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Sin embargo, aun siendo dos perspectivas distintas, el estudio de los aspectos internos
de un sistema lingüístico y la historia externa de ese sistema deben entenderse como
enfoques complementarios para entender los procesos de cambio que constituyen la
evolución de una lengua. Podemos, por tanto, dividir el área de Historia de la lengua en
bloques de contenidos con cierta autonomía derivada de la metodología propia de distintos
campos de estudio, pero, en cualquier caso, la Historia de la lengua debe entenderse como
disciplina unitaria, pues solo contando con todos los niveles de análisis, tanto lingüísticos
como externos, podemos dar explicación satisfactoria a los textos, que son el nexo entre
todas las disciplinas filológicas.
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M.ª Elena Azofra Sierra
Introducción a la Historia de la lengua
etapa, de los principales cambios que se producen en los distintos niveles del análisis
lingüístico, es decir, en la Historia interna o Gramática histórica: principales cambios en el
plano fonético-fonológico, en el plano morfosintáctico y, por último, en el plano léxico-
semántico.1
1 En la UNED, la distribución de la materia de Perspectiva diacrónica en varias asignaturas de distinto
carácter en la titulación de Grado en Lengua y Literatura persigue abarcar prácticamente todos los
campos de estudio, pero esta asignatura introductoria debe ofrecer un panorama general de la
evolución de la lengua en todos los aspectos. Más tarde, en Fonética y Fonología históricas se
profundizará en los cambios en el nivel fonético-fonológico, y en la optativa de Morfosintaxis histórica
se hará lo propio con los cambios de los niveles morfológico y sintáctico.
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M.ª Elena Azofra Sierra
Introducción a la Historia de la lengua
En segundo lugar, para comprender mejor los textos es necesario atender a las
condiciones pragmáticas de su producción, a fin de describir la interacción entre las
estructuras lingüísticas y su entorno sociopragmático. El conocimiento de las
situaciones y formas discursivas concretas en las que se emplean los sistemas lingüísticos
puede aportar mucho al estudio de un estado de lengua. Según Kabatek2, con la perspectiva
de las “tradiciones discursivas”, se pueden aunar los objetivos de la Gramática histórica y
de la filología sensu stricto, demostrando que diacronía y tradición textual no son campos
de investigación diferentes. Este concepto puede considerarse también como un eslabón
entre la lingüística “externa” y la “interna”, pues permite analizar las producciones
lingüísticas dentro de un contexto no solo histórico sino de tradición textual, que vincula las
dos perspectivas. Todo ello contribuiría a un mejor conocimiento de los sistemas
lingüísticos en unas épocas determinadas.
No se puede pasar por alto los problemas que plantea la periodización de la Historia
de la lengua española. Tradicionalmente, se ha adoptado una división bipartita en dos
etapas: una antigua y otra moderna; esta última comenzaría en el siglo XVI, aunque algunos
autores adelantan esta fecha hasta mediados del siglo XV. En torno a estos años se producen
acontecimientos importantes: unidad política con la unión de Castilla y Aragón bajo los
Reyes Católicos, conquista de América y fin de la Reconquista; en lo cultural, el castellano
pasa a ser dominante en prácticamente todo el territorio y la lengua se convierte en materia
de estudio y en instrumento de una literatura cada vez más elaborada. No obstante, si
nuestro objetivo es delimitar unas épocas dentro de las cuales el objeto de estudio muestre
una particular coherencia, al observar los cambios que se efectúan en los distintos niveles
del sistema lingüístico, podemos distinguir tres grandes etapas:
a) En primer lugar, una fase antigua, que se extiende entre 1200 y 1450
aproximadamente, en la que se gestan algunas de las transformaciones posteriores, pero
que en líneas generales presenta una relativa estabilidad de las estructuras esenciales de la
lengua escrita; obviamente, esta situación debe vincularse a la reforma alfonsí.
b) La etapa siguiente, que podíamos llamar clásica, es una época en que el idioma se
encuentra “en ebullición” y se gesta una serie de cambios que culmina en un reajuste del
sistema, aproximadamente hacia 1650 (fecha que coincide con el agotamiento de la cultura
de los Siglos de Oro).
2 Kabatek, J.: “¿Cómo investigar las tradiciones discursivas medievales?”, en Jacob, D. y J. Kabatek (eds.): Lengua
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Introducción a la Historia de la lengua
c) A partir de entonces, podemos hablar de la etapa del español moderno, en la que los
cambios se suceden a un ritmo cada vez más lento, y se dan sobre todo en las estructuras
periféricas (léxico, lenguajes técnicos...), no en las nucleares; en este período no puede
señalarse ninguna alteración fundamental en las grandes líneas de la estructura idiomática3.
Así mismo, es preciso reflexionar sobre los límites de la Historia de la lengua, es decir,
hasta qué momento consideramos que el objeto de estudio es histórico y a partir de dónde
debe contemplarse como lengua actual y estudiarse solo desde un punto de vista sincrónico.
Como acabamos de señalar, los cambios que se producen en la etapa que hemos
denominado moderna no afectan al núcleo del sistema lingüístico, por lo que resulta
complejo establecer un límite basado en hechos internos; en cuanto a los hechos externos,
las circunstancias del español actual no inducen a considerar la posibilidad de un reajuste,
sino que se centran más bien en la cuestión de la unidad del idioma. La Real Academia
Española da cabida en los materiales del CORDE (corpus diacrónico) a los textos producidos
hasta 1975, mientras que los posteriores forman parte del CREA (corpus de español actual);
sin embargo, está previsto que se incorporen materiales nuevos al CREA cada cinco años,
de modo que los primeros cinco años de este pasarán a engrosar el CORDE. Aunque este
propósito inicial no se ha cumplido hasta ahora, nos sirve como referencia para entender
que la RAE consideraba que el estudio diacrónico se ocuparía de toda la historia de la lengua,
excepto los últimos 25 años. Es evidente que estos límites no deben entenderse sino de
forma flexible, y que para establecer generalizaciones sobre el sistema lingüístico es
necesario contar con una perspectiva mayor, si no se producen cambios importantes. Por
otro lado, muchos estudios recientes se centran en explicar los cambios que se han
producido en la época más reciente (por ejemplo, los cambios que se han producido los
últimos decenios, ya en el nuevo milenio), algo que constituye sin duda una perspectiva
diacrónica, aunque su objeto de estudio sea precisamente la diacronía más reciente.
3 Nos falta perspectiva para determinar cómo el uso del lenguaje a través de los nuevos medios de comunicación
(Internet, correo electrónico, telefonía móvil...) provoca modificaciones en la estructura morfosintáctica, por
ejemplo.
4 Cf. Eberenz, R.: “Castellano antiguo y español moderno: reflexiones sobre la periodización en la Historia de la