Tema Ii
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Ruiz Lalinde
IES “Ciudad de Haro”
La presencia romana de la península Ibérica se prolongó desde finales del siglo III a.C.,
momento en que se inició la conquista, hasta principios del siglo V d.C., cuando el
desmembramiento del Imperio favoreció el asentamiento en Hispania de algunos grupos
de pueblos germánicos. Durante este tiempo la península fue un territorio más dentro de
un imperio que abarcaba la totalidad de las tierras que baña el Mediterráneo.
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P.A. Ruiz Lalinde
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5. El legado cultural:
El principal legado cultural es, junto a las obras públicas, la lengua, el derecho y la
religión.
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Podemos destacar Emérita Augusta, Híspalis, César Augusta, Tarraco o Barcino. Solían adoptar un
plano ortogonal con dos grandes ejes el cardo y el decumanus, y se rodeaban de una muralla.
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En un primer momento podían ser federadas o aliadas o estipendiarias. Las de población romana podían
ser de derecho romano o de derecho latino.
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6. El Bajo Imperio: El siglo III fue, en todo el imperio, un siglo de crisis, cuyas
causas tienen sus raíces en el periodo anterior: descapitalización de las
provincias, disminución del número de esclavos por la disminución de las guerras
de conquista desde el siglo I.
La disminución del número de esclavos llevó a que estableciesen medidas para
fomentar el nacimiento de hijos de esclavos, lo que encarecía esta mano de obra, ya que
había que mantener bocas que no producían directamente (niños, mujeres embarazadas).
Esto supuso un fuerte aumento de los costos de la mano de obra en los latifundios, lo
que condujo al abandono de algunos cultivos; también algunas minas dejaron de ser
rentables.
A este panorama hay que sumar la inestabilidad política que dará lugar a guerras
civiles, guerras secesionistas y guerras de frontera con germanos, persas… En este
contexto Hispania sufre la invasión de bandas de francos y alamanes en los años 260-62
y en el 276 que tuvieron fuertes repercusiones económicas y cuyos efectos fueron
catastróficos para la vida urbana: algunas se amurallaron reduciendo su perímetro por el
descenso de población (Tarraco, Calagurris), mientras otras quedaron deshabitadas
(Bílbilis, Ilerda).
Consecuencia de esta crisis, en el Bajo Imperio (siglos IV y V), la vida urbana y la
villa esclavista se mantuvo en la Bética y zonas próximas, mientras que en el resto de
Hispania, el descenso de población y la crisis de las ciudades fueron más patentes. En la
mitad norte, donde anteriormente no se había desarrollado tanto el latifundio esclavista,
ahora se produce un proceso de concentración de la propiedad que da lugar a la
aparición de grandes latifundios trabajados por colonos3. Los campesinos se convertían
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El colonato fue una institución de Derecho romano y una forma de explotación de las tierras de cultivo. El colono poseía un
estatus intermedio entre la esclavitud y la libertad: era aquella persona libre que cultivaba una tierra que no le pertenecía y estaba
ligado a ella, sin poder abandonarla. Por el hecho de cultivarla pagaba un canon o renta anual, ya fuera en dinero o en especie. La
persona del colono no estaba sometida al dueño de la tierra: podía casarse y adquirir bienes, pero para enajenarlos necesitaba el
consentimiento del propietario, ya que con ellos garantizaba el pago anual que se debía efectuar. Tampoco podía ejercer el colono
ningún cargo público. Por otro lado, cuando el propietario vendía el terreno, este era transferido con todo lo que en el hubiese,
incluyendo a los colonos que allí habitaran. La condición del colono era hereditaria y solo podía finalizar mediante una autorización
del propio terrateniente o bien por un orden superior.
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