#5 Armados y Peligrosos
#5 Armados y Peligrosos
#5 Armados y Peligrosos
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
ABIGAIL ROUX
ARMADOS Y
PELIGROSOS
Cut and Run Nº5
Abigail Roux
Armados y Peligrosos
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ARGUMENTO
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
Capítulo 1
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Abigail Roux
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Burns rodeó el escritorio para saludar a su viejo amigo cuando entró por la puerta.
Randall Jonas había sido uno de los tres hombres del escuadrón original del Cuerpo
de Marines de Burns que habían regresado de Vietnam. Earl Grady era el otro. Eran
como sus hermanos, y Burns nunca rechazaría una visita sorpresa de uno de ellos.
Pero cuando se abrió la puerta y Jonas entró en su despacho, Burns se dio cuenta
inmediatamente de que algo andaba mal.
—Te ves como el infierno —dijo antes de que pudiera pensar en una forma más
adecuada de decirlo.
Jonas asintió.
—Por una buena razón.
Jonas no se veía para nada como el agudo jefe de sección de la CIA que Burns veía
para tomar una copa en algún bar de DC. Jonas parecía agotado, exhausto, con
ojeras. Era un hombre grande, con una mandíbula cuadrada, con tendencia hacia el
aumento de peso en los últimos años, con el pelo gris metálico y los ojos castaños.
Por lo general estaba lleno de buen humor y encanto, más un gnomo travieso que un
fantasma. Ahora, sin embargo, parecía un oso perseguido por el bosque por un
bigfoot.
Burns le ofreció una mano para estrechar y luego hizo un gesto hacia el sofá de
cuero en la esquina de su oficina.
—Perdóname por saltarme las cortesías, pero parece que es posible que desees que
lo haga. ¿Qué ha pasado?
Jonas se pasó una mano por el pelo.
—Me metí en algo desagradable, Dick. He estado a cinco minutos de ser detenido
en Langley —dijo mientras se dejaba caer en el sofá y tiraba del nudo de la corbata.
—¿Qué? —Burns se sentó frente a él.
—Me encontré con algo que no estaba destinado a ver. Una larga historia, alguien
dentro de la compañía ha estado utilizando los activos del gobierno para hacer
trabajos personales con fines de lucro, y luego cargándose a los activos cuando saben
demasiado. Han convertido a la CIA en un servicio de asesinos.
—¿Qué?
—Hubo unos papeles que me hicieron sospechar, así que empecé a husmear. Y
cuando seguí el rastro, ese hijo de puta lo llevó de vuelta a mí.
Burns parpadeó.
—¿Qué?
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—Richard, se centran en mí. Alguien me está tendiendo una trampa para hacerme
responsable de ordenar golpes privados. Lo averigüé antes de que lo tuvieran todo
en su lugar. Así que recogí y salí corriendo. —Jonas hizo un gesto con la mano,
descartando cualquier detalle adicional de su fuga de Langley.
Burns asintió, frunciendo el ceño. El abuso de poder ocurría en las agencias del
alfabeto al igual que en cualquier otro lugar. Sólo que por lo general terminaba con la
muerte y la destrucción en lugar de la quiebra, los rescates, o mover una fábrica a
China.
—Alguien dentro de la CIA se está aprovechando. Y tú eres el chivo expiatorio.
Deduzco que seguir el rastro a la inversa no puede demostrar tu inocencia.
—No, sólo están las notas de un lacayo a otro, dando órdenes —dijo Jonas,
inclinándose hacia delante y apoyando los codos en las rodillas—. Es malo, Dick.
Estoy siendo incriminado por el mal uso de los recursos dirigiendo operaciones, por
eliminaciones no autorizadas de personal, y si realmente va mal, traición. Sin duda
iría a la cárcel el resto de mi vida natural. Eso es si quien es responsable no viene tras
de mí también. Están limpiando. La gente está perdiendo sus vidas.
—Jesús, Randy.
—Necesito un poco de ayuda, y tú eres el único en quien confío en estos
momentos.
Burns se dio cuenta de que le estaba mirando y asintió secamente. Conocía a este
tipo, le conocía desde hace más de cuarenta años, y sabía que si Jonas lo decía, era
verdad. Incluso si era un maldito fantasma.
—¿Qué necesitas?
—Necesito un contacto dentro.
—¿Un contacto?
—Por los detalles que fui capaz de reunir antes de huir, sólo hay un tipo todavía
vivo que tiene la información necesaria para apuntar al bastardo a cargo de todo esto.
Trataron de eliminarlo hace un año, pero escapó. —Jonas sacudió la cabeza—. Han
estado eliminando agentes, Dick. Equipos de agente y de controladores eliminados o
desaparecidos, desde hace un par de años. Poco a poco, casi al azar, y no puedo decir
que lo hubiera sabido sin toparme con ese archivo y sospechar.
Jonas asintió mientras se sentaba y luego se echó hacia atrás, con aspecto
realmente miserable.
—Me he dejado el culo para la Compañía, Dick. No voy a dejar que todo se vaya al
garete de este modo. Hay una célula dentro, una que no está sancionada ni
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supervisada. No estoy seguro de lo alto que llegan, aparte de que llegan alto si me
están apuntando.
—¿Tienes las estadísticas de este contacto? ¿El de la información?
—Más o menos. Pasó a la clandestinidad hace un año. He estado en contacto con
su ex controlador.
—Bien. Enviaremos a un agente a por él y lo atraparemos. Se lo daremos a alguien
en quien podamos confiar.
—No puedes enviar recursos del FBI, Dick. Van a estar monitoreando todo.
Burns levantó una ceja ante la paranoia, pero eso era un fantasma para ti.
—Mira, Richard, no sé mucho acerca de tus operaciones, con excepción de que la
CIA te usa a ti y a los recursos que has cultivado para determinados trabajos. Sé que
tienes los medios para hacerlo fuera del tablero.
Burns frunció los labios y se rascó la nariz, tratando de ocultar la incomodidad.
—Podría conocer a alguien. Le movilizaré. Y hasta que podamos atrapar a ese
activo misterio tuyo, te quedarás aquí. Ni siquiera la CIA va a asaltar la sede del FBI
para llegar a ti. ¿Quién es el contacto?
—Es un extranjero llamado Julian Cross. Los registros dicen que le habían
eliminado, pero luego saltó de nuevo en el radar y los rumores son que está todavía
vivo. Cuando hablé con Blake Nichols, su ex controlador, confirmó que Cross está
vivo. Por ahora. Pero no puede llegar a él. —Jonas tamborileó con los dedos sobre el
brazo del sofá, visiblemente agitado—. Tengo una dirección, y sólo puedo esperar
que este tipo tenga la información que necesito. Es el único que podría tenerla. Todos
los demás están muertos.
—Julian Cross —murmuró Burns mientras se rascaba la barbilla—. ¿Por qué ese
nombre me suena familiar?
Jonas se encogió de hombros.
Burns se levantó y fue a su escritorio, activando su ordenador para escribir una
búsqueda. No salió nada. Pero conocía ese nombre. Tecleó un código y buscó de
nuevo. Esta vez, el equipo buscó a través de una caché de archivos ocultos, y
apareció un archivo.
Burns resopló mientras revisaba la información contenida en el archivo. París. Por
supuesto. Miró a Jonas.
—Dame toda la información que tengas. Pondré a mi mejor hombre en ello —dijo
mientras sacaba un teléfono móvil de un cajón cerrado con llave.
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—Si Cross no sabe quien estaba dando las órdenes de matar, nadie lo sabe. Pero
tengo la sensación de que él lo juntó todo y cree que fue la CIA tratando de matarlo.
Es por eso que ha salido del radar. No será fácil traerlo. –Dijo Jonas mientras se
acercaba a la mesa, sacando un trozo de papel doblado de su bolsillo—. Esto es todo.
Nombre, contactos, direcciones. Y tu hombre debería saber que Cross es un agente
federal de alto nivel que trabaja en operaciones encubiertas, considerado armado y
extremadamente peligroso. Es… muy capaz...
Burns asintió mientras marcaba y no pudo evitar sonreír.
—Se van a llevar a las mil maravillas.
* *
Lo siento. Las paredes se están cerrando y me tengo que ir.
Te amo.
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Zane sacudió la cabeza, y su mirada se posó en el haz de luz de luna que pintaba
la pared de la habitación. Trató de enfocar sus ojos. Era suficiente para proporcionar
un resplandor azul suave al dormitorio. Se pasó una mano por la frente. La apartó
húmeda.
—Yo… ¿dónde coño has estado?
—Cálmate y te lo diré.
Zane gruñó. Se inclinó y buscó a tientas la botella casi vacía de agua en la mesita
de noche. Estaba tibia, pero se tomó unos tragos de todos modos.
—Cálmate, mi culo. ¿Dónde estás?
—Bueno —dijo Ty, la palabra eterna. Zane reconoció el tono de voz que Ty
utilizaba cuando estaba tratando de encontrar la manera de explicar algo que no le
sucedía a la gente normal—. Me han dicho que estoy en Tennessee. O Kentucky. En
realidad no está claro. No es por eso que te llamo.
—¿Estás de una sola pieza? —preguntó Zane. Curvó la mano libre en la sábana.
—De momento. Pero escucha, Zane, no tengo mucho tiempo. Recibí una llamada
de Burns.
Zane se estremeció y se movió hacia atrás para apoyarse contra el cabecero. Eso
significaba que Ty no volvería a casa a corto plazo, estaba seguro de ello. Cuando
habló, su voz era sombría y apenas controlada.
—Estoy escuchando.
Ty se quedó en silencio un momento.
—Te echo de menos —dijo. Parecía destrozado, lo cual no ayudó a que Zane se
sintiera mejor—. Pero tengo que ir a la clandestinidad. No me dio opción esta vez.
Zane tenía en la punta de la lengua pedir explicaciones, pero el pesar en la voz de
Ty le detuvo. Con cualquier otra persona, esta conversación habría sido absurda.
Zane se frotó los ojos. Se había ido a la cama hacía un par de horas, y mucho antes de
lo normal. Ty no habría esperado despertarle.
—Me asustaste, Ty.
—Lo sé —dijo Ty, y aunque sonaba con compasión, no necesariamente sonaba
contrito—. Pero tenía que irme. Yo no…
Zane había sabido que Ty no era el mismo después de esas dos semanas
infernales. Lo había sabido y había esperado tener la oportunidad de ayudar una vez
que ambos recuperaran el aliento. Pero la salida a medianoche de Ty había alterado
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ese plan. La frustración y la ira le inundaron otra vez, ahogando su breve sensación
de alivio.
—¿Sabes lo que pensé cuando me desperté sin ti?
—¿Qué con suerte no podías esperar para verme otra vez? Te dejé una nota —dijo
Ty, su voz esperanzada.
—Sí, y ¿sabes qué? ¡No sirvió de nada! —Dijo Zane, dándose por vencido en tratar
de ser comprensivo—. Eso no es algo que deseas encontrar cuando te despiertas a lo
que se supone que es ¡el primer día del resto de tu vida!
—¿El qué, ahora?
Zane gimió, se puso de lado y se dejó caer sobre su costado. Se puso una
almohada sobre la cabeza y luego habló de todos modos. Sus palabras salieron
sordas y amortiguadas.
—Beaumont. Tyler. Grady.
—Espera, espera, ¿nombres completos? ¿Qué demonios, Garrett?
—Te dije que te amaba, y al día siguiente te fuiste.
Ty se quedó en silencio, pero Zane podía escuchar su respiración. Cuando
finalmente habló, su voz era baja y ronca.
—Lo siento. No pensé en eso.
—¿Pensaste en algo?
—Zane.
—¡Estúpido!
—Te amo, Zane. Lo hago y lo sabes. Y cuando vuelva a casa, vamos a sentarnos y
hablar de esto. Lo prometo.
—Te dije que te amaba.
—Y me gustó.
Zane alejó la almohada y rodó sobre su espalda para mirar a través de la
oscuridad hacia el techo.
—Te lo dije dos veces.
—Zane.
—¿Qué diablos quiere Burns ahora? Se supone que estas en excedencia.
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Ty tarareó.
—Sé que estás durmiendo en mi cama ahora mismo.
Zane miró a su alrededor, la habitación de Ty y suspiró. Maldita sea.
—Todavía estoy molesto —murmuró, sin admitir nada—. Entiendo que estabas
hasta el cuello, pero, maldita sea, Ty. Podrías haber dicho algo, podrías haber
hablado conmigo sobre eso en lugar de sólo…
—No tengo ninguna excusa. A veces soy un imbécil egoísta.
Zane todavía tenía vestigios del susto, los bastantes para no querer dejarlo ir, pero
sabía que no iba a resolver nada al insistir a Ty por teléfono. Suspiró.
—¿Qué quería Burns? —Preguntó en un tono más tranquilo, sabiendo que era una
pregunta que no le habría hecho hace una semana.
—Lo siento, Zane —dijo Ty, negándose a contestar.
Zane apretó la mandíbula. Para bien o para mal, conocía la rutina.
—¿Te ordenaron ir a la clandestinidad?
—Sí.
—Significa despliegue inmediato fuera del radar, nada de contacto con los no
combatientes, ningún rastro que rastrear, ni idea de cuándo volverás.
—Tenía que llamarte.
Zane tragó saliva mientras se hundía en la cama. Con esta llamada, Ty estaba
rompiendo el protocolo y desobedeciendo una orden directa, algo que sabía que no
se tomaba a la ligera. Todo tipo de respuestas le llenaron la lengua antes de que una
observación irónica ganara.
—Espero que no haya rastro en tu teléfono o estaremos seriamente acabados.
—Francamente, Zane, no me importa —dijo Ty con convicción—. Ya no.
—Grady —dijo Zane, con la garganta dolorida—. Haz lo que tengas que hacer y
luego trae tu culo a casa.
—Lo siento, Zane. Haré esto por ti.
—Mejor que haya humillación involucrada —murmuró Zane.
—Duerme bien.
La llamada se desconectó. Zane se quedó con el silencio y una abrumadora
sensación repentina de impotencia y preocupación. Ty estaba allí trabajando sólo y
ahora no sabía más de lo que sabía ayer. Tragó saliva y dejó que la mano que sostenía
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* *
Randall Jonas estaba sentado en el sofá de Dick Burns con la cabeza entre las
manos. Había un catre en la esquina con almohadas y mantas dobladas donde había
estado durmiendo, y había rumores circulando en la oficina sobre por qué Burns no
organizaba reuniones.
Cuando el teléfono móvil en el bolsillo sonó, Jonas casi saltó fuera de su piel.
Burns se mordió el labio para no sonreír. Su viejo amigo había estado fuera de juego
demasiado tiempo para esta cosa de capa y espada.
Burns le miró desde donde estaba sentado ante su escritorio. El teléfono era uno
de prepago, el número sólo lo conocían dos personas: Burns y Blake Nichols, el ex
controlador de Julian Cross.
Jonas encendió el altavoz con una evidente sensación de alivio.
—Nichols —dijo con voz grave
—Hola, señor.
—Dime.
—Tuve la oportunidad de ponerme en contacto con Julian Cross, señor. Entiende
la situación.
—Gracias a Dios.
—Pero no quiere tomar parte en ella.
—¿Discúlpame?
—Me dijo que está fuera y tiene la intención de permanecer fuera, señor. No
quiere saber nada de nada de eso. Dijo que si alguien es enviado a recogerlo, volverá
en una bolsa para cadáveres. Puesto que usted sabe dónde está, está empacando en
este momento y se prepara para largarse.
Jonas cerró los ojos. Burns deslizó su palma a través de la boca.
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* *
Los fuertes golpes de puños envueltos golpeando un saco de boxeo resonaron en
las paredes de bloques de cemento, como lo hacían los suaves gruñidos de esfuerzo
que venían del hombre que lo estaba usando. El gimnasio de la oficina del FBI de
Baltimore estaba casi vacío tan temprano. Eso sólo significaba el agente especial Zane
Garrett no tenía que tratar con gente mirándole derrotar al relleno de una bolsa.
Una vez más.
Se centró en su objetivo, utilizando las manos, los pies, los brazos, las piernas,
cualquier combinación que funcionara mientras dejaba que su cuerpo atacara y su
mente se vaciara. Luego, después de una tremenda patada, el saco se balanceó hacia
atrás y un duro golpe interrumpió la concentración de Zane.
—Garrett, ¿qué pasa, tío? –El agente especial Fred Perrimore murmuró con ironía
desde donde estaba tendido de culo en la colchoneta detrás del saco de boxeo que
había estado conteniendo.
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Zane bajó los puños y se secó el sudor de la frente con el dorso de su antebrazo.
—Lo siento, Freddy. Imaginé que estabas prestando atención.
—Lo estaba –dijo el grueso y musculoso hombre negro desde el suelo.
Zane le ofreció una sonrisa y una mano, le ayudó a ponerse de pie.
—¿Necesitamos hablar de la cosa espinosa que se arrastró por tu culo y murió? —
preguntó Perrimore, frotándose la cadera con una mano.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Zane mientras caminaba hacia el banco cercano
y cogió su toalla.
—Has estado cabreado durante días, Garrett. Uno pensaría que tus quince
minutos de fama te harían más amable, pero no.
—No hables de publicidad conmigo. —Zane no había disfrutado de la continua
atención de los medios después de su carrera de touchdown con una bomba por el
cementerio de Green Mount la semana pasada. A su compañero le habían concedido
un indulto, tres días libres para hacer frente a las secuelas mentales. Pero no a Zane,
no, porque había agotado el tiempo de compensación estando ciego e indefenso.
—Estoy contento de que Grady no esté aquí. Vosotros dos os estaríais
desmontando en el ring –dijo Perrimore con un guiño al ring de boxeo en el centro
del gimnasio. Se roció el rostro con su botella de agua—. ¿Cómo demonios tiene
tanto tiempo libre, de todos modos? ¿Está en evaluación psicológica de nuevo?
Zane se encogió de hombros. Había estado un poco nervioso desde que se
despertó y se encontró una carta de despedida en la cama junto a él en lugar de a su
amante. Ni siquiera sabía si el viajecito de salud mental de Ty le había ayudado. Esa
llamada telefónica había sido hacía dos días, y ni señal de Ty.
—Necesitaba algo de tiempo después de que el edificio cayera sobre nosotros —
murmuró Zane.
—Joder, Zane, no lo dudo. Me sorprendería si estuviera aquí. De hecho, estoy
sorprendido de que tú estés aquí. —Perrimore se cruzó de brazos y centró su
desaprobación sobre Zane—. Estuviste ciego una semana. ¿Y estar dentro de ese
edificio cuando se vino abajo sobre vosotros dos? Deberías haberte tomado tiempo
también. El médico habría firmado el permiso, sin preguntar.
Zane alzó un hombro mientras golpeaba con poco entusiasmo el saco, viéndolo
balancearse.
—Tuve un montón de tiempo para sentarme y pensar cuando no podía ver. Tengo
que estar haciendo algo, incluso si es sólo papeleo. Mac no me deja ir al campo, de
todas formas.
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—Sí —dijo Perrimore con un firme asentimiento—. Porque eres malo. No puede
arriesgarse a la pesadilla de las relaciones públicas si estuvieras en las calles.
Zane no creía que su comportamiento hubiera sido tan malo.
—Estás exagerando.
—Le dijiste a Clancy que cogiera sus pompones y se fuera a casa.
Zane frunció la nariz.
—Ella seguía con lo genial que es cómo-se-llame de Delitos Financieros.
—Sí, bueno, probablemente deberías pedir disculpas.
—No voy a disculparme cuando ella está saliendo con el chico. –El teléfono de
Zane, sobre el banco con su toalla, comenzó a sonar. Se volvió para recogerlo.
—¿Conectaron? ¿Michelle y como-se-llame?
—Sí. Aunque lo llevan en secreto, así mantén la boca cerrada —dijo Zane mientras
miraba la pantalla de su teléfono. Era un número de Washington, DC, que no
conocía.
—¿Por qué está saliendo con un chico de Delitos Financieros? —preguntó
Perrimore. Sonaba exasperado.
Zane se encogió de hombros y apretó el botón para contestar la llamada.
—Agente especial Zane Garrett.
—Garrett, aquí Burns —dijo quien llamaba. No ofreció su título, a pesar de que era
impresionante. Ni siquiera saludó—. Te necesito en un avión en menos de dos horas.
Zane pensó que debió parecer sorprendido, porque Perrimore frunció el ceño y
señaló el teléfono, murmurando.
—¿Quién es?
Zane negó con la cabeza.
—¿Un avión a dónde?
—Chicago, pero no tengo tiempo de explicarlo con más detalle. Habrá
información en tu taquilla —dijo Burns, sonando apresurado e impaciente.
Zane miró el alto reloj de la pared. Eran casi las cinco de la mañana. Normalmente
una llamada en este momento le habría cogido todavía en la cama.
—Supongo que es algo bueno que esté en la oficina.
—¿Debo contactar a alguien más para esto, Agente Garrett? —preguntó Burns, su
compostura habitual faltando de alguna manera—. Porque tengo menos de quince
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minutos para encontrarle respaldo a mi hombre, y recuerdo que solías ser menos
hablador.
Zane frunció el ceño. Había algo extraño en esto.
—No, señor. Puedo salir de inmediato.
—Hazlo, entonces. Aprende la lección de tu compañero, Zane. Cada minuto que
pasas siendo un listillo es un minuto que no estás ahí para alguien que está contando
contigo. —Terminó la llamada sin esperar la respuesta de Zane.
Zane se apartó el teléfono de su oreja y lo miró como si fuera a lanzarse y cortarle
la cabeza.
—¿Qué demonios? —Lo que fuera que había sucedido había irritado a Burns más
de lo que Zane le había escuchado nunca. Miró a Perrimore—. Me tengo que ir. —
Agarró su toalla y se fue corriendo a los vestuarios.
—Hey, ¿qué está pasando? ¡Garrett! –gritó Perrimore.
Zane no se detuvo a contestar. Podría estar duchado y vestido, y en su camioneta
en diez minutos. El aeropuerto de Baltimore no estaba muy lejos.
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Capítulo 2
Había sido un torbellino de unas horas. Una simple tarjeta de información con la
compañía aérea y la hora de salida del vuelo, una hora y un lugar en Chicago, había
estado esperando en el estante superior de la taquilla de Zane, junto con un billete
para O’Hare sin escalas.
En ocasiones, había trabajado con menos información. Y sabía lo suficiente sobre
cómo trabajaba Burns para no molestarse por sus métodos.
Había llegado al aeropuerto de Baltimore con apenas tiempo suficiente para
cambiarse el traje que tenía en el coche. Se había tomado el tiempo durante los
últimos dos días de volver embalar la pequeña bolsa de lona que guardaba en el
coche para cuando necesitaba un cambio de ropa y apenas un par de cargadores de
repuesto para su Glock. Había sido capaz de verificar la bolsa, junto su arsenal.
Entendía que tenía prisa para que sirviera como respaldo al otro agente. Por qué
todo esto se traducía en que Burns estuviera tan tenso, no tenía ni idea. En realidad,
era algo más que un poco desconcertante, ya que le traía recuerdos de misiones
clandestinas que había pensado que había enterrado. Eso le hizo preguntarse que
andaba haciendo Ty por Burns para que este necesitara llamarle para un trabajo. Esta
no era la primera vez que Zane trabajaba para el director adjunto en base a una sola
llamada telefónica. Era simplemente la primera vez que lo había hecho desde que
estaba sobrio.
Zane intentó despejar su mente mientras esperaba a que el avión aterrizara y al
taxi en la puerta. Tras el visto bueno, se puso su abrigo de lana y se dirigió hacia la
puerta de embarque. Su avión llegaba puntual, no demasiado sorprendente para un
vuelo temprano por la mañana, y se suponía que su contacto le esperaba en el punto
de seguridad donde la puerta daba al vestíbulo, cerca de donde se recogían los
equipajes.
A las seis cuarenta y cinco minutos, O'Hare era un hervidero, y ayudó a Zane a
ignorar los últimos restos de inquietud por el vuelo. Tuvo que caminar por lo menos
medio kilómetro a través de las terminales, maniobrando entre una multitud de
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No ayudaba que Zane se sintiera mejor acerca de la situación, sobre todo cuando
el sincero remordimiento de Ty destacaba la forma en que estaba actuando como el
estereotipo de un amante despechado. Celoso, exigente, irritable. Zane hizo una
mueca. Simplemente no era justo que él hubiera sido dejado atrás y sin embargo,
todavía se viera como el gilipollas.
—No hay manera de que vaya salir de esto con buen aspecto.
Ty le agarró del brazo cuando Zane se dio la vuelta, dando un paso delante de él
para mirarlo.
—¿Qué te importa si sales con buen aspecto? La única persona que te ve soy yo, y
sé que lo que hice fue una mierda. ¿Qué te importa si nos peleamos delante de un
grupo de desconocidos a los que nunca veremos de nuevo? Sé que estás enojado,
Zane. Muéstralo. Sólo sácalo para que no se asiente dentro de ti y explote después.
Zane le miró a los ojos y vio la casi desesperación, de repente pudo ver el núcleo
de lo que había estado molestando a Ty. Ninguno de ellos se había sentido cómodo
mostrando lo que estaban sintiendo. Por primera vez, Zane podía ver cuánto
necesitaba esto Ty. Pero él estaba demasiado cerca de perder los estribos mientras
estaba allí y le miró a los ojos.
—¿Qué quieres que diga? —Las palabras salieron roncas y bruscas.
Ty levantó las dos manos con las palmas hacia arriba.
—No lo sé, ¿pelea conmigo? ¿Dime que está bien? Di algo. Estoy malditamente
cerca de ser rastrero, Zane.
—Me asustaste, Ty. Me asustaste –espetó Zane, lo suficientemente fuerte para que
la gente empezara a mirarlos.
—Lo sé —dijo Ty, todavía tranquilo—. Siento haberte asustado. Siento haber
salido corriendo sin decir nada. Siento haberte dejado cuando me necesitabas. Si
pudiera volver atrás, lo haría de otra manera. Pero no me arrepiento de irme. Tú y yo
sabemos que lo necesitaba. Y en algún lugar, sabes que tenía que hacerlo solo.
—No te habría detenido —dijo Zane en un tono más controlado.
—Lo sé, Zane.
—¿Entonces por qué diablos no me despertaste?
—Tenía miedo... Tenía miedo de que si te despertaba y te miraba a los ojos no
fuera capaz de irme. Y tenía que irme, Zane, tenía que hacerlo.
Zane suspiró. La ira se estaba derritiendo, incluso después de casi una semana de
acumularse. Quería seguir resentido con Ty por ser tan fácil de perdonar. Había
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esperado ser golpeado con el encanto de Ty, no con esta sinceridad desarmante. A
pesar de que el miedo y la preocupación persistían, estaban debilitadas por la parte
desesperadamente feliz que sólo quería a Ty con él, sin importar nada. Y se alegraba
de verle con aspecto saludable de nuevo.
Este asintió.
—Es comprensible que estés cabreado.
—Tienes toda la razón en que lo estoy.
—¿Por qué no vamos a recoger tus maletas, tomar un taxi a mi hotel y te desquitas
conmigo?
—¿Desquitarme contigo? ¿A diferencia de que, el mundo? —preguntó Zane
mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar por el pasillo.
Zane oyó suspirar a su compañero pero Ty mantuvo la boca cerrada mientras
caminaban.
Zane sospechaba que estaba exagerando, y trató de tragarse la ira. No era así como
había querido ver a Ty de nuevo. Se suponía que no iba a estar enojado y herido y
que Ty sería todo entendimiento y disculpas, haciéndole sentir como un cavernícola
por estar molesto.
Después de comprobar las pantallas, Zane encontró la cinta transportadora de
equipaje para su vuelo y se quedó esperando su bolsa de cuero negro. Ty estaba a su
lado, en silencio y cerca. Zane podía sentirle. Tomó aire y se volvió a mirar a Ty.
Le estaba observando, con cejas levantadas.
Zane bufó con fastidio.
—Todavía molesto —murmuró, las palabras casi perdidas bajo el sonido de gente
moviéndose a su alrededor. Pero suspiró y se relajó un poco; ser capaz de ver a Ty y
sentir el montón de energía que era su compañero se lo permitió.
Ty le dirigió otra divertida y serena sonrisa. Echó un vistazo por encima del
hombro, y luego dio un paso hacia adelante y tomó el codo de Zane. Antes de que
este pudiera hacer otra cosa que tomar aliento, Ty lo besó otra vez, allí mismo, en
medio de la recogida de equipajes.
Zane le agarró de los codos, sujetándolo para poder profundizar el beso. Al diablo
con quienquiera que estuviera mirando. Ty se sentía bien en sus brazos, olía como a
sándalo, de todas las cosas. No le importaba qué Ty estuviera repentinamente tan
cómodo con las demostraciones públicas de afecto. Iba a aprovecharse mientras
pudiera.
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—¿Te hace sentir mejor saber que te he echado mucho de menos? —Susurró Ty,
los labios moviéndose contra los de Zane—. Y espero que todavía estés un poco
enfadado cuando lleguemos a mi habitación del hotel.
Zane dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Va a ser algo más que un poco.
Ty zumbó, el sonido profundo y de anticipación. Era casi un ronroneo.
—¿Me lo prometes?
Zane le agarró los brazos con fuerza.
—Por supuesto.
Ty sonrió con desenfado, maldita sea, y dio un paso atrás, mirando a Zane de
arriba abajo antes de asentir a la cinta transportadora.
—Ahí iba tu bolsa.
Zane miró y tuvo que lanzarse tras su bolsa. Cuando la sacó de la cinta y miró a Ty
con exasperación, este seguía sonriendo.
—Venga. Te mostraré el hotel que Dick está pagando –dijo Ty mientras se giraba
dirección a la salida.
—¿De verdad tienes un hotel? ¿Pero cuando nos movemos?
—No lo sé.
Zane se colgó la bolsa pequeña del hombro y trotó tras Ty.
—¿Por qué Burns tenía tanta prisa por tenerme aquí esta mañana si el encuentro
no se ha establecido?
—Probablemente porque sabía que yo estaba aquí solo, sin nada que hacer,
excepto algo estúpido. He estado acechando a este chico desde hace dos días –dijo Ty
mientras hurgaba en los bolsillos, quejándose de la gabardina que llevaba—. Me
llevó un día entero localizarle. Burns necesitaba darte tiempo para meterte. Será esta
noche y tendremos tiempo para comprarte ropa nueva, te dará tiempo para
ensuciarte. Tal vez me dará tiempo para ensuciarte.
—¿Qué quieres decir ensuciarme?
—Me refiero a darte un revolcón contra una pared —dijo Ty, agitando la mano
hacia arriba y abajo.
Zane se rió, sorprendido. Esa idea sonaba bastante bien.
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
—Y te ves como un federal. Se supone que no debemos parecer gente del gobierno
en este caso, por lo que tendremos que encontrarte algo de ropa nueva.
—Si tú lo dices. Todo lo que sé es que soy el respaldo. Y mucho más feliz de estar
aquí de lo que estaba hace treinta minutos.
La mano de Ty serpenteó alrededor de la cintura de Zane y lo atrajo hacia sí
mientras caminaban.
—Burns no me dio nada excepto la ciudad y “de prisa”, y que me llamaría para
darme una dirección más tarde. Entonces me senté aquí congelándome el culo
durante dos días porque decidió que necesitaba refuerzos. Ni siquiera tuve la
oportunidad de correr tras ese tío, que al parecer es bastante bueno en no ser
encontrado.
—¿Quién es?
—No lo sé. ¿De verdad quieres hablar de un caso que estaremos manejando en
menos de doce horas, o quieres ir a ver a mi fantástica habitación de hotel y hablar de
tus sentimientos?
—¿Me estás preguntando eso en serio en este momento? —dijo Zane mientras se
cambiaba la bolsa de hombro para que no colgara entre ellos.
—¿Eso es un no, entonces?
Zane le clavó los dedos en las costillas, sonriendo cuando Ty se retorció para
escapar.
—Podrías llegar hasta allí sin ser mutilado en la parte posterior de un taxi, pero no
hago promesas.
—Es justo. Entonces, ¿cómo fue tu semana? —Preguntó Ty, pasando a través de
las puertas de cristal hacia la fría mañana de marzo en Chicago. Empezó a buscar en
los bolsillos de nuevo, sin mirar por dónde iba.
Zane detuvo su avance hacia la acera después de que Ty casi atropellara a un par
monjas que arrastraban dos maletas fosforitas.
—¿Qué estás buscando?
—Tengo algo para ti —dijo Ty mientras levantaba un lado de la gabardina y
miraba debajo—. Esta maldita cosa tiene tantos escondites que no puedo recordar
donde lo puse.
Zane no pudo evitar reír.
—¿Tienes algo para mí?
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
Ty levantó la vista, sus ojos muy abiertos y sinceros mientras asentía con la cabeza.
Dios, era guapo. Tuvo que sacudirse las ganas de besarlo otra vez, y dejó que el calor
en su pecho se extendiera cuando se encontró con sus ojos. Ty, como siempre, se
mantenía aparentemente ajeno al efecto que a menudo tenía en él.
—He estado aquí una hora más o menos. Entré en la tienda de regalos. —Dejó caer
las manos y abandonó la búsqueda—. Ya aparecerá —murmuró mientras se alisaba
la parte delantera de su abrigo. Definitivamente lo había comprado por la razón
exacta que había pensado.
—No tenías que traer nada a casa excepto tú mismo –dijo Zane, suspirando
mientras tomaba el brazo de Ty y lo ponía de nuevo en marcha, siguiendo las
indicaciones de transporte terrestre hacia la cola del taxi. Era el mismo Ty Grady que
conocía y amaba. Realmente le amaba. ¿Y no era ese todavía un pensamiento
extraño?
—No sabía cuando volvería a casa después de esto —dijo Ty con un gesto de la
mano—. No podía llamarte. Estaba bastante seguro de que ibas a echar espuma en la
boca, así que tenía que tener un plan B en caso de que una disculpa sincera y la
humillación no funcionaran.
—No estaba echando espuma por la boca.
Ty carraspeó y miró a Zane con una mirada de complicidad.
Zane se metió las manos en los bolsillos de su abrigo largo y trató de ignorarlo,
pero podía sentirle observando y esperando.
—Está bien, estaba un poco molesto. —Se encogió de hombros mientras miraba a
su compañero.
Ty asintió mientras se acercaban al taxi delantero de la fila que esperaba pasajeros.
Abrió la puerta y ambos subieron a la parte trasera del coche, Zane escondió la bolsa
entre sus pies. Ty le dijo algo al taxista que no pudo distinguir sobre el ruido del
tráfico, y el coche se movió unos momentos después.
—Siento haberme marchado así —dijo Ty tan pronto estuvieron sentados uno
junto al otro, una cuidadosa distancia de medio metro entre ellos.
Las estructuras que pasaban zumbando proyectaban sombras extrañas en el taxi,
pero Zane conocía los rasgos de la cara de Ty sin tener que verlos, y una breve
mirada a la luz del sol le mostró que Ty le estaba mirando fijamente.
—Siento que sintieras que tenías que hacerlo
Ty le dio un elegante encogimiento de hombros y sonrió.
—La mierda sucede —dijo mientras apartaba la mirada.
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* *
Ty guió a Zane a través del vestíbulo del hotel donde Dick los había metido, sin
pasar por el mostrador de recepción a favor de los ascensores. Técnicamente, tenían
dos habitaciones para el día. No necesitarían ambas.
Ty tuvo que admitir que estaba nervioso. Había estado nervioso desde que esa
mañana Richard Burns le había llamado y se había dado cuenta que no sería capaz
de volver con Zane antes de que enloqueciera completamente. Tan pronto como las
puertas del ascensor se cerraron, Ty miró a Zane y respiró profundamente para
calmarse.
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Zane se volvió para apoyarse en la pared lateral, frente a Ty, observándolo. Sus
ojos oscuros no se desviaron, no es que Ty tuviera algún sitio donde ocultarse.
—¿Estás enfadado? —Preguntó Ty, retorciendo los labios mientras luchaba contra
una sonrisa.
Zane entrecerró los ojos y la fachada tranquila se fundió en algo que parecía un
poco más peligroso. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Ty y no pudo reprimir
el escalofrío.
—¿Quieres hablar?
—¿Hay algo más que decir? —Preguntó Zane. Su voz tenía un tono cauteloso—.
Yo estoy enfadado, tú lo sientes.
—¿En serio? —Dijo Ty, perdiendo la nota burlona—. Creo que tenemos una
tonelada de cosas de mierda de las que hablar.
Zane frunció el ceño, con aspecto dolorido. Pero asintió.
El ascensor se sacudió cuando llegaron a su piso. Ty esperó a que se abrieran las
puertas antes de acercarse y tomar la mano de Zane.
Este entrelazó sus dedos con los suyos y el ceño se desvaneció, reemplazado por
una vulnerabilidad inusual.
—Esto no va a hacer que siga enojado.
—Sí, eso es exactamente mi plan —susurró Ty mientras guiaba a Zane por el
pasillo. Pasaron ante un par de personas que se dirigían a sus puertas, pero nunca
soltó la mano de Zane. No la soltó mientras buscaba la llave en uno de sus muchos
bolsillos y abría la puerta, y una vez que estuvieron dentro, no la soltó después de
que Zane dejara caer su bolsa. En su lugar, atrajo a Zane más cerca para besarlo.
Zane metió la mano libre bajo la gabardina de Ty para deslizarla alrededor de su
cintura, tirando de él cuando sus labios se encontraron.
Ty cerró los ojos y toda la tensión le abandonó mientras se envolvía alrededor de
su amante. Zane era tan cálido, su olor familiar se filtró en su interior apartando
todas las preocupaciones que había estado albergando. Extendió la mano y la deslizó
por la cintura de Zane, tirando de su camisa.
—Te amo, Zane.
Este suspiró, inclinándose para colocar un suave beso en la sien de Ty.
—Lo sé.
Ty volvió la cabeza para instigar a otro beso, profundizando en ello con más calor.
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hacia delante y besó a Zane nuevo, enganchando los pies detrás de sus muslos para
que no pudiera escapar.
Con un gemido, Zane empezó a tirar de la camiseta de Ty para tirarla por encima
de su cabeza.
—¡No la rompas! Es nueva —dijo Ty con una sonrisa mientras levantaba los
brazos para que pudiera quitársela. Cayó al suelo y Zane extendió las manos sobre el
pecho y las costillas de Ty mientras se aferraba a su cuello. Ty gimió y dejó caer la
cabeza hacia atrás, maldiciendo cuando golpeó contra el armario de espejos encima
de la zona del bar.
Zane se puso de rodillas, tirando de Ty sobre el mostrador, con la boca todavía en
el cuerpo de Ty, su barba dejando un rastro de roces. Deslizó las manos en los
vaqueros de Ty y se los bajó mientras se movía.
—Zane —dijo Ty, sin aliento mientras le observaba de rodillas. Puso la mano
sobre su cabeza y tiró de su pelo rizado.
Zane pasó la lengua por el sendero oscuro de vello a lo largo del abdomen de Ty
antes de que echar la cabeza hacia atrás para mirarle.
—¿Es un mal momento para decirte que odio esa barba? —Preguntó Ty.
—Te aguantarás —dijo Zane, esa chispa regresó a sus ojos casi negros.
Ty rió, con la mano apretando el cabello de Zane. Este se vengó arrastrando la
mejilla por la cadera de Ty. Le tiró del pelo más fuerte.
—Vuelve aquí.
Zane se puso de pie con un movimiento fluido y levantó una mano para acunar la
nuca de Ty mientras tiraba de él para un beso voraz.
Algo dentro de Ty dio un vuelco y clavó los dedos en Zane con un gemido
agradecido. Algo en el toque de Zane se sentía diferente. Había más confianza en él,
algo más firme que sólo los músculos de su espalda en los que estaba clavando los
dedos. Algo más seguro.
Zane lo atrajo hacia él y lo apretó con fuerza, luego se agachó para deslizar las
manos bajo el culo de Ty y levantarlo con un gruñido. Ty se envolvió alrededor de él
para no caerse y Zane se dio la vuelta y dio los tres pasos a la cama antes de lanzar
Ty al colchón.
Ty todavía estaba rebotando cuando Zane se arrastró sobre él para besarlo de
nuevo. Recordó la primera vez que habían intentado esto: Zane le había levantado de
esa manera, en el baño de ese maldito Holiday Inn en Nueva York. Si le dijera que le
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gustaba, le estaría arrojando por todas partes todo el tiempo. Probablemente acabaría
con un brazo roto o algo así. O se arruinaría su espalda.
Ty dejó que Zane asumiera el control, dejando que el toque de su amante alejara
todo el estrés y la preocupación de los últimos meses, permitiéndose olvidar todo lo
que había estado guardándose, dejando que Zane hiciera borrón y cuenta nueva.
Enredó las manos en su pelo y lo besó como si fuera su primera vez.
Cuando sus bocas se separaron, ambos jadeando, Zane apoyó la frente contra la de
Ty y deslizó la mano por su pelo alborotado. Su cuerpo era pesado contra Ty, el
corazón acelerado, la calidez y la anticipación fluyendo entre ellos.
—Esto se siente diferente —dijo Ty, sin aliento.
—Sí. —Zane se movió para apoyarse en un codo, apoyando todo el peso sobre Ty
y presionando más cerca, acariciándole el mentón y la mejilla con nariz.
Ty abrió más las piernas, dejando que Zane se acomodara entre ellas. Había
necesitado meses pero por fin, se había sentido cómodo con lo mucho que disfrutaba
al tener a Zane encima de él. Lo había aprendido en ese trabajo en el crucero en
Navidad.
Alzó la mano para deslizar los dedos en el pelo de Zane, le miró a los ojos y
levantó las caderas, haciendo que Zane contuviera el aliento.
—Ty –dijo Zane, un escalofrío le recorrió—. Me vuelves loco de deseo.
—Así es como me gustas –respondió Ty mientras arrastraba sus dedos por la
espaldad e Zane—. Vamos, tenemos tiempo.
Zane se movió y se balanceó contra el muslo de Ty.
—Bueno. Tengo la intención de volverte tan loco como estoy yo –dijo a su oído
antes de levantarse y ponerse de rodillas—. Y creo que me has invitado a trabajar
para pagar una pequeña provocación.
—Menos charla, Zane —dijo Ty con una sonrisa que sabía que le irritaría aún más.
Zane le dio esa mirada con los ojos entrecerrados y salió de la cama.
—Quítate esos vaqueros si quieres volver a usarlos –dijo mientras se despojaba del
resto de su ropa.
Ty lo hizo sin apartar la mirada de Zane, viendo a su amante desvestirse con un
escalofrío de anticipación. Luego se tumbó y estiró los brazos por encima de su
cabeza. Se encontró con los ojos de Zane, tumbando su cuerpo como una ofrenda. Si
Zane se merecía algo de él, había la suficiente confianza para dárselo.
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Zane gruñó bajo y arrastró el cuerpo otra vez sobre el de Ty, frotando el pecho y la
polla por toda la piel que podía mientras se abría camino, lamiendo… y esa maldita
barba. Ty desestimó esa obscenidad para quejarse más tarde, empujando el cuerpo
contra el de Zane, obligando a sus manos a mantenerse por encima de la cabeza en
vez de tocarle como quería hacer.
—¿Cómo quieres que te toque? —preguntó Zane con una voz que raspó contra la
piel de Ty.
—Sólo te deseo a ti.
Zane se frotó contra él con más insistencia mientras se besaban, duro, largo y
mojado. Sus manos apretaron y acariciaron hasta que una siguió las líneas del brazo
musculoso de Ty para cerrarse sobre sus muñecas cruzadas, sujetándolas.
—Pensaba que no eras un pervertido.
—No soy un pervertido.
Zane tarareó.
—¿Quieres que te sujete mientras te follo hasta la inconsciencia? ¿Es por eso que
tienes las manos así?
—Sí. —Ty apenas podía decir las palabras mientras miraba fijamente a sus ojos.
—Ciertamente puedo acceder —dijo Zane, con voz ronca y oscura. Apretó las
muñecas de Ty mientras mecía las caderas.
Ty gimió al oír el tono de la voz de Zane y la promesa que contenía.
—Debería hacer esto por ti más a menudo —dijo con voz torturada.
—¿Hacer qué?
—Darte todo lo que tengo.
Sus ojos se encontraron en el silencio sin aliento. Ty podía sentir el corazón de
Zane latiendo rápido contra su pecho. Finalmente este le dio un beso violento y luego
empujó hacia arriba y lejos de él.
—Quédate ahí y extiende las rodillas. Quiero verte.
Cuando Zane salió de la cama y desapareció en el cuarto de baño, Ty hizo lo que
le ordenó, poniendo los pies en el colchón y dejando que las rodillas cayeran a los
lados. Zane sin duda se estaba volviendo cómodo con su alfa interior. Antes de que
Ty pudiera formar otro pensamiento, Zane estaba de vuelta, en la cama, entre las
piernas de Ty y lamiendo la parte interior del muslo de Ty hasta su polla.
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Ty suspiró, una liberación casi inaudible de aire. La mirada en los ojos de Zane era
algo que nunca había visto. Era intenso y caliente, posesiva, lleno de emoción que
hacía que el pecho le doliera otra vez, como la primera vez que había mirado en ese
fuego en esos ojos y había sabido que no habría nadie más en el mundo para él.
Zane siguió subiendo por su cuerpo antes de decir:
—Te amo, Ty.
Ty no tuvo tiempo de responder antes de que Zane le estuviera besando, labios y
lengua exigentes sobre los de Ty, su cuerpo presionando hacia abajo, insinuándose
entre las piernas abiertas.
Con una mano le agarró ambas muñecas mientras apoyaba el codo sobre la cama
cerca de la cabeza de Ty. La otra mano buscó a tientas su camino por el cuerpo de Ty,
una exploración lánguida e íntima del espacio entre ellos. Ty cerró los ojos cuando el
calor y la presión se propagaron por su cuerpo. Sintió los dedos largos de Zane,
resbaladizos con el frío lubricante, deslizarse bajo sus pelotas para frotar.
—Joder, sí. –Arqueó la espalda y estiró los dedos en busca de algo a lo que
agarrarse mientras Zane le mantenía sujeto. Pasó una pierna sobre la cadera de Zane
y gimió en el beso. Podía sentir su polla, dura y exigente contra él, y cada centímetro
del cuerpo de Zane estaba tenso donde le tocaba.
—Zane —susurró Ty con voz temblorosa.
—Ha pasado demasiado tiempo desde que hice esto —dijo Zane, con voz áspera y
dura. La punta de su polla empujó contra Ty, y este levantó la pierna más arriba para
ayudar a la entrada.
—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo –dijo Ty, incapaz de recuperar el aliento
sobre el rápido latido de su corazón.
Zane asintió cuando giró la cabeza y profundizó el beso. Ty se perdió en las
sensaciones, sumergiéndose en el aroma familiar de su amante y la alegría absoluta
de ser tocado y tomado así. Entonces la punta de la polla de Zane empujó contra él
con una lenta oscilación de sus caderas que le forzó a entrar, poco a poco.
—Jesús, Zane. —Ty tiró de sus manos mientras el dolor ardiente le atravesaba,
desesperado por ser capaz de arrastrar los dedos por la espalda de Zane, pero Zane
se mantuvo firme. Su otra mano se posó sobre el muslo de Ty, le clavó los dedos y
tiró de la pierna de Ty mientras le penetraba con infinito cuidado.
Ty levantó más las rodillas mientras el dolor disminuía a algo sordo y pulsátil,
dejando que Zane le extendiera más y empujara más profundamente. Adoraba la
sensación de las caderas de Zane, cálidas contra la parte interior de sus muslos y
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presionando contra él. Adoraba la sensación del eje de la polla de Zane deslizándose
contra los músculos tensos, de ser empujado cuando estaba sujeto.
Gruñendo cuando se estiró sobre el cuerpo de Ty, Zane flexionó las caderas hasta
que estuvo tan profundamente dentro de Ty como podía. Un suave gemido escapó
de él, y después de besarle de nuevo, comenzó a moverse, un lento movimiento de
balanceo hasta que cogió el ritmo. El primer impulso verdadero provocó un suspiro
involuntario de Ty, y empujó sus caderas contra cada uno que le siguió. Eso estimuló
a Zane, sus movimientos empujaban los hombros de Ty contra las caras sábanas, la
mayor parte de su peso sobre una mano forzando a las muñecas de Ty a hundirse en
el colchón.
Ty no podía describir cómo se sentía al estar atrapado bajo Zane y tomado de una
manera tan íntima y contundente. El sexo con Zane de cualquier forma era siempre
agradable, pero esto era algo diferente, algo más de lo que había dado a nadie.
Envolvió las piernas alrededor de las caderas de Zane, curvando la espalda para
salir al encuentro de los empujes de Zane. Un gemido o un tartamudeo desesperado
salió de sus labios, y ladeó la cabeza mientras Zane empujaba. La mano libre de este
subió para aferrarse al cabello de Ty, tirando de su cara para que tuviera que mirarle.
Era una sensación extraña, mirar a los ojos del hombre que se movía en su interior.
No era incómodo, sin embargo. Lejos de ello.
Zane flexionó las caderas mientras le mordía el labio.
—Bésame —dijo, con voz ronca y exigente.
Ty casi gimió. Movió las manos para alcanzar a su amante, pero la restricción de
Zane en sus muñecas le detuvo. Jadeó y rodó las caderas, luego empujó con los
hombros para levantarse lo suficiente para presionar sus labios contra los de Zane.
Zane aplastó sus bocas, la pasión ardió fuera de control mientras se hundía
profundamente. Los oídos de Ty se llenaron con los golpes de sus cuerpos, jadeando
apenas, los gruñidos de Zane de esfuerzo y de placer contra su cuello. Se curvó para
combatir el golpeteo brutal, un grito escapó mientras extendía los dedos. Zane apoyó
más de su peso sobre las manos de Ty, empujando antes de retroceder, sólo para
empujar de nuevo.
Ty se retorcía y dejó escapar un gemido desvergonzado, luego se movió de nuevo
para unir los tobillos a la espalda de Zane a falta de alguna otra manera a la que
aferrarse a él. Zane gimió cuando el ángulo de su entrada cambió, y el suave sonido
disparó el calor dentro de Ty, el placer creció en su ingle. Zane siseó antes de cambiar
para empujar con más fuerza, las caderas embistiendo contra el culo de Ty. Seguía y
seguía, Ty gritó, y los sonidos roncos no eran palabras.
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Se retorció mientras Zane embestía contra él, incapaz de hacer otra cosa que
abrirse a la vulnerabilidad del placer. Respirando con dificultad, Zane empezó a
reducir la velocidad, cambiando los empujes duros por largos y suaves. Bajó para
descansar contra Ty, tiró de sus muñecas para abajo. Le besó, lento y seguro. Ty
gimió y abrió las manos cautivas, dejando que los dedos de Zane se enroscaran con
los suyos, sintiéndose impotente en las manos de Zane pero adorando poder confiar
en él con ese sentimiento. Ni una sola vez se le cruzó por en su mente asustarse o
tratar de escapar de la sujeción. En ese momento, era totalmente de Zane.
—Me gusta verte así —susurró Zane contra su oreja, provocando un
estremecimiento por el cuerpo de Ty—. Tan jodidamente perfecto.
Zane debió sentir la reacción de Ty, porque él abrió la boca y soltó sus caderas con
fuerza y luego volvió a subir de rodillas. Soltó una de las manos de Ty, luego se
agachó para deslizar la mano libre sobre su cadera, agarrándolo. Ty se arqueó ante su
toque, estirando los dedos sobre el hombro y el pecho de Zane. Respiraciones cortas
y torturadas escaparon de sus labios entreabiertos. No podía obligarse a abrir los
ojos, cuando Zane empezó a moverse dentro de él otra vez.
—Ty —dijo Zane mientras soltaba la otra muñeca de Ty y movía la mano para
abrir la palma sobre el pecho de Ty—. Mírame. Abre los ojos, cariño.
Ty gimió con las palabras, casi un grito de dolor mientras se obligaba a abrir los
ojos.
Zane tragó saliva mientras soltaba un suspiro tembloroso.
—¿Sientes esto también? —preguntó, sin aliento mientras rodaba sus caderas
contra Ty.
Este le miró a los ojos por un breve momento antes de que el placer y la
proximidad le hicieran cerrar los ojos una vez más y su cuerpo se tensara para
aferrarse al cuello de Zane y atraerlo. Los dedos de Zane se tensaron en su pelo,
sujetándolo.
—Sí —respondió Ty, sorprendido de lo desesperada que sonaba la respuesta
honesta. Gimió, se lamió los labios mientras trataba de procesar a través de la
neblina, y luego presionó su boca al oído de Zane. La llamarada de calor hacía latir
su sangre con tanta fuerza que al principio no pudo estar seguro de que las palabras
salieran. No podía oír nada excepto el latido del corazón.
—Siempre seré tuyo, cariño.
Zane se estremeció contra él, logrando dar una docena de golpes antes de tensarse.
Gritó cuando se corrió, y sus caderas temblaron con cada embestida mientras gemía
el nombre de Ty. A través de su clímax, Zane continuó rodando las caderas,
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Capítulo 3
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—No.
—¿En ser impresionante?
—No, Zane, cállate y déjame hablar.
Zane se mordió el labio para no sonreír. Miró a los ojos color avellana de Ty y se
encontró perdiéndose en ellos cuando habló.
—Mira... no hay razón para no supieras exactamente lo que siento por ti. O lo que
pienso sobre los panecillos o los mocasines o el color azul.
—¿Panecillos?
—Sí. No hay nada que tengamos que ocultarnos el uno del otro. Sé que va a ser
difícil para los dos, y es posible que necesitemos compartir algunas cosas poco a
poco, pero creo que deberíamos darle una oportunidad.
Zane se acomodó, curvando los brazos alrededor de la cintura de Ty, su mirada
todavía clavada en él.
—Creo que suena bastante bien —dijo, sabiendo que eso ayudaría a mantener la
inseguridad y los celos a raya. Deslizó una mano sobre la cadera de Ty por su
costado—. ¿Cómo te sientes acerca de los panecillos?
—Zane.
Este sonrió y pasó la mano por el brazo de Ty.
—Pero eso significa que tienes que hacer lo mismo por mí —continuó Ty—. No
más esconderse de mí.
—No me escondo.
—Sí, lo haces.
Zane le miró a los ojos, preguntándose cómo había encontrado a un hombre que lo
conocía tan bien dentro y por fuera.
—Sabes, una vez que me decido por algo…
—Lo sé.
Zane asintió.
—Te amo. —Luego levantó la cabeza lo suficiente para darle un beso en los labios.
—Lo sé —dijo Ty con una sonrisa mientras le atraía más cerca—. ¿Y qué demonios
es eso que me está pinchando?
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La mano con la caja estaba presionada contra la parte baja de la espalda de Ty, y
Zane se movió lo suficiente para liberar el brazo, apoyándose sobre un codo mientras
Ty se echaba hacia atrás y le miraba.
—¿Sabes cómo paso todo el tiempo... haciendo números? —preguntó cuando una
extraña calma se apoderó de él.
—Era consciente, sí. ¿Por qué?
Zane sonrió y luego colocó la pequeña caja envuelta sobre el estómago de Ty.
Había estado imaginando este momento durante meses. En todas las variantes de su
imaginación, habían estado usando más ropa.
Ty tuvo que agachar la barbilla para ver lo que era y miró a Zane con curiosidad
cuando la agarró.
—¿Qué es?
—Lo compré para ti mientras estábamos en el crucero.
—Y todo lo que yo tenía para ti era esa estúpida camiseta —Ty dijo mientras
levantaba la cinta en un extremo de la caja.
—No lo estropees —le dio un codazo en las costillas. Ty gruñó y se apartó
bruscamente, recordando a Zane que probablemente todavía estaba dolorido por su
colisión con un gran bombero en el plato de home un par de semanas atrás.
Ty miró y abrió la caja como que si pudiera explotar. Dejó la tapa a un lado y abrió
la caja.
Acomodado sobre terciopelo gris y todavía reluciente después de todos esos
meses había un elegante y pulido colgante de oro blanco, colgado de un trozo de
cuerda negra. Tenía el tamaño y la forma de una moneda, incrustado había una
brújula de dos tonos. Cada una de las ocho puntas terminaba en un diminuto
diamante hasta rodearla.
Ty la miró fijamente, sin habla mientras admiraba el complejo y desigual detalle
de la pieza hecha a mano. Las imperfecciones reflejaban que era único en su clase.
Como Ty.
—Zane —logró decir finalmente. Se enderezó, al parecer sin darse cuenta de que le
había desequilibrado, y le miró, boquiabierto.
Zane esperó, sintiendo un ligero temor irritante mientras trataba de decidir que
significaba la reacción.
—Esto te habrá costado una fortuna —dijo Ty, horrorizado, mientras levantaba el
colgante de la almohadilla.
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—Sí. —Zane tocó la brújula de nuevo—. Espero que lo uses a veces —dijo,
arrastrando los dedos a lo largo del cordón de cuero.
Ty se acercó y apretó la mano de Zane, mirándolo a los ojos. Zane le miró; no
podía creer lo guapo que era.
—Gracias.
Zane se permitió un momento para sumergirse en esa sonrisa y esos ojos brillantes
antes de tirar de Ty para otro beso lento. No quería a cavilar sobre el futuro o sentirse
avergonzado por el pasado. Estaba aprendiendo de la experiencia de Ty
concentrándose en el ahora. Y ahora mismo, lo único que quería era a Ty.
Se echó a reír cuando Ty le envolvió con los brazos y lo empujó a la cama, luego se
subió encima a horcajadas y lo sujetó. Zane le agarró las caderas, más que dispuesto
a ver si Ty le montaba usando nada más que ese collar.
—Ahora —dijo Ty con una nota sombría en su voz—. Sobre esta barba que tienes.
* *
Después de ser convencido de que la barba y el bigote se prestaba a la imagen de
que no eran federales, Ty insistió en que el mejor lugar donde Zane encontraría algo
que vestir para el trabajo era la Milla Magnífica. Más tarde, salieron del taxi lejos de
las tiendas para pasear, porque tenían tiempo y ¿por qué demonios no?
A Ty, el éxodo le había venido bien, más de lo que esperaba cuando se había
levantado esa mañana la semana pasada en estado de pánico y se había largado
corriendo. Ya no se sentía pesado, ya no se sentía agobiado por el pasado o el futuro,
ya no sentía el destino inminente de paredes cerrándose a su mente. Había sido un
buen movimiento de su parte, independientemente de la reacción. Una ruptura de
salud mental.
Y para rematar su mejor estado de ánimo, Zane y él estaban juntos en una ciudad
a medio de camino de cualquier persona que los conociera. Ty podía sentir el peso de
la brújula alrededor del cuello, y era una carga que estaba feliz de llevar. Cedió al
impulso y extendió la mano para entrelazar los dedos enguantados con la mano
desnuda de Zane. Este giró la cabeza bruscamente, y Ty pudo ver que sus ojos se
abrían con sorpresa, pero Zane no se apartó. Cerró la mano y le dio un suave
apretón. La sensación de Ty de euforia estaba en el límite de lo ridículo.
Rozó el hombro contra Zane mientras caminaban por la avenida Michigan.
—Imagina que somos turistas por unas horas. Podemos hacer lo que nos de la
gana.
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Popcorn Shop. Ty hizo un gesto con la mano con orgullo, como si se tratara de su
hazaña de algún modo.
Zane se quitó las gafas y se rió.
—Eso es genial —dijo mientras miraba por la ventana.
Ty puso la mano en la parte baja de la espalda de Zane y le empujó, señalando la
pared del fondo de la tienda donde había varias camisetas colgando. La blanca en el
medio, la misma que Ty había comprado ayer y guardado en su bolsa, tenía un queso
cheddar amarillo anaranjado y huellas de manos color caramelo delante y el lema "El
amor puede ser sucio" por encima de la palabra Garrett y el logo de la tienda. Había
sido demasiado perfecta para que Ty la dejara pasar.
Zane apretó los labios en una fina línea, y cuando miró a Ty este pudo ver la
diversión en los ojos de Zane. Los hacía brillar, el color castaño oscuro cálido e
invitador. Se le apretó el pecho mientras miraba a su amante. ¿Por qué demonios no
podía ser cada día así?
—Esa es bastante buena. Debo conseguir una —dijo Zane, tirando de la manga.
Ty dio un paso detrás de él, dejando que su mano se apoyara en la espalda de
Zane, absorbiendo la sensación de estar de nuevo con él.
—Puedes coger prestada la mía —murmuró, sonriendo.
Zane volvió la cabeza, dejando que su nariz rozara la mejilla de Ty.
Este cerró los ojos y se permitió disfrutar del momento.
—Vamos —dijo después de unos segundos de silencio contenido—. Vamos a ver
los lugares de interés por unas pocas horas. Actúa como si fuera real.
Zane frunció el ceño.
—¿Actuar como si fuera real?
Ty deslizó la mano por el brazo de Zane y entrelazó los dedos.
—Que puedo tomar tu mano sin preocuparme de ser reconocido —dijo con una
sonrisa. Tiró de la mano de Zane, con ganas de salir de las tiendas y regresar al
muelle para ver el agua y la vista.
La sonrisa de Zane volvió a aparecer y asintió con la cabeza.
—Siempre que quieras.
Ty le dirigió una sonrisa melancólica, apretándole la mano. Era una pena que no
salieran y se tomaran de la mano de esta manera en casa. Una verdadera lástima.
Pero no podían arriesgarse a ser reconocidos y marginados en el trabajo. Tan pronto
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como los dos se retiraran, sin embargo, Ty tenía la intención de sostener la mano de
Zane dondequiera que fueran.
* *
—¿Qué vas a contarles? —preguntó Randall Jonas a Burns cuando marcó el
número de su hombre en Chicago.
—Lo menos posible —respondió Burns. Se quedó en silencio mientras esperaba
una respuesta, y cuando habló estaba usando algún tipo de código que Jonas ni
comenzó a tratar de descifrar—. Tu padre dice hola —dijo Burns a su agente. Debía
ser algún tipo de activador.
Jonas le observó mientras intercambiaba algunas bromas aparentemente más
mundanas; entonces rompió el código y le contó la información que tenía la intención
de transmitir.
—Considera a tu objetivo armado y extremadamente peligroso. Es un informante
federal que ha salido de la red, y lo necesitamos aquí, en mi oficina.
Jonas frunció el ceño, confundido por los métodos de Burns. Pero claro, Burns
nunca había tenido métodos regulares para empezar.
—No me importa cómo lo hagas, simplemente tráelo aquí. De una sola pieza. No
me digas "sí, señor", mierdecilla, sólo no lo traigas muerto. —Colgó y miró a Jonas
con una mueca de preocupación.
—¿Podrán tus hombres traer de verdad a Cross sin ningún respaldo? —preguntó
Jonas.
Burns frunció los labios.
—Sí. Pondría a estos dos contra cualquiera de tus fantasmas, cualquier día de la
semana.
Jonas levantó una ceja, y no pudo evitar sonreír ante la confianza de su viejo
amigo.
—Son palabras mayores.
—Lo pillas viejo.
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Capítulo 4
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—Si está ahí, sería novedoso que vaya tan bien —dijo Zane mientras el taxi se
detenía delante de un antiguo edificio convertido en condominios.
Ty comprobó su arma y salió dejando que Zane pagara al conductor, que ni
siquiera parpadeó ante las armas y asintió cuando Zane le dijo que esperara. Ty
chasqueó la lengua, haciendo todo lo posible por no sonreír mientras Zane se reunía
con él en la acera. Le habían dicho a Ty no hacía mucho tiempo que no debía
disfrutar de la parte del trabajo de casi-consigues-que-te-maten tanto como lo hacía.
Zane no sabía quien lo había dicho, pero desde entonces, Ty había estado haciendo
un esfuerzo por ocultar su alegría profana durante las peleas. Sin embargo, todavía
estaba bastante claro para él.
Inspeccionó el ligero tráfico que pasaba por la calle lateral. Era de noche, y no
había mucha gente por allí. Con suerte, trabajaría a su favor.
—¿Listo? —preguntó Ty.
Ty miró arriba y abajo de la calle, luego asintió con la cabeza y se acercó a las
puertas dobles de cristal del edificio. Tendrían que dejarles entrar, lo que no ayudaba
al elemento sorpresa. Ty se quedó mirando el panel un momento, obviamente,
contemplando cómo hacerlo. Miró a Zane y se encogió de hombros, luego apretó el
número que les habían dado.
Después de una breve pausa, el pequeño altavoz hizo clic.
—¿Hola?
—¡Hey, Jimmy! —Ty prácticamente gritó, sobresaltando a Zane. Las palabras de
Ty se arrastraban mientras se inclinaba hacia el altavoz—. Tío. No deberías haberte
ido tan temprano esta noche.
Hubo una breve pausa.
—Creo que tienes el apartamento equivocado.
—Vamos, hombre, ¡no seas así! ¡Te juro que no sabía que estabas con ella! Me dejé
mis pantalones buenos en tu sofá. Si voy a trabajar en calzoncillos con resaca de
nuevo, me pondrán de patitas en la calle seguro. ¡Cuatro avisos y estás fuera,
hermano! —Ty se mordió el labio para no reírse cuando volvió la cabeza a un lado de
la caja del altavoz.
Zane sonrió y negó con la cabeza, cubriéndose la boca y recordándose que eran
agentes federales entrenados. Profesionales. En teoría.
—Tienes el apartamento equivocado. Aquí no hay ningún Jimmy.
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—Oh –Ty inhaló—. ¡Mierda, tío, lo siento! No quería llamar tan temprano. —La
última mirada a su reloj le había dicho a Zane que eran casi las seis de la tarde—.
Pero bueno, ¿conoces a Jimmy, tío? ¿Podrías agarrar mis pantalones por mí?
Hubo una pausa más larga, el tiempo suficiente para que Zane pensara que el
hombre al otro extremo había abandonado la conversación. Pero luego se volvió a oír
un clic.
—No hay ningún Jimmy aquí. Llama a alguien más. —Las palabras terminó con
un sonido de finalidad.
Ty chasqueó la lengua y se encogió de hombros.
—Valía la pena intentarlo —dijo a su compañero con una sonrisa. Extendió la
mano y apretó otro botón. Un momento después, contestó una mujer—. Entrega.
—Yo no he pedido nada —dijo ella con brusquedad, y eso fue todo. Cuatro
intentos más tarde, uno sin respuesta, dos negaciones inmediatas y una extraña
conversación con un porrero sobre las fases de la luna durante la cual Ty tenía
demasiado que ofrecer, en opinión de Zane, Ty resopló con frustración.
—¿Cuántos más vas a probar? —Preguntó Zane. Realmente no tenían el tiempo de
llamar a la oficina de campo de Chicago y pedir una orden judicial. Por no hablar de
que no le sentaría muy bien a Burns, quien obviamente quería que mantuvieran esto
tan bajo como pudieran. ¿Era éste el tipo de cosa que Ty siempre estaba haciendo por
Burns?
Ty le miró obstinadamente y pulsó un botón al azar. Zane puso los ojos en blanco.
Tan pronto como hubo una respuesta, dio un paso más cerca del altavoz y dijo:
—Agentes federales, señora.
—Buen intento, idiota —dijo la mujer con aire de suficiencia; entonces la caja del
altavoz se apagó.
Ty gruñó peligrosamente.
—No me gusta esta ciudad —murmuró mientras sacaba su pistola de debajo de su
chaqueta.
Zane se enderezó alarmado.
—¿Qué estás haciendo?
Ty se quitó un guante y lo envolvió alrededor de la culata del arma, luego la giró
suavemente y la golpeó contra la manija de la puerta de cristal. El cristal moteado se
rompió y resquebrajó, pero tenía una malla de alambre incrustada en el interior que
evitó su caída. Ty utilizó el cañón de su pistola para despejar la ventana, rasgando el
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alambre, arrojando pedazos por toda la acera a sus pies. Metió la mano entre los
barrotes de hierro y empujó el picaporte, abriendo la puerta y sosteniéndola para
Zane con un gesto galante de su mano.
—Vaya, gracias, señor –dijo Zane, arrastrando las palabras, mientras pisaba el
desorden, ya pensando en maneras de asegurarse de que Ty redactara el informe de
este viaje.
—Gilipollas —murmuró Ty mientras miraba la pantallita encima de los
ascensores. Se detuvo frente a la alarma de incendio y la miró durante un momento
demasiado largo para comodidad de Zane. Se aclaró la garganta con intención.
Ty le miró casi con aire de culpabilidad y luego le siguió hacia la escalera. Zane no
sabía si había algún tipo de alarma en la puerta, pero tenían que moverse un poco
más rápido de todas formas.
El condominio al que se dirigían estaba en el segundo piso, ni de lejos lo bastante
para pacificar la molestia de Ty. Zane pasó junto a él y comenzó a revisar las puertas
hasta encontrar el número que les habían proporcionado. Miró a su compañero,
llamó a la puerta y escuchó lo que sonó como unos pies retirándose. Zane frunció el
ceño y se acercó para llamar de nuevo, pero alguien se acercaba desde el otro lado y
se detuvo. Zane pensó que el hombre estaba mirando por la mirilla, por lo cual alzó
su placa. Detrás de él, Ty hizo lo mismo.
—Agentes federales.
Se oyó un cerrojo y la puerta se abrió un poco, bloqueada por la cadena, y un
hombre delgado, de aspecto completamente normal, asomó la cabeza.
—¿Cameron Jacobs? Soy el agente especial Zane Garrett, y este es el agente
especial Ty Grady. Estamos buscando a Julian Cross.
* *
Cameron miró por el hueco de diez centímetros mientras estudiaba a los dos
hombres altos de aspecto competente que sostenían sus placas que parecían bastante
oficiales. Podrían ser agentes federales. O no. Con los asuntos de pasado de Julian,
era imposible saber quien podía venir a buscarlo. Era el "o no", lo que le estaba
asustando en este momento, y su mano se aferró a la jamba de la puerta con tanta
fuerza que le dolía.
—No sé quién es.
—¿Tal vez lo conoce mejor como Julian Bailey? –Dijo secamente el hombre
llamado agente especial Grady—. ¿O señor? ¿Tal vez incluso jefe?
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Cameron frunció el ceño mientras negaba con la cabeza. Seguramente los agentes
federales serían más amables que estos. Les miró de arriba abajo. Y mejor vestidos.
—Lo siento, pero están equivocados… —Frunció el ceño con más fuerza al
recordar la última vez que había dicho esas palabras, tal vez hacía quince minutos—.
¿Fue usted quien llamó antes al timbre? —preguntó con indignación.
El hombre que los había presentado sonrió lentamente. Para Cameron, era como
un animal peligroso mostrando sus dientes. Frunció el ceño, examinando al hombre
con el cabello rizado y despeinado por el viento, ojos penetrantes, y una nariz torcida
que probablemente se había roto al menos dos veces. La sonrisa probablemente tenía
la intención de tranquilizarlo.
El agente especial Grady cerró la placa que había estado sosteniendo y se apartó la
chaqueta de cuero para guardarla en un bolsillo interior. El movimiento reveló una
pistola bastante grande en una funda bajo el brazo. No importaba si lo había hecho a
propósito: su declaración estaba hecha.
—¿Le importaría abrir la puerta para que podamos hablar, Sr. Jacobs? –preguntó
el agente especial Garrett en un tono serio—. O puede simplemente indicarnos donde
está Cross y nos iremos.
—Me importa —se opuso Cameron, enderezando su espalda mientras retiraba la
mano para cerrar la puerta.
La mano de Grady salió disparada como un rayo, evitando que la puerta se
cerrara. Se acercó más y bajó la cabeza, como si estuviera a punto de compartir un
secreto. Todo en él gritaba militar, desde su tono brusco a sus rápidos reflejos, a su
impresionante cuerpo atlético.
—¿Tiene usted alguna idea de la cantidad de problemas que supone arreglar una
cadena que ha arrancado la jamba de la puerta? —preguntó el agente especial Grady
con calma—. ¿O lo mucho que le duele mi hombro chocarlo contra una puerta
maciza de madera de roble? Esto es el roble, ¿verdad? Es muy bonito.
Cameron empujó con fuerza contra la puerta, y no supuso ninguna diferencia.
Echó un vistazo al agente especial Garrett, que era más alto, más oscuro, y no ofrecía
ninguna simpatía. Esto no iba bien. De ningún modo. Así que Cameron asintió
bruscamente y levantó la cadena, consciente de que Julián le leería la cartilla por esto.
Por supuesto, Julian le gritaría por abrir la puerta en primer lugar. Pero sólo un
poco.
Sin cadena, Cameron dio varios pasos hacia atrás y se recompuso para alcanzar el
teléfono y marcar el número de emergencia en marcado rápido de Julian mientras
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observaba a sus cuatro Westies blancos que le llegaban a las pantorrillas cargar
contra los extraños que entraban en su apartamento.
El agente especial Grady se movió lentamente, su cuerpo se volvió casi de lado
mientras sus ojos recorrían la habitación. Su mano estaba en su arma.
Cameron había visto a Julian entrar en habitaciones de una manera similar, y
sonaron más campanas de alarma. El hombre miró a los cuatro perros y retrocedió,
se puso de lado e hizo un gesto a su compañero para que entrara.
Era la oportunidad de Cameron. Metió la mano en el bolsillo y buscó a tientas el
móvil, tratando de no llamar la atención. Esperaba lograr apretar la combinación de
teclas para el texto escrito previamente que necesitaba enviar.
El agente especial Garrett cerró la puerta con suavidad, y los extraños se movieron
de manera constante por el condominio de Cameron. Cuanto más observaba a los
agentes, más le recordaban a Julian. Estaban de guardia pero confiados.
—No sé a quién están buscando. Aquí no hay nadie más.
—Lo sabemos —le dijo Grady. Sonrió y asintió con la cabeza al bolsillo donde
Cameron todavía tenía la mano metida—. Sin embargo, estará aquí pronto. Quítate
un peso de encima, chico. No será tan malo. —Estiró los anchos músculos y rodó el
cuello, el movimiento apartó la chaqueta, revelando una camiseta. Grady se volvió
para mirar a los perros que ladraban en señal de desagrado, y luego miró a su
compañero.
El agente especial Garrett inclinó la cabeza hacia un lado antes de centrarse en
Cameron. Desde cuatro metros de distancia, sus ojos parecían ser negros, y Cameron
se sentía como clavado en el sitio.
—¿De qué conoce al señor Cross, señor Jacobs? —preguntó. Su voz era más
tranquila que la del agente especial Grady, más educada, aunque todavía un poco
fría.
Cameron apretó los labios en una apuesta por el silencio. Por lo menos este era
uno de los posibles escenarios que Julian le había esbozado cuando configuraron el
sistema de alerta. Pese a las protestas de Cameron, su amante peligroso había
insistido en que prefería venir aquí para protegerlo y eliminar el problema que
mantenerse lejos en la dudosa seguridad.
Un movimiento llamó su atención, y Cameron miró hacia arriba para ver a uno de
los grandes gatos anaranjados de Julian caminar sinuosamente alrededor del biombo
que dividía el dormitorio. Era Smith, seguido de cerca por Wesson.
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Los dos felinos se pararon en la mitad al ver a los extraños, y Cameron podría
haber jurado que oyó a uno de ellos gruñir.
—Ahora vea, eso es de lo que estoy hablando —dijo el agente grosero señalando a
los gatos—. Esos son perros guardianes, Zane. Kilos de la máquina de matar más
efectiva del mundo.
—Si tú lo dices, whiskas —respondió Garrett. Sonaba como si se estuviera
burlando de su compañero. Zane Garrett, recordó Cameron. Y Ty Grady, recordó.
Garrett y Grady. Sonaba como una tienda de ropa de algunos hombres detestables.
Zane señaló a Ty—. Mantén tus manos fuera de la vida salvaje.
—Déjalo, Garrett —dijo Ty con un resoplido. Rodeó el sofá y se arrodilló a
distancia de Smith y Wesson. Extendió la mano—. ¿Qué son, Maine Coons? —
preguntó a Cameron con lo que parecía un interés genuino.
Cameron vio como el hombre se ponía dentro del alcance de un montón serio de
dolor. Tragó saliva y miró el reloj digital al lado de la televisión. Habían pasado tres
minutos.
—Sí —dijo en voz baja.
—Ty, dije que mantuvieras tus malditas manos para ti mismo –espetó Zane—. No
tenemos tiempo para un paseo al hospital en caso de que el gato decida que quiere
probarte.
Ty ignoró alegremente la amonestación de su compañero, siguió con la mano
extendida y habló con Smith y Wesson, en voz baja, con una sonrisa en su rostro. Se
volvió y miró por encima del hombro a Zane.
—Si el grande no me come, creo que pueda hacer frente a dos pequeños.
Smith y Wesson se sentaron uno junto al otro, observándole del modo como sólo
un gato podía mirar a un ser inferior. Cameron pensó que parecía que estaba
mirando a Ty como si el hombre fuera idiota. También se preguntó con qué clase de
gato se podría haber enredado el hombre que fuera más grande que Smith o Wesson.
Zane suspiró agraviado y se adentró un poco más en la habitación, aunque
Cameron notó que mantenía tanto a la puerta principal como a él a la vista.
—No mordemos, señor Jacobs —dijo Zane, tratando de aplacarlo. Crispó los
labios—. No más que los gatos, de todos modos.
—El último extraño que se metió con ellos terminó con puntos desde la sien al
labio –mencionó Cameron a Ty.
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luego asintió con la cabeza hacia la puerta mientras revisaba la pistola en el mismo
movimiento. Cameron había visto a Julian comprobar la suya, con absoluta calma y
competencia. Zane sacó una pistola de debajo de su chaqueta, manejándola
hábilmente.
—Señor Jacobs, ¿va a venir disparando o va a estar preocupado por su seguridad?
—Preguntó Ty, sin una pizca de preocupación real que Cameron pudiera detectar.
Parecía que los dos hombres estaban acostumbrados a la idea de un peligro
inminente.
Pero ellos no conocían a Julian. Era un nivel completamente diferente de peligro.
—No se preocupen por mí —murmuró Cameron. Sacudió la cabeza y se agachó,
llamando a los perros. Los reunió y los metió en su corral, en el rincón más alejado de
la habitación. Su mirada se posó en Smith y Wesson. Aunque los dos gatos le
toleraban porque Julian los echaba de la cama si no lo hacían, no les gustaba mucho.
Cameron no estaba muy seguro de poder volver a meterlos en el dormitorio sin daño
para sí mismo. Así que tendrían que cuidar de sí mismos.
Ty y Zane se movieron juntos al medio de la sala de estar como atraídos por
imanes, juntando las espaldas pero quedando separados un metro. Zane frente a la
puerta, mientras que Ty se enfrentaba al balcón, sincronizados como si hubieran
estado haciendo esto durante mucho tiempo. Los perros comenzaron a ladrar
lastimeramente, y Smith y Wesson se sentaron en el umbral del dormitorio, listos
para disfrutar del espectáculo.
Cameron ladeó la cabeza, escuchando. No podía oír nada por encima de las quejas
de los perros.
La puerta se abrió de repente, pateada desde el pasillo, astillando la jamba de la
puerta. El arma de Julian ya estaba apuntando a los así llamados agentes federales.
Zane ya estaba frente a él, con el arma levantada y apuntando. Ty no se volvió para
enfrentarse a Julian. Mantuvo el arma apuntada en silencio al balcón.
Julian entró en la habitación, corpulento y lívido. Apuntó con su arma a Zane, y
los dos hombres se quedaron allí apuntándose el uno al otro, en silencio, mientras se
medían. Cameron fue golpeado por el gran parecido entre ellos.
—¿Julian Cross? —preguntó Zane finalmente de manera tranquila.
Julian respondió amartillando el arma.
Cameron vio el gatillo moverse. Estaba a sólo un toque de disparar una bala.
Tragó saliva y se obligó a mantener los ojos abiertos. Pero Zane ni siquiera parpadeó.
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—Podemos vivir con eso —dijo Ty—. Ahora, ¿quiere hacer esto de modo
agradable, tener tiempo para empacar su Uzi en su ropa interior, o le arrestamos y le
llevamos arrastras?
Julian apretó la mandíbula.
—No me voy sin Cameron.
—Esto no son unas vacaciones, Cross —dijo Zane.
—Ahora está expuesto, gracias a vosotros. Voy de buena gana con la condición de
que venga conmigo.
Ty ya estaba abriendo las esposas en las muñecas de Cameron.
—Dile al payaso en el techo que lo proteja –le dijo a Julian—. No es nuestro
trabajo.
Cameron se lanzó directamente hacia Julian una vez que Ty le soltó, moviéndose
para quedarse detrás de su impresionante amante.
—¿Esto es importante? ¿Esta cosa del informante?
—No para mí —dijo Julian mientras deslizaba una mano en la Cameron,
apretando los dedos. No había apartado los ojos de Ty, quien estaba sosteniendo las
esposas y sonriendo.
—Te ves como el tipo que disfruta de estas —dijo el agente, arrastrando las
palabras.
Julian suspiró en una rara muestra de exasperación.
—¿Sois realmente el mejor equipo que han enviado a por mí? Es casi insultante.
—Lo que ves no siempre es lo que parece —dijo Zane. Echó un vistazo a Ty un
largo momento, y este bufó, con aspecto un poco decepcionado por no haber podido
usar sus esposas. Zane miró su reloj.
—Está bien. Jacobs nos acompaña. Tenemos dos horas para coger nuestro vuelo a
Washington DC.
Cameron se apretó contra la parte posterior del brazo de Julián.
—Julian, puedo quedarme aquí con Preston y Blake —dijo, nombrando a los dos
hombres que a menudo trabajaban con él en sus "trabajos" clandestinos, su conductor
y su jefe. Cameron aún no estaba muy seguro de lo que hacía Julian, pero sabía con
certeza que no quería más detalles. Dormía mejor por la noche sin ellos.
Julian volvió la cabeza, mirándole mientras mantenía un ojo en los dos hombres.
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—Preston y Blake estarán ocupados. Empaca una bolsa. Rápido. Por favor —tuvo
el cuidado de añadir.
—¿Qué pasa con los animales? —Preguntó Ty—. ¿Quién demonios necesita tantos
perros de todos modos?
—¿Qué hay de malo en ser dueño de una mascota? —preguntó Cameron.
—Sí, pronunciaste mal “acaparador”.
Mirando a su alrededor, Cameron mantuvo la boca cerrada y miró a Julian en
busca de dirección. Julian estaba mirando el agente con el equivalente de una mirada
a su amante estoico.
—Preston se hará cargo de ellos —respondió Julián, con la mandíbula apretada.
Cameron tragó saliva, y después de una última mirada a Ty, corrió a la habitación
para empacar para él y Julian. Zane le siguió, con la intención de ver lo que
empacaba. Cameron miró al hombre con inquietud. Sólo tenía una idea de lo que
estaba pasando, pero sabía que esta vez estaban en serios problemas.
* *
Ty se dio la vuelta y vio a Cameron desaparecer en el dormitorio. Volvió a mirar a
Zane y sacudió la cabeza. No era una gran idea llevarse también al novio. Dos
prisioneros serían más difíciles de manejar que uno, pero podría ser un medio útil de
controlar a Julian Cross si se ponía rebelde. Zane dio unos pasos hacia las pantallas
divisorias del dormitorio y se quedó donde podía observar los movimientos de
Cameron y ver que estaba metiendo en las bolsas.
Ty se pasó un dedo por la ceja y volvió a pasear por el centro de la habitación de
nuevo, mirando por las puertas del balcón al tejado del edificio de enfrente. Había
visto la luz agonizante destellar en un pedazo de cristal en el techo cuando había
estado acariciando al gato y lo reconoció como lo que era. Cómo había llegado el
francotirador allí tan rápido era la verdadera cuestión. No importaba, pero le
molestaba.
Ty sonrió torcidamente y le dio al hombre en el tejado, Preston, un saludo
descarado.
Oyó resoplar a Zane. Estaba al otro lado de la sala, manteniéndose entre Julian y la
puerta y manteniendo a Cameron dentro de su línea de visión. No es que pareciera
que alguno de los dos fuera a huir.
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—¿Te das cuenta de que vas a ser recluido en una celda federal o en una casa de
seguridad durante todo lo que dure esto? —dijo Zane a Julian—. ¿De verdad quieres
que él se quede allí contigo?
—Duermo mejor sabiendo que no está en peligro —dijo Julian. Miró a Ty—. Te
disparará, lo sabes.
—Le dijiste que disparara al estúpido —dijo Ty mientras señalaba a Zane.
—Sí —dijo Zane—. El que está ante la ventana, saludando al francotirador.
—El que sabe dónde está el francotirador para saludarle. Si fuera a dispararme, ya
lo habría hecho. —Ty miró a Julian—. ¿Ese chico tiene alguna idea de a que estás a
punto de arrastrarlo?
Julian se quedó en silencio, mirando a Ty por un momento antes de apartar la
mirada y suspirar.
—Eso es un no —dijo Zane—. ¿Sabe en qué has estado trabajando?
—Eso no es de tu incumbencia. Tú y yo sabemos que nunca voy a poner un pie en
una celda o una sala de audiencias, si llego a DC. Sabemos lo que es esto. Él no tiene
por qué.
Ty miró a Zane, tratando de ocultar la pregunta en su expresión. Al parecer,
Cameron Jacobs no era el único que estaba fuera de juego.
Pero Julian era perspicaz y captó la mirada de Ty. Se rió y sacudió la cabeza.
—Nadie te lo ha dicho. Ellos sólo os enviaron aquí como buenos chicos de los
recados.
Zane dirigió una mirada a Ty que hubiera aplastado un hombre inferior, pero Ty
era inmune. Tampoco tenía idea de por qué Zane quería ser tan inflexible frente a ese
tipo. Los tipos Batman eran los más divertidos para molestar.
—Se supone que le acompañaremos a DC, señor Cross —dijo Zane—. Cualquier
cosa más allá de eso es superflua.
—Alguien os la tiene jurada.
Ty puso los ojos en blanco. Medio sospechaba que el hombre sólo estaba tratando
de cabrearlos, pero conocía a Richard Burns lo suficientemente bien como para
pensar que probablemente les había ocultado algo. Estaba acostumbrado a ello. Así
era justo cómo Burns operaba. Ty confiaba en él implícitamente. No hacía preguntas.
—Mira, O'Doul, tengo la paciencia de una pelota en este momento, así que ¿qué tal
si cierras la boca y consigues que tu amigo se de prisa de una puta vez?
—Ty —dijo Zane con su voz tranquila, con esa voz calmada que Ty odiaba.
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—¿Te funciona ser tan grosero? —preguntó Cameron. Ty podía oír a Zane ahogar
lo que podría haber sido una risa.
—Dije por favor.
Zane estaba conteniendo una sonrisa mientras tomaba a Cameron de la mano y le
esposaba.
—Ahora, señor Cross —dijo Zane—: Apuesto que va a estar muy dispuesto a
cooperar, siempre y cuando tratemos bien al señor Jacobs.
—¿No tratarme bien es una posibilidad? —preguntó Cameron con voz temblorosa
mientras mantenía sus ojos en Julian.
Julian sacudió la cabeza mientras le devolvía la mirada. Extrajo las armas
escondidas en su persona y las puso en el sofá como le habían dicho, sin dejar de
mantener sus ojos en Cameron. Parecían estar comunicándose. Ty reconocía la forma
en que un amante podía hablar a otro sin palabras. Se aclaró la garganta y se acercó a
Julian con cuidado.
El hombre levantó las manos detrás de la cabeza, pero algo en él volvió a Ty
cauteloso. Casi podía oler las capacidades del hombre. Levantó con cuidado una
mano al brazo de Julian y bajó el otro, luego deslizó las esposas en una de sus
muñecas y las cerró.
—Esos son unos gatos impresionantes —dijo mientras se enfundaba el arma y
usaba ambas manos para sujetar la de Julian a la espalda—. ¿Desde cuándo los tiene?
—Desde que tienen memoria –respondió Julian sin apartar la mirada de Cameron.
Ty miró por encima del hombro del hombre a Zane y puso los ojos en blanco.
Cerró la otra esposa con fuerza y le dio unas palmaditas. Encontró una larga astilla
de metal incrustada en cada manga, justo en los puños, pero ningún otro tipo de
armamento.
Julian suspiró con fastidio cuando Ty le quitó las ganzúas.
—Pobre asesino a sueldo, le quito los juguetes —dijo Ty en burlona simpatía—.
Somos buenos –dijo a Zane, palmeando a Julian en la espalda.
—No se preocupes, señor Jacobs —dijo Zane—. Estará en DC en
aproximadamente siete horas, y tratar con nosotros no será más que un recuerdo
feliz.
—Gracias a Dios por los pequeños favores —murmuró Julian. Se dio la vuelta—.
Esa segunda bolsa es bastante pesada. Piense en la espalda, agente Grady —dijo con
la mayor sinceridad, entonces sonrió y comenzó a avanzar hacia Zane y la puerta.
Cameron se alejó de Zane cuando Julián se acercó, pero no trató de moverse más allá.
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—Si queremos llegar al avión, tenemos que irnos ahora —dijo Zane.
Ty pensó seriamente en dejar las bolsas en el suelo, pero ni siquiera él era tan
bastardo. Se inclinó y levantó las dos bolsas con una maldición entre dientes. Asintió
con la cabeza, dándose la vuelta una última vez para saludar al hombre que sabía
que era probable que todavía estuviera en el tejado de enfrente, mirando a través de
la mira.
—Vamos a llevar este espectáculo a la carretera –gruñó mientras se dirigía hacia la
puerta—. Señor Jacobs, va a tener que dejar de acobardarse. Garrett no le hará daño.
Mucho.
—En realidad, según mi experiencia, son los tipos altos, oscuros y silenciosos los
más peligrosos –dijo Cameron mientras precedía a Zane a la puerta.
—Oh Cristo, es uno de esos, ¿no es así? —murmuró Ty.
—No tienes ni idea —dijo Julián.
* *
Preston observó a través de la mira de su Parker Hale Modelo 85 como los dos
agentes se llevaban a Julian y Cameron del apartamento y cerraban la puerta detrás
de ellos. Levantó la cabeza para mirar a la calle y al taxi esperando.
Una cosa era segura después de ver el rostro del hombre que saludaba a su mira,
no podía liquidarlos desde aquí. No sabía por qué, pero el hombre le resultaba
familiar. No esperó a que salieran a la calle, empacó y se movió mientras sacaba el
teléfono móvil. Marcó el único número que realmente podía en esta situación.
—Hola, señor —dijo en cuanto Blake Nichols contestó.
—Sé que llamas “señor” a Julian para molestarlo, pero ¿de verdad tienes que
hacérmelo también a mí? —preguntó Blake, divertido.
—Pido disculpas, señor, pero tenemos un problema.
—¿Qué tipo de problema? —Preguntó Blake, cambiando de tono.
—Dos agentes federales acaban de llevarse a Cross bajo custodia.
—¿Qué?
—He dicho que dos agentes federales…
—¡Ya te he oído, Preston!
—Por supuesto, señor —dijo Preston mientras trotaba por las escaleras del edificio
que había estado usando como nido de francotirador.
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—¿Qué agencia?
—No puedo estar seguro. Tenían placas del FBI, pero uno de ellos…
—¿Eran de la CIA?
—Posiblemente, señor. No podría decirlo.
—Eso fue jodidamente rápido. Quédate con ellos, Preston, pero no hagas
movimientos, ¿entendido? Me pondré en contacto contigo.
—Sí, señor.
Preston cerró el teléfono y reanudó el ritmo, corriendo a la planta baja para tener
la oportunidad de atrapar ese taxi.
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
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Capítulo 5
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
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Ty tenía sus brazos hacia arriba, con las manos tendidas hacia los lados mientras le
registraban. Julián le miró de reojo, y luego al agente de la TSA. Después de un
momento, dijo con calma:
—Él tiene una bomba.
Zane se giró para poder ver a Julian justo cuando el agente dijo:
—¿Perdón?
Ty levantó la cabeza de golpe y miró a Julian de manera asesina mientras este
repetía.
—Tiene una bomba.
Ty se habría abalanzado y le habría estrangulado en ese mismo momento, pero el
agente de la TSA que le había estado registrando envolvió los brazos alrededor de
sus hombros y le detuvo.
—Cross —dijo Zane con advertencia—: Ya han comprobado nuestras
identificaciones. –Intentando controlar el daño, dio un par de pasos lentos para
ponerse entre Ty y Julian. Cameron flotaba al otro lado de la estera, con aspecto
mortificado.
—Sus identificaciones son falsas –dijo Julian a los agentes de la TSA con confianza
suprema. Incluso estaba usando su acento irlandés mientras hablaba. Miró a Ty con
lo que parecía ser sentida sinceridad—. No puedo dejarte matar a gente inocente.
—¡Cállate! —le gruñó Ty. Le apuntó con un dedo a la cara—. Si consigo un
registro de las cavidades gracias a ti, ¡voy a patearte el culo!
—Grady, suficiente —dijo Zane, señalándole antes de volverse hacia Julian—. No
te estás ayudando, Cross. —Sacó su cartera con el mayor cuidado y le tendió la
identificación y una tarjeta de confirmación con el número de seguridad apropiada,
con la esperanza de evitar una confusión.
Julian sonrió y le guiñó un ojo. Zane resistió el impulso de poner los ojos en blanco
y mantuvo la calma, la máscara profesional mientras un agente de la TSA
preocupado tomaba su tarjeta y se iba derechito al teléfono sobre el escritorio. Zane
prácticamente podía oír a Ty vibrar de indignación tras él.
Varios minutos después, dos agentes de seguridad muy grandes volvieron con el
primero y flanquearon a Ty.
—Va a tener que venir con nosotros, señor.
Ty gruñó y señaló a Julian, mirando a Zane mientras se lo llevaban.
—Le odio.
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* *
—¿Qué pasa si nos hubieran encerrado? ¿Qué habrías logrado con eso? —
preguntó Cameron a Julián mientras caminaban junto a Zane, siguiendo la estela de
Ty. Él estaba hablando por teléfono mientras caminaba hacia el mostrador de la
aerolínea.
—Habría retrasado lo inevitable –le dijo Julian con un encogimiento de hombros
negligente. Estaba sonriendo, algo que sólo hacía cuando se sentía especialmente
malvado.
Delante de ellos, Ty se detuvo en seco mientras hablaba por teléfono.
—¿Qué quieres decir, alquilar un coche?
Julian se echó a reír.
El retraso en Midway les había hecho perder el último vuelo nocturno a
Washington DC. Cuando perdieron ese, el que estaba dando las órdenes a Ty y Zane
les había dicho que fueran a O'Hare para coger el vuelo de medianoche, lo que
habían tratado de hacer, pero habían chocado contra la omnipresente construcción de
Chicagoland, y habían tardado un total de tres horas en llegar hasta O'Hare. Para
entonces el último vuelo ya había partido y estaban en tierra hasta la mañana. Qué
era exactamente lo que Julian había querido.
Cameron no estaba seguro de lo que le sorprendía más, la perorata casi
incoherente de diez minutos de duración que había salido de la boca de Ty cuando se
sentaron en un taxi monovolumen sin amortiguadores, o el grado en que Julian
parecía estar disfrutando.
—Llevarse mal con él probablemente no es la mejor idea —dijo cuando se
detuvieron también. Ty no parecía tener mucha paciencia y Cameron sabía que
Julian pudiera acabar con la paciencia de un santo si se sentía inclinado.
—He estado peor —murmuró Julian.
Ty cerró el teléfono y se volvió hacia Zane.
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—Nos dice que alquilemos un puto coche. No quiere que andemos por ahí hasta
mañana. Quiere a Batman y Robin aquí presentes en movimiento y lejos de la TSA.
—Suena como que quiere que nos movamos rápido –dijo Zane, lo bastante alto
para que Cameron lo oyera.
—Exactamente, pero no estoy seguro de por qué. No estamos en el radar de nadie.
A menos que no nos lo esté diciendo.
Julian tarareó pero no hizo ningún comentario. Cameron observó mientras Zane
miraba a Ty, y después de un largo momento, Ty bufó, se guardó el teléfono en el
bolsillo y giró sobre los talones para dirigirse hacia los coches de alquiler. Zane se
volvió hacia él y Julian.
—¿Listos para un paseo, señores?
—¿Un paseo? ¿En coche? ¿Con vosotros tres? —Preguntó Cameron, horrorizado—
. ¿Hasta Washington, DC? —Habría jurado que vio un destello de humor en los ojos
de Zane antes de que el hombre mirara hacia otro lado.
Ty volvió pisando fuerte y agarró a Julian por el codo.
—Guíanos, Garrett —le dijo a su compañero. Le estaba murmurando a Julian
mientras se lo llevaba—. Vamos, chico gracioso. Te voy a mostrar donde guardan los
equipos de búsqueda de cavidades.
Cameron tuvo que trabajar duro para mantenerse al ritmo de los tres hombres más
altos y de piernas más largas.
—¿Tu compañero es siempre así? —preguntó a Zane.
Este le miró, y esta vez Cameron vio una leve diversión.
—No. A veces es un poco excitable.
Cameron le miró fijamente, tratando de decidir si estaba bromeando o no. No
podía decirlo con la seca respuesta. Cuando apartó la mirada de Zane, casi tropezó
con Ty, que se había detenido y girado para esperarles. Cameron hizo una mueca. El
hombre tenía que estar hecha de roca sólida. Ty miró de él a Zane.
—Si vas a hacerte amigo de los presos, tome éste —le dijo a Zane, empujando sin
contemplaciones a Julian hacia su compañero. Tomó el brazo de Cameron con mano
de hierro y se volvió, tirando de él hacia los mostradores de alquiler de coches.
Tropezando, Cameron miró por encima del hombro a Zane y a Julian.
—¿Este es tu modo de ser amistoso?
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—Tendríamos que esperar más tiempo para ello que el siguiente avión —
murmuró Ty. Entonces una luz iluminó sus ojos de color extraño, como si una idea le
hubiera golpeado—. Vayamos a la oficina de campo. A robar un vehículo.
—Pedir prestado.
—Eso es lo que he dicho.
—La oficina está cerca. Cojamos un taxi —dijo Zane, tomando el brazo de Julian
para girarlo hacia la puerta.
—¿Vosotros dos hacéis este tipo de cosas a menudo? Porque realmente no parecéis
muy buenos –dijo Cameron mientras se recolocaba la bolso en el hombro.
—Practica un poco de auto-preservación, cariño —murmuró Julian.
—¿Por qué? Para eso te tengo a ti –respondió Cameron con una sonrisa para su
amante.
—Oh, amordázame con un calcetín —murmuró Ty mientras empujaba a Cameron
y se dirigió hacia las puertas.
—Necesitas un poco de amor en tu vida —le dijo Cameron.
Ty entrecerró los ojos, pero nada sarcástico que decir a eso.
—En serio —siguió Cameron, sólo para conseguir ser arrastrado—. Hizo
maravillas con la actitud de Julian.
Ty sacudió la cabeza y miró por encima del hombro a Julian mientras caminaban a
través de las puertas automáticas.
—Tu novio viene a por mí –le dijo a Julian con la misma honestidad sincera que
Julian había usado para decirle a los agentes de la TSA que llevaba una bomba.
Julian hizo un sonido molesto en la parte posterior de la garganta.
—Zane es más mi tipo —dijo Cameron, sólo para irritar aún más a Ty. Zane
resopló antes de sonreír de nuevo.
—¿Escuchas eso? —preguntó Ty a Julian por encima del hombro—. Es una especie
de puta.
Cameron resopló y le dio un codazo en las costillas a Ty cuando salían de la
terminal. El hombre ni siquiera hizo una mueca de dolor, lo que hizo querer
encontrar un lugar donde no tuviera una capa protectora de músculos y darle una
patada.
* *
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—Sonaba a ti —dijo Zane antes de aceptar las toallitas húmedas para abrir el
paquete para que Ty pudiera usarlas.
Ty le observaba con una creciente sensación de calma. El solo hecho de que Zane
estuviera aquí con él era suficiente para mantenerlo cuerdo.
Después de abrir el paquete, Zane levantó la vista hacia él.
—Muy bien, Grady. Desnúdate o estarás pegajoso y miserable, y luego todos
estaremos todo miserables.
Ty murmuró algo pero se bajó los pantalones vaqueros mojados, allí mismo, al
lado de la carretera. Varios coches que pasaban les tocaron la bocina, pero esto ni
siquiera se registró en la balanza en cuanto a momentos embarazosos en la vida de
Ty. Se puso la camiseta, y usó la otra para secar el asiento delantero. Luego arrojó la
ropa mojada al maletero, donde el olor a café derramado no le haría querer matar
cosas. Se puso unos vaqueros sucios de la pequeña bolsa que había estado llevando
con él y volvió al asiento del conductor.
Se sentó en el silencio del coche y miró por el espejo retrovisor.
—La próxima vez no te apuntará a ti —dijo a Julian.
Los ojos de Cameron se agrandaron mientras miraba de Ty a Zane, pero Zane
estaba mirando a través del parabrisas en lugar de a ellos y no dijo nada.
—Entendido, agente Grady —dijo Julian. No parecía incómodo porque su intento
hubiera fracasado, ni parecía molesto con la amenaza abierta a su amante. Eso
molestó a Ty más de lo que le gustaba admitir, y el simple hecho de que Julian Cross
le pusiera nervioso también le hizo enojar.
Y quería saber cómo diablos se había quitado las esposas con tanta rapidez.
Arrancó el coche con un gruñido.
—Abrochaos el cinturón —les dijo, a pesar de que ninguno de los dos podía
hacerlo a causa de sus esposas. Se reincorporó al tráfico con un golpe de volante todo
menos suave que hizo que los dos hombres chocaran.
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Capítulo 6
Cameron miró por la ventana del hotel Comfort Inn, pensando que parecía haber
aterrizado justo en los años setenta. Dos plantas, construcción de tablones de madera
oscura, ventanas estrechas y más altas que en los hoteles más nuevos, parecía lo
suficientemente bueno como para estar en medio de la nada, en el norte de Indiana,
cerca de la autopista de peaje. Eran casi las tres, y Cameron estaba exhausto.
Seguramente Ty y Zane también, y después del intento de fuga de Julian, no parecían
estar dispuesto a correr ningún riesgo.
Dormitó algo mientras Zane estaba dentro organizando la habitación, con la
cabeza apoyada contra Julian, que se había acercado tanto como podía esposado al
aro del suelo. Las esposas eran algo nuevo para Cameron. Había visto con horror
como Julián abría su cerradura en el coche con un movimiento de su muñeca, y nada
más, preguntándose cuánta práctica sería necesaria para hacer algo así. Su amante
nunca dejaba de sorprenderle con todas sus nefastas habilidades.
A veces se preguntaba acerca de su propio maquillaje moral, porque algo como
esto pudiera excitarle.
Sonrió y volvió la cabeza para presionar la mejilla contra el hombro de Julian. Este
giró la cabeza para tratar de besarle la coronilla, un gesto casi inconsciente, pero que
no pudo hacer por el modo que estaban esposados. Suspiró, un sonido de
exasperación que Julian rara vez hacía y miró por la ventanilla, con los ojos
entrecerrados.
Ty estaba sentado en el asiento delantero, murmurando para sí mismo, su rodilla
saltando tan rápidamente que era más una vibración. Ese Red Bull no le había hecho
mucho bien y sólo había tenido una hora para quemarlo. Cameron estaba casi
divertido por la dicotomía de los dos agentes federales. Zane era tan sereno, firme y
oscuro, se tomaba las cosas con calma, manejaba de modo tolerante cualquier
adversidad que se presentara hasta el intento de fuga de Julián. Y luego Ty parecía
todo lo contrario. Estaba ansioso y nervioso, y le recordaba a un gran cachorro,
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—Él y Zane van a conocerse aquí abajo. Vamos –dijo Ty mientras se acercaba un
paso más y le tomaba del codo. No tiró con fuerza, parecía dispuesto a darle la
oportunidad de ir por su propia voluntad.
Cameron miró de Julian a Zane y viceversa antes de asentir a regañadientes.
—Muy bien —murmuró. Ty le entregó su bolsa y se colgó la suya al hombro
cuando comenzaron a caminar hacia la puerta principal.
Cuando llegaron a la entrada, Cameron miró por encima del hombro hacia donde
Julián y Zane seguían en pie junto al coche.
Julian se había dado la vuelta y estaba de pie con las manos esposadas juntas
delante de él. Asintió con la cabeza a Cameron.
—Estarán bien —dijo Ty con una voz extrañamente suave cuando abrió la puerta
y la sostuvo para Cameron.
Cameron no se sentía tranquilo, pero entró de todos modos. El interior del hotel
tenía la misma sensación que el exterior: exceso de cobre, exceso de vidrio, y
demasiada fiebre disco.
Pasaron junto a la recepción y se dirigieron a la gran serie de escaleras en el centro
del vestíbulo de entrada. No había ascensor. Ty le llevó a la habitación justo a la
derecha de los escalones y tecleó la cerradura electrónica, luego tiró de Cameron a la
habitación mientras encendía la luz.
Cameron no podía pensar en una razón por la que Ty le traería aquí solo, a menos
que Zane fuera a hacerle algo a Julian.
—¿No suben? —preguntó mientras permanecía de pie junto a la puerta.
—Después de que hayamos terminado —dijo Ty de pasada. La puerta se cerró
detrás de ellos, y Ty empujó a Cameron a la habitación, encendiendo las luces a su
paso.
—¿Terminado? —Cameron sintió una punzada de alarma. Tal vez Ty iba a hacerle
algo.
—Sí, siéntate —dijo Ty, distraído, mientras señalaba a una de las dos camas de la
habitación y miraba a su alrededor. Se acercó a la ventana y miró hacia fuera,
después cerró las pesadas cortinas.
Cameron frunció el ceño, pero se sentó a los pies de la cama más cercana a la
puerta mientras seguía los movimientos de Ty por la habitación.
Ty inspeccionó la ventana y su marco antes de agacharse para mirar la unidad de
aire acondicionado debajo de ella. Agarró la tapa de la unidad y tiró de ella. Cogió la
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silla y empujó la pequeña mesa en la esquina. Empujó la pequeña nevera con el pie y
se puso en el suelo para mirar la parte inferior de la caja fuerte pegada a la pared.
Encendió la televisión en su soporte giratorio, sacó todos los cajones de la habitación,
arrancó la Biblia y hojeó las páginas. Se volvió para mirar a Cameron mientras
sostenía el libro al revés y lo sacudía.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Cameron—. Pensaba que el Red Bull se estaba
disipando.
—Estoy buscando algo sólido. Y me estoy asegurando de que no haya nada aquí
que tu novio puede utilizar para matar o mutilarnos —dijo Ty mientras dejaba caer la
Biblia en el cajón. Se arrodilló detrás de Cameron y miró debajo de cada cama, y
luego deslizó las manos bajo el colchón.
—Él no necesita matar o mutilaros –dijo Cameron cuando se dio cuenta de que se
sentía incómodo con Ty arrodillado tan cerca de él.
En lugar de estar impresionado o intimidado, Ty se rió.
—Lo sé —dijo, mientras se ponía de pie.
—Entonces, ¿por qué molestarse con la búsqueda?
Ty se sentó a su lado en la cama de matrimonio, muy cerca de él. Sí, sin duda le
ponía incómodo, como los clientes del restaurante que coqueteaban demasiado. Sólo
que Ty no había hecho nada ni remotamente parecido, así que no podía entender qué
era lo que le inquietaba. Tal vez Ty era una de esas personas que exudaban ese tipo
de sensación.
—¿Alguna vez has visto dos perros grandes peleándose por un hueso?
Cameron se encogió.
—No. Pero sé lo que quieres decir.
Ty asintió.
—En teoría, el que tiene las púas en el collar tiene la ventaja. Pero en realidad es el
único que no está preocupado por proteger al cachorro que se esconde detrás de él.
—Genial. Ahora soy un cachorro. —Entonces se dio cuenta—. Espera. No estás
hablando de ti, ¿verdad? Estás hablando de ellos, ahí solos, ¿luchando por... algo? –
Cameron había levantado la voz cuando empezó a asustarse.
Ty sacudió la cabeza y empezó a frotarse el puente de la nariz.
—Es una metáfora general. No te lo tomes literalmente —dijo, pero entonces hizo
un gesto con la mano—. Mira, todo lo que digo es que tú vienes con él, le pones en
desventaja. Pero si mantienes a tu perro con la correa, yo mantendré al mío también.
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Después de una hora de escribir notas a mano, Zane se encontró mirando a través
de la habitación a Ty, que estaba tumbado en la cama más cercana al baño, la cabeza
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Ty volvió a suspirar y atrajo más cerca a Zane, arrastrándose hasta que pudo
descansar la barbilla en la parte superior de la cabeza de Zane, este se acurrucó
contra su pecho.
—Duérmete si no puedo tentarte. Yo me quedaré despierto.
Zane resopló pero no contrajo ni un músculo.
—Esta será una bonita imagen para Cameron si se despierta.
Ty contuvo la respiración unos momentos y luego la dejó escapar con un suspiro
irritado.
—Está bien.
Sacó la mano de debajo del cuello de Zane y se dio la vuelta, y luego se sentó y
rodó la cabeza de lado a lado. El frío inmediato provocó escalofríos en Zane y se
envolvió con los brazos, mirando a Ty. Deseó no haber dicho nada. No quería
dormir. Quería estar despierto, absorber a Ty. Se estiró para pasar los dedos por su
brazo.
Ty giró el brazo y dejó que los dedos de Zane se deslizaran sobre su palma. Se
apartó de la cama y se estiró, luego se volvió y se inclinó sobre Zane, echándole el
edredón mientras le besaba.
—Duerme.
Zane suspiró, calentado por el afecto tranquilo de Ty, y cogió su pistola. Luego se
puso una de las almohadas a medias bajo el pecho y metió la mano que sostenía el
arma debajo, una medida de seguridad que era como segunda naturaleza después de
su periodo de incógnito en el sórdido Miami. Ni siquiera los últimos meses de
dormir desarmado con Ty habían hecho que la postura se sintiera extraña.
—No mates a Cross.
—Nada de promesas —murmuró Ty. Se alejó y se apagó la luz que Zane había
estado utilizando.
Esto oscureció la habitación en su mayor parte, con sólo la luz que se filtraba bajo
la puerta de la habitación para ver y Zane vio la silueta de Ty durante largos minutos
antes de cerrar los ojos. Sólo descansaría un rato.
No supo cuánto tiempo durmió, pero una luz grisácea entraba por las cortinas
cuando un ruido le despertó.
Hubo una explosión y un ruido como plástico rodando sobre baldosas y luego Ty
gritó:
—¿Dónde está?
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Zane estaba fuera de la cama y en la puerta del baño, pistola en mano, en tres
segundos, con el pulso acelerado.
Ty estaba en medio del cuarto de baño, mirando a Julian y sosteniendo un rollo de
papel higiénico en la mano. Julian estaba en la bañera, esposado a la barandilla de
seguridad de la cabina de ducha. Estaba mirando a Ty como si pensara que había
perdido la cabeza. Zane entrecerró los ojos mientras abarcaba la escena. Echó un
vistazo a la pared donde el papel de baño debería haber estado, luego a las manos de
Ty, antes de lanzar una mirada interrogante a Julian.
—¿Dónde está? —Dijo Ty nuevo.
—No tengo idea de lo que estás parloteando —dijo Julian, el epítome de la
calma—. Agente Garrett, creo que necesita más descanso. O tal vez es hora de su
medicación —dijo, imitando a alguien bebiendo.
—Cállate. ¿Dónde está qué? —Preguntó Zane mientras estudiaba Julian y las
esposas. Parecían intactas.
Ty se dio la vuelta para mirarlo. Todo su cuerpo estaba tenso. Sus ojos eran de un
verde brillante, y brillaron con ira. Zane se quedó sin aliento antes que poder
evitarlo. Su compañero era impresionante cuando estaba así.
—El sujetarollos —dijo Ty en ráfagas rápidas de palabras. Se volvió de nuevo a
Julian—. Dámelo o lo buscaré yo mismo.
Zane miró a su alrededor otra vez, y vio las dos mitades de plástico del soporte en
el suelo detrás del inodoro y junto al lavabo. Volvió a mirar a Julian y tuvo que
reprimir una sonrisa. El hombre era inteligente, y un excelente mentiroso. Zane
imaginó que él mismo habría pensado eso.
—Quitaste el muelle.
—Traté de quitar el muelle, pero no tenía —le dijo Julian. No parecía en absoluto
perturbado por haber sido atrapado.
Ty gruñó y metió la mano en la bañera para agarrarle del cuello y ponerlo de pies.
Zane apoyó la mano sobre su hombro.
—No puedes desnudarlo.
—Mírame —dijo Ty, y empujó a Julian de bruces contra la pared de la ducha, y
luego entró en la bañera con él.
Julian se aclaró la garganta mientras trataba de cambiar la posición de las manos
para que las muñecas no quedaran apretadas por las esposas, pero no protestó por el
trato duro.
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Zane se debatía entre las ganas de reír y la necesidad más profesional de apartar a
Ty de su prisionero. Además no le gustaba ver a Ty manejar a nadie de esa manera a
menos que fuera él. Se dio cuenta de que estaba más cansado de lo que había
pensado si la vista de Ty registrando a un criminal le ponía celoso.
—Grady.
Ty ya estaba tocando a Julian. Muy a fondo. Miró a Zane y señaló con la cabeza.
Continuó dando palmaditas y Julian movió la cabeza para poder mirarles por encima
del hombro. No mostró ninguna emoción, se limitó a mirar a Ty.
—En la mayoría de los países tendrías que pagar por eso.
Zane reprimió un suspiro y dio un paso atrás. No era exactamente legítimo, lo qué
estaba haciendo Ty, pero la misión les daba una libertad inusual para hacer frente a
un activo tan peligroso. Y tal vez ayudaría a Ty a gastar algo de esa energía extra. Se
dio la vuelta en la puerta para echar un vistazo a la habitación. Cameron estaba
sentado, vuelto hacia el cuarto de baño, mirando en dirección a Zane con una mirada
de preocupación en su rostro.
Zane oyó el bufido de Ty desde dentro del cuarto de baño, y cuando miró hacia
atrás, Ty había empujado la cara de Julian contra la pared de la ducha y lo sostenía
allí por la nuca.
—Cuidado con los codos.
—Cuidado con los dedos –espetó Julian.
—Bienvenido al entrenamiento de la Agencia de Seguridad del Transporte,
cabrón.
—¿Quieres otro par de esposas? —preguntó Zane, con la esperanza de apaciguar a
su compañero malhumorado—. Podrías extenderle los brazos.
—¿Alguien podría decirme la palabra de seguridad? —preguntó Julián.
Zane soltó un bufido y se apoyó contra la puerta, pero estaba observando
cuidadosamente a Ty. Algo sobre Julian parecía rozarle mal y la corta paciencia de
Ty era inexistente con este hombre.
Un momento después, Ty deslizó los dedos bajo su cinturón.
—Agente Garrett, realmente debo protestar —dijo Julian, aunque su voz seguía
siendo tranquila.
Sí, Zane también quería protestar. El exceso de piel desnuda de Ty estaba
demasiado cerca de otro hombre para el gusto de Zane.
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Julian empezó a hablar de nuevo, pero sus palabras se ahogaron cuando Ty movió
la mano aún más abajo del cinturón. Julián reaccionó entonces, echando la cabeza
hacia un lado y empezó a luchar mientras Ty tiraba de la cintura de sus pantalones.
—¡Ja! —Ty sacó algo de los pantalones de Julián y lo sostuvo en alto. Era una pieza
larga y delgada de metal. En otros tiempos había sido una espiral, pero había sido
enderezada. Julian maldijo. Ty le puso una mano en el centro de la espalda y lo
empujó contra la pared, sujetándole allí mientras salía de la ducha.
—Bravo —dijo Zane, sacudiendo la cabeza. Sin embargo, no estaba seguro de a
quien estaba felicitando.
Ty ondeó el muelle enderezado ante él y luego lo tiró al lavabo al otro lado.
—Bastardo inteligente —murmuró Julian en tono casi divertido—. ¿Tienes alguna
idea de lo difícil que fue eso?
—¿Es así como va a ser todo el viaje? —preguntó Zane con un gesto de la pistola al
muelle.
—Apostaría que sí, sí —dijo Julian con una inclinación de cabeza—. Tal vez si me
permitierais…
—No –espetó Ty—. Siéntate, cállate, deja de tratar de escapar. —Se volvió hacia
Zane—. ¿Dónde está el chico?
Zane asintió hacia la habitación.
—Ve a buscarlo.
Eso llamó la atención de Julian. Se enderezó, todavía de pie en la bañera y tiró de
las esposas que estaban atadas alrededor de la barra de seguridad.
—No hay necesidad de traerlo a esto.
—Tú le metiste en esto —dijo Zane. Dio dos pasos fuera de la habitación y le hizo
gestos a Cameron.
—¿Qué está pasando? —preguntó este mientras se bajaba de la cama y se unía a
Zane en la puerta.
Ty dio un paso a un lado para que Cameron pudiera ver a Julian. No le habían
dejado verlo desde que le encerraron en el baño, y ahora Cameron frunció el ceño
cuando observó la escena. Zane sabía que era una imagen perturbadora, Julian
despeinado, de pie en la bañera esposado a la barra de la ducha, y a Ty con el torso
desnudo y echando humo.
—¿Julian? ¿Estás bien?
Julian le sonrió.
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También tendrían que usarlo con Ty, si lo que acababa de ver no era un acto
teatral.
Ty se paseó hacia la ventana y luego se volvió hacia Zane, con aspecto preocupado
y ya ni siquiera remotamente enojado. Zane quedó impresionado por la habilidad de
su amante de encenderse y apagarse tan rápido. Sabía que Ty era un camaleón
después de su interpretación de un inglés en ese trabajo en el crucero, pero Zane
nunca había visto a Ty encender emociones y apagarlas de esa manera.
—Me siento como un monstruo, amenazando a ese chico.
Zane alzó una ceja, sorprendido.
—¿Por qué?
Ty le miró con extrañeza.
—Porque no ha hecho nada malo. Porque tiene estrellas en los ojos, y no puede
evitar estar enamorado de ese gilipollas.
—Él eligió estar aquí. Tenía que saber en lo que se estaba metiendo. No puedo
imaginar que vivir con Cross sea bueno para la salud de nadie
Ty sacudió la cabeza y miró el muelle destrozado. Lo hizo girar entre los dedos.
—Este tipo. Si hubiera sido capaz de volver a atar los cordones de los zapatos,
nunca lo habría notado —dijo con disgusto mientras tiraba el alambre a la basura.
Zane negó con la cabeza y puso su arma en el armario delante de la TV, al alcance.
—¿Usó los dedos de los pies para alcanzarlo?
Ty asintió.
—Inteligente. Como alguien que conozco.
Ty le miró antes de suavizar la expresión.
—Por favor no me compares con el criminal.
Zane le miró con cariño.
—Lo siento.
—Con suerte, Cameron lo mantendrá a raya a partir de ahora.
Mirando la puerta del baño, Zane apretó las manos sobre las caderas mientras lo
consideraba.
—Tal vez si los dejamos juntos ahí unas cuantas horas, podríamos dormir un poco
más.
Ty asintió.
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—Dormir. Les dejaremos a ello. —Agarró la camiseta del suelo y se la pasó por la
cabeza, luego se acercó a Zane y le besó. Zane aprovechó de la oportunidad y deslizó
las manos bajo la camiseta antes de que Ty pudiera bajársela.
—¿Disfrutaste registrando a Cross? —preguntó Zane antes de mordisquear el
lóbulo de Ty.
Este gruñó distraídamente, sin captar el tono de broma de Zane.
—Me dio uno bueno en las costillas. Es como si tuviera manos extra.
Zane se movió para deslizar las manos sobre las costillas de Ty.
—Sin embargo, le superaste —murmuró, arrastrando el brazo alrededor de la
cintura de Ty y tirando de sus cuerpos.
Ty se apartó y lo miró con extrañeza de nuevo. Sacudió la cabeza.
—Esto no es un concurso de meadas, Zane. Sólo quiero deshacerme de él tan
rápido como nos sea posible. El tipo me pone nervioso.
—Sí, lo sé —dijo Zane.
—¿Estás diciendo que él no te molesta?
—No. Te pondría a ti en contra de él en cualquier momento. —Dejó caer la
barbilla, frotando la mejilla con barba contra la de Ty.
—¿Estás tratando de empezar algo aquí? —preguntó Ty con una voz cálida.
—Ojala —murmuró Zane, extendiendo la mano a lo largo de los omóplatos de Ty
y frotando la piel caliente.
Ty le besó en la mejilla y se alejó.
—Entonces ya basta. Y aféitate esa maldita cosa por la mañana, ¿eh?
Zane resopló, pero permitió que Ty se alejara. Quería estar cerca, pero no podía
distraerse. Murmurando entre dientes, se acercó a la mesa y sus papeles.
Ty se dirigió a la puerta del baño y se apoyó contra ella, resbalando hasta el suelo
con un suave gemido. Al parecer, tenía la intención de sentarse allí el resto de la
mañana. Después de poner los ojos en blanco, Zane agarró una almohada y se la
lanzó.
Un momento después, oyó un suave:
—Gracias, Zane.
* *
~96~
Abigail Roux
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
Julian se sorprendió cuando los dos agentes del FBI dejaron a Cameron con él en el
cuarto de baño. Pero sabía lo que estaban pensando, y en la superficie tenía sentido.
Tiró de las esposas y levantó una mano hacia Cameron.
Su amante se metió en la bañera junto a él y deslizó las manos juntas, entrelazando
sus dedos.
—¿Has pasado así toda la noche?
—Bueno, estaba sentado —contestó Julian, manteniendo su tono ligero. Deslizó la
cadena hasta la diagonal de la barra y extendió los brazos tanto como pudo, haciendo
un gesto a Cameron para que pasara por debajo. Lo hizo, quedando en el círculo de
los brazos de Julián y levantó las manos alrededor del cuello de Julian, inclinando su
cabeza hacia atrás para mirarlo.
—¿Aparte de amenazarte, cómo te han tratado? —preguntó Julián.
—Bien. En realidad, no me han dicho ni una sola palabra. Estaba durmiendo hasta
que oí a Ty gritarte.
—Es demasiado excitable. —Julian le dio un beso. Era difícil atraerlo más cerca
con la barra de seguridad restringiendo sus brazos—. ¿Vas a darme mi sermón?
—¿Tengo que hacerlo? —preguntó Cameron, mirándolo a los ojos.
Julian suspiró y miró hacia la puerta.
—Si vamos a DC, nunca nos volveremos a ver de todos modos. —Miró a los ojos
de Cameron—. Están usando las amenazas para que me mantengas bajo control.
Pero si les estoy leyendo correctamente, Grady no hará daño a ninguno de nosotros a
menos que le forcemos y yo no permitiré que Garrett te haga daño. Nada es una
amenaza más grande que a lo que nos están entregando.
—¿Quieres decirme qué está pasando?
Julian vaciló. Había pasado la mayor parte de su tiempo juntos tratando de
proteger a Cameron de lo peor de él. Pero ahora estaban siendo arrastrados por todo
el país, posiblemente a la muerte. Cameron merecía saberlo.
—Es la CIA, Cam.
—¿CIA? Pensé que Ty y Zane eran del FBI.
—No sé lo que son. Pero es seguro que no es el FBI quien quiere matarme.
Cameron apretó los brazos alrededor del cuello de Julian.
—No voy a dejar que te lleven lejos de mí si puedo hacer algo para evitarlo.
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Abigail Roux
Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
—Sólo parece intimidado y dócil cuando te amenacen. Que piensen que está
funcionando.
—No tengo que actuar —murmuró Cameron mientras apoyaba la mejilla contra el
pecho de Julian—. Son intimidantes.
Julian resopló antes de poder detenerse. Se aclaró la garganta para cubrirlo. Se
echó hacia atrás y miró a Cameron.
—No llevas nada afilado o puntiagudo, por casualidad, ¿verdad?
Cameron frunció el ceño y dejó que sus brazos se deslizaran hacia abajo.
—¿Afilado o puntiagudo? No lo creo. –Se miró. No llevaba joyas, la única joyería
que Julian le había visto llevar alguna vez era el colgante de la Cruz del Guerrero que
Julián le había dado cuando se conocieron. Pero ese collar había desaparecido hacía
tiempo.
—¿Cremallera? ¿Cordones de los zapatos? —preguntó Julián mientras miraba el
cuerpo de Cameron. No llevaba zapatos. Y en realidad, Julian no podía imaginar
cómo podía forzar una cerradura con un tirador de cremallera—. Maldita sea, ese
muelle era tan perfecto —murmuró con irritación.
—Casi conseguiste que te dispararan. Zane se levantó de la cama con esa arma tan
rápido, que me asustó.
—Me sorprende que no esté acostumbrado a los gritos de Grady sin ninguna
razón. ¿Duermen con sus armas? Es bueno saberlo. Si uno de ellos va a tratar de
matarme, será Garrett. Pero no te preocupes —dijo mientras atraía a Cameron lo más
cerca que podía—. Saldremos de esto.
Cameron se apoyó contra él de nuevo, metiendo la cabeza bajo la barbilla de
Julian.
—Es bueno que seas un buen mentiroso.
—No estoy seguro de si eso es un cumplido o un insulto.
—Yo tampoco —dijo Cameron antes de inclinar la cabeza hacia atrás de nuevo y
besarle la barbilla.
Julian sonrió.
—Te quiero, lo sabes.
Cameron le dio una sonrisa trémula.
—Lo sé. Yo también te quiero. —Se puso de puntillas para besarle fervientemente.
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Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
Julián tuvo que inclinarse para disfrutar del beso ya que no podía tirar de
Cameron. Sonrió contra sus labios.
—Nunca hemos intentado esto con las esposas —dijo con una voz sugestiva y
excitante.
Cameron se rió.
—Es una idea interesante. No me puedes agarrar, girar o sujetarme. —Abrió los
ojos y chispearon con picardía.
—Eso es lo que piensas.
La ceja arqueada que Cameron le dio en respuesta fue un claro desafío y las manos
de Cameron se deslizaron por el pecho a la hebilla del cinturón.
La sonrisa de Julian era depredadora cuando se acercó y empujó a Cameron contra
la pared ducha. Se quedó sin aliento y miró entre ellos.
—¡Mi cinturón! —Dijo entre dientes.
—¿Qué? —Preguntó Cameron, tirando de él.
—Me lo han dejado –le dijo Julian con una sonrisa.
—¿Entonces, eso significa que puedo ponértelo en la boca para que lo muerdas en
un par de minutos?
Eso llamó la atención de Julián y volvió a mirarle con una sonrisa.
—¿Te importa si hacemos ruido y que sepan lo que estamos haciendo?
Un rubor se deslizó por las mejillas de Cameron.
—No va a suponer diferencia en lo que nos hagan, ¿verdad? —Sus dedos
manipularon la hebilla del cinturón de Julian mientras le miraba a los ojos.
—Probablemente no.
—¿Esto es realmente estúpido? —Cameron se lamió los labios mientras
desabrochaba los pantalones de Julian.
—La única cosa estúpida en esta habitación está sentado delante de nuestra puerta
—dijo Julian, levantando la voz lo suficiente.
—Chúpamela, Cross —dijo la voz incorpórea de Ty desde fuera de la puerta.
* *
Ty apretó los hombros contra la puerta para estirar los músculos doloridos, y dejó
que sus pies descalzos se deslizaran sobre la alfombra hasta que sus piernas
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quedaron extendidas delante de él. Se quedó allí sentado sin ningún reparo mirando
abatido a la oscuridad.
Una vez que oyó el inconfundible sonido que venía de dentro del baño, gruñó con
disgusto y rodó sobre manos y rodillas para levantarse.
—¿Qué diablos creen que es esto, una estúpida comedia romántica? —Gruñó a
Zane. Llamó a la puerta—, ¡tengo una pistola y me gusta usarla!
—Eso sólo va a animar a Cross.
—No me importa —murmuró Ty mientras caminaba hacia las dos camas—. Él me
recuerda a ti. Partes de él, de todos modos.
Zane levantó la vista de los papeles. La suave luz de la lámpara de mesa
proyectaba sombras extrañas, por lo que su rostro parecía demacrado.
—¿A mí? ¿Cómo? Además de la frase de Cameron de alto, moreno y guapo.
—Quiero decir que exteriormente es estoico y divertido de pinchar. Me recuerda a
cuando nos conocimos.
Zane sonrió y se reclinó en su silla.
—Mucho mejor de lo que dijiste de mí en ese entonces.
Ty se acercó y se sentó en el borde de la cama cerca de Zane, mirándolo con nada
más que afecto. Estaba lo bastante cerca como para oler el desodorante de Zane y los
aromas subyacentes de su champú y sudor, combinados con los olores marca de una
habitación de hotel, lo que agitaba todo tipo de recuerdos y emociones.
—¿Has pensado en esa primera semana? —preguntó con una sonrisa cariñosa.
—Algunas partes de ella, sí —dijo Zane, alzando un hombro mientras giraba la
silla para sentarse frente a Ty, sus rodillas chocando—. Normalmente, cuando estás
siendo particularmente frustrante. —Inclinó la cabeza hacia un lado mientras sus ojos
barría a Ty de arriba abajo—. O particularmente deseable.
Ty se inclinó hacia delante.
—Ese par de días en esa habitación de hotel contigo —dijo, en voz baja e íntima—,
cada vez que te miraba sentía mariposas. No podía decidir si era una buena
sensación o si te odiaba por ello.
Zane se rió entre dientes.
—Oh, estaba muy seguro de que me odiabas. Y sin duda era correspondido.
—¿De verdad me odiabas? –preguntó Ty, no ofendido necesariamente, pero
curioso.
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—En inmensas proporciones —dijo Zane con una inclinación de cabeza, pero
luego puso los ojos en blanco—. No duró, sin embargo. Fuiste… —Respiró hondo y
lo retuvo mientras consideraba sus palabras. Terminó encogiéndose de hombros—.
El huracán Ty. Me dejaste sin aliento.
La sonrisa de Ty se hizo más cálida, y extendió la mano para tomar la de Zane.
—A veces me gustaría poder volver allí y golpearnos en las cabezas. Pero luego
me recuerdo a mí mismo que no habría sido lo mismo.
Zane apretó la mano.
—Para mí, no había vuelta atrás después de que me besaste.
Ty levantó la vista de sus manos unidas y se encontró con los ojos de Zane. En su
pequeño tiempo sabático había empezado a pensar cual podría ser su vida cuando
ninguno de ellos trabajara en el FBI; cuando pudieran caminar por la calle de la mano
y no les importara quien les viera; cuando ya no les dispararan o volaran o les
enviaran a través del país como recaderos. Tenía en la punta de la lengua preguntarle
a Zane si pensaba que podían estar sin sus trabajos y no volverse locos.
Pero Ty sabía que no podía hacerlo. Todavía no. Había nacido y se había criado
para ser una punta de lanza. Zane era la única torcedura en el plan que siempre
había tenido, pero descubrió que no le importaba. En el momento que le había
besado, supo que iba a arrojar ese plan por la ventana.
Tan sólo recordar el terror y la emoción de ese momento provocaba revoloteos en
su estómago. No pudo evitarlo, extendió la mano y deslizó los dedos a lo largo de la
parte posterior del cuello de Zane y lo acercó, inclinándose para darle un beso. Zane
suspiró y se relajó en los brazos de Ty mientras frotaba los labios contra los suyos,
luego depositó un pequeño beso en la comisura de su boca.
—¿Por qué no podemos simplemente hacer una cosa fácil, eh? —Preguntó Ty,
frustrado por todos los obstáculos a los que parecía que tenían que hacer frente todos
los días, el menor de los cuales era su impresionante propia incapacidad para
comunicarse entre sí.
Zane levantó los dedos para tocar la mejilla de Ty.
—No lo sé —dijo, aunque fue con la misma resignación—. Excepto esto —susurró
antes de besarle de nuevo.
Ty suspiró.
—Tú siempre has sido fácil.
—Tú no –dijo Zane, pero suavizó las palabras con una sonrisa.
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Capítulo 7
Julian fue asegurado en la parte trasera del sedán mientras Ty jugueteaba con el
GPS en el salpicadero. Había pasado una media hora elaborando las formas más
perversas que pudo pensar de asegurarse que Julian ni siquiera pudiera tener las
manos juntas, mucho menos tocar ninguna cerradura. Estaban esperando que Zane
finalizara las comprobaciones y Ty estaba manteniendo un ojo en los dos hombres de
la parte de atrás mientras metía las direcciones apropiadas en el GPS.
Con cada botón que apretaba, la unidad GPS ofrecía sugerencias. Sacudió la
cabeza ante la lista de Washingtons que ofrecía, buscando con los ojos el correcto. Un
movimiento por el espejo retrovisor le llamó la atención cuando encontró el
Washington apropiado, y levantó la mirada cuando apretó el botón, entrecerrando
los ojos a sus prisioneros.
—¿No tuvisteis suficiente ayer por la noche? —preguntó en un gruñido.
—Estoy tratando de restablecer el flujo de sangre de los dedos —dijo Julian.
—Yo restauraré tu flujo de sangre muy muy rápido si intentas una cosa más —dijo
Ty, en voz baja y grave.
Julian puso los ojos en blanco y suspiró, moviendo el hombro y meneando los
dedos, que estaban colgando en el aire. Tenía una mano esposada a la empuñadura
encima de la puerta, la otra al suelo, enrollada alrededor de su pierna primero por lo
que tenía que inclinarse hacia adelante. Cameron estaba restringido de forma similar.
Tenía que ser incómodo como el infierno, pero Ty no quería correr ningún riesgo.
Él y Zane habían discutido tratar de regresar a Chicago y encontrar un vuelo, pero
una llamada a Burns les había informado que una tormenta se dirigía hacia ellos y
los vuelos estaban siendo dejados en tierra. Tendrían mejor suerte conduciendo y si
salían ahora mismo irían por delante de la tormenta de nieve y la perderían por
completo, incluso si tenían dificultades con sus prisioneros.
Unos momentos más tarde, Zane se unió a ellos y Ty salió del parking.
—En el punto kilómetro uno, gire a la izquierda en Willowcreek road.
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Zane seguía temblando por el frío cuando el GPS comenzó a dar instrucciones, a
pesar de que el coche estaba por fin empezando a calentarse. Ni siquiera habían
salido de la zona de aparcamiento del hotel y la dama del GPS ya estaba dándoles
órdenes. La pequeña flecha en la pantalla de la unidad estaba señalando el camino
equivocado y no estaban frente a nada que se pareciera a Willowcreek road.
—Vas a tener que hacerlo algo mejor, cariño —dijo Ty a la pequeña unidad
pegada al salpicadero.
—Debo sacar mi teléfono —dijo Zane mientras se acomodaba en el asiento del
acompañante, el periódico en su regazo y una taza de café cubierta en la mano—.
Grabarte hablando con el GPS.
—¿Hablando con qué, tu teléfono? —preguntó Ty mientras giraba el coche hacia la
salida del parking.
—En el punto kilómetro uno, gire a la izquierda en Willowcreek road.
—El GPS —dijo Zane, señalando con su taza de café.
—Ella es más divertida de escuchar que tú. Por lo menos sabe de lo que está
hablando.
—Ja, ja.
—Me gusta —dijo Ty con una sonrisa.
—Sí, bueno, el brillo desaparecerá cuando lo único que haga sea dar el coñazo
durante mil kilómetros –dijo Zane.
—Y eso es diferente de ti, ¿cómo?
Cuando Zane se volvió para mirarlo a los ojos, Ty le guiñó un ojo. Zane apartó la
mirada con una sonrisa.
—En el punto kilómetro dos, gire a la izquierda en la rampa de entrada a la
autopista interestatal 80/90, Indiana East-West Toll Road. En el punto kilómetro uno,
manténgase a la izquierda en la carretera interestatal 80/90 Este, Indiana East-West
Toll Road.
—Suéltate, cariño —dijo Ty a la misma.
—Por favor, deja de hablar al objeto inanimado —dijo Julian desde el asiento
trasero.
—Puedes rendirte —dijo Zane mientras abría el periódico. No miró a Ty, pero
seguía sonriendo—. También habla a sus armas.
—Eso encaja —dijo Julian en voz baja.
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Ty soltó un bufido a los dos, pero se mantuvo en silencio mientras seguía las
indicaciones del GPS. Tomó el ticket de peaje a su paso por la entrada, se lo entregó a
Zane cuando entraron a la autopista. A medida que los kilómetros comenzaban a
rodar, Ty no podría haber estado más aliviado porque Zane y él hubieran conseguido
robar esas pocas horas en Chicago. Quería estirar la mano y tocar a su compañero,
descansar la mano sobre la rodilla de Zane, rozarle el hombro con los dedos,
cualquier cosa. Sin embargo, se abstuvo, el lado profesional ganó.
Zane parecía contento mientras leía el periódico y sorbía su café. Por supuesto,
Zane siempre parecía contento. Esa era una de las cosas que amaba de él. Era firme
como una roca la mayor parte del tiempo, seco e imperturbable. Un sólido muro
contra el que sus cambios de humor chocaban. Rasgos que hacían que los momentos
en que Zane perdía la compostura fueran aún más entretenidos.
Se detuvieron en un área de descanso una hora después de salir del hotel para
tomar el desayuno. Mientras Zane se hacía cargo de lo que demonios hiciera en las
áreas de descanso, Ty se quedó en el asiento del conductor, inquieto. No iba a
conducir la siguiente etapa, pero era más fácil ver a los dos hombres sentados en la
parte de atrás por el espejo retrovisor de ese lado del coche, y reaccionar con la mano
derecha dominante si empezaban a pelear.
No podía superar la tensión que se había instalado en sus hombros o los restos del
Red Bull, y se manifestaba en una gran cantidad de temblores, cambios de postura y
tamborileo con los dedos sobre el volante.
—Los agentes de inteligencia a menudo recogen comida o eligen áreas de
descanso como sus tapaderas, Cameron —dijo Julian desde el asiento trasero, donde
estaba sentado examinando las uñas perfectamente cuidadas mientras su mano
colgaba sobre su cabeza—. Restaurantes, gasolineras. Mucha gente entrando y
saliendo para enmascarar un comportamiento sospechoso. Un lugar como este, debe
poner al agente Grady muy nervioso.
—Trate de hablar sin hacer ruido por un rato —dijo Ty, con los ojos todavía en
Zane, quien no se había girado hacia la ventanilla.
—¿Estás bien? –le preguntó Cameron.
—Me pongo nervioso si me quedo sentado demasiado tiempo —respondió Ty casi
contra su voluntad. Había descubierto que no importaba lo que Cameron le
preguntara, parecía físicamente incapaz de mentir al tipo.
Cameron asintió, casi parecía que sentía lástima por Ty.
—¿No se supone que tienes que ser capaz de, por ejemplo, estar quieto y
ocultarte? ¿De vigilancia o… algo así?
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—Ya no hago ese tipo de cosas. —Ty miró a Cameron con una ceja levantada y
una sonrisa leve—. Tenemos cámaras para eso.
—En serio —dijo Cameron, pesado con el sarcasmo—. Entonces, ¿qué hace un
agente federal si no está vigilando a otras personas?
—Causamos todo tipo de problemas. Aterrorizamos a civiles inocentes,
arrestamos a la gente equivocada, aprovechamos la asistencia sanitaria del gobierno.
Ty vio a Julian llevarse un dedo a la sien y apretar el gatillo imaginario.
Ty resopló y sacudió la cabeza. ¿No les ahorraría eso a todos un montón de
problemas? Empezó a sacudir la rodilla de lado a lado, empezando a balancear el
sedán. Oyó suspirar a Julian desde el asiento trasero.
—Entiendo por qué no puedes quedarte quieto, agente Grady. —Sonaba casi como
si estuviera ofreciendo un premio de consolación.
—Lo dudo. –Golpear mentalmente a Julian Cross hacía mucho tiempo que había
perdido su brillo.
—¿Cuánto tiempo estuviste allí? —Preguntó Julián.
Los movimientos de Ty se desaceleraron, a continuación, se calmó mientras
respiraba con dificultad. El vello de sus brazos se erizó cuando un escalofrío le
recorrió.
—Gritas “prisionero de guerra”, agente Grady —dijo Julian, su voz baja y casi
simpática—. Pero eres demasiado joven para haber sido capturado en el Golfo. Eso
significa fuerzas especiales, operaciones encubiertas. ¿Navy Seal?
Ty tragó saliva, avergonzado de ver que los dedos que se agarraban el volante
estaban blancos.
—Fui Force Recon.
—Los chalados como cabras. Por supuesto, eso tiene sentido.
—¿Qué es eso? —Preguntó Cameron.
—El agente Grady fue marine. Force Recon es su respuesta a los Seals o los
Rangers del Ejército.
—Eso es impresionante —dijo Cameron mientras sus ojos se dirigían a Ty.
—De hecho, lo es. Salvo por el hecho de que la mayoría de los marines están un
poco locos antes de vivir el infierno del combate. ¿Fue Afganistán, entonces?
Ty mantuvo la vista al frente y al centro, sin mirar por el espejo, porque sabía que
este hombre sería capaz de leerlo.
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* *
—Yo conduzco. Yo elijo la música.
—No —dijo Ty mientras continuaba girando el dial de la radio, buscando una
emisora.
Cameron levantó una ceja mientras Zane golpeaba los dedos de Ty y después
apretaba el botón de memorización, devolviendo la radio a la estación de rock
clásico.
—¡Tío! —dijo Ty mientras pulsaba el botón de al lado y giraba el dial para
encontrar la emisora que acababa de encontrar—. Presta atención a la carretera.
Zane apretó de nuevo en el primer botón.
—Siéntese, copiloto. Tuviste comentarios deportivos toda la mañana. —Parecía
tranquilo, aunque Cameron no podía ver cómo lo conseguía. Tratar con Ty
regularmente tenía que ser motivo de clases de control de la ira. O tendencias
homicidas. Tal vez eso era lo que estaba mal con Zane.
—Tú también –dijo Ty mientras apretaba otro botón al azar. Cameron podía ver
una sonrisa en su rostro mientras miraba a Zane. Ahora era obvio que no le
importaba lo que estaban escuchando, sólo estaba apretando botones. Desde donde
estaba sentado detrás de Zane, en realidad no podía ver la cara de este para calibrar
su reacción, pero no parecía enojado la siguiente vez que apretó el primer botón.
Cameron miró a Julian.
—Preston y tú tenéis una relación tan diferente a ellos.
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—Hay muchas maneras de que esa declaración sea correcta —dijo Julian con voz
aburrida. No estaba prestando mucha atención a los dos agentes. O no lo parecía.
Ty apretó otro botón y subió el volumen. Zane apretó el primer botón de nuevo,
pero no enredó con el volumen. Cameron inclinó la cabeza para mirar por el espejo
retrovisor al reflejo de Zane. No podía estar seguro, pero podría haber habido una
sonrisa en sus labios.
—¿Cuánto tiempo lleváis siendo compañeros? —preguntó Cameron. No había
absolutamente nada en el paisaje que atravesaban que atrajera su interés después de
los primeros cinco minutos, y Julián estaba de mal humor o tramando algo, o ambas,
por lo que bien podría tratar de hablar con ellos. Julian le había dicho que tratara de
conversar tanto como fuera posible; les haría bajar la guardia, le permitiría recoger
información, y Ty y Zane tendrían menos probabilidades de herir a Cameron.
Ty apretó otro botón y puso su mano sobre los controles de radio para que Zane
no pudiera tocarlos.
—Demasiado tiempo —dijo Ty.
—Me quieres —dijo Zane en un tono que era casi alegre, y Cameron no pudo
evitar sonreír mientras Zane utilizaba el botón del volante para cambiar de emisora.
Julian volvió la cabeza para mirar el reflejo de Zane en el espejo retrovisor, y luego
a Ty.
Ty estaba observando a Zane, con los ojos entrecerrados. Finalmente se vengó
apagando y resoplando.
—Vamos, ¿cuánto? —volvió a preguntar Cameron. Si tenía algo a su favor, era que
era persistente. Julian podía dar fe de ello.
—Cerca de ocho meses —dijo Ty mientras continuaba mirando a Zane.
—Once meses –corrigió Zane.
—Aja —dijo Cameron, dudoso de la veracidad de alguna de las declaraciones.
—Han sido ocho meses, oficial. Por tú lógica casi dos años.
—¿Qué? —Preguntó Cameron.
—Hubo un breve parón —dijo Zane—. No nos llevamos muy bien en nuestra
primera misión.
Cameron resopló.
—¿Y cómo es eso diferente de ahora?
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—Ya le has oído —dijo Ty con un tono sarcástico en sus palabras—. Ahora le
quiero.
—Sí, lo sé —dijo Cameron, mirando entre ellos. Zane estaba realmente sonriendo.
Parecía que disfrutaba pinchando a su compañero tanto como su compañero
disfrutaba al pincharle a él—. ¿Por qué seguís juntos si no os lleváis muy bien?
—Se les asignó, Cameron. No tienen que escoger —dijo Julian con voz suave.
—Bueno, pero seguramente su jefe no les haría trabajar juntos si se odiaran entre sí
—dijo Cameron—. Tienen pistolas, después de todo.
—¿Parece que nos odiamos? —preguntó Zane.
Cameron levantó la mano y la movió de un lado a otro en un movimiento de así-
así.
—A veces, puede ser.
—Él no puede decir cómo te ves con esa barba —Ty dijo mientras giraba la cabeza
para mirar a Zane. Cameron podía verlo sonriendo de nuevo.
Zane giró cabeza hacia Ty, y Cameron imaginó que así era cómo Zane le
fulminaba.
—¿Qué tiene que ver eso?
—Pareces un leñador.
Zane se encogió de hombros.
—Soy un leñador y estoy bien —respondió con voz cantarina.
—Para —dijo Ty con una urgencia real.
—Por favor —agregó Julián.
Zane rió entre dientes, y para el oído de Cameron sonó un poco malvado.
—¿Quieres cantar en mi lugar? —preguntó Zane mientras miraba de reojo a su
compañero.
—Si yo canto, cantaré lo que me de la maldita gana. Bien podría escuchar mi
emisora de radio.
—No —dijo Zane, y otra vez Cameron preguntó sobre su aparente nivel de
santidad y paciencia.
Después de reclinarse, Cameron miró a Julian.
—Casi suenan como Blake y tú a veces. Cuando Blake realmente se pone de muy
buen humor.
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Zane miró hacia arriba para hacer contacto visual con Cameron por el espejo
retrovisor, y negó con la cabeza.
—Mi más sentido pésame —dijo Cameron en voz baja, un poco desconcertado.
Miró a Julian con la ceja levantada.
Julian se encogió de hombros, una acción difícil por el modo que estaba
restringido, y giró el dedo sobre su sien. Cameron suspiró y miró a Ty. Estaba
empezando a pensar que Julian tenía razón sobre que Ty estaba loco. Tal vez Zane
también, si pensaba que lo que habían estado hablando tenía algún sentido.
—¿Puedo optar por un paseo en el maletero, ahora? —preguntó Julián.
—Cállate —respondieron Ty y Zane a la vez.
* *
Zane salió de la segunda área de descanso del día con Cameron a remolque e
inhaló profundamente el aire helado. Había empezado a nevar, cayendo gruesos
copos que ya empezaban a acumularse.
Se estremeció y echó un vistazo al interior. Hacía demasiado frío para esperar a Ty
y Julian aquí. Con un café humeante en una mano y el brazo de Cameron en el otro,
comenzó a dirigirse al coche. Alcanzó a ver un SUV negro descomunal estacionado
cerca de los surtidores de gasolina, y algo le llamó la atención lo suficiente como para
justificar una segunda mirada. Redujo la velocidad, mirando fijamente. Mientras lo
hacía, el coche arrancó, sus luces parpadeando, se alejó del surtidor que había usado
y se dirigió a la salida.
—¿Qué pasa? —preguntó Cameron mientras miraba al coche que se alejaba.
Zane frunció los labios.
—Nada. Vamos, hace mucho frío.
El coche no le dio le dio un mal presentimiento, y era la primera vez que pensaba
en un vehículo sospechoso tras su rastro. Probablemente no había nada de qué
preocuparse. Se dirigieron de nuevo al coche, y Zane aseguró a Cameron con un
poco menos de vehemencia que Ty esa mañana. Se sentó en el lado del pasajero y
arrancó el coche, con un suspiro de alivio cuando el aire caliente le tocó la piel.
Se habían detenido para echar gasolina y algo para mantener las manos de Ty
ocupadas, y Zane había estado tan cerca de comprar una pelota para el estrés que
había encontrado en el interior que aún lamentaba no haberlo hecho. Ty amaba los
viajes por carretera, pero realmente necesitaba ser quien condujera. No estaba hecho
para el tiempo tranquilo de inactividad, tiempo que se requería de los pasajeros.
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* *
Los dedos de Julian hacía mucho tiempo que habían perdido la sensibilidad y la
sensación de hormigueo marchaba su camino por el brazo hacia el hombro al tiempo
que la nieve se volvía lo bastante espesa para que los dos agentes del FBI estuvieran
discutiendo si parar.
—Creo que podemos lograr salir de la tormenta —estaba diciendo Zane mientras
Ty sacudía la cabeza.
—Te lo estoy diciendo, Zane, si hay una cosa que Virginia Occidental conoce, es la
nieve. Esto es una asesina de coches, y estamos en un Crown Vic.
—¿Estás diciendo que deberíamos parar a pasar la noche?
—Sí.
—¿Y que la nieve se apile en torno a nosotros mientras Cross intenta
repetidamente matarnos y escapar?
—Bueno, no cuando lo pones de esa manera, Zane. Jesús.
—Realmente no quiero morir en una tormenta de nieve en medio de Indiana —
dijo Cameron con un hilo de voz.
—Dije que iba a matar al coche, no a nosotros —se quejó Ty.
—Aunque es… más o menos lo mismo –señaló Zane—. Ni siquiera tenemos
abrigos de invierno.
Julian pudo ver claramente la mirada fulminante que Ty disparó a Zane
Julian miró a Cameron y se encontró con los ojos de su amante. Cameron todavía
parecía preocupado y abrumado, y Julián había estado intentando hacer todo lo
posible para permanecer tranquilo por fuera en su beneficio. Sin embargo, cada vez
era más difícil, cuanto más tiempo continuara esta farsa. Ambos intentos de huida
habían fracasado y tenía que admitir que estaba un poco sorprendido. Sonrió y puso
los ojos en blanco de manera irónica a pesar de su preocupación.
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Se debatía sobre lo que quería que Ty y Zane hicieran. Cada kilómetro que hacían
les acercaba más a Washington DC y al peligro que acechaba allí. Pero aunque
detenerse por la tormenta de nieve podría brindarles una oportunidad de escapar,
¿hasta dónde podían llegar de manera realista con una ventisca como esta?
Al final, la nieve caía tan rápida y tan espesa que no importaba lo que cualquiera
de ellos quisiera hacer. Ty apenas podía ver para conducir y tan pronto como
divisaron que una salida de la autopista tenía un hotel, Ty se dirigió hacia allí.
Tardaron media hora en llegar desde la salida al hotel, avanzando poco a poco entre
la nieve. A cada minuto que pasaba, los agentes se volvían más tensos y nerviosos.
—Podría salir, andar y conseguirnos una habitación antes de que el coche llegue
allí –dijo Zane.
—Zane, cállate —dijo Ty con los dientes apretados. Sus nudillos estaban blancos
sobre el volante. Julian supuso que parte era instinto y sobre todo la suerte de los
tontos que pudiera conducir. Sin embargo, estaba tenso y para alguien que lo estaba
tanto como Ty, pincharle más no iba a ayudar a nadie.
Julian y Cameron mantuvieron prudentemente la boca cerrada.
—¿Quieres que conduzca yo un rato?
—Zane, en serio, deja de hablarme en este momento, ¿de acuerdo?
Zane se aclaró la garganta y se encogió de hombros, mirando por la ventanilla.
Julian miró a Cameron de nuevo, tratando de evaluar lo bien que lo estaba
llevando.
—¿Estás bien?
Cameron sacudió la cabeza, mirando rápidamente hacia el frente para ver si
alguno de los agentes le estaba mirando. Julian sabía que Cameron tenía vergüenza
de admitir su miedo frente a Ty y Zane.
La ira estalló de forma tan inesperada que Julián soltó un jadeo agudo que le
atravesó ardiente. ¿Quiénes eran estos dos payasos para hacer que Cameron se
sintiera así? ¿Con quién demonios se creían estos dos gilipollas que estaban
tratando?
Tuvo que respirar varias veces de manera larga y profunda para calmarse.
—Está bien, cariño. No hay vergüenza en tener miedo.
Cameron le miró, con ojos suplicantes, la expresión miserable. A Julian se le
retorció el pecho y la ira se convirtió en una quemadura menor.
—Está bien.
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Julian miró los copos de nieve que caían, que parecían azules a la luz de la luna y
se tragó las palabras furiosas que le recorrían la mente, tratando de mantener la
calma exteriormente, por su propio bien tanto como el de Cameron.
La puerta del pasajero se abrió, y Zane metió la cabeza. Tenía el pelo mojado con
nieve derretida, y sus hombros estaban cubiertos de copos.
—Nos dieron la última habitación del hotel.
—Debe ser nuestro día de suerte —murmuró Ty mientras salía del coche y las dos
puertas se cerraban de golpe.
Julian se encontró con los ojos de Cameron.
—Moriré antes de que algo te suceda –prometió.
—Eso es lo que me da miedo —susurró Cameron.
* *
—Los hemos perdido –informó el agente X a su superior sin emoción.
—¿Qué quiere decir que los perdisteis? ¿Cómo podéis perder a dos agentes del FBI
con un prisionero que no saben que los seguís?
—Creo que tenemos que considerar la posibilidad de que nos hayan visto –dijo el
agente X—. Atravesaron la seguridad en Midway como se suponía que debían, pero
creo que causaron una conmoción al huir. Nunca los recogieron en O'Hare, y
después nos dieron informes de que habían robado un sedán del FBI. El GPS del
sedán ha sido desactivado. Están evitando los canales oficiales, zigzagueando y
escabulléndose. Es la maniobra clásica.
Su superior suspiró.
—Sí, parece que saben que estamos tras ellos.
—Recogimos su rastro cuando utilizaron una tarjeta de crédito en un hotel en
Portage, Indiana. Y de nuevo, cuando llegaron a la carretera de peaje. Están tratando
de hacer el viaje por tierra.
—Eso me parece imprudente, atravesar por todos esos problemas y luego usar una
tarjeta de crédito.
—Dije que saben que estamos tras ellos, no que sean particularmente inteligente.
Pero los perdimos otra vez cuando tomaron un desvío inesperado en la carretera de
peaje en Michigan.
—Michigan.
—Sí, señor. Michigan.
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* *
Richard Burns estaba sentado en su oficina a oscuras, con los ojos en un monitor
de ordenador, con el ceño fruncido. Hacía unos años había instalado un dispositivo
de localización especial en el reloj de pulsera de Ty Grady para momentos como este.
Ty podía encenderlo y desactivarlo a voluntad y sólo lo utilizaba cuando estaba
trabajando en una misión especial o si estaba en problemas, si podía. Burns también
podía encenderlo de forma remota cuando lo necesitaba. Como ahora. Ty lo había
encendido momentos después de recibir la llamada inicial de Burns.
Su señal había aparecido justo al oeste de Filadelfia, Pennsylvania, y había ido a
Chicago como le habían ordenado. Ahora estaba cerca de la frontera del estado entre
Michigan e Indiana, se mantenía allí.
Burns no entendía por qué. Jonas salió del baño privado de la oficina de Burns,
recién duchado, y fue a pararse junto al hombro de este, mirando la pantalla del
ordenador consternado.
—¿Por qué se dirigían hacia el norte? ¿Están escapando de alguien?
Burns negó con la cabeza e hizo clic en un botón que movía el panel sobre uno de
los dos televisores de pantalla plana de la pared del fondo.
—Me habrían llamado si hubieran visto a alguien tras ellos o se hubieran metido
en problemas.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Burns miró a la otra televisión en la pared, que mostraba un mapa del tiempo.
Nevadas masivas se movían a través de los Grandes Lagos, el mismo fenómeno
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meteorológico del que había advertido a Ty y Zane esa mañana. Era mucho más
grande de lo que había pensado, y Burns entrecerró los ojos ante la pantalla. Con los
dos mapas lado a lado, era evidente lo que estaba pasando.
Ty se había perdido en la nieve. Burns se encontró sonriendo con cariño, una risa
escapó mientras se frotaba el puente de su nariz.
—¿Qué?
—Se ha perdido. Probablemente no tiene idea de que está en Michigan.
—¿Perdidos? ¿Tu hombre sabe lo importante que es esta operación?
—No importa si le envío a Chicago para recuperar unos operativos encubiertos o a
Kentucky para traerme un poco de maldito pollo frito, él hace su trabajo y lo hace
bien.
Jonas, por supuesto, conocía a Ty Grady. Lo conocía desde que nació. Pero Jonas
no sabía que era Ty al que Burns había enviado a esta misión, y no tenía intención de
decírselo tampoco, no a menos que tuviera que hacerlo.
Burns también había debatido sobre los beneficios de contarles a Ty y Zane en lo
que se estaban metiendo, y al final había decidido que lo mejor era dejarlos en
blanco. No sabía quien había seguido los pasos de Jonas aquí o si tenían oídos sobre
él, y al final, cuanto menos supieran, menos probabilidades tenían de ser asesinados
si los capturaban.
Burns también sabía que si ellos estaban al tanto de toda la historia, lucharían y
morirían por una causa que no era de ellos, simplemente porque Ty haría cualquier
cosa por Jonas, al igual que lo haría por Burns o su padre. No podía dejar que eso
pasara. Jonas era prácticamente de la familia, un hombre al que Ty conocía y
respetaba como un querido amigo de su padre, pero Burns no arriesgaría a Ty o Zane
por él. Mejor que fueran inocentes, siguiendo ciegamente las órdenes, que cómplices
de lo que estaba sucediendo.
Jonas le miró durante un largo minuto, luego asintió y se alejó. Su mano se movió
al bolsillo donde tenía el teléfono prepago, un gesto nervioso que Burns había notado
más de una vez.
—¿Quieres que alguien se ponga en contacto con Trish? —Preguntó Burns,
reconociendo la maniobra inquieta de un marido que iba a llegar mucho más que
tarde para cenar.
Jonas negó con la cabeza.
—Cuanto menos sepa, mejor.
Burns asintió. Era el mantra de cada operativo en las sombras de la historia.
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Capítulo 8
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—Sabes que vas a hacer que le maten, arrastrándole por todas partes de esta
manera.
—No diría que yo lo estoy arrastrando por ninguna parte —dijo Julian,
completamente tranquilo.
—No tiene idea de lo que haces o lo que eres. No estás haciendo nada más que
ponerlo en peligro —dijo Ty—. ¿De verdad crees que habría venido de buen grado si
supiera la verdad sobre ti?
—Sí. Y a veces es más seguro de esa manera.
—Más seguro, mi culo. La ignorancia no es la felicidad, ya lo sabes.
Cameron eligió ese momento para salir del baño, sin darse cuenta de que él era el
tema de su conversación.
Julián miró a Ty de arriba abajo.
—¿Me estás diciendo que nunca has mentido a un ser querido?
Ty levantó las cejas y sacudió la cabeza, un aspecto totalmente insolente que
habría hecho que Zane quisiera golpearlo si lo hubiera dirigido a él.
—¿Nunca has escondido algo a tu compañero para mantenerlo a salvo? —
preguntó Julián, la voz cada vez más fría.
—No, no lo he hecho –contestó Ty sin dudarlo un instante.
Julian entrecerró los ojos y dio un paso más cerca. Él y Ty estaban demasiado
cerca. Tan cerca que ni siquiera podían mirarse de arriba abajo sin inclinarse hacia
atrás. Cameron disparó a Zane una mirada nerviosa, y éste se puso de pie,
tensándose.
La voz de Julian era baja y burlona cuando habló con Ty.
—¿Nunca has mentido a alguien para mantenerlo a salvo? ¿Esposa? ¿Madre?
¿Novio?
—No —dijo Ty, sin reaccionar a la última palabra de Julian.
—Bien, nunca has hecho eso. Lo creeré de alguien como tú. Pero ¿alguna vez has
mentido a alguien que amabas porque estabas siguiendo órdenes, agente especial
Grady?
Ty no se inmutó, no reaccionó de ninguna manera que no fuera con una
contracción de los músculos de la mandíbula.
—No. —Su voz había caído peligrosamente.
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A Zane le empezó a picar la nuca porque sabía muy bien que era mentira, y Ty la
había dicho a la perfección.
Julian entornó los ojos. Estaban cara a cara, mirándose maliciosamente el uno al
otro, ninguno dispuesto a cruzar esa línea y atacar, ya fuera verbal o físicamente.
Zane dio un paso atrás, mirándolos con los ojos muy abiertos. No tenía deseo alguno
de mezclarse con Julian Cross, pero si esto continuaba él estaría feliz de sentar al
hombre.
—Eres un mentiroso excelente, agente Grady —susurró Julian, su voz
engañosamente tranquila y casi rozando la seducción. Se inclinó un poco más cerca,
tan cerca que podían haberse tocado las narices. Ladeó la cabeza—. ¿Crees que no te
reconozco? Mi memoria no es tan selectiva como la tuya.
Zane se enderezó cuando registró las palabras de Julian. Miró de uno a otro. ¿Se
conocían? Qué demonios.
—Julian, ¿de qué estás hablando? —Preguntó Cameron.
En cuanto a Ty, Zane podía ver que había dejado de respirar y se había quedado
inmóvil, como una serpiente a punto de atacar.
Julian continuó, su voz inquietantemente íntima.
—La última vez que te vi, estabas hablando un francés impecable, atiborrando a
un rico parisino con bebidas, y vendiendo… antigüedades. ¿Te acuerdas de mí
ahora?
Exteriormente Ty no reaccionó. Su rostro permaneció impasible y pétreo, sin
revelar nada. Eso por sí solo fue suficiente para decirle a Zane que lo que Julian decía
era verdad. Pero no había captado el hecho de que Ty conociera a Julian. Debía haber
sido por lo menos hacía unos años, o Ty lo habría recordado. Y Ty no había estado en
París desde que él lo había conocido.
A menos que Ty hubiera estado en París, y recordara, pero no había dejado que él
lo hiciera. Una pesada bola de duda se instaló en el intestino de Zane.
—No sé de que estás hablando —dijo finalmente Ty.
Julian siguió mirándole y Ty siguió sin moverse. Julian levantó la barbilla,
resoplando.
—¿Qué clase de hombre debes ser para hacer que incluso los ojos mientan? —
preguntó, las palabras goteando desdén y desprecio. Por lo que él había
experimentado, Zane sabía que Julian leía bien a la gente. Pero ¿qué había visto en Ty
para hacerle decir algo tan cruel?
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maldito irlandés el que va a conseguir que la cobertura vuele? ¿Por qué no me dejaste
dispararle como quería, en primer lugar?
Las cejas de Zane se alzaron más cuanto más despotricaba Ty y esa bola rígida en
su pecho se relajó. Si Ty podía gritar, estaría bien. Siempre lo estaba. Lo que estaba
diciendo no le ayudaba a sentirse mejor, sin embargo.
—Nada ha volado.
—¡Todo ha volado! ¡Olvida lo que Burns quiere de él, Zane! Me conoce de París, y
¡me ha marcado como federal!
—¿A quién se lo va a contar? ¿Quién va a creerle?
—¡Eh! —Dijo Julian, ofendido.
—No pidas más problemas. Ya tenemos suficientes —continuó Zane mientras
agitaba una mano en dirección a Julian.
Ty se quedó en silencio; Zane ni siquiera podía escuchar su respiración.
—No consideres un año y medio de trabajo tirado antes de saberlo a ciencia cierta
—dijo Zane—. Eres jodidamente bueno en... lo que sea que has estado haciendo...
para simplemente tirarlo a causa de un idiota con un mal acento.
—¡Eh! —Repitió Julian.
Zane se volvió hacia Julian cuando este dio un paso hacia él. Se dio cuenta de su
error demasiado tarde. Les había embaucado en una discusión y habían bajado la
guardia antes de que Julian estuviera totalmente asegurado.
Atacó sin más aviso, lanzándose contra Zane y golpeando el suelo. Zane oyó gritar
a Cameron. El cuerpo de Julian era sólido y pesado sobre él mientras golpeaba el
duro suelo. Zane rodó tan pronto como su espalda golpeó el suelo, dándoles la
vuelta y lanzando a Julian. Apenas tuvo tiempo de ponerse de rodillas antes de que
Julián le golpeara por detrás. Rodaron.
Zane aterrizó sobre su espalda una vez más con Julian aplastándolo. Logró darle
un golpe a las costillas y echó el puño hacia atrás de nuevo, apuntando a la sien de
Zane para noquearle.
Zane giró la muñeca y un cuchillo salió de la vaina. Lo tocó, dispuesto a hacer
verdadero daño a la sección media de Julian.
Ty entró en su visión, atrapó el puño de Julian en la palma antes de que pudiera
aterrizar contra la cara de Zane. Le retorció el brazo y Julian arqueó la espalda y gritó
de dolor y rabia. Ty se giró con gracia hasta ponerse de rodillas detrás de Julian con
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nerviosa que almacenaba. Pero ahora estaba tan quieto que era como mirar una
estatua.
Zane cerró los ojos y contó los latidos, simplemente respirando, tratando de
aferrarse a la compostura que se resquebrajaba. Ty le estaba asustando, y no tenía ni
idea de qué hacer al respecto.
—Tienes razón —dijo Ty, las palabras agitaron la tensión en el aire y la cortaron.
Zane abrió los ojos y levantó la cabeza para mirar a Ty. Todavía estaba de pie
inmóvil, las manos a los costados. Miraba hacia abajo, tenía los labios entreabiertos,
la lengua empujando contra la esquina de la boca como si estuviera absorto en sus
pensamientos. Zane había visto esa expresión antes, justo antes de que las
fotocopiadoras comenzaran a explotar. Estadísticamente tenía un porcentaje muy
pequeño de perder el control, pero no sabía si estaba a la altura de tanta
incertidumbre fluyendo de repente entre ellos.
—Bueno —dijo Zane con ligereza forzada—, todo mi francés es Voulez-vous coucher
avec moi y ménage à trois, así que espero que no me consideres una amenaza.
Ty levantó la vista hacia él, con una expresión de cálculo. Pasó y sus hombros se
hundieron.
—No seas así, Zane, vamos. Tenías que saber el tipo de cosas que estaba haciendo
a algún nivel. Y yo no he trabajado en nada desde que nos asignaron juntos.
Zane suspiró.
—Por supuesto que sí, Ty. —Estaba seguro de que Ty no tenía idea de cuánto
sabía él sobre ese tipo de cosas. Cambió el peso hacia atrás y hacia adelante, tratando
de sacudirse el malestar de toda esta semana.
—¿Podría alguien decirme qué ha pasado? –gritó Cameron, con voz alta y
vacilante.
Ty sacudió la cabeza, mirándoles a él y al cuerpo inerte de Julián.
—Despertará en cinco minutos.
—¿Qué diablos le hiciste?
—Estrangulé la sangre. Corté el flujo de sangre a su cerebro. Va a estar bien.
—Ty —dijo Zane en un susurro.
Ty le devolvió la mirada, su expresión se suavizó.
—Lo siento.
—Lo sé. Yo también.
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Ty frunció el ceño.
—¿Por qué?
Zane se encogió de hombros.
—Ya sea por dejar que los secretos siguieran durante tanto tiempo o por empujar
al respecto ahora, no estoy seguro. De cualquier manera, te puso en un mal lugar.
—Disculpadme, podéis uno de vosotros ayudarme aquí por favor –dijo Cameron
mientras levantaba la cabeza de Julian del suelo.
Ty puso los ojos en blanco y se inclinó para apartar las manos de Cameron.
—Zane.
Este se acercó y se inclinó para ayudar a Ty a levantar el prisionero inconsciente
sobre la cama. El hombre era sólido y un peso muerto, demasiado pesado para su
cuerpo.
—Jesús, está hecho de granito —dijo Zane con voz tensa.
Ty gruñó de acuerdo cuando le dejaron caer sobre la cama.
—Cuerdas elásticas —dijo, sin aliento.
Zane fue a buscarlas y pudo oír la voz trémula de Cameron, haciendo preguntas a
Ty y exigiendo respuestas más satisfactorias de las que estaba dando.
—¡Sabes que si fueras tú, también estarías tratando de escapar! —Gritaba cuando
Zane volvió a entrar en la habitación.
Los ojos de Ty brillaron peligrosamente cuando enderezó los hombros y Zane se
interpuso entre ellos.
—Cálmate. Ponte cómodo. Os ataremos juntos esta noche —dijo, esperando que el
premio de consolación evitara que Cameron se quejara toda la noche sobre su novio
“muerto”. Ataron a Julian y Cameron de manera superficial, luego Zane agarró el
codo de Ty y lo arrastró fuera de la habitación.
—Está bien, habla –exigió, poco dispuesto a dejar que esto se enquistara más
tiempo.
Ty asintió, y sus ojos se movieron a un lado para mirar a la puerta del dormitorio
antes de volverse a mirar a Zane.
—Esta es una de las cosas que quería contarte cuando llegáramos a casa —dijo en
voz baja—. No podía decírtelo antes. Quería, Zane, no me gusta guardar secretos.
Pero no podía.
—Entonces, ¿qué hay de diferente ahora?
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* *
—¿Qué quieres decir con que sabes que él me conoce? —preguntó Ty a Burns
indignado.
—¡Por supuesto que sé que te conoce! ¿Por qué crees que te envié tras él? Está
catalogado como un posible contacto en uno de tus antiguos trabajos.
Burns podía oír a Ty balbucir al otro extremo de la línea lo que podía o no podía
ser una pataleta.
—¡Trataste con él en Francia!
—No.
—Sí. Tengo los informes. Su nombre era diferente, pero este es el mismo tipo.
Julian Cross es un nombre en clave de la CIA. ¡Habéis trabajado juntos!
—¡No! ¡Dick! ¡Nunca he visto a este hombre en mi vida! ¡Lo recordaría!
Burns frunció el ceño, confundido. Ty sonaba realmente molesto y ofendido.
—No entiendo —murmuró.
—¡Bienvenido al puto club! —gritó Ty al otro extremo de la línea—. El tipo de
Paris con el que trabajé, el tipo de ese informe, era un francés, metro ochenta y cinco,
pelo rubio casi blanco. ¡No era un gilipollas irlandés de metro noventa y cinco!
—Eso complica las cosas.
Burns pudo escuchar otra serie de sonidos, que culminaron en una serie de
maldiciones.
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* *
Zane estaba sentado mirando a Julian, a la espera de que se despertara y pensando
en Ty y en lo que acababa de suceder. Nunca había visto a su compañero, a su
amante, reaccionar a la violencia de manera tan fría y calculadora. Era una nueva
faceta de Ty. ¿Era así como había sido capaz de manejarse a sí mismo todos estos
años, simplemente apagando sus emociones y, esencialmente, encontrando un lugar
feliz cuando trabajaba? Sacudió la cabeza. Trató de no pensar en lo que haría falta
para hacer eso.
Cuando Ty volvió de hacer la llamada, se encontró con Zane en el dormitorio y se
puso a su lado, mirando a los dos hombres en la cama. Habían utilizado las cuerdas
elásticas para atar a Julian abajo y al esposado Cameron a él para darles el suficiente
contacto para evitar que trataran de escapar cuando Julián despertara. No es que
fueran a ir muy lejos en una tormenta de nieve.
Cameron tenía la nariz enterrada contra el hombro de Julián y les estaba mirando
con un solo ojo y ocultando el otro.
—Cada vez que intentáis algo, es una bala más que pongo en su cabeza en mis
sueños —dijo Ty a Cameron. Esta vez, Zane sabía que no estaba actuando.
Julián gimió. Cameron asintió, los ojos muy abiertos. Se acercó más a Julian, con
aspecto realmente molesto.
—Él va a estar bien —se sintió obligado a decir Zane—. Se despertará en un par de
minutos.
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Zane se volvió y cerró la puerta del dormitorio detrás de él. Era imposible saber
cuándo escamparía la tormenta. Más privacidad y espacio era mejor que menos con
las personalidades reunidas en esta pequeña aventura.
Aprovechó el tiempo para sacar el sofá, luego fue al dormitorio y se quedó junto a
la cama, mirando a los dos hombres. Julian estaba despierto, y le miraba con malicia,
sus oscuros ojos vidriosos. Zane se inclinó para tomarle el pulso, lo comprobó contra
el reloj para asegurarse de que era lo bastante rápido.
—Vivirás —murmuró.
—Él no —susurró Julian.
Zane le miró fijamente, investigando la sensación de la amenaza que le daba. Se
encontró sonriendo.
—Espero con interés tu próximo intento. Te destrozará.
Julian no respondió, y Zane no podía leerle. Dejó a los prisioneros, cerró la puerta
y equilibró uno de los vasos de la pequeña barra de bar en el picaporte. Luego fue en
busca de su compañero en la ducha.
Después de ver a Ty a través del ondulante plástico largo rato, Zane se acercó y
abrió la cortina. Ty saltó cuando la cortina de la ducha chilló en sus ganchos. Era
obvio que Zane le había sorprendido, lo que era un hecho inusual en sí mismo. Zane
se desnudó mientras Ty le observaba, luego entró y cerró la cortina. Acercándose,
levantó una mano y la deslizó por el pelo de Ty, escurriendo el agua.
Ty levantó la cabeza y miró al techo.
—Eh.
Zane no quería hablar de lo que había sucedido. No quería nada más que su
amante se relajara y tan normal… tan “normal” como solía estar, de todos modos.
—¿De verdad estás bien?
—Sí, sólo... hay algunas cosas que tengo que decirte, Zane. Y quiero que lo sepas
por mí, no averiguándolo por otra persona de esta manera. Pero no puedo... estoy
luchando con lo que es más importante para mí, mi integridad o... tú.
Zane parpadeó, sorprendido por el tema. Había pensado que Ty se había
molestado por la lucha. No había tenido ni idea de en que había estado pensando.
Pero claro, eso era parte de su encanto, la confusa madeja dentro de su cerebro que
nadie podía descifrar.
Inhaló profundamente para no perder el equilibrio.
—Creo que tienes que ir con lo que puedas dormir de noche.
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—Tú has tenido muchos problemas con tu pasado y lo has superado —murmuró
mientras dejaba que sus manos subieran por la espalda de Zane—. Prefiero que vivas
en el presente.
Zane tragó saliva. Ty tenía razón, en su mayor parte. Esos eran días que no quería
volver a vivir.
—No te estoy pidiendo que hables de ello. Sólo imagino que está por ahí ahora.
No es algo que tengamos que ocultar o rodear más.
Zane asintió, sintiéndose mareado. No podía creer que Ty hubiera juntado todo
eso con tan poco con lo que seguir adelante, pero se suponía que Ty nunca conseguía
el suficiente crédito por ser tan inteligente como era.
—Bien.
—Bien.
Zane se inclinó lo suficiente para atrapar los labios de Ty en un suave beso. No
duró mucho.
—Sé que me amas. Y tú sabes que te amo. El resto va a esperar un poco más.
—Se siente bien decir eso, ¿no es así?
Zane arrastró un dedo por el labio inferior de Ty.
—Si. Y tengo la intención de seguir diciéndolo. A menudo.
Ty sonrió débilmente, pero luego miró hacia otro lado como si estuviera luchando
con qué decir a continuación. O tal vez luchando con una decisión difícil.
—¿Me lo cuentas? —murmuró Zane mientras le frotaba la espalda, tratando de
calmarlo. Era como trabajar con un caballo asustado, y habían pasado décadas desde
que había intentado refrenar a uno.
Ty vaciló antes de suspirar.
—Burns me envió, a nosotros, porque pensaba que yo conocía a Cross —dijo en
voz baja y tensa—. Estaba en un informe que era un contacto de un trabajo de París
hace seis años.
—¿Sí?
—No estaba funcionando bajo el nombre de Julian Cross, pero ese es el nombre
que la CIA puso en el archivo. Te estoy diciendo en este momento, sin embargo, que
el hombre de París no era Cross. No este Cross, de todos modos.
Zane frunció el ceño, reflexionando.
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—Así que o a quien tenemos no es el Cross original o el tipo de la CIA con quien
trabajaste decía que era Cross pero no lo era.
—Sabemos que nuestro Cross está conectado de alguna manera, porque me
conocía —dijo Ty.
—Si. No lo sé. Tal vez es como el temible pirata Roberts.
Ty miró a Zane con cautela.
Zane asintió e inclinó la cabeza ante Ty.
—¿Qué?
—Sólo estoy esperando a que sueltes el juego de palabras para que podamos
acabar de una vez.
Una de las comisuras de los labios de Zane se curvó.
—¿Quieres que me invente uno rápido?
—No, para.
Zane rió y apretó los labios contra la mejilla de Ty. El cuerpo de Ty seguía tenso
contra el suyo y podía sentir que su amante todavía quería decir más. Levantó una
mano y la posó sobro la mejilla de Ty, mirándole a los ojos, sintiendo que esa maraña
de calor se esparcía por su pecho como siempre hacía cuando Ty le miraba de esa
manera.
—¿Qué más, cariño?
Ty sacudió la cabeza y envolvió los brazos alrededor del cuello de Zane,
besándolo frenéticamente. Todavía se estaban besando cuando el agua comenzó a
enfriarse y Ty se alejó para mirarle a los ojos.
—Vamos a dejar a esos dos payasos, luego desapareceremos durante una o dos
noches entre DC y casa, ¿de acuerdo? –Susurró—. Te contaré todo lo que quieras
saber. Y te compensaré por salir corriendo.
Zane asintió y sonrió, luchando contra su pulso acelerado mientras miraba a los
ojos de Ty. Eso sí que era algo que esperar.
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Capítulo 9
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—¿Es el animal que el rey León está sirviendo para la cena? —Preguntó Cameron
con un matiz irónico en su voz.
Ty sacudió la cabeza.
—El elefante no está ahí —dijo Julian finalmente con voz irritada—. Porque acabas
de meterlo en el frigorífico.
—Correcto —dijo Ty mientras trataba de no sonreír—. La última pregunta. Hay
un río que tienes que cruzar pero está controlado por los cocodrilos, y no tienes un
barco. ¿Cómo cruzas al otro lado?
—¿Le pides al cocodrilo que te lleve? —dijo Cameron.
Ty sacudió la cabeza.
—Nadando —dijo Zane en su lugar.
Ty volvió la barbilla y lo miró pidiendo su razonamiento.
—¿Qué pasa con los cocodrilos? —preguntó Cameron.
—Los cocodrilos no están allí. Están en la convención —dijo Zane con un
encogimiento de hombros, y Cameron le frunció el ceño.
Ty sonrió antes de mirar a la carretera.
—Te das cuenta que esas son preguntas que hacen a los escolares para poner a
prueba sus habilidades de razonamiento, ¿no? —Julian siempre con ironía.
Ty asintió, sin dejar de sonreír.
—¿Entonces las respondiste correctamente cuando te las hicieron? —Preguntó
Zane.
—No —respondió Ty—. Para sus propósitos, se supone que no debes acertar.
Dijeron que me aceptaron no porque mis respuestas fueron erróneas, sino
precisamente porque fueron lo que querían oír.
—Estoy seguro de que no puedo imaginar lo que se te ocurrió —dijo Zane,
sacudiendo la cabeza—. Pensaste que yo elegiría desmenuzarlo lógicamente. Qué es
lo contrario de lo que tú haces.
—No estaba seguro de lo que harías —le dijo Ty con cariño.
—¿Si me hubieras hecho la última pregunta primero? Yo habría dicho que
disparar a los cocodrilos —admitió Zane.
Ty sacudió la cabeza, sonriendo.
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—Él es la cosa más importante en mi vida —dijo Julian, su voz baja haciendo eco
en lo que Ty estaba pensando.
—¿Cómo sucedió? —Preguntó Zane.
Julian levantó un dedo, el único movimiento que el método de sujeción de Ty le
permitía.
—El amor no es una cosa suave. He averiguado que lleva una porra y un látigo y
no le importa cuándo o a quién golpea.
—Mi caballero de brillante armadura —murmuró Cameron.
Zane no trató de contener su risa suave, aunque se fue apagando. Ty miró para
encontrar Zane mirándole con nostalgia.
—Algo así como ser empujado por un precipicio —dijo, sin apartar los ojos de Ty.
Julian se quedó en silencio por un momento, simplemente viendo a Ty y Zane.
Observándolos.
—No lo considero un problema. Amar a Cameron es fácil. Él es la razón por la que
trato con tanta fuerza de que no me maten —dijo con una pizca de lo que podría
haber sido humor.
—¿Y el peligro en que te pone?
—Casi lo perdí cuando traté de protegerlo de eso —respondió Julian sin pestañear,
ni siquiera dudando en decir las palabras mientras Cameron le observaba—. Le
oculté cosas, cosas que sabía le asustarían. Cuando se enteró de los verdaderos
peligros de estar conmigo, se asustó de verdad y se enojó conmigo por mantenerlo en
secreto y me apartó. Tuvimos una segunda oportunidad. Ahora nos decimos la
verdad. Él es su propio hombre, él toma sus propias decisiones. Mi conciencia está
tranquila en esa parte.
—Excepto cuando está a punto de morir congelado en una tormenta de nieve —
murmuró Ty mientras trataba de ignorar la espada que le cortaba la conciencia.
—Ty —susurró Zane, sacudiendo la cabeza.
Ty le bufó.
Pasaron unos minutos antes de que Zane finalmente preguntara:
—¿Cómo supiste que lo amabas?
—Es difícil de decir —respondió Julian pensativo—. Varias cosas, en realidad. La
más grande, sin embargo, fue el dolor insoportable que me causó pensar en la vida
sin él.
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Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
* *
Ty metió el sedán del FBI en el parking del área de descanso Comodoro Perry
justo cuando el sol se estaba poniendo. No nevaba, pero incluso en la autopista de
Ohio, había por lo menos quince centímetros de nieve, y cuando el viento helado la
levantaba, el polvo volaba a sus rostros y picaba todo lo que no estaba cubierto.
Bajaron las cabezas mientras luchaban contra el frío al edificio nuevo. Estaba
prácticamente vacío, con un montón de espacio abierto en el vestíbulo de forma
hexagonal en torno a una tienda central.
Zane sujetaba con fuerza el brazo de Julian.
—Ooh, Starbucks —dijo Cameron mientras se inclinaba hacia la hilera de tiendas a
su derecha.
—Pensaba que retostaban sus granos —refunfuñó Ty.
Cameron resopló.
—Me gustaría conseguir un poco de chicle o algo así —dijo Julian a Zane mientras
Ty llevaba a Cameron hacia los baños.
Zane le miró y murmuró mientras estudiaba los estrechos pasillos de la tienda.
—Prueba algo allí y te doy una paliza.
Julian le dio un solo movimiento de cabeza.
Zane le acercó a la tienda, echando un último vistazo a los baños. Julian y él
deambularon por los pasillos de la tienda. Zane viendo a Julian y Julian buscando
algo que no parecía encontrar. Cuando llegó a un paquete de chicles, las manos
esposadas derribaron una fila completa de condones y cajas de tampones.
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Armados y Peligrosos
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Julian maldijo en voz baja, mirando a la encargada mientras levantaba las manos
para mostrar a Zane que estaban vacías. Zane suspiró y la chica también. Les estaba
mirando con un cauteloso ceño fruncido. Zane saludó con la mano y sonrió, y
cuando volvió a mirar a Julian, el hombre se agachaba para recoger las cajas. Zane
observó sus movimientos de cerca, asegurándose de que no estaba haciendo nada
nefasto. Luego sacó un paquete de chicles de la estantería y le llevó al mostrador.
Cinco minutos y un descanso para ir al baño más tarde, se encontraron con Ty y
Cameron en la cola para el café.
—¿Todo bien? —Preguntó Ty.
Zane se permitió un momento para simplemente mirar a su compañero. Asintió
con la cabeza antes de que Ty pudiera preocuparse. Se miraron a los ojos, y Ty
comenzó a sonreír antes de apartar la mirada.
No podían llegar a casa lo bastante pronto.
Llenaron el tanque de gasolina, Zane dejó a Julian bajo el viento frío para que
estirara las piernas y dejara de quejarse, y luego salieron a la carretera de nuevo. Una
hora más tarde se estaban acercando a Cleveland. Zane miró pasar la torre de agua
del Condado de Erie y se dio cuenta que le estaba entrando sueño. Se frotó los ojos y
miró a Ty.
—¿Estás bien?
Ty sacudió la cabeza hacia un lado y asintió.
—Un par de horas más y conseguiremos algo de comer y un poco de cafeína. Creo
que podemos llegar a DC esta noche si los dos conducimos.
Zane asintió.
—Duerme —susurró Ty—. Te despertaré cuando sea tu turno.
—Ah. Eso es muy dulce —dijo Julian con voz irónica.
Ty y Zane le ignoraron.
Zane estiró la mano para echar el asiento hacia atrás, preferiblemente sobre la
cabeza de Julián, pero tan pronto como sus dedos encontraron el botón, el coche hizo
un sonido de chisporroteo.
Ty levantó la mano del volante y miró los medidores.
—¿Qué fue eso? —Preguntó Cameron. El coche se sacudió y empezó a frenar.
Ty se las arregló para llevar el coche fuera de la carretera antes de que muriera por
completo. Resopló, se quejó y se detuvo con una sacudida. El motor se quedó en
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Armados y Peligrosos
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* *
Julian tuvo que contener una sonrisa cuando los dos agentes del FBI se bajaron del
coche. Podía sentir el frío filtrarse a través de los cristales de las ventanillas, y si bien
no era ideal estar tirados donde estaban, tendría que servir.
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* *
Zane se apresuró a asegurar a Cameron en el SUV antes de salir corriendo hacia el
otro lado del coche sacando el arma.
Los dos hombres estaban en el suelo, Ty envuelto alrededor de Julián y
sujetándolo con su cuerpo. Parecía que estaban enlazados como dos cucharas.
Zane gruñó en voz baja y se inclinó sobre ellos.
—Dejad de enredar. Me estoy congelando —les dijo, y luego puso el cañón de su
pistola en la frente de Julian y lo agarró por el cuello.
Le pusieron de pie, Zane manteniendo su arma sobre él mientras Ty le empujaba
al otro vehículo.
Zane no sabía dónde había encontrado Ty el viejo Bronco II, pero Zane se alegró
de que lo hubiera hecho. Ty usó cada trozo de cuerda elástica, cuerda normal y
esposas que tenían para atar a Julian en la parte trasera del bronco. Luego movieron
a Cameron hacia él y le ataron también.
Cuando finalmente estuvieron todos en el coche y la calefacción funcionando,
Zane sentía como si pudiera respirar fácilmente otra vez. Echó un vistazo a Ty.
—¿Dónde encontraste esto? —preguntó, sin poder evitar la diversión.
—Un granero viejo cerca de la torre de agua que pasamos. Tenía una culata
agrietada. Encontré una para sustituirla en un Ranger cercano y le hice el puente. No
irá lejos, pero nos llevará a un hotel.
Zane le miró durante un segundo antes de mirar detrás de ellos. Ambos
prisioneros estaban atados, bloqueados por el asiento trasero. Zane se acercó y puso
su mano sobre el muslo de Ty, apretando.
—Bien hecho —susurró.
Ty puso su mano sobre la de Zane, dejando que sus dedos se unieran. Le miró y le
dio una sonrisa tensa. Zane no apartó la mano mientras conducían hacia la noche.
* *
—Hemos encontrado el coche, señor –dijo el agente X a su jefe mientras
permanecía de pie al lado de la carretera en medio del frío.
—¿Lo han abandonado?
—No, señor. Parece que se averió. Sospecho que el tanque de gasolina es el
culpable.
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—¿Por qué?
—El motor está bien. El coche no arranca. Creo que Cross lo saboteó. Dejaron las
llaves puestas, y hay señales de lucha al lado de la carretera. Había otro coche aquí,
posiblemente, un camión o SUV. Creo que robaron el coche y cambiaron.
—¿Tienes un plan?
—Sí, señor. Se llevaron su ticket de peaje. Tienen que salir de la autopista. Tan
pronto como salgan, sabremos qué salida tomaron e iremos hacia allí.
—Muy bien. Mantenme informado. Tenemos que atrapar a Cross antes de que lo
entreguen.
—Sí, señor.
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Capítulo 10
Veinte minutos después de que Ty les dejara y les dijera que iba a esconder el
coche robado, todavía no había vuelto. ¿Cuánto tiempo tardaba en tirar un Bronco
averiado en la Macedonia rural, Ohio? Zane suspiró y miró a Cameron, que estaba
sentado incómodamente en la otra cama, mirando hacia el cuarto de baño donde Ty
había dejado Julian esposado a las cañerías de nuevo.
—Vamos —dijo Zane bruscamente, agitando una mano hacia el cuarto de baño.
Cameron parpadeó y luego sonrió agradecido.
—Gracias —dijo, y se apresuró a unirse con Julian.
—Deja la puerta abierta —dijo Zane cuando Cameron desapareció en el interior—.
Sólo recuerda que puedo dispararle antes de que pueda llegar a la puerta.
Zane se quitó la chaqueta y la colgó en el fregadero de la pequeña cocina antes de
dejarse caer a los pies de la cama. Estaba cansado. Este viaje estaba poniendo a
prueba su paciencia. ¿Y qué demonios le estaba llevando a Ty tanto tiempo?
Pasaron otros diez minutos, tal vez más, antes de que hubiera un rasguño en la
puerta y Zane oyera el golpe de la tarjeta llave. Ty entró en la habitación, la cara
enrojecida por el frío, con nieve derritiéndose en los hombros. Llevaba una bolsa de
papel pequeña.
Miró por la habitación mientras entraba.
—¿Dónde están?
Zane apretó los dientes y se tragó la aguda observación que era su respuesta
instintiva.
—En el cuarto de baño –dijo.
Ty asintió secamente.
—Eso no le retendrá toda la noche —dijo, sin siquiera molestarse en tratar de
explicar por qué caminar un kilómetro o dos bajo la nieve le había llevado casi una
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de las reglas de los dos, el que evitaba que su compañero cargara alegremente y se
metiera en serios problemas.
—Probablemente no deberías lisiarle —dijo Zane con preocupación.
Julian volvió la cabeza lo suficiente como para encontrarse con los ojos de Zane.
Por primera vez desde que lo habían recogido en Chicago, el hombre parecía
preocupado. No parecía asustado como una persona normal estaría en esa situación,
pero parecía estar reconociendo que Ty había llegado al final de su cuerda y podría
dispararle.
—Él ya se había soltado —dijo Ty a Zane con los dientes apretados. Estaba usando
todo su cuerpo para mantener a Julian atrapado debajo de él.
Zane miró a Cameron, quien le miró con grandes e inocentes ojos de gacela.
—Tú eres el siguiente —advirtió al hombre más joven. Cameron se echó hacia
atrás, la culpa escrita por todo él.
Ty dio la habitación una última mirada mordaz, obviamente en busca de algo para
asegurar a Julian y que le retuviera toda la noche. Pero Zane sabía que no había nada
en la habitación que fuera a aliviar la preocupación de Ty, o la suya, lo suficiente
como para dejarlos dormir.
Ty también lo sabía. Metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó las esposas de
repuesto, empujando a Julian por la espalda con la parte afilada del codo. Julian hizo
una mueca, pero no profirió ningún sonido cuando le puso las esposas en una de sus
muñecas. Ty tiró del brazo detrás de él, y Julian soltó un jadeo de queja cuando su
brazo fue girado bruscamente.
—Vas a disfrutar de esto casi tanto como yo —le gruñó Ty. Luego cerró la otra
mitad de la esposa a su propia muñeca con un tintineo.
Los ojos de Zane se agrandaron mientras luchaba contra una ola de risa histérica.
¿Qué clase de perra voluble era el Karma para que les dieran estos casos locos?
Estaba a punto de comentarlo cuando Cameron se le adelantó.
—¿Qué vas a hacer? ¿Dormir con él?
—No, Cam, ¡vamos a bailar lento! —gritó Ty. Arrojó el arma a Zane, donde Julian
no pudiera alcanzarla, dio un paso atrás y sacudió el brazo de Julian para levantarlo.
Zane cogió el arma por puro reflejo. De todas las cosas que Ty podría haber
optado por hacer, esta no había estado en las diez primeras. Estaba a punto de
ofrecer un comentario grosero cuando las profundas sombras bajo los ojos de Ty le
detuvieron y asintió su consentimiento.
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* *
Cameron se disparó hacia arriba, el pulso acelerado, cuando una alarma
penetrante resonó en la oscuridad ahora iluminada por luces rojas intermitentes de
pequeñas cajas en el techo. Sonaba tan alto que tuvo que taparse los oídos, y jadeó en
busca de aire, tratando de despertar y recordar dónde estaba y por qué Julian no
estaba con él.
Se oyó un grito y otro de dolor de la cama de al lado, seguido de un golpe lo
suficientemente fuerte para ser escuchado sobre la alarma a todo volumen.
Vio una sombra alta que se movía delante de él y se relajó.
—¿Julian? —Gritó, tratando de hacerse oír por encima de la alarma.
Pero no fue a Julian a quien vio cuando la sombra se detuvo al pie de la cama
hundida. El cerebro de Cameron finalmente pateó los detalles: era Zane de pie
delante de él, estaban en un motel siniestro en algún lugar de Ohio; y Julián estaba en
la cama de al lado, durmiendo esposado a Ty.
Cameron empezó a tratar de salir del hueco en el centro del colchón, pero Zane ya
estaba encendiendo la luz. Necesitó otro meneo y un empujón para salir de la cama
chirriante, y por fin pudo ver a Ty y Julian. O por lo menos ver dónde se suponía que
debían estar.
Ty estaba tumbado de lado sobre la cama matrimonial, sobre el vientre, con el
brazo extendido sobre el borde de la cama hasta el punto de que sus músculos
estaban tensos bajo la delgada camiseta. Cameron podía ver la mano de Julian
sobresaliendo por encima del borde del colchón, los dedos flojos y unidos a las
esposas en las muñecas de Ty.
Cameron hizo una mueca y se apresuró a agacharse junto a Julián, que estaba
tirado en el suelo, el brazo vuelto en un ángulo incómodo.
—Julian, ¿estás bien?
Julián gimió y giró los hombros, tratando de levantarse del suelo mientras aún
estaba en esa posición.
—Estoy bien —murmuró mientras alargaba un brazo hacia Cameron.
Este se inclinó para deslizar un brazo por su cintura y ayudarle a ponerse de pie.
Cuando alzó la mirada, Zane estaba allí de pie, mirando las esposas.
—Con cuidado —dijo Zane, agarrando la muñeca esposada de Julian y
manteniéndola inmóvil, deteniendo el movimiento de tirón—. ¿Ty? ¿Estás bien?
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—Sí —dijo con voz tensa. Se puso en cuatro patas y sacudió la cabeza—.
Intentamos ir por caminos opuestos.
Julian se frotó el hombro e hizo una mueca. La cadena entre ellos resonó en tono
acusador.
—Al parecer, o peso más que él o salí más rápido —murmuró con un toque de una
sonrisa.
—Y entonces caíste de culo.
Antes de que nadie pudiera responder, la alarma se apagó tan repentinamente
como había comenzado.
Todos se quedaron mudos en el silencio que siguió, la respiración agitada de Ty
era el único sonido que se escuchaba.
Julian movió el brazo, girando su hombro, y Ty dejó que su mano siguiera el
movimiento.
—Estoy bien —refunfuñó Julian.
—Mentiroso —dijo Cameron—. ¿Deberíamos comprobar si hay un incendio de
verdad?
—Llama a recepción —sugirió Ty. Todavía estaba frunciendo el ceño, y parecía
extrañamente obsesionado por los acontecimientos de la noche. Las palabras de
Julián sobre tener flashbacks ahora parecían más que burlas entre los dos hombres.
Zane se movió hacia el teléfono y llamó a recepción. Después de un momento de
escuchar, colgó.
—Hay un cortocircuito en alguna parte. Tienen gente que viene a arreglarlo.
—¿Cuánto tiempo llevará? —preguntó Cameron, alejándose de mala gana de
Julian para permitirle trabajar el calambre del hombro. Acababa de decir la última
palabra cuando la alarma volvió a sonar durante unos cinco segundos y se calló.
—Respuesta a esa pregunta —murmuró Zane.
Ty se sentó en el borde de la cama y se frotó los ojos. Julian se vio obligado a dar
un paso más cerca, cernirse sobre él y parecer furioso.
—Siéntate y cálmate —dijo Zane a Julian—. O puedo romper las cuerdas elásticas
y atarte las muñecas a los tobillos. Es muy bueno para la circulación.
Julian volvió la cabeza para mirar a Zane, y Cameron reconoció la mirada en sus
ojos. Su amante estaba a punto de matar a alguien. Un vistazo a Zane reveló la
misma mirada y eso le puso muy nervioso. Zane y Julian se parecían demasiado para
su comodidad.
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—¿Sabes que? Lo tengo –dijo Ty—. Y cuanto más tiempo me jodáis y alarguéis
esto, más tiempo estoy lejos, más tiempo estoy sin la persona que amo. Entonces, ¡qué
tal si coges tu puto consejo idiota sobre el romance y te lo metes por el culo!
Cameron sintió una punzada de vergüenza y dolor en el rostro ante la honestidad
contundente y la obvia frustración de Ty. Nunca había pensado en las vidas de los
dos agentes que habían sido arrastrados a esto. Retrocedió hasta que tropezó con
algo, sólo para darse la vuelta y descubrir que había chocado contra Zane, que estaba
observando a su compañero, con una leve sonrisa tirando de sus labios. Cameron
sacudió la cabeza y le rodeó, incapaz de decir algo en respuesta.
Zane apagó la luz y la habitación quedó en silencio. Tan pronto como Cameron se
acomodó en la cama, la alarma saltó a la vida de nuevo. Se acurrucó de lado, tirando
una almohada sobre su cabeza.
* *
Julian esperó a que Zane apagara la luz. Luego se sentó con cuidado en el borde
de la cama junto a Ty. Era reacio a hablar en absoluto; el estallido del agente lo había
pillado con la guardia tan baja como a Cameron. Odiaba absolutamente los
momentos donde los enemigos se convertían en hombres con emociones y
sentimientos.
—Entonces —dijo torpemente, haciendo una mueca en la oscuridad.
Ty suspiró ruidosamente. El silencio se prolongó hasta que Julian estuvo bastante
seguro que tanto Cameron como Zane se habían dormido una vez más.
Julian se esforzó por decir algo al hombre que fuera casi cortés, o incluso
civilizado. Pero seguía luchando contra el impulso casi abrumador de estrangularlo.
Se aclaró la garganta y se movió, llevando el brazo de Ty con él cuando se volvió.
—La última vez que me encontré esposado a alguien y tuvimos que dormir, nos
pareció que era realmente más cómodo…
—Dormir de lado en el brazo opuesto, sí —dijo Ty con un gesto solemne.
Julian se encontró mirando fijamente bajo la luz baja, sorprendido.
—Tú y tu compañero, no sois realmente agentes de campo corrientes, ¿verdad?
—Zane no es corriente en nada —dijo Ty, con voz suave y ronca.
Julian frunció el ceño, confundido por la respuesta al principio, pero se dio cuenta
de lo que Ty estaba haciendo. El hombre era tan bueno en evitar dar una respuesta
como Julian. Sólo que él lo hacía con una sinceridad tranquila que probablemente
funcionaba mejor que los métodos de Julian.
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* *
Zane se examinó en el espejo del baño mientras se secaba el cabello con una toalla
y luego la arrojaba sobre el lavabo. Colocando ambas manos en el tocador, se inclinó
hacia adelante, mirando la barba y los ojos cansados. Ty tenía razón: la barba no le
sentaba bien.
También estaba convencido de que dormir poco durante días y con su kilometraje
no era bueno para su salud o su aspecto.
—Tienes buen aspecto, Garrett —murmuró. Se levantó y sacudió su nueva camisa
antes de meter un brazo. Se estaba poniendo la misma ropa de nuevo, pero no era un
desastre. Y después de una ducha se sentía mucho mejor. Se dio unas palmaditas en
la espalda mentalmente por haber cogido desodorante, cepillo de dientes y pasta de
dientes en esa tienda de Chicago. Parecía que habían pasado semanas.
Llevaban cuatro días en la carretera. Habían sido días largos, e incluso las
normalmente divertidas payasadas de Ty le estaban crispando los nervios. Tener que
mantener constantemente su arma más o menos apuntada sobre Julian no ayudaba.
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Cameron miró a Julian durante un buen rato antes de inclinar la cabeza hacia un
lado y considerar a Zane también.
—Apuesto que no habrá sangre cuando volvamos. Y si gano, Julian y yo pasamos
la noche sin esposas en una cama.
—Cameron —dijo Julian, sonando sorprendido.
Ty lo consideró por un momento, y luego extendió la mano para estrechar la mano
de Cameron.
—Hecho.
Cameron se encogió de hombros y miró a Julian en tono de disculpa.
—Ahora, no estropees la apuesta —dijo, apretando los labios como si estuviera
ocultando una sonrisa.
—Vosotros dos sois verdaderamente cómicos —dijo Zane, levantando la mano
para señalar a Ty acusador antes de recordar que estaba atado a Julian, y la sacudió
con un gruñido de frustración antes de mirar a Ty con ojos entrecerrados—. ¿Sabes
esa amenaza que haces cuando te cabreo con juegos de palabras? Eso se te está
acercando. A lo grande. –Significaba que Ty no conseguiría que lo follara durante
mucho tiempo.
Ty sonrió, como si esperaba con interés el desafío.
—¿Qué te parece la opción benadryl ahora, enfermera Ratched? —preguntó.
Entonces hizo un gesto con la cabeza a la puerta, y él y Cameron se fueron antes de
que Zane o Julian pudieran amenazarlos otra vez.
Julian se quedó en silencio largo rato, los ojos entrecerrados, mirando a la puerta.
Zane pensó que estaban teniendo pensamientos homicidas, aunque no es que le
hiciera sentirse mejor. Si Ty no le traía un maldito bollo, le iba arrancar un trozo de
culo y no del modo que disfrutaría.
Tal vez. Frunció la nariz. Sabía muy bien que estaría sobre Ty tan pronto como
tuvieran al menos media hora ininterrumpida a solas. Podía follar a Ty dos veces en
esa cantidad de tiempo si estaba realmente motivado, y estaba realmente motivado
ahora. Sólo el hecho de que el sexo fuera su primer pensamiento en lugar de
estrangular a su compañero era evidencia suficiente.
Julian finalmente se aclaró la garganta y movió la mano, haciendo que las esposas
tintinearan. Miró de reojo a Zane, su expresión especulativa.
Zane alzó una ceja y esperó a lo que estaba seguro iba a ser un comentario
sarcástico velado con helada cortesía. Era el estilo de Julian.
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—Lo sé, lo sé, me puedes patear el culo más tarde —murmuró Ty—. ¿Dos
trajeados tras vosotros dos también?
—Sí.
—Parece que no somos los únicos que persiguen a MacGuffin aquí presente.
—¿En serio me vas a poner motes después de que casi haces que nos maten?
—No quieres motes, ¿qué tal si nos dices el verdadero?
—Chúpame, Grady.
—Eso suena escocés.
Julian se lanzó con una mano, con toda la intención de estrangular a Ty aunque
estuviera conduciendo. Zane extendió la mano y le atrapó, sujetándolo.
—Déjame hacerlo, Garrett, haría nuestra vida mucho más fácil —Dijo Julian con
los dientes apretados mientras luchaba por liberar su mano. No había rastro del
calmado y controlado Julian Cross que conocieron en Chicago.
Ty tenía ese efecto en casi todo el mundo.
Zane empujó a Julian contra el asiento para calmarlo. Levantó la mano y gruñó.
—Si alguien va a estrangular hoy a mi compañero, voy a ser yo.
Julian resopló pero finalmente asintió.
—Siempre que tenga la oportunidad de verlo.
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Capítulo 11
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—Lo que está diciendo es que si la presa reconoce al depredador como un peligro,
inmediatamente huye. Así que el tiburón regula su comportamiento. La mayoría de
las veces, los tiburones nadan pacíficamente entre bancos de presas, sin causar
problemas, sin ser nunca catalogado como un peligro, apenas notado por las mismas
cosas que caza.
Cameron miró entre ellos.
—Entonces… si no eres un tiburón, entonces, ¿qué eres?
Julián se estremeció, y para sorpresa de Cameron, se ruborizó cuando se miró los
zapatos.
—Siempre me he asociado más con un león —murmuró.
—Me lo creo –dijo Ty mientras se alejaba del mostrador para que Cameron
pudiera verlo con más detalle.
—No estoy convencido —dijo Cameron, cruzando los brazos. Miró por encima del
hombro a Zane—. ¿Tú crees que Julian se parece a un león?
—Me niego a responder a esa pregunta con el argumento de que es estúpido —
dijo Zane, imitando la forma de expresión de Julian, antes de ordenar su comida.
Cameron se volvió hacia Julian.
—¿Y bien?
—Los grandes felinos son los únicos depredadores de la tierra conocidos por
matar por diversión –aportó Ty casi alegremente.
—Whiskas —dijo Zane por encima del hombro en un tono plano.
—Dijiste eso antes, en el apartamento —recordó Cameron—. Cuando Ty cogió a
Wesson.
—Espera, ¿cogió a Wesson?
Cameron asintió.
—¿Cómo?
—Grady tiene una relación de codependencia con los grandes felinos.
—¿Por qué?
—Uno trató de comerme —dijo Ty, la respuesta impertinente.
—En realidad, eso explica muchas cosas —murmuró Zane para sí mismo, mirando
entre Ty y Julian.
Cameron puso los ojos en blanco.
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—Por mucho que odio estar de acuerdo con él —murmuró Julian, haciendo señas
a Ty con una mueca.
—¿Un elefante? —Repitió Zane—. ¿Qué demonios?
—Pierden la calma, pisotean, cargan y provocan el caos todo el tiempo —dijo Ty,
su voz impertinente, pero con los ojos brillantes.
Zane se cruzó de brazos y entrecerró los ojos, frunciendo el ceño.
Cameron se aclaró la garganta y silbó cuando se volvió para mirar a Julian. Este
estaba tratando desesperadamente de no sonreír.
—Los elefantes son criaturas imprevisibles —dijo Ty a Zane, la voz baja y en tono
burlón serio.
Zane ladeó la cabeza hacia un lado.
—Y me lo dices tú.
Cameron se apartó de Zane y se agachó para recoger la segunda bandeja de
comida que habían estado esperando.
—¿Cómo sabes tanto sobre animales asesinos, de todos modos? Sé que no miras el
Discovery Channel, Julian.
Julian se pasó la lengua por los labios, compartiendo una mirada con Ty que era
extrañamente familiar, como si compartieran un secreto.
—Estudiar la forma en que los animales acechan es una forma efectiva para...
vender antigüedades.
—Sí —suspiró Cameron, manteniendo sus ojos en Julian y sacudiendo la cabeza.
Zane gimió y se frotó los ojos.
—Vamos, Simba, vete a comprarme un poco de limonada mientras encuentro una
mesa —dijo Cameron, enganchando su brazo con el de Julián.
Ty y Zane se mantuvieron detrás de ellos sólo un breve instante, mirándose el uno
al otro, antes de que Ty se separara para seguirlos. Cameron tuvo la muy clara
impresión de que se estaban comunicando en silencio y que discutirían sobre los
elefantes la próxima vez que estuvieran solos.
Cuando Ty se unió a Cameron en la mesa, sólo estaban ellos dos. Zane había ido a
encontrar un baño, y Julián estaba esperando en la fila para una limonada.
Cameron se sentó en la silla de metal con su sándwich mientras observaba a
Julian. Siempre era interesante observarle interactuar con extraños, tanto si era un
león o un tiburón o un oso de peluche. Era igual que cuando Cameron le había
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conocido: en su mayor parte silencioso, pero cuando hablaba tenía una voz suave e
iba al grano. Se había convertido en un desafío cuando le servía como su camarero en
Los Martes, el restaurante gourmet donde se habían conocido. Todavía le hacía
sonreír, pensar en cómo había estado tan seguro de que Julian ni siquiera sabía que
existía.
Ty se dejó caer de golpe a su lado y resopló, rompiendo su ensimismamiento.
—¿Sabes cómo puedes decir cuando alguien está realmente enamorado? —le
preguntó Ty de repente, en tono informal. Miró de reojo a Cameron, con una ceja
levantada—. Estás sentado aquí, observándole hacer algo completamente mundano,
y estás sonriendo como un idiota.
—¿Y qué hay de malo en eso? —preguntó Cameron con una risa ligera.
—Lo que sea, haces que me duelan los dientes —se quejó Ty, aunque Cameron
podía ver la más débil insinuación de algo bajo el rudo exterior, tal vez diversión.
—Creo que eres tan sentimental como yo. Lo escondes mejor —afirmó Cameron,
recordando la respuesta ágil de Ty sobre estar lejos de sus seres queridos—. Yo no
tengo que ocultarlo en absoluto. Es realmente liberador.
—Apuesto a que sí —murmuró Ty. Aunque sus ojos aún seguían los movimientos
de Julián, parecían estar mirando a lo lejos también, como si estuviera viendo a
alguien o algo más. Cameron se preguntó, mientras miraba a Ty, a qué tipo de
persona amaría un hombre como él. Ty se sacudió y bajó la mirada, luego miró hacia
otro lado como si sintiera los ojos de Cameron todavía en él.
Cameron dio un mordisco a su sándwich.
—¿No te cansas de eso? –preguntó—. ¿Esta imagen de tipo duro?
Ty no le miró a él, pero Cameron podía ver sus ojos alejándose de nuevo.
—Es todo lo que he conocido —respondió, con voz práctica y melancólica.
Una mirada mostró a Cameron que Julian estaba aceptando los vasos de la dama
del mostrador. Ty se callaría totalmente una vez que Julián se acercara.
—No tiene por qué ser así. Julian fue capaz de adaptarse —ofreció Cameron, con
la esperanza de que Ty pudiera ser capaz de ver que se podía hacer—. Sólo tienes
que amar a la persona adecuada.
—¿Qué te hace pensar que yo no? —preguntó Ty con una voz extrañamente
distante.
Cameron se detuvo en seco, mirándolo con los ojos entrecerrados.
—Tengo un detector de mierda machista afinado y está gritando —dijo.
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Un segundo más tarde Ty salió de la tienda de regalos con una bolsa de papel
marrón, sostenida contra los labios. Estaba soplando en ella. La sostuvo en alto
tranquilamente, luego gritó con todas sus fuerzas:
—¡Tiene una pistola! —Y golpeó la bolsa de papel con su palma abierta.
Sobrevino el caos. Gritos y chillidos llenaron el aire, y la multitud salió corriendo
despavorida en todas direcciones, creando una mezcla de confusión y miedo. Madres
aferraron a sus hijos y huyendo. Las personas mayores se agacharon detrás de pilares
y quioscos.
Cameron pensó que Ty no podría haber causado más escándalo si se hubiera
subido a una mesa y bailado desnudo frente a las señales de llegadas y salidas. Al
parecer, el desorden era la especialidad de Ty.
Un momento después, Ty estuvo al lado de Cameron, instándoles tanto a él como
a Julian a moverse a través de la multitud asustada. Julian y él se agacharon para
ocultar su altura, pero no pasó mucho tiempo hasta que se encontraron con un traje
gris en medio de la multitud zigzagueante.
Ty se acercó al hombre, que estaba sacando su pistola, y le atrajo hacia sí por el
hombro. Empujó la palma de la mano a la barbilla del hombre, le echó la cabeza
atrás, luego se volvió con él hacia la izquierda y lo envió al suelo. Sus acciones fueron
muy rápidas y poderosas, todo hecho en una fracción de segundo y difícil de seguir.
Cameron sólo había visto moverse así a Julian. Ty levantó algo que había tomado del
hombre, empujándolo a Julian por encima del hombro. Julian todavía sostenía la
mano de Cameron, mientras saltaban sobre el hombre caído y echaban a correr.
Cameron se arriesgó a mirar por encima del hombro mientras Julian lo arrastraba
por la explanada, mirando al desorden y a los agentes que salían de la multitud.
—¡Siguen detrás!
La multitud era demasiado grande y había demasiados hombres tras ellos para
que Cameron viera cómo podrían escapar. Las salidas eran un tapón de personas y
personal de seguridad del aeropuerto confundido. No parecía haber ningún lugar
adonde ir.
Julián miró hacia atrás y se giró, poniéndose entre Cameron y los perseguidores.
Ty estaba mirando la explanada, y Cameron alcanzó a ver la mirada salvaje en sus
ojos de color extraño. Tenía el aspecto de un animal acorralado, astuto y peligroso.
—Estamos atrapados —dijo Julian.
Después de un último vistazo a sus miserables opciones, Ty apuntó con un dedo al
pecho de Julian, y luego los despidió con la mano hacia las salidas.
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—Idos —gruñó.
—¿Qué?
—¡Idos! Encontrad a Zane. Yo los detendré. —Luego les dio la espalda, encarando
a los hombres que venían tras ellos rodando los hombros y ladeando la cabeza.
Julian dio un paso atrás, momentáneamente aturdido, pero luego apretó la mano
de Cameron y tiró de él, girando y corriendo, dejando a Ty detrás de ellos para
detener la ola de trajeados acercándose. Cameron logró lanzar una mirada atrás a
tiempo de ver a Ty lanzarse contra el primer hombre; luego fueron oscurecidos por la
multitud asustada que les rodeaban.
—¡Pero... Julian! ¡Le matarán!
—¡Nos matarán, Cam!
Detenerlo era imposible, dado su tamaño y determinación. Se movieron entre la
gente confundida, zigzagueando a través de la masa y, encontrando por fin, un
pasillo lateral que tenía una salida de emergencia en el extremo. Julian se dirigió
hacia allí, pero dudó, mirando por encima del hombro. Cameron saltó sobre la
vacilación.
—¡Julian, sé que vosotros dos no os lleváis bien, pero por favor! Él y Zane podrían
haberte entregado a ellos, pero en cambio están tratando de ayudarnos —dijo
Cameron, tirando de la mano de Julián, el malestar cada vez más fuerte cuanto más
se alejaban. Cada segundo era un segundo durante el cual Ty podría estar
muriendo—. No merece morir por intentar ayudarnos.
Julian le miró a los ojos, y Cameron pudo ver la indecisión. Luego sacudió la
cabeza y se volvió hacia la salida.
—¡Por favor! ¡Él habría vuelto a por ti y lo sabes!
Julian se detuvo y se volvió de nuevo, una expresión de angustia le atravesó la
cara.
—Maldita sea todo el infierno, Cam –gruñó, las palabras rodando
maravillosamente con su acento irlandés—. Quédate aquí. —Y con eso se lanzó de
nuevo a la multitud.
Ahora con miedo desesperado e increíblemente aliviado, Cameron le siguió a
pesar de lo que Julian había dicho. La explanada se había despejado un poco, pero el
espacio donde habían dejado a Ty para plantar cara a su última batalla era una
confusión de personas, maletas y sillas de café. Las mesas estaban volcadas, revistas
cubrían el suelo y el contenido de las maletas estaba esparcido donde habían sido
dejadas caer.
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seguridad abrumado. Siguieron a la multitud, dejando que los arrastraran hacia las
salidas. Cameron se metió bajo el brazo de Zane para ocultarse mientras salían
arrastrando los pies. Zane mostró su placa al hombre que trató de detenerlos para
acelerar su salida.
—Ya está. SUV del gobierno en la acera –dijo Julian mientras señalaba a través de
las puertas de cristal—. Me las arreglé para conseguir las llaves de uno de ellos.
Zane se dirigió hacia allí sin siquiera cuestionarlo, y fue a la puerta de atrás para
probar la manilla. Se abrió, Julián empujó a Ty al interior y luego subió detrás de él,
dejando delante a Cameron y Zane. Cameron trepó por el lado del conductor y sobre
la consola. Zane miró a su alrededor antes de subir, cerrando la puerta con calma y
alejándose en el tráfico.
Cameron se volvió en su asiento para mirar a los dos hombres en la parte de atrás.
—¿Ty? ¿Estás bien?
—Me siento como si alguien hubiera empujado una bota entre mis costillas —
respondió Ty, con voz tensa.
—Eso es en realidad exactamente lo que pasó —le dijo Cameron.
Ty siseó y luego gruñó a Julian.
—Deja de tocarme.
—Estoy tratando de asegurarme de que no te estás muriendo —replicó Julian.
—Bueno, ¡duele!
—¡Razón de más para pincharlo!
—Bonito juego —dijo Zane, pero había demasiado borde en su tono de voz para
que fuera divertido.
Cameron vio cómo miraba por el espejo retrovisor. Se preguntó si Zane estaba
buscando una cola o tratando de echar un vistazo a su socio maltratado.
—¿Vamos a escapar?
—Por ahora —dijo Zane—. Necesitarán algún tiempo para averiguar quién está
dónde y qué falta, el tiempo suficiente para que lleguemos a alguna parte y
desactivemos el GPS de esta cosa. Pero no durará.
—Eso fue estúpido —murmuró Ty desde el asiento trasero—. Te dije que te fueras.
—Sí, bueno, por desgracia, mi conciencia es un poco más voluntariosa que la
mayoría –se quejó Julian y Cameron supo que su amante estaba hablando de él.
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—Ellos eran de la CIA otra vez, Zane —dijo Ty, con voz suave y ronca. Sacó una
placa de su abrigo, agitándola hacia ellos. Se la había levantado a uno de los hombres
del aeropuerto—. Me identifiqué y no les importó.
—Célula renegada —murmuró Julian—. Tienen que estar actuando bajo sus
órdenes.
—¿Órdenes de quién?
Julian se tomó un momento para explicarle lo que estaba pasando, también era
nuevo para Cameron.
—Burns debe estar protegiendo a alguien —dijo Ty, con voz todavía tensa—. O
investigándolo.
—Renegado o no, han tenido los recursos y la mano de obra para seguirnos todo
este tiempo. No veo que ese lío les vaya a impedir ir tras nosotros –dijo Zane
mientras cambiaba su atención del tráfico al retrovisor.
—Tenemos que llegar a algún lugar seguro. Inesperado —dijo Ty. Cameron no
podía verlo, pero sonaba agotado y golpeado.
—Y pronto. Tu compañero está sangrando —informó Julian a Zane sin una pizca
de compasión.
Zane finalmente miró por encima del hombro hacia atrás a Ty.
—¿Cómo es de grave?
—Cállate, no es mi sangre —murmuró Ty. Su voz sonaba débil.
—Ty —dijo Zane, su voz no contenía nada de humor. Cameron escuchó crujir el
cuero, y cuando miró, vio las manos de Zane agarrar el volante con tanta fuerza que
tenía los nudillos blancos.
—¿Qué? ¡No es mi sangre!
—Déjame ver —exigió Julian, y un momento después hubo sonidos de pelea
desde el asiento trasero.
—¡Yo soy AB positivo y esto es claramente sangre tipo O1 —gritó Ty finalmente—
. ¡Parece como pequeños Os!
—Jesucristo, Grady, ¿no puedes tomarte ni una maldita cosa en serio? —gritó
Julián con total frustración. Cameron se preguntó que tenía Ty que le hacía perder la
compostura tan fácilmente a Julian. Si no estuviera tan seguro de su relación, en
realidad podría estar celoso.
Cameron se quedó sin aliento cuando el SUV se sacudió hacia el arcén de la
carretera y se detuvo de repente. Zane aparcó y se volvió en su asiento.
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* *
—¿Quiénes son esas personas? –le preguntó el agente X a su superior con total
frustración.
—Finalmente hemos discernido sus identidades. Son del FBI.
—¿FBI de verdad?
—Eso parece. Richard Burns no se anda con miramientos cuando se trata de viejos
amigos.
—¿Quiere que sigamos? Mataron a dos de mis hombres.
—Y robaron dos de sus vehículos.
—No lamento los coches.
—Ahora que estamos seguros de que conocemos los nombres de los hombres
involucrados, será más fácil encontrarlos.
—Si usted lo dice, señor.
—Síguelos.
—Sí, señor.
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* *
—Está bien, si es la CIA, ¿qué otra cosa están haciendo? —preguntó Ty a Julian,
tan pronto como se convencieron de que no les seguían y desmontaron el GPS de su
coche robado.
—¿Qué quieres decir?
—Sabemos que pincharon el GPS del coche del FBI.
—Espera, pensaba que lo habías desmantelado –dijo Cameron mientras se daba la
vuelta.
—Los vehículos del FBI tienen dos tipos de GPS. El de respaldo está cubierto, lo
que significa que es pasivo —dijo Ty.
—La agencia nos estaba siguiendo con sus sistemas remotos —explicó Julián.
—Tú lo sabías —dijo Zane mientras le miraba por el espejo.
—Bueno, en ese momento tenía la esperanza de enfrentaros a unos contra otros y
escapar.
—Por lo menos es honesto –gruñó Ty.
Zane miró a ambos un momento.
Cameron hizo un gesto con la mano.
—Bien, entiendo como nos encontraron en el coche que robaste.
—Tomé prestado —dijo Ty.
—Lo que sea, psicópata. Pero, ¿cómo nos encontraron después?
—De varias maneras —dijo Julian con voz preocupada—. Tarjetas de crédito. Los
peajes por los que pasamos. Nuestros teléfonos móviles. Dependiendo de lo alto que
esto llegue, podrían haber desviado incluso un satélite.
—¿A qué alto llega? —Preguntó Zane.
—No sé cómo se llama, sólo conozco su voz.
—Dijiste teléfonos móviles —murmuró Ty
—Sí. Apagaste el GPS, pero de nuevo, si llega lo bastante alto, pueden volver a
activarlo de forma remota.
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—Cierto. Pero, ¿tienen el poder de fuego para escuchar las llamadas? —preguntó
Ty.
—Sí —dijo Julian con un simple movimiento de cabeza.
Ty miró de Julian a Zane, y este tuvo que apartar los ojos de la carretera el tiempo
suficiente para mirar a los ojos de Ty en el espejo. Se dio cuenta de que estaba
formulando un plan, y el miedo detrás de esos ojos color avellana le dijo que a Ty no
le gustaba lo que estaba pensando.
—¿Qué? —preguntó Zane con una creciente sensación de temor.
—Si están captando nuestras llamadas, tal vez podamos llamar para pedir ayuda.
—¿Que?
—Lo siento, creo que yo también me he perdido —dijo Julian.
—Por lo menos no soy el único —murmuró Cameron.
—Ellos son grandes, nosotros somos pequeños. Su fuerza es la información que
recogen y cómo lo hacen. Tenemos que poner eso en contra de ellos.
—Un pincho —dijo Julian con voz sorprendida.
—¿Un qué? —Preguntó Ty.
—Ajedrez. Un pincho es una jugada de ajedrez. Utilizar tu fuerza contra ellos. Su
reina se enfrenta a nuestra torre. Están apoyados por su caballero y sólo tenemos un
peón. Pero si su reina toma nuestra torre, nuestro peón toma a la reina.
—Lo siento, ¿eso era inglés? —preguntó Ty con exasperación.
Zane miró al espejo para ver a Julian. Era una persona fascinante, una vez que se
abría lo suficiente como para permitirles ver dentro de su mente. Zane estaba
contento de que ahora estuviera de su lado.
—Estoy de acuerdo contigo, gilipollas —espetó Julian.
—Bueno, para, es extraño.
Julian gruñó y se sentó con los brazos cruzados sobre el pecho.
—No tengo ni idea de cómo jugar al ajedrez —dijo Ty con voz plana. Zane miró a
su compañero. Aunque hablar era fascinante, Zane no tenía que ir más allá que Ty.
Nunca se cansaba de ver la forma en que su mente funcionaba—. Pero sí, supongo,
eso es exactamente de lo que estoy hablando. Necesitamos un peón.
—Una torre.
—Lo que sea.
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—Quieres hacer una llamada de teléfono a alguien y hacer que la Agencia crea que
nos dirigimos allí en busca de ayuda —conjeturó Zane con voz sombría.
—Básicamente. Sí.
—¿Y a dónde iríamos en su lugar? ¿A DC? —preguntó Cameron.
Ty asintió, permaneciendo en silencio mientras el sonido de los neumáticos sobre
el asfalto se colaba en la tranquilidad del coche.
—Es sólido, en teoría —dijo Julian con el ceño fruncido.
—¿A quién llamarías? Quiero decir... —Cameron se calló, sonando preocupado—.
Al que llames estará en tanto peligro como nosotros.
Ty seguía mirando a los ojos de Zane. Este asintió, sabiendo exactamente lo que
estaba pensando su compañero.
—Conozco un par de tipos que pueden arreglárselas.
Zane esperó. Sabía que Ty estaba hablando de su equipo Recon. Y, probablemente,
Nick jodido O'Flaherty.
—Llama a uno de ellos.
* *
Julian estaba sentado en el asiento trasero del Tahoe de la CIA robado, viendo
como Ty hacía la llamada. Se sorprendió cuando Ty habló en francés. Era bastante
fluido, incluso usando un acento convincente. Sonaba casi como un hablante nativo.
Julian parpadeó en estado de shock, mirando a los dos hombres del asiento
delantero para ver si alguno de ellos se sorprendía. Cameron miró hacia atrás, pero
no parecía comprender nada aparte de que era un idioma extranjero y que era
demasiado delicado para que un hombre como Ty lo hablara. Zane alzó la mirada,
con los ojos en Ty más que en la carretera.
Julián había sabido que Ty podía hablar francés. No le había visto en París como
los había llevado a creer, pero sabía de buena fuente que efectivamente había estado
allí. Todavía era una sorpresa oírle hablar en ese idioma. Él sabía lo bastante para
descifrar que Ty estaba básicamente diciendo al otro hombre, "Estamos en
problemas, vamos hacia ti para mantener un perfil bajo”.
Ty cambió el teléfono de una oreja a la otra, aclarándose la garganta. Habló en
inglés.
—¿Y Digger? Asegúrate de tener cocos cuando lleguemos, ¿de acuerdo? Muchos.
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Julian podía oír la voz metálica del teléfono responder, y luego Ty puso fin a la
llamada. Echó un vistazo a Julian y entrecerró los ojos mientras bajaba la ventanilla.
El viento helado azotó a través del coche, erizando el pelo de Julian y tirando de su
chaqueta. Ty tiró el teléfono por la ventanilla y se dio vuelta.
Julián le miró fijamente, pero Ty le ignoró como sólo los niños y felinos eran por lo
general capaces de hacer.
—¿Cocos?
—Es... Monty Python. Los cocos son el caballo falso. Para él tendrá sentido.
—Correcto.
—Le estaba diciendo que era una treta.
—Lo tengo.
—¿A dónde? —preguntó Zane con voz solemne. La fuerte sensación de muerte
inminente se cernía sobre ellos, haciendo que todo fuera tranquilo y surrealista.
Ty sacudió la cabeza.
—Me siento como si acabara de lanzar a uno de mis mejores amigos debajo de un
autobús.
—Dijiste que Bayou lo manejaría, ¿verdad?
—Sí —susurró Ty.
Julián miró entre ellos. Por primera vez, los dos agentes del FBI estaban
comenzando a asumir un aire de derrota. Se había formado un reticente respeto por
los dos hombres y no estaba tan ciego para no poder ver lo que habían hecho.
Podrían fácilmente haberles entregado cuando se dieron cuenta de que estaban
siendo perseguidos y les superaban en número. No tenían ningún interés en llevarle
a DC, aparte de que tenían órdenes. Estaban peleando, corriendo y arriesgando sus
vidas, simplemente porque Julian y Cameron necesitaban su ayuda. No había otra
razón para ello.
—Puede ser que conozca a alguien que nos pueda ayudar a llegar a DC —dijo
después de unos momentos de silencio para reflexionar.
Vio los ojos oscuros de Zane mirarlo por el espejo, Ty estaba mirándolo también,
jugando con su cinturón, como si algo le estuviera golpeando.
—Se retiró hace varios años, compró una... una tienda de antigüedades en
Gettysburg.
—¿Una tienda de antigüedades real, o del tipo que nos puede ayudar? —preguntó
Ty.
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—Una de verdad, por desgracia. Pero creo que todavía nos puede ayudar. Pilotaba
biplanos, era su hobby. Nos prestaría uno por un precio.
—¿Prestarnos uno? —preguntó Zane mientras mantenía sus ojos en la carretera.
—¿Un biplano? ¿Qué se supone que debemos hacer, pegarnos a las alas hasta
llegar a DC? –Gruñó Ty—. Yo no soy un puto hermano Wright, ¿vale?
—Bueno, no, pero todo habrá terminado cuando llegue a Washington DC. Dos de
nosotros podríamos ir, el otro se queda con Cameron.
—¿Puedes pilotar un avión? —preguntó Ty con una mirada incrédula a Julian.
—No. Esperaba que tú pudieras.
—¿Tengo aspecto de poder volar un avión? —espetó Ty, más irritable cuanto más
se frotaba la caja torácica.
Julian frunció los labios mientras miraba a Ty.
—Yo supuse, ya que has disfrutado tanto de la TSA
—Bueno, vamos a parar ahí —dijo Zane apresuradamente.
—Julian, ¿tu amigo será capaz de encontrar un avión más grande para nosotros?
¿Uno que pudiera pilotar? —preguntó Cameron mientras giraba en su asiento.
Julian se encogió de hombros.
—Se lo podemos pedir.
—Sí. Vamos a pedírselo —murmuró Ty—. Eso es estúpido.
—Bien —dijo Julian, su tono dejaba claro que estaba llegando al límite de su
paciencia—. Vamos a resolver esto como hombres.
—¿Qué quieres, MacGuffin, un duelo?
—No. —Julian tendió ambas manos, una palma extendida, la otra encima cerrada
en un puño—. Piedra, papel, tijera. Dos de tres.
Ty puso los ojos en blanco y extendió su puño, aparentemente dispuesto a jugar.
Julian se golpeó la palma de la mano tres veces, y Ty le imitó con su puño en el aire.
Pero cuando Julian lanzó papel, Ty metió la mano en su chaqueta con la otra mano y
sacó su arma, apuntando a Julian.
—Ty —dijo Zane, exasperado desde el asiento delantero.
—Glock, papel, tijeras. Yo gano.
—Eres un imbécil —murmuró Julian.
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Capítulo 12
Cameron miró a Julian mientras subían en el ascensor del Hotel Gettysburg hasta
el tercer piso.
—¿Crees que ese hombre que solías conocer todavía está aquí?
—Me gustaría pensar que sí. Si no está, está muerto y eso me angustiaría un poco
—respondió Julián, inexpresivo.
—¿Le conoces bien? ¿Era un amigo? —preguntó Cameron.
—Más un conocido. Un compañero de trabajo. —Julian miró de reojo a Cameron y
sonrió—. Se retiró por propia voluntad. Eso no sucede a menudo con la gente que
conozco.
Cameron puso los ojos en blanco y sonrió cuando se abrieron las puertas del
ascensor.
—Imagino que no, pero me gusta soñar.
—Hablas cuando sueñas —dijo Julian en voz baja, luchando con fuerza por evitar
la sonrisa en su voz. Tomó el codo de Cameron y dejó que sus dedos bajaran por el
brazo de su amante mientras salían del ascensor. Ty y Zane les habían dejado solos
para que exploraran la zona. Julian sabía que le estaban poniendo a prueba para ver
si podían confiar en él, y también sabía que Ty no había logrado salir de esa pelea tan
ileso como les hacía creer. Estaba herido, y Zane le había secuestrado en la habitación
del hotel tan pronto como habían llegado.
—Tenemos una habitación para nosotros esta noche —murmuró Julian a Cameron
con una sonrisa—. Lo estoy deseando.
—Ty y Zane todavía estarán al lado —dijo Cameron, pero su sonrisa no se
desvaneció. En todo caso, se hizo más amplia.
—Como si me importara en este momento. —Julian dejó de sonreír cuando
llegaron a la puerta de la primera habitación. Le guiñó el ojo a Cameron mientras
llamaba con los nudillos a la puerta tres veces.
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—A todos nos vendría bien una noche para dormir —dijo Zane.
—Estoy ansioso, Zane.
—Estás colocado por el agotamiento y los Cheetos.
—Una vuelta a la manzana no va a matar a ninguno de nosotros.
—No sabemos quién está buscándonos ahí fuera.
—¿Se me permite intercalar una opinión? —preguntó Julian con el ceño fruncido.
—No. Cállate —espetó Ty.
—Necesitamos más información y más horas de sueño antes de volver a salir.
Simplemente no puedes correr a ciegas —afirmó Zane, bajando la voz en un gruñido
enojado.
—No me refunfuñes con lo de correr a ciegas —murmuró Ty mientras se recostaba
de nuevo con un golpe.
—Ty, ponte tus bragas de chica grande y deja de quejarte, ¿de acuerdo? —gruñó
Zane, sentándose más derecho. Julian notó que una de sus manos se abría y cerraba
en un puño—. De ninguna puta manera vas a dejar esta habitación esta noche.
—Chicos —comenzó Cameron. Julian extendió la mano para tocarle el hombro y
detenerlo. Había visto discusiones de este tipo en su línea de trabajo, y a veces
terminaban con sangre. Con estos dos parecía prudente mantenerse al margen de la
discusión.
—¿De ninguna puta manera? –Repitió Ty con incredulidad—. ¿Qué eres ahora, la
policía de los paseos?
—Esperamos al contacto de Cross y por lo menos esperaremos hasta el anochecer
para ir a dar una vuelta —dijo Zane con carácter definitivo—. Y sigue siendo una
mala idea.
Julian carraspeó.
—Realmente, no vamos a saber de él hasta la mañana. Hasta entonces... —Julian se
encogió de hombros y se fue callando mientras trataba de medir la tensión entre los
dos hombres. La espalda de Zane estaba tiesa mientras se sentaba inmóvil y no
apartaba los ojos de Ty. Este estaba exactamente lo contrario, inquieto y agitado,
parecía estar en movimiento, incluso sentado relativamente quieto.
Cameron se acercó más a Julian, tomando su codo mientras esperaba la pelea que
se avecinaba.
—Odio cuando la madre y el padre pelean —dijo Julian en voz baja.
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—Cállate –espetó Ty, luego se volvió a Zane, que se había levantado—. Siéntate,
toma un baño de burbujas o algo así. Tengo que dar un paseo.
—¡Maldita sea! —Zane atacó sin previo aviso y golpeó la botella de agua,
enviándola a la alfombra y salpicando los pies de Julián—. ¡Voy a terminar en la
maldita casa de locos por tu culpa! —Extendió la mano y agarró la muñeca de Ty,
acercándolo más—. ¡Amarte me va volver jodidamente loco! ¡He dicho que no y lo
digo en serio!
Ty se quedó helado. Julian sólo podía ver la mitad de su cara, pero parecía estar
mirando a Zane, con la boca abierta.
Julián se dio cuenta de que estaba haciendo lo mismo. Después de varios
segundos, Zane cerró los ojos y exhaló.
—Lo siento. ¿Has dicho amarlo? —espetó Julian con incredulidad. Señaló a Ty—.
¿A él? ¿Tú y él?
—Julian... —Cameron le tiró del brazo, tratando de conseguir que saliera de la
habitación, y Julián se fue mientras seguía boquiabierto.
Ty y Zane se quedaron allí, congelados, Zane con la cabeza gacha, Ty mirándolo.
—No me lo esperaba —dijo Julian a Cameron por lo bajo.
—Es bueno saber que todavía se te puede sorprender —susurró Cameron—.
Ahora vamos.
Julian asintió y se volvió con Cameron, mirando hacia atrás a sus compañeros.
—Estaremos… en algún otro sitio —les dijo al llegar a la puerta.
No hubo respuesta cuando cerró la puerta detrás de ellos.
—Vaya —dijo Cameron en voz baja.
—De hecho —murmuró Julian. Miró a Cameron especulativamente, no estaba
seguro de cómo analizar la información que acababan de conocer y no estaba seguro
de qué hacer ahora que tenían toda una noche para ellos solos.
Cameron volvió a mirar la puerta. No salía ningún sonido.
—Venga. Vamos abajo.
—Y bebamos –agregó Julian, asintiendo con la cabeza. Sonrió de repente,
dirigiéndole una mirada socarrona a Cameron—. O podríamos ir a la cama. A
nuestra propia habitación.
—Que está al lado y tendrás la tentación de espiar —dijo Cameron, haciendo
gestos a la habitación al final del pasillo—. Compromiso —dijo, levantando los ojos
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al encontrarse con los de Julian con una sonrisa de respuesta—. Beber y luego
habitación. Sólo... dales un poco de tiempo.
Julian puso los ojos en blanco de manera exagerada cuando pasó el brazo por los
hombros de Cameron.
—Eres un romántico insufrible, ¿lo sabías?
—Y me amas por eso.
—Lo hago. —Volvió a mirar a la puerta—. Me pregunto si van a acabar a tiempo
de darse cuenta de que el tour de fantasmas es la mejor manera de reconocer el
terreno.
—Eres un depredador insufrible —dijo Cameron, la lengua en la mejilla.
—Y me amas por eso.
—Lo hago.
* *
Zane cerró los ojos mientras esperaba a que Ty dijera algo, pero este sonrió
lentamente y dio un paso hacia él.
—Nos acabas de marginar por completo ante los criminales —dijo mientras le
señalaba con el dedo.
—Me vuelves loco, ¿lo sabías? —soltó Zane con un gesto de la mano—. ¿Lo haces
a propósito, sólo para verme perder el control?
—A veces —dijo Ty con una sonrisa.
Zane suspiró de frustración total.
Ty se mordió el labio, mirando a su amante sólo porque podía. Creía firmemente
que ser capaz de sacar de quicio a Zane tanto como pudiera era uno de los aspectos
de su relación que había salvado a Zane de caer de nuevo en su pasado
autodestructivo. De vez en cuando, Zane necesitaba sentir que estaba vivo. Todo el
mundo debería ser capaz de sentir eso. Y si molestarle hasta el punto del homicidio
era lo que hacía falta, Ty estaba preparado para el desafío.
—¿A qué viene esto? —preguntó después de que Zane se quedara en silencio un
rato.
Zane negó con la cabeza, sus ojos yendo a la puerta de la habitación.
Ty le miró boquiabierto y señaló la puerta.
—¿Por los criminales?
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—Cariño —susurró Ty contra los labios de Zane. Nunca había sentido este tipo de
calor y la añoranza de otra persona. No sabía cómo lo hacía Zane, pero él sabía que
nunca habría nadie más para él. Quería que Zane lo sintiera también, que tuviera esa
seguridad, tanto física como emocional. Haría lo que fuera para asegurarse de que
Zane supiera que era suyo.
Deslizó la mano en el pelo de Zane, agarrando los rizos en la nuca y usándolos
para echarle la cabeza atrás, sólo para ser capaz de darle un beso más fuerte. Los
labios de Zane eran suaves y cedieron bajo los suyos mientras le besaba. Yacieron
envueltos el uno alrededor del otro y cuando se movió más, Zane rompió el beso con
un jadeo y mecieron sus ingles juntas a pesar de las capas de ropa entre ellos. La
mirada en sus ojos le dijo a Ty que estaba en el camino correcto. La respuesta de
Zane se perdió entre sus labios, pero separó las piernas por lo que pudo acomodarse
entre ellas.
Ty gimió cuando Zane se envolvió a su alrededor. Rompió el beso y se incorporó,
apoyándose con una mano mientras usaba la otra para tirar de la camiseta de Zane.
—Quítate esto —gruñó.
Zane no lo dudó. Tiró de la camiseta mientras Ty pateaba, y comenzaba a
desabrocharse el pantalón, apresurándose a arquear la espalda y empezar a
empujarlos hacia abajo por las caderas junto con los calzoncillos. Ty tuvo que
arrastrarse hacia atrás para dejar que se los quitara y empujó sus propios pantalones
y boxers por los muslos, se deshizo de ellos antes de arrodillarse entre las piernas de
Zane.
—Ven aquí —invitó Zane, extendiendo un brazo para tirar de él contra su piel
caliente.
Ty le cogió la mano y le besó los dedos, luego la palma, luego la muñeca. Tiró de
la mano de Zane, tratando de conseguir que se sentara. Lo hizo, conteniendo el
aliento y sentándose sin retirar la mano, y se puso justo en el círculo de los brazos de
Ty. Este deslizó los dedos entre los suyos mientras le besaba. Tuvo que inclinarse
sobre él para acercarse, levantándose sobre sus rodillas. Zane abrió más las piernas,
apuntalando las rodillas y apartando los pies cuando Ty se acercó. Una nueva oleada
de posesividad y deseo se extendió por su interior cuando miró a su amante. Pasó la
mano por el pelo de Zane, agarrando los rizos de nuevo para tirar de la cabeza hacia
atrás y darle un beso.
Sólo necesitó unos segundos para apretar las manos y forzar a Zane de vuelta al
colchón. Utilizó el cuerpo de Zane para auparse más cerca, instalándose entre sus
piernas, empujando sus caderas contra sus muslos, frotando su dura polla contra la
de Zane con un gemido. Este suspiró ásperamente mientras separaba más las
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piernas, dando cabida a Ty mientras deslizaba las manos sobre sus hombros y
espalda, por toda la piel que podía alcanzar. No agarró, ni pellizcó ni apretó, sólo
tocó. También murmuraba. Palabras desesperadas que sonaban como Te amo.
La mano de Ty fue a la parte posterior del muslo de Zane, tirando para que lo
levantara contra su cadera. Le besó lánguidamente, teniendo cuidado de deslizar sus
labios y lengua contra las suyos, queriendo darles a ambos la oportunidad de
saborear y sentir al otro, antes de perder todo control de sí mismos. Meció sus
caderas casi inconscientemente, frotando sus ingles juntas mientras se besaban. Zane
suspiró contra sus labios mientras seguía el ejemplo de Ty y se relajaba debajo de él.
—He querido esto —dijo Zane, sin aliento.
—Has tenido esto, Zane –dijo Ty mientras se tomaba un breve momento para
levantarse y ajustar su posición.
—Esto no –discutió Zane—. No hemos tenido esto.
Ty le rozó la nariz, asintiendo con la cabeza y comprendiendo.
—Lo tenemos ahora.
Se acomodó entre las piernas de Zane, la punta de la polla presionando contra el
culo de Zane. Tiró de su muslo otra vez mientras se tumbaba sobre él y se hundía en
otro beso más exigente. Zane curvó los brazos alrededor de Ty incluso mientras se
movía bajo su peso, tratando de crear fricción entre ellos.
Ty gimió con aprecio, deslizó la mano por la pierna de Zane para agarrar y tirar de
la cadera.
—¿Lubricante en mi bolsa o la tuya? —preguntó sin aliento, maldiciéndose por no
haber pensado en eso un poco antes del proceso de ponerles casi dolorosamente
excitado.
—¿Las dos? —respondió Zane con una risa suave. Mientras hablaba, pasó la mano
por su vientre hacia la polla erecta.
Ty le detuvo, sabiendo que si Zane empezaba a tocarse a sí mismo, nunca llegarían
a sacar el lubricante. Y deseaba desesperadamente estar dentro de Zane esta noche.
Apartó la mano de Zane y lo sostuvo hacia abajo contra el colchón.
—Dos segundos —dijo mientras se levantaba y miraba a Zane con avidez—. No
empieces sin mí.
Captó la sonrisa maliciosa antes de que Zane la escondiera. Ty rodó hacia atrás y
se arrastró hasta el borde de la cama, inclinándose para agarrar su bolsa y sacar la
bolsa de aseo de cuero que llevaba consigo.
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retenerlo cerca. Era lento y sensual, nada más que sus respiraciones jadeantes y el
beso húmedo.
Zane levantó la rodilla más alta, jadeando cuando Ty empujó. Este gimió, incapaz
de continuar simplemente balanceando sus caderas por más tiempo. Su mano dejó el
pelo de Zane para deslizarse por la parte posterior de su pierna, los dedos clavados
mientras se retiraba y empujaba.
Zane se estremeció debajo de él y soltó su nombre con voz ahogada.
—Por favor, cariño, tienes que... moverte. Más fuerte.
Ty le besó de nuevo, apretando la mano simplemente porque podía. Continuó los
empujes lentos, disfrutando del roce de sus cuerpos en lugar de tratar de llegar al
final antes de tiempo. Zane le apretó los dedos en los brazos pero Ty se mantuvo
constante. La tensión se liberó y Zane recurrió a hacer ruidos necesitados y a
balancear sus caderas para encontrarse con cada embestida.
Ty realmente no creía que alguna vez hubieran hecho esto. Lo habían intentado
varias veces, pero ninguno de ellos tenía la fuerza de voluntad para ir poco a poco
cuando el otro estaba pidiendo más y más rápido.
Levantó más la pierna de Zane mientras alargaba sus embestidas, pero se las
arregló para mantener la velocidad sensual, conduciéndose en Zane profundamente
y saliendo despacio para poder sentir los músculos de Zane apretando y tirando de
él. Disfrutaba del roce cada vez que se retiraba, y cada vez que empujaba de nuevo,
enviaba olas calientes de placer y de deseo por su interior.
—Joder, Zane —se encontró murmurando sin aliento cuando presionó su rostro
contra su cuello.
Sus cuerpos se mecían con el ritmo lánguido. La respuesta de Zane era un
murmullo satisfecho.
Ty levantó la cabeza y buscó su boca. Captó el ritmo, emparejado con su lengua. El
murmullo de Zane se convirtió en un gemido totalmente audible y comenzó a
moverse bajo él, frotándose mientras se besaban, rodando sus caderas y deslizando
su polla contra el vientre de Ty.
Este gimió contra sus labios. Se entregó al beso durante unos cuantos segundos
antes de empujarse con ambas manos. Follar a Zane cuando estaba realmente en ello
era un poco como montar un toro mecánico. Era mejor contenerlo o Ty acabaría en el
suelo.
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Se agarró a sus caderas, tirando de Zane con él. Sus caderas descansaron sobre los
muslos abiertos de Ty, sus piernas abiertas a cada lado. Ty dejó que sus manos
recorrieran el cuerpo tenso mientras se mecía en él.
—Oh Cristo, sí —susurró Zane. Arqueó la espalda y Ty arrastró los dedos por su
vientre.
Alargó la mano hacia el lubricante aún abierto con una mano y salió casi por
completo, dejando que la cabeza de su polla abriera los músculos de Zane. Sostuvo la
cadera de Zane con la otra mano y rápidamente se sirvió una generosa cantidad en
su propia polla y en Zane, empujando poco a poco hacia él mientras lo hacía.
—Oh Dios, vas a follarme hasta volverme totalmente loco, ¿verdad? —Preguntó
Zane, con voz quejumbrosa y sin aliento.
Ty arrojó la botella a un lado y asintió con la cabeza.
—Así es como me gustas —dijo, con la voz tensa y áspera. Tomó las caderas de
Zane y lo atrajo más cerca, empujando en él con fuerza mientras lo acomodaba en su
regazo.
La respuesta de Zane empezó como un resoplido, luego se elevó a un grito y un
jadeo de asombro.
—Por favor –dijo, su voz pesada con la excitación. Se emparejaba con el placer
escrito por todo él.
Ty clavó los dedos en la parte posterior de los muslos de Zane, arrastrándolos
hasta las rodillas para envolver las piernas de Zane a su alrededor. Entonces cogió su
polla resbaladiza, la agarró y esparció el lubricante con varios tirones lentos.
—Sí —susurró Zane mientras levantaba las caderas para empujarse a la mano de
Ty.
Este cerró los ojos y gimió en voz alta, dejando que el movimiento de Zane hiciera
el trabajo mientras él aceleraba. Podía oír las respiración trabajosa y jadeante de
Zane, el roce de las sábanas mientras se movían. Sus piernas estaban apretados a su
alrededor, y luego sintió el ligero roce de dedos por el pecho hasta el vientre. Abrió
los ojos con dificultad, mirando la mano de Zane mientras le rozaba. Estaba distraído
por la visión de su propia polla empujando en el culo de Zane, por sus dedos
envueltos alrededor de Zane, acariciándolo. Apretó la mano en su cadera mientras
alzaba la mirada para encontrarse con sus ojos.
Estaban vidriosos y casi negros, pero fijos en él.
Zane siguió moviendo su mano, acariciando suavemente su piel enrojecida. Dijo
su nombre en voz baja, incluso con reverencia.
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Ty se movió, se inclinó sobre él para besarlo con rudeza. Balanceó las caderas
mientras se movía, y continuó los fuertes empujes mientras el beso se convertía en
algo duro. Zane se sacudió bajo él, tratando de obtener más, su polla resbaladiza se
deslizaba a lo largo de los firmes músculos de sus abdominales. Finalmente gruñó,
agarró el culo de Ty, y tiró de él con fuerza. El movimiento hundió el pene de Ty
profundamente, golpeando sus cuerpos juntos. Su grito de placer fue amortiguado
por la boca de Ty.
Este rompió el beso con un jadeo y empujó con fuerza varias veces sólo para
observar el despliegue de todo tipo de emociones en el rostro de Zane, que
generalmente era muy bueno en ocultar: placer, excitación, urgencia, incluso un poco
de desesperación en su ceño fruncido, ojos cerrados con fuerza y el maltratado labio
inferior, los dientes todavía hundidos en él.
Ty desaceleró el ritmo de nuevo, inclinándose para besar los labios de Zane.
—Te amo —susurró, las palabras meros susurros contra los labios de Zane.
Zane exhaló con un tartamudeo y abrió los ojos para mirar a Ty. Levantó la mano
para trazar con los dedos sus labios y mejilla. Luego habló, sus palabras cargadas de
emoción.
—Yo también te amo.
Ty le besó suavemente de nuevo, luego se empujó hacia atrás, rodando las caderas
para abrirse camino más profundamente. Tiró de las caderas de Zane y lo sentó de
nuevo en su regazo.
Le tomó en la mano otra vez, acariciándolo más rápido esta vez mientras
aumentaba la velocidad de sus propios envites.
Las manos de Zane golpearon el colchón antes de acomodarse sobre las rodillas de
Ty, aferrándose a él.
—Loco ahora… —dijo, jadeando. Su respiración se aceleró mientras se estremecía
debajo de Ty, y sus caderas se movían sin parar, con Ty dentro de él.
—Vamos, cariño –instó Ty en un susurro sin aliento.
Zane apretó los dientes mientras miraba a su amante, y Ty vio como sus ojos se
desenfocaban mientras dejaba de respirar y se ponía tenso. Su polla palpitó en la
mano de Ty. Zane se convulsionó en una serie de gemidos inarticulados, evidencia
de su profuso orgasmo sobre los dedos de Ty. Este miró con avidez mientras seguía
acariciándolo, luchando con fuerza contra el impulso de embestirle a través de su
orgasmo.
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se las arregló para mantener el ritmo lánguido que había establecido. Ambos estaban
empapados de sudor, aunque la habitación estaba fría y donde su piel tocaba la de
Zane parecía estar en llamas. Una gota de sudor bajó por su nariz y cayó sobre el
pecho de Zane.
Sus movimientos se hicieron más fuertes, teñidos de frustración mientras la lenta
acumulación de placer continuaba. Cada empuje mecía a Zane, juntando sus cuerpos
con más fuerza.
Este levantó las piernas lo suficiente para envolverlas alrededor de Ty, cambiando
el ángulo de sus empujes y profirió un largo grito desesperado cuando golpeó su
próstata.
—Oh, Dios, cariño, tan bueno.
Ty miró a Zane mientras intensificaba sus embestidas, manteniendo el mismo
ángulo y embistiendo con fuerza durante unos segundos antes de volver a las
embestidas lentas y profundas.
Le encantaba ver a Zane ser follado.
Quería mantenerle con él, follarle de esta manera hasta que se corriera otra vez,
hasta vaciarse él mismo en su interior una y otra vez y dejarlos totalmente
desgastados, pero no creía poder hacerlo. Era demasiado tentador dejarse ir y
tomarle fuerte y rápido cuando estaba tan cerca de correrse él mismo.
—Cariño –suplicó con voz áspera y tensa mientras se tumbaba sobre Zane otra vez
y apretó la frente contra el pecho de Zane.
—No te detengas –volvió a rogar Zane. Envolvió los brazos con fuerza a su
alrededor, inclinando sus caderas hacia atrás con cada lento empujón para tratar de
tomarle más profundo—. Por favor, dame más.
La voluntad de Ty se rompió. Levantó la cabeza y envolvió los brazos alrededor
de Zane, abrazándolo. Brevemente, se permitió el placer de follarle, fuerte y rápido,
casi saliendo de él cada vez antes de penetrarle de nuevo y volver a él. Zane gritó y
pasó las uñas por su espalda mientras sus cuerpos se unían.
Cuando Ty sintió el orgasmo casi sobre él, se detuvo y sostuvo a Zane cerca,
respirando de manera entrecortada y el cuerpo gritando por su liberación. Cuando
decayó, les hizo rodar hasta que estuvo de espaldas y Zane sentado a horcajadas
sobre él, su polla todavía enterrada en su interior.
Zane necesitó un momento para equilibrarse, pero acomodó su peso sobre las
rodillas y se movió sobre la polla de Ty. Extendió las manos para tomar cada una de
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hacia atrás con fuerza. Luego se inclinaba, apoyaba una mano, y comenzó a montar
Ty en serio, sus pelotas y la polla medio dura atrapadas entre ellos.
Ty gritó y sacudió las caderas. Se levantó sobre los pies para darle más apoyo y
trató de encontrarse con los movimientos de Zane. Sus cuerpos húmedos chocaban y
podía sentirse empujando más allá de ese apretado anillo de músculos con casi cada
uno de los movimientos de Zane. No pasó mucho tiempo para que se arqueara, el
orgasmo pareció comenzar en los dedos de los pies y atravesarle por completo.
Sus dedos se aferraron al hombro y el costado de Zane con urgencia mientras
empujaba su polla en él por última vez, y Zane seguía moviéndose, montándolo con
fuerza a través de los pulsos de su orgasmo. Ty finalmente gritó, un sonido ronco y
desesperado, clavando las uñas en la piel de Zane mientras corcoveaba con las
caderas.
Se estremeció cuando Zane finalmente redujo la velocidad y se inclinó para darle
un beso.
Los dedos de Ty se sacudieron mientras se estiraba a por él. Todo su cuerpo lo
hizo. Besó a Zane con alivio, le envolvió con los brazos y le abrazó. Zane suspiró y se
acomodó sobre él, presionando su pecho contra la piel sudorosa de Ty y depositando
suaves besos en su sien.
Ni siquiera trató de calmar su respiración, simplemente se permitió jadear en
busca de aire mientras abrazaba a Zane y luego cerró los ojos.
—Eso fue divertido —dijo, sin aliento.
El suave murmullo de la risa de Zane reverberó a través tanto de sus pechos y
asintió con la cabeza.
—Vamos a necesitar un toalla muy grande —murmuró Ty mientras volvía la
cabeza para presionar la boca contra la sien de Zane.
Zane se rió de nuevo y suspiró.
—Ducha.
Ty tarareó una negativa.
—Entonces no oleré a ti cuando despierte.
Zane se incorporó sobre un codo para poder mirarle.
—Eso es… ridículamente romántico.
Ty se rió.
—No suenes tan sorprendido.
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Capítulo 13
El suave clic de la puerta sacó a Cameron de su sopor, abrió los ojos soñolientos
cuando la cama se hundió al otro lado. Era Julian, de regreso de una patrulla del
hotel, lo más probable. Cameron sonrió. El instinto protector de Julián era uno de sus
rasgos más entrañables. Deslizó la mano de debajo de la almohada para agarrar la
suya. Los dedos fríos de Julian se deslizaron por su mano en la oscuridad. Le sintió
moverse, acomodándose en la cama con sus cuidadosos movimientos habituales.
—Vuelve a dormir —susurró, casi al oído de Cameron.
Cameron se acurrucó contra su calidez.
—¿Todo bien? —Murmuró antes de bostezar.
Julian le rodeó con los brazos, acercándolo más. Suspiró mientras acomodaba a
Cameron contra su pecho y apoyaba la barbilla en su coronilla. Fue el mismo sonido
de satisfacción que casi siempre hacía cuando sostenía a Cameron.
—No estoy seguro. He hecho varios intentos de contactar con Preston, pero él…
simplemente se ha ido.
—¿En serio? —Cameron se despertó un poco, a pesar de que se acurrucó lo más
cerca que pudo, inhalando el aroma cálido y picante de Julian—. ¿Qué significa eso?
—Espero que signifique que es inteligente y se ha largado antes de que pueda ser
arrastrado a esto también.
—Sin embargo, no lo crees.
—No. Preston no huiría. Tengo un presentimiento horrible.
Cameron se envolvió a su alrededor con el ceño fruncido, sabiendo que no había
mucho que pudiera hacer para aliviar la preocupación o el estrés.
No habían oído hablar en la otra habitación desde hace rato y Cameron se
encontró sonriendo mientras pensaba en los dos duros agentes del FBI mordaces.
—Es tan mono. Están enamorados.
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—Es como ver dos gatitos peleando con machetes —murmuró Julian.
—Julian.
—¿Qué? ¡Es extraño!
—No, no lo es. Son perfectos el uno para el otro. Pobre Zane, sin embargo —
murmuró Cameron—. Enamorado de Ty Grady. —No podía imaginar lo frustrante
que sería. Entonces Julian inhaló, y Cameron se rió entre dientes ligeramente. Sí, en
realidad podía—. ¿Te he dicho que Ty abrazó a Wesson, cuando estuvo en el
apartamento?
—¿Lo abrazó?
—Lo levantó y lo abrazó como a un bebé. Debería haber sabido en ese momento
que él era tan malo como tú.
—Interesante. Has mencionado que lo levantó. ¿Y Wesson le dejó?
—Ronroneó.
—Dios mío.
—Y luego rogó por más.
—La pequeña ramera.
Cameron se rió, ocultando el rostro en el hombro de Julian.
—Me temo que mi opinión de ambos se ha modificado ligeramente —admitió
Julian—. Grady sigue siendo un completo gilipollas, por supuesto, pero…
Cameron parpadeó y se echó hacia atrás para ver la cara de Julian.
—¿Por qué?
—Es dos veces más aterrador, trabajar con alguien a quien amas. Un error podría
costarte todo. Hace que lo que hacen sea mucho más... impresionante.
—Eso es lo que haces conmigo, cariño —dijo Cameron suavemente.
Julian rió.
—No, yo puedo confiar en que serás inteligente y no te meterás en problemas. Por
lo general, no estás… en el meollo de las cosas.
Cameron le dio un manotazo en el pecho.
—Tú lo eres todo para mí —le susurró Julian al oído.
—Sabes que eres imposible de resistir —dijo Cameron con un resoplido,
abrazándolo de nuevo. Suspiró y añadió—: Creo que debo haberte amado antes de
que me dijeras una palabra.
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* *
Zane observaba la puesta de sol y la habitación llenarse de oscuridad en los pocos
minutos que Ty estuvo en el baño. Se estiró en la cama, disfrutando del lubricante
resbaladizo y el semen entre los muslos. La fatiga muscular completada con la
saciedad hizo que mente vagara mientras esperaba que su amante volviera. Metió el
brazo detrás de la cabeza y miró hacia el techo mientras su mente vagaba por las
reflexiones y recuerdos de Ty, no era una gran sorpresa; ahí era donde su mente
vagaba casi siempre.
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La puerta del baño crujió cuando Ty la abrió, pero ese fue todo el ruido que hizo
cuando se arrastró a través de la oscuridad. Zane casi no le podía ver, pero la tenue
luz se reflejaba en su piel desnuda y la toalla blanca que tenía en la mano.
Siempre era divertido y excitante ver a Ty moverse, desnudo o no. Era como un
gato salvaje, delgado, todo movimientos económicos y suaves que hipnotizaban. Se
acercó a la cama, pasos cuidadosos, con los ojos todavía adaptándose a la oscuridad.
Se arrastró hasta la cama y sobre Zane sin decir una palabra, teniendo cuidado de no
frotarse contra su vientre pegajoso. Le dio un sonoro beso antes de bajar y dejar la
toalla sobre el pecho de Zane.
—¿Estás bien? —preguntó en un susurro.
Zane asintió y utilizó la toalla, pero mantuvo sus ojos en Ty. No quería apartar la
mirada.
Ty sacudió la cabeza, sonriendo de manera que Zane pudo ver el blanco de sus
dientes. Se movió, estirando los hombros antes de rodar hacia un lado y apoyar la
cabeza en una mano mientras miraba a Zane. Sería sorprendente que ambos
durmieran en la cama de matrimonio sin que uno o ambos terminaran en el suelo al
menos una vez. Pero Zane pensó que simplemente podría acurrucarse alrededor de
Ty lo suficiente para que no importara.
Zane terminó con la toalla y la tiró al suelo. Cuando miró hacia atrás, esa sonrisa
seguía en su sitio en los labios de Ty. Resopló, disfrutando de la chispa en los ojos de
Ty. Extendió la mano y dejó que sus dedos le rozaran la mejilla para vagar a la
brújula en su cuello.
—Sabes cómo romperme.
—Eso es lo último en mi mente —murmuró Ty. Se deslizó hacia delante y
presionó sus labios contra los suyos. No trató de profundizar el beso o tentarle como
era su costumbre. Fue un gesto simple, dulce, que terminó demasiado pronto cuando
rodó sobre su espalda una vez más.
Puso un brazo bajo la cabeza y estiró el otro bajo el cuello de Zane.
—Ven aquí —dijo en voz baja.
Zane se movió para acurrucarse contra el cálido cuerpo de Ty bajo la curva de su
brazo. Deslizó la mano sobre la cintura de Ty y acomodó allí su brazo para poder
abrazarle también.
Ty volvió la cabeza lo suficiente para acariciarle la nariz y la boca. Envolvió un
brazo alrededor de los hombros de Zane y lo abrazó, llevando la otra mano a la
cintura para descansar sobre la mano de Zane. Se quedó en silencio, con el cuerpo
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flojo y quieto. Zane casi nunca había sentido a Ty cuando estaba verdaderamente
relajado. Incluso en el sueño o después de beber, sus músculos siempre parecían
estar tensos y tirantes, su cuerpo listo para la acción.
Zane suspiró.
—Ojala tuviera este efecto en ti más a menudo.
—¿Qué efecto?
—Éste —dijo Zane mientras deslizaba la mano por el torso de Ty hasta que pudo
trazar los rasgos relajados de Ty con los dedos—. Estás tan relajado. Es todo un
espectáculo.
—Yo siempre estoy relajado —murmuró Ty, aunque la sonrisa en su voz le dijo
que se estaba burlando de él. Abrazó a Zane y le besó la frente.
—¿Es este el resultado de tu pequeño sabático?
—Parte. En gran parte es mi peligrosa falta de cafeína en estos momentos.
Zane sonrió, y no pudo evitar preguntar:
—¿De dónde viene el sándalo?
—Deuce. Su novia loca por el yoga le ha metido en la cosa de la terapia aromática.
Se supone que alivia el estrés. No sé si funciona; simplemente creo que huele bien.
Zane se echó a reír, y Ty se rió con él. El calor que empapaba a Zane era
embriagador y adictivo. No podía recordar haber estado tan contento estando
simplemente callado junto a Ty, aunque siempre era agradable. Ahora significaba
aún más, porque sabía exactamente lo especial que era.
Jamás habría imaginado, incluso después de su primera noche juntos, cuando Ty
le había abrazado durante toda la noche, que podrían tener esto.
—Cuando nos conocimos, estaba seguro, de que eras un hombre de solo mujeres –
dijo Zane. Le dio un suave beso en el hueco del hombro.
Ty rió.
—Tenías medio razón.
Zane se incorporó para poder mirarle.
—¿Cómo funciona eso? —preguntó, con una sonrisa tirando de sus labios.
—¿Qué?
—¿Medio recto? ¿Medio mujeres? —Zane le pinchó el vientre, el dedo golpeando
duro músculo—. Nunca has mencionado a ningún otro hombre.
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sentí así en ese momento. Lo suficiente como para asustarnos. Decidimos que
teníamos que alejarnos antes de que fuera demasiado tarde. —Cerró los ojos y
respiró hondo—. Por eso me uní a los marines, ya sabes. Nunca se lo he contado a
nadie.
Zane parpadeó sorprendido.
—¿En serio? Creía que estabas siguiendo la tradición familiar. Semper Fi y todo
eso.
—Eso sólo lo hizo fácil de explicar. Nadie hizo preguntas; todos asumieron que
estaba siguiendo los pasos de papá. Ya había pensado en ello, era algo que sabía que
quería hacer, sabía que sería bueno. Pero de repente fue también una vía de escape.
Zane arrastró un dedo por el pecho de Ty mientras escuchaba, mirando absorto su
rostro.
—Mira, durante mi último año en la escuela secundaria estábamos jugando un
partido importante en el fin de semana de regreso a casa. Yo era el defensa. No
recuerdo por qué, casi nunca jugaba de defensa. Pero esa noche sí, despedí al
quarterback del equipo contrario. También era mayor, jugaba a los mismo deportes
así que le conocía un poco por los partidos que habíamos jugado uno contra el otro.
Le rompí la pierna.
Se estremeció con el recuerdo, y Zane sonrió. Siempre era fascinante descubrir con
que simpatizaba Ty.
—Su último partido en casa y tuvo que ser retirado del campo en un carrito. Al día
siguiente fui a verlo, a decirle que lo sentía. Era su pierna izquierda, escayolada hasta
el muslo, así que no podía conducir un coche sin cambios, no podía moverse. Me
sentía culpable, así que... –Se rió de repente ante la memoria—. Le escribí mi número
de teléfono en la escayola y le dije que me llamara cuando tuviera que ir a alguna
parte. Terminamos... pasamos mucho tiempo juntos. Nos llevábamos bien.
—¿Fue tu primera vez?
—Sí. —Ty se acercó y sin pensar se enrolló el pelo de Zane en el dedo—. Su
nombre era David.
Zane ladeó la cabeza para estar más cerca de los dedos de Ty. Era un acto muy
íntimo, y le encantaba lo que Ty estaba haciendo, aparentemente sin pensar en ello.
Sonrió ante la idea de un Ty adolescente coqueteando con un tipo al que literalmente
había mutilado la noche anterior, escribiendo su número en la escayola para que le
llamara. Era dulce, de alguna manera muy de Grady.
—¿Lo has visto desde entonces?
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hombre más de lo que me habían gustado las mujeres. Era divertido, una buena
manera de desahogarse, muy caliente.
Ty asintió, quedándose inmóvil mientras frotaba el pulgar hacia atrás y adelante
sobre la mano de Zane. Este podía sentirle relajándose contra él de nuevo, el cuerpo
aflojándose y volviéndose más lánguido mientras le abrazaba. Sonrió y se movió a
acostarse de nuevo, esta vez apoyando la mejilla sobre el esternón de Ty.
—Háblame de la mujer. Una mujer entre tantas —bromeó.
Ty gimió y se estiró debajo de él.
—Tenía la esperanza de que lo dejaras pasar –dijo, sólo medio en broma.
—Apenas –respondió Zane, arrastrando las palabras. Apretó los labios contra la
piel de Ty un momento—. Cuéntamelo de todos modos.
Ty carraspeó.
—Su nombre era Ava —dijo derrotado—. La conocí cuando estuve en Nueva
Orleans. Casi le propuse matrimonio.
—¿En serio? —soltó Zane y levantó la cabeza para mirarle.
Ty sonrió y se encogió de hombros.
—Nunca pude convencerme de que era una buena idea. Estaba en lo cierto. No
pegaba.
—Por eso que estoy sorprendido —admitió Zane.
—¿Por qué? —preguntó Ty, moviéndose incómodo, pero mirando a los ojos de
Zane de todos modos.
—Porque pegas conmigo.
Ty apretó los labios, mirando a Zane preocupado un momento antes de levantar la
mano y deslizarla por su mejilla.
—No la amaba. Y no fui yo quien le puso fin —admitió.
—Lo siento —susurró Zane, aunque en el fondo no lo sentía. Ty sacudió la cabeza.
Zane lo estudió durante un largo momento—. ¿Cuánto tiempo hace de esto?
—Justo antes del Katrina —murmuró Ty, frunciendo el ceño mientras trataba de
recordar cuantos años habían pasado.
—Cinco años este verano. —Dijo Zane. Hizo una pausa y tragó saliva antes de
preguntar—: ¿Te… todavía te duele?
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—Bueno... tenía como algo de miedo de que volviera a intentarlo con un cuchillo
más fácil de lanzar —respondió Ty, riendo. Se mordió el labio, mirando a Zane con
ojos que brillaban incluso en la penumbra—. No. El huracán golpeó. La ciudad
acababa de ser... borrada del mapa, más o menos. Durante días no hicimos nada más
que sobrevivir. Sacar a gente del agua, niños, animales y ancianos. Yo y todos los
demás lloramos por nosotros mismos hasta dormir cada vez que teníamos la
oportunidad. Todo lo que podía hacer era asegurarme de que todos estaban bien,
todos los que había conocido, ya sabes, mientras estuve de incógnito. Pero cada
encubierto de Nueva Orleans que perdió la tapadera tuvo que ser trasladado
después de que la búsqueda y rescate se convirtiera en recuperación de cuerpos y
comenzaron a sacar a la gente. No nos dieron la oportunidad de quedarnos. Así fue
como terminé en Baltimore. Nunca la volví a ver después de esa noche.
Zane no entendía. Si Ty realmente se había preocupado por ella, si había pensado
que podría haberla amado, ¿cómo se había dado por vencido tan fácilmente?
Ty se movió y miró a Zane con un suspiro.
—Te ves... molesto. Te estás preguntando por qué no me esforcé más por
recuperarla, ¿no? —Ty asintió, como si respondiera a su propia pregunta—. Me
preocupaba por ella, lo hacía. Pero después de una o dos semanas me di cuenta de
que ella no era lo primero en lo que pensaba cuando despertaba. Y cuando me
pasaba algo durante el día, ella no era la primera persona en la pensaba que tenía que
contárselo. —Miró a Zane y sonrió—. No como tú. No estaba enamorado de ella. Ella
se merecía a alguien que sí lo estuviera.
Zane pensó qué decir. No iba a darle clichés, serían descartados de todos modos.
—Siento que tuvieras que pasar por eso. Pero no siento lo que pasó. De otra
manera no te tendría.
Ty le acercó más.
—Es curioso cómo funciona la vida, ¿eh?
—Sí —dijo Zane mientras se metía en los brazos de Ty. Ambos habían perdido
mucho en el camino. Tenía que recordar eso.
El calor del cuerpo de Ty junto al suyo y su respiración tranquila era relajante y
familiar, y Zane se encontró hundiéndose en él.
—¿Estás bien con todo eso? —preguntó Ty finalmente.
—Es tu pasado. No puedes cambiarlo más de lo que yo puedo cambiar el mío.
Estoy bien con eso. A menos que vayamos allí de vacaciones durante el Mardi Gras,
entonces podría estar alerta. Estuve allí una vez con Becky. Nos encantó.
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Armados y Peligrosos
Cut and Run 5
—Si alguna vez vuelvo voy a tener que hacerlo encerrado y atado –dijo Ty—. Dejé
demasiados cabos sueltos cabreados por allí, entre ellos un papi cajún al que
realmente le gusta el vudú.
Zane soltó una carcajada antes de poder evitarlo. Sabía lo supersticioso que era Ty,
y que tuviera miedo de un padre manejando vudú por una antigua llama era
sumamente divertido.
Ty rodó a su lado para mirarle. Extendió la mano para tocar la barbilla de Zane
con sus dedos.
—Todavía tenemos mucho que aprender el uno del otro.
Zane pensó que era un jodido eufemismo. Sonrió cuando los labios de Ty rozaron
los suyos.
—Eso no es malo.
—No. —Ty sonrió contra los labios de Zane—. Estoy deseándolo.
Zane cerró los ojos, el calor de la alegría se apoderó de él, mientras se envolvían
uno alrededor del otro y trataban de dormir.
—¿Deberíamos poner una alarma? –preguntó Zane después de un minuto. La
respiración de Ty había caído a un ritmo bajo y tranquilo, Zane pensó que podría
haberse dormido.
Pero sacudió la cabeza como respuesta. Se tocó el pecho antes de deslizar la mano
sobre la de Zane.
—La alarma está incorporada.
Zane sonrió mientras enterraba su rostro en el pecho de Ty. Se quedó dormido, el
calor del cuerpo de Ty y el débil olor a sándalo le llenaron de una sensación de
tranquilidad que rara vez había experimentado.
Estimó que se trataba de varias horas más tarde, aún mucho antes del amanecer,
cuando despertó al sentir que el colchón se hundía y Ty se levantaba de la cama.
Tuvo que moverse con cuidado en la oscuridad mientras revolvía buscando su
ropa y se vestía. Era dolorosamente obvio que estaba tratando de ser silencioso,
tratando de no despertar a Zane. Este estaba escuchando, casi dormitando. Ty se
sentó a la mesa en un rincón y se puso las botas, cuando se puso de pie, se inclinó
sobre la mesa un momento, escribiendo una nota.
—Joder, Ty, otra vez no —murmuró Zane.
Ty dio un salto y se volvió para mirarlo.
—Imbécil —susurró—. Me has asustado.
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* *
Cameron ni siquiera tuvo la oportunidad de jadear en busca de aire. Se agarró a
los brazos que lo rodeaban y golpeó una mano sobre los dedos que le cubrían su
boca, tratando de despertar cuando sintió que lo levantaban de la almohada.
—Estás bien, cariño —la suave voz de Julian le tranquilizó mientras le sacaba de la
cama. Sin embargo, había un trasfondo de algo más en su tono de voz, algo asustada
y urgente—. Quédate tranquilo.
Cameron asintió y respiró tembloroso cuando Julián apartó la mano de su boca. Se
puso de pie cuando Julian le soltó un momento más tarde, pero Cameron no tenía
intención de alejarse ni un centímetro. Algo había asustado a Julian, y eso nunca era
bueno.
Julian estaba tenso y silencioso, los ojos oscuros clavados en la puerta de la
habitación y su oído ladeado hacia la pared que separaba su habitación de la de Ty y
Zane. Podían oír fácilmente a través de las paredes; lo habían averiguado antes.
Julian no tenía ningún arma encima. Si había alguna amenaza, se enfrentarían a
ella desarmados.
—Ponte los zapatos —susurró Julian—. No hagas ni un sonido.
Alejarse de la seguridad de la presencia de su amante era más difícil de lo que
Cameron se imaginaba. Metió los pies en las zapatillas y se agachó para atarlas.
Apretando los cordones, miró a Julian, tratando de obtener una idea de la situación.
Julian estaba inmóvil, casi sin respirar mientras miraba fijamente a la puerta. No
estaba mirándola directamente, sino más hacia un lado, como si tratara de ver por el
rabillo del ojo. El suave sonido de voces se filtraban a través de los gruesos muros, y
Julián se movió súbitamente, girando la cabeza hacia la derecha para mirar alrededor
de la habitación. Cameron dio un paso atrás cuando Julian prácticamente se abalanzó
sobre la mesa a varios metros de distancia, cogió la lámpara del escritorio y tiró del
cable de la base. Metió la mano en la pantalla y desenroscó la bombilla, luego sacó el
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Julian siguió arrodillado sobre él, tensando el cable. Sonaron disparos a través de la
gruesa puerta sobre su cabeza, y Julián se estremeció y se cubrió la cabeza, rodando
lejos de la puerta.
—¡Cam, permanece abajo! –Gritó en un susurro ronco.
Más ruidos venían de fuera, gritos y cristales rotos, golpes y más gritos, y
Cameron se cubrió la cabeza instintivamente. Más disparos, dos, tres, tal vez cuatro
tiros. Luego todo quedó en silencio por un largo momento.
—Dos hombres abajo. —La voz era aguda, cortante y familiar, cerca de la puerta.
Luego, más fuerte—, ¿Cross? ¿Estás ahí? —Cameron dejó escapar el aliento. Era
Zane.
Julian no respondió. Cameron le oía respirando entrecortadamente, en algún lugar
en la oscuridad cerca de la puerta.
—¿Cross? ¿Cameron? –Zane lo intentó de nuevo, su voz seguía siendo monótona.
Cameron se mordió el labio. Julian habría dicho algo si quería, así que Cameron
mantuvo la boca cerrada. Entonces oyó que la puerta rota se abría y echó un vistazo.
Tan pronto como la sombra del agente entró en el portal, Julian se movió.
Envolvió un brazo alrededor del cuello de Zane, sosteniendo la bombilla rota contra
su garganta mientras utilizaba el cuerpo de Zane para escudarse de cualquiera que
estuviera fuera.
Un segundo después, la luz se encendió y Ty entró en la habitación con su arma en
la mano, los ojos fijos en Julián y Zane.
—No voy a pelear contigo, Cross —dijo Zane, manteniendo ambas manos hacia
abajo y a los lados.
—Suéltale, MacGuffin, acabamos de salvarte el culo —le dijo Ty, sin mover el
arma.
—Nadie podía saber que estábamos aquí. Nadie más que vuestros hombres.
Comprueba sus placas –ordenó Julian. No aflojó la presión que ejercía sobre el cuello
de Zane.
Ty levantó la mano para calmar a Julián y se agachó, hurgando en los bolsillos del
muerto mientras mantenía sus ojos y su arma en Julian. Cameron se movió detrás del
sillón, agachado por ahora.
Un momento después, Ty sacó una placa y la sostuvo en alto, mirándola con
asombro cuando la abrió. Decía FBI en grandes letras azules.
—Ves —gritó Julián—. ¡Son tu gente!
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—No son nuestra gente —dijo Zane—. Déjalo, Cross. Los dos sabemos que podría
haberte disparado dos veces antes de que me atraparas.
—Pero no lo hiciste, tu culpa —dijo Julian—. Grady, el arma.
—Que te jodan —dijo Ty mientras continuaba registrando los bolsillos del muerto.
Sacó un cable en espiral claro de detrás de la oreja del hombre y silbó cuando lo
sostuvo en alto—. Esto no es material de la Oficina.
Julian relajó su agarre sobre Zane mientras miraba el auricular. Cameron se puso
de pie y se preguntaba si alguna vez había visto a un hombre tan cercano al tamaño
de Julian a su lado. Por detrás, o tal vez al lado, podría confundir a Zane Garrett con
Julian, y eso seguía desconcertándole incluso después de todo este tiempo con él.
—Sabíamos que había algo más en esto —les recordó Zane, con la espalda aún
contra el pecho de Julian, a pesar de que no parecía particularmente preocupado por
el cristal roto manchado de sangre contra su garganta—. Creo que podría ser un poco
más importante marcharse ahora mismo.
—De acuerdo —dijo Julian al instante. Dejó caer la bombilla y se volvió para mirar
hacia Cameron.
—¿Cómo nos encontraron? Esto fue al azar, joder —preguntó Ty mientras se
levantaba. Parecía enojado.
Mientras Zane y Ty seguían hablando, Cameron desconectó. No importaba lo que
dijera, iría con ellos. Sus ojos se desviaron de Julian, a la confusión de la cama, al
suelo lleno de destrozos entre ellos, al cuerpo caído de un hombre muerto con un
cable de lámpara enrollado alrededor de su garganta. Cameron dejó escapar un
suspiro tembloroso. Sabía que la vida con Julián era así a veces, pero eso no
significaba que fuera fácil de manejar o entender.
Julián se acercó a él y lo abrazó con fuerza, parecía sentir que eso era lo que
necesitaba. Y lo era, ser abrazado y consolado. Cameron suspiró y echó la cabeza
hacia atrás para encontrarse con los ojos de Julián.
—¿Estás bien?
Julian asintió.
—¿Y tú?
—Sí. —Cameron no miró al cuerpo, sino hacia los dos hombres que registraban los
otros cuerpos, las palabras volando rápidas como el fuego entre ellos. No había
estado prestando atención para saber si Ty y Zane estaban trabajando o insultándose.
Por lo que sabía, podría ser lo mismo.
—Esto no es seguro.
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—No –estuvo de acuerdo Julian, mirando a los dos agentes. Apretó el brazo de
Cameron—. Vístete, Cameron, ¿de acuerdo? Nos vamos tan pronto como estos dos
idiotas resuelvan esto.
Cameron asintió. Quería hacer preguntas, pero los hombros tensos de Julián le dijo
que ahora no era el momento.
* *
Ty gruñó cuando despojaron a los cadáveres de todas las armas que pudieron
encontrar. No le gustaba estar en la oscuridad, y se sentía decididamente
ensombrecido en estos momentos.
—Sean quienes sean, tienen equipos de primera categoría —dijo Zane mientras
sacaba una pistola de respaldo de uno de los agentes caídos.
Ty asintió con tristeza.
—Sí, como sus coches espía de la CIA jodidamente engalanados. ¿Cómo han
podido rastrearnos? Hemos tiramos todo lo que teníamos.
Julian dio un paso hacia ellos, con una pistola que había tomado de uno de los
hombres antes de que Ty o Zane pudieran cogerla.
—Nos vamos —anunció. Levantó el arma—. Con o sin vosotros.
Cameron se detuvo detrás de Julian, la bolsa más pequeña encima del hombro.
—Tranquilízate, Cross, ¿de acuerdo? —murmuró Ty mientras recogía la placa
falsa del hombre muerto otra vez. La miró fijamente, el logotipo de FBI marcándose
en su mente—. Ah, mierda —dijo entre dientes mientras se levantaba.
—¿Qué? —Preguntó Zane mientras se levantaba también. Comprobó la munición
del arma en su mano y volvió a meter el cargador antes de mirar a Ty.
—Soy yo.
—¿Que?
—Es a mí a quien han estado siguiendo —dijo Ty mientras tiraba de la correa de
nylon de su reloj de pulsera.
—¿Qué? ¿Cómo? —exigió Julian mientras daba un paso hacia adelante.
Ty levantó el reloj. Era un reloj de buceo Citizen Promaster Eco-Drive con una
banda negra de nylon y una corona negra mate. Lo llevaba a todas partes donde iba,
ni siquiera se lo quitaba para dormir o ducharse. Richard Burns se lo había dado
cuando se graduó en la Academia.
Julian se encogió de hombros con impaciencia mientras lo miraba.
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* *
—Mi hombre está desconectado –dijo Burns, la voz sombría mientras se apoyaba
contra la mesa y se quedaba mirando la pantalla grande en la pared.
—¿Qué podría hacer eso? —preguntó Jonas mientras se levantaba para unirse a
Burns.
—Bueno, podría haberlo apagado. Pero no lo haría, no cuando está ahí fuera
todavía. Algo va mal.
—¿Puedes volver a activarlo a distancia?
Burns asintió y se dirigió al ordenador. Unos pocos clicks más tarde y el
dispositivo de rastreo del reloj de Ty volvió a la vida, el punto azul parpadeando
antes de ganar fuerza. Todavía estaba en Gettysburg, Pensilvania. Había estado allí
durante más de veinticuatro horas.
—No se han movido —observó Jonas, con el ceño fruncido.
—No —susurró Burns—. Se quitó el reloj.
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Capítulo 14
Ty sabía los nombres del aparcacoches y el conserje, así que no tardaron en entrar
al ostentoso edificio Regatta en el centro de Filadelfia. Subieron en el ascensor hasta
el piso dieciocho, a las suites del ático. Sin embargo, en lugar de llamar al 1802, Ty
sacó un pequeño conjunto de ganzúas y se inclinó hacia el pomo de la puerta.
—Podrías llamar —dijo Zane cuando Ty jugueteó con la cerradura.
—Shh. —Un clic y Ty abrió la puerta—. Esperemos que no haya cambiado el
código —dijo mientras entraba y desaparecía.
Zane suspiró y se volvió para mirar a Julian y Cameron. Ambos habían estado
callados desde que salieron de Gettysburg. Todos lo habían estado. Sobre todo Ty,
que había estado preocupado por el reloj que había dejado atrás, pero Zane no podía
decidir si se sentía culpable por haber sido la razón de que les hubieran encontrado o
si le preocupaba algo más. Conociéndole, se sentía culpable por algo.
Ahora estaba claro que alguien muy poderoso no quería que Julian Cross llegara a
Washington. Zane tuvo que preguntarse por qué Burns no les había dicho a lo que se
enfrentaban, pero así era cómo Burns trabajaba.
Hubo un pequeño sonido en el interior del apartamento, un sonido de barrido y
un clic apenas audible. Zane tuvo tiempo suficiente para girar la cabeza y mirar a
través de la puerta antes de ver la figura en sombras que se movía dentro. Se movió y
se paró con la espalda contra la pared del pasillo, junto a la puerta abierta, la cabeza
ladeada para observar el movimiento. No era que tuviera miedo por quien estaba
dentro, sino todo lo contrario. Conocía bien a los Grady. No quería ser disparado,
golpeado o apuñalado, accidentalmente o de otra manera.
Hubo silencio unos momentos, luego un grito repentino, y el sonido de una pelea.
—¡Ay! —gritó Ty finalmente—. ¡Deacon, soy yo!
Cuando Zane se asomó por el marco de la puerta, apenas pudo distinguir la
escena a la tenue luz de la luna a través de las ventanas. Ty estaba en el suelo con las
manos extendidas delante de la cara, su hermano pequeño de pie sobre él blandiendo
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un bate de béisbol de madera, levantado y listo para golpear de nuevo. Una fuerte
carcajada escapó antes de que Zane pudiera evitarlo y se apoyó contra el marco de la
puerta, riendo entre dientes.
—¿Ty? –dijo Deuce Grady mientras bajaba el bate y miraba a su hermano, que
seguía acurrucado en el suelo. Miró hacia la puerta y luego de vuelta a Ty—. ¿Qué
demonios, hombre? ¡Tiene una llave!
—Oh, Jesús. —Zane hizo señas a Julian y Cameron para que se acercaran—. No
sabía que tenía una llave —dijo, renunciando a ocultar la risa un tanto tensa que
burbujeaba en su voz.
—El hombre es un idiota —murmuró Julian.
—A veces me inclino a estar de acuerdo —dijo Zane en voz baja.
Dentro, Deuce ayudaba a Ty a ponerse de pie.
—No la tengo aquí y estaba tratando de no despertarte –susurró Ty, manteniendo
la voz baja—. No queríamos llamar la atención en caso de que alguien estuviera
mirando. Garrett, deja de reír y tráelos aquí.
Zane entró en el ático y miró alrededor. Se abría a un gran vestíbulo con techos
altos y grandes ventanas que mostraban una enorme terraza con vistas al puente de
Ben Franklin y el río Delaware. Tenía suelos de mármol, y directamente a la derecha
de la entrada había una cocina de diseño, toda ella con colores fríos y elegantes.
Había una sala y un solárium, donde parecía que Deuce había instalado su oficina.
Era una casa de un millón de dólares, Zane no tenía ninguna duda.
—Jesús, Deuce. Esto es... bonito —dijo Zane mientras miraba alrededor.
—Gracias —dijo Deuce, sonando confundido por su repentina llegada, pero
demasiado educado para preguntarles qué demonios estaban haciendo allí en el
medio de la noche—. También me sirve como oficina, así que puedo justificar un
poco de lujo.
—A nadie le importa, Slugger —murmuró Ty.
Deuce miró el bate de béisbol todavía en la mano y se encogió de hombros, sin
complejos.
Junto a Zane, Julian se aclaró la garganta y extendió la mano hacia Cameron,
pasando un brazo alrededor de sus hombros y tirando de él.
—¿Qué es esto, tu versión de un viaje de campamento? —preguntó Deuce a Ty
mientras dejaba el bate a un lado y se movía para ayudar con las bolsas que traían.
—Nos hemos topado con algunos... problemas —dijo Ty con una mueca.
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—Los dos pueden tener la cama de invitados. Zane y yo pelearemos por el sofá.
Deuce se limitó a asentir.
—Ven, ayúdame a sacar el colchón de aire, lo tiraremos aquí —dijo mientras
señalaba con la cabeza a Ty y se volvía para dirigirse por el pasillo.
Ty se levantó de la silla y le siguió.
Julián esperó a que los dos hombres estuvieran fuera de la vista antes de dar un
paso más al interior de la sala para mirar Zane.
—¿Cuál de ellos es adoptado?
Zane soltó un bufido. Sabía que en la superficie, los dos hermanos Grady parecían
muy diferentes. Aunque Deuce se parecía mucho a Ty, era un par de centímetros más
alto, mucho menos ancho, su cabello más claro y sus ojos más verdes, sus
personalidades no podrían haber sido más diferentes. Ty era a menudo abrasivo y
contundente, empuñando el sarcasmo como un arma, mientras que Deuce era más
diplomático y amable, buscando formas más suaves de decir las cosas, incluso las
más duras. Tenían gustos completamente diferentes en todo, desde la ropa a la
decoración y a los coches que les gustaba conducir. Su aspecto similar y rápido
ingenio eran realmente las únicas cosas que parecían compartir. Pero Zane lo sabía
mejor. En lo profundo de sus psiques, ambos hermanos estaban simplemente
esperando ser lo bastante viejos para sentarse en el porche y golpear cosas con una
pala.
—Deberías conocer al resto de la familia. —Arqueó la espalda, escuchando los
chasquidos audibles de su columna vertebral mientras se estiraba dentro de los
confines de la funda de su pistola—. Pero son buena gente —añadió, mirando a
Julian—. Deuce es uno de los mejores.
Julian simplemente le devolvió la mirada. Finalmente, asintió casi
imperceptiblemente.
—Decidí que me gustaba cuando golpeó a Grady con un bate de béisbol.
—Deuce no acepta la mierda de nadie, Ty incluido. O tal vez de Ty especialmente.
—Se encogió de hombros y se inclinó para recoger una de las bolsas, su mente se
trasladó a preocupaciones más serias cuando miró a Julian—. Nos quedaremos aquí
un día, descansaremos y comeremos algo. Déjeme saber si tú y Cameron necesitáis
algo.
Julian asintió de nuevo, tragando saliva mientras su mirada se desviaba hacia el
pasillo, por donde Cameron había desaparecido. Era fácil ver que Julian estaba
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preocupado ahora. Antes, había pensado que podría mantener la situación bajo
control o había estado enmascarando bien su aprehensión.
—Cualquier lugar que toquemos ahora será una zona caliente —dijo, con la voz
todavía suave y apenas audible—. El hermano del agente Grady estará en peligro si
nos quedamos demasiado tiempo.
—Ty es muy consciente —dijo Zane, aunque compartía la preocupación de Julian,
al menos por Deuce.
La poca luz casi enmascaró la reacción de Julian, pero parecía tenso y reservado,
como si quisiera decir algo que se guardaba para sí mismo.
La voz de Ty se filtró desde el pasillo.
—¿Cómo me has pegado con un bate que te regalé por tu cumpleaños? Esa mierda
es conmemorativa.
La respuesta de Deuce fue amortiguada por su risa.
—¿Crees en Dios, agente Garrett? —preguntó Julian de repente, sus ojos en el
pasillo.
La pregunta cogió a Zane por sorpresa, pero no estaba seguro de cuál era el
propósito de Julian. La religión ya no tenía mucho espacio en la vida de Zane, como
un montón de otras cosas. ¿Pero creía?
—Sí —dijo en voz baja. Pensó que llevaría mucho tiempo en la tumba si no fuera
porque algún poder superior había estado cuidando de él.
Julian estaba asintiendo.
—Deberías. Es un maldito milagro que tu compañero haya vivido tanto tiempo —
murmuró. Comenzó a moverse hacia la cocina—. El hombre es un idiota —murmuró
en voz baja al pasar junto a Zane.
Zane no se rió esta vez. En los últimos años se había sentado incontables veces en
la oscuridad de la noche, fumando, disparando, bebiendo, preguntándose si a la
llegada de la mañana sería esa en la que no despertaría. A veces, incluso había
rezado por ello.
Pero no desde Ty. Sí, creía en los milagros.
—No es como si hubiera sabido que eras tú –oyó que Deuce insistía mientras se
acercaba por el pasillo.
—Eso es lo que el abuelo dijo cuando me rompió la nariz.
—Una vez más, te lo merecías. —Deuce salió del pasillo llevando una caja de
plástico que probablemente contenía el colchón de aire que había mencionado. Ty
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dejó caer los brazos cargados de ropa de cama en el suelo. Deuce dejó la caja en el
sofá y miró a Zane, y luego a su alrededor para ver a donde había ido Julian. Hizo un
gesto entre Ty y Zane, y su voz bajó aún más cuando preguntó:
—¿Necesitáis lugares separados para dormir?
Zane alejó su preocupación. Podía reflexionar sobre la intervención divina en otro
momento.
—No, lo saben todo. Y uno de nosotros tiene que vigilar de todas formas.
Deuce inclinó la cabeza, mirando a Zane cuidadosamente antes de asentir. Se
volvió para mirar a Ty, pero Zane no pudo ver la expresión de Deuce, cuando se
volvió a mirar a su hermano.
Ty estaba ignorando las preguntas punzantes de Deuce, o al menos fingía que lo
hacía, levantando la tapa de la caja y hurgando en su interior.
—¿Esto tiene una bomba? —preguntó mientras sacaba el pesado colchón de aire.
—No, Ty, tienes que inflarlo a mano —respondió Deuce con una voz plana—. Lo
haremos a turnos, deberíamos acabar para agosto.
—Yo también te quiero —murmuró Ty cuando Deuce pasó junto a él para volver
al pasillo, presumiblemente para buscar la bomba.
Zane miró como Ty enredaba con el colchón.
—Aquí es donde viniste, ¿no es así?
Ty levantó la vista cuando sacó el colchón y se arrodilló para extenderlo. Asintió
antes de que Zane pudiera decir nada más.
—Él siempre sabe cómo alejarme del borde.
—Me alegro. —Zane dio una media vuelta y luego se sentó en el sofá cercano. Una
parte de él, una muy pequeña, la parte oscura, se había preocupado de que Ty
hubiera huido a Boston y a Nick O'Flaherty cuando huyó de Baltimore.
Ty se limitó a asentir mientras se estiraba para girar la última esquina del colchón
de aire. Se puso de pie con cuidado, obviamente dolorido y rígido, y rodó los
hombros y el cuello mientras se enderezaba. Se dio la vuelta y saltó cuando
descubrió a Julian en la puerta de la cocina, observándolos.
—¡Jesucristo! —le siseó—. ¡Deja de hacer eso!
Los labios de Julian se torcieron en lo que podría haber sido una sonrisa. Zane no
pudo evitar sentir un poco reivindicado. Ty le hacía eso a él todo el tiempo.
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* *
—¿Qué pasa? —preguntó Ty mientras observaba a Deuce cerrar la puerta de su
dormitorio. Deuce no era exactamente una persona privada, y conocía a Zane mejor
que la mayoría de la gente, por lo que no entendía porque no podía haber dicho en el
salón lo que tenía que decir.
Deuce se volvió hacia él, cruzó los brazos sobre el pecho y se tapó la boca con la
mano. Ty reconocía los signos demasiado bien.
—Algo está mal.
Deuce negó con la cabeza.
—No, yo sólo... necesito tu consejo.
—Está bien. —Dijo Ty la palabra con cuidado mientras estudiaba a su hermano.
Miró el dormitorio de Deuce. Estaba impecable, como siempre, todo simple,
moderno y... raro. Señaló una bandeja sobre la cómoda—. En serio, ¿eso es un porro?
—Bueno, no creía que el FBI fuera a derribar mi puerta esta noche.
Ty cerró los ojos y sacudió la cabeza.
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—¿Qué pasa? —Preguntó Zane, tan pronto como vio la cara de Ty.
—No podemos quedarnos aquí, tenemos que movernos.
Zane miró de uno a otro, en busca de alguna pista en la cara de Deuce antes de
mirar a los ojos de Ty de nuevo.
—Él está siendo ridículo –le dijo Deuce.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Julian desde detrás de ellos.
Ty se volvió para mirarlo. Todavía llevaba sus vaqueros y camiseta, pero era obvio
que había estado dormido.
—No podemos quedarnos. Tenemos que movernos.
—No. ¡No! Uno de vosotros, que le meta algo de sentido común –les dijo Deuce.
—¿Qué pasa? — volvió a preguntar Zane, más insistente. Ty le miró a los ojos e
inclinó la cabeza hacia Deuce. No era su secreto para contar y esperaba que Zane
confiara en él.
Deuce hizo una mueca de desagrado.
—Mi novia está embarazada. Nos enteramos ayer.
Julian resopló.
—Ese es el mayor sinsentido que creo que he oído nunca. Tienes razón, es el
hermano de Grady.
Cameron pinchó a Julian en las costillas, lo que le hizo doblarse y gemir
lastimosamente.
Ty le fulminó durante un minuto, pero podía ver que Zane sabía exactamente por
qué quería irse.
—No es sólo que te estamos poniendo en peligro a ti al estar aquí —dijo Zane,
mirando de Deuce a Ty—. Vas a tener una familia. Él tiene razón, tenemos que irnos.
—Vamos –dijo Deuce mientras daba un paso cerca de Zane—. Sé muy bien que si
Ty hubiera pensado que habría algún peligro para mí al venir aquí, no habría venido
para empezar.
Zane miró a ambos de nuevo. Ty contuvo el aliento mientras esperaba que Zane
respondiera. En silencio, le rogó a su compañero que le apoyara.
—Lo siento, Deuce. Él tiene razón —dijo Zane, por fin con un movimiento de
cabeza. Ty suspiró de alivio.
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—Sólo pasad la noche, ¿de acuerdo? Todos estáis agotados; tú apenas funcionas. Y
joder, si alguien va a venir a matarme, agradecería mucho si os quedarais con
vuestras armas y vuestras cosas puntiagudas hasta mañana, ¿vale? —Dijo Deuce con
exasperación.
Ty se aclaró la garganta y miró a los ojos de Zane.
—Eso es justo —murmuró Julian.
Ty asintió.
—Tienes razón —dijo a Deuce.
—Lo sé –respondió este con una sonrisa brillante. Extendió la mano y abrazó a su
hermano, sosteniéndole con fuerza.
—Vete a la cama, ¿de acuerdo? ¿Estarás aquí por la mañana?
—Lo prometo —murmuró Ty.
* *
Zane tuvo que apartar la mirada cuando Deuce abrazó a Ty con más fuerza. Podía
simpatizar con la sensación, saber que Ty estaba en peligro y deseando
desesperadamente aferrarse a él y mantenerlo a salvo.
Cuando finalmente soltó a Ty, se volvió y abrazó a Zane también. Este sonrió
mientras miraba por encima del hombro de Deuce a Ty.
—Te estamos manteniendo despierto, Deuce —murmuró Zane mientras
reflexionaba sobre los dos hermanos y le palmeaba la espalda—. ¿Por qué no vuelves
a la cama? Estoy seguro de que Ty sabe dónde están las cosas si necesitamos algo
más.
Deuce lo soltó y le miró, luego miró a Ty, que estaba asintiendo.
—Simplemente pégate a tu horario regular de la mañana, pero no toques la puerta
principal —murmuró Ty.
—¿Por qué?
Ty hizo un gesto de impotencia a Julian.
—Sólo confía en él; no la toques —dijo Julian con un gesto brusco. Todos le
miraron—. Secreto comercial.
Ty puso los ojos en blanco. Alargó la mano a la parte baja de la espalda y sacó la
pistola de respaldo que le había quitado a uno de los cuerpos, la comprobó antes de
entregársela a Deuce.
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—Ty.
Ty se encontró con los ojos de Zane y tragó saliva. Extendió la mano sin decir
palabra y deslizó los brazos alrededor del cuello de Zane. Este lo atrajo hacia él,
sorprendido. Lo sostuvo y Ty le abrazó con fuerza, aún sin hablar. Luego besó el
cuello de Zane y dio un paso atrás.
—Vamos a arreglar estas sábanas y meternos en la cama, ¿de acuerdo?
—¿Qué pasa con las sábanas? —Preguntó Zane.
Ty soltó una carcajada y sacudió la cabeza.
Rehicieron la cama rápidamente, las esquinas de Ty de alguna manera perfectas
incluso en un colchón de aire en el suelo. Se puso de pie para agarrar el pesado
edredón y lo extendió sobre la cama, luego lanzó las dos almohadas detrás a la
cabecera.
Se quitó los zapatos y se desabrochó el cinturón, y luego se quitó los vaqueros y
las dobló cuidadosamente para ponerlos en el sofá.
—¿Quieres lado sofá o lado suelo? —preguntó a Zane antes de sacarse la camisa
por la cabeza.
—Lado suelo. —Si no iba a estar sentado, quería al menos ser capaz de moverse de
inmediato. Todo lo que realmente quería era abrazar a Ty.
Ty se acercó a él, deslizó la mano contra la cara de Zane antes de agacharse y
meterse en la cama. Los ojos de Zane siguieron cada movimiento de Ty, no notó
ningún respingo ni mueca que indicara lesiones ocultas. Ya era bastante raro que Ty
admitiera tener miedo; Zane no sabía si también estaría escondiendo heridas.
Simplemente parecía agotado, al igual que el resto de ellos.
Se estiró bajo las sábanas y rodó hacia un lado, acurrucándose nuevamente frente
al sofá junto al colchón.
Zane ya se había quitado los pantalones antes de la conmoción. Apagó la luz y se
quedó allí para que sus ojos se acostumbraran, mirando el bulto en la oscuridad que
era Ty mientras esperaba.
Incluso en la oscuridad, se dio cuenta de que seguía tenso mientras estaba
tumbado. Tenía todo el derecho a estarlo; acababa de enterarse que su hermano iba a
ser padre, el mismo hermano al que podría haber puesto en peligro simplemente por
venir aquí.
Al final, Zane se movió y se arrodilló al lado del colchón antes de subir con
cuidado, tratando de no mecer demasiado a Ty.
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* *
El zumbido lejano de un teléfono despertó a Ty, pero siguió acostado en el capullo
cálido de mantas y en los brazos de Zane, mirando al techo, cuando Deuce patinó en
la sala de estar.
—Levántate —dijo Deuce con voz llena de pánico.
Ty se disparó, rodando sobre Zane y poniéndose de pie sin gracia, espoleado por
el tono de Deuce. Zane se agitó y terminó saliendo de la cama con él. Ty lo dejó en el
suelo mientras se levantaba.
—¿Que Pasa?
—Viene Livi, tienes que soltar el pomo de la puerta.
—¿Está cerca?
—¡En el vestíbulo, Ty!
Ty corrió a la cocina, casi temiendo que tipo de artefacto vería en el pomo de la
puerta.
—¿Por qué no le has dicho que no subiera?
—Ha sido el portero, ella no ha llamado.
—¡Bueno, llámala y dile que espere en el vestíbulo! —dijo Ty dijo mientras se
arrodillaba delante del pomo de la puerta—. ¿Qué mierda es esto? –Era tan inocua
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Armados y Peligrosos
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que casi lo tocó. Una fila de pajitas conectadas y envueltas alrededor de la base del
pomo que iban a la máquina de café cercana, como una cadena. El pomo en sí estaba
cubierto de papel de aluminio, y Ty podía ver el aluminio que salía del interior de
varias de las pajitas—. Yo....
—Ty, vamos, quítalo.
—Ni siquiera estoy seguro de por dónde empezar.
—¡Ty!
—¿La has llamado?
—No coge el teléfono, debe estar en el ascensor.
—¿Qué está pasando? —preguntó Zane desde la puerta de la cocina. Su cabello
estaba despeinado, y todavía parecía medio dormido. Un momento después, Julian
se unió a ellos.
—¡Cross! ¿Cómo desmontamos esta cosa?
—Con cuidado —respondió Julián, voz calmada y tranquila—. La corriente va por
el papel de aluminio.
—¿Qué pasa si lo cortamos? —preguntó Ty.
Julian murmuro, sin sonar optimista.
—Conéctate a tierra —dijo Zane mientras le llevaba sus botas y las dejaba caer al
lado de la rodilla de Ty.
En el momento de calma, mientras Ty se las ponía, oyeron la campanilla del
ascensor en el pasillo exterior.
—Oh Dios —dijo Deuce mientras sostenía el teléfono contra la oreja—. Vamos,
nena, contesta el teléfono.
—Dame unos guantes de cocina.
—Te va a dar una descarga —murmuró Julian—. Quiero aprovechar este
momento para darte las gracias profusamente por dejarme mirar.
—¡Cállate! —le gritaron Ty y Zane.
Zane entregó a Ty las tijeras de cocina, y Ty golpeó el extremo de una de las
pajitas con la cuchilla. Saltaron chispas, y pudo sentir la corriente a través de la pajita.
—¡Mierda! —gritó Zane, como si en realidad hubiera pensado que no funcionaba.
—¡No estás ayudando! –le dijo Ty, con voz vacilante.
—¡Eso fue increíble!
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—¡Zane!
—Lo siento, eso fue realmente... lo siento.
—¿Podemos disfrutar de esto después de que lo desmontemos? —gruñó Deuce
mientras marcaba el número de Livi de nuevo—. Va directamente al correo de voz.
—Yo.... —Ty hizo una mueca mientras se ponía los guantes para el horno.
—¡Ty! ¡Estás a punto de electrocutar a mi novia!
Oyeron llaves tintinear en la puerta.
—¡Livi, no toques la puerta! –gritó Deuce.
—¿Deacon? —Una voz delicada al otro lado de la puerta.
—¡Contesta tu maldito teléfono! Ty, córtalo.
El vello de los brazos de Ty se erizó cuando sostuvo las tijeras contra las pajitas.
—Oh, Dios, esto va a doler.
—¿Qué está pasando ahí? —Preguntó Livi, y las llaves sonaron de nuevo.
Por el rabillo del ojo, Ty vio a Cameron lanzarse a través de la cocina a la máquina
de café sobre la encimera. Metió la mano detrás y tiró del enchufe de la pared. La
sensación de zumbido en los brazos de Ty cesó, y entonces oyó la llave de Livi entrar
en la cerradura al otro lado.
No ocurrió nada.
—Oh, bueno, eso habría sido más fácil. Bien hecho, Cam —dijo Julian con voz
complacida.
La puerta se abrió antes de que Ty pudiera apartarse y le golpeó de lleno en la
mejilla derribándole.
Cayó sobre el suelo de baldosas, sosteniendo el rostro mientras Livi entraba en el
apartamento.
—¡Oh Dios mío, Ty! ¡Lo siento mucho! —Dijo la mujer mientras se llevaba las dos
manos a la boca y se inclinaba sobre él. Livi era una muchacha hermosa,
posiblemente menos en ese momento, ya Ty podía ver a dos de ella. Tenía unos ojos
del color de los huevos de petirrojo, azules e inteligentes, y pelo tan rubio que
parecía blanco cuando el sol le daba. Era ágil y atlética, como sería probablemente
una instructora de yoga, pensó. También tenía fuerza en el hombro cuando abría una
puerta.
Zane le tomó del brazo y lo levantó de un salto. Ty sacudió la cabeza para
despejarse.
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—Me alegro de verte otra vez –le murmuró. Ella todavía tenía los dedos sobre sus
labios, mirándolo con esos grandes ojos azules.
Se dio la vuelta y miró a Deuce, dándole un gesto de impotencia.
—¿Qué diablos está pasando?
—Livi, te acuerdas de mi hermano, Ty. Este es su compañero, Zane Garrett.
—Hola —saludó Zane en voz baja que envió un escalofrío por la columna
vertebral de Ty.
—Y estos son sus... amigos, Julian y Cameron —dijo Deuce mientras hacia gestos a
los otros dos hombres.
—Encantado de conocerte —murmuró Cameron.
Ella saludó a cada uno, abrumada por la sorpresa, y luego miró el pomo de la
puerta y la cadena de pajitas, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué es todo esto?
—Era una medida de seguridad. Estamos huyendo de la CIA –le dijo Ty, sin ni
siquiera tratar de escondérselo—. Están tratando de matarnos.
—Bueno, matarlo a él, específicamente —añadió Zane mientras señalaba a Julian.
—Vendo antigüedades —dijo Julian, monótono.
Ella entrecerró los ojos, mirando de uno a otro y luego a Deuce.
—¿Es esto una especie de fin de semana de chicos en el que se supone que no debo
entrometerme? Porque puedo marcharme antes de os hagáis daño intentando mentir
de forma convincente.
Deuce le dirigió una cálida sonrisa y sacudió la cabeza.
—Creo que el único que miente es él —dijo, señalando a Julian.
* *
—Entonces, lo… lo siento, ¿dímelo otra vez? —tartamudeó Livi, cuando todos se
sentaron en el salón del apartamento de Deuce.
—Hablamos en serio —le dijo Ty—. La CIA está tratando de matarnos.
—A él —murmuró Zane.
—¿Podrías dejar eso? ¡Vamos!
—Es más exacto decir que están tratando de matarlo.
—¡Zane!
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—Bueno, ahora que hemos aclarado eso —dijo Deuce mientras se levantaban—.
¿Qué vais a hacer?
Ty y Zane se miraron entre sí, y luego los dos hombres miraron a Julian. Zane
sacudió la cabeza, pero los ojos de Ty se movieron de Julian a Cameron.
—¿Qué hacemos, Cam? —preguntó Ty con voz suave.
—¿Disculpa?
—Mira, tienes razón. La gente como nosotros, a veces no podemos ver el bosque
por los árboles. Todos estábamos tratando de averiguar cómo desmantelar ese jodido
pomo cuando ninguno de nosotros pensó simplemente en tirar del enchufe.
Cameron asintió.
—Nosotros no te hemos preguntado, ni una vez, lo que pensabas que deberíamos
hacer —continuó Ty.
Julián apartó los ojos de los agentes del FBI y miró a su amante. Ty tenía razón.
Habían estado arrastrando a Cameron, sin ni siquiera un pensamiento de lo que él
podría querer o pensar.
Cameron le miró, inseguro.
—Adelante, Cam.
—Bueno... no podemos volar o viajar en tren. Has estado diciendo que conducir a
DC es un suicidio. Así que ¿por qué no otra manera?
—Otra manera —repitió Julian.
—Oh Dios —murmuró Ty.
—El agua —dijo Zane, sonando sorprendido e irritado porque ninguno de ellos lo
había pensado antes.
Julian deslizó el brazo alrededor de la cintura de Cameron, apretándolo.
—Conseguir un barco no va a ser fácil —dijo Ty, sonando sombrío—. Tendríamos
que tomar la línea de contrabandistas de la costa.
—Evitar la Guardia Costera, y entrar en el puerto sin un rumbo trazado o papeles
—añadió Zane—. Eso si podemos encontrar un barco.
Livi se animó y sonrió.
—Papá tiene un barco.
Deuce se aclaró la garganta.
—Creo que están pensando en algo más discreto que el yate de tu padre, cariño.
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Capítulo 15
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amigo de Ty cuando estaba ciego y sólo podía oírle hablar. Así que se sorprendió
cuando un elegante yate Outer Reef 580 de dieciocho metros se deslizó a la vista de
las luces de situación del pequeño barco.
Julian silbó desde la barandilla donde estaba viendo el yate.
—No es barato. Pensé que habías dicho que tu amigo era policía.
—Lo es —dijo Ty mientras revisaba su arma.
—¿Acepta sobornos?
Ty levantó la vista para mirarlo. No contestó, sino que se dirigió hacia la popa del
barco para llamar a Nick y ayudarle a asegurar la pasarela que usarían para cambiar
de barco.
Zane estaba frunciendo el ceño mientras observaba a Ty y a la figura en sombras
del otro barco. Julian tenía razón; esa no era una forma barata para vivir. Zane se
preguntó cómo se lo permitía Nick.
Respiró para tranquilizarse y luego puso los ojos en blanco. No debería estar
nervioso. Nick sabía quién era él, incluso si Zane nunca había puesto los ojos en él.
Vio como Ty hablaba con el hombre, capaz de escucharlos en la noche tranquila.
—Déjame adivinar –dijo el acento de Boston de Nick divertido—. ¿Bailarinas?
—Sí, déjanos para que podamos robarte tu reloj por la mañana —murmuró Ty. El
sentido del humor explicaba por qué este hombre y Ty se habían vuelto tan buenos
amigos, pero también hacía que Zane quisiera odiarlo un poco más.
—Será mejor que nos vayamos si tenemos la intención de pasar desapercibidos –
gritó Nick tan pronto como aseguraron la pasarela.
Abordaron el yate uno a la vez, el estómago de Zane hecho un nudo. Se dio cuenta
que estaba esperando desesperadamente que el señor Nick O'Flaherty fuera un
individuo de aspecto desafortunado.
Segundos más tarde, cuando todos se reunieron en el salón, Zane consiguió un
buen vistazo de Nick por primera vez mientras pasaba junto a ellos hacia la cabina
del piloto. Tenía alrededor de la edad de Ty, rudamente guapo y bien afeitado, con
corto cabello rubio rojizo y ojos de hiedra verde. Era unos centímetros más bajo que
Zane, pero claro, la mayoría de los hombres lo eran. Estaba construido sólidamente,
no tan ancho como Ty o Zane en los hombros, pero, obviamente, en forma. Maldito.
Llevaba unos vaqueros desgastados, un grueso jersey de ochos y botas. El arma en
sus pantalones vaqueros le decía que había estado esperando problemas.
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Le siguieron a través del barco, Ty entró en la cabina del piloto con Nick mientras
los demás se quedaban en la cocina en el centro de la embarcación.
—Garrett, me alegro de verte en una sola pieza —dijo Nick con un movimiento de
cabeza mientras se deslizaba en el asiento del piloto.
—Bueno, es bueno ver algo —dijo Zane, incapaz de mirar a Nick sin pensar en
cómo había besado al hombre al que él amaba. Empujó eso a un lado por ahora.
—Creo que hemos llegado hasta aquí sin ser vistos —dijo Ty cuando se volvió y
les hizo gestos a Julian y Cameron para que se unieran.
—Lo mismo. ¿En que coño estáis metidos? —Preguntó Nick.
Ty se encogió de hombros y miró alrededor de la cabina del piloto con inquietud.
Nick le miró y luego se volvió en su asiento para mirar a Zane.
Zane no sabía cuánto le había dicho a Nick, ya que Ty había hablado en persa por
el teléfono. Estaba en la cocina del yate de Nick, tratando de pensar en algo para
llenar el silencio incómodo y no golpearle en la cara.
No pudo encontrar nada que decir, por lo que permanecieron en silencio mientras
Cameron daba a Nick una débil sonrisa y se acercaba para estrecharle la mano.
—Sé que no nos conoces. Pero gracias.
—Ty dice que necesitáis ayuda. Ya la tienes. —Le ofreció la mano a Cameron, y
luego a Julian cuando el irlandés se acercó, presentándose a sí mismo a cada uno de
ellos.
Zane frunció los labios mientras miraba el yate. Era suntuoso, todo cuero negro y
madera de teca lacada, brillante acero inoxidable y todo lo mejor. Los muebles en el
salón estaban bien construidos, pesados y lujosos, con una gran televisión en la pared
que separaba el salón de la cocina. Unas escaleras llevaban a la cocina en la cubierta
superior. Cuando Zane miró a su alrededor, no sintió que encajara con Nick. Pero
claro, no conocía a Nick muy bien.
—Entonces —dijo Nick con falsa alegría—. Háblame de las personas que tratan de
matarte esta vez.
—Cuanto menos sepas...
—Muérdeme, Grady.
—¿Baño? —Preguntó Zane antes de que la conversación pudiera llegar a más.
Nick señaló los escalones que bajaban, justo al lado de donde estaba sentado.
—Gira a la derecha, esa es la cabina principal. La de la izquierda es la del capitán.
Cualquiera.
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Zane se dirigió hacia las escaleras, sintiendo como si estuviera cayendo en el pozo
mientras se agachaba y encogía los hombros para bajar por la escalera curva.
Discretamente echó un vistazo a las cabinas más bajas para tratar de conseguir una
sensación del hombre que había hecho un movimiento hacia su amante apenas unas
semanas atrás.
Las fotos más destacadas en las paredes eran de Nick de uniforme, rodeado de
sonrientes marines. Muy parecidas a las de Ty en casa. Zane se detuvo y miró una
cuando vio a un joven Ty. Había seis hombres, todos en diversas etapas de desnudez,
unos de pie, otros de rodillas, como si hubieran estado peleando o jugando durante
el tiempo de inactividad mientras se desplegaban. Ty y Nick estaban en el centro y
delante, solo llevaban pantalones y botas de combate, ambos curtidos por horas bajo
el sol y la sal, sus placas de identificación visibles en el pecho desnudo. Los seis
hombres estaban sonriendo, con los brazos uno alrededor del otro. Ty estaba
sosteniendo una pelota de fútbol, en equilibrio sobre la punta de los dedos mientras
posaba para la cámara.
Zane podía oír a Ty informar a Nick de lo que había pasado, le daba la versión
condensada a su manera típica. Se volvió hacia delante, antes de poder permitirse
dejarse atrapar por ese vórtice de la incertidumbre de nuevo. Ty podía haber tenido
un aspecto feliz en las fotos antiguas, pero Zane sabía que ahora también era feliz.
Cuando regresó, Nick y Ty seguían discutiendo lo que había que hacer. Cameron
estaba sentado en una mesa de la esquina que estaba escondida al otro lado de la
cabina del piloto, y Julián estaba mirando con recelo los techos bajos como si fuera a
golpearse la cabeza cuando diera un paso.
—¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a DC? –estaba preguntando Ty.
—Un día, dos si sólo podemos viajar por la noche.
—No, tenemos que mantener un horario regular. Viaja de día, ancla por la noche.
—¿Seguro?
Ty asintió mientras se frotaba la cara con la mano.
—¿Habéis tirado los móviles? —preguntó Nick.
—Teléfonos móviles, algunos coches, tarjetas de crédito, placas, armas, mi reloj.
Todo lo que pudimos pensar que podría estar intervenido o podría ser rastreado por
vía electrónica.
—Por lo menos no estáis usando sombreros de papel de aluminio todavía.
—Sólo cuando dormimos —murmuró Ty.
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—Me dijiste por teléfono que habías llamado a Digger. ¿Era cierto, o estabas
tratando de darme un mensaje?
—Era cierto. Le dije que íbamos a juntarnos con él para que quienquiera que
estuviera escuchando lo oyera y luego le hice saber que era un señuelo.
—¿Cocos?
—Si.
—¿Por lo tanto, en algún lugar del pantano, Digger se está preparando para la
llegada de un desagradable?
—En teoría.
Nick miró a Julian y Zane y luego se pasó la mano sobre su boca.
—Dios ayude al pobre diablo que aparezca en su puerta —murmuró.
Ty resopló una carcajada.
—Tratamos de permanecer bajo el radar en un par de lugares, pero nos siguieron
encontrando. Por fin, me di cuenta que estaban pinchando las señales del receptor de
mi reloj. Nos dirigimos a Philly, pero... no podíamos arriesgar a Deacon.
—Entendido.
Zane se preguntó si Nick tenía algún reparo en que Ty le estuviera arriesgando a
él. No reveló nada si era así.
—Saqué el límite de cada tarjeta mientras estaba de guardia, así que tengo un par
de miles. Eso es cuanto puedo hacer, pero puedo darte mi tarjeta cuando lleguemos
al puerto.
—Gracias —susurró Ty.
Nick asintió y luego miró al resto de ellos.
—Todos tenéis aspecto de ser sushi medio comido.
Zane se encontró luchando contra una sonrisa y asintió con la cabeza.
—¿Eres oficial de policía? —preguntó Cameron a Nick, quien asintió con la
cabeza—. ¿No hay nada que puedas hacer? ¿Alguien a quien llamar para que nos
ayude?
Nick le miró un momento con el ceño fruncido en compasión y luego miró a Ty.
—La CIA está un poco fuera de su alcance, cariño —murmuró Julian. Puso su
mano sobre el hombro de Cameron y lo apretó, tratando de consolarlo.
—Lo siento —dijo Nick en tono sincero.
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Ty se encontró con los ojos de Zane, y este supo exactamente lo que estaba
pensando. Iba a sacar a Cameron de esto con vida, incluso si morían en el intento.
—Estos dos necesitan una cama juntos —murmuró Ty a Nick mientras agitaba
una mano en dirección a Julián y Cameron.
Nick alzó una ceja, pero asintió con la cabeza sin hacer comentarios.
—Podéis quedaros en mi cabina —dijo Nick. Se puso de pie, asegurándose de que
Ty agarrara el timón primero, y luego les hizo un gesto para que le siguieran
mientras se agachaba para bajar las escaleras. Julian y Cameron le siguieron con
murmullos de buenas noches a Ty y Zane.
Este se movió para sentarse en la cabina cerca de Ty. No estaba seguro de que
quería hacer este, aunque esperaba que visitar a Nick no estuviera en lo alto de la
lista esta noche. Sin embargo, Zane no tenía muchas ganas de hablar con Nick, y
desde luego no quería que Ty lo hiciera. Le molestaba bastante que supiera moverse
en el barco de Nick. Pero tenía que confiar en él, y tenía que empezar en alguna
parte, ¿por qué no aquí?
—¿Estás bien? —preguntó Ty mientras jugueteaba con los mandos del yate.
Zane frunció los labios.
—Cada vez que le miro quiero golpearle.
Ty se encogió de hombros mientras mantenía la mano en el timón y luego miró
hacia la escalera.
—Hazlo.
—¿Qué?
—Hazlo, Zane. Si te hace sentir mejor, pégale.
Zane inhaló profundamente y lo consideró de verdad. Pero sabía que al final no se
sentiría mejor y era sospechoso que Ty estuviera de acuerdo tan fácilmente.
Nick regresó unos momentos después.
—La cabina VIP arreglada —les dijo mientras entraba en la cocina y abría la
nevera. Todavía tenía el arma sujeta a la parte baja de su espalda—. Sábanas limpias
y todo.
—Una mejora con respecto a la última vez —murmuró Ty.
—Tuviste sábana la última vez. Y era una limpia.
—Sí, encima del flotador de la piscina que estaba anclado en puente flotante –dijo
Ty dijo mientras señalaba hacia arriba.
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—Pero si eso es lo que necesitas, lo haré. ¿Entiendes? Haré cualquier cosa que
necesites que haga. Porque nunca me he sentido así por nada, y estoy aterrorizado de
joderlo y perderlo.
Zane contuvo el aliento, mirando a los ojos de Ty.
—Él es tu mejor amigo, Ty.
—Si eres tú o él, no hay duda de a quien voy a elegir.
Zane se avergonzaba del efecto que esas palabras tenían sobre él. Se sentía como si
estuviera haciendo el baile de Snoopy alrededor de la habitación.
—Yo no quiero eso.
Ty asintió.
—Déjalo reposar durante un tiempo. ¿Vale? Vamos a sobrevivir a esto primero.
—Sí —murmuró Zane, aunque sus ojos eran atraídos, a donde todavía estaba
Nick.
Ty se quedó en silencio. Finalmente, tragó saliva y sacudió la cabeza.
—Sé que estás preocupado. Nick me conoce bastante bien. Creo que
probablemente tendrías que ir con Deuce para encontrar a alguien que me conociera
mejor. —Levantó la mirada, como si midiera sus palabras—. Él sabe lo que el amor
significa para mí, cuando no está borracho como esa noche. Nunca debería haber
ocurrido, y lo sabe.
Zane tuvo que lidiar tanto con un pequeño punto de alivio, que Nick sabía que no
debía empujar, y una pequeña chispa de dolor al mismo tiempo. Era verdad: no
conocía a Ty tan bien como Deuce o Nick. Zane se permitió un momento de
melancolía. A veces parecía que Ty podía leerle la mente, pero él seguía luchando a
través de una gasa cuando se trataba de Ty.
—Te conoce desde hace mucho más tiempo que yo –dijo—. Un montón de historia
con la que no estoy conectado.
—Ya basta —dijo Ty suavemente. Su voz era cálida y afectuosa, y sus dedos se
deslizaron hacia arriba y hacia abajo por el brazo de Zane cuando se acercó y le
envolvió en un abrazo.
Zane resopló pero sonrió sobre el hombro de Ty. Le gustaba que Ty le conociera
tan bien. Era como un jarro de agua fría a la cara cada vez que comenzaba a hundirse
en el pensamiento de que él era un misterio.
—Entonces cuéntame algo.
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—Cualquier cosa —dijo Ty en un susurro. Al igual que la primera vez que le había
respondido con eso, hacía meses en una tienda de campaña, el estómago de Zane
saltó feliz. Se armó de valor para preguntarle lo único en que podía pensar en este
momento.
—¿Cómo diablos puede permitirse Nick este barco?
Los dedos de Ty se detuvieron, y pareció estar conteniendo la respiración mientras
los músculos contra el cuerpo de Zane se tensaban. Luego suspiró y volvió a
relajarse, arrastrando los dedos por el cuello de Zane mientras se alejaba.
—Vamos, Ty, esto no es el sueldo de un poli de ciudad. Esto no es ni siquiera
ahorrando cada centavo que hizo en los marines y comiendo fideos en cada comida.
—Es su casa, es donde vive. ¿Alguna vez te has preguntado cómo puedo pagar yo
una casa adosada histórica en Fell’s Point?
—En realidad no —dijo Zane con el ceño fruncido—. Siempre pensé que eras muy
hábil para no gastar dinero.
—Jesús, Zane —dijo Ty con una carcajada.
—Nunca compras nada, nunca tienes nada extravagante —siguió Zane,
murmurando mientras empezaba a sentirse algo estúpido por no haber preguntado
nunca sobre ello—. ¿Cómo puedes pagarla?
Ty sacudió la cabeza, mirando hacia arriba, como si pudiera ver la cubierta por
encima de ellos. Se encontró con los ojos de Zane otra vez antes de alejarse.
—Me voy a la cama.
—Ty, vamos.
Ty cogió la almohada más cercana y se la tiró. Zane la agarró y se la devolvió.
—Tú sacaste el tema.
—Fue una indemnización, ¿de acuerdo? Cuando nos echaron de los marines,
tenían que asegurarse de que no fuéramos llorando a la prensa, por lo que nos
pagaron una gran suma y nos fuimos.
Zane le miró, sorprendido, no exactamente conmocionado lo bastante cerca para
quedarse boquiabierto. Ty cerró los ojos y volvió la cabeza.
—¿Cuánto? —Susurró Zane.
—Suficiente.
—¿Por qué lo hicieron? ¿En qué estabais metidos chicos?
Ty se volvió para mirarlo a los ojos, luego dio una sacudida brusca de la cabeza.
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* *
—Han salido completamente de la red de nuevo —dijo el agente X mientras
hablaba con su superior.
—¿Cómo es posible que se te sigan escapando con dos prisioneros a los que
mantener bajo control?
—Estoy empezando a creer que Cross no es un prisionero, señor.
—¿Perdón?
—No me atrevo a conjeturar, señor, pero... Creo que él piensa que están tratando
de ayudarle.
—¿Por qué en nombre de Dios iba a pensar que están tratando de ayudarlo
cuando lo único que quieren hacer es entregárselo al hombre que lo quiere muerto?
—Eso no lo puedo decir. Pero ¿por qué, señor, tratarían de liberarlo si sólo lo
quisieran muerto? ¿Por qué no matarlo en Chicago?
—No lo sé.
—¿Es posible que no sepan lo que están haciendo?
—Cualquier cosa es posible, supongo. Vamos a tratar de sacarlos con vida.
—Sí, señor.
—Cazarlos se está convirtiendo en inútil. No he oído nada del equipo que
enviamos a Louisiana. Pero sabíamos que era una artimaña.
—Sí, señor.
—Volvamos a DC, nos sentaremos en el edificio federal. Sabemos que es ahí a
donde van. Voy a enviar a un equipo donde Blake Nichols a Chicago. Tal vez
podamos encontrar un poco de claridad en todo esto.
—Sí, señor.
El agente X colgó el teléfono, mirándolo frustrado. Si Randall Jonas le ponía las
manos encima a Julian Cross, el último fragmento de evidencia en contra de él se
habría ido. Jonas era el responsable de muchas muertes. No podían permitir que
estos gilipollas del FBI entregaran a Cross a su muerte también.
* *
~262~
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Horas después de meterse en la cama con Ty, Zane todavía estaba despierto,
mirando a las estrellas a través de las ventanas, escuchando el suave sonido de la
respiración de Ty. El cuerpo de este era cálido contra el suyo, algo familiar en medio
de este absoluto follón.
Había algo increíblemente romántico en dónde estaban. La luna y las estrellas eran
sorprendentes en el agua, parpadeando encima de ellos, sin trabas por las luces de
ninguna ciudad. Podía oír las olas golpeando contra el casco, el crujido de la
embarcación, mientras se balanceaba en el ancla. El suave balanceo debajo de ellos
habría sido el telón de fondo perfecto para acurrucarse con su amante y hacer el
amor toda la noche.
Se movió, volviendo la cabeza para poder mirar a Ty. Estaba tratando de no
pensar demasiado en nada, pero estaba siempre en sus pensamientos. ¿De dónde
demonios venía el dinero? ¿Por qué estaba Ty tan incómodo con el tema? ¿Estaba
diciendo la verdad sobre que los militares les habían pagado o había alguna otra
tapadera clasificada? Y luego estaba Nick.
Cuando se encontró con Ty en el aeropuerto de Chicago, le había dicho que quería
hablar de un montón de cosas cuando llegaran a casa, para aclararlo todo. Desde
entonces, Zane había reflexionado sobre lo que Ty podría tener en mente.
Obviamente, Nick había sido una de esas cosas. Estaba enojado y herido, a pesar de
que Ty no había hecho nada malo excepto reaccionar a un beso y luego admitir que
le gustó. Odiaba el vínculo que tenía con Nick, pero también odiaba pedirle que
renunciara a ello.
Un vaso chocó arriba, y Zane levantó la cabeza para escuchar. Oyó otro pequeño
sonido, y se deslizó fuera de las mantas, tratando de no molestar a su compañero
mientras bajaba de esa cama de forma extraña. Ty generalmente se despertaba en un
abrir y cerrar de ojos, a menos que estuviera verdaderamente agotado. Todo ese
conducir, huir y luchar había acabado con todo lo que tenía en él. Ni siquiera levantó
la cabeza cuando Zane salió de la cama.
Se puso de pie a los pies de la cama y le miró, preguntándose sobre el pánico que
Ty había sentido esas semanas atrás cuando había dejado a Zane dormido y salió
corriendo. ¿Había alguna fuerza de la naturaleza que hiciera que Zane se alejara
ahora mismo?
Sacudió la cabeza, decidido a dejar que se quedara en el pasado, agarró su arma y
subió las escaleras a la cocina.
Cuando se asomó por el borde de la barandilla de la escalera, vio a Nick de pie en
la piscina de luz tenue del fregadero. Carraspeó para que supiera que estaba allí.
Nick se volvió hacia él, vaso en la mano.
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Nick supiera que era él quien abrazaba a Ty por la noche. Podría haber estado por
debajo de él, pero no le importaba—. Cuando duerme, no duerme en silencio.
Nick le dirigió una sonrisa melancólica.
—Todos éramos así, hasta cierto punto. Puedes ser descalificado para convertirte
en Recon si roncas, pero de lo que no se dan cuenta es que después de medio año,
cada uno de nosotros hablábamos en sueños. O gritábamos.
Zane vació su vaso y cogió la botella para volver a llenarlo.
—No creo que eso sea algo que yo haya hecho nunca. Hablar en sueños, quiero
decir. Supongo que lo mantengo dentro. —Por no hablar de que una gran parte de
las veces había estado encubierto, durmiendo con alguien, o alguienes, que no quería
saber quién era en realidad.
—No es saludable —reprendió Nick, sonriente y llevando el vaso a los labios.
—¿Eres amigo de Deuce también? —Preguntó Zane con ironía.
—¿El hermano de Ty? Le he visto un par de veces. No sé, algo acerca de la
combinación de los rasgos Grady con formación psicológica no me sienta bien. Me
puso nervioso.
Zane se echó a reír.
—¿Rasgos Grady? ¿Como salir furioso de sitios estrechos y coraje bajo el fuego?
—Y estar tan loco como para lograr lo imposible.
—Ositos de goma.
—Cheetos. Y esa mirada, como si supiera exactamente lo que estás pensando y lo
encontrara gracioso.
—Odio eso —murmuró Zane, dejando su vaso medio lleno.
—Yo también —dijo Nick, riendo y mirando el hielo en su vaso de nuevo—. Dios,
a veces le echo de menos.
Zane le miró con una sensación incómoda en la boca del estómago. No quería
imaginar lo que era perder Ty.
Nick se quedó en silencio también, observando a Zane a la tenue luz de nuevo y
bebiendo su agua sin más comentarios. Por fin, Nick sonrió y miró hacia otro lado
con un movimiento de cabeza.
—Ty te lo contó, ¿no es así?
Le confundió un momento, y luego miró a Nick, preguntándose si se dirigía a un
enfrentamiento de algún tipo.
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Armados y Peligrosos
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—Sí.
Nick asintió con la cabeza, sin dejar de mirar el vaso que había dejado en la
encimera.
—Tenía la esperanza de que lo olvidara.
—Me lo contó esa noche. Tan pronto como llegó a casa.
Nick asintió con la cabeza.
—Su regla de moralidad es bastante única —dijo mientras levantaba la mirada
para encontrarse con los ojos de Zane. Se enderezó y apoyó las dos manos sobre el
mostrador.
—Te debo una disculpa.
Zane frunció el ceño, sin saber cómo manejar el enfoque directo.
—¿Voy a tener que oírla?
—Depende —respondió Nick con un encogimiento de hombros—. ¿Te lo mereces?
—Sí —dijo Zane, mirando a los ojos de Nick.
Nick alzó una ceja y ladeó la cabeza hacia un lado.
—Ty me dijo que estaba involucrado contigo, que te amaba, y yo debería haber
respetado eso. No lo hice, y por eso lo siento —ofreció, sonando sincero.
Zane asintió, notando lo precisamente que Nick pronunciaba esa disculpa.
—Ahora dime cómo te sientes en realidad —dijo, manteniendo su tono seco. No
quería empezar una discusión, pero quería saber donde estaba Nick. Y todavía
quería pegarle.
Nick resopló y le dio una sonrisa triste.
—Creo que eres un afortunado hijo de puta, y quiero odiarte. Joder, conozco a Ty.
No vendrá a buscarme a menos que le des una buena maldita razón.
—Sé que tengo suerte —dijo Zane cuando se dio cuenta de que el pequeño manojo
de nervios con el que siempre había tenido que tratar cuando pensaba en el amor y
en Ty simplemente no estaba allí. ¿Eso era confianza? ¿Confiaba en su amante? Zane
no estaba seguro, pero le gustaba.
Nick bajó la cabeza, sacudiéndola.
—En ese caso, por lo que vale, siento haber hecho un movimiento hacia tu novio.
Sonaba tan absurdo que Zane resopló una carcajada.
—Gracias.
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—Sí. —Nick se quedó allí durante un momento incómodo, era obvio que no estaba
seguro de qué decir o hacer.
—Si no fueras tan parecido a él, probablemente habría sido capaz de golpearte —
le dijo Zane, preguntándose de dónde venían las ganas de compartir y deseando que
se detuviera.
Nick lo miró, la expresión protegida.
—Si podemos ser amigos, eso hará nuestras vidas más fácil. Y la de Ty.
Zane asintió.
—Se puede decir que está tenso. Me he estado preguntando si es por mi culpa, o
simplemente la vida. Pero claro, nunca le ha gustado cuando la gente trata de
matarlo.
—A nadie le gusta cuando la gente trata de matarlos.
Nick sonrió ante eso. Cogió su vaso y se giró para sacar más hielo del congelador.
Se movió deliberadamente, tratando de no hacer ruido. Miró hacia las escaleras de
nuevo. Cuando se volvió hacia el mostrador, cogió su propia botella de agua para
volver a llenar su vaso.
—Dijo que habíais estado huyendo casi sin parar —dijo a Zane—. Tienes que estar
tan agotado como él, ¿por qué estás realmente levantado?
—¿La verdad? Tú.
—Ah.
Zane miró hacia el hueco de la escalera, y luego de nuevo a Nick.
—¿Cómo de íntimos sois? –Espetó por fin—. No tengo ningún marco de
referencia, aparte del oorah y tu lengua hasta la garganta.
—Vaya, bien.
—¿Y bien?
—Cierto. Eh… nos conocimos en el viaje en autobús a Parris Island. Permanecimos
juntos durante los siguientes… diez años, supongo.
—Eso no responde a mi pregunta.
—Entonces vas a tener que ser más específico.
Zane se encogió de hombros.
—No lo sé. Nunca he sido capaz de hablar de verdad con uno de los amigos de Ty
antes, aparte de su hermano. Supongo que pensé que podrías tener alguna idea.
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—Es solo, eh… que todavía es clasificado. No es algo de lo que me guste mucho
charlar –tartamudeó Nick. Estaba realmente nervioso, y Zane se dio cuenta que no
iba con él.
—Creí que me ayudaría a entenderos mejor. A comprenderle mejor. Lo siento,
yo… —Zane se encogió de hombros. Se había preocupado sobre pedirle los detalles a
Ty, pero ni siquiera había considerado el efecto que mencionarlo tendría sobre Nick.
Se dio cuenta de lo cruel que había sido al tocar el tema. A pesar de querer a odiar a
este hombre, Zane descubrió que no lo hacía.
Las palabras de Zane colgaron en el aire entre ellos. Zane no estaba seguro de si
Nick le daría más detalles. No estaba seguro de si quería más detalles, pero se sentía
como si fuera algo que había forjado a Ty en lo que era ahora.
Nick regresó al mostrador, mirando a Zane, con el aspecto de un hombre con algo
pesado en su conciencia. Era otro aspecto que no iba con él y Zane frunció el ceño
cuando una sombra cruzó el rostro de Nick a la débil luz.
—Estuvimos en cautiverio durante más de tres semanas –le dijo Zane, sin que le
preguntara de nuevo—. Veintitres días, nueve horas, cincuenta y un minutos.
—Jesús —susurró Zane.
—Fuimos capturados cuando nuestro Chinook fue derribado por un cohete de
mortero teledirigido. No estamos realmente seguros de cómo sucedió; un minuto
estábamos en el transporte, el siguiente los dos estábamos despertando en una celda.
Los investigadores dijeron que los cinco que estábamos en la mitad del helicóptero
fuimos arrojados. Él y yo fuimos los únicos atrapados. Creen que fue porque
estábamos más lejos de los restos. No lo sé. Fuimos detenidos, interrogados y
torturados para obtener información.
Zane sacudió la cabeza. Era peor de lo que había imaginado. Había adivinado
hacía meses que algo había ocurrido, mientras Ty estuvo en Afganistán. Pequeñas
pistas que había dejado caer con el tiempo y que él había recogido: las incesantes
pesadillas de Ty y los murmullos nocturnos. El miedo a los espacios cerrados
pequeños y oscuros. Odiaba ser inmovilizado o incluso obligado a permanecer
sentado durante mucho tiempo. Reconocía herramientas y técnicas de interrogatorio.
La etiqueta de prisionero de guerra del Bronco. Las palabras que Zane había oído
cuando Ty había hablado con Nick. Y entonces Nick lo había confirmado.
Pero cuando Nick expuso los detalles, era mucho peor de lo que se había temido.
Casi tres semanas de cautiverio, siendo torturados en busca de respuestas.
Nick le dio un momento para dejar que la realidad se hundiera y posiblemente,
para darle la oportunidad de parar la narración. Luego, continuó:
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—Ty seguía cabreándoles hablando con diferentes acentos cada vez que lo
interrogaban. –Se rió. Era un sonido amargo y fino—. Pasó un día entero fingiendo
que era ruso y les decía que lo estaban haciendo mal.
Zane no pudo evitar sonreír. Eso sonaba tan parecido al hombre que conocía.
Incluso en medio de una dura prueba como esa, seguía siendo Ty.
—Nos mantuvieron juntos en una celda que no era lo suficientemente grande para
que ninguno pudiéramos estirarnos. Pero nos teníamos el uno al otro, nos
mantuvimos cuerdos. Cuando venían y arrastraban a Ty, me dejaban solo, eso fue
tocar fondo. Me podían torturar todo lo que quisieran, hacer lo que quisieran. Pero
sentado en esa celda solo, preguntándome si iba a volver... es a esos momentos
donde voy en mis pesadillas. —Nick tragó saliva y apartó la mirada, sus ojos verdes
brillando mientras trataba de retener las emociones para poder continuar. Afectó a
Zane también, y su pecho dolió con compasión.
—Por fin empezaron a desesperarse. Se dieron cuenta que sacábamos fuerzas el
uno del otro. Sin embargo, en lugar de separarnos, trataron de abrir una brecha entre
nosotros. Nos llevaban juntos, nos obligaban a hacer el trabajo. Si no nos
golpeábamos con fuerza suficiente, teníamos que golpear de nuevo. Si no cortábamos
bastante profundo, teníamos que cortar de nuevo. No sé cuánto tiempo pasó, pero
estimamos que estuvimos aproximadamente una semana torturándonos
mutuamente, golpeándonos el uno del otro a punta de pistola.
Zane dejó que sus ojos se cerraran. Había aceptado suficientes golpes de Ty en el
pasado para saber lo malo que debía haber sido. Él y Nick debían haberse molido a
golpes.
—Pero no funcionó —murmuró Nick triunfalmente—. Querían que nos
enfadáramos entre nosotros, que nos volviéramos en contra. Pero nos volvió más
fuertes, más decididos a sobrevivir y escapar. No creo que realmente supieran qué
hacer con nosotros. No nos rompíamos, no nos moríamos, no estaban dispuestos a
ejecutarnos. Ty no se callaba.
Sus ojos comenzaron a mirar a una distancia que sólo él podía ver. Zane le
observaba, la aprehensión y los nervios inundándole. Podía sentir que Nick no había
llegado a lo peor todavía.
—Entonces se les ocurrió algo que funcionaría. —Miró a Zane, sus ojos duros
volviendo a enfocarse, brillantes con la ira y el recuerdo—. Un día ataron a Ty a esa
mesa. Podía oír el ruido desde mi celda, y supe por la forma en que estaba luchando
que pensó que iba a morir.
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El pensamiento golpeó a Zane con fuerza y cerró los ojos, preguntándose si debía
pedirle que parara. Pero la curiosidad morbosa sacó lo mejor de él, y se obligó a abrir
los ojos de nuevo.
—Cuando le ataron, me llevaron con él. Le tenían inclinado sobre la mesa, una
cuerda sobre su espalda para sujetarlo. Tenía las manos esposadas detrás de él. Me
esposaron a mí también y estuve seguro que iban a hacer que le cortara. —Nick
sacudió la cabeza, levantando la barbilla y mirando hacia el techo—. Entonces me
dijeron que podía decirles lo que sabía o podía follarle contra la mesa con una pistola
apuntada a nuestras cabezas. Y si yo no lo hacía, ellos lo harían por mí.
Zane dejó de respirar mientras miraba a Nick, repentinamente asustado. Había
esperado oír hablar de tortura, pero no eso. ¿Era eso lo que le había pasado a Ty para
que odiara estar sujeto abajo?
Nick se sentó en silencio, los ojos en la ventana, los dedos temblando en su vaso
mientras recordaba lo que tenía que ser una de las experiencias más terribles y
difíciles en su vida. En la vida de cualquiera. Zane recordaba vagamente que Ty le
había dicho una vez que no deberían comparar heridas. Ahora tuvo un sentido
terrible y claro. Se sintió enfermo.
La voz de Nick vaciló cuando continuó.
—Estaba listo para decirles todo. Lo habría hecho. Cualquier cosa que pidieran, se
lo habría dado. Todo lo que Ty y yo habíamos defendido y por lo que habíamos
luchado, estaba listo para entregarlo sin más. —Sus ojos se llenaron de lágrimas y los
cerró, posiblemente avergonzado por el recuerdo, pero eso sólo obligó a las lágrimas
a derramarse, y un par bajaron por su hermoso rostro sin que pareciera darse
cuenta—. Pero Ty…
Zane supo sin duda lo que Ty habría dicho y cerró los ojos contra el dolor.
—Él me dijo que lo hiciera. —Nick asintió mientras lo decía, como si afirmara lo
que Zane ya había adivinado—. Me lo ordenó. Echó mano de su jodido rango, como
si me importara en ese momento. Él era todavía un marine, y eso es todo lo que le
importaba. Yo no podía procesar lo que iban a obligarme a hacer, lo que Ty me
estaba ordenando que hiciera. Estaba de pie al lado de esa mesa, mi mejor amigo atado
a ella, un arma a mi cabeza, tratando de decidir si yo era un marine con pelotas de
acero como Ty o un cobarde. Y Ty me dijo que le besara. —Se rió de repente, el
sonido extrañamente incongruente con la historia que contaba—. Tuvo que
decírmelo dos veces. Y cuando lo hice deslizó la llave en mi boca.
El corazón de Zane pareció tambalearse de nuevo.
Nick tarareó, el sonido contento y de alguna manera ominoso.
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Me he arrepentido de lo que hice todos los días desde entonces. —Todavía estaba
mirando a los ojos de Zane, inquebrantable, y en algún lugar en el fondo, Zane podía
sentir al guerrero en él, sentir a la persona peligrosa, capaz y honrada que podía ser
si quería. Era como Ty de muchas maneras.
No conocía a Nick, pero conocía a Ty. Confiaba en Ty, y sabía que este no haría
nada para hacerle daño. Pero al escuchar las palabras de Nick, al recibir la promesa
que de que no haría ningún otro avance, que lamentaba haberlo hecho en primer
lugar, alivió algo de la preocupación en su mente.
—Garrett. A mí nunca me miró como te mira a ti —dijo Nick con voz suave—.
Nunca ha mirado nada de la forma en que te mira. Además. Odia a los Sox. Nunca
habría funcionado.
Zane resopló y sacudió la cabeza.
—Eres un imbécil, ¿lo sabías?
Nick se encogió de hombros.
—Gracias.
—Es lo menos que podía hacer —susurró Nick.
Zane le miró fijamente durante un minuto, tratando de reflexionar sobre todas las
cosas que Nick le había dicho, y diciéndose que este hombre ha sido y siempre sería
una parte muy importante de la vida de Ty.
—Creo que voy a tratar de dormir.
—Probablemente sea una buena idea —dijo Nick—. Yo vigilo tu espalda esta
noche.
Zane se puso de pie y no examinó cuidadosamente la sensación que esas palabras
le dieron cuando empujó el vaso hacia Nick.
—Gracias —murmuró mientras se alejaba. Volvió a bajar por las escaleras a la
cabina donde Ty dormía, pero Zane sabía que no dormiría fácilmente esta noche, no
después de haber averiguado todo eso.
Se metió en la cama, viendo a su amante con nuevos ojos mientras se subía las
mantas por los hombros.
Ty murmuró algo en esa lengua extranjera a la que Zane se estaba acostumbrando,
y se apartó de él, retrocediendo para que Zane le abrazara. Este se acurrucó tras él, le
envolvió y presionó contra su cuerpo caliente.
—¿Estás despierto? —Preguntó Zane, apenas dejando que las palabras salieran.
Ty suspiró y se acercó a Zane.
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—No.
Zane sonrió, dejando que sus dedos vagaran contra la piel de Ty. Aunque era
propicio para el romance, todo lo que Zane quería hacer era abrazarle y dormir con él
en sus brazos.
Ty volvió la cabeza.
—¿Has oído lo que necesitabas escuchar?
Zane lo atrajo más cerca.
—Creo que sí. Sí.
* *
A la mañana siguiente, Nick estaba guiando el yate hacia Washington, DC, y el
resto de ellos se acurrucó en la mesa donde Zane estuvo sentado anoche, tratando de
esbozar un plan.
—Mira, no me importa si eres el gran malvado asesino, no me siento intimidado
cuando me lanzas esa mirada amenazadora. No vienes conmigo —estaba diciendo
Ty a Julian mientras los dos hombres discutían.
—Me niego a ser arrastrado más tiempo. Vamos a tener algo que decir sobre
nuestro próximo movimiento, o te dejaré atado y amordazado durante la noche para
que te encuentre la Guardia Costera –gruñó Julian.
Ty golpeó su mano contra la mesa y le señaló con el dedo.
—¿Por qué no puedes hablar como una persona normal? —Gritó con frustración.
Julian resopló con desdén y se cruzó de brazos.
—¡Muy bien! Cuando lleguemos al puerto, te vienes conmigo a la sede central,
Cam se queda en un lugar seguro con Garrett, y tú comienzas a usar contracciones
cuando me hablas o te juro por Dios…
—De acuerdo —dijo Julian con fastidio.
Ty gruñó al tiempo que cogía su abrigo y se dirigió hacia las escaleras que
conducían al puente volante, donde había más lugares para sentarse al aire libre.
—Necesito aire —gruñó al resto de ellos.
—¿Qué tiene de malo exactamente mi forma de hablar? —preguntó Julián
mientras se levantaba y le seguía los pasos.
—Te odio así que cállate. ¿Por qué me sigues?
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Nick asintió y luego volvió su atención a las cartas y a navegar por las aguas hacia
DC.
—Sidewinder, ¿verdad? ¿De dónde viene el nombre?
—Eso es lo que nos llamaron. Creo que fue porque no importaba a que nos
enviaran, siempre nos las arreglábamos para salir de ello.
Zane se echó a reír. Sí, eso sonaba como un equipo que habría liderado Ty.
—¿Acaso Ty tiene un seudónimo?
—No, eso son sólo los pilotos —dijo Nick después de un minuto o dos—.
Teníamos apodos. Cambiaban cada par de meses, dependiendo de quién entrara o
saliera. Pero Ty era el líder del equipo, significaba que sólo le llamábamos Six.
—¿No tenía un apodo? —Preguntó Zane.
—Ninguno que él querría que repitiera —murmuró Nick, con una sonrisa en su
voz—. Sólo Six.
* *
—Será mejor que me llames cuando estés a salvo —dijo Nick a Ty mientras
rodeaban a Julian, protegiéndolo mientras forzaba la cerradura de un automóvil
estacionado en el aparcamiento del puerto deportivo público donde Nick había
alquilado un atracadero.
—Alguien lo hará. Comprueba a Deacon por mí, ¿de acuerdo?
—Hecho.
—Y vuelve a casa. No te quedes por aquí y acabes atrapado en las represalias.
—Ty.
—Prométemelo, O. Irás a casa.
Nick resopló pero asintió.
Ty le miró a los ojos durante unos segundos. No parecía asustado. Pero tampoco
se le veía confiado, y eso puso a Nick nervioso. El mayor activo de Ty era su
capacidad de hacer que los que le rodeaban pensaran que era a prueba de balas.
—¿Estás seguro de que no necesitas otra arma?
Ty sacudió la cabeza.
—Esta no es tu lucha, O. Y si las cosas van mal, necesitaremos a alguien que pueda
decir lo que pasó.
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Nick sintió una fría bola de acero asentándose en el pecho. Odiaba ser dejado en el
banquillo, pero Ty tenía razón. Asintió con la cabeza, y Ty le dio la espalda para
meterse en el coche que Julian había abierto. Se sentó en el asiento del conductor y
metió la mano entre sus piernas para sacar los cables por debajo de la columna de
dirección, en cuestión de treinta segundos, le había hecho un puente al coche.
Nick saludó mientras se marchaban, el viejo Chevy Suburban azul moviéndose
con pesadez a través del aparcamiento y girando fuera de la vista. Nick respiró
hondo y trató de calmar los nervios que le picaban el pecho. Ty podría arreglárselas y
había visto lo suficiente de Zane Garrett para haberse formado una opinión confiada
de sus habilidades también. El hombre era formidable, una buena pareja para Ty. Y
Julian Cross era un pedazo de pan tostado que siempre caería con el lado de la
mantequilla hacia arriba, pero Nick no estaba seguro de si tener suerte les haría
mucho bien. Incluso el perro más afortunado de la camada tenía su día malo.
Estaba girando para regresar al muelle y el barco, cuando vio a un SUV negro dar
la vuelta a la esquina en el otro extremo del parking. Las ventanillas estaban tintadas,
y no tenía nada extraordinario con excepción de la gruesa antena en el techo.
Se detuvo en medio de la pista, Nick se quedó allí y lo miró durante unos
segundos. El SUV aceleró el motor, y Nick echó a correr por la puerta del muelle
cuando el SUV rugió hacia él. Saltó por el bordillo y se lanzó por la acera mientras
Nick llegaba a la puerta y la atravesaba. Pudo oír los portazos detrás de él mientras
corría por el muelle, y cuando oyó que la puerta cedía, saltó sobre su barco y rodó
hasta la cubierta para poder arrastrarse al interior y no estar al amparo de los
disparos.
No había ningún lugar al que correr; nunca conseguiría poner en marcha al 580 a
tiempo para escapar. Lo único que podía hacer era ganar tiempo suficiente para que
Ty y los demás se largaran. Buscó en los compartimentos de almacenamiento,
lanzando salvavidas por encima del hombro y finalmente encontrando oro. Lo
agarró y lo besó, murmurando mientras se arrastraba a la cocina, donde tendría la
mejor cobertura.
Cuando dos hombres con trajes oscuros derribaron la pesada puerta de roble del
salón, Nick estaba detrás de la partición de la cocina, apuntándolos con una escopeta
de dos cañones.
—Oh, hijo. Rompisteis la puerta equivocada hoy –dijo con regocijo sádico antes de
abrir fuego.
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Capítulo 16
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—Hemos estado siguiendo sus movimientos durante dos años, tratando de reunir
suficientes pruebas para derribarlo. Se enteró de la investigación, lo destruyó todo y
huyó.
Blake entrecerró los ojos, suspicaz.
—Sabemos que él envió a un hombre llamado Arlo Lancaster aquí a Chicago hace
un año y medio para matarles a usted y Cross. Desde que se enteró que Cross
todavía estaba vivo, ha estado tratando de encontrarlo. Y con su ayuda, finalmente lo
hizo.
A Blake le resultaba difícil respirar mientras la verdad se filtraba.
—¿El FBI?
—Dos agentes renegados, enviados por un viejo amigo de Jonas para llevarlo.
Suponemos que ha sido engañado o que está trabajando con Jonas. De cualquier
manera, esto termina con Julian Cross muerto cuando le entreguen.
—Oh Dios.
Una hora más tarde, después de ver la evidencia que la CIA había compilado
sobre Randall Jonas, Blake llamó a Preston mientras el estómago se le desplomaba.
No había suficiente para condenar al hombre, pero era suficiente para convencerle.
—Lo entregué directo a los hijos de puta —escupió tan pronto como Preston
respondió a su llamada.
—Un error de buena fe, señor, estoy seguro —murmuró Preston.
—Asegúrate que los agentes del FBI no lo entreguen a su jefe, ¿me entiendes?
—Sí, señor.
—Haz lo que tengas que hacer. Jonas no puede poner sus manos sobre Julian, o
Jules es hombre muerto.
Preston se quedó en silencio un momento. Cuando habló, su voz era grave y
peligrosa.
—Entendido, señor.
* *
Burns se levantó tan pronto como escuchó la conmoción afuera. Para que su
asistente se enfadara con alguien de ese modo, tenía que ser Ty. El alivio lo inundó.
No habían oído hablar de él en varios días. Burns había comenzado a enfrentarse al
miedo muy real de que Ty y Zane podrían estar muertos. Oyó la reveladora
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Jonas se puso de pie y roció una lluvia de balas en la esquina donde Julián se había
puesto a cubierto. Burns se arrastró a por el arma que había descartado, se lanzó al
suelo y rodó mientras la levantaba. Jonas tenía el arma apuntando a Julian, que se
había quedado sin balas y estaba de rodillas, con las manos en alto. Burns levantó su
arma para disparar, pero su dedo apenas había rozado el gatillo cuando Ty embistió
a Jonas por detrás.
El arma de Jonas disparó sin control, rociando techo de escayola por todas partes.
Aterrizaron con fuerza, el peso de Ty sacó el aire de los pulmones e Jonas cuando se
deslizó de bruces sobre la alfombra. Ty le golpeó la espalda con el codo y le mantuvo
abajo.
Burns se puso de pie y le apuntó con el arma.
—¡Ty! ¡Sácalo de aquí!
Ty vaciló, mirando de Burns a Jonas.
—¡No estará seguro hasta que esté en Langley! —gruñó Burns, señalando con la
cabeza hacia Cross—. ¡Vete!
Ty rodó y se puso en pie, llevando una mano ensangrentada al costado. Julian le
sujetó del codo y los dos se tambalearon hacia la puerta.
—Richard —gruñó Jonas mientras se levantaba—. No sabes lo que estás haciendo,
Richard. ¡No dejes que escape!
—Cállate –dijo Burns entre dientes mientras Ty y Julian huían de la oficina.
Jonas le miró a los ojos, su cuerpo tenso. Burns miró hacia las profundidades,
reviviendo cada momento que había conocido a Randall Jonas, desde el campo de
entrenamiento a la mañana que había sacado a Burns de un incendio en la selva hasta
el día en que había sido el padrino de su boda.
—Confiaba en ti.
Jonas se volvió para mirarlo. Burns apretó la mano en su arma, temblorosa
mientras la traición se hundía.
Jonas dio un bufido despectivo y se encontró con los ojos de Burns.
—Eso sólo te hizo fácil de usar.
* *
Julian escuchó el último disparo, el sonido ensordecedor mientras corrían por las
escaleras. Ty se detuvo en seco y se giró.
—¡Dick!
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—Él tenía la sartén por el mango —dijo Julian, agarrando el codo de Ty para
empujarlo. Ty dudó, pero al ver a los agentes que inundaban los pasillos, se volvió y
corrió con Julian a la escalera de emergencia.
Bajaron corriendo las escaleras, cada golpe y sonido metálico de la escalera ponía a
Julian de los nervios.
—Es genial, de verdad –jadeó—. Enviar recaderos confiados para hacer el trabajo
sucio. Es su firma.
—No lo puedo creer —murmuró Ty—. ¿Significa esto que Zane y yo éramos los
malos?
—Creo que sí.
—¡Hijo de puta!
Llegaron a la planta baja y Ty empujó la puerta que daba al vestíbulo. Las sirenas
estaban sonando, todo el edificio federal estaba movilizado. Ty mostró su placa a un
guardia de seguridad que intentó detenerlos. Cuando el guardia se puso delante de
ellos, dispuesto a no dejarlos salir, Ty le agarró de la mano y se la retorció, giró su
cuerpo y derribó al fornido guardia con un movimiento tan grácil como una
bailarina.
Se lanzaron hacia delante cuando otros guardias fueron tras ellos.
—Zane me va a matar —dijo Ty mientras irrumpían a través de las puertas y
salían corriendo por la calle entre las multitudes de turistas que se dispersaban.
—¡No es el único! —gritó Julián mientras se movían entre las personas y cruzaban
la calle—. Ahora tenemos también un francotirador del que preocuparnos.
* *
Zane estaba sentado con Cameron en el café que habían designado como punto de
encuentro. Despreciaba quedarse atrás, pero Ty había dado un argumento
convincente de que él y Julian serían capaces de entrar con sigilo mejor si solo eran
ellos dos. También esperaban, a algún nivel, que Zane sirviera de señuelo a
cualquiera que vigilara el edificio esperando a que Cross apareciera. Había caminado
arriba y abajo por la acera varias veces, con la esperanza de llamar la atención,
mientras Ty y Julián entraban en el interior de una furgoneta de reparto de flores.
Era mucho más fácil colarse en la sede del FBI si eras un agente real del FBI.
Cuando vio a dos hombres corriendo por la calle, Zane se inclinó hacia delante y
se puso tenso, evitando apenas alcanzar su arma.
Cuando estuvieron más cerca, vio que eran Ty y Julian.
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Armados y Peligrosos
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—Oh-oh.
—¿Qué? —preguntó Cameron mientras miraba a la multitud.
—Parece que algo salió mal.
—Tenemos que movernos –jadeó Ty tan pronto como llegaron donde Zane y
Cameron. Por su aspecto, ambos habían corrió hasta allí.
—¿Que ha pasado?
—Era Jonas.
—¿Quién?
—Jonas, él era el hombre.
—No sé quién es.
—Es de la CIA, engañó a Burns, sólo quería a Cross para matarlo –tartamudeó Ty.
—Ty, respira.
Ty sacudió la cabeza, tragando aire y sosteniéndolo a su lado. La sangre se filtraba
a través de la tela de la camiseta.
—Hay un francotirador en una azotea en alguna parte. No sabemos de qué lado
está, tenemos que salir de la vista —dijo Julian, rápido y apenas entendible con su
fuerte acento.
Zane y Cameron se movieron, agarrando la última bolsa que les quedaba del
equipo, Zane a la cabeza. No había ningún sitio a donde ir donde fueran capaces de
ocultarse. Pero podían meterse en un restaurante o en un museo y estarían fuera de
la mira del francotirador. Se dirigieron hacia el enorme complejo del Centro Verizon,
y Zane se lanzó al restaurante The Greene Turtle mientras los otros le seguían.
Cameron jadeaba después del sprint, y Ty estaba apoyado contra la barandilla de la
escalera curva que conducía a los sótanos del restaurante, jadeando y sujetándose el
costado.
—¿Puedo... ayudarles? –preguntó la camarera.
—Mesa para cuatro, por favor —dijo Cameron, sin aliento, levantando cuatro
dedos—. Lejos de las ventanas, si es posible.
—Por supuesto —dijo, mirándolos de reojo mientras agarraba menús.
Zane tomó el brazo de Ty y comenzó a llevarlo escaleras abajo. Julian les siguió,
arrastrando a Cameron mientras explicaba a la camarera que volverían pronto. No
querían que su sospecha creciera lo bastante para llamar a la policía, pero Zane
dudaba que los intentos de Cameron hubieran ayudado a su causa.
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* *
—¡Preston! —dijo Cameron con evidente alivio.
Cuando Ty se puso en pie, se encontró frente al cañón negro del rifle de un
francotirador. Su corazón tartamudeó y su cuerpo se llenó de hielo.
El cañón bajó para revelar a su propietario cuando el hombre se metió en la
piscina de una luz de emergencia, y Ty se quedó mirando al hombre rubio en estado
de shock.
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—Gracias a Dios. Preston, ¿qué te tomó tanto tiempo? —gruñó Julian mientras se
apresuraba hacia adelante.
—Lo siento mucho, señor –respondió Preston, arrastrando las palabras, sonriendo
mientras miraba alrededor y se encontraba con los ojos de Ty—. Hola, Tyler.
Ty no pudo encontrar su voz a través de la sorpresa.
Cameron miró de uno a otro.
—¿Os conocéis?
—Somos conocidos —respondió Preston mientras se apoyaba el rifle al hombro.
—No me digas —dijo Zane mientras permanecía de pie junto a Ty—. ¿Quién
diablos eres?
Preston levantó una ceja hacia Zane, pero no le contestó, siguió mirando a los ojos
de Ty y dirigiéndole una sonrisa enigmática.
—Él es Preston, el conductor de Julian —dijo Cameron.
—Conductor —dijo Zane, con voz irónica—. ¿También vendes antigüedades?
—No, yo mato gente.
—Preston —dijo Cameron, horrorizado—. Pensaba que estabas en Chicago.
—Tenía otros asuntos que atender.
Ty finalmente encontró su voz, aunque seguía mirando al hombre como si hubiera
resucitado de entre los muertos.
—Era... francés. Eras francés —dijo en tono acusador.
Preston se encogió de hombros.
—Tú también. Ambos obtuvimos lo que íbamos buscando.
—¿Este es el tipo de Paris que Burns piensa que es Cross? —Dijo Zane, señalando
a Preston—. ¿Entonces este el tipo del que ha ido todo esto?
—No, querido, por favor, sigue el paso —dijo Preston curvando el labio.
Ty se quedó allí, moviendo la cabeza, la mente agitada por conectar las piezas.
Preston se volvió hacia Julian.
—Smith y Wesson están en su coche, señor. Listo cuando lo esté.
—¿Qué pasa con mis perros?
—Con tu amiga del restaurante.
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Capítulo 17
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* *
Ty estaba sentado en una habitación acolchada blanca y cromo, con las piernas
encadenadas a una mesa y las manos encadenadas a un anillo sobre la mesa. El mono
que llevaba no tenía marcas, botones o cremalleras. Ni siquiera una etiqueta. Llevaba
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zapatos sin calcetines, y nada bajo el mono. Se lo habían quitado todo, incluso el
colgante con la brújula que Zane le había dado.
Se quedó mirando su reflejo en el espejo, sabiendo que había alguien al otro lado.
Tamborileó con los dedos sobre la mesa, tratando de hacer que el ritmo lento y
medido disipara los nervios que zumbaban en su interior. Había estado toda la noche
retenido en esta sala de observación, sólo le habían dado agua en un vaso de espuma
de poliestireno. Cuando le había dicho a su guardia que la CIA estaba matando al
planeta con espuma de poliestireno, el hombre se había ido con su vaso y no había
vuelto.
La puerta de su habitación se abrió con el fuerte ruido de pesado metal, y Ty
observó como dos hombres de traje entraban y se sentaban frente a él a la mesa.
—Agente especial Beaumont Tyler Grady, ¿correcto? También conocido como
Tyler Beaumont y… ¿Sam Hill?
Ty se quedó mirando al hombre, enarcando una ceja.
—Nos reunimos de nuevo —dijo, permitiéndose una pequeña sonrisa.
El agente le miró, y su compañero le miró a él antes de mirar a Ty.
—Nos disculpamos por la necesidad de desnudarle para registrarle. Pero parece
que tiene una reputación de... producir llaves.
Ty se encogió de hombros.
—No te preocupes por eso, ni siquiera es el primero que he tenido esta semana —
dijo, con voz irónica. Miró al Agente X y sonrió ampliamente—. ¿Aunque fue más
divertido, verdad?
El agente Y parpadeó rápidamente, como si tratara de ocultar su reacción.
Ty sonrió y señaló con dos dedos al Agente X.
—A este tipo, tío. Le gusta duro —dijo con una sonrisa. Lo enmarcó con un guiño
sugerente al Agente X, se apuntó con el pulgar y el meñique y articuló “llámame”.
—Ya está bien —murmuró el agente Y. Ty disfrutaba de que el hombre se sintiera
incómodo, probablemente más de lo que debería—. Su tarea era recuperar y entregar
un activo de la CIA con el nombre de Julian Cross, ¿correcto?
—No, no, lo tienes todo mal. Me enviaron a comprar leche. Compré entera en
lugar de desnatada y todo se descontroló. ¡Quiero decir que parece que llevé a casa
leche de soja o algo así!
—Agente especial Grady, puede dejar de actuar ahora o puede hacerlo la próxima
semana.
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Ty se quejó, pero no preguntó de nuevo. La primera persona que vio cuando salió
de la habitación fue a Zane, ya vestido, recién afeitado, y listo para irse. Ty le señaló
mientras miraba a Burns.
—¿Le rescataste en primer lugar?
—Hemos estado observándote a través del espejo durante diez minutos —le dijo
Zane, tratando de no sonreír.
—Han estado entrenando a los novatos contigo, Ty —dijo Burns mientras se
alejaba.
Ty le fulminó con la mirada, luego miró a Zane con una sonrisa y se lanzó contra
él para abrazarlo antes de que Zane pudiera esquivarle. Zane se rió y cerró los brazos
a su alrededor, devolviendo el entusiasta abrazo.
—Caballeros –dijo el agente X acercándose. Ty soltó el cuello de Zane y se volvió
para mirar al hombre. Llevaba un paquete con la ropa y las posesiones de Ty—.
Habéis hecho un trabajo impresionante esta semana.
Ty y Zane se miraron.
—Gracias, supongo —dijo Zane con cautela.
—La Agencia desea extenderos una invitación a los dos.
Ty inclinó la cabeza hacia delante como si hubiera oído mal.
—¿Una invitación? —Repitió Zane.
—¿Nos estás ofreciendo trabajo? —Preguntó Ty, incrédulo.
El agente X asintió.
—Nosotros creemos que si no puedes matarlo, lo contratas.
Ty soltó una carcajada. Zane negó con la cabeza y se alejó, arrastrándose tras
Burns.
Ty movió un dedo al agente X, que sonreía siempre tan levemente. Tomó sus
cosas.
—Eres un poco correcto, tío —le dijo Ty, sin dejar de reír—. Más adelante,
cocodrilo.
Se volvió para seguir a los otros dos, contento de que el calvario hubiera
terminado y por fin pudiera volver a casa. Con Zane.
* *
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—Dice que los recuperará después de que él y Cam se hayan asentado en alguna
parte. “No te ates demasiado” dice.
Ty dejó la nota y miró a los dos gatos. Uno de ellos todavía estaba gruñendo
mientras comía, haciendo chasquidos obscenos y sonidos siseantes.
—Sabía que el bastardo me odiaba —gruñó Ty mientras se dirigía a las escaleras.
—Pero... Ty —dijo Zane mientras miraba a los gatos. Habían dejado el plato de
comida detrás y se le acercaban, mirándolo con ojos verdes luminosos—. Eh.
Uno de los gatos anaranjados le siseó. Zane dio un paso atrás, fuera de su camino,
cuando pasaron por delante de él hacia las escaleras, la cola silbante como los dos
malvados gatos siameses de la película de Disney. Zane les miró boquiabierto como
seguían a Ty por las escaleras.
* *
El día después de regresar a Baltimore, Ty y Zane finalmente se encontraron de
nuevo en sus escritorios y de vuelta al trabajo, sin ningún tiempo de inactividad
como recompensa por lo que habían pasado. El resto del grupo de trabajo los saludó
con entusiasmo, Scott Alston incluso le dio a Ty un abrazo en señal de saludo antes
de entregarle una pila de papeles.
—Bienvenidos de nuevo —dijo Michelle Clancy cuando se acercó y rodeó la
cintura de Ty con el brazo cuando este se sentó en el borde del escritorio de Zane.
Él le rodeó los hombros, luego la miró y frunció el ceño.
—¿Qué pasa, Roja? ¿Parece como si alguien hubiera apaleado a tu cachorrito?
Clancy se encogió de hombros y le dio una sonrisa débil.
—Ayer transfirieron a Tim.
Ty levantó una ceja y miró a Zane.
—¿Quién es Tim?
—El tipo de crímenes financieros —murmuró a Zane desde su asiento. Miró a
Clancy—. ¿Por qué lo transfirieron?
Clancy se encogió de hombros y apoyó la cabeza contra Ty. Parecía que estaba
conteniendo las lágrimas.
—Creo que se enteraron de que estábamos saliendo. Le envían a Carolina del
Norte.
—Jesús —susurró Zane.
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* *
Ty y Zane se presentaron en la oficina de McCoy para encontrar a Richard Burns
sentado allí esperándolos. McCoy cerró la puerta y Ty se derrumbó en una de las
sillas. Zane le siguió con un poco más de gracia.
—Todavía tenemos todo tipo de papeleo pendiente, pero ahora que la CIA se ha
dignado a contarnos qué diablos estaba pasando allí, espero que todo esto se disipe
rápidamente —dijo Burns desde su asiento detrás del escritorio de Dan McCoy
mientras hojeaba unos papeles. Había hecho todo el viaje desde DC para hablar con
ellos, en lugar de hacerles conducir más de lo que ya lo habían hecho.
Zane asintió con aire ausente, escuchando a medias, dando golpecitos con el
bolígrafo en el montón de papeles delante de él. Otra crisis pasada, otro caso cerrado,
pero tanto había cambiado en el puñado de semanas que habían estado lejos. Se
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—Gracias, director.
—Salid de aquí —dijo Burns con una sonrisa melancólica.
Ty vaciló mientras miraba a Burns.
—Dick. Yo... siento lo de Jonas. Sé lo unidos que estabais.
Burns asintió, frunciendo los labios.
—Era un fantasma. Y no importa lo buenas que sean tus intenciones, los fantasmas
siempre terminan transparentes al final. —Zane miró a Ty, inquieto—. Cuando
llegues a casa, tira tu segundo teléfono.
—¿Señor? —Dijo Ty, obviamente, demasiado sorprendido para expresar cualquier
otra cosa.
—Deshazte de él, Ty. No voy a volver a llamarte.
Ty asintió, todavía sorprendido y apenas un poco herido por las palabras. Zane
casi estiró la mano para apoyarla en el hombro, pero se contuvo.
—Habéis dado suficiente. No hay nada más precioso que la confianza, muchachos
—dijo Burns, con voz sombría—. Vosotros la tenéis. No hagáis algo estúpido y la
perdáis, ¿eh?
—Sí, señor —murmuraron ambos antes de dirigirse a la puerta.
Estaban casi hasta el ascensor antes de que Ty se volviera a mirar a Zane
valorativamente.
—Confianza.
Zane le miró.
—No creo que eso vaya a ser un problema.
Ty tarareó, un sonido similar al que hacía en la cama. El cuerpo de Zane lo notó.
—Fin de semana largo —dijo en vez de comentar el asunto de la confianza—. Está
peligrosamente cerca de la palabra “vacaciones”.
—Y, sin embargo, la has dicho. —Zane se metió las manos en los bolsillos mientras
caminaban.
—Me gusta vivir al límite —Ty extendió la mano y apretó el botón, luego se volvió
para apoyar el hombro contra la pared junto a la puerta del ascensor. Observó a
Zane.
Este reprimió el impulso de mover los pies y simplemente devolvió la mirada con
una ceja levantada. Ty no habló mientras se encontraba con los ojos de Zane. Las
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puertas del ascensor se abrieron, y asintió con la cabeza a Zane para que entrara.
Zane dejó escapar un lento suspiro y se dio la vuelta para apoyarse contra la pared
lateral cuando Ty se unió a él.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Ty se apoyó contra la pared de
espejos y suspiró.
—He interrogado gente que parecía más relajada que tú.
Zane le ofreció una sonrisa irónica.
—No quiero tener que ocultarlo. Pero... no quiero ser enviado a Carolina del Norte
tampoco. —Se sentía un poco más cómodo cuando podía mirar a Ty abiertamente en
lugar de recordarse constantemente que no debía mirar cada movimiento de su
amante. Era agotador. Zane no recordaba haber hecho eso antes.
Ty asintió, tragando saliva.
—Todavía podemos estar juntos. —Su actitud era tranquila y relajante, pero
debajo de la superficie Zane podía oír un toque de nerviosismo, tan raro en su
compañero que no estaba seguro de no haberlo imaginado.
Ahora que Zane tenía la oportunidad de decir algo, todo en su cabeza sonaba tan...
tonto. Cedió a los nervios y se frotó la parte posterior del cuello.
—¿Todavía quieres que me mude? —preguntó, echándole un vistazo.
Ty apretó los labios y asintió con la cabeza, mirando sus pies.
—Podríamos trasladar todas tus cosas el fin de semana. Podemos hacerlo. ¿No
crees? —preguntó mientras miraba a Zane—. Digamos que me estás alquilando una
habitación o algo así.
Zane inclinó la cabeza hacia un lado mientras sus ojos se encontraban de nuevo.
—Creo que podría sacarlo adelante si eso significaba despertar contigo todos los
días —dijo, su voz apenas audible.
Ty asintió, sin apartar la mirada de Zane.
—Bueno —empezó, con una sonrisa formándose en esos ojos color avellana
cálidos—. ¿Por qué no empezamos con esta noche, y vamos desde ahí?
El alivio hizo reír a Zane y asintió. ¿Cómo diablos hacía Ty que todo pareciera tan
simple?
—Me gustaría.
Ty se rió, el sonido bajo, cálido y familiar.
—La vida es difícil y confusa, Zane. El amor no tiene que serlo.
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Zane alzó ambas cejas con sorpresa cuando el ascensor sonó y las puertas se
abrieron. Su respuesta instintiva tendría que esperar hasta que estuvieran fuera del
edificio. Caminó junto a Ty por el pasillo mientras se dirigían a la planta del
aparcamiento.
—No más galletas de la fortuna para ti –dijo mientras captaba la mirada de Ty—.
Eres demasiado zen.
—Dejaré mis momentos de galleta de la fortuna zen cuando tú dejes de hacer
juegos de palabras horribles.
—Pero soy un tipo tan guay –Zane fingió quejarse con una mano sobre el corazón.
—Déjalo, bola de queso —Ty le dio una colleja para dar énfasis.
Zane sonrió y se agachó, girando para caminar hacia atrás delante de Ty. Este le
miró de arriba abajo con una sonrisa desenfadada. Calentó a Zane casi hasta el punto
de distracción.
—Entonces chino descartado para cenar. ¿Algo más que suene bueno?
—Vamos a salir.
—No quieres quedarte solo en casa con esos gatos.
—No son tan malos. Una vez que te acostumbras a sus cabezas girando. Pero en
serio, vamos a sentarnos en algún lugar donde tengamos cubiertos de verdad y te
pueda manosear bajo un mantel con clase.
Zane se echó a reír. No le importaba a dónde fueran, siempre y cuando estuvieran
juntos.
—Es un poco pronto todavía, apenas son las cuatro.
Ty bufó y miró el garaje en dirección a su coche de alquiler.
—Vamos a llevar esa cosa al puerto y ver cuánto tiempo tarda el perito de seguros
en llegar allí —dijo, con los ojos brillando lo suficiente para hacer que Zane sintiera
miedo de que lo pusiera en práctica.
—No vamos a hacer eso, así que simplemente fantasea sobre ello en una cena
temprana. —Zane preferiría que Ty no llenara de postales otro vehículo por el
momento. Extendió la mano y enganchó el brazo de Ty mientras se giraba para
volver a caminar a su lado—. ¿Qué tal un viaje a las jaulas de bateo, luego podemos
limpiarnos y conseguir una cena decente?
Ty le miró de reojo, sonriendo ampliamente. Le dio un golpe en el hombro
mientras caminaban, la sonrisa volviéndose más cálida y de alguna manera más
íntima sin cambiar realmente.
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