En-Línea. Leer y Escribir en La Red - de Daniel Cassany

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Reseña: En-línea.

Leer y escribir en la red,


de Daniel Cassany
Celia Corral Cañas (Universidad de Salamanca)
Cassany, Daniel. En-línea. Leer y escribir en la red. Anagrama. 2012. 272
pág. 19,90 €.

¿Cómo leemos y escribimos en la red? ¿De qué manera recibimos y enviamos información
online? ¿Cómo cambia cada elemento cuando el acto de la comunicación se produce en el
nuevo gran medio? ¿Qué novedades sociales y culturales emergen más allá del cambio de
canal? ¿Por qué y cómo deberían los docentes de nuestro tiempo adaptarse al contexto
mediático de la actualidad? La búsqueda de respuestas a estas preguntas es el objetivo de
Daniel Cassany en En-línea. Leer y escribir en la red (Anagrama, 2012).
No se trata de debatir si internet es o no fundamental en nuestras vidas y en nuestro modelo
de educación; sino de orientarnos hacia las posibilidades del mundo virtual desde la
perspectiva de la didáctica. Se dirige así a un público amplio y diverso y ofrece distintos
niveles de lectura, en un tono divulgativo pero con un rico muestrario de ejemplos prácticos
y de rutas de instrucción para quien desee profundizar en el aprendizaje y la enseñanza a
través de la esfera digital. Estamos, pues, ante una guía para conocer las múltiples opciones
para trabajar constructivamente en internet.

En su actitud positiva, realista y equilibrada, Cassany asume la caducidad de este estudio -


efímero como toda meditación basada en un objeto simultáneo, especialmente cuando se
vincula con las nuevas tecnologías-, pero aun así espera que el ensayo “resista algunos
años, a pesar del ritmo frenético con que evoluciona lo digital…”; y reflexiona: “¡A ver
cómo envejece este libro! Me gustaría saber qué sentido tienen estas páginas en unos
cuantos años” (2012: 19). La obra, por lo tanto, enfocada en el presente, no se detiene en
planteamientos ya superados y tampoco se aventura a hacer pronósticos ni proyecciones de
futuro, puesto que “es la primera vez que debemos educar para un futuro que ignoramos
cómo será” (2012: 269). Ante esta incertidumbre manifiesta, el autor apuesta por celebrar
nuestro momento -“¡Qué suerte la nuestra! ¡Nos ha tocado ser testigos de una revolución
cultural!” (2012: 44)- y estudiar las fórmulas adecuadas para adaptarnos a nuestro entorno,
para aprender y enseñar de forma competente y eficaz en nuestra encrucijada.

Reconoce también la aparente paradoja de escribir sobre cómo se lee y se escribe en la


galaxia digital en un libro impreso: “no puedo dejar de sentirme como un monje medieval
que escribe en latín cuando en la calle hablan romance” (2012: 20), aunque alude a la
necesidad de una combinación de papel y pantalla, dado que se trata de un “libro para leer
con un ordenador al lado” (2012: 20), de modo que se encuentra en consonancia con el
estilo de vida de nuestro tiempo. La responsabilidad del lector, por lo tanto, consistirá en
nutrirse de la información del texto y saltar con ella al ciberespacio, en una misma
combinación intergaláctica.
Con el claro propósito de rescatar de la red modos de acercamiento a las fórmulas de
enseñanza, En-línea se dirige a la médula, a la esencia de la educación, con esquemas
concretos e ilustrativos de cómo se utiliza y de cómo se puede utilizar el nuevo medio para
uso propio y compartido. Además de una visión panorámica sobre qué está sucediendo en
la red, en concreto con relación a la escritura, el ensayo nos sugiere multitud de
herramientas para utilizar en las aulas.
En primer lugar, se elabora un análisis sobre nuestra forma de interactuar en el mundo
virtual. Empieza así esta observación mediante las metáforas con las que se han definido
los distintos comportamientos: “nativos e inmigrantes digitales”, “residentes/ visitantes y
consumidores/ productres”, “web 2.0, la colmena y las abejas”, “el vino y las botellas”, “la
letra digital y sus superpoderes” o “la red como demonio” (2012: 23-43). A continuación
atiende a las diferencias entre el ámbito ciberespacial y el que procede del medio
tradicional de la imprenta -“hipertextualidad”, “intertextualidad”, “multimodalidad”,
“plurilingüismo y multiculturalidad”, “géneros electrónicos”, “virtualidad”, “carácter
inacabado” y “¿superficialidad?” (2012: 45-50)-, a las novedades que emergen con el
nuevo medio -“incremento exponencial de interlocutores y documentos”, “ausencia de
filtros y controles”, “homogeneización física y contextual”, “preferencia de la escritura”,
“diversificación de la escritura”, “cooperación”, “tecnologización”, “autoaprendizaje”
(2012: 50-58)-, a la complejidad de la comprensión digital, al tan debatido aspecto sobre
autoría y plagio y a la nueva forma de participación de las bibliotecas. Cuáles son los
géneros discursivos y cómo se catalogan es la siguiente cuestión que se abarca, en una
interesante clasificación sobre géneros discursivos y géneros digitales, además de comentar
el concepto de “escritura ideofonemática” (2012: 75) y de preocuparse por las “culturas
digitales” (2012: 81-83) y las “tecnologías de la lengua” (2012: 83-89). Por último, se
establece una revisión de las prácticas vernáculas del medio donde destaca el espacio que se
abre a la literatura y la recapitulación final sobre cómo consideramos la lectura en la red y
por qué.

La segunda parte es más práctica y está más orientada a un uso pragmático para docentes,
con aproximaciones pedagógicas, recursos para leer y para escribir, una enumeración y
descripción de los distintos géneros digitales y un último apartado en el que se construye
una conclusión general sobre los caminos de aprendizaje en la red.

Destaca una idea fundamental y necesaria en el ensayo: el espíritu crítico. Porque, como ya
ha afirmado el autor en otras ocasiones:

Leer en línea es mucho más difícil que leer en papel, por lo que los chicos necesitan aquí mucha más ayuda de los
maestros. Nos equivocamos si pensamos que ellos ya lo saben hacer todo… y que nosotros no sabemos… Quizás ellos
sean buenos configurando un ordenador o resolviendo un problema técnico de conexión, pero carecen de actividades
estratégicas para leer críticamente en línea (2011: web).
Por consiguiente, es imprescindible transmitir al alumnado la capacidad de realizar una
lectura profunda e interpretativa, que sea contrastada y cuestionada, que atienda a lo
implícito para filtrar la acumulación de información desjerarquizada que se encuentra en
internet. ¿Cómo nos enseña Cassany este aspecto? Con una reflexión previa sobre qué es
una lectura crítica y cómo llevarla a cabo para trasladar la destreza a los estudiantes, para
lograr “enseñar a leer críticamente fotos, vídeos, audios y perfiles de redes sociales, porque
en la red hay mucha más porquería” (2012: 270), e inducir esa criticidad también en el
papel del escritor en internet, papel que puede asumir -y asume constantemente- el alumno.
Esta cuestión es de gran relevancia puesto que la sobreabundancia de contenidos de toda
procedencia y la dificultad para discernir su fiabilidad dificulta enormemente la
comunicación en internet. Este libro acepta la compleja tarea de enseñar cómo enseñar a
realizar la lectura adecuada en un mundo donde las publicaciones son inabarcables, extra
textuales y de las más variadas procedencias. Nos enseña a enseñar cómo caminar como
lectores sin perdernos ni confundirnos en un territorio tan colosal como caótico.

Además de una actitud selectiva, el lector se enfrenta a un nuevo reto: la participación


colaborativa. Entre las innovaciones que supone la vida en el ciberespacio, tanto desde el
punto de vista profesional como desde el personal, destaca el nuevo papel del receptor: el
lector activo. Porque, como ya nos había advertido Cassany:

En la red no es posible ser sólo un gran lector, como lo han sido muchos letrados hasta hoy, en la época de Gutenberg,
cuando se podía ser culto sin redactar ni una sola línea. En internet los lectores también escriben; la recepción y la
producción de textos se imbrican íntimamente; no se puede estar pasivo o callado (2012: 32-33).
Este nuevo proceso de recepción se traduce a un nuevo proceso de aprendizaje basado en la
colaboración, en la implicación activa y, en definitiva, en una relación interactiva que
afecta directamente a la comunicación entre el instructor y el alumnado, gracias a los
nuevos espacios y a las nuevas herramientas que ofrece internet.

En cuanto a la literatura, Cassany nos muestra distintos lugares operativos de éxito en el


ciberespacio, así como distintas fórmulas y géneros -el fanfic, la historia realista o la
poesía, además de los remix o memes– en el nuevo medio y nos aporta distintos consejos
para educadores y aprendices, para escritores y lectores -respectivamente o no-.
En la red aprendemos 7/24 (24 horas al día 7 días por semana), 360º (en circunferencia
completa) o en 3D (tres dimensiones), según la metáfora escogida. No es nada nuevo, por
supuesto: también aprendíamos fuera de la escuela antes de que llegara internet. Pero ahora
se han multiplicado exponencialmente esas posibilidades, por la cantidad ingente e
imparable de recursos que ofrece la red. Numerosas reflexiones pedagógicas destacan este
punto, con matices, enfoques y términos variados:

Aprendizaje ubicuo, que sucede en cualquier lugar (Nicholas Burbules; Gvirtz y Necuzzi 2011).
Educación invisible, no reconocida, integrada en el día a día (Cobo y Moravez 2011).
Edupunk, con el lema “hazlo por tu cuenta” y un famoso edupunkmanifiesto (Jim Groom y Brian Lamb).
Educación expandida, que fomenta prácticas educativas coherentes con la cultura digital, las redes sociales, la
participación colectiva, el software libre y el copyleft (Zemos 98).
Banco Común de Conocimientos, que hace emerger los aprendizajes realizados por las personas en cualquier contexto, los
conecta y los suma en un fondo común (Platoniq).
Por supuesto, estos conceptos desafían a la institución académica y discuten su primacía o su sentido en la época digital
(2012: 249).
Un pensamiento clave que se extraen del libro es que, si bien estas nuevas vías de
comunicación literaria y educativa suponen un esfuerzo de adaptación y la necesidad de
aceptar las innovaciones del cambio dentro y fuera de internet, este esfuerzo se ve
recompensado por la satisfacción de comprender el paradigma actual y de participar en él.

En conclusión, estamos ante la propuesta de protagonizar una inmersión en el ciberespacio


con un mapa amplio y diverso para orientarnos y localizar distintos campos de interés que
pueden funcionar en la educación. Una educación del siglo XXI para una sociedad del siglo
XXI, puesto que “no hay otro camino y el que tenemos resulta fascinante” (2012: 271). Y
aquí tenemos, redactada con claridad didáctica, una cartografía del nuevo mundo para
cibernautas educadores.

Cassany cumple su objetivo: nos enseña cómo se aprende y cómo se enseña a aprender a
leer y a escribir en la red. En-línea nos enseña a aprender para aprender a enseñar en línea.
Bibliografía
Cassany, Daniel (2012). En-línea. Leer y escribir en la red. Barcelona: Anagrama.
Cassany, Daniel (2011). “Leer y escribir para construir. La enseñanza lingüística
comprensiva”. El Educador. <http://www.eleducador.com/component/content/article/45-
revista-eleducador/115-articulo-revista-eleducador-numero-4-entrevista-a-daniel-cassany-
leer-y-escribir-para-construir-la-ensenanza-lingueistica-comprensiva.html>. (7-02-2013).

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