las vias

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

Introduction

¿Por qué necesitamos probar que Dios existe?


Tradicionalmente, cuando nos hacemos la pregunta de si Dios existe, hay, podría decirse,
dos reacciones opuestas a lo que Tomás de Aquino enseña y que es interesante considerar.
Una reacción es decir que preguntarse por la existencia de Dios es innecesario, porque esta es evidente.
Es obvio para el entendimiento humano que Dios existe, a partir de las evidencias presentes en el mundo,
a partir de una suerte de conciencia intuitiva de la presencia de Dios, por la disposición a lo espiritual de la persona humana.
Así, sería impío, o quizá intelectualmente irrelevante el planteo de esta pregunta.

Counterreaction
La reacción contraria --más típica de nuestro tiempo-- es decir que
es imposible demostrar que Dios existe, bien porque Dios no existe, bien porque no podemos llegar a saber si esto es así.
Y así, podría decirse, desde el punto de vista de la disposición filosófica, o de nuestra naturaleza humana,
que simplemente somos incapaces de conocer o dar respuesta a la pregunta de si Dios existe.

Aquinas
Santo Tomás sostiene una posición intermedia entre estos dos extremos, por así decir.
Por un lado, él sostiene que podemos llegar a conocer naturalmente que Dios existe,
y que es normal, natural, vital al entendimiento el hacerse la pregunta;
pero que, por otro lado, hacerlo no es obvio y que la pregunta es difícil. Debe por tanto ser tratada con cuidado y respeto.
Y es posible que la gente se confunda y que algunos no se pongan de acuerdo con otros respecto de la pregunta, y esto de manera
inteligente.

Catholic Theology
Ahora bien, desde el punto de vista de la teología católica, lo que Santo Tomás afirma es esto:
podemos saber que Dios existe de dos maneras.
Una es por la revelación divina: porque Dios se nos ha revelado.
Y así, a través de la gracia de la fe, podemos llegar a saber que Dios existe.
Y así, alguien podría decir, bueno, entonces --tomando en cuenta las dos posiciones antes mencionadas--
o bien es obvio por la fe que Dios existe, y que por lo tanto no hay por qué estudiar la cuestión,
o bien solo podemos saberlo por la fe, y que por lo tanto no necesitamos pensar filosóficamente acerca del tema.

Philosophy
Pero Tomás dice que podemos tener certeza de que Dios existe por fe divina en la Revelación que Él nos ha dado,
y por la gracia de creer, que es don del Espíritu Santo, pero que la gracia no destruye la naturaleza.
Así que también necesitamos hacernos la pregunta, y deberíamos hacerlo conforme a nuestro impulso filosófico de entender la
realidad:
¿Podemos llegar a saber que Dios existe por la razón o a través de la investigación filosófica natural
incluso si también creemos --y sabemos, de manera sobrenatural, por la fe-- que Dios existe, de esta manera, por así decir, más alta?
Santo Tomás tiene esta visión de compatibilidad: es natural preguntarse si Dios existe y la fe no destruye la razón, la gracia no destruye
la naturaleza.
De hecho, la gracia estimula e invita a la naturaleza a descubrir todas sus capacidades y potencias,
de modo tal que, si somos gente de fe, deberíamos esforzarnos por entender incluso más profunda y naturalmente,
si es que podemos conocer filosóficamente, por así decir, que Dios existe.
Él cree que esto es realmente crucial para la vida del creyente e intelectual cristiano:
que veamos esta compatibilidad de fe y razón,
y que lo que sabemos de manera más excelente por la gracia --que Dios es Trinidad, que Dios se nos ha revelado--
también lo podemos saber de una manera más imperfecta, pero diferente
--que hay una causa del mundo, que hay algún tipo de realidad absoluta y misteriosa detrás de las cosas contingentes y creadas de este
mundo--
de modo que tenemos una cierta síntesis o armonía entre lo que sabemos de una manera por la gracia y lo que intentamos conocer de
otra manera por naturaleza.
Así, entonces, estas dos formas de conocimiento pueden cooperar sin rivalidad,
y sin intención de ninguna de las partes de suprimir o luchar contra la otra,
como si el ser una persona de fe significara no ser una persona de razón filosófica,
o el ser una persona de razón filosófica significara no ser una persona de fe.
El Aquinate piensa que las dos coexisten siempre en concordia y armonía.

—-------

¿Cómo podemos probar que Dios existe? (I, 2, 1-2)


En la tradición católica hay muchos y célebres argumentos acerca de cómo podemos probar, filosóficamente, que Dios existe.
Y a algunos les puede sorprender el descubrir que, de hecho, no todo el mundo está de acuerdo.
Hay espacio para el debate constructivo, y, podría decirse, una suerte de amplia magnanimidad respecto de los diferentes caminos y
acercamientos.
Ahora bien, yo soy un discípulo del Aquinate en esto, no por una cuestión de lealtad, sino por convicción intelectual.
Y pienso que Santo Tomás señala certeramente que hay modos en los cuales no se ha de argumentar que Dios existe y otros modos en
los cuales sí se ha de argumentar que El existe.
Y es importante distinguir...
El modo tradicional con el que discute en realidad proviene de san Anselmo y es conocido como el argumento ontológico.
Tiene una famosa historia gracias a gente como Descartes y Leibniz,
y luego fue atacado por ser... un argumento insuficiente a favor de la existencia de Dios
por Immanuel Kant, Feuerbach y otros modernos.
Así, en cierto sentido el argumento ontológico tiene su propia historia y hay gente que argumenta a favor y en contra de él.
Santo Tomás argumenta en contra, y considera que es en cierto modo una pista engañosa.
El argumento ontológico es básicamente la idea de que podemos probar que Dios existe a partir de la idea misma de Dios:
porque, si tenemos la idea de un ser perfecto, la existencia de ese ser debe de estar incluida en su misma idea;
o, podría decirse, tener la idea de un ser perfecto es tener la idea de un ser que existe con necesidad.
Así, porque podemos concebir la idea de Dios, ha de ser que Dios existe.
Y este es un... bueno, un argumento complicado, con etapas,
pero básicamente implica la noción de que, del mero concepto de un ser perfecto debe seguirse su existencia;
y, en cierto sentido, sugiere también que porque podemos concebir la idea de Dios,
si somos del tipo de ser que puede concebir la idea de Dios, entonces Dios debe existir.
Como si pudiéramos encontrar algo de evidencia de la existencia de Dios a partir de nuestra mera capacidad de pensar acerca de Él.
Santo Tomás discute esto porque el argumento no es, a su modo de ver, causal.
Esto quiere decir, que no va de la realidades que nos rodean, de lo que vemos, consideradas como efectos,
a la causa de esas realidades: el Creador.
Esto sugiere que hay otro modo de argumentar, al que podríamos llamar "a posteriori":
de las cosas que vemos... de los efectos que vemos, vamos a la causa que las ha originado.
Permítanme dar un pequeño ejemplo metafórico, por si esto no queda claro:
digamos que están sentados... sobre una colina, observando un monte que está frente a ustedes, y ven... humo saliendo del monte.
Podrían concluir, razonablemente, que hay una fuente de la que proviene el humo,
y que ésta es con muy probablemente un fuego, porque típicamente el fuego produce humo.
No han visto el fuego, pero pueden demostrar, por el efecto del humo, que hay un fuego.
Y esto es un argumento "a posteriori".
También se le llama demostración "quia" en latín, que significa llegar a través de la cosa a la causa, que está oculta.
Así, el Aquinate contempla la creación que nos rodea "después del hecho", por así decir
--podría decirse, como el humo que se eleva del bosque--
y piensa que esto significa que hay algo que causa que las cosas sean.
Tal como el fuego. Esto lo dice la metáfora: "Dios es un fuego de ser"
que da el ser a la realidad que nos rodea, la realidad contingente a nuestro alrededor, que proviene de Dios.
Y, así, las cinco vías de santo Tomás van a ser diferentes formas en las que él busca evidencias, en la contingencia del mundo que nos
rodea,
de que este tiene origen en una causa necesaria.
Así que, del hecho, por ejemplo, de que las cosas cambian, se puede inferir la idea de que hay algo que no cambia,
que causa las cosas cambiantes y dependientes;
del hecho de que las cosas son causadas por causas eficientes, [se infiere] que ha de haber algo que les da el ser sin ser a su vez
originado;
del hecho de que las cosas son contingentes, [se infiere] que ha de haber algo necesario, que da el ser a las cosas contingentes;
del hecho de que las cosas se encuentran dentro de una serie o rango de niveles de perfección,
[se infiere] que ha de haber una causa ejemplar de la perfección de todas las cosas;
y del hecho de que las cosas muestran orden e inteligencia, en el modo en que se encuentran orientadas y en su propio ser,
[se infiere] que ha de haber alguna inteligencia sabia, que es la causa trascendente del orden inteligible de la realidad circundante.
Así que no vas directamente a Dios; no se va directamente de la idea de Dios a Dios;
se va desde el mundo que nos rodea, en su inteligibilidad y estructura, considerado en su dependencia, como efectos inteligibles de una
causa trascendente,
a la conclusión de que esa causa tiene que existir.
Y esta es para mí la manera más razonable de argumentar la existencia de Dios,
porque parte de nuestra experiencia, de lo que nos es más evidente,
y va de lo que es más evidente para nosotros a lo que... debe ser, podría decirse, más evidente en sí mismo, o, primero en el orden real,
y la fuente de todos los seres secundarios que vemos a nuestro alrededor y que dependen de algo más allá de sí mismos.

—---
¿Cuáles son las principales objeciones a la existencia de Dios? (I, 2, 3)
Hay dos famosas objeciones a la existencia de Dios que creo que resuenan a lo largo de los siglos y siguen siendo importantes y
válidas de manera perenne.
Ambas son nombradas por Santo Tomás con claridad y justicia.
Una es la idea de que las causas naturales de este mundo son suficientes, por sí mismas, para explicar la realidad.
Se podría decir que Dios es una hipótesis innecesaria, o tal vez, incluso una hipótesis ininteligible para explicar el mundo,
de modo que, cuando examinamos el orden natural,
llegamos a una comprensión completa de todo sólo mediante el examen de las estructuras naturales inmanentes de la realidad.
La segunda famosa objeción es la objeción del mal:
que hay demasiada maldad natural y moral en el mundo,
para que una persona crea razonablemente que hay un Creador trascendente del orden de la realidad,
que es bueno y omnipotente, y que se preocupa por el mundo.
Entonces, el mal natural serían cosas que se derivarían de los fracasos naturales del orden del mundo,
-digamos terremotos, ceguera natural, cáncer o sufrimiento físico-;
y la causalidad moral sería la debilidad y fragilidad de la voluntad humana, o del agente humano,
en nuestro vasto número de catástrofes políticas y morales humanas, en las que los seres humanos se tratan unos a otros con terrible
crueldad.
No parece haber una especie de reivindicación de la justicia en el orden natural.
Pues bien, ambas objeciones plantean problemas masivos.
Plantean cuestiones filosóficas fundamentales que realmente no pueden relegarse a un breve video o responderse de forma resumida.
Pero podemos indicar algunos lugares intuitivos iniciales de respuesta, que son importantes.
En cuanto a la causalidad natural, el verdadero problema es:
¿Es suficiente explicar las cosas a través de sus causas físicas materiales?
O, acaso, ¿son los seres humanos capaces de plantear lo que podríamos llamar preguntas metafísicas más profundas?
Y, de hecho, ¿debemos - para ser de verdad gente intelectualmente honesta y inquisitiva - hacernos preguntas metafísicas más
profundas sobre la naturaleza de las cosas?
Así, cuando digo 'preguntas metafísicas', estas son bastante de sentido común, aunque son profundas.
Estas son preguntas como:
¿Qué es en último término la causalidad? ¿Está realmente sólo relegado a los aspectos físicos materiales de las cosas?
¿Comprendemos, por ejemplo, qué es un ser humano, cuando comprendemos sólo la estructura química atómica del ser humano?
O, ¿hay otros aspectos, como las motivaciones racionales o las causas formales de la naturaleza - como se les llama usando
terminología aristotélica -
que necesitamos examinar para entender qué es una cosa?
Pues bien, como sabéis, Aristóteles piensa que hay cuatro causas:
La causa formal o natural, como ser un ser humano es ser lo que somos formalmente, esencialmente;
hay causalidad material: de qué estamos hechos;
hay causalidad eficiente: de dónde venimos, qué da origen a una cosa;
y hay causalidad final: propósitos u orientaciones hacia un sentido,
o el horizonte de comportamiento que orienta una cosa, sea un animal, una planta o un ser humano: aquello que buscamos alcanzar
como propósitos.
Cuando nos adentramos en ese tipo de complejidad de las causas y empezamos a pensar en lo que son los seres humanos,
por qué son - en términos más generales - realidades naturales, entonces surgen preguntas metafísicas más profundas.
Es decir, como la pregunta de contingencia: ¿por qué las cosas llegan a ser?
Y, en última instancia, podemos hacer preguntas directamente sobre por qué hay seres en absoluto.
Si todo es contingente entonces, ¿es esa una explicación suficiente de la realidad?
¿El sólo hablar de una serie infinita de seres contingentes que se dan origen unos a otros?
En realidad, podemos plantear preguntas a partir de esta estructura inteligible de la materia:
¿Por qué la estructura material es inteligible?
¿Por qué los seres humanos son capaces de comprender el mundo científica y matemáticamente?
¿El pensamiento humano abstracto realmente se deriva únicamente de una fuente material?
O, cuando pensamos de manera abstracta y universal, ¿eso denota algo espiritual en nosotros?
¿Puede el libre albedrío humano ser explicado sólo por causas materiales en nosotros?
¿Somos más que un manojo de impulsos animales?
¿Hay algo espiritual, deliberado, racional, libre en nosotros, que requiera una forma de explicación superior?
¿Qué clase de explicación deberíamos dar a la belleza en el mundo?
Y, ¿el orden de la belleza denota algún tipo de dimensión superior y trascendente de la realidad?
Estas son buenas preguntas.
No son preguntas fáciles, pero abren la puerta a verdaderas preguntas metafísicas,
y levantan la cortina, para que veamos que esta especie de inmanentismo puramente naturalista,
donde todo se explica simplemente a través de la ciencia moderna o la causalidad natural,
probablemente no sea suficiente para una investigación intelectual, honesta y profunda de la realidad.
Así, la gente todavía tiene conversaciones realmente importantes sobre esto.
Siempre van a tener esta discusión sobre si podemos hacer preguntas metafísicas,
y si las preguntas metafísicas conducen a Dios.
Eso no es porque la metafísica sea algo arbitrario, sino porque es difícil,
y requiere una tradición verdaderamente profunda de reflexión en la cultura humana para sostener la reflexión metafísica.
E invertimos en las ciencias modernas, como cultura, mucho más que en la metafísica.
Pero puede haber una especie de base superior del aprendizaje humano sobre la causalidad del cual sí seamos capaces,
y es por eso que la metafísica sigue siendo perennemente importante.
Como sabéis, para el argumento del mal, que mucha gente considera el argumento más fuerte,
esto realmente no está sujeto a una respuesta corta, pero yo diría lo siguiente:
Lo fundamental para recordar es que, en la tradición de San Agustín y Santo Tomás,
se argumenta con razón que el mal es una privación del bien.
Entonces, precisamente lo que queremos decir cuando hablamos de 'maldad' es que hay fallas en el orden natural de bondad,
y que a veces donde esperamos encontrar el bien natural, como la vista,
encontramos la privación de ese bien, como el mal natural de la ceguera;
o donde deseamos ver salud, encontramos enfermedad.
Pero también, en el orden moral, donde deseamos ver la virtud, la equidad, o la justicia,
encontramos inequidad, o dureza de alma y mente, y encontramos injusticia, encontramos malicia, egoísmo...
Pero precisamente porque esas son, podríamos decir, defecciones del bien,
y privaciones del orden recto hacia el bien, la caridad, la justicia, la virtud,
por eso podemos juzgarlos como males.
La ironía es que en realidad sólo podemos nombrarlos como malos porque falta algo, y lo que falta es el bien.
Entonces, cada vez que argumentamos desde la realidad del mal al hecho de que no hay un orden de bondad,
en realidad, podría decirse que somos parásitos metafísicos, porque en realidad estamos tratando de condenar la realidad de una
ausencia,
de algo que sabemos que está ahí, y debería estar ahí, en mayor plenitud, o afirmar que debería estar ahí en mayor plenitud,
que es la bondad.
Entonces, cuanto más miramos el tipo de raíces metafísicas del mal, más tenemos que hacer la pregunta:
¿Qué es lo principal en la realidad?
y, ¿ por qué hay cosas buenas en la realidad, tanto en el orden natural como en el orden moral,
que tienen una inteligibilidad y que crean una expectativa en nosotros?
Y eso plantea la cuestión de si existe una fuente y un origen de la realidad trascendente, soberana e infinitamente buena, que es Dios.
Y ese argumento se puede hacer, pienso, de una manera coherente y razonable.
El problema luego se convierte en: si Dios existe, ¿por qué existen bienes finitos que pueden fallar en su bondad?
Y, ¿qué está tramando Dios?
¿De qué se trata tal mundo en el que tenemos tanta maldad natural y moral?
Y ese es un tema al que podemos responder en parte filosóficamente,
al observar cómo el ser humano puede esforzarse por vivir una vida noble, virtuosa e incluso religiosa frente al mal moral y natural,
junto con la expectativa, quizás, de la inmortalidad de la vida del alma con Dios más allá de este mundo.
Y esa es la respuesta de Platón, y Aristóteles tiene pasajes en sus obras que sugieren esa respuesta.
Pero, en última instancia, ahí es donde se puede, pienso, incluso razonablemente, desde un punto de vista filosófico,
decidir mirar a las tradiciones religiosas y a la Revelación divina, para ver si hay evidencias de que Dios se ha involucrado en nuestro
mundo,
de tal manera que responda al problema del mal desde una base o fuente superior.
Y ahí es realmente donde el filósofo católico, el filósofo cristiano, apuntará hacia el misterio de Cristo,
y el misterio de la Gracia, la Redención, la Cruz y la Resurrección,
para tratar y adjudicar los discernimientos sobre la cuestión del bien y del mal.

—----

La Primera Vía (I, 2, 3)


Santo Tomás tiene este famoso artículo en la 'Summa Theologiae' donde da cinco argumentos para la existencia de Dios,
que a menudo se llaman las cinco vías.
En realidad, Santo Tomás ofrece muchos argumentos a favor de la existencia de Dios en su "corpus" más amplio.
Tal vez haya 10 o 15 argumentos diferentes si miramos a través de los diferentes lugares en los que da argumentos,
pero es clásico pasar por las cinco vías y hablar sobre lo que significa cada una,
o la forma particular de argumentación que está presente allí.
Y los enmarca de una manera muy sucinta,
así que no podemos simplemente leerlos e imaginar que será absolutamente claro.
A menudo presupone que has hecho algo de filosofía tomista de antemano.
Pero podemos intentar dar una especie de breve presentación intuitiva de cada una [de las vías].
Cuando Santo Tomás habla de la Primera Vía, de lo que realmente está hablando es de un argumento a partir del cambio que ocurre en
las cosas materiales.
La palabra que usa en latín, 'motio', a veces se traduce como movimiento.
Bueno, es cierto que en parte está pensando en lo que llamamos movimiento, pero es una categoría más amplia.
Entonces, si lo entendemos correctamente, para Santo Tomás "cambio" es la mejor categoría para comprender de qué está hablando en
las cosas físicas.
Si tomamos cualquier realidad material física,
ella está sujeta, para Santo Tomás, a, al menos, cuatro tipos de cambio ontológico que está experimentando, bajo algún respecto, en
todo momento.
El primero sería un cambio cualitativo.
Así, por ejemplo, las cosas están sujetas a cambios de temperatura pasando de calientes a frías; pueden cambiar de color,
pueden estar sujetas a volverse musicales después de ser no-musicales,
- si tomamos a un niño que está aprendiendo a tocar un instrumento musical: si aprendemos a tocar el piano hay un cambio cualitativo;
hay un cambio en la vitalidad de una planta a medida que crece hasta la madurez y se vuelve capaz de producir frutos, semillas,
etcétera.
Entonces, en realidad hay cambios cualitativos de todo tipo ocurriendo a nuestro alrededor, todo el tiempo,
de forma más obvia en los seres vivos, pero también, en algunas formas muy sencillas, en los seres no vivientes.
La segunda forma de cambio es cuantitativa: un ejemplo claro es cuando una cosa está cambiando de forma o de lugar,
- algo que es pequeño se vuelve más grande, algo que pesa menos se vuelve más pesado o algo que pesa más se vuelve más liviano.
Y así, las cosas pueden cambiar en cantidad y dimensionalidad. Y eso está sucediendo todo el tiempo.
Pero el otro tipo de cambio, que es el más evidente para nosotros, es la posición:
siempre estamos cambiando en nuestra relación con el sol y el resto del cosmos
por el movimiento de la tierra, pero también en relación unos con otros;
el aire está cambiando al pasar y moverse contra nosotros y nuestros cuerpos, y estamos cambiando en nuestra relación con la luz o el
sol.
Y así, hay cambios de espacio y de posición.
El cuarto tipo de cambio físico es el cambio de la generación y corrupción,
en donde las cosas físicas pasan a ser y dejan de ser, a través del movimiento o actividad de otros.
Ahora bien, Santo Tomás básicamente sólo está tratando de darnos una premisa para la Primera Vía:
que todo está sujeto a algún tipo de cambio ontológico físico debido a la actividad de otro.
Él llama a esto "el cambio del movimiento de la potencia al acto".
Que todos, por ejemplo, tenemos la potencialidad de volvernos más calientes o más fríos,
pero la relación que tenemos con el sol o con el calor, que es local a nuestro edificio o nuestro lugar particular en la Tierra,
va a afectar si estamos en potencia más calientes o más fríos,
o estamos en potencia para estar en esta sala o esa sala, o en esta ciudad o esa ciudad,
o estar en esta relación con Júpiter o esa relación con Júpiter;
y estamos en potencia para pesar más, pesar menos, ser mayores, ser menores;
en potencia para desarrollar esta cualidad, o aquella cualidad;
y, más radicalmente, estamos en potencia para ser generados o corrompidos como seres físicos,
debido a nuestra dependencia real de los demás.
Bueno.
De esto se desprende que toda cosa física es, por así decirlo, dependiente de otras cosas físicas.
Y aquí podríamos pensar, de una manera algo metafórica, en una gran red, o un entramado, en los que nada es autónomo,
todo es dependiente, y todo está siendo cambiado, en acto, por todo lo demás, a través, podría decirse, de una serie de causas.
Cuando pensamos en una serie de causas,
no hay que pensar muy rigurosamente en un vagón de tren tirando de otro vagón de tren, tirando de otro vagón de tren.
Esa es una ilustración útil, pero el punto es que hay cosas distintas en el mundo que son físicas,
y todas se impactan entre sí a través de grandes cambios, cadenas o redes, o series de dependencia causal.
Bien, entonces podemos hacer la pregunta: ¿eso es todo lo que hay?
¿Hay sólo cosas físicas y naturales que se están haciendo cambiar unas a otras, que actúan unas sobre otras?
Y Santo Tomás dice, bueno, simplemente no puede haber sólo ese tipo de causas.
Porque, en una serie en acto de causas interdependientes, no se puede tener sólo una serie en acto de causas dependientes,
en la que todo depende siempre de otra cosa, pero nada es nunca primero.
Ahora bien, esto es importante. No está diciendo que este argumento se aplique cronológicamente.
Mucha gente piensa que Santo Tomás está discutiendo aquí,
que tenía que haber un algo primero antes del Big Bang si retrocedemos en el tiempo,
o algo que no fue causado y que inició todo,
y dio a todas las causas físicas temporales su impacto inicial, o movimiento, o comienzo.
Él cree que no tenemos acceso al Big Bang, o a lo que pasó antes del comienzo del mundo temporalmente,
por lo que no podemos probar que hubo un evento inicial, un primer evento o algo antes del primer evento,
desde un punto de vista exclusivamente filosófico o incluso científico.
Se podría decir, desde un punto de vista científico, está bien, hubo un Big Bang, parece que sí,
pero pudo haber algo antes de eso, un primer colapso que lo originó,
y antes de eso, algo antes del colapso, otro Big Bang.
O, quién sabe; no estábamos allí.
Tal vez la ciencia pueda demostrar que es muy probable que sólo existiera el Big Bang y nada antes,
pero no puede demostrar, filosóficamente, que no hubo nada antes. Y no estábamos allí para verlo.
Entonces, Santo Tomás es en realidad, sorprendentemente, agnóstico en esa cuestión.
Él piensa que el argumento se enraiza en las cosas que existen ahora.
En este preciso momento, en el mundo, de manera actual, en cualquier momento dado en que consideramos la pregunta.
Las cosas físicas son interdependientes. Todas realmente existen. No se explican sin hacer referencia a otro.
Entonces, podría decirse que hay una enorme y vasta cadena, - de hecho sabemos que es una cadena magníficamente vasta -, de cosas
físicas interdependientes.
Pero no podemos tener tan sólo ese tipo de realidad
porque en ninguna parte de esa cadena a la que vayamos, en la red de cosas interdependientes, podemos encontrar algo que se
explique puramente a sí mismo,
o que dé una razón suficiente, por así decirlo, una razón o explicación proporcionada de su propia existencia, sin referencia a otra.
Y no podemos siempre referirnos simplemente a otra cosa física que depende de otra cosa que es dependiente.
Tenemos que tener algo que sea trascendente de todas las series de causas interdependientes ordenadas, que sea en sí mismo
inmaterial,
no sujeto a dependencia material y cambio,
no sujeto a crecimiento o disminución cuantitativa,
no sujeto a disminución o desarrollo cualitativo,
sino que es, como dice Santo Tomás, puramente actual, o actual en su perfección [perfectamente en acto],
de modo que no es dependiente sino que, podríamos decir, es independiente, y que está dando ser a todas las realidades físicas y
naturales dependientes.
Entonces, si hay un mundo de realidades naturales ordenadas, inteligibles, dependientes, físicas,
que se están actualizando entre sí, causando la una a la otra,
esto sólo puede ser debido a algún autor del mundo físico que es trascendente, independiente, inmaterial, puramente actual.
Y ese es el Creador, a quien llamamos Dios.

—---
La Segunda Vía (I, 2, 3)
El segundo argumento de Santo Tomás para probar la existencia de Dios en la "Summa Theologiae" es a veces llamado el argumento
desde las causas eficientes.
La premisa básica es: todo lo que existe en el mundo que nos rodea tiene una causa de su ser,
no se causa a sí mismo para llegar a existir, y tampoco existe sin más desde siempre y de manera necesaria,
sino que tiene un origen desde otro.
Algunas personas piensan que coincide con el primer argumento, que es a partir del cambio material,
pero en verdad es diferente, porque se aplica a un rango mucho mas extenso de la realidad.
Básicamente, lo que está diciendo es:
vivimos en un mundo en el que notamos que hay muchas realidades existentes que son distintas;
ninguna de ellas es la causa de su propia existencia, pero sin embargo todas comparten la existencia.
Pero, ¿cómo entendemos la derivación de la existencia a las cosas que nos rodean?
Esto se relaciona con la doctrina de Santo Tomás sobre el "esse": esa es la palabra latina que usa para designar la existencia activa, o el
acto de ser.
"Esse" es, en cierto modo, para Santo Tomás, algo que separa a cada ser de los otros,
pero también muestra una especie de, podríamos decir, ecumenismo ontológico común, lo que todos tenemos en común.
Así que, por ejemplo, tomemos tres o cuatro personas en un cuarto, cada uno de nosotros tiene existencia, y así es algo que
compartimos.
Si te digo, "yo existo, ¿tú existes?", vas a decir "deja, deja de ser metafísico",
pero, en realidad, no es tan sólo una pregunta capciosa, o una curiosidad,
es en verdad algo misterioso, y profundo, pensar acerca del carácter único de nuestra existencia, y de su temporalidad e infinitud.
Es un cierto misterio, o majestad del ser. Todos compartimos eso. Así que es algo que tenemos en común.
Pero también es algo que es absolutamente distintivo de cada uno de nosotros,
así que, de un modo, nos separa, como "mi existencia no es tu existencia; si yo ceso de existir, felizmente tú no cesas de existir",
y viceversa.
Así que cada uno de nosotros vive esta especie de misterio de soledad, pero también de comunidad o comunión en el ser, en el tener
existencia.
Y cuando empiezo a preguntar "bueno, ¿de dónde viene mi existencia?",
podríamos decir, "bueno, fue engendrada por tus padres. Tus padres te dieron la existencia."
Bueno, esto es verdad. Fuimos engendrados por otras realidades.
Dicho esto, nosotros, en nuestra existencia, no sólo dependemos de nuestros padres.
Quiero decir, por ejemplo, si nuestros padres no existen más, nosotros aún existimos.
Dependemos del oxígeno, del calor de la superficie de la tierra,
de una cierta cantidad de vegetales y nutrientes que se obtienen cada día por el cultivo,
que nos llegan a través de los servicios de otros en una vasta red política de interdependencia.
Así que, en realidad, nuestra existencia es algo que se sostiene gracias a la actividad de muchas otras creaturas,
y nadie puede decir: "oh, mi existencia es completamente autónoma,
no necesito a ningún otro para existir; me di a mí mismo la existencia, me mantengo a mí mismo en la existencia, siempre seré".
Esto es ridículo.
Obviamente tenemos esta soledad de existencia, pero también la hemos recibido de otros,
y después somos sostenidos en ella por otros, dentro de una vasta red.
Entonces, Santo Tomás dice que, si las cosas son así y si todo lo que vemos a nuestro alrededor es también causado en su mismo ser
por otros seres,
y no da un explicación suficiente de su sostenimiento en el ser, o de su propia permanencia en el ser,
entonces tiene que haber, para explicar la existencia en cada uno de nosotros, tiene que apelarse a las otras causas del universo.
Pero cada una de ellas, también debe ser explicada por otras cosas que existen.
Así, de nuevo, estamos hablando, como lo hacíamos en la Primera Vía, acerca de un orden actual de una serie de causas
interdependientes.
No vamos a volver en el tiempo.
No vamos a hablar acerca de cómo la primer cosa existía y luego la segunda cosa existía, y cómo así llegamos a lo que somos ahora.
No es una historia cósmica, lo que sería muy especulativo e hipotético, y no sabemos mucho acerca de eso,
o aun cuando supiésemos mucho al respecto, nunca lo sabríamos comprehensivamente.
Nos referimos al ahora.
Ahora mismo todo lo que existe depende de alguna otra cosa que existe, o muchas otras cosas que existen.
¿Puede eso ser la sumatoria total de todo en el universo, o no necesitamos detenernos en algo que existe,
que no recibe su ser de todos los otros, sino que da el ser a todos los otros?
Eso es lo que llamamos el misterio de Dios, o el misterio del Autor Absoluto y del Dador del Ser,
que está, podríamos decir, escondido de nosotros detrás de un velo de creaturas derivadas,
a quien no experimentamos inmediatamente, pero de quien podemos conocer que existe por un argumento "a posteriori".
Hay un cierto Ser Necesario que la Biblia llama Dios, "Yo soy el que soy" es lo que Dios le dice a Moisés.
Hay un cierto Ser Existente, que está dando la existencia al resto del mundo, y Él mismo no es dependiente ni causado de ninguna
manera.

—---------
La Tercera Vía (1, 2, 3)
El tercer argumento para la existencia de Dios es, en un sentido, muy simple, y también muy abstracto.
A veces es llamado el argumento desde la contingencia.
Hay distintas formas de interpretar a Santo Tomás en este tema, pero la forma fundamental del argumento es así:
en el mundo que nos rodea, vemos cosas que son contingente, porque pueden ser o no ser;
todo lo que puede ser o no ser, no tiene necesidad en sí mismo, pero sólo existe porque es causado en algún modo por otro.
¿Puede haber un mundo sólo de cosas contingentes dónde nada es necesario?
Santo Tomás argumenta que esto no puede ser.
Si todo lo que existe en el mundo en este momento es contingente,
entonces no tiene su explicación sólo desde sí mismo, sino en referencia a otro.
Y, sin embargo, no podemos tener una serie infinita de este tipo de causas.
Santo Tomás a veces introduce una especie de argumento cronológico aquí que dice:
si sólo hay una colección de realidades contingentes, que componen todo el universo,
entonces todo el universo es contingente, (porque todo lo que hay en él es contingente),
y así es posible, en principio, que el universo no exista.
Eso es decir, que todo lo contingente que hay en el mundo pierda la existencia.
Así sería raro argumentar que el universo es eterno, que siempre ha durado,
porque si el universo siempre ha durado, como una serie de cosas puramente contingentes, a lo largo de un tiempo infinito
entonces todo cesaría en algún punto en el tiempo.
Y así nada existiría.
Pero si nada ha venido a existir, nada vendría a existir después, y así no habría nada ahora.
Entonces no tiene mucho sentido postular un universo eterno de cosas puramente contingentes que dura infinitamente.
Necesitamos postular algo inmaterial y necesario, que existe y da origen las cosas contingentes.
No hace falta pasar al aspecto temporal de este argumento para hacer que funcione.
Basta con decir que todo lo que puede ser o no ser depende de algo que le da el ser,
y no se puede tener tan sólo una infinita serie de dichos seres contingentes que pueden ser o no ser;
tiene que haber algo que existe por necesidad como la condición de posibilidad de las cosas que existen de manera contingente.
También es verdad que Santo Tomás, cuando piensa acerca de las cosas que existen necesariamente,
piensa en las realidades inmateriales que son creadas como realidades necesarias.
Por ejemplo, Santo Tomás cree que el alma espiritual en la persona humana existe después de la muerte, y continúa existiendo por una
especie de necesidad.
No es puramente contingente. No pierde simplemente la existencia después de la muerte.
Del mismo modo, piensa que los ángeles existen -cree en esto por la Revelación Divina-.
Pero piensa que hay una cierta inteligibilidad en pensar en Dios, que es Él mismo Creador Espiritual,
como creando un mundo de puros espíritus, de intelectos creados con libertad, que no están en un cuerpo -ángeles espirituales
inmateriales-.
Y éstos, dice, existen por necesidad.
es decir, no son contingentes, no vienen al ser y dejan de ser una vez que existen
son espíritus puros.
Pero dice que podemos tener seres necesarios que son causados.
Así que, en realidad, la tercera vía argumenta que debe haber seres necesarios. No puede haber sólo seres contingentes.
Pero, además, piensa que si hay seres necesarios que son inmateriales, como las almas y los ángeles, estos tienen una especie de lo
que podríamos llamar hoy, "modalidad",
en cuanto dependen de algún agente que les da existencia o ser, más allá de las fluctuaciones de la existencia.
Y ese Ser tiene la existencia por necesidad en el sentido más fuerte posible, y da existencia a todo lo demás.

—---------
La Cuarta Vía (1, 2, 3)
El cuarto argumento de Santo Tomás para la existencia de Dios en la "Summa Theologiae",
es quizás el menos evidente para nosotros en la era científica moderna, pero es sostenible, y es muy profundo,
así que vale la pena pensar sobre él.
Es el argumento desde los grados de perfección.
Lo que argumenta Santo Tomás es que hay ciertos tipos de perfecciones en la realidad que, por sí mismos, no necesitan implicar
ningún tipo de limitación.
Pensemos acerca de una perfección, como un grado de blancura o negrura, o rojo o violeta. Esos son grados de perfección en el orden
del color.
Se podría decir, "bueno, esa es una intensidad de roja más perfecta, y esa es una intensidad más disminuida de rojo",
pero no podemos atribuirle eso a todas las cosas, o pensar en una especie de infinita rojez.
No tiene sentido hablar de todas las cosas siendo rojas, o todas las cosas siendo blancas, o todas las cosas siendo musicales.
Esas son perfecciones que están limitadas por su propia naturaleza.
Pero después, contrastemos eso con ideas como la existencia, o el ser, o la unidad, o la verdad, o la bondad, o la belleza; los así
llamados trascendentales.
Estas son notas o características de la realidad que, en un cierto modo, están presentes en todas las cosas.
Todas las cosas que existen, en tanto que existen, tienen un cierto tipo de ser;
tienen un cierto tipo de bondad, sin importar cuan humildes o elevadas; tienen una cierta unidad;
tienen una cierta verdad o inteligibilidad, que precede nuestro conocimiento intelectual,
y tienen una cierta belleza, una integridad, totalidad, esplendor, sin importar cuan modesta o elevada;
hay grados de bondad o belleza.
Así que Santo Tomás va a decir, hay un espectro o rango de estas perfecciones en las cosas, que están presentes en todo.
En principio, pueden ir hasta el infinito, por así decir. No hay un factor delimitante "a priori", que tenga que serles asignado.
Pero sí vemos que ellas emergen de acuerdo a una espectro de perfecciones o diferenciaciones.
Así, las cosas pueden ser más o menos existentes según, por así decir, perfecciones de permanencia cuantitativa o de necesidad.
Pueden existir de diferentes modos, de acuerdo a diferentes grados: una cosa no viviente y una viviente,
una cosa viviente que tiene un alma espiritual, como un ser humano.
Pueden existir de acuerdo a grados o tipos de bondad.
Podemos tener la bondad de una mera humilde cosa natural,
que tiene un tipo de bondad natural en ella, en cuanto existe y tiene un lugar en el orden natural.
Pero hay una bondad más característica, como cuando decimos, "éste es un buen espécimen de esta planta, o de flor",
o "éste es un buen espécimen de este tipo de animal",
o "este es un buen espécimen de ser humano",
y tiene perfecciones humanas, ya sean perfecciones artísticas, ya sean perfecciones intelectuales o morales.
Así que hay un rango de tipos de bondad, y también de belleza, y de ser, que emerge en las cosas.
Santo Tomás dice, entonces, "si todo lo que hay en el universo tiene una participación de estos modos de perfección (ser, bondad,
belleza, verdad),
¿Cómo es que todos compartimos este orden inteligible de una escala de perfecciones de la que no somos la causa?"
Ninguna de las realidades en la escala es la causa de ella, y aún así, tiene una profunda unidad e inteligibilidad.
Y aquí hay un paso desde el orden inteligible de la escala de perfección,
al argumento causal que prueba que hay una causa ejemplar trascendente de la sabiduría divina,
que es la fuente de la escala, de un modo trascendente y divino.
Eso significa que Dios, en Su, podríamos decir, mente divina, o en Su ser divino, Su bondad divina,
es el originador trascendente de la escala de perfecciones,
de las que participamos o tomamos parte, de acuerdo a este conjunto de características trascendentales de bondad, ser, belleza.
Así que ninguno de nosotros es una suerte de medida autónoma de ser, bondad, belleza, y verdad, de la realidad del mundo.
Todos nosotros cabemos dentro de lo que podríamos llamar una medida preexistente o insertada, que está en la realidad de esta
escala de perfecciones.
Y la escala que, por así decir, se manifiesta en nosotros, o que está insertada en nosotros,
muestra que hay algo antes que nosotros; algo trascendente, inteligente, ejemplar;
que está dando el ser al orden de la escala de perfecciones, y es la fuente de este orden, en la realidad que está en nosotros y alrededor
de nosotros.
Así, Dios tiene que ser Él mismo una especie de ser trascendente, bondad trascendente, belleza trascendente, unidad trascendente,
que no conocemos, que permanece incomprehensible.
No es uno dentro de la escala. No es como el extremo infinito de la escala.
Él es quien origina la escala entera de perfecciones creadas, pero Él mismo no está incluido en esa escala de perfecciones,
sino que es su originador y fuente incomprehensible y desconocida.
Podemos deducir el conocimiento de que El debe existir a partir de la creación, pero no lo comprehendemos, por así decir, dentro del
conjunto total de las creaturas,
sino sólo como el oculto arquitecto y origen de ese conjunto de creaturas,
el cual da testimonio de él; pero al mismo tiempo él permanece -- en un sentido real, y hablando filosóficamente -- misterioso y
desconocido para nosotros.

—-------
La Quinta Vía (1,2,3)
El quinto argumento de Santo Tomás para probar la existencia de Dios en la "Summa Theologiae" es el argumento a partir del orden
inteligible en el mundo,
y, en un cierto sentido, es el argumento a partir de la causalidad final, o del sentido y orden que emerge en las cosas,
y cómo esto significa, o denota, una inteligencia trascendental.
La primer cosa que hay que decir cuando introducimos este argumento en el contexto moderno,
es que no debería ser confundido con el argumento a partir del "diseño" de William Palley.
Es conocido que William Paley argumenta que el universo es un poco como un reloj que encontramos en la playa,
y uno se dice a sí mismo: "El reloj es una realidad tan ordenada; tiene que haber un relojero que lo haya diseñado".
El universo está tan bien ordenado y tiene tanta inteligibilidad el modo en el que está construido que tiene que haber una mente o
artista divino que lo haya creado.
El problema con la analogía de Paley es que sugiere,
que las partes materiales del mismo reloj no tienen un principio de orden en ellas, sino que el orden debe serles dado solamente desde
el exterior.
Son como pequeñas causas materiales que deben ser forjadas.
Así que el argumento de Paley de cierto modo sugiere que la realidad natural es sub-inteligible o sub-informada, si se la considera por sí
sola,
y necesitamos una especie de orden externo, por causalidad eficiente, que imponga una forma en él, como un artefacto.
Entonces, lo que pasa es que viene un científico ateo y dice:
"No, hay orden en el mundo, así que tu argumento para la existencia de Dios no funciona".
Y hay una famosa dialéctica entre estas dos partes ignorantes.
Un lado argumenta que hay orden en el mundo, así que no hace falta recurrir a un orden divino;
el otro argumenta que el orden en el mundo está sub-determinado, así que tenemos que recurrir a un orden divino.
Pero en realidad no es "o... o..."; es un "no sólo... sino también...".
Y la estructura de este "no sólo... sino también..." es lo que Santo Tomás toma para argumentar contra gente como Paley, o gente como
Dawkins que argumenta contra Paley.
Así que el argumento de Santo Tomás es:
Si uno mira la realidad natural que nos rodea, está íntegramente preñada de orden.
Y cuando habla de orden aquí, no quiere decir algo como una forma natural, las naturalezas formales de las cosas y,
propósitos -- bueno, no propósitos porque sugieren intencionalidad -- más bien algo como tendencias naturales, o causas finales.
Entonces, ¿de qué estoy hablando?
Un ejemplo simple sería algo como una molécula de agua.
Una molécula de agua tiene una estructura natural que es diferente de una molécula de hidrógeno. Podríamos llamar a esa estructura
su esencia o forma.
Y podríamos decir que esas formas naturales son lo que hacen a esas cosas diferentes de un árbol o una estrella, o un ser humano.
Hay diferentes tipos de esencias naturales o formas de las cosas.
Pero además, también, por virtud de esas formas, o esencias, o naturalezas, tienen y muestran tendencias,
que les corresponden, o que se derivan de ellas inevitablemente.
Así, por ejemplo,
una molécula de agua va a tener una tendencia inevitable a comportarse químicamente de este o de tal modo, en reacción con otras
moléculas,
o a actuar sobre otros elementos químicos de un modo u otro,
y podemos medir los efectos del agua cuando es usado como un solvente para este o aquel elemento,
o de modo similar, un árbol va a echar raíces, y dar flores,
y va a tener tendencias de comportamiento predecibles, en cuanto a cómo se alimenta a través de la fotosíntesis, y cómo crece.
Y los animales van a tener una actividad sensorial que llevan a cabo a través del aprendizaje, del tacto.
Y los animales más complicados tienen memoria, e intentan aparearse, y tratan de protegerse viviendo en manadas.
Y van a haber tendencias que exhiben, según el tipo de naturaleza que tienen.
Y los seres humanos tienen búsquedas más altas, como la búsqueda de la felicidad, a través de la búsqueda de la verdad, la búsqueda
del amor, y de la excelencia moral;
y a través de la vida juntos en una sociedad política, y la amistad, y la religión.
Así que, hay naturalezas, y tendencias que emergen, que se derivan de esas naturalezas.
Y eso está en la cosa, no está solo impuesto desde afuera, para Santo Tomás.
Así que, contra Paley, hay una especie de estructura profunda de orden natural.
El segundo punto es que este orden es inteligible, y sugiere una inteligibilidad que no está puesta ahí por nosotros.
No estoy inventando esto, no es verdad porque yo lo estoy diciendo, es verdad porque es así. Es la naturaleza de las cosas.
Tú y yo no elegimos ser el tipo de seres que naturalmente buscan la felicidad. No es una elección.
Los seres humanos están naturalmente inclinados a buscar la felicidad.
A nadie le gusta que le mientan, no estamos artificialmente intentando de ser buscadores de la verdad, estamos naturalmente
estructurados para ser buscadores de la verdad.
Pero, de un modo similar,
el agua está naturalmente orientada a ser un tipo de solvente e interactuar químicamente con otras realidades de modos dados,
y los árboles naturalmente echan raíces, y producen hojas, y tratan de reproducirse a través de propiedades en la semilla, y etcétera.
Nosotros no inventamos eso, así es como las cosas son.
Así que hay una profunda estructura de inteligibilidad en las cosas mismas.
Y Santo Tomás dice: "Miren, cuando una flecha se dirige hacia un blanco y no se lanzó a sí misma,
entonces eso quiere decir que hay alguien que lanzó la flecha".
Es una simple analogía para decir que cuando las cosas tienden en ciertas direcciones que son inteligibles,
eso sugiere que hay una inteligencia que las precede.
Así que su argumento es:
Si el universo está compuesto tan sólo por cosas que tienen esta causalidad, inteligibilidad, formal y final,
entonces tiene que haber alguna forma de fuente trascendente de sabiduría,
que les dio sus estructuras finitas determinadas.
Podemos desarrollar el argumento al notar que,
todas las realidades naturales formales que hemos nombrado interactúan entre sí, en una estructura totalmente inteligible.
Es la base de la ciencia moderna, y también,
de cualquier tipo de filosofía tradicional, donde intentamos entender la estructura de las cosas y cómo interactúan unas con otras.
Es inteligible porque están estas esencias, estas propiedades, y estas tendencias, que son predecibles.
Así que hay una vasta red de inteligibilidad.
Y eso no se deriva a partir de ninguna de las cosas dentro de la red que es inteligible.
Incluso nosotros, que somos inteligentes, no nos damos a nosotros mismos las leyes de nuestra propia inteligencia, para ser animales
buscadores de la verdad, o de la felicidad.
Así que debemos recurrir a algo más allá de, por así decir, las realidades que son "tendenciales".
realidades orientadas teleológicamente, que no causan su propia existencia.
Y ese es Dios, que es, en algún modo misterioso, una inteligencia trascendental que da el ser a todas las cosas y,
podríamos decir, las diseña o crea como orientadas por un propósito, como creaturas orientadas según una tendencia.

También podría gustarte