Un Sucio Hábito
Un Sucio Hábito
Un Sucio Hábito
FokinBastard
Perdona
Previamente,
Juntamos los labios
y dejamos que la emoción
llene y estremezca
el aire en la habitación.
Nuestro futuro juntos
se reduce a este minuto
ya no volveremos a ser,
dos desconocidos.
Después,
la ropa sobre el piso.
Arrojada ahí,
sin ningún significado
arrastrados por la premura
del deseo sin conciencia,
dejamos que nuestras manos
vayan descubriendo
su propio lenguaje.
Entonces,
empujo mis obsesiones
en el corazón de lo trivial,
con el sudor
escurriendo por la frente,
siento el vértigo
de ser,
la mitad
de la totalidad de algo.
Durante,
esos instantes
en los que el amor
se va inventando,
o renace
escurriendo desde la fe
(y el deseo)
tan solo importa
lo que aquí
está ocurriendo.
Luego,
un silencio entrecortado.
Por la ventana suben los ruidos
de un día que
empieza a morir.
Mientras la ropa permanece arrugada,
a un costado
ignorando el caos
que toman las formas
para llenar el vacío.
Posteriormente,
acaricio tu espalda,
recortada sobre el horizonte del televisor
en la tenue oscuridad,
de una noche
que derrama con indiferencia
su sombra,
sobre nuestros cuerpos.
Amor de todas mis vidas
El lugar común
habla del amor a primera vista
como el acto absurdo
de soltar las campanas al vuelo.
Acto efímero
por el cual
nos ganamos la eternidad
como condena,
y toda esa ristra
de cursilería telenovelescas.
La verdad es que,
a pesar de los años transcurridos
no encuentro otra mejor manera
de describir lo que me pasó contigo,
cuando te vi
por vez primera.
Eras tan pequeñita
y peluda
como un ratón de cuento
y frágil
como una ramita de cerezo
y, aun así,
tan hermosa
como el brillo de mil galaxias juntas
y todos los atardeceres que recuerdo.
Me sorprendió
la repentina
y perfecta tranquilidad
de tus primeros sueños.
Y me encontré,
yo (mudo testigo)
viejo infantil
sin palabras,
maravillado
pasmado
desarmado
enfrentado
contra tu belleza salvaje.
Entonces supe
por vez primera
que era capaz de volar
enderezar mi vida
o cambiar el mundo.
Olvidándome de todo
salvo el silencio
entre cada latido de tu corazón,
y la inesperada bondad
de tu pequeña sonrisa.
Gravedad
Quiere decir,
entre otras cosas,
que la tensión del día,
los problemas cotidianos
la fatiga de la larga jornada,
el tener que ordenar la casa,
lavar los platos,
hacerse cargo de los críos.
Toda la pólvora quemada en infiernillos
y demás discusiones pueriles
han sido debidamente superadas.
Preparo el desayuno,
bato huevos y salchichas
y los vierto sobre la sartén caliente,
lo dejó todo ahí unos minutos
mientras la observo por la ventana.
Sudorosa, con la cara desencajada de rabia,
afanosa, da escobazos
y grita a los perros que se alejen,
luego toma una pala
junta la porquería en una bolsa.
Y vuelve a tomar la escoba para cumplir
lo que pareciera ser la misión más importante de su vida.
Cuando escribo,
la tarde se llena de polvo
la ciudad entera,
de a poco,
anochece.
cadáveres ambulantes vuelven a sus casas
después de la faena.
Ha sido un largo día duro
hay cierta melancolía en el aire espeso,
mientras yo intento ligar tres frases.
Automovilistas furibundos rebasan por la derecha.
Amantes furtivos hacen el amor
y no la guerra
porque saben que el tiempo se escapa
y a veces, algunas veces
la vida no es como la escribe Coelho.
En la mesa,
un desorden de platos sucios
disimula un café que se enfría.
Sobre la cama revuelta,
una mujer desnuda sueña (y ronca)
las palabras necesarias
para escribir un poema.
Los bares se llenan de bebedores de cerveza
la policía cuece a plomo a un desconocido
que no llegará a tiempo
para ver su muerte
en el noticiero nocturno.
Un cuchillo abre un tajo
la sangre se derrama.
Banqueros y agentes de bolsa
hacen montones de dinero.
Las sirenas ululan,
los perros ladran enfurecidos
a un cielo lleno de gatos
que envuelve un mundo en guerra.
Y a mí lo único que me importa,
como a un yonky,
es poner (bien formadita),
la siguiente maldita línea.
Pienso en mi padre
Pienso en mi padre
en lo mucho que me atemorizaba cuando yo era niño
me parecía un gigante,
cuando gritaba (y gritaba siempre)
las paredes de la casa se cimbraban
no me atrevía a mirarlo fijamente
su cara era un mascara de piel curtida
con un bigote espeso, negro y descuidado.
Cuando se sonaba la nariz siempre le quedaban rastros colgando de su bigote
sus labios eran grotescos
sus dedos estaban amarillos de tanto que fumaba,
cuando bebía era peor.
Entonces discutía por todo
y en muchas ocasiones le pegaba a mi madre
y entonces yo debía defenderla.
pero mis golpes no le hacían daño
y él se libraba fácilmente de mí.
En ocasiones me encerraba en un cuarto
y le ponía una cadena por fuera
ahí me dejaba bastante tiempo.
Me decía que yo era un animal, un perro.
Yo me quedaba ahí, quieto, muerto de miedo.
Atemorizado por un gigante.
Pienso en mi padre
tengo ocho años
una tarde por jugar con lodo
ensucié mi pantalón y los zapatos,
y eso lo hace enfurecer
me toma del cuello, aprieta fuerte
comienzo a llorar.
Me lleva hacia la puerta y me lanza a la calle,
dice que, si quiero tener casa, debo trabajar por ella,
que si quiero gastar agua y luz
debo pagar por ella,
que si quiero ropa y zapatos debo ganármelos.
Es de noche, cierra la puerta y me deja ahí, llorando y pegándole puñetazos a la puerta.
Desde adentro me grita que deje de golpear y que me vaya.
Le grito a mi madre y ella permanece indiferente.
La noche me aterra, la calle parece amenazante, no sé a dónde ir.
Tengo ocho años.
Agotado de llorar y de rogar porque me dejen entrar,
duermo sobre la banqueta.
Pienso en mi padre.
Soy adolescente, tengo 16 o 17 años,
me cobra 250 pesos por la comida de la semana
100 por el agua que gasto,
100 por la luz
y todas las mañanas cuando cree que aun duermo
entra a mi cuarto y roba las monedas que me sobran.
Las escondo en los zapatos,
en la guitarra sin cuerdas colgada de la pared
entre los libros,
siempre las encuentra.
Debo pagar por todo lo que me he comido, todo lo que ha tenido que invertir en mí.
Así le llama, él ha hecho una inversión y quiere sus dividendos.
Soy adolescente, casi un hombre.
Voy a la escuela y debo trabajar para pagarle.
Pienso en mi padre.
Ahora soy un hombre
hace tiempo que dejó de asustarme
dejó de ser un gigante
y ahora mi tamaño lo sobrepasa
ya no es nada, incluso ahora fumo y bebo más que él
sólo conserva sus gritos y su estúpido bigote.
Hace años que no le hablo
ya no vivo bajo su techo
pero ocasionalmente voy a dejarle algo de dinero a mi madre.
Esa tarde llego y lo encuentro borracho, riñendo y peleando con mi madre y con mi
hermana
lo veo y lo escucho gritar
y sé que grita porque tienen miedo
se sabe viejo y odiado,
tiene miedo de nosotros, tiene miedo de mí.
No se supone que deba hacerlo, pero me suelto a llorar.
Confusión, estoy lleno de confusión.
Se acerca a mí,
me toma del cuello y comienza a apretar
dice que soy un perro
y que va a matarme, veo en sus ojos que no miente
No está loco, sólo me odia.
Su odio es completamente racional y puro.
Gotas de su saliva caen en mi rostro,
aprieta más fuerte, mi hermana trata de detenerlo.
Él me suelta y la empuja.
Entonces sucede,
la fuerza de veinte años de rencor en mi puño cerrado.
Lo golpeo justo debajo del ojo izquierdo,
lo derribo con ese golpe.
Fue un momento hermoso, cae tendido.
Hay sangre en su rostro y miedo,
un miedo profundo en sus ojos.
Quiero ir por él y acabarlo
mi hermana me detiene,
me pide que me vaya.
Me acerco a él, continua de espaldas
ni siquiera ha intentado levantarse
le digo que voy a matarlo.
Soy un hombre,
sabe que no estoy mintiendo.
Pienso en mi padre.
Llevo cinco años sin hablar con él
y tres sin verlo.
Ahora yo también soy padre
tengo un hijo pequeño, de siete meses
Se llama Ángel y juré protegerlo siempre.
Salgo de trabajar y voy a casa, mi mujer y mi hijo me esperan.
Al llegar veo a mi padre sentado en la sala
con mi hijo en brazos.
Me pongo furioso, mi cuerpo se tensa
me quedo quieto, sin decir nada
lo veo levantarse y venir hacía mí.
Hay lágrimas en su cara.
Me rodea con sus brazos
me aprieta fuerte en un abrazo.
Yo no quiero que me toque, intento alejarlo
me pide que lo perdone.
No siento nada, sólo el vacío por tanto amor desperdiciado.
A hipidos me pide que por favor lo perdone.
Le digo que me suelte.
Veo a mi mujer, a mi madre y a mi hermana, expectantes.
Tomo a mi hijo en brazos y lo beso.
Luego lo miro a él,
por primera vez en mi vida siento algo por él,
siento lastima.
Y le digo que no hay nada que perdonar
que, al contrario, le agradezco todo lo que hizo conmigo.
El gigante termina por derrumbarse
y llora como un niño asustado
abrazado a mí,
con su cara escondida en mi hombro
De cuando adopté (y le dije adiós) a un camello
Supe,
gracias a su esposa
que estaba en el hospital,
convaleciente
(quizá)
al borde de la muerte
canalizado,
entubado
con el culo retacado con supositorios de morfina,
atisbando con lo último que le quedaba,
por debajo del uniforme,
las piernas de las enfermeras.
Lo había atrapado
algún tipo de mal crónico
producto de los excesos.
Tenía la barriga dura
las arterias taponeadas
arritmias,
peritonitis
retenía líquidos
y de sobrevivir
no podría volver a
beber una sola gota de alcohol
en su vida.
Bajo esa perspectiva
la muerte (me) parecía un mejor futuro.
Luego pensé
¿Qué haría sin mi amigo?
(ya se me había ido antes el Darwin)
sin volver a escuchar su risa estentórea
o compartir anécdotas
aderezadas con su humor negro
y mi sarcasmo.
Nos quedaban pendientes,
festejar juntos varios cumpleaños
realizar un viaje de opio,
vernos triunfar
(o fracasar)
al final de un camino
lleno de ruinas.
Me llené de nostalgia
se me hizo un nudo en la garganta
y tan solo pude decirle
(sin que él me escuchara)
Sostente de Diego, tu hijo
es lo que te mantendrá en pie,
plantándole cara a la enfermedad
hasta recuperarte.
Después,
ya habrá días mejores
en los que el sol brillará de nuevo
a través de una botella de cerveza.
Hablando de…
La sonrisa de Camila.
La imaginación de Ángel.
Los ronquidos de estrella.
Los ladridos de piano.
60 metros de terreno.
Las paredes.
Unos pocos muebles.
La cama destendida.
La curva de su cintura
(y su par de nalgas).
Los libros.
Unos cuantos amigos.
Muy pocas amigas.
Los días calurosos de marzo,
y los fríos de noviembre.
beber cerveza oscura,
y vodka tamarindo
sin sufrir resaca.
Escribir de vez en cuando.
Zappear una buena peli.
Acumular recuerdos
(de los que no se guardan en el celular).
Y esas personas,
que puedo considerar familia.
A todo eso,
Yo le llamo Vida.
Todo lo demás,
tan solo son historias.
Mejor jueves que domingo
Si he de morir
mejor jueves que domingo.
Que mi cuerpo quede fiambre,
un jueves caluroso como a las 2 de la tarde.
De un sincope, una cirrosis
infarto fulminante, atropello
envenenamiento masivo,
obesidad mórbida, sífilis, gangrena
cáncer de piel, sobredosis de plomo,
las causas en realidad importan poco.
Que les avisen a todos mis amigos.
También a todas mis ex novias
(excepto a las gordas)
para que pasen lista de presentes
a dar sus condolencias,
con mis padres y hermanos.
Que se seguirán preguntando,
más confundidos que tristes,
por qué dejé de hablarles tantos años.
Espero que no acudan mis hijos.
Que ese día encuentren algo mejor que hacer
como ver una película,
o dar una larga caminata por el parque.
Ángel, Camila,
No os preocupéis.
Pueden hacerlo,
suficientes tardes les habré arruinado ya.
Dedíquense a sonreír
a ser felices.
Y por favor,
si no es mucho pedir
no se olviden de enumerar mis múltiples virtudes.
Que alguien mencione lo bueno que era
lo guapo,
buen mozo,
bien parecido.
Que se cuente que fui
un padre ejemplar,
buen hijo,
excelentísimo amante
y mejor amigo.
Olvídense de mis errores
de mis terribles desaciertos
y lo estúpido que fui a cada momento.
Que lloriqueen las viudas
con lágrimas fingidas y gemidos trémulos
por un amor que nunca fue tan grande, ni tan limpio, ni tan puro,
ni tan orgásmico, ni tan bueno.
Que mis tías le recen a un dios en el que no creo
por la salvación aburrida y eterna de un alma,
que ya no es mía,
pues la perdí hace un tiempo dentro de un par de ojos,
hermosos, como el par de nalgas que los complementaban.
No se vayan a olvidar de llevar alcohol,
unas cuantas cervezas y una botella,
(o dos)
del vodka más barato que encuentren.
Reúnanse para matar un Oso
brinden con enfermiza nostalgia
por esos momentos que compartimos.
Por las buenas anécdotas
y también por los malos ratos
Por los malos tragos.
Espero que no encuentren mi perdida
tan grave, ni tan insoportable
que les dé pesar y se pongan solemnes.
Como dijo alguien por ahí
“Ahora sé algo que ustedes desconocen”.
Después de todo siempre hice lo que pude
y a veces fue suficiente
el saldo me es favorable.
Así que solo le pido a la vida
que me conceda morir
mejor jueves que domingo
Por la sencilla razón
que quiero arruinarles
sus planes de fin de semana
a todos ustedes,
grandísimos hijos de puta.
En el tercer piso
(A mis 30´s)
No he sabido envejecer (crecer nunca pude)
con estilo.
Me hice un corte moderno
para quitarme un par de años,
pelos parados y flequillo
para disimular una calvicie (ya no tan) prematura.
Una dieta rigurosa
a base de atún y verduras
para entrar en una camisa que usaba hace cinco años,
y la cual, ya no me cierra.
Un par de tenis blancos
para estar a la moda.
Yo que siempre calcé mis (rigurosos) Converse negros.
Ahora prolongo todas las fiestas
me quedo a ver morir todas las madrugadas,
como un adolescente subnormal
retacado de alcohol y mariguana.
Compré unas gafas enormes de mosca
para disimular las ojeras y la resaca,
unas botas negras de motociclista
chamarra de cuero,
la membrecía de un gimnasio
al cual no pienso visitar ni amarrado.
Hablo usando gran cantidad de modismos
neologismos y pendejadas.
Me volví adicto a las redes sociales.
Les mando solicitud a chicas jóvenes (de grandes caderas)
miro paginas “chistosas”
y series de comedia.
Río escandalosamente de chistes que no entiendo,
me hice amigo de una turba de oligofrénicos veinteañeros.
He llegado a negar a The Doors y a Los Rolling’s
por decir que me gusta el hip hop y la música electrónica.
También,
empiezo a mirar (lascivamente)
a chicas de diecisiete años
(plenamente, tercamente, firmemente)
convencido de aquello que decía Sabines;
(que a mi edad)
la juventud sólo se obtiene por contagio.
Salvajes 30´s
Mi dios personal
es un poco más terrenal
y mundano,
carga con un negro
sentido del humor.
Nunca pone la otra mejilla
conserva todas sus costillas
y no te vende la salvación,
a las 3 am por televisión.
Es parecido a ti
huraño, peleón
y un tanto alocado.
También se tira pedos
mientras se rasca las bolas
por la eterna búsqueda
del simple placer.
(a R. Wolfe)
El odio son todos los lunes que tuve que madrugar con resaca
para enfrentarme a un reloj checador.
El odio es sentarte frente a la computadora a escribir esta lista que no se puede borrar
simplemente por la falta de valor.
Este poema
recién parido
sangra desde su inicio
nació desnudo
y sucio.
Con garras,
pelos
y cuchillos en su corazón.
¨Sr. Núñez,
Lamentamos informarle que su relato nos pareció demasiado crudo, no va con la temática,
ni con la finalidad de este concurso. Por lo tanto, nos vemos en la necesidad de rechazar su
postulación para ser parte la antología que esta editorial sacará con los cuentos participantes
que no fueron elegidos ganadores¨.
Después de pasar el trago amargo
y ver caer mi castillo de ilusiones
me puse a escribir
¿Qué otra cosa habría de hacer para sacar la rabia?
¿ir al yoga?
¿buscarme un árbol y abrazarlo?
¿hablar con las paredes y las voces en mi cabeza?
¿masturbarme compulsivamente?
Me puse a aporrear el teclado
convencido de que la literatura
no debería tener costo
y que el valor de escribir
no tendría que basarse en un tabulador
ni realizarse a destajo.
―Vivir, beber, follar, zapatear las calles, llenarse de polvo las suelas, acumular recuerdos,
amaneceres, resacas; enamorarse mil veces, decir adiós diez mil veces; mojarse bajo la
lluvia, ver el mar cuando menos una vez en la vida; rascar tus heridas, abrir de nuevo tus
cicatrices, remover la suciedad en la que te encuentras. La poesía vendrá después o quizá
no, pero entonces ya no importará demasiado.
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