Concepto Bien Juridico
Concepto Bien Juridico
Concepto Bien Juridico
I. Introducción
El concepto y las funciones de la norma penal es un tema complejo que no ha
escapado a la discusión doctrinal. En nuestra opinión, la determinación de cuáles son
las funciones de la norma penal se desprenden de conceptuarla como forma de con-
trol social, y, sobre esta base se orienta a posibilitar la convivencia en sociedad evi-
tando las conductas que de un modo grave o lesivo atentan contra la misma. Tradi-
cionalmente la doctrina ha establecido dos funciones1 fundamentales que en concreto
la norma penal ha de desempeñar2: por un lado, la primera pasa por la protección de
los elementos básicos sobre los que se articula la convivencia en sociedad, es decir,
los bienes jurídicos más importantes; y por otro, función vinculada a la anterior, la
motivación3 a los ciudadanos para que se abstengan de su ataque. Desde este plan-
teamiento, la legitimación de la intervención del Derecho penal en relación con la
restricción de los derechos fundamentales de las personas, esencialmente el derecho
a la libertad que se deriva de la imposición de una pena, sólo podría fundamentarse
desde la perspectiva de la protección de un bien jurídico prohibiendo y sancionado
con ello cualquier ofensa que pueda afectar a un interés o elemento básico para la
convivencia en la sociedad4. De esta forma, como expondremos, el principio de ex-
clusiva protección de bienes jurídicos o principio de ofensividad se convierte en los
ejes nucleares y legitimadores de la regulación jurídico penal5.
Las funciones mencionadas se encuentran, así, íntimamente unidas, en cuanto que
la función de protección requiere la función previa de motivación o de prevención6.
1
Utilizamos el término “función” ya que es el que habitualmente utiliza la doctrina, sin embargo, algunos
autores se han mostrado en contra de su uso, así SILVA SÁNCHEZ, 2012, p. 569, habla de “fin” de motiva-
ción, y esto es así, porque en su opinión, más que de una función empírica se trata de un fin normativo, cuya
realización tiene efectos legitimadores.
2
Sobre las funciones de la norma vid.: BUSTOS/HORMAZÁBAL, 1997, pp. 44 y ss.; GÓMEZ RIVERO,
2015, pp. 36 y ss.; LUZÓN PEÑA, 2016, p. 13; MORILLAS CUEVAS, 2016, p. 83 y ss.; MUÑOZ/GARCÍA,
2015, pp. 61 y ss.; ORTS/GONZÁLEZ, 2019, pp. 41 y 42; ROXIN, 2006, pp. 51 y ss.; ZUGALDÍA
ESPINAR, 2015, pp. 37 y ss.
3
Con ella se pretende disuadir a los individuos de la comisión de delitos. Los presupuestos de esta son: el
reconocimiento de la existencia de la norma primaria, o norma dirigida al ciudadano; el reconocimiento de
que la norma tiene, junto con la vertiente valorativa, otra imperativa; y la finalidad preventivo general de la
pena, tanto en su vertiente negativa como positiva. Cfr. GÓMEZ RIVERO, 2015, p. 37.
4
Señala RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, 2017, p. 157 que “la decisión de intervenir penalmente no puede
ser adoptada por el legislador sin una base jurídica y empírica que la fundamente, ni de forma irracional”.
5
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 31.
6
No obstante, aunque esta es la corriente mayoritaria hay autores que defienden que la función de la norma
penal no es la función de protección de bienes jurídicos, como JAKOBS, que considera que la función del
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Sobre el concepto de bien jurídico 3
Así, MUÑOZ CONDE7 afirma que “protección y motivación o, mejor dicho, protec-
ción a través de la motivación, son las dos funciones inseparables e independientes
de la norma penal. La protección supone la motivación y sólo dentro de los límites
en los que la motivación pueda evitar determinados resultados puede alcanzarse la
protección de las condiciones elementales de convivencia”.
El principio de exclusiva protección de bienes jurídicos (nullum crimen sine iniu-
ria) exige que el Derecho penal tenga como principal y esencial función la protección
precisamente de estos bienes o intereses frente a conductas que los lesionen o pongan
en peligro8. Planteamiento que, como señala CUERDA RIEZU9, implica que la fun-
ción de protección conlleva la amenaza de la pena encaminada a prevenir la comisión
de delitos, tutelando de esta manera aquellos intereses cuya lesión constituye infrac-
ción penal. Partiendo de este punto, la diferencia entre la norma penal y las demás
Derecho penal es garantizar lo que denomina “identidad normativa”, cfr., JAKOBS, 1996, p. 15. Para argu-
mentar su posición recurre a una teoría de la prevención general positiva que pone el acento en el reconoci-
miento normativo, lo que se aproxima en gran medida a la teoría sistémica; es decir, al tratar el fin de protec-
ción del “aparato penal”, esboza que la reflexión a efectuar es la siguiente: “el hecho significa una rebelión
contra la norma, y la pena rechaza esa rebelión”, y de este modo, mediante el dolor que la pena inflige, se
elimina el riesgo de una erosión general de la vigencia de la norma, lo que se denomina prevención general
positiva. Por consiguiente, lo relevante para el citado autor es la protección de la vigencia de la norma, recha-
zando así que la función de la norma penal sea la protección de los bienes jurídicos en base a que, si así fuera,
se estaría partiendo de un punto de partida erróneo, pues “el Derecho es una relación entre personas y sólo a
través de éstas también entran en acción los bienes”. Cfr., JAKOBS, 2003, pp. 47 y ss. No compartimos la
afirmación de Jakobs, por considerar que su concepción de la norma jurídico penal sólo se comprende puesta
en relación con un determinado sistema social y en tanto que mero sistema descriptivo, aséptico y tecnócrata,
absolutamente exento de cualquier valoración o crítica a ese sistema. Según MUÑOZ CONDE, la teoría sis-
témica conduce a una concepción preventiva integradora del Derecho penal en la que el centro de gravedad
de la norma jurídica penal pasa de la subjetividad del individuo a la subjetividad del sistema, y así se fortalece
el sistema existente y sus expectativas institucionales, pero no se busca su modificación o crítica; de este
modo, en este sistema la norma penal soluciona el conflicto atacando el problema donde se manifiesta, pero
no donde se produce, legitimando un sistema que no es cuestionado. Cuando desde la teoría sistémica se habla
de la funcionalidad de la norma jurídico penal, nada se dice de la forma en la que debe funcionar ni sobre el
sistema social para el que es funcional, por lo que no llegamos a comprender la esencia del fenómeno jurídico
punitivo. La teoría sistémica sustituye el concepto de bien jurídico por el de funcionalidad del sistema social
y entendemos que el funcionamiento del Derecho penal en general tiene que tener una función de control
dentro del sistema en el que se integra, por lo que aceptar una teoría sistémica nos llevaría a que la Ciencia del
Derecho penal pierda la posibilidad para criticar el Derecho penal positivo, por lo que podemos afirmar que
reivindicar la teoría sistémica es renunciar a la función crítica que debe tener el Derecho penal. Cfr. MUÑOZ
CONDE, 1985, pp. 26 y ss.
7
MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 62. En similar sentido se manifiesta LUZÓN PEÑA, 1991, pp. 58 y ss.,
afirmando que la norma jurídico penal, al igual que las restantes normas jurídicas, cumple o intenta cumplir
la función de posibilitar la convivencia humana en sociedad. Por su parte BUSTOS/HORMAZÁBAL, 1997,
p. 36, afirman que las normas penales se definen en cuanto están dirigidas a los actores sociales y de lo que se
trata es de regular sus relaciones con otras personas en el mundo social; HASSEMER afirma que el Derecho
penal aparece como forma de control social caracterizado por su formalización, que tiene lugar mediante la
vinculación a las normas y tiene por objeto limitar la intervención penal en atención a los derechos del indivi-
duo objeto de control. Cfr. HASSEMER, 1982, pp. 35 y ss.
8
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 35. De modo similar, señala MIR PUIG, 2016, p. 148 que “el
principio de exclusiva protección de bienes jurídicos obliga a concebir el delito como un ataque a un bien
jurídico penal, cuando dicho ataque no esté justificado por la necesidad de salvaguarda de otro bien jurídico
prevalente”.
9
CUERDA RIEZU, 1991, p. 56; también PÉREZ GONZÁLEZ, 2019, pp. 4 y ss.
normas jurídicas radica en la especial gravedad de los medios empleados por la pri-
mera para cumplir la misión y que conlleva que sólo debe intervenir en los casos de
ataques muy graves a la convivencia pacífica en la comunidad. Y de este modo, el
bien jurídico (y su protección) legitimaría el ejercicio del ius puniendi en un Estado
de Derecho10.
Centrando, por tanto, el fundamento de la intervención penal en la función de ex-
clusiva protección de bienes jurídicos, tanto el concepto como las funciones11 del
mismo se convierten en uno de los ejes centrales del Derecho penal12. Es por ello que
10
ABANTO VÁSQUEZ, 2006, p. 2, afirma que la protección de “bienes jurídicos” como tarea del Derecho
penal fue el punto de partida para el desarrollo del llamado principio de “lesividad” en virtud del cual el
ejercicio del ius puniendi solamente se vería legitimado a través del objetivo de proteger bienes jurídicos.
Siendo el bien jurídico un concepto que expresaría los “valores más trascendentes para la coexistencia humana
en sociedad”, si estos valores o bienes no se reconocieran y protegieran, el Derecho penal carecería de una
base sustancial, renunciaría a inspirarse en los principios de justicia y no podría servir para regular la vida
humana en sociedad. Por su parte GALÁN MUÑOZ, 2005, p. 185, entiende que sólo instituyendo el concepto
de bien jurídico como referente básico fundamental de la creación e interpretación de las normas penales se
puede sustentar una concepción crítica y dinámica del Derecho Penal como instrumento de control social y
sólo así podríamos hablar de un ordenamiento jurídico garantista conforme a principios y derechos fundamen-
tales; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1992, p. 152, afirma que los bienes jurídicos son relaciones sociales
concretas de carácter sintético protegidos por la norma penal que nacen de la propia relación social democrá-
tica como una superación del proceso dialéctico que tiene lugar en su seno; BUSTOS RAMÍREZ y
HORMAZÁBAL MALARÉE afirman que la conceptuación de los bienes jurídicos como relaciones sociales
concretas implica identificar la posición de las personas dentro de la relación social. Los bienes jurídicos,
considerados materialmente, son relaciones sociales concretas que surgen como síntesis normativa de los pro-
cesos interactivos de discusión y confrontación que tienen lugar dentro de una sociedad democrática y están
en constante discusión y revisión. Cfr. BUSTOS/HORMAZÁBAL 2006, pp. 72 y 73; ROXIN, 2008, p. 52;
MUÑOZ /GARCÍA, 2015, p. 63.
11
En este sentido se han atribuido al bien jurídico diversas funciones: la función de límite al ius puniendi
estatal, que determina la exigencia al legislador de limitar su actividad en la producción de normas penales
exigiendo que éstas protejan exclusivamente bienes jurídicos; una función de carácter teleológico en el sentido
de constituir un criterio de interpretación de los tipos penales que condicionará su sentido y alcance conforme
a la finalidad de protección de un determinado bien jurídico; una función sistemática que tiene su reflejo en la
parte especial del Código penal; una función garantizadora que determina una limitación de carácter material,
dado que conlleva la posibilidad de una revisión crítica de la norma y de todo el ordenamiento penal en un
sentido tanto de incriminación como de desincriminación de los comportamientos; una función de medición
de la pena que conlleva que la mayor o menor puesta en peligro de un bien jurídico sirva de base para la
concreta determinación de la pena; y una función de legitimación material de la norma penal que necesita ser
justificada racionalmente en un Estado de Derecho, vid. BUSTOS/ HORMAZÁBAL, 2006, p. 75;
HASSEMER, 1984, p. 36; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 9 a 11; MIR PUIG, 2016, pp. 113 y ss.;
NÚÑEZ CASTAÑO, 2015, pp. 55 y 56; LUZÓN PEÑA, 2016, p. 21; OLAIZOLA NOGALES, 1999, pp. 38
a 43; ORTS/ GONZÁLEZ, 2019, p. 53; QUINTERO OLIVARES, 2010, pp. 67 y ss.
12
Así, señala HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 7, que a pesar de que RUDOLPHI indicaba que el
bien jurídico se ha asegurado desde hace tiempo un puesto firme en el arsenal conceptual del Derecho penal,
la capacidad y utilidad de la teoría del bien jurídico está siendo cuestionada por los penalistas que colocan en
la base de sus propuestas al funcionalismo en su expresión más extrema, como la teoría funcionalista sistémica
de LUHMANN y JAKOBS, quienes sostienen que la misión del Derecho penal es asegurar la vigencia de la
norma sin otra referencia legitimadora que la defensa del sistema social, que obviamente conlleva una tenden-
cia criminalizante en el Derecho penal. Es por ello que la doctrina en una gran mayoría ha criticado seriamente
estos planteamientos funcionalistas, llegando a afirmar MUÑOZ CONDE, 1985, p. 28, que con la teoría del
bien jurídico el Derecho penal posiblemente pierda el último apoyo que le queda para la crítica del Derecho
penal positivo.
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Sobre el concepto de bien jurídico 5
SILVA SÁNCHEZ13 considera que constituye una garantía fundamental del Dere-
cho penal moderno a raíz de la cual surge una confluencia de principios garantísticos
que vienen a legitimar esta intervención estatal: así, la proporcionalidad, que deter-
mina que la intervención del Derecho penal no resulta proporcionada si no tiene lugar
en aras de la protección de las condiciones fundamentales de la vida en común y para
evitar ataques especialmente graves dirigidos contra las mismas; el principio de frag-
mentariedad (protección fragmentaria de bienes jurídicos), y una serie de principios
utilitaristas, como el de necesidad y utilidad de la intervención penal, intervención
que será mínima, es decir, que el Derecho penal no se ocupará de todos los compor-
tamientos antijurídicos que surgen de las relaciones sociales, sino sólo de los más
graves e intolerables, y sólo intervendrá cuando ya han fallado todos los demás me-
dios de control formales e informales14. Por todo ello, afirma BUSTOS RUBIO15
que, desde la perspectiva del principio de exclusiva protección de bienes jurídicos y
ofensividad, el Derecho penal tiene “por función principal la tutela de los bienes
jurídicos más importantes ante los ataques más intolerables”.
En una línea algo distinta, sostiene MIRÓ LLINARES16 que “lo importante de
esta exigencia no fue nunca el concepto de bien jurídico y su capacidad limitadora
sino la exigencia de la exclusiva protección de bienes jurídicos y la voluntad limita-
dora”.
En consecuencia, si la legitimación de la intervención penal en relación con cada
una de las figuras típicas que se recoge en nuestro texto penal radica en la constata-
ción de la existencia de un bien jurídico o interés digno de protección, se convierte
en esencial la identificación de cuál sea el mismo respecto de cada una de ellas. Y
para ello, el primer paso debe ser concretar cuál sea el concepto de bien jurídico
protegido.
13
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 424 y ss.
14
MIR PUIG, 2016, pp. 128 y 129; MUÑOZ/GARCIA, 2015, pp. 76 y ss.; PÉREZ-SAUQUILLO
MUÑOZ, 2019, p. 38; RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, 2016, passim.
15
BUSTOS RUBIO, 2017, p. 33.
16
MIRÓ LLINARES, 2020, p. 600.
del siglo XIX. Bajo el influjo de la teoría del contrato social, la ciencia jurídico-penal
de la Ilustración entendía el hecho punible como lesión de derechos subjetivos. Así,
para FEUERBACH17 serían las condiciones de vida en común de las que el Estado
es garante; de esta manera cualquier comportamiento que lesione o ponga en peligro
estas condiciones de vida, entre las que se encontrarían los derechos subjetivos que
hemos mencionado, deberá ser objeto de castigo por parte del Derecho penal que, de
este modo, se erige como el instrumento y garantía de estos derechos y condiciones
y conforme el límite de la potestad punitiva del Estado. Consecuentemente, será ne-
cesario probar la existencia en todo precepto penal de un derecho subjetivo del par-
ticular o del Estado como objeto de protección, y la intervención del Estado sólo
quedaría legitimada respecto de conductas que fueran dañinas socialmente18.
A partir de esa concepción hasta la actualidad han sido numerosos los penalistas
que se han ocupado de esta cuestión, orientando la delimitación y el contenido del
concepto de bien jurídico según el contexto sociológico, filosófico y jurídico vigente
en cada época concreta. Obviamente, no constituye el objeto de este trabajo un aná-
lisis exhaustivo del concepto de bien jurídico protegido penalmente, pero sí aportar
una visión general de las distintas posturas que se han sostenido hasta el momento y
las que se sostienen en la actualidad, tomando postura respecto de cuál consideramos
la más adecuada a fin de poder concretar cuál sea la base conceptual de bien jurídico.
A pesar de que fue FEUERBACH quien en 1832 otorgó un concepto inicial de
bien jurídico, sin embargo, el establecimiento de las bases para una configuración
científica y técnica de esta categoría dogmática corresponde a BIRNBAUM en
183419 quien mantuvo un planteamiento contrario al sostenido por FEUERBACH
entendiendo que no podía mantenerse una concepción individualista de lesión de de-
rechos subjetivos, en tanto consideraba que el derecho no podía ser disminuido ni
sustraído, sino que sólo podría serlo el objeto de ese derecho. Sobre esta base, dife-
rencia BIRNBAUM entre el bien jurídico y el derecho que le sirve de fundamento,
de manera que aquel se ubica en el mundo fáctico, sería un bien material que procede
de la esfera prejurídica de la razón o de la naturaleza y que debe ser garantizado
respectos de todos, y, consecuentemente objeto de protección por el Estado, en tanto
que su lesión iría más allá del interés de la víctima concreta afectando a toda la co-
lectividad. Con ello se coloca metodológicamente en un planteamiento iusnatura-
lista20.
17
FEUERBACH, 1832, passim.
18
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 13 y ss., quien además afirma que la razón sólo podrá justificar
la pena en la medida que esta surja como reacción a una conducta que sea lesiva de los derechos de otro o bien
ponga en peligro al Estado garante de las condiciones de vida en común. Donde no hay una lesión a un derecho
subjetivo, sea de un particular o del Estado, no puede haber delito.
19
BIRNBAUM, 1834, pp. 149 y ss.
20
Así, señala BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 100 y ss., que la concepción de BIRNBAUM era “trascen-
dentalista de corte iusnaturalista”, que se encuentra entre el iusnaturalismo y el racionalismo, como iusnatu-
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Sobre el concepto de bien jurídico 7
Una primera delimitación de este concepto fue realizada por BINDING21, quien
pasa a concebirlo como una creación valorativa de legislador, de manera que se con-
siderará como bien jurídico todo aquello que ante los ojos del legislador resulte de
valor para la comunidad jurídica, en cuanto conducción de una sana experiencia de
la misma. Así, el bien jurídico sería creado por el Derecho, es decir, por el legislador
que es quien, en cada momento, concreta cuáles sean los objetos merecedores de
protección, y consecuentemente el bien jurídico queda establecido dentro del conte-
nido de la norma jurídica, siendo inmanente a cada una de ellas, o lo que es lo mismo,
es el legislador mediante las normas quien determinará cuáles sean los concretos ob-
jetos de protección22.
Como crítica y rechazo de la postura sostenida por BINDING, VON LISZT in-
corpora al Derecho penal alemán el positivismo naturalista23, de manera que retoma
parcialmente los planteamientos de BINDING, pero rechazando el hecho de que los
bienes jurídicos giran en torno al Estado y a la norma (concepción normativista), y
no al hombre. De este modo, para VON LISZT, el bien jurídico sería el interés jurí-
dicamente protegido que no es creado por el ordenamiento jurídico, sino que existe
al margen del mismo, pero la protección que le otorga el Estado eleva este interés
vital para el individuo o la comunidad a la categoría de bien jurídico penal (Leben-
sinteressen)24. Así, convierte el bien jurídico en elemento central de la teoría del de-
lito que sirve como límite claro al ius puniendi del Estado, trasladándolo a un mo-
mento previo al Derecho positivo, esto es, a la realidad social; y ésta (la realidad
social) “y no el legislador debía decidir qué objetos merecen protección penal. El
bien jurídico es el interés de la vida, que el derecho no crea, sino que se encuentra y
eleva a la categoría de bien jurídico”25. Por lo tanto, para VON LISZT los bienes
jurídicos giran en torno al hombre, y no se encuentran en la norma, sino que ésta ha
de protegerlos siendo preexistentes a la misma. Sin embargo, en esta concepción, si
bien se prescinde de todo iusnaturalismo y racionalismo, quedaron sin concretar al-
ralismo moderado. En esta misma línea de considerar que BIRNBAUM sostiene un planteamiento iusnatura-
lista, cfr. HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 27 y ss.; OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 43.
21
BINDING, 1916, passim.
22
ALONSO ÁLAMO, 2014, pp. 26 y ss.; PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 41 señala que “el
catálogo de bienes jurídicos se desprende de la ley y es definido por la propia ley”.
23
Así lo denomina HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 47; por su parte BUSTOS RAMÍREZ, 1994,
p. 103 lo denomina concepción trascendentalista político criminal.
24
Así, señala VON LISZT que todos los bienes jurídicos son intereses vitales del individuo o de la comu-
nidad, de manera que el orden jurídico no crea el interés, lo crea la vida. La libertad personal, la inviolabilidad
del domicilio, el secreto de la correspondencia eran intereses vitales, como los derechos de autor e inventor,
mucho antes de llegar a estar garantizados por la Constitución contra las intromisiones arbitrarias del poder
del Estado, o por las leyes penales, contra las violaciones procedentes de los individuos. La necesidad crea la
defensa y con el cambio de los intereses varía el número y la especie de los bienes jurídicos, cfr. VON LISZT,
1925, p. 6.
25
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 103; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 48: MIR PUIG, 2003, 113;
OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 44.
gunos aspectos, que posteriormente han dado lugar a una larga controversia que ter-
minará en una total espiritualización del bien jurídico; aspectos como pueden ser la
diferencia entre interés y bien, el propio concepto de interés o de interés jurídica-
mente protegido, con lo que queda sin respuesta la cuestión de cuáles sean estos in-
tereses protegidos, o más concretamente, cuál sería el criterio que determinaría la
necesidad de protección26.
Las dos concepciones de bien jurídico que acabamos de exponer (BINDING y
VON LISZT) han sido la base de los dos grandes planteamientos que respecto de la
teoría del bien jurídico se han sostenido desde ese momento. En un primer momento,
el planteamiento de VON LISZT de trasladar a una realidad externa al Derecho po-
sitivo el contenido de bien jurídico sirvió de base a los neokantianos, que siguieron
parcialmente su postura, pero que, a diferencia de aquel, el debate doctrinal abandona
el terreno de lo social (donde lo ubicaba VON LISZT) para pasar al mundo espiritual
de los valores, de manera que el bien jurídico se concebía como un valor de cultura
y el delito como una infracción de los valores culturales27, y ello, de manera automá-
tica, incapacitaba al concepto de bien jurídico para cumplir la finalidad de límite del
ius puniendi. Resulta evidente que la espiritualización del concepto, que implicaba
renunciar al carácter de interés previo a la norma, conllevaba una mayor acentuación
de su mera función interpretativa y de sistematización, diluyéndose así su carácter
limitador28 y, con ello, perdiendo también su carácter garantista29, de manera que lo
reduce a una mera categoría interpretativa30.
Este deterioro y pérdida de trascendencia que sufrió el concepto de bien jurídico
por la progresiva espiritualización del mismo quedó claramente de relieve con el tra-
tamiento que se le dio por parte de HEGEL31 primero y posteriormente por la ciencia
penal de la época nacionalsocialista y, más concretamente, por la Escuela de Kiel,
quienes llegan a aceptar la existencia del bien jurídico pero desde una perspectiva
prácticamente metodológica32; de este modo, se pretendía instaurar una concepción
que, negando el valor del bien jurídico como elemento guía en la construcción de los
26
MIR PUIG, 2003, p. 113 y 114, quien afirma que la pretensión de V. LISZT de atribuir al bien jurídico
la función de límite al legislador no pasó, por ello, de constituir un programa sin desarrollar (…) ello dejaba
la decisión de la frontera de lo punible a los valores dominantes, entendidos como los valores de los que
dominan; en el mismo sentido, BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 104; OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 44
quien afirma que entender el bien jurídico como realidad valorada positivamente permitía incluir en el mismo
cualquier estado, convicción o principio, en función del sector dominante en una sociedad determinada.
27
MIR PUIG, 2003, p.113.
28
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 115; BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 104 y ss.
29
Así, uno de los principales autores de la escuela neokantiana, HONIG, define el bien jurídico como el
fin reconocido por el legislador en los preceptos individuales en su fórmula más sucinta, cfr. BUSTOS
RAMÍREZ, 1994, pp. 104 y 105.
30
A este respecto, señala OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 44, que la prueba de la ineficacia garantística
de la concepción espiritualista de bien jurídico se advierte por la aceptación de la misma por el Derecho penal
nacionalsocialista en Alemania, cfr. El delito de cohecho.
31
HEGEL, 1999, passim.
32
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 105 y 106; MIR PUIG, 2003, p. 115.
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Sobre el concepto de bien jurídico 9
tipos penales, basaba la explicación del delito en la contravención del deber33, esto
es, el acento deja de estar en la lesión de un interés de la realidad externa para pasar
a configurarse como la lesión de un deber. Sobre esta base, cualquier deber podría
elevarse a la categoría de bien jurídico protegido34.
Las continuas derivas históricas que ha ido sufriendo el bien jurídico como eje
central de la teoría del delito, junto con los peligros que se derivan de una concepción
meramente formal del mismo que le impida cumplir las funciones que le son propias,
y esencialmente, la función crítica y limitadora del ius puniendi, pone de relieve la
necesidad de delimitar un concepto material del mismo, que, al tiempo de otorgar
una mayor concreción del mismo, sirva de garantía respecto al cumplimiento de las
funciones mencionadas.
33
Para esta orientación ideológica el delito no podía entenderse como lesión de un bien individual dado
que ello no daría respuesta a ciertos tipos penales de la Parte Especial que no se basan en la lesión causal de
un objeto perteneciente al mundo exterior, sino que responden a la infracción de un especial deber exigido al
individuo o aquellos otros que contemplan la concurrencia de ciertos elementos subjetivos del injusto. Cfr.
ALCÁCER GUIRAO, 2003, p. 38.
34
De esta manera se tornaba imposible fundamentar la despenalización de hechos puramente inmorales,
tal como había intentado la doctrina hasta el momento con las sucesivas posturas al respecto, ni tampoco se
podrían proporcionar las características específicas del objeto de protección penal, cfr. OLAIZOLA
NOGALES, 1999, p. 44; MIR PUIG, 2003, pp. 134 y ss.
35
Así, por ejemplo, WELZEL y MAYER, siguiendo la postura sostenida por BINDING, identifican el
bien jurídico con el concreto objeto del mundo empírico lesionado o puesto en peligro por el delito, si bien
con distintos matices cada uno de ellos, cfr. MIR PUIG, 2003, p. 114. MAYER sostiene que el concepto de
dañosidad social es insuficiente sobre la base de que la función inmediata del Derecho penal no es la protección
de bienes, sino el mantenimiento del orden moral del pueblo, de manera que considera que la protección de
bienes jurídicos se encuentra mediatizada por la protección de un orden moral, entendido como orden cultural
dominante; ello implicaría que serían punibles todas las conductas que significarán una desobediencia a un
determinado orden moral, con la única limitación de que la conducta prohibida debe ser un comportamiento
moralmente inaceptable, valoración que acaba quedando en manos de la voluntad política del legislador, vid.
más ampliamente, HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 77 a 81. Por su parte, WELZEL retoma el conte-
nido trascendentalista de bien jurídico, definiéndolo como un estado social deseable que el Derecho debe
proteger a fin de evitar su lesión; de este modo, ubica el bien jurídico más allá del Derecho y del Estado,
poniendo un límite a la intervención del Estado, dado que ese orden social gira en torno al individuo, activando
con ello nuevamente la función fundamentadora y garantizadora. Ahora bien, el contenido concreto de ese
bien jurídico lo centra en los valores elementales de conciencia, de carácter ético-social, esto es, en deberes
ético-sociales, de forma que lo significativo para el Derecho penal es la norma y el deber que lo fundamenta,
aunque ello no implica identificar norma con objeto de protección. Sobre esta base, el bien jurídico carece de
relevancia propia y no tiene función autónoma en el Derecho penal, sólo constituiría un criterio de interpreta-
ción de los tipos particulares, vid., BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 106 y 107; HORMAZÁBAL MALARÉE,
1991, pp. 81 a 89.
como límite al legislador, y como garantía para salvaguardar los derechos y liberta-
des. En esta línea, afirmaba JESCHECK36 que “el bien jurídico era el punto de par-
tida e idea que preside la formación del tipo penal. Son bienes jurídicos aquellos
intereses de la vida de la comunidad a los que presta protección el Derecho penal.
De modo que, para este autor, las normas jurídicas prohíben bajo pena aquellas ac-
ciones que resultan apropiadas para menoscabar de forma especialmente peligrosa
los intereses de la vida de la colectividad. El tipo parte, pues, de la norma y ésta, del
bien jurídico”.
Así, como señala MIR PUIG37, el bien jurídico posee naturaleza social, y sólo
puede considerarse bien jurídico (como objeto merecedor de protección jurídico pe-
nal) aquello que sea necesario para la subsistencia en ciertas condiciones de la socie-
dad, dado que la calificación como bien jurídico no depende de la efectiva tutela por
parte del derecho positivo, sino del interés social que se proteja38. Ahora bien, no
resulta suficiente con afirmar que el bien jurídico tiene un valor social, sino que es
preciso dotarle de un contenido más delimitado.
Esta aproximación al concepto material de bien jurídico resulta absolutamente im-
prescindible a la hora de ejercer las funciones que le son propias. De esta forma di-
chas funciones se pueden desglosar en tres39:
1. Una función teleológica en el sentido de constituir un criterio de interpre-
tación de los tipos penales que condicionará su sentido y alcance conforme
a la finalidad de protección de un determinado bien jurídico40.
36
JESCHECK, 1981, p. 350; el mismo, 2002, p. 8, quien afirma que todas las normas jurídico-penales
están basadas en un juicio de valor positivo sobre bienes vitales que son imprescindibles para la convivencia
de las personas en la comunidad y que, por ello, deben ser protegidos a través de la coacción estatal mediante
el recurso a la pena pública.
37
MIR PUIG, 2003, p. 116.
38
Ya señalaba JESCHECK que aunque el bien jurídico constituya la base de la estructura e interpretación
de los tipos penales, ello no implica que “pueda identificarse sin más con la ratio legis, sino que ha de poseer
un sentido social propio, previo a la norma penal y en sí mismo decidido pues de lo contrario sería incapaz de
servir a su cometido sistemático, de baremo del contenido y límites del precepto penal y de contrapartida de
las causas de justificación en caso de conflicto de valoraciones. Según esto, el bien jurídico ha de entenderse
como valor ideal del orden social jurídicamente protegido, en cuyo mantenimiento tiene interés la comunidad
y que puede atribuirse, como a su titular, tanto al particular como a la colectividad”, cfr. JESCHECK, 1981,
p. 351.
39
Un resumen de las diversas funciones que se han atribuido a la teoría del bien jurídico como límite del
ius puniendi puede verse en HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 9-11. Pero este autor se hace eco de la
postura de RADBRUCH, estableciendo que para la construcción de un sistema teleológico fundado en la pro-
tección de bienes jurídicos habría que situar éste en el sistema de la teoría del delito y eliminarlo de su situación
límite entre el Derecho penal y la política criminal. Un Derecho penal de exclusiva protección de bienes jurí-
dicos debe ser una exigencia en el Estado social y democrático de derecho, lo cual centra su actividad y desa-
rrollo en el hombre como fin y se le reconoce como titular de libertad y dignidad y como sujeto participativo
en los procesos sociales. Sólo de este modo se dota al sistema de garantías porque la responsabilidad penal no
derivará de la realización formal de una conducta definida como delito previamente, sino que esa conducta
tiene que estar dotada de la “significación social” que sólo la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico le
puede dar. Por lo tanto, sólo se lesionará el bien jurídico si la acción tiene significación social suficiente para
lesionarlo o ponerlo en peligro. Cfr. HORMAZÁBAL MALARÉE, 1992, pp. 169-175.
40
De este modo, cobra plena validez la afirmación de JESCHECK, 1981, p. 352 de que el bien jurídico es
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 11
el concepto central del tipo, en torno al que giran todos los elementos objetivos y subjetivos y un importante
instrumento de la interpretación.
41
HEFENDEHL, 2007, pp. 460 y 461.
42
ROXIN, 2006, p. 63.
43
HASSEMER, 1984, pp. 34 y ss.
44
FERNÁNDEZ, 2004, p. 2.
45
MIR PUIG, 1994, p. 37.
46
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 96.
47
ROXIN, 1982, pp. 6 y ss.
48
NÚÑEZ CASTAÑO, 2015, p. 52.
49
De esta manera, el bien jurídico se muestra como un fenómeno históricamente mutable, totalmente a
merced de los bandazos morales y sociales de un determinado grupo en un concreto momento histórico. En
este sentido cfr. MUÑOZ /GARCÍA, 2015, p. 64; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 151, quien afirma
que el bien jurídico es, en consecuencia, producto de las condiciones concretas de esta sociedad, de las condi-
ciones específicas de las condiciones específicas de la superestructura social y política y de un ámbito parti-
cularizado de ella: la superestructura jurídico-penal; BUSTOS/HORMAZÁBAL, 2006, p. 55; OCTAVIO DE
TOLEDO Y UBIETO, 1990, pp. 11 y ss.
50
Sobre la evolución histórica del concepto de bien jurídico, vid.: HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991,
pp. 7-139.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 13
51
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 20.
52
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 109.
53
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 153 y 154.
54
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 142 y 143. En similar sentido MIR PUIG, 2003, p. 140.
55
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 152.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 15
afirma que el ilícito penal puede concretarse exclusivamente en una significativa lesión de un valor constitu-
cional, cfr. BRICOLA, 1973, pp. 15 y ss., citado por OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 46; RUDOLPHI en-
tiende que el concepto de bien jurídico sólo podrá derivarse de las prescripciones jurídicas positivas previas
de la legislación penal, pero obligatorias para ellas, que sólo pueden estar contenidas en la Constitución, cfr.
GARCÍA RIVAS, 1996, p. 48, de manera que para este autor, los bienes jurídicos serían las unidades de
función social indispensables para el desenvolvimiento de la sociedad, estando tales unidades configuradas en
la Constitución, cfr. RUDOLPHI, 1970, pp. 158 y ss., citado por GONZÁLEZ RUS, 1983, p. 25; el mismo
traducido al español, 1975, pp. 338 y ss. Dentro de la doctrina española, sigue este planteamiento GONZÁLEZ
RUS, 1983, pp.26 y ss., quien partiendo de la consideración de que el bien jurídico es un valor que se encuentra
en la realidad social, en concreto, “un bien o valor, individual o social, susceptible de ser percibido física o
mentalmente y lesionable”, sin embargo, entiende que este concepto, por sí solo, no podría limitar al legisla-
dor, y a fin de evitar la perversión del mismo, es preciso que el proceso de selección esté directamente conec-
tado y limitado por los valores constitucionales. En esta misma línea se encuentran ESCRIVÁ GREGORI,
1980, pp. 157 y ss.; ÁLVAREZ GARCÍA, 1991, pp. 20 y ss. De forma general sobre las teorías constitucio-
nalistas, vid. HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 121 y ss.
62
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 108.
63
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 122; BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 108.
64
En realidad, ROXIN no parte realmente de la Constitución como referente del concepto de bien jurídico,
ni tampoco se refiere a un sistema de valores, sino que lo que sostiene es la ausencia de legitimidad estatal
para sancionar ataques a presupuestos exclusivamente morales, dado que el fin del Derecho penal sólo puede
consistir en garantizar la vida en común de todos los ciudadanos. Así, afirma que “la misión del Derecho penal
está en asegurar a sus ciudadanos una convivencia libre y pacífica, garantizando todos los derechos estableci-
dos jurídico constitucionalmente. Si esta misión es denominada, a modo de síntesis, protección de bienes
jurídicos, por bienes jurídicos han de entenderse todas las circunstancias y finalidades que son necesarias para
el libre desarrollo del individuo, la realización de sus derechos fundamentales y el funcionamiento de un sis-
tema estatal edificado sobre esa finalidad”, cfr. ROXIN, 2013, p. 01:5
65
ROXIN, 2008, pp. 55 y 56.
66
ROXIN, 2008, p. 56, desde este planteamiento afirma que se pueden extraer una serie de consecuencias:
1. Las conminaciones penales arbitrarias no protegen bienes jurídicos, 2. Las finalidades puramente ideológi-
cas no protegen bienes jurídicos, 3. Las meras inmoralidades no lesionan bienes jurídicos, 4. Los preceptos
penales que crearán o asegurarán la desigualdad entre las personas no protegen bienes jurídicos, ni tampoco
la punición de la expresión de opiniones, y 4. Las contravenciones también lesionan bienes jurídicos.
67
ROXIN, 2016, p. 438.
68
ABANTO VÁSQUEZ, 2006, p. 9, nota 32.
69
ABANTO VÁSQUEZ, 2006, ibídem.
70
OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, 1990, p. 10 y ss.
71
Así, señala BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 108 y 109, que “en la Constitución y en el derecho consti-
tucional, los derechos fundamentales cumplen una función muy específica, que es regular las relaciones entre
la sociedad política y la sociedad civil, y por tanto constituir un límite a la intervención del Estado respecto de
los ciudadanos. En cambio, los bienes jurídicos tienen una función mucho más amplia y compleja, pues im-
plican relaciones sociales concretas de los individuos respecto de todos los posibles sujetos u objetos que
puedan entrar dentro de esa relación, es este sentido también el Estado, pero no sólo éste. (…) Ciertamente,
tiene razón Bricola cuando señala que el valor expresado en un derecho fundamental se encuentra también en
un bien jurídico determinado, pero no eso «exclusivamente» como dice Bricola, ni respecto a ese bien jurídico
determinado, que como relación social es una realidad compleja (en el cual por tanto pueden concurrir dife-
rentes valores) ni tampoco respecto a todos los bienes jurídicos es así necesariamente”.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 17
la exigencia de que los bienes jurídicos penalmente protegibles deban estar recono-
cidos, directa o indirectamente, por la Constitución debido a las consecuencias tan
graves para los derechos y libertades de los ciudadanos que conlleva una interven-
ción penal, sin embargo no se puede obviar que “el ámbito de las realidades consa-
gradas explícita o implícitamente por la Constitución resulta describir un marco fle-
xible y ambiguo, demasiado amplio todavía para los efectos de concretar el concepto
de bien jurídico. Así, si bien es cierto que realidades que no hayan sido consagradas
expresa o implícitamente en la Constitución deben quedar por principio cerradas a la
protección penal, también lo es que no todas aquellas realidades contempladas en la
misma adquieren, en virtud de ello, la cualidad de penalmente protegibles” 72.
Es evidente, por tanto, que los planteamientos exclusivamente constitucionalistas
a la hora de determinar el contenido del concepto de bien jurídico, si bien pueden
constituir el punto de partida, sin embargo, no resultan suficientes siendo necesaria
una mayor labor de concreción de las características de los objetos penalmente pro-
tegibles, hasta llegar a delimitar un concepto de bien jurídico. A este respecto, se
pronuncia de forma categórica ALONSO ÁLAMO73 sustentando para ello varias ra-
zones: el encorsetamiento del bien jurídico dentro del marco constitucional, lo que
impediría la protección de nuevas necesidades o bien impidiendo “que se pueda pro-
fundizar en el Estado social y democrático de derecho suprimiendo objetos de pro-
tección que devengan democráticamente insostenibles”; y por otra parte, “porque las
Constituciones pueden cambiar o desaparecer, incluso sostener injustos constitucio-
nales, y no por ello dejarían de existir necesidades, bienes o intereses merecedores
de protección penal”, y por ello, afirma de manera contundente que “ni directa ni
indirectamente, cabe decir, se deriva de la Constitución lo que debe ser bien jurídico
penal”.
De forma paralela a las tesis constitucionalistas, otro sector de la doctrina ha sos-
tenido lo que se ha denominado teorías funcionalistas74 o teorías sociológicas o so-
ciales75, cuyos defensores parten en la configuración de los bienes jurídicos de su
dimensión social como estado social valioso o unidad funcional de valor76; conse-
cuentemente, se trataría de las condiciones necesarias para la conservación de un
orden social, de manera que el bien jurídico se encontraría en el ámbito de la realidad
social, y los comportamientos potencialmente lesivos para los mismos tendrían como
elemento común configurador su dañosidad social 77 . Como indica MIRÓ
LLINARES78 “el peligro de una concepción tal del bien jurídico es, sin embargo, el
que se prescinda del individuo a la hora de definir qué es lo que debe ser protegido
72
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 436 y ss.
73
ALONSO ÁLAMO, 2018, p. 602.
74
OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 49 y ss.
75
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 109 y 110; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 93 y ss.
76
FERNÁNDEZ, 2004, p. 58.
77
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 426 y ss.
78
MIRO LLINARES, 2020, pág. 601.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 19
no sólo a los autores culpables, sino también a los niños, a las personas que padecen
enfermedades mentales o que sufren un retraso mental, además, a algunos animales,
como los perros”92; sin embargo, considera que esta premisa influye en la pena, pero
en modo alguno constituye su principio esencial, porque de ser así, estaríamos ob-
viando el principio de culpabilidad que garantiza dos cosas: en primer lugar, que el
hecho no debe interpretarse como casualidad o como capricho del destino, sino como
obra, artefacto de una persona; y en segundo lugar, que esta persona es competente
para intervenir en asuntos públicos. Así, sostiene JAKOBS que “un hecho culpable
es una configuración del mundo que pretende ser determinante. Es con esta interpre-
tación que se alcanza el plano verdaderamente social: la comunicación; el autor
afirma a través de su hecho que el mundo debe ser configurado del modo en el que
él se comporta, es decir, en contra de la norma y no de otra manera”93; de manera
que la pena es la forma de declarar en la sociedad que un hecho no es aceptable,
después de que el sujeto haya confirmado con su acción que sí lo era. Sobre esta
base, JAKOBS configura el principio de culpabilidad como un principio de infrac-
ción de un rol general de la persona, “ya que la moderna teoría del comportamiento
no permitido como parte de la teoría de la imputación objetiva ha mostrado que no
existen prohibiciones genéricas de salvación, sino que por el contrario, tales normas
siempre afectan a personas competentes, siendo competente, precisamente, aquel de
cuyo rol forma parte el no lesionar”94.
En definitiva, para JAKOBS95 el Derecho penal garantiza la expectativa de que
no se produzcan ataques no a bienes representados como objeto físico o algo similar,
sino como norma, como expectativa garantizada.
Este planteamiento prevencionista seguido por JAKOBS se asemeja al retribucio-
nismo96, a nuestro parecer inconstitucional, y que llevado al extremo nos conduciría
ante un Estado policía, difícilmente compatible con los derechos y garantías funda-
mentales del individuo. Por ello, resulta totalmente acertada la afirmación de
MUÑOZ CONDE97 de que la adscripción a la teoría sistémica no debe pasar de la
configuración de la norma penal como un conjunto de expectativas, pues si bien pro-
porciona un valioso instrumento para el análisis y descripción de los fenómenos so-
ciales y del control social, no ofrece medios para su valoración y crítica. Y a ello se
une el hecho de que el modelo propuesto por esta teoría sistémica desemboca en una
92
JAKOBS, 2003, p. 50.
93
JAKOBS, 2003, p. 51.
94
JAKOBS, 2000, p. 156
95
JAKOBS, 2003, p. 154.
96
Así, los paralelismos entre la postura adoptada por JAKOBS y las sostenidas por las teorías retribucio-
nistas pueden deducirse de las propias palabras de este autor, quien revela claras coincidencias con el plantea-
miento hegeliano al afirmar que “la prestación que realiza el Derecho penal consiste en contradecir, a su vez,
la contradicción de las normas determinadas de la identidad de la sociedad”, cfr. JAKOBS, 1996, p. 18.
97
MUÑOZ CONDE, 1985, p. 122.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 21
98
MUÑOZ CONDE, 1985, p. 122.
99
CARBONELL MATEU, 1999, pp. 65 y 66. Así, para este autor, la elaboración de las normas que han
de regir el funcionamiento de un sistema social y especialmente, la selección de los valores a tutelar y de las
conductas que serán consideradas intolerables y, por ello, delictivas, son fruto de decisiones políticas. La
creación del Derecho penal es, así, una actividad del Estado de la comunidad social políticamente organizada,
y no algo ajeno al sistema mismo. Por eso, resultan criticables las teorías sistémicas que intentan explicar
sociológicamente el Derecho penal, justificando la intervención penal como reajuste frente a una actuación
asocial, prescindiendo de conductas críticas a los momentos valorativos.
100
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 7; MUÑOZ CONDE, 1985, pp. 26-28.
101
MUÑOZ CONDE, 1985, p. 28.
de un perjuicio social, y, por tanto, como un desvalor social, de donde se deriva que
sólo podrían prohibirse las conductas socialmente dañosas, pero siempre sobre la
base de que la tutela del sistema social sólo se verifica en tanto supone la defensa del
individuo102. Más recientemente, CANCIO MELIÁ defiende que el bien jurídico
debe subsumirse bajo el concepto de vigencia de la norma como fundamento de la
intervención penal103.
Este planteamiento funcionalista sistémico del Derecho penal conlleva el resurgi-
miento de una tendencia criminalizante unida a un desplazamiento de la política de
protección de bienes jurídicos que, con anterioridad, había dado fundamento a una
tendencia despenalizadora104. Es por ello que se convierte en absolutamente necesa-
rio el retorno a una teoría del bien jurídico que vuelva a constituirse en el centro de
discusión en el Derecho penal y en el necesario referente material de la política penal
del Estado105.
En nuestra opinión resulta innegable que la vinculación del Derecho penal a la
función de protección de bienes jurídicos constituye una garantía por sí misma al
obligar a un esfuerzo de justificación en la creación de normas penales; por el con-
trario, un funcionalismo sistémico, tal como hemos expuesto, facilita el intervencio-
nismo del Estado, al no tener que encontrar ningún fundamento que justifique la in-
tervención penal, dado que la norma se legitima en sí misma y la pena en el simple
y mero quebrantamiento de la norma penal, cualquiera que ésta sea. Es más, la adop-
ción de una perspectiva exclusivamente funcionalista, especialmente la perspectiva
extrema de JAKOBS, puede acabar anulando la eficacia limitadora del concepto de
bien jurídico, porque la protección de determinados valores morales o de ciertas es-
trategias políticas puede llegar a ser considerado funcional y útil para el sistema, con
el consiguiente riesgo de olvidar al individuo para atender en exclusiva a las nece-
sidades del grupo social, con el consiguiente acento totalitario que ello conlleva106.
Como crítica a estos planteamientos funcionalistas extremos, las teorías funciona-
listas moderadas107 y las teorías funcionalistas personales afirman que el riesgo que
se puede derivar del funcionalismo sistémico se podría corregir mediante la inclusión
en el concepto de bien jurídico de una referencia central al individuo 108. De este
102
GÓMEZ BENÍTEZ, 1983, pp. 102 y ss.
103
Citado por FERNÁNDEZ, 2004, p. 72.
104
HASSEMER, 1989, pp. 277-278.
105
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 8.
106
Así, señala OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO que, desde este planteamiento, sería posible que el
Estado, movido por grupos hegemónicos, quiera castigar todos los hechos disfuncionales respecto al sistema
de producción y distribución, del que éstos son beneficiarios, y no quiera castigar hechos que, pese a ser
nocivos resultan funcionales al mismo, cfr., OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, 1984, pp. 342 y ss.; SILVA
SÁNCHEZ, 2012, pp. 428 y 429.
107
El principal representante de esta corriente es ROXIN, que realiza un planteamiento de unión entre las
teorías funcionalistas y las teorías constitucionalistas que acerca su concepto de bien jurídico al sostenido en
las teorías funcionalistas personales, cfr. SILVA SÁNCHEZ, 2012, p. 428 nota 382.
108
Son partidarios de la referencia al individuo en la definición del concepto de bien jurídico entre otros
RUDOLPHI, 1975, p. 334 y ss.; ROXIN, quien inicialmente asigna al bien jurídico dos funciones: una de
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 23
protección de bienes jurídicos y otra de asegurar el cumplimiento de las prestaciones públicas esenciales, pero
más adelante define los bienes jurídicos como realidades o pretensiones que son útiles para el individuo y su
libre desarrollo o para el funcionamiento del total sistema social, construido con tal fin, cfr. ROXIN, 2008, p.
56; CALLIES, 1974, p. 143 y ss., citado por SILVA SÁNCHEZ, 2012, nota 384; HASSEMER, 1989, p. 275
y ss., en concreto p. 282; HASSEMER/MUÑOZ, 2012 pp. 103 y ss., en especial p. 109; MUÑOZ /GARCÍA,
2015, p. 63; SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 429 y 430; MIR PUIG, 2016, p. 174; OCTAVIO DE TOLEDO Y
UBIETO, 1984, pp. 350 y ss.; LUZÓN PEÑA,1991a, p. 59. ZUGALDÍA ESPINAR, 2015, p. 31 y 32; NÚÑEZ
CASTAÑO, 2015, p. 53; LUZÓN PEÑA, 2016, p. 21, entre otros.
109
PAWLIK, 2016, pp. 5 y ss. concretamente p.9, afirma que más que el individuo lo que debe configurar
el bien jurídico son las personas que conviven en una sociedad configurada por normas, que denomina, utili-
zando términos hegelianos, “personas en derecho”.
110
SILVA SÁNCHEZ, 2012, p. 431, quien pone de relieve la peligrosa ambigüedad del concepto de da-
ñosidad social, entendido separado de toda otra consideración: en efecto, problemas como el de la definición
de lo socialmente dañoso en una sociedad dividida, cuyos diferentes estratos responden a intereses contra-
puestos, no son fácilmente resolubles. De ahí que quizás sea lo mejor integrar en una sola idea los aspectos de
“referencia individual” y de “dañosidad social”, afirmando que el objeto de protección jurídico-penal necesa-
riamente debe expresar las condiciones que hacen posible un libre desarrollo del individuo a través de su
participación en la vida social.
111
Aunque también las posturas dualistas conectan el bien jurídico con el autodesarrollo del individuo, por
lo que no existe en ninguna una completa desconexión con el mismo.
112
ARAUZ ULLOA, 2003, pp. 109 y ss.; BIANCHI PÉREZ, 2009, p. 37; COUTO DE BRITO, 2014, p.
2; LUZÓN PEÑA, 2016, p. 21; MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 63; MIR PUIG, 2016, p. 174; NÚÑEZ
CASTAÑO, 2015, p. 53; OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, 1984, pp. 350 y ss.; SILVA SÁNCHEZ,
2012, pp. 431 y 432; ZUGALDÍA ESPINAR, 2015, p. 31 y 32.
113
OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 51.
114
OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, 1990, pp. 5 y ss.
115
MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 65; SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 431 y 432.
116
Resulta evidente la necesidad de protección de esta serie de “bienes” para una pacífica convivencia en
sociedad, y que esta protección debe realizarse dentro de los cauces adecuados desde el punto de vista del
Derecho. Cierto es que, normalmente, será el Derecho penal quien pueda responder a las exigencias de pro-
tección requeridas, pero sin olvidar que solamente podrá utilizarse en aquellos casos en que se vean atacados
los “bienes” que tengan una entidad grave y de suficiente consideración; cfr., en este sentido, MUÑOZ
CONDE, 2012, p. 48, quien ya afirmaba que en aplicación del principio de intervención mínima, el Derecho
penal sólo interviene o debe intervenir en los casos de ataques muy graves a la convivencia pacífica de la
comunidad.
117
FERNÁNDEZ, 2004, p. 62.
118
Así, HASSEMER considera que esta valoración depende de tres factores: a) la frecuencia de realización
de estos comportamientos, b) la intensidad de la demanda del objeto en cuestión, y c) la medida de la amenaza,
junto a ellos establece que otros factores también tendrán relevancia, como la incidencia en la conciencia
cultural de la sociedad y su ilustración normativa y otros derivados de la psicología, cfr. HORMAZÁBAL
MALARÉE, 1991, p. 116.
119
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 105; ZAFFARONI, 2018, p.25.
120
HASSEMER, 1989, p. 281.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 25
121
HASSEMER, 1989, ibídem.
122
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 109.
123
HASSEMER, 1989, p. 282.
124
HASSEMER, 1989, p. 281.
125
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 119. En el mismo sentido, FERNÁNDEZ, 2004, p. 62.
126
HASSEMER, 1989, p. 282.
127
HASSEMER, 1989, pp. 278 y ss.; el mismo, 1991, p. 33 y ss.; HASSEMER, 1992, pp. 239 y ss.; en
similar sentido HASSEMER/MUÑOZ, 2012, pp. 103 y ss.
128
Sobre el planteamiento de CALLIES, vid., más ampliamente, HORMAZÁBAL MALARÉE, 1999, pp.
119 y ss.
129
CALLIES, 1974, pp. 122 y ss., citado por HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 120. De este modo,
sostiene CALLIES que, si el Derecho penal protege la estructura social, entendida como red de distribución
de posibilidades de participación recíprocas en los sistemas sociales, los bienes jurídicos no pertenecerán a la
categoría de los «sustanciales», ni son «valores» cuasicosificados, ni «bienes», sino aquella estructura social,
en general, y las posibilidades de participación que supone, en particular, cfr. MIR PUIG, 2003, p. 121.
130
OLAIZOLA NOGALES, 1999, pp. 52 y 53.
131
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, pp. 120 y 121.
132
Así, afirma HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 121, que es indudable que un ataque contra la vida
constituye un obstáculo que impide la participación y por lo tanto, intolerable en una sociedad democrática,
pero ello no fundamenta que la vida sea reconocida como bien jurídico desde la perspectiva de que constituye
una posibilidad de participación; señala que en realidad tal planteamiento es sólo una respuesta desde una
perspectiva interaccionista del porqué de la protección de la vida, pero no una respuesta a la pregunta de lo
que es un bien jurídico desde el punto de vista material.
133
MIR PUIG, 2003, pp. 114 y ss.
134
MIR PUIG, 2003, p. 123.
135
MIR PUIG, 2003, p. 123 y ss., donde indica que “posibilidad de participación” no debe entenderse sólo
como posibilidad de incidencia activa en la vida colectiva, sino también como posibilidad de vivir en sociedad
confiando en el respeto de la esfera de libertad particular por parte de los demás; MIR PUIG, 1991, pp. 207
y 208 donde afirma que “es ciertamente conveniente postular que el bien jurídico no sólo importe al sistema
social, sino que se traduzca además en concretas posibilidades para el individuo”.
136
Así, señala HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 123, que RUDOLPHI se inscribe en la línea de
quienes dan fundamento constitucional al bien jurídico, pero con influencias del funcionalismo y de las teorías
personalistas, dado que parte de la concepción de un “estado de derecho constitucional”, en que tan importante
son las garantías formales como “la vinculación jurídica del poder estatal a la idea de justicia material”, por lo
que a su juicio la actividad estatal no sólo debe sujetarse al principio de legalidad, sino que debe concretarse
“en el esfuerzo por una estructuración justa e igualitaria de las relaciones humanas”.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 27
137
RUDOLPHI, 1975, p. 339.
138
RUDOLPHI, 1975, p. 343.
139
RUDOLPHI, 1975, p. 344.
140
HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 124.
141
MUÑOZ CONDE, 1985, pp. 26 y 122.
142
MUÑOZ CONDE, 2007, p. 64.
143
MUÑOZ /GARCÍA, 2015, p. 64.
144
Así, señala MUÑOZ CONDE que “la elevación a la categoría de bien jurídico, es decir, de valor respe-
table y que hay que respetar, de determinadas ventajas e intereses en beneficio de unos poco y en perjuicio de
la mayoría es una forma evidente de mantener el status, de reaccionar frente a todo lo que signifique progreso
y de conservar a toda costa la actual situación. De este modo se abusa del Derecho penal como sistema de
represión en defensa de las minorías dominantes, poniendo, por ejemplo, la oposición política al margen de la
ley”, cfr. MUÑOZ/GARCÍA, 2015, ibídem.
145
MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 63.
146
MUÑOZ/GARCÍA, 2015, ibídem.
147
MUÑOZ CONDE, 2007, p. 64. Así, señala este autor que el bien jurídico no existe ónticamente antes
de que el legislador le otorgase su protección extrayéndolo de la realidad social, sino que se trata, como todos
los conceptos normativos, “de una creación artificial, el producto de un consenso o de un proceso constitutivo,
en el que necesariamente es reelaborado, y a veces manipulado y pervertido en sus elementos esenciales”.
148
LUZÓN PEÑA, 2016, p. 189; el mismo, 1991a, pp. 58 y 59.
149
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 432 y 433.
150
En este punto, considera SILVA SÁNCHEZ, 2012, p. 433 que la condición de bien jurídico no requiere
una afectación directa del individuo, sino que ésta también puede ser indirecta. Reconoce, sin embargo, que
surge el problema de delimitar en qué punto de esta repercusión indirecta ya no concurrirían las condiciones
necesarias para la protección penal, dada precisamente la ambigüedad del término empleado.
151
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 453 a 459.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 29
bien jurídico sirve para poner de relieve la dificultad y controversia doctrinal que
existe conforme al mismo, hasta el punto de que, como hemos señalado, algunas de
las tendencias doctrinales optan por renunciar a otorgar un concepto material de bien
jurídico, en aras de una formalización del mismo que pudiera incluso derivar en una
normativización del concepto, de manera que la única función que estaría vigente
sería una instrumental que sirviese para sistematizar los distintos tipos delictivos
contenidos en el Código penal.
Sin embargo, a pesar de ello consideramos que el bien jurídico y su concepto
constituyen el elemento central de cualquier teoría del delito de un Estado democrá-
tico de Derecho, y que, por ello, una de las principales funciones que cumple es una
función crítica que sirva de limitación al ius puniendi del Estado152. Y ello porque, a
pesar de las perversiones o regresiones que puedan realizarse respecto del concepto
de bien jurídico, el ejercicio analítico, crítico, justificativo y legitimador que implica
la exigencia de existencia de un bien jurídico a proteger que legitime la intervención
penal es un aspecto absolutamente irrenunciable en un Estado de Derecho, siempre
que no queramos quedar al azar de las oscilaciones y “caprichos criminalizadores”
del legislador del momento, influido por los intereses y convicciones morales, socia-
les e ideológicas de los grupos (generalmente minoritarios) dominantes en ese mo-
mento. Así, como señala GALÁN MUÑOZ153, “sólo instituyendo el concepto de
bien jurídico como referente básico fundamental de la creación e interpretación de
las normas penales, se podría sustentar una concepción crítica, al tiempo que diná-
mica, del Derecho penal como instrumento de control social que impidiese su utili-
zación como un mecanismo de control y de estabilización al servicio de los sistemas
sociales manifiestamente contrarios a los principios y derechos fundamentales, que
deben presidir el ordenamiento jurídico de un verdadero Estado social y democrático
de Derecho”.
Por todo ello, es preciso dejar sentadas algunas premisas en relación con el con-
cepto de bien jurídico, su utilidad para la teoría del delito y la delimitación de su
contenido. Así, en primer lugar, se hace preciso constatar, como ya hemos puesto de
relieve a lo largo de todo este artículo, que la mayoría de la doctrina rechaza las
concepciones formales de bien jurídico, en tanto que, como acabamos de indicar,
simplemente cumplirían una función sistematizadora e incluso interpretativa de las
normas penales, pero serían inadecuadas para cumplir la principal función crítica que
152
Bien es cierto que resulta preciso admitir que el bien jurídico no ha servido en la mayoría de las oca-
siones a esta función limitadora, es decir, no ha sido capaz de evitar la expansión de las leyes penales contri-
buyendo, en algunos casos, a legitimar nuevas incriminaciones penales absolutamente injustificadas. Por ejem-
plo, casos como los delitos de matrimonios ilegales de los artículos 217, 218 y 219 del Código Penal, la
corrupción en los negocios de los artículos 286 bis, ter y quater, o la financiación ilegal de partidos políticos
(artículos 304 bis y ter CP), entre otros delitos que consideramos que carecen de bienes jurídicos, pero sin
embargo el afán pancriminalizador del legislador penal ha hecho que hoy día los tengamos en nuestro texto
penal.
153
GALÁN MUÑOZ, 2005, p. 185.
le corresponde, que es la de servir de límite del ius puniendi del Estado, función que
únicamente puede ser cumplida a través de una concepción material del bien jurídico
que sirva de barrera al legislador154.
De igual modo, no podemos compartir los planteamientos extremos tanto consti-
tucionalistas como funcionalistas, que, en nuestra opinión, no aportan un concepto
de bien jurídico susceptible de cumplir con las funciones que le son propias, en al-
gunos casos por defecto (las teorías constitucionalistas extremas) y en otros por ex-
ceso (las teorías funcionalistas extremas). Así, las teorías constitucionalistas extre-
mas en las que el único referente válido del bien jurídico lo constituye la Constitución
que, como ya indicamos, si funcionara como límite negativo que no se puede traspa-
sar (a fin de evitar que las normas penales amparen intereses contrarios a la misma),
podrían conllevar la exclusión del concepto de bien jurídico de determinados intere-
ses que no aparezcan recogidos ni explícita ni implícitamente por la Norma Funda-
mental, y, consecuentemente, implique un defecto de protección (penal) por cuanto
no tienen un expreso reconocimiento constitucional; igualmente en el caso de que se
entienda como límite positivo, que implicaría la automática protección penal de to-
dos aquellos valores recogidos constitucionalmente (identificando de manera abso-
luta los derechos fundamentales con los bienes jurídicos protegidos). En nuestra opi-
nión, es evidente que la Constitución puede -y debe- servir de punto de partida para
determinar qué bienes o intereses deben protegerse por el Derecho penal, pero a par-
tir de ahí, deberá valorarse, atendiendo a otros criterios, qué es lo que se puede con-
siderar lo suficientemente importante para ser considerado bien jurídico155.
Respecto de las teorías funcionalistas extremas, esto es, esencialmente el funcio-
nalismo sistémico, la principal crítica que puede realizarse es que prescinden por
completo de cualquier referencia a la parte más importante del sistema, esto es, al
individuo, al tiempo que facilitan el intervencionismo del Estado, al no tener que
encontrar ningún fundamento que justifique la intervención penal, dado que la norma
se legitima en sí misma y la pena en el simple y mero quebrantamiento de la norma
penal, cualquiera que ésta sea. Con ello, estas teorías se limitan a realizar una des-
cripción aséptica del funcionamiento y fortalecimiento del sistema social, pero care-
cen de cualquier valoración y mucho menos crítica respecto del mismo156, incum-
pliendo con ello la principal función de limitación del poder punitivo del Estado y de
154
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 103 y ss.; HASSEMER, 1984, p. 38; HORMAZÁBAL MALARÉE,
1991, pp. 48 y 62 y ss.; MIR PUIG, 2003, p. 113 y ss.; MUÑOZ/GARCÍA, 2015, pp. 88 y ss.; NÚÑEZ
CASTAÑO, 2015, pp. 56 y ss.; OLAIZOLA NOGALES, 1999, p. 44.
155
RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, 2017, p. 173 indica que la Constitución no puede ser la que exclusiva-
mente suministre los criterios de legitimación material de las normas penales, adoptando como válido el cri-
terio de que esos intereses se extraigan de la propia sociedad o de las convicciones sociales mayoritarias, y
por ello sean considerados especialmente valiosos, siempre, eso sí, que no colisionen con los derechos, garan-
tías y valores recogidos en el texto constitucional.
156
MUÑOZ CONDE, 1985, p. 26, quien afirma que “la teoría sistémica conduce a una concepción pre-
ventiva integradora del Derecho penal en la que el centro de gravedad de la norma jurídica penal pasa de la
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 31
la intervención penal. En realidad, estas posturas que prescinden del bien jurídico,
centrándose exclusivamente en la protección del sistema social mediante el restable-
cimiento de la confianza en la norma penal como única función directa del derecho,
representarían planteamientos tautológicos, vacíos de contenido y absolutamente
acríticos no sólo respecto del sistema, sino también respecto de la norma misma157.
Es por ello, que consideramos más correctas aquellas teorías que desde diversas
perspectivas tratan de englobar el aspecto social y el individual, pero manteniendo
como referente central a la persona. Efectivamente, en nuestra opinión, la visión
crítica que se propone se puede obtener más fácilmente desde una concepción perso-
nalista del bien jurídico158, que funcionalice los intereses generales desde el punto de
vista de la persona, y que siguiendo a MUÑOZ CONDE, permite definir el bien ju-
rídico como “presupuestos que la persona necesita para su autorrealización y el desa-
rrollo de su personalidad en la vida social”159 . A este respecto, señala ALONSO
ÁLAMO160 que el bien jurídico encuentra su fundamento material atendiendo al cri-
terio de la finalidad de satisfacción de necesidad humanas.
Resulta innegable, sin embargo, como expone MIRÓ LLINARES161 que el hecho
de que en la actualidad no exista acuerdo “sobre lo que es el bien jurídico, y el que
ello se utilice para expandir y no para restringir el uso del Derecho Penal, no con-
vierte en inmediatamente inexistente la función de protección de bienes jurídicos
como fundamento legitimador del Derecho penal, sino que simplemente ahonda en
la necesidad de definir y concretar dicha función”.
Partiendo de esta premisa será necesario, al crear cada tipo penal y al interpretarlo
y aplicarlo, estudiar qué condiciones básicas son las que resultan protegidas, y hasta
qué punto son necesarias para posibilitar el desarrollo y la participación de los indi-
viduos en el sistema. Una concepción como ésta que planteamos no excluye la pro-
tección penal de los llamados “bienes supraindividuales”, en la medida en que ellos
también constituyen medios importantes para la autorrealización social del indivi-
duo, sino que estos bienes supraindividuales se deducen de los del individuo y serán
objeto de protección penal sólo en tanto sirvan al desarrollo personal de este 162 .
Como indica MIR PUIG163, en un Estado social y democrático de Derecho, ello se
deriva de la necesidad de que el sistema social se ponga al servicio del individuo y
no de que individuo esté al servicio del sistema.
subjetividad del individuo a la subjetividad del sistema, buscando un fortalecimiento del sistema existente y
de sus expectativas institucionales, pero no su modificación o crítica”.
157
MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 65.
158
Como la defendida por HASSEMER/MUÑOZ, 2012, pp. 108-113.
159
MUÑOZ/ GARCÍA, 2015, p. 59.
160
ALONSO ÁLAMO, 2018, p. 124.
161
MIRÓ LLINARES, 2020, p. 607.
162
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 108.
163
MIR PUIG,1991, p. 212.
III. El concepto de bien jurídico en relación con los bienes jurídicos supraindi-
viduales
Es preciso poner de relieve que pueden diferenciarse distintos tipos de bienes ju-
rídicos: los bienes jurídicos “individuales”, fácilmente reconocibles por todos como
son la vida, libertad, integridad física o propiedad entre muchos otros, y bienes jurí-
dicos que, trascendiendo el aspecto meramente individual o de la persona, se refieren
a intereses globales o difusos, como el orden público, la seguridad del tráfico o el
orden socioeconómico, aparentemente más difíciles de identificar y de concretar164,
pero que han ido surgiendo en los últimos tiempos asociados en algunas ocasiones al
avance de las sociedades modernas o al percatarse de ciertos efectos sociales dañosos
derivados de determinadas actividades165.
En relación con este último tipo de bienes jurídicos que no revisten carácter indi-
vidual (o al menos, no exclusivamente), se ha recurrido por la doctrina a diversas
denominaciones, como bienes jurídicos “supraindividuales” 166 , “colectivos” 167 o
“universales”168. Ciertamente, aunque en la doctrina se hayan utilizado indistinta-
mente las diferentes nomenclaturas refiriéndose a aquellos bienes que no pueden ser
catalogados como individuales, a nuestro parecer esa postura es errónea, porque son
conceptos que bajo nuestro punto de vista no hacen referencia a la misma realidad169.
Ya hemos señalado previamente que la protección de los bienes jurídicos se ha
venido realizando sobre la base de conjugar tres ejes esenciales: el individuo, la so-
ciedad y el Estado170 y desde ese triángulo se ha llevado a cabo la interpretación
sistemática de los delitos en base a los distintos bienes jurídicos afectados. De este
modo, como hemos puesto de relieve, la doctrina171 ha aceptado de manera casi uná-
nime la existencia de una serie de intereses o valores que no tienen carácter indivi-
dual, pero a los que resulta necesario dotar de protección penal en cuanto son im-
prescindibles para la autorrealización de las personas en el seno de la sociedad;
protección que en un sistema social y democrático se deriva de la exigencia de la
intervención del Estado para atender las necesidades de los ciudadanos, teoría ésta
que encuentra apoyo en el artículo 9.2 de la Constitución española. Se trata por tanto
de proteger relaciones básicas dentro del sistema que configuran el orden social y a
164
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 50.
165
FERNÁNDEZ CABRERA, 2017, p. 72.
166
PAREDES CASTAÑÓN, 2013, p. 223.
167
SOTO NAVARRO, 2003, p. 193; SANTANA VEGA, 2000, p. 84.
168
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 108.
169
En realidad, podría entenderse que los bienes jurídicos supraindividuales, esto es, aquellos que trascien-
den al individuo, serían el género, mientras que como especies del mismo podrían diferenciarse los bienes
jurídicos colectivos, los institucionales, los de control del Estado, etc., etc. Sin embargo, identifica ambos
términos PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 52.
170
HASSEMER, 1984, pp. 28 y ss.
171
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 21; HORMAZÁBAL MALARÉE, 1991, p. 124; LUZÓN PEÑA,
2016, p. 189; el mismo, 1991a, pp. 58 y 59; MUÑOZ/GARCÍA, 2015, p. 63; RUDOLPHI, 1975, pp. 339;
SILVA SÁNCHEZ, 2012, pp. 432 y 433; y ss.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 33
su vez son fundamentales para cada persona que vive en sociedad y para el funcio-
namiento del propio sistema172, desde la perspectiva de que resulta necesario que el
Derecho Penal “se adapte a la sociedad a la que sirve y que esta sea permeable a la
protección de nuevas realidades consideradas valiosas, aspectos que no tienen por
qué resultar incompatibles con un Derecho penal mínimo”173 .
Con esta perspectiva que se plantea, la ordenación de los delitos conforme a los
bienes jurídicos debe realizarse no sobre la base de una división de la sociedad, sino
de todo lo que implica el sistema en conjunto. Lo que nos llevará a distinguir los
bienes jurídicos que están referidos a las bases de existencia del sistema y aquellos
que están en conexión con el funcionamiento del sistema174. Los que se refieren a las
bases de existencia del sistema son los que se denominan tradicionalmente bienes
jurídicos individuales, aunque BUSTOS RAMÍREZ opina que esa calificación no es
del todo exacta porque sin esos bienes jurídicos individuales que tienen presencia en
las relaciones microsociales (de las personas) no es posible la existencia de ningún
sistema social. Por su parte, los bienes jurídicos que hacen referencia al funciona-
miento del sistema encuentran su fundamento en las relaciones macrosociales (de las
personas con el sistema), de manera que sin ellos el sistema podría existir, pero no
funcionaría o lo haría incorrectamente; estamos ante los denominados bienes jurídi-
cos supraindividuales en los que, regulando como hemos dicho las relaciones macro-
sociales respecto al propio funcionamiento del sistema, su legitimidad radicaría en
que esta protección sirva al correcto desarrollo de las bases de existencia del sistema,
de manera que permita que los bienes jurídicos individuales sean reales y efecti-
vos175.
Dentro de los bienes supraindividuales, que son aquellos que hacen referencia al
funcionamiento del sistema, hay que distinguir diferentes niveles: uno, conectado
con las bases indispensables de existencia del sistema que se denominarán colecti-
vos, como son el medio ambiente, el orden o la paz pública, la seguridad vial, etc.
Estos bienes jurídicos colectivos están presentes de forma constante en el quehacer
cotidiano de cada uno de los sujetos y grupos en los que la persona se integra. Su
posible lesión impediría el desarrollo real y efectivo de la persona. Y, por otro lado,
un segundo nivel que hace referencia a un conjunto de procesos o vías que aparecen
como necesarias dentro del sistema para que los sujetos puedan interrelacionarse:
serán los denominados bienes jurídicos institucionales, como son la Administración
pública, la Administración de justicia, etc. Estos bienes jurídicos institucionales for-
malizan procesos o vías en relación con otros bienes jurídicos, para que esos mismos
puedan tener realidad y efectividad 176 . Y esta distinción resulta esencial, aunque
172
BUSTOS RAMÍREZ, 1986, p. 158.
173
FERNÁNDEZ CABRERA, 2017, p. 73.
174
BUSTOS RAMÍREZ, 1986, p. 6.
175
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 6 y 7.
176
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 7. En similar sentido se manifiesta PÉREZ CEPEDA, 2008, p. 163,
BUSTOS RAMÍREZ va más allá y configura un tercer nivel dentro de los bienes
jurídicos supraindividuales, que serán los bienes jurídicos de control del Estado, que
no son más que vías para asegurar el poder del Estado garantizando así su control,
como por ejemplo los supuestos en los que sea necesario dotar de protección jurídico
penal a la seguridad interior y exterior del Estado177.
Desde este prisma de existencia de dos tipos de intereses que pueden ser objeto de
protección por parte del Derecho penal, los relativos al individuo y los referentes a
la sociedad en su conjunto o al Estado, se ha planteado una importante discusión
doctrinal en relación con la distinción, delimitación y cohesión de los mismos, que
ha dado lugar a dos tipos de teorías: las “dualistas” y las “monistas”178.
Para la concepción del bien jurídico de carácter dualista existen dos clases o mo-
dalidades, claramente diferenciadas, en la titularidad de los bienes jurídicos penales:
la del Estado y la del individuo. Se trata de un planteamiento del bien jurídico con-
formado por dos columnas paralelas179, sin que pueda concretarse un criterio común
superior que determine la preeminencia de una u otra clases de bienes180; como indica
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ181 “la idea principal mantenida por las tesis dualis-
tas, en definitiva, es que ni los bienes jurídicos individuales pueden ser reducidos a
los colectivos, ni los colectivos pueden ser reducidos a los individuales”. Esta con-
cepción es minoritaria en la doctrina, pero es principalmente sostenida por
TIEDEMANN, que llega a contraponer bienes jurídicos individuales y supraindivi-
duales como categorías independientes y desconectadas entre sí, siendo ambas me-
recedoras de igual protección penal; en consecuencia, este autor no plantea dudas
sobre la protección que merecen los bienes jurídicos individuales, pero de igual ma-
nera la preconiza para los bienes supraindividuales que considera que constituyen
fines en sí mismos y no esencialmente bienes182. Este planteamiento, sin embargo,
señalando que los bienes jurídicos suelen dividirse en dos grandes grupos (…), b) los institucionales, “com-
prenden realidades sociales que no se perfilan como meros sectores de riesgo para intereses individuales, sino
que son auténticos bienes públicos, instituciones esenciales para el desarrollo social basados en la participa-
ción de sus integrantes, y que, por ello, su lesión es autónoma”. También se manifiesta a favor de esta dife-
renciación de los bienes jurídicos HEFENDEHL, 2007, pp. 189 y 190. Sin embargo, no toda la doctrina ha
entendido la clasificación de esta manera, de manera que catalogan la Administración pública como un bien
jurídico colectivo, sin distinción con los supraindividuales y mucho menos con los institucionales. A este
respecto vid.: FERNÁNDEZ CABRERA, 2017, p.83, quien afirma que los bienes jurídicos colectivos son
aquellas realidades que hacen referencia a estructuras o instituciones fundamentales para la vida del sujeto en
sociedad, tratándose de entidades que no se pueden dividir en partes iguales para asignar una porción a cada
sujeto para que disponga individualmente. En “Problemática asociada a la protección de bienes jurídicos co-
lectivos: especial referencia a los delitos contra la administración pública”.
177
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, ibídem; el mismo, 1986, p. 161.
178
HASSEMER/MUÑOZ, 2012 p. 107; PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 72.
179
Aunque es cierto, que en la actualidad la tendencia de las posturas de protección de bienes jurídicos
supraindividuales dualistas tiende a pasar por el beneficio al individuo del mismo, pero lo cierto es que no
llegan a dar a estas clases de bienes jurídicos la suficiente autonomía de protección penal, vid.
ROXIN/GRACO, 2020, p. 250 y ss.
180
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 107; SANTANA VEGA, 2000, p. 84.
181
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 73.
182
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 107; SANTANA VEGA, 2000, p. 84; TIEDEMANN, 2004, p. 1;
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 35
188
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 108.
189
HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 108.
190
Terminología empleada por HASSEMER/MUÑOZ, 2012, p. 108 y ss.:
191
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 82.
192
MUÑOZ CONDE, 2015, p. 63. Serán, por tanto, bienes jurídicos aquellos presupuestos que la persona
necesita para su autorrealización y el desarrollo de su personalidad en la vida social; HASSEMER/ MUÑOZ,
2012, p. 108 y ss. y, por tanto, desde esta visión antropocéntrica del mundo, los bienes jurídicos supraindivi-
duales sólo son legítimos en tanto sirvan al desarrollo personal del individuo.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2022, núm. 24-12, pp. 1-45 − ISSN 1695-0194
Sobre el concepto de bien jurídico 37
de vista de la persona, deduciendo los bienes colectivos de los del individuo y prote-
giéndolos sólo en tanto sirvan al desarrollo personal de éste193, como hemos seña-
lado. Señala acertadamente MIR PUIG194 que en un Estado social y democrático de
Derecho se deriva la necesidad de que el sistema social se ponga al servicio del in-
dividuo y no de que el individuo esté al servicio del sistema. Desde este plantea-
miento resulta evidente que la única opción que permite dotar de legitimidad la in-
tervención penal en relación con bienes jurídicos que transciende al individuo, radica
precisamente en establecer la conexión de los mismos con los intereses individuales
que se consideran dignos y merecedores de protección penal195.
Es por ello que los bienes jurídicos supraindividuales196, y por ende los institucio-
nales y los colectivos, necesitan de ese referente personal individual para dotar de
legitimidad la intervención penal. De modo que los bienes jurídicos supraindividua-
les estarían legitimados siempre que “en última instancia- y de conformidad con los
parámetros de un Estado social y democrático de Derecho- repercutan en beneficio
del individuo y su dignidad, lo que es compatible con una protección autónoma de
los mismos cuando ello sea preciso y, también, con la existencia de tipos penales
pluriofensivos en otros casos”197, entendiendo que un sistema penal que “sólo se
preocupa de garantizar la libertad e igualdad formal de los individuos, sin dotar de
193
MUÑOZ CONDE, 2015, p. 65.
194
MIR PUIG, 1994, p. 161.
195
MIR PUIG, 1994, ibídem.
196
Así, mientras los bienes jurídicos individuales son los presupuestos existenciales e instrumentales mí-
nimos que sirven para conservar la vida y aliviar el sufrimiento y otros medios ideales que permiten la afir-
mación de la personalidad y su libre desarrollo, en cuanto afectan directamente a la persona individual; los
llamados “bienes jurídicos colectivos” son aquellos que afectan más a la sociedad como tal, al sistema social
que constituye la agrupación de varias personas individuales y supone un cierto orden social o estatal, como
por ejemplo, la salud pública, el medio ambiente etc., y, por ello, desde este planteamiento, estos últimos sólo
resultarían legítimos en tanto sirvan al desarrollo personal del individuo, en este sentido, MUÑOZ CONDE,
2015, p. 63; HASSEMER/MUÑOZ, 2012 p. 108 En similar sentido ALONSO ÁLAMO establece que los
bienes jurídicos colectivos remiten siempre al individuo, al afirmar que “Esto es particularmente claro en
aquellos bienes jurídicos colectivos originariamente individuales que se reconfiguran y colectivizan predicán-
dose de un grupo o de la sociedad (como cuando se habla del honor de una colectividad o de la salud pública).
Tampoco plantean esenciales problemas desde la perspectiva de su referencia al individuo aquellos bienes
jurídicos colectivos que, como el medio ambiente, han surgido históricamente en medio de una discusión sobre
si se protege al individuo (concepción antropocéntrica) o a la sociedad (concepción ecocéntrica) pues, con
independencia de la tesis que pueda prevalecer o de la técnica de incriminación que se acoja, la referencia al
individuo, siquiera sea de forma mediata, no dejará de estar siempre presente”. Similar postura mantiene esta
autora en relación con los bienes jurídicos supraindividuales, que diferencia de los bienes jurídicos colectivos,
y, en concreto, respecto de los clásicos como por ejemplo la función pública, al afirmar que la doctrina ma-
yoritaria entiende ya superada las viejas concepciones que defendían la protección del deber del cargo o el
prestigio de las instituciones, la protección de la función pública o de la función jurisdiccional hay que situarla
hoy en el marco de una Administración Pública puestas al servicio de los ciudadanos e impregnadas del con-
tenido de los derechos, cfr. ALONSO ÁLAMO, 2016, pp. 421-422. Aunque compartimos con la autora la
opinión de la separación de los bienes jurídicos colectivos de los supraindividuales, no estamos de acuerdo
con que catalogue la Administración pública como un mero bien jurídico supraindividual, porque, aunque esa
es su categoría genérica entendemos que se encuadran de mejor modo dentro de los institucionales que pro-
ponía BUSTOS RAMÍREZ (supra).
197
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 103.
198
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 104.
199
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, pp. 365 y 366.
200
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 365.
201
PÉREZ-SAUQUILLO MUÑOZ, 2019, p. 63.
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les a través de procedimientos o vías, sin los cuales no resultaría adecuada su protec-
ción o sería sencillamente innecesaria, porque sin un ciudadano que necesite de una
correcta prestación de servicios el bien jurídico institucional sencillamente es ab-
surdo, postura claramente sostenida por BUSTOS RAMÍREZ. Efectivamente, este
autor lo pone de relieve de una forma bastante gráfica afirmando que “por ejemplo,
no serviría de nada el reconocimiento de la libertad de la persona como bien jurídico,
si la autoridad pudiera detener sin fundamento a alguien. De nada serviría el recono-
cimiento de los bienes jurídicos microsociales si la Administración de Justicia pu-
diese proceder de cualquier manera, en forma injusta o arbitraria o a causa de bene-
ficios o promesas económicas”202.
Pero al mismo tiempo que los bienes jurídicos institucionales están al servicio de
los bienes jurídicos individuales, también lo están al servicio de los bienes suprain-
dividuales, pues éstos, al estar directamente ligados a la realización de los individua-
les, requieren también de este aseguramiento formalizado o institucionalizado. Es
por ello que los bienes jurídicos institucionales, en tanto que son elementos garanti-
zadores del respeto de los individuales, deben tener un claro reflejo y desarrollo en
la Constitución y en las leyes al resultar básicos para el funcionamiento del sistema
ya que constituyen modelos formalizados de comportamiento y relación entre los
sujetos203.
De similar modo se manifiesta SOTO NAVARRO, al afirmar que la actividad que
despliega la Administración como institución constituye un presupuesto imprescin-
dible para la convivencia que viene dado por el propio carácter instrumental de la
misma, que está al servicio de los intereses generales de la comunidad. Es por ello
que la Administración se convierte en garante de la ordenación armónica de intereses
particulares contrapuestos y del acceso de los ciudadanos a los servicios públicos
prestando el correspondiente principio de igualdad204.
Es por todo ello que entendemos que es esta y no otra la diferenciación y concep-
tuación que hay que otorgar a los bienes jurídicos y en especial a los bienes jurídicos
supraindividuales y, en concreto, a los bienes jurídicos supraindividuales-institucio-
nales, porque de lo contrario el bien jurídico no podría cumplir correctamente con su
misión de servir como límite al ius puniendi del Estado y mucho menos servirle al
individuo para su autorrealización en sociedad.
IV. Conclusiones
Ciertamente la definición y el contenido que habría que darle a los bienes jurídicos
ha sido un tema discutido desde antiguo y que parecía superado, pero desde luego,
202
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 365.
203
BUSTOS RAMÍREZ, 1994, p. 366.
204
SOTO NAVARRO, 2003, p. 265.
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