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OaOAMO D-E-

LA -fACULTAD
Dt-riLOCOI^IA-
HHI9TODlI/U
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LETRAS
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN MARCOS

ORGANO DE LA

FACULTAD DE FILOSOFIA,
HISTORIA Y LETRAS.

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SEGUNDO CUATRIMESTRE
DE 1940 ■ , 'i,«-i'já
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.¡rf^,. . Facultad de Letras

CUERPO DIRECTIVO Y DOCENTE

DECANO

Dr. Dn. Horacio H. TJrteaga.

CONSEJO DIRECTIVO

Dr. Dn. Horacio H. TJrteaga.


» „ Liuis Miró Qucsaóa.
„ Mariano Ibérico Rodríguez.
■/. .-.'Vü^v » „ Ricardo Bustamante Cisncroa,
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i> „ Pedro Dulanto.
» „ Guillermo Salinas Cossío.
» „ Jorge Basadre.

CATEDRATICOS

Dr. Dn. Luis Miró Quesada. Dr. Dn. Roberto !Mac Lean Estenós.
„ „ Horacio H. Urteaga.
99 „ „ Alfonso Villanueva Piuillos.
7f J osé de la Eiva Agüero.
99 ,, ,, Aurelio Miró Quesada Sosa.
}} 99 José Gálvez. Julio C. Tollo.
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9} 99 Mariano Ibérico Rodríguez. 99 Manuel Beltroy.
í) 99 Ricardo Bustamante Cisneros, Elias Ponce Rodríguez.
99
99 99 Pedro Dulanto. 99 Julio A, Chiriboga.
99 99 Guillermo Salinas Cossío. 99
Luis E. Valcfircol.
99 99 Jorge Basadre. José M. Valega.
99 Juan Manuel Peña Prado. Tcodosio Gabada,
Enrique Barboza. Luis E. Xamniar
José Jiménez Borja. Augusto Tainayo Vargas
SECCION DE PEDAGOGIA
Dr. Dn. Horacio H. TJrteaga. Dr. Dn. .Julio A. Chiriboga.
99 „ José Jiménez Borja. „ „ Oswaldo Hercelles García.
99 „ Roberto Mac Lean Estenós. ,, „ Francisco J. Cadenillas.
99 » Alfonso Villanueva Piuillos. ,, „ Nicandro Pareja.

SECRETARIO
fjfe' "•■*. "♦¿í-V ^
Dr. Dn. Héctor Lazo Torres.

ADMINISTRADOR DE LA' REVISTA


* " ''■íí • V Dr. Dn. .Jorge Patrón Yrigoyen.

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Indice de la Novela, por Augusto Tamayo Vargas.


Sobre José Martí y su viva lección, por José Alvarado Sánchez.

APRECIACIONES Y JUICIOS CRITICOS

La Escuela de Verano.
Discursos pronunciados con motivo de la inauguración de la Es
cuela de Verano por:
el Rector de la Universidad, Dr. Carlos Villarán,
el Decano de la Facultad de Letras, Dr. Horacio H. Urteaga, y
el Director de la Escuela de Verano, Dr. Víctor A. Belaunde.
Realidad Nacional y Crítica Literaria, por Alberto Tauro.
La Educación Pública en el Perú, por Pedro Dulanto.
El Folklore en los planes de estudio de las Universidades de los
Estados Unidos de América, por Ralph Steele Boggs.
.V t i » V; f 1,
- .♦•A, .
SEMINARIO DE LETRAS
'"j'- ^
La Literatura en el Perú de los Incas, (tesis), por Napoleón M. " |i
Burga.
Relación de los libros recibidos en la Biblioteca del Seminario. r-
V.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

REVISTA DE REVISTAS

ACTIVIDADES DEL CLAUSTRO


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^ •'» i

La Sección Pedagógica de la Universidad de San Marcos y el Men-


saje Presidencial. '
Nombramiento de Catedrático Interino. ^
Grados de Bachiller en Humanidades.
Grados de Profesores de Segunda Enseñanza \.v "'l^í
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Conferencias. ' ji<! •'
Inauguración de la Escuela de Verano para estudiantes extranjeros. '

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Indice de la Novela.

La novela, contenido de esencia y alma o de color y


forma, representa el postrer paso del devenir literario. Algo ' *3
así como concreción, resultante de fuerzas intelectuales de •*541

una cultura en marcha. En definiciones clásicas se dice que A"


su "fin es causar placer estético por medio de descripciones
o pinturas de sucesos, caracteres, pasiones y costumbres . ■i

Pero es ésta una concepción apriorística, que no encaja den


tro de una explicación autorizada del fenómeno de "escri
bir"; o también se dice que es "la exposición, imaginaria o
real, de los conflictos y luchas, internos y externos, de la vi
da en general". En la novela se "expone" y la novela se
orienta hacia "un fin"; pero, no son estos sino resultados de
un especial ambiente, de una obligatoriedad que no está
marcada por sólo esas líneas directrices. Es precisamente
una manifestación vital. Una resultante del mismo proceso
de la vida en las distintas épocas. Y como resultante, puede
decirse, que adquiere su acentuación en la decadencia, cuan
do más se condensa la realidad. Ya Schlegel decía, que es la
epopeya bastardeada; y Menéndez y Pelayo expresaba que
"la novela, el teatro mismo, todas las formas narrativas y
representativas que hoy cultivamos, son la antigua epopeya
destronada, la poesía objetiva del mundo moderno, cada vez

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148 —

más ceñida a los límites de la realidad actual, cada vez más


despojada del fondo tradicional, ya hicrático, ya simbólico,
ya meramente heroico. La novela considerada como represen
tación de la vida familiar, puede insinuarse en la epopeya
misma". La novela está caracterizada, así, por su posterio
ridad al poema y a la tradición, y por su tendencia aciiiali-
zante por cierto criticismo, eminentemente objet^ivista de la
sociedad. Y es así realidad. Realidad en necesaria explica
ción de mitos en las épocas primitivas. Enseñanza real a tra

vés de las derivaciones del apólogo y de la fábula. Realidad
de contenido emocional, individualista, en el liberalismo, y
compendio de doctrina y de moral en el desenvolvimiento
burgués, como enseñanza y como prédica. Y actual reali
dad del desgaste occidental. De la franca intervención del
problema social. Esto sin sentido de polémica. El lector no
debe detenerse ante cada conflicto, debe seguir espontánea
mente la trama, como obliga Joyce, explica JMarichalar.
La novela no está enmarcada dentro de la critica; tiene
si una orientación analizadora y un escrutamiento, ya del
personaje, ya del fenómeno mismo. El teatro, que es tam
bién un movimiento de superación dentro de la literatura,
marca las propias costumbres o eleva el contenido pasional;
es símbolo del pensamiento, exactamente. La novela dis-
grega y reflexiona como proceso vital último.
Esto en cuanto a contenido esencial. Por supuesto, la
novela se adapta, además, a cada etapa, o a cada región. Y
así como Ortega y Gasset nos presenta la básica diferencia
de las representaciones francesas y españolas, podemos ha
cer estudios detenidos de los pensamientos directrices cjue
mueven a los diversos pueblos de nuestro mundo conocido,
ya más hacia la pasión, o más a la reflexión; pero es eviden
te que en las diversas latitudes la literatura ha tomado ca-

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• X'

149 —

racterísticas específicas, aportaciones del medio g'eosfráfico,


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coincidiendo con la respuesta a la realidad.


En cuanto a técnica los problemas son varios. Hay un
planteamiento primordial: la objetividad o subjetividad de
la novela. La corriente romántica, alimentada de contenido
trovadoresco, está francamente alineada dentro de un sub
jetivismo cerrado. El propio "realismo" no logra escaparse
de este mundo interior, de este mirar las cosas desde "aden
tro". Es en las postrimerías del siglo pasado que la novela
es "presentación" y campo ancho; retablo de lo que se aglu
tina en un tiempo determinado; y entonces la novela pasa de
la introspección a la observación. Y es que el horizonte se
ha aclarado —en paradójico sentido— mientras más nos ha
envuelto este discurrir de lo externo, de lo otro que es mu
table y que está fuera de nosotros mismos. Si el naturalis
mo dió sugerencias, lo que va de corrido desde entonces ha
facilitado la marcha hacia la objetivación, sin desdeñar el
fenómeno subjetivo y su aplicación inmediata; más aún, to
mando en cuenta el amplísimo sector del subconciente que
ha extendido el marco de las posibilidades de descubrirnos.
Es así como ha crecido la narración, manteniendo la unidad
y el diálogo, que forman parte básica de la novela-tipo.
Pero hasta en ese mismo sentido de unidad, podría
adoptarse, tal vez, una posición diferencial hoy, frente a la
que se entendía primitivamente. La unidad forma una línea
de trama, una definida mezcla de matices, en su concepción
clásica. En cambio, la novela se pierde ahora en el repetirse
de cuadros, vagando alrededor de pequeños mundos. En este
caso no mantiene esa unidad, ni en el personaje que se des
dobla a través de la vigilia y el sueño, ni en la acción que se
pierde en si misma, sin meta o cauce formal. Pero hay uni
dad, en cuanto su absorción del momento, en cuanto a los

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— 150 —

límites que encierran al lector y que lo apartan de su propio


discurrir. La unidad puede estar en el intento o en el pensa
miento del autor, no propiamente en la acción que parece se
truncara, como es lógico que suceda en la vida misma.
Si la novela ha ganado en observación y se amolda al
proceso vital, es jugando con sus pro[)ios nai[)es, es decn
valiéndose, siempre, de la introspección, que es necesarísima
para seguir adelante. Magnífica síntesis do la concicncin
actual, llena de psicologismo y de fundamentos sociológicos,
en que no puede descuidarse ni al individuo, ni a la so
ciedad.
En su escena, la novela oscila entre dos tiempos diic-
rentes. El ritmo que alcanza o lleva a la distracción, y el rit
mo que marca el interés. Modalidades que asumen varios
campos y que se multiplican en las corrientes de cada país.
Distracción alcanza la típica y clásica novela española. In
terés, aún contra nuestra serenidad, o contra nuestro agra
do, nos mueve a descubrir una página más de Dostowicsky,
de Gorki, de Hamsun. Y aquí podríamos volver a citar a Or
tega y Gasset en aquella su diferenciación en lo que leemos
con grato "pasar de tiempo", pero que nos degrada ante no
sotros mismos; y esa angustiosa y forzada lectura del propio
Dosto"wiesky, que tiene para nosotros algo de fruto pro
hibido, de pista siempre perdida, de búsqueda del personaje;
que deja de ser novela porque se han perdido las señales de
lo ficticio, para ponernos dentro de la movilidad de esas fL
guras que se nos presentan en integridad formal. Y así vi
vimos con la trágica renunciación del placer, con cierto sa
dismo pasional que nos acerca a lo que pensamos que es real
mente cruel, pero que tiene una lógica continuidad humana.
Gráficamente, Marichalar ha subrayado en un párrafo
de su ensayo "El Ambito de la Novela", lo que en realidad
representa ésta para el lector.
— 151 —

"Claudel ha dicho, alguna vez, que el santo es el hom


bre a quien Dios no deja en paz. De modo análogo el artista
mantiene a su lector siempre alerta: el filósofo lo obliga a
discurrir, le va acuciando; el poeta habrá de alzarle en vilo
substituyéndose a su propio impulso intimo; el dramaturgo
abrirá a su vera un abismo de acción que, a la vez, le atrai
ga y le repela; únicamente el novelista conseguirá sin me
dios persuasivos sentar a ese animal en pie que es el hombre
y hacerle deponer toda iniciativa. La vida es un combate; la
lectura ha de serlo. Pero más que ningún otro arte, la no
vela habrá de apoderarse de esas que Bergson llama nues
tras potencialidades defensivas. Hará caer el lápiz de la
mano. Una novela no se lee inclinado sobre el libro. Asi se es
tudia. La novela se lee en un sillón y estaba por decir que
en sillón hecho a la medida".
Hoy la novela asume en Europa su papel frente a la
angustia. En América su enfrentación al paisaje. Recién
América comprende su paisaje y su color. Y si rompimos
ese falso y bien pintado óleo, marco de idilio o de dolorosa
renunciación al porvenir, que se empeñara en presentarnos
el romanticismo, hoy el paisaje retorna en prestigio y gra
cia, para amasarnos a la tierra en muda comunión de hom
bre y naturaleza. Hay algo de la maravillosa y tersa diafa
nidad de Goethe, mezclado al chirrido de color, y al amane
cer del mestizo contra la roca grieta y parda de la cordille
ra. Es esta lucha eterna e implacable del pajonal irizado en
azul y de la torrentera que desciende vertiginosamente pol
los cerros de piedra; o el caserío sucio y polvoriento sin agua
que ya el "misti" aprovechó en sus sembríos de trigo o de
caña. Puede ser protesta muda, vuelo de cóndor o pesca con
fondo de mar. La novela supera, así, los estrechos, y no por
eso magníficamente delineados, rumbos que Ortega y Gasset
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— 152 —

reflejara en su repetido ensayo, comprendido dentro de


"La deshumanización del arte". Evidentemente, que la
técnica está ahí bien presentada: ni ese pasar ávido del follc-
lín muy siglo XíX, ni la inteligente morosidad de Proucst,
en que rumia su inmovilidad sin descorrer de trama. Bus
car la atmósfera, el clima de la novela. Concentrar y mante
ner la atención. Pero hoy se busca, además, cierto afianzar
se del conjunto, cierta solidaridad con la conciencia, en ale
jamiento de la plena "ficción real que era lo que en verdad
buscaba el pensador español.
Si se busca hoy, ocultar los tablíjiics del escenario, no
se inventan almas, sino c|ue se busca el alma como producto
de las mismas manifestaciones y resultados de la naturale
za y del hombre. Cabe, sí, resaltar, que la novela no puede
ser especialmente ciencia, religión, arenga o sociología, así,
aislada o primarisante, pero se recoge, hoy, la tendencia y
la emoción del hombre, y en especial de la colectividad, per
sonaje-masa, dentro de un plano literario, que no es preci
sámente "el arte por el arte".

LA NOVELA DE LA ANTIGÜEDAD

La novela ha llegado hasta nosotros a través de una


lenta gestación. Y si en los postreros cien, años se han defini
do sus claros límites, debemos concebir los diversos estadios
que ha venido ocupando en el discurrir de las varias cultu
ras, de las que tenemos más o menos remotos conocimientos.
Si en el lento paso de las tribus nómades a la condr
ción de sedentarias, se trocó el canto aislado, y aún diriamos
mecánico, en la forma épica, puede afirmarse, asimismo,
que la prosa surgió luego con la completa dominación o pro
piedad ; y se hizo novela sólo ante la constatación de un mun-

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do hecho sobre el andamiaje del mundo natural. Primitivas y


lejanas formas de novela encontramos, a través de la antigua
Arabia, con las ''Makamas", que compusieron los letrados,
a influencias de la aún más antigua cultura india; y hasta
nosotros, en retorno de antigüedad, ha llegado el viejo poe
ma novelado de "Las Mil y Una Noches", o el "Hay Ben
Hokdan", que compusiera Abubckcr Ibu Tofail. De los vie
jos profetas budistas quedaron las "Jatapas". Es la India,
con sus bosques milenarios, con sus cúpulas perdidas, con,
sus mitos extraños, la que produce el "Pantschatranta", el
"PIytopadcsa" y el "Barlaam y Josafat", que es traducido
más tarde por sirios y persas, y al griego por el monje Juan
de Sabas. Si el "Calila y Dimna" es el libro prototipo de los
que "departen por enxemplos de homes e de aves et de ani
males", reflejando el valor de la astucia y el contenido uti
litario de la vida; el "Barlaam" y el "Sendabar" nos van a
mostrar esa ignota espaciedad del horóscopo, de la predic
ción y del encantamiento. Del primero surge la fábula y el
cuento moralista. Del segundo, pasando por el "Play Ben
Ilokdan" —robínson metafísico— y por "Las Mil y Una
Noches", va a surgir más tarde el poema y la novela de lo
maravilloso, que tanta influencia tendría en la literatura
francesa.
La China, de leyendas eternas y de murallas hechas
para la imaginación de los niños, tuvo —contra lo que es de
esperarse—una clara novelística histórica y costumbrista.
Y especificamos clara y rotunda, porque fué un producto de
clase media, tipo y ensamble de la definida novela. Mundo
pintoresco, mundo diminuto circunscrito en una gran exten
sión, la vida china nos muestra "Los ciruelos que florecen
dos veces" y "El sueño del cuarto rojo". Y frente a la ge
nial Murasaki, japonesa, 'novelista de jaikais y de lejanía

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— 154 —

de volcán, que cantara sus leyendas isleñas y sus héroes ni


pones, está Kuan Chung, con la palabra perfeccionada ele
su vieja cultura.
Mencndez y Pclayo nos ha abierto el camino de la ob
servación en sus estudios sobre "Los orígenes de la nove
la", donde puede hacerse una recapitulación de la influen
cia del apólogo oriental, de su manifestación novelada. De
paso del "Calila" y Dimna", del "Barlaam y Josafat", del
"Pantschatranta? y del "Hitopadcsa". Nos ha hablado c
las viejas tradiciones hebreas de Joel y de Jacobo Len Llea
zar que perennizaron, el "Calila y de Ben Absdai que tradujo
el "Barlaam". Pero ante todo nos ha mostrado un claro mo
mento de la novela en las clásicas culturas griega y romana,
que están dentro de nuestro círculo, dentro de Occidente y
que podemos apreciar con ojos claros. Están en camino a
nosotros, como proyectándose fielmente.
Es verdad que no vamos a encontrar la novela en l<i-
época del florecimiento de Atenas. Apenas si el teatro es
consecuencia de las festividades de la vendimia y de las
odas pindáricas. La novela es aún posterior y se da en el
momento en que perdido el canto griego, la sensación de la
decadencia marca un compás de espera a la absoluta extin
ción de las bellas formas.
—Decadencia con todas sus ventajas y desventajas.
Porque como ya apuntara Ortega y Gasset, "fuera un
error, que sólo una mente liviana puede cometer, imaginar
la razón de la decadencia como desfavorable en todos sen-
tidos. Más bien ha acaecido siempre que las obras de má
xima altitud son creación de las decadencias, cuando la ex
periencia acumulada en progreso, ha refinado al extremo
lo:^ nervios creadores".—■
Podemos ya encontrar un en,cauzamiento a la novela
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— 155

griega en los apólogos esópicos y en las fábulas lybicas que


pasaron por el laniiz de la cultura griega; y estamos frente
a una intención novelada en el desarrollo del Mito griego; y
en el "Timeo", en el 'Trotágoras" o en *'E1 Convite" de Pla
tón, como muy bien lo señala el propio !Menéndez y Pelayo.
Afluyen, también, las relaciones de "viajes apócrifos", y
van a constituir un especial ciclo las narraciones más o me
nos obscenas, destinadas al entretenimiento, que marcan la
época del declive de Bizancio.
No hay entonces ni lucha de pasiones humanas, ni es
tudios ético-psicológicos. Pero sin embargo tenemos los an
tecedentes de la pedagogía novelada en la "Cyropedia" de
Xenophonte, que juntamente con el proceso de la vida de
Ciro ,el Mayor, muestra los métodos de la enseñanza regia
y el espíritu de las doctrinas socráticas. Frente a este senti
do pedagógico, que constituye ya una clara característica
del estilo de novela, están los cuadros de Luciano. Cuadros
de la vida griega; estampas de "meretrices y parásitos", que
constituyen, la sátira, la crítica o presentación de la sociedad
de entonces, como anverso o definitiva constancia de la no
vela. "Alexandro, el falso profeta" o "El diálogo del zapa
tero Simylo y su gallo", son atrevidas manifestaciones de
ingenioso lenguaje, que se desarrollan en esta prenovela de
la antigüedad.
Petronio y Apuleyo son los dos representantes de la
"novela" latina. Petronio es también un novelista de costum
bres. Y a través de sus obras podemos apreciar las figuras
representativas de la política romana, disfrazadasi en tal o
cual ridiculización, en tal o cual ensalzamiento. Más lo pri
mero que lo segundo, ya que Petronio fué ante todo—de
acuerdo con su tiempo— un irónico y un escéptico. Apuleyo
es simbólico y busca ser trascendental. Tiene un contenido
•1^6 —

más humano, sin dejar de ser picaresco y alentando su for


ma con "la realidad '. Abundan en el las influencias orien
tales y se puede encontrar en su "Asno de Oro' continuas
escenas de acciones sobrenaturales y efectos de magia. Apu-
leyo ha influido mayormente en la novela moderna que T'e-
tronio, y es que en aquel se acentuó aún mas el carácter y la
técnica, tal como hoy se entienden.

AVANCE NOVELISTICO DEL MEDIOEVO

Cuando roto el Imperio Romano las caravanas de tri


bus bárbaras plantaron su tienda en las orillas de los ríos de
Europa, comenzó de nuevo el proceso de cultura, en una
afirmación del "corsi y ricorsi", que diría Vico. Se mezcla
ron sus cantos al recuerdo de la latinidad, y recorrieron los
bardos los parajes de la Francia Meridional, de la punta ele
Lusiberia. Se afianzó primero la lengua de Oc, luego la tR
Oil. Y se gestó el Román, que los trovadores compusieron en
esta etapa de insurgencia de la feudalidad. Crecieron los
castillos y las iglesias, en ascenso del mal llamado gótico; v
los cruzados volvieron de Tierra Santa o de los Golfos que
se suceden en el Mediterráneo, trayendo el lejano apólogo,
el cuento maravilloso de oriente, con reyes y perlas, con mu
jeres de tupidos velos, con pájaros que hablan,, con la nostál
gica visión de la Antigüedad. Fueron motivos para enmen
dar sus cantinelas y para modificar sus bizarros cantos épi
cos. Se tejió, así, nuevas formas de Cario Magno, de Rol
dan, de Bernardo del Carpió.
Influenciados por esta tonalidad moralizadora y fabu
lista de Oriente, Raimundo Lulio, con su "Blanquerna , y
Don Juan Manuel, con su "Libro de los Enxiemplos" ^
"Conde Lucanor"—, inician la prosa novelada en la Penín
sula Ibérica.

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— 157
•-1

La Edad Media, expansión del catolicismo y entroni-


zaniicnto del caballero feudal, con Códigos de Honor, con
sentido amoroso, con afirmación de la muerte: la Edad iMe-
día está llena de pasión y de extremecimiento. Nacen los ca
balleros de la Tabla Redonda y las Leyendas de Arturo;
con el Ciclo Carlovingio se perennizan los nombres do Tur-
pin, de JMaynete, de Bertha y sobre todo de Roldan. Más tar
de es Reynaldo de Montalbán o Roberto el Diablo. En todo
existe el contenido romancesco, el afán de lucha, de pose
sión.
No puede hablarse, sobre todo en la primera época, de
una novelística del Medioevo. Su realización literaria es el
poema, que va creando los motivos de la novela en las figu
ras llenas de colorido de sus hidalgos y de sus damas ena
moradas. De los amores imposibles. De las reinas tristes que
se pierden en las rejas altas de los torreones solariegos. Fi
guras de las cruzadas, del celo religioso del Santo Grial.
Mucho se conoce, hoy, este floi'-ccimiento del romance:
inspiración o remoto antecedente de la Escuela Romántica.
"El Espejo de la Caballería"; "Cleomcdas y Clarimonda";
"El Lanzarotc"; "El Balandro del Sabio Merlín"; la influen
cia decisiva de Benito de Saint More y su "Román de Troie";
la poética estampa de Leonor de Acjuitana. El "Tristán e
Isolda". Son temas que esparciéndose por Europa formaron
parte de la ilteratura de todo el Continente. Su raíz está en
Francia, donde germina el centro o haz de la Cultura Me
dioeval.
Podemos apreciar, de todo aquel frondoso período de
rejuvenecimiento literario, su contenido nuevo. Su nueva mi
sión. Porque el pensamiento trágico alcanzó un moderno
pentagrama; una escala distinta. Y es posible, sólo desde
entonces, seguir un idéntico proceso de conciencia. Está for-

4
-4
t.

V A' ; • •.
,-158-
mada la psicología de Occidente. Las torres faiisticas co
mienzan a esclarecer la verticalidad adoptada. Verticalidad
percepción, de lo profundo, en la música y en el rilnuj del
verso. En la vibración de la palabra: muerte. Se organiza
una literatura, que se nominará sentimental. Nostalgia, de
seo, vago retornar a lo inaccesible; y aspiración de mas alia.
Se ha perdido lo finito de la belleza griega, y la metafísica
del catolicismo ha creado una angustia de perfectibilidad,
de sacrificio, de normas encerradas en las aniguas Tablas
de la Ley.
De esa novela sentimental se encuentran sus primeros
vestigios en. María de Francia y en Crctien de Troyes. Es
después la generalización del "Dolce Estil Nuovo", proceso
de recapitulación de la Edad Media, la que va a asentar los
auténticos delineamientos de la nueva novela con Eocaccio,
Petrarca y Eneas. ''La Fianietta" y el "Dccamerón" están
escritas bajo el signo de la Hra. El Renaccntismo es la etapa
culminatoria de c^os siglos de monjes doctos y caballeros
cristianos. Y Bocaccio da a él la sugestiva norma de su no
vela sentimental: de su "Filocolo". En España, Juan Ro
dríguez de Padrón escribe: "El Siervo T.ibre del Amor , y
Diego de San Pedro: "Cárcel de Amor". Y, ya son los ci'iuo-
res de Leonor de Aquitania o los de la Luycenda española.
Galicia nos ofrece a Juan Rodríguez; Cataluña: "Curial y
Güelfa"; "Tirante, el Blanco".
Si apuntamos esa pre-novela sentimental podemos se
ñalar asimismo los Libros de Caballería, como novelas de
hazañas. Amadís de Gaula, peleada por portugueses, espa
ñoles y franceses; los otros amadices; los palmerines. Espa
ña está clásicamente representada por el Caballero Sifar y
su criado Ribaldo, precusores de esa gran novela de todos
los tiempos: "Don Quijote de la Mancha". Y así nos eiicon-
Í59

traríamos, de pronto, con Cervantes en quien se han señala


do las condiciones mag-níficas del novelista: traductor del
ambiente, auténtico realismo, libre de especiales prejuicios,
y con hondo contenido español, que es en él contenido hu
mano. Una lucha de lo soñado y lo vivido, en que van com
binándose en ordenado equilibrio, para condensar lo ideal y
lo real en la esperada línea recta. IdealizacitSn de lo real.
Lento discurrir del ideal a la plena realidad.
Con el único antecedente de la "Celestina", "Don Qui
jote" es la primera gran novela de Europa. Y en ella se cie
rra un ciclo histórico. Atrás han quedado los tragicisnios
pasionales de Dicg-o de San Pedro, con. una incompleta pre
sentación psicológica. O Diego de Rodríguez, anatematiza
do y contrito ante el Santo Oficio. También las primitivas
novelas históricas, que son jalones de necesario estudio del
pasado: "El Abencerraje" de Antonio de Villegas; "Las
Guerras Civiles de Granada" de Ginés Pérez de Hita; o "La
Crónica del Rey Don Rodrigo" de reconocidas falsedades
históricas y que escribiera Pedro del Corral.
Antes del triunfo de las ciudades en la Europa con
quistadora y guerrera, el camino de la paz floreció en los al
tos viñedos y en los campos de trigo; en las majadas —que
aprendimos a querer a través de Gabriel y Galán—y en los
caseríos circunscritos dentro de las murallas del antiguo
señor feudal. En ellos creció la melancolía y el poema, con
una forma menos heroica, con una sencillez elocuentemente
campesina. Allí se alimentaron, las endechas de los trovado
res y las "Cantigas". Su recolección anónima hizo los Can
cioneros, como contestación de un alma y de un paisaje de
finidos. Al canto del peregrino, se unió la música de cada
lugar; el repetirse de la naturaleza en variadas formas; el
camino, la gruta, las rocas, los manzanos, el trigal frente al

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T. •r f
■í

— i6o —

viento, el chapotear de la lluvia, así sin alarma, más bien


como bendición.
La novela pastoril, con reminiscencias de Teócrito, con
influencias de Mosco y Nemesiano con el dulce y viejo idi
lio —de sabor áspero de raíces y de nubes claras sobre los
apriscos— de Virgilio, también encuentra en Bocaccio y Pe
trarca continuadores y reformadores. Pero es principal
mente Sannazaro con "Arcadia", el que abre ancho surco
de perennización constatada. Y es Sicilia la tierra de su flo
ración. Sicilia, región de paisaje, de incitación al sereno
amor. El canto de los boyeros, la magnifica huida del sol en
ocaso. En Sicilia se forma una escuela de novela i)astoril y
se repite a Sannazaro, a Bocaccio en su "Ninfalc de ame-
to".
Galicia y Portugal se aunaron, asimismo, a las co"
rrientcs pastoriles, que también ensayara con éxito Miguel
de Ceivantes. En Portugal, Bernardin Kivero dejó su "Me
nina e Moza . De Galicia brotaron las serranillas. Como ti
po de novela pastoril se cita en España la "Diana" de Jor
ge Monteniayor, ya que el "Pastor de Filida" de J.uis Cal
vez Montalvo, tiene una clara influencia italiana.
Definido el feudalismo, y en trance de descomposición,
la novela se muestra nuevamente en eterna huida al campo,
o en la admirable critica que moviera a Cervantes a recapi
tular esa larga historia de los caballeros andantes y los es
cuderos de práctica inteligencia casera. La novela sólo se
presenta como superación del romance francés y español,
en los momentos en que el Renacimiento trata inútilmente
de volver atrás, constituyendo propiamente el final del Me
dioevo; su cristalización definitiva.
*

4 »

— i6i

DEL RENACIMIENTO AL PRESENTE

Un g-ran momento de convulsiones políticas y religio


sas sucede al Renacimiento. Es la culminación del Feudalis
mo en las ATonarquías Absolutas, y la crisis de la preponde
rancia de la Iglesia. Ya es la total hegemonía de los Aus
tria en España, de los Valois en Francia; ya la insurrec
ción de Enrique VIII de Inglaterra contra Clemente VIL
El tema de gobierno, la discusión filosófica, son la preocu
pación de las familias de Europa, donde germina la intriga
y prospera la guerra, como necesaria medida de adquisición
y afianzamiento. Las Cortes y las ciudades cobran entonces
primordial relieve. Y así parece iniciarse una gradual ele
vación de la burguesía, con el desenvolvinieinto del comer
cio y el crecimiento del perímetro urbano.
Durante esta larga etapa, la novela ha perdido su sig
nificación en Europa, y el poema invade con nuevos colores
los Estados de la Europa Central; se repiten las melodías
italianas. En el recuerdo ha quedado la "Petit Shean de
Saint re", y más acentuadamente la ''Gargantúa'* de Rabe-
leis, bi ''Actea" de Flonorato de Urfe, y la preponderancia
genial de "Don Quijote".
Ya en plan de reajustaniiento de la burguesía, apare
cen "Le Berger Extravagant" y "Le Román Burgeois ,
obras de Sorel y Furetier, que constituyen ya una oiienta-
ción dentro del lento predominio de las clases comerciales.
En Inglaterra predomina, asimismo, la tendencia indivi
dualista y Daniel Defoe, perenniza la exótica figura de
"Robinson Crusoe".
Planteado en todos sus aspectos el liberalismo, y con-
densadas las doctrinas políticas que señalan definitivamen
te el trueque de un estado feudal al dominio de la economía
— i62 —

del ''Libre Cambio'', !a novela vuelve a afianzarse en su do


minio de crítica y Diderot, Rosseau y otros, ajiunlan en sus
novelas los conceptos filosóficos del liíjcralismo y las nuevas
concepciones de democracia e iíjualdad. Asiniismo, frente ai
romántico Richardson, autor de "Pamela" y "Clarisa llar-
lowe", se ycrgue en las Islas Británicas Pnrifitic Ficlddiiií;',
un precursor del realismo. Aún espera Italia a Manzoni y
a Grazzia Delcdda.
En Alemania, Goethe va a delimitar su actitud de bur-
g"ués tranquilo y hog-areñn. su luminoso cuadro de naturale
za bonacible; su afirmación no es, así, un preludio de ro
manticismo, sino un retorno í^rácil al clacisismo, entendien
do a éste como eternización de la belleza medida, de la aspi
ración calmada.
Las banderas de la Revolución Francesa y el miedo a
Napoleón; las codificaciones jurídicas y la exacta composi
ción de las naciones europeas, son los principales lemas del
siglo XIX. En él ad((uiere su vigor una lucha nueva, pro
ducida por la descomposición del liberalismo en el Capitalis-
nio, con su secuela de monopolios, huelgas y lock-out. Y en
el terreno literario, se enfrenta la manifestación románti
ca. consecuencia inmediata del predominio individualista,
y el naturalismo y psicologismo surgidos ante el avance
mecanicista y científico del industrialismo en la economía,
del positivismo en orientación filosófica.
La escuela romántica tomó varias direcciones en su
caracterización individualista y sensible de la vida. Pero
siempre con tendencias al pasado, con infiltración del re
cuerdo. Ya es Saint Fierre con su "Pablo y Virginia", Cha
teaubriand, Madame Stael, y sobre todo Víctor Plugo en
Francia; Novalis y Luis Tick en Alemania; Manuel Fer
nandez y González en España, que más hizo novela históri-
163 —
ca a lo Alejandro Dumas o folletinesca a lo Xavier de Mon-
tepin. A la vez en Rusia, se orientaba la novela dentro de un
sentido legional, con técnica propia, y se sucedieron Pusch-
kin con sus "Anales del Pueblo de Gorokino", Gogol con
Almas muertas y Taras Bulba \ y lueg'o Turg'cnief;
dulce resig-nacidn campesina en "Tierra Viro-en\ Ya más
tarde León Tolstoi impresiona con su apostolado de una
mejoi convivencia social, con cierto retorno a Francisco de
Asís y cierto avance de moderno renovador de la sociedad.
Pero el romanticismo engendró una falsa cultura, una
epidérmica sensación exterior, que anuló el más allá, fal
seando el contenido sentimental, sin dejar por eso de impo
ner nuevas facetas de estudio hacia la definitiva estructu
ración de la novela. Waltcr Scott deja abierto el camino a
la novela regional y a la aventura de lugar; y Dickens lega
su apego al "lióme" y su sencillez difícilmente lograda. Y
las modernas novelas históricas y los ensa3''os biográficos,
tienen un primer y repetido eco en la Condesa de La Fa-
yette con sus princesas de Montpensier y de Cleves.
El liberalismo afectado por esas dos ondas, ya no tan
periféricas, de 1S30 y de 1845, principia a entrar en proce
so de análisis en materia de crítica, de síntesis en cuanto a
realización económica. Y en el avance decidido del estudio
del "hombre" como ente social, y de las organizaciones por
él creadas, se acentúa el camino al llamado "realismo", que
como dice Sánchez, fué escéptico, particularista, sin fé, en
contraposición al "Phatum" de los románticos. El "pionner"
de este movimiento es Balzac, que prescinde de la mera abs
tracción ideal del romanticismo para estudiar las causas y
los fenómenos de la vida, y su esquive o diferenciación con
las "apariencias"..
Gabriel Alomar en su estudio del "Burgués contempo
ráneo", ha dicho que "el título colectivo de Coinedia Huma-

.A'

j-
f*. t'
. : I

— 164 —

na, por implícita oposición al de Divina Comedia, indica


perfectamente la degradación temática desde epopeya a ci
clo-novelesco. El mismo paso del idealismo, o sea de la exal
tación de los valores espirituales a los materiales, muestra
el descenso en la gcraríiuía ])í)ctica de los temas". Proi)ia-
mcnte no puede halílarse de descenso, por tratarse de pla
t nos colocados paralelamente, con ese contenido ^'einstcinia-
r no" de las paralelas actuales que llegan a encontrarse.
Es dentro del realismo que la novela puede encontrar
una mayor coincidencia con su papel. Balzac inicia, no ya
,un retorno a la aristocracia, ni un afianzamiento del indivi"
dúo trágicamente aislado como se expresara en el romanti
cismo, sino que presenta a la sociedad en su marcha hacia el
dinero. Es íntegramente burgués. Sólo marcha, inclinación,
acomodo de la conciencia. Es Zolá, el que nos describe la
realización o actualización del problema de la captura de la
riqueza, del predominio de las grandes acciones capitalis
tas. La ruptura de París en camino de definitiva moderni
zación. Las mil raíces de esa familia repetida en el mundo
burgués: los Rongon-Maquartc, ensamble de plebe y de
aristócratas de nuevo cuño. Zolá representa a su tiempo y
se acondiciona a su ritmo. Ahí esta el brusco y desolador via-
■/ . , js hacia el monopolio, la pauperización de la pequeña indus-
y la vida política de Francia, que no es más que el tin-
'■ , . giado de toda la evolución económica del siglo XIX. Al la
'i- do, las diversas degeneraciones humanas,
wr, ; Dentro de las márgenes del Segundo Imperio, el capi"
talismo ha hecho su reducto y ha destruido los viejos dog
n
mas del primitivo liberalismo. Y la lucha se ha condeiisado
en una nueva conquista del oro. Un oro en papel; un oro de
crédito, inexistente y por lo tanto más poderoso, porque está
mas allá de lo natural y lo tangible. Pero como explica Ga-

*
.f.'

>

— 165 —
briel Alomar, al que nos hemos referido anteriormente, la
burguesía, junto con esta rápida marcha del pergamino a
la talega, trajo —justo es reconocerlo—la vieja cultura al
macenada en los burgos, añejo vino de las universidades de!
Medioevo, y entonces se planteo el extraño caso de la bur
guesía contra la burguesía, que es propiamente el momento en
que se inician las nuevas doctrinas sociales y en que se extien
de la novela realista o naturalista, junto al constante repetir
de la palabra progreso. Bien vendría recordar aquella cita de
Basadre en ''Perú: Ploblema y Posibilidad'^ sobre una escena
de Brand" de Ibsen. ^'Cuando el baile o juez dice: triunfan
do de la naturaleza, nos lanzamos al vapor por la senda del
piogicso. Por todas partes han abierto carreteras y cons-
tiuído puentes. Y Brand responde: excepto entre la vida y
la fe. Se han unido los fiords a los ventisqueros, agrega el
baile. Y Brand: pero no a la acción, la idea". El realismo
creció sin ideal. Fué sólo antítesis, destrucción. Y sirvió pa
ra examinar detenidamente el proceso vivido por el libera
lismo. Le faltó una nueva fe.
Tres figuras son tres horizontes en la novela siglo
XIX. Marcan el verdadero ritmo de ella, precisando sus ca
racterísticas y dejando la huella de lo que no es y que sin em
bargo supervive, crean un lector ad hoc por encima de las
novelas en serie y de las tradiciones o historias pasadas por
el mero tamiz del novelar.
Dostowiesld hace malabares con las pasiones humanas
y en verdaderos laberintos del pensamiento o del sentimien
to nos muestra lo desgarrado o lo inquietante, legándonos—
-con mano sabia—a los Karamazov, al estudiante de ''Cri
men y Castigo", y a multitud de jóvenes figuras burlonas,
de místicos en acecho de la pasión, de extraños mecanismos
de la imaginación y de la acción desorbitada.

>,
? "T

. — i66 —

Flaubert está en ''Aladanie Bovary", antes que en "Sa-


íambó" o en cualquiera otra de sus producciones. En aque
llos ''moeurs de provincc" hay la ingenua tonalidad gris de
la burguesía sedentaria. I-a imagen de Emma Bovary tras
pasa las olas de ]jlata y las montafuis gigantes para traernos
un presente diminuto y descolorido con suspiro de mujer y
con etiqueta de botica, pero que es la más auténtica manifes"
tación de ese ¡lo hacer diario.
Stendhal llevó el estudio de la psicología humana a hi
narración vivida. No se pierde el equilibrio como en Dosto-
wieski. Julián Sorel aflora a la literatura con el gesto ocul
to, la mano en acecho de lo i)rohibid(j, la ambición durmien
do a un solo ojo, pero ¡que humanamente nuestro es Julián
Sorel! "Rojo y Negro" es una historia común con la pi'C •
sencia de un hombre empujado por sus conocimientos de
latín y embrujado por la personalidad vital de Napoleón.
Todos los personajes de Stendhal son de novela pura y sim
ple. Thibaudct ha estructurado una línea literaria que va de
Moliere a Stendhal: del teatro a la novela, del setecientos al
novecientos, en una elocuente manifestación de arte huma
no. Stendhal es puente firme que abrió el futuro ancho.
El revoloteo del siglo presente trae un momento de pí^
cara alegría postrera. De revuelo de café-concierto vienes y
de tonadillas. Parece la aparente mejoría del desahuciado.
Anatole Erance —vino viejo de la burguesía que dijera Jo~
sé Carlos Mariátegui—es 1900. Es ''El Profesor Eergcrc
en París"; es "La Isla de los Pingüinos"; el alma desencan
tada, un reflejo brillante del pasado que muere entre sus
propias barbas alegres. A su lado conspira el "humour" de
Eca de Queiroz.
Romain, Rolland y Henri Barbusse se alejan un tanto
del verdadero sentido de la novela. Rolland ha creado dos
'7
* 4

^ — 167
figuras ideales: Juan Cristóbal y Anita Riviere, que son
modelos de vigorosidad y fuerza verdaderos santos de una
nueva religión de vitalidad. Rolland es, a no dudarlo, un
apóstol que espera el nuevo día; el nuevo día que San Cris •jt

tóbal, el barquero, no comprende en su tosquedad con que


lo ha inmortalizado el Tiziano en la escalera perdida en los
vericuetos del Palacio Ducal de Venezia. Barbusse fué un
poeta de ]a multitud. La multitud en g-uerra: "El Fuego".
La multitud en la paz: "El Infierno". El problema social:
"Los Encadenamientos". Se ha dicho que Barbusse es un
Zola siglo XIX;pero un Zola con literatura modernista y con
oiientación política. Diferentes son los horizontes que pue
blan sus novelas. Hablar de Barbusse es referirse a la litera'
tuia de la guerra, que ocupó un segundo de atención univer
sal. De ese instante, hoy tan lejano de nuestra conciencia,
quedó en la novela de Remarque con "Sin Novedad en el
El ente y De Regreso' ; Glasser con "Los que teníamos 12
años , y tantos otros olvidados en la nueva cruzada de la me
tralla. También estará dentro de esta línea de vitalidad y
multitud la novela social que creciera desde antes del conflic V
to del 14 y que tuvo su momento en "El Volga desemboca en tr'. •• -•

el Mar Caspio" de Boris Pilniak, "Un Callejón de Moscou"


de Eremberg, "Pasajeros de 3."" de Kleiber, etc.
Los vagabundos encontraron conciencia y reflexión de
sí mismos en Gorki: gestos de "ex-hombres", días afiebrados
de pordioseros inteligentes, el hambre de las ciudades plenas
de vías de comunicación, que también trasplantó a la nove
la: Knut Hamsun. Al lado de Gorki, Panait Istrati ha pre-
,sentado una serie de fatalidad, de hambre, de vicio, de tra
ma que oscila entre el barro y el hospital; entre el hospital
y la tienda del desalmado comerciante torpe.
Critica educacional; observación inteligente, se halla en
4

»
— i68 —

los hermanos Mann. Toman Man—fuera de su dannuzziana


"La Muerte en Vcnezia"—ulrccc ■"Ll Angel Azul"; y Ln-
rique Mann "El Subdito".
Por camino diverso se ha forjado el paso de la novela
de especulación intelectual. El naturalismo llevo a la exa
cerbación de las luchas psifiuícas y Paúl Bourg'ct dejó co
mo cuantiosa herencia miles de páginas en que se rumiaban
los más mínimos procesos mentales. Proust no viene sino a
darle un sorprendente contenido intelectual al psicologísmo.
Crea, si asi podemos decirlo, la novela modernista. Pioust
es el relator de los solilotjuios nocturnos, de las pesadillas
del subconciente, de los sórdidos aleteos del miedo y la ns
fixia de las sábanas en. el cuarto solitario.
James Joyce es el más alto expon.ente de la novela ce-*
rebral. Esteban el artista adolescente, y Ulyses, son sus dos
arquetipos de esta decadente superación de la inteligencia;
expresión manifiesta de una cultura en agosto que da raros
y por eso más codiciados frutos. Luis Alberto Sánchez se
ha referido en forma particularísima a la obra de Joyce.
Gide, el de "Los Falsos Monederos" está presente en
este viaje a la superación de la inteligencia, al lado de Jean
Girandoux. Gide es poeta y pensador. Gide da novela-tipo
cjue discutimos y analizamos, y su pluma es para la élite, de
jando de lado todo intento de conquista amplia.
D'Annunzio representa en la novela contemporánea el
marcado tono individualista; todo lo que de atrabiliario y,
refinado puede ostentarse dentro de un marcado tono de
aristocracia demodé.
En tanto, han venido en plan de surgimien,to las ten
dencias del neo-romanticismo. Se busca a la humanidad y
al paisaje. Lawrence ofrece el "Amante de Lady Ghatterlay".
Knut Hamsun da la sen|Sación cansada, chata, planicie sin
— 169 —.
distorsiones, del campo del campesino; y una norteamerica
na Pearl Euck coje también, este resignado trote de las co
sechas sobre las espaldas en ''La Buena Tierra". Perdido
en los mil cortantes hilos de su madeja, Huxley ofrece "Con-
trai)un(o" y "Con los esclavos en la Noria". Y Axcl JMunthc,
en el azul mcditcrninco, con la eterna invitación de la Gruta
Azul y con el horizonte azul que se atalaya desde su castillo
en roca viva, nos da "El Libro de San Michele", que es una
maleada novela de hoy, con la sucesiva presentación de es
tampas que coadyuvan a un tono general que el autor ha
pretendido insinuar en su obra. Pió Baroja es el novelista
de España en los últimos años: novela fuerte, de martilleo
sobre las sienes, con el anárquico contenido espiritual del
autor en cada párrafo. Ortega y Gasset ha hecho un estudio
detallado y cariñoso de la novela de Baroja, ese hombre
hosco con boina vasca por todo señalamiento.

LA NOVELA EN AMERICA

En América el romanticismo echó raíces. Conocida y


estudiada es la litei*atura americana del siglo pasado; pero
su estudio merece orientación y definición. Generalmente
se juega con las palabras y con, los conceptos y no se esta
blece, con la lentitud que el asunto necesita, la ubicación y;
trayectoria de cada uno de los sentidos adoptados dentro de
la vida r-epublicana de nuestros pueblos; vida que se instau
ró como exportación de los ideales democráticos de la Re
volución Eran,cesa. En Estados Unidos, única fuente de di
ferenciación, la verdadera historia democrática se realiza a
partir de la Guerra del Norte contra el Sur y de los cantos
intencionados de los colonos, que pasando por soldados, ter
minaron en el 'ciudadano yanjd"-^
I70

T-uis Alberto S;inciicz —retorción de la forma, acumu


lación del adorno, descentralización del ornamento— nos lia
hablado de la influencia romancesca de América. De su
transcurrir novelado. No vamos a insistir en ello. Y sólo
reafirmaremos la constatación del fenómeno imitativo de
América con relación a Europa, riuc entre nosotros han se
ñalado con bastante acierto Riva Agüero, Ventura García
Calderón, Basadre y el propio Sánchez. Ya la Carbonera
decía en su ensayo sobre la ''Novela Moderna", en el siglo
pasado:
"Si revisamos los abolengos de la novela en América
veremos siempre copiada la novela francesa y española. A
la exaltación producida en iM-ancia por la "Atala" de Cha
teaubriand y el "Rafael" de I.amartiiie, corresponde "María
de Jorge Isaacs y "Julia" y "Edgardo" de Cisneros y otras
tantas del mismo idílico sabor. A la época romántica de Jor
ge Sand y Octavio Fcuillet corresponden las bellísimas no
velas de Juana Manuela Gorriti, Blcst Gana y demás nove
las románticas que por aquella época se escribieron en Amé
rica. A las novelas históricas de Dumas y Fernández y
González responden la "Amalia" de Mármol en Argentina,
las de Riva Palacios en México y las de la señora Acosta en
Colombia. Las novelas de costumbres de Villaverde y de
Mesa en Cuba, de Casós en el Peréi siguieron la escuela re
presentada hoy por Pérez Galdós y Jorge Honst "
La historia de nuestra América —expectante y expec-
tada— podrían resumirse en los tres párrafos iniciales de
ese panorama crítico-literario de Ventura García Calderón
que es "Del Romanticismo al Modernismo", y que comien
zan con aquello de: "Ninguna novela más extravagante que
la Historia Literaria de América"; y que culmina con:
"Entre la vida salvaje de sus pampas o de sus citida-

it
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'% ■■ * . ■»!

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V/ i '
*

— 171 —

des donde la colonia prolonga todavía su pereza, sufre exo


tismos de un mundo complicado. (¡Verlaine leído al pié de
la cordillera!) Cuando es violenta esa paradoja, amarga y
abrevia la vida: el suicidio de José Asunción Silva es un
ejemplo".
En este discurrir de la América Independiente se en
cuentra la influencia decisiva del romanticismo durante los
primeros cincuenta años, sobreviviendo aquí a la Europa
realista que vivía ya de la observación y del enrrumbamien-
to positivista.
''El realismo —dice Sánchez— como escuela pura, como
principio abstracto, no habría tenido jamás dinamismo, si
no hubiera sido porque su aparición respondió a una nece
sidad universal, a circunstancias definidas. El mundo ne
cesitaba equilibrio tras el vendaval del romanticismo y del
napoleonismo. Se vivía a puro penacho. Penacho en literatu
ra, penacho en política, penacho en amor, penacho en la cos
tumbre y la vestimenta, en el frasearlo corriente, en la me
lena abundante, en las ojeras exageradas, en las levitas pro
fusas: penacho en todo. Como contrapeso había un implícito
llamado a la mesura. En último análisis, el realismo repre
sentó un advenimiento a la mesura".
Además, el realismo con su criterio de estudiar al hom
bre en función pasional y social, al atomizar el fenómeno,
acrecentó la importancia regional. Por eso la novela ameri
cana está bien representada en el realismo. El romanticismo
nos hizo coincidir en todo con Europa. Desde el realismo y
su continuador el naturalismo se esparció el germen del
cuento y la novela. Del pasado romántico perdura como el
poema de nuestro idilio campesino y tierno: "María" de
Joi-ge Isaacs; y de nuestro redescubrimiento anecdótico y

a'imy» Trir-áittá^ ¿¿Ai


172

costumbrista: Las "Tradiciones Peruanas" de Ricardo


Palma.
El naturalismo impuso a Cambaceres en la Argentina,
y reconoció en menor escala la labor "porteña" de Carlos
Mana Ocantos con aquel sonsón relato de "Don Perfecto".
En el norte, en México, Juan Díaz Covarrubias publicó
"El Insurq-cnte" y Rafael Dcl-ado, admirador de Daudet,
afianzó el naturalismo con "Los Parientes Ricos". En Cu
ba se hizo crítica social a través de Ramón Meza, autor de
Mi tío el Empleado'* y "Don Aniceto, el tendero". Vene
zuela presenta uno de los primeros pasos en el naturalismo:
Débora publicada en 1S84, por Tomás Michelena. En el
Uruí^uay Eduardo Acevedo Diaz perenniza el gatichismo.
En Colombia se inicia el movimiento antioqucfío que es la
expresión realista de esa nación, apeg^ada al romanticismo o
a] clacisismo. En Chile se supera el costum!)rismo de Blest
Gana Martín Rivas" —por Vicente Grez, por Luis
Griego Imco que publica ya en este siglo su novela de trans-
foimación social "Casa Grande"; y el projiio Pílest Gana, en
las postrimerías de su larga vida de novelista infatigable,
da a la publicidad: "J.os Tran.splantados", crítica aguda con
fia los americanos que emigran a Europa.
En el Perú la marca está clara y definida: la Guerra del
Pacífico. Es después de 1883 que principia a contagiarse la
iteratura de un sentido positivista y se perfila entonces cla
ramente la orientación realista y naturalista. Unos cuantos
han leído a Zola. Mercedes Cabello de Carbonera abre el
suico de la novela y publica: "Sacrificio y Recompensa",
Los Amores de Hortensia", "Eleodora", "Las Consecuen
cias , Blanca Sol" y "El Conspirador". Unas veces ani
mada por Fernán Caballero, otras, aunque lo niegue a re
gañadientes, por Zola y sus discípulos. Admira a Flaubert, al
•T . '* ■'

. — 173 —

belga Lcmoinnicr y al argentino Cambaceres. Desde Merce


des Cabello se alejó nuestra literatura de Lamartinne y
Musset, de Espronceda y Zorrilla, contra los aspavientos
de los que llenos de figxiras románticas no podían ya absor
ber nuevos horizontes, ni nuevos nombres. Por esa misma
época y junto a "Blanca Sol", se publica la novela de estu
dio social del indígena peruano: "Aves sin Nido" de Clorin-
da Matto de Turner que se había ya destacado por sus tra
diciones cuzqtiefías. l\íás tarde Augusto Aguirre Morales, a
ejemplo de "Salambó", publica: "El Pueblo del Sol".
Estados Unidos deja como magnífica expresión de sus
muelles siglo XIX, de sus ríos gigantes, de sus marineros ex
traños y de sus colonos puritanos, el nombre de Mark T\vain;
y como panfleto en pro de la raza negra, como secuela de la
lucha contra la esclavitud: "La Cabaña del Tío Tom".
Machado de Assis es creador de tipos fijos; es —tal
vez— el más recio modelador americano. Se discute sobre
,su clasicismo o su brasileñismo, pero nadie olvida sus per
sonajes •—Bras Cubas, Don Casmurro, etc.— ni sus carac
teres zambos, ni su trayectoria firme y decidida dentro de
la novela que ha alcanzado en el Brasil gran vigor, en los
últimos años.
Es en T91Ó, cuando ya se había iniciado la conflagra
ción europea, que en América se da a la publicidad la obra
de Mariano Azuela, médico mexicano: "Los de Abajo",
con la escena petrea de los soldados en ataque. "Los de
Abajo" es una novela de escultura, se ha dicho muchas ve
ces; sus figuras quedan estampadas en nuestra mente con
toda su rotunda expresión mestiza. La novela de América
está plena de panoramas. En nuestro medio geográfico el
hombre es diminuto frente al paisaje y es imposible super
ponerlo, por eso la poesía domina a la técnica de la n,ove-

■r .1^ II I r tf I II I- I ... li lin ' rt fcrfi ■ i-v .


ir

— 174 —

la manifestación de caracteres— y no se puede escapar a


sus contornos delimitados. Encontremos en ella algo de esa
poesía que pide Mauriac para sus obras. Las tres grandes
novelas de Ja época siguiente a "Los de Abajo" fueron así:
'Don Segundo Sombra', del argentino Güiraldcz: "La Vo
rágine" del colombiano Eustacio Rivera; y "Doña Bárba
ra del venezolano Rómulo Gallegos. AFucho se ha hablado
y escrito sobre ellas. Son la clara manifestación del neoro-
manticismo americano. Don Segundo Sombra es alma de
horizonte, ha dicho la fina escritora portorriqueña Concha
Meléndez. "La Vorágine" es la novela del llano y la selva,
con toda la vigorosidad de los trazos hechos a carbón. Sus
personajes son allí el llano y el bosque, en maravilloso con
loaste. Dona Bárbara" es más fina, más pulida, y Ricardo
Baeza la señaló como la mejor novela de América. Es poe-
nia de tapiales y ganado; pero a la vez novela de inconfun
dibles personalidades del llano.
Quciicndo coincidir el tradicionalismo con la nueva
novela que se plasmaba en América; Enrique López Albujar,
^^uerte acuarelista del cuento de la sierra peruana, escribió
"Aíatalaché". La novela de nuestra costa ha tenido dos iir
totos^ serios en Valdelomar y en Diez Canseco. El tipo del
roto y del criollo lo consigue en Chile Joaquín Edwards
Bello.
La novela social enrumba su camino en hispano-améri-
' medio de las dificultades expresivas del continente y
piimeio Tierra!"^ novela del nuevo A'Iéxico; después
ugsteno del gran poeta peruano Vallejo, con la lejana
lesonancia de los cuentos mineros del chileno Baldomcro
■ I lo que^ dió a la literatura americana la angustia fiel de
trabajadores del socavón. Jorge Icaza, Aguilera Malta
Canal Zone" y "Don Goyo", cumplen en este sentido

r
. 175 ~

un importante rol en el Ecuador, donde se cuaja una enér


gica marcha literaria. En Norteamérica Upton Sinclair y
Sinclair Lewis son dos noveladores de la crisis social que
toma agudos giros en los más variados horizontes del mun
do de hoy, que aún no sabe su final. Upton Sinclair dió a
"Un Patriota Ciento poi Ciento' la medida de su sentido
criticista. La novela de ¡a gucvra se ha dado en llamar a la
floración literaiia en Bolivía, después de la conflagración
del Chaco, que ha seivido para otear nuevos horizontes en el
Ande y en el bosque de América.
La novela modernista y vanguardista encontró su ex
presión en el guatemalteco Arévalo Martínez con "El Hom
bre que parecía un Caballo"; en el mexicano Torres Bodet
con "Proserpina Rescatada" y "El Nacimiento de Venus";
en el chileno Pedro Prado, con "Alsino", donde en forma
alegórica se presenta toda la fantasía marina de Chile, toda
su intención de viaje que también ha conmovido a Agusto
DT-Ialmar y a Salvador Reyes, esenciales espíritus nave
gantes.
La novela ruralista y paisajista de Güiraldez y de Ga
llegos ha cobrado nuevos perfiles en Mariano Latorre en
Chile —"Zurzulita , etc.— y con horizontes más definidos
en el peruano Ciro Alegría que primero nos dió una pince
lada de la Ceja Montañosa en "La Serpiente de Oro" y que
últimamente ofreció un nuevo tono de la novela plana, cam
pesina, en "Los Perros Hambrientos", hermanándose con "La
Buena Tierra" de Pearl Buck. Es ésta, junto con "Lo que A-.'

el viento se llevó", la novela de las grandes masas nortea


mericanas de ahora.
El valle, la montaña recia, la ciudad dormida, el gru '
, i
po campesino silente, son las perspectivas generales de la
novela americana. Pero también está la caravana de solda- r.'

'iÁJf
%
— 176 —

dos revolucionarios de Azuela, el trajín de las grandes ur


bes norteamericanas, y las calles que se abren al nuevo mun
do de las capitales iberoamericanas, ])or sobre la tradición
y la serenata que recogieron del abuelo.

Augusto Tamayo Vargas.

*.4 Nota. Gran parte de cffn ensayo c.^tá tomado de la obra inédita del propio
autor: "Perú en Trance de Novela".
Sobre José Martí y su viva lección.
Al hombro ha de decirse lo que es
digno del hombro y capaz de esal
tarlo.
JOSE MAKTI.

Colocados en medio del tiempo en que las palabras más


puras no lo son sino resonando con los ecos profundos de
la acción, los americanos evocamos ahora de diferente ma
nera a los que crearon entre nosotros un poco de belleza, o
a los que suscitaron un poco de emoción. Frente a sus fi-
.q^uras auq'ustas, siempre tendremos que preguntarnos qué
hicieron, además, de su vida. Y aquí tenemos una bella res
puesta. Tenemos a José Martí.
Los que en el vago territorio de la infancia leímos al
guna vez su Edad de Oro y no pudimos olvidarla, querría
mos haber hallado entonces su secreto final, lo que encerra
ba de autenticidad, de cristalinidad, de fuerza grave y tier
na esa prosa en la que tendremos que creer para siempre.
Si hoy se nos respondiera que guardaba el humilde y
cierto sentido de la vida, encontraríamos que se olvidaba
mencionar el paraje heroico de su muerte. Y por allí co
menzaríamos a encontrar el oculto camino. Porque a tra
vés de toda su obra y a lo largo de su vivir viril y emocio
nado, la vida y la muerte se entrelazarán como en una Ilia-
da secreta y dulce, cuyo desenlace él anteladamente hubie
ra conocido.

■ti
~ 178 -

1. VIDA MINIADA DE JOSE MARTI

La riíIMl-RA ETAPA
Hoy f]ue, como en su Cuba iialal, cl hcroe está en espí
ritu más cerca que nunca del corazón de las juventudes
americanas, es válido recordar lo que advirtiera alfi:una vez
Ventura García Calderón:
ocurre con él dijo—lo que con tantos hombres sim
bólicos. se escuchó mentar el nombre, que es prog*ra-
ma y bandera; pero muy pocos recorrieron la obra
magna. Martí es uno de los más ilustres y notorios
desconocidos del Continente; y quizás la fama del
aposto] ha perjudicado a la del literato (i)".
El Perú que sintió tan profundamente los anhelos de li-
ertad por los que Martí vivió y murió, no puede olvidarlo.
esa e apa e violenta luz que se abrió para América cuan-
o nació en La Plabana el niño José Martí, el 28 de enero de
no se cerró para nosotros con el final crepúsculo de
sangre e os Ríos, aquél luctuoso 19 de mayo de 1895, Lo
enemos presente para que no nos deje olvidar el sentido de
aquellas dos palabras en las que se enmarcó la vida del Plé-
roe: cultura y libertad.
Pocas son las figuras de nuestra historia americana tan
ignas, de amor, como la de Martí. En él está presente todo
o que hemos escogido para venerar, para admirar, para se
guir. Todo aquello por lo que vale bien morir. Y apareció a

Pía escogidas
cía ealderón). — Garier, — JOSE MARTI — (prológo do Ventura Gar
París.

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— 179 —

este lado del mundo para darnos a los americanos el valor de


scs'uir adelante.

Cuando nace Martí todo parece ordenarse, como en un


misterioso ritual, a preparar un gran sacrificio. Cuba pare-,
cía exigirlo, su libertad, con la que tantos hombres soñaban
en silencio. Acaban de caer López y Agüero. Cuba sangra y
sueña. En Martí, hijo de padres españoles, tenía que levan
tarse pronto el llamado de la tierra, conmovedor, exigente,
violento. En difícil elaboración de intensos días y vigilantes
noches, compartiendo el lugar de suave soledad de su pensa
miento, va alzándose su pasión indeclinable: la de la liber
tad de Cuba. Y aunque Martí no fuera lo que exactamente
llamamos un hombre de acción, veámoslo iniciar una vida
sin tregua y .sin reposo. Sacrificando ideales que quizás fue
ran demasiado grandes. 1 rabajando por los inmediatos, por
los premiosos e intransferibles ideales de su pueblo antilla
no. Escribiendo y hablando sin descanso por ellos, como el
dijera en su semblanza del Padre Las Casas. Su corazón
profético ya se lo había advertido: "Para mí la patria no se W

rá nunca triunfo, sino agonía y deber".


Su infancia, su juventud, son las de la mayoría de los
escritores americanos. Génesis a veces dolorosa, siempre di
fícil, dura pugna del espíritu contra las fuerzas más oscu
ras. Duro triunfo, si llega alguna vez. Hay cuadros de luz;
pertenecen a su infancia campesina, que habría de estudiar
se a fondo algún día para explicar la influencia poderosa del
paisaje antillano en la dulzura secreta y recia de su estilo. Ni
ñez campesina y a la vez meditativa sus biógrafos nos pintan
al niño leyendo aventuras en el ancho plenilunio del trópico:
una vieja edición del Quijote, estancias de Fray Luis de León.
Es la época de los primeros versos y también la de las pri-

..4 1,.

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'-.V' I-.', .}' •
/ A;!:,...,
— i8o —

meras pugnas familiares. Vienen días oscuros. La fami


lia de Martí vá a La Habana y el héroe, a los trece años,
entra a trabajar como un humilde dependiente. Es enton
ces que, como Simón Rodríguez en la de Lolívar, entra en
su vida su maestro, el poeta Mendivc. A su lado acude, ren
dido a veces por la fatiga del laborioso día. lín su c(»m])a-
'ñía satisface la pasión de leer. Y stt leal amistad lo acom
pañará en adelante.
A los dieciseis años Martí realiza en La Habana su
primer trabajo revolucionario: un periódico clandestino a
favor de la Revolución. Y sufre entonces su ¡irimera pri
sión, donde vislumbramos ya ese severo orgullo, intentan
do impedir que su madre, española, pida piedad para el re
belde.
Parte entonces desterrado a España, donde inicia una
nueva etapa, no menos dura y pobre: la etapa estudiantil.
En la Universidad de Zaragoza obtiene primero el titulo de
licenciado en filosofía y letras y luego el de licenciado en
derecho. Viaja a Madrid y publica alli aquella emocianantc
oración, inmensa y pura elegía por las almas de los ocho es
tudiantes fusilados en La Habana en 1871. Estudia. Tra
baja y sufre. Pero, sobre todo, afina su profundo sentido
de humanidad, su solidaridad con el sufriniiento y con la
angustia del hombre, su vocación heroica.
En 1874 logra salir de España y viajar a México, donde
se reúne con los suyos. Nunca olvidará su permanencia en
ese gran país fraternal, que le permitirá trabajar y vivir en
la paz que tanto amara y de la que tan lejano lo mantuvo
siempre su aceptado destino. Viaja después por Centro Amé
rica y vuelve a Cuba después de firmada la paz de Zanjón.
Respecto a ésta, su perspicacia y sus intuiciones de pa
triota lo hicieron dudar. Sabía que era ilusión creer en ella.
Preveía su transitoriedad, la falsía que entrañaba. X se
T\

*
i*

— i8i —

fortalecía en él la esperanza de los días pasados unida al


propósito de seguir peleando por una Cuba libre y digna.
Rehuye ingresar al partido autonomista, cancelando asf to
da posibilidad de representar a su patria en el parlamento
español. Y, al tomar parte en una nueva conspiración, es
iiuevamente deportado a España. Aún no está maduró el
héroe para el sacrificio. Continúa entonces su errancia por
el mundo.
Huyendo de España viaja, por la vía de Francia, nue
vamente hacia América, a Nueva York. Se ocupa allí en
preparar, con el General Calixto García, una nueva inva
sión para llevar la libertad a la Isla gimiente. Pero fracasa
una vez más. Después de una breve permanencia en Vene
zuela parte otra vez hacia Nueva York y se establece allí
definitivamente a fin de prepararse, en el silencio y en la
soledad, para el definitivo combate y la definitiva gloria.
Es ya iSSi. Inicia sus quince años de maravillosa labor,
quince años que desembocarán en la gloria y la muerte.
El escritor magnífico, como en previsión de la breve
etapa que resta recorrer a su vida, afana la tarea. Alcanza
el más perfecto dominio del estilo y la forma. Su instru
mento verbal se torna buido, increíblemente lleno de ecos inau
ditos, recorrido de chispas extrañas, de dulces corrientes
de emoción; viril y pleno. Aparece el poeta de los Versos
Sencillos, el crítico de arte, el comentador literario. En el
"Hour" neoyorquino escribe en su característico inglés, ar
tículos plenos de sentido, que sorprendían y encantaban al
lento y pesado lector de periódicos norteamericano. Y cuan
do el generoso Charles A. Daña le brindara las columnas de
su diario 'The Sun", he aquí a nuestro Martí infatigable,
ocupándose por igual de política europea, de historia ame
ricana, de arte, de literatura. Ganaba bien su amargo pan
de desterrado.

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— 182

No le faltaron las tentaciones. ¿Cómo las resistió? Pro


puestas, homenajes. Su fama crecía y varias naciones ame
ricanas le ofrecían, junto con la sep^uridacl económica, el me
lancólico y lejano ideal de un hojear sin zozobras. Triunfar
de la débil naturaleza. Resistir, luchar siempre. .Sus consi.g-
nas fueron cumplidas. Y si pensamos riue era humano, tendre
mos que asignar valor mayor a sit repetido y secreto sacri
ficio. Como Charles Péguy, a quién tanto lo asemejan la
pureza y el heroísmo, i)udo decir de sí: ''soy pobre. . .po
bre". Pero tenía la riqueza de su corazón que relucía, vivien
te, en la amargura de sus noches de desterrado y en la an
gustia del triunfo que veía lejano. Y como de Charles Pé
guy dijera René Lalou, podría decirse de Martí; "es nece
sario medir la fuerza de las promezas que la tentación lanzó
sobre el, para mejor admirar la belleza de su resistencia".

La lucha final

Este hombre exquisito que comienza a pisar los áspec-


ros territorios de la lucha, el varón de paz que sólo afronta
rá la guerra como un rictus necesario y doliente de la liber
tad, cierra desde entonces los ojos a todo lo que no sea
* la pasión de su Cuba natal.
Y comienza la pelea fuera del campo de batalla, la es
caramuza sin plomo y sin sangre, más ruda muchas veces
que la guerra misma. Combate con la frialdad, con la indi
ferencia, con la calumnia, con el deshonor. Combate infa-
4 . tigable, a menudo casi solo y aparentemente sin esperanzas,
Pero él abriga úna secreta, la que le anunciaba que el momento
de Cuba estaba próximo: el de trabajar por los que abando
na an el trabajo común. El de luchar por los que arrojaban
a-s armas. Y fulge su palabra brillante, sin descanso. Y es-
cri e. Y prepara materialmente las batajlas futuras, vinctt-

,%-A ■. ¿ ■ .
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-183 -

lando unos con otros los esfuerzos aislados. Y funda el Par


tido Revolucionario Cubano.
Su trabajo no ha de ser infructuoso. Al conjuro de su
palabra llena de sin.£>-ular sentido, comienzan a agruparse los
héroes casi desengañados de la revolución pasada, los anti
guos caudillos, los macheteros del Oriente. Y los broncea
dos guerreros de ayer cerraban filas ya con las nuevas ge
neraciones de cubanos, en las que el héroe había puesto
tanta esperanza.
Aún deberían atacarlo la traición y el desengaño. Y
cuando son capturados los barcos listos para conducir a Cu V ••

ba armas y soldados; cuando adviene sobre Martí su verda


dera noche triste, tras el primer embate del dolor, se dirige
a sus fieles amigos, a Tomás Estrada Palma, a Benjamín
J. Guerra, a Horacio S. Rubens, a Gonzalo de Quesada y
Aróstegui, y con la voz quebrada por la emoción les pregun 'J-i

ta: "¿Tienen iistedes todavía fé en mí? ¿Me ayudarán uste


des otra vez?".
Si, tienen fe. Cuba lo ayudará. El intuye que la supre
ma lucha se acerca. Viaja a Santo Domingo con los Gene
rales Collazo y Rodríguez, para entrevistarse con Máximo
Gómez, el viejo león de Montecristi, aquél nobilísimo ancia
no a quien
"...si va por la calle le dan paso todos; si hay baile
en casa del Gobernador, los honores son para él, y la
silla de la derecha, y el coro ansioso 'de oírle el cuen -
to breve y picaresco". (2)
A este hombre de temple sin igual se acerca Martí para
comprometer su brazo fuerte y su mirada de águila, para
la lucha próxima; sin osar prometerle, en lo futuro, nada
(2) Máximo Gómez —JOSE MARTI—(Ob. cit.).

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1/

¿r -■ fifi'i' iináiiír' rXii'Mh ■ ■ ii ■ ñn


— 184 —

más que "la probable ing^ratitucl de los hombres". Martí ha


narrado la entrevista en párrafos nobles, dig'nos de engar
zarse en un inmensa Iliada americana:

Allí—dice—esquivándose a los halagos fraternales


de los montecristenos, dió el General cita, con su pa
ñuelo al cuello y una mirada que se ve en hombres
pocas veces, a un cubano que por primera vez sintió
entonces orgullo, para ver el mejor modo de servir a
Cuba oprimida, sin intrusión, ni ceguera, ni soberbia.
Un pueblo entero pasó por aquél desván desmantela
do, y sus derechos, para no hollar ninguno, y sus equi
vocaciones, para no recaer en ellas, y sus recursos, pa
ra emplearlos con seguridad, y sus servidores, para
a razarse a todos, v los infieles mismos, para no re-
ronocerles más que la grandeza pasada y la posibili
dad de arrepentirse", f^).

Comienza ya 1805. En Nueva York se ultiman los pre-


p a ívos paia la expedición. Cuba, tensa como una flecha
- e arco, espern. Esperan todos, con las armas en la mano,
1 a maniíTua. en el bohío, en el cañaveral. ÍJecarán a la Ts-
cauci os que traen la nueva esperanza de la libertad.
traición haya hecho fracasar una vez más
fiií^ ^ Eernandina, que incluía la participación de las
"Rícíi^^m'^^í-^ Sfran Antonio Maceo había reunido en Costa
va esrt ^ mismo, la imagen misma de la nue-
dp m r ^ todos han vuelto a reunirse. El 25
mp7 Pl"v +' ■ redacta y firma, en unión de Máximo Go
las ra Manifiesto de Montecristi, en el que expone
la doHhV^ niueven a los cubanos a empuñar las armas, y
^ ^ gfrierra que observará la Revolución renacien-
(3) Ibid.
- i8s -
te. Escribe al mismo tiempo a Federico Henríquez y Carva
jal la carta inolvidable que se considera su Testamento Po
lítico.

"Donde esté mi deber mayor, adentro o afuera, allí es


taré yo—dice Martí—. Acaso me sea dable u obliga
torio, según hasta hoy parece, cumplir ambos. Acaso
pueda contribuir a la necesidad primaria de dar a
a nuestra guerra renaciente forma .tal, que lleve en
germen visible, sin minuciosidades inútiles, todos los
principios indispensables al crédito de la revolución
y a la seguridad de la república".

Y añade:

"La dificultad de nuestras guerras de independencia


y la razón de lo lento e imperfecto de su eficacia ha
estado, más que en la falta de estimación mutua de
sus fundadores y en la emulación inherente a la na
turaleza humana, en la falta de forma que a la vez
contuviese el espíritu de redención y decoro que, con
suma activa de ímpetus de pureza menor, promueven
y mantienen la guerra, y las prácticas y personas de
la guerra" .(4).

El I.® de abril Martí escribe a Gonzalo de Quesada y


Aróstegui la carta que se considera su Testamento Litera
rio. Y esa misma noche embarca en una pequeña goleta, en
compañía de Ibs Generales Máximo Gómez y Angel Guerra,
de Paquito Borrero, César Salas y el dominicano Marcos
Rosario. Parten de una caleta desierta, cercana a la frontera
con Haití, y se internan en un niar infestado de buques de
(4) Carta a Federico Henríquez y Carvajal — JOSE MARTI — (Qb.
cit.).
— -186 —

guerra enemigos. Instrumento de una nueva traición, el ca


pitán del barco los conduce a Inagua, donde instiga a la tri
pulación a desertar. Los viajeros tienen un momento de de
sesperación. i No llegarían nunca! Y Cuba espera en silen
ciosa tensión, vela en la noche, con los ojos abiertos, la lai -
ga vigilia de la libertad. No habría mejor acicate para el Hé
roe. Marti contrata un barco que los llevará hasta Cabo Hai
tiano. De allí salen el 9 de abril y el 1 1 de abril a las ocho de
la noche, aquel barco desliza un pequeño bote por una de sus
bordas. Desciende sobre el mar agitado. Reman sus ocu
pantes, reman febrilmente hacia la costa oscura. Martí es
uno de ellos. Desembarcan en Playitas, alrededor de las on
ce de la noche. Las fuerzas cubanas de esa región los reciben
en triunfo. Cumplía, pues, su palabra. El Héroe estaba en
su puesto, y esta vez para siempre.
El 15 de abril es proclamado Mayor General ante el
Ejército Libertador. Martí ha narrado la escena casi épica
con humildes palabras heroicas. Allí, en cambio, ante los
rudos soldados, hechos a todas las fatigas y las luchas, vi
brante en la ruda y nueva fraternidad de las armas, Martí
pronuncia una de sus arengas más bellas. El 5 de mayo se
entrevista en La Mejorana con los Generales Máximo Gó
mez y Antonio Maceo. Comienza a preparar su viaje a Ca-
magüey. Es necesario encender la llama sagrada de la gue
rra de la libertad en las provincias centrales. Es necesario
actuar, trabajar. Pero también era necesario morir y en la
quietud de la noche del trópico, como para un héroe de Ril-
ke, nacía y crecía su muerte, preparando el encuentro fi
nal.
Los enemigos, guiados por un espía, rodean el campa
mento patriota. El General Gómez, seguido de sus mejores
jefes, parte a batirlo. Y pide a Martí que aguarde su regre
so. Pero es el 19 de mayo de 1895, paraje de Dos Ríos,
7^

187

y la hora lia sonado. ¿Cómo volver atrás? ¿Cómo desfalle


cer? Se delinca el cuadro: "Bajo las palmas, sobre un ca
ballo blanco, cara al sol", como él lo había deseado. Así ha
bía querido morir. Y todo está listo para que se cumpla su
antiguo anhelo. Es en Dos Ríos, donde el Cauto, el único
gran río de la Isla, abre sus brazos entre las verdes lome-
rías, donde se alza la caña de azúcar sobre la manigua ru
morosa.

Comienza el vocerío de la batalla. Y mientras Gómez


ataca, aniquilándolo, uno de los flancos españoles, Martí
avanza a la cabeza de unos cuantos hombres. Su caballo lo
lleva como una centella, iniciando la carga soñada. Nada fal
ta. Las balas buscan su corazón heroico. Cae José Martí.
Gonzálo de Quesada dijo:

..el plomo, entrando debajo de ,su barba, desfigu


ró la boca firme, quemó el espeso bigote y silenció
para siempre su lengua áurea" (5)

Duerme en Santiago de Cuba, hacia la parte oriental


de la Isla. Pero vive en cada uno de los latidos del corazón
de sus hombres, en el cantar de las muchachas cubanas, en
el aire que mueve las altas palmas costeras, en cada lágri
ma, en cada música, en cada rumor, como los héroes clási
cos entre los que ha encontrado su lugar perdurable.

2. SOBRE UN CULTO MARTIANO EN AMERICA

Como de Bolívar, podría decirse de este hombre las


palabras exactas del humilde cura peruano: con los siglos
crecerá su gloria como la sombra cuando el sol declina.
(5) Reseña biográfica de José Mjarti — GONZALO DE QUESADA Y
AROSTEGUI — (publicada en inglés en The War in Cuba, obra de propa
ganda de la causa cubana editada en 1896 por Liberty Publisbing Press).

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— i88 —

En el pasado mayo se cumplieron cuarenticinco años del


combate matinal de Dos Ríos, y los americanos pensamos
aún en la maravillosa cosecha que hubiéramos debido a la
madurez de su pensamiento en la álgida cumbre de esa vi
da que el sacrificio hizo tan breve.
Martí sintió a América como muy pocos de sus hijos,
uniendo en claros términos la intuición con la pasión. Más
que ninguna es la suya la historia de una pasión america
na. Como supo mirarla con la dolorosa lucidez de los que
nada esperan, esta mirada se colmó por el contraste del sa
crificio próximo, con la más fundada esperanza.
América comienza a pagar el homenaje emocionado que
pide la memoria de éste a quién con derecho puede llamar
el último de sus Libertadores. Partiendo de su Cuba natal
vá extendiéndose como una gran ola continental el culto
martiano. Culto a su mensaje, a su obra, a su vida. Pero
no hay que olvidar que el culto es rito, es decir forma. Y la
luz^ de Martí nos exige seguirla, en esencia y pasión, más
allá del vago dominio formal.
Todo el que lleva luz se queda solo", dijo en verso lle
no de heroica certeza. Pero no lo han dejado solo las nue
vas generaciones americanas. Y así los años últimos dicen
len claro que el culto a Martí no podrá ser ya ni incondi
cional ni ciego, pues todo lo que lleva en sí el sello noble de
o nuevo, de lo que en América adviene puro y bien intencio-
tí. v'^sto encerraráencima de toda
la mejor de lasacción el nombre
promesas, nacidadedelMar
ho
nor de.seguirlo.
Hoy que han vuelto a agitarse sobre nuestros pueblos
a-s ^ uchas por la libertad, está vigilante sobre nosotros este
espíritu heroico que todo lo dió por una libertad' sin condi
ciones, tan digna del hombre que pudo pedir en holocausto
una vida como la suya.

kf
189

En nada se engañó cuando dijo:


"En pueblos compuestos de elementos cultos e incul
tos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir
y resolver las dudas con su mano, allí donde los cul
tos no aprendan el arte del gobierno. La masa incul
ta es perezosa y tímida en las cosas de la inteligencia,
y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno
le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿ Cómo han de
salir de las universidades los gobernantes, si no hay
universidad en América donde se enseñe lo rudimen
tario del arte del gobierno, que es el análisis de los
elementos peculiares de los pueblos de América?" (6)
Todas sus soluciones son válidas hoy. Como para Euge
nio María de Hostos, América significó para él un hogar
sin fronteras, y una responsabilidad profunda y grave. Y a
esas convicciones hay que atribuir el casi profético sentido
de sus observaciones y de sus juicios sobre nuestros pueblos.
Como el Santiago mítico de las leyendas peninsulares,
él estará presente en las nuevas batallas, en cargas épicas
como la de Oos Eios: animando a los vacilantes, a los inde
cisos, a los tibios de corazón. Y como un Campeador ameri
cano. ganará después de muerto, para su Cuba y para su
América, todo combate que se libre por la cultura y por la
libertad.

3. PARA UNA IMAGEN LITERARIA DE MARTI


Una prosa sin par

José Martí amó sobre todas las cosas su oficio de es


cribir, Era tan fuerte en él su necesidad de expresar, que
(6) Carta a Federico Henríquez y Carvajal — JOSE MARTI—(Ob.
cit.).

1- A
, íi

190

aún hoy, sobre la creciente grandeza de su gloria cívica, no


podemos olvidar que fué una de las primeras ijlumas ameri
canas.

Una y otra vez, meditando sobre el sino que lo bi/o vi


vir en nuestro mundo americano, surge la comparación que
lo acerca a Charles Péguy. A través del tiempo en el que
Martí lo precediera, el francés se asemeja al cubano en la
fraternidad común de la verdad, en cl cristianismo esencial,
fuera de la Iglesia y aún contra la Iglesia. Y en ese igual
amor desesperado a su duro destino de escritores libres, de
soldados de la inteligencia.
Y aunque la muerte también los asemeje en la miste
riosa preparación guerrera de su escenario último, deten
gámonos sólo en lo que previamente surge lal observar la
imagen^ intelectual de Martí: en su prosa magistral, rica,
henchida de sentida.
Se ha dicho que fué antes que nada un orador. Los que lo
oyeron, no lo olvidaron nunca. Se hablaba de su voz "suave,
extrañamente musical, que no tenía el sonido de una fanfa
rria guerrera escuchada en un campo de batalla, sino la ar
monía deliciosa de un quinteto de César Franck". (7)- Má
ximo Gómez dijo de él: "era un mago, todo lo podía con la
palabra, Y hemos de creer asimismo a Manuel de la Cruz:
(8).
■ f

-..lograba despertar la idolatría, y siendo orador


de estilo elevado, esencial y profundamente literario,
quinta esenciado y frecuentemente obscuro, era tal
el tono, el color, la fuerza de su palabra, que arreba
taba a quiénes no podían apreciar en análisis exacto
mérito extraordinario de sus párrafos'h
1931^^^ Evocación de Marti — J. M. VARGAS VILA.— Barceloua, marzo,
(8) José Martí — MANUEL BE LA CRUZ.

»h.

^ fe 0
'.fe*
t r

— 191 —

Su prosa escrita es, sin embargo, lo que más nos ha


dicho de Martí a los americanos agraviados por el tenaz ais
lamiento de nuestros países, por el mal del desconocimiento
mutuo. Alta prosa de imágenes perfectas, prosa de oculto y
misterioso colorido, prosa de tremendo trabajo y aparición
naturalísinia. De esa prosa en la que encontrará Gabriela
JMistral—¡tan filial de Martí, tan Martí ella misma¡— la
esencia, el sentido de América, dijo Miguel Angel Carbo-
nell:

"Como los colores en la paleta del artista, las figuras


retóricas estaban ordenadas en su mente; y así le
fluían, al declamar o al escribir, siempre con mate-
maticidad asombrosa, ora el apóstrofe, haciendo co
brar vida lo inanimado y como arrancando nuevos
,juramentos de independencia a los que cayeron en la
lucha que no pudo coronar la victoria; ora la perí
frasis que suaviza el ataque personal, envolviéndolo
en conceptismos agudos, y rehuye lo feo de la repe
tición; ora la onomatopeya, que deja escuchar el rui
do de las armas en los combates, y las órdenes impe
rativas de los jefes y el relinchar de los corceles en
las cargas; ora el polisíndeton, que amalgama los
períodos como en el pentagrama wagneriano se jun
tan los inarmónicos; ora la imagen, que rompe la
concreción de la idea, y la dilata y la ornamenta con
sus ramilletes de espuma", (9)

Esa bella prosa serena, que fué tantas veces su arma de


combate, sirvió también al Apostól para los menesteres de la
belleza y de la paz. Busca por su intermedio la ternura, al
dedicar a su hijo los versos de Isiítaelillo:
(9) Discurso pronunciado en la "Sociedad de Conferencias", el 25 de
felirero de 1922 — MIGUEL ANGEL CARBONELL.— Habana.
7

il
r?.

— 192 —

"Hijo: espantado de todo me refugio en ti.— Tengo


fé en el mejoramiento humano, en la vida futura y en
tí.— Si alguién te dice que estas páginas se parecen
l., a otras páginas, diles que te amo demasiado para pro-
t¿--. fanarte así.— Tal como te pinto, tal te han visto mis
i: ojos.—Con esos arreos de gala te me has aparecido.—
' Cuando he cesado de verte en una forma he dejado
de pintarte.—Esos riachuelos han pasado por mí co-
^ razón.—Lleguen al tuyo". (10).
Es la px'osa toda de La Edad de Oro, de las semblanzas
de Bolívar, de San Martín, de Páez, de sus gloriosos compa
ñeros Máximo Gómez y Antonio Maceo; las frases reful
gentes con que nos habla del Padre Las Casas, de Julián del
Casal, de Pleredia, de Oscar Wilde,_d'e Wait Whitman,¡pro
sa de las grandes y heroicas horas y también la del diario
acontecer, de lo humilde y de lo cotidiano! Su alma noble y
viril se transparenta en esas líneas de tensión admirable, a
ias que parece imposible añadir ni restar palabra alguna.
Decía del Padre Las Casas:

''No se puede ver un lirio sin pensar en el Padre Las


Casas, porque con la bondad se le fué poniendo de
lirio el color, y dicen que era hermoso verlo escribir
.* . con su túnica blanca, sentado en su sillón de tachue-
■ las, peleando con la pluma de ave porque no escribía
de prisa". (11).
Y cuando evoca a Whitman, "este poeta viejo, este an-
'ciano divino":

(10) IsmaeUllo — JOSE MARTI.


(11) El Padre Las Casas —JOSE MARTI—(Ob. cit.).

A' >
— 193 —

"i Oh, no! Walt Whitmaii habla en versículos, sin


música aparente, aunque a poco de oírla se percibe
que aquello suena como el casco de la tierra, cuando
vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triun
fantes".

Y más adelante:

. .señalando a los tiempos pasmados las colmenas


radiantes de los hombres que por los valles y cum
bres americanos se extienden y rozan con sus alas
de abeja la fimbria de la vigilante libertad; pasto
reando los siglos amigos hacía el remanso de la cal
ma eterna, aguarda Walt Whitman mientras sus
amigos le .sirven en manteles campestres la primera
pesca de la Primavera" (12).

De Páez dice:

"Nadie comenzó su vida en ma^-or humildad, ni la


ilustró con más dotes de aquellas sublimes que apa
recen con el misterio de la vida, venir a los hombres
privilegiados del espíritu mismo de la tierra en que
nacen". (13)

¡Prosa de Martí, a la vez instrumento de paz y buida


lanza guerrera! ¡Prosa de dulzura y de tonante llamamien
to al combate! ¡Prosa para los niños que sonríen y tam
bién para los guerreros que mueren! Es imposible evocar
la sin emoción. América recogió con respeto la revelación
encerrada en cada linea, la pasión que empapó cada letra.
En la prosa sagrada d'e Martí, forjada de flores y de ar-
(12) Walt Whitman — José Martí —(Ob. cit).
(13) Páez — JOSK MiABTI—(Ob. cit.).

J. ^ ..y. ' p-|, „


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fy-

— 194 —
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dorosa sangre reciente, están escritos para siempre los in
tensos mensajes que no podremos en adelante desoír ni ol
vidar.

Eco TERRESTRE DE SU POESIA

"Poesía no es de seguro, lo que corre con ese nombre:


sino lo heroico y virgíneo de los sentimientos, puesto de
modo que vaya sonando y lleve como alas; o lo florido y
sutil del alma humana y lo de la tierra y sus armonías y
coloquios; o el concierto de mundos en que el hombre su
blimado se anega y resplandece''. (14). No hay aquí una
Arte poética de Martí. No es lá proclama de una escuela.
El fué uno de los que describiera Thomas de Quincey, en
carta dirigida a Bernard Barton: uno "de aquellos que lle
van alguna música en sus almas". Fué de "los que a na
die pidieron prestados sus versos". Y si evocamos la len
ta y fuerte rima que forjó para el poema de su vida, pre
parando y torneando con amor la sangrante estrofa final
de Dos Ríos, nos explicaremos por qué fué más precaria,
menos plena y definitiva su obra poética, frente a la del
prosista y el orador. También dijo algún día:
No han de ser los versos como las rosas centifo-
lias, todas llenas de hojas, sino como el jazmín de
Malabar, muy cargado de esencias". (15)-
Y ■.siguió rectamente sus propio(S mandamientos de
simplicidad, para hacer una poesía del hombre para el hom-
hre, una poesía del espíritu a ras de la tierra. En las reso
■V I nancias de su verso hallamos a veces a Santa Teresa, a

Destierro — JOSE MARTI — Habana, 1932 Introduc-

(iS) S ^ Miranda.

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.: n-

— 195 —

veces a Fray Luis, pero siempre al poeta de los Versos


Sencillos, al que para la amistad y para la insidia guarda
■el mismo plantel de rosas:

''Cultivo una rosa blanca


en abril como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni oruga cultivo
cultivo una rosa blanca".

Ese era, literalmente, el José Martí que amamos: el


■caballero sin miedo y sin tacha, caballero del amor sin des
mayos y^ paladín de la rosa blanca de la vida.
En Ismaclillo, en las Poesías, en sus Versos de Amor,
en las Flores del Destierro, es el mismo poeta, directo y con
movedor, casi sin artificios, tan sincero como en su prosa
de diamante, delirio magno de creación. "La Nina de Gua- j/.
témala" tratará de perennizar un episodio auténtico de la
vida sentimental de Martí, tan poco estudiada:
4

Quiero a la sombra de un ala


Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala
La que se murió de amor".
La patria, el paisaje antillano, la mujer, son sus temas
primeros. Siempre bajo el signo de lo simple y lo bello, su
poesía utiliza metros y formas casi populares, comunes, don
de brilla mejor la delicadeza de su creación, la flor de sen
tido y vida que vive en sus poemas:

. t

I r'Iri «■ 'lnVniV" lúiiii^i !*• i^t'i 1 1 "f ini •" ^tii« '-'Ihi/iit'i látn láti 1 n 1 1
v '. -•f

— 196 —

"Ganado tengo el pan: Hágase el verso


Y en su comercio dulce se ejercite..

Y dice a Cecilia Gutiérrez Nájera IMaillefert, la h\;'-L


del gran poeta mexicano:

"En la cuna sin par nació la airosa


Niña de honda mirada y paso leve,
Que el padre le tejió de milagrosa
Música azul y clavellin de nieve".

Creyó en la magia innumerable de la poesía, aunque el


intenso ejercicio de su vida no le dejara el reposo exigido
para una pasión cardinal. Pensaba:

Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no


es indispensable a los pueblos? Play gentes de tan cor
ta vista mental que creen que toda poesía acaba en la-
cáscara. La poesía que congrega o disgrega, que
apuntala o derriba las armas, que dá o quita a los
hombres la fe o ebaliento, es más necesaria a los pue
blos que la industria misma, pues ésta les proporcio
na el modo de subsistencia, mientras que aquélla les
dá el deseo y la fuerza de la vida". (16)
Será en una estrofa muy breve donde José Martí, como
Péguy, forjará su epitafio de soldado de la libertad. Dice
solo asi, en sus cuatro versos:

'*Yo c]uiero cuando me muera


Sin patria, pero sin amo.

tas por Juan Marinello). 'MARTI — Habana, 1928 (estudio preliminar y no-
•i
I

— 197 —

Tener en mi losa un ramo


De flores, y una bandera'\

Los tiene ahora. INÍás allá de las flores que velan su


sueño de héroe fatigado por hazañas demasiado grandes,
tiene la patria cubana que supo crear, y su bandera de azulen
cas bandas y palma solitaria y sutil.

4. LA LECCION DE MARTI

Su valor, la pureza de sus propósitos, el ardiente es


toicismo de su sacrificio le señalan un hermano en nuestro
tiempo: Charles Péguy. Como se d'ijo de éste—con exactitud
que conmueve, porque los separaron el espacio y el tiempo—
puede decirse de Martí que el poder de su misticismo pudo
c[uizás alzar en el fondo de su alma cierta forma de despre
cio hacia el mundo moderno, que lo envilece todo, hasta la
misma muerte, Y que ese mismo poder le permitió permane
cer hasta el fin, pese a las amarguras y a las decepciones,
'htna alma republicana".
América lo precisa así, siempre, para rectificar los pa
sos errados, o el corazón que desfallece. O para cerrar^ el
camino a las fuerzas adversas que muchas veces han in
tentado ya destruir todo aquello que amó.
Su lección es la lección de la inteligencia fértil frente
a la inteligencia estéril. La lección del desinterés y del he
roísmo a todo trance, allí donde todo conspira a aiiiquilar-
los, donde surge como un negro convenio su negación cons-
tante.

Democracia, cultura, libertad, han sido entre nosotros,


en la penosa infancia americana, sólo palabras grandes y
elusivas, que la refracción de nuestra realidad ha desfigura-
■do y traicionado a menudo. El las amó como a su pueblo mis-

Ji lilL li
r

/A'

198 —

mo, como a razón primera de su vida y justificación de sir


muerte. Y algún día nos revelará su secreto profundo: lo
que lo sostuvo para creer hasta el fin en un ideal aparente
mente inasequible, engañoso y lejano, hasta hacerlo el eje
cardinal de su labor terrena.
Y porque amó la paz del hombre libre—tan diferente de-
la paz a cualquier precio que hoy vemos perecer , y porque
hizo la guerra para ganar esa paz valerosa a los que amaba,
le es también aplicable lo que se dijo del Péguy que canta
ba la necesaria guerra:

"..su segunda lealtad, ciue es mental tanto como mo


ral, consistió en tratar la guerra misma, al hacer
se inevitable, como la guerra y nó como la paz". (17)*
Y como Péguy, poeta y soldado de la dulce Francia,
quiso para sí la muerte del soldado, morir "por la tierra-
carnal", "por salvaguardar las casas paternales". Martí
cumplió su antiguo sueño después de haber sido para su
Cuba, como ninguno.

"el más ardiente segador en tiempo cíe las mieses, el


cantor más ardiente a la hora de cantar". (18).

José Alvarado Sánchez.

ro+ Charles Péguy — RENE LALOU — París, 19,24. (Histoirc de la Litté-


contemporaine).
ae la OEUVRES COMPLETES de CHARLES PEGUY
París, leig.

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APRECIACIONES Y JUICIOS
CRITICOS
LA ESCUELA DE VERANO.

Con singular éxito ha funcionado por primera vez durante el


presente y el pasado mes de J'uliOj la Escuela de Verano de la Uni
versidad Maj'or de San Marcos. Han concurrido a ella sesenta
profesores y alumnos de Universidades de los Estados Unidos,
los cuales recibieron en nuestras aulas un intensivo programa de
clases sobro diversas asignaturas, especialmente escogidas entre las
que^ son más interesantes y provechosas para dar una visión de
conjunto de la cultura peruana y sudamericana, del idioma español,
del quechua y de nuestra economía. Este programa se completó con
numerosas excursiones a regiones arqueológicas de interés.
De esta manera la Universidad de San Marcos ha contribuido
una vez más, a propagar la cultura de América Latina, dando mues
tras de su alto espíritu americanista y gentil hospitalidad.
Publicamos a continuación los discursos pronunciados por el
E-ector de la Universidad Dr. Carlos Villarán, por el Decano de la
Facultad de Letras Dr. Horacio H. Urteaga y por_ el Dr. Víctor
Andrés Belaunde, Director de la Escuela, en la brillante ceremo
nia inaugural de la Escuela de V-erano.

DISCURSO DEL RECTOR DR. CARLOS VILLARAN

La Universidad Mayor de San Marcos recibe con partieiúar


complacencia a los maestros y alumnos que de diversas Universi
dades de los Estados Unidos de América han venido para asistir al
Curso de Verano que en estos momentos inauguramos.
Considero como un deber primordial de los hombres que diri
gen instituciones acoger con simpatía todas las iniciativas que se
— 200 —

inspiran en sanos propósitos de mejoramiento y ayudar con volun


tad a quienes se muestran capacitados para llevar al éxito «us pla
nes. Sí todos procediéramos con este elevado criterio estoy seguro
que alcanzaríamos más pronto el progreso que aniiclamos. No pue
de esperarse en efecto, que en la época actual sean muchos los hom
bres que posean sabiduría suficiente para ahondar, por sí mí:^mos,
el estudio de los diversos 3' complejos problemas de la vida moder
na y que puedan resolverlos con la capacidad técnica que corres
ponde a diferentes especialistas.
Es natural que se exija de los dirigentes un espíritu compren
sivo y un claro criterio para valorar las iniciativas 3* los planes
que les sean sometidos y que cuadren con las orientaciones gene
rales que ellos han trazado, pero es también racional .y justo que ^
eada hombre que trabaja y aspira se le permita la satisfacción de
su propia obra, y con mayor razón cuando ésta se desenvuelve en
el campo del espíritu, sin intereses materiales ni egoísmos perso
nales. No proceder así es anular la iniciativa y suprimir por falta
de estímulo, la cooperación indispensable en toda obra do aliento.
Las consideraciones que preceden no las sugiere la forma mis
ma como se ha creado la actual Escuela de .Verano. Un profesor
inteligente y progresista nos presentó hace pocos meses su pi'03"ect0j
exponiéndonos los medios con que se podría contar para su reali
zación. El doctor Víctor Andrés Belaunde que es la persona, aludi
da, nos refirió las vinculaciones que por su condición de Delegado
de nuestra Universidad había logrado establecer con muelias insti
tuciones culturales americanas en algunas de las cuales actuó, re
petidas^ veces, como conferencista o profesor contratado durante
un período de diez años y nos dijo también del apo3'o que posible
mente obtendría del señor Duggan, Director del Instituto de Edu
cación Internacional; del señor Oiiis, del Instituto de las Españas;
del señor Patee, Jefe de la Sección Cultural del Departamento de
Estado y de otras personalidades más. El tiempo para la ejecución
del proyecto era muy estrecho, pero eomprendieudo que su impor
tancia sobrepasaba a las dificultades que pudieran presentarse i'g-
solvimos realizarlo. El Supremo Giobierno nos ofreció su apoyo mo
ral y material, la Universidd Católica, el Instituto Peruano-Ame
ricano, el Touring Clnb del Perú, nos brindaron .-u valiosa coope
ración. Es la oportunidad de expresar el agradecimiento de nues
tra Universidad a todas las instituciones antes nombradas, y entro
las personas, de un modo especial, al señor Duggan, cuya inter
vención y apoyo han sido particularmente valiosas; al señor Mae
Nicols, de la Universidad de Mianii, anuí presente, que ha coopera
do con la mayor eficiencia. Para los profesores de la Escuela, para
su activo Secretario el señor Giesecke y para todas las personas
— 2ai —

qne liíin tomado a su car<^o el desarrollo del Curso mi aplauso por


la importante misión que se lian propuesto y en la que estov segu
ro alcanzarán el mejor éxito. Debo agradecer también a los señores
de la Casa Graee y del Hotel Bolívar, por las concesiones y facili
dades que nos hau dado.

Como todos los pueblos nuevos de la América Latina, el Perú


se ha esforzado por ampliar su propia cultura buscando la influen
cia y el apoyo de los países más adelantados. Desde hace algunos
años, los Estados Unidos de América han comenzado a ejercer, en
este orden, una influencia que tiende a ser preponderante. Hom
bres destacados 3' representantes del saber en todas sus ramas nos
visitan con frecuencia, incrementando con sus útiles lecciones el
acervo de nuestros conocimientos. La incesante "aparición de libros
y publicaciones científicas que nos llegan en buen número contri-
bu.ven también al adelanto de nuestra cultura, merced al conoci
miento, cada vez más extendido, del idioma inglés a lo que coope
ran empeñosamente los colegios y universidades. La frecuencia
con que nuestros hombres de estudio visitan los Estados Unidos úe
América, 3^ sea por propia cuenta, en comisiones del Gobierno, de
las Universidades, o como becarios de las instituciones culturales
y filantrópicas sirven también, en vasta escala, a esta difusión de
la influencia espiritual americana. Y en otro orden los elementos
materiales, pero destinados al estudio que adquirimos eu los Esta
dos Unidos o que generosamente se nos envían son también factor de
progreso de valor muy apreciable.
No podría nuestro país corresponder en igual grado la obra
de extensión cultural que de Estados Unidos de América nos lle
ga, pero sí, es nuestro deber exhibir, honestamente, la labor que
realizamos sin ocultar los fuertes propósitos que nos animan para
cooperar en la medida de nuestra capacidad y jjosibilidades a la
obra del progreso general. La Universidad de San Mareos es la ins
titución cultural más representativa del país, prestigiada por su
antigüedad 3'" su noble tradición, es natural que a ella corresponda,
en primer término, la tarea de mostrar la evolución espiritual de
nuestra nación a través de todas las etapas de su vida y además,
porque en sus cuatro siglos de existencia, San Marcos ha sido fac
tor primordial del progreso cumplido. Algunos de sus pi'ofesores
expondrán en los cursillos sintéticos programados por la Escuela
de Verano, lo principal de esta Historia antigua y modenia. Os ha
blarán también de nuestra literatura y su evolución, sobre todo,
en los períodos de la vida colonial e independiente, os exhibirán el

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— 202 —

arto ])(íruano en todas las época.s, así como los moiiuiuentos y vui-
nas de mayor valor histórico. Valiosas colecciones arqueológicas y
descubrimientos recientes os hanm ver el esfuerzo de nuestros
hombres de estudio y podréis apreciar de cerca su obra de investi
gación y de ciencia. Otros profesores nuestros tratarán de proble
mas económicos y políticos no sólo en su aspecto únicamente pe
ruano sino también en sus relaciones con ios demás países del Con
tinente.
Los señores y señoras que han acudido a la invitación de nues
tra Escuela de Verano apreciarán de inmediato, la modestia de
nuestros elementos y recursos; esta vieja casona que acaba de sa
cudir un violento sismo apenas resiste ya la acción del tiempo y
se hace necesario reemplazarla pronto pero al lado de lo material
y ponderable que amenaza ruina, descubriréis lo que hay de espi
ritual y que no han afectado ni afectarán los siglos, ni violencia al
guna, porque es el Alma que nos legaron los fundadores de Sau
Marcos con sus virtudes y noblezas y porque las fallas posibles de
algunos hombres o de algunos grupos nada significan ante la fuer
za poderosa de una tradición que nos llega a través de múltiples
generaciones.
Y habéis "venido señores en un momento en que estas virtu
des deberán ponerse a prueba. El Mundo está agitado, el flagelo
de la guerra hace su obra de devastación en tres continentes y
amenaza continuar extendiéndose. Los más formales compromisos
políticos, las más justas leyes sociales, los sagrados principios de la
religión y la moral, son atropellados por los que aspiran a la he
gemonía continental o mundial y para quienes la ley es la fuerza
y el fin la conquista; las privaciones y el sometimiento ciego do
sus propios hombres y la esclavitud de los que pertenecen a los pue
blos sojuzgados son los medios que se emplean. Es necesario evi
tar que esta tragedia nos alcance preparándonos a defender nues
tro patrimonio material y espiritual, nuestro territorio, nuestra li
bertad y con ella los principios y las leyes que nosotros mismos
nos hemos dado y que modificaremos o transformaremos, según
nuestras propias conveniencias, pero no por imposiciones extrañas
destinadas a servir únicamente los intereses ajenos.
Es muy dura la lección que han sufrido muchos pueblos tra
bajadores y pacíficos, que sólo aspiraron a vivir en'paz con sus ve
cinos y que frente a los conflictos producidos dieron pruebas fe
hacientes de sus sinceros propósitos de neutralidad, conforme a
los tratados que lealmente habían suscrito; muchos de estos pue
blos han sucumbido ya y otros viven en continua zozobra, amena
zados de sucumbir también. Tal suerte debemos evitarla y sólo
depende de nosotros mismos de la cordura con que procedamos la

'■ ' ' .' - .A


• 1'.

— 20'

que debe conducirnos a la aproximación de todos los pueblos de


América que uniendo sus fuerzas espirituales y, eventualmente, sus
n
recursos materiales puedan constituir un frente imico suficiente
mente respetable para alejar, no solamente las ideas de domina
ción o de conquista, sino hasta las interferencias que en nuestros
propios asuntos pretendieran ejercer pueblos o gobiernos con ideo-
logias o métodos distintos de los nuestros.
I*ara cooperar con éxito a esta obra de protección y ay^da
mutua debemos comenzar por unir a los elementos constitutivos
de nuestras propias nacionalidades; es forzoso posponer por algún
tiempo las diferencias o las luchas internas que puedan restar efi
ciencia a la acción que nos corresponde en la defensa común. Es
necesario que cada hombre, que cada institución, desenvuelva el
máximo de su capacidad dentro del campo de labor que le corres-
]:)onde y para la misión que le está encomendada sin interferir ui
perturbar la labor ajena, y ojalá, que este principio que hoy pre
cisa acatar para una finalidad eventual quedara convertido en un
dogma inconmovible de acción solidaria y permanente. Ojalá que
la inquietud que en estos momentos ha de dirigir nuestras fuerzas
espirituales y materiales tmiera la virtud de hacer que en el futu
ro y para siempre, todas las nobles aspiraciones fueran respetadas
y los esfuerzos unidos en un afán siempre constructivo y de alta
finalidad patriótica. Nuestra Universidad está llamada a dar, eu
este orden el mejor ejemplo y a mostrar, como hemos dicho, las vir
tudes que anidan en su alma secular. Nuestra fuerza es sobz*e to
do fuerza espiritual animadora y dirigente; la juventud que en es
tos claustros se educa debe estar imbuida de los más puros idea
les y tener clara conciencia de sus responsabilidades presentes y
futuras y isi en el orden material le llegara el caso de mostrar su
fuerza, ésta no deberá utilizarse sino para la consecución de os
mencionados ideales entre los cuales el espíritu de nacionalidad y
el amor a la patria deben primar sobre todos los demás.
El rectorado de la Universidad hace los mejores votos porque
todos los profesores y alumnos que han venido al Curso úe erano^
satisfagan los propósitos que han traído, les ruega considerar esta
Casa como la suya propia y espera que cuando
tria puedan llevar, junto con los títulos oficiales^ que e
acordarles, el recuerdo cariñoso de la acogida cordial que en núes
tro país se les ha dispensado.
1

— 204 —

DISCURSO DEL DECANO DE LA FACULTAD DE LETRAS,


DR. HORACIO H. ÜRTEAGA

- La Universidad Mayor de San ^Marcos en la intey:ridad de «vi


claustro recibe con austera satisfacción a los distiiií^'uidos profe
sores y post-graduados de las Universidades americanas (pie en mi-

ciar el valor y la aplicación íjug damos a los principios de la Cien


cia, observar y sentir de cerca la influencia de nuestro medio y de
nuestra economía de índole tan variada; asimismo el proceso de
nuestra vida colectiva, y el significado de nuestra Historia.
Egresados de los centros universitarios de la Gran Kepública,
traéis señores, una base cultural adecuada para el éxito de vues
tra misión. Incalculables beneficios recibe la Ciencia Universal de
vuestras Casas de Estudio. La semilla de la civilización humana cpie
el Viejo Mundo trajo a nuestra América, ha tenido entre vosotros
una fecundidad infinita. El factor económico, ha rebasado toda^
las expectativas. Caudales cuantiosos hacen el tesoro (pie ha me
nester el sostenimiento de vuestros laboratorios, de vuestras clíni
cas, de vuestros campos experimentales, de vuestros museos, de
vuestras bibliotecas y seminarios de investigación. Una rivalidad
ennoblecedora disputa al Estado la protección a la cultura general
y^ labor científica de las Universidades. La fortuna privada
afluye en cuantiosos donativos a las arcas del tesoro académico. El
multimillonario cifra su orgullo en ver escrito su nombre como
protector, en el frontispicio del Templo de la >Sabiduría. Repítense
en esos ^centros de instrucción superior, la visión de la clásica Ale
jandría; se hace realidad el sueño de los Ptolomeos que daban car
ta de ciudadanía en la metrópoli cosmopolita a todos los hombres
hambrientos de saber y brindaban la Cátedra del célebre Museo,
a las inteligencias preclaras de todos los pueblos. En prueba de esa
contratemidad universal, contestan ante el coro del mundo en la
ista de los inmortales, Arquímedes y Diofanto, Calimaco y Era-
tostenes, Plotino y la simpática Hipatía.
Hoy, vuestra misión es aún más interesante y digna de ser
admirada y aplaudida. Extendéis vuestra curiosidad a nuestra
-América, a esta América Latina que os es seguramente atrayente 1
no-( celosa. En el estudio de nuestro mundo, habría que recomendar
a los americanos de ambos hemisferios el afán metódico de Sócra
tes: Conocemos a sí mismos, darnos cuenta de cuanto vale nuestro

•A:
<*1

— 205

medio y el grí^do de nuestras aptitudes. Si el ritmo de las civiliza


ciones sigue una trayectoria estelar y la lógica de la Historia nos
dieta una previsión. América, con sus reservas infinitas y sus ra
zas nuevas marcará el nuevo proceso de la cultura humana. So
mos, sin embargo, imprevisores. La ei\*ilizaci,ón que nos importó el
Viejo Mundo fué tan deslumbradora y tan compleja que nos he
mos pasado cuatro siglos dedicados a imitarla y lejos de injertar
el gran legado a nuestro espíritu y darle nuestra savia y nutrirlo
con nuestra sangre para provocar renovación y fecundidad sólo
liemos trasplantado, creyendo que todos los terrenos han de pro
ducir los mismos frutos. Labi'adores ilusos que hemos ignorado el
valor de nuestra tierra y la vejez del grano que echábamos en el
surco que no podía sino prodircir escasas cosechas y granos cada
vez más infecundos. Los hombres de la Gran República del Norte
han sido sin embargo una excepción salvadora, pues la calidad de
su cultura, la eficiencia de su máquina institucional, el valor de su
]'aza es claro exponente de lo que ha valido una sabia, calculadora
y moderada adaptación; aprovechando con eficacia las riquezas de
su suelo, ejercitando con perseverancia sus energías telúricas y esti
mulando el anhelo de superación creciente para provocar la ÍJi-
veiieión, la creación, la originalidad. Un ideal de vida propia, libre
e independiente aprovechando lo creado, para crear más aiui, con
fuentes de recursos inagotables; venciendo obstáculos y dominan
do, por la tenacidad, la perseverancia y la acción común a esos
tenebrosos enemigos del progreso y la felicidad de los pueblos: la
ociosidad, la apatía, la indiferencia y el egoísmo._ íXoy con-en pa-
i'ejas. con ol progreso material y las energías físicas bien aplica
das, las nobles actividades de su vida espiritual. A un pragmatis
mo estéril y cerrado sucede en las Universidades Americanas, el
culto a los valores del espíritu, la fe en la superioridad de las ca
tegorías éticas, la nobleza de la vida, la libertad ilustrada y ia te
en la eficacia del ideal cristiano,^ siempre y eternamente mas tirme
y valioso que el egoísmo y el odio.
Veuís pues, ilustres maestros y distinguidos alumnos, trayem
denos un mensaje y una esperanza. Vuestro mensa,ie es 1
bidnría y fuego de afecto. Vuestro propósito, ampliar ^ ,
ber, conocer y tratar de cerca a vuestros hermanos de
rica, la calidad de su cultura y el aprecio que saben
.ciplinas de la Ciencia. La vieja Universidad de San Marcos os re
eibe con júbilo, orgullosa de que, como en otra ™
doctrina a fervientes y entusiastas prosélitos, que la unota
veehar y fecundar más aún, llevándola como semilla n a
bien lejos.
Fué un día esta Casa el albergue de hombres llamados a un

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> -»-• f .'í'í'' "*í
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— 206 —

noble y singular destino. Hace cuatro siglos que la creación de es


ta Universidad, fué decretada por acto ejemplar de una Soberana bobcrana
de Castilla, que oyó atenta
at""'"'» la petición /ir,
de nnun sacerdote cristiano. So
cnnAivlntí» f-ristiano. Se
nseuar las Ciencias Divinas y Humanas, como réza
la destinaba a enseñar
os. En los azares de la Colonización y de la Cou-
han sus Estatutos,
quista,
ees

mantuvieron ---
muy parcos en avanzar en sus críticas doctrinarias, bajo la censu
ra que impuso la Colonia; avanzados y principistas en los albores
de nuestra emancipación y sostenedores de fecundas doctrinas y
principios cuando la independencia dió libertad a la Cátedra y
garantía a la palabra.
Siendo el Perú asiento del Virreinato Metropolitano en la
América Austral, forzosa fué su jurisdicción sobre tan basta zona
y eficaz su acción colonizadora. Para sustentar un régimen guber
nativo que innovó tan profundamente en los países conquistados,
bubo de necesitar agentes instruidos, comisionados liábiles, visita
dores letrados: Oidores para el régimen de las Audiencias, un
Clero ilustrado y un personal administrativo capaz, para regir, di
rigir y gobernar tan dilatadas regiones. Fué entonces que se pnso
de manifiesto la benéfica y útil labor de la Universidad de Dinia.
Laboratorio de Ciencia, dió educación y cultura a centenares de
discípulos que acudían a sus aulas. Llamó al desempeño de sus Cá
tedras a las más capacitadas personalidades, tanto civiles como
eclesiásticas; hizo de esa Caisa un foco de luz en lo que pudo ser te
nebrosa mansión de servidumbre y envió a sus doctos y pondera
dos discípulos, ya investidos de la toga, a fundar Colegios y Tlni-
versidades. por todos los ámbitos del extenso Virreinato. Chuquisa-
ca en el Alto Perú y Córdova en las regiones del Río de la Plata,
son magníficos ejemplos de su fecundidad creadora. Quito. San
tiago y el Imperial sustentaban Colegios Superiores bien dotados
en donde las lecciones de los doctores de San Marcos consiguieron
como fruto de sus enseñanzas crear vocaciones científicas que estu
vieron representadas por verdaderas celebridades, y esta corrien
te de confraternidad y de cultura, continuó no obstante^ la seim-
autünomía de esas vastas regiones, al crearse las Capitanías Gene-
3^ales, las Presidencias y los Virreinatos del siglo XVIII.
Tal es, señores, en breve síntesis, el significado histórico de
nuestra Universidad y la ejecutoria magnífica de su misión ilus
trativa en la América Austral. Habéis de considerar, entonces, con
\
cuanta austera emoción se os recibe en sus aulas, y como con vues
H'■ tro concurso intenta iniciar su acercamiento a las regiones de Amé
rica de donde procedéis y en donde ha florecido una cultura origi-

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— 207

nal, una curiosidad científica sorprendente, un anhelo de progreso


inconmensurable y una visión de porvenir que, dentro de la paz,
alcanzando la dominación de la naturaleza por obra de la Ciencia,
amortigüe el egoísmo y dé al hombre la felicidad, a la que tiene *
derecho por su trabajo de siglos.
Como obra inicial, nuestra Escuela de temporada adolece de 1
una incipiente organización, consecuencia del corto tiempo de que 'i |
se ha dispuesto; razón para que disculpéis los defectos de su es
tructura. De allí que las lecciones que han preparado los Profeso
res de San Marcos y de la Universidad Católica correspondan sólo
a las materias que más os interese conocer, relacionadas con el Pe
rú en particular y con la América del Sur en general: Geografía y
Arqueología peruanas; Historia Colonial y Republicana del Perú;
Literatura, estudio de las lenguas castellana y aborigen; exposi
ción de los problemas político-económicos e intemacionales de los
países sudamericanos y disertaciones interesantes sobre Historia.
Literaria y Artística.
La Geografía Económica del Perú y la de los países de
América Austral dará a conocer las condiciones mineras y agríco
las y las actividades industriales y comerciales del país, relacio
nando condiciones y actividades a la capacidad Iminana y a su
adaptación al ambiente telúrico del Perú. La Economía Americana
del Sur estudiará sus estinicturas regionales, sus vinculaciones y
las que mantiene con los Estados Unidos.
Los estudiosos de la Histqría encontrarán en las. lecciones de
Arqueología, novedosas enseñanzas. Las áreas arqueológicas an
dinas, son muestras de civilizaciones milenarias y objetivo de gran
des problemas antropológicos y etnográficos que se 'discuten ac
tualmente por los americanistas.
Una proyección de los estilos arquitectónicos y el simbolismo
del arte primitivo, se observa en el desarrollo del Arte Colonial en
el Perú. Interesante en alto grado para el estudioso es verificar es
te proceso en la evolución artística bajo la influencia del medio y
de la raza.
, Las lecciones sobre la Historia Colonijil ensenaran la ,
cia que las instituciones creadas por España, han tenido ^n a
mación de las nacionalidades que han emaimdo \ „
ruano: Panamá, Colomhia, Ecuador, Perú, Bohvia, Chile y Arg
^^^^Nuestra agitada vida republicana, en la primera centuria tan
contradictoria en la aplicación de los principios democráticos, pero
tan pletóriea de vitalidad y afición política, os sera conocida en et
Curso de Historia Contemporánea del Peni. ■ „
Lecciones de Lengua Castellana, su estructura gramatical9 y su

Ji'r iJlfli'rtr irJTi



4 w

— 208 —

composición, así como los aportes que ha recibido y recibe de la


América en general, serán el tema de otro Curso, que se comple
mentará con la visión panorámica de la influencia de la Naturale
za, la lida y la Historia Americana en la literatura do los países
del Pacífico, proceso literario que se inicia con la Conquista y
añora con magníficas producciones en la época actual.
Por fin, lecciones de Kuichua, el idioma de los Incas, (iiie lo h<i-
blan aún millones de nativos en el Perú Alto y Bajo, os harán co
nocer la riqueza de su léxico y el movimiento literario que ha pro
ducido entre sus cultivadores.
El gnipo de profesores que por corto plazo van a teneros como
discípulos, espera de vuestra capacidad y afán de cultura, mucho
más provecho que de la eficacia de su saber.
Señor Rector:
Honrado por el Consejo Universitario, ((ue dignamente presi
dís, para que sea yo el que lleve la palabra oficial de la Universi
dad en esta magna ceremonia, que inicia una forma de cultura que
hace honor a nuestros propósitos de confraternidad continental,
quiero, a la vez que agradetícr la honrosa distinción, ser intérpre
te de los votos del Claustro, que se regocija por esta alta y noble
misión que se señala a San Marcos, primera Casa de estudios en
nuestra América que instruyó y educó en sus aulas abiertas a to
das las inteligencias y, que, dentro de su plena autonomía nos hizo
amar la libertad de la palabra y tener fé en las conquistas de la
Ciencia.

DISCURSO DEL DIRECTOR DE LA ESCUELA DE VERANO,


DR. VICTOR ANDRES BELAUNDE

Señor Rector, señores Catedráticos:


La visita a nuestro país que desde comienzos del siglo venían
naeiendo^ eminentes personalidades universitarias de los Estados
Unidos, inspiró a nuestro ilustre y recordado Rector, Javier Prado,
la idea de corresponderías enviando el año 1920 a un Delegado es
pecial de la Universidad de San Marcos ante los primeros centros
de la Gran República del Norte,
cupo la orden de ser designado para esta comisión en ca-
uaad de catedrático de las Facultades de Letras y de Ciencias Po
líticas; y en atención a que había desempeñado cornisón semejante

'fr
V p .1v '4
i ■
— 209 —

de la Universidad de San Marcos ante las de Buenos Aires y Mon


tevideo.
Con esta honrosa credencial y con el apoyo de Carnegie En-
dowinent y el decidido patronato de Educación Internacional, n
cuyo insigne Director profesor Duggan, acaba de rendir tan justo
homenaje el doctor VÜlarán pude visitar las principales xmiver-
sidades y los más importantes colegios de los Estados Unidos.
Viva fué mi satisfacción al encontrar por doquier intenso in
terés con amistosa curiosidad y simi:)atía intelectual por los paí
ses hispanoamericanos y en especial, por el Peni, depositario de do^
ricas tradiciones: la del Imperio Incaico y la del Virreinato de Ui-
ma. Las conferencias que di por encargo de la Universidad, sobre
la cultura incaica, nuestra organización colonial, la evolución de
nuestra cultura literaria y los priueipales problemas intennicio-
nales, fueron acogidas benévolamente por el culto auditorio de
profesores, estudiantes y esaluuiiios de las universidades que visite.
La orientación intelectual liacia la América hispana que i'o-
presentahan los admirables trabajos de Preseott y de Fiske se h^^-
bía mantenido. En la Universidad de Columbia, uno de sus mas
brillantes historiadores orientaba sus investigaciones hacia iiuptra
América, el profesor Shepheard. En California, donde existía la
magnífiea biblioteca americana Bancroff, el profesor Bernard^ Mo-
ses había escrito sus clásicos libros sobre Hispanoamérica. Conti
nuando este esfuerzo, el maestro Bolton y sus diseq^ulos trazaban
el audaz plan de una historia continental que presentara en un
todo coherente la vida de las dos familias culturales del i nevo
Mundo. En la Universidad de Illinois, el Prof. Robertson llevaba a
cabo sus descubrimientos sobre la vida de Miranda. La Uiineisi
dad de Harvard dedicó uno de sus cursos a los países hispanoame
ricanos, y lo mismo hicieron las de Chicago y Duke. La Uni\ei>i-
dad de Yale exhibía con orgullo la colección adquiría por el sen
Binghan sobre libros peruanos. La Universidad de Texas se glou.-
ba de poseer la biblioteca mexicana de
Católica de Washington, el magnífico legado de la biblioteca b .
leña Oliveira Lima. El Instituto de Policía de WiHiamston ^
las más altas personalidades sudamericanas para
blemas del Continente, ejemplo que siguió luego ^
Asuntos Públicos de Virginia. La Universidad
cutir la política exterior de los Estados Unidos, hizo
especial de sus relaciones con
el centenario del Libertador Simón Bolívar la
de John Hopkins dedicó el curso Alhert Shaw al estudio del pe -
Sarniento político del Libertador que corno a
ma Universidad ha publicado en un volumen de su famosa coleu-

f L ■ c:-
A
IIÉrtfif ■- . ^ _ , ■ '' .l. ■ .L-..!-
I
V
•fi

u<pZ
— 210 —

ción. Por útimo, durante la prosperidad de Florida, en 1925, dis


tinguidos profesionales y hombres de negocios planearon la fnii-
daeiün de una Universidad, la de Miami, cuya característica fuese
la Gspeeializaeión en los estudios hispanoamericanos.
Cuando llegué a los Estados Unidos apenas si una docena de
universidades tenía clase acerca de Hispanoamérica; hoy pasan de
250 las universidades y colegios que se interesan en nuestra histo
ria y en nuestra cultura.
Al lado de este magnífico movimiento intelectual pude tam
bién comprobar que existía en los hombres dirigentes de la ense
ñanza en los Estados Unidos una actitud comprensiva y simpática
respecto jle nuestra América. Ellos proclaman la necesidad do una
nueva política de los Estados Unidos respecto de las demás repúbli
cas del Sur; ellos hacían suyas las palabras inmortales de Wilson:
"no cabe amistad sino en términos de igualdad y en ténninos de
honor . Los enunciados de esta orientación incorporados a la pl^--
taforma del partido demócrata, aceptados hoy por el partido repu
blicano, dieron a esa política un carácter nacional. No podemos ol
vidar que ella ha tenido un alto y noble origen en los círculos uni
versitarios.

c;' el desempeño
ban Marcos, que se extendiódedesde
la comisión
el año 20dehasta
la Universidad de
el año 28, sur
gió en mi espíritu la idea de completar la visión que los intelectua
les universitarios de Estados Unidos tenían de nuestra América, a
través de las cátedras y de los libros, con el contacto directo de
nuestra realidad y con la exposición de nuestra vida, historia y
cultura por nuestros profesores, y en el ambiente nuestro .iunto a las
ruinats seculares de las maravillosas civilizaciones extinguidas y ^
ta sombra de nuestros claustros centenarios.
Claras eran las ventajas de este proyecto que había realizado
con éxito la Universidad de México, y que su hermana mayor, la
niversidad de Lima, podía realizar también. La exposición por pc-
anos de la cultura peruana y en el ambiente peruano, podía tener
+pní^ de los Estados Unidos un valor inapreciable. Y
' luego, para nuestra
migarnos a concentrar nosotros,actividad
dos enormes ventajas:
intelectual, la de
en esfuerzo
flp hacia lo
P^^S-uidad, que podríamos
ahondando llamar
en ellos los elementosenesenciales
y descubriéndolos muchos
aute nosotros mismos o reafirmando nuestra conciencia
esce ^ otros; tribuna
y 2.'^ la que
de erigir en para
sirviera este hacernos
tradicional e histérico
conocer tales
^ tracr al Perú a hombres que deberían convertirse eu
TTa ^ PJ'opagandistas
explicado el señor de nuestra
Rector patria,de esta idea y ha ren-
el proceso

s'í ■ ■ ■■ . ^4-
■ *'■
f «N

211

dido homenaje a las i^ersonas e instituciones que han contribuido a


ella. No por reciprocidad de cortesía, sino cumpliendo un deber de
estricta justicia, yo tengo que declarar aquí que habría sido inútil
la disposición favorable de las instituciones y funcionarios ameri
canos, si la idea no hubiera sido acogida con tan vibrante entu
siasmo y fecundo dinamisiuoipor el Rector de la XJuiversidad, a
quien el Consejo Universitario, con altísima comprensión de los in
tereses nacionales y del prestigio del Claustro, confirió plenos po
deres para realizarla. Debo también tributar mi homenaje a la ac
tividad. talento y celo del Comité Organizador, compuesto por los
prestigiosos catedráticos Jorge Basadre, Aurelio Miró Quesada oo-
sa. al Gerente del Touring Club, señor Benjamín Roca Muelle y a
nuestro excelente Secretario, Dr. Giesecke, exRector de la Univer
sidad del Cuzco; a los puevos profesores de la Universidad de ban
Marcos y dos de la Católica, que con entusiasmo y desmteres acep
taron dictar los cursos dentro de los difíciles marcos de programas
sintéticos.
Nuestra idea en realidad superaba los esfuerzos de cualquier
sector de nuestra actividad intelectual. Ella demandaba la coopera
ción no solamente de diversas Facultades, sino de otras instuucio-
Hes nacionales y de las instituciones afines extranjeras. Da Escue
la de Verano tiene así, pues, un carácter integralmente universita
rio, es inter-faeultativa, y diré algo más. es inter-institncional; por
que dentro de la estructura y bajo el nombre prestigioso de aan
Marcos, se ha buscado, sin exclusivismos ni prejuicios, la colabora-
ción de todos los hombres útiles y de las intenciones propicias, ban
Marcos preside este movimiento de unificación cultural para pre
sentar nuestra vida y nuestra historia a nuestros or
N^orte
Había que ser cautos y modestos en el primer
es que sólo ofrecimos trece cursos que pertenecen ^ . -pg.
Detrás y a la de Ciencias Económicas y imo a ' TnpJiante he-
reeho y uiencias
recno y Ciencias ruuiii;u.a,
Políticas; pero con^el éxito ^
-a— L^fncrzo Tnavor.
mayor.
mos
mus tenido,
Leniuu, podremos
üuurexim& intentar el ano próximo
^ _ nn
, ® Tn;„Qv.rrQc'
. v ¿g
A «loc^c TT fit.or a de las Finanzas y
Añadiríamos entonces las clases de Historia de las Finanzas y
Economía Nacional de la Facultad de Ciencias ^ , Penia-
eursos de Historia Constitucional o Evolución
no o Síntesis Actual de nuestras rí^TipJaq v Escuelas
cariamos las puertas de nuestra Facultad de . , . nuestros ■ U ■
de Ingenierosí para ofrecer el conocimiento smtet co a nuestros
huéspedes distinguidos, de la flora y la fauna p n- •
nueza mineral v aún pediríamos a la Facultad de Medicina su co-
laborac™ a^o refe'^ente a la historia de la medicina peruana y
a muchos aspectos del Perú desde el punto de vista medico.
7-^

212

•El éxito del ensayo realizado y las palabras afectuosas y iiieii-


sajes alentadores que hemos recibido de las instituciones norteanie-
i'icanas nos permiten alentar la esperanza, siempre que contemos
con la misma colaboración de la Casa Grace, de organizar una Es
cuela de Verano en los Estados Unidos, en las mismas ventajosas
condiciones, para nuestros propios alumnos quienes así podrían co
nocer la cultura americana, perfeccionar sus estudios do
cía en esos altos centros y adquirir el conoeimionto indisin*n>aV>lc
del idioma inglés.
La Institución que hoy se inicia tendn'i así una sección para
estudiantes peimanos, que Incn podría ilamar-c Escuela de Verano
por la época en que se realizaría.
Este intercambio de ideas y de viajeros es la más sólida base ¿le
la armonía continental. Xnestra solidaridad no entraña, sino al
contrario, rechaza toda idea de predominio, toda mecánica unifor
midad. Supone, dentro del respeto y defensa solidarios do nuestra
soberanía, la mejor comprensión y el respeto do la ])crsonalidad,
*
fisonomía de cultura, e independencia institucional de las dos fa
milias espirituales que integran el Continente.
No puede existir otra influencia que la del recíproco estímulo
dentro de las características de nuestra sicología y cultura y den
tro de nuestros destinos adversos, pero por felicidad paralelos.

Mis queridos amigos:


El ideal que abrigabais cuando desde vuestros bancos de estu
diantes en vuestra hermosa patria, oías a vuestros maestros hablar
del país legendario del Perú, de sus incas conquistadores y pater
nales, de sus graves y solemnes virreyes, de las fortalezas megali-
ticas y los caminos asombrosos, de los palacios con sus x^atios y sus
balcones moriscos, de sus iglesias barrocas, de sus aliares churrigue
rescos y de sus hermosos claustros monacales, del país en que se
consumaron las hazañas de Pizarro, Almagro y Benaleázar, y que
fué el teatro condigno de las batallas definitivas de la Independen
cia, ese sueño es una realidad.
Ya estáis entre nosotros y sois los bienvenidos. Os reciben
abiertos nuestros brazos fraternos y hasta el silencioso saludo de las
sombras yenei*ables de los viejos maestros de San Marcos, cuyas
^señanzas otrora repercutieron en toda la faz del Continente.
Desde el fondo de nuestro corazón amigo y cordial os dicen por
^is labios: maestros y alumnos, intelectuales y hombres de tra
bajo, estáis en vuestra casa".

'■i tm ' V.,- ' ,A


/ .
• • r.
— 213 —

HEALIDAD NACIONAL
Y CRITICA LITERARIA.

Bajo la influencia de un estrecho sentimiento localista, Alfre-


•do Yépez Miranda (1) niega su comprensión a todas las manites-
taeiones de cultura que no le hablen de su localidad; mega valor a
los hechos históricos, económicos, sociales e individuales que mi-
bieran sido determinados en extraños lares; y, consecuentemente,
puede apreciarse que en su concepción del mundo se reilejan a-
les limitaciones, que su sensibilidad ha sido deformada.
En el fondo, esta actitud revela un empirismo censurable, por
que aconseja la exaltación de aquellos valores ambientales que se
pueden apreciar directamente. Y es egolátrica, jíorque la exa
de estos valores obliga a justificar e imponer la exaltación de su
propia personalidad, como síntesis o quintaesencia de esos ^a oie
ambientales. . „ .
Fácilmente se explica, así, aquella actitud ofensiva que se pei-
'cibe a través de todos sus juicios, aquella fraseología demgratoria
■que caracteriza su estilo. Es una actitud que denuncia aislamiento
monólogo. Es una fraseología que denota convicción prematura, y
voluntaria elusión de los principios que puedan alteraría.

En estas páginas analizo los .'L'.;tto"'de'' llrealidad

cía que ejerce sobre la literatuia.

(1) Es cateítrátieo
dad del Cuzco; miembro del Institu ^ . nacionales Lo principal de su
eiudaó; eolaborador poriódicos
obra se halla en dos ^\bros. exagerado atribuirle
■''La novela indigenista g„g opiniones tienen alguna influencia,
t »\S^rS,'beTe°cbo ul miaucio'so análisis de su pensamiento.

'4

' "V
■ ^ -
' -■

214

Traduciendo un concepto general sobre el Perú, afirma:

Creo con sinceridad que en el Perú la demarcación geográficn


material de territorio, encierra también una profunda división
espiz'itual, creo que el territorio está penetrado de ambiente es
piritual, donde el instinto artístico para tener fuerza de crea
ción necesita de aliento telúrico, que le dé movimiento y apti
tud de originalidad, creo, que más allá de la geografía con sus
vez'dades mecánicas de espacio, clima y altura, está el sentido
espiritual enclavado dentro del territorio, como si el espíritu
hubiera modelado manifestaciones propias en el paisaje (2).

Aclaramos. ''En el Perú, la demarcación geográfica. . . . . encie


rra una profunda división espiritual", y "el instinto artístico ne
cesita de aliento telúrico, que le dé movimiento y aptitud de origi
nalidad";, pero,
¿jciu, simultáneamente,
üiiiiuitaueaijiciiLe, se observa
se ousei que "más
va q«ie iiiu& allá de la
geográfica con sus verdades mecánicas de espacio, clima y altura",
está el espíritu, tal "como si hubiera modelado manifestaciones pro
pias en el paisaje". Por una parte,
narte. se afirma que
aue la creación espi
espi-
ritual iiccesiLci
xiuuai necesita jia
la miiueiicia
influencia leiurica;
telúrica; y,
y, por
por otra,
otra, que
que ei
el cs.piiii-"
espíritu
graba sus propias manifestaciones en el paisaje. Aparentemente hay,
pues, una contradieción
contradicción. T*om
Pero pt»
en TPnlírinri
realidad -un
no exi.stc
uaí.mu sino
bjhl» una
l*""- d^f^**
ciente comprensión y, por ende, una mala expresión. Porque el es
píritu y la tierra se hallan vinculados por un intercambio de in
fluencias. Así, cuando la conciencia perciba su capacidad creado
ra, es posible que la emoción turbe o ciegue el hallazgo de los mo
tivos que aquella ha visto surgir ante sí, es posible que la emoción
vuelque la coneiencia sobre los objetos externos: o sea, que, en la
aurora del desarrollo espiritual, el paisaje domina al espíritu. Mas,
lentamente, la activa y consciente sucesión de vivencias le imprime
extraordinaria fuerza; el espíritu observa, aprehende y explica las
cualidades de los objetos; y llega, a veces, hasta atribuirles las pro
pias vivencias. Quizá no sea frecuente la clara aparición de estos
momentos^ polares que ofrece la relación entre el mundo exterior
y el espíritu; o bien, es posible que la manifestación de tal o cual
comente de influencia—mundo exterior, espíritu; o viceversa—se
encuentre afectada por la presencia de la corriente contraria.^ Por
eso no se debe enfocar mecánica o unilateralmente las relaciones
entre el mundo exterior y el espíritu. En rigor, el espíritu se adap-
a al mimdo exterior, y luego se proyecta sobre él. Tal es "el^sen-
lUo espiritual enclavado dentro del territorio, como si el espíritu
uubiera modelado manifestaciones propias en el paisaje", y que,

inoe^ (páginas
—1935 novela indigenista": Librería e Imprenta H. G. Bozas, Cuzco»
12-13).

*5»
"V'K:

a. -
>' .•

— 215 —

aparentemente, contradice a la división espiritual" engendrada


por la '^clemareación geográfica'*.
Ahora bien, la deficiente comprensión que acabamos de expli
car es, también, un esfuerzo malogrado. Porque Alfredo Yépez Mi
randa no sabe aprovechar la intuida acción del espíritu sobre el
mundo exterior; sólo le reconoce fuerza determinante a la influen
cia que el medio geográfico ejerce sobre el espíritu; y, cuando tra
ta de precisar cuáles son nuestras modalidades espirituales, las cir
cunscribe a las fundamentales regiones geográficas del país. Dice:
El Perú es casi el país del contraste, los factores que son
unidad en otras partos son aquí, oposición y variedad. El te
rritorio presenta regiones marcadísimas, la costa, la sierra y
montaña presentan como paisaje artístico, como sentido econó
mico, situaciones individuales que las distinguen, la población,
tampoco es unidad, al contrario se destaca en el Perú el fac
tor heterogéneo entre los componentes étnicos de la población,
sin estar relacionados todavía con la unidad espiritual, final
mente la cultura no ha plasmado el crisol de la espiritualidad
nacional, continuamos siendo un país de dualidad (3).
Y observamos que califica al Perú como "país del contras
te", así como otros lo han calificado como país paradójico. En el
fondo, contraste y loaradoja entrañan una oposición, objetiva en el
primer caso e intelectual en el segundo; pero, las relaciones u opo
siciones de carácter objetivo son las que percibe la mentalidad del
citado escritor cuzqueño, y por eso identifica al Perú como "el país
del contraste". Es una frase hecha, muy repetida, y que, por su
simplismo, es muy difícil justificar. Por ejemplo: ¿cómo justificar
el contraste, la oposición o la dualidad del Perú, siendo tres sus re
giones geográficas? Pues solo recurriendo a un argumento forza
do G inexacto: "costa y sierra son el Perú actual" (4). No importa
sabor que "la costa, la sierra y montaña presentan como paisaje
artístico, como sentido económico, situaciones individuales que las
distinguen"; ni importa que la montaña ofrezca la más henchida
promesa para el bienestar del país; porque, para^ justificar aquella
vieja cantilena que pregona la dualidad del Perú, se debe admitir
que "costa y sierra son el Perii actual". Y, ¿cómo creer en la dua
lidad si "se destaca en el Perú el factor heterogéneo^entre los com
ponentes étnicos de la población", si todavía, no existe una cultu
ra nacional que pueda unificar esos heterogéneos componentes de
la población?

(3) I<1., prigínas 5-6.


(4) Píirvianidíid literaria y revolución'^ Librería e Imprenta H. G-. Ro 4r
zas, Cuzco—11)34 (página 44).
10

■' n ' ***.


— 216 —

Dejándonos guiar por un criterio tan simplista, admitamos, sin-


embargo, que las regiones geográficas originan la diversificacioii
de los problemas nacionales. Y, para que Alfredo Yépez Miranda
lo comprenda mejor, admitamos una metódica exclusión de la mon
taña peruana. Circunscribamos nuestra mirada a la costa^ y a la
sierra, aparentando creer en la cacareada dualidad del Perú. Y ve
remos que, en la eo.sta, los problemas de la región petrolcim en
torno a la cual se cierne ya la posibilidad de la nacionalización—-,
los problemas de los latifundios industrializados y de los monocul
tivos, así como los problemas de la pequeña propiedad agraria y
de la industria en general, son diferentes entre sí. Veremos q^^e,
en la sierra, el predominante agrarismo de la población sureña
facilita su postración, en tanto que la proletarizaeión eleva la con
ciencia colectiva y el estándar de vida en la zona central. De ma
nera que no es justo creer en la dualidad del Perú, pues su fisono
mía general es más compleja.
Pues bien. Ahora que conocemos su concepto sobre las relacio
nes que existen entre el mundo exterior y el espíritu, así como su
visión integral del Perú, veamos qué piensa Alfredo Yópez Miran
da sobre nuestras regiones geográficas. Sobre la costa dice:

La molicie, el clima sensual, la falta de incentivos para la


voluntad, mata la inquietud; el hombre no lucha contra la na
turaleza; la tempestad, el huracán, los animales salvajes, la
furia del mar, no existen, convirtiendo la vida costeña en mo
notonía.
Los Andes son también ignorados en la literatura costeña;
situados al oriente del litoral, se encuentran majestuosamente
aislados; sus cumbres demasiado lejanas de los valleeitos cos
teños, no influyen en la literatura, de los Andes bajan los nos
costeños, los Andes son la ubre sustentadora de la región cos
tanera, pero, la hija ignora a la madre, el desierto se interpo
ne entre los oasis costeños y los Andes.
La corriente de Humboldt, enfría el litoral, la falta de eva
poración impide la acumulación del vapor de agua en la atmos
fera, además las nubes de la montaña empujadas hacia el oc
cidente por los vientos alisios buscan el alto nivel de los An
des para pasar, cayendo no en la costa ávida y sedienta, sino
en el Océano Pacífico, centenares de kilómetros lejos de la
avena costanera; por esto la comparación de la costa con el
desierto africano del Sahara, no carece de exactitud, el desier
to separa un vallecito de otro, y éstos se desarrollan indivi
duales, sin nexo casi, propicios a la dominación exti^anjera y a
la explotación de los poderosos.
Los desiertos de la costa llámense de Sechura, Olmos, Cle-
— 217 —

mesí o Pampa Colorada, no tienen el incentivo misterioso del de


sierto africano, sin nna faiina como la del león, que atrae la
fantasía de los hombres, sin las leyendas misteriosas de cara
vanas y bandidos, nnesti'o desierto no impresiona a la litera
tura en un sentido afirmativo (5).

Y ¿qué tal? Es una rcprcsoutaeión tan ingenua que linda con


lo infantil, ¿no es verdad? Muy pintoresca y, sobre todo, reveladora
de un discernimiento tan inocente que entei'nece. Pues, entre sus
diversos elementos, hallamos algunos de un primitivismo encanta
dor: la tempestad, el huracán, los animales salvajes, la furia del
mar, los Andes majestuosamente aislados, la hija que ignora a la
madre, el desierto, leyendas misteriosas de caravanas y bandidos.
Elementos de fecundas sugerencias para un folletín, vibraciones de
una fantasía alimentada en historias de tierras lejanas, nos dan a
conocer todo lo que falta en la costa, pero ¿Alfredo Yépez Miranda
sabe, acaso, qué hay en la costa peruana? Leemos:

El paisaje de nuestro litoral carece de fuerza para con


mover la espiritualidad.
La eosta es el panorama de la muerte, sólo los vallecitos ama
mantados por los ríos qne bajan de la cordillera sonríen llenos
de verdor (6).

Y claro: si en la costa no existen la tempestad, el huracán. los


animales salvajes, etcétera, su panorama "es el panorama^ de la
muerte", y "carece de fuerza para conmover Ja espiritualidad'*. Tan
claro como la evocación de la vida del hombre costeño, cuya in-
qaiietiid está muerta porque no tiene incentivos que ejerciten su vo
luntad, que no lucha contra la natm'aleza y qne, entre tanta mono
tonía, se halla sensualmente entregado a la molicie. Sena, en re
sumen, una existencia edénica; pero, en la costa
el desierto separa un valleeito de otro, y éstos se desarrollan
individuales, sin nexo casi, propicios a la dominación extran
jera y a la explotación de los poderosos.
Como los personajes de ciertos cuentos destinados «a
nar la imaginación infantil, los. costeños nos hallamos abandonados
(."5) Id., página 4.
/f?\ T,1 o

Per
tistas
31-35.

ta V
. . •• •
— 218 —

en los pequeños oasis de la costa, entregados a la molicie, y sin las


energías necesarias para repeler las asechanzas de la dominación
extranjera y la explotación de los poderosos". Necesitamos qne de
la sierra bravia descienda un valeroso caballero, para darnos li
bertad e inquietud, y para infundimos fé en nuestro propio des
tino.
Pero, pongamos punto a la farsa. Y hablemos en serio. Alfredo
Yépez Miranda concibe la costa en una forma tan arbitraria, por
que no la conoce sino a través de ajenas descripciones—del profe
sor Jorge Basadre y de Luis Alberto Sánchez, por ejemplo—, des
cripciones de las cuales no toma sino sus rasgos sobresalientes, pa
ra exagerarlos caricaturescamente. Atendiendo a las voces depre
catorias de cierto resentimiento nihilista, no atina a descubrir ''la
razón de la sinrazón". Y, careciendo del necesario conocimiento de
causa, no descubre lo que puede haber de positivo en la conforma
ción geográfica de la costa, en sus hombres, y en los caracteres de
la vida que ella auspicia. Obra por sugestión, al engrandecer los
simples apuntes que ha sorprendido en las ajenas descripciones. Y,
además, procede por eliminación: porque concibe el Períi como "un
país de dualidad", en el cual se oponen la costa y la sierra; per
sonalmente, conoce y admira las bellezas naturales de su terruño;
y, para consagrar su preeminencia, niega los valores positivos de
la co.sta, así como el adolescente suele negar los méritos de los ma
yores para afirmar su propia personalidad.
In.spirado por su ingenuidad y su primitivismo, véase cuánto
cariño vierte en su descripción de la sierra:
•* 'A
Si el panorama de la costa abruma por su esterilidad, sin
emocionar artísticamente, la sien*a es millonaria de belleza, ple
na de incentivos creadores, derroche de luz, alegría mañanera
que resbala por las aldeas, canta en los maizales y se hace ilu
sión en las nieves de las cumbres. Las cadenas de la cordillera
de los Andes, la defienden de la costa y de la montaña. En la
-sierra, el sol se deshace en colores brillantes y festivos, la vida
rumorosa en incesante movimiento. La sierra no es lo uniforme,
la sierra en incesante contraste, inquietud de paisaje; un cie
lo azul profundo como.un pañuelo de ilusión; allá arriba, cum
bres nevadas cual llamaradas de inquietud, vallecitos floridos,
torrentes musicales que se despeñan, la puna silenciosa y el
rio torrentoso.
En la Sierra el cielo no es uniforme, al azul refulgente reem
plaza el plomo oscuro, la tempestad conmueve a los Andes, el
trueno retumba formidable conmoviendo las montañas, el rayo
estalla matando hombres y ganado, la lluvia torrencial, a car
cajadas enverdece las chacras, los torrentes se convierten en

■" 'A 'i


— 219 —

ríos inijietiicsoSj los ruidos formidables de la naturaleza espan


tan, infunden respeto y temor, parecen las batallas de dioses
gigantes. i V-

El paisaje varía y se transforma a cada paso, junto al ce


rro hostil y empinado, está la enramada de capulíes, más allá
de la quebradita verde los desfiladeros espeluznantes, el sol se
retuerce en retamas poéticas para saltar al nevado majestuo
so o al molle pensativo o se acuesta en la calma soledosa de la
puna.
El paisaje serrano, no está ausente de la cuerda musical del
charango donde retoza de alegría, es majestuoso en el pututo,
melancólico en la quena. El sol dominguero penetra a bocana
das en la iglesia aldeana,- estalla en granizada de diamantes
cu los altares de Corpus, se emborracha de arte en el tallado
del pulpito de San Blas, el sol es el paisaje, la sierra misma
que habla en Lunarejo, frases henchidas de emoción, la sierra
es rebeldía en Túpac Amaru y color, siempre color en todas itk:
partes. Alegría rural, afán creador, rebeldía y ternura hay en
la sierra.
El paisaje se prende de caseríos y aldeas, grita colores en la
indumentaria andina, los ponchos polícromos, son pedazos cor
dilleranos, quebradas y montes, crepúsculos y mañanas que se
retuercen de emoción cubriendo al hombre y acompañándolo
siempre (7).

Así es, indudablemente, la naturaleza serrana. Y, quien se halla


solazado en la contemplación de su paisaje, habrá sentido cómo se
traslada su espíritu de una a otra emoción, bajo el dominio do xm
ansia que incita a evocar la vida de siglos. Porque, el íntimo sobre
cogimiento que invade el alma ante las moles andinas cede el paso
a la sonrosada placidez que ostenta el sol serrano. El hombre se
identifica con la naturaleza, aproximándose al imeioso panteísmo
de otras eras.
Pero, aplicando un elemental sistema de argumentación, Al
fredo Yépez Miranda exalta los valores serranos mediante su opo
sición a los valores negativos que ha creído sorprender en la costa.
Por ejemplo: "si el panorama de la costa abruma por su esterili
dad, sin emocionar artísticamente, la sierra es millonaria de belle-
"la comparación de la costa con el desierto del Sahara no
carece de exactitud'*, en tanto que, en la sierra, "el paisaje varía
y se transforma a cada paso"; todo es monotonía en la costa, pero

(7) ''Peruanidad literaria y revolución", páginas 10 a 13.

■f:

V. .
I Ni < ^ -r—=^-7T-« «-"T— Vgv

— 220

"la sierra no es lo uniforme" y, dondeqxiiera, se la ve en incesan


te contraste"; en la costa reina la molicie, en tanto que, en la sie
rra "la vida rumorosa (se deshace) en incesante movinijento ,
... _ . - .. -1 1 i-,,1 1.1 1t1_
en la co.sta, "la falta de incentivos para la voluntad mata la in-
lio, .c»
quietud" y, en cambio, la ...v.—,
sierra, "plena
^ de- incentivos creadores
?, /-< ,
infunde "alegría rural, afán creador, rebeldía y ternura . Oomo
se ve, pues, la oposición es absoluta. Sobre todo, porque la sieria
tiene; tempestades; truenos; rayos que estallan, matando hombies
y ganado; lluvias torrenciales; "ruidos formidables de la natura
leza", que "parecen las batallas de dioses gigantes' .
Desde luego, la oposición entre la costa y la sierra no es tan
abismal como lo imagina Alfredo Yépez Miranda; y, en cnanto a
la injusta depreciación de la costa, la apreciamos como cqnivoc.i
reacción de un sentimiento localista, pues los hechos y las curas
demuestran que su participación en la vida nacional es mucho nia-
yor que la participación de la sierra. Así, de los cuatro proclucto.s
que constituyen la hase de la economía peruana, tres—el petróleo,
el algodón y el azúcar—son productos costeños, y solo xmo el co-
hre—se explota en la sierra. Lógicamente se deduce, por lo tanto,
que ios valores negativos, tan arbitrariamente atribuidos a la cos
ta, no se sustentan en la realidad. Lo cierto es que la costa y la sie
rra se integran, se necesitan mutuamente.

Por último, nos hallamos frente a la descripción do la montaña:


paisaje único, profusión de colores, ríos que ^parecen mares,
fauna variada y desconocida, flora abundantísima, tribus de
hombres .salvajes, leyendas de caníbales, relatos espeluznantes,
abundancia colosal, variedad y siempre variedad y ese aire
de misterio que rodea todas las cosas (8).
Sin recurrir al análisis vemos que, pese a la "profusión de
colores", tan certeramente destacada por Alfredo Yépez Miranda,
su descripción de la montaña es descolorida. Hecha a base de lufm-
res comunes, con lamentable ausencia de datos fundamentales. Y,
aparte de unos datos impresionistas—seguramente conocidos por
referencias—, se destaca una reincidencia en el infantilismo, pues
se le brinda especial admiración a "tribus de hombres salvajes, le
yendas de caníbales, relatos espeluznantes.... y ese aire de miste
rio que rodea todas las cosas".
Aquí damos por integrado el concepto que Alfredo Yépez Mi
randa se ha formado sobre cada una de las regiones geográficas

(8) Id., página 43.

*'-«f. it ' ' í:"' ■ ^


V -—---..r. -; • -»• ^

221

qne coustituyen el Pcrii. Y destacamos una frase, en la cual com


pendia su manera de enfocar las relaciones que existen entre la cos
ta, la sierra y la montaña. Dice:

Las cadenas de la cordillera de los J^ndes, la defienden (a


la sierra) de la costa y de la montaña.

Quiere dar a entender que los Andes detienen el contagio de


la molicie costeña y la invasión de aquella exuberante vegetación
que se enmaraña en la selva. Pero las palabras se rebelan contra
pensamiento tan absurdo, y dan a entender lo siguiente: la sierra,
como una gran señora venida a menos, se parapeta tras de los An
des para aislarse de la costa y de la montaña, pues, en su estado
actual, se sentiría lastimada al rozar con la bonanza y la exube
rancia que se extienden sobre una y otra; o bien, la sierra, que se
entusiasma con los colores de su luz y con su paz aldeana, es un
elemento pasivo, cuya actitud se limita a defenderse de la activi
dad que reina en la costa y en la montaña. En ambos casos, se debe
considerar qne las palabras de Alfredo Yépcz Miranda no le ha
cen honor a la realidad serrana.
en síntesis, ¿qué rasgos distingue en el Perú? ¿Cómo juzga
sus múltiples contradicciones? Leemos:

un territorio enorme, malísimamcnte comunicado mediante po


cos caminos, tres regiones geográficas totalmente opuestas en
sus caracteres, heterogeneidad de razas, falta de un mestiza
je poderoso, diversidad de cultura, economía en contradicción,
feudalismo y comunidad; lucha entre la imitación y herencia;
todo esto ha contribuido desfavorablemente, por eso se explica
ese complejo de ^'inferioridad", ese centralismo absorbente,
la falta de núcleos mestizos poderosos espiritiial y mimenca-
meute, el desdén por la sierra, la Opresión indígena, taita ele
un centro verdadero en el país (9),

Es decir, que en el Perú distingue una sene de rasgos, ya se


ñalados en obras de diversa índole o en afirmaciones demagógicas.
Personalmente, no aporta sino la selección; no añade un esclareci
miento causal de tan compleja definición, ni el juicio eoo _ .
Se limita a repetir, mecánicamente; y por eso no anula los términos
contradictorios, ni identifica los que han caducado o han sido su
perados.
Puntualizando, vemos que:

(9) Iil., página 51.

¡r ♦
■w v,
r . X^'

— 222

1.®, el Perú se extiende sobre *'nn territorio enorme, malísima-


mente comunicado mediante pocos caminos"; pero la red vial—que
día a día se extiende a zonas que antes pcrinanecíaii aisladas—y
las comunicaciones aéreas, van haciendo inexacto el segundo tér
mino, de manera que sólo tiene validez permanente la vaga 3^ pri
mitiva noción sobre el enorme territorio del Pera.
2.®, sobre la existencia de "tres regiones geográficas" estamos
de acuerdo; pero j^a hemos visto que su pretendida oposición de
caracteres se basa en la falta de conocimiento directo, así como en
la ausencia de una equilibrada estimación de cada una de esas re
giones.
3.®, la "heterogeneidad de razas" es evidente e indiscutible;
pero no supone "falta de un mestizaje poderoso, ni falta de niV
cieos mestizos poderosos espiritual y numéricamente". Es notorio
que, desde hace tiempo, se viene precipitando un considerable pro
ceso de mestización que paralelamente se realiza por las vías ra
cial y cultural. Su desarrollo inspira la identificación del iinlividuo
con la tierra en que vive y, así, va extendiéndose a iina serie ele co
lectividades que hasta hoy vivieron estacionarianientc aisladas.
Acelera la integración del país, y preside el robustecimiento do la
conciencia nacional.
4.°, verdad de peso, muy popularizada, es la referente a la
"economía en contradicción". Poro, creer que los extremos de es
ta contradicción están dados por el feudalismo y la comunidad,
revela un atraso mínimo de ochenta años: porque en la década de
1850 a 1860 se encuentran los anuncios germinales del capitalismo
peruano. Y, considerando la intervención del capital financiero en
la vida del país, así como la supervivencia de ciertas etapas inter
medias de la evolución económica, vemos que, en lugar de una con
tradicción, es preciso admitir la existencia de miiltiples contradic
ciones en la estructura económica del país. Con lo cual, se inlia-
bilita el conocimiento demostrado por Alfredo Yópez Miranda.
5.®, "ese centralismo absorbente" que tanto lo amarga, ha si
do una necesidad histórica: porque ha detenido la desintegración
del país, cuando faltaba una conciencia nacional que actuara como
fuerza centrípeta. Y, a pesar de todas sus limitaciones, debemos
a ese centralismo nn beneficio relativo: la existencia de "un centro
verdadero en el país". Porque Lima fija el rumbo de la vida nacio-
^al; y, sobre todo, porque es el centro de mayor actividad econó-
Dnea. Negarlo, es ceguera o testarudez.
6®, la "diversidad de cultura" es inevitable en un país afec
tado por múltiples contradicciones económicas; pero esto no quiere
decir que solo la imitación y la herencia hayan de alternar en la de
terminación de nuestra cultura, pues tal simplificación equivale a
uegar nuestra actual capacidad de creación.

5- *
"S ,
/.

\
— 223

7.°, mencioiinr nn "complejo de inferioridad", sin precisar a


qnien afecta, es lo mismo que soltar una piedra en el vacío.
Por lo tanto, de los rasgos qnc Alfredo Yépez Miranda apunta,
al caracterizar la situación general del Perri, sólo prevalecen los
siguientes: un territorio enorme, tres regiones geográficas, hete
rogeneidad de razas, diversidad de cultura, y economía en contra
dicción. Y, como se ve, no revelan conocimiento aprceiable, ni apro
piado análisis de la realidad peruana.
Sin embargo, dogmatiza con una rotundidad sorprendente:

El centralismo republicano tuvo no solo funestas consecuen


cias en la actividad política del país, ejerció una verdadera
tiranía intelectual imponiendo su pensamiento a las provincias;
hoy en cambio existe una fuerte corriente ideológica que se
genera en provincias, es la rebelión de las provincias contra
la capital. Nnestra capital aislada de los núcleos vitales del
país, lejos del maravilloso incentivo de los Andes, tenía fatal
mente que desconocer a las provincias. Ahora las provincias
orientan a la capital (10).

Dogmatiza, porqne carece de elasticidad dialcetiea y no ve la

nado a impugnar el centralismo limeño, iiregniitamos: ¿el retraso


de las provincias se debe exclusiva mente al centralismo? ¿O tal re
traso se ha- debido a la prolongación del feudalismo en sus dos ex-
l^resioncs fundamentales, el gamonalismo en la economía agraria
y el caciquismo en política? Y, precisamente por esto, hay qne in
sistir en la falsedad del lugar común: Lima no ha estado aislada
de los núcleos vitales del país—que han sido diferentes en la época
del guano, del salitre, etcétera—; ni ha desconocido a lívs provin
cias, pues su fuerza centrípeta ha forjado cierta cohesión nacional.
Tampoco ha ejercido una "tiranía intelectual imponiendo su pen
samiento a las provincias", pues lo efectivo ha sido que, por no te
ner orientación propia, los grupos intelcctnales de las provincias
se han visto obligados a seguir las normes trazadas desde Lima.
Y si hoy encauzan las provincias su vida, si nuevas fuerzas Ies im
primen confianza en el porvenir, ¿no se debe, en gran parte, al
imperio del centralismo sobre el caciquismo? Por eso, antes que
subvertir los tcrnihios, afirmando que "las provincias orientan a
la capital", ¿no sería más justo sostener que la "caiñtal" inspira su

(10) Id., página 54.


11
"V

— 224 —

acción en las necesidades de las provincias y preside la integración


del país?
En resumen: el pensamiento de Alfredo Yépez Miranda refle
ja vagas y escasas nociones sobre la realidad nacional, primitiva
concepción de los problemas inherentes a nuestras regiones geográ
ficas, y torpe deformación de los vínculos que van forjando la "uni
dad nacional. Lógico es, que no acierte a identificar el aliento so
cial de la literatura peruana, ni su emoción telúrica.
vr
Alberto Tauro.

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225 —

•> • -i

LA EDUCACION PUBLICA EN EL PERU.

Discurso pronunciado en la Cámara


de Dip\ítados por el Dr. Pedro Dulauto,
Diputado por Huallaga y Catedrático do
Historia do América de nuestra Fa
cultad, con motivo de discutirse el
Pliego do Educación Pública del Pre
supuesto General de la República para
1910.

El señor Dulanto.—Señor Presidente: En mi condición de


Presidente de la Comisión de Educación Pública de la Cámara,
creo de mi deber intervenir en este debate, lamentando la ausencia
del Ministro del Ramo, doctor Olivcira, complaciéndome del anun
cio que este funcionario lia heebo en su nota leída, en la sesión
anterior, de su propósito de venir tan pronto como su salud le per
mita. al seno del Parlamento, a exponer la política educacional del
Gobierno, ocasión en la cual me será dable opinar con la extensión
que la materia reclama.
Creo señor Presidente, que en realidad la educación pública se
encuentra en el Perú en estado de evidente atraso, pese a todas las
leyes y reírlamcntos de enseñanza dados en el país desde el año
1850 hasta la fecha, pese al laudable propósito de gobiernos cultos
y a la acción inteligente e ilustrada de maestros peruauos que se
han esforzado por resolver el problema educacional. El mal está a
la vista, siendo tanto más perceptible por el progreso material ex
traordinario que lia alcanzado el país, progreso del cual no vamos
a renegar sino al contrario a complacernos y a enorgullecemos de
él, pero este desarrollo material no paralelo al desarrollo espudtual
sirve para que se note más el vacío existente en la educación pu
blica, constatándose que falta mucho en el campo de la espiritua
lidad en. nuestro país. Hay necesidad, pues, de impulsar la educa
ción pública, para que exista un desarrollo paralelo del orden ma
terial y del orden espiritual, ya que ambos se compenetran y se sir
ven recíprocamente.
Pienso señor Presidente, como toda la^ Camara, que el proble
ma es también de carácter económico, coincidiendo las opiniones
r • * ' ■ í '

226

en el sentido de f]ue, con no menos de veinte millones de solos m^is


que en el presupuesto de la República se consignen para el ramo de
enseñanza, es imposible llevar a cabo una verdadera reforma educa
cional en el Perú. Felizmente el señor Ministro de Educación Pú
blica, que es un maestro eminente, espíritu inteírral que traduce en
pronta acción sus iniciativas y sus empeños, anuncia ya su propósi
to de consepruir esos fondos extraordinarios, para llevar a cabo la
anhelada reforma. Pero prescindiendo de esto, se puede con los
fondos que existen llevar a cabo algunos progresos en el ramo de
enseñanza como los está ya efectuando el gobierno, con conoci
miento de la Cámara.
En este orden, señor Presidente, es muy laudable que se rea
bra el Instituto Pedagógico de Varones destinado a la formación de
maestros de segunda enseñanza; pero a este respecto, coincidiendo
con la opinión ya expresada de mi distinguido amigo el doctor
Mac Lean, pienso que debe también estimularse, mediante un au
xilio económico apreciable a la Sección Pedagógica de la Facultad
de Letras de la_ Universidad de San Marcos; Sección Pedagógica
que tiene su origen en el pensamiento inicial de Javier Prado y sw
desarrollo, en el impulso, a su tiempo, de Luis Miró Qucsada. con
tando con los esfuerzos para su restablecimiento actual, del doc

tor Urteaga. Me parece también que debe, económicamente, auxi


liarse más en general a nuestra Universidad; nuestra Universidad
necesita ampliar sus museos, sus gabinetes de investigaciones, ne
cesita realizar una serie de reformas, para estar a tono con el pro
greso nacional, como bien lo sabe mi eminente maestro y amigo el
doctor Solf y Muro, Rector titular do la Universidad.
En mi opinión la Universidad no solamente representa un al
tísimo valor tradicional en la cultura del país sino que es tribuna
e permanente renovación de ideas debiendo dársele un significa-
c o mayor que el que tiene. Yo, por ejemplo, estimo que el Rector
estar asimilado en honores a los Ministros de
^staclo, asi como so proyecta que el Océano del Colegio de Aboga-
s sea asimilado eu honores a los Vocales de la Corte Suprema.
razón para que se excluya en los ceremo-
a es públicos a los miembros de las Universidades que tienen la
mas alta representación espiritual en la vida del país. Se ha resta-
eciclo, señor Presicbjnte, por el gobierno, con muy justa razón, las
enseñanza. Ha funcionado en el Ministerio, un Semi-
10 para maestros que ha dado espléndidos resultados. Las anti-
Kfion. ü^stoy seguro,
dedados
enseñanza fracasaron
los propósitos por la intervención
patrióticos que animan po-
en
nao Poder Legislativo
p Clones de enseñanza y al Poder
no van a fracasar estaEjecutivo, que las ins-
vez. Las inspecciones

-.iV
1 •* i
> ^ 1 4.- ^ .
. -V _ ,

227

de enseñanza van a ser entregadas a personas qué en realidad las me


recen y que esos inspectores no solamente van a realizar una labor
de vigilancia sino una labor de enseñanza para los preceptores.
Existe una sección Psieopedagógiea en el Ministerio de Educa
ción. A esta Sección, a mi juicio, no se le dá todo el desarrollo que
debe dársele. Lamento la ausencia del señor Ministro de Educación
Pública, porque si estuviera presente sería el caso de detallar so^
bre este ijuuto, bastándome con decir, que en esta Sección es evi
dente la necesidad de dotarla de más elementos que los que actual
mente tiene.
Considero, señor Presidente, como todos los miembros de la Cá
mara que están mal rentados los maestros; qiie hay que reformar la
escala de haberes. Y en este orden de cosas, me parece una injusti
cia que las maestras de escuelas industriales tengan un sueldo infe
rior a los maestros de las mismas escuelas. No hay motivo ninguno
para que las maestras tengan, x'epito, xm sueldo inferior a los maes
tros cuando existe disposición expresa de la ley, que detenniiia idén
ticos sueldos para varones y mujeres.
Precisa una rectificación en lo que ocurre con la jubilación de .>
los directores o directoras de los centros escolares de Lima, Callao y ,.
balnearios, a quienes se les asigna nn subsidio extraordinario para
casa-habitación; pero sin que se sume esa cantidad para los efectos
de la jubilación, de manera que cuando llega la jubilación del
maestro, x'esxilta que se lleva a cabo con una cantidad inferior a la
que reciben los auxiliares. Los antiguos inspectores de enseñanza, .*
tenían una partida extraordinaria que se computaba para los ^
efectos de la jubilación. fl:
Me parece, señor Presidente, muy acertada la exposición que
hace a la Cámara, el señor Ministro de Educación Pública en su nota,
en relación a las partidas globales; anunciando que serán distribui
das en forma proporcional a todas las provincias, que ninguna se
quedará sin recibir la parte correspondiente. A este respecto debe
acordar la Cámara, que exista una repartición proporcional, tenien
do en cuenta las mayores necesidades de cada una de las provin
cias, para que no perdure la situación clamorosa que ocurre en Pu
no, como lo ha manifestado el señor Panlagua en sesiones anterio-
res.
¡Hay una verdadera crisis en la enseñanza secundaria, que se
pone de manifiesto muy particularmente en los exámenes de ingre
so a la Universidad. En estos exámenes de ingreso, verdaderamente
fatales se ve como la enseñanza secundaria en el Perú no responde
absolutamente a sus fines. Sería conveniente que esta Sección de
ingreso a la Universidad hiciera una estadística para ver cuales son
los colegios que arrojan mejor resultado y cuáles son los que lo y'
-- ''■ ..' . ^ • /■ ■ , ■' • ' :♦< ;
r*

— 228 —

. ^ arrojan peor, pero en todo caso el promedio es realmente fatal. Ilay


'' 1
localidades en las que existen Colegios Nacionales que no debician
existir, que tuvieron importancia en su época, pero^ que la han per
dido. Hay otras localidades en que ¡jasa lo contrario, en los que se
necesita Colegios Nacionales y no los hay y hay lugares, como en
Lima, en donde es necesario qin? contemos con más Colegios Nacio
nales. En Lima podría haber hasta cuatro Colegios Nacionales, con-
sipuiéu'lose así que el alumnado que acude a los Colegios Particu-
lares entre los que hacen campaña extranjera unos y tienen malos
profesores otros, vinieran a esos Colegios Nacionales. Hay un pro
yecto sobre nacionalización de la enseñanza aprobado en el Senac o,
con dictamen favorable de las Conii.siones informantes, originado
precisamente por esa deficiencia de la educación secundaria en los
Colegios particulares.
El Colegio de Guadalupe tiene una clientela de dos mil alum
nos, y es muy difícil que la voz del Director pueda llegar a un alum
nado tan considerable, viéndose por eso, algunas veces, alborotos y
tumultos de los alumnos.
Es mi opinión, señoi' Presidente, que debe también crearse
una Dirección Nacional de Cultura, cuya finalidad sería crear y fo
mentar el ambiente intelectual y espiritual en el país; hacer llegar
a toda la naeión las corrientes fecundantes de la vida y de la acti
vidad literaria, científica y artística del Perú. Sobre este tema ten
dré que extenderme cuando se encuentre en la Cámara el senor
Ministro de Educación Pública.
Vuelvo a decir, que tengo optimismo en que la reforma de la
eseñanza se va a llevar a cabo esta vez en el Perú. Lo creo asi, por
que encuentro que hay un ambiente favorable en todas las esferas,
en el Parlamento, en el Ejecutivo y en la opinión pública; y lo pri
mero que se requiere para que una reforma se lleve a cabo, es^ que
exista un clima espiritual propicio. Y es necesario, señor Presiden
te, dentro de esa necesidad de estimular la reforma y de aumentar
si cabe este sano propósito, de dignificar al maestro lo más posible
en su noble función. Es realmente emocionante aquel ejemplo da
do por el gran educacionista argentino Domingo Faustino Sar
miento, quien dejó la Presidencia de la República, su altísima je
rarquía de Jefe de la Naeión argentina, para ocupar de nuevo su
antiguo pupitre de maestro fiscal. Juzgo que así como se ha
creado la orden del trabajo, para estimular los servicios ex
traordinarios en ese Ramo, debía crearse la orden educacional,
que dignificaría y estimularía a los que prestan sus servicios en
la enseñanza pública.
Y permítanme señores, que en este caso, tenga nn emocionado
recuerdo para mi viejo maestro el Dr. Deústua, quien sería el prí-

•h

A ■
:ir TT 'W-

229 —

mero en recibir los homenajes de esa orden; ese anciano educador


que a los 90 años de edad da el' ejemplo singularísimo al Perú y a
América toda de continuar haciendo conocer sus ideas, con un fres
cor de espíritu que corresponde a la primavera de la vida. Hay que
dignificar, señor Presidente al maestro, hay que dignificarlo como
quedó dignificado aquel embajador de una nación americana en Pa
rís que resignaba la embajada, porque recibía el encargo de consti
tuirse en su patria a ejercer el Decanato de una Facultad Universi
taria ; llegó el Embajador a la Soborna y ahí un maestro eminente
de Francia lo presentó con estas frases, realmente significativas y
hermosas; Está aquí el señor Embajador de la Repvibliea Argenti
na ascendido a profesor decano de la Universidad de Buenos Aires.
(Aplausos prolongados).
230 —

{ <

f- '

EL FOLKLORE EN LOS PLANES DE ESTUDIOS
DE LAS UNIVERSIDADES DE LOS ESTADOS
UNIDOS DE AMERICA.

El folklore se ha dosarroliado fraprmcntai'Iamcnlo, por regio


nes, por razas, por períodos o por géneros, iirincipalmente como
una ciencia auxiliar en los Estados Unidos. La ciencia del folklo
re se estableció hace poco más de un siglo. Las niaterins del folklore
son tan antiguas como la cultura humana. Estas malcrías han sido
e.studiada.s por las ciencias relacionadas al folklore en sus partes mas
bien que en su conjunto 011 los Estados TJnidos, y desde puntos de
vi.sta muy variados más bien que con una perspectiva unificada.
Parece que los antropólogos prefieren pueblos primitivos y vivos,
sobre todo el indio americano, y estudian su folklore relacionándolo
con su cultura en general. Los sociólogos se interesan notablemen
te por el negro en su ambiente del Nuevo Mundo incluyendo
su folklore. Los arqueólogos estudian los pueblos muertos, cuyos
restos culturalo,y y durables hayan sobrevivido a la destrucción del
tiempo. Los eruditos en la literatura estudian lo folklórico que sea
relacionado con la literatura nacional o especial que les interesa.
Los miLsicos en general tienen un vivo interés en la música del pue
blo. A menudo prueban los eruditos en medicina de una manera que
llaman científica la eficacia de la materia médica de la brujería.
Pero al mismo tiempo, el folklore lia ido desarrollándose co
mo una ciencia independiente, con su propia perspectiva unificada,
con sus método.s y propósitos adaptados a las exigencias de sus
^opias necesidades, sin lo.s perjuicios de sus ciencias hermanas.
Desafortunadamente, este desarrollo del folklore científico por sí
mismo está todavía cu su infancia, y limitado, en su mayor parte,
^ las actividades de investigación de un pequeño- grupo de erudi
tos. Aunque ha medrado principalmente en el norte de Europa, la
ciencia del folklore ha prosperado con bastante éxito, durante el
®islo pasado, en los Estados Unidos, como indicó el Prof.
btith Thompson en .su discurso presidencial de 1937, 'VAmeriean
lolkiore researcli after fifty years" (Investigaciones sobre el fol-

JL
V—r

.{€>
i"* '
I

— 231 —

More eu los Estados Unidos después de cincuenta años), ante la


Am-eriean Folklore Society (publicado en el número 199 de su
Joumal).
A medida que va desarrollándose la ciencia del folklore, hay
que hacer síntesis de los resultados de sus investigaciones y trans
mitirlos a las generaciones venideras, cuyos eruditos embrionarios
hay que disciplinar y enseñar para continuar su trabajo; es decir,
la ci-encia del folklore, habiéndose ya establecido entre los erudi
tos, ahora tendrá que empezar a establecer eu los planes de estu
dios graduados de nuestras univ-ersidades. Este proceso también
ha empezado en el norte de Europa, pero en los Estados Unidos se
encuentra eu estado embrionario, como aquí se demostrará.
El establecimiento del nuevo Plan de Estudios del folklom en
la Universidad d-e Carolina del Norte naturalmente nos llevó a la
indagación sobre el estado de estudios folklóricos en otras univer
sidades del país. Por el examen de los catálogos de las uniy-ersl-
dades y la correspondencia con varios profesores cuj-o interés en
estudios de folklore es bien conocido, allegué, ayudado por un
estudiante, el señor David P. Bennett, las materias sobre las cua
les se basa este -estudio. Tuvimos mayor interés en averiguar si
otras universidades del país tuviesen oportunidades semejantes
para la maestría o el doctorado en folklore, y si no, hasta qué
punto pudiese un estudiante especializarse en folklore, en cuáles de
partamentos pudiese preparar una tesis sobre el folklore y sobre
todo, cuáles cursos dedicados especialmente al folklore, se ofrecían
en los varios departamentos. Aunque nos interesamos principal
mente por los cursos graduados, tuvimos en cuenta ciertas oportu
nidades notables pai'a la propagación del interés por el folklore en
tre los estudiantes para el bachillerato. No conseguimos todos los da
tos completos, pero bastantes, quizá, para comprender la situación
en general.
Se permite escribir una tesis sobre el folklore ordinariamente
en los departamentos de antropología, inglés, alemán y español,
unas veces en los departamentos de sociología y música. Lo esen
cial, por supuesto, es que se halle en el departamento algún profe
sor interesado y capaz para guiar al estudiante en una tesis sobre lol-
klore. Empero, un obstáculo mayor impide el éxito de tal tesis: es
muy natural que se prepare desde el punto de vista y con los met_o-
dos e intereses del departamento en que se escribe en vez de ios de
la ciencia del folklore mismo. La señorita Binkham, escribiendo
por el Prof. Andrade del departamento de antropología de la Uni
versidad de Chicago, nos dice, "El folklore se considera como una
pequeña parte de la cultura de un pueblo un aspecto. Es preciso
saber el fondo etnológico, etc. de un pueblo para comprender en-
12

• 'Hii 'f ftr 'I i'i n I I--' -


y
ir.
^ " j.. .
• V.

— 232 —

teramente el folklore". Por otra parte, el Prof. Gerould de la Uni


versidad Princeton escribe, "El modo más seguro o cierto para pe
netrar el terreno (del folklore), a menos que un hombre no va a
hacerse francamente antropólogo, es.. - como estudiante de una li
teratura nacionar'. Para preparar una tesis sobre el folklore des
de el punto de vista y con los métodos de la ciencia del folklore,
hay que establecer departamentos de folklore en los cuales escribir
tales tesis.
Para especializarse en folklore, generalmente el estudiante
tiene que matricularse en un departam-ento relacionado al folklo
re, seguir su interés especial hasta el punto que lo permitan los
cursos y las habilidades de los profesores, escribir su tesis sobie
el folklore con las restricciones sobredichas, y por lo demás satis
facer todos los requisitos en general del departamento, sin h^cer
caso de su interés especial. Varias Universidades permiten distin
tos grados de concentración en la enseñanza especial del folklore,
hay cuatro que permiten tal concentración notablemente: las uni
versidades de Carolina del Norte, de Indiana, de California, y de
Nu-evo Méjico. En la Universidad de Carolina del Norte se
grado de> maestro en artes con especialización, o serie primaria de
cursos, en folklore, y se da el grado de doctor en filosofía con -espe
cialización en uno de los departamentos relacionados al folklore y
con una serie secundaria de cursos en folklore. En la Universidad
de Indiana se permite nna serie secundaria de cursos en folklore
con especialización en el departamento de inglés para -el doctora
do. En la Universidad de California en Berkeley, el Prof. Taylor
nos explica que un comité se encarga de la dirección del Pl^u
de estudios de un estudiante, y que el comité puede recomendar
cualquier combinación de cursos que convenga para el trabajo del
estudiante, quien satisfará los requisitos de su departamento, los
cuales se expresan en términos generales. En la Universidad de
Nuevo Méjico hay un plan de estudios hispánicos y un plan de es
tudios latinoamericanos. El primero cae enteramente dentro del de
partamento de español. El segundo consiste de una serie de cursos
de varios departamentos. En cualquier de los dos planes se puejle
incluir los cuatro cursos del Prof. Campa sobre el folklore español
del suroeste de los Estados Unidos. Especialmente en el plan de
estudios hispánicos para el maestro en artes, se da énfasis al fol
klore.
Nuestro propósito principal debe ser el de establecer departa-
tamentos si no escuelas de folklore en todas las universidades mas
importantes, con planes'de estudios ampliamente desarrollados^para
el maestro en artes y el doctor en filosofía con esp-ecializacion en
folklore. Como primer paso, la Junta Adminstrativa de la Escuela

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— 233

Graduada de la Universidad de Cax'oliua del Norte, en su reunión


del tres de octubre de 1939, aprobó el nuevo Plan de Estudios para
eJ folklore, que -es, según creo, el primero de este tipo en las es
cuelas graduadas de las universidades de los Estados Unidos. Ha
- «
bíamos ya aceptado varias tesis sobre el folklore, en cuya di- ♦ /
reccióp colaboré con profesores de los departamentos de especia- |
lizaciúu de los estudiautes que las escribieron, las cuaks sirvieron ¡
para dar una prueba del valor del folklore entre los estudiantes |
graduados. Utilizando seis cursos ya establecidos en nuestra es- |
cuela graduada y obteniendo el permiso de los profesores que dan |
estos cursos que los adaptarían, cuando fuese necesario, a los inte- :
reses del estudiante de folklore, introduciendo sólo dos cúreos nue
vos que darán dos profesores además de su trabajo regular hasta
que la matrícula justifique que se les de más consideración, y
estableciendo el curso regular de investigaciones sobre _ pro
blemas especiales, la Junta Administrativa halló posible intro
ducir en la Escuela Graduada uu nuevo y amplio plan de estudios
de nueve cursos con seis profesores en cinco departamentos distin
tos, de los cuales se pn-ede escoger seis cursos para especializacion
en folklore para el grado de maestro en artes y para una serie
cundaria en folklore con especializacion en alguno de los departa
mentos relacionados al folklore para el doctorado en filosofía.
Todo esto se hizo sin aumentar el presupuesto de la Universidad,
hasta que pruebo su valor este nuevo plan de estudios. El éxito de
la colaboración en las tesis sobre folklore, el interés y la disposi
ción de los profesores para cooperar en este nuevo plan, tan bien
coino el detalle del presupuesto todo sin duda inclinó a la Junta
Administrativa hacia su aprobación. ^
Dado el plan de estudios folklóricos, bien se puede preguntar.
¿Qué harán los estudiantes d-espués de graduados? Tendrán la
misma utildad, y aun mayor, que la tienen los que ahora se dedican al
estudio de folklore en los departamentos relacionados. Ademas,
como en otras ciencias, departamentos o escuelas de folkloij ten
drían. que reproducir los eruditos y maestro de su ciencia . Ademas,
deben haber archivos, museos y bibliotecas de folklore,
pleados deben ser enseñados en folklore. Ya se han establecido a-
les en el norte de Europa; la Comisión Irlandesa de Folklore en .Uu-
blin, el Departamento y Museo Nacional de Artes y Tradiciones
Populares en París, el Archivo Central para el Folklore ^ ei^ii
en Berlín, el Archivo Noruego de Folklore en Oslo, el Archivo Da
nés de Folklore en Copenhague, el Archivo Sueco de Folklore en
Uppsala, y el Archivo Folklórico de Lituania en Kaunas. Hay mu
chos modos nuevos en que la nueva ciencia del folklore puede de
mostrar su utilidad, que no se han desarrollado todavía, y que re-
C "

— 234 —

quieren peritos en folklore. Una de las funciones nuevas de mayor


valor podría ser en im departamento del gobierno para acelerar la
fusión de las muy divesas culturas que hay en el "crisol de razas
que son los Estados Unidos en ima unidad cultural y nacional, en
una conciencia nacional y un carácter unido. (Lo único que hay ahora
en Washington es un Archivo de la canción popular en la Biblioteca
del Congreso). Igualmente, desde un punto de vista internacional, al
guna agencia panamericana podría obrar por el mi>mo procedi
miento para dar sustancia a aquel ideal que es el panamericanismo.
Mucho ayudaría la enseñanza del folklore a los diplomáticos y
representantes del gobierno en ios países en que sirven. Las rela
ciones económicas entre las naciones tendrán que basarse en la
comprensión de las culturas de los pueblos de ellas si han de ser
duraderas. Como en cualquier campo, el imprüso se acelera o hacia
arriba o hacia abajo; y la enseñanza de folkloristas estimularía 1^
solictud por sus servicios y la realización de .sus servicios estimu
laría la solicitud por ellos, mientras que la fata de ellos impide la
realización de sus sei*vicios que a su vez impide la solicitud por
olios.
La estadística de los cursos considerados, por incompleta que
sea, es lo siguiente. Notamos cincuenta y nueve cursos distintos en
veinte y tres universidades y colegios superiores en todas las re
giones del país. En la Universidad de Carolina del Norte hay ocho
cursos distintos que se dan como cursos en folklore, así llamados:
de é.stos, cuatro se dan especialmente para el plan de Estudios en
Folklore, y cuatro se dan también en otros departamentos: uno
música, uno en inglés, uno en lenguas romances, y uno sociología.
Sólo estos cursos se dan como cursos eii folklore así llamados. To
dos los demás se dan sólo en departamentos relacionados al fol
klore y sería difícil determinar hasta qne punto son de interés pa
ra el folklore en general o de interés especial para el departamen
to en que se dan: de todos modos hemos tratado de limitarnos a
cursos en que se da énfasis mayor a un aspecto u otro del folklore.
Fuera de la Universidad de Carolina del Norte, los cursos se^ distri
buyen según el departamento en qne se dan como signe: veinte en
inglés, trece en antropología, diez en alemán, sei.s en español, y
dos en música. Patentemente predominan departamentos de len
guas modernas, menos el de francés, y departamentos de antropo
logía. La distribución de cursos según la universidad o el colegio
mayor en que se dan es: ocho cursos en Carolina del Norte, seis
en Indiana, seis en California, cinco en Columbia, cinco en Washing
ton University, cuatro en Nuevo Méjico, cuatro en Michigan, tres
eu Havard, dos en Nueva York University (Washington Square
College), dos .en Uuke, dos en Richraond, y nno en Chicago, Plori-

'i
— 235

da, lllinois, Nebraska, New York State CoUege for Teaehers, Ok-
lahoma, Pemisylvauia, Princeton, South Caroliiia, Staiiford,
Tennesses y Vanderbilt. De ios títulos de los cursos y de sus des
cripciones podemos sacar unas observaciones de dudoso valor so
bre su contenido. Sólo dos de los cincuenta y nuevo cui'sos se inti
tulan "Introducción al folklore" (el de Tyalor en California y el
mío en Carolina del Norte); este curso, la introducción, lógica
mente debe ser el mas corriente de todos, pero hay muchas univer
sidades que dan solamente cursos avanzados y especializados en
folklore, sin ninguna provisión para la enseñanza pi'imaria y pre
parativa en este campo. Veinte y cuatro de los cincuenta y nueve
cursos parecen ser de contenido general o miscelánea, o parecen
incluir varios tipos del folklore; diez de éstos son de los trece cur
sos en los departamentos de antropología, en que esta clase de cur
so abunda más, y en que la materia, por lo general, es el indio
americano o de otras razas primitivas, mientras que en los demás
cursos de esta clase la materia, por lo general, es europeo-america
na. Veinte y cinco de los cincuenta y nueve cursos tratan del can
cionero y de la música popular; el más comente entre éstos (es
tlef'ir, trece de los veinte y cinco) es el curso cpie se da en los de
partamentos de inglés sobre el romanee y la canción popular en
Inglaterra y los Estados Unidos;' cuatro de estos veinte y cinco
cursos se dedican al cancionero popular alemán, dos al romancero
y cancionero popular español e hispanoamericano (el de Onís en Co
lombia y el de Campa en Nuevo Méjico), y cinco a la música del pue
blo. Sólo cinco de los cincuenta y nueve cursos tratan del cuento po
pular y otras formas narrativas en prosa. Seguramente hay otros eim-
sos sobre las artes y oficios populares además del curso intitulado
"Industrias y artes primitivas" en Harvard, sobre los cuales no estoy
enterado todavía. El curso de Jente sobre el habla prever lal en
Carolina del Norte paree-e ser el único de su clase. También el cur
so de Campa sobre el drama del pueblo en Nuevo Méjico parece ser
único en su clase en los Estados Unidos. Hay cuatro cursos para
investigaciones especiales: el de Research en Folklore
del Norte, el Seminar en Folklore en Antropología en Washington
University, el de Researeh en inglés en Duke, y el Seminal en i
glcs en Nebraska. Los dos últimos son especialmente para investi
gaciones en el romancero inglés. ^ n i „
De las siete universidades que tienen de odio a ™^tio cursos
relacionados al folklore, seis profesores distintos dan los
sos en Carolina dd Norte, cuatro profesores dan los emco cnisos on
Colnmbia, tres profesores dan los seis cursos en California, tres pio-
fesores dan los cinco cursos en Wa-shington ^Tniversity un profesor
da los seis cursos en Indiana, uno da los cuatro en Michigan y uno da

%
m
.. •/.

— 236
los cuatro Nuevo Méjico. Los heroicos esfuerzos de un sólo profesor
en Indiana, Michigan y Nuevo Méjico son de admirar muclio pero
no se puede negar las ventajas de tenor un grupo de profesores
cooperando en una universidad- En Carolina del Norte se reiin-en y
cooperan los profesores por medio de la unidad d-el plan de estudios
en folklore. En otras partes parece que falta una organización for
mal, pero se espera que los profesores cooperen informalmente.
I Ojalá que estimule este estudio el interés de las autoridades
universitarias de los Estados Unidas y otros países americanos a
dar más amplio lugar en sus planes de estudios a la ciencia del fol
klore, que todos reconocemos como una necesidad imperiosa del
momento!
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Ralph Steel Boggs.

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SEMINARIO DE LETRAS
LA LITERATURA EN EL
PERU DE LOS INCAS.

Publicamos a contÍBuación el me
ritorio trabajo del Dr. Napoleón M.
Burga, presentado a nuestra Facul
tad para optar el grado de Doctor en
Literatura.

INTRODUCCION

Entre las razas aborígenes de América del Sur, la quichua (1)


fué, sin duda, una de las primeras, por el grado de progreso a que
había llegado, palpable, hasta el presente en sus magníficos monu
mentos, en sus insuperadas obras de ingeniería, en su textilana sun
tuosa, en su fina alfarería, y, sobre todo, en su música armoniosa, in
tensa y exquisita, rica en las más delicadas y sutiles me ° ^ >
les trasuntadoras de las múltiples emociones del alma humana, .h^s
(1) No hay uniformidaa respecto de ^
palabra. La costumbra, adulterando la fone lea . jjn oeasionea
L generalizado el vocablo tiuechu^_ un ^^^to eastellainza^.^^^^ eT sonido
en vez de la inicial <1 se nuestras letras simples,
gutural propio del quichua evitando el espío ^xe lo que resulta,
adoptando letras dobles, o consonantes .lunta, o
en consecuencia, una diversidad anarqiuca kieshwa lí'eschua y
labra. Así, so suele escribir Qqeehbua «liúchua
aun quechiia como cree la Academia, etc. ons |
' tratadistas del idioma
por ser esta la forma como lo escr bieron mejor su
Lorigen, quienes, eseuch.ndolo de —^
verdadero sonido, puro y detormac ' primitivos voea-
sallo del modo Santo Tomás, puWicado en 1560.
E^'for^t^mbfént lmn°:^ido usando algunos lingüistas y quichuistas
modernos, como Gibbon Spilsbury, Markham y o ros.

» . ;•>>
— 238 — ■

ta raza no sólo supo levantar fortalezas y palacios, y enseñorearse


en bélicas conquistas, de los Andes a la selva y de la selva al océa
no: supo también cantar, no sólo en notas sino en palabras: tuvo
sus glorias y sus romanticismos, sus inquietudes cósmicas y sus
creencias ancestrales. Como en la India compuso himnos para ^us
dioses, como en la- Grecia perpetuó las hazañas de sus héroes en ver
daderas epopeyas nacionales. Sus hombres conocieron el rigor de
las campañas guerreras, las dulzuras del hogar apacible, la instan
cia del trabajo necesario y la nostalgia del amor imposible. Ade
más, hubo en el alma indígena—como la hay quizas hoy mis
mo—una serena actitud ante las vicisitudes de la^ vida, nna cier
ta docilidad, que no era cobardía, y fácil adaptación a la disciplina
y a la autoridad; una gran aptitud de comprensión clara y pers
picaz; un cierto humorismo, mezcla de conformidad y desden,
ima innata ironía y un sentido de tragedia. Nada ha faltado en
ella para que no se la pueda considerar en un plano superior. Su
lengua, una de las más ricas y eufónicas, ha sido comparada con
el latín. Idioma perfecto, había evolucionado ya totalmente de la-
categoría de dialecto, probablemente muchos siglos antes de la con
quista española. Después de un recuento de la civilización incaica,
podemos asegurar que los antiguos peruanos poseyeron una verda
dera literatura.
Tarea nada fácil es ésta ciertamente. Faltando textos indíge
nas, no existen las obras mismas que habría que considerar litera
rias; pues habiendo carecido los antiguos peruanos de escritura
fonética, insuficientes los vestigios de escritura jeroglífica o ideo
gráfica que se han encontrado, no contamos con el testimonio de
una verdadera relación indígena, enteramente interpretada y ver
tida a nuestra lengua. No creemos por esto, llegar a conclusiones de
finitivas. Nuestra labor es de mera indagación, nuestro propósi
to, reunir y ordenar datos, señalando con ellos, el camino que nia-
ñana alguien quiera seguir y pueda alcanzar la meta que queda en
el futuro y que en no lejano día dejará, sin duda, de ser inaccesible.
No es asunto enteramente nuevo el que traemos en estas li
neas. Entre los historiadores del Perú—Preseott, Dórente, Mark-
ham, Wiesse— se encuentra un capítulo (o siquiera párrafos) de
dicados a la lengua y ''literatura" quichua. Luis Alberto Sánchez
dedica varias páginas de su Literatiira Peruana .a la "literatura
aborigen" pero no ahonda el estudio en las Crónicas. Riva Agüero,
erudito conocedor de nuestra historia, consagra en su libro Pe
rú histórico y artistico, bellos conceptos a la música y lírica indí
genas" y defiende la autenticidad del Ollanta, mas se refiere sólo
muy brevemente a los "cantares épicos".
No obstante, es discutida y con frecuencia negada la existen-
•'V.

—^ 239 —

cía (le esta literatura. Por eso consideramos indispensaljle trabajar


e insistir por el esclarecimiento reivindicatorio de una verdad es
fumante en las nieblas del ayer o escondida en el polvo de añosos
papeles que duermen en las estanterías de archivos y bibliotecas.
Con tal propósito, damos a nuestro trabajo un sentido afirma
tivo y lo concretamos a una investigación en las Crónicas; es de
cir, en la fuente escrita o bibliográfica que, por primaria, mei'ece
^lecesario crédito y a la que todos los investigadores de la historia
de Annh'iea han acudido indispensablemente. Hemos de referirnos
también, subsidiariamente, a investigaciones arqueológicas o folkló-
rica.s, que, aunque constituyen trabajos ya verificados, son prue
bas qiie consolidan nuestro acertó.
Dentro de la profusa, y en parte farragosa, producción de los
historiadores y cronistas de Indias, no es posible agotar la revisión
total de ellos. Ante todo, carecemos de un Guía Bibliográfico, im
prescindible en los estudios históricos. En este sentido sólo tene
mos; dentro del plan de estudios de nuestra Facultad de Letras el
curso de Fuentes Jlistóricas, de reciente creación, y coiTespondiente
al ramo de Historia, y, además, la Colección de Libros y docimieu-
tos referentes a la Tlistoria del Perú, más commimente conocida
con el nombre de Colección Urteaga-Romero; pero en esta colec
ción valiosísima, no terminada todavía, faltan muchas crónicas co
mo las de Calauchn, Acosta, Cobo, Oviedo y Valdez, Cieza (publi
cada y anotada en edición distinta), Gutiérrez de Santa Clara, Sar
miento de Gamboa, Hnamán Poma de Aj-ala. etc.
Luego, algunas y tal vez de las más importantes, están perdi
das o no se hallan en nuestras bibliotecas (Valera, Marcos de bríza),
o de ellas sólo se. encuentra algún pequeño fragmento (Ramos Gavi
lán). Además, no todas son idénticas en valor: las hay de carácter
monográfico o son Historias que solo tratan e interesan en determi
nados aspectos: Santillán, desde el punto de vista tribiitario; Li-
zárraga, desde el descriptivo del país; Avila y la Relación de los
Primeros Agustinos —como también Arriaga— para " el aspecto
religioso, de las idolatrías; Titu Cusi Yupanqui, descubre las vio
lencias de la conquista; Molina, el Almagrisfo, Jerez y P^ro Bi
zarro hacen conocer los hechos exteriores de ella; Diego heriian-
dez, el Palentino, y Gutiérrez de Santa Clara, magníficos en lo re
ferente a las luchas entre los conquistadores.
En ¡1 presente'trabajo hemos elegido poco más de mía veinte
na de cronistas que aquí ofrecerán su testimonio¡ suficiente procon-
banza consideramos ésta, en razón del número y cali
eurrentes.
No nos ocuparemos de todos los mitos y fábulas que nos traen
las Crónicas; nos referiremos solamente a aquellos que ofrecen
13
ea-

^ L., ^ Iitlitr
■ü'

7.F: nr - T

— 240 —
X

racteres singulares o en que más claramente se insinúan los vesti


gios de algún poema.
Al final de este trabajo incluimos un Indice para lo que po
> <
dría ser una Antología de la Literatura Incaica. , Yj
Antes de terminar estas palabras preliminares queremos ox- '.uj
presar que el presente trabajo se debe a la orientación nueva y emi
nentemente nacionalista dada al curso de Historia de la Literatu
ra Araericana y del Peni, por el actual catedrático, nuestro distin
guido e inteligente maestro, Dr. Manuel Beltroy; para él, que en la
cátedra ha sabido despertar vivo interés por nuestro pasado artís
tico y a quien debemos inspiración y aliento, nuestro fervoso y
hondo agradecimiento.

CONSIDERACIONES Y DELIMITACION PREVIA

LITERATURA Y FOLK - LORE

Quién se proponga ahondar el estudio de la literatura quichua


ha de comenzar necesariamente por hacer una distinción entre lite
ratura y folk - lore. Considerándose generalmente que del Perú de
los Incas no tenemos una literatura propiamente dicha sino apenas
un folk-lore, es dentro de éste que se incluye, en confusión, lo que
es perfectamente separable y distinto, lo que pertenece a una y
otra categoría y que es necesario signar con los caracteres que pro
piamente les corresponden.
. la palabra literatura del latín littera, letra, se la ha
deiinido como el conjunto de producciones escritas; y, en conse
cuencia, atendiendo a su etimología, se ha dado en considerar exclu
sivamente como obras literarias las escritas; reservándose el moder
no termino folk-lore para las obras no escritas.
Pero este es un concepto equivocado, como nuevo es el término
que se usa, al -que se ha concedido demasiada elasticidad. El término
folk - lore, de origen inglés, fué inventado en 1846: aparece por prime
ra vez en el AT'HENAlETJM, en su número del 22 de agosto de dicho
ano (1). "Wüliam Thom.s que lo introduce, propone comprender den
tro de él las "antigüedades populares o literatura popular" y añade
seguidamente: ''aunque sea más un saber que una literatura*'. Lue-
(1) SébUlot.—^Le Polk-loi-e Littérature órale et Ethnographie traditionnelle.
TTIT

241 —

go agrega: "Se puede decir cxue el folk-lore engloba toda la "cul


tura'' del pueblo que ha sido aplicada en la religión oficial o en
La historia, pero qiie es y ha sido siempre producto de sí propio. Es
tá representado en la historia de la civilización por extrañas y gro
seras costiuubres,. de supersticiones asociadas con los animales, las
flores, los pájaros, los árboles, los objetos locales y con los aconte
cimientos de la vida humana. Comprende la creencia en la brujería,
en las hadas, en los espíritus; las baladas y los decires proverbiales
que se refieren a las localidades particulares, los nombres populares
de las colinas, de los arroyos, de las cavernas, de los túmulos, de
los campos, de los árboles, etc., y de todos los incidentes análogos''.
En estas palabras de Thoms están definidos los límites del tér
mino folk-lore y le son asignados todos los aspectos sociológicos que
le corresponden. Su campo de comprensión queda así circunscrito a
determinados caracteres o elementos de las primitivas civilizacio-
nes.
Además, para caracterizar el folk-lore es necesaria la existen
cia actual de los componentes. Dice Thoms: "En la vida salvaje,
todas estas cosas (las antes enunciadas) existen, no como supervi
vencias, sino como partes actuales del estado mismo de la sociedad.
Las supervivencias de la civilización y el status del folk-lore de las
tribus salvajes pertenecen todas dos a la historia primitiva de la
humanidad".
Dentro de esta concepción, originaria y propia, el folk-lore hu
biera entrado pronto en una estación caduca o hubiera permanecido
confinado entre límites mínimos. Para vivir le ha sido necesario
renovarse, ampliar su radío de acción o comprensión, absorber, por
decirlo así, elementos que en un principio no le fueron asignados,-
conquistar para sí aquellos que tampoco habían sido claramente rei
vindicados dentro de otra clasificación y calificación. Esta labor la
verifican Puymaigre, primero, y Lang en seguida. Este, en su cali
dad de presidente del Segundo Congreso Liternacional de Folk-lore,
declara en 1891, en su discurso de apertura "que el término que en
su primera mención, no comprendía más que un pequeño numero de
materias, había devenido una ciencia que había gradualmente ^ten
dido su dominio, de suerte que englobaba casi toda la vk^ huma
na" (1). Y en consecuencia se le hacía comprender al hoik-lore
dos grandes aspectos de la vida de los pueblos: la literatura oral y
la etnología tradicional. . t i.
Nos parece que este concepto, demasiado amplio, rebaza sus lí
mites propios, se separa de su carácter etimológico {folie pueblo, y
lore, saber) e invade dominios ajenos. Consecuentes con la defini-
(1) Sébillot.—Ob. cit.

, r ; >4; * I

iv.. ,i|iLry7'tiiñfttii'iY if'ñ'iih'"-i'fcii" rtti' i il'^


■' y

242

ción de Thoms, intentemos delimitar el folk-Iore, el que para exis


tir no necesita menoscabar la existencia y la realidad de notas lla
madas a perdurar en la historia como distintas. El folk-lore es el
rezago primitivo, esas formas conmixtas, en que hay rudimentos de
arte iudiferenciado, principios religiosos, oscuros e imprecisos, es
bozos de moral y de historia, aunados con el mito y mezclados con
la superstición. Eezago primitivo; es decir, existente, actual eu su
permanencia y, por &so, recogible.
Para robustecer este concepto nuestro están las palabras de iMon-
seur (1) : "Literalmente la palabra folk-lore se compone de dos dic
ciones: la primera, folk, que significa gente mediocre, plebe, clase
popular inferior,. . . . la segunda, lore, que .significa saber, ciencia.
FolJc-lore es, pues, la ciencia del pueblo, la ciencia de la.s clases po
pulares, y por ella se entiende todo lo que el pueblo sabe de cual
quiera materia, siempre por elucubración de sí mismo, sin que nin
guna élite intelectual, sacerdotes, instructores, poetas, escritores,
le haya enseñado".
_ Entre los antiguos peruanos existió esa élite intelectual en los
quipocamayos, en los amantas y en los haravecs. Los quipoearaayos,
encargados^^de conservar noticia de los heclio.s pasados, verdaderos
croni.stas" del Incario, eran indiscutiblemente una clase privilegia
da: privilegio del saber—para lo que se educaban de manera espe-
el suyo; privilegio de conocimientos históricos y de técni
ca escrituraria, que no era accesible ni poseible por todos. Los aman
tas, poetas oficiales, eran también los más capaces, escogidos entre los
más aptos, que habían demostrado disposiciones especiales para la ver
sificación. Eran éstos, además, los encargados por el soberano de com
poner los poemas reminiscentes, con que se debía solemnizar un su
ceso o guardar memoria de un acontecimiento; eran éstos los encar
gados de dar al pueblo la pauta histórico-poétiea que debía repe
tir en determinadas ocasiones. Y respecto de los haravecs, los dulces
poet^ líricos, los tiemot: trovadores del viejo Perú, eran los artis-
as de la palabra, los artistas por excelencia, los creadores. Y el folk-
ore no es creación; es solamente saher-, es decir, adquisición, pero
no creación.
Esa élite a que se refiere Monseur existió también en los sacer-
dote.s y en algunos soberanos, como Paehacutec, al que se atribuyen
oraciones y poemas, y cuyas máximas son base de un código y de
informó la legislación indígena. Rechazamos, pues,
^ calificación de Folk-lore para la Literatura quichua.

Vüizació^^^l'^'^'—Folli^-lore Valon, cit. por Urteaga: Historia de la Ci-

■ V
■ ■ . í'

— 243 —

No puede considerarse o calificarse de simple follv-lore nn as


pecto de civilización que existió, que sin duda floreció dentro del
innegable florecimiento de la sociedad que le dio vida; un aspecto
del que tenemos noticias fidedignas y frutos magníficos, y, por
ende, irrrcfutables. El folk-lore sería lo que aun queda, lo qne
existe actuahncnte: alguna vieja tradición perdida, algún canto 6
alguna música (|ue flota todavía en los riscos de los Andes, con toda
su vibración lejana; alguna nota borrosa que perdura envuelta en
la bruma de un pasado muerto y de un desatendido presente. Ke-
cordemos que "Taj-lor llama al material folk-lórico supervivencias
y supersticiones refiriéndose principalmente a lo que de sustancial
contiene el folk-lore. esto es a lo que persiste de las edades pasadas,
ya relacionadas con la moral de un pueblo, ya relacionadas con sus
creencias". (1)
No queremos decir con esto que el folk-lore sea despreciable.
Recogido o disperso, constituye también una fueute de inaprecia
ble valor. Fuente primaria, directa y verídica, tiene el prestigio
de su procedencia; por medio de ella nos ponemos en contacto, a
través de siglos, con el alma de la estirpe. El folk-lore nos da ele
mentos y sugerencias; y teniendo en él un exponente que nadie
puede desdeñar, debe ser considerado como lui auxiliar precioso
para la investigación de la literatura aborigen. Prescindimos aquí
de apuntar otros valores sustantivos que pueden derivar de un es
tudio y de una recopilación sistemática y cariñosa del folk-lore.
Fuente de sugerencias y de conocimiento respecto del pasado, pue
de ser también fuente de inspiración en el porvenir; allí puede
cneoutrarse material bastante para fasetar propia y típicamente
nuestra literatura; en sus elementos está, sin duda, mejor que en
ningunos otros la "posibilidad de una genuina literatura nacio
nal", como escribiera nuestro ¡loeta José Gálvez.
Reconocida la importancia del folk-lore como fuente de inves
tigación, hemos de apuntar más adelante el aporte que de él se
ha obtenido; quede sí establecida su diferencia con la Literatura,
aunque ésta haya sido enteramente oral.

LA LITERATURA ORAL Y EL PROBLEMA DE LA


ESCRITURA EN EL ANTIGUO PERU

Que los antiguos peruanos hubieran usado el^ lenguaje^ eselusi-


vame,ute oral en sus creaciones literarias, no está definitivamente
probado.

(1) Citado por Urteaga.—Historia cío la Civilización.

5" M
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I í: \
^
v
.'íyL Í^
4-

— 244 —

Diremos, sin embargo, qne oral ha sido en un principio la lite


« «*
ratura de todos los pueblos antiguos y modernos. ''En un sabio
estudio, a principios del siglo XX, el célebre orientalista y niitó-
grafo alemán Max Müller, establecía, mediante, ejemplos obtenidos
del griego y del indo, del finés y del polinesio, que los poemas pri
mitivos fueron trasmitidos por tradición oral, mucho tiempo antes
de la invención de la escritura". (1).
En los pueblos occidentales, en los que han originado la Litera
tura Moderna, ha ocurrido lo mismo. Orales fueron las eddas y las
sagas de islandeses y .sajones; orales los viejos cantos rúnicos de
los escandinavos y los de los primitivos poetas errantes de la Ga-
lia, "parecidos a los sco-ps de los anglo-sajones, que iban de aldea
en aldea, refiriendo sus necesidades, aclamando la generosidad de
sus huéspedes, celebrando los juegos y batallas". Nadie podrá de
cir que los cantos de los antiguos trovadores no es literatura; y,
sin embargo, todos fueron orales, recitados al son del arpa, al pie
de las encinas ensoñadoras y frondosas. Por eso Grenier (2) habla
de una literatura céltica, "hierática, secreta o puramente oral.
desaparecida con los druidas y los bardos que la guardaban"; lite
ratura perdida, esfumada en el pasado ante el huracán de las inva-
ciones medioevales. Bossert (3) habla de los cantos heroicos de
germanos, que "se perpetuaron en la traddción oral y entraron más
tarde en la composición de largos poemas", Leguis y Cazamian (4)
escriben que si se pregunta ¿dónde comienza la literatura inglesa? se
responderá; "con el primer verso cantado"; KVopotkin (5) dice que
"la primitiva literatura popular de Rusia, extraordinariamente, ri
ca y llena de profundo interés, se conserva aún, en parte, en la me
moria de la población campesina"; y refiere cómo aún ^^lioy en dia"
se puede escuchar los "bilini" en las aldeas del norte de Rusia,
'donde son entonados por bardos que se acompañan a si misinos con
un instrumento especial que trae su origen de remotos tiempos tam
bién". Klabund (6) considera que "la literatura de todos los pue
blos empieza por la fijación verbal", que luego se hace "más tarde
escnta". Finalmente, también en su principio fué oral la epopeya
gnega. Era de palabra como el sublime rapsoda ciego iba recitan
do, de ciudad en ciudad, los trozos de su obra maravillosa.

—Historia
Historia ele la Literaturas
(le la Literatura francesa. comparadas. Nota 1, pág. 32.
Littérature allemande.
Histoire de la Littérature anglaise.
/fl\
Qo) Historia de ylalaLiteratura.
realidad de la literatura rusa,


'V;

— 245 —

Además, el problema de la escritura en el antiguo Perú está


pendiente, eu espera de estudio y solución. Negada por muebos cro
nistas, está indicada por algunos y rotundamente afirmada en las
Historiales, de Montesinos (1), quien asevera que basta cierta di
nastía o reinado se usaba la escritura en el Perú y que los natura
les escribían en bojas de piátauo; que los chasquis llevaban los
''pliegos" escritos de esta manera y que, debido a grandes calami
dades públicas, se perdió dicha escritura, prohibida de usarse por
el Inca entonces reinante, por razón de que los Oráculos la habían
señalado como causa de todas las calamidades que sobrevinieron.
Un diligente investigador de nuestra historia, el doctor Pablo
Patrón (2), en un meduloso estudio se pronunció por "la veraci
dad de jMontesinos", a quien encuentra apoyado por las alusiones
de otros cronistas a cierta clase, de escritura o de "pinturas" sus
titutorias.
El doctor Urtega, en un amplio estudio posterior (3), basado
en muy bien documentadas informaciones y en el que anota valio
sas investigaciones personales, formula interesantes consideracio
nes: dice que la escritura jeroglífica, muy adelantada en los
pueblos del Norte de América, no fué un "don exclusivo" de ellos:
pues "de Norte a Sur del continente aparecen las muestras del
lenguaje escrito con pruebas irrefragables". Cree que las pictogra
fías—de las que dan noticia los cronistas y lo confirman amplia
mente las investigaciones arqueológicas y los hallazgos pictográfi
cos de Middendorf, de "Wiener y del mismo doctor Urteaga—"reve
lan después, los principios de una escritura ideográfica que expre
san sucesión de ideas y no simple representación de objetos"; y con
cluye esperando que pacientes y sistemados estudios futuros de los
americanistas "han de aportar nuevas pruebas que confirmen la
existencia de una escritura en las regiones de la América del Sur,
y sobre todo en el Antiguo Perú".

Pero si Montesinos es quien trae la noticia tan concreta^ y afir


mativa, también en otros cronistas se encuentran referencias que,
sin duda, merecen ser tomadas en consideración. Acosta (4), des
pués de asegurar que "los indios del Perú, antes de venir los espa
ñoles, ningún género de escritura tuvieron", dice que aparte de la
(1) Memorias Historiales y Políticas del Perú.
(2) Revista Hiatóriea, t. I.
(.3) Bocetos Liatóricog, 2.» serie.
(í) Historia Natural y Moral de las Indias.

1 1 lAii/iTiViHhf.ÁiÁu
p.
•.•u

— 246 —

tradición, que. conservaban muy fielmente, suplían la falta de escri -l-

tura y letras con pinturas como los de Méjico....'*; y haciendo íi


una comparación con lo que vio en aquel país, agrega: "Por la mis
ma forma de pinturas y caracteres vi en el Perú e.scrita la confe
sión que de todos sus pecados un indio traía para confosarse,, pin
tando cada uno de los diez mandamientos por cierto modo y luego
haciendo ciertas señales como cifras, que eran los pecados que ha
bía hecho contra aquel mandamiento" (1).'
Cabello Balboa habla del te.stamento de Huayna Capac, he
cho "según la costumbre de los Incas", consistente en dibujar ra
yas de diversos colores en un bastón (2).
Cobo cuenta de un edificio subterráneo, cerca de Guamanga,
en donde, según Llano Zapata, hallaron "una lápida con una ins
cripción que no se puede leer".'Jlabla, eu seguida, de los memoria
les de quipus y pinturas. (3).
Cieza de Le,ón refiere de un edificio de Vinaque, "donde tam
bién hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa", y de
"pinturas que aún estaban en pie'*, que oran memoriales como los
quipus, mediante los cuales los quipucamayos "no podían igmorar
nada de lo tocante a gobiernos, ritos y costumbres de lo.s suj'os (4).
Santa Cruz Pachacuti, cronista indio, refiriéndose a Tupac
Yupanqui, dice; "...Y en este tiempo el dicho inga despacha a
Cácir Capac por vesitador general de los tierras y pa.stos, dándole
su comisión en rayas de palo piiHado'\ Cuenta luego de la llegada
de Tonapa, personaje misterioso, quien dio a Apotampo, Cacique
del lugar, "un palo de su bordón", de modo que en dicho palo "re
cibieron lo que predicaba, señalándolos y rayándolos cada capítulo
de sus razones". Este, mismo cronista refiere también como una
anécdota de un libro: "Al fin el dicho Inga (Pachacutec) vuelve a
sil ciudad; y entonces ya era viejo y llega la nueva que como un na
vio había andado en la otra mar de hacia los Andes, y entonces, al
cabo de un año, llega nn mancebo a la plaza con un libro grande y
dale al Inga viejo, el cual no hace caso del mancebo, y al dicho li
bro le da para que lo tuviese un criado; y por el mancebo pide^ el
hbro del criado y sale derecho a la plaza, y en pasando la esquina
desaparece "(5).
Sarmiento de Gamboa dice que el Inca Pachacutec "con mu
cha diligencia escudriñó y averiguó las historias de las antigüedades
d^a tierra, principalmente de los ingas, sus mayores, y mandola
(1) Ob. eit. Lib. VI, cap. VII.
(2) Historia del Perú bajo la domiiiaelón de los Incas, pág. 103.
fAi del Nuevo Mundo, t. III, págs. 111 y 117, y Nota 2.
/r!
U) S cap. Lxxxvn.
Eelaeión de antigüedades deste Eeyno del Perú, págs. 119, 133 y 188.

wi

> it
■"■ >/

— 247

pintar. . . ."; relatos estos que fuei'ou corroborados, ante los españo
les, por los indios llamados a comprobar la veracidad de. la historia
escrita por Sarmiento, quienes declarai'on que ''a sus padres y pa
sados oyeron decir que Pachacuti Inga Yupanqni. ... había averi
guado la historia de los otros ingas y pintádola en unos tablo
nes. . .." (1).
Comentando estos datos ha escrito Pietscliman (2): "Además,
el 1.° de mayo do 1572, el Virrey (Toledo) le envió a Felipe II, co
mo complemento do aquella obra histórica, cuatro representaciones
de la Historia del Perñ, pintadas en tela por artistas nativos. Del
mismo modo que la obra fueron examinadas estas cuatro telas por
expertos juramentados. Gonzalo Gómez, primer intérprete jura
mentado. tradujo los textos explicativos do los expertos indígenas
y estos los declararon correctos".
Estas telas contenían los retratos, "bultos de los incas", las
"medallas'^ de sus mujeres y ayllus, así como también en los mar
cos. "cenefas", y lo que sucedió bajo el gobierno de cada Inca.
Así, por ejemplo, cu el primer paño la leyenda de Tambotoco y de
las creencias de Wirncoeha "como fundamento y comienzo de la
historia". "No cabe duda que estas composiciones de los retra
tos de los Incas han sido muy difundidos en el Perú. . . . Así, por
ejemplo, en el Puqnin Candía, un templo del Sol, fueron guarda
das algunas tablas con representaciones pictóricas' de. la historia
primitiva de los Incas y de sn vida, inclusive los países que habían
conquistado".
Concluyo Pietsebmann que "ha existido, pues, una representa
ción pictóinea de la historia, trazada en tejidos de lana de llama
el más fino cumbi—comparable a la que fué encontrada en el tem
plo del Sol. j j 1
Los ra'^onamientos de Pietschmann, la autenticidad de los -
teeedeutes históricos en que se apoya, así como las referencias de
los cronistas anotados, prueban ane e.n el antiguo Perú u o
verdadera escritura ideográfica—vestigios de la cual han 1 eye a ^
también las investigaciones arqueológicas y los hallazgos pie ogra
fieos de AViener (3) y de Middendorf—suficiente para
con la necesaria fidelidad, entera memoria de, los acontecimientos pa-
SQíÍÍOS *
Á1 respecto recordemos que, algunos pueblos
tinenta también usaron esta fomia de escritura en tela. El uso de
■/ON la Historia Indica de Sarmiento.
Versión española "de Vrderico Schwab. Biblioteca de la Universidad de San
Marcos.
(3) Pérou et Bolivic.

t
■•S

— 248 —

los libros sagrados era universal entro los griegos, entre los roma
nos, entre los etruscos. A veces el ritual estaba escrito en madera;
a veces en tela", ha e.scrito Fustel de Coulanges (1).

Pero volvamos a las Historiales, de Montesinos, en donde se en


cuentran las más perentorias aseveraciones a cerca de la escritura
en el Perú incaico. Dice este cronista que en el reinado de Sinclii
Cosque "había Ictrafi j hombres doctos en ellas, que. llaman Aman
tas" y que éstos enseñaban a "leer y escn'hir^' (2) "... a lo que he
podido alcanzar—contimm—escribían en lionas de plátano; secá
banlas y luego escribían en ellas, de donde vino a Juan Corcovito
en .su Itinerario TlierosoUmitano y Siriano (lib. 1, cap. 14, folio
^2) Y en Chile, cuando a Alonso de Areila (Ercillo) le faltó
papel para su Aravr.aiKt', un indio le suplió la necesidad con hojas
de plátano, y en ellas escribió muy grandes pedazos.
^ Como se ve, Montesinos afirma la existencia de escritura apo
yándose no^ solamente en informaciones indígenas sÍ7io también en
el testimonio de otro investigador. No es posible eonsiderar que en
litó palabras anotadas haya únieamente fantasía y falsedad.—El ca
rácter gejieral de las Crónicas es sn deficiencia, la mínima preocn-
pacjón do sus autores por los aspectos culturales de los pueblos con-
qnistauos, sn desdén por ellos y de, allí las apuntaciones incomple
tas que no han ahondado en mía indagación sistemática y rainncio-
sa que demuestre el interés del verdadero historiador, y qne hubie
ra pennitido al presente nn conocimiento completo del pasado ame
ricano. Do allí qne no Itaya razón de abrigar desconfianzas en lo re
ferente a los aspectos afirmativos de las crónicas; cabe más bien la
borar por ratificarlos y completarlos.
Finalmente, Montesinos cuenta cómo .se perdió la c.scT'itnra en
tiempo de Paehacnti Sexto, a eonsccnencia de la prohibición dicta
da al efecto por dicho soberano, después qne los Oráculos habían
contestado (por medio del Gran Sacerdote) que las calamidades
sobrevenidas se debían a las leti*as, que se las debía prohibir y que
en Jo sucesivo "nadie las usase ni resucitase, porque de su uso le
Jiabia de venir el mayor daño. Con esto, Tupac Cauri mandó por ley,
qxie. so pena de la vida, ninguno tratase de guilcas, que eran perga
minos y ciertas hojas de árboles en que escribían, ni usasen de nin
guna manera de letras. Este oráculo lo guardaron con tanta pun-
ualidad, que después de esta pérdida, jamás los peruanos usaron

Ííu antigua,
Ob. ext., págs. 20 y pág.
21. 232.

i
<•

— 249 —

de letras. Y poniuc tiempos después uu sabio amanta inventó unos


caracteres, lo quemaron vivo. Y así desde este tiempo, usaron de
hilos y quipus, con la distinción que veremos" (1).
Hablando de los chasquis o correos, este cronista se reafirma
en sus aseveraciones respecto de la escritura.: "En materia de. los
avisos que enviaban los gobernadores al rey o el rey a los goberna
dores ha habido miiclias variaciones, como las han tenido los suce
sos de los reyes; cuando tenían letras y cifras, o hieroglíficos, es
cribían en hojas de plátano, como hemos dicho, y el uu chasqui da
ba el pliego ai otro, hasta que llegaba a manos del rey o del gober
nador" (2).
Montesinos alude también a escritura en piedras, como la que
halló un español en los edificios de Quinoa, en la que habían gra
bados varios caracteres. (3).
Por la razón expuesta anteriormente, se advierte en este cro
nista, cierta disconformidad en sus datos. Primeramente cita a Sin-
chi Gozque, de la dinastía de ios I^iruas, cuarto soberano anotado en
su larga eiinmoración de reyes, "en cuyo tiempo había letras y
hombres doctos en ellas, .([ue enseñaban a leer y escribir" (págs. 20 y
21 de sus Historiales). Perdónesenos las repeticiones. Más adelan
te habla de Toca Corea Apu Capac, XLVII soberano de la dinas
tía de los Amautas, según la misma lista, "muy sabio y gran astró
logo", que fundó en el Cuzco una célebre Universidad, en cuyo rei
nado se usaban "letras y caracteres en pergaminos y hojas de ár
boles", escritura que se perdió e.n tiempo de Titu Yupanqui Pa-
chacuti, "sexto rey de este nombre", (págs. 62 y 63) da los sobera
nos de Tamputocco. En seguida dice que durante el gobierno o rei
nado de Tupae Cauri, o sea Pachacuti VII, en su dicha lista, el so
berano trató, sin conseguirlo, de depurar las malas costumbres de
algunas comarcas no del todo sometidas; viéndose luego obligado a
decretar la supresión de la escritura en la forma que hemos apun
tado. Según, pues, el autor de las Historiales la escritura debió ha
ber existido' en el Perú desde los tiempos remotos de Sinehi Goz
que, cuarto soberano de los llamados lieyes primitivos, hasta Thu
Yupanqui, Pachacuti VI, o hasta Tupae Cauri, Pachacuti Vil,
abarcando un período de más de dos mil años, según la cronología
de este cronista.

(1) Ob. eit., págs. 67 y 68.


(2) Idem., pág. 37. ., , . , .,
>3< Ob cit páff 9i_El Dr. Vrteaga cree que debe referirse a la piedra
grabada do'Coaóacl.a, d¿ser¡ta por Wiener, Squire y Eaimondi.-Nota 27.
rí, rr-
> .

■ . V- -f"'
'f-
— 250 —

Son también muy ¡iileretíaute.s y coiicuerdan con las palabras


de Montesinos, algunas informaciones de investigadores modernos.
V r Tsehudi (1) refiere que "en el siglo pasado halló un misionero eu
ropeo, entre los Panos que habitan a orillas del Ucayali, en las Pam
pas del Sacramento, manuscritos en cierto papel de hojas de pláta
no con jeroglíficos unidos y caracteres sueltos, conteniendo, según
relación de los indios, la historia de la suerte do sus antepasados";
"pero queda por averiguar—añade—si refieren la historia de una
nación que llegó de.1 Norte o del Este a las montañas del Ucayali y
que traía consigo el conocimiento de esta escritura o si son. restos
de la antigua civilización".
Estas frases corroboran en muclio las aseveraeiones del cronis
ta español, y si todas ellas, por falta de prueba instrumental, no
pueden ser aceptadas y tenidas enteramente por fehacientes, dejan
Un ancho margen para investigaciones sucesivas que bien pueden
orientarse en un sentido afirmativo.

Por otra parte, la mayoría de los cronistas consideran cierta


mente a los quipus como una verdadera y vínica caligrafía de los
antiguos peruanos. Gareilaso (2) asegura que Blas Valora había
"sacado" de ellos varias composiciones poéticas. Don Enrique
Guimaraes ha recogido muchas importantes opiniones a cerca de la
eficacia de los quipus para expresar conceptos. Pero al presente pa
rece bastante bien probado que tal forma sustitutoria de escritura
fué más que otra cosa un instrumento o medio mne.raónico, un ayuda-
memoria.
Las muy valiosas opiniones de Uhle, de Loeke y de Nordenkjold,
fundadas en los cronistas, ivrineipalmente en Gareilaso, demuestran
que los quipus servían sobre todo para conservar todo "aquello que
se podía expresar en números"; aunque admiten que en ellos se
conservaban también "cuentos en prosa y versos breves", según
Uhle (3); "historias, poemas y listas de reyes", según Loeke (4),
"datos de avanzados conocimientos astronómicos", según Nordenk
jold (5).
"Poderoso auxiliar mnemotécnico" los llama Uhle y, con ui
poco de contradicción, concluye: ''Escritura se llama la reproduc-

(1) Rivcro y Tsehudi.—Antigüedades Peruanas, pág. 10,2.


(2) Comentarios, t. II, lib. Sexto, caps. VIII y IX.
(3) Revista Histórica, t. I.
G) ancient quipu, or Peruvian knot reeord.
^5) The seeret of Peruviau quipus.

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— 25'! —

ciüU fouétiea de la palabra y uadie podrá afirmar que en este sen- i


tido los quipus pueden haber expresado escritura" (1).
Y si los quipus llegaron quizás a tal perfección de modo que en \
ellos fué dable expresar largas ideas y no solamente cifras y pocas
palabras o cortas frases (lo que no se ha avci-iguado con certeza por
la destrucción do verdaderos archivos quipugráficos), habiendo re
querido una técnica especial para su confección, para comprender
los e interpretarlos se hacía, desde luego, indispensable el técnico;
pero desaparecido éste, es decir el quipncamayo, el quipus resulta
doblemente inaccesible; tanto para interpretarlo como para usarlo.
Así el quipus habría sido la escritura exclusiva para una élite; y
en él no se habría podido registrar todo el pensamiento indígena,
por ejemplo el del haravcc, poeta íntimo que sólo escuchaba la voz
de su propia inspiración y componía sus versos líricos en el aisla
miento de la vida piávada.

Aparte, pues, de los quipus hay que considerar como posible,


o casi evidente, la existencia de otra forma de escritura entre los
antiguos peruanos; escritura que no sería únicamente pictográfica
o petroglífica sino quizás fonética, o que si permaneció en la cate
goría de ideográfica—superior ya, desde luego, a la jeroglífica o
meramente simbólica—debió haber alcanzado tal perfección que la
hacía suficiente para expresar toda clase de conceptos. Así se ex
plicaría la conservación y fiel trasmisión de antiquísimas tradicio
nes, de sucesos históricos, de actos de gobierno, etc., como también
do las formas del pensamiento creativo (poemas, oraciones). Igual
mente así habría que explicar la perfección del idioma .quichua,
perfección que no hubiera podido alcanzar si sólo habría servido
para uso verbal. La palabra hablada vuela, se cambia, se altera fá
cilmente, se olvida, desaparece. Una lengua que no se grabara, que
no se perennizara en caracteres o formas indelebles, languidecería
fatalmente: su vida sería precaria, concluiría por extinguirse, sm
duda; y en caso de subsistir su carácter serían la pobreza y la
limitación de su léxico, la rudeza de su fonética, lo elemental de. su
sintáxis. Un idioma para evolucionar, para alcanzar una perfec
ción que—como en el quichua—pueda llamarse máxima, necesita
servirse de formas gráficas, de elementos objetivos que den perdura
ción a sus voces, que. marquen las gradaciones progresivas y asegu
ren la discriminación selectiva de los factores arcaicos y de los ele
mentos renovadores.

(1) Art. cit.

írv ■ >A- ■
•■A

— 252 —

Insistimos, además, cii que las palabras de ^Montesinos, escritas


con tanta certidumbre—consolidadas por el hallazgo del misionero
europeo, que cuenta Tschudi, y que hemos dicho antes—son harto
reveladoras y en ningún momento pueden ser desestimadas. Hay,
pues, cuando menos una voz autorizada entre los cronistas españo
les—sin contar las alusiones menos j)rccisas—que ofrece su testimo
nio claro y definido, afirmando la exi.stencia de uua escritura in
dígena preliispánica en el Peni.
Quizá .sea probable que, como dice el doctor Urteaga, "la dema
siada preponderancia y exclusivismo que alcanzó el lenguaje escri
to, para conservar recuerdos religiosos o fijar símbolos totémicos,
fué lo que influj'ó en su desaparición nolcnta e inmediata a raíz
de la conquista
O tal vez sea aceptable que los antiguos peruanos, pueblo, senci
llo y crédulo, sometido y obediente a la autoridad gubernativa, e
infundido de gran respeto a la divinidad; tomando por ciertas y
divinas las palabras de sus augures, de acuerdo con la orden impe
rial, hubiera procedido a destruir sistemáticamente su escritura y
pre¡5cindir de ella. Así se explicaría también su desaparición com
pleta. La historia recuerda casos de profundo acatamiento a los
dioses. Los mismos griegos eran obedientes al dictado de sus orácu
los.

PRUEBAS DE UNA LITERATURA INCAICA

La civilización incaica por sí fundamenta sobradamente la


presunción de una Literatura propiamente dicha; literatura no
perfecta, sin duda, si se la compara con las grandes literaturas clá
sicas del mundo, pero ya bastante avanzada y en completa correla
ción con el nivel cultural de los antiguos peruanos, y que, por su
contenido y caracteres, no puede ser incluida ni con.siderada como
folk-lore. Restos han quedado felizmente, aunque poquísimos, y
por ellos podemos apreciar su calidad, el grado que debió haber al
canzado y la calificación que de ella puede hacerse.
No obstante, la prueba documental que nos da la evidencia de
una Literatura aborigen la encontramos: Primero: en las informa
ciones de los Cronistas, en esa multitud de historiadores y narrado
res de Indias: militares, sacerdotes, legistas, navegantes, funcio
narios del Virreinato, etc.; españoles la mayor parte, mestizos o
peruanos de origen algunos y aun extranjeros también, como pa
ra que no estuviera ausente la voz de otro pueblo u otra raza en el
atisbo de la ignota civilización incaica; y Segundo: en las investi
gaciones arqueológicas y en las supervivencias folk-lóricas que ban
hecüo tanta luz en los últimos años, que, han desenterrado verdade-
Txr^ »*-, •

y ■'^' »^' • ■ I'

— 253 —

ras maravillas de la cultura autóetona y que —en lo folk-lórico—


recogido con paciencia, proligidad y comprensión, parte siquiera
del gran acei-vo popular—recóndito y secreto refugio de lo que
fué—, escuchando de viva voz los restos del riquísimo arte musical
y poético sobreviviente, anotándolo y clasificándolo con método y
precisión, ha pennitido rehacer algo de la lírica indígena y algunas
muestras apreciables de otros géneros, como los cuentos y las fá
bulas. Refirámonos, además, a otra razón, que podemos llamar
inductivo-clcductiva que prueba lógicamente la existencia de una
literatura incaica; Está probado que en el Perú precolombino se
han desarrollado una serie de culturas estratificadas en el tiempo,
teniendo como escenario las alturas de la serranía (de Quelap a
Tiahuanaco) y las llanuras de la costa (Chimu y Nazca). Está pro
bado que esas culturas alcanzaron un altísimo grado de desarrollo
y, en algunos aspectos, de verdadera e insuperada perfección, mit-
cho antes del imperio de los Incas; siendo éstos los que por su sis
tema de conquistas y .su sabia administración— a manera de los
romanos— consiguicrou dar unidad y fisonomía propia a las di
versas culturas locales.
Ahora, bien, el Incanato nada destruyó: supo conservar intac
tos todos los elementos culturales de los pueblos subyugados, dán
doles sí pronto esa unidad d.e que hemos hablado. El Imperio Ineai-
fo aparece, pues, magnífico, floreciente, parangonable con el an
tiguo Egipto, por las raigambres y peculiaridades de su civiliza
ción, y quizás con la propia Europa de su tiempo.
No nos referiremos a la organización social; ni extenderemos
nuestro estiídio a las ramas científicas de este pueblo peruano que
conoció el año solar (o limar, según algunas inforrnaeiones),^ os
solsticios y equinoccios; que de la Geometría y la Aritmética su
pieron mucho", según la expresión de Gareilaso, como que tales co
nocimientos leí eran indi.spen.sables para medir sus tierras y llevar
sus cuentas y como que en la aplicación de las ciencias materna icas
ejecutaron obras do ingeniería inimitables, asombro de la mmani
dad del presente; y que en su medicina naturalista y vegetal obra
ban maravillas de conocimiento. Lo propio parva este errsayo es reie-
rirrros al Arte en general, prodigio de concepcioir y creación en uru
chos aspectos. „ ,
Allí están hasta hoy esas admirables fortalezas que se enseño
rean en los Andes, desafiando a los siglos allr están rncolumes
aúir invictas y soberbias, no obstante la sana rmplacable
y la lampa de" los buscadores de tesoros. Allí están, comparables a
ios mejores monumentos asirlos; por su pétreo material, compara-
bles también a los milenarios del valle del Nilo, mostrando su resis-
tencia incomparable y la ensambladura pulcra y sutil err la que
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. -- 254 —

hay arte y ciencia— de las irrcííii'Iares aristas de las moles rocosas


que los forman.
La escultura estuvo representada por los ídolos en madera, en
piedra o en oro, y por la alfarería, en la que está unida con la pin
tura. Esta fué cultivada con éxito notalde: no sólo luce en la ce
rámica—fina, admirablemente decorada, con variedad de color y
exactitud de simetría—, sino parece que existió cu la categoría de
pintura mural, .según las versiones de Sarmiento de Gamboa y de
Garcilaso; habiendo dado lugar las primeras a que Pietschmann
(1) afirmara cpie en la pintura indudablemente se descubren
aptitudes notables. Hay «pie considerar, además, las ilustraciones qxie
trae la Crónica de Guarnan Poma de Ayala y las pocas de Salca-
maygua. La cerámica y la orfebrería constituyen la prueba más
fehaciente del avanzadísimo arte plástico que posej'cron los anti
guos peruanos. En la primera, variada y típica para cada sector o
etapa de cultura—así en la costa ct)mo en la sierra—, se, mezclan
realismo y fantasía, un simbolismo religioso y una expi*esión natu-
rista; en ella se denota la .sicología indígena, sicología compleja,
paradógica, dual; ese conmixto espiritual del qiie magi.stralmente
ha hablado López Albújar (2). En la segunda, no solamente culti
varon la joyería, con fabricación de collares, anillos, brazaletes, al
fileres, aretes, ote,, sino que fabricaban objetos diversos con tal
m;ae.stría y perfección cpie fueron el asombro de los cronistas, quie
nes cuentan de campos artificiales de maíz con mazorcas hechas de
plata, y el tallo, los granos y las hojas, de oro; nos cuentan de los
.jardines del Tuca, en que se veían diferentes especies de animales
fabricados de oro y plata, tales como lagartijas, culebras, maripo-
.sas. pájaros, "tan perfectamente imitados estos últimos que unos
parecían cantar sobre una rama y otros extender las alas para vo
lar".
Otra industria notable del viejo Perú fué la textilería, de la
que se puede decir que hay muestras del más exquisito buen gusto.
Tejidos de finísima lana de vicuña —dice Cronau (3)—algunos de
los cuales al principio fueron creído.s de seda por los españoles,
"En el arte de. tejer ningún pueblo de América aventajó a los pe
ruanos", añade,
Einalmente, la música, esa sublimada forma de expresión espiri
tual, constituye la más alta exprc.sión de la cultura incaica y el ín
dice más indiscutible para su certera apreciación: armoniosa, hon-
(1) Prólogo a la edición alemana de la Historia General, de Sarmiento
de Gamboa.'
(2) Sobre la sicología del indio.—Amanta. Diciembre de 1926.
(3) Historia de América, t. II.

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- — 255 —

da, penetrante, capaz de hacer vibrar las nuis recónditas fibras del
ser, está clasificada cutre las primeras del mundo. No es el caso de
tenernos aquí en el estudio o e.xpo.siciün de su téeniea: lo han heeho
magistraliuente los esposos d'llarcourt (1), quienes, con palabra
autorizada, liau calificado a los "kechuas y yuuy:as" como los
"pueblos más artistas de América". Nada haj' tan dulce, tan can-
tivaute, tan tierno, tan alado y tan hondo, tan comunicativo y tan
doliente como la música del jmraví. Esta es constatación unánime:
la música incaica ha merecido siempre altísimos conceptos do ar
tistas y críticos. Nada importa sea cual sea su escala, nada importa
el número do notas de que se liaj'a servido o se sirva: vale por el al
ma que flota en ella, imr su expresividad, por su riqireza emocio
nal, por su dulzura ; vale porque es verdadero arte, porque dice
mucho del pueblo que la creó, pueblo de alma sensitiva y creadora.
Ante estas realidades, no sólo surge una presunción: se insi
núa una afirmación, resumen y consecuencia necesaria: el pueblo
que ha creado esa música hondísima, que ha sido capaz de elaborar
una alfarería delicada, de múltiple cromía y variedad, de fabricar
unos tejidos del más innegable buen gusto; que ha sutilizado sus
manos en una complicada y vivida orfebrería; se puede decir que
ha conocido .y cxiltivado el Arte en todos sus a.spectos; se puede de
cir que ha caminado por esa senda espiritual iiobilísima y sagi'ada,
que ha r(^corrido esa trayectoria ascendente, progresiva e infinita.
y que, tras])on¡endo los estadios inferiores en un remoto pretérito,
ha llegado ya. a las inás altas esferas, amplias y despejadas del Arte ,,
en toda su latitud. Y por una consecuente y lógica deducción de
beremos concluir que ese pueblo o era raza que ha conocido y crea
do y cultivado el Arte en su totalidad, tiene que haber conocido,
creado y cultivado la Literatura, culminación necesaria, forma ex- .^
presiva por excelencia, inseparablemente connaturalizada con las i
almas sensitivas, apasionadas, creadoras, ávidas de vertirse en la
confidencia o cu el soliloquio, fieles al recuerdo y enamoradas de ;
lo distante, de lo desconocido, o de lo inaccesible, del pasado irre-
tenible o del halago fugaz, que vuela, apenas entrevisto.
Eesultaría ilógico que un pueblo de tan avanzada cultura co
mo el Perú antiguo hubiera carecido de una verdadera literatura.
Ya hemos recordado que en el Peiaí habían florecido las viejas ci
vilizaciones preincaicas, de avanzadísimas manifestaciones. Junto
con los monumentos de Tiahuanaco y los tesoros aiqueologicos^ de
Chimu y de Nazca, se pueden citar los mitos aimaras y costeños,
tan remotos, tan básicoB, eosnio-antropog'onicos, solo comparables
con el relato bíblico de la Creación, algunos, como el que nos trae
(1) La musique des Incas ot sos survivances, pág. 91.
15
1 r.

— 256 —
el P. Calancha. Hemos recordado también que los Incas, verifican
do el rol de los romanos, más que creadores de una cultura nueva
fueron los unificadores de una serie de culturas locales y antiguas,
a las que dieron fisonomía y unidad. Los Incas, que nada destru
yeron, al igual que los romanos, impusieron su lengua, el runasimi,
eomo el medio más eficaz de gobernar y unificar a todos los pue
blos o grupos sometidos. Gracias a esta medida es que la conquista
española encontró un pueblo enteraincjite coberentc, organizado y
unificado con grandiosidad.

Y si, después de todo, verificamos una confrontación cronoló


gica entre las culturas de Europa y América, obtendremos el resul
tado decisorio que constata la Historia. "En Méjico y en el Perú
fueron destruidas civilizaciones en las qne Europa hubiera podido
instruirse", dice Draper (1). En una sumaria exposición de la ci
vilización peruana, este mismo autor hace ver las excelencias de
ella, desde su analogía con la del Alto Egipto, hasta su asombrosa
organización político-social y sus grandes obras públicas, maravi
llas de ingeniería, y .sus creaciones artísticas.
Y concluye diciendo "los hombres de Améi'iea se adelantaron
en la vía de la civilización exactamente como lo harían los hombres
del antiguo mundo, inventando las mismas instituciones, guiados por
las mismas invenciones o impuísados por los mismos deseos"
"Nunca fué apreciada en su justo valor 1.a enormidad del crimen
que cometió España al destruir las civilizaciones mejicana .y pe
ruana. De.spués del e.studio atento de los hechos, deduzco con Carli
que en la época de la conquista, el hombre moral del Perú era, superior
al europeo, y hasta añadiré que también el hombre intelectual. Dónde
hallar en esta época, no digo en España, pero ni siquiera en toda
Europa, un sistema político aplicado a todas las necesidades de la
vida, traduciéndose exteriorraente y de un modo duradero en gran
des obras pública.s, que pudieran sostener la menor comparación
con el que existía en el Perú?"
"Se ha dicho muy frecuentemente que la civilización mejicana
y peruana, eran completamente recientes, remontándose su anti
güedad a lo sumo a dos o tres siglos antes de la conquista... Arro
jemos a un lado los tan imperfectos métodos históricos de los au
tóctonos del mundo occidental; pensemos en la lentitud con que el
hombre prosigue su desarrollo y considerando esta lentitud, estu
diemos las prodigiosas obras de arte que han dejado las dos cita-
(t) Hiatoria del desarrollo intelectual do Europa, t. II, cap. VI.

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257 —

das naciones, indicios claros y permanentes de la altui'a de la civi


lización a que habían llegado". (1)
Las frases del gran historiador son muy valiosas; y si, como
sajón, hay en él mucha vehemencia y tal vez alguna aci'itud al ca
lificar la intolerancia religiosa reinante entonces en Europa, no se
puede desconocer que en sus aseveraciones hay mucha verdad, y
sus juicios relativos a las civilizaciones de América son la más jus
ta y certera calificación. En consecuencia, el nivel ciiltural del an
tiguo Perú permite inducir la existencia de una literatura de avan
zado desarrollo.
Baudin (2) escribe: "...los peruanos escapan a toda clasifi
cación: tienen, a la vez, procedimientos técnicos primitivos y otros
muy perfeccionados; tratan a los hombres como a ganado, pero sa
ben recompensar el mérito; hacen tambores con la piel de los re
beldes, ijero dejan en funciones a los jefes enemigos vencidos, des
pués de haberlos colmado de presentes; ignoran la rueda, pero re
presentan piezas de teatro; no saben escribir, pero levantan im
pecables e.stadísticas. . .. La admirable historia de los Incas no pue
de ya tener continuación".
Cronau (3) dice también: "si consideramos en conjunto los
trabajos intelectuales realizados por los pueblos del Tahuantinsu-
yo, tenemos que confesar que habían llegada a un grado de cultura
bastante desarrollado, cultura tanto más elevada, cuanto que fué
el primer despertar de aquella raza. Con frecuencia han dicho cier
tos viajeros, tratando de enaltecer orgullosamcnte a sí misma, que
la raza americana carece de aptitudes salientes, y que aún pemia-
nccc sumida en una mediana civilización. Al decir esto han olvidado
la alta cultura del antiguo Perú, y que ésta no ha sido, como las muy
alabadas de Occidente, cultivada en un terreno preparado por los
antiguos egii^cios, babilonios, griegos y romanos, sino que ha cre
cido, por el contrario, cual flor maravillosa,en un rincón de la
tierra, separado del resto del mundo por las montanas mas colosa
les y agrestes, por los bosques más impenetrables y por el majmr de
todos los mares".
"Seguramente, la civilización del pueblo americano, tal y con
forme la encontraron los españoles én las altas mesetas de las Cor
dilleras, era mucho más completa que aquella con que la sustituye
ron los conquistadores, pues con la llamada civilización introduci
da por éstos, no se ha conseguido otra cosa que destruir la que ha
bían alcanzado los indios".
(1) Ob. cit. ., ^ ^
(2) El Imperio socialista áe los Incas. Versión castellana d cEmilia Ko-
mero. Universidad Mayor de San Marcos.
(3) Ob. cit.

» -í i 1 L,
i t vír-, •
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■ ; -■ •'•4 ■ .X A * r-.:

— 258 —
Es esta igualmente otra valiosa opinión que se pi'onuncia muy
alto en favor de la civilización de los antiguos peruanos.
Al presente está ya sobradamente rectificada la opinión de
Martens (1), que expresando su admiración por el sentido adminis
trativo de los penjano-s, los consideraba, sin embargo, faltos de sen
tido práctico, ya que no pudieron inventar "la sierra, ni el barro.nO;
ni el clavo". Pero el no haber conocido el hierro, es para los anti
guos peruanos, un orgullo y no un estigma: sin él y sin licrramien-
tas, sin tratados de ingeniería y sin fórmulas químicas, pudieron
construir esas magníficas obras hidráulicas, sus grandes fortalezas
y espléndidos palacios y templos suntuosos, sus armas de guerra y
sus instrumentos de labranza, sus diversos utensilios y hasta alfile
res y agujas de cobre.
Por otra parte, a nadie debe extrañar que los antiguos perua
nos no conocieran el hierro en el siglo XV o principios del XVI, si la
civilizada Europa no conocía el aluminio hasta 1828 i Y más de una
decena de cuerpos químicos simples sólo han sido conocidos en Eu
ropa después de siglo XVI. ¡ Y el radio sólo en 1898!
Y es muy importante, desde luego, la observación de Cronau,
que apunta igualmente Loliée. La civilización peruana sólo se de
be a sí misma; mientras que la civilización europea ha tenido el
privilegio de desarrollarse, de crecer y florecer sobre un terreno
preparado por los egipcios; por lo.s caldeo-babilónicos, por los feni
cios, por los minoano-cretenses y, finalmente, por los griegos y ro
manos. Ahora bien, quién es digno de mayor encomio y admiración,
el hombre que, solo, trabaja, descubre, inventa, crea, o el que tie
ne en su rededor y a sii alcance, gabinetes y laboratorios, instru
mentos, libros, amigos y consejeros? Este es el caso de Europa y
aquel, el del Perú primitivo.

FUENTES DE ESTA LITERATURA

I.—FUENTE ESCRITA:

a) Las Crónicas y su Importancia Comparada


Sería muy difícil señalar una primacía absoluta en lo que res
pecta a la importancia comparada de las Crónicas: cada cual, con
sus particularidades, tiene la suya que no cede a otra, como vere
mos.

(1) Un gran état socialiste au XV siécle.


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— 259 —

Enti'e tollas cree IMarkliam (1) qxie "ocupa el primero y más


honroso lugar la de Pedro Cieza de León", por los datos que apor
ta, por los esfuerzos, que no escatimó, para conseguir las mejores y
más auténticas informaciones, viajando hasta el Cuzco cou tal ob
jeto y tomándolas personalmente de los nativos, entre éstos de un
Inca sobreviviente; y por "la simpatía que manifiesta por la na
ción sometida".
Signe en importancia, según lllarkham, la de Juan de Be.tan-
zos, entendido quichuista, que por mandato del Virrey Antonio de
hfendoza escribió una épica relación, "Suma y Narración de los In
cas", "empapado en el espíritu indígena, que ha pintado el carác
ter y los sentimientos de los iiaturales como no lo hubiera hecho
nadie".
Luego Sarmiento de Gamboa, que acompañó al Virrey Toledo
en su visita de inspección por el país, por mandato del cual escri
bió "una historia de los Incas que es, a no dudarlo, la más auténti
ca y fidedigna que poseemos en punto a la relación de los sucesos,
pues fué compuesta sobre la base de las declaraciones juradas y ri
gurosamente, compulsadas que prestaron los propios Incas, las que
suministraron a Sarmiento informaciones más exactas que las que
hubieron los demás cronistas".
Según el mismo historiador siguen en importancia las Crónicas
de los legistas: Zárate, Polo de, Oudegai'do. Luego las de los cronis
tas religiosos: Acosla, ]\rolina. Cabello Balboa, IMorna, Calancha,
]\Tontesinos, Cobo. A continuación las de los cronistas mestizos:
Blas Valora y Garcilaso; y, finalmente, las de los cronistas indios,
Santa Cruz Paehacuti'y nuamáu Poma de Ajmla.
Pero no vamos a .seguir a IMarkbam en su itinerario apreciati
vo y calificador de las Crónicas. Para nuestro estudio consideramos
indiseutiblemenle el primero a Garcilaso, el cronista-poeta, el que
en sus Comentarios Peales, uniendo el encanto de la forma y la
veracidad del fondo, nos oPreee. en amplio, cuadro, la visión inte
gral del pasado peruano, y más que nada gs el único cronista que
se ocupó particularmente de la. poesía dedicándole un capítulo es
pecial, "La íwcsía de los It^cas Amantas, que son filósofos, y hara-
vícus, que son •poetas". Quizás se hubiera podido considerar prime
ro a Blas Valera, el gran jesuíta chadiapoyano, insigne quichuista,
acucioso iuve.stigador del pasado patrio y perfecto conocedor de las
cnstumbre,s, creencias y demás fases históricas de los aboiigenes.
Pero "tryncada la obra de Valera (o perdida más bien, diremos),
e incorporados y aiirnvecbados sus fragmentos en los Comentarios,
(1) Los Incas del Perú.
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— 260 —

este libro representa y contiene stjlo con el OU'inta'j el reflejo lite


i rario de toda nna civilización e.xtin{:;nida" (1).
tr*-'
[f:
En el citado capítulo do los Comentarios y en párrafos dedica
dos a la música encontramos los datos más concretos x'cspecto de bi
poesía indígena, de su manera o preceptismo, así como noticia de
su técnica musical y del carácter sensitivo de la raza, en que los
amantes se comprendían y se buscaban con las notas ai)asionadas de
la flauta, que les servía de alado mensaje en la majestad silenciosa
de los páramos andinos.
Garcilaso nos ba conservado también dos bellos poemas líricos,
vedaderas joyas que, no obstante su limitación, son suficientes para
apreciar y caracterizar este género de la poesía incaica.
Sígnele a Garcilaso, el cronista indio Juan Santa Cruz Paclia-
cuti Yamqui Salcamaygua, que so dice tataranieto de un Don Gon
zalo Pizarro Tintajm. Esta Crónica tiene un valor primario poi'que
•sus noticias fueron recogidas por el autor mismo o escuchadas en
su infancia de labios de sus mayores, ca.so análogo al de Garcilaso.
"Digo que liemos oydo—escribe—siendo niño noticias antiquísimas
y las liystorias, barbarismos y fábulas del tiempo de las gentilida
des, que es como se sigue, que entre los naturales a las cosas de, los
tiempos passados siempre los suelen parlar ■
En el aspecto literario .su importancia es mayor, pues Paclia-
cuti nos ha trasmitido varios Wpinos de carácter religioso, que no
se encuentran en ninguna otra Crónica.
La Nueva Crónica, y buen Gobierno, de Guamán Poma de Aya-
la es también de la mayor importancia, por el capítulo que contiene
dedicado a la "mú.sica y cantos de los Incas y Señores" y por las
nurnerosas ilustraciones a pluma que se, x'cgistran en casi todas sus
páginas.
Luego, sin orden estricto, hay que reconocer a cada una su
particular importancia: la de Molina por las varias oraciones que
nos trae, por los ritos y fábulas que consigna y por haber servido
de fuente a otras del mérito de, la de Cabello Balboa.—Esta, de Ca
bello Balboa, por los datos que suministra y por el tono épico en
que está escrita, que, como las de, Bctanzos y Sarmiento de Gamboa,
parece que ella misma fuera la versión castellana de algún poema
épico,- por lo menos denota estar directamente inspirada en los re-
Jatos indígenas.—La de Morúa, por las muchas referencias a diver-
composiciones poéticas de los indios y por el precioso cuento Fic
ción y suceso de un famoso pastor llamado él gran Acoytrapa (2) con
Agüero.—Elogio de Garcilaso, pág. XXXIV do los Com., T. I.
♦;
explica escribe Acoya Napa, lo que considera más propio, según

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la hermosa ;i discrcla ChuquUlantu, Ñusta hija del Sol, verdadera


Joya ele iiicstiniablc. valor dentro do la literatura aborigen.—^IMontesi-
nos, por la interesantísima y única información a cerca de una es
critura desaparecida en el antiguo Perú, así como por las noticias
de cantares o poemas en que se refería la historia íntegra de estos
pueblos, desde sus orígenes míticos. Decimos única por la informa
ción a cerca de la escritura, porque él afirma categóricamente que
hubo rma escritura ¡icrfccta; no solamente dá indicios o referen
'r
cias de algo /qnc, sin ser propiamente escritura, pudiera considerar
se. tal, como el bastón con rayas, de Cabello Balboa, o las pinturas,
de Sarmiento de Gamboa. liemos visto ya toda la rica y detallada
información de ]\Tontesinos y hemos expresado también la opinión
que nos merece.—Sarmiento de Gamboa, por la forma épica en que
narra las hazañas y gobierno de. Pachacnti, inspirado seguramen
te en las verdaderas epopeyas (pie los qnipocamayos y amantas repe
tían al suministrar los datos que les eran pedidos.—Acosta, aunque
no del todo original, inics largos párrafos los ha tomado de Ondc-
gardo, por ser uno do los poquísimos que reconoció en los indios no
torias facultades intelectuales y aptitudes de asimilación cultural,
dedicando un capítulo de su obra a la "inteligencia y aptitud de los
indios".—Calancha por las preciosas tradiciones que trae, especial
mente la muy singular y semejante al relato bíblico de la primiti
va pareja que habitó en la costa, tradición en la que se puede ver
un símbolo de las peripecias históricas d« los primeros grupos cos
teños; y (íii la .que se puede considerar la nota de una remotísi
ma literatura preincaica, propia de la costa.—Cobo por el amplísi
mo plan de su obra, que trata de ser la más completa en el_ estudio
del país en sus aspectos geográficos—lo que no falta en varias otras
crónicas ciertamente—y en sn fauna y en su flora; y ^nque no
del todo original, pues, como Acosta, toma párrafos de Ondegardo
y oraciones que también trac Molina, no descuidó de, dar una am
plia información histórica de, los habitantes y de sus costumbies, e
sus ritos, etc. Tiene, además, la obra de Cobo, importantes notas de
Jiménez de la Espada, que aumentan su mérito, el qiie también
puedo medirse porque este, americanista se propuso escribir un en
sayo crítico a cerca de la Historia del ilustre clérigo. Polo de On
degardo es, en parte, también muy importante porqiie trae noticias
exactas y minuciosas e.n lo referente _a las fábulas de los indios.—
Las Casas, por la simpatía con que miró a los indios y por la^ admi
ración con que, se ocupa y describe la vieja civiliz^ion autóctona.—
jVhgIIo Oliva, porQiiG nos traG una curiosisinia labula respecto del
origen humano de Manco Capac, señalando su ascendencia y dan
do los nombres de, los ascendientes, y porque es el único cronista
que nos trasmite el nombre de Catari, el viejo quipocamayo conser-


i-
. u. -'.««titl t|||B>|
— 262 —

vador de los tesoros tradicionales que entrepró al eronisfa, con los


cuales rectifica al mismo Garcilaso.—Pedro Pizarro, por su parentes
co tan cercanísimo con el conquistador y porque, con ser pocas las
noticias que nos ofrece son de la mayor importancia, expedidas por
uno de los mismos Capitanes de la conquista.
En total, todas las Crónicas tienen su pai-ticular imiDortancia;
y liemos procurado hacer resaltar la que corresponde a cada una
sin menoscabar la de las demás.
Veamos, en seguida, lo que dicen los cronistas.
b) La palabra de los Cronistas
Voz enteramente autorizada c.s esta de los Ci'onistns: ellos, tes
tigos presenciales muchas veces: el]o.s, que vinieron al Perú y ]iasa-
ron aquí muchos años; que estuvieron en inmediato y directo con
tacto con los indios y con la época misma; que vieron las eostnm-
res y escucharon de boca de los aborígenes las narraciones miliuna-
nocJiescas de su pasado, de su origen, de sus evoluciones, de sus
plenas, ce sus legendarios soberanos, algunos de los que son como
uoes eponimos; nos han dejado la única fuente documental o os
en a, a a riue todos los investigadoi'os de la historia tienen necesaria-
men e que acudir. Reservándonos el derecho de algunos breves eomen-
vamos a escucharlos uno a uno, no por orden de importancia
sino por orden alfabético de sus nombres.

. neo as ^fjcsfas f/ue


Historia Natural ycelebrar
acostumbraban Moral 'de
los lasantiguos
Indias, perna-
refi-
os, f ice: El se.xto mes se llama Ilatuncnsqui Aymoray.... En
bnr^- cuando se trae el maíz do la erji a ia casa, se
llim AA ""v día es muy usíida
usíuia enti-e los indios, que se,
¿Jad " fiesta so hace viniendo de la chacra o hei'C-
piiri ^7 '^'"'^icndo
eho el maíz" (pág. 378). ciertos cantares en eme ruegan ciue dure mu-
tirav ■ úiie re.sponde a junio, se llama Ancaycuzqui In-
estatn^^' 7' (fiesta de Intiraymi) se hacia gran suma de
se q7^ 7 o'''' ^^^''^da de Quinua, todas vestidas de ropas ricas, y
mucíias fl llama Cayo, y en esta fiesta se derramaban
los señor camino, y venían los indios muy embixados y
tando todos^*^^^ patenillas de oro puestas en las bai-bas y ean-
sesruida Acosta, que no es del todo original, toma y repite, en
^ , Pa^i-afos enteros de Polo tW.Q^degardo.
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.^ y.
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— 263 —
En otro capítulo, hablando de las fiestas 5' danzas, dice: "Ta
ñen diversos instrumentos para estas danzas ; lo más ordina
rio es, en voz cantar todos, yendo uno a dos diciendo sus poesías, y
acudiendo los demás a responder con el pie de la copla. Algunos de
estos romances eran muy artificiosos, y contenían historia: otros
eran llenos de superstición: otros eran puros disparates".
Y agrega luego: "Los nuestros que andan entre ellos, han pro
bado ponerles las cosas de nue.stra fe en su modo de canto, y es co
sa grande el provecho que se halla porípie con el gusto del canto y
tonada están días cuteros oyendo y repitiendo sin cansarle. Tam
bién ban puesto en su lengua composiciones y tonadas nuestras co
mo de octavas, y canciones, de romances, de redondillas, y es ma
ravilla que bien las toman los indios y cuanto gustan " (pág.
447).
Do modo ocasional da noticia de diferentes bailes, a los que lla
maban "comnnmcnt" Taqui".
La Crónica o Jíistoria. del Padre Joscf do Acosta, no obstante
no ser del todo original, como hemos dicho, es una de las más intere
santes en lo que re.specta a su contenido en general como en lo que co
rresponde a nuestro estudio. Amplia información del país, desde su
situación geográfica y sus condiciones físicas, precedida de consi
deraciones a cerca de los concejitos de la época concei'uientes al mun
do en general y al Nuevo Mundo en particular; el Padre Acosta tu
vo, sin duda, el propósito de dar a su obra el carácter de una noti
cia completa de esta fiarte de América, en todos sus aspectos.
Eu lo relativo a la eficiencia de los quipus, como medio expre
sivo sustitutorio de la escritura, el Padre Acosta nos dá nuiy inte
resantes datos. "Los indios del Perú—dice—, antes de venir los es-
qiañoles, ningún género de escritura tuvieron, ni por letias,
ni por caracteres, o cifras, o figurillas , mas no por ello
conservál'on menos la memoria de sus antiguallas, ni tuvieron me
nos su chonta para todos los negocios de paz, guerra y gobierno. Por
que eu la tradición de unos a otros fueron muy diligentes, y como
cosa sagrada recibían y guardaban los mozos, lo que sus majmres
les referían, y con el mi.smo cuidado le enseñaban a sus sucesoies.
Fuera de esta diligencia, suplían la falta de esci'itura y letras: par
te con pinturas como los de hléjico parte y lo mas con qui
pus. . . Es incveible lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto
los libros pueden decir de historia, y leyes y creencias y cuentas de
negocios, todo ello suplen li'i quipus tan puntualmente que admna
pág. 410).
"Yo vi un mano.io de estos hilo.s—continúa, después de haber
expuesto en que consisten—, en que una india traía escrita una con
fesión general de toda su vida, y por ellos se confesaba, como yo lo
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— 264 —

hiciera por papel escrito, y aviii pregunté de algunos hilillos, que


me parecieron algo diferentes, y eran ciertas eircunstaiicias que re
quería el pecado para confesarlo ejitcramente. Fuera de estos qui
pus de hilo tienen otros de pcdrezuelas, por donde puntualinente
aprenden las palabras que quieren tomar de memoria. Y es cosa de
ver a viejos ya caducos con una rueda de pcdrezuelas aprender el
Padrenuestro, y con otra el Avemaria, y con otra el Credo, y saber
cual piedra es que fué coucebido de Espíritu Santo, y cuál, que pa
deció debajo del poder de Poncio Pilato, y no hay más que verlos
•3
enmendar cuando yerran, y toda la enmienda consiste en mirar sus
? pcdrezuelas
". .. verles otra suerte de quipus, que usan de granos de maíz
es cosa que encanta.. . " (pág. 411).
Admirado, como se vé, de la manera extraña y eficaz de ser
virse de los quipus, en el capítulo destinado a tratar de la "Inte
ligencia y aptitud de los indios", concluye el Padi'e Acosta.: "Si
esto no es ingenioso, y si estos boinbrcs soji bestias, juzgúelo quien
qui.sicre, que lo que yo juzgo de cierto es que en aquello a que se
aplican nos hacen gi-andes ventajas", (pág. 412).
Esta última declaración del P. Acosta amerita en mucho a su
obra; él fue uno de los poquísimos que no tuvo un concepto despec
tivo y humillante de los indios; él fué.el único por entonces que, co
mo el P. Las Casas, se atrevió a escribir una nota contraria al con
cepto general reinante, que consideraba a los indios como bestias y
no como hombres; él supo apreciar la capacidad intelectual de la
raza vencida; no se dejó dominar por los prejuicios ni por el ex
cesivo celo cristianizante de los demás clérigos españoles. Fijémo
nos, ]pues, en sus datos que son muy valiosos.

—E'n su obra La extirpación de la idolatría en el Perú,


el P. Pablo José de Arriaga se concreta a dar razón de diversas prác-
icas idolátricas de los indios: adoración a cerros altos, montes,
nacas y piedras grandes, diciendo que "tienen sobre ellos mil fáhu-
as de conversiones y metamorfosis".
Hablando de los sacrificios y ceremonias, dice: "Quando vuel-
áechicero (de las Huacas o de los Malquis) de hazer los dichos
sacrificios, no duermen los indios en toda aquella noche, cantando a
y otras veces baylando, y otras contando cíient'os". (pág. 50).
n f esiones, y acabadas
^ fiestas;
baylan, y" .cantan,
. . . Eny todas ellas
danzan, haymujeres
y las ayunos,toy
pno^n d^^
en. .tamborines,
.. Quando ycantan
todas estos
los tienen, y unas
cantares, cantan
que son de ymuchos
otras res-
dis-

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. — 265 —
...»

parates de sus antir/uallas, invocan el nombre de la Huaca. alzando '<


la voz, diziendo nn verso solo, o levantan las manos, o dan nna vuelta
alrededor conforme al nso de la tierra, y el modo ordinario es no
pronnnciar de nna vez el nombre de la Hnaca, sino entre silaba y
silaba interpolar la voz sin pronunciar sílaba alguna" (pág. 53).
Análogas ceremonias y ofrendas hacían a la liuaea Iluamancán-
tac (Señor del guano de las islas) "para que les dejase tomar el
Imano, y en llegando de vuelta al puerto baylavan, cantavan y
bcvían" (pág. 55).
Hablando de los funerales y entierros de sus muertos, cuenta
que hacían "el Pacaricuc, que es velar toda la noche, cantaudo en
dechas con voz muy lastimera, unas veces a coros, y otras cantando
uno y respondiendo los demás " pág. 59). Dice también que
cantaban "las alabanzas del difunto" (pág. 84). ^
Y qiie "en algunos pueblos de los llanos, diez días después de
la muerte del difunto se junta todo el Ayllo y parentela y llevan
al pariente más cercano, a la fuente o corriente del río, y le zambu
llen tres veces. . . ., y luego se baee una merienda, y. . . . acabada la
borrachera barren el aposento dyl difunto, y hedían la basura fue
ra, cantando los hechiceros, y esperan cantando y beviendo toda la
noche siguiente, al ánima del difunto, que dizen que a de venir a
comer. . ." (pág. 60). . . v
La Crónica del P. Arriaga es "rica en informaciones y noticias
sobre las supersticiones y falsos dioses de los antiguos peruanos, asi
como ilustrativa en cuanto a los métodos de evangelización emplea- .
dos en las colonias españolas por los padres catequizadores ; pero
110 así en lo que re.specta a informacione.s a cerca de elementos litera
rios, los que son escasos y enteramente ocasionales. ¡. a
El Padre Arriaga, que se ufanaba de su labor destructora, ae-
elara en el libro que examinamos haber "destruido y pendencia o
679 ministros de idolatría, quitado 603 huacas principales, 341
conopas, 45 mamazaras, y otros tantos conopas, 189 himcas y
mallquis"; procediendo por encargo u orden del Virrey imcipe e
Esquiladle y del Arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Luerrero.
La obra del Padre Arriaga—como la del Padre f
mejante, que según él mismo declara destniyo mas de
ídolos, adoratorios, mallquis, etc.— hizo
varan elementos de la cultura antigua los que se cons
ciosos y solamente dignos de ser destruidos enteramente. l
Betanzos.—Juan de Betanzos, el gran cronista militar que
merece entero crédito, porque, casado con una hija de Atahualpa,

¡'íB,
. . • ' » /*T ' ,T^ - —^' T - • '

J' f

— 206 —

según dice Markliam (ob. eit.), "llegó a tener completo dominio del
quichua y fué intérpi'ete de la Audiencia y de varios Virreyes".
En Suma y Narración de los Incas refiere Betanzos como a la
muerte de Viracocha Inca, su hi.io y sucesor Tuca Yupanqui, orde
nó que se compusiesen cantos que a la vez f|Uo solemnizaran los fu
nerales, rememoraban los hechos del fallecido:" e aiisi mismo
mandó a estos mayordomos e a cada uno por si, que luego hiciesen
cantares, los cuales cantasen e.stos mamaconas o yanaconas en los
loores do los hechos que cada uno de estos Reñores Tucas) en sus
días ansi hizo, los cuales cantares ordinariamente todo tiempo que
fiestas hubiese cantasen cada servicio de aquellas por su orden y
concierto, comenzando primero el tal cantar e historia e loa los de
Maneo Cápac; e que ansi. fuesen diciendo las tales mamaconas e
servicio, cómo los Señores habían sucedido hasta allí, y que aquellas
fuese orden que tuviesen desde ahí adelante, para que de aquella
manera hubiese memoria de ellos y sus antigüedades
■ Todo lo cual fue heclio así desde enionees basta el día de
hoy que lo hacen oculta e secretamente
® desta manera, hizo este Señor ("Inca Yupanqui) en este
os cosas: la que hizo que sus pasados fuesen tenidos v aeatades por
dioses, e fjne hubiese, memoria dejlos; lo cual hizo porque entendía
que lo mismo se haría dél después de sus días" (pág. IDG).
En otro lugar, tratando de la institución de las fiestas del Sol,
dice, luego de anotar las ceremonias:" Y cómo esto .sea hecho,
los .señores que allí están, comiencen su canto y toquen sus atambores;
y después de haber cantado y holgado, siéntense todos a.sí en ala
como están y beban cada uno dos vasos de chicha y otros dos ansí-
mismo ofrezcan al Rol, derramándoles dolantes de las alabardas, y
dende a poco levántense y tornen a su cantar; en el cual canto han
f e dar grandes loores al Rol y rogarle que a su pueblo e a sus nove-
es (Jos nuevos ore.iones) guarde e aumente; y esto canto aeaba-
0, tornen a beber. Y esto han de hacer treinta días, desde el día
que comience (págs 169 y 170)
• ••.y de.sde entonces lo continuaron hacer en la manei'a dicha,
asta ^te año en que estamos de mili y quinientos y cincuont,a y un
tnos. E.sta fiesta y las demás que este Reñor constituyó, las suelen
(pá^^ 172)°^ pqeblecillos que están en torno de la ciudad del Cuzco"
Aparte de estos datos, muy iutero.santcs, por cierto, la Crónica
o a, escrita en un idioma extraño y bárbaro, como dice el Dr. Wiesse,
en sus Civilizaciones primitivas del Perú, narrando en una forma ca
si ramatica, como observa Markliam, la guerra con los Chancas,
apenas si es otra cosa que los fragmentos del gran poema heroico que
\ "T ^V

— 267 —
Cciiitciba Ins linzniiíis cIpI l^ncluicutcc" (!)• Sobor cIg poema lie-
loico se eiiciieiitra ig'Uülmeiite eii otras crónicas, como veremos en se
guida: sabor extrajio, sonoridad de clarines, ritmos vibrantes, alter-
nativüs y repetidos. ]ja Crónica de I3etanzc,s bien jjuede ser una ver
sión española de los relatos rccHculos, proporcionados al cronista por
los indios amantas o por los (pápocamayos.
Betanzos nos dá, además, noticia de la institución de esa poe
sía oficial, liistórico-loatoria, especie de oraciones fúnebres que de
bían componerse a la muerte de cada Inca, a base del argumento de
los propios hechos del fallecido; oraciones fúnebres, que haciendo
el elogio de cada uno, debían quedar como la histoz-ia de todos. Sólo
que no vayamos a confundir estas piezas poéticas, considerándolas
como oi-aeiones fúnebres proiziamente dichas: claranzente lo dice el
cronista: ei'au cantares que debían ser cantados en loor de los he
chos de los Incas; es decir, ei-an, pues, verdaderas poemas épicos.—
Betanzos, nos da así noticia de la epopeya oficial, que veremos con
firmada por otros cronistas.

Cahello Balijoa.—Este ci'onista sacerdote nos ha dejado una


interesante Crónica, llamada por su autor Miscclania Antúrtica. Ter-
jiaux Compans, qize la tradujo y editó en francés, la llamó Misccla
nia Austral. En la Colección Urteaga-Romei'o, de Libi'os y documen
tos referentes a la Historia del Perii, la tenemos como Historia del
Perú. En ella Cabello Balboa diseña la evolución de los indios des
de su primitivo estado salvaje hasta la formación de los Cui'acazgos
y la foi'inación del Imperio. Narrando la histoiáa de los Incas, se
ocupa de las gueri-as de coizquista y expansión emprendidas por és
tos. En lo (pie resizeeta al aspecto literai-io, enconti'amos los siguien
tes datos:
Refiriendo la entrada triunfal de Inga Yupauqui, en el Cuzco,
después de numei-osas guei*ras victoriosas, dice que mientras este
soberano y sus soldados pasaban por sobre el cuei'po de los prisione
ros, mandados ponerse boca abajo en la plaza principal, "los pe
ruanos repetían un antiguo canto, cuyo sentido ex*a éste: "Yo piso
sobre mis enemigos'.'. Y que "al día siguiente se celebi'aban festi
nes y oi'gías en los que cada uno cantaba los grandes hechos del
Inca, de sus jefes y los suyos propios, mezclando a menudo hechos
reales con otros fabulosos" (pág. 34).
Cabello Balboa afirma también, como Betanzos y otros cronis
tas, que a la muerte de Inga Yupauqui se celebrai'on solemnes fu

tí) H. H. Urteiiga, Historm de la civilización, T. I, 1923.


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— 268 —

nerales y se ordenó que en todo el iiupcrio se honrara su memoria


con cantos, en los que se hiciera mención de sus grandes^ hazañas y
de los principales actos de su reinado (páff. 65). A Inga Yupanqui lo
sucedió Topa-Inga, su hijo, llamado por sus cualidades, Pacliacuti, el
reformador, que es a quien nombran otros cronistas como que en
cuyo tiempo o gobierno se ordenó honrar la memoria de los Incas
fallecidos con cantos loatorios y conmemorativos. Estos cantos son,
pues, el origen de la épica oficial. . . , ,
Hablando de las festividades, Balboa nos da noticia de los
Aymorai, preciosos cantos que se entonaban en coro, en el mes llama o
Atuncuzqui-Aymorai, que eoi'respondía a Mayo. (pág. 75).
En otra lugar nos habla de los himnos religiosos de octubre
(mes llamado Oma-Raimi-Puchaiquis). Estos himnos ceremoniales
se entonaban cuando había sequía, en el citado mes. Los sacerdotes
sacrificaban un llama y "cantaban un canto muy sentido de.sconoci-
do del público", impetrando los auxilios de la divinidad, (pág- 76).
Aparte de estas referencias, la Crónica de Cabello Balboa, que
para nuestro estudio consideramos como de las más imjiortantes, nos
ofrece noticias de varios mitos, comenzando por el conocido do los
hermanos Ayar y terminando con el de la transformación de Ata-
hualpa en sei'piente, medio del que se valió para escapar cuando fue
hecho prisionero por Huáscar en la contienda fratricida que aún en
contraron los españoles. Nos ofrece también informaciones a cerca
del diluvio, del que. conservaban memoria los peruanos, de la aventu
ra marítima de Topa Inga Yupanqui, que bien puede ser considerada
como una odisea (pag. 50), y de la expedición de Najonlap, que vi
niendo por la vía del mar .se establece en Lambayeque, donde, funda
su dinastía, siendo éste el origen de los habitantes de los llanos, o
sea de la costa, (pág. 54).
Además, Cabello Balboa nos ofrece un bello episodio amoroso
de Quilaco Yupaiutui con Curicuillor "célebre historia", dice el,
El argumento de este episodio es idéntico al del drama Ollantay :
el nombre de la protagonista apenas se diferencia del de Cusicui-
llor; aquella, como ésta, es una princesa, hija del Inca reinante; y
Quilaco, como Ollantay, es un valeroso general de los ejércitos im
periales. No obstante, es una historia que puede servir de argumen
to a una novela. No cabe duda, si los antiguos peruanos no conocie
ron o cultivaron la novela en la forma perfecta, es evidente que cul
tivaron el cuento. El episodio de Quilaco y Curicuillor, tomado posi
blemente o inspirado en un hecho real, ha sido conservado en for
ma de cuento, que, por su carácter, bien puede ser considerado co
mo una novela corta.
El episodio de Quilaco y Curicuillor lo trae Cabello Balboa
en el capítulo XVI y siguientes de su crónica.
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— 269 —

Oti'a noticia interesante de este cronista es nua referente a es


critura. Dando cuenta del testamento de ITuayna Cápac, dice: "Des
de que llegó (de regreso a Quito) su enfermedad fué siempi'e agra
vándose; una fiebre mortal le consumía, y sitiéndose morir hizo su
testamento, scgíin la costumbre de los IncaSj que consistía en tomar
un largo bastón, especie de cayado, y dibujar en él rayas de diver
sos colores, por las que se tenía conocimiento de sus últimas dispo
siciones; se le confió en seguida a i;n Quipoeauiayo o notario". Pág.
103).

Calancua.—El P. Calanclia fué uno de los más diligentes cro


nistas del antiguo Perú. En su famo.sa "Crónica Moralizada de la
Orden de San Agustín" nos trae profusión de relatos, fábulas y no
ticias curiosísimas respecto de los aborígenes. No es posible exami
nar todas esas fábulas, ya que con ellas y las que nos han trasmitido
otros cronista.s, bien se podría formar una verdadera Mitología pe
ruana, de gran interés y mucho encanto, sin duda. En lo que res
pecta a nuestro estudio dice:
" siendo así que ya por sus quipos, que son sus anales,
de que diré más adelante; ya por cantares y eventos en que conser
vaban las tradiciones, sabían ellos (los indios) el suceso del Arca y
el agua del diluvio, y lo contaban refiriendo noticias a los primeros
e.spañoles, y que sabían craii descendientes de uno de los que salva
ron en el Arca. Así lo atestigua el antiguo osci'itor de este reino
Agustín de Zára.te, Francisco López de Gómara, Juan Botero y An
tonio de Herrada", (pág. 41, t. I.).
En otra parte: " era oficio de los Amantas, que eran sus
filósofos, o Letrados, hacer cuentos en que legalmente se refería el
suceso, la historia o el razonamiento, tomábanlos de memoiáa los
quipocamayos, que eran como Secretarios de estos archivos, para
dar cuenta al Inca, y Arabicus, que eran sus poetas, componían ver
sos breves y compendiosos, en los cuáles encerraban la historia, el
suceso, o la embajada, y se contaban en los pueblos o provincias
donde pasaban, enseñándoles el padre al hijo y éste al suyo",
(págs. 90 y 91).
Como Acosta. el P. Calancha habla con elogio de la fidelidad de
los quipus, que servían para conservar memoria de las tradiciones
antiguas; dice que por ellos hubo entre los indios noticias del Dilu
vio, del origen del imperio, con la aparición de^ Viracocha en Tia-
hiianaco, y la repartición de las tierras de aquél en cuatro partes,
dándolas a cuatro hombres. Los quipus eran fidelísimos conservado
res no sólo de la historia sino de todo el pensamiento de los hombres
*

270

de entonces. "Y el P. B]{u¿ Vnlcra.... eminente lengua y curio.sí-


simo investigador de sus antigüedades (del Peni), saeó de los qui
pus muchos romances poéticos, que sus arableits componían de his
torias, sucesos, guerras y amores, de los cuáles rel'ierc algunos tiar-
cilaso Inga en sus Comentarios" (pág. !i2). Y como para que se
diera crédito a sus aseveraciones, añade: ''lie andado lo mas del
Perú dos veces y así he podido saber más que otros".
Hablando de las tiestas, dice que en el sexto mes, llamado Ila-
tuucuzqui y Aymorai (iMayo), se hacía "e.l testín desde sus semen
teras hasta sus casas, cantando y pidiendo a los ídolos les conserva
sen las comidas" y les permitiesen abundancia (pág. 375, t. 1.)-
Refiriéndose a otras fiestas, agrega que en "la fiesta del Itu, que
se hacía en tiempo de gran necesidad, se reunían en la jilaza, donde
no debía haber forasteros, y, sin hablar uno con otro, cantaban un
día y nna noche" (pág. 376, t. I.).
Dice también este cronista que "a sus difuntos.... les ofre
cían cada año o cada mes, cántaros de chicha y comidas, cantilndoles
tonadas lamentosas (pág. 377, t. I.).
Ademá.s, cuenta el P. Calancha una interesante tábida respecto
del origen de los indios de los llanos, o sea de la costa: la toma, de
clara, de una información del P. Luis Teruel, compañero catequizador
del P. Arriaga. Dice esta fábula que en el principio del mundo, el
dios Pachaeamac había creado un hombre y una mujer, pero que no
habiendo sustento para ellos, murió de hambre el primero quedan
do únicamente la mujer, sola, abatida y miserable, teniendo que
sacar raíces de yei'bas entre espinas para poder alimentarse. Entre
tanta angustia y dificultad, una ocasión ella imploró al Sol, se que
jó de su soledad y miseria, exitresando su deseo de morir o de ser
aliviada. El Padre Calancha nos dá la plegaria de esta primera
mujex", plegaria de acento quejumbroso, súplica e imprecación, mez
cla de terror, de ansiedad, de nostalgia y de ruego: "Amado Crea
dor de todas las cosas, para qué me sacaste a la luz del mundo, si
había de ser para matarme con pobreza y consuminne con hambre?
O nunca te acordaras de criarme de la nada, o me acabaras al pun
to que salí a este mundo, yo sola vivo en él sin sucesión de hijos,
pobre, afligida y sola; ¿por qué ¡Oh Sol! si nos eriastes nos consu
mes? ¿Y cómo si eres el que repartes luces, muestras ser miserable
negándome el sustento? No x^areces piadoso, pues, no te compadeces
de los afligidos y no socorres a los que criaste tan desdichados;
permíteme, o que el cielo me mate con un rayo o la tierra me tra
gue, acabando tan trabajosa vida, o socórreme benigno, pues me
criaste. Omnipotente".
El Sol compadecido ante estas quejas, bajó hasta ella, le dijo
tiernas palabras de consuelo y le infmidió sus rayos merced a lo

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— ^7J —

cual concibió un hijo que dió a luz a los cuatro días. Gran goce le
proporcionó este acontecimiento que la llenaba de esperanza. Pero
ocurrió que el dios Pacliacamac, envidioso de que se diera al Sol
adoración que se le debía a él y colérico también de que hubiera na
cido aquel hijo en desprecio suyo, cogió al semidiós recién nacido
y, sin atender a los gritos desesperados y súplicas de la madi-e infe
liz, lo mató, despedazando en menudas partes el tierno cuerpecillo
del que era su hermauo. Pero Pachaeamae, a fin de que otra vez nadie
se quejara de la providencia de su padre el Sol y a fin de que no
se diera adoración suprema a otro sino a él mismo, sembró los dien
tes del difunto y de ellos nació el maíz; sembró las costillas y huesos,
y de ellos nacieron las yucas y "las demás frutas de esta tierra que
son raíces". De la carne procedieron los pepinos, pacaes y las de
más frutas y árboles, y desde entonces no se conoció hambre ni se
lloró necesidad.
Pero no se aplacó la madre con estas abundancias, porque en
cada grano o en cada fruta tenía el pei*petuo recuerdo del hijo ado
rado y una perpetua instigación. Y sentía vivo el amor del hijo y
sentía sed de venganza y clamaba de nuevo al Sol, pidiéndole el
castigo del crimen y el remedio de sus desdichas. Condolido el Sol,
bajó de nuevo y del ombligo del hijo difunto fonnó o crió otro hijo
y se lo entregó a la madre diciéndole: "toma y envuelve en manti
llas este niño que llora, su nombre es Vichama". El niño creció her
moso y gallardo, y a imitación.de su padre el Sol quiso andar el
mundo y ver lo creado en él. Consultó a su madre y emprendió su
viaje. No hubo bien ausentádose. cuando el dios Pachaeamae mató
a la qiie ya era vieja, dividió su cuerpo en pequeños trozos "y los
hizo comer a los cuervos índicos que llamaban gallinazos y a los
buitres peruanos que llamaban cóndores". Los huesos y los cabellos
los guardó escondidos en la orilla del mar; después de lo cual "crió
hombres y mujeres que poseyeran el mundo y nombró curacas y ca
ciques que los gobeniaran".
Al cabo de cierto tiempo volvió el semidiós Vichama a su pa
tria, la que estaba situada en Végueta, valle hermoso y abundante
en árboles y flores, a una legua más o menos de la que fué luego la
población de Huaura. Vichama venía deseoso de ver a su madre,
pero ya no la halló; preguntó por ella y por im euraca supo el
cruel castigo y la muerte que había tenido. Furioso el semidiós,
arrojaban fuego sus ojos y ardía su corazón de senthniento; con
vocó a los habitantes del valle, preguntó por los huesos de su ma
dre y sabiendo donde se hallaban, los fué componiendo como habían
sido, hasta restituirles la forma humana completa, y dando de nue
vo vida a su madre, la resucitó y trató de vengarla, resolviendo ani
quilar al dios Paclaacamac. Entonces Pachaeamae, por no matar,
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— 272 —

como al primero, a su segundo hermano y disgustado con los hom


bres, se sumergió en el mar, en el sitio donde estaba su templo, que
fué después el primitivo pueblo de Pachacamac.
Viendo Vichama que se le había escapado Pachacamac, *
mando encendía los aires y centellando atemorizaba los campos ;
volvió su cólera contra los habitantes de Végueta, calificándolos de
cómplices por haber permitido la muerte de su madre, y, sin admitir
disculpas ni ruegos, pidió al Sol, su padre, cine los convirtiei'a en
piedras, lo que ocurrió en seguida. Una vez transíonnadas en picdi'as
las criaturas que había creado Pachacamac, ya invisible, el Sol y
Vichama se arrepintieron sin poderlo remediar. En desagravio "de
terminaron dar nombre de divinidad a los Cui'acas y Casiqucs y a
los nobles y valerosos, y llevándoles a las costas y playas de] mar, los
de.iaron para que fueran adorados por huacas". A otros los pusie
ron dentro del mar, en forma de peñones o escollos, en donde eran
adorados también como dmnidades y a los que cada año les hacían
ofrendas de "hojas de plata, chicha y espincos".
Viendo Vichama el mundo sin hombres, y sin tener quien diera
adoración al Sol y a las huacas. rogó a ,su padre el Sol crear nuevos
hombres. Entonces éste le envió tres huevos: uno de oro, otro de
plata y otro de cobre. Del primero salieron los Curacas, los Casiques
y los nobles y principales; del segundo, las mujeres de éstos; y del
tercero, la "gente plebeya, los llamados mitayos y sus mujeres", con
lo que quedó poblada de nuevo la tierra.
No tendría razón apuntar esta fábula si aquella oración de nues
tra Eva, no fuera quizás un vestigio de literatura pre-incaica. La
fábula toda puede ser también argumento de algún poema preincai
co o costeño, poema simbólico, que—aplicando la crítica histórica de
Ihering a la leyenda de Caín y Abel—puede simbolizar las vicisitu
des migratorias de esta zona peruana

CiEZA DE León.—Este cronista militar que en concepto de


Markham "ocupa el primero y más honroso lugar" entre los cronis
tas, merece entera fe por haber sido testigo presencial de todo lo
que apuntó. Desde muy joven se trasladó a América y enrolado en
el ejército conquistador, asistió a mil hechos de ai'mas. "En tan ru-
úa y feroz escuela", conservóse, sin embargo, "humano, generoso,
rebosando nobles simpatías, obediente y metódico, en el espectáculo
de la crueldad, del pillaje y del más desenfrenado vandalismo,
propicio para engendrar el tipo contrario". El mismo Cieza escri
bió: 'Y como notase tan grandes y peregrinas cosas como en este
Nuevo Mundo de Indias hay, vínome gran deseo de escribir algunas

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— 273 —

dellas, de lo que yo por mis propios ojos había visto, y también de


lo que había oído a personas de mucho crédito".
Veamos lo que Cieza nos cuenta en su "Crónica del Perú"-
"....Y cuando los señores morían, se juntaban los principales del
valle y hacían grandes lloros, y muchas de las mujeres se cortaban
los cabellos hasta quedar sin ningimo, y con atambores y flautas
salían con sones tristes cantando por aquellas partes por donde el
señor solía festejarse más a menudo, para provocar a llorar a los
oyentes Y guardaron, y aún ahora lo acostumbran gene
ralmente, que antes que los metían en las sepulturas los lloran cua
tro, o cinco, o seis días, o diez, según es la persona del muerto, por
que mientras mayor señor es, más honra se le hace y mayor senti
miento muestran, llorándolo con grandes gemidos y endechándole
con música dolorosa. diciendo en su^s contaces todas las cosas que su
cedieron al muerto siendo vivo. Y si fue valiente, llevanle con estos
lloros, cantando sus hazañas". (La Crónica del Perú, pag. 416. Col.
Historiadores Primitivos de Indias, t. II).
ETn estos reglones, Cieza nos da a saber o nos confirma lo que
nos han dicho Betanzos y Cabello Balboa y lo que nos lo repetirán
otros cronistas; nos da a saber de los cantos fúnebres, de esa poesía
elegiaca cultivada en el antiguo Perú, así como de la épica que his
toriaba las hazañas de los grandes Señores.
En la segunda parte de su crónica, llamada Señorío de los Incas,
describiendo °la fiesta de Hátuu-Raimi, celebrada hacia fines de
agosto dice: "Y habiendo comido y muchas veces bebido estando
así el'Rey como el gran sacerdote, como todos los demás, bien ale-
gx'es , siendo poco más de medio día, se ponían en 01 den y co
menzaban los hombres a cantar con voz alta los villancicos y loman
ees que para .semejantes días por sus mayores fue inventado.... .
"Y en la mitad de la plaza teman puesto, a lo _ciue dicen,
teatro grande con sus gradas, muy adornado con panos e p
llenas de chaquiras de oro, y mantos grandes riquísimos ® 1
fina lana (recordemos que Cronau nos dice que eran con ^
con los de seda), sembrados de argentería, de oro y pedrería tpag.
120).
En otra parte nos da noticia de un hecho_ que «1 pi'esencio: ^ o
me acuerdo—dice—,estando en el Cuzco el ano pasado de 1550, por
el mes de agosto, d^pués de haber cogido sus
los indios con sus mujeres por la ciudad con gian 1 .' • ,
arados en las manos y algunas pajas y maíz Jacer fiesta en so em-
ne cantar v decir cuanto en lo pasado solían es ej 1
(pág. 122-Í23). ^
Son muy interesantes los informes de Cieza: ellos atestiguan
la existencia de un teatro, que describe con cierta minuciosidad y

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— 274 —

de acuerdo con los usos del pueblo: adornos de oro, ricos mantos de
lana finísima, plumas, argentería y pedrería. No puede ser más con-
cluyente el dato: él deja ya probada la existencia de un teatro, en
donde se verificaban representaciones, como nos lo dirán otros cro
nistas.

'9'
Cobo.—La Historia del Nuevo Mundo, del P. Bartolomé Cobo,
es otra de las fuentes de mayor importancia. El P. Cobo se propu-
so, sin duda, hacer una descripción y un estudio total del país; obra
vastísima es la suya que, a más de historia, contiene una amplia in
formación a cerca de la flora y de la fauna, que expone y detalla
con proligidad.
Habla Cobo de un gran edificio subterráneo, distante dos le
guas de Guamanga, acerca del cual, el editor, Jiménez de la Espada,
nos ofrece una nota muy importante: ''sobre esto escribe Llano Za
pata en sus Memorias (vol. I, art. XX, párr. 32): Por los años de
1637, en el pueblo de Quinua, que dista dos leguas de Guamanga,
se descubrió casualmente un palacio subterráneo con grandes porta
das de piedra y sumptuosos edificios. Hallaron en él una lápida con
una inscripción que no se pudo leer". Después de leída la anterior
noticia, no puedo menos de recordar—añade Jiménez de la Espada—
la que Cieza de León nos da en la Primera parte de su Crónica del
Perú (cap. LXXXVII) a cerca de los antiquísimos edificios de Vi-
naque (Huiñac), no lejos así mismo de Huamanga, "donde tam
bién hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa ; lo
cual ni lo afirmo ni dejo de tener para mí que en los tiempos pasa
dos hubiese llegado aquí alguna gente de tal juicio y razón, que hi
ciese estas cosas y otras que no vemos" (pág. 111, t. III).
Ocupándose de los quipoeamayos o "historiadores de los In
cas", dice que "no podían ignorar nada de lo tocante al gobierno,
ritos y costumbres de los suyos por los memoriales de sus quipos
y pinturas que aún estaban en pié" (pág. 117. t. III).
Estos datos a cerca de "pinturas que aún estaban en pié" son
muy interesantes: confirma o afianza la afirmación sobre la posibi
lidad de una verdadera pintura mural entre los antiguos peruanos,
y, a la vez, si esas pinturas sei'vían para conocer todo lo relativo a
gobierno, ritos y costumbres, es evidente que era una forma de es
critura, como lo hemos visto ya.
Se refiere Cobo a Pachacuti, quien "acompañó su gran saber
con un gran corazón y ánimo esforzado". Dice que este soberano
compuso muchas oraciones" con las que eran invocados los dioses,
recitándolas los sacerdotes, (pág. 156, t. III).

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— 2/5 —

Prosiguiendo en su referencia al mismo sobei*auo, dice que "por


su gobierno tan acertado se mejoraron las cosas de tal manera ■*
que parecía haberse trocado los tiempos y dado una vuelta al mun
do", razón por la cual fué llamado Paehacuti. " ... . Y así fué muy
celebrada su memoria entre los indios, dándole más honor en sus
cantares y poesías, que a ninguno de los demás reyes que le prece- *■
dieron ni de los que vinieron despités dél". (pág. 157, t. id.). *
En lo que respecta a las costumbres, se ocupa de los fimerales •*
3'' dice: "Celebran las obseciuias (excequias) acompañando al muer
to sus parientes y amigos hasta la sepultura con cantares lúgubres,
bailes y borracheras. . . ."
"En los cantares repetían y traían a la memoria las hazañas y
cosas más memorables que sabían dél; contaban los lugares donde
había vivido, las buenas obras que había hecho, con cuanto podía
ser motivo de comparación y llanto" (Pág. 40, t. id.).
Cobo nos trae también varias oraciones usadas por los indios
para saludar a sus dioses (págs. 77, 88 y 89, t. IV); dichas oracio
nes las encontramos también en Molina.
Habla luego de cantares a propósito para cada fiesta (pág. 89,
t. id.) concordando con otros cronistas en cuanto a las ceremonias
correspondientes a cada una de ellas. Cita los cantares identificados . j"
con las danzas: el huari, taqui, cayo, etc. Habla también de los Ay-
moray (pág. 108) y del Ai-avi (yaraví), cantar con que traían el
maíz de la chacra, después de la cosecha (pág. 109, t. id.).
Nos ofrece una especie de oración ritual, cuando en la corona
ción del rey sacrificaban un niño a, Viracocha: "Señor: esto te ofre
cemos porque nos tengas en quietud y nos ajuides en nuestras gue
rras y conserves a nuestro Señor el Inca en grandeza y estado, y que
vaya siempre en aumento, y le des mucho saber, para que nos go
bierne con acierto", (pág. 125).
Es muy importante la noticia de los cantos agrícolas, asi como
una nota al respecto de Jiménez de la Espada continúan la la
bor (agrícola) todo el tiempo que dura , regocijándose con cantos
a su usansa" (pág. 188. t. IV). "Tienen sus cantares alegres aco
modados para cuando aran, los cuales cantan todos a una, entonan
do uno y siguiéndole los demás; y llevan su compás tan puntua,
que el golpe que dan en la tierra con las Tacllas no discrepa un pun
to del compás de su canto; y así como en éste van todos a una, lo
van también en levantar la Tacllas y herir con ellas la tierra; que
cierto es de gran gusto verlos arar a su usanza, como yo los he^ visto
hartas veces, porque sus cantares son agradables y suelen oírse a
más de media legua de distancia" (pág. 199, t. IV).
En una nota Jiménez de la Espada nos ofrece un cantar que
usaban todavía entonces los indios quiteños en la siega:

«íiU I ■ II AI iikHKt .r I
. - ^

— 276 —

Ñuca urpisi tnlli Mi tierna tortolita


Hahuay, Hahuay a dónde estará?
Maipi charitian pues ya no la veo
Hahuay, Hahuay y mi corazón llora.
Mana ricureani
Hahuay, Hahuay
Xuinguni huacan
Hahuay, Hahuay

"La letra, como se ve, no alude lo más mínimo a la siega, pero


el compás y ritmo del canto con que se acompaña se acomoda de
suerte a los movimientos del segador, que resulta una verdadera sa
loma, cuj'o objeto más que distraer a los trabajadores, es el de concer
tar sus esfuerzos para realizarla con ahorro de tiempo y cansan
cio. El capataz o jefe de cuadrilla lleva la voz acompañando cada
verso con el mismo recitado, de escasa melodía, y los segadores le
contestan en coro pronunciando rápida y enérgicamente el estribi
llo Halmay, y cortando con la hoz al propio tiempo la porción de
mies que cada cual ha separado con la mano izquierda". (Pág. 199,
tomo IV).
Cobo considera a los peruanos como muy afectos a fiestas:
"Eran tan dados a sus taquis, que asi llaman a sus bailes y cantares,
que con ellos y con beber su vino o chicha celebralian asi los sucesos
alegi-es como los tristes y lúgubres ".
"Casi no tenían bailes que no lo hicieran cantando, y asi el nom
bre de taqui, que quiere decir baile, lo significa todo junto, baile
y cantar; y cuantas eras las diferencias de cantares tantas eras las
de los bailes.—Tenían los indios del Cuzco para todas sus obras y
faenas sus cantares y bailes propios". (Pág. 230, tomo IV).
Los cantos de regocijo y alegría, según Cobo, se decían arabis-,
en ellos referían sus hazañas y cosas pasadas y decían loores al In
ca; entonaba uno solo y los otros respondían.
Respecto de los cantos fúnebres dice Cobo: "Enfalleciendo el
inca hacían sus deudos grandes llantos i ceremonios antes de ente
rrarse.... Celebraban estos llantos bailando al son de sus alambo
res i cantando endechas tristes i lamentosas ; diciendo en sus
cantares todas las cosas que le sucedieron siendo vivo, remontando
sus proezas i hazañas, si fué valiente, i cuanto hizo de niemoria,^
i fama para mover a llanto a los circunstantes , las victorias i
trofeos que había alcanzado, refiriendo sus loables costumbres, sus
virtudes i liberalidad para con todos". (Pág. 237, tomo IV).
Habla Cobo también de "la gran ignorancia y barbaridad de los
indios"; pero luego, en otro lugar, dice de la lengua quichua que es
de dulce y suave pronunciación y en que se explican con gran sen-

,t
— 277 —

timiento los efectos del alma" (Pág. 154, t. IV). Antinomia o pa


radoja incomprensible: existía—^según este cronista—gran ignoran
cia; pero, sin embargo, pudo apreciar que en el idioma de los na
turales se explicaban con gran sentimiento los afectos del alma.

Kstete.—'Miguel de Estete, en su Relación de la Conquista del


Perú, dice: "En los cantares trataban de lo que cada uno de aque
llos señores había conquistado y de las gracias y valor de su per
sona, dando gracias al Sol que les había dejado ver aquél día y le
vantándose un sacerdote amonestaba de parte del Sol al Inga, como
a su hijo, que mirase lo que sus pasados habían hecho y que asi lo
hiciese él...."(pág. 55 y 56).
Dice en otra parte:" y aunque no tienen escrituras, por
ciertas cuerdas y nudos recuerdan a la memoria las cosas pasadas,
aunque lo más de acordarse es por los cantares que tienen,
como acá tenemos, de cosas y batallas pasadas antiguamente, que si
faltase la esciútura, por aquellos cantares tendríamos memoria de los
pasados que hicieron hazañas señaladas" (pág. 47).
Y tratando de unas fiestas que, a lo que parece, presenciaron
los españoles: "Vueltos a la ciudad del Cuzco el dicho Capitán Al
magro y españoles y Inga, con la victoria de haber echado los ene
migos de la tierra, fué tanto el placer del Inga y de los naturales de
ella, que acordó hacer grandes fiestas.... trayendo a las dichas fies
tas a. sus agüelos y deudos muertos...., embalsamados, como es di
cho, y sentados en sus sillas, y con mucha veneración y respeto, to-
■. lo
dos por orden, lo sacaban de allí. . . . ; y así de esta manera,
bajaban diciendo muchos cantares, dando gracias al Sol por que
había permitido que sus enemigos fuesen hechados de la tierra y los
señoreasen los cristianos; esto era la sustancia de sus cantares. .. . ^
(Pag. 54).

Garcilaso.—El Inca Garcilaso de la Vega, mestizo, hi.jo de ñusta y


español, escribió sus Comentarios Reales, libro que constitiiye una de
las fuentes más importantes para el conocimiento del antiguio Perú,
y que es para nuestro estudio, como hemos tenido ocasion de expie-
sarlo, la primera de las fuentes bibliográficas.^ No nos detendremos
a hacer un análisis completo de la obra que lo merece, porque
dispersas en sus páginas se encuentran un sin número de. informa
ciones, de datos y narraciones preciosas. Pero en Garcilaso no sólo
es la referencia, la alusión, la indirecta noticia que viene ocasional,

Éifiia I I I • - ■ • ^ ■ — • — .... . .
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- í — 278 —
como para completar la que se dá de otra distinta. En Garcilaso es
el dato preciso, recogido expresamente. Así, por ejemplo, aparte de
que nos habla de los cantares con que fué recibido iMaita Capae eu
el Cuzco, después de sus campañas victoriosas y conquista de,
chas provincias, cantares "compuestos en loor de sus hazañas
(pag. 182, t. I) j y de los "caiitares compuestos en loor del .sol y de
los Incas" por los indios de Chayanta (pag. 203, t. I) ; nos ofrece
un capítulo a cerca de "La poesía de los Incas amautas, que son
filósofos, y haravicu-s, que son poetas" (cap. XXVII, t. I.), y bellos
párrafos, llenos de comprensión y simpatía, referentes a la música
(pag. 149, t. I). En estas páginas, en las que tiene por fuente, de
información también a Blas Valera, hace un verdadero estudio de
la poesía peruana, con sus característisas principales: versos cortos,
como para que "la memoria los guardase", pero "muy compendio
sos, como cifras"; cortos también para que fueran fáciles de tañer en
su flauta; sueltos, sin consonancias, semejantes a la redondilla es
pañola. Tiernísima es la que nos da como ejemplo:
l
Al cántico
dormirá.s;
inedia noche
yo vendré.
'-.i

Poesía del más hondo lirismo, llena de expresión, digna de


cualquier poeta aunque con un leve tinte oriental, nos parece: una
vaga reminiscencia del Cantar de los Cantares, o de los apasiona
dos poetas de la Arabia, de la Persia o de la India.
Nos habla también de los ver.sos llamados ^'spondaicos" por
Valera y de aquellos que los Incas poetas "compusieron filosofan
do las causas segundas que Dios puso en la región del aire para los
truenos, relámpagos y rayos, y para el granizar, nevar y llover, to
do lo cual dan a entender en los versos".
Luego, de una fábula inspiradora de otras que Valera "halló
en los ñudos y cuentas de unos anales antiguos que estaban en hilos
de diversos colores,, y que admirado de que los amautas hubiesen
alcanzado tanto, escribió los versos y los tomó de memoria para dar
cuenta dellos". A esos vtrsos alegóricos o simbólicos pertenece el
romanee de la hermosa doncella y de su hermano que le quiebra el
cantarillo, por lo que, truena y relampaguea:

Hermosa doncella
Aquese tu hermano
El tu eantarillo

. Ai .S'
S •

— 279 —

Lo está quebrando,
y de aquesta causa
Truena y relampaguea...
Gareilaso es también el que más claramente nos habla de repre
sentaciones teatrales: "No faltó habilidad a los amautas... para
componer comedias y tragedias, que en días y fiestas solemnes re
presentaban delante de sus reyes y de los señores que asistían en la
corte". Los argumentos de las tragedias "siempre eran de hechos
militares, de triunfos y victorias, de las hazañas y grandezas de los
reyes pasados y de otros heroicos varones". "Los argumentos de
las comedias eran de agricultura, de hacienda, de cosas caseras y
familiares".
Luego, en términos generales, dice: "... adelante diremos de
los Incas, de sus leyes y gobiernos y habilidad que una dellas fué
que supiei'on componer en prosa, tan bien como en verso, fábulas
breves y compendiosas, por vía de poesía para encerrar en ellas doc
trina moral, o para guardar alguna tradición de su idolatría o de
los hechos famosos de sus reyes, o de otros grandes varones: mu
chas de las cuales quieren los españoles que no sean fábulas sino
historias verdaderas, porque tienen alguna semejanza de verdad"
(cap. cit.).
Otra de las páginas más interesantes de los Comentarios es la
que contiene las célebres máximas o "dichos sentenciosos" de Pa-
chacutec, base moral del Código o cuerpo de leves del antiguo Pe
rú (pág. 228, cap. XXXV, t. 11).

Gutiérrez de Santa Clara.—En su Historia de los Guerras


Civiles del Perú, se ocupa este cronista de, los hechos militares como
su nombre lo indica; obra ésta destinada a contar las diversas inci
dencias de las guerras promovidas por Gonzalo Pizarro contra el
Virrey Blasco Núñez de Vela y Pedro de, la Gasea. Historia larga
y minuciosa, de gran interés para aquella etapa de beligerancia;
pero en la que se han intercalado interesantes trozos respecto del
país y de sus habitantes:"Se cuentan brevemente las cosas natura
les i grandezas que hay en todas sus provincias (del Perú) dig
nas de ser sabidas i notadas, i de, los ritos i ceremonias péssimas 1
de gran superstición que los yiidios tenían i usaban i así otras
cosas memorables de grande admiración".
En cuanto al origen de los Incas dice: "En cuanto a lo que to
ca a los Ingas i señores que uvo en esta tierra ay muchos i diversas
opiniones i variedades, i assi hay muchos cuentos i novelas fabulo-
18

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Vi'. - .. = • ' -x i. ■ ■
«

— 280 —

sas de donde procedieron, porque unos indios lo cuentan de una ma


nera, i otros de otra; mas yo me atengo a lo que dizen los muchos
que, de esto hablaron verdaderamente. Quanto a lo primero digo
que dizen los yndios muy viejos i antiguos i que lo oj'en dezir a
sus mayores i lo tienen oy día en sus memorias i cantares, que ubo
seiscientos años primeros que no tuvieron reyes sinó unos señoretes
llamados curacas que los governavan cada uno en su provincia, 1
que después vinieron los Ingas que reinaron en todas estas provin
cias, que las tuvo más de seiscientos años (Pág. 421, T. 3).
Pro.sigue refiriendo la tradición de Manco Capae, "Mango Im
ga Capaila, del que dicen que no tuvo padre ni madre sino que nació
entre unas peñas, en una isla del Titicaca, creado por el Dios su pa
dre, que era el Sol". Refiere brevemente la historia de los incas, la
leyenda de Yahuar Huacac. Dice que éste tuvo por sucesor a Viraco
cha Inga quien tuvo varios hermanos, de los que "se acuerdan los
yndios en sus cantares i memorias porque fueron valientes".
Habla con elogio de Pachacutee, .soberano que dió leyes con
tra los traidores y adúlteros, ladrones y vagabundos, instituyendo pe
nas conforme a los delitos; y otra ley en que Pachacutee mandaba a
todos sus vasallos que sirvieran muy bien a los dioses de sus ante
pasados.—^Dice que cuando murió Pachacutee fué deificado porcpe
sepultado en secreto se dijo al pueblo que se lo había llevado vivo
su padre el Sol. (Cap. XIX, T. 3).— Este relato respecto de la
muerte de Pachacutee, nos recuerda la fábula de Naymlap, que
cuenta Cabello Balboa, de quién aseguraban los naturales costeños
que había volado al Cielo dotándose de alas por su propio poder.^
Hablando de los ídolos refiere que dentro de los templos habían
muchas figuras pintadas, con mitras en la cabeza, como obispos; y
añade:" dizen los yndios que lo oyeron dezir a sus mayores...
i a que ciertos hombres como aquellas figuras avian venido de tie-
rps extrañas i auian señoreado toda esta tierra antes que. los Ingas
viniesen i que después se subieron al Cielo, auiendolo priimpo mise-
ñado buena doctrina i policía... i que a esta causa los tenían i re
verenciaban por dioses, i así los tenían en sus memorias i canta
res que comenzaban, ñaupa, que quiere decir en tiempo antiguo i
pasado". (Pág. 489, T. 3).
Este dato es muy interesante: ñaupa viene a ser la palabra
usual en el comienzo de las historias o cuentos. Análogo comienzo
se ha dado a los relatos en el Viejo Continente: "Era un tiempo...
etc.
Hablando de los sacrificios y de la idea del dios bueno y del
Zupay, del Cielo y del Infierno, dice que entre las cpemonias "ha-
zian gran llamamiento de todos los yndios (e) yndias, i la junta
era en un pueblo el más principal que auia, i alli todos juntos,bay-

^.í.-
¡'

281

%
lauan i cautauaii tan solo aquel día con mucho plazer i alegría, ro- i.
gándo a los dioses tuviesen por bien de perdonar al Inga Viracocha
y lleuallo al Cielo. I luego al otro día por la mañana hacían todos
una gran borrachera con muchos sacrificios malos i horrendos, in
vocando al demonio por (jue no llenase al Inga a su región tartá
rea.... y eantauan y baylauan..." (Pág. 491, T. 3).
Refiriendo las ceremonias y fiestas de cada mes, de mayo—al
que llama Anday Mura Iquiz, que .quiere decir mes de los place
res—dice que entonces "... se liongauan, baylauan i cantonan cier
tas canciones de gran plazer .v regocijo" (Pág. 565, t. 8).
Finalmente, Gutiérrez de Santa Clara, concordante con otros
cronistas, cuenta la invasión de gigantes y refiere, la eficacia de los
quipus y del sistema de cuentas por medio de piedras: "traen la
cuenta por piedras menudas i por ciertos nudos que tienen hechos
en unos hilos de lana i de algodón que son de muchos i diversos co
lores, que ellos llaman cinjpus, i por esta manera tienen en memo
ria lo que se hizo en ciertos tiempos pasados, i así cuentan lo que
pasó de quinientos años atrás i aún de más tiempo.... Así mismo
contaban por estos ñudos las sucesiones de los tiempos antiguos 1
cuantos reyes Ingas hubo i de sus nombres, i cuanto reinó cada uno
i que heredad tenía cuando murió i si fué bueno o malo, i si fué va
liente o cobarde; finalmente lo que se podía sacar de nuestro libros
se» sacaba de, los ñudos de estos cuypus'

Guamán Poma de Aya^v.—Interesante y voluminosa es la


Nueva Coránica y buen gobierno de este cronista indio. Hallada en
1908 en la biblioteca de Gottinga por su bibliotecario, el doctor
Richard Pietschmann, con un total de 1179 páginas originales, solo
ha podido ser publicada, en facsímile, en 1936 por el Instituto Et
nológico de París. Es un valioso documento tanto desde, el punto de
vista de la historia general como particularmente del aspecto liteia-
rio y artístico. Casi todas sus páginas están ilustradas con dibujos a
pluma, obra del mismo autor.
Además, trae un capítulo (págs. 317 a 327^ dedicado a las
"Canciones y músicas del Inca y de. los demás señores , usadas en
las diferentes fiestas, de las que ofrece varias versiones en la len
gua general quichua-aymara"; algunas en forma dialogada, como
e.n la fiesta uariczco-araui, en que se responden hombres y mujeres.
Tres formas o clases de cantos: el tiaricza, eljiaylle y el araui can
ción lastimosa (esta última) que cantan las mistas y los mosos tocan
el pingollo". Se refiere a las fiestas que se pueden llamar regiona
les: la de los ''Chinchaysuyos que se llama uauco, en que cantan las

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— 282 —

doncellas y meses tañendo su tamboi*"; la de les "Andesuyes, des


de el Cuzco hasta la montaña y la otra parte hacia la mar", en la
que usan cantos monótonos, silábicos, repetición de palabras, como
este "que cantaban y bailaban los antis":

caya caya — caya ya caya — caya caya — cayayacaya cayáyácaya.

la de los Collasuyos y de los Condesuyos con cantos en forma igual


mente dialogada en que se respojiden los hombres y las mujeres; to
dos los cuales los inserta en quichua-aimara.
En forma mezclada, confusa por la redacción incipiente, Gua-
mán Poma da igualmente noticia de ciertos cantos de "los labrado
res" y de los pastores.
También cuenta de lo que podría decirse bailes de disfraz, en
que, los hombres aparecían "vestidos como mujer" y en los que
danzaban asidos de las manos con las mujeres, cantando:
uarmi auca chiuan uaylla
uruchapa panascatana antiauca chinan uaylla
En esto concuerda con Pedro Pizarro y con Santa Cruz Paehacuti.
Entre los varios cantos que trae la Nueva Coronica transcribi
mos el siguiente, que nos parece el más típico liaraui-.

haray haraui
acoyraquicho coya raquiriuanchic
tiyoyraquieho ñusta raquiriuanchic
cicllallay, ehinchireoma captiquicho
umallaypi soncorurollaypi apoycachayquiman

qne. los doctores A. Franco I., J. Patrón C. y J. M. B. Parfán, del


Instituto de Lingüística y Filología de la Universidad de San Mar
cos, han traducido así:

Haray harawi
¿Qué suerte adversa nos separa, mi reina?
¿Qué barreras, mi princesa, nos dividen?
Hermosa, mía, porque, eres flor de ehinchireoma
en mi mente y en mi corazón te 11 evara. . . (1).
(1) Literatura Inca, Selección de Jorge Basadre. Volumen 1 de la Biblio
teca de Cultura Peruana. Ver esta obra para los demás cantos.

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— 283 —
Entre los liaylUs de esta Crónica, se puede citar este, que tam
bién entresacó Pietschamanu al dar cuenta de ella (1).
Beberemos en el cráneo del traidor,
usaremos sus dientes como un collar,
de sus huesos liaremos flautas,
de su piel liaremos un tambor;
después bailaremos.

Es un canto de guerra; acusa cierta ferocidad primitiva, pero


está en relación con los relatos de Cabello Balboa referentes al ca
rácter fiero de Inca Yupaiiqui y de las crueldades que ejecutaba
con los vencidos, llegando basta lo inverosímil de mandar hacer
tambores con la piel de dos jefes collas.
Pietsclimann transcribe igualmente algunos otros trozos de
verdadero lirismo, como este:

Yoyaymi apauan, El recuerdo me domina,


uacaymi apauan, los sufrimientos abruman
cayean soncoyta. mi pobre corazón,
nacaycosacmi, sufriré mucho
haray haraui, recordando tu canto,
pinas-uaci. Aborrecida cárcel.
uatac-uaei, aprisionadora celda,
cacbariuaytoc. dejadme.
(Traducción de Carmen Eosa Scameo).

poesía ingenua, sencilla, apasionada y doliente; expresión de un al


ma oprimida por una inmensa amargura que quiere eludir.
Por lo demás, la Crónica de Guamán Poma ha merecido diver
sos comentarios. Riva Agüero incluye al autor, lo mismo que a an
ta Cruz Pachacuti y Titu Cusi Yupanqui, a Ninahuilca, y Luis in
ca, en el grupo de los "modestos auxiliares. ..., rudos, informes 7
confusos, sobre toda ponderación, sin inteligencia, sin en erio, n
siutáiXis *' C 2) 1
Ainsworth Means, no obstante los defectos que encuentra 6^ ^
Nueva Crónica, declara que si se ve, "en resumen, que, como n
ción histórica, la obra de Poma es descuidada. . . como uen e
(1) Some aeeoiint of the ilustratecl ehronicle by the peruvian indian,
clon Felipe Huamán Poma de Ayala. International Congress of Amencamsts.
London, 1912. pág. 510. „
(2) Elogio de Garcilaso, t. I de los Comentarios, pag. aXaíV.

'' ....... .. ... . -'.1 j Vé,.-!


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— 284 —

formación a ocrea de las costumbres y los usos que hubo bajo los
Incas y en los primeros tiempos del régimen colonial en el Perú,
es de incalculable valor (1).
Pietschmann que se preparaba a publicarla con notas y comenta
rios, al igual de lo que hizo con la obra de. Sarmiento de Gamboa,
nos da una idea de la finalidad que el autor tuvo al escribir su
obra; "La mira del trabajo es dar una corta relación de la histo
ria del Perú, para describir el antiguo orden de cosas, destruido
por la invasión de los españoles, y hacer conocer la miserable con
dición de los indios de ese tiempo" (2). Y Rivet, que consigue ofrecer
la al público, la califica de "precioso documento".—Confusa, como
hemos dicho, escrita "en una jerga castellano-indígena", en que se
da cabida también a dialectos; difícil en su caligrafía e incipiente
en su gramática, la Nueva Corónica es, sin duda, precioso e impres
cindible documento que estudiada con detención ha de arrojar mu
cha luz sobre el antiguo Perú.

Las Casas.—El padre Bartolomé de las Casas es, como Acosta,


y más que él uno de los poquísimos que tuvo el mejor concepto acer
ca de los indios. Así lo expone en su Apologética historia de las In
dias (Tomo I, de la Col. Historiadores de Indias).
E.ste piadoso sacerdote quiere demostrar que los indios eran
de clara inteligencia (cap. XXXIII), "de buenos juicios i enten
dimientos" (Cap. XXXVIII) y "de habilidad para todas artes"
(Cap. LXIV). Escribe largamente a cerca "de la sobriedad i tem
planza que les permitía tener muy bien dispuestas las potencias in
teriores aprehensivas" (cap. XXXV); "de la castidad i otras vir
tudes que tenían los indios" (cap. XXXVI).
Se ocupa luego con admii-ación de la cultura indígena: "Para
dar noticias con encarecimiento condigno de las poblaciones i comu
nidades o ayuntamientos de las gentes de los reinos del Perú, para
vivir socialmeiite, que llamaremos villas i ciudades, de cuántas eran,
tales i tantos cuán adornadas i sumptuosamente cons
tituidas i edificadas, enriquecidas, ennoblecidas i prosperadas, sin
alguna duda sería mucho tiempo necesario, i no sé si podría hallar
para explicarlo suficientes vocablos; porque la multitud de los
pueblos i ciudades de las regiones que pudieron ser pobladas, las
cercas dellas, las fortalezas, los templos, las casas reales, los aposen
tos^ los reyes i señores, fuera i dentro de los lugares i ciudades;
Comentarios acerca del manuscrito inédito do Huamán Poma de Ayala.
(2) Art. eit.28 de Julio de 1935.
-■ ■■ -s ...■ ■ >'■

- 285 -
los edificios i primor de los artificios de todo lo dicho; los caminos
reales, los puentes de los rios grandes, las acequias para regar sus
sementeras i heredades, todo como es, ni mucha parte de su inven
ción, primores, artificios, industria, siitileza, grandeza, hermosura,
ni riqueza puede, ser explicado. . . ." (cap. XLVI). Dice que Jauja
era mayor que Koma (pág. 147). Hace una miliunauochesca descrip
ción del templo del Sol (pág. 149); y es el más elogioso de los cro
nistas respecto de la ciütura indígena.
Ocupándose de las costumbres, en lo referente a los funerales
dice que habían mujeres que tenían oficio de endechaderas. . "Es
tas lloran por todos i cuentan las perfecciones i virtudes del difun
to, i el bien que hizo al pueblo, la falta que por su muerte al bien
pfiblico i a su casa i a deudos hace, llorando i cantando, a lo cual
responde otro gran número de gente también llorando, al propio
de lo que las endechaderas refieren i cantan" (pag. 652).
Hablando de comidas píiblicas que estableció Pachacntec dice:
"fenecido el almuerzo, si era día de sus fiestas cantaban i bailaban
i e.staban allí todo el día holgando; pero si era día de trabajo todos
se iban luego cada uno a su oficio o trabajos" (pag. 668).
En otra obra suya, Antiguas gentes del Perú repite lo dicho
a cerca de las endechaderas. Trae noticia de Taguapicavi-
racocba, hijo de Condisiviracocha (Hacedor del mundo), que tiene
la característica de contradecir al padre: si este hacía hombres
nos él los hacía malos. Concepto análogo—aparte del bíblico—al del
relato persa de Ormuz y Ahriman.
Cuando habla de los "ritos adoraciones i fiestas religiosas ,
refiere la adoración al Sol que practicaba el mismo Inca en su cor
te- "Salia el rey Inga con mas de trescientos señores, todos orejo
nes caballeros de gran nobleza i sangre. . . . El rey
mas rico que todos. Salidos allí, estaban muy callaudo, esp ' '
que saliese el Sol, el cual, así como comenzaba a salir, comenzaban
ellos a entonar con gran orden i concierto un canto, menean o
uno dellos un pié a manera de compás, como nuestros cantos
canto de órgano. I como el sol se iba levantando, ellos c^itona^n
su canto más alto, i al entonar levantábanse el Rey con
ridad i poniáse en el principio de todos i era el primeio 9^® ,
zaba el canto i como decía, decían todos. E ya qne la
poco de pié, volvíase a su silla i alli estaba negoceando y P
do a los que negocios traían; i algunas v^es, de rato en '
a su coro!. . . I cuando el Sol se iba encubrando hasta el medm día
tanto levantaban ellos las voces; i de medio día a bajo c ^
bajando, teniendo gran cuenta con lo que el Sol camiiic , ^
taban todos cantando desde que, el Sol salía hasta qne se p nía
todo " (pag. 93).

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.'F- , 'i

— 286 —

Prosigue: "Hacían muelias i diversas ceremonias que serían


largas de contar, i basta decir que, a la tarde, cuando el Sol quería
poner, mostraban ellos en el canto i en sus maneras gran tristeza
por su ausencia" (pag. 95).
Luego Las Casas refiere también los funerales de Paeliacutec
cuyos "lloros" duraron todo un año y en los que "habían grandes
maestras inujere.s endechaderas que cantaban todas sus virtudes i
pañas"; todo lo cual babía sido "ordenado por dicho inca para sí
i para sus sucesores", (cap. XXVI).

López de Goíiara.—En su Historia General de las Indias, es


crita en 1552, el autor tuvo el concepto de la historia como obra de
arte. Con modestia, él mismo la recomienda "a los leyentes": "To
da historia, aunque no sea bien escrita, deleita; por ende, no hay
que recomendar la nuestra, sino avisar cómo es tan apacible cuan
to nueva por la variedad de cosas, i tan notable como deleitosa por
sus muchas exti'añezas. El romance que lleva es llano i cual agora
usan; la orden, concertada; los capítulos, cortos para ahorrar pala
bras; las senteucias, claras, aunque breves".
Inicia su disertación ponderando las bellezas del mundo, su
unidad, forma, habitabilidad y situación; luego se ocupa de las Indias
y sus descubrimientos, y de los sucesivos que se hicieron hasta e.l
que respecta al Perú (pág. 16. t. II).
Es pobre, en cambio, esta crónica en lo relativo a informes a
cerca de. los antiguos peruanos. Concordante con Pedro Pizarro y
otros, dice que en el ingreso de Atahualpa a Cajamarca venían delante
de él trescientos criados o más bailando y cantando.
Ocupándose de la religión de los incas y de los sacrificios, re
fiere cómo los agoreros sacaban el corazón de las víctimas "para
ver las buenas o malas señales del sacrificio"... y "si el corazón i
livianos muestran alegre señal, bailan i cantan alegremente, i si
triste, tristemente" (pag. 33. t. II).
Es sí interesante el relato respecto de la opinión que tenían los pe
ruanos a cerca del diluvio y de los primeros hombres.—''Dicen que al
principio del mundo vino por la parte setentrional un hombre que se
llamó Con, el cual no tenía huesos. Andaba mucho i ligero; aeorta-
a el camino, abajando las sierras i alzando los valles con la voluntad
solamente y palabra, como hijo del Sol que debía ser. Hinchó la
ierra de hombres i mujeres que. crió, y dióles mucha fruta y pan,
nos 1le hicieron,
^ volvió
vidalanecesaria. Mas que
buena tierra empero por enojo
les había dado que algu
en arena-
es secos i estériles, como son los de la Costa, i les quitó la lluvia.

■. ■j'
V ■
-I

-9'

— 2S7 —

ea nunca después acá llovió allí. Dejóles solamente los ríos de pia
doso, para que, se mantuviesen con regadío i trabajo. Sobrevino Pa-
chacamac, bijo también del Sol i de la Luna, que significa creador,
y desterró a Con i convirtió a sus hombres en los gatos, gesto de ne
gros que hay; tras lo cual crió él de nuevo los hombres i mujeres
como son ahora, i proveyóles de cuantas cosas tienen .
Del Diluvio, dice que un tiempo llovió tanto que anego todas
las tierras bajas, salvándose sólo unos pocos hombres que se man
tuvieron en cuevas cuya entrada taparon, habiendo encerrado ani
males también. Cuando ya no sintieron llover hecharou fuera dos
perros y como volvieran limpios y mojados conocieron que no habían
menguado las aguas; soltaron después otros perros, los^ que ^solvie
ron "enlodados i enjutos, con lo que supieron que había cesado de
llover i salieron a poblar la tierra" (pag. 34, t, ip.
Estas fábulas son importantes por la analogía que tienen con
las antiguas tradiciones conocidas acerca de la creación y del duu-
vio.

Molina.—El clérigo Cristóbal de Molina, el Cuzqueño, nos ha


dejado una interesante Relación de las Fábulas i Ritos de los Incas
en la que nos ofrece varias noticias y oraciones usadas por los m-
'^^Eefiriéndose a la tradición que del diluvio guardaban los an-
tigiios peruanos dice: "..que en él perecieron todas
eeepto nn hombre y una mujer, que se salvaron en caja de
tambor", que al retirarse las aguas fueron aiTojados en
naco (Huánuco?), más de, setenta leguas del Cuzco ... ^
cedor de todas las cosas les mandó quedasen
en tierra Huanaco, el Hacedor empezó a hacer las ¿j
que en esta tierra hay, y haciendo de barro cada nación pmtand^^^^^^
los trajes y vestidos que cada uno había de traer y P • "
a cada nación dió la lengua que había de hablar y los cantos que ha
bían de cantar (pag. 6). , Lonibre en Amé-
Aquí Molina hace remontar hasta el origen d^ hombre en
rica el principio de estos cantos, de j^iio dice:
Tratándo de los meses del ano, al ocuparse üe üu
" y así mismo toda la gente popular ' •¿-g'jq jja-
Jlhuayra, porque así se llama el canto que se P
cedor le diese buen ano • ^ cantar llamado huari {o
Hace referencia, en seguiaa, tie uu .
huaylli, como aclara una nota del doctor ^+
taqui era el canto para la danza—dice el mismo^an

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— 288 —

dor—y también la danza misma ejecutada con el canto del mismo


danzante. Era la primitiva forma, aún no diferenciada, de la músi
ca y la danza en las fiestas religiosas. El huari no equivale a canto,
significa. . . . el dios do las fuerzas. En su origen los luiritaqui fue
ron los cantos o himnos dedicados al dios de las fuerzas, y era muy
propio, que en el acto del huarachieo o fiesta de la virilidad, se in
vocara a esta antigua y significativa deidad... ." (pag. 65. Nota
176).
Molina habla luego de diferentes " taquis" correspondientes a
cada mes, y de un taqui especial, religioso o idolátrico, usado en de
terminadas ceremonias, el taqui hongoy (pag. 96).
Largo sería transcribir las varias oraciones que. trae Molina, de
las páginas 47 a 55 de su Ttelaeión. Trascribimos ésta por su senti
do y originalidad: "¡Oh Hacedor! que diste ser al Sol y después
dixiste aya noche y día, amanezca y esclaresca, salga en paz. guár
dale ¡jara que alumbre a los hombres .que criaste oh Hacedor!"
¡ Oh Sol! que e.stás en paz y en salvo alumbra a estas personas
que apacientes no estén enfermos; guárdalos sanos y salvos".
Ingenua y sencilla oración que a la vez que manifiesta el fer
vor humilde de quien la eleva dá a conocer el sentido monoteista de
su religión.
Refiriéndose, a otras fiestas, dice i\Iolina que en la de diciem
bre usaban el canto y baile yabayra (pag. 79).
^ Por otras fiestas de abril dice: ". . . .y luego por su orden
traían el maíz de las chacras del Hacedor, Sol, Luna y Trueno é In
ga y Guaiiaeauri, y de todos los señores muertos; traíanlo en unos
co.stale.s pequeños con un cantar llamado araui". Tiene analogía es
ta referencia con la que nos dá Cieza respecto de los cantos con que
los indios traían sus cosechas. Eran los cantos agrícolas; en este ca
so los cantos de cosecha.
Trascribimos otras dos de las oi'aciones que nos trae Molina:

Oración primera al Hacedor


¡Oh Hagedor! que Cfstas en los fines del mundo sin ygual, que
diste ser y ualor a los ombres y dijiste sea este hombre y las muge-
res sea esta muger; diciendo esto los hiciste y los formaste y diste
^cr. A estos que hiciste guárdalos que uiuan sanos y sainos, sin pe-
igro uiuiendo en paz. ¿A donde estáis? ¿En lo alto del cielo o auajo
en las truenes o en los ñublados de las tempestades? Oyeme, res
póndeme y concede conmigo y danos perpetua vida para siempre te
ñe nos de tu mano; y esta ofrenda rregibela a do quiera que es-
tuuieres ¡o Hagedor! (pag. 47).
>7"^" riíTTT^-
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289

Oración por todos los Ingas

¡ Sol!, padre mío, que dixiste aya cuzcos y tambos; sean ven
cedores y despojadores estos tus hijos de todas las jeutes; ado
rote para que sean dichosos si sernos estos yncas tus hijos y no
sean ueneidos ni despojados sino siempre sean uencedores, pues pa
ra esto lo hiciste, (pag. 53).

Montesinos.—En sus Memorias Historiales i Políticas del Pe •i.


rú, nos ha dejado IMontesinos una crónica pictórica de narraciones
interesantísimas, algunas de las cuales han sido tenido por fantás
ticas.
Tratando de los orígenes de los peruanos, asevera, como otros
cronistas, que unos vinieron por "la vía de Chile, otros por los An
des, otros por la Tierra Firme y Mar del Sur". . ; "esto se colije de
las'poesías y cantares antiguos de los indios" (pag. 5).
Eu otro lugar dice: "ya se dijo arriba como por estos tiempos
eran infinitas las gentes que salían de Armenia a poblar el niundo,
suceso que sirve para la claridad del siguiente y otros semejantes,
porque del origen destas gentes y afín de las extrañas finjen los
poetas indios notables poesías, a la traza de los grieps y latinos;
pero siendo de fé que estos hombres proceden de Adán y no fueron
creados de por sí en esta tierra como dicen las poesías antiguas, he
mos de decir que los que vinieron a ella eran de Armenia
antecedentes palabras de hlontesinos revelan la e.^stencia
de una poesía cosmogónica entre los indios, poesía comparable a la
de los griegos y latinos según el cronista; listona poetizada qx
sus cantos conservaba todos los mitos, las fábulas y leyendas de los
orígenes del hombre en esta parte del planeta. iritpre-
Ya hemos visto anteriormente (1) que, una de las más
santes noticias que nos trae Montesinos es la referente a la
entre los antiguos peruanos: "Dicen los Amantas escii l.
bían las cosas de estos tiempos por tradiciones de
comxinicadas de mano a mano, que ciiando este P"" ^
Cosque, según él, Yahuarhuaca según la relación e ,,
gre le atribuye) «¡naba, había letras y hombres doe o eu eUas,
que se Daman Amandas, y que éstos ensenaban a leer y escribir . (pag.
20 y 21).

(1) Vel el capítulo: "El problema de la escritura", pág. 243.

I * * ' ♦
lHÉll/lItfl
• * '

iv.' ^ í

290

Refiriendo una revelación gue el príncipe luti Capac Tupan-


qui dijo haber tenido del Sol, a fin de que atacara a sus enemigos,
para lo que le. dá imas varas de oro con su estolica, dice Montesinos:
"Aquí dicen una poesía los poetas peruanos, que estas varas tenían
■ s.
tanta virtud, que cada vez que tiraban una, postraban por el suelo
muchos hombres y caían sin sejitido".—Referencia esta enteramen
te épica, con su elemento mitológico; nos recuerda a la Ilíada o al
Ramayana, poemas en las que los dioses, deseosos de favorecer a los
combatientes, aún fabrican armas de virtudes extraordinarias.
Después del triunfo ([ue merced a las varas de oro alcanza el
príncipe inca refiere Montesinos la nobleza de éste y su entrada
triunfal "con muchos cantares y aclamaciones" (pag 28), y sigue:
"Aquí fingen los amantas tradiciones antiguas, muchas poesías
y fábulas, diciendo que el Sol andaba entre el príncipe y los suyos
con más resplandor que otras veces, alumbrándolos, y, por el contra
rio, en los enemigos había la misma obscuridad que la noche "
fpág. 30).
Prometiendo hablar Montesinos de cómo se extinguió la escri
tura en el antiguo Perú, cuenta de ciertos fenómenos astronómicos,
como la aparición de cometas en forma de león y de sierpe, lo que
según los a.strólogos nativos significaba el deseo del lllitaci de des
truir el mundo por sus pecados. Después de este fenómeno sobrevi
no una peste que diezmó a la población y una enorme sequía que du
ro cinco años, quedando sólo poquísimos habitantes junto al mar,
los "que se su.stentaban con harto trabajo" (pag. 41).
Luego habla del desembai'co de gran número de "gentes extra
ñas", venidas por el mar, en canoas y balsas, y de unos hombres de
gran estatura (los gigantes que dice Gutiérrez de Santa Clara), los
que usando de malas costumbres y hostilizando a los antiguos po-
madoi'es e incurriendo en excesos, dieron lugar al "castigo de la
Divina Justicia", la que "envió fuego del Cielo que repentinamen-
te los consumió" con lo que terminó una edad del mundo (págs. 44
y 45).
Este fin del mundo no está claramente dicho, pero se"despren-
^ alabras con que Montesinos comienza hablar del reinado
e I u Yupanqui Pachacuti: "A los tres años del gobierno deste
rey y a los seis de la entrada del tercer Sol, que según la cuenta de
^^es ros^^ historiadores corresponde, a la segunda edad del mun-
ta luego Montesinos de un rey de la dinastía de los Amau-
rnik Toca Corca Apu Capac,"muy sabio y gran astrólogo",
IchT" ■ TT • equinoccios {illaris) y que fundó en el Cuzco una cé-
Dprwn Uuiversidad
to minos y hojasy de
q^ieárboles,
en su escritura
tiempo había letras
que se y en
perdió caracteres
tiempo en
de
• -r

291 —

Titu Yupanqui Pachaeuti, sexto rey de este nombre y sexagésimo se


gundo rey peruano, por invasiones de "gentes ferocísimas" que
vinieron ''así por los Andes, como por el Brasil y por hacia Tierra
Firme", que hicieron grandes guerras ".y con ellas se perdieron las
letras que hasta este, tiempo duraran" (pag. 63).—En estas guerras
asevera Montesinos que murió Tupac Yupanqui Pachacuti, de im
flechazo, por lo que sobrevino la derrota de sus ejércitos y con ella
ima gran confusión y un completo desorden en lo militar, político y
cultural en su pueblo.
Durante el reinado de Tupac Cauri, Pachacuti VII, dice Mon
tesinos el soberano trató de depurar las costumbres corrompidas de
alo'iinas provincias o comarcas no del todo sometidas, y con tal in
mandó embajadores, recomendándoles buenas costumbres, de amier-
clo con la moral, y desprecio de las supersticiones y zoolatrías. Fero
los embajadores recibieron muerte de los pueblos y ninguna enmien
da se consiguió en las malas costumbres. Entonces el soberano mzo
consultar al Illatici Huirá Cocha. "Una respuesta fué que la causa
de la pe.stilencia había sido las letras, que nadie las usase ni resuci
tase porque de su uso le había de venir el mayor daño. Con esto iu-
pac'Cauri, Pachacuti VII, mandó por ley, que. so pena de la viüa,
ninguno tratase de quilcos, que eran pergaminos y ciertas ae
árboles en que escribían, ni usasen de ninguna manera de letras.
(Pags. 67 y 68).
Este soberano, según Montesinos hizo también en Pacaritampu
nn modo de. Universidad, donde los nobles atendían a
de la milicia, y a los muchachos se les ensenaba el modo de contar
por los quipus^ añadieoclo diversos colores, que. sirvieron de letras,
"con lo cual fué ennobleciendo su pequeña república .
Montesinos trascribe también trozos que ferian dec^^de
■discursos tales como las frases de Inca oca J , Cabello
(Caps. XVI y XVII) ; versiones analogas encontiamos en Cab i
Balboa.

Moeüa.-" Pocos libros hay de mayor interés P'™ ^


■antigua del Perú qué la nistona de los Incas del mereedaiio ^
Martín de Morúa'', dice nuestro historiador ar o • ^ ¿icha
te. juicio encuentra inmediata contirmae.on en qm® abre ^na^
importante obra del f^pñnr dedicado'a la evangelizacióu
rrirtaveSgaetn de'l pasado' aborigen, P"-- "„tf4cÍ
Teetas, enterameoite fidedignas aceiea de e e p
' >w"r.
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: ^
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v '' "f ir.. v;, 4
■ J 'A '■ *
•S".
— 292 —

rra datos preciosos recogidos por el mismo autor. Es, eu consecuen


cia, una valiosa fuente primaria.
Así su obra no sólo es una crónica que refiera los sucesos polí
ticos, militaras y administrativos de cada Inca, ni su historia y la
de las Coyas, y principales capitanes del Imperio; sino qiie "com
prende un estudio sobre la organización social y política del Perú
incaico, descripción de fiestas y relación de los ritos y fábulas de
los indios; hasta inserta leyendas folklóricas", lo que es del mayor
interés para nosotros.
Concordante con Molina, que eii su Relación inserta idéntica
oración (Ritos i Fábulas, pag. 55), el P. Morna nos trasmite una
plegaria, que él llama "elegante oración", del Inca Capac Yupan-
E ? íl. • qui al Hacedor; "Oh Hacedor, que estás desde los cimientos y prin
cipios del mundo hasta los fines de él, poderoso, rico, misericordio
so, que. diste sér y valor a los hombres, y con decir sea éste hombre
y ésta mujer, hiciste, formaste y pintaste a los hombres y a las mu
jeres; a todos éstos que hiciste y diste sér, guárdalos y vivan sanos
y salvos, sin peligro y en paz. A dónde estás? por ventura en lo alto
del cielo o abajo; o en las nubes y nublados o en los abismos? Oyeme
y respóndeme y concédeme lo que pido, danos perpetua vida para
siempre séanos tu mano y éste sacrificio recíbele a do quiera que-
estuvieres", (pag. 14, Primera parte).
;'"i .*■ En el capítulo XI, Libro Primero, tratando del Inca Yupanqui
T • •

iv.' •
("Pachacuti, por otro nombre", noveno rey) dice: ". . . . el cual
inga salía en las fiestas grandes que ellos tenían, muy galán y rica
mente vestido, con la corona o mascapaicha piiesto en señal de rey
y señor, con muchas flores y con patenas de plata y de oro; tizná
base conforme la fiesta e tiempo que era, y llevaba mucha multi
tud de gente, también tiznada de mil colores y figuras, danzando
y bailando sin descansar, cantando unos, respa>idiendo otros, trocan
do las palaTjvas y diciendo las historias, sucesos y hazañas de est&
dicho inga en llegando a la cancha o casa en donde la susodicha
fiesta celebraban.. . ." (pag. 24, Primera parte).
Aquí está clarísima la aseveración del cronista. Afirma que en
las fiestas del Cuzco tenían lugar diversas representaciones de ca
rácter evidentemente dramático. Esta narración del Padre Morúa,
í:^ •
recuerda el origen del teatro griego, por el carácter no bien diferen
ciado de la danza, el canto y el diálogo. Los disfraces y tiznes de
tr que se habla hace ver claramente el carácter de pantomimas o farza?-
íí ■ "«s'
que se representaban'. Pero la intervención del inca, real o figurado,
asi como de otro personaje y el asunto, histórico, hazañoso o anec-
? ICO, da lugar a creer en una mayor amplitud de las representa-
r'.
caracteres variados, de acuerdo con los géneros de que?
habla Sta. Cruz Pachacuti.

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— 293 —

líeitera Morúa esta aseveración, ti-atando de las costumbres im


perantes entre, los antiguos peruanos, los que eran simples, sencillos,
sobrios, dice: no codiciaban ver juegos ni fiestas, mas cuan-
d.0 alguna vez se juntaban en sus teatros, era para oir las memorias
•de sus antepasados, en'las cuales, piiesto que alguna cosa había de
qué reú*, ellos antes lloraban", (pag. 11-4, cap. 2o. Libro III).
En otra parte añade: "Estos indios no tenían letras, ni leyes,
ni estatutos, ni ordenanzas en este tiempo, mas solamente en los
cantares y bailes, que ellos llamaban, y hoy en- día llaman, araUce
memoraban y recordaban las cosas pasadas y antiguas,^ desta mane
ra : juntábanse muchos, ansí indios como indias, y trabábanse de las
manos o por los brazos y uno de ellos guiaba, y así iban cantando
en coro; la guía comenzaba y todos los otros respondían y este les
duraba tres o cuatro horas hasta que el guía acababa su historia, y
algunas veces juntamente con el canto mezclaban un tambor, y asi
decían sus historias y memorias pasadas, cómo murieron unos ingas
y cuántos fueron y qné cosas hicieron, y otras cosas desta manera
que ellos quieren que no se olviden y que se comuniquen a chicos y
grandes", (pag. 130). Estas informaciones concuerdan con las de
Pedro Pizarro, como veremos en su oportunidad.
Abundando en noticias de esta índole, el Padre IMorúa nos ha-
Lla también de cantares agrícolas y de yaravíes: "también usaban
cuando sembraban sus chácaras y danzaban todos juntos con las pro
pias tacllas, cantando aires y otros diversos yara-^úes, que son ro-
manees Cjiie ellos cantaban en su lengona . (pag. 143).
Da razón el Padre Morúa de cuando el Inca iba de caza, lo ha
cía con pompa y con mucho acompañamiento: Delante e i
muchos atabales y trompetas. . . . le, iban tocando muchas flautas d
Iiueso, caramillos de madera y bocinas de cuero (cuerno). . . . ^
dios de los indios llevaban cascabeles. . . . que sonaban mucho, e iban
danzando y cantando por orden y concierto; y en empezando
haravi o haylli. que es a modo de chauzoneta, le seguían todos po
el mismo tono". . ,
Morúa se refiere también a los quipus y SS'
177) que no trascribimos por tratarse de un asunto har , . ,
En este capítulo, dice que en los quipus se
mente el recuerdo de los antepasados todo, en in, q
sacar de los libros se sacaba de allí", (pag. 17o).
"Vi a un indio Curay viejo tener en un
tos (quipus) todo el calendario Romano, y todos los santos y ties s
de guardar, y me dió a entender cómo y de que manera lo sabia y
que, a un fraile muy curioso de mi orden los anos pasados le había
dicho se lo hiciese el calendario y que le diese a entender y que asi

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— 294 —

como el fraile se lo iba dieiéndo iba él asentando en su quipu"^


(pag. Ídem.).
Dando razón de las "Casas de Recogimiento de Indias" Morúa
nos informa de una cuarta casa, llamada Taquiaclla, en que mora
ban una categoría o clase de niñas indias escogidas de nueve a quin
ce años, pastoras del ganado para el sacrificio, "cantoras y escogi
das para este efecto, que cantaban unas y otras tañían con unos
tambores al Inga y a sas capitanes y gente principal, cuando co
mían y se regocijaban y holgaban. . . . ".
"E.stas desta cuarta casa eran pastoras de toda manera de ga
nados que el Inga tenía para sus sacrificios, las cuales dormían de
s noche en dicha casa de recogimiento, y de día pacían con mucha
cuenta y razón. .." ". . . . I con este entiTlenimiento que tenían
eran grandes músicas de arabicus y de otros cantos que usaban",
(pags. 205 y 206).
' Nos ofrece también una invocación que para el sacrificio, de
cía el Inca: '' Señor, acuérdate de mí, defiéndeme, sáname''.
Los concurrentes, antes, como en procesión iban diciendo: "El
•Sol sea mozo, la Luna doncella. El Inga viva muchos años hasta
cuando sea viejo; no enferme, no tropiece, ni caiga; viva bien, guár-
■ denos y gobiérnenos". ;
Habla también brevemente de las ceremonias fúnebres: "
cuando enterraban los cuerpos de los difuntos. . . . vestían ciertos
géneros de. vestiduras y tocaban atambores, y llorando y cantando,
traían la ropa de los difuntos por los lugares donde anduvieron. . .
Pero entre todas las páginas del padre Morúa la más interesan
te, sin duda, es la referente a la Ficción y Suceso de un famoso pas
tor llameo el gran Acoytrapa con la hermosa y discreta Chuqni-
llanto, Ñusta hija del Sol. (pag. 62, 2a. parte). Bella y encantadora
historia de amor, cuento o novela corta, que no trascribimos aquí
por ser muy conocida, ya que la trae Markham en su obra Los In
cas del Perú.— Este, delicado relato muestra el grado avanzado de-
la literatura en el antiguo Perú.

Oliva.—El Padre Anello Oliva, que para escribir su Historia


del Peino y Provincias del Perú, se sirve de Garcilaso, de Acosta, de-
Juan Botero, de Herrera, y, a través del primero, de Blas Valera,
^ sirvió también de las narraciones directas de los quipocamayos.
Es el linico que nos ha conservado el nombre del quipocamayo Ca
tan 'viejo antiguo del valle de Cochabamba y hijo de los quipoca
mayos cronistas de Reies Incas" y de su remoto antecesor Illa, "pri
mer cronista inventor de los quipos". Los relatos suministrados por-
5» '. 'x^¿ <^ Jp- ^^M>tf;;.. ■ ''H í-- ^
"• ■ -^T. -<•"• "" ' --Í •

— 295 —

Catari y otros documentos obtenidos en Charcas, permitieron al P.


Oliva trazar xuia relación respecto del origen lejano de los incas, y
establecer la genealogía de Manco Capac, el legendario fundador del
Imperio, (pag. 19).
Manco Capac, según Oliva, recibió el apelativo Capac, que
quiere decir rico, no por razón de riipiezas materiales sino por do
tes espirituales "de ánimo y valor y sobre todo de muelia manse
dumbre, piedad y liberalidad y justicia, a la cual acompaño una
natural inclinación a hacer el bien y en especial a los pobi'es"; por
lo cual le llamaron también Huaecliacuyac, que quiere decir "ama
dor y bienhechor de pobres". Le llamaron también—dice;—^Intip-
churu, que quiere decir hijo del Sol. (pag. 22). "♦
Según este relato, los primeros hombres llegados a América, ' ^
después del Diluvio, abordaron a las costas de Venezuela, desde
donde se fueron extendiendo hasta llegar al Perú. De estos prime
ros pobladores pasaron a Sumpa (más tarde, Punta Sta. Elena),
donde fundaron una gran ])oblación, siendo el jefe de ellos un Casi-
que llamado Tumbe, el que mandó expediciones que descubrieran y
poblaran otras tierras (Clhile, Paraguajq Brasil). A su muerte que
daron sus dos hijos Quitumbe y Otoya, que como siempre, entro su-
ce.sorcs, entraron en divergencias, hasta que, el primero, "como más
sagaz", para evitar inconvenientes y cumijlir los deseos de su padre,
salió dirigiéndo otra exj)edición, que alcanzó "unos llanos apacibles
(en el Perú) donde en memoria de su padre, fundó el pueblo de
Ihnnbes, enviando luego e.^pediciones que llegai'on hasta el Rímae. *.
Quitumbe tuvo por esposa a Llira, "mujer muy célebre entre
los antiguos por su buen parecer", la que ya e.u ausencia del e.spo-
so, dió a luz "un infante muy bello, llamado Guayanay, que quiero ^
decir Golondrina", del cual "descienden y tienen origen los Reís
incas del Perú".
Euti'c tanto Otoya, el otro hermano, se daba a la sensualidad
y a la embriaguez, haciéndose, despreciable ante su pueblo y dando
lugar a que se conspirase contra él. Pero descubrió a los conspirado
res y los hizo matar cruelmente, tiranizando sin escrúpulos hasta
que llegaron en balsas unos gigantes "tan disformes y temerarios
en su a.specto cuanto crueles en sus obras," los que apresaron a
Otoya y tiranizaron, a su vez, a los primeros pobladores. Contra e.s-
tos gigante.s, en castigo i")or sus jjecados nefandos, envió Dios inia ^
lluvia de fuego que los consumió. (Coincide con los relatos de Go-
mara y Gutiérrez de Sta. Clara, respecto de los gigantes de Santa
Elena).
Al tener noticia Quitumbe, poblador de Tumbes, de estos gi- . ^
gantes y temeroso de correr la suerte de su hermano y de su pue-.
blo, reunió a su gente, se embarcó en unas canoas y se hizo a la mar.
20

A II
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_ 296 —

Así llegó a una isla que llamó La Punta, donclo pensaron establecer
se, pero careciendo de lluvias, pasaron a la sierra de Quito, donde
fundaron el pueblo de este nombre. Pero Quitumbe siguió al Sur y
llegó al valle del Rímac y más tarde edificó el suntuoso templo de
Paehacamac.—Quitumbe dejó en estas tierras otro hijo, Tbome, que
fué muy belicoso "el primero que en esta tierra inventó guerras,
pretendiendo sujetar a su dominio a las gentes della, y mandando
hacer armas ofensivas y defensivas.'"
La esposa de. Quitumbe, viendo íjue éste no volvía, subió a lo
alto de las montañas de Tancar, con su lujo Guaj'anay, y, de rodi-
lla.s, imploró llorando a Paehacamac y al Sol, que la vengasen de su
marido infiel. Como señal de haber sido oída, el cielo se pobló de
nubes y se de.sencadenó una tempestad de granizo, truenos, rayos y
relámpagos. Agradecida Llira de esta señal quiso saciüficar a su hi
jo en homenaje a Paehacamac; mas cuando se disponía a prender
fuego a la pira levantada con tal objeto, vino un águila real y arre
bató al niño llevándoselo hacia el mar y dejándole en una isla, lla
mada Guayan, "por estar llena de sauces".
^ El niño creció en la i.sla solariega y se hizo hombre y cuando
tenía más o menos veintidós años, "temiendo la inconsistencia de
la isla y canscado de aquella vida solitaria, con. una balsa se fué a la
orilla y costa de la mar". Otras canoas que navegaban por la costa en
contraron al emigrante y se lo llevaron a presencia del Casiquc de
la región, de quien quedó piúsionero, destinado a un solemne sa
crificio.
Pero Gnayanay, que era "hermo.so", "de buena e.statura, de
rostro grave, blanco, y algo crespo el cabello, de miembros for-
nido.s y bien formados, de buena y agradable conversación", impre-
sionó hondamente a Cigar, la joven doncella hija del Cacique, que
sintiéndose, desde el primer momento enamorada del desconocido,
no pensó en otra cosa que en salvarle. En amable confidencia con
el prisionero le habló del fin que le esperaba y le comunicó que ella
e, salvaría a cambio de que él la aceptara como su eterna compañe
>, ra. Cigar propuso el plan .salvador, conforme al cual se presentó a;'
os guardias con el champí o hacha, que más tarde fué el blasón de.
sus armas, y con ésta seña pidió que le entregaran al prisionero pa-
ra que lo sacrificase. Entregádole que fué, lo puso en libertad, le
10 el hacha para su defensa y ambos se pusieron en fuga, embar-
nuevo hacia la i.sla Guayan, con cuati'o indios confidentes
de Cigar.-— Allí vivieron largos años, hasta que fueron hallados
de casualidad cuando un hijo de Tbome, el hermano de Gnaya
nay, acusado de adulterio, para escapar de la muerte, se dió a la
™ar y acertó a llegar a la isla en donde se halló con los descendicn-
cs e Guayanay. Gobernaba entonces Atau, su hijo, que quiere do-

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— 297 —

cir dichoso y feliz.—Por los recién llegados supo Atan que no muy
]e,ios existía "mucha tierra firme", lo que. le encendió el deseo de
J WO V— **■- J.» — 7 'i. ^ — ——

buscar una nueva zona que le podría asegurar hospitalidad y sus


tento para su ya numerosa población. Pero Atan, ([ue ya era viejo,
murió pronto. Ante.s llamó a su hijo Manco, de veinticinco años, le
liizo reconocer como .señor de la isla y le encargó que procurase sa
lir do ella y que .se fuera a poblar en tierra firme, lo que Manco
prouKitió y cumplió poco después. (Lib. 1, cap. 2, parr. 1).
Este iMaueo, hijo de Atan, no fué un hombre ordinario, un
príncipe, luego cacique, del común de todos. Su nacimiento estu\o
rodeado de "maravillas". Se dice—prosigue Anello Oliva—que
cuando nació, estando su madre de parto, se desencadenó una horri
ble, tempestad sobre la isla, la cual temblaba ante el mar enfurecido,
pareciendo inminente que se hundiría. Pero luego que el niño aca
bó de nacer, cesó la tempestad; por lo cual el recién nacido fué lla
mado entonce.s Capac, es decir sol, "como que sólo él auia sido po
deroso para que Paehacamac, jior su respeto ubiese aplacado aque
lla tempestad". Después de la tormenta, el día se tornó alegre y se
reno, "pronóstico de la vida alegre y venturosa que habían de go
zar" todos, gi'acias a Manco Capac.
Otro tercer líronóstieo se añade, es que cuando el niño tenia
.seis o siete años, siempre que salía al campo con otros de su edad,
le seguía un águila real, "que tal vez le defendía del Sol con sus
alas y de tal suerte le acompañó que hizo nido en su casa, donde sa
có sus pollos, por lo cual le pronosticaron que de él descendería al
gún gran linaje, como el tiempo adelante que fueron todos los Keis
Incas del Perú". . .,
Ll(>gado a la edad de treinta años, mas o menos, Manco decidió
ejecutar lo que su padre le había encargado; reiuiió a su gente, es
habló de la necesidad de salir de la i.sla en pos de una tierra scpra
y próspera que pudiera ofrecerles frutos de que la isla carecía, a
la vez les dijo que quienes quisieran quedarse, así lo hicieran, para
lo que les daba entero consentimiento. ^
Todos convinieron en salir; armaron pequeños barcos, ^canoas
y otros baxcles conforme a la industria de aquellos tiempos y se
embarcaron, en número de doscientos, con rumbo desconocí^ o a
merced de las olas. Dividiéronse en tres grupos o "escuadras os
de éstas fueron por la costa de Chile y el Estrecho y nunca mas se
supo de ellas. La otra, en que estaba Manco, "aportó hacia, la costa
del Rímac" donde ocurrió una tempestad y temblores de, tiem-a que
los obligó a reembarcarse. Prosiguiendo rumbo al Sur Ilegal on a a
costa de lea donde deseinbaearon y ccliaron a pique sus embarcacio-
lies y. se intcniaron, llcg'ando, dospucs de, muchos^ días^ de via.^e, a la
región del Collao, a las orillas del Titicaca. Aquí repite Anello Oli-

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298 —

va, aunque en forma más fantástica y sin duda bastante más poéti
ca, el mito de Pacaritambo y la aseveración de. Manco Capae, hijo
del Sol y fundador de. la Monarquía Incaica. (Lib. 1, cap. 2, iiarr. 1).

Ondeo-vudo.—Polo de Ondegardo nos ha dejado las más intere


santes Inforvuiciones a cerca de la Itelujión y Gobierno de los Incas.
En parte., esta crónica es de la mayor importancia para conocer la
religión y ritos de los indios, pues trae noticia "tan exacta, fidedig
na y minuciosa, que al ser conocida por los cronistas de la época, se
la utilizó como la última palabra referente a las fábulas de los in
dios, y escritores ilustre.s, como Cobo y Acosta, no tuvieron recelo
en interpolar en sus obras extensos fracmentos de los informes del
Licenciado".—Por lo demás, en la Seginula Relación, Ondegardo
informa tan sólo sobre el gobierno y el sistema económico de los In
cas.
Al dar noticia de las diferentes fic.stas que se celebraban en ca
da mes del año, encontramos los siguientes datos:
"E.sta fiesta (e.n el sexto mes, Hatnn cnzqni raymoray, o sea
Mayo) se haze viniendo desde la chaeara basta su casa diziendo cier-
to.s cantares, en que ruegan que dure mucho el maíz " (pag.
20).
En el sétimo mes (Junio, Ancay cnzqui Intiraymi) "... se ha
cía gran .suma de estatuas de leña labrada de Quissuar, todas ves
tidas de ropas ricas, y se hazía el bayle que llaman Cayo. I en esta
fiesta se derramaban muchas flores en el camino y venían los in
dios muy 0mhixados: y los señores con unas patenillas de oro pues
tas en las barbas, y cantando todos. liase de advertir que esta fies
ta cae quasi al mismo tiempo que los Christianos hazemos la solem
nidad de Corpus Christi, y que en algunas cosas tienen alguna apa
riencia de semejanza (como es en las dangas, represcnlaciones, o
cantares)", (pag.s. 21 y 22).
En la fie.sta del Itu se verificaban ceremonias y las danzas de
llamallama y hncicon (pag. 2G, tomo I).
En el apéndice "A", que contieno la "instrucción contra las
ceremonias y ritos que usan los indios conforme al tiempo de su in
fidelidad", dando cuenta de las costumbres de los indios de ente
rrar sus muertos eu las Huacas, o en otras sepulturas antiguas, di
ce Ondegardo que los indios "baylan y cantan juntando sus deudos
y allegados para esto";—luego añade que cantaban un "canto tris
te y lamentoso" (pag. 194).
Además alude a las ceremonias diver.sas o sepelios que, los hacen
bebiendo y baylando".

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— 299 —

Se, ocnpa lanibióii Oudcgarclo del valor escritural de los qui


pus (pa{?. 45, y nota 2, t. III) cu forma análoga a otros cronistas.

PizARRO.—Pedro Pizarro nos lia ofrecido también una Rela


ción (le la Conquista del Perú que es de importancia, sobre todo por
que el autor fué primo hermano de Fraucisco, el Conquistador. Con
fusa, vasta, desordenada en su redacción, en la que entremezcla na
rraciones de hechos de armas y descripciones de las costumbres de
los naturales y del país; tiene, sin embargo, mucha importancia, tan
to por los datos que aporta cuanto por haber sido recogidos por un
soldado rudo, primo hermano del conquistador. Datos fidedignos,
en consecuencia, que andan intercalados, dispersos en el curso de la
relación, pero que no debemos olvidar; pues al decir de su comen-
tarista, doctor ITrteaga, "nadie como él ha conservado un cuadro
más minuci(\so y exacto de la vida íntima de los soberanos en todo
lo que alcanzó a. observar en la prisión del desgraciado Atahnalpa."
Pizarro nos cuenta como en el recibimiento de los españoles,
en Cajamarca, "venían delante de Atabali]ia", muchos indios can-
ta.ndo y danzando hasta ingre.sar a la plaza en donde lo hacen con
"grandes cantares".—Probablemente estos cantos, así como las
danzas, eraíi enteramente ceremoniales, loas al Inca, promesas dé
prosperidad, peticiones al Sol para que lo proteja y conserve.
Refiriendo la muerte de Atahualpa dice que se hicieron "gi'an-
dc-s llantos, con atambores y cantando", en los que las mujeres de
Atahualpa que le habían sobrevivido iban "cantando las hazañas de
su marido". ;
"Voy entremetiendo algunas cosas dcstas que se me ocurren a
la memoria, por no olvidarlas", dice Pizarro caracterizando él mis
mo a su crónica.
Refiere, luego una costumbre que tenían los indios, _ que según
Pizarro era con el objeto de que la gente de guerra estuviese conten
ta y "no echase de menos sus tierras y largas ausencias que ha
cían". Era el llevar consigo, en los campamentos, muchas mujeres
solteras con el fin de hacer una especie de teatro:
"Pues como digo, andando mucha cantidad de mujeres de estas
con sus padres y hermanos en la guerra, tenían dé costumbre de que
todas las noches, como no lloviese, se saliesen al campo estas muje
res y así mismo varones, y hacían muchos corros, desviándose un tre
cho unos de otros, y tomándose por las manos los varones a las mu
jeres y las mujeres a los varones hacían, como digo, un corro cerra-

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— 300 —

do, y cantando uno dellos a voz alta, todos los demás le i*espondían
' andando al rededor" (pag.165 y 16G).

Santa Cruz Pachacuti.—La Relación ele 'AnliejUcflaflcs (leste


Reyno del Perú, do Juan Santa Cruz Pachacuti es una de las cróni
cas más interesantes: indio de origen, y de la raza eollalina, enemi
ga de los lucas, sus informaciones tienen, sin embargo, toda la im
parcialidad de Un verdadero historiador. Pachacuti se manifiesta
como un artista de la pluma: las pocas ilustraciones fine ofrece^ en
su Relación son testimonio de las que fueron sus afieioue.s y aptitu
des. Pero el mayor mérito de Pachacuti está en habernos trasmitido
varios himnos religiosos de los antiguos peruanos.
Refiriendo la llegada de uu varón extraordinario que "sola
mente con tocar a los enfermos los sanaba", que hablaba todas las len
guas mejor que los naturales y al que le nombraron Tonapa Viraeo-
champacnchau, a cerca de quien se pregunta, si no sería Sto. Tomas,
dice: "E.ste varón dicen que llegó al pueblo de un cacique llamado
Apotampo, cuyo su.ieto fué el pueblo. . .. y así por el Apotampo
fueron oídos sus razonamientos. . . dicen (pie dió un palo de su bor
dón al dicho Apotampo i'eeibii'ndolc el dicho palo de su ma
no, de modo que en un palo las recibieron lo que les predicaba, se
ñalándoles y rayándoles cada capítulo de sus razones" (pag, 133).
En las páginas 148 y 149 nos da el ITimno de Manco Capae, el
que según dice Pachacuti, siendo ya muy viejo Manco Capac (iraba
de, rodillas para la prosperidad de su hijo. Es tal vez el taqui, de
que habla Molina que decían los indios le había dado el Hacedor a
Manco Capac. (Molina, Ritos o Fábulas, pag. 73).
Relatando que Mayta Capac mandó hacer una plancha de oro
fino que simbolizaba la imagen del Creador, dice: "I con ellos el
dicho Maytacapacynga los mandó que aparejaran ó hizieran el nue
vo, inventándoles los más retóricos lenguajes, los himnos y canta
res de ccayotinmaaynia mlina", (pag. 160) que el doctor Urteaga
ha traducido: "los cantoi-es al son de la tinya que dirigen himnos
a Dios" (pag. id.. Nota 79).
Pachacuti nos dá luego los nombre.s de, los "cantos" o composi
ciones, Cuenta que al nacimiento del primogénito de Incaruca "in
ventaron cantar con ocho tambores y caxas temerarios (?) los can
tos llamados uyma, iorum, cayo y vallina clmmayuaricssa, y liaylli,
y cachua alabando al Hacedor". (Pag. 171). Cantos religiosos, can
tos rituales deben haber sido éstos, que se ejecutaban al compás de
las respectivas danzas.

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— 301

Luego i-ffierc Paehacuti que eu tiempo del Inca Yahuarliua-


cac, celebrando el nacimiento de, su hijo Viracocha, "inventaron
representaciones de los farzantes llamados añaysaoca, liayachiico,
llamalluma, liañamssi, etc. (pag. 17-1).
Da razón tanibién de los cantos fúnebres que se hacían a In
muerte de, cada Inca: ". .. y entonces el dicho Pacliacuiiynguyu-
paiigiti mándale llevar al difunto su padre (Viracocha) pa
sear ]>oi" toda la ciudad. . . y los soldados les dicen el eauto de gue
rra y tocan las caxas inu.y despacio", (pag. 185).
ReCiere de un libro: "Al fin el dicho inga (Pachacnti) vuelve
a su ciudad; y entonces era viejo, y llega la nueva que como un
navio había andado en la otra mar de hacia los Andes, y entonces,
al cabo de un año, llega un mancebo a la plaza con un libro giance
y dale al yuga viejo Pachacnti el cual no hace caso del mancebo, y a
libro lo da para que lo tubiesc el criado; y por el mancebo pide el
libro del criado y sale derecho de la plaza y en pasando la esquina,
de.saparece " (pag. 188). _
Santa Cruz Paehacuti hace también frecuentes alusiones al
(tjlUi o canto de triunfo. Nos cuenta del canto llamado chamairjm-
risra, "de pura alegría", entonado por^^Apomanco Capac a la vista
del Arco iris, que. tomó por "buena señal" (pag. 139), y del qui-
cliu (pag. 194). . .
A continuación trascribimos los himnos que nos ha trasmitido
Pachacnti. Hay en ellos—en algunos—vehemente acento de plega
ría; en e11o.s palpita toda la inquietud metafísica del hombre ante la
divinidad oculta, a la que interroga anhelante:
íDonde estás?

Quién eres ?
'I cual eres tú?

I clama sumiso y tembloroso:

Oyeme,
Escúchame
No sea que
Me canse
Me muera.

Unción mística, fé y seguridad de la existencia de un Arcano


versiones del qnioliua al castellano hay apreciables dife-

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. — 30- —

reiicias. Transcribimos la que nos ofrece Markluim (1), porque en


ella nos parecen los himnos más expresivos, interpretando más fiel
mente. el espíritu de los autores, Aípií puede admirarse el alto valor
poético, la intensidad lírica de estos himnos-oraciones, comparables
a los bijnnos del Rig-Veda, saturados de inqui(;tud mística, do pri
mitivismo rudo y pagano, y a la vez de ingenuidad y sencillez:

¡Oh, Uira-cocha! Señor del Univexso,


Ya seas varón,
Ya seas hembra,
Señor de la reproducción,
Ya seas lo que fueres,
Oh, Señor de la adivinación,
¿En dónde estás?
Ya estés encima,
Ya estés debajo,
O acaso en derredor
De tu espléndido trono y cetro,
¡Oh, escúchame!
En el alto cielo
En donde tal vez moras,
En el hondo mar
Donde tal vez residas,
Creador del mundo,
Hacedor del género humano,
Señor de los Señores,
Mis ojos són débiles
Para mi ansia de verte,
Para el sólo deseo de conocerte.
¡Puérame dado verte,
Fuérame dado conocerte,
Fuérame dado considerarte,
Fuérame dado comprenderte!
j Oh, dígnate mirarme,
Pues tú me conoces!
El sol y la luna,
El día y la noche,
K* ' La primavera y el invienio
No en vano ordenaste,
¡Oh, Uira-cocha!
>.
; Todos ellos recorren
■ * ^ El camino que les señalaste;
(1) Ob. cit., versión castellana de Manuel Beltroy.

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A — 303 —
Todos ellos llegan
A la meta que les destinaste,
Adondequiera que quisiste.
Tu cetro real
Portas.
¡Oh, escúchame!
i Gil, elígeme!
No permitas
Que me fatigue,
Que muera.

Según Marlíham, el siguiente "parece compuesto


anciano en su lecho de muerte, en súplica de luz y revelación de Ja
Divinidad".

Oh creador de los hombres,


Tu siervo te habla,
Dígnate mirarlo.
Oh, acuéi-date de él,
Del Rey del Cuzco. _
A vosotros también os reverencio, Tarapaca,
Oh, Tonapa, mírame.
No me olvides,
't
Oh, tú noble Creador,
Oh, tú, oh.icto de mis ensueños.
í Será posible que me olvides
En el trance de la muerte?
¿ Querrás desdeñar mi plegaria
0 consentirás en darme a conocer
Quién eres?
Bien puedes ser lo que imagino.
Tal vez eres un fantasma.
Un ente que inspira terror.
¡ Oh, si me fuera dado conocerte.
1 Oh, si quisieras revelárteme!
Tú, que me sacaste de la tierra
I me hiciste de barro,
¡Oh, mírame!
¿Quién eres, oh Creador? _
Mira que ya estoy muy viejo.
21

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— 304 —

"Salcamayhua, dice Markham, atribuye a Inca Rocca otro


himno a Uira-cocha:

¡Oh, vej], pues,


Grande como los cielos,
Amo de la tierra,
Gran Causa Primera,
Creador de los hombi cs!
Diex veces te adoro;
Con los ojos siempre
Vueltos a la tierra
I ocultos por las pestañas
Te busco ahora,
i Oh, dígnate, mirarme!
Como a los ríos,
Como a las fuentes
Cuando jadeo de sed,
Te busco.
Aliéntame,
¡Ayúdame 1
Con toda la fuerza de mi voz
Te llamo;
Pen.sando en tí
Nos alegraremos
I regocijaremos
Esto diremos
I nada más.

E.ste, íiltimo himno de alabanza al Hacedor (pag. 171) forma


parte de los cantos llamados "aijma, lorma, cayo y vallina cJiama-
yuaricssa, y haylli, y cachua"-.
Nos ofrece también Pachacuti otro himno, o romance más bien,
e carácter un tanto festivo, de sabor enteramente regional; se di-
rja de una autenticidad típica; pertenece a Chhuchhicapac de los
Hatuncollas según el cronista, y fué recitado por el dicho Cacique
cuando acudió a las fie.stas con las que se celebró la coronación de
Viracocha Inca Yupanqui (pag. 175);
Tu eres rey del Cusco,
Yo soy rey de Collas,
Beberemos,
Comeremos,
Hablaremos,
Que nadie hable ya,
i # ^ 'i. , • \ i

■ •» • N . . ■ fc •, ■ r. -. i . .•;
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-* — 305 —
Yo soy rico en plata.
Yo soy rico en oi'o,
De Viracoclia el Hacedor
Yo soy adorador
Yo del sol adorador, etc., etc.

nos s"ou indudablcmenlc nombres de cantos _ o


S:Tml dedíse. el l.^ina cmna-
'^""írmlmo'vicnrkh los géneros dramáticos:
Añ-ivsnoea Por Corazón tierno
Ha'ynclraco , . P"' Oorm do muerto
Llama-llama y Hanámsi por Que lindo.

tros conservamos la paiaina (|i

Sa™,™to m Gamooa-ío
de Sarmiento de Gamboa (editada en Beilin e a la es-
las más importantes por las noticias cjiie ., Además co-
critura y poe el cantar de Pacl.aeuü 'j"»
mo lo lia observado Pictsclimann en P = -Ralboa está redactó
la de Botanses y como parte de la de Cab lio ^^^""¿^tiformaeio-
da 011 forma casi épica, probablemente es • c pacliaciitec.
ncs de los (|iiipoeamayos referentes a la Casa del
Hablando tle. este Inca y de su obia leedificaiiclo
desenterré lo enerpos d" "«^^S^rlcaméS^
pnés los puso por órden ™ ?¿tas y repi-esmladoms de la
obrado de oro, y luego mando bacei tiestas y
'"^V!i\u?pS-'"Vn'^staffS^ (aymoray) sacaban la maro- * *

ma fe la Casa'^o ctepciL del Sol y todos principales indios, mi^


(1) Azucenas quechuas, pág. 13.

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— 306 —
eidamente vestidos se asían a ella por orden; y así desde la Casa
del bol venían cantando hasta la Plaza, la cual cerraban toda con
,, ^ ' icw^w, ifi V.14Í11 cuiiciuuii tuua tiuu
líi mnrnnin cr. n« i-_ -r-r ' v-ut
¿ lo, I" llamaba moroy Urco, ("La maroma era nn tejido
dn<5 inuchos colores chapeada de oro, con dos borlas coloca-
(pa^ 70) según dicen, ciento cincuenta brazas")
rU , ^ también, como Cabello Balboa, las entradas triunfales
pPni
cjias; A mis enemigos piso. . . ." (pag.y 71).
cantares. El Inca decía cu
Sarmiento de Gamboa pone en boca de Pachacutce, nn canto
egiaco en momento de .su muerte: "dicen que comenzó a cantar—
nnafíiT ^ triste tono en palabras de su lengua que, en
como el jardín, y así fui criado, y
V morí " T envejecí, y como había de morir, así me sequé
mohada yv expiro", (pag.
monatla e-stas 9.3).
palabras reco.stó la cabeza sobre una al-
Cuañl^hí"c,m!í
liando cuenta de queGamboa hablareedifica
Pachacnti de unala e.specie de Cuzco,
ciudad del escritura,
di-
de las an+ifmori^T^^'^ ^^^^^encia escudriñó y averiguó las historia.s
mayores v ma,ÍÍ r 1^rí"eipalmente, de los inga.s, sus
den oue diie mm iT' ^ "^^"do, que se conservasen por la ór-
historia" (pág 68)*^ l^'^We del modo, que hube en el examen desta
razón^de^hnff í-? vci-if¿carió,i dcta historia, se dá
A

"■N
que ellos se m 'cido a los indios la historia de .Sarmiento, a fin de
-'.-"o», ha-

te mm conformaron y dijeron por el dicho intérpre-


qne ellos sabíío estawa buena y verdadera y conforme a lo
dichos sus narírpí ^ » sus padres. . . . y .que a los
pannui nnv!>'r. ^ pasados oyeron decir que Pachacuti Inga Tu
inas Que hnbín^ Jnjiga, había averiguado la historia de los otros yn-
donde tambión Hue él, y pintádnla en unos tallones, de
¿Qgij ' o habla api'endido los dichos sus padres y pasa-
GambriP o c el carácter épico de la Crónica de Sarmiento de
manera Pietschmann en el ya citado prólogo: " la
fielmcuto I expone, su historia, revela que se atiene
ta literalnf t '' trasmitiéndolas en algunos pasajes has-
tecimieu+n existido un canto épico, que describió los acon-
pasado nr,^ guerra
penas un año desdecontra los Chancas)
la victoria comoestos
decisiva sobre si hubiesen
pueblos;

É^V
V-r..\*^ , * - . ■•:>■ r' . •. ■ . "T^ •■ ■
• • . r /

V-'"

— 307 —

es decir, un canto que nadie hubiera podido cantar sino el mismo


vencedor de los Chancas", (pag. 41 del cit. prologo).
En lo que respecta a la lej'enda de Yahuar-Huacac, dice Pietsch-
mann: "El cantar épico del modelo se manifiesta ante todo en la
forma como relata Sarmiento la historia de la infancia de Yahnar
lluacac"
"Esta leyenda contiene además. . . . otros rasgos eameterístieos
de los cuentos", (pag. 42).

Santillán.—El licenciado Fernando de Santillán en su EcZo-


c-ión sohre el origen, descendencia, política y gobierno de los Incas,
nos ofrece muy pocas informaciones en lo que concierne a nuestro
trabajo. Apenas dice: ". . . . es necesario para que mejor se entien
da lo que su S. M. manda se le informe, saber el origen questos se
ñores tubieron. . . . en lo cual la relación que dello se puede dar es
solo por la que se ha toinado de indio.s viejos por personas que sa
ben su lengua y son antiguos y han tratado y conversado entre los
dichos naturales

Los que tienen memoria cíe las cosas ajitiguas es por algunos
cantares en qne se relatan los hechos pa.sados, y han venido apren
diéndolos de unos en otros; y también tienen su memoria por sus
quipos (pag. 10).

Valer A.—No tenemos el privilegio de conservar la obra del


"Primer 'Historiador Peruano", como llamó don Mauue V
de, la Ro.sa(l) al P. Blas Valora. Pero los fraginentos de su ^ "
principal, la "Historia del Perú", fueron recogidos y ^91 |
con frecuencia por Garcilaso, quien los^ amento e i '
"perlas y piedras preciosas, que no mereció su tierra Pnmcn-
da con ellas", dice el galano comentarista. Asi pues Porcila-
tarios hay el doble valor: las informaciones recogí as P ^ .
so personalmente y las tomadas de Blas ^alera.-No queri^.^s tex^
minar esta información sin aludir siquiera a este nu ,
nista, que sin duda hubiera merecido ocupar ^ gg
los cnuiistas del Perú. Se dice que la "Relación ^
otra cosa que "Los Indios del Perú, sus Cos um 5
(1) Keviata Histórica, t. H.
%
H
-í .

— 308 —

ción"; pero ésta es nua cuestión histórica que no nos corresponde


examinar.
Blas V'alera para escribir su obra había bebido en luontes 011-
ginales: e.l areliivo quipugrái'ico de Juan Collque, proveniente ce
diferentes regiones del Peri'i; las relaciones de Luis Inca; as^ e
Sebastián Nina Uilea; las de Diego Roca Inca; las de hiancisco
Chávez, amigo de Tito Arauchi; las do. Liidovie.o Alvarez; y en a
"Apología Pro-Indis" del Licenciado Falcoii; toda.s jioi'didas.

Poquísima.s informaciones se encuentran en otros cronistas, os


que, a lo más, repiten lo dicho por los aquí examinados, o si son pi i
inarios 110 han ahondado en el aspecto cultural del país.- Jeicz,
auiKpie manifiesta su admiración por las obras de arte incaicas que
ve, es ante todo un historiador de la conquista. Zai'ate, aun((ue es
cribe una hi.storia general y se ocupa de las costumbres de los habi
tantes. no avanza mucho: "ignora el quechua y es uiuy superfi
cial", dice Baudin (1). Herrera merece de Baudin ol calificativo de
compilador; pues, .según él .sólo "plagia a .sus antecesores descara
damente". Oviedo y Valdez, "escritor capaz y concicnsudo",'no
*». separa siempre con cuidado lo verdadei'O de lo falso en los relatos
que le son proporcionados (no o.stuvo 011 el Perú), y acumula has
observaciones .sin clasificarlas". El Padre Oré, posterior a los ante-
teriorcs, trae algunas plegarias muy semejantes a las que nos luí
con.scrvado Molina, y algunos cantos, mezcla de quichua y español, de
autenticidad dudosa, pues su Símbolo Católico Indiano fué escrito
para cvangelizadores y sólo con tal objeto el autor tradujo al qui
chua muchas oraciones y cánticos de la iglesia cristiana. Otras
crónicas se han perdido, no existen en nuestras bibliotecas o son de
menor importancia para nuestro c.studio.

o) Carácter y valor do las crónicas


Hemos escuchado el testimonio de más de veinte cronistas, más
de veinte informaciones, la mayor parte recogidas de modo direc
to, de los propios nativos. En ningún procedimiento se exige la
concurrencia de número tan crecido de testigos para aereditar un
hecho. Su concordancia, la igualdad de, sus acertos en muchos ea-
sos, y la calidad de los informantes presentados, deja plenamente
demostrada la veracidad de nuestra causa.
(1) El imperio socialista de los Incas. Versión castellana de Biniliu lío-
mero. Universidad de San Marcos.
' • »• V V-
. ... .. /,v K-
> • . «••

— 309 —

Sensible sí es, ciertamente, que, los historiadores de ludias no


nos hayan dejado un cuadro más completo de las culturas aboríge
nas de América. Testigos oculares como fueron, frescas aún o pre
sentes las diversas manifestaciones del alma de estos pueblos, pal
pables los caudales de arte de esa raza creadora; pudieron recoger
intacta y total toda la florescencia espiritual de los antiguos perua
nos. Pero no nos debe, sorprender, sin embargo, que no lo hubieran
hecho en la medida y eficacia deseables. En España, la Historia
en el siglo XVI estaba apenas naciente. Ningún sentido crítico,
ningún espíritu científico o de observación metódica existía. Los
historiadores do ese tiempo "aun merecen, como los de la Edad
Media, nombre de cronistas". (1). La Historia, qiie nace propia
mente con el P. Mariana, es, ante todo, una obra de arte y no una
obra de investigación erudita ni tampoco de crítica. Además, la mi
ra del P. Mariana fué "ofrecer a los españoles es espejo de su pa
sado, para formar lo que ahora decimos su concici^cia nacio
nal." (2) . A'
En el período histórico en que se verifica la conquista de Amé
rica, los pueblos modernos de Europa estaban en plena formación:
consolidación política y robustecimiento de esa naciente conciencia
nacional. A más, pues, de no haber alcanzado todavía el rol que el
moderno concepto le señala a la Historia, la mentalidad hispana
e.staba harto iireocupada en la elaboración de la suya propia. Coii
• intuición del verdadero sentido, se afanaba en la búsqueda de los
nuevos senderos que habían de darle lucimiento y nivelarla con
otras indagaciones de su género. La Historia, como ciencia de
tigación, se encontraba, en España, en la primera etapa c su
lueión, pugnando por definirse< ,
Por otra parte, la historia, ademas, cumplía d o ).ie^ ivo ^
su antiguo carácter: era una escuela de patriotismo. De a 1 ñ
la destinara a narrar principalmente los hechos de armas, e
to militar y político de los acontecimientos: urgía exaltar ei a <
nacional, exaltar las cualidades de la raza (hispana) su 1 '
el valor colindante con el heroismo, la suprema virtud e m
En ese ambiente ¿qué historiador se hubiera dedicado
mente, a escudriñar el pasado cultural de un pueblo ifjno ,
do u oculto en la lejanía de un continente desconocido; de n i
blo desvineulado totalmente del resto del mime o, V
piñori de salvaje; a cuyos hombres se les tema , n' f

a cerca de los cuales se discutía, entre los teologos, si 'y-

Ü) Salee<]o Euiz.—Historia ele la Literatura española, t. II, pág. 4ü3.


(2) iSalcedo Euiz.—ideni, idem.
; ■■• •"•V» ... '■ 'Ví
. ./■ ■'
— 310 —

ma y si podían ser considerados como personas, al ignal que los


demás?.
E.se ambiente, en casi toda Europa, era también enteramente
desfavorable para la apreciación de las obras literarias. Dice I3e-
llamy, tratando de Shakespeare y de cójuo se veía el drama en el
siglo XVI: "La vida de entonces era dramática El drama de
la vida y la política se refiejal)a en el teatro; como alioi-a cualquie
ra es capaz de escribir un artículo periodístico aceptable, en aque
llos días cualquiera podía escribir un diurna. A los escritores de.
piezas teatrales no se les consideraba artistas, ni siquiera caballe
ros, y sus producciones no se tenían, por literarias. . . ." (1).
Esto ocurría con Sbakesimare, con el inmenso Shakespeare.
¿Cómo admii'arnos que el criterio español desdeñara enteramente
todo lo que podía considerarse literario en los nuevos ijaíses con
quistados?
El florecimiento de la literatura hispana—ya que en el siglo
XVI nacen Lope, Qucvedo y Cervanles—es también, por contrasto,
otra eii'cunstancia que prima sobre la mentalidad española de en
tonces. Imperaba el preclasicismo, advenía la gran época, el Siglo
de oro; y dentro del concepto de la "escuela de patriotismo" que
se veía en la historia, nadie hubiera osado señalar valores literarios
dentro del pueblo de "bárbaros".
Por otra parte, el descubrimiento de los ingentes tesoros mate
riales en América despertó el interés económico, la sed de oro sola
mente, el anhelo predominante de alcanzar riquezas o de acumular
las. El brillo de los metales deslumhró los ojos y los espíritus de los
hombres que llegaban. El ritmo de los galeones que cruzaban los
mares con preciosa y condiciada carga, fué el imán de, los cerebros,
la sirena de las almas, que no acertaron a pensar en. otra cosa que
en el oro, en las riquezas materiales y en buscarlas y perseguirlas,
cediendo a su seducción obsesionante.
La conquista de América fué una aventura, como el descubri
miento había sido una casualidad.—La España del siglo XVI vió
en Aííiorxea el vellocino de oro. La ruta de Indias fué el camino ha
cia la 1 ierra de promisión. El Dorado fué el espejismo incitante
que atraía todas las miradas, que. despertaba todas las codicias, que
alentaba la avaricia y el despojo.
_ De un lado, los conqui.stadorcs militares persiguieron la apro
piación de todas las riquezas existentes en los templos, palacios,
* tumbas, huacas, adoratorios y demás monumentos.—De otro, los
Raeerdote,s evangelizadores persiguieron la extinción de las antiguas
(1) Shakespeare. Notas de aniversario. "El Comercio", 19 de mayo de
1933.

ra í

t -V "■
■»•>

— 311 —

creencias, de las tradiciones y los ritos, la modificación de las cos


tumbres autóctonas y la conversión, a todo ti-ance, de los naturales
al catolicismo.
En total, un despojo material y espiritual a que se sometía a
la raza vencida. Si, un verdadero, largo y sisteanático despojo, en
que los tesoros materiales les fueron arrebatados avara y desembo-
zadamente; y en que los tesoros espirituales, los magníficos, únicos e
invalorables tesoros espirituales, naufragaron en la borrasca de la
conquista destructora.
El propósito de los militares fué dominar y ai-rancar teso
ros; el de los clérigos, catequizar, "extirpar la idolatría", destruir
lo existente para implantar los Evangelios; el de los legistas, infor
mar de todo lo necesario al buen gobierno de los Virreyes y el me
jor rendimiento de los tributos. Algunos cronistas, los menos,—
Aeosta, Cobo, por ejemplo,—guiados quizá por el deseo de servir
mejor a su patria, sólo se preocuparon de describir el país, minucio
samente, en su aspecto físico, en su fauna y en su flora. ,
Así la historia del antiguo Perú quedaba circunscrita a la
apuntación de hechos militares, a anotaciones de orden administra
tivo, a estudios geográfieo-descriptivos y a meras referencias en lo
que respecta a lo cultural.
Razón poderosa fué tamhién para el desprecio de las culturas
de América la enorme diferencia, la diametral oposición entre el ca
rácter sicosociológieo de la civilización española y el de la civiliza
ción peruana.
Los hombres de la España del siglo XVI eran todavía la pro
longación del tipo medioeval, imbuidos del ideal caballeresco ; ca a
uno era el guerrero audaz y valeroso, que se empeña en difíciles em
presas y desafía los peligros; que si reverencia a su Dios, obedece
a su rey y se inclina ante su dama, tiene el más alto concepto de a
personalidad, alienta el orgullo, se siente imperativo y vive
de la libertad de su yo. Era una civilización esencialmente w lyi-
diialista, en que por todos los medios se propendía a la exa aeio
de las cualidades personales.
Frente a esta nota individualista de la sociedad española, apa
rece, como una antítesis, extraña, baja, absurda,^ la cori^pon 1
te de las poblaciones peruanas, con su organización colectivis '
la preponderancia del grupo o del Estado paternal, en que e
viduo, se diría, no existe; está perdido, ahogado o con un 1 o -<P m

la masa.
El mitimae no es sino una partícula del gran todo, ometi o A

primero, arrancado de su provincia luego, acepta sumiso e^ yugo


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— 312 —

político que le imponen los Incas. Era la personalidad anulada eu


provecho de la sociedad.
Chocante impresión y desdeñoso concepto debió suscitar tal es
tado de cosas. El Estado paternal o tutelar que subsistía encum
brado en el Perú era una oposición a la emancipación de las Comu
nas que habían dejado su huella y teaiido sus transcendentales re
sultados.
De allí también la nota predominante de la conquista, el in
vencible desprecio por el pueblo conquistado, y el inevitable carác
ter de la mayor parte de las Crónicas de la época. Los cronistas de
bieron sentirse también identificados con ese carácter general de l3
sociedad española.
Por eso es que sólo Garcilaso, el cronista-poeta, hijo de ñu.sta y
e.spañol, aunando en sí mismo los caracteres de ambas razas, here
dero de un abolengo indígena, dueño de ricas tradiciones, aunque
educado en la cultura española, amante de su patria y de su estir-
pe, fué el que más se preocupó de e.studiar los restos de la pasada
civilización de sus abuelos maternos. Es el único entre los cronistas
que usando de método habla de la poesía, de la música y de la cien
cia de^ los Incas. Por e.so las Crónicas de los indios Salcamayhua y
Guamán Poma son también las que traen mayores datos sobre la
poesía aborigen.

No queremos decir con esto que la obra de los cronistas sea nu


la o despreciable, solamente queremos decir que, por las razones
apuntadas, no llegó a ser tan completa como pudo y debió ser. Que
remos decir que existiendo, probablemente, entonces un caudal de
elementos artísticos y una verdadera literatura, nadie se preocupó
de estudiarla, de recogerla, de reuniría y conservarla. La prueba lá
tenemos en el Ollanta. Son varios los cronistas que nos hablan del
teatro y de representaciones indígenas. Pero no es por ellos que
conocemos el gran drama enunciado. Es en la República que gi'a-
laborioso trabajo de un investigador, llegamos a conocerlo.
El Virreinato, había prohibido toda representación teatral indí
gena.
Esto ha ocurrido con otros géneros. Por eso Markham pudo co
piar de un manuscrito posterior, oculto, varios cantares y el Ollanta
según él lo dice,— (pag. 127 de su oh. cit.) de, "un libro de antiguos
^ cantares quechuas" de propiedad del sacerdote Dr. Pablo Justi-
'• niani.

q Fuera lodeque
tiarcilaso, Molina, Santa Cruz
se encuentra Pachacuti,
en los cronistas Montesinos, Morúaalu-y
son referencias,

. •t:'
. ,T- ■
,-j.

— 313 —

siones, claros indicios de una literatura indígena. ¿Se puede afirmar,


pues, Quo 110 hubo una literatura en el Perú prehispanico ? Lo que
se puede afirmar es que los cronistas desdeñaron esa literatura, que
no la tomaron en cuenta; que se refieren a ella sólo circunstancial-
mente, como aspectos secundarios o accesorios^ de las costumbres
que narran más que estudian. Los aspectos militar, administrativo, ..

económico y religioso absorvieron por entero la atención de los con


quistadores y también de los cronistas.
De allí que se pueda señalar como caracteres de las CTonicas,
si no de todas, de la mayor parte, la limitación y la parcialidad. Li
mitación de no hacer sino meras referencias, alusiones a cantares ,
que casi siempre se los hace ir mezclados a"&orrac7i6í as . arcia a
y prejuicios; concepto anticipado de considerar a los indios como
sumidos en "gran ignorancia y barbarie"; parcialidad, sm duda,
o falta de solidez de criterio, delatada en contradicciones, como las
que incurre el P. Morúa. En un parte dice: I no tema necesidad
uno de otro porque todas las cosas eran comunes corno fuesen
iguales, y ninguno mayor que otro, y no había lugar entre e os e
vidia, y la igualdad de la pobreza hacia a todos ricos (gran 1 ^
decimos nosotros); no había entre ellos juicios, ni jueces,_ fuera ae
sus gobernadores, tucuyricoc, porque no había que corregir, no e
iiían leyes porque no había excesos ni maldades. Una sola ley ha
bía entre esta gente, que era no traspasar el derecho de ^^aturalez .
Avaricia no la había que les ponía trabajo y e^o porque e ®
hacía huir de toda ociosidad torpe....; no codiciaban ^osa^
no les daba lugar; con el sol se calentaban; con e ^' j j
cían; con el agua del arroyo quebrantaban ja ««d Ja tierra les
ba cama; la solicitud no les quitaba el sueno ye
tenían, el pensamiento no les fatigaba el corazón... etc.' fpá"'
tpa„.
114). Sigue una descripción casi elogiosa. traba-
Y en otro lugar: "Es gente muy viciosa,
jo, melancólicos, cobardes, viles, flojos, tibios, firmeza y
tirosos, ingratos, de muy poca memoria, y d® abujioneros,
algunos ladrones y enviadores; son también id , gijomina-
adiilteros, dados y acostumbrados a pecados nefan
bles..." (pag. 122). ,,. franca oposición
Esta acerba pintura moral del indio esta denota
con los conceptos transcritos antes del mismo P.
todo ésto?.

Pero dentro de los caracteres


datos, que nunca faltan y que se ven aborigen perdida 4
\

ban bastante y mejor, que existió esa literatura aboiigen, peraiu. ir'

¡f , ^
— 314

casi enteramente, en el tumulto brumoso, en que, paraclógioaraento,


en lamentable consorcio, la espacia y la cruz destruyeron mucho de
lo Cjue debía ser conservado.
^ El carácter de los croui.stas determinó, pues, el carácter de las
Crónicas. La misión que desempeñaban, el espíritu pretoianado, el
punto de vista unilateral con que contemplaron las cosas de Amé
rica, hacen cfue sus conclusiones deban ser compulsadas y someti
das a cierto rigor crítico.
Por esto, para nuestro estudio, en las Crónicas consideramos
un aspecto positivo y un aspecto negativo.
En el aspecto que llamamos positivo, en la razón directa o indi
recta que se dá de los elementos literarios, encontramos una defi
ciencia^ enorme: pobreza, despreocupación, indiferencia; escasez o
ausencia de datos y de espíritu de inve.stigación artística. Esto nos
o u reconocer culpable aquel desdén o de.sprcocupaeión de los
cronistas por un factor de arte, por esa fase cultural que no toma
ron en cuenta los historiadores de la conquista.
In^ negativo—negación de todo valor espiritual de
vicios V ^ icaciones despectivas, e.xageradas imputaciones de
tantn pn ? '^^i'^iones, asignación de un nivel enteramente inferior.
eSpr;ro!m- ''i f" nitelectual,—sólo tenemos que ver un
ción ennsii- ° ° falso, apriorístico y en flagrante contradic-
con PlTe? ocasiones, como ocurre con el P. Morúa, y
tampnfo de
tamento 1 Leguizamo. cspañole.s, como el manife.stado en el tes
todo lo dicho, preciso es hacer honrosas excepciones, cierta
mente: Las Casas, Acosta, Cieza. Este quería un Tito Livio o un
+,,1 AXXVIII de®s«"biera
tulo su Crómca"las
delmaravillas d"el de
Perú escribe Perú". En el "pu-
los indios: capí
aieron tanto que conquistaron i señorearon desde Pasto hasta Chi-
banderas vieron por la parte Sur al río hlaule, i por la del
/iiip Angasmayo, i estos ríos fueron término de su imperio
PÍPTI+ *^1^®fftias.
Stande que hay grandes
I edificaron de una parte a otra más Hicieron
fortalezas de mil tres-
tan
mnnrip^ ^ tuvieron tan buena gobernación, que pocos en el
cnpTitp tcieron ventaja; eran muy vivos de ingenio i tenían gran
dp la '• l®^as, porque éstas no se han hallado en estas partes
- ® Ptisieron en buenas costumbres a sus súbditos.... Te-
dp 1 cuenta con la inmortalidad del ánima i con otros secretos
dp 01^ naturaleza".—Acosta—como hemos visto—dedica un capítulo
tud d y Moral a tratar de la "Inteligencia y apti-
habrá^que noIndios", y cree
se admire quenoble
de tan "ningún hombre
y próvido de consideración
gobierno."—Las Ca-
■ 'f:'

— 315 —

sas, (1) no sólo fué el "Apóstol" que en su Brevísima Relación de


la Destrucción de las Indias Occidentales, denunció los abusos de
los conquistadores y asumió la noble tarea de defender a los con
quistados; sino qxie supo valorizar con justeza y comprensión la
cultura aborigen, consagrando varios capítulos de su Apologética
Historia de las Indias a demostrar las cualidades intelectuales y mo
rales de que estaban dotados los nativos y hablando con el mayor
encomio de los "primores..., industria...., grandeza, hermosura
y riqueza" que ha visto, encontrando que para explicarlo todo me
recidamente faltan "suficientes vocablos".—Honrosas excepciones,
repetimos.

El carácter negativo e insuficiente de. la mayoría de las Cróni


cas ha inducido, sin duda, a uno de nuestros investigadores de la
literatura aborigen, Luis A. Sánchez, (2) a considerar que la úni
ca fuente de información respecto de ella es la oral, es decir el folk
lore. Pero establecida la diferencia entre Literatura y Folk
lore, como lo hemos hecho en el capítulo II, cabe afirmar de modo
indiscutible la existencia de la fuente escrita. Por su deficiencia
hacemos sí el distingo de su doble fase.
En conclusión: el aspecto positivo, pobre en total, sirve apenas
para orientarnos .y para afirmar en forma concluyente, la existeii-
• • - _ • _ n.5 In WT-
cia de una literatura incaica, rica y^ variada; pero
.•
no dá la vm*-
íi-»-P/Mnvií:ífívA hjl
sióu precisa, por insuficiencia de propósito infonnativo. El
aspecto contrario, por contradictorio, por inconsistente y por míni
mo, sirve más bien para consolidar la opinión fundada de la exis
tencia de, esa literatura, y comprueba el criterio parcial de los ra
tadistas. .
Esto no quiere decir que el valor de las Crónicas sea nulo,
contrario, el valor de las Crónicas, si es relativo considera as e^^
este segundo a.specto. es enormísimo desde el primer punto de vi-s
ta. En ausencia de textos quichuas originales y de otras informaeio
nes más auténticas y más prolijas en la materia que ^
Crónicas constituyen la primera y única fuente bmliogia 1 ^
que podemos disponer; ellas son una luz, aunque ^
iluminar, siquiera en parte, el sepultado pretérito, no so o ce '
raza o de un pueblo, sino de muchas culturas y ele sus j
dato indispensable para orientarnos en el viaje hacia el pasa
vaneeido; son el punto de apoyo en que deberá basarse cua qui

(1) Ob. cit.


y.' ■ ■ • y■ .
>,

■V.

. 316

investigación histórica; a ella habrá de referirse, siempre quien


trate de escudriñar el secreto de las antiguas civilizaciones perua
nas, como lo han hecho todos los investigadores ya sea de la historia
general, como Prescott, o de alguna fase de la cultura, como D'
Harcourt o Lehmann (1).

n.—FUENTE ORAL: EL FOLK - LORE

La fuente oral es otro medio de que disponemos para el estu


dio y conocimiento de la literatura aborigen; medio inmediato, di
recto, único e inagotable. El folk-lore, la supervivencia artística
del pasado, los diversos aspectos musicales, coreográficos y poéticos,
todo el "saber" popular y actual de las masas indígenas dispersas
en nuestra serranía, es un auxiliar valiosísimo para la investiga
ción literaria.
Entre nosotros poco se ha hecho en el sentido de iin estudio y
de una recolección sistemática y metódica del elemento folk-lórico:
en él se ha concedido preferencia al aspecto musical, descuidando
■■ .i
los textos poéticos. Hay que citar, sin embargo, a los maestros Al-
■ viña, Alomías Robles y Dunker Lavalle; a Arturo Miles de Musgo.
con sus "Cuatro canciones populares de la Sierra del Perú" (ci-
^ tado por los d'Harcourt), y a Hildebrandn Castro Pozo, que en su
y ►v.- libro "Nuestra Comunidad Indígena" ofrece, algunos cantares re-
^ ! cogidos directamente por él, y otros más.—Pero la obra más im
portante en este género la han llevado a cabo Adolfo Vienrich y los
esposos D' Harcourt, el primero en "Azucenas quechuas" (Tamap-
Pacha-Huaray), editado en Tarma, en 1905, y los segundos en su
interesantísimo y bien documentado libro "La musique des Incas et

ÍI
" Azucenas quechuas" es un precioso libro en que el autor
ses survivances", editado en París. (2).
ha puesto alma, pasión y entusiasmo para tratar el tema. Nos ofre
ce allí numerosas composiciones líricas, muchas tomadas de la Gra-

(1) Historia del Arte del Aatiguo Perú.


/-• (2) Posteriormente linn npareeidn jnnv valiosas recopilaciones folklóri-
cas, tales como Canto Keswha, por José María Arguedas, poesías rocogidns
personalmente, insertas en texto original y tr.nducción del mismo autor;
* Cuentos Peruanos, por Arturo Jiménez Bor.ia; Mitos, Tradiciones y Leyen-
.',^í Lambayecanas, por José León Barandinr.én, obras que necesariamente de
berán ser eon.sultadaa, sobre todo las dos primeras que lian tomado elementos
folklóricos principalmente en la serranía, es decir en el ambiente más genui-
namente incaico.—Aurelio Miró Quesada. Sosa tiene también bellas notas
^ , a cerca del alma popular en su último libro, Sierra, Costa y Montaña.

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Piscina eii la explanada autorior ai Palacio de las Mamaconas (Pachacaniac).


En el fondo las puertas trapezoidales del palacio.
W T

Vi*» ;

317 —

mática, del Dr. Dionisio Aneliorena, publicada en 1874; y una do


cena de fábulas; bella y original colección ésta, en que se manifies
ta el espíritu observador, sagaz, agudo, oportuno de, la raza. Gracia
artística e intención moral caracterizan estas fábulas quichuas. Mel
gar escribió también algunas fábulas; pero éstas, asi como sus yara
víes, no pueden incluirse en la literatura incaica. Melgar fué un
poeta, escribió por sí; su obra es exclusivamente suya, aunque teni
ga o haya buscado o hallado su inspiración en la remota edad in
caica.

No vamos a analizar el origen o fundamento de los apólogos


que nos ofrece Vienrich. El amor a los animales, la creencia en la
transmigración ? No es el caso discutirlo. Solamente nos prueban- ^y
esto es suficiente—la aptitud intelectual de la raza. Género épiéo-
didáctico, la fábula,—^y ruia de sus formas, el apólogo—constituye
una creación avanzada y por eso se la registra en las grandes lite
raturas como las de la Inda y Grecia.
Hermoso, lleno de gracia y con todo su sabor de autoctonía es,
por ejemplo, el apólogo del zorro y el sapo. El zorro se jacta que
nadie corre como él; ha triunfado de cinco perros "rangálidos" y
considera insuperable, su agilidad. El sapo, que le escucha, se atre
ve a apostarle una carrera; el zorro se burla, pero finalmente acepta.
Parten; mas no hubieron iniciado la carrera, cnando el zorro oye
delante "que gritan Ziííuc.—Se me, ha adelantado, dice el zorro, y
apiua; pero iin nuevo 7iuac, y otro, y otro más. El zorro, avergon
zado y sorprendido, confesó su derrota". "El astuto sapo había
apostado en toda la travesía, de trecho en trecho, a manera de
chasquis, a sus compañeros ocultos bajo la yerba, con la consigna
de, dar la voz a medida que notaran se iba aproximando el zorro".
'Para un zorro sabiondo hay un sapo malicioso".
En el ramillete lírico que nos ofrece Vienrich hay también be
llísimas composiciones que más que comentarlas necesario es cono
cer. Cantos de amor, yaravíes, pastoriles, cantos fúnebres, etc. En
los primeros es frecuente la alusión a la "paloma", característica
de la poesía amatoria quichua, como también lo han observado los es
posos d'Harcourt, La paloma es el símbolo de la amada esqiíiva o
infiel:

He perdido mi paloma
que no sé donde se fué, V .
¿Dónde estás, paloma mía?
Quizá en algún yermo llora
sin tener como volver...
•4

- 31S -
Y como este ejemplo, todos los versos están plenos de ternura,
de anhelo de alcanzar o rescatar al ser adorado. liemos de referir
nos nuevamente a algunas de estas joyas líricas en otro lugar.
Además de los cantos líricos y de las fábulas, Vienrieli °ios ofre
ce también un género muy curioso, de un fuerte sabor vernacular:
os juegos: el chupanta-paqrñn, el huin-huin^ la paca-paca.
El huin-huin es una fantasía onomatopéyica cpic ha servido de
pretexto para desarrollar un pensamiento amargo. Jluin-huiu, un
grupo de muchachos repite este son-sonete, simulando el rumor de
una selva; uno de ellos, que finge ser un viejo, va a buscar madera
para rehacer su choza. La encuentra y empieza su tarea: va cortan
do poco a poco (simulando), con dificultad, hasta que tiene la ne
cesaria. Luego reposa, lleno de esperanza: ya tiene el material para
su choza.^ Pero un brujo agorero (uno de los muchachos) le va di
ciendo: El palo se ha roto, viejo". El viejo simulado palpa la men
tira; pero el agorero vuelve a repetir: "El palo se ha roto". Ad-
\ertencia trágica. No obstante, lleva la madera y levanta su choza,
batistecho y alegre, va a estrenarla, preparando su comida. Para
es o empieza a moler su ají. Es la señal convenida. Al ruido del
errumba la choza y todos caen sobre, el viejo y lo aplas-
'1 lamentándose y convencido de la
contra
n go. éí
. SI Aacaba
lo ciudadcontra
1^ la latan
con no Naturaleza,
madera, que siempre
a vendei-la leñaha
como se e.stado
para el
el juego, sencillo, si se quiere; diría más
■mnpe+?^^T^' 1
a la lucha humana, la hondura
vida con trágica; triste filc.sofía
sus esperanzas, con .sus que
ilu-
lones que alientan y .se desvanecen, dejando un estertor de agonía
n e^ ama; pobre alma decepcionada que tiene que seguir ,
guir que tiene .que secar su llanto interior y conformarse; que,
da ' creer, de nuevo, en otra ilusión, la que, sin du-
Ptpmo quimera
r y con sudesvanecerse otra vez; y así, en la Vía, con su
eterno quebranto.
vn-n originalidad
yor PT.: decomo los apólogos,
las Azuce7ias son el ' majmr encanto y la ma
quechuas.

tppnípo 1 en su obra citada, procediendo con verdadera


lanip nes' musicales
cla.sificado los "géneros
y poéticas" en sietedegrupos:
eompo.sieiones" y las "no
V In cantos religiosos; las lamentaciones funerarias (llantos)
tel cantos de amor (harawi, yaraví, tris-
dp adiós canciones;
de las danzas
o cachaspari: cantadas o instrumentales; los cantos
v las r.oc.+pvpipp
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— 319 —

Redundante sería insistir a cerca de los cantos religiosos. Los


de este grupo recogidos por los d'Harcourt, solamente amplían los
que conocemos por los cronistas. Es de anotarse el Himno al Sol
(Sumak Kaucakeliaska); himnos devocionales, hechos para reve
renciar a la divinidad o impetrar sus dones.
De los llantos o lamentaciones funerarias no hay textos poéti
cos: "se cantan—dicen los recopiladores — con palabras dolorosas
frecuentemente improvisadas". Pertenecen los de este grupo a la
categoría elegiaca, que remontan sus orígenes a los cantos de las
"endeeliadoras", de que hablan algunos cronistas.
Los cantos de amor, como su nombre lo indica, pertenecen a la
poesía erótica, tan cultivada en el antiguo Perú. Consideran los
d'Harcourt que se debe distinguir el haravri, el yaraví y el triste.
El hara-wi es el remoto, el auténticamente indígena, el prehispánico;
el yaraví, aunque inspirado en aquel, teniéndole por predecesor,
es .ya de la República; conserva sí su pureza; en él palpita el alma
de la raza, tacitui'ua y melancólica. El triste es ya de carácter mes
tizo; es una forma adulterada de, los primeros; muchas veces, me
nos espontáneo, con cierta afectación en ocasiones. Numerosos ejem
plos nos ofrecen de los tres grupos.
Los d'Harcourt consideran en un grupo separado a las can
ciones, aunque entre ellas incluyen las "urpi", esa clase de poesías
amatorias que simbolizan a la amada en la paloma. Es una distin
ción fundada en la técnica musical:—"su movimiento, dicen, no
guarda siempre el carácter triste y lento de los yaravíes" (pag.
175)—y no corresponde al aspecto literario.
Las danzas cantadas se subdividen, por la misma razón, se
gún la danza: la kaswa, el ttakkeo (o zapateo), el wayno (o huayno)
con sus variedades, musicales o bailables.
Los cantos de adiós o kachaspari (decir adiós) son formas ge
neralmente mestizadas, que por lo común usan los toreros indios an
te la iglesia, como oración, antes de entrar al toro. Aquí se ve la com
pleta influencia e.spañola.
Las pastorales son composiciones eglógicas "de un gran encan
to agreste", inspiradas en la visión del campo. "El alma misma
del país se exhala por sus frágiles cañas", dicen los d'Harcourt.
"Es la miisiea (o el canto) del llamero que atraviesa la puna con
su quena".
Por su proligidad y amplitud, este interesante libro merece ver
dadero encomio, y todo peruano debería conocerlo y todo amante
del arte debería estudiarlo."
y*

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— 320 —

■. ^ Hemos meiieiouado el libro de Hildebraudo Castro Pozo,


' "Nuestra Comunidad Indígena", en el que no obstante su carácter
sociológico, dedica un capítulo a la "emotividad estética comunal".
Aquí también otro manojo folk-lorico: bailes, cantos, cuentos y le
yendas. Describe muchos bailes, que los divide en mímicos y rítmi
cos ; para los pi'imeros se usan disfraces; y los segundos están for
mados por las cachuas, huaynos, marineras, etc.
' En la poesía nos ofrece cantares, cuinanas, décimas, yaravíes,
canciones o tristes, marineras, huaynos y cachasparos. Hace una
ligera exposición de cada uno de estos grupos e inserta varios ejem
plos, muchos recogidos directamente. Hay en las composiciones an
tedichas alguna variedad en el tono; mezcla, aleaciones hispano-

I¡ . indianas. Sin embargo, en algunas se advierten intactos los caracte-


res de la lírica indígena.
^ Corazón: sin tener culpa
no me quites la existencia;
i cómo yo, que sé la tuya,
no sé privarte de aquella?

Y en este otro, que conserva el carácter agreste, la inspiración


de la naturaleza, a la vez que una gran simplicidad, un primitivis
mo ingenuo:
i
f . .^ . »'

De no haber tenido padres


de la puna un pajarillo.
yo sería; •'jf
i de la puna un pajarillo.
yo tendría:
la lluvia por padrecito,
la nevada por madrecita.

Estos cantos son anónimos y "ruedan de boca en boca entre


os viejos y muchachos" de los pueblos de la sierra.
, Igual cosa ocurre con los cuentos y leyendas: su anonimidad
ue y sigue siendo la característica de la literatura indígena. En
concepto de Castro Pozo, los cuentos tienen por origen inmediato las
supersticiones y creencias religiosas, y las leyendas, los hechos más
o menos históricos de la conquista, la Colonia o el Imperio. Pero
mempre hay una invasión de motivos. Aquellos no son meras for-
as de superstición ni éstas exclusivamente históricas. De acuerdo
on al distinción. Castro Pozo divide los cuentos en imaginativos
y legendarios.
TT
.i.

— 321 —

"En cuanto a su constitución—dice—no cabe la menor sospe


cha de su autenticidad y originalidad indígenas; notándose, sin em
bargo, en ciertas comunidades donde alguno o algunos de. sus miem
bros han api'endido a leer, que el cuento europeo ha comenzado a
extenderse rápidamente, adaptándose al medio o modificando su
estructura ideal, en íntima relación con la mentalidad del pueblo
en que se ha propagado. Tal sucede en algunas comunidades del de
partamento de Junín y Puno, donde he podido comprobar se han
divulgado enormemente Los cuarenta ladrones, algunos episodio del
denominado La oreja del DiaMo... etc.
"El cuento indígena—continúa—.... no carece de gracia, iu-
geniosidad y belleza descriptiva. Es eminentemente originario, vive
e idealízase en el mundo religioso-moral de nuestros pueblos y se
trasmite de generación en generación, en los mortuorios, caminos, ?■ \
mingas, velorios y pachamancas, por el cantor, los responseros, el ca
minante y los abuelos, verdaderos gestas comunales los dos prime
ros, a quienes el pueblo respeta y considera como a taumaturgos,
curanderos o brujos".
En los dos que, como ejemplo, nos ofrece Castro Pozo hay, en
efecto, un carácter extraño, mezcla de superstición y de fantasía;
alguna rudeza qiie resiente, alguna vastedad que choca. "El chas
qui", sin embargo, con su desenlace espeluznante, con su tinte de
misterio, revela facultades creadoras, fuerza, originalidad y cuida
do en la forma. Se trata de un chasqui que lleva correspondencia de
su pueblo a la capital de provincia. En el camino quiere hacer una
ofrenda a la Apachita de la puna por donde debe pasar; coge una
piedrecilla para tal objeto, a la vez que mentalmente repite \ina ora
ción. Pero en la Apachita estaba un allco (perro) lamido, sentado
en actitud contennilativa. Mal agüei'o era este, según el decir de
los abuelos del chasqui. Josucho, que tal era éste, se. desata su /iito-
raca, la pone en acción y tira la piedra al allco, que, alcanzado,
echa a correr, lanzando un grito lastimero. Prosigue Josucho y lue
go encuentra a Naticha, la antigua amiga de la infancia; caminan
juntos; les alcanza la noche y tienen que quedarse en la puna.
Después de la cena, reposan. Entonces viene la sorpresa. Cuando
Josucho acaricia a Naticha, ésta le dice: "No me toques por ahí.._.:
me duele esa cadera ¿Nó te acuerdas que me diste una pie
dra?"—"¿Cuándo?", protesta Josucho.—"Ahora en la Apachi
ta"—le responde Naticha—"Estaba sentada, mirando las piedreei-
llas que los abuelos ofrendaron al espíritu, cuando paf., tú me tiras
te un hiiaracazo". Y aullando lúgubremente, Naticha quedó trans
formada en una perra lanuda y amenazante. Josucho, espantado,
huyó, perdiéndose en la oscuridad de la noche.—Poco después, en

ü. hilii í Hii '


rV - N-v; X .. ■ ■ ti ::■ -J
>.

— 322 —

el pueblo se daba caza a la perra lanuda y se la arrojaba en una ho-


guerra. Se había tratado de una condenada, transformada en allco.
Tal es la interesante muestra de cuento indígena, recogido en
nuestros días.

kV

Nos referiremos también en este capítulo, por recopilación pos

f terior a las informaciones de los cronistas, a la valiosísima colec


ción de 20 cantare.s quichuas, que alude Markham (1)—"twenty
aneient Inca Songs";—colección que, junto con el texto del Ollantay,
pertenecía al que fué cura de. Laris, Dr. Pablo Justiniani.—Esos
cantares fueron copiados por Markham; degraciadamente la muer
te sorprendió al ilustre investigador antes de que le fuera posible
publicarlos, como, sin duda, lo habría hecho, prosiguiendo su obra
de estudio y divulgación dentro de la Sociedad Hakluyt. De la in-
sersión de este autor transcribimos este lindo canto que aparece en
la pag. 61 de Los Incas del Perii-,

Guarezcámosos en la bendita sombra.


Guarezcámosnos en la hendida sombra.
Yahahaha,
Yahaha.

"¿En dónde está? ¿Dónde, dónde, oh, dónde?


Aquí está, aquí, aquí, oh, aquí.
Yahahaha,
Yahaha.

"Donde florece el lindo cantut


Donde sonríe la flor de la chihua
Donde se inclina el suave amancay
Yahahaha,
Yahaha.

¡Allí está! ¡Allí, allí, oh, allí!


(<.

bi, respondemos, allí, oh, allí.


Yahahaha,
Yahaha.

127 y 135.
®^cient Inca drama, pág. 16, y Los Incas del Perú, púgs.
.■ V • •ÍJf
^ , i

<

— 323 —

Bello canto éste, impregnado de hondo lirismo, en que, en de


licada metáfora, las flores sonríen, mientras el oyente se extasía en
la melodía de sus acentos y en la plácida visión de los campos.
Fidelísimamente conservado el fondo y la forma de esta poe
sía en dos cariñosas e inteligentes versiones—del quichua al ingles
por Markliam y del inglés al castellano por Beltroy—^podemos apre
ciarla en todo su dulce frescor y en su selvático perfume.

Aquí también habría que incluir todos esos cautos dispersos


en la memoria de algunos o en raros libros y revistas, como aquel
yaraví que nos conserva el antiguo "Mercurio Peruano," en su volumen
3.°, pág. 288, y que también insertan Rivero y Tachudi en "Anti-
giiedades peruanas", Paz Soldán en su Geografía y Pi Margall en su
Historia General de América:

Cuando a su consorte pierde


triste tortolilla amante
en sus ansias tropezando
corre, vuelve, torna y parte.

Sin sosiego discursiva


examina todo el parque
no reservando a su vista
tronco, planta, rama o cause.

Así vivo yo ¡ay de mí! i -<

desde aquel funesto instante


que te perdí por desgracia
dulce hechizo, encanto amable.

Mientras me dure la vida


seguiré tu sombra errante,
aunque a mi amor se opongan
agua, fuego, tierra y aire.

TJn escritor del mismo Mercurio Peruano antiguo dice:


"Los yaravíes generalmente hablando, son unas composiciones
hechas en ios tiempos de calamidad. Sus letras hacen relación a la

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v". "* ■' l
i"" ^ ' iHiik'i
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.4 >

— 324 —

catástrofe sucedida eu el destrono del Príncipe Peruano. Un per


fecto drama músico (¿drama musical?), que yó mismo he oído i
visto representar, me lo ha hecho enteaider así. Esta tragedia daría
a conocer, como en este, País salvage i recién conquistado, aun eu el
tiempo de la barbarie producía quizá modelos a Kacine i a Volte.v;
pero desgraciadamente ocultan los indios este tesoro que conservan
sólo por tradición" (Tomo 4.°, pag. 108).

Luis Valcárcel, cariñoso investigador del pasado, en su precio


so libro "De, la Vida Incaica", intensas y sugerentes "captaciones
del espíritu que la animó", nos ofrece algunos bellos trozos de
"cantables" como este de "Las tejedoras:
"Ya amaneció. La luz se ha evaporado en el cielo y en la tierra.—
Debe estar contento el Creador. Debería estar contento yo: pei'O
quebrantado tengo el corazón: una tristeza tan grande, ay!... be
bo mis lágrimas al recordar las penas de mi vida. Perdí a mi ama
da, y no la puedo encontrar: buscándola estoy tantos días: por su
nombre la llamo y nadie me contesta. Es en vano (|ue camine por
cumbres y quebradas, por ríos y laderas. ¿Dónde estará, irisado pi
caflor que vas volando por los cielos con tus alas de oro?; abre ya
tu corazón, puedes acaso traer en él oculta a mi amada. ¡Olí, mu
jer!, día aciago en que te conocí y te amé: desde entonces, desde,
entonces, cual un ebrio, camino y camino tambaleándome, como
dando vueltas en tenebrosa noche".
Desolada nota en que contrasta la luz del amanecer esparcida
en Cielo y tierra, y las sombras que circundan al quebrantado co
razón del amante que perdió a su amada.
Y este otro cantar pastoril de Surij'-Surita:
A mi corazón le ordeno
que no ame
y el pobrecillo contesta
que no puede.

1ad1 del amor que hace


pesa notar Valcárcel, sobre
inexorablemente aquí seel expresa
corazón ladelfatali-
hom-
le. tuerza dominante, imperativo inevitable, mandato que se cumple
estrozando. Alma sensitiva el alma indígena, suyas fueron las sacu-
1 as y desgarros que expresaron los poetas líricos de todos los tiempos.
J'

— 325 —

Eu el capítulo "Paliques bibliográficos" de la Bevista Histó


rica, tomo X, entrega II, año 1936; el conocido historiador señor
Carlos A. Homero, nos ofrece unos Clamores ayacuchanos, en qui
chua y su correspondiente traducción, pertenecientes al folk-lore
sureño.— Los hace preceder de una nota explicativa.

Middeudorf, el gran investigador alemán, autor de, Dramatische


uncí Lyrische Dichtunger der Keshua-Sprache, ha recogido tam
bién varias poesías del interior del Perú. Traducidas del alemán al
castellano por Federico Schwab aparecen en Literatura Inca, volu
men 1.°, de la Biblioteca de Cultura Peruana. Casi todas correspon
den al género de las urpii es frecuente la alusión a la "paloma" in
grata que huyó dejando al amante desolado:

He perdido a mi paloma
y vagando la llamo en alta voz.

¿A dónde has volado?,


¿a quién me han dejado (para consolarme)?
Igual a una paloma con las alas cortadas
vagando moriré

La misma invocación a la naturaleza, de la que reclama piedad


y compasivo remedio, se escuchan en estos "yarahuis":

Neblina que ciñes los cerros, ten compasión,


¡has que pierda su camino y que vuelva a mí!
Middendorf reconoce que muchas de estas composiciones inge
nuas, "que tienen un carácter infantil", "parecen ser muy anti
guas; puede ser que algunas incluso remonten al tiempo incaico,
habiéndose conservado hasta la época actual gracias a la tradición
oral

En el mismo volumen antológico—Literatura Inca Jorge Ba-


sadre inserta varias composiciones folklóricas, en quichua y caste
llano, recopiladas personalmente en nuestro departamento del Cuz
co, y en Bolivia y Ecuador. La traducción al castellano ha sido he
cha por J. M. B. Farfán.

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„r»-- — 326 —

El folk-lore, hemos dicho, es un auxiliar poderoso y certero


para el estudio y conocimiento de la literatura peruana prehispáni-
ca y su valor es inmenso. Los cantos quicluias no c02isei*\'an, es cier
to, su pureza absoluta. La pureza es posible hallarla más íntegra
mente en los textos musicales; pero los poéticos han sufrido la in
fluencia española: se hallan con frecuencia mestizados. Aún dentro
de los reputados más puros por los d'Harcourt, casi siempre en
contramos intercalados renglones o palabras en castellano. Otros,
que se nos ofrecen enteramente en quichua, encierran ideas extra
ñas a la primitiva civilización: citas al Dios cristiano, al "cura" o
sacerdote, a la eucaristía etc.; o bien traen una terminología mixta:
español quichuizado o quichua españolizado:

Maraal'ay, tatal'ay
N egariwoptinmi
Caminoyi'ealman
Curakul 'arkani

Caminoyrealman
Curakul 'askaypim
Sepultural 'aypa
TViskur ra ul'uwanmi.

(d'Harcourt).
o más claramente., como en este otro:

manana ricurimuñacu
no vendrá más.

vepos e.stos que recuerdan a Poe; su doliente afirmación nos trae


a a memoria la martilladora frase de "El cuervo": Never more.

raciones ejemplos
idmmaticas podríamos
no restan citar otr.os.
autenticidad Pero esas
ni mérito a losincorpo
cantos
inc igenas. Ellas denotan, como lo han observado los d'Harcourt,
que el quichua se ha enriquecido al contacto con los elementos hispá-
nieos. De alh que los nativos perfeccionaran una forma que les era fa
miliar : la redondilla. Esta mezcla—si no se exagera, si no crece hasta
amenazar la existencia de idioma—no es un pi-oceso regresivo ni disol
vente, que acuse decadencia o muerte de la lengua; es, al contra
rio, un fenómeno vital que se ha observado y se observa en todas
as lenguas vivas. Enteramente sabido es cómo el español, rebasan-
0 su contenido originario ibero-greco-latino, ha crecido asimilan-
0 voces extranjeras, desde el árabe hasta el francés, el alemán y

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jjTT T rw- '_*• .V,.
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— 327 —
A-
el italiano. Y no cesa de enriquecerse, adoptando extranjerismos, no
obstante la impaciencia de los puristas y los esfuerzos de las Aca
demias. Y esto ocurre con todos los idiomas.
Entre nosotros, aún a través de los cantos mestizados es posi
ble, captar el alma indígena; y ésta se manifiesta quizá más clara,
más nítida, más fiel eu algunos. Afín en Melgar palpita el alma
apasionada .y dolorida del harctiivi. La ascendencia del yaraví está
enteramente definida.
Una labor metódica, como la de los d'Harcourt, pero empeño
sa, paciente .y perseverante, cosecharía con creces frutos preciosos.
Se impondría, a su lado, una labor discriminante, selectiva, previa
versación en el quichua y aptitud interpretativa del pensamiento y
del sentir de la raza. No puede hacerse con éxito una recopilación
de cantos indígenas si no se posee, si no se tiene un completo domi
nio del quichua, y si no se posee también un sentido artístico y crí
tico, sentido que sepa valorizar e interpretar, y que proceda canto
y verídico, sin demasiado apasionamiento y parcialidad, y sin exa
gerado rigor cientificista. Una actitud exagerada o una actitud ne
gativa serían igualmente funestas y nulas.

ESQUEMA FINAL

GENEROS LITERARIOS

La existencia de una literatura peruana prehispámoa queda so


bradamente demostrada por las informaciones de los cronistas,^ por
los fragmentos por ellos conservados—"astillas de un nautiagio
considerable", dice Markham—y por las recopilaciones folk-loricas
posteriores. Tan sólo nos resta trazar un esquema final.
El saldo obtenido es indiscutible y decisorio. Del examen de las
Crónicas hemos obtenido multitud de, datos, algunos ejemplos o
muestras de poemas y muchos nombres particulares de las compo
siciones. Hubo, pues, una Literatura auténtica, originalísima,
propia y muy peculiar del antiguo Perú; y lo bastante comple a, y
que en ella se encuentran todos los géneros literarios, los mi
que brevemente vamos a examinar. _ p- ,q
No nos hemos propuesto un plan didáctico. La tniali a p
guida en este ensajm ha sido, repetimos, demostrar, hasta on e -
posible, la existencia de una verdadera literatura incaica^, esen ru
ñar esa verdad discutida o negada, apoyándonos en las fuentes
24
con
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I •
— 328 —
que. se puede contar pai-a tal objeto. En consecuencia, al referirnos
a los géneros literarios ha de ser no para estudiarlos conforme a un
programa escolar o universitario; ha de ser tau sólo con esa orien
tación afirmativa que informa este trabajo, para señalar que los an
tiguos peruanos conocieron y cultivaron la épica, la lírica y la
dramática. Esto .se deduce innegablemente del examen de las Cró
nicas y se halla vigorosamente respaldado por la opinión de gran
des investigadores y comentaristas, como veremos oportunamente.
Pero no tan sólo permaneció eircunsci'ita la creación literaria
incaica a los tres géneros poéticos. Hay vestigios también de una
pro.sa variada; cuentos, apólogos, máximas, y una historia que fué
o que quiso ser fielmente conservada; y hasta se nos han trasmiti
do trozos de oratoria.

LA POESIA EPICA

Difícil o imposible precisar el punto inicial de la poesía; im


posible categorizar las primeras manife.staciones del alma indivi
dual. Versión objetiva o íntima expresión de los sentimientos del
ser, no importa; no es el caso discutir a cei'ca de este punto.
Los peruanos, es evidente, tuvieron una épica rica y remota.
Garcilaso, Betanzos, Calancha, Cieza, Cobo, Montesinos, Cabello
Balboa, Molina, Sarmiento y casi todos los cronistas—algunos con
cordantes—nos hablan de las muchas y diferentes tradiciones que
tenían los antiguos peruanos para explicar sus orígenes. Mitos cos
teños y mitos .serranos; fábulas cosmogónicas o tradiciones de inmi
grantes que vienen del Norte o del Sur; origen divino en unos ca
sos, procedencia extranjera en otros; lo cierto es que los indios tra
taban de explicar con cierta lógica histórica su pasado milenario, del
que guardaban memoria en sus cantos. Al respecto recordemos a
Montesinos, quien dice que los peruanos afirmaban que los prime
ros habitantes "vinieron por la vía de Chile, otros por los Andes,
otros por la Tierra Firme y Mar del Sur...." Y añade: "esto se
ob eit) y cantares antiguos de los indios", (pag. 5,
Más adelante reitera: "Ya se. dijo arriba cómo por estos tiem
pos eran infinitas las gentes que salían de Armenia a poblar el
mundo, .suceso que sirve para la claridad del siguiente y otros se
mejantes, porque del origen de estas gentes y aún de las extrañas
tmgen los poetas indios notables poesías, a la traza de los griegos y
latinos; pero siendo de fé que estos hombres proceden de Adán y
no fuer(m creados de por sí en esta tierra, camo dicen las poesías an-
ziguas, hemos de decir que los que vinieron fueron de Arme-
i"a...." (p4g. 9^

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— 329 —

Necesario es que incurramos en estas repeticiones.


Las palabras de iMontesinos son muy claras. Ellas acreditan
qiie los antiguos peruanos referían sus orígenes en forma de poe
mas. En la sierra, el mito de los hermanos Ayar, el más conocido y
generalizado; la Creación de Illatici; las tradiciones referentes a
la venida de migraciones andinas por el Norte o por el Sur, la apa
rición de gigantes y otros. En la costa, la primitiva pareja creada
por Paeliacamac, el mito de Vichama y las peripecias de la Eva pe
ruana, después de la muerte del varón, que cuenta Calaneha; la
llegada del hombre incorpóreo (el dios Con) que dice Gomara, o
las invasiones que vienen por el mar, como el arribo de Naymlap,
que refiere Cabello Balboa; constituyeron, sin duda, el motivo o
argumento de esas poesías que dice Montesinos. Estos cantos pri
mitivos, remotos, en que se mezclan la fantasía y lo nebuloso, po
drían considerarse como pertenecientes o formando un primer ci
clo, el ciclo mitico-cosmogójiico.
Tan remoto es, sin duda, el origen de estos primeros cantos
que aún se les atribuye un origen divino. Dice Molina que teniendo
noticias del diluvio, los indios asevei'aban que de este cataclismo
sólo se habían salvado en una caja de, tambor, un hombre y una
mujer, y que en "tierra Guanaco—a más de setenta leguas del
Cuzco—el Hacedor de todas las cosas empezó a hacer las gentes y
naciones que en esta tierra hay , y que a cada nación dió su
lengua que había de hablar y los cantos que había de cantar",
(pag. 6, ob. cit.). ¿Serían estos los himnos religiosos? Posiblemen
te. Pero también es posible que se refiera a esos cantos relativos a
mitos o fábulas que arrancan desde una razón cosmogónica.
Calaneha da noticia de "cantares" en que se conservaban las
tradiciones (pag. 41, t. I., ob. cit).—Gutiérrez de Santa Clara es
cribe también que los indios tenían "muchos cuentos y novelas fa
bulosas", "memorias y cantares" en los que explicaban su proce
dencia; que muchos de éstos comenzaban con la palabra nau'pa,
"que quiere decir en tiempo antiguo y pasado", (pag. 489, t. III>
ob. cit.).
Anello Oliva, en su obra citada, (Libro I, cap. 2) nos trasmite
la hermosa leyenda de Quitumbe, ei abuelo del Imperio, y m®
primeros hombres venidos a América, que desde las costas de Vene
zuela, a donde llegaron, se fueron extendiendo hasta llegar al Perú.
Largo relato probablemente tomado de un viejo poema aborigen,
de uno de esos viejos poemas de que nos habla Montesinos; poemas
mítico-legendarios con que los quipoeamayos encabezaban la histo
ria pomposa y deslumbradora del antiguo Perú. Se diría una
Eneida peruana, que tiene para nosotros un carácter singular: una
dilatada imidad de fondo, su concatenado argumento, su lógico y
T 'V

— 330 —

progresivo desarrollo que trata de conciliar fases o hipótesis sepa


radas, tendiendo a afirmar el origen único de los antiguos peína
nos. Hombres que viniendo del exterior, pasan por la costa—donde
quizás quedaron alguno.s—y llegan y se establecen en la sierra, con
Manco legendario y primer Inca.
No nos corresponde examinar la veracidad histórica de este re
lato, en el que Pachacamae aparece como un dios importado, al que
el bisabuelo de Manco, Quitumbe,—el fundador de Tumbes—, vi
niendo desde Sumpa (Santa Elena;, llega liasta el Eímac y funda
el templo de Pachacamae; relato en que se deja establecida la exis
tencia de muy antiguos habitantes—preincaicos—en la costa y en la
sierra; en el que se nos cuenta de Mamaota, capital anterior al Cuz
co, de Huyinstus, gran señor "de todo el mundo" y de Tivay Va-
naeu (Tiahuanaco), con .sus grandes edificios que asombraron a
Sinehi Roca. Sólo debemos decir que hay verdadero encanto en el
desarrollo de tal relato e interés en la trama: accidentado arribo de
extranjeros a la costa peruana, pasajes sobrenaturales, pronósticos,
episodios de amor e incidencias propias de un poema, que tal debe
haber sido.
Cabello Balboa, que nos trae varios mitos, como el de los her
manos Ayar y el de la trasformaeión de Atahualpa en serpiente,
para escapar de Huáscar, en la contienda fratricida, y que tam
bién informa de las noticias que tuvieron los peruanos a cerca del
diluvio; cuenta de la llegada de Naymlap, que viniendo por la ruta
del mar, desembarca y se establece en Lambayeque, donde funda
su dinastía, siendo éste el origen de los habitantes de los "llanos",
o sea de la costa.
Es este igualmente un bello episodio. Naymlap es un extranjero
inteligente y venturoso; llega acompañado de una corte espléndida,
en la que se destacan Pitazofi, su tocador de trompeta; Ninacolla,
el encargado de la litera; Ollopeopoc, que preparaba los baños del
jefe y de su esposa Ceterni; Xam, que cuidaba de las grasas y colo
res con que se, pintaban el i-ostro; LlapchiluUi, el tejedor de túni
cas y vestidos de plumas, etc.
^ El relato se extiende hasta el gobierno de Peefunpisan, que
leinaba aún cuando llegaron los españoles. Aunque muy resumido
o esquemético en el cronista, es presumible que haya sido el motivo
de otro poema épico.
La conocida fabula de los hermanos Ayar o de Paearitambo,
en la que hay amenidad y sencillez imaginativa, a la vez que un ex
traño sabor agreste y que, con algunas diferencias, la traen casi to
dos los croni.stas, deberá también ser incluida en este primer perío
do de la poesía épica del viejo Perú.
T' -'V

331 —

Además, casi todos los cronistas nos dan noticias de cantos


conmemoi'ativos, cantos en que se narraban, para gloria y perpe
tuación, los heelios notables de los Incas y de los grandes señores:
sus hazañas de guerra, sus victorias o vicisitudes, su labor admi
nistrativa, su carácter personal y sus virtudes o sus defectos.
Betanzos, Cabello Balboa y otros cronistas hablan de esa for
ma poética que podría decirse épica histórica. Kefiere el primero
cómo a la muerte de Viracocha Inca, su hijo y sucesor, Inca Vu-
Ijanqui, ordenó que se compusieran cautos que, a la vez que solem
nizaran los funerales del fallecido, rememorasen sus hechos nota
bles (pag. 196, ob. cit.).—Esta ordenanza imperial abre una nueva
fase literaria, particularmente en la épica; establece lo que, se pue
de llamar a oficialización de la epopeya. Desde entonces, y en lo
sucesivo, la epopeya no será ya obra particular y voluntaria, una
creación espontánea y de miciativa individual: será una obi'a na
cional, de interés colectivo o dinástico, cuya composición obedece
ría al mandato del soberano. Así limitada, es cierto, la libertad
creadora del artista, quedan, a la vez, descartada la arbitrariedad
y amenguada la fantasía. Los poemas debían ser la anotación de
hechos reales de la vida pública o cortesana, y no podían ser fal
seados o deformados. Parte principal del ceremonial de los empe
radores Incas, sus deudos y sucesores tendrían que ejercer sobre
los dichos poemas un evidente control crítico, ya quizás^ para el su
ministro de datos e informes para su composición o más aún para
la aprobación del "cantar" que habría de usarse en las celebracm-
nes respectivas.—Los poemas así nacidos, verdaderos cantares e
gesta, por el desarrollo e importancia que alcanzan, nierecen e
nombre de epopeyas nacionales y por su contenido histoiieo
comparables a los Anales de los pueblos antiguos.
Cabello Balboa corrobora también la aseveración de Betanzos.
Afirma que en los solemnes funerales que se. celebraron a la
te de Inga Yupanqui se "espidió orden por todas partes del mp
rio para que se honrara su memoria con cantos", en los que se, 1
ciera "mención de sus grandes hechos y los principales actos e
su reinado", (pág. 65, ob. cit). ^ f aa7
Acosta habla de romances que "contenían historia '
ob. cit.). Cieza de León, de, cantos fiínebres en que se veiaxaoan
"todas las cosas que sucedieron al muerto siendo \ ^
nica del Perú, pag. 416, Col. Historiadores Primitivos de n ,
t. II). Iguales informaciones traen Cobo, Las Casas, e e,
lancha, Morúa, en su respectivas crónicas. El mismo P. rriag ,
que, tanto menosprecio tuvo por los indios, anota que can a an as
alabanzas del difunto" (pag. 84, ob. cit.).
Pero, sobre todo, los indicados Betanzos, Cabello Balboa, y
f ■- • •■ s> : ■■ . . ■r\,i . >,,
>• •'

■/
— 332 —

Sarmiento de Gamboa son los que nos dan claras informaeiones res
pecto de esta nueva fase de la épica indígena, que alcanza su ofi
cialización. Con ella se inicia un segundo período épico que llama
remos histórica-lcgendario; período en que se conserva y refiere la
historia con fulgores de leyenda.
Betanzos mismo, dice el doctor Wie.sse (1), escribe en un len-
gua.je bárbaro y extraño, refiriendo las hazañas de Pacliacutec.
Fundadamente se presume que su narración sea la versión de los
relatos ¡ioéticos dados al cronista español por los indios quipoea-
mayos.—Se. ha reconocido en la Crónica de Sarmiento de Gamboa
igual carácter. Riva Agüero (2) e.seribe que el resumen castellano
de esos relatos poéticos componen los capítulos 11, 12, 13 y 14 de
la Historia General Indica. Hemos visto lo que dice Pietsehmaun (3)
re.specto del carácter épico de la obra de Sarmiento, no sólo en lo
"**d
■ i:* que se refiere a los acontecimientos guerreros sino también en lo
, ''r* relativo a la historia de la infancia de Yahuar-Huacae, narración
f ' <1^® considera (]ue ha tenido por modelo un cantar épico.
^'.1 • Cabello Balboa no ha hecho otra cosa que trazar una epopeya
alrededor de la personalidad legendaiúa de Mayta Capae y de las
• -Jr hazañas guerreras de Inca Yupanqui. Nos presenta a Mayta Ca-
I • como un personaje singular, como un príncipe extraordinaria-
> mente valeroso, con ciertos rasgos de crueldad. Dotado de gran
. ®^^'^ física, cuando juega con los jóvenes de Cuzco, los vence fá-
cilmente, les rompe los brazos y las piernas, y aún los mata. Divir-
>' / tiéndose un día con los hijos del Cacique de Allcay Vilcas, los hi-
j gravemente que, suscitó en el Cacique odio tremendo contra
!; ! los Incas, llegando a concebir la idea de hacer perecer al príncipe
. f y tratando de ejecutar este proyecto, que no se realiza : Mayta Capae,
J apercibido del plan, de una sola pedrada mata a dos de los maca-
■ comisionados. Como consecuencia, y siendo príncipe aún, expe-
; icmna contra los Allcay Vilcas y los vence, definitivamente en una
uc a mezclada de hechos singulares. Por fin, llegado al trono, rei
na en tranquilidad, siendo llamado "príncipe dulce y pacífico",
i Luego de comenzar la lectura de la crónica de Cabello Balboa
se .suscita la sensación de. epopeya. Muchos episodios son narrados
v'. orma que, más que hecho,s históricos, parecen narraciones le-
e erritorio de Cujm hazañas de Inca
Cajiac, hace, Yupanqui,
degollar a más que,
de vencedor en
cien mil in
dios; que, orgulloso de sus victorias, siendo príncipe todavía, se
(1) Civilizaciones Primitivas del Perú.
(?) 5^ Ustórico y artístico.
edición alemana de la Historia General Indica. Ver
pags. 305 a 307.

i. -í
y*"

333 —

atreve a arrebatar la corona de las sienes de su padre para colocar- f


las en las suyas propias; que hace asesinar a su hermano Inga Ur-
co, el heredero designado, con el fin de eliminarlo y, de ese modo,
sustituir a su padre; que manda degollar una inmensa cantidad
de niños, como sacrificios a los ídolos; que, luego, emprende guerras
victoriosas contra los Chancas, los Soras y otros; que manda ha
cer taml)ores con la piel de dos jefes Collas; que siempre trata a
los vencidos con refinada crueldad, y que, de regreso de sus enm-
pañas triunfales, entra al Cuzco con pompa sin ejemplo.
Toda la trama y desarrollo es de nn poema. En efecto, en esta
crónica hasta la enfonía de los nombres proporciona al relato la
sonoridad y la cadencia de una verdadera epopeya. Nos parece, es
tar leyendo un poema hindú, en el que se refieren acciones guerre
ras, mezcladas de fantasía y hechos míticos y sobrenaturales; o
bien, en la narración concatenada de cuadros guerreros, que si uno
termina es para que otro comience, nos parece que, al menos, se nos
dá noticia de otra Ilíada. .V ' '
Para corroboración, creemos hallar también otra Odisea en | \
la aventura marítima de Topa Inga Yupanqui, igualmente referida -j-r' -y
por Cabello Balboa. Este cuenta que Topa Inga Yuqanqui, después ':.U\,
de conquistar Quito, recorrió gran parte del territorio del Ecuador,
sometiendo muchas tribus, y llegó a Jipijapa y Apelope, donde sa
biendo que existía un puerto cercano, y deseoso de aumentar su
gloria, decidió llevar a cabo una expedición marítima, ya que des
de la altura de una montaña había divisado el mar, al que adoró
eomo a una divinidad y le llamó Mama-Cocha o sea Madre de los
lagos. ,. .
Esta avei;tura es una odisea americana, en que los expedicio
narios navegan algún tiempo por un mar desconocido y mmuen lan
muchas islas y vuelven cargados de tesoros. ''Los historiadores pe
ruanos pretenden—escribe Cabello Balboa—que ese
más de un año, y que el Inga descubrió en el Mar del Sur unas
las que, llaman Haguachumbi y Nmachumbi.... los indios cuen a
que el Inga llevó de esta expedición gran mimero de prisioneros cu
ya piel era negra, mucho oro y plata, un trono de cobre y pieles de
animales semejantes a los caballos", (pág. 51, ob. cit).
Odisea preparada, breve y triunfal la de Topa Yupanqui; vía
je perfectamente verosímil desde el punto de vista histórico, pues
está probado que los indios conocieron el arte de navegar, por o
que no hay duda que sus balsas se aventuraron en las tranqui as
aguas del Pacífico.
Las analogías que se apuntan—así como las tradiciones a cerca
del Diluvio, el mito deificatorio de la muerte de Naymlap, senae,-
jante a la leyenda de Eómulo, etc.—podrían empañar la autenti-

t• . ' '. -V ■ . )0
ñL
^-r—j 1 '

— 334 —

eidad de los relatos de las Crónicas, los que pudieran considerarse


como meras invenciones de los cronistas, inspirados en la fuente
religiosa o histórica del mundo antiguo, Pero hay que tener pre
sente que muchas tradiciones son comunes a todos los pueblos del
globo, denotando más bien cierto grado de desarrollo cultural, qui
zás cierto proceso idéntico en las fases fundamentales; todo lo .que,
a su vez, puede servir de índice para calificar su nivel dentro de
la valoración histórica.

!• /.

No cabe demostrar de modo más evidente la existencia de la


epopeya en el antiguo Perú. Podríamos concluir que la historia de
este pueblo fué una Historia Poetizada. A falta de textos están las
aseveraciones de casi todos los cronistas, quienes han escrito que
los indios referían sus orígenes y conservaban sus tradiciones en
forma de cantos. Bella historia debió haber sido, entre los contor
nos de un magno poema, poco artístico, sin duda, sencillo, sobrio,
.V pero vasto y frondoso, abarcando en sus ciclos escalonados el prin
cipio mítico-religioso de los orígenes y prosiguiendo hasta la cum
bre histórieo-rememorativa del reinado de los Incas.

Fuera de las grandes epopeyas nacionales existieron también


formas menores de la épica. Los pequeños mitos, las tradiciones lo
cales, en el primer período; luego, el haylli o canto de triunfo, que
t fué probablemente el más generalizado; los cantos de caza y algu
nos otros.
t ■ h*'
LIRICA

Antes de proseguir en el examen de este género, habremos de


reíerirnos^ al creador, al poeta. El harawi fué creación del haravec
que le dió su nombre. Este fué el poeta íntimo, personal, subjetivo.
e.spontaneo.
El amanta^ erudito, historiador, filósofo, sahio, fué el poeta
oficial, el poeta cortesano, el que tenía la obligación de cantar, el
qne debía cumplir una orden preestablecida y vigente del monar
ca; era el encargado de confeccionar los poemas o cantos conme
morativos, es decir, la historia o biografía épica de cada soberano
que fallecía. Era historiador y didacta. Su obra desarrollada den-
ro del marco de un deber, tendría que ser ajustada a ciertos pre
ceptos especie de cánones del fondo—tendría que estar sometida
^ 335 —

a un determinado desarrollo, siguiendo la veracidad de los liechos


ocurridos, el rigor de una realidad ajena. Era el cronista-poeta.
Su aporte se dirigía a la forma; era el versificador profesional, que
a fuer de familiaridad con las forinas versificadas, sería, sin duda,
poseedor de cierto arte, belleza y quizás elegancia, riqueza en el es
tilo y armonía en el fondo.
El amauta fué, pues, el perfeceionador de. la epopeya. El lia-
ravee o haravicua era, al contrai-io, como hemos dicho, el poeta per
sonal, "popular", si se quiere,—como lo llama Luis Alberto Sán
chez (1) i^ara oponerlo al amauta, poeta cortesano;—y más j)ropia-
mente, íntimo, subjetivo. El primero ejecutaba un mandato y así
componía un poema; el segundo sólo tenía qiie escuchar la voz de
su propio yo; su canto era espontáneo, musical, dolorido y nostálgi
co si contaba una pena, o alegre y festivo si lo dedicaba a un es
parcimiento.—Si el amauta fué el poeta épico, el haravee fué el
poeta lírico. Creación suya fueron los cantos de esta índole, algu
nos de los cuales se han conservado, trasmitidos por los cronistas, o
superviven hasta nuestros días en el folk-lore, al que han influen
ciado de, manera decisiva.

La lírica tuvo su expresión eminente en el liaratoi, tierno, sen


tido, añorante, hondo como una queja, atadamente rítmico como
las notas penetrantes de la quena pentafóuica. Del harawi deriva
el yaraví mestizo y republicano, música, típica de nuestra serranía,
forma propia y original de nuestra poesía lírica.
Semejantes al harawi o como una variedad de, ellos se pueden
indicar los urpi, poemas de amor, especie de romances muy típicos,
doloridos, ¡confidenciales, expresión de ensueños desvanecidos, de
ilusiones muertas, de amargas decepciones o de taladrantes ansie
dades del alma enamorada. , ..v^otrn
Cabello Balboa indica también los aymoray o cantos de mayo,
de carácter eglógico, que se cantaban en coros, con ocasion e a
seeha del maíz. ,. i•
Santa Cruz Pachacuti nos ha dado a conocer j^ellis^os uim-
nos religiosos (2), intensamente líricos, expresión de
divinidad, implorativos de ayuda y protección; p i.g|iQ
sin duda, han tenido antecedentes muy remotos. Tam len
Balboa nos habla de los himnos religiosos de octubie, ® ^ ,
remonial,.que se entonaban en los casos de sequía,
(1) Literatura peruana, t. I.
(2) Ver págs. 301 a 304.
25

11 - ^" ¡i ■ '
^.11/

oo'j

cerdotes "cantaliau im canto muy sentido, desconocido del públi


co", impetrando los auxilios de la divinidad.
Pacbaeuti y ]\Iolina nos dan los nombres de. varios cantos, al-
güno.s de los cuales deben haberse usado conjuntamente con danzas
del mismo nombre.
Acf'Sía. ¡Molina, iMorúa, Ondegardo, Iluamán Poma y, sobre todo,
Cobo nos hablan de ciertos cantos u.sadf)s en la.s faenas ai^rícolas: siem
bras, cosechas, etc., etc.: unos, acompasados y i-ítmicos, acompaña
ban los movimientos propios de la faena y se ejecutaban para ate
nuar la fatiga o, como cree Jiménez de la Espada, para concertar lo.s
e.sfuerzos y verificar el trabajo con aliorro de tiempo y de cansan
cio para los laijratlores. Otros cantos eran preces, dando gracias
por los frutos alcanzados o pidiendo el envío de elementos necesa
rios para la prosperidad de las siembras.
Arriaga, Cieza, Calancha, entre otros, y, principalmente, Las
Casas cuentan de cantos fúnebres, entonados por "endechaderas",
con ocasión del fallecimiento del Inca o de los grandes Señores.
_ Sarmiento de Gamboa nos ha trasmitido ese delicado cauto ele
giaco del Inca Pachacutee. Y Garcilaso nos ofrece dos bellas mues-
• ■ ti-as de cantos líricos. Trozos de. este género se encuentran igual- *
mente en el Ollanta.
Además, casi todf)s los cronistas nos cuentan de iaqvis, nombre
genérico de varios cantos y danzas u.sados en las difei'cntes festivi
dades. Dichos taquis, que eran cantos de regocijo, pueden conside
rarse como de un génei'o complejo no bien diferenciado aiin.
La lírica indígena tuvo, pues, un desai'rollo culminante. El ca
rácter sicológico de la raza—emotiva y creadora—evidencia la pre
ponderancia de. la producción de e,sta índole.
Además, si, como norma sociológica, "palabra y música nacen
juntas" y si "la música no es sino un calco sobre la palabra", co
mo ha escrito el doctor Guillermo Salinas Co.ssío, (1) culto maes-
tro de Historia del Arte, en nuestra Universidad de San Marcos,
incaica, que supervive aún—esa auténtica y pura moda-
idad lírica es la prueba más fehaciente del hondo lirismo abo-
iigerp rico, variado, pleno de alma y magnífica creación de arte.
• p. .? informaciones de. los cronistas y en un intento de cla-
siticaeion, podemos considerar la antigua poesía lírica peruana co-
, nio perfectamente distinguible en cinco grupos: poesía húnnica, de
carácter religioso, ceremonial, litúrgico; poesía elegiaca, propia de
tos actos fúnebres; poesía amorosa, apasionada, confesiva, íntima;
giicma comprendiendo los aymoray y demás cantos de cosecha o
siembra; y pastoral, propia de la ocupación consiguiente e inspirada
(1) Consideraciones sobre la lírica indígena. Mercurio Peruano, T. I, 1918.
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337 —

en la visión de la naturaleza y en la soledad del medio. Los taquis o


composiciones bailables, participando de elementos varios, y, be-
chas para ir nnidas a las danzas, no merecen gx'upo sei^arado.

En el género lírico la investigación posterior a los cronistas


ha recogido bellas manifestaciones poéticas del alma indígena.
Markham ofrece xni lindo canto agrícola, de notoria autentici
dad. Los d'Harcourt, en su precioso e interesante libro que hemos
citado, han reunido y clasificado diferentes cantos incaicos.
Middendorf en su Dramatische nnd LyriscJie DicliM^gen der Ees-
Jiita-Sprache (2) trae varias poesías del interior del país. Anehore-
na, en sii Gramútica Quechua; Vienrich, en Azucenas quechuas,
Alomías Robles, Jorge Basadre y José María Arguedas (3) con sus
valiosas colecciones se pueden citar entre las más interesantes re
copilaciones folk-lóricas y ejemplos de composiciones líricas de los
aborígenes peruanos. ^ i

Con el Cantar de Pachacutec y los primeros y pocos cantos lí


ricos recogidos y conservados por los cronistas, puede eonsidei'arse
inaugurado un tercer período, histórico propiamente dicho, ya que V
de él tenemos una razón bibliográfica exacta y una referencia tex
tual. Este período puede considerarse dividido en dos fases o eta
pas: xtna primera de disohioión artística y cultural, que sobreviene
en razón de la conquista, con el derrumbe del Imperio, y que sub
siste durante toda la Colonia; y una segunda de supervivencia o
resurrección folk-lórica, que subsigue a la emancipación y se conti
núa a través de la República, hasta nuestros días.

POESIA DRAMATICA

La poesía dramática, coronamiento y síntesis de la_ rama poéti


ca, fué también ampliamente cultivada entre los antiguos iierua-
nos. Hemos visto, por los testimonios de Ondegardo, Saraiento,
Pedro Pizarro y otros, que tenían "representaciones". Cieza nos
ha hablado de un teatro, muy bien adornado e instalado en la pla
za del Cuzco; Morúa refiere qxxe "cuando alguna vez se juntaban
en sus teatros era para oir la memoria de sus antepasados en las cua-
(2) Ver Literatura Inca, citada auteriormente. ;
(3) Obras cits.

■f
...
.''V. V-
— 33S —
les puesto que alguua cosa había de, que reír, ellos antes lloraban";
Santa Cruz Paehaeuti nos liacc, se diría, una reseña histórica
del teatro aborigen: nos refiere cómo al nacimiento de Viracocha
"inventaron representaciones de los farsantes", y nos dá los noim
bres: "llamadois añayíiaocu, haijachvco, llama-llama, hañamssi,
etc.": y Garcilaso nos dice que "no le.s faltó habilidad a los aman
tas,.... para coiiíponer comedias y ti'agedias" y nos hace la dis
tinción de los argumentos respectivos.
Para confirmación, como diamante oculto entre las astillas de
aquel naufragio, que dice Markham, flotando en el azai'oso mar del
tiempo, ha llegado hasta nosotros, invicto e intacto, el Ollai^ta, her
mosísimo di'ama, colindante con la tragedia.
El Ollanta. aunque de autenticidad disentida, es una de las
glorias más nobles y legítimas de la raza. Fuera del general Mitre,
único impugnador del drama, la crítica unánime lo ha reconocido
como genuinamente incaico, por lo menos en el fondo. No ha podi
do ser de otro modo. Las inconsistentes razones del comentarista
argentino se derrumban por sí mi.smas: hay al presente, ima am
plia y fehaciente documentación, negada por IMitre, (pie prueba
históricamente la existencia de la poesía dramática en la época
prehispánica, y aiin nos insinúa su evolución; farsas, comedias,
dramas y tragedias, progreso del género épico menor al género mayor.
El ambiente sicológico de la ('poca, en América al tiempo del descu
brimiento, no excluj'e la posibilidad moral—ni material—de la exis
tencia del drama. La floreciente cultura incaica, ante la cual expre
saron su asombro los mismos cronistas—Cieza, Jerez, Las Casas, co
mo hemos visto—con espléndidas manifestaciones artísticas e.n to
dos los aspectos, desde la arquitectura hasta la música, la p()csía y
las artes suntuarias, y con un sistema político y administrativo su
perior correlativamente al de los pueblos de Europa, no deja lugar
a duda respecto de la existencia de una dramática.
^ Por otra parte, la autoiiticidad, al menos relativa, del OlWHa
esta defendida o acreditada por la opinión de verdaderas autorida-
des c()mo Tschudi (1), Barranca (2), Markham (3), Pacheco Zega-
ira (4), Vicente Fidel López (5), Larrabure y Unánue (6), Riva-
Aguero (7) y Urteaga (8).
K

(4)■ Ollantai,
. -...-a,
(Jrama en vers (mechuas .Vdiijuuíi Petú, ApéiKlicc D.
temps des Incas. París, 1878. Ver
sión española de ISSíi.
(ñ) Les races Aryennes du Pérou.
(6) Monografías históricas.
/Q\ Prologo al
(8) histórico
OUanta,y edit.
artístico, pág. 40 a 48.
Gil, 1936.

J ■'
— 339 —

Poco o nada habría que decir después de la vigorosa y convin-


<?ente, argumentación de los citados críticos e liistoriadores, si no
fuera por una razón de método, a título de completar este esquenia.
No sólo la forma—en la que constantemente falta la sinalefa,
observa Pí hlargall, y se intercalan versos sueltos, sin rima—sino
el fondo, prueba la autenticidad del drama: ambiente enteramente
pagano, como apuntó Barranca; cierta discrepancia del drama con
las narraciones históricas de Garcilaso, que, advirtió Pacheco Ze-
G-arra: la inobservancia de las clásicas reglas o sea de las unidades
de acción, tiempo y lugar; la presencia de coros (giupos secunc
rios de danzantes que cantan y no elemento pi'incipal, como en
coros griegos) totalmente ajenos al teatro español, que no os
ne, y que fué peculariedad de las ceremonias entre los incas; un
sabor de primitivismo que lo satura totalmente, sencillez y yn e
za a la vez, e intenso lirismo, comparable al Sakúntala; es
Go más allá de, España; la propia anonomidad de la obra, caracte
rística de toda la poesía quichua, distinta a ^la tendencia i^ioderna,
más dispuesta a atribuirse obras ajenas (avin a incunir en p
g'ios) que a pasar ignorados en las brumas del anonimo, os
najes típicamente incaicos, inclusive Piqui Chaqui, indie,ci o P
picaz, innatamente agudo, expresión propia de la vena indigent,
distinto del gracioso español, que fué creación de proposito, imi
_ _ _ m • rt 1 CJ ÍIP.Í'.IOII
del hnfo cortesano; los escenarios en que se desarrolla la
exactamente de acuerdo con la toponimia del país; y por u imo
formas arcaicas y ya en completo desuso, como anc^a i ai _
y las expresiones idiomáticas (tales como las palabras ® ^
iiui cuando alude a sus acciones, que relaciona 'r®"
mi, piedra), esos juegos de palabras que son in .
nunca hubieran podido componerse i-"-
pm- un e^
nunca nuDierau pociuio coiupuu^L^<= ^ +vadición in-
- +vf.rbeión in-
quien escribe en su propio idioma. Hay, ademas. -prudito del
dígena, que,
dígena, que, publico
publicó D. Manuel Pjilacios en ^el x;ferente a la suble-
^clei
Cuzco, en sus números 6, 7 y o, auo tie roo . minu-
Taci,-.n ele Olla.,ta y a la lideliclad de R«,n.nal,.t. i trad 0.0.1^
eiosísima, en la que se dan detalles tácticos de ^ aboríge-
una serie pormenorizada, de hechos y nombres 5^'^ drama que
nes podían conocer y que están en concordancia
nos ocupa. , „„„ vaidpz Pi v Mar-
Respecto de la paternidad atribuida ® ' "oue un sacerdo-
gall hace una atinada observación: no es l borrar de la me-
te espai'iol y c.itólico, ciiaiidi; mas se ^ reonerclos, fuera
luoria de los americauos (a ongm.es) los
a escoger por asunto de su tiageam, j' <-<=

(1) Ollanta, aii ancieiit Inca Drama.

V*'

j '' ''
— 340 —

ponía escribir en el idioma de los indígenas, los amores de dos pa


ganos. Menos lo era aún que en composición de tan grandes pro
porciones no dejase entrever a pesar suyo sus creencias religio
sas". (1) Análogas observaciones también contiene ]Markham.^
Areche prohibiendo la representación de dratuus indígenas,
con motivo de la sublevación de Tnpac Amarn, nos dá otra prue
ba: esa prohibición no hubiera tenido razón de ser si no se hubiese
acostumbrado dar esas representaciones de obras exclusivamente
indígenas, capaces de revivir el abiia nacional aborigen con peligro
r de la estabilidad o seguridad del Virreinato español.
Middendorf, (2) erudito alemán, se muestra escéptico respec
to de. la autenticidad del drama; rebate a Paclieco Zegarra, de quien
dice que "no ha comprobado" que dicha obra haya sido compues
to en tiempo de los incas, concluyendo que la leyenda es propia de
esta época, aunque el drama puede haber sido escrito hacia el si
glo XVIII. Admite, sin embargo que "esta versión no ha sido la
primera y original", ".sino que está basada en una obra anterior".
Ricardo Rojas en su amplio y exhaustivo estudio sobre, el
Ollanta (3), considera como posible—o más bien evidente—^la exis
tencia de Un mito primitivo y telúrico en el "ambiente de la Amé
rica legendaria", mito heroico, del que como creación estético-reli
giosa, pudo surgir la tragedia o drama, que sería así la "repre.sen-
tación artística del mito" tradicional. Distingue dos partes en el
argumento: la una auténtica, que coincide con la tradición oral; y
la_ otra (apócrifa, diríamos) incorporada en la época colonial con
miras determinadamente, interesadas. En consecuencia, advierte en
"Texto quichua" un carácter de "hibridez", en el que encuen
tra situaciones heterogéneas" "suturas" "mal unida.s por nn
arreglador colonial" y le choca "su desenlace inverosímil". No obs
tante, reconoce que no es una simple comedia de capa y espada; ni
D^i, Cuillor, una protagonista a la manera de las de Lope; ni la
obra, un poema de octosílabo.s al modo español; ni los personajes, los
el melodrama europeo; ni la forma, retórica con imágenes ajenas.
en cuanto a la técnica, le a.signa más bien similitudes con el tea-
ro asiático, aún con el moderno de Tagore. Es decii* le reconoce un
innegable y manifiesto exotismo, con lo que, el mismo eminente críti
co aporta, sin proponérselo, una razón más—y muy sólida—en favor
de la autenticidad de la obra.

nn 400-1.
^i Drama der Keslniaspraehc.—Literatura Inca, pág. 254.
sa" 1 sobre el Ollanta, "La Nación" de Buenos Aires, y "La Pren-
ArtípiU junio; 4, 11, 18 y 25 de julio, y 1.° do agosto de 1937.
"TTn reunidos y publicados
e los Andes". Editorialdespués
Losada. en un volumen
Buenos con el título do
Aires, 1939.

i '^ I ■
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— 341 —

En nuestro concepto, los vacíos, irregularidades y omisiones


■de la obra denotan la sencillez del compositor autóctono, ajeno a
•toda cultura literaria, por lo mismo, sin "perspectiva", sin "maes
tría", sin cultivadas—o geniales—dotes para afrontar todas las si
tuaciones e incorporar acentuados elementos sociológicos en la tra
ma, cuyo colorido, sin embargo, no deja de, percibirse. si se in-
A'ocan ias palabras de Lichtenlierger, (1) qne verdadero
precepto litei'ario, puede repetirse lo que ba dicho Bandín perti
nente. al antiguo Perú: "¿Cómo se puede decir que el espíritu bu-
mano se desarrolla en, todos los lugares en la misnm dirección y de
be fatalmente evolucionar ele la miínna macera? El Imperio Incai
co no podría ser comparado a ninguna de las grandes civilización
del antiguo mundo. La admirable, historia de los Incas no pue e e
ney ya continuación". (2). ¿nnri
No queremos decir que el drama haya sido escrito^ en P
prehispániea. Conservado en su forma oral o como pieza
table. su redacción caligráfica no podía haberse_ hecho 1 ei .
exactamente conforme al que llamaremos texto indígena. Pieza orai
o escenificada, tuvo que sufrir el necesario acomodo pero lu u
bleinente "sobre la base de un drama incaico", como ha escrjx
Eiva Agüero, y como lo admiten Middendorf y el mismo pio
argentino. ^
Por lo demás, algún término alterado, algún aspecto que pue
de dar lugar a objeciones, debe considerarse como defectos del co
pista o necesidad ineludible de la redacción: vertir
cimas e.n el molde de nuestras letras latinas debió sei 1 * ./ j
00 Zegarra inventó un alfabeto especial para la mejor ^^P'^ oimnrvs
los sonidcs quichuas. Aún al presente se ha llegado a P™P®j^ pnnmle-
nnevos para la fiel expresión de ellos, y no hay un ac ,
to respecto al uso de las letras latinas como corresponc 1 1
fonemas quichuas. , ia
En resumen, creemos encontrar mas o menos _
opinión de los críticos, aún de los más severos (excepción ^
tre), al considerar una tradición o leyenda básica y una o la
presentable, redactada por copistas españoles o mes'tizos .®^P" , 1
la conquista. De este modo, con su fondo indiscutible e 1 -
mente indígena (no sólo hecho de tradición sino m
representación", sea del mito, o sea de un argumen o ^ ¿g
Ollanta constituye la más preciosa gema de la riqueza esp
la raza.

(1) Cit. por Rojas.


(2) Ob. cit.

Hi •ifrirtiÉYiiT 'iTiI'Ai
A# 7' "■ - * • , »

yr

— 342 —

Después del Ollanta, las demás obras dramáticas que se citan^


—JJscar Faucar, (1) El hijo pródigo. El pobre más rico, AtaJiualpay
(2) etc.—han recibido la evidente influencia hispana o son de autores
me.stizos y, en consecuencia, de una impoxi.ancia menor dentro del es
tudio de una Literatura Incaica.
Estas obra.s, en nuestro concepto, constituyen una literatura
de transición entre la incaica y la peruana actual.
PROSA

Pero no fué solamente la poesía el único género cultivado eu


el antiguo Perú. Restos de prosa, considerable como perteimcien-
te a la didáctica, los tenemos en las máximas o "dichos" de Pacha-
cutec, que de Blas Valera, nos ha trasmitido Garcilaso. En ellos
se muestra el esioíritu reflexivo y la tendencia moraiizadoi-a del
Inca. Nuevo Carlomagno se ha llamado a Pachacutec, por sus con
quistas y sus liazañas guerreras. Nuevo Marco Aurelio no sena
atrevido llamarle, por haberse revelado como gran pensador entre
los Incas.
Estas máximas permiten el poder hablar de una literatura
entre los Incas: pxie.sto que no fué solamente la poesía el único
género cultivado. Con las máximas, indiscutiblemente auténticas,
y con los esbozos oratorios que nos han trasmitido varios cronis
tas: Cabello Balboa, Montesinos, íáanta Cruz Pachacuti, etc., se
cierra y completa el cielo de los tres géneros literarios.
Varios cronistas ponen en boca de los Incas lai'gos discur
sos, aunque en opinión de algunos inve.stigadores, ellos no mere
cen fé. Sin embargo, Lorente (3) cree que la oratoria fué también
cultivada con éxito, por los frecuentes discursos que usaban los In
cas en sus fiestas. Debieron también usarse arengas militares en
las expediciones y conquistas.
La prosa, además, está representada por las numerosas fá
bulas y los cuentos. La "historieta encantadora" de Acoya Napa
y Chuquillantu, que la trae el P. Morúa, y el episodio amoroso de
Quilaco y Curi Cuyllor, que la ofrece Cabello Balboa, (4) más que
cuentos, bien pueden ser considerados como hermosas novelas cor-
tas. Con razón dijo Vicente Fidel López, refiriéndose a la literatura
(1) Una magnífica traducción del TIsca Paucar, la primera directa del
quechua al castellano, ha sido heclia por Carinen Rosa Scarneo. Presentada al
Congreso de Americanistas, reunido en Lima en 1939, dicha traducción me
reció el más franco aplauso por su acierto y fidelida<l.
(2) Jorge Basadre hace un breve examen de estas obras en su meritorio
trabajo. En tomo a la literatura Quecliua. Sphink, Nos. 4-5, 1939.
(3) Historia Antigua del Perú.
(4) Anota Markham que esta romántica leyenda le fué contada a Balboa
por Mateo Yupanqui Inca, miembro de la realeza peruana y residente en Quito_

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343 —

incaica, qne "todos los géneros fueron conocidos, desde la novela


Iiasta el drama y el poema épico de vastas proporciones".
Gloria grande y cierta es, pues, para el antiguo Perú haber
poseído una verdadera Literatura, integral en sus géneros y lo
bastante elevada hasta poder considerársela casi perfecta en al
gunas composiciones.

CARACTER Y CONTENIDO DE LA LITERATURA INCAICA

Durante el curso de este trabajo hemos expresado algunos con


ceptos respecto al carácter de la literatura incaica, punto que como
conclusión debemos tratar.
Fuerza en la épica, emoción en la lírica, vividez e intensidad
que llega a la grandeza en la dramática; son las notas predomi i-

nantes, esenciales y distintivas en la literatura incaica. Realidad


y fantasía, ingenuidad y sentimiento, notoria predisposición li
teraria y hasta cierto grado de buen gusto para perfeccionar la
forma: fina intención, agudeza en el decir, lucimiento para captar
sensaciones y crear imágenes; nada faltó a esta literatura magní
fica y desdeñada, y caída en el olvido. Quizás no pueda ser clasi
ficada entre las primeras, pero no merece tampoco ser negada.
Tiene de común con otras literaturas, el vuelo artístico, el nivel
de mensurabilidad, la categoría del conjunto; pero tiene de pro
pia, de originalísima y de muy suya el espíritu, el alma que la
anima y por esto, también ciertas formas que la singularizan.
Son enteramente originales estas composiciones que nos ofrece
Anchorena en su Gramática Quechua:
MALLQUIPAK
(A la planta)
Bella planta, árbol frondoso
Cuya sombra me acogió.
Triunfo!
Tu supiste abrir tus brazos
A nuestra generación
Triunfo!
Triunfo, querida planta, triunfo!
Tú abandonando tus raíces,
Llevas tu hermoso verdor.
Triunfo!
A dar sombra al trono excelso
Donde descansa el Señor.
Triunfo I
Triunfo, querida planta, triunfo!
20

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Tliflif M Jlil I I Ítí
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— 344 —

YARKAPAK

(A la acequia)

Acequia dilatada
Cuyo terso plano.
Pisad!
Llevará sus aguas
A nuestros senibrados,
Pisad!
>
Pisadle con fuerza, pisad!
Repisad con fuerza, pisad!
Por tí han de tener
Las plantas su flor;
Pisad!
. Sus hermosos frutos.
Su propagación
Pisad!
Pisadle con fuerza, pisad!
Repisad con fuerza, pisad!
Fuerte lirismo, simplicidad y novedad tienen estos versos, que
con algunos otros de las misma colección, como este otro cantar
pastoril:

HUACCATAQUI
(Cantar pastoril)
Oh res tan blanca como la nieve
Que hice pacer en la pradera.
Cuando tierna llevé en mis brazos,
uando crecida seguí de cerca.
Do la divisa de bella cinta
Multicolor será para ella.
Qne sus pendientes sean en borlas
e ambas orejas cual delantera.

autenticidad innegable, y una característica inconfun-


agreste, un tanto exótico; franca expontaneidad e ins
piración naturalista.

Tn "lo^iela
eratura, arte sobrees,la por
supremo, vida" ha dicholaRomain
excelencia, más fielRolland.
expre-

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— 345 —

sión del ser. Taine (1) tuvo i'azón al hablar de los factores in
fluyentes en la producción literaria.
En el Perú de los Incas, la literatura, plasmada por esa raza
compleja en su sicología, como compleja su historia, y en un medio
múltiple y antitético, brota singular y genuina, honda y señera.
En la épica hay vuelo de la fantasía, orgullo de engrandecer
los hechos y decorarlos con caracteres excepcionales. En la lírica
hay profundidad emotiva, AÚbraciones, a veces contenidas y a
veces manifiestas del alma desolada:

nacido
ah!
en medio de una bruma
semejante al chaparrón para llover
ah!
semejante a la nube para rodar

de puerta en puerta para andar


ay!
como la pluma en el aire iay!
(D'Harcourt)

o encendida de pasión que la torna suplicante:


no me arrojes fuera,
porque soy un desgraciado.
Padre Sol, madre Luna,
bien lo veis
que yo vierto lágrimas de sangre.
(D 'Hareourt)

suplicante, a veces no sólo con el ser amado sino con las divini
dades o con la naturaleza divinizada:

Sol, luna,
dadme vuestra luz;
Sol, luna,
dadme vuestro calor;
Estrellas, estrellas,
dadme vuestros rayos;
Estrellas, estrellas, _ „ oTnoda
que yo vuelva a hallar a m.

(1) Historia de la Literatura inglesa.


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— 346 —
Por eso, han escrito los D'Hareourt que a la violencia de los
hijos de Castilla, el indio opone la resignación, dejará correr sus
lágrimas, así sean de sangre; pondrá a la naturaleza como testi
go de sus dolores y le demandará ayuda y protección. Le pedirá
al sauce ocultarle bajo su sombra y a la nube envolverle u oscu
recer la ruta del vagabundo.
Amor a la naturaleza, confidencia con ella, comunión con el
cosmos. Vehemencia que inspira felices metáforas, .sumisa actitud
resignada y doliente, en ocasiones; notas desgarradoras, vertidas
desde el fondo del alma desolada, otras veces.
^n de mayor pureza, se diría de una verdadera diafanidad
lírica, los trozos trasmitidos por Garcilaso e intercalados en el
Ollanta. Acentos de Job, dice Lorente (1), capaces de arrancar
lágrimas al hombre más insensible.
En una alusión al carácter general de la lírica ha escrito Riva
Agüero estas frases que pueden considerarse una certera defini
ción: "Poesía blanda, casta y dolorida, de candoroso hechizo y bu
cólica suavidad, ensombrecida de pronto por arranques de la más
trágica, desesperación. (2).
Y respecto del Ollanta escribió el articulista del antiguo Mercu
rio Peruano que este país "salvaje y recién conquistado, aún en el
tiempo de la barbarie producía quizás modelos a Racine y a Voltai-
re" (3). Y el Dr. Urteaga dice que "habla tan alto del espíritu de
las sociedades del imperio incaico" que sin conocer su origen pu
diera "ser atribuido a un talento tan acabado como el de Corneille,
o a un maestro en oponer las situaciones más encontradas, pero
K ■••>■"•■
naturales como a Planto" (4).

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^ Por los datos obtenidos en las fuentes podemos conocer, ade-
mas, el contenido de la literatura del antiguo Perú.
Este, conforme a la común evolución mental de todos los gru
pos sociales, estuvo constituido en un principio por los factores re
ligiosos e históricos. Los peruanos, "como todos los pueblos del glo
bo, cantaron a su dioses y a sus héroes". Pero antes aún que surgie
ra la leyenda en la que se transforma la tradición, cuando así lo
exigen los intereses políticos o religiosos de una clase social prepon
derante (5) los aborígenes conservaron un recuerdo de su pasado
inmemorial. Fábulas y mitos de carácter cosmogónico o antropogó-

^9^ Civilización Peruana.


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(o) Tomo IV.Iiistónco y artístico.
Ollanta, ed. de 1936.
(5) Van Gennop.—Cómo nacen las leyendas.

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— 347 —

nico, fueron el punto de partida de la poesía del antiguo Perú. El


origen de los habitantes de la costa o de la sierra, dioses que apare
cen omnipotentes, creadores, que luchan a veces y aniquilan las
creaciones del menos poderoso y las reemplazan con las suyas pro
pias; que son temibles y destructores, o dulces y bondadosos; que
descienden hasta los hombres, qne se les aparecen y dialogan con
ellos. Gigantes venidos no se sabe de dónde, feroces, crueles, extra
ños. Humanidades transformadas en simios o en piedras. Cataclis
mos asoladores: diluvio, pestes, lluvias de fuego, que cayeron como
formidable flagelo de las divinidades enconadas o resentidas; haza
ñas portentosas de héroes epónimos (1). Todo esto ha sido la trama
y el asunto de la primitiva épica perdida entre los escombros de
una civilización derrumbada.
Y junto con estos elementos los otros varios motivos que cons
tituyen el alma de la poesía: los hechos históricos y sociales: las
guerras, las faenas agrícolas, el culto a los dioses, las fiestas pú
blicas o domésticas; y también la fuente mágica y sonora, inex
hausta y sutil de la propia inspiración lírica; el ritmo eterno y
universal del corazón, expresando sus quejas, sus anhelos, sus cui
tas, o a veces sus goces.
Tal ha sido el rico y precioso contenido de la Literatui'a in
caica. Tales han sido los múltiples motivos que inspiraron a los
poetas de ese extinto pretéiúto; motivos que recorren la polari
dad de idea y sentimiento. Cantaron el odio y el amor, la alegría
y la tristeza, la paz y la guerra, la soledad y el hogar. "Han can
tado todas las otras bellezas del mundo—dice Varcárcel—.El
agua, la brisa, el follaje, la flores, la montaña, las nubes, la llu
via, las cumbres, la nieve, los ríos, los lagos, la tierra, la luna,
las estrellas, la noche, el sol.—En su panteísmo naturalista ape
nas si hay cosas feas o despreciables".

¿Qué queda de todo ese espíritu artístico de la raza y de toda


esa rica literatura? Restos dispersos como jirones de nubes que
flotan difusas, y se arrancan y el viento lleva al azar.
Hoy el indio ni recuerda siquiera lo que ha sido.
Pocos, muy pocos, cada vez más pocos, conservan alguna tradición
desmenuzada y empequeñecida. Son los viejos, los abuelos, los que
aman su terruño, los pobres rezagados que adoran en su choza.
(1) En la revista Inca, Abril-Junio, 1923, el Dr. Tello da razón de un
prospecto de Anchorena, La K'ipola, publicado en Londres, en 1827, en el
que se cuenta de unos quipus conteniendo narraciones fabulosas referentes
a América y el Perú, que más que historia pueden considerarse poemas.
(2) Ob. cit.

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'1
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— 348 —
en sus llamas, en sus punas, en sus nieves. Los demás, atraídos por
la ciudad, abandonan su lar, descienden a la urbe, se precipitan
en sus fauces que los traga y transfigura: son empleados, nego
ciantes, vendedores, sirvientes, mozos de hotel, barredores, solda
dos, choferes.
El prosaísmo de la vida los ha vencido. La civilización los ha
impuesto urgencias de inmediato materialismo. Apenas si guardan,
A \ ^ y de vez en cuando repiten—mientras todavía no se adaptan,
algún yaraví doliente o un huainito cadencioso e insinuante. Pero.,
concluyen por olvidarlo y por olvidar su propia lengua.
El Cancionero limeño les brinda tangos y valse.s, rumbas y pasi
llos que cada día, entre las mil trasmisiones, les ofrece la radio.

.♦ •
é Raza de luminosa historia, al presente corresponde un deber:
velar por el pasado. Somos depositarios de ese cofre maravilloso,
no bien descubierto todavía. Con la mirada atenta y la mano cau
ta, con fervor en el espíritu y simpatía en el corazón, ahondemos
la búsqueda de_ secretos tesoros, ocultos aún, en lo recóndito de
ese fondo inmensurable.

.^
y- \ ^ S'
.% . * *•

— 349

• «

INDICE

PARA UNA ANTOLOGIA DE LA LITERATURA INCAICA

Este INDICE, que no es completo y que


admite o espera rectificaciones, aspira a ser
el cuadro sinóptico de un ensayo de clasifi
cación y ordenación de la Literatura Incai
ca; factible de llevar a cabo a base de una
reconstrucción, hasta lo posible, de los poe
mas indígenas, según las narraciones de los
cronistas, apuntación de las fábulas, que se
presumen esbozos de poemas, y transcripción
de los fragmentos trasmitidos en las crónicas
o recogidos del folk-lore, en nuestros días.
Largo estudio, detenida confrontación y pro
fundo conocimiento del idioma se requieren
para esclarecer el verdadero carácter de al
gunas composiciones poéticas enunciadas
por los cronistas; pues con frecuencia hay
notables discrepancias entre ellos, discrepan
cias que a veces son sólo de redacción y
otras, de fondo. Siguiendo a Garcilaso, gene
ralmente se reconoce en el haravec o hara-
vicus al poeta lírico, mientras que el amauta
encarna o representa al poeta épico. Para
Calancha, Cobo y Morúa el "arabicus" (el
poema), ""'arabi" o "arabice" es el canto his
tórico, que refiere hechos pasados. Para Ca
lancha, en el arabicus se expresan "histo
rias, guerras y amores"; para Cobo el "ara-
bi" era el canto de regocijo y alegría, y,
a la vez, en él se "referían hazañas y de
cían loores al Inca" o con él se "traía el
maíz de la cosecha". Para Molina el "araui"
es también un canto de cosecha. Para Mo
rúa el "haravi" y el haylli eran idénticos,
que se repetían a "modo de chanzoneta" ini
ciado por uno de los cantores y coreado por
los otros. Además, Santa Cruz Pachacuti nos
da una serie de nombres de composiciones
cuyo carácter no nos es posible precisar con
exactitud.

-A
f.

«.

— 350 —
Este INDICE, no es completo, repeti
mos, ni puede serlo, ni guarda tampoco un
estricto orden cronológico, imposible do guar
dar nos parece; estíi esbozado miis bien te
niendo en cuenta la naturaleza de las crea
ciones literarias o que pueden reputarse ta
les. Un riguroso orden cronológico, aun
que deseable, no es posible seguir, dada la
imposibilidad de situar en el tiempo la apa
9.
4
rición de un canto o el proceso de un géne
ro. Verificamos la ubicación y caracteriza
ción sólo aproximadamente. La división da
la Literatura incaica en tres períodos que
hemos hecho, tampoco está a base de una
delimitación precisa. Dentro del período histó-
rico-Iegendario consideramos las epopeyas de
los Incas not.ablcs, la historia legendaria de
los personajes históricos, que no la conoce
mos sino de la que tenemos noticia de no
ticias.
En el período histórico propiamente dicho
consideramos todo lo que los cronistas vie
ron u oyeron por sí y todo lo poco que pu
dieron recoger y transmitir. El cantar de
Pachacutec, aunque no fui oído por los cro
nistas de boca del mismo Inca, lo incluímos
en este período porque ya tenemos el texto
de 61.
El episodio de Quilaco y Curicuillor lo
consideramos también aquí por rcferii-sc a
una época de fin del Imperio, cuando la lu
cha entre Huáscar y Atahualpa.
Quede, pues, este esbozo al menos como
un propósito.

PERIODO MITICO-COSMOGONICO
(Desde los orígenes hasta el establecimiento del Imperio)
POESIA EPICA

Mitos costeños:
Primeras tradiciones: teogonias, cosmogonías, antropogonías.
Creación o Los primeros pobladores de la costa
{ traída por Calancha).—Co7i o el Hombre incorpóreo (relato
P^ara). Pachacamac.—Su lucha con el dios Con.—Sucesivas
creaciones.

*••
i ■ ' íL r- V • V
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— 351 —

El Diluvio (noticias de varios cronistas).


Naymlap y su dinastía (relato de Cabello Balboa).
Mitos serranos o serrano-costeños:
Las grandes leyendas: Qititumbe, o El abuelo del Imperio (na
rración de Catari, traida por Oliva).—Facaritambo o La Leyenda de
los hermanos Ayar (conforme a varios cronistas).
Epica Menor.—Los pequeños mitos.—Tradiciones locales.

POESIA LIRICA

Poesía religiosa:—Primitivos himnos: la plegaria de la primera


mujer (Fábula de Calancha).—El himno de Manco Capac.—^Prime
ras oraciones.
Vaguedad e imprecisión de otros géneros líricos.

PERIODO HISTORICO - LEGENDARIO

(Desde el establecimiento del imperio hasta la llegada de los


españoles
POESIA EPICA

La oficialización de la epopeya.—La historia conservada y refe


rida en poemas.—Manco Capac, primer Inca (esbozo de su historia
conforme a la orden dada por Pachacutec).
Las grandes biografías históricas.—Las epopeyas de cada Inca:
Las hazañas de Mayta Capac (según el texto de Cabello Balboa.—
Las hazañas de Inca Yupanqui (según el mismo cronista).—Inca
Roca, el enviado divino (según Montesinos).—Viracocha (segim
Montesinos y otros).—Mamacocha o la aventurera merítima de To
pa Inga Yupanqui) (según el relato de Cabello Balboa).—Yahuar-
Huacac (según Sarmiento y otros cronistas).—La epopeya de Pa
chacutec (según Betanzos y Sanniento de (Gamboa).
Epica menor.—Los cantos de triunfos o haylUs.—Los cantos
de caza. Danzas y cantos no bien diferenciados aún.
Aparición del cuento.—Los primitivos cuentos de entretenimien
to (según noticia de Morúa).—Progreso de este género. La Ficción
de Acoy-Trapa o Acoya Napa.
POESIA LIRICA

Poesía hímnica.—Diversos himnos religiosos (noticias de Cabello


Balboa).—Los himnos traídos por Santa Cruz Pachacuti.
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f

— 352 —

Poesía elegiaca.—Los cantos funerarios.—"Las endechaderas"


(información de Las Casas).
Poesía amorosa.—Los harawis.—Progresos del género.
Poesía agrícola y pastoril.—^Los cantos de cosecha.—Los ay- <''1

moray.

f
Diversos géneros poéticos (según la relación de Santa Cruz Pü-
.♦ chacuti).
4-^ POESIA DRAMATICA
.p
Apai'ición del género.—Primitivas danzas y representaciones no
bien diferenciadas.—Intima conexión de poesía y música (noticia
de varios cronistas).—Invención de los farzantes (según Santa Cruz
Pachacuti).—Diversos géneros teatrales.—Progreso y diferenciación
del teatro.—Su carácter histórico.
El teatro del Cuzco (según Cieza).

PERIODO HISTORICO PROPIAMENTE DICHO }

I ,
PRIMERA PASE

(Desde la conquista hasta la emancipación)


POESIA EPICA

Decadencia de la épica.—Borrosas informaciones recogidas por


los cronistas y ninguna nueva creación.
Algunos cantos de este género insertos en la Crónica de Guarnan
^ i-H Poma.
El cuento y la novela corta.—El episodio de Quilaco y Curicui-
llor (según Cabello Balboa).

POESIA LIRICA

Subsistencia de la lírica,—Poesía elegiaca: El Cantar de Pacha-


cutec.
• Poesías agrícolas, pastoriles, amorosas.
cantos de la Crónica de Guamán Poma.
Pracmentos trasmitidos por Garcilaso.—El Suniac Ñusta, etc.
Otros fracmentos.—El "halmay" o canto de cosecha (Cobo).

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— 353 —
.• « V
POESIA DRAMATICA

Decadencia del teatro.—Prohibición de representaciones o pie


zas teatrales indígenas, por el Visitador Areclie.
GENEROS EN PROSA

Las viíixhiws de Pachacrdcc, recogidas por Blas Valera.


Pracmentos de oratoria (Cabello Balboa, Santa Cruz Pachacuti,
etc.). -

V .
SEGUNDA FASE

(Desde la iniciación de la República hasta nuestros días)


lA EPICA

Ausencia de poemas épicos.


Los apólogos.—Los cuentos.—Los "juegos" (colección de Vieu- . • " . ■
rich y otros). v ■
Supervivencia y riqueza folk-lórica. . .
LA URICA

Resurrección lírica.—El yaraví.—Su íntima conexión con la mú


sica.—Su influencia sobre nuestra literatura republicana.—Melgar
o la prolongación del espíritu indígena.
V
Pureza y mestización poética.—Diversidad de géneros supemú-
vientes.
La coleccióu de Justiiiiaiii o los "Veinte antiguos cantos ineai- ■
eos" copiados por Markham.—El canto de cosecha inserto en Los Iii- '■ .-3
cas del Perú.
Los "doce" yaravíes del antiguo Mercurio Peruano (Es uno de
doce cuartetos).
Selección de los cantos recogidos por Middendorf y por los D 'Har-
court.—Preponderancia de la poesía amoro-sa.
Ls poemas que trae Ancborena (1), MUes de Musgo, Vienrich,
Alomías Roble.s y otros.

(1) Anoliorona en su Gramática Quechua, enumera l.as composiciones poé


ticas especiales dol quichua, que sou según él: el "liarahui o yaraliui,^ el ^ V -
•/

Iiuaynu o liuayñu, el liaylli, el liuacnylli y liuaylli, la hunyllia, el ayataqui y » t V^ ^^


huaccatnrjui, el liuaueny y nrnniinny y otras varias de iiicuos interés". No .
eoguiuios esta clasificación—de conjunto—¡wr las discrepancias que anota
mos en los cronistas y porque liemos usado la correspoudieute palabra caste- j¡
llaua para algunos cautos; ejemplo: cantos pastoriles en vez do huaccataqui. *

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— 354 —

Poesía religiosa: el Himno al Sol, de Alomías Robles.


DRAMATICA

El Olíanla.—(¿Cuando floreció el teatro?).


La influencia española.—Sahuaraura y el Vsck Tancar.—El Hi
jo pródigo.—El pobre más rico.—Otras pieza.s teatrales.
Poesías en quichua del Lunare.jo.
Selección de colecciones posteriores.
Kapoleúx M. Burga.

.•V

LetrM*'^' 1^0^ páginas que anteceden fueron presentadas a la Facultad de


ellas- iK tiempo transcurrido ha hecho necesario una revisión de
■ publicación,
de nostprior .'^ayan incorporadoéstas
incluyéndose algunas
así notas
mismoyen
referencias de obras
nuestra biografía.

•"* . VA- \.
"A" - . w- i 5;:
e.

— 355 —

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otras obras consultadas y citadas


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ArgTiedas, J. M.—Canto Kesch^ya.
S^^^^^®^--rPi"ólogo a su traducción del Ollanta, ed. de 1868.
LReratura Inca, Vol. 1. Biblioteca de Cultura Peruana.
JT aris, 1938.
Baudm.—El Imperio socialista de los Incas.
de la Littérature allemande.
Comunidad Indígena.
Cronau.—Historia de América.
Drfi-np^°^ü"-~T^^ musique des Incas et ses survivences.
Pnstpi lí^toria del desarrollo intelectual de Europa,
rnfp' íf ciudad antigua.
Par?s 19^"' "^-""^^^^^atura Inca. Selección de Jorge Basadre,
la Literatura francesa. '
KlXnd 5"-^ A--Cuentos
Klabund.—Hwtoria peruanos.
de la Literatura.
Larr^Viiir^' Í^®al J la realidad en la Literatura rusa.
I f l ünanue.-Monografías históricas.
T P^TviQ
íeSíf Cazamian.—Histoire
'^9^'^a del arte deldeantiguo
la Littérature
Perú. ■ anglaise.
Tnpto arandiara,n.—Mitos,
i he ancient quipu, tradiciones
or Peruvianyknot
leyendas lambayecanas.
record.

'4.

T.A.>
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— 357 — ,r>.
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■*-«r
•■
V
>,^
. >
Loliée,—Historia de las Literaturas comparadas.
López, V. F.—Les races aiyeuues dii Pérou.
Lorente.—Historia antigua del Perú.
id. , —Historia de la civilización peruana.
Markham.—Ollanta, an ancient Inca drama. Loudou, 1871.
id. —Los Incas del Perú. Lima, 1920.
Martens.—Un gran etat soeialiste au XV siecle.
Melgar,—Poesías.
Middendorf.—Ollanta, eiu Drama der Keshuaspraclie (La parte
pertinente a la crítica del drama, en versión castellana, apa
rece en Literatura Inca, pág. 251 Vol. I de la Biblioteca de
Cultura Peruana).
Miró Quesada Sosa, A.—Sierra, Costa y Montaña.
Nordenkjold.—The secret of Peruvian quipus.
Pacheco Zegarra.—Ollantai, drame en vers quechuas du Temps
des Incas. París, 1878.
Paz Soldán.—Geografía del Perú.
Pietschniann.—Prólogo a la edición alemana de la Historia Indica,
de Sarmiento de Gamboa. Universidad de San Marcos.
Pí Margall.—^Historia de América. 4(

Prescott.—Historia de la conquista del Perú.


Riva Agüero.—El Perú histórico y artístico.
Riyero y Tschudi.—Antigüedades Peruanas.
Rojas, Ricardo.—Un titán de los Andes.
Salcedo Ruiz.—Historia de la Literatura castellana. 2°, t.
Sánchez (L. A.).—Literatura Peruana. Derrotero para una historia
espiritual del Perú, T. J. .
Sébillot.—Le Polk-lore. Littérature órale et Ethnographie tradition-
nelle.
Taine.—^Historia de la Literatura inglesa.
Urteaga.—Historia de la civilización, ed. de 1923.
id. —Bocetos históricos,
id.^ —Prólogo al Ollanta. ed. Gil, 1936.
Valcárcel.—De la vida Inkaika.
Van Gennep.—Cómo nacen las leyendas.
Wiener.—Pérou et Bolivie.
Wiesse.—Las civilizaciones ijrimitivas del Perú.

ARTICULOS EN PERIODICOS Y REVISTAS


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Huamán Poma de Ayala. "La Crónica", 28 de .julio de lado.
Basadre, J.—En torno a la Literatura quechua. "El Comercio , Ib
y 23 de abril de 1939. Spliinx, Nos. 4-5. Lima.
i., .

"V, -

»r'
• ^
*' ■ i -

'.'ly * A*' , ■ ■ vsi á, ' '4. \ \ »)


- 358 -
Bellamy.—Shakespeare. Notas de aniversario. "El Comercio". Li
ma, 19 de mayo de 1923.
Gonzales La Rosa.—BlasValera, Primer historiador Peruano. Re
vista Histórica, t. II.
Guimaraes.—Algo sobre los quipus. Revista Histórica, t. II.
López Albújar.—Sobre la sicología del indio. Aniauta, Diciembre
de 1926.
Mercurio Peruano.—(antiguo), ts. 3 y 4.
Palacios, M.—Tradición de la rebelión de Ollantay y acto heroico
de fidelidad de Euraiñahui. Museo Erudito, nos. 6, 7 y 8 de
1837. Cuzco.
Patrón.—La veracidad de Montesinos. Revista Histórica, t. I.
Pietschmann.—Some account of the ilustrated chronicle by the pe-
ruvian indian, don Huamán Poma de Aj'ala.—International
Congress of Americanists.—London, 1912.
Rojas, R.—Estudio sobi'e el Ollanta. "La Nación" de Buenos Ai
res; reproducciones en "La Prensa" de Lima, 27 de .junio; 4,
11, 18 y 25 de .julio, y 1.° de agosto de 1937.
Romero, 0. A.—Clamores ayacuchanos. Revista Histórica, t. X, eu-
trega H, 1936.
Salinas Cossio, G.—Consideraciones sobre la lírica indígena, Mer
curio Peruano, t. I. 1918.
Tello.—^K'ipola. Rev. Inca, Vol. I, No. 2, Abril-Junio de 1923.
ühle.—^Algunas observaciones al artículo precedente (el de Guima-
raes). Rev. Histórica, t. H.

• 4 ^ .
^ r ■ ^ r
" , *
■< •• . >*.

- i
— 359

BIBLIOTECA DEL SEMINARIO


DE LETRAS.

LIBROS Y FOLLETOS RECIBIDOS;

(DESDE EL 20 DE ABRIL HASTA EL 31 DE JULIO DE 1910)

1.—Le prejugé des races.—Jeaii Fiuot, 2a. edición.—París, 1906.


2.—César.—Daniel Ramee.—París, 1870.
3.—Oeuvres pliilosophiques et morales de Nicole.—París, 1815.
4.—Cours de Pédagogie et de Métbodologie.—d. Aubert, 3a. edi
ción, Bruselas 1904.
5.—Eléments de Biologie Genérale.—Etienne Rabaud.—París,
1920.
6.—Le Hassard sa loi et ses consequences dans les sciences et en
Pbilosopbie.—Camile Revel.—París, 1905.
7.—San Miguel de Allende.—Su historia: Sus monumentos. Fran-
icisco de la Maza, México, 1939.
8.—Histoire du developpement intellectuel de l'Eurojje (3 vol.)
J. W. Draper.
9.—Historia crítica de la novela en Venezuela.—Rafael Angarata
Arvelo.—Berlín, 1938.
10.—Conferencias y discursos.—Ruy Barbosa.—Buenos Aires,
1939.
11.—Seg-undo Congreso de Escritores (Discursos oficiales y resolu
ciones).—Buenos Aires, 1940.
12.—El Libro Americano, Tomo III, N.° 3.—Washington, 1940.
13.—La Democracia.—Medios para reparar sus desviaciones.
Ed. de "Nueva Vida".—Avellaneda, 1940.
14.—Guía de Seccao Histórica do Musen Paulista.—Alffonse de E.
Taunay.—Sao Paulo, 1937.
15.—Reglamento de Instrucción Pre-Militar.—Lima, 1939.
16.—Formas de la vida del espíritu.—César Góngora P. Lima, 1939.
17.—Orbegoso.—Una vida heroica.—César García Rossel.—Lima,
1940.

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v — 360 —
-De
18.—; la vieja C.nsa de Pizari'o al nuevo Palacio de Gobierno.—
Lima, 193S.—^Jlartín Pastor.
19.- -México Integro.—Moisés Sáenz.—Lima, 1939.
20.- —.Arqueología de la región atacaineña.—Iiicado Latcham.—
21. —Bibliografía del Libertador Simón Bolívar.—Washington, 1933.
19.33.
22.- -Historia Antigua de Oriente y Grecia, ^Mitología e Historia
Rom.ana e Historia de la Edad Media.—Manuel jM. Salazar (3
tomos).—Lima, 1915.
23- -Historia Eclesiástica.—Manuel Salazar.—Lima. 1909.
24.- -Gramática Castellana.—Manuel Salazar.—Lima, 1915.
o;
:•}.- -Momento Patriótico, Tomo I.—Lima, 1940.
26.- —La insuficiencia del si.stema cardio-va.seular en los climas hú
medos, calurosos y en las grandes alturas.—Lima, 1940.
27. -Valdelomar, Signo.—Luis F. Xammar.—Ed. Spiiinx, 1940.
REVISTAS, BOLETINES Y PERIODICOS RECIBIDOS;

-Humanidades, Tomo XXVII.—La Plata, Argentina.


-Revista Nacional de Cultura, Nos. 16 y 17.—Caracas, 1940.
■Boletín
3.—: de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XXII.
N.° 88.—Caracas, Venezuela, 1940.
4. -Boletín de Estudios Históricos, Nos. 104.—Nariño, Colombia,
1940.
5. -Univer.sidad de Antioquía, Nos. 37, 38 y 39.—Medellín, Co
lombia, 1940.
6. -Revi.sta de Derecho y Ciencias Políticas. Año IV, NoS 1.—^Li
ma, 1940.
7." -Informaciones Sociales, Año IV, Nos. 4, 5 y 6.—Lima, 1940.
8. ■^niversidad de Arequipa, N.° 14.—Arequipa, 1940.
9. -Boletín de la Escuela de Odontología, Tomo III, N." 4.—Lima,
1940.
10. Economía y Finanzas, Nos. 87, 88 y 89.—Lima,
1940^
11, .—Eevi.sta de la Escuela Militar de Chorrillos, Año XV, Nos. 171
y 172.—Lima, 1940.
12 Revue des Etudes Grecques, Tomo III, Nos. 245, 246 y 247.—
París, 1940.
13
■ ^Puhotin de la Société des Américanistes de Belgique, N.° 31.—
Bruxelles.
14
■ Trabajo y Comunicaciones, N." 8.—Caracas, Venezuela, 1940.
15
■ Trabajo ^Boletín del obrero venezolano. Año II, N.° 14.—Ca
racas, 1940.

. V-
V •
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» A.»'
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. ' .lá/V y-'-m
— 361 —
36.—Gaceta Económica y Financiera, Nos. 8 y 10.—Lima, 1940.
17-—Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Nos. 15 y ^•
16.—Lima.
18.—Banco Industrial del Perú (Memoria).—Lima, 1939. /
19.—Boletín de Minas, Industrias y Constniccioues, serie III, N." '" ■>'*
12.—Lima, 1939. / *'
20.—Boletín de la Sociedad Argentina de Escritores, Año VIII,
N." 19.—Buenos Aires, 1940. ,
21.—Revista Mejicana de Cirugía, Ginecología y Cáncer, Año VIII,
N.® 1.—i\Iéxieo, D. F. <
22.—IMemoria leída en la ceremonia de apertura del año escolar de
1940, por el Director de la Escuela de Ingenieros.—Lima.
23.—Nueva Vida, Año XIV, Nos. 728, 731, 737, 738 y 740.—Avella- -
neda, 1940. ' |
24.—Itinerario de Améiñca (Número aniversario 1939-1940).— ■' I
Buenos Aires. -i . 1
25.—Thc Listener, Yol. XXIII, N." 576.—Londou, 1940. ?
: .K , /
26.—Think. Tomo IV, N.® 7.—New York, 1938
27.—La Educación en los Estados Unidos de América, Bol. 1939, ~ _
N.° 4.—Washington.
28.—Sur, Nos. 67 y 68.—Buenos Aires, 1940. ' '
29.—Oceident, N.® 1.—París, 1940.
30.—^Educación y Cultura, Año I, N.° 3.—Montevideo, 1940.
di-—Educación, N.® 3.—Caracas, Venezuela, 1940.
82.—^Revista Nacional (Literatura, Arte, Ciencia).—No.s. 26, 27
y 28.—Mont-evideo.
33.—Revista de la Universidad Católica del Perú, Tomo VIII, N." «
1, 2 y 3.—Lima.
34.—Boletín de la Unión Panamericana, Vol. LXXIV, Nos. 4, 5 y
6.—Washington. '■
35.—Universidad Católica Bolivariana, 17oI. IV, N.° 14.—Mede-
llín, Colombia, 1940.
36.—Mercurio Peruano, Año SAL Vol. XXII, N." 159.—Lima, 1940. Tf
37.—Resenha Musical, Año II, Nos. 14 y 15. 17 y 18.—Araraquara, ^
Brasil.
38.—Romana, Año III, N.® 12 y Año IV, N.° 1.—Roma.
39.—Ajiales de la Escuela de Farmacia, Tomo I, Nos. 1, 3 y 4.
Lima.
40.—Revista de Arte, Nos. 4 y 5.—Santiago. . . _
41.—The Unive-rsity of New México, Bulletin (Bngineermg Expe- ^ ..y
riment Station Series), Vol. 1, N." 3.—New México.
42.—The Uuiversity of New México Bulletin (Catalog Series), V f I

"Vol. 53, N.° 1.—New México.

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,- ; — 362 —
43.—Revista de la Guitarra, Año II, N.'' 5.—Buenos Aire->, 1940.
f r- 44.—Boletin del Museo de Historia Natural "JA\'IEii PRADO",
Año IV. No. 12.—Lima. 1940.
45.—Informaciones Cooperativas, Año XVII, .Nos. 3 y 4.—Ginebra.
46.—Forschungen und Fortsehritte, 16 Jahrgang, Nr. 7/S.—Ber
lín.
47.—Revista Üniver.sitaria, Año IV, N." 8.—Lima.
48.—Revista de Ciencias, Año XLI, N." 428.—Lima.
49.—La Crónica Médica, Nos. 918, 919, 920, 922 y 923.—Lima,
1940.
50.—^Huamanga, N.° 32.—Ayacucho, 1940.
51.—Revista del Archivo Nacional del Perú, Tomo XIIT, Entrega
¿"t , I.—Lima, 1940.
52.—"3", Nos. 4 y 5.—Lima, 1940.
W 53.—Tribune, Cahier, 47.—Bruxelles, 1940.
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NOTAS BIBLIOGRAFICAS
PEDAGOGIA. 9 I

Organo de la Sección Pedagógica de la Facultad de Letras. r^

A fines del mes de junio apareció el primer número de esta


importante revista, que dirigen los doctores Roberto Mac Lean
y Julio A. Chiriboga, catedráticos de la Facultad y profesores
de la Sección Pedagógica; y de la que es Gerente la Srta. Carmen
Rosa Scarneo, destacada alumna de la misma.
PEDAGOGIA trae abundante y valioso material de lectura:
artículos de los profesores y de algunos ex-almnnos, dos repor
tajes, colaboraciones de maestros y estudiantes, crónicas, notas
informativas, etc. . , x' i i t*,.
Encontramos de particular importancia: el articulo del ur.
Mac Lean, sobre Pedagogía sexual, en el que el autor pone ele
manifiesto la necesidad de educar a la juventud •A
pectos vitales que siendo factores determinantes en „ 'p,,+e
de la personalidad, han sido siempre eludidos o expiesament^
rodeados de sombras, en guarda de una falsa moral que, |
' „
tre, resulta nociva para el individuo y para la sociedad, ce -
tra cómo la verdadera moral " es un esfuerzo y ^o una o j c
a la se-xología"; considera precisa una educación sexologica cíe
los padres de familia y de los maestros; propone, respec o c
educandos, una educación cíclica-progresiva, correspon leu e a
infancia, la pubertad y la adolescencia, y termma por sena ai ^
veniencia de adoptar o seguir una educación estimulan e _ ®,.'.,
do del deber y de las responsabilidades que mcumben al indiMdi
biológico y social. , , , -' a,,!
En interesantes "reflexiones a cerca de la educación «^el ado
lescente", el Dr. Chiriboga se ocupa de la eterna y común p
pación por la "nota": anhelo para el alumno, índice para e

*
;.,í ' / i- '9;. - •
' 1
.1

w — 364
%

tro; concepto equivocado que implica una lamentable limitación e


impide a la educación secundaria cumplir los fines que deben serle
propios. Considera el Dr. Chiriboga que en el colegio, i^or una me
jor organización y orientación, debe adentrarse en "los intereses, ne-
cesidade.s, a.spiraciones 3^ valores del adolescente, y no girar sola
mente alrededor del "saber en sí"; correspondiendo, en consecuen
cia, al maestro de segunda enseñanza una serie de eonoeimiento.s,
que enumera, con los cuales el profesor podrá apreciar las irregu
laridades observables en el alumnado y percartai*se de sus can.sas;
pudiendo, en consecuencia, corregirlas y guiar mejor al educando,
presentándole sus propios problemas, despertando su pensamiento,
vinculanda^e.strechamente enseñanza sistemática y vida i^ráctica, lo
I que debe «nstituir la finalidad de la ver da d e r a educación.
? Entre los trabajos de los ex-alumnos cabe destacar el de Ro-
* berto Kock Flore.s, que contiene valiosas "sugerencias de nuestro
' 1"^:^ ambiente educativo" y en el que el autor, poniendo de manifiesto
excelente preparación, ha formulado atinadas observaciones.
el reportaje hecho al Decano, Dr. Horacio II. Urteaga, en
^ ^ forma sucinta expresa cómo después de proyectos y de intentos
intencionados, al fin, a partir de 1935, a raíz de la reapertura
*' ' Marcos y estando aún en receso el Instituto Pedagógico Na-
eional, se hizo realidad la Sección Pedagógica por la aprobación
» el Consejo Directivo de la Facultad prestó al proyecto que con
\.. tal objeto fué presentado por él. Se refiere, asi mismo, el Dr. Urtea-
S3. a la jiecesidad de preparación técnica de los mae.stros de segun-
■ , enseñanza ya que en ella estriba la solución de nuestro problema
educativo vacilante y abrumado de ensayos y reformas. Finalmen
»; te se muestra lleno de fé en esta altísima y primordial finalidad de
la Sección Pedagógica—la que considera que debe ser incorporada
a la Facultad de Letras en igualdad a sus actuales Secciones— y ex
presa que 'PEDAGOGIA", si prosigue en la senda trazada, "será
la cátedra ambulante de San Marcos".
La aparición de PEDAGOGIA viene a satisfacer una necesidad
pro^nüamente sentida: la Sección Pedagógica de San Marcos pre
cisa a de un organo de expresión que sirviera para difundir sus
e oc os y orientaciones, y para vincularla eficazmente con el magis-
erio11nacional,
^
haciendo
^
llegar
o
su1.1. palabra a los más apartados luga-
Mxci cL i\jn xiKxo
aei país, y cohesionando a maestros y estudiantes de pedagogía en
falange que labore con eficacia y acierto. La altura de su pro-
• grama está resumida en una palabra de su editorial: SERVIR. Con
^ .. ® expresa sus propósitos de investigación sistemática y bien
' orientada dentro de su tendencia nacionalista, y de un sentido am-
í " piiamente acogedor y cordial, inspirado en el anhelo de perseguir
. - ®1 weu y la verdad.
( ;

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i-
'"J—"
Vv <■

— 365 — ' 'S ,

Cado el espíidtu desinteresado, de no escatimado esfuerzo y de


perseverancia encoiniable que lia primado eu el ánimo de los ges
tores de la revista, cuyos nombres es obvio citar, cabe la segun
dad de su continua superación, al punto que satisfaga ampliamen
te sus fines con la noble altura que se propone y con eficiencia pro
gresiva.

N. M. B.

MEMORIAS DEL ORAN MARISCAL DO^


LUIS JOSE DE ORBEOOSO. «*,

Con cariño filial e indudable afán de propagar el eoiioeimien- ' ■ r^' I

to exacto de la historia patria en su período de iniciación, el


prestigiado agricultor y hombre público don Luis José de Orbe-
goso, ha publicado las Memorias, no inéditas, de su liomónimo y
abuelo el Gran i\Iariscal trujillano.
Bien hizo el procer norteño en redactar, aunque incomple
tamente, estas páginas autobiográficas. No cabe expresar que ■vi
sean de una sinceridad confesional absoluta, lo cual difícilmen
te se encuentra en esta clase de literatura, a no ser los casos de
Rousseau o de Amiel. Sin embargo, en ellas se transparenta bas
tante del espíritu del Mariscal como para impresionarnos muy a
su favor y afirmarnos en el concepto de que, sobre todos los de .
■;
V í
V .1

fectos que puede presentar su carácter ante la Historia y so le


todos sus errores, subsiste como rasgo incontrovertible de su 1-
sonomía moral su honradez acrisolada, tan excepcional en esos y ■-1
oti'os tiempos republicanos, su amor, con un dejo acentuado^ e
regionalismo, a su ciudad natal, y su sincero anhelo de hacer a t 1
felicidad de sus compatriotas. Asimismo, se nos revela, aunqu
ingenuo, provinciano y de limitados horizontes, como un teuip
ramento bueno, generoso, confiado y cumplidor de su deber.
Désde el punto de vista de su valor como fuente histórica, es
tas Memorias nos suministran escasos datos. Los tres manuscn os
que la integran no están relacionados entre sí y, salvo uno qu^
otro plumazo utilizable, nos encontramos con que falta lo que_j)ie
eisamente se busca en esta clase de documentos: el detalle inti
mo, el acontecimiento ignorado del grueso ptiblico contemporá
neo, que nos introduce en los arcanos de la época y nos hace co-

Vi «I.

4'' <

y, A.
I.
'. A 1 *
* - A **
— 366 —
noeer los entretelones de la política, que no se perciben con to
da claridad a través de las epístolas oficiales, de los periódicos, por
entrometidos en la vida particular que ellos sean y aún de la
misma correspondencia personal.
No tratamos aquí de analizar políticamente la figura del
Gran Mariscal don Luis .losé de Orbcgoso, (pie fué, ante todo, un
verdadero patriota y un hombre que actuó en la liza pública, más
flue por ambición de dominio individual, por deseo de ser útil
al Perú y a sus conciudadanos. Si bien no tomó parte en la de-•
finitiva campaña de Bolívar y Sucre como e.xpedicionario y com
batiente, fué, como acertadamente lo ha llamado uno de sus pa
negiristas, un "Organizador de la Victoria". Su labor a este res
pecto ha f.ido decisivamente favorable para la causa de la liber
tad de América. Más tarde sirve lealmeute a La Mar y se ale,ja,
por pureza de corazón, de Gamarra. En 1833 es la esperanza de la
civilidad y del buen sentido patriótico. Desgraciadamente, más
que para él, para nuestra Nación, carecía del temiile, la perspi
cacia y, porqué no decirlo, de la aptitud necesaria para gober
nar dentro liel ambiente cuartelesco y rápidamente corrompido
de entonces. Lo desconciertan los mane,jos ocultos de Gamarra,
La Fuente y Santa Cruz, tipos representativos del caudilla.ie de
esa era y lo paralizan los arrebatos y fanfarronadas de Salave-
rry. Al mismo tiempo, como tiene el valor de confesarlo, lo es
panta perder su popularidad. Comprende el ridículo en que que
dará ante su generación y las siguientes al no haber sabido man
tenerse en el poder, a pesar de que era el ídolo del pueblo y des
pués de prueba tan patente del influjo de su personalidad como
fué el abrazo de Maquinguayo. Haj' algo más, que Orbegoso no
lo dice, pero que fluye de sus memorias y habla muy altamente en
su prc)veeho. Le mortifica no servir como ansiaba a su patria, no
curnplir la misión que le incumbía de poner en orden a la nacio
nalidad, reducir a los jefes militares y crear, como lo anhelaba,
entre otros su valedor. Luna Bizarro, una república semidemo-
cratica, parlamentaria, católica y virtuosa.
Cuan lejos se hallaba de realizar este propósito noble y ele
vado. Los acontecimientos se precipitan tumultuosamente, fuera
de las normas de la ética política, en el Perú de 1834 y 1835. Or
begoso se trastorna. Busca la ayuda del Presidente de Bolivia.
Desde que comete este pecado, la llama pura parpadea, su moral
cmca se quiebra y ya no volvemos a encontrar al patriota ex-
celso de la Junta de Guerra de Trujillo en 1824, que hace el sa-
(jrifieio de su fortuna en aras de la Independencia, ni al ciuda
dano intachable de Diciembre de 1833. Más le hubiera valido re
tirarse en ese momento a su amado Chuquisongo. Representa un
papel secundario con Santa Cruz, su actitud en el affaire Freyre
"rr-

— 367 —
es imprudente, se deja arrastrar contra el Protector en un momen-
to critico, para enfrentarse luego contra Bulnes en Guia. Su po
sición, en esa liora, es anarquizante. No está con Santa Cruz, no
so plcga a los Restauradores, bien sabe que no puede valerse por
si mismo. Si creyó esto último, cometió un error de apreciación
demasiado craso.
Si con sus Memorias el Mariscal consigue que nos descubra
mos reverentemente ante sus blasones morales, en cambio, en
ciertos acápites, por si mismo nos confirma las noticias que so
bre ciertos aspeetos de su persona nos Tian dejado Valdivia y Palma.
La escena célebre de Arequipa con Castilla y lo que nos refiere
el tradicionalista "El Canónigo del Taco", i-especto a su alardear
de prolíCico, no parecen invenciones cuando se leen párrafos como
el de la página 21, del libro en comentario, con referencia a su
viaje maritimo. Ahí se nos presenta el hogareño, pleno de cuali
dades domésticas, que, acaso por exceso de virtudes individuales,
no pudo ser, en la práctica, el hombre público que el Perú, en
su revoltosa niñez, reclamaba.
En el primero de los manuscritos que dejó a la posteridad,
el Mariscal nos narra, con trazos fugaces, desde su nacimiento
hasta el comienzo de la guerra con Colombia, a fines de 1828. En
el segundo se ocipía, también a trancos largos, de los aconteci
mientos ocuri'idos en la política, peruana desde 1820, siendo más
copioso al relatar su elección por la Convención Nacional y los
sucesos revolucionarios que siguiex-an. En el tercero, en for
ma igualmente sucinta, explica su actuación en el proceso de la
Confederación, su actitud cuando Guia y termina en el momento
en que las fuerzas chilenas se retiran al Norte y Lima se apres
ta ixara recibir en triunfo a Jctis Khan. El actual editor ha agre
gado varios documentos relativos a diversos homenajes rendidos
a la memoria esclarecida y simpática del Procer.
T. C.

29
^ TT í* . •

— 568 —

MEXICO INTEORG,

Por Moisés Sáenz.—Imprenta Torres Aguirre.—Lima.—


Volumen de más de 260 páginas: puñado de suges
tivos ensayos llenos de colorido e interés: ''aspectos
de la escena mexicana", marginados de acuciosas
"meditaciones interpretativas sobre la misma"

Comienza el autor por exponer, en certeras pinceladas, la po


lifásica fisonomía geográfica de México—territorio comparable,
tal vez, con la Jndia—, cualidad que le presta singulares caracte
res: contraste topográfico y climático, contraste étnico y psico
lógico, siempre el contraste como nota dominante y total. Los ele
mentos culturales afluyen a ese medio múltiple, se mezclan, se
amalgaman, producen formas nuevas o perviven en su aspecto ori
ginario, resultando así culturas arcaicas o evolucionadas, a cerca
de las cuales hay admirables cuadros, vividamente trazados, coji
absoluto dominio de conocimientos, a la vez que con hondo cariño,
■ •' 1 .
a veces nostálgico, y con alto espíritu mejicanista.
A través de los capítulos de este libro: "Quintana Roo", "La
escuela y el genio del pueblo", "México indio", se ofrece al lector
una sucesión intensa de panoramas humanos e históricos, en los
que aparecen o desfilan hombres y paisajes, grupos y costumbres,
':'.V' sucesos y anhelos. En el último capítulo, "Juicio y pronóstico", se
esboza la realidad mexicana tal cual ha sido y tal cual quiere y ne
cesita ser; resumen de lo vivido y boceto expresivo de ideales,
de aspiraciones que han de concretarse en realidades nacionales;
propósitos de una nueva conciencia que en ejecución de un plan
cuidadosa e integralmente concebido, haga esplender un mañana
venturoso para aquel gran pueblo de un pasado magnífico y de in
sospechables posibilidades venideras.
Estilo elegante, atisbos felices, relieves oportunos, fervoroso
optimismo, acendrado amor patrio, convalidaciones indispensa
r 's-i
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bles para nuestro mundo americano, son algunos de los muchos mé
ritos de este hermoso libro del culto diplomático mejicano.
N. M. B.

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— 369 —

LA LITERATURA DEL PERU.

Por L. A. Sánchez.—1939.—Imp. de la Universidad.—


Buenos Aires.

Instituto do Cultura Latino Americana, de la Facultad de ' f


Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, bajo la di
rección del Dr. Arturo Giménez Pastor, inicia con este volumen
la serie de publicaciones destinadas a incrementar las relaciones
culturales entre los pueblos indoamericanos—anuncia obras de
Zum Fclde, Amoroso Lima (Tristao de Athayde) y Mariano La-
torre.
"La Literatura del Perú" comprende seis capítulos, cuyos nom
bres son hitos de un sendero histórico literario, o—como dice el
autor— "socioliterario", relacionados—con estricto criteiáo lógi
co—a dos conceptos fundamentales—por obligados acompañantes
en todo momento de su lectura—: "literatura peruana" y "litera
tura del Perú".
La primera es aquella que, elevándose a lo Universal no pier
de^ su lipicidad, por guardar una conexión íntima "con la emo
ción, la psicología, el panorama y el anhelo de la nacionalidad '.
Mientras la segunda: "puede no pasar de una mera casualidad
geográfica".
El geometrismo estructural de la obra; la intencionalidad cien
tífica del autor a la vez que la ductibilidad genuinamente estéti
ca de su aprehensión—por humana imperfecta—son armónicas a la
noble cruzada cultural de la hermana Universidad de Buenos Ai
res.

C. D. V.

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— 370 —

ARQUEOLOGIA DE LA REGION ATACAMEÑA.

Por Ricardo Latcham.—Prensas de la Universidad de


Santiago.

Con alsún retraso ha inf^resado al .Seminario de Letras esta


muy iniportante obra del conocido investigador, Sr. R. E. Lat
cham. Eruto de sistemáticos estudios y laboriosos trabajos arqueo
lógicos, en este libro se hace un amplio estudio de las antiquísi
mas poblaciones aborígenes del Norte de Chile y de las culturas
a que dieron origen, culturas desconocidas, sepultadas por los si-
glos y que arqueólogos e investigadores como Max Uhle, Capde-
villa y ,cl propio Latcham, han exhumado, para mostrarlas al mun
do moderno con la documentación de sus propias elaboraciones:
sepulturas, momias, habitaciones; objetos de piedra, de hueso, de
cuero o de fibras vegetales; artefactos de madera, alfarería, teji
dos de lana, metalurgia, etc., con las deducciones consiguientes que
de esos objetos se pueden obtener.
En el prolijo estudio-de Latcham se puede vex* el nexo, la evi-
dente vinculación que existió entre las viejas culturas ¡¡eruauas
jjiehispanicas y las chilenas de iguales tiempos.
Esta valiosa y bien documentada obra, enriquece apreeiable-
mente la bibliografía arqueológica de Sudamérica.

N. M. B.

LOGICA.—(Segunda edición).
Por Francisco Romero y Eugenio Pucciarelli.—Buenos
Aires.—1940.

de llegar hasta nosotros esta obra escrita por dos dis-


ppSi ya harto conocidos aquí, en el
'
ca 1 icau sumúltiples trabajos filosóficos.
curso modestamente Aún cuando
como "Manual", los auto-
adaptado a
r^.i ^ ' 7 ' 1 • —- • Y*
■ . ' .' • !• »•

— 371 —

enseñanza secundaria en la Argentina, en reali-


1 la
de 1 Teoríaofrecen es insis queuna
del Conocimiento, simples
obra elementos
de consultademuy
la Lógica
útil, pory
lo completa y moderna, que no posee únicamente la virtud de
incitar , respondiendo a la intención con que fué confeccionada,
sino la alta calidad de ser una fuente viva de saber lógico, en la ^ . /j
que confluye armoniosamente el vasto y comiilieado muestrario
de problemas, pendientes unos y resueltos de alguna u otra ma-
ñera otros, propios de la Lógica actual. La Lógica de los profeso- ■ s .i
res Romero y Pueciarelli presenta por eso un subido valor cultn- |jí;
ral, porque no sólo orienta fecundamente al estudiante por los r i
campos lógicos, sino que despierta el más vivo interés por esta dis- ?
ciplina filosófica que, cuando es bien aprendida, reviste una im- 5
portancia preponderante y acaso exclusivista, puesto que propor-
ciona mas que meras pautas del correcto y legítimo uso del pen-
Sarniento, profundos conocimientos sobre los contenidos ideales del "(
mismo, contenidos que no son hueras fonnas, sino, al revés, presen
cias latentes dotada,s de indudable fuerza espiritual y, por ende, cul
tural.
La Lógica de los profesores Romero y Pueciarelli comi^ren-
de una parte pura, general o formal y una segunda parte especial
o metodológica. Mas no hay una separación neta entre una y otra,
sino que la segunda sigue a la primera de modo ordenado y nece
sario, a causa precisamente de los temas lógicos que van incidien
do paulatinamente, en la medida en que son tratados, sobre cues
tiones que rebasan el puro formalismo y tocan los contenidos de
mayor significación material en cuanto se utilizan los grandes con
ceptos lógicos en la investigación del reino sin bordes de la ver
dad. Empero la Lógica que glosamos, es muy cauta en sus afir
maciones. Sus mismos autores manifiestan haber puesto un dili
gente cuidado en sus referencias a las diferentes posiciones polé
micas de la lógica actual, de manera que en la selección y distri
bución de los capítulos un elemental deber de probidad intelec
tual los ha acorazado contra cualquier parcialidad, escogiendo con
tino su camino por entre las afirmaciones resueltas, las hipótesis
más o menos autorizadas y las discusiones, que constituyen la tra
ma del saber científico y filosófico de la hora presente. Semejan
te característica, hace de la obra de los profesores argentinos alu
didos, un texto conducente al corazón mismo de los problemas
lógicos y a la contemplación de los muchos senderos de indagación
y de puntos de vista que se ostentan lúcamente ante la Lógica con
temporánea.
La dirección filosófica que adoptan los profesores Romero y
Pueciarelli al abordar la parte pura, fundamental o general de la
Lógica es la que parte de Bolzauo, se delinea magistralmente en Hüs-
. • r '■ r -4 *
•p.

— 372 —

A-'- > serl y culmina en Pfander. Es la línea más firme que se ofrece en
« ■ 7- el panorama de los conocimientos lóí^icos actuales, que día a día
se refuerza más. En la parte metodológiea acusa un tinte de pro-
■yí-~
blematieidad, al dar en perspectiva, más que aportaciones y defi
nitivas, el estado actual de los problemas de la Lógica Metodoló
>• • • ^ gica. Y es interesante resaltar que en esta Lógica dos tamaños de
.%v ^. letras separan suficientemente en el texto aquéllo de que no po
drá prescindirse, porf(ue rcpreseiita la adquisición sólida o el meo
,. l ■ llo de la cuestión, (letra mayor) y lo que puede dc.iarse de lado
sin grave pcr.iuicio pai-a la comprensión de lo esencial, (letra me
nor), pero que sin embargo puedo ser y es en efecto muchas ve
ces también importante para la aclaración de puntos fundamen
•<
tales.
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Al final del libro so agregan unos apéndices conteniendo re
í sumidamente unas consideraciones acerca de la clasificación de las
. ,

ciencias según Ilobbes, Schopenhauei*, Stumpf; una explicación del


sistema de los conocimientos humanos, por D'Alembert; una íioti-
cia sobre las concepciones del mundo; unos pán-afos extractados
de la obrita de Martín Ilanccker, "Él pensar", sobre los pensa
mientos; y, por último una Cronología de la lógica moderna.
w Por todo éllo, es altísimamente válio.sa la "Lógica" de los pro
'• .'• • fesores argentinos Erancisco Homero y Eugenio Pucciarelli.
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C. G. P.

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yr^' . VALDELOMAR: SIGNO.

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Por Luis Fabio Xamar.—Ed. Sphinx.—^Lima, 1940.
El doctor Luis Fabio Xamax, Catedrático de nuestra Facul
tad, que exhibe ya en su abono valiosas publicaciones poéticas y
iterarías, acaba de dar a la estampa una nueva obra, en que, con
ese estilo grácil y esplendente que le caracteriza, estudia la per
sonalidad de uno de los líridas peruanos de más recia enverga
dura: Abraham Valdeloraar. La vida y la obra, en armoniosa co
rrespondencia, del poeta iqueño, desfilan por las páginas claras
y reverberantes de este libro del doctor Xamar. No pretende, sin
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embargo, el autor, que su ensayo sobre Valdelomar presente un
carácter exhaustivo. Toda auténtica obra humana se avalora, en

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— 373 —

el concepto del doctor Xamar, en su propio inacabamiento, en ser


una especio de vía transitoria y perfectible, hacia el conocimien-
to de una vida que siempre se evada amablemente, envuelta en
actitudes inesperadas y variadas. Por eso el brillante autor de
"Valores humanos en la obra de Yerovi", piensa en un Valdelomar
que rebasa las páginas suyas, que no quieren ser sino rápidos tra
zos que haliráu de servir acaso más tarde para pintar un Valdelo- ••
mar más íntegro. Mas semejante modestia del autor no es bastan- ■
te ]iara ocultar la fina penetración, el fervoroso interpretar de
una vida del que fué "uii gran suscitador de preocupaciones estéti
cas", y así esta obra no sólo significa una importante contribución a la
bibliografía nacional, sino que, muy especialmente,— y en esto tal
vez radica su verdadera intención,—significa un empeño, loable
por demás, al par que logrado en el presente caso, por fomentar
el culto de nxiestros auténticos valores culturales, como medio de
avivar y de estrechar los lazos de la peruanidad. Y para éllo nada \
mejor que detenernos frente a Abraham Valdelomar, que poi^ la
potencia y originalidad de su genio poético llegó a constituirse
en el centro de un intenso movimiento cultural.
Abraham Valdelomar fué un auténtico poeta peruano, de esos
a cuyo paso se encienden las almas y ante cuya mirada parean ^
trausfigurai'se las cosas en espectáculo de ilusión y de ensueño. Pe
ro Valdelomar no sólo fué un eximio poeta, porque hizo ver
sos muy bellos, sinó porciue vivió poéticamente y porque escribió ^
poéticamente. Es quizá el mejor estilista peruano habido hasta^ hoy.
Ahí están sus párrafos elegantes, burilados con un gusto artístico
meticuloso en extremo, alzándose esbeltos y ágiles, con perfims
suaves y cortesanos, de las páginas de "El caballero Carmelo , ha
ciudad de los Tísicos", "Los ojos de Judas", "Fuegos h atuos ,
"Diálogos máximos", "Las decoraciones de Anfora", etc. En oc as
sus narraciones, novelas cortas, cuentos y crónicas, Valdelomai , ^
hace gala de un privilegiado talento estético. Por eso a su derre
dor se despierta una férvida admiración y a la vez insurge
vimiento intelectual, con él como centro, que había de
se vigorosamente en "Colónida", revista de Arte y alta Literatiii ,
que Valdelomar funda en Enero de 1916 y que debía agrupar en
torno lo mejor del mundo intelectual peruano. La^ aparición e
"Colónida" marca así una etapa nueva en la evolución cultura
nuestro país. El doctor Xamar dice, por eso, muy justamente, qii
"Colónida" "constituyó una posición vital en el decurso de nue
tra cultura". A su vez, José Carlos Mariátegui, en el éiltimo
yo acerca de la realidad peruana, escribe que "Colomda repie -
tó una insurrección contra el academismo 7 sus oligarquías, su
énfasis retórico, su gusto conservador, su galantería dieciociiesc-
y su melancolía mediocre y ojerosa", agregando que no lue un.

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— 374 —

grupo, no fué un cenáculo, no fué una escuela, sino un movimien


to, una actitud, un estado de ánimo".
Con sólo haber suscitado el movimiento espiritual de "Coló-
nida ', Valdelomar tendría pleno dereclio de jiasar a la gloria. Por
eso el nomíji'c de Valdelomar sugiere simultáneamente el nombre
de'Colónida", el que a su vez actualiza el recuerdo de muchas y
«
brillantes personalifladcs que con "Colónida" refulgen. Allí están
V Alberto Ulloa. Alfredo González Prada, Eni-ique Bustamantc, Al
berto Ureta, Jasé j\raría Eguren, José Caídos Mariátegui, Adán
Espinoza Saldaña, Percy Gibson, Pablo Abril, Antonio Garland,
Félix del Valle, y otros que sería largo enumerar.
Es interesante haeer notar cómo el doctor Xainar se esmera
en presentar la vida y la obra de Valdelomar en mutua e insepa
rable función. El poeta y el hombre foimian unidad en Valdelo
mar. El hombre realiza .sus ensueños de poeta y el poeta a su tur
no vive .su realidad de hombre. Por eso todo cuánto Valdelomar
ha escrito, poema y prosa, late telúricamente, másculamcnte, ar
dorosamente. El doctor Xamar nos lo hace sentir así. Por eso el Val-
deloma,r del doctor Xamar es un Valdelomai' viviente y humano
y no llega en^ ningún instante a esfumarse en el orbe encantado de
su poesía exótica, como venida de las lejanas tierras de Arabia,
en caravana de camellos recamados de pedrerías.

C. G. P.

SUSTANCIA.

hP ■ - ■: . Revista de Cultura Superior.—Tucumán.—Rep. Argen


tina.—Marzo de 1940.

lecibido un ejemplar de esta importantísima y selecta


, -r„ ,1 dirige el señor Alfredo Coviello, prestigiosa f i-
cnTitT.nfíin^' Tucumán y autor de "La, esencia de la
ta 1 , Como los números anteriores, éste, correspondien-
Tnnf 1 3ño en curso, ofrece abundante y valioso
vnr^o^i lectura. Revista como "Sustancia", son dignas del ma-
fnrTrrf. ^ porquc traduceu no un mero propósito de in-
dmi vfcoger ,las
tales
voces cuales
o temas,
múltiples del sino que, sobrecontemporáneo.
pensamiento todo, preten-

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^
%•

375 —

precisamente cl.e aquéllo que más tiene de original, vivo y creador.


Los colaboradores de "Sustancia" son todos preclaros hombres de
estudio, que se esfuerzan por retener las formas móviles de la cul
tura actual, de esta cultura hecha de negaciones y afirmaciones
radicales, donde ijarecen naufragar las más nobles ideas y de cu
yo aparente caos esperamos confiados la aurora de un nuevo día
])ara la humanidad. Así, en "Sustancia" se debaten cuestiones cíe
Filosofía, de Histoiúa, de Sociología, de Poesía, de Literatura, de
Arte, de Ciencia, etc. Es, pues, una revista que se esmera en pre
sentar un cuadro lo más integral posible de la cultura contem
poránea. El núurero que glosamos trae, en primer lugar, un ensa
yo de Martin Heidegger, acerca "De la esencia del fundamento, o
"de la razón", traducido del alemán especialmente para la revista.
Demás nos parece subrayar el valor de este artículo del célebre
filósofo alemán, autor de "Ser y Tiempo". En seguida viene tin
artículo de un médico y profesor argentino de la Facultad de Cien
cias Médicas de Buenos Aires, intitulado: "¿Es posible prolon
gar la vida?". A continuación un estudio sobre Historia y Filoso
fía, por el profesor Rodolfo Mondolfo. Luego "Algunos aspectos so-
ciológcos del untilitarismo humanitario de Juan Stuart Mili , por
Gino Arias. Seguidamente, "Historia y Destino", por^ el ]Uofesor
Eugenio Pucciarelli, tan conocido de nosotros. Después: El pro
blema de la Filosofía", por el profesor Aníbal Sánchez Reulet.
Luego un importante artículo del ex-Rector de la Universidad de
Tucumán, bajo el epígrafe: "La función universitaria ante una
realidad cruenta". En páginas siguientes: "La resurrección del
Quijote", por Manuel Aznar. Le sigue: "La poesía negra en in-
doa'mérica", por Silverio Boj. A continuación unos de^Jor
ge Leves Lloverás. Luego u¿ ensayo sobre "Vida y luchas de Juan
Racine", por Miguel A. Tarzia. Viene después im profundo ensa
yo del profesor Alfredo Coviello sobre "F^^^a^entacion filosó
fica de la poesía". Por último ima narraciones de
Figueroa Araoz y de Blanca Irurzun. En las secciones N^^as y
Comentarios" y "Análisis Bibliográfico", encontramos también im
portantes colaboraciones. Y se inserta , como eoionamieu , c.
el rubro de "Crítica de nuestra producción intelectual en el e
tranjero" un comentario sobre la obra del profesoi .
viello, reproducida de "El Comercio" de esta capital, escrito por
el doctor Francisco Miró Quesada Cantuarias. «c!,,„+on
Para provecho de la cultura americana,
" todo el éxito que merece por su noble empeño intelectual.
cía

C. G. P.

30
•*v

— 376 —

ALEJANDRO KORN.

Por Francisco Romero, Angel Vassallo y Luis Aznar.

La editorial Losada, S. A., de Buenos Aires, acaba de editar


en la colección "Biblioteca Filosófica", el importantísimo vo
lumen cuyo título anotamos al rubro, en cuyas páginas tres dis
tinguidos profesores argentinos justiprecian la personalidad, por
demás ejemplar y austera y la obra, por demás meritoria y fecun
da, de un eminente compatriota suyo cuya fama se dilata ya por
el continente americano a causa de las felices proyecciones de su
labor filosófica. Nos referimos al filósofo argentino, doctor Ale
jandro Korn, que sacudió intensamente el ambiente cultural de
su patria y cuya vida marca la iniciación de un período glorioso
en la evolución intelectual de la Argentina. Cuando aún no se ha
bía apagado la llama de su presencia personal y física, ya sus con
nacionales sentían su poderoso influjo y su nombre transponía
las fronteras de su suelo natal; de tal manera que a su falleci
miento, que por supuesto todos hubieran querido impedir, fue
ron muchas las voces americanas que se dejaron escuchar para
decir su dolor y expresar a la vez que América toda sentía la
muerte de Korn. Eso fué no hace poco, en Octubre de 1936. Con
taba entonces el eminente filósofo argentino, 76 años.
En el libro al que nos referimos, cada uno de los profesores
mencionados toma un aspecto de la personalidad de Alejandro
vorn proporcionando así los tres, en conjunto, una imagen del
1 osoto ^ su triple condición de maestro, de investigador y de
omore. Son párrafos fervorosos de discípulos en cuyos oídos aún
VI ran las palabras cálidas y hondas del maestro, y que quie-
^ celosamente, para las generaciones futuras, su mensaje
pi"«pa primer ensayo, escrito por el doctor Pran-
+rn 1 lugar a dudas, tiene en sus manos el ce-
sus maestro, se ocupa sobre todo de la persona y
homhrp 1 ' fijar en una unidad reverberante, al
in^iLrfp maestro. El doctor Angel Vasallo, otro
snfín da TT íiJ'gentino, atiende preferencialmente a la Pilo-
1 . ~ .rciíicionándola con su creador e intentando
tprnpv senj;ido y su
señor Luis alcance
Aznar vital e unas
nos brinda histórico. En el
apuntaciones
grandes y certeros trazos, con evidente objetivis-
, un cuando sin ocultar su fervor casi filial por el ilustres de-
,*

3
5 REVISTA DE REVISTAS
1;? (ARTICULOS DE INTERES)

HISTORIA

FELIPE II Y SU tiempo.—SarüHola L. rlc.—(Eev. llisi-ániea Moderna.—


Pag. 1,2.—1-030.—New York.—Buenos Aires).
UN i^NUSCRITO AFORTUNADO.—Arríela E. A.—(iriunanida.les.—Pág.
¿.i.— Buenos Aires.—^Argentina).
LOS JURISCONSULTOS DE LA COLONIA.—Pare.ja Marmanillo D.—(Eev.
Políticas.—Pág. 131.—4-.940.—Lima, Perú).
SECRETARIO DE LA ACADEMIA NAC, DE LA HIS-
TORIA—interés normativo.—(Bol. de la Academia Nac. de la Historia.
I «ig. o4G. —Caracas, Vojiezuela).
PROLOGO DEL LIBRO ARCHIVO DEL GENERAL JOSE ANTONIO PAEZ.
—Eodrigueü ,J. S.—(Bol. do la A. N. de la Historia.—Pág. 003.-9-939.—
Caracas Venezuela).
actividades DIPLOMATICAS DE O'LEARY.—Navarro N. E.—(Bol. ele
a . ríe la Historia. Pag. 628.—9-939.—Caracas, Venezuela).
OCUI^NTOS INEDITOS PARA LA HISTORIA DE BOLIVAR.—Becuna V.
zuela)'' "^0 la Historia.—Pág. 661.—9-939.—Caracas, Veno-
^IBIÍRTADOR.—Pág.
la Historia.—Caracas, Venezuela) 787.—9-939.—(Bol. de la A. N. do
documentos DIVERsÓ-í ev! , 1 , .
9 909 f'o, -tr (Bol.
Venezuela). " do la A. N. do la Historia.—Pág.
^ 691.—
U MEDIAOION.-(Bo1. do la A. N. do

-r Ac 28.—12-938.-Estados Unidos). •1 ■

man DEL MUNDO OCCIDENTAL.—Vail Cole-


RL Sa 23.-12-93S.-Estados Unidos).
sirl 1 f T> V indios de AMERICA.—Hanko L.—(Univer-
LHNFlÍÍ^pÍ'TOLTEQUE SUR L'ART
355.-2-940.-Medellín, Colombia). G.—
TOTONAQUE".—Wenziner

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^ 379 — I

(B. Soeiété des Americanistes de Bélgique.—Pág. 4. 3-940. Bruselas.


Bélgica).
'SANTO DOMINGO: CRISOL DE LA CULT'ÜRA AMERICANA.—Ferrer Gu
tiérrez V.—(Bol. de Estudios Históricos.—Pág. 161.—3 940. ^Nariño, ■L ' t
Colombia).
EL MONUMENTO ANCIRANO—(traducción).—Vargas Vivanco C. (Sphinx.
—Pág. 107.—11-939.—Lim.a, Perú).—"Copia de la autobiografía del Em-
perador Augusto Que se encontraba en su Mausoleo. La copia origina se
perdió". f
ARQUEOLOGIA

UNE OEUVEE CAPITALE DE L'AET DE TEOTIHUACAN.—MiMaen^ R


—(B. de la Soeiété des Americanistes de Bélgique.—Pág. 4-
Bruselas, Bélgica)'.
PEINTURE D'UN VASE ATTIQUE.—Ivampmaun Platt L—(Eev. des u
des Grecqiies.—Pág. 415.—7-939.—^París, 1-rancia). rwn
DA CIRUGIA DEL CRANEO EN LOS VASOS DEL PERU PRECOLOI^ -
—Vélez López L.—(Bol. del Museo de Historia Natural "Javier w o
—Pág. 105.—3-940.—Lima, Perú).
EULLETIN ARCHEOLOGIQUE.—Vallois K.—(Eev. des Etudes Grecques.
Pág. 257.—4-939.—París, Francia).

EPIGRAFIA Y LENGÜISTIOA

LOS AMERICANISMOS A TRAVES DE LOS ^ibia^^^ < . ''

versidad Católica Bolivariana.—Pág. 311.—2-940.—Mede m,


LA ESCRITURA EN EL ANTIGUO PERU.—Burga Napoleón. P" -
Pílff, 5.—4-940,—liinifl, Pcru). — x't
NOTA SOBRE UN PROBLEMA DE LA LINGÜISTICA^^ 195.-lll-939.—
TEMA FONETICO.—Tola Mendoza F.—(Splunx. Pag.

EULLETIN EPIGRAPHIQUE.—Flaeeliere E.—(Eev. des Etudes Grecqu


Pág. 444.—7-939.—París, Francia). „..p.p -R„rdi-
L'AEBE ROUSSELOT ET LA PHONETIQUE EXPEREV^N
to Elisa E.—(Humanidades.—Pág .364.—939.—Argentina).
LA PRONUNCIATION DE L'E MÜET EXPLIQUEE PAR .
PIISTORIQUES.-5renassé de Padlog Susana.-(Humanidacie3. g-
-939.-Argentina). x-TAT ACTUEL DE LA
."EVOLUTION DE LA GRAMMAIRE FRANCAISB. ETAT 440 _939.
QUESTION.—Lyuoli Trinidad Berenice.—Humanidades. o-
Argentina).

4 V'
r *

.V • c ..c 1,. ; .
L i' '1 ilrfm'iVlIttf ifchitlii lili ri iraiÜílMiiii '
• •■ .el >*■.». - ••
' ' í •-

— 3SO —

FOLKLORE

CTJESO SOBEE FOLKLORE, DATO DE PSICOLOGIA COLECTIVA.—Gon-


záles E. G.—(Bol. ile la Acailcniia Nac. ile la Histori.'i.—Pág. 55S. 9-939.
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(líev. <le la Universidad de .Vrequipa.—Pág. "9.—.".-Oi'dt.—Areeiuipa, Perú).
ESCRITOS ORIGINALES Y AUTOGRAFOS DEL SABIO CALDAS, Y CO

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133.—3-940.—Medellin, Colombia).

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GABRIEL RENE MORENO.—Gutiérrez A.—Kollasuyo.—Pág. 68.-9-939.—
Bolivia).
J:.

:r:
— 381 —

ARTICULOS VARIOS

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do Almeida M.—(Bol. de la Unión Panamericana.—Pág. 297.—4-940.—
Washington, Estados Unidos).
XOS CIMIENTOS DE LA PAZ.—Slioutwell J. T.—(Think.—Pág. 9.—12-938.—
Estados Unidos).
XL OrNE EN EL INTEBCAMBIO CULTUEAL.—Hays W. H. (Think.—
Pág. 21.—12-938.—Estados Unidos.).
THE STATE OF THE WAE.—Churchill W.—(The Listener.—^Londres, Ingla
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AT. MAEGEN DEL FOLKLOEE.—(Humanidades.—^Pág. 344.—939. ^Argen
tina).
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FILOSOFIA

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dad de Antioquía.—Pág. 85.—3-940.—Medellín, Colombia).
EL ESCEPTICISMO Y EL INTELLECTUS AEISTOTEUCO-TOMISTA.—Mu-
llin S. J. C.—(Revista Nacional.—Pág. 246.—2-940.—^Montevideo, Uru
TEIV^S AXIOLOGICOS; ¿EXISTEN LOS VALOEES NEGATIVOS?—Tro^
coso Sánchez P.—(Universidad Católica Bolivariana. Pág. 349. " 4
Medellín, Colombia).
EL EITMISMO DANTESCO Y LA CONCIENCIA MODERNA.—Loughi de
Bracaglia L.—(Humanidades.—Pág. 45.—939.—Argentina).
T.A VIDA INTERIOR Y LA LITERATURA.-Bonet C. M.—(Humanidades.
—Pág. 113.—939.—Argentina).
LES THEMES PLATONICIES DE L'ION.—Moreau J.—(Kev. des L u
Greoqucs.-Pág. 419.—7-939.—París, Francia). /a. ;i-
SITUAZIONE DELLA FILOSOFIA CONTEMPORANEA.—^Banfi A. ( u 1
Filosofici.-Pág. 5.—3-940.—Milán, Italia).
LE ANTINOMIE DELL'ESPEEIENZA MOEALE.—Cantoni E.—(Studi 1
fici.—Pág. 46.—3-940.—Milán, Italia). . . p.. 03_
IL PROBLEMA DELL'ESISTENZA.—Paci E.—(Studi Filosofici.—Pag. -
3-940.—Milán, Italia. . p.
LA TEORIA NIHILISTA DE GOEGIAS.—Tola Mendoza F.—(Sphms.
yo
23.—11-939.—Lima, Perú). a-ktp-píj-p CON-
. . i".
IL PROBLEMA DELLA SCIENZA NELLA FILOSOFIA FEANC I \ ^ >
%

TEMPORANEA.—Denti M. A.—(Studi Filosofici.—Pág.


Milán, Italia). „ 004.0 Ar-
LA FILOSOFIA EXISTENCIAL.—Erro C. A.—(Sur.—Pág. 56.
.TEAGMENTOS DE HEEACLITO—(traducción).—^Miró Quesada F. (Sphinx.
Pág. 93.—11-939.—Lima, Perú).

IT %' * • .. / |l
1

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#

— 382
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FILOSOFIA DE LA HISTORIA

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I<A LIQUIDATION DU 2VIII SIECLE.-Fay li.—(Occidcnt.—I'ág. 2.1.-3-010.
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HISTOEIA COMPAEATIVA DE LOS PEINCIPALES SISTEMAS DE FI
LOSOFIA. Blanco J. K.—(Universilail'atóHca Bolivariana.—Pág. 330.
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PAEA UNA VISION Y JUICIO DEL TIEMPO PRESENTE.—Vassallo A.—
(Sur.—Pag. 77.—2-940.—Argentina).
PASADO INMEDIATO.—Alfonso Reyes.—(Sur.—Pág. 19.—1-940.—Arcrenti-
na). ^
L'IDEA DISTOEIA E la STEUTTUEA del SAPERE STOEICO.—Bertin
G. M.—(Studi Filosofici.—Pág. 78.—3-940.—Milán, Italia).
LA ELABOEACION DE LA DOCTEIN.A DE SAN AGUSTIN.—Pincherle A_
—(Sphinx.—Pág. 55.—11-939.-Lima, Perú),
CEISI DELL'ATTUALISMO.—Preti G.—(Studi Filosofici.—Pág. 106,—3-9-10.
—Milán, Italia).

SOCIOLOGIA

PROBLEMAS DE LA ETNOGENESIS AMERICANA.-Carbonel D.—(Uuiver-


TT. Antioquía.—Pág. 39.—3-940.—Medellín, Colombia).
EELIGEUX CHEZ LES MAYAS "QUICHES".—Melchior-
G.—(Bulletin de la Soc. des Aincricanistc.s «le Bélgique.-Pág. 19.-3-940.
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PAEAEOJA del CRIOLLISMO.—Alone.—(Eev. Nacional de Cultura.—
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,, PáíT^l^q^^^ UNICO.—Bernárdez
19o.-2-940._Montevideo, M.—(Eev. Nacional de Cultura.—
Uruguay).
SOCIAL.—Valdez
oe Ciencias Económicag.—-Páp* Tudela
i9oqo t* N.—(Eev.
*d "n de la FacultacR
EL ESCRITOR Y SU PAIS ■\ í Á
Argentin ) (Sociedad Argentina dePerú).
Escritores.—Pag. 41.,
^"^da)^^ H.—(Occident.—Pág. 33.—3-940.—Occidcnt.-Paris, Frun-
^BRE el RACISMO.—Valery P.—(Sur.—Pág. 7.—1-940.—Argentina).
ORIA DE LA fiesta—Caillois E.—(Sur.—Pág. 57.—1-940.—Argentina)-

h■
f..
.f r
\■ w
'vTT'^

— 383 —
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"* —12-939.—Roma, Italia).
DEMOPSICOLOGIA DO SAMBA.—Belfort de Mattos D.—(Resenha Musical.
—Pág. 2.—12-939.—Brasil).
NECESIDAD DE UNA POLITICA PROFESIONAL ACTIVA Y DEFINIDA.
—Haguc .1. L.—(Anales de la Escuela de Farmacia.—Pág. 217.—10-939.—
Lima, Perú).
LA OBRA DE ARTHUB RAMOS SOBRE EL PROBLEMA NEGRO EN EL
BRASIL.—Romero E.—(Spliinx.—Pág. 95.—11-938.—Lima, Perú).
PRINCIPIOS BASICOS DE LA POLITICA BOLIVIANA.—Azne Matienzo.—
(Kollasuyo.—Pág. 21.—9-939.—^La Paz, Bolivia).

LITERATUEA Y ARTE

PROSA

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LA ARBOLEDA PERDIDA.—Aberti R.—(Sur.—Pág. 16.—1-940.—Argentina).
CRICI.—Delgado J. M.—(Revista Nacional—Pág. 366.—3-940.—Montevideo,
Uruguay).
TIO TIGRE ENFERMO (cuento).—Arraiz A.—(Rev. Nacional de Cultura.
—Pág. 67.—2-940.—Caracas, Venezuela).
DE LA MAS PITRA FELICIDAD DEL HOMBRE.—Werfel F.—(Sur.—Pág.
17.—3-940.—Argentina).
EL RELOJ DE MADERA (cuento).—Montenegro W.—(Kollasuyo. Pág. 45.
—9-939.—La Paz, Bolivia).
WAYLLUY.—Arguedas J. M.—("3".—Pág. 14.—7-939.—Lima, Perú).

LITERATURA TURCA CONTEMPORANEA.—Blanco Villalta .1. U- (Ru-


manidades.—Pág. 269.—12-938.—Argentina). . , t,* oqi _
LITERATURA INGLESA EN EL PLATA.—(Revista Nacional. Pág-
2-940).—Montevideo, Uruguay. /foiioan-
NOTAS SOBRE LA LITERATURA BOLIVIANA.—Pedregal G. (
yo.—Pág. 51.—9-939.—La Paz, Bolivia).
ENSAYO SOBRE LOS ANNALES DE ENNIUS.—Tola Mendoza F. ( P
—Pág. 9.—11-939.—Lima, Perú).
ESTADO ACTUAL DE LA LITERATURA BOLIVIANA. (Revis a
—Pág. 17.—4-940.—Santiago de Chile). i'-RnTm-
IL TEATRO ITALIANO DEL NOVECENTO.—Lo Veeehio Musti M.
na.—Pág. 26.—1-940).—Roma, Italia). „ *inrrí-M-p>»
L'ENCHAINEMENT DES IDEES LE "DE ANIMAE PROC
DE PLUTARQUE.—Thevenaz P.—(Rev. des Etudes Grecques. ag.
—4-939.—París, Francia).

ÍiÉ¿i'rAt7n t- 'T "fÉ iiim iiÍÍmB


$
— 384 —
EIi POBEE MAS EICO (texto quechua y traducción).—Mencses T.—(Spbinx.
—Pág. 89.—i-940.—Lima^ Perú).
LA TEADICION EN EL AETE CEISTIANO.—Pincherlo A.—(Rev. do la Uni
versidad C.'itólic>a ilel Perú.—l'ág. 39.—4-940.—Lima, Perú).
AETISTAS BOQUENCES.—Payró .7. E.—(Sur.—PAg. 79.—LO-tO.—Argentina).
EL CAEACTEE ESPAÑOL.—Beinhauer.—W.—(Univer.sidad Católica Boliva-
riana.—Pág. 263.—2-940.—Medellin. Colombia).
LOS COMIENZOS DE LA NOVELA HISTORICA.—Alonso A.—(numanida-
de.s.—Pág. 133.—939.—Argentina).
LA INTLUENCIA DE "MEEOPE" DE ALFIEEI EN "AEGIA" DE VARE
LA.—Borzoni de Giacosa A. R.—(fínmanidades.—PAg. LIO.—939.—Argen
tina).
CERVANTES Y EL ENTREMES.—VAzques Cey.—(Humanidades.—^PAg. 143.
—939.—Argentina).
LA MUJER EN LA OBRA DE RACINE.—Tabeming E.—(Iliimanidades.—
pAg. 259.—939.—Argentina).
IN MEMORIAM. ANTONIO MACHADO".—Baeza R.—(Sur.—PAg. 54.—
4-940.—Argentina).
ALDOUS HUXLEY O EL ULTIMO LIBRO DE LA PRE.GUBRRA.—Magny
C.—(Sur.—Pág. 39.—4-940.—Argentina).
SAKOUNTALA.—^Eestrepo A.—(Universidad de Antioquía.—PAg. 53.—3-940.
I 'f
—Medellin, Colombia).
1
EL LAZARILLO DE TORMES.—Marasso A.—(Humanidades.—Pág. 33.—
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EPILOGO DE DON QUIJOTE.—Robledo E.—(Universidad Católica Boliva-
ri.ina.—Pág. 39.5.—2-940.—Medellin, Colombia). I
ARIEL & CO.—Sánchez L. A.—("Rev. Nacional de Cultura".—^PAg. 138.—
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OCASOS Y RESURRECCIONES DE LA GLORIA.—Blixa Josefina L. A. de.—
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EDGARD ALLAN POE.—Fiold J. C.—(Spliinx.—PAg. 81.—4-940.—Lima, Pe
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O'NEILL: SU VIDA NOVELESCA Y SU OBRA DRAMATICA.—Tovar Ve-
larde E.—("3".—Pág. 44.—6-940.—Lima, Perú).
PERU EN TRANCE DE NOVELA Tamayo Vargas A.—("3".—Pág. 17.—
6-940.—^Lima, Perú).
RECINTO DE MARIA ZAMBRANO.—Meléndez Concha.—("3".—Pág. 5 —
6-940.—Lima, Perú).

POESIA

CUADERNILLOS DE POESIA COLOMBIANA.—Barba .Jacob P.—(Universi


dad Católica Bolivariana.—Pág. 422.—2-940.—Medellin, Colombia).
EL CUERVO.—^Poe (traducción de Mora Vásquez J.).—(Universidad de An
) tioquía.—Medellin, Colombia).

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• JMA .i
' UV .i— • I ■■ ■ ■ ■ ■• ■ -!■■ ■» «T M fV

>

- 385 -
CERTAMEN" POETICO DE HOMERO Y HESIODO (traducción).—Ojeda Oli
via.—(Sphiiix.—Pág. 99.—H-939.—Lima, Perú).
POESIA alejandrina. LA NATURALEZA T EL AMOR EN TEOORITO.
— (Humanidades.—Púg. 185.—939.—Argentina).
CONTRIBUCION A LA CRITICA IklANRIQUEfíA.—Bergero M. B.—(Huma
nidades.—Pág. 221.—939.—Argentina).
MENENDEZ Y PELAYO ET LA POESIE ESPAGNOLE.—Diego G.—(Oeci-
dent.—Pág. 43.—3-94Ü.—París, Francia).
ANTOLOGIA DE POETAS FRANCESES CONTEMPORANEOS.—Binchi E.—
(Revista Nacional.—Pág. 454.—3-940.—Montevideo, Uruguay).
CICLO DE LA POESIA MODERNA VENEZOLANA.—Picón-Salas M.—(1S80-
1940).—(Revista Nacional de Cultura.—Pág. 63.—4-940.—Caracas, Vene
zuela).

MUSICA, PINTURA, DANZA

LE VOCABULAIRE TECHNIQUE MUSICAL EN GREC MODERNO.—Miram-


bcl A.—(Rev. de Etudes Grccqiies.—Pág. 429.—7-939.—^Paris, Francia).
GIOTTO.—Boiiltou A.—(Rev. Nacional de Cultura.—Pág. 57.—2-940. Cara
cas, Venezuela).
MANUEL DE FALLA EN SU RETIRO URICO.—Manso Soto L.—(Rev. de
la Guitarra.—Pág. 5.—5-940.—Argentina).
EL MESIAS DE HAENDEL.—(Revista de Arte.-Pág. 4.—4-940.—Chile).
EL GUITARRISTA SEGOVIA.—(Revista de Arte.—Pág. 3.—5-940.—Chile).
LA MUSICA Y LA VOZ DE LA TIERRA.—Andrade V.—(KoUasuyo.—Pág.
35.—9-939.—La Paz, Bolivia).
COREOGRAFIA COLONIAL.—A. J. B.—("3".—7-940.—Lima, Perú).
(Acuarelas mandadas hacer por D. Baltazar Jaime Martínez Compañón
y Buianda. Siglo XVIII")- a-ktt.a
EL ARTE LATINOAMERICANO EN LA PINTURA CONTEMPORANEA.
(Think.—Pág. 12.—12-938.—Estados Unidos). ^ • i
LA PINTURA MEXICANA MODERNA.—De la Encina J.—(Rev. Naciona
do Cultura.—Pág. 47.—2-940.—Caracas, Venezuela).

PEDAGOGIA

CONCLUSIONES APROBADAS SOBRE LA EDUCACION MORAL EN EL


CONGRESO DEL HAVRE.—(Educación y Cultura.—Pág. S9.—3-940.—
Montevideo, Uruguay). .
REFLEXIONES ACERCA DE LA EDUCACION DEL ADOLESCENTE.—Chi- t 2>"
riboga J. C.—(Pedagogía.—Pág. 16.—7-940.—Lima, Perú). ^ . 1

K
PEDAGOGIA SEXUAL.—Mac-Leáu Estenós R.—(Pedagogía.—Pág. 9.-7-940.
—Lima, Perú).
LAS ESCUELAS RURALES EN "VENEZUELA.—Padrino L.—(Pedagogía.—
Pág. 35.—7-940.—Lima, Perú).

' h-* ,.r, ' .jt' '■ • - t-' ■


W' - ■4'
■ 'tv.

/■V!
— 386 —
SUGERENCIAS DE NUESTRO AMBIENTE EDUCATIVO.—Kooh Flórez R.
—(Pedagogía.—Pág. 48.—7-94fi.—Lima, Perú).
LA INFLUENCIA DEL RETRASO ESCOLAR EN EL APRENDIZAJE Y
EN EL DESARROLLO MENTAL—ilidalgo Santillán R.—(Pedagogía.—
Pííg. .58.—7-940.—Lima, Perú).
EL METODO DE PROYECTOS EN LA ESCUELA PRIMARIA.—Torres Ca
lle Dora.—(Peilagogía.—Pág. G2.—7-94Ü.—Lima, Perú).
LOS SUBNORMALES EN EL CAMPO DE LA PEDAGOGIA Román M.
María A.—(Pedagogía.—Páig. GO.—7-940.—Lima, Perú).
ENSAYO DE UNA FICHA BIO-PSIQUICA DE LA PRIMERA INFANCIA
DEL NINO PERUANO.—Reyes Barrios F. y Pérez Castro C.—-(Pedagogía.
—Pág. 73.—7-940.—Lima, Perú).
LA CULTURA MORAL Y SOCIAL EN NUESTRA ENSEÑANZA SECUNDA-
—(Educaciún y Cultura.—Pág. 81.—3-940.—Montevideo, Uruguay).
ORGANIZACION DE LA EDUCACION MORAL.—Monod «.— (Educación y
Cultura.—Pág. 8-5.—3-940.—^Montevideo, Uruguay).
PROGRAMA SUGESTIONARIO PARA UN CURSO DE PEDAGOGIA RU-
Genovese B. S.—(Educación y Cultura.—Pág. 110.—3-940.—Mon
tevideo, Uruguay).
LA PSICOLOGIA APLICADA A LA EDUCACION.—(Educación y Cultura.
Pág. 110.—3-940.—Montevideo Uruguay),
ENSEÑANZA UNlVERSITARIA.-(La Educación en los E. U. de América.-
Pág. 12.—939.—Estados Unidos).
ADAPTACION A LAS NECESIDADES DEL ALUMNO.—(La E.lucación en
los E. U. de América.—Pág. iG.—939.—Estados Unidos).
EVOLUCION DEL EDIFICIO ESCOLAR.—(L.i Educación en loe E, U. de
ÍCjftlr América.—Pág. 18.—939.—Estados Unidos).
''í«
ESCUELA PARA UNA POBLACION HETEROGENEA.—(La Educación cu
los EE. U. de América.—Pág. 21.—939.—Estados Unidos).
SEÑANZA UNIVERSITARIA.—(La Educación en os E. U. de América.—
Pág. 3.5.—939.—Estados Unidos).
ESTTOIANTES que NECESITAN TRABAJAR.—(La Educación en los E.
TA
MIIHSTRACIoN de41.—939.—Estados Unidos).
LA EDUCACION.—(La Educación en los E, U.
PRoÍTítrA« DE ENSEÑANZA.-(La
programas 45.-939.-EstadosEducación
Unidos).en los E. U. de América.—
Pág. 49.—939.—Estados Unidos).
Programas—Escuraina Duque J. M.—("Edu-
eacion '.—Pag. 8.-2-940.-Caraeas
Venezuela).
U - programas de EDUCACION PRIMARIA.—Cisneros
ll-2-940.-Caracas, Venezuela).
"MUNDO VIVIDO" POR EL NIÑO.—Díaz Casanue-
EL Irtf pI 13.-2-940.-Caracas, Venezuela).
nié pf ^36.-2-940.-Caraca8,
ci6n.-Pág. escuelas, arteVenezuela).
y juego.—De la Encina J.—(Eduea-

. ?
4 ÍV
•A

•'i ]
— 387 —
LO QUE DEBE LEEB EL MAESTRO.—Casanovas D.—(Educación.—Pág. 48.
—2-1)40.—Caracas, Venezuela).
NOTAS SOBRE LA DISCIPLINA ESCOLAR.—Pascnchi M.—(Educación.—
Pág. 51.—2-040.—Caracas, Venezuela).
LA ENSESíANZA DE LA HISTORIA DE LAS RELIGIONES.—Guaglianone
P.—(Humanidades.-Pág. 5.—939.—Argentina).
METODOLOGIA DEL LENGUAJE ESCRITO.—Jiménez Borja J.—(Sptinx.
—Pág. 09.—^1-940.—Lima, Perú).
EL MOVIMIENTO COOPERATIVO ENTRE LOS ESTUDIANTES.—(Infor
maciones Cooperativas—oficina internacional del trabajo. No. 4. 040.
Ginebra).
O. D. V.
^4
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ACTIVIDADES DEL CLAUSTRO


la SECCION PEDAGOGICA DE LA UNIVERSIDAD DE
SAN MARCOS Y EL MENSAJE PRESIDENCIAL.
_ lso.s es particularmeute grato reproducir, eu estas imaginas, el
JUICIO que la Sección Pedagógica que funciona en la. Facultad de
_etras de la Universidad Mayor de San Marcos, ha merecido al se
ñor Presidente de la Reiiública, doctor don Manuel Prado, expre-
sado en solemne oportunidad, en su Mensaje al Congreso, leído el
¿8 de Julio último.
VI*.'.
Dice así;
TI' •

o,-1
sidades Oficiales encálido aplauso el técnica
la preparación valioso del
aporte de las Univer
profesorado de se-
V.:
gunda enseñanza. Desde hace cuatro años funciona, con éxito, en
Mayor de San Marco.s, integrando su Facultad de
y Letras, la Sección de Pedagogía, en la que
in de instrucción secundaria, dotados de
:f:
vi^t. liP+va superior, exigidas para los bachilleratos en Ciencias y
tintnc.^ ^ con el acerve^ de espeeialización pedagógica en las dis-
P<í 1 en la que van a prestar sus servicios,
da PTio^-^ eficiencia intelectual de estos maestros de segun-
tnra universitaria . espíritu se ha enriquecido con una sólida cul
tura

estas^rn^o'^^^ 1 y halagadoras son para el Claustro


nuestro nrimpv ^'^®^^ente Prado que expresan la satisfacción de
Tbor y reconocimiento del Estado por la
r í Pedagógica,
mereció el^mifñn' Pedagogía de la Facultad de Letras
Mensaje a la Nnó'^ gobierno anterior, expresado en el
nato
car R
el ¿Aaít °''' 'eeha histórica en que decli-
entonces General de División Dn. Os-
soles oro anneleo Recordamos, asimismo, el subsidio de cinco mil
tor Roberto Mac-Lcan
Mee ^ Per y Estenos,
iniciativaDiputado porCatedrático,
de nuestro Tacna y Presi-
doc
'• í • 4

■Jtli W.
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V.
■} • •

V*- 4.'Aá vJlÁ. Jkit f —


— 389 —
■ A-'.
dente de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados,
se ha consignado en el Presupuesto General vigente.
Todo ello demuestra el alto concepto que la Sección de Peda
gogía de la Facultad de Letras merece a los poderes públicos.

NOMBRAMIENTO DE CATEDRATICO INTERINO.

La Junta de Catedráticos, con fecha 28 de Abril piosi P


sado, nombró al Dr. José Alvarado Sánchez, Catedrático ni
del curso de Literatura Americana y del Perú, por el tiemp q
durara la licencia concedida al Dr. Manuel Beltroy.

GRADOS DE BACHILLER EN HUMANIDADES.

El 25 de Abril último, se les confirió el grado de


en humanidades a los señores César Graña Soria y
mirez Figueroa, habiendo presentado el primero la tesis ^ .
"Las Ideas Estéticas de Guillermo Worriuger y su po^i^e api
eión a la interpretación del Arte i^ierieano ; y e s g >
tesis titulada "En defensa de Francisco Carbajal .
Con fecha 17 de mayo del presente año,
do de Bachiller en Humanidades P , "Amalia Puga
cudero, para cuyo efecto P^esentoMa tesis titul^
de Lozada exponente femenino de la 1
siglo XIX".

GRADOS DE PROFESORES DE SEGUNDA ENSEÑANZA.


El 6 de mayo último, la Facultad^ de y'Ciem 'ry
título de Profesora de Segunda Ensenaba e presentó la -t,

cías Sociales, a la señorita Cira Golffer Ga uj^ q gompensa-


tesis tituladk "La Angustia Juvenil y la ley de la comp
eión"

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— 390 —

CONFERENCIAS.

El día 7 de mayo del presente año, ofreció una conferencia


en el Salón de Actos de la Facultad de Letras, el Coronel Oscar
N. Torres V., ocupándose del tema "La Instrucción Militar en las
Universidades y Escuelas Superiores".
El día 23 de julio último, disertó el Profesór arabe doctor
Habib Estefano. en el Salón de Actos del Claustro, sobre "La Cri
sis de la Inteligencia".
El 6 del actual nuevamente, sustentó otra conferencia abor
dando el tema "Encuentros de Oriente y Occidente desde Alejan
dro Magno basta nuestros días".

INAUGURACION EfE LA ESCUELA DE VERANO PARA


ESTUDIANTES EXTRANJEROS.

v:;"- A cws
+ de nuestra
9 de Julio del presente,
Facultad, la solemnetuvo lugar, en de
inauguración el la
Salón de
Escue
■>-/ la de Verano para estudiantes extranjeros. En esa ceremonia hi-
f- palabra, el Rector de la Universidad, Dr. Carlos
litaran, el Decano de la Facultad de Letras, Dr. Horacio íl. Ur-
eaga, a cuyo cargo corrió el Discurso de Orden, y el Director de
a Escuela, Dr. Víctor A. Belaúnde. En otra sección de este nú
Ir'
fTvi mero insertamos esos discursos.
I- ■
Agradecieron la manif„stación, a nombre de los profesores
norteamericanos, el señor doctor Robert Ste^Vart Mac Nicoll, y ^ f 4 .*
a nombre de los alumnos la señorita Evangelina Mundy. ■ V"-*

I,

-rX'.b
-vaT ^ , .. .
í '• ■
ADVERTENCIA

l.A Correspondencia v Canjp de la Revista


DIRÍJASE A la Secretaría de la Facultad de
T.etras. Universidad Mayor de San Marcos,
Calle de San Carlos No. 931.

Las instituciones a quienes enviemos l.a.


Revista l.ETRAS se servirán acusar reciro
DE LOS números QUE LLEGUEN A SU PODER, A FIN
Dlí C'ONTI N L'.VR ENVIANDOLES NUESTRA PURLIC.V-
ciÓN. La falta de esLe áLúse de reciro deter-
MIN.ARÁ LA SUSPENSIÓN DEL ENVÍO DE LOS NÚ
MEROS POSTERIORES.

lúSTlC ACUSE DE RECIRO NO ES NECESARIO SI L.\


INSTITUCIÓN DESTIN ATARI.V, NOS FAVORECE CON
EL Canje de sus respectivas purlicactones.

.0'
o

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r- "TCÍc

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