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Historias de

corrupción cotidiana
Un estudio antropológico de la corrupción
ordinaria en Nuevo León

víctor zúñiga y colaboradores


COLABORADORES

Juan Zapata
Isabel Torres
Eduardo Carrillo
Tania Daniela Domínguez
Carolina Muela
Carolina Rendón Okolova

2
Historias de
corrupción cotidiana
Un estudio antropológico de la corrupción
ordinaria en Nuevo León

víctor zúñiga y colaboradores


DR © Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León AC

Publicación sin fines de lucro.


Para uso docente, de investigación y consulta.

“Este libro fue posible gracias al apoyo del pueblo de los Esta-
dos Unidos, a través de la Agencia de los Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional (USAID). El contenido de este libro es
responsabilidad del Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo
León y no necesariamente refleja el punto de vista de USAID o
del Gobierno de los Estados Unidos.”

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmiti-


da, mediante ningún sistema o método electrónico o mecánico
(incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema de
recuperación y almacemamiento de información), sin el consen-
timiento del Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León AC.
Historias de
corrupción cotidiana
Un estudio antropológico de la corrupción
ordinaria en Nuevo León

víctor zúñiga y colaboradores


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Estructura, naturaleza, alcance y limitaciones del estudio


Marco conceptual
Estudiar la corrupción ordinaria: un reto metodológico

HISTORIAS DE CORRUPCIÓN ORDINARIA


Soborno
Extorsión
Intercambio de favores
Manipulación de ventas
Amiguismo
Aumento artificial de precios
Manipulación de procedimientos
Fraude en la prestación de servicios
Malversación
Plagio
Venta de facturas

ANÁLISIS DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA


Fuentes culturales de la corrupción ordinaria
La corrupción ordinaria no produce indignación
Confusiones semánticas, malentendidos perniciosos y cinismo puro
No es corrupción, es un servicio, es un acto de misericordia
El limbo ético: la inexistencia de la culpabilidad
El sojuzgamiento y las formas anacrónicas de despotismo
Reglamentos y sanciones corruptogénicos

Consecuencias culturales de la corrupción ordinaria


El desaliento profesional
No hay ningún incentivo para ser honesto
La corrupción ordinaria se materializa en
un statu quo conveniente

Andamiajes organizacionales de la corrupción ordinaria


La economía informal protege, la economía formal fragiliza
La movilidad profesional pasa por los túneles de la corrupción
Cadena de operaciones y organización de la corrupción
El tránsito de la corrupción ordinaria a la corrupción rutinaria:
organizaciones que hacen de la corrupción su modus vivendi
La autoridad electa y su equipo de colaboradores
importa e importa mucho

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
SEMBLANZA DE AUTORES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INTRODUCCIÓN

A L TERMINAR EL SEXENIO PRESIDENCIAL 2012-2018, el descontento de


muchos mexicanos con la situación sociopolítica del país se po-
día palpar en las diversas encuestas de percepción realizadas antes de
las elecciones: la corrupción y la inseguridad fueron los temas más men-
cionados por los votantes como principales problemas de México. La
sensación de impunidad generalizada fue aumentando en los últimos
años, en parte debido a múltiples escándalos mediáticos sobre casos
de corrupción en el gobierno federal y en los gobiernos estatales y a la
ausencia de sanciones para castigar estos hechos.
En 2015, después de una larga lucha, cientos de organizaciones civi-
les, empresariales y académicas, así como ciudadanos a título personal,
lograron que se promulgaran la reforma constitucional y las leyes que
dieron nacimiento al Sistema Nacional Anticorrupción y, posteriormen-
te, a los sistemas estatales anticorrupción. En Nuevo León, el Consejo
Cívico y otras organizaciones formaron la Coalición Anticorrupción, que
se sumó a esta cruzada con el objetivo de crear un sistema autónomo
para prevenir y combatir estos hechos.
Nuestra lucha desde la sociedad civil organizada está motivada por
la convicción de que la impunidad se logrará revertir solo cuando ten-
gamos instituciones fuertes y verdaderos contrapesos entre los poderes
públicos; de esta manera lograremos que nuestro sistema de fiscaliza-

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ción y de impartición de justicia opere de manera independiente y con
total objetividad.
Sin embargo, existe una pregunta recurrente al respecto: ¿bastará
con esto para acabar con la corrupción?
Este cuestionamiento llegó al Consejo Cívico en un ejercicio de re-
flexión que nos llevó a formular nuestra Teoría de Cambio a finales de
2017. El razonamiento general apunta a que las causas de la corrupción
están directamente relacionadas con fallas institucionales: la indebida in-
fluencia de los partidos políticos en las designaciones públicas y la falta
de autonomía de los poderes públicos, entre otros problemas.
No obstante, el ejercicio nos llevó a otra consideración importan-
te: hoy en día, la corrupción está tan presente en todas las áreas de la
vida en México que ha llegado a convertirse en un engranaje adicio-
nal de la maquinaría de nuestro país. Y esta situación ha generado un
fenómeno preocupante: la “normalización” de la corrupción. Esto aún
no significa que los mexicanos hayan adoptado la corrupción como
modus operandi o modus vivendi, sino que, de manera muy fatalista, se
han resignado a su existencia, prevalencia y persistencia. La consideran
como “el aire que respiramos”.
En este contexto, el Consejo Cívico encabezó en el último trimestre
de 2018, el lanzamiento de un movimiento social enfocado a “des-nor-
malizar” la corrupción, se llama Soy Honesto Hoy, y enfatiza la posibilidad
de crear una nueva realidad social a partir de decisiones personales. El
movimiento busca tocar conciencias y abrir los ojos de muchos ciuda-
danos sobre las “áreas grises” de la corrupción que diariamente vivimos y
en la que participamos, y terminamos aceptando al pensar que no existe
otra manera de hacer la cosas. Soy Honesto Hoy se enfoca a concientizar
sobre la nueva realidad que podemos crear en Nuevo León y en México:
practicar el valor de la honestidad, así como evitar escoger los caminos

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de la ilegalidad y la corrupción. La honestidad es un valor que enalteció
a la comunidad neoleonesa desde su fundación, que había sido un sello
regio y que necesitamos desempolvar si queremos seguir siendo una
comunidad competitiva, justa y con bienestar.
El movimiento Soy Honesto Hoy involucra a todos los sectores de la
comunidad: empresas, academia, asociaciones religiosas, sociedad civil
y medios de comunicación; todos ellos se convierten en amplificadores
y multiplicadores del mensaje entre sus públicos y emprenden acciones
en lo particular para concientizar, detectar y denunciar actos de corrup-
ción en sus contextos particulares. El movimiento, además, se apoyó en
una intervención en la estructura social, a través del arte urbano en sus
distintas manifestaciones (danza, teatro, muralismo y literatura) cuyos
contenidos estuvieron enfocados a crear conciencia en el público en ge-
neral de que los actos de corrupción cotidiana no son normales y de que
solo nosotros, tomando la decisión de ser honestos, los podemos evitar.
Para el desarrollo de este movimiento, se contó con el valioso
apoyo de la Agencia Internacional de los Estados Unidos para el De-
sarrollo, USAID.
Para llevar a acabo una campaña que impacte conciencias sobre
la normalización de la corrupción, con casos reales y cercanos al ciuda-
dano común, el Consejo Cívico decidió, en un primer momento, docu-
mentar a través de un estudio antropológico 49 historias de corrupción
cotidiana en Nuevo León. El documento que se presenta aquí: Historias
de corrupción cotidiana. Un estudio antropológico de la corrupción ordi-
naria en Nuevo León se realizó con el apoyo de un equipo de expertos
coordinados por el doctor Víctor Zúñiga, que inmediatamente entendió
nuestra intención y propuso documentar, de manera objetiva, sin inter-
pretaciones ni maquillajes, la presencia omnipresente de la corrupción
en los distintos ámbitos de nuestra comunidad.

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La decisión de documentar estas historias con una metodología an-
tropológica definida se tomó con varios propósitos: acabar con el mito
de que la corrupción solo sucede en el ámbito gubernamental; mostrar
cómo los ciudadanos están expuestos en su vida diaria a hechos de co-
rrupción; evidenciar cómo muchos de estos hechos caen en las “zonas
grises”, es decir no son directamente identificados por las víctimas como
acciones ilegales o ni siquiera se consideran como delitos, y evidenciar
la complacencia que existe con respecto a muchos actos de corrupción.
El material compilado por el doctor Víctor Zúñiga y sus colaborado-
res dibuja la escala de grises que los ciudadanos hemos creado cuando
se trata de corrupción. Sin embargo, gracias a la metodología utilizada,
no se trata un intento moralizador, condescendiente o idealista.
Al publicar este material, el Consejo Cívico busca aportar un ele-
mento de reflexión, análisis y estudio para la prevención y el combate
a este importante problema social. Queremos invitar a los ciudadanos
de Nuevo León, y esperamos que del resto del país, a un ejercicio de
auto-indagación a través de estos textos. La corrupción no es parte de
nuestro ADN, ni de nuestra cultura, podemos reducir drásticamente su
presencia en nuestra vida cotidiana y en el gobierno, si adoptamos un
compromiso personal y cotidiano: Soy Honesto Hoy, yo no le entro.
Desde el Consejo Cívico seguiremos impulsando esfuerzos para
combatir la corrupción promoviendo las reformas necesarias para con-
tar con instituciones confiables, autónomas y eficientes, e invitando a
los ciudadanos a denunciar los hechos de corrupción de los cuales son
víctimas o testigos. Convocamos a toda la comunidad a sumarse a este
esfuerzo, ya que solo juntos lograremos un cambio para construir el es-
tado y el país que anhelamos.

Sandrine Molinard
DIRECTORA GENERAL DEL CONSEJO CÍVICO DE INSTITUCIONES DE NUEVO LEÓN A.C.

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ESTRUCTURA, NATURALEZA, ALCANCE
Y LIMITACIONES DEL ESTUDIO

E STE LIBRO DA A CONOCER LOS DATOS Y HALLAZGOS de un estudio


que realizamos entre mayo y octubre de 2018 siguiendo una me-
todología que definiremos en el apartado subsiguiente. Una vez pre-
sentada la metodología procederemos a la sección más importante
del estudio en la que se dan a conocer los datos recabados por los
miembros del equipo de investigación. Estos “datos” en realidad son
historias o relatos que narran eventos de corrupción de diversa na-
turaleza y que se desarrollan en ámbitos diferentes de la vida social.
Algunos, como lo confirmará el lector, se desenvuelven en las insti-
tuciones educativas de todos los niveles (educación básica, prepa-
ratorias, universidades privadas y públicas); otros tendrán como es-
cenario los hospitales, los consultorios médicos y otras instituciones
de salud; habrá algunos que se referirán a bares, restoranes y antros,
mientras que el lector encontrará también actividades de corrupción
en los comercios, el transporte de mercancías, los mercados rodan-
tes, las farmacias y los organismos de promoción cultural. Algunas de
estas historias se desenvuelven, como era de esperarse, en las insti-
tuciones públicas de gobiernos municipales y del gobierno estatal,
pero están lejos de ser únicas. Las historias de corrupción ordinaria
se desarrollan tanto en ámbitos públicos como privados, en contacto
con funcionarios municipales, estatales o federales, pero también en
los acuerdos de proveedores de empresas privadas.

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Tomamos la decisión de organizar la presentación de los rela-
tos de corrupción ordinaria utilizando como guía el inventario que
Rose-Ackerman y Palifka (2016) ofrecen a sus lectores. Esta clasifica-
ción facilitará identificar el tipo de corrupción que aparece en la histo-
ria: extorsiones, sobornos, manipulación artificial de precios, fraude en
la prestación de servicios, malversación, etcétera. Solo hubo un relato
que no nos fue posible clasificar usando el inventario de las autoras. Se
trató de un caso de plagio comprobado en donde el infractor (autor
del plagio), una vez que fue sorprendido, se postró estupefacto dicién-
dole a los funcionarios que le reclamaban el hecho: ¿qué fue lo que hice
mal yo? Esto todo mundo lo hace [plagiar textos], hasta mis profesores de
la universidad lo hacían (ver historia número 47).
Algunas de las historias admiten ser clasificadas en dos o más cate-
gorías. Por ejemplo, la historia intitulada: “Otra forma típica de corrupción
en la administración pública” (historia número 45) presenta un caso en el
que confluyen la extorsión, la malversación de bienes públicos y embrio-
nariamente un caso tímido de cleptocracia. Lo mismo sucede con la his-
toria “Pacto en secreto” (número 30) en la que se combinan el amiguismo
con la malversación. Estos ejemplos, sin embargo, son excepciones. Por
lo general, las historias son susceptibles de ser catalogadas en una y solo
una categoría de prácticas de corrupción.
Los relatos fueron escritos por cada uno de los miembros del equi-
po de investigación de manera libre, aunque siguiendo un protocolo
preestablecido. Una vez entregada la primera narración, el texto fue so-
metido a un proceso de revisión, edición y homogeneización para evi-
tar que el lector se viera forzado a leer diversos estilos de redacción. La
homogeneización de los relatos incluyó también un análisis de los refe-
rentes y huellas que aparecían en la historia. En todos los casos, se evitó
que los lectores pudiesen identificar instituciones, organismos, estable-

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cimientos o administración implicados en los hechos. De igual manera,
todos los nombres presentados en las historias son ficticios, en algunos
casos inclusive, a petición de la o el informante, se modificó el giro de la
actividad e inclusive el género de las personas que aparecen en el relato.
En la mayoría de los casos, los informantes son partícipes de accio-
nes corruptas, ya sea porque sobornan a inspectores (estos desde luego
se dejan sobornar), son víctimas de extorsión, compran o venden factu-
ras o recetas, manipulan los precios para obtener ganancias injustifica-
das, etcétera. En pocos casos el informante no participó en las relaciones
de corrupción, al contrario, se negó a participar e impidió caer en el jue-
go que consideraba indeseable o contrario a sus propias convicciones.
Desafortunadamente son pocas las historias en las que el informante es
el beneficiario principal de las acciones de corrupción. Una de ellas lle-
va por título: “Vender facturas: un negocio redondo” (número 48); otra
aparece en: “Tienes que darle al de arriba, es en serio” (historia 24); una
más aparece en la historia número 37: “Si no se arreglan conmigo, se van
a arreglar con otro cabrón”. Finalmente encontraremos un caso similar
en la historia 49: “Reparto de utilidades o bono por facturas ficticias”. Las
historias las analizaremos en su momento como testimonios de que la
corrupción ordinaria no produce ningún tipo de culpabilidad; es decir,
crea un limbo ético digno de ser estudiado con mayor detalle.
Salvo en esos casos, no tenemos la versión de las personas que son
la fuente u origen de la práctica de corrupción. Esto es, a lo largo del
estudio nos percatamos de que es muy difícil, si no imposible, que un
inspector de alcoholes, un funcionario de permisos de construcción, un
empleado de protección civil, un policía de tránsito o federal de cami-
nos, un líder de organizaciones sindicales (obreras, populares o magiste-
riales) o, en fin, un funcionario de cobranza de bancos o un vendedor de
facturas se preste a ser entrevistado o nos narre abiertamente por qué

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participa en ese tipo de prácticas. De manera general, los informantes
con quienes conversamos se consideran a sí mismos víctimas, no fuen-
tes del entramado de la corrupción. Sobre este tema regresaremos en el
apartado de análisis de los datos.
A lo largo de la presentación de los relatos de corrupción, evitamos
dejar pasar nuestras interpretaciones o conclusiones. Homogeneizamos
los relatos para que, en la medida de lo posible, fuese la voz de los in-
formantes la que rigiera el relato. En algunos casos, el narrador presenta
sus conclusiones y hace sus reflexiones. Estas sí se consignan en cada
historia. Por ejemplo, en la intitulada “Entrarle o no entrarle al lodo” (ver
historia número 33) el informante llega a la conclusión: todo mundo pien-
sa que la corrupción es una cosa del gobierno, pero están equivocados, en
las empresas privadas es mucho peor. No se trata de una conclusión que
los autores de este estudio avalemos, es la conclusión que nuestro infor-
mante nos compartió y nosotros la consignamos.
Una vez presentadas las historias clasificadas, procederemos a dos
apartados más. Uno aborda el análisis sociológico y antropológico de los
datos recabados, evitando todo tipo de especulación; esto es, tratamos
de derivar nuestros hallazgos e inferencias directamente de la informa-
ción proporcionada por los mismos informantes. Hasta donde nos sea
posible, evitaremos la jerga especializada o académica. Nuestra inten-
ción es llegar a un público amplio, no exclusivamente a uno especializa-
do en los campos de las ciencias sociales.
La última sección es un inventario de recomendaciones y sugeren-
cias que hacemos al Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León para
imaginar, diseñar y desplegar acciones que fortalezcan sus proyectos en
torno a la iniciativa Sociedad Sin Corrupción.

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MARCO CONCEPTUAL

S OCIOLÓGICAMENTE HABLANDO, LA CORRUPCIÓN es una forma de


anomia que incluye una relación social que contradice el mar-
co institucional. Dicha relación social tiende a ser vista por quienes
participan en ella como beneficiosa para una o para todas las par-
tes. Inclusive puede ser concebida como necesaria y hasta inevitable.
Desde una perspectiva weberiana, este tipo de relaciones sociales
se producen y reproducen en contextos patrimoniales en los que
subsisten fallas en la racionalización de las acciones sociales (fallas
porque no hay adecuado acomodo entre medios y fines) (De Graaf,
Maravic y Wagenaar, 2010).
La literatura sobre la corrupción en diversos países del mundo
coincide en establecer una distinción importante entre actos y prácti-
cas de corrupción extraordinaria (o gran corrupción) y actos y prácticas
de corrupción ordinaria (o pequeña corrupción) (Granovetter, 2007). Los
estudios aclaran que en la primera participan un grupo reducido de
actores que pueden mover grandes sumas de dinero, mientras que en
la segunda participan ciudadanos comunes en contextos cotidianos.
La corrupción ordinaria –cotidiana o rutinaria–, a diferencia de
la gran corrupción, no se presenta, como los especialistas lo marcan,
de una manera nítida. Muchos de los actos de corrupción ordinaria
se ubican en zonas grises en donde las prácticas que llevan a cabo los
actores sociales no necesariamente se clasifican tajantemente como

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corrupción. Son prácticas en las que los participantes no distinguen
fácilmente entre lo que es una propina o un regalo de lo que es un
soborno o una extorsión; a veces tampoco distinguen entre hacer uso
indebido de bienes públicos y prestar un servicio personalizado. En
ciertas circunstancias inclusive algunos actores sociales las perciben
como prácticas sociales más o menos admitidas, necesarias, legitima-
das por la costumbre o la necesidad.
Estos actos pueden ubicarse en cualquiera de los tipos de co-
rrupción reconocidos en la literatura: soborno, extorsión, intercambio
de favores, nepotismo, amiguismo, presión sobre los dictaminadores,
aumento artificial de precios, manipulación de procedimientos o re-
sultados electorales, fraude en la prestación de servicios (maestros
vendiendo exámenes, personal de salud solicitando pruebas de la-
boratorio innecesarias, empleados revendiendo mercancías, médicos
practicando cirugías no justificadas, entre otras.), malversación, clep-
tocracia, manipulación de las ventas, conflictos de interés (Rose-Acker-
man y Palifka 2016). Las prácticas clasificadas en estas categorías de la
corrupción se pueden presentar en pequeña escala de manera aislada
o bien constituirse en un sistema regular de acciones que forman parte
de un sobreentendido en determinados ámbitos de la vida social, ter-
minando por convertirse en corrupción rutinaria.
La comprensión de la corrupción ordinaria exige de los estudiosos
un abordaje diferente al que es usual en las ciencias políticas o la econo-
mía. En ambas disciplinas se privilegia una visión correctiva que mida los
costos de la corrupción y sus consecuencias indeseables. La compren-
sión de la corrupción ordinaria solamente se puede lograr utilizando los
procedimientos típicos de la antropología y la sociología hermenéutica,
mediante los cuales se estudian las prácticas corruptas en la medida en
que los mismos actores sociales las consideren como tales y respetando

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la perspectiva de los mismos actores sociales (Dalton 2005). La perspecti-
va socioantropológica busca comprehender, no juzgar ni combatir.
De esta manera, el ejercicio de la comprehensión en ciencias socia-
les no equivale a justificación, ni menos a complicidad, pero tampoco a
satanización y denuncia. La sociología comprehensiva y la antropología
cultural, en cambio, buscan identificar los dispositivos sociales y mora-
les que hacen que los actores sociales lleven a cabo estas prácticas y las
preserven. Dicho de otro modo, este tipo de estudios buscan descubrir,
si se nos permite la analogía, los nervios que mueven los músculos; es
decir, las creencias sociales que conducen a este tipo prácticas.
La ventaja de este modelo metodológico que busca comprehen-
der un andamiaje de prácticas impulsadas por creencias y valores es
que provee de pistas para acciones correctivas más eficaces y durade-
ras porque se dirigen justamente a la fuente de las prácticas, a lo que
las preserva, no a sus consecuencias, manifestaciones o síntomas. Al
tiempo, este modelo toma las prácticas de corrupción no como he-
chos individuales con culpables merecedores de castigos, sino como
un andamiaje social construido al que los individuos se someten, cons-
ciente o inconscientemente. En definitiva, las prácticas de corrupción
son hechos sociales que se expresan en actos individuales. Entre mejor
comprendamos esas prácticas sociales y sus fundamentos, más efecti-
vas serán las acciones de carácter correctivo.
En este sentido, el estudio de la corrupción ordinaria permite co-
nocer y analizar lo que la literatura denomina la “cultura de la corrup-
ción” o más propiamente dicho, las dimensiones culturales que hacen
que la corrupción ordinaria se produzca, reproduzca y se preserve en
el tiempo (Granovetter 2007; Hasty, 2005; Olivier de Sardan 1999; Smith
2001; Yang 1989). El presente estudio se sitúa precisamente en estas tra-
diciones teórico-metodológicas.

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ESTUDIAR LA CORRUPCIÓN ORDINARIA:
UN RETO METODOLÓGICO

E L ESTUDIO DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA CONSTITUYE un reto me-


todológico. El desafío aparece desde el momento en el que este
campo de investigación es, por su naturaleza, prácticamente imposi-
ble de abordar utilizando procedimientos metodológicos estandari-
zados de las ciencias sociales como son las encuestas. La encuesta es
una metodología en la que los investigadores requieren utilizar instru-
mentos tales como cuestionarios, entrevistas estructuradas o pruebas
estandarizadas. Estos instrumentos son útiles para medir y conocer las
percepciones que tienen las personas sobre la corrupción en su país,
región, localidad o en la institución en la que trabajan. También se usan
para medir con qué frecuencia el encuestado ha tenido contacto con
hechos de corrupción o ha sido víctima de esta. En fin, mediante la en-
cuesta se pueden medir y conocer aspectos vinculados a la corrupción
ordinaria –todos muy valiosos– pero no se pueden estudiar propia-
mente las prácticas rutinarias.
Los miembros del equipo de investigación consideramos que la
metodología más adecuada para conocer y comprender la corrupción
ordinaria es, sin duda alguna, la que llamamos los antropólogos y so-
ciólogos: observación participante. Esta metodología implica, como su
nombre lo indica, participar al tiempo que se observa. En el caso del
presente estudio, sería participar y observar mientras se llevan a cabo
en prácticas catalogadas como corruptas. El principio metodológico

22
es que la participación nos permitiría entender con mucha mayor pro-
fundidad el sentido y la dinámica que engendran y preservan estas
prácticas en la sociedad; es decir, nos permite comprender por qué los
que llevan a cabo la corrupción ordinaria lo hacen, cómo lo justifican,
cómo se hacen de cómplices, cómo están organizados, a quién favo-
recen y a quiénes perjudican, hasta qué punto saben que sus prácti-
cas son dañinas a la sociedad o, por el contrario, si se consideran a
sí mismas personas que contribuyen positivamente con la vida social
porque agilizan trámites, ayudan a los ciudadanos y hacen favores a la
gente necesitada.
Como grupo de investigadores sabemos que lo ideal para estudiar
las prácticas de corrupción ordinaria es que nosotros mismos, los inves-
tigadores, participemos en ellas, solicitando autorización para trabajar
como policías de tránsito, inspectores de alcoholes, empleados de Pro-
tección Civil en algunos municipios, inspectores del Instituto Mexicano
del Seguro Social, empleados de las dependencias de gobiernos esta-
tales y municipales, principalmente en las áreas de compras y trato con
proveedores o en las áreas que otorgan permisos de construcción; en
fin, si nosotros pudiésemos participar en estas actividades y conversar
con quienes las ejecutan, llegaríamos a una comprensión más cabal
del entramado social y simbólico que hace que estas prácticas se re-
produzcan y sean tan resistentes a los cambios.
Los lectores, sin embargo, estarán de acuerdo con nosotros en el
sentido de que la observación participante en este ámbito de activi-
dades haría que incurriésemos en acciones ilegales. No solamente eso,
sino que la participación también traería consigo una serie de riesgos
que son difíciles de pronosticar. En todo caso, al participar nosotros
también estaríamos delinquiendo y no podríamos justificarnos dicien-
do que “pedíamos o aceptábamos mordidas” con el único propósito de

23
investigar. Y luego, participando con grupos que suelen beneficiarse
de las prácticas corruptas, correríamos el riesgo de ser descubiertos y,
en consecuencia, podríamos ser agredidos.
Por estos motivos, optamos por estudiar la corrupción ordinaria
utilizando otra metodología intermedia que tiene algunas de las ven-
tajas de la observación participante, al tiempo que evita los riegos que
esta acarrea. La metodología a la que nos referimos es la entrevista a
profundidad, la cual posee un potencial investigativo reconocido. Las
entrevistas a profundidad constituyen una metodología poderosa por-
que no sigue un protocolo establecido y no coacciona a los entrevista-
dos para que digan lo que el entrevistador desea que respondan. Por
el contrario, es un método de indagación que les permite expresarse
libremente y relatar lo que desean narrar de la manera como ellas o
ellos quieran. La entrevista a profundidad no recoge respuestas, reco-
lecta historias, relatos, narraciones.
La libertad que ofrece la entrevista a profundidad exige una cierta
maestría de parte del entrevistador para crear condiciones que esti-
mulen la narración en un contexto de confianza. Bajo estas premisas,
el equipo de investigadores que participó en este estudio tomó las
siguientes cinco decisiones de carácter metodológico:
Primera: cada investigador realizaría el número acordado de en-
trevistas a personas de su entera confianza que hayan participado
en prácticas de corrupción o se hayan resistido a participar en ellas.
La condición sin embargo siempre sería la misma: el entrevistado o
la entrevistada tendría que haber participado en –o haber observado
de primera mano– las prácticas relatadas. No admitiríamos relatos de
quien no participó o que conoció los hechos a través de un tercero. En
otras palabras, todas las historias que recabamos nos las contaron los
propios actores, excepto en un caso que aparece en la historia que lle-

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va por título: “El ecosistema de la corrupción ordinaria: aprendizajes de
una servidora pública que atiende denuncias” (historia número 3). Ad-
mitimos esta excepción a la regla porque la persona entrevistada tiene
una gran experiencia atendiendo denuncias de corrupción ordinaria;
por ello no nos relató una historia en particular en la que ella hubiera
participado, sino sus conclusiones de muchas historias que están de-
trás de las denuncias que ha recibido a lo largo de los años.
Segunda: nosotros los investigadores evitaríamos en todo mo-
mento cualquier actitud o expresión reprobatoria o de indignación.
Teníamos que enviar el mensaje de que queríamos conocer, no juzgar.
La entrevista entonces se iniciaría simplemente invitando al entrevista-
do o la entrevistada a relatar alguna situación o circunstancia en la que
se vio obligado u obligada a llegar a un arreglo, acuerdo, a ofrecer un
estímulo, regalo o entablar un intercambio que pudiese posiblemente
ser catalogado como corrupción; si no participó de forma directa en
los hechos, entonces los observó y no los denunció. A partir de esa in-
vitación, los entrevistadores nos sujetaríamos al lenguaje utilizado por
el entrevistado o entrevistada, sin imponer categorías de carácter jurí-
dico, ideológico o moral. En la generalidad de los casos, una vez hecha
la invitación a narrar prácticamente no fue necesario hacer preguntas
porque las historias se fueron relatando con fluidez. Nosotros los entre-
vistadores interveníamos solamente para solicitar alguna aclaración o
precisar algún dato.
Adoptamos como regla general que las entrevistas no fueran gra-
badas. Esto evitaría que alguno de los entrevistados se sintiera incómo-
do por el tema a tratar. Los investigadores que evitamos la grabación,
tomamos notas al tiempo que estábamos escuchando. Este ejercicio
de documentación incluía captar términos, categorías y frases que
usaban los entrevistados para designar los hechos observados o las

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decisiones tomadas por ellos o ellas. Otros investigadores decidieron
grabar porque constataron que sus entrevistados no se molestaban
en absoluto. Esto les permitió hacer transcripciones más fieles y captar
con más precisión la forma como narraban la historia los protagonistas.
Tercera: las historias narradas las aceptaríamos como datos del
estudio en la medida en que fuesen verosímiles. Nunca dudamos de
la sinceridad de nuestros entrevistados. Todos fueron personas bien
conocidas del entrevistador o entrevistadora. Sin embargo, si la histo-
ria no parecía sostenerse porque no correspondía a lo que nosotros
conocíamos de antemano, esta tendría que ser desechada. Solamente
nos encontramos en la necesidad de tomar esta decisión en un caso.
El entrevistado narró cómo funcionarios de casillas, representantes de
un partido político y un grupo de señoras actuaron en contubernio
para modificar los resultados de las votaciones en una casilla electoral
en las elecciones de 2003 en Nuevo León. Esta narración no es verosímil
porque no entendimos cómo es que en una casilla localizada en el
municipio de Monterrey nada más estuviese presente el representan-
te de un partido político y que todos los funcionarios se prestaran a
violar las leyes electorales. Esta historia seguramente sí es verdad –no
dudamos del informante–, pero no es verosímil para quienes conoce-
mos los controles a los que está sujeto el proceso electoral en México.
Desechada esta historia, las restantes 49 que aquí se presentan gozan
de un alto grado de verosimilitud.
Cuarta: trataríamos de recolectar historias tomadas de un reperto-
rio diverso de ámbitos en los que se llevan a cabo las prácticas rutina-
rias de corrupción. Así cada investigador sabía que, si ya había recolec-
tado una historia de corrupción en el ámbito de las farmacias, buscaría
un informante del campo de la educación o de la construcción o del
giro de restoranes. Como resultado de este ejercicio individual el pro-

26
ducto colectivo presenta, en efecto, un elenco variado de contextos en
los que la corrupción ordinaria aparece: mercados rodantes, comercios
instalados, bancos, instituciones culturales, consultorios médicos, far-
macias, hospitales, escuelas preparatorias, universidades, organizacio-
nes magisteriales, escuelas primarias, bares, antros, restoranes, periódi-
cos, negocios de seguridad, transporte de mercancías, construcción de
casas y edificios, elaboración de facturas, estacionamientos, policías de
tránsito, plagio de ensayos en concursos y en organismos del gobierno
estatal o municipal.
Quinta: cada uno de los investigadores intentaría recabar historias
que nos revelaran no solamente el modus operandi (pauta de com-
portamiento, en el sentido de modo regular de comportamiento de
un delincuente o de un merolico) sino también y sobre todo la opus
operatum (Bourdieu, 1977) de la corrupción ordinaria (no la pauta o
regularidad, sino la singularidad de cada uno de los casos, la manera
como efectivamente se lleva a la práctica la corrupción ordinaria). En
otros términos, queríamos conocer la lógica que hace que los indivi-
duos decidan operar con acciones corruptas, pero también la cadena
de acciones que hacen que se reproduzca, que se preserve este tipo
de relaciones sociales. Esto demostraría que no hay personas corruptas
per se, sino individuos que se encuentran en circunstancias y contextos
que los conducen a optar por las vías de solución corruptas, en lugar
de acatar las normas, las leyes y los principios de moral individual y co-
lectivamente aceptados. Cuando los entrevistados recurrían a describir
el modus operandi afirmando, por ejemplo, en la entrevista: en aquellos
años, en el sindicato se solía pedir una cuota para asignarle a los egresados
de las normales una plaza (típica descripción de la pauta de comporta-
miento), el entrevistador reorientaba el cauce de la entrevista pidiendo
que narrara una historia concreta y conocida de primera mano por el

27
entrevistado. De esta manera, el curso de la entrevista se modificaba
de la siguiente manera: Cuando yo egresé de la normal no tenía palancas
en el gobierno entonces tuve que pagar una cuota para que me asignaran
una plaza.
Las historias que recabamos fueron 49 y se presentan en la siguien-
te sección, clasificadas según el tipo de corrupción en la que se pue-
den catalogar. En todos los casos, como lo señalábamos anteriormen-
te, se evita dar a conocer datos que permitan identificar al informante
o la institución en la que labora. Por ese motivo, todos los nombres que
usamos son pseudónimos y los referentes geográficos (municipios, co-
lonias, instituciones) fueron modificados. En algunos casos, inclusive,
se modificó el giro de la actividad. Esta decisión no lesionó el compo-
nente central de la historia. Lo hicimos exclusivamente para evitar que
algún lector pudiese reconocer la historia y a los protagonistas.
Con mucho cuidado evitamos que las historias se convirtieran en
un instrumento de denuncia. Ciertamente, algunos de los entrevista-
dos aprovecharon la oportunidad para señalar a un funcionario público,
un partido político o un gobernante. Estos componentes de la historia
fueron dejados de lado porque no son sustanciales para la compren-
sión de la lógica, la dinámica y el sentido de las prácticas corruptas. No
obstante, en el apartado de análisis de las entrevistas, haremos notar
que los informantes consideran que cierto tipo de actividades corrup-
tas se incrementan en ciertas administraciones y disminuyen en otras
(de gobiernos estatales o municipales). Con esto indican que efectiva-
mente la cabeza de los gobiernos puede incidir significativamente en
el control o la promoción de las prácticas corruptas.
Por último, vale la pena señalar, para cerrar este apartado, que dos
aspectos de la metodología fueron críticos para tener éxito en la reco-
lección de las historias. El primero es que los entrevistados tenían plena

28
confianza en los entrevistadores. Sin esta confianza absoluta de que no
usaríamos la información para dañarlos, hubiese sido imposible llevar a
cabo este proyecto. El segundo aspecto es que todos los miembros del
equipo de investigación tenemos experiencia realizando entrevistas
a profundidad; entrevistadores inexpertos terminan, lo sabemos por
experiencias pasadas, truncando las entrevistas o recabando historias
falsas.

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HISTORIAS DE CORRUPCIÓN ORDINARIA
SOBORNO

“MUCHAS MORDIDAS CHIQUITAS,


PERO EN SU CONJUNTO ES MUCHO”
Historia número 1

S ergio es un contador ya jubilado que con sus ahorros y el monto


que le entregaron por su liquidación logró invertir en la compra
de doce locales comerciales –de un total de veinticinco– en una plaza
comercial ubicada en el cuadro central de la ciudad de Monterrey, en
el cruce de varias calles y avenidas que son muy transitadas y por las
que pasan numerosas líneas de transporte urbano. La ubicación era
una de las principales ventajas que tenía la plaza comercial. Sergio uti-
lizó su capital en el momento en el que optaba por su retiro y las cosas
no resultaron como esperaba.
A pesar de la afluencia de personas en la zona, la mitad de los lo-
cales adquiridos por Sergio se encuentran vacíos. Lo mismo les sucede
a otros propietarios. Han ensayado diversas estrategias para atraer visi-
tantes, pero ninguna de ellas ha tenido éxito. Inclusive han pensado en
vender los locales, pero esa opción resulta económicamente inviable
porque tendrían que venderlos a precios muy bajos.
¿A qué se debe el fracaso de la plaza comercial? Sergio lo atribuye
al comercio informal protegido y fomentado por las autoridades del
gobierno municipal de Monterrey. Cuando compró sus locales existían
activos seiscientos “puesteros” en Monterrey, hoy, afirma Sergio, tene-
mos cuatro mil que pagan únicamente una cuota de cincuenta pesos
por metro cuadrado por semana a una dependencia municipal.
Mientras que basta que los “puesteros” paguen una cuota sema-
nal para cubrir todos los requisitos, los inquilinos de la plaza comercial
tienen que cubrir las reglas emitidas por los inspectores de salubridad,
los del IMSS, de la Secretaría de Trabajo, de Hacienda y además pagar
protección de los delegados sindicales. Todo esto hizo que Sergio con-
cluyera: si estás dentro de la ley no puedes operar, te ves obligado a pagar
muchas mordidas chiquitas a todos estos inspectores, son chiquitas, pero
en conjunto es mucho.
En este tenor nos describió el caso de un inquilino que tenía
una florería muy bien puesta, pero tuvo que cerrar pues agentes del
gobierno municipal, justo en los días clave de ventas como son el
día del amor y la amistad, el de las madres y el de los muertos, im-
piden el estacionamiento en calles cercanas a la competencia para
que se acomoden los camiones de los distribuidores de flores. De
esa forma, cubriendo una cuota, pueden ofrecer las flores a precios
significativamente más baratos, directamente desde los camiones. Es
competencia totalmente desleal para el comercio establecido; eso sí que
les funciona muy bien a los informales porque les dan su mordida a los
policías de tránsito para que los camiones que llegan con las flores se
estacionen cerca de ellos.
Sergio señaló que el mantenimiento mensual de sus locales es
muy alto y sube constantemente mientras que las rentas no pueden
subir en la misma proporción. Además, a la plaza comercial le urge
desde hace varios años una remodelación, que ni él ni los demás pro-
pietarios están dispuestos a cubrir mientras subsista el actual estado
de cosas y no cree que se dé ningún cambio mientras las reglas del
juego estén a favor de los puesteros y el comercio informal.

33
“PAGO POR CAMBIO DE CATEGORÍA”
Historia número 2

Lupita se ha dedicado 15 años a ser maestra de preescolar en una es-


cuela de la zona norponiente de Monterrey. Considera que es muy
querida por los alumnos y aceptada por los demás profesores. Nunca
ha tenido problemas en su área, solo la necesidad de un mejor sueldo
para poder cubrir las necesidades de su familia, al ser madre soltera.
Ella está sometida a prueba constantemente mediante exámenes
para conocer su rendimiento. Sin embargo, sabe que a su alrededor
hay muchos maestros que suben de puesto de manera irregular –o
francamente ilegal– por operadores que facilitan estos arreglos.
En 2012, presentamos un examen de carrera magisterial para poder
ascender de categoría y aumentar de sueldo y ser beneficiados en el retiro
y aguinaldo. Era un examen obligatorio para todos los maestros, presen-
taban todos los niveles y el ascenso se lo llevaba quien hubiera obtenido
el mayor puntaje. Por lo tanto, fue complicado desde el principio no saber
cuál era el parámetro por el cual se iba a calificar.
Yo decidí pagar una cuota de dos mil pesos a un hombre del sindicato
que era hermano de una maestra, pedía dinero a cambio de darnos el pun-
taje conveniente para lograr el ascenso. Accedí porque se decía, que cada
vez que hay un examen ni siquiera son revisados, sino que los avientan a
la mesa y los que caigan ahí son beneficiados o los que están dentro de la
burocracia de la secretaría o del sindicato se ven beneficiados.
Pero mis posibilidades económicas no me permitían pagar eso, re-
cuerdo mucho que decidí vender joyería en una casa de empeño para po-
der pagarle a esa persona. Fue un gran sacrificio a mi economía, que por
lo mismo que no tenía dinero estaba accediendo a este trato. Para mi sor-
presa cuando dieron los resultados, algunos de los que le pagamos a ese

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hombre no nos vimos beneficiados, otros de los que pagaron sí. Ya nunca
supimos nada de él, ya no respondía el teléfono, ya no estaba en el mismo
lugar, no supimos si lo corrieron porque lo descubrieron o si huyó con el
dinero.
La maestra Lupita había escuchado de maestros a su alrededor
que habían hecho este tipo de arreglos en el pasado y se habían vis-
to beneficiados, aunque no lo habían hecho con ese mismo hombre.
También sabía de otros que se veían beneficiados con el aumento por
ser personas cercanas a encargados de la secretaría o del sindicato,
esto es muy sabido en los preescolares en los que ha estado trabajan-
do porque son personas sin experiencia en la docencia ni en la planea-
ción, por lo que le parecía muy injusto que ellos sí se quedaran con el
aumento.
Para ella era muy complicado presentar una y otra vez los exáme-
nes y nunca lograrlo, a pesar de considerarse muy apta para el puesto,
también le pareció muy injusto que aun con ese pago no todos sa-
lieron beneficiados. Por otro lado, habló sobre su experiencia con los
encargados de los pagos a maestros:
También había gente dentro del mismo sistema burocrático, a la que
tenías que darle tu número de folio, tu número de empleado, les dabas esa
información y te decían que en ese mismo mes que presentabas, pero del
otro año –en mi caso fue en mayo– te daban una bonificación si pasabas
el examen. Pero en realidad no era una bonificación, sino el ascenso. Pero
este te lo daban hasta un año después, para dártelo junto con el resultado
de la evaluación.
Era una manera de hacerte sentir que era un bono, pero en realidad
era dinero que ellos iban manejando, en vez de entregártelo, lo retenían
durante todo un año y te lo entregaban como si fuera una bonificación, un
supuesto regalo por haber pasado el examen.

35
Yo creo que lo hacían para hacerte sentir bien, como si fuera un reco-
nocimiento de su parte, más que el fruto de tu trabajo. El ascenso por quin-
cena era de unos mil quinientos pesos por maestro, entonces era una gran
cantidad de dinero si contemplamos la cantidad de maestros que somos.
Lo retenían, quién sabe para qué, pero no había manera de pelearlo, aun-
que muchos nos cuestionábamos el porqué no nos daban el dinero si ya
habíamos pasado el examen. A otras personas inclusive no les entregaban
ese dinero, ese supuesto bono.
La maestra Lupita se arrepiente de esas joyas que vendió en un
momento de desesperación, ya que estaban cargadas de valor emo-
cional, lo cual puso a un lado porque en su momento pareció más
importante hacer ese arreglo que supuestamente le beneficiaría en su
futuro. Actualmente sigue en la misma categoría, no ha podido subir
de puesto, pero se mantiene tranquila con lo que pueda alcanzar por
sus propios méritos.

“EL ECOSISTEMA DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA: APRENDIZAJES DE UNA


SERVIDORA PÚBLICA QUE ATIENDE DENUNCIAS”
Historia número 3

Helena es una servidora pública que se desempeña profesionalmente


en una institución encargada de recibir denuncias, investigar y sancio-
nar casos de corrupción. Gracias a su experiencia laboral, identifica tres
áreas donde se reciben el mayor número de denuncias ciudadanas re-
lacionadas con la corrupción ordinaria o microcorrupción –como ella la
llama–. Las denuncias tienen que ver con temas de salud, educación
o seguridad.
Recibimos muchas denuncias, por ejemplo, de trámites de placas, per-
misos de alcohol, apertura de comercios, etc., pero son menos frecuentes

36
que las que tienen que ver con la educación de los hijos, la salud o la se-
guridad. En estos casos el servidor público se aprovecha de un problema
que afecta directamente a las personas, por ejemplo, un secuestro, una en-
fermedad, un accidente o alguna cuestión familiar. Por eso, el ciudadano
acepta entrarle a la corrupción, porque le es urgente arreglar su problema
y paga para recibir un servicio o para agilizar los tiempos de un trámite.
Entre el ciudadano y el funcionario público existen percepciones
diferentes del mismo acto. Por un lado, el servidor público se presenta
como alguien que ofrece una ayuda especial, casi un favor personal que
no estaba contemplado dentro de sus responsabilidades laborales. Por
el otro lado, el ciudadano cree que recibe un servicio por el cual está pa-
gando, por lo que no se siente corresponsable de un acto de corrupción.
Helena explica que la decisión de denunciar aparece únicamente
cuando el ciudadano no recibe el servicio prometido, cuando no en-
cuentra al funcionario, o bien, cuando se le cobra una cantidad mayor
a la acordada inicialmente. El ciudadano se siente defraudado, pero no
culpable de corrupción, por eso hay más denuncias en estos casos.
Adicionalmente, Helena nos relata que todos los actos de corrup-
ción ordinaria siguen casi el mismo orden:
Un acto de corrupción así, sigue una secuencia fija. Primero, el servi-
dor externaliza que es una ayuda, diciendo algo como: si usted quiere yo lo
puedo ayudar. Después, si el ciudadano acepta explícitamente a recibir esa
ayuda, se aclara que esta tendrá un costo, una remuneración para el ser-
vidor. De no aceptar, ya no se hace mención del dinero y se retira la oferta.
Normalmente, el costo por un servicio es a discreción del ciudadano
(aunque ya tienen cantidades en mente y no aceptan menos de lo que nor-
malmente reciben), salvo que ya exista una cuota específica, entonces tie-
nen tendencia a aumentar la cuota 50 o 100 por ciento, para que la oferta
equivalga a lo que tiene el funcionario en mente. Esto sucede, por ejemplo,

37
para conseguir un lugar en una primaria pública, recibir la boleta de califi-
caciones de los hijos, sacar una cita médica, etcétera.
Otra característica importante de la microcorrupción que identifi-
ca Helena, es que tiende a surgir rodeada de una especie de ecosiste-
ma propio. Esto se puede apreciar en los alrededores de una instancia
que ofrece sus servicios a la ciudadanía:
Afuera de una dependencia hay toda una organización de personas
que están atentas para captar a su mercado, desde el que cuida los carros
o tira la basura, hasta el que saca las copias, todos ellos te pueden decir con
quién ir para agilizar el trámite. ¡Sobre todo el de las copias!
Una vez, nos enteramos que un espacio de atracción turística con-
taba con un acceso improvisado en la parte trasera del lugar. Ahí, había
un guardia que cobraba una entrada significativamente más barata que
la que se ofrecía en taquilla y dejaba pasar a los usuarios. Trabajaba en
conjunto con un vendedor de dulces, quien se ponía cerca de la taquilla
e identificaba a las familias que no podían pagar sus entradas; después,
se acercaba a ellas para preguntarles si estaban interesadas en un precio
menor y las mandaba con el guardia, las canalizaba con él.
Helena adicionalmente nos señala que la microcorrupción inclu-
ye muchas veces una cadena con diversos eslabones. La cadena es
una red de complicidad en donde cada eslabón aparece en secuencia
según la persona interesada (o cliente) vaya subiendo los escalones
del intercambio corrupto. De esta forma, según Helena, es posible
encubrir a los niveles más altos cuando un ciudadano no quiere o se
arrepiente de haber participado, ya que le será imposible saber quién
continuaba en la cadena.
El que da la cara no es el único involucrado. La persona de la venta-
nilla tiene adentro a alguien que le ayuda y se lleva una parte, así como el
médico está de acuerdo con el que hace las citas.

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Según Helena, la microcorrupción siempre es en efectivo y se da
principalmente entre funcionarios experimentados, con más de tres o
cinco años trabajando en una dependencia. A pesar de que también
existe corrupción en niveles más altos de gobierno, Helena reconoce
que la corrupción ordinaria es la que tiene un mayor costo social, por-
que afecta gravemente a las personas en su vida diaria.
Batallamos mucho para atacar de raíz, porque cuando se descubre
un acto de corrupción, se opta por despedir al servidor público o quitar a
la persona involucrada, pero no se piensa en castigarlo. Esto ocasiona que
la persona se vaya a otro lugar y siga haciendo lo mismo que hacía. Es tan
normal que no alcanzamos a ver el costo social de la corrupción.

“CORRUPCIÓN NORMALIZADA EN LAS AULAS”


Historia número 4

Eduardo es un profesor de 26 años. Concluyó una licenciatura en Dere-


cho, sin embargo, le pareció atractivo iniciar su vida activa como maes-
tro en una preparatoria ubicada en la zona metropolitana de Monte-
rrey en la que da clases de historia y antropología. Eduardo nos relató
algunas de sus experiencias como maestro en cuanto a los tratos con
los alumnos y también sus recuerdos de cuando era estudiante.
Pues en la escuela lo hice. ¿Quién no? La verdad, es muy común, que le
des cosas al profe para que te pase. En ese entonces estaba en otra carrera
y llegó un compa a decirnos ya al final del semestre, que el profe había
pedido coperacha para ayudarnos a no perder la materia. Le dije que de
cuánto y me dijo que de a quinientos nos tocaba. Pues ya, los di. La ver-
dad en ese tiempo sí se me hizo fácil hacerlo, no lo veía mal y no es que lo
vea mal ahorita, pero pues no reflexionaba la situación. Mientras relataba
Eduardo estas experiencias en ningún momento las percibía como algo

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negativo o conductas reprobables, más bien insistía en la normalidad
de la situación: pues sí, siento que hay niveles, realmente no es que lo vea
mal, que un alumno realice un regalo o que un maestro lo acepte, la ver-
dad es algo bien cotidiano.
Continuando con sus hazañas como alumno, Eduardo calcula
que el profesor juntó alrededor de 10 mil pesos, puesto que fueron 20
compañeros quienes accedieron a participar en la coperacha para el
maestro, con un rostro de impresión agregó que si es una buena lana,
imagínate con que en tres grupos haga eso, treinta bolas cada semestre.
Después de ocho años de haber cambiado de carrera y de escue-
la, habiendo terminado su licenciatura, Eduardo pasó de ser alumno a
ser maestro. Bastó con poco tiempo para que sus estudiantes de pre-
paratoria comenzaran a hacer insinuaciones de intercambiar regalos o
dinero por buenas calificaciones. Sin embargo, Eduardo no las tomaba
en serio, sino como broma. Se les hace bien fácil, es más como un chiste
o para cotorrear. Entraba al salón y me decían que si me daban dinero, en-
tre risas. O cuando les tocaba estudiar para examen tampoco faltaban las
bromas de darme dinero o llevarme a comer, el salón se reía, pero lo hacían
en público. Lo hacían los chistosos, por eso no lo tomaba en serio. El tono
como trataban estos temas los mismos jóvenes de preparatoria mues-
tra la facilidad con la que abordan estas propuestas, como si fuese algo
enteramente aceptable.
Sin embargo, hubo también ocasiones en que dichas insinuacio-
nes hacia Eduardo no eran bromas, sino propuestas serias y no se lleva-
ban a cabo en público, sino en privado y en voz baja: pues una vez una
alumna me dejó su trabajo final en el escritorio, dentro de un legajo. Cuan-
do lo abrí vi el billete de quinientos ahí entre las hojas. La mandé llamar y
hablé con ella, ahí afuera del salón. Se lo devolví, no era necesario que me
lo diera, iba a pasar la materia de todas formas. Le dije eso, le dije que no

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le diría a nadie pero que no lo volviera a hacer, por lo menos conmigo…
En otra ocasión, un alumno me regaló una playera oficial de Tigres. Estaba
chingonsísima y sí se la acepté, nos llevábamos bien, lo vi como un regalo,
porque tuvimos una conexión sobre todo por el futbol. Ya me había insisti-
do en que le aceptara regalos o dinero para que lo pasara, pero nunca los
acepté.
De manera sorprendente, Eduardo fue un alumno que utilizó el
soborno para conseguir calificaciones aprobatorias mientras que no
lo acepta de sus alumnos, al menos abiertamente, aunque sí acepta
regalos. En este tenor de zonas grises, Eduardo nos platicó de un alum-
no que le insistía en darle dinero para aprobar la materia. Lo definió de
esta manera: estaba este niño, un pinche güero, nunca hizo nada en todo
el curso, nada más andaba molestando a todos, más a las chavas, por eso
me daba coraje. Era un déspota, su papá también, gente de mucho, mu-
cho varo, grosera. El caso es que no hizo nada y ya en la primera evaluación
no pasó el examen. Entonces se acercó a decirme que lo que yo quisiera me
lo daba para que le cambiara la calificación. Le dije que no, que así no eran
las cosas. Se enojó mucho, esa gente no está acostumbrada a que le digan
que no. Igual con otros maestros le funcionó y le va a funcionar toda la
vida, pero conmigo no y se chingó. La verdad sí me caía muy mal. A todo
lo largo de esta narración se observan claramente las zonas grises.

“SER HONESTO CUESTA, NO ME VOLVIERON A CONTRATAR”


Historia número 5

Mateo es un economista que trabaja en un despacho que se dedica


a hacer calificaciones a empresas de diversos tipos, a elaborar repor-
tes regulatorios y llevar a cabo análisis de la cartera de créditos, desde
hace 10 años. Debido a que las calificaciones y el análisis de cartera de

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créditos son una especie de aval para que los bancos otorguen prés-
tamos, quienes las realizan están certificados y su nombre y prestigio
va de por medio.
Los estándares de calificación los dicta la Comisión Nacional Ban-
caria y de Valores; ellos regulan el sector financiero. Cada consultor
elabora su metodología, realiza el estudio, hace el análisis y da una ca-
lificación. De dicha calificación depende que la empresa que lo solicita
obtenga o no un crédito.
En una ocasión, haciendo un análisis del caso de una cartera cre-
diticia, Mateo se encontró con que no todo cuadraba, que había mu-
chas cuentas chiquitas y dos o tres millonarias. La empresa no contaba
con suficiente documentación para justificar por qué las cuentas se
encontraban en ese estado. Se los dio a conocer a sus clientes y ellos
le preguntaron en un lenguaje sutil e indirecto: cuál sería el tamaño de
la implicación; es decir, cuánto costaba la calificación favorable. Mateo
les respondió que no habría implicación; o le daban la documentación
justificatoria o no habría calificación crediticia favorable. Fin de la histo-
ria: nunca más lo volvieron a buscar.
En otra ocasión, unos conocidos de los que nunca hubiese duda-
do de su honestidad le llegaron a pedir, incluso a suplicar, que modi-
ficara la calificación de una cartera. Uno de ellos le insistió muchísimo
porque si no perdería su trabajo. Mateo les respondió que, con todo el
dolor de su corazón, no podía modificar el resultado. Se disculpó y les
comunicó que, si tuviera otra forma de hacerlo, lo haría, pero que su
conciencia no se lo permitía. Les dijo a esos clientes que, si llegaran a
hacerle una auditoría, sería el fin de su carrera profesional.
A partir de esos hechos, Mateo creó en su despacho un Comité
de Riesgo en Industria, llamé a un economista de mucho renombre aquí
en Monterrey y a dos economistas más. Ahora ese Comité me regula a mí

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y supervisa mis calificaciones. De tal manera que, si alguien me pide que
modifique una calificación, yo les digo: sí, cómo no, vamos a ver qué dice el
Comité y así ya estoy protegido para siempre.
Mateo también ha trabajado para la Comisión Nacional del Agua
(CNA) haciendo los estudios de rentabilidad social y económica que
solicita la Secretaría de Hacienda para otorgar recursos a los munici-
pios para la construcción de infraestructura como puentes y presas.
Ha realizado veinte estudios solicitados por la CNA. La mitad salieron
rentables y la otra mitad no. Uno de los que no salió rentable fue para
un municipio que solicitó recursos para la construcción de un puen-
te. El ingeniero que lo había invitado le dijo: este estudio tiene que salir
positivo, ¿sí me entiendes? Entonces le dije: estoy de acuerdo, pero mánda-
me bien los parámetros. En este caso el estudio arrojó que no era rentable.
Entonces el ingeniero me dijo: ¡ah es que me equivoqué! te voy a mandar
de nuevo las manchas de inundación. En esta segunda ocasión resultaron
más altas. Me di cuenta de que él estaba manipulando la información y le
dije: yo no te puedo criticar por lo que haces en tu trabajo, tú eres el ingenie-
ro; pero tú no me digas cómo hacer el mío, ¿me entiendes?
En otra ocasión, un directivo muy honesto de la CNA les pidió
un estudio para unos inversionistas de Chihuahua que querían hacer
una planta de aguas residuales. Hicieron el estudio y cuando lo pre-
sentaron, llegaron con esta aparentemente buena noticia. Le dijimos
a los clientes: les tenemos buenas noticias, resulta que la planta de tra-
tamiento de aguas residuales que ocupan no es tan grande, les bastará
con una más chiquita. Los clientes nos respondieron: ¿pero cómo? ¡eso
no puede ser!, ya se tiene visto con el proveedor que se le va a pagar por
una planta mucho más grande y más cara. Al de la CNA se le notaba en el
semblante el gusto que le daba y solo dijo: aquí triunfó la patria, porque
el dinero era de la CNA y de Hacienda.

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Mateo terminó sus relatos diciendo: ser honesto cuesta, fue mi des-
pedida, no volvieron a contratarme para hacer estudios. Su socio, el in-
geniero que lo había invitado, no volvió a buscarlo, fue su despedida.
Desde entonces en su despacho se dedican a hacer calificaciones de
sectores de actividad económica, crearon un sistema que califica soli-
citantes de crédito y en esta actividad no hay margen de que me ofrezcan
o pidan cosas raras.

“ACEPTÉ PORQUE EN EL GOBIERNO NO PAGAN MUY BIEN”


Historia número 6

Memo tiene 47 años y en la universidad obtuvo un título de Econo-


mía y otro de Finanzas. Después de haber trabajado por su cuenta, en
2004 entró al Servicio de Administración Tributaria (SAT) en el área de
devolución de impuestos. De Memo dependían los dictaminadores,
que son los que dicen si procede o no procede regresarle el IVA a una
empresa; él tenía el poder de decidir a qué dictaminador asignar los
casos donde se movían millones de pesos.
Te vas involucrando, te haces de amistades y así, en directo, algunos dic-
taminadores me decían que les diera ciertos casos y que ahí me iban 3 mil
pesos. Lo acepté porque en gobierno no pagan muy bien, pero cuando me
enteré cuánto se paga por eso me quise ir de espaldas. El dictaminador, junto
con el jefe de los dictaminadores y el administrador se repartían devolucio-
nes de un millón de pesos y se quedaban con 100 mil pesos. Ahí fue cuando
empecé a conocer cómo se movían las cosas en el SAT hace 10 años.
Por brincarse un requisito o por ahorrar tiempo el mismo empresa-
rio ofrece tres por ciento, si se le autorizan los requisitos. Eso lo vivió hace
10 años, no sabe cómo es ahora, tiene entendido que han apretado más
los mecanismos de control, hay más candados. Ahora el SAT ha estable-

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cido controles automatizados, así el dictaminador no es, al final de cuen-
tas, el que decide. Hay mecanismos informáticos que establecen si el
contribuyente cumple o no los requisitos para proceder a regresarle IVA.
En 2008 cambian a Memo al área de recaudación. Esta área es la
que lleva a cabo las auditorías a las empresas. Ahí se encuentra otro
nicho de corrupción. Si la auditoría revela que la empresa evadió, diga-
mos, 10 millones; entonces se pueden llegar a arreglar con dos millo-
nes de pesos y el auditor se queda callado.
El auditor es el terror de las empresas porque va a revisar y va a
ordenar que se cobre todo lo que le deben al fisco. Si la empresa no
paga dentro de los tiempos legales, proceden luego a embargar. Ahí
es en donde el empresario hace su oferta pidiéndole al auditor firmar
un convenio y pagar por partes: te debo un millón, te doy 100 mil pesos y
embárgame los bienes que no me interesan y déjame lo demás. Esa es una
forma muy común de llegar a un acuerdo.

“LO QUE SUCEDIÓ, AUNQUE LO BORRES


DE UN ARCHIVO ELECTRÓNICO, SUCEDIÓ”
Historia número 7

A Paco, como editor del portal electrónico de un periódico local, le


ha tocado la migración que los periódicos tradicionales tuvieron que
emprender desde el año 2000: pasar a las versiones electrónicas de los
periódicos. Él es un experto en la alimentación de las redes sociales y la
creación de las bases de datos para la consulta de los lectores.
Hace poco le tocó vivir una experiencia que no se esperaba. Un
comerciante de Veracruz lo buscó para pedirle que eliminara el archi-
vo digital donde aparecían dos notas de hace tres años, en las que
se comunicaba que su esposa atropelló y mató a unas personas. En

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dichas notas periodísticas, además, se describe cómo fue detenida,
cómo estuvo el proceso, dando todos los detalles de ella: su nombre,
los nombres de sus padres, domicilio, en fin, todo lo que usualmente
se comunica cuando se trata de una nota policiaca.
El comerciante primero compró publicidad en un medio impreso de
Veracruz y entonces así llegó a mí directamente, me habló y me pidió que
eliminara las dos notas. Entiendo que no está padre que a su esposa la
llamen asesina, aunque haya librado con influencias la sentencia, pero en
primera instancia me negué porque no estoy de acuerdo en que se borre
algo que sucedió. Me volvió a hablar, me dijo que tal vez no se había ex-
plicado bien, que me pedía borrar ese archivo porque él era alguien muy
importante para nuestro medio porque nos compraba publicidad y que le
dijera cuánto le puede costar que se eliminara el archivo.
A Paco le apenaba mucho la situación del comerciante y le parecía
complicado porque no le parecía ético eliminar algo que sí sucedió.
Las notas del periódico son parte de un archivo de noticias de la red y
no es tan sencillo eliminar archivos. Inclusive Google aplica un castigo
para quienes borren archivos. Periódicamente revisa servidores y hace
una indexación de toda la información que hay en todos los servidores
del planeta, los recolecta y los guarda en algún lugar. Paco nos explicó
cómo funciona Google y cómo sanciona cuando se eliminan archivos:
la sanción es muy leve y la nota finalmente se diluye, pero a mí me sirvió de
argumento para no aceptar borrar el archivo con esas dos notas policiacas
de la esposa del comerciante.
Paco se negó a eliminar los archivos y unos días después le habló
uno de los directores del periódico para decirle que por unos intereses
muy importantes con el estado de Veracruz era importante que esas
notas desaparecieran y que quería que el asunto quedara resuelto an-
tes de las seis de la tarde.

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Paco quiso defender su postura ante la junta directiva del pe-
riódico, pero no contaba con lo que iba a pasar. Ese día, después de
comer, llegó a su oficina y uno de los miembros de su equipo le dijo:
vino uno de los directores, estaba muy enojado y me exigió que borrara
el archivo con las notas periodísticas sobre la esposa de no sé qué comer-
ciante y pues no tuve otra que borrarlas. Paco nos precisó que borrar
esas notas no es como borrar la memoria de la computadora, es un
proceso en la web que implica muchos pasos y permisos. Así que no
cualquiera lo puede hacer.
Paco se quedó pensando después de estos sucesos: a mí me que-
rían intimidar, pero yo creo que a ese director le ofrecieron dinero. ¡Vaya
uno a saber cuánto le ofrecieron! A lo mejor le puso un precio muy alto
y se lo pagaron, por eso vino con la espada desenvainada diciendo: bó-
rrenme esas notas. Admitir estas prácticas es como engañar a la gente.
Los lectores creen que somos una fuente verídica. La verdad es que las
fuentes electrónicas están supercorrompidas. Yo recomiendo que mejor
se vayan a la fuente más segura y confiable que es el papel o las versiones
en PDF.

“NO SE PREOCUPE, NO SE LO VA A LLEVAR LA GRÚA”


Historia número 8

Jacinto tiene 55 años y desde que cumplió los 45 se dedica a lo mis-


mo: es franelero; es decir, se apropió de la confluencia de tres viali-
dades que desembocan a una avenida secundaria del municipio de
Monterrey, a dos cuadras de una institución educativa importante de
la ciudad. En las calles cercanas a esa avenida, se pueden estacionar
un par de decenas de automóviles, el único problema radica en que
está prohibido estacionarse. A pesar de eso, los estudiantes que llegan

47
en automóvil, sobre todo los que traen prisa por llegar a tiempo a clase,
se estacionan aceptando los riesgos que esto acarrea.
De hecho, los estudiantes con los que conversamos, saben que
hace algunos años pasaba la grúa y se llevaba a todos los autos esta-
cionados en esa zona, hasta que llegó Jacinto para “ofrecer sus servi-
cios”. Por módicos 40 pesos, los autos se estacionan y Jacinto les garan-
tiza que no correrán el riesgo de tener una multa y menos de que los
automóviles vayan a ser levantados por una grúa.
¿Cómo es posible ofertar este servicio? Para resolver el enigma nos
decidimos a conversar con Jacinto. No tuvo ningún empacho en dar-
nos a conocer el secreto. En una ocasión, él iba pasando y observó que
las grúas se estaban llevando los autos estacionados. Entonces tomó la
iniciativa y esperó que se presentara la patrulla de policías de tránsito:
oficial, ¿cómo le haremos para que estos autos no sufran estas sorpresas?,
son estudiantes, no sea malito. Sin ningún empacho el oficial le respon-
dió: si nos entregas 1,500 pesos semanales, dejaremos de molestarlos. Ja-
cinto hizo las cuentas: 20 cajones a 40 pesos por un promedio de cuatro
horas por auto (el tiempo que les lleva a los estudiantes ir a sus clases)
le daba mínimo 1,600 pesos diarios, tomando en cuenta que serían dos
tandas de automóviles por día. Pensando de lunes a viernes (aunque
los sábados también hay clases), el negocio produciría un mínimo de
8 mil pesos a la semana, menos los 1,500 pesos correspondientes a los
policías que patrullan la zona, quedaban 6,500, lo que representaba un
salario mensual de 26,000 pesos. Nada mal, sobre todo si pensamos que
Jacinto no estaba arriesgando nada, no invertía nada, ni siquiera iba a
pagar impuestos.
Así las cosas, los estudiantes agradecían, los policías felicitaban y
Jacinto estaba haciendo el negocio de su vida. Ahí sigue todavía, ¿por
qué habría de cambiar de actividad?

48
“UNA HISTORIA DE TANTAS CON LOS ALCOHOLÍMETROS”
Historia número 9

Darío tiene 45 años y es un profesionista que trabaja para un despacho


de arquitectos en Monterrey y tiene dos hijos adolescentes que han pre-
senciado la forma de sobornar a los policías de tránsito. Esta, de hecho,
es una de tantas historias asociadas a los controles que llevan a cabo
los policías de tránsito para identificar a las personas que conducen en
estado de ebriedad. Pareciera una historia que podría ser contada por
cientos de conductores de automóviles en la zona metropolitana de
Monterrey. Darío, de hecho, empezó a manejar hace unos cinco años
y, por su experiencia, la única forma que los ciudadanos tenemos para
tratar con los policías de tránsito es ofrecerles una “mordida”, tal como vio
que lo hacían sus tíos, hermanos mayores y amigos.
Te paraban, te preguntaban si habías tomado, por “defecto” les de-
cía que no, te decían a ver sóplele, a ver sus papeles y en el retorno de la
licencia iba el dinerito. Nunca me pregunté si podía ser de otra manera,
para mí era lo normal. Hasta que un día llevaba a mis sobrinos en el co-
che. Me paró un tránsito, como no había tomado no hubo intercambio
de nada, pero mi sobrino el de siete años dijo: “¿por qué mi tío Darío no le
pago los impuestos al policía?” Ahí dije: ¡chin, estoy haciendo algo malo!,
¡y pensar que eso lo veía desde chiquito! Me sentí muy mal y me prometí
no volverlo hacer.
Hasta que un día fue a dejar a unos amigos al centro y lo de siem-
pre: lo paran, le preguntan si tomó y en esta ocasión les dijo con cer-
teza: sí oficial, sí tomé. “Ah, ¿sí?”, le dijo el oficial, pues pásele aquí a la
vuelta para hacerle una prueba. Le dio asco porque no le cambiaron el
tapón al filtro que se le sopla y coraje porque la aguja marcó en rojo y
no pasó la prueba. Lo subieron a una patrulla y lo llevaron a la estación

49
de policía Alamey, donde pasó la noche. No le pidieron ni les ofreció
mordida, sus amigos lo intentaron, pero no la aceptaron.
Darío pagó 10 mil pesos de multa por conducir con aliento alco-
hólico y pasó ocho horas detenido en la Alamey. Al día siguiente, des-
pués de que su hermano le ayudó a pagar la multa, para que le dieran
una orden y poder recuperar su auto que se habían llevado al corralón,
le pidieron la factura original. Era sábado por la mañana, si iba por la
factura a su casa hasta Santiago al regresar ya estaría cerrado el corra-
lón y tendría que esperar hasta el lunes, lo que significaba, además de
quedarse sin carro el fin de semana, pagar más días de corralón.
Me dijeron: a ver, pásale por acá. Me atiende un tipo detrás de una
ventanilla, le cuento y me pasa un papelito con la cifra de 500 y me dice:
ya con eso puede sacar el carro. Le enseñé el recibo de los 10 mil pesos que
acababa de pagar, la verdad ya no traía ni tenía dinero. Creo que me vio
tan mal que se compadeció vilmente de mí, me dejó que me mandaran
por correo electrónico la copia de la factura para poder sacar el carro.
Darío piensa que le dieron un castigo que no merecía. Acepta
que tomó y estaba manejando, aceptó que le pusieran la multa, pero
se notó que traían la consigna de recoger mucho, mucho más que una
mordida.
La advertencia que le dieron fue: para la siguiente son 30 mil
pesos de multa y dos años sin licencia y desde entonces intenta no
llevar carro al centro.
Pero un día comí por el centro de Monterrey, me tomé dos cervezas y
como a las ocho de la noche recogí a mi niña de una clase y nos fuimos a la
casa. En el camino me paró la antialcohólica. Me preguntaron: ¿ha tomado
señor? Les dije que NO, ya habían pasado tres horas de que tomé las cervezas
y me dijeron: a ver sóplele. Y la misma historia: me dicen que tengo que pasar
para allá, yo solo traía 100 pesos y se los ofrecí a la oficial (era una mujer)

50
superamable los aceptó, no estaba dispuesto a pagar 30 mil pesos y pasar la
noche otra vez en la Alamey.
Mi hija me dijo: papá, no te preocupes, entiendo perfectamente. Me
sentí pésimo porque yo no quería conducirme así frente a mis hijos, pero de
verdad sí creo que sí están alterados los alcoholímetros y creo que a todos
les dicen lo mismo y si les caes bien, para ellos lo que caiga es bueno.

“ES QUE NECESITO MI LICENCIA DE CONDUCIR”


Historia número 10

Mi compadre me llamó por teléfono para decirme que lo tenían encerra-


do porque venía conduciendo en estado de ebriedad, lo que necesitaba
era que le prestara dinero para pagar la multa, sacar el auto del corralón.
Así empezó la conversación con Pedro, una que se convirtió en un
desahogo para él porque tuvo que prestarle 30 mil pesos a su com-
padre para resolver el enredo en el que se había metido. Más com-
plicado resultaba el suceso por el hecho de que el auto que venía
conduciendo el compadre no era de su propiedad, sino de la empresa
en la que trabaja.
Pedro finalmente accedió a la petición de su compadre por la
amistad y porque sabía que era confiable: siempre que le he prestado
dinero, me paga, además ha sido una práctica recíproca, yo también le he
pedido prestado en momentos en los que me veo en apuros, como cuando
me separé de mi esposa y me quedé sin casa.
Toda la historia no tendría nada que ver con la corrupción ordina-
ria de no ser porque después de pagar las multas y la estancia del auto
en el corralón, el compadre de Pedro se dio cuenta que no le devolve-
rían su licencia hasta pasado un periodo de castigo. Esta situación lo
había puesto muy nervioso porque su trabajo exigía que diariamente

51
condujera el vehículo de la compañía y tenía el temor de que sufriera
un accidente. En ese caso, pensaba el compadre, el seguro del auto-
móvil no sería válido ya que estaría siendo conducido por alguien que
carece de licencia.
Pasados unos días, el compadre volvió a pedirle apoyo económico
a Pedro: le había dicho que había un camino para recuperar la licencia,
pero que tenía que “aceitar” el procedimiento, pagando 2,500 pesos adicio-
nales. Pedro accedió de nueva cuenta a prestarle el dinero a su com-
padre, pero se lamentaba que las cosas funcionaran de esa manera:
¿cuándo vamos a terminar con la corrupción en nuestro país si seguimos
todos sobornando a los servidores públicos?
Pedro concluyó diciéndonos que el problema no surge de los em-
pleados de las oficinas públicas, sino de los mismos ciudadanos que,
como su compadre, ofrecen dinero para torcer los reglamentos e in-
cumplir con las normas.

52
EXTORSIÓN

“O UNA PALANCA O UNA LANA”


Historia número 11

D éjame te platico cómo funcionaban las asignaciones de plazas en el


magisterio de Nuevo León, ya no sé cómo se asignan ahora, porque
tengo cinco años que me jubilé. Se trata de una práctica de grupos de
poder dentro de las secciones sindicales. Benjamín, profesor jubilado,
con 69 años de edad, describe la asignación de plazas magisteriales en
la época en la que él egresó de la Normal. Su caso dibuja prácticamen-
te todos los casos que Benjamín conoce.
Una vez que egresaban, los normalistas eran enviados, tomando en
cuenta el promedio en sus estudios, a regiones rurales para iniciar su ser-
vicio como docentes. A Benjamín le tocó una plaza en el estado de Hi-
dalgo, en una población rural a la que se accedía por una brecha que, en
épocas de lluvias, era intransitable. A otros maestros y maestras de Nuevo
León también les otorgaron plazas en las zonas rurales de ese estado.
La asignación de plaza no era automática, había que comprar la
plaza o tener buenas relaciones en el gobierno del estado o en el Sin-
dicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Si uno no tenía dinero
y no tenía palancas pues simplemente no había plaza o tardaban años en
otorgarla. En mis tiempos había que pagarle al líder entre 20,000 y 30,000
pesos de aquellos –cuando el salario mío apenas llegaba a 3,000 pesos– o
tener palancas en el mundo de la política. En mi caso, no tenía palancas y
pagué la cuota. Por eso me dieron la plaza en Hidalgo.

53
A partir de ese momento, Benjamín empezó a preguntarse cuál
era el procedimiento adecuado para pedir su cambio de plaza a Nuevo
León. Este segundo momento también dependía de influencias o del
pago en efectivo. Volvió a pagar y los inspectores transfirieron su plaza
al sur de Nuevo León. Ahí tuvo que continuar algunos años con su ca-
rrera magisterial hasta que empezó a vincularse con poderosos grupos
sindicales de los municipios del sur del estado. Gracias a estos nexos
políticos y mostrando su plena lealtad, logró conseguir finalmente que
su plaza fuese transferida a un municipio de la zona metropolitana de
Monterrey: esta historia no es solamente mi caso, es la de prácticamente
todos los profes que egresamos de las normales en aquellos tiempos.

“EL PUESTO NO ES FIJO”


Historia número 12

Caracol es una jovencita que ha trabajado siempre con su mamá desde


que terminó la secundaria. La familia de Caracol, pero principalmente
ella y su madre, se dedica a vender en mercados de la zona norte de
Monterrey desde hace 15 años. No solo ha acompañado a su madre a
los distintos puestos que tiene en los mercados, sino que ha trabajado
para ella nueve años al frente del puesto, la mitad de estos años ven-
diendo ropa de segunda mano traída de Estados Unidos y la otra parte
vendiendo ropa nueva que compran al mayoreo en estados del centro
de México.
Caracol se enfrenta constantemente a los delegados1 quienes pi-
den dinero para poder vender en mercados callejeros, muchas veces,

1
   Nombre que se les da a los representantes de organismos sindicales o de partidos
políticos que distribuyen los espacios en los mercados rodantes.

54
pidiendo cuotas extras y sin saber nunca qué uso le dan a ese dinero.
Por otro lado, tiene contacto directo con vendedores de mercancía ad-
quirida de manera ilegal, quienes en ocasiones han traído problemas
al negocio de su madre.
Una de las principales tranzas que he visto en los mercados son los
puestos donde venden mercancía robada, la mayoría son abarrotes, pro-
ductos de higiene personal y leche de fórmula para bebé. Hay banditas
de farderos2 que se juntan a robar y luego a venderles a los puesteros de
mercados. Llegaba un grupito de cinco personas, iban en ese rato a robar
y luego le vendían a mi mamá los desodorantes a 15 pesos y mi mamá los
vendía al doble. Hay gente en los mercados que tiene años dedicándose a
comprar mercancía robada para revender.
El problema fue cuando mi mamá decidió ya no comprar mercancía
robada, ya se habían acostumbrado a ofrecerle productos, pero cuando
dejó de comprarles se pusieron agresivos los farderos. Eran personas que
venían muy mal, muchos consumían drogas y venían con la desespera-
ción de vender la mercancía a fuerzas.
Un diciembre estábamos vendiendo juguetes que mi mamá traía de
Laredo y luego llegaron los judiciales a buscar directamente a mi mamá,
se la llevaron detenida y ellos mismos le dijeron que los farderos le habían
puesto el dedo. Le cobraron 50 mil pesos y de ahí no supe qué tanto dinero
les habrán dado a los farderos. En esa navidad supimos que les hicieron lo
mismo a otras personas que habían hecho lo mismo que mi mamá. Hasta
le inventaron a mi mamá otros delitos, de los juguetes que compraba en
Laredo, como tiraba los tickets de compra no pudo corroborar y le decían
que era fayuca.

2
   “Farderos” se denomina a las personas que roban mercancía en supermercados,
para después venderla a bajo costo a comerciantes de mercados ambulantes.

55
A la familia de Caracol, las ventas en el mercado le han traído mu-
cha solvencia económica, pero también mala suerte en más de una
ocasión. Ella asegura que los mismos farderos enojados y que denun-
ciaban injustamente a su madre, en alguna otra ocasión les comuni-
caron a personas peligrosas: Agárrenle una hija a esa señora, tiene una
feria. Por lo que su hermana menor fue retenida todo un día para que
su mamá les diera una camioneta y otros bienes materiales a cambio
de recuperar a su hija en este secuestro exprés. Caracol cree que hay
una fuerte alianza entre judiciales, narcotráfico y los farderos que se
prestan para los negocios ilícitos. Otra experiencia que relató fue la de
los delegados.
Desde que tenía 14 años nos poníamos en las orillas con los “tirados”3,
todos sacaban su sábana y ponían sus cosas porque en ese tiempo no nos
cobraban, solo ibas y agarrabas tu lugar, ni siquiera contabas los metros,
no había límites. Pero luego, a principio de los 2000 llegaron los sindicatos,
yo solo conocí a algunos delegados, pero estoy segura que había más. Ellos
van ahí y te cobran piso rentándote el lugar por unas horas. El problema
fue cuando empezaron a ir con “los tirados” también a pedirles dinero, al
principio nos resistimos diciendo “no vendimos”, o “no tenemos por qué
darles dinero”. Pero se pusieron densos, les quitaban sus puestos y su mer-
cancía. Por eso preferimos comprarnos nuestra estructura y pedir permiso
al delegado del mercado.
Los delegados de los sindicatos o partidos políticos cobran una
cuota que incluye el pago de la luz y la barrida de basura, pero fuera
de esos dos servicios, a veces piden dinero extra, sumas que pueden

3
   “Tirados” son los puesteros que no cuentan con estructura ni mesas para delimitar
su lugar en un mercado. Se ponen a las orillas de los mercados utilizando una sábana
que colocan en el piso. Sobre la sábana ponen todos los productos a vender. Suelen
ser los habitantes de la zona en donde se monta el mercado.

56
variar de 30 a 80 pesos. Caracol recuerda un mercado en donde en vez
de cobrar un precio específico por la luz les pedían 10 pesos por cada
foco que ocuparan y al ser un mercado nocturno podían sacar mucho
más dinero de cada puesto.
Otras veces quieren dinero para cosas innecesarias, como para hacer-
les playeras que jamás entregan, que para un meeting, para juntas que las
personas ni saben qué son, pero que tienen que ir, porque ya llegan con esa
prepotencia y seguridad de que lo que sea que nos digan lo vamos a pagar.
Fiestas de navidad, de día de las madres, te cobran los boletos, aunque no
vayas. Todos sabemos que es pedo de los delegados, hasta ellos dan a en-
tender que se roban dinero de ahí.
En la conversación salió el caso de un mercado al que siempre
llegaban los delegados con ropa de marca, tenis caros, cadenas, ca-
mionetas grandes y que entre ellos hacían bromas del robo que ha-
cían, pero no se podía decir nada porque amenazaban siempre con
quitarles el puesto con la constante frase de El puesto no es fijo.
Caracol finalizó estos relatos de sus experiencias en los mercados
señalando diferencias entre sindicatos, ya que mientras unos, de manera
explícita y sin pena piden cuotas extras a los puesteros, otros se creen que
no son corruptos y que no roban, pero hacen chantaje, obligan a la gente a
ir a las marchas, obligan a que se afilien. Vamos a las juntas, pero todos se
quejan a lo loco y a gritar y no toman en cuenta ninguna de las quejas.

“MULTA O VACUNA”
Historia número 13

Carlos ha estado al frente de un bar en el centro de la ciudad de Mon-


terrey por aproximadamente 10 años, casi la mitad de la antigüedad
que tiene dicho negocio. Él, aparte de ser bueno con los números y

57
la administración, es muy responsable y nunca falta a su trabajo. Es
familiar de los dueños y en los últimos años se volvió elemento indis-
pensable en la administración del lugar.
Tiene contacto directo con los otros empleados del bar, los clien-
tes, así como los inspectores de municipio que visitan el lugar fre-
cuentemente a ver si todo está en orden, estos últimos son quienes
más problemas le han traído en el pasado. Especialmente en ciertas
administraciones del gobierno municipal.
Hay administraciones municipales sumamente corruptas, otras por
el contrario se distinguen por ser notablemente menos corruptas. [En
el marco de una administración muy corrupta] me tocó cerrar tarde,
fuera de horario. Aquí siempre hemos sido dos personas las que atien-
den, nunca dejamos que sea menos personal. Pero en una ocasión se
accidentó mi ayudante y trabajé solo ese viernes por la noche. Llegaban
personas al bar y les decía que no había servicio en las mesas, les decía
que solamente se podía dar servicio en la barra. Recuerdo que teníamos
una banda de rock tocando, ellos fueron muy puntuales y terminaron a
la hora que debían acabar, cerré la puerta dentro del horario permitido y
estaba desalojando a las pocas personas que quedaban, pero me dieron
las tres de la mañana, ya fuera de horario. En esa situación me vi muy
comprometido porque estaba solo y fue difícil sacar a todos a tiempo a
pesar de que lo empecé a hacer con anticipación. Aun así, lo logré, pero
en eso, uno de los últimos músicos que aún quedaban, iba saliendo con
su novia del lugar, caminaron varios metros de distancia y que se regresa
la novia porque ocupaba ir al baño.
Le di chance y dejé la puerta abierta unos cuantos minutos y en mi
cabeza pensé: voy a dejar abierto aquí un ratito que al cabo no va a pa-
sar nada. En eso me metí al bar para seguir limpiando. Pero cuando me
meto entran detrás de mí tres inspectores de municipio. Y me dicen: bue-

58
nas noches caballero, ya son las tres de la mañana y tú sigues operando.
Les expliqué toda la situación, que ya había cerrado, que estaba solo y
que ocupaban el baño.
Me dijeron: todavía hay gente en el local, estás fuera de horario y te
vamos a tener que poner una multa. Las leyes son las leyes. Yo sí me vi
muy tentado en decirles que con cuánto. La verdad sí les ofrecí, pero me
dijeron que no se podía y pues acepté la multa. Les dije que también esta-
ban los malitos quitándome dinero y luego ellos también –cosa que no
era verdad pues aquí nunca ha pasado lo de cobro de piso, yo solo quería
exagerarle para ver si así se apiadaban de mí.
Dejaron la multa ese viernes y se fueron. Pero para el lunes llegó un
señor de como sesenta años, me dijo: “¿Tú eres Carlos?”; se identificó, traía
gafete y dijo: “¿Me dijeron que te quieres vacunar?” Yo me quedé sorpren-
dido, no tenía idea de qué hablaba. Y me dijo: “Sí, el viernes vinieron unos
compañeros y te pusieron una multa por trabajar fuera de horario. Yo
trabajo con ellos, son mis compañeros y me comentaron que te querías
vacunar. Si quieres seguir operando tienes que pagar una cuota mensual
de 4,000 al mes”. Me ofrecían pagar eso y a cambio podría trabajar día y
noche sin problemas. Le dije que me dejara pensarlo pues yo tenía que
hablarlo con mis otros socios del bar.
Carlos consultó a sus socios, decidieron no vacunarse pues era
mucho riesgo. Pero después ya nadie regresó, en esos mismos meses
se dio un cambio de administración en el gobierno municipal y la
multa desapareció por lo que seguramente nunca hubo un trámite
oficial. Pasó el tiempo, llegaron nuevos inspectores de alcohol, pero
ya nunca le volvieron a pedir moche.

59
“EL DISEÑO PERFECTO DE LA MECÁNICA
DE LA EXTORSIÓN: EL TRANSPORTE DE CARGA”
Historia número 14

Claudio pertenece a la segunda generación de una familia dedicada


al transporte de carga, tiene más de 40 años trabajando en la empresa
que fundó su padre y, desde hace 15 años, es el director. Desde el inicio
de la entrevista, Claudio nos precisa que el proceso de carga y des-
carga de productos que transportan en sus camiones es totalmente
limpio, no hay en ello ninguna acción ilícita. Sin embargo, los inciden-
tes que conducen a actos de corrupción aparecen en las carreteras,
empezando por los accidentes; no importa quién fue el culpable del
accidente o qué tan grave haya sido este, siempre, sin excepción, hay
distintas formas de extorsión.
Para empezar, interviene la policía federal, lo primero que hacen
es detener la unidad y al conductor. Exigen a la compañía todo un
enjambre de papeles y requisitos que supuestamente provienen de re-
glamentos, siempre buscando presionar al conductor. Aquí empiezan
las exigencias que hacen que uno tenga que ofrecerles una cantidad
significativa de dinero, todo para evitar que el proceso vaya a paso de
tortuga. Esta aportación la hace uno de mis empleados que se presen-
ta en el lugar del accidente. Si no hace el pago a la policía federal, en-
tonces los agentes se encargan de que el proceso legal se complique
y alargue.
Claudio aclara que el negocio del transporte está muy competido
por lo que el margen de utilidad se ha venido reduciendo; si además
de eso le sumamos el problema de las unidades detenidas por la policía y
el pago a choferes parados, la situación financiera se vuelve más frágil. Por
eso es prioridad en el negocio liberar rápidamente al camión y al operador.

60
Lo anterior lo saben bien los policías federales. Además, para au-
mentar la presión sobre la empresa, seleccionan ministerios públicos
alejados del accidente. Por ejemplo, si el siniestro ocurrió en Arteaga,
Coahuila, en lugar de turnarlo a Saltillo, lo mandan a Monclova; o si
fue en Santa Catarina, Nuevo León, en lugar de turnarlo a Monterrey,
lo mandan a Galeana. Aun pagando la aportación, los ministerios pú-
blicos lo hacen lento y difícil, inclusive muchos de ellos no van a las
audiencias. Para dar un botón de muestra, Claudio nos relató el caso
de un incidente menor que le hizo ir siete veces a un municipio del sur
de Nuevo León para resolverlo.
El testimonio de Claudio muestra claramente cómo se diseña un
esquema infalible de extorsión cuyos autores son, a nivel federal, la
policía de caminos y, a nivel estatal, el ministerio público; ambos están
coordinados para lograr altos rendimientos debido a que saben de la
presión económica que ejercen sobre la empresa.
Una parte importante de la narración de Claudio tiene que ver
con las variaciones de este tipo de extorsión a nivel municipal. La
dinámica corrupta que rodea al transporte de mercancías varía mu-
cho de un municipio a otro. Y va cambiando conforme alternan los
gobiernos municipales. Según la experiencia de Claudio, hay admi-
nistraciones en donde nunca se presentan presiones contra los con-
ductores; en otras, varía según el gobierno en turno y, finalmente,
otras ciudades en donde sistemática e inevitablemente el conductor
será extorsionado.
Al final de la entrevista le preguntamos si había calculado el costo
de la corrupción para su empresa y nos dijo que no lo ha hecho y que
prefiere no hacerlo. Sus reflexiones finales las expresó de la siguiente
manera: las empresas de transporte tenemos parte de la culpa pues nunca
hemos hecho nada al respecto y nos ha faltado valentía para presentar un

61
frente en común ante los gobiernos. Está demostrado que si hay voluntad
y decisión política se puede resolver este problema que nos aqueja.

“NO HAY MUNICIPIO NI PAÍS QUE SE ESCAPE”


Historia número 15

Antonio es ingeniero civil y se dedica a la construcción inmobiliaria, aso-


ciándose en ocasiones con algunos amigos arquitectos. Desde hace dos
décadas, se especializa en construir edificios de oficinas que pone a la venta.
Según su experiencia las prácticas corruptas se dan en todos los
sectores, recuerda que en la empresa privada siempre ha existido co-
rrupción, pero es diferente a la del sector público. Antonio precisa la
diferencia con las siguientes palabras: en las empresas privadas no te exi-
gen, te piden, el responsable de compras te dice directamente que quiere
una televisión o algún otro aparato, tú cumples pues puedes perder este o
futuros contratos; luego viene el supervisor de la obra que también te va a
pedir para los quince años de su hija y por último para que te den el pago
a tiempo hay que pasar un sobre. Los montos son bajos por lo que no im-
pactan mucho al valor de la obra.
En el sector público las cosas suceden de otra manera porque ahí
se trata de permisos y trámites con el gobierno estatal y con los munici-
pios. Por ejemplo, en el gobierno estatal, si uno necesita hacer cambios en los
terrenos, como fusionar propiedades para construir, entonces le preguntan a
uno ¿cómo lo podemos ayudar? Y es así como inicia la negociación.
La experiencia de Antonio como constructor lo hace concluir di-
ciendo que la corrupción es más grave en los gobiernos municipales.
Él observa que en los últimos años se ha producido una burbuja inmo-
biliaria en todo Nuevo León, que se tradujo en un auge de la construc-
ción debido a exceso de liquidez y, probablemente, aunque no hay

62
pruebas, de lavado de dinero. Los municipios nos exigen cifras altísimas
pues saben muy bien que la construcción es un negocio rentable.
En algunos municipios de la zona metropolitana de Monterrey hay
funcionarios que exigen fuertes cantidades para dar permiso de iniciar
un edificio. La normatividad establece que se debe pagar, en algunos
municipios, hasta 300 mil pesos para emitir los permisos legales, pero de ma-
nera paralela hay que darles hasta siete millones de pesos que se los reparten
todos los que intervienen en los trámites: miembros del cabildo, algunos regi-
dores, funcionarios, empleados menores, etc. Ahí no para la cosa, luego hay
que negociar con los coyotes del IMSS, de la CFE. Por ejemplo, cuando vienen
los peritos de la CFE le dicen a uno: si quiere lo puedo ayudar. Lo mismo pasa
con los de Agua y Drenaje.
Los empresarios de la construcción sabemos que todo este entrama-
do se traduce en aproximadamente 20 por ciento del costo total de la edi-
ficación. No hay municipio que escape a estas prácticas, solo se presentan
algunas variaciones de grado y/o formas.
En sus reflexiones finales, Antonio elaboró una comparativa inter-
nacional. A su parecer, como la construcción es una industria que mue-
ve enormes cantidades de dinero en todo el mundo, estas prácticas
que se observan en la zona metropolitana de Monterrey, también es-
tán presentes en Estados Unidos, América del Sur y Europa. Esto explica
los casos de corrupción internacional como los de Odebrecht.

“PERMISOS PROVISIONALES”
Historia número 16

Rosalba es propietaria de varios negocios de diversos tipos, todos bien


posicionados en uno de los municipios de la zona metropolitana de
Monterrey. Esta actividad empresarial la inició su padre en los años

63
cuarenta y Rosalba la ha continuado, diversificándose con el apoyo de
sus tres hijos.
Hace un par de décadas, un presidente municipal convocó a los
principales dueños de negocios del municipio en cuestión para pe-
dirles que desarrollaran actividades incluidas en su plan de desarrollo
municipal, el cual contemplaba la inversión en una funeraria. Después
de pensarlo mucho, Rosalba decidió abrir el negocio. Sin embargo, a
pesar de que se trataba de una invitación expresa del alcalde, los per-
misos tardaron en llegar más de dieciocho meses. Según ella, la única
forma de acelerar estos permisos es ofrecer mordidas, pero Rosalba
jamás había recurrido a estas prácticas. Había actuado así por fidelidad
a sus propios principios morales.
Años después y viendo que el negocio de la funeraria era rentable
decidió crecer ampliando la oferta de servicios. Por lo pronto se dio
cuenta que operaba con un permiso provisional, algo muy común en
contextos municipales. El carácter provisional de la autorización es el
sustento legal que hace que la corrupción persista. Lo mismo sucede
con otras argucias legaloides como son los vistos buenos. Los trámites
para la ampliación de la funeraria tomaron casi dos años, hasta que
un funcionario descaradamente le pidió un automóvil para agilizar
los permisos. Rosalba se negó y los trámites se toparon con requisitos
cada vez más difíciles de cumplir. Finalmente, aceptó ofrecerle el equi-
valente a la mitad del valor del automóvil que deseaba el funcionario.
Le llevó casi tres años lograr el permiso definitivo.
Ya con el permiso, se dio a la tarea de emprender una tercera
ampliación, sin prisas toleró a dos administraciones municipales con
todos sus cambios de reglamentos y normas imposibles de cumplir,
por lo que tuvo que aceptar pagar algunas mordidas no tanto por el
cansancio sino por la presión de sus hijos, que le decían que no había

64
otra forma de operar. Aceptar esta realidad fue algo que le dolió mu-
cho a Rosalba, pues siempre quiso ser modelo de honradez para los
miembros su familia.
Ahora es consciente de que la burocracia se diseña con regla-
mentos que estimulan la corrupción. Con los años, las reglas se van
haciendo más complicadas, lo que se traduce en más exigencias, más
trámites. Cada administración tiene que compensar a su equipo, el ca-
mino más fácil es modificar y multiplicar los requisitos. Rosalba planea
retirarse próximamente y se queda con la duda de si la ética que le
inculcó a sus hijos no terminará siendo finalmente un obstáculo para
que ellos sean exitosos en sus negocios.

“TODO ESTABA ORQUESTADO”


Historia número 17

Vicente recordaba que todo esto pasó antes del huracán Alex porque
sobre la avenida Constitución se circulaba de manera diferente a la que
tenemos ahora. Como era su costumbre, los miércoles iba a jugar do-
minó con algunos de los miembros de su generación egresados de la
Facultad de Ingeniería Civil. Pasaban momentos agradables entre siete
y diez de la noche.
En esa ocasión se despidió de sus amigos alrededor de las 10:15 de
la noche y en su auto se dirigió de San Pedro Garza García hacia Mon-
terrey, precisamente por la avenida Constitución, en dirección ponien-
te-oriente. Pasando el puente de Gonzalitos observó una patrulla de
policía de tránsito que lo venía siguiendo. Bajó la velocidad para evitar
darles un pretexto para que lo pararan, pero la patrulla no lo rebasó.
Entonces, Vicente tomó la decisión de salirse de Constitución y tomar
la avenida Venustiano Carranza, en dirección al norte. Notó entonces

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que la patrulla circulaba justamente atrás de su auto y se acercaba dán-
dole señas de que debía detenerse. Vicente obedeció y se estacionó
en un negocio que se encontraba más o menos a la altura de la calle
Washington.
Los policías de tránsito se acercaron a Vicente y le preguntaron si
había tomado bebidas alcohólicas. La respuesta fue: sí, tomé algunas
cervezas, pero vengo conduciendo bien, sin ningún problema, voy a mi
casa. Después de revisar que la licencia para manejar y la tarjeta de cir-
culación estaban en orden, le ordenaron a Vicente que se subiera a la
patrulla porque lo iban a llevar a la Dirección de Tránsito de Monterrey
para que le realizaran pruebas de presencia de alcohol en la sangre. Y
así sucedió, llegando al edificio, le practicaron las pruebas y las perso-
nas responsables del examen dictaminaron que no podía conducir por
estar en estado de ebriedad.
Lo más extraño de estos sucesos, subraya Vicente, es que los mis-
mos policías lo llevaron de nuevo a Venustiano Carranza para que
recuperara su auto. Previamente, le entregaron la multa por condu-
cir en estado de ebriedad y luego lo llevaron a donde estaba su auto
justamente ¡para que condujera su auto! Pero la historia no paró ahí,
apenas empezaba. Sucedió que los policías se retiraron y en ese mis-
mo momento, alrededor de la medianoche, llegó un travesti que venía
aparentemente caminando. Entonces Vicente trajo el recuerdo: cuan-
do apenas me estaba aproximando a mi auto, se acercó a mí el tipo y me
dijo que si podía darle un aventón a la calzada Madero; yo le dije que me
disculpara pero que había pasado por momentos desagradables y no es-
taba para darle aventón a nadie. El tipo insistió y yo le dije que no. Entonces
me amenazó diciendo que si no lo llevaba me iba a morder y que me iba a
transmitir el sida. Ahí fue cuando me di cuenta que todo estaba orquesta-
do. El plan de los policías de tránsito era que yo subiera a mi auto al travesti

66
para luego extorsionarme. Mi reacción fue espontánea, le lancé al sujeto
las llaves de mi auto y le dije que él se lo llevara a donde quisiera. Finalmen-
te, pensé, mi auto está asegurado. Ante esto, el tipo seguía gritando y ame-
nazando. Yo me retiré del lugar, esperé a unas tres cuadras que las cosas se
calmaran, regresé al lugar en donde mi auto estaba estacionado y vi que
las llaves seguían en el lugar en donde las había lanzado.
Después de este evento, Vicente recuperó su auto y se dirigió a
su casa. Al llegar observó que estaban estacionadas dos patrullas de
policía de tránsito justo enfrente de la puerta de entrada. Sin mayor
temor, les pidió a los oficiales una explicación de su presencia y estos
le indicaron que su superior estaba conversando con la esposa de Vi-
cente, ¡a la una de la mañana! Los policías estaban acusando, ante la
esposa de Vicente, que él se había ido a pasar la noche con un travesti.
Ventajosamente la esposa no se amedrentó, por el contrario, les res-
pondió básicamente diciendo: “vayan con ese cuento a otra parte, a mí
no me van a engañar”.
Vicente recordó que cuando pasaron estas cosas todavía el uso
del celular no estaba tan generalizado. De hecho, él y su esposa no
tenían teléfonos celulares. No pudieron comunicarse previamente.
El intento de extorsión de parte de los policías de tránsito se frustró,
cuando alguien les informó que Vicente no había subido al travesti al
auto; doble frustración porque la esposa no les creyó nada de lo que
afirmaban.
Finalmente, los esposos exigieron a los patrulleros que abandona-
ran la calle y dejaran de molestarlos. Esto lo hicieron no sin temor de
que buscaran una forma de venganza, si no esa noche, en alguna otra
ocasión. Por la licencia de conducir de Vicente sabían el domicilio y por
la tarjeta de circulación tenían todos los datos del auto. Varias semanas
pasaron hasta que recobraron la tranquilidad.

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Después de estos años, todavía Vicente se pregunta: ¿cuánto dine-
ro me hubiesen exigido si hubiese cometido la estupidez de darle el aven-
tón al tipo? La verdad yo creo que querían una suma importante porque
eran muchos los involucrados, unos cinco policías y el travesti.

“¿NOS CUIDAN O NOS ACECHAN?”


Historia número 18

Martina es arquitecta y se dedica desde hace 35 años a la construcción.


Ha trabajado en casi todos los municipios de la zona metropolitana
de Monterrey, tanto para empresas como para particulares. Según las
necesidades de sus clientes, construye desde el terreno en breña, lim-
piándolo, haciendo el trazo, la cimentación y la edificación, pero tam-
bién dirige remodelaciones.
En todos los casos se necesitan los permisos que marca la Ley de
Desarrollo Urbano del estado de Nuevo León y las del municipio en
cuestión. Para Martina, los requisitos no son el problema, de hecho, son
necesarios ya que, si no se corre el riesgo de tener algún problema, una
fractura en la obra, incluso que se caiga la construcción. El problema
aparece en el momento de realizar los trámites ya que modifican las leyes
sin ton ni son. Típico que llegas al municipio con todos los requisitos y te
dicen que salió una nueva ley y que vas pa’tras. Yo les digo: pero vine la
semana pasada y no me dijeron nada y esto me obliga a cambiar todo y
a pagar otra vez. Y luego, de repente se te acerca un gestor y te dice que él
puede ayudarte. Eso es muy normal, si quieres te arreglas con él.
En una ocasión íbamos a renovar un lote de autos usados ubicado en
uno de los municipios del norte de la zona metropolitana, el cual tenía 20
metros de fondo con una banqueta de cuatro metros, juntamos todos los
requisitos, el proyecto, las firmas, llegamos a las oficinas del ayuntamiento

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y nos dicen, es que ahora tienes que meterte 15 metros. Entonces yo les dije:
oye, pero entonces me vas a dejar cinco metros para el lote de autos, el
lote ya existe, tiene un techo de lona, lo único que quiero hacer es un techo
estructural más elegante, más bonito y más seguro. Me respondieron: pues
sí, ahora así es, si quieres bien y si no, pues ni modo.
Eso por un lado y por otro, la nueva ley de ese municipio exigía la firma
de consentimiento de tres vecinos, lo cual resultaba absurdo porque están
a 200 metros del lote de autos, los vecinos están en un fraccionamiento pri-
vado, bardeado e independiente enteramente.
Fuimos por las firmas, dos firmaron sin problema y otro dijo, “a mí no
me gusta porque de noche le va a dar luz a mi patio”, le expliqué que no le
va a llegar la luz a su patio y al chile me dijo: “pues si quiere que firme pón-
game persianas largas en la parte de atrás de mi casa”, le digo, bueno, vaya
y cotícelas, y me dice que ya tiene el presupuesto. Se trataba de unas Hunter
carísimas y le digo: ¿no cree que esto no tiene nada que ver con mi trabajo?
¡Es un abuso! Mi trabajo no tiene que ver con sus ventanas. “Pues si quiere
que firme cómpreme las persianas”. Enojada voy al municipio, les digo lo
que sucedió y me respondieron: él se siente afectado, arréglese con él. Me
tocó un caso muy tonto, es decir, me parece tonto que el mismo municipio
lo avale, para mí eso es corrupción.
En otro municipio de la zona metropolitana se tardan muchísimo
en tramitar los permisos, a veces hasta más de cuatro meses; se justifi-
can diciendo que además de que el trámite se lleva un proceso, el al-
calde no está firmando permisos, que creen que se va a brincar el año,
pretextos como esos. Martina les respondió que aún faltaban seis me-
ses para que se terminara el año, que no tenían por qué detener eso,
al contrario, es lo que deberían impulsar, lo que va a generar empleo,
catastro, todo es beneficio del municipio y que no entiende por qué lo
bloquean. La respuesta de las autoridades fue: bueno, pues si quiere le

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podemos dar el dato de una persona que le puede ayudar a sacar el permi-
so y usted se arregla con él. Y así fue. El tipo me dijo de entrada que estaba
muy difícil pero no imposible y así de descarado me la aventó: fíjate que mi
hija se va a casar y le hacen falta unas cositas, ¿cómo ves, no me podrías
ayudar? y a la mejor te agilizo el trámite. Y pos lo hice, le compré un micro y
un refri, y además ¡no me invitó a la boda! A eso se le llama extorsión.
Martina continuó con los relatos, esta vez platicándonos sobre los
inspectores de Protección Civil. Según ella solamente andan olfatean-
do obras, con la idea de sorprender. Se esconden a una cuadra de la
obra, sigilosamente se acercan, toman la foto y le gritan al encargado de
la obra: regreso el viernes. Saben que en ese momento no hay dinero, eso se
lo dicen para que hable con su jefe y prepare el moche.
En una ocasión traía gente en andamios y uno de ellos se desama-
rró para bajarse y en ese momento ¡zum, fue cuando los de protección
civil tomaron la foto! Cuando regresaron dijeron que el trabajador estaba
sin amarrarse y que eso merecía el paro de la obra, se les explicó que se
estaba bajando, pero no escuchan: “aquí está la prueba”, enseña la foto, “te
pongo los sellos o agilizamos las cosas”.
Le pidieron 10 mil y pues con coraje se los dio porque le salía más
caro parar la obra pagar multa, esto nos ha sucedido dos o tres o cuatro
veces. Le resulta irónico porque a las autoridades no les importan los
accidentes, al contrario, es la oportunidad para extorsionar.
Martina dice que lo mismo hacen los de Desarrollo Urbano y los
del Seguro Social, no están trabajando por la prevención de enferme-
dades o accidentes, están viendo y esperando en qué andan mal para
abusar y extorsionar a los constructores.
Cuenta que sucede mucho que entre los mismos constructores
sobre todo en zonas donde hay mucha construcción, cuando alguno
termina su obra va y le dice a los demás que le sobran albañiles, y si le

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interesan a uno, se los mandan. Luego les toman los datos para darlos
de alta en el Seguro al día siguiente, pero empiezan a trabajar y en ese
momento, como si ya supieran, llegan los inspectores del Seguro “¿por
qué está trabajando esta persona si no tiene seguro?” Les dices, ¡acaba de
llegar hace 10 minutos! Mañana ya están sus papeles. Y descaradamente
te dicen: te voy a parar la obra o aquí nos arreglamos.
Por su experiencia Martina asegura que la extorsión, el soborno y
la corrupción en el área de la construcción no son exclusivos del go-
bierno, también se da –y cotidianamente–, en la iniciativa privada y
a varios niveles, en su caso desde el jefe de compras hasta el guardia
de seguridad.
Hace años que presta servicios de construcción en la planta de
una empresa manufacturera. Su jefe de obra tiene que traer en la carte-
ra unos cuatrocientos pesos en billetes de cincuenta y de veinte pesos
para pagar favores. En una ocasión le pidió al jefe de seguridad que le
echara la mano para que pudieran trabajar cuatro o cinco horas máxi-
mo con una maquinaria que había rentado y que ella se comprometía
a firmar una carta responsiva porque no traía seguro del trabajador. Le
dijo que la carta no era necesaria, que solo le diera algo para no decir
nada y dejarlo pasar. Le dio cien pesos y al ratito que llegó la maquina-
ria los dejó pasar sin tener que hacer fila.
La corrupción en la empresa también se da en las áreas de servi-
cios y de compra, en mi caso la gente sabe de la relación que tengo con
el dueño, pero en una ocasión a una persona que no sabía quién era yo,
le entregué una cotización, luego me buscó en privado y me dijo: “¿estás
segura del presupuesto?”. Le digo sí y me dice “es que yo vengo de otras em-
presas y mínimo cuesta el doble”, mi cotización era de 600 mil pesos y me
dice “¿por qué no le subimos unos 200 mil pesos y me das la mitad?, ¿cómo
ves?”. Le dije, ¡nooooo, discúlpame! si acaso le bajo, pero subirle ni un cinco,

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no sabes el compromiso que yo tengo con esta empresa, y ya no me volvió
a decir nada y yo tampoco dije nada, al poco tiempo lo corrieron.
Para Martina la corrupción es una práctica que las mismas institu-
ciones propician, no siente de ellas un apoyo y menos protección, los
vive como sus verdugos.

“ELLOS NO NOS PROTEGEN DE LOS MALOS, ELLOS SON LOS MALOS”


Historia número 19

Enojadix es propietario de un antro ubicado en una zona de moda en


el área metropolitana de Monterrey. Desde su apertura en 2003, el ne-
gocio de Enojadix ha sufrido un sinfín de trámites agresivos para obte-
ner permisos y poder operar con normalidad. Son caravanas de visitas
frecuentes de inspectores con una actitud prepotente e intimidatoria
por parte de distintas instancias del gobierno estatal y municipal en las
administraciones de los últimos 15 años.
Enojadix ha sido testigo de cómo cada administración ajusta o mo-
difica las reglas para luego irremediablemente infringirlas. Esto pasa des-
de que se inician los trámites de los permisos: comienzan obstáculos como
lo siento, pero no se puede, el toparse con pared a cada paso, múltiples veces.
Desde que se intenta dar de alta el negocio o cuando trata uno de contratar
gente; siempre se topa uno con pared. Cuando los trata de dar de alta en
el Seguro Social, ¡es puro toparse con pared, con todo! Todos los permisos,
hasta para pagar impuestos, se topa uno con pared.
En particular con los permisos de venta de alcohol, desde que
inicia el proceso ya se visualizan las dos únicas opciones: una, tener
paciencia, aguantar y esperar sin poder operar, y/o dos, pagarle a un
coyote, que supuestamente es alguien externo al municipio, que te
llama prometiendo hacer el trámite más ágil y rápido. Le dice a uno algo

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así como: “oye sé que te estás topando con pared bien gacho para lo de tu
permiso del bar, el cómo me enteré es lo de menos, te propongo que ven-
gas a platicar, tengo un supercontacto con la línea directa del director”. Y
accedes porque la onda es entrar a la línea no importa si es PRI o PAN. Tienes
que entrar a la línea y alinearte y si no estás con ellos o no estás alineado,
eres un rebelde y te van a buscar para ponerte una multa. Y tú accedes a lo
que ellos quieren, te obligan. Y accedes o de plano tienes que meter a tus
abogados y con un notario público que dé fe de que estás cumpliendo. Son
muy pocos los que no se alinean.
Enojadix reconoce que hubo alcaldes que nunca permitieron am-
pliar el horario de venta de alcohol para, con ello, estimular aún más
la corrupción. Así cobraban cantidades exorbitantes que solo los ne-
gocios grandes o los casinos podían pagar, los demás no le entraron y
dejaron el horario como estaba estipulado.
Los inspectores son prepotentes, el día que vienen a cobrar llegan qui-
tados de la pena, se estacionan en mero enfrente del bar como si fueran
los dueños. Nadie llega con esa actitud, solo cuando van a hacer una ins-
pección o van a cobrar. Llegan con policías, con fuerza pública, no creas
que llegan sordeados. Adelante, hay una granadera y atrás una patrulla,
vienen escoltados perfectamente por la autoridad.
Enojadix complementó su relato describiéndonos lo que pasó
cuando se implementó la ley de no fumar en espacios cerrados. Él fue
uno de los que la aplaudieron. Pensando en su clientela, conservó la
parte de adentro para los que no fuman y habilitó una terraza al aire
libre en el patio trasero del establecimiento, ahí la gente podría fumar
y no molestar a nadie. En enero de 2016, se modificó el reglamento y ya
no se permitía fumar ni en espacios al aire libre, a menos de que estos
se ubicaran a ocho metros de distancia de la entrada principal del esta-
blecimiento. Para Enojadix esta medida resultó absurda e imposible de

73
cumplir: la calle está a un metro de la entrada, si alguien camina por ahí
fumando, estaría violando la ley. Pero nosotros somos los que la infringi-
mos, no el fumador, por eso el problema y la multa no es para el que fuma,
es para el negocio.
Enojadix paga el permiso de fumar en la terraza, pero también por
fumar en el área cerrada: porque ya me la hicieron, me sembraron dos coli-
llas de cigarro debajo de una bocina y tuve que pagar una enorme cantidad
de dinero de multa, además de lidiar con los inspectores del municipio.
Hemos sido extorsionados por casi todas las dependencias munici-
pales y estatales que hay: Protección Civil, Salubridad, Alcoholes, Ingresos,
Ecología… todos andan buscando de dónde sacan lana, depende quién
está en ese momento como director. Ni siquiera saben hablar, te hablan
con malas palabras, de hijo de tu madre para arriba. Al final no sientes
nada de seguridad, sientes que en cualquier momento volverán a llegar y
decir, “no fue suficiente”, o es que este mes es doble por equis razón. Y eso
pasa cada seis meses.
Enojadix considera que el problema no se suscita por el giro de
su negocio, sino que sufren lo mismo los que venden comida para
animales en su rancho (por poner un ejemplo), le van a llegar y lo van
a extorsionar. Y siempre de una manera prepotente donde uno piensa
que le van a hacer daño físicamente aun dándoles dinero.
Enojadix termina reflexionando sobre el doble papel contradicto-
rio y sus formas corruptas que juegan los gobiernos. Siente que no les
paga para que lo cuiden o protejan de los malos, sino que ellos son los
malos. Los obligan a obtener permisos y usan la ley para sancionarlos,
y aunque no lo dicen así, es lo que están dando a entender: Yo soy el
dueño de la ley, yo puedo tomar un moche para que tengas tu permiso
porque yo soy el dueño de la ley. En ningún momento está presente la pre-
ocupación por el beneficio de la gente.

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Ni de chiste los del gobierno van a llegar a decirte dame un moche para
protegerte de los malitos. Ellos son los malitos, no hay dos bandos, es uno
solo. Ellos son los malos y les pagas para que te protejan de ellos mismos,
para que no te chinguen. ¡Y si no pagas, te mato! Los escoltan para que veas
que son ellos mismos. ¿Cómo te vas a ir a quejar a la policía? Jajaja, la policía,
son ellos mismos. Igualito que en la película La ley de Herodes.
La entrevista concluye con una síntesis: que ya llevan 15 años con
el negocio y que ya saben cómo sobrevivir, los moches son parte de la
nómina. ¡Pero eso duele, eso es un robo! Es lo mismo que sientes cuando
pagas impuestos y ves los baches por todos lados. ¡Claro que da coraje! Ves
el precio de la gasolina y te da coraje. Estamos enojados.

“¿QUÉ GANO SIENDO HONESTO?”


Historia número 20

Daniel es un ingeniero químico –con estudios de posgrado en polí-


meros– que labora desde hace muchos años con un grupo de colegas
que venden ingenierías para diferentes empresas del país. Su perfil es
el de científico con alta capacitación técnica en su campo; sin embar-
go, nunca ha dejado, desde hace 30 años, de ser un empleado. Por este
motivo, decidió convertirse en pequeño empresario estableciendo
un negocio de venta de mercancías por Internet, especializándose en
artículos de belleza producidos en un país asiático. Pagó cursos para
prepararse para montar su propio negocio y, aquí empieza la historia,
Daniel optó por solicitar un préstamo bancario para cubrir los gastos
iniciales. Lo tomó como una inversión que valía la pena hacer y como
un riesgo que es propio de cualquier pequeño emprendedor.
El banco no titubeó en ofrecerle el préstamo debido a que Daniel
había sido cliente (tarjeta de débito y de crédito) con un buen historial

75
crediticio por décadas. La cantidad de dinero que le prestaron no era,
según relató Daniel, enorme, pero como el negocio resultó un fracaso
al punto que, al cabo de cinco meses, ya era imposible pagar las men-
sualidades concertadas con el banco. Así, Daniel pasó de ser un cliente
modelo a un cliente moroso. En menos de tres meses de aplazamiento
de pagos, el caso ya se había canalizado a un despacho de cobranza
que empezó a asediar a Daniel, vía telefónica. En todas las circunstan-
cias, la respuesta de Daniel fue: yo deseo pagarles, no lo niego, pero les
pido que lleguemos a un arreglo. Lo que Daniel deseaba era que el ban-
co le ofreciera un convenio de pago incluyendo una quita.
Los meses transcurren y el caso pasa de un despacho de cobranza
a otro, aumentando con ello la agresividad en la comunicación. Daniel
opta por cambiar de teléfono celular y de mantener la comunicación
con los cobradores vía correo electrónico. Este procedimiento tenía
la ventaja de que el intercambio quedaba por escrito. Así, él insistía
permanentemente que quería un acuerdo de pago redactado por el
banco, no por el despacho de cobranza. Su temor era que si aceptaba
su palabra, por ejemplo, cuando le decían que le hacían una quita de
30 por ciento, los cobradores tomarían el dinero y luego saldrían con la
sorpresa de que el adeudo continuaba sin resolverse. Y que además le
saldrían con la historia de intereses y recargos.
En ese contexto, un amigo cercano le recomienda a Daniel que en
lugar de estar tratando con los despachos de cobranza hable con un abo-
gado de confianza que lo contacte directamente con el banco, sin nece-
sidad de intermediarios. De nuevo, el propósito era llegar a un acuerdo de
pago redactado directamente por los funcionarios de cobranza del ban-
co. En este punto de la conversación, Daniel aceptó que en estos trámites
hay mucha desconfianza y que debe uno estar muy alerta para prevenir
engaños de intermediarios que se quedan con el dinero.

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El enredo crediticio ya llevaba un año cuando el abogado contra-
tado por Daniel inicia las negociaciones con el banco. En las primeras
semanas, todo parecía ir por buen camino y que la opción de solicitar
los servicios de un abogado había sido la acertada. Todo indicaba que
los funcionarios de cobranza estaban dispuestos a llegar a un arreglo.
Daniel creyó que se resolvería su situación en el mejor de los términos.
Las cosas no se desenvolvieron como lo esperaba. Al tercer mes
de actividades de intermediación del abogado, este le dijo a Daniel:
tuve que valerme de un colega amigo mío que conoce a los funcionarios
de cobranza del banco y así poder redactar un convenio de pago que in-
cluya una quita importante. Al principio esto le pareció una verdadera
solución hasta que el abogado le dijo: para agilizar las cosas con los
funcionarios del banco hay que ofrecerles 40 mil pesos, con esto ellos pro-
meten redactar el convenio, garantizan una quita de 50 por ciento y final
feliz, el adeudo queda liquidado.
Al final de la entrevista, Daniel se sentía empantanado. Si pagaba
los 40 mil pesos corría el riesgo de que el dinero se esfumara o quedara
en manos del abogado; o que los funcionarios del banco se robaran
esa cantidad y no cumplieran con lo prometido. Además, le parecía
verdaderamente inconcebible que empleados de cobranza del banco
usufructuaran a su favor con los clientes morosos. Además, se decía a sí
mismo, si les doy el dinero probablemente salgo de mi problema, si no
se los doy, vuelvo a empezar la historia desde el principio. He sido honesto
toda mi vida, pero ahora me digo ¿qué gano siendo honesto?
Como conclusión de la entrevista no encontramos una decisión,
sino que nos topamos con un acertijo: quizás Daniel va a ofrecer los 40
mil pesos, quizás no. Por lo pronto, Daniel se está cubriendo para evitar
consecuencias indeseables. Su auto lo puso a nombre de su hermano
mayor; la tarjeta de nómina que tiene en otro banco la canceló y abrió

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una cuenta a nombre de su esposa, pidiéndole a la empresa en la que
trabaja que los depósitos se los hagan a ella; y la única acción que tiene
en un club deportivo se la cedió a un primo. Ya el banco no tiene de
dónde cobrarse. Daniel, técnicamente se quedó sin nada. La casa en la
que viven es de renta.

“INTENTO FALLIDO”
Historia número 21

Manuel, originario de San Luis Potosí, se ha dedicado a vender en los


últimos cinco años comida típica del estado de Hidalgo en Monterrey.
Comenzó con un puesto en una colonia al norte de la ciudad, don-
de vive cerca de la casa de su madre y hermanas, quienes siempre le
han apoyado a cocinar y servir los alimentos. Después, para ampliar
su clientela, prefirió trasladarse al centro de Monterrey, y pasó de un
puesto callejero a una fondita.
La fondita era hogareña y brindaba todas las atenciones que podría
dar una familia que abre las puertas de su casa ofreciendo sus mejores
recetas en guisos, preparación de tortillas recién hechas y demás. La her-
mana de Manuel le ayudaba con la preparación de la comida, una prima
estaba al frente cobrando, su hijastra preparaba pan cuando se ocupaba
y trabajaba como mesera. Pero a él siempre le ha gustado estar presen-
te y hacerse cargo de todo, desde las compras hasta la preparación de
alimentos, justo porque considera que es ese toque especial suyo en los
alimentos lo que le ha resultado en el negocio de comida casera. Por
esta razón se enfrentó con los inspectores municipales y con los vende-
dores de los alimentos crudos. Lo describió con las siguientes palabras:
Cuando comencé con mi fondita en el centro de Monterrey en 2015,
ocupaba un permiso para vender alcohol y un amigo me recomendó ir

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con un inspector de municipio que él conocía, antes de que ellos llegaran
a mi fonda por su cuenta. Cuando logré que me visitara estaba nervioso
porque no sabía si me ayudaría igual que a mi amigo, y sí, me dijeron: todo
se puede arreglar, puede vender cerveza por 2,500 o fumar dentro del local
por 3,500 al mes. Eso es lo que pedimos en esta parte de las cantinas de
Colón, hasta el Mercado Juárez. Pero si quieres vender después de horario
tienes que pagar 10,000.
Me dio solo el permiso de la cheve, siempre y cuando pusiera la cer-
veza en una hielera de Coca-Cola y fumaran en el patio, yo movía poca,
pues lo principal era vender la comida y no tanto la cerveza, no era un bar.
Se me hacía muy fuerte que el pago fuera al mes, igualito que el crimen
organizado, yo hasta creo que los zetas se inspiraron en los inspectores en
eso de cobrar piso por todo.
Ahí en la fondita también iban a venderme carne barata. Un chavo
seguido iba a venderme pierna de puerco por 200 pesos. Pesaban como 12
o 13 kilos, normalmente esas piernas cuestan hasta 500 pesos. Él me las de-
jaba así de baratas porque trabajaba en una empacadora de carne y aga-
rraba algunas para él. Me dijo que a esto se dedicaban él y otros chavos: la
verdad le consigo lo que usted quiera jefe, somos varios que nos dedicamos
a esto, otros venden frijol, granos, piernas de puerco, jamón y queso.
Siempre le compraba las piernas de puerco, nunca le compré lo otro
porque podía conseguirlo más barato en otros lugares. Y sí me sentía mal
porque estaba contribuyendo a que robara, pero solo duró unos meses ha-
ciendo eso y luego desapareció. Visitaba muchos restoranes del centro en
su camioneta, varios ya lo ubicábamos, pero dejó de ir a todos, no sé si lo
habrán descubierto o algo así.
La recolección de basura también fue un problema para él, ya que
por ser negocio, los desperdicios se clasifican como basura comer-
cial-industrial y requiere de un permiso especial, al respecto nos dijo:

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Los inspectores te piden que saques un permiso especial como de
10,000 pesos para recoger basura comercial-industrial, son unas camio-
netas que pasan en el día recogiendo la basura de los bares, restaurantes
e imprentas de la zona centro. Yo lo que hacía era pagarle 100 pesos a
los camiones de basura que recogen la basura de los vecinos y sí se la
llevaban. Ya cuando iba el inspector a checar el permiso y a preguntar
que cómo me deshacía de los deshechos, le decía que no podía insistirme
si no encontraba basura, le decía que mirara a su alrededor que era bien
poca y no aplicaba para el permiso. Pude zafarme en varias ocasiones
con esto de los permisos, hasta que iban más seguido y cada vez podía
evadirlo menos.
La fondita duró dos años, después cerré por problemas que tuve con la
persona que me rentaba. La renta era cada vez más elevada, intenté poner
mi fondita en otro local del centro, compartiendo espacio con otro restau-
rante también de comida casera, yo vendía en las mañanas y él en la tarde,
pero fue difícil dividir y separar trabajos y mejor me regresé al norte de la
ciudad. Aquí ya tengo mis clientes y no pago renta, aunque sea un puesto
más pequeño y sin tantas comodidades.
Las complicaciones derivadas de los forzosos permisos y de los
precios de la renta en el centro impidieron que Manuel pudiera man-
tener el paso y su fondita duró poco en el centro de la ciudad. Se vio
forzado a regresar a su colonia al norte de Monterrey donde están me-
nos supervisados los negocios y la presencia de la corrupción cotidia-
na disminuye.
Pienso que, en Monterrey, cuando el gobierno prohíbe algo ya es co-
rrupción, porque lo prohíben para ellos cobrarte para hacerlo. Lo hacen
para sacar dinero, no para cuidar la ley, es una forma de corrupción. En
México las leyes están hechas para que se desarrolle la corrupción, no para
cumplir la ley.

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“VOY A HACER LO QUE SEA PARA PASAR LA MATERIA”
Historia número 22

Javier estudió la carrera de ingeniería en Sistemas en una universidad


privada de la zona metropolitana de Monterrey. Como su padre ha-
bía fallecido y su madre era una empleada de comercio con un salario
modesto, Javier sabía que no podría pagar las colegiaturas a menos
de que le concedieran una beca y combinara sus estudios con algún
empleo, aunque fuese de medio tiempo.
Sus metas se fueron cumpliendo, pero conforme avanzaba en los
semestres de su carrera, los gastos aumentaban y más presión sentía de
obtener un ingreso que le permitiera completar sus gastos, en especial
el alquiler de la casa en la que se hospedaba. Así fue que en quinto se-
mestre de la carrera consiguió una oportunidad laboral en una compa-
ñía de telefonía celular. Como asistente del ingeniero de logística, entra-
ba a trabajar a las siete de la mañana y terminaba su jornada a la una de
la tarde. Las complicaciones de horario empezaron a presentarse, la clase
de programación empezaba justamente a la una de la tarde y Javier, ha-
ciendo hasta lo imposible, llegaba a la una con veinte minutos.
Estas llegadas tarde no resultaron del agrado del profesor. Javier
le rogó que tuviese cierta flexibilidad con él ya que requería trabajar
porque su familia no podía ofrecerle el apoyo económico que requería.
Inclusive le ofreció al profesor realizar trabajos extra para compensar
los minutos que perdía por sus llegadas tarde a clase.
La postura del profesor no se modificó en absoluto a lo largo del
semestre. El profesor mantenía su amenaza de que Javier no iba a pa-
sar la materia. Por su parte, Javier se sentía muy presionado porque si
reprobaba la materia perdería la beca y, en esas circunstancias, nunca
podría terminar su carrera.

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Se acercaba la fecha del examen final y Javier abordó de nuevo
al profesor para decirle: estoy dispuesto a hacer lo que sea para pasar
la materia. Entonces el profesor le dijo que lo citaba a las siete de la
tarde en el estacionamiento de la universidad. Llegaron ambos pun-
tuales a la cita y el profesor condujo a Javier al lugar en donde se en-
contraba estacionado el auto del maestro. Era, lo recuerda muy bien
Javier, un Mustang negro. Ya frente al auto, el maestro le dijo a Javier:
“¿ves?, me robaron las cuatro copas de los rines, si me las consigues antes
de la fecha del examen final, te pongo un ochenta”. Desde luego que
Javier aceptó. Su mejor amigo se unió al reto. Primeramente, opta-
ron por robarse las copas. Para ello, estuvieron revisando todos los
autos Mustang que encontrasen en estacionamientos de los centros
comerciales más grandes de la ciudad. En tres días, habían logrado
conseguir dos copas porque, a falta de pericia, cuando identificaban
un auto con las características, se bajaban a quitarle una copa y luego
escapaban con el pavor de ser descubiertos.
La fecha del examen se aproximaba. Javier no tuvo otra solución
que ir a buscar las dos copas restantes en los negocios que se dedi-
can a la venta de partes automotrices. Tuvo la gran suerte de conse-
guir las dos copas faltantes, en magnífico estado.
Un día antes del examen, Javier y su amigo, sin decirle nada al
maestro, se dirigieron al estacionamiento, identificaron el Mustang y
le colocaron las cuatro copas, sin comunicarle nada. Al día siguiente,
Javier llegó quitado de la pena a la hora del examen final. Vio cómo
el maestro sonreía y le dijo: “estás exento, ya puedes irte a tu casa”. Ja-
vier no lo podía creer, obtuvo la calificación de ochenta y prosiguió
sus estudios hasta terminarlos. Hoy día, es un ingeniero en Sistemas
bastante exitoso.

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“UNA FORMA TÍPICA DE CORRUPCIÓN EN EL SECTOR PÚBLICO”
Historia número 23

Mariana dedicó 22 años de su vida profesional a trabajar en el área de


egresos de la Tesorería General del Estado de Nuevo León. Por razones
personales, dejó el sector público y ahora se dedica a administrar los
negocios de un tío materno que la valora mucho por su profesionalis-
mo y dedicación.
Cuando trabajaba en el gobierno del estado, ella tenía un trato cons-
tante con los proveedores y, en ocasiones, ella misma los atendía. Un día
se le apareció un conocido, un hombre de aproximadamente la misma
edad que ella, con una bolsa de papel llena de dinero y le dijo a Mariana:
“¿sabes cuál es mi trabajo?” No, no sé ni en qué dependencia estás laborando –
respondió Mariana–. “Soy la mano derecha del área de egresos en la Tesorería;
digamos, yo administro 10 por ciento de todo lo que se les debe a los provee-
dores”. Mariana nos explicó: a ese procedimiento, en ciertos momentos de la
administración pública, se le llama pago oportuno; es decir, el operador de
egresos –en este caso el conocido de Mariana– se comunica con los pro-
veedores a quienes el gobierno estatal les debe dinero por sus servicios y
les hace saber que si quieren un pago rápido deben aportar 10 por ciento.
Dicho esto, el conocido de Mariana le exigió que le entregara to-
das las chequeras de su oficina y de esa manera poder controlar, por
un cierto periodo de tiempo, a los proveedores. No tuvo otra opción
que hacerlo porque finalmente el sujeto operaba, extraoficialmente, el
área de egresos de la Tesorería del gobierno del estado.
Terminó el sexenio, el administrador-de-10-por-ciento dejó de tra-
bajar. Mariana lo ha saludado eventualmente y sabe que ya no hace
nada, que acumuló suficiente riqueza como para no volver a trabajar en
toda su vida.

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“TIENES QUE DARLE AL DE ARRIBA, ES EN SERIO”
Historia número 24

En 2015, María entró a trabajar al IMSS, en Cobranza, por invitación de


una amiga, en principio le resultó atractivo ya que en términos econó-
micos le ofrecían unos 10 mil pesos más de lo que ganaba en su trabajo
anterior, más pago de comisiones en efectivo; además ahí sería jefa de
oficina y tendría 12 personas a su cargo para que anduvieran en la calle
cobrando cuotas de seguridad social y Afores.
Mi jefa me dice, “para que hagas bien tu trabajo corre a los que tengas
que correr y con los que te quedes pídeles una cuota de 2 mil pesos por se-
mana, no te apures, ellos pueden sacarlos, tienes que cobrarles y ellos crear
la oportunidad para conseguirlo”. Pensé, eso significa que por semana quiere
24 mil, por quincena quiere 48 mil, casi los 100 mil pesos por mes nada más
de los inspectores. “Lo demás lo tienes que buscar, mandarlos a ver empresas
para que les aprieten y vean oportunidades, 75 por ciento de lo recaudado es
para el grupo de arriba y 25 por ciento lo repartes con tu gente”.
Le pidió que le diera unos días para conocer a la gente del equipo
y saber cómo hablarles, pero, sobre todo, para conocer cómo operan
esas áreas del Seguro Social. Entendió que lo que le pedía su jefa, –que
ocupaba el cargo de supervisora–, era un acto deshonesto ya que im-
plicaba el abuso de poder al tener luz verde para presionar y extorsio-
nar, para beneficio de ella y su grupo. María sabía que las autoridades
de más arriba no estaban enteradas.
Fue entonces que pescaron a su jefa y como no tenía palancas en
la Ciudad de México, sucedió lo típico que sucede en el sector público,
simplemente la enfriaron. Con estos hechos, María sintió que los riesgos
disminuían: yo sentí que me quitaban un peso de encima y que por lo me-
nos temporalmente, ya me había librado.

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A los pocos días llega el nuevo supervisor y en privado le dijo que
ahora las cosas seguían como antes, pero con una distribución diferen-
te de lo recaudado: 50 por ciento de la “ganancia” sería para María y su
gente y el restante 50 por ciento para los de arriba.
Acepté e hice una alianza con él para que me protegiera, le dejé claro
que los casos que salieran los vería con él y que si me preguntaban yo diría
que él me lo autorizó, yo sabía que si él no me apoyaba era como si me
tiraran a los leones.
Gente de su nuevo equipo de trabajo le platicó a María, que la per-
sona que estuvo antes en su lugar los presionaba mucho y les pedía
cantidades exorbitantes para sacar las cuotas. Su estilo era presionar,
presionar y presionar; los hostigaba, andaba detrás de ellos para hacer
los cobros, en fin, no los dejaban respirar. A mí eso no me parecen for-
mas. Yo a eso lo llamo extorsión y se los dije. Yo soy diferente y tengo otra
forma de trabajar. De hecho, nunca les pedí a los ejecutores la cuota, solo
a los de confianza.
Como jefa de oficina, María tenía la facultad de firmar los manda-
mientos de ejecución y/u orden de cobro. Al principio ella no entendía
el poder que eso significaba hasta que: aprendí que aquí y en las áreas
de auditoría es muy fácil hacer dinero si eres malicioso.
María también nos dio un ejemplo de cómo se recaudan las cuo-
tas del IMSS en el caso de las construcciones. Se revisa desde el cum-
plimiento de todos los requisitos del SATIC (Sistema de Afiliación de la
Industria de la Construcción), luego se analiza si realizó el pago de 15
por ciento del costo de la obra. Todo esto acumula, en ocasiones, mu-
cho dinero, dependiendo del tamaño y la dimensión de la obra y de la
cantidad de trabajadores que se deben dar de alta.
Venían conmigo los constructores y me decían que se tardaban hasta
un año para poder pagar ese fondo de 15 por ciento que querían sacar,

85
imagínate 5 millones de pesos detenidos por un año o seis meses; ojo, me
decían, ahí hay una oportunidad.
El pago es por bimestre, cuando se acercaba la fecha de vencimiento
de los pagos era muy común que vinieran con nosotros y nos pidieran cin-
co días más y por debajo del agua va una lana, yo podía hacer eso.
O con las empresas que, por querer hacer sus movidas a menores cos-
tos, por ejemplo, si tenían que pagar 1,500 pesos por empleado al IMSS lo
registraban con 500 pesos y se clavaban los 1,000, al ser auditados genera-
ban millones de pesos en cuotas no cobradas, ojo, otra gran oportunidad.
En el IMSS si no hay una oportunidad entonces la tienes que crear por-
que tienes que darle al de arriba, es en serio.

“EL CASO DEL INSPECTOR DE LA SOCIEDAD DE AUTORES”


Historia número 25

Obdulia se dedica a la actuación desde hace muchos años y ha visto


algunas transformaciones en el oficio en lo que va de su carrera. Algu-
nas para bien, otras para mal. En la década de los 90 en México el tema
de los derechos de autor apenas empezaba a llamar la atención. Los
autores eran plagiados y reproducidos sin ninguna retribución, princi-
palmente porque había poca supervisión legal sobre estos temas.
A diferencia de lo que sucedía en Estados Unidos o en España, en
México se montaban obras de teatro y nadie pagaba derechos de autor.
Estaba tan menospreciado el trabajo de autoría, que cuando alguien se
enteraba que montaste su obra de teatro o adaptaste un cuento para pre-
sentarlo, te mandaba una carta agradeciéndote, en lugar de cobrarte.
Fue hasta hace una década que la Federación de Sociedades Auto-
rales (FEDRA) y luego la Confederación Internacional de Sociedades de
Autores y Compositores (CISAC), montaron una estructura jurídica para

86
velar por los derechos de autor en diferentes ámbitos. Antes podías mon-
tar sin pudor y sin riesgo cualquier obra o hacer una adaptación libre si se
te pegaba la gana. Sobre todo, en el ambiente cultural, donde no hay (o no
había) mucho público y pues tampoco había mucho dinero. Pero eso fue
cambiando, lo malo es que los cambios fueron sin avisar a la comunidad.
Obdulia relata que ya en la época donde se sabía que los derechos
de autor podían ser solicitados, participó en la producción y actuación
de una obra de teatro de un autor español. Para blindarse un poco, a
manera de protección hicieron una adaptación libre del texto original.
Eso te permite explicar que, aunque estás basándote en el texto que men-
cionas, en realidad estás haciendo una adaptación regional, con nombres,
situaciones y lenguaje que se adapta a México.
Para sorpresa de la producción y del director, después de presen-
tarse viernes y sábado en una sala de teatro, el domingo, justo una
hora antes de que iniciara la función, se presentó una persona y soli-
citó hablar con el director de la puesta en escena. El director no había
llegado aún al teatro, y yo era la actriz principal y parte de la producción,
de manera que lo pasaron para que hablara conmigo.
El misterioso individuo se presentó como inspector de la Federa-
ción de Sociedades Autorales y solicitó que se mostrara la documen-
tación de los derechos firmados y autorizados por el autor español.
Se dijo inspector, pero no traía ninguna identificación que lo acreditara.
Cuando le dije eso, sacó de su portafolio unas hojas grapadas, tal vez era
la ley de derechos de autor o no, ¡¿quién sabe?!, y tenía subrayados en las
partes donde se habla de los derechos y las obligaciones; todo según él,
porque no me dejaba leerlo.
El “inspector” recitó una serie de conceptos y obligaciones que de-
berían cumplirse para que la obra estuviera en regla, de lo contrario la
función tenía que suspenderse. La gente ya estaba entrando a la sala

87
para tomar su butaca y este seudoinspector estaba hablando de suspen-
der y cerrar la función.
Afortunadamente para la producción, en este proceso llegó el di-
rector de la obra y al enterarse de lo que sucedía se sentó a dialogar
con el “inspector” que prácticamente ya estaba suspendiendo la fun-
ción. Al llegar, el director lo primero que le explicó es que la obra era
de entrada libre y que nadie estaba cobrando por la función y que con
eso se evitaba el pago de los derechos de autor. El “inspector” dudó un
momento y revisó sus hojas y sacó otras más de su portafolio y luego
insistió en que se debió hacer una notificación en todo caso y explicar
la forma en que se sustenta el trabajo de la producción, porque de
cualquier forma se le debe notificar al autor. Y etcétera y etcétera, insistió
en que no se habían cumplido las formas y que la obra no podía presen-
tarse de esa manera.
Cuando de alguna forma el director y la producción estaban resig-
nados y dispuestos a suspender la función, el señor cerró su portafolio
y buscó hablar con el director tras bambalinas. Estábamos deliberando
cómo suspender la obra, si decíamos la verdad o decíamos que eran cau-
sas de fuerza mayor. Entonces se acercó el “inspector” y dijo sin mucho pu-
dor que él entendía que, al no cobrarse la entrada de las funciones, el asun-
to de las notificaciones era algo menor, cosa de papeleo y que con gusto él
podría pasarlo por alto, y que si le ayudábamos con los gastos de su taxi y
la vuelta, hasta podría encargarse de pasar a las oficinas la papelería, para
que no volviéramos a tener ese problema. Entonces el inspector acordó
que con 500 pesos se podría completar el trámite de la papelería que
no se había realizado y que por su parte no había problema para que
se diera la función.
Obdulia, semanas después, platicó esta anécdota en una reunión
de amigos que conocen el mundo del teatro. Así se enteró que en

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realidad aún estaba en proyecto que la Sociedad de Autores contara
con inspectores que recorrieran las producciones en busca de que se
cumpliera la ley. Y que esos inspectores estarían solamente vigilando
grandes producciones de teatro y de televisión, difícilmente iban a
aparecerse en un foro independiente y menos en domingo.

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INTERCAMBIO DE FAVORES

“TRES RAZONES PARA DEJAR EL PERIODISMO”


Historia número 26

P eriodista por su primera profesión y abogado por la segunda, Gusta-


vo nos relató sus razones para cambiar de carrera. Aquí presentamos
tres historias de su vida profesional mediante las cuales nos revela la for-
ma como la corrupción invade la actividad periodística y el modo como
los medios de comunicación, el poder político y el crimen organizado se
encuentran coludidos. La primera historia deja entrever una forma de co-
rrupción que conocemos como intercambio de favores, mientras que la
segunda y la tercera historias permiten suponer que las organizaciones
criminales sobornan a los medios de comunicación para que guarden si-
lencio. En ninguno de los casos se cuenta con un dato seguro porque fi-
nalmente Gustavo tenía un conocimiento limitado de los arreglos que hay
entre medios de comunicación, autoridades y organizaciones criminales.
Con la primera historia Gustavo nos contó cómo durante la inau-
guración de un espacio público al aire libre, tuvo la oportunidad de
acercarse a un grupo de líderes políticos y religiosos. Estando cerca de
ellos, grabó una conversación privada en donde pactaban sobre un
tema político relevante para el estado de Nuevo León.
Estaba muy emocionado porque había logrado una gran cober-
tura de información importante, pero solo publicaron su nota como
una pequeña columna de opinión. Al otro día, mi editora me llevó con el
subdirector del periódico y él me dijo que lo que escribí no había sucedido.

90
Cuando le contesté que sí, que lo tenía grabado, me dijo que no lo había
entendido bien y me repitió “¡eso no sucedió!”. Me dijo que firmara una fe de
erratas y entregara los audios originales, me dio hasta las cinco de la tarde
de ese día para hacerlo.
Era mi época romántica de creer en el periodismo. No firmé lo que me
pidieron ni les di los audios, pero todo ese día sentí agresión psicológica,
me decían: te vas a quedar sin trabajo, aquí no es como en la universidad.
Al final, me dijeron que no me podían correr pero que no me iban a renovar
el contrato a los dos meses que se venciera.
Gustavo se quedó sin trabajo a los dos meses y tuvo serias difi-
cultades para encontrar otro. Un amigo me quiso dar chamba, pero al
final me dijo que tenía órdenes de arriba de no contratarme. Estuvo des-
empleado casi dos años. Lo que le sucedió a Gustavo es que grabó
una conversación en donde había indicios de intercambios de favores
entre las autoridades políticas y las religiosas. Y podemos suponer que
ese intercambio también incluía al medio de comunicación impreso.
La segunda historia tiene que ver con una investigación periodís-
tica realizada por Gustavo en la cual se mostraba la forma en que un
miembro del equipo de un político reconocido estaba implicándose
con el narcotráfico.
Investigándolo me enteré que tenía un puesto en la policía y que esta-
ba coludido con un cártel, un informante clave me contó que controlaba
toda la venta de drogas de la zona. Comencé a sacar algunas notas para
un periódico donde trabajaba como editor, pero según yo eran muy leves.
Ahí donde trabajaba solo estaba por encima de mí el dueño del periódi-
co. Al principio el dueño me decía que estaba bien que publicara algunas
cosas, pero poco a poco me empezó a decir que lo dejara, que ya había
escrito suficiente. Al tiempo, Gustavo recibió varias amenazas para que
dejara de publicar su investigación:

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La primera vez que me espantaron, estaba atorado en el tráfico y pa-
saron dos chavos en sus motos. Cuando los vi de lejos pensé que me iban
a matar, porque en ese entonces así se hacía eso, pasaban en moto y bala-
ceaban carros, pero solo golpearon las ventanas de mi carro y me dijeron
que esa era la primera advertencia.
Después de ese encuentro, Gustavo publicó un avance más de la
investigación que, conforme escarbaba, destapaba un sinfín de histo-
rias de narcotráfico involucrado con la policía, y todo esto a su vez en
colusión con un alto político.
La segunda amenaza fue cuando un día saliendo del periódico, ya
casi de madrugada, una camioneta pasó y me levantaron entre varios. Me
volvieron a amenazar para que dejara de escribir, me golpearon y apunta-
ron con armas. Al final me fueron a tirar bien lejos del trabajo, me quitaron
todo, hasta los zapatos, y así me regresé caminando descalzo hasta el pe-
riódico.
Lo raro es que el dueño del periódico al otro día me preguntó: “¿Ahora
qué te hicieron?” Como que ya sabía que me iban a levantar. Me dijo que
tenía de dos: o dejar de escribir o firmar mi renuncia. Como no acepté, me
bajaron de puesto a reportero, pero con el mismo sueldo que tenía como
editor y contrataron a un nuevo editor. Fue mucha la presión para mí y al
final terminé firmando mi renuncia por 4 mil pesos de liquidación.
Si el dueño del periódico, jefe de Gustavo, parecía enterado, pode-
mos suponer que recibía sobornos, pero no estamos seguros de esto,
ni Gustavo lo podía afirmar. Quizás simplemente estaba amenazado
por la delincuencia organizada.
Pero la última historia sí parece estar dentro de la lógica de los
sobornos. Una agencia de noticias privada que tenía convenio con
el periódico donde trabajaba Gustavo, les informó del descubrimien-
to de una fosa que se encontraba dentro de una casa particular. Esta

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agencia es como muchas otras, que buscan vender noticias y fotogra-
fías exclusivas a periódicos. Lo más probable es que tenga contactos
con agentes de seguridad u otras personas para que les informen de
casos como este.
Al llegar al lugar, Gustavo entró arrastrándose por el suelo para no
ser visto y tomó fotos de la fosa (que ya no tenía cuerpos). También
tomó fotografías y videos de los miembros del ejército que custodia-
ban el lugar, policías y un grupo de personas vestidas de civiles fuerte-
mente armadas. Todo parecía mostrar que los oficiales estaban siendo
sobornados para que nada saliera a la luz pública.
Estaba ahí, pecho a tierra, tomando fotos, no había ningún medio
más que yo. Las personas que venían de civil eran las que daban todas
las órdenes. Yo supongo que eran de un cártel. Mientras tomaba fotos y
grababa la escena, fue descubierto y perseguido hasta su carro: Me
agarraron en mi coche y me sacaron, me amarraron y me empezaron a
preguntar cosas, que de dónde era, que si había grabado algo. Yo tuve
tiempo de sacar mi memoria, así que solo vieron las fotos guardadas di-
rectamente en la cámara. Les pregunté qué me iban a hacer y me dijeron
“estamos esperando órdenes de qué hacer contigo, al cabo aquí ya está
la fosa”. Me tuvieron así un rato, me pegaron y rompieron el lente de mi
cámara. Al final me dejaron ir y publiqué lo que tenía, pero mi vida como
periodista terminó ahí.
Después de este incidente Gustavo decidió dejar el periodismo y
estudiar la carrera de Derecho: dejé de ser reportero porque me pasaron
muchos problemas similares, me decepcioné de la profesión por la insegu-
ridad, la corrupción y porque es una de las profesiones peor pagadas. Lo
máximo que gané fueron 12 mil pesos por jornadas de siete de la mañana
hasta la madrugada del día siguiente que cierran los periódicos.

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“VENDIENDO RECETAS”
Historia número 27

Sara es una mujer de 52 años que suele comprar recetas médicas para
adquirir Tafil; su profesión es administradora de empresas, aunque en
los últimos 25 años se ha dedicado de tiempo completo al hogar, pero
por distintas circunstancias a lo largo de su vida se ha visto relacionada
con hospitales, personal médico y empleados de farmacéuticas. Estos
vínculos se fueron fraguando porque por un periodo tuvo que cum-
plir la función de madre/enfermera, en otro momento atendió a su
padre quien posteriormente falleció de cáncer y, de manera general,
ha acompañado a familiares que se internan en hospitales, ya sea por
accidentes o enfermedades. Todas estas experiencias han acarreado
que Sara sufra ansiedad y hasta pavor a la muerte.
Hace alrededor de 14 años Sara comenzó a presentar taquicardias,
sudoraciones y sensaciones de desmayo, síntomas que la alarmaron
y la hicieron visitar a diferentes especialistas de la salud temiendo lo
peor, un infarto fulminante, fallos al corazón o embolias, aunque más
bien se trataba de síntomas de ansiedad; le tomó algunos años com-
prender lo que le sucedía y aprendió a controlarlo. Las crisis de ansie-
dad o ataques de pánico ahora se presentan solo de vez en cuando,
sobre todo al atravesar situaciones de estrés. De unos años para acá,
Sara sabe que la solución está en colocarse un cuartito de Tafil (alpra-
zolam) bajo la lengua y listo.
El asunto en cuestión y que hace de esta historia una de corrup-
ción y no de ansiedad, es que dicho medicamento es controlado y
pertenece al Grupo II de fármacos en la Ley General de Salud en Mé-
xico, es decir que su venta requiere obligatoriamente receta médica,
misma que es retenida en las farmacias. Esta circunstancia promueve

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una forma de corrupción sutil que es la venta de estas recetas –que
puede parecer a los ojos de algunos como un acto misericordioso del
médico tratante–. Tal es el caso del doctor Caruso, médico que ofrece
sus servicios en una clínica de la zona metropolitana de Monterrey que
está subsidiada vía donaciones con el propósito de ofrecer servicios
médicos a bajo costo para gente de escasos recursos. Sara conoció al
doctor Caruso justamente en dicha clínica. Aunque Sara pertenece a
un nivel socioeconómico medio, suele acudir a ella frecuentemente
para reducir los costos de sus constantes visitas al médico.
La primera vez que un médico le recetó el Tafil, fue una internista
que le cobró cuatrocientos pesos por la consulta. A Sara no le pareció
aceptable estar pagando esa cantidad, por lo que decidió ya no volver
a consultarla. Así fue como decidió acudir con el doctor Caruso: además
ya sé que es lo que tengo, no voy a pagar eso para que me digan lo de siem-
pre y para que me dé otra receta cuando ya se me acabe el medicamento, el
doctor cobra 30 pesos la consulta y me pide 50 pesos por la receta. Cuando
le preguntamos cómo llegaron a este acuerdo, nos dijo que todo co-
menzó después de tres visitas a la clínica, la primera vez yo le platiqué lo
que me había dado la otra doctora y estuvo de acuerdo en seguir con ese
tratamiento, me lo recetó, luego volví porque se me acabó, ya para la tercera
me dijo que tenía que empezar a cobrarme por la receta, que para pagar
los gastos de impresión, de imprimir el cuaderno pues, le dije que no había
problema y que entendía la situación, desde ahí ya sé que cuando voy, pago
la consulta en cajas, pero lo de la receta se lo doy a él en el consultorio.
Para Sara, el beneficio se encuentra en desembolsar 80 pesos
como máximo al acudir al médico y conseguir el medicamento que
consume. Todo funciona bajo un acuerdo legítimo. Cuando le pregun-
tamos a Sara su opinión respecto al cobro por receta, ella justificó al
médico: pues yo no sé, claro que no es por el costo de la impresión de

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las recetas, ni que las imprimiera en hoja de oro, pero pues es su forma
de decirlo, fue el pretexto, pero está bien, digo, no lo veo tan mal, pues es
doctor, trabaja en una clínica donde no creo que le paguen muy bien, a
mí no me cuesta darle ese dinero, es un buen intercambio.
Para finalizar, le pedimos que nos dijera si se ha visto involucrada
en situaciones similares en el pasado, a lo que nos contó que tenía el
mismo trato con una neuróloga a quien consultó en algunas ocasio-
nes, pero con quien decidió no volver. Me parecía muy cara la consulta,
además, yo lo que quería era el medicamento, no la consulta; hablé con
ella, le dije que no tenía dinero para consultar pero que necesitaba el me-
dicamento, después de insistirle, me dijo que me dejaría la receta en recep-
ción y que dejara 100 pesos; solo lo hicimos pocas veces, aunque todavía
tengo su contacto ahí.

“EL DINERO O LA VERDAD”


Historia número 28

Los medios impresos hace años que dejaron de vivir de la venta de


noticias publicadas en papel; hoy día, con eso apenas se paga la distri-
bución. El ingreso importante para un periódico es la venta de publi-
cidad, las páginas completas, las medias y los tercios de plana. Y como
en toda empresa, para que haya certidumbre se busca cerrar contratos
de publicidad por un año o dos. Esos contratos, de manera implícita,
influyen en la línea editorial.
En un periódico la nota pasa por el visto bueno del editor, los em-
pleados no firman las notas. Sin embargo, todos los que trabajan en
la empresa saben que no deben comprometer o contradecir los in-
tereses de la empresa. Esta es la historia de Roberto, un periodista y
reportero que nos relató su experiencia.

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Roberto señala que en el periodismo escrito es muy común que,
en una rueda de prensa, por ejemplo, en estos días de elecciones, los
candidatos quieran darse a conocer y se acerque el jefe de prensa de
alguno de los candidatos al reportero para decirle que están muy in-
teresados en que su nota salga en el periódico de manera destacada.
Como respuesta, el reportero le dice que eso no depende de él; pero
que con mucho gusto lo pondrá a consideración de su editor.
Lo más común es que el jefe de prensa del candidato te ofrezca un
dato, te invite a comer, te dé algo que sabe que te gusta como unos boletos
para un concierto, pero lo que más se acostumbra y me ha tocado son los
vales de gasolina. Para uno nunca es despreciable 1,000 o 2,000 pesos en
vales de gasolina por escribir una nota. Lo único que tiene que hacer es
perseguir que la nota salga lo más destacada posible o la redacta uno de
tal forma que puedas hacer que sea destacada. Después vas y hablas con
el editor o incluso vas y le llevas la mitad de los vales al editor para que él lo
considere, le dices: aquí te manda fulano. Escalar estos beneficios es algo
relativamente normal.
Roberto hace una diferencia entre las noticias y los “chismes” inser-
tados en las columnas. Él conoce a algunos reporteros sin escrúpulos
que tienen injerencia directa con los editores y cobran entre 5 y 10 mil
pesos por el comentario insertado de tres renglones en una columna
como de rumores políticos: en época electoral se paga de 10 a 15 mil pe-
sos en efectivo y no se publica hasta que hayan pagado. Los pagan porque
son columnas muy leídas, están dirigidas o le están pegando a algo espe-
cífico, es grilla pues. Me tocó ver a un reportero que mandó su nota a las
9 p.m. tirándole muy duro a un candidato; una hora después, pide que no
salga la nota y en su lugar manda una segunda con tintes halagadores. Se
entiende que retiró la nota una vez que el pago había llegado. Estas cosas
en el medio son muy notorias y sabes quién es quién. Me ha tocado que a

97
veces el político lo que quiere es una o dos notas positivas para pegarlas en
el refrigerador de su casa para que sus hijos vean que no es tan corrupto, ni
tan ojete como muchos dicen.
Recientemente, Roberto estuvo investigando y siguiendo el caso de
una planta industrial que, según un grupo de vecinos, arrojaba contami-
nantes tóxicos que afectaban la salud de sus familias. En el periódico ya
se sabía que estaba haciendo una investigación sobre un tema incómo-
do, medio oculto e incluso que tal vez se descubrieran otras cosas. Como
es de esperarse en este tipo de casos, el reportero batalla mucho para
que lo reciba el director de una empresa sospechosa de contaminar.
Pero también puede suceder lo contrario, es decir, que el funcionario
reciba al reportero sin que este le haya pedido una cita. El director de la em-
presa lo recibe, es condescendiente, le habla de manera muy suave, le dice
que no tiene mucho tiempo. Con respecto a los rumores sobre la supuesta
contaminación ambiental le dice que son mentiras, pero que de todos mo-
dos ya se están tomando las medidas necesarias para aclararlo. Y antes
de que el reportero se retire, le dice: oye yo conozco muy bien al dueño de
tu periódico, juega golf con mi suegro, a lo mejor sería bueno que antes de
que se publique tu nota él sepa de esto porque a veces no se enteran.
En este caso resultó que el director de la empresa entrevistado no
conocía al dueño del periódico, sino que conocía a un empresario que le
compraba mucha publicidad al periódico. Resultó también que el que ju-
gaba golf no era el suegro del empresario, sino el director de publicidad de
la empresa informativa.
De inmediato lo supe porque regresando de la entrevista, el director
de publicidad llegó a la redacción buscándome directamente a mí y de
manera autoritaria me dice que la nota sobre el chisme ambiental no debe
salir por la sencilla razón de que se trata de un cliente muy importante.
Me dijo: no necesitas decírselo a nadie más, no tengo por qué darte expli-

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caciones y deberías de enterrar inmediatamente el asunto. Yo le dije: oiga
pues a mí me lo encargaron, yo no soy quién para esto, tiene que hablarlo
primero con el editor. Y entonces me contestó: te lo estoy diciendo primero
a ti, sabes perfectamente que para mí va a ser muy fácil que tú mañana ya
no trabajes aquí.
Después de las amenazas recibidas, Roberto y su editor consultan
con el jefe de información quien les dijo: ¡ay caray, esta no me la espe-
raba! Buscaron entonces al director editorial, pero estaba en junta y le
dijeron que preparara el reportaje para que saliera al día siguiente, a
menos que recibiera una señal de lo contrario. Y así le hicieron. Como
dos horas y media después, el director de publicidad pasa por el área de fo-
tomecánica, pide que le entreguen las impresiones láser de papel donde va
el reportaje a doble página y viene directo conmigo a echármelo en cara.
“¿Qué te dije cabrón?, ¿qué es esto?, ¿a quién le estoy hablando, a la pared
o qué?” Yo nomás le contesté: a ver, el lugar de las reclamaciones está más
para allá, no me corresponde a mí tomar la decisión, yo aquí soy un peón
de una idea y una estructura que decidimos ejecutar.
El director de publicidad seguramente le habló al dueño porque con-
fiscó las placas de impresión y se las llevó a su oficina. Cuando finalmente
llegó el director editorial que telefónicamente ya estaba enterado, llamó a
junta a todos los involucrados en este asunto (reportero, fotógrafo, editor,
jefe de información y un par de directivos más que venían al caso) para
decirles que el reportaje tenía que salir y que por qué plegarse a la voluntad
de don dinero. Pero más tarde llegó el dueño, se encerró con el director de
publicidad y director de información y al salir nos dijeron que el reportaje
no se publicaba. Semanas después nos enteramos que el cliente renovó
contrato en la compra de publicidad.
Roberto concluye con una reflexión: la verdad tiene sesgos o ma-
tices que pasan por el dinero y eso sucede constantemente. Lo que está

99
corrupto ahí es el proceso de la publicación de la verdad, porque con ama-
gues de influencia, de atraer dinero, se deforma, se atenúa, se encrudece la
verdad. El problema no es que el cliente compre publicidad, el problema es
que el medio ponga en riesgo su prestigio y el de los reporteros.

100
MANIPULACIÓN DE VENTAS

“LA MEDIADORA”
Historia número 29

M ientras Susana cursaba sus estudios profesionales en comunica-


ción y periodismo en una universidad de la zona metropolita-
na de Monterrey, conoció a una investigadora que impartía una clase
introductoria de Ciencias Sociales. Desde el inicio, la materia le generó
mucho interés porque pensó que, al incluir las perspectivas antropológi-
ca y sociológica en su producción documental, podría ser ella el vínculo
entre las personas a quienes quería retratar y los espectadores a quienes
quería impactar con experiencias de vida distintas a las de ellos.
Trabajó temporalmente en algunas casas productoras de docu-
mentales para enriquecer su formación profesional, pero finalmente
decidió tener su primer empleo formal en una agencia de publicidad
que ofrece servicios audiovisuales y logísticos, como videos promocio-
nales, manejo de cuentas de redes sociales, diseño de artículos pro-
mocionales y organización de eventos públicos a varias dependencias
de gobierno y a empresas privadas. En esa agencia, Susana se encargó
de liderar una serie de proyectos de impacto social para el director de
una institución estatal y pensó, inicialmente, que en ese trabajo iba a
diseñar proyectos de incidencia social real y a aprender cómo mezclar
la antropología y la comunicación.
La neta es que llegué y todo bien chingón, me pidieron que diseñara
unas cosas que a mí me gustan para trabajar con niños y chavos. Tenía liber-

101
tad de hacer todo lo que se me diera la gana, trabajé semanas y salió algo
bien mamalón, pero cuando se lo presentamos al cliente me dijo que no era
lo que quería. Me enojé muchísimo porque lo había hecho muy bien, investi-
gué, yo me encargué de pensar, de diseñar, de hacer casi un libro, pero cuan-
do hablé con mis jefes, uno me dijo “¡nombre! Nomás deja algo chiquito de
lo que tienes y ya, a la institución no le interesa todo lo que hiciste, no
importa mucho esto”.
A Susana le desconcertó la situación porque el director de la insti-
tución estatal le dijo que podía incluir cualquier tipo de contenido en los
proyectos, pero cuando presentó la propuesta a los encargados de apro-
barlos en la institución, estos le dijeron que solamente podía hablar de
valores, educación cívica y psicología: si el director es el mero mero de la ins-
titución, ¿por qué no me dijo que los temas que quería meter ni de chiste iban
a aceptarse? Luego me di cuenta que al güey ni le interesaba lo que estaba
haciendo, nomás comenzó a pedir que le hiciéramos proyectos, pero no sabía
por qué. Yo no sabía nada, a mí nomás me dijeron: ponte a hacer estos eventos.
Además de no entender con claridad lo que el director estaba pi-
diendo y para qué quería los eventos, Susana se percató que en la agen-
cia le entregaban su sueldo en un sobre con billetes de 500 pesos duran-
te los primeros meses de trabajo y que, en ocasiones, llegaban algunos
de sus jefes con cajas de zapatos llenas de efectivo para realizar distintos
pagos: Estaba cabrón porque a mí me daban todo [el sueldo] en efectivo,
luego me di cuenta que la empresa no existía… Yo la neta es que no tenía
manera de comprobar nómina, no estaba dada de alta en Hacienda y un
día que iba a viajar, pues me pedían un comprobante de nómina, pero como
no podía entregar nada, mi jefe me entregó una carta responsiva y ya con
eso la hice, pero no había manera.
Durante la planeación de los proyectos, una parte del equipo de la
institución le exigía que el diseño de cada producto debía tener una ro-

102
busta investigación, necesitaba describir con mucho detalle el desarrollo
del proyecto y pensar muy bien los objetivos y alcances; sin embargo, a
pesar de que sus jefes le pedían que cumpliera con todo lo anterior, tam-
bién le señalaban que no le hiciera caso a esa parte del equipo. Una vez
mi jefe llegó conmigo y me dijo: “necesito que me hagas dos cotizaciones de
este proyecto, una hazla bien y a la otra ponle el precio final de 100 mil pesos”;
y la neta no entendí por qué me pidió eso. La cotización real era como de 30
mil pesos, incluía recursos, sillas, lonas, mesas, etc., y uno inflado, maquillado,
en donde se ponía puro prestanombres para sacar los 100 mil pesos de factu-
ra. Casi todo eso se les pagaba a supuestos líderes de opinión.
Después de varias semanas de trabajar de esa manera, Susana te-
nía en su escritorio dos pilas de papeles, en su lado izquierdo tenía la
lista de cotizaciones con valores reales para los proyectos y, a su lado
derecho, tenía las cotizaciones de los mismos proyectos, pero con va-
lores maquillados. Le presentaba a sus jefes en la agencia y al director
de la institución ambas cotizaciones para que las firmaran y ella, o al-
guien más, iba al departamento jurídico de la institución para mostrar
la cotización real para que aprobaran la compra del servicio. Una vez
aprobada, Susana llevaba la cotización maquillada al departamento
de finanzas para recibir el pago inflado. Como esos departamentos no
estaban comunicados, entre ellos no se informaban el valor de las co-
tizaciones que aprobaban: Yo me iba con jurídico y ahí me aceptaban la
cotización bien, luego me iba al otro departamento y sacaba la maqui-
llada. No sé cómo le hacían [sus jefes] para tener las mismas firmas [de
aprobación] en ambas cotizaciones, no sé si falsificaron las firmas o si te-
nían comprada a la de jurídico para que les firmara también esa.
Susana intentó renunciar en varias ocasiones al ver todos los proce-
dimientos cochinos que estaba haciendo la agencia en esos proyectos,
hasta que un día se enteró de otros detalles sobre lo que ocurría en reali-

103
dad. Estando borrachos le pregunté a alguien que qué pedo era todo eso y me
soltaron la sopa. Me dijeron: “lo que realmente estás haciendo, estás inven-
tando un proyecto para hacer pendejos y chingarse a la institución. Los que sí
saben de todo este desmadre se chingan a los que no saben: se chingan a la
institución a la que pertenecen”. Es como si una chava empleada se roba una
blusa de una tienda en la que trabaja, sabe que es un monstruo de empresa,
se está robando dinero de su propia institución para fines personales.
A partir de ese momento, se dio cuenta de que el director de la ins-
titución estaba pagando mucho más dinero por proyectos sociales con
dinero del gobierno del estado; él se quedaba con la mayor parte del
pago maquillado, mientras que la otra parte se repartía entre personas
de la institución y los jefes de Susana en la agencia. De igual manera, se
percató que estaba jugando el papel de mediadora entre distintas per-
sonas. Llegó un punto en el que estaba en medio: en medio [de la agencia]
entre los que hacían las cosas bien y me pedían un trabajo muy bien hecho
que me tomaba semanas, y estaba también con las personas que no les
interesaba eso y recibían el dinero… estaba en medio del departamento
jurídico de la institución –el que me recibía la cotización real– y el departa-
mento que soltaba el dinero, al que le daba la maquillada, estaba entre la
agencia y la institución. Ella sintió que estaba más allá que acá cuando
se percató de la situación y, como le había tomado mucho esfuerzo y
energía su trabajo, decidió continuar haciéndolo.
Una vez que Susana supo el propósito real de su jefe al contratarla
para trabajar en la agencia y se percató de que varios empleados de
la institución conocían lo que ella estaba haciendo, se enfrentó a una
serie de pruebas cotidianas para estar al tiro todos los días con la infor-
mación que manejaba. Se dio cuenta de que había dos grupos, el de
los buenos y el de los malos en la agencia y en la institución: los malos
de la agencia eran los que maquillaban y cobraban las cotizaciones, y

104
los malos de la institución falsificaban firmas, obtenían moches para
aprobar los trámites de compra o para guardar silencio; por otro lado,
los buenos eran las personas que no sabían nada de lo que estaba
ocurriendo realmente, los de la agencia diseñaban los proyectos con
mucho entusiasmo y revisaban las cotizaciones reales, mientras que
los de la institución aceptaban las cotizaciones sin saber que estaban
recibiendo precios inflados.
Susana recordó una ocasión en la que los malos le dieron la coti-
zación maquillada por error a los buenos. Los buenos se dieron cuenta
de que estaba mal y se armó un pedo y se vinieron contra mí. Me fui con
mis jefes y les dije que la habían cagado, que a ver cómo le hacían para cal-
mar a los otros, mi jale es hacer productos no ser la mediadora… En varias
ocasiones [los jefes] me preguntaban “¿Cuánto vale la factura realmente?
¿Cuánto vale la otra?”, lo hacían para que yo me acordara de los precios
reales y los inflados: me ponían a prueba. Estando en algunas reuniones
se encontraba que una mujer que desempeñaba un cargo alto en la
institución le preguntaba constantemente a Susana: “Y si te pregunto
de verdad cuánto valen, ¿te los sabes? Porque debes de conocer todo muy
bien para que cuando te pregunten sepas qué precio responder. No la va-
yas a regar”. En pocas ocasiones se encontraron en una misma junta de
trabajo los buenos y los malos de la agencia y de la institución, y cuando
una autoridad importante de la institución, que no sabía lo que sucedía
realmente en los proyectos, opinaba y aportaba ideas sobre el diseño de
los productos, toda la bola de buitres se emocionaba y me decía que escri-
biera todos sus comentarios, le sonreían y le decían que qué buenas ideas.
Para Susana era muy extenuante trabajar de esa manera porque
todos veían por sus propios intereses y buscaban la manera de benefi-
ciarse económicamente o con más poder al participar en proyectos: Es
pura corrupción normalizada y no me di cuenta hasta dónde había llegado.

105
AMIGUISMO

“PACTO EN SECRETO”
Historia número 30

P amela es una prometedora comunicadora social de Monterrey


que, a pesar de tener menos de 30 años, es reconocida en el am-
biente de la comunicación social y el activismo por su compromiso
con la defensa de los derechos humanos, y por su profesionalismo
cuando realizó múltiples proyectos editoriales y audiovisuales en el es-
tado de Nuevo León. Ha recorrido las calles de la ciudad de Monterrey
con el objetivo de retratar las voces de las víctimas del crimen organi-
zado durante años, trabajando para medios independientes y oficiales
de país, pero hace un año decidió cambiar de trabajo para descansar
de la difícil jornada laboral de 12 horas que tenía en su anterior empleo
como comunicadora de calle y también para ahorrar dinero para al-
canzar otras metas profesionales fuera de Nuevo León. Encontró una
vacante como comunicadora institucional en un centro público de
investigación médica muy importante en el noreste de México y, aun
cuando había escuchado varios rumores sobre la manera en la que se
relacionan los jefes con los empleados, decidió concursar para el pues-
to. Yo sabía que había un riesgo de que, de cajón, había casos de abuso de
poder, pero pues me la jugué porque ocupaba trabajar.
Así, formó parte de un pequeño equipo de médicos encargado
de planear estrategias para que estudiantes y jóvenes investigadores
se interesaran más en la investigación médica, a través de campañas

106
informativas y de difusión de la actividad científica dirigida a estudian-
tes universitarios, profesores, médicos e investigadores del sector de
Ciencias de la Salud. Su equipo de trabajo estaba conformado por me-
nos de diez personas, incluidos médicos, secretarias, varios empleados
que tenían más de tres años trabajando en ese lugar, empleados recién
contratados y practicantes.
Pamela llegó con la promesa de que su trabajo iba a tener como
propósito la divulgación de la producción científica del centro de in-
vestigaciones, pero: en realidad era para las relaciones públicas del direc-
tor. Yo no sé cuál es el problema, legalmente, de lo que he visto, pero me
causa ruido. El pedo es que utiliza recursos del centro, que es público, para
hacer sus relaciones públicas y la verdad es que sí hacemos el trabajo de
información, pero se mezcla mucho con llevarle las relaciones al doctor.
Para ella, uno de los motivos que más influyó en que su expe-
riencia laboral con el director del centro fuese deplorable es que él se
comportaba como un pequeño cacique: tomaba decisiones que no
correspondían a su puesto, seleccionaba las investigaciones que iban a
ser reconocidas, nombraba a los investigadores que iban a aparecer en
las publicaciones de todo el centro e invitaba a médicos a participar en
medios de difusión como videos, revistas y redes sociales. Él pone a los
médicos que quiere, selecciona la información que le conviene y los que no
están de acuerdo con él no salen: cuando son proyectos personales, estos
tienen mucha prioridad… Yo no podía llegar con cualquier investigador
como comunicadora, tenía que pasar por él y lo entiendo, es su trabajo,
pero había cosas que me parecían muy raras. Nos decía que los investiga-
dores que eran cercanos a alguien con el que él había peleado no podían
aparecer. Por ejemplo, tenía riña con varios doctores del otro departamen-
to y a ellos nunca se les acercó… Al final, veía algún video y me decía: “No,
ese [un investigador] no se va a meter”.

107
Esta situación tuvo como consecuencia que Pamela y el resto del
equipo perdieran mucho tiempo en intentar quedar bien con el direc-
tor, porque, si bien sí cumplieron con el trabajo esperado para crear los
productos que se habían diseñado para la institución, el punto es que
usó el rol de la investigación para beneficiar su propia posición política.
Hay un sesgo muy grande en eso de que nomás salen los investigadores
que son amigos suyos.
Otro gran problema para ella era que, en las actividades cotidia-
nas, el trabajo operativo se inclinaba mucho a cumplir órdenes que se
trataban de cosas personales del director. Pamela estimaba que entre
veinte y cuarenta por ciento de su tiempo lo ocupaba en hacerle favo-
res personales al jefe. Por ejemplo, a un empleado que tenía más años
trabajando en el centro le pedía muchísimos favores personales. El doctor
le decía: “ve a mi rancho a instalarme el dish. Quiero cámaras de seguridad
en mi rancho, ve a instalarlas”. Y oye, el rancho no es propiedad de la ins-
titución, él [el empleado] no está contratado para esas cosas; no sé si le
pagan más, pero no creo, aun así, se lo piden en horario de trabajo. Luego
le decía a mi jefe, porque yo tenía un jefe y luego estaba el doctor como
director del centro, que se fuera a tomarle fotos a sus nietos y después le
decía: “quiero un portarretratos digital con las fotos de mis nietos”; y anda
ahí el empleado dando vueltas y comprando en horario hábil porque el
señor quiere fotos de sus nietos.
Para Pamela esta relación de obediencia entre el director y sus em-
pleados implicaba la existencia de un pacto en el que se acordaba no
cuestionar las decisiones del jefe y atender todos los favores persona-
les. En su narrativa, ella señaló que este acuerdo era implícito porque
dentro del equipo no se ponía en duda si las órdenes del director eran
correctas o no; todos obedecían porque sus compañeros no se daban
cuenta de que los favores personales no pueden formar parte de las

108
actividades laborales dentro de una institución que depende financie-
ramente del gobierno del estado de Nuevo León. Siento que es un poco
denigrante esto porque yo no estudié para hacer estas cosas, pero hay un
pacto, porque él paga muy bien. Paga más de lo que mucha gente paga
en la institución. Cuando me contrató, recibí un sueldo de la institución y
luego él me dijo: “te voy a pagar más para compensarte el sueldo que te
había dicho que ibas a ganar realmente”. Hay este pacto de: no voy a decir
nada, no voy a reclamar, le voy a dar por su lado, porque sé que aquí pagan
más. Sabes lo que cuesta el dinero y aquí dan más, entonces te aguantas.
Finalmente, Pamela reconoció que toda la energía y el tiempo que
se gasta en tener que cumplir los favores personales del director influ-
yen negativamente en la carga de trabajo y en la calidad de los pro-
ductos que presenta la institución. Adicionalmente, ella tiene muy cla-
ro que un director de una institución pública no puede encomendar
actividades que salen de los límites de las obligaciones contractuales
de cada empleado y, mucho menos, ordenarle tareas para beneficio
personal porque se está utilizando una nómina pagada con fondos pú-
blicos. La verdad es que es horrible ver cómo todo tu tiempo y tus esfuerzos
se van a nada, a comprarle un nuevo celular al doctor o a planearle el viaje
a su familia.

“TIENES QUE ECHÁRTELA A LA BOLSA”


Historia número 31

El propósito de la enfermería es cuidar pacientes, encargarse de que sal-


gan del hospital en el mejor estado de salud posible y enseñar, a ellos y a
sus familiares, la mejor forma de cuidarse estando en casa. Para Rebeca,
una joven enfermera que trabajó durante un año y medio en uno de
los hospitales públicos más importantes del norte de México, la relación

109
que tiene el desempeñó laboral de todos los días en el sector salud y la
capacidad humana e institucional que tienen los hospitales para cumplir
estos propósitos, está fuertemente limitada por las complejas relaciones
de poder que se ejercen todos los días desde las jefaturas de enfermería
y las especialidades médicas hasta el personal de base.
Mientras Rebeca estudiaba la licenciatura en enfermería en Nuevo
Laredo, Tamaulipas, trabajó en el sector público en donde varios de sus
compañeros habían pasado por difíciles y distintas experiencias para
conseguir trabajo: para dejar el currículum, para ser contratado en el IMSS,
tenían que dar como 30 mil pesos a una persona solo para que les recibiera
los papeles. Obviamente era ilegal porque, en teoría, de cuando metes tus
papeles, a cuando te dan una plaza, no pasa más de un mes. Muchos lo
que hacían era irse a Ciudad Victoria o hasta la Ciudad de México para
meter papeles y de ahí que los contraten en donde caiga. Conozco gente
que iba tres o cuatro veces porque, la verdad es que el IMSS tiene buen suel-
do y prestaciones. Por eso la gente insiste en entrar, te puedes quedar de
hormiga obrera y estás bien.
Sin embargo, después de graduarse, Rebeca trabajó aproximada-
mente cuatro años en hospitales y clínicas privadas de Nuevo Laredo,
hasta que su último jefe la envió a Monterrey a capacitarse en uno de
los hospitales más reconocidos de la zona: Mi exjefe me envió para capa-
citarme dos meses en su especialidad. La verdad es que yo no tenía gafete,
estaba trabajando clandestinamente. O sea, está súper mal eso, porque
¿cuál es la seguridad de que la persona que está aquí está capacitada para
estar aquí? A mí me benefició y, como yo, hay muchas enfermeras a las que
sus jefes las mandan a este hospital a estar varios meses; pero no se puede,
o sea yo andaba con pacientes, cuidando, pero no podía estar ahí.
Rebeca nunca había estado en ese hospital y creyó que el tamaño,
la infraestructura médica y su reputación seria, la llevarían a aprender

110
mucho sobre enfermería y a realizarse laboralmente. Por lo que, al finali-
zar el periodo de capacitación, decidió iniciar el trámite para solicitar una
plaza en el lugar. Pasaron meses sin recibir ninguna respuesta, hasta que
ella habló con una tía que conoce el sector público y le mostró la manera
en la cual se entra realmente a trabajar en ese hospital.
No sabía lo que implicaba entrar, es un lugar súper grande, trae un
chorro de cosas, creí que era cualquier hospital. Pero la verdad es que, si tú
no hiciste tu servicio social ahí o no conoces a alguien ahí, difícilmente te
van a hablar. Yo dejé mi papelería en abril y hasta enero, que conseguí un
contacto, mi papelería se movió y ya entré en febrero. Mi tía me contactó
con un amigo de ella y me dijo: “no te preocupes, nosotros hablamos con
la gente, no te apures”.
De esa manera pudo empezar a trabajar en el hospital, en sus pa-
labras: estoy en un punto como que ya no me importa tanto, prefiero tener
mi trabajo y lo que yo necesito, a no usar contactos; finalmente, todos lo
hacen y no lo hago para hacerle un daño a alguien.
Cuando su exjefe se enteró de que Rebeca había logrado ser con-
tratada por el hospital, se comunicó inmediatamente con una de las
jefas de medicina y le pidió que le entregara un puesto en otra es-
pecialidad que fuera más cómoda para Rebeca y en donde corriese
menos peligros laborales. Él le dijo a la jefa: quiero que la pongan en una
nueva área para no batallar. Por eso la jefa me dijo: quiero ofrecerte una
supervisión. Y yo así de que: no, acabo de entrar, desde que salí de estudiar
estuve en privado, todo es muy distinto aquí. Gracias, pero no, con que me
mueva de departamento está súper bien. La verdad es que no le dije, pero
no me quería echar encima a todo el mundo, ni lo necesito, ni lo quiero, ni
voy a hacer buen jale porque no le sé. Si me decía que, a huevo, pues sí lo
aceptaba, le entro al ruedo, pero no se trata de eso. [La jefa] Me ofreció el
jale por el güey, sino la señora ni me hace en el mundo.

111
Durante los seis meses que Rebeca estuvo cambiando de turnos
de mañana y de noche, esperando la plaza, habló con su exjefe y él le
dijo que tenía que aprender a hablarle a la gente, a hacerle la barba, y
que “a esa vieja tienes que echártela a la bolsa”.

“HOJALATAS PARA LOS LIBROS”


Historia número 32

Arturo ha sido bibliotecario desde hace veinte años en distintas ciu-


dades del país. Pero principalmente en Monterrey, donde se graduó
de la carrera de bibliotecología y actualmente es el encargado de
una biblioteca de una universidad. Considera que ha hecho todo
lo posible por acercar la lectura a las poblaciones a las que se ha
dirigido en las bibliotecas públicas o universitarias donde ha tra-
bajado. En sus distintos trabajos ha tenido contacto directo con los
usuarios de la biblioteca, pero otros en donde se dedicó más a ad-
ministración y gestión.
Se ha enfrentado a la corrupción de directores de bibliotecas
que han preferido beneficiarse de manera personal antes de ofrecer
beneficio a los usuarios. También ha visto cómo, en los cambios de
administración de gobierno, se apropian de espacios de las bibliote-
cas públicas para sus fines personales.
Esto pasó en una biblioteca pública de la ciudad que estaba en proceso
de remodelación en los primeros años 2000 porque el mobiliario ya estaba
muy deteriorado. La persona que se desempeñaba como directora estaba
a cargo junto conmigo de aprobar las compras de los muebles que necesi-
tábamos. Yo me encargaba de hacer las cotizaciones, pero para la compra
se requería de ambas firmas. Cumplí mi parte de ofrecerle cotizaciones, pero
ella quiso agregar una más y quería que su opción fuera la elegida.

112
Estaba pidiéndome aceptar la compra de estantes de muy baja cali-
dad hechos por un primo de ella que era hojalatero. Y cuando me mostró
la calidad de los libreros que ofrecía, me puso en una situación muy difícil
pues no podía aceptarlo. Los estantes de libros deben ser de mejor calidad,
con pintura especial para que no se corroan y sobre todo que sean fuer-
tes para evitar caídas, porque si se junta una batería de 10 estantes dobles
puede pesar hasta cinco toneladas, por lo que si no están bien sujetados se
pueden caer y provocar accidentes a quienes estén cerca.
El problema fue que quería deslindarse de su cargo como compradora
y que únicamente yo hiciera la compra y firmara como responsable, al ne-
garme amenazó con correrme. Yo no pensé que fuera cierto esto, pero me
pidió que no regresara a trabajar hasta la siguiente semana. No sé cómo lo
hizo, pero consiguió a alguien que firmara los papeles que me correspon-
dían a mí, en los días que me pidió faltar al trabajo.
Cuando regresé el daño ya estaba hecho. Y cuando llegaron los estan-
tes, las tapas de arriba “los guarda-polvos” se estaban zafando y estaban
débiles. Tuvimos que ponerles solo la mitad de los libros para que no se fue-
ran a caer. Aun así, las charolas se estaban cayendo y teníamos apilados
muchos otros libros atrás en un cuarto y no a la vista de los usuarios, como
si estuvieran prestados, ignorando la obligación de la biblioteca de tener
esos libros a la vista, pero la negligencia de esa compra nos lo impedía y yo
no podía hacer nada. Fue una muy mala compra de varios miles de pesos.
Fue como tirar el dinero.
La directora logró que no le atribuyeran la culpa de la compra y ni
siquiera fue culpada la persona que firmó como encargada de la compra.
Esto pasó porque llegó una nueva administración aún más corrupta que
mi directora, por el cambio de gobierno. Los nuevos funcionarios desman-
telaron todo y ahí quedó el dinero tirado a la basura por comprar muebles
de metal a quienes no tenían experiencia en fabricar libreros especiales

113
para ese tipo de peso como el de los libros. Todos los estantes se desarma-
ron y los tiraron en un rincón en menos de un año.
La nueva administración, desmanteló una ampliación de trescien-
tos metros cuadrados de la biblioteca, todo para dársela a un compa-
dre del gobernador y que fuera su oficina particular. Se destruyó toda
esa ampliación en la biblioteca, incluyendo la sala de ciegos que tan
necesaria era.
Arturo se quedó con la duda de qué hubiera pasado si esa nueva
administración no hubiera intervenido para cambiar todo. Pero sobre
todo ¿qué pudo haber pasado si él hubiera firmado? Probablemen-
te lo habrían culpado en caso de un accidente. Finalizó haciendo una
reflexión en torno a que ningún espacio está exento de llevar a cabo
arreglos debajo del agua para beneficiarse a sí mismos o a otros. Esta
experiencia le dejó un mal sabor de boca, sobre todo porque la natu-
raleza de esos espacios es para fomentar la lectura y la reflexión en los
ciudadanos y tal parece que solo es botín de favores de funcionarios
que van y vienen.

114
AUMENTO ARTIFICIAL DE PRECIOS

“ENTRARLE O NO ENTRARLE AL LODO, ESA ES LA CUESTIÓN”


Historia número 33

M anuel se ha dedicado a la instalación de equipos de seguridad


y monitoreo a lo largo de 16 años y considera que sus clientes
lo catalogan como un verdadero profesional en la industria. Realizó
estudios de ingeniería en Sistemas en una universidad prestigiada de
nuestro país. Dentro de la industria de seguridad, se ha venido espe-
cializando en responder a las necesidades de cuatro tipos de clientes:
centros comerciales, fraccionamientos privados, bodegas y clubes de-
portivos. Dependiendo del cliente, las tecnologías son diferentes, el
tipo de dispositivos es más o menos sofisticado, la complejidad de las
instalaciones va variando.
Cuando presta sus servicios, es raro que Manuel tenga contacto
directo con los dueños o accionistas. Más bien su cliente directo es el
departamento o personal responsable de la seguridad del fracciona-
miento, la bodega, el centro comercial o el club deportivo. Es así como
se enfrenta de manera frecuente, podríamos decir cotidiana, con dos
formas de corrupción que el mercado de la seguridad favorece, que
son: el aumento artificial de precios y la manipulación de las ventas.
Hace unos meses, una arquitecta de un desarrollo habitacional de
lujo me pidió la instalación de cámaras de video, servicio de monitoreo a
distancia, alarmas y otros dispositivos de seguridad. Era una mujer muy
joven, egresada de una universidad privada muy prestigiada. Yo tengo mu-

115
cha experiencia trabajando en este tipo de desarrollos y le llevé el proyecto
y la cotización. Entonces, la arquitecta me dijo: “me parece muy bien lo que
me trajo ingeniero, pero por favor, no sea malito, súbale el precio”. Ya estoy
acostumbrado, pero siempre sigo el mismo guion y le dije: ¿para qué quie-
re que le suba? Y entonces la arquitecta me respondió, como otros lo han
hecho: “súbale, ingeniero, ¿no me entiende? Creo que sí me entiende”. Yo le
contesté que no podía cambiar la cotización, que estaba cobrando lo que
es justo. Y entonces, pues perdí el cliente. Y es que, si acepto, en mi medio se
va a saber y luego ya no hay manera de echar reversa.
Después de este relato, pasamos a otro tipo diferente de corrup-
ción ordinaria, relacionada con la manipulación de la venta. Se trataba
de la instalación de un sistema de seguridad para un club deportivo.
Manuel recordó: era el proyecto más grande que jamás había diseñado,
eran varios millones de pesos. Entonces, antes de terminar el proyecto,
el director de seguridad del club deportivo le pidió que incluyera las
cámaras de filmación más caras del mercado. Ante esto, Manuel argu-
mentó que esas cámaras no eran necesarias, que las de precios mo-
derados cumplían con todos los estándares. El gerente de seguridad
insistió: queremos las más caras, Manuel. Siguiendo esas indicaciones, él
presentó el proyecto y la cotización, incluyendo las cámaras más caras
en el mercado. Al cabo de una semana le comunicaron que no ganó el
concurso porque su proyecto era más caro que otros que compitieron
contra él. Entonces, Manuel concluyó: me hicieron encarecer el proyecto
precisamente para sacarme de la jugada porque ellos ya saben que no les
voy a dar moche a ninguno de ellos.
Mientras él narraba estas historias de corrupción ordinaria en su
industria, fue nutriendo la entrevista con reflexiones personales. Una
de estas reflexiones es que su negativa a dar “moche” encareciendo
sus servicios y productos no le va a permitir ser una empresa grande,

116
ni siquiera mediana. Sabe que su resistencia a este tipo de corrupción
hará que su empresa se quede siempre como una pequeña empresa. Y
lo acepta porque está convencido de que quien le entra al lodo, después
ya no hay manera de salir de él. Además, solamente las grandes empresas
pueden mover sus dineros de manera que logren esconder bien los “mo-
ches”, mientras, según él, las pequeñas la tienen muy difícil.
Estas reflexiones las fue acompañando con otras dos. Una referen-
te a su convencimiento de que la corrupción está más presente en el
mundo privado que en el público: todo mundo piensa que la corrupción
es una cosa del gobierno, pero están equivocados, en las empresas privadas
es mucho peor. Inclusive añadió: todos se enojaron con Peña Nieto cuando
dijo que la corrupción era un componente de la cultura en México, pero la
neta es que estaba diciendo la verdad. Y la otra reflexión fue sobre su pro-
pia honestidad: no sé qué pasaría si un cliente me ofrece algo muy tentador.
La verdad no sé qué pasaría.
A manera de colofón de nuestra conversación, matizó la situación
en la que se desenvuelve la industria de la seguridad diciendo que mu-
chos clientes son derechos y no aceptan arreglos deshonestos: apren-
demos a vivir con todas esas mañas, ni modo, así son las cosas y no van a
cambiar.

“LA CORRUPCIÓN PROVOCA INDIFERENCIA Y NEGLIGENCIA”


Historia número 34

Julia ha trabajado como odontóloga en un hospital público de la zona


metropolitana de Monterrey por 25 años. Conoce al detalle el funcio-
namiento de la institución. Desde hace 18 años, el hospital cambió sus
políticas para obtener equipos y servicios. Así, por ejemplo, en lugar de
comprar los equipos optó por el arrendamiento, desde los quirófanos

117
hasta las ambulancias. Noventa por ciento de las adquisiciones se reali-
zan en la Ciudad de México a precios mucho más altos de los que ofre-
ce el mercado. Aún en productos comunes como las mascarillas para
las anestesias. Como resultado de esto, la administración del hospital
pasa por periodos de crisis recurrentes.
Todo el proceso de adquisiciones es realizado a través de concur-
sos simulados para dar la ilusión de competencia. Los médicos se han
convertido en espectadores pasivos de estos negocios realizados en
su mismo centro de trabajo. Solo diez por ciento de las compras se rea-
lizan en la localidad, todo lo demás lo hacen en la Ciudad de México.
Julia nos dio un ejemplo: lo que sucede con la contratación del servicio
de limpieza con una compañía local poco profesional que debería pro-
porcionar cien personas para el aseo del hospital y en la práctica solo
hay diez. Usan nombres falsos y aparecen como si cobraran su salario.
Es por eso que las instalaciones siempre están sucias.
Como todas estas prácticas son conocidas por todo el personal
(médico, paramédico, administrativo, etc.) por ser un grupo muy com-
pacto que se conoce desde hace tiempo y en el que el rumor se difunde
con gran rapidez, es comprensible el resultado: se ha provocado una
desmoralización del personal que se refleja en indiferencia y negligencia.
En este marco de desilusión, Julia describió un hecho reciente que
ilustra este estado de ánimo. Al romperse una tubería en el área de far-
macia se estaban mojando cajas completas de medicinas: nadie hacía
nada, los sindicalizados decían que no eran sus funciones, solo una mujer
mayor de limpieza trataba de trapear algo del agua que brotaba, unos vo-
luntarios salvaron unas cuantas cajas, horas después arreglaron la tubería
ante la indiferencia general como si no hubiera sucedido nada, siendo que
la escasez de medicamentos es uno de los principales problemas del hospi-
tal para atender adecuadamente a los derechohabientes.

118
“TRÁCALAS EN LAS FARMACIAS”
Historia número 35

La familia Sepúlveda ingresó en el sector farmacéutico desde hace


varios años por medio de una serie de convenios gubernamentales
en municipios del sur de Nuevo León y con la construcción de una
farmacia al sur de la zona metropolitana de Monterrey. Por un lado,
los convenios con los gobiernos municipales le aseguraron a la familia
establecer relaciones estratégicas entre proveedores y el Estado para
ampliar la cobertura de medicamentos genéricos y de patentes menos
costosas para atender pacientes en pequeñas localidades rurales. Por
otro lado, con la apertura de la farmacia en la ciudad, los Sepúlveda
se enfrentaron con distintas formas de corrupción que despliegan las
grandes sucursales de farmacias que tienen que ver con la consulta a
pacientes y la forma de recetar medicamentos.
No sabíamos nada de medicina, comentó Vicky, la jefa de familia
y contadora de las farmacias. Siempre estuvimos con las farmacias en
los ranchos y esa era nuestra estrategia siempre. Cuando llegamos a esos
municipios rurales dejamos los precios superbaratos, de hecho, podíamos
conseguir, por medio de los laboratorios, poner el paracetamol a cuatro
pesos y la otra farmacia lo vendía en 40. Le subían muchísimo el precio, se
aprovechaban de que no había otra farmacia y [como paciente] lo tie-
nes que comprar. Cuando llegamos dejamos los precios superbaratos. La
gente empezó a ir. Comoquiera le sacas como 50 por ciento de ganancia,
aunque regularmente, si le subes más el precio, le sacas 300 por ciento.
La accesibilidad de los precios llamó la atención de un alcalde del
sur del estado y negociaron un crédito mensual para construir una pe-
queña farmacia. Después de un tiempo en el que vieron que el ne-
gocio había arrancado exitosamente, los Sepúlveda se acercaron con

119
otros alcaldes de la región para ofrecer el mismo servicio farmacéutico
de bajo costo en los municipios, pero se enfrentaron con los primeros
casos de corrupción estatal: vimos que era buen negocio y nos fuimos a
ofrecer a otros municipios, porque si ya estábamos enviando [medicina]
lejos, pues queríamos aprovechar para enviar a los ranchos que quedan a
20 minutos del primer municipio al que habíamos llegado. Pero los alcaldes
nos decían: “¿Cuánto nos van a dar?” y nosotros no entendíamos, hasta
que nos dijeron: “tú me cobras 20 mil pesos de lo que yo te pida [de medica-
mento], pero me lo cobras a 30 mil y me das el resto. Nosotros luego luego
les dijimos que no, porque nos daba miedo que después nos metiéramos
en problemas. La verdad es que en la mayoría de los casos pasa eso. De
hecho, fue algo atípico que no nos pidieran eso en el primer municipio. Al
entrar sabes que va a pasar, te piden como 20 o 30 por ciento de la factura,
al cabo que si dices que no, hay alguien más que va a decir que sí.
Al mismo tiempo en el que ampliaban el negocio en munici-
pios rurales alejados de la zona metropolitana de Monterrey, Vicky y
Eugenio, su esposo, realizaron la apertura de una farmacia en los lí-
mites entre las ciudades de Santa Catarina y San Pedro Garza García
para administrarla ellos mismos. Inicialmente contrataron a un médico
que trabajaba en el municipio de Santiago atendiendo funcionarios
públicos y le ofrecieron un sueldo mínimo de 300 pesos al día, más
las ganancias de las consultas, mientras que todo el dinero de los me-
dicamentos comprados por los pacientes se lo quedaba la farmacia.
Durante unos meses el acuerdo funcionó, pero luego el médico re-
nunció y tuvieron que contratar a otros médicos que habían trabajado
previamente en sucursales de farmacias más conocidas en el país y ahí
comenzó el problema.
Contratamos otros doctores en diciembre y enero, porque hay mucha
gente que se enferma y, la verdad, es que todo el medicamento de frío, una

120
receta de invierno, es más costosa que una de verano porque llevan nebuli-
zador, inyección, jarabe. En verano es una diarrea y te dan un Pepto y ya se
te quita. Un doctor nos dijo que en una cadena muy famosa de farmacias
te obligan a recetar mínimo tres o cuatro medicamentos por consulta, aun
cuando no lo ocupa el paciente, hay que recetarlo. Le das un paracetamol
y otras cosas, te dicen [los jefes] que tienes que inyectar, porque los inyecta-
bles cuestan más caro, se paga la aplicación, la jeringa, el medicamento y
pues en esos tratamientos no te echas solo una inyección, son mínimo tres.
Ese tipo de metas y cuotas que tienen que cubrir los médicos en
sus consultas para esas cadenas de farmacias se traducen en bonos de
productividad. Si la farmacia logra tener más ganancias de las esperadas
en cada mes, le dan al médico un bono de 3 por ciento de las ventas
por recetas médicas. Pero no todo es un bono, también hay un castigo:
es que en otras farmacias te descuentan de tu sueldo si no lograste tantas
metas, es superilegal. Por eso tenemos que recetar más medicamentos, la
justificación es que no te pasa nada con un suerito vitaminado recetado,
pero pues te cuesta 400 pesos, más el medicamento que te llevas a tu casa.
Con el tiempo, los Sepúlveda se dieron cuenta de la corrupción en
el negocio de compra-venta de medicamentos y productos de salud.
Específicamente, de cómo la dueña de ciertas farmacias se enrique-
cía por medio de un negocio de leches para bebés: en esas farmacias
tienen de todo, medicamento de patente y genérico, todo lo que te imagi-
nes, tienen el negocio redondo con los alcaldes desde hace 20 años. Puede
pasar cualquier partido político y ellos se quedan ahí porque dan muchí-
simo dinero. Por ejemplo, el operador, que es la persona del gobierno que
se encarga de pedirte el dinero para que el alcalde o el gobernador no lo
haga, puede decirte: “dame un millón de pesos, al cabo te aseguro que vas
a sacarle seis”. La dueña de esas farmacias me ofreció unas latas de leche
a 80 pesos y esas valen 500 en el mercado. No sé a qué precio se las vendió

121
un proveedor para que a mí me las diera a 80 pesos y pasa lo mismo con
la medicina. Pero luego supe: lo que sucede es que esa persona le compra
a un peso cada lata de leche y cada medicamento a la asociación que, en
teoría, regala o vende la medicina a mitad de precio para gente de escasos
recursos, y estamos hablando de leches que valen hasta 700 pesos cada
latita porque es leche hidrolizada para bebés con alergias, y de medica-
mentos que cada caja te cuesta entre 200 y 500 pesos y todo lo compra a un
peso. Entonces imagínate, compran cada lata a un peso, luego la venden
en su farmacia a precio real a gente que realmente lo necesita: esa es co-
rrupción gacha, de la asquerosa.
Para Vicky, los dos tipos de corrupción que compartió son distin-
tos, porque el caso de recetar más medicamentos de los estrictamente
necesarios para cumplir con una cuota mínima de recetas al día, res-
ponde a un asunto de conocimiento; en el que no solo los pacientes
desconocen cuáles son los medicamentos que verdaderamente ne-
cesitan para su atención médica, sino que los médicos necesitan un
sueldo fijo porque, por lo regular, son médicos generales que no son
contratados en hospitales por no haber aprobado el Examen Nacional
de Aspirantes a Residencias Médicas (ENARM). Mientras que el segundo
caso, el del negocio de leches y medicamentos, corresponde a un robo
masivo entre instituciones, en el que las personas afectadas son los
pacientes que compran medicamentos con precios por encima de 500
por ciento del costo de compra de la farmacia: Imagínate que nomás
hay tres médicos, dos tienen actitud de no recetar medicamento y antibió-
ticos de más, pero uno dice: ni madres, yo quiero mejor hacerme de mucha
lana, y a todos sus pacientes les receta ceftriaxona4, pues se le van a curar

   Ceftriaxona es un antibiótico inyectable que se utiliza para el tratamiento de neu-


4

monía y otras enfermedades inflamatorias.

122
en un día y con los demás se van a curar en cinco. Todos van a terminar
con ese que los curó rápido. Para mí, es prácticamente imposible hacerte
de lana a base de puro esfuerzo y trabajo en este sector.

“HIZO SU CASA CON PUROS MOCHES”


Historia número 36

Ramón tiene 50 años y es ingeniero en sistemas computacionales. Por


muchos años tuvo un negocio de rótulos por computadora y le hacía
la señalización a centros comerciales y tiendas de autoservicio. En tér-
minos generales le iba bien en el negocio, pero le fue mucho mejor
cuando por casualidad conoció a un vecino del fraccionamiento resi-
dencial en el que vivía, que además de ser arquitecto y estar constru-
yendo su casa en el fraccionamiento, era el director de proyectos de
una cadena comercial de autoservicios en plena expansión.
Este vecino como director de proyectos, era el encargado de la
construcción de las tiendas, de tal manera que tenía relación directa
con todos los proveedores de materiales y acabados de construc-
ción. No era su amigo, pero como vecinos se saludaban y en ocasio-
nes conversaban, todavía no se había mudado al fraccionamiento,
pero iba a diario a supervisar los avances de la construcción de su
casa. Así fue como Ramón conoció al vecino, conversaron en una
ocasión y ambos se enteraron a qué se dedicaban.
Un día me dijo que me invitaba a un proyecto de señalización de
una de las tiendas. Le dije que sí y les hice la señalización de una tien-
da. Después no fue idea mía, fue idea de él. Me dijo: “te propongo que
sigamos trabajando juntos de tal manera que a los dos nos convenga,
es decir, lo que podemos hacer es que en cada cotización que me pre-
sentes le agregas 15 por ciento de su valor, con eso yo pago la raya de

123
los albañiles y el constructor de mi casa y tú tienes proyectos por un
buen rato.
No lo dudó y con entusiasmo aceptó. La verdad me fue muy bien,
porque me dio los proyectos de señalización de las 120 tiendas de autoser-
vicio que tiene el grupo. Ramón nos dice que aceptó y facturó agregan-
do 15 por ciento de comisión porque a cambio él tendría volumen en
contratos, que además el cliente era su vecino no un desconocido. Tra-
bajaron de esa manera durante dos años y les iba muy bien. La relación
se estrechó al grado de que las esposas de ambos se frecuentaban.
Se terminó cuando vino la devaluación del peso de 1994. Subió todo al
doble, yo no podía dar los mismos precios. Hubo contracción económica,
suspensión de actividades general y yo me fui a vivir a Estados Unidos.
Durante el tiempo que trabajaron juntos, Ramón fue testigo de
cómo su vecino el arquitecto construyó su ostentosa casa de puros
moches. Al que ponía las ventanas en la tienda lo llevaba a su casa
para que le pusiera las ventanas, igual la estructura metálica, todo lo
eléctrico, la pintura. Él puso solo el terreno, todo lo demás le salió gra-
tis. Después supo que de la misma manera construyó una casa en San
Miguel de Allende y otra en Ixtapa.
Para Ramón este caso de los contratos de señalización ha sido su
contacto más cercano con este tipo de corrupción. De alguna manera
no siente culpa ya que él no infló precios, pero sí agregó 15 por ciento
de comisión para el arquitecto. Al recibirla, Ramón la depositaba en una
cuenta personal. Por su experiencia, Ramón sabe que la corrupción no
solo está en el gobierno, que en las áreas de compras y contrataciones de
proveedores de las empresas privadas se hacen muchos tejes y manejes,
y se llegan a acuerdos aparentemente lícitos, pero que en realidad son
actos de corrupción ya que van en contra de la empresa y para beneficio
personal de quien realiza y firma los contratos, como sucedió en su caso.

124
“SI NO SE ARREGLAN CONMIGO, SE VAN A ARREGLAR CON OTRO CABRÓN”
Historia número 37

Benito pertenece a una familia de impresores. Su padre comenzó con


una fábrica de sellos para oficina, en ese entonces se hacían todavía
con linotipos, letras metálicas con las que se hacían moldes. Luego
entre su tío y su padre compraron una prensa plana para imprimir vo-
lantes, pósteres y carteles. Así empezaron y, entre todos, montaron un
negocio familiar.
Pero Benito se inclinó más por las impresiones textiles, le parece
algo más atractivo y en su opinión es más artístico. Además, resultaba
ser un complemento para la empresa familiar porque con el paso del
tiempo podían ofrecer toda clase de impresiones a un cliente: blanco y
negro, color, en diferentes papeles o en tela, y lo más demandado que
son las camisetas.
En su experiencia como impresor le ha tocado participar en mu-
chos “arreglos” que se hacen, pero todos tienen en general el mismo
ingrediente: la facturación. Yo vendo impresiones de las que sean, gano
más en los textiles porque es mi negocio, pero también le gano a los demás
pedidos porque son de la familia y ahí nos repartimos.
En el más reciente de sus negocios, un jefe de compras de un mu-
nicipio le solicitó 50 mil camisetas de las más económicas, las que son
de 120 gramos, y deseaban una impresión de tres tintas con un diseño
que enviaron. Se trataba de una campaña de un programa del gobier-
no, son camisetas de las que regalan en las colonias.
Nosotros como empresa hacemos una cotización y si el costo es de
más de dos millones de pesos, eso varía en cada municipio, se debe con-
cursar públicamente con otras dos cotizaciones. Pero si no es mayor de la
cantidad límite, el pelado que está de director de compras hace un concur-

125
so patito, nada más en el papel, y les pide cotizaciones a dos negocios más,
donde sabe que están más caros y al final él asigna el contrato al que está
arreglado.
En estos negocios, usualmente se establece un vínculo con el en-
cargado de compras, invitándolo a comer y de esa manera se inician
los arreglos para los contratos.
Te cuento de uno. Fuimos a platicar del negocio. Y el pelado de com-
pras me dijo que cada vez que me pidieran una cotización, yo le iba a pasar
mi costo real, el precio y tiempo de entrega para que fuera negocio para
mí y después, cuando se revisaran los precios de las otras cotizaciones, él
me iba a decir la cantidad que le íbamos a poner a la cotización, porque le
íbamos a poner igual que la más alta.
En general, en adquisiciones menores, el de compras puede elegir
el proveedor que le agrade, pero debe hacer una carpeta donde se
cumpla el requisito de las tres cotizaciones y si se decide por una que
no es la más económica, él pone en las observaciones que se eligió a la
que mejor calidad ofrecía y que estaba en el rango del costo de otras.
Y como este pelado era muy nuevo en esto, me puse a explicarle cómo
se hace. Lo que podemos hacer, lo que hemos hecho en otras partes, es
entregarles nosotros mismos dos cotizaciones con dos razones sociales di-
ferentes, de dos negocios diferentes, y podemos arreglar los precios, hasta
usar el tope de lo que tiene asignado para cada trabajo.
Esas carpetas que llenan los responsables de compras casi siem-
pre son archivos muertos. A Benito nunca le ha tocado, ¡nunca!, que se
hagan revisiones o auditorías. Seguramente porque son contratos muy
pequeños comparados con los cientos de millones que se concursan
para obras u otros servicios.
A fin de cuentas, lo que nos piden es entregar los productos y las im-
presiones a un costo de 100 pesos, por ejemplo, y que lo facturemos a 120

126
pesos más el IVA, y después de que nos pagan, nosotros les regresamos los
20 pesos que están de más en la factura. Es pura confianza y palabra.
Normalmente el dinero se entrega en efectivo y se entrega a una
persona de confianza del encargado de compras, con el que normal-
mente no vuelven a reunirse nunca, tal vez para no despertar sospe-
chas o que se les relacione. Las cantidades de estos trabajos casi nunca
sobrepasan los dos millones de pesos, pero se buscan hacer seguido
y variado.
Los trabajos de impresión de folletos, trípticos, pósteres, lonas, pendo-
nes, productos en tela y camisetas se tienen que hacer siempre. Cada vez
que llega un nuevo alcalde quiere ponerle su marca y sus colores y enton-
ces cambian de imagen y cambia todo, cambian los logotipos y lema, se
tiene que hacer. Para Benito, no hay nada de inadmisible en el hecho
de llegar a estos arreglos: Si no se arreglan conmigo, se van arreglar con
otro cabrón.
Hace como seis años había un cabrón de compras que no tenía ma-
dre. Desde el primer negocio quería arañar todo. Con ese las transas sí eran
grandes porque metíamos la factura y la cobrábamos, pero nos pedía que
nada más se entregara la cuarta parte del pedido; ese quería moches más
grandes y trabajar menos. Ya él se encargaba de decir que llegó toda la
merca y que se repartía o no sé cómo le hacía, ese sí era un pinche ladrón.
En el último año, ya para cuando se iba, facturamos dos trabajos grande-
citos que no se entregaron, uno sí me lo pagó, pero el otro no, me pidió el
cheque completo el ratero cabrón.

127
MANIPULACIÓN DE PROCEDIMIENTOS

“LETRAS AL BOTE DE BASURA”


Historia número 38

A lmendra es una apasionada de la literatura, estudió la carrera de


Letras y ha ejercido su profesión en el ámbito cultural la mayor
parte de su vida. No solo ha trabajado rodeada de libros e historias,
sino que ella misma ha sido creadora de estas y ganadora de convoca-
torias en más de una ocasión.
A lo largo de su trabajo en instituciones públicas promotoras de
la cultura, ha tratado principalmente con directores y encargados de
convocatorias. Unos y otros han aplicado el poder que está a su alcan-
ce para modificar resultados o poner en puestos importantes a perso-
nas de su conveniencia.
Mi ámbito de trabajo ha estado ligado a la cultura, de hecho, yo tra-
bajé cuatro años en una institución de cultura, en una dirección robusta
que reunía varias áreas, ahí tenía un puesto más o menos importante. Me
tocaba compartir oficina con una persona que se encargaba de las con-
vocatorias, y cuando algún creador le caía mal evitaba meter su proyecto
a evaluación del jurado. Le caían mal personas por todo tipo de razones,
incluyendo por su orientación sexual.
Por ejemplo, abrían convocatorias de estímulos a los artistas, en ese
momento nunca daban comprobantes o fichas de que ya se había entre-
gado el proyecto, algo que diera garantía al que estaba participando. En-
tonces esta persona agarraba el proyecto y lo metía al bote de basura justo
cuando el participante salía del cuarto.

128
Lo peor es que esta persona se encargaba de todas las convocatorias,
no solo de las de literatura. Nadie me lo contó, yo lo vi y le dije a esta perso-
na que estaba muy mal lo que hacía, que lo dejara de hacer, pero solo se
reía. También le dije a uno de los participantes que yo conocía, que ya no
metiera, solo gastaba las copias y engargolados.
Al paso del tiempo, a Almendra le pasó lo que le tenía que pa-
sar: fue despedida de su trabajo porque, según esto, su puesto ya no
era necesario. No solo fue despedida, pues también se fue en malos
términos con su directora, ocasionándole estar “vetada” para participar
en convocatorias futuras de lo que más le gusta hacer que es escribir
cuento, poesía, novela.
Pasó tiempo antes de que pudiera volver a participar en las con-
vocatorias, cuando esa persona que tiraba los textos dejó de estar en
el cargo. Almendra tiene conocidos trabajando en las instituciones vin-
culadas a la cultura, por eso siempre se mantenía al tanto preguntán-
doles ¿Ya puedo participar, ya no estoy vetada?
El veto no era el único problema, siempre estaba la incertidumbre de
si su trabajo iba a ser entregado a los jueces o no, injusticia de la que ella
misma fue testigo y que conocía muy bien. Preferiría saber que no ganó
porque no era un buen trabajo a quedarse con la duda de si entró o no. En
ocasiones recurrió a buscar a los jurados por su cuenta y corroborar con
ellos su entrada a las convocatorias, pero esto no siempre se podía hacer
pues no siempre hacían públicos los nombres de los miembros del jurado.

“INFORMACIÓN PRIVILEGIADA”
Historia número 39

Roberto es un hombre de 52 años, de los cuales 28 ha trabajado para


una empresa que se dedica a la producción y distribución de pinturas

129
para el mercado automotriz e industrial. En dicho periodo ha fungido
como office boy, archivista, servidor técnico, servicio al cliente, ayudan-
te en inventarios, después pasó al área de ventas, eventualmente fue
gerente regional y así hasta llegar a su cargo actual como director. Du-
rante todos estos años de trabajo, Roberto se ha topado con diferentes
tipos de prácticas corruptas dentro de la empresa.
Al igual que otras empresas, la que dirige Roberto compite por
diferentes concesiones tanto en el ámbito privado como público. Los
concursos ofertados por dependencias de gobierno no son justos y
benefician a familiares o asociados de funcionarios públicos. Por ejem-
plo, se abre la convocatoria y estimamos costos, cotizamos con nuestros
distribuidores las ofertas que podrían dar, hacemos un trabajo y presenta-
mos, no sé, a 61 pesos la cubeta de pintura. Pero resulta que los del gobier-
no quieren cubetas de 53 pesos. Entonces les dicen a sus amigos o socios de
otras empresas que la oferten a ese precio y, en efecto, quedan elegidos y
salen ganadores. Esas convocatorias son un fraude.
A Roberto le indignan estos concursos arreglados porque la com-
petencia no es justa. No hay un libre mercado, ni es justo, tampoco hay
oportunidad de crecer para los pequeños. Y no solamente le dan los con-
tratos a empresas que reciben información privilegiada, sino que lue-
go que ganan terminan subcontratando a otras empresas para poder
cubrir su contrato. Esto demuestra que no se selecciona a las empresas
que tienen la capacidad y experiencia para llevar la tarea a cabo.
Eso en Estados Unidos, está penadísimo. Ahí sí tienen una vigilancia al
respecto y, sobre todo, sanciones si es que una empresa llegó a verse invo-
lucrada o alguien de la política se mete. Me refiero a Estados Unidos porque
es el país de primer mundo que tenemos cerca. Pero me imagino que en
otros lugares también es así. Aquí en México, no solo lo ves en mi área de
competencia, sino que lo ves en todas partes.

130
Preferimos perder negocios que prestarnos a estos fraudes. Está pro-
hibido interactuar con el gobierno para ganar una convocatoria. Nuestra
manera de hacer negocios no es esa, preferimos dejar pasar esas oportu-
nidades, perderlo, preferimos eso a involucrarnos y salir en los diarios y que
se arme un escándalo.

“EL MISTERIOSO BONO ECOLÓGICO”


Historia número 40

Valentín es padre de tres hijos y vive, desde hace años, separado de la


madre de ellos. Después de vivir un tiempo fuera de Monterrey, regre-
saron a la ciudad y pronto decidieron divorciarse. Esto lo llevó a que
con urgencia necesitara comprar otra casa. La que habitaban la habían
comprado con ahorros y el apoyo de los padres de ambos. Para Valen-
tín era importante comprar una casa grande donde cada uno de sus
hijos pudiera tener su propia recámara, así podrían visitarlo los fines de
semana sin ningún pretexto. Tenía muy presente que sus hijos debían
gozar las mismas comodidades que les ofrecía la casa donde hoy viven
con su mamá.
Cuando encontró la casa que le gustó, en un fraccionamiento
no muy lejos de su oficina de trabajo, buscó la forma de comple-
tar el costo, sus ahorros no eran suficientes. Afortunadamente podía
completar adquiriendo el crédito que le corresponde por Infonavit, la
constructora aceptó que se pagara una parte en efectivo y otra con
el crédito.
Si hubiera sabido lo tedioso que iba a ser completar el crédito de In-
fonavit y lo burocrático que se volvió el trámite, tal vez lo evito y pido un
crédito bancario. Me cargaron al crédito los trámites del papeleo y escritu-
ración y para todo se ocupa hacer vueltas a las oficinas de Infonavit; hay

131
que hacer largas filas y recuento de papelería, si acaso te falta un papel o
una copia, tienes que volver otro día.
Como la mayoría del costo lo pagó con un depósito en efectivo, la
constructora avanzó en los acabados de la casa y las instalaciones bási-
cas. Valentín pudo elegir el tipo de piso, baños y acabados de la terraza
del tercer piso. Pero no le podían instalar la electricidad ni entregarle la
casa, hasta que el Infonavit liberara el trámite y entregara las escrituras.
Valentín recordó que en una de varias visitas a las oficinas gene-
rales de Infonavit, le dijeron que ya lo único que le faltaba era hacer el
Curso de las Eco Tecnologías, un trámite menor que se hace visitando
la página web en Internet y que después de eso podría hacer la cita
para la entrega de las escrituras.
Acudo a la escrituración, donde hay que firmar varios documentos,
me doy cuenta de que dentro del crédito que tengo que aceptar, está
agregado un cargo para eco tecnologías por 50 mil pesos. Está integrado
al contrato, no puedes no firmarlo. O tal vez, puedes no firmarlo y hacer
algún trámite, pero para cuando llegas a este momento, lo que necesitas
es que te den las escrituras para continuar tu proceso, ya te urge, ya se ha
demorado tanto que no te importa mucho, pero no deja de sorprenderte.
Cuando Valentín preguntó por el cargo le dijeron que se trataba
del “bono ecológico” y le explicaron que esa cantidad la podía gastar
en sistemas que le ahorrarían energía y serían amigables con el medio
ambiente. En las próximas semanas Valentín recibió alrededor de 15 lla-
madas telefónicas de siete u ocho negocios diferentes que le ofrecían
productos para gastar su “bono ecológico”, además recibió alrededor
de diez mensajes por WhatsApp y cerca de ocho mensajes electróni-
cos con la misma intención.
Se decidió a gastar su “bono” pues finalmente se lo habían carga-
do y tendría que pagarlo, acudió a una tienda de materiales de cons-

132
trucción para gastarlo, pero ahí le explicaron que su “bono” tenía res-
tricciones especiales y debía gastarlo porcentualmente en diferentes
sistemas o aparatos ahorradores.
Valentín ya tenía la casa prácticamente terminada, lo que desea-
ba era comprar minisplits para las diferentes habitaciones (segura-
mente 50 mil pesos serían suficientes para eso), pero en la tienda le
explicaron que nada más podía llevarse dos climas de una tonelada
y que el resto de su bono debería ser gastado en sanitarios, boiler,
refrigerador y focos, artículos que Valentín ya tenía en su casa porque
estaban incluidos en el trato con la constructora. Nada más el refri-
gerador no estaba incluido, pero él lo había comprado desde hacía
meses. En fin, Valentín ya había adquirido por propia convicción equi-
pamiento ecológico.
Ahí mismo le explicaron que para cargar el “bono ecológico” era
necesario ingresar a un sistema de Infonavit donde se registraban las
compras, de manera que no era posible que le vendieran otras cosas
que no fueran las que el sistema acepta.
En la semana siguiente Valentín continuó recibiendo llamadas de
los negocios que lo invitaban a gastar su “bono” con ellos y finalmente
decidió comprar los minisplits que le fueran posibles, con la empresa
que mejor precio le ofreciera.
Así fue como un día, eligió marcar a tres empresas que le habían
enviado precios a su dirección electrónica y en el dialogo que mantu-
vo con la primera, inmediatamente le ofrecieron que gastara su “bono”
en lo que necesitara, sin importar las restricciones del sistema.
No hay problema, usted puede llevarse los 50 mil pesos en minisplits si
así lo desea, nada más le vamos a pedir que firme un pedido de recibido,
donde le vamos a poner una lista con equipamiento variado, así como nos
lo piden y con eso brincamos el sistema.

133
Así fue como solicitó que le entregaran cuatro minisplits, uno de
dos toneladas y tres de una tonelada, para instalarlos en su casa: me
pidieron que firmara el pedido falso desde que fui a la tienda, pero me ne-
gué porque me parecía que podían engañarme y al final entregarme lo
que firmé y no lo que arreglamos por debajo del agua. Así que les dije que
firmaría hasta que me entregaran en mi casa los climas.
El día que acordaron Valentín recibió los cuatro minisplits en su
casa y firmó un documento que decía haber recibido dos sanitarios,
dos minisplits, varios focos ahorradores, refrigerador y boiler. Días des-
pués, Valentín encontró un técnico que le fue a instalar los minisplits
a su casa y no pudo evitar contarle lo que le había sucedido con el
misterioso “bono ecológico” que es obligatorio y tiene restricciones es-
pecíficas. Platicando con el técnico instalador, se enteró que no existe
tal cosa como un “bono ecológico”, que en realidad se llama “Hipoteca
Verde” y sí es obligatoria y parte de una ley que debe cumplir el Info-
navit.

“PENSÉ QUE SE TRATABA DE AYUDAR A LA GENTE”


Historia número 41

Camilo tiene una fábrica de ropa de cama. El negocio lo inició su abue-


lo que aprendió bien la producción de textiles y lo continuó su padre,
quien incursionó también en la fabricación de camas. Camilo se recibió
como licenciado en Administración de Empresas, con ello consiguió
desarrollar la fábrica de sábanas, cobijas, mantas, etcétera, y hoy distri-
buyen a todo el país sus mercancías.
Camilo recuerda que dos días después de que un fuerte huracán
causara grandes destrozos en un estado de la República Mexicana, re-
cibió una llamada donde le hacían un pedido especial. El gobierno de

134
aquel estado le solicitaba un pedido importante de mantas y colcho-
netas para atender a los damnificados.
Al principio el pedido era de mil colchonetas y yo les expliqué que no
tenía esa cantidad en bodega, nadie tiene guardadas tantas colchonetas,
pero les dije que íbamos a ver cuántas tenía y cuántas más podíamos con-
seguir en otros estados. Consciente de que se trataba de una emergencia,
busqué con comerciantes y fabricantes para juntar la mayor cantidad,
mientras hacíamos una línea de fabricación especial para sacar el pedido
completo lo antes posible.
En los días que siguieron, con el recuento de los daños, el número
de damnificados creció muchísimo y el pedido aumentó también. Se
necesitaban ahora 5 mil colchonetas y otras tantas mantas, que de al-
guna manera urgía distribuir en las zonas más afectadas.
Alcanzamos a conseguir rascándole aquí y allá, en todas las tiendas
a donde distribuimos y bodegas en otras ciudades, muy cerca de las mil
colchonetas que nos pedían, 500 ya listos en la ciudad y el resto en camino,
como para entregarse en dos o tres días a más tardar.
Cuando le llamaron para aumentar el pedido, Camilo calculó que
tardaría un par de meses para cubrir las otras 4 mil colchonetas que le
solicitaban y el contacto en el gobierno del estado le dijo que sí, que
procediera a la fabricación, para lo cual Camilo solicitó que le pagaran
el pedido que estaba por entregar y además de un adelanto para la
fabricación de todo el pedido.
Entonces me dijeron que no había problema, pero que eso tenía que
verlo directamente con el licenciado que se encargaba de esas transaccio-
nes y me pidieron que hiciera cita con un familiar muy cercano del gober-
nador. Yo me imaginé que se trataba de una ayuda altruista, de un servicio
a la comunidad. Pensé que el gobernador le había solicitado a un pariente
tan cercano que de manera personal viera y atendiera los asuntos relacio-

135
nados con el desastre del huracán, como para darle celeridad y confianza
a los trabajos de atención a los damnificados.
Camilo pidió la cita y acudió a una gran casa que estaba habilitada
como oficina, muy elegante y con alto nivel de seguridad. Ahí tuvo que
hacer antesala y esperó cerca de dos horas para ser atendido por el
Licenciado. Durante su antesala presenció un largo desfile de contratis-
tas y proveedores que, como él, iban para arreglar contratos y pedidos.
Te puedo asegurar que, aunque era muy sonado que el Licenciado te-
nía muy mal humor, no me imaginé nunca que sus gritos se iban a escu-
char tanto, hasta en la sala de espera podíamos oír las mentadas de madre.
Para cuando finalmente fue recibido, Camilo ya había pensado va-
rias veces en retirarse, pero el pedido que le solicitaban representaba
un buen negocio y además entendía que era importante ayudar a las
personas en esos momentos y él iba a proveer un artículo de primera
necesidad para quienes perdieron sus hogares.
Cuando al fin pudo hablar con el Licenciado, planteó lo que nece-
sitaba para trabajar el pedido: que se le liquidara el costo de las colcho-
netas que estaba por entregar y que le gestionaran un anticipo para la
fabricación de las 4 mil restantes. El Licenciado me recibió primero muy
amable, me escuchó tantito y luego me interrumpió y me dijo: mira mijo,
todo va en un pedido; ya vi tus números y le hicimos ajustes porque no te
está sobrando para que pagues tu cuota de contratación. Y me dijo así
directo, sin rodeos, que en la siguiente semana salía el cheque del anticipo
por todo el pedido y que la mitad se la tenía que separar y que su secretaria
me iba a dar una cuenta para depositársela.
Según entendió Camilo, cuando saliera el cheque por el resto del
pedido, tendría que hacer de igual manera un depósito. El Licenciado le
aclaró que normalmente se queda con los anticipos y el proveedor se
queda con el segundo pago, pero que entendía que en su caso iban a

136
fabricar las colchonetas y mantas, y que seguramente necesitaban cos-
tear la materia prima, por esa razón estaba haciendo una excepción.
Cuando menos no me gritó ni me mentó la madre. Pero sí me sorpren-
dió cómo lo manejó, sin insinuaciones, sin tacto, sin nada: así es esto, sale el
dinero y depositas tu cuota. Te juro que yo creía que estaba ahí metido para
ayudar a la gente por el desastre, en una misión de apoyo al gobernador.
Camilo procedió a realizar las cosas tal cual se lo indicaron. El últi-
mo pago se retrasó casi tres meses, pero sí se le pagó todo el pedido.
A él no le gusta ni desea hacer negocios de esa manera porque hay
formas más honestas de ganarse el dinero. En esa ocasión aceptó ese
pedido y en esas condiciones, por tratarse de una emergencia, porque
sabía lo importante que era para la gente. Pero ya no quiere que le
vuelva a salir un cliente así.

137
FRAUDE EN LA PRESTACIÓN DE SERVICIOS

“A USTED QUÉ LE PREOCUPA, SI NO PAGÓ NADA”


Historia número 42

S ergio es un ingeniero químico que trabajó durante toda su vida la-


boral en una empresa líder en su ramo, con presencia en todo el
país. Recientemente se jubiló y está dedicado a las actividades que más
le agradan: escribir y viajar. Sus hijos ya independientes han contraído
matrimonio y son exitosos profesionalmente. Dos de ellos no viven en
Monterrey, pero mantienen un vínculo muy cercano con su padre.
Justamente, el hijo mayor, el que vive en Monterrey, hace dos
años empezó a sentir molestias como dolores abdominales, náuseas,
vómitos y problemas para orinar. A la par, aparecieron otros síntomas
como falta de apetito, ictericia, diarrea e indigestión. Esta acumula-
ción de síntomas motivó a Sergio a llevar a su hijo a uno de los hospi-
tales privados más prestigiados de la zona metropolitana de Monte-
rrey, aprovechando que su hijo contaba con un seguro médico que
cubría todos los servicios.
Ya en el hospital, examina al paciente un gastroenterólogo
acompañado de un internista y un cirujano. El equipo de médicos
decide internarlo de inmediato y el diagnóstico fue que requería de
una operación rutinaria por problemas en la vesícula. Sin embargo,
en lugar de proceder a la operación, los médicos solicitan exámenes
y pruebas que, según dijeron, eran necesarios para descartar otras
patologías. A Sergio, que siempre estuvo al lado de su hijo, le expli-
caron que podría tener conductos sanguíneos taponados. Para ello

138
solicitaron pruebas de contraste y otras evaluaciones costosas. Así,
en lugar de quedarse dos días en el hospital como normalmente
pasa con alguien que tiene problemas con la vesícula, el hijo de Ser-
gio llevaba ya cuatro días.
Finalmente, al quinto día deciden pasarlo a cirugía. Al salir del
quirófano, el gastroenterólogo informa a Sergio que en ocasiones
este tipo de operaciones hace que los cirujanos cometan pequeños
errores y afecten el páncreas o el hígado. De hecho, le mostraron
que el nivel de bilirrubinas se había elevado 35 por ciento por arri-
ba de los parámetros normales. Esta circunstancia hizo que llamaran
al hepatólogo bajo la premisa de que se pudo haber producido un
error involuntario del cirujano y, en consecuencia, habría malfuncio-
namiento del hígado. Los médicos piden que el paciente se quede
en el hospital para observarlo y para que guarde reposo. Ellos sabían,
concluye Sergio, que el seguro de gastos médicos mayores era ilimitado.
Ya ahora, Sergio duda que el nivel de bilirrubinas verdaderamente se
hubiese elevado, pero, en fin, en ese momento, después de la opera-
ción, él seguía teniendo confianza en los médicos.
A partir de ahí, empezó una danza de exámenes, cada vez más
caros y complejos. En realidad, los médicos pidieron todos los estu-
dios imaginables, en cada caso, el hijo de Sergio resultaba sano. Así
fue como el paciente llegó a la tercera semana de internamiento. En
la cuarta semana, el hepatólogo pidió un estudio que solamente se
podía realizar en un centro análisis de su propiedad. Lo mismo, el
resultado mostraba que el hijo de Sergio no tenía nada.
Ahí no paró la historia, en lugar de dar de alta al hijo de Sergio,
el hepatólogo pide que se practique una biopsia que exige alargar
la hospitalización otra semana más. Resultado de la biopsia: nada, el
paciente no tiene nada.

139
Después de cinco semanas, finalmente lo dan de alta. Sergio, ya
enfadado, tiene una conversación con el gastroenterólogo para de-
cirle que fue totalmente inútil que tuvieran a su hijo cinco semanas
en el hospital para nada. El médico le respondió: a usted qué le preo-
cupa, si ustedes no pagaron nada.

140
MALVERSACIÓN

“LA CULTURA ES UNA MINA DE ORO”


Historia número 43

A ureliano es un artista escénico profesional, originario de Nuevo


León, pero radicado en la Ciudad de México. Él ha trabajado por va-
rias décadas en y para instituciones públicas dedicadas al arte, además,
desde hace diez años forma parte de un sindicato que representa a los tra-
bajadores del sector cultural a nivel federal. Durante su trayectoria sindical,
Aureliano ha tenido varios jefes o directores y poco a poco ha ido apren-
diendo sus estrategias para operar los fondos de promoción cultural o de
apoyo a creadores de forma no enteramente lícita ni abiertamente ilícita.
Para Aureliano no hay duda, él considera que el sector cultural es
especialmente corrupto ya que existe una percepción generalizada de
anonimato del dinero público destinado a la cultura: la cultura es una
mina de oro, porque es dinero que nadie voltea a ver. Todos ven lo que se
hace con el dinero de la educación, de la seguridad, de la salud… pero na-
die se fija en cultura. Se cree que es dinero perdido.
Aclarada esta premisa, Aureliano pasó a describirnos las diversas
formas de usar el presupuesto; por ejemplo, nos cuenta que existen
figuras laborales, tales como la de “director huésped”, que utilizan los
directores de proyectos para, además de recibir su sueldo base, cobrar
sumas extras por eventos de dirección artística que ya estaban inclui-
dos en sus actividades laborales regulares.
Durante la primera administración que le tocó vivir siendo miem-
bro del sindicato, Aureliano cuenta que el director usaba el presupues-

141
to libremente y disponía de recursos destinados a los trabajadores para
su uso personal:
Cuando alguien incurría en una falta de disciplina se le castigaba qui-
tándole su sueldo. Los trabajadores firmaban su nómina, pero no recibían
la paga. Entonces ese dinero no lo regresaban, sino que se perdía o más
bien se lo quedaban en la administración.
En otra ocasión, al final del año, el director nos regaló una suma pe-
queña de dinero por nuestro desempeño, yo vi cómo salió de su cuenta,
de un cheque firmado a su nombre. Luego me enteré que ese dinero era
un bono que venía de más arriba, un bono para los trabajadores, pero por
alguna razón lo tenía él en su cuenta personal. Se lo depositaron o se lo
depositó él mismo, no sé.
El presupuesto que no estaba claramente etiquetado, era utilizado
con libertad por los directivos y declarado bajo el concepto de gastos
varios. Aureliano también fue testigo de las inversiones millonarias que
se hacían en producciones de baja calidad. Sin embargo, también re-
conoció que el presupuesto no siempre se usaba con fines egoístas:
En ocasiones, como se tardaban mucho en pagarnos por primera vez
y varios somos foráneos y no teníamos para pagar nuestros gastos, nos
prestaban dinero sin firmar nada, así nada más en efectivo. Nos prestaban
15 mil pesos o lo que fuera y lo devolvíamos en la primera quincena.
Además del desvío de fondos, el tráfico de influencias y el nepotis-
mo son otro ejemplo de prácticas de corrupción comunes dentro del
ámbito artístico que, según Aureliano, son lo suficientemente eviden-
tes dado que el sector requiere de un grado de preparación técnica y
artística muy elevados. Recuerda particularmente el caso de una direc-
tora, cuya administración fue especialmente corrupta en este sentido:
Las audiciones para contratar nuevos artistas y las licitaciones las te-
nía arregladas desde antes para favorecer a sus familiares y recomenda-

142
dos, aun cuando no tenían el nivel técnico suficiente. Por ejemplo, hubo
una audición donde no contrataron a una chava muy buena pero sí a
otras personas que, pues, no tanto. Entonces desde el sindicato exigimos
que se publicaran las calificaciones de cada uno de los aspirantes y vimos
que se había contratado a gente que no tenía los puntajes más altos de las
audiciones. En otra audición, la directora contrató además a su hija, quien
no tenía nivel para el puesto y lo mismo pasó con varios más, que fueron
contratados porque así lo decidió ella. Cada mes tenemos unas evaluacio-
nes, entonces la hija de la directora siempre salía mal, pero la defendía para
que conservara la plaza y nunca la pudieron correr, los demás por conser-
var el puesto se agachaban y pues no decían nada. También recuerdo que
usó cuatro de las plazas de artistas para poner a su gente en puestos ad-
ministrativos y contaba con la venia de los de arriba. Con esta directora
siempre fuimos menos artistas que plazas disponibles.
Con las licitaciones pasaba igual, yo vi que se declaraban desiertas o
que hacían una adjudicación directa porque no había contendientes y la
verdad es que las lanzaban con requisitos excesivos y con muy poco tiempo
de antelación. Era casi imposible cumplir con todo lo que pedían. Una vez,
una de las principales licitaciones fue adjudicada al esposo de la directora.
También usaba el material y la bodega del instituto para sus eventos y
cosas personales: los vehículos de la institución los usaba para eventos de
su escuela o para su hija y vi cómo muebles y alfombras de la institución
terminaron en la casa de uno de los funcionarios contratados por ella.
Finalmente, Aureliano cuenta que su participación en el sindicato
se debió a la necesidad de enfrentarse a los abusos de poder de los
directores:
Yo mido las mejores gestiones de los directores por la actividad sin-
dical, entre más felices estemos menos alboroto hay dentro del sindicato,
pero la verdad es que siempre nos han tratado muy mal. La necesidad me

143
hizo entrarle, por ejemplo, una vez nos bajaron el sueldo para cotizar me-
nos en el ISSSTE y eso no se puede hacer, pero solo si estás sindicalizado te
puedes defender y te escuchan.
A mí no me han podido correr por más que hayan querido, pero sí me
han quitado muchas oportunidades para crecer. Yo fui el único sindicali-
zado por muchos años y he logrado muchas cosas, pero igual me hice de
muchos enemigos.

“NI MODO QUE DENUNCIE A MI FAMILIA”


Historia número 44

En la familia de la entrevistada –una mujer joven dedicada al servicio


público cuyo nombre es Irina– hay varios médicos y trabajadores rela-
cionados al sector salud que se desarrollaron profesionalmente en el
Instituto Mexicano del Seguro Social. La mamá, los tíos, los primos y
varios parientes cercanos de Irina trabajan como médicos generales,
internistas, radiólogos, químicos y hasta administradores de clínicas
del Seguro Social.
Es así como Irina creció rodeada de objetos del Seguro Social,
objetos que pertenecían a los hospitales y consultorios pero que lle-
naban las gavetas, los closets y los botiquines de su casa. Cuando era
pequeña, era normal ver tenedores, platos, algodón, sábanas, material de
curación, jeringas y por supuesto medicinas que tenían la marca del IMSS,
esos objetos eran parte de su entorno cotidiano y los daba por hecho como
pertenencias de la casa.
La entrevistada nos compartió que, tanto ella como el resto de
la familia, acudían con regularidad a consultas, tomas de radiografía
y estudios de laboratorio en el Seguro Social. Mi madrina que es ahora
jubilada del Seguro, nos decía siempre que pasáramos por el laboratorio si

144
ocupábamos algo y, aunque estamos asegurados, a mí me sorprendía que
nunca teníamos que hacer filas como las demás personas ni llenar papeles.
Este tipo de actos son percibidos como favores y ayudas que se
hacen a la familia, lo cual se aprecia a través del uso del lenguaje. Por
ejemplo, la entrevistada nos relató cómo a la abuelita le conseguían
sus medicamentos o le echaban la mano buscando a un cirujano; a
un tío le traen las jeringas y la insulina para la diabetes que padece. En
fin, se ayudaban porque sabían lo difícil que es que el Seguro programe
cirugía en fechas próximas o lo costoso de pagar por medicamentos
especializados.
Al ir creciendo, Irina nos relata que comenzó a preguntarse de
dónde salía todo ese material que se conseguía o se traía, y por qué
ella nunca tuvo que hacer fila en el Seguro Social. Claro que quisiera
hablar, pero ni modo que diga que mi familia roba, no podría denunciar.
Posteriormente, nos compartió un secreto que quedó resguarda-
do por la familia durante años. Todo comenzó cuando su madre, que
también ejercía como médico del Seguro, hurtó el recetario de un co-
lega para conseguir un medicamento al cual es adicta. Además de ad-
quirir su propia dosis, empezó a emitir recetas médicas a sus amigas y
conocidas. Al poco tiempo rastrearon el recetario y descubrieron a las
amigas comprando medicinas con las recetas robadas, ellas, a su vez,
la delataron.
Ante tal problema, un tío de Irina buscó a un allegado que en ese
momento fungía como servidor público por parte de un partido políti-
co. Este señor le hizo un favor a mi tío y le consiguió la pensión a mi mamá,
o sea que ya no puede ejercer en el Seguro, pero sí cobra su pensión. Gracias
a los contactos familiares, el asunto de las recetas robadas se resolvió
con una jubilación anticipada y sin ningún tipo de acusación en contra
de la madre de Irina.

145
“OTRA FORMA TÍPICA DE CORRUPCIÓN EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA”
Historia número 45

Julia, a pesar de su juventud (40 años), posee una experiencia profe-


sional robusta en la administración dentro del sector público. Prime-
ramente, en una secretaría del gobierno estatal y posteriormente en
organismos públicos descentralizados del estado de Nuevo León. Es
un trabajo que le apasiona y su trayectoria en el servicio público la
hace sentirse orgullosa.
Por sus dieciocho años de experiencia sabe que en las dependen-
cias públicas la persona que controla compras y la que administra pro-
veedores son quienes tienen todas las oportunidades de incurrir en
actos deshonestos. Esas dos áreas se prestan para que aparezcan las
formas típicas de corrupción en la administración pública. Así es como
accedió a relatarnos una historia que muestra cómo esto se materializa.
El suceso tuvo lugar en una ocasión en la que Julia se encontraba
trabajando en el área de egresos de un organismo público descentra-
lizado. En ese año, la autoridad del organismo decidió utilizar parte de
los fondos disponibles para remodelar y pintar el exterior del edificio
en el que opera la institución. En la orden de compra para la pintu-
ra se establecía el número de metros cuadrados. De hecho, el metro
cuadrado de pintura constituye la unidad a partir de la cual se calcula
la cotización. Entonces Julia constató que en la orden de compra se
establecía: 20 x 10 metros de la fachada, 18.5 x 10 metros al fondo, 42 x 10
metros del lado poniente y 42 x 9.5 metros del lado oriente. Esto le re-
sultó absolutamente aberrante porque el edificio tiene ventanas muy
grandes que, por obvias razones, no iban a ser pintadas. Se dedicó a
estudiar el asunto hasta que alguien le hizo saber que habían pintado
el exterior y el interior de la casa del subdirector de compras. No pudo

146
denunciar el asunto porque ponía en riesgo su propio empleo. A rega-
ñadientes, procedió a pagarle al proveedor.

“ROBAN, PERO NO TANTO”


Historia número 46

Almudena recientemente terminó su carrera en una universidad pres-


tigiosa del país; como muchos de los estudiantes, antes de graduarse
realizó prácticas profesionales dentro de una dependencia del gobier-
no estatal, donde trabajó por cinco meses sin goce de sueldo. Al co-
menzar su periodo de prácticas, Almudena se percató que en reitera-
das ocasiones sucedía lo siguiente, descrito en sus propias palabras: se
programaba una agenda, con diversas actividades y eventos oficiales y, a
la mera hora cancelaban tres o cuatro de los eventos, pero se gastaban el
dinero que habían asignado. Una vez la titular de la dependencia canceló
toda una agenda y después mágicamente se fue a París de vacaciones.
Lo anterior sucedía normalmente con eventos grandes, que invo-
lucraban a personajes importantes como cónsules o empresarios ex-
tranjeros, quienes debían realizar una visita oficial y tenían un itinerario
marcado para varios días. Por alguna razón, desconocida para Almu-
dena, las visitas no se concretaban y toda la agenda era cancelada sin
ningún tipo de anuncio público.
El chofer me contó que la titular de la dependencia ya había hecho
eso de cancelar los eventos internamente e irse de viaje o usar el dinero
para otras cosas, era algo habitual. Cuando la titular se iba, dejaba a su
secretaria particular a cargo, claro que le pagaba más por quedarse, a ve-
ces hasta le pagaba el doble. También me dijo que ellas ya se conocían
desde hacía varios años y que habían saltado de puestos juntas. La titular

147
siempre se llevaba a su secretaria para que la acompañara en su siguiente
puesto público.
Otra estrategia para hacer un uso indebido de los recursos del Es-
tado, era disponer de vehículos oficiales y del personal para efectos
privados. Por ejemplo, Almudena fue testigo de que el chofer usaba el
vehículo oficial como el suyo propio y servía a la titular y a su familia en
eventos y horarios no laborales.
Por otro lado, se enteró de cómo el resto del personal estaba al
tanto y hasta se coordinaba entre sí para hacer uso del dinero que les
sobraba o para sacar provecho del presupuesto destinado a la depen-
dencia: una vez la secretaria de la titular me dijo que entre las otras de-
pendencias se ponían de acuerdo para compartirse el presupuesto que les
sobraba; hasta me ofreció apoyarme para un viaje de estudios que iba a
hacer en el verano. Las que manejan todas las finanzas son las secretarias
y tienen acceso a toda la información presupuestal. También vi cómo fac-
turaban dinero de más, con facturas infladas que les hacía una gasolinera
aliada. Eso lo hacía el chofer para la titular y se llevaba una comisión. Ade-
más, sé que declararon un auto, pero en realidad tenían otro, o sea que se
habían comprado uno más barato y se quedaron con la diferencia.
Según Almudena, la visión compartida entre los funcionarios y
empleados sobre sus actos era de absoluta normalidad: Es la manera
de ejercer el puesto y sacar provecho, así le hacen desde siempre. Lo veían
como algo normal que no está mal, como un dinero que es de ellos para
usar porque les sobraba.
Además, se generaba una especie de complicidad entre los em-
pleados, importante para que el robo hormiga, como lo llama Almu-
dena, fuera considerablemente grande. Yo me sentía cómplice porque
tenía que actuar con normalidad y es frustrante porque no puedes escalar
si no eres parte de esa maquinaria, no vale la pena esforzarse. De hecho,

148
hasta me tenían confianza porque veían en mí a alguien que no criticaba,
por eso podía ver las facturas y todo eso. Aunque también pensaba: si yo
pudiera hacerlo, lo haría. Están robando, pero no tanto, es como un robo
hormiga.
Finalmente, Almudena relató que el trabajo para el cual había sido
contratada, no fue implementado. Aunque al inicio de la gestión se
realizó un comunicado de prensa donde se anunciaba el plan de tra-
bajo y las acciones previstas, al final, no se llevaron a cabo ni se anunció
un cierre oficial del programa.
Sí me enojé porque yo me eché la chamba que sí me tomaba en serio,
para que al final el resultado fuera que: se acabó el presupuesto y vamos a
ver si lo implementamos el otro semestre. No entiendo en qué se acabó el
presupuesto si no se implementó nada de lo que planeamos. Aparte, no los
puedes denunciar porque no sabes qué te puede pasar o si vayas a poder
entrar a trabajar en el gobierno después.

149
PLAGIO

“¿QUÉ FUE LO QUE HICE MAL? SI TODO EL MUNDO LO HACE”


Historia número 47

S ergio fue funcionario de una institución pública del gobierno del


estado de Nuevo León que, entre otras muchas actividades, con-
vocaba cada dos años a un concurso de ensayo sobre temas relativos
a la educación, la salud y la integración familiar. El concurso atraía es-
critos de muchos tipos de personas interesadas en participar, no sola-
mente porque los premios a los cinco primeros lugares eran atractivos,
sino además porque se hacían públicos los textos ganadores a través
de los medios de comunicación locales.
Ese año tocaba lanzar la convocatoria sobre el tema de la convi-
vencia vecinal y la calidad de vida. Se recibieron 380 trabajos siguien-
do un procedimiento estandarizado mediante el cual se entregaban
tres copias del ensayo en sobre cerrado; el ensayo se firmaba con un
seudónimo. En otro sobre cerrado el concursante entregaba una hoja
con su nombre verdadero, domicilio y teléfonos de contacto. En este
segundo sobre, se leía como remitente el seudónimo que aparecía en
el texto entregado a concurso.
Como se hacía normalmente, los tres miembros del jurado se die-
ron a la tarea de revisar y evaluar los 380 trabajos. Y citaron al comité
organizador, en el que Sergio fungía como presidente, para dar a cono-
cer los resultados. En ese momento se anunciaban los ganadores de los
cinco primeros lugares y se procedía a abrir los sobres que contenían
los nombres y domicilios. En esa ocasión el ganador del primer lugar

150
fue Salomón, un abogado joven que laboraba en una dependencia
del gobierno del estado. Los miembros del comité le dieron a conocer
la noticia. Se convocó a los medios de comunicación y los resultados
fueron noticia en las páginas de la sección de noticias locales. Sergio
recordaba: Salomón se encontraba muy feliz, especialmente porque su
jefe lo había felicitado y eso seguramente anunciaba una promoción.
Después de tres semanas de celebrada la ceremonia de premia-
ción y de que se sacaron las fotos de rigor para documentar la convo-
catoria de ese año, a Sergio le llegó un mensaje por correo electrónico
de un académico mexicano que era profesor en una universidad bri-
tánica. El mensaje tenía un tono de indignación y hasta con toque de
amenaza. Sergio recordaba que el profesor señalaba en su mensaje
que el ensayo ganador del primer lugar tenía párrafos enteros de un
trabajo que el profesor había publicado años atrás, que no podía creer
que una institución pública de México premiara a los que practicaban
el plagio, que le resultaba indignante que esta práctica se llevara a
cabo en nuestro país con total impunidad. Exigía que públicamente se
dieran a conocer los hechos y que se exigiera al ganador la restitución
del dinero que se le había entregado como parte del premio.
Sergio, en representación del comité organizador de la convoca-
toria, cotejó el ensayo ganador con la publicación del profesor. Como
resultado de esto concluyó que los párrafos eran idénticos, Salomón
ni siquiera se tomó la pena de cambiarle algunas palabras, modificar
expresiones o ajustar el orden expositivo del texto. ¡Había hecho un
trabajo simplemente de copiar y pegar!
El comité entero envió un mensaje al profesor presentando sus
disculpas y reconociendo que era una debilidad del concurso el no
tener normas que inhiban el plagio entre los concursantes. Sergio re-
cordó que el profesor plagiado recibió a entera satisfacción estas dis-

151
culpas, sobre todo porque se le garantizó que se daría a conocer pú-
blicamente el suceso.
Lo más sorprendente de esta historia es lo que sucedió al final
cuando citaron a Salomón para darle a conocer el veredicto del comité
organizador. Sergio presidió la reunión y le anunció que se invalidaba
el premio otorgado, que se le exigía que regresara el dinero y que se
daría a conocer públicamente lo sucedido. Ante esto, Salomón respon-
dió olímpicamente: ¿qué fue lo que hice mal yo? Esto todo mundo lo hace,
hasta mis profesores de la universidad lo hacían. De nada sirvió que Ser-
gio le explicara que se había cometido plagio y que el verdadero autor
de estos párrafos no era él. Salomón salió de la reunión diciendo que los
equivocados éramos nosotros, no él. Si todo mundo lo hace por qué va a
estar mal. Seguramente pensaba que si los trabajos que entregaba en su
escuela estaban redactados utilizando párrafos de otros autores y sus pro-
fesores le otorgaron calificaciones aprobatorias, por ende, los equivocados
no eran ellos, sino nosotros los miembros del comité.
Final de la historia, Salomón no regresó el dinero. Él se seguía cre-
yendo merecedor del premio. Y todo parece indicar, recuerda Sergio,
que el jefe de Salomón tampoco se preocupó mucho cuando la insti-
tución organizadora del concurso de ensayo pagó una nota aclaratoria
en periódicos locales afirmando que el premio había sido declarado
inválido.

152
VENTA DE FACTURAS

“VENDER FACTURAS: UN NEGOCIO REDONDO”


Historia número 48

B ryan tiene 35 años y vive en San Nicolás, como siempre se le


han facilitado los números y las cuentas comenzó a estudiar la
carrera de Contaduría en una institución de educación superior, pero
en el quinto semestre la abandonó porque tenía que entrar a traba-
jar. Han pasado los años y ya no retomó sus estudios; cree que en su
trabajo le está yendo bastante bien y no siente que necesite un título
universitario.
Hace 15 años entró a trabajar con su padrino que es contador en
un grupo que integra a varias empresas que se dedican a hacer ne-
gocios varios y muy diversos. Llegó como una persona de confianza
y eso le ha valido para crecer y desarrollarse. Se considera un hombre
de palabra, honesto y trabajador. Aunque manejo mucho dinero, nunca
agarro un peso que no es mío.
La empresa en la que Bryan trabaja comenzó como una oficina de
contabilidad en una mueblería pequeña. Se trataba de dos negocios,
por un lado, el trabajo de la mueblería con sus ventas, compras y gas-
tos. Por el otro lado, pero en las mismas instalaciones, estaba la oficina
de contabilidad, que se encargaba de darle servicio a otros negocios,
les llevaba la nómina, las declaraciones, las deducciones y todas las
cosas que hace un servicio contable.
Hoy en día la empresa ha crecido porque tienen más comercios
afiliados, más locales, pero lo que sin duda ha hecho que crezca el ne-

153
gocio es la venta de facturas para otras empresas y personas. Aquí te
vendemos toda clase de facturas que necesites: para deducir tus gastos,
para que bajes el IVA, el ISR. La oficina maneja muchas comercializadoras,
muchos negocios que están hasta en diferentes estados y lo que necesites
se te factura bien, como si fuera verdad.
Bryan sabe que el negocio de la facturación no es nuevo y que
desde hace muchos años existe. Antes de las facturas electrónicas, te-
nían que conseguir facturas impresas de negocios conocidos y para
eso lo mandaban a la Ciudad de México. Ahí hizo un contacto que le
vendía talonarios completos de facturas de hoteles, restaurantes, tla-
palerías, constructoras… de todo tipo de empresas. En Monterrey tam-
bién conseguíamos de muchos negocios, pero las más cotizadas para las
empresas siempre son las de mucho nombre y las que me traía de la Ciu-
dad de México, esas nos daban la reputación buena, porque podía ofrecer
facturas foliadas, sí, foliadas, de cadenas de hoteles bien posicionadas a
nivel nacional y de restaurantes famosos en los que le podías poner una
cuenta chingona de muchos miles.
En opinión de Bryan en esos tiempos la facturación sí era como un
fraude, pero Hacienda nada decía y nada checaba, seguramente por-
que era muy difícil verificar y auditar a todas las empresas con todas sus
facturas. Las facturas son un mundo de papeleo y si alguien tiene una
empresa mediana, necesita una oficina con más de 30 personas para
organizar sus cuentas para la Secretaría de Hacienda; si alguien tiene
una grande, entonces requiere una oficina con cientos de personas.
Hoy en día el SAT se maneja con facturas electrónicas y hay un con-
trol más estrecho de las operaciones. Al ser digital, existe la posibilidad
de que se hagan revisiones digitales o que se validen las operaciones
entre las empresas, de manera que no es fácil emitir una factura que no
corresponde a un comprador y hay un riesgo muy alto de ser detectado.

154
Sin embargo, en la oficina donde trabaja Bryan saben hacer las co-
sas bien y son profesionales porque no expiden facturas a lo loco o sin
control, cada factura, cada operación importante, se hace con respal-
dos de otras operaciones y se registra el depósito de cada factura en
una cuenta bancaria real de los negocios. Se hacen las transferencias
bancarias correspondientes para cada compra de un servicio o mate-
rial y la empresa que factura, se respalda con compras a otras empre-
sas, que le dan validez a la transacción.
Algunos clientes piden facturas específicas sobre servicios muy
definidos o sobre materia prima de su giro, pero otros piden asesoría
porque necesitan, según sus números, meter facturas por una canti-
dad calculada. Entonces ahí entra la asesoría especial y se les ayuda a
sumar la cantidad que necesitan en varias facturas que sean afines a
su negocio.
Por ejemplo, vas a decir que hiciste una remodelación en tu empre-
sa, sin hacerla, y necesitas facturas por un millón de pesos. Aquí se hace
una evaluación y se te factura variado. Una constructora te factura 500 mil
pesos, luego una casa diseñadora de interiores te factura otros 500 mil pe-
sos. El cliente deposita 500 mil a la constructora y los otros al diseño. Acá
en la oficina se encargan de que la constructora reporte compras a una
comercializadora de materiales de cemento, grava y pintura, y le facturan
su compra y deposita una cantidad a la comercializadora. En el negocio
de diseñadores de interiores reportan compras a una mueblería, también
compran pinturas y adornos. Todo se reporta en facturas y en depósitos.
Bryan sabe que este negocio no es fácil porque la cadena de com-
pras y facturaciones es larga y porque se requiere disolver la operación
ficticia de manera que no sea fácilmente detectable. Incluso en algún
punto de la cadena, las empresas que facturan son reales, negocios
que pertenecen al grupo de empresas y que finalmente tienen una

155
operación normal como mueblerías, tlapalerías, venta de abarrotes,
alimentos, fletes, agencias de servicios diversos y un largo etcétera, et-
cétera. Esto consigue que sea muy difícil encontrar que la operación
no fue real.
Al que compra una factura de esta calidad de disolvencia se le lle-
ga a cobrar hasta 16 por ciento de la cantidad facturada y se le regresa
el dinero que depositó en efectivo, menos la comisión. También hay
costos con comisiones más económicas, hasta de 8 por ciento, todo
depende de la complejidad de lo que se solicita. Pero el requisito para
todos, es que deben depositar la cantidad facturada y luego se les de-
vuelve. Esa es la otra parte de la chamba, donde yo estoy encargado aho-
rita. Cada dos o tres días, vamos al banco a retirar en efectivo el dinero de
las devoluciones y las entregamos. Es delicado porque hay que trasladar
mucho dinero el mismo día. En el banco saben que vamos por un retiro
grande y siempre existe el riesgo de que los malandros sepan, pero ese es el
compromiso final.
Además, no pueden contratar un servicio profesional de traslado
de valores porque eso despertaría sospechas al SAT. De manera que la
oficina tiene su grupo rudo para hacer estos traslados. Entonces, lo que
hacen es cambiar de sucursales muy seguido y variar a la persona que
acude a la ventanilla a retirar, como una forma de ser más discretos
en la operación; pero siempre escoltados por los rudos, porque no se
pueden dar el lujo de perder un solo peso.
Bryan es la persona de confianza que mueve a un grupo para en-
tregar las devoluciones. El otro grupo importante en la oficina es el de
los promotores. Existe un grupo de personas que ganan una comisión
por cada empresa que puedan sumar al sistema de facturación y ga-
nan un pequeño porcentaje por cada factura que se le entrega a la
empresa. Yo me gano muy poquito de cada factura, pero gano por todo lo

156
que factura la oficina. Los de la promoción ganan por lo que arriman, de-
pende de lo que traigan. Es muy buen negocio, casi no hacen nada, andan
como vendiendo boletos para la casa del Tec.

“REPARTO DE UTILIDADES O BONO POR FACTURAS FICTICIAS”


Historia número 49

C hilo tiene 43 años de edad. Inició estudios de ingeniero mecáni-


co administrador, pero no los terminó. La necesidad de trabajar
lo fue sacando de la escuela y hasta la fecha ha trabajado en diver-
sas empresas y giros. Hace algunos años trabajó en una empresa que
importaba y exportaba mercancías en general. Gracias a ese trabajo
conoció muchos lugares de la República Mexicana, principalmente
puertos y ciudades grandes, porque su responsabilidad era recibir los
embarques, revisarlos y reembarcarlos a otro lugar.
Cada vez que Chilo salía, la empresa le proporcionaba gastos de
pasajes o gasolina, viáticos para hospedaje y comidas. Como en ge-
neral su forma de vida era muy austera, podía gastar muy poco de los
viáticos que le daban. Pero en las taquerías y puestos donde comía no
le daban comprobantes. O si encontraba un alojamiento vecinal (un
cuartito) o se quedaba con algún amigo que lo invitaba, tampoco po-
día entregar un recibo de gastos, mucho menos una factura.
La empresa le pidió que regresara de cada salida con sus gastos
bien comprobados, que comiera en cafeterías o restaurantes que le
dieran recibos o facturas con el IVA desglosado. Así fue como un buen
día, en un viaje de autobús, conoció a don Pepe que le ofreció notas
y recibos para comprobar sus gastos, que a veces eran de tres días, a
veces eran de dos semanas. Mi amigo me conseguía recibos con el IVA
desglosado de muchos lados a donde andaba y cada vez que podía le ha-

157
blaba y le preguntaba, ¿no tienes recibos de Guadalajara? Pos sí o pos no.
Ya me decía.
Cada vez que fue posible, Chilo metió los recibos cubriendo los
viáticos que le daban, pero reportando gastos que no hizo en realidad.
Cuenta que nunca tuvo un problema, el contador lo felicitaba por lle-
var sus notas y cada vez que pudo, ahorró en el viaje y reportó lo más
que podía con las facturas y recibos.
Chilo cambió de trabajo, dejó de viajar y echó raíces en la ciudad.
Desde hace seis años trabaja en un taller de reparación de tecnología
donde se ha desarrollado, tanto, que aunque no es un puesto oficial, se
considera el gerente del negocio, porque es el encargado del negocio:
abre y cierra, es responsable de la caja y es el jefe de tres técnicos que
se encargan de las reparaciones.
En su nueva responsabilidad descubrió que el dueño de la peque-
ña empresa tenía muchos problemas en la contabilidad. Esto debido
a que por los servicios a empresas establecidas o a veces hasta en la
ventanilla de atención, los clientes piden factura y para el taller resulta
más negocio si no se facturan los trabajos porque, según el dueño, la
contabilidad se complica. En este negocio se reutilizan muchas piezas, se
reciclan partes de las computadoras y de los celulares. Y no es mala leche,
si están como nuevas no se tiran. Es una opción más económica para el
cliente, nada más le avisamos que la garantía cambia.
Los trabajos que se realizan con piezas recicladas, al momento de
facturarse, no quedan sustentadas en compra de piezas, y eso es parte
de lo que desordena o complica la contabilidad, según le han explica-
do. En una ocasión su jefe le dijo a Chilo que tenían problemas con la
contabilidad porque estaban facturando mucho y gastando muy poco
según el contador; y si el negocio estaba creciendo, había que equili-
brar esas cosas en el taller. Entonces a Chilo se le ocurrió decirle de don

158
Pepe, su amigo que le conseguía recibos y notas y que seguramente
podía conseguirle facturas a buen precio.
Desde entonces existe un “negocio” entre el taller de reparación
de tecnología y don Pepe que les vende facturas de diversos asuntos
cada vez que se necesita. A diferencia de los recibos y notas que com-
praba Chilo, en la venta de facturas se hace un depósito por el total
de la factura, los contadores cobran su comisión y en dos semanas
entregan el dinero restante, todo esto para que se haga una operación
contable completa. Son facturas de refacciones o renta de equipos, pero
últimamente el patrón está pidiendo facturas por asesorías y servicios ex-
ternos. Y como tiene otros negocios, ya pide facturas de todo tipo.
Pasado el tiempo, el jefe le advirtió que fuera muy cuidadoso por-
que las facturas iban a ocasionar que la empresa no reportara ganan-
cias, porque al aumentar los gastos de forma artificial, en las cuentas
bajaría el margen de ganancia de la empresa, de tal manera que habría
muy pocas utilidades o nada de utilidades, y que eso como amigo se
lo tenía que decir, porque en mayo seguramente no le iban a dar nada
como parte de las utilidades que se deben entregar por ley. Don Pepe
me lo advirtió, me dijo que muchas de las empresas compran facturas para
no dar utilidades a los trabajadores, que muchos para eso las quieren y no
para que les regresen el IVA, porque eso es más delicado y no cualquiera se
avienta a pedirle devoluciones al SAT con facturas falsas.
Después de lo que le revelaron, Chilo habló de frente con su pa-
trón y llegaron a un acuerdo: si al final del año fiscal no se reportaban
ganancias significativas, por el uso de las facturas que compraban, reci-
biría un bono especial en mayo para compensarle sus utilidades.

159
160
ANÁLISIS DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA
ANÁLISIS DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA

E l material empírico presentado en el capítulo anterior se presta


para ser analizado desde distintos ángulos teóricos y perspecti-
vas disciplinarias. Nosotros hemos optado por proceder a un análisis
utilizando los instrumentos propios de la antropología cultural y de la
sociología hermenéutica porque ambas confluyen en la búsqueda del
sentido de las prácticas o acciones que realizan los actores sociales.
En otras palabras, lo que pretendemos es entresacar de las historias
relatadas los sentidos o significados que los distintos participantes le
otorgan, de manera explícita o implícita, a las prácticas de corrupción
ordinaria. Estos sentidos o significados son, como lo planteábamos en
secciones anteriores, los nervios que mueven los músculos de la co-
rrupción o, si se prefiere, son los símbolos que preservan y legitiman
las prácticas corruptas.
Los resultados de este ejercicio interpretativo los hemos dividido
en tres apartados. El primero presenta lo que decidimos llamar “Fuen-
tes culturales de la corrupción ordinaria”. Estas fuentes constituyen las
claves semánticas para comprender por qué y cómo los entrevistados
–protagonistas, víctimas u observadores– participan en secuencias de
corrupción ordinaria y por qué generalmente se dejan llevar por ellas
(o se benefician de ellas).
El segundo apartado lleva por título: “Consecuencias culturales de
la corrupción ordinaria”. Estas consecuencias son las que los mismos
entrevistados nos señalaron, no son producto de nuestra reflexión o
especulación. El ejercicio de la lectura y relectura atenta de las histo-
rias nos permitió identificar estas consecuencias que son indeseables
para los mismos que las narran. Indeseables, desde luego, para los que
sufren las consecuencias, no para quienes obtienen beneficios de las
prácticas corruptas.
El último apartado trata sobre los “Andamiajes organizacionales
de la corrupción ordinaria”; es decir, la orquestación que hace posible
que la corrupción ordinaria se lleve a cabo, se mantenga y preserve,
proteja a quienes la planean y ejecutan, al tiempo que la convierte
en una especie de statu quo que parece inamovible a los ojos de los
ciudadanos que son víctimas de estas organizaciones.

163
FUENTES CULTURALES DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA

LA CORRUPCIÓN ORDINARIA NO PRODUCE INDIGNACIÓN

E n la sección en la que describimos la metodología de este estudio


afirmamos que algunos investigadores decidimos no grabar las
entrevistas, mientras que otros optaron por hacerlo y luego transcri-
birlas. Sea como sea –unos tomamos notas, otros transcribieron graba-
ciones–, en todos los casos tuvimos mucho cuidado en documentar
las categorías, expresiones, fórmulas utilizadas por el narrador al mo-
mento de relatar la historia de manera oral. Este ejercicio nos permitió,
al escribir los relatos, distinguir dos voces: una, la de nosotros los inves-
tigadores describiendo la historia que nos fue contada; la otra, la de los
mismos entrevistados hablando con sus propias palabras. Cuando son
transcripciones de audio, la voz del entrevistado es textual; cuando se
parte de notas, las expresiones intentan ser lo más fieles posible a la
forma oral utilizada por el entrevistado o entrevistada. Sus voces apa-
recen siempre en itálicas para distinguirlas claramente de la otra voz, la
del investigador o investigadora.
Si tomamos todos los párrafos y frases en itálicas y buscamos la pa-
labra corrupción o sus derivados (corrupto, corruptor) tendremos una
sorpresa. Esta palabra solamente aparece 23 veces; es decir, pocas veces
los interlocutores se refieren a los hechos que narran como prácticas
de corrupción. Hay una sola excepción que es la historia número 3. En
esa historia aparece la categoría corrupción seis veces, inclusive se usa
de una manera más sofisticada como cuando la entrevistada usa el
término micro-corrupción. Lo interesante de este hallazgo es que la

164
que habla en la historia 3 no es una participante de historias de co-
rrupción, sino una persona que atiende denuncias. La entrevistada es
una experta en el tema, no una protagonista de una historia. Hechas
las cuentas, de las 23 veces que los entrevistados usaron la categoría
corrupción, seis veces lo hizo una especialista en el tema y las restantes
17 ocasiones se dispersan en 48 entrevistas.
Todo parece indicar entonces que el lenguaje ordinario para hablar
de la corrupción ordinaria evita la categoría corrupción y la suple por
otras que no tienen connotaciones morales (arreglo, servicio) o tienen
connotaciones morales diluidas (pago, moche, monto, transa, maña, va-
cuna) (ver Flores 2006). Esta constatación lexicográfica no tendría mucho
interés si no estuviese asociada con el tema de la indignación. En varias
de las historias recolectadas los participantes no parecen sentir ningún
tipo de indignación ante reales o virtuales prácticas corruptas.
Veamos uno de los casos más evidentes que aparece en la historia
número 4. Cuando los alumnos de preparatoria le sugieren pagos, rega-
los o cenas al maestro para que les otorgue calificaciones aprobatorias
en la materia, lo hacen en tono de risa, broma, chiste. La insinuación re-
sulta jocosa, también para el maestro: Se les hace bien fácil, es más como
un chiste o para cotorrear. Entraba al salón y me decían que si me daban
dinero, entre risas. O cuando les tocaba estudiar para examen tampoco fal-
taban las bromas de darme dinero o llevarme a comer, el salón se reía, pero
lo hacían en público. Lo hacían los chistosos, por eso no lo tomaba en serio.
El maestro de preparatoria no piensa en denunciar porque final-
mente todo se produce en un escenario de vaciladas. Inclusive actos
de corrupción real, no velada, no producen en el maestro ninguna in-
dignación: una vez una alumna me dejó su trabajo final en el escritorio,
dentro de un legajo. Cuando lo abrí vi el billete de quinientos ahí entre las
hojas. La mandé llamar y hablé con ella, ahí afuera del salón. Se lo devolví,

165
no era necesario que me lo diera, iba a pasar la materia de todas formas. Le
dije eso, le dije que no le diría a nadie pero que no lo volviera a hacer, por lo
menos conmigo. Es más, los regalos no son vistos por el maestro como
actos promotores de corrupción ordinaria, sino como una forma de
acercar afectivamente a los alumnos con los maestros: En otra ocasión,
un alumno me regaló una playera oficial de Tigres. Estaba chingonsísima y
sí se la acepté, nos llevábamos bien, lo vi como un regalo, porque tuvimos
una conexión sobre todo por el futbol. Ya me había insistido en que le acep-
tara regalos o dinero para que lo pasara, pero nunca los acepté.
Lo más insólito de esta historia es que el maestro no se indigna
por insinuaciones de corrupción o por prácticas corruptas, pero sí por
la soberbia de algunos alumnos que se comportan despóticamente
creyendo que pueden dar órdenes. El despotismo provoca indigna-
ción, no la deshonestidad académica: estaba este niño, un pinche güero,
nunca hizo nada en todo el curso, nada más andaba molestando a todos,
más a las chavas, por eso me daba coraje. Era un déspota, su papá tam-
bién, gente de mucho, mucho varo, grosera. El caso es que no hizo nada y
ya en la primera evaluación no pasó el examen. Entonces se acercó a decir-
me que lo que yo quisiera me lo daba para que le cambiara la calificación.
Le dije que no, que así no eran las cosas. Se enojó mucho, esa gente no está
acostumbrada a que le digan que no.
El caso de este maestro protagonista de la historia número 4 no
es un caso aislado. Veamos ahora, de manera más sintética, la historia
número 22. Javier, el protagonista y víctima de la historia de extorsión
por parte de un profesor universitario no dio muestras de indignación,
sino de sumisión. Nunca expresó que la solicitud del maestro (recupe-
rar las cuatro copas de los rines del auto a cambio de pasar la mate-
ria) fuese inaudita, inaceptable, desproporcionada, deplorable. No, no
fue el caso, para Javier, tal y como aparece en su narración, profesores

166
como ese son parte del paisaje universitario mexicano. No se indigna-
ba cuando recordaba esos hechos, más bien le daban risa.
En la historia número 29, Susana va percatándose de que se ha con-
vertido en la mediadora entre los que están trabajando respetando las
reglas de la empresa y los que están aumentando las cotizaciones para
quedarse con dinero excedente. Una empresa con doble administra-
ción en la que participan individuos corruptos con un cinismo inacep-
table. Sin embargo, en la narrativa de Susana no parece que ella esté
indignada, más bien los hechos se van convirtiendo en un analgésico
moral. Ella misma lo observa cuando afirma: Es pura corrupción norma-
lizada y no me di cuenta hasta dónde había llegado. Es por eso que para
Susana ya era extenuante trabajar de esa manera porque todos nada
más veían por sus propios intereses y a nadie le importaban los pro-
yectos de la empresa. En otras palabras: Susana se cansó, no se indignó.
En la historia que nos compartió Almendra (número 38), en la que
ella ve cómo un funcionario de una institución que otorga becas tira
al bote de la basura propuestas que le habían llegado respondiendo
a convocatorias oficiales, cuando Almendra le echa en cara que tirar a
la basura las propuestas de candidatos a becas o premios, sin otra jus-
tificación que los autores de dichas propuestas no eran sus amigos, al
funcionario simplemente le da risa. Lo significativo de esta historia es
que el acto corrupto no solamente no indigna, sino que además no
produce vergüenza en quien lo ejecuta. La carencia de indignación se
combina con el cinismo.

CONFUSIONES SEMÁNTICAS, MALENTENDIDOS PERNICIOSOS, CINISMO PURO

Las confusiones y los malentendidos ya se esbozan en la historia nú-


mero 4. Al maestro de preparatoria le produce más animadversión el

167
hecho de que un alumno sea presumido y despótico, a que los alum-
nos le ofrezcan dinero o regalos a cambio de calificaciones. En este
desliz semántico radica un malentendido pernicioso porque la inten-
ción de corromper al maestro resulta cómica, mientras que la antipatía
que produce la actitud del alumno se presenta como insoportable. El
maestro le niega al alumno la oportunidad de recurrir al soborno para
pasar la materia, no porque es soborno (un acto éticamente reproba-
ble en sí mismo), sino porque el alumno es presumido (un rasgo poco
agradable, pero no éticamente reprobable).
Estas confusiones y malentendidos parecen extenderse a otros
campos. El caso de María (historia número 24) resulta inclusive paradó-
jico. Ella entra a trabajar al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
en el área de cobranza. Las narraciones muestran claramente cómo
ella y sus colegas se dedican a extorsionar a las empresas para reducir
las cuotas, o condonar multas o, en fin, diferir los pagos. Lo paradójico
del asunto es que María no ve que eso que hace se llama extorsión.
Todo esto lo ve como una oportunidad. Sin embargo, miembros de
su equipo de cobranza le narraron cómo funcionaban las cosas antes
de que ella llegara y se hiciera cargo de estas operaciones. La narra-
ción es esta: “Gente de su nuevo equipo de trabajo le platicó a María,
que la persona que estuvo antes en su lugar los presionaba mucho y
les pedía cantidades exorbitantes para sacar las cuotas. Su estilo era
presionar, presionar y presionar; los hostigaba, andaba detrás de ellos
para hacer los cobros, en fin, no los dejaban respirar”. ¡Esta forma de
presionar a la gente es lo que indignó a María! Nos dijo: A mí eso no me
parecen formas. Yo a eso lo llamo extorsión y se los dije. Yo soy diferente y
tengo otra forma de trabajar. De hecho, nunca les pedí a los ejecutores la
cuota, solo a los de confianza. En suma: extorsionar para María es pre-
sionar a los subordinados, hacerlos sufrir con metas difíciles de cumplir,

168
maltratarlos. Diferir el pago de cuotas al IMSS a cambio de dinero de la
empresa, para María, no es extorsión, es una oportunidad. La confusión
semántica es evidente y el malentendido pernicioso resulta obvio: ex-
torsionar es tratar mal a los subordinados.
Este tipo de confusiones y malentendidos favorece las manifesta-
ciones de cinismo que aparecen en las historias como la de las colcho-
netas (historia número 41) en la que el funcionario simplemente ve en
la desdicha de la población un contexto de “río revuelto, ganancia de
pescadores” o la del gastroenterólogo (historia número 42) que termi-
na diciéndole al padre del paciente: a usted qué le preocupa, si ustedes
no pagaron nada (todos los exámenes innecesarios y las semanas de
hospitalización inútiles las había pagado el seguro de gastos médicos
mayores). Para los médicos como para el funcionario, no están actuan-
do de manera corrupta, simplemente están aprovechando una buena
oportunidad que les da la vida.
La historia de Irina (número 44) es interesante porque la confusión
y el malentendido se fueron superando conforme pasaba el tiempo y
porque la madre de Irina cometió un acto reprobable que merecía una
sanción penal. Pero a lo largo de la infancia y adolescencia de Irina, vio
en su casa objetos y medicamentos que tenían la marca del IMSS como
si fuese algo natural, una especie de prestación que tienen los médi-
cos, enfermeras y administrativos de la institución. Así las cosas, para
Irina (niña y adolescente) el IMSS era propiedad de sus padres, tíos y de-
más parientes que ahí trabajaban. Ya adulta se percató de la confusión,
pero concluyó: ni modo que denuncie a mi familia. De manera similar,
en la historia 36 (“Hizo su casa con puros moches”) no se observa con
claridad si Ramón considera a su vecino como alguien corrupto a pesar
de que construyó una casa en la zona metropolitana de Monterrey,
otra en San Miguel de Allende y otra más en Ixtapa gracias a lo que los

169
proveedores le depositaban: “[Ramón] no siente culpa ya que él no in-
fló precios, pero sí agregó 15 por ciento de comisión para el arquitecto
(el vecino que construyó sus casas). Al recibirla, Ramón la depositaba
en una cuenta personal [a cambio de que le siguiera consiguiendo
contratos]”.
La historia 47, la del plagio en un concurso de ensayos, es pro-
bablemente la que presenta la confusión más trágica y perniciosa. El
supuesto autor del ensayo es descubierto, diríamos, in fraganti, porque
el verdadero autor de los textos que plagió se comunicó indignado
con los organizadores del certamen. Sin embargo, el plagiario nunca
aceptó la sanción porque, según él, el plagio es algo permitido, pro-
movido, moralmente aceptable, una práctica común. En fin, no hubo
dolo (aunque no regresó el dinero del premio), sino absoluto desarre-
glo semántico (que viene promovido por las mismas instituciones de
educación superior que no sancionan estas prácticas).

NO ES CORRUPCIÓN, ES UN SERVICIO, ES UN ACTO DE MISERICORDIA

La carencia de indignación, las confusiones semánticas y los malen-


tendidos perniciosos llegan a una situación extrema cuando los actos
corruptos se transforman en servicios útiles o en gestos de solidaridad.
Dos historias recabadas se sitúan en estas coordenadas. La primera es
la de Jacinto (número 8). Él está completamente convencido, como
probablemente muchos franeleros, de que está prestando un servicio
útil a los estudiantes. Las bases de su convencimiento son diversas. En
primer lugar, lo que es obvio: los estudiantes resuelven un problema
de estacionamiento en una zona en la que las opciones para estacio-
nar los automóviles son escasas. En segundo lugar, el servicio se ofrece
a precios módicos, al menos mucho menores que los que cobran los

170
estacionamientos de paga. En tercer lugar, Jacinto ofrece una garantía
que solamente es posible porque tiene un acuerdo con los policías de
tránsito. Ese acuerdo es la condición sine qua non nadie puede prome-
ter nada (evitar que la grúa se lleve los autos). Finalmente, no se está
dañando a nadie; es decir, no se está usando la propiedad de alguien,
ni se está impidiendo la circulación a nadie. Por estos motivos, Jacinto
es un buen ciudadano que está ofreciendo un estupendo servicio a
la comunidad. No hay razones para que él imagine que está llevando
a cabo una actividad corrupta y, menos aún, que los estudiantes que
pagan los 40 pesos la estén fomentando. Analizando el caso de Jacin-
to, recordamos una observación hecha por una de las directivas del
Consejo Cívico. Un domingo estuvo buscando en dónde estacionar su
auto en una zona del centro de la ciudad de Monterrey, en eso se acer-
có un franelero para ofrecerle sus servicios y aprovechó el momento
para presentarle a su esposa y a sus hijos: ¡él llevaba a cabo una acti-
vidad honorable en la que participaba la familia porque era domingo!
El caso del doctor Caruso y su paciente Sara que requiere el Tafil
para controlar su ansiedad pareciera ser diferente (ver historia número
27). No entrevistamos al doctor Caruso, la entrevistada fue Sara. Ella jus-
tificó la venta de las recetas porque el médico seguramente no gana
mucho dinero en la clínica en la que labora. No podemos saber si es la
necesidad de ingresos lo que motiva al médico o si la decisión de ven-
der las recetas proviene de un acto de solidaridad o misericordia de un
médico que ve a una paciente que ya estableció un vínculo de depen-
dencia con un fármaco en particular. En la narración aparece también
una neuróloga que hacía lo mismo, pero por un precio ligeramente
superior. Podemos argüir que estos médicos no se ven a sí mismos
como profesionales de la salud corruptos, sino como seres humanos
que sienten compasión por la situación de la paciente.

171
EL LIMBO ÉTICO: LA INEXISTENCIA DE CULPABILIDAD

El recorrido analítico que hemos adoptado nos ha llevado de la


mano desde el léxico edulcorante con el que se nombra la corrup-
ción, hasta la definición según la cual la corrupción no produce
daño, sino es un beneficio (para la comunidad o para individuos).
En medio de estos dos hallazgos observamos la carencia de indig-
nación, las confusiones semánticas, los malentendidos y el cinismo.
Este conjunto de fuentes culturales desemboca en lo que llamamos
el “limbo ético”. Con ello queremos dar a entender que para los prac-
ticantes de la corrupción ordinaria no hay culpabilidad, ni un asomo
de culpabilidad. Es un limbo porque es un estado indefinido que no
se puede precisar: no está en el cielo, el lugar de los buenos, ni en el
infierno, el de los malos. Es una zona indefinida que no tiene nada
que ver con la ética.
Esta metáfora del limbo alude a lo que la literatura llama “zonas
grises” pero con una connotación diferente. La idea de zonas grises
remite a los actos mismos que no se pueden diferenciar entre sí. Por
ejemplo, un regalo, ¿cómo lo diferenciamos de un soborno? En rea-
lidad, son actos muy similares (ver Rose-Ackerman y Palifka 2016 pp.
233-240). Los diferenciamos solamente porque el quid pro quo (lo que
se va a intercambiar) en el regalo es algo implícito, mientras que en
el soborno es algo explícito. Es por ello que se encuentra en una zona
gris, porque se parecen mucho.
En contraste, cuando hablamos de limbo moral no nos referimos
a actos y sus consecuencias, sino a sentimientos. El hecho de que la
corrupción ordinaria coloque a los que la practican en un limbo sig-
nifica que estos no sienten estar haciendo algo malo, pero tampoco
bueno: es por eso que es el limbo.

172
Analicemos algunas historias empezando por la de la compra de
estantes para la biblioteca pública (número 32). La que nos relata los
hechos sí está indignada, pero la directora que opera todo con criterios
corruptos no tiene ningún empacho en tomar una decisión que noso-
tros catalogaríamos como corrupta: favorecer a un pariente que fabrica
estantes, que además son estantes que no cumplen con la calidad
requerida. Por lo que leemos en el relato, ella no siente ninguna culpa-
bilidad. En esta historia no hay confusiones, ni ignorancia, ni negocia-
ciones entre los principios éticos y las realidades concretas. Hay plena
conciencia de que se está operando en contra de las normas y, sin
embargo, la persona responsable de la compra amenaza a la entrevis-
tada con despedirla por no firmar la orden de compra. De hecho, los
estantes para la biblioteca fueron un fracaso desde que empezaron
a utilizarlos. Sin embargo, no fue castigada la directora que tomó la
decisión porque sabía que sus jefes y supervisores eran más corruptos
que ella: La directora logró que no le atribuyeran la culpa de la compra y ni
siquiera fue culpada la persona que firmó como encargada de la compra.
Esto pasó porque llegó una nueva administración aún más corrupta que
mi directora, por el cambio de gobierno.
El caso de la autoridad que pintó su casa haciendo un cálculo tram-
poso de los metros cuadrados de pintura de una institución pública
(historia número 45) es tan cínico que no nos queda la duda de que
el subdirector de compras consideraba que no estaba haciendo nada
equivocado, estaba simplemente aprovechando una oportunidad: “En
la orden de compra para la pintura se establecía el número de metros
cuadrados. De hecho, el metro cuadrado de pintura constituye la unidad
a partir de la cual se calcula la cotización. Entonces Julia constató que
en la orden de compras se establecía: 20 x 10 metros de la fachada, 18.5
x 10 metros al fondo, 42 x 10 metros del lado poniente y 42 x 9.5 metros

173
del lado oriente. Esto le resultó absolutamente aberrante porque el
edificio tiene ventanas muy grandes que, por obvias razones, no iban
a ser pintadas. Se dedicó a estudiar el asunto hasta que alguien le
hizo saber que habían pintado el exterior y el interior de la casa del
subdirector de compras. No pudo denunciar el asunto porque ponía
en riesgo su propio empleo. A regañadientes, procedió a pagarle al
proveedor”.
En el análisis de las dos historias previas, nosotros asumimos
que la directora de la biblioteca o el subdirector de compras se co-
locaban en un limbo ético por la forma como actuaron, no por lo
que nos dijeron (ninguno de ellos fue entrevistado). Pero en las his-
torias que siguen ya no hay inferencias, sino constataciones. Bryan,
en la historia número 48, se dedica de manera muy profesional a la
venta de facturas y a buscar clientes que les compren facturas. Su
narración no deja ninguna duda: él no considera que esté haciendo
algo inmoral. “[Bryan] se considera un hombre de palabra, honesto
y trabajador. Aunque manejo mucho dinero, nunca agarro un peso que
no es mío... En la oficina donde trabaja Bryan saben hacer las cosas
bien y son profesionales porque no expiden facturas a lo loco o sin
control, cada factura, cada operación importante, se hace con res-
paldos de otras operaciones y se registra el depósito de cada factura
en una cuenta bancaria real de los negocios”. Mejor definición del
limbo moral no puede haber. Las actividades que realizan Bryan y la
empresa en la que él trabaja, desde la perspectiva de ellos, no son
algo corrupto, sino algo inteligente. Lo que hacen no tiene nada que
ver con la moralidad, sino con el profesionalismo y la oportunidad.
Muy similar es el caso de Chilo en la historia número 49: Don Pepe
me lo advirtió, me dijo que muchas de las empresas compran facturas para
no dar utilidades a los trabajadores, que muchos para eso las quieren y no

174
para que les regresen el IVA, porque eso es más delicado y no cualquiera
se avienta a pedirle devoluciones al SAT con facturas falsas. ”Después de
lo que le revelaron, Chilo habló de frente con su patrón y llegaron a
un acuerdo: si al final del año fiscal no se reportaban ganancias signi-
ficativas, por el uso de las facturas que compraban, recibiría un bono
especial en mayo para compensarle sus utilidades”. ¿En dónde está lo
inmoral? Chilo no lo observa, ni le interesa observarlo. A Chilo no le pre-
ocupa que los trabajadores de la empresa se queden sin recibir las uti-
lidades que les corresponden, le preocupa que a él no le toque nada. Y
él seguramente se preguntaría: ¿qué tiene de malo que yo vele por mí?
De igual forma, en el caso de la breve historia que narró Memo
(número 6) no encontraremos ningún asomo de culpabilidad. Él relata
oportunidades, no actos corruptos que llevó a cabo en el SAT: Te vas
involucrando, te haces de amistades y así, en directo, algunos dictamina-
dores me decían que les diera ciertos casos y que ahí me iban 3 mil pesos.
Lo acepté porque en gobierno no pagan muy bien, pero cuando me enteré
cuánto se paga por eso me quise ir de espaldas. El dictaminador, junto con
el jefe de los dictaminadores y el administrador se repartían devoluciones
de un millón de pesos y se quedaban con 100 mil pesos. Ahí fue cuando
empecé a conocer cómo se movían las cosas en el SAT hace 10 años.

EL SOJUZGAMIENTO Y LAS FORMAS ANACRÓNICAS DE DESPOTISMO

El déficit moral que venimos observando en los apartados anteriores


(no hay indignación, no sienten culpabilidad, se actúa con un cinismo
crudo, etc.) al parecer está vinculado al servilismo, al sojuzgamiento
con el que los entrevistados viven formas de despotismo que, para no-
sotros, son anacrónicas en una sociedad que ha estado transitando del
autoritarismo a la democracia.

175
Sin entrar en los detalles de la transición democrática (una transi-
ción que va más allá de lo electoral), lo que salta a la vista en historias
como la del propietario del antro en un municipio de la zona metro-
politana de Monterrey (entrevista número 19) es el comportamiento
despótico de los inspectores. Sus testimonios hablan de una actuación
desmedidamente abusiva de los funcionarios municipales y estatales:
Los inspectores son prepotentes, el día que vienen a cobrar llegan quitados
de la pena, se estacionan en mero enfrente del bar como si fueran los due-
ños. Nadie llega con esa actitud, solo cuando van a hacer una inspección
o van a cobrar. Llegan con policías, con fuerza pública, no creas que llegan
sordeados. Adelante hay una granadera y atrás una patrulla, vienen es-
coltados perfectamente por la autoridad… Hemos sido extorsionados por
casi todas las dependencias municipales y estatales que hay: Protección
Civil, Salubridad, Alcoholes, Ingresos, Ecología… todos andan buscando
de dónde sacan lana, depende de quién está en ese momento como di-
rector. Ni siquiera saben hablar, te hablan con malas palabras, de hijo de
tu madre para arriba. Al final no sientes nada de seguridad, sientes que en
cualquier momento volverán a llegar y decir, “no fue suficiente”, o es que
este mes es doble por equis razón. Y eso pasa cada seis meses.
Otra versión menos violenta del despotismo aparece en la historia
que lleva por título “Pacto secreto” (número 30). La forma como Pamela
y sus compañeros viven y sufren el despotismo del médico director del
centro de divulgación de estudios sobre la salud es una obra de arte
del autoritarismo: El doctor le decía: “ve a mi rancho a instalarme el dish.
Quiero cámaras de seguridad en mi rancho, ve a instalarlas”. Y oye, el ran-
cho no es propiedad de la institución, él [el empleado] no está contratado
para esas cosas; no sé si le pagan más, pero no creo, aun así, se lo piden en
horario de trabajo. Luego le decía a mi jefe, porque yo tenía un jefe y luego
estaba el doctor como director del centro, que se fuera a tomarle fotos a sus

176
nietos y después le decía: “quiero un portarretratos digital con las fotos de
mis nietos”; y anda ahí el empleado dando vueltas y comprando en horario
hábil porque el señor quiere fotos de sus nietos… La verdad es que es horri-
ble ver cómo todo tu tiempo y tus esfuerzos se van a nada, a comprarle un
nuevo celular al doctor o a planearle el viaje a su familia.
Pamela no se subordina subjetivamente, en su interior se rebe-
la, aunque nos explica que soporta esta denigrante situación porque
el salario es atractivo. Pero este no es el caso del maestro que narró el
sojuzgamiento al que estaban sujetos los egresados de las normales
para conseguir una plaza (historia número 11). Al menos en el periodo
en el que le tocó vivir al profesor que nos narró su propia historia, la
obediencia a las organizaciones gremiales era casi absoluta y la rebe-
lión subjetiva resultaba inútil. No tenía sentido hacer corajes, diríamos
ahora, porque la subordinación de los egresados de las normales a las
secciones sindicales era casi absoluta.
Narraciones de despotismo, obediencia obligada, rebelión y de-
fensa pueden también leerse en las historias 31 (“Tienes que echártela
a la bolsa”) y 43 (“La cultura es una mina de oro”). En estas y en las ante-
riores nos encontramos con el ejercicio abusivo de la autoridad acom-
pañado de la obediencia servil (aunque esté acompañada de rebeldía
interna). Con excepción del caso de la historia número 43 en la que el
informante se sindicaliza para defenderse, las demás historias hablan
de formas anacrónicas del ejercicio de la autoridad y la obediencia.
La mejor definición de estas formas de despotismo aparece en la
historia número 19 hablando de los inspectores que llegan con prepo-
tencia a los antros: Yo soy el dueño de la ley, yo puedo tomar un moche
para que tengas tu permiso porque yo soy el dueño de la ley. Cuando se
viola uno de los principios fundamentales de la vida democrática que
es “nadie puede estar por encima de la ley” y aparecen funcionarios que

177
no solamente se posicionan por encima de la ley, sino que declaran
que ellos son la ley, no hay condiciones sociales, ni jurídicas para esta-
blecer relaciones sociales fundadas en la legalidad. La sobrevivencia de
estas formas antidemocráticas de vida social y la aceptación que reci-
ben de parte de los subordinados es una fuente cultural de la corrup-
ción porque se convierte en la prueba fehaciente de que, si alguien
tiene poder y es protegido por otro más poderoso, entonces puede
estar por encima de las leyes (hacer de las leyes lo que él quiera).

REGLAMENTOS Y SANCIONES “CORRUPTOGÉNICOS”

Terminamos esta sección del análisis abordando una fuente de la corrup-


ción ordinaria que actúa en paralelo a las dimensiones éticas que hemos
abordado en los párrafos anteriores. Se trata de una fuente cultural de
la corrupción que se podría describir de la manera siguiente: “se deben
elaborar reglamentos tan difíciles de cumplir que no le quede otra al
ciudadano que proponer un soborno o aceptar una extorsión”, y lue-
go se añadiría: “estos reglamentos deben modificarse periódicamente
para que si algún ciudadano ya los cumplió se dé cuenta de que hay
nuevas normas que le faltan por cumplir”. Este principio jurídico (escri-
bir y aprobar normas imposibles de cumplir o absurdas en sí mismas)
es presentado en las historias como un principio “corruptogénico”.
En estos casos, la fuente cultural de la corrupción ordinaria no es
una creencia, un sentimiento o una confusión moral, sino la misma nor-
ma y, por consecuencia, los que tienen la obligación de hacerla cumplir
se aprovechan de esto. Así las cosas, las experiencias de nuestros entre-
vistados relatan situaciones de tipo kafkiano. Examinemos la historia nú-
mero 15, en donde se presenta el modus operandi de la corrupción ligada
a la construcción de edificios en Nuevo León. Esta historia es una de las

178
más reveladoras que muestra cómo los reglamentos mismos y la forma
como se redactaron son generadores de corrupción. Paradójicamente
la norma –y la forma como fue formulada la norma– es un motor de
la corrupción. Es por eso que los que realizan trámites de construcción
se topan con funcionarios que sistemáticamente ofrecen sus servicios
para acelerar los servicios. Si el constructor no ofrece nada para acortar
el tiempo, entonces la solicitud pasará por todos los filtros establecidos
por la ley y la construcción se va a retrasar poniendo en riesgo los ob-
jetivos del negocio. Es verdaderamente inverosímil creer que los profe-
sionales que redactan estos reglamentos, así como los que los aceptan
y los que los hacen cumplir desconozcan que esas reglas son corrupto-
génicas. Sería ingenuo creer eso. Es más probable que todos ellos estén
perfectamente conscientes de que la regla es corruptogénica y por ello
la aceptan y promueven. La corrupción ordinaria, especialmente en el
caso de permisos de construcción y actividades afines, empieza con la
confección misma de la regla.
Analicemos ahora la historia número 16, que no tiene que ver con el
negocio de la construcción sino con el de las funerarias en un municipio
de la zona metropolitana de Monterrey. Los permisos provisionales en esta
historia son claramente dispositivos de la misma dinámica corruptogéni-
ca. Son provisionales para que los dueños de los negocios estén siempre
sujetos a nuevas presiones de parte de los funcionarios e inspectores:
“Aceptar esta realidad [tener que dar mordidas a los funcionarios] fue
algo que le dolió mucho a Rosalba, pues siempre quiso ser modelo de
honradez para los miembros su familia. Ahora es consciente de que la bu-
rocracia se diseña con reglamentos que estimulan la corrupción. Con los
años, las reglas se van haciendo más complicadas, lo que se traduce en
más exigencias, más trámites. Cada administración tiene que compensar
a su equipo, el camino más fácil es modificar y multiplicar los requisitos”.

179
En la historia 18, que lleva por título: “Nos cuidan o nos acechan”, la
arquitecta entrevistada sintetiza esta lógica productora de corrupción
de una forma magistral: El problema aparece en el momento de realizar
los trámites ya que modifican las leyes sin ton ni son. Típico que llegas al
municipio con todos los requisitos y te dicen que salió una nueva ley y que
vas pa’tras. Yo les digo: pero vine la semana pasada y no me dijeron nada
y esto me obliga a cambiar todo y a pagar otra vez. Y luego, de repente se
te acerca un gestor y te dice que él puede ayudarte. Eso es muy normal, si
quieres te arreglas con él.
La observación que aparece en la historia 19 que hemos abordado
en párrafos anteriores es la que tiene los tintes más kafkianos: En ene-
ro de 2016 se modificó el reglamento y ya no se permitía fumar ni en
espacios al aire libre, a menos de que estos se ubicaran a ocho metros
de distancia de la entrada principal del establecimiento. Para Enojadix
esta medida resultó absurda e imposible de cumplir: la calle está a un
metro de la entrada, si alguien camina por ahí fumando, estaría violando
la ley. Antes Enojadix había pagado el permiso de fumar en la terraza,
pero también por fumar en el área cerrada: porque ya me la hicieron, me
sembraron dos colillas de cigarro debajo de una bocina y tuve que pagar
una enorme cantidad de dinero de multa, además de lidiar con los inspec-
tores del municipio.
Situaciones muy similares aparecen en el relato en donde se
describe el intento de poner a funcionar un restorán en el centro de
Monterrey que lo intitulamos “intento fallido”. En esa historia Manuel,
un conocedor de la gastronomía hidalguense, concluyó que los regla-
mentos están hechos para extorsionar: hasta el reglamento de reco-
lección de basura de los negocios o el permiso para que los clientes
fumen en un restorán. En las palabras de Manuel está la síntesis de
esta fuente de corrupción ordinaria: Pienso que en Monterrey, cuando

180
el gobierno prohíbe algo ya es corrupción, porque lo prohíben para ellos
cobrarte para hacerlo. Lo hacen para sacar dinero, no para cuidar la ley,
es una forma de corrupción. En México las leyes están hechas para que se
desarrolle la corrupción, no para cumplir la ley.
Algo similar se puede leer en la historia de los alcoholímetros
(historia número 9). Pareciera que las reglas y sanciones (monto de las
multas, pasar la noche en celdas, años sin licencia) favorecen más la
corrupción en lugar de cumplir con su cometido: evitar que los ciuda-
danos conduzcan autos en estado de ebriedad. No tenemos ninguna
prueba para afirmar esto, pero la narración de Darío y las decisiones
que tomó después de recibir las sanciones establecidas en el regla-
mento de tránsito parecen apuntar en esa dirección: también estos
reglamentos son corruptogénicos. Invitamos a los lectores a leer con
estos lentes las historias número 10 y 40.

181
CONSECUENCIAS CULTURALES
DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA

E n esta sección ya no analizamos las fuentes, sino las consecuencias


de la corrupción ordinaria. De las entrevistas se derivan al menos tres
consecuencias, todas igualmente indeseables (porque así lo indican los
entrevistados) y preocupantes. Se definen y describen a continuación.

EL DESALIENTO PROFESIONAL

Esta es de las consecuencias probablemente más preocupantes de la


corrupción ordinaria. Quienes experimentan las prácticas de corrupción
ordinaria terminan desalentándose de su profesión y de las organizacio-
nes en donde la desempañan. Mateo, especialista en calificaciones cre-
diticias, termina desalentado, huyendo de situaciones que lo invitaban
a ser corrupto modificando los dictámenes (ver historia número 5). A
Paco, editor del portal electrónico de un periódico, la historia de soborno
que le tocó vivir para borrar archivos de noticias (número 7) terminó por
hacerlo dudar del valor del periodismo. Gustavo, en la historia número
26, termina dejando el periodismo y cambiando a otra profesión por las
decepciones que fue experimentando: dejé de ser reportero porque me
pasaron muchos problemas similares, me decepcioné de la profesión por la
inseguridad, la corrupción y porque es una de las profesiones peor pagadas.
Lo máximo que gané fueron 12 mil pesos por jornadas de siete de la mañana
hasta la madrugada del día siguiente que cierran los periódicos. Algo similar
sucede con Roberto en la historia número 28.

182
Las cuatro historias previas son relatos de decepción individual. En
contraste, la historia del hospital público en donde trabaja Julia como
odontóloga muestra el desaliento y la decepción colectiva, por esa
razón lleva por título: “La corrupción provoca indiferencia y negligen-
cia” (número 34). Justamente en el contexto de un hospital público en
donde los médicos, enfermeros y otros miembros del personal están
tan desalentados de trabajar ahí que dejaron que una fuga de agua
echase a perder cajas y cajas de medicamentos. Ya a nadie le interesa
lo que sucede en el hospital después de años de ver cómo este se ha
convertido en botín de los directivos y los proveedores. Esta historia
narrada por Julia es la que presenta de la forma más cruda el desaliento
profesional que produce la corrupción ordinaria.
La decepción es probablemente mayor para la familia Sepúlveda
que ha incursionado en el negocio de las farmacias para municipios
rurales ofertando medicamentos a precios accesibles para familias de
bajos recursos (historia número 35). El botín del que son objeto tanto
los medicamentos como otros productos como la leche para los infan-
tes ha sido fuente de desaliento y decepción para la familia. Vicky llega
a afirmar cuando piensa en los mercaderes de la leche hidrolizada que
está destinada a los bebés con alergias y cuyo costo es inaccesible para
las familias rurales: lo que sucede es que esa persona le compra a un peso
cada lata de leche y cada medicamento a la asociación que, en teoría, re-
gala o vende la medicina a mitad de precio para gente de escasos recur-
sos, y estamos hablando de leches que valen hasta 700 pesos cada latita
porque es leche hidrolizada para bebés con alergias, y de medicamentos
que cada caja te cuesta entre 200 y 500 pesos y todo lo compra a un peso.
Entonces imagínate, compran cada lata a un peso, luego la venden en su
farmacia a precio real a gente que realmente lo necesita: esa es corrupción
gacha, de la asquerosa. Es el abuso lo que conduce a la desmoraliza-

183
ción. La familia Sepúlveda ya no tiene fe en que sea posible realizar sus
proyectos y se aprecia muy difícil que vaya a retomar sus intentos por
crear una cadena de farmacias en poblados rurales de Nuevo León.
En este mismo tenor aparece Roberto cuando en repetidas oca-
siones se ha percatado de que las licitaciones públicas de diferentes
organismos de gobierno están “arregladas” y son un engaño (historia
número 39). El punto aquí no es subrayar que dichas convocatorias son
un fraude, sino mostrar cómo estas formas de corrupción terminan por
derrotar a las personas honestas como Roberto (quien se dedica a la
producción y distribución de pinturas para el mercado automotriz),
como cuando relata: Por ejemplo, se abre la convocatoria y estimamos
costos, cotizamos con nuestros distribuidores las ofertas que podrían dar,
hacemos un trabajo y presentamos, no sé, a 61 pesos la cubeta de pintura.
Pero resulta que los del gobierno quieren cubetas de 53 pesos. Entonces les
dicen a sus amigos o socios de otras empresas que la oferten a ese precio y,
en efecto, quedan elegidos y salen ganadores. Esas convocatorias son un
fraude. Es por esto que Roberto concluye: No hay un libre mercado, ni es
justo, tampoco hay oportunidad de crecer para los pequeños.

NO HAY NINGÚN INCENTIVO PARA SER HONESTO

Esta es una de las consecuencias, a nuestro juicio, más complejas de la


corrupción ordinaria porque los ciudadanos consideran que la hones-
tidad termina siendo un costo, no un beneficio, mientras que, por el
contrario, hay muchos incentivos para ser corruptos. Bajo esta óptica,
los obstáculos para revertir las tendencias son muy difíciles de vencer
porque los individuos se preguntan: ¿qué gano siendo honesto?
De nuevo, la historia laboral de Mateo (número 5) es ilustrativa de
la falta de incentivos para ser honesto: a él permanentemente le pi-

184
dieron que modificara dictámenes o calificaciones crediticias. Él logró
mantenerse fiel a sus principios pese a las presiones de clientes y jefes,
pero pagó las consecuencias. Su historia termina de la siguiente mane-
ra: “[En una ocasión], un directivo muy honesto de la CNA les pidió un
estudio para unos inversionistas de Chihuahua que querían hacer una
planta de aguas residuales. Hicieron el estudio y cuando lo presentaron,
llegaron con esta aparentemente buena noticia. Le dijimos a los clientes:
les tenemos buenas noticias, resulta que la planta de tratamiento de aguas
residuales que ocupan no es tan grande, les bastará con una más chiquita.
Los clientes nos respondieron: ¿pero cómo?, ¡eso no puede ser!, ya se tiene vis-
to con el proveedor que se le va a pagar por una planta mucho más grande
y más cara. Al de la CNA se le notaba en el semblante el gusto que le daba y
solo dijo: aquí triunfó la patria, porque el dinero era de la CNA y de Hacienda.
Mateo terminó sus relatos diciendo: ser honesto cuesta, fue mi despedida,
no volvieron a contratarme para hacer estudios. Su socio, el ingeniero que
lo había invitado, no volvió a buscarlo, fue su despedida”.
La historia 20 es también muy clara. El deudor del banco que quie-
re arreglar su situación, pidiéndoles a los funcionarios de cobranza una
quita a cambio de un pago, recibe a cambio una oferta que lo invita a
sobornar a los mismos representantes del banco. De hecho, él termina
interrogándose: ¿qué gano siendo honesto? Terminó convencido que
no ganaba nada.
Lo mismo la historia 33: en el relato de Manuel, propietario de una
empresa pequeña de seguridad para fraccionamientos, clubes depor-
tivos, bodegas y comercios, él sabe que su empresa no pasará de ser
una empresa chica, o a lo sumo mediana, porque él no va a aceptar
aumentar artificialmente los precios. Sin embargo, al final de la entre-
vista esbozó una duda: no sé qué pasaría si un cliente me ofrece algo muy
tentador. La verdad no sé qué pasaría. Esto significa que en ocasiones la

185
tentación puede ser más fuerte que los principios éticos que guían la
actuación. En otras palabras, la corrupción paga, mientras que la ho-
nestidad cuesta.
Probablemente el relato más triste es el que aparece en la entre-
vista que le hicimos a Rosalba (historia 16), mujer empresaria que dio
continuidad y diversificó los negocios que heredó de su padre. Des-
pués de resistirse mucho a pagar los “moches” para conseguir permisos
y acelerar los trámites en la apertura, primero, y después la ampliación
de una funeraria, terminó cediendo y adoptando el camino de la co-
rrupción ordinaria. No obstante, sus principios morales seguían siendo
firmes, una duda la embargó al final de la entrevista: “se queda con la
duda de si la ética que le inculcó a sus hijos no terminará siendo final-
mente un obstáculo para que ellos sean exitosos en sus negocios.” De
nuevo, la honestidad cuesta, la corrupción paga.

LA CORRUPCIÓN ORDINARIA SE MATERIALIZA EN UN STATU QUO CONVENIENTE

La cita, aunque larga, es obligada y proviene de la historia que Benito


nos narró (37). Él trabaja en una empresa familiar de impresiones tex-
tiles. A lo largo de los años, han aprendido que la corrupción ordinaria
se materializa en un statu quo que resulta conveniente, al menos para
la empresa de la familia de Benito. Romper dicho estatus es provocar el
caos: Nosotros como empresa hacemos una cotización y si el costo es más
de dos millones de pesos, eso varía en cada municipio, se debe concursar
públicamente con otras dos cotizaciones. Pero si no es mayor de la can-
tidad límite, el pelado que está de director de compras hace un concurso
patito, nada más en el papel, y les pide cotizaciones a dos negocios más,
donde sabe que están más caros y al final él asigna el contrato al que está
arreglado. Este es pues el statu quo, conveniente. Hay corrupción, pero

186
es fruto de un acuerdo de caballeros en donde las reglas están claras
desde el principio. El acuerdo es fruto de la confianza y del cumpli-
miento de la palabra dada: A fin de cuentas, lo que nos piden es entregar
los productos y las impresiones a un costo de 100 pesos, por ejemplo, y que
lo facturemos a 120 pesos más el IVA, y después de que nos pagan, nosotros
les regresamos los 20 pesos que están de más en la factura. Es pura confian-
za y palabra. Es por eso que la frase central del relato de Benito (y título
de la historia número 37) es: “Si no se arreglan conmigo, se van a arre-
glar con otro cabrón” porque así son las cosas, no son de otra manera.
Y que las cosas sigan siendo así es conveniente para los que se adaptan
al estado de cosas (statu quo).
Pero, ¿qué pasa si se rompe el statu quo? La respuesta de Benito es
clara “eso sí es un verdadero robo”: hace como seis años había un cabrón
de compras que no tenía madre. Desde el primer negocio quería arañar todo.
Con ese las transas sí eran grandes porque metíamos la factura y la cobrába-
mos, pero nos pedía que nada más se entregara la cuarta parte del pedido;
ese quería moches más grandes y trabajar menos. Ya él se encargaba de de-
cir que llegó toda la merca y que se repartía o no sé cómo le hacía, ese si era
un pinche ladrón. En el último año, ya para cuando se iba, facturamos dos
trabajos grandecitos que no se entregaron, uno si me lo pagó, pero el otro no,
me pidió el cheque completo el ratero cabrón. En otras palabras, si el arreglo
de caballeros se rompe por la avaricia de uno de los participantes, enton-
ces sí estamos en presencia de un atraco.
En conclusión, las prácticas de corrupción ordinaria pueden con-
vertirse en un conjunto de acciones normalizadas, acordadas, mate-
rializadas en las que un número importante de participantes llega a
acuerdos corruptos que constituyen un estado de cosas que es conve-
niente y parece inamovible (si no se arreglan conmigo, se van a arre-
glar con otro).

187
ANDAMIAJES ORGANIZACIONALES
DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA

E n esta última sección del análisis recurrimos a la metáfora de los


andamiajes para resaltar que hay formas de organización bien es-
tablecidas y planeadas (a la manera de los andamiajes) que apoyan,
refuerzan, validan y preservan las prácticas de corrupción ordinaria
en instituciones y organismos, tanto públicos como privados. En cada
uno de los apartados de esta sección se describen los andamiajes que
identificamos en las historias que recolectamos.

LA ECONOMÍA INFORMAL PROTEGE, LA ECONOMÍA FORMAL FRAGILIZA

Uno se podría esperar que los comerciantes y prestadores de servi-


cios que no cumplen con los requisitos de la economía formal (per-
misos, pago de impuestos, alta de la nómina al IMSS, etc.) son más vul-
nerables a las prácticas de corrupción ordinaria que los comerciantes
y prestadores de servicios que formalizan sus actividades. Al parecer,
por lo menos por lo que atestiguan las historias “Muchas mordidas
chiquitas, pero en su conjunto es mucho” (número 1) e “Intento falli-
do” (número 21) sucede probablemente lo contrario.
Lo que parece ocurrir es que los pequeños comercios y estable-
cimientos de servicios formales se ven sometidos a la presión de dos
estructuras que coexisten sin competir una con la otra. La primera
estructura es formal y legal, y la otra está escondida y favorece la
corrupción.

188
Los comerciantes instalados, que pagan sus impuestos, tienen
que aprender a moverse en ambas estructuras aprendiendo de sus
lógicas y sus dinámicas. Así, por ejemplo, las florerías instaladas como
comercios formales aprenden que los días de mayor venta, como el
día de las madres o el día de muertos, tienen que enfrentar la compe-
tencia desleal de las florerías informales, ya que estas llegan a acuer-
dos con los policías de tránsito para que los proveedores de flores
puedan estacionar sus camiones enfrente de las informales, ofrecien-
do los ramos a menor precio. De igual modo, Manuel, en la historia
21, aprende tanto a lidiar con los que roban piernas de puerco y las
venden a los restoranes del centro de Monterrey como a negociar
con los recolectores de basura para evitar pagos excesivos por este
servicio. Lamentablemente en estas dos historias, los propietarios no
lograron superar los obstáculos que les presenta esta doble estructu-
ra. Por un lado, la florería a la que se refiere Sergio (historia 1) proba-
blemente tendrá que cerrar sus puertas, mientras que Manuel (his-
toria 21) ya cerró su restorán. Se puede leer también bajo esta óptica
la historia que lleva por título “Multa o vacuna” (número 13). El dueño
del bar, en este caso, enfrentó la doble estructura y la salvó gracias a
que vino un cambio de administración municipal.
Lo que se desprende de estas constataciones es que las estruc-
turas sociales que se benefician de los comerciantes y prestadores de
servicios informales (ver la historia de Caracol, número 12), algunas
legales (pagos al municipio), otras paralegales (delegados sindicales
cobrando piso y permiso) y otras totalmente ilegales (venta de obje-
tos robados) también están presentes y perjudican las actividades de
los negocios formales. Desde luego que nos referimos a los pequeños,
porque no tenemos historias de negocios grandes. Ignoramos si cade-
nas de restoranes, de hoteles, de negocios de venta de ropa, supermer-

189
cados y otras tiendas de conveniencia sufren también estas presiones
de la doble estructura.
En conclusión, un componente del andamiaje que facilita y pre-
serva la corrupción ordinaria es la coexistencia de estas dos estructu-
ras paralelas. La estructura formal (pago de impuestos, obtención de
permisos, altas en el IMSS, etc.) no desvanece la fuerza de la estructura
subrepticia y corrupta.

LA MOVILIDAD PROFESIONAL PASA POR LOS TÚNELES DE LA CORRUPCIÓN

Contamos solamente con una historia que ofrece material empíri-


co para observar que la movilidad profesional ascendente (subir de
categoría y, por tanto, obtener mejor salario y prestaciones) no se
logra por méritos, sino que requiere del pago de sobornos (historia
número 2). La historia de la que disponemos es el caso de Lupita, una
maestra de preescolar con 15 años de antigüedad como docente.
Los cauces para lograr movilidad laboral están, por lo que ella nos
relata, totalmente cooptados por andamiajes corruptos que obtie-
nen beneficios. A quienes monopolizan el andamiaje se les debe
sobornar para obtener un ascenso de categoría (con los beneficios
salariales, en prestaciones y en la futura jubilación). Las autoridades
responsables de estas dependencias estatales no pueden ignorar
cómo funciona el andamiaje de corrupción; son ellos cómplices y/o
beneficiarios. Indagar por qué las autoridades estatales permiten ac-
tivamente o por omisión estos acuerdos, es de vital importancia para
desmantelar el andamiaje creando reglas que hagan imposible que
se compren los ascensos de puestos.
No sabemos si otro tipo de profesionales que trabajan en orga-
nizaciones del mundo público o privado, como médicos, enferme-

190
ros, abogados, contadores, militares, profesores universitarios, etc. se
ven sometidos también por estos andamiajes organizacionales que
cooptan los intentos de “cambiar de categoría” como diría Lupita.

CADENA DE OPERACIONES Y ORQUESTACIÓN DE LA CORRUPCIÓN

Diversas historias muestran el nivel de sofisticación del modus operandi


de los que participan en prácticas de corrupción ordinaria de mane-
ra regular, orquestada, sistemática y jerárquica. Esta conclusión está
presente en el análisis que hace Helena (historia 3) al reflexionar so-
bre el ecosistema de la corrupción con el que ella ha lidiado por años
atendiendo denuncias de corrupción. Lo que ella llama ecosistema,
nosotros le dimos el nombre de andamiaje porque nuestra metáfora
refiere a dos dimensiones que la noción de ecosistema no refleja ente-
ramente. El andamiaje es una estructura que soporta un conjunto de
prácticas, les sirve de base. Al tiempo, el andamiaje hace referencia a
la distribución de jerarquías, unos elementos son cimientos que si se
quitan se cae el andamiaje, otros son periféricos y secundarios. A estas
dimensiones es a las que se refiere Helena cuando afirma: Afuera de
una dependencia hay toda una organización de personas que están aten-
tas para captar a su mercado, desde el que cuida los carros o tira la basura,
hasta el que saca las copias, todos ellos te pueden decir con quién ir para
agilizar el trámite. ¡Sobre todo el de las copias!
Lupita ha llegado a la conclusión de que todas las formas de co-
rrupción ordinaria se llevan a cabo gracias a una cadena de operado-
res organizados, mediante la cual los jefes están en contubernio con
los subordinados. Es más, Lupita lamenta que, en caso de denuncia,
se castiga al subordinado, al que da la cara, generalmente con un
despido; lo que no le impide conseguir otro trabajo. Mientras eso su-

191
cede, las cabezas e intermediarios de la cadena de corrupción siguen
impunes y saben que nunca les pasará nada: El que da la cara no es
el único involucrado. La persona de la ventanilla tiene adentro a alguien
que le ayuda y se lleva una parte, así como el médico está de acuerdo con
el que hace las citas. En otras palabras, el andamiaje está bien hecho y
es difícil derrumbarlo.
La historia número 17 muestra un nivel de orquestación sofisti-
cado que involucró a personas que no trabajan en la corporación de
policías de tránsito. Esta no es una historia reciente, pero nos remitimos
a ella porque introduce al último de los apartados de esta sección: la
transición de la corrupción ordinaria a la corrupción rutinaria.

EL TRÁNSITO DE LA CORRUPCIÓN ORDINARIA A LA CORRUPCIÓN RUTINARIA:


ORGANIZACIONES QUE HACEN DE LA CORRUPCIÓN SU MODUS VIVENDI

Cuando los andamiajes que sostienen las prácticas corruptas aparecen


como organizaciones finas y duraderas entonces estamos en presen-
cia de un tipo de corrupción ordinaria que ya se convirtió en rutinaria.
Para mostrar esta metamorfosis seleccionamos seis historias que sinte-
tizamos en los párrafos siguientes.
La primera historia (número 14) es la del contubernio entre una
autoridad federal (policías federales de caminos) con autoridades esta-
tales (ministerios públicos) para extorsionar a los propietarios de tráile-
res que han sufrido accidentes en carretera, independientemente de
quién sea el culpable del accidente o de la gravedad del mismo. El
triángulo es perfecto y la organización resulta sofisticada. Los policías
y los agentes del ministerio público saben que, para los empresarios
del transporte de carga, tener una unidad detenida se traduce en pér-
dida inevitable de dinero; un tráiler parado es un gasto irrecuperable.

192
Los participantes de esta forma de corrupción la convierten en rutina
porque operan siempre de la misma manera: accidente de un tráiler en
carretera, detención de la unidad, asignación del caso a una oficina de
ministerio público alejada del lugar de los hechos (para alentar más el
proceso y presionar al propietario), exigencia de una cuota para ace-
lerar el trámite. Los empresarios del transporte ya conocen la rutina y
saben que es producto de acuerdos previamente fraguados entre los
participantes. En la entrevista, Claudio se lamenta porque acepta que
los empresarios del transporte de carga son parcialmente cómplices
de la rutinización de este tipo de corrupción: las empresas de transporte
tenemos parte de la culpa pues nunca hemos hecho nada al respecto y nos
ha faltado valentía para presentar un frente en común ante los gobiernos.
Está demostrado que si hay voluntad y decisión política se puede resolver
este problema que nos aqueja.
La segunda historia es la del conductor de un automóvil que se
ve envuelto en una secuencia de sucesos que muestran toda una or-
ganización de la corrupción convertida en rutina: detención por parte
de un policía de tránsito en horario nocturno; traslado a las oficinas de
vialidad y tránsito para la prueba del alcoholímetro mientras el auto del
conductor se queda estacionado; regreso del conductor a recuperar
su auto a pesar de que fue dictaminado en estado inadecuado para
conducir; encuentro con el travesti que estaba esperando la escena;
aparición de los policías de tránsito en el hogar del conductor y acusa-
ciones frente a la esposa del conductor de que tiene una historia con
un travesti. En fin, todo un performance finamente elaborado que en
la historia número 17 no fraguó exitosamente para los participantes
porque el conductor, víctima de la situación, se negó inteligentemente
a darle un aventón al travesti y porque la esposa no les tuvo ninguna
confianza a los policías. Lo que podemos inferir es que esta escena

193
se repetía noche tras noche, buscando candidatos con capacidad de
pagar la extorsión.
La tercera historia, de nueva cuenta, retoma el “intento fallido” de
montar un restorán de gastronomía hidalguense en el centro de la ciu-
dad de Monterrey. De manera sintéticamente dicha, lo que observa-
mos en esta historia (número 21) es la orquestación de inspectores. Lo
que aparece es un viacrucis de extorsionadores y delincuentes que se
apersonan en el restorán: control de recolección de basura, permiso
de alcoholes, autorización para que fumen los clientes, permiso para
mantener abierto el negocio después de horario, venta de carne roba-
da, en fin, una rutina que se despliega una vez que detectan la presen-
cia de un nuevo negocio que ofrece comida preparada. La metáfora
del viacrucis no es desmedida porque van apareciendo uno a uno los
extorsionadores, como estaciones del viacrucis.
El relato que describe cómo se desplegaban las acciones del en-
cargado de la operación “pago oportuno” en el gobierno del estado, es
la cuarta de las historias seleccionadas (número 23). Lo que se describe
en la narración es un procedimiento rutinario mediante el cual el opera-
dor doblega a los proveedores para que entreguen 10 por ciento de su
cotización a cambio de un pago en un plazo menor. Si el proveedor se
niega a entregar dicho porcentaje, entonces el resultado es inevitable:
el pago se retrasará sin saber la fecha. Así que los proveedores pagan el
porcentaje establecido con el objetivo de obtener pronto el pago por
un bien que ya fue entregado o un servicio que ya se ha prestado. Esta
trama corrupta implica numerosos participantes que son cómplices y/o
beneficiarios; implica también una organización eficaz para supervisar al
operador (se requiere de una contabilidad orquestada para evitar que el
operador termine tomando decisiones por su cuenta); e implica, final-
mente, un plan sofisticado para el depósito de los montos obtenidos

194
en cuentas bancarias protegidas por las autoridades. En fin, la operación
“pago oportuno” es una sofisticación de la corrupción rutinaria.
Elegimos la historia número 25, la del inspector de la Sociedad de
Autores, no porque en este caso haya una organización operando la
corrupción, sino porque el individuo que intenta hacer el atraco es al-
guien que estudia los argumentos, lleva a cabo una mini obra de teatro
(para convencer a actores de teatro), sale a cazar las oportunidades en
las salas de teatro en las que puede encontrar a sus víctimas. En fin, ha
elaborado una rutina con una secuencia claramente establecida. En la
historia número 25 no le resultó lo que se proponía porque la obra se
estaba presentando de manera gratuita; pero antes abrió su portafolio,
mostró documentos en donde había subrayado las supuestas reglas
de derechos de autor, no perdía la figura cuando exigía que se suspen-
diera la función.
Finalmente, sintetizamos la historia número 46 que lleva por título:
“Roban, pero no tanto”. Lo que observó Almudena es un equipo de
personas, que se mueve de una dependencia a otra según cambien
las administraciones gubernamentales, para operar lo que ella llama
“el robo hormiga”. Los participantes, empezando por la secretaria del
funcionario, saben desarrollar adecuadamente su papel. Así lo va na-
rrando Almudena:

Se programaba una agenda, con diversas actividades y eventos


oficiales y, a la mera hora cancelaban tres o cuatro de los eventos,
pero se gastaban el dinero que habían asignado. Una vez la titular
de la dependencia canceló toda una agenda y después mágica-
mente se fue a París de vacaciones.
El chofer me contó que la titular de la dependencia ya había
hecho eso de cancelar los eventos internamente e irse de viaje

195
o usar el dinero para otras cosas, era algo habitual. Cuando la
titular se iba, dejaba a su secretaria particular a cargo, claro que
le pagaba más por quedarse, a veces hasta le pagaba el doble.
También me dijo que ellas ya se conocían desde hace varios
años y que habían saltado de puestos juntas. La titular siempre
se llevaba a su secretaria para que la acompañara en su siguien-
te puesto público.
Una vez la secretaria de la titular me dijo que entre las otras
dependencias se ponían de acuerdo para compartirse el pre-
supuesto que les sobraba; hasta me ofreció apoyarme para un
viaje de estudios que iba a hacer en el verano. Las que manejan
todas las finanzas son las secretarias y tienen acceso a toda la
información presupuestal. También vi cómo facturaban dine-
ro de más, con facturas infladas que les hacía una gasolinera
aliada. Eso lo hacía el chofer para la titular y se llevaba una co-
misión. Además, sé que declararon un auto, pero en realidad te-
nían otro, o sea que se habían comprado uno más barato y se
quedaron con la diferencia.
Yo me sentía cómplice porque tenía que actuar con norma-
lidad y es frustrante porque no puedes escalar si no eres parte de
esa maquinaria.

En efecto, Almudena tiene razón, se trata de una maquinaria que


puede operar en cualquier dependencia. La titular, en este caso, tras-
lada la maquinaria y la pone a funcionar en cualquier puesto que le
ofrezcan. Con esta metáfora de la maquinaria terminamos el análisis
de las historias y damos paso al último de los capítulos en el que
presentamos algunas recomendaciones que pueden ser útiles para
cumplir mejor con la misión del Consejo Cívico de Instituciones de

196
Nuevo León. Pero antes de dar paso a la sección de recomendacio-
nes sintetizaremos una observación decisiva que se deriva de varias
de las historias recolectadas.

LA AUTORIDAD ELECTA Y SU EQUIPO


DE COLABORADORES IMPORTA E IMPORTA MUCHO

Las narraciones de las historias de corrupción ordinaria y rutinaria


suelen hacer observaciones en el sentido de que la intensidad, va-
riedad, desfachatez e impunidad varían de una administración a otra
(cuando hay cambio de gobierno) y de un municipio o entidad fede-
rativa a otra. Las narraciones en donde aparece esta constatación son
“Multa o vacuna” (número 13), “El diseño perfecto de la mecánica de
la extorsión: el transporte de carga” (número 14), “¿Nos cuidan o nos
acechan?” (número18), “Intento fallido” (número 21) y “Trácalas en las
farmacias” (número 35).
Esta experiencia de los entrevistados introduce un toque opti-
mista al análisis: las autoridades electas (alcaldes, gobernadores) mar-
can el rumbo en materia de inhibición de las prácticas de corrupción
ordinaria o en el fomento de estas, al menos en lo que concierne al
sector público. Los empresarios de transporte de carga pueden hacer
comparaciones sincrónicas porque sus unidades pasan de unos es-
tados a otros y de unos municipios a otros. Saben que los riesgos de
ser víctimas de corrupción en determinados estados o municipios se
elevan, mientras que disminuyen o desaparecen en otros. Los dueños
de restoranes, bares o antros pueden hacer comparaciones diacróni-
cas. En sus historias identifican con toda nitidez las administraciones
municipales o estatales en las que se incrementó la corrupción (estas
partes de sus narraciones desde luego que no aparecen en el texto

197
porque vienen los nombres de personas) y las administraciones que,
por el contrario, se distinguieron por una clara disminución de estas
prácticas.
En conclusión: la autoridad electa cuenta y cuenta mucho en
materia de corrupción, al menos en el sector público.

198
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES ESTRATÉGICAS

E n este último capítulo esbozamos siete recomendaciones que po-


drían ser tomadas en consideración por el Consejo Cívico de Insti-
tuciones de Nuevo León para reforzar sus acciones en esta materia. Las
siete recomendaciones surgen directa o indirectamente del análisis
presentado en el capítulo anterior y tienen una característica común:
son realizables sin incurrir en grandes costos.
Antes de iniciar las descripciones de estas acciones sugeridas, es
importante sintetizar una de las principales conclusiones que emana
de las historias recabadas, los “datos”, y los hallazgos presentados, el
“análisis”. Ambos, datos y hallazgos, nos muestran que ninguna solu-
ción cosmética puede servir para incentivar verdaderamente la hones-
tidad y el cumplimiento de las leyes en la sociedad de Nuevo León.
Lo que es revelador en este ejercicio es que hay un déficit moral, una
laguna en la formación moral porque persisten una serie de equívocos
éticos que sirven de fuentes que preservan la corrupción ordinaria. Di-
cho de otro modo, el problema es de fondo, no de forma.
Es muy sencillo, en México, indignarse, rasgarse las vestiduras por
los hechos vinculados a la corrupción extraordinaria, la que cometen los
grandes y poderosos, en donde las sumas de dinero son espectaculares
y ameritan primeras páginas de los periódicos o muchos minutos de
transmisión en las cadenas de televisión. Esos hechos son reprobados
por todo mundo, de manera unánime, en forma de coro que se duele por
el escándalo. En contraste, es mucho más complejo sentir y expresar esa

199
indignación cuando se trata de la corrupción ordinaria porque es esta en
la que participamos muchos ciudadanos o nuestros familiares y amigos
de manera cotidiana. Es aquí en donde sale a flote el déficit ético.
Las propuestas que presentamos giran en torno a esta conclusión
y constituyen sugerencias prácticas que pueden ir cubriendo poco a
poco el vacío ético que sirve de fuente de la corrupción ordinaria. El
objetivo último es que muchos más ciudadanos constaten que ser
honesto es un bien, trae consigo ganancias y que ser corrupto trae
consigo pérdidas.
Recomendación 1: Convocar a las pequeñas y medianas empre-
sas, a través de sus organizaciones, para que adopten los códigos de
ética que ya son una tradición en las grandes empresas. La adopción
de estos códigos estaría acompañada de campañas a la escala de es-
tas empresas mediante las cuales se eduque a los empresarios y em-
pleados sobre la corrupción ordinaria (qué es, cómo se desarrolla, qué
condiciones la fomentan, qué consecuencias nefastas tiene, etc.), al
tiempo que se incentive la denuncia de actos de corrupción dentro y
fuera de la organización.
Recomendación 2: Informar a las cámaras empresariales y comer-
ciales, a las asociaciones de industriales e instituciones educativas de
una de las más dañinas consecuencias culturales que tiene la corrup-
ción ordinaria: desalienta a empleados y profesionales, produce des-
precio por las organizaciones, alimenta el cinismo en los colaboradores.
La corrupción ordinaria erosiona la lealtad a las organizaciones y corroe
las líneas de mando. Adicionalmente frena el desarrollo individual den-
tro de la empresa porque cuando un joven entra en contacto con las
prácticas de corrupción ordinaria y los andamiajes que las preservan,
ya no tendrá interés en crecer con la empresa, sino en insertarse en las
atmósferas corruptas.

200
Recomendación 3: Proponer a gobiernos y empresas el fortaleci-
miento de la credibilidad y legitimidad de las licitaciones, tanto en las
obras y compras del sector público, como en la selección de provee-
dores en el sector privado. El nivel de transparencia y la calidad de los
observadores externos (como terceros no interesados) constituyen las
claves de la credibilidad y la legitimidad. En la era de la informática y la
comunicación por Internet, el acceso público a todo el proceso de lici-
tación, desde la convocatoria hasta la asignación del ganador, es clave
para ganar la confianza de los ciudadanos.
Recomendación 4: Fomentar alianzas educativas por niveles esco-
lares (primarias, secundarias, preparatorias, escuelas técnicas, univer-
sidades) para una educación por la honestidad. La formación moral,
como sabemos desde Durkheim y Dewey, pero también desde mu-
cho antes con Confucio y Sócrates, es producto de la educación. La
formación de la moral pública, la que nos haría indignarnos por las
prácticas de la corrupción ordinaria y rutinaria, se lleva a cabo en las
escuelas y por los maestros. La formación de la moral pública no puede
dejarse en manos de los padres de familia porque ellos son producto
de la misma sociedad que promueve la corrupción y la justifica. Las
alianzas educativas no pueden convocarse desde el Consejo Cívico
de Instituciones de Nuevo León porque implica a actores políticos de
envergadura como las secretarías de educación y las secciones sindi-
cales de maestros. Lo que está en manos del Consejo es promoverlas,
sugerirlas, fomentarlas, tanto con las autoridades de las secretarías de
educación a nivel estatal como con los líderes formales del magisterio.
Derivado de lo anterior, pero en el marco de las universidades, el
Consejo puede sugerir a las autoridades universitarias que usen este
estudio sobre la corrupción ordinaria como un libro de texto que per-
mita a los estudiantes debatir, reflexionar, solidificar su conciencia ética,

201
evaluar los perjuicios que acarrea la corrupción ordinaria y, al tiempo,
salir de las confusiones y malentendidos que reinan en esta materia.
Ameritan ser consideradas estas dos observaciones adicionales
que refuerzan la recomendación 4. En el documento en el que se
describe el modelo educativo 2016 y define el planteamiento peda-
gógico de la Reforma Educativa no aparece nunca la palabra corrup-
ción, en las 104 páginas del documento. La categoría “honestidad” se
usa única y exclusivamente en la lista de valores que deben regir la
gobernanza educativa. Entre los fines educativos, el respeto a la le-
galidad se diluye como una parte de una frase en la que se plantean
otros muchos fines. En pocas palabras, para el diseño de la educación
en México, el combate a la corrupción no tiene nada que ver con la
educación escolar. Esto se confirma si analizamos el Programa Secto-
rial de Educación 2013-2018 del gobierno federal en donde la palabra
corrupción no aparece, ni tampoco sus contrapartes: honestidad, éti-
ca, respeto a la legalidad (mientras que la palabra matemáticas apa-
rece seis veces).
Recomendación 5: Evitar las campañas cosméticas basadas en
el eslogan “Di no a la corrupción”, que terminan por inmunizar a los
públicos porque a fuerza de estarlas repitiendo ya no dicen nada. Se
debe recordar en el diseño de campañas que utilizan los medios de
comunicación, lo que se demuestra en este estudio: subsisten mu-
chas confusiones y malentendidos en materia de corrupción ordina-
ria. Mientras estos subsistan, la expresión “combatir la corrupción” es
equívoca; es decir, se presta a muchas interpretaciones.
Esta recomendación está vinculada con la que sigue. Es más con-
tundente contar historias de corrupción que repetir ordenamientos
morales. Las historias hacen reflexionar, los ordenamientos embotan
a los públicos.

202
Recomendación 6: Invitar a los usuarios a enriquecer el progra-
ma nacional Incorruptible.mx no solamente a denunciar, sino a relatar
sus historias de corrupción. Si el denunciante tiene temor a represalias,
puede modificar los datos personales e institucionales de la misma
manera que se hizo en este estudio. Si la respuesta de los usuarios es
positiva, las autoridades interesadas en el combate a la corrupción ten-
drían un repositorio de historias de diversas regiones del país que les
darían pistas sobre lo que conviene hacer en la materia.
Recomendación 7: Crear un nuevo indicador para la observación
ciudadana, uno que debe ser diseñado por especialistas en ciencias
jurídicas. El indicador podría clasificar los reglamentos de gobiernos
estatales y municipales según el nivel de fomento a la corrupción. Los
especialistas podrían establecer un ranking, clasificando los reglamen-
tos desde altamente corruptogénicos hasta el nivel de corruptogéne-
sis nula. Finalmente, no se requieren permisos especiales de los gobier-
nos para acceder a los reglamentos (de construcción, de tránsito, de
permisos de alcohol, de uso de tabaco en restoranes, etc., etc.). Estos
son de acceso público y la clasificación de los mismos podría ser parte
de la observación ciudadana.

203
SEMBLANZAS DE AUTORES

Eduardo Carrillo Cantú es doctorando en Ciencias Sociales por el ITESM con una investi-
gación sobre la exclusión escolar que experimentan niños y adolescentes que mi-
gran de los Estados Unidos a México. Sociólogo por la Universidad de Monterrey
con varios años de experiencia en investigación en sociología de la educación,
migración internacional y procesos de reconciliación en contextos de posconflic-
to en México y Colombia. Ha publicado artículos científicos en las revistas Mexican
Studies/Estudios Mexicanos (UC Press), Sinéctica (ITESO) y Estudios Demográficos y
Urbanos (COLMEX).
Tania Daniela Domínguez, socióloga egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo
León. Entre sus campos de interés destacan el feminismo, antiespecismo y biopo-
lítica. Desde hace varios años participa en actividades de investigación socioló-
gica, combinadas con el periodismo y la fotografía. Todas ellas motivadas por su
compromiso político de luchar contra cualquier forma de injusticia.
Carolina Muela estudió sociología en la Universidad de Monterrey, se ha consagrado a
los estudios de género, las culturas juveniles, las estéticas del cuerpo, la migración
y la fotografía callejera. Actualmente es parte del Colectivo Editorial Av. Aztlán e
imparte talleres con el Colectivo Las Victorias.
Carolina Rendón Okolova, originaria de Moscú, con nacionalidad mexicana. Estudió
danza clásica en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea en la
Ciudad de México, así como en Miami City Ballet School. Fue bailarina profesional
de ballet por varios años hasta antes de ingresar a la licenciatura en Ciencia Políti-
ca en el Tecnológico de Monterrey. Actualmente, es estudiante del doctorado en
Ciencias Sociales de la misma institución en donde emprende una investigación
sobre las políticas culturales de Nuevo León. 
Isabel Torres, antropóloga egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana, espe-
cialista en antropología del trabajo. Ha coordinado numerosos trabajos de campo
en distintas regiones de México. Recientemente colaboró en el diagnóstico de las
políticas culturales del estado de Nuevo León, con CONARTE.
Juan Zapata, sociólogo y asesor de empresas en materia social, posee experiencia de
más de 35 años en el estudio de las relaciones entre las empresas y sus contextos
sociales en México. Se le reconoce como uno de los sociólogos más importantes
de México en el tema empresarial. Es autor, entre otras obras de La muerte de Fun-
didora, Tercos y Fundadores y coautor con Carlos Inchaústegi y Víctor Zúñiga de La
sociedad mexicana y sus pueblos indígenas a fines del siglo XX.
Víctor Zúñiga, es profesor de sociología del Tecnológico de Monterrey, Campus Mon-
terrey y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III). Desde 2012 es
director de la revista TRACE (Procesos Mexicanos y Centroamericanos). Sus más re-
cientes publicaciones aparecen en las siguientes revistas y editoriales: Migraciones
Internacionales (2018), Current Anthropology (2017), Mondi Migranti (2017), Sinéctica
(2017), Mexican Studies (2016), Oxford University Press (2018), Presses de l’Universi-
té Laval (2016). Recibió el American Educational Research Association’s Henry T.
Trueba Award for  Research Leading to the Transformation of Social Contexts of
Education, en abril de 2018. Actualmente coordina el proyecto de investigación
intitulado: “Migración internacional y exclusión escolar: hacia la construcción de
políticas de bienvenida para los menores que retornan de Estados Unidos a Méxi-
co” (fondo CONACYT Problemas Nacionales).

205
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bourdieu, Pierre. 1977. Outline of a theory of practice. Cambridge: Cambridge University


Press.
Dalton, Bronwen Mary. 2005. Corruption in cultural context: contradictions within the
Korean tradition. Crime, Law and Social Change 43: 237-62.
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en psicología social, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
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cal perspectives on corruption. Barbara Budrich Publishers. Opladen and Farmington
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344-64.
Yang, Mayfaire Mei-Hui. 1989. The gift economy and state power in China. Comparative
Studies in Sociology and History, 31: 25-54.

206
COLOFÓN
209
EL CONSEJO CÍVICO DE INSTITUCIONES
DE NUEVO LEÓN es una organización
que tiene como misión fomentar la
participación ciudadana, vinculándose
orgánica y respetuosamente con múltiples
organizaciones civiles que comparten
propósitos comunes, en búsqueda del
bienestar integral de la comunidad y
el mejoramiento del entorno político
en el que la sociedad de Nuevo León
se desenvuelve. El Consejo, a través de
los años, ha sido reconocido como el
promotor legítimo de la participación
ciudadana en nuestra entidad. En el marco
de esta misión fundamental, el Consejo
ha impulsado proyectos que tienen como
objetivo combatir la corrupción en la
sociedad de Nuevo León, tanto en el sector
público como en el sector privado.

USAID ES LA AGENCIA DE LOS ESTADOS


UNIDOS PARA EL DESARROLLO
INTERNACIONAL. En México, USAID
colabora con aliados locales para
fortalecer el Estado de derecho, proteger
y prevenir violaciones graves a los
derechos humanos, reducir el crimen y la
violencia, así como promover esfuerzos de
transparencia e integridad.
C on el objetivo de fomentar la par-
ticipación ciudadana, vinculándo-
se con múltiples organizaciones civiles
que comparten propósitos comunes, el
Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo
León con el apoyo de USAID ha impulsa-
do proyectos que buscan combatir la co-
rrupción en la sociedad de Nuevo León,
tanto en el sector público como en el sec-
tor privado. Los proyectos desarrollados
se reunieron bajo el título de “Sociedad
sin Corrupción”. En este marco de inicia-
tivas, el Consejo solicitó a un grupo de
sociólogos y antropólogos llevar a cabo
un proyecto de investigación mediante
el cual se pudiesen documentar y anali-
zar las distintas formas de corrupción or-
dinaria en diferentes ámbitos de la socie-
dad de Nuevo León. El libro que el lector
tiene en sus manos presenta los datos y
hallazgos del estudio realizado de mayo
a octubre de 2018

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