Teoría de La Arquitectura 3
Teoría de La Arquitectura 3
Teoría de La Arquitectura 3
Estos autores cambian el planteamiento teórico de la arquitectura que había en la época, basado en la
distribución espacial, ornamentación y los órdenes. Plantean una teoría de la arquitectura más cercana a
la sociedad para su comodidad y su uso.
Las sietes lámparas de la verdad de John Ruskin. “La Arquitectura es el arte que se dispone y
orna los edificios erigidos por el hombre, cualesquiera que sean los usos de estos, de modo
que su contemplación puede contribuir a la salud, entereza y deleite del espíritu.”
En esta teoría de la arquitectura se desligó del carácter técnico que había en los tratados
anteriores y se enfoca en la forma, tono y lenguaje propio del ensayo, buena parte del efecto
que sigue produciendo en nosotros las obras de Ruskin dependen de su lenguaje. Un lenguaje
capaz de pasar de la reflexión más abstrusa sobre la condición de la arquitectura a la
descripción más precisa y visual de los ornamentos más enrevesados. La estructura es bastante
distinta comparado con los ensayos y tratados de tradición clásica, abandona la división de
libros o capítulos arbitrarios y prescinde de la estructura axiomática. No es un libro jerárquico
o sistemático sino un conjunto de concepto que se relacionan entre sí, el todo es más que la
suma de sus partes, pero basta con que falte una de las partes para que el todo se resienta de
manera fatal.
La arquitectura no puede reducirse a la disposición y organización de una serie de partes con
vistas a cumplir una función o una serie de funciones. Si solo fuese construcción, nada
distinguiría al edificio de un objeto utilitario complejo. La esencia de la arquitectura está en su
dimensión espiritual. El tema de la lámpara del sacrificio es el derroche esencial ya que Dios se
fija en todos los detalles de la arquitectura y por ello hay que recrear el trabajo bien hecho.
La lámpara de la verdad prohíbe la ocultación, camuflaje y simulación en la estructura,
material y ornamento del edificio, honestidad constructiva. La pintura se puede utilizar en la
arquitectura siempre y cuando parezca pintura no como el caso de pintar madera para que
parezca mármol. Ruskin está en contra de la sustitución de los artesanos por las máquinas en
la ornamentación porque conduce a un engaño operativo, porque el ornamento hecho por
máquinas no es honrado, es un ornamento mecanizado que no muestra el trabajo humano,
condición de la verdadera arquitectura. También defiende el uso de materiales tradicionales.
Un ornamento será verdadero y bello cuando se inspire en las formas de la naturaleza, será
falso o incluso una monstruosidad cuando reproduzca excepciones o rarezas naturales o
cuando pertenezca sólo a la limitada imaginación humana. El ornamento debe ordenarse por
el arquitecto, es un elemento que se percibe con los ojos cuyo efecto es intelectual. Solo tiene
belleza aquello realizado por el hombre, siempre y cuando se haya dedicado esfuerzo y
dedicación a aquello que fabrica, y su actitud no parezca la de una máquina, aunque el
resultado sea imperfecto o burdo.
Otra de sus ideas más importantes es generar una arquitectura que perdure en el tiempo, no
ya como elemento constructivo en pie, sino incluso como una ruina, un hito para que las
generaciones futuras valoren y visiten, admirándola y tomando referencias de ella. Está en
contra de la restauración de arquitecturas pasadas, ya que entiende que el espíritu que tuvo
cada uno de los artesanos y constructores en el desarrollo de esta arquitectura no se va a ver
repetido en otro contexto cultural distinto, con otro estilo Lo entiende como otro gesto de
falsedad arquitectónica. Para evitar caer en falsedades, Ruskin urge el cuidado adecuado y a
tiempo del edificio. Apostaba por el Gótico, mientras que pensaba que el Clasicismo era falso e
impostado.
Conversaciones sobre la arquitectura, vol. 1 de Viollet-Le-Duc.
Este libro recoge y actualiza la tradición del texto reflexivo y de tintes polémicos, el ensayo
moderno, pero sin renunciar a la otra tradición que había estado presente en la teoría de la
arquitectura, el tratado tradicional. Las ideas contenidas en el libro no siguen una exposición
canónica desde lo general a lo particular, sino que se van intercalando dentro de un relato que
se mueve con libertad por los periodos históricos.
Se plantea un relato que abarca toda la historia de la arquitectura, donde se pueden establecer
paralelismo entre la naturaleza de estas y los estilos de aquella. Sintetiza la historia de la
arquitectura con los estilos históricos: el griego, el romano y el medieval o gótico.
Los arquitectos pueden aprender de la historia, y la mayor lección que pueden sacar de ella es
que la buen arquitectura ha sido siempre el acorde a su propio tiempo, el coherente con las
condiciones sociales de la sociedad que lo construye, las exigencias particulares de los
programas y, finalmente, las técnicas y los materiales disponibles en cada momento.
Los ‘estilos’, los lenguajes particulares que se utilizan en cada época y que sirven para las
clasificaciones de la historia del arte; por el otro, está el ‘estilo’ en general, que es “inherente a
todas las épocas” en la medida en que no pertenece a un pueblo o una civilización en
particular, sino que es “propio del genio humano”. Un ejemplo para explicar mejor la idea de
‘estilo’ son las creaciones de las civilizaciones primitivas, donde la forma es la plasmación de
ideas sencillas y verdaderas, como ocurre en el primer arte griego. La evolución de los estilos
puede entenderse como la sucesión de una serie de estilemas y códigos visuales cuyo fin esta
en sí mismo.
Viollet-Le-Duc toma como referencia el Discurso del método de Descartes y propone generar
propone generar un método compositivo en el arte y la arquitectura en el que se ponga en
duda la arquitectura antigua, con el objetivo de marcar un estilo para la época, y un método de
diseño sobre un sistema deductivo que desde lo simple permita llegar a lo complejo, de lo
general a lo particular, en donde la forma del edificio sea coherente con la estructura, de igual
forma que un esqueleto lo es con el organismo que sustenta, sin ornamentación no derivada
de la propia función estructural o material, con honestidad constructiva, a través del uso de
materiales adecuados al uso propuesto. Racionalización del uso de proporciones y distribución
simétrica de los edificios, basado en la escala.
Es el primer arquitecto que propone restaurar la arquitectura anterior, ajustándolo a la forma
que debería haber tenido, la forma platónica del edificio, en vez de reconstruir sobre la huella
que ha dejado o hacer un edificio nuevo en imitación al anterior. Contradice la idea de Ruskin
de no tocar las reliquias del pasado.
“Architektur” de Adolf Loos.
El desencadenante de la teoría de la arquitectura de Loos está en una reflexión que va más allá
de la disciplina y que aparece, desde el principio, en sus escritos: “La vida que llevamos está en
contradicción con los objetos de los que nos rodeamos.”
Ornamento y delito. Loos afirma que es posible señalar el sentido último de la evolución de la
cultura: la progresiva eliminación del ornamento en los objetos utilitarios. Hay que perdonar a
las culturas menos desarrolladas cultural y científicamente por el hecho de utilizar el
ornamento en sus vidas, porque, a pesar de ser un acto degenerado, como ocurre con los
niños pequeños, no son conscientes de esa degeneración. Las culturas más desarrolladas, sin
embargo, deben ser conscientes de que cada cultura y época tienen un estilo, y que a la
sociedad moderna le corresponde ser capaz de ofrecer nueva arquitectura, con ideas nuevas,
que no repliquen ideas del pasado ya recomidas por distintas culturas en distintas épocas. Por
tanto, la sociedad moderna debe ofrecer una arquitectura libre de ornamento como una
manifestación artística nueva, en la que, debido al desarrollo de la sociedad y la cantidad de
conocimiento acumulado por los arquitectos modernos, no hace falta ornamentación para
crear arquitectura bella.
Arte o arquitectura. Separación tajante del arte y la arquitectura. Loos justifica la separación
con argumentos que son evolutivos y morales, el artista y el artesano “eran uno solo”, en la
medida en que la obra de arte era un objeto utilitario en el que coincidían el valor de uso y el
ornamental. El arte cumplía una importante función social y moral hasta en el silgo XIX que se
produjo el despojamiento del arte de su utilidad social y religiosa. El mundo del arte pertenece
al futuro, en un mundo donde está todo por hacer, el que contiene la parte más individual y
libre del ser humano. La arquitectura con futuro es la que renuncia a los ornamentos, la que
rompe definitivamente sus lazos con el arte, pero que, a cambio, es más rica y sincera en su
relación con los materiales, y se puede pensar directamente en el espacio. Arquitectura
desornamentada, materialista, espacial. Piensa que el ornamento es símbolo de retraso y
decadencia en la sociedad moderna, subvencionado por el estado para manipular más
fácilmente a un pueblo inculto. Lo considera como un motivo de fuerza de trabajo malgastada,
y, por tanto, salud malgastada.
La teoría de Loos depende de una crítica cultural cuyos objetivos son dos y complementarios:
que el diseñador y el público general asuman que el ornamento no tiene cabida en los
edificios, y que asuman también que la arquitectura no es arte. Considera que la cultura es una
representación del refinamiento individual, y salirse de los cánones de la cultura en la que
vives te convierte en un ‘degenerado’.
Loos es bastante tradicionalista en cuanto a la conservación de las formas y el
perfeccionamiento de lo que ya funcionaba en el pasado. Solo defiende introducir
innovaciones cuando la presión de las nuevas formas de vida resulte imparable, y sin que esto
suponga, en ningún caso, entregarse sin más a los dictados perecederos de la moda. Que el
objeto envejezca, con las palabras de Ruskin, con nobleza, lo que implica que un buen diseño
de la vivienda no hace inservibles los objetos heredados del pasado. Lo aplica también a la
arquitectura. Utiliza el clasicismo arquitectónico como base para la futura generación de
combinaciones entre elementos y ritmos, aparte de servir como filtro de estilos falsos,
supuestamente basados en la arquitectura pasada.
Debe haber una separación entre la belleza del arte y del objeto utilitario: la primera acepción
debe seguir la idea clásica, mientras que el segundo debe ser bello en tanto que es
concordante con su funcionalidad, es decir, es ‘conveniente’. El arte puede seguir teniendo
cabida en una parte de la arquitectura, los monumentos conmemorativos y los funerarios, por
ser construcciones que no se habitan, que no tienen que ver con la vida sino con la
intemporalidad, y que, por tanto, no pertenecen al mundo de lo utilitario.