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OHG AMO 04

LA -FACULTAD
M.-f-lLOCOf’-IA-
-tH9TOtt.lA-
Y L4T&AQ
LETRAS
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN MARCOS

ORGANO DE LA
FACULTAD DE FILOSOFIA,
HISTORIA Y LETRAS.

TERCER CUATRIMESTRE
DE 1940
Facultad de Letras

CUERPO DIRECTIVO Y DOCENTE

DECANO

Dr. Dn. Horacio H. Urteaga.

CONSEJO DIRECTIVO

Dr. Dn. Horacio H. Urteaga.


„ „ Luis Miró Quesada.
„ „ Mariano Ibérico Rodríguez.
„ „ Ricardo Bustamante Cisneros.
„ „ Pedro Dulanto.
„ „ Guillermo Salinas Cossío.
„ „ Jorge Basadre.

CATEDRATICOS

Dr. Dn. Luis Miró Quesada. Dr. Dn. Roberto Mae Lean Estenos.
„ „ Horacio H. Urteaga. „ „ Alfonso Villanueva Pinillos.
„ „ José de la Riva Agüero. „ „ Aurelio Miró Quesada Sosa.
„ „ José Gálvez. „ „ Julio C. Tello.
„ „ Mariano Ibérico Rodríguez. „ „ Manuel Beltroy.
„ „ Ricardo Bustamante Cisneros. „ „ Elias Ponee Rodríguez.
„ „ Pedro Dulanto. „ „ Julio A. Chiriboga.
„ „ Guillermo Salinas Cossío. „ „ Luis E. Valeárcel.
„ „ Jorge Basadre. „ José M. Valega.
„ „ Juan Manuel Peña Prado. „ „ Teodosio Cabada.
„ „ Enrique Barboza. „ „ Luis F. Xammar
„ „ José Jiménez Borja. „ Augusto Tamayo Vargas
SECCION DE PEDAGOGIA
Dr. Dn. Horacio H. Urteaga. Dr. Dn. Julio A. Chiriboga.
„ ,, José Jiménez B'orja. „ „ Oswaldo Hercelles García.
„ „ Roberto Mae Lean Estenós. „ „ Francisco J. Cadenillas.
„ „ Alfonso Villanueva Pinillos. „ „ Nicandro Pareja.

SECRETARIO

Dr. Dn. Héctor Lazo Torres.


ADMINISTRADOR DE LA REVISTA

Dr. Dn. Jorge Patrón Yrigoyen.

,.i
SUMARIO

Pachacámac: su ubicación en el tiempo y en el espacio, por Luis


Bedoya Beyes.

APRECIACIONES Y JUICIOS CRITICOS


La nueva legislación universitaria, por Roberto Mac Lean Estenos.
Algunos aspectos de la novela argentina, por Antonio Aíta.

SEMINARIO DE LETRAS
“Film” de Beatriz, por L. F. X.
Beatriz como esencia, por Walter Peñaloza.
Dante, Beatriz y la música, por Rodolfo Ledgard.
Valor pictórico de Beatriz, por Salvador Velarde.
Praxiteles y el estilo praxitélico, por Elias Tovar Velarde.
La normalidad del antiguo Egipto a través de sus cuentos y nove­
las, por Salvador Velarde.
De la flora y fauna que introdujeron los españoles en el Perú, por
Víctor K. Tateischi.
Mocedad de José Rufino Echenique, (tesis) por Alberto Tauro.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

REVISTA DE REVISTAS

ACTIVIDADES DEL CLAUSTRO


Exposición del Libro Argentino.
Nombramiento de Catedráticos.
Grados de Doctor y de Bachiller.

Indice Onomástico del Tomo VI. (Nos. 15, 16 y 17.—Año 1940).


Pachacámac: su ubicación
en el tiempo y en el espacio.

Revuelo han causado entre los estudiosos de nuestra


Historia los últimos descubrimientos realizados en Pacha­
cámac. El milenario Santuario, destruido por la acción del
tiempo y por la codicia de los hombres, aparece hoy como
una de las más grandes incógnitas en la Historia del Perú.
De los hallazgos que allí se efectúen saldrán serias rectifi­
caciones a teorías hasta hoy acreditadas. Es que las ciencias
auxiliares de la historia, aplicadas al campo virgen de nues­
tro pasado, darán más de una sorpresa, modificando con­
ceptos de una cronología cultural, basada en tradiciones, le­
yendas y hallazgos superficiales. No es culpa de nuestros
hombres, es obra de nuestro clima espiritual, que también
en la esfera de las ciencias aplicadas, vive con un desgracia­
do retraso de varias décadas.
Hasta hoy los mayores conocimientos de nuestra proto-
historia son debidos a las Crónicas y Relaciones, “desente­
rradas”, en loable esfuerzo, de archivos y bibliotecas. Su di­
fusión—obligadamente escasa en un medio como el nuestro,
listo a cercenar todo esfuerzo desinteresado y desteñido de
sectarismo—ha sido sin embargo suficiente para despertar
inquietudes que seguramente nos llevarán a forjar una nue­
va conciencia histórica.
— 396 —
Resucitadas las Crónicas, estamos en posesión del da­
to; falta ahora su constatación y rectificación. Estas sólo
pueden hacerse a la luz de nuevas ciencias que lean en la
tierra el pasado de los pueblos. Es por esto que creemos en
el porvenir de la arqueología peruana. Pero no en una “ar­
queología estática” que a los antiguos datos, acumule nue­
vos. El porvenir es de la ciencia que conectando hechos y
constataciones, nos dé una visión panorámica, orgánica e
integral del fantástico pasado de nuestro pueblo. Sólo así se
puede hacer Historia, que es enseñanza y mensaje del pasa­
do.

PACHACAMAC EN EL TIEMPO.

Puede significar este término “Creador del Mundo”,


“Conservador del Mundo” y, por otra parte, el que anima
al tiempo, le da valor, lo adapta a las necesidades. Sin em­
bargo la palabra se usa, con mucha razón, casi exclusiva­
mente en su primer significado. “Patsakamax es el conser­
vador del mundo” dice Tschud'i.
A diferencia de Kon y de Wiracocha, Pachacámac no
es un creador increado. En las diversas leyendas se le re­
presenta, ya como hijo del Sol y de la Luna, ya como hijo
de Kon. En el concepto de los Incas, que no querían reco­
nocer ninguna autoridad superior al Inti, era Pachacámac,
hijo del Sol y de la Luna; sin embargo lo consideraban como
un dios poderoso al que éllos mismos mostraban la mayor
veneración.
El jesuíta Luis de Teruel ha referido la leyenda de Pa­
chacámac, de la manera más completa y a la vez menos co­
nocida. Fué compañero de viaje del célebre visitador ecle­
siástico Joseph de Arriaga, cuya obra sobre la idolatría de
los Indios tiene excepcional importancia. La obra de Te-
— 397 —
ruel “Contra Idolatriam”, desgraciadamente no publicada,
ha sido conservada por el P. Calancha, quien la incorpora
en su “Crónica Moralizada”.
La leyenda es ésta: “En el principio del mundo no ha­
bían suficientes alimentos para mantener a los dos seres
humanos, un hombre y una mujer, que habían sido creados
por Pachacámac. Habiendo ido un día la mujer a buscar
algunas hierbas y raíces entre las espigas, levantó los ojos
al Sol y en medio de amargo llanto y sollozos le rogó que
la librara de su situación tan desesperada y que antes que
la dejara abandonada a su sufrimiento, la matara con un
rayo. El Sol contestó con bondad a la mujer, la tranquilizó
y le mandó que continuara buscando raíces. Mientras ésta da­
ba cumplimiento a la orden, el Sol la cubrió con sus rayos,
la fecundó y resultó preñada, dando a luz a los cuatro días
un hijo, con gran contentamiento suyo, pues así esperaba
llevar en adelante mejor vida. Indignado Pachacámac de
que la mujer rindiera al Sol desde ese momento, la adora­
ción que reclamaba para sí, y que, a causa del niño, habría
de ser él tratado con menosprecio, se lo arrebató a la ma­
dre, a pesar de su resistencia y de sus gritos; y como ésta
pidiera auxilio al Sol, como padre del recién nacido y padre
también de Pachacámac, éste hizo pedazos a su medio her­
mano, en tanto que la madre pedía venganza al Sol. Enton­
ces Pachacámac, a fin de evitar que en lo futuro se pudie­
ran quejar a su padre el Sol, de no haber querido crear me­
dios de subsistencia, para que nadie más a él (el Sol) se le
rindiera adoración suprema, sembró los dientes del victima­
do, de los que salió el maíz; después sembró las costillas
y huesos, de los que brotó la yuca y de la carne salieron las
calabazas, los pacaes y los demás árboles y frutas; de ma­
nera que hubo recursos en abundancia y la tierra de los In­
cas no tendría jamás motivo para temer una hambruna. Pe-
— 399 —
“Al tener noticias Wichama de que Pachacámac se ha­
bía ocultado, montó en cólera y destruyó los campos por el
fuego, haciendo objeto de su despecho a los habitantes de
Vegueta, por creerlos complicados en la muerte de su ma­
dre. Sin escuchar ninguna justificación ni disculpa, invocó
a su padre el Sol y le rogó trasformar estos hombres en
piedras, lo que se realizó inmediatamente. Al ver transfor­
mados en piedra a los hombres que había creado Pachacá­
mac, y a éste hacerse invisible, el Sol y Wichama se arre­
pintieron de la venganza que tan apasionadamente habían
ejecutado, y no pudiendo rehacer lo sucedido, resolvieron
ofrecer satisfacción a los seres transformados en piedras,
declarando que los curacas y principales y más valerosos
hombres del pueblo eran divinidades, y llevándolas a la Cos­
ta y a la orilla del mar. A los primeros se les debía venerar
y adorar como a Wakas y a los demás se les trasladó a la
orilla del mar, donde existen en forma de peñas, crestas
rocallosas y cabos, tocándole el puesto de honor al Kuraka
Anat, que había sido el más poderoso de esos hombres y que
reside en una roca solitaria del mar, distante una legua de
la playa y que hasta ahora es objeto de veneración por par­
te de los indios. Los que fueron declarados wakas debían
ser objeto del culto correspondiente, ofreciéndoles todos los
años como sacrificio, placas de plata, chicha, víveres. Y
de esta manera se trató de aplacar a los males de todos éllos”.
¿ Cómo explicar entonces el origen de los hombres ? Co­
mo quiera que después de este acto contemplara Wichama el
mundo desprovisto de hombres y que no había quien adora­
ra al Sol ni a la wakas, rogó a su padre el Sol que crea­
ra nuevos hombres. Inti dejó entonces caer del cielo tres hue­
vos : uno de oro, otro de plata y otro de cobre. Del huevo de
oro salieron los kuracas y los nobles que se llaman de se­
gunda clase; del huevo de plata las mujeres nobles y del
— 4«o —

huevo de cobre el bajo pueblo, llamados mitayos, así como


sus mujeres e hijos.
Esta leyenda de los tres huevos, generadores de la es­
pecie humana, nos la trasmite el P. Calancha y el predica­
dor Avendaño, cuya obra, sumamente rara, se intitula “Ser­
mones de los Misterios de Nuestra Santa Fé Católica, en
lengua castellana y la General del Inga”.
Como se ve el Sol fué el creador del Mundo y Pacha­
cámac, hijo suyo. Pero su poder creador eran muy imperfec­
to, puesto que descuidó proveer a los hombres de los me­
dios de subsistencia; así que de la primera pareja humana
que se creó, el hombre se murió de hambre. Pachacámac de­
sapareció para sustraerse a la venganza de su hermano de
padre, Wichama, a cuya madre había dado muerte, perma­
neciendo desde entonces invisible. Así se explica que en las
leyendas incaicas Pachacámac figura como dios invisible y
que se le adore como a tal; y que, según la relación de va­
rios cronistas, no se hubieran hecho representaciones ni es­
tatuas de él, ni tampoco se le hubiera construido ningún tem­
plo, lo cual no es exacto como luego veremos.
El poder limitado del Sol y de Wichama está dado por
el hecho de que ninguno de ellos puede deshacer lo hecho.
Ambos crean, el Sol con más poder que Wichama; ambos
destruyen, pero ninguno puede rehacer lo destruido por su
propia mano. Nada dicen las leyendas de las suerte que co­
rrió Wichama, el que desapareció de la escena legendaria.
En el sitio en que Pachacámac desapareció para siempre, en
el mar, se elevó un templo grandioso.
Resalta de por sí la pregunta de cómo es que la supre­
ma divinidad de los yungas sea designada con un nombre
cuyos componentes pertenecen al quechua más puro. Dn.
Fernando de Santillán nos dá la respuesta. En los tiempos
antiguos, antes de que los yungas entraran en contacto con
— 4o1 —
los Incas, el valle en el que estaba el templo de Pachacámac
se llamaba Irma. Esta palabra quizás entraña en la lengua
yunga la idea de conservador o creador del mundo, por lo
que se había aplicado el nombre a todo el valle, lo que su­
cedió después con la denominación de Pachacámac. La di­
vinidad Irma era conocida hasta en las más apartadas re­
giones; de todas partes concurrían al valle, y ofrendaban en
el templo sacrificios y presente, porque era un dios oráculo,
tenido en gran estima y que daba respuestas infalibles a las
preguntas que se le dirigían. Es muy natural que la fama
de esta divinidad se extendiera de nación en nación y que así
penetrara en las comarcas interandinas, llegando a conoci­
miento de los Incas. Relata después el cronista lo que cuenta
la leyenda que ocurrió a la madre de upac Inka, cuando lo lle­
vaba en su seno y la forma como este emperador se dirige
al valle de Irma y rinde tributo de adoración al dios Pacha­
cámac, ordenando se le construya un gran Palacio real y
una casa de mujeres destinadas al culto. Aquí quizás se en­
cuentre el origen del Templo de Pachacámac y el de la Mujer
de Pachacámac.
Pero fué el Inca Pachacútec quien extendió la conquis­
ta del Imperio por la costa central del Perú, incorporándola
al territorio del Tawantinsuyu. Para Garcilazo, el Inca no to­
mó parte en la conquista, sino que encargó de élla a su her­
mano el general Capac Yupanqui, quien parece no tenía mu­
chos deseos de atacar a Cuismanco, curaka de estas regio­
nes, el que se preparaba a resistir, por lo que le hizo proposi­
ciones para negociar pacíficamente. Es de suponer que este
acto se realizó por orden expresa del Inka, al que le repug­
naba interiormente entrar en lucha con una nación cuya di­
vinidad suprema tenía la misteriosa virtud de predecir el
porvenir y- que daba respuestas inerrables a las preguntas
que se le dirigían. Este temor era tanto más natural cuanto
— 4o2 —
que los habitantes de la Costa eran tan valientes como fanáti­
cos en la adoración de su dios, y que podría resultar una
guerra dilatada y obstinada. Tschudi no opina con Garcila-
zo sobre el sentido de las negociaciones; ya que las condi­
ciones señaladas por el autor de los Comentarios Reales, son
las impuestas a un pueblo vencido. Lo que saca en conclu­
sión dice el historiador extranjero citado es que, conforme
con otros cronistas, la guerra fué larga y penosa, sometién­
dose los yungas después de que el Inca promulgara una ley,
declarando a Pachacámac como el dios invisible, creador del
mundo y suprema divinidad, a la que correspondía mayor
veneración que al Sol, pero esto, dice el mismo autor, sólo
pudo suceder en un tiempo en que el culto del Sol era obser­
vado, por los mismos Inkas, con menos celo que en los si­
glos precedentes. Esto es perfectamente explicable si se tie­
ne en cuenta que los antiguos peruanos no se cuidaron de es­
tablecer marcada diferencia entre sus divinidades antropo-
morfizadas y las wakas corrientes, adoptando el mismo tér­
mino para designar a sus más altas dignidades a la vez que
a los abortos de la naturaleza y a todo lo que aparecía en
forma extraña. Es por esto que su sistema religioso reposó
en bases poco seguras y el culto de las wakas fué poco con­
siderado. Todo el sistema religioso de los peruanos tawan-
tinsuyanos adolece de falta de ordenación lógica y bien com­
binada. A medida que se profundizan estos estudios, salta a
la vista que sólo consiste aquel sistema, en una obra remen­
dada con retazos de diversos colores, como tenía que resul­
tar por efecto de las mayores conquistas y asimilación de
elementos heterogéneos. Ni los Incas ni el clero estaban en
condición de condensar las opiniones religiosas en un sólo
cuerpo medianamente ordenado, puesto que los intereses di­
násticos y políticos se sobreponían siempre a los del culto.
El nombre quechua de Pachacámac se explica porque
. — 403 —
el Inka tenía que presentarse ante su pueblo con la divini­
dad de los yungas, y asignarle un puesto culminante en el
culto nacional, estaba, pues, hasta cierto punto, obligado a
darle un nombre que fuera comprensible para los quechuas
y que lo hiciera popular; por eso se introdujo como el crea­
dor o conservador del mundo a Pachacámac, nombre que­
chua, en vez de Irma.
Para el Dr. Urteaga, es este el momento en que sur­
gen nuevos elementos en Pachacámac: los Templos al Sol
y la Luna y el ídolo de madera negra que sería después
destruido por los españoles. Se lee en “Bocetos Históricos”.
“Pero llegó la ola conquistadora de los quechuas; el Hijo del
Sol, salido de las serranías, se presentó en Pacha-Camacc.
El señor de estos valles, Cuyus-Mancu, fué vencido por el
Inca Pachacútecc, que apenas reconoció como tributario a su
vencido. Inteligente y astuto el Inca, comprendió la profun­
da convulsión que provocaría la persecución a los cushipa-
tas (sacerdotes de Pacha Camacc); respetó el culto del dios
único y, sólo exigió que se elevara, cerca del antiguo San­
tuario, un templo al Sol y una casa de Mamaconas. Cons­
truidos los edificios los engalanó de un modo ostentoso, y
provocando la adoración al Sol, al que hizo padre de Pa-
chacámacc, debilitó el culto de esta deidad, demasiado abs­
tracta para rivalizar con la novedosa e impresionante reli­
gión heliaca. Fué entonces que los sacerdotes de Pacha Ca­
macc, en el afán de conservar el antiguo culto, dieron a su
dios forma corpórea y arreglaron un grosero ceremonial.
La sala desnuda, habitada por la divinidad invisible, alber­
gó a un ídolo de madera, horroroso, ante el cual se sacrifica­
ban víctimas y se hacían sortilegios. El culto se había bas­
tardeado, y el influjo de la religión solar quizás si lo hubie­
ra extinguido, pero sobrevino un cataclismo histórico, que
desterró las divinidades indígenas, convirtiendo sus santua­
— 404 —

rios en tumbas y las moradas de sus devotos en ruinas: era


la Conquista”.
Lo que llama la atención de este ídolo es el hecho de
ser de madera, no así su horripilante figura, cosa sumamen­
te común en los primeros peruanos. Los ídolos mayores,
que con frecuencia tenían una altura de dos metros, y a veces
más, eran, por lo general, de piedra y consistían en monoli­
tos naturales de forma extraña o labrada de la manera más
burda. Es cosa que llama la atención ver cómo los primiti­
vos peruanos quedaron en materia de escultura en tanto
atraso, con respecto a los pueblos de Centro América y Mé­
jico, mientras que en las artes del tejido, cerámica y traba­
jos en metales preciosos manifestaron una sorprendente ha­
bilidad.
Parece que mientras un ídolo era más feo y más
repulsivo el pueblo lo consideraba tanto más venerable, efi­
caz y poderoso. Varios cronistas que tuvieron ocasión de
contemplar estas huacas, no podían expresar en toda su
fuerza la impresión que su vista les causara. Es muy cu­
rioso observar que los peruanos incaicos sólo podían dar
creación a lo feo y lo deforme, de tal manera que el arte plás­
tico en piedra, jamás pudo tomar vuelo superior alguno, y
que, en ninguna época del Imperio de los Incas, pudo notarse a
este respecto el menor perfeccionamiento. Los escultores in­
cas se han mantenido constantemente—es expresión de Ts-
chud'i—en el último grado del oficio de picapedreros; pues
las piedras polígonas y bien pulidas que preparaban para
sus palacios, templos, etc. si bien atestiguan paciencia y de­
dicación, carecen en absoluto de destreza. Hacia falta la
escuela, el gusto y el sentido de lo bello, a lo que venía a
agregarse la falta de herramientas convenientes, que te­
nían que suplir por la costumbre y la práctica constante.
Si se pregunta de qué proviene que los operarios plás­
— 405 —
ticos peruanos hayan siempre adoptado caras y caricaturas
feas y casi repulsivas, para representar figuras humanas,
se encuentra tan sólo la respuesta en el hecho de que el cul­
to de las ,wakas era la causa de ello. Es por esto que el ídolo
de madera negro, al igual que sus similares era profunda­
mente repulsivo, a decir de Miguel de Estete.

PACHACAMAC EN EL ESPACIO.

Muchos creyeron que los monumentales estudios he­


chos por el Profesor Uhle, en Pachacámac, y que tan valio­
sos datos aportaron para el conocimiento de las culturas del
Litoral, el orden en que se han sucedido y la relación en
que estuvieron con las de la Sierra, constituían la última pa­
labra en materia de investigación arqueológica con respecto
al célebre Santuario.
En efecto, nada hacía sospechar siquiera que, a cierta
profundidad se iban a encontrar, varias décadas después, las
expresiones de una antiquísima cultura lítica.
El meritorio esfuerzo de las autoridades del Museo de
Antropología ha puesto sobre el tapete nuevos elementos de
crítica que reabren la discusión sobre la procedencia y an­
tigüedad de las culturas en el Perú.
Los elementos conocidos y la realidad visible, sólo nos
hablaban de tres grandes monumentos arqueológicos en las
ruinas de Pachacámac: el Templo del Sol, el de La Luna y
el de Pachacámac. Además se podía apreciar los restos de la
antigua ciudadela y sectores del camino epi-mural, que par­
tiendo de Pachacámac se interna hacia la Sierra. Pero hoy
estos datos han sido superados por nuevas constataciones
que abren incógnitas, aún no resueltas, a la investigación
arqueológica.
— 406 —

¿Cuál es la historia de los nuevos descubrimientos?


Nadie más autorizado para hacerla que el mismo Dr. Julio
Tello, a quién se deben los últimos hallazgos; y para ello
nos remitimos a algunas de sus recientes declaraciones a un
periódico local:
“A mérito de una Resolución Suprema los trabajos
fueron iniciados el 13 de mayo con 15 obreros. Este núme­
ro, variando de acuerdo con las necesidades y perspectivas,
llegó más adelante a 40”.
“En primer término nos dedicamos a explorar y acla­
rar lo ya conocido. Utilizando las experiencias adquiridas al
explorar ciudades como Cochabamba, Huánuco Viejo,
Chanchán, La Barranca y teniendo a la vista la documen­
tación histórica, determiné la ubicación de algunos edifi­
cios principales, reconstruí con la aproximación posible, el
plano de los cercados y barrios y recorrí en una considera­
ble extensión el curso del gran camino epi-mural”.
“El 18 de mayo, mientras los obreros limpiaban la fal­
da norte del Templo del Sol, donde hemos encontrado ricas
acumulaciones de fragmentos de alfarería incaica, practiqué
una inspección en una plaza que a mí siempre se me había
presentado como misteriosa. Me refiero a la que Uhle desig­
na como “El Campamento de los Peregrinos”. Caminando
por el lado occidental de esta explanada, por entre los mula­
dares que cubren unas estructuras que parecen haber sido
viviendas, hallé entre la basura una piedra pequeña, tallada
al estilo de los sillares Naviformes del Cusco. Un examen
cuidadoso me reveló que allí había estado la mano y el arte
inconfundibles del Cusco. No había error posible. Es más,
tuve la intuición de que estábamos ante algo no sospecha­
do”.
“Pero había que buscar la evidencia. Al día siguiente
practiqué en una zona que tenía como centro el punto del
Ubicación de los monumentos en Pachaeamae
— 407 —
hallazgo, un ataque de exploraciones de prueba que yo lla­
mo “a pico de perdiz”: esto es, picadas como las que hace
esta ave para descubrir las papas bajo tierra. Lo de siem­
pre. Unas fracasaron. Los elementos aportadas por otras
reforzaron lo que yo presentía. Coloqué a 10 obreros en los
puntos más sospechosos. Antes de media hora estaba en
posesión de un muro de piedras labradas en el corazón mis­
mo de un edificio. Sobre él se habían levantado las superes­
tructuras de adobe, visibles. Pronto quedó a la vista una pre­
ciosa cámara construida con sillares líticos de estilo Cusco y
una escalinata de acceso. Todo esto en el centro de un mon­
tículo que se halla frente a lo que para mí es el Templo de
La Luna y para Uhle el Templo de Pachacámac”.
“En cuanto al hallazgo de los acueductos diré, que en el
corte de un montículo practicado hace poco por los que cons­
truyeron el camino para automóviles se encontró las hue­
llas manifiestas de una construcción que se internaba bajo las
gruesas capas de basura. Esto llevó, mediante sucesivas bús­
quedas a lo largo de la muralla que limita el Norte y el Oes­
te de las ruinas, a encontrar un acueducto. Nos pareció que
se alimentaba en la parte alta del río Lurín y pudimos com­
probar que se internaba hacia el grupo de edificios que
Uhle llama las Mamaconas. La cantidad de material que ha­
bía que remover, nos obligó a dejar eso por el momento”.
“El 5 de junio, acompañado por un peón conocedor del
terreno, exploré pequeñas hoyadas que existen justamente
donde terminan las ruinas y comienza el terreno cultivado.
En este lugar después de observar que en la grama había
huellas claras de senderos recientemente traficados, encon­
tré un puquio oculto por arbustos. Aunque a primera vista
parecía no haber sido objeto de trabajo humano, hice va­
rias “picadas de perdiz” para ver si era el terminal de los
acueductos que ya habíamos visto. Empeñados en esta bús­
, — 4°8 —
queda, trabajando en un terreno cada vez más extenso, ha­
llamos por fin una cisterna, acueductos referentes de és­
ta y hermosa galerías que se encaminan hacia el centro de
las ruinas bajo una enorme capa de materiales acumulados.
Hay gran cantidad de escoria y cenizas, lo que parece indi­
car la presencia de hornos de fundición de metales”.
“Las galerías recuerdan por su estilo a las del templo
de Chavín algunos fragmentos de alfarería que todavía no
he estudiado a fondo, indican igualmente que alguna rela­
ción hubo con la cultura de Chavín. La cisterna está situa­
da sobre una corriente subterránea. Cabe anotar que es la
primera vez que reconstruimos el sistema de aprovisiona­
miento de agua en una población del antiguo Perú. Excavacio­
nes de prueba que hemos multiplicado, nos han permitido
ver un gran muro de piedras labradas, una gran terraza en
forma de herradura que bordea la tierra cultivada, restos
de un templo piramidal análogo al de Pachacámac y varias
terrazas de grandes proporciones”.
“Parece que nos hallamos ante una ciudad de cultura
análoga a la del Cusco, que abandonada por causa no cono­
cida con certeza, fué sede más tarde de nuevos pobladores
que construyeron primero con. piedra no labrada y final­
mente con adobe y barro que es lo que conocíamos en ese lu­
gar hasta hace poco”
A estas declaraciones habría que agregar el descubri­
miento de nuevas cisternas y una verdadera red de acueduc­
tos que, según parece, van a desembocar a la laguna que se
conoce con el nombre de “Laguna de los Patos”. Así mismo
la extensión y profundidad de los muros descubiertos ha
aumentado considerablemente, pudiendo afirmarse que es­
tamos en posesión de datos, aún incompletos, que nos lleva­
rán a conclusiones insospechadas.
Muros de piedra labrada descubiertos cerca del Palacio de las Mamaconas (Pacliaeamae).
Piscina en la explanada anterior al Palacio de las Mamaconas (Pachacamac).
En el fondo las puertas trapezoidales del palacio.
Piscina delante del Palacio de las Mamaconas (Pachac.amae).
— 409 —
En síntesis, y ordenadamente, el estado de los nuevos
descubrimientos, es el siguiente:
a) Muros de Piedra Labrada y Tallada.
Comenzando desde el montículo llamado por Tello “La
Casa de Urpi Wachak”, montículo de basurales situado en
una colina frente al Templo del Sol, tenemos:
i .—doble muro de piedra labrada, aún no descubierto
en toda su extensión y en donde actualmente trabajan va­
rias cuadrilla de operarios. Avanza en dirección SO. NE. y
tiene, hasta hoy, más de 300 metros.
2 .—muro de piedra labrada, frecuentemente interrum­
pido por derrumbes y no descubierto totalmente, que par­
tiendo de una pequeña colina parece que se uniera forman­
do ángulo con el anterior; avanza en dirección SE. NO.
3 .—En dirección, NE.-O. tenemos un verdadero con­
junto de muros, con hermosas piedras labradas en la base y
que forman una sucesión de galerías y compartimientos. La
parte superior de algunos de estos muros ha sido reconstruida,
especialmente los que forman el rectángulo en que se en­
cuentra la primera cisterna.
4 .—Gran muro recto, reconstruido también en su par­
te superior, y que avanza en dirección SE.-NO.; en sus ci­
mientos también se encuentran piedras talladas, al parecer
estilo Cusco Viejo.
5 .—Formando magnífico ángulo con el anterior, está
un muro compuesto casi en su totalidad por piedra tallada,
que avanza paralelo al primero d'e los muros descritos. Este
es, sin duda alguna y hasta el presente, el más bello de los
muros descubiertos, siendo también el primero en encon­
trarse.
6 .—El .muro anterior en vez de seguir en direc­
ción a la llamada “Laguna de los Patos”, bruscamente se
desvía en dirección NO., observando una forma irregular
— 410 —
y predominando en él la piedra labrada. Este muro se pier­
de muy cerca del camino que lleva actualmente a las rui­
nas.
b) En cuanto a las cisternas, que son cinco, éllas pue­
den fácilmente ser localizadas gracias al croquis. Sólo diré
que la primera y la segunda están perfectamente delineadas,
notándose todas sus dimensiones; la tercera y la quinta es­
tán simplemente perfiladas; y en cuanto a la cuarta, des­
pués de haber sido descubierta y estudiada sufrió las con­
secuencias del derrumbe de la arena de un colina que se
encuentra en uno de sus costados.
c) Intimamente relacionado con el sistema de cister­
nas, está el de acueductos, en forma tal que los indicios que
se tienen durante los trabajos de unos y otras, se complemen­
tan y dan nuevos derroteros. La dirección de los acueduc­
tos también es fácilmente perceptible gracias al croquis.
Debo agregar que todos estos hallazgos han sido hechos
en una zona insospechada, ya que antes constituía una apre­
ciable explanada donde se estacionaban los vehículos. El
conjunto de ruinas más cercano es el Templo de las Mama­
conas, que queda justamente, arriba del muro de piedra
tallada y de la segunda cisterna.

VALOR DE PACHACAMAC PARA ESTABLECER


LA CRONOLOGIA CULTURAL EN EL PERU.

Dos teorías, especialmente, polarizan toda la discu­


sión sobre el origen y sucesión de las culturas en el Perú. La
primera es la del doctor Julio C. Tello, denominada por al­
gunos “Autoctonista” y la segunda la del profesor alemán
Max Uhle, llamada de “Las Importaciones Culturales Cen­
tro-Americanas”.
Hacer la exégesis de cada una de éllas, no es materia de
— 411 —
este artículo; sin embargo, expondré ligeramente los linca­
mientos generales de cada una para poder apreciar el méri­
to de los recientes descubrimientos hechos en Pachacámac y
su importancia para establecer una definitiva cronología
cultural en el Perú.
Tello cree que las etapas culturales del Perú han sido
tres.: Epoca Megalítica Arcaica Andina; Culturales del Li­
toral y Confederaciones Tribales, que culminan con el Im­
perio de Tahuantinsuyu. Para el arqueólogo peruano la cul­
tura se inicia, posiblemente, en la Montaña; asciende a la
Sierra donde se tonifica y adquiere caracteres peculiares en
Chavín y Tiahuanaco, pasando después a la Costa donde
origina culturas locales. Por último, efectuada la destruc­
ción de Tiahuanaco, por causas aún no establecidas, surgen
confederaciones de tribus, siendo la más poderosa la de los
Incas, que logra unirse o dominar a las demás.
Para Uhle el proceso cultural es inverso. Se inicia en
la Costa con las Culturas Protoides, después de un período
de pescadores primitivos; pasa luego a la Sierra donde se
origina Tiahuanaco, como máximo exponente; destruido es­
te Imperio Megalítico vuelven a surgir las pequeñas nacio­
nes, a las que se impone la Confederación Incaica.
Para Tello los prolegómenos están en la Selva y la
cultura se inicia con caracteres propios en la Sierra. Para
Uhle la cultura comienza en la Costa y proviene de Centro
América. Cada uno de estos arquelógos sustenta sus afir­
maciones en hallazgos arqueológicos propios. Es innegable
que hasta hace poco las opiniones han estado sumamente di­
vididas; sin embargo, los últimos descubrimientos inclinan
la razón hacia el arqueólogo peruano.
En Moche y Pachacámac demostró Uhle la cronología
cultural en las cinco etapas enunciadas. Chavín, Paracas y
Nazca impulsaron la tesis de Tello. Hoy Pachacámac pa­
--- 412 ---

rece que va a definir la situación. Y la va a definir porque


si efectivamente bajo las construcciones de adobe se encuen­
tran restos de una antiquísima cultura lítica, semejante a
Cusco Viejo y a Chavín, es indudable que a este valle cos­
teño llegó primero la cultura serrana, perdida después por
causas ignoradas, levantándose sobre sus ruinas los edi­
ficios de adobe, característicos de los pueblos costeños.
Pero quedan algunas interrogantes que antes se deben
responder. ¿Las piedras talladas encontradas en las bases
de los muros, son realmente estilo Cusco Viejo? ¿Se han
enviado muestras de estas piedras a algún Instituto Técnico
para hacer su análisis? ¿Fueron traídas desde la Sierra o se
extrajeron de alguna cantera cercana? Algo más ¿Porqué
en la base misma, en el piso, de los corredores sólo hay pie­
dra labrada que está a mayor profundidad que la piedra
tallada de los muros? Es cierto que la mayoría de los acue­
ductos están a cierta profundidad, pero el acueducto mayor
que se inicia cerca del actual Tambo y que parece terminar
en la segunda cisterna, está a escasos centímetros de la su­
perficie; solo tiene piedra labrada y casi rústica y parece
corresponder a una etapa reciente.
Desde luego las indicaciones anotadas no constituyen
objeciones. Son simples observaciones de estudiante. Creo,
eso sí, que sólo dilucidando todos y cada uno de los proble­
mas que se planteen se puede dar luz definitiva sobre el de­
batido e interesante punto de nuestra cronología cultural.
Y, claro está, se respondan o no las objeciones que se pue­
dan formular, éllas en nada han de empañar la grandiosi­
dad de los restos arqueológicos, descubiertos gracias a la
tesonera acción del Profesor Tello.

Luis Bedoya Reyes.


APRECIACIONES Y JUICIOS
CRITICOS
LA NUEVA LEGISLACION UNIVERSITARIA.

El doctor Roberto Mac-Lean y Este­


nos, Presidente de la Comisión de Edu­
cación Pública de la Cámara de Di­
putados, Catedrático Principal Titular
de Sociología y de Historia de la Pe­
dagogía de la Universidad Mayor de
San Mareos y Delegado de la Cámara
de Diputados ante la Comisión Refor­
madora de la Ley Orgánica de Ense­
ñanza, ha presentado un proyecto de
nuevo Estatuto Universitario que ha
merecido ya la aprobación de la Sub­
comisión de Enseñanza Universitaria
y cuya Exposición de Motivos publi­
camos a continuación.

El proyecto de nueva legislación universitaria que, en mi


calidad de Presidente de la Comisión de Educación Pública de Ia
Cámara de Diputados y Delegado de ésta ante la Comisión encar­
gada de la Reforma de la Ley Orgánica de Enseñanza, he someti­
do a la consideración de este organismo, está inspirado en la ne­
cesidad de perfeccionar la estructura legal de nuestras Universi­
dades, aprovechando los consejos de la experiencia, reajustando
los organismos que la integran, suprimiendo algunos por innece­
sarios, creando otros nuevos, imprimiéndoles una orientación de­
mocrática y nacionalista, garantizando la máxima eficacia de su
rendimiento pedagógico, todo ello con el objetivo fundamental de
que nuestros- centros de cultura superior realicen, con la mayor
amplitud, sus funciones docentes, tan íntimamente vinculadas a
la vida nacional, en beneficio de la juventud estudiosa y del país.
— 4'i4 —
El actual Gobierno ha otorgado a nuestras Universidades, rei­
vindicando su misión histórica, toda la trascendencia de sus fun­
ciones directrices que otrora se les negara, discutiera o amengua­
ra en las actividades públicas y en los destinos de la Patria. Cua­
tro catedráticos de la Universidad Mayor de San Marcos, entre
ellos su Rector y su Viee-Reetor, integran el primer gabinete mi­
nisterial del actual Régimen. El Rector de la Universidad de Are­
quipa fué elegido Segundo Vice-Presidente de la República. Maes­
tros de las cuatro Universidades Nacionales aportan su valioso
contingente en las altas funciones públicas, en ambas ramas del
Parlamento y en los distintos engranajes de la Administración Na­
cional. El propio Jefe del Estado es Catedrático de la Facultad de
Ciencias de la Universidad de San Marcos y Doctor Honoris-Causa
de las Universidades de Arequipa y del Cuzco. Es que, como él ya lo
dijera, en reciente oportunidad, las universidades no viven actual­
mente a espaldas de la realidad peruana sino que, por el contrario,
se encuentran íntimamente identificadas con el alma de la Nación,
cumpliendo, de esta suerte, su elevada misión histórica. Este mis­
mo espíritu anima a mi proyecto de nueva legislación universita­
ria.

La democratización de la enseñanza superior, tanto en el go­


bierno de las universidades como en el cuerpo docente y en el
alumnado, es uno de los signos fundamentales del nuevo Estatuto.
La autoridad máxima radica en la Asamblea Universitaria,
formada por los catedráticos principales titulares de todas las Fa­
cultades—organismo que no existe en la actualidad— y cuya mi­
sión es .elegir, democráticamente, al Rector de la Universidad. De
esta manera se subsanan los inconvenientes de la elección recto­
ral por un Consejo, prácticamente supeditado al Poder Ejecutivo,
como ocurrió en el Estatuto de 1928 o por delegaciones restringidas
de cada Facultad como ocurre hoy. Se democratiza igualmente, en
mi proyecto de Estatuto Universitario, el régimen en cada una de
Jas Facultades, las que no serán gobernadas, como lo son ahora, por
la minoría de un Consejo Directivo, con tendencia casi siempre a
lo que pudiéramos llamar la oligarquía universitaria, sino por la
Junta de Catedráticos, en pleno, integrada por todos los catedráti­
cos principales titulares de la Facultad. Asimismo, se democratiza,
hasta el máximun posible, la enseñanza universitaria en los alum­
nos, aprovechando todas las inteligencias o aptitudes, cualesquie­
ra que sea su categoría social o por modestísima que fuere su con­
dición económica, mediante un adecuado y eficaz sistema de becas
— 4i5 —
que exonera de todo pago, inclusive de los derechos de grado aca­
démico, a los alumnos o postulantes que hubiesen acreditado su
capacidad intelectual y su auténtica vocación al estudio y que, en
atención a sus escasos recursos económicos, no estuvieran en con­
diciones de seguir su carrera profesional. Los postulantes a estu­
dios universitarios gozarán de la beca, si hubiesen sido aprobados,
con nota sobresaliente, en sus exámenes de ingreso y si hubiesen
obtenido igual calificativo en la mitad, por lo menos, de los cursos
de Instrucción Secundaria. Los alumnos universitarios que alcan­
cen nota sobresaliente en sus cursos académicos, obtendrán una
beca para el año siguiente de sus estudios, en la respectiva Fa­
cultad. Serán exonerados de todos los derechos de grado, los alum­
nos que, durante su carrera, hubieren obtenido nota, sobresaliente.
La pobreza' comprobada es la condición esencial para ser becario.
i Actualmente los alumnos aprovechados no tienen estímulo al­
guno. He creído conveniente subsanar esta anomalía. Por eso, la
vanidad lírica de las antiguas “contentas”, en los pasados regíme­
nes universitarios, ha sido reemplazada, en mi proyecto de Estatu­
to, por el estímulo democrático de las becas para los alumnos de
modestas condiciones económicas, cuyas comprobadas aptitudes in­
telectuales deben ser también aprovechadas por la sociedad y por
la Patria.

Mi proyecto de Estatuto Universitario está inspirado, a su vez,


en una firme orientación nacionalista, que adquiere hoy, más que
nunca, trascendental importancia frente a la hora grave en que vi­
ve el mundo.
Existen en nuestro país núcleos de inmigrantes extranjeros
que constituyen verdaderas islas étnicas porque lejos de vincularse
al proceso de nuestra nacionalidad, se encuentran sometidos, en
forma directa e inmediata, a la jurisdicción de sus respectivos
gobiernos. No pocos de esos extranjeros han adoptado la na­
cionalidad peruana, conservando su nacionalidad de origen, os­
tentando así doble nacionalidad, lo que da pábulo al aprovecha­
miento indebido de la nuestra para los efectos de burlar las leyes
de extranjería, en el cómputo de las cuotas de extranjeros resi­
dentes en nuestro país, en la evasión del pago de los impuestos de
extranjería y para obtener, en forma ilícita, las demás ventajas
que las leyes peruanas otorgan a nuestros connacionales, especial­
mente en el porcentaje legal reservado al elemento peruano en los
centros de trabajo y en el magisterio.
4
— 4i6 —

El problema es múltiple y complejo. Requiérese, fundamen­


talmente, la reforma de los preceptos constitucionales, reivindican­
do el principio del jus sanguinis y dándole prioridad sobre el jus
soli. Con este patriótico objetivo, presenté el respectivo proyecto
de enmienda constitucional que mereció la aprobación de la Cáma­
ra de Diputados, en la legislatura Ordinaria de 1940, y que se en­
cuentra pendiente del Senado.
Debe impedirse, a su vez, que los extranjeros inescrupulosos,
traficando con nuestra nacionalidad, puedan llegar algún día al
gobierno de nuestras universidades. Por eso he dispuesto, en mi
proyecto de Estatuto, que se requiere ser peruano de nacimiento
para desempeñar los cargos de Rector de la Universidad, Decano
de cada Facultad y catedrático principal, titular, auxiliar, adscri­
to o interino de la misma. La cultura superior no puede prescindir,
en algunos casos, de la valiosa colaboración de los maestros o de
los técnicos extranjeros. La Universidad, por ende, estaría facul­
tada para contratarlos; pero esos extranjeros deberán concretar
su labor a la docencia, sin tener ingerencia alguna en el gobierno
de los institutos universitarios, ni gozar de los derechos y benefi­
cios que las leyes otorgan a los maestros peruanos.
La pureza del auténtico nacionalismo que inspira a mi pro­
yecto de Estatuto Universitario se garantiza, además, por la pro­
hibición que se impone a las Universidades para hacer o autorizar
manifestaciones extrañas a sus propios fines, debiendo abstenerse,
particularmente, de toda ingerencia política. El ejercicio del Rec­
torado es incompatible con toda función política, administrativa o
cargo público. Los Decanos no podrán ejercer funciones ni cargos
públicos, sino con autorización del Consejo Universitario. Los ca­
tedráticos y alumnos no podrán invocar su condición de tales, ni
individual ni colectivamente, para ejercitar actividades políticas.
Las repercusiones de las luchas políticas causaron siempre funes­
tos estragos en nuestras universidades con irremediable perjuicio
para la juventud estudiosa. Un ineludible deber de previsión pa­
triótica es fijar la incompatibilidad terminante entre la acción
universitaria y la beligerancia política. He ahí el mayor beneficio
que puede hacerse a las Universidades y a la cultura del Perú.
El espíritu nacionalista alentará también a las Universidades
de Arequipa, Cuzco y Trujillo porque se creará en ellas, además,
organismos especiales que se dediquen al estudio, investigación y
apreciación .científica, económica y sociológica de todos los aspec­
tos de la región en la cual tienen su sede, a fin de que puedan cum­
plir, de esta suerte, una fecunda y provechosa labor peruanista,
— 417 —
dando, a la vez, mayor realce a su obra docente y a su misión cul­
tural.

Contempla también mi proyecto de Estatuto Universitario la


imperiosa necesidad, la máxima eficacia de las funciones directri­
ces y docentes en las Universidades. Ello se consigue reajustando
los organismos que la integran, suprimiendo los que no fueren ne­
cesarios, creando los que hubieren sido aconsejados por la expe­
riencia pedagógica y rodeando al cuerpo docente, hasta donde fue­
re posible hacerlo, de las garantías y de la estabilidad indispen­
sables para que puedan cumplir los deberes impuestos por su deli­
cada función educadora.
Se suprime, en mi proyecto, la Junta Económica de la Uni­
versidad que no ha producido los resultados que de ella se espera­
ban y que en la práctica constituye, por su personal, un desdobla­
miento del Consejo Universitario. El Estatuto de 1928 otorgaba al
Consejo Universitario, entre sus atribuciones, la de supervigilar la
marcha económica de la Universidad. Nada aconsejó la creación de
un organismo ad-hoc, emanado del Consejo Universitario, e inte­
grado casi con el mismo personal, con fines de control económico.
Por eso hemos restablecido, en este orden, el laudable sistema
adoptado por la legislación universitaria de 1928.
El ideal pedagógico es que los maestros o autoridades univer­
sitarias se consagren íntegramente a sus funciones educativas. Múl­
tiples obstáculos, algunos de ellos insalvables, entorpecen, en la
práctica, la realización de este bello principio de la pedagogía
superior contemporánea. Acaso el más difícil de vencer sea el de
orden económico. Con sueldos exiguos, no puede exigírsele a un
profesor su completa y absoluta dedicación a las tareas universi­
tarias. Consecuente con estos conceptos, mi proyecto de Estatuto
Universitario, mejora la escala de haberes del profesorado univer­
sitario estableciendo que los sueldos de los catedráticos principa­
les no bajarán de trescientos soles oro mensuales por cátedra anual ■
los de los catedráticos auxiliares, con cinco años de servicios, dos­
cientos soles oro mensuales por cátedra anual; y los de los cate­
dráticos auxiliares, con menos de cinco años de servicios, así como
los interinos, ciento cincuenta soles oro mensuales por cátedra
anual. Estas sumas iniciales obtienen una bonificación progresi­
va, según los años de servicios efectivos prestados a la docencia.
Los catedráticos principales tendrán derecho, cada cinco años de
servicios, a un tanto por ciento de aumento en sus sueldos, que fi­
jará el Consejo Universitario, a condición de que hayan publicado.
— 418 —

cuando menos, un trabajo de investigación sobre la materia de la


cátedra que, a juicio de la respectiva Facultad, constituya una
contribución apreciable a la enseñanza o a la cultura.
Obtienen, asimismo, como un estímulo eficiente para la docen­
cia bonificaciones especiales los Rectores, Decanos y catedráticos
que se consagran exclusivamente al servicio de la Universidad. El
haber del Rector, dedicado íntegramente a sus funciones universi­
tarias, no será menor de veinticuatro mil soles oro al año, en tanto
que el haber del Rector que ejerza, además, cualquier cargo, pro­
fesión, industria u ocupación, no podrá exceder de doce mil soles
oro al año. Lo propio ocurre con los Decanos. Su haber, si se con­
sagran exclusivamente al servicio de la Facultad, no bajará de ca­
torce mil cuatrocientos soles oro al año. En caso contrario, su haber
anual no podrá exceder de ocho mil cuatrocientos soles oro. Los
profesores, dedicados por entero a la docencia universitaria, po­
drán desempeñar hasta tres cátedras anuales, lo que está prohibi­
do a quienes no se encuentren en esa condición; y, una vez ratifi­
cados por el Consejo Universitario, al vencimiento del período le­
gal de su titularato, gozará de la cátedra por tiempo indefinido,
sin necesidad de nuevas ratificaciones.

Las cátedras se proveen por concurso de méritos o por nom­


bramiento directo. Son requisitos esenciales del concurso la con­
vocatoria pública, señalándose un plazo no mayor de tres meses
para la presentación de los postulantes; y los documentos compro­
batorios de la aptitud del candidato en la materia de la cátedra,
como monografías, obras o trabajos publicados o inéditos, el pro­
grama razonado del curso y la exposición del método que debe
seguirse en la enseñanza. La Junta de Catedráticos de la Facultad
decidirá el concurso por mayoría absoluta de votos. Las Faculta­
des están autorizadas para nombrar directamente catedráticos
principales a quienes, siendo peruanos de nacimiento, doctores en
ellas, mayores de 25 años, y física y moralmente idóneos para la
enseñanza, hubiesen demostrado notoria competencia por sus pu­
blicaciones o trabajos; a los catedráticos principales titulares que
lo fueren de las respectivas materias en las demás Universidades
Oficiales; y a los catedráticos interinos que tuviesen más de tres años
consecutivos en el ejercicio de sus cátedras, siempre que hubiesen
publicado el programa razonado del curso, el texto del mismo, o au­
torizado, sin reservas, la publicación de las versiones taquigráfi­
cas de sus lecciones o fuesen autores de obras universitarias que
la Facultad calificase de notables.
— 419 —
Juzgo indispensable asegurar la constante eficiencia de la cá­
tedra y el empeño de los profesores en mejorar, cada vez más, sus
propias enseñanzas. Por eso, mi proyecto de Estatuto Universita­
rio dispone que perderá su cátedra quien no haya publicado el pro­
grama analítico de su curso al comenzar el segundo año de ense­
ñanza; y el que no haya dado sus lecciones a la publicidad o autori­
zado, sin reservas, la versión taquigráfica de las mismas, al ven­
cerse el quinto año de su nombramiento como principal. Esta dis­
posición comprende también a los actuales catedráticos. Serán se­
parados, asimismo, los profesores que abandonen, injustificada­
mente, sus tareas, o reincidan en su inasistencia a dictar sus cla­
ses, entendiéndose que hay reincidencia cuando, sin causa justifi­
cada, dejen de dictar el 20 % de las clases que le corresponden
por año. No se computará, para el efecto de subsanar la inasisten­
cia, las clases extraordinarias que el catedrático dicte en el último
mes del semestre o del año. Asimismo el catedrático que, sin licen­
cia, faltare a más de tres clases consecutivas, será reemplazado, a
solicitud del Decano, por los catedráticos adscritos. No podrá con­
cederse licencia por más de un año, al catedrático residente en la
sede de la Universidad sino por enfermedad debidamente compro­
bada, función o cargo público o comisión científica del Gfobiemo
o de la Universidad, que exija dedicarse exclusivamente a su ser­
vicio. Cesan en sus cátedras quienes no se reincorporen a ellas den­
tro de seis meses después de vencido el plazo de su licencia.

Una de las justicieras innovaciones que contiene mi proyec­


to de Estatuto Universitario es conceder los derechos y goces de
jubilación, cesantía y montepío a todos los catedráticos, funciona­
rios, empleados y servidores de la Universidad, sin excepción al­
guna.

Es necesario rodear a los exámenes de ingreso a la Universi­


dad de las máximas garantías de seguridad y eficiencia, impidien­
do que el juego influyente de los intereses creados pueda desnatu­
ralizar esta indispensable prueba de aptitud o que se encuentre la
forma, como ocurriera en no pocas ocasiones, de burlar la ley, en
descrédito de la enseñanza y con positivo perjuicio para la juven­
tud estudiosa.
La ineficiencia práctica de los exámenes de aptitud sieo-física
para los estudios superiores, ha aconsejado la conveniencia de
--- 420 —
reemplazarlos por un examen médico preliminar para acreditar el
estado de salud de los postulantes.
Sólo en las Universidades Nacionales funcionarán los Jurados
Examinadores en las pruebas de admisión a estudios universita­
rios. Estos tribunales estarán integrados, únicamente, por los ca­
tedráticos de las universidades oficiales. Ninguna Universidad, ni
oficial ni particular, podrá matricular, en ninguna de sus Faculta­
des, dependencias, institutos o escuelas, a los postulantes, si es­
tos no presentan, previamente, el certificado aprobatorio, expedi­
do por el Rectorado, a mérito de los calificativos, obtenidos en las
pruebas de ingreso, y promediados por la Comisión de Cómputo,
que estará integrada por los Catedráticos que designe el Rector.
Por ningún motivo se podrá ingresar a la Universidad con un pro­
medio inferior a diez.
Los alumnos reprobados en el examen de admisión a estudios
universitarios no podrán ingresar, en el mismo año, a ninguna Fa­
cultad o Instituto de Enseñanza Superior, Oficial o Particular.
Tampoco podrán matricularse en el primer año de estudios de las
Universidades Mayor de San Marcos, y Católica, de Lima, los pos­
tulantes que hayan sido aprobados en los exámenes de admisión
de las Universidades Nacionales de Arequipa, Cuzco y Trujillo.
No podrán efectuar ningún traslado de matrícula en el pri­
mer año de estudios universitarios. Es condición esencial para el
traslado haber aprobado, por lo menos, el primer año de estudios
universitarios, salvo el caso de los alumnos domiciliados perma­
nentemente en la sede de la Universidad de la cual provienen.
Las anteriores disposiciones que constituyen una innovación
en mi proyecto de Estatuto, están aconsejadas por la experiencia
de estos últimos años, por la necesidad de cortar una serie de co­
rruptelas que venían prosperando con menoscabo del prestigio de
las instituciones universitarias y por la suprema conveniencia de
garantizar previamente la auténtica vocación de quienes tienen ca­
pacidad y el propósito de cursar el ciclo de los estudios superiores.

La nueva legislación universitaria reajusta adecuadamente los


engranajes constitutivos de las distintas Facultades.
Se crea en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, el Ins­
tituto de Criminología cuyo objeto primordial es capacitar al per­
sonal destinado a desempeñar los cargos de jueces instructores, pe­
ritos en maferia penal, funcionarios para el Ramo de Prisiones y
Policía Judicial. Las asignaturas del Instituto estarán en conso-
— 421 —

nancia con sus fines didácticos siendo cursos básicos Anatomía y


Fisiología Humanas, Antropología, Sicología, Sociología, Crimino­
logía, Derecho Penal, Procedimientos Penales, Medicina Forense,
Sicopatología y Siquiatría, Química Forense y Derecho y Legisla­
ción Penitenciarias, pudiendo el Instituto crear, además, de acuer­
do con los ciclos de cultura que organice, las asignaturas que juz­
gue necesarias para el mejor desempeño de sus labores. Vencidos
los estudios y satisfechas las pruebas que se establezcan, el Insti­
tuto otorgará certificados universitarios que serán indispensables
para ejercer las funciones de Juez Instructor, Peritos en cuestiones
penales, empleados en el Ramo de Prisiones y en la Policía Judi­
cial.
Incorpora el proyecto a la Facultad de Derecho y Ciencias Po­
líticas un nuevo organismo, la Escuela de Práctica, correspondien­
te al último año de la carrera de abogado. Constituyen estos institu­
tos parte integrante en la organización social del país. Originarios
de New York, donde se crean en 1876, se encuentran ahora difundi­
dos, profusamente en los E.E.U.U. asumiendo la defensa de los po­
bres y sirviendo de campo de práctica a los estudiantes de derecho,
que están obligados a pasar por esa Escuela, durante el último año
de sus estudios académicos.
El profesor Bradway, fundador de este organismo en la Uni­
versidad de South California, afirma: “En esta Escuela de Prác­
tica, el estudiante ve el Derecho en acción, lo ve aplicado al indi­
viduo y en sus efectos en la sociedad. Ve al cliente no solo en rela­
ción con su problema legal, sino conectado en sus problemas econó­
micos, físicos, sociales. Descubre que muchas de las cuestiones que
él propone al abogado-maestro necesitan una solución más prác­
tica que legal. Y se da cuenta, quizás por primera vez, de que la
profesión de abogado no es una sola y aislada, sino que se halla es­
trechamente ligada a otras actividades o funciones que reclaman
cada día mayor cooperación, dada la complejidad de la vida mo­
derna”. Y el Profesor Reed, de la Carnegie Foundation agrega:
“Bajo el punto de vista educacional, el estudiante, además de par­
ticipar en una cantidad variada de actividades profesionales, ob­
serva cómo la ley funciona en relación con un stractum de la so­
ciedad con el que a veces, no tiene contacto directo. Este contacto
tiende a crear no sólo experiencia práctica, sino también el cono­
cimiento de la miseria existente, de las reformas sociales necesarias,
haciéndole adquirir, al mismo tiempo, un elevado standard de éti­
ca profesional”.
La circunstancia esencial de que esas Escuelas sólo están al
servicio de aquellos que, por sus modestísimos recursos económicos,
están en la imposibilidad de contratar los servicios de un abogado,
— 422 —
elimina la posibilidad de la competencia entre Escuelas de Prácti­
ca y los bufetes. En cambio los estudiantes obtienen los positivos
beneficios de la práctica profesional que ahora carece de eficacia,
reducida como está a las muy contadas conferencias —dos o tres
por año— dictadas en el Colegio de Abogados, a los certificados,
generalmente de favor, expedidos por los maestros de práctica y
a las cátedras de práctica, que funcionan en la Facultad de Dere­
cho, desde 1935, cumpliendo una misión de muy limitados efec­
tos.

El proyecto de nuevo Estatuto Universitario crea en la Fa­


cultad de Ciencias Médicas el Instituto de Cirugía Ortopédica. La
Ortopedia, prevención y corrección de las deformaciones de los niños
por maniobras externas —así la definió Andry, su creador— es una
especialidad que tiene innegable trascendencia social, particularmen-
-te en la Traumatología, en la tuberculosis osteo articular y en la ci­
rugía de guerra. El número de traumatizados, que cotidianamente se
producen en el tráfico callejero, incrementado por el aumento de
vehículos motorizados o por los accidentes del trabajo, determi­
nan su importancia económico-social.
El Perú es uno de los países del mundo que da los más altos
porcentajes en tuberculosis. Es de vital urgencia para la naciona­
lidad prevenir y combatir eficazmente esta endemia. Mucho se ha
hecho, aunque todavía falte mucho por hacer contra la tuberculo­
sis pulmonar. En cambio el país no cuenta, hasta hoy, con los ele­
mentos necesarios para luchar contra la T. B. C. osteo articular.
No existen centros especializados en donde se pueda hacer el des­
pistare oportuno de la afección en sus indicios y no existen sana­
torios de mar y de montaña, cuya acción benéfica está ya defini­
tivamente consagrada por las autoridades médicas. Faltan espe­
cialistas que estudien a fondo el problema. Y faltan los Institutos
o Centros de Cirugía Ortopédica que orienten y normen las directi­
vas de esa acción.
Las necesidades de la defensa nacional se vinculan también a
este aspecto de la política sanitaria. El país tiene interés en que
los cirujanos traumatólogos del Ejército y las directivas ortopédi­
cas aplicables en caso de un conflicto armado estén respaldados
por la experiencia profesional. Por eso los institutos armados de
casi todos los países —a excepción del nuestro —tienen una per­
fecta organización de los Servicios traumatológicos en tiempo de
naz y de guerra.
Los numerosos Hospitales del Seguro Obrero que se han le­
— 423 —
vantado y que se levantarán en las distintas regiones del país van a
requerir^ para cumplir con eficacia su misión, el servicio de los es­
pecialistas en cirugía de huesos. No es aventurado predecir que no
contarán con el suficiente personal médico especializado.
Contrasta el progreso alcanzado por la ciencia ortopédica en
otros países con el estado, menos que embrionario, con que se encuen­
tra el nuestro. Hace más de un siglo, en 1839 se fundó en Floren­
cia el Instituto Ortopédico Toscano; en 1872 se creó el de Turin;
en 1874, el de Milán; en 1876, el de Mantua; en 1882, el de Bres­
cia; en 1888, el de Cremona; en 1896, el Instituto Rizzoli de Bo­
logna. Los demás países de Europa han marchado en el mismo
ritmo que el de Italia. Cátedras autónomas de Ortopedia y Trau-
matalogía existen en todas las Universidades europeas y no pocas
americanas, citando, entre estas últimas, las de E.E.U.U, Méjico,
Cuba, Brasil, Uruguay y Argentina. En el Perú, hace aproximada­
mente veinte años, se creó la Cátedra de Ortopedia, fusionada,
más tarde, con la de Cirugía General. En la actualidad existe per­
sonal médico peruano que fué enviado, para su perfeccionamien­
to, por la Facultad de Ciencias Médicas de Lima, al Instituto Rizzo­
li de Bologna. Un deber nacional y científico aconseja aprovechar
estos elementos que en la cátedra y en las sociedades científicas
han demostrado suficiente capacidad para desarrollar la cirugía
ortopédica en el Perú.
Ests antecedentes justifican, en la nueva legislación univer­
sitaria, la creación del Instituto de Cirugía Ortopédica que tendrá
a su cargo la enseñanza de la especialidad en la Facultad de Cien­
cias Médicas; la preparación de los médicos especialistas para que,
debidamente capacitados, llenen las plazas de cirujanos ortope­
distas que se creen en los hospitales de la República; la prepara­
ción del personal de enfermeras y enfermeros especializados; y el
desarrollo de una vasta acción social, dirigida a evitar inválidos y
defectuosos y a conseguir la readaptaeión social de los ya trata­
dos.

Las Escuelas de Odontología, y de Farmacia,, dependientes en


la actualidad de la Facultad de Ciencias Médicas, se emancipan de
ella, constituyendo Facultades independientes.
La Odontología tiene singular importancia en la salud pública,
a tal punto que no es discutible ya la necesidad de dar mayor am­
plitud a los estudios e investigaciones sobre la materia. El Dr. Ale­
jandro Deustua en su informe presentado al Supremo Gobierno, y
publicado en la Revista Universitaria de 1930, afirma que el desa-
5
— 424 —
rollo de la cultura odontológica “demanda la ampliación de las dis­
ciplinas establecidas, la posesión de mayores recursos económicos,
que permita satisfacer más grandes necesidades, la existencia de
mayor número de catedráticos preparados debidamente para el lle­
no de su misión y la de mayor número de alumnos dispuestos a re­
cibir enseñanza más vastas, más especiales y más profundas, deter­
minan la extensión y contenido de las enseñanzas universitarias”.
En sucesivos Congresos Odontológicos Latino-Americanos, a los
cuales ha concurrido el Perú, representado por Delegaciones Espe­
ciales, se ha recomendado la formación de Facultades de Odontolo­
gía, y la dación del título de Doctor en Odontología, considerando
seguramente que es deber de las universidades formar a los profe­
sionales en Odontolgía, en una institución amplia e independiente,
con sus propios . seminarios y campos de investigación científica,
como ha ocurrido en otros países de este continente, en Chile, Ar­
gentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Honduras, etc.
La creación de la Facultad de Odontología responde a un legí­
timo y profundo anhelo científico, cuya realización afronta, empe­
ro, poderosos obstáculos de índole económica. El presupuesto de
la actual Escuela de Odontología asciende a la suma de $ 72.000
anuales. Al elevarse la Escuela a la categoría de Facultad, se pro­
duciría un mayor gasto derivado del aumento de cátedras; de la
asimilación de los actuales profesores de la Escuela a la categoría
de catedráticos universitarios con sus derechos, goces y beneficios
correspondientes; de la creación y desdoblamiento de algunos cur­
sos de la especialidad; de la provisión de las jefaturas de Trabajos
Prácticos; de la ampliación de los servicios clínicos y del estableci­
miento de nuevos laboratorios. El presupuesto de la nueva Facul­
tad ascendería aproximadamente a la suma de $ 153.000.00 al año,
aproximadamente, lo que significa un aumento de $ 81.000.00 anua­
les, a los que habría que agregar el subsidio que, por una sola vez,
se le otorgaría para sus nuevos laboratorios y servicios clínicos. Es­
te mayor gasto excede, con creces, la capacidad económica de Ia
Universidad. No existe posibilidad alguna de que pueda cubrirse
con los ingresos del actual Presupuesto Universitario.
Crea también mi proyecto de Estatuto Universitario la Fa­
cultad die Farmacia, teniendo en cuenta el nivel apreciable que han
adquirido en nuestro país los estudios farmacéuticos; que nuestros
recursos naturales son propicios para una amplia y vigorosa in­
dustria farmacéutica, llamada a incrementar las fuentes de tra­
bajo y a evitar la descapitailzación; y que el Perú debe sumarse a
la organización universitaria de otros países que se integra con la
Facultad de Farmacia.
El anhelo de transformar el actual Instituto de Farmacia en
— 425 —
un centro de estudios facultativos, movimiento auspiciado por las
organizaciones de carácter científico, se exteriorizó ya, a raíz de la
promulgación del Estatuto Universitario del 14 de agosto de 1931
y del 28 de junio de 1935. No se obtuvo entonces le realización de
tan laudable propósito, aun cuando, por ser la ciencia farmacéutica
la auxiliar importante de las ciencias médicas, su adelanto y ampli­
tud deben ser paralelos a estas. Transformar la actual Escuela de
Farmacia en centro de estudios facultativos es ya una necesidad
impostergable, en armonía con la plausible tendencia de dar cada
vez mayor importancia a las ciencias auxiliares de la Medicina y a
desarrollar todos los estudios relacionados con ella. La creación de
la Facultad de Farmacia contribuirá al creciente progreso de los es­
tudios científicos en el país, Haciendo posible, además, la formación
del Instituto de Altos Estudios Industriales, tal como existe en otros
pueblos, lo que permitiría, en el nuestro, el aprovechamiento y ex­
plotación de nuestros variados recursos farmacéuticos.
Las Facultades de Odontología y Farmacia no podrían sin em­
bargo instalarse ni funcionar dentro de la actual capacidad econó­
mica de la Universidad. Los gastos que ambas demandan no pueden
cubrirse en el actual Presupuesto universitario. Por lo mismo, es
indispensable que el Estado contribuya al sostenimiento de los nue­
vos Institutos, ya creándoles rentas especiales, ya aumentando el
subsidio fiscal a la Universidad consignado en el Presupuesto Ge­
neral de la República. Mientras esto no se realice, no podrá cum­
plirse, en la práctica—pese al mandato de la ley escrita •—el anhe­
lo pedagógico de crear, perfeccionando nuestra organización uni­
versitaria, las Facultades de Odontología y Farmacia.

Saludables reformas introduce mi proyecto de Estatuto Univer­


sitario en la Facultad de Letras que se denominará, en lo sucesivo,
Facultad, de Filosofía, Historia, Letras y Pedagogía, y que, ade­
más de las secciones de cultura general y especializaciones que ac­
tualmente la constituyen, estará integrada por el Instituto de His­
toria, el Museo de Arqueología, el Instituto Central de Sicología y
Sicotecnia y la Academia de Idiomas. Se incorporará también, sin
taxativa alguna, a la estructura sustancial de esta Facultad, la
Sección de Pedagogía que funciona, desde hace algunos años, con
el más rotundo éxito.
La formación de los profesores de segunda enseñanza, para so­
lucionar este importante aspecto de la crisis en la educación públi­
ca, ha sido una de las funciones encomendadas a la Universidad. El
— 426 —
Dr. Javier Prado y Ugarteche, Rector de la Universidad de San
Marcos y Decano de la Facultad de Letras, preconizó, hace algunos
lustros, la creación en ella, de una Sección de Pedagogía, destinada
a la preparación del magisterio. Este magnífico ideal solo pudo
realizarse, en 1925, en mérito al dinamismo desplegado por el emi­
nente maestro de San Marcos y Decano entonces de la Facultad de
Letras, doctor Luis Miró Quesada; y fué así como, por obra suya,
comenzó a funcionar, en nuestros claustros, la Sección de Pedago­
gía cuyo éxito mereció que fuera ampliando su jurisdicción inte­
lectual hasta convertirse, con la reforma universitaria de 1931, en
el Instituto de Educación, de efímera existencia. Hace cuatro años,
por iniciativa fecunda del actual Decano de la Facultad de Letras,
doctor Horacio H. Urteaga, se restableció la Sección de Pedagogía,
que ha venido desarrollando sus funciones, con el más brillante
acierto, expresamente reconocido por los gobernantes del Perú, por
el Rectorado de la Universidad y poi’ el Parlamento.
El hoy Mariscal Benavides, al declinar el mando supremo el 8
de diciembre de 1939, dando cuenta de su gestión gubernativa en su
Mensaje al Congreso, dijo refiriéndose a la Sección de Pedagogía:
"Mi propósito ha sido que el magisterio peruano esté íntegramente
constituido por maestros que posean estudios y títulos pedagógi­
cos. Teniendo en cuenta el Estado el muy justo anhelo de la se­
gunda enseñanza de poseer maestros con ejecutorias de capacidad
y de moralidad, ha estimulado, eficazmente, la creación de la Sec­
ción de Pedagogía en la Facultad de Filosofía, Historia y Letras,
que funciona, con el mejor éxito, desde hace tres años, en la Uni­
versidad Mayor de San Marcos de Lima y de la que han salido ya,
debidamente preparadas, promociones de profesores de segunda
enseñanza, cuyos servicios deberán ser utilizados por el Estado, en
beneficio de la juventud estudiosa”.
El actual Presidente de la República, Don Manuel Prado, en el
trascendental Mensaje que leyó en el Congreso, al inaugurar la Le­
gislatura Ordinaria de 1940, en el capítulo relativo a la educación
pública, afirmó: ‘ ‘ Es digno de cálido aplauso el valioso aporte ele
las Universidades Oficiales en la preparación técnica del profesora­
do de segunda enseñanza. Desde hace cuatro años funciona, con
éxito, en la Universidad Mayor de San Marcos, integrando su Fa­
cultad de Filosofía, Historia y Letras, la Sección de Pedagogía, en
la que se preparan los profesores de instrucción secundaria, dotados
con la cultura superior, exigida para los bachilleratos en Ciencias
y Letras y con el acervo de la especializaron pedagógica en las dis­
tintas ramas de la enseñanza en la que van a prestar sus servicios.
Es innegable la eficiencia intelectual de estos maestros de segunda
— 427 —

enseñanza, cuyo espíritu se lia enriquecido con una sólida cultura


universitaria”.
En análogos términos se expresó el Rector Accidental de la
Universidad de San Marcos, Dr. Carlos Villarán, en su Memoria,
leída en la inauguración del año académico de 1940.
El Parlamento, convencido de la meritísima labor desarrollada
por la Sección de Pedagogía, le acordó, a iniciativa mía, en la pasa-
de legislatura, un módico, pero significativo subsidio de cinco mil
soles oro anuales, que ha sido mantenido, hasta hoy, por el Ministe­
rio de Educación Pública, en el respectivo proyecto de Presupuesto
del Ramo.
Todos estos antecedentes justifican, pues, plenamente, la in­
corporación definitiva de la Sección Pedagógica a la estructura
fundamental de la Facultad de Letras. Sus maestros, que hoy tie­
nen el carácter de profesores contratados por un período anual,
prorrogable, se incorporarán al claustro con las mismas prerroga­
tivas, derechos y goces de los demás catedráticos universitarios.
En mi empeño de rodear a la enseñanza secundaria de las má­
ximas garantías pedagógicas, he dispuesto, en mi proyecto de Esta­
tuto, que para ser funcionario administrativo en el Ramo de Ins­
trucción, Director de Colegio Nacional o Particular, y profesor de
segunda enseñanza en los planteles oficiales o particulares, se exi­
girá el título de Doctor en Pedagogía, expedido por la Facultad de
Letras o el de profesor de segunda enseñanza otorgado por el Ins­
tituto Pedagógico Nacional, o el de graduado en las Facultades de
Letras o Ciencias, con anterioridad a 1937. El Ministerio d-e Educa­
ción Pública, no expedirá, en lo sucesivo, ningún nombramiento
administrativo o pedagógico a quienes carezcan de estos títulos y
supervig'ilará que en los planteles particulares se cumpla estricta­
mente esta disposición, procediendo a cancelar, tanto en la Admi­
nistración Pública como en los planteles nacionales o particulares
los nuevos nombramientos que se efectuasen contraviniendo este
mandato. Los actuales funcionarios administrativos, o profesores de
segunda enseñanza, que no poseyeran esos títulos, deberán adqui­
rirlos, dentro del plazo improrrogable de cinco años, vencido el
cual quedarán automáticamente cancelados en sus funciones, si
hasta entonces no los hubieren obtenido det conformidad con la ley.
Execptúase a los graduados en Letras o Ciencias y a quienes hayan
ejercido, durante más de diez años, el profesorado en los Colegios
Nacionales de la República.
Créase! en la Facultad de Filosofía, Historia, Letras y Pedago­
gía, el Instituto de Historia, del Perú, integrado, bajo la dirección
del Decano, por los catedráticos de todos los cursos de historia na-
— 428 —
cional, a fin de orientar y estimular los estudios e investigaciones
en nuestro pasado. El Instituto otorgará certificados de eficiencia a
quienes la hayan acreditado, en su seno, en los respectivos ciclos de
estudios e investigaciones. Estos certificados serán exigidos para la
enseñanza de la historia patria, en las escuelas y colegios; para el
desempeño de cargos de conservadores, jefes de sección o directores
de museos históricos, inspectores o visitadores de monumentos na­
cionales, guías o cicerones, jefes de seminario de Historia del Perú
en las Universidades y, en general, a los funcionarios relacionados
con esta disciplina.
Para obtener el Certificado de Eficiencia en el Instituto de
Historia del Perú se requiere haber cursado dos años las materias
relativas a la historia nacional y haber sido aprobado en las pruebas
correspondientes; haber practicado cuando menos un semestre en al­
guno de los museos nacionales, lo que se ereditará con el certifi­
cado del respectivo director; y haber presentado un trabajo de
investigación que haya merecido calificación aprobatoria. Como un
medio eficaz de estimular la investigación, el Instituto, anualmente,
encargará a uno de los catedráticos la exclusiva labor de seminario,
eximiéndolo de la enseñanza, durante ese período.

Crea, también, mi proyecto de Estatuto, en la Facultad de Le­


tras, el Instituto Central de Sicología y Sicotecnia, destinado a
los diversas aplicaciones sicológicas en las actividades pertinentes
del país y a la investigación de sus fundamentos. Sirven de base pa­
ra la organización de este nuevo Instituto, el Gabinete de Sicología
Experimental, dotándolo de todos los medios necesarios para su
mejor funcionamiento, a saber: Sicología Escolar, Selección pa­
ra el ingreso a los institutos de enseñanza superior. Orientación
Profesional, Eficiencia Ocupacional y Criminología. Cada uno de
estos servicios tiene una finalidad específica de indiscutible impor­
tancia en la vida individual y colectiva.
El servicio de Sicología Escolar tendría por objeto elegir los
aspirantes a estudios superiores en las Universidades y Altas Es­
cuelas (Militar, Ingeniero, Agricultura, etc), con provecho para el
trabajo del cuerpo docente y del alumnado; comprobar, en la per­
sonalidad de los alumnos, su grado de capacidad mental, su tempe­
ramento y su carácter, en relación con las necesidades del país, en
sus sectores regionales y profesionales; controlar el rendimiento del
trabajo magisterial; atender consultas sobre casos especiales de edu-
cabilidad difícil en colaboración con los médicos; la re-educación
— 429 “
de los adultos desadaptados; y el control en la enseñanza, de los ni­
ños anormales (ciegos, sordos, mudos, etc.)
El servicio de exámenes de Selección Profesional se articula­
ría con los institutos armados, ejército, marina, aviación, policía y
tráfico, así como con las empresas de interés público (Correos, Te­
légrafos, alumbrado, etc), o las particulares, comerciales e indus­
triales que solicitaran su colaboración.
El servicio de Orientación Profesional, guía indispensable pa­
ra el éxito en la vida, canalizará las aspiraciones de líos jóvenes, im­
pidiéndoles el gran error de elegir una profesión para la cual no
tienen aptitudes.
El servicio consultor de Eficiencia Ocupacional tendría por ob­
jeto el entrenamiento de los aprendices y empleados; la revisión
de los métodos y condiciones del trabajo, con respecto a la seguri­
dad; el estudio del cansancio y agotamiento de las energías corpo­
rales y mentales por influencias del tiempo del trabajo, de la tem­
peratura, limpieza, presión del aire, polvo, iluminación, etc.
El Instituto podría ayudar a los médicos en el diagnóstico de
las enfermedades mentales, sicoterapia y terapia ocupacional de
los lisiados y accidentados; y trataría, a su vez, de determinados
problemas penales, entre otros el diagnóstico del criminal entre di­
versos hombres sospechosos; el valor del testimonio, particular­
mente en el trato con niños; y los métodos de corrección para el
delincuente.

i El Estatuto proyectado eleva el rango de las Universida­


des de Arequipa, Trujillo y Cuzco, abrogando la denominación de
“Menores” que no está concorde ni con su abolengo intelectual, ni
con sus tradiciones, ni con la importancia de la labor que ellas reali­
zan. En adelante esas Universidades serán “Nacionales”, mante­
niéndose estrictamente su autonomía y respetándose la tradicional
organización de sus Facultades matrices, como las de Derecho. Ri­
gen para estas Universidades las mismas disposiciones del Estatuto
para la Universidad Mayor de San Marcos, en todo lo que no con­
traríen sus condiciones peculiares. Funcionarán en ellas las Facul­
tades de Derecho, Letras y Ciencias, podiendo los respectivos Con­
sejos Universitarios crear cursos de enseñanza técnica como de Ga­
nadería, Artes, Industriales o Comercio, formando con ellos Secciones
bajo la dirección y vigilancia inmediata del Rector. Las Secciones
o Institutos de Farmacia, establecidas o que puedan establecerse,
otorgarán los títulos de farmacéuticos y químicos-farmacéuticos.
En la Facultad de Letras de todas estas Universidades existirá una
— 430 —
Sección Arqueológica-Históriea que tendrá como anexos el Museo y
el Archivo. Y aparte de su alta función cultural, profesional y téc­
nica, las Universidades de Arequipa, Cuzco y Trujillo están obliga­
das al estudio, investigación y apreciación científica de todos los
aspectos de la región en la cual ejercitan sus actividades pedagógi­
cas.

La creación de Universidades es atribución exclusiva del Esta­


do, por medio de leyes especiales. El último título de mi proyecto
de Estatuto se relaciona con la Universidad Católica del Perú y sus
actividades. El plan de estudios de las Universidades particulares
deberá ser, obligatoriamente, el mismo que el de las Universidades
Nacionales. El Ministerio de Educación Pública supervigilará la
enseñanza superior, dictada en establecimientos particulares, a fin
de garantizar junto con su eficacia, la idoneidad de su personal. Se
mantiene, en sus lincamientos generales, el sistema vigente en la
Universidad Católica. Los Jurado Oficiales Examinadores, inte­
grados por representantes del Ministerio de Educación Pública y
de la Universidad Católica, a los que se añadirán los delegados de
la Facultad de Letras de San Marcos y del Instituto Histórico del
Perú para los grados académicos de Letras, y de la Facultad de De­
recho de San Marcos y del Colegio de Abogados de Lima, para los de
la Facultad de Derecho, antes de cumplir sus funciones en la Univer­
sidad Católica, deberán comprobar si el personal directivo docente
reune las condiciones exigidas para el de las Universidades Naciona­
les; si la enseñanza se sujeta estrictamente al plan de estudios que
en ellas rige; y si los requisitos para los grados y certificados son
los mismos que en las Universidades Oficiales.

La Universidad es la expresión más elevada y más pura de


la cultura y de la educación de un pueblo y ha sido siempre, a tra­
vés de la distintas épocas históricas de la humanidad, altar donde
tuvieron culto permanente los altos ideales, laboratorio de incesan­
te investigación, crisol y fragua donde se forjaron las grandes
orientaciones directrices de las colectividades.
Las Universidades de Atenas y de Alejandría, expresión del
pensamiento helénico y síntesis de su genio, fueron en la Anti­
güedad, los .potentes focos que alumbraron el camino del mundo.
Presencia el Medieovo la acción influyente de las Universidades,
con sus títulos y sus privilegios, concedidos unas veces por el Papa
— 43i —
y otras por los Emperadores; con sus fueros privativos, casi siem­
pre respetados; con su espíritu escolástico, signo de la época; con
su aristotelismo que predomina sobre las doctrinas platónicas;
y su régimen democrático, en contraste con el absolutismo político
y el dogmatismo religioso para equilibrar así, armoniosamente,
el temperamento colectivo de la Edad Media. Mantienen las Uni­
versidades, en los Tiempos Modernos, su acción directriz en los
grandes movimientos históricos. Adoptan, por eso, los ideales peda­
gógicos del Renacimiento en la reivindicación de las culturas clásicas
y en los anhelos del humanismo. Posteriormente, desde Magde-
burgo, la Universidad es uno de los núcleos directores de la Reforma.
Y son luego las Universidades Católicas, bajo el impulso de la
beligerancia doctrinaria, las que, enfrentándose a ese movimiento,
multiplican la acción contra-reformadora. En la época contempo­
ránea las universidades siguen constituyendo el “alma-mater” de
los pueblos, cuyos anhelos, inquietudes y preocupaciones reflejan.
Ellas son el magnífico escenario de la cultura. Superan el plano de
las artes. Abren las perspectivas de la filosofía. Descubren nuevos
horizontes en las ciencias. Y van forjando, de esta suerte, en sus
múltiples aspectos, las acertadas soluciones exigidas por la reali­
dad nacional.
Tiene el Perú, por fortuna, una gloriosa tradición universita­
ria. Hace cuatro siglos se fundó, en nuestra Capital, la mas an­
tigua Universidad de este continente. Forjaron luego la “élite”
espiritual, directora del Virreinato, las Universidades Mayor de
San Marcos de Lima, de San Cristóbal de Huamanga, de San Mar­
tín y San Antonio Abad del Cuzco. En los años epónimos de la
emancipación, crea el Libertador Bolívar, durante su breve estada
en Trujillo, antes de los días gloriosos de Junin y Ayacucho, la
Universidad de La Libertad, puesta, por acuerdo unánime del
claustro, bajo la advocación de Santo Tomás y de Santa Rosa de
Lima. En horas de intenso fervor espiritual, se funda en Arequipa
la Universidad del Gran Padre San Agustín.
Nuestras Universidades han cumplido, casi siempre, su alta
función directriz en la vida nacional. Maestros esclarecidos han
pasado por sus cátedras. En sus aulas se educaron las juventudes
que, más tarde, ya en su madurez, tuvieron acción predominante
en nuestra democracia y asumieron la patriótica responsabilidad
de manejar los destinos de la República. En todo instante las Uni­
versidades mantuvieron, muy en alto, los fueros que enaltecen a
nuestra cultura.
Toda reforma de la legislación universitaria debe estar, por lo
mismo, inspirada en la necesidad de mantener los prestigios histó­
— 432 —
ricos y las tradiciones culturales de nuestras Universidades; de acre­
centar sus funciones orientadoras en la vida de la Nación, desde el
alto plano de la serenidad doctrinaria, exenta en absoluto de toda
beligerancia política o partidarista; de perfeccionar, cada vez con
mayor empeño, los múltiples engranajes de su acción docente; y
de convertirlas en vastos laboratorios donde se analicen, estudien
y resuelvan los problemas científicos, económicos y sociales, a los
que tan estrechamente se vinculan las ejecutorias de nuestra cul­
tura y el progreso de la República.

Lima, octubre de 1940.


Roberto Mac-Lean y Estenós.
— 433 —

ALGUNOS ASPECTOS
DE LA NOVELA ARGENTINA.
CONFERENCIA DEL DOCTOR ANTONIO AITA
PRONUNCIADA EN LA FACULTAD DE LETRAS

El doctor Aíta inició su conferencia sobre “Algunos aspectos


de la novela argentina”, haciendo notar que en 1896, año de la
aparición de Rubén Darío en los círculos literarios argentinos, la
generación precedente, en la que sobresalieron Miguel Gané, Eduar­
do Wilde, Lucio López, Goyena, Mansilla, había cultivado el en­
sayo, la poesía, impresiones de viaje, filosofía ligera, cuadros de
costumbres, pero no había tratado la novela. Sin embargo—dice—
aunque vacilante en su conjunto, esa generación comenzó el es­
tudio de la sociedad argentina, de sus tipos y costumbres; faltan­
do en sus relatos novelados o novelescos “ la seguridad técnica, el
arte de la composición y la perspectiva: la trama no está traba­
da, los caracteres no alcanzan a modelarse, ni las formas verbales
a vestir con armonía el pensamiento”. Recuerda a Lucio López
que en 1884 pintó un cuadro de la sociedad porteña del Buenos Ai­
res de 1880; a Cambaceres, autor de “En la sangre”, que traía el
“fervor de un naturalismo exacerbado”; a Julián Martel, autor
de “La Bolsa”, “el intento más serio de creación novelesca hecho
en esa época”; y a Francisco Sicardi de “El libro extraño”. Y ha­
ce a continuación un interesante estudio de lo que creían los es­
critores argentinos a la aparición del gran bardo nicaragüense
con sus nuevas inquietudes estéticas “más sensibles a la realidad
espiritual del momento que las ideas del Evangelio Social de Za­
lá, que ejercía una gran influencia en los centros de acción polí­
tica y social”; diciendo que estos escritores acogieron con repu­
dio a los que cultivaban formas nuevas, a los deseaban inculcar
la expresión musical en la frase, que amaban el matiz sin confun­
dir el vigor con la violencia, lo gigantesco con lo tumultuoso. “Fren­
te a esas inteligencias juveniles, que amaban la disciplina del ar­
te, era lógico el choque de tan diversas sensibilidades”.
Dijo, luego, el doctor Aíta, que la novela y el cuento apare­
cieron con la generación que dió a luz la revista “Ideas” en 1900,
— 434 —
dirigida por Manuel Gálvez y Ricardo Olivera. Hace ver que “La
gloria de Don Ramiro” de Rodríguez Larreta, aunque éste por su
edad podría ser de la generación anterior, pertenece a la época de
“Ideas”, en que se va perfilando una nueva sensibilidad en la
cultura argentina. Insiste en que el verdadero movimiento lite­
rario argentino se inició en 1896, con Rubén Darío, y hace un ágil y
certero estudio de aquel, en el que un “grupo de escritores, que
entonces aparecían como revolucionarios, hizo del arte literario
una expresión de belleza”, destacando al poeta Leopoldo Lugo-
nes, como el único escritor representativo en el grupo que rodeó
a Darío y ocupándose en forma elevada de la llamada genera­
ción de Lugones, a la que pertenecieron espíritus tan finos como
Angel de Estrada y Roberto Payró, y un pensador original y agu­
do como Ingenieros
Ocupóse ampliamente en la obra de los creadores argentinos
de la novela y el cuento, que no son los del grupo de Darío, sino
los de la revista “Ideas”, grupo al que le cupo la misma suerte
que al del 98 en España, avivando el amor por el paisaje y los
caracteres nacionales; y en el que destacó a Gálvez, Quiroga y
Rojas, que traen el paisaje nativo, los temas de inspiración au­
tóctona; afirmando su preferencia de la emoción del paisaje hu­
mano de “Don Segundo Sombra”, sobre los episodios novelescos
de Estrada. Se refirió también con sumo acierto a la situación
estética de Darío en la cultura argentina, demostrando la influen­
cia parnasiana que vino con él y se mantuvo por algún tiempo;
así como la de la literatura francesa, dentro de la que además
de lo parnasiano se marca lo romántico. Señala, luego, la tenden­
cia de los poetas de entonces, como Oyuela, los románticos como
Olegario Andrade y Rafael Obligado y los helenistas como Guido
Spano. En cuanto a los prosistas de 1880, como Eduardo Wilde
y Miguel Gané, dice que tuvieron influencia literaria inglesa; ci­
tando también a Lucio V. Mansilla, autor de “Una excursión a los
indios ranqueles”; a Carlos María Oeantos, en quien—dice—se
advierte marcada preferencia por los novelistas españoles Pereda,
Pérez Galdós y Valera, al propio tiempo que declara que la lite­
ratura española no era entonces muy conocida, salvo uno que otro
clásico; y a Avellaneda, en quien es notoria la influencia de Cha­
teaubriand. El predominio del romanticismo francés—explicó—ini­
cíase en 1830 en la “Asociación de Mayo” con Esteban Echeva­
rría y duró hasta 1890, en que comenzó a ser desalojado por el
evangelio social del naturalismo, cuyo animador fué Zolá, cuya
influencia señálase mucho en la novela de Martel, así como la de
Balzac. Añadió que el principal representante de la escuela natu­
ralista fué Cambaceres. Y prosiguiendo en su crítica acerca de
la influencia literaria francesa dijo que, después, fueron conocí-
— 435 —
dos los simbolistas, citando los poetas y novelistas franceses de
esta escuela y de otras que eran más leídos e imitados en la última
década del siglo pasado y primera del presente, incluyendo a Oscar
Wilde, y Edgard Allan Poe (leídos en francés), como D’Annun­
zio, y los afrancesados Azorín, Valle Inclán y el poeta Juan Ra­
món Jiménez.
Señaló, luego, el curso literario seguido en la Argentina a
partir de la guerra que estalló en 1914, que acusa preferencia por
los temas vernáculos; así como las inquietudes artísticas de todo
género aparecidas post-guerra, como los fenómenos vanguardis­
tas, surrealistas, que imitan no pocos escritores jóvenes. Florece
una generación literaria en torno del personaje del más grande
poema gauchesco, Martín Fierro, que da su nombre a la revista
literaria que les sirve de expresión; y el conferencista cita al poe­
ta y ensayista Jorge Luis Borges y al Poeta Oliverio Girondo,
dos brillantes figuras de esa generación cuyo movimiento, “que
no llegó a ejercer una gran influencia en nuestra literatura, agi­
tó un poco nuestro ambiente”. Refiriéndose a las preocupaciones
de orden religioso, recuerda a Delfina Bunge de Gálvez, Gusta­
vo Franceschi, Tomás Casares y al poeta Francisco Luis Bernár­
dez. Se refirió a continuación, a la personalidad literaria de Lu-
gones, ocupándose de la significación de la poesía argentina entre
1905 y 1917, lapso en el que señala tres épocas que corresponden
a la aparición de Lugones, de Enrique Brachs y de Fernández
Moreno, épocas y figuras a que dedica algunos amenos e intere­
santes párrafos de su conferencia. El doctor Aíta recitó de Leo­
poldo Lugones el soneto “Delectación amorosa” (De los Crepúscu­
los del Jardín); de Enrique Banehs la “Balada del Sol” y el so­
neto “Espíritu gentil que de Vallclusa..de Fernández Moreno
“La vaca muerta”; y de Francisco. Luis Bernárdez el soneto “El
día”, composiciones poéticas que fueron calurosamente aplaudi­
das.
Luego trató de la obra del novelista Roberto Payró, “que
se resiente de cierta facilidad para escribir que adquirió en su
larga vida de periodista, de la que está casi siempre ausente el
análisis psicológico de los caracteres y la construcción artística”.
Después de glosar muy someramente las novelas de Payró, hizo
una comparación crítica entre la obra de éste y las novelas de
Angel de Estrada, más artista que aquél, dueño de gran cultura
literaria y de fina sensibilidad estética, estudiando al propio tiem­
po al autor de “Redención”.
Se ocupó, en seguida, de Enrique Rodríguez Larreta, el au­
tor de “La gloria de Don Ramiro”—prosa clara y armoniosa, imá­
genes suntuosas y pasiones frenadas por la belleza estética—, de
“Zogoibí”—estilizada visión de la pampa y sin auténtico contenido
— 436 —
real. Luego, de Manuel Gálvez, el autor de “La maestra normal”
y de “La sombra del convento” que constituyen las expresiones
más artísticas con que cuenta la novela argentina”, en la que “el
paisaje provinciano ha sido tratado con tanta intensidad artísti­
ca que, a veces, al abandonar por un momento la lectura de la
novela, hemos sentido en torno nuestro la ignorada tragedia que
rueda por las calles desiertas, y el hondo misterio de la noche en
aquellas calles de La Rioja, perfumadas por el aroma de los li­
moneros en flor”. A continuación, de Horacio Quiroga, uruguayo
de origen, autor de “Anaconda” “una de las personalidades de
contornos más vigorosos de las letras americanas”; y de Paul
Groussac, belga de nacionalidad, que dedicó 40 años de su vida
al estudio de la conciencia argentina; en seguida, de Carlos Al­
berto Leumann y Eduardo Mallea, cultores de la biografía nove­
lada de personajes amorosos y de la psicología del ambiente so­
cial, citando del último “Historia de una pasión argentina”, de
reciente aparición. Finalizó su conferencia el doctor Aíta recor­
dando a Ricardo Güiraldes, el autor de la famosa novela “Don
Segundo Sombra”, que da perfil a la literatura argentina, y de
otras dos novelas, “Xamaiea” y “Rosaura” de las que hizo lige-
rísima exposición, y a Benito Lynch, autor de “Los caranchos de
la Florida” y de “El inglés de los güesos” que comparte con
Güiraldes el prestigio legítimo en el género de la novela gauches­
ca, elogiando su obra en términos plenos de emoción. “Igual preo­
cupación por la vida del campo, por los afanes e inquietudes del
hombre de nuestra campiña, aparecen en las novelas de Aceve­
do Díaz, en los cuentos de Mateo Booz y de Juan Carlos Dáva-
los.
“También se asoma a la páginas de algunos libros de Hugo
Wast. La novela de costumbres ha adquirido entre nosotros en
los últimos años un desarrollo extraordinario. Todas las comar­
cas de nuestro territorio cuentan con agudos y perspicaces na­
rradores ; es así como la literatura, argentina, que hasta (hace
pocos años contaba como único centró de actividad literaria del
país a la capital política de la Nación, su misma vitalidad ha de­
terminado la formación de pequeños grupos provincianos, los que
con preferencia se han dedicado al estudio de la historia y de las
costumbres de cada región. De ese modo, de lo particular han ido
a lo general, y estas obras, en las que alienta un poderoso soplo
humano, irán lentamente pasando al dominio de lo universal, que
es la única forma de que una literatura pueda ofrecer su mensaje
al mundo; de ser escuchado y de perdurar.
“Pues sólo a través de lo que tienen de particular se puede
valorar el aporte que han hecho a la cultura de la humanidad. Lo
esencial en una literatura no es asimilar el contorno de las cosas,
— 437 —
lo exterior de otros países, sino penetrar en lo auténtico de su es­
píritu y aprovecharlo para la propia obra. Es lo que está ocurrien­
do con la literatura argentina. Nuestras letras se encuentran en
un comienzo, yo diría, alargando la visión, en un magnífico comien­
zo, incluyendo a todas las de nuestro Continente, pues, en verdad,
todo proceso de creación es siempre un comienzo, cuando en rea­
lidad posee un sentido de futuro”.
SEMINARIO DE LETRAS

“FILM” DE BEATRIZ.

En el primer semestre del presente año universitario, desem­


peñé accidentalmente la Cátedra de Historia de la Literatura Mo­
derna, con motivo del viaje del profesor de la misma, Dr. Manuel
Beltroy. Dedicamos ese tiempo a estudiar la personalidad del Dan­
te. La simpatía que en los alumnos despertó la figura de Beatriz,
dió origen a una serie de ensayos que enfocaban aspectos diversos
y complementarios de su imagen literaria. Aunque la limitación
del espacio nos obliga a publicar sólo tres de los más brillantes,
suscritos por Peñaloza, Velarde y Ledgard, sin embargo quiero
decir cuáles fueron los temas desarrollados y sus autores, ya que
su sola enumeración convence de la originalidad y el cariño que
pusieron en este “film” de Beatriz.
Hortensia Toledo Parra escribió sobre “Beatriz Histórica”;
Ada de Castillo hizo el paralelo entre Beatriz y Laura; Amalia
Cavero analizó a “Beatriz en la Angustia del Dante”; Germina
Villar enfocó a “Beatriz en el goce del Dante”; Leonor Breña dió
la visión de “La Mujer de la Ventana”; Alejandro Torres descri­
bió a “Beatriz en el Paraíso Terrenal”; Teodoro Meneses fijó la
importancia de “Beatriz en la Vita Nova” y finalmente Julio Me­
neses destacó su actuación en “El Cielo”. Todos ellos demostra­
ron el interés y la simpatía intelectual que amerita un verdadero
trabajo de investigación.
— 439 —

BEATRIZ COMO ESENCIA

El problema de Beatriz como esencia es el problema de Bea­


triz en el amor del Dante. Es la imagen que Dante nos da de ella
en su amor, esa figura que se delinea dulcemente en su nueve años
y que persiste hasta el esplendor del Paraíso. Beatriz real no cuen­
ta. Es sólo el motivo de una gigantesca construcción del poeta. Se
muestra así un sumirse en la vida interior propio de la época. Es
uno mismo con su fantasía que hace pie en la realidad. Uno ve la
fantasía como todo y la realidad disminuida, vuelta cosa callada,
simple cimiento. Algo que a la larga es imposible que subsista.
Pues lo real siempre es real. El hombre siempre naturalmente lo
siente, y de aquí le resultan deseos que no puede matar, que sólo
pueden ser satisfechos en la realidad y no en la fantasía.
El amor romántico, imposible, hecho de imágenes, amor en
cierto modo plano, sin relieve, penosamente huido de las personas
concretas, doloroso, se hace presente aquí. Dante no ama a Bea­
triz Portinari, hija de Fulco, nacida en Florencia. O mejor, la
ama pero en modo erróneo. Su Bice, su dulce Bice, es esa mujer
que pasa frente a él. Toda su naturaleza lo empuja a ella. Goza
viéndola, contemplando sus ojos y su boca, “con bella comparanza
los balcones del alma”. Y sin embargo ella está distante, tanto
como puede estarlo lo más lejano.
Esto es algo que debe verse claro. Es difícil decirlo. Cuando
hablamos de fantasía contraponiéndola a lo real, hemos en verdad
contrapuesto no la fantasía misma ni lo real mismo sino sus carac­
terísticas: la tangibilidad, la resistencialidad del mundo concreto
y la intangibilidad de lo imaginativo. La posición del Dante y del
amor romántico no es la de un amor imaginado. Se trata de «n
amor verdadero, real, —esto hay que aceptarlo—, pero puesto en
trance de imaginado. Es la realidad, mas despojada de su atributo
esencial: la resistencia.
Esto precisamente lo terrible. “Ver” la realidad torcida, de
repente aplanada, y “sentirla” como es, llena de perspectividad.
En el romántico hay una escisión. Su amor—natural— que le ha­
ce amar como todos, jamás puede llegar a su fin, se vuelve amor
imposible, porque hay algo interno que le pone un obstáculo y lo
detiene: él ignora lo espacial, fuente de toda posibilidad de acción.
Se queda en el puro contemplar y lamentarse.
7
— 440 —
Así, la realidad ha perdido su categoría fundamental, es sólo
un conjunto de motivos y el poeta se queda con lo que “ve” y
con lo que construye alrededor de lo que ve y nada más. Se suma
en sí. No porque nadie lo obligue, sino porque es su manera de con­
templar al mundo. No, tampoco, abandonando la realidad para in­
ternarse en lo subjetivo, sino quedándose en una realidad de dos
dimensiones. Es el sumirse en sí más trágico, pues nada en aparien­
cia ha cambiado. Afuera el día es el mismo, los árboles se agitan co­
mo siempre, la gente cruza y se pierde.
El problema de Beatriz como esencia es pues el problema de
Beatriz sin espacio (1). Es en último término, si se mira bien, el
problema del Dante, mismo, como ser.
II
Tal problema que acabamos de plantear sólo puede resolver­
se en un solo terreno. Si se trata de ver a Beatriz, la Beatriz real,
pero reducida a imagen, debemos acudir al tiempo en que Beatriz
era real. Es decir al tiempo en que Dante la amó de cuerpo pre­
sente—pero alejada. Y esto es indudablemente tomar la Vita
Nuova.
Esto qne decimos es exacto. La Vita Nuova es el punto de par­
tida. Es la base real. El amor escidido y amargo, pero llevado ade­
lante, apretando los dientes y los puños. Después de aquí todo se­
rá dar vueltas sobre el mismo punto. O elevarse poco a poco hasta
el cielo. Pero no será salir más allá.
En verdad conmueve un poco ver cómo los mismos detalles se
repiten en diversas obras. Dante los dice en la Vita Nuova. Vuel­
ve a decirlos en los Canzonieri. Los dice otra vez en el Convivio.
Después en la Divina Comedia. Es, pese a todo, una pasión profun­
da que se ha clavado en su alma —en su alma racional, como él
seguramente especificaría.
La Vita Nuova así nos proporciona la Beatriz que buscamos,
Y por ende nos muestra al Dante en su ser. Muerta Beatriz ya no
la veremos más como forma—como forma de algo real, sino comb
recuerdo. El Convivio será por eso nada más que una enorme fun-
damentación del amor, tal como apareció en la Vita Nuova. El Con­
vivio, con el bagaje de la ciencia aristotélica;—medioeval—y con
múltiples disgresiones—tratará de asegurar el carácter real de ese
amor (su aspecto metafíisico) y además su carácter especial. Mien­
tras en la Vita Nuova hemos de tener al amor en general y al amor

(1) Esto es, Beatriz no concreta; más bien formal, aunque real. En­
tiéndese, pués, espacio de tres dimensiones.
— 441 —
del Dante, en el Convivio tendremos la teoría (metafísica) del
amor en general y del amor del Dante.

Confieso que en aquel momento el espíritu de la vida —co­


mienza el Dante, y va luego explayando su descripción. Hermosa­
mente la figura de Beatriz se ha presentado ante sus ojos. Dante
presiente la grandeza de este encuentro. Muchos signos de ello
aparecen en él. Hablan sus tres virtudes. Y ya desde aquí las coor­
denadas de su amor quedan trazadas. Lo natural, vegetativo, es
individual y lo más bajo. El sexo queda proscrito. “Nunca—di­
ce—permití que Amor me gobernase sin el consejo fiel de la ra­
zón”. Más allá, el alma vital se estremece y reconoce que ha llega­
do quien ha de señorearla. Sólo el espíritu animal, sensitivo, ha­
blando “a los espíritus de la vista en especial” sabe que será en­
canto de los ojos (2).
Se observa ya que son los ojos el enlace con el mundo de afue­
ra. Con los ojos la razón conoce. A partir de los ojos aparece el
amor. No puede conocerse ni amar sino a través de los ojos. Amor,
ahora, y razón, no son principios que ise contraponen. Desde que la
razón es siempre recta es un punto, en cuanto se opone a los ins­
tintos, amor sin razón será propio del alma vil. Será amor bajo,
sin freno (3). Sólo el amor con razón es puro (4). No baja a lo se­
xual. Y aun trastorna a las almas inferiores. “Desde que tuve esta
visión comenzó mi espíritu natural a hallarse impedido en sus fun­
ciones”.
Así, el amor del Dante es la felicidad de sus ojos y al mismo
tiempo la felicidad de su alma racional. Es, en último término,
una felicidad antieorporal. En los momentos álgidos, cuando la
dulce Beatriz estaba frente al Dante, todo el hombre que era el
Dante se volvía flecha de amor hacia Beatriz. Eran la acción, la
naturalidad, el mundo verdadero —con razón, con vida y con se­
xo— que se manifestaban. Pero encima estaba la estructura sico­
lógica del Dante, estructura recortada, que veía al mundo de ma-

(2) Vita Nuova, cap. II, Ed. Sansoni, Firenze.—Los espíritus natural
y vital corresponden al alma vegetativa, y el espíritu animal al alma sen­
sitiva. El alma racional no es tomada en cuenta aquí todavía, sino más ade­
lante (pág. 8; 9). Por eso, por su calidad inferior, el mismo espíritu animal
será dominado por el amor (cf. Canzonieri LXVII, 5 y 6).
(3) El amor bajo no es verdaderamente amor, sino deseo sin nobleza. Cf.
parte IH.
(4) El amor puro es el único amor, porque es deseo con nobleza, diri­
gido siempre a la virtud y a la verdad. Cf. parte IH.
— 442 —
ñera especial. Y de nada valía sentirse humano si esta humanidad
no caía dentro del radio de acción de lo “comprendido”, de lo
“tenido en cuenta”. Al fin, ni la acción ni la humanidad se crista­
lizaban. Y Dante era otra vez un contemplador, y Beatriz una
esencia, una forma sin tangibilidad. “Levanté los ojos—dice— y
vi a la gentilísima Beatriz. Entonces por la fuerza que el Amor ad­
quirió, aniquiláronse de modo mis espíritus que sólo quedaron con
vida los de la vista” (5). Y esto era como suicida. Pues quedando
ellos vivos, más aumentaría, su amor y más aniquilado sería. Tal
lucha entre el hacer y el ver hacen desplomes en su conciencia. Eso
no es algo sencillo. “He puesto—dice— mis pies en aquel límite
de la existencia del cual no se puede pasar con el intento de vol­
ver”.
No ha sido nunca mi ventura tanta
que no sienta en mi ser todo su estrago (6)
Mas en este volver esencia (forma) a Beatriz hay un elemento
de actividad que no debe olvidarse. Es tan sencillo y tan ingenuo
que pasa desapercibido, aun para el mismo Dante. De manera que
cae en cuenta de ello sólo cuando por un hecho accidental es supri­
mido.
Dante, que tendía por todos los medios a evitar cualquier oca­
sión de actividad, aun la más indirecta, que diese a conocer su
amor por Beatriz, vió que era necesario “escudarse” (7). Fué este
un cierto modo simbólico de realizar su amor. Ya que aunque no
quisiera, siempre algo de él saldría hacia afuera, lo único capaz de
conciliar esta cosa natural con su manera de amar, era fingir que
amaba a otra persona.
Pero entonces Beatriz le negó el saludo (8). El dolor del sa­
ludo negado habla su intensidad como nunca lo hubiera creído el
Dante. Muestra que para él no era suficiente la beldad. Hurga pe­
nosamente en el saludo. Se da cuenta que la encontraba a Beatriz
“con la esperanza de su admirable saludo”. El saludo lo poblaba
de una llamada de caridad. Era el saludo, también, el que más que la
belleza de Beatriz misma atacaba su naturaleza. “Mi cuerpo mu­
chas veces se movía como cosa grave e inanimada.” “Manifiesta­
mente se deduce de esto que en su saludo estaba mi felicidad”. Y
más adelante repite: “Señoras, el fin de mi amor fué el saludo de

(5) Vita-Nuova, Ed. cit., pág. 45.


(6) Ibid., pág. 46, soneto “Con l’altre donne”.
(7) Ibid., caps. V y IX.
(8) Ibid., cap. XII.
— 443 —
esta mujer. En él se cifraba toda felicidad, que era el término de
mis deseos” (9).
Así, el saludo en este su amor de esencia, representa algo de
actividad, una cosa así como de respuesta o correspondencia. Cu­
riosa idea de correspondencia. Mas en realidad la única correspon­
dencia posible dada la naturaleza del amor.
Pero Dante a partir de aquí está sumido ya en un mar de du­
das. “Bueno es el señorío de Amor, pues aparta el entendimiento
de sus fieles de todas las cosas viles”. “No es bueno el señorío de
Amor, pues cuanto más fé le consagran sus fieles, tanto más gra­
ves y dolorosos son los obstáculos que deben pasar” (10). Este es
un punto notable. En la duda se pone en juego su propia concep­
ción de la vida. La Iglesia, Aristóteles, sus maestros, su tendencia,
todo lo que es él. El mismo se pone en juego. Ha llegado a tal ex­
tremo la tensión entre la teoría y la realidad que su cabeza da
vueltas y no lo puede resistir. Es la realidad, lo humano, la acción
que reclaman insistentemente. Por otro lado, el peso de los siglos
y de sí mismo se aferran a lo “configurado ya”. ¿Por qué ■—se
grita—• si llegas a tan visible estado cuando estás delante de esta
mujer, procuras ocasión de verla?
Es. la sublevación de lo individual. O en verdad, es la suble­
vación de lo real. El mismo llega a decir; “visible estado”. Más
claro no puede ser. Pero esto visible es, no obstante, invisible en
su sentido más hondo. Dante no llega a comprender lo visible de
esta cosa visible. Se empecina. Cuando se pone a considerar -—ex­
plica— la admirable belleza de Beatriz, éntrale un deseo tan gran­
de de verla, que no son los pasados afanes obstáculo para que so­
licite su vista.
Hay que observar que se trata una vez más de ver. No hay
aproximación mayor. No hay contacto. Pero el amor no se satisfa­
ce en el ver, sino en el poseer. Su concepción de amor es incomple­
ta, irreal. Aquí el origen de esta cosa visible que Dante no entien­
de. Por eso su duda y como no hay nada que la resuelva, lo único
que conoce es que él es así, irremediablemente así, a pesar de la con­
tradicción. “Tenía que invocar y arrojarse en brazos de la pie­
dad”—dice. Y en el soneto “Tuttí li míéí penser”:
Así la situación del Dante se descubre definitivamente: él ha
estado prendido del ver y del saludo. Estas cosas eran su paz. Cuan­
do faltó el saludo, y por su propia culpa, la estructura de su amor
quedó en claro, y angustiosamente. Del capítulo XII al XVI arras-

(9) Ibid., págs. 31, 53. De la felicidad como término de los deseos, ef.
parte III.
(10) Ibid., pág. 39.
— 444 —
tra su duda. Aquí en el NVI la sistematiza con esa tendencia del
Dante a hacer geometría hasta con lo más íntimo. “M'e mueve una
voluntad de hablar palabras en las cuales yo digo cuatro cosas refe­
rentes a mi estado”.
Conviéneme llamar a mi enemiga,
Madonna la Piedad, que en ella me defiendo (11).
Pera falta todavía algo que complete, y de un extremo a otro,
la naturaleza de este amor. El ver y el saludo son una estructura
general. Cualquiera la pudiera tener. Hay que decir pues lo que
hace que este amor sea al fin, del Dante mismo. Hay que hallar lo
que en lo más profundo es Beatriz y lo que en lo más profundo es el
Dante. Beatriz, forma intangible, está hecha aún de una materia.
Hasta aquí hemos visto su formalidal, su correspondencia al amor del
Dante. Debemos abordar ahora su consistencia, no resitencial, pe­
ro sí de presentación (12).
Este amor del Dante, la posición excepcional de Beatriz, se
encuentran dos veces en la Vita Nuova. En la canción I Dante ha­
bla largamente de la “mia donna’.’ Habla de ella en la tierra y en
el cielo. Nos cuenta de sus ojos, “li quali sono principio d’amo-
re”; de su boca, “la quale é fine d’amore”; de su alma y de sus
virtudes. Pero, y ésto es lo principal, de Beatriz, de quien “si com­
prende in cielo”.
Uno siente una impresión indefinible ante una amada y un
amor que preocupan al cielo. Arriba un ángel clama, los santos
preguntan, Dios responde:
Amados míos, soportadlo en paz,
que vuestro deseo esté cuanto me place
allí donde alguno hay que perderla espera (13).
Ciertamente este amor no debe ser como todos. Hay un alien­
to de grandiosidad. Es a Beatriz deseada en el cielo a quien ama
el Dante. No es un simple amor de la tierra. Es mucho más. El Uni­
verso se pone a girar en torno de él. En el cielo, los ángeles, los
santos. En la Tiera la gente que la ve y queda admirada (14). Es­
ta es la mujer suya, no otra. Es un derecho que prende luz en el
corazón del poeta. Hasta Dios lo reconoce. Abajo, nuestro mun-
(11) Ibid., pág. 41.
(12) Si algo distingue al Dante de los trovadores, es ésto. Beatriz no
es simple "princesa lejana”. Y correlativamente el amor del Dante no es
un simple amor” romántico. Cf. parte III.
(13) Vita Nuova, Ed. cit., cap. XIX.
(14) Ibid., cap. XXVI.
— 445 “
do tan opaco y grave se llena con resplandor misterioso. Es como
si hubiera sido creado para que en él ocurriese esta maravilla.
Esta es la esencia del amor del Dante. Esta es la esencia final
y verdadera de Beatriz. Forma sin resistencialidad, a quién se
agrega el saludo. Pero forma hecha de cosa divina. Unica sobre el
mundo (15).
III

Cuando uno lee las obras del Dante sorprende a lo largo de


ellas una complicada pero sistemática explicación de su amor. Es
una teoría completa, que se inicia en el capítulo XX de la Vita
Ntiova en el soneto “Amor é’l cor gentil” y culmina en el capítu­
lo XXI del Cuarto Tratado del Convivio. Es la explicación de to­
do amor y al mismo tiempo del suyo, que no es como todos.
Amor—dice el Dante— tomándolo en verdad y considerando
sutilmente, no es sino la unión espiritual del alma con la cosa ama­
da, a la dual unión corre el alma por su propia naturaleza pronto
o tarde, según esté libre o impedida (16). Y pasa luego a explicar
la razón de esta naturalidad. Siendo Dios la causa de todo, todo
tiene algo de la naturaleza divina, aunque las cosas sean entre sí
muy diversas (17). Mas precisamente por esto, los seres se acer­
can más o menos a Dios (18). Y el que más se acerca, por sU al­
ma racional, es el hombre. Ahora bien, el atributo más propio de
Dios es el querer ser. Todas las cosas, por eso, en cuanto partici­
pan de la naturaleza divina, equivale a unirse a Dios, pues de él
depende nuestro ser, por manera que cuanto más nos unimos a él,
más somos. Esta unión, aquí en la Tierra, por supuesto, no puede
realizarse directamente (19). Mas “como en las bondades de la
naturaleza muéstrase la bondad divina, acaece que naturalmente
el alma humana se une por vía espiritual con aquellas, tanto más
presto y fuertemente, cuanto más perfectamente se muestran”
Esta unión, basada pues en el querer ser, en el deseo de reali­
zar mejor nuestra esencia, se llama amor. El amor tiene así una
base metafísica. Pero esta base metafísica no es en verdad pura­
mente tal, algo hay al mismo tiempo al lado, porque ¿a qué viene

(15) Ibid., cap. XXIV; Convivio, passim; Divina Comedia, Purg. XXX,
37-39; XXXI, 105.
(16) Convivio, Ed. Collección Universal, Barcelona, 1919, pág. 113 ss.
(17) Ibid., págs. 135-136.
(18) Ibid., pág. 114 y cap. III.
(19) Ibid., pág. 170.
(20) Ibid., pág. 115.
— 446 —
el deseo de realizar mejor nuestra esencia? Dante con precisión y
exactitud responde que lo buscado es la felicidad. El hombre que
más se une a Dios, que más es. es feliz (21). Este es el fin. Pero pa­
ra cumplir con este fin hay ya de antemano en el hombre algo que
lo lleva a él, y es el deseo. Todo hombre desea ser feliz, esto es,
cumplir con su ser. Este deseo —dice Dante— nos lleva de una co­
sa a otra hasta lo último, y de lo más pequeño hasta a loi más gran­
de, porque los deseos siempre se hacen mayores. Uno engendra a
otro, y este otro es superior pues el primero ya no nos satisface.
“Igual que el peregrino que va por un camino por el que nunca
fué y cree que toda casa que ve a lo lejos es la hospedería, y hallan­
do que no es tal endereza su pensamiento a otra, y así de casa en caga
hasta que la hospedería llega, así nuestra alma en el nuevo cami­
no de esta vida nunca recorrido, dirige los ojos al término de su
sumo bien, y cualquier cosa que ve le parece tener en sí misma
algún bien, y cree que el aquel” (22).
Pero sucede que siguiendo todos los hombres el camino de su
deseo no todos llegan a feliz término. Y esto se debe a que el de­
seo puede forjar muchos caminos. Y “así en la vida humana hay
diversos caminos, uno de los cuales es el verdadero, y el otro el
más falaz, y otros ya menos falaces, ya menos verdaderos” (23).
Ahora bien, ¿cómo puede encontrar el hombre el camino ver­
dadero que lo lleve a la felicidad? El deseo no basta. Lo hemos vis­
to. Es un simple impulso de dirección hacia el sumo bien. Pero
ciego, que puede equivocarse y llevarnos a lo contrario. Hay nece­
sidad de un ojo especial, que aunque nunca haya visto las caminos
de la vida, discierna sin embargo la bondad del verdadero. Este
ojo. esta garantía de la felicidad es la nobleza. La nobleza es cla­
rividente. “Ha nevado tanto—dice el poeta en un ejemplo— que
la nieve todo lo cubre y todo muestra un mismo aspecto, de modo
que no se ve vestigio de sendero alguno. Alguien que viene de una
parte del campo y quiere ir a una casa que hay a la otra parte, por
su industria, es decir, por su agudeza y bondad de ingenio, guiado
Ue sí mismo, va camino derecho” (24). Tal es la nobleza (25).
La nobleza pues, unida al deseo, nos conduce a la felicidad.
(26). Es decir, nos permite allegamos y unirnos a las cosas que

(21) Ibid., págs. 263-265.


(22) Ibid., pág. 228.
(23) Ibid.,-pág. 229. Divina Comedia. Purq. XXVII, 115-117.
(24) Ibid., pág. 205.
(25) Todo el Cuarto Tratado se ocupa de la nobleza.
(26) Ibib., pág. 258.
— 447 —
ciertamente encierran la bondad de Dios. La nobleza es entonces
la condición de Amor. Sólo el deseo con nobleza es amor. Contra­
riamente, el puro deseo no lo es, aunque a veces lo parezca Por
ejemplo, el amor del avaro a su dinero (27).
Tres problemas resultan ahora de lo dicho: ¿cómo se produ­
ce efectivamente la unión entre el hombre y la cosa amada ¿Qué
jerarquía puede establecerse entre las cosas susceptibles de amar­
se? ¿Cómo aparece la nobleza en el hombre?
Esta última pregunta, sobre todo, es dificultosa para el
Dante. Pues habiendo profundizado hasta encontrar como último
elemento a la nobleza, debe decidirse ahora sobre el motivo mismo
de la nobleza. En el mundo no todos los hombres son nobles. Por
eso, no todos pueden amar rectamente y alcanzar la felicidad. Por
otro lado, el ser noble o vil no es algo fatal puesto que alguien
siendo vil puede hacerse noble. ¿Cómo entonces aparece la noble­
za en el hombre?
Dante soluciona los dos casos. “Hemos de explicar—dice—
cómo desciende en nosotros tal bondad, primeramente, por modo
natural, y luego, por modo teológico, es decir, divino y espiritual
(28). La primera explicación, la de la nobleza natural, o como
diríamos innata, es laboriosa y oscura. El mismo poeta se excusa.
“No se maraville nadie—dice— si hablo de una manera difícil de
entender; porque a mí mismo me maravilla el que tal producción
pueda llevarse a cabo y verse con el intelecto.” La segunda expli­
cación, la de la nobleza que puede adquirirse, es más sencilla.
Dios mismo la otorga a quien está preparado para recibirla, por las
buenas obras que ha hecho.
Para el problema de la jerarquía, Dante comienza por deter­
minar cuáles son las cosas que llevan en sí bondad divina, y luego
establece la relación de subordinación. “Ha de saberse-—escri­
be— que el primero y noble tallo que de ésta simiente (La nobleza)
germina para dar su fruto (la felicidad) es el apetito del ánimo”
(29). Y por ánimo entiende Dante sólo la parte racional del hom­
bre. Voluntad, intelecto. No otra cosa. Hay así un amor a la vir­
tud, que es cosa de la voluntad, y un amor a la verdad, que es
cosa del intelecto (30). De ellos aunque uno y otro son sobrema-

(27) Toda la segunda parte del tratado de la Canción III (Convivio)


trata de purificar el concepto de nobleza, excluyendo las riquezas.—Caps.
X-XV.
(28) Convivio, Ed. eit., cap. XXI del Cuarto Tratado.
(29) IbicT., pág. 262.
(30) Ibid., pág. 156. Sobre la virtud, cf. págs. 247-249. Sobre las eda­
des y virtudes correspondientes cf. caps. XXIV-XXVIII.
8

Si
iiera deleitosos, “ciertamente el uno está mucho más lleno de bie­
naventuranzas que el otro; el cual es el especulativo”. En otras
palabras, el amor a la verdad es más alto que el amor a la virtud
(31). Se parecen sin embargo en que son amores no sensibles, pues
como racionales, en ellos interviene “la verdadera naturaleza hu­
mana”, la naturaleza angélica, espiritual.
Por eso su amor de Beatriz, aun cuando se representase de
ella, a veces, la imagen corporal, fué siempre puro. Pues esa ima­
gen era de tan nobilísima virtud, que nunca permitió que Amor lo
gobernarse sin el consejo fiel de la razón, en aquellas cosas en que
se estima necesario este consejo.
Por último, el primer problema, de cómo se produce efectiva­
mente la unión con la cosa amada, tiene solución desde la Vita
Nuova.
La felicidad, puede decirse, es algo abstracto, en potencia. Se
vuelve concreta cuando nuestro deseo, acompañado de nobleza, se
aplica en la cosa amada, portadora de bondad divina. Mas, ¿cómo
nuestra nobleza se pone en contacto con esta bondad divina? ¿Có­
mo se produce esta unión, que es el amor?
El alma —dice Dante— es el acto del cuerpo, y como toda
causa infunde en su efecto la bondad que de su propia causa re­
cibe, es natural que el alma más iluminada por la gracia de Dios
le corresponda al cuerpo más perfecto y bello (32). La belleza,
pues sensible, golpeará en nuestros ojos y despertará a Amor (33).
El amor comienza con los ojos. No se quedará, se entiende, en lo
sensible, pues no sería amor. Al contrario, verá en la belleza el refle­
jo de Dios y llegará a la virtud. Su amor a Beatriz fué así amor
de hondura. La “donna gentilissima” era al mismo tiempo la
' ‘ donna virtuosissima ’ ’.
Tal el esquema metafísico de Amor. Amor es unión con la
cosa amada, concreción de felicidad, acercamiento a Dios, cumpli­
miento de nuestra propia esencia, llegada a la perfección.
Y es así aunque, como se dijera antes, la felicidad que se al­
canza en la Tierra no es completa. No es lo mismo unirse a la cosa
que trae bondad divina que a Dios (34). El amor a la virtud, el
-amor a la verdad pueden llevarnos a grados excesos de felicidad,
pero no al grado supremo. Esta felicidad, con todo, “perfecta o

(31) Ibid., Parábolas de las págs. 250 y 267 I—Dante pasó por los dos
amores.
(32) Ibid"., pág. 133-34 y 140-41.
(33) Vita Nuova, Ed. cit., cap. XX y soneto “Amor é’l cor gentil”.
¿34) Convicio Ed. cit., pág. 170.
— 449 —
imperfecta, no pierde su nombre de perfección” (35). La “perfec-
eiónó perfecta”, naturalmente, si se permite la expresión, sólo la
alcanzamos en la cuarta parte de la vida, cuando el alma noble,
como dice el poeta,
con Dios de nuevo se desposa,
contemplando el fin que le espera,
y bendice los tiempos pasados (36).
Pero esta teoría general de amor no es mas que la base para
su propio amor. Beatriz y él no son como todos, O son como todos,
pero en matiz especial. Beatriz es cosa amada de mayor bondad.
A ella desciende la virtud divina
-cual sucede en el ángel que la ve.
Y es que, por lo mismo que el orden aristotélico nos lleva de
lo más bajo hasta lo más alto que es Dios por una gradación de
formas continuas, debe haber forzosamente entre la especie huma­
na, alguien que linde con lo divino, que sea lo divino mismo casi,
alguien que constituya la cúspide de lo humano, lo más perfecto.
“Y tal digo yo que es esta dama, de modo que la divina virtud de
la gracia que desciende al ángel desciende a ella”.
Por otro lado, hay cierta medición de la capacidad de amor.
Entre los que puedan amar con nobleza, que es verdadero amar,
no todos aman lo más alto. Unos aman la virtud, otros aman la
verdad. De los que aman la virtud, sólo unos llegan a lo más alto.
Y lo mismo sucede en el lado de la verdad. Es que la nobleza pue­
de ser mayor o menor sin que deje de ser nobleza. La experiencia
lo confirma. Uno se siente capaz de lo más grande, se nota en sí
una llama, un hambre de estrellas. Si no se las logra se queda in­
satisfecho. Hay como un prever que el acto que traerá a realiza­
ción nuestra felicidad que ha de venir de esta cosa y no de otra.
“El acto del agente se advierte ya en el dispuesto paciente” (38).
Decía yo: sin duda en los sus ojos
debe estar el que mata mis iguales (39).

(35) Ibid., pág. 164.


(36) Ibid., Canción III, Tratado IV; para aclarar texto ef. caps. XXVIII
y XXIX.
(37) Ibid,, Canción II, Tratado III; para aclarar texto cf. caps VI
y VI.
(38) Ibid., pág. 83.
(39) Ibid., Canción I, Tratado II; para el sentido del texto cf. cap. IX.
— 450 —
Frente a la posición excepcional de Beatriz se alza entonces
la posicón excepcional del Dante. El único capaz de amarla, por­
que sentía el hálito de Dios, porque buscaba la felicidad mejor, era
el Dante. Ningún otro hombre sobre la Tierra. Fueron uno para
otro, por encima de todo, metafísicamente.
Para este amor lo terrenal tenía que caer y se quebró. Dante
podrá cruzar el Infierno, el Purgatorio, llegar al Cielo. Era algo
fatal desde la Vita Nuova. “lo vidi—había dicho— cosa che mi
feeero proporre di non dire piú di questa benedetta, infino a tan­
to che io potesse piú degnamente trattare di lei”.
Así, el análisis de este amor ha terminado. Ha sido hallada la
esencia última “de la gloriosa donna, la quale fu chiamata da molti
Beatrice”. Y correlativamente Dante en su ser mismo ha sido co­
gido.
Walter J. Peñaloza R.
— 451 —

DANTE, BEATRIZ Y LA MUSICA.

Dante Alighieri vino al mundo cuando la música, extraída


varios siglos antes por el Papa Gregorio del vientre fecundísimo
-de las culturas antiguas, habíase erguido ya sobre el pedestal que
Justamente le correspondía, intuyendo con orgullo el espléndido
porvenir que le estaba destinado entre las artes. Realizada la la­
bor de aquel pontífice, la música fué desarrollándose desde enton­
ces en forma lenta pero segura y firme. Impulsada decisivamente
por Guido D’ Arezzo, el Dante habría de encontrarla, dos siglos
más tarde, formando parte del organismo de estudios superiores
que se llamó el “quadrivio”, junto a la aritmética, la geometría y
la ciencia astronómica. Extraordinariamente estudioso, como lo
atestigua el sorprendente caudal de conocimientos que ha vertido
en sus obras, el inmortal escritor florentino sintió probablemente
vivo interés por compenetrarse con el arte del sonido. Si no llegó
a ser un virtuoso del mismo, es indudable que, por lo menos, hizo
cuanto estuvo a su alcance por desarrollar su sentido de aprecia­
ción de la música. La estrecha amistad que lo unió a Casella, ún
cantor de la época, es índice suficiente de su “ dilettantismo Sa­
bido es que aquel elaboró varios acompañamientos musicales para
canciones de Aligheri. En la Divina Comedia (Purgatorio —canto
II), a pedido del Dante, su amigo* Casella entona una de ellas como
acostumbraba a hacerlo en su vida terrenal. Podríamos mencionar
también, reafirmando la afición del poeta por la música, el episo­
dio en que aparece Belacqua, un experto fabricante de instrumen­
tos de cuerda, quien, según parece, había atraído fuertemente su
atención (Purgatorio - canto IV).
Pero si bien estos son datos de cierta concreción histórica, en
general toda la Divina Comedia, está impregnada de una musicali­
dad exquisita que, hondamente arraigada en el espíritu del Dante,
emerge a la extensa superficie de la obra de muy distintos modos,
-en el ritmo incomparable de la “terzina”, en el mismo fondo emi­
nentemente musical del poema (todo él matizado de voces, soni­
dos y canciones), en la tendencia sinfónica de su estructura que
cristaliza en la disposición derivada tripartita propia de un con­
cierto.
— 452 —
La música de aquellos tiempos, es obvio decirlo, era funda­
mentalmente religiosa. Esto no significa que no se encontrara en
plena evolución la tendencia popular que, nacida probablemente'
de cantos y danzas en festivales públicos y granjeándose al co­
mienzo la antipatía de la Iglesia, había alcanzado ya en los días
del Dante, un plano de innegable importancia con el arte romántico,
de los trovadores. Más o menos doscientos años antes de que él na­
ciera, el conde de Poitiers y duque de Aquitania inciaba, puede de­
cirse, el verdadero desarrollo del espíritu popular de la música,
aunque ésta hallábase todavía, en sus manifestaciones extrarreli-
giosas, casi completamente subordinada a la poesía, salvo en algu­
nos trozos eminentemente melismáticos. (1) Pero allí donde la mú­
sica encontraba su expresión más genuinamente artística, allí don­
de se forjaba la verdadera técnica musical era en el seno mismo de
la Iglesia. Lo religioso, pues, tuvo directa influencia en el desen­
volvimiento de la música y los dogmas y las costumbres católicas,
•no sólo intervinieron en la conformación de su carácter solemne,,
grave y ceremonial sino también en su aspect o técnico. (Es así co­
mo la prolongada preferencia por el uso del compás ternario se-
debió a su relación con la Santísima Trinidad).
Si el Dante, amigo y admirador de trovadores, cultivó en cier­
to modo el arte de aquellos en sus canciones, enalteciendo además,
la memoria de algunos en su obra máxima, si lo popular tuvo para
él enorme importancia, por otro lado la vinculación íntima, estre­
chísima, de la estética maravillosa de su Comedia con lo religioso,
determina que la arrobadora musicalidad de la misma vaya adqui­
riendo a medida que se suceden los cantos, un elvadísimo tono de
misticismo que embelesa y que se agiganta más y más hasta cul­
minar en la sonoridad inefable del Paraíso. El espíritu que anima:
la musicalidad de la Divina Comedia es, pues, propiamente religio­
so, lo cual nos indica que el factor musical en la inmortal creación*
del Dante, lejos de ser un aspecto inconsistente y de mínima im­
portancia dentro de la forma expresiva, actúa de acuerdo con el'
carácter general de la obra y en relación siempre con su sentido-
trascendente.
Desde los primeros cantos del Infierno, el poema enciende en.
nuestros oidos mil sensaciones imaginadas. Apenas Virgilio hace-
entrar al Dante en la “cittá dótente”, empiezan a sucederse los
aullidos, los gritos, los lamentos de las ánimas.

(1) La composición musical propiamente, sólo llega a obtener indepen­


dencia y holgura alrededor de 1400, con John Dunstable y Dufay, Okeghem.,
Josquin des Prés.
— 453 —
Quivi sospiri, pianti ed alti guai
Risonavan per 1’ aere sanza stelle,
Per ch’io al cominciar ne lagrimal.
Diverse lingue , orribile favelie,
Parole di dolore, accenti d’ira,
Voei alte e fioche, e suon di man con elle,
Faeevano un tumulto, il qual s’ aggira
Sempre in quell’aura sanza tempo tinta,
Come la rena quando a turbo spira.

(Infierno—canto III)

Llantos, suspiros, aúllo plañidero,


llenaban aquel aire sin estrellas
que me bañó de llanto lastimero.
Lenguas diversas, hórridas querellas,
voces altas y bajas en son de ira,
con golpeos de manos a par de ellas.

como un tumulto, en aire tinto gira


siempre, por tiempo eterno, cual la arena
que en el turbión remolinear se mira.

(versión de B. Mitre).

Pronto creamos en nuestra mente una atmósfera de horribles


padeceres. Y los versos se hilvanan sobre un fondo turbulento de
llantos y quejas agudísimas. Los ladridos del Cerbero, el conmo­
verse ruidoso de la tierra, el crepitar incesante de las llamas, el
impresionante silbido del viento, todo se agita y se revuelve en ex­
traña sinfonía.
En el Purgatorio, la musicalidad se hace más serena. Es aquí
-donde empieza a sentirse verdaderamente la música genuina de la
Comedia. Hasta entonces todo había sido un impresionismo estri­
dente. Ahora se revela la esquisita sensibilidad del Dante en un
tono más tranquilo, ausente en el Infierno porque es precisamente
la sonoridad, calmada y diáfana de la esperanza. En el Purgatorio
es donde el Dante exalta a la música como consuelo, como sedan­
te espiritual, al pedirle a Casella, después de su terrible viaje por
;'1as regiones infernales, que cante para él como lo hizo antes:
— 454 —
.... Se nuova legge non ti toglie
memoria o uso all’amoroso canto,
che mi solea quetar tutte mié voglie,
Di ció ti piaccia consolare alquanto
1’anima mia, che, con la mi persona,
Venendo qui, é affanata tanto.
“Amor che nella mente mi ragiona”
cominció egli allor si dolcemente
che la dolcezza ancor dentro mi suona.
(Purgatoria—canto II )>
.. Si nueva ley no te ha privado
de la memoria de amoroso canto,
que a veces en un tiempo me ha encantado,
consuélame, si bien te place, un tanto,
porque el ánima mía y mi persona
se han llenado en el tránsito de espanto”.
“¡Amor che nella mente mi ragiona!”
a cantar comenzó tan dulcemente
que la dulce canción aun en mi alma entona.
(versión de B. Mitre)
En el Paraíso la musicalidad de la Divina Comedia alcanza su.
más alto grado. Aquí ya la música no es sólo metro y rima o voces
que entonan himnos: es armonía del Universo, es el acorde mara­
villoso que percibía Pitágoras. “El movimieneto de las esferas
concéntricas, del cielo de la luna hasta el Empíreo, es música. Los;
bienaventurados, en las diversas regiones planetarias a ellos asig­
nadas, cantan la gloria de aquel que todo lo mueve”. (1) Y Dante
se extasía ante el murmullo suave de esos parajes. Todo es canto
en el Paraíso: las voces de los seres que gozan de Dios y el simple
estar de las cosas.
“Ció eh’io vedeva, mi sembiava un riso
dell’universo; per che mia ebrezza
entrava per l’udire e per lo viso”.
(Paraíso—canto XXVII)

(1) “Letture di Dante”—Filippo Perrone. Pág. 59.


“ 455 —
“A universal sonrisa semejaba
lo visto, y la embriaguez de su belleza
por el oído y por la vista entraba”.
(Versión de B. Mitre)
“ Dante es grandísimo poeta en las tres cánticas, pero si su
arte lia logrado llegar en alguna parte a la más angélica y titánica
perefección es justamente en el Paraíso. Al acercarse a Dios el poe­
ta se ha acercado siempre mayormente también al cielo supremo
de la poesía” (1).

¿Y Beatriz? ¿De qué manera se relaciona Beatriz con la mu­


sicalidad del Dante? Creo que de dos modos diferentes que corres­
ponden también a dos distintas etapas: la Vita Nuova y la Divi­
na Comedia.
En la primera de estas obras la descripción de Beatriz •—pen­
samiento constante, estímulo e ideal máximo del poeta— es perfec­
tamente musical. En la Vita Nuova lo interesante no es la musica­
lidad de los sonetos estructuralmente hablando, sino el método que
utiliza el Dante para describir a su amada, que constituye en reali­
dad una facultad propia de la música. El Dante no hace un retrato
físico de momia Bice. No puede hacerlo. Beatriz en sí, está por en­
cima de las palabras. Ya De Sanctis hizo notar esto. Algo hay en
ella que es intraducibie. “Es superior a la expresión”—ha dicho
el renombrado crítico— “Por ello expresa (el Dante) no lo que ella
es, sino lo que parece”. En la Vita Nuova Beatriz “no es la imagen,
sino su “parecer”, su “impresión”;
Tanto e gentile e tanto onesta pare
La donna mia, quand’ ella altrui saluta,
Ch’ogne lingua deven tremando muta
E li occhi no l’ardiscon di guardare.
(soneto XV)
Tan donosa y gentil va mi adorada
cuando rica de gracias aparece,
que tiembla toda lengua y enmudece,
y los ojos humillan su mirada.
(versión de Julián Romea).
(1) Dante Vivo—Giovavanni Papini. (Versión castellana de “ Exceleior
— 456 —
Es la impresión que causa, es el asombro de los demás, es el
efecto de su belleza lo descrito, no la belleza misma. Ese mismo so­
neto concluye:
E par che de la sua labbia si niova
Un spirito soave pien d’amore
que está diciendo al corazón: ‘ ‘Suspira ! ’ ’
Y entre sus labios cariñosos gira
un no se qué tan lleno de ternura,
que está diciendo al corazón: “¡Suspira!”
¿Y no es éste acaso un procedimiento musical? El Dante no
describe, en realidad. Rodea la imagen de Beatriz sin que sus pala­
bras puedan retratarla. Es una técnica que podríamos denominar
“sugerente”. El lector no la ve a ella: se la imagina a través de
las impresiones que determina en las personas. Pero no caigamos
por esto en el error de creer aquí al Dante musicalmente impresio­
nista. No. El impresionismo, en síntesis, es onomatopeya de la rea­
lidad, y si se da en el Dante es en la Divina Comedia, sobre todo en
el Infierno. Pero en este caso estamos frente a un procedimiento de
música más bien romántica, Beatriz, motivo de la Vita Nuova, se da
en función de las “impresiones espirituales” que causa, Dante, mu­
sicalmente romántico, capta su realidad, y la traduce en sentimien­
tos. Es romanticismo, por ello, hasta en la visible ausencia del mo­
tivo mismo y el exceso de subjetividad. Romántica tenía que ser
por fuerza la naturaleza juvenil del Dante. Alimentado de momen­
tos cuya existencia prolongaba en su memoria, la verdadera y única
realidad importante del poeta joven eran sus sentimientos. De ahí
la hipérbole de su “yo” en la Vita Nuova,
Beatriz no es como las olas que realmente juegan en “El Mar”
de Debussy, ni como sus “Fuegos Artificiales”; es como la luna en
el adagio de la sonata de Beethoven, como la noche en un nocturno
chopiniano. No descrita: sugerida: Luna y noche no son allí tales,
en verdad; son recogimiento, melancolía, ternura, evocación, en últi­
ma instancia no son ellas sino los sentimientos del artista, su propia
alma, en una noche de luna. Así, en suma, Beatriz es en el poema,
antes que ella misma, el amor del Dante. Su hermosura la halla el lec­
tor en la turbación del poeta, en las miradas atónitas de los tran­
seúntes ; su humildad en los elogios de éstos, su sonrisa en la ale­
gría del primero. Beatriz está feliz en el rostro iluminado de Alig­
hieri y si llora la muerte de su padre, al decir de F. de Sanctis, es
“en la cara desfigurada del poeta y en el llanto de las mujeres que
la rodean, que la oyeron y que no osaron mirarla ”:
457 —
Se, tu colui, c’liai trattato sovente
Di nostra donna sol parlando a nui?
Tu risomigli a la voce ben lui,
Eres tu aquel que todlo elogio apura
Ma la figura ne par d’altra gente.
«(Vita Nuova—XXII)
Eres tu aquel que todo elogio apura
por ella, ante nosotros, solamente?
Nos lo pareces en la voz doliente
aunque mudada hallamos tu figura.
(versión de J. L. Esterlich)
Y a las mujeres que así le hablan Dante las interpela:
Voi, che pórtate la semblanza umile.
Con li oechi bassi mostrando dolore,
Onde venite che 1’ vostro colore
Par divenuto da pietá simile?
Vosotras que traéis mustio semblante,
bajos los ojos y el dolor mareado:
¿de dó venís con rostro transmudado
que ya al de la piedad es semejante?
(ídem).
Esta es la técnica musical del Dante en la Vita Nuova. Impre­
cisión. Rodeo. Enfoca en su alma el reflejo cristalino de la sonrisa
de Beatriz o la sombra de su amargura. Pero no a ella misma. Aun
en su fantástico sueño febril, en el que trata de ser más descriptivo,
recurre igualmente al “parecer” aproximado:
Ed avea seco umilitá verace
Che parea che dicesse:—lo sono in pace.
(Vita Nuova—XXIII).

Y en aspecto la hallé tan humildoso,


que parecía decir: “En paz reposo”.
- ( versión de Viada y Lluch)
— 458 —
En la Divina Comedia, Beatriz—ya espíritu solo, ya idea, ya
únicamente luz, “luce intelletual, piena d’ amore” (1)—fundida
su alma en el amor divino del poeta, emerge deslumbrante cuando
se lia llegado al clímax de la musicalidad. La música paradisíaca,
sublime, indescriptible, es fondo maravilloso para el fin místico
dantesco que engloba ahora en su luminosa aureola el símbolo de
Beatriz.
El análisis de la musicalidad del Dante resulta una disección
teórica de algo que realmente se siente y no se piensa. Pero es tarea
necesaria y justa. A pesar de todo lo que se ha dicho de él, es rela­
tivamente poco lo que se ha hablado del Dante músico, de sus ex­
perimentos en el sonido, de su verbo como instrumento inigualado.
Y sin embargo allí está la prueba de su genialidad en este aspecto,
esparcida a lo largo de toda su obra. Hemos de conciliar afirmando
con Filippo Perrone —y sin que sea necesario traducirlo— que
“chi dice que la parola in Dante é scalpello, é penello, é colore, di­
ce poco; echi dice que essa é suono, quasi musicalmente artieolato,
o segno espressivo che della stessa música, ha la forza emotiva, di­
ce forse meglio”
Rodolfo Ledgard.

(1) Paraíso—-canto XXX—verso 40.


— 459 —

VALOR PICTORICO DE BEATRIZ.

Al enfocar un aspecto tan interesante como el pictórico de


Beatriz, nos sale al encuentro el problema de su existencia huma­
na, como sostén de formas y colores, que es indispensable tratar
de resolver para un normal desarrollo del tema mencionado.
Beatriz Portinari -existió en Florencia; se cree saber las fe­
chas de su nacimiento y de su muerte, se sabe que fué esposa de
un Bardi. Beatriz Portinari de Bardi tuvo consistencia humana.
Ahora bien ¿es esta Beatriz la misma que embarga “los espíritus’7
del Dante, o es sólo este nombre la máscara de una abstracción?
Es posible que fuera esto último. La afición del poeta por dar
cuerpo a pasiones, a ideas, nos hace pensar que Beatriz no fuese sino
la objetivación de un deseo insatisfecho: el amor puro; pues sus
amores fueron varios y según los eruditos, lujuriosos. Así, Beatriz
se nos presenta como una huida de la realidad. La señora de Bardi
pudo existir pero no tiene nada que ver con el Dante. El ideal dan­
tesco es tan objetivo que se confunde con la realidad, tanto, que
retrata su evolución con la correspondiente cronológica de una
mujer que se llamó Beatriz.
Puede probar lo anterior el capítulo XXV de “La Vita Nuo­
va”, en el que Dante se ve precisado a hacer notar que todas las.
objetivaciones que ha hecho y va a hacer del Amor son puras li­
bertades. Objetivaciones que si no hubieran tenido un capítulo
para hacer notar su categoría de tales, los eruditos fie habrían
visto obligados a identificar con algún italiano que figurase en los
archivos de la época: Giuseppino Molinucci o algún otro.
Beatriz no tuvo ningún capítulo que le di-ese su categoría de
abstracción, afií que la identificaron, sirviendo de base algunas su­
posiciones de los contemporáneos, con la esposa de un comercian­
te florentino.
Con haber “aferrado” esta solución podría creerse que no ca­
ben aspectos pictóricos en el campo del pensamiento, y que si cu­
pieran sería una desagradable alegoría el resultado. Pero no, a pe­
sar que Beatriz encarna, opinión por supuesto débil, el amor pu­
ro, Dante hizo a esta abstracción un estuche humano y femenino
en su imaginación. Una mujer angelical fué el recipiente.
— 4Óo —

Este concepto de amor puro va a tener sus efectos en la ima­


gen que nos llega de Beatriz. De actos y de colores son los “re­
cuerdos” que recibimos del Dante. De formas, nada. “Buona é la
signoria d’Amore, pero che trae lo intedimento del suo fedelo da
tutte le vili cosse”. Y “le vili cose” ya sabemos lo que son. Dante
lo mismo que la generación romántica, muestra un desequilibrio
espiritual grande, ya que sus orgías báquicas nos enseñan el desa­
cuerdo del pensamiento y de la acción. Y eso no es otra cosa que el
conceto religioso-medioeval de la voluptuosidad: carne, sinónimo
de diablo con cuernos. Es por eso que cuando a Dante sus sueños,
le dieron una Beatriz desnuda en brazos del Amor, cosa que por
cierto no hubiera llamado la atención a Freud, él se apresura a ta­
parla con una fina tela roja, y así nos dice: “Ne le sue braccia ni
parea vedere una persona dormrie nuda, salvo que involta ni parea
ni uno drappo sanguigno leggeramente Este es Dante, perso­
naje medioeval.
Como no tenemos referencias de las formas de Beatriz y la
única cosa en general que sabemos de ella es- que era bellísima, tra­
temos de representárnosla en el aspecto que tenía para Dante,
por mediois indirectos.
Dante quiere que Beatriz sea como un ángel. Capricho que nos
pone en apuros.
Según propia declaración, muchos, cuando ella pasaba, de­
cían: “Questa non é femmina, anzi é uno di bellissimi angelí, del
cielo” y antes había dicho que el Amor lo comandaba al ver esta
“angiola giovanissima ”. Estoy seguro que ni Dante ni sus contem­
poráneos habían visto un ángel, pero eso sí, los pintores habían crea­
do una imagen de los ángeles y Beatriz debía estar de acuerdo con
ella. Nos interesa, para descubrir algo de la semblanza de Beatriz,
ver el aspecto de los ángeles en la época del Dante, pero antes que
ello hay que decir que el poeta tenía conocimientos de dibujo y pin­
tura y, claro está, contacto con pintores de su tiempo. Una prueba
de la relación entre la imagen angélica de Beatriz y los ángeles
usados en esa época nos la da el mismo Dante cuando nos cuenta:
“Tn quello giorno nel quale si compila l’anno che questa donna
era fatta de li eittadini de vita eterna, io mi sedea in parte n-e la
quale, ricordandomi di leí, disegnava uno angelo sopra certe tavo-
lette”. Esta declaración tan importante: que recordándose de ella
dibuja un ángel ya no nos deja duda de que Beatriz objetivamen­
te era para Dante aquello que Giotto pintaba como ángeles del cie­
lo. Entre Dante y Giotto hay algo más que una relación cronológi­
ca, lo cual es- ya bastante; existía entre ellos vinculaciones perso­
nales y tanto, que, según Vasari, el Dante ayudó a Giotto en la
concepción de cuatro composiciones.
—■ 461 —‘
Así que con ver un ángel de Cimabue o Giotto, encontraremos
lo que Dante dibujaba y quizás coloreaba en esas “tavolette” de
que nos habla en “La Vita Nuova”.
“Giotto es el Dante de la pintura”, es un juicio generalizado
que repite Melani, así que apresurémonos a hojear alguna co­
lección de reproducciones de las trecentistas italianas. Encontra­
mos uno de los frescos de la basílica inferior de San Francisco
en Asís y que es precisamente del que se dice que Dante contri­
buyó en su concepción. Un coro de ángeles que rodean a San Fran­
cisco. Lo más importante es la cuestión del vestido. Se compone de
una larga camisa con mangas que deja ver sólo las puntas de los
pies, y un delgado cinturón fuertemente apretado, y no estando la
parte superior de la camisa completamente estirada, cae por sobre
el cinturón que no se ve. Este vestido corresponde al que llevaba
Beatriz en su primer encuentro con Dante: “Apparve vestita de
nobilissimo colore, umile e onesto, sanguigno, cinta e ornata a la
guisa che a la sua giovanissima etade si convenia”. Las doncellas
acostumbraban ir ceñidas por un cinturón de cuero o tela y así nos
dice Cavalcantti:
...E’mi ricorda che’n Tolosa
donna m’apparve aceordellata e istretta.
Esta camisa la volvemos a encontrar en el Beato Angélico, lo
cual tiene cierta importancia porque revela que el tipo treceiitista
de ángel se conserva a través del tiempo.
No quermes suponer que a Beatriz, Dante le colocara un par
de alas como correspondía a su carácter angelical, aunque no nos
sorprendería que lo hubiera hecho.
Con ese telón de fondo que es la camisa tratemos de restaurar
la imagen de Beatriz. Está de más decir que con tal vestimenta no
se vislumbraba ningún aporte al conocimiento carnal de los ángeles.
Dos veces Dante nos habla del color de ese vestido, la primera
vez es rojo, la segunda blanco, y el simbolismo en los colores lo
encontramos cuando con el verde de sus ojos tenemos los colores
de las tres virtudes: Fé, Esperanza, y Caridad; simbolismo en los
colores que volveremos a encontrar en el canto XXX del Purga­
torio cuando:
sovra candido vel cinta d’uliva
donna m’apparve, sotto verde manto
vestita di color di fiamma viva.
— 462 —

Los colores en Dante obedecen a móviles que trascienden al


mero y puro objeto de su función. Y así tenemos que, para que en
tierra Beatriz tenga algún signo de la Esperanza, sus ojos deben
ser verdes:
... “ Fa elie le viste non risparmi;
posto t’avem dinanzi a li smeraldii
ond’Amor giá ti trasse le sue armi”
Si Beatriz fuera real estos ojos verdes nos darían mucho que
hacer, pues los ojos verdes generalmente van de acuerdo con una
cabellera rubia, ahora bien, si Beatriz hubiese tenido el pelo rubio
eso habría llamado mucho la atención en Italia donde predomina
el tipo moreno y Dante no hubiera podido dejar de hacer alguna
referencia a la doncella de la rubia cabellera, con lo que no sería
aventurado suponer que Beatriz tuviera pelo negro, y si lo tuvo
nos encontraríamos con una Beatriz de “tipo gitano” que hubie­
ra sido impotente para despertar la pasión metafísica que embar­
gaba al Dante. Esto no es todo, al hablar de tipo gitano Iremos su­
puesto un elemento que nos da el poeta: el color de la piel:
Color di perle ha quasi, in forma quale
convene a donna aver, non for misura:
ella e quanto da ben po far natura,
Pero Dante nos dice que el color era “di perle”, pálido, luego
el tipo de Beatriz es ya demasiado exótico: pelo negro, ojos verdes,
cutis perlino. Esta palidez es, lo mismo que el color de los ojos,
convencional. El nos habla en el capítulo XXXVI de otra “donna”
“d’una vista pietosa -e d’un colore pálido quasi come d’amore”,
por lo que deducimos que el color de amor en general es pálido,
y Beatriz, recordemos, era potencia de amor.
Con esto podríamos suponer que teniendo Beatriz ese color, él
lo generalizara como color de Amor, pero para quitarnos estas du­
das, tenemos a Ovidio y a Horacio en la Antigüedad y a Lappor
Gianni como ejemplo de los rimadores medioevales, qu-e postulan
la palidez como el color apropiado e indispensable del amor. Por
lo tanto, la suposición del pelo negro se nos viene abajo, ya que
tratamos d-e construir un tipo armónico.
Elisabeth Sonreí tuvo la seguridad de una Beatriz con pelo
rubio y creo que es la única que la ha pintado así. La imagen de
ese modo tiene una extraordinaria vaporosidad. Es natural, el ti­
po nórdico se presta mayormente que el meridional para dar sen­
sación de “fuera del mundo”. No olvidemos que los ángeles del
— 463 —
Beato Angélico eran rubios. No nos queda otro remedio que acep­
tar una imagen nórdica de Beatriz, porque, además, ese sentido de
“imagen extranjera” le daba un carácter excepcional dentro de
la colección de imágenes italianas que el Dante tenía en su mente.
Referencias de las manos de Beatriz no tenemos, lo cual nos
indica que no eran unas manos excepcionales sino unos corrientes
dedos con uñas.

Con este perfil algo vago que tenemos de Beatriz, ya podemos


hacer una tentativa en busca de su expresión.
Aquí vamos a apreciar un contraste muy interesante: al tipo
septentrional que le hemos atribuido corresponde un actuar lán­
guido y mortecino, mas Dante pos hace ver que no era así, y
De li achi suoi, come ch’ella li muova
escono apirti d ’amore inflamati,
che feron li occhi a qual che allor la guati.
Saliendo espíritus inflamados de amor de esos ojos y proyec­
tados según el movimiento de sus pupilas, se indica que en ellos
Beatriz debía tener una vivacidad extraordinaria y tanta arro­
gancia que el Dante se imaginaba que no se podía hesistir su mi­
rada.
Estos ojos tan activos, son principio de amor en relación con
la boca que era fin de amor. Cuando Dante nos habla de eso, tiene
una de sus tantas manifestaciones medioevales: “B acció che quin-
ci si lievi ogni vizioso pensiero, ricordisi chi legge, che di sopra é
scritto che lo saluto de questa donna, lo quale era de le operazioni
de la boca sua, fue fine de li miei desiderii m entre ch’io lo potei
ricevere” Las operaciones de su boca eran la sonrisa y el habla. El
saludo de Beatriz era la sonrisa que fué el fin de los deseos del
Dante. La sonrisa es toda una combinación de elementos, no sien­
do los menos importantes los ojos, así que con esos ojos vivaces la-
sonrisa de Beatriz debía ser algo maravillosa, tanto que su recuer­
do no puede tenerse en la memoria :
Quel ch’ella par quando un poco sorride,
non si po dicer ne tonero a monte,
si e novo miracolo e gentile.
Al no poderse conservar en la mente esa sonrisa angelical, mu­
cho menos podrá reproducirse en una tela e implícitamente Dan-
10
— 464 —
te dice de este modo que la sonrisa de Beatriz es irr-eproductible;
y tan es así que Enrique Holiday, en su conocido y desagradable
cuadro de Dante y Beatriz, nos la retrata con cara de sargento,
recurriendo además al truco de la amiga. Más adelante veremos
como Dante Gabriel Rossetti evadió esta sonrisa.
Concluyendo: el aporte que nos da el Dante para una visión
plástica de Beatriz es escaso, y a través de él, sólo se pueden des­
cubrir alg'unos elementos pictóricos, siendo la sonrisa, el más im­
portante, irreproducible. Nuestra imagen de Beatriz, además, es nór­
dica; y como nota opuesta, alegre. El problema pictórico en una
evocación de Beatriz es esta alegría. Por eso es importante dar
una ligera ojeada a la obra de D. G. Rossetti, que es el único pin­
tor que se ha identificado con el pessamiento objetivo de la con­
cepción “Beatífica” del Dante.
Dante Gabriel Rossetti, literato y pintor, estudió y compren­
dió al gran poeta italiano. Tenían puntos de contacto. “Beato
Beatriz” y “El sueño de Dante” son dos cuadros interesantísimos
que revelan un tino excepcional para ponerse en relación con el
poeta, ya que los temas escogidos hacen posible una correcta in­
terpretación. Rossetti tiene como nota esencial la tristeza, y su
mérito consiste en haber’ evitado el tratar de la radiante alegría de
Beatriz.
Empecemos por “Beata Beatrix”. En este cuadro Beatriz, more­
na, está sin su sonrisa y con los ojos cerrados. Su actitud es de do­
lor, aunque parece sentir un placer en ese dolor. Habiéndole cerra­
do los ojos y eliminado su sonrisa, Rossetti, amigo de lo simbólico,
ha solucionado el problema que en otros pintores se traduce con
una nota excesiva de dulzura, llegando a empalagar; eso lo tene­
mos en Rosina Mantovani Gritti, y no digamos nada del almibara­
do y chocante “Incipitx Vita Nuova” de Scaggi. En la "Beata
Beatrix” hay algo de sensual en esa dolorosa actitud coloreada
por la espera. Pero la relación amorosa, que s,e traduce a veces co­
mo sensualidad, la encontraremos simbólicamente objetiva, es de­
cir, como pura relación en “El sueño del Dante”, el que es la re­
producción de un sueño que nos relata Dante en su “Vita Nuo­
va”, pero ese cuadro tiene un sentido que trasciende la imaginación
dantesca. Como dijimos antes, es la relación espiritual objetivada
entre Dante y su aspiración metafísica.
Es en el capítulo XXIII de “La Vita Nuova” donde Rossetti
encuentra la fuente de su inspiración. Dante en su relato nos cuen­
ta un sueño que tuvo y en el cual el Amor lo tomó de la mano y
llevólo ante Beatriz muerta. Dante tristísimo, contempla el cadá­
ver de Beatriz, nada más. Rossetti da su aporte al hacer que el
Amor besara la faz de Beatriz y es con eso con lo que se simboliza
— 465 —
magníficamente la relación entre el hombre y el ideal inalcanza­
ble: una vinculación ideal. Aquí también Rossetti evita, con me­
lancólica maestría, el problema de los ojos y de la sonrisa: Bea­
triz muerta tiene los ojos cerrados y cierta dulzura fúnebre pre-
rrealista en el semblante.
Con este cuadro nos muestra Rossetti que no tenía una ima­
gen definida de Beatriz, ya que esta vez su pelo es rubio. Hay dis­
conformidad “cromático-capilar” entre sus cuadros; lo cual re-
lieva el mérito de Elisabeth Sonreí al presentamos siempre una
Beatriz blonda.
Resumiendo, los cuadros de Dante Gabriel Rossetti llenan su
cometido, porque elude problemas difíciles de resolver y los elude
con exquisita finura. Y la superioridad de sus obras, sobre las pro­
ducciones de otras artistas, se debe a que Rossetti comprendió el
sentido trascendente de las relaciones entre Beatriz y Dante, no
así los demás que insistieron siempre en dar a aquellas un perfil te­
rreno, alejando de sus composiciones todo carácter simbólico que
era, desgraciadamente, indispensable para la realización del fin pro­
puesto.
Salvador Velarde G.
— 466 —

PRAXITELES Y EL ESTILO PRAXITELICO.

Por lo general se considera que fué en el siglo de Pericles cuau-


do el arte clásico llegó a su culminación. Las grandiosas concepciones
y las obras que dieron carácter a dicha época, conservan todavía su.
prestigio y se imponen a la admiración universal. La efigie de Ate­
nea, los frisos del Partenón, las estatuas cinceladas por los maestros
de las escuelas ática y argiva—Fidias, Policleto y sus continuado­
res •—marcan un momento en la evolución del espíritu griego, cuya
más genuina expresión literaria encuéntrase en las tragedias de Es­
quilo.
Pero no se llegó a la perfección sino algo más tarde. En el siglo
IV la estatuaria busca la gracia y la espiritualidad, la expresión
indefensa, mórbida; avanza por la vía del refinamiento y el cuidado
voluptuoso de la forma. Es el extremo de aquel proceso que se inicia­
ra con las imágenes hieráticas de la época arcaica. La animación de la
escultura es un fenómeno tan natural como en filosofía el afán socrá­
tico de penetrar los misterios de la naturaleza humana. El siglo IV es
la víspera lujosa y brillante del ciclo helenístico; es verdaderamente
una época de plenitud. Se pasa entonces de lo sublime a lo bello, de
lo celeste a lo terreno, de la fuerza a la delicadeza. Y a la prefe­
rencia por el bronce heroico de los escultores de Argos, se substi­
tuye el empleo deleitoso del mármol de Paros. Una línea igual de
progreso parecen haber seguido todos los movimientos estéticos.
Así, por ejemplo, ocurre con la arquitectura moderna, que se inau­
gura en el Renacimiento con la pretendida restauración del cla-
cisismo y sus normas, y desemboca en los estilos barroco y rococó.
Entre la magna fiereza del “Moisés” de Miguel Angel, o esos
broncos “Profetas” que debemos a su pincel, y el aterciopelado
■encanto de la “Leda” de Leonardo, hay una considerable distan­
cia espiritual.
Muy acertadamente dice un historiador: “Se ha reprochado
al siglo IV que dejó perder el carácter religioso de las imágenes divi­
nas, reemplazándolo por el puramente estético; esto es exacto en el
467 —

sentido de que las figuras van perdiendo la elevación religiosa que


les daba su altitud y su simbolismo”. (1)
La escultura del siglo V se caracteriza por la persistencia de
cierta rigidez en la actitud. Es una escultura de líneas todavía
sencillas. En el siglo IV se rompe con esos restos de hieratismo y
se logra la más perfecta naturalidad. Las figuras tienen un ritmó
y un movimiento expresivo propiamente gimnásticos. No es extra­
ño, pues, que en este período se vea una acentuada predilección
por el desnudo.
La única obra de las atribuidas a Praxiteles cuyo original sé
conserva, es sin lugar a dudas el “Hermes” descubierto en Olim­
pia en 1877. El dios lleva en brazos al niño Dionisos. Tan acabada
es la belleza de su aspecto, y tan pura la atmósfera apolínea que
envuelve su figura, que invitan al placer de una larga contempla­
ción.
Podemos formarnos un concepto cabal del arte praxitélico
no sólo a través de las esculturas mismas, sino de las referencias
históricas, tales como el testimonio de Plinio, quien dice que Pra­
xiteles “aunque fué más famoso por sus esculturas en mármol,
produjo obras en bronce de gran belleza”. Hay razones para su­
poner que el artista supo acatar sabiamente los mandatos de Apo­
lo, sin renunciar a la inspiración dionisíaca. Fué, al igual que mu­
chos espíritus selectos de su tiempo, un iniciado en el orfismo; y
como las ménades bajo el hechizo de la flauta, halló en la embria­
guez mística una forma de revelación, un modo sobrehumano de
contemplar la realidad.
Salvo la efigie de Dionisos (conocida con el nombre de “Sar-
danápalo”), todas las estatuas que se supone fueron cinceladas
por Praxiteles son figuras desnudas. Una de las más notables es
la Afrodita de Cuido, famosa en la Antigüedad. Al esculpir esta
imagen divina, Praxiteles dió por exigencias de su temperamento
un paso atrevido pero felicísimo, pues, como dice un crítico, des­
pojó a la diosa de sus velos sin menoscabo de su pudor, de su alta
dignidad, de su aire soberano. “Praxiteles dió a la estatuaria
de Grecia y del mundo un tipo de mujer distinto del que tenían
las imágenes olímpicas de la época de Fidias. La mujer verdadera,
toda poseída de feminidad, la mujer de carne y encanto”. (2)
Nótase en Praxiteles una marcada predilección por lo femeni­
no, y por ello se inclina a modelar las formas de tiernos efeíbos. Así
lo demuestran sus tipos de Eros, su “Apolo Sauróctono” y el

(1) G. Rodenwaldt: ARTE CLASICO (tomo III de la Historia del Arte


“Labor”).
(2) Henri Leehat: LA SCULTURE GRECQUE.—París, Royot, 1922.
— 468 —
“Sátiro Escanciador” (aquel que según Plinio se hallaba al lado
de “un Dionisos noblemente embriagado”); y también el “Fau­
no”. El Eros preferido por Praxiteles era el llamado Tánatos o
genio de la muerte, obsequio del artista a su amante Friné, la ab­
suelta por hermosa. Es un adolescente frágil y contemplativo. Su
cuerpo está doblado con la indolente “curva praxitélica”. Tiene
la cabeza baja y los ojos perdidos en el ensueño. Este gesto de fer­
vor se reproduce en la “Psique” con mayor intensidad. En cuan­
to al “Fauno”, existe una copia entera en el Museo de Berlín, ade­
más del torso en mármol de Paros que fué descubierto en el Pala­
tino, Ha sido objeto de muchas discusiones, pero indudablemente
pertenece al mismo lestilo. Su cuerpo no acusa una pronunciada
masculinidad; muy al contrario, el equívoco sexual es tan pertur­
bador en él, como en las mejores representaciones de los ángeles.
La cabeza, candorosamente perversa dice un no sé qué de primi­
tivo, de selvático. La flauta que el delicioso Fauno lleva consigo,
así como la piel de pantera con que se cubre la espalda, le dan el
prestigio de inocente de lo anterior a la palabra.
Lo que a primera vista resalta en el estilo praxitélico es una
morbidez lunar, un acento melancólico producido por el “sfuma-
to” del mármol. En muchas obras de imitación, sin embargo, el
“sfumato” resulta en una relamida tristeza que no tiene nada
que ver con el estilo noble de Praxiteles. Los malos imitadores, le­
jos de obtener con ese recurso técnico la expresión dionisíaca,
dieron a las formas una afectación sentimental que ofende y mal­
trata la vista. Tal ocurre por ejemplo con la llamada “cabeza de
Chios” que se exhibe en un museo norteamericano. Los mármoles
de Praxiteles están vivos, y esculpido en ellos nos llega, a lo largo
de miles de años, el mensaje de un gran artista.
Elías Tovar Velarde.
— 469 —

LA NORMALIDAD DEL ANTIGUO EGIPCIO


A TRAVES DE SUS CUENTOS Y POEMAS.

Hay ideas generales que dirigen el razonar de los individuos


por cauces determinados. Esas ideas generales que a menudo se
captan en los manuales, en los comentarios, en las notas y en to­
das esas instantáneas que el hombre moderno honra con su lectu­
ra, son a veces erróneas.
Y así sucede con el Egipto y su cultura. Partiendo de la má­
xima de Herodoto, que Egipto es un don del Nilo, se nos va dicien­
do que los egipcios viven con una obsesión de la muerte, que su
función en el Estado es completamente desindividualizada, que
son meros piñones de un superorganismo, rebaños que construyen
pirámides, que sus dioses usan cuernos, y que el Nilo tiene varios
colores. Con este bagaje en obleas ya se habla de Samético III.
Pero felizmente esos alargados y monótonos pelucones que
llevan cubos de agua no son como están allí pintados ni como el
hombre que no los vió se los imagina. Su literatura nos da muchos
datos que no podemos pasar por alto para formarnos una imagen
del egipcio totalmente distinta hasta la que ahora existe y que,
por supuesto, puede ser tan falsa como ella, pero por lo menos tie­
ne el sabor de lo propio y personal.
Es por eso que tenemos la enorme satisfacción de comprobar
que los egipcios fueron normales, humanamente normales, es decir,
francamente inmorales.
Sería para nosotros motivo de desolación, pues reconocería­
mos que un ser que no era hombre nos había hecho la competen­
cia en la historia sin que nosotros nos diéramos cuenta, si descu­
briésemos como creen haber descubierto, que los egipcios eran
s-eres domados por el Estado, por la muerte y por el tipo social. El
hombre perderá no sólo sus atractivos sino su categoría, cuando
sea perfecto, cuando someta la pasión a la inteligencia, cuando co­
rresponda a su modelo preestablecido y cuando el mundo adquie­
ra la propiedad de echar hombres iguales como una casa de mone­
da discos metálicos semejantes. Mas, felizmente, el egipcio era co­
mo hasta ahora es el hombre. Su literatura popular nos lo prueba
con creces. Ingenuamente religioso está en germen el vaudeville
— 47° —
francés ten muchos párrafos de sus relatos; agradablemente sim­
ple está el drama, caballeresco en algunos de sus cuentos llamados
morales. Lo que rige al mundo es la pasión y no la razón, el egip­
cio no tenía por qué evitar esta dirección pasional.
Puede ser que el Estado tuviera, como lo tuvo, gran impor­
tancia en la vida del hombre egipcio, pero de allí a absorberlo
hasta que se convirtiera en autómata insensible, hay distancia.
El egipcio faraónico no tiene individualidad, dicen, y cuan­
do se les presenta un cuento como es la narración de Sinué, afir­
man tratarse de un caso excepcional, y no hay motivo para no
creer que lleguen a decir que es un caso que justifica la regla. Es
muy difícil, si no imposible, pensar a un hombre sin individual!
dad; el hombre es hombre desde que se da cuenta de sí mismo, y a
nadie se le ha ocurrido hasta ahora afirmar que el egipcio no era
hombre. Eran tan hombres como nosotros y como lo serán nues­
tros descendientes. Cuando el bípedo deje de darse cuenta de sí
mismo, aunque siga semejante a nosotros, será una mera clase
zoológica. El egipcio no era animal.
Veamos si nó la “hombricidad”, la inmoralidad, de los egip­
cios a través de una parte de su literatura. Los cuentos principal­
mente.
Tenemos en las “Advertencias y amonestaciones al discípu­
lo” que el maestro da consejos de descarado cinismo y no precisa­
mente en favor del Estado sino en provecho del alumno: ‘ ‘ Has lo
que te digo y mañana te encontrarás con que no tienes a nadie por
encima de tí”; esto es ambición, individualismo.
Egipto es un pueblo que vive de la agricultura, pero qué tris­
tes conceptos se emiten al mencionar al labrador. Los hipopóta­
mos, las contribuciones, los gusanos y los ladrones se llevan todo
el grano que está en los graneros del pobre labrador. Contra los
hipopótamos y los gusanos, en fin, podría haber remedio, pero lo
que llama la atención es que sean las contribuciones y los ladrones
los que complementaban esas plagas. No hay duda que en ese país
las contribuciones eran pesos que aplastaban al pobre en favor de
•las clases privilegiadas. Entre lo mejor para el discípulo que va
a ser escriba está que "no le alcanzará ninguna contribución”.
Los ladrones abundan más de lo que debería haber en un país don­
de el Estado absorbe al individuo. Es ladrón Dehuti-necht, el que
roba los asnos al pobre felah y que tiene con toda tranquilidad un
pensamiento como este: “Desearía tener un buen ídolo que me
ayudara a robar las cosas de este campesino”. Como se ve clara­
mente la obsesión de la muerte oprimía al buen Dehuti-necht. Y
esos campesinos que vivían desindividualizados y sin tener concep­
to del propio yo ni del prójimo (Ortega y G-asset) eran unos magní-
— 471 —

fíeos tramposos, pues cuando el felah fué a quejarse ante el inten­


dente, sus asesores le dijeron: “Es seguramente un campesino de
Dehuti-neeht, que en vez de acudir a él ha acudido a otro; así ha­
cen estos campesinos que van a otro en vez de ir a su amo”.
Cómo es posible que en un país en el que todos son míseros
piñones, pueda decirse con un acento tan doloroso:
“Se roba hoy,
Todos se apropian de los bienes ajenos”.

“El desgraciado se consuela con el desgraciado


porque el hermano se ha convertido en enemigo”.

“El pecado, la plaga del país


no tiene fin”.
Sí, porque el pecado, el sibarismo, el refinamiento y la fal­
ta de vergüenza dominaban ese pueblo que se toma hoy como ejem­
plo de magnífica organización. Si los continuos desbordes del Ni-
lo exigían un poder centralizado!- que controlara la agricultura,
no hay motivo para creer que el egipcio estaba dominado en cuer­
po y alma por ese poder supremo y aplastante que era el Faraón.
Ortega y Gasset cree que era tan poca la individualidad en
Egipto, que la personalidad desaparecía bajo la dignidad pública
o tipo social, y que el mismo Faraón no era una dignidad intrans­
ferible, sino un mero soporte de su dignidad pública, y que por tal
razón no se halla reparo en copiar tras el nombre de un rey la
lista de hazañas a que otro dió cima. A simple vista esto no es de-
sindividualizaeión sino apropiación indebida de méritos ajenos. Un
plagio, una desfachatez. Y ayudados por ese círculo de sacerdotes
cortesanos que vivían a expensas del rey.
Los reyes penan el adulterio. Y así su majestad Nebka le dice
al cocodrilo que tenía en su fauce al fornicador: “Llévatelo, es tu­
yo”. No sólo los reyes. Anubis “se pone rabioso como un leopar­
do, afila su cuchillo y lo coge en la mano poniéndose detrás de la
puerta del establo para matar a su hermano menor” y todo porque
la mujer de Anubis se había hecho pasar por adúltera. La sociedad
a su vez responde, como lo hace hoy, a la vista de una mujer
adúltera. Un alma dolorida se lamenta: “Mira, mi nombre es mal­
dito. Mira, más que el de la mujer de quien se cuentan mentiras
al marido”.
11
— 472 —
Pero a pesar de todo el adulterio se produce en Egipto con pa­
risiense regularidad. La esposa del supremo chareb (sacerdote sa­
bio, o mago) Uba-oner, se enamoró perdidamente de un vasallo, y
sin mayor vacilación lo mandó llamar con la criada.
Puede decirse que hasta las proposiciones de adulterio tenían
formas más o menos precisas. “Ven, vamos a reposar juntos un
rato” y “Ven pasaremos juntos una hora” son expresiones dichas
por distintas personas, pero como quien dice: “Buenos días, ¿có­
mo está usted?”. Y a pesar de ello había quien se encolerizaba co­
mo un leopardo.
La cerveza es la bebida nacional. Alusiones de su populari­
dad se encuentran en todas partes. El pobre felah, al que ya nos
hemos referido anteriormente, antes de emprender viaje le dice a
su mujer, entre otras cosas: “...hazme pan y cerveza para cada
día de viaje”. Es decir, la cerveza reemplazaba al agua. Estaban
por consiguiente en -estado de embriaguez perpetua. Aunque po­
dría creerse que se hubieran acostumbrado a esa bebida, si un in­
discreto poeta no hubiese dicho:
“Cuando la beso en sus labios abiertos,
estoy gosozo aunque no tenga cerveza...”
Y como siempre tenían cerveza... Pero apesar de todo el
maestro aconseja al discípulo, que se mantenga apartado de las
callejas y de los lugares donde huela a cerveza. ¡Pensar que todo
Egipto olía a cerveza!
Otra muestra de la humanidad del egipcio la tenemos en su
sibarismo. No nos han de extrañar, claro está, los relatos que ha­
blan del refinamiento de las costumbres del Faraón, como no nos
extraños que nos hablan de la antropofagia de uno de los dictadores
totalitarios modernos, lo cual no es precisamente sibaritismo, más sí
un derivado suyo, ya que el apetito se saciaría con niños pequeños.
Así tenemos que un Faraón que estaba eminentemente aburrido
hace bogar en su presencia y por supuesto en la laguna, lago o río
de su propiedad, a un grupo de mujeres “que no hubieren dado a
luz todavía”, cubiertas de tenues velos. Esto es muy encomia-
ble... y envidiable, pero cabe la posibilidad que sea una fantasía
del autor del cuento, para así ver saciados sus deseos al atribuir
a otro lo que quisiera hacer.
Veamos lo refinado del gusto en el pueblo, en los elementos
componentes de Estado. La obsesión de las finas telas se manifies­
ta hasta en "los cantos de amor, justamente allí donde no debería
de manifestarse, y así tenemos a una joven que se regocija cuando
va al estanque a bañarse ante su enamorado “mostrándole su be­
— 473 —
lleza en una camisa del más fino lienzo mojada de agua...”. Y
en esos cantos de amor sucede una serie de cosas más que están
bien para ellos pero no para un comentario. Sobre cosas de prime­
ra y única mano es mejor callar.
Dejando ese refinamiento estético pasemos al refinamiento
gastronómico, aquel del que se puede hablar sin el menor rubor
hasta delante de las más inocentes criaturas. Un buen purgante
borra los rastros de un pasado corrupto, y por esto mismo los egip­
cios nos dan pocos datos sobre su gula. Entre estos nos hablan de
un viejo de ciento diez años y que ’“se come todavía quinientos
panes y un muslo de buey y se bebe diez jarros de cerveza”. En
una palabra, lo que llama la atención es que coma todavía esa
enormidad; si tuviera ochenta años y comiera esa cantidad no lla­
maría la atención, indudablemente porque todos comen eso y has­
ta más. Ya podemos encontrar la causa del abdomen búdico del
escriba sentado.
Termmemos este boceto humano del egipcio con el último to­
que. La diferencia social se .establece como en cualquiera de nues­
tros estados modernos: económicamente. El gran bandolero po­
drá llegar con gran facilidad a sumo sacerdote. Sin ir tan lejos,
Sinué, el infeliz desertor, alcanza altura social elevadísima en Egip­
to, con sólo haber hecho fortuna en el extranjero. Llega hasta re­
cibir una petición del Faraón para que regrese al país. En ese cu­
rioso cuento “La lucha del cansado con su alma”, el alma contesta
al cansado: “No eres un hombre eminente y, sin embargo, solicitas
la bondad de los dioses como si fueras rico en tesoros”. Es decir,
el ser escuchado por los dioses y el ser eminente dependía de los
tesoros. Y tan generalizado estaba el poder del dinero que entre
las comparaciones insultantes se usaba ésta: “Eres el barquero
que sólo pasa al que tiene dinero para pagarte”. Los que no te­
nían dinero cruzaban el río a nado. Pero eso no es todo: estaba
tan arraigada la injusticia social que existían proverbios así: “El
nombre de los pobres no se cita mas que a causa de su señor”. Es­
to implica un espíritu crítico que echa por sus bases toda idea de
no individualismo.
Y así tenemos la gran satisfacción de comprobar que esos egip­
cios ideales eran tan humanos, inmorales y normales como noso­
tros. Que esa satifacción esté mal o bien, no lo sabemos.
Salvador Velarde G.
— 474 —

FAUNA Y FLORA QUE LOS ESPAÑOLES


INTRODUJERON AL PERU EN EL SIGLO XVI
Y PRINCIPIOS DEL XVII

Dos Cronistas clásicos son los que lian tenido el especial cuidado
y curiosidad de tratar en sendos capítulos sobre lo intitulado del
presente tema monográfico; que por lo mismo de ser temas de poca
atracción son factibles del olvido como también muy prontos de
considerar equivocadas informaciones, ya que la misma curiosidad
de los puntos hace del informador o cronista pintarlos por demás,
ya sea tergiversando el dato o ya sea exagerando. Al menos, los
dos cronistas que me sirvo de fuente para el presente tema, aún no­
tándosele en algo los defectos y errores de todo historiador del pa­
sado, cuentan en su haber, el prestigio de su personalidad y de la
calidad de sus informaciones, que al menos en temas de esta índole
podríamos considerarlos como los más autorizados; principalmente
al padre Bernabé Cobo, dedicado e inteligente cultivador de la ra­
ma histórica que trata de las ciencias naturales de las Indias. Gar-
cilazo de la Vega, porque su sutil y fina curiosidad de narrar de lo
que ha visto, sus datos pecan de la autenticidad, de la veracidad.
A tiempo, el padre Bernabé Cobo, en su notable obra “Histo­
ria del Nuevo Mundo” en su libro X, del tomo II; íntegramente
trata de “los animales y plantas que los españoles han traído (a
esta tierra) y de las causas porque estos se han aumentado y cundi­
do tanto en ella”. No sólo encontramos informaciones de las faunas
y floras que nos trajeron; nos dice de las tierras donde se cultiva­
ron y mejor desarrollaron; de sus precios, etc.; narradas en una lite­
ratura amena, e interesante e incansable. También nos relata de las
plantas y animales que existían en el Perú antes de la llegada de
los españoles en libro aparte. Garcilazo de la Vega, nos dá noticias
de estas cosas de una manera menos extensas y detallada que el Pa­
dre Cobo en su obra Comentarios Reales Tomo III; desde el punto
— 475 —
de vista de lo que él escuchó y vió, principalmente, en la ciudad
donde residió, Cusco.
He dicho que el padre Cobo escribió a tiempo, por felicidad pa­
ra la posteridad, por cuanto su obra está escrita en el año 1652 y lo
dice claro a manera de introducción del libro que trata el presente
tema: “de que considerando claro y notorio, podría andando el
tiempo oscurecerse y aún reducirse a opiniones, como lo están ya
casi todas las cosas de algunas antigüedades, me pareció escribir en
este libro todos los animales y plantas que hasta este año de 1652,
han traído los españoles a estas Indias, así de nuestra España como
de otras regiones del Mundo”. Encontramos descifradas el valor de
las crónicas del padre Cobo; su gran talento como historiador nos
compromete una gratitud por su legado histórico. En cambio, en
Gareilazo de la Vega, existe otro concepto: “porque a los presentes
y venideros será agradable saber las cosas que no había en el
Perú... . para que se vea y considere con cuantas cosas menos (y
al parecer) cuán necesarias a la vida humana, se pasaban aquellas
gentes y vivían muy contentos sin ellos”. Para Gareilazo de la Ve­
ga, las cosas que trajeron los españoles eran para ellos y no cons­
tituía una necesidad parados naturales; más bien la concurrencia
de gentes extrañas y de cosas nuevas, hizo crear a los naturales nue­
vas necesidades, hasta mortificantes y temerozas en algunos casos,
cumpliéndose principios de economicidad. En este punto quizá, con-
cuerdan el padre Cobo con Gareilazo, cuando aquél dice que la cau­
sa principal que movió a los españoles a introducir a la América ani­
males y plantas de España; no era la existencia de grandes tierras
fétiles; sino la falta de plantas, legumbres y mayormente de gana­
dos de Europa necesarios para el sustento y servicio de los
mismos.
Gareilazo de la Vega nos dice, sobre uno de los móviles, que lo
que fomentó el cultivo de cosas de España en América y en especial
en el Perú, fué una orden del Emperador Carlos V a la Real Ha­
cienda para que premiara con una joya, que consistía en dos ba­
rras de plata de 300 ducados cada una, al primero que en cualquier
pueblo de españoles sacarse fruto nuevo de España. Este premio ha­
bría constituido en un estímulo para que los españoles se dedicasen,
en buenas oportunidades, de tratar con mayor ahinco en sembrar
cosas nuevas de España en América por el honor de recibir el pre­
mio del Emperador.
Nos dice el padre Cobo que: “la ausencia de animales cuya
carne puede comerse como la vaca, habría sido la costumbre de co­
mer carne'humana o, más bién con la introducción de este nuevo
alimento, los indios bárbaros y carnívoros, habríanse abstenido de
tal costumbre fiera”. Tremenda afirmación absurda, que no cabe
— 476 —
explicación en los habitantes del Imperio incaico. Los antiguos pe­
ruanos no fueron carnívoros, fueron esencialmente herbívoros; sus
alimentos fundamentales son la papa, el maíz y el pescado en la
costa. Eran lamentablemente el padre Cobo al pretender razonar
de tal manera la introducción de alimentos carnívoros domésticos a
la América; seguramente hasta en las mismas Antillas, sus habi­
tantes caníbales y antropófagos, siguen con la misma costumbre, no
porque no exista el animal comestible, sino porque su costumbre y
su religión así determinan su manera de alimentarse.
La mayor parte de animales y plantas de Europa llegaron pri­
mero a las Islas de las Antillas, principalmente donde llegó y colo­
nizó Colón: la Isla de la Española. Pero, hubieron cosas que se in­
trodujeron directamente al Perú. Cristóbal Colón, en su segundo
viaje en el año de 1493, trajo consigo gran cantidad de especies de
ganado españolas como así mismo posturas y semillas de todas las
plantas.
Seguiré el mismo orden de la obra del padre Cobo, coordinan­
do y anotando los datos que nos proporciona Garcilazo de la Vega;
para así intentar una síntesis de cada información de los animales
y plantas que los españoles nos han traído. Hemos de observar con
la mayor curiosidad y sorpresa, que los animales y plantas más co­
munes a nuestra vista y que al parecer nos causa la impresión de
ser oriundas del país, son generalmente extranjeras que en el trans­
curso de largo tiempo se han aclimatado y formado familia con ras­
gos peculiares, hasta convirtiéndose en silvestres, algunas.
De los Caballos.
Es el primer animal que posó la América como inmigrante fau-
nática. Llegaron juntos con los primeros españoles, y es el primer
animal que se introducía a tierras nuevas conquistadas. Natural­
mente, los primeros caballos que vinieron de España, los trajo Co­
lón el año de 1493, desembarcando en la Isla de la Española. Al
Perú se trajeron el año de 1531, cuando los españoles al mando de
Francisco Pizarro pisaron esta tierra para conquistarla. Las pri­
meras razas caballar fueron las de Andalucía.
El caballo como la yegua desempeñaron rol importantísimos
en la obra de la conquista de Méjico y del Perú. Para los españoles
era el animal de mayor importancia, ‘'porque en las guerras con los
naturales dellas han sido gran parte los caballos para conseguir la
victoria, los cuales, con sola su vista ponían gran terror y espanto
a los indios”. Tal era la estimación de los españoles que tenían por
los caballos a principio de la conquista, que dice Garcilazo que muy
raro era la venta de estos animales, y si esto se realizaba era por
— 477 —
muerte del dueño o porque se iba a España, en tales casos el precio
era verdaderamente excesivos. Nos dice el padre Cobo, “solíase ven­
der un caballo en este reino por tres y cuatro mil pesos de oro”.
Los caballos llegaron a multiplicarse en toda la América, que
llegaron a constituir animales más comunes y ordinarios. En Ijima
llegó a costar, cuenta Cobo, un buen rocín de carga más que seis o
doce pesos en los más finos. Los de carrera, 200 a 300 pesos.

De las Vacas.
Es el animal que trajeron los españoles y que ocupa un segun­
do lugar de importancia. Aventaja al caballo, por cuanto se criaron
también en tierras de riguroso y destemplado páramo. Las primeras
vacas llegaron a la Isla Española en los principios de su conquista.
Al Perú, primero se trajeron a Lima, tres o cuatro años después de
su fundación; porque el año de 1539, a 20 de junio, presentó una
petición ante el Cabildo de Lima, el regidor Fernán Gutiérrez, pi­
diendo en ella que, atento a que había traído vacas para que se per­
petuase le diesen un sitio para una estancia en la tierra de la arena
(a seis leguas de Lima), el cual le fué concedida por el Teniente
Gobernador Francisco de Chávez. Garcilazo de la Vega, nos dice que
el primero que tuvo vacas en el Cusco fué D. Antonio de Altamiro,
natural de Extremadura. Y los primeros bueyes que vió arar en el
Cusco fué por el año de 1551 y eran de propiedad de un caballero
llamado Juan Rodríguez de Villalobos, natural de Cáceres. Se di­
ce que los indios se quedaban atónitos de ver como araban los bue­
yes; y decían de los españoles que “eran haraganes por no traba­
jar, forzaban a aquellos grandes animales”. Un buey costaba por
el año de 1559, en el Cusco 17 pesos o sean 20 ducados y medio.
Sinn embargo la carnen de la vaca era barata, que hasta se botaba. Lo
que se aprovechaba tan sólo era el cuero y el sebo, cuya utilidad
no sólo gozaba el Perú, sino también España y otros reinos de Eu­
ropa, a donde se llevaban cada año muchos navios cargados de es­
tas mercaderías.
De los Jumentos y Muías.
El asno o jumento primeramente se trajeron de España a la
Isla Española. Al Perú lo introdujo el capitán Diego Maldonado,
uno de los primeros conquistadores de este reino, de la isla de Ja­
maica. Un jumento costaba de 10 a 15 pesos en Lima, y era muy
estimado para la cría de muías. Las muías costaban muy caro al
principio, que los ricos andaban en él. Las muías del Perú era de
mediano cuerpo, pero bién hecho y para mucho trabajo. Garcilazo
— 478 —
nos cuenta que el primer borrico que vió en el Cusco, fué el año de
1557.

Del Ganado de Cerda.

En el Perú existían tres o cuatro castas de puercos monteses,


pero no de los domésticos de Europa. Vinieron con los españoles
juntos en sus expediciones, por lo que es el primer animal, junto
con el caballo que se introduce en las tierras conquistadas. El espa­
ñol no lo traía con la intención de perpetuarlos en las tierras nue­
vas, sino que constituía el alimento de sostén, si se viesen necesita­
dos de bastimentos por cuanto este ganado era sumamente fecundo
y muy breve en dar frutos. Por eso, al Perú entraron con su con­
quistador D. Francisco Pizarro. Indudablemente que se multiplica­
ron y se esparcieron rápidamente, que la primera carne de Casti­
lla que se pesó en la carnicería de Lima, luego que se fundó, fué de
puerco. Como todos los animales que se introdujeron, el precio al
principio fué subido, pero poco a poco se hizo barata. Se pagó en
un principio hasta 1600 pesos por un puerco. Gareilazo nos aclara
la procedencia del término vulgar para llamar a los puercos. Cuchi;
esto lo dijeron primero los indios que al oir decir a los españoles a
los puercos, coche, coche; los indios llamaron cuchi, y desde allí es
una palabra en su lenguaje.

Del Ganado Ovejuno.

Las primeras ovejas que se trajeron al Perú, las trajo el capi­


tán Salamanca, uno de los primeros conquistadores, después de 4 o
6 años de haberse conquistado esta tierra. Cobo observa, que la ove­
ja es el único animal que no se volvió cimarrón como el caballo, el
asno, vaca y otros animales; seguramente por ser un animal flaco y
cobarde que tiene que vivir al amparo del hombre. Es también el
animal menos difundido, y no por el hecho de que vinieron pocas
razas, sino por que no se cría en las tierras yungas. En cambio las
ovejas del Perú no son burdas, todas son merinas de buena carne y
finan lana. La carne es barata como también la lana. Gareilazo vió
las primeras ovejas en el Cusco por el año de 1556, que se vendían
a 40 y a 50 pesos la cabeza.

Del Ganado Cabrío.

Las primeras cabras llegaron al Perú por el año de 1536. Es el


ganado que más se ha generalizado en toda la América, por que se
— 479 —
crían en tierra calientes como frías. En las islas frente a Chile se
han hecho cimarronas. Una cabra costaba en Lima, 8 reales.
De los Conejos.
Estos se trajeron de España. No se sabe en que fecha ni como
llegaron. Garcilazo nos cuenta, que el primero que llevó al Cusco
fué un clérigo llamado Andrés López, natural de Extremadura.
Dice Garcilazo, que este clérigo llevaba al Cusco en una jaula un
par de conejos, macho y hembra. Pero, al pasar por un arroyo, el
indio que llevaba el cargamento se descargó para descansar. Pero
cuando volvió descubrió que había desaparecido una, y era la hem­
bra que estaba preñada. Esta se metió en los montes contiguos y
parió. El lugar donde se escapó, señala Garcilazo una heredad del
padre de él, a 16 leguas del Cusco. Los indios cuidaron de la cría y
se multiplicó rápida y sorprendentemente en toda esa región. Es
así como llegó a abundar en el Cusco, en forma casual este animali­
to doméstico.
De los Perros.
En América existían dos castas de perros, pero muy diferen­
tes a los de Europa. Al Perú vinieron con los conquistadores el año
de 1531. El perro desempeñó, como el caballo, importante labor en
las victorias de las guerras de la conquista; por cuanto los indios
habían agarrado un gran temor, que tan sólo la presencia de estos
producía desmayo, principalmente en las conquistas de las provin­
cias de Tierra Firme. Pero después, los indios llegaron a tener gran
cariño por este animal que como nos dice el padre Cobo “no hay in­
dio ni india, por pobre y miserable que sean, que no tengan en su
casa algún perro, y no contentos con tener cada uno el suyo, crían
y sustentas cuanto pueden haber y los crían y aman como si fueran
sus hijos”. Otra particularidad de los perros en América, muy no­
table y digna, dice el padre Cobo; es el hecho de no haberse visto
rabiar al perro como a otros animales.
De los Gatos.
Los trajeron los primeros conquistadores, y se han multiplica­
do en algunas partes que se han vuelto cimarrones. Y, parece que
el primer gato lo trajo un tal Montenegro, quién lo yendió en el
Cusco a D.-Diego Almagro en 600 pesos (Odrizola). Los indios lla­
man Micitu, porque oyeron decir a los españoles, miz, miz, cuando
llamaban a -los gatos. Garcilazo, advierte que porque los indios 11a-
12
— 481 —
toriadores parecen estar de acuerdo que las ratas llegaron en las
naves que vinieron los españoles. Gomara, en su Historia General
de las Indias, afirma que no había ratones en el Perú hasta en
tiempo de Blasco Núñez de Vela; y que los indios llaman Hucucho-
ca, que quiere decir cosa que salió de dentro del Mar. Los primeros
ratones, dice el General Odriozola, se vieron en el año de 1545, que
fué cuando llegó el navio que el Obispo de Placencia D. Gabriel de
Carbajal envió a costear el mar del norte y del sur y entró por el
estrecho de Magallanes al Callao. Agustín de Zárate, testifica que
en esta nave se trajo los primeros ratones y que entre las ropas pa­
saron a tierra.
Estos son los animales y aves que de España se trajeron al Perú.
Hay otras especies que se han introducido de otra parte de Espa­
ña, como- de Africa y del Asia, por los españoles, cosa que trataré
en capítulo aparte, después de la flora española introducida al Pe­
rú, que en seguida he de ocuparme:
De la Vid.
La vid, es como en las faunas que trajeron los españoles, el ca­
ballo; la planta más provechosa y necesaria que los españoles han
traído y plantado en América. Respecto de quién trajo primero al
Perú, existe divergencia de datos entre el padre Cobo y Garcilazo
de la Vega. El padre Cobo dice “donde primero se plantaron las
parras y se dieron frutos, fué en esta ciudad de Lima, a la cual el
primero que trujo y plantó la vid fué uno de sus primeros poblado­
res, llamado Hernando de Montenegro; y el primer año que cogió
abundancia de uvas para vender, fué el de 1551”. Garcilazo dá el
honor a D. Francisco de Caravantes, antiguo conquistador de los
primeros del Perú, natural de Toledo; quién mandó traer de Espa­
ña, pero el que las trajo por escoger más frescas trajo de las islas
de las Canarias, que son uvas prieta y de color tinta. En el Cusco
lo introdujo un capitán llamado Bartolomé de Terrazas, uno de los
primeros conquistadores del Perú, que después pasó a Chile con
Almagro; y, dió fruto en el repartimiento llamado de Hchanquillo
en el año 1555.
En América existía unas parras silvestres que dan unas uvi-
llas muy menudas, negras y agrias; que los indios ni las cultivaban
ni hacen caso a sus frutos. Estas parras no las hubo en el Perú, ex­
cepcionalmente. Los españoles estimaban mucho a la parra, que la
cuidaban con gente armada. Naturalmente, el prceio de una parra
era costosísima, hubo caso que se vendió una parra en 3 mil pesos,
— 482 —
Del Olivo.

Merece el segundo lugar de dignidad después de la vid, por la


utilidad que favoreció. Es un caballero principal y uno de los pri­
meros pobladores de Lima, D. Antonio de Ribera, trajo de Sevilla
la planta de olivo al Perú. Este. caballero al regresar a España en
calidad de Procurador General, a su regreso, en el año de 1560, vol­
vió consigo en dos tinajones, 100 posturas de olivo; de las cuales
tan sólo llegaron vivas tres estacas, las cuales las sembró en su her­
mosa heredad, bajo la vigilancia de un ejército de 100 negros y 30
perros para que nadie las hurtase o tocase. Pero a pesar del cuida­
do, relata Gareilazo, que una noche desapareció una de ellas y ama­
neció en Chile.
Pero quién sacó fruto por primera vez, fué un vecino de Lima
llamado Gonzalo Guillén, quién lo recibió del canónigo llamado
Bartolomé Leones. Pues éste lo había hurtado de las andas del San­
tísimo Sacramento, en que D. Antonio de Ribera había ofrecido al
Altar, un ramito de su planta. Gonzalo Guillén, entendido en la
agricultura, lo sembró en una heredad al otro lado del Rímae, don­
de ahora está el convento de los Descalzos de San Francisco. Gon­
zalo Guillén, obtuvo gran beneficio, pues pagó al canónigo una ba­
rra de plata a cambio del derecho de participar a las utilidades,
que eran a medias. Este Guillén vendió a 4 o 5 mil pesos. Pero
luego bajaron de precio por la abundancia, pues es una de las plan­
tas que más ha crecido. Después de muchos años se comenzaron a
hacer aceite, cuando la abundancia de aceituna era enorme; y sa­
lieron muy buenas calidad de aceite.

De las Palmas de Dátiles.


Debieron ser una ele las plantas primeras traídas de España,
por cuanto dice el padre Cobo que las encontró con palmas bién
crecidas y antiguas. Señala dos particularidades de las palmas que
nacen en el Perú: 1), la brevedad con que nace y dan fruto; pues,
a los 4 o 5 años están dando fruto, lo que generalmente es a los 10
a 12 años; 2), la abundancia de fruto que echan, pues dan de 15 a
20 arrobas de dátiles cada una.
De las Frutas.
Ni el padre Cobo, ni Gareilazo de la Vega, nos dicen con cer­
teza ni cuentan de los autores que introdujeron los árboles fruta­
les de España; pués, habían tropezado con dificultades de averi­
guar. En sus crónicas, tan sólo encontramos relatadas las caracte-
— 483 —
rístieas y modalidades de la frutas que crecieron en esta tierra, pe­
ro no de quién fué su primer cultivador. Cobo nos justifica con las
palabras siguientes: “Es porque las más vinieron juntamente con
los primeros españoles que este reyno, o tan poco después, que den­
tro de 10 o 12 años que se pacificó, se daban ya las más de las fru­
tas y legumbres que se dan ahora, y de las que se han plantado acá,
se ignora el autor de muchas, por haber sido personas particulares
y haberse extendido las tales plantas con brevedad por toda tie­
rra ’
No hubo en el Perú, higos, granadas, membrillos, manzanas,
duraznos, priscos, albarchigos, melocotones, albaricoques, naranjas,
limas, limones, peras, ciruelas, almendras, cidras, toronjas, more­
ras.
Los primeros higos nacieron a media legua de Lima, en una
chacra “que está junto a la Caja de Agua”. La higuerra no produ­
ce en tierra húmeda, pero en otras tierras del Perú, nacen y fruc­
tifican maravillosamente, que casi todo el año no pierde la hoja,
“pero ni cesan en todo el año de dar frutos, de tal manera, que ca­
da día se cogen higos maduros de una misma higuerra” Tres cla­
ses de higos se han traído de España, los negros, llamados godines;
los doñigales y los blancos. Las maderas de la higuerra de Améri­
ca, tienen una propiedad distinta a la de Europa, no son tan fofa y
y esponjosa; sino maciza y buena para el fuego, a cuya causa “se
suelen plantar para sólo el provecho de la leña, como se hace en
el valle de Lima”.
Las granadas, son de las primeras frutas que se dieron en Li­
ma. Las del Perú son dulces; creyéndose que las que se trajeron de
España eran ágridas o ágridas-dulee, y que en el Perú degeneraron
y se volvieron dulces. Se diferencian también de las españolas, por­
que tienen la cáscara gruesa y no se abren en el árbol.
“La fruta que con verdad se puede decir que es mejor en esta
tierra que en España, son los membrillos, porque todos generalmen­
te son buenos, muy olorosos, tiernos, jugosos, sin nudos y muy li­
vianos. Y la causa de ser tan buenos debe ser la humedad de la
tierra”. D. Marcos Jiménez de la Espada, anota que los primeros
membrillos peruanos se dieron en tiempo del alzamiento de Gonza­
lo Pizarro, a quién se los remitió uno de sus capitanes, desde cier­
ta población de la costa: cuyo nombre no lo dice.
Casi todas las castas de manzanas que nacen en España se han
traído y han nacido muy bién. Es también esta fruta tan antigua
como el membrillo.
Los duraznos, priscos, albarichigos, melocotones y albarico-
ques„ crecen en un mismo clima, pues abundan copiosamente en los
valles de la sierra y llanos. Por el año 1599, estas frutas escaceaban.
— 484 —
Los duraznos eran tan caros que se vendían uno al real, tres por dos
reales. Los primeros melocotones que vió el padre Cobo, fué en el
Cusco, el año 1609, después de 4 o 5 años los vió en Lima y costa­
ban dos pesos. Notables son los duraznos y albaricoques de Hua-
manga y los albareliigos de Arequipa, melocotones del Cusco; nos
dice el padre Cobo.
El linaje de frutas de las naranjas, limas, limones, cidra y to­
ronjas; son las que parecen haber encontrado su terreno apropiado en
esta tierra, pues en otras andaban desterradas: “les es tan natu­
ral, que ninguna otra planta, así de las propias y naturales de acá
como de las extranjeras y peregrinas abraza mejor y conservan más
tenazmente”. Formaban estas frutas verdaderas montañas y bos­
ques y nacían en lugares desiertos e incultos, como si fueran plan­
tas silvestres. Tan abundantes eran que casi todo el año daban fru­
tos; de ellas, el limón y el cidro, particularmente. Las primeras na­
ranjas que hubo en Lima la plantó uno de los primeros vecinos lla­
mado Baltasar Gago, en una huerta a media legua de la ciudad.
De las peras, tan sólo se han traído una pequeña llamada cer­
meña. No se sabe quién la trajo, pero las primeras peras se produ­
jeron en Lima. La ciruela, es la fruta que peor ha probado esta tie­
rra, pues no ha encontrado, dice el padre Cobo, tierra acomodada.
En los llanos prende bién y dá flores pero no dá frutos. En la sie­
rra dá frutos, pero en poca cantidad. Lo mismo sucede con el al­
mendro, crece en los valles templados de la sierra y en los llanos,
pero no cuaja bién el fruto. Más bien en Chile es donde da fruto
muy bien y de donde se trae al Perú.
Se han traído de España también, el níspero y la azufaifa. Na­
cen bien en la sierra, pero se han extendido muy poco. Las nueces y
castañas, no llegaron al Perú; solamente se dieron en la Nueva Es­
paña,
Garcilazo dé la Vega nos dice que en el año 1580, un español
llamdao Gaspar de Alcocer, acaudalado mercader, llevó al Perú las.
plantas de guindas y cerezas. En cambio el padre Cobo, aunque no
dice de la persona que trajo al Perú, relata de que el guindo era
muy escaso fruto y apreciado; y que en el año 1610 se comenzó a
dar en Buenos Aires, de allí pasó a Chile y al Perú, que vendría a
ser muchos años después.
D. Antonio Solar, encomendero de Barranca y Supe, trajo las
primeras yuntas de bueyes y semillas y plantas de melón, granadas,
manzanas, guindas, nísperos, albaricoques, cerezas, almendra, nue­
ces, cidras, limones, membrillos de Castilla (Virreynato del Perú. J.
M. Valega).
— 485 —
Bel Gusano de Seda y de la Morera.
El padre Cobo dice que la Nueva España ha sido más dichosa
que el Perú en el gusano de seda, no por el temple, sino por la fal­
ta de dedicación a criar este gusano. Respecto al clima, es de lo más
excelente para la cría, que hasta se llegó a sacar hijos de muy bue­
na calidad, a principios de la conquista, pero que por descuido se
murieron los gusanos sin dejar sucesión. La semilla del gusano de
seda, la hizo traer al Perú, es el marqués del Valle, D. Fernando Cor-
tez, que primero se benefició con morales de la tierra, y luego se
trajeron moreras y morales de España. Lo que nos dice, que en el
Perú hubieron árboles de la morera.

Del Pino, del Ciprés, del Romero, del Retama y del Goyomba.
De la procedencia de estos árboles somos más felices que de las
frutas. El padre Cobo nos dice de las personas que trajeron al Pe­
rú. El pino lo trajo D. Diego Maldonado, uno de los primeros con­
quistadores, que lo plantó en su mayorazgo, a medio cuarto de Li­
ma. Había pinos naturales de acá, pero no eran de la misma espe­
cie que los de Europa, en cuanto a su fruto y no eran de madera
tan recia.
Del ciprés, no sabemos quién lo trajo, pero el primero nació
en el colegio de San Pablo de la Compañía de Jesús de Lima, el año
de 1580.
La semilla del romero la trajo un caballero vecino de Lima y
encomendero, llamado D. Alonso Gutiérrez, el año de 1579; cuando
volvió de España, lo sembró en su casa que quedaba junto al mo­
nasterio de monjas de la Santísima Trinidad. Se dice que mucho se
estimaba esta planta, que una vez el virrey Toledo la visitó y de ro­
dillas la besó. Esta planta se extendió fácilmente por todas partes,
que “no hay verjel a donde entre las más preciosas y de estima no
tenga lugar”. La retama que se ha traído es la vulgar llamada ga-
yopnba, o genesta, La trajo un caballero llamado D. Melchor de
Avalos, vecino de Arequipa y natural de la ciudad de Baeza, en el
año de 1580. Es estimado por sus hermosas y fragantes flores, y
abunda en la sierra.
De las Cañas Dulces y de las Comunes.
D. Pedro de Atienza, vecino de la Concepción de la Vega, uno
de los primeros pobladores de la Isla Española, fué quién trajo a la
América la caña dulce. Al Perú fueron traídas muy a principio de su
fundación, “a donde se dan tan bién, que ninguna tierra le hace
— 486 —
ventaja”. Garcilazo de la Vega nos dice que en Huánuco, fué don­
de primero se sembró por un caballero que él conocía, pero que no
nos dice su nombre. Al Perú se traía azúcar de Méjico, por que el
criado de este caballero, hombre astuto y prudente, aconsejó para
que trajesen la semilla y se cultivase en este reino. D. Diego de
Mora, fué el primer azucarero del Perú (J. M. Valega), Pedro M.
Oliveira, dice que es D. Pedro de Avadia, el primero que trajo la
caña al Perú.
Del Trigo.
Con sumo detalle se ocupa de narrar el padre Cobo, sobre la
autora y la forma cómo se sembró este cereal en el Perú, por cuanto
considera, justo que “quedó perpetúa la memoria de este benefi­
cio y que esta república, siquiera en no echarla en olvido, muestra
el debido agradecimiento a quién tanto cuidado puso en dejarla
abastecida’
El padre Cobo dice que la autora es doña Inés Muñoz, esposa
de D. Francisco Martín de Alcántara, hermana del marqués D.
Francisco Pizarro. Garcilazo de la Vega, señala como autora que
primero trajo la semilla del trigo al Perú, a doña María de Esco­
bar, casada con un caballero' llamado Diego de Chávez, ambos na­
turales de Trujillo. Lo "mismo dicen los cronistas Gomara, Zarate y
otros: quién, dicen, trajo de España medio almud de trigo, que se
distribuyó, por granos—20 o 30—entre algunos vecinos. Sucedía
esto en tiempo del virrey Hurtado de Mendoza, quién fundó la ciu­
dad de Cañete en el valle de Huarco,, en donde se cultivó por pri­
mera vez el trigo (de la Historia del Virreinato del Perú, por el
doctor J. M. Valega).
Aunque la mayoría de los cronistas e historiadores otorgan el ho­
nor a doña María de Escobar los relatos del padre Cobo sobre có­
mo doña Inés Muñoz llegó a obtener y sembrar la semilla del trigo;
me hace reflexionar, de que quizá doña María de Escobar, habría
sido la mujer que primero trajo la semilla directamente de España
en cantidad, pero cabe el honor a doña Inés Muñoz, ser la primera
mujer que plantó en el Perú y obtuvo trigo, aunque en poca pro­
porción. Primeramente, doña María de Escobar, es contemporánea
al reinado del Virrey Hurtado de Mendoza, a lo que doña Inés Mu­
ñoz, según el padre Cobo, sembró en tiempo que D. Francisco Pi­
zarro vivía; y, que es posible, como nos relata el padre Cobo, que
doña Inés Muñoz, haya encontrado semillas del trigo dentro del
barril de arroz que le enviaran de España, por la similitud del ce­
real. Doña Inés Muñoz, dice el padre Cobo “fué la primera mujer
española que entró en este reino en compañía de su cuñado el mar-
— 487 —
qués D. Francisco Pizarro, fué una de las primeras pobladoras, desta
ciudad y república; ella la que hizo el primer obraje de lanas de
Castilla en su repartimiento y encomienda de indios del valle de
Jauja......... hizo traer de España los más de los árboles y plantas
que ahora goza esta tierra; y ella finalmente, fué la que dió el trigo
a este reino del Perú”. Fué casada en segunda nupcias con D. An­
tonio de Ribera, caballero que trajo al Perú el olivo de España. Di­
ce lo siguiente de cómo doña Inés Muñoz encontró y sembró el tri­
go: “el mismo año en que se fundó esta ciudad de los Reyes en el
asiento que hoy tiene, que fué el de 1535, habiéndose traído de Es­
paña un barril de arroz, se puso un día esta señora a escoger y lim­
piar un poco, para hacer un potaje con que regalar a su cuñado el
Gobernador, que en aquellos principios era un guisado de arroz re­
galo extraordinario. La cual, como a vueltas del arroz hallase algu­
nos granos de trigo los que fué apartando con intento de sembrar­
los y probar ventura a ver si acaso se daría trigo en esta tierra.
Sembrólos en una maceta con el cuidado y curiosidad que si planta­
ra una mata de claveles o de albahaca, y con el beneficio y regalo
que fué haciendo a su costa sementera, regándolas a sus tiempos,
nació y creció con notable lozanía y dió muchas y grandes espigas.
Cogida esta cosecha, que fué la primera de trigo y más fértil pro­
porcionadamente que ha habido en este reino, se volvió luego a sem­
brar a mano, sin que se perdiese grano”. El padre Cobo, agrega,
que en el año de 1539, se hicieron los primeros molinos, y al año
siguiente se hicieron pan de trigo, que el cabildo señaló el precio de
un real la libra.
De los demás Cereales.
La cebada como el arroz, se trajeron al Perú muy al principio
de su población. Sabemos que doña Inés Muñoz recibió un saco de
arroz por los años 1535. La cebada dió fruto en todas partes, por
ser planta muy recia al frío; pues, fué más generalizado que el tri­
go. El centeno, también se trajo de España, y aunque se dá muy
bién en estas tierras, no se sembró en abundancia.
También han llegado de España, las habas, garbanzos, lentejas
y frijoles; que se generalizó su uso entre los indios.

Del Lino, Cáñamo, Alfalfa y Alpiste.


Dice Garcilazo de la Vega haber sabido que doña Catalina de
Retes, suegra de D. Francisco de Villafuerte, uno de los primeros
vecinos del Cusco; mujer muy noble y religiosa, pues fué una de
las primeras pobladoras del convento de Santa Clara del Cusco del
13
— 488 —

año de 1570, esperaba que le llegara de España, linaza, que había


mandado pedir le enviaran para sembrar y un telar para tejer
lienzos caseros. No afirma D. Gareilazo, si la vió sembrar, pero dice
que después supo que se cogía mucho y se hilaba en el Cusco. El
padre Cobo nos dice tan sólo que el lino nace bién, pero se siembra
poco, por la poca dedicación de las mujeres a su hilado. Con la
siembra del Cáñamo, también poco beneficio se obtiene. En cuanto
a la alfalfa, su siembra era grande y de mucho beneficio. “Donde
primero nació la alfalfa en este reyno, fué en esta ciudad de Lima,
a donde trujo su semilla del reyno de Valencia un portugués lla­
mado Cristóbal Gago, que pasó a este reyno al principio de su con­
quista con el Adelantado Diego de Almagro, y la sembró en una
chacra que tuvo media legua de esta ciudad”. El alpiste llegó a
Lima, el año 1612 en la cantidad de 30 botijas para sustentar a 60
canarios que un mercader trajo a Lima.

De las Flores.
Todas las flores que se han traído de España han nacido con
gran abundancia, aunque en el Perú había diversidades de flores,
pero que “casi todas son silvestres y poco odoríferas, y ninguna
digna de ser comparada con la belleza y fragancia de la rosa ni con
otra de las más olorosas de nuestras castellanas”. Nos dice el padre
Cobo, que algunas degeneraron, otras nacieron sin diferenciarse,
pero “ninguna se ha mejorado con la mudanza del suelo”.
La rosa, trajo su semilla a Lima hacia los años de 1532. Dice
el padre Cobo que era “cosa tan deseada” que se tendieron todo el
cuidado y diligencia posible en la siembra, y para lograr que se
perpetuara, se ofició una misa con la semilla puesta sobre el Altar,
para que “con la bendición del sacramento tuviese feliz suceso”.
La primera rosa nació cuando era el virrey D. Hurtado de Mendo­
za, marqués de Cañete, que fué puesta por mano del Arzobispo Fr.
Jerónimo de Loayza a una imagen del bulto de nuestra Señora de
la Iglesia Mayor, en una fiesta solemne a vista de todo el pueblo.
También se trajeron de España, los claveles rojos y clavellinas
manchadas de blanco y purpúreo, que son tan generales como las
rosas. Las azucenas, también abundan, especialmente en Quito. El
lirio se extendió en la sierra. Los alhelíes crecen copiosamente y los
hay de todo colores. La flor llamada albeases o albihares, cuya plan­
ta es semejante a la cebolla, se trajeron a Lima de Granada, el año
de 1594. La andalucía maravillas, vinieron mucho después. Las es­
cobillas, aunque no tienen olor, se ha estimado por ser “tan de lin­
do parecer con su figura de estrella y hermosos colores”; se traje­
— 489 —
ron en tiempo del virrey Marqués de Cañete. La malva grande, lla­
mada comúnmente malva loca, trajo de España un religioso de la
Compañía de Jesús en tiempo del virrey Toledo. Son inmigrantes
también la manzanilla, que nace en todas partes; la hierba santa,
que nace sólo en los temples de la sierra; los narcisos, que son muy
modernos, pués se dan en Lima desde el año 1650; el cinamomo o el
paraíso como le llaman en España y la llamada espuela de caballeros
son plantas que han llegado al Perú en el siglo XVII.

De las Hierbas olorosas que comunmente acompañan a las Flores.

Las que vinieron de España son: la hierba buena, toronjil, al-


bahaca, mejorana, ajedrea y trébol; las cuales todas nacen en abun­
dancia. La Hierba Buena se trajo de España a los principios de la
población de Lima, y fué en el Hospital de Santa Ana donde pri­
mero se sembró. El Toronjil, se sembró primero en Lima en tiempo
del virrey Toledo, por un religioso de la Compañía de Jesús. La Al-
bahaca, no es tan general como la hierba buena, pero nace fácilmen­
te en culaquier parte. Lo mismo que la Mejorana que nace todo el año.
En cuanto a la Ajedrea, el padre Cobo la vió por el año de 1614, en
una huerta de un español nacido en el Perú y que no conocía la
planta creyéndola por tomillo. El trébol es la planta que más ha
cundido en las Indias, y que más daño ha causado a los sembrado­
res, que gastaban fuertes sumas de dinero para extirparla.

De las Hortalizas y Verduras.

El padre Cobo al tratar de las hortalizas y verduras, las sub­


divide en tres grupos: 1), hortalizas cuyas raíces son las que prin­
cipalmente sirven de mantenimiento; 2), hortalizas que son útiles
por sus hojas y ramas; y 3), de las que producen algún fruto o se­
milla para el mantenimiento del hombre. Siguiendo este mismo
orden vamos a tratar las hortalizas que han inmigrado al Perú,
grupo por grupo.
1) grupo: Pertenecen los rábanos, nabos, zanahorias, ajos y
cebollas.
Todas se trajeron al Perú, a principio de su población, y nacen
con abundancia; no sólo en los pueblos españoles sino también en
los de los indios, que la siembran así para su uso como para ven­
derlas a los españoles.
2) grupo: Son las coles, lechugas, escarolas, borrajas, cardos-,
mastuerzo, espárragos, espinacas, acelgas, perejil, orégano, poleo y
pimpinela,
— 490 —
Todas han venido de España a principio de su pacificación.
Las coles muy pocas veces se siembran, sino que cogen los cogollitos
cuando están pequeñitos. Lo mismo hacen de las lechugas; se apro­
vechan del cogollo del tronco. Las escarolas no son tan comunes co­
mo las lechugas, porque poco se siembran, en cambio las borrajas si
son abundantes y copiosas en todas partes. Los cardos si que ha ne­
cesitado gran cuidado y curiosidad para sembrarlas y cultivarlas.
Los espárragos son escasísimos lo mismo que las espinacas y acel­
gas que han cundido muy poco, por la poca dedicación de los espa­
ñoles; así también puede decirse de las Pimpinellas y el mastuerzo.
El perejil, orégano y poleo, han sido hierbas muy generales y muy
comunes. Alcarehofas y tomillos, dice Cobo no haberlas visto.
3) grupo: Tenemos los melones, calabazas, sandías, pepinos, co­
hombros, berengena, mostaza, azafrán, culantro, cominos, romi, anís
y ajonjolí.
De las cuales las más preciadas es el melón por su suavidad de
su fruto. Los primeros melones nacieron en Lima, en el valle de Pa­
chacámac, en la huerta de Antonio Solar, uno de los primeros pobla­
dores de Lima. Más adelante, anoté de este español, ser encomen­
dero de Barranca y Supe y que había sido el primero que trajo'las
yuntas de bueyes y semilla de melón, granadas y otras frutas; és­
te era por el año de 1558, uno de los más ricos españoles en Lima,
por la venta de dichas frutas. A los indios les gusta mucho esta
fruta que algunos llegaban a enfermarse por glotones de esta fru­
ta. Las sandías, pepinos, mostaza son las que han cundido bién; las
demás poca ha sido su estimación.
Hemos de observar, que ningún autor no dice de quiénes han
sido los que primero nos trajeron estas hortalizas. Sólo sabemos, de
tantas, la suerte del melón.

De las demás Plantas, de uso medicinal.

Son las siguientes plantas: el hinojo, závila, eneldo, viznaga,


ruda, adormidera, salvia y taragontía.
Todas han nacido copiosamente, que hasta algunos se han he­
cho silvestres. La viznaga se trajo en tiempo del padre Cobo, y que
era abundante que se tenía cuidado de que no se extendiese. El hi­
nojo es también abundante, pero no se volvió silvestre. La salvia
que se ha traído de España es una especie de la llamada salvia me­
nor. Las demás sólo crecen en las huertas y arriates. De estas plan­
tas tampoco tenemos datos de los autores que nos trajeron.
— 49i —
De los animales que los españoles trajeron de otra parte del
mundo.
No solamente hemos recibido inmigrantes de fauna y flora es­
pañolas, sino que también han llegado de las tierras lejanas de la
Madre Patria, colonias de élla, animales y plantas curiosas y útiles.
Diee el padre Cobo, que la América y especialmente el Perú, ‘ ‘ era
región más estéril y pobre del Universo de las riquezas naturales”
antes que los españoles la descubriesen. Quiero exceptuar del tér­
mino “riquezas naturales”, la parte que corresponde a la riqueza
mineral; del que los españoles han querido considerar aparte. Y,
cuyo provecho y beneficio, parece al padre Cobo, ser indiferente.
De Africa se han traído dos especies de animales: el camello y
ciertas casta de gallinas naturales de Guinea. Es el capitán Juan de
Renaga, uno de los primeros pobladores de esta tierra y natural de
Bilbao quién .trajo los primeros seis camellos hembras y un macho
que los vendió en 4 mil pesos a D. Pedro Portocarrero. Sobre los
camellos encontramos en los “Anales del Perú” de Montesinos, que
en el año de 1552 llegó úna cédula del Rey en que se hacía merced
a Cebrián de Caritate para que pudiera llevar camellos al Perú
por 10 años, sin que otra persona pudiese entrarlos por ese tiempo.
Los camellos al principio se multiplicaron por cuanto eran las úni­
cas bestias de carga; pero con la venida de caballos y muías, fueron
desplazados y fueron disminuyendo poco a poco, hasta que en el
año de 1615, murió el último camello en Lima. Las gallinas de gui­
nea no son tan buenas como las españolas y se diferencian porque
tienen la carne negra y no tan regaladas como las otras.
De la China, se han traído los puercos y los perros que allí se
crían. Los puercos son pienores pero engordan mucho. Los perros
son chiquillos, feos y de mada catadura porque no tienen pelo.
De las plantas que se trajeron de otra parte de España.
De Africa, se trajeron dos especies de plátanos que son: los co­
munes y los de guinea. Los primeros se trajo de la isla de la Espa­
ñola en el año de 1516, por el padre Fray Tomás de Verlanga, de la
orden de Predicadores, que después fué Obispo de Panamá. El plá­
tano de guinea la trajo una señora viuda, que vivía en Panamá y
que se trasladó a Lima el año de 1605.
De la Asia e islas adyacentes, se han traído 4 especies de plan­
tas, que son: gengibre, cañafístola, tamarindo y ciertas castas de
naranjas mayores que las nuestras.
De las islas Filipinas, trajo un padre de la Compañía de Jesús
a Lima, el año de 1600, cierta casta de naranjas, “que dicen ser tan
— 492 —
grandes como la cabeza de un hombre”. Se sembró en el colegio de:
San Pablo.
De la China, también se trajeron otra especie de naranjas, que
dice el padre Cobo: “parece ser un injerto de naranja y cidra”. Co­
menzó a dar fruto en Lima en el año de 1624.

Sorprendente es la cantidad de fauna y flora doméstica y útil


que los españoles nos lian legado. Se puede decir, que casi nada dé­
lo oriundo en la actualidad usamos y nos servimos; parece que Es­
paña y sus hombres nos han traído el alimento carnívoro y herbívo­
ro, que hoy nos alimentamos. Tan sólo, que en lo referente a las flo­
res, hortalizas y otras plantas; no sepamos de las personas que nos
han traído, nos conformaríamos en elevar nuestro agradecimiento,
anónimo.
VÍCTOR K. Tateishi.
— 493 —

MOCEDAD DE JOSE RUFINO ECHENIQUE

Tesis presentada a la Facultad de


Letras de la Universidad Mayor de San
Marcos, para optar el grado de Bachi­
ller en Humanidades.

INTRODUCCION

Al tratar sobre la “Mocedad de José Rufino Echenique”, me


limito a presentar mi personaje, a esclarecer su genealogía, y a es­
tudiar las influencias que recibió a través de los sucesos vividos
y observados en la primera etapa de su vida. Su desarrollo sirve
de indispensable prolegómeno al conocimiento de la posterior ac­
tuación pública de José Rufino Echenique.
Precisamente se distinguen en su vida hasta seis etapas, a sa-
loer:
1 .a), Mocedad, en la cual se deben comprender sus orígenes,
su infancia, su participación en la campaña emancipadora, y su
visión de los primeros contrastes políticos;
2 .a), participación en las guerras de afirmación nacional—con­
tra Bolivia en 1828, y contra Colombia en 1829—, en el sostenimien­
to del primer gobierno de G-amarra, y en la preparación del abra­
zo de Maquinguayo;
3 .a), paréntesis doméstico, iniciado con su matrimonio y con
su negativa a servir en el ejército bajo el gobierno de
Santa Cruz, y aplicado, tanto a faenas agrícolas, como a fecundas
pláticas con Bartolomé Herrera;
4 .a), nueva etapa de actividad civil, iniciada con su partici­
pación en.el gobierno directorial de Manuel Ignacio de Vivanco,
continuada en su plegamiento a la revolución constitucional de
Ramón Castilla, y culminada con su advenimiento a la presidencia
de la república;
— 494 —
5 .a), destierro—en Estados Unidos y Chile—, vuelta al Perú,
participación en los debates legislativos desde 1863 hasta 1872, y
segunda candidatura a la presidencia; y
6 .a), el ocaso, representado por su alejamiento de la vida po­
lítica, la búsqueda de cura para sus males físicos, y la redacción
de “memorias”.

Me limito, estrictamente, a la primera etapa: ya porque el es­


tudio de las posteriores ha de sustentarse en el conocimiento de
ésta, pues determina su sentido; ya porque la falta de un estudio
sobre el mismo tema proporciona un seductor aliciente. Y he limi­
tado esta etapa a los hechos de que trata el presente trabajo, por­
que se inician y concluyen en el hogar paterno. Más tarde apare­
ce el hombre, ejercitando su voluntad y sus humanas aspiracio­
nes, ocupando un lugar en la atención pública; de manera que srr
visión sería objeto de un estudio distinto.
Pero, aunque ahora no enfoque aquellas actividades de José-
Rufino Echenique que más trascendencia alcanzaron en la vida na­
cional, debo recalcar cuáles son los valores históricos que me han
guiado a realizar tan especial estudio de su personalidad. Y, al
respecto, destaco principalmente su dignidad civil: pues, en una,
época sobre la cual se extiende el imperio del caudillaje militar,,
que a su antojo amolda el espíritu de la ley, José Rufino Echeni­
que defiende su actitud con el expreso dictado de la ley. Así, en-
1834, al preparar el abrazo de Maquinguayo; en 1845, plegándose
al movimiento constitucional encabezado por Ramón Castilla; des­
pués de 1855, pidiendo qué los actos de su gobierno fueran someti­
dos a un juzgado competente; en 1872, condenando la militarada,
de los Gutiérrez.
Otro valor histórico, en la personalidad de José Rufino Eche-
ñique, es su acentuado conservadorismo. Nacido en las pláticas que
sostuviera con Bartolomé Herrera, el cura de Lurín, cuando la
campesina paz de su hacienda le hacía desear la pacificación ci­
vil del Perú. O inspirado, ya en las pretensiones heráldicas de sus
mayores, ya en su vinculación a las añoranzas coloniales de los
Tristán. Pero, en el fondo, positivo. Porque el conservadorismo do
José Rufino Echenique tendía a la estabilidad de la política na­
cional, y en el alborotado mar de las pasiones políticas, aspiraba
a imponer una norma de responsabilidad individual.
Además, la vida y el gobierno de José Rufino Echenique fa­
vorecen la aplicación de un actualísimo criterio científico-político.
Porque su vida nos presenta el ejemplo de una típica aspiración
al orden dentro de la ley, pues en tal orden se halla la base in­
dispensable para el bienestar personal y el progreso nacional. Y
porque, bajo su gobierno, se producen la consolidación de la den-
— 495 —
da interna y su parcial conversión en deuda externa, que favore­
cen la formación de un capital nacional y la aparición de la bur­
guesía en nuestra vida política y social.
Creo, sin embargo, que estos no son todos los aspectos de la
significación histórica de José Rufino Echenique. Aún debo per­
seguir su integración y su esclarecimiento, pues “la suma de sus
actos es el hombre mismo”—como afirmaba Hegel.

CAPITULO I

RETRATO DEL GENERAL JOSE RUFINO ECHENIQUE

En su mejor época (1), el general José Rufino Echenique pa­


rece de mediana estatura. El pecho, lacio, adquiere cierta esbeltez
patricia, al ser estrechamente ceñido por la casaca del recamado
uniforme militar. Pero su actitud causa una impresión desconcer­
tante, porque los brazos están alejados del tórax y su indiferen­
cia pendular denuncia cierta ausencia de bizarría. Su actitud no es
resuelta y hace creer que la voluntad hubiera sido detenida en ple­
no trance de adopción. Es una actitud que media entre lo familiar
y lo marcial; pero no es flexible, ni parece dúctil. Aspera y aislan­
te, la actitud del general José Rufino Echenique refleja desconfian­
za o temor; es limitada, escasamente acogedora. No tiene ademán
de imperio, ni seducción personal.
También es limitada la expresión del rostro. Es un rostro ova­
lado, cuyos contornos están claramente definidos: en su parte in­
ferior, por una pilosidad mantenida en medio crecimiento y que,
naciendo al lado de ambas sienes, pasa por el borde inferior de Ia
mandíbula, sin invadir el rostro; y en su parte superior por el ca­
bello, que forma un amplio semicírculo en torno a la frente. Liso,
quizá fino, y no muy abundante, el cabello está sencillamente
echado hacia atrás; pero hacia el lado izquierdo cae con cierto

(1) Es decir, en 1850. Tal como lo presenta una copia del grabado en
piedra, hecho por David Lozano. Está conforme con la imagen del general
José Rufino Echenique, litografiada en París por el dibujante M. Alophe,
teniendo ante la vista un daguerrotipo de la fecha mencionada. Apareció
incluida en la “Galería de retratos de los gobernantes del Perú indepen­
diente”, editada por Domingo de Vivero, con textos biográficos de José An­
tonio de Lavalle, en Lima, el año 1893. (Véase lámina I).
14
— 496 —

abandono y se ondula, como si fuera a plegarse con la vana lige­


reza de un rizo; y, con el mismo abandono, cubre la parte supe­
rior de ambas orejas, exteriorizando la preeminencia de esa ínti­
ma afección que induce al hombre a gustar de la caricia amante,
o la humana debilidad de quien aspira a vivir para el hogar' y pa­
ra su propio sosiego. Es la paternal dulcedumbre que refleja la
amplia y comba llanura de la frente la siempre renacida tenden­
cia a disfrutar de la paz que oscureció la vida. Y revela una acti­
tud pasiva, que se traduce en inclinación a ser objeto de las fami­
liares demostraciones de cariño, o en cierta avidez por alcanzar y
disfrutar los bienes de la tierra.
Por otra parte, la amarga adustez del gesto caracteriza al ge­
neral José Rufino Echenique como receloso y huraño. Y así lo ha­
cen aparecer, también, los pliegues que le cortan el entrecejo. Son
divergentes y se extienden sobre el límite inferior de la frente,
orientándose ligeramente hacia el lado izquierdo. Los ojos parecen
empequeñecidos y rasgados por la atrayente contracción del en­
trecejo; la nariz, algo afinada por una ligera curvatura de su ni­
vel superior, es tosca, y sus aletas se dilatan sensiblemente; en el
labio superior se insinúa una leve convexidad pero su diseño es
fino y ofrece un notable contraste con el diseño del labio inferior,
que se extiende hacia adelante y quiere aventurar una caída; la
barbilla es roma, y debajo de ella se acusa una adiposidad al pa­
recer creciente. Y a cada lado del rostro se extienden dos surcos
profundos: el primero nace en el ángulo del lagrimal, describe un
extenso arco, y va a confundirse con el pliegue formado por la
adiposidad que se acusa debajo de la barbilla; el segundo nace en
el borde superior de las fosas nasales, se extiende a ambos lados
de los labios, y encuentra la línea que media entre la barbilla y el
labio inferior. Su expresión es sumamente compleja, porque en
ella no se anuncian la decisión o la firmeza sino una vaga y do­
lorosa perplejidad. Y su rústica dureza es indicio de una actitud
defensiva ante el mundo. Hay dureza en el entrecejo ceñudo, en la
mirada, y en el plegamiento de los labios. Matizada por la sensua­
lidad que se revela en la dilatación de las fosas nasales, y por el
gesto de fastidio que define la leve inclinación del labio inferior,
esa dureza no ostenta un brillo peculiar en la mirada. No es la-
amarga dureza que a veces dejan los embates de la vida, o que
estereotipa la decepción. Es la que se va grabando en el rostro del
hombre, cuando discurre entre un concierto de pasiones que él no
acierta a detener y que lo impelen a brindarles satisfacción; la
que nace, criando el alma oscila entre los vaivenes de lo inespera­
do y no sabe ponerle cauce o dique al desenvolvimiento de Ia
vida.
'Sv->
— 497 —
En conjunto, la presencia del general José Rufino Echenique
manifiesta aquella aparente serenidad de quien posterga la solu­
ción de sus propios problemas, porque no ha llegado a perfeccio­
nar y completar su concepción de la vida; manifiesta que, en el
fondo del espíritu, se impone la tendencia a la quieta contempla­
ción del diario discurrir, tan grata a todo aquel que teme encami­
narse hacia el error y procura inspirar su actitud en las más os­
tensibles coyunturas del momento. Y parece que esta quieta con­
templación no tiene influjo suficiente para darle una tónica a la
vida del general José Rufino Echenique, pues no puede impedir
que en el rostro s-e graben los variados sentimientos que la acon­
gojan. Es reservada y especiante, preñada de reticencias y algo
temerosa. Quizá oculta un íntimo desconsuelo. O su dureza es,
quizá, el resultado de un continuo vencimiento de aspiraciones sus­
tentadas en una vocación trunca.
Acaso se podría argüir que el desconsuelo no es concebible en
un soldado que estuvo constantemente asistido por la fortuna. Pe­
ro los contemporáneos del general José Rufino Echenique dicen
que la actividad política le llegaba a producir disgusto, y que ha­
bría sido plenamente feliz si se hubiera consagrado a la vida ho­
gareña. Al saberlo nos parece que en su mirada descubriéramos
una suspendida bondad paternal, o que una intensa afición lo in­
clinara a gustar el devoto rendimiento familiar.
Era dueño de un temperamento cortesano, e igualmente sa­
bía prodigar el cumplido y la galantería que complacen a las mu­
jeres, o la frase oportuna y el amable elogio que podían compro­
meter la simpatía de los hombres. Y, así como sabía demostrar
su afabilidad, al general José Rufino Echenique le gustaba que
sus amigos le reiterasen constantemente su cordial adhesión. Era
muy susceptible a la untuosidad de los aduladores; y con tanta
facilidad prestaba crédito a sus palabras, que pocas veces se con­
sideró libre para discernir sobre los méritos que poseían. Procu­
raba evitar el resentimiento de los que no tenían nobleza para
explicar un olvido, y ganarse la voluntad de aquellos a quienes
creía dispuestos a servirlo. Porque tenía el tacto suficiente para
comprender que las dotes de la fortuna, o los éxitos de las armas,
están expuestos a las veleidades del tiempo; y que la inteligencia
o la sagacidad no se imponen siempre por sí mismas. Pero sus
amigos abusaron de esta natural inclinación a la bondad, que ca­
racterizaba al general José Rufino Echenique, y en su conciencia
fueron labrando un amargo desengaño (2). Muchas veces temió a
(2) Así lo confirma el liberal Manuel Vicente Villarán Loli, opositor
político del general José Bufino Echenique. En su canto a la "Victoria de
— 498 —

sus propios. amigos, y los satisfizo para evitar que una negativa °
una observación correcta hicieran nacer a un enemigo. Después
hubo alguno bastante sincero, y confesó que:
el general Echenique, en quien los sentimientos de gratitud y
amistad se hallan exageradamente desarrollados hasta el pun-
La Palma” (Imprenta de “El Comercio”, por J. M. Monterola; Lima—1856),
pretende que el general José Rufino Echenique debió pronunciar las siguien­
tes palabras, en el consejo de oficiales generales que reunió el 4 de enero de
1855, o sea, el día anterior a la batalla de La Palma:
.. . Solo el averno
puede a los hombres sugerir la idea
de gobernar países, donde el vicio
en triunfante Garrióla se pasea.
El mando es de ambición digno suplicio.
La banda por que tanto se suspira
abrasa el corazón del que la ciñe,
cual la veste fatal de Deyanira.
Y la gente que erije
eon su voto, o audacia, al mandatario,
lleva sus pretensiones al extremo:
oro, empleos, honores, todo exige;
y la mísera hechura,
por saciar su codicia
atropella la ley y la justicia.
Incesante trabajo, privaciones,
perfidias del amigo y del valido;
del que lo inviste el nombre apetecido,
la joya de su honor, pronto arrebata
de la imprenta la horrible catarata:
ingratitud, puñales, traiciones,
y en tan cruel situación no viene un goce,
a consolar la víctima suprema,
que yace encadenada en el palacio:
únicamente aquel que no conoce
el peso del bastón o la diadema,
puede, infelice, suspirar por ellos.
En conclusión diré, que los reproches
que me enrostráis serían tolerables
si no hubiesen cedido los derroches,
que aseguran causé con franca mano,
en vuestro bien, señores: por vosotros
bueno empecé para acabar tirano.
Y, sin embargo de ser imaginadas por un adversario, ningún exceso de
pasión mezcla en esas palabras un dicterio dirigido contra los enemigos: so­
lamente manifiestan un grande y profundo desengaño. Desengaño, ante la apa­
rente nombradla que proporciona el poder, ante el conocimiento de las múl­
tiples pretensiones con que sus “amigos” cercan al mandatario, y ante las
dificultades que se oponen a la realización de honestas intenciones. Desenga­
ño labrado por el abatimiento de la voluntad, ante el cúmulo de problemas
morales y materiales que debe afrontar el administrador discreto.
— 499 —
to de obtener su debilidad tocados estos resortes, se vió como
arrastrado a consentir en el abuso (3).
Y sabía, otras veces, que sus mercedes iban a recaer en un fal­
so amigo; pero confiaba en que la gratitud podría desviar las ma­
las pasiones.
Obliga a suponer que una constante necesidad de afecto lo
incitaba a creer, a pesar de que los frecuentes desengaños lo in­
clinaran a la desconfianza. Tal vez temía que en torno de él pu­
diera producirse la soledad, y afanosamente procuraba enlazar sen­
timientos. O su carácter, poco decidido y quizá tímido, lo llevaba,
tal vez hacia el sostén ligeramente anunciado. Pero esto hizo ines­
tables sus devociones. Aunque, en rigor, no sería exacto juzgarlo co­
mo versátil, pues no obraba con malicia. Buscaba el consejo de
varones prudentes, pero el chisme palaciego cercenaba su creduli­
dad y detenía la decisión que ya afloraba. Dos caminos se abrían,
entonces, a la voluntad del general José Rufino Echenique: o se
obstinaba en seguir su propia opinión, aunque sus colaboradores la
juzgaran errada; o retardaba la decisión, y luego ponía en juego
dos recursos de efectos opuestos. Le faltaba madurez.

CAPITULO II

ESCLARECIMIENTO GENEALOGICO

Voces de tiempos idos, que se proyectan sobre el espíritu can­


doroso de la juventud, las tradiciones familiares constituyen la
simiente para su feliz modelación o el muro contra el cual se en­
cona el sino renovador de las nuevas edades. Herencia benéfica o
enseñanza fecunda, esas tradiciones encierran la aspiración que
induce al hombre a participar en el privilegio eternal de los dio­
ses. No encubren el mandato imperioso de los muertos, sino la
voz con que el presente evoca al pasado.
Buscamos, por eso, las tradiciones familiares que pudieron in­
fluir en la formación espiritual de José Rufino Echenique. Su raíz
(3) Salva: “El despertador del proyecto de rehabilitación de los jefes
y oficiales vencidos en La Palma, presentado a la Honorable Convención por
el Supremo Consejo de Ministros el 7 de abril de 1857”.—Lima, 1857.—s/imp.
(36 páginas).
— 5°o —
se encuentra en los legendarios y pintorescos valles del antiguo
reino de Navarra, y vive en el testimonio de vetustos cronicones.
Pero el celo del hombre no ha vencido al “polvo de los siglos”, y
no es posible descubrir el tronco originario de los Echenique.
En el siglo XVII se conocían cuatro ramas de la familia que
se habían radicado en las villas de Errazu, Arizcún, Azpilcueta y
Vera del Bidasoa, situadas en el hermoso valle de Baztán y perte­
necientes al partido judicial de Pamplona.
* * *

Aun existe el solar que los Echenique poseyeron en el barrio


de Yaruil, de la villa de Errazu. Su escudo de armas es:
en forma cortada; en el cuadro superior tiene en campo azul
tres flores de lis de oro y dos medias lunas de plata escaquea­
das con negro, teniendo las puntas hacia abajo; en el inferior
lleva jaquelado (cuadritos) de plata y negro, que deben usar
todos los oriundos del valle, por privilegio de nobleza otorga­
do en 1212 por el Rey D. Sancho el Fuerte de Navarra, debi­
do a la eficaz ayuda que los baztaneses le prestaron en la ba­
talla de las Navas de Tolosa y en otras guerras contra los mo­
riscos (4).
Allí, en el solar de Errazu, vivieron Lorenzo, Juan y Pedro
de Echenique hermanos que, en 1652 y 1657 se presentaron ante
el Supremo Consejo de la Real Corte de Navarra, solicitando el
reconocimiento de las exenciones que, como hijosdalgo, les corres­
pondían, y la Cancillería de Pamplona les extendió ejecutoria de
nobleza el 20 de diciembre de 1652 y el 28 de mayo de 1657.
Juan de Echenique contrajo matrimonio con Estefanía de
Aguirre el 8 de diciembre de 1641; y murió el 12 de julio de 1697,
bajo disposición testamentaria suscrita ante Miguel de Aseo.
Pedro de Echenique y Aguirre, dueño del solar de Aguerrea,
fué bautizado el 29 de enero de 1655; contrajo matrimonio con
María de Larralde y Landaverea, el 30 de mayo de 1676, después
de haber firmado las capitulaciones respectivas ante Juan de Eche-
vers, el 11 de mayo de 1676. Su hija, Graciana de Echenique y La-
(4) J. Mujica: "Linajes españoles: Nobleza colonial de Chile”.—Edito­
rial Zamorano y Caperán, Santiago de Chile—1927.
Describe este escudo "conforme al que consta pertenecer a los Echeni­
que en un despacho confirmatorio de blasones existente en la Nobleza Eje­
cutoriada de Navarra, que se otorgó en 1703 a favor de D. Juan de Borda
Arrechea y Echenique”.
— 5oi —

rralde, contrajo matrimonio el 19 de agosto de 1715, con Antonio


de Echenique y Echevers, nacido en Arizcún.
# * &

En Arizcún, la casa de los Echenique se encontraba en el


barrio de Ordoqui; era de sillería de piedra, de ella dependía un
molino, y sus poseedor-es tenían derecho a entierro y asiento en la
iglesia parroquial. Según el estudio genealógico realizado por J.
Mujiea (5):
Juanes de Echenique Iribarren, tronco conocido (6) de es­
ta familia que más tarde pasó a Chile, contrajo matrimonio
en la villa de Arizcún el 13 de Febrero de 1669 (7) con doña
María de Latadia, heredera de la casa solar de este apellido,
toda de piedra con el escudo de armas de los Latadia en su fa­
chada. Era hija de Martín de Latadia y doña Catalina de
Salaverría, señores de la casa citada. Nacieron de, aquella
unión Juan, que sigue; Pedro, Miguel y José.
Juan de Echenique y Latadia fué bautizado en Arizcún el
19 de julio de 1671; heredó de su padre la casa de Latadia y
casó en la misma villa el 5 de Febrero de 1689 (8) con doña
María de Echevers, natural de allí e hija de don Juan de Eche­
vers señor de la casa de este nombre en Arizcún, y doña Ma­
ría de Enecorena y Barrenechea.
(5) J. Mujiea: obra citada.
(6) El mismo genealogista a quien transcribimos dice, en otro lugar:
“D. Miguel de Errázuriz y Orgaycena contrajo matrimonio con doña María
“de Echenique, dueña de la casa solar de Echenique en Arizcún. Uno de
“sus hijos fué llamado Martín de Echenique, el cual casó con doña María de
“Aguirre y tuvo numerosa descendencia que perpetuó el apellido Echenique”.
D. Miguel de Errázuriz y Orgaycena era hermano de D. Pedro de Errázuriz
y Orgaycena, que casó con María Juana de Unaicnea. La hija de ambos, Ma­
ría de Errázuris y Unaicnea, prima de O. Martín Echenique, contrajo matri­
monio con D. Pedro de Iribarren. Quizá D. Juanes de Echenique Iribarren
fuera hijo de un posible enlace habido entre dos descendientes de ambos
matrimonios, a saber: el contraído entre Martín de Echenique y Juana de
Aguirre; y el realizado entre Pedro de Iribarren y María de Errázuriz. Sin
embargo, no debe aceptarse esta hipótesis sin someterla a una detenida com­
probación.
(7) Había celebrado las capitulaciones matrimoniales el 12 de enero de
1669, ante Jerónimo de Asís. Falleció, bajo disposición testamentaria, el 13
de agosto de 1703.
(8) Había celebrado las capitulaciones matrimoniales, ante Miguel de
Aseo, el 16 de enero de 1689.
María de Echevers había sido bautizada el 2 de agosto de 1665, en
Arizcún.

4
— 502 —

Don Antonio de Echenique y Eche vers recibió el bautismo


en Arizcún, el 17 de Febrero de 1692 y pasó a casar al vecino
pueblo de Errazu, donde lo efectuó en 19 de Agosto de 1715
con doña Graciana de Echenique, hija de don Pedro de Eche­
nique y Aguirre, dueño del solar de Aguerrea, y doña María
de Larralde y Landaverea.
D. Pedro Gregorio de Echenique y Echenique fué bautiza­
do en Arizcún el 3 de Julio de 1718. Rindió una información
de nobleza allí el 5 de Setiembre de 1761 (9). Entró a los rea­
les ejércitos con plaza de cadete del Regimiento de Almansa
>el 1." de Enero de 1733 y un año más tarde fué ascendido a
alférez, pasando con este grado a servir en las plazas de Ceu­
ta y Oran por tiempo de tres años y nueve meses, habiéndose
encontrado en varios gloriosos hechos de armas en la Améri­
ca Septentrional. El 12 de Abril de 1742 peleó en un reñido
combate con dos navios ingleses que duró catorce horas, ocu­
rrido frente a la isla Anegada y el 18 de Agosto del mismo
año fué como Ayudante de Capitán al mando de veinticinco
jinetes del cuerpo de Dragones en socorro del puerto de Vera­
gua , que estaba bloqueado por los ingleses. Después de ser­
vir en este regimiento más de cuatro años y medio pasó al de
Lusitania y fué ascendido a Capitán de Dragones en 1750.
Fué provisto por Su Majestad para el alto cargo de Goberna-
nador de la provincia de Huánuco en el Perú, cargo que no
ejerció por haberse quedado en Santiago de Chile, donde ha­
bía contraído matrimonio recientemente. En esta ciudad fué
Capitán del. Regimiento de Dragones de la Reina en 1758 y
Comandante de la Artillería en 1762. Por sus nobles servicios
a la corona y la reconocida nobleza de su estirpe fué agracia­
do con el hábito de Caballero de la Orden de Santiago en
1764. Por esta fecha era Teniente Coronel del Regimiento de
Dragones, más tarde Coronel del de Caballería del Príncipe; en
virtud de una real cédula. Comandante General de la Caba­
llería de Chile en 1765 y Teniente General de las armas del
Reino desde 1770 hasta 1774. Tres años más tarde pasó como
gobernador de la plaza y fuerte de .Valdivia por cédula del
Rey D. Carlos III, cargo delicadísimo y de grandes trabajos
que ejerció durante s-eis años. Retiróse del servicio activo del
ejército con el grado de Coronel de Caballería, y falleció en
Santiago el año 1798, después de haber servido a su patria
cincuenta y cuatro años y un mes en los Reales ejércitos. Había
(9) Rindió esta información de nobleza ante el teniente alcalde Pedro
José de Echenique y ante el escribano Pedro José de Echenique.
Blasón de José Rufino Echenique
— 5°3 —
casado en la Catedral de Santiago el 16 de Diciembre de 1751
con doña María Mercedes de Lecaros (10), hija del Maestre
de Campo D. Pedro de Lecaros Berroeta y doña Micaela de
Lecaros Ovalle. Fueron sus hijos: Pedro José, Pedro Nolasco,
Miguel y Antonio.
Pedro Nolasco de Echenique y Lecaros, Teniente de Fragata,
ingresó a la orden de Alcántara en 1788, con el grado de Caballe­
ro. Previamente, hubo de rendir una información de nobleza, don­
de constan las armas de su familia. Están representadas por un
escudo cuartelado, distribuido en la siguiente forma:
l.° ajedrezado de plata y sable, que son las armas del Valle
del Baztán; medio cortado de plata, con un chevrón de gu­
les acompañado de tres panelas del mismo color; 2.°, ajedre­
zado de plata y sable; 3.°, de oro, con una faja de sinople; y
4.°, de plata, con otro chevron de gules, acompañado de tres
panelas del mismo color (11).
* * *

En cuanto a los Echenique procedentes de la villa de Azpil-


cueta, los genealogistas Alberto y Arturo García Carraffa, men­
cionan la siguiente sucesión:
I: Martín de Echenique, natural de Azpilcueta que en su es­
posa doña María Borda, natural de Maya, procreó a
II: Pedro de Echenique y Borda, natural de Azpilcueta que
casó con doña Ana María de Borda, natural de Arizcún, na­
ciendo de esta unión
III: Miguel Tomás de Echenique y Borda natural de Azpil-
cu-eta, que contrajo matrimonio con doña María Tomasa Gas­
tón de Iriarte, y fueron padres de
l .°, Martín José de Echenique Gartón de Iriarte Borda y Eli-
zacochea;
2 .°, Miguel;
3 .°, José Antonio;

(10) Muerta María Mercedes de Lecaros, su primera esposa, Pedro Gre­


gorio de Echenique y Echenique contrajo matrimonio, en segundas nupcias,
con Narcisa de Salazar. La ceremonia se realizó en Santiago, el 18 de se­
tiembre de 1761.
(11) Alberto y Arturo García Carraffa: “Diccionario heráldico y ge­
nealógico de apellidos españoles y americanos ’’.-¿Emprenta de Antonio Marzo,
Madrid—1927.
15
— 5.04 —

4.°, Pedro Vicente, Caballero de la Orden de Carlos III, en


la que ingresó el 8 de diciembre de 1807; y
5.°, Miguel Manuel.
Estos cinco hermanos, naturales todos de Azpilcueta, solicita­
ron en el año de 1776 de los Tribunales de Navarra que se les
reconocieran los mismos honores y prerrogativas que disfru­
taban los demás hijosdalgo del Valle del Baztán, lo que se
mandó así (12).
Ahora bien, al obtener el reconocimiento de los “mismos ho­
nores y prerrogativas que disfrutaban los demás hijosdalgo del
valle del Baztán”, los Echenique y Gastón de Triarte hicieron pro­
pio el distintivo de nobleza que el rey Sancho el Fuerte de Nava­
rra había otorgado a los baztaneses. Por eso, su escudo está divi­
dido en jaqueles de plata y sable (13).
Es, precisamente, el escudo que ostentaba José Rufino Eche­
nique, nieto de Miguel Echenique y Gastón de Triarte, el segundo
de aquellos cinco hermanos que en 1776 reivindicaron su calidad
de hijosdalgo.
* * »

Y, entre los Echenique pertenecientes a la rama de Vera del


Bidasoa, los citados genealogistas —Alberto y Arturo García Ca-
rraffa—mencionan a:
I: Juan de Echenique, esposo de doña María Jiménez Juá-
niz, ambos naturales de Vera y padres de
II: Juan de Echenique y Juániz, natural de Vera, casado con
doña Francisca de Tellechea, en ]a que tuvo a
ITT: Francisco de Echenique y Tellechea, natural de Vera y
caballero de Santiago, ingresado en 27 de marzo de 1706.
# «■ *

A lo cual es posible agregar, con J. Mujica, que:


Además de los citados han dado especial lustre a este apelli­
do D. Esteban María, de Echenique, que fué Gobernador de la
provincia de Alicante, y D. Antonio de Echenique y Fernán-
(12) Alberto y Arturo García Carraffa: obra citada.
(13) Véase lámina II.
— 505 —
dez de Treviño (14), gentilhombre de Cámara de su Majestad^
Comendador de número de la Real Orden de Carlos III y de
la de Isabel la Católica, Caballero de las Ordenes de San
Juan de Jerusalem y San Ludovico de Parma.

CAPITULO III

SUS PRIMEROS AÑOS

Después de haber obtenido el reconocimiento de su calidad de


hijodalgo, Miguel Echenique viajó a Chile. Quizá fué a participar
en las labores administrativas de esa capitanía general, pues, ante
su flamante reconocimiento de hidalguía y la instancia de Anto­
nio de Echenique y Fernández de Treviño, su gentilhombre de Cá­
mara, el rey Carlos III pudo confiarle algún cargo; y, si se le en­
vió a Chile fué, tal vez, porque allí podría contar con el favor del
gran predicamento de que entonces gozaba Pedro Gregorio de
Echenique y Echenique. De todas maneras, parece que Miguel
Echenique no era hombre de muchos recursos, porque su situación
no fué superior a cierta honesta medianía; y también parece que
supo dorar esta condición, y mantenerla con dignidad, pues sostu­
vo buenas relaciones con algunos destacados elementos de aquel
reducto colonial.
Allí, en Chile, Miguel Echenique contrajo matrimonio con
Ana Josefa Vásquez. Y allí nacieron sus hijos: José Martín, Ra­
món, José María, Manuel y Miguel Echenique y Vásquez. Pero no
era muy próspera la actividad de esa capitanía general, porque
sus mejores centros se hallaban alejados de las rutas que unían
a Lima y Buenos Aires. A través de Tucumán, Salta, Potosí, Oru-
ro y La Paz, los comerciantes llegaban a Puno, Cuzco y Tarma,
acicateados por el ansia de hallar un descanso en la placentera y
fabulosa ciudad de los reyes. Santiago, Valparaíso, Concepción y
Valdivia podían ser un embrujo austral, un llamado a la aventura
o un horizonte señalado por el deber; pero no era frecuente que
el artesano de su propia existencia fuera a buscar un porvenir en
la limitada actividad que reinaba en tales poblaciones. Y Miguel
(14) Antonio ¿le Echenique y Fernández de Treviño fué, probablemente,
nieto de Antonio de Echenique y Eehevers.
— ¿o6 —

Echenique optó por abandonar Chile. Convirtió en dinero los bie­


nes que había adquirido y vino a Puno con toda su familia a me­
diados de 1807.
A la importancia comercial que le granjeara su posición geo­
gráfica, la ciudad de Puno había unido el privilegio de la capita­
lidad, y desde 1802 funcionaban en su recinto las oficinas de la
administración colonial. Había surgido del incendio con que la
arrasaron los parciales de Túpac Amaru, el 12 de mayo de 1781,
cuando fueron obligados a abandonar la ciudad; y, a despecho de
la prosperidad y el valimiento que ofrecían sus variadas activida­
des, aun eran pocas las familias españolas que residían en Puno.
Explicable es que los Echenique figuraran, muy pronto, entre sus
más notables vecinos.
Miguel Echenique adquirió la hacienda de Solloccota; en la
provincia de Azángaro, y fué administrador de las rentas reales.
Con él trabajaba su hijo mayor, José Martín, quien hacía frecuen­
tes viajes desde la hacienda hasta Puno, para cuidar las vincula­
ciones comerciales que convenían a la empresa de su padre. Iba
sobre ligero corcel, acompañado, tal vez, por algún servidor in­
dio, que le descubría los secretos del camino; descansaba en
los cuidados de la madre, que inquiría por la suerte de su marido
y reclamaba su presencia; y, después de una breve estada en la
ciudad, regresaba a la hacienda. Ramón, en cambio, pretendía
afianzarse -en un empleo administrativo. José María, iniciaba es­
tudios religiosos en el colegio canónico del Cuzco. Manuel acom­
pañaba, quizá, a su madre. Y Miguel buscaba alguna sorpresa de
la fortuna en las riquezas minerales de la región.
En uno de sus viajes, José Martín Echenique conoció a Herme-
negilda Benavente y Macoaga, que habitaba en una casa situada
hacia las afueras de la ciudad de Puno. Había nacido en Ayata,
pueblo del distrito de Larecaja, provincia de La Paz—parte hoy,
de la república boliviana—; pero en 1802, cuando la niña no con­
taba sino siete años, la familia fijó su residencia en Puno. Pronto
se trabó una afectuosa intimidad entre ambos; pero los padres de
Hermenegilda Benavente no miraron con simpatía las nacientes
relaciones, pues aspiraban a que su hija se uniese con un hombre
de posición brillante y consideraban que José Martín Echenique
no era el pretendiente que convenía a las dotes de su hija. Al fin,
ante los requerimientos de la enamorada, depuso su negativa la
madre, María Isabel Macoaga; y, aunque de mal talante, se doble­
gó la ambición del coronel Pedro Benavente. Formalizóse el com­
promiso; para satisfacer las exigencias parroquiales, el coronel
Benavente extendió, por escrito, una constancia de su asentimien-
— 507 —
to; y el 18 de enero de 1808 contrajeron matrimonio (15) José
Martín Echenique y Her menegilda Benavente, en la hacienda
“Chamaea”, propiedad del coronel Pedro Benavente, situada en
la provincia de Azángaro.
Es posible que el padre incitado a la ductilidad hubiera queri­
do opacar la resonancia d-el matrimonio, pues evitó que se realiza­
ra en la propia ciudad de Puno y aún se privó de concurrir a la ce­
remonia. Pero la dote de Hermenegilda Benavente estaba consti­
tuida por la hacienda “Chamaea” y allí se encontraba la capilla
de su familia, de manera que -el matrimonio cayó bajo la jurisdic­
ción de la parroquia de Azángaro. Fué realizado sin ostentación,
como ceremonia de trascendencia puramente familiar. Como pa­
drinos actuaron, el comandante Remigio Arias y la señora Paula
Aragüez, vecinos de Puno; y, como testigos, Félix Tagle y Ansel­
mo Salas.
Lo cierto -es que su matrimonio fué muy ventajoso para José
Martín Echenique, pues, aparte de haber adquirido como dote la
hacienda “Chamaea”, lo convirtió en yerno del coronel Pedro Be­
navente. Era éste un notable vecino de Puno, ciudad en la cual se
había radicado en 1802, cuando el virrey Avilés le confirió el pri­
vilegio de albergar el funcionamiento de las cajas reales; en 1804
había sido subdelegado de hacienda en la provincia de Azángaro,
e interinamente desempeñaba igual cargo -en la provincia de Huan-
eané, por nombramiento del 5 de noviembre de 1807. Estaba em­
parentado con los Tristón y, como ellos, alentó irrestricto senti­
miento de lealtad a la corona, en los oscuros días de la invasión
napoleónica. Hombre de tradiciones arraigadas, y autoritario,
decidió la suerte de todos sus hijos: Sebastián siguió la carrera de
las armas y murió en Madrid, siendo brigadier; a Jorge lo inclinó
desde temprana edad hacia la profesión religiosa, contribuyendo
a forjar el espíritu de quien habría de ser el XVIII arzobispo de
Lima; y Alejandro actuó en la administración. Al par que leal a
su rey, y piadoso, también era altivo. Demostró la escasa ductili­
dad de su código moral, y su orgullo, en la sorda resistencia que
opuso a las pretensiones de José Martín Echenique; pero también
supo demostrar su comprensión y su íntima bondad paternal, cuan­
do le brindó a su yerno el apoyo de su influencia.
José Martín Echenique y Hermenegilda Benavente instalaron
su hogar en Puno, en un amplio caserón fronterizo a la plaza de
la ciudad, cuyo propietario era el presbítero Casimiro de los Ríos.
A ese hogar tibio llegaron muchas veces los amigos, para saludar a
sus dueños: Y no faltó ocasión en que éstos ofrecieron su hospita-
(15) Al respecto, véase el documento No. 1, en el apéndice.
— 508 —
lidad, pues José Martín Echenique no estaba exento de ciertas do­
tes cortesanas. Las ejercitaba para hacer fácil el trato de las gen­
tes y allanar las asperezas de la vida. Por eso se le reconocía su
probidad, como lo demuestra la entrega de 3500 pesos, que el doc­
tor José Antonio de los Ríos le hiciera el 15 de abril de 1808, co­
mo parte de pago por futura entrega de 300 quintales de cascari­
lla; y por eso asistió, a fines del mes de octubre, al juramento con
que el cabildo de Puno proclamó su fidelidad a Fernando VII.
Desusada ansiedad agitaba la vida de su hogar; durante los úl­
timos días de ese mes de octubre de 1808, pues José Martín Eche­
nique esperaba, ya, a su primogénito. Constantemente iban allá las
vecinas oficiosas en demanda de noticias. Y, en silencio, con pa­
ciente y oscura calma, una robusta nodriza india imaginaba el mo­
mento en que habría de calmar, con su sangre, el primer llanto de
la esperada criatura.
José Rufino Echenique y Benavente nació el 16 de noviembre de
1808. Y, mientras la partera le brindaba sus cuidados a la madre con
el auxilio de una criada y una esclava de la familia, el niño distraía
sus vagidos en el cálido regazo de sus abuelos, Miguel Echenique
y Ana Josefa Vásquez, y en los brazos de su padre. Aquella misma
tarde, el recién nacido fué solemnemente bautizado (16) en la Igle­
sia Matriz de Puno. Sobre la penumbra, que apenas había inte­
rrumpido la pálida ]uz de algunas bujías, se destacaba, segura­
mente, el blanco ropón del niño; y en todo el recinto debió escu­
charse la severa admonición con que el cura advirtió a los padri­
nos, Miguel Echenique y Ana Josefa Vásquez, el alcance de los de­
beres que contraían. A la puerta se habían agolpado algunas gen­
tes del pueblo, que aguardaban el término de la ceremonia, para
recoger las monedas que solía sembrar la tradicional prodigalidad
de los padrinos. Grande alboroto formaron cuando la comitiva salió
de la iglesia y, para hacer honor a su calidad, los padrinos fueron
arrojando algunos puñados de reales y cuartillos, en tanto que
marchaban hacia la casa. Y, llegados a ésta, sus dueños ofrecieron
delicadas viandas a todos los asistentes, porque el nacimiento del
primogénito era siempre un motivo de fausto y regocijo.
A partir de entonces fueron distintos los vientos que soplaron
en la vida de José Martín Echenique. Porque, ante el nacimiento de
su nieto, el coronel Pedro Benavente consintió en aplacar su resen­
timiento, y quiso ofrecerle a su yerno la paternal protección de su
influencia. Valido de ésta, José Martín Echenique fué elegido, en
1809, para, ocupar la alcaldía del cabildo de Puno, como alcalde
de primera nominación.
(16) AI respecto, véanse en e apéndice, los documentos señalados con
los números 2 y 3,
— ¿09 —
Por aquellos días, José Martín Echenique había estrechado la
amistad que lo unía a Benito Laso. Se mantenía, entre ambos, una
acerva crítica de la administración colonial, a cuya sombra iba
germinando la conciencia de los propios derechos. Con inquieta
discreción, Benito Laso demandaba y recibía noticias sobre los
progresos del movimiento emancipador que se, había iniciado en las
provincias del Río de la Plata. Ganado por el descontento, José
Martín Echenique formaba un expediente para reclamar empleos
de distinción e, implícitamente, protestaba contra los privilegios
de los peninsulares.
El 6 de setiembre de 1810, José Martín Echenique estaba aún
en Puno, pues asistió al Matrimonio de Benito Laso y Ana cíela de
los Ríos, que se llevó a efecto en una hacienda situada en las in­
mediaciones de la ciudad. Pero a fines de aquel año marchaba a la
Paz, ganando un sueldo anual de mil pesos como secretario de Do­
mingo Tristan, a quien habían nombrado para ocupar la gobernación
y la intendencia de la provincia. José Rufino, el primogénito, frisaba
entonces en los dos años; su padre, ansioso por contemplarse en el
hijo, le hizo confeccionar pantaloncito y chamarra; y la viveza re­
tozona del niño fué lenitivo y compañía para Hermenegilda Bena­
vente, desde el día en que su marido hubo de partir hacia La Paz,
mientras ella, en su seno, le daba vida a un nuevo ser.
A fines de 1810, cuando José Martín Echenique inició las ac­
tividades de su nuevo empleo, el compás de la vida civil estaba
presidido por extraña agitación. Porque los ejércitos armados por
la Junta de Buenos Aires habían destrozado la resistencia del vi­
rrey Liniers, e invadían, ya, los confines de la Audiencia de Char­
cas. Bajo las órdenes de Juan Ramón Balcarce y Juan José Caste­
lli, aquellos patriotas se repusieron con presteza de las pérdidas
sufridas en Cotagaita; al cabo de pocos días obtuvieron la victoria
de Suipacha ; y a continuación avanzaron hacia el Desaguadero,
para precipitar las manifestaciones de entusiasmo que provocaba
su presencia en las tierras del Alto Perú.
En La Paz, José Martín Echenique sentía que se acrecentaba
su inquietud libertaria. Pero, al comenzar el año 1811, Hermene­
gilda Benavente se hallaba nuevamente a su lado; le presentaba a
los pequeños, José Rufino y Petronila; y en su ánimo le insuflaba
un vago desconcierto. Llegaron, a poco, las tropas de Balcarce y
Castelli, y José Martín Echenique ya no alentó vacilaciones. Se
presentó ante los generales expedicionarios, y fué incorporado al
ejército libertador como teniente coronel de milicias. Al frente de
sus hombres-, que formaban el Batallón Miliciano de Pacajes, acam­
pó en el pueblo de Guaqui —situado en la margen izquierda del
río Desaguadero—, mientras duró el armisticio pactado el 15 de
— 5!O —
mayo de 1811. El 24 de junio participó en la adversa batalla libra­
da en las inmediaciones de aquel pueblo. Y después de esta batalla
formó parte de la división comandada por Díaz Vélez. que hubo de
retirarse precipitadamente hacia Potosí, sufrió en Cochabamba
una apreeiable derrota, y no llegó a su destino sino con ochocien­
tos hombres.
Sinembargo, no soportó la retirada y la dispersión de los pa­
triotas. Procuró eludir el celoso rigor de las autoridades y, recata­
damente, volvió al lado de su familia. Quería refugiarse en el so­
segado discurrir de la vida hogareña, y quien sabe si apaciguar el
imperio con que lo aconsejaba su conciencia libertaria, Pero fué
apresado, su nombre apareció al frente de un expediente penal, y
sus jueces parecían sentirse obligados a aplicarle la última pena.
En el hogar, la esposa no acertaba a buscar otro consejo que el de
la oración, pues harto abatida la tenía el recuerdo de sus repetidos
sinsabores. Lentos y angustiosos pasaban para ella los días, y co­
menzó a pensar en la viabilidad de su propio sacrificio. Así, impul­
sada por la desesperación y el afecto, salió, un día cualquiera, en
busca de la autorización necesaria para visitar a su marido; se es­
trechó a su lado, en el sombrío calabozo ; y lu-ego le expuso su de­
seo de suplantarlo, empleando una elocuencia tan convincente que
prevaleció sobre todas las observaciones. Decíale que la justicia no
esgrimiría su dureza contra un ser débil e inocente, y que él, en la
distancia, podría esperar la hora de la clemencia. Al fin triunfó.
Y tal vez prolongó su ansiedad hasta contemplarlo pasar entre los
guardianes, engañados por el paso artificiosamente ondulante que
adoptó José Martín. En el fondo de su conciencia elevó una acción
de gracias, y su ánimo, esforzadamente trabajado, se quebrantó.
Pronto fué resuelta la embarazosa situación, pues el coronel
Pedro Benavente interpuso su influyente valimento, e hizo olvidar
la pasajera adhesión que su yerno otorgara a la causa de la liber­
tad. Contrito, José Martín Echenique volvió a sus apacibles faenas
agrícolas. Y, sumergido en la doméstica tranquilidad de estas fae­
nas, terminó el año 1811. Pasó, rápidamente, un, nuevo año. Y los
albores de 1813 hallaron a José Martín Echenique bajo el imperio
de un nuevo deber, porque había logrado que se le nombrara sub­
delegado de hacienda en la provincia de Sorata—que después fué
llamada Larecaja.
Al abandonar Puno, había bordeado el hermoso lago Titicaca,
pues deseaba pasar por el pueblo de Capachica, del cual era caci­
que. Luego pasó a La Paz, donde habría de residir. AHÍ, el 12 de
enero de 1813, nació Benita María Echenique y Benavente, que al
día siguiente fué bautizada por su propio tío, el cura José María
Echenique, actuando como padrino Ramón Echenique. Y en La
— 5ii —
Paz también nació José Toribio Echenique y Benavente, el 26 de
abril de 1814; su bautizo se verificó al día siguiente, siendo su pa­
drino el doctor José María Valdez; y murió en julio del mismo
año, cuando apenas contaba tres meses de edad.
Corría el año 1814. Muy lejos estaban aquellos ejércitos brio­
sos que amagaron la seguridad de Puno, al llevar su desconocida
inquietud hasta las riberas del Desaguadero; pero la ciudad serra­
na no había recuperado su muelle tranquilidad, porque era un
obligado lugar de tránsito para- los ejércitos virreinales, que mar­
chaban a combatir contra las avanzadas de aquellos otros ejércitos
armados por la Junta de Buenos Aires. Quizá eran familiares los
nombres de los caudillos libertarios en las tertulias vespertinas de
la ciudad que se recuesta en las orillas del lago Titicaca. Quizá fer­
mentaba una sorda resistencia contra, los aprestos bélicos exigi­
dos por la seguridad del régimen colonial, porque entorpecían el
pacífico discurrir de las gentes. Lo cierto es que muy pronto se
extendió el alborozo popular, cuando el cura Ildefonso Mfañeeas se
acercó a Puno y La Paz llevando el aliento de la revolución aeañ-
dillada por el brigadier Mateo García Pumacahua,
Urgidos por la amenaza revolucionaria, los defensores de la
autoridad virreinal adoptaron algunas medidas preventivas, ten­
dientes a evitar su contagio. Observaron la conducta de todos los
que habían demostrado alguna tibieza en la exhibición de su leal­
tad a la corona, u opiniones favorables a las tendencias autono­
mistas, y no hubo hombre liberal, o patriota., que se sintiera con ca­
pacidad para esquivar el aguijado encono de los realistas. Por eso,
José Martín Echenique interrumpió el cumplimiento de las obli­
gaciones inherentes a la subdelegación de Sorata, y huyó. Estaba
acusado de profesar simpatía a la causa de los patriotas, aunque
había procurado hacer visible su inhibición de toda actividad po­
lítica, durante el corto año que había ocupado la subdelegación.
Huyó de La Paz; y su familia regresó a Puno, a la casa de sus pa­
dres.
En los primeros días del mes de setiembre de 1814, Miguel
Echenique necesitó viajar al Cuzco. Y se hizo acompañar por su
nieto, José Rufino, ya fuera para hacer ligero el camino, o para de­
jar alguna enseñanza en el espíritu del niño. Durante varias jor­
nadas fué alejándose de Puno y, al cruzar las sierras de Carabaya,
se detuvo en el pueblo de Phara, pues era alarmante el estado de
efervescencia de las vecinas poblaciones indígenas.
Los -vecinos notables de Phara, en una noche oscura y llu­
viosa, se vieron repentinamente asaltados; sus casas saquea­
das e incendiadas, y ellos reducidos a prisión dentro de la sa­
lo
t'I2

cristía e iglesia. Los sublevados eran los indígenas del pueblo


y puntos inmediatos. En esa época Phara tenía un vecindario
numeroso y acomodado. Los grandes lavaderos de oro de Ca-
rabaya y en especial los de Aporoma, de la familia Astete, ha­
bían hecho a esa población un lugar de activo comercio y pu­
diente vecindario. Serían las diez de la noche cuando un indio
alto y corpulento penetró a la sacristía, tomó violentamente a
un niño como de seis años que dormía sobre las faldas de uno
de los detenidos, y lo aventó por la ventana de la sacristía,
yendo a parar en los brazos de otro que lo esperaba por el la­
do de afuera. El niño fué esa misma (noche) y días siguientes,
conducido a una estancia, a gran distancia, a una lejana serra­
nía.
Los detenidos en Phara fueron al día siguiente sacados a Ia
plaza y muertos a golpes de macanas, masas de piedra ligadas
a trozos de madera (17).
Creían los indios que la revolución de Pumacahua estaba des­
tinada a restaurar la grandeza de su pasado imperio, y por eso sa­
crificaban a los blancos. Pero la supersticiosa admiración que en
su primitiva inteligencia les dedicaba el aborigen, o la acción se­
cular de la fidelidad impuesta por el dominador, favorecieron la
vida de aquel “niño perdido”, a quien la vida reservaba sus altos
designios.
En la lejana estancia a donde fué conducido, José Pufino Eche­
nique vistió el tosco sayal del indio; y, al lado de otros rapazuelos,
cortaba leña entre el ramaje de los bosques cercanos, iba al río en
busca del agua indispensable para las necesidades domésticas, o
rodeaba a las ovejas en los campos de pastoreo.
Transcurrieron los meses pasajeros de nuestra “Patria vie­
ja”, entre la patriótica alegría de los insurrectos y su fervorosa
actividad. Y luego, la represión, pumacahua y los suyos son derro­
tados en Umachiri por el feroz brigadier Ramírez, y Pezuela ven-
oe en Viluma a los patriotas del Alto Perú. Solo quedan: el abati­
miento, el nostálgico recuerdo de la libertad brevemente gozada,
la esperanza... y la conspiración .
Cerca de dos años estuvo perdido José Rufino Echenique, en
aquel pequeño caserío de las sierras de Carabaya. Mas, un día pasó
por allí un conductor de correos, que tenía a su cargo la carrera en­
tre Puno y Cuzco.
Sorprendióse al hallar un pastor blanco y de ojos azules.
Hablóle y en breve reconoció al hijo de don José Martín. To-
(17) Modesto Basadre: “El niño perdido”.—“El Comercio’’: Lima,
edición de la tarde correspondiente a! viernes 8 de marzo de 1878; página 3.
— 5*3 —
mólo consigo para llevarlo a la capital (18), mientras el indio
y su familia lloraban desolados (19).
Ya se había impuesto sobre la existencia de los pueblos aque­
lla lu-eñe tranquilidad de las viejas horas. Su imperio extendía una
somnolenta apariencia. Pero, las marchas y contramarchas de los
ejércitos re-alistas habían hecho sufrir notables desmedros a to­
dos los predios rústicos de aquella región. La tierra echaba de me­
nos a los labradores indios, ahuyentados por la represión del año
15. El coronel Pedro Benavente se enorgullecía, tal vez, de la par­
te que le tocó desempeñar en el levantamiento del sitio con que los
indios estrecharon a La Paz, en aquellos tormentosos días del mes
de setiembre de 1814. Pero José Martín Echenique lamentaba
amargamente la suerte de su hermano, Ramón Echenique, mili­
tante de las huestes de Pumacahua, que combatió en Umachiri, fué
hecho prisionero y, después de ser trasladado a Lima, permaneció
encerrado en las casas-matas del Real Felipe hasta el 19 de se­
tiembre de 1821. Y lamentaba, también, su propia suerte, pues, cer­
cado por las sospechas, había abandonado Puno. Parece que desde
1814 residía en Arequipa, y su falta de sosiego lo empujaba ya
hacia otros lugares.
'José Rufino Echenique se acercaba, entonces, a los ocho años.
Sin embargo, había sido prematuramente aleccionado por el extra­
vío que sufriera y manifestaba preocupaciones ajenas a los niños
de su edad. Era sosegado y reflexivo. A veces, empecinadamente re­
catado. Con alguna razón juzgaban sus padres que todavía actuaba
en su ánimo el recuerdo del tiempo que había pasado en contacto
con la naturaleza, y quizá creyeron que el recuerdo del hogar tar­
daría en borrar esa sombra. Por eso decidieron orientarlo hacia
Jos estudios humanísticos, para que la sabiduría clásica lo ini­
ciara en el conocimiento de la vida. Y José Rufino Echenique via­
jó a Lima, en las postrimerías del año 1816. Su vida íntima, trans­
currió, tal vez, bajo la celosa vigilancia de su tío, Jorge Benaven-
re (20). Y, orientado por el maestro José Pérez de Vargas
(18) Debe entenderse que José Rufino Echenique fué llevado a “la ca­
pital” de la región, es decir, a Puno.
(19) Luis Ala.yza Paz Soldán: “El paso de los libertadores” (fragmen­
tos de un libro inédito).—“El Comercio”: Lima, edición correspondiente al
domingo 17 de julio de 1938.
(20) Jorge Benavente y Macoaga nació en La Paz, el 23 de abril de
1784. Desde muy niño vivió en Arequipa, donde hizo sus estudios. De allí
pasó al Cuzco, con Bartolomé María de Las Heras, cuando éste fué consagra­
do como obispo de dicha diócesis. Y en 1806 vino a Lima, acompañando al
mismo prelado, a quien se había elegido para ocupar el arzobispado. Sucesi­
vamente, tuvo a su cargo la iglesia de Santa Ana, la de Bellavista y la de
- 5T4 —
(21), en el Colegio del Príncipe—al cual fué destinado en atención a
que su padre era cacique de Capacliica—, su conocimiento empezó
a desarrollarse en el estudio de la gramática latina, prolegómeno
indispensable para el aprendizaje de la retórica y la poética, para la
lectura y la comprensión de los textos clásicos.
Desde su tierra natal, José Rufino Echenique había estado en
contacto con las tendencias autonomistas; y, aunque su edad no
le permitiera conocer la razón que las inspiraba,, es indudable que
dejaron un sedimento fecundo en su espíritu. Tempranas ense­
ñanzas habían burilado su voluntad y su conciencia. Ahora, en Li­
ma, quizá se mecían sus sueños infantiles entre los tímidos comen­
tarios que los murmuradores dedicaban a la tenacidad de los pa­
triotas que conspiraban contra los poderes coloniales desde las ca­
sas-matas del Real Felipe. Y, aunque retenido por sus pocos años,
no es difícil que el idealismo infantil lo impulsara a sumar su es­
fuerzo a la lucha por la independencia.

San Jerónimo (en Jauja). Luego ocupó la vicaría de Lima. En 1813, la pro­
secretaría del Arzobispado.
(21) En 1822, el maestro José Pérez de Vargas tenía, a su cargo la ter­
cera aula del Colegio de La Libertad, instituido para indígenas peruanos.
Durante los años 1829 y 1830, fué inspector de las escuelas de latinidad
y primeras letras que funcionaban en Lima.
Desde 1829 hasta 1835, el maestro José Pérez de Vargas aparece como
director del Museo Latino y como preceptor de su tercera aula de latinidad,
poesía y retórica. El Museo Latino era, precisamente, la tercera de aquellas
tres aulas de latinidad que hasta 1770 habían estado a cargo de los jesuítas;
expulsados éstos, en 1770, las tres aulas de latinidad se incorporaron al Co­
legio del Príncipe, que funcionaba en el local de la actual Biblioteca Nacio­
nal; pero, al ser establecida la Biblioteca por el General San Martín y que­
dar extinguido el Colegio del Príncipe, dichas aulas se transladaron a diver­
sos lugares; y, por decreto del 20 de setiembre de 1825, el Museo Latino fué
instalado en la “casa de la Cascarilla” o enfermería de San Pedro, quedan­
do las otras aulas en el local que antes ocupaban. Allí, en la ‘‘casa de la
Cascarilla”, trabajaba el maestro José Pérez de Vargas. Perfeccionaba a sus
alumnos en la traducción de los textos latinos y en el estudio de la retórica.
En 1841 tenía a su cargo el Museo Latino y, además, la primera aula
de la Escuela Gratuita de Humanidades. Tenía asignado un sueldo mensual
de 70 pesos, que, en 1853, bajo el gobierno del general José Pufino Echeni­
que, fué elevado a 90.
Para ampliar los datos de esta nota, véase: “José Pérez de Vargas,
maestro y poeta”, artículo que he publicado en la revista “3”.
“ 515 “

CAPITULO IV

BAUTISMO DE SANGRE

Bajo húmeda niebla evacuaron Lima los soldados del virrey La


Serna, al amanecer el 6 de julio de 1821, porque se les había hecho
impasible mantener comunicaciones a través del cerco sostenido
por los ejércitos patriotas. La ciudad, desguarnecida, quedó en­
cargada a la custodia de un endeble gobierno civil. Pero, al lado,
de la meteórica gestión de este gobierno citadino, se alzó la tute­
lar presencia del arzobispo Bartolomé María de las Heras. Y se ha
dicho que su presencia revelaba cómo se había doblegado la razón
del arzobispo, ante la justicia de la causa defendida por los patrio­
tas ; y que había procurado influir en el ánimo de La Serna, para
que reconociera la voluntad del pueblo peruano y estableciera Un
armónico entendimiento con sus ejecutores. Lo cierto es que per­
maneció en Lima, a pesar de las instancias de La Serna para que
se acogiera a la protección de sus tropas; que inició un coqueteo
epistolar con el general José de San Martín, antes de que el ejérci­
to patriota ingresara a Lima; y que el 28 de julio firmó el acta de
independencia, solemnizando su proclamación con la misa de ac­
ción de gracias rezada al día siguiente en la Catedral.
Sin embargo, no dejó de extrañar la actitud del arzobispo Bar­
tolomé María de las Heras, pues el recuerdo conservaba una rigu­
rosa constancia de su estrecha vinculación con la política de los vi­
rreyes, y los patriotas estaban todavía heridos por las enconadas
frases que pronunciara en ocasiones tales como la producida por la
sublevación de Pumacahua. Había dicho:
Los espantosos aullidos del lobo infernal parece han resona­
do ya en el seno tranquilo de ese apacible rebaño; y por el ór­
gano funesto de los novadores políticos intenta descarriarlo. El
doloroso y siempre abominable trastorno del sistema civil, a
que únicamente afectan dirigir sus empresas los genios sedicio­
sos, es en todas ocasiones seminario de horrores y desastres que
detesta la sana moral (22).
(22) Presbítero Pedro García y Sauz: “Apuntes para la Historia Ecle­
siástica del Perú’’.—2 tomos.-—Tipografía de “La Sociedad”, Lima—1876.
Solamente se extiende a la época colonial. En rigor, no debe ser consi­
derada como una “historia eclesiástica del Perú’’, sino como una crónica
institucional, pues no es frecuente cjue haga ver las vinculaciones de la igle­
sia con los poderes públicos, ni la actitud cívica de los clérigos.
— 5*6 —
Y era muy natural que el respeto no opacara la justa estrañe­
za que se aplicaba a la consideración de la nueva actitud adoptada
por el arzobispo. Las tropas realistas amagaban la seguridad de
la capital desde las primeras estribaciones de la sierra; fuertes con­
tingentes, que mantenían la posesión de los castillos del Callao, hos­
tilizaban a las avanzadas patriotas; y tan inusitado revuelo se exten­
día, cuando llegaban noticias sobre los movimientos realistas, que
con harto fundamento se empezó a temer la fuerza de aquellos adic­
tos a la colonia que aún permanecían, refugiados, en la Lima mue­
lle y adormilada. El general San Martín llamó la atención del arzo­
bispo sobre la actividad de las Casas de Ejercicios para mujeres, y
con mesurada prudencia le pidió su clausura, pues se sabía que en
ellas habían buscado asilo algunos elementos notorios de la noble­
za colonial, ligados a los amagos de las tropas realistas. Bartolomé
María de las Heras se negó a cancelar la licencia que amparaba el
funcionamiento de dichas casas. Pero el Protector insistió en su
pedido, y el 5 de setiembre de 1821 renunciaba el arzobispo a su
alta investidura religiosa (23).
Por aquellos días se avecinaban a la ciudad las tropas del ge­
neral Canterac, que debían cumplir con la peligrosa misión de re­
forzar la defensa de los castillos del Callao. Pero su marcha re­
sulta un vano alarde militar, porque no libra un solo combate, ni
deja refuerzos en los castillos; y el 16 de setiembre, o sea, seis
días después de haber entrado al Callao, vuelve a la sierra. Lleva
consigo los abundantes pertrechos militares que estaban deposita­
dos en el Real Felipe y que sus reclutas necesitaban, pero ha em­
peorado la ya angustiosa situación de los defensores del Callao. Y
estos, el 19 de setiembre, tuvieron que acogerse a la honrosa capi­
tulación propuesta por los patriotas.
* * *

(23) El 7 de setiembre de 1821, o sea, dos días después de haber renun­


ciado, el arzobispo Bartolomé María de las Heras se embarcó en el puerto de
Chancay, con destino a España.
En España fué muy mal recibido, pues no se le perdonaba la simpatía
con que a la postre distinguió a la causa patriota. Humildemente aislado, mu­
rió, en la ciudad de Madrid, el 21 de enero de 1823.
Había nacido en la ciudad de Carmona—de la provincia de Sevilla—,
el 24 de abril de 1743. Cursó estudios académicos en la Universidad de To­
ledo. Fué consagrado como obispo del Cuzco el 14 de diciembre de 1789, y
como arzobispo de Lima el 18 de noviembre de 1806. Merece especial recor­
dación por haber combatido la. malsana costumbre de enterrar a los muertos
en las iglesias'; al par que al virrey Abaseal, es a él a quien se debe la cons­
trucción del cementerio de Lima, que ambos encargaron al licenciado Matías
Maestro.
— 5*7 —
Con la, renuncia del arzobispo Bartolomé María de las lleras,
la custodia de la moral cívica quedó encomendada a la orientación
de los clérigos peruanos. Al obtener la rendición de los castillos
del Callao, el general San Martín redimió de su triste cautiverio
a muchos patriotas esclarecidos, que allí purgaban su adhesión a
la causa libertadora. Y, con la valiosa cooperación de unos y otros,
se afianzó la organización del Perú libre, pues a su probada lealtad
fueron fiados algunos cargos de responsabilidad.
Precisamente fué por aquella época cuando empezó a hacerse
notorio el prudente celo del presbítero Jorge Benavente y Macoa-
ga (24), que fué promovido a la secretaria del gobierno eclesiásti­
co. Y fué entonces cuando el general José de San Martín distin­
guió, entre los antiguos prisioneros del Real Felipe, a Juan Pardo
de Zela (25) y a Ramón Echenique: al primero, confiándole el
mando de un batallón de la Legión Peruana y reconociéndole la
clase que tuviera en el combate de Ayohuma; y al segundo, nom­
brándolo mayor de la paza militar de Lima.
En el espíritu de los hombres y en la organización de las cosas
se afirmaba, positivamente, la autonomía nacional. Por doquiera
s-e levantaba el fervor de las gentes, cuando las dificultades y los
reveses entorpecían la solidificación de esa autonomía. Ya se in­
clinaban a prestar su contribución de sangre, ya ofrecían el sacri­
ficio de su patrimonio personal. Y a esa marejada se incorporó Jo­
sé Rufino Echenique, cuando apenas contaba trece años.
Palpitante estaba aún la impresión producida por el desastre
de la Maeaeona y por la sublevación de Mainas, cuando su tío,
Ramón Echenique, lo presentó al Protector. Y en ese mismo mes
de mayo del año 1822, José Rufino Echenique fué adscrito al bata­
llón número 3, de la Legión Peruana, en calidad de cadete. De in­
mediato no participa en ninguna acción de guerra, pero su com­
portamiento es recto, su aplicación regular, y muy apreciable su
capacidad (26). Acaso perseguía alguna oportunidad propicia pa­
ra la comprobación de su valor, o lamentaba que su entrenamiento
(24) Al tiempo de producirse la renuncia del arzobispo Bartolomé María
de las Heras, Jorge Benavente y Maeoaga era medio racionero de la Cate­
dral, y en aquella ocasión demostró su celo auxiliando a su prelado con se­
senta onzas de oro, que urgentemente necesitaba para atender sus gastos de
viaje, pues la premura con que hubo de abandonar el país le impidió proveer­
se de los recursos necesarios.
Véase la nota 20.
(25) Hasta su participación en el combate de Ayohuma, se pueden en­
contrar abundantes datos sobre Juan Pardo de Zela en el estudio de Benja­
mín Vicuña ílaekena sobre “La revolución de la. independencia en el Perú”
(Editorial Garcilaso, Lima—1924: páginas 163 a 167).
(26) Véase, en el apéndice, el documento señalado eon el número 4.
5i8-
se prolongara. Pero Juan Pardo de Zela observaba asiduamente
los progresos del joven cadete; y, en virtud de haber sido acepta­
da su recomendación, José Rufino Echenique fué ascendido a la
clase de subteniente, en setiembre de 1822.
* * *
A poco llegaron a Lima las noticias que daban a conocer las
derrotas infligidas a los patriotas en las batallas de Torata y Mo-
quegua, en las cuales fracasó la primera expedición a Intermedios.
Se supo, sin embargo, que estas derrotas se habían debido a la im­
pericia del general Rudecindo Alvarado, y como era necesario
atraer a los realistas hacia el sur, para debilitar las posiciones que
habían ocupado en la sierra de Jauja, y arrebatarles su posesión,
se consideró necesario organizar una segunda expedición a Inter­
medios. Pero esta vez se encomendó la dirección a los generales
Santa Cruz y Gamarra, en quienes se apreciaba su buen conoci­
miento del terreno; y, para levantar la fé y el espíritu combativo
de las tropas expedicionarias, se incorporó a ellas la Legión Pe­
ruana.
5095 hombres, de todas las armas, fueron embarcados en el
Callao, entre los días 14 y 25 de mayo de 1823. Llegaron a Arica
el 17 de junio. Y, allí mismo, el general Santa Cruz empezó a com­
prometer el éxito de la expedición, pues desestimó las instruccio­
nes recibidas en Lima. Se le había hecho ver la conveniencia de
movilizarse rápidamente, para desconcertar la acción del enemigo,
y cerca de un mes permaneció inactivo. También se le aconsejó que
mantuviera unidos a sus hombres, para oponer fuerzas considera­
bles a las ya desmoralizadas tropas realistas y asegurarse el triun­
fo; pero creyó que más conveniente era dividir a sus soldados pa­
ra atacar a los realistas separadamente. Al coronel Juan Pardo de
Zela se le confiaron dos compañías, con las cuales debería avanzar
hacia Quilca, para inquietar al enemigo, alejándolo de los princi­
pales objetivos que perseguían los patriotas. Y con el grueso de
las tropas expedicionarias se constituyeron dos divisiones, la pri­
mera, bajo el mando del general Santa Cruz, se embarcó hacia el
puerto de lio, atravesó Moquegua, vadeó el Desaguadero, y entró
en La Paz el 8 de agosto; la segunda, encabezada por el general
Gamarra, salió de Tacna el 13 de julio, pasó por Tacora y San An­
drés de Machaca, atravesó el Desaguadero por el vado de Nasaca-
ra, acampó en Viacha el 9 de agosto, y luego siguió hacia Oruro.
* =» *
— 5i9 —
El subteniente José Rufino Echenique había sido incorpora­
do a la división del general Gamarra, cuya marcha hacia Oruro
fué muy difícil y esforzada, pues tuvo que vencer la insistente
hostilidad que en su retirada le oponía el ejército realista del ge­
neral Olañeta. Y, como fuera ostensible el empeño con que este
rehuía la aceptación de un encuentro, el general Gamarra decidió
espolear su retirada hacia Cochabamba; pero subestimada la im­
portancia de sus tropas y, mientras el grueso de los efectivos pa­
triotas descansaba en la ciudad de Oruro, dispuso que un destaca­
mento saliera en persecución del general Olañeta. Temeraria e im­
prudente resultó esta disposición pues el destacamento fué envuelto
por las tropas realistas y obligado a enfrentarse contra fuerzas
mucho más numerosas, en el combate de Alsuri.
Allí en los campos de Alsuri, fué reducido a prisión el sub­
teniente José Rufino Echenique. Y como se resolviese que los pri­
sioneros fueran conducidos al depósito que los realistas tenían en
la isla de Esteves, en el lago Titicaca, hubo de caminar a pie, las
cien leguas que median entre los campos de Alsuri y las orillas del
lago. Luego dialogaría con las cosas, en el oscuro recinto de su
prisión, como suelen hacer los niños cuando están a solas; y cabe
pensar qué le dirían, de pasadas edades y de ocultos sufrimientos,
aquellas chulpas milenarias que aún se conservan en la isla de
Esteves. Suave y multicolor, el crepúsculo se zambullía en las on
duladas aguas del lago, incitando a una mística ensoñación. Y la
ciudad de Puno lucía, a la distancia, su recortada silueta, provo­
cando la aglomeración de añejas y queridas memorias.
Pero allí estaban los guardianes, y por ellos supo que a Santa
Cruz lo había desconcertado la victoria de Zepita; que se había
preciptado a unirse con Gamarra, y que su marcha se convirtió en
una desastrosa retirada, pues sus huellas eran pisadas por las tro­
pas del virrey La Serna; que el 8 de setiembre se habían unido
Santa Cruz y Gamarra, en Panduro, que habían marchado a Sora-
Sora —población situada a seis leguas al sur de Oruro— para evi­
tar la conjunción de La Sema y Olañeta —que avanzaba desde
Potosí—, y que, temiendo ser copados, habían emprendido una
marcha forzada en dirección a la costa. Esos guardianes sabían,
sin duda alguna, que el general Santa Cruz había prometido triun­
far o morir, y que no aceptó la colaboración de Sucre para no di­
vidir su gloria. Cómo festejarían el desconcierto que su indecisión
sembró en las filas patriotas.
Después del fracaso de la segunda expedición a Intermedios,
los jefes realistas se habían ensoberbecido. Ante sus prisioneros
exageraban la crítica situación de los independientes y la impor­
tancia de sus propias ventajas, pero les reconocían su bravura y
17
— 520 —

procuraban atraerlos empleando diversos ardides. En cierta oca­


sión, por ejemplo, se presentó el teniente coronel Gabancho, ante
los treinta patriotas que se hallaban prisioneros en la isla de Es­
teves.
Ofrecía a los cautivos el perdón del general Olañeta, si con­
sentían en servir en las filas españolas. Agregaba que la cau­
sa patriota estaba definitivamente perdida, los Castillos del
Callao en manos de los realistas, por la traición de los sargen­
tos Moyano y Oliva; Lima ocupada por las fuerzas del virrey,
y Bolívar abandonado de todos y moribundo en Pativilea. Que
Olañeta había levantado un numeroso ejército, pero le falta­
ban jefes y oficiales. Finalmente dióles veinticuatro horas de
plazo para la respuesta. Dirigiéndose en seguida al imberbe
subteniente (27) Echenique, hablóle amablemente. Habíalo
recomendado don Pedro Benavente, criollo realista reciente­
mente electo diputado a Cortes. Propúsole que sirviese al Rey.
La lealtad, la hidalguía y el valor que siempre exteriorizó el
hombre de Maquinguayo, irreflexivas y en agraz en el adoles­
cente, tuvieron un estallido inesperado.
Levantando la diestra tan alto cuanto pudo, dejóla caer vio­
lentamente sobre su propio antebrazo izquierdo, y agregando
al acto la palabra:
—Esto para usted le dijo.
Luego repitió el corte de manga, golpeando esta vez con la
mano izquierda sobre el brazo derecho:
—Y esto para el Rey.
Con tales comienzos la misión Gabancho debía concluir mal.
Los treinta patriotas prefirieron el cautiverio al cambio de
banderas (28).
Sobre el porvenir de la patria se cernían las sombras. Y sobre
la isla de Esteves caía un pálido sol invernal.

(27) Corregido por mí. En el trabajo citado se le atribuye a José Rufino


Echenique la calidad de cadete.
(28) Luis Alayza Paz Soldán: artículo citado.
— 521 —

CAPITULO V

ANTE LOS DISTURBIOS CIVILES QUE SUCEDIERON AL


AFIANZAMIENTO DE LA INDEPENDENCIA

Dos victorias de las armas patriotas decidieron la suerte de la


independencia americana: en la pampa de Junín, el 6 de agosto de
1824; el 9 de diciembre, en la pampa de Ayacucho. Y allí, en las
vecindades del pueblo de Quinua, bajo el techo de una miserable vi­
vienda de indios y sobre el mismo campo en que se libró la batalla
de Ayacucho, las primeras sombras de la noche del 9 de diciembre
encubrieron la resignada vergüenza de la capitulación realista.
Honrosa en sus términos, pero, dura y decisiva, la capitulación con­
sagró el derecho de los pueblos americanos a determinar sus pro­
pios destinos, y a los antiguos soldados del rey de España les dió
la posibilidad de convertirse en ciudadanos de un país libre.
Sinembargo, hugo generales realistas que no se acogieron in­
mediatamente a los términos de la capitulación. Obedecían a ese
espíritu de anarquía que tanto prospera ante el desconcierto que
producen los reveses militares, o al desconocimiento de la magni­
tud del triunfo patriota.
En el Cuzco, el gobernador, general José María Alvarez, reu­
nió a la Audiencia, incitándola a decidir la continuación de la resis­
tencia; y como el virrey La Serna hubiera sido herido y apresado
en la batalla de Ayacucho, reconoció como tal al general Pío Tris­
tan, que entonces se encontraba. de guarnición en Arequipa y que,
por ser el más antiguo en su clase, fué investido con la autoridad
virreinal. Para combatirlo, destacó Sucre al general Gamarra-—je­
fe de Estado Mayor en la batalla de Ayacucho, que había sido de­
signado para ocupar la prefectura del departamento del Cuzco, re­
cientemente creado—, quien marchó hacia el Cuzco el 12 de di­
ciembre, al frente de la división peruana; en Mollepata aceptó la
rendición del teniente coronel Miranda, cuya lealtad probó mante­
niéndolo en el mando de su columna y enviando ésta como avanza­
da de la expedición; llegó al Cuzco el 24 de diciembre, y al día si­
guiente tomó formal posesión de la ciudad, pues el general Alva­
rez se vió obligado a entregarla, en vista de la creciente agitación
de sus tropas.
Debido a los reproches que le dirigiera al general José Cante-
rae, por la mala retirada que emprendió después de su derrota en
— 522 —

la pampa de Junin, el general Rafael Maroto había sido relegado


a la guarnición de la provincia de Puno. Sus tropas estaban prin­
cipalmente formadas por reclutas nativos y tenían a su cargo la
custodia de los prisioneros patriotas depositados en la isla de Es­
teves. Contra él fué destacado el general José María Córdoba;
pero como la capitulación estipulaba que las tropas españolas de­
bían entregar “a las armas del Ejército üjnido Libertador hasta el
Desaguadero, con los parques, maestranzas y todos los almacenes
militares existentes”, el general Rafael Maroto optó por la fuga.
El 25 de diciembre emprendió viaje hacia Arequipa, llevándose los
fondos que halló en la caja real de la ciudad de Puno; y como
aquella misma noche se marchara el doctor Gárate, gobernador in­
tendente de la región, el gobierno quedó en absoluta acefalía. El 26
se reunieron algunos de los oficiales patriotas que estaban prisione­
ros en la isla de Esteves, a los cuales se juntó el sargento mayor N.
Fascio —a cuyo cargo había quedado la comandancia de la guarni­
ción—, y todos acudieron a la casa en que estaba confinado el ge­
neral Rudecindo Alvarado, para exigirle que se pusiera al frente
del gobierno, por ser el más caracterizado entre todos los prisione­
ros patriotas. En un principio rehusó el general Alvarado, pues
sus custodios habían respondido con suma liberalidad al compro­
miso de honor que le arrancaron al hacerlo prisionero; mas esta
resistencia duró muy pocas horas, porque luego acudieron los miem­
bros del municipio y otros vecinos notables, para requerir su acep­
tación. Y el movimiento insurreccional se completó, al fin, el 27
de diciembre. Las tropas se pronunciaron contra las autoridades
virreinales, dieron libertad a los patriotas que se hallaban prisio­
neros en la isla de Esteves (29), y se pusieron a las -órdenes del
general Alvarado, que no tardó en tomar las providencias necesa­
rias para evitar toda clase de ■excesos y asegurar las posiciones ga­
nadas. Secundado por el teniente coronel Anglada reforzó a las
tropas insurrectas con los oficiales patriotas recientemente libera­
dos y con algunos voluntarios, llegando a formar un batallón de
quinientas plazas, que confió a las órdenes del sargento mayor

(29) Los patriotas que se hallaban prisioneros en la isla de Esteves fue­


ron liberados el 27 de diciembre de 1824. Así consta en la autorizada “Me­
moria histórico-biográfica” del general Rudecindo Alvarado (publicada en
la recopilación de “Cartas históricas del Perú”—segunda serie—, hecha por
Juan Pedro Paz Soldán: Librería e Imprenta Gil, Lima—1921; páginas 341 a
378). Por lo tanto, hay que rectificar el dato que José Antonio de Lavalle da
al respecto (en el texto que incluye en su “Galería de retratos de los Go­
bernantes deLPerú independiente”) y que Evaristo San Cristóval transcribe
(en su “Apéndice al Diccionario Histórico-biográfieo del Perú): el subtenien­
te José Rufino Echenique no permaneció en la isla de Esteves “hasta prin­
cipios de 1825”, sino hasta el 27 de diciembre de 1824.
— 523 —
N. Fascio. Con este batallón hizo custodiar el puente del Desagua­
dero, para evitar cualquier ataque sorpresivo de las tropas rea­
listas que el general Olañeta mantenía en el Alto Perú. Y aún se
afianzó más la seguridad de los patriotas puneños: primero, con la
sumisión de un regimiento de caballería, acantonado en Lampa,
cuyos hombres—incluido su jefe, el coronel Anselmo Rivas— de­
clararon estar dispuestos a respetar el nuevo orden; y luego, con
las tropas que Sucre ofreció enviar.
Fácilmente se había aplastado los conatos de resistencia man­
tenidos por las guarniciones del Cuzco y de Puno, y esto fué causa
de que automáticamente se aplacara la escasa animación que Pío
Tristán había puesto en la defensa de los intereses reales. Hizo sa­
ber que solo el 29 de diciembre había llegado a su poder el texto
de la capitulación, la publicó el 30, y en este mismo día lanzó una
proclama en la cual reconocía el establecimiento de la república
peruana.
Pero aún hubo dos caudillos realistas que mantuvieron sus po­
siciones, creyendo en la posibilidad de ser reforzados con tropas
peninsulares: en el Alto Perú, el general Pedro Antonio de Olañe­
ta, que había desconocido la autoridad del virrey La Serna desde
algunos meses antes, y que murió el l.° de abril de 1825 en el com­
bate de Tumusla, habido entre el grueso de sus tropas y una frac­
ción rebelde; y el empecinado general Ramón Rodil en los castillos
del Callao, cuya posesión sostuvo hasta el 23 de enero de 1826, a
pesar del asedio y del hambre.
* * *
Estando en el Callao, llegó a poder de Sucre la minuciosa no­
ticia de los hechos acaecidos en Puno, que el general Alvarado le
remitió el mismo día 27 de diciembre. En su respuesta, fechada el
2 de enero de 1825, Sucre acertó a estimar debidamente el esfuer­
zo que había desplegado el general Rudecindo Alvarado, al “redi­
mirse de la opresión española por un acto espontáneo y verdade­
ramente patriótico, aún antes de haber recibido las capitulaciones
del 9 de diciembre”. Y como entonces estaba empeñado en orga­
nizar la consolidación de la paz, dispuso que solo continuaran en
sus destinos
los empleados que lo merezcan por su conducta y opiniones, y
los militares que absolutamente se necesiten para el servicio.
Pero tales disposiciones no afectaban sino a los sospechosos de
tibieza patriótica, o a los godos, y como era necesario oponerles
una fuerza capaz de conservar el nuevo orden, añadía:
— 524 —
Creo que con los oficiales nuestros que se han libertado po­
drá vuesa señoría atender con más confianza al manejo de las
tropas que tiene a su mando.
'Remítame vuesa señoría una relación nominal de nuestros
oficiales puestos en libertad, con expresión de sus clases, es­
tado a que sirven y capacidad, a fin de darles colocación, pues
hay vacantes para ellos (30).
O sea, que el propio Sucre autorizaba, expresamente, la in­
mediata reincorporación de los oficiales que habían estado prisio­
neros en la isla de Esteves. Pero su acentuado colombianismo le
inspiraba el internamiento o la dispersión de los oficiales patrio­
tas: para no emplearlos en las operaciones militares que ya pro­
yectaba desarrollar en el Alto Perú, y para debilitar la cohesión
que existía entre las regiones peruanas separadas por el Desa­
guadero.
En las guarniciones provinciales había vacantes para los ofi­
ciales patriotas. Y a la guarnición de Lima, la cortesana capital de
antaño, que apenas percibía los ecos de la desesperada resistencia
que en los castillos del Callao sostenía el general Ramón Rodil, y
que, como en otros tiempos, se proyectaba hacia el merodeo pala­
ciego; a la guarnición de Lima fué destinado el subteniente José
Rufino Echenique.
* * *

Después de la victoria obtenida en los campos de Ayacucho,


Lima estaba agitada por una nueva inquietud. Porque el Liberta­
dor había anunciado su deseo de abandonar el Perú, al considerar
que la victoria había asegurado la independencia y la paz interna
del país, haciendo desaparecer los causas que el 10 de febrero de
1824 inclinaron al Congreso Constituyente a confiarle los más am­
plios poderes dictatoriales. Y como aún estaba demasiado reciente
la experiencia proporcionada por los desórdenes políticos que en­
sombrecieron los primeros pasos de nuestra democracia, se temía
que la falta de una personalidad centrípeta pudiera reanimar la
acción de los ambiciosos y los descontentos. S-e temía que las ren­
cillas domésticas desvirtuasen el destino de las nacientes institu­
ciones, y sus personeros desfilaron ante Bolívar, para solicitarle
que prolongase su tutelar estada en el Perú. Damas y sacerdotes
(30) He hallado el texto de esta carta en una colección de documentos,
publicada por "Fidel Olivas Escudero como “Suplemento a los Apuntes para
la historia de Huamanga o Ayacucho ’ con motivo del primer centenario de
la batalla. (Imprenta Diocesana, Ayacucho—1925).
— 525 —
sumaron sus voces a la demanda colectiva. El Congreso Constitu­
yente decidió sacrificar las normas fundamentales que ya había
sancionado: decretó la prórroga de la dictadura por un año más, y
la interrupción de sus propias labores. Y Bolívar aceptó.
En la continuación de la supremacía de Bolívar se decidió, sin
duda alguna, la suerte del Alto Perú. Porque, el 29 de enero, la
ciudad de La Paz había proclamado su voluntad de romper los
vínculos de dependencia que la ataban a España. Y solo el 9 de
febrero decidió Sucre la convocación de una Asamblea Constitu­
yente que, bajo la presión de sus armas, habría de inclinarse a
constituir las provincias altoperuanas en un estado autónomo.
Por otra parte, el mismo Bolívar se anticipó a cualquier decisión
formal de la citada Asamblea, y el 16 de mayo suscribió, en Are­
quipa, el decreto que creaba el país del Alto Perú. Y solo el 6 de
agosto fué confirmada esta decisión por la Asamblea Constituyen­
te, reunida en Chuquisaca.
Bolívar viajaba, entonces, por el nuevo estado, para afianzar
la influencia que le había ganado la acción libertadora llevada a
cabo por las divisiones colombianas. El 17 de junio había escucha­
do, en Pucará, las frases profundas y áticamente bellas que en su
elogio pronunció el indio José Domingo Choquehuanca (31). El 24
de julio recibió el homenaje que la ciudad del Cuzco le tributaba,
para conmemorar su natalicio, y escuchó el laudatorio discurso de
orden que le tocara pronunciar a Benito Laso. Y, después de pro-
(31) Frecuente ha sido el error de atribuirle profesión eclesiástica a Jo­
sé Domingo Choquehuanca, hombre de toga y eficiente magistrado. Sobre su
personalidad, véase el artículo titulado “José Domingo Choquehuanca”, ori­
ginal de Uladislao Zegarra Araujo: “Boletín Bibliográfico’’ publicado por
la Biblioteca de la Universidad Mayor de San Marcos; volumen III, número
4; junio de 1928; páginas 175 a 184. Y en la. revista “Inca”—volumen I,
número 4; octubre-diciembre de 1923; páginas 951 a 959—puede verse un ca­
pítulo del “Ensayo de Estadística completa de los ramos económico-políticos
de la provincia de Azángaro, en el departamento de Puno, de la República
peruana, del quinquenio contado desde 1825 hasta 1829”, capítulo que trata
“De la biografía particular del indígena, que comprende sus usos, costum­
bres, vicios y preocupaciones”.
Dignas de la fama universal son las frases con que José Domingo Cho­
quehuanca dió término a su discurso de Pucará:
“Quiso Dios de salvajes formar un gran imperio, y creó a Manco Capae.
“Pecó su raza y lanzó a Pizarro. Después de tres siglos de expiación ha te-
“nido piedad de la América y os ha creado. Sois, pues, el hombre de un
“designio providencial. Nada de lo hecho atrás se parece a lo que habéis
“hecho; y para que alguno os imite será preciso que haya otro mundo por
“libertar. Habéis fundado cinco repúblicas que, en el inmenso desarrollo a
“que están llamadas, elevaran vuestra grandeza a donde ninguna ha llegado.
“Con los siglos crecerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el
“sol declina”.
— ¿26 —

clamar la independencia del Alto Perú, la Asamblea de Chuquisa-


ca designó al nuevo estado con el nombre de “Bolivia”, eligió co­
mo presidente a Simón Bolívar, y le solicitó que dictase la carta
política fundamental.
En enero de 1826, Bolívar ha concluido la definición de sus
ideas constitucionales, y regresa al Perú. Ya tiene noticias de las
intentonas revolucionarias que se han producido durante su au­
sencia, de aquellas intentonas que hicieron revivir el miedo a la
anarquía y avivaron la estimación por la influencia pacificadora
de su prestigio. Llegó a Lima el 10 de febrero. El 25 renunció el ge­
neral José de La Mar a la presidencia del Consejo de Gobierno, por­
que se resistía a fovorecer los proyectos autoritarios de Bolívar, y
tres días después ocupaba ese cargo el mariscal Andrés de Santa Cruz,
El 29 de marzo se reunieron las juntas preparatorias del Congre­
so, que habría de elegir al sucesor de Bolívar, y en ellas provocaron
sus partidarios un serio incidente, al tachar la elección de algunos
oposicionistas calificados, que empezaron a difundir sus opiniones
entre el pueblo. Como en 1825, el 31 de marzo anuncia Bolívar su
voluntad de abandonar el Perú. Magistrados y ediles, comercian­
tes y militares parece que piensan, entonces, con Benito Laso, y se
preguntan:
Tantos elementos de disolución que nos rodean, tantas pa­
siones que nos hacen la guerra, tantos intereses encontrados
que resisten la unidad de nuestra común acción, tantas pre­
venciones contra el nuevo sistema, tanta apatía y egoísmo en
unos, tantas aspiraciones en otros, y tan pocas virtudes en casi
todos ¿no se pondrán en movimiento así que se desvanezca el
prestigio que sostiene la obediencia? ¿Mil furias no aparece­
rán en nuestra superficie al instante que un genio superior
deje de influir con su dirección y respeto? (32).
Sesentisiete diputados se congregan en una reunión extraor­
dinaria y envían una comisión a la casa de la Magdalena, para
decirle a Bolívar “que el Perú, por el órgano de sus representantes,
no permitirá que le abandone, y que su permanencia en los mis­
mos términos que hoy gobierna es el primer interés de la repú­
blica”.
El 8 de abril son anulados, por el consejo de Gobierno, los
poderes de los diputados cuya elección había sido observada por
(32) ‘ ‘ Exposición que hace Benito Laso, Diputado al Congreso por la
provincia de Puno”: Imprenta Republicana, administrada por José María Con­
cha; Lima—1826. Transcrita en el “Boletín del Museo Bolivariano”: Año I,
número 3; noviembre de 1928; páginas 46 a 65.
— 527
las juntas preparatorias clel Congreso; el 15 es fusilado el ge­
neral Juan de Berindoaga, a pesar de las insistentes demandas de
clemencia que en su favor se formularon; y el 21 se reunieron por
última vez las juntas preparatorias del Congreso, consideraron
que la parcial anulación de las elecciones hacía necesaria una
nueva decisión electoral del pueblo y, con el voto de cincuentidos
diputados, pidieron al Consejo de Gobierno que postergase hasta
el año siguiente la convocatoria a Congreso. Al conocer esta peti­
ción, Bolívar se dispuso a evitar que sus opositores llegaran al
Congreso, y el l.° de mayo decidió que se levantara un censo de la
población, para fijar el número de diputados que debían concu­
rrir al Congreso y el día en que habría de instalarse. Poco después,
el 18 de mayo, el Consejo de Gobierno reconocía la independencia
de Bolivia.
Exteriormente, Bolívar insistía en manifestar su deseo de vol­
ver a Colombia; pero sus actos de gobierno conducían a evitar que
su sucesor fuera nombrado y que sus opositores alcanzaran posi­
ciones influyentes. Por eso mantenía en Lima las tropas auxilia­
res de Colombia, sin causa aparente que lo justificase; y por eso
buscaba la adhesión de los militares peruanos, acelerando el reco­
nocimiento de servicios y ascensos, como en junio de 1826. Acaso lo
comprendieron sus colaboradores, pues vemos que Hipólito Unánue
había insinuado una acertada definición del sistema bolivariano de
gobierno, en las frases de esperanzada confianza que un año antes le
dedicara en el Congreso ¡
Legisladores: el bello sistema político de la república, que
habéis trazado en vuestra Constitución, se afianzará y prospe­
rará en sus manos, como se ha afianzado y ha prosperado nues­
tra libertad, teniendo en ellas el poder de las armas (33).
Se cernía esta atmósfera política, cuando José Pufino Echeni­
que fué promovido, en junio de 1826, a la clase de teniente.
Hasta la angustiosa tranquilidad de su cuartel llegaban los
temores cívicos e intrigas ocultas. Y su conciencia del deber se
iba formando a la sombra de aquellos iniciales debates en que los
parlamentarios discutían teorías de gobierno y abstractos concep­
tos políticos. La conciencia del deber, fruto de la libertad, estaba
inspirada por los altos intereses de la patria y de la ley. Pero la in-
(33) Memoria del ministro de Hacienda del Perú, doctor don Hipólito
Unánue, al "Congreso de 1825, en su sesión del 14 de febrero. Publicada por
Emilio Dancuart en el primer tomo de los “Anales de la Hacienda Pública
del Perú”.
18
— 528 —

dependencia se había logrado a través de una estrecha colabora­


ción con hombres de toda la América, a través de campañas que
superaron las dimensiones geográficas, y recién empezaba a valo­
rizarse la importancia de una exacta demarcación del territorio
patrio, pues todavía se dejaban sentir la peligrosa influencia cíe
los “godos” y la solidaridad que los americanos forjaron en el vi­
vac. Y la ley se concebía como una obligación contractual, cuya
vigencia debía cesar cuando los gobernantes desoían la voluntad
de los electores, de manera que no creaba una noción precisa de
la jerarquía y de la obediencia. Los altos intereses de la patria ha­
bían sido lesionados en las guerras de la independencia y en las
estériles luchas civiles; en la hora de la paz, su conservación y su
defensa no requerían otra cosa qu-e el dominio de esas pasiones
egoístas que conducen a la anarquía, orden y nada más que orden.
Y la ley, sabiamente elaborada por los heroicos patricios de la inde­
pendencia, también requería orden: porque la anarquía detiene el
desarrollo de las instituciones y la prosperidad de la economía, y
solo el orden allana el camino a ese estado de madurez en que los
hombres saben comprender y respetar el dictado de las leyes. Por
lo tanto, la conciencia individual se enfrentaba a esa honda y per­
manente oposición que existe entre el orden y la anarquía, y el de­
ber se inspiraba en la necesidad de favorecer el orden que dejara li­
bre el desarrollo de las energías nacionales.
■ Palpitante enseñanza cívica le administraba la vida al tenien­
te José Rufino Echenique, en la angustiosa tranquilidad de su
cuartel.
« * »

Bajo los rayos del ardiente sol tropical, y ante los observado­
res de Estados Unidos, Inglatera y los Países Bajos, se reunieron,
el 22 de junio de 1826, los plenipotenciarios del Perú, Colombia,
México y Centro América, para discutir las bases de una confede­
ración americana.
Manuel Lorenzo de Vidaurre, plenipotenciario peruano, había
censurado la presencia del representante inglés, pues consideraba
que Inglaterra debía haber anticipado el reconocimiento de todos
los estados americanos; y, particularmente, le había solicitado una
exposición de los motivos que aconsejaban las dilaciones opuestas
al reconocimiento de la independencia peruana, A lo cual, el re­
presentante inglés, sir Edward Dawkins:
abiertamente se expresó que esto no era posible, no teniendo
— 529 —
nosotros aún un gobierno constituido y procedente del Con­
greso Nacional (34).
Para la opinión liberal inglesa —representada por el gabinete
de Lord Canning—, el reconocimiento de la emancipación perua­
na estaba condicionado por la existencia de un gobierno que ema­
nara del libre consentimiento nacional. Y, en consecuencia, sería
obstruido por la continuación de la tutela que ejercían los caudi­
llos extranjeros; pues, aparte de perjudicar el normal desenvol­
vimiento de los destinos nacionales, tal tutela se oponía a los es­
quemas políticos elaborados a través de la organización de los paí­
ses europeos.
En el Perú se estaban urdiendo los vínculos de una vasta
Confederación de los Andes. Y el Congreso de Panamá estaba des­
tinado a sondear las posibilidades de su aceptación internacional.
Pero en las bases de dicha Confederación se hallaban los gérmenes
que habrían de ahogarla: porque la aspiración autoritaria de Bo-
lívar se oponía a ese liberalismo idealista que, a través del movi­
miento emancipador, pretendía llegar hasta la realización del pac­
to social; y porque el predominio colombiano hería el nacionalismo
de los patriotas peruanos. De manera que la advertencia de sir
Edward Dawkins estaba destinada a germinar fácilmente, al caer-
sobre el abonado campo de la realidad.
Bolívar trataba de aprovechar el temor con que era mirada to­
da posibilidad de disturbios civiles, e inclinaba los ánimos hacia la
adopción de la carta constitucional que ya había sido impuesta en
Bolivia. El l.° de julio, el ministro de gobierno y relaciones exte­
riores, don José María de Pando, dirigió una circular a todos los
prefectos de la república, ungiéndolos a reunir los colegios electo­
rales, y a pedirles que se pronunciasen sobre la conveniencia de
adoptar la constitución inspirada por Bolívar. Pero los liberales
arreciaron sus embates contra los ya desembozados proyectos; de­
nunciaron su violencia; y asumieron la defensa de la tradición na­
cional, oponiéndose al autoritarismo de un presidente vitalicio ex­
tranjero, cuyas atribuciones no tendrían freno en la debilidad de
un poder legislativo dividido. Y queriendo aplacar esta oposición,
Bolívar le hacía constantes ofrecimientos al presbítero Francisco
Javier de Luna Pizarro, jefe de los liberales. El 4 de julio, el nü-
(34) Carta de Manuel Lorenzo de Vidaurre a Hipólito Unanue, ministro
de gobierno y relaciones exteriores del Perú. Fechada en Panamá, el 6 de
junio de 1826, y publicada en la edición de “El Peruano” correspondiente al
31 de enero de 1827. Ha sido transcrita por Raúl Porras Barreneehea en su
valioso trabajo sobre “El Congreso de Panamá” (Lima—1926): páginas 377-
378.
— 530 —

nistro Pando le extendió un nombramiento, acreditándolo como mi­


nistro plenipotenciario del Perú ante el gobierno de México. Luna
Pizarro no quiso aceptar, y acudió a. la casa de la Magdalena, soli­
citando entrevistarse con Bolívar; pero este consideraba “indigno”
que su opositor no se rindiese a los halagos y le¡ negó audiencia.
Dos escuadrones del regimiento Húsares de Júnín se subleva­
ron, en Huancayo, el 6 de julio. En Lima, el gobierno pretendió
haber descubierto una conspiración, que se habría estado fra­
guando con el propósito de asesinar a Bolívar: fueron apresados
más de ochenta senadores de la oposición antivitalicia, de los cua­
les salieron al destierro el general Mariano Necochea y el presbí­
tero Francisco Javier de Luna Pizarro; y, para asegurar la impo­
sición ,del régimen vitalicio, (35), fueron cambiados los jefes de
ciertos regimientos, mas no sin ocasionar resistencias en los subor­
dinados.
*

Dos escuadrones del regimiento Húsares de Junín, acantona­


dos en Huancayo, habían recibido orden de trasladarse a Lima,
porque el gobierno desconfiaba de su adhesión. Pero algunos ofi­
ciales y sargentos propiciaron la desobediencia, asegurando que la
orden estaba destinada a favorecer la disolución del regimiento y
la incorporación de la tropa en el ejército colombiano. Otros suge­
rían que se les habría de enviar a Colombia. Por su parte, los ofi­
ciales adictos al gobierno se negaban a prestar crédito a tales espe­
cies; los rebeldes procedieron a amarrarlos y ponerlos bajo cus­
todia ; y así, en la noche del 6 de julio, estaba decidido el pronun­
ciamiento de aquellos escuadrones.
(35) El texto de la famosa constitución vitalicia se halla en el volumen
donde Juan F. Olivo ha recopilado todas las “Constituciones políticas del
Perú (1821-1919)’’: Imprenta Torres Aguirre, Lima—1922; páginas 71 a 104.
Entre los comentarios de la época bolivariana, es particularmente inte­
resante el que publicó Antonio Leocadio Guzmán, con el título de “Ojeada al
proyecto de constitución que el Libertador ha presentado a la república Bo­
lívar”: Imprenta Americana administrada por José María Concha, Lima—1826
(52 páginas).
En nuestros días, la constitución bolivariana ha sido comentada por Ma­
nuel Vicente Villarán en su “Ensayo sobre las ideas constitucionales de Bo­
lívar’’: “Revista Universitaria’’ (órgano de la Universidad Mayor de Sañ
Marcos); Lima, segundo semestre de 1916, volumen II; páginas 429 a 457.
Ha sido transcrito por el “Boletín del Museo Bolivariano”: Año I, No. 7,
marzo de 192Q.; páginas 203 a 217.
También es importante el reciente libro de Víctor Andrés Belaúnde, so­
bre: “Bolívar and the political thought of the Spanish american revolution’’;
edited by the John Hopkins press, Baltimore—1938.
— 53i —
Dirigidos por el teniente Silva, elevado al rango de coronel,
los sublevados asaltaron al correo y se apoderaron del dinero que
conducía. Luego avanzaron hacia Ayacucho, pues esperaban que allí
serían apoyados por el 3.° y el 4.° escuadrones del regimiento Hú­
sares de Junín. Y en efecto, el coronel Pedro Bermúdez obtuvo la
adhesión de una parte de estos escuadrones y levantó bandera con­
tra la constitución vitalicia.
Era prefecto de Ayacucho el general Juan Pardo de Zela,
quien, para restablecer el orden, se aplicó a impedir la conjunción
de los sublevados. Con tal objeto destacó al segundo batallón del
regimiento Pichincha, a cuyo frente iba el coronel Miguel Benavi­
des, auxiliado por Domingo Nieto, comandante de Húsares. Y a
unas ocho leguas de Ayacucho, en las inmediaciones de Julcamar-
ca, estas tropas leales alcanzaron y dispersaron a las fuerzas rebel­
des que comandaba el coronel Pedro Bermúdez. A continuación se
movilizaron con presteza, para evitar que los sublevados de Huan-
cayo pudieran unirse a los indios de las punas de Huanta, que aún
mantenían su fidelidad al rey de España e incesantemente amaga­
ban la seguridad de la región. Pero, después de haber descansado
en Huancavelica, los sublevados avanzaban confiadamente hacia
Ayacucho, pues no esperaban hallar resistencia; y el 16 de julio
fueron fácilmente abatidos, en Quehuavilca, por las tropas que ha­
bía destacado el general Juan Pardo de Zela.
Entonces se hallaba en Ayacucho el presidente del Consejo de
Gobierno, gran mariscal don Andrés de Santa Cruz, a quien Bolí­
var había encomendado la misión de restablecer el orden y la dis­
ciplina, cuando llegaron a su conocimiento las primeras noticias
referentes a la sublevación de Huaneayo. Lo habían acompañado
algunos oficiales, que probablemente debían completar los cuadros
debilitados por la indisciplina. Y, entre ellos, tal vez jubilosamen­
te arrancado de la monotonía cuartelaria, o sorprendido en la pro­
yección de la manera cómo habría de disfrutar su flamante sueldo
mensual de 50 pesos; entre ellos estaba el joven teniente José Ru­
fino Echenique.
Al pasar por Jauja, en su tránsito hacia Ayacucho, es proba­
ble que José Rufino Echenique visitara a sus padres. Allí estaban,
desde 1819, mitigando la angustia de las inquietudes pasadas. Le­
jos del celo oficioso que en las postrimerías de la colonia cercaba
la vida del hombre, José Martín Echenique había encontrado al­
gún sosiego en las cotidianas faenas de la hacienda Suitucancha.
Las primeras luces del alba solían sorprenderlo al frente de peo­
nes y gañanes, y los últimos resplandores de la tarde le permitían
concluir el recuento del ganado vacuno y lanar que constituía la
principal riqueza de la hacienda, Luego se refugiaba en el cariño
— 532
de su mujer y, a la pálida luz de un candil, velaban ambos el ino­
cente sueño de sus hijos. A veces, durante las campañas de la in­
dependencia, comentaron la importancia de las sucesivas entregas
de ganado que el sostenimiento del ejército patriota les había re­
querido. Pero con harta razón estimaban que el tesoro de la liber­
tad era mucho más precioso. Y como uno de sus frutos mejor col­
mados, recibieron, en 1825, el nacimiento de Nicasio Echenique y
Benavente, su último vástago.
' Brevísimas debieron ser aquellas escasas horas que el tenien­
te José Rufino Echenique pudo dedicarle a su hogar, en ese feliz
paréntesis de su azarosa vida profesional. Porque la vida no tar­
daría en desmentir el jolgorio de los hermanos pequeños y la celo­
sa alegría de los padres. Y, en la necesidad de restablecer la mal­
trecha disciplina militar, iba imponiendo la vida su tónica diso­
nante.
Precisamente estaba allí el gran mariscal don Andrés de
Santa Cruz, en trance de ejercitar su característica crueldad. Te­
nía decidida la aplicación de severos castigos contra los responsa­
bles de la conducta sediciosa adoptada por el regimiento Húsares
de Junín. Y en efecto: el teniente Silva y doce sargentos fueron
fusilados en la plaza principal de Ayacucho; el coronel Bermúdez,
desposeído del mando de su regimiento, fué enviado a Lima, bajo
custodia; y fueron disueltos los escuadrones sublevados en Huan-
cayo, para formar uno nuevo con los elementos que no habían
participado en la sublevación (36).

APENDICE

DOCUMENTO N.° 1: Partida de matrimonio de José Martín


Echenique y Hermenegilda Benavente, padres de José Rufino
Echenique. Copiada de una trascripción hecha en papel del sello
quinto, correspondiente a los años de 1850 y 1851.
El Dr. D. Bonifacio Deza, Cura propio y Vicario de la Doctrina
de Azángaro.—Certifico cómo a fojas ciento ocho vuelta de un libro
(36) Los datos sobre el estallido y la solución de este pronunciamiento se
encuentran: en la noticia sobre el viaje de Santa Cruz a las poblaciones del
interior, publicada por "El Peruano”, en su número del 15 de julio de 1826;
y en los editoriales del mismo periódico, aparecidos en los números del 29
de julio y el 26 de agosto del mencionado año.
— 533 —
de casamiento de esta Doctrina se encuentra una partida cuyo tenor
es como sigue:
En el pueblo de nuestra Sra. de Asum y San Bernardo de
Azángaro, en catorce días del mes de Enero de mil ochocientos y
ocho años. Ante mí, el cura de esta Doctrina se presentó D. José
Martín Echenique, soltero, español, hijo lejítimo de D. Miguel
Echenique y Da. Ana J'osefa de tal, con un oficio del Vicario de Pu­
no dirijido al cura de Jluancané para que éste, en comisión del Sr.
Obispo de la Paz, lo casase, y como la niña era feligresa de esta
Doctrina llamada Hermenegilda Benavente, hija del Coronel D.
Pedro Benavente y de Da. Isabel Macoaga: se le casó por mi ayu­
dante D. Felipe Cárdenas en la estancia de Chamaca, jurisdicción
de esta Doctrina en la que tiene su capilla dicho coronel D. Pedro
Benavente: y aunque yo suspendí por entonces el consentimiento
del casamiento porque no bastaba la dispensa de proclamas que
obtuvo del Sr. Obispo de la Paz por ser el hombre de la parroquia
de Puno, mientras no se publicaban en esta Doctrina por parte d-e
la niña, se hizo el casamiento por mi ayudante, lo que declaro para
que conste.—Matías Alday.
Concuerda con su orijinal, al que en caso necesario me remito,
y para que así conste donde convenga, di la presente a pedimento
verbal de la parte, firmando ante los testigos que se hallaron pre­
sentes a 12 de junio de 1850.—Dr. Bonifacio Deza, Cura de la Pa­
rroquia.—-Testigo, José Domingo Choquehuanca.—Testigo, Julián
Zúñiga.

DOCUMENTO N.° 2: Partida de bautismo de José Rufino


Echenique. Copiada de una trascripción hecha en papel del sello
tercero, correspondiente al bienio de 1804 y 1805, habilitado “pa­
ra los años de 1808 y 1809”.
Yo, el Dr. D. Miguel Antonio Arce, Examinador Sinodal, Vi­
cario foráneo del partido de Paucarcolla y Cura Rector de esta
ciudad de Puno. Certifico en cuanto puedo y haya lugar en dere­
cho cómo en el libro en que se sientan las partidas de los españo­
les bautizados en esta Matriz de mi cargo, se halla a fojas 99 una
partida cuyo contenido sacado a la letra es del tenor siguiente:
Año del Señor de mil ochocientos ocho, en diez y seis de no­
viembre. Yo el Dr. D. Miguel Antonio Arce, Examinador Sinodal,
Vicario foráneo del partido de Paucarcolla y cura rector de esta
ciudad de Puno; bautizé, solemnemente, y puse Oleo y Crisma, se­
gún orden de Nuestra Sta. Madre Iglesia a un niño a quien le pu­
se por nombre José Rufino, hijo lejítimo de D. José Martín Eche-
— 534 —
ñique y de Da. Hermenegilda Benavente, eónyujes españoles veci­
nos de esta ciudad. Fueron sus padrinos D. Miguel Echenique y
la Sra. Da. Ana Josefa Vásquez, así mismo vecinos de esta ciudad,
a quienes advertí la obligación y parentesco espiritual que con­
traían, y para que conste lo firmo.—Dr. Miguel Antonio Arce-
Anotación al marjen.—José.
Concuerda con su orijinal a que en lo necesario me remito a la
prueba, y para que así conste donde convenga di la presente a
pedimento de parte firmando ante los testigos que se hallaron pre­
sentes a 23 de Marzo de 1809 años en esta ciudad de Puno.—Dr.
Miguel Antonio Arce.—Testigos, Mariano Agustín del Carpio.—
Testigo, Nicolás Ramírez de Tinajeros.

DOCUMENTO N.° 3: Partida de bautismo de José Rufino


Echenique. Copiada de una trascripción hecha en papel del sello
quinto, correspondiente al bienio de 1834 y 1835.

D. José María Ampuero y Grados, Cura encargado de esta


ciudad por su Cura propio el Sr. Dr. D. Manuel Alejandro de Gra­
dos, certifico en cuanto pueda y haya lugar a los señores que la
presente vieren cómo en los libros que corren a mi cargo se en­
cuentra una partida a fojas 99, cuyo tenor sacado a la letra es co­
mo sigue:
Año del Señor de mil ochocientos ocho -. en diez y seis dé No­
viembre. Yo el Dr. D. Miguel Antonio Arce, Examinador Sinodal,
Vicario foráneo del partido de Paucarcolla y Cura Rector de esta
ciudad de Puno: bautizó, puse óleo y crisma solemnemente, según or­
den de íN. S. M. I., a un niño a quien le puse por nombre José Ru­
fino, hijo lejítimo de D. José Martín Echenique y de Da. Herme­
negilda Benavente, eónyujes españoles vecinos de esta ciudad a
quienes advertí la obligación y parentesco espiritual que con­
traían, y para que conste lo firmé.—Dr. Miguel Antonio Arce.
Concuerda con el orijinal a que me refiero, y es dado a peti­
ción de la parte, y para que conste lo firmé,-—José María Am­
puero.

DOCUMENTO N.° 4: Foja de servicios del cadete José Rufi­


no Echenique, extendida por el teniente coronel Juan Pardo de
Zela, el 22 de octubre de 1822.
~ 535 —
Pascual Saco, Coronel de Caballería, Secretario de la Inspec­
ción jeneral del Ejército y encargado de su despacho.
Certifico: que entre las fojas de servicios de los jefes y ofi­
ciales del Ejército que existen en esta oficina, hay una que a la le­
tra es como sigue:
El cadete d-e la primera compañía D. José Rufino Echenique:
su edad trece años, su país Puno: su calidad, distinguido ■ su sa­
lud, robusta: sus servicios y circunstancias los que se espresan:

Tiempo en que empezó a servir Tiempo que sirve y cuanto en


los empleos cada empleo

Empleos Días Meses Años Años Meses Días

Cadete. 20 Mayo 1822 — 5 2


i Total hasta 22
de octubre de
1822 . . . . 5 2

Regimientos donde lia servido


En el batallón número 3 del Perú, cinco meses dos días.
Campañas y acciones de guerra en que se ha hallado
En ninguna.
Notas.—-Valor, aplicación regular, capacidad sobresaliente, con­
ducta honrada, estado soltero.—Pardo de Zela.
D. Juan Pardo de Zela, benemérito de la Orden del Sol, Te­
niente Coronel, Comandante del batallón número 3 del Perú, etc.
Certifico: que la hoja de servicios que antecede es copia a la
letra de la orijinal que queda archivada en la sarjentía mayor del
cuerpo. Lima, octubre 22 de 1822.—Juan Pardo de Zela.
Así consta y aparece del orijinal a que me remito y el mismo
que queda en el archivo de esta oficina: y en virtud de lo mandado
por supremo decreto de ayer en la solicitud del interesado doy el
presente en Lima a veintidós de Noviembre de mil ochocientos cua­
renta y nueve.—Pascual Saco.—Miguel Saldivar, oficial primero..
Alberto Tauro.

19
— 536 —

BIBLIOTECA DEL SEMINARIO


DE LETRAS.

LIBEOS Y FOLLETOS RECIBIDOS:

(DESDE EL I.» DE AGOSTO HASTA EL 30 DE NOVIEMBRE DE 1940)

1 .—El Comunismo y los cristianos.—Francois Mauriac.—Buenos


Aires, 1938.
2 .—El Plan Dalton.—Fernando Sainz.—Buenos Aires, 1940.
3 .—Escritos literarios de Rufino José Cuervo.—Bogotá, 1939.
4 .—Historia de la Civilización.—Vicente Raguez.—Buenos Ai-
Aires, 1940.
5 .—Diccionario de voces nuevas de la lengua Castellana.-—Buenos
Aire, 1940.
6 .—Las grandes cuestiones nacionales.—Víctor J. Guevara.—Cuz­
co, 1939.
7 .—Problemas sociales (Tomo I).—Vicente Dávila.—Santiago de
Chile, 1939.
8 .—Las relaciones primitivas de la conquista del Perú.—Raúl Po­
rras Barrenechea.—París, 1937.
9 .—La angustia juvenil y la ley de la compensación.—Tesis pre­
sentada por la Srta. Cyra Golffer, para optar el profesorado
en Ciencias Sociales, Lima, 1939.
10 .—Mortus Guaranesas.—Julio S. Storni.—Tucumán, 1939.
11 .—La Relación de Israél.—Adolphe Lods.—Buenos Aires, 1940.
12 .—Vue de la Histoire de la Civilisation (2 tomos).—Edouard
Driault.—París, 1909.
13 .—Obras completas de Fígaro (Tomo I). Madrid, 1843.
14 .—Marat.—Louis Barthou y Gérard Walter.—Santiago, 1934.
15 .—Catálogo alfabético de los nombres vulgares y científicos de
plantas que existen en el Perú.—Fortunato L. Herrera.—Li­
ma, 1939.
16 .—Bases y organización de la Facultad de Filosofía de la Uni­
versidad de Santo Domingo.—Julio Ortega Frier.—Trujillo.
1940.
— 537 ■—
17 .—La Ciencia de la Educación.—Jean Demoor y Tobie Jonckhe-
ere.—Madrid.
18 .—Teorías sobre la educación.—Dewey.—Ciudad Lineal, 1926.
19 .—Filosofía de la Educación.—Los valores educativos.—Dewey.—
Ciudad Lineal 1927.
20 .—Cómo pensamos.—Dewey.—Ciudad Lineal, 1928.
21 .—Psicología de la Edad Juvenil.—Eduardo Spranger.—Madrid,
1935. (2.a ed.). _
22 .—Presencia y definición del indigenismo literario.—Tesis pre­
sentada a la Facultad de Letras por el Sr. Alberto Tauro, pa­
ra optar el grado de Doctor.—Lima, 1940.
23 .—Tandila (Tomo I).—Juan José Nágera.—La Plata, 1940.
24 .—La gesta emancipadora del Perú.—(2 ejemplares).—José M.
Valega.—Lima, 1940.
25 .—Valores Humanos en la obra de Leonidas Yerovi.—Luis Fa­
bio Xammar.—Lima, 1940.
26 .—El Virreinato de Perú.—José M. Valega.—Lima, 1939.
27 .—Juan María Gutiérrez.—María Schaveisten de Raidel.—La
Plata, 1940.
28 .—El Libro americano, Tomo III, Nos. 8 y 9.—Washington, 1940.
29 .—La República Dominicana de hoy (Tomo I).—Lie. J. Marino
Incháustegui. Trujillo.
30 .—La fundación hispánica en la Biblioteca del Congreso.—Ro­
bert C. Smith.—Washington.
31 .—La gran ruta del Pacífico al Atlántico.—Enrique Pérez Alva­
rado.—Lima, 1940.
32 .—Antecedentes y juicios críticos sobre “Historia de la Nación
Argentina” Ricardo Levene.—Buenos Aires, 1936.
33 .—El Libro, la Imprenta y el Periodismo en América.—José To­
rre Revello.—Buenos Aires, 1940.
34 .-—La Literatura en el Perú de los Incas.—Napoleón M. Burga.—
Lima, 1940.
35 .—Cíen años de Literatura y otros estudios críticos.—José Ji­
ménez Borja.—Lima, 1940.
36 .—Las tres expediciones del “Deutscher Alpenverein” a las cor­
dilleras peruanas.—H. Kinzl.—Lima, 1940.
37 .—El Teatro en Lima, 1790-1793.—Irving A. Leonard, 1940.
38 .—La Escuela (2a. edición).—J. J. Findlay.—Barcelona, 1934.
39 .—Acta de la Sala de Representantes (Vols. I y II) .—Tucumán,
1938-1939.
40 .—La Sociedad Sarmiento en su Cincuentenario 1832-1932.—Tu­
cumán, 1932.
41 .—Crítica bibliográfica y análisis cultural.—Alfred Coviello.—
Tucumán, 1938
— 538 —
42 .—Puntos Cardinales (Cuentos).—Brígida Usandivaras de Garne-
ri.—Tucumán, 1936.
43 .—La esencia de la contradicción.—Alfredo Coviello.—Tucumán,
1939.
44 .—Palo’ I. Chachal.—Tobías Rosenberg.—Tucumán, 1936.
45 .—Balas de Estalo.—Ernani López.—Río de Janeiro, 1938.
46 .—Disquisiciones filosóficas (Tomos I y II).—Rufino José Cuer­
vo.—Bogotá, 1939.
47 .—La Escuela Nueva.—Laurencio Filho.—Barcelona.
48 .—Higiene Escolar (2.a edición).—L. Burgesrstein.—Barcelo­
na.
49 .—Historia de la Universidad de La Plata (Tomo II).—Julio R.
Castiñeiras.—La Plata, 1940.
50 .—Leyendas Líricas (Tríptico).—Enrique Mario Caealla. Tucumán
1936.
51 .—Las personalidad de Miguel de Montaigne en la historia de las
ideas educacionales.—Manon V. Cuaglianone.—Buenos Aires,
1939.
52 .—Arigen y evolución de las instituciones educativas.—Angel
Acuña.—Buenos Aires, 1940.
53 .—El analfabetismo y las funciones del Consejo Nacional de Edu­
cación.—Buenos Aires, 1938.
54 .—¡Intercambio Cultural, No. 2 (Brasil-Ecuador) y No. (Bra-
sil-Colombia).-—Río de Janeiro, 1940.
55 .—Conferencias (de Silveira Neto y otros).—Río de Janeiro,
1940.
56 .—El hombre y la técnica.—Ohvald Spengler.—Buenos Aires.
57 .—El cristianismo y la lucha de clases.—Nicolás Berdiaeff.—
Buenos Aires, 1939
58 .—La génesis de la Moral.—Nietzche.—Buenos Aires.
59 .—Diario de los Debates de la Cámara de Diputados y del Con­
greso Nacional.—-‘(Tomo I).—Lima, Perú, 1940.
60 .—Folk-lore de Huancayo (Investigación por los alumnos del 4.°
año de instrucción Media del Colegio Nacional de Sta. Isa­
bel).—Huancayo, 1940.
61 .—Educación y Ciencia.—Juan Roura-Parella.—Méxjco, 1940.
62 .—Perú en trance de Novela.—Augusto Tamayo Vargas.—Lima,
1940.
63 .—Cinco lecciones de Historia.—Gabriel F. Storni.—Buenos Ai­
res, 1939.
64 .—España en América.—Gabriel F. Storni.—Buenos Aires.
65 .—Spinoza.—Carl Gebhardt.—Buenos Aires, 1940.
66 .-—Del ente y de la esencia.—Santo Tomás de Aquino.—Buenos
Aires, 1940.
— 539 —

REVISTAS, BOLETINES Y PERIODICOS

T.—Anales de la Escuela de Farmacia de la Facultad de Ciencias


Médicas, Tomo II Nos. 5 y 6.—Lima, 1940.
2 .—Sur, Nos. 69, 70, 71 y 72.—Buenos Aires, 1940.
3 .—Nueva Vida, Año XV, Nos. 741 al 751, y 755.—Avellaneda,
Argentina, 1940.
4 .—Revista de Economía y Finanzas, Nos. 90.—Lima, 1940.
5 .—Trabajo y Comunicaciones, Vol. II, Nos. 9 y 10.—Caracas,
1940.
6 .—Trabajo Boletín del Obrero Venezolano, año ,11, Nos. 15, 16,
17, 18, 19 y 20.— Caracas, 1940.
7 .—Revista Nacional de Cultura, Nos. 18, 19, 20 y 21.—Caracas,
1940.
8 .—Educación (Revista para los maestros venezolanos).—Nos. 4,
5, 6 y 7.—Caracas.
9 .—Informaciones Sociales, Año IV, Nos. 7, 8 y 9.—Lima, 1940.
10 .—Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Nos. 17 y 18.
—Lima, 1940.
11 .—Popayán.—Revista Histórica y Científica, Año XXVII, Nos.
181 a 184.—Popayán, 1940.
12 .—Boletín Municipal, No. 22.—Cuzco, 1940.
13 .—Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Vol. XXXV, Nos. 340 al 344.—Bogotá, 1940.
14 .—Universidad de Antioquia. Nos. 40 y 41.—Medellin, Colombia,
1940.
15 .—Universidad Católica Bolivariana, Vol. V. No. 15: y Vol. II,
Nos. 1, 2, 3, y 4; y Vol. III. No. 10.—Medellin. Colombia.
16 .—-Revista Hispánica Moderna, Año V, Nos. 3 y 4.—New York,
1939.
17 .—Boletín de Estudios Históricos, Nos. 105, 106, 107 y 108.—
Nariño.
18 .—The University of New México Bulletin (Sociological Series),
Vol. II, No. 6. New Mexico, 1940.
19 .—The Reconstruction of Tokyo.—Tokyo, 1933.
20 .—Gaceta Histórica, Tomo IV, Nos. 13 al 16 (Edición en honor
al General Feo. de Paula Santander).—San José de Cuenta,
Colombia, 1940.
21 .—Universidad of Arkansas Bulletin, Vol. 34, No. 1 (Catálogo
1940-41.—Alkansas.
22 .—The Clemton Agricultural College (Catalog.)', Vol. XV, No.
1.—Clemson, South Carolina.
‘23.—Boletín de la Unión Panamericana, Vol. LXXIV, Nos. 7, 8 y
— 540 —
9.— Washington.
24 .—Ciencias e Letras, Ano IV, Tomo VI.—Sao Paulo, Brasil.
25 .—Informaciones Cooperativas, Año XVIIe, No. 7.—Ginebra, 1940.
26 .—Boletín del Archivo General de la Nación.—Año 3, Vol. 3,
No. 10.—Trujillo.
27 .—Apertura del año universitario de 1940 (Universidad Mayor
de San Marcos).—Lima, 1940.
28 .—Universidad de Arequipa, No. 15.—Arequipa, 1940.
29 .—Palomilla, No. 9.—Lima, 1940.
30 .—Boletín del Instituto Internacional Americano de Protección
a la Infancia. Tomo XIV, No. 1.—Montevideo, 1940.
31 .—Anales de la Universidad de Santo Domingo, Vol. Ill, Fase.
I, II-III y IV; Vol. IV, Fase. I.—Trujillo, Rep. Dominica­
na.
32 .—Ariel, Nos. 70, 71, 72 y 73.—San José de Costa Rica, 1940.
33 .—Itinerario de América, Año 1,1 No. 13-14.—Buenos Aires, 1940.
34 .—Revista de Ciencias, Año XLII, No. 432.—Lima, 1940.
35 .—-Revista Policial del Perú, Nos. 100 y 101.—Lima, 1940.
36 .—Revista del Museo Nacional, Tomo IX, No. 1.—Lima, 1940.
37 .—Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Tomos: 37, 38,
54, 55 y 56.—Lima.
38 .—Revista Histórica, Tomo XII, Lima, 1939.
39 .—Boletín Bibliográfico, Año XIII, No. 1-2, Lima, 1940
40 .—-Revista Universitaria Jurídica y Social, Año VII, Tomo
VJ, No. 1.—Buenos Aires.
41 .—Boletín de Historia, y Antigüedades, Vol. XXVII, No. 307.—
Bogotá.
42 .—Cultura Nacional-Revista Literaria y Científica, Año VI, Nos.
3, 4-5 y 6.—Caracas, Venezuela.
43 .—Revista de la Sociedad Bolivariana, Vol. II, No. 5.—Caracas,.
Venezuela.
44 .—Boletín de la Academia Nacional de la Historia.—Tomo XXIII.
Nos. 89 y 90.—Caracas, Venezuela.
45 .—Revista de Arqueología, No. 4.—Habana, Cuba.
46 .—Revista Bimestre Cubana, Vol. XLV, No. 3.—Habana. Cuba.
47 .—Revista del Centro de Estudios Extremeños, Tomo XIII, Cuad.
II.—Bajadoz.
48 .—Inglaterra Moderna, No. 29.—London.
49 .—Informe Anual de la Sección de Investigaciones Históricas.—
Washington.
50 .—Bulletin of the Institute of Historical Research, Vol XVIII,
No. 52 y Suplemento No. 8.—London.
51 .—Rassegna Storica del Risorgimiento, Anno XXVII, Fase. IV..
Roma, 1940.
— 54i —
«52.—Archivum Historicum Societatis lesu, Anno IX, Faso. 1.—
Eoma.
•53.—The Japan Times, Vol. VI, No. 7 y 12.—Tokyo.
54.—Think, Tomo VI, No. 4.—New York.
•55.—Boletín de Minas, Industrias y Construcciones, Serie III, To­
mo 12.—Lima.
56.—Baluarte, Año I, No. 5.—Lima.
•57.—Revista de la Universidad Católica del Perú, Tomo VIII, Nos.
4-5, 6-7.—Lima.
58 .—Huamanga, No. 34.—Ayacucho.
59 .—Anales de Instrucción Primaria. Epoca II, Tomo III, Nos. 1
y 2.—Montevideo.
60 .—Universidad de Panamá, Nos. 18 y 19.—Panamá.
61 .—Acuario-Boletín de Cultura Intelectual. Año 2, No. 15.—Ro­
sario, Argentina.
62 .—El Maestro Rural, Tomo VIII, No. 9 (1936).—México.
63 .—Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales, Nos. 9, 10, 11 y
12.—Tegucigalpa, 1940.
64 .—Cántico-Poesía y Poética, Año I, No. 1.—Tucumán, 1940.
65 .—Universidad, No. 6 (1.a, 2.a, 3.a partes).—Santa Fé, Rep. Ar­
gentina.
66 .—Boletín de la Escuela de Odontología, Tomo IV, No. 1—Lima,
1940.
67 .—Labor, Año I, Nos. 2 y 3.—San José de Costa Rica, 1940.
68 .—Indice de los Nos. 5, 6 y 7 de la Revista de Historia de Amé­
rica, México, 1940.
69 .—Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, To­
mo XI y XIV.—Buenos Aires, 1938-39.
70 .—Maestro-Organo del “Tesoro Escolar” del Dr. Vivar, Año 3,
No. 23.—Lima.
71 .—Actas de la Sala de Representantes, Vol. ,1 y II.—Tucumán,
1938-39.
72 .—Revista Cubana, Vol. XIII, No. 37-42.—Habana, 1940.
73 .—“3”, No. 6.—Lima, 1940.
74 .—Revista de Derecho y Ciencias Políticas, Año IV, No. II.—
Lima, 1940.
75 .—Revista San Simón, No. 2.—Ibagué, Colombia,
76 .—Chasqui, Vol. I, Nos. 1 y 2.—Lima, 1940.
77 .—Columbia University-Bulletin of Informations, (Serie 39):
Nos. 11. 25, 28 y 34; Serie 40; No. 28.—New York.
78 .—Texas Christian University, Vol. XXXV, No. 3.—Texas.
79 .—University of Oregon Catalog, 1940-41.—Eugene, Oregon.
81 .—University of Wyoming Bulletin, Vol. XXXVI, No. 1.—La­
ramie, Wyoming.
— 542 —

80 .—The Johns Hopkins University Circular Whole, No. 505, No...


3.—Baltimore.
82 .—The University of New México Bulletin (Catalog Series), Vol.
53, No. 3.—New Mexico.
83 .—Revista de la Escuela Militar, Año XV No. 176.—Chorrillos.
84 .—La Vida Agrícola.—Revista de Agricultura y Ganadería, Vol.
XVII, No. 202.—Lima, 1940.
85 .—La Crónica Médica, Año 57, Nos. 924, 925, 926 y 927.—Lima,
1940.
86 .—Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. II, No,
5.—México.
87 .—América, Año XV, No. 69.—Quito, Ecuador.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
CIEN AÑOS DE LITERATURA Y OTROS
ESTUDIOS CRITICOS.

Por José Jiménez Borja—Lima, 1940.

Cinco Utilísimos ensayos sobre Literatura peruana. Se abre


el libro con una visión de conjunto que abarca un siglo de nues­
tra literatura. Viaje retrospectivo lleno de interés. Punto de par­
tida: año de 1839. José Jiménez Borja cumple un amplio y magní­
fico itinerario artístico. El viaje está lleno de panoramas, que no
obstante haber sido vistos de prisa, son trazos cariñosos, exactos,
plenos de color y de vida.
Como figuras iniciales, el autor relieva en el siglo pasado las
de Segura y Pardo de Aliaga “los dos clásicos de nuestro costum­
brismo”. En el grupo romántico destaca a Salaverry, Cisneros y
Palma. Gonzales Prada, singular y señero, queda ratificado en
su categoría de parnasiano.
La vida literaria en nuestro siglo aparece dividida en tres
jornadas. La primera que concluye en 1910, la segunda que al­
canza a 1920 y la tercera hasta nuestros días.
La primera se la considera ocupada casi totalmente por la
gran figura de Choeano. En esta etapa desfilan nombres que re­
basan tan estrechos lindes: los hermanos García Calderón, José
Gálvez, Ureta y algunos más. La segunda década aparece ocu­
pada por Valdelomar y COLONIDA—aunque la revista que da
nombre al grupo sólo aparece en 1916—. Aquí se incluyen tam­
bién poetas de indiscutible y perdurable valía, como Eguren y
Parra del Riego, entre otros. La última fase encierra toda aquella
efervescencia literaria de la post guerra y la serenidad, que por
fin, subsigue; ciclo predominantemente poético (aunque en los
20
— ¿44 —-

últimos años se advierte marcado interés por los estudios histó­


ricos y sociológicos a cerca del país).
En este panorama se advierten algunas—no cabe duda invo­
luntarias—omisiones: en poesía no encontramos el nombre de José
Eufemio Lora, el delicado cantor de ANUNCIACION, ni el de
Luis Aurelio Loaiza, cuyo soneto “Me dicen que me quieres” ha
merecido ser incluido entre las “Cien mejores poesías líricas pe­
ruanas ”; ni el de Diego Camacho, que aunque de obra dispersa
habrá de considerársele entre nuestros líricos. En prosa no se ha­
ce figurar a Carlos Camino Calderón, autor de “La Cruz de San­
tiago”, novela premiada en un Certamen Municipal y de otras obras.
Esta atingencia no menoscaba el mérito del conjunto. En po­
co más de 40 páginas no era posible dar cabida a todas las per­
sonalidades que han participado en el cuadro literario de todo un
siglo. Fatalmente habían de registrarse olvidos u omisiones que
el autor es, sin duda, el primero en deplorar.
Refiéranse los demás ensayos a personalidades representati­
vas de nuestra literatura. En Juan de Arona descubre toda la
raigambre telúrica de su obra, expresión de auténtica peruanidad
y de una rica vena poética.
En el capítulo “Sobre dos Limeños, en el Centenario de Li­
ma”, Jiménez Borja retorna con detenida atención a ocuparse de
Pardo y Aliaga, poniendo de manifiesto sus elevadas aspiraciones
de mejoramiento nacional, traslucidas en su obra poética, de ac­
tualidad no pasada. La figura vigorosa y polifásica de Manuel
Atanacio Fuentes ocupa la segunda parte de este capítulo.
Termina el libro con el discurso pronunciado en homenaje a
Luis Benjamín Cisneros, con motivo del Centenario de su naci­
miento. Justa apreciación de la obra poética del autor de “Aurora
Amor” y oportuna reivindicación de aquel aspecto casi olvidado
de “su obra en prosa de escritor imaginativo, que funda el género
de la novela en el Perú”. Sin embargo, Cisneros, participando de
dotes líricas y épicas, es ante todo y siempre poeta, dejando, co­
mo tal, obras inmortales.
José Jiménez Borja es harto conocido no sólo como Catedrá­
tico de San Marcos sino como literato de buen gusto. Su crítica
fina, sagaz y mesurada, y su estilo pulcro, elegante y bien cuida­
do le abonan como uno de los más autorizados comentaristas de
temas literarios. El libro que nos ocupa—verdadero breviario de
la Historia Literaria del Perú independiente—resulta de particu­
lar importancia para el estudio de este aspecto de nuestra vida
cultural. .
N. M. B.
— 545 —

LA GESTA EMANCIPADORA DEL PERU. 1780-1819.

Por José M. Valega.—Lima, 1940.

Bajo los auspicios de la Universidad de San Marcos se ha


publicado esta interesante monografía, obra del Catedrático de
uno de los cursos de la materia, Dr. José M. Valega.
Comienza el autor por estudiar la decadencia de la Monar­
quía española en el siglo XVIII; luego se refiere a las causas de
la emancipación americana, las que distingue en preparatorias y de­
cisivas. Se ocupa, en seguida, de los motivos, determinantes de
los hechos. Examina, finalmente, el proceso de la emancipación,
desde “los primeros alzamientos”—la actitud rebelde de Anteque­
ra y el movimiento local de Francisco Inca—hasta las conspira­
ciones y estallidos verdaderamente nacionalistas, terminando el
libro con la expedición preliminar de Cochrane, que, más que un
objetivo militar, cumple una misión de propaganda patriótica.
Breve e interesante el libro del Dr. Valega tiene, además, el
mérito de la amenidad por la forma clara en que ha sido escrito
así como por las notas y referencias que lo completan. Es un va­
lioso aporte al estudio de uno de los capítulos más intensos y tras­
cendentales de la vida del Perú.
N. M. B.U

COSTA, SIERRA Y MONTAÑA.—2.a serie.

Por Aurelio Miró Quesada Sosa.—Lima, 1940.

Interesantes crónicas referentes a nuestros departamentos de


Ancash, Huánuco, Junín, Moquegua, Tacna, Arequipa, Puno, Cuz­
co, Apurímac y Madre de Dios. Con este libro, Aurelio Miró Que­
sada Sosa ratifica su prestigio de literato experto en el género de
los viajes, como lo ha demostrado ya en libros anteriores.
— 546 —

“Costa Sierra y Montaña” es una serie de cuadros animados,


vividos, llenos de interés y amenidad. A lado del aspecto descrip­
tivo, de las poblaciones o el paisaje vario, del Ande, de la Costa
o de la selva, se encuentran útilísimas referencias históricas, sa-
sonadas anécdotas dispersas, notas sobre arte, arqueología o
folklore, reminiscencias poéticas, anotaciones de costumbres loca­
les, etc.
Es un libro que enseña, que da a conocer el Perú con más efi­
cacia que los textos de geografía o de historia. Su fondo es rico
en datos exactos, recogidos personalmente, y su forma, amena y
bellamente literaria, hace que su lectura constituya un motivo de
verdadero solaz espiritual.
N. M. B.

HISTORIA DE AMERICA.

Editorial W. M. Jackson Inc.—1940.

Bajo la dirección general del ilustre profesor argentino Dr. Ri­


cardo Levene y con la colaboración de eminentes personalidades
del mundo intelectual americano, se está publicando en Buenos
Aires esta importante Historia de América, de la que han apare­
cido ya ios 6 primeros volúmenes, cuyo plan es el siguiente:
El volumen I ofrece, como introducción, los rasgos geográfi­
cos del Nuevo Mundo, y se ocupa de los aborígenes de Norte, Cen­
tro América y Antillas, distinguiendo, para el estudio, la vida ma­
terial y la vida espiritual de los grupos sociales, refiriéndose a
las investigaciones arqueológicas y a las consecuencias obtenidas
de ellas, que indican con toda claridad la existencia de una suce­
sión de culturas perfectamente diferenciadas.
El tomo II se concreta al estudio de los aborígenes de Amé­
rica del Sur, comenzando por una somera exposición a cerca de las
indagaciones referentes al “hombre fósil” en esta parte del conti->
nente, los - descubrimientos de Pieter Wilherm Lund, de Lagoa
Santa; la teoría de Ameghino, respaldada por valiosas investiga­
ciones, que—en contra de la opinión de Hrdlicka—abre la posibi-
— 547 —
lidad a. la más remota existencia de habitantes autóctonos ameri­
canos; examinando, en seguida, las diferentes culturas: chibeha,
pre-incaicas o “aurórales” e incaica, las que se desarrollan en el
territorio argentino, en la región amazónica y el Gran Chaco, y fi­
nalmente las culturas meridionales: araucanas, patagonas, etc.
Los tomos XII y IV están dedicados al descubrimiento y con­
quista de América; al régimen colonial hispano, al dominio portu­
gués y la evolución de Brasil; y a los regímenes imperantes en la
América del Norte, inclusive Canadá hasta 1791.
En los tomos V y VI se da comienzo al estudio de las fases
de la emancipación y la organización constitucional de los paí­
ses hispánicos de Sud América.
Cada volumen lleva, además, una bibliografía seleccionada de
las materias pertinentes. La obra completa estará constituida por
14 volúmenes.
Esta Historia de América “aspira a satisfacer los ideales su­
periores de ilustración general, la verdad histórica y la solidari­
dad de los pueblos del Nuevo Mundo”, según declaración de su
Director General, Dr. Levene. Su propósito no puede ser más no­
ble y prístinamente fiel a su categoría. Para su preparación se
ha tenido en cuenta ambos factores por los cuales vive y para
quienes nace la historia: el componente, el historiador especiali­
zado, docto e idóneo a la vez, comprensivo de su altísima misión,
que es deber y responsabilidad, que, rigurosamente sereno y exac­
to, aporta el bagaje de sus conocimientos; y el público, el consu­
midor espiritual, que ha de buscar sus páginas para satisfacer sus
ansias de conocimiento, de verdad y de propia supeditación.
El anhelo de mantener y de reavivar la solidaridad entre los
pueblos del Continente ha determinado, además, a los autores a
perseguir siempre un trazo de exposición objetiva y serena—en­
teramente imparcial—en todos los temas de carácter internacio­
nal, eliminando apreciaciones que pudieran herir los sentimien­
tos nacionales.
Historia de la civilización y de la cultura a la vez, estudia,
con acierto, tanto los aspectos materiales en sus avances escalo­
nados, como el desarrollo institucional y la evolución del espíritu,
abarcando, en consecuencia, todos los aspectos: político, militar,
económico, cultural, religioso y social. ■
Es de particular importancia remarcar que en la composición
de esta notable obra han participado las más destacadas figuras
del continente en lo que respecta a investigaciones históricas de
cada país,, contándose entre los coautores al actual Decano de nues­
tra Facultad de Letras, Dr. Horacio H. Urteaga, y al Catedrático
de la misma, Dr. José M. Valega; circunstancia que, aunque ha
548 —

hecho justicia al mérito, dada la versación de los aludidos maes­


tros, constituye un motivo de patriótica satisfacción para el país
y espepialmente para nuestra Universidad.
N. M. B.

PERU EN TRANCE DE NOVELA.

Por Augusto Tamayo Vargas.—Ediciones Baluarte.—


Lima, 1940.

Meritorio y cariñoso estudio a cerca del capítulo inicial de


la novela peruana, considerada como brote artístico cultivado en
un terreno político y en la estación de nuevas corrientes filosófi­
cas y literarias.
Breves pero certeras pinceladas del ambiente. Mediados del
siglo pasado: años turbulentos, inestabilidad política, alternativas,
luchas, .revoluciones. Venida al mundo de esa mujer extraordina­
ria y talentosa que fué Mercedes Cabello de Carbonera. Su apa­
rición en el campo de las letras. Modelamiento de su personalidad
de novelista estudiosa, trabajadora inquieta, con espíritu crítico e
innovador; días de labor incesante, actividad en revistas, publica­
ción sucesiva de las novelas SACRIFICIO y RECOMPENSA, LOS
AMORES DE HORTENSIA, ELEODORA, BLANCA SOL, LAS
CONSECUENCIAS, EL CONSPIRADOR, y, finalmente de LA
NOVELA MODERNA, estudio crítico este último en que se ma­
nifiestan las tendencias y gustos de la autora. Luego, el “retor­
no al silencio”, la dolorosa reclusión en aquella muerte en vida,
en aquella noche del alma, en aquel oscurecimiento de la razón en
el piadoso no sentir y vivir de ensueños incoherentes, hasta que
por fin llega la piedad definitiva de la muerte. Todos estos cua­
dros, en trazos someros pero vividos, y sugerentes, ocupan los pri­
meros capítulos del libro.
Luego, previa exposición sucinta de cada una de las obras de
la Carbonera, Tamayo Vargas hace una bien medida caracteri­
zación de la-novela, señalando sus orientaciones y alcances, ale jados
hoy de la pura “ficción”, incididos más bien, con verdadero ahin­
co en la búsqueda del alma “como producto de las mismas maní-
— 549 —
festaciones (humanas y en su relación con el medio y la época), y
resultados de la naturaleza y del hombre”.
Algunas páginas dedicadas a examinar la evolución de la no­
vela desde la antigüedad hasta el siglo XX. En capítulo final, el
autor destaca la personalidad novelística de la Cabello, la que
“evidentemente” “inicia la novela en el Perú”, dentro de un plan
nuevo, renovador del viejo romanticismo europeo que tan insisten­
te influencia ejerciera en las letras latinoamericanas; plan que,
sin quererlo, se perfila con las notas del naturalismo.
Adentrado análisis de la obra de la Cabello, con el preciso
criterio de exactitud y de imparcialidad, que no alteran la sim­
patía ni el propósito defensista, ni el ajeno concepto: “Mercedes
Cabello se nos aparece hoy con todos los defectos que preponderan
en su época, y su labor está superada ampliamente. Su OBRA no
es geniab—como ya se ha dicho—y no puede saltar el tiempo tras­
currido. No permanece en plano de admiración. Ya no la compren­
demos exactamente. Pero no puede dejar de afirmarse que. inició
el sentido de la novela, y que aunque trasplantó corrientes euro­
peas, mejor dicho francesas, lo hizo, adaptándolas al Perú, con
criterio bastante definido”.
Tal es la posición crítica de Tamayo Vargas: no deforma ni
exagera, no es ponderativo ni desdeñoso de la obra que examina.
Concluye haciendo un rápido análisis de la novela de la Carbone­
ra en sus aspectos político, pedagógico, amoroso y familiar-social,
señalando que “aunque no pudo llegar a perfeccionar la forma y
crear la novela auténtica del Perú”...., “Mercedes Cabello está
en el panorama de un Perú que quería rumbos propios”.
Muy encomiable trabajo con el que Tamayo Vargas consolida
su prestigio de literato y de crítico experto.
N. M. B.

CINCO LECCIONES DE HISTORIA.

Por Gabriel F. Storni.—Publicaciones Impulso, 1939.—


Santa Fé.—Argentina.

Hemos recibido este interesante librito que en sus 70 pági­


nas condensa y expone una visión panorámica de la evolución de
— 550 —
la humanidad en sus aspectos más notables de la cultura. Comien­
za el autor por exponer el concepto de Historia, analizando suma­
riamente las interpretaciones que de ella se han formulado1 y las
explicaciones que se han dado a los hechos históricos; dejando
establecido que la Historia—que es lo dinámico, lo animado, “es­
píritu en alas del porvenir”—es la ciencia de los hechos.
Luego examina la evolución del hombre, desde sus orígenes,
en la Prehistoria, hasta el tipo civilizado del siglo XIX, a través
de los períodos de salvajismo, barbarie, esclavitud, servidumbre
y “salarismo” tipo este último que surge con la aparición de la
máquina, que en el siglo pasado revoluciona el mundo económi­
co.
La tercera lección se refiere al Estado y sus instituciones,
examinando la estructura política-jurídica que ha regido en las
sociedades europeas.
El capítulo IV trae una valiosa información, aunque suscin­
ta, a cerca de los centros educativos que es como una historia de
la Escuela, el Colegio, la Universidad, desde los orígenes hasta el
presente. Muy interesante este capítulo por estar dedicado a uno
de los medios y fundamentos básicos de la cultura.
Finalmente se cierra el ciclo de estas 5 lecciones con un estu­
dio de la Revolución industrial, el advenimiento de la máquina, el
progreso de las ciencias mecánicas y sus consecuencias en el desa­
rrollo de las industrias y en las fases económico-sociales de la hu­
manidad de hoy.
Lecciones breves, claras y bien informadas, demuestran la pre­
paración del autor y sus evidentes cualidades de investigador y de
maestro.
N. M. B.

CONFERENCIAS.

Publicaciones de la Federacao das Academias de Letras


do Brasil.—Río Janeiro. 1940.

La Federación de las Academias de Letras del Brasil cumple


una altísima función cultural dando a la publicidad la serie de con­
ferencias que patrocina y que tienen por objeto demostrar el “pal-
— 55i —
pitante progreso de la inteligencia brasilera en los diferentes es­
tados de la Unión Nacional”. Finalidad nacionalista y cultural que
merece todo elogio.
El 3er. volumen de CONFERENCIAS que comentamos con­
tiene trabajos de Silveira Neto, Cándido Juca, hijo, Alfredo de
Assis, Povina Cavalcanti y J. Barbosa de Faria.
El primero nos ofrece un panorama literario del Paraná, a
partir de 1853; es un interesante cuadro del desarrollo del sim­
bolismo en dicho estado, remarcando las figuras de Emiliano Pe-
rueta “poeta incomparable”, “pensador de profundas intuiciones
y el mayor crítico literario de los simbolistas brasileros”; de Nes­
tor Vitor, vida amargada y espíritu dinámico y valeroso; poeta,
crítico y pensador que siempre “planea en esferas elevadas”; y
de Darío Veloso, organizador del Cenáculo curitibano, poeta de
un timbre estético de alta musicalidad.
El segundo ensayo, de Cándido Juca (hijo) se refiere a la
brasilidad de Antonio José de Silva que, no obstante su origen is­
raelita, debe ser considerado escritor brasilero no sólo por haber
ejercitado sus actividades de literato en el Brasil sino por su in­
terés y su devoción por las cosas brasileras.
En el tercero Alfredo de Assis, traza unos recuerdos de Antonio
Lobo, personalidad proteica, orador, literato, científico, sociólogo
y pensador eminente.
A continuación, Povina Cavalcanti se ocupa de Tavares Bas­
tos, talento precoz, parlamentario y notable orador consagrado a
los nobles intereses de su patria, siendo así un escritor que debe
ser considerado entre los cultores, si no de las bellas, de las bue­
nas letras.
Finalmente, J. Barbosa de Faria se ocupa, en el último ensa­
yo, de los poetas y escritores matogrosenses, destacando princi­
palmente las personalidades de Antonio Correia da Costa, Aman­
do Pulquerio de Franca, José Delfino da Silva, José Tomás de
Almeida Serra, Pedro Trouy y Antonio Tolentino de Almeida, a
quiénes caracteriza y de cuyas poesías ofrece algunos ejemplos;
terminando el trabajo con algunas páginas dedicadas a los “pro­
sadores”.
En todos los estudios se advierte un espíritu de fervorosa
comprensión a la vez que un amplio conocimiento de las obras y
vidas de los examinados. Merece todo encomio la labor de la FALB
que de esta manera reactualiza a merecidos valores de la intelec­
tualidad brasilera.
N. M. B.

21
— 552

INTERCAMBIO CULTURAL AMERICANO.

Publicacoes de FALB.—Cuadernos 2 y 3.

Ediciones en que se dan a la luz los discursos pronunciados


en las recepciones que la FALB (Federación de las Academias de
Letras del Brasil) ofrece a los Diplomáticos extranjeros. Se in­
sertan en cada número el discurso de orden, de un académico bra­
silero, y el de respuesta del diplomático recepcionado. Idea y rea­
lización que coadyuva a estrechar los vínculos de amistad entre los
diferentes países de América, sirviendo ventajosamente a la soli­
daridad continental.
N. M. B.

CANTICO.—No. 1.—Tucumán.—Rep. Argentina.

Revista destinada a ofrecer al público las primicias de los que


se inician en los campos de la Literatura, así en verso como en
prosa. El número anotado trae dos secciones: Poesías, por Gui­
llermo Orce Remis, de quién se ofrece una selección antológica;
y un estudio crítico sobre la poesía de García Lorca, por Alfonso
Sola González.
Encomiable finalidad la de CANTICO: estimular la produc­
ción literaria, dando ocasión de publicidad a los nuevos, a la vez
que permitir a la crítica desapasionada y franca emitir sus jui­
cios que han de servir de provechosa orientación a los mismos
escritores.
N. M. B.
~ 553 —

ANTONIO AITA,—“Analecta”.—Buenos Airea, 1940.

Una generosa preocupación por las formas y problemas de la


cultura caracteriza la figura intelectual del Dr. Antonio Aíta, or­
ganizador en Lima, y particularmente en los claustros de nuestra
Facultad de Letras, de la interesante exposición del Libro Ar­
gentino. Y no es la primera vez que dedica su actividad a esta
delicada labor; primero en capitales europeas, y últimamente en
Río de Janeiro y Santiago de Chile, ha demostrado su preocupa­
ción y conocimiento de la materia.
Pero su inquietud no se circunscribe a este aspecto bibliográ­
fico, sino que es autor de varios volúmenes de ensayos, en los que
diserta sobre diferentes tópicos de la Literatura Argentina, y re­
cientemente sobre temas y hombres de Europa. Su última obra
“Analecta” publicada en Buenos Aires en el primer semestre de
este año, se caracteriza por este tono universal. Consta de cuatro
trabajos dedicados respectivamente a Keyserling, Bontempelli, Ma­
dariaga, y William Faulkner y termina con unos “Apuntes sobre
Poesía” en los que dedica varias páginas a analizar la personali­
dad de Jules Supervielle, a manera de una vinculación europeo-
americana.
Su ensayo sobre Keyserling lleva por título “El Moralista de
Darmstadt” y acusa una calurosa simpatía por el espíritu del
filósofo alemán. Lo considera “representativo del Renacimiento”,
recordando unas palabras de Joan Estelrich que lo llamó “gran
reanixentista de totes les Reinaxenses”. Por ello es sugestiva su
figura, al percibírsele como un gran tipo emocional, viviente cu­
rioso del mundo. Para determinar su posición Antonio Aíta plan­
tea un paralelo eon Paul Valery representante de la inteligencia,
y con Ortega y Gasset, a quién califica acertadamente de “un
poco narciso por la delectación morosa con que gusta escucharse
a sí mismo”. (Verdaderamente para todos nosotros, ya Ortega y
Gasset se presenta como una solterona crepuscular del intelecto
que tuvo una juventud un poco agitada, pero demasiado exterior,
excesivamente ornamental).
Los ensayos dedicados Massimo Bontempelli y William Faulk­
ner se orientan hacia la apreciación del mensaje literario de ca­
da uno de ellos. El primero es típico caso de inquietud: siempre
tiene frente a sí un horizonte móvil. Por eso no extraña que eli­
mine de su record, los libros que hubiera escrito anteriormente a
1916. Este “sentirse descontento” es contribución apreciable a su
— 554 —
patrimonio intelectual. En las páginas siguientes enfoca el conte­
nido de la obra de Faulkner “como ocurre con todos los novelis­
tas de su tierra (Estados Unidos) es también un novelista docu­
mental, sólo que no se detiene en el examen de los fenómenos po­
líticos y económicos”. Es más bien, un imagiativo, que Antonio Alta
lo opone a la figura de Huxley, a quién califica de “efectista” (En
realidad Huxley es irónico, y el mundo que lo rodea, el “efectista”).
En síntesis “Analecta”, que además posee un notable mérito
editorial, es un libro que transparenta el interés y el conocimien­
to con que su autor sigue el movimiento del espíritu contemporá­
neo.
L. F. X.

“LUZ QUE FLOTA EN EL OLVIDO’’

Por Carlos García Prada.—México, 1939.

Bastaría recordar que Carlos García Prada es uno de los


escritores que respalda la magnífica “Revista Iberoamericana”,
para persuadirse de la importancia de su labor por el mutuo co­
nocimiento de las Americas, que realiza desde su cátedra de la
Universidad de Washington. En estas mismas páginas ya tuvimos
ocasión de referirnos, en una oportunidad anterior, a su valioso
estudio crítico de la poesía lírica colombiana, que acompaña la
Antología publicada en 1937 por el Ministerio de Educación de su
país.
Ahora nos es grato reseñar un volumen de poemas cuya or­
ganización ha corrido a su cargo. Se titula “Luz que Flota en el
Olvido” y, a continuación, una anotación “poema colombiano en
120 sonetos originales de varios autores”. Así García Prada obtie­
ne un brillante comicio lírico a través de cuyas diversas voces los
poetas colaboran para formar una imagen de Colombia. La selec­
ción, arreglo e ilustraciones ha corrido a cargo del crítico colom­
biano y la tarea editorial, de cumplido éxito, se ha realizado en
México, en la Imprenta Universitaria.
Con un criterio ecléctico, integran el volumen sonetos de ins­
piraciones y épocas totalmente diferentes. Nombres como los de
Caro, Arciniegas, Gómez JRestrepo, Grillo, Lozano, Martínez Mu-
— 555 —
tis, Carvajal, Rivera, Valencia, etc., ponen el prestigio de sus pro­
pios ecos. El libro se encuentra distribuido en un prólogo, cuatro
jornadas y un epílogo. El prólogo está constituido por un soneto
de Germán Pardo García dirigido a la “Presencia de la Poesía”
y que termina así:
... Y te hallaré en mi próxima distancia
pues, cómo no encontrarte, si camino
sobre el oro invisible de tus huellas”.
Motivos de flora y fauna desarrollados por José Eustaquio
Rivera, forman parte de la primera jornada. Después viene el
paisaje social: “Impresión Dominical” de Arciniegas, o “El Al­
calde” del incisivo Luis C. López. En la segunda jornada, de tono
colonial, están “Los Ojos” de Gómez Restrepo, y también aquel
poema de Lozano y Lozano en torno a la frase Partir c’ est un peu
mourir:
“Oh indecible dolor cuando el severo....”
La tercera parte tiene un sentido universalista. Temas como
los de Héctor, Job o Salomón llenan estas páginas, mientras que
los sonetos que integran la última sección son de la más sútil en-
telequia: “A la presencia del Ser”, “El Silencio”, La Boca de la
Eternidad”, etc. El libro se cierra con el soneto “Dios” de Ra­
fael Pombo.
L. F. X.

JUAN MARIA GUTIERREZ.

Por María Schweistein de Reidel.—La Plata, 1940.

No es una biografía novelada, pero sí una biografía literaria,


la que María Schweistein ha escrito sobre el gran polígrafo ar­
gentino. Y esta anotación inicial no es una objeción, sino un elo­
gio a una obra que ha sabido consiliar la solidez documental, con
el tono de clásica sobriedad de su presentación formal. Para los
peruanos que estudiamos la literatura americana, Juan María Gu­
— 556 —
tiérrez es una figura familiar e ilustre. Lleva el prestigio de su
austeridad, de su pasión continental, y de su severa vocación in­
telectual. Poseía una curiosidad infatigable por las manifestaciones
de la vida en todos sus aspectos. Aquella frase suya de estar “con
los labios cerrados y con un libro abierto” se podría completar
con el otro secreto de la discreción: vivir con los labios cerrados
y con los ojos abiertos, pero no solamente sobre los libros, sino
sobre el mundo, como sorprendiéndose de todo.
Juan María Gutiérrez fué íntegramente argentino, porque
aprendió a serlo viajando por América. Los Andes y Chile, pri­
mero ; luego Lima, para la cual tiene ese elogio inmediato que
conocemos en boca de todos los viajeros. Su presencia en esta
ciudad no es meramente turística. Le interesa Pedro Peralta co­
mo gran señor de nuestra literatura colonial, pero también le ga­
na Juan del Valle Caviedes con su mordaz inventario de los mé­
dicos, muy anticolonial. De Melgar le sugestiona la figura román­
tica y su intuición mestiza del yaraví. Visita los claustros de San
Marcos y urga en los mercados de libros viejos ganado por el en­
canto de los papeles amarillos. Irónicamente se queja de que la
Costa Pacífico sea una sucesión constante de revoluciones y tem­
blores de tierra. (Habría que reflexionar sobre esta verdad, como
causa de nuestra inestabilidad social, de nuestro afan apresurado,
de esta suprema imprevisión con que nos ha placido deslizar nues­
tra vida).
María Scheweistein de Reidel demuestra igualmente su espíri­
tu clásico en la concepción estructural de su libro: Se encuentra
distribuido en tres capítulos de corte cíclico. “Tierra Vernácula”
que enfoca la juventud de Gutiérrez y su posición frente a Rosas;
“Peregrina Vía”, que es espejo de su peregrinaje por América”,
y “La Tierra Prometida” expresión del regreso a la patria y su
acción gubernativa e intelectual. (Podría pensarse que su auto­
ra, ha escrito el drama de la vida de Juan María Gutiérrez, en
las tres jornadas del Teatro Clásico español......... ).
La bibliografía inserta al fin?.! de la obra es de gran utilidad,
y la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de La Plata,
puede estar segura de haberse enriquecido con la publicación de
esta biografía.
L. F. X.
— 557 —

“3”.—-Lima, setiembre de 1940.

Se halla en circulación la revista literaria “3” que dirigen


con esmero y constancia los jóvenes escritores José A. Hernández,
Arturo Jiménez Borja y Luis F. Xammar. En un volumen de más
de 100 páginas presentan interesantes colaboraciones, con magní­
ficas ilustraciones, entre las que cabe destacar “El Cuento Nacio­
nal” de Carlos Martínez Hague, en el que establece la premisa de
que “el cuento es en el Perú el género más persistentemente cul­
tivado y mejor logrado en estos últimos años. Hace una breve
consideración histórica y precisa el concepto sobre el cuento. Ob­
serva como característica del cuento nacional, la marcada prefe­
rencia del relato costumbrista con respecto al tipo imaginativo.
Literariamente, considera al cuento como un género nuevo en el
Perú, empero su raíz popular arranca desde la época incaica. Men­
ciona a nuestros cuentistas más sobresalientes de la costa, sierra y
montaña. Quien sabe si habría que indasjar por algunos nombres
que faltan y no son bastante conocidos. En resumen, el trabajo de
Martínez Hague, espíritu crítico e investigador, ofrece interesan­
tes sugerencias y es una contribución a nuestra historia literaria.
Luis F. Xammar en “El Terremoto en la Literatura Peruana”
se ocupa de las consecuencia espirituales de los terremotos ocu­
rridos en Lima, Trujillo, y Arequipa. Con bastante erudición cita
las producciones literarias—en prosa y en verso—que se han es­
crito desde ]os albores del Coloniaje hasta nuestros días con “el
noble afán de relato y proeza literaria con que se esfuerza ñor
embellecer el sismo” o el deseo de resolver los problemas arquitec­
tónicos que ocasionan.
Para explicar mejor los fenómenos políticos y soeiajes de
nuestra vida nacional, conviene tomar en cuenta los diversos fe­
nómenos físicos, principalmente los movimientos sísmicos, tan
frecuentes en Lima.
Rodolfo Oroz en “Reminiscencias Virgilianas en Pedro de
Oña” estudia la ostensible influencia de Virgilio en las principa­
les obras de Pedro de Oña.
Adolfo Dembo y O. L. Paulotti en “Impresiones de un visita
a los últimos Mocoví” ofrecen sus observaciones personales sobre
los aboríg_enes de la belicosa parcialidad del Chaco, que antaño
en sus correrías asolara una extensa parte norte de Argentina y
que varias veces llegó hasta las mismas puertas de la ciudad de
Santa Fé.
- 558 -

Jorge Muelle publica un extracto de una conferencia sobre


“Miraflores Prehistórico” y Alberto Tauro escribe una “noticia
biográfica” de José Pérez de Vargas, Maestro y Poeta”.
Como de costumbre “3” incluye sus interesantes cuadernos
cocodrilo. Esta vez trae un cuaderno de POEMAS del vate mis-
tiano César Atahualpa Rodríguez y el otro cuaderno de Arturo
Jiménez Borja sobre MATE PERUANO.
Arturo Jiménez Borja estudia primero la planta del mate pe­
ruano. Basándose en la forma de los frutos clasifica en 3 tipos:
el orongo, el Poto y el Chucula. Además habría que clasificar por
el tamaño y los usos. Se olvida también de las utilidades medici­
nales del mate. Luego expone la técnica para decorar los mates
en Huancayo y Ayacucho. El Fondo oscuro no es lo que caracteriza
a los mates de Ayacucho, sino por el contrario, la diversidad de colo-
resen fondos claros, con riqueza de motivos y ornamentaciones tra­
bajados con toda delicadeza. Los mates grabados en Ayacucho y
Huancavelica no tienen rival en ningún lugar del Perú, tanto por
sus temas tan variados y típicos como por tu técnica tan peculiar
y refinada. Conviene aclarar que Claudio Flores, uno de los bu-
riladores de mates, vive en San Mateo y no en San Marcos, pues
esa región no existe ningún pueblo con este nombre.
Arturo Jiménez Borja es una de nuestros más entusiastas
folkloristas, un coleccionista e investigador de las cosas típicas del
Perú, principalmente en el Arte y la Literatura. Su labor tiene
un doble mérito: primero, por estudiar asuntos o tópicos ignora­
dos o poco estudiados, y segundo, por dar importancia—tal co­
mo debe ser— a las cosas genuinamente peruanas, que constitu­
yen la esencia de nuestra nacionalidad. Esta labor seguramente
ha de ser superada cuando se estudie con mayor amplitud y pro­
fundidad, basándose en documentos auténticos y en informacio­
nes recogidas en los mismos lugares y en fuentes directas. Verdad
que es difícil la tarea pero, de este modo, resultará indudable­
mente sólida y fecunda.
La Revista “3” completa sus páginas con varias composicio­
nes poéticas y con una sección de notas y de bibliografía.
A. C. II.
— 559

PEDAGOGIA.

N.° 2.—Setiembre de 1940.

Circula al presente el segundo número de esta importante re­


vista trimestral, órgano de la Sección Pedagógica de la Univer­
sidad Mayor de San Marcos. Sus páginas son portadoras de un
abundante material de lectura en las que son enfocados los más
diversos temas educativos, consecuente con la elevada misión que
se ha impuesto cual es la de difundir en el país los conocimien­
tos de la Pedagogía Moderna, a la vez que plantear problemas y
ofrecer sugerencias relativos a la educación nacional.
Editorialmente se exponen las relaciones entre el Estado y
la expresada Sección; y la autora, Srta. Carmen Rosa Scarneo,
cumple acertadamente su objetivo. En un segundo artículo el Dr.
Napoleón M. Burga, esboza la historia de la misma Sección y su
organización actual.
Entre los trabajos de divulgación pedagógica se destacan: el
del Dr. José Jiménez Borja, que trata de los “Métodos activos de
la composición castellana”; el del Dr. Francisco Cadenillas sobre
el “Origen, evolución y problemas del Colegio Secundario”, y el
de la Sr. Graciela T. de Urteaga que trata de la “Educación a
través de la Filosofía de Guyau”.
Poseen un mérito especial por su sabor ambiental, la repro­
ducción de la conferencia que sustentó el Dr. Hildebrando Castro
Pozo sobre “La Escuela rural”, y el artículo de Alberto Carrasco
Hermoza titulado “Hacia la formación de una Educación Perua­
na”
Numerosos artículos de diversa índole y valiosas colaboracio­
nes de .algunos miembros del Magisterio Nacional, ponen de ma­
nifiesto la vinculación que “Pedagogía” va adquiriendo con las
diversas esferas culturales del país.
R. K. F.

22
— 56o —

TRES PUBLICACIONES SOBRE FUENTES


HISTORICAS.

Librería e Imprenta Gil.—1940.—Lima, Perú.

El curso de Fuentes Históricas peruanas, dictada por el De­


cano de la Facultad doctor Horacio H. Urteaga, se complementa
con el Seminario de investigación correspondiente. Anualmente se
efectúan publicaciones de los trabajos más importantes mediante
folletos de vulgarización.
En el presente año se han editado:
“El P. Blas Valera y sus papeles sobre la Historia del Perú
a través de la obra “Comentarios Reales de Gareilazo”, por Ri­
cardo Mariátegui Oliva.
“La religión incaica según la “Historia de los Incas reyes del
Perú” por el R. P. Martín de Morúa, por Consuelo Robertson V.
“Indice del Diario de Lima” (Tomo I. 1640-1670). Crónica per­
tinente a la vida social del coloniaje de Josephe de Mugaburu, por
J. M. B. Farfán.
La obra sobre Blas Valera de Ricardo Mariátegui Oliva
consta de tres partes:
a) una reseña histórico-biográfica del notable jesuíta cha-
chapoyano. Menciónase el “Libro de asientos” (Archivo Nacional:
M. S. 40.—Folio 40.—Partida No. 15) como constancia de su in­
greso a la Compañía.
b) Se ocupa de la obra de Valera, efectuando el autor un
espigamiento acucioso acerca de los “Pasajes de los escritos del
P. Blas Valera que se encuentran en la obra “Comentarios Rea­
les” de Gareilazo, complementándose de esa manera lo efectuado
por don José Toribio Polo.
c) Trata de los “Escritos del P. Blas Valera separados de la
obra de Gareilazo”, que comprenden la mayor parte del texto (des­
de el referente al nombre Perú, hasta el titulado “La batalla por
la conquista de los Charcas”.
El trabajo demuestra la intención histérico-analítica del au­
tor, y la simpatía por nuestra historia, acerca de un tema que
sirviera de motivo a la interesante polémica Gonzales de la Rosa-
Riva Agüercr.
La segunda obra sobre “La religión incaica” de la Srta. Con­
suelo Robertson V. consta de dos breves capítulos sobre datos bio­
— 5ói —

gráficos y consideraciones críticas, en cuyo intermedio se encuen­


tra la parte descriptivo-central acerca de la religión autóctona,
que comprende: Las divinidades. El demonio. Los templos, hua-
cas e ídolos. Los pontífices, sacerdotes, adivinos y hechiceros. Ca­
sas de recogimiento, ceremonias, ofrendas, terminando con unas
referencias sobre los sacrificios de collas y puquinas. Es una in­
troducción al tema, de necesaria eomplementación por el estudio
coordinado de otros cronistas.
Finalmente, el Indice del Diario de Lima, por J. Mugaburu,
de J. M. B. Farfán contiene: a) Nota Preliminar, b) Indice1: Di­
plomáticas. Enlaces. Honras de la Madre. Bautismo. Honras
Fiestas. Viajeros. Aviso de España. Necrológicas.
Es un trabajo de sistematización, importante para los que se
inician en los difíciles estudios heurístico-hermenéuticos de nues­
tra historiografía colonial.
C. D. V.

LA LITERATURA EN EL PERU DE LOS INCAS.

Por Napoleón M. Burga.—124 págs. Lib. e Imp. Gil.—


1940.

Profundo interés por los problemas peruanos, incluso cultu­


rales, se advierte al presente. Una de sus demostraciones en este
libro de Napoleón Burga, sobre un tema tan sugestivo a la vez
que tan discutido y oscuro, pero de índole netamente peruana, en
lo que consiste uno de sus mayores méritos.
Después de unas páginas preliminares, en que explica el sen­
tido y alcances de su libro, Burga hace una “delimitación previa”,
en la que, apoyado en opiniones autorizadas, deja establecida la
diferencia entre literatura y folklore; en interesante capítulo se
ocupa del “problema de la escritura en el antiguo Perú”, y se
refiere luego a las pruebas que acreditan la existencia de una lite­
ratura “propiamente dicha” entre los aborígenes peruanos, prue­
bas que clasifica en: documentales y en una razón que denomina
inductiva—deductiva, consistente en el innegable desarrollo artís­
tico alcanzado por los peruanos de antes de la conquista, el que
— 5Ó2 —

es manifiesta principalmente en las artes plásticas y en la músi­


ca.
El Folklore es considerado como auxiliar indispensable en las
investigaciones literarias.
Dentro de un plan bien trazado, con criterio técnico, amplios
conocimientos históricos y familiaridad con las Crónicas, Burga
desarrolla su tesis, ofreciendo, como prueba documental las dife­
rentes crónicas. Examina las de Acosta, Ariaga, Betanzos, Ca­
bello Balboa, Calancha, Cobo, Estete, Fernández de Palencia, Gar-
cilaso, Gutiérrez de Santa Clara, Guamán Poma de Ayala, Jerez,
Las Casas, Lizárraga, López de Gomara, Molina, Morúa Monte­
sinos, Oliva, Ondegardo, Pizarro, Santa Cruz Pachacuti, Sarmien­
to de Gamboa, Zárate, etc.
Concluye con un “esquema final” en el que se ocupa de los
géneros poéticos, ordenando los datos obtenidos con precisión y
agudo sentido crítico. Emite así mismo valiosos conceptos a cerca
del carácter y contenido de la literatura incaica; y, como conclu­
sión, inserta, al fin de la obra, un “índice para una antología”
de esta literatura, trabajo original, prolijo y metódico, que es
como un esquema a desarrollar, tendiente a dar una idea cabal de
la creación literaria del Perú incaico.
La obra de Burga, de la más auténtica peruanidad, represen­
ta una verdadera y valiosa sistematización de la materia trata­
da y constituye una útilísima fuente de consulta no tan sólo para
estudios universitarios sino también para colegios de segunda en­
señanza y para toda persona que se preocupa en las indagaciones
de nuestro pasado cultural.
V. Q.

FOLKLORE DE HUANCAYO.

Huancayo, 1940.

Ha aparecido recientemente esta magnífica recopilación lle­


vada a cabo por el Profesor de Historia del Perú del Colegio Na­
cional Santa Isabel de Huancayo, por intermedio de sus alumnos
del 4.° año de Instrucción Media. El folleto en referencia está lle­
no de colorido y sabor de lo regional; kaleidoscópieamente nos
— 563 —
va relatando diversos aspectos de todo aquello que para nuestra
raza autóctona constituye el anhelo de vivir, y cuyas creencias y
supersticiones están profundamente enraizadas en sus formas de
vida, por cierto no carente de imaginación.
El señor Barrantes, en una exposición muy acertada a Fol­
klore de Huancayo, hace resaltar la importancia que tienen hoy
los estudios histérico-culturales, a base del Folklore, y la necesi­
dad de incorporar a nuestra enseñanza, en forma vital, la investi­
gación folklórica, ideal por demás encomiable, ya que con ello
se actualiza la labor nacionalista de la enseñanza.
En Folklore de Huancayo, hallamos interesantísimos relatos
sobre “costumbres”, llenos de amenidad, entre los que destaca el
“Yaykapacuy”, de José Barahona; “La Pachamanca”, de Domin­
go Aliaga; “La Fiesta de Santiago”, por Humberto Marro Aliaga
y otros.
En la sección “Canciones y Danzas” se ha agrupado diversas
canciones típicamente regionales como la muy divertida ronda de
la “Pirhualla Pirhua”, por Rubén Cerrón. No menos importante
es la Sección de “Supersticiones, Leyendas, Tradicciones y Cuen­
tos”, llena de imaginación literaria, como “El terror de los Puen­
tes, por Máximo A. Inga Nájera; la “Leyenda de Warivilka”,
por Lucio Bonilla; y “Palla Huarcuna”, por Tomás A. Sobrevilla
y otras como el cuento de las “Aventuras de los Zorros”, por Mar­
ciano Cerrón Espejo.
“Folklore de Huancayo”, puede ser una excelente fuente pri­
maria para las personas que se dediquen a esta clase de estudios,
a la vez que es un entretenido y sugestivo material de lectura.
C. R. S.

CARLOTA JOAQUINA.

Comedia em 3 atos.—R. Magalhaes Junior. Ilustrazoes


de Carlos da Cunha.—Ministerio da Educazao. 1940.

Dentro de la activísima labor que desarrolla el Ministerio de


Educación Pública del Brasil, se ha publicado en el año en curso
esta interesante comedia de acervo brasilero, continuándose la
colección de obras teatrales. No puede ser más nutrido—y sin em­
— 564 —

bargo cuidadosamente seleccionado—el material que ofrece a la


curiosidad no sólo de su país, sino de América toda, la menciona-
nada repartición de cultura brasilera. Ya hace dos años, que ini­
ciando la serie del Teatro publicó el propio Ministerio, la Historia
del Teatro Brasilero de Lafayette Silva, vencedor del concurso
promovido por el Gobierno en pró del desarrollo de la escena ca­
rioca, al través de su proceso histórico. La colección se dividió
desde entonces en varias series, ateniéndose a la clase de las pu­
blicaciones; ya fueran estudios acerca del teatro o piezas dramá­
ticas, ateniéndose en este caso a la índole misma de la obra en
escena.
Carlota Joaquina corresponde al teatro contemporáneo. Fué
estrenada en 1939 por la compañía Jaime Costa bajo el patrocinio
del Servicio Nacional del Teatro, sección del Ministerio de Edu­
cación Pública. Y fué representada DOSCIENTAS C.INCO VECES
consecutivas. La obra se remonta a la época de Juan VI, y tras­
curre en los años 1810 a 1821. No se pierde en esta pieza dramá­
tica-lírica, con música retrospectiva, el carácter actual de dar a
la historia su faceta económica como especial insinuación crítica.
Si la obra nos lleva al pasado, lo hace con visión y horizonte de
este siglo preñado de incertidumbres. Los caracteres de Juan VI
y Carlota Joquina, imperiosa, a veces extremadamente grosera,
como la ha pintado Oliveira Lima, están estereotipados en esta
principalísima acción de retorno al Brasil de comienzos del siglo
XIX.
Enaltece, en realidad, al Ministerio de Educación de la her­
mana República, la labor que realiza, oteando los más variados
aspectos de la literatura de su país, y presentándola al pueblo todo
en magnífica cruzada cultural.
A. T. V.

ESPAÑA EN AMERICA.

Por Gabriel F. Storni—1940.—Santa Fé (Argentina).

En forma orgánica este libro nos presenta el momento de pre­


dominio español, estudiándose en sucesivos capítulos los regíme­
nes: colonial, social, político y económico. Entre los dos últimos se
— 565 —
hace referencia a la legislación social, de todo lo cual el autor
concluye “que América fué una expresiva y auténtica conquista”.
A manera de colofón, expresa los caracteres principales de los
términos “conquista y colonización” oponiéndolos. La obra, hecha
sobre “versiones de clases”, es una excelente introducción al cono­
cimiento de nuestra historia colonial, necesaria genéticamente pa­
ra comprender la realidad integral presente de los diversos esta­
dos que por entonces formaban parte del Imperio español.

C. D. V.

FILOSOFIA DE MAIMONEDIS.

Por José Gaos.—1940.—La Casa de España.—México.

Ofrecida en forma de conferencia con ocasión del VIII cen­


tenario del nacimiento de Maimónedis (30 de Marzo de 1135)
fué publicada en forma incompleta por la “Revista de Occidente”
nos. 141 y 142—en 1935.
En la presente edición, el maestro español no ha modificado
el texto primitivo.
El estudio de la filosofía de Maimónedis, hecho desde un punto
de vista propio, es a la vez “un estudio del hombre de la Edad
Media”, mostrándose esa actitud perpleja entre la “fe y una con­
vicción” en que oscilaba el espíritu del filósofo. La Guía de los
Descarriados es pues el intento de armonizar la Sagrada Escritura
y la Filosofía que mostraban contradicción. Tiende entonces Mai­
mónedis a la superación monista “concillando, interpretándolas,
su fe judía, islámica, cristiana, y su saber griego”.
C. D. V.
— 566 —

LA PAZ PERPETUA.

Por Kant.—Editorial Araujo.—Argentina.

La presente obra consta de una breve Introducción, dos Sec­


ciones y dos Apéndices. La primera sección contiene los “Artícu­
los previos de una paz perpetua entre los Estados”; la segunda,
los “Artículos definitivos de la paz perpetua entre los Estados”,
En los Apéndices, el autor se refiere al “desacuerdo entre la mo­
ral y la política con respecto a la paz perpétua” y “la armonía
entre la política y la moral en su conformidad con el concepto
trascendental del derecho público”, respectivamente.
El pensamiento kantiano en el desarrollo de tan importante
problema se apoya en el concepto fundamental de considerar la
vida actual de los Estados Entre sí como correspondiendo a una
etapa de salvajismo, análoga a la que pasó el hombre primitivo,
individual, cuando no existían normas jurídicas para la convivencia
social e imperaba el derecho del más fuerte. En consecuencia pro­
pugna una ORGANIZACION de la vida de las naciones mediante
una asociación ad hoc. Según Th. Ruyssen (“Les origines kan-
tiennes de la Société des Nations”) esta obra influyó en la acti-
tua político-internacional de Woodrow Wilson.
C. D. V.

TRATADO DE LOGICA.

Por Kant (trad, de R. I. Suhr).—Editorial Araujo.—Ar­


gentina.

Lógica normativa, reunida por Jásche de los apuntes toma­


dos en clase. Su conocimiento informa sobre el pensamiento de
Kant en esta ciencia, puesto que la parte denominada “Lógica
trascendental” en la “Crítica de la Razón Pura” discurre sobre
temas gnoseológicos.
567 —
Consta el Tratado de 3 partes, precedidas por una Introduc­
ción. La primera contiene nueve capítulos; la segunda se inicia
con una distinción entre el conocimiento teórico y práctico, es­
tudiándose en los tres capítulos que le siguen las Nociones, los
Juicios y los Raciocinios. En la parte correspondiente a éstos, exa­
mina los raciocinios del Entendimiento, de la Razón y del Juicio.
La tercera parte se denomina Metodología General.
C. D. V.

GUIA DE LA FILOSOFIA.

Por C. E. M. Joad.—1940.—Editorial Lozada (Argen­


tina) .

En este estudio1 el autor dice rechazar el método cronológico


para seguir las divisiones lógicas del asunto, introduciendo la re­
visión de los principales problemas discutidos por los filósofos.
Su labor se atiene a dos requisitos: 1) incluir las teorías in­
trínsecamente importantes, 2) incluir las teorías legibles al profano,
quién, sin embargo, se halle dispuesto a “conceder su mayor aten­
ción al tema, y su mayor paciencia al expositor”.
“Guía de la Filosofía” comprende 3 partes: en la primera se
estudia la Teoría del Conocimiento, sus problemas, finalmente la
Lógica y las leyes del pensamiento. La segunda, denominada Me­
tafísica Crítica, se ocupa del Problema del Cambio, Causalidad y
del Yo. Finalmente la tercera, o Metafísica Constructiva, se refiere
a los Universales y Particulares, Crítica de Aristóteles, referen­
cias al pensamiento de Platón, Kant, Hegel, el Materialismo Cien­
tífico, y bosquejos sobre la filosofía de Bergson y Whitehead.
O. D. V.

23
REVISTA DE REVISTAS
(ARTICULOS DE INTERES)

HISTORIA
EL GENERAL SIMON BOLIVAR EN LA CAMPAÑA DE LA NUEVA GRA­
NADA DE 1819.—(“Relación escrita por un Granadino, que en calidad
de aventurero, y unido al Estado Mayor del Ejército Libertador, tuvo el
honor de presenciarla hasta su conclusión. Santa Fé. Imprenta del C. B. E.
por el C. Nieomedes Lora. Año 1820”).—(Boletín de la Academia Na­
cional de la Historia.—No. 90.—Pág. 205.—Abril-Junio 1940.—Caracas, Ve­
nezuela).
DOCUMENTOS INEDITOS PARA LA HISTORIA DE BOLIVAR.—Leeuna V.
—(Boletín de la Academia Nacional de la Historia.—No. 90.—Pág. 257.
—Abril-Junio 1940.—Caracas, Venezuela).
BOLIVAR EN CALI (Dos documentos inéditos del Libertador).—Naranjo M.
E.—(Popayán.—Nos. 184-187.—Pág. 200.—Mayo-Julio 1940.—Popayán,
Colombia).
LA TUMBA DEL CAPITAN GONZALO PIZARRO.—Porras Barrenechea R.
-—(Revista de la Universidad Católica del Perú.—-Nos. 4-5.—Julio-Agosto
1940.—Lima, Perú).
CONTRIBUCION A LA HISTORIA DIPLOMATICA DE LA DICTADURA
DE JUAN MANUEL DE ROSAS.—Duprey J.— (Revista Nacional.—No.
31.—Julio 1940.—Montevideo, Uruguay).
CUATRO TEXTOS INTERESANTES—(Ariel—No. 73.—Setiembre 1940.—
San José, Costa Rica).
DOCUMENTOS ACERCA DE LA ESTATUA DE CARLOS IV.—Gómez de
Orozco F.—(Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas.—Volumen
II.—No. 5, 1940. México).
REMINISCENCIAS IDOLATRICAS EN MONUMENTOS COLONIALES.—
García Granados R. (Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas.
—Volumen II.—No. 5, 1940.—México).
LAS MONEDAS DE NECESIDAD DEL ESTADO DE MICHOACAN.—Rome­
ro de Terreros M.—(Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas-
Volumen II.—Pág. 17.-—-No. 5, 1940.—México).
— 5*59 —
UNA NUEVA VALORACION DEL GENERAL SAN MARTIN—Carbia B.
D.—(Universidad del Litoral.—No. 6, 3a. parte.—Junio 1940.-—Pág. 21.—
Santa Fé, Argentina).
LOS DELITOS POLITICOS EN LA HISTORIA DE VENEZUELA.—Alvara­
do L.—(Revista Nacional de Cultura.—Pág. 3.—No. 18.-—Mayo 1940.—
Caracas, Venezuela).
LA EXPANSION DEL DERECHO ESPAÑOL EN INDIAS.—Ots J. M—
(Revista del Colegio de Ntra. Sra. del Rosario.—Nos. 342-44.—Julio-
Setiembre 1940.-—Bogotá, Colombia).
GUERRA Y CONQUISTA SEGUN FRANCISCO VICTORIA (dominicano) —
(Revista del Colegio de Ntra. Sra. del Rosario.—Nos. 342-44.—Julio-Se­
tiembre 1940.—Bogotá, Colombia).
LUGARES HISTORICOS DE MENDOZA.—Morales Guiñazán F—(Revista de
la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.—Tomo XIV, 1er. trimestre
1939.—Mendoza, Argentina).
ATASH (las ruinas de una población en la Hoya del Huallaga).—Figueroa P.
T.—(Chaski.—No. 1. Pág. 5. Febrero 1940.—Lima, Perú).
MIRAFLORES PREHISTORICO.—Muelle J. C—(“3”.—No. 6.—Pág. 31.—
Setiembre 1940.—Lima, Perú).
WALUN Y CHINCHABAS—Mejia Xesspe T—(Chaski—No. 1.—Pág. 18.—
Lima, Perú). (Dos nuevos sitios arqueológicos en la Cordillera Negra).
SEUDO ARTE INKAICO—Poce S. H—(Chaski—No. 1.—Pág. 25.—Febrero
1940.—Lima, Perú).
VASO DE PIEDRA DE NASCA.—(Primeros indicios de una cultura megalí-
tica. semejante a la de Chavín en la región central del Perú).—Tello J. C.
—(Chaski.—No. 1.—Pág. 27.—Febrero 1940.—Lima, Perú).
ANDAS Y LITERAS DE LAS COSTA PERUANA—Carrión Caehot R—
(Chaski.—No. 1.—Pág. 49.—Febrero 1940.—Lima, Perú).
PACHACAMAC—Tello J. C—(Chaski.—Setiembre 1940.—No. 2.—Lima, Pe­
rú).
LOS INDIOS Y LAS RUINAS ABORIGENES CERCA DE CHACHAPOYAS
EN EL NORTE DEL PERU).—(Traducida del inglés por Emilia Romero).
(Exploraciones hechas en 1893 bajo el patronato del ya desaparecido Mr.
Henry Villard, a cuya memoria está respetuosamente dedicada esta mo­
nografía).—Bandelier A. F.—(Chaski.—No. 2.—Pág. 13.—Setiembre 1940.
—Lima, Perú).
KIRAWA KOOHA.—Mejía Xesspe M. T.—(Chaski.—No. 2.—Pág. 60.—Se­
tiembre 1940.—Lima, Perú).
ACTAS DE LAS SESIONES DEL COMITE REGIONAL DE LIMA: CHULL-
PAS DE LA PROVINCIA DE CANTA—HACHAS LITIGAS EN LA
HOYA DEL HUALLAGA—PRIMEROS POBLADORES DEL VALLE DE
LIMA—KEROS INKAICOS DE CHILLWA Y ALFARERIA DEL SUR
PERUANO—CAVERNAS FUNERARIAS DE RUPAJ—(Chaski—No.
2.—Págs. 63-76.—Setiembre 1940.—Lima, Perú).
— 57o —
UN EJEMPLAR DE CERAMICA DE OAJABAMBA.—(Información del maes­
tro normalista Máximo Barreto.—Chaski.—No. 2.-—Pág. 77.—Setiembre
1940.—Lima, Perú).

FOLKLORE

EL SANTIAGO.—Mendieta V. R.—(Investigación realizada por los alumnos


del 4.» año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklore
de Huancayo.—Pág. 9.—1940.—Huancayo, Perú).
EL SEPELIO DE UN MENOR INDIGENA.—Cárdenas A.—(Investigación
realizada por los alumnos del 4.° año de Media del Colegio Nacional de
Santa Isabel).—Folklore de Huancayo.—Pág. 12.—1940.—Huancayo, Pe­
rú).
MATRIMONIO POPULAR.—Rivero A. F.—(Investigación realizada por los
alumnos del 4.» año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—
(Folklore de Huancayo.—Pág. 15.—1940.—Huancayo, Perú).
EL YAYKAPACUY.—Barahona J.—(Investigación realizada por los alum­
nos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklo­
re de Huancayo.—Pág. 19.—1940.—Huancayo, Perú).
EL MATRIMONIO.—Fernández C. G.—(Investigación realizada por los alum­
nos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklo­
re de Huancayo.—Pág. 22.—1940.—Lima, Perú).
EL HUAYLAS.—Monge Tramontana L.—(Investigación realizada por los alum­
nos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folk­
lore de Huancayo.—Pág. 26.—1940.—Huancayo, Perú).
PONCHO Y PUCHKA.—Aliaga Orellana Z.—(Investigación realizada por los
alumnos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—
(Folklore de Huaneayo.-—Pág. 28.—1940.—Huaneayo, Perú).
VIDA PRIVADA DE LOS WANKAS.—Delzo Ruiz D.—(Investigación reali­
zada por los alumnos del 4.° de Media del Colegio Nacional de Santa
Isabel).—Folklore de Huaneayo.—Pág. 32.-—1940.—Lima, Perú).
EL CARNAVAL EN CHONGOS.—Vargas M. B.—(Investigación realizada pol­
los alumnos del 4.° año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).
—(Folklore de Huancayo.—Pág. 35.—1940.—Lima, Perú).
EL CURANDERO INDIGENA.—Rojas D. P.—(Investigación realizada pol­
los alumnos del 4.» año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).
—(Folklore de Huaneayo.—Pág. 40.—1940.—Lima, Perú).
EL PICHACHI.—Velásquez C. M.—(Investigación realizada por los alum­
nos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folk­
lore de Huancayo—Pág. 45.—1940.—Huancayo, Perú).
TERMINACION DEL LUTO.—Matos J.—(Investigación realizada por los
alumnos d’el 4.o año de media del Colegio Nacional de Santa Isabel).-—
(Folklore de Huaneayo.—Pág. 47.—Huancayo, Perú).
LOS WAKONES.—Schettini A. G.— (Investigación realizada por los alumnos
— 57i —
del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklore
de Huancayo.—Pág. 49.—1940.—Huancayo, Perú).
TINYAKUY.—Aliaga O. Z.— (Investigación realizada por los alumnos del 4.»
año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklore de Huan­
cayo.—Pág. 55.—1940.—Huancayo, Perú).
WAKCHASCHAY.—Buitrón V. A.—(Investigación realizada por los alumnos
del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklore
de Huancayo.—Pág. 55.—1940.—Huancayo, Perú).
ARWANTURO.—Aliaga A.—(Investigación realizada por los alumnos del 4.»
año de Media del Colegio Nacional de Santa Isabel).—(Folklore de Huan­
cayo.—Pág. 66.—1940.'—Huancayo, Perú).
LA LEYENDA DEL TAHEÑO.—Carhuallanqui S.—(Investigación realizada
por los alumnos del 4.o año de Media del Colegio Nacional de Santa Isa­
bel).—Folklore de Huancayo.—Pág. 67.—1940.—Huancayo, Perú).
NOTICIA SOBRE UNA VIEJA FABULA.—Tamayo F.—(Revista Nacional
de Cultura.—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 41.—Caracas, Venezuela).

GEOGRAFIA
NOCIONES DE ANTROPOGEOGRAFIA.—Posada J.—(Universidad Católica
Bolivariana.—No. 15.—Abril-Mayo 1940.—Pág. 72.—Medellin, Colombia).
LET’S LOOK AT INDO-CHINA.—(The Japan Times.—Vol. VI, No. 12.—
Pág. 415.—Agosto 1940.—Tokio, Japón).
ALGO SOBBE AGRICULTURA ABORIGEN.—Oyarzun A.—(Chaski.—No. 2.
—Pág. 9.—Setiembre 1940.—Lima, Perú).
THE AMERICAN VIBGINS.—Heyward-Reck.—(The National Geographic
Magazine.—Volumen 73, No. 3.—Setiembre 1940.—Pág. 273.—Washington,
E.E. U.U.).
ON THE CORTES TRAIL.—Marden L.—(The National Geographic Magazine.
—Volumen 73, No. 3.—Setiembre 1940.—Pág. 335.—Washington, E. E.
U. U.).
THE ROCK OF GIBRALTAR.—(The National Geographic Magazine.—Volu­
men 73.—No. 3.—Setiembre 1940.—Washington, E. E. U. U.).
THE TUNA HARVEST OF THE SEA.—Degerlman J—(The National Geo­
graphic Magazine.—Volumen 73, No. 3.—Setiembre 1940.—Washington,
E. E. U. U.).
GEOGRAFIA DE AMERICA.—Márquez F.—(Boletín de Estudios Históri­
cos.—Nos. 107-108.—Julio-Agosto 1940.—Nariño, Colombia).

PERSONAJES AMERICANOS
EL INCA GARCILASO.—Bermejo V.—(Universidad de Arequipa.—No. 15.—
Enero 1940.—Pág. 45—Arequipa, Perú).
GARCILASO DE LA VEGA.—Arenas Aranda P.—(Universidad de Arequipa.
—No. 15.—Enero 1940.—Pág. 83.—Arequipa, Perú).
— 572 —
EL MARISCAL DON ANDRES A. CACERES.—Pino J. J. del.—(Huamanga.
No. 34.—Agosto 1940.—Pág. 3.—Ayacucho, Perú).
MARIA PARADO DE BELLIDO.—Cárdenas C.—(Huamanga.—No. 34.—Agos­
to 1940.—Pág. 11.—Ayacucho, Perú).
DON BLAS DE LAZO.—Naranjo M. E.—(Popayán.—Nos. 184-187.—Pág. 211.
Mayo-Julio 1940.—Popayán, Colombia).
LA ASCENDENCIA ESPAÑOLA DE JORGE ISAACS.—Naranjo M. E.—(Po­
payán.—Nos. 184-87.—Mayo-Julio 1940.—Pág. 221.—Popayán, Colombia).
LUIS CORREA Y ALFREDO JAHN.—(Boletín de la Academia Nacional de
la Historia.—No. 90.—Junio 1940.—Pág. 177.—Caracas, Venezuela).
CRESPO TORAL.—Escudero G.—(América.—No. 69.—Setiembre 1940.—Pág.
139.—Quito, Ecuador).
EMILIO PETTORUTI.—Payró J. E.—(Sur.—No. 69.^-Junio 1940.—Pág. 92.—
Buenos Aires, Argentina).
EL GENERAL JUAN FACUNDO QUIBOGA—Reyes C —(Revista de la Jun­
ta de Estudios Históricos de Mendoza.—Tomo XIV.—ler. trimestre 1939.
—Pág. 81.—Mendoza, Argentina).
SANTANDER: HOMENAJE ACADEMICO A LA MEMORIA DEL GENE­
RAL SANTANDER.—(Boletín de Historia y Antigüedades.—Volumen 27,
No. 307.—Mayo 1940.—Bogotá, Colombia).
EL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER.—Aragón A.—(Po­
payán.—Nos. 184-187.—Mayo-Julio 1940.—Pág. 165.—(Popayán, Colom­
bia).
EL GRAN GENERAL TOMAS CIPRIANO DE MOSQUERA.—(Popayán.—
Nos. 184-87.—Mayo-Julio.—1940.—Pág. 170.—Popayán, Colombia).
EL CONDE DE GUAQUI.—López A. L.—(Boletín de Estudios Históricos.—Nos.
107-08.—Julio-Agosto 1940.—Pág. 289.—Pasto, Colombia).
JORGE RAUL RODRIGUEZ.—Greca A.—(Universidad del Litoral.—No. 6.—
1940.—Pág. 115.—Santa Fé, Argentina), la. parte.
JOSE GALVEZ.—Reyna R.—(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág.
135.-—Santa Fé, Argentina), la. parte.
JOSE PEREZ DE VARGAS, MAESTRO Y POETA.—Tauro A.—(“3”.—No.
6.—Setiembre 1940.—Lima, Perú).
DANIEL MARTINEZ VIGIL.—Pérez Petit V—(Revista Nacional.—No. 31.—
Julio 1940.—Pág. 29.—Montevideo, Uruguay).
NICOLAS AZCARATE ESCOBEDO.—Menéndez E.—(Revista Bimestre Cuba­
na.—Volumen 45, No. 3.—Pág. 360.—Habana, Cuba).
JOSE MARIA HEREDIA Y SUS OBRAS.—Mejia G. A—(Revista Bimestre
Cubana.—Volumen 45, No. 3.—Pág. 410.—Habana, Cuba).
SARMIENTO Y SUS AMIGOS CUBANOS__ Santovenia.—(Revista Cubana.—
Volumen 13.—Nos. 37-42.—Enero-Junio 1940.—Pág. 50.—Habana, Cuba).
SANTANDER.—Uribe Escobar R.—(Universidad de Antioquia.—Nos. 38-39.—
Mayo 1940.—Medellin, Colombia).
EL GENERAL SANTANDER.—Jaramillo C. A.—(Universidad de Antioquia.
No. 39.—Mayo 1940.—Medellin, Colombia).
— 573 —
AURELIO MARTINEZ MUTIS: EL POETA Y EL HOMBRE.—Jaramillo Me­
za J. B.—(Universidad de Antioquia.—No. 40.—Junio 1940.—Pág. 415.—
Medellin, Colombia).
ALEJANDRO KORN EN LA EVOLUCION NACIONAL.—Ghioldi D'elfina V.
D. de—-(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 125.—Santa Fé,
Argentina).
ROMERO Y LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS EN LA ARGENTINA.—Lizaso
F.—(Revista Nacional de Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Caracas, Vene­
zuela).

FILOSOFIA
EL CUERPO COMO EXPRESION DEL ALMA.—Virasoro R.—(Universidad
del Litoral—No. 6.—1940.—Pág. 239.—Santa Fé, Argentina).
PRIMER LINEAMIENTO DE UNA ONTOLOGIA CONCRETA.—Vassallo A.
—(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 227.—Santa Fé, Argen­
tina).
LA INVESTIGACION CIENTIFICA EN LA TEORIA DEL CONOCIMIENTO.
—Damianovich H.—(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 111.—
Santa Fé, Argentina).
SUBTRATO FILOSOFICO DE LOS METODOS INTERPRETATIVOS.—Cos-
sio C.—(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 47.—Santa Fé, Ar­
gentina) .
EVOLUCION DEL PENSAMIENTO MATEMATICO.—Levi B.—(Universi­
dad del Litoral.—No. 6.-—1940.—Pág. 45.—2a. parte.—Santa Fé, Argen­
tina).
ROMERO Y LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS EN LA ARGENTINA.—Lizaso
F.—(Revista Nacional de Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Caracas, Vene­
zuela) .
LA CRISIS DE ALGUNOS CONCEPTOS.—Espinoza G.—(Revista Nacional
de Cultura.—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 88.—Caracas, Venezuela).
SOBRE LA FILOSOFIA DE MARTIN HEDEGGER.—Díaz Casanueva.—(Re­
vista Nacional de Cultura.—No. 19.—Junio 1940.—Pág. 115.—Caracas, Ve­
nezuela) .
LOS ROMANTICOS Y EL INCONSCIENTE.—Beguin A—(Revista Nacional
de Cultura.—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 146.—Caracas, Venezuela).
PSICOPATOLOGIA EN EL ARTE.—Falconí Villagomez J. A.—(América.—
No. 69.—Setiembre 1940.—Pág. 156.—Quito, Ecuador).
METAFISICA DE LA LIBERTAD.—Vasallo A.—(Universidad Católica Bo­
livariana.—Nos. 14-15.—Abril-Mayo 1940.—Pág. 49.—Medellin, Colombia).
POR UNA FILOSOFIA HISPANOAMERICANA.—Menéndez de Samara A.—
(Universidad de Antioquia.—Nos. 38-39.—Mayo 1940.—Medellin, Colom­
bia). .
ALGUNAS DE MIS IDEAS ESTETICAS__ Figueira G.—(Universidad de An­
tioquia.—No. 40.—Junio 1940.—Pág. 517.—Medellin, Colombia).
— 574 —
LAS DOCTRINAS FILOSOFICAS EN CUBA,—Vitier M.—(Revista Cubana.
—Volumen XIII.—Nos. 37-42.—-Enero-Junio 1940.—Habana, Cuba).
ESTUDIO SICOLOGICO DE LA CONDUCTA REVOLUCIONARIA.—Mira E.
—(Universidad de la Habana.—Nos. 28-29.—-Enero-Abril 1940.—Fág. 21.
—Habana, Cuba.
MIGUEL DE UNAMUNO. (Bosquejo de una filosofía).—Ferrater Mora J.—
(Sur.—No. 69.—Junio 1940.—Buenos Aires, Argentina).

FILOSOFIA DE LA HISTORIA
ATENAS FRENTE A FILIPO.—Caillois R.—(Sur.—No. 68.—Mayo 1940.—Pág.
7.—Buenos Aires, Argentina).
DE JUAN JACOBO A HITLER.—Rueda Concha L.—(Revista del Colegio de
Ntra. Sra. del Rosario.—Nos. 342-344.—Julio-Setiembre 1940.—-Pág. 217.—
Bogotá, Colombia).
CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA DEL MUNDO.—Burckhardt J.
—(Revista Nacional de Cultura,—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 115.—Cara­
cas, Venezuela).

SOCIOLOGIA
INVENTARIO AMERICANO.—Frank W.—(Sur.—No. 71.—Agosto 1940.—
Pág. 7.—Buenos Aires, Argentina).
RADIOGRAFIA SOCIOLOGICA DEL “FACUNDO”.—Orgaz R, A.—(Univer­
sidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 201.—Santa Fé, Argentina).
LA AGONIA DE EUROPA.—Zambrano María.—(Sur.—No. 72.—Setiembre
1940.—Pág. 16.—Buenos Aires, Argentina).
DEBATES SOBRE TEMAS SOCIOLOGICOS: EN TORNO A “DEFENSA DE
LA REPUBLICA”.—(Toman parte en el presente debate: Caillois R., Erro
C. A., Helman Edith, Mendoza Angélica, Oeampo Victoria, Baeza R.x
Anderson E., Ayala F., Bianco J., Canto P., Krapf E. E., Henriquez Ure-
ña P. y Oliver María R.)—(Sur.—No. 71.—Agosto.—Pág. 86.—Buenos Ai­
res, Argentina).
DEBATES SOBRE TEMAS SOCIOLOGICOS: RELACIONES INTER AMERI­
CANAS.—(Toman parte en el debate: Alonso A., Areiniegas G., Arrarás
Vergara R., Ayala F., Bianco J., Caillois R., Canto P., Erro C. A., Hel­
man Edith, Henriquez Ureña P., Krapf E. E., Mallea E., Mendoza Angé­
lica, Ocampo Victoria, Oliver María R., y Orfila Reynal A.)—(Sur.—No.
72.—Setiembre 1940.—Pág. 100.—Buenos Aires, Argentina).
NUESTRA CULPA EN EL FACISMO.—Frank W.—(Sur.—No. 69.—Junio
1940.—Pág. 7.—Buenos Aires, Argentina).
CULTURAS PRIMITIVAS DE VENEZUELA.—Oramas L. R,—(Revista Na­
cional de Cultura.—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 46.—Caracas, Venezuela).
— 575 —
SOLIDARIDAD AMERICAN A.—G olían J—(Universidad del Litoral.—No. 6.
—1940.—Pág. 133.—Santa Fé, Argentina).
POR LA UNION DE LOS PAISES DEL CARIBE.—Ferrer Gutiérrez V.—
(Boletín de Estudios Históricos.—Nos. 105-106.—Julio-Agosto 1940.—Pág.
228.—Pasto, Colombia).
INDO-EURO-AMERICANISMO.—Caneva R.—(Universidad de Antioquia.—
No. 41.—Julio-Agosto 1940.—Pág. 71.—Medellin, Colombia).
LA DURACION DEL MATRIMONIO ENTRE LOS PUEBLOS PRIMITIVOS.
—Heyde G. A. von der.—(Revista de la Junta de Estudios Históricos de
Mendoza.—Tomo. XIV.—ler. trimestre 1939.—Pág. 5.—Mendoza, Argen­
tina) .
POLITICA ECONOMICA.—Denegrí L. E.—(Revista de la Facultad de Cien­
cias Económicas.—No. 18.—Agosto 1940.—Pág. 3.—Lima, Perú).
EL PROBLEMA DE LA ACLIMATACION EN EL PERU.—Carranza F.—
(Revista de la Facultad de Ciencias Económicas.—No. 18.—Agosto 1940.
—Pág. 78.—Lima, Perú).
JOSE CARLOS MARIATEGUI Y EL MATERIALISMO DIALECTICO —
Núñez Valdivia J.—(Universidad de Arequipa.—No. 15.—Enero 1940.'—•
Pág. 23.—Arequipa, Perú).
FEMINISMO.—Ramírez A. F.—-(Universidad de Antioquia.—No. 41.—Julio-
Agosto.—1940.—Pág. 29.—Medellin, Colombia).
EL PANAMERICANISMO GENEROSO Y CLARIVIDENTE DE BOLIVAR.
—Alba P. de.—(Cultura Nacional.-—Julio 1940.—Pág. 43.—Caracas, Ve­
nezuela).
¿CRISIS DE LA INFANCIA O CRISIS DE LA FAMILIA?—Morzone L.—
(Boletín del Instituto Internacional americano de protección a la infan­
cia.—Tomo XIV.—No. 1.—Julio 1940.—Pá’g. 12.—Montevideo, Uruguay).
EL PROBLEMA MEDICO SOCIAL DE LA COCA EN BOLIVIA.—Pérez J.
C.—(Boletín del Instituto Internacional americano de protección a la
infancia.—Tomo XIV, No. 1.—Julio 1940.—Pág. 37.—Montevideo, Uru­
guay).
BLANCOS Y NEGROS.—Tejera D. V.—(Revista Bimestre Cubana.—Volumen
XIII.—Nos. 37-42.—Enero-Junio 1940.—Pág. 397.—Habana, Cuba).
LA TRATA DE INDIOS DE CUBA EN LAS COLONIAS INGLESAS.—Ba­
chiller y Morales A.—(Revista Bimestre Cubana.—Volumen XIII.—Nos.
37-42.—Enero-Junio 1940.—Pág. 457.—Habana, Cuba).
LA MUJER EN LA VIDA MODERNA.—Coronil Josefina.— (Educación).—
No. 6.—Julio 1940.—-Pág. 1.—Caracas, Venezuela).
EL TERREMOTO DEL 24 DE MAYO DE 1940, SUS EFECTOS Y SUS EN­
SEÑANZAS.—Valencia R.—(Revista de la Universidad Católica del Pe­
rú.—Nos. 6-7.—Setiembre-Octubre 1940.—Pág. 294.—Lima, Perú).
IMPRESIONES DE UNA VISITA A LOS ULTIMOS MOCOVI.—Paulotti-
Dembo.—(“3”,—No. 6.—Setiembre. 1940.—Pág. 26.—Lima, Perú).
24
— 576 —

LITERATURA Y ARTE
PROSA

SALOMONIA LA POSESA (siglo XVII ruso)—Remizov A.—Sur.—No. 69.—


Junio 1940.—Pág. 46.—Buenos Aires, Argentina).
EL HOMBRE DE LA CAMISA DEL LIBERTADOR.—Arraiz A.—(Revista
Nacional de Cultura.—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 37.—Caracas, Venezue­
la).
ILUSION Y DESILUSION DEL LABERINTO.—Gómez de la Serna R.—(Re­
vista Nacional de Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Pag. 112.—Caracas,
Venezuela).
INCONSCIENCIA Y ESCUETA REALIDAD—Gómez de la Serna R.—(Re­
vista Cubana.—Volumen XIII.—Nos. 37-42.—Enero-Junio 1940.—Pág. 29.
—Habana, Cuba).
AVENTURAS DE LOS ATUOS.—Carrón Espejo M. (Folklore de Huancayo.
—Pág. 78.—1940.—Huancayo, Perú).

POESIA

DE LOS ALAMOS Y LOS SAUCES.—(En recuerdo de Antonio Machado).—


Alberti R.—Sur.-—No. 72.—Setiembre 1940.—Pág. 7.—Buenos Aires, Ar­
gentina).
CUADERNILLO DE POESIA COLOMBIANA (Antonio Llanos).—(Duran La-
serna A.—(Universidad Católica Bolivariana.—Nos. 14-15.—Abril 1940.—
Pág. 157.—Medellin, Colombia).
LA ESTELA DE CHAVIN DE YAUYA—Florián M.—(Chaski.—No. 2.—Se­
tiembre 1940.—Pág. 6.—Lima, Perú).
POEMAS (cuadernos Cocodrilo).—Atahualpa Rodríguez C.—(“3”.—No. 6.—
Setiembre 1940.—Lima, Perú).

CRITICA

UNA DEFENSA MAS Y “PEONIA”.—Planchart J.—(Revista Nacional de


Cultura.—No. 18.—Mayo 1940,—Pág. 13.—Caracas, Venezuela).
ARTISTAS VENEZOLANOS.—Lira A. (Revista Nacional de Cultura.—No. 18.
—Mayo 1940.—Pág. 76.—Caracas, Venezuela).
LA POESIA DE LA PROVINCIA FRENTE A LOS CIRCULOS INTELEC­
TUALES DE LA CAPITAL.—Marín A.—(Revista Nacional de Cultura.
—No. 20.—Julio 1940.—Caracas, Venezuela).
REMINISCENCIAS VIRGILIANAS EN PEDRO DE OÑA.—Oroz R.—(“3”.
—No. 6.—Pág. 5.—Setiembre 1940.—Lima, Perú).
EL CUENTO NACIONAL.—Martínez Hague C.—(“3”.—No. 6.—Setiembre
1940.—Pág. 14.—Lima, Perú).
— 577 —
EL TERREMOTO EN LA LITERATURA PERUANA.—XAMMAR L. F.—
(“3”.—No. 6.—Setiembre 1940.—Pág. 43.—Lima. Perú).
EL LENGUAJE Y EL POETA.—Hernández J. A—(“3”.—No. 6.—Setiembre
1940.—Pág. 74.—Lima, Perú).
EL TEATRO DE FEDERICO GARCIA LORCA: YERMA Y SU OBSESION
DE INMORTALIDAD.—Carrillo U. Graciela.—(“ 3 ”.—No. 6.—Setiembre
1940, pág. 79.—Lima, Perú).
EL DRAMA ARTISTICO DE ANDRES BELLO.—Crema E— (Revista Nacio­
nal de Cultura.—No. 19.—Junio 1940.—Pág. 50.—Caracas, Venezuela).
RUBEN DARIO Y AMERICA.—Onetti C. M.—(Universidad del Litoral.—
No. 6.—1940.—Pág. 182.—Santa Fé, Argentina).
VEINTE SIGLOS DE ARTE MEXICANO—Toussaint M.—(Anales del Ins­
tituto de Investigaciones Estéticas.—No. 5.—1940.—Pág. 5.—México).
UNA CANCION PROVENZAL EN MEXICO.—Mendoza V. T.—(Anales del
Instituto de Investigaciones Estéticas.—No. 5.—1940.—Pág. 57.—México).
INTRODUCCION A LA CIENCIA DE LA LITERATURA.—Tauro A.—(Pe­
dagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 48.—Lima, Perú).
EL REALISMO.—Oribe E.—(Revista Nacional.—No. 31.—Julio 1940.—Pág.
54.—Montevideo, Uruguay).
POESIA DE LA SOLEDAD EN ESPAÑA.—Vossler K.—(Revista Cubana.—
Volumen XIII.—Nos. 37-42.—Enero-Junio 1940.—Página 5.—Habana, Cu­
ba).
POR LOS CUENTOS DE HOFFMAN—Jaramillo Angel H.—(Universidad de
Antioquia.—No. 41.—Julio-Agosto 1940.—Pág. 57.—Medellin, Colombia).
POESIA DE NERUDA. SIGNIFICACION DE ELEMENTOS.—Finlayson C.
—(Universidad Católica Bolivariana.—Nos. 14-15.—Abril 1940.—Pág. 17.
—Medellin, Colombia).
LA ADJETIVACION EN LA POESIA DE FEDERICO GARCIA LORCA__
Sola Gonzáles A.—(Cántico.—No. 1.—Agosto 1940.—Pág. 29.—Tucumán,
Argentina).
ARTE Y PROPAGANDA.—Caillois R.—(Sur.—No. 72.—Setiembre 1940.—Pág.
72.—Buenos Aires, Argentina).
ALGUNOS SIMBOLOS INSISTENTES EN LA POESIA DE PABLO NE­
RUDA.—Alonso A.—(Revista Hispánica Moderna.—No. 3.—1939.—Pág.
191.—Buenos Aires.—Nueva York).
EL AGUA EN LA POESIA DE JUAN RAMON JIMENEZ.—Tudisco A.—
(Revista Hispánica Moderna.—No. 3.—1939.—Pág. 222.—Buenos Aires—
Nueva York).
REBELDIA Y DISCIPLINA DE HOSTOS.—Iduarte A.—(Revista Hispánica
Moderna.—No. 3.—1939.—Pág. 289.—Buenos Aires—Nueva York).
LA POESIA DE CESAR VALLEJO.—González Prada A.—(Revista Hispáni­
ca Moderna.—No. 3.—1939.—Pág. 324.'—Buenos Aires—Nueva York).
RESONANCIA Y TERMINO.—Barrantes E.—(Folklore de Huancayo.—No. 1.
—1940.'—Pág. 83.—Huancayo, Perú).
- 578 -
PROSTITUCION DE LA MISTICA—Etiemble.—(Sur.—No. 71.—Agosto 1940.
—Pág. 28.—Buenos Aires, Argentina).

MUSICA, PINTURA, ESCULTURA, DANZA

MILAGRO MUSICAL VENEZOLANO DURANTE LA COLONIA.—Lira Es­


pejo E.—(Revista Nacional de Cultura.—No. 18.—Junio 1940.—Pág. 67.—
Caracas, Venezuela).
DE LA FORMA MUSICAL.—Lourie A.—(Sur—No. 70.—Julio 1940.—Pág. 77.
—Buenos Aires, Argentina).
CUADROS DE LA NATURALEZA. REGIONES VENEZOLANAS.—Hum­
boldt A. de.—(Revista Nacional de Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Pág.
63.—Caracas, Venezuela).
LA PINTURA MODERNA MEXICANA.—Encina J. de la.—(Revista Nacio­
nal de Cultura.—No. 19.—Junio 1940.—Pág. 143.—Caracas, Venezuela).
LAS ACUARELAS VENEZOLANAS DEL ITALIANO FALDI.—Núcete J.—
(Revista Nacional de Cultura.—No. 20.—Junio 1940.—Pág. 83.—Caracas,
Venezuela).
LA PINTURA FRANCESA EN EL SIGLO XVIII.—Junyent.—(Revista Na­
cional de Cultura.—No. 21.—Agosto 1940.—Pág. 106.—Caracas, Venezuela).
MIGUEL VILLA: DIEZ PINTORES ARGENTINOS EN “AMIGOS DEL AR­
TE”.—Payró J. E.—(Sur.—No. 72.—Setiembre 1940.—Pág. 89.—Buenos
Aires, Argentina).
LA ESCUELA DE PARIS.—Payró J. E.—(Sur.—No. 71.—Agosto 1940.—
Pág. 80.—Buenos Aires, Argentina).
DE DAVID A TANGUY.—-(Acuario.—No. 15.—Enero 1940.—Pág. 1.—Rosario,
Argentina).
EXPOSICION DE ARTE CHILENO.—Payró J. E.—(Sur.—No. 69.—Junio
1940.—Pág. 63.—Buenos Aires, Argentina).
VICTOR DELHEZ.—Payró J. E.—(Sur.—No. 70.—Julio 1940.—Buenos Aires,
Argentina).
BAILE DE PASTORES.—Vera P. V.—(Folklore de Huancayo.—1940.—Pág.
58.—Huancayo, Perú).
DANCE OF SUMMER.—(The Japan Times.—Volumen VI.—No. 12.—Julio
1940.—Pág. 423.—Tokio, Japón).
EL BALLET JOOSS.—Gonzáles Lanuza E.—Sur.—No. 68.—Mayo 1940.—Pág.
73.—Buenos Aires, Argentina).
EL ARTE PLASTICO.—FIGURATIVO MAYOIDE DE BARRANCAS—Anto-
linez G.—(Revista Nacional de Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Pág. 17.—
Caracas, Venezuela).
LA ESCULTURA COLONIAL EN GUATEMALA—Toscano S.—(Anales del
Instituto de Investigaciones Estéticas.—-No. 5.—1940.—Pág. 45.—México).
— 579 —

PEDAGOGIA
LA EXPERIENCIA DE HUARIZ ATA.—Mendoza Angélica—(Sur.—No. 71.
—Agosto 1940.—Pág. 51.—Buenos Aires, Argentina),
EXAMINADORES Y EXAMINADOS.—Greca A.—(Universidad del Litoral.
—No. 6, 1940.—Pág. 145.—Santa Fé, Argentina).
ESPECULACION Y PEDAGOGIA.—Taborda S.—(Universidad del Litoral.—
No. 6.—1940.—Pág. 217.—Santa Fé, Argentina).
EL PROCER MIGUEL GUERRERO Y LA INSTRUCCION PUBLICA OBLI­
GATORIA EN VENEZUELA.—Nucete-Sardi J.—(Revista Nacional de
Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Pág. 36.—Caracas, Venezuela).
LA ESCUELA Y EL MAESTRO RURAL.—Tejera H.—(Revista Nacional de
Cultura.—No. 20.—Julio 1940.—Pág. 43.—Caracas, Venezuela).
LA EDUCACION DE LOS NIÑOS ANORMALES EN LA ESCUELA PRIMA­
RIA.—Olaizola S.—(Educación.—No. 6.—Julio 1940.—Pág. 3.—Caracas,
Venezuela).
EL TEATRO INFANTIL Y SUS PROYECCIONES EN HISPANOAMERICA.
—Arreaza Calatrava J. T.—(Educación.—No. 6.—Julio 1940.—Pág. 9.—-
Caracas, Venezuela).
PSICOLOGIA Y PEDAGOGIA FEMENINAS.—Casanovas D.—(Educación —
No. 6.—Julio 1940.—Pág. 30.—Caracas, Venezuela).
LA ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS HISTORICO-SOCIALES.—Sánchez
Trincado J. L.—(Educación.—No. 6.—Julio 1940.—Pág. 33.—Caracas, Ve­
nezuela).
EL APRENDIZAJE DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA.—Silva Flores J.
—(Educación.—No. 6.—Julio 1940.—Pág. 30.-—Caracas, Venezuela).
NOTICIA HISTORICA DE LA SECCION PEDAGOGICA Y SU ORGANIZA­
CION ACTUAL.—Burga N. M.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—
Pág. 8.—Lima, Perú).
METODOS ACTIVOS EN LA COMPOSICION CASTELLANA.—Jiménez Bor­
ja J.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 11.—Lima, Perú).
EL COLEGIO SECUNDARIO, SU ORIGEN, SU EVOLUCION Y SUS PRO­
BLEMAS.—Cadenillas F.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 13.
—Lima, Perú).
LA EDUCACION A TRAVES DE LA FILOSOFIA DE GUYAU—Urteaga
Graciela T. de.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 17.—Lima,
Perú).
NOTAS SOBRE LA LEGISLACION COLONIAL EN MATERIA EDUCATI­
VA.—Koch Florez B.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 24.—
Lima, Perú).
INSTITUTO BIOPSICOPEDAGOGICO NACIONAL.—Huaringa Arriola A.—
(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 28.—Lima, Perú).
EL FOLKLORE Y LA EDUCACION INDIGENA.—Breña Pacheco.—(Pedago­
gía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 31.—Lima, Perú).
— 58o —
HACIA LA FORMACION DE UNA EDUCACION PERUANA.—Carrasco
Herryoza A.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 33. Lima, Pe­
rú).
EL MAESTRO Y EL NIÑO.—Illanes T.—María.—(Pedagogía.—N. 2.—Setiem­
bre 1940.—Pág. 36.—Lima, Perú).
LAS SECCIONES DE PEDAGOGIA DE LAS UNIVERSIDADES OFICIALES
Y EL ANTEPROYECTO DE ESTATUTO UNIVERSITARIO.—Carrillo
Huiei J. V—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre 1940.—Pág. 21.—Lima, Pe­
rú).
LA EDUCACION FEMENINA.—Indacoehea Mercedes.—(Pedagogía.—No. 2.—
Setiembre 1940.—Pág. 46.—Lima, Perú).
LA ESCUELA RURAL.—Castro Pozo H.—(Pedagogía.—No. 2.—Setiembre
1940.—Pág. 56.—Lima, Perú).
LA CONFERENCIA INTERNACIONAL DE INSTRUCCION PUBLICA.—
Laealle C.—(Revista Nacional.—No. 31.—Julio 1940.—Pág. 99.—Monte­
video, Uruguay).
SANTANDER Y LA EDUCACION.—García J. C.—(Universidad de Antio­
quia.—Nos. 38. y 39.—Mayo 1940.—Pág. 217.—Medellin, Colombia.
BOSQUEJO DE LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN SANTA FE—Pozzo H.—
(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 35.—Santa Fé, Argentina).
LA ESCUELA DE ADMINISTRADORES RURALES A TRAVES DE LOS
20 AÑOS DE SU EXISTENCIA.—Ibarra V. D.—(Universidad del Lito­
ral.—No. 6.—1940.—Pág. 131.—Santa Fé, Argentina).
LA ENSEÑANZA CIENTIFICA Y LA REALIDAD ECONOMICA—Dalí’Ane­
se.—(Universidad del Litoral.—No. 6.—1940.—Pág. 153.—Santa Fé, Ar­
gentina).

ARTICULOS VARIOS
EL LOCAL PARA LA BIBLIOTECA UNIVERSITARIA.—(Boletín Bibliográ­
fico.—Año XIII.—No. 3.—Octubre 1940.—Lima, Perú).
LAS ETAPAS DE LA VIDA.—Shaw B.—(Ariel.—No. 71.-—Agosto 1940.—Pág.
1775.-—San José, Costa Rica).
TRES GRAVES OFENSAS.—Delgado II.—(Ariel.—No. 72.—Setiembre 1940.—
Pág. 1836.—San José, Costa Rica),
LA CONFERENCIA DE LA HABANA. MENSAJE DEL GRUPO AMERICA.
-—(América.—No. 69.—Setiembre 1940.—Pág. 137,—Quito, Ecuador).
PALABRAS SOBRE LA CULTURA DE NUESTRO HEMISFERIO.—Franklin
A. B.—(América.—No. 69.—Setiembre 1940.—Pág. 243.—Quito, Ecuador).
EL DIA DE AMERICA: DIA DE LA LIBERTAD.—Antelo M.—(Universidad
del Litoral No. 6.—1940.—Pág. 7.—Santa Fé, Argentina).
MATE PERUANO.—A. J. B.—(“3”.—No. 6.—Setiembre 1940.—Lima, Perú).
—(Cuadernos Cocodrilo).
- 581 -

BIBLIOGRAFIA
BIBLIOGRAFIA DE JORGE GUILLERMO LEGUIA—Romero Emilia.—(Bo­
letín Bibliográfico.—Año XIII.—No. 3.—Octubre 1940.—Pág. 159.—Lima,
Perú).
HACIA LA FORMACION DE UNA BIBLIOGRAFIA SOBRE LITERATURA
INFANTIL PERUANA—Olivas A.—(Boletín Bibliográfico.—Año XIII.
—No. 3.—Octubre 1940.—Pág. 255.—Lima, Perú).
BIBLIOGRAFIA DE REVISTA Y PERIODICOS: ABRIL-SETIEMBRE 1940.
—(Boletín Bibliográfico.—Año XIII.—No. 3.—Octubre 1940.—Pág. 255.—
Lima, Perú).
CONTRIBUCION A LA BIBLIOGRAFIA DE DON LUIS CORREA.—Grases
P.—(Revista Nacional de Cultura,—No. 18.—Mayo 1940.—Pág. 108.—Ca­
racas, Venezuela).
BIBLIOGRAFIA HISPANOAMERICANA.—(Revista Hispánica-Moderna.—
No. 3.—1939.—Pág. 254.—Buenos Aires—Nueva York.
BIBLIOGRAFIA HISPANOAMERICANA.—(Revista Hispánica-Moderna.—
No. 4.—1939.—Pág. 341.—Buenos Aires—Nueva York.
EDICION LIMEÑA DE UN LIBRO DE FRAY LUIS DE GRANADA, SIN
EJEMPLAR CONOCIDO.—Romero C. A.—(Revista de la Universidad Ca­
tólica del Perú.—Tomo VIII.—Nos. 4-5.—Julio-Agosto 1940.—Pág. 195.—-
Lima, Perú).
UN FOLLETO DE JOSE MANUEL VALDEZ.—(Universidad Católica del Pe­
rú.—Tomo VIII.—Nos. 4-5.—Julio-Agosto 1940.—Pág. 236.—Lima, Perú).

C. D. V.
ACTIVIDADES DEL CLAUSTRO
EXPOSICION DEL LIBRO ARGENTINO,

El 29 de noviembre último se inauguró, en nuestro Salón


de Actos, la Exposición del Libro Argentino, organizada por el
señor Antonio Aíta, distinguido intelectual argentino, Secretario
de la Comisión Argentina de Cooperación Intelectual.
Al acto de inauguración, que fué extraordinariamente solem­
ne, asistió el señor Presidente de la República Dr. Manuel Prado,
el Ministro de Educación Pública, Dr. Pedro M. Oliveira, el Em­
bajador de la Argentina, señor Carlos Quintana, el Rector de la
Universidad, Dr. Carlos Villarán, el Decano de nuestra Facultad,
Dr. Horacio H. Urteaga, decanos de otras Facultades, profesores,
alumnos, y un nutrido y selecto público, que dió gran realce a esta
fiesta del libro, que es por excelencia fiesta del espíritu.
Pronunciaron discursos el Embajador de la Argentina, ya ci­
tado, haciendo donación a la Universidad de los libros expuestos,
y el Ministro de Educación.
La exposición de libros que comentamos consta de más de
un millar de libros editados en la Argentina, y es, más que un
suntuoso exponente de progreso del arte gráfico en Sud América,
una clara brillante prueba de avance y progreso del pensamien­
to argentino en todos los ramos del saber. Esta Exposición es un
testimonio e índice fehacientes del vigor y fecundidad del pensa-
samiento americano.
La exposición funcionó durante tres semanas, con extraordi­
naria concurrencia de público.
En la ceremonia de clausura y entrega de los libros a la Uni­
versidad, pronunciaron conceptuosos discursos los doctores Villa­
rán y Urteaga, Rector de la Universidad y Decano de la Facul­
tad de Letras, respectivamente.
— 5§3 —

Publicamos en esta misma sección, algunas vistas de la Expo­


sición y de las ceremonias inaugural y de clausura.

NOMBRAMIENTO DE MIEMBROS DEL CONSEJO


DIRECTIVO.

El 6 de junio del presente año, la Junta de Catedráticos de la


Facultad de Letras, reeligió como miembros de su Consejo Directi­
vo a los doctores Luis Miró Quesada, Mariano Ibérico Rodríguez,
Ricardo Bustamante Cisneros, Pedro Dulanto, Guillermo Salinas
Cossío y Jorge Basadre por unanimidad de votos.

NOMBRAMIENTO DE DELEGADO DE LA FACULTAD DE


LETRAS ANTE EL CONSEJO UNIVERSITARIO.
En la misma fecha, la Junta de Catedráticos de la Facultad
de Letras, reeligió por unanimidad de votos, para el cargo de De­
legado de la Facultad ante el Consejo Universitario, al doctor Ma­
riano Ibérico Rodríguez.

NOMBRAMIENTO DE CATEDRATICOS TITULARES.


En sesión de 29 de abril del presente año, la Junta de Cate­
dráticos eligió catedráticos titulares, por concurso, al doctor José
M. Valega, de Historia del Perú (Segundo Curso) y al doctor En­
rique Peña Barrenechea, de Autores Selectos de la Literatura Uni­
versal.

NOMBRAMIENTO DE CATEDRATICOS INTERINOS.


La Junta de Catedráticos de la Facultad de Letras, con fe­
cha 27 de” mayo último, nombró catedrático interino de Geografía
Humana General y del Perú al doctor Aurelio Miró Quesada So­
sa, por el tiempo que dure la liceneia concedida al titular que la
— 584 —

sirve, doctor Ricardo Bustamante Cisneros; y al doctor Teodosio


Cabada, de Historia Moderna y Contemporánea, por fallecimien­
to del catedrático interino que la ha servido doctor César E. Pa­
trón.

NOMBRAMIENTO DE PROFESOR DE LA SECCION


PEDAGOGICA.

En sesión de 27 de mayo último, se eligió Profesor de Legisla,


eión y Administración Escolar de la Sección Pedagógica, al doctor
Elias Ponce Rodríguez, por fallecimiento del profesor que la ser­
vía doctor César E. Patrón.

CONFERENCIAS.

El 31 de octubre último, sustentó una conferencia en el Salón


de Actos de la Facultad, el Secretario General de la Comisión Ar­
gentina de Cooperación Intelectual, doctor Antonio Aíta, ocupán­
dose del tema “El Perfil de la Literatura Argentina”, y el 7 de No­
viembre siguiente, ofreció otra conferencia, abordando el tema “Al­
gunos Aspectos de la Novela Argentina”.

GRADO DE DOCTOR.

El 22 de agosto último, la Facultad de Letras confirió el gra­


do de Doctor en Literatura a don Alberto Tauro del Pino, quien
presentó al efecto la tesis titulada “Presencia y Definición del
Indigenismo Literario”, la que fué aprobada por unanimidad de
votos.

GRADO DE BACHILLER EN HUMANIDADES.

El 8 de octubre último, la Facultad de Letras confirió el gra­


do de Bachiller en Humanidades, a doña Esther Correa Murúa,
para cuyo efecto presentó la tesis titulada “El Trasplante del Ro­
manticismo en el Perú”.

TITULO DE PROFESOR DE SEGUNDA ENSEÑANZA.


Con fecha 28 de octubre del presente año, la Facultad de Le­
tras ha conferido el título de Profesor de Segunda Enseñanza en
Ciencias Biológicas, a don Asunción Caballero Méndez, habiendo
presentado con tal objeto la tesis titulada “El Factor Herencia en
la Educación”.
El señor Presidente de la República, Dr. Manuel Prado, acompañado de nuestro
Decano, el Dr. Horacio H. Urteaga, al ingresar al local de la Exposición del Libro Argentino.
El Rector de la Universidad, Dr. Carlos Villarán, pronunciando su discurso en la
ceremonia de clausura de la Exposición del Libro Argentino.
Una vista de la ceremonia de clausura de la Exposición del Libro Argentino.
Una vista de la Exposición del Libro Argentino, realizada en el Salón
de Actos de nuestra Facultad.
Una vista parcial de la Sección. Médica de la Exposición del Libro Argentino.
Una vista de la Sección “Libros Infantiles” de la Exposición del Libro Argentino.
Indice Onomástico del Tomo VI
Nos. 15, 16 y 17 — Año 1940
A
Pág.

Aíta Antonio.—Algunos Aspectos de la Novela Argentina,


(conferencia)............................. 433
Alvarado Sánchez José.—Sobre José Martí y su viva lección 177
B
Basadre Jorge.—El viaje del Conde de Lemos desde Porto-
Belo al Callao ............... 5
Bedoya Reyes Luis,—Paehacamac: su ubicación en el tiempo
y en el espacio..... 395
Belaúnde Víctor Andrés.—Discurso pronunciado en la inau­
guración de la Escuela de Verano 208
Burga Napoleón M.—La literatura en el Perú de los Incas,
(tesis)..................... 237
C

Oabada Teodocio.—Coordenadas iniciales de la cultura ... 23


Camacho Diego.—Garcilaso Inca de la Vega, (poema) . . . 116
D
Dulanto Pedro.—La Educación Pública en el Perú, (discurso) 225
G
Góngora César.—“El sentimiento de la vida cósmica” ... 76
Gibson Percy.—La Iliada.—Cant© I . . . .................................... 102
- 588 -
L
Pág.

Ledgard Rodolfo.—Dante, Beatriz y la Música........................ 451


M
Mac Lean Estenos Roberto.—El problema de la Educación
Pública en el Perú, (discurso) . 92
„ „ „ „ La nueva legislación universita­
ria .. 413
Macho Victorio.—El genial imaginero castellano, Alonso Gon­
zález Berruguete............ 47
„ „ El drama del arte. Soñadores y Creadores . 63

P
Paredes Luis A.—Síntesis del Canto III de la Diada............... 107
Peñaloza Walter.—Beatriz como esencia..................................... 439
R
Ríos Carlos Alfonso.—Apunte crítico del Canto XXIV de la
Diada ... ............... 111
S
Steele Boggs Ralph.—El Folklore en los planes de estudios de
las universidades de los EE. UU. . . . 230

T
Tamayo Vargas Augusto.—Indice de la Novela......................... 147
Tateichi Víctor K.— De la flora y fauna que introdujeron los
españoles en el Perú.464
Tauro Alberto.—Colónida en el modernismo peruano .... 81
„ „ Realidad nacional y crítica literaria ..... 213
„ „ Mocedad de José Rufino Echenique. (tesis) . 493
Tovar Velarde Elias.—Praxiteles y el estilo praxitélico . . 466
U
Urteaga Horacio H.—Discurso pronunciado en la inaugura­
ción de la Escuela de Verano.................. 204
— 5^9 —
pág.

Velarde Salvador.—Valor pictórico de Beatriz....................... 459


La normalidad del antiguo Egipto a, tra­
vés de sus cuentos y poemas...................... 469

Notas Bibliográficas.................. ... ........................... 124 - 363 - 543


Revista de Revistas . . ......................... 132-378-568
Actividades del Claustro .......................................... 138 - 388 - 582

Indice Onomástico del Tomo VI............................ 587


ADVERTENCIA

La Correspondencia y Canje de la Revista


DIRÍJASE A LA SECRETARÍA DE LA FACULTAD DE
Letras. Universidad Mayor de San Marcos,
Calle de San Carlos No. 931.

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DE LOS NÚMEROS QUE LLEGUEN A SU PODER, A FIN
DE CONTINUAR ENVIÁNDOLES NUESTRA PUBLICA­
CIÓN. La falta de este acuse de recibo deter­
minará LA SUSPENSIÓN DEL ENVÍO DE LOS NÚ­
MEROS POSTERIORES.
Este acuse de recibo no es necesario si la
INSTITUCIÓN DESTINATARIA, NOS FAVORECE CON
el Canje de sus respectivas publicaciones.

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