Teodicea Wik
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Como es bien sabido los modernistas también niegan que sea demostrable la existencia
de Dios. Según ellos sólo podemos conocer algo de Dios por medio de la inmanencia
vital, esto es, en circunstancias favorables la necesidad de lo Divino que duerme en
nuestro subconsciente se hace consciente y despierta ese sentimiento religioso o
experiencia en la que Dios se revela a nosotros (ver MODERNISMO). En condena de
esta opinión, el juramento contra el Modernismo formulado por Pío X dice: "Deum ...
naturali rationis lumine per ea quae facta sunt, hoc est per visibilia creationis opera,
tanquam causam per effectus certo cognosci adeoque demostrari etiam posse,
profiteor", esto es, declaro que a la luz natural de la razón, Dios puede ser ciertamente
conocido y por tanto demostrada su existencia a través de las cosas creadas, esto es, a
través de las obras visibles de la creación, como la causa es conocida por sus efectos.
Hay, sin embargo, otra clase de filósofos que afirman que las pruebas de la existencia
de Dios presentan en realidad una probabilidad bastante amplia, pero no certeza
absoluta. Siempre queda, dicen, un cierto número de puntos oscuros. Para vencer estas
dificultades es necesario o bien un acto de la voluntad, o una experiencia religiosa, o el
discernimiento de la miseria del mundo sin Dios, de tal modo que finalmente el corazón
es el que toma la decisión. Esta opinión es mantenida, entre otros, por el destacado
estadista inglés Arthur Balfour en su libro, muy leído, “Los fundamentos de la fe” (1895).
Las opiniones expresadas en esta obra fueron adoptadas en Francia por Brunetière, el
editor de la “Revue des Deux Mondes”. Muchos protestantes ortodoxos se expresan de
la misma manera, como por ejemplo, el Dr. E.
Dennert, presidente de la Sociedad Kepler, en su obra "Ist Gott tot?" (Stuttgart, 1908).
Indudablemente debe concederse que para la percepción de las verdades religiosas la
actitud mental y la disposición son de gran importancia. Como las cuestiones aquí
consideradas son de las que penetran profundamente en la vida práctica y sus
soluciones no son claramente evidentes, la voluntad puede adherirse a las dificultades
que se oponen y así impedir al entendimiento llegar a una reflexión objetiva y tranquila.
Pero es falso decir que el entendimiento no pueda eliminar toda duda razonable sobre la
existencia de Dios, o que la inclinación subjetiva del corazón es una garantía de la
verdad, incluso aunque no haya evidencia que se base en hechos objetivos. Esta última
opinión abriría ampliamente la puerta a la extravagancia religiosa. No es, por tanto, un
exceso de intelectualismo pedir que las verdades que sirvan como fundamento racional
de la fe se prueben de manera estricta.
Incluso en las épocas más antiguas hubo quienes negaban que la existencia de Dios
pudiera probarse de manera absoluta por el entendimiento solo, y buscaban refugio en
la Revelación. En su "Summa contra Gentiles" (I, c. xii), Santo Tomás se refiere a tales
razonadores. En una fecha posterior esta opinión fue encabezada por los nominalistas
Guillermo de Occam y Gabriel Biel, tanto como por los Reformistas; los Jansenistas
exigían la ayuda especial de la gracia. En el siglo XIX los Tradicionalistas (ver
TRADICIONALISMO) afirmaban que sólo cuando algunos vestigios de la revelación
original alcanzaban al hombre éste podía deducir con certeza la existencia de Dios. El
Dr. J. Kuhn, antiguo profesor en Tübingen declara que el reconocimiento neto de la
existencia de Dios requiere un alma pura sin mancha de pecado. El Ontologismo se
colocaba en el otro extremo y afirmaba el conocimiento inmediato de Dios. San Anselmo
ofreció una prueba a priori de la existencia de Dios. Esto, sin embargo, se ha rechazado
siempre y correctamente por la mayoría de los filósofos católicos, pese a las
modificaciones mediante las que Duns Scoto, Leibniz y Descartes pretendieron salvarlo
(cf. Dr. Otto Paschen, "Der ontologische Gottesbeweis in der Scholastik", Aquisgrán,
1903; M. Esser, "Der ontologische Gottesbeweis und seine Geschichte", Bonn, 1905).
Con respecto a las diversas pruebas a posteriori de la existencia de Dios véase el
artículo aparte.