TP Alegoria
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La liebre y la tortuga
Una liebre contenta y juguetona, se sentía muy orgullosa por ser una de las criaturas más rápidas entre
todos los animales que la rodeaban. Siendo la excusa perfecta, para burlarse de los demás. Todos los días, se
reía de una joven tortuga que caminaba por la zona.
– ¡Qué lenta eres! ¡Te vas agotar de tanto correr! Ja, Ja, Ja. Decía la liebre gustosamente.
Una y otra vez, estas eran sus ofensas. La tortuga, cansada ya de sus bromas… decidió retar a la liebre un
día:
– ¡Hagamos una carrera! Apuesto a que te puedo ganar. Dijo la tortuga.
– ¿Tú ganándome a mí? ¡No me hagas reír! Respondió la liebre muy segura.
-Entonces… ¿Aceptas?
La liebre aceptó la propuesta, sabía que se llevaría la victoria sin hacer tanto esfuerzo. De eso no había
duda.
El día de la carrera, los animales salieron a observar. Pero, curiosamente solo vieron a la tortuga empezar.
La liebre se tomaba las cosas con mucha paciencia, pues ya sabía el resultado final. A los minutos, se unió a
la carrera; corrió un poco y se detuvo a descansar.
-Ya llevo bastante camino adelantado. Expresó la liebre sin titubear.
Minutos después, la tortuga paso por su lado.
-Ja, Ja, Ja ¡Pero qué lenta eres! Dijo la liebre con antipatía.
A pesar de ello, la tortuga hizo oído sordo a sus palabras y siguió la carrera. Mientras tanto, la liebre se
recostó cerca de un árbol y se embarcó en un sueño profundo.
Cuando despertó, era muy tarde; la tortuga había ganado la carrera. La liebre se sintió desmotiva al
instante, pero logró un aprendizaje que jamás olvidaría.
La hormiga y la cigarra
Una hormiguita muy trabajadora, se encontraba caminando entre piedras, ramas y pasto. Tenía una labor
muy importante que cumplir, recolectar todos los granos necesarios para alimentarse durante el invierno.
Sabía que en ese tiempo nada podía hacer.
En su trayecto, se topó con una pequeña cigarra cantando alegremente, y ejecutando el violín; sin duda
alguna, amante de la música. Pero, no pensaba en aquellas cosas que eran fundamentales. Cuando veía
pasar a la hormiga, junto a todas sus compañeras recogiendo alimento, solía decirles con un tono burlón:
¿Para qué trabajan tanto?
Terminado el verano, la cigarra desesperada y hambrienta… fue al hormiguero y exclamó:
– ¿Pueden ayudarme? No tengo nada para comer.
La hormiga le contesto: – ¿Qué hiciste tú en el verano?
– Me ocupé en cantar; es lo que hacemos nosotras a diario. Respondió la cigarra con total seguridad.
La pequeña hormiga la miró con una gran sonrisa, y pronunció con ironía:
– Como cantaste todo el verano, pues ahora baila en el invierno.
El león y el ratón
Por la tarde, se encontraba el rey de la selva tomando su siesta. Entorno a su pelaje, jugaba un ratoncito sin
parar. A los pocos segundos, el enorme felino sintió los pasos del pequeño; enseguida despertó.
Ambos se miraron sorpresivamente. El ratón pegó un brinco de susto; el león se llenó de furia. Bajo su
instinto natural, pensó en comerse al pequeño; pero, estando el ratón muy cerca de sus afilados dientes…
suplicó misericordia:
– ¡Por favor! ¡No me comas! Yo prometo que haré lo necesario para devolverte el favor.
El león al escuchar esto, soltó una enorme carcajada.
– Ja, ja, ja, ja… ¿Tú siendo tan pequeño puedes hacer algo por mí? ¡No lo creo!
A pesar de esto, decidió perdonarle su vida; sabiendo que el favor no le sería vuelto. Su orgullo, no le
permitía valorar la fiel palabra del pequeño roedor. Lo que nunca imagino, es que más tarde iba a
necesitarlo.
Llegaron los cazadores, como de costumbre en bosques y selvas. Atentaron contra el león, lo amarraron a un
árbol, y lo dejaron allí un largo rato. El león ante su ansiedad y desespero, comenzó a emitir fuertes rugidos
de auxilio.
– ¡Socorro! ¡Socorro! ¿Alguien puede oírme?
A lo lejos, el ratón logró escucharlo. Corrió rápidamente; y al llegar, masticó la cuerda hasta liberarlo.
Después de ayudarlo, dijo: – ¡Dudaste de mi palabra! Creíste que no podía pagarte el favor a causa de mi
tamaño. No soy de romper promesas. ¡Los ratones cumplimos nuestra palabra!
EL león, solo guardó silencio. Sin pensar, el pequeño había salvado su vida.
La urraca y la ardilla
Era una mañana calurosa y doña Urraca estaba descansando en la rama de una encina; se sentía muy bien a
la sombra y, para colmo de su dicha, sostenía en su pico un sabroso trozo de pan. ¡Qué contenta estaba!
¡Ah, esto es vida! – decía regodeándose, mientras parpadeaba con deleite y fruncía la nariz para, de este
modo, poder oler mejor el manjar que poseía.
Entre tanto, doña Ardilla estaba al pie de la encina; sufría lo suyo y cavilaba la forma de arrebatarle el pan a
doña Urraca. ¡Hum! Qué buena pinta tenía tan blanquito.
No tardó en encontrar una solución a su problema; conocía a doña Urraca y estaba al tanto de los puntos
flacos de ésta, así que le dijo:
-¡Oh, doña Urraca! ¡Cuánto hace que no le oigo cantar! ¿Qué le pasa? ¿Es que ya no conserva su hermosa
voz de antes?
-¡Sí, claro que sí! ¡Espere y verá doña Ardilla!
Doña Urraca, llevada por su vanidad, abrió el pico, pues de otro modo no podía cantar. En ese mismo
instante, el pedazo de pan se le escapó y cayó al suelo. Doña Ardilla, muy atenta, se apoderó de tan
suculento manjar en un santiamén, mientras decía a doña Urraca:
-Estas son las consecuencias de prestar oídos al halago.
Doña Ardilla se fue tranquilamente, sin mirar hacia atrás y doña Urraca quedó en el lugar que ocupaba,
dando saltos de indignación.
Consigna: elige la característica que le corresponde a cada personaje.
Liebre:_____________
Tortuga:______________
Hormiga:_____________
Cigarra:______________
León::______________
Ratón:_________________
Urraca:___________________
Ardilla:__________________