Documento Lectura
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Los retos de la lectura en la era de
Internet
Guillermo Cárdenas Guzmán
El auge de plataformas digitales y la abundancia de información están transformando
radicalmente esta experiencia. ¿Qué nuevas habilidades y conocimientos requieren los lectores
del siglo XXI?
El 23 de abril es el Día Internacional del Libro, fecha en la cual los amantes de la lectura,
libreros, editores, bibliotecarios y profesores celebran el gusto por esta actividad y nos invitan
a disfrutar sus beneficios. Sin embargo, con una oferta de lectura abrumadora y en continuo
crecimiento, en papel o formato digital, es difícil decidir por dónde empezar. Para facilitar la
selección una organización global denominada Escuela de la Vida, con sede en Londres,
recientemente estableció un novedoso servicio de biblioterapia. A la manera de una consulta
médica o psicológica, el servicio incluye desde una cita con el interesado para explorar su
perfil y preferencias de lectura, hasta la prescripción de las obras más adecuadas para él.
“Nuestros biblioterapeutas se especializan en obras de ficción, pero también recetan obras
selectas de filosofía, poesía y otros trabajos de no ficción”, se lee en el portal de School of life,
organización que pretende convertir a la lectura en un medio de bienestar y salud mental.
Elsa Margarita Ramírez Leyva, directora general de bibliotecas de la UNAM, coincide en que
la lectura plantea grandes retos intelectuales no sólo por su complejidad intrínseca y por el
vasto volumen de textos en soporte digital que hoy circulan, sino por la proliferación de
objetos, medios e imágenes que también se consideran susceptibles de leerse. “Si nos ponemos
a leer, por ejemplo, los sellos adheridos a una maleta de viajero, nos pueden revelar mucha
información acerca de la personalidad del propietario, los sitios que ha visitado o el trabajo
que realiza”, dice la experta del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la
Información (IIBI) de la UNAM.
Hacia la multialfabetización
Hoy existe una diversificación tan grande en los materiales de lectura —y las plataformas
digitales han extendido tanto el rango de posibilidades— que muchos especialistas ya no
hablan de alfabetización, sino que utilizan el concepto más extenso de multialfabetización para
abarcar las nuevas necesidades. En el caso de los textos digitales, añade Elsa Ramírez, la
lectura ya no se hace de manera lineal de principio a fin, como regularmente sucede con los
libros tradicionales, que nos trazan la ruta (aunque hay casos excepcionales, como la novela
Rayuela, de Julio Cortázar, que se puede leer en desorden). En cambio en un hipertexto el
lector tiene que controlar las secuencias y vincular intelectualmente los contenidos. Pero
además de relacionar diferentes lenguajes y contextos y construir un mapa mental para
ordenar los contenidos, el lector digital se enfrenta al reto de manejar diferentes programas
informáticos.
“No es tan fácil leer en formato digital, pues se trata de una lectura no lineal que lleva de un
texto a otro. Por ello corremos el riesgo de perder la brújula ante este gran volumen de
información”, reconoce el profesor Ariel Gutiérrez. “El reto, más que la dificultad, está
entonces en que los ciudadanos comiencen a trabajar para desarrollar estas capacidades”,
afirma el también director del Centro de Información Académica de la Universidad Olmeca.
Elsa Ramírez, directora general de bibliotecas de la UNAM, explica que hay dos tipos de
estudios sobre lectura: los cuantitativos, como las encuestas (para indagar quién lee, cuánto y
dónde) y los cualitativos, como el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes
(PISA), que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico cada tres
años.
La Encuesta Nacional de Lectura 2015, que realizó el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes (hoy Secretaría de Cultura) en personas mayores de 12 años encontró que los mexicanos
leemos en promedio 5.3 libros al año. De ese total, 3.5 % son leídos por gusto (lectura
recreativa) y 1.8 % por requerimiento laboral o escolar.
Registros diferentes
Otro gran reto para los lectores en formato digital es la comprensión y la construcción de
memoria a largo plazo, pues diversos estudios psicológicos y neurológicos han concluido que
resulta más fácil evocar el contenido de un texto cuando se lee en papel, afirma María del
Carmen Castro González. “Como el registro que hace el cerebro es diferente en ambos
formatos, cuesta más trabajo la comprensión de lectura en pantallas digitales en comparación
a cuando se hace en un soporte físico”, precisa la colaboradora de investigación del
Laboratorio de Sueño de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Por ejemplo, los estudios neurológicos realizados en 2011 por Raymond Mar en la Universidad
York (Toronto, Canadá) con apoyo en equipos de resonancia magnética funcional detectaron
varias áreas y estructuras cerebrales que se activan en forma bilateral (en ambos hemisferios)
durante la lectura. Estas abarcan desde regiones frontales y temporales localizadas en la
corteza cerebral hasta otras más profundas involucradas con el procesamiento de emociones.
ACTIVACIÓN CEREBRAL
Regiones órbito frontales Controlan los movimientos oculares que hacemos al seguir un texto
con la mirada.
Áreas motrices Se activan aunque no pretendamos realizar las acciones descritas en la lectura,
basta con imaginar que lo hacemos.
Regiones temporales Se localizan junto a las áreas de Broca y de Wernicke; son esenciales
para procesar la lectura y escritura.
Área de Broca Situada en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo. Involucrada en la
producción del lenguaje.
Área de Wernicke Localizada entre los lóbulos parietal y temporal. Implicada en funciones de
comprensión del lenguaje.
Área visual En el lóbulo occipital.
Experiencia placentera
Independientemente de la plataforma, las evidencias corroboran lo que desde hace siglos
sostienen escritores, educadores y promotores: leer es una experiencia completa, compleja y en
muchas ocasiones —sobre todo cuando se practica con fines estéticos— altamente placentera.
El hecho de que al leer se estimulen tantas áreas cerebrales —entre ellas las que participan en
las respuestas emocionales, como el hipocampo y la amígdala— conduce a experiencias que
trascienden la mera decodificación e interpretación de las líneas de un texto, sostiene María
del Carmen Castro. También explica la profunda conexión emocional que muchos lectores
logran establecer con los personajes o situaciones de un relato.
“Así como sucede con la música, que es una experiencia integral detonadora de estados
anímicos y múltiples evocaciones, la lectura también puede llevarnos a saborear, oler, oír e
imaginar cosas, de acuerdo con las descripciones del texto que tenemos en las manos”, dice la
especialista. Mientras más abundantes sean los detalles del texto, mayor es el estímulo. Esto
sucede porque las áreas motrices del cerebro se activan al leer descripciones de acciones
aunque no las ejecutemos realmente, algo que también se ha observado en los cerebros de los
músicos al solo imaginar que tocan su instrumento.
Este goce estético no se limita a las grandes obras clásicas de la literatura universal ni
tampoco se restringe sólo al libro, como lo expresó el editor y promotor de lectura Juan
Domingo Argüelles durante una conferencia que impartió en el IIBI en febrero pasado:
“Cuando hablamos del placer de la lectura, éste no es exclusivo de las obras de ficción o de la
creación literaria, aunque abusivamente la literatura se lo haya apropiado. El placer de la
lectura incluye preferentemente el goce del conocimiento y la satisfacción del aprendizaje, que
también se adquiere por medio de la emoción y la imaginación”.
Nuevas habilidades
Más allá de los beneficios que aporta en el plano comunicativo y cultural (ampliación del
léxico, capacidad de concentración, dominio del lenguaje, adquisición de conocimientos) leer
habitualmente favorece la memoria a largo plazo, estimula una mayor plasticidad neuronal y
en algunos casos contribuye a reducir el deterioro cognitivo asociado con el envejecimiento.
Por todas estas razones, María del Carmen Castro no duda al afirmar que el ejercicio físico es
al cuerpo lo que la lectura al cerebro. “Esta actividad va a favorecer no únicamente nuestro
cerebro a nivel biológico, sino que también nos va a facilitar establecer relaciones en el
contexto social”.
Pero, ¿cómo forjar nuevos lectores ante los retos mencionados y en el contexto de un país
como México, en el que hay tantas carencias en este rubro? Elsa Ramírez Leyva propone no
menospreciar la lectura recreativa así como fortalecer la labor que ya realizan las bibliotecas
apoyando al usuario para que desarrolle habilidades que le permitan identificar qué materiales
necesita y lograr una comprensión adecuada.
Ariel Gutiérrez Valencia considera que “no es suficiente con comprarle una tableta o celular al
joven, ya que por sí solo no logrará aprovechar todo el potencial de las tecnologías digitales”.
Es preciso que los padres en casa y los maestros en las escuelas lo conduzcan hacia una buena
distribución de su tiempo entre actividades recreativas y lecturas académicas.
El investigador de la Universidad de Tabasco basa estas propuestas en un estudio que hizo con
más de 5 000 estudiantes de universidades públicas y privadas en dicha entidad, en el cual los
participantes contestaron una encuesta para autoevaluar qué tan preparados estaban en el
aprovechamiento de las tecnologías digitales para mejorar sus capacidades académicas. El 90
% de los alumnos respondió que es diferente usar las tecnologías digitales para entrar a las
redes sociales que para resolver trabajos académicos. Este mismo porcentaje reconoció la
necesidad de tener programas y estrategias, así como el acompañamiento de los profesores
para aprender a aprovechar dichas herramientas.