(Relato Corto) Accidente

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ACCIDENTE

Agatha Christie
�Y le aseguro... que es la misma mujer... �sin la menor duda!
El capit�n Haydock mir� el rostro de su amigo y suspir�. Hubiera deseado que Evans
no se mostrara tan absoluto. Durante el curso de su carrera, el viejo capit�n de
marina hab�a aprendido a no preocuparse por las cosas que no le concern�an. Su
amigo Evans, inspector retirado del C.I.D., ten�a una filosof�a muy distinta. �Hay
que actuar seg�n la informaci�n recibida�... Hab�a sido su lema en sus primeros
tiempos, y ahora lo hab�a ampliado hasta buscar �l mismo la informaci�n.
El inspector Evans hab�a sido un polic�a muy listo y despierto, que gan�
justamente el puesto alcanzado. Incluso ahora, ya retirado del cuerpo e instalado
en la casita de sus sue�os, su instinto profesional segu�a en activo.
�Nunca pude olvidar una cara �repet�a satisfecho�. La se�ora Anthony... s�, es la
se�ora Anthony sin lugar a dudas. Cuando usted dijo la se�ora Merrowdene... la
reconoc� en el acto.
El capit�n Haydock movi�se intranquilo. Los Merrowdene eran sus vecinos m�s
pr�ximos, aparte del propio Evans, y el que �ste identificara a la se�ora
Merrowdene con una antigua hero�na de un caso c�lebre, le contrariaba.
�Ha pasado mucho tiempo �dijo con voz d�bil.
�Nueve a�os �replic� Evans con la precisi�n de siempre�. Nueve a�os y tres meses.
�Recuerda el caso?
�Vagamente.
�Anthony result� ser un consumidor de ars�nico �dijo Evans�, y por eso la
absolvieron.
�Bueno, �por qu� no hab�an de hacerlo?
�Por ninguna raz�n. Es el �nico veredicto que pod�an pronunciar dada la evidencia.
Absolutamente correcto.
�Entonces �replic� Haydock�, no veo por qu� ha de preocuparse.
��Qui�n se preocupa?
�Yo cre�a que usted.
�En absoluto.
�El caso pas� a la historia �continu� el capit�n�. Si la se�ora Merrowdene tuvo la
desgracia en otro tiempo de ser juzgada y absuelta por un crimen...
�Por lo general no se considera una desgracia el ser absuelto �intervino Evans.
�Ya sabe a lo que me refiero �dijo el capit�n Haydock irritado�. Si la pobre
se�ora tuvo que pasar esa amarga experiencia, no es asunto nuestro el sacarlo a
relucir, �no le parece?
Evans no respondi�.
�Vamos, Evans. Esa se�ora es inocente... usted mismo acaba de decirlo.
�Yo no dije que fuera inocente, sino que fue absuelta.
�Es lo mismo.
El capit�n Haydock, que hab�a empezado a vaciar su pipa contra el costado de su
silla, se detuvo para mirarle en actitud expectante.
��Hola, hola, hola! �dijo�. �Conque esas tenemos, eh? �Usted cree que no era
inocente?
�Yo no dir�a eso. S�lo... no s�. Anthony ten�a la costumbre de tomar ars�nico, y
su esposa lo adquir�a para �l. Un d�a, por error, tom� demasiado. �La equivocaci�n
fue suya o de su esposa? Nadie pudo decirlo, y el juez, muy sensatamente, dud� de
ella. Eso est� muy bien y no veo nada malo en ello, pero de todas formas... me
gustar�a saber...
El capit�n Haydock volvi� a dedicar toda su atenci�n a la pipa.
�Bien �dijo tranquilo�; no es asunto nuestro.
�No estoy tan seguro.
�Pero, seguramente...
�Esc�cheme un momento. Este hombre, Merrowdene... anoche en su laboratorio
manipulando entre sus tubos de ensayo... �recuerda lo que dijo?
�S�. Mencion� el experimento de Marsh con respecto al ars�nico. Dijo que usted
debiera saberlo muy bien... que era cosa de su ramo... y se ri�. No lo hubiera
dicho si hubiese pensado por un momento...
Evans le interrumpi�.
�Quiere usted decir que no lo hubiera dicho de haberlo sabido. Llevan ya tiempo
casados... �seis a�os, me dijo usted? Apuesto lo que quiera a que no tiene la
menor idea de que su esposa fue la c�lebre se�ora Anthony.
�Y desde luego no lo sabr� por m� �dijo el capit�n Haydock.
Evans continu� sin prestarle atenci�n.
�Acabe de interrumpirme. Seg�n el experimento de Marsh, Merrowdene calent� una
sustancia en un tubo de ensayo, y el residuo met�lico se disolvi� en agua y luego
lo precipit� agreg�ndole nitrato de plata. Esta era la prueba de los cloratos. Un
experimento claro y sencillo, pero tuve oportunidad de leer estas palabras en un
libro que estaba abierto sobre la mesa. �H2 SO4 descompone cloratos con evoluci�n
de Cl2O4. Si se calienta, explota violentamente, por lo tanto la mezcla debe
guardarse en lugar fr�o y se utiliza s�lo en cantidades muy peque�as.�
Haydock, profundamente extra�ado, mir� a su amigo de hito en hito.
�Bueno, �y qu�?
�S�lo esto. En mi profesi�n tenemos tambi�n que llevar a cabo ciertos
experimentos... para probar un crimen. Hay que ir a�adiendo los hechos...
pesarlos, separar el residuo de los prejuicios y la incompetencia general de los
testigos. Pero hay otra prueba... mucho m�s precisa... �Pero bastante peligrosa!
Un asesino raramente se contenta con un crimen. Si se le da tiempo y nadie
sospecha de �l, cometer� otro. Usted coge a un hombre...�Ha asesinado o no a su
esposa?... Tal vez el caso no est� demasiado claro. Examine su pasado... si
descubre que ha tenido varias esposas... y que todas murieron... digamos... de un
modo extra�o... �entonces puede estar bien seguro! No le hablo legalmente,
comprenda, sino de la certeza moral, y una vez se sabe, puede buscarse la
evidencia.
��Y bien?
�Voy al grano. Eso est� muy bien cuando existe un pasado que revisar. Pero
supongamos que usted detiene a un asesino que acaba de cometer su primer crimen.
Entonces esa prueba no dar� resultado. Pero el detenido es absuelto y empieza una
nueva vida bajo otro supuesto nombre. �Repetir� o no su crimen?
�Es una idea horrible.
��Sigue usted pensando que no es asunto nuestro?
�S�; no tiene usted motivos para pensar que la se�ora Merrowdene sea otra cosa que
una mujer inocente.
El ex inspector guard� silencio unos instantes, y luego dijo despacio:
�Le dije que examinamos su pasado y no encontramos nada. Eso no es del todo
cierto. Ten�a padrastro y cuando cumpli� los dieciocho a�os se enamor� de cierto
joven... y su padrastro hizo valer su autoridad para separarlos. Un d�a, cuando
paseaban por una parte peligrosa de los acantilados, hubo un accidente... el
padrastro se aproxim� demasiado al borde de las rocas... perdi� pie y cay�,
mat�ndose.
�No pensar�...
�Fue un accidente. �Accidente! La dosis extra de Anthony fue un accidente. No
hubiera sido procesada nunca de no haberse sospechado que hab�a otro hombre... que
por cierto escap�. Al parecer, no qued� satisfecho como el jurado. Le aseguro,
Haydock, que por lo que respecta a esa mujer tengo miedo de que ocurra... �otro
accidente!
El anciano capit�n se encogi� de hombros.
�Bueno, no s� c�mo va usted a prevenirse contra eso.
�Ni yo tampoco �repuso Evans con pesar.
�Yo de usted dejar�a las cosas tal como est�n �dijo el capit�n Haydock�. Nunca se
saca ning�n bien de entrometerse en los asuntos ajenos.
Pero aquel consejo no habr�a de seguirlo el inspector, que era un hombre paciente,
pero decidido. Cuando se hubo despedido de su amigo, ech� a andar hacia el pueblo,
dando vueltas en su mente a las posibilidades de una acci�n inmediata y de �xito.
Al entrar en un estanco para comprar sellos, tropez� con el objeto de sus
preocupaciones, Jorge Merrowdene. El ex profesor de qu�mica era un Hombrecillo
menudo, de aspecto so�ador y modales amables y correctos, que por lo general
andaba siempre distra�do. Reconoci� al inspector, salud�ndole afectuosamente, y se
agach� para recoger las cartas que por efecto del choque se le hab�an ca�do al
suelo. Evans se agach� tambi�n, y por ser m�s r�pido de movimientos, pudo
recogerlas primero, devolvi�ndolas a su propietario con unas palabras de disculpa.
Al hacerlo pudo echarles un vistazo, y la de encima del mont�n volvi� a despertar
sus sospechas. Iba dirigida a una conocida agencia de seguros.
Al instante tom� una resoluci�n, y el distra�do Jorge Merrowdene se encontr� sin
darse cuenta caminando hacia el pueblo en compa��a del ex inspector, y tampoco
hubiera podido decir c�mo surgi� en su conversaci�n el tema de los seguros de
vida.
Evans no tuvo dificultad en lograr su objeto. Merrowdene por su propia voluntad le
comunic� que acababa de asegurar su vida en beneficio de su esposa, y quiso saber
lo que Evans opinaba de la compa��a en cuesti�n.
�He hecho algunas inversiones poco acertadas �le explic�, Y como resultado, mis
rentas han disminuido. Si me ocurriera algo, mi esposa quedar�a en mala situaci�n.
Con este seguro de vida queda todo arreglado.
��Ella no se opuso? �pregunt� Evans�. Algunas se�oras no suelen querer. Dicen que
trae mala suerte...
��Oh!, Margarita es muy pr�ctica �repuso Merrowdene sonriendo�. Y nada
supersticiosa. En realidad, me parece que la idea fue suya. No le gusta verme
preocupado.
Evans ten�a ya la informaci�n que deseaba y dej� a Merrowdene, sumamente
preocupado. El difunto se�or Anthony tambi�n hab�a asegurado su vida en favor de
su mujer pocas semanas antes de su muerte.
Acostumbrado a confiar en su instinto, ten�a plena certeza en su interior, pero el
saber c�mo deb�a actuar era cosa muy distinta. �l deseaba no detener al criminal
con las manos en la masa, sino impedir que se cometiera otro crimen, y eso era
mucho m�s dif�cil.
Todo el d�a estuvo pensativo. Aquella tarde se celebraba una fiesta al aire libre
en la finca del alcalde, y Evans asisti� a ella, entreteni�ndose en el juego de la
pesca, adivinando el peso de un cerdo y tirando a los cocos, con la misma mirada
abstra�da. Incluso consult� a Zara, la Adivinadora de la Bola de Cristal,
sonriendo al recordar c�mo la hab�a perseguido durante sus tiempos de inspector.
No prest� gran atenci�n al discurso de la voz cantarina y misteriosa, hasta que el
final de una frase atrajo su atenci�n.
�...y de pronto... muy pronto... se ver� complicado en un asunto de vida o
muerte... para otra persona. Una decisi�n... Tiene usted que tomar una decisi�n.
Tiene que andar con cuidado... con mucho... mucho cuidado. Si cometiera un
error... el m�s peque�o error...
��Eh...? �Qu� es eso? �pregunt� con brusquedad.
La adivinadora se estremeci�. El inspector Evans sab�a que todo aquello eran
tonter�as, pero no obstante estaba impresionado.
�Le prevengo... que no debe cometer ni el m�s peque�o error. Si lo hace veo con
toda claridad el resultado: una muerte.
�Qu� extra�o! �Una muerte! �Qu� curioso que se le hubiera ocurrido decir eso!
�Si cometo un error el resultado ser� una muerte, �es eso?
�S�.
�En ese caso �dijo Evans poni�ndose en pie y entreg�ndole el precio de la
consulta�, no debo cometer errores, �no es as�?
Lo dijo en tono intrascendente, pero al salir de la tienda ten�a las mand�bulas
apretadas. Era f�cil decirlo pero no tanto el estar seguro de no cometerlo. No
pod�a equivocarse. Una vida, una valiosa vida humana, depend�a de ello.
Y nadie pod�a ayudarle. Mir� a lo lejos la figura de su amigo Haydock. �Deje las
cosas como est�n�, le dir�a, y eso es lo que, a la saz�n, no pod�a hacer.
Haydock estaba hablando con una mujer que al separarse de �l se aproxim� a Evans.
Era la se�ora Merrowdene, y el inspector, siguiendo sus impulsos, apresur�se a
detenerla.
La se�ora Merrowdene era una mujer bastante atractiva. Ten�a una frente ancha y
unos serenos ojos casta�os muy bonitos, as� como la expresi�n pl�cida. Su aspecto
era el de las Madonnas italianas, que acentuaba pein�ndose con raya en medio y
ondas sobre las orejas. Su voz era profunda, casi somnolienta.
Al ver a Evans le dedic� una sonrisa de bienvenida.
�Me pareci� que era usted, se�ora Anthony... quiero decir, se�ora Merrowdene �dijo
en tono ligero y deliberado, mientras la observaba. Vio que abr�a un poco m�s los
ojos, y que tomaba aliento, pero su mirada no desfalleci�, sosteniendo la suya con
firmeza y orgullo.
�Estoy buscando a mi esposo �dijo tranquila�. �Le ha visto por aqu�?
�La �ltima vez que le vi, iba en esa direcci�n.
Echaron a andar en la direcci�n indicada, charlando animadamente. El inspector
sent�a aumentar su admiraci�n. �Qu� mujer! �Qu� dominio de s� misma! �Qu�
destreza! Una mujer notable... y muy peligrosa. S�... estaba seguro de que era
peligrosa.
A�n se sent�a intranquilo, aunque estaba satisfecho de su paso inicial. Sabiendo
que la hab�a reconocido, no era de esperar que se atreviera a intentar nada.
Quedaba la cuesti�n de Merrowdene. Si pudiera avisarle... Encontraron al
hombrecillo abstra�do en la contemplaci�n de una mu�eca de porcelana que fue un
premio en el juego de la pesca. Su esposa le sugiri� que volvieran a casa, a lo
que �l se avino en seguida. Luego la se�ora Merrowdene volvi�se al inspector.
��No quiere venir con nosotros a tomar una taza de t�, se�or Evans?
�No hab�a un ligero tono de reto en su voz? A �l se lo pareci�.
�Gracias, se�ora Merrowdene. Con much�simo gusto lo acepto.
Y fueron caminando juntos mientras comentaban temas vulgares. Brillaba el sol,
soplaba una ligera brisa y todo parec�a agradable y sonriente. La doncella hab�a
ido a la fiesta, seg�n le explic� la se�ora Merrowdene cuando llegaron a la
encantadora casita. Fue a su habitaci�n a quitarse el sombrero, y al regresar se
dispuso a preparar el t� calentando el agua sobre un infiernillo de plata. De un
estante cerca de la chimenea cogi� tres peque�os boles con sus tres platos
correspondientes.
�Tenemos un t� chino muy especial �explic�. Y siempre lo tomamos al estilo
chino... en bol, y nunca lo hacemos en taza.
Se interrumpi� mirando al interior de uno de ellos, que fue a cambiar con una
exclamaci�n de disgusto.
�Jorge... eres terrible. Ya has vuelto a coger un bol de �sos.
�Lo siento, querida �dijo el profesor disculp�ndose�. Tienen una medida tan a
prop�sito... Los que encargu� a�n no me los han enviado.
�Cualquier d�a nos envenenar�s a todos �dijo su esposa sonriendo�Mary los
encuentra en el laboratorio y los trae aqu� sin molestarse en lavarlos, a menos
que tengan algo muy visible en su interior. Vaya, el otro d�a pusiste en uno
cianuro pot�sico, y la verdad, Jorge, eso es peligros�simo.
Merrowdene pareci� ligeramente irritado.
�Mary no tiene por qu� coger las cosas de mi laboratorio, ni tocar nada de all�.
�Pero a menudo dejamos all� las tazas despu�s de tomar el t�. �C�mo va ella a
saberlo? S� razonable, querido.
El profesor march� a su dormitorio murmurando entre dientes, y con una sonrisa la
se�ora Merrowdene ech� el agua hirviendo sobre el t� y apag� la llama del
infiernillo de plata.
Evans estaba intrigado, pero al fin crey� ver un rayo de luz. Por alguna raz�n
desconocida, la se�ora Merrowdene estaba mostrando sus cartas. �Es que aquello iba
a ser el �accidente�? �Dec�a todo aquello con el prop�sito de preparar su coartada
de antemano y de manera que cuando alg�n d�a ocurriera el �accidente� �l se viera
obligado a declarar en su favor? Qu� tonta era, porque antes de todo eso...
De pronto contuvo el aliento. La se�ora Merrowdene hab�a servido el t� en tres
boles. Uno lo coloc� delante de �l, otro ante ella, y el tercero en una mesita que
hab�a cerca de la chimenea, junto a la butaca donde sol�a sentarse su esposo, y
fue al colocar esta �ltima cuando sus labios se curvaron en una sonrisa especial.
Fue aquella sonrisa la que le convenci�.
�Ahora lo sab�a!
Una mujer notable... y peligrosa. Sin esperar... y sin preparaci�n. Esta tarde,
aquella misma tarde... con �l como testigo. Su osad�a le cort� la respiraci�n.
Era inteligente... endiabladamente inteligente. No podr�a probar nada. Ella
contaba con que �l no sospechar�a... por la sencilla raz�n de ser �demasiado
pronto�. Una mujer de inteligencia y acci�n r�pidas.
Tom� aliento antes de inclinarse ligeramente hacia delante.
�Se�ora Merrowdene, soy hombre de raros caprichos. �Me perdonar� usted uno?
Ella le mir� intrigada, pero sin recelo.
Evans se levant� y cogiendo el bol que hab�a ante ella, lo sustituy� por el que
estaba dispuesto de antemano sobre la mesita.
�Quiero que usted beba �ste.
Sus ojos se encontraron con los suyos... firmes, indomables, mientras el color iba
desapareciendo paulatinamente de su rostro.
Alargando la mano cogi� la taza. Evans contuvo el aliento.
�Y si hubiera cometido un error?
Ella la llev� a sus labios..., pero en el �ltimo momento, con un escalofr�o, se
apresur� a verter el contenido del bol en una maceta de helechos. Luego volvi� a
sentarse, mir�ndole retadora.
El exhal� un profundo suspiro y volvi� a sentarse.
��Y bien? �dijo ella.
Su tono hab�a cambiado. Ahora era ligeramente burl�n... y desafiante.
Evans le contest� tranquilo:
�Es usted una mujer muy inteligente, se�ora Merrowdene. Y creo que me comprende.
No habr� repetici�n. �Sabe a qu� me refiero?
�S� a qu� se refiere.
Su voz carec�a de expresi�n. Evans inclin� la cabeza satisfecho. Era una mujer
inteligente y no quer�a verse ahorcada.
�A su salud y a la de su esposo �brind� llev�ndose el t� a sus labios.
Luego su rostro cambi�..., contorsion�ndose horriblemente...; quiso levantarse...,
gritar...; su cuerpo se agarrotaba..., estaba congestionado... Cay� desplomado en
el sill�n... presa de convulsiones.
La se�ora Merrowdene se inclin� hacia delante observ�ndole con una sonrisa, y le
dijo... en tono suave:
�Cometi� usted un error, se�or Evans. Pens� que yo quer�a matar a Jorge. �Qu�
tonto fue usted... qu� tonto!
Permaneci� unos minutos contemplando al muerto..., el tercer hombre que hab�a
amenazado con interponerse en su camino y separarla del hombre que amaba.
Su sonrisa se acentu�. Parec�a m�s que nunca una madonna, y al fin, levantando la
voz, grit�:
�Jorge..., Jorge! �Oh! Ven en seguida. Me temo que ha ocurrido un lamentable
accidente. Pobre se�or Evans...

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