Fernando Eguren - Una Segunda Reforma Agraria

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Una segunda reforma agraria

Fernando Eguren. 24 de junio 2021

Juntos por el Perú incluyó en su Plan de Gobierno, como la principal propuesta para el
sector agrario, la realización de una Segunda Reforma Agraria. El concepto es retomado
por el Plan Bicentenario de Perú Libre. Los contenidos de ambos planes no son iguales,
pero si similares.
Reforma agraria, reforma de la tenencia
En el mundo, el término reforma agraria ha estado siempre ligado a un cambio en la
estructura y régimen de tenencia de la tierra. En América Latina, a partir de la segunda
mitad del siglo pasado, se implementaron reformas agrarias en varios países, de dife-
rente amplitud y profundidad. Muchos latifundios fueron expropiados y sus tierras re-
distribuidas; consustancial a ese proceso, fueron eliminándose los rezagos de relaciones
semifeudales. Las reformas agrarias más avanzadas -entre ellas, la del Perú- no sólo sig-
nificaron una distribución más equitativa de las tierras, sino una democratización de la
sociedad rural.
Desde los últimos lustros del siglo pasado y hasta la actualidad, han ido ocurriendo nue-
vos procesos de concentración de la propiedad de la tierra, estrechamente ligados a la
agroexportación. En el Perú actual, más de la tercera parte de las tierras de cultivo de la
costa, con acceso permanente al agua, están en manos de empresas con más de mil
hectáreas cada una. A ello han contribuido la conversión de las cooperativas azucareras
en sociedades mercantiles, cuyas acciones fueron adquiridas por inversionistas priva-
dos; los cambios de legislación que consagraron la apertura del mercado de tierras; y,
sobre todo, la ampliación de la frontera agrícola costeña gracias a grandes obras de irri-
gación, siendo las nuevas tierras mayoritariamente adquiridas por grandes inversionis-
tas y corporaciones.
El impulso a este proceso ha sido el eje de la política agraria y la prioridad de los sucesi-
vos gobiernos en las últimas tres décadas. En contraste, la inmensamente mayoritaria
agricultura familiar, compuesta en su mayor parte por la pequeña agricultura, disemi-
nada en las tres regiones del país, no ha merecido sino una atención marginal. Margina-
ción no sólo de las políticas sectoriales, sino del acceso a los bienes y servicios públicos.
La segunda reforma agraria
La segunda reforma agraria reclama un cambio de orientación de estas políticas. No pro-
pone una redistribución de tierras, sino un cambio de prioridades en la política agraria,
poniendo en primer lugar a la agricultura familiar. Las razones son varias: por ser la prin-
cipal abastecedora de alimentos de la población del país; por ser la principal fuente de
empleo; por ser la manera más efectiva de reducir la endémica pobreza rural; por ser
más amigable con los recursos naturales y mantener la biodiversidad; por ser, en buena
medida, el sostén de muchas economías regionales; por la importancia de los
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conocimientos acumulados por generaciones; por el inmenso capital social que repre-
sentan sus instituciones comunales; por la diversidad y riqueza de su cultura.
Muchas de las medidas propuestas tanto por Juntos por el Perú como por el Plan del
Bicentenario de Perú Libre en sus propuestas de Segunda Reforma Agraria no son nove-
dades. Han sido parte de las plataformas de los gremios e incluso han sido incorporados
en planes de gobierno que claramente no son proagrarios ni procampesinos. Entre ellos
créditos accesibles, asistencia técnica, compras directas de la producción, protección
contra la competencia desleal, información agraria, modificación de la institucionalidad
agraria pública.
¿Cuál es la novedad, entonces? La novedad es la promesa de que habrá la decisión polí-
tica de hacer realidad estos ofrecimientos, que serán efectivamente implementados, y
que lo serán en una escala masiva. Esta es la novedad, y no es poca cosa. Que el cambio
de prioridades será de verdad. Y si esto ocurre, podría hablarse de una segunda reforma
agraria.
La cuestión de la tierra: pendientes
Pero ¿hay algún tema pendiente con la tierra que debería también formar parte de estas
propuestas de segunda reforma agraria?
En mi opinión, sí.
En primer lugar, debe regularse la cantidad máxima de tierras que puede tener un pro-
pietario, sea este una persona natural o una entidad jurídica. No es posible que en un
país en el que las tierras de cultivos no son abundantes y en el que hay millones de
minifundistas, existan propietarios con diez, veinte, cincuenta y hasta cerca de cien mil
hectáreas de tierras de cultivo con acceso a agua. En segundo lugar, a partir de cierta
extensión se debería pagar impuestos a la propiedad de la tierra. La ley 26505, promul-
gada en 1995, dispone que por encima de las 3 mil hectáreas, pueden aplicarse impues-
tos. Ello contribuiría a desestimular la concentración de la tierra. En tercer lugar, los
criterios de adjudicación de las nuevas tierras ganadas por Chavimochic 3 y Majes Siguas
II deberían priorizar a medianos y pequeños agricultores e inversionistas.
Además, hay un pendiente de titulación de las tierras de un importante número de agri-
cultores familiares, y de tierras comunales y de las poblaciones nativas.
También debe desarrollarse más el debate de hasta dónde deben llegar los derechos
sobre la tierra; por ejemplo, si es que deben incluir los recursos del subsuelo.
Mirando hacia adelante: otros pendientes
Pero las propuestas de una segunda reforma agraria omiten algunos temas de gran im-
portancia. Son aquellos que han ido incorporándose en la agenda global en las últimas
décadas. No son secundarios. Al contrario, tienen que ver sobre la viabilidad futura de
las sociedades humanas. El hecho de que no aparezcan de golpe sino espaciados en el
tiempo y el espacio, contribuye a que no se les atribuya la calidad de urgencia.
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Estos temas, que pueden ser considerados desafíos, incluyen:

• el calentamiento global (impacto sobre la producción, sobre las pestes y enfer-


medades, la actividad agropecuaria como fuente de GEH);
• el deterioro de los recursos naturales: suelo, agua, aire;
• la degradación de la biodiversidad; la inseguridad alimentaria en una perspectiva
de mediano y largo plazo. Vinculado a todo esto, la pregunta de:
• cómo producir (agroindustria, agroecología, artificialización);
• con qué tecnologías (tradicionales, agricultura digital, transgénesis, CRISP-R, na-
notecnología, robótica, , drones y sensores, IA y la big data y la agricultura 41);
• cómo nos organizamos socialmente para la producción (grandes empresas, for-
mas comunales, individuales);
• cómo democratizamos lo que hoy día está controlado por grandes corporaciones
transnacionales (semillas, ingeniería genética, abonos y fertilizantes, maquina-
ria, big data, comercialización de commodities).
Debemos pensar como ciudadanos del siglo XXI. El siglo XX ya pasó.

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La agricultura 4.0 se basa, en disponer de toda la información suministrada por la gran cantidad de
sensores que “coexisten” en una explotación agrícola, poder centralizarla a través de internet y permitir
la toma de decisiones inteligentes basadas en dicha información, bien en tiempo real, bien en diferido.
Podríamos decir que es la aplicación del bigdata al sector agrícola con el apoyo de sistemas de captación
y transmisión de datos en tiempo real. http://www.nataliacarbonell.com/agricultura-4-0/

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