Cuentos Con Reflexión
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Cuentos Con Reflexión
Érase una vez un zorro pelirrojo que vivía en el bosque. El animal era joven y
gozaba de muy buena salud, así que se pasaba las horas corriendo por la
segundo!
A lo largo del día jugaba mucho, pero por la noche… ¡por la noche su actividad
fuera un equilibrista de circo. Tanto practicó que llegó a ser capaz de subirse a
un pino y lanzarse a otro situado a varios metros de distancia con la precisión
realmente arriesgada: escalar una altísima montaña por la parte más rocosa.
Una noche, justo cuando la luna nacarada estaba más alta en el firmamento, el
Logró su objetivo en apenas tres horas, por lo que llegó con tiempo de sobra
para ver despuntar el día. Las cabras, hasta ese momento únicos seres
Como es lógico, lo primero que hizo al llegar arriba fue celebrarlo dando botes y
gritando de alegría. ¡Se sentía tan orgulloso de sí mismo!… Después hizo un
sol.
– Qué aire tan puro se respira aquí… ¡y qué amanecer tan impresionante!
– Ya que subir me resultó fácil, a partir de ahora vendré a menudo. ¡Las vistas
son increíbles!
Tras una buena dosis de belleza y meditación, resolvió que había llegado la
Pegó un salto para levantarse y fue entonces cuando algo terrible sucedió: por
un descuido resbaló y empezó a caer montaña abajo dando más botes que una
Cuando estaba a punto de llegar al final y darse el tortazo del siglo, pasó junto
dedos.
¡Qué mala suerte! El arbusto en cuestión era un espino que, como todos los
espinos, tenía las ramas cubiertas de afiladísimas púas que se clavaron sin
– ¡Oh, no, esto es horrible, creo que me voy a desmayar!… ¡Maldita planta!
Mira, me has herido a traición y ahora tengo las patas bañadas en sangre y…
¡llenas de agujeros!
– ¡Por supuesto que te he pinchado!… ¿Sabes por qué? ¡Pues porque soy un
espino! Hago daño a todo el que se me acerca y, desde luego, tú no eres una
excepción.
El maltrecho zorro puso cara de no entender muy bien la situación, así que la
planta volvió a dejar muy clara su manera de ser, su manera de vivir la vida, su
manera de sentir.
– Creo que estoy siendo muy sincero contigo: yo soy como ves y no voy a
cambiar, así que lo mejor que puedes hacer es alejarte de mí para siempre.
¡Ah!, y un consejito te voy a dar: la próxima vez que necesites que alguien te
eche una mano, recuerda elegir mejor al amigo que te pueda ayudar.
que estaba sintiendo, fue capaz de comprender lo que el espino le quería decir.
se esfuerzan por hacer del mundo un lugar mejor. Pero también es cierto que a
veces nos topamos con otras que solo piensan en sí mismas, hacen daño sin
pensar en las consecuencias, y son incapaces de abrir su corazón para
Tú tienes capacidad para elegir a la mayoría de tus amigos, para decidir quién
Kuta era una tortuga macho que tenía su hogar en una pradera de África.
de vivir en ese hermoso lugar hasta que las cosas cambiaron y empezó a plantearse
emigrar para no volver. La razón era que por culpa de la sequía de los últimos meses
casi no crecía hierba fresca y apenas se encontraban bichitos entre las piedras. Debido
Una mañana que caminaba cabizbajo y con el ánimo por los suelos se cruzó con Wolo,
un pájaro que solía anidar por los alrededores. El ave levantó la cabeza y saludó muy
amablemente.
– Buenas tardes, señor Kuta, ¡cuánto tiempo sin saber de usted! ¿Qué tal le va la vida?
su habitual cortesía.
– Buenas tardes, señor Wolo. La verdad es que estoy pasando una mala racha. ¿Se
puede creer que por más que busco no encuentro ni un mísero gusano que llevarme a
estas tierras.
– ¿Semillas?
– Sé que para una tortuga como usted no son un manjar, pero al menos llenará la tripa
Wolo tenía toda la razón: las semillas no eran ni de lejos su comida favorita, pero
– ¡Ah, pues muchas gracias, menos es nada! Y dígame, ¿a dónde tenemos que ir?
– Detrás de esos árboles hay una finca enorme y el granjero ha plantado un montón de
– No, no, no, ahí no quiero ir. Ese hombre se pasa horas vigilando con una escopeta y
si me descubre estoy perdido. Tenga en cuenta que yo camino, como es obvio, a paso
Kuta no acababa de fiarse y temía que la cosa acabara mal para él.
– No sé, no sé… El tipo del que hablamos no se anda con tonterías y a la mínima nos
– ¡Calle, calle, no sea agorero! Venga, hombre, sea usted un poco más valiente. Son
El pobre Kuta tenía tanta hambre que empezó a salivar y se dejó convencer.
El pájaro y la tortuga se dirigieron juntos a la enorme finca. Al llegar, cada uno atravesó
pasar por debajo de ella. Una vez dentro empezaron a desenterrar simientes y a
– ¡Oh, señor Wolo, estoy disfrutando de lo lindo! ¡Están tan ricas que creo que me voy
a hacer vegetariano!
Sin pararse a pensar que dejaba a su amigo tirado en la finca, Wolo salió volando a la
velocidad del rayo y desapareció del mapa en un santiamén. Por el contrario el pobre
Kuta se quedó quieto como una estatua, observando estupefacto cómo su supuesto
– ¡Ajajá! ¡¿Con que tú eres el bribón que me roba las semillas cada día?!… ¡Pues al
saco vas! Esta noche mi mujer y yo cenaremos una riquísima sopa de tortuga macho.
Sin decir nada más, agarró a Kuta por el cogote y lo metió en una bolsa de tela que
– Déjeme libre, por favor. Es la primera vez que entro en su propiedad, se lo prometo.
De hecho yo no quería, pero un pájaro que dijo ser mi amigo insistió y yo… yo tenía
Ignorando las súplicas del animal el granjero puso rumbo a casa mientras Kuta, dentro
del saco, empezó a maquinar algo para salvar el pellejo y evitar un final atroz: la
cazuela.
– Solo dispongo de unos minutos para idear un plan… ¡Ay, creo que no tengo
escapatoria!
Estaba a punto de rendirse cuando la bombilla de las ideas que tenía dentro de su
cabecita se iluminó. Sin perder tiempo, desde el interior del saco, gritó lo más alto que
pudo:
– ¡Señor, atiéndame un momento, por favor! Usted no lo sabe, pero soy un gran
Kuta tenía mucha imaginación e inventó en rápidamente una simpática canción que le
Un pajarraco me engañó
en un campo de centeno
y tirado me dejó
¡Acabar en la barriga
– ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, qué gracioso eres! No se puede negar que tienes ingenio y cantas
estupendamente.
Kuta había conseguido captar su interés y aprovechó la oportunidad. ¡Era ahora o
nunca!
deseo.
– Por la hora que es debe estar en el río haciendo la colada… ¡Iré a enseñarle el
botín!
El granjero abrió la bolsa y Kuta asomó la carita para respirar un poco de aire fresco.
– ¡Oh, qué suerte, una tortuga! En cuanto termine nos iremos a casa y prepararemos
un caldo especial.
Él le respondió.
– ¿He oído bien?… ¿Esta tortuga sabe cantar y quiere que yo la escuche?
– ¡Es toda una artista, ahora lo verás! Tortuguita, demuéstrale a mi mujer lo que sabes
hacer.
rechistar.
A ambos les pareció que no había inconveniente porque sabían que un animal tan
lento jamás podría escapar. Confiado, el granjero colocó a Kuta en la orilla del río.
– Oxigénate un poco aquí fuera y canta la dichosa canción de una vez que se está
haciendo tarde.
Un pajarraco me engañó
en un campo de centeno,
y tirado me dejó
¡Acabar en la barriga
– ¡Ja, ja, ja!! No sabía que existían tortugas capaces de inventar canciones tan
divertidas.
– ¿A que es increíble?… ¡Sin duda estamos ante una tortuga extremadamente lista!
– ¡Por favor, cántala de nuevo para que mi esposo y yo podamos bailar! Hace tanto
que no lo hacemos…
La tortuga empezó a repetir la tonadilla, que era de lo más pegadiza, y los esposos se
Un pajarraco me engañó
en un campo de centeno,
y tirado me dejó
Se lo estaban pasando tan bien que ni se fijaron que, mientras cantaba, Kuta iba
dando pasitos hacia atrás hasta casi tocar el agua con las patas traseras.
Acabar en la barriga,
Según entonó el último verso, se tiró al río de espaldas y se dejó arrastrar por la
aspavientos con los brazos, rabiosos por haber sido engañados por una simple tortuga
macho.
Cuando los perdió de vista, la inteligente Kuta salió del agua y, sin dejar de tararear la
cancioncilla gracias a la cual se había salvado de una muerte segura, buscó un lugar
Un pajarraco me engañó
en un campo de centeno,
y tirado me dejó
Acabar en la barriga,
Esta pequeña y sencilla historia cuenta lo que sucedió a un cordero que por envidia
traspasó los límites del respeto y ofendió a sus compañeros. ¿Quieres conocerla?
El corderito en cuestión vivía como un marqués, o mejor dicho como un rey, por la
sencilla razón de que era el animal más mimado de la granja. Ni los cerdos, ni los
caballos, ni las gallinas, ni el resto de ovejas y carneros mayores que él, disfrutaban de
tantos privilegios. Esto se debía a que era tan blanquito, tan suave y tan lindo, que las
tres hijas de los granjeros lo trataban como a un animal de compañía al que malcriaban
Cada mañana, en cuanto salía el sol, las hermanas acudían al establo para peinarlo
con un cepillo especial untado en aceite de almendras que mantenía sedosa y brillante
gotitas de limón, y si sentía frío se daban prisa por taparlo con una amorosa manta de
colores tejida por ellas mismas. En cuanto a su comida no era ni de lejos la misma que
por lo que su dieta diaria consistía en exquisitos guisos de carne y postres a base de
Curiosamente, a pesar de tener más derechos que ninguno, este cordero favorecido y
resto del rebaño se quedaba estupefacto pensando que no había ser más canalla que
él en todo el planeta.
Un día la oveja jefa, la que más mandaba, le dijo en tono muy enfadado:
– ¡Pero qué cara más dura tienes! No entiendo cómo eres capaz de quitarle la comida
a tus amigos. ¡Tú, que vives entre algodones y lo tienes todo!… ¡Eres un sinvergüenza!
exquisitos, dignos de un emperador. ¿Es que no tienes suficiente con todo lo que te
las delicias que me dan, pero lo siento… ¡no soporto que los demás disfruten de algo
que yo no poseo!
– ¿Me estás diciendo que te comes nuestra humilde comida por envidia?
Sin decir nada más pegó un silbido que resonó en toda la granja. Segundos después,
treinta y tres ovejas y nueve carneros acudieron a su llamada. Entre todos rodearon al
desconsiderado cordero.
pasteles se come todos los días parte de nuestro pienso, pero lo peor de todo es que
no lo hace por hambre, no… ¡lo hace por envidia! ¿No es abominable?
opinión, ya no hay sitio para él en esta granja. ¡Que levante la pata quien esté de
No hizo falta hacer recuento: todos sin excepción alzaron sus pezuñas. Ante un
– Amigo, esto te lo has ganado tú solito por tu mal comportamiento. ¡Coge tus
pertenencias y vete!
Eran todos contra uno, así que el cordero no se atrevió a rechistar. Se llevó su cojín de
seda oriental como único recuerdo de la opulenta vida que dejaba atrás y atravesó la
campiña a toda velocidad. Hay que decir que una vez más la fortuna le acompañó,
pues antes del anochecer llegó a un enorme rancho que a partir de ese día se convirtió
en su nuevo hogar. Eso sí, en ese lugar no encontró niñas que le cepillaran el pelo, le
dieran agua con limón o le regalaran las sobras del asado. Allí fue, simplemente, uno
más en el establo.
Moraleja: Sentimos envidia cuando nos da rabia que alguien tenga suerte o disfrute de
sentimiento negativo que nos produce tristeza e insatisfacción. Alegrarse por todo lo
bueno que sucede a la gente que nos rodea no solo hace que nos sintamos felices,
Cuenta una antigua leyenda que hace miles de años, cuando todavía no existía el ser
humano, hubo un jaguar al que sucedió algo muy especial. ¿Quieres conocer su
historia?
Parece ser que el animal era plenamente feliz porque estaba en buena forma física,
animales; además, se sentía agradecido por poder despertarse cada mañana en uno
de los lugares más hermosos que uno podía imaginar: la maravillosa península del
Yucatán.
Como a todo buen felino le encantaba pasear por el bosque envuelto en la oscuridad
de la noche y escalar la montaña durante el día, pero sin lugar a dudas su afición
favorita era lamer su propio pelaje, tan amarillo y brillante como el mismísimo sol. Para
él era fundamental mantenerlo limpio, no solo para sentirse más guapo y aseado, sino
también porque era consciente de que suscitaba una enorme admiración. Sí, presumía
un poco de pelo rubio, ¡pero es que se sentía tan orgulloso de él que no lo podía evitar!
Una tarde de verano estaba dormitando bajo un árbol de aguacate cuando de repente
– ¿Qué ha sido eso?… ¿Quién anda por ahí perturbando el descanso de los demás?
Miró hacia arriba y contempló extrañado que las ramas se agitaban y parecían chillar.
Abrió sus grandes ojos y al enfocar la mirada descubrió que se trataba de tres monos
que, para entretenerse, estaban compitiendo a ver quién arrancaba más frutos
– ¡Un respeto, por favor! ¿No veis que estoy durmiendo la siesta justo aquí abajo?
Los monos estaban pasándoselo tan bien, venga a reír y a saltar de una rama a otra,
que no le hicieron ni caso. De hecho, empezaron a lanzar aguacates al aire para ver
juego divertidísimo!
El jaguar, que ya tenía una edad en la que no soportaba ese tipo de tonterías, empezó
a perder la paciencia. Muy serio, se puso a cuatro patas, levantó la cabeza, y rugiendo
les enseñó los colmillos a ver si se daban por aludidos. Nada, como si no existiera.
Por increíble que parezca ninguna amenaza surtió efecto y los monos siguieron a lo
suyo. Por poco tiempo, eso sí, pues la mala suerte quiso que uno de los aguacates se
Se palpó y notó que la zona se estaba inflamando, pero lo más grave fue comprobar
asqueroso pegote verde. El presumido felino se puso, nunca mejor dicho, hecho una
fiera.
– No… no… no puede ser… ¡Acabáis de destrozar mi bello y sedoso pelaje dorado,
El mono que tenía las orejas más puntiagudas puso tal cara de pánico que él solito se
delató; el jaguar, con los nervios a flor de piel, reaccionó como suelen hacer los
barriga. La víctima chilló de dolor, pero por suerte la herida era poco profunda y pudo
salvar el pellejo.
– ¡Chicos, rápido, debemos irnos!… ¡Hay que escapar antes de que acabe con
nosotros!
¡Dicho y hecho! Los tres amigos bajaron del árbol y huyeron despavoridos campos a
través. Lejos del peligro, el mono herido dijo a los otros dos:
– Sé que el jaguar no merecía recibir un golpe con el aguacate y que ensucié su lindo
pelo, pero no hubo mala intención por mi parte. ¡Le di sin querer y mirad lo que me ha
hecho!
El mono mostró las marcas largas y ensangrentadas que las garras habían dejado
sobre su piel.
– ¡No os podéis imaginar lo mucho que duele y escuece!… Sinceramente, creo que
esto no se puede quedar así. Lo mejor es que vayamos a ver a Yum Kaax. ¡Él sabrá
Yum Kaax, dios protector de las plantas y los animales, vivía en la montaña y era muy
querido por su bondad, sabiduría y amabilidad. Recibió a los tres monitos con un
sonrisa, los brazos abiertos y luciendo en la cabeza su característico tocado con forma
de mazorca de maíz.
– Señor, perdone que le molestemos a estas horas, pero hemos tenido un grave
El trío fue detallando la desagradable situación que había vivido minutos antes. Nada
– Tengo que deciros que vuestro comportamiento ha sido penoso. ¡No se puede
molestar a los demás mientras duermen, y por supuesto, tampoco es ético desperdiciar
los aguacates que nos regala la tierra!… ¿Acaso no os han enseñado que está muy
Los monos agacharon la cabeza avergonzados. Yum Kaax continuó con la reprimenda.
– Para que aprendáis la lección, durante dos meses vais a trabajar para mí limpiando
Los tres amigos abrieron la boca para protestar, pero el dios no les dejó.
– ¡No admito quejas! Creo que será una buena forma de que vosotros también
– Dejaré que volváis a subir al árbol y le lancéis unos cuantos aguacates al lomo. Esta
marcado para siempre. Pagará por lo que ha hecho y de paso aprenderá a ser menos
engreído.
– Debo deciros que hay dos normas que deberéis respetar a toda costa: la primera,
– Y la segunda, deben ser aguacates muy maduros, de los que ya no se pueden comer
porque están muy blandos y oscuros, a punto de pudrirse. No le causaréis dolor, pero
Los monos aceptaron las condiciones y tras dar las gracias a Yum Kaax se fueron
directos al árbol de aguacate. Al llegar comprobaron que el jaguar había ido a bañarse
al río, por lo que aprovecharon su ausencia para ocultarse entre las ramas. Desde allí
siesta.
El mono de orejas puntiagudas, que era el que dirigía la operación, susurró a sus
colegas:
En cuanto escucharon los resoplidos, los tres primates cogieron varios aguacates
blandengues, que por cierto ya olían bastante mal, y se los lanzaron sin
– Cumplimos órdenes del dios Yum Kaax. A partir de ahora, tú y descendientes luciréis
motas oscuras hasta el fin de los tiempos. Para ti, se acabó el presumir.
El jaguar corrió a lavarse al rio, mas por mucho que se puso a remojo, las manchas no
se disolvieron. Cuando salió del agua empezó a llorar de pura tristeza y no tuvo más
Desde ese día, los monos tienen prohibido jugar a guerras de aguacates y todos los
Hace muchos años gobernó en la India un rey bueno, justo y generoso al que todo el
Tan querido era que sus súbditos le consideraban el regente ideal, excepto en una
Resulta que el rey, a sus cincuenta y siete años, tenía un defectillo bastante molesto:
¡no se callaba ni debajo del agua! Ya fuera de día o de noche siempre tenía algo que
decir y enlazaba unos temas con otros con una facilidad pasmosa. Ese parloteo
incesante sacaba de quicio a todos los que le rodeaban, pero como era el hombre más
poderoso del reino nadie se atrevía a decirle a la cara que cerrara la boca al menos
durante un ratito.
estaba bastante preocupado por la situación. Se daba cuenta de que el rey hablaba
tanto que, además de resultar agotador, a menudo se iba de la lengua y decía cosas
de las que luego se arrepentía. Era cuestión de tiempo que acabara metiéndose en
problemas.
– ‘¡Esto no puede seguir así! Tengo que hacerle ver la realidad, intentar que cambie de
actitud sin faltarle al respeto ni herir sus sentimientos. Lo pensaré bien a ver qué se me
ocurre.’
– Creo que lo más conveniente será aconsejarle a través de un pequeño cuento… Sí,
eso es, un cuento con moraleja. En cuanto me quede a solas con él, llevaré a cabo mi
idea.
Por fortuna, al día siguiente a media mañana encontró la ocasión perfecta cuando el
– La reunión de sabios no comienza hasta las doce, así que tenemos tiempo de sobra
para salir a caminar un rato y gozar de la brisa primaveral. ¿Te apetece, amigo mío?…
puerta principal; después, bajaron la escalinata exterior del palacio sintiendo en sus
– Hace un día precioso y los jardines reales lucen esplendorosos, ¿verdad, Majestad?
El rey se aproximó al estanque y se paró junto a él, embelesado ante tanta hermosura.
– ¡Oh sí, somos realmente afortunados! Para mí no hay mayor placer que contemplar
las flores de loto meciéndose en el agua mientras disfruto del embriagador aroma a
– Desde luego tiene usted toda la razón, mi señor. ¡Este lugar es un paraíso en la
Tierra!
– ¡Ay, viejo amigo, espero que nos queden muchos años para compartir más
pequeño plan.
– ¡Oh, muy bien! ¿A qué estás esperando para empezar?… ¡Soy todo oídos!
Érase una vez una tortuga que vivía en un lago muy bonito pero demasiado pequeño.
Mientras fue chiquitita el tamaño no tuvo demasiada importancia, pero cuando se hizo
nadar o hablar con sus tres vecinos peces, ahí nunca había nada interesante que
tortuga atormentada que se pasaba las horas bostezando y quejándose sin parar.
– ¡Qué harta estoy de este lago!… Ojalá algún día pueda escaparme y recorrer otros
lugares, conocer más especies, practicar algún deporte sobre tierra… ¡Yo no he nacido
sorprendente e inesperada de dos patos que, a diferencia de ella, estaban más que
acostumbrados a viajar por todas partes. Los forasteros, uno de plumas azuladas y
otro de plumas amarillas, llegaron volando a gran velocidad y se posaron en la orilla sin
lago.
La tortuga exhibió su mejor sonrisa. ¡Hacía siglos que no veía una cara nueva y
– ¡De nada, chicos! No os imagináis cuánto me alegra poder charlar con alguien. ¡Este
El pato que lucía plumas amarillas miró a su alrededor y pensó que tenía razón: el lago
sobrecogedor.
– Hay que reconocer que con la de sitios chulos que hay en este planeta, pasarte la
Las palabras del pato fueron directas al corazoncito de la tortuga y la pobre no pudo
Los patos se miraron sorprendidos por su reacción y enseguida percibieron que estaba
– ¡Eh, tranquila amiga, quizá haya una solución!… Oye, ¿por qué no te vienes con
nosotros? Detrás de aquellas montañas que ves a lo lejos, las que tienen la cima
nevada, hay una laguna cien veces más grande que esta. En ella viven decenas de
– ¿Aunque qué?
– Bueno, para ser sincero he de decirte que también es un poco ruidosa. A diario se
organizan allí juegos, carreras, bailes… Siempre hay mucho jolgorio, pero
– ¡Diversión es justo lo que yo necesito!… ¡Oh, vivir en esa gran laguna sería para mí
El pato de plumas amarillas la vio tan ilusionada que estuvo de acuerdo con la
propuesta de su compañero.
– ¡Pues no se hable más! El camino es largo, pero a nuestro lado no correrás ningún
Al escuchar esto la tortuga más paralizada que si le hubieran echado un cubo de agua
– ¡Buaaa! ¡Soy una tortuga y estoy condenada a quedarme en esta horrible poza
El pato de plumas amarillas, en vez de echarse las manos a la cabeza, le guiñó un ojo
– ¡Bueno, mujer, no te pongas tan dramática que para eso estamos nosotros! Si te
hemos dicho que te sacaremos de aquí, cumpliremos nuestra palabra, ¿de acuerdo?
A continuación miró a su alrededor y tirado en el suelo vio un palo largo que debía
tener más o menos un metro de longitud. Lo cogió con las patas y le dijo a la
desconcertada tortuga:
– ¿Ves este palo? Solo tienes que morderlo bien fuerte por el centro mientras nosotros
lo sujetamos por los extremos. De esta manera podremos llevarte cómodamente por
el aire.
más remedio fruncir el ceño para dejar bien clara una condición:
– Eso sí, hay algo muy importante que debes cumplir a rajatabla: una vez nos
– ¡Es increíble que esto me esté pasando a mí!… ¡Todavía no me lo puedo creer!
– ¡Es la hora! No perdamos tiempo o nos pillará la noche en pleno trayecto. Amiga,
muerde el palo por la parte central y recuerda: ¡no lo sueltes bajo ninguna
circunstancia!
Dicho esto miró hacia el lugar que había sido su hogar y dijo con desprecio:
Los patos acercaron el palo al agua y ella lo prensó fuertemente con las mandíbulas.
Cuando estuvo lista, cada ave sujetó un extremo y despegaron. Los dos viajeros tenían
muchas horas de vuelo a sus espaldas, así que se elevaron con facilidad y empezaron
a surcar el cielo batiendo las alas a la par y demostrando una gran coordinación.
Mientras, la tortuga cumplía órdenes y se dejaba llevar con el cuerpo colgando y tan
Todo discurría según lo previsto hasta que, a mitad de camino, un campesino que
recogía la cosecha divisó un extraño trío volando por encima de su cabeza. Cuando se
percató de quienes eran se quedó tan sorprendido que no pudo evitar soltar una
de un palo!… ¡Jamás había visto una escena tan ridícula! ¡Ja ja ja!
La tortuga, que tenía un oído finísimo, escuchó las palabras del hombre y se sintió
para contestar:
Lo que pasó, Majestad, se lo puede imaginar: al soltar el palo la tortuga cayó al vacío
– Sí, sí se salvó, señor. Tuvo suerte de caer en un pantano, por lo que a pesar de que
– Ya… La pena es que los patos, enfadados porque no había respetado la norma de
– No, Majestad, jamás regresaron. La tortuga se recuperó de las heridas, pero tuvo
que conformarse con vivir en un lugar peor que su antiguo lago el resto de su vida. ¡No
se imagina lo duro que fue para ella tener que renunciar a sus sueños!
El rey se quedó pensativo.
– Así es, mi señor. Este relato nos muestra lo importante que es saber medir las
palabras y callar cuando corresponde. Quien habla de más suele acabar mal.
Ya era casi mediodía y el sol se había vuelto de color amarillo intenso. El rey dejó atrás
Te preguntarás si la táctica del consejero sirvió, si tuvo algún efecto sobre el monarca.
La respuesta es sí: a partir de ese día se esforzó por hablar menos y escuchar con
MOMENTOS FELICES
HICISTE BIEN …
ME DIO ALEGRÍA …
MOMENTOS DIFÍCILES
NOTÉ QUE TE COSTÓ…
ME DISGUSTÓ EL VER …
CORRECCIÓN