ESCRITOS JOANICOS y Apocalipsis

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SEMINARIO PONTIFICIO SANTO TOMAS DE AQUINO

CUERPO JOÁNEO Y APOCALIPSIS

Prof. José Rosario Goris

SANTO DOMING0, ENERO-MAYO 2021

Prof. José Rosario Goris


2

Propósito

Este curso tiene por nombre “Escritos Joánicos y Cartas Católicas”, donde queremos
profundizar a través de un estudio más exhaustivo, en los aspectos históricos,
gramaticales, contenido temático, estructura y temas teológicos, que nos ayuden a
entender y conocer los elementos propios y característicos de estos escritos y sus
aportes teológicos y doctrinales, en la presentación de Jesús y la Iglesia Primitiva, a
diferencia de otros escritos del Nuevo Testamento.

Contenido

0.1. Presentación y objetivos del curso


0.2. Importancia de la obra joánica y cartas apostólicas.
0.3. Importancia y valoración de la obra joánica y cartas Apostólicas

I.- EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

1. Evangelio según san Juan


2. Autor de la obra atribuida a Juan
2.1. Personalidad de Juan Zebedeo
2.2. Testimonios externos sobre la autoría de IV Evangelio
2.3. Testimonios internos sobre la autoría del IV Evangelio
3. Teorías sobre el Discípulo Amado
4. Características del evangelio según san Juan
4.1. Finalidad del evangelio de san Juan
4.2. Estructura del evangelio según san Juan
4.3. Composición redaccional del IV Evangelio
4.4. Origen histórico del evangelio según san Juan
5. Origen histórico del evangelio de san Juan
6. La comunidad Joánica
6.1. Situación sociohistórica de la comunidad joánica
6.2. Identidad de la comunidad joánica
7. Estructura del contenido temático del IV Evangelio
7.1. El prólogo
7.2. El libro de los signos
7.3. El libro del discurso de Jesús
7.4. El libro de la pasión y gloria
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8. La teología en el Evangelio de Juan


8.1. Jesús en el evangelio de Juan
8.2. El discipulado en el IV Evangelio
8.3. La eucaristía en el IV Evangelio
8.4. El Espíritu Santo en el IV Evangelio

II.- LAS CARTAS JOÁNICAS

1. La Primera Carta de Juan


1.1. Autor de la Primera Carta
1.2. Aspectos, géneros y formas literarias
1.3. Situación de las comunidades
1.4. Propósito de la Primera Carta
1.5. Construcción de la Primera Carta
1.6. Contenido Teológico y espiritual de la Primera Carta
2. La Segunda Carta de Juan
2.1. Aspectos históricos
2.2. Propósito de la Segunda Carta
2.3. Aspectos literarios
2.4. Contenido de la Segunda Carta
2.5. Construcción de la Segunda Carta
3. La tercera carta de Juan
3.1. Elementos históricos
3.2. Destinatarios
3.3. Aspectos relevantes de la Tercera Carta
3.4. Estructura de la Tercera Carta
3.5. Construcción de la Tercera Carta.

III.- EL APOCALIPSIS: LIBRO PARA TIEMPOS DE ESPERANZA

1. Introducción
2. El Apocalipsis de Juan en el marco de la literatura apocalíptica
3. Aspectos históricos del libro del Apocalipsis
3.1. El autor del libro del Apocalipsis
3.2. Tiempo y lugar de composición
3.3. Destinatarios
4. Elementos literarios del libro del Apocalipsis
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5. El lenguaje figurado y simbólico del Apocalipsis


6. Realidad socio religiosa de la comunidad
7. Estructura temática y construcción del Apocalipsis
7.1. Las siete cartas a la iglesia de Asia Menor
7.2. Interpretación profética de la historia
7.3. El juicio de Dios contra el reverso de la historia
7.4. Visión apocalíptica del cielo y tierra nueva
8. Temática teológica del libro del apocalipsis
8.1. Teocentrismo
8.2. La cristología pascual
8.3. La eclesiología
8.4. La escatología
8.5. Significado de martirio

Metodología

 Participación en lecturas y comentarios de los apuntes


 Trabajo Exegético. Seleccionar un texto en san Juan, corresponde a un signo.
La temática es entregada por el profesor.
 El trabajo teológico: Seleccionar un tema de carácter teológico, entregado
por el profesor.
 El alumno tendrá una exposición del trabajo exegético. El día se avisará con
tiempo, de acuerdo con el desarrollo del curso.

Evaluación

 Participación en lecturas y comentarios de los apuntes--------------30 puntos


 Trabajo de contenido exegético………………………------------------------30 puntos
 Trabajo de contenido teológico-----…………………….--------------------30 puntos
 Exposición del trabajo exegético………………………………………………………… 20 puntos

Temática Exegética:

1.- El prólogo del Evangelio (1,1-19)


2.- Las bodas de Cana signo de la gloria (2,3ss)
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3.- Nicodemo: “Nace de nuevo” (3,1ss)


4.- La mujer samaritana: “Señor, dame de esa agua” (4,15)
5.- El paralítico: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina” (5,7)
6.- La multiplicación de los panes: “Yo soy en pan de vida” (6,48)
7.- La mujer adúltera: “Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a
pecar” (8,11)
8.- El ciego de nacimiento: “Creo, Señor” (9,38)
9.- El buen pastor: “Yo soy el buen pastor” (10,1ss)
10.- Lázaro: “Lázaro, sal fuera” (11,43)
11.- Lavatorio de los pies: “… que se amen los unos a los otros” (13,34)
12.- Jesús y el Padre: “Muéstranos al Padre” (14,9)
13.- La vid y los sarmientos: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos” (15,5)
14.- La oración de Jesús: “Yo ruego por ellos” (17,9)
15.- Jesús en la cruz: “Jesús el Nazareno, Rey de los judíos” (19,19)
16.- La resurrección: “Se han llevado a mi Señor” (20,2.13)

Temática teológica

1.- La figura de Juan el Bautista en el IV Evangelio


2.- La figura del discípulo amado en el IV Evangelio
3.- El discipulado de Jesús según el evangelio de san Juan
4.- La figura y papel de la mujer en el IV Evangelio
5.- La ruptura entre los judíos (Fariseos) y Jesús según el IV Evangelio
6.- Influencias del pensamiento gnósticos en el IV Evangelio
7.- El IV Evangelio paradigma de Espiritualidad
8.- La figura de Jesús presentada en el IV Evangelio
9.- Visión eclesiológica presente en las Cartas Joánicas
10.- El cordero degollado en clave desde el sufrimiento según el libro de
Apocalipsis
11.- El libro de Apocalipsis interpretado desde la esperanza

Bibliografía

1. Benetti, S., Nacidos para vivir. Comentario del Evangelio de Juan, Paulinas,
Madrid, 1982.
6

2. Blank, J., El Evangelio de San Juan, 4 vols, Herder, Barcelona, 1980


3. Brown, R.E., El Evangelio de Juan, Vol. I y II, Cristiandad, Madrid, 1978
4. Brown, R.E., La Comunidad del discípulo amado. Sígueme, Salamanca, 1996
5. Cothenet, E., El Evangelio según San Juan, Cristiandad, Madrid, 1985
6. Dodd, C.H, Interpretación del Cuarto Evangelio, Cristiandad, Madrid, 1978
7. Espinel, J. L., El Evangelio según San Juan, San Esteban, Salamanca, 1998
8. Fernández Ramos, F., Evangelio según San Juan, Casa de la Biblia, Madrid, 1989
9. León-Dufour, X., Lectura del evangelio de Juan. Vol. I y II , Sígueme, Salamanca,
1989
10. Mateos, J., Barreto, J., El Evangelio de Juan, Cristiandad, Madrid, 1979
11. Muñoz León, D., Predicación del evangelio de San Juan , Cristiandad, Madrid,
1988
12. Oriol T., Josep y Xavier A., Escritos Joánicos y Cartas Católicas , Verbo Divino,
Estella, 1995
13. Kaeseman, E., El Testamento de Jesús, Sígueme, Salamanca, 1983
14. Schnackenburg, R., El Evangelio según San Juan, 3 tomos, Sígueme, Salamanca,
1980
1. Schnackenburg, Cartas de San Juan, Barcelona, 1980
15.Tous, L., San Juan, un teólogo de hoy: Comentario al cuarto evangelio Biblia y Fe,
Madrid, 1978
16.Tuñí, J. O., El Testimonio del Evangelio de Juan, Sígueme, Salamanca, 1983
17.Vancells, T., Las comunidades Joánicas, DBD, Bilbao, 1988
18.Wikenhauser, A., El Evangelio según San Juan, Herder, Barcelona, 1972
19.- Zevini, G., Evangelio según San Juan, Sígueme, Salamanca, 1995

Las Cartas según San Juan

1.- Cothenet, E., Las Cartas de Juan. En Introducción crítica al Nuevo Testamento.
Vol. II, Herder, Barcelona, 1983
2. Josep- Oriol Tuñí – Xavier A., Escritos Joánicos y Cartas Católicas, Verbo
Divino, Estella, 1995
3.- Rodríguez Molero, F.J., Epístolas de San Juan, en Sagrada Escritura, NT,
Madrid,
1962
4.- Thusing, W., Las Cartas de San Juan, Herder, Barcelona, 1973
5.- Waster, B., Epístolas de San Juan, en Comentario Bíblico “San Jerónimo”, IV,
7

Cristiandad, Madrid, 1972


Apocalipsis

1. Abreu Elías, José; Apocalipsis fin de nuestra Era, Puerto Rico, 2001
2. Arens, E., Apocalipsis: ¿revelación del fin del mundo? Lima, 1988
3.- Cerfaux, L., Cambier, J., El Apocalipsis de San Juan leído a los cristianos ,
Cristiandad, Madrid, 1972

4.- Contreras, F., El Espíritu en el Libro del Apocalipsis, Sígueme, Salamanca, 1986
5.- Contreras, F., El Señor de la vida. Lectura del Apocalipsis, Salamanca, 1991
6.- Charlier, J. P. Comprender el Apocalipsis, 2 Vol. Bilbao, 1993.
7.- Comblín, J., Cristo en el Apocalipsis, Herder, Barcelona, 1986
8.-Foulkes, R., El Apocalipsis de San Juan. Una lectura desde América Latina . Buenos
Aires, 1989

9. Hernández Pichardo, Laly, Una lectura de fe del Apocalipsis, Amigo del Hogar,
Santo Domingo, 2002
10.- González, J. M., Apocalipsis de Juan, Cristiandad, Madrid, 1987
11.- Schssleer, E.F., Apocalipsis visión de un mundo justo. Verbo Divino, Estella, 1997
12.- Wikenhauser, A., El Apocalipsis de San Juan. Herder, Barcelona, 1969
Cartas Apostólicas

1. Salguero, J., Epístolas Católicas, Madrid, 1965


2. Knoch, O., Carta de Santiago, Madrid, 1967
3. Alonso, J., Carta de Santiago, Madrid, 1967
4. George, A-Grelot, P., Introducción crítica al NT, vol. II Barcelona, 1983
5. AA. Varios, La Carta de Santiago, Estella, 1988
6. Schwanck, Cartas de Pedro, Madrid, 1974
7. Schelkle, K.H., Cartas de Pedro, Madrid, 1974
8. Cothenet, E., Las cartas de Pedro, Estella, 1988

Introducción

El evangelio atribuido a san Juan es uno de los escritos más importante del Nuevo
Testamento, por su exuberancia en ideas, riquezas en contenidos teológicos,
expresividad en el lenguaje simbólico y profundidad en su sentido espiritual. Por eso,
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y con razón, en su iconografía es representado con un águila. Al pasar de los


evangelios sinópticos al de Juan recibimos la impresión de desembarcar en un mundo
nuevo. Es como si, al aterrizar, nos encontrásemos con una montaña altísima, serena
y majestuosa, cuya cumbre no alcanzamos a ver. De pronto "Alguien" baja de aquella
altitud inaccesible, se coloca en medio de nosotros y comienza a describirnos sus
bellezas. Surge entonces la pregunta inevitable, al igual que temerosa, sobre los
posibles caminos de acceso a la montaña. Entonces, el "escalador" descendido,
sentado en medio de nosotros, comienza a contarnos cosas asombrosas. No podéis
alcanzar a ver toda la montaña: A Dios nadie le vio  jamás (Jn 1, 18).

Quiso, sin embargo, que los hombres supiesen de él y, para ello, les envió a su
Hijo: Tanto amó Dios al  mundo que le entregó a su propio Hijo  (Jn 3, 16). La
ascensión a la montaña se hace más tentadora. ¿Por dónde se sube?: Yo soy el
camino  (Jn 14, 6a). Hay muchos caminos, pero, para llegar hasta arriba, sólo hay uno:
Yo soy... La tentación de la montaña incluye ahora también el camino. Ya de antemano
sabemos que tiene que ser duro y escarpado. ¿Vale la pena el esfuerzo? ¡Claro! Nos
lleva a la montaña: Nadie llega al Padre sino por mí... Yo soy la puerta  (Jn 14, 6b; 10,
7). Nos regala la vida verdadera que únicamente allí se vive en plenitud, libre de
contaminación y de muerte: Yo soy la resurrección y la vida  (Jn 11, 25). Nos
refresca con la única agua que  concede la vida eterna  (Jn 4, 14). Nos decidimos a
subir. La escalada tiene garantizado el éxito: Yo voy delante para evitar la
dispersión y el peligro, como el pastor (Jn 10 11; 12, 32). Vosotros debéis
permanecer unidos conmigo y entre vosotros, como  los sarmientos con la vid  (Jn 15,
1- 7). Y llegaremos. Claro que llegaremos: El que  cree ha pasado de la muerte a la
vida  (Jn 5, 24). Hemos llegado.

Así son las alturas y profundidades en que se mueve y nos envuelve el cuarto
evangelio. Como el águila que se nos pierde de vista en las alturas y se lanza de
improviso en picado hasta el abismo. Nuestros ojos la siguen extasiados,
participando en su vuelo impresionante. Nada tiene de particular que, desde antiguo,
este evangelio haya sido llamado "espiritual". Sólo el Espíritu es capaz de moverse
con tanta soltura en medio de tan grandes misterios. Moverse y hacer que nos
movamos.
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Tiene algo en contra suya este libro maravilloso y único desde muchos aspectos: ser
demasiado claro, hablar en directo, rehuir en lo posible el lenguaje indirecto. Al
hablar como nosotros: la verdad  os hará libres  (Jn 8, 32). Yo he  venido para dar
testimonio de la verdad  (Jn 18, 37). Yo he  vencido al mundo  (Jn 16, 33). Yo  soy
de arriba, vosotros  de abajo  (Jn 3, 31-32). La vida eterna consiste en
que  te conozcan...  (Jn 17, 3). Yo tengo otro alimento...  (Jn 4, 32) podemos caer en la
tentación de obligarle a decir con ese lenguaje tan directo lo que nosotros pensamos
cuando lo utilizamos. Sería empobrecerlo. Nuestro esfuerzo debe ir encaminado a
captar las profundidades de sus secretos a través de la impresionante sencillez de
su decir.

ORACIÓN: Señor, si Tú eres la Palabra, háblanos. Si Tú eres la Luz, ilumínanos. Si


Tú eres la Vida, vivifícanos. Si Tú eres la Verdad, enséñanos. Si Tú eres el Camino,
condúcenos al Padre. Si Tú eres la Resurrección, resucítanos. Si Tú eres el Pan vivo,
aliméntanos. Si Tú eres el Agua viva, sácianos. Si Tú eres el Pastor, guíanos a tus
pastos de salvación. Si Tú eres el Hombre Nuevo, haznos hombres nuevos a
nosotros. Si Tú eres el Vino Nuevo, embriáganos. Amén.

0.1- Presentación del contenido del Curso

Su parecido es similar e idéntico, salvo algunas diferencias de tipo histórica de la


comunidad. Cada carta responde a una situación histórica de la comunidad.

Un lenguaje sencillo: Se encuentran las mismas antítesis: luz y tinieblas, verdad y


mentira, vida y muerte, amor y odio, Dios y el mundo, los hijos de Dios y los hijos del
diablo, los discípulos y el mundo. Se ha afirmado, con toda razón, que las cartas no
son más que temas no bien desarrollados en el evangelio.

El contenido temático, que encontramos en las cartas, ya están presentes en el


evangelio, pero aquí son desarrollado con más amplitud. Ejemplo: el tema del logos:
1,1-19 con 1Jn 1, 1-4; el mandamiento nuevo: 13,33-35 con 1Jn, 2,8; 4,7-21.

El parentesco es tan estrecho que estos escritos son hermanos, porque debe
provenir no sólo del mismo ambiente, sino de la misma pluma. 

La obra joanica es un verdadero compendio o resumen del mundo de Palestina en los


primeros siglos de la era cristiana, a nivel social, eclesial y religioso.
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1.- Esta obra joanica aborda los problemas contemporáneos de la cristiandad finales
del Siglo I. Es una situación muy difícil para los cristianos. A nivel social se describe
la guerra, el dominio, poderío y persecución de los emperadores romanos. El poder
romano era avasallador, ya que controlaban todos los estamentos sociales, políticos y
económicos. Por otra parte, las influencias e intransigencias del poder religioso
judíos, en mano del fariseísmo, era implacable e intolerante con los cristianos. Para
colmo de los males, las influencias del pensamiento gnóstico, que con sus doctrinas y
falsas creencias ejercían una gran influencia en el pensamiento religioso de la
comunidad y de otros grupos adversos de carácter filosóficos.

2.- Por otra parte, los escritos Joánicos quieren ayudar a profundizar en la vida de
Jesús, de la misma manera que fueron escritos por la experiencia de fe de una
comunidad en su encuentro con El. Es conocer a fondo, entrar en relación íntima y
profundad, a través del encuentro, la proximidad, cercanía, experiencia personal y
comunitaria con Jesús. Estos escritos nos transmiten la experiencia de una persona
o una comunidad muy cercana a Jesús, que supo estar a su lado, sentarse cerca,
escuchar de viva voz su mensaje, ver con sus propios ojos los signos que hacía. “Que
han visto y creído en Jesús”. Por eso, son catalogados como escritos que contienen
un fuerte índice espiritual.

3.- Al mismo tiempo, nos dan a conocer el interior de una comunidad, su forma de
vivir, su experiencia de fe y adhesión a Jesucristo, los vínculos de fraternidad que
le une, por lo que llegan a considerarse verdaderos hermanos. No es una comunidad
jerárquica, sino de hermanos, animados y motivados por haberse encontrado con
Jesucristo, fundamento de compromiso y responsabilidad en la comunidad. Todos
son hermanos en y por Jesucristo.

Es una comunidad inserta en un ambiente marcado por una sociedad de profundos


conflictos. El siglo I de nuestra era Palestina estuvo salpicado de luchas y
contiendas que afectaron la vivencia de estas comunidades, que desde la fe en
Jesucristo y la unidad respondieron a los desafíos:

Las propias luchas internas de desánimo, cansancio, abandono, muerte de los


principales testigos y líderes de la comunidad.
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Sin embargo, la comunidad se fortalecía y sabía encontrar en Jesús y entre ellos


mismos, en la unidad, en el amor, fuerzas y motivos para seguir caminando. Tenían
fuerzas para vencer los obstáculos y dificultades.

Por eso, la obra joánica tiene vigencia en todos los tiempos. La misma es una clara
motivación, desde la fe en Jesucristo y la vivencia en una comunidad a fortalecer y
responder a los desafíos de cada momento presente.

0.2.- Los escritos joánicos y su importancia

Al comparar en una sinopsis los cuatro evangelios, descubrimos que Juan no tiene
paralelos. Los evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas tienen muchos relatos
en común. ¿Por qué estas diferencias entre Juan y los sinópticos? ¿Es que Juan no
quiere escribir un evangelio? ¿Que pretendía Juan?

Con diferentes distribuciones del material que los otros evangelios y con otro
lenguaje, el evangelio de Juan habla del mismo Jesús, trata de la misma historia
contada con otra penetración y diferente proyecto e intención que los evangelios
sinópticos.

Juan también desarrolla, la doctrina de Jesús, de manera coherente con ella, no


inventando gratuitamente, sino atendiendo a la situación de su comunidad, atacada
en la fe, y en la penetración del mismo misterio de Jesús que tuvo este evangelista y
su Escuela.

La obra de Juan no quiere ser sólo un reportaje de las palabras y episodios


históricos de Jesús, aunque en él se contiene mucha historia. Desea, sobre todo,
presentar en forma de evangelio. Tampoco en forma de carta como hace San Pablo,
quien es en el fondo Jesús. Busca penetrar y enseñar el puesto de Jesús respecto
de Israel y del mundo contemporáneo suyo y respecto del futuro histórico del
mundo y de otro tipo de futuro escatológico o la ultimidad eterna.

I.- EL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

1.1.- Evangelio según san Juan y los Sinópticos.

En la comparación entre Juan y los sinópticos, lo primero que debe afirmarse es que
Juan pertenece, lo mismo que los sinópticos, al género "evangelio"; describe la
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actuación de Jesús desde sus contactos con el Bautista hasta su muerte y


resurrección. Contiene igualmente información sobre sus milagros y actividad
doctrinal. A pesar de este cuadro general coincidente, se hace necesaria una
revisión más detallada, gracias a la cual aparecerá con claridad la gran novedad de
Juan frente a los sinópticos.

Además, de las narraciones comunes, por ejemplo: la vocación de los discípulos, la


purificación del templo, la parábola del sembrador, los relatos de la pasión, muerte y
Resurrección. Juan introduce variantes y enfoques distintos: el evangelio de la
infancia, remontándose al origen divino de Jesús, el sermón de la montaña, las
grandes parábolas, expulsiones de demonios, el bautismo de Jesús, las tentaciones.

Por otra parte, Juan aporta un material desconocido por los sinópticos: el episodio
de Nicodemo, el relato de la boda en Cana, la samaritana, el paralítico de la piscina,
el ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro, el discurso del pan de vida, la
alegoría del pastor y la vid.

En relación con la forma literaria, el material sinóptico está compuesto por


narraciones aisladas, sentencias breves o grupos de sentencias, que han sido
ordenadas y sistematizadas por los evangelistas. En Juan predominan los discursos
temáticos, utiliza un vocabulario y unas técnicas nuevas.

La gran movilidad de Jesús en el aspecto cronológico y geográfico, que autorizan a


seguir pensando en los tres años de vida pública: varios viajes de Judea a Galilea,
tres celebraciones de la pascua... Así se rompe el esquema de los sinópticos: Galilea
y Jerusalén con un único viaje que une ambos escenarios, y que permitiría reducir en
ellos sólo se habla de una pascua.

A modo de conclusión, con diferente distribución del material que los otros
sinópticos y con otro lenguaje, el evangelio de Juan habla del mismo Jesús, trata de
la misma historia contada con otra penetración y diferente proyecto e intención que
los evangelios sinópticos. Juan desarrolla la doctrina de Jesús, de manera coherente
con ella, no inventando gratuitamente, sino atendiendo a la situación de la
comunidad, atacada en la fe y en la penetración del mismo misterio de Jesús que
tuvo este evangelista y su comunidad.
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1.2.- Aspectos históricos del IV Evangelios

1.2.1.-Proposito del Evangelio de san Juan.

Esta la expresa el mismo evangelista: "que Jesús es el Cristo, Hijo de Dios, y para
que creyéndolo tengáis vida en su nombre" (20,31). Juan quiere hacer ver la
necesidad que hay de "creer" que es, en su enseñanza, "el hacer la verdad" (3:21),
para tener "vida" en el "nombre" de Cristo, que es en su realidad de Hijo de Dios
encarnado.

El Evangelio de Juan es una respuesta a la situación que vive su comunidad y


contiene una profunda reflexión acerca del misterio de Jesús. Los que se
encuentran con Él y lo aceptan, van descubriendo progresivamente la hondura
de este misterio, mediante la fe. Y los que lo rechazan, por falta de fe,
terminan en la oscuridad y ceguera de su pecado. Todos los signos y milagros
están orientados a descubrir una faceta de la riqueza insondable de Jesús. Y
los discursos que siguen a los milagros tienen un carácter teológico, es decir,
reflexionan sobre Jesús y su misión. A Juan lo pintan con un águila, porque el
águila es el ave que más altura consigue, al igual que el evangelio de Juan que se
elevó hasta los secretos de la Divinidad.

1.2.2.- Claves de lectura del IV Evangelio

El evangelio de Juan es un escrito doctrinal en forma de evangelio. Su intención


primera es la enseñanza, no la narración. Ésta se halla en función de aquélla; es
su vehículo, el vestido del cuerpo doctrinal. Esto significa que el interés
principal de la obra es el teológico, no el histórico. En él los milagros
son signos; los discursos, más que discursos de Jesús, son discursos sobre
Jesús. Su interés es siempre cristológico; las discusiones no versan sobre los
problemas del tiempo de Jesús: la ley, el sábado, los alimentos puros e impuros,
la forma de hacer la oración, el ayuno, la limosna... sino sobre las pretensiones
de Jesús de ser el enviado del Padre...; son discusiones sobre Jesús; la doctrina
no tiene como centro de gravedad el reino de Dios, como ocurre siempre en los
sinópticos, sino que son utilizadas otras categorías de pensamiento, que
expresan la misma realidad: verdad, vida, luz, mundo de Dios, mundo de arriba...

También los recursos literarios tienen sus propios caminos: el evangelista


recurre a la incomprensión,  como método pedagógico para suscitar ulteriores
explicaciones por parte de Jesús sobre temas importantes; intencionadamente
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deja imprecisas  las escenas: ¿qué fue de Nicodemo o de la samaritana o de los


griegos que querían ver a Jesús? De este modo saca las escenas del terreno de
lo anecdótico y las traslada al campo de lo teológico y representativo. A veces
las palabras tienen doble o múltiple sentido,  buscado por el evangelista, porque
uno aclara y completa al otro. En la mención y descripción de las personas,  muy
frecuentemente, lo que se busca es su representatividad o funcionalidad por
encima de su realidad estrictamente personal.

1.2.3.-Aspectos literarios

Es un evangelio muy distinto al de los otros tres. Tiene fuentes propias, por eso
escribe “su” Evangelio en base a sus recuerdos y con una finalidad diferente.
Seleccionó algunos milagros y profundizó en su significado simbólico, en función de
lo que quería enseñar a la comunidad cristiana.

Es rico de discursos y tiene una manera de hablar profunda, reflexiva, abstracta, en


ocasiones. Juan parece un teólogo. Por eso, su lenguaje es para adultos en la fe.
Habla con los nuevos conceptos que se manejaban en la cultura helenística: luz-
tinieblas, vida, amor, logos...y los adapta a la concepción cristiana de la fe. Parte de
realidades concretas: el agua, el pan, el nacimiento, la vida, la luz...pero luego las
transforma y nos transporta a otras realidades superiores, a través del símbolo.

Juan emplea mucho el diálogo: Nicodemo-Jesús, Samaritana-Jesús; judíos-Jesús,


ciego de nacimiento-Jesús, etc. para exponer su enseñanza de una forma más viva y
participativa.
1.2.4.- Estructura del Evangelio según san Juan

El Evangelio se presenta separado en dos grandes secciones, precedidas de un


prólogo y seguidas de un epílogo:

a) Prólogo y testimonios (1, 1-51): anticipa los grandes temas del evangelio: la


Palabra, la Vida, la Luz, la Verdad, el mundo, las tinieblas...y junto a él, los primeros
testimonios, que presentan a Juan como el último gran profeta que señala a Jesús
como el Mesías.
b) El libro de los signos (2-12): se narran siete milagros-signos. Lo importante no
son los milagros en sí, sino revelar a Jesús como Vino nuevo, como Hombre Nuevo,
como Luz, como Agua viva, como Resurrección, etc.
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c) El libro de la Pasión y Pascua  (13-20). Tiene dos secciones: los discursos de
despedida (13-17) y la pasión y gloria (18-21).

d) Epílogo  (21, 1-25): reúne diversas apariciones de Jesús, en las que el discípulo
amado ocupa un lugar importante, junto con Pedro.

1.2.- Formación redaccional de la obra joánica.

El evangelio según san Juan, tal como se nos presenta hoy, tiene una cierta unidad en
su vocabulario y contenido teológico. No obstante, con una leída superficial notamos
que esta obra no fue escrita por un solo autor ni en un momento determinado. El
libro de Juan es el resultado de una historia redaccional muy larga, durante la cual
varias manos ayudaron a crear esa obra. Al examinar el texto, aparecen ciertas
incongruencias y contradicciones.

Este evangelio presenta una unidad y cohesión internas mucho más fuertes que
los sinópticos. Este hecho, sin embargo, no quiere decir que la obra haya sido
compuesta de una única vez y por un único autor. Tenemos claros signos de que
existió un proceso de "composición". Por destacar lo más sobresaliente: Jn 13,
21 tiene su continuación lógica en 18, 1. Esto quiere decir que entre ambos
textos se ha abierto un espacio para colocar los cap. 15-17. El orden natural de
Jn 4-7 sería el siguiente: 4. 6. 5. 7, problema que ya fue visto desde antiguo. Jn
21 es una clara adición al evangelio ya terminado, como nos consta, entre otras
razones, por el final  original, que lo tenemos en Jn 20, 30-31, que es
evidentemente una frase conclusiva. Esto quiere decir que ha habido varias
manos que han trabajado en la obra.

La cuestión es sumamente compleja. El planteamiento que nos parece más


cercano a lo ocurrido distinguiría tres momentos fundamentales en su
composición: la existencia de un primer escrito,  el evangelio original, muy
parecido a los sinópticos, y que constaría de una serie de hechos y dichos de
Jesús. Dicho escrito le presentaría como un Mesías profético,  al estilo de
Moisés (Deut 18, 15-16); sería el hijo de José, de Nazaret (Jn 1, 45-46; 6, 42),
sin pretensiones divinas en relación con su persona.

Este primer escrito fue elaborado profundamente por el evangelista.  A él se le


deben los grandes discursos y discusiones. Todo aquello que presente a Jesús
como el Revelador, el enviado del Padre, el Hijo del hombre...  Además, los
hechos narrados por el evangelio original fueron reelaborados por el
16

evangelista en esta dirección. Sirviéndose, naturalmente, de las enseñanzas de


Jesús y de sus hechos como base de su reflexión. La respuesta adecuada a este
Jesús es la fe y el amor.  Esta presentación tan "elevada" creó graves
problemas, tanto a nivel interno, dentro de la vida de la comunidad, como en el
nivel externo, en su relación con los dirigentes judíos.

Las circunstancias histórico-culturales hicieron necesaria la intervención de


un redactor final,  que debió poner los puntos sobre las íes en una serie de
cuestiones importantes, como la plena realidad de la encarnación, el realismo de
la eucaristía y de la muerte de Cristo, la respuesta concreta del creyente al
odio del mundo, etc.

1.3. Hipótesis sobre la autoría del IV Evangelio

1.3.1.- Corrientes que atribuyen a Juan como autor del IV Evangelio

Nos planteamos la cuestión joánica. ¿Se puede sostener como lo ha hecho la


tradición de la Iglesia, a lo largo de los siglos, y especialmente desde el siglo II, que
la obra joanica fue compuesta por Juan, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago,
miembro destacado del colegio apostólico, apóstol, o ya no es sostenida?

Este problema ha preocupado hasta nuestros días a teólogos e historiadores, a


exégetas especializados y a laicos. Sin embargo, las respuestas han sido muy
diferentes.

No obstante, si sostenemos que el autor del IV evangelio fue uno de los Doce, el
apóstol Juan, el valor de la obra como testimonio sobre la persona de Cristo y como
reflejo fiel de sus hechos y doctrina alcanza una autenticidad extraordinaria. Y para
demostrar un hecho histórico, el camino más seguro es acudir a los testimonios
fidedignos de la historia.

El hecho que la obra joánica haya diferentes escritos, con diversos estilos
lingüísticos, surgiere establecer esta diferencia. En ocasiones hablamos de Juan o la
comunidad como autores.

¿Quién es san Juan? Su nombre hebreo (Yehojanan), que significa; “Yahvé donó
gracia, fue benigno”, es oriundo de Betsaida (Jn 1,44; Mc 1,16-20). Era hijo de
Zebedeo y Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56; Jn 19,25) y hermano de Santiago el Mayor.
17

Pescador como su padre (Mt 4,21; Jn 21,1-41) y familiarizado con la lengua de los
pecadores. Pescador galileo. Palestino cuya lengua materna era el arameo. Crecido en
el judaísmo. Sus padres eran acomodados: su padre tenía jornaleros a su servicio
(Mc 1,10), poseía por lo menos una barca (Mt 4,21) y pescaba con red barredera, no a
la manera de los pescadores pobres. Su madre servía a Jesús con su hacienda (Mt
27,55ss; Lc 8,3). Aparece al principio como discípulo del Bautista (Jn 1,35-40). Pero
desde el Jordán, abandonando al Bautista, sigue a Cristo a Galilea, asistiendo al
milagro de las bodas de Cana (Jn 2,1-11).

Fue llamado por Cristo y abandonó todo por seguirle (Mt 4,21ss; Lc 6,14). Él y su
hermano, por su ardiente celo, fueron llamados por el Señor "bonaergés" (hijos del
trueno; Mc 3,17). Junto con Pedro y su hermano fue testigo de la resurrección de la
hija de Jairo (Mc 5,37), la transfiguración (Mc 9,2) y la "agonía" en Getsemaní (Mc
14,33). En la última cena "descansó en el pecho del Señor" y le preguntó quién fuese
el traidor (Jn 13,23ss). Estuvo junto a la cruz, y Cristo le encomendó a su Madre (Jn
19,26ss). Fue el primero de los discípulos que conoció al Señor resucitado junto al
lago de Tiberíades (Jn 21,7). Por confrontación de textos evangélicos, es el
"discípulo al que amaba el Señor" (Jn 21,2.7.20.23.24; 13,23.24; 20,2).

Después de Pentecostés aparece unida en especial amistad con Pedro (Lc 22,8; Jn
20,2-10; 21,20-22). Desempeñó en Jerusalén su misión apostólica (Hec 3.1-4,31) y
luego en Samaría (Hec 8,14-25). San Pablo se encontró con él, en su segundo viaje,
en Jerusalén, en donde era reconocido por una de las tres "columnas" dé aquella
Iglesia (Gal 1,19; 2,1)

Una antiquísima tradición, que comienza con San Ireneo, dice que Juan vino a la
provincia de Asia y moró en Éfeso, donde escribió su evangelio, muriendo allí en los
días de Trajano (98-117).

De los últimos años de la vida de San Juan se citan muchos datos. El más importante
es el ya citado por Tertuliano, según el cual, bajo Domiciano (81-96), sufrió el
martirio al arrojarlo en una caldera de aceite hirviendo, saliendo ileso, después de lo
cual fue desterrado a la isla de Patmos. San Jerónimo narra que Juan repetía
incesantemente este dicho sobre la caridad: "Hijitos, amaos mutuamente." De
18

Patmos volvió a Éfeso, donde se dice haber muerto el año séptimo de Trajano, sobre
el 104.

1.3.2.-Testimonios interno y externos sobre la autoría del IV Evangelio.

Al analizar internamente el relato evangelio, con seguridad llegamos a la certeza que


su autor es un judío, como lo prueban el exhaustivo conocimiento de las costumbres
judías. Son muchos los testimonios que encontramos: no se entendían los judíos y
samaritanos (7,2); las referencias a las piedras para las purificaciones de los judíos
(2,6); "el gran día de la festividad" de los Tabernáculos (7,37); los judíos no entran
en el pretorio cuando llevan a Cristo a Pilato, para no "contaminarse" y poder
celebrar la Pascua (18,28).

Además, la descripción matizada que hace de la topografía de palestina lo delata


como autor judío de Palestina. Distingue la Betania de Lázaro, cerca de Jerusalén
(11:18), de otra Betania en Transjordania (1,28); Sitúa a Sicar cerca del monte de
Garizim, donde está el pozo de Jacob, que es "muy profundo" (4,5; 6,11); habla de la
piscina de Betesda, que tenía "cinco pórticos" (5,2ss).

Según expresiones encontradas en el texto, debemos suponer que el autor era un


testigo inmediato. Cuando dos discípulos del Bautista "permanecen" con Cristo, era
"casi la hora décima" (1,39); Cristo estaba "fatigado" sobre el pozo de Jacob, y era
"como la hora de sexta" (4,6); y en un caso de curación, y a distancia, lo dejó la
fiebre "ayer a la hora séptima" (4,52); en el lago ven a Cristo después de haber
remado unos 25 o 30 estadios (6,19); en casa de Caifás, Pedro estaba "a la puerta,
afuera" (18,16).

Al parecer el autor estaba muy familiarizado con los apóstoles, esto nos ayuda a
pensar que era uno de ellos. Conoce a varios de los apóstoles, y cita a veces sus
palabras. Nos habla de Andrés y Felipe (1,45; 6,7; 12,21ss; 14,8-10), de Natanael
(1,46-48ss), de Tomás (11,16; 14,5; 20,25.28), de Judas Tadeo (14;22), y
especialmente de Pedro (1,42; 6,68ss; 13,6-9.24.36ss; 18,17; 20,2-10; 21,3.7.11.15-
22). La presentación que presenta en el capítulo 13 sobre la protesta de Judas
supone, normalmente, un testigo ocular.
19

Un elemento fundamental para describe a san Juan es el papel que desempeña entre
los apóstoles. En los evangelios siempre aparece como uno de los tres los discípulos a
los que especialmente amaba Cristo: Pedro, Santiago el Mayor y Juan. Entre ellos,
pues, ha de estar "el discípulo al que amaba el Señor" y que "descanso sobre su
pecho" en la última cena, ya que la confrontación dé textos hace ver que es el mismo.
Pero este "discípulo" al que amaba el Señor no es: Pedro, pues se distingue de él en
el mismo evangelio (13,24; 18,15; 20,2; 21,7.20) y se supone su muerte en este
evangelio (21,19). Ni Santiago el Mayor, ya que fue muerto por Agripa I sobre el 44
(Hch 12,1ss).

Este análisis nos permite concluir reafirmando las coincidencias tanto externas
como internas de atribuir a Juan, el hijo del Zebedeo, la autoría del IV Evangelio.

¿Qué nos dice la tradición? Desde mediados del siglo π se testifica en las Iglesias
de entonces que Juan el Apóstol es el autor del cuarto evangelio. Como exponente se
cita el testimonio de San Ireneo, de especial importancia, porque San Ireneo es
discípulo inmediato de San Policarpo, y éste lo es inmediatamente de San Juan. San
Ireneo escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el que también descansó en el pecho
del Señor, dio su evangelio cuando moraba en Éfeso, en Asia"; los Prologo (s.II) lo
testifican igualmente; el Prologus antiquior (160-170) se lo atribuye a Juan, y en
Asia; la misma paternidad le atribuyen el Canon de Muratori (poco d.155), aunque
tiene algunos elementos de retoque; San Teófilo Antioqueno, en su obra A Autólico;
San Polícrates, obispo de Éfeso (189-199), en la epístola que dirige al papa Víctor
sobre la cuestión "cuatordecimana" de la Pascua, invoca el evangelio de San Juan;
Teodoreto de Ciro (193-257-8), en su Haereticarum fabularum compendium, enseña
que lo compuso estando en Éfeso; Tertuliano (140-214), en su Hypotyposeon;
Orígenes (185-254), en su Commentarium in Ioannem; el Prólogo monarquiano (s.II)
afirma expresamente que escribió "el evangelio en Asia" (Éfeso); San Jerónimo
(340-420), en su Commentarium in Matthaeum, dice que Juan el Apóstol es
"evangelista," que lo escribió en Éfeso, contra las herejías de Cerinto, los ebionitas
y otros.

Estas testificaciones explícitas, aparte de otras muchas implícitas, y sobre todo las
del siglo II, muy poco después de la fecha de composición del evangelio de San Juan,
como se verá en su lugar, hace ver que estos autores están muy cercanos a la
20

fuente, y que ya entonces se vino a extender su enseñanza por las principales


regiones y autores de la época. Lo usaron los herejes, Basílides (t 150), Valentín (t
160) y el pagano Celso (c.178).

1.4.- La tradición del Discípulo Amado

La tradicional identifica al discípulo amado con el apóstol Juan, hijo de Zebedeo y


hermano de Santiago, al que no se menciona nunca en el cuarto evangelio, excepto en
el capítulo 21, con relación a su hermano Santiago como los "hijos de Zebedeo"
(21,2). No obstante, existen algunas dificultades que ponen en entredicho esta
información, según aparece en el relato de la pasión: el "otro discípulo", es
reconocido como: "era conocido del sumo sacerdote" (18,15). Esto es difícil de
concebir de un pescador de Galilea, aunque pertenencia a una familia poderosa por el
negocio de la pescadería, fuese amigo del sumo sacerdote.

Siguiendo la descripción del evangelio, encontramos varios apelativos para


identificar este personaje: "Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y el otro
discípulo a quien Jesús quería…”. (20,2). Además, encontramos el título: “el otro
discípulo” (1,37-40; 18,15-16; 20,8), “el discípulo preferido de Jesús” (13,23-26;
19,25-27; 20,2; 21,7.20-23.24).

Estos testimonios coinciden con Juan hijo de Zebedeo, que, aunque ocultó su
verdadera identidad bajo este anonimato, las evidencias lo señalan: fue apóstol del
Señor, su pertenencia al grupo de los doce, estuvo presente en los grandes
acontecimientos de la vida pública de Jesús, se establece claramente la distinción
de funciones entre él y los demás discípulos. Según los relatos evangélicos estaba
muy ligado al grupo de Pedro y Santiago. En algunos episodios de la vida de Jesús,
los encontramos juntos. (Mt 17,1ss; Lc 9,28-36) No obstante, cada uno aparece
desempeñando una labor propia. "Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y el otro
discípulo a quien Jesús quería…”. (20,2). Este episodio señala a Pedro y el otro
discípulo como dos personajes diferentes, al igual que durante la última cena, en el
momento que Jesús anuncia la traición: “Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba,
estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: Pregúntale
de quien está hablando” (13, 23).
21

Cabe suponer la hipótesis que se trataba de Lázaro, según el evangelio, es el único


personaje que aparece ser querido por Jesús: “Las hermanas enviaron a decir a
Jesús: Señor, aquel a quien tú quieres está enfermo” (11,3). Sin embargo, esta
posibilidad se derrumba por sí mismo, ya que Lázaro no formaba parte del grupo de
los apóstoles.

Siguiendo los testimonios que encontramos en el evangelio, no es más fácil aceptar la


teoría, de que el discípulo amado es Juan Zebedeo. Juan, uno de los doce, siguió a
Jesús en todo su ministerio hasta el pie de la cruz, en donde Jesús le entregó su
madre (19,26-28). Y después de la resurrección fue, con Pedro, el primer testigo del
sepulcro vacío: "Entonces entró el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro,
vio y creyó" (20,8).  Los dos verbos "ver" y "creer" sintetizan el testimonio de Juan,
depositado en su evangelio. Él fue un testigo ocular ("vio"); pero su visión fue una
visión de fe ("creyó"), iluminada por el Espíritu. Luego el testigo invita a todos a
participar de su misma experiencia de fe (20,31

1.5.- Raíces subyacentes el IV Evangelio.

La tradición testifica que el cuarto evangelio es del apóstol San Juan. Esto merece
valor, aunque admite amplitud la afirmación. Pues se ve que el evangelio, tal como
está escrito, no puede ser obra de ningún apóstol. No solamente por su comparación
con los sinópticos, sino por el estilo, enfoque y la riqueza explícita de contenido y de
exposición. Los conceptos profundamente teológicos, que aparecen superan, el grado
de "cultura" sencilla de cualquier apóstol. Se descubre que en los "discursos" no sólo
son distintos de los otros evangelios, sino que se percibe un “alto” grado en
contenido temático y lenguaje. El lenguaje empleado por Cristo cambia radicalmente
y se vuelve más profundo cuando habla con gentes sencillas, a cuando dialoga con
fariseos como Nicodemo o con la Samaritana.

Juan, aun siendo pescador de Galilea, habló muchas veces del Cristo histórico,
contando sus propias experiencias sobre la vida de Jesús. Con el paso de los años sus
experiencias se iban enriqueciendo y así su visión y mensaje se convertían en más
auténtico y rico que lo que podía comprender en un principio (Jn 14,9) un pescador
galileo. Sin embargo, dentro de su propia comunidad existían "círculo" de miembros
(Jn 21:24-25). Estos le oyeron repetidas veces; meditaron sus enseñanzas;
22

cambiaron impresiones y matizaciones con él. Es probablemente de aquí de donde se


copia, redacta y escriben esas enseñanzas.

En este grupo de autor o autores debió de haber gente culta, familiarizada con la
cultura ambiental, posiblemente de vario tipo. El hecho evangélico lo prueba, lo
mismo que el análisis de semejanzas con doctrinas y vocabulario. Así se ven términos
característicos y dualísticos, como: "vida"; "luz" "tinieblas"; "espíritu" "carne"; de
arriba"- "de abajo"; "verdad"-"mentira,"-"libertad"-"esclavitud"; "hijos de la
luz"-"hijos de las tinieblas," etc.

Es innegable que el pensamiento joánico está influenciado por diversas concepciones


filosófico-religiosas del medio ambiente. Las tendencias que los exegetas suelen
atribuir ciertas influencias con el pensamiento joánico.

En perspectiva teológica el cuarto Evangelio es única y distinta de las visiones


teológicas que los sinópticos. La figura de Jesús que surge de Juan se diferencia en
muchos sentidos de la que aparece en los sinópticos. No sólo se trata de una manera
distinta de hablar, sino que se destaca con mayor claridad la majestuosa
intemporalidad divina. El Jesús joánico se presenta ante los hombres con la solemne
fórmula “yo soy”. Ha venido a un mundo de tinieblas como la luz, a un mundo de
mentira y odio como la verdad.

Ahora bien, nos preguntamos: ¿Qué ha puesto el evangelista de su parte en esta


imagen de Jesús? ¿Pudo Juan crear la imagen de Jesús? ¿Los conceptos y atributos
a Jesús fueron una invención propia de Juan? ¿Cómo explicar los rasgos
característicos del pensamiento del evangelista? ¿Qué influencias incidieron en él?
¿Si Juan no utilizó las fuentes o tradiciones comunes a los evangelios sinópticos,
cuáles fuentes influyeron en la elaboración literaria de su evangelio?

1.5.1.- Las escrituras y el IV Evangelio

La Escritura es la fuente fundamental y originaria del evangelio de Juan. Con ella el


evangelista presenta e interpreta la persona y la misión de Jesús. Lo hace
sirviéndose de las corrientes interpretativas de su tiempo y de las varias
traducciones textuales de la Biblia con el único fin de demostrar que la Escritura
habla de Jesús y que éste es un testigo privilegiado suyo juntos a los grandes
23

protagonistas de la historia religiosa de Israel: Abraham, Jacob, Moisés, Isaías.


Jesús realiza todo cuanto había sido revelado por Dios en el pasado y consignado en
la Escritura.

Las referencias explícitas a la Escritura en el evangelio de Juan son veintiuna: 1,21;


1,51; 2,17; 6,31; 6,45; 7,38; 7,42; 8,17; 10,34; 12,13; 12,14-15; 12,38; 12,40; 13,18;
15,25; 17,12; 19,24; 19,28; 19,36; 19,37; 20,9. Pero las alusiones a la Biblia son
muchas. Por ejemplo, Jn 1,1 y Jn 1,14. En 1,1 es evidente la alusión a Gen 1,1: "en el
principio creó Dios los cielos y la tierra".

En 1,14 se alude a Eclo 24,8; a Ex 24,26-28 y a la promesa futura de Is 60,1-2. Los


libros bíblicos que aparecen aludidos con más frecuencia son el Pentateuco, el
segundo Isaías (cf. Is 40,3 citado en 1,23; 54,13 citado en 6,45; el "yo soy" de
8,24.28.58; 13,19 recuerda Is 43,10; el rechazo de 12,38 recuerda Is 53,1; etc.) y
los Salmos citados 8 veces en 2,17; 6,31; 10,34; 12,13; 13,18; 15,25; 19,24; 19,27).

La Biblia del evangelista es la Biblia Griega de los LXX, o en todo caso, una
traducción griega.

La Escritura no es sólo el testimonio divino de Jesús por excelencia, sino que es "el
libro de Jesús": (5,39-40; 45-47). Pero al mismo tiempo dice a los judíos que la
Escritura es "vuestra Ley" (cf. 10,34; 15,25). Las dos comunidades, la judía y la
cristiana, poseen la misma Escritura, pero la interpretación es diversa: una centrada
en la Torá (y por esto es que en su conjunto es llamada "Ley"); la otra centrada en la
persona y misión salvífica de Jesús.

Una sostiene una "revelación de la voluntad de Dios que está para cumplirse" y la
otra "revelación y testimonio de Jesús para que se crea en él". La Escritura habla de
Jesús y se cumple en él. No sólo los discípulos han visto su gloria (1,14) sino también
Moisés (5,46), Abraham (8,56) e Isaías (12,41). Estos vieron su gloria y hablaron de
él. Jesús es testimoniado por ellos y a la vez los supera. Quienes se encuentran con
Jesús se preguntan: "es que tú eres más grande que nuestro padre Jacob?" (4,12) o
"¿eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham que murió?" (8,53).

1.5.2.- El pensamiento Gnosticismo


24

El gnosticismo parte esencialmente de un dualismo original, mezcla de ideas griegas


y persas. De un lado, está el mundo de Dios, el ámbito de lo divino, inasequible
totalmente al hombre; de otro, el mundo de aquí abajo, de la materia. En este
segundo plano está el hombre ansioso de conocimiento y salvación. En el mundo de lo
sobrenatural está el verdadero ser de las cosas, por esto el conocimiento de la
realidad de Dios implica el conocimiento de todo; lo que importa es el conocimiento
—gnosis—, la comprensión de las realidades que circundan al hombre. El
conocimiento de Dios, la gnosis, es la comprensión del universo. Para llegar a ella, el
gnóstico se aparta del método experimental, de la ciencia, y apela a la visión de Dios,
a una especie de super-conocimiento. Para llegar a esta visión de Dios el hombre
tiene que verificar una ascesis, en la que demostrar a Dios su buena postura ante él.

Teología del cuarto evangelio está en que el Dios alejado y trascendente no puede
ser captado si él mismo no se da. El hombre no es ya, como en Platón, una dualidad
humano-divina (cuerpo y alma), sino que pertenece por completo al mundo de la
materia, imposibilitado para llegar hasta Dios. Es Dios el que se da al hombre bueno,
al que ha elegido. Y el gnóstico sabe cuál sea el camino para mostrarse bueno ante
Dios, para provocar, por decirlo así, la autodonación de Dios, la visión mística del
mismo, engendradora de vida eterna. Y el gnóstico llegará hasta la visión a través de
toda una ascesis, llena de principios filosóficos y morales, uno de los cuales es el
célebre «conócete a ti mismo»; hace falta una iniciación a los misterios. Al hombre,
preparado ya por esta ascesis, Dios se le comunica, y con él llega el perfecto
conocimiento de toda la realidad circunstante y la vida eterna. Se evade de este
mundo para entrar en el ámbito de lo divino, en el que encuentra su realidad plena,
que es donación de Dios a su esfuerzo.

Frente a esta mentalidad, Juan va a exponer su evangelio. Dios es el mismo alejado e


inasequible, pero la donación de sí mismo es histórica. Empezó a realizarse en Jesús
de Nazaret, constituido como revelador de Dios, como Dios mismo, en la historia de
los hombres. La ascesis gnóstica queda destruida por su base; Dios se da ahora a
quien crea en Jesús de Nazaret y cumpla sus mandamientos. El carácter exclusivo
de revelador que tiene Jesús de Nazaret suprime cualquier intento gnóstico de
llegar hasta Dios. Este Dios aparece radicalmente como el que ama y se entrega al
que ama; pero no es ya un amor a Dios, sino un amor entre los hermanos. La ascesis,
25

que se fundamenta en los mandamientos que dará Jesús, es obrar el amor de Dios
entre los hermanos. No es una evasión de la realidad, sino un compromiso con la
misma. El cristiano no se ha evadido, en su ser más profundo de hijo de Dios, del
mundo real que le rodea, sino que ha sido el ámbito de lo divino el que ha entrado en
este más aquí, transformándolo. Dios no es ya el alejado, sino el que continúa
habitando en los cristianos que están ejercitando entre los hermanos el mismo amor
de Dios presente en Jesús, el que murió por todos.

El evangelio de Juan establece la verdadera gnosis cristiana, el conocimiento de la


realidad divina salvífica para el hombre. Dios es amor y ha mandado a su hijo al
mundo para que todo el que tenga fe en él se salve, guardando sus preceptos, que
entrañan el mutuo amor de los fieles, y dando testimonio de la salvación. Todo ello
se centra en un hecho plenamente histórico: Jesús crucificado. La verdadera gnosis
cristiana es el Crucificado.

1.5.3.- Corrientes del pensamiento Helenístico

¿Estaba el evangelista especialmente familiarizado con el pensamiento griego, de


forma que reinterpretó el mensaje evangélico en término helenístico? Hay que tener
en cuenta que el helenismo había penetrado profundamente el mundo palestino ya en
época de Jesucristo. Toda la literatura intertestamentaria, está fuertemente
teñida de helenismo.

En el judaísmo de la época neotestamentaria se daba ya un fuerte elemento


helenístico, tanto en Alejandría como en Palestina. Este helenismo ambiental de
Palestina ha influido sin duda en el vocabulario y las ideas de Juan, como ya había
influido anteriormente en las ideas y el vocabulario del propio Jesús.

No es improbable que el evangelista, siendo un judío palestino, estuviese


familiarizado con el pensamiento griego del platonismo filosófico. En Juan aparece el
contraste entre lo de arriba y lo de abajo (3,31), entre el espíritu y la carne (3,6;
6,63), entre la vida eterna y la existencia natural (11,25-26), entre el pan verdadero
del cielo (6,32) y el pan natural, entre el agua de la vida eterna (4,14) y el agua
natural. Estos contrastes pueden compararse con una forma popular del platonismo
26

que afirma la existencia de un mundo real, invisible y eterno en contraste con un


mundo inferior de las apariencias.

La semejanza es impresionante, pero hemos de advertir que este tipo de platonismo


popular ya se había infiltrado en el judaísmo. Las afinidades con el platonismo
popular con Juan se explican a la luz del judaísmo palestinense. Ya en el judaísmo
estaban presentes estos términos, por lo que Juan no inventa, sino que estas ideas
habían entrado a formar parte del trasfondo judío. Se ha sugerido un paralelo con el
estoicismo por el uso de “Logos”, “la Palabra”, en el Prólogo, ya que se trata de un
término corriente en el pensamiento estoico. Sin embargo, en Juan este término
tiene un sentido muy distinto al de los estoicos. El himno tiene su propia historia
dentro de los círculos joánicos.

Por lo tanto, no hay motivo para suponer que el evangelio esté influido por una forma
de la filosofía griega distinta de las que ya habían entrado a formar parte de las
ideas y el lenguaje de Palestina.

1.5.4.- El judaísmo rabínico de Jamnia

No hay duda que la reflexión teológica de la escuela joánica también entra en


diálogo con el judaísmo oficial que se reestructura en la Academia de Jarnnia, a
partir de los años 80 d.C. Cuando el texto presenta la incredulidad de los “judíos”,
que llega hasta la conspiración contra la vida de Jesús, el grupo que se identifica
como “judíos”, son los líderes del pueblo que, después de la guerra de 70, son
esencialmente los fariseos. Son ellos quienes reorganizan la comunidad judaica,
principalmente en Palestina, conmovida y des integrada por la destrucción de
Jerusalén. El texto evangélico se refiere a la expulsión de los cristianos de las
sinagogas (Jn 9,22;

Esta actitud se tomó por el judaísmo oficial de Jamnia, al introducir en las 18


bendiciones la siguiente oración: “Que no haya esperanza para los herejes y que el
reino de la blasfemia sea extirpado en nuestros días. Que los nozrim y minim
desaparezcan de inmediato. Que ellos son borrados del libro de los vivos y nos sean
inscriptos entre los justos. Bendito seas Tú, Señor, que sometes a los orgullos. Os
nozrim aquí citados son los discípulos del profeta Jesús de Nazaret, también
llamados de nazaroi o nazarenos”.
27

Las regiones de Tiberíades y de Siria (Antioquía) serán de aquí en adelante los


centros espirituales del judaísmo. Allá también la escuela joánica presenta a Jesús y
su mensaje dentro de un cuadro de reflexión que pueda ser entendido por los judíos.

Todo lo que era de la Antigua Alianza, fue destruido, pero poco importa, pues en
Jesús todas las instituciones del Antiguo Israel encontraron su pleno sentido: ley
(torah), fiestas, templo, y hasta la historia del Pueblo: patriarcas, éxodo,
profetismo, sabiduría... Jesús es ahora la única referencia para caminar con Dios y
hacia Dios. En esa perspectiva, el redactor quiere distinguirse del grupo judaico, no
por discriminación, sino para provocar el reconocimiento de Jesús.

El texto, por ejemplo, habla de la fiesta de los judíos (Jn 2,13; 6,4; etc.), de su ley,
marcando así la distancia existente entre los dos grupos. Podemos notar la relectura
que se hizo del texto ya existente a partir de ese nuevo acontecimiento. Aún más,
debe haberse dado una reorganización del texto, en un esquema basado en las
fiestas de los judíos, que en el texto actual suman seis, o sea, el número de la
imperfección.

Al final, es interesante notar que, en el cuarto evangelio, además de los temas


específicos del judaísmo antiguo, como el cordero pascual, el maná, el pastor o las
fuentes del templo, existen también referencias a los libros deuterocanónicos, como
el libro de la Sabiduría o el Eclesiástico (Sirácida). Eso revela una proximidad
también de los círculos heterodoxos del judaísmo.

1.5.4.- Los esenios del Qumrán

El autor del cuarto evangelio pasa a ser un esenio cristiano que busca hablar de la fe
en Jesús con el referencial a los esenios, aparecen expresiones comunes duales: “luz
y tinieblas”, “espíritu y carne”, “verdad y mentira”, “vida y muerte” Existen ciertas
afinidades de lenguaje, como expresiones: “hijos de la verdad”, “hijos de la
perdición”, “espíritu de verdad”, “hijos de la luz”, “luz de vida”. Pero, si el
vocabulario es muy semejante, la inspiración fundamental de los dos está muy lejos
la una de la otra.

Para la comunidad del Qumrán, toda su reforma está centralizada en la Ley de


Moisés y pretende crear un grupo de ¡puros!, aislados de los hijos de la iniquidad.
28

Juan, al contrario, nos revela al Padre en Jesucristo e invita a todos a hacerse hijos
e hijas de Dios por la adhesión de la fe (Jn 1,12-13). Puede ser, que el autor del
cuarto evangelio empleó el vocabulario esenio para dialogar con los miembros de la
secta.

De ningún modo podemos hablar que Juan utilizará el mismo vocabulario con el mismo
sentido. Lo que podemos constatar es que el texto presenta trozos de relectura
hecha en esa perspectiva. Pero sabemos que la comunidad de Qumrán fue destruida
en la época de la guerra de los judíos contra Roma y que el grupo no sobrevivió a los
acontecimientos del 70. ¿Fue en esa oportunidad que miembros de la secta entraron
en las comunidades joánicas? ¿Dónde se dio ese encuentro o esa confrontación?

6.- Conclusiones

Es difícil de evaluar las diferentes influencias que hubo en el libro de Juan. Podemos
constatar un firme arraigo en las tradiciones bíblicas comunes al judaísmo, sea
ortodoxo u oficial, sea heterodoxo.

El dualismo moralista de los esenios también está presente, como una influencia de
las ideas gnósticas. Pero: ¿qué es lo que esos indicios revelan exactamente? ¿Una
confrontación de la escuela joánica con diferentes culturas y visiones de
pensamiento? ¿Un intento de presentar la persona de Jesús, su práctica y su
mensaje a diferentes grupos en búsqueda de vida, de sentido de vida? ¿Es una
profundización de la fe para cristianos que pasan por crisis, persecuciones,
desilusiones?

Sin duda estamos delante de una obra que es el resultado de una constante
actualización, es fruto de una tradición en movimiento El texto es obra de personas
que profesaron su fe, no en la repetición de fórmulas sagradas, pero estáticas, sino
en el empleo de palabras e ideas que expresaban, la búsqueda, las esperanzas e
incertidumbres de toda una humanidad, sedienta de encontrar en su historia un
camino, una verdad que llevasen a la vida plena.

Como hemos visto, el texto hoy se ofrece a nosotros con varios substratos literarios
de épocas y circunstancias diferentes. ¿Cuál es el núcleo original? ¿El texto
original? Todavía estamos lejos de una respuesta clara y segura
29

1.6.- La comunidad Joánica.

Esta comunidad surgió en el norte de Palestina al margen del judaísmo oficial.


Posiblemente eran fieles procedentes de la gentilidad, en ningún caso de origen
judío, por las referencias que hace a las fiestas y costumbres judías. Lo único cierto
que estos grupos se halla en contacto con el judaísmo heterodoxo y con influencias
procedentes del mundo griego, sobre todo de las corrientes gnósticas.

La comunidad joánica nace como consecuencia del contacto con el movimiento


cristiano. Su origen está muy relacionado con Juan el Bautista. Los primeros
discípulos de Jesús, según Juan formaban parte del grupo de Juan Bautista
(1,35.51). Al conocer a Jesús abandonan al Bautista y se marchan detrás de Jesús.
Ahora entorno a Jesús se van agrupando y de esta manera se forma la primera
comunidad.

En este primer momento, la comunidad se interesa por Jesús en quien llega a


descubrir al profeta esperado para el fin de los tiempos, al estilo de Moisés. Fueron
los primeros pasos de este grupo de cristianos que se caracteriza por una "simpatía"
hacia Jesús y el movimiento que había surgido en torno a su persona. Los
simpatizantes no pueden llamarse todavía cristianos. Se caracterizan por tener una
baja cristología.

Su fe inicial, incipiente pero insuficiente. Jesús era el Mesías profético (Deut 18,
15ss); no de origen divino, sino sencillamente un hombre enviado por Dios, el hijo de
José de Nazaret (Jn 1, 45-46; 6, 42), no los llevó a ninguna clase de colisión ni
conflicto alguno con el judaísmo oficial. El nuevo movimiento encajaba dentro de la
multitud de sectas y grupos religiosos existentes dentro del judaísmo y por tanto,
no era en modo alguno preocupante.

La figura de Jesús no había sido valorada en toda su dimensión. En la comunidad


cristiana la fe en Jesús es vivida de parte de los discípulos como una relación
personal y permanente con él (Jn 1,37-39; 15,4ss). En el evangelio de Juan los
discípulos lo acompañan constantemente y participan de su misión evangelizadora (Jn
4,31-38). Los discípulos viven unidos a Jesús incluso el momento de la crisis y del
escándalo (Jn 6,60-66; 7,3-5).
30

El Maestro enseña a los discípulos a amarse mutuamente a través del servicio


humilde (Jn 13,12-15.34-35). Este será su signo distintivo y su característica
fundamental. La comunidad de los discípulos debe vivir unida en la fe y en el amor,
como signo elocuente para el mundo: "para que el mundo crea" (Jn 17,6-26). Por eso
Jesús envía a los suyos al mundo, como ha sido enviado él por el Padre (Jn 17,17-19).

La misión de los creyentes en el mundo prolonga y hace presente la misión de Jesús.


Era necesario poner en primer plano su divinidad: Jesús es el Hijo de Dios.  Este
nuevo planteamiento originó serios problemas a dos niveles. Dentro de la
comunidad  inicial muchos de sus miembros se negaron a dar el paso requerido.
provocando enfriamiento, abandonó, huida. Entonces se produjo el primer desgarrón
o ruptura dentro de la comunidad. Un buen número abandonó aquel entusiasmo inicial
y aquella fe incipiente. Tenemos indicios suficientes de ello en Juan 6, 60ss y  en los
cap. 7 y 8. Fuera de la comunidad,  en relación con el judaísmo oficial, aquella nueva
fe, que hasta entonces había resultado inofensiva, se hacía intolerable, incompatible
con un verdadero monoteísmo, el dogma principal del A. T.

Las dificultades surgen a partir de las diferencias con el judaísmo, especialmente


con los fariseos. Este grupo religioso era radicalmente adverso a los que confesaban
su fe en Jesús de Nazaret. El fariseísmo era intolerable con quienes abandonaban su
religión y pasaban a formar parte del movimiento de Jesús. Los seguidores de Jesús
eran sometidos a fuertes persecuciones, hostigamientos, cárceles e incluso la
muerte. La hostilidad de "los judíos" expresa más bien un conflicto de la comunidad
después del año 70. Los términos "judíos" y "fariseos" son intercambiables en el
cuarto Evangelio. Es muy difícil suponer que Jesús dijera: "vuestra ley" (8, 17; 10,
34) o "vuestros padres" (6, 49). Tampoco pueden ser de este tiempo frases como:
"Pascua de los judíos" (2, 13; 11, 55), “La fiesta de los judíos" (5, 1) o la "purificación
de los judíos" (2, 6). Jesús, como judío que era, no podía hablar así.

Mundo es utilizado por el IV Evangelio, unas 78 veces. Este término tiene varios
significados. 1) El mundo físico (17,5.24) como tierra donde habita la humanidad (11,
9; 21,25) 2). La humanidad que habita el mundo. Esta humanidad-mundo es objeto del
amor de Dios: “…tanto amó Dios al mundo” (3,16) y destino de la misión del Hijo:
“Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por el” (3,17). Jesús es la luz del mundo (8,12; 4,42; 6,14; 33. 51) El uso más
31

característico del término mundo, es el que connota conflicto y oposición a la


comunidad. El mundo es el ámbito social opuesto a Jesús y a la comunidad: “…ellos no
son del mundo, como yo no soy del mundo” (17,15). “…si el mundo los odia, sepan que
el mundo a mí me ha odiado antes que a ustedes. Si fuera de este mundo, el mundo
amaría a los suyos” (15,18-19).

Otro conflicto entre los seguidores de Jesús y Juan el Bautista se advierte en todo
el evangelio desde su principio hasta el final. La cantidad de textos sobre Juan el
Bautista muestra la importancia del conflicto con Jesús y su comunidad. En este
sentido, se nota diferencia del cuarto evangelio de los sinópticos, donde Juan el
Bautista cumple su verdadera función como precursor del advenimiento de Jesús.
Esto hace que no exista ningún conflicto con ningunas de las comunidades de los
sinópticos.

Sus seguidores nunca plantean la posibilidad de comparar a Juan el Bautista con


Jesús. 1.- El Prólogo: Aquí Juan aparece en dos textos paralelos (1,6-8 y 15) Juan el
Bautista es el enviado de Dios, como testigo de la luz, para que todos creyeran en él.
Por lo tanto, Juan como testigo de la luz, se opone a las tinieblas, oscuridad. Esta
primera visión es muy positiva sobre la figura de Juan. No obstante, aparece el
verso (v.8) con un carácter polémico y en sentido negativo: “…no era él la luz, sino
testigo…se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo…” (v.15).

2.- El testimonio del propio Juan el Bautista (1,19-34). En el evangelio de Juan, es


posiblemente el relato bíblico joánico, donde aparece la figura de Juan el Bautista
con más protagonismo. ¿Quién era Juan el Bautista? Veremos el propio testimonio
que nos da, sobre sí mismo: “Él no es el Mesías, no es Elías, no es el Profeta, sino una
voz que clama en el desierto”. Al cuestionar sobre la identidad remite a un contexto
histórico antiguo: a la vuelta del destierro de Babilonia. Entonces se pronunció la
palabra que él cita: “…voz que clama en el desierto”, endereza el camino del retorno
a la tierra de Israel, dejando las posesiones de Babilonia, arriesgándose a una
marcha incierta, proponiéndose restaurar todas las esperanzas y la fe.

Otra situación dolorosa para la comunidad, era la expulsión de la sinagoga: “los


judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo,
quedará excluido de la sinagoga” (Jn 9, 22; 12, 42; 16, 2). Incluso podían ser
32

perseguidos hasta la muerte (Jn 10, 28-29; 15, 18; 16, 2). Esto produjo nuevos
desgarramientos, con la consiguiente disminución de la comunidad. La expulsión de la
sinagoga era una pena superior a la excomunión. El expulsado era considerado un
renegado. Se prohibía todo trato personal y social con los renegados. Eran
considerados peor que un pagano.

El renegado o hereje era condenado severamente en la oración de las 18


bendiciones, que era una de las oraciones más importantes de los judíos. En tiempos
del rabino Gamaliel en Jamnia, después del 70, se reformó una de estas bendiciones
(que era en realidad una maldición), y su texto se fijó así: “Ninguna esperanza quede
a los renegados y el poder irresistible los haga desaparecer. Y los nazarenos [es
decir, los cristianos] y los minim [renegados y disidentes] perezcan al instante. Sean
borrados del libro de la vida y no sean inscritos con los justos”.

La aceptación de Jesús como el Hijo de Dios fue la ocasión para que muchos
pensasen que no podía ser hombre verdadero. El mundo de Dios es tan distinto y
está tan distante del mundo del hombre que no podía ni pensarse siquiera que
pudiese entrar en contacto con él. Así se manifestaban algunas corrientes
filosófico-religiosas de la época, como la gnosis. Por esta causa se produjo una nueva
ruptura en la comunidad joánica. De ella nos informa la primera carta (1Jn 2, 19).

Además, estas persecuciones eran motivadas por las autoridades imperialistas,


romanas, en su firme decisión de mantener el control social, y obligar a profesar la
fidelidad a los Emperadores Romanaos, considerados como los únicos reyes. Sin
embargo, había muchos seguidores de Jesús que permanecían firme y decidido en
camino, sin abandonar su fe. Permanecieron fieles a la tradición de Jesús.

Las primeras persecuciones la inician Nerón (hacia los años 64). Destaca una cruel
persecución contra los cristianos. A la muerte de Nerón le sigue Domiciano (hacia los
años 90). Tortura a los cristianos para que abandonaran la fe. Esta era la vida de los
cristianos. Todas las puertas cerradas. Todo el poder del mundo se volcaba contra
los cristianos. Muchos abandonaron el evangelio por miedo y se pasaban al lado del
imperio. La situación en que viven las comunidades es de persecución (Ap. 12,13.17;
13,7). Había prisioneros (Ap. 2,10) y muchos los habían martirizados. En esta
33

situación era difícil mantener la fe. Era un verdadero hostigamiento contra todos
los que se declaraban seguidores de Jesucristo.

La comunidad vive momentos difíciles también internamente. Se está enfriando su


amor primero (2,4). Algunos miembros de la comunidad han sido martirizados (2,13).
Han surgido falsos apóstoles que intentan engañar a muchos (2,2). Muchos cristianos
se dejan influir del imperio, aunque otros se mantienen fieles a los valores del
Imperio de Cristo (3,4). Hay grupos que sostienen doctrinas no compatibles con la
genuina fe cristiana (2,14-15. 20-23). El nombre de estos falsos apóstoles es los
“Nicolaítas”, sin especificar su doctrina.

1.7.- Estructura y clave de lectura del IV Evangelio

1.-Introducción

La palabra signo  aparece setenta y  tres veces en los escritos neotestamentarios,


diez veces en san Mateo, siete en san Marcos, veintitrés en san Lucas y veinticuatro
en san Juan y ocho en san Pablo y una sola vez en la carta a los Hebreos. Como
podemos comprobar es san Juan quien usa en más ocasiones este concepto, tanto en
el Cuarto evangelio (17 veces), como en el libro del Apocalipsis donde se encuentra
presente en siete ocasiones. La palabra signo  se sitúa como objeto de un grupo
entero de verbos que realzan toda la actividad humana: hacer, mostrar, obrar,
preguntar, buscar, pedir, ver, discutir. 

El término obra  es importante sobre todo en el Cuarto Evangelio, sobre todo, por la


relación existente entre "signo y obra".

1.1.-El prólogo del evangelio de Juan

San Juan al igual que los demás evangelistas inicia su evangelio con un prólogo. El
prólogo de Juan se cuenta entre los textos más densos y difíciles, que encontramos
en el Nuevo Testamento. Es muy coherente con el evangelio, ya que presenta los
mismos temas teológicos, la terminología, su estilo y reflexión. Es una verdadera
introducción, un prefacio, un pórtico, un sumario, una síntesis, donde están
presentes los temas conductores del Evangelio según Juan.
34

El himno empieza con la afirmación del ser y existir de la Palabra divina, del Logos.
Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios (v. 1). El himno se inicia con la afirmación de la preexistencia, al igual que en Flp
2,6 se dice: «El cual siendo de condición divina...» o bien «siendo igual a Dios...»

En el v. 1, se inicia con el giro «Al principio ya existía la Palabra» se alude al Gén 1,1
«Al principio creó Dios el cielo y la tierra”. En el Genesis significa, al «comienzo del
tiempo, del mundo y de la historia», la intemporalidad, fuera del tiempo, es anterior
al tiempo; en cambio el «al principio» de Jn 1,1 habla del comienzo «pre-mundano»,
es decir, del comienzo primerísimo en Dios y junto a Dios. En ese origen divino,
«era» y estaba siempre la Palabra. Al mismo tiempo, se trata al decir que la Palabra
estaba «en Dios». Únicamente Dios es el «lugar» y sede de la Palabra, y la Palabra
divina está vuelta a Dios.

En el v. 2 dice el texto: «Ésta estaba al principio en Dios», el evangelista relacionar


la divinidad de la Palabra. La Palabra era Dios mismo, no solo porque estaba con ella,
sino que era ella. Existe una relación íntima entre Dios y la Palabra.

Los v. 3 y 4 tratan las relaciones de la Palabra con el mundo, con la creación en


general y con el hombre en particular. El v. 3: contiene, la afirmación sobre la
mediación creativa de la Palabra, que aparece ya en algunas afirmaciones del Antiguo
Testamento, y sobre todo en la tradición sapiencial (Prov 8,22-31; Job 28; Bar 3,
29-37; Sab c. 6-9). Según Gén 1, la Palabra creadora de Dios produce el mundo y las
cosas. Al «Y dijo Dios...» responde un «... y así se hizo».

El v. 3 recoge esa tradición y proclama: Todo ha sido hecho por la Palabra. Dicho de
modo negativo: no hay nada que no haya sido hecho por ella, de forma que nada
queda fuera de su campo de acción. Nada de cuanto existe está fuera de los
dominios del Logos divino. Todo cuanto existe, es dominio y señorío de la Palabra por
cuanto que ha sido hecho y creado. Así cuanto ha llegado al ser, el mundo, ha de
entenderse como creación de la Palabra.

Es el mismo Logos, que ha participado en la acción creadora, el que viene al mundo


como revelador y redentor. En el v. 4 se hable de la relación de la Palabra con el
hombre: En ella había vida, y la vida era la luz de los hombres. Aquí se hacen dos
afirmaciones: a) la vida estaba ante todo en el Logos; b) esa vida era la luz para los
35

hombres. El ser humano está relación con la Palabra, es decir, el ser humano se
define y determina desde la Palabra. La vida es propia de la Palabra divina desde su
mismo origen, y tiene la capacidad de poder comunicar la vida y que en ella está el
origen de la vida para todos. Además, se refiere a la facultad de Dios para
transmitir la vida. Vivir es el puro don de Dios al hombre. Dios quiere la vida del
hombre y no su muerte; su salvación y no su condena. El concepto vida no hace
referencia a la vida biológica simplemente, sino que adquiere una dimensión más
completa plena para referirse a la «vida eterna», como compendio de la esperanza
escatológica para el hombre

Así el v. 4 afirma la vida es «luz» para el hombre mientras que la muerte son las
«tinieblas», aquí aparecen nuevamente los conceptos de luz y vida. Según Juan,
Jesucristo es la «luz y vida» para los hombres. «Luz para el hombre» es la vida
salvaguardada por la Palabra como compendio de la existencia salvífica.

V. 5: Y esta luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron. En el


v. 4 no es el Logos o la Palabra, sino que la vida es «la luz de los hombres». La luz,
que brilla en las tinieblas y a la que las tinieblas no reciben, contempla la revelación
de Cristo y la posición de la incredulidad a su respecto (12,36). En la incredulidad se
han establecido las tinieblas, pero ahora la luz «resplandece», en presente; siempre,
la luz brilla en las tinieblas. «y la vida era la luz de los hombres». La «luz de los
hombres» era también una concepción gnóstica de las chispas divinas del sí mismo
extra mundano y sobrenatural al que «ya siempre» se tenía.

Los v. 6-8 son añadidos del evangelista. Se refieren a Juan y trazan ya en este
pasaje y de forma temática la imagen que el cuarto Evangelio se ha forjado del
Bautista (cf. 1, 19-40; 3,22.30; 5,33-35). Esa imagen se puede describir con estos
trazos: a) Juan Bautista no es el salvador escatológico ni el Mesías. b) Es el enviado
por Dios y actúa por mandato divino, en ser testigo de Cristo. c) Ese su testimonio
debe conducir los hombres a creer en Cristo.

El v. 6 introduce a Juan Bautista: Surgió un hombre, cuyo nombre era Juan, enviado
de parte de Dios. Se le califica de varón enviado por Dios. El concepto de enviar
tiene en el cuarto Evangelio, un significado importante, en cuento desempeña un
papel de encargo y la representación puesta en práctica de ese encargo. Como
36

enviado de Dios, el Bautista tiene derecho a ser escuchado. Su misión, según el v. 7,


consiste en su testimonio, «para dar testimonio de la luz» y en 1,19-28.29-34: «Y
éste es el testimonio de Juan» y terminan con «Y yo lo he visto, y testifico que éste
es el Hijo de Dios». “para dar testimonio de la luz» es la palabra clave para designar
al Bautista.

Todo cuanto va a decir el cuarto Evangelio acerca de Juan se enmarca en esta


perspectiva general. Al mismo tiempo el Bautista se convierte de ese modo en el
testigo primero y más importante de Cristo en el gran pleito entre Jesús y los
judíos, en el proceso entre el revelador y el mundo (5,33-35).

La concentración en el servicio testimonial posibilita el reconocimiento del papel del


Bautista como querido por Dios al paso que se lo subordina a Jesús. En los círculos
baptistas probablemente se quiso deducir un orden jerárquico de la prioridad
temporal del Bautista, así como del hecho admitido por todos de que Jesús había
sido bautizado por él, argumentando con ese simple hecho que Jesús no podía estar
por encima de Juan.

Además, «la misión del Bautista sigue teniendo validez como testigo de la luz, para
que los hombres lleguen a creer en la luz».

V. 8: «No era él la luz, sino que venía a dar testimonio de la luz.» El versículo
rechaza la opinión de que el Bautista pudiera ser la luz, es decir, el salvador
escatológico, el Mesías, presentando su función testifical. La existencia de grupos
de discípulos, que seguían siendo seguidores del Bautista: (Act 18,24s; 19,1-6). «En
el sentir de esos círculos parece que el Bautista era venerado como un personaje
mesiánico, al que sus seguidores contraponían a la pretensión mesiánica de Jesús; lo
cual se desprende la creciente polémica que reflejan los escritos del Nuevo
Testamento y que culmina en el Evangelio según Juan». El evangelista adopta ya en el
prólogo su postura de delimitación del Bautista, para dejar claro a los seguidores del
Bautista, que nos es el Mesías.

Con el v. 9 vuelve a entrar el texto del himno, que avanza hacia su clímax. El
versículo enlaza directamente en el himno con el v. 4, por cuanto entra de lleno en
acción la concepción cristológico-salvífica del concepto de luz. El Logos o la Palabra
se identifica con la luz: Era la luz verdadera que, llegando a este mundo, ilumina a
37

todo hombre. Esa luz ha venido al mundo. La venida o llegada de Jesús designa su
origen y misión divinos, que fundamentan y legitiman su existencia como revelador.

Como meta de esa venida se señala el mundo, el cosmos. El concepto «mundo»


aparece aquí cuatro veces seguidas. En el v. 9c, el cosmos es la meta, el lugar, al que
llega la luz; es decir, el mundo como lugar de la revelación; lo mismo ocurre en v. 10a.
V. 10b: el cosmos ha sido creado por la Palabra, a la que debe su origen, es obra y
creación de la Palabra (cf. v. 3) Desde su mismo origen el cosmos es creación de
Dios, realizada por la Palabra, en la que continúa anclado para su pervivencia.

El v. 11 aquí se hace énfasis: «vino a lo suyo”, los suyos, sus propias gentes, le
negaron la acogida. El pensamiento gnóstico lo intentó al separar el mundo luminoso,
de la revelación, del mundo malo y tenebroso, del mundo miserable de un miserable
creador. Allí el revelador no viene a lo propio y suyo, sino a algo que le es radical y
esencialmente extraño, y que se comprende muy bien que esa realidad extraña por
esencia no la reconozca. La incredulidad a la que aquí se alude es algo distinto del
motivo gnóstico de la extrañeza o alienación. Para el hombre continúa siendo un
proceso enigmático, cuyos íntimos fundamentos y motivos sólo Dios puede revelar.

En el v. 14 alcanza el himno su punto centrar: «Y la Palabra se hizo carne». Se une la


existencia divina «en el principio» con la existencia terrena, en un hombre
determinado llamado Jesús. El «se hizo» ha de tomarse en un sentido totalmente
literal. Lo que interesa es simple y llanamente que la Palabra eterna de Dios se
realiza como existencia humana, como «carne». Aquí el vocablo «carne» designa la
realidad humana y la constitución existencial. La Palabra eterna de Dios se
identifica con un hombre determinado, constituye la cima de la revelación de Dios en
la historia. Según Juan el hacerse «carne». EL «puso su morada entre nosotros»
-literalmente: «puso su tienda».

En el v. 15 vuelve a establecer relación con Juan Bautista. Es el primer pasaje en que


Juan actúa como testigo de Cristo: Juan da testimonio de él y ha clamado diciendo:
Éste es aquel de quien dije: El que viene detrás de mí ha sido antepuesto a mí,
porque él era primero que yo. Según Jn, así lo proclamó también el propio Bautista,
cuando habló del «más poderoso» que vendría después de él.
38

En los v. 17 y 18, se contraponen Moisés y Cristo, la ley y la gracia y verdad. «Porque


la ley fue dada por medio de Moisés se entiende sin duda alguna como limitativo.
Como representante del AT, Moisés dio simplemente la ley. En el Evangelio según
Juan no se enjuicia a Moisés en un sentido negativo (1,46; 3,14), sino que se le
cuenta como testigo de Cristo. Moisés sólo dio la ley, mientras que Jesucristo ha
realizado la gracia y la verdad. Con la mención de este nombre el prólogo alcanza su
precisión suprema. Jesucristo es el «lugar» o sede en que se han realizado la gracia
y la verdad y donde se cumplen de continuo, estando para siempre ligadas a su
persona.

El v. 18 nos dice: «A Dios nadie lo ha visto jamás» no es sólo un principio básico que
Juan repite (5,37; 6,46). Dios es para el hombre fundamentalmente «invisible». Al
hombre no le queda más camino que la auto apertura de Dios; únicamente Dios puede
proporcionar al hombre noticias de sí mismo. El Hijo único, Dios, el que está en el
seno del Padre puede ser el revelador y el testigo de Dios en el mundo (cf. 3,31-36).
Jesús en persona con sus palabras y su obrar es la «explicación de Dios» en el
mundo. En su figura se hace visible quién es Dios realmente. Él es la beatificante
interpretación de Dios, la versión de Dios al terreno de lo humano

1.7.2.- Los signos o señales.

1.- Las Bodas en Caná: 2, 1–1

Cana: ciudad de Galilea, Palestina, famosa a través de los siglos como la escena del
primer milagro de Nuestro Señor, cuando convirtió el agua en vino en la celebración
de las bodas (Juan, 2). Es mencionada por el mismo Evangelista en otros dos pasajes,
uno (4, 46) relacionado con otro milagro, cuando curó al hijo del funcionario real a la
distancia, y el otro (21, 2) como el lugar de nacimiento de Natanael, o San
Bartolomé.

En Caná de Galilea Jesús realizó el primero de sus milagros. A petición de María, su


madre, convirtió el agua en vino. Así manifestó su gloria divina y suscitó la fe de sus
discípulos. Allí parece que nació San Bartolomé (Natanael), uno de los doce
discípulos. Se recuerda también la vocación del apóstol Bartolomé (Natanael), del
que dijo Jesús: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.
39

"Al tercer día" se celebraban unas bodas en Cana de Galilea. El término “tercer día",
se referiría al último hecho narrado, la "vocación de Natanael,". Natanael, conocido
por el nombre de Felipe, era oriundo de esta ciudad (Jn 1,45). Es una indicación
cronológica, la descripción de un suceso con relación a otro que ya ocurrió.

La mención de Cana en Galilea es para distinguirla de otra Cana en la tribu de Aser


(Jos 19,28), la actual Kenna, que está a unos siete kilómetros al nordeste de
Nazaret, en la ruta de Tiberíades-Cafarnaúm.

Desde el siglo IV hubo aquí una iglesia cristiana y una fuente abundante, de la que
hablan los antiguos peregrinos. Era un poblado donde abundaban los viñedos
excelentes para producir vino. En esta ciudad había personas que estuviese
parentesco con María. Por eso, María estaba presente en la boda, venida
probablemente desde Nazaret, ya que la distancia de siete kilómetros que la
separaba de Cana pudo hacerla muy bien el mismo día.

La expresión "estaba allí la madre de Jesús" da a entender que María posiblemente


estaba ya en Cana al momento de la llegada su Hijo. Sim embargo, el texto no
menciona Jesé, lo que indica que ya había muerto. (Jn 1,45). El relato resalta que
también Jesús había sido invitado: "Jesús con sus discípulos." Probablemente una
vez llegado a Caná y sabida su llegada, es cuando, recibió la invitación.

El desarrollo de la escena, comienza presentando a María quien toma la iniciativa e


informa a su hijo de la recencia de vino. La presencia de los discípulos era común, en
aquel ambiente, siendo Natanael de Cana (Jn 21,2), y recientemente unido a Cristo
(Jn 1,45-50) estuviera allí y fueran invitados los demás discípulos. En todo caso, la
hospitalidad oriental permite ciertamente iniciativas de este género.

Las bodas en Oriente comienzan al oscurecer, con la conducción de la novia a casa


del esposo, acompañada de un cortejo de jóvenes, familiares e invitados, a los que
fácilmente se viene a sumar, en los villorrios, todo el pueblo, y prolongándose las
fiestas varios días (Gen 29,27; Jue 14,10.12.17; Tob 9,12.8.20).

En las bodas de los pueblos, los menesteres de la cocina y del banquete son
atendidos por las hermanas y mujeres familiares o amigas. Es lo que aparece aquí en
el caso de María. A ellas incumbe atender a todo esto.
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El vino es tan esencial en un banquete de bodas en Oriente, que dice el Talmud:


"Donde no hay vino, no hay alegría."

Según la Mishna, la duración de las bodas era de siete días si la desposada era
virgen, y tres si era viuda. Durando las bodas varios días, los invitados se renuevan.
Los escritos rabínicos suponen la posibilidad de la llegada de huéspedes inesperados.

Al parecer la boda debe de llevar ya algunos días de fiesta y banquete. Nuevos


invitados han ido llegando a la boda, tanto que las provisiones calculadas del vino van
a faltar. Jesús, acompañado de sus discípulos, llega a Cana y es invitado con ellos a la
fiesta. Estando El presente, el vino llegó a faltar. Probablemente se debe de estar al
fin de las fiestas de boda, cuando algún aumento imprevisto hizo crítica la situación.
Y éste es el momento de la intervención de María. María da a conocer la situación
desesperada para los novios, puesto que, en toda boda judía, y dado el carácter
hospitalario, era un sagrado deber brindarlo, pero era una desgracia mayor y hasta
una humillación terrible para los novios, el que faltara el vino.

Es probable que María, invitada como amiga o parte de la familia, ayuda en los
menesteres de la cocina. Por eso pudo estar informada a tiempo de la situación
crítica y antes de que trascendiese a los invitados. Ni el mismo maestresala lo sabía
(v.9.10). Y discretamente se lo comunica a su Hijo, diciéndole simplemente: "No
tienen vino." Llama la atención que esta expresión: “no tienen vino”, para dirigirse a
Jesús, es una información; sin embargo, inmediatamente cambia de tono al dirigirse
a los camareros: “Hagan lo que les diga”. Es una información y un consejo.

Para muchos autores estas dos expresiones pronunciadas una a continuación de las
otras, deja de ser una simple información, sino que revela que María espera de
Jesús una intervención especial, sobrenatural. ¿Conocía María el poder de Jesús que
era capaz de realizar signos prodigiosos? Posiblemente el evangelista quiera resaltar
el conocimiento excepcional en María de su hijo. Esta escena descorre un velo sobre
el misterio de la vida oculta de Nazaret y sobre la "ciencia" de María sobre el
misterio de Cristo.

Esta, segura de la intervención de su Hijo, se acerca a los servidores para decirles


que hagan lo que Él les diga. Esta iniciativa y como orden de María a los servidores
41

se explica aún más fácilmente suponiendo la especial familiaridad de ella con los
miembros de aquel hogar.

La respuesta de Jesús a su madre posee un tono amable: ¿Qué tienes conmigo


mujer? Para algunas traducciones la respuesta es irritable y tosca, que indica
desacuerdo o reproche. Esta respuesta quiere decir: No te preocupes tu no
entiendes muy bien lo que pasa, déjamelo a mí que lo resolveré a mi manera”. Aquí el
termino mujer (gunai), según la costumbre de aquella época no era despectiva. Se
concluye con la afirmación: “Mi hora no ha llegado”. La expresión “mi hora” (ora mou)
puede interpretarse como nadie puede alterar la voluntad de Dios o que la hora
suprema de Jesús es en la cruz.

Esta familia debía de ser de una cierta posición económica, ya que había en él "seis
tinajas de piedra" para las purificaciones rituales de los judíos. Estas tinajas en que
se servían los judíos palestinos eran de barro, pero entre los rabinos aceptaban que
las jarras de piedra no contraían impureza, por lo que las recomendaban
especialmente para contener el agua de estas abluciones. Estas piedras eran de
tamaño grande, ya que en ella cabían dos o tres libros de agua.

El milagro se realiza sin aparatosidad. El evangelista mismo lo relata sin comentarios


ni adornos. Jesús, en un momento determinado, se dirige a los "servidores" (v.7 y 5),
diciéndoles que "llenasen" de agua aquellas piedras. Y las llenaron "hasta el borde."
La expresión hasta arriba, connota que en esos recipientes de piedra solamente se
llenaron de agua, pues el agua seguía siendo agua al salir de las tinajas, y que nada
más podía añadir ya que estaba rebosando.

Entonces les dijo: “Sacad ahora, y llevarlo al maestresala”. Los servidores obedecen
la orden de Jesús y llevan al maestresala "el agua convertida en vino." Fácilmente se
supone la sorpresa de los servidores. Ellos desconocen e ignoran la realización del
signo.

La sorpresa del maestresala se pone al descubierto. “Como probase el maestresala el


agua convertida en vino y no sabía de dónde venía”. Desconoce el signo, por eso, se
siente sorprendido, no sabía cómo de la solución inesperada, posiblemente también
ignoraba de la falta de vino, y sobre todo la calidad del mismo. Por eso, llama al
novio, por ser el dueño del hogar y se lo advierte en tono de reflexión. El vino bueno
42

se sirve al principio, cuando se puede gustar y apreciar su buena calidad, y cuando ya


las gentes están "embriagadas" se les ofrece el de peor calidad. Para el maestresala
aquí se había hecho al revés que las costumbres en Palestina.

Así de forma tan maravillosamente sencilla cuenta el evangelista este milagro de


Jesús. Y añadirá: "tal fue el comienzo de los milagros" que hizo Jesús "en Cana de
Galilea." Según el texto no es fácil determinar si este signo de Jesús fue el primero
que hizo en Cana de Galilea o fue el primero de su vida pública. Señales este es el
término empleado por san Juan, para referirse a un milagro, de una manera
ordenada, esta es la primera señal que se presenta de manera cronológica, implicado
así el orden sistemático el propósito del cuarto evangelio.

Ahora bien, este signo tiene un carácter apologético, de credibilidad en El: era un


"signo" que hablaba de la grandeza de Cristo, del testimonio que el Padre le hacía de
su divinidad y de su misión (Jn 10,38; 14,10; 20,30), y que manifestaba "su
gloria" (δόξα); aquella gloria que le convenía "como a Unigénito del Padre" y que
"nosotros" hemos visto" (Jn 1,14; 3,35; 5,22; 171.), y que era la evocación sobre
Jesús de la "gloria" de Yahvé en el A.T. Las ideas de "gloria" y "poder" aparecen
unidas una de la otra, la "gloria" se manifiesta en el "poder." Ante esta
manifestación del poder sobrenatural que Cristo tenía, sus discípulos "creyeron en
El."

Por tanto, las señales son instrumentos de la manifestación de la gloria de Dios, para
aquellos que poseen por virtud divina la dinámica de la fe, la señal invita al hombre a
una penetración de la revelación de Dios que se acerca a los hombres en Jesús, quien
lleva a entender que en Él está la presencia de la realidad poderosa del Dios lejano e
invisible. El evangelio de Juan convencido de que en Jesús ya ha llagado la salvación
final, penetra en la realidad de Jesús y percibe que, en sus gestos, en su actuación,
existe un acercamiento del Dios invisible y lejano. Una presencia total y definitiva.
Los signos (señales) son una manifestación de la gloria de Dios.

2.- Curación del Hijo de un Oficial del Rey (Jn. 4,44-54)

La noticia de la llegada de Jesús a Cana de Galilea se hizo público, argumentando el


evangelista que era el lugar donde había convertido el agua en vino. Posiblemente
esta indicación es para enfatizar el ambiente geográfico donde se realiza el signo y
43

destacar el conocido poder taumaturgo de Jesús. El Caná, fue el lugar donde Jesús
hizo su primer signo.

El texto bíblico resalta que Jesús y sus discípulos después de pasar dos días (43-
44) en su ministerio de Samaria, continuaron su trayecto en dirección al norte, hacia
Galilea. Al llegar a Galilea los galileos les recibieron, por haber visto las señales que
hizo en Jerusalén (v.45)

Juan relata que Jesús al retornar a Caná de Galilea, probablemente había en


Cafarnaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba muy enfermo. El texto griego dice que
este hombre era un βασιλίχός. Esta palabra lo mismo podía significar persona de
estirpe real que un funcionario real. Josefo usa este término en el sentido de tropas
reales. Lo mismo se lee en los papiros. La Vulgata, al traducirlo por regulus,
"reyezuelo," supone que fuese de estirpe real. Ya San Jerónimo decía que debía
traducirse por palatinus, cortesano o empleado de palacio, sin que suponga esto un
servicio prestado en el mismo palacio. Debe de residir en Cafarnaúm, donde su hijo
está enfermo. La presencia de este funcionario real en Cafarnaúm es muy
explicable, por la situación de esta ciudad aduanera. Debía, pues, de ser un alto
oficial de palacio (v.51), administrativo o militar, adscrito a la corte de Herodes
Antipas.

Este funcionario real tenía un hijo, un "muchacho," aún muy joven (icocoeov; v.49),
posiblemente un "hijo" único, que tenía una "fiebre," y su estado era tan grave, que
estaba en "peligro de muerte."

Cuando se enteró de la llegada de Jesús a Caná, "salió a su encuentro." Este


funcionario real vivía en Cafarnaúm, habría hecho un viaje de seis a siete horas, unos
33 kilómetros, para venir a Caná. Al llegar donde Jesús, vino a Él y le rogó que
bajara o descendiera a su casa, en Cafarnaúm. La distancia entre Caná y Cafarnaúm
en descenso son de unos 800 metros, y sanase a su hijo, que estaba para morir.

El funcionario había escuchado hablar de Jesús, de sus signos que había hecho en las
últimas fiestas en Jerusalén (Tn 4:45). Por eso, al saber de la visita de Jesús,
inmediatamente fue a verle movido por la necesidad. Su hijo está a punto de morir.
Este hombre subraya lo inevitable del proceso en el que se encuentra su hijo, quien
está al borde de la muerte.
44

La respuesta de Jesús fue inmediata: "Si no veis señales y prodigios no creéis." En


el versículo aparecen mencionados los dos términos con el mismo significado de
signo, milagros, prodigio, maravilla: “señales” y “prodigios”. Esta fórmula era ya
conocida en el Antiguo Testamento: (Dt 27,46; Neh 9,10; Is 8,19; Mt 24,24; Mc
13,22; Rom 15,19, etc.).

Jesús con sus palabras se lamenta que este hombre, a pesar de haber escuchado que
era capaz de hacer signos, estuviera una fe baja. Posiblemente está expresión de
Jesús no va dirigida exclusivamente al funcionario real, por la forma en plural que
está escrita la expresión: "Si no viereis no creéis." Jesús se dirige a un grupo más
amplio, posiblemente por aquellos que creyeron en Él solamente por los signos que
hacía y no creyeron en Él y en su palabra. Al parecer, muchos de estos lo querían
solamente para que les curará sus enfermedades físicas. Jesús quiere que se
atienda a Él, a sus palabras o enseñanzas.

El oficial del rey le insistió, Señor baja antes que mi hijo muera. Esta situación en
crucial para el oficial, quien insiste una vez más en su petición (4,47), espera una
respuesta de Jesús: "Señor, baja antes que mi hijo muera." El funcionario real creía
que Cristo era un gran profeta, pero no sabía el pleno alcance de su poder milagroso;
porque no necesitaba "bajar" para curar a su hijo, ni tenía por qué temer a la
urgencia dé la muerte, ya que podía resucitarle.

La respuesta de Jesús fue inmediata: "Vete, tu hijo vive." Con esta expresión Jesús
le está diciendo al funcionario, que su hijo no va a morir. El funcionario creyó en la
palabra de Jesús, porque lo ha dicho. Así acentúa la naturaleza de la fe, puesto que
la fe viene por creer la palabra de Jesús. Creyó en la curación de su hijo a
distancia, cosa que poco antes no sabía, pues le rogaba que "bajase" a Cafarnaúm a
curar a su hijo. Ahora Jesús le mostró dos curaciones: la de su hijo y la suya propia
con una revelación al anunciarle la curación.

Seguro y confiando plenamente en las palabras de Jesús, partió en seguida a


Cafarnaúm. Se dice que bajaba, porque Cafarnaúm está situada por debajo del nivel
del Mediterráneo (Jn 2,12). La distancia entre Caná y Cafarnaúm es de 35
kilómetros, la descripción concuerda con la topografía del lugar pues para ir a
Cafarnaúm hay que atravesar las colinas de Galilea y luego descender hacia el mar.
45

Al llegar cerca de Cafarnaúm le encontraron sus siervos, que le traen el anuncio de


la curación de su hijo: "vive". El padre preguntó a sus criados a qué hora empezó a
mejorar el niño, respondieron que a la una de la tarde se le quitó la fiebre. La una
equivale a la hora séptima. La "hora séptima," en Juan, es una hora después del
mediodía (Jn 1,4; 4,5; 1,39). Por tanto, como al ponerse el sol comienza el día judío,
por poco que haya retardado la partida, sobre todo por evitar las fuertes horas de
calor, cuando se encontró con sus siervos, ya después de la puesta del sol, éstos
tuvieron que decirle que la curación de su hijo fue "ayer," puesto que fue a la "hora
séptima," que es la una de la tarde. De Cana a Cafarnaúm hay 33 kilómetros.

Fue tal la alegría y felicidad que experimentó este funcionario al ver a su hijo sano
que "creyó él y toda su casa" en Jesús. Él y su casa creían en Cristo como
taumaturgo. El padre del niño conduce a toda la familia a los pies de Jesús.

El evangelista destaca que éste fue el "segundo milagro" que Jesús hizo después que
vino de Judea a Galilea: "Este fue de nuevo un segundo (πάλιν δεύτερον) milagro." El
"primero" (Jn 2,11), fue en las bodas de Cana, en Galilea es el segundo que realiza.

Las señales de Jesús manifiestan la Gloria de Dios. Es decir, cada señal comunica la
eterna grandeza de Dios, en este caso a través de la distancia. El evangelista
resalta el poder de Jesús que es capaz de realizar signos a distancia. Cada señal es
obrada únicamente por Jesucristo el Hijo de Dios. Entonces las señales fortalecen
la fe de los discípulos y ahora de un funcionario real y toda su familia.

3.- La sanidad de un paralitico en Bestesda. (5,1-9)

La historia de la curación, v. 1-9, recuerda curaciones parecidas de la tradición


sinóptica. Se hace alusión a la curación del paralítico (Mc 2,1-12 par). Ambos relatos
presentan rasgos comunes: el tipo de enfermedad; en Marcos se designa
explícitamente al enfermo como «paralítico» (Mc 2,3); en Juan no se nombra de
forma explícita la enfermedad, sin embargo, por la descripción de que padecía desde
hacía 38 años, se refiere a un paralítico y el éxito de la curación, en los dos casos, el
enfermo toma su camilla y se va andando (Mc 2,12; Jn 5, 9a).

Estas coincidencias hacen pensar que los dos relatos están tomados de una tradición
común. Sin embargo, en el relato de san Juan, aparecen algunos elementos propios:
46

la curación ocurre en Jerusalén, en la piscina de Bestesda. Además, Juan enfatiza la


larga duración de la enfermedad, 38 años, para resaltar la importancia del signo o
señal; se trata, de una curación en sábado, y la iniciativa parte del propio Jesús. Lo
cual permite concluir que la precedente tradición oral ha sido reelaborada en el
círculo joánico en el sentido de su teología de los signos o señales con su agudización
cristológica.

El v. 1 Juan inicia su relato apuntando un dato cronológico, después de los


acontecimientos acaecidos en Galilea, Jesús vuelve Jerusalén: «Después de esto se
celebraba una fiesta de los judíos». Ahora cambia de lugar, ya no se trata de Galilea
sino Jerusalén como el verdadero escenario de su actividad. “Se celebraba una
fiesta”, el relato no especifica de qué fiesta se trataba.

El lugar específico de la visita de Jesús es señalado, en Jerusalén, cerca de la


llamada puerta de las ovejas, hay una piscina, de nombre Bestesda, con cinco
pórticos.

Cerca de la piscina yacía una multitud de enfermos. Por el texto se aprecia que bajo
aquellos pórticos se reunían todo tipo de enfermos: “Estar recostado”, “reclinarse”,
“estar echado” o “acostado”, para indicar la precaria situación física de estos
enfermos, ya que no podía permanecer de pie.

La tradición anterior del v. 3 presenta el baño como un baño de curación milagrosa.


De tiempo en tiempo un ángel ponía el agua en movimiento, y el primero que entraba
en la piscina después de ese movimiento quedaba curado. El texto originario sólo
habla del «movimiento» del agua. Antes se pensaba en una confusión con la piscina
de Siloé, en que el manantial fluía de hecho en forma intermitente. Por el contrario,
la piscina de Betzatá constaba de dos estanques, uno al norte y otro al sur, unidos
entre sí por unas conducciones de agua, de manera que el agua podía fluir del
estanque del norte al del sur, y desde éste al valle del Cedrón, lo que explicaría el
movimiento del agua.

Entre los enfermos se encontraba un hombre, que padecía su enfermedad desde


hacía 38 años (v. 5); no se dice cuál era su mal, pero parece lógico pensar en un
tullimiento o parálisis. El número 38 no tiene ciertamente ninguna significación
simbólica, sino que pretende subrayar sobre todo lo grave de la enfermedad y la
47

nulidad de expectativas de curación. Para el hombre, que llevaba tanto tiempo


enfermo y que no podía procurarse la forma de llegar al agua curativa, la esperanza
de una curación era, de hecho, nula. Vivía ya en el campo de influencia de la muerte.
Jesús mira al enfermo y con una sola mirada comprende, sin necesidad de hacerle
ninguna pregunta, cuál es su situación: lleva mucho tiempo enfermo. Lo cual
constituye un rasgo típico de Juan, que entra en el motivo habitual de la descripción
de la necesidad. Así, pues, la iniciativa de la curación parte en exclusiva de Jesús. Su
pregunta al enfermo «¿Quieres curarte?» (v. 6) es una apelación a la voluntad de
curación y de vivir del hombre, cuya colaboración se requiere para curarle.

La respuesta del enfermo a la pregunta de Jesús revela la situación difícil y


desesperada del pobre hombre. Podría ya haber curado, pero no tiene a nadie que
pueda proporcionarle la ayuda necesaria. No puede valerse solo, y siempre llega
demasiado tarde. Y es entonces cuando Jesús pronuncia la palabra poderosa de
ayuda: «¡Levántate, toma tu camilla y vete!» (Mc 2,9b-11). La curación es resultado
de la palabra de Jesús, que participa de la fuerza y de las propiedades de la palabra
de Dios. Y a la orden sigue de inmediato la realización, el feliz resultado. El hombre
queda sano de inmediato, toma su camastro bajo el brazo y se va.

Sólo al hilo de la curación aflora la noticia de que el día de la curación era sábado (v.
9b). Se trata sin duda de un comentario, que originariamente no estaba en la
historia, sino que fue tomada de otra tradición e introducida aquí como clave
explicativa del enfrentamiento siguiente

Al igual que los sinópticos también Juan conoce la tradición de los conflictos
sabáticos. Tales conflictos estallan por el motivo de arrancar las espigas en sábado
(Mc 2,23-28) o de las distintas curaciones en día sabático (curación de la mano seca
en Mc 3,1-6); curación de una mujer encorvada y de un hidrópico en el día sagrado,
Lc 13,10-17; 14,1-6) Desde finales del destierro babilónico, la rígida observancia del
descanso sabático cuenta entre las instituciones más sagradas del judaísmo. Los
trabajos prohibidos eran 39. Mediante determinaciones complementarias, que
debían servir a una mayor seguridad en la observancia del precepto del sábado, se
delimitó todavía más el círculo de las actividades permitidas. El libro 1Macabeos
relata que al comienzo de la sublevación macabaica los judíos piadosos se dejaban
degollar por sus enemigos helenistas antes que quebrantar el sábado. Ello motivó que
48

el sumo sacerdote Matatías y sus amigos tomasen la decisión de: «Luchemos contra
todos los que vengan a combatir contra nosotros en sábado, para no morir todos
como murieron nuestros hermanos delante de sus refugios» (1Mac 2,29-41).

El hecho de que Jesús practicase frente al precepto riguroso del sábado una
conducta liberal, abierta, que sin duda provocaba la oposición de los círculos
piadosos, es algo que está bien documentado. Pero es evidente que no se trataba de
una indiferencia respecto del sábado, tanto más que existen relatos sobre las
visitas de Jesús a la sinagoga en sábado y sobre funciones docentes que allí
desarrolló.

El verdadero motivo y trasfondo de los conflictos sabáticos es que Jesús quiere


demostrar la presencia de la salvación escatológica, de «Dios en favor del hombre».
Los judíos ven cómo el hombre se lleva la camilla a su casa; lo que constituía una
transgresión patente del sábado, y un escándalo contra la eruw (2). De ahí que
recriminen al enfermo: «Es sábado y no te es lícito llevar a cuestas la camilla» (v.
10) El hombre fundamenta su transgresión de la ley revocándose a Jesús: el que le
ha curado le ha ordenado que obre así. La salud que ha experimentado le capacita, en
virtud de las palabras de Jesús para esa libertad de la ley. Lo cual suena como una
frase paralela a la de «El Hijo del hombre es también señor del sábado» (Mc 2,28),
con la que justificaba su propia postura frente al precepto sabático la comunidad
cristiana. Los «judíos», que sermonean al hombre, quieren ahora saber de sus labios
quién es el que le ha ordenado «Toma tu camilla y vete»; pero el que ha sido sanado
no conoce todavía a su bienhechor. Jesús, en efecto, se ha retirado de entre la
multitud. Lo cual constituye un rasgo típico de Jn (Jn 9), inherente a la
interpretación joánica de los signos.

El signo no conduce a una persona hasta Jesús, eso lo hace la fe. Más tarde, como se
dice en el v 14, Jesús vuelve a encontrarse con el hombre; también aquí es
significativo que es Jesús quien se hace el encontradizo con el hombre sanado, y no
al revés. Y es entonces cuando le dirige la exhortación: «Ya quedaste sano; no
peques más, para que no te suceda algo peor». Por lo demás, en Mc 2,9-12 (curación
del paralítico) se establece una conexión entre un milagro de curación y el perdón de
los pecados.
49

El v. 15. El hombre ha conocido a Jesús y dice ahora a los judíos que es él quien le ha
curado. Inmediatamente llega la reacción abierta de los judíos contra Jesús. Y es
entonces cuando empiezan a perseguirle «porque hacía tales cosas en sábado». Lo
cual significa, sin duda alguna, en la perspectiva joánica que el conflicto del sábado
va a dar ocasión a una grave controversia, más aún, a una persecución de Jesús, que
sólo terminará con la crucifixión.

4.- La Multiplicación de los Panes (6,1-14)

El milagro de la multiplicación de los panes aparece en los cuatro relatos evangélicos:


a) Mc 6,32-44; Mt 14,13-21; Lc 9,10-17) Esta coincidencia hace pensar que este
relato está tomado de una misma fuente o tradición.

Es un milagro clave, de suma importancia, porque aún no habían entendido lo de los


panes y seguían con su corazón endurecido para entender y descubrir a Jesús como
el Hijo de Dios. Lo que Jesús le quería decir, era que, a pesar de haber visto las
señales, no habían comprendido el mensaje de la señal en su verdadera dimensión,
puesto que las señales, testificaban que Él era el Mesías, el Hijo de Dios. Además, el
milagro se caracteriza «porque proporcionan bienes materiales, confieren dones y
extraordinarios, víveres transformados, multiplicados y abundantes. Jesús aparece
como un «nuevo Moisés», como el profeta escatológico en el que se hace presente la
solicitud de Dios como pastor de Israel.

Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea: «Se va al otro lado del mar de Galilea,
el de Tiberíades». Era seguido por una gran multitud del pueblo, «porque veían las
señales que realizaba con los enfermos». El evangelio destaca que la multitud le
seguían, porque habían quedado satisfechos físicamente. La multitud no sigue a
Jesús por lo que era, sino para satisfacer sus necesidades. La preocupación del
gentío era por lo que habían de comer que por el menaje que comunicaba la señal, el
mismo que testificaría la gloria de Dios. Jesús amonesta a la gente por su
contemplación materialista y su insuficiente discernimiento espiritual.

En este relato se omite ciertos accesorios, como que ya era tarde, que la gente no
tenía nada qué comer (Mc 6,35ss; 8, 1s). Es Jesús el que echa una mirada sobre el
pueblo y se vuelve a Felipe haciéndole esta pregunta: ¿Dónde podríamos comprar pan
para que todos éstos coman?», v. 5. Es una pregunta que Jesús formula sólo «para
50

probar» a sus discípulos; es decir, para poner a prueba la confianza que tienen en él,
pues ya sabe de antemano lo que tiene que hacer. La respuesta fue humanamente
desalentadora. Felipe le responde: “Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan
no bastaran para que cada uno de ellos tomase un poco” (v.6). Revela la imposibilidad
en que disponen para dar de comer a tantas gentes. Simplemente no pueden, por eso,
recurren a la justificación para evadir la propuesta formulada por Jesús. Sin
embargo, Andrés hace constar de los recursos que disponen, cinco panes y dos
peces. Es apenas un desayuno para una persona. Esto indica la incapacidad de los
discípulos para dar de comer a la multitud. Ellos tienen las manos atadas.

Por el contrario, Jesús da indicaciones a los discípulos para que hagan acomodar a la
gente, v. 10. De este modo Jesús es el personaje que domina toda la escena, el
Señor que actúa de forma soberana, el anfitrión espléndido que reparte sus dones
entre los invitados. La gente recibe los panes y peces como dones de Jesús y de su
propia mano: “Tomó los panes y habiendo dado gracias, los repartió entre los
discípulos”.

Juan, señalan la absoluta perplejidad de los discípulos y su enorme distancia de


Jesús y de su manera de actuar. Con ello se subraya la importancia de la persona de
Jesús y del acontecimiento preparado por él intencionadamente.

Los v. 14s describen la reacción de la multitud, que no aparece en los relatos


sinópticos: «Cuando vieron los hombres la señal que Jesús había realizado, decían:
Éste es, realmente, el profeta que iba a venir al mundo. Entonces Jesús, conociendo
que pretendían llegarse a él para llevárselo a la fuerza y proclamarlo rey, de nuevo
se retiró al monte él solo.»

La forma de escaparse de Jesús a escondidas es una expresión tanto de su


soberanía como de su voluntad de no plegarse en modo alguno a tales ideas y
expectativas, a las que no puede corresponder. La expresión de «él solo» proclama la
singularidad de Jesús frente a toda expectativa de salvación entendida de un modo
terreno.

En este caso es doble el propósito, el primero es dar evidencia que él puede proveer
a los hambrientos de pan material, así como revelarse nutrir el estómago espiritual
51

puesto que es el pan de vida cuya misión mesiánica era el salvar dar vida verdadera
al mundo (33-32)

5.- Jesús camina sobre el mar (6,16-21)

Según Juan la multiplicación de los panes tiene efecto a la plena luz del día, lo que
encaja perfectamente bien con su carácter demostrativo de señal. Pero entre tanto
se ha hecho tarde y los discípulos, que siguen estando solos, descienden del monte
hacia el mar, a fin de embarcar hasta Cafarnaúm. Así tienen que emprender solos la
navegación nocturna. «Ya se había hecho de noche». «habían caído las tinieblas».

El concepto de tinieblas (Jn 1,5; 6,17; 12,35.46; 20,1) tiene en Juan un trasfondo
simbólico, que también aquí es necesario tener en cuenta. Son las tinieblas en las que
han quedado solos los discípulos, sin Jesús, expuestos a los peligros de la tempestad
y de las olas.

El v. 18 describe la situación creada en el mar encrespado por un viento fuerte. Con


lo que cabe pensar en los vientos huracanados, típicos del lago de Genesaret.
Además, la tempestad y el naufragio representan una angustia extrema y un peligro
inminente para la vida del hombre. Se dice simplemente que se hallaban en medio del
mar, de modo que en el caso de ocurrir algo grave cualquier ayuda humana llegaría
demasiado tarde y sería imposible de hecho. En esa tribulación suprema sólo Dios
puede ayudar. Es en tal situación angustiosa cuando aparece Jesús caminando sobre
las aguas y aproximándose a la barca. También aquí se trata de la epifanía de Jesús,
que se manifiesta de un modo sobrehumano y aun divino. En esta escena se renuncia
a una descripción realista, porque tal abundancia de detalles rompería el propósito
del relato. A la aparición de la divinidad corresponde el terror del hombre como una
reacción espontánea. A ese terror responde Jesús a su vez con la fórmula «Soy yo
(Ego eimi), no temáis»,

El v. 20, es una afirmación que contiene los elementos siguientes: primero, se trata
de una presentación de la persona divina, que se manifiesta y se da a conocer al
hombre afectado y aterrado; segundo, sigue una actitud de ayuda, la seguridad de
una proximidad benéfica y salvadora; la cercanía de Jesús, su misteriosa presencia,
significa el fin del miedo al tiempo que el fin de cualquier necesidad; finalmente, con
ello se indica que los discípulos, que quieren acoger a Jesús en la barca, ni siquiera
52

necesitan hacerlo, porque entre tanto han llegado ya a tierra. Precisamente la


conclusión del relato simboliza la aseveración de que la proximidad salvadora de
Jesús pone fin a todas las necesidades; necesidades que repentinamente han
desaparecido por completo como una pesadilla. Ellos entonces con gusto le
recibieron en la barca, la cual llegó enseguida a la tierra donde iban.

Jesús, caminando sobre las aguas, implica que su poder está sobre le ley de la
gravedad, quiere decir que la ley que rige la atracción de los cuerpos hacia el centro
de la tierra está sometido a la voluntad de Dios y la misma sirven y están a
disposición de los planes de Dios. En cada signo, Dios irradia su gloria y confirma una
vez más que Él es la tierra y toda su plenitud.

6.- Jesús sana a un Ciego de Nacimiento (Juan 9,1-12)

Jesús sale del templo y ve en alguna de las puertas, donde solían mendigar todo tipo
de personas a un ciego de nacimiento (v. 1). Se dice expresamente que el hombre era
«ciego de nacimiento». Ello contribuirá a destacar la grandeza del milagro; pero al
mismo tiempo se convierte en punto de arranque para la pregunta acerca de Jesús,
cuya acción reveladora se manifiesta a la luz pública y a la conciencia de todos
mediante este acto. La circunstancia de que aquel hombre fuera ciego de nacimiento
empieza por plantear a los discípulos acompañantes un problema largamente
discutido, y que se formula en la pregunta de quién «pecó» y es culpable, por tanto,
de que aquel individuo viniera ya ciego al mundo: ¿la culpa era de él o de sus
progenitores? (v. 2).

Se trata de la convicción de que una conducta buena y conforme al mandamiento de


Dios tendrá necesariamente buenas consecuencias, mientras que una conducta mala
tendrá de necesidad consecuencias funestas. Los actos buenos y malos entrañan
unas consecuencias y comportan unos efectos bien precisos, tanto para los
individuos como para la comunidad. Por tanto, de las secuelas buenas o malas, de la
felicidad o desgracia, del bienestar y de la enfermedad, de las catástrofes, etc.,
puede deducirse la conducta buena o mala de una persona.

La respuesta de Jesús a la pregunta de los discípulos (v. 3), que aquí aparecen como
representantes de la creencia popular, corta en seco ese tipo de pregunta. La
respuesta de Jesús resulta en todo caso clara. Ni el hombre en cuestión ha pecado,
53

ni han pecado sus progenitores. Es una pregunta que se antoja totalmente


secundaria, tan pronto como se percibe el lado positivo del asunto, a saber, que en
ese ciego «se manifiestan las obras de Dios» o, lo que es lo mismo, se muestran de
manera portentosa. Así, el ciego de nacimiento se convierte en ejemplo magnífico de
las obras de Dios, con esta expresión se indica la salud que Jesús ha traído. A eso
apunta precisamente el signo de la curación del ciego.

El v. 4 pone de relieve la necesidad que pesa sobre Jesús de realizar tales signos de
salvación por encargo de Dios, como «obras del que me envió», mientras dura el
tiempo de revelación, «mientras es de día». La referencia al «que me envió»
pertenece a las metáforas más sugerentes de la historia. «La noche, cuando nadie
puede trabajar» alude ante todo a la muerte y con ello al fin de la actividad terrena
de Jesús. El tiempo de Jesús es limitado; debe aprovechar la oportunidad de
«trabajar», aunque ello ocurra en sábado. Que lo que importa son justamente esas
demostraciones de la actividad salvífica de Jesús, lo indica la referencia al propio
Jesús. Mientras está en el mundo es la luz del mundo.

Los v. 6-7 describen el proceso curativo. Según el v. 6, no depende sólo de una


palabra de Jesús, sino que va ligado a una acción. Jesús escupe en tierra, y con el
polvo y la saliva hace una masa que pone sobre los ojos del ciego. «La saliva pasa por
ser un remedio para la enfermedad de los ojos (Plinio, Nat. 28,7) y se encuentra en
las curaciones de ciegos (Mt 8,22ss; Jn 9, l ss) Al mismo tiempo sirve para inculpar a
Jesús de haber transgredido el sábado. A ello se une en el v. 7 la orden que Jesús
da al ciego para que vaya a lavarse en la piscina de Siloé. La piscina de Siloé
(shelakh) era una importante instalación hidráulica de la Jerusalén antigua. Era
alimentada con las aguas de la fuente de Guihón a través de una red de canales
subterráneos, el más notable de los cuales era el construido por el rey Ezequías (ha.
704 a.C.; cf. 2Re 20,90; Is 22,11). La construcción de dicho canal está atestiguada
por la inscripción de Siloé, que habla del encuentro de las cuadrillas de trabajadores
que llegaban de diferentes puntos.

Sin embargo, es la significación simbólica, que Juan destaca explícitamente, del


nombre de Siloé, que significa «el enviado». «El ciego se cura con esas aguas gracias
al Enviado de Dios». El ciego obedeció la indicación de Jesús: «fue, pues, y se lavó, y
54

volvió, obtenida ya la vista», dice el texto escuetamente dando a conocer el


resultado de la operación.

Los vecinos llegan a la confirmación del hecho curativo milagroso y otras gentes, que
conocían de antes al hombre hasta entonces ciego y mendigo. Que el ciego
mendigaba lo sabemos aquí por primera vez, aunque nada tiene de sorprendente. El
rasgo, de suyo típico, resulta aquí importante para la identificación del curado. Se
refleja ahí el asombro general de la gente, que pregunta si en efecto se trata del
mismo sujeto, que se sentaba en uno de los accesos al templo y pedía limosna. Se
llega así a un pequeño enfrentamiento, pues mientras unos afirman la identidad,
otros la ponen en duda (v. 9. El curado confirma su identidad, de ser el ciego. Aquí
se plantea la pregunta acerca del «cómo» de la curación. ¿Cómo se ha realizado el
milagro? (v. 10). A la misma el curado sólo puede responder con un relato que sitúa a
Jesús de un modo totalmente espontáneo en el centro de la discusión: «Ese hombre,
que se llama Jesús...»

El curado se mantiene firme en el hecho por él experimentado. Es un hombre que


saca las conclusiones rectas, mientras que los argumentos de los enemigos de Jesús
resultan cada vez más retorcidos y deshilvanados. Con ello, se convierte en testigo
de Jesús. El v. 11 plantea, pues, la pregunta acerca de Jesús: «¿Dónde está ése?» A
lo que el hombre responde: «Pues no lo sé.»

Inmediatamente aparece el interrogatorio por parte de los fariseos, que se


desarrolla en tres fases: a) Primer interrogatorio en presencia de los fariseos (v.
13-17). b) Episodio con los progenitores del ciego (v. 18-23). c) Condena del hombre
curado por parte de los fariseos (v. 2434).

a) Primer interrogatorio por parte de los fariseos (9,13-17).

El hombre curado es conducido ahora a presencia de los fariseos (v. 13), subrayando
al final del versículo «el que hasta entonces había sido ciego»; habría que completar
sin duda «el supuesto vidente, pero que en realidad siempre había sido ciego». Así se
identifican ambos personajes. La exposición asume ahora el carácter de un
interrogatorio en regla, un interrogatorio oficial.
55

En el v. 14 se alude al hecho de que el día de la curación era sábado, con lo que se


agrega el nuevo motivo del conflicto sabático. Jesús había hecho barro en día de
sábado, trabajo que era uno de los prohibidos en el día de descanso, y había abierto
los ojos del ciego. Con la pregunta de «cómo había obtenido la vista» empieza el
interrogatorio de los fariseos. El hombre sanado vuelve a relatar correctamente el
proceso de la curación. «Me aplicó barro a los ojos, me lavé y veo.» Puesto que el
hecho es evidente y no contiene contradicciones de ningún tipo, el enfrentamiento
vuelve a surgir ahora acerca de la persona de Jesús, que empieza aquí sin transición
alguna. La discusión acerca del signo de revelación se convierte en discusión acerca
de Jesús.

Entra así Jesús en el choque de opiniones, siendo dos las concepciones que se
enfrentan: unos dicen: Este hombre no viene de Dios, y fundamentan su manera de
pensar en que no guarda el sábado. Otros argumentan: ¿Cómo puede un pecador
realizar señales como éstas? Por ese camino se produce entre los fariseos un cisma,
una verdadera división, que da origen a la crisis y que puede conducir a la revelaci6n
(v. 16). Los fariseos, pues, están divididos sin que logren ponerse de acuerdo; lo que
puede indicar la diversidad de opiniones que acerca de Jesús había de hecho entre
ellos. E intentan solucionar la crisis dejando ahora la decisión en manos del hombre
curado: ¿Qué opinas tú del que te ha abierto los ojos? Y el hombre contesta
rápidamente: «¡Que es un profeta!» La respuesta parece tener un tono genérico,
aunque bien podría designar también al profeta escatológico. Tal es la contestación
del hombre al que le han sido abiertos los ojos, y que con su fe ya ha empezado a ver
quién es Jesús. Más tarde quedará patente que esta categoría de «profeta» no es
tampoco aquí la última palabra acerca de Jesús. La afirmación del sanado es un
primer testimonio de fe. Los fariseos se enfrentan aquí a una afirmación
confesional, simple y positiva, respecto de Jesús; lo que les pone en una situación
penosa.

b) La intervención de los padres del ciego (9,18-23)

Ahora se toma otro camino para eludir la decisión. Ese es el verdadero motivo por el
que hacen que los padres del hombre curado intervengan en la discusión. El
testimonio del interesado era claro e inequívoco; pero siempre existe la posibilidad
de poner en duda el hecho mismo de la curación, y para ello se intenta poner en tela
56

de juicio que sea creíble el sanado. «Los judíos» no creen que el hombre curado diga
la verdad hasta tanto no interroguen a sus progenitores (v. 18s). Y el interrogatorio
de los mismos debe aclarar dos hechos: primero ¿es éste vuestro hijo, del que se
dice que nació ciego? Segundo ¿cómo es que ve ahora? Los padres contestan
afirmativamente a la pregunta primera (v. 20). Ello basta para la confirmación
objetiva del hecho: Cierto que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Mas, por lo que
hace a la pregunta segunda, los padres se muestran más cautos, sin que den informe
alguno sobre el asunto. Cómo es que ahora ve no lo sabemos, ni sabemos tampoco
quién le ha abierto los ojos. Sobre todo, ello debe informar el hombre curado, que ya
tiene edad suficiente para hacerlo. El v. 22 explica esta actitud de los padres como
una escapatoria; el motivo de la misma estaba en el miedo a los judíos, que ya habían
decretado expulsar de su sinagoga a quienquiera que reconociese a Jesús por
Mesías. El v. 23 vuelve a confirmar enfáticamente la noticia.

La «expresión griega aposynagogós genesthai/poiein significa en pasiva «ser


excluido de la sinagoga» (así en 9,22; 14,42), y en activa: «expulsar de la sinagoga».
No tiene, pues, aquí el significado de «lanzar contra alguien la excomunión sinagogal
mayor o menor», pues esa excomunión sinagogal era una pena correctiva. Hay que
diferenciarla de la expulsión plena, que se imponía a los herejes y apóstatas. «Esos
círculos de apóstatas y herejes eran considerados como los enemigos más peligrosos
de la sinagoga, ya que habían surgido en la misma. Contra ellos no se procedía con la
excomunión sinagogal, sino que se les expulsaba simplemente de la sinagoga en virtud
de unas normas, que debían hacer pensar aun a los judíos más simples, ya que se
cortaba cualquier tipo de comunión entre la sinagoga y tales círculos. Quedaba
prohibido todo trato personal y social con los mismos.».

c) Condena y expulsión del ciego curado (9,24-34)

Ahora se establece un segundo interrogatorio (v. 24a). Empiezan por exhortarle a


decir la verdad sin más. Pero el v. 24b indica que para los interrogadores ya estaba
establecido el resultado de la expresión: «Nosotros sabemos que ese hombre es
pecador.» El ciego se ha convertido ya en vidente, ve también aquí sin dificultad el
problema, y pone en entredicho la afirmación de «Ese hombre es pecador»: «Si es
pecador no lo sé; sólo sé una cosa: que antes yo era ciego y ahora veo» (v. 25).
57

El v. 26 muestra que los fariseos que no pueden avanzar; no hacen más que dar
vueltas al asunto y empiezan a repetir preguntas que ya estaban contestadas:
«¿Acaso también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» Esto les saca a los
interrogadores de sus casillas, hasta el punto de que empiezan a insultarle. Se llega
a una separación formal entre los discípulos de Jesús y los discípulos de Moisés, que
los fariseos quieren seguir siendo, según ellos proclaman (v. 28). Para ello se
reclaman de manera explícita en el v. 29 a la revelación hecha a Moisés: Nosotros
sabemos que Dios le habló. De Jesús, en cambio, ni siquiera saben de dónde es. Y ahí
queda patente su auténtica ceguera, como un no saber nada acerca del origen de
Jesús. Y menos aún advierten, como discípulos de Moisés, que el gran legislador es
un testigo a favor de Jesús (5,45-47).

Al hombre le resulta sorprendente de veras la salida de los fariseos (v. 30). Y lo


sorprendente para él está en que los fariseos no hayan podido deducir el origen del
autor de la curación milagrosa y simbólica que ha realizado, pues que el signo apunta
con suficiente claridad al verdadero origen de Jesús. El curado se remite: “sabemos
que Dios no escucha a pecadores, más bien escucha sólo a los piadosos, que cumplen
su voluntad (v. 30). En una palabra, el signo es a la vez un argumento en pro de la
piedad de Jesús y testifica que éste no es ningún pecador. Tal es la conclusión a que
el antiguo ciego ha llegado partiendo de sus experiencias e ideas: desde que el
mundo es mundo jamás se ha oído que se le hayan abierto los ojos a un ciego de
nacimiento. Si Jesús no viniera de Dios, en modo alguno hubiera podido hacerlo. E1
argumento resulta concluyente en la discusión teológica; nada se puede objetar en
contra. El signo está comprobado y lo mismo cuanto el signo pretendía demostrar:
que Jesús tiene que haber venido de Dios. Por consiguiente, lo único que ahora falta
es la decisión de fe.

La respuesta de los fariseos en el v. 34 es muy característica dentro del sentido de


la narración. Empiezan por poner en tela de juicio la credibilidad del hombre curado
mediante un argumento, que Jesús ya había excluido desde el principio (v. 1-3): «En
pecados naciste todo tú...», referido evidentemente al ciego de nacimiento. Con ello
confirman a la vez indirectamente que tampoco ellos han logrado reconocer la
curación, y que su conducta es un no querer reconocer consciente e intencionado,
siendo por tanto una ceguera consciente. Y. finalmente, no se les ocurre más que
58

apoyarse en su condición de maestros y letrados, contraponiéndola a la de un


hombre simple del pueblo. Rechazan el dejarse enseñar por semejante tipo, al que
además califican de pecador. No quieren ni pueden ceder en su autoridad docente,
para aprender algo nuevo del asunto. Así que, «lo arrojan fuera», expresión que
parece indicar la expulsión de la sinagoga.

Según el v. 35 a Jesús le han llegado rumores de que habían expulsado al ciego


curado. En un nuevo encuentro le plantea la pregunta de fe con la fórmula concreta
de ¿Crees tú en el Hijo del hombre? El concepto de Hijo del hombre como fórmula
cristológica es en Juan una fórmula de fe universal, que abarca en un solo concepto
la persona y el destino de Jesús. Se trata, por consiguiente, de la plena confesión
cristológica y soteriológica de la comunidad joánica.

El ex ciego responde con la contra pregunta de quién es ese personaje en el que


debe creer. Para ello utiliza el título Kyrios, Señor, que aquí probablemente todavía
no hay por qué entender en todo su alcance cristológico, aunque sí con una gran
apertura en esa dirección (v. 36). El giro «para que yo crea en él» muestra toda su
buena disposición para la fe. Y a esa pregunta responde Jesús dándose a conocer
personalmente, que ahora con su experiencia de fe se convierte en vidente en el
pleno sentido de la palabra. El simbolismo determina también aquí hasta los últimos
detalles la elección del vocabulario, pues que Jesús dice: Tú le has visto su realidad,
entera y sin mermas, que constituye el ser de Jesús. En la visión de Jesús entra
también la palabra de Jesús: «...el que está hablando contigo, ése es».

De inmediato el ciego sanado proclama el pleno reconocimiento de Jesús, y formula


la confesión de fe: «¡Creo, Señor!» En esas palabras la fórmula con Kyrios alcanza
ahora todo su sentido (cf. la paralela confesión de Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»,
Jn 20,28). Y al mismo tiempo se postra ante Jesús. Cumple el rito de la proskynesis,
lo cual significa que reconoce en Jesús el lugar de la presencia de Dios. Y así el
relato alcanza su verdadero objetivo.

7.- La Resurrección de Lázaro (Cáp. 11).

a) La noticia sobre la enfermedad de Lázaro (1-3)


59

La narración empieza con un relato escueto de la enfermedad de un hombre llamado


Lázaro, de Betania (v. 1a). Betania era una pequeña aldea, sita al este de Jerusalén, a
unos 3 km (1). El lugarejo, que en otros pasajes se menciona como el punto de
permanencia de Jesús en la última semana de su vida (Mc 11,1.11.12; 14,3), se
identifica aquí con la aldea «de María y de su hermana Marta»; las dos mujeres son
introducidas como hermanas de Lázaro. Además, que ambos nombres son bien
conocidos; lo cual equivale a decir, que eran conocidas por la tradición (el relato de
Lc en que Jesús se hospeda en casa de Marta y de María, Lc 10,38-42). También la
figura de Lázaro (Lc 16,19-31). A él se remonta asimismo la idea de que Lázaro,
María y Marta fueran hermanos. El v. 1 tiene el carácter de una exposición. El v. 2
establece la conexión explícita con la unción de Jesús en Betania (12,1-8).

En el v. 2 aparece repetidamente la alusión final del v. 2b a la enfermedad de Lázaro


da ya a conocer el alto grado de urgencia de toda la situación. La enfermedad es
siempre un proceso que mete al hombre en el círculo funesto de la muerte, en su
proximidad. Así lo expresa el v. 3 indicando que las dos hermanas comunicaron
inmediatamente a Jesús la enfermedad de su hermano Lázaro por medio de un
mensajero, con la esperanza sin duda de que acudiría en seguida para ayudarlos. Y
una vez más se subraya la urgencia del caso al designar a Lázaro como un amigo
especial de Jesús: «a quien amas está enfermo». ¡Y no se puede dejar en la estacada
a un amigo en tal trance!

b) Reacción de Jesús ante la noticia (vv. 4-6)

La primera reacción de Jesús a la noticia de la enfermedad de Lázaro se ubicada en


el plano de la kerygmática teológica: «Esta enfermedad no es de muerte, sino para la
gloria de Dios»: «... para que se manifiesten las obras de Dios en él». La fórmula no
significa que la enfermedad no desemboque en un desenlace fatal, que la muerte no
será la última palabra. Esa «enfermedad» habrá de contribuir a la glorificación de
Dios. Es decir, debe manifestar la gloria de Dios y Jesús, será glorificado por causa
de ella. Al obrar Jesús el signo, como el revelador de Dios, glorifica con él a Dios a
la vez que es glorificado por Dios.

El v. 5 subraya una vez más que Jesús no sólo «amaba» a Lázaro sino a los tres
hermanos. Estaba abierto a su amor y amistad. Jesús ama a Marta, a su hermana y a
60

Lázaro. Por lo que también su comportamiento está impregnado de ese amor, aunque
les pueda resultar extraño a quienes no conocen tales interioridades.

c) La partida hacia Judea (vv. 7-16)

La partida hacia Betania es a la vez la marcha hacia la pasión. Juan conecta así el
motivo de la resistencia de los discípulos a la vía dolorosa de Jesús. Es significativo
que en el v. 7 tome Jesús personalmente la iniciativa de regresar a Judea; es él
quien decide el tiempo y la hora de su actuación y de su camino hacia la pasión,
conforme a la voluntad del Padre. Los discípulos ponen una objeción, en sí
justificada, de que no hace todavía mucho que los judíos querían apedrearle
(10,31.39). Jesús responde: (v. 9s): «¿No son doce las horas del día? Cuando uno
camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero si uno camina.

Ahora Jesús comunica a sus discípulos de la situación real (v. 11): «Nuestro amigo
Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.» El v. 13 Jesús se ve forzado a
expresarse con toda claridad: ¡Lázaro ha muerto! (v. 14). Y agrega: «Me alegro de no
haber estado allí por vosotros, para que creáis» (v. 15). Se trata de la fe de los
discípulos. Son ellos los que han de contemplar y creer en Jesús mediante el
magnífico signo de la resurrección de Lázaro. Después de la aclaración emprenden el
camino: «¡Vámonos a verlo!» Frente a ese gesto la actitud de Tomás el Mellizo,
tomando la palabra en nombres de sus compañeros dice: “Vamos también nosotros a
morir con él»,

d) El encuentro de Jesús con Marta (vv. 17-27)

El encuentro de Jesús con Marta y el diálogo de revelación y de fe que se entabla


entre ellos constituye el clímax interior de todo el relato. Jesús, ha llegado a
Betania. La situación que allí encuentra es la de que Lázaro no sólo ha muerto, sino
que lleva cuatro días en la tumba (v. 17). Esta indicación contribuye a subrayar «el
alto grado de lo milagroso», ya que destaca la dificultad gravísima que impide la
ayuda de Jesús.

El v. 18 nos introduce sobre la ubicación de Betania: el lugar está próximo a


Jerusalén, unos 15 estadios (3 km). Por eso, «muchos judíos» acuden al lugar con el
propósito de «consolar» a Marta y a María por la muerte de su hermano (v. 19).
61

Cuando la noticia a los oídos de Marta la llegada de Jesús, sale inmediatamente a su


encuentro, mientras que María se queda en casa (v 20). En la diferente conducta de
las dos hermanas tal vez se expresan actitudes y expectativas diferentes; la fe de
Marta es a todas luces mayor que la de María. Al encontrarse con Jesús, es Marta la
primera en hablar: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano»
(v. 21). En todo caso, después de muerto Lázaro, su confianza en Jesús es
inquebrantable, cuando dice Marta: «Pero, aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a
Dios, Dios te lo concederá.» Ésa es una manifestación de confianza sin reservas ni
limitaciones, que atribuye a Jesús todo lo positivo sin poner condiciones ni límites de
ninguna clase, dejando en manos del propio Jesús la forma en que quiera emplear su
poder y ayuda.

A la confianza en Jesús, responde con la promesa segura de que «Tu hermano


resucitará» (v. 23). Marta responde: «Ya sé que resucitará en la resurrección, en el
último día» (v. 24). La respuesta inmediata de Jesús en los v. 25-26 enlaza con esa
esperanza de la resurrección para reinterpretarla de un modo completamente nuevo
con una solemne afirmación: «Yo soy», diciendo: «Yo soy la resurrección y la vida: el
que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para
siempre. ¿Crees tú esto?».

El término: «Yo soy» del Jesús, significa que Jesús es personalmente «la
resurrección y la vida».

El v. 26 agrega, como una forma última y concluyente de refrendo a la promesa de la


vida, que el creyente le está prometida la plena participación en una vida que no
conocerá merma. El que cree no morirá, sino que vivirá eternamente. La salvación de
«la vida eterna», que va directamente ligada a la fe como tal, y que empieza ya en la
hora presente, no experimentará limitación alguna por la muerte. El poder de la
muerte está vencido, pese a que todos hayan de morir. La pregunta final: «Crees tú
esto?», se refiere al contenido general de la afirmación: «Yo soy», a una con todo lo
que ello significa para la general comprensión de «muerte» y «vida». Pues,
difícilmente se podrá negar que de tales afirmaciones se sigue también una
concepción radicalmente nueva de la vida y de la muerte, una nueva actitud vital.
Vivir es un estar en comunión de vida con Jesucristo y con Dios por la fe y el amor;
«muerte» significa la exclusión de esa comunidad de vida.
62

e) El encuentro de Jesús con María; los judíos (vv. 28-37)

Marta vuelve a la casa, donde se halla su hermana María y le dice al oído: «El
Maestro está aquí y te llama» (v. 28). «Al oído» significa en este pasaje que Marta
le da la noticia de la llegada de Jesús aparte, a ella sola y no a los judíos que están
allí reunidos. También en esta situación María pertenece al bando de Jesús. Sólo
para ella cuenta ahora la llamada de Jesús. Y se siente tan directamente tocada por
esta invitación, que se levanta y acude hasta Jesús «en seguida» (v. 29). María sale
inmediatamente, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que se
hallaba aún en el mismo lugar en que Marta se había encontrado con él (v. 30).
Evidentemente al evangelista le interesa señalar que las dos hermanas acudieron al
encuentro de Jesús, con diferente actitud, entre la fe y la incredulidad.

Los judíos ahí presentes siguen a María (v. 31). Al decir que los judíos estaban en
casa con María «consolándola», expresa qué se trata de enfatizar la impotencia
humana ante el destino fatídico de Lázaro, así como la situación desesperada de la
incredulidad. Lo que María tiene en común con la comitiva del duelo es el llanto y el
desconcierto de la impotencia. Para Juan queda claro que el verdadero consuelo no
llega de los judíos, sino del propio Jesús.

El v. 32 describe el encuentro de María con Jesús, la mujer cae a sus pies revelando
así una menor firmeza y dominio de sí misma que su hermana, aunque dice las mismas
cosas: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.» Aunque no ha
perdido su confianza en Jesús; llora con los judíos y persiste en el llanto funeral (v.
33). En este pasaje se dice que Jesús «se estremeció profundamente y se
conmovió», no es tanto para manifestar su disgusto ante la multitud plañidera
cuanto para expresar su conmoción frente al poder de la muerte y la impotencia de
la incredulidad.

Ahora no hay esperanza humana, por eso, Jesús se dispone a ir a la tumba de Lázaro
preguntando: «¿Dónde lo habéis puesto?» Y están dispuestos a mostrársela (v. 34).
Y es en este momento cuando se dice que Jesús lloró (v. 35). Para muchos
expositores modernos es éste un signo de la peculiar humanidad de Jesús. ¿Por qué
llora Jesús? ¿Llora realmente por la tristeza que siente ante la muerte de su amigo
Lázaro? Ello le incluiría en la desesperación de quienes hacen duelo. No es
63

impensable una solidaridad de Jesús con los que están tristes ¿O es que llora Jesús
por la falta de fe de los asistentes?

f) La resurrección de Lázaro (vv.38-44)

Y entonces marcha a la tumba (v. 38a), que se describe como la característica tumba
cueva, cerrada con una piedra. Llegado allí, Jesús da orden de que retiren la piedra
de la boca de la cueva (v. 39). Marta, la hermana del difunto, interviene recordando
que el cadáver lleva ya cuatro días allí y que huele mal, puesto que la descomposición
ya ha empezado. La observación realista tiene que subrayar la imposibilidad del
propósito y hacer que el lector cobre mayor conciencia de la extraordinaria
importancia del suceso. Jesús replica recordando a Marta la conversación que ha
tenido con ella, así como la confesión de fe de Marta (v. 40): «¿No te dije que, si
crees, verás la gloria de Dios?» Ha llegado el momento de probar que esta
enfermedad «no es de muerte sino para la gloria de Dios». Tras las palabras de
Jesús retiran, la piedra de la entrada. Ahora se introduce una plegaria de Jesús (v.
41-42). Jesús adopta una actitud orante: «levanta sus ojos a lo alto» y reza en voz
alta. Es una acción de gracias.

En la imagen joánica de Jesús entra también su plegaria como un diálogo con el


Padre. En Juan cuando Jesús ora sus ruegos son una impetración a favor de los
discípulos, de los creyentes o del pueblo. El tratamiento de «Padre» con que empieza
la oración, es típico de Jesús. Así lo confirma el v. 42 al decir que Jesús sabe que
Dios le escucha «siempre». Está en comunión plena y directa con Dios. La plegaria la
hace más bien «por el pueblo que le rodea», «para que crean que tú me enviaste».

Concluida la oración Jesús clama con voz potente: «¡Lázaro, sal fuera!» (v. 43). Y la
palabra del donador escatológico de la vida produce su efecto, resucitando al
difunto Lázaro a nueva vida. El muerto sale de la cueva ligado todavía con vendas y
con el sudario sobre el rostro. Con la indicación de Jesús de que lo desaten y le
dejen ir, concluye la narración.

Luego de tal acontecimiento muchos judíos que fueron testigos del milagro tuvieron
una doble reacción: “muchos creyeron en (Jesús) y los pocos que no creyeron, lo
acusaron antes los fariseos (v.46).
64

1.7.3.- El libro de la glorificación

El libro de la gloria se suele comenzar en 13,1-20,31. El libro de la gloria, va dirigido


al grupo reducido de los que creyeron. Describe la glorificación, es decir, “la hora”
de la pasión, crucifixión, muerte, resurrección y ascensión en que Jesús es elevado
hasta el Padre para gozar nuevamente de la gloria que tuvo junto a él antes de que
existiera el mundo. El libro de la gloria se inicia con la expresión: “Sabia Jesús que
había llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre; había amado a los
suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo” (13,1).

El libro de la gloria es la descripción de la subida. La elevación del Hijo del Hombre,


que atraerá hacia si a todos los hombres, comienza con la cruz, cuando Jesús es
materialmente alzado sobre la tierra. La crucifixión es un abatimiento donde Jesús
entrega su vida con poder para tomarla de nuevo. Es ésta una muerte que produce
glorificación, interpretada como parte de la ascensión al Padre.

Por qué el libro de la glorificación se inicia con los capítulos 13-17, ¿en que se
describe la última Cena de Jesús con sus discípulos?, porque en la última cena, se
inicia con el lavatorio de los pies, que supone dramáticamente el significado de la
muerte de Jesús. Esta sección es conocida como el libro de la comunidad, ya que la
misma destaca tres elementos propios de una verdadera comunidad de discípulos o
hermanos: a) Lavar los pies (13,1-17); b) Comer el pan (13,18-30); c) Vivir la
fraternidad (¡3,31-38).

1.- El discurso de despedida de Jesús

El libro de la glorificación se inicia con el largo discurso de Jesús. El evangelio nos


ofrece dos relatos adyacentes al lavatorio de los pies (13, 1-20). El primero (w. 6-11)
es un signo, el lavatorio de los pies, cuyo sentido no se comprenderá "ahora", sino
después; es una acción que tiene que realizar Jesús y que únicamente él puede
hacer. Por eso, le dice a Pedro: "si no te lavo". El lavatorio de los pies era un simple
gesto de servicio. En las sociedades antiguas era signo de hospitalidad (Lc 7,44) a
ser hecho por el anfitrión. Dejar el manto es signo de entregar la vida; es la vida que
El da por sus amigos (15,13), e inmediatamente toma una toalla, símbolo del servicio.
Es un servir a la persona hasta dar la vida como Él. Este primer relato acentúa la
necesidad y el significado de la muerte de Jesús. El segundo relato (vv. 12-20) es
65

un ejemplo, cuyo sentido entiende todo el mundo en el mismo momento de realizarlo;


es una acción que deben realizar los discípulos a imitación de Jesús, particularmente
los dirigentes de la comunidad. En él se acentúa la necesidad de la praxis del amor.

En los versículos (13,21-30) el anuncio de la traición de Judas. En este pasaje


sorprende la falta de reacción de los discípulos ante el anuncio de que hay un traidor
entre ellos y su ignorancia sobre la intención de Judas. Judas no pasa de ser un
instrumento de la acción de Dios.

Según el relato Jesús acentúa, el mandamiento nuevo (13, 31- 14, 31). Es el
verdadero y único discurso de despedida. Se introduce con el tema de la partida de
Jesús (vv. 31-33), que coincide con el de la glorificación, con la manifestación de la
gloria en él. Jesús ha manifestado a Dios en toda su actuación, particularmente en
los últimos acontecimientos de su vida y, a su vez, Dios manifestará toda la
dimensión y el significado de Jesús resucitándolo y elevándolo junto a sí.

La perícopa destaca que, ante la partida inminente de Jesús, entrará en acción el


Espíritu Paráclito. Sólo en el evangelio de san Juan es llamado así el Espíritu, con el
significado amplio de ayudante, asistente, sustentador, abogado, procurador y,
sobre todo, con el de animador e iluminador en el proceso interno de la comunidad.
Es "otro" Jesús (14, 16), pero en su misma línea. Una persona o fuerza y poder
divinos personales destinados a permanecer con los creyentes. Es el "maestro", que
recordará y descubrirá en toda su profundidad la enseñanza de Jesús y la verdad
que es él mismo (14, 25-26; 16, 12-15). Es "testigo" garante de la auténtica fe (15,
26-27), y "acusador" del mundo, al que demuestra que ha actuado y sigue actuando
mal en relación con Jesús.

En el capítulo 15, se resalta las enseñanzas del verdadero discipulado (15, 1-17). La
alegoría de la vid define el discipulado cristiano como permanencia en la palabra de
Jesús. Esta permanencia se define a través del amor, confianza, fidelidad,
intercomunicación, disponibilidad para el sacrificio, que conlleva a dar frutos.

Los discípulos de Jesús deberán enfrentarse con el odio del mundo (15, 18-16, 4).
Por eso Jesús y su comunidad, se convierten en denuncia contra mundo del odio. Así
el cristiano perseguido es un "mártir”, por ser un testigo de Jesús.
66

Los vv. 16, 25-33, constituyen la mejor síntesis de la cristología joánica: salió del
Padre, vino al mundo, deja el mundo y vuelve al Padre. Estas grandes líneas
constituyen el kerigma joánico más puro. Sólo a la luz de la Pascua y bajo la acción
iluminadora del Espíritu, el misterio de Jesús comienza a desvelarse en un progreso
permanente. Hasta ahora, sus hechos y palabras, su vida y su mensaje, habían
permanecido en el misterio sin descubrir toda su dimensión.

El capítulo 17, es la despide oficial de Jesús de su comunidad, con la oración


sacerdotal. Se trata de una composición, magistral hecha por el evangelista sobre la
base de las enseñanzas y oración de Jesús. En ella nos brinda la síntesis más
acabada de la teología joánica: hora, glorificar, vida eterna, nombre, el mundo,
enviar, verdad, conocimiento.

El contenido de esta oración está centrada en la unidad de Jesús, el Enviado, con su


Padre celeste, al que retorna una vez cumplida su misión. La unidad se extiende a los
creyentes. Este gran tema se desarrolla, en particular, teniendo como esencial punto
de referencia la "glorificación". La gloria es lo más divino de Dios en su actividad
salvadora. Participar en ella, es vivir y aceptar su manifestación en Jesús, y al mismo
tiempo en Dios mismo. Esta participación, es la que desea y pide Jesús para los
suyos (w. 6-19), lo mismo que lo ha hecho para sí mismo (w. 1-5) y para los futuros
creyentes (w. 20-24), debe ser enriquecida teniendo en cuenta el informe que hace
Jesús de toda su obra centrada en su tarea reveladora (w. 4. 6. 14. 22. 23).

2.- Los relatos de pasión y resurrección

La pasión empieza con el relato del prendimiento de Jesús en el huerto que había al
otro lado del Cedrón. Jesús y sus discípulos dejan el monte de los Olivos. Las tropas
con Judas a la cabeza, se presentan a detener a Jesús está formada por la corte
romana con sus jefes. Ante la pregunta: ¿A quién buscan?, el evangelista acentúa la
actitud de Jesús que domina los acontecimientos que se le vienen encima. Por eso,
san Juan no podía narrar, en el pórtico mismo de la pasión, la oración de Getsemaní.
Simplemente pone relieve su señorío, mediante: "Yo soy". Aquí aparece la
confrontación y la lucha entre la luz y las tinieblas. Ahora los discípulos emprenden
la huida. Jesús está solo. Ha sido abandonado por los suyos.
67

El interrogatorio ante Anás y Caifás. Es muy creíble, por la importancia política del
que fueran sumos sacerdotes. Roma, Anás y Pedro (18, 12-27). Tres episodios
configuran el texto; a) La colaboración entre judíos y romanos en la condena y
muerte de Jesús. De este modo los dos mundos tanto judíos y el pagano quedan
implicados en el acontecimiento; b) La conversación de Anás encuentra motivación
política en la enseñanza de Jesús que justifique su entrega y condena por el poder
romano, único competente para dictar sentencia de muerte. c) Las negaciones de
Pedro, Juan lo relaciona con el proceso nocturno contra Jesús. San Juan le da un
verdadero significado tanto a la negación de Pedro con la defensa de Jesús ante
Anás. El evangelista ha elaborado un contraste dramático en que Jesús se mantiene
firme ante sus interrogatorios, sin negar nada. (Jn 13, 38); y la escasa fiabilidad de
los posibles testigos de Jesús. En este momento los discípulos le abandonan. Nunca
estuvo Jesús más solo, humanamente hablando, que cuando Pedro afirmó por tres
veces que no era discípulo de Jesús.

En este proceso civil (18, 28-19, 16), Jesús entra en conflicto con Roma en la
persona del gobernador. La escena está narrada en forma de drama, teniendo como
escenario el interior del pretorio, donde tiene lugar el diálogo de Pilato con Jesús, y
el exterior, donde Pilato dialoga con los judíos. El evangelista quería dar mayor
importancia al juicio ante la autoridad romana porque le convenia presentar a Jesús
directamente enfrentado con Roma. Durante su ministerio publico se enfrentó a los
judíos, ahora lo hace con el poder romano.

Los episodios de la cruz (19, 17-37) se centra en los puntos siguientes: la realeza de


Jesús, su sacerdocio; Iglesia y los creyentes, simbolizados en la madre de Jesús y
en el discípulo al que Jesús tanto quería; los dos grandes sacramentos de la Iglesia,
simbolizados en el agua y en la sangre que brotaron del costado abierto de Cristo.

La sepultura de Jesús (19, 38-42). La sepultura de Jesús figura en las fórmulas de


fe.

María Magdalena el sepulcro vacío (20, 1-18). La Magdalena no esperaba la


resurrección. Ni siquiera el sepulcro vació la hizo pensar en esa posibilidad. Lo
mismo le ocurrió a Pedro. La causa de la fe pascual, la fe en Cristo resucitado, no
fue el hallazgo del sepulcro vacío; éste fue uno de los medios utilizado desde el
68

principio para afirmarla. Lo fue sólo para el discípulo amado que vio el sepulcro vacío
como un signo (20, 8: "vio y creyó"). Por eso llegó primero que Pedro al sepulcro.

La fe en la resurrección (20, 19-29). La verdadera causa de la fe pascual fue el


encuentro personal de Jesús con los suyos; lo que llamamos "apariciones". Nuestro
relato está pensado como el cumplimiento de las palabras de Jesús: "volveré a
vosotros" (14, 18); "se presentó en medio de ellos" (20, 19); "otro poco y volveréis a
verme" (16, 16ss); "los discípulos se alegraron al ver al Señor" (20, 20); "os enviaré
el Espíritu" (14, 26; 15, 26; 16, 7ss) y "tendréis paz" (16, 33); "la paz sea con
vosotros... recibid el Espíritu Santo" (20, 2ss). El evangelista acentúa, además: la
identidad del resucitado con el crucificado; la confesión adecuada de la fe cristiana:
"Señor mío y Dios mío"; y, por último, se subraya la actitud de la fe en las palabras
"sin haber visto".

1.8.- Temática teológica de IV Evangelio

1.8.1.- Dios

¿Quién es Dios? El evangelio de san Juan es por antonomasia “el evangelio de la


revelación de Dios como Padre”, y Padre del Verbo encarnado: Jesús. Desde el himno
al Verbo hecho carne se encuentra ya la identificación de Dios con la persona del
Padre y Padre del Verbo, Jesucristo: “Y el Verbo se hizo carne y puso su morada
entre los hombres, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como
Único engendrado, lleno de gracia y de verdad” (1,14). Y “la gracia y la verdad nos
han llegado por Jesucristo” (1,17).

A partir del capítulo primero, el evangelista va descubriendo poco a poco al Dios de


la Escritura como “Padre” y “el Padre de Jesús”, hasta llegar a la culminación de su
revelación en los discursos de despedida, en donde el título “Padre” es mencionado
hasta 51 veces (Jn 13,31–17,25). Íntimamente vinculado con el Padre aparece en el
evangelio de Juan “el Paráclito, el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo”, que
procede del Padre, y que el Padre dará y enviará a los discípulos de Jesús (Jn
14,17.26; 15,26). Desde esta perspectiva, el evangelio de Juan se revela
esencialmente trinitario. La palabra “Padre” se registra en el evangelio unas 119
veces, en tanto que la palabra “Dios” aparece sólo en unas 70 ocasiones
69

1.8.2.- Cristología

¿Quién es Jesús? El cuarto evangelio se presenta esencialmente como un evangelio


“cristológico”. Todo él constituye una revelación de quién es Jesús. Su persona está
en el centro de su teología. Jesús aparece desde el himno inicial como Alguien en
relación con Dios. En efecto, Jesús es el Verbo eternamente existente en Dios, y él
mismo es Dios (1,1); ese Verbo se hizo carne para habitar en medio de los hombres
(1,14); es el Unigénito-Dios que está en el seno del Padre (1,18). En el cuerpo del
evangelio, Jesús aparece ante todo como el Hijo de Dios. Dios es nombrado “Padre”
en relación a Jesús 98 veces, y Jesús es llamado “Hijo” 25 veces. Siendo el Hijo uno
con el Padre Dios, no es raro que en varias ocasiones Jesús se proclame en forma
absoluta “Yo Soy”, atribuyéndose así el equivalente del nombre divino y situándose
en el mismo nivel del Dios “Que Es” (8,24.28.58; 13,19; Is 43,10.25; 45,18).

a) Jesús es también el Hijo del hombre (13 veces), es el Mesías-Rey, el Ungido-


Cristo anunciado en la Ley y en los Profetas (1,41.45; 4,26; 20,31); es el Maestro y el
Señor (13,13; 20,28). Finalmente, a lo largo del evangelio Jesús se presenta con
siete títulos que manifiestan sus funciones salvíficas en relación a los hombres: “Yo
soy el pan de la vida” (6,35.51); “Yo soy la luz del mundo” (8,12); “Yo soy la puerta”
(10,7.9); “Yo soy el buen pastor” (10,11.14); “Yo soy la resurrección y la vida” (11,25);
“Yo soy el camino y la verdad y la vida” (14,6); “Yo soy la vid verdadera” (15,1.5).

b) Jesús, el cordero de Dios. Es impresionante cómo la presentación primera que el


evangelista ofrece de Jesús es como “el Cordero de Dios que quita el pecado.” La
riqueza de este símbolo, uno de los principales en la cristología de Juan, sólo es
perceptible a la luz de la revelación del Antiguo Testamento. En efecto, Juan ha
fusionado en una sola realidad la imagen del Siervo sobre quien Yahveh puso su
Espíritu (Is 42,1) y sobre quien “descargó la culpa de todos nosotros y el pecado de
muchos” (Is 53,6.12), y la del Cordero expiatorio, víctima de expiación por los
pecados (Lv 14,12ss).

c) Además, Juan descubrirá que Jesús es el nuevo Cordero de Pascua, símbolo de la


liberación de Israel, cuya inmolación en la cruz coincidirá con el momento mismo en
que se sacrificaban las víctimas pascuales en el templo de Jerusalén (19,14), y a
quien no se le debería romper ningún hueso (Jn 19,36). Parece, finalmente, que tras
70

esta presentación de Jesús-Cordero que quita el pecado del mundo, Juan piensa en
la víctima cuyo sacrificio sella la nueva Alianza anunciada por los profetas (Jr
31,31.34).

c) La misión de Jesús es obra del Padre. Esta unión tan estrecha hace que la misión
de Jesús no sea sino la obra misma del Padre (4,34; 5,36; 17,4). Si el Padre y Jesús
son uno, de ahí se sigue que el mensaje, la doctrina, las palabras de Jesús, sean las
palabras del Padre: “Yo no hablé de mí mismo, sino que el Padre que me envió me
ordenó qué decir y qué hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Así pues, lo
que yo hablo, como me lo ha dicho el Padre, así lo hablo” (12,49-50; cf. 8,55; 14,10).
Siendo así, se comprende que “si alguno guarda mi palabra, no gustará la muerte
jamás” (8,52), y que los verdaderos discípulos de Jesús serán aquellos que
permanezcan en su palabra (8,31), y por ellos Jesús elevará su oración sacerdotal:
“Yo les he dado tu palabra... Santifícalos en la Verdad. Tu Palabra es Verdad. Por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en
verdad” (17,14-19). Para Juan, Jesús es la Palabra del Padre y es la Verdad del
Padre. Por tanto, lo que Jesús afirma es que, al darles a sus discípulos la Palabra del
Padre, se ha dado a sí mismo, y su oración es que el Padre se digne consagrarlos en la
Verdad –o sea, en Jesús mismo, que es la Verdad– como Jesús se santifica, esto es,
se consagra al Padre en favor de ellos, es decir, que se separa del mundo y se da y
se ofrece voluntariamente en sacrificio para bien de ellos.

d) La exaltación de Jesús en la cruz y su glorificación. Aquí se conecta otra idea: la


del regreso de Jesús a su Padre a través de la entrega de su vida en la cruz y la
recuperación de la misma por su resurrección y ascensión. Con esto tocamos el punto
central de la misión de Jesús y el corazón del plan salvífico de Dios. Jesús, el Hijo
de Dios, vino al mundo porque el Padre lo envió a cumplir una misión, a realizar una
obra: “Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie
me la quita, sino que yo la doy por mí mismo. Este mandato recibí de mi Padre”
(10,17-18). Y “su mandato es vida eterna” (12,50). ¿Y por qué da su vida y la vuelve a
tomar? Porque Jesús es el pastor bueno que entrega su vida por sus ovejas (10,11),
para que “ellas tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10). Y él les puede
comunicar esa vida porque él mismo es la vida, fuente de la vida, la luz del mundo que
proyecta vida (8,12; 9,5; 12,35-46; 14,6), y “como el Padre tiene vida en sí mismo, así
71

también dio al Hijo tener vida en sí mismo” (5,26). No es de maravillar, por tanto, la
solemne afirmación de Jesús a Marta: “Yo soy la Resurrección” (11,25). Él es la
resurrección justamente porque es la Vida, y así puede agregar: “El que cree en mí,
aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente” (11,25-
26).

Pero todo este plan de oblación y de entrega, de donde brotará la vida, Jesús gusta
llamar su “hora”, hora para la cual ha venido y que el Padre le ha determinado
(12,27); hora en la que le tomarán para darle muerte en la cruz (7,30; 8,30; 12,32),
pero una muerte que será “exaltación y glorificación del Hijo del hombre” (12,23.32;
8,28-29), porque no será sino “su paso de este mundo al Padre” (13,1). Pero no
solamente glorificación del Hijo, sino también glorificación del Padre. Por eso
exclamó dirigiéndose a él: “¡Padre, ha llegado la hora! ¡Glorifica a tu Hijo para que el
Hijo te glorifique a ti!” (17,1). Y en otro sitio: “¡Padre, glorifica tu nombre!”. Vino
entonces una voz del cielo: “Y lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré” (12,28; cf.
8,28-29; 13,31-32).

El Padre será glorificado con la muerte y glorificación del mismo Jesús. Eso será la
manifestación estupenda del amor que el Padre tiene al mundo. Con esto tocamos uno
de los textos más ricos sobre el misterio de Jesús, Hijo del hombre, exaltado en la
cruz: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio al Hijo unigénito para que todo el
que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna” (3,14-16). La muerte de Jesús en
la cruz no es un acontecimiento accidental e imprevisto, sino que obedece a una
“necesidad” del plan divino: “es preciso”, dice el texto. Pero esa muerte es una
“elevación”, una “exaltación”, fuente de glorificación para el Padre y para el mismo
Jesús (12,23.28). Y ese misterio de muerte-exaltación lleva una finalidad: dar vida
eterna. Con una condición: “creer en Jesús”, aceptarlo y entregarse, sabiendo que
quien cree en Jesús no cree en él, sino en el que lo envió, y que quien ve a Jesús ve al
que lo envió (cf. 12,44-45). Pero la razón última de la “exaltación en la cruz” es el
amor con el que Dios ha amado al mundo que le ha hecho el regalo de su Hijo
unigénito. ¡El Hijo de Dios elevado en la cruz es el don espléndido del amor del Padre
a la humanidad entera!
72

1.8.3.- La Eucaristía.

Para Juan, el tema de la Eucaristía es abordado en diferente pasaje en su evangelio.


Ya está presente en las bodas de Caná, porque, así como el pan del milagro simboliza
la carne de Jesús, ofrecida en la cruz y como anticipo en la última cena, así también
el vino de Caná es figura y anuncio de la sangre de Jesús, ofrecida en la cruz y como
anticipo en la cena. Como el pan de la multiplicación es figura del pan eucarístico, así
el vino de las nupcias es símbolo del vino de la eucaristía. Y ese mismo simbolismo
tiene la sangre brotada del costado abierto de Jesús en la cruz. Si la sangre
atestigua la realidad del sacrificio del Cordero ofrecido por la salvación del mundo,
y si la sangre es expresión de una deuda saldada, en el evangelio de Juan la sangre
de Jesús es principio de vida y de vida eterna (6,53-54a), es principio de
resurrección escatológica (6,54b), es verdadero alimento que vivífica (6,55) y es
principio de unión y de permanencia mutua entre Jesús y el creyente (6,56). Siendo
así, en la sangre brotada del corazón de Jesús, el evangelista contempla la donación
que Jesús hace de sí mismo en el sacramento de la eucaristía, fuente de vida eterna
y de unión mutua, y arras de futura resurrección gloriosa.

Para el evangelista, la carne y la sangre de Jesús son centrales en su teología. Pero


como Jesús se había presentado antes a Natanael como la nueva Casa de Dios, la
nueva Piedra ungida, la nueva Escala (1,51), y había dicho que su cuerpo glorificado
sería el nuevo santuario (2,21; 4.23), ahora podemos concluir que “su carne y su
sangre”, el misterio eucarístico, expresión misteriosa de Jesús realmente presente
entre nosotros, son la Casa, el Lugar, la Piedra-altar, la Escala, el santuario
verdadero donde se debe adorar al Padre, bajo el impulso del Espíritu, en la nueva
economía (cf. 4,23-24). La doctrina sacramental eucarística está, pues, presente en
el cuarto evangelio.

1.8.4.- La "escatología" en San Juan.

Un hecho acusado en la lectura de San Juan y otros escritos del Nuevo Testamento,
es el tema de la "escatología." En Juan parece que ésta tiene lugar aquí y ahora: el
que escucha la palabra de Cristo y cree en el que le envió, tiene la vida eterna; ha
pasado de muerte a vida; el que no cree ya está juzgado, etc. (Jn 5,24; 1 Jn 3,14.17;
8,15, 12,47).
73

La presentación de esta "escatología" presente es fuertemente destacada en Juan,


no es única; hay pasajes en los que también está "escatología" es final, completiva (1
Jn 2,28). En el c.21 (v.22-23) se habla de Cristo "hasta que El vuelva." En el c.6 se
habla y se unen las dos "escatologías": el que come su carne eucarística "tiene (ya) la
vida eterna" y "yo le resucitaré en el último día" (Jn 5,28-29).

San Juan utiliza las imágenes de la "escatología" del futuro, tomadas del medio
ambiente, pero dándoles una interpretación espiritual presente.

Este retraso de la parusía hizo, en parte, dar este enfoque a la obra literaria de
Juan. Además, "es sencillamente inconcebible que un evangelio que negara
radicalmente la escatología del futuro hubiera podido entrar en el uso eclesiástico;
ni es posible que por el solo hecho de agregarle algunas frases de carácter realista
moderado se hiciera aceptable, ya que esas adiciones no eran suficientes para
disipar la impresión de que tal evangelio negaba la resurrección de los cuerpos, error
estigmatizado en la Iglesia".

II.- LAS CARTAS JOANICAS

2.0.-Prefacio de las cartas joánicas

Dentro del grupo de las siete cartas "apostólica, o universales o católicas" del Nuevo
Testamento se encuentran también las tres cartas atribuidas a Juan. De estas
cartas, la primera, la más amplia, ha ejercido en todas las épocas una fascinación
particular por la esencialidad y la fuerza de su mensaje teológico y espiritual,
centrado en el amor. A partir de Dios Padre el amor se revela y se comunica
históricamente en Jesucristo, el Hijo y la palabra de vida hecha carne, y se prolonga
en la experiencia vital de la comunidad que acoge la palabra y participa en la
comunión de amor con Dios. Las otras dos cartas son en realidad dos misivas de
carácter circunstancial, y similares por su estilo y su vocabulario.

2.1.-Elementos históricos de la primera carta de san Juan

La primera carta de Juan se presenta como un escrito anónimo, enviado a otros


creyentes para ponerlos en guardia contra la amenaza de los disidentes, llamados
"falsos profetas" y "falsos cristos". En cambio, la segunda y tercera carta, por el
contrario, el autor se presenta como el "presbítero", que escribe a una comunidad o
74

a otro cristiano, llamado Gayo (2Jn 1; 3Jn 1). En el escrito aparece el "nosotros"
colegial varias veces, se trata en realidad de un personaje individual, que se dirige a
otros cristianos mediante el escrito-carta (1Jn 2,12. 13.14; 5,13). Este misterioso
personaje que se identifica con el grupo "nosotros" o dicta la carta "os escribo", "os
he escrito" en primera persona. Por la afinidad de lenguaje y de estilo con las otras
dos cartas puede deducir que se trata del mismo autor, el "presbítero",
representante de la tradición o escuela janica.

Este importante documento de fe pertenece al mundo de san Juan, por las


coincidencias con el evangelio y con las otras dos cartas atribuidas al mismo autor.
Podemos decir que la primera carta es un escrito que se ha elaborado en el mismo
círculo que Juan. La carta es una explicitación de temas inconclusos del evangelio
(1Jn 3,11) Basta comparar el evangelio y la primera carta:

1.- El prólogo del evangelio y en el de la primera carta; (Jn 1,1-5; 1Jn 1,14)

2.- En la referencia a los testigos inmediatos de Jesús (Jn 15,27; 1 Jn 1,2),

3.- En la insistencia en la encarnación (Jn 1,14; 1Jn 4,1-2)

4.- En la exigencia de caminar en la verdad, en el tema de la luz, en el intercambio


entre mandamiento y mandamientos que constatamos en el evangelio.

5.- La relación Dios y los cristianos; el Padre ama a los creyentes (Jn 14,21; 1 Jn
4,16); el Hijo “vive” en los suyos (Jn 15,4; 1 Jn 3,24); el don del Espíritu (Jn 14,16-
17; 1 Jn 4,13).

2.- Canonicidad.

La primera carta de Juan es conocida y citada por los escritores cristianos del siglo
II, que son los portavoces de sus respectivas comunidades cristianas: Policarpo de
Esmirna, Papías de Hierápolis, Ireneo de Lyon. Para la Iglesia de Roma podemos
referirnos a las citas de Justino y a la presencia de al menos dos cartas joaneas en
el canon de Muratori. En el siglo III la primera carta es conocida y acogida por
Tertuliano y Cipriano (Africa), y en la Iglesia de Alejandría por Clemente (del que se
conoce un comentario traducido al latín), Orígenes y Dionisio.
75

En el siglo IV las tres cartas de Juan son reconocidas como apostólicas y canónicas,


aunque Jerónimo sabe que hay algunas dudas sobre las 2-3Jn, atribuidas por algunos
a un "presbítero" distinto del apóstol. Por el contrario, las tres cartas están
ausentes del canon sirio (Antioquía), probablemente por influjo de Teodoro de
Mopsuestia, que rechaza las cartas no paulinas. En resumen, se puede decir que
existe para la primera carta de Juan un consenso muy antiguo sobre su autoridad
canónica, mientras que para las 2-3Jn se tiene un progresivo reconocimiento de su
apostolicidad y consiguiente canonicidad.

3.- Propósito de la primera carta

San Juan frente a estos ataques contra su comunidad, no se queda de brazos


cruzados, indiferentes, apático, viendo como la comunidad pierde sus miembros y se
van a formar parte de estos grupos adversarios. Lo peor aún, era permanecer inerte
frente al crecimiento de la propaganda de doctrinas faltas sobre la imagen de
Jesús.

Por eso, para contrarrestar la propaganda de estas falsas doctrinas y afianzar la fe


de los miembros de su comunidad, les recuerda la verdadera doctrina que han
recibido en la comunidad. Es para confirmar la fe de sus hermanos de comunidad,
para que no se dejen seducir y engañar por falsas interpretaciones ni doctrinas. En
la primera carta, se defiende tajantemente: la verdadera fe en Cristo y la conexión
necesaria entre la fe y la conducta.

2.3.- Aspectos literarios de la primera carta de san Juan

Los genero literarios de la primera carta de san Juan sigue siendo problemático y
discutido. Falta en ella la forma protocolaria de la carta-epístola, en cuanto que el
remitente al principio aparece como un grupo, "nosotros"; los destinatarios no se
dicen quiénes son; falta el saludo final.

¿Qué es este escrito? ¿Es una carta? ¿Por qué decimos que es una carta? La carta
tiene un estilo de frases homilético-parenéticas. El estilo y el lenguaje de estos
escritos resultan notablemente cercanos a Juan. Se aprecia el mismo estilo que en el
evangelio: estilo directo, sencillo y con una sintaxis muy elemental
76

Se habla de una homilía, de un escrito de exhortación, de un tratado o de un


manifiesto, una catequesis. Son exhortaciones formativas dirigidas a los cristianos.
Se aproxima a la forma epistolar, sin que escriba realmente una carta. No se puede
considerar el escrito como un tratado, ni tampoco una carta circular. La primera
carta de Juan se aproxima más bien al tipo de tratado religioso destinado para todo
el mundo cristiano. Podemos afirmar de la primera carta de Juan es un discurso de
exhortación, en el que, por la polémica contra los herejes, se le da mucha
importancia al elemento dogmático. Es decir, es una predicación de la fe cristiana,
en forma de un discurso de exhortación a los cristianos, con una orientación ética.
Se acepta como una carta, porque se supone una situación bien conocida y concreta
(1 Jn 2,18ss); se supone un peligro grave para la fe (1 Jn 2,21; 4,4); tiene delante un
sector muy determinado de lectores: la misma forma de dirigirse a ellos como
hijitos o carísimos, apuntaría al estilo epistolar con una clara dimensión exhortativa.

2.4.- La situación de las comunidades según la primera carta

La primera carta un escrito, mucho más amplio y rico teológicamente, se advierte el


acento polémico de fondo, aunque la preocupación inmediata del autor es la de
exhortar y animar a los destinatarios cristianos a la perseverancia en la fe: "Os
escribo esto para que sepáis que vosotros, que creéis en el nombre del Hijo de Dios,
tenéis la vida eterna" (1 Jn 5,13). La urgencia de esta cálida exhortación, que se
apoya en una renovada exposición de la fe cristológica, se debe a la amenaza de
aquellos que en la carta son llamados los "anticristos" (1Jn 2,18.22; 4,3) o los
"mentirosos" (1 Jn 2,22).

Actualmente están separados de la comunidad; pero siguen representando un


peligro, ya que con su propaganda ejercen cierta influencia sobre los fieles a los que
va dirigida la carta. Es difícil hacerse una imagen precisa de estos "adversarios",
dado que la carta los supone ya conocidos de sus propios interlocutores, y evoca sus
rasgos salientes tan sólo mediante alusiones y referencias, para poderlos
desenmascarar y combatir. Teniendo en cuenta las rápidas referencias dispersas
por este escrito, puede trazarse este cuadro de las posiciones teórico-prácticas de
los disidentes: niegan a Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, puesto que separan al Jesús
histórico, el de la "carne", del Cristo de la fe (1Jn 2,22.23; 4,3.5-6). En el sentido
de la ética descuidan la observancia de los mandamientos. Esto se revela de forma
77

particular en las relaciones con los "hermanos", que son objeto de odio (1Jn 1,6-8.10;
2,9-11; 3,18-20; 4,20. Estos profetas o maestros se consideran guías autorizadas,
apelando al papel carismático e interior del Espíritu y descuidando la tradición
histórica (1Jn 4,1-6). Finalmente, como consecuencia del relativismo ético y de la
exaltación carismática, los disidentes acentúan el aspecto actual de la escatología,
ellos ya han llegado y tienen la garantía de la salvación final. Ciertamente, los
disidentes que combate Juan privilegian en la experiencia religiosa el "conocimiento"
de Dios (lJn 2,4) y tienden a marginar en sus efectos salvíficos la humanidad y la
muerte de Jesús.

2.5.- Construcción de la Primera carta

A lo largo de su escrito, el autor va desarrollando los temas de fondo: el contenido y


alcance de la confesión cristiana y la vida en el amor que se desprende de ella, la
vida divina a la que se accede mediante la fe y el amor y la permanencia en Dios
como verdad-vida.

Según su contenido la carta quiere ser una catequesis, formativa y espiritual, con un
contenido colmado de esperanza. Es motivado porque quiere inculcar en los
miembros de la comunidad el ánimo, la valentía, el coraje, la firma decisión frente a
los ataques de sus adversarios. La carta es una respuesta a la doctrina de sus
adversarios. La carta presente unos temas claramente desarrollados para formar,
educar a la comunidad. Les recuerda los principales temas que han conocidos en la
comunidad, que son comunes y que le han edificado en la fe. Juan lo presenta como
las únicas alternativas para evitar confusiones y no dejarse arrastrar de los
fanáticos. Juan invita a vivir a su comunidad a vivir una vida nueva. ¿Qué debemos de
hacer contra los fanáticos e intrusos? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta y actitud?
¿Cómo debemos responder?

Para dar respuesta Juan, sugiere tres aspectos que son necesarios e importantes
vivir:

1.- CAMINAR EN LA LUZ (1,5-2,27)

1,5-2,6 Dios es luz

2,7-17 El mandamiento del amor


78

2,18-27 El anticristo

II.-VIVIR COMO HIJOS DE DIOS

2,28-4,6 Vivir como hijos de Dios

2,28-3,2 La esperanza de los hijos

3,3-10 Libres del pecado

3,11-17 El amor al prójimo

3,18-24 Confianza en Dios

4,1-6 El Espíritu de la verdad

III.- EL AMOR Y LA FE

4,7-5,12 El amor y la fe

4,7-21 Dios es amor

5,1-12 La victoria sobre el mundo

5,13-21 Confianza plena

2.6.- Contenido temático de la primera carta de san Juan

San Juan inicia su primera carta de igual manera que el evangelio. Nos habla del
prólogo. El pensamiento central de ambos prólogos, la encarnación del Verbo. Ambos
prólogos designan a Cristo con el nombre de Verbo (Logos) ambos comienzan con la
expresión al principio. La introducción de la 1 Jn constituye un evidente paralelo del
prólogo del cuarto evangelio. El autor sagrado quiere hablar de Jesucristo como
Verbo de Dios, el cual se encarnó por amor a los hombres. Vino al mundo con el fin
de procurar la vida eterna a la humanidad. Lo que era desde el principio (v.1) El
Verbo invisible de Dios se hizo visible un día tomando carne humana. El Verbo es la
vida eterna que estaba en el Padre, y se manifestó a los hombres en la persona de
Jesús. Jesús es Dios hecho hombre.

2.5.1.- Caminar en la luz (1,5-2,27)


79

Para no dejarse confundir ni arrastrar por las falsas doctrinas, Juan explica a los
fieles la necesidad de permanecer en comunión con el Padre y el Hijo. Para eso,
desarrolla este tema bajo la imagen del caminar en la luz. Es necesario caminar en la
luz (1,5-7); después añade cuatro condiciones prácticas (1:8-2:2; 2:3-11; 2:12-17;
2:18-28).

Dios es luz

¿Qué significa caminar en la luz? En la carta se insiste que Dios es luz, porque es
guía, ilumina, abre el camino, va por delante. La luz es el símbolo de la gloria y de la
majestad de Dios Padre. La idea de que Dios es luz ha de entenderse en un sentido
más bien moral, la luz permite ver la senda por donde se camina, para no apartarse
de los caminos de Dios. Es un término que se aplica a Jesús, “El que era la luz
verdadera qué ilumina a todo hombre”. Dios es luz porque “Y en El no hay tiniebla
alguna”. La luz es símbolo de la verdad y del bien, las tinieblas del error y del mal.
Quien vive en la luz no vive en el pecado que es obra de las tinieblas.
Tinieblas, significa ausencia de verdad y de bondad, predominio del error y del
pecado. La lucha entablada entre la luz y las tinieblas es una idea característica de
San Juan.

El que vive en comunión con El (v.6) no puede caminar en tinieblas. La verdad se


opone a la mentira, a las tinieblas y el mal. Caminar en la luz, es llevar una vida buena
y santa. Dios es luz y está siempre en la luz; por eso, nosotros debemos caminar
también en la luz. Por el hecho de ser Dios luz y amor, el que está unido a Él no
podrá menos de llevar una vida de luz y de amor, guardando sus preceptos,
especialmente el del amor fraterno. Participando de la luz, participamos de la vida
de Dios y nos unimos a Él, al mismo tiempo que nos unimos a los demás. 

Otra verdad para Juan es que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado.
Nadie puede afirmar que está libre de pecado. El que realmente pretenda no tener
pecado, se engañará a sí mismo y la verdad no estará en él (v.8). En lugar de negar
los pecados hay que reconocerlos y confesarlos (v.9) Dios otorga el perdón de los
pecados a aquel que sincera y humildemente pide perdón, porque Dios es fiel y
justo. Es decir, Dios se muestra justo, porque sus sentencias son siempre justas; y
es fiel, porque siempre cumple lo prometido. Dios desea que confesemos nuestros
80

pecados para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. Esta es la intención


misericordiosa de Dios. Este perdón nos ha sido conseguido por la sangre redentora
de Cristo.

Por otra parte, les hace ver que, si por desgracia caen en pecado, tienen un abogado
en el cielo que intercede por ellos. Cristo no sólo es abogado, sino también la
propiciación por nuestros pecados (v.2). Cristo es llamado propiciación por los
pecados en cuanto que ha derramado su sangre por nuestros pecados y por su
sacrificio nos ha reconciliado con Dios. Jesucristo se está ofreciendo continuamente
al Padre por los pecadores. La propiciación de Jesucristo alcanza a todo el mundo sin
limitaciones de razas ni de tiempos. Todos los hombres tienen, la posibilidad de
salvarse, con tal de que sepan aprovecharse del perdón que se les ofrece. San Juan
insiste sobre la universalidad de la redención que es para todos sin importar
procedencia.

a.- El mandamiento del amor.

Juan insiste con vehemencia que para ser verdaderos cristianos no debemos
limitarnos a evitar el pecado, es necesario “guardar sus mandamientos (v.3). San
Juan pone en conexión el conocimiento de Dios y la práctica de los mandamientos.
No hay conocimiento verdadero de Dios ni comunión íntima con El si no conformamos
nuestra voluntad con la de Él. La obediencia a los mandamientos divinos nos
demostrará que conocemos verdaderamente a Dios. El que pretenda conocer a Dios
sin observar sus mandamientos es un mentiroso (v.4). El cristiano que se deja guiar
por la palabra de Dios, demuestra que en él la caridad es verdaderamente,
perfecta. Ese es el auténtico creyente. Conocer a Dios y amarlo, es permanecer en
El y para permanecer en El hay que practicar los mandamientos, los cuales alcanzan
su perfección en la caridad. Permanecer en es sinónimo de estar en El. “Un
mandamiento nuevo les doy: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado." Es nuevo por el espíritu y modalidad que Cristo le ha infundido. El que odia a
su hermano está en las tinieblas. (v.9).  Por el contrario, el que ama a su hermano
permanece en la luz (v.10)

El término hijitos (v.14) es una expresión de cariño, usado con frecuencia por el


anciano apóstol al dirigirse a todos sus cristianos queridos. San Juan se dirige, pues,
81

a toda la comunidad para exhortarla y alentarla y lo hace con un vocabulario


paternal, cercano, cariñoso, sentimental.

San Juan se dirige a todos los fieles: “No améis del mundo perverso, cuyo príncipe


es Satanás”. El mundo, en la terminología joánica, designa a la humanidad enemiga de
Dios; al reino de Satanás con sus doctrinas perversas, sus errores y sus pecados.
Para guardar los mandamientos y permanecer en el amor de Dios hay que renunciar
al amor del mundo. San Juan no prohíbe amar las cosas que hay en el mundo material;
lo que prohíbe es que se amen desordenadamente. El ágape es más que una virtud, es
una vida y como una nueva naturaleza que nos incorpora al mundo de lo divino. Esta
es la razón de que el amor del mundo y el amor del Padre sean incompatibles. El amor
del mundo no puede coexistir con el amor de Dios.

b.- Desconfiar de los anticristos

El apóstol exhorta a los cristianos a permanecer fieles en la comunión cristiana ante


el gran peligro que les amenaza, porque los anticristos ya están en el mundo (v.18).

Son los herejes que se esfuerzan por apartar a los fieles de Cristo. La aparición de
estos seductores y anticristos es señal de que la hora de la parusía está próxima.
San Juan es el único escritor que emplea el nombre de anticristo. Con este término
quiere designar a los falsos cristos y falsos profetas que, habían de aparecer como
precursores de la parusía y del fin del mundo. Son todos aquellos que se oponen a
Jesucristo y a su doctrina. Son todos los impostores, los falsos profetas y falsos
mesías, que circulan por un lado y por otro difundiendo falsas doctrinas contra la
divinidad de Jesucristo. La frase: “Les digo ahora que muchos se han hecho
anticristos” (v.18). Los anticristos de que habla el apóstol eran los falsos doctores,
que antes habían pertenecido a la comunidad a la cual se dirige San Juan. Formaban
parte de ella sólo exteriormente, porque no le pertenecían interiormente.

2.5.2.- El cristiano ha de vivir como hijos de Dios: 2,29-4,6.

San Juan continúa hablando de la unión con Dios, pero la considera bajo el aspecto
de la filiación divina de los cristianos. Afirma que somos hijos de Dios y que esta
filiación es la prueba del amor del Padre para con nosotros (2,29-3,2); los hijos de
Dios han de ser santos (3,3-10), han de practicar la caridad fraterna (3,11-24) y
82

guardarse del error (4,1-6). El que ha nacido verdaderamente de Dios y participa


realmente de su vida es el que practica la justicia, el que guarda los mandamientos.
“Miren qué amor nos ha manifestado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo
seamos en realidad (v.1). Dios nos ha amado tanto, que nos ha hecho hijos suyos por
adopción comunicándonos su propia naturaleza. Este amor divino es gratuitamente.

Por consiguiente, los cristianos llamados hijos de Dios lo son realmente. Por eso San
Juan añade con énfasis: Carísimos, ya somos desde ahora hijos de Dios, aunque
todavía no se ha manifestado plenamente lo que hemos de ser (v.2).
Cuando aparezca Cristo glorioso al final de los tiempos gozaremos de la visión y
nos haremos semejantes a Él.

El apóstol aduce a continuación la razón por la cual los cristianos no deben pecar:
Cristo vino al mundo para destruir el pecado (ν.5). Cristo apareció en este
mundo para destruir los pecados de todos los hombres. Y el que permanece en
Cristo mediante la comunión no peca (v.6) Por el contrario, el que permanece en
Cristo no peca; “todo el que permanece en El no peca (v.6).

El que practica la justicia es justo, como Cristo también es justo. En cambio, el que


comete pecado es del diablo (v.8), porque participa de su malicia y se somete a su
imperio. Se contraponer el que comete pecado al que practica la justicia. San Juan
nos presenta al que ha nacido de Dios, el cual no peca (v.9). Quien ha nacido de Dios
no peca, porque la simiente de Dios está en él. La simiente de Dios es el principio de
la vida divina, el germen divino, que nos hace hijos de Dios. En el v.10, el apóstol nos
presenta la justicia y la caridad. En esto se conocen los hijos de Dios y los hijos del
diablo: el que no practica la justicia, no es de Dios, y tampoco el que no ama a su
hermano (v.10) Para san Juan, el amor al hermano, es decir, al prójimo, es el que
define al cristiano. Quien ama a su hermano muestra ser auténtico hijo de Dios;
quien no le ama se revela como hijo del diablo. El amor al prójimo es el verdadero
signo de discriminación entre los cristianos.

El amor fraterno será signo de que están en comunión de vida con Dios. Por el
contrario, los falsos profetas no consideraban a Cristo ni como Redentor ni como
Mediador necesario entre Dios. Los falsos profetas negaban la dignidad
trascendente de Jesús. Por eso el que no confiesa a Jesús, ése no es de
83

Dios, sino del anticristo, que esta para llegar, o, mejor dicho, ya se halla presente en
el mundo (v.3). Los falsos maestros, con sus pestíferas doctrinas, están ya
trabajando intensamente para seducir a los fieles.

Los falsos profetas son del mundo porque le pertenecen. Mundo designa a los


hombres hostiles a Dios y a Jesucristo. A los falsos doctores, la inspiración para
proponer sus falsas doctrinas les viene del mundo, no de Dios. Por eso mismo
obtienen fáciles éxitos ante aquellos que pertenecen al mundo.

2.5.3.- La fuente del amor y de la fe: 4,7-5,12.

La idea central de esta sección es el amor. El amor, según San Juan, es una
participación de la vida de Dios; es algo que procede de Dios. El amor proviene de
Dios como de su fuente. Por eso, el que ama es nacido de Dios (v.7), es hijo de Dios,
animado por su gracia. Todo el que ama es nacido de Dios (v.7).

El que ama muestra que conoce a Dios, porque el verdadero conocimiento se


perfecciona en la práctica del gran precepto del amor. El amor, el ágape, es la
revelación más prodigiosa y constante de Dios a los seres humanos. El amor del
cristiano es, por consiguiente, participación del amor de Dios. Sólo Dios y sus hijos
pueden amar con este amor. La caridad está no en que nosotros le hayamos amado,
sino en que Él nos amó (v.10) primero. “Amémonos unos a otros.” Amando a sus
hermanos demostrarán poseer el verdadero amor de Dios. Los cristianos que aman a
sus hermanos están en comunión con Dios, y Dios mora en ellos y ellos en El. El amor
fraterno nos da la seguridad de que Dios permanece en nosotros con la presencia
transformante de su gracia. 

Por eso, el apóstol se atreve a decir: Nosotros hemos conocido y creído el amor que
Dios nos tiene (v.16). Dios es amor. Es decir, un amor que se manifiesta, se comunica
y se entrega totalmente a los hombres. Creer en ese amor es unirse a Él y vivir en
Él. El que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él (v.16).
Debemos amar a Dios porque Él los amó primero (v.19), con un amor sumo, gratuito y
misericordioso.  El que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a
Dios, a quien no ve (v.20). 

2.6.- Contenido teológico y espiritual de la primera carta.


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El escrito puesto bajo la autoridad de Juan comunica un mensaje esencial, centrado


en el descubrimiento y en la profundización de la cristología. Partiendo de la fuerte
concentración cristológica del mensaje joáneo, se pueden señalar las estructuras
básicas de este pequeño tratado teológico, en el que se traza un proyecto espiritual
original.

2.6.1.- La iniciativa salvadora de Dios.

A pesar de la preocupación cristológica y del objetivo eclesial y parenético del


autor, la carta de Juan se distingue ante todo por su planteamiento sólidamente
teológico. El punto de partida de todo el proceso salvífico, que ha hecho posible la
mediación histórica de Jesús y que se prolonga en la comunidad cristiana, es Dios, el
Padre. "Dios es luz" (Un 1,5); "Dios es amor" (1Jn 4,8.16): son estas dos
presentaciones de Dios, el cual se opone a las tinieblas del odio disolvente y mortal,
las que dan el tono teológico y dinámico a la teología de nuestro escrito. Dios Padre
está en el origen de la generación de los creyentes, que acogen la palabra como
germen o semilla interior y que viven en la dimensión de la alianza. Esta se expresa
con las fórmulas típicas de Juan: "permanecer" en Dios, "conocer" a Dios. Esta
reflexión sobre la iniciativa salvífica de Dios aparece en el texto central, donde se
precisa la naturaleza del amor (griego, agápe, agapán).  Dios es amor en el sentido de
que él revela y manifiesta su compromiso gratuito y eficaz en Jesucristo, el Hijo
unigénito y el enviado. En su auto donación en la cruz se tiene el perdón de los
pecados y la raíz de la comunión con Dios.

El amor de Dios, revelado y comunicado históricamente en Jesús, está en la raíz y es


el modelo de amor entre los creyentes: "Queridos míos, amémonos los unos a los
otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a
Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se ha
manifestado el amor de Dios por nosotros: en que ha mandado a su Hijo único al
mundo para que nosotros vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos ha amado a nosotros y ha
enviado a su Hijo como víctima expiatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si
Dios nos ha amado de este modo, también nosotros debemos amarnos los unos a los
otros. Jamás ha visto nadie a Dios. Si nos amamos los unos a los otros, Dios está con
nosotros, y su amor en nosotros es perfecto. Por esto conocemos que estamos con él
85

y él en nosotros; porque él nos ha dado su Espíritu" (lJn 4,7-13). Es notable en este


texto no sólo el subrayado de la iniciativa radical de Dios-amor, sino también la
dimensión trinitaria: desde Dios, por medio de Jesucristo, el enviado y el Hijo, el
amor pasa a los creyentes a través del don de su Espíritu. También el amor de los
creyentes a Dios y entre ellos como respuesta a la iniciativa de Dios tiene su fuente
última en Dios.

2.6.2.- Creer en Jesucristo Hijo de Dios.

El acento que se pone en la acogida de la iniciativa de Dios como condición de


salvación aparece en el escrito joaneo gracias a la frecuencia del verbo "creer"
(nueve veces), y más aún de los verbos "conocer" (25 veces) y "saber" (15 veces). La
fe cristológica es la que reconoce en Jesús al Cristo, al Hijo de Dios, reconocido y
acogido en las fórmulas de fe tradicionales. Esta es la condición para obtener el
perdón de los pecados, que tiene su fuente histórica en la muerte en cruz. En
oposición a la cristología y a la soteriología reductivas de los adversarios, el autor
insiste en la fe tradicional, declarando ya desde las primeras líneas: "Si andamos en
la luz, como él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros y la sangre de
Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado" (1Jn 1,7). Vuelve sobre este tema
inmediatamente después en estos términos: "Pero si alguno peca, tenemos junto al
Padre un defensor (paráklétos),  Jesucristo, el justo. Él se ofrece en
expiación (hilasmós)  por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino por los de
todo el mundo" (Un 2,1-2; cf 4,10).

Esta fe cristológica, genuina, basada en la tradición, es la que se presenta como fe


combatiente y perseverante; una fe victoriosa contra el maligno (Un 2,13-14), sobre
los falsos maestros (lJn 2,19; 4,4) y también contra el mundo (Un 5,4). Esta
insistencia cristológica es el eje y el corazón de la exhortación joanea.
Efectivamente, la manifestación histórica y salvífica del amor de Dios en Jesús es el
fundamento de la forma de obrar de los creyentes: "En esto hemos conocido el
amor: en que él ha dado su vida por nosotros; y nosotros debemos dar también la
vida por nuestros hermanos" (lJn 3,16). Entonces se comprenden las consecuencias
que se derivan de la auténtica cristología, tanto en el plano salvífico como en el de la
vida cristiana y eclesial. Por eso se justifica la decidida toma de posición frente a
los falsos maestros. El autor no sólo pone en guardia contra ellos, sino que recuerda
86

la profesión de fe tradicional: "En esto distinguiréis si son de Dios; el que confiesa


que Jesús es el mesías hecho hombre es de Dios; y el que no confiesa a Jesús no es
de Dios" (1Jn 4,23).

Y todavía al final de la carta propone de nuevo la cristología tradicional en polémica


con la de los disidentes: "El que cree que Jesús es el mesías, ha nacido de Dios" (1Jn
5,1). Y con una terminología que hace eco a la del cuarto evangelio, nuestro autor
vuelve a hablar del valor histórico y salvífico de la vida de Jesús, que culminó en su
muerte y en su glorificación: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que
Jesús es el Hijo de Dios? Es él, Jesucristo, el que ha venido con agua y sangre; no
sólo con agua, sino con agua y sangre. Y es el Espíritu el que da testimonio, porque el
Espíritu es la verdad. Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la
sangre, y los tres están de acuerdo" (1Jn 5,5-8). El testimonio que sirve de base a la
fe cristiana es el que abraza toda la existencia de Jesús, desde el bautismo hasta
su muerte en la cruz. Y se prolonga en la experiencia eclesial, en donde se
manifiesta su eficacia en el Espíritu comunicado a los creyentes.

2.6.3.- Actuación de la fe en la caridad.

El amor salvífico, que tiene su fuente en Dios y se manifiesta en Jesucristo, el Hijo


entregado en la forma extrema de la muerte, se convierte en la razón profunda de
la vida de los cristianos y está en la base de la comunión eclesial. Por una parte, con
un velado acento polémico, pero por otra con la preocupación continua de trazar el
camino seguro a los cristianos, el autor los pone en guardia contra el riesgo de
separar la fe auténtica de sus consecuencias prácticas y eclesiales: “Sabemos que le
conocemos (a Dios) en que guardamos sus mandamientos. El que afirma que le
conoce, pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él.
Pero el que guarda su palabra, verdaderamente es perfecto en él. En esto sabemos
que estamos unidos a él: el que afirma que está unido debe comportarse como él se
comportó” (1Jn 2,3-6).

Los llamados “mandamientos” que hay que observar y realizar, como consecuencia de
la adhesión de fe, se resumen en el único mandamiento, que es “antiguo”, por estar
propuesto desde el principio y en la base de la comunidad, y al mismo tiempo “nuevo”,
por ser la revelación plena y definitiva de la voluntad de Dios: “Queridos míos, no os
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escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que tenéis desde el


principio; el mandamiento antiguo es la palabra que habéis recibido ” (1Jn 2,7-8). La
fuente y el modelo de este estilo de vida, centrado en el amor, se definen por el
acontecimiento salvífico: “Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el
principio: que nos amemos los unos a los otros” (1Jn 3,11). Y precisa este mismo
pensamiento con otras fórmulas corrientes: “Este es su mandamiento: que creamos
en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros, según el
mandamiento que nos ha dado. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y
Dios en él. Por esto conocemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos
ha dado” (1Jn 3,23-24). En esta última declaración, que remite a la estructura
trinitaria de la existencia cristiana, el centro se pone en el acontecimiento
histórico-salvífico, en el que aparece el amor de Dios, fuente y modelo de las
relaciones entre los creyentes.

En resumen, la carta primera de Juan es un pequeño tratado del amor como nuevo
rostro de Dios, revelado y hecho accesible por Jesucristo. Esta carta se impone por
su actualidad e inmediatez, a pesar de la distancia cultural e histórica, a los lectores
cristianos de todos los tiempos. Este pequeño escrito, con una capacidad de síntesis
excepcional, muestra la coherencia y unidad del mensaje cristiano, en el que se
conjugan armónicamente la más elevada reflexión sobre Dios, revelado en
Jesucristo, el Hijo único, y las consecuencias para la vida espiritual y práctica de los
individuos y de las comunidades cristianas.

2.- LA SEGUNDA CARTA DE SAN JUAN

2.2.1.- Aspectos históricos de la segunda carta

La segunda carta fue escrita por el presbítero. El autor prefiere ocultar su propio
nombre e identificarse simplemente como «el anciano». Es una carta más breve del
Nuevo Testamento, apenas tiene 13 versículos. La segunda carta tiene todos los
aspectos de una nota epistolar: consignación, el encabezamiento del escrito, su
remitente y su destinatario, e incluso saludos personales al comienzo y al final del
texto. A diferencia de la primera, encontramos en ella las características
epistolares habituales que nos permiten poner de manifiesto el plan de la misma: “el
anciano saluda a la señora “elegida” v. 1-3. La «señora elegida y a sus hijos» (v. 1, 5),
88

designación no corresponda a una dama y su familia en particular, sino a toda una


comunidad cristiana.

El parecido de esta carta con la primera y con el evangelio de Juan nos llevan a
concluir que dicho presbítero debe ser buscado dentro del mundo joánico. Se trata
de una personalidad bien conocida de aquellos a quienes va dirigida la carta.

El autor se designa a sí mismo como «el anciano, este título corresponde a una
persona que goza de cierta autoridad: escribe a un grupo, se pronuncia sobre la
actitud de unos y de otros, les recuerda el mandamiento; su autoridad está llena de
prudencia, de consejo, de advertencia. Saca su autoridad y su seguridad de su
fidelidad a la tradición recibida, que él sigue transmitiendo. Escribe a una «señora
elegida». Designa de esta manera a una de las iglesias hermanas (v. 13) entre las
comunidades joánicas. La persona a la que se dirige la carta es encomiada por su
piedad y es prevenida contra los falsos maestros. Los «hijos» son los cristianos
miembros de esta comunidad, destinatarios de la carta.

La segunda carta de Juan debe haberse escrito en un tiempo cercano a la Primera


carta de Juan. Ambas cartas suponen dos comunidades sobre las que el “anciano”
está con ojo vigilante. Las tres cartas joánicas podrían haberse redactado en la
misma época, con la sola observación de que la primera carta de Juan se dirige a un
círculo mayor de comunidades, la segunda a una sola comunidad y tercera a una
persona particular.

El estilo y el lenguaje de estos escritos resultan notablemente cercanos a Juan. Se


aprecia el mismo estilo que en el evangelio: estilo directo, sencillo y con una sintaxis
muy elemental. La segunda es una breve misiva comunitaria, una reliquia preciosa de
una correspondencia sin duda muy animada.

2.2.2.-Propósito de la segunda carta de san Juan

La segunda carta de Juan contiene una gran preocupación por eso quiere advertir a
los miembros de su comunidad a ser precavidos con algunos engañadores, quienes
estaban enseñando una falsa doctrina de Cristo, y defendían que Jesús no resucitó
en carne, sino solo espiritualmente. Juan estaba muy ansioso de que los verdaderos
creyentes estuvieran alertas ante estos falsos maestros y no tuvieran nada que ver
89

con ellos. Es decir, es también una fuerte advertencia para permanecer alertas ante
los engañadores, quienes estaban diciendo que Jesús realmente no resucitó en la
carne.  

La ocasión la dan algunos predicadores externos no cristianos que ponen en peligro la


fe de los fieles de esa iglesia. De ahí las recomendaciones a mantener la fe intacta,
a practicar las obras de beneficencia entre ellos y huir de tales predicadores.

2.2.3.- Aspectos literarios

En un tiempo se ha pensado que la carta era un escrito ficticio. Con el paso del
tiempo se ha llegado a la conclusión que se trata de una carta verdadera. Es una
carta que conserva el perfume de la autenticidad. Desde el punto de vista literario
se acerca más que ninguna carta del Nuevo testamento al modelo griego de
correspondencia epistolar privada. No obstante, la segunda carta es una breve
misiva comunitaria, una reliquia preciosa de una correspondencia sin duda muy
animada.

2.2.4.-Contenido de la carta

Después del saludo inicial (v. 1-3), vemos que en el cuerpo de la carta se tratan dos
temas principales:

1. El mandamiento del amor (v. 4-6).

2. La recta confesión de Cristo, por contraste con la doctrina de los «seductores»:

a) Advertencia contra las tesis de los herejes (v. 7-9).

b) Prohibición de dar hospitalidad a los herejes (v. 10-11).

Al final de la carta (v. 12-13), el autor manifiesta su intención de visitar a la


comunidad. Saludos finales.

2.2.5.-Construcción de la segunda carta

La carta (v. 1-3) inicia no menciona su propio nombre, sino que se designa a sí mismo
como el presbítero. Los presbíteros al principio del cristianismo eran miembros de
un colegio de «ancianos». Mientras que nuestro autor representa, una personalidad
destacada y que tiene una gran autoridad. La única razón que explica la omisión del
90

nombre es el hecho de que el término de presbíteros bastaba para que la comunidad


a la que iba dirigida la carta. Este «anciano» escribe a la señora Electa. Con esto no
se designa a una personalidad concreta sino a la Iglesia en general a la que va
dirigida la carta. Así se deduce por la cláusula final del v. 13 («te saludan los hijos
de tu hermana Electa»). Con estas palabras el autor no manda saludos de parte de
los hijos físicos de alguna dama cristiana notable, sino de parte de los cristianos de
la comunidad en la que él se encuentra. Cuando el «anciano» llama «señora» a la
comunidad a la que dirige su carta, entonces está reconociendo la dignidad que esa
comunidad ha recibido de Dios por su elección. Y tiene conciencia de ser una persona
que está al servicio de esa comunidad (que es «señora»).

A los cristianos de esta comunidad destinataria, les escribe el autor diciéndoles que
los ama «en la verdad». No se trata de una efusión de sentimientos, sino que, es
expresión de que su relación con estos cristianos es por la fe. La palabra “verdad”,
aparece en estos tres versículos, nada menos que cuatro veces. Aquí se trata,
precisamente, del concepto principal.

Así que este «...a quienes amo en verdad» no significa sólo: «A quienes amo real y
sinceramente», sino que está sonando ya la plena significación joánica: «A quienes
amo real y sinceramente, dentro del ámbito de la realidad de Dios que se
manifiesta.» El autor se adhiere íntimamente, en la comunión de este amor, a todos
los creyentes: «...y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad».

En el V. 2 se trata de decir, por qué el amor se dirige a esos cristianos: por causa de
la "verdad» Porque la «verdad», sino que «está» en él y "permanece» en él. La
«verdad» «estará por los siglos con nosotros».

El v.3: es una bendición «La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios...


estarán con nosotros...». Aquí tenemos la bendición tradicional de los principios del
cristianismo. La gracia, la misericordia y la paz se conceden a los cristianos dentro
del ámbito de la realidad divina que se revela y dentro del amor que es Dios mismo.

En los vs. 4-7, el autor comienza exhortando al amor, sino que, en el v. 4, expresa su
alegría de que en la comunidad se dé ya el «andar en la verdad». La exhortación, al
amor ha llegado a hacerse necesaria. Y ha llegado a serlo, por el peligro en que la
comunidad se halla. El haberse entrevistado con algunos miembros de la comunidad
91

destinataria (v. 4) le da ocasión y le facilita la labor de manifestar la súplica de los


v. 5s. El mandamiento se habla de un mandamiento antiguo, y no se denomina
«nuevo». Los cristianos, desde el principio tienen ya el mandamiento del amor.  

El v.7: «Al mundo salieron muchos seductores. . .» Se trata del mismo grupo de
fanáticos que andaban por las comunidades predicando falsas doctrinas. La palabra
"anticristo» se oponen a la doctrina de Cristo. «Porque... muchos seductores...» Este
«porque» se remonta a un ahora, porque existen estos seductores que añaden la
mentira a la figura de Cristo. Es decir, en ellos se observa tanto la negación de
Jesucristo encarnado como la falta de amor.

Jesús no sólo vino antes «en carne», sino que su encarnación sigue actuando a través
de la acción y de la vida de la comunidad de sus discípulos.

En el v. 8: el texto habla: «... para no perder lo que habéis adquirido...», o «... para no
perder aquello por lo que nosotros nos hemos esforzado». Esta advertencia
pretende dar énfasis a lo que se dice en el siguiente versículo 9.

En el v. 9: El que «permanece en la doctrina». El que no permanece en la doctrina y


rechaza al Hijo, ése «no tiene» a Dios, no tiene comunión con Dios.

Prohibición de dar hospitalidad a los herejes (v. 10-11). Esta actitud dura contra los
herejes está condicionada. Los adversarios gnósticos representaban tal peligro
mortal para las comunidades cristianas, que sólo la más estricta separación de ellos
podía salvar la verdadera doctrina. El saludo que aquí se prohíbe, es más que una
ceremonia de cortesía. Ahora bien, esta cruda prohibición de toda relación humana

En el v. 12, acentúa la intención del autor «para que vuestro gozo sea completo». El
autor no quiere decir aquí que la nota personal de hablar de viva voz sea algo que
colme el gozo, sino que lo que colma el gozo es el contenido de esa conversación
personal.

2.3.- LA TERCERA CARTA

2.3.1.-Elementos históricos de la tercera carta

Es un escrito breve, aproximadamente tiene un total de 220 palabras. Es una


verdadera carta personal, porque tiene el nombre del destinatario y el autor se
92

identifica como el “presbítero”. El destinatario se llama Gayo, nombre que no ha


aparecido en los escritos joánicos, pero sobre cuya identidad la carta.

La situación que refleja la carta es bastante clara: el autor, que parece que tiene un
cargo de cierta responsabilidad en alguna comunidad joánica, ha tenido dificultades
con un tal Diótrefes, que parece tener autoridad en otra comunidad. Según el autor
de la carta, Diótrefes actúa de forma autoritaria y no ha querido recibir a los
enviados por el presbítero. En cambio, Gayo, el destinario, recibió a los enviados en
su casa. Por ello, el presbítero le muestra su agradecimiento y le pide que vuelva a
dar hospitalidad a los enviados y que les provea para el viaje. Entre estos enviados,
está Demetrio, recomendado especialmente por el presbítero a Gayo.

La tercera carta es una carta privada, la única verdadera del Nuevo testamento del
presbítero Gayo, su amigo íntimo, pero su contenido desborda la esfera privada y
ofrece una interesante visión de las tensiones existentes entre grupos cristianos
rivales. El escrito es una carta de recomendación. El presbítero recomienda en
primer lugar (5-8) a algunos hermanos, misioneros itinerantes entre los paganos, que
viajan en cumplimiento de su tarea. A ellos acogió una vez Gayo y los apoyó
eficazmente. Ahora se presentarán de nuevo en su casa, y Gayo debe “proveerlos
para el viaje de manera digna de Dios” (6), es decir, poner a su disposición los
medios materiales necesarios para su misión.

Por tanto, la tercera carta de Juan va dirigida a una persona particular. Se llama
Gayo y no tenemos razón alguna para identificarlo con la persona que lleva el mismo
nombre. El Presbítero alaba a Gayo porque se mantiene en la verdadera fe y por la
hospitalidad que ha dispensado a los misioneros itinerantes enviados a aquella
comunidad. La alabanza está justificada porque dichos misioneros habían sido
rechazados por Diótrefes. Probablemente es el responsable máximo dentro de
aquella comunidad e imponía su autoridad en ella.

La carta. Aunque su autor es Juan, por el estilo, vocabulario, se llamará el


presbítero. Ha sido muy difícil idéntica al presbítero. Ciertamente, se trata de
mismo autor de segunda carta. Por eso, la tercera tiene una relación directa con la
primera carta. Pertenece al mismo grupo o comunidad y es sensiblemente de la
misma época.
93

2.3.2.- Destinatarios

El autor no sólo escribe una carta a Gayo, sino que se le pide que provea para el viaje
de los misioneros, que han de ser enviados en un viaje de cierta envergadura.

Entre las comunidades hay personas revestidas de cierta autoridad. El presbítero se


considera con autoridad para echar en cara a Diótrefes tiene una cierta
preeminencia. Es posible que también Gayo sea un hombre de responsabilidad y que
se halle cerca de Diótrefes. Es posible que Gallo y Diótrefes sean cabezas de
familia de diversas comunidades, dentro de la misma ciudad.

Son los nombres que aparecen en el relato: Diótrefes, Gayo, Demetrio. Son nombres
comunes grecorromanos. Son cristianos que han alcanzado un cierto papel
preponderante en iglesias de filiación joánica. Estas comunidades joánicas no sólo se
extendieron por territorios extensos, sino que había miembros de otras
nacionalidades.

2.3.3.- Aspectos relevantes de la carta

Entre los elementos esenciales que nos aporta la tercera carta de Juan, es conocer
la situación de las comunidades cristianas de su época. Esta situación estaba muy
marcada por las series dificultades con que se encontraban las comunidades.

La situación descripta en la carta es más de carácter doctrinal. Se describe la


situación que provocó la actitud de Diótrefes. Se le reprocha su actitud de no
recibir a los misioneros y de actuar con una cierta forma dictatorial: ¡ni hace ni deja
hacer! Más bien, se deja entrever un problema de autoridad. ¿Quién puede decidir
acerca de materias de estructura práctica?

Toda la carta giraría en torno de la acogida o no acogida de los «hermanos»


forasteros, es decir, de misioneros itinerantes que, evidentemente, han sido
enviados por el «anciano», y por cuya actividad y posibilidad de trabajo está él muy
interesado. En la primera parte se alaba a Gayo por su actitud con respecto a estos
misioneros, y se le suplica que les proporcione todo lo necesario para su ulterior
actividad. En la segunda parte, vemos que la actividad de estos misioneros
constituye el verdadero punto de conflicto entre el «anciano» y Diótrefes. Y
94

Demetrio, a quien se recomienda en la tercera parte, es uno de los predicadores


itinerantes, tal vez su dirigente.

2.3.4.- Estructura de la tercera carta de san Juan

Aparte del conciso saludo inicial (v. 1) y de la conclusión de la carta (v. 13-15),
podemos distinguir en ésta tres partes:

v. 2-8: elogio de Gayo y petición de apoyo en favor de los misioneros;

v. 9-10: conflicto con Diótrefes, y

v. 11l-12 recomendación de Demetrio.

2.3.5.- Construcción de la tercera carta de san Juan

En el v. 1, se hace referencia al “anciano, al querido Gayo, a quien yo amo en la


verdad”. He ahí el saludo epistolar más conciso que hallamos en el Nuevo
Testamento. Corresponde al saludo profano corriente de aquella época. Lo
específicamente joánico es la adición final: «a quien yo amo en la verdad».

En el v. 2: el autor desea prosperidad a Gayo «en todo». Pero ve que su petición está
ya cumplida en el punto más esencial: «… así como prospera tu alma». Con esto alude,
evidentemente, a que Gayo «camina en la verdad» (v. 3ss).

Versículos 3 y 4: a propósito del gozo de que Gayo «camine en la verdad» véase el


comentario 2Jn 4 y principalmente a 1Jn 1,6-2,6.

El v. 5-8: el comportamiento de Gayo hacia los misioneros itinerantes,


comportamiento que aquí se alaba, una indicación de cómo hay que entender
«caminar en la verdad»: “caminar en el ámbito de la realidad de Dios, que se revela
en la verdad».

Gayo ha hecho cosas ya en favor de los predicadores enviados por el «anciano». Pero
el «anciano» quiere de él un compromiso más duradero, tal vez más intenso: debe
proveer a los «hermanos» para su ulterior viaje (v. 6b). Las razones que se dan son
(v. 7 y 8): los “hermanos» por el «Nombre». «Sin recibir nada de los gentiles»:
Porque no tenían nada que esperar de los gentiles. Para dar más credibilidad a su
mensaje, no quisieron aceptar nada de los gentiles que escuchaban el mensaje. Y, por
95

este motivo, tienen que acudir al apoyo de los creyentes, de los cristianos que ya han
creído. El v. 8 habla precisamente de la obligación de acoger a tales misioneros.

En el v. 9, parece que Diótrefes es un dirigente en la comunidad a la que también


pertenece Gayo. Tal vez sea el presidente mismo. El «anciano» lo considera no sólo
como ambicioso (v. 9: “que ambiciona el primer puesto entre ellos»), sino también
como engreído por un oficio que de hecho tiene él en sus manos. Pero el «anciano»
tiene conciencia de estar sobre él. Y va a pedirle cuentas (v. 10ª). Tanto la carta que
el “anciano» ha escrito a la comunidad y que no es aceptada por Diótrefes y las
palabras injuriosas de Diótrefes contra el “anciano» deben de estar íntimamente
relacionadas con la conducta de Diótrefes hacia los “hermanos». Puesto que ese
hombre está poniendo obstáculos a la actividad de los misioneros itinerantes
enviados por el «anciano», y trata incluso de expulsar de la comunidad a los que les
dan acogida, he ahí el verdadero punto de conflicto.

El v. 11 constituye una exhortación a acoger lo “bueno” y rechazar lo “malo”, porque


las buenas obras vienen de Dios, en cambio, las malas obras vienen del que no conoce
a Dios. Aquí establece una relación entre lo bueno y lo malo. Ambas realidades se
dan. Solamente hay que saber elegir entre una y otra.

En el v. 12, aparece el término «testificar». Se concreta aquí como dar testimonio


«en favor de Demetrio. Se da testimonio de un individuo particular que vive en la
comunidad. La actividad de un misionero cristiano, lo mismo que la actividad de
Demetrio, pertenece verdaderamente a esa esfera. Asimismo, el testimonio de que
aquí se trata, no es un testimonio que se da a partir simplemente del poder humano,
sino a partir de la «verdad» misma, a partir de Jesús que actúa por medio del
Espíritu Santo y que vive junto a Dios.

En los vs. 13-15, la cercanía y calor personal, el deseo de encuentro y amistad de


persona a persona no están en contra del servicio a la verdad, sino que encajan
perfectamente en la escena y le dan un toque de calor humano.

En resumen, el contenido de la tercera carta, es bien definida Diótrefes, trata de


entorpecer la influencia en ella del presbítero, le ataca verbalmente y apela a las
más severas medidas: prohíbe estrictamente acoger a los misioneros y no duda en
excomulgarlos si no se cumplen sus órdenes. Diótrefes no quiere aceptar que el
96

anciano le dé instrucciones, ni que intervenga en la dirección de la comunidad. Lo que


el presbítero censura en el comportamiento de Diótrefes, y lo que no puede tolerar,
es la arrogancia con que niega el derecho de hospitalidad a los misioneros que van de
viaje. Todo ello lo ve el anciano como un obstáculo para la labor evangelizadora, y
tanto no puede permanecer impasible ante semejante abuso de autoridad.

La tercera carta, es el escrito más breve, aproximadamente tiene un total de 220


palabras. Es una verdadera carta personal, porque tiene el nombre del destinatario y
el autor se identifica como el “presbítero”. El destinatario se llama Gayo, nombre
que no ha aparecido en los escritos joánicos, pero sobre cuya identidad la carta.

Esta carta nos hace ver intuitivamente en qué consiste la participación, la comunión.
La comunión por medio de la cual el cristiano tiene comunión con Jesús y con Dios.
Para poder ser «colaborador en verdad» es algo muy concreto. Podemos fijarnos en
el caso contrario de Diótrefes: Debemos ponernos al servicio de los otros y
ayudarles en su labor; no hay que creer que sea tiempo perdido el que empleamos en
ayudar a los «hermanos» que trabajan a nuestro lado en la obra en la que el amor de
Dios se está comunicando a sí mismo. Precisamente así llegamos a ser
«colaboradores» en la revelación del verdadero Dios, «colaboradores» de Jesús, que
vive junto a Dios de Jesús, que es la “verdad». Es un servicio en favor de aquel que
lo dio todo graciosamente, y a quien hay que dárselo todo en reciprocidad

III.- APOCALIPSIS LIBRO DE LA REVELACION

3.1.- Introducción

El término apocalipsis  es la traducción de la primera palabra griega, αποκάλυψη, con


la que empieza nuestro libro: Apocalipsis de Jesucristo. El substantivo apocalipsis,
revelación  proviene del verbo griego αποκαλύπτω, que significa “revelar, descorrer
el velo, descubrir.” En el Nuevo Testamento, un apocalipsis es, una revelación,  hecha
por Dios a los hombres, de cosas ocultas conocidas sólo por El. Aquí la revelación va
dirigida a San Juan, el cual recibe la misión de comunicarla a las siete  iglesias de la
provincia proconsular de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y
Laodicea.  Estas siete iglesias representan a todas las comunidades cristianas del
Asia a las cuales dirige San Juan su mensaje.
97

3.2.- El libro del apocalipsis y la apocalíptica judía

El género apocalíptico, tuvo gran éxito en ciertos ambientes judíos en la época en


que escribía San Juan.

Sin embargo, es a partir del siglo II a.C. cuando comienza una gran floración de
apocalipsis, la mayor parte de ellos apócrifos, que se irá extendiendo más y más
hasta el siglo después de Cristo.

Entre las principales obras apócrifas, tenemos los libros de Henoc,  el libro de
los Jubileos,  los Testamentos de los doce Patriarcas,  los Secretos de Henoc,  la
Asunción de Moisés, el Cuarto libro de Esdras, el Apocalipsis de Abrahán, de Isaías,
de Baruc, de Sofonías, de Ezequiel, la Vida de Adán y Eva, Salmos de Salomón,
Oráculos sibilinos, etc. Todos tienen de común el pretender descubrir a los hombres
lo que Dios sólo, o los seres celestiales, conocen, es decir, sucesos futuros
referentes al pueblo de Dios y a la venida de los tiempos escatológicos. Y lo hacen
con el fin de consolar a los miembros de las comunidades abatidos y de infundirles
nuevos ánimos, en medio de las persecuciones y desgracias por las que tuvo que
pasar Israel. Ante la terrible persecución de Antíoco Epífanes (168-165 a.C.), ante
la toma de Jerusalén por Pompeyo (63 a.C.), y ante la destrucción del templo y del
pueblo judío (70 y 135 d.C.). Fue entonces cuando comenzaron a aparecer escritos
apocalípticos que cantaban la gloria del futuro Israel. Estos apocalipsis eran
mensajes de esperanza para los judíos fieles, pues les recordaban la fidelidad de
Dios a sus promesas.

Los autores apocalípticos recurren a visiones divinas, a intervenciones de ángeles,


que se presentan como guías o intérpretes de los hechos misteriosos que han
contemplado. Esas visiones o revelaciones suelen tener lugar en las esferas
celestes. Los hechos históricos contemporáneos del autor apocalíptico son
presentados bajo una forma oscura y misteriosa. Y lo que esos autores no conocen
por la historia lo presentan como envuelto en los velos de la profecía. Pretenden
desligarse del presente para trasladarse a los tiempos futuros.

Por el contrario, en la apocalíptica  el elemento principal es la previsión y anuncio de


cosas futuras, mientras que las preocupaciones morales inmediatas se esfuman y
pasan a segundo término. El autor de un apocalipsis es, un vidente.  La revelación de
98

las cosas misteriosas del futuro la recibe bajo la forma de visiones que consigna por
escrito. Pero estas visiones no constituyen el objeto de la revelación, sino que son
símbolos que sirven para expresarla.

El simbolismo  es una de las principales características del género apocalíptico.


Todas las imágenes que el autor apocalíptico emplea son símbolos, una espada
significa destrucción y exterminio; una corona representa la realeza del que la lleva;
una palma, el triunfo; las alas, la agilidad para moverse. Un candelabro representa a
una Iglesia determinada; una estrella, a un ángel; las siete cabezas de la Bestia
pueden representar siete colinas (¿las de Roma?) o siete reyes. Los números  son
también casi siempre simbólicos, y no se deben tomar por lo que valen, sino por lo
que simbolizan. El siete simboliza la plenitud, la perfección; el seis (7 menos 1), por
el contrario, representa la imperfección; el ocho, la sobreabundancia; el cuatro
simboliza el mundo creado (los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales); el
doce representa al Israel antiguo y al nuevo (la Iglesia cristiana); mil designa una
gran ciudad, y lo mismo el cuadrado de doce (144 multiplicado por 1000). Incluso los
mismos colores  tienen valor simbólico: el blanco es signo de la victoria, de la pureza,
de la alegría; el rojo es símbolo de la violencia; el negro, de la muerte; el escarlata,
de lujo y magnificencia.

Cuando un autor apocalíptico quiere describir una visión, se sirve de estos símbolos
para expresar las ideas que Dios le sugiere. Como la finalidad que se propone no es la
de describir una visión imaginable y coherente, sino la de traducir en lenguaje
apocalíptico las ideas recibidas de Dios, de ahí que proceda por acumulación de
símbolos, de cifras y de colores, sin preocuparse de su incoherencia.

El Apocalipsis de San Juan ofrece numerosas semejanzas con los escritos apócrifos
del género apocalíptico. Como éstos, se compone de visiones, con partes descriptivas
y partes proféticas. El estilo empleado es figurado y misterioso. Se sirve de las
mismas imágenes y expresiones que encontramos en la apocalíptica judía. Sin
embargo, las diferencias son muy grandes. En primer lugar, el Apocalipsis del Nuevo
Testamento no es un escrito seudónimo, sino que es presentado como obra de Juan,
el vidente de Patmos.
99

Va dirigido a las iglesias donde él Juan había trabajado. Y trata de cosas que eran
de su actualidad. Su unidad de enseñanza es excelente. Juan nunca se ocupa de
cosas inútiles, como hacen frecuentemente los escritos apocalípticos. Como los
profetas antiguos, escribe con el fin de exhortar, de animar a sus hermanos
sacudidos por la persecución y los peligros. La idea teológica central es el triunfo
definitivo de Jesucristo sobre el mal en sus distintas manifestaciones históricas.
Las comunidades y los fieles cristianos están ahora sometidos a sufrimientos y
persecuciones; pero todo esto es algo pasajero. Cristo destruirá pronto todo lo que
se opone a las comunidades en el mundo; y los cristianos que hayan permanecido
fieles cantarán un cántico de alegría por toda la eternidad en el cielo. A veces San
Juan no sólo exhorta y anima, sino que también reprende.

3.3.- Elementos históricos del libro del apocalipsis

A pesar de que el Apocalipsis de Juan tiene su fundamento en la tradición


apocalíptica judía, no es ésta la única ni la más importante fuente del simbolismo
joánico. Es más bien en los últimos profetas del Antiguo Testamento: Ezequiel,
Zacarías, Daniel, en donde se puede encontrar el origen inmediato de los símbolos
más importantes del Apocalipsis. El libro usado por Juan en Ap 10,9-10, es una
adaptación de Ezequiel. La descripción del cielo y del trono de Dios, con los cuatro
animales que lo sostienen, depende de la visión del carro divino de Ezequiel. El
templo mesiánico de Ezequiel tal vez haya influido en la concepción de la Jerusalén
celestial, morada de los santos (Ap 21-22). También los lamentos sobre la ruina de
Roma (Ap 18), parecen inspirarse en la elegía sobre la ruina de Tiro 31. La visión del
ángel que mide el templo (Ap 11) y la ciudad (Ap 31) depende de Zacarías (Zac
2,1ss) y de Ezequiel (Ez 40,3). Los dos testimonios  o testigos  de Ap 11 constituyen
una referencia a Zacarías (Zac 3). De igual modo la visión de los caballos
angélicos (Ap 6) depende de la visión de Zacarías (Zac 6) sobre los cuatro carros. La
descripción del Hijo del hombre está compuesta de rasgos que se inspiran en
diversos pasajes del Antiguo Testamento (Zac 3,4). La primera Bestia de Ap 13 es
una combinación de los cuatro monstruos que en Daniel (Dn 7,1-8), representan la
sucesión de cuatro imperios paganos. La imagen de la Mujer, en los dolores de parto,
perseguida por el Dragón (Ap 12,1-17), nos transporta a los orígenes de la
humanidad, cuando Eva se dejó seducir por la serpiente. El arca de la alianza en el
100

templo (Ap 1,18) y la nube que llena el templo (Ap 15,8) aluden a 2 Mac 2:5-8, para
describir las persecuciones contra la comunidad, San Juan se sirve largamente de
las visiones del profeta Daniel, en las que describe la persecución de Antíoco
Epífanes. La visión de los que han triunfado de la Bestia (Ap 15,2-3), al lado de un
mar de cristal y entonando el cántico de Moisés, alude al Ex 14-15. El tema del
Éxodo y de la liberación de los israelitas de Egipto es ampliamente explotado para
escribir todas las grandes liberaciones del pueblo de Dios.

La fuente principal del simbolismo de Juan es el Antiguo Testamento. Sin embargo,


San Juan no se ha limitado únicamente a copiar a sus antecesores, sino que
transforma las imágenes que él toma del Antiguo Testamento, imprimiéndoles el
sello de su originalidad. Su inspiración profética es la que dirige el desarrollo de su
obra. Como todo judío, con un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras,
cuando quiere expresar una idea, le vienen espontáneamente a la pluma las
expresiones del profetismo tradicional.

3.3.1.- Teorías sobre el autor del apocalipsis

El autor del Apocalipsis nos ha dejado su nombre: Juan. La tradición cristiana


antigua identifica unánimemente este Juan con el apóstol San Juan, hijo del
Zebedeo. Unos cincuenta años después de la muerte de San Juan en Éfeso escribía
allí mismo San Justino: “su Dialogo con Trifón,  en el que dice expresamente:
"Además hubo entre nosotros un varón, por nombre Juan, uno de los apóstoles de
Cristo, el cual profetizó en la Revelación (Apocalipsis) que le fue hecha, que los que
hubieren creído en Cristo pasarían mil años en Jerusalén"(Dialogo con Trifón 81,1-4)
San Policarpo (f 155), que fue discípulo inmediato del apóstol San Juan, considera el
Apocalipsis como divinamente inspirado, y cita expresiones idénticas a las del
Apocalipsis(San Policarpo, Ad Piu 6,8). De Papías (αίβο) nos dice Andrιs de Cesárea
que afirmaba la autenticidad del Apocalipsis. También San Ireneo (hacia 190),
heredero de las tradiciones efesinas por haber vivido en Éfeso cierto tiempo,
identifica al autor del Apocalipsis con el apóstol San Juan (San Ireneo Adv. Haer.
4,20-11). Tiene igualmente mucha importancia el claro testimonio del Fragmento de
Muratori  (de hacia 170): "Apocalypsis etiam lohannis. Recipimus."
101

Tanto el resto del siglo II, al igual que la primera mitad del siglo III, fueron muchos
los escritores eclesiásticos que consideraron el Apocalipsis como obra del apóstol
San Juan. Es usado por Clemente de Alejandría (hacia 21 5) ,  por Orígenes (hacia
233) y por Tertuliano (hacia 207). Algunos autores de esta época, o incluso del siglo
anterior, llegaron hasta escribir comentarios sobre el Apocalipsis.

3.3.2.- Tiempo y lugar de composición.

El vidente testifica que las visiones que está a punto de narrar fueron vistas por él
mientras estuvo en Patmos. "Yo Juan. . . estaba en la isla llamada Patmos por causa
de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1, 9). Patmos es uno del grupo de
pequeñas islas cerca de la costa del Asia Menor, aproximadamente doce millas
geográficas de Éfeso. La Tradición, como Eusebio nos dice, nos ha afirmado que
Juan fue desterrado a Patmos durante el reinado de Domiciano por causa de su
testimonio de la palabra de Dios (Hist. Eccl., III, 18). La tradición transmitida por
Eusebio halla confirmación en las palabras del Vidente que se describe como "un
hermano y compañero en la tribulación'' (1, 9). Ireneo ubica el destierro del Vidente
en Patmos al final del reino de Domiciano. (Adv. Haer., V, 4). El Emperador
Domiciano reinó en los años 81-96 D.C. En todos lo referente a la tradición joánica
Ireneo merece un crédito excepcional. Su vida fue muy cercana a la edad Apostólica
y su maestro, San Policarpo, había estado entre los discípulos de San Juan. Eusebio
registrando la afirmación de Ireneo sin ningún error, agrega como el año del
destierro del Vidente el decimocuarto del reinado de Domiciano. San Jerónimo
también, sin reserva o vacilación, sigue la misma tradición. (Ex libro de Script. Eccl).

3.3.3.- Destinatarios del libro del apocalipsis

El Apocalipsis va dirigido inmediatamente a las siete iglesias del Asia Menor


proconsular, es decir, a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Filadelfia, Sardes,
Laodicea y Tiatira. Sin embargo, estas iglesias vienen como a representar a la
Iglesia universal, a la que en definitiva va dirigido el Apocalipsis.

El Apocalipsis se presenta como un libro profético (Ap 1,3.19) que, mediante


diversos vaticinios e imágenes, describe los hechos presentes y futuros de la
Iglesia. Esta, siempre perseguida, pero siempre triunfante, alcanzará finalmente la
perfecta victoria sobre sus enemigos. El autor sagrado presenta el poder pagano de
102

su tiempo luchando encarnizadamente contra Cristo y su Iglesia. Los anticristos de


que nos habla el Apocalipsis son personificaciones de fuerzas colectivas del mundo,
que, a través de los siglos, tratan de destruir el poder de Jesucristo. Si bien el
Apocalipsis se refiere inmediatamente a la lucha que sostenía la Iglesia con los
poderes paganos, a finales del siglo I tiene, sin embargo, un valor y un significado
permanente, ya que la Iglesia en la tierra es esencialmente militante. Tiene que
hacer frente continuamente a todos los errores y persecuciones que surgen a través
de los siglos (Maximiliano García Cordero, Comentario al Apocalipsis. Pág. 120).

El vidente de Patmos presenta la historia de la salvación como una gran liturgia del
mundo, por virtud del sacrificio del Cordero, se logra vencer el mal y las almas son
incorporadas al reino de Dios. Por este motivo, en todas las visiones, excepto en la
última se alude al Pontífice celeste y a su sacrificio (Ap 1,12-16). También se anuncia
la venida gloriosa de Cristo y las últimas calamidades que precederán a su venida.

3.4. El lenguaje figurado y simbólico del apocalipsis

El simbolismo ocupa en la interpretación del apocalipsis un lugar preponderante y


característico. El lenguaje al igual que las imágenes es simbólico. El autor del
apocalipsis habla a través de los símbolos. Los símbolos es un lenguaje que utilizaban
para comunicarse, especialmente entre las comunidades de Juan, víctima de las
persecuciones, y para evitar que las autoridades imperiales entendieran sus
palabras. Los cristianos se encontraban en su mayoría escondidos o huyendo por
causas de las persecuciones, sin embargo, tenían la necesidad de comunicarse entre
ellos, de una comunidad a otra, pero tenían el temor a ser descubiertas, por eso,
utilizan como lenguaje los símbolos. Un lenguaje descifrable para quienes no
entendía su expresión.

Es importante recordar que la Biblia fue escrita en Oriente, donde el lenguaje es


más colorido y pintoresco. Se recurre a las imágenes simbólicas para ilustrar e
iluminar verdades divinas o realidades misteriosas o desconocías al ser humano.
Mediante las imágenes simbólicas podemos hacer alusión a otras realidades que no
vemos. Cada imagen simboliza otra realidad de lo que parece. Los símbolos son una
señal visible de una cualidad extraña, irreal, diferente.
103

El libro del Apocalipsis se encuentra saturado de visiones simbólicas. El autor sigue


los usos habituales de los escritos apocalípticos. El símbolo es capaz de superar el
convencionalismo de nuestro lenguaje, elevar lo concreto a una dimensión
transcendente y abrirlo a una contemplación misteriosa.

El lenguaje simbólico es uno de los rasgos más característicos. En Apocalipsis las


imágenes están tomadas, generalmente del Antiguo Testamento. Todo él está
entremezclado de citas y alusiones al Antiguo Testamento. El punto de partida suele
ser el sueño interpretado como revelación de Dios (Gen 20,3; Dn 7,1ss; Mt 1,18-23).
El sueño evolucionó en visión, a veces con imágenes sobrecargadas imposibles de
imaginar, por lo que deben ser interpretadas, generalmente por el “ángel
intérprete”. El símbolo, además de ser más sugerentes que las palabras, universaliza
el mensaje: aunque se refiera a realidades que está viviendo el autor su mensaje es
válido para todas las épocas (Ap 17 y 18). En estos capítulos aplica a Roma las
imágenes que Isaías y Ezequiel atribuían a Babilonia; las bestias aúnan el poderío de
los tres imperios que presenta Daniel, etc.

2.- Origen del lenguaje apocalíptico

Apocalipsis pertenece a un género de literatura que era ya conocido y usado antes


de los escritos joanicos. En la literatura profética del Antiguo Testamento con
frecuencia se encuentran relatos semejantes de visiones. Muchas visiones presentan
puntos de contacto con las visiones que aparecen en el libro del Apocalipsis. Muchos
de los símbolos presentes en los libros proféticos reaparecen bastante modificados
en Apocalipsis.

Otros elementos en la literatura profética, que influye en Apocalipsis, son los


anuncios sobre el día del Señor, día de juicio, castigo para los enemigos de Dios y de
salvación para los que le son fieles.

Por otra parte, en el judaísmo del período cercano al comienzo de la era cristiana se
desarrolló una abundante literatura religiosa que usaba un lenguaje muy semejante
al de Apocalipsis, y a la que, por esta razón, se le da el nombre de “literatura
apocalíptica”. Esta literatura nació en momentos de grandes sufrimientos y desánimo
y quería sostener la fe del pueblo y asegurarle la victoria final de Dios sobre sus
104

enemigos, prometiéndole que después de esta época de calamidades Dios haría venir
una era de paz y felicidad.

Apocalipsis, utiliza un lenguaje conocido en el judaísmo del siglo I y que judíos y


cristianos siguieron usando por algún tiempo.

3.- Los símbolos en el libro del Apocalipsis

1. El Hijo del Hombre (Ap 1,12-16) El Hijo del Hombre se refiere al Mesías, a Jesús
que está en medio de los siete candeleros, que son su Iglesia. Jesús tiene en su
mano y protege a todos los responsables, animadores de las comunidades, y con ellos
cuida de toda la Iglesia.

2. Las siete estrellas (Caps, 2 y 3)

Son los 7 ángeles de las comunidades, todos los que cuidan de la Iglesia. Jesús está
presente en la Iglesia, conoce todo lo que sucede y evalúa lo positivo y negativo.

3. El trono de Dios (Ap. 4,1-11)

La visión del trono enmarca todo el Apocalipsis. Desde el comienzo, al presentarnos


al remitente, hasta la plenitud final. La palabra, “trono” aparecerá más de 40 veces.
El “trono” está en los cielos, encima y sobre la tierra. Es el lugar y sede Dios que
revela su presencia y grandeza, como dueño y Señor de la Historia. Desde el trono,
Dios genera la acción liberadora de los pueblos. Ahí se celebra el juicio del mundo y
la gran Liturgia de la victoria. La imagen del trono está tomada del Antiguo
Testamento. La usan los profetas Is 6,1 y Ez 1,26-28.

4. El libro y el Cordero (Ap. 5,6-12)

El libro representa la historia, la vida. Está cerrado con siete sellos o candados, y
significa que no comprendemos su sentido. El cordero es el Siervo de Dios y Señor
de la historia, que abre los candados y nos revela el sentido de vida y la historia. Es
un cordero degollado, pero de pie; es Jesús muerto y resucitado.

5. Caballo verde y jinete con calavera, es la peste y las enfermedades.

6. Los degollados por la palabra (Ap. 6,9-11)


105

Estamos frente a la realidad que están viviendo las comunidades del apocalipsis.
Sufren la persecución y el martirio por dar testimonio de fidelidad a Jesús y a su
Palabra.

7. Los 144.000 señalados (Ap. 6,12 AL 7,17)

Esta cifra simboliza los que se van a salvar. Significa un número completo, la
totalidad.

8. Los cuatro jinetes (Ap. 6,1-8) Los caballos representan el poder de Dios, de los
militares y de los comerciantes. Cada jinete representa una experiencia de las
comunidades:

1. Caballo blanco y jinete con arco, es Jesús, el vencedor de la muerte. 2. Caballo


rojo y jinete con espada, es la violencia y la guerra.

3. Caballo negro y jinete con balanza, es el comercio de hambre.

9. La multitud numérica.

Los números (12 x 12 x 1000 = 144.000) La totalidad de las 12 tribus, pueblo de


Israel, y los 12 Apóstoles de la Iglesia, el nuevo Israel. El 1000 es un número muy
grande, completo. Es el tiempo de Cristo. En el ejército del Cordero se pasa lista
para luchar contra el mal. Llevan el nombre de Dios, su sello y marca porque son de
Él y porque Dios les ha dado su Nombre, Yahvé se ha puesto a las órdenes de su
pueblo en el caminar de la Historia. En la noche de Pascua se sellan, marcan, las
casas para reconocerse (Ex 12,7-14). El nombre de Dios protege a su pueblo (Sof
3,12-13; Jl 3,5).

8. Los ángeles (Ap 8,1-11,15)

Ángel quiere decir enviado, mensajero. En la Biblia, cuando se presenta algún Ángel
es para que se busque y descubra el mensaje que Dios envía. En el Apocalipsis se
habla muchísimo de ángeles (67 veces). Su oficio es transmitir el mensaje, la
revelación de Dios y ejecutar sus órdenes. Pueden representar al mismo Cristo (Ap
1,1 y 10,1), o a las fuerzas históricas y naturales de la vida para alabar a Dios (Ap
5,11ss) y ejecutar su proyecto histórico (Ap 7,1 y 8,2). No se debe adorar a los
intermediarios de Dios, sólo a Él (Ap 19,10 y 2,8-9). En el Antiguo Testamento
106

influenciados por los ambientes orientales, sobre todo los persas, utilizan mucho su
función para transmitir el mensaje. Gn 3,23; Tb 3,17; Ex 23,20; Dn 8,15 y 10,13 etc.

9. El libro dulce y amargo (Ap 10,1-11)

Este librito dulce y amargo representa el Evangelio de Jesús que es necesario


aceptarlo y darlo a conocer (Ap 10,11). En el Apocalipsis, se habla de otros tres
libros: 1. El libro de la vida y de la historia, que lo entrega Dios a Jesús, el Cordero.
Solo él lo puede abrir, entender (Ap 5,1ss). 2. Los libros de las obras personales, que
son nuestras vidas (Ap 20,12). 3. El libro profético, representa el Apocalipsis, que
debemos escuchar y practicar (Ap 1,3.11;22,18-19).

10. Los dos testigos (Ap 11,1-13)

Representan a Moisés y a Elías que aseguran su presencia diaria en esta emergencia


que viven las comunidades. Anuncian el tema del juicio que comienza en los siguientes
capítulos, según las escrituras (Mal 3,22-23). También representan a Pedro y Pablo,
apóstoles martirizados que formaron el nuevo pueblo de Dios. Ya llega el Reino y es
necesario profetizar y dar testimonio.

11. La mujer y la serpiente (Ap 12,1-18)

La mujer simboliza a la humanidad. La nueva Eva que coopera en los planes de Dios;
es también la Iglesia perseguida que vive alimentada de la Palabra de Dios; y es
María, que da a luz a Jesús. Ella simboliza todo aquello que hacemos, las pequeñas y
las grandes luchas diarias, para mejorar la vida del pueblo. El dragón es “la antigua
serpiente” (Ap 12,9) que ha crecido hasta convertirse en inmenso dragón. Simboliza
el poder del mal, la muerte, y las instituciones que impiden la vida. En aquella época
la institución que encarnaba el mal, según las comunidades del Apocalipsis, era el
Imperio Romano, sus emperadores y los reyezuelos cómplices.

12. El cordero y la bestia (Ap 13,1-14,15)

Este es el título principal de Jesús y el más frecuente en el Apocalipsis (28 veces).


Es un Cordero fuerte, victorioso. Dueño y Señor de la Historia. Dirige el combate
contra la Serpiente y la Bestia y libera al pueblo de Dios. Invita a los hombres a
seguirle (Ap 14,4) hasta el día de sus bodas (Ap 19,7.9). En la fiesta pascual se
107

ofrecerá como sacrificio de expiación y memorial de la liberación (Ex 12,21-27). La


bestia es el Imperio Romano. Juan lo desenmascara, denuncia claramente la
situación. Su número es 666 (Sumando las letras hebreas de CéSaR y NeRóN dan
666). La bestia, el Imperio, está al servicio del mal. Está aliada a otra “segunda
bestia” que se disfraza para engañar y seducir por medio de la propaganda y el culto
imperial. Son los falsos profetas. Daniel denuncia también la sucesión de imperios
opresores que reaparecen con la persecución de Antíoco (Dn 7,2-7)

13. El Hijo del Hombre con la hoz (Ap 14,14-20)

Representa a Jesús que viene a juzgar y a poner fin al sufrimiento de sus


seguidores. Las comunidades cristianas se sienten alentadas y seguras al ver que el
juez es, nada menos que, su amigo Jesús. Ellos saben que la justicia de Dios se hace
presente en la vida de cada día. Esta visión está tomada del libro de Daniel (Dn 7,13-
14). Uno como hijo de hombre vino de las nubes del cielo y recibió todo el poder y un
reino que jamás será destruido. Jesús es el modelo, cabeza y salvador de toda la
humanidad.

14. Las siete copas (Ap 15,7-16,21)

Simbolizan las siete plagas contra el Imperio. Dios da una última llamada a la
conversión, pero la mayoría lo rechaza. Son una versión revisada y aumentada de las
siete plagas de Egipto, con las que Yahvé liberó a su pueblo de la esclavitud y del
sufrimiento.

15. La famosa prostituta (Ap 17,1-18)

El mismo autor nos explica que la bestia es el Imperio y la prostituta, con todos sus
lujos, es la Gran Ciudad del Imperio, Roma. Esta ciudad vive de la explotación a
otros pueblos sometidos por la fuerza, por eso es una bestia roja por la sangre que
derrama. Para ella su Dios es el tener, el placer, el poder, el aparecer. El lujo de los
poderosos es la causa del sufrimiento de las mayorías pobres.

16. La caída de Babilonia (Ap 18, 1-19,11)

Babilonia es la gran ciudad de Roma, la Capital del Imperio. Se anuncia su caída con
cantos y gritos de alegría de los mártires. Es el juicio de Dios a la ciudad causante
108

de todos los males. Al hacer justicia, Dios se ha colocado al lado de los creyentes
perseguidos. Los pobres tenemos la certeza de que es posible la esperanza en un
mundo más justo y fraterno para todos. Este juicio de Dios ya ha comenzado en
nuestra vida y realidad, pero concluirá con la llegada final de Jesús.

17. El jinete y la serpiente (Ap 19,11-20,15) El jinete del caballo blanco es Jesús, que
ejecuta la sentencia del juicio, castigando a la bestia, que es el Imperio Romano con
todos sus seguidores (Ap 19,20). Después, Jesús encadena al diablo para siempre
(Ap 20,10). Terminado el juicio, la muerte es vencida (Ap 20,14). Al final triunfa la
vida, que Dios nos da en abundancia a los que hemos sido fieles.

18. El árbol de la vida (Ap 21,1-22,5)

El nuevo árbol de la vida simboliza el cielo nuevo y la nueva tierra. La plenitud del
futuro será una novedad total pero enraizada en el tiempo pasado y cultivada
siempre en el tiempo presente. Semilla y frutos son don de Dios y tarea de la
humanidad. Así, a partir de lo que hay escondido en la historia como semilla
enterrada, brota todo nuevo: 1. Nueva creación (Ap 21,1) 2. Nuevo paraíso (Ap 22,1-
2) 3. Nueva alianza (Ap 21,3-7) 4. Nueva organización (Ap 21, 12-21) 5. Nueva ciudad
(Ap 21, 2. 10. 20) 6. Nuevo pueblo (Ap 21,2.9) 7. Nuevo sentido (Ap 21,22) Caerán
todos los velos. Contemplaremos el Rostro de Dios.

19. Los colores (Ap 1,14;6,3.5.8; 17,3)

Encontramos un gran colorido a lo largo de todo el libro. Los colores tienen un


significado simbólico. Así al señalar los colores de caballos, vestidos, cabellos se
revela un mensaje. - El rojo significa violencia, guerra. - El negro significa muerte,
algo malo o negativo. - El verde significa pudrición, peste. - El púrpura significa
riqueza, majestad. - El blanco significa victoria, pureza, fidelidad, eternidad... Los
colores son usados en los escritos apocalípticos del Antiguo Testamento (Dn 7,9 y
Zac 1,8).

20. Los números (Ap 4,5; 5,6; 7,4; 21,13-14) Tres: participa de la perfección del
número. Tres y medio: la mitad del 7, indica imperfección, brevedad, tiempo de
persecución. Cuatro: la creación, universalidad. Seis: 7 menos uno, simboliza la
imperfección y el fracaso. Siete: plenitud, perfección, totalidad. Diez: número
109

completo, pero limitado, poco. Doce: (3x4) organización, Israel con las doce tribus,
de Dios. Veinte y cuatro: dos veces 12, es el pueblo de Dios. Cuarenta y dos: tres
años y medio, por lo que comparte el significado del tres y medio. 666: tres veces
“siete menos uno” simboliza la imperfección y el fracaso total. 1.000: multitud, gran
cantidad, número incontable. 1.260: tres años y medio; tiempo de tribulación o de
prueba. 144.000: (12 x 12 x 1.000), es el número casi “infinito y completo de los
miembros del nuevo pueblo de Dios”.

21. Cuernos y trompetas

Cuernos: Ap 5,6; 12,3; 13,1; 13,11; 17,12. Trompetas: Ap 8,2.6; 11,15; 18,22. Tanto el
Cordero, como sus enemigos: serpiente, bestia, segunda bestia tiene 7 cuernos. En
pueblos de pastores el cuerno se hizo símbolo de poder (Dn 7,11 - 1 2; Ex 27,2). Las
trompetas son medios para dar las señales de combate o también para celebrar una
fiesta. Anuncian y traen un mensaje de revelación. Por eso los ángeles, mensajeros
de Dios, van tocando trompetas en esa lucha de liberación (Ap 8,2-11, 15).

Las trompetas alertan la lucha en la travesía del desierto (Núm 10,9), y en la


conquista de la tierra prometida (Jos 6,4- 9). Anuncian y acompañan la liturgia: (Joel
2,1.15).

22. Los cuatro seres vivientes (Ap 4,6-8; 19,4) Los cuatro seres vivientes los
encontramos al pie del trono. Representan la creación, las fuerzas de la naturaleza
que están bajo el dominio de Dios y a su servicio. Todos están llenos de ojos y alas
simbolizando al Espíritu Santo que todo nos enseña. La creación alaba y canta al
Señor día y noche. Esta visión fue tomada básicamente de Ezequiel, donde se
representa a la creación como el “carro de Yahvé” (Ez 1,4-12). Los Santos Padres
proponen estos cuatro animales como símbolos de los cuatro evangelistas y nos
ayudan a señalar el comienzo de cada evangelio.

23. Los terremotos (Ap 6,12; 8,5; 11,13.19) En el Apocalipsis se anuncian terremotos,
truenos, oscurecimiento del sol y la luna sangrando. Al igual que las plagas son una
llamada a la conversión. Significan que Dios se hace presente para liberar y juzgar.

3.6.- La realidad socio religiosa de la comunidad


110

El plan de las cartas es uniforme, y la simetría es casi perfecta. Todas comienzan


por esto dice, y el que habla es Jesucristo, designado por uno de sus siete atributos,
por aquel que dice mayor relación con la condición especial de cada Iglesia. Todas
terminan por una promesa dirigida al vencedor, o sea a todo cristiano fiel, la cual
responde más o menos directamente al atributo proclamado. En el cuerpo de cada
carta también se observa el mismo orden. Las palabras de Cristo comienzan en todas
las cartas por conozco, que tiene por complemento la situación de la iglesia, con las
amonestaciones oportunas. En todas las cartas se encuentra la expresión el que
tenga oídos, y a continuación se declara que es el Espíritu el que habla a las Iglesias,
es decir, el Espíritu Santo que posee Jesús4. Este Espíritu aparece aquí como una
persona.

La doctrina de las cartas presenta muchas semejanzas con el resto del Nuevo
Testamento, especialmente con los sinópticos, con las epístolas a los Tesalonicenses,
Colosenses, con la epístola de Santiago y la 1Pe. La cristología se presenta ya muy
avanzada, sobre todo en la afirmación clara de la divinidad de Jesús. El objeto
principal de las promesas es la vida de la gracia, la vida eterna del Evangelio,
comenzada ya en este mundo y que se completará en la gloria.

Los motivos que indujeron a San Juan a escribir estas cartas debieron de ser los
peligros y errores que comenzaban a introducirse en las comunidades cristianas. Los
peligros de las iglesias son más bien interiores que exteriores. La persecución
parece que es todavía considerada como algo futuro. Juan conoce perfectamente la
historia y la geografía de estas ciudades asiáticas, lo que supone que ya había vivido
en ellas 5.

Las cartas están dirigidas al ángel de cada iglesia, que debe representar al jefe de
cada una de ellas.

1.- Carta a la iglesia de Éfeso, 2,1-7.

Éfeso es nombrada por ser la metrópoli de la provincia proconsular de Asia. La


ciudad era muy antigua y la más rica del Asia Menor en aquel tiempo. Dotada de un
gran puerto, con un territorio muy fértil, y una industria muy floreciente, era un
gran centro comercial entre el Oriente y el Occidente. En ella confluían las grandes
vías romanas que venían de Galacia, de Mesopotamia y de Antioquía. Su grandioso
111

templo de Artemis o Diana, considerado como la séptima maravilla del mundo, era
famoso en toda la antigüedad y hacía de la ciudad un centro religioso de los más
notables del mundo antiguo. En la época de Domiciano vino a ser también el centro
del culto imperial de la provincia proconsular de Asia. Era también la residencia del
procónsul romano. Y en ella residía una numerosa colonia judía.

Después de la ruina de Jerusalén, hacia el año 70, San Juan vino a establecerse en
Éfeso, y allí se mostraba su sepulcro y hasta la casa en que había vivido en compañía
de la Virgen María. Después de la caída de Jerusalén, Éfeso vino, pues, a convertirse
en el primer centro del cristianismo oriental. En la actualidad, Éfeso no es más que
un campo de ruinas grandiosas, que, por sí solas hablan de la importancia que tuvo
esta ciudad en la época en que San Juan escribía el Apocalipsis.

Jesucristo es presentado hablando y dictando al vidente de Patmos (v.1) La orden


que le da es que escriba las cosas que le va a decir para comunicárselas al ángel de la
iglesia de Éfeso. En todas las cartas se repite el mismo mandato con las mismísimas
palabras. Sólo cambia el nombre de la ciudad a la cual va dirigida la carta.

El autor sagrado describe a Cristo con rasgos tomados de Ap 1,13. Se añade,


además, el detalle de que se pasea en medio de los siete candeleros de oro, como
para significar con esta actitud su dominio sobre todas las Iglesias, pues Éfeso era
como la metrópoli de todas las demás que ha de nombrar. Jesucristo tiene en su
mano y domina a todos los jefes de las iglesias, y es señor absoluto de ellas. El
hecho de pasear por en medio de ellas significa que Cristo vigila constantemente
sobre esas comunidades cristianas.

Jesucristo conoce la vida de la iglesia de Éfeso, de la cual hace un gran elogio. En


los trabajos sufridos y en las persecuciones padecidas por el nombre de Jesús ha
mostrado paciencia; y no ha tolerado la presencia de malvados y falsos apóstoles en
su comunidad (v.2-3). La iglesia de Éfeso los ha probado y los ha hallado
mentirosos. Se debe de tratar de los nicolaítas (v.6), grupos de origen gnósticos o
judíos, que se esforzaban por introducirse y perturbar las comunidades cristianas.
El Señor alaba la conducta de la iglesia de Éfeso con estos falsos doctores.

El elogio que hace Jesucristo de esta iglesia, tanto en lo referente a su fidelidad


doctrinal como en la paciencia manifestada en las persecuciones, supone que la vida
112

cristiana en lo que tiene de más esencial era floreciente en ella. Pero entonces,
¿cómo se entiende el reproche que le dirige: ¿Tengo contra ti que dejaste tu
primera caridad? (v.4). Ahora bien, la caridad es la virtud esencial de la vida
cristiana.

Jesucristo exhorta a la iglesia de Éfeso a la reflexión, al arrepentimiento y a la


práctica de sus obras primeras de caridad. De lo contrario, el Señor vendrá
y removerá la candelera de su lugar (v.5).

La iglesia de Éfeso tiene a su favor el hecho de haber aborrecido las obras de los


nicolaítas (v.6). No sabemos con seguridad quiénes eran estos nicolaítas.

2.- Carta a la iglesia de Esmirna, 2:8-11.

Esmirna era otra de las grandes ciudades del Asia Menor, situada a 50 kilómetros al
norte de Éfeso. Edificada sobre una grande bahía, disfrutaba de un magnífico
puerto. Se distinguió siempre por su fidelidad a Roma en sus luchas contra los
Seléucidas, Cartago y Mitrídates. Por eso se le concedió el título de fiel. Este
fervor por Roma lo manifestó también levantando, la primera de todas las ciudades,
en el año 195 a. C., un templo a la diosa Roma. En el año 26 d.C. obtuvo, antes que
Éfeso y Sardes, el privilegio de erigir un templo a Tiberio, a Livia y al Senado.

Esmirna era una ciudad rica y de mucho comercio. Por eso contaba con una
comunidad numerosa de judíos. La carta dirigida a la Iglesia de Esmirna es la más
breve de todas. Y sólo contiene elogios, lo cual parece indicar que era una comunidad
ejemplar. Comienza con el mandato de escribir dirigido al obispo de Esmirna.
Jesucristo se describe a sí mismo con los dos epítetos: es el primero y el
último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida (v.8). Cristo se mantuvo siempre
fiel a la voluntad de su Padre, incluso en el momento terrible de su pasión y muerte.
Por este motivo obtuvo la vida. La Iglesia de Esmirna ha de hacer lo mismo, aun
cuando se vea sumergida en la tribulación.

Jesucristo hace un buen elogio de la iglesia de Esmirna, que ha sufrido mucho, pero
que todavía tendrá que sufrir más. En la causa de estos padecimientos tendrán parte
los judíos, los cuales no merecen este honroso nombre, sino el de sinagoga de
Satán (v.9).
113

El Señor anuncia a esta comunidad (v.10), la persecución que el diablo va a


desencadenar contra algunos de ellos. El diablo, sirviéndose de la sinagoga de Satán,
arrojará en la cárcel a estos esforzados campeones de Cristo. Pero la tribulación, o
la prueba permitida por Dios, durará solamente diez días. Ante la prueba ya próxima,
Jesucristo exhorta a los cristianos a mantenerse fieles a la fe hasta la muerte. La
prueba suprema del amor del cristiano es el martirio. La exhortación a
mantenerse fiel se comprende bien teniendo en cuenta que la fidelidad a Roma era la
nota que había caracterizado siempre a la ciudad de Esmirna. Al que se haya
mantenido firme en medio de la tribulación el Señor promete darle la corona de la
vida, es decir, la corona de la vida eterna, que será el premio que Dios dará a los que
hayan perdido la vida terrena por amor de Él.

El Señor termina la carta prometiendo al vencedor que no sufrirá daño de la segunda


muerte (v.11). La segunda muerte significa la muerte eterna, la pérdida del alma y la
privación eterna de Dios en el estanque de fuego.

Carta a la iglesia de Pergamo, 2,12-17.

Pérgamo, otra de las grandes ciudades de Asia Menor, estaba a unos 70 kilómetros
al norte de Esmirna y a unos 30 del mar. Su grandeza y prosperidad databan del año
282 a. C., en que fue constituido el reino de los Atálidas, que duró hasta el año 133
a. C. En este año, el rey Átalo III se sometió al dominio de Roma. Estaba situada
sobre una solitaria colina de unos 300 metros de altura, desde la que dominaba el
amplio valle del Caico. Los reyes de Pérgamo habían fundado en ella una gran
biblioteca, que competía con la de Alejandría. Esto dio origen al desarrollo de una
industria, la del pergamino, que sustituía al papiro para la composición y escritura de
los libros. Fue famosa por sus monumentos religiosos, entre los cuales descollaba el
santuario de Zeus Soter.

Jesucristo se presenta empuñando la espada de dos filos (v.12). El contexto de la


carta indica claramente que se trata del poder irresistible de la palabra divina. La
palabra de Cristo es penetrante como una aguda espada de dos filos. Los que no sean
fieles a la doctrina cristiana serán combatidos por el mismo Jesucristo con la
espada de su boca (v.16).
114

Cristo alaba la fe y la fortaleza de la Iglesia de Pérgamo, porque, aun morando


donde está el trono de Satán, ha mantenido firme la fe recibida. Pérgamo podía ser
llamada con mucha propiedad trono de Satán (v.13), a causa de sus templos, de los
cultos paganos y de su colegio sacerdotal. Era el centro del culto imperial oficial, por
lo cual venía como a dominar sobre todos los demás templos de Asia Menor.

A pesar de la fidelidad demostrada por la Iglesia de Pérgamo, el Señor tiene sus


quejas contra ella: tolera en su seno a los que siguen las doctrinas de Balam y de los
nicolaítas (v.14-15). El v.15 parece identificar los nicolaítas con los secuaces de
Balam. Cristo exhorta a la Iglesia al arrepentimiento y a la corrección. De lo
contrario vendrá pronto a ella y peleará contra los corruptores con la espada de su
boca (v.16). Al vencedor en los combates de la fe le promete, dos cosas: el maná
escondido y una piedrecita blanca (v.11).

Carta a la iglesia de Tiatira, 2,18-29.

Tiatira, la menos importante de las siete ciudades nombradas por San Juan, estaba
situada a 65 kilómetros al sudeste de Pérgamo. Antes de que fuera incorporada al
imperio romano era una pequeña ciudad de guarnición. Hacia el año 190 a. C. fue
conquistada por Roma. Desde entonces comenzó a crecer la ciudad, llegando a
alcanzar un desarrollo industrial muy floreciente.

Además, la Iglesia de Tiatira no se ha estancado en la vida cristiana, sino que ha


progresado: sus obras últimas son mayores que las primeras (v.18), no sólo en
número, sino también en calidad. Las obras de caridad de la Iglesia de Tiatira son
más excelentes que al principio. Para San Juan, lo que caracteriza el verdadero
amor, la auténtica caridad cristiana, es la manifestación externa de ese amor en
obras de misericordia.

El apóstol le reprocha varias cosas que pueden ser motivo de perversión para los
fieles. Así ahora toma el nombre de Jezabel para designar probablemente a alguna
dama influyente de aquella Iglesia. En Tiatira abundaban las asociaciones de
artesanos, las cuales celebraban con frecuencia sus fiestas y banquetes religiosos,
que darían ocasión a los actos idolátricos aquí condenados. La falsa profetisa se ha
empeñado en seguir con sus fornicaciones y adulterios. Los términos fornicación y
adulterio pueden aludir a la convivencia con la idolatría.
115

Jesucristo amenaza con arrojarla en cama (v.22), en el lecho de la enfermedad. En


los (v.24-25) el Señor contrapone a los que acaba de condenar los demás que se han
mantenido fieles a la verdadera doctrina y han conservado pura la tradición
apostólica. Entonces, cuando Cristo venga, al que venciere y perseverare hasta el fin
en las obras de fe y caridad, le dará un premio: el dominio sobre las naciones (v.26) y
la estrella de la mañana (v.28). Es posible que San Juan nos hable de Cristo
como estrella de la mañana, como astro resplandeciente, para oponerlo al culto del
sol, que era adorado en Tiatira como un dios.

Carta a la iglesia de Sardes, 3,1-6.

Sardes, la capital del antiguo reino lidio, estaba situada a unos 50 kilómetros al
sudeste de Tiatira. El núcleo principal de la ciudad surgía sobre una alta y escarpada
montaña, que hacía de ella una fortaleza inexpugnable. El culto principal de la ciudad
era el tributado a la Magna Mater, una divinidad indígena parecida a la Artemis. La
industria principal de la ciudad era la de la lana y la tintorería. Sus habitantes tenían
fama de licenciosos e inmorales.

La carta a la Iglesia de Sardes es la más severa e imprecatoria de las siete. La


iglesia de Sardes había decaído mucho de su fervor primitivo y se encontraba en un
estado lamentable. Estaba como muerta. Y el pequeño núcleo de cristianos fieles se
hallaba amenazado de indiferencia en la vida espiritual. Por eso, San Juan trata con
su severa misiva de excitar a la iglesia a volverse al buen camino.

Jesucristo se presenta aquí como el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete
estrellas (v.1). Los siete espíritus de Dios representarían los siete ángeles que están
ante el trono de Dios. En cuyo caso, la expresión querría significar que Cristo domina
también sobre los espíritus angélicos.

El juicio que el Señor emite sobre la vida religiosa de la Iglesia de Sardes es de lo


más triste. Sus obras no son buenas, pues, si bien tiene nombre de vivo, en
realidad está muerto (v.1). Con lo cual quiere significar que la vida religiosa de la
iglesia de Sardes es tan lánguida y tan falta de la caridad de Cristo, que está como
muerta. Muchos de los cristianos de Sardes carecen de la vida divina de la gracia;
pero otros todavía la conservan. Por eso exhorta a velar para que no llegue a faltar
también la vida en aquellos en los que aún subsiste (v.2).
116

En el v.4 San Juan afirma que, en la Iglesia de Sardes, al lado de las almas muertas
y de las que gozaban de vida lánguida, había todavía otras de vida perfecta. Estas
personas no han manchado sus vestidos, y por eso caminaran con el Señor vestidas
de blanco. Los vestidos blancos, que tantas veces aparecen en el Apocalipsis, son
símbolo, no sólo de pureza, sino también de victoria, de alegría, de fiesta. En el cielo,
los elegidos, los ángeles y hasta el mismo Dios aparecen vestidos de blanco. Esas
almas selectas de Sardes, a las que alude el autor sagrado, formarán parte del
séquito de Cristo en el cielo. Por otra parte, la mención de vestidos convenía a la
perfección a esta ciudad, ya que Sardes era muy renombrada en la antigüedad por
sus telas y tejidos.

A los cristianos fieles de Sardes que resulten vencedores se vestirán de vestiduras


blancas, que representan la victoria final y la gloria de que serán revestidos los
elegidos en el cielo. Después se les promete que jamás será borrado su nombre del
libro de la vida, y confesar su nombre delante de su Padre y delante de sus ángeles.
San Juan termina la carta a la Iglesia de Sardes con las palabras el que tenga oídos,
que oiga lo que dice el Espíritu (v.6), como para incitar a los fieles a escuchar las
amonestaciones de Cristo y llevarlas a la práctica.

Carta a la iglesia de Filadelfia, 3,7-13.

Filadelfia, ciudad de la Lidia, a 45 kilómetros al sudeste de Sardes, había sido


fundada por el rey de Pérgamo Átalo II Filadelfo (159-138 a.C.), que le dio su
nombre. La ciudad estaba situada en una región volcánica, como un centro de
civilización abierto sobre la Frigia salvaje. El año 17 de nuestra era fue destruida
por un temblor de tierra. Con la ayuda liberal del emperador Tiberio pudo ser
reconstruida. La Iglesia de Filadelfia, juntamente con la de Esmirna, es muy alabada
por el autor del Apocalipsis. En tiempo de San Ignacio de Antioquía gozaba todavía
de gran reputación 20.

La presente carta no contiene ninguna amonestación. Los cristianos, que debían de


ser pocos y de baja condición social, se han mantenido fieles a la doctrina cristiana.
El autor sagrado se complace en acumular en la carta sobreabundancia de promesas
y recompensas.
117

Los apelativos que se dan en ella a Cristo son dignos de tenerse en cuenta. El
primero lo designa como el Santo (v.7), que es aplicado frecuentemente a Yahvé en
el Antiguo Testamento, pero que únicamente se encuentra aquí en el Apocalipsis,
aplicado a Jesucristo. Sin embargo, en los evangelios se da ya a Jesucristo el
apelativo de Santo. El segundo epíteto, el Verídico, el Verdadero, que va junto con el
apelativo de fiel en Ap 3,14; 19,11, designa la fidelidad de Cristo en el cumplimiento
de sus promesas. Antes faltará el cielo y la tierra que Jesucristo falte a sus
promesas. Cristo es veraz en todo lo que dice y hace; en cambio, los que combaten su
doctrina y obra son falsarios. El término verdadero (άλη·8ινόβ) es muy frecuente en
la literatura joαnica. El Santo, el Verídico, tiene la llave de David, que abre y nadie
cierra, y cierra y nadie abre (v.7) Jesucristo puede abrir y cerrar, o sea, tiene plena
autoridad para admitir o excluir de la Iglesia.

El Señor conoce las obras de la Iglesia de Filadelfia, y ha puesto ante ella una


puerta abierta, que nadie puede cerrar (v.8). A pesar de ser una ciudad pequeña y
contar con escasos medios, Cristo le garantizó el éxito de sus esfuerzos. Y
esa puerta sigue abierta, porque la comunidad cristiana de Filadelfia continúa
vigorosa en su fe, y el mismo Cristo la sostiene en sus ímpetus misioneros. Por
eso, nadie podrá cerrar dicha puerta mientras Jesucristo la mantenga abierta.

Entre las conquistas apostólicas de los filadelfios había que contar la conversión de
cierto número de judíos, que, abrazando la fe en Cristo, vendrían a postrarse a los
pies de la iglesia. Entonces los judíos convertidos reconocerán el amor, la
predilección del Señor por la comunidad que los ha acogido en su seno (v.9). Aquí
también el amor se manifiesta en los signos externos que la humilde y ejemplar
comunidad religiosa de Filadelfia convertida. 

A continuación (v.10) prosigue el Señor ponderando cómo la iglesia había sabido


imitar en medio de las dificultades los ejemplos de paciencia y perseverancia que
Jesús nos había dejado y que han de ser para los cristianos verdaderas enseñanzas.
Por el hecho de haber sido fiel en la guarda de la palabra de paciencia dada por
Cristo, también el Señor la sostendrá en el día de la prueba que vendrá sobre la
tierra. Y esto será pronto. Termina la exhortación estimulando a la Iglesia de
Filadelfia a guardar los bienes que posee, es decir, a perseverar en la conducta
hasta ahora observada, a fin de no perder la corona que tiene merecida (v.11).
118

El premio prometido al vencedor de la prueba es hacerlo columna en el templo de


Dios (v.1a). La imagen de la columna simboliza el puesto honorífico que tendrá el
vencedor en la Iglesia, y al mismo tiempo significa su estabilidad.

La promesa de estabilidad era muy oportuna para la Iglesia de Filadelfia, cuya


ciudad fue destruida por un terremoto en el año 17 d.C. El cristiano que permanezca
fiel hasta el fin se convertirá en una columna firme e inconmovible en el templo
celeste. Por eso dice que no saldrá ya jamás fuera de él. Sobre la columna se
escribirá el nombre de Dios y el de la nueva Jerusalén y el nombre nuevo de Cristo.
La acción de escribir estos nombres sobre el fiel vencedor significa que éste
pertenece a Dios y a Jesucristo y que es ciudadano de la Jerusalén celeste. 

Carta a la iglesia de Laodicea, 3,14-22.

Laodicea de Frigia estaba situada a unos 65 kilómetros al sudeste de Filadelfia, en


el valle del río Lico. Fue fundada por Antíoco II (261-246), con el fin de que fuese
una ciudadela del helenismo en los confines de la Frigia. Y le impuso el nombre de su
mujer Laodicea. Era un centro industrial y comercial muy activo. Su industria se
distinguía sobre todo por la fabricación de un tejido especial de lana negra. También
era importante su escuela de oculistas, en la que sobresalieron Zeuxis y Alejandro
Filetes. En ella se preparaba un colirio, hecho de una piedra frigia pulverizada, el
cual se exportaba a todo el Imperio romano. Por eso, la ciudad estaba llena de
bancas y de casas de comercio. Laodicea sufría también de los terremotos, que la
destruyeron en gran parte el año 61 d.C. Sin embargo, orgullosa y confiada en sus
recursos, no quiso aceptar la ayuda que le ofreció Roma. Y por sus propios medios
logró levantarse pronto de sus ruinas.

Son varios los títulos que se dan a Cristo al comienzo de la carta: el Amén, el testigo
fiel y veraz, el principio de la creación de Dios (v.14). La extraña designación de
Cristo como el amén, es decir, el fiel, el inmutable, contrasta con la triste condición
de Laodicea. Otro de los apelativos dados a Cristo es el ser el principio de la
creación de Dios (v.14).

A la Iglesia de Laodicea, Cristo reprocha el haber decaído de su fervor, dejándose


llevar de la pereza y del tedio por las cosas religiosas. Cosa bien explicable en una
ciudad dominada, por el afán del negocio y del lucro temporal. Las preocupaciones
119

por las cosas terrenas han sumido a los cristianos en un estado de indiferencia
espiritual. Se han vuelto tibios, como las aguas termales que corrían por sus
términos. Hubiera sido mucho mejor que fuera fría o caliente, porque así el Señor no
sentiría vómitos de ella y no la vomitaría de su boca (v.16). La tibieza de la Iglesia de
Laodicea era causada por su orgullo y por la conciencia de su autosuficiencia, que le
hacía creerse rica y que de nada tenía necesidad. 

Jesucristo les quiere hacer ver la realidad por medio de una serie de epítetos de
gran vigor. La ciudad que se creía rica y autosuficiente, es llamada desdichada,
miserable, indigente; la metrópoli del colirio es tachada de ciega, y la que traficaba
con ricas lanas y tejidos se encuentra desnuda (v.17).

Cristo índica los remedios que se han de aplicar a la Iglesia de Laodicea para que
pueda salir del mal estado en que se encuentra (v,18). Los laodicenses han de
comprar también vestiduras blancas, para cubrir su desnudez espiritual. Además,
han de conseguir un colirio espiritual, que les curará de su ceguera. Jesucristo
reprende a la Iglesia de Laodicea guiado por el amor que siente por ella (v.19).

4.- Interpretación profética de la histórica

Después de presentar la situación de las comunidades, el vidente es invitado a subir


al nivel de lo divino para contemplar el desarrollo de la historia desde la óptica de la
trascendencia.

El autor mediante un gran despliegue de símbolos, desarrolla la historia en cinco


cuadros:

1.- La historia sólo puede ser descifrada desde Cristo (4,1-5)

2.- Aparecen dibujadas las fuerzas que intervienen en la historia de la humana

(6,1-7)

3.- Las fuerzas comienzan a actuar y la historia se pone en movimiento (8,1-11).

4.- Presenta con fuerza el momento decisivo de esta historia: el choque entre

las fuerzas del bien y las fuerzas del mal.

5.- Se describe el desenlace final de toda esta historia. Los cánticos se suceden
120

sin cesar, porque la victoria es de Dios y alcanza a los que han permanecido

firme en la fe.

4.1.- Lo que va a suceder (4,1-4)

Esta sección forma una rigurosa unidad teológica. Se revelan las clases para
comprender la historia: todo lo que va a suceder. Su finalidad es inculcar la fe en la
providencia y sabiduría de Dios. La historia se ve desde los ojos de Dios. En los
versículos 1-11 se describe el trono de Dios. Es una invitación a subir al cielo. El cielo
quiere decir el lugar de la gloria de Dios. Lo que se ve es un misterioso trono y
alguien que está sentado en él. La visión de Dios, sentado en el trono indica su
perfecto dominio sobre todo lo creado. El relato entero gira en torno del trono que
está lleno de luz, coloreado por el destello de las tres piedras preciosas más célebre
de la antigüedad. Se insiste en el fulgor de Dios como “luz de luz”, y ésta como
símbolo de la vida.

Los relámpagos, las voces y los truenos contrastan con la contemplación tranquila del
trono de Dios. Este simbolismo indica la proximidad divina; la poderosa actividad de
Dios, pronto a intervenir en la historia. Hasta la naturaleza se resiente y se
conmueve ante el poder de Dios. La santidad de Dios lo invade e ilumina todo. Los
veinticuatro ancianos es la suma de doce tribus, representan la totalidad de los
santos, quienes han intervenido en la historia de la salvación y alaban a Dios. Portan
vestiduras blancas, para indicar que se han configurado con el misterio de la muerte
y la resurrección del Señor. Viven participando de la gloria de Dios y de su dominio
regio, están sentados en tronos, llevan coronas de oro e interceden ante el trono a
favor de la humanidad. El simbolismo de los cuatro vivientes están en medio de trono
y su alrededor. Están cerca de Dios se hallan tan cerca de Dios como nadie puede
estar. Están dedicados a entornar de por vida las alabanzas divinas. Intervienen
activamente en la historia de la salvación. Participan en apertura de los sellos;
interceden por la humanidad. Estos cuatro vivientes indican al mismo tiempo la
acción de Dios y la respuesta positiva de la humanidad. Un himno litúrgico cierra la
visión. Los vivientes dan gloria a Dios, los ancianos le arrojan sus coronas en señal de
acatamiento y se postran con reverencia ante él. La presencia inefable de Dios
sentado en el trono, se impone: empieza, centraliza y recapitula el relato. Es digno
121

de recibir toda gloria, honor y poder, porque es el creador de todo; él ha llamado lo


que no era a la vida; y es el creador incesante del universo. La voluntad de Dios se
muestra como un designio de vida. El que está sentado en el trono vive por siempre,
y está dispuesto a dar la vida.

4.2.- El libro del Cordero (5,1-14)

Todo está ya dispuesto para que el proyecto divino de salvación comience a


realizarse. Dios mismo emprende la iniciativa. De su trono emerge una mano y en
ésta hay un libro. La mano está extendida en son de paz y de comunión con la
humanidad, a la que ofrece el don de un libro. El libro estaba cerrado. Nadie era
capaz de abrir el libro. La pregunta. Y nadie en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de
la tierra, podía abrir el libro y ver su contenido. Juan el vidente, rompe a llorar
amargamente. Luego aparece ante sus ojos la visión central en el Apocalipsis: Un
Cordero de pie, pero degollado, con siete cuernos y siete ojos. Es Cristo pascual en
la plenitud de su fuerza mesiánica. Él va a cambiar desde dentro el rumbo de la
historia. Quién pone la historia a caminar, es un misterioso libro. El libro está
escrito por dentro y por fuera. El libro de preciso leerlo. Y está ya escrito y sellado
además con siete sellos; completamente acabado y hermético.

El libro se encuentra en la mano del que se sienta en el trono; pertenece a Dios. Este
libro contiene el designio misterioso de Dios sobre la historia. Nadie puede abrirlo.
Por eso la humanidad, representada en Juan, llora intensamente, porque no
encuentra un sentido que oriente su historia. Este llanto se termina cuando el
vidente es consolado por uno de los ancianos: “No llores, pues ha vencido el león de
la tribu de Judá, el retoño de David. Se trata de Cristo, muerto y resucitado. Es el
único que puede romper los sellos y abrir el libro. Ahora aparece ante Juan la visión
central, la aparición solemne de Cristo en su misterio pascual. En esta visión aparece
la figura del Cordero degollado, como la figura de inmolación propia del siervo del
Señor. Se refiere a la presencia de Cristo que derrama su preciosa sangre, como el
cordero pascual, sacrificado a fin de que su sangre sea señal eficaz de liberación. Es
la figura poderosa de Cristo, rey vencedor de la muerte, lleno de la energía de su
resurrección.
122

El Cordero está de pie, para hacer referencia a la resurrección de Jesús; en forma


de victoria sobre la muerte y degollado, alude a la muerte violenta en la cruz, por la
que derramó su propia sangre. Se afirma que Cristo posee toda la potencia y la
fuerza mesiánica, gracias a su resurrección. Con siete ojos, para señalar que tiene la
perfección de la ciencia y de la providencia. Su dignidad divina (en medio del trono),
su muerte (degollado), su resurrección (de pie), la totalidad del poder mesiánico
(siete cuernos) y su íntima posesión y donación. Alrededor del trono de Dios y de
Cristo, centro de atracción hacia el que todo gravita, se cierra ya, como un perfecto
círculo, esta alabanza universal.

4.3.- Los sellos. Revelación del sentido de la historia (6,1-7).

Dentro del libro del Apocalipsis, el capítulo 6 ocupa un lugar importante. Juan
escribe la apertura de los sellos, no para satisfacer la curiosidad, sino para mostrar
que Jesús es el Señor de la historia y conduce los acontecimientos. La apertura de
los sellos muestra el juicio de Dios en marcha y ayuda a ver el rumbo de la historia.
Esta parte se centra con la apertura paulatina de los sellos, que encerraban el libro.
El que el libro está sellado subraya, por un lado, la importancia de su contenido. Y,
por otro, la dificultad de poder conocer lo que está escrito en él, si no se rompen los
sellos. Este libro contiene el plan de Dios sobre la historia. Dicho plan permanece en
secreto para los seres humanos que solo conocen de la historia lo más superficial,
como se indica simbólicamente en 5,1 con el hecho de que le libro está escrito por el
anverso y el reverso. Ahora, quien es capaz de romper los sellos y revelar el sentido
profundo de la historia. Para Juan la respuesta es clara. Sólo Cristo, pone en marcha
definitiva el plan de Dios en la historia y es capaz, a la vez de revelar su significado
más profundo. La muerte del Cordero, después de su persecución y condena en la
cruz y resurrección, se convierte en la clave de la interpretación de la historia y
comienzo de la nueva humanidad. Junto al papel de Cristo, Juan quiere revelar,
otros aspectos de la historia:

La acción liberadora de Dios encuentra en la historia unas fuerzas negativas que


intentan contrarrestar dicha acción. Esto se explica con las persecuciones que está
sufriendo la comunidad. Ahora bien, dicha persecución no es la última palabra de
Dios sobre la historia. Pues Cristo que es el auténtico Señor de la historia, ha salido
ya para vencer el mal, lo cual significa que el bien acabará triunfando sobre el mar.
123

La victoria del bien no será sólo parcial y temporal, sino definitiva. Estamos a las
puertas del nacimiento del mundo nuevo. Los males que azotan al mundo no van
dirigidos contra los creyentes, que están en manos de Dios. En esta situación le toca
a la comunidad mantenerse fiel a los valores del Cordero degollado, aun a costa de la
propia vida, del martirio; y confiar en la salvación final de Dios, que los mártires
viven ya anticipadamente. A ellos se les promete que “ya nunca tendrán hambre ni
sed, ni caerá sobre ellos el calor agobiante del sol. Porque el Cordero que está en
medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de aguas vivas y Dios
enjugará las lágrimas de sus ojos” (7,16-17). Aparecen los elementos típicos que
intervienen en la lucha dialéctica ente el bien y el mal. Los cuatro caballos expresan
dramáticamente el desarrollo de la historia, que se desenvuelve entre dificultades.
El vidente describe al caballo y al jinete, evocados por los cuatro seres vivientes.
Las calamidades desencadenadas por la apertura de los cuatro sellos tienen una
estrecha relación entre sí. Los jinetes, que personifican tales calamidades, son
símbolo de una potencia conquistadora y de los tres males definen tradicionalmente
los tiempos de desgracia: Guerras, hambres y epidemias aparecen una y otra vez a lo
largo de la historia humana, al parecer debidas causas naturales. Los tres caballos
de color: rojo, negro y verde-amarillo, indican las grandes plagas de la humanidad; la
violencia, la injusticia social, la muerte con su cortejo de males. El jinete, montado
en el caballo blanco, representa a Cristo resucitado, lleno de su eficiente energía,
que combatirá contra esos grandes azotes de la humanidad y que finalmente
resultará vencedor.

4.3.1.- Los Caballos.

El libro cerrado con siete sellos se abre para que los decretos de Dios se cumplan.
Cristo desata, uno a uno, todos los sellos. Así aparecen los jinetes: El primer
caballo es de color blanco. Es el vencedor y para vencer cabalga. Se trata de Cristo
resucitado, adornado con el color blanco de la resurrección. Él es por su
resurrección el vencedor absoluto de la muerte y del mal. El segundo caballo es rojo,
el rojo de la sangre. Significa la violencia, Pues la violencia consigue quitar la paz de
la tierra, y hace que jurga la guerra, y por ella los hombres se asesinan unos a otros.
El tercer caballo presenta la injusticia social, que mata de hambre a gentes y
pueblos, y distribuye la riqueza y el bienestar conforme a la ambición de unos pocos.
124

Es el gran pecado de la humanidad. El cuarto caballo es de color verde-amarillo, el


color de un cuerpo moribundo que se torna cadáver. La interpretación ya nos viene
dada la muerte. Se encuentran todos los males de la humanidad. El texto ofrece el
lúgubre cortejo que acompaña a la muerte: la espada o la violencia, el hambre, las
diversas clases de pestes y epidemias. Se trata de la fiereza de los hombres,
cuando se vuelven para ellos mismos lobos.

4.3.2.- Los mártires (6,9-11)

Es el tiempo de la persecución. Aquí parecen todos los mártires y piden justicia por
su sangre derramada. Estos mártires han sido degollados, igual que el Cordero; su
muerte es redentora y está unida del todo a Cristo. Fueron degollados por causa del
testimonio que dieron de la palabra de Dios. Ellos gritan: “Hasta cuándo, oh Señor,
tardarás en hacer justicia, vengando nuestra sangre contra los habitantes de la
tierra? (6,10) Es el grito de los torturados y martirizados que sube hasta Dios.
Gritan pidiendo justicia contra la impunidad. La respuesta de Dios es: “esperen un
poco más de tiempo” (6,11). “Hasta que se complete el número” (6,11). Más gente
morirá por causa de la palabra. La persecución tiene plazo para terminar. Reciben el
premio de una vida inmortal, participando de la misma condición gloriosa del Señor
resucitado. Dios aparece como el “defensor”; y tiene el deber de reparar con su
justicia la injusticia cometida contra ellos, el desagravio de su sangre derramada.
Ante tanta sangre derramada que clamaba contra el cielo, la sangre del Cordero,
expresión del amor divino, pretende redimir y lavar los pecados de los hombres y
hacer una humanidad que agrade a Dios. Frente a la avalancha de males que se
abaten sobre la humanidad, simbolizados en los tres sellos anteriores, Dios cuenta
con la oración de los santos. Para mantener el ritmo positivo de la historia, a fin de
hacer avanzar la salvación y recordar la fe de otros hermanos que, van a ser
martirizados, es necesaria la oración.

4.3.3.- El cataclismo Final (6,12-17)

Significa que las profecías se están realizando. Todo lo que sucede es expresión de
la venida de Dios. Todas las manifestaciones cósmicas, quieren indicar la inminente
aparición divina; son señales de la llegada del gran día de la cólera de Dios. Lo
original de este relato es que se habla de la ira del Cordero. La situación cambió
125

radicalmente. Los que antes dominaban y perseguían, ahora huyen despavoridos.


Todos ellos buscan esconderse de la presencia de Dios. Cristo se presenta con toda
la densidad de su misterio y no se presta a manipulaciones. Le duele profundamente
la injusticia humana. No se puede silenciar el misterio humano de la iniquidad. Si la
ira divina es una reacción ante la postura de cerrazón de los hombres. La comunidad
cristiana, sin embargo, no se esconde bajo las cuevas ante la llegada de Cristo; ella
lo espera con verdaderas ansias, como la esposa aguarda a su señor. Y con ánimo,
porque se siente liberada; ha llegado el diablo con su cólera, pero lo ha vencido el
Señor, que es Rey de reyes.

4.3.4.- Los ciento cuarenta y cuatro mil (7,1-8)

Ahora el vidente contempla cuatro ángeles que sujetan los cuatro vientos. Su
número de ciento cuarenta y cuatro mil. Los cristianos serán asistidos por una
especial providencia divina, se verán libres de ciertos males y fortalecidos para
superar todos los demás. Son los herederos legítimos del Antiguo Israel, es decir,
los cristianos fieles. Todo el relato lleva una marca típicamente cristiana, subraya
una protección divina sobre este grupo. La acción ahora se sitúa en la
transcendencia. Se puede contemplar una ingente muchedumbre delante de Dios y
del Cordero. Es universal, pues pertenece a todas las naciones; e innumerables, pues
nadie la podía contar. Esta multitud está de pie. Ya participa de la resurrección de
Cristo. Además, por túnica blanca. Es decir, lleva en su condición exterior, la gloria
del premio prometido por Cristo. Los ángeles se suman a esta celebración. Han
lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. Se quiere indicar la
plenitud de la redención llevada a cabo por Cristo; su sangre lava los pecados y sirve
de unión a su condición glorificada; por eso visten con color blanco de la
resurrección.

Están presente ante Dios, tributándole un culto. Están asociados al culto celeste
mediante una liturgia ininterrumpida, día y noche. Dios pone su tienda, habita, por
fin, gloriosamente con esta muchedumbre. No surgirá ya más penalidad; acabará
todo cuanto hace sufrir y llorar a la humanidad. Con suma delicadeza se dice que
Dios enjugará las lágrimas de los ojos. El Cordero está en medio del trono. Cristo
resucitado aparece como el pastor del nuevo pueblo que es la iglesia. Ahora de
contesta con la presentación solemne de una inmensa multitud de rescatados.
126

Representan una avanzadilla en la historia de la humanidad, una anticipación de la


victoria final.

5.- Las trompetas. La historia se pone en movimiento (8,1-11).

Ahora escuchamos el repetido sonar de siete trompetas. Anuncian con solemnidad


que Dios se hace presente en la historia. Y cuando Dios se acerca, la naturaleza se
conmueve. Es el septenario central del Apocalipsis. Por ello es el más desarrollado,
pues constituye el corazón de la revelación que Juan quiere comunicar a sus
comunidades. Con el símbolo de las trompetas, Juan a la movilización de los
cristianos en un momento decisivo de la historia. Las siete trompetas anuncian las
desgracias que aguardan al mundo si se cierra a la llamada de Dios a la conversión.
También intervienen en la historia humana unas fuerzas demoníacas. Cristo, el
Cordero sigue abriendo el libro sellado. Dios cuenta con una colaboración necearía la
oración. Sigue siendo un misterio el poder de la oración hecha por la Iglesia. Silencio
que no significa una pausa privada de sentido, sino un remanso altamente elocuente y
lleno de respeto ante la sublimidad de Dios, silencio propio de la liturgia. Es tiempo
de que la iglesia se abra a este misterio. La primera trompeta provoca una colosal
tormenta de granizo y fuego, con sangre; es una acentuación de la plaga del cuarto
caballo de color verde- amarillo. La segunda alude a una convulsión volcánica de
dimensiones cósmicas; un gran monte ardiendo se precipitó sobre el mar, que
convierte en sangre sus aguas. La tercera es una catástrofe astral, una estrella
ardiendo aplasta la tierra y emponzoña las aguas, volviéndolas amargas. La cuarta
trompeta alude a un eclipse simultáneo de planetas y satélites. Las plagas se abaten
sobre la naturaleza; la tierra, el mar, las aguas, la luz. Se trata del poder del mal,
que realiza una obra anti divina. Lo que Dios había hecho bueno, ahora se
desnaturaliza y pierde su bondad original.

Estas catástrofes son señales de liberación para el pueblo elegido, como aconteció
en Egipto. Al sonar la quinta trompeta, se le entrega la llave del abismo a una
estrella. Es el ángel del abismo, o la concentración del abismo, una fuerza maligna es
su prehumana y subterránea, muy difícil, de ser entendida. Esta potencia invade
lenta y faltamente la historia, se adensa, se oscurece, como un ángel exterminador.
La vida se convertirá en insufrible, en nausea; preferible sería la muerte, pero la
muerte huirá. La finalidad de todo es la conversión. No obstante, será un tiempo
127

limitado y no todos sufrirán idénticos padecimientos. Por la tanto, será el tiempo de


la potencia del mal en el mundo; los centros de poder opresivo simbolizados en las
coronas de oro, la inhumanidad; la capacidad de seducción fatal; la crueldad típica
del león; el estruendo del combate, el rumor de guerra, el poder para hacer daño,
propio de los escorpiones. En resume, para comunidad que lee el Apocalipsis, queda
abierto un tiempo de reflexión sobre la grandeza y el poder del mal en nuestra
historia. Es el destructor. No proviene de Dios, sino que es algo demoniaco; tan
enorme es su fuerza que no puede provenir de un hombre, sino de una instancia más
potente. El Apocalipsis lo designa como el gran Dragón o la serpiente antigua, Diablo
o Satanás. La sexta trompeta, es una victoria provisional del mal. Representa a las
fuerzas diabólicas. Ahora se acentúa la multiplicidad de las fuerzas negativas.
Surgen caballos en estampida. Con ello se representa la suma violencia y
destrucción. Están hechos para destruir. Son participes de las fuerzas negativas,
pues tienen colas como de serpiente. Es el demonio, la serpiente primordial. Es una
fuerza que actúa en la historia de manera incontroladas, desmedidas en su cantidad
en su capacidad de hacer radicalmente daño, de echar veneno.

6.1.- El juramento del ángel (10,1-7). Aparece la solemne visión de un ángel. La


hermosura del sol le brilla en el rostro, y sus piernas tienen la firmeza y la
incandescente solidez de las columnas de fuego. La imagen descrita es semejante a
dos rayos de sol que cayesen verticales, fulminando la tierra. La sido preparándose
en la historia, lo han ido proclamando sus siervos, los profetas. Dios sostiene este
proyecto de salvación, y aunque pase por dificultades, es proyecto de salvación. La
Iglesia, portadora de este misterio de Dios, no está abandonada a su sola fuerza o
recurso, sino protegida por la providencia. El mundo no camina desbocado hacia el
fracaso. Dios lo guía.

6.2.- Los dos testigos y la bestia (11,1-14)

El relato acaba situándose en el cielo. Quiere decir que la Iglesia no será entregada
a los paganos, sino que será preservada, en lo más sagrado, de las asechanzas ajenas.
Conocerá tiempos de calamidad y de persecución, pero no podrá ser destruida. El
poder de Dios la asiste. Su “tiempo” se sitúa extrañamente en el pasado, el presente
y el futuro, que se entrecruzan rompiendo la acción lineal del tiempo normal. Juan,
recuerda que, aunque los sufrimientos de la comunidad puedan llevar a pensar lo
128

contrario, de hecho, las Iglesias están siempre protegidas por Dios. Esta protección
no excluye el que las Iglesias puedan ser perseguidas y martirizadas por el imperio.
Pero ello ocurriría sólo durante un tiempo limitado: “porque ha sido entregado a los
gentiles que pisotearán la Ciudad Santa cuarenta y dos meses” (11,2). La iglesia está,
pues representada en la imagen de estos dos testigos, que reproducen la misma vida
del Señor: predicación, muerte, ignominia. El Espíritu de profeta es el testimonio de
Jesucristo. Cristo sigue dando testimonio hasta hoy, a través del Espíritu que
suscita profetas dentro de la iglesia. Juan quiere subrayar a su comunidad que debe
dar testimonio profético en el mundo antes de que suene la séptima trompeta. La
noticia de que algunos se convertirán (11,13) es un mensaje de consolación para los
que bien en medio del “segundo ay”, es decir, en medio de las pruebas escatológicas
que está experimentando la comunidad y que preparan el toque de la séptima
trompeta. Ésta anuncia el castigo definitivo de Dios contra el Imperio romano y el
acercamiento de los últimos tiempos.

7.- Las tres señales. Choque de las fuerzas antagónicas (11,15-16)

En la original visión del Apocalipsis, se han roto las fronteras entre el cielo y la
tierra; e cielo está ya abierto, y existe una comunicación perfecta. Todo cuanto
sucede en la tierra, cuanto realiza con empeño la iglesia, tiene su reflejo y su eco
fiel en el cielo. La iglesia terrestre ha realizado una misión profética a través de sus
testigos y ha seguido la misma suerte de su Señor. Estos versos son una respuesta
celebrativa, coral a cuanto ha acontecido. Ya ha llegado el reinado de nuestro Dios y
de Cristo. Ha comenzado a ser instaurado en el mundo, aunque conocerá un devenir y
un cumplimiento. Se menciona estrechamente a Dios y a Cristo. El himno insiste en la
grandeza de Dios, que tiene plena autoridad, y la despliega en el eficaz crecimiento
de su reino. Una positiva y acogedora, que se verá recompensada con un premio para
los profetas y los santos, y todos aquellos que veneran el nombre de Dios. La visión
solemne del arca de la alianza indica que han llegado ya los nuevos tempos. Significa
también que los designios sobre tierra, están arriba, conservados en lugar seguro,
cerca de Dios. Todo está guardado en la providencia divina, y ahora el arca debe
abrirse para mostrar su contenido. Como en cualquier teofanía solemne, los símbolos
naturales acompañan con su clamor, subrayando vigorosamente, la grandeza de la
revelación.
129

8.- La mujer y el dragón (12,1-18)

El capítulo 12 es un ejemplo clásico del pensamiento apocalíptico. Muestra cómo


historia del mundo de aquí abajo no es más que una revelación tortuosa y progresiva
de la victoria del Hijo del Hombre ya alcanzada en el mundo de allá arriba. El
mensaje fundamental del relato habla de la iglesia, como nuevo pueblo de Dios, quien
da a luz, en medio de la persecución, a Cristo, el Mesías. La acción comienza en el
cielo, luego sigue en la tierra (el desierto), de nuevo en el cielo, continua en la tierra,
adonde es precipitado el dragón, sube otra vez al cielo, donde se canta un himno
solemne, desciende a la tierra y aquí es perseguida la mujer. Aparece una gran señal.
Es una mujer, esposa y madre. La mujer simboliza la vida, la humanidad el pueblo de
Dios, las comunidades perseguidas. Su vestido de sol indica la predicación con que
Dios la envuelve; un vestido hecho de transcendencia y celestial hermosura. Esta
mujer simboliza al pueblo de Dios, mientras que las doce estrellas representan a las
doce tribus de Israel, que va a ser reconstruido con la venida y triunfo del Mesías.

Ella supera el tiempo y sus fases, por su forma de estar encima de la luna, pisándola,
señal de dominio. Su corona de doce estrellas hace referencia al premio, que
significa poder compartir una condición celeste y gloriosa. En la figura misteriosa de
esta mujer, se representa la iglesia, en la plenitud de su realización escatológica,
anclada en la eternidad de Dios, revestida del mismo brillo de Dios, y como la
coronación histórica del pueblo de Dios. Esta misma mujer, está dando a luz. Sus
dolores son preludio gozoso; muy pronto dará a luz. Frente a frente se encuentran
una mujer impedida y un enorme dragón. El dragón está delante de la mujer para
devorar el niño que está por nacer. Es una lucha de desigual. A pesar del peligro que
acecha, la mujer da a luz un hijo varón, que pastoreará. Se trata de pueblo de Dios,
que, en el tiempo de la salvación, da a luz a la comunidad de la iglesia y ésta
históricamente da a luz a Cristo. La iglesia que está dando a luz continuamente a
Cristo. Es un Cristo pascual. Se habla, pues del nacimiento pascual de Cristo.

El hijo fue puesto a salvo. A través de su resurrección escapó de las garras de la


muerte del dragón, y fue llevado junto al trono de Dios, que indica el poder de Dios,
desplegado en la historia. Se trata de la resurrección-glorificación de Cristo; por su
resurrección Cristo nace y es engrandado por el Padre. La resurrección es el nuevo
comienzo, la nueva creación, expresión del poder de Dios que vence al Dragón y
130

protege a su pueblo. La mujer huye al desierto, donde es alimentada por Dios. Allí es
alimentada por Dios, con el maná. Dios protege a su iglesia fortalecida con el nuevo
maná que es Cristo. Dios protege a su iglesia a lo largo de su prueba del desierto. De
nuevo la acción sube al cielo, donde se entabla una colosal batalla, entre Miguel:
“Quién como Dios” o “el combatiente de Dios” y el dragón. Satanás ha sido vencido y
ha perdido su poder, lo cual queda simbolizado con el hecho de que es expulsado del
cielo. El dragón perdió su función de acusador: “No hubo más lugar para él en el
cielo” (12,8). Miguel expulsó al dragón del cielo, del mundo de allá arriba (12,7-9). Ya
no hay lugar en el cielo para el dragón porque ahí está Cristo que lo venció. Esta
victoria es celebrada inmediatamente en el cielo, donde resuena una voz potente. Es
la voz de los veinticuatro ancianos y los mártires que clamaban bajo el altar y la
multitud de los sellados. Toda la humanidad rescatada se regocija. Se ha hecho
presente la victoria de Dios y de Cristo. La causa es la derrota del gran dragón,
designado como el acusador. Este gozo debe contagiar y fortalecer a los habitantes
de la tierra, que sufrirán una cruel persecución por parte de los dos emisarios
satánicos: ¡Ay de la tierra y el mar, porque el diablo bajó junto a ustedes sabiendo
que le queda poco tiempo”! (12,12). Además: “Cuando vio que había sido expulsado del
cielo, el dragón comenzó a perseguir a la mujer, la que había dado a luz un pequeño
hombre” (12,13). Esta mujer que representa a la iglesia, es asistida por la
providencia de Dios que la lleva sobre alas de águila. Arrecia la persecución, esta vez
simbolizada en la multitud de aguas turbulentas. Una nueva decepción acrecienta la
rabia del dragón, que va a seguir luchando, sin cejar, contra los otros hijos de la
mujer, los hermanos de Jesús, configurando en la imagen del Hijo. Son los cristianos
que se adhieren al Señor, que dan testimonio de Jesús, manteniéndose fieles a la
palabra de Dios. El dragón, vencido, se queda esperando. La mención del gran dragón
y de sus fechorías. Posee un origen demoníaco, se trata de una potencia hostil que
se muestra históricamente más capaz que los mismos hombres. Se perfila la
situación de Cristo y de la iglesia; la que nos aguarda a todos los cristianos.

El juicio de Dios contra el reverso de la historia.

4.1.- La fuerza del dragón y las dos bestias.

La historia está vista de manera panorámica. Es la iglesia, pueblo de Dios, que da a


luz al Mesías, y éste con el triunfo de su resurrección derrota estrepitosamente al
131

Diablo. La lucha de un diablo humillado. Este combate, que sean sus manifestaciones
históricas, tiene un carácter diabólico. Ha llegado el triunfo y el reinado de Dios y
de Cristo; solo es preciso completarlo, ya queda poco tiempo. El ataque del dragón se
hará más cruel, pero la asistencia de Dios será mucho más poderosa. El mal
deshumaniza la historia, la profana y la envilece; la aparta de su sentido original y
del desenlace final de salvación: El mal aparece encarnado en tres siniestros
personajes: el gran dragón, la primera bestia y la segunda bestia. Configuran los
tres una autentica burla de la santa Trinidad; se trata con estricto rigor de una
triada demoníaca. Esta es la raíz de su malicia y de su altiva pretensión: ir contra
Dios, combatir a la iglesia por los todos los medios posibles, con la ferocidad y la
seducción; borrar de la tierra cualquier vestigio de auténtica humanidad. Están en
pie de guerra y su acoso se muestra en la historia de manera incesante. El dragón
aparece representa toda la realidad poderosa del mal en su raíz, su enorme vitalidad
que no ceja. El gran dragón engendra a sus dos emanaciones más notables, la primera
y segunda bestia.

La primera bestia (13) surge del mar, del oscuro mundo del caos. El amar personifica
las potencias hostiles a Dios. Su aspecto es hibrido, cruce de varios animales. Tiene
diez cuernos y siete cabezas. El Apocalipsis lo ve proféticamente encarnado con el
anticristo o imperio romano. Busca la adoración; ataca a Dios y a los santos, que
habitan en el cielo. El Apocalipsis exhorta mantener la paciencia, ante la adversidad
que espera a todos los cristianos; los sufrimientos, el destierro y la espada. La
bestia recibe el poder y la potestad del gran dragón; su gloria consiste en que se le
adore. Es su lugarteniente, su presencia visible en este mundo. La bestia es un
animal hibrido, mescla de leopardo, oso y león. La bestia ha sido herida en la cabeza.
Se alude a la enorme vitalidad del imperio y del emperador, célebre en la creencia
popular del emperador “Nerón”.

La bestia y el dragón subyugan a todas las gentes, para que le rindan culto. Quienes
siguen al Cordero llevan una señal de partencia sobre su frente. Los adoradores de
la bestia, que han sido engañados, portan igualmente una señal de pertenencia sobre
la frente. La segunda bestia (13,11-18) sube de la tierra, que significa el horizonte
donde se desarrolla la historia humana. Su realidad profunda emerge cuando es
puesta en parangón con el Espíritu Santo. La segunda bestia es el espíritu de la
132

mentira, el falso profeta. Representa todo el poder de persuasión y de propaganda


del Estado. El número de la bestia es 666 según las reglas de a “gematria” o del
valor simbólico de los números leído en carácter hebreos da como resultado “Nerón
Cesar”. Este símbolo anuncia la persecución e indica su parcialidad.

4.2.- El cántico nuevo (14,1-5)

Es la escena simbólica. Es el Cordero victorioso. El Cordero de pie. Se trata de


Cristo resucitado, con la plenitud de su energía mesiánica. El monte Sión reproduce
el lugar donde, según se creía, iba a empezar la salvación escatológica. Esta
referencia comporta cuatro características: es señal indeleble de que han resultado
vencedores, en el premio a su fidelidad, signo de la providencia con que Dios los
asiste, y señal de su consagración divina. La audición se va modulando. Primero es
voz del cielo, luego voz de trueno grande, más tarde esa voz por su resonancia e
inmensidad se convierte en la voz de muchas aguas. Y todo este fragor y estruendo
se remansa en música suave, tocar las citarás; una música litúrgica. Se trata un
cántico nuevo; la novedad celebrada por este cantar no puede otro son la traída por
el Cordero. Este triunfo de Cristo tiene el poder de hacer nuevas todas las cosas; el
nombre de Dios, la ciudad de Jerusalén, el cristiano y el universo. Frente a aquella
visión negativa de la tríada demoniaca, el Apocalipsis ofrece esta brillante estampa
de victoria y de una iglesia en marcha.

4.3.- El mensaje irrevocable (14,6-13)

Son heraldos de Dios y presagian con su anuncio los acontecimientos del último
juicio. El mensaje contiene sólo la primera parte de la predicación apostólica, la que
se dirigía a los pueblos paganos para apartarlos de sus ideologías y conducirlos a la
adoración del único Dios. La conversión surge, pues ha llegado la hora del juicio. El
segundo ángel, en un anticipo pretendido para dar mayor énfasis a la prontitud de la
conversión, proclama como ya cumplido el juicio definitivo, la caída de Babilonia. Los
cristianos, que se han esforzado por mantener los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús, son dichosos y viven ya en el descanso. A los muertos cristianos les aguarda
no una desdicha fatal, sino una bienaventuranza. La revelación de la trascendencia es
aceptada, conocida y proclamada a través del Espíritu que nueve al profeta.
133

4.4.- Tiempo de siega y de vendimia (14,14-20).

Ahora el Apocalipsis hace del cumplimiento de cuatro presagios de los tres primeros
ángeles; el juicio de Dios, concebido como agrupación de los justos y la destrucción
de los impíos. El recolector es Cristo, que aparece en forma misteriosa,
característica de victoria. Un ángel, intérprete de la voluntad del Padre da la orden
precisa. La vendimia es, ejecutada por un ángel, que porta una hoz. La sangre, que
sale del lagar, no forma un charco, sino que se convierte en un lago inmenso.

4.5.- El cántico de los vencedores (15,1-4)

Esta visión pretende fortificar la fe de la comunidad cristiana, tras la adversidad


sufrida, y la calamidad de las plagas que se avecinan. El Apocalipsis sigue siendo el
libro de la consolación. Los vencedores son la contrarréplica a los adoradores
idolátricos; son quienes han tenido la libertad y el coraje de desafiar a las bestias y
no prestarles adoración. Pero han resultado a la postre ganadores, están de pie y
cantan. Ser vencedor significa participan de la misma victoria de Cristo, que venció
merced a su muerte sacrificial. Estar de pie es una alusión a la resurrección. Estos
no hacen fondo en el mar, símbolo de la muerte y actualmente pueden unirse a la
liturgia celeste. Cantan con citaras de Dios, es decir, con instrumentos musicales
casi sobrehumanos, que no pueden tocar sino los hombres transformados.

Los cánticos se presentan como una rica pieza; está entreverado de citas de los
profetas y de numerosísimos salmos. La admiración que despierta la grandeza de las
acciones salvadoras de Dios. Estas obras maravillosas y caminos verdaderos
desembocan en una alabanza hacia Dios, como Señor todopoderoso y rey de las
naciones.

El Cordero aparece como el pastor único de su pueblo. Este pueblo está formado por
un séquito de vencedores, los que están de pie sobre el mar, han triunfado de las
acechanzas del mal y de la bestia que sube del mar. Son vencedores y cantan; tienen
acceso a la liturgia celeste para alabar a Dios y reconocer a maravilla de su obra.
Todas las naciones están invitadas a participar en esta alabanza divina.

4.6. Las siete copas de la ira de Dios (16,1-6)


134

Luego aparecen siete ángeles ejecutores, vestidos igual que el Hijo del hombre, con
ropas sacerdotales y regias. Los ángeles reciben la orden de parte de Dios,
mediante uno de los vivientes. Ahora las copas adquieren una dimensión universal;
afectan a la totalidad de los hombres y de la creación. Nada ni nadie se va a librar
de su castigo. Verdaderamente en ellas se cumple el colmo de la ira de Dios. Es la ira
de Dios, llevada a sus extremas consecuencias; ya no habrá más tiempo de espera. A
pesar de la gravedad de las plagas, los hombres no se convierten ni reconocen la
grandeza de Dios; antes bien, lo maldicen. Son las últimas palabras de Dios, que se
cumplirán irrevocablemente.

Y Dios mismo es alabado, en la tierra y en el cielo, como santo y todopoderoso,


mostrando en la historia la verdad y justicia de sus designios. La comunidad
cristiana que lee el Apocalipsis, debe conservar incólume su fe, a pesar de la
captación y el engaño del Maligno que tan insidiosamente ataca. Cristo mismo
refuerza esta exhortación, indicando que Dios viene repentinamente, como un
ladrón; hay que estar alerta. Dichosos el que se nuestra vigilante. Las copas no
pretenden expresar la intervención de un Dios de justicia que condena por la
espalda, la irresponsable rebelión de los hombres, sino, sobre todo, el crisol donde
se fragua la verdadera salvación; es una apremiante llamada a la conversión, quieren
dar una oportunidad a la gracia de Dios.

4.7.- Desenlace. Condenación de la prostituta y triunfo de la esposa (16,17-22)

El derramamiento de la última copa provoca una serie de reacciones que conmueven


el cosmos: los turnos, relámpagos y temblores. Con esta descripción se inicia la fase
final de la historia de la salvación en la se pondrá de manifiesto la victoria y el poder
de Dios. La gran prostituta se metamorfosea en bestia, y esta se transforma en la
gran ciudad de Babilonia. Tres emblemas: la gran prostituta, la bestia, la gran
ciudad. Se trata de la hostilidad demoníaca contra Dios y la iglesia. La gran
prostituta se opone a la esposa; la bestia al Cordero; la ciudad de Babilonia a la
nueva ciudad de Jerusalén. La prostituta es la idolatría.

El Apocalipsis ha conseguido describir dos figuras femeninas con funciones


antagónicas; la esposa del Cordero y la prostituta. Se hace una llamada a la
reflexión sapiencial de la comunidad cristiana, Las siete cabezas son siete montes,
135

referencia a las siete colinas en la ciudad de Roma. Y son también siete reyes;
mención de los siete emperadores romanos; su orden puede seguirse a partir de
Calígula hasta llega a Domiciano. Se describe que el Cordero vence, porque sólo él es
Rey de reyes y Señor de señores. Con este título del Cordero asume funciones
divinas, las propias de Dios en el Antiguo Testamento. El origen del mal, es una
mujer, una bestia, es una ciudad, son los reyes de la tierra. El poder del maligno que
se manifiesta en una tremenda vitalidad. La comunidad recibe consuelo, pues
comprueba el carácter efímero del mal; y está por ello, invitada a una confesión de
fe; sólo Cristo es el Rey, a él únicamente se le debe adoración.

4.8.- La caída de Babilonia (18,1-8)

La caída de la gran ciudad se presenta como un drama religioso digno de ser


representado. Una voz sale del cielo con un mensaje divino, anuncia como ya
realizada la caída de Babilonia. El orgullo de la gran ciudad se ha venido abajo, y ésta
se ha convertido en la más triste morada; un habitáculo de las peores alimañas. Y se
explica por qué este giro completo; el adulterio con ella de los reyes de la tierra.
Aquí se condena el comercio que sólo busca el lujo y la ostentación; la arrogancia que
se confunde con la injusticia social.

Otra voz repite la escena (18,4-8) invita a salir de la ciudad, no precisamente en


sentido geográfico, sino a no compartir su modo de vida. Los pecados de la gran
ciudad han llegado hasta el límite de toda tolerancia, como Babel. En el Apocalipsis
sólo Dios está sentado en el trono, pues él es el único soberano. En el versículo 18,9-
20, aparecen tres representantes: loran, se lamentan con ayes doloridos, y se
mantienen a lo lejos. Se acentúa el carácter dramático. Es la elegía por la caída de la
gran ciudad, como si de una persona se tratarse. Los reyes de la tierra, es decir, los
centros de poder político, que han sido carne y uña con la ciudad, en adulterio y
placer compartido, formando un compacto sistema político social, contemplan con
enorme consternación el humo de su incendio. Constatan con pánico que el poder de
la ciudad estaba edificado sobre cimientos falsos. La ciudad está llena de injusticia
social. Los comerciantes contemplan con dolor cómo tanta grandeza ha sido en un
momento aniquilada: “Qué ciudad hubo jamás tan grande como ésta? En total
contraste, se invita a la alegría de los cristianos, agrupados aquí en tres grupos. No
136

es la ruina de Babilonia lo que debe celebrarse, sino el restablecimiento de la


justicia divina.

Hay una tristeza y un luto de muerte. Más allá de esta lúgubre descripción, es
preciso notar la antítesis con la nueva ciudad de Jerusalén. Babilonia con su
hechicería, ha embaucado a todas las naciones; y con su persecución ha derramado la
sangre de los cristianos. Su crimen, pues, se manifiesta provocando por sus
verdaderos agentes: la primera y segunda bestia. Esta ciudad representada, en
primer lugar, a Roma, la capital del imperio. Pero el símbolo bíblico se refiere a toda
ciudad secular y autosuficiente; a saber, la que crea en su interior un sistema
cerrado, de consumo y lujo desenfrenado, donde ni la vida humana, se respeta. El
autor pretende hacer una llamada a la comunidad cristiana para que ésta sepa
detectar en la historia esos centros de poder, no se deje atrapar por el fatuo brillo
de sus riquezas.

4.9.- Alegría por el triunfo del bien (19,1-10)

Se insiste de nuevo en la estrecha comunión, bien patente a lo largo del todo el


libro, ente la iglesia terrestre y la del cielo. Los santos siguen con atención la
peregrinación de sus hermanos; el Cordero está siempre mirando con la máxima
solicitud, tiene siete ojos para mirar el rumbo de la historia. La Iglesia celeste se
presenta comprometida con la suerte de la comunidad cristiana. Al final de la
celebración de la caída de Roma, la multitud anuncia cantando: Aleluya. El Señor, el
Dios todopoderoso pasó a reinar. “Alegrémonos y exultemos, demos gloria a Dios,
porque están por realizarse las nupcias del Cordero” (19,6-7). La voz poderosa de
una inmensa muchedumbre, compuesta indistintamente por ángeles y los cristianos
ya vencedores por el testimonio cruento de su fe, proclama a Dios. La invitación a la
alabanza, adquiere un sentido escatológico y litúrgico. Este aleluya es desarrollado
en las tres motivaciones siguientes: “porque Dios ha juzgado con rectitud, conforme
a la verdad y a la justicia”.

La gloria de Dios es el ser humano vivo y feliz. La verdadera alabanza, la verdadera


liturgia que agrada a Dios, es la vida plena para todos. En la fiesta final yo no habrá
nada de aquello que desfiguraba la vida. Ya no habrá muerte, ni luto, ni lágrimas, ni
dolor, ni maldición, ni noche. Según en él es costumbre porque ha condenado las
137

corrupciones de la gran prostituta; y porque ha vengado la sangre inocente de sus


siervos como suplican con tanta insistencia los mártires. Las tres expresiones son
una clara referencia a la ciudad de Babilonia. El mismo grupo, vuelve alabar a Dios,
constatando a través de la señal del humo destructor, el castigo de la gran
Babilonia. Ruina eterna, debida a un juicio eterno. La imagen está tomada de la
proverbial destrucción de Sodoma y Gomorra. Toda la humanidad está invitada a la
alabanza de un Dios que se ha mostrado en nuestro favor. La alabanza debe ser
universal y continua, no sólo por la justicia del castigo, sino por la excelencia de las
obras de Dios.

Alegrémonos, regocijémonos. Es un gozo escatológico también, la alegre


bienaventuranza que es concedida a los que padecen persecuciones por Cristo. Para
estos ya ha venido la plenitud de la alegría. Y se explicita mediante la imagen de las
bodas, las nupcias escatológicas de Cristo con la iglesia, su pueblo rescatado. El
mensaje ha resultado tan altamente esperanzador, que es preciso confirmar su
garantía: palabras verdaderas de Dios son éstas. Juan cae de rodillas, pero el ángel
le disuada. Sólo Dios sabe se adorado. Las palabras de Apocalipsis son inspiradas. El
testimonio de Jesús es el Espíritu de la profecía. A saber, Jesús sigue dando
testimonio de su palabra, mediante el Apocalipsis, inspirado por el Espíritu Santo.
Quien lee este libro, debe convertirse en testigo de Jesús y continuar su mismo
testimonio en el mundo.

4.10.- La aparición de Cristo

El relato presenta a Cristo, como juez y vencedor de todas las fuerzas del mal, y
cuanta la sucinta reseña de un combate. Ya han sido aniquilado el centro de poder
corruptor, la gran Babilonia; ahora poco a poco, van cayendo sus vasallos y adeptos,
los reyes y los habitantes de la tierra, las dos bestias. Aquí se muestran los efectos
del juicio de Dios, y cómo es de poderosa la victoria de Cristo. Dios ha decido que la
presente victoria, largamente anunciadas en al Antiguo Testamento se haga
realidad. El combate escatológico tiene por escenario un campo de batalla
grandioso, tan inmenso como el cielo: Vi luego el cielo abierto. En él aparece Cristo,
el Mesías, adornado con multitud de símbolos que insisten en su carácter divino.
Aquel caballo blanco, que apareció en la apertura del libro, ahora aparece con nuevo
138

resplandor. Se dijo que salió como vencedor y para vencer en el tiempo, ahora ha
llegado al momento de su victoria. Aparece aquí el cuadro de los símbolos con que se
reviste el Señor: Él es el Fidedigno y el Veras, pues es y se llama Palabra de Dios. Él
es la expresión divina, y su palabra posee la firmeza, sentido de la verdad de Dios.
Su juicio se muestra en u combate que salva a los cristianos fieles y condena las
fuerzas que se le oponen. Su sentencia es perspicaz, pues tiene una mirada de fuego,
que penetra hasta el fondo. Su nombre es divino; se llama Palabra de Dios. Este
jinete no camina solo, le acompañan otros. Son los cristianos fieles hasta el final, los
vencedores. El jefe va en rojo de sangre, sus seguidores en blanco. Se expresa la
participación de los cristianos en la victoria de Cristo. Van vestidos del color blanco
de la resurrección, han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero,
participando en su misterio pascual. Se subraya el carácter divino de Cristo, porta
un título que sólo Dios se tributa: rey de reyes y Señor de señores.

4.11.- La derrota definitiva del dragón (20,1-10).

Después del castigo de Roma, simbolizado en la destrucción de la gran prostituta y


de la gran ciudad, tras el aniquilamiento de las dos bestias, le toca ahora el turno al
enemigo número uno de origen del mal, el gran dragón. Este es llamado con palabras
bien conicidad, para que no se oculte su verdadera identidad; la antigua serpiente, el
Diablo y Satanás. Es encarcelado durante mil años. Esta cifra ha dado lugar a
diversas interpretaciones y al famoso milenarismo. La cifra de mil años, es simbólica.
Para e Señor un día es como mil años. Es el tiempo de Dios y de la eternidad. El
milenio instaura las condiciones de vida de paraíso interrumpidas por la caída y el
pecado: pretende expresar el tiempo simbólico de la era cristiana; es la época
presente inaugurada por la muerte y resurrección del Señor, marcada por su victoria
sobre el Diablo. La actividad de Satanás consiste en engañar, en conducir a los
hombres a la idolatría. Después aparecen unos tronos y sobre ellos unos personajes
sentados. Son los mártires y los testigos que no han sucumbido ante las acometidas
de la bestia; los creyentes fieles. Y se presentan como jueces, es decir, reinan. Ser
vencedores con Cristo significa participar de su poder de juicio y de realeza.

Se proclama una bienaventuranza sobre la resurrección primera. Se refiere al


estado que caracteriza a los muertos. La primera resurrección es una realidad
vivida, ya en el presente, desde el momento mismo de la muerte cristiana. Son
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liberados de la segunda muerte, la que aparte de vivir para siempre con el Señor, y
de la convivencia en la Jerusalén celestial. Al Diablo le aguarda un final apropiado: el
estanque de fuego y azufre. Es borrado literalmente de la historia; sólo le espera el
tormento eterno. Con su ruina, el mal desaparece de la tierra y acaba la pesadilla del
mundo.

4.12.- El juicio definitivo (20,11-15). Dios es juez. No se habla de Cristo, que ya


intervino en la cosecha de la tierra. Debe afirma que Dios juzga en Cristo Jesús.
Ante la presencia de Dios, desaparecen la tierra y el cielo. El mundo, ligado a la
condición pecadora del hombre, no puede subsistir delante de Dios; tiene que ser
transformado. Los muertos se presentan de pie, Se abren los libros. También se
alude al libro de la vida. El mar devuelve a sus ahogados, el abismo a sus sepultados,
y todos son juzgados, según su conducta. La muerte como personificación del mal, la
negación de la vida, que engulle el destino de los hombres es aniquilada; el abismo es
destruido. Desaparecen ya toda presencia del mal. La tierra es transformada; ya no
hay muerte ni pecado. El juicio será hecho conforme a las obras. Estar inscrito en
este libro significa llevar una conducta consecuente, y los que no están inscritos en
él participan de la segunda muerte, es decir de la condena definitiva. Al principio
del relato aparecía un caballo blanco, símbolo del poder y de la providencia de Dios.
La narración acaba con la mención del libro de la vida. Al principio y al final, está
presente la misericordia de Dios, hecha realidad en el Cordero. Y la misericordia
triunfa sobre el juicio.

Visión apocalíptica del cielo y tierra nueva.

5.1.- Cielo y tierra nuevos (21,1-8)

La aparición de la santa ciudad, la nueva Jerusalén, se presenta como la culminación


del libro. Es la aspiración, por ello, de toda la aventura humana, de la historia de la
salvación. En estos primeros ocho versículos se hace una presentación genérica. La
aparición de la nueva Jerusalén ocupa el centro radical del relato. Se dice que viene
de junto a Dios, su origen es divino; por eso es santa e inédita; se presenta como
absoluta creación de la gracia de Dios. Esta aparición nueva instaura, un nuevo orden
de cosas y exige que todo lo viejo sea transformado. Con reclamos de los profetas,
Juan declara que lo antiguo ha envejecido y ya no sirve. El mar, símbolo de potencias
140

hostiles, desaparecerá. Lo que es plataforma y escenario público de la conducta


pecadora del hombre, el cielo y la tierra, deben ser cambiados; se va a representar
no el viejo drama, sino unas bodas entre Cristo y la iglesia. Las relaciones humanas
serán nuevas. Y Dios mismo, empezará a secar las lágrimas de dolor, y no habrá más
muerte, ni trabajo que oprime, porque eso pertenece al orden antiguo.

La palabra de las profecías se cumple. La presencia de la nueva Jerusalén, regalo


gratuito de Dios, colma las aspiraciones de las mejores páginas de la Biblia. La unión,
ya inescindible, de Dios con la humanidad transformada. Lo que ansiaba la
humanidad, y que de tantas formas ha expresado la Biblia: la marcha del éxodo, los
anhelos de los profetas, de los reyes del pueblo. Y la aspiración del mismo Dios por
plantar, de una vez por todas, una tienda permanente; la morada de Dios con la
humanidad, la presencia estable de Dios. Dios con nosotros, y la revelación de Dios
como padre y del pueblo como hijo. Dios, padre de todos. La realización del ideal de
la alianza. Lo que, de otras maneras, ha dicho el Nuevo Testamento ha sido, por fin,
recogido por el Apocalipsis, y aquí genialmente sintetizado. Dios, que está sentado
en el trono, con su poder creador hace nuevas estas realidades. Siguiendo el
esquema bíblico, como si se tratara de la definitiva edición, hace un nuevo génesis.
Dice...” Ya está hecho. Todo se debe a un acto creador de Dios. Él es el origen y el
final de todo. Pero el relato quiere despertar la esperanza y propone una invitación;
el que tiene sed que se acerque a beber gratis el agua de la vida. La invitación
contiene también un premio y una llamada severa. El premio será para el vencedor,
que heredera todas las cosas. El castigo está destinado a quienes desoigan esta
llamada y se muestren como hijos, no de Dios, sino del diablo, padre de la mentira.

5.2.- La Jerusalén del cielo (21,9-27)

Desde un monte alto puede el vidente, con la fuerza del Espíritu, contemplar la
esposa del Cordero. Pero hay una mutua metamorfosis; la esposa se cambia en
ciudad y ésta en esposa. La iglesia como esposa, indica su consagración a Dios. La
iglesia como ciudad alude a la convivencia social, califica a quienes se relacionan en
transparencia. Esta ciudad aparece como una perla, en la que habita toda la gloria de
Dios. La original construcción, tan extraña para nosotros, contiene un rico
simbolismo. La muralla posee doce cimientos, con los doce nombres del Cordero; y
las doce puertas llevan los nombres de las doce tribus de Israel. Esta ciudad está
141

compuesta por la suma simbólica del Antiguo y Nuevo Testamento. Tiene un


fundamento apostólico. La significación teológica proviene del número de sus
medidas; todas ellas son múltiples de doce. Se trata de la iglesia escatológica: es el
logro de la revelación Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, madurada y
llevada a plenitud por la presencia eficaz de Cristo. Sus dimensiones son iguales, de
donde resulta que la ciudad tiene forma de un perfecto cubo geométrico. No se
trata de una caricatura, sino de mostrar que esta ciudad está trazada según el
modelo bíblico del Santo de los santos; la ciudad entera aparece como un templo
íntimo, dedicado a Dios. No hace falta levantar en ella ningún templo. Algo ha
cambiado de raíz. ¡Cómo la santa ciudad de Jerusalén iba a estar sin templo! Y se da
la razón: El señor Dios todopoderoso y el Cordero son su templo. A saber, Dios no
aparece ya como objeto de culto, sino como lugar de culto. No se trata de una
ciudad, que tiene un templo, sino de un templo que se ha convertido en la ciudad, y
ésta es ya la presencia viva de Dios y del Cordero. Ellos hacen posible la ciudad,
fundamentan la convivencia y armonía de los hombres. Y es el Cordero, Cristo
muerto y resucitado, el lugar vivo de encuentro y de cruce obligado entre Dios y los
hombres.

Toda la ciudad esta bañada en luz. Aquí la luz indica la presencia divina. No hay
necesidad de luz astral ni de luz de templo; pues Dios y el Cordero constituyen la
sola fuente de la luz. Jerusalén, así iluminada, se convierte en meta de todas las
naciones. Ciudad de puertas francas, iglesia siempre abierta; hacia ella camina lo
mejor del mundo, la riqueza de los pueblos. Se subraya la universalidad de la iglesia.
Se cumple la profecía de la peregrinación e las naciones; rumbo a la ciudad suben los
paganos, igual que los magos de oriente, buscando la luz de una estrella. Y también
se indica la misión de la iglesia; en medio de un mundo a oscura, ella es testigo de la
luz. Su tarea misionera, se hace por medio de la irradiación y del contagio luminoso.
Los pueblos van en busca de la luz; la iglesia no es luz, sino lámpara. La única luz es la
presencia de Dios y el Cordero. Eso es lo que ansía la humanidad.

5.3.- El río de agua viva y la ciudad sin noche (22,1-5)

Con motivos teológicos del Génesis, enriquecidos por los profetas, se presenta el
paraíso recreado. No se trata de un retorno a aquel jardín cerrado, pues la historia
ya no puede repetirse, sino de un paraíso nuevo, donde la vida divina, como un río, se
142

derrama haciendo germinar a toda la creación. Es la comunión perfecta de la vida de


Dios con los hombres, de los humanos entre sí, y de la armonía cósmica. La historia
llega a la plenitud.

El río recuerda la imagen del Génesis y de Ezequiel. Aquel es agua de vida y está
brotando con una luz esplendente, transparente como el cristal dice el texto. Junto
al agua hay un árbol que da doce cosechas, y el poder medicinal de sus hojas está
destinado a todas las naciones. Se subraya el universalismo de la salvación. Ya no
habrá condena, como en el primitivo jardín, ni amenaza, ni culpa, ni infierno…ya no
existirá nada que pueda enturbiar la feliz existencia de la humanidad renovada. Pues
Dios y el Cordero han tomado asiento en la ciudad de los rescatados, y éstos le
darán culto por siempre. Se alude a la comunión perfecta entre Dios y los hombres.
La plenitud de la vida que para el hombre consiste en ver el rostro de Dios, pues
para esta contemplación ha sido destinado. Los rescatados llevan el nombre de Dios
escrito en la frente. Dios como un horizonte que nunca desaparecerá de su vida, por
más que se diseminen sus pasos. A Dios pertenecen; esta marca en su frente es la
señal de su vocación y de la predilección divina. Lo que deseó el Antiguo Testamento,
ahora se cumple. Esta vida destierra la noche. Significa la victoria de la luz sobre las
tinieblas. Es la luz de Dios la que refulge. La luz, como el aire necesario para existir,
es la misma vida que envuelve a la humanidad. Y habrá finalmente un reino
compartido con Dios y para siempre.

5.4.- El Señor está a punto de llegar (22,6-15)

La conclusión del Apocalipsis se estructura en forma de diálogo, donde intervienen


el autor, el ángel, Jesús, y la asamblea. Al final el autor recoge en este diálogo los
personajes más decisivos de su obra; diálogo que se reproduce cada vez que la
iglesia, animada por la presencia del Espíritu Santo, invoca la venida del Señor, en la
liturgia. Esto habla, una vez más, del carácter litúrgico del libro, que empezó
asimismo con un diálogo litúrgico. Las palabras que se han pronunciado son tan
inauditas que se necesita una autoridad divina que las garantice. Por eso, la fórmula:
son palabras verdaderas y dignas de crédito confirma que se apoyan en la verdad
divina. Dios mismo es el que inspira los profetas, entre los que se encuentra el autor
del Apocalipsis. La venida del Señor, que este libro anuncia, pone en movimiento una
actitud. El libro no puede mantenerse en secreto, la iglesia debe leerlo. Cristo se
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presenta con los atributos de su divinidad todopoderosa e invita a una decisión. Hay
una vehemente exhortación a participar en su misterio pascual para tomar del fruto
del árbol de la vida, y de condena para quienes rehusaron la oferta, y no quisieron
entrar por las puertas siempre abiertas de la ciudad. Estos aparecen como
ciudadanos extraños, hijos del diablo.

5.5.- Ven Señor Jesús (22,16-21)

Jesús se presenta como la recapitulación de toda la historia de la salvación, y al


mismo tiempo como su esperanza. La estrella de la mañana es una designación
mesiánica: Jesús ha surgido radicalmente en la mañana de pascua, e ilumina con la luz
de su resurrección a la humanidad. El Espíritu es el alma de la iglesia, su instinto más
profundo; la inspira proféticamente, la sostiene en esta larga noche de la espera,
para que, como digna esposa, sepa invocar a su Señor. Es el Espíritu de profecía, que
continuamente ha estado hablando a la iglesia, interpretando las palabras de su
Señor. Ahora es una presencia viva dentro de ella, y con ella como en una sintonía
junta, hacen la misma oración. Es el grito de la iglesia siempre: ¡Maranatha! ¡Ven,
Señor! Toda venida del Señor es el motivo teológico, que recorre y organiza el
epilogo. En los versos 7 y 12 el señor anuncia su pronta venida. Esta iniciativa de
Jesús toma eco en la asamblea cristiana, que, animada por el Espíritu, suplica la
llegada del Señor (22,17). Jesús responde afirmativamente Si al anhelo de la
comunidad, y ésta por fin asiente a la venida del Señor Amén, y renueva, de manera
explícita otra vez, el deseo, insistiendo ¡Ven Señor Jesús! (22,20). Así, la iglesia va
alimentando su esperanza, y experimentando que el Señor viene, continuamente en la
celebración de sus misterios, con una presencia siempre más renovada y creciente,
hasta que se haga del todo plena en la aparición última de la parusía. Entonces
tendrán lugar las nupcias entre Cristo y la iglesia.

Doctrina del Apocalipsis.

El Apocalipsis es rico en enseñanzas doctrinales. Su doctrina teológica está


bastante desarrollada y viene como a completar la de los evangelios y epístolas.
Refleja bastante bien las creencias cristianas de finales del siglo I.

1.- Dios.
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El autor sagrado subraya de una manera especial la trascendencia divina. Esto se


explica fácilmente si tenemos presente que en aquellos tiempos los emperadores
exigían honores divinos. Dios es presentado como el Dios de la majestad, del poder y
de la gloria. Es el Dios tres veces santo; El solo existe, pues a El solo conviene el Yo.
Es el Señor de todas las cosas, pues les da el ser y las conserva. Por eso, es el
Principio y el Fin de todas las cosas, el Alfa y la Omega. Dios es lo suficientemente
poderoso para intervenir en la historia de los hombres en el momento por El
determinado desde la eternidad.

2) Cristología.

Se habla relativamente poco en el Apocalipsis del Cristo terrestre. En cambio, se da


gran realce al Cristo glorioso en el cielo, que es descrito bajo diversas formas. Ante
todo, aparece como el juez enviado por Dios para vengarse de los enemigos de su
Iglesia. Es el Hijo del hombre, que Daniel había visto venir sobre las nubes del cielo
para el juicio escatológico. Es también el Rey-Mesías, que será entronizado en Sión y
conseguirá derrotar a los reyes de la tierra rebelados contra Dios. Cristo es la
estrella de la mañana que se da ella misma como recompensa a los cristianos para
que puedan vivir en su intimidad. El da a los hombres la gracia y la paz. Recibe, como
Dios, la adoración de todo el mundo creado. Pero, al mismo tiempo, Cristo es hombre
capaz de sufrir y morir por los demás hombres. Es el Cordero muerto y resucitado,
que ha vencido el mal con su muerte y ha librado a los hombres de la esclavitud del
demonio. Por este motivo, Cristo ha obtenido un derecho sobre la humanidad y sobre
su destino. El domina las naciones 126 y dirige la historia humana.

3) Soteriología. 

La salvación se atribuye a Dios únicamente, por oposición a los falsos salvadores


imperiales. Jesucristo es el agente de esa salvación. El hombre, para obtenerla, ha
de cooperar con sus buenas obras.

4) Angelología. 

Está bastante desarrollada en el Apocalipsis. El autor sagrado nos presenta una


pléyade de ángeles en torno de Dios y del Cordero. Son los anunciadores de los
juicios divinos. Los ángeles que pertenecen a las jerarquías superiores tienen por
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función principal alabar a Dios. Todos toman parte activa en el gobierno de los
hombres y de las cosas.

La demonología del Apocalipsis es de extraordinario interés para la


teología. Satanás y los demás espíritus malignos tienen gran importancia en el libro.
Satanás aparece como el gran enemigo de Dios. Arrojado del cielo, se vengará
combatiendo sobre la tierra a los cristianos y a la Iglesia. Con este fin suscita dos
Bestias, una que simboliza al Imperio romano y otra al sacerdocio pagano. Satanás y
sus ayudantes se servirán de todos los medios, hasta de la persecución sangrienta,
para seducir a los fieles. Sin embargo, Satanás no podrá hacer nada contra la
voluntad de Dios. Será reducido a la impotencia en el día que Dios determine. Dios
es, pues, más fuerte que el mal. Y, en consecuencia, podrá ayudar a los fieles contra
los perseguidores.

5) Eclesiología.

La Iglesia constituye el punto central en torno al cual gira todo el Apocalipsis.


Contra ella se desencadena la lucha de Satanás. Pero Cristo interviene en favor de
ella. La Iglesia es el reino de Dios y de Cristo que se ha de establecer
definitivamente después del exterminio de las potencias malignas. Pero ya se puede
considerar como iniciado sobre la tierra. Es un reino de sacerdotes, en cuanto que
todos los fieles están encargados de ofrecer a Dios el cántico de toda la creación
como sacrificio de alabanza. Las relaciones íntimas de la Iglesia con Cristo son
descritas bajo la imagen del matrimonio, la Iglesia es la esposa del Cordero, es
decir, de Cristo, pues todos los fieles están unidos a Cristo por los lazos del amor.
Su misión principal es alabar a Dios y servirle. La Iglesia del cielo está íntimamente
unida a la de la tierra. Incluso ora con las mismas fórmulas de esta última, y
constituye como su prolongación. Al final de los tiempos sólo habrá una Iglesia, la
Jerusalén celeste.

6) Escatología.

La lucha de Satanás y de los poderes del mal contra Dios y su Iglesia durará cuanto
dure el mundo. Después de la caída de la Roma perseguidora, la Iglesia conocerá una
era de prosperidad y de paz. Esto sucederá cuando se detengan las persecuciones
generalizadas contra la Iglesia. No obstante, la Iglesia siempre tendrá que pasar
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por períodos difíciles. Pero los fieles han de tener plena confianza, porque, por muy
fuertes que sean las persecuciones, Dios siempre saldrá vencedor. En el último día,
cuando Dios venza definitivamente a Satanás y lo arroje por siempre al infierno,
entonces tendrá lugar el reino celestial en un universo totalmente renovado, del cual
será excluido el mal.

¿Cuándo tendrá lugar este paso de la Jerusalén terrestre a la Jerusalén celeste? El


autor sagrado no lo dice. Sin embargo, nos advierte que el paso del mundo presente
al mundo futuro será precedido por un asalto general de los poderes del mal contra
la Iglesia. Mas el retorno de Cristo triunfante la salvará y señalará el comienzo del
último juicio y la llegada del mundo nuevo.

Los signos cósmicos de que nos habla el Apocalipsis no han de ser tomados a la letra.
Se trata de expresiones e imágenes estereotipadas y tradicionales en el profetismo
del Antiguo Testamento, empleadas para designar una intervención divina en la
historia humana.

7) El milenarismo. 

Según el Apocalipsis, Satanás es arrojado al abismo, en donde permanecerá


encadenado durante mil años. En el decurso de ese tiempo todos los mártires
vuelven a la vida y reinan con Cristo. Después Satanás entabla una última batalla
contra la Iglesia antes de ser arrojado definitivamente al estanque de fuego y
azufre. Una vez ejecutado esto tiene lugar el último juicio precedido por la
resurrección general de los muertos.

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