrappresentabile in una tangibilità mimetica. La poesia è per Hölderlin l’esibizione della
possibilità di afferrare questo processo, così come in Eraclito solo il logos, la parola dotata di senso,
rende accessibile l’“armonia nascosta”. Tuttavia, mentre in Eraclito lo sforzo è di comprendere l’unità
logica a partire dalle opposizioni del sensibile, in Hölderlin il problema è di trasferire,
“metaforizzare”, il possibile nel reale, l’unità spirituale nella pluralità poetica. In questa prospettiva la
materia assume una triplice accezione: è pura ricettività dello spirito e si caratterizza quindi
trascendentalmente; è il materiale poetico del poeta, il mondo contingente della vita che il poeta
elabora; è lo stesso poeta che coniuga il trascendentale nel vivente», MECACCI, A. (2002), pp. 60-61.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1121
una fisura hacia una alteridad que se suspende entre lo interior y lo exterior. El
lenguaje y el mundo sienten ante esta operación la necesidad de salir de sí. El gesto
griego triunfa en la sola preparación de la cacería.
La lógica elitiana de la escritura griega favorece, por lo demás, esta metáfora
y este paralelismo. Al igual que las trampas del cazador, las palabras blancas de
Elitis se disponen sobre la página, como le hemos visto admitir en el párrafo de «Lo
público y lo privado», a la espera de la realidad. Aquello que deben captar no
preexiste a ellas, sino que se genera sobre su superficie, en el dinamismo de su
operación. Se diría que las presas nacen para ser atrapadas por estos mecanismos
venatorios. Ya habíamos leído en «Comagene la desaparecida» cómo es el εἴδωλον,
la dimensión representativa e imaginal, el que debe preceder al objeto que
presuntamente imita. El signo o el indicio, del mismo modo, generan el original de su
designación, así como la imagen de Dios puede demostrar que un Dios inexistente
existe («El jardín ve»). La trampa, pues, suscita su presa. El absoluto se construye
poiéticamente en el heliotropismo de una escritura blanca que ha surgido para
atraparlo ―en el caso de la almendra del mundo, ha surgido de la frustración de la
captura―, pero que sólo difiriéndolo, mostrando interminablemente sus fauces
abiertas a la espera, puede preservar su posibilidad. El lenguaje se dispone,
invirtiendo el proceso implícito en la melan-colía, como el indicio de un absoluto por
venir. Ya no puede haber, por tanto, lamentaciones ante la imposibilidad de atrapar
lo total o la trascendencia, ni tampoco desesperación ante la percepción de la
escritura como la cárcel en que la pureza de la vida, su libre discurrir, se encuentra
presa una y otra vez. El signo elitiano, al igual que el cabalístico, se sitúa en las
antípodas de esta concepción: el lenguaje, la lengua, es por una parte el tener lugar
de lo sagrado, pero también, como hemos podido comprobar en la identificación de
las palabras con los días mismos de nuestra existencia, el transcurrir de la vida, el
núcleo de nuestro habitar sobre la tierra.
Existen muchas referencias a la cacería o a la trampa, en lugares además
centrales, a lo largo de la obra de Elitis. La heroína María Nefeli, emblema de la
femineidad arquetípica, de la intersticialidad, el blanco y la pureza del himen, e
isomorfa asimismo de todas las figuras del hiato y, por consiguiente, de la escritura,
contiene en su nombre una alusión a la trampa. Como han señalado algunos
autores183, la palabra νεφέλη de su apellido no sólo significa «nube», el sentido más
corriente en el griego actual, sino que oculta además la ocasional acepción clásica,
presente por ejemplo en Aristófanes, de «trampa para pájaros». En la tematización
por antonomasia de la escritura griega y su combinatoria, el verbo catarkizmevo,
183
Cfr. por ejemplo NUTSOS, P. (1996), pp. 305-306, POLITI, D. (1979), p. 53, o VÍRONAS RAÍSIS,
M. (1983), p. 339.
1122 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
184
Tras pronunciar el verbo catarkizmevo, se dice que «el tardo cazador torna con presas / De un
mundo etéreo» («Ο βραδύς κυνηγός µ’ αιθερίου θηράµατα / Επιστρέφει κόσµου»), ELITIS, O. (2002),
p. 569.
185
«Κάτι κάτι Κάτι δαιµονικό µα που να πιάνεται σαν σε δίχτυ στο σχήµα του Αρχαγγέλου»,
Ibidem, p. 209.
186
Mijalis Tsianicas ha señalado a este respecto la importancia de un término que se encuentra en
María 0efeli: τα Αληθοτόπια, el lugar de la verdad o la patria de la verdad, territorio del que según
Elitis volveremos todos un día con el rostro quemado o devorado. Este lugar de la verdad, según
Tsianicas, indica, además de la muerte, el espacio del poema, cfr. el artículo «Ποιητικοί
προβληµατισµοί στη Μαρία Νεφέλη ή η αρπαγή της ποίησης», en CAPSOMENOS, E. G. (2000), p. 368.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1123
187
María Jadsiyacumí ha afirmado que la persecución de la verdad en la obra de Elitis se da en el
interior de la escritura poética, cfr. JADSIYACUMÍ, M. (2004), pp. 155-156.
188
«Τριαντάφυλλα, που λέει ο λόγος· επειδή εδώ δεν πρόκειται για τα λουλούδια· πρόκειται για το
αντίστοιχό τους µέσα στην έκφραση, από την άποψη ότι ο ίδιος µυστηριακός µηχανισµός που
ξεπετάει µπουµπούκια ξεπετάει φράσεις σε κατάσταση ήβης, ικανές να παγιδεύσουν τα συµβαίνοντα
του υπερβατού χωρίς άλλη µεσολάβηση. Και αυτό, µέσα στο χώρο ενός ποιήµατος που δεν
αποσκοπεί µήτε στην καλλιέπεια µήτε στη φιλοσοφική θεώρηση παρά µόνον σε ό,τι θα ονοµάζαµε
“δόνηση” ή “εκτόξευση”, µε την έννοια την πνευµατική», ELITIS, O. (1993), p. 132. Subrayado mío.
1124 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
189
«Pequeño discurso en el gran anfiteatro de La Sorbona»: «Είναι ένα µικρό θαύµα αυτό. Ένα
θαύµα που το εγέννησε η ποίηση. ∆ηλαδή, πάλι οι λέξεις, αλλ’ αυτή τη φορά τοποθετηµένες κατά
τέτοιον τρόπο που να συλλαµβάνουν εκείνο που µας υπερβαίνει. Και µήπως τί άλλο είναι η ποίηση;
Ένα κυνήγι ατέρµονο», Ibidem, p. 281.
190
«Καθώς σας είπα πριν, είµαι ένας από κείνους τους ποιητές που δουλεύουν µέσα από τη γλώσσα
τους. ∆εν πρόκειται για µία αποκοµµένη στάση. ∆εν σκέπτοµαι κάτι και µετά το µεταφράζω σε
γλώσσα. Το γράψιµο είναι πάντα ένα πείραµα, και συχνά οδηγούµαι από την ίδια τη γλώσσα να πω
µερικά πράγµατα που διαφορετικά ίσως να µην τα είχα σκεφτεί», ELITIS, O. (1979), p. 192.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1125
191
ELITIS, O. (2002), p. 507.
192
No hay que desdeñar, por otra parte, el carácter de fuente de la operación crítica ―una operación
crítica que, bajo su prescripción, no ha hecho sino recomenzar una y otra vez― que ha adquirido el
pasaje, la metáfora, el propio blanco de la escritura, como generalización de un traspaso y una
metaforicidad que nos inducen a pasar sin descanso desde su superficie a todas las demás figuras del
hiato que gobiernan la lectura.
193
Resulta interesante al respecto el ensayo de Jacques Derrida «Qual, cual: Las fuentes de Valéry»,
DERRIDA, J. (2003), pp. 313-346.
194
Hay, pues, una nueva reproducción de las dos fases del automatismo de lo religioso: la escritura
blanca desempeña así una función a la par de(con)structiva ―borradura de la historia, asesinato de(l)
Dios moribundo, aniquilación de lo existente en el aura de su referencialidad presunta (recordemos a
Mallarmé y el vacío generado en torno a las palabras), escisión del yo a cargo de una corriente que
procede, siempre, de un adentro que es un afuera, según veremos enseguida― y (re)constructiva que
concede a la poesía una temporalidad diferente, ajena a la mensurabilidad de lo histórico. Podemos
encontrar en Hölderlin un planteamiento semejante: «Il kairos poetico si profila come l’istante in cui
si mette in discussione ogni datità, per questo l’istituire poetico prende l’avvio da un atto di
destituzione sia del soggetto che del mondo al quale si è abituati: disimparare il mondo per rivederlo
come la prima volta, sotto un’altra luce», MECACCI, A. (2002), p. 115. De la misma manera, Elitis
entiende, según explica en «Antes que nada, la poesía», que toda escritura poética ha de ser una
primera escritura de las cosas: «Por eso creo que aun la escritura poética más actual (la más moderna)
en cada momento, debe atestiguar que está en posición de reducirse, como ellas [las sensaciones], a la
primera escritura de las cosas. Por muy simple que esto parezca, cuando me apercibí de ello sentí
realmente una libertad infinita» («Νά γιατί πιστεύω πως κι η πιο ύστερη (η πιο µοντέρνα) κάθε φορά
ποιητική γραφή οφείλει να µαρτυρεί ότι είναι σε θέση ν’ ανάγεται, όπως κι αυτές, στην πρώτη γραφή
των πραγµάτων. Είναι κάτι αυτό που, όσο απλό κι αν φαίνεται, όταν το συνειδητοποίησα, ένιωσα
πραγµατικά µίαν απέραντη ελευθερία»), ELITIS, O. (2000), p. 44.
1126 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
blancos sobre la página negra en «La almendra del mundo» sino la refundación de la
posibilidad de una trascendencia, el reinicio ahistórico de una persecución
históricamente fracasada que ahora utilizará precisamente el tránsito del deseo, el
hiato de la diferencia, para recuperar la importancia de su objeto?
Como un surtidor, esta eyección seminal del blanco se convierte en
fundamento de lo vivo, en anterioridad indecidible de todo lo que es. Pero la fuente,
naturalidad intacta, oriente puro, es siempre otra. Hay una maquinalidad implícita en
la lógica de la escritura-fuente que la escinde ya desde su nacimiento de una
pertenencia a la naturaleza de lo propio. Mecanismo del surtidor que se oculta en las
fuentes de la fuente, maquinalidad del manantial que repite sin cesar la producción
de una indemnidad (procedimiento pues autoinmunitario de construcción de una
sobrenaturaleza, el poema como máquina de trascendencia), el concepto de la fuente
se halla siempre imbricado en una problemática del yo y del exceso de la identidad.
Fractura de la presencia para sí, el manantial disloca el estatismo del ser y sirve a
menudo como metáfora de la charla banal, de la escritura que pierde la verdad y se
pierde a sí misma en su transcurrir; pero, a la vez, la fuente es el emblema mismo de
la imposibilidad del origen, de la inevitable traducción que implica todo surgir,
escindido ya aun en el punto más germinal de su ser: una sombra, una huella, todo un
entramado de corrientes subterráneas, preceden, doblándolo, quebrando su pretensión
de propiedad, al manar del origen. Una cierta lógica del psicoanálisis, y por tanto de
la escritura automática, se halla implicada aquí. Al igual que el brotar de la fuente, el
yo, lo propio de la identidad, arrastra la sombra de un abismo o un exceso de sí que
constituye, se diría, su auténtico ser: la huella de un origen inexperimentable en tanto
presencia que sin embargo nos guía ―mecánicamente― desde un adentro que
percibimos como exterioridad total, alteridad nuclear de nuestra psique. Las fuentes
del yo son un otro. La escritura blanca las pone de manifiesto en la medida en que no
brota de la voluntad de un individuo consciente ni de la plenitud de un querer-decir
determinable, sino que se construye paralógicamente a partir de un elemento siempre
oculto, el núcleo de la grecidad que induce a la expresión desde una anterioridad
ilocalizable. El poeta habla siguiendo una prescripción, deconstruyendo su propio yo
en una obediencia que le incita a hablar en nombre de algo que no es él mismo (la
luminosidad o la transparencia, en el discurso de recepción del Nobel). Escribir en
griego es por tanto escribir, ya, una diferencia o una escisión ―el hiato de la
poesía― que nos integra en el gesto mismo de habitabilidad de lo humano, un gesto
místico: la fractura de la identidad o el exceso de sí, el éxtasis que es én-stasis,
prospección en las fuentes (¿no se trata, entre los místicos, de autodislocarse en una
sobrehumanidad que reside en nuestro interior, scintilla mentis o punto supremo?).
Significa una puesta en abismo del propio ser, una zambullida en la lógica
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1127
195
ALEXANDRIAN, S. (1974), pp. 98-99.
1128 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
sino en el brotar o el discurrir: arco del heliotropismo, arco del surtidor, fuente de la
fuente, puesta en abismo de la metaforicidad, construibilidad de la luz que también,
a su modo, indecide su fuente entre el origen y el producto196.
De ahí que el poeta, por encima de otros artistas, pueda acudir, en opinión de
Elitis, «directamente a la fuente». Poner de manifiesto la imposibilidad de un origen.
Acudir al nacimiento para demostrar que la fuente tiene a su vez una fuente que,
simplemente, no se deja ver. Pero, por eso mismo, es capaz de regenerar todas las
cosas en una prolongación de la metaforicidad o el devenir, en una refundación del
tiempo que viene a escenificar una continuidad sobre el espacio vacío del origen y el
telos; la escritura poética suscita un reorigen que a la vez remarca y pespuntea el
borde mismo de la percepción, el filo de lo sobre-humano, al que se enfrenta a
diferencia de otras artes que actúan en la interioridad segura de lo analógico: «Pero
aquí la poesía tiene ventaja. Más que los músicos o los pintores, que se expresan
necesariamente por medio de analogías en el mundo de los sonidos o los colores, el
poeta, que tiene como instrumento exclusivo el lenguaje, va directamente a la fuente.
Allí donde los estados psíquicos, las asociaciones oníricas, las ideas, descubren sus
cartas y donde —para expresarnos de modo absoluto— sólo con nombrarlas, las
cosas renacen»197.
Esa fuente es, ante todo, una fuente griega con la blancura del mármol pario,
la fuente de Mavroyenis. En el «Comentario al Axion Estí», reconoce que ésta se
encuentra en «La Pasión» «identificada con la palabra poética» y conduce al Poeta a
«reengendrar todo lo visible», a devolver las sensaciones a su punto cero
196
«El poema —la literatura— parece ligado a una palabra que no puede interrumpirse, porque no
habla: es. El poema no es esa palabra, es comienzo, y la palabra no comienza nunca, pero siempre dice
otra vez y siempre vuelve a comenzar. Sin embargo, el poeta es el que escuchó esa palabra, el que se
convirtió en la unión, en el mediador, el que le impuso silencio pronunciándola. En ella, el poema está
próximo al origen porque todo lo que es original es a prueba de esta pura impotencia del recomienzo,
esta prolijidad estéril, superabundancia de lo que no puede nada, de lo que nunca es la obra, arruina la
obra y restaura en ella la inacción sin fin. Tal vez sea la fuente, pero fuente que de alguna manera debe
secarse para convertirse en recurso. El poeta, el que escribe, el “creador”, nunca podría expresar la
obra desde la inacción esencial; nunca, él solo, hacer surgir de lo que está en el origen la pura palabra
del comienzo. Por eso la obra sólo es obra cuando se convierte en la intimidad abierta de alguien que
la escribe y de alguien que la lee, el espacio violentamente desplegado por el enfrentamiento mutuo
del poder de decir y del poder de oír. Y aquel que escribe, también es quien “oyó” lo interminable y lo
incesante, quien lo oyó como palabra, penetró en su comprensión, se sostuvo en su exigencia y se
perdió en ella, y, sin embargo, por haberla sostenido como era necesario, la interrumpió, y en esa
intermitencia la hizo perceptible, la pronunció restituyéndola con firmeza a ese límite; midiéndola, la
dominó», BLANCHOT, M. (1992), p. 31.
197
«Breve réplica en el Aula Magna de la Universidad de Roma»: «Όµως εδώ η ποίηση έχει τον
πρώτο λόγο. Περισσότερο και από τους µουσικούς ή τους ζωγράφους, που κατ’ ανάγκην εκφράζονται
µε ορισµένες αναλογίες στον κόσµο των ήχων ή των χρωµάτων, ο ποιητής, που έχει σαν
αποκλειστικό του όργανο τη γλώσσα, πηγαίνει κατευθείαν στην πηγή. Εκεί όπου οι ψυχικές
καταστάσεις, οι ονειρικοί συνειρµοί, οι ιδέες ανοίγουν τα χαρτιά τους· και όπου ―για να
εκφρασθούµε απόλυτα― και µόνον µε την ονοµασία τους τα πράγµατα ξαναγεννιούνται», ELITIS, O.
(1993), pp. 304-305.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1129
198
«…el símbolo de la “Fuente de Mavroyenis”, identificada con la palabra poética, lo conducirá a
“la cama del amor, con la oscuridad” para reengendrar todo lo visible» («…το σύµβολο της “Βρύσης
του Μαυρογέννη” της ταυτισµένης µε τον ποιητικό λόγο, θα τον κάνει να πέσει “στο κρεβάτι του
έρωτα, µε το σκοτάδι” για να ξαναγεννήσει τα ορατά πράγµατα»), KEJAYOGLU, Y. (1995), p. 44.
199
«Η “Βρύση του Μαυρογέννη” είναι µία βρύση νησιώτικη (στην Πάρο) που µου χρησίµεψε σαν
υπόδειγµα για όλες τις βρύσες τις ελληνικές, και που µε συγκινούν από δυο απόψεις: αισθητικά,
επειδή παρουσιάζουν κάτι ανάµεσα σε µικρογραφία αρχαίου ναού και σε εικονοστάσι της υπαίθρου,
και από την άλλη µεριά, επειδή σ’ αυτές η αισθητική ανάγκη συνυφαίνεται αξεχώριστα µε τη χρήσιµη
λειτουργία. Μεταφορικά πάλι, επειδή η έννοια του καθαρού νερού που εξαγνίζει και αναπάυει µία
προέκταση της ποιητικής φωνής όπως την αντιλαµβάνοµαι και όπως τη δίδαξε ο Σολωµός», Ibidem, p.
58.
200
«Όπου […] και να βρίσκεστε, αδελφοί / […] ανοίξετε µία βρύση, / τη δική σας βρύση του
Μαυρογένη», ELITIS, O. (2002), p. 156.
201
«Eros y Psique» (Las Elegías de Oxópetra), precisamente el poema que Elitis dedica a Hölderlin:
«…από κει που η αλήθεια εκβάλλει / Με κρουστά υποχθόνια ή πηγές µεγάλης καθαρότητας / Έρχεται
να σ’ το επιβεβαιώνει […] / Κείνο το κάτι ανεξακρίβωτο που υπάρχει / Παρ’ όλα αυτά µέσα στο
Μάταιο και στο Τίποτα», Ibidem, p. 554.
1130 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
de la escritura griega, tematizado a lo largo de todo el Axion Estí. Pues el agua es «el
habla que no conoce mentira»202, y su efecto será semejante al de la recitación o el
recuerdo de los grandes monumentos literarios nacionales, convertidos ya en forma
de la inmediatez y el bien y no en constructo perverso contra la verdad. Allí donde se
ofusque la mente (ofuscación que era antes efecto del vertido maligno de la
µελαν-χολή), donde el mal quiera vulnerar la pureza del ser, el recuerdo de escritores
como Papadiamandis o Solomós abrirá al reorigen, a la revirginización, a la pureza
del manantial: «Dondequiera que os encuentre el mal, hermanos, / dondequiera que
se ofusque vuestra mente, / recordad a Dionisios Solomós / y recordad a Aléxandros
Papadiamandis»203. La historia volverá, maquinalmente, una vez más, a su punto de
partida, y una sobrenaturaleza quedará (re)construida en dos aspectos: en la medida
en que la escritura blanca viene a recomponer arti-ficialmente lo natural para
indemnizarlo, y en tanto la apelación a las fuentes nos conduce, siempre, a la
conciencia de la diferencia, de la escisión del ser y, en definitiva, del abismo
inclausurable de un inconsciente que espectraliza y pone en fuga la realidad. La
nueva posibilidad de un absoluto nace heliotrópicamente, por consiguiente, en la
reinauguración de su búsqueda. La escritura griega, el signo-fuente, se demuestra una
vez más, como la luz, como el discurso místico, miembro de un engranaje retráctil de
producción (poiética, autoconstruible) de trascendencia.
Acabaremos con las figuras del espejo y el pasadizo, que hemos venido
mencionando esporádicamente a lo largo del análisis, y que en un pasaje de las
prosas de Elitis se imbrican no sólo con la escritura y el nombre, sino además con el
himen, el deseo, la retracción de lo femenino y todas las formas de la intersticialidad.
La escritura blanca, alejada de la aspiración de transparencia teleológica del signo
moderno, pero también del trauma melancólico de la tinta como muro impenetrable
que es preciso derribar, se configura sobre una lógica doble del cristal: por una parte
espejo, superficie impenetrable pero no opaca que remite siempre a sus otros, que
deja leer sobre sí nuevas escrituras y nuevas tradiciones según un mecanismo no
mimético, que refracta la mirada y la dirige hacia una variedad de elementos-textos
que confluyen sobre él pero cuya imagen sólo se deja contemplar invertida ―no hay
originalidad, en este aspecto, en el pasaje de la escritura blanca, que, como hemos
202
«Η λαλιά που δεν ξέρει από ψέµα», Ibidem, p. 157.
203
«Όπου και να σας βρίσκει το κακό, αδελφοί / όπου και να θολώνει ο νους σας / µνηµονεύετε
∆ιονύσιο Σολωµό / και µνηµονεύετε Αλέξανδρο Παπαδιαµάντη», Ibidem, p. 157.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1131
visto, no dice nada, sino que pone el acento en la operación de (in)visibilidad que ella
misma desencadena―; por otra parte membrana de transparencia, elemento que, en
su traspasabilidad sin objeto, pone en abismo la mirada y el propio mecanismo de la
textualidad, obligándonos siempre a ir más allá de su superficie para entrar en
contacto, en el tránsito de la metaforicidad o en el juego de la significancia que
inaugura, con la indecidibilidad de lo Abierto. El blanco del pliegue o de la caverna,
el blanco del himen, se convierte de este último modo en un blanco de abismo
interminable donde la visibilidad se pone en juego de manera tan pura que es
imposible ver algo; la mirada no se detiene. Membrana medial que refleja o se deja
atravesar, la escritura blanca pierde en cualquier caso la opacidad deprimente de la
melan-colía y pone el acento en la mirada, en el mecanismo de la búsqueda o el
deseo. Modelo para una operación crítica que olvida toda dilucidación genealógica o
temática y queda limitada a transitar por los blancos que se abren a partir de esta
abertura que rasga la página, propicia la proliferación incontenible de la textualidad
en la dialéctica lectura-escritura (que es, más bien, un círculo que comienza y
termina, sin final, en la impenetrabilidad ilegible del blanco-espejo o blanco-abismo)
y desborda los límites de la obra o el corpus literario remitiendo y convocando a
otros autores, otros géneros, y otras tradiciones. Es el espacio del εἴδωλον, de la
copia o el simulacro impropio que también alude, en el griego actual, a la imagen
reflejada sobre un espejo: en su superficie, himen ya de escenificación de una
mímesis de lo imposible, se desencadena un retejer que suscita, en la prolongación
insatisfecha del deseo y en la multiplicación de las metáforas y los espaciamientos, el
ámbito del paraíso o de la uTopía. Grecia se crea y se recrea sobre este engranaje en
su autoconstruibilidad textual.
Un pasaje de la prosa «Los sueños» reúne de manera especialmente gráfica
todas estas valencias, a las que se añade el marco general de intersticialidad que
corresponde al sueño, membrana a su vez de escenificación que se suspende entre el
consciente y el inconsciente, superficie de re-velación donde se oculta a la par que se
da a ver la cripta de un espacio del espacio, la interioridad recóndita que se perfila
como afuera del ser. Soñar es, también, entrer la source, señalar a la fuente
inaprensible de unas imágenes que son a la vez mímesis de lo real y del deseo o,
mejor, reproducción de la imposibilidad de un trayecto efectivo entre esas dos
instancias. El pasaje en cuestión es el «Sueño de Shelley», donde Elitis se contempla
a sí mismo en la casa londinense en que se alojó años atrás con su familia y se
reencuentra con la hija mediana de los anfitriones, una muchacha apodada Shelley
por su peinado que excitó en vano entonces, es de presumir que en su adolescencia,
sus deseos. El sueño consiste, en consecuencia, en la recuperación de un anhelo
insatisfecho que volverá a escenificar, esta vez con intervención de las imágenes del
1132 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
204
«Φτάνω µε χτυποκάρδι στην πρώτη στροφή της σκάλας, και δεξιά βλέπω πραγµατικά την πόρτα
του µπάνιου ανοιχτή και το φως αναµµένο· ακούγονται µάλιστα νερά που τρέχουν. Θεέ µου,
συλλογίζοµαι, η στιγµή που περίµενα, έφτασε. Καθυστερώ όσο µπορώ, σκύβω να δέσω τάχα τα
κορδόνια των παπουτσιών µου και παρακολουθώ µε άγρυπνο µάτι το άνοιγµα της πόρτας. Τίποτε.
∆εν παρουσιάζεται τίποτε. Ωστόσο µου µένει ακόµη ένα περιθώριο στο γύρισµα της δεύτερης
σκάλας. Προχωρώ αργά και κοιτάζω προς τα πίσω. Νά τα, δυο γυµνά πόδια µέσα στο δυνατό φως.
∆υστυχώς, είµαι ήδη αρκετά ψηλά ώστε να µπορώ να βλέπω το σώµα ή το πρόσωπο. Σταµατώ και
αρχίζω να ξανακατεβαίνω. Κάθε σκαλί ―και τα ωραία πόδια µού αποκαλύπτονται περισσότερο. Λίγο
ακόµη, ένα σκαλί, και θα φτάσω στο καίριο σηµείο. Αλλά εκεί απάνω, µεµιάς, η πόρτα κλείνει. Πάω
να σκάσω. Αποµένω στη µέση της σκάλας αµήχανος και δυστυχής. Το µόνο που µου µένει είναι το
τετράγωνο τζάµι που υπάρχει στο επάνω µέρος της πόρτας. Έστω και µόνο να φανεί το κεφάλι, να
πεισθώ πως ήταν αυτή. Πολύ γρήγορα οι υδρατµοί από το ζεστό νερό θαµπώνουν τη λεία επιφάνεια·
σχηµατίζονται σταγόνες που αρχίζουν να κυλούν και να διαγράφουν αδέξια γράµµατα. Σε λίγο η λέξη
σχηµατίζεται, ξεχωρίζει, µπορείς να τη διαβάσεις καθαρά, σα να την έσυρε στο τζάµι κάποιο αόρατο
δάχτυλο: Shelley», ELITIS, O. (2000), pp. 239-240.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1133
cerca de hacerlo―, la cámara del secreto, los velos que en forma de puertas
preservan el objeto de la persecución, la búsqueda esperanzada, la noche, el deseo
ancestral, todos estos factores remiten a la vez a un contexto amoroso y místico. ¿No
se refleja en cierto modo en la figura de este amante emboscado que escapa de su
cama para buscar un encuentro con su amada en medio de la noche el alma que en la
«Noche oscura» de San Juan de la Cruz desciende «por la secreta escala disfrazada»?
Aquí, no obstante, si algo va a escenificarse es la constante frustración del deseo, la
imposibilidad de resolver el enigma que re-producirá una y otra vez el esquema de la
búsqueda. El sujeto se sitúa en varias ocasiones ante el umbral de la cámara
iluminada donde se encuentra el misterioso objeto de sus desvelos, pero la presencia
no se da jamás. El mecanismo de la mirada debe volver a reinventarse
constantemente en su pulsión alusiva y elusiva por medio de nuevas tretas (nuevos
giros o tropos) que en ningún caso surten efecto. La presencia se re-trae y el trayecto
de la mirada se eterniza. Observando de reojo la puerta en el primero de los casos, el
sujeto admite que no hay parusía utilizando para ello una expresión que contiene esta
palabra: δεν παρουσιάζεται τίποτε. Todos los intentos son inútiles: la visión se retira
siempre tras un nuevo velo. La incapacidad de contemplar a la muchacha desnuda, de
captar completo ese cuerpo cuyo acento se pone en la cavidad del sexo, cripta a su
vez que se esconde tras el himen y constituye el receptáculo del placer, el sancta
sanctorum del templo laico de la sensación, recuerda mucho al fracaso en la captura
de una almendra del mundo situada también en el núcleo más recóndito del cosmos.
En ambos casos una escritura se trazará como un surco para re-velar aquello que se
ha perdido y reiniciar la búsqueda. Aquí, el sujeto que no ha logrado ver el sexo
desnudo de la muchacha procura al menos identificarla viendo su cabeza a través del
cristal de la puerta. Sin embargo, la imagen vuelve a retraerse tras una capa de vaho.
El cristal se hace impenetrable. Sólo la escritura le devolverá su transparencia; una
escritura sin origen que abre surcos en la neblina que ofusca la visión pero no
proporciona un acceso directo a la presencia, sino que remarca el himen que se
pretende romper velando a la muchacha ―re-velando la cámara del secreto,
espaciando una vez más el espacio― tras un sobre-nombre: no el nombre propio que
habría de identificarla, sino el apodo que es, además, el nombre de otro, una firma
literaria donde la escritura se espesa todavía más. Las capas de ocultación se
multiplican: la puerta, el vaho, el mote, el nombre verdadero. Como Moisés en el
Sinaí, Elitis contempla el lugar en que se encuentra o se promete el ser deseado, un
lugar fuera de lugar, pero no logra percibir siquiera su verdadero nombre205. Son las
letras, sin embargo, las que quiebran esa suerte de nube mística y propician una
205
Nombre propio de la muchacha en el caso de este sueño, Tetragrama o nombre impronunciable
de Dios, en el caso del episodio del Sinaí.
1134 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
206
Cfr. Ibidem, pp. 240-241.
207
Se trata de una consigna del ultranacionalismo empleada como emblema por la Dictadura de los
Coroneles.
3.2. La escritura blanca sobre fondo negro 1135
correspondencia de las que se han trazado sobre el cristal del baño londinense,
Grecia y su atopía se remarcan de manera oscura. Consigna histórica sobre los muros
de una edificación histórica, la escritura griega, desgajada de su decir, horada una
vez más el negro para dibujar los confines sin lugar de la fundación del Lugar.
COCLUSIOES
Cabe hacer, para concluir, una serie de reflexiones generales que se pueden
extraer fácilmente del conjunto del trabajo. La primera y más obvia tiene que ver con
la existencia en la obra de Elitis de unas dimensiones místicas que el título anunciaba
como «objeto» ―ya vimos la necesidad de cuestionar esta noción en el primer
capítulo― de la tesis. El arco casi diríamos heliotrópico, para seguir utilizando la
misma terminología, que ha trazado nuestro análisis, pone de manifiesto no sólo
dicha existencia, sino la necesidad de rastrearla lejos del ámbito del tema o de la
influencia ―lejos pues de cualquier referencia exclusiva o excluyente a una
tradición mística cualquiera o a un misticismo de la luz, de las sensaciones, etc., a
secas1―, en función de una lógica del himen que se encuentra en la configuración
misma de lo místico. Ello nos ha conducido a una búsqueda constante sobre un filo o
intersticio: el de la dialéctica irresoluble entre la escritura y el absoluto, el de un
heliotropismo que se ha contagiado a la operación crítica y que funciona según un
movimiento constante de alusividad y elusividad que no cesa de inscribirse en el
discurso. Resulta imposible, por tanto, leer algo acerca del absoluto o de lo místico,
tanto en Elitis como en cualquier otro autor, desde un presunto afuera de la escritura,
mero conglomerado de aspiraciones trascendentes o repertorio de alusiones
extraliterarias; es preciso, por el contrario, leerlo como un efecto de escritura, como
una instancia que se indecide entre la estructura y el contenido, que rige la propia
configuración de la poética y se construye a la par que el discurso, en (la) marc(h)a.
Esta que podríamos denominar organización mística y a la vez escritural ―en
términos prácticamente de diferencia derridiana― de la poética de Elitis tiene
diversas consecuencias e implicaciones que trascienden con mucho la mera
1
Eso es precisamente lo que ha ocurrido a menudo en las vagas alusiones a un tema semejante en la
obra de Elitis a cargo de la crítica griega. Habitualmente se trata de un llamamiento a desarrollar esa
hipótesis (cfr. DIMU, N. (1992), p. 39), o bien de algún desarrollo al respecto realizado sin rigor
científico y de acuerdo con la presunta continuación elitiana de una tradición filosófica y religiosa
griega cuyos hitos principales serían el platonismo (con los diversos neoplatonismos), y la Ortodoxia,
es decir, los dos ingredientes del mito griego diacrónico. Buen ejemplo de esto último es el
paupérrimo libro de María Lambadaridu-Pozu, Οδυσσέας Ελύτης: Ένα όραµα του κόσµου, o alguno de
sus artículos al respecto ―cfr. LAMBADARIDU-POZU, M. (1994) o (1997)―, así como los trabajos que
cada cierto tiempo se publican en revistas o se presentan en congresos aludiendo a las presuntas
relaciones entre los místicos bizantinos y la poesía elitiana en torno a la luz o a la experiencia de los
sentidos (cfr. por ejemplo la ponencia inédita del bizantinista Mijaíl Livadiotis en el congreso Elitis in
Europa, celebrado en Roma entre el 16 y el 18 de noviembre de 2006, titulada «El Elitis místico»
―«Ο µυστικός Ελύτης»―). Resulta llamativo a este respecto cómo se insiste en general en la
necesidad de desligar todas las manifestaciones del misticismo elitiano de cualquier forma de
religiosidad. Como hemos visto en los primeros capítulos del trabajo, es precisamente su imbricación
en el mecanismo de la religios-idad uno de los aspectos que mejor contribuyen a explicar el
misticismo de Elitis.
1138 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
como el otro oriental o la luz otra que la literatura europea viene reclamando desde
fines del siglo XVIII para regenerar la desacralizada civilización occidental que ha
surgido de las Luces. El misticismo elitiano implica, por lo tanto, una pulsión
antioccidental que pone su entera poética al servicio de una fundamentación atópica
de Grecia o la grecidad. Las topografías del helenismo que según algunos autores2
definen el intento conservador de Elitis son en mi opinión atopografías que tienden
sus redes por todas las dimensiones de lo poético, con la intención de equiparar a
Grecia con la atopía del arte que en la modernidad se concibe como la instancia
redentora o mesiánica de un mundo devorado por la tecnociencia. En este sentido, no
es posible ya leer a Elitis, como él mismo y cierta crítica autóctona han pretendido,
fuera del marco de la literatura europea de la modernidad. Y ello no desde el punto
de vista tradicional de la cronología o de las influencias, sino por cuanto participa
plenamente de una consideración históricamente fundada de la poesía y se apropia
desde una perspectiva nacional de un impulso generalizado entre los autores
occidentales, un impulso que define, a mi juicio, la modernidad en Europa: el de la
búsqueda de un Oriente espiritual, puro y antihistórico que, reproduciendo una vez
más la segunda fase del automatismo de la religión, pueda reencantar el escenario
desolado de la muerte de Dios que aflige al continente. Elitis asume la tarea, a lo
largo de toda su poesía y su producción ensayística, de encarnar dicho Oriente en una
Grecia cuya identidad nacional se encuentra aún poco definida ―no olvidemos que
el Estado griego no tiene siquiera un siglo cuando Elitis nace― y que constituye sin
duda el margen de la cultura hegemónica europea: allá, en un costado precisamente
oriental de Europa, con una tradición secular o incluso milenaria que Occidente
reclama como su origen, este país que es más una idea ahistórica y atópica que un
lugar o un tiempo puede representar de modo inmejorable la potencia originaria,
inmune a las vicisitudes de la historia y a la penetración de la tecnociencia, que ha de
regenerar, resacralizándola, la civilización occidental. Existe, pues, tanto en la
literatura de Elitis como en su concepción de Grecia, un juego a la par consciente e
inconsciente de inclusión y exclusión respecto al tronco central de la cultura europea
que, de algún modo, viene ya prescrita en las configuraciones de esta última.
Resultaría imposible, por lo tanto, hacer un análisis de la poesía elitiana desde el
punto de vista de una presunta literatura nacional sólo tangencialmente vinculada a la
europea; ello equivaldría a ignorar el hecho fundamental de que la intelectualidad
griega, y Elitis es un exponente paradigmático de ello, construye su propia diferencia
por medio de valores netamente europeos.
2
Especialmente LEONDÍ, Á. (1998) y CALOTYCHOS, V. (2003), aunque también LAMBRÓPULOS, V.
(2008).
1140 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Imagen 3: La sirena
1150 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Imagen 4: Visión
Imágenes 1151
Imagen 5: Pario
1152 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
Imagen 6: Yermo
Imágenes 1153
Canto heroico y fúnebre por el Άσµα ηρωικό και πένθιµο για τον 1945
alférez caído en Albania χαµένο ανθυπολοχαγό της Αλβανίας
Seis y un remordimientos por el Έξι και µία τύψεις για τον ουρανό 1960
cielo
«El analfabeto y la bella» «Ο αγράµµατος και η ωραία»
«Autopsia» «Η Αυτοψία»
«El sueño de los valientes» «Ο ύπνος των γενναίων»
«Lacónico» «Λακωνικόν»
«Origen del paisaje o el fin de «Καταγωγή του τοπίου ή το τέλος
la piedad» του έλεους»
«El otro Noé» «Ο άλλος Νώε»
«Siete días para la eternidad» «Εφτά µέρες για την αιωνιότητα»
diccionario)»
«El indefinido concreto según «Ο συγκεκριµένος αόριστος κατά
Novalis» τον Novalis»
«Boceto para una introducción al espacio egeo» («Σχέδιο για µίαν εισαγωγή στο
χώρο του Αιγαίου», Εn blanco)
«Breve réplica en el Aula Magna de la Universidad de Roma» («Σύντοµη
αντιφώνηση στην Aula του Πανεπιστηµίου της Ρώµης», En blanco)
«Buenos días, tristeza» («Καληµέρα θλίψη», María Uefeli)
«El divisor “c” en la pintura contemporánea» («Ο διαιρέτης “κ” στη σύγχρονη
ζωγραφική», En blanco)
«El escultor Jristos Capralós» («Ο γλύπτης Χρήστος Καπραλός», Cartas sobre la
mesa)
«El estigma» («Το στίγµα», María Uefeli)
«El Filomante» («Ο Φυλλοµάντης», Los medio hermanos)
«El fresco» («Η τοιχογραφία», El Árbol de Luz y la decimocuarta belleza)
«El Gloria» («Το ∆οξαστικόν», Axion Estí)
«El granado loco» («Η τρελή ροδιά», Orientaciones)
«El hombre mediterráneo según Albert Camus» («Ο µεσογειακός άνθρωπος κατά
τον Albert Camus», En blanco)
«El indefinido concreto según Novalis» («Ο συγκεκριµένος αόριστος κατά τον
Novalis», 2x7ε)
«El instante perpetuo» («Η ισόβια στιγµή», María Uefeli)
«El jardín de Evojir» («Ο κήπος του Ευωχείρ», El Árbol de Luz y la decimocuarta
belleza)
El jardín de las ilusiones (Ο κήπος µε τις αυταπάτες)
«El jardín ve» («Ο κήπος βλέπει», Tres poemas bajo bandera de conveniencia)
«El método del ergo» («Η µέθοδος του “άρα”», En blanco)
«El milagro perdido» («Το χαµένο θαύµα», En blanco)
El Monograma (Το Μονόγραµµα)
«El oro potable según P. B. Shelley» («Ο πόσιµος χρυσός κατά τον P. B. Shelley»,
2x7ε)
«El otro Noé» («Ο άλλος Νώε», Seis y un remordimientos por el cielo)
«El paraíso original» («Ο προπατορικός παράδεισος», María Uefeli)
El Pequeño Uautilo (Ο Μικρός Ναυτίλος)
«El pintor Ceófilos» («Ο ζωγράφος Θεόφιλος», Cartas sobre la mesa)
«El planeta Tierra» («Ο πλανήτης Γη», María Uefeli)
El sol soberano (Ο ήλιος ο ηλιάτορας)
«El sueño de los valientes» («Ο ύπνος των γενναίων», Seis y un remordimientos por
el cielo)
«El último de los sábados» («Το ύστερο των Σαββάτων», Las Elegías de Oxópetra)
«El verano griego según E. Tériade» («Το ελληνικό καλοκαίρι κατά τον E. Tériade»,
En blanco)
«Elegía de Grüningen» («Ελεγείο του Grüningen», Las Elegías de Oxópetra)
«Elitónisos, vulgo Elitonisi» («Ελυτόνησος, κοινώς Ελυτονήσι», Los medio
hermanos)
«En azul de Julita» («Σε µπλε Ιουλίτας», Al oeste de la tristeza)
Textos citados 1179
«La almendra del mundo» («Το αµύγδαλο του κόσµου», Tres poemas bajo bandera
de conveniencia)
«La apuesta eterna» («Το αιώνιο στοίχηµα», María Uefeli)
«La Aurora de dedos de rosa según Pierre Reverdy» («Η ροδοδάκτυλος Ηώς κατά
τον Pierre Reverdy», En blanco)
«La canción del poeta» («Το τραγούδι του ποιητή», María Uefeli)
«La cometa» («Ο χαρταετός», María Uefeli)
«La gota de agua» («Η νεροσταγόνα», María Uefeli)
La habitación de las imágenes (Το δωµάτιο µε τις εικόνες)
«La luz divina según Plotino» («Το θεϊκό φως κατά τον Πλωτίνο», En blanco)
1180 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
«Para una óptica del sonido» («Για µίαν οπτική του ήχου», 2x7ε)
«Para una Ville d’Avray» («Για µία Ville d’ Avray», Al oeste de la tristeza)
«Patmos» («Πάτµος», María Uefeli)
«Pax San Tropezana» («Pax San Tropezana», María Uefeli)
«Pequeña mar verde» («Μικρή πράσσινη θάλασσα», El Árbol de Luz y la
decimocuarta belleza)
«Pequeño discurso en el gran anfiteatro de La Sorbona» («Μικρός λόγος στο µεγάλο
αµφιθέατρο της Σορβόννης», En blanco)
«Profético» («Προφητικόν», Axion Estí)
«Regreso de la Grecia que casi fue» («Επιστροφή από την παρ’ ολίγον Ελλάδα», El
jardín de las ilusiones)
«Rodamón y Hebe» («Ροδαµών και Ήβης», Al oeste de la tristeza)
«Romano el Melodo» («Ρωµανός ο Μελωδός», En blanco)
I. OBRAS DE ELITIS
KEJAYOGLU, Y. (1995): «Ένα ανέκδοτο υπόµνηµα του Ελύτη για Το Άξιον Εστί»,
Ποίηση (5), pp. 27-65.
b) Traducciones:
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Εκτενή αποσπάσµατα από συνέντευξη του Οδυσσέα Ελύτη στον Γιάννη
Φλέσσα, ‘ΒΗΜΑ’, ∆εκέµβριος 1978», ∆ιαβάζω (362), pp. 71-76.
—— (1996b): «O Οδυσσέας Ελύτης για το έργο του: Μια Ραδιοφωνική Οµιλία στο
Β’ Πρόγραµµα, Κυριακή 27 Απριλίου 1958, ώρα 20.15’, στην εκποµπή
του Ντίµη Αποστολόπουλου ‘Το έργο τους και η φωνή τους’», ∆ιαβάζω
(362), pp. 67-69.
2. TRADUCCIONES
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Αλβανίας : Canto heroico y fúnebre por el subteniente caído en Albania,
trad. de Pedro Bádenas, Luis Cañigral y Dimitri Papagueorguiou, Ciudad
Real, Museo.
—— (1989): Antología general, pról., sel., trad. y notas de José Antonio Moreno
Jurado, Madrid, Alianza.
—— (1990): María Gefeli, trad. de José Antonio Moreno Jurado, Madrid, Hiperión.
—— (1998): Antes que nada la poesía. Las muchachas, trad. de Francisco Torres
Córdova, México, El Tucán de Virginia.
—— (2008): Dignum est y otros poemas, trad., sel. y pról. de Cristián Carandell,
Barcelona, Galaxia Gutenberg.
ELITIS, O. (1974): The Sovereign Sun, introd. y trad. de Kimon Friar, Filadelfia,
Temple University.
—— (1980c): Sole il Primo, introd. y trad. de Nicola Crocetti, Milán, Guanda.
1188 La escritura y el absoluto: dimensiones místicas en la obra de Odiseas Elitis
—— (1993a): Tre poemetti sotto bandiera ombra, trad. e introd. de Paola Maria
Minucci, Florencia, Ponte alle Grazie.
—— (1995): Il metodo del dunque e altri saggi sul lavoro del poeta, introd. y trad.
de Paola Maria Minucci, Roma, Donzelli.
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Port Townsend, Copper Canyon Press.
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