Teología Natural
Teología Natural
Teología Natural
(TEODICEA)
1. INTRODUCCION
Se llama teodicea, o teología natural, a la parte de la filosofía que trata de Dios; con otras
palabras, podemos decir que la teodicea es la ciencia de Dios obtenida por la sola luz de la
razón.
- Es una ciencia, es decir, un conocimiento cierto de unas verdades por sus causas.
- De Dios, es decir, de la Causa Primera, o mejor, de la causa del ser de los entes.
- Por la sola luz natural de la razón, es decir, únicamente por las solas fuerzas de la razón; por
lo tanto, la teodicea no se ayuda de la revelación sobrenatural para llegar a Dios.
Por lo tanto, el objeto material de la teodicea es Dios, y su objeto formal es Dios en cuanto
conocido por la luz natural de la razón. En esto se distingue de la teología sobrenatural, que
estudia también a Dios, pero conocido, no sólo por medio del orden natural, sino también
por medio de la Revelación, es decir, conocido a la luz de la razón y de la fe.
Aunque la teología y la teodicea tienen su propia autonomía, hay una conexión real entre
ambas; por una parte, la teología presupone la teodicea; ésta da a aquélla gran parte de los
preámbulos de la fe, demostrando racionalmente la existencia de Dios y sus atributos
principales. Por otra parte, la teología es origen de muchos retos intelectuales para la
teodicea, que ésta aclarará y solucionará racionalmente; y es también fuente de aclaraciones y
profundizaciones para las conclusiones de la teodicea (p. ej.: la Creación por parte de Dios, la
realidad personal de Dios, etc.).
Sin embargo, conviene resaltar la armonía que se da entre fe y razón. Ello se debe a que el
Autor de la Revelación y el Autor de las realidades naturales es el mismo Dios. Y como en Dios
no cabe contradicción, lo que nos revela y a lo que llegamos con nuestras propias fuerzas
naturales no pueden contradecirse entre sí, tienen que ser fragmentos de la única verdad, que
es Dios; piezas compaginables entre sí.
Además, aunque admitimos que la existencia de Dios es cognoscible por la razón, ya santo
Tomás decía que su logro era por parte de pocos hombres, no sin posibilidad de error y
después de mucho esfuerzo. Por eso, se comprende que Dios haya revelado no sólo algunas
verdades inalcanzables por la razón (la Santísima Trinidad), sino también ha revelado algunas
verdades de Sí mismo, que pueden llegar a conocerse por la razón. En consecuencia, el filósofo
cristiano, aunque debe guiarse por la sola razón natural, no debe dejar de lado las verdades de
fe para orientar su existencia y para controlar los posibles errores de su investigación racional.
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1. Introducción a la demostración de la existencia de Dios
- En segundo término debemos concretar cuál es el atributo propio y específico de Dios que
no lo pueden poseer los demás seres existentes.
- Por último, demostrar la existencia de un ser que posee este atributo y demostrar que se
identifica con Dios.
Para llevar a cabo esta demostración se suelen seguir distintos tipos de caminos que a
continuación se exponen:
A. Los argumentos de san Agustín. Para este autor, el universo es como un gran libro escrito
por Dios. Para él, el cielo y la tierra claman: «Dios nos hizo». De estas realidades
experimentales aduce diversas pruebas (la de mutabilidad, la del orden y de la causalidad),
que partiendo de hechos tangibles llega a la necesidad de la existencia de un Dios Inmutable,
de un Dios Ordenador de todo lo creado y de un Dios Causa de todas las demás realidades.
Por último, la demostración más probativa de san Agustín consiste en la demostración de
Dios que partiendo de la realidad interior al hombre constata las verdades eternas, que se
fundamentan en la verdad primera que es Dios.
B. Las cinco vías de santo Tomás, las cuales parten de los entes sensibles, y a través de la
causalidad de los entes creados se remontan a la primera causa de todo ser que es Dios. A
estas vías dedicaremos una especial atención en un apartado posterior.
1.4. Los argumentos morales: además de los anteriores también se suelen citar los
argumentos morales, que, aunque tienen una menor fuerza probativa, también pueden ser
subjetivamente convincentes. Los estudiaremos en su momento oportuno.
Los argumentos a posteriori son los que parten del efecto y se remontan a las causas. Van
del efecto sensible a la causa que los origina. Como el conocimiento empieza por los sentidos
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y la idea de Dios no es un concepto evidente «para nosotros» (quoad nos), aunque «para EI»
(quoad se) sí sea evidente, es necesario y es el único camino para la demostración de la
existencia de Dios partir de los datos sensibles hasta remontarse a la Causa Primera. Los
argumentos más conocidos son los expuestos por santo Tomás, que son conocidos por el
nombre de las cinco vías.
En cada una de las cinco vías pueden descubrirse cuatro elementos esenciales:
1. El punto de partida, que es siempre un efecto universal, un hecho de experiencia, patente
en los seres singulares.
2. El principio de causalidad eficiente, por el que decimos que este hecho hace referencia a
algún tipo de causa.
3. Un corolario o consecuencia del principio de causalidad, es decir, el principio de la
imposibilidad de un proceso al infinito en las series de las causas actual y esencialmente
subordinadas.
4. El término final de la vía, que es siempre la existencia de la causa primera, que responde a
la definición de Dios.
A. 1. Es innegable, y consta al sentido, que en el mundo hay cosas que se mueven. Santo
Tomás se refiere al movimiento de un ser que pasa de la potencia al acto. Y por lo cual se da
tanto en los seres materiales como en los espirituales. Pero no cualquier tipo de movimiento,
salvo el metafísico, o mejor, el movimiento tomado metafísicamente, constituye el punto de
partida de esta vía.
A.2. Más todo lo que se mueve se mueve por otro. En efecto:
A.2.1. Sólo se mueve lo que está en potencia para aquello a lo que se mueve, y sólo mueve
en cuanto que algo está en acto, pues mover es pasar algo de la potencia al acto. Mas nada
puede pasar de la potencia al acto si no es por algún ente que esté en acto (p. ej.: lo caliente
en acto, como es el fuego, hace que un leño, que es caliente en potencia, pase a ser caliente
en acto).
- El principio de que «todo lo que se mueve es movido por otro» quiere decir que el paso de
potencia a acto significa llegar a ser algo que no se es, y el ser que cambia no puede ser la
causa de su propio cambio, porque entonces debería afirmarse que se está dando a sí mismo
algo que no tiene.
A. 2.2. Más no es posible que una cosa esté en potencia y acto al mismo tiempo y bajo el
mismo sentido, sino sólo según diverso modo (p. ej.: lo que es caliente en acto no puede ser
caliente en potencia, Sino sólo frío en potencia).
A.2.3. En consecuencia, es imposible que una cosa sea bajo el mismo respecto motor y
móvil, es decir, que se mueva a sí mismo.
A.2.4. Por lo tanto, es necesario que todo lo que se mueva sea movido por otro.
A. 3. Pero si lo que mueve a otro es a su vez movido, es necesario que lo mueva un tercero, y
a éste, otro. Mas no se puede proceder al infinito porque entonces no existiría un primer
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motor, y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no se
mueven sino en cuanto que son movidos por el motor primero (p. ej.: un bastón nada mueve
si no lo impulsa la mano).
A.4. Por lo dicho anteriormente, es necesario concluir en un Primer Motor que no sea
movido por nadie, es decir, que no se mueva, y éste es el que todos entienden por Dios. Este
Primer Motor no ha de tener potencia de movimiento, sino que debe ser Acto Puro. Será, por
tanto, Ser Necesario y Eterno que no necesita de ningún otro para existir, y que, por tanto, es
Ser Subsistente, a cuya esencia pertenece el existir.
C. 1. Encontramos en la naturaleza cosas que son posibles de ser y posibles de no ser (que
pueden existir y no existir), es decir, todas aquellas que se engendran y se corrompen. El punto
de partida de esta vía son aquellas cosas que nacen y que mueren.
C.2. Ahora bien, es imposible que todas las cosas que son tales hayan existido siempre, ya
que lo que tiene posibilidad de no ser, alguna vez no fue.
C. 2. 1. Si todas las cosas son posibles de no ser, alguna vez nada existió. Pero si nada existió,
tampoco debería existir ahora cosa alguna, porque lo que no es no empieza a existir más que
en virtud de lo que ya es o existe. Si, pues, nada existió, fue imposible que empezase a existir
cosa alguna, y, en consecuencia, ahora nada existiría, lo cual es abiertamente falso.
C.2.2. Por consiguiente, no todos los entes son posibles o contingentes, sino que entre ellos
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ha de haber alguno que sea necesario.
C.2.3. Ahora bien, el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene
y en consecuencia la tiene en otro.
C.3. Mas no es posible, según hemos visto, al tratar de las causas eficientes, proceder al
infinito en los seres necesarios.
C.4. Luego ha de existir algún ente que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí
la causa de su necesidad, sino que sea la causa de la necesidad de los demás entes. Y a este
ser le llamamos Dios.
D. 1. La cuarta vía se toma de los grados de perfección que se encuentran en las cosas. Sólo
serán punto de partida aquellos seres que admitan gradación en el ser (p. ej.: no serán punto
de partida el ser animal o el ser hombre, pues en las perfecciones genéricas o específicas se es
o no se es). Por tanto, serán punto de partida aquellas perfecciones que admitan grados como
la bondad, la belleza, Ia nobleza, etc.
Ahora bien, no todas las perfecciones que tengan gradación son punto de partida de la
cuarta vía, ya que algunas perfecciones de la esencia humana son ineficaces para remontarnos
a Dios (p. ej.: el tener vista, memoria, etc.). En este sentido todas las perfecciones que puedan
predicarse como género, especie, diferencia específica, propiedad y accidente se excluyen.
Por eso nos quedamos solamente con aquellas perfecciones como son el ser, la unidad, la
verdad, la sabiduría, el amor, etcétera; que se realizan en todas las cosas según un más o un
menos. Estas perfecciones que acabamos de enumerar como punto de partida de esta vía no
son otras que los trascendentales y sus semejantes. Pero para muchos el verdadero punto de
partida es sólo el ser (esse), ya que de él derivan las demás perfecciones.
D.2. Las perfecciones trascendentales y sus semejantes que aparecen realizadas en las cosas
según un más o un menos, es decir, que no están realizadas en toda su plenitud, sino
limitadamente, o con otras palabras, que son participadas, son recibidas en los diversos
sujetos y por lo mismo causadas por algo exterior.
Las perfecciones son más o menos limitadas según su proximidad a la perfección real
¡limitada. Por eso, una perfección limitada es siempre participada y exige haber sido realizada
por una causa que habrá de poseer la perfección substancialmente.
Existe, por tanto, algo que es verísimo, óptimo, nobilísimo, y, por consiguiente,
máximamente ente. Mas lo que se dice máximamente en algún género es causa de todos los
que están en ese género (p. ej.: el Bien que es máximamente bueno es causa de todos los
demás bienes).
E. 1. Vemos que los seres que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran
por un fin.
E. 1. 1. Pues siempre o frecuentemente obran del mismo modo para alcanzar lo mejor. La
experiencia nos muestra que los seres carentes de conocimiento actúan siempre, ya sea por
un fin propio, ya sea por un bien común, a todo el universo, logrando los efectos más
adecuados a ellos (p. ej.: la vid está ordenada a la producción de la uva).
E. 1. 2. De donde no por azar, sino según una intención, llegan al fin.
E. 2. Pero los seres que no tienen conocimiento tienden al fin, sino dirigidos por un ser
cognoscente e inteligente, como la flecha es dirigida por el arquero, pues los seres carentes de
conocimiento no pueden predeterminarse a sí mismos, toda vez que el fin-causa (la
predeterminación u orientación) únicamente ejerce su causalidad si es conocida; por eso es
necesario que lo que carece de conocimiento esté predeterminado por algún otro ser que sea
inteligente.
E.3. Pero en la serie de los seres inteligentes directores, que a su vez serán dirigidos y
ordenados por otros, no se puede proceder al infinito. Y las razones de esta imposibilidad son
las mismas que vimos al tratar las otras vías.
E.4. Luego existe un Ser Inteligente, por el cual todas las cosas naturales se ordenan a su fin,
y ese Ser es Dios.
En un sentido amplio entendemos por atributo divino toda perfección que puede ser
predicada de Dios. Y serán atributos divinos tanto el constitutivo formal como otras
perfecciones de la Esencia Divina.
Los atributos divinos son los distintos modos de manifestar la misma Esencia de Dios. Cada
uno de ellos agota todo el Ser de Dios, pues si no fuera así supondría afirmar que en Dios
existe composición y división, y eso lo hemos negado al ver el constitutivo formal de Dios.
Sin embargo, no es inútil referir a Dios distintos atributos debido a que por nuestro modo de
entender no podemos captar en una sola idea toda la naturaleza divina, sino que la tenemos
que conocer por aspectos parciales, a través de los entes creados. De este modo cada atributo
expresa una perfección que en las criaturas son distintas y compuestas, pero que en Dios es
una y simple.
Aparte del constitutivo formal de Dios, ya visto, Dios tiene otros atributos que podemos
clasificar en dos grupos:
A) Atributos entitativos:
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Son aquellos que se refieren a Dios en cuanto se considera su Esencia o su Ser en Sí mismo.
B) Atributos operativos:
Son aquellos que se refieren a Dios en cuanto principio de esta actividad o naturaleza. Estos
a su vez se pueden dividir en:
- Atributivos inmanentes; cuando el término de la operación revierte sobre el mismo Dios (p.
ej.: la Ciencia y el Querer de Dios).
- Atributos trascendentales; cuando el término de la operación es un ser distinto de Dios (p.
ej.: la Creación o la Providencia).
- Simplicidad
- Perfección y Bondad
- Infinitud, Inmensidad y Omnipotencia
- Inmutabilidad y Eternidad
- Unicidad
1. 1. La Simplicidad de Dios
Dios es Máximamente Perfecto por ser el Primer Motor de todos los movimientos, como
Primera Causa Eficiente de todas las causas, operativa o entitativamente tomadas, como
Primer y Máximo Ente, como Suprema Inteligencia directora, que son las conclusiones de las
cinco vías; por lo tanto Dios es el Ser Máximamente Perfecto.
Dios es el mismo Bien, Subsistente en razón de ser el Ultimo Fin, es decir, es Bueno en Sí Y
Para Sí mismo; es Bueno por Esencia, y ello ha quedado demostrado por la conclusión a la que
hemos llegado en la cuarta vía.
Dios no tiene ninguna limitación en el ser y en la perfección. Dios es Inmenso, pues no puede
ser medido por nada, y Dios es Omnipotente, pues tiene el poder infinito al que se somete
todo poder.
Por la Omnipotencia podemos decir que Dios está presente en todas las cosas (Dios es
Omnipotente); y está por presencia, pues todo está presente en el Conocimiento Divino; por
esencia, pues es la causa continua del ser de las cosas, y por potencia, pues todo está
sometido a su Poder.
Para que haya mutación es necesaria la composición de potencia y acto. Por la primera vía
hemos visto que Dios es Acto Puro, luego en Dios no puede haber mutación. Además, Dios, al
ser la Suma Perfección, tenemos que concluir que no le falta nada y por lo tanto no se le
puede añadir nada, y en consecuencia, Dios es Inmutable.
Como hemos visto, Dios es Acto Puro, Inmutable e Infinito, y permanece siempre El mismo sin
cambio u operaciones que alteren su naturaleza. Por esos atributos podemos decir que Dios es
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Eterno, pues goza de una perfecta y total posesión de una vida inmutable, es decir, sin
principio ni fin. En Dios no hay sucesión, no hay antes ni después. Por ello mismo para el
hombre no es posible imaginar la eternidad, pues supera la capacidad humana de
pensamiento. Sin embargo, conviene aclarar que la eternidad no tiene sólo significado
negativo -ausencia de temporalidad-, sino sobre todo positivo: posesión perfecta de una vida
interminable.
Después de haber estudiado los atributos que pertenecen a la substancia divina, queda por
considerar lo que se refiere a su operación, es decir, las operaciones divinas. Ahora bien, como
unas perfecciones permanecen en el sujeto que los ejecuta y otras pasan a los efectos
externos, conviene tratar primero acerca de la Ciencia y de la Voluntad de Dios (el acto de
entender permanece en el que entiende y el de querer en el que quiere) y después de la
Omnipotencia o Poder de Dios, que es el principio de aquellas operaciones divinas que pasan
a los efectos externos.
2. 1. La Ciencia Divina
La ciencia es una perfección que tienen los seres inteligentes, y en Dios no podía faltar ese
atributo, aunque sin ningún tipo de limitación y en un grado máximo de perfección. Una
demostración de la Inteligencia de Dios puede ser la siguiente: un ente es inteligente por ser
inmaterial (pues el conocimiento es la posesión intencional de la forma de lo conocido). Lo
conocido está en el cognoscente de un modo inmaterial, espiritual. La inteligencia es una
perfección de la inmaterialidad, pues las formas son entendidas por la abstracción de la
materia; luego si las formas son entendidas por ser inmateriales, un ser sería inteligente por
ser inmaterial. En consecuencia, la inteligencia ha de afirmarse de Dios que es Máximamente
Inmaterial, como ya se ha visto. Sin embargo, Dios conoce las cosas en Sí mismo y no a través
de las especies o formas. La Inteligencia o la Ciencia Divina tienen las siguientes propiedades:
2. 1. 1. Dios se conoce primaria y comprehensivamente a Sí mismo y ese conocimiento se
identifica con su Ser. El objeto de la Ciencia Divina es Dios mismo: se conoce a Sí mismo de
manera inmediata y sin ninguna representación, ya que como en Dios no hay nada en
potencia, todo lo que conoce es acto del conocimiento. Dios es inteligible en acto y acto puro
de la inteligencia.
En Dios, por su Simplicidad (Acto Puro), se identifica el Ser con el Conocer: su Entendimiento
no es una capacidad de conocer, sino un acto único de conocimiento que se identifica con el
Esse.
2.1.2. El objeto secundario de la Ciencia Divina son las criaturas que conoce de un modo
directo, inmediato en su propia Esencia Divina. A diferencia del conocimiento humano, que
conoce las cosas en sí mismas, Dios las conoce en Sí mismo, como efectos suyos, de modo
eminente. Esto es así, pues si Dios conociese algo fuera de Sí mismo dependería en algo de las
criaturas, es decir, estaría en potencia para algo, lo cual no es posible porque Dios es Acto
Puro.
Hay distintos tipos de conocimiento a juicio de santo Tomas:
- La Ciencia Divina de las cosas reales presentes, pasadas o futuras se llama Ciencia de visión,
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pues Dios conoce perfectamente todo a lo que se extiende la potencia divina. Ve a las
criaturas como participación o imitación de su propia ciencia. Esta ciencia no está medida por
las cosas, sino que es la medida de las cosas. La Ciencia de visión es la causa de la realidad que
unida a la Voluntad Divina mantiene a las cosas en su ser.
- La Ciencia que Dios tiene de lo meramente posible -que pudo haber existido, pero que no
ha existido- suele ser denominada Ciencia de simple inteligencia. Dios tiene presentes en su
Inteligencia todas las posibilidades que se pudieron haber dado, pues conoce todos los modos
según los cuales su Esencia es imitable. Pero los conoce como simples posibles que están
fundados en la simple potencia activa de Dios, sin que efectivamente se hayan realizado (p. ej.:
Dios conoce que los sentidos no perciben de hecho, aunque de derecho lo podrían captar).
En todo ser inteligente hay voluntad, pues ésta es consecuencia del entendimiento. Toda
naturaleza tiende a su bien propio, y es lo que se llama apetito natural en los seres carentes de
conocimiento. Y el ser inteligente también tiende al bien conocido y reposa en él cuando lo
obtiene; por tanto, como en Dios hay Entendimiento, hay Voluntad. Ahora bien, no podemos
atribuir a Dios el deseo de ningún objeto distinto a Sí mismo. Por ello, a Dios sólo se le puede
atribuir la complacencia o el deleite de su propio Ser; el amor al Bien Infinito que es su
Esencia.
Lo mismo que el Entender de Dios es su Ser, también lo es su Querer. La identidad entre el
Ser y el Querer puede mostrarse negativamente diciendo que, si la Voluntad Divina fuese algo
añadido a su Ser, entraría en composición con ella, y Dios es Simple; si fuera algo añadido
estaría en relación como la potencia al acto, y Dios es Acto Puro. Luego su Voluntad es su Ser.
Como el conocer es perfección del ser inteligente, la volición es perfección del sujeto que
quiere: ambas acciones son inmanentes al agente, y no transeúntes. Pero el Entender de Dios,
como ya hemos visto, es su Ser, porque viendo el Ser Divino, perfectísimo de suyo, no puede
sobrevenirle perfección alguna; en consecuencia, su Voluntad es su propia Esencia. Por eso, se
da la triple identidad entre el Entendimiento, la Voluntad y el Ser de Dios.
Ahora bien, la Voluntad de Dios no es una tendencia hacia el bien, sino la posesión del bien.
La Voluntad Divina no es como la humana, que necesita dirigirse al bien para poseerlo y
descansar en él, sino que es actual complacencia de su Bondad Infinita y Subsistente, que se
identifica con su Ser.
La Voluntad Divina tiene un doble objeto:
2.2. 1. Dios se quiere a Sí mismo de un modo perfecto y absoluto. Con eso queremos decir
que el objeto principal de la Voluntad de Dios es El mismo, pues el objeto principal querido
por el Entendimiento Divino es la misma Bondad Subsistente. Por tanto, en primer lugar
(primo et per se), sólo se ama a Sí mismo, pues sólo Él es la Bondad Infinita, objeto propio del
Amor Infinito.
2.2.2. Dios, queriéndose a Sí mismo, quiere a todas las criaturas. Al igual que el Entender
Divino, conociéndose a Sí mismo, conoce a todas las cosas, Dios, queriéndose a Sí mismo,
quiere también a las cosas distintas de Sí, que han sido causadas por El. Conviene recalcar, por
una parte, que siendo Dios el fin de Sí mismo y de todas las cosas, lo primario del Querer
Divino es que se ame a Sí mismo como fin, y lo demás lo quiere como ordenado a su fin'; por
otra parte, Dios ama a las criaturas comunicando en ellas participaciones de su propia Bondad,
que en definitiva son participaciones de su propio Ser.
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Podemos concluir de las dos afirmaciones anteriores que Dios se quiere a Sí mismo y a los
otros seres con un solo acto de su Voluntad; es un mismo y único acto, pues en Dios hay un
solo acto de querer al igual que hay un solo Ser y, como ya hemos visto, se identifican.
La Voluntad Divina quiere a las cosas creadas no de modo necesario, sino libre. Hay que
consignar que Dios quiere necesariamente su Bondad; sin embargo, Dios no quiere a las
criaturas porque éstas sean buenas, sino que éstas son buenas porque Dios las quiere. En
consecuencia, Dios es la causa de la bondad de las cosas y por tanto de su ser, pero como Dios
obra precisamente por su Voluntad y no por necesidad de naturaleza, no quiere a las criaturas
necesariamente, sino libremente, porque la bondad de las criaturas nada añade a la Voluntad
Infinita de Dios.
Son aquellos atributos por los cuales Dios manifiesta externamente su poder, y lo hace
mediante tres operaciones: la Creación, la Conservación y la Providencia.
2.3.1. La Creación
Partimos del siguiente presupuesto tomista: «lo que se dice por esencia es causa de lo que
se dice por participación», o con otras palabras también podemos decir que todo lo que es por
participación es causado por aquello que es por esencia. Dios es el Ser por esencia y, por lo
tanto, es la causa de todos los seres. Y que todo ser participado es causado inmediatamente
por el Ser por esencia es el resultado de la cuarta vía. Podríamos reafirmar esta tesis diciendo
que lo que se predica esencialmente es causa de todo aquello que se predica por
participación. Pues bien, Dios es Ente por Esencia, porque es el Ser mismo, y todo otro ente es
por participación; porque el Ente que es su Ser no puede ser más que uno, como ya hemos
visto. Luego Dios es causa del ser de todo lo demás.
2.3.2. La Conservación
El cuidado que tiene Dios para que las criaturas se dirijan a su fin es la Providencia. Dios
dirige las cosas a sus fines, tiene cuidado de que todo alcance su fin particular y que al mismo
tiempo sea acorde con el fin general del universo. Por eso, santo Tomás define la Providencia
como la «ordenación divina de las cosas a su fin». Lo que se quiere recalcar es que todas las
criaturas están sujetas a la Providencia Divina, es decir, la Providencia de Dios es universal,
abarca todo el mundo y todos y cada uno de los entes particulares.
La Providencia comprende dos aspectos:
a) El plan divino con respecto a todas las cosas que han de ser dirigidas a su fin. Con
respecto a ese plan divino, la Providencia es inmediata para todas las criaturas. Si no fuese
inmediata, habría que señalar una imperfección en la Ciencia Divina: es necesario que del
mismo modo que Dios conoce todas las cosas inmediatamente, así también inmediatamente
las ordene a su fin.
b) La ejecución de este plan. Respecto a la ejecución de este plan, Dios se sirve de causas
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segundas, haciéndolas participar de su poder de gobierno; y esto no supone insuficiencia de
poder, sino que lo hace porque es tanta su bondad, que comunica a las mismas criaturas la
prerrogativa de la causalidad. Por lo tanto, la participación de su poder de gobierno a las
causas segundas, que son ejecutoras de la Providencia Divina, es consecuencia de la
abundancia y derroche de su bondad.
La Providencia Divina dirige a las criaturas conforme a la naturaleza de éstas, es decir, se
aplica a ellas el modo de ser necesario, contingente o libre que las criaturas poseen. Y ello no
atenta contra la infalibilidad de la Providencia Divina, pues ésta siempre se cumple. La
infalibilidad y universalidad de la Providencia Divina no se oponen a la libertad. Dios no quita
la libertad, sino que precisamente la causa, hace que exista: la Providencia de Dios se sirve de
las cosas libres conforme a su modo de ser libre.
Por último, conviene hacer una referencia al mal. La existencia de éste no atenta contra la
Providencia universal de Dios. Dios no es causa del mal, pero al no suprimir las operaciones de
las causas segundas, éstas pueden fallar. Y el fallo operativo de la causa segunda se produce
por deficiencia de ésta, mas no es imputable a la Causa Primera. Desde la perspectiva de la
totalidad de la Creación, el mal físico no es propiamente un mal, sino consecuencia de la
multiplicidad, como posición, etc., de lo creado. Es decir, se ven como males si no se tiene en
cuenta el orden de todo el universo. En cambio, el único verdadero mal es el mal moral, el
pecado, porque es precisamente una desordenación respecto del último fin. Además, muchos
bienes no existirían si no existiesen males (p. ej.: no existiría la paciencia si no existiese el
sufrimiento). Y, además, Dios de los males saca bienes. Y uno de los mayores es la libertad, el
don más preciado concedido por Dios al hombre, que le hace capaz de adherirse a Él.
González, A. L., Teología natural. Eunsa. Pamplona, 1985. Especialmente pp. 73-78, 109-162,
172-174, 182, 183, 192-196.
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