ESCRITOS JOANICOS y Apocalipsis
ESCRITOS JOANICOS y Apocalipsis
ESCRITOS JOANICOS y Apocalipsis
Propósito
Este curso tiene por nombre “Escritos Joánicos y Cartas Católicas”, donde queremos
profundizar a través de un estudio más exhaustivo, en los aspectos históricos,
gramaticales, contenido temático, estructura y temas teológicos, que nos ayuden a
entender y conocer los elementos propios y característicos de estos escritos y sus
aportes teológicos y doctrinales, en la presentación de Jesús y la Iglesia Primitiva, a
diferencia de otros escritos del Nuevo Testamento.
Contenido
1. Introducción
2. El Apocalipsis de Juan en el marco de la literatura apocalíptica
3. Aspectos históricos del libro del Apocalipsis
3.1. El autor del libro del Apocalipsis
3.2. Tiempo y lugar de composición
3.3. Destinatarios
4. Elementos literarios del libro del Apocalipsis
4
Metodología
Evaluación
Temática Exegética:
Temática teológica
Bibliografía
1. Benetti, S., Nacidos para vivir. Comentario del Evangelio de Juan, Paulinas,
Madrid, 1982.
6
1.- Cothenet, E., Las Cartas de Juan. En Introducción crítica al Nuevo Testamento.
Vol. II, Herder, Barcelona, 1983
2. Josep- Oriol Tuñí – Xavier A., Escritos Joánicos y Cartas Católicas, Verbo
Divino, Estella, 1995
3.- Rodríguez Molero, F.J., Epístolas de San Juan, en Sagrada Escritura, NT,
Madrid,
1962
4.- Thusing, W., Las Cartas de San Juan, Herder, Barcelona, 1973
5.- Waster, B., Epístolas de San Juan, en Comentario Bíblico “San Jerónimo”, IV,
7
1. Abreu Elías, José; Apocalipsis fin de nuestra Era, Puerto Rico, 2001
2. Arens, E., Apocalipsis: ¿revelación del fin del mundo? Lima, 1988
3.- Cerfaux, L., Cambier, J., El Apocalipsis de San Juan leído a los cristianos ,
Cristiandad, Madrid, 1972
4.- Contreras, F., El Espíritu en el Libro del Apocalipsis, Sígueme, Salamanca, 1986
5.- Contreras, F., El Señor de la vida. Lectura del Apocalipsis, Salamanca, 1991
6.- Charlier, J. P. Comprender el Apocalipsis, 2 Vol. Bilbao, 1993.
7.- Comblín, J., Cristo en el Apocalipsis, Herder, Barcelona, 1986
8.-Foulkes, R., El Apocalipsis de San Juan. Una lectura desde América Latina . Buenos
Aires, 1989
9. Hernández Pichardo, Laly, Una lectura de fe del Apocalipsis, Amigo del Hogar,
Santo Domingo, 2002
10.- González, J. M., Apocalipsis de Juan, Cristiandad, Madrid, 1987
11.- Schssleer, E.F., Apocalipsis visión de un mundo justo. Verbo Divino, Estella, 1997
12.- Wikenhauser, A., El Apocalipsis de San Juan. Herder, Barcelona, 1969
Cartas Apostólicas
Introducción
El evangelio atribuido a san Juan es uno de los escritos más importante del Nuevo
Testamento, por su exuberancia en ideas, riquezas en contenidos teológicos,
expresividad en el lenguaje simbólico y profundidad en su sentido espiritual. Por eso,
8
Quiso, sin embargo, que los hombres supiesen de él y, para ello, les envió a su
Hijo: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo (Jn 3, 16). La
ascensión a la montaña se hace más tentadora. ¿Por dónde se sube?: Yo soy el
camino (Jn 14, 6a). Hay muchos caminos, pero, para llegar hasta arriba, sólo hay uno:
Yo soy... La tentación de la montaña incluye ahora también el camino. Ya de antemano
sabemos que tiene que ser duro y escarpado. ¿Vale la pena el esfuerzo? ¡Claro! Nos
lleva a la montaña: Nadie llega al Padre sino por mí... Yo soy la puerta (Jn 14, 6b; 10,
7). Nos regala la vida verdadera que únicamente allí se vive en plenitud, libre de
contaminación y de muerte: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11, 25). Nos
refresca con la única agua que concede la vida eterna (Jn 4, 14). Nos decidimos a
subir. La escalada tiene garantizado el éxito: Yo voy delante para evitar la
dispersión y el peligro, como el pastor (Jn 10 11; 12, 32). Vosotros debéis
permanecer unidos conmigo y entre vosotros, como los sarmientos con la vid (Jn 15,
1- 7). Y llegaremos. Claro que llegaremos: El que cree ha pasado de la muerte a la
vida (Jn 5, 24). Hemos llegado.
Así son las alturas y profundidades en que se mueve y nos envuelve el cuarto
evangelio. Como el águila que se nos pierde de vista en las alturas y se lanza de
improviso en picado hasta el abismo. Nuestros ojos la siguen extasiados,
participando en su vuelo impresionante. Nada tiene de particular que, desde antiguo,
este evangelio haya sido llamado "espiritual". Sólo el Espíritu es capaz de moverse
con tanta soltura en medio de tan grandes misterios. Moverse y hacer que nos
movamos.
9
Tiene algo en contra suya este libro maravilloso y único desde muchos aspectos: ser
demasiado claro, hablar en directo, rehuir en lo posible el lenguaje indirecto. Al
hablar como nosotros: la verdad os hará libres (Jn 8, 32). Yo he venido para dar
testimonio de la verdad (Jn 18, 37). Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Yo soy
de arriba, vosotros de abajo (Jn 3, 31-32). La vida eterna consiste en
que te conozcan... (Jn 17, 3). Yo tengo otro alimento... (Jn 4, 32) podemos caer en la
tentación de obligarle a decir con ese lenguaje tan directo lo que nosotros pensamos
cuando lo utilizamos. Sería empobrecerlo. Nuestro esfuerzo debe ir encaminado a
captar las profundidades de sus secretos a través de la impresionante sencillez de
su decir.
El parentesco es tan estrecho que estos escritos son hermanos, porque debe
provenir no sólo del mismo ambiente, sino de la misma pluma.
1.- Esta obra joanica aborda los problemas contemporáneos de la cristiandad finales
del Siglo I. Es una situación muy difícil para los cristianos. A nivel social se describe
la guerra, el dominio, poderío y persecución de los emperadores romanos. El poder
romano era avasallador, ya que controlaban todos los estamentos sociales, políticos y
económicos. Por otra parte, las influencias e intransigencias del poder religioso
judíos, en mano del fariseísmo, era implacable e intolerante con los cristianos. Para
colmo de los males, las influencias del pensamiento gnóstico, que con sus doctrinas y
falsas creencias ejercían una gran influencia en el pensamiento religioso de la
comunidad y de otros grupos adversos de carácter filosóficos.
2.- Por otra parte, los escritos Joánicos quieren ayudar a profundizar en la vida de
Jesús, de la misma manera que fueron escritos por la experiencia de fe de una
comunidad en su encuentro con El. Es conocer a fondo, entrar en relación íntima y
profundad, a través del encuentro, la proximidad, cercanía, experiencia personal y
comunitaria con Jesús. Estos escritos nos transmiten la experiencia de una persona
o una comunidad muy cercana a Jesús, que supo estar a su lado, sentarse cerca,
escuchar de viva voz su mensaje, ver con sus propios ojos los signos que hacía. “Que
han visto y creído en Jesús”. Por eso, son catalogados como escritos que contienen
un fuerte índice espiritual.
3.- Al mismo tiempo, nos dan a conocer el interior de una comunidad, su forma de
vivir, su experiencia de fe y adhesión a Jesucristo, los vínculos de fraternidad que
le une, por lo que llegan a considerarse verdaderos hermanos. No es una comunidad
jerárquica, sino de hermanos, animados y motivados por haberse encontrado con
Jesucristo, fundamento de compromiso y responsabilidad en la comunidad. Todos
son hermanos en y por Jesucristo.
Por eso, la obra joánica tiene vigencia en todos los tiempos. La misma es una clara
motivación, desde la fe en Jesucristo y la vivencia en una comunidad a fortalecer y
responder a los desafíos de cada momento presente.
Al comparar en una sinopsis los cuatro evangelios, descubrimos que Juan no tiene
paralelos. Los evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas tienen muchos relatos
en común. ¿Por qué estas diferencias entre Juan y los sinópticos? ¿Es que Juan no
quiere escribir un evangelio? ¿Que pretendía Juan?
Con diferentes distribuciones del material que los otros evangelios y con otro
lenguaje, el evangelio de Juan habla del mismo Jesús, trata de la misma historia
contada con otra penetración y diferente proyecto e intención que los evangelios
sinópticos.
En la comparación entre Juan y los sinópticos, lo primero que debe afirmarse es que
Juan pertenece, lo mismo que los sinópticos, al género "evangelio"; describe la
12
Por otra parte, Juan aporta un material desconocido por los sinópticos: el episodio
de Nicodemo, el relato de la boda en Cana, la samaritana, el paralítico de la piscina,
el ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro, el discurso del pan de vida, la
alegoría del pastor y la vid.
A modo de conclusión, con diferente distribución del material que los otros
sinópticos y con otro lenguaje, el evangelio de Juan habla del mismo Jesús, trata de
la misma historia contada con otra penetración y diferente proyecto e intención que
los evangelios sinópticos. Juan desarrolla la doctrina de Jesús, de manera coherente
con ella, no inventando gratuitamente, sino atendiendo a la situación de la
comunidad, atacada en la fe y en la penetración del mismo misterio de Jesús que
tuvo este evangelista y su comunidad.
13
Esta la expresa el mismo evangelista: "que Jesús es el Cristo, Hijo de Dios, y para
que creyéndolo tengáis vida en su nombre" (20,31). Juan quiere hacer ver la
necesidad que hay de "creer" que es, en su enseñanza, "el hacer la verdad" (3:21),
para tener "vida" en el "nombre" de Cristo, que es en su realidad de Hijo de Dios
encarnado.
1.2.3.-Aspectos literarios
Es un evangelio muy distinto al de los otros tres. Tiene fuentes propias, por eso
escribe “su” Evangelio en base a sus recuerdos y con una finalidad diferente.
Seleccionó algunos milagros y profundizó en su significado simbólico, en función de
lo que quería enseñar a la comunidad cristiana.
c) El libro de la Pasión y Pascua (13-20). Tiene dos secciones: los discursos de
despedida (13-17) y la pasión y gloria (18-21).
d) Epílogo (21, 1-25): reúne diversas apariciones de Jesús, en las que el discípulo
amado ocupa un lugar importante, junto con Pedro.
El evangelio según san Juan, tal como se nos presenta hoy, tiene una cierta unidad en
su vocabulario y contenido teológico. No obstante, con una leída superficial notamos
que esta obra no fue escrita por un solo autor ni en un momento determinado. El
libro de Juan es el resultado de una historia redaccional muy larga, durante la cual
varias manos ayudaron a crear esa obra. Al examinar el texto, aparecen ciertas
incongruencias y contradicciones.
Este evangelio presenta una unidad y cohesión internas mucho más fuertes que
los sinópticos. Este hecho, sin embargo, no quiere decir que la obra haya sido
compuesta de una única vez y por un único autor. Tenemos claros signos de que
existió un proceso de "composición". Por destacar lo más sobresaliente: Jn 13,
21 tiene su continuación lógica en 18, 1. Esto quiere decir que entre ambos
textos se ha abierto un espacio para colocar los cap. 15-17. El orden natural de
Jn 4-7 sería el siguiente: 4. 6. 5. 7, problema que ya fue visto desde antiguo. Jn
21 es una clara adición al evangelio ya terminado, como nos consta, entre otras
razones, por el final original, que lo tenemos en Jn 20, 30-31, que es
evidentemente una frase conclusiva. Esto quiere decir que ha habido varias
manos que han trabajado en la obra.
No obstante, si sostenemos que el autor del IV evangelio fue uno de los Doce, el
apóstol Juan, el valor de la obra como testimonio sobre la persona de Cristo y como
reflejo fiel de sus hechos y doctrina alcanza una autenticidad extraordinaria. Y para
demostrar un hecho histórico, el camino más seguro es acudir a los testimonios
fidedignos de la historia.
El hecho que la obra joánica haya diferentes escritos, con diversos estilos
lingüísticos, surgiere establecer esta diferencia. En ocasiones hablamos de Juan o la
comunidad como autores.
¿Quién es san Juan? Su nombre hebreo (Yehojanan), que significa; “Yahvé donó
gracia, fue benigno”, es oriundo de Betsaida (Jn 1,44; Mc 1,16-20). Era hijo de
Zebedeo y Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56; Jn 19,25) y hermano de Santiago el Mayor.
17
Pescador como su padre (Mt 4,21; Jn 21,1-41) y familiarizado con la lengua de los
pecadores. Pescador galileo. Palestino cuya lengua materna era el arameo. Crecido en
el judaísmo. Sus padres eran acomodados: su padre tenía jornaleros a su servicio
(Mc 1,10), poseía por lo menos una barca (Mt 4,21) y pescaba con red barredera, no a
la manera de los pescadores pobres. Su madre servía a Jesús con su hacienda (Mt
27,55ss; Lc 8,3). Aparece al principio como discípulo del Bautista (Jn 1,35-40). Pero
desde el Jordán, abandonando al Bautista, sigue a Cristo a Galilea, asistiendo al
milagro de las bodas de Cana (Jn 2,1-11).
Fue llamado por Cristo y abandonó todo por seguirle (Mt 4,21ss; Lc 6,14). Él y su
hermano, por su ardiente celo, fueron llamados por el Señor "bonaergés" (hijos del
trueno; Mc 3,17). Junto con Pedro y su hermano fue testigo de la resurrección de la
hija de Jairo (Mc 5,37), la transfiguración (Mc 9,2) y la "agonía" en Getsemaní (Mc
14,33). En la última cena "descansó en el pecho del Señor" y le preguntó quién fuese
el traidor (Jn 13,23ss). Estuvo junto a la cruz, y Cristo le encomendó a su Madre (Jn
19,26ss). Fue el primero de los discípulos que conoció al Señor resucitado junto al
lago de Tiberíades (Jn 21,7). Por confrontación de textos evangélicos, es el
"discípulo al que amaba el Señor" (Jn 21,2.7.20.23.24; 13,23.24; 20,2).
Después de Pentecostés aparece unida en especial amistad con Pedro (Lc 22,8; Jn
20,2-10; 21,20-22). Desempeñó en Jerusalén su misión apostólica (Hec 3.1-4,31) y
luego en Samaría (Hec 8,14-25). San Pablo se encontró con él, en su segundo viaje,
en Jerusalén, en donde era reconocido por una de las tres "columnas" dé aquella
Iglesia (Gal 1,19; 2,1)
Una antiquísima tradición, que comienza con San Ireneo, dice que Juan vino a la
provincia de Asia y moró en Éfeso, donde escribió su evangelio, muriendo allí en los
días de Trajano (98-117).
De los últimos años de la vida de San Juan se citan muchos datos. El más importante
es el ya citado por Tertuliano, según el cual, bajo Domiciano (81-96), sufrió el
martirio al arrojarlo en una caldera de aceite hirviendo, saliendo ileso, después de lo
cual fue desterrado a la isla de Patmos. San Jerónimo narra que Juan repetía
incesantemente este dicho sobre la caridad: "Hijitos, amaos mutuamente." De
18
Patmos volvió a Éfeso, donde se dice haber muerto el año séptimo de Trajano, sobre
el 104.
Al parecer el autor estaba muy familiarizado con los apóstoles, esto nos ayuda a
pensar que era uno de ellos. Conoce a varios de los apóstoles, y cita a veces sus
palabras. Nos habla de Andrés y Felipe (1,45; 6,7; 12,21ss; 14,8-10), de Natanael
(1,46-48ss), de Tomás (11,16; 14,5; 20,25.28), de Judas Tadeo (14;22), y
especialmente de Pedro (1,42; 6,68ss; 13,6-9.24.36ss; 18,17; 20,2-10; 21,3.7.11.15-
22). La presentación que presenta en el capítulo 13 sobre la protesta de Judas
supone, normalmente, un testigo ocular.
19
Un elemento fundamental para describe a san Juan es el papel que desempeña entre
los apóstoles. En los evangelios siempre aparece como uno de los tres los discípulos a
los que especialmente amaba Cristo: Pedro, Santiago el Mayor y Juan. Entre ellos,
pues, ha de estar "el discípulo al que amaba el Señor" y que "descanso sobre su
pecho" en la última cena, ya que la confrontación dé textos hace ver que es el mismo.
Pero este "discípulo" al que amaba el Señor no es: Pedro, pues se distingue de él en
el mismo evangelio (13,24; 18,15; 20,2; 21,7.20) y se supone su muerte en este
evangelio (21,19). Ni Santiago el Mayor, ya que fue muerto por Agripa I sobre el 44
(Hch 12,1ss).
Este análisis nos permite concluir reafirmando las coincidencias tanto externas
como internas de atribuir a Juan, el hijo del Zebedeo, la autoría del IV Evangelio.
¿Qué nos dice la tradición? Desde mediados del siglo π se testifica en las Iglesias
de entonces que Juan el Apóstol es el autor del cuarto evangelio. Como exponente se
cita el testimonio de San Ireneo, de especial importancia, porque San Ireneo es
discípulo inmediato de San Policarpo, y éste lo es inmediatamente de San Juan. San
Ireneo escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el que también descansó en el pecho
del Señor, dio su evangelio cuando moraba en Éfeso, en Asia"; los Prologo (s.II) lo
testifican igualmente; el Prologus antiquior (160-170) se lo atribuye a Juan, y en
Asia; la misma paternidad le atribuyen el Canon de Muratori (poco d.155), aunque
tiene algunos elementos de retoque; San Teófilo Antioqueno, en su obra A Autólico;
San Polícrates, obispo de Éfeso (189-199), en la epístola que dirige al papa Víctor
sobre la cuestión "cuatordecimana" de la Pascua, invoca el evangelio de San Juan;
Teodoreto de Ciro (193-257-8), en su Haereticarum fabularum compendium, enseña
que lo compuso estando en Éfeso; Tertuliano (140-214), en su Hypotyposeon;
Orígenes (185-254), en su Commentarium in Ioannem; el Prólogo monarquiano (s.II)
afirma expresamente que escribió "el evangelio en Asia" (Éfeso); San Jerónimo
(340-420), en su Commentarium in Matthaeum, dice que Juan el Apóstol es
"evangelista," que lo escribió en Éfeso, contra las herejías de Cerinto, los ebionitas
y otros.
Estas testificaciones explícitas, aparte de otras muchas implícitas, y sobre todo las
del siglo II, muy poco después de la fecha de composición del evangelio de San Juan,
como se verá en su lugar, hace ver que estos autores están muy cercanos a la
20
Estos testimonios coinciden con Juan hijo de Zebedeo, que, aunque ocultó su
verdadera identidad bajo este anonimato, las evidencias lo señalan: fue apóstol del
Señor, su pertenencia al grupo de los doce, estuvo presente en los grandes
acontecimientos de la vida pública de Jesús, se establece claramente la distinción
de funciones entre él y los demás discípulos. Según los relatos evangélicos estaba
muy ligado al grupo de Pedro y Santiago. En algunos episodios de la vida de Jesús,
los encontramos juntos. (Mt 17,1ss; Lc 9,28-36) No obstante, cada uno aparece
desempeñando una labor propia. "Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y el otro
discípulo a quien Jesús quería…”. (20,2). Este episodio señala a Pedro y el otro
discípulo como dos personajes diferentes, al igual que durante la última cena, en el
momento que Jesús anuncia la traición: “Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba,
estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: Pregúntale
de quien está hablando” (13, 23).
21
La tradición testifica que el cuarto evangelio es del apóstol San Juan. Esto merece
valor, aunque admite amplitud la afirmación. Pues se ve que el evangelio, tal como
está escrito, no puede ser obra de ningún apóstol. No solamente por su comparación
con los sinópticos, sino por el estilo, enfoque y la riqueza explícita de contenido y de
exposición. Los conceptos profundamente teológicos, que aparecen superan, el grado
de "cultura" sencilla de cualquier apóstol. Se descubre que en los "discursos" no sólo
son distintos de los otros evangelios, sino que se percibe un “alto” grado en
contenido temático y lenguaje. El lenguaje empleado por Cristo cambia radicalmente
y se vuelve más profundo cuando habla con gentes sencillas, a cuando dialoga con
fariseos como Nicodemo o con la Samaritana.
Juan, aun siendo pescador de Galilea, habló muchas veces del Cristo histórico,
contando sus propias experiencias sobre la vida de Jesús. Con el paso de los años sus
experiencias se iban enriqueciendo y así su visión y mensaje se convertían en más
auténtico y rico que lo que podía comprender en un principio (Jn 14,9) un pescador
galileo. Sin embargo, dentro de su propia comunidad existían "círculo" de miembros
(Jn 21:24-25). Estos le oyeron repetidas veces; meditaron sus enseñanzas;
22
En este grupo de autor o autores debió de haber gente culta, familiarizada con la
cultura ambiental, posiblemente de vario tipo. El hecho evangélico lo prueba, lo
mismo que el análisis de semejanzas con doctrinas y vocabulario. Así se ven términos
característicos y dualísticos, como: "vida"; "luz" "tinieblas"; "espíritu" "carne"; de
arriba"- "de abajo"; "verdad"-"mentira,"-"libertad"-"esclavitud"; "hijos de la
luz"-"hijos de las tinieblas," etc.
La Biblia del evangelista es la Biblia Griega de los LXX, o en todo caso, una
traducción griega.
La Escritura no es sólo el testimonio divino de Jesús por excelencia, sino que es "el
libro de Jesús": (5,39-40; 45-47). Pero al mismo tiempo dice a los judíos que la
Escritura es "vuestra Ley" (cf. 10,34; 15,25). Las dos comunidades, la judía y la
cristiana, poseen la misma Escritura, pero la interpretación es diversa: una centrada
en la Torá (y por esto es que en su conjunto es llamada "Ley"); la otra centrada en la
persona y misión salvífica de Jesús.
Una sostiene una "revelación de la voluntad de Dios que está para cumplirse" y la
otra "revelación y testimonio de Jesús para que se crea en él". La Escritura habla de
Jesús y se cumple en él. No sólo los discípulos han visto su gloria (1,14) sino también
Moisés (5,46), Abraham (8,56) e Isaías (12,41). Estos vieron su gloria y hablaron de
él. Jesús es testimoniado por ellos y a la vez los supera. Quienes se encuentran con
Jesús se preguntan: "es que tú eres más grande que nuestro padre Jacob?" (4,12) o
"¿eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham que murió?" (8,53).
Teología del cuarto evangelio está en que el Dios alejado y trascendente no puede
ser captado si él mismo no se da. El hombre no es ya, como en Platón, una dualidad
humano-divina (cuerpo y alma), sino que pertenece por completo al mundo de la
materia, imposibilitado para llegar hasta Dios. Es Dios el que se da al hombre bueno,
al que ha elegido. Y el gnóstico sabe cuál sea el camino para mostrarse bueno ante
Dios, para provocar, por decirlo así, la autodonación de Dios, la visión mística del
mismo, engendradora de vida eterna. Y el gnóstico llegará hasta la visión a través de
toda una ascesis, llena de principios filosóficos y morales, uno de los cuales es el
célebre «conócete a ti mismo»; hace falta una iniciación a los misterios. Al hombre,
preparado ya por esta ascesis, Dios se le comunica, y con él llega el perfecto
conocimiento de toda la realidad circunstante y la vida eterna. Se evade de este
mundo para entrar en el ámbito de lo divino, en el que encuentra su realidad plena,
que es donación de Dios a su esfuerzo.
que se fundamenta en los mandamientos que dará Jesús, es obrar el amor de Dios
entre los hermanos. No es una evasión de la realidad, sino un compromiso con la
misma. El cristiano no se ha evadido, en su ser más profundo de hijo de Dios, del
mundo real que le rodea, sino que ha sido el ámbito de lo divino el que ha entrado en
este más aquí, transformándolo. Dios no es ya el alejado, sino el que continúa
habitando en los cristianos que están ejercitando entre los hermanos el mismo amor
de Dios presente en Jesús, el que murió por todos.
Por lo tanto, no hay motivo para suponer que el evangelio esté influido por una forma
de la filosofía griega distinta de las que ya habían entrado a formar parte de las
ideas y el lenguaje de Palestina.
Todo lo que era de la Antigua Alianza, fue destruido, pero poco importa, pues en
Jesús todas las instituciones del Antiguo Israel encontraron su pleno sentido: ley
(torah), fiestas, templo, y hasta la historia del Pueblo: patriarcas, éxodo,
profetismo, sabiduría... Jesús es ahora la única referencia para caminar con Dios y
hacia Dios. En esa perspectiva, el redactor quiere distinguirse del grupo judaico, no
por discriminación, sino para provocar el reconocimiento de Jesús.
El texto, por ejemplo, habla de la fiesta de los judíos (Jn 2,13; 6,4; etc.), de su ley,
marcando así la distancia existente entre los dos grupos. Podemos notar la relectura
que se hizo del texto ya existente a partir de ese nuevo acontecimiento. Aún más,
debe haberse dado una reorganización del texto, en un esquema basado en las
fiestas de los judíos, que en el texto actual suman seis, o sea, el número de la
imperfección.
El autor del cuarto evangelio pasa a ser un esenio cristiano que busca hablar de la fe
en Jesús con el referencial a los esenios, aparecen expresiones comunes duales: “luz
y tinieblas”, “espíritu y carne”, “verdad y mentira”, “vida y muerte” Existen ciertas
afinidades de lenguaje, como expresiones: “hijos de la verdad”, “hijos de la
perdición”, “espíritu de verdad”, “hijos de la luz”, “luz de vida”. Pero, si el
vocabulario es muy semejante, la inspiración fundamental de los dos está muy lejos
la una de la otra.
Juan, al contrario, nos revela al Padre en Jesucristo e invita a todos a hacerse hijos
e hijas de Dios por la adhesión de la fe (Jn 1,12-13). Puede ser, que el autor del
cuarto evangelio empleó el vocabulario esenio para dialogar con los miembros de la
secta.
De ningún modo podemos hablar que Juan utilizará el mismo vocabulario con el mismo
sentido. Lo que podemos constatar es que el texto presenta trozos de relectura
hecha en esa perspectiva. Pero sabemos que la comunidad de Qumrán fue destruida
en la época de la guerra de los judíos contra Roma y que el grupo no sobrevivió a los
acontecimientos del 70. ¿Fue en esa oportunidad que miembros de la secta entraron
en las comunidades joánicas? ¿Dónde se dio ese encuentro o esa confrontación?
6.- Conclusiones
Es difícil de evaluar las diferentes influencias que hubo en el libro de Juan. Podemos
constatar un firme arraigo en las tradiciones bíblicas comunes al judaísmo, sea
ortodoxo u oficial, sea heterodoxo.
El dualismo moralista de los esenios también está presente, como una influencia de
las ideas gnósticas. Pero: ¿qué es lo que esos indicios revelan exactamente? ¿Una
confrontación de la escuela joánica con diferentes culturas y visiones de
pensamiento? ¿Un intento de presentar la persona de Jesús, su práctica y su
mensaje a diferentes grupos en búsqueda de vida, de sentido de vida? ¿Es una
profundización de la fe para cristianos que pasan por crisis, persecuciones,
desilusiones?
Sin duda estamos delante de una obra que es el resultado de una constante
actualización, es fruto de una tradición en movimiento El texto es obra de personas
que profesaron su fe, no en la repetición de fórmulas sagradas, pero estáticas, sino
en el empleo de palabras e ideas que expresaban, la búsqueda, las esperanzas e
incertidumbres de toda una humanidad, sedienta de encontrar en su historia un
camino, una verdad que llevasen a la vida plena.
Como hemos visto, el texto hoy se ofrece a nosotros con varios substratos literarios
de épocas y circunstancias diferentes. ¿Cuál es el núcleo original? ¿El texto
original? Todavía estamos lejos de una respuesta clara y segura
29
Su fe inicial, incipiente pero insuficiente. Jesús era el Mesías profético (Deut 18,
15ss); no de origen divino, sino sencillamente un hombre enviado por Dios, el hijo de
José de Nazaret (Jn 1, 45-46; 6, 42), no los llevó a ninguna clase de colisión ni
conflicto alguno con el judaísmo oficial. El nuevo movimiento encajaba dentro de la
multitud de sectas y grupos religiosos existentes dentro del judaísmo y por tanto,
no era en modo alguno preocupante.
Mundo es utilizado por el IV Evangelio, unas 78 veces. Este término tiene varios
significados. 1) El mundo físico (17,5.24) como tierra donde habita la humanidad (11,
9; 21,25) 2). La humanidad que habita el mundo. Esta humanidad-mundo es objeto del
amor de Dios: “…tanto amó Dios al mundo” (3,16) y destino de la misión del Hijo:
“Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por el” (3,17). Jesús es la luz del mundo (8,12; 4,42; 6,14; 33. 51) El uso más
31
Otro conflicto entre los seguidores de Jesús y Juan el Bautista se advierte en todo
el evangelio desde su principio hasta el final. La cantidad de textos sobre Juan el
Bautista muestra la importancia del conflicto con Jesús y su comunidad. En este
sentido, se nota diferencia del cuarto evangelio de los sinópticos, donde Juan el
Bautista cumple su verdadera función como precursor del advenimiento de Jesús.
Esto hace que no exista ningún conflicto con ningunas de las comunidades de los
sinópticos.
perseguidos hasta la muerte (Jn 10, 28-29; 15, 18; 16, 2). Esto produjo nuevos
desgarramientos, con la consiguiente disminución de la comunidad. La expulsión de la
sinagoga era una pena superior a la excomunión. El expulsado era considerado un
renegado. Se prohibía todo trato personal y social con los renegados. Eran
considerados peor que un pagano.
La aceptación de Jesús como el Hijo de Dios fue la ocasión para que muchos
pensasen que no podía ser hombre verdadero. El mundo de Dios es tan distinto y
está tan distante del mundo del hombre que no podía ni pensarse siquiera que
pudiese entrar en contacto con él. Así se manifestaban algunas corrientes
filosófico-religiosas de la época, como la gnosis. Por esta causa se produjo una nueva
ruptura en la comunidad joánica. De ella nos informa la primera carta (1Jn 2, 19).
Las primeras persecuciones la inician Nerón (hacia los años 64). Destaca una cruel
persecución contra los cristianos. A la muerte de Nerón le sigue Domiciano (hacia los
años 90). Tortura a los cristianos para que abandonaran la fe. Esta era la vida de los
cristianos. Todas las puertas cerradas. Todo el poder del mundo se volcaba contra
los cristianos. Muchos abandonaron el evangelio por miedo y se pasaban al lado del
imperio. La situación en que viven las comunidades es de persecución (Ap. 12,13.17;
13,7). Había prisioneros (Ap. 2,10) y muchos los habían martirizados. En esta
33
situación era difícil mantener la fe. Era un verdadero hostigamiento contra todos
los que se declaraban seguidores de Jesucristo.
1.-Introducción
San Juan al igual que los demás evangelistas inicia su evangelio con un prólogo. El
prólogo de Juan se cuenta entre los textos más densos y difíciles, que encontramos
en el Nuevo Testamento. Es muy coherente con el evangelio, ya que presenta los
mismos temas teológicos, la terminología, su estilo y reflexión. Es una verdadera
introducción, un prefacio, un pórtico, un sumario, una síntesis, donde están
presentes los temas conductores del Evangelio según Juan.
34
El himno empieza con la afirmación del ser y existir de la Palabra divina, del Logos.
Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios (v. 1). El himno se inicia con la afirmación de la preexistencia, al igual que en Flp
2,6 se dice: «El cual siendo de condición divina...» o bien «siendo igual a Dios...»
En el v. 1, se inicia con el giro «Al principio ya existía la Palabra» se alude al Gén 1,1
«Al principio creó Dios el cielo y la tierra”. En el Genesis significa, al «comienzo del
tiempo, del mundo y de la historia», la intemporalidad, fuera del tiempo, es anterior
al tiempo; en cambio el «al principio» de Jn 1,1 habla del comienzo «pre-mundano»,
es decir, del comienzo primerísimo en Dios y junto a Dios. En ese origen divino,
«era» y estaba siempre la Palabra. Al mismo tiempo, se trata al decir que la Palabra
estaba «en Dios». Únicamente Dios es el «lugar» y sede de la Palabra, y la Palabra
divina está vuelta a Dios.
El v. 3 recoge esa tradición y proclama: Todo ha sido hecho por la Palabra. Dicho de
modo negativo: no hay nada que no haya sido hecho por ella, de forma que nada
queda fuera de su campo de acción. Nada de cuanto existe está fuera de los
dominios del Logos divino. Todo cuanto existe, es dominio y señorío de la Palabra por
cuanto que ha sido hecho y creado. Así cuanto ha llegado al ser, el mundo, ha de
entenderse como creación de la Palabra.
hombres. El ser humano está relación con la Palabra, es decir, el ser humano se
define y determina desde la Palabra. La vida es propia de la Palabra divina desde su
mismo origen, y tiene la capacidad de poder comunicar la vida y que en ella está el
origen de la vida para todos. Además, se refiere a la facultad de Dios para
transmitir la vida. Vivir es el puro don de Dios al hombre. Dios quiere la vida del
hombre y no su muerte; su salvación y no su condena. El concepto vida no hace
referencia a la vida biológica simplemente, sino que adquiere una dimensión más
completa plena para referirse a la «vida eterna», como compendio de la esperanza
escatológica para el hombre
Así el v. 4 afirma la vida es «luz» para el hombre mientras que la muerte son las
«tinieblas», aquí aparecen nuevamente los conceptos de luz y vida. Según Juan,
Jesucristo es la «luz y vida» para los hombres. «Luz para el hombre» es la vida
salvaguardada por la Palabra como compendio de la existencia salvífica.
Los v. 6-8 son añadidos del evangelista. Se refieren a Juan y trazan ya en este
pasaje y de forma temática la imagen que el cuarto Evangelio se ha forjado del
Bautista (cf. 1, 19-40; 3,22.30; 5,33-35). Esa imagen se puede describir con estos
trazos: a) Juan Bautista no es el salvador escatológico ni el Mesías. b) Es el enviado
por Dios y actúa por mandato divino, en ser testigo de Cristo. c) Ese su testimonio
debe conducir los hombres a creer en Cristo.
El v. 6 introduce a Juan Bautista: Surgió un hombre, cuyo nombre era Juan, enviado
de parte de Dios. Se le califica de varón enviado por Dios. El concepto de enviar
tiene en el cuarto Evangelio, un significado importante, en cuento desempeña un
papel de encargo y la representación puesta en práctica de ese encargo. Como
36
Además, «la misión del Bautista sigue teniendo validez como testigo de la luz, para
que los hombres lleguen a creer en la luz».
V. 8: «No era él la luz, sino que venía a dar testimonio de la luz.» El versículo
rechaza la opinión de que el Bautista pudiera ser la luz, es decir, el salvador
escatológico, el Mesías, presentando su función testifical. La existencia de grupos
de discípulos, que seguían siendo seguidores del Bautista: (Act 18,24s; 19,1-6). «En
el sentir de esos círculos parece que el Bautista era venerado como un personaje
mesiánico, al que sus seguidores contraponían a la pretensión mesiánica de Jesús; lo
cual se desprende la creciente polémica que reflejan los escritos del Nuevo
Testamento y que culmina en el Evangelio según Juan». El evangelista adopta ya en el
prólogo su postura de delimitación del Bautista, para dejar claro a los seguidores del
Bautista, que nos es el Mesías.
Con el v. 9 vuelve a entrar el texto del himno, que avanza hacia su clímax. El
versículo enlaza directamente en el himno con el v. 4, por cuanto entra de lleno en
acción la concepción cristológico-salvífica del concepto de luz. El Logos o la Palabra
se identifica con la luz: Era la luz verdadera que, llegando a este mundo, ilumina a
37
todo hombre. Esa luz ha venido al mundo. La venida o llegada de Jesús designa su
origen y misión divinos, que fundamentan y legitiman su existencia como revelador.
El v. 11 aquí se hace énfasis: «vino a lo suyo”, los suyos, sus propias gentes, le
negaron la acogida. El pensamiento gnóstico lo intentó al separar el mundo luminoso,
de la revelación, del mundo malo y tenebroso, del mundo miserable de un miserable
creador. Allí el revelador no viene a lo propio y suyo, sino a algo que le es radical y
esencialmente extraño, y que se comprende muy bien que esa realidad extraña por
esencia no la reconozca. La incredulidad a la que aquí se alude es algo distinto del
motivo gnóstico de la extrañeza o alienación. Para el hombre continúa siendo un
proceso enigmático, cuyos íntimos fundamentos y motivos sólo Dios puede revelar.
El v. 18 nos dice: «A Dios nadie lo ha visto jamás» no es sólo un principio básico que
Juan repite (5,37; 6,46). Dios es para el hombre fundamentalmente «invisible». Al
hombre no le queda más camino que la auto apertura de Dios; únicamente Dios puede
proporcionar al hombre noticias de sí mismo. El Hijo único, Dios, el que está en el
seno del Padre puede ser el revelador y el testigo de Dios en el mundo (cf. 3,31-36).
Jesús en persona con sus palabras y su obrar es la «explicación de Dios» en el
mundo. En su figura se hace visible quién es Dios realmente. Él es la beatificante
interpretación de Dios, la versión de Dios al terreno de lo humano
Cana: ciudad de Galilea, Palestina, famosa a través de los siglos como la escena del
primer milagro de Nuestro Señor, cuando convirtió el agua en vino en la celebración
de las bodas (Juan, 2). Es mencionada por el mismo Evangelista en otros dos pasajes,
uno (4, 46) relacionado con otro milagro, cuando curó al hijo del funcionario real a la
distancia, y el otro (21, 2) como el lugar de nacimiento de Natanael, o San
Bartolomé.
"Al tercer día" se celebraban unas bodas en Cana de Galilea. El término “tercer día",
se referiría al último hecho narrado, la "vocación de Natanael,". Natanael, conocido
por el nombre de Felipe, era oriundo de esta ciudad (Jn 1,45). Es una indicación
cronológica, la descripción de un suceso con relación a otro que ya ocurrió.
Desde el siglo IV hubo aquí una iglesia cristiana y una fuente abundante, de la que
hablan los antiguos peregrinos. Era un poblado donde abundaban los viñedos
excelentes para producir vino. En esta ciudad había personas que estuviese
parentesco con María. Por eso, María estaba presente en la boda, venida
probablemente desde Nazaret, ya que la distancia de siete kilómetros que la
separaba de Cana pudo hacerla muy bien el mismo día.
En las bodas de los pueblos, los menesteres de la cocina y del banquete son
atendidos por las hermanas y mujeres familiares o amigas. Es lo que aparece aquí en
el caso de María. A ellas incumbe atender a todo esto.
40
Según la Mishna, la duración de las bodas era de siete días si la desposada era
virgen, y tres si era viuda. Durando las bodas varios días, los invitados se renuevan.
Los escritos rabínicos suponen la posibilidad de la llegada de huéspedes inesperados.
Es probable que María, invitada como amiga o parte de la familia, ayuda en los
menesteres de la cocina. Por eso pudo estar informada a tiempo de la situación
crítica y antes de que trascendiese a los invitados. Ni el mismo maestresala lo sabía
(v.9.10). Y discretamente se lo comunica a su Hijo, diciéndole simplemente: "No
tienen vino." Llama la atención que esta expresión: “no tienen vino”, para dirigirse a
Jesús, es una información; sin embargo, inmediatamente cambia de tono al dirigirse
a los camareros: “Hagan lo que les diga”. Es una información y un consejo.
Para muchos autores estas dos expresiones pronunciadas una a continuación de las
otras, deja de ser una simple información, sino que revela que María espera de
Jesús una intervención especial, sobrenatural. ¿Conocía María el poder de Jesús que
era capaz de realizar signos prodigiosos? Posiblemente el evangelista quiera resaltar
el conocimiento excepcional en María de su hijo. Esta escena descorre un velo sobre
el misterio de la vida oculta de Nazaret y sobre la "ciencia" de María sobre el
misterio de Cristo.
se explica aún más fácilmente suponiendo la especial familiaridad de ella con los
miembros de aquel hogar.
Esta familia debía de ser de una cierta posición económica, ya que había en él "seis
tinajas de piedra" para las purificaciones rituales de los judíos. Estas tinajas en que
se servían los judíos palestinos eran de barro, pero entre los rabinos aceptaban que
las jarras de piedra no contraían impureza, por lo que las recomendaban
especialmente para contener el agua de estas abluciones. Estas piedras eran de
tamaño grande, ya que en ella cabían dos o tres libros de agua.
Entonces les dijo: “Sacad ahora, y llevarlo al maestresala”. Los servidores obedecen
la orden de Jesús y llevan al maestresala "el agua convertida en vino." Fácilmente se
supone la sorpresa de los servidores. Ellos desconocen e ignoran la realización del
signo.
Por tanto, las señales son instrumentos de la manifestación de la gloria de Dios, para
aquellos que poseen por virtud divina la dinámica de la fe, la señal invita al hombre a
una penetración de la revelación de Dios que se acerca a los hombres en Jesús, quien
lleva a entender que en Él está la presencia de la realidad poderosa del Dios lejano e
invisible. El evangelio de Juan convencido de que en Jesús ya ha llagado la salvación
final, penetra en la realidad de Jesús y percibe que, en sus gestos, en su actuación,
existe un acercamiento del Dios invisible y lejano. Una presencia total y definitiva.
Los signos (señales) son una manifestación de la gloria de Dios.
destacar el conocido poder taumaturgo de Jesús. El Caná, fue el lugar donde Jesús
hizo su primer signo.
El texto bíblico resalta que Jesús y sus discípulos después de pasar dos días (43-
44) en su ministerio de Samaria, continuaron su trayecto en dirección al norte, hacia
Galilea. Al llegar a Galilea los galileos les recibieron, por haber visto las señales que
hizo en Jerusalén (v.45)
Este funcionario real tenía un hijo, un "muchacho," aún muy joven (icocoeov; v.49),
posiblemente un "hijo" único, que tenía una "fiebre," y su estado era tan grave, que
estaba en "peligro de muerte."
El funcionario había escuchado hablar de Jesús, de sus signos que había hecho en las
últimas fiestas en Jerusalén (Tn 4:45). Por eso, al saber de la visita de Jesús,
inmediatamente fue a verle movido por la necesidad. Su hijo está a punto de morir.
Este hombre subraya lo inevitable del proceso en el que se encuentra su hijo, quien
está al borde de la muerte.
44
Jesús con sus palabras se lamenta que este hombre, a pesar de haber escuchado que
era capaz de hacer signos, estuviera una fe baja. Posiblemente está expresión de
Jesús no va dirigida exclusivamente al funcionario real, por la forma en plural que
está escrita la expresión: "Si no viereis no creéis." Jesús se dirige a un grupo más
amplio, posiblemente por aquellos que creyeron en Él solamente por los signos que
hacía y no creyeron en Él y en su palabra. Al parecer, muchos de estos lo querían
solamente para que les curará sus enfermedades físicas. Jesús quiere que se
atienda a Él, a sus palabras o enseñanzas.
El oficial del rey le insistió, Señor baja antes que mi hijo muera. Esta situación en
crucial para el oficial, quien insiste una vez más en su petición (4,47), espera una
respuesta de Jesús: "Señor, baja antes que mi hijo muera." El funcionario real creía
que Cristo era un gran profeta, pero no sabía el pleno alcance de su poder milagroso;
porque no necesitaba "bajar" para curar a su hijo, ni tenía por qué temer a la
urgencia dé la muerte, ya que podía resucitarle.
La respuesta de Jesús fue inmediata: "Vete, tu hijo vive." Con esta expresión Jesús
le está diciendo al funcionario, que su hijo no va a morir. El funcionario creyó en la
palabra de Jesús, porque lo ha dicho. Así acentúa la naturaleza de la fe, puesto que
la fe viene por creer la palabra de Jesús. Creyó en la curación de su hijo a
distancia, cosa que poco antes no sabía, pues le rogaba que "bajase" a Cafarnaúm a
curar a su hijo. Ahora Jesús le mostró dos curaciones: la de su hijo y la suya propia
con una revelación al anunciarle la curación.
Fue tal la alegría y felicidad que experimentó este funcionario al ver a su hijo sano
que "creyó él y toda su casa" en Jesús. Él y su casa creían en Cristo como
taumaturgo. El padre del niño conduce a toda la familia a los pies de Jesús.
El evangelista destaca que éste fue el "segundo milagro" que Jesús hizo después que
vino de Judea a Galilea: "Este fue de nuevo un segundo (πάλιν δεύτερον) milagro." El
"primero" (Jn 2,11), fue en las bodas de Cana, en Galilea es el segundo que realiza.
Las señales de Jesús manifiestan la Gloria de Dios. Es decir, cada señal comunica la
eterna grandeza de Dios, en este caso a través de la distancia. El evangelista
resalta el poder de Jesús que es capaz de realizar signos a distancia. Cada señal es
obrada únicamente por Jesucristo el Hijo de Dios. Entonces las señales fortalecen
la fe de los discípulos y ahora de un funcionario real y toda su familia.
Estas coincidencias hacen pensar que los dos relatos están tomados de una tradición
común. Sin embargo, en el relato de san Juan, aparecen algunos elementos propios:
46
Cerca de la piscina yacía una multitud de enfermos. Por el texto se aprecia que bajo
aquellos pórticos se reunían todo tipo de enfermos: “Estar recostado”, “reclinarse”,
“estar echado” o “acostado”, para indicar la precaria situación física de estos
enfermos, ya que no podía permanecer de pie.
Sólo al hilo de la curación aflora la noticia de que el día de la curación era sábado (v.
9b). Se trata sin duda de un comentario, que originariamente no estaba en la
historia, sino que fue tomada de otra tradición e introducida aquí como clave
explicativa del enfrentamiento siguiente
Al igual que los sinópticos también Juan conoce la tradición de los conflictos
sabáticos. Tales conflictos estallan por el motivo de arrancar las espigas en sábado
(Mc 2,23-28) o de las distintas curaciones en día sabático (curación de la mano seca
en Mc 3,1-6); curación de una mujer encorvada y de un hidrópico en el día sagrado,
Lc 13,10-17; 14,1-6) Desde finales del destierro babilónico, la rígida observancia del
descanso sabático cuenta entre las instituciones más sagradas del judaísmo. Los
trabajos prohibidos eran 39. Mediante determinaciones complementarias, que
debían servir a una mayor seguridad en la observancia del precepto del sábado, se
delimitó todavía más el círculo de las actividades permitidas. El libro 1Macabeos
relata que al comienzo de la sublevación macabaica los judíos piadosos se dejaban
degollar por sus enemigos helenistas antes que quebrantar el sábado. Ello motivó que
48
el sumo sacerdote Matatías y sus amigos tomasen la decisión de: «Luchemos contra
todos los que vengan a combatir contra nosotros en sábado, para no morir todos
como murieron nuestros hermanos delante de sus refugios» (1Mac 2,29-41).
El hecho de que Jesús practicase frente al precepto riguroso del sábado una
conducta liberal, abierta, que sin duda provocaba la oposición de los círculos
piadosos, es algo que está bien documentado. Pero es evidente que no se trataba de
una indiferencia respecto del sábado, tanto más que existen relatos sobre las
visitas de Jesús a la sinagoga en sábado y sobre funciones docentes que allí
desarrolló.
El signo no conduce a una persona hasta Jesús, eso lo hace la fe. Más tarde, como se
dice en el v 14, Jesús vuelve a encontrarse con el hombre; también aquí es
significativo que es Jesús quien se hace el encontradizo con el hombre sanado, y no
al revés. Y es entonces cuando le dirige la exhortación: «Ya quedaste sano; no
peques más, para que no te suceda algo peor». Por lo demás, en Mc 2,9-12 (curación
del paralítico) se establece una conexión entre un milagro de curación y el perdón de
los pecados.
49
El v. 15. El hombre ha conocido a Jesús y dice ahora a los judíos que es él quien le ha
curado. Inmediatamente llega la reacción abierta de los judíos contra Jesús. Y es
entonces cuando empiezan a perseguirle «porque hacía tales cosas en sábado». Lo
cual significa, sin duda alguna, en la perspectiva joánica que el conflicto del sábado
va a dar ocasión a una grave controversia, más aún, a una persecución de Jesús, que
sólo terminará con la crucifixión.
Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea: «Se va al otro lado del mar de Galilea,
el de Tiberíades». Era seguido por una gran multitud del pueblo, «porque veían las
señales que realizaba con los enfermos». El evangelio destaca que la multitud le
seguían, porque habían quedado satisfechos físicamente. La multitud no sigue a
Jesús por lo que era, sino para satisfacer sus necesidades. La preocupación del
gentío era por lo que habían de comer que por el menaje que comunicaba la señal, el
mismo que testificaría la gloria de Dios. Jesús amonesta a la gente por su
contemplación materialista y su insuficiente discernimiento espiritual.
En este relato se omite ciertos accesorios, como que ya era tarde, que la gente no
tenía nada qué comer (Mc 6,35ss; 8, 1s). Es Jesús el que echa una mirada sobre el
pueblo y se vuelve a Felipe haciéndole esta pregunta: ¿Dónde podríamos comprar pan
para que todos éstos coman?», v. 5. Es una pregunta que Jesús formula sólo «para
50
probar» a sus discípulos; es decir, para poner a prueba la confianza que tienen en él,
pues ya sabe de antemano lo que tiene que hacer. La respuesta fue humanamente
desalentadora. Felipe le responde: “Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan
no bastaran para que cada uno de ellos tomase un poco” (v.6). Revela la imposibilidad
en que disponen para dar de comer a tantas gentes. Simplemente no pueden, por eso,
recurren a la justificación para evadir la propuesta formulada por Jesús. Sin
embargo, Andrés hace constar de los recursos que disponen, cinco panes y dos
peces. Es apenas un desayuno para una persona. Esto indica la incapacidad de los
discípulos para dar de comer a la multitud. Ellos tienen las manos atadas.
Por el contrario, Jesús da indicaciones a los discípulos para que hagan acomodar a la
gente, v. 10. De este modo Jesús es el personaje que domina toda la escena, el
Señor que actúa de forma soberana, el anfitrión espléndido que reparte sus dones
entre los invitados. La gente recibe los panes y peces como dones de Jesús y de su
propia mano: “Tomó los panes y habiendo dado gracias, los repartió entre los
discípulos”.
En este caso es doble el propósito, el primero es dar evidencia que él puede proveer
a los hambrientos de pan material, así como revelarse nutrir el estómago espiritual
51
puesto que es el pan de vida cuya misión mesiánica era el salvar dar vida verdadera
al mundo (33-32)
Según Juan la multiplicación de los panes tiene efecto a la plena luz del día, lo que
encaja perfectamente bien con su carácter demostrativo de señal. Pero entre tanto
se ha hecho tarde y los discípulos, que siguen estando solos, descienden del monte
hacia el mar, a fin de embarcar hasta Cafarnaúm. Así tienen que emprender solos la
navegación nocturna. «Ya se había hecho de noche». «habían caído las tinieblas».
El concepto de tinieblas (Jn 1,5; 6,17; 12,35.46; 20,1) tiene en Juan un trasfondo
simbólico, que también aquí es necesario tener en cuenta. Son las tinieblas en las que
han quedado solos los discípulos, sin Jesús, expuestos a los peligros de la tempestad
y de las olas.
El v. 20, es una afirmación que contiene los elementos siguientes: primero, se trata
de una presentación de la persona divina, que se manifiesta y se da a conocer al
hombre afectado y aterrado; segundo, sigue una actitud de ayuda, la seguridad de
una proximidad benéfica y salvadora; la cercanía de Jesús, su misteriosa presencia,
significa el fin del miedo al tiempo que el fin de cualquier necesidad; finalmente, con
ello se indica que los discípulos, que quieren acoger a Jesús en la barca, ni siquiera
52
Jesús, caminando sobre las aguas, implica que su poder está sobre le ley de la
gravedad, quiere decir que la ley que rige la atracción de los cuerpos hacia el centro
de la tierra está sometido a la voluntad de Dios y la misma sirven y están a
disposición de los planes de Dios. En cada signo, Dios irradia su gloria y confirma una
vez más que Él es la tierra y toda su plenitud.
Jesús sale del templo y ve en alguna de las puertas, donde solían mendigar todo tipo
de personas a un ciego de nacimiento (v. 1). Se dice expresamente que el hombre era
«ciego de nacimiento». Ello contribuirá a destacar la grandeza del milagro; pero al
mismo tiempo se convierte en punto de arranque para la pregunta acerca de Jesús,
cuya acción reveladora se manifiesta a la luz pública y a la conciencia de todos
mediante este acto. La circunstancia de que aquel hombre fuera ciego de nacimiento
empieza por plantear a los discípulos acompañantes un problema largamente
discutido, y que se formula en la pregunta de quién «pecó» y es culpable, por tanto,
de que aquel individuo viniera ya ciego al mundo: ¿la culpa era de él o de sus
progenitores? (v. 2).
La respuesta de Jesús a la pregunta de los discípulos (v. 3), que aquí aparecen como
representantes de la creencia popular, corta en seco ese tipo de pregunta. La
respuesta de Jesús resulta en todo caso clara. Ni el hombre en cuestión ha pecado,
53
El v. 4 pone de relieve la necesidad que pesa sobre Jesús de realizar tales signos de
salvación por encargo de Dios, como «obras del que me envió», mientras dura el
tiempo de revelación, «mientras es de día». La referencia al «que me envió»
pertenece a las metáforas más sugerentes de la historia. «La noche, cuando nadie
puede trabajar» alude ante todo a la muerte y con ello al fin de la actividad terrena
de Jesús. El tiempo de Jesús es limitado; debe aprovechar la oportunidad de
«trabajar», aunque ello ocurra en sábado. Que lo que importa son justamente esas
demostraciones de la actividad salvífica de Jesús, lo indica la referencia al propio
Jesús. Mientras está en el mundo es la luz del mundo.
Los vecinos llegan a la confirmación del hecho curativo milagroso y otras gentes, que
conocían de antes al hombre hasta entonces ciego y mendigo. Que el ciego
mendigaba lo sabemos aquí por primera vez, aunque nada tiene de sorprendente. El
rasgo, de suyo típico, resulta aquí importante para la identificación del curado. Se
refleja ahí el asombro general de la gente, que pregunta si en efecto se trata del
mismo sujeto, que se sentaba en uno de los accesos al templo y pedía limosna. Se
llega así a un pequeño enfrentamiento, pues mientras unos afirman la identidad,
otros la ponen en duda (v. 9. El curado confirma su identidad, de ser el ciego. Aquí
se plantea la pregunta acerca del «cómo» de la curación. ¿Cómo se ha realizado el
milagro? (v. 10). A la misma el curado sólo puede responder con un relato que sitúa a
Jesús de un modo totalmente espontáneo en el centro de la discusión: «Ese hombre,
que se llama Jesús...»
El hombre curado es conducido ahora a presencia de los fariseos (v. 13), subrayando
al final del versículo «el que hasta entonces había sido ciego»; habría que completar
sin duda «el supuesto vidente, pero que en realidad siempre había sido ciego». Así se
identifican ambos personajes. La exposición asume ahora el carácter de un
interrogatorio en regla, un interrogatorio oficial.
55
Entra así Jesús en el choque de opiniones, siendo dos las concepciones que se
enfrentan: unos dicen: Este hombre no viene de Dios, y fundamentan su manera de
pensar en que no guarda el sábado. Otros argumentan: ¿Cómo puede un pecador
realizar señales como éstas? Por ese camino se produce entre los fariseos un cisma,
una verdadera división, que da origen a la crisis y que puede conducir a la revelaci6n
(v. 16). Los fariseos, pues, están divididos sin que logren ponerse de acuerdo; lo que
puede indicar la diversidad de opiniones que acerca de Jesús había de hecho entre
ellos. E intentan solucionar la crisis dejando ahora la decisión en manos del hombre
curado: ¿Qué opinas tú del que te ha abierto los ojos? Y el hombre contesta
rápidamente: «¡Que es un profeta!» La respuesta parece tener un tono genérico,
aunque bien podría designar también al profeta escatológico. Tal es la contestación
del hombre al que le han sido abiertos los ojos, y que con su fe ya ha empezado a ver
quién es Jesús. Más tarde quedará patente que esta categoría de «profeta» no es
tampoco aquí la última palabra acerca de Jesús. La afirmación del sanado es un
primer testimonio de fe. Los fariseos se enfrentan aquí a una afirmación
confesional, simple y positiva, respecto de Jesús; lo que les pone en una situación
penosa.
Ahora se toma otro camino para eludir la decisión. Ese es el verdadero motivo por el
que hacen que los padres del hombre curado intervengan en la discusión. El
testimonio del interesado era claro e inequívoco; pero siempre existe la posibilidad
de poner en duda el hecho mismo de la curación, y para ello se intenta poner en tela
56
de juicio que sea creíble el sanado. «Los judíos» no creen que el hombre curado diga
la verdad hasta tanto no interroguen a sus progenitores (v. 18s). Y el interrogatorio
de los mismos debe aclarar dos hechos: primero ¿es éste vuestro hijo, del que se
dice que nació ciego? Segundo ¿cómo es que ve ahora? Los padres contestan
afirmativamente a la pregunta primera (v. 20). Ello basta para la confirmación
objetiva del hecho: Cierto que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Mas, por lo que
hace a la pregunta segunda, los padres se muestran más cautos, sin que den informe
alguno sobre el asunto. Cómo es que ahora ve no lo sabemos, ni sabemos tampoco
quién le ha abierto los ojos. Sobre todo, ello debe informar el hombre curado, que ya
tiene edad suficiente para hacerlo. El v. 22 explica esta actitud de los padres como
una escapatoria; el motivo de la misma estaba en el miedo a los judíos, que ya habían
decretado expulsar de su sinagoga a quienquiera que reconociese a Jesús por
Mesías. El v. 23 vuelve a confirmar enfáticamente la noticia.
El v. 26 muestra que los fariseos que no pueden avanzar; no hacen más que dar
vueltas al asunto y empiezan a repetir preguntas que ya estaban contestadas:
«¿Acaso también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» Esto les saca a los
interrogadores de sus casillas, hasta el punto de que empiezan a insultarle. Se llega
a una separación formal entre los discípulos de Jesús y los discípulos de Moisés, que
los fariseos quieren seguir siendo, según ellos proclaman (v. 28). Para ello se
reclaman de manera explícita en el v. 29 a la revelación hecha a Moisés: Nosotros
sabemos que Dios le habló. De Jesús, en cambio, ni siquiera saben de dónde es. Y ahí
queda patente su auténtica ceguera, como un no saber nada acerca del origen de
Jesús. Y menos aún advierten, como discípulos de Moisés, que el gran legislador es
un testigo a favor de Jesús (5,45-47).
El v. 5 subraya una vez más que Jesús no sólo «amaba» a Lázaro sino a los tres
hermanos. Estaba abierto a su amor y amistad. Jesús ama a Marta, a su hermana y a
60
Lázaro. Por lo que también su comportamiento está impregnado de ese amor, aunque
les pueda resultar extraño a quienes no conocen tales interioridades.
La partida hacia Betania es a la vez la marcha hacia la pasión. Juan conecta así el
motivo de la resistencia de los discípulos a la vía dolorosa de Jesús. Es significativo
que en el v. 7 tome Jesús personalmente la iniciativa de regresar a Judea; es él
quien decide el tiempo y la hora de su actuación y de su camino hacia la pasión,
conforme a la voluntad del Padre. Los discípulos ponen una objeción, en sí
justificada, de que no hace todavía mucho que los judíos querían apedrearle
(10,31.39). Jesús responde: (v. 9s): «¿No son doce las horas del día? Cuando uno
camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero si uno camina.
Ahora Jesús comunica a sus discípulos de la situación real (v. 11): «Nuestro amigo
Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.» El v. 13 Jesús se ve forzado a
expresarse con toda claridad: ¡Lázaro ha muerto! (v. 14). Y agrega: «Me alegro de no
haber estado allí por vosotros, para que creáis» (v. 15). Se trata de la fe de los
discípulos. Son ellos los que han de contemplar y creer en Jesús mediante el
magnífico signo de la resurrección de Lázaro. Después de la aclaración emprenden el
camino: «¡Vámonos a verlo!» Frente a ese gesto la actitud de Tomás el Mellizo,
tomando la palabra en nombres de sus compañeros dice: “Vamos también nosotros a
morir con él»,
El término: «Yo soy» del Jesús, significa que Jesús es personalmente «la
resurrección y la vida».
Marta vuelve a la casa, donde se halla su hermana María y le dice al oído: «El
Maestro está aquí y te llama» (v. 28). «Al oído» significa en este pasaje que Marta
le da la noticia de la llegada de Jesús aparte, a ella sola y no a los judíos que están
allí reunidos. También en esta situación María pertenece al bando de Jesús. Sólo
para ella cuenta ahora la llamada de Jesús. Y se siente tan directamente tocada por
esta invitación, que se levanta y acude hasta Jesús «en seguida» (v. 29). María sale
inmediatamente, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que se
hallaba aún en el mismo lugar en que Marta se había encontrado con él (v. 30).
Evidentemente al evangelista le interesa señalar que las dos hermanas acudieron al
encuentro de Jesús, con diferente actitud, entre la fe y la incredulidad.
Los judíos ahí presentes siguen a María (v. 31). Al decir que los judíos estaban en
casa con María «consolándola», expresa qué se trata de enfatizar la impotencia
humana ante el destino fatídico de Lázaro, así como la situación desesperada de la
incredulidad. Lo que María tiene en común con la comitiva del duelo es el llanto y el
desconcierto de la impotencia. Para Juan queda claro que el verdadero consuelo no
llega de los judíos, sino del propio Jesús.
El v. 32 describe el encuentro de María con Jesús, la mujer cae a sus pies revelando
así una menor firmeza y dominio de sí misma que su hermana, aunque dice las mismas
cosas: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.» Aunque no ha
perdido su confianza en Jesús; llora con los judíos y persiste en el llanto funeral (v.
33). En este pasaje se dice que Jesús «se estremeció profundamente y se
conmovió», no es tanto para manifestar su disgusto ante la multitud plañidera
cuanto para expresar su conmoción frente al poder de la muerte y la impotencia de
la incredulidad.
Ahora no hay esperanza humana, por eso, Jesús se dispone a ir a la tumba de Lázaro
preguntando: «¿Dónde lo habéis puesto?» Y están dispuestos a mostrársela (v. 34).
Y es en este momento cuando se dice que Jesús lloró (v. 35). Para muchos
expositores modernos es éste un signo de la peculiar humanidad de Jesús. ¿Por qué
llora Jesús? ¿Llora realmente por la tristeza que siente ante la muerte de su amigo
Lázaro? Ello le incluiría en la desesperación de quienes hacen duelo. No es
63
impensable una solidaridad de Jesús con los que están tristes ¿O es que llora Jesús
por la falta de fe de los asistentes?
Y entonces marcha a la tumba (v. 38a), que se describe como la característica tumba
cueva, cerrada con una piedra. Llegado allí, Jesús da orden de que retiren la piedra
de la boca de la cueva (v. 39). Marta, la hermana del difunto, interviene recordando
que el cadáver lleva ya cuatro días allí y que huele mal, puesto que la descomposición
ya ha empezado. La observación realista tiene que subrayar la imposibilidad del
propósito y hacer que el lector cobre mayor conciencia de la extraordinaria
importancia del suceso. Jesús replica recordando a Marta la conversación que ha
tenido con ella, así como la confesión de fe de Marta (v. 40): «¿No te dije que, si
crees, verás la gloria de Dios?» Ha llegado el momento de probar que esta
enfermedad «no es de muerte sino para la gloria de Dios». Tras las palabras de
Jesús retiran, la piedra de la entrada. Ahora se introduce una plegaria de Jesús (v.
41-42). Jesús adopta una actitud orante: «levanta sus ojos a lo alto» y reza en voz
alta. Es una acción de gracias.
Concluida la oración Jesús clama con voz potente: «¡Lázaro, sal fuera!» (v. 43). Y la
palabra del donador escatológico de la vida produce su efecto, resucitando al
difunto Lázaro a nueva vida. El muerto sale de la cueva ligado todavía con vendas y
con el sudario sobre el rostro. Con la indicación de Jesús de que lo desaten y le
dejen ir, concluye la narración.
Luego de tal acontecimiento muchos judíos que fueron testigos del milagro tuvieron
una doble reacción: “muchos creyeron en (Jesús) y los pocos que no creyeron, lo
acusaron antes los fariseos (v.46).
64
Por qué el libro de la glorificación se inicia con los capítulos 13-17, ¿en que se
describe la última Cena de Jesús con sus discípulos?, porque en la última cena, se
inicia con el lavatorio de los pies, que supone dramáticamente el significado de la
muerte de Jesús. Esta sección es conocida como el libro de la comunidad, ya que la
misma destaca tres elementos propios de una verdadera comunidad de discípulos o
hermanos: a) Lavar los pies (13,1-17); b) Comer el pan (13,18-30); c) Vivir la
fraternidad (¡3,31-38).
Según el relato Jesús acentúa, el mandamiento nuevo (13, 31- 14, 31). Es el
verdadero y único discurso de despedida. Se introduce con el tema de la partida de
Jesús (vv. 31-33), que coincide con el de la glorificación, con la manifestación de la
gloria en él. Jesús ha manifestado a Dios en toda su actuación, particularmente en
los últimos acontecimientos de su vida y, a su vez, Dios manifestará toda la
dimensión y el significado de Jesús resucitándolo y elevándolo junto a sí.
En el capítulo 15, se resalta las enseñanzas del verdadero discipulado (15, 1-17). La
alegoría de la vid define el discipulado cristiano como permanencia en la palabra de
Jesús. Esta permanencia se define a través del amor, confianza, fidelidad,
intercomunicación, disponibilidad para el sacrificio, que conlleva a dar frutos.
Los discípulos de Jesús deberán enfrentarse con el odio del mundo (15, 18-16, 4).
Por eso Jesús y su comunidad, se convierten en denuncia contra mundo del odio. Así
el cristiano perseguido es un "mártir”, por ser un testigo de Jesús.
66
Los vv. 16, 25-33, constituyen la mejor síntesis de la cristología joánica: salió del
Padre, vino al mundo, deja el mundo y vuelve al Padre. Estas grandes líneas
constituyen el kerigma joánico más puro. Sólo a la luz de la Pascua y bajo la acción
iluminadora del Espíritu, el misterio de Jesús comienza a desvelarse en un progreso
permanente. Hasta ahora, sus hechos y palabras, su vida y su mensaje, habían
permanecido en el misterio sin descubrir toda su dimensión.
La pasión empieza con el relato del prendimiento de Jesús en el huerto que había al
otro lado del Cedrón. Jesús y sus discípulos dejan el monte de los Olivos. Las tropas
con Judas a la cabeza, se presentan a detener a Jesús está formada por la corte
romana con sus jefes. Ante la pregunta: ¿A quién buscan?, el evangelista acentúa la
actitud de Jesús que domina los acontecimientos que se le vienen encima. Por eso,
san Juan no podía narrar, en el pórtico mismo de la pasión, la oración de Getsemaní.
Simplemente pone relieve su señorío, mediante: "Yo soy". Aquí aparece la
confrontación y la lucha entre la luz y las tinieblas. Ahora los discípulos emprenden
la huida. Jesús está solo. Ha sido abandonado por los suyos.
67
El interrogatorio ante Anás y Caifás. Es muy creíble, por la importancia política del
que fueran sumos sacerdotes. Roma, Anás y Pedro (18, 12-27). Tres episodios
configuran el texto; a) La colaboración entre judíos y romanos en la condena y
muerte de Jesús. De este modo los dos mundos tanto judíos y el pagano quedan
implicados en el acontecimiento; b) La conversación de Anás encuentra motivación
política en la enseñanza de Jesús que justifique su entrega y condena por el poder
romano, único competente para dictar sentencia de muerte. c) Las negaciones de
Pedro, Juan lo relaciona con el proceso nocturno contra Jesús. San Juan le da un
verdadero significado tanto a la negación de Pedro con la defensa de Jesús ante
Anás. El evangelista ha elaborado un contraste dramático en que Jesús se mantiene
firme ante sus interrogatorios, sin negar nada. (Jn 13, 38); y la escasa fiabilidad de
los posibles testigos de Jesús. En este momento los discípulos le abandonan. Nunca
estuvo Jesús más solo, humanamente hablando, que cuando Pedro afirmó por tres
veces que no era discípulo de Jesús.
En este proceso civil (18, 28-19, 16), Jesús entra en conflicto con Roma en la
persona del gobernador. La escena está narrada en forma de drama, teniendo como
escenario el interior del pretorio, donde tiene lugar el diálogo de Pilato con Jesús, y
el exterior, donde Pilato dialoga con los judíos. El evangelista quería dar mayor
importancia al juicio ante la autoridad romana porque le convenia presentar a Jesús
directamente enfrentado con Roma. Durante su ministerio publico se enfrentó a los
judíos, ahora lo hace con el poder romano.
principio para afirmarla. Lo fue sólo para el discípulo amado que vio el sepulcro vacío
como un signo (20, 8: "vio y creyó"). Por eso llegó primero que Pedro al sepulcro.
1.8.1.- Dios
1.8.2.- Cristología
esta presentación de Jesús-Cordero que quita el pecado del mundo, Juan piensa en
la víctima cuyo sacrificio sella la nueva Alianza anunciada por los profetas (Jr
31,31.34).
c) La misión de Jesús es obra del Padre. Esta unión tan estrecha hace que la misión
de Jesús no sea sino la obra misma del Padre (4,34; 5,36; 17,4). Si el Padre y Jesús
son uno, de ahí se sigue que el mensaje, la doctrina, las palabras de Jesús, sean las
palabras del Padre: “Yo no hablé de mí mismo, sino que el Padre que me envió me
ordenó qué decir y qué hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Así pues, lo
que yo hablo, como me lo ha dicho el Padre, así lo hablo” (12,49-50; cf. 8,55; 14,10).
Siendo así, se comprende que “si alguno guarda mi palabra, no gustará la muerte
jamás” (8,52), y que los verdaderos discípulos de Jesús serán aquellos que
permanezcan en su palabra (8,31), y por ellos Jesús elevará su oración sacerdotal:
“Yo les he dado tu palabra... Santifícalos en la Verdad. Tu Palabra es Verdad. Por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en
verdad” (17,14-19). Para Juan, Jesús es la Palabra del Padre y es la Verdad del
Padre. Por tanto, lo que Jesús afirma es que, al darles a sus discípulos la Palabra del
Padre, se ha dado a sí mismo, y su oración es que el Padre se digne consagrarlos en la
Verdad –o sea, en Jesús mismo, que es la Verdad– como Jesús se santifica, esto es,
se consagra al Padre en favor de ellos, es decir, que se separa del mundo y se da y
se ofrece voluntariamente en sacrificio para bien de ellos.
también dio al Hijo tener vida en sí mismo” (5,26). No es de maravillar, por tanto, la
solemne afirmación de Jesús a Marta: “Yo soy la Resurrección” (11,25). Él es la
resurrección justamente porque es la Vida, y así puede agregar: “El que cree en mí,
aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente” (11,25-
26).
Pero todo este plan de oblación y de entrega, de donde brotará la vida, Jesús gusta
llamar su “hora”, hora para la cual ha venido y que el Padre le ha determinado
(12,27); hora en la que le tomarán para darle muerte en la cruz (7,30; 8,30; 12,32),
pero una muerte que será “exaltación y glorificación del Hijo del hombre” (12,23.32;
8,28-29), porque no será sino “su paso de este mundo al Padre” (13,1). Pero no
solamente glorificación del Hijo, sino también glorificación del Padre. Por eso
exclamó dirigiéndose a él: “¡Padre, ha llegado la hora! ¡Glorifica a tu Hijo para que el
Hijo te glorifique a ti!” (17,1). Y en otro sitio: “¡Padre, glorifica tu nombre!”. Vino
entonces una voz del cielo: “Y lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré” (12,28; cf.
8,28-29; 13,31-32).
El Padre será glorificado con la muerte y glorificación del mismo Jesús. Eso será la
manifestación estupenda del amor que el Padre tiene al mundo. Con esto tocamos uno
de los textos más ricos sobre el misterio de Jesús, Hijo del hombre, exaltado en la
cruz: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio al Hijo unigénito para que todo el
que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna” (3,14-16). La muerte de Jesús en
la cruz no es un acontecimiento accidental e imprevisto, sino que obedece a una
“necesidad” del plan divino: “es preciso”, dice el texto. Pero esa muerte es una
“elevación”, una “exaltación”, fuente de glorificación para el Padre y para el mismo
Jesús (12,23.28). Y ese misterio de muerte-exaltación lleva una finalidad: dar vida
eterna. Con una condición: “creer en Jesús”, aceptarlo y entregarse, sabiendo que
quien cree en Jesús no cree en él, sino en el que lo envió, y que quien ve a Jesús ve al
que lo envió (cf. 12,44-45). Pero la razón última de la “exaltación en la cruz” es el
amor con el que Dios ha amado al mundo que le ha hecho el regalo de su Hijo
unigénito. ¡El Hijo de Dios elevado en la cruz es el don espléndido del amor del Padre
a la humanidad entera!
72
1.8.3.- La Eucaristía.
Un hecho acusado en la lectura de San Juan y otros escritos del Nuevo Testamento,
es el tema de la "escatología." En Juan parece que ésta tiene lugar aquí y ahora: el
que escucha la palabra de Cristo y cree en el que le envió, tiene la vida eterna; ha
pasado de muerte a vida; el que no cree ya está juzgado, etc. (Jn 5,24; 1 Jn 3,14.17;
8,15, 12,47).
73
San Juan utiliza las imágenes de la "escatología" del futuro, tomadas del medio
ambiente, pero dándoles una interpretación espiritual presente.
Este retraso de la parusía hizo, en parte, dar este enfoque a la obra literaria de
Juan. Además, "es sencillamente inconcebible que un evangelio que negara
radicalmente la escatología del futuro hubiera podido entrar en el uso eclesiástico;
ni es posible que por el solo hecho de agregarle algunas frases de carácter realista
moderado se hiciera aceptable, ya que esas adiciones no eran suficientes para
disipar la impresión de que tal evangelio negaba la resurrección de los cuerpos, error
estigmatizado en la Iglesia".
Dentro del grupo de las siete cartas "apostólica, o universales o católicas" del Nuevo
Testamento se encuentran también las tres cartas atribuidas a Juan. De estas
cartas, la primera, la más amplia, ha ejercido en todas las épocas una fascinación
particular por la esencialidad y la fuerza de su mensaje teológico y espiritual,
centrado en el amor. A partir de Dios Padre el amor se revela y se comunica
históricamente en Jesucristo, el Hijo y la palabra de vida hecha carne, y se prolonga
en la experiencia vital de la comunidad que acoge la palabra y participa en la
comunión de amor con Dios. Las otras dos cartas son en realidad dos misivas de
carácter circunstancial, y similares por su estilo y su vocabulario.
a otro cristiano, llamado Gayo (2Jn 1; 3Jn 1). En el escrito aparece el "nosotros"
colegial varias veces, se trata en realidad de un personaje individual, que se dirige a
otros cristianos mediante el escrito-carta (1Jn 2,12. 13.14; 5,13). Este misterioso
personaje que se identifica con el grupo "nosotros" o dicta la carta "os escribo", "os
he escrito" en primera persona. Por la afinidad de lenguaje y de estilo con las otras
dos cartas puede deducir que se trata del mismo autor, el "presbítero",
representante de la tradición o escuela janica.
1.- El prólogo del evangelio y en el de la primera carta; (Jn 1,1-5; 1Jn 1,14)
5.- La relación Dios y los cristianos; el Padre ama a los creyentes (Jn 14,21; 1 Jn
4,16); el Hijo “vive” en los suyos (Jn 15,4; 1 Jn 3,24); el don del Espíritu (Jn 14,16-
17; 1 Jn 4,13).
2.- Canonicidad.
La primera carta de Juan es conocida y citada por los escritores cristianos del siglo
II, que son los portavoces de sus respectivas comunidades cristianas: Policarpo de
Esmirna, Papías de Hierápolis, Ireneo de Lyon. Para la Iglesia de Roma podemos
referirnos a las citas de Justino y a la presencia de al menos dos cartas joaneas en
el canon de Muratori. En el siglo III la primera carta es conocida y acogida por
Tertuliano y Cipriano (Africa), y en la Iglesia de Alejandría por Clemente (del que se
conoce un comentario traducido al latín), Orígenes y Dionisio.
75
Los genero literarios de la primera carta de san Juan sigue siendo problemático y
discutido. Falta en ella la forma protocolaria de la carta-epístola, en cuanto que el
remitente al principio aparece como un grupo, "nosotros"; los destinatarios no se
dicen quiénes son; falta el saludo final.
¿Qué es este escrito? ¿Es una carta? ¿Por qué decimos que es una carta? La carta
tiene un estilo de frases homilético-parenéticas. El estilo y el lenguaje de estos
escritos resultan notablemente cercanos a Juan. Se aprecia el mismo estilo que en el
evangelio: estilo directo, sencillo y con una sintaxis muy elemental
76
particular en las relaciones con los "hermanos", que son objeto de odio (1Jn 1,6-8.10;
2,9-11; 3,18-20; 4,20. Estos profetas o maestros se consideran guías autorizadas,
apelando al papel carismático e interior del Espíritu y descuidando la tradición
histórica (1Jn 4,1-6). Finalmente, como consecuencia del relativismo ético y de la
exaltación carismática, los disidentes acentúan el aspecto actual de la escatología,
ellos ya han llegado y tienen la garantía de la salvación final. Ciertamente, los
disidentes que combate Juan privilegian en la experiencia religiosa el "conocimiento"
de Dios (lJn 2,4) y tienden a marginar en sus efectos salvíficos la humanidad y la
muerte de Jesús.
Según su contenido la carta quiere ser una catequesis, formativa y espiritual, con un
contenido colmado de esperanza. Es motivado porque quiere inculcar en los
miembros de la comunidad el ánimo, la valentía, el coraje, la firma decisión frente a
los ataques de sus adversarios. La carta es una respuesta a la doctrina de sus
adversarios. La carta presente unos temas claramente desarrollados para formar,
educar a la comunidad. Les recuerda los principales temas que han conocidos en la
comunidad, que son comunes y que le han edificado en la fe. Juan lo presenta como
las únicas alternativas para evitar confusiones y no dejarse arrastrar de los
fanáticos. Juan invita a vivir a su comunidad a vivir una vida nueva. ¿Qué debemos de
hacer contra los fanáticos e intrusos? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta y actitud?
¿Cómo debemos responder?
Para dar respuesta Juan, sugiere tres aspectos que son necesarios e importantes
vivir:
2,18-27 El anticristo
III.- EL AMOR Y LA FE
4,7-5,12 El amor y la fe
San Juan inicia su primera carta de igual manera que el evangelio. Nos habla del
prólogo. El pensamiento central de ambos prólogos, la encarnación del Verbo. Ambos
prólogos designan a Cristo con el nombre de Verbo (Logos) ambos comienzan con la
expresión al principio. La introducción de la 1 Jn constituye un evidente paralelo del
prólogo del cuarto evangelio. El autor sagrado quiere hablar de Jesucristo como
Verbo de Dios, el cual se encarnó por amor a los hombres. Vino al mundo con el fin
de procurar la vida eterna a la humanidad. Lo que era desde el principio (v.1) El
Verbo invisible de Dios se hizo visible un día tomando carne humana. El Verbo es la
vida eterna que estaba en el Padre, y se manifestó a los hombres en la persona de
Jesús. Jesús es Dios hecho hombre.
Para no dejarse confundir ni arrastrar por las falsas doctrinas, Juan explica a los
fieles la necesidad de permanecer en comunión con el Padre y el Hijo. Para eso,
desarrolla este tema bajo la imagen del caminar en la luz. Es necesario caminar en la
luz (1,5-7); después añade cuatro condiciones prácticas (1:8-2:2; 2:3-11; 2:12-17;
2:18-28).
Dios es luz
¿Qué significa caminar en la luz? En la carta se insiste que Dios es luz, porque es
guía, ilumina, abre el camino, va por delante. La luz es el símbolo de la gloria y de la
majestad de Dios Padre. La idea de que Dios es luz ha de entenderse en un sentido
más bien moral, la luz permite ver la senda por donde se camina, para no apartarse
de los caminos de Dios. Es un término que se aplica a Jesús, “El que era la luz
verdadera qué ilumina a todo hombre”. Dios es luz porque “Y en El no hay tiniebla
alguna”. La luz es símbolo de la verdad y del bien, las tinieblas del error y del mal.
Quien vive en la luz no vive en el pecado que es obra de las tinieblas.
Tinieblas, significa ausencia de verdad y de bondad, predominio del error y del
pecado. La lucha entablada entre la luz y las tinieblas es una idea característica de
San Juan.
Otra verdad para Juan es que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado.
Nadie puede afirmar que está libre de pecado. El que realmente pretenda no tener
pecado, se engañará a sí mismo y la verdad no estará en él (v.8). En lugar de negar
los pecados hay que reconocerlos y confesarlos (v.9) Dios otorga el perdón de los
pecados a aquel que sincera y humildemente pide perdón, porque Dios es fiel y
justo. Es decir, Dios se muestra justo, porque sus sentencias son siempre justas; y
es fiel, porque siempre cumple lo prometido. Dios desea que confesemos nuestros
80
Por otra parte, les hace ver que, si por desgracia caen en pecado, tienen un abogado
en el cielo que intercede por ellos. Cristo no sólo es abogado, sino también la
propiciación por nuestros pecados (v.2). Cristo es llamado propiciación por los
pecados en cuanto que ha derramado su sangre por nuestros pecados y por su
sacrificio nos ha reconciliado con Dios. Jesucristo se está ofreciendo continuamente
al Padre por los pecadores. La propiciación de Jesucristo alcanza a todo el mundo sin
limitaciones de razas ni de tiempos. Todos los hombres tienen, la posibilidad de
salvarse, con tal de que sepan aprovecharse del perdón que se les ofrece. San Juan
insiste sobre la universalidad de la redención que es para todos sin importar
procedencia.
Juan insiste con vehemencia que para ser verdaderos cristianos no debemos
limitarnos a evitar el pecado, es necesario “guardar sus mandamientos (v.3). San
Juan pone en conexión el conocimiento de Dios y la práctica de los mandamientos.
No hay conocimiento verdadero de Dios ni comunión íntima con El si no conformamos
nuestra voluntad con la de Él. La obediencia a los mandamientos divinos nos
demostrará que conocemos verdaderamente a Dios. El que pretenda conocer a Dios
sin observar sus mandamientos es un mentiroso (v.4). El cristiano que se deja guiar
por la palabra de Dios, demuestra que en él la caridad es verdaderamente,
perfecta. Ese es el auténtico creyente. Conocer a Dios y amarlo, es permanecer en
El y para permanecer en El hay que practicar los mandamientos, los cuales alcanzan
su perfección en la caridad. Permanecer en es sinónimo de estar en El. “Un
mandamiento nuevo les doy: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado." Es nuevo por el espíritu y modalidad que Cristo le ha infundido. El que odia a
su hermano está en las tinieblas. (v.9). Por el contrario, el que ama a su hermano
permanece en la luz (v.10)
Son los herejes que se esfuerzan por apartar a los fieles de Cristo. La aparición de
estos seductores y anticristos es señal de que la hora de la parusía está próxima.
San Juan es el único escritor que emplea el nombre de anticristo. Con este término
quiere designar a los falsos cristos y falsos profetas que, habían de aparecer como
precursores de la parusía y del fin del mundo. Son todos aquellos que se oponen a
Jesucristo y a su doctrina. Son todos los impostores, los falsos profetas y falsos
mesías, que circulan por un lado y por otro difundiendo falsas doctrinas contra la
divinidad de Jesucristo. La frase: “Les digo ahora que muchos se han hecho
anticristos” (v.18). Los anticristos de que habla el apóstol eran los falsos doctores,
que antes habían pertenecido a la comunidad a la cual se dirige San Juan. Formaban
parte de ella sólo exteriormente, porque no le pertenecían interiormente.
San Juan continúa hablando de la unión con Dios, pero la considera bajo el aspecto
de la filiación divina de los cristianos. Afirma que somos hijos de Dios y que esta
filiación es la prueba del amor del Padre para con nosotros (2,29-3,2); los hijos de
Dios han de ser santos (3,3-10), han de practicar la caridad fraterna (3,11-24) y
82
Por consiguiente, los cristianos llamados hijos de Dios lo son realmente. Por eso San
Juan añade con énfasis: Carísimos, ya somos desde ahora hijos de Dios, aunque
todavía no se ha manifestado plenamente lo que hemos de ser (v.2).
Cuando aparezca Cristo glorioso al final de los tiempos gozaremos de la visión y
nos haremos semejantes a Él.
El apóstol aduce a continuación la razón por la cual los cristianos no deben pecar:
Cristo vino al mundo para destruir el pecado (ν.5). Cristo apareció en este
mundo para destruir los pecados de todos los hombres. Y el que permanece en
Cristo mediante la comunión no peca (v.6) Por el contrario, el que permanece en
Cristo no peca; “todo el que permanece en El no peca (v.6).
El amor fraterno será signo de que están en comunión de vida con Dios. Por el
contrario, los falsos profetas no consideraban a Cristo ni como Redentor ni como
Mediador necesario entre Dios. Los falsos profetas negaban la dignidad
trascendente de Jesús. Por eso el que no confiesa a Jesús, ése no es de
83
Dios, sino del anticristo, que esta para llegar, o, mejor dicho, ya se halla presente en
el mundo (v.3). Los falsos maestros, con sus pestíferas doctrinas, están ya
trabajando intensamente para seducir a los fieles.
La idea central de esta sección es el amor. El amor, según San Juan, es una
participación de la vida de Dios; es algo que procede de Dios. El amor proviene de
Dios como de su fuente. Por eso, el que ama es nacido de Dios (v.7), es hijo de Dios,
animado por su gracia. Todo el que ama es nacido de Dios (v.7).
Por eso, el apóstol se atreve a decir: Nosotros hemos conocido y creído el amor que
Dios nos tiene (v.16). Dios es amor. Es decir, un amor que se manifiesta, se comunica
y se entrega totalmente a los hombres. Creer en ese amor es unirse a Él y vivir en
Él. El que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él (v.16).
Debemos amar a Dios porque Él los amó primero (v.19), con un amor sumo, gratuito y
misericordioso. El que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a
Dios, a quien no ve (v.20).
2.6.3.- Actuación de la fe en la caridad.
Los llamados “mandamientos” que hay que observar y realizar, como consecuencia de
la adhesión de fe, se resumen en el único mandamiento, que es “antiguo”, por estar
propuesto desde el principio y en la base de la comunidad, y al mismo tiempo “nuevo”,
por ser la revelación plena y definitiva de la voluntad de Dios: “Queridos míos, no os
87
En resumen, la carta primera de Juan es un pequeño tratado del amor como nuevo
rostro de Dios, revelado y hecho accesible por Jesucristo. Esta carta se impone por
su actualidad e inmediatez, a pesar de la distancia cultural e histórica, a los lectores
cristianos de todos los tiempos. Este pequeño escrito, con una capacidad de síntesis
excepcional, muestra la coherencia y unidad del mensaje cristiano, en el que se
conjugan armónicamente la más elevada reflexión sobre Dios, revelado en
Jesucristo, el Hijo único, y las consecuencias para la vida espiritual y práctica de los
individuos y de las comunidades cristianas.
La segunda carta fue escrita por el presbítero. El autor prefiere ocultar su propio
nombre e identificarse simplemente como «el anciano». Es una carta más breve del
Nuevo Testamento, apenas tiene 13 versículos. La segunda carta tiene todos los
aspectos de una nota epistolar: consignación, el encabezamiento del escrito, su
remitente y su destinatario, e incluso saludos personales al comienzo y al final del
texto. A diferencia de la primera, encontramos en ella las características
epistolares habituales que nos permiten poner de manifiesto el plan de la misma: “el
anciano saluda a la señora “elegida” v. 1-3. La «señora elegida y a sus hijos» (v. 1, 5),
88
El parecido de esta carta con la primera y con el evangelio de Juan nos llevan a
concluir que dicho presbítero debe ser buscado dentro del mundo joánico. Se trata
de una personalidad bien conocida de aquellos a quienes va dirigida la carta.
El autor se designa a sí mismo como «el anciano, este título corresponde a una
persona que goza de cierta autoridad: escribe a un grupo, se pronuncia sobre la
actitud de unos y de otros, les recuerda el mandamiento; su autoridad está llena de
prudencia, de consejo, de advertencia. Saca su autoridad y su seguridad de su
fidelidad a la tradición recibida, que él sigue transmitiendo. Escribe a una «señora
elegida». Designa de esta manera a una de las iglesias hermanas (v. 13) entre las
comunidades joánicas. La persona a la que se dirige la carta es encomiada por su
piedad y es prevenida contra los falsos maestros. Los «hijos» son los cristianos
miembros de esta comunidad, destinatarios de la carta.
La segunda carta de Juan contiene una gran preocupación por eso quiere advertir a
los miembros de su comunidad a ser precavidos con algunos engañadores, quienes
estaban enseñando una falsa doctrina de Cristo, y defendían que Jesús no resucitó
en carne, sino solo espiritualmente. Juan estaba muy ansioso de que los verdaderos
creyentes estuvieran alertas ante estos falsos maestros y no tuvieran nada que ver
89
con ellos. Es decir, es también una fuerte advertencia para permanecer alertas ante
los engañadores, quienes estaban diciendo que Jesús realmente no resucitó en la
carne.
En un tiempo se ha pensado que la carta era un escrito ficticio. Con el paso del
tiempo se ha llegado a la conclusión que se trata de una carta verdadera. Es una
carta que conserva el perfume de la autenticidad. Desde el punto de vista literario
se acerca más que ninguna carta del Nuevo testamento al modelo griego de
correspondencia epistolar privada. No obstante, la segunda carta es una breve
misiva comunitaria, una reliquia preciosa de una correspondencia sin duda muy
animada.
2.2.4.-Contenido de la carta
Después del saludo inicial (v. 1-3), vemos que en el cuerpo de la carta se tratan dos
temas principales:
La carta (v. 1-3) inicia no menciona su propio nombre, sino que se designa a sí mismo
como el presbítero. Los presbíteros al principio del cristianismo eran miembros de
un colegio de «ancianos». Mientras que nuestro autor representa, una personalidad
destacada y que tiene una gran autoridad. La única razón que explica la omisión del
90
A los cristianos de esta comunidad destinataria, les escribe el autor diciéndoles que
los ama «en la verdad». No se trata de una efusión de sentimientos, sino que, es
expresión de que su relación con estos cristianos es por la fe. La palabra “verdad”,
aparece en estos tres versículos, nada menos que cuatro veces. Aquí se trata,
precisamente, del concepto principal.
Así que este «...a quienes amo en verdad» no significa sólo: «A quienes amo real y
sinceramente», sino que está sonando ya la plena significación joánica: «A quienes
amo real y sinceramente, dentro del ámbito de la realidad de Dios que se
manifiesta.» El autor se adhiere íntimamente, en la comunión de este amor, a todos
los creyentes: «...y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad».
En el V. 2 se trata de decir, por qué el amor se dirige a esos cristianos: por causa de
la "verdad» Porque la «verdad», sino que «está» en él y "permanece» en él. La
«verdad» «estará por los siglos con nosotros».
En los vs. 4-7, el autor comienza exhortando al amor, sino que, en el v. 4, expresa su
alegría de que en la comunidad se dé ya el «andar en la verdad». La exhortación, al
amor ha llegado a hacerse necesaria. Y ha llegado a serlo, por el peligro en que la
comunidad se halla. El haberse entrevistado con algunos miembros de la comunidad
91
El v.7: «Al mundo salieron muchos seductores. . .» Se trata del mismo grupo de
fanáticos que andaban por las comunidades predicando falsas doctrinas. La palabra
"anticristo» se oponen a la doctrina de Cristo. «Porque... muchos seductores...» Este
«porque» se remonta a un ahora, porque existen estos seductores que añaden la
mentira a la figura de Cristo. Es decir, en ellos se observa tanto la negación de
Jesucristo encarnado como la falta de amor.
Jesús no sólo vino antes «en carne», sino que su encarnación sigue actuando a través
de la acción y de la vida de la comunidad de sus discípulos.
En el v. 8: el texto habla: «... para no perder lo que habéis adquirido...», o «... para no
perder aquello por lo que nosotros nos hemos esforzado». Esta advertencia
pretende dar énfasis a lo que se dice en el siguiente versículo 9.
Prohibición de dar hospitalidad a los herejes (v. 10-11). Esta actitud dura contra los
herejes está condicionada. Los adversarios gnósticos representaban tal peligro
mortal para las comunidades cristianas, que sólo la más estricta separación de ellos
podía salvar la verdadera doctrina. El saludo que aquí se prohíbe, es más que una
ceremonia de cortesía. Ahora bien, esta cruda prohibición de toda relación humana
En el v. 12, acentúa la intención del autor «para que vuestro gozo sea completo». El
autor no quiere decir aquí que la nota personal de hablar de viva voz sea algo que
colme el gozo, sino que lo que colma el gozo es el contenido de esa conversación
personal.
La situación que refleja la carta es bastante clara: el autor, que parece que tiene un
cargo de cierta responsabilidad en alguna comunidad joánica, ha tenido dificultades
con un tal Diótrefes, que parece tener autoridad en otra comunidad. Según el autor
de la carta, Diótrefes actúa de forma autoritaria y no ha querido recibir a los
enviados por el presbítero. En cambio, Gayo, el destinario, recibió a los enviados en
su casa. Por ello, el presbítero le muestra su agradecimiento y le pide que vuelva a
dar hospitalidad a los enviados y que les provea para el viaje. Entre estos enviados,
está Demetrio, recomendado especialmente por el presbítero a Gayo.
La tercera carta es una carta privada, la única verdadera del Nuevo testamento del
presbítero Gayo, su amigo íntimo, pero su contenido desborda la esfera privada y
ofrece una interesante visión de las tensiones existentes entre grupos cristianos
rivales. El escrito es una carta de recomendación. El presbítero recomienda en
primer lugar (5-8) a algunos hermanos, misioneros itinerantes entre los paganos, que
viajan en cumplimiento de su tarea. A ellos acogió una vez Gayo y los apoyó
eficazmente. Ahora se presentarán de nuevo en su casa, y Gayo debe “proveerlos
para el viaje de manera digna de Dios” (6), es decir, poner a su disposición los
medios materiales necesarios para su misión.
Por tanto, la tercera carta de Juan va dirigida a una persona particular. Se llama
Gayo y no tenemos razón alguna para identificarlo con la persona que lleva el mismo
nombre. El Presbítero alaba a Gayo porque se mantiene en la verdadera fe y por la
hospitalidad que ha dispensado a los misioneros itinerantes enviados a aquella
comunidad. La alabanza está justificada porque dichos misioneros habían sido
rechazados por Diótrefes. Probablemente es el responsable máximo dentro de
aquella comunidad e imponía su autoridad en ella.
2.3.2.- Destinatarios
El autor no sólo escribe una carta a Gayo, sino que se le pide que provea para el viaje
de los misioneros, que han de ser enviados en un viaje de cierta envergadura.
Son los nombres que aparecen en el relato: Diótrefes, Gayo, Demetrio. Son nombres
comunes grecorromanos. Son cristianos que han alcanzado un cierto papel
preponderante en iglesias de filiación joánica. Estas comunidades joánicas no sólo se
extendieron por territorios extensos, sino que había miembros de otras
nacionalidades.
Entre los elementos esenciales que nos aporta la tercera carta de Juan, es conocer
la situación de las comunidades cristianas de su época. Esta situación estaba muy
marcada por las series dificultades con que se encontraban las comunidades.
Aparte del conciso saludo inicial (v. 1) y de la conclusión de la carta (v. 13-15),
podemos distinguir en ésta tres partes:
En el v. 2: el autor desea prosperidad a Gayo «en todo». Pero ve que su petición está
ya cumplida en el punto más esencial: «… así como prospera tu alma». Con esto alude,
evidentemente, a que Gayo «camina en la verdad» (v. 3ss).
Gayo ha hecho cosas ya en favor de los predicadores enviados por el «anciano». Pero
el «anciano» quiere de él un compromiso más duradero, tal vez más intenso: debe
proveer a los «hermanos» para su ulterior viaje (v. 6b). Las razones que se dan son
(v. 7 y 8): los “hermanos» por el «Nombre». «Sin recibir nada de los gentiles»:
Porque no tenían nada que esperar de los gentiles. Para dar más credibilidad a su
mensaje, no quisieron aceptar nada de los gentiles que escuchaban el mensaje. Y, por
95
este motivo, tienen que acudir al apoyo de los creyentes, de los cristianos que ya han
creído. El v. 8 habla precisamente de la obligación de acoger a tales misioneros.
Esta carta nos hace ver intuitivamente en qué consiste la participación, la comunión.
La comunión por medio de la cual el cristiano tiene comunión con Jesús y con Dios.
Para poder ser «colaborador en verdad» es algo muy concreto. Podemos fijarnos en
el caso contrario de Diótrefes: Debemos ponernos al servicio de los otros y
ayudarles en su labor; no hay que creer que sea tiempo perdido el que empleamos en
ayudar a los «hermanos» que trabajan a nuestro lado en la obra en la que el amor de
Dios se está comunicando a sí mismo. Precisamente así llegamos a ser
«colaboradores» en la revelación del verdadero Dios, «colaboradores» de Jesús, que
vive junto a Dios de Jesús, que es la “verdad». Es un servicio en favor de aquel que
lo dio todo graciosamente, y a quien hay que dárselo todo en reciprocidad
3.1.- Introducción
Sin embargo, es a partir del siglo II a.C. cuando comienza una gran floración de
apocalipsis, la mayor parte de ellos apócrifos, que se irá extendiendo más y más
hasta el siglo después de Cristo.
Entre las principales obras apócrifas, tenemos los libros de Henoc, el libro de
los Jubileos, los Testamentos de los doce Patriarcas, los Secretos de Henoc, la
Asunción de Moisés, el Cuarto libro de Esdras, el Apocalipsis de Abrahán, de Isaías,
de Baruc, de Sofonías, de Ezequiel, la Vida de Adán y Eva, Salmos de Salomón,
Oráculos sibilinos, etc. Todos tienen de común el pretender descubrir a los hombres
lo que Dios sólo, o los seres celestiales, conocen, es decir, sucesos futuros
referentes al pueblo de Dios y a la venida de los tiempos escatológicos. Y lo hacen
con el fin de consolar a los miembros de las comunidades abatidos y de infundirles
nuevos ánimos, en medio de las persecuciones y desgracias por las que tuvo que
pasar Israel. Ante la terrible persecución de Antíoco Epífanes (168-165 a.C.), ante
la toma de Jerusalén por Pompeyo (63 a.C.), y ante la destrucción del templo y del
pueblo judío (70 y 135 d.C.). Fue entonces cuando comenzaron a aparecer escritos
apocalípticos que cantaban la gloria del futuro Israel. Estos apocalipsis eran
mensajes de esperanza para los judíos fieles, pues les recordaban la fidelidad de
Dios a sus promesas.
las cosas misteriosas del futuro la recibe bajo la forma de visiones que consigna por
escrito. Pero estas visiones no constituyen el objeto de la revelación, sino que son
símbolos que sirven para expresarla.
Cuando un autor apocalíptico quiere describir una visión, se sirve de estos símbolos
para expresar las ideas que Dios le sugiere. Como la finalidad que se propone no es la
de describir una visión imaginable y coherente, sino la de traducir en lenguaje
apocalíptico las ideas recibidas de Dios, de ahí que proceda por acumulación de
símbolos, de cifras y de colores, sin preocuparse de su incoherencia.
El Apocalipsis de San Juan ofrece numerosas semejanzas con los escritos apócrifos
del género apocalíptico. Como éstos, se compone de visiones, con partes descriptivas
y partes proféticas. El estilo empleado es figurado y misterioso. Se sirve de las
mismas imágenes y expresiones que encontramos en la apocalíptica judía. Sin
embargo, las diferencias son muy grandes. En primer lugar, el Apocalipsis del Nuevo
Testamento no es un escrito seudónimo, sino que es presentado como obra de Juan,
el vidente de Patmos.
99
Va dirigido a las iglesias donde él Juan había trabajado. Y trata de cosas que eran
de su actualidad. Su unidad de enseñanza es excelente. Juan nunca se ocupa de
cosas inútiles, como hacen frecuentemente los escritos apocalípticos. Como los
profetas antiguos, escribe con el fin de exhortar, de animar a sus hermanos
sacudidos por la persecución y los peligros. La idea teológica central es el triunfo
definitivo de Jesucristo sobre el mal en sus distintas manifestaciones históricas.
Las comunidades y los fieles cristianos están ahora sometidos a sufrimientos y
persecuciones; pero todo esto es algo pasajero. Cristo destruirá pronto todo lo que
se opone a las comunidades en el mundo; y los cristianos que hayan permanecido
fieles cantarán un cántico de alegría por toda la eternidad en el cielo. A veces San
Juan no sólo exhorta y anima, sino que también reprende.
templo (Ap 1,18) y la nube que llena el templo (Ap 15,8) aluden a 2 Mac 2:5-8, para
describir las persecuciones contra la comunidad, San Juan se sirve largamente de
las visiones del profeta Daniel, en las que describe la persecución de Antíoco
Epífanes. La visión de los que han triunfado de la Bestia (Ap 15,2-3), al lado de un
mar de cristal y entonando el cántico de Moisés, alude al Ex 14-15. El tema del
Éxodo y de la liberación de los israelitas de Egipto es ampliamente explotado para
escribir todas las grandes liberaciones del pueblo de Dios.
Tanto el resto del siglo II, al igual que la primera mitad del siglo III, fueron muchos
los escritores eclesiásticos que consideraron el Apocalipsis como obra del apóstol
San Juan. Es usado por Clemente de Alejandría (hacia 21 5) , por Orígenes (hacia
233) y por Tertuliano (hacia 207). Algunos autores de esta época, o incluso del siglo
anterior, llegaron hasta escribir comentarios sobre el Apocalipsis.
El vidente testifica que las visiones que está a punto de narrar fueron vistas por él
mientras estuvo en Patmos. "Yo Juan. . . estaba en la isla llamada Patmos por causa
de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús" (1, 9). Patmos es uno del grupo de
pequeñas islas cerca de la costa del Asia Menor, aproximadamente doce millas
geográficas de Éfeso. La Tradición, como Eusebio nos dice, nos ha afirmado que
Juan fue desterrado a Patmos durante el reinado de Domiciano por causa de su
testimonio de la palabra de Dios (Hist. Eccl., III, 18). La tradición transmitida por
Eusebio halla confirmación en las palabras del Vidente que se describe como "un
hermano y compañero en la tribulación'' (1, 9). Ireneo ubica el destierro del Vidente
en Patmos al final del reino de Domiciano. (Adv. Haer., V, 4). El Emperador
Domiciano reinó en los años 81-96 D.C. En todos lo referente a la tradición joánica
Ireneo merece un crédito excepcional. Su vida fue muy cercana a la edad Apostólica
y su maestro, San Policarpo, había estado entre los discípulos de San Juan. Eusebio
registrando la afirmación de Ireneo sin ningún error, agrega como el año del
destierro del Vidente el decimocuarto del reinado de Domiciano. San Jerónimo
también, sin reserva o vacilación, sigue la misma tradición. (Ex libro de Script. Eccl).
El vidente de Patmos presenta la historia de la salvación como una gran liturgia del
mundo, por virtud del sacrificio del Cordero, se logra vencer el mal y las almas son
incorporadas al reino de Dios. Por este motivo, en todas las visiones, excepto en la
última se alude al Pontífice celeste y a su sacrificio (Ap 1,12-16). También se anuncia
la venida gloriosa de Cristo y las últimas calamidades que precederán a su venida.
Por otra parte, en el judaísmo del período cercano al comienzo de la era cristiana se
desarrolló una abundante literatura religiosa que usaba un lenguaje muy semejante
al de Apocalipsis, y a la que, por esta razón, se le da el nombre de “literatura
apocalíptica”. Esta literatura nació en momentos de grandes sufrimientos y desánimo
y quería sostener la fe del pueblo y asegurarle la victoria final de Dios sobre sus
104
enemigos, prometiéndole que después de esta época de calamidades Dios haría venir
una era de paz y felicidad.
1. El Hijo del Hombre (Ap 1,12-16) El Hijo del Hombre se refiere al Mesías, a Jesús
que está en medio de los siete candeleros, que son su Iglesia. Jesús tiene en su
mano y protege a todos los responsables, animadores de las comunidades, y con ellos
cuida de toda la Iglesia.
Son los 7 ángeles de las comunidades, todos los que cuidan de la Iglesia. Jesús está
presente en la Iglesia, conoce todo lo que sucede y evalúa lo positivo y negativo.
El libro representa la historia, la vida. Está cerrado con siete sellos o candados, y
significa que no comprendemos su sentido. El cordero es el Siervo de Dios y Señor
de la historia, que abre los candados y nos revela el sentido de vida y la historia. Es
un cordero degollado, pero de pie; es Jesús muerto y resucitado.
Estamos frente a la realidad que están viviendo las comunidades del apocalipsis.
Sufren la persecución y el martirio por dar testimonio de fidelidad a Jesús y a su
Palabra.
Esta cifra simboliza los que se van a salvar. Significa un número completo, la
totalidad.
8. Los cuatro jinetes (Ap. 6,1-8) Los caballos representan el poder de Dios, de los
militares y de los comerciantes. Cada jinete representa una experiencia de las
comunidades:
9. La multitud numérica.
Ángel quiere decir enviado, mensajero. En la Biblia, cuando se presenta algún Ángel
es para que se busque y descubra el mensaje que Dios envía. En el Apocalipsis se
habla muchísimo de ángeles (67 veces). Su oficio es transmitir el mensaje, la
revelación de Dios y ejecutar sus órdenes. Pueden representar al mismo Cristo (Ap
1,1 y 10,1), o a las fuerzas históricas y naturales de la vida para alabar a Dios (Ap
5,11ss) y ejecutar su proyecto histórico (Ap 7,1 y 8,2). No se debe adorar a los
intermediarios de Dios, sólo a Él (Ap 19,10 y 2,8-9). En el Antiguo Testamento
106
influenciados por los ambientes orientales, sobre todo los persas, utilizan mucho su
función para transmitir el mensaje. Gn 3,23; Tb 3,17; Ex 23,20; Dn 8,15 y 10,13 etc.
La mujer simboliza a la humanidad. La nueva Eva que coopera en los planes de Dios;
es también la Iglesia perseguida que vive alimentada de la Palabra de Dios; y es
María, que da a luz a Jesús. Ella simboliza todo aquello que hacemos, las pequeñas y
las grandes luchas diarias, para mejorar la vida del pueblo. El dragón es “la antigua
serpiente” (Ap 12,9) que ha crecido hasta convertirse en inmenso dragón. Simboliza
el poder del mal, la muerte, y las instituciones que impiden la vida. En aquella época
la institución que encarnaba el mal, según las comunidades del Apocalipsis, era el
Imperio Romano, sus emperadores y los reyezuelos cómplices.
Simbolizan las siete plagas contra el Imperio. Dios da una última llamada a la
conversión, pero la mayoría lo rechaza. Son una versión revisada y aumentada de las
siete plagas de Egipto, con las que Yahvé liberó a su pueblo de la esclavitud y del
sufrimiento.
El mismo autor nos explica que la bestia es el Imperio y la prostituta, con todos sus
lujos, es la Gran Ciudad del Imperio, Roma. Esta ciudad vive de la explotación a
otros pueblos sometidos por la fuerza, por eso es una bestia roja por la sangre que
derrama. Para ella su Dios es el tener, el placer, el poder, el aparecer. El lujo de los
poderosos es la causa del sufrimiento de las mayorías pobres.
Babilonia es la gran ciudad de Roma, la Capital del Imperio. Se anuncia su caída con
cantos y gritos de alegría de los mártires. Es el juicio de Dios a la ciudad causante
108
de todos los males. Al hacer justicia, Dios se ha colocado al lado de los creyentes
perseguidos. Los pobres tenemos la certeza de que es posible la esperanza en un
mundo más justo y fraterno para todos. Este juicio de Dios ya ha comenzado en
nuestra vida y realidad, pero concluirá con la llegada final de Jesús.
17. El jinete y la serpiente (Ap 19,11-20,15) El jinete del caballo blanco es Jesús, que
ejecuta la sentencia del juicio, castigando a la bestia, que es el Imperio Romano con
todos sus seguidores (Ap 19,20). Después, Jesús encadena al diablo para siempre
(Ap 20,10). Terminado el juicio, la muerte es vencida (Ap 20,14). Al final triunfa la
vida, que Dios nos da en abundancia a los que hemos sido fieles.
El nuevo árbol de la vida simboliza el cielo nuevo y la nueva tierra. La plenitud del
futuro será una novedad total pero enraizada en el tiempo pasado y cultivada
siempre en el tiempo presente. Semilla y frutos son don de Dios y tarea de la
humanidad. Así, a partir de lo que hay escondido en la historia como semilla
enterrada, brota todo nuevo: 1. Nueva creación (Ap 21,1) 2. Nuevo paraíso (Ap 22,1-
2) 3. Nueva alianza (Ap 21,3-7) 4. Nueva organización (Ap 21, 12-21) 5. Nueva ciudad
(Ap 21, 2. 10. 20) 6. Nuevo pueblo (Ap 21,2.9) 7. Nuevo sentido (Ap 21,22) Caerán
todos los velos. Contemplaremos el Rostro de Dios.
20. Los números (Ap 4,5; 5,6; 7,4; 21,13-14) Tres: participa de la perfección del
número. Tres y medio: la mitad del 7, indica imperfección, brevedad, tiempo de
persecución. Cuatro: la creación, universalidad. Seis: 7 menos uno, simboliza la
imperfección y el fracaso. Siete: plenitud, perfección, totalidad. Diez: número
109
completo, pero limitado, poco. Doce: (3x4) organización, Israel con las doce tribus,
de Dios. Veinte y cuatro: dos veces 12, es el pueblo de Dios. Cuarenta y dos: tres
años y medio, por lo que comparte el significado del tres y medio. 666: tres veces
“siete menos uno” simboliza la imperfección y el fracaso total. 1.000: multitud, gran
cantidad, número incontable. 1.260: tres años y medio; tiempo de tribulación o de
prueba. 144.000: (12 x 12 x 1.000), es el número casi “infinito y completo de los
miembros del nuevo pueblo de Dios”.
Cuernos: Ap 5,6; 12,3; 13,1; 13,11; 17,12. Trompetas: Ap 8,2.6; 11,15; 18,22. Tanto el
Cordero, como sus enemigos: serpiente, bestia, segunda bestia tiene 7 cuernos. En
pueblos de pastores el cuerno se hizo símbolo de poder (Dn 7,11 - 1 2; Ex 27,2). Las
trompetas son medios para dar las señales de combate o también para celebrar una
fiesta. Anuncian y traen un mensaje de revelación. Por eso los ángeles, mensajeros
de Dios, van tocando trompetas en esa lucha de liberación (Ap 8,2-11, 15).
22. Los cuatro seres vivientes (Ap 4,6-8; 19,4) Los cuatro seres vivientes los
encontramos al pie del trono. Representan la creación, las fuerzas de la naturaleza
que están bajo el dominio de Dios y a su servicio. Todos están llenos de ojos y alas
simbolizando al Espíritu Santo que todo nos enseña. La creación alaba y canta al
Señor día y noche. Esta visión fue tomada básicamente de Ezequiel, donde se
representa a la creación como el “carro de Yahvé” (Ez 1,4-12). Los Santos Padres
proponen estos cuatro animales como símbolos de los cuatro evangelistas y nos
ayudan a señalar el comienzo de cada evangelio.
23. Los terremotos (Ap 6,12; 8,5; 11,13.19) En el Apocalipsis se anuncian terremotos,
truenos, oscurecimiento del sol y la luna sangrando. Al igual que las plagas son una
llamada a la conversión. Significan que Dios se hace presente para liberar y juzgar.
La doctrina de las cartas presenta muchas semejanzas con el resto del Nuevo
Testamento, especialmente con los sinópticos, con las epístolas a los Tesalonicenses,
Colosenses, con la epístola de Santiago y la 1Pe. La cristología se presenta ya muy
avanzada, sobre todo en la afirmación clara de la divinidad de Jesús. El objeto
principal de las promesas es la vida de la gracia, la vida eterna del Evangelio,
comenzada ya en este mundo y que se completará en la gloria.
Los motivos que indujeron a San Juan a escribir estas cartas debieron de ser los
peligros y errores que comenzaban a introducirse en las comunidades cristianas. Los
peligros de las iglesias son más bien interiores que exteriores. La persecución
parece que es todavía considerada como algo futuro. Juan conoce perfectamente la
historia y la geografía de estas ciudades asiáticas, lo que supone que ya había vivido
en ellas 5.
Las cartas están dirigidas al ángel de cada iglesia, que debe representar al jefe de
cada una de ellas.
templo de Artemis o Diana, considerado como la séptima maravilla del mundo, era
famoso en toda la antigüedad y hacía de la ciudad un centro religioso de los más
notables del mundo antiguo. En la época de Domiciano vino a ser también el centro
del culto imperial de la provincia proconsular de Asia. Era también la residencia del
procónsul romano. Y en ella residía una numerosa colonia judía.
Después de la ruina de Jerusalén, hacia el año 70, San Juan vino a establecerse en
Éfeso, y allí se mostraba su sepulcro y hasta la casa en que había vivido en compañía
de la Virgen María. Después de la caída de Jerusalén, Éfeso vino, pues, a convertirse
en el primer centro del cristianismo oriental. En la actualidad, Éfeso no es más que
un campo de ruinas grandiosas, que, por sí solas hablan de la importancia que tuvo
esta ciudad en la época en que San Juan escribía el Apocalipsis.
cristiana en lo que tiene de más esencial era floreciente en ella. Pero entonces,
¿cómo se entiende el reproche que le dirige: ¿Tengo contra ti que dejaste tu
primera caridad? (v.4). Ahora bien, la caridad es la virtud esencial de la vida
cristiana.
Esmirna era otra de las grandes ciudades del Asia Menor, situada a 50 kilómetros al
norte de Éfeso. Edificada sobre una grande bahía, disfrutaba de un magnífico
puerto. Se distinguió siempre por su fidelidad a Roma en sus luchas contra los
Seléucidas, Cartago y Mitrídates. Por eso se le concedió el título de fiel. Este
fervor por Roma lo manifestó también levantando, la primera de todas las ciudades,
en el año 195 a. C., un templo a la diosa Roma. En el año 26 d.C. obtuvo, antes que
Éfeso y Sardes, el privilegio de erigir un templo a Tiberio, a Livia y al Senado.
Esmirna era una ciudad rica y de mucho comercio. Por eso contaba con una
comunidad numerosa de judíos. La carta dirigida a la Iglesia de Esmirna es la más
breve de todas. Y sólo contiene elogios, lo cual parece indicar que era una comunidad
ejemplar. Comienza con el mandato de escribir dirigido al obispo de Esmirna.
Jesucristo se describe a sí mismo con los dos epítetos: es el primero y el
último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida (v.8). Cristo se mantuvo siempre
fiel a la voluntad de su Padre, incluso en el momento terrible de su pasión y muerte.
Por este motivo obtuvo la vida. La Iglesia de Esmirna ha de hacer lo mismo, aun
cuando se vea sumergida en la tribulación.
Jesucristo hace un buen elogio de la iglesia de Esmirna, que ha sufrido mucho, pero
que todavía tendrá que sufrir más. En la causa de estos padecimientos tendrán parte
los judíos, los cuales no merecen este honroso nombre, sino el de sinagoga de
Satán (v.9).
113
Pérgamo, otra de las grandes ciudades de Asia Menor, estaba a unos 70 kilómetros
al norte de Esmirna y a unos 30 del mar. Su grandeza y prosperidad databan del año
282 a. C., en que fue constituido el reino de los Atálidas, que duró hasta el año 133
a. C. En este año, el rey Átalo III se sometió al dominio de Roma. Estaba situada
sobre una solitaria colina de unos 300 metros de altura, desde la que dominaba el
amplio valle del Caico. Los reyes de Pérgamo habían fundado en ella una gran
biblioteca, que competía con la de Alejandría. Esto dio origen al desarrollo de una
industria, la del pergamino, que sustituía al papiro para la composición y escritura de
los libros. Fue famosa por sus monumentos religiosos, entre los cuales descollaba el
santuario de Zeus Soter.
Tiatira, la menos importante de las siete ciudades nombradas por San Juan, estaba
situada a 65 kilómetros al sudeste de Pérgamo. Antes de que fuera incorporada al
imperio romano era una pequeña ciudad de guarnición. Hacia el año 190 a. C. fue
conquistada por Roma. Desde entonces comenzó a crecer la ciudad, llegando a
alcanzar un desarrollo industrial muy floreciente.
El apóstol le reprocha varias cosas que pueden ser motivo de perversión para los
fieles. Así ahora toma el nombre de Jezabel para designar probablemente a alguna
dama influyente de aquella Iglesia. En Tiatira abundaban las asociaciones de
artesanos, las cuales celebraban con frecuencia sus fiestas y banquetes religiosos,
que darían ocasión a los actos idolátricos aquí condenados. La falsa profetisa se ha
empeñado en seguir con sus fornicaciones y adulterios. Los términos fornicación y
adulterio pueden aludir a la convivencia con la idolatría.
115
Sardes, la capital del antiguo reino lidio, estaba situada a unos 50 kilómetros al
sudeste de Tiatira. El núcleo principal de la ciudad surgía sobre una alta y escarpada
montaña, que hacía de ella una fortaleza inexpugnable. El culto principal de la ciudad
era el tributado a la Magna Mater, una divinidad indígena parecida a la Artemis. La
industria principal de la ciudad era la de la lana y la tintorería. Sus habitantes tenían
fama de licenciosos e inmorales.
Jesucristo se presenta aquí como el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete
estrellas (v.1). Los siete espíritus de Dios representarían los siete ángeles que están
ante el trono de Dios. En cuyo caso, la expresión querría significar que Cristo domina
también sobre los espíritus angélicos.
En el v.4 San Juan afirma que, en la Iglesia de Sardes, al lado de las almas muertas
y de las que gozaban de vida lánguida, había todavía otras de vida perfecta. Estas
personas no han manchado sus vestidos, y por eso caminaran con el Señor vestidas
de blanco. Los vestidos blancos, que tantas veces aparecen en el Apocalipsis, son
símbolo, no sólo de pureza, sino también de victoria, de alegría, de fiesta. En el cielo,
los elegidos, los ángeles y hasta el mismo Dios aparecen vestidos de blanco. Esas
almas selectas de Sardes, a las que alude el autor sagrado, formarán parte del
séquito de Cristo en el cielo. Por otra parte, la mención de vestidos convenía a la
perfección a esta ciudad, ya que Sardes era muy renombrada en la antigüedad por
sus telas y tejidos.
Los apelativos que se dan en ella a Cristo son dignos de tenerse en cuenta. El
primero lo designa como el Santo (v.7), que es aplicado frecuentemente a Yahvé en
el Antiguo Testamento, pero que únicamente se encuentra aquí en el Apocalipsis,
aplicado a Jesucristo. Sin embargo, en los evangelios se da ya a Jesucristo el
apelativo de Santo. El segundo epíteto, el Verídico, el Verdadero, que va junto con el
apelativo de fiel en Ap 3,14; 19,11, designa la fidelidad de Cristo en el cumplimiento
de sus promesas. Antes faltará el cielo y la tierra que Jesucristo falte a sus
promesas. Cristo es veraz en todo lo que dice y hace; en cambio, los que combaten su
doctrina y obra son falsarios. El término verdadero (άλη·8ινόβ) es muy frecuente en
la literatura joαnica. El Santo, el Verídico, tiene la llave de David, que abre y nadie
cierra, y cierra y nadie abre (v.7) Jesucristo puede abrir y cerrar, o sea, tiene plena
autoridad para admitir o excluir de la Iglesia.
Entre las conquistas apostólicas de los filadelfios había que contar la conversión de
cierto número de judíos, que, abrazando la fe en Cristo, vendrían a postrarse a los
pies de la iglesia. Entonces los judíos convertidos reconocerán el amor, la
predilección del Señor por la comunidad que los ha acogido en su seno (v.9). Aquí
también el amor se manifiesta en los signos externos que la humilde y ejemplar
comunidad religiosa de Filadelfia convertida.
Son varios los títulos que se dan a Cristo al comienzo de la carta: el Amén, el testigo
fiel y veraz, el principio de la creación de Dios (v.14). La extraña designación de
Cristo como el amén, es decir, el fiel, el inmutable, contrasta con la triste condición
de Laodicea. Otro de los apelativos dados a Cristo es el ser el principio de la
creación de Dios (v.14).
por las cosas terrenas han sumido a los cristianos en un estado de indiferencia
espiritual. Se han vuelto tibios, como las aguas termales que corrían por sus
términos. Hubiera sido mucho mejor que fuera fría o caliente, porque así el Señor no
sentiría vómitos de ella y no la vomitaría de su boca (v.16). La tibieza de la Iglesia de
Laodicea era causada por su orgullo y por la conciencia de su autosuficiencia, que le
hacía creerse rica y que de nada tenía necesidad.
Jesucristo les quiere hacer ver la realidad por medio de una serie de epítetos de
gran vigor. La ciudad que se creía rica y autosuficiente, es llamada desdichada,
miserable, indigente; la metrópoli del colirio es tachada de ciega, y la que traficaba
con ricas lanas y tejidos se encuentra desnuda (v.17).
Cristo índica los remedios que se han de aplicar a la Iglesia de Laodicea para que
pueda salir del mal estado en que se encuentra (v,18). Los laodicenses han de
comprar también vestiduras blancas, para cubrir su desnudez espiritual. Además,
han de conseguir un colirio espiritual, que les curará de su ceguera. Jesucristo
reprende a la Iglesia de Laodicea guiado por el amor que siente por ella (v.19).
(6,1-7)
4.- Presenta con fuerza el momento decisivo de esta historia: el choque entre
5.- Se describe el desenlace final de toda esta historia. Los cánticos se suceden
120
sin cesar, porque la victoria es de Dios y alcanza a los que han permanecido
firme en la fe.
Esta sección forma una rigurosa unidad teológica. Se revelan las clases para
comprender la historia: todo lo que va a suceder. Su finalidad es inculcar la fe en la
providencia y sabiduría de Dios. La historia se ve desde los ojos de Dios. En los
versículos 1-11 se describe el trono de Dios. Es una invitación a subir al cielo. El cielo
quiere decir el lugar de la gloria de Dios. Lo que se ve es un misterioso trono y
alguien que está sentado en él. La visión de Dios, sentado en el trono indica su
perfecto dominio sobre todo lo creado. El relato entero gira en torno del trono que
está lleno de luz, coloreado por el destello de las tres piedras preciosas más célebre
de la antigüedad. Se insiste en el fulgor de Dios como “luz de luz”, y ésta como
símbolo de la vida.
Los relámpagos, las voces y los truenos contrastan con la contemplación tranquila del
trono de Dios. Este simbolismo indica la proximidad divina; la poderosa actividad de
Dios, pronto a intervenir en la historia. Hasta la naturaleza se resiente y se
conmueve ante el poder de Dios. La santidad de Dios lo invade e ilumina todo. Los
veinticuatro ancianos es la suma de doce tribus, representan la totalidad de los
santos, quienes han intervenido en la historia de la salvación y alaban a Dios. Portan
vestiduras blancas, para indicar que se han configurado con el misterio de la muerte
y la resurrección del Señor. Viven participando de la gloria de Dios y de su dominio
regio, están sentados en tronos, llevan coronas de oro e interceden ante el trono a
favor de la humanidad. El simbolismo de los cuatro vivientes están en medio de trono
y su alrededor. Están cerca de Dios se hallan tan cerca de Dios como nadie puede
estar. Están dedicados a entornar de por vida las alabanzas divinas. Intervienen
activamente en la historia de la salvación. Participan en apertura de los sellos;
interceden por la humanidad. Estos cuatro vivientes indican al mismo tiempo la
acción de Dios y la respuesta positiva de la humanidad. Un himno litúrgico cierra la
visión. Los vivientes dan gloria a Dios, los ancianos le arrojan sus coronas en señal de
acatamiento y se postran con reverencia ante él. La presencia inefable de Dios
sentado en el trono, se impone: empieza, centraliza y recapitula el relato. Es digno
121
El libro se encuentra en la mano del que se sienta en el trono; pertenece a Dios. Este
libro contiene el designio misterioso de Dios sobre la historia. Nadie puede abrirlo.
Por eso la humanidad, representada en Juan, llora intensamente, porque no
encuentra un sentido que oriente su historia. Este llanto se termina cuando el
vidente es consolado por uno de los ancianos: “No llores, pues ha vencido el león de
la tribu de Judá, el retoño de David. Se trata de Cristo, muerto y resucitado. Es el
único que puede romper los sellos y abrir el libro. Ahora aparece ante Juan la visión
central, la aparición solemne de Cristo en su misterio pascual. En esta visión aparece
la figura del Cordero degollado, como la figura de inmolación propia del siervo del
Señor. Se refiere a la presencia de Cristo que derrama su preciosa sangre, como el
cordero pascual, sacrificado a fin de que su sangre sea señal eficaz de liberación. Es
la figura poderosa de Cristo, rey vencedor de la muerte, lleno de la energía de su
resurrección.
122
Dentro del libro del Apocalipsis, el capítulo 6 ocupa un lugar importante. Juan
escribe la apertura de los sellos, no para satisfacer la curiosidad, sino para mostrar
que Jesús es el Señor de la historia y conduce los acontecimientos. La apertura de
los sellos muestra el juicio de Dios en marcha y ayuda a ver el rumbo de la historia.
Esta parte se centra con la apertura paulatina de los sellos, que encerraban el libro.
El que el libro está sellado subraya, por un lado, la importancia de su contenido. Y,
por otro, la dificultad de poder conocer lo que está escrito en él, si no se rompen los
sellos. Este libro contiene el plan de Dios sobre la historia. Dicho plan permanece en
secreto para los seres humanos que solo conocen de la historia lo más superficial,
como se indica simbólicamente en 5,1 con el hecho de que le libro está escrito por el
anverso y el reverso. Ahora, quien es capaz de romper los sellos y revelar el sentido
profundo de la historia. Para Juan la respuesta es clara. Sólo Cristo, pone en marcha
definitiva el plan de Dios en la historia y es capaz, a la vez de revelar su significado
más profundo. La muerte del Cordero, después de su persecución y condena en la
cruz y resurrección, se convierte en la clave de la interpretación de la historia y
comienzo de la nueva humanidad. Junto al papel de Cristo, Juan quiere revelar,
otros aspectos de la historia:
La victoria del bien no será sólo parcial y temporal, sino definitiva. Estamos a las
puertas del nacimiento del mundo nuevo. Los males que azotan al mundo no van
dirigidos contra los creyentes, que están en manos de Dios. En esta situación le toca
a la comunidad mantenerse fiel a los valores del Cordero degollado, aun a costa de la
propia vida, del martirio; y confiar en la salvación final de Dios, que los mártires
viven ya anticipadamente. A ellos se les promete que “ya nunca tendrán hambre ni
sed, ni caerá sobre ellos el calor agobiante del sol. Porque el Cordero que está en
medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de aguas vivas y Dios
enjugará las lágrimas de sus ojos” (7,16-17). Aparecen los elementos típicos que
intervienen en la lucha dialéctica ente el bien y el mal. Los cuatro caballos expresan
dramáticamente el desarrollo de la historia, que se desenvuelve entre dificultades.
El vidente describe al caballo y al jinete, evocados por los cuatro seres vivientes.
Las calamidades desencadenadas por la apertura de los cuatro sellos tienen una
estrecha relación entre sí. Los jinetes, que personifican tales calamidades, son
símbolo de una potencia conquistadora y de los tres males definen tradicionalmente
los tiempos de desgracia: Guerras, hambres y epidemias aparecen una y otra vez a lo
largo de la historia humana, al parecer debidas causas naturales. Los tres caballos
de color: rojo, negro y verde-amarillo, indican las grandes plagas de la humanidad; la
violencia, la injusticia social, la muerte con su cortejo de males. El jinete, montado
en el caballo blanco, representa a Cristo resucitado, lleno de su eficiente energía,
que combatirá contra esos grandes azotes de la humanidad y que finalmente
resultará vencedor.
El libro cerrado con siete sellos se abre para que los decretos de Dios se cumplan.
Cristo desata, uno a uno, todos los sellos. Así aparecen los jinetes: El primer
caballo es de color blanco. Es el vencedor y para vencer cabalga. Se trata de Cristo
resucitado, adornado con el color blanco de la resurrección. Él es por su
resurrección el vencedor absoluto de la muerte y del mal. El segundo caballo es rojo,
el rojo de la sangre. Significa la violencia, Pues la violencia consigue quitar la paz de
la tierra, y hace que jurga la guerra, y por ella los hombres se asesinan unos a otros.
El tercer caballo presenta la injusticia social, que mata de hambre a gentes y
pueblos, y distribuye la riqueza y el bienestar conforme a la ambición de unos pocos.
124
Es el tiempo de la persecución. Aquí parecen todos los mártires y piden justicia por
su sangre derramada. Estos mártires han sido degollados, igual que el Cordero; su
muerte es redentora y está unida del todo a Cristo. Fueron degollados por causa del
testimonio que dieron de la palabra de Dios. Ellos gritan: “Hasta cuándo, oh Señor,
tardarás en hacer justicia, vengando nuestra sangre contra los habitantes de la
tierra? (6,10) Es el grito de los torturados y martirizados que sube hasta Dios.
Gritan pidiendo justicia contra la impunidad. La respuesta de Dios es: “esperen un
poco más de tiempo” (6,11). “Hasta que se complete el número” (6,11). Más gente
morirá por causa de la palabra. La persecución tiene plazo para terminar. Reciben el
premio de una vida inmortal, participando de la misma condición gloriosa del Señor
resucitado. Dios aparece como el “defensor”; y tiene el deber de reparar con su
justicia la injusticia cometida contra ellos, el desagravio de su sangre derramada.
Ante tanta sangre derramada que clamaba contra el cielo, la sangre del Cordero,
expresión del amor divino, pretende redimir y lavar los pecados de los hombres y
hacer una humanidad que agrade a Dios. Frente a la avalancha de males que se
abaten sobre la humanidad, simbolizados en los tres sellos anteriores, Dios cuenta
con la oración de los santos. Para mantener el ritmo positivo de la historia, a fin de
hacer avanzar la salvación y recordar la fe de otros hermanos que, van a ser
martirizados, es necesaria la oración.
Significa que las profecías se están realizando. Todo lo que sucede es expresión de
la venida de Dios. Todas las manifestaciones cósmicas, quieren indicar la inminente
aparición divina; son señales de la llegada del gran día de la cólera de Dios. Lo
original de este relato es que se habla de la ira del Cordero. La situación cambió
125
Ahora el vidente contempla cuatro ángeles que sujetan los cuatro vientos. Su
número de ciento cuarenta y cuatro mil. Los cristianos serán asistidos por una
especial providencia divina, se verán libres de ciertos males y fortalecidos para
superar todos los demás. Son los herederos legítimos del Antiguo Israel, es decir,
los cristianos fieles. Todo el relato lleva una marca típicamente cristiana, subraya
una protección divina sobre este grupo. La acción ahora se sitúa en la
transcendencia. Se puede contemplar una ingente muchedumbre delante de Dios y
del Cordero. Es universal, pues pertenece a todas las naciones; e innumerables, pues
nadie la podía contar. Esta multitud está de pie. Ya participa de la resurrección de
Cristo. Además, por túnica blanca. Es decir, lleva en su condición exterior, la gloria
del premio prometido por Cristo. Los ángeles se suman a esta celebración. Han
lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. Se quiere indicar la
plenitud de la redención llevada a cabo por Cristo; su sangre lava los pecados y sirve
de unión a su condición glorificada; por eso visten con color blanco de la
resurrección.
Están presente ante Dios, tributándole un culto. Están asociados al culto celeste
mediante una liturgia ininterrumpida, día y noche. Dios pone su tienda, habita, por
fin, gloriosamente con esta muchedumbre. No surgirá ya más penalidad; acabará
todo cuanto hace sufrir y llorar a la humanidad. Con suma delicadeza se dice que
Dios enjugará las lágrimas de los ojos. El Cordero está en medio del trono. Cristo
resucitado aparece como el pastor del nuevo pueblo que es la iglesia. Ahora de
contesta con la presentación solemne de una inmensa multitud de rescatados.
126
Estas catástrofes son señales de liberación para el pueblo elegido, como aconteció
en Egipto. Al sonar la quinta trompeta, se le entrega la llave del abismo a una
estrella. Es el ángel del abismo, o la concentración del abismo, una fuerza maligna es
su prehumana y subterránea, muy difícil, de ser entendida. Esta potencia invade
lenta y faltamente la historia, se adensa, se oscurece, como un ángel exterminador.
La vida se convertirá en insufrible, en nausea; preferible sería la muerte, pero la
muerte huirá. La finalidad de todo es la conversión. No obstante, será un tiempo
127
El relato acaba situándose en el cielo. Quiere decir que la Iglesia no será entregada
a los paganos, sino que será preservada, en lo más sagrado, de las asechanzas ajenas.
Conocerá tiempos de calamidad y de persecución, pero no podrá ser destruida. El
poder de Dios la asiste. Su “tiempo” se sitúa extrañamente en el pasado, el presente
y el futuro, que se entrecruzan rompiendo la acción lineal del tiempo normal. Juan,
recuerda que, aunque los sufrimientos de la comunidad puedan llevar a pensar lo
128
contrario, de hecho, las Iglesias están siempre protegidas por Dios. Esta protección
no excluye el que las Iglesias puedan ser perseguidas y martirizadas por el imperio.
Pero ello ocurriría sólo durante un tiempo limitado: “porque ha sido entregado a los
gentiles que pisotearán la Ciudad Santa cuarenta y dos meses” (11,2). La iglesia está,
pues representada en la imagen de estos dos testigos, que reproducen la misma vida
del Señor: predicación, muerte, ignominia. El Espíritu de profeta es el testimonio de
Jesucristo. Cristo sigue dando testimonio hasta hoy, a través del Espíritu que
suscita profetas dentro de la iglesia. Juan quiere subrayar a su comunidad que debe
dar testimonio profético en el mundo antes de que suene la séptima trompeta. La
noticia de que algunos se convertirán (11,13) es un mensaje de consolación para los
que bien en medio del “segundo ay”, es decir, en medio de las pruebas escatológicas
que está experimentando la comunidad y que preparan el toque de la séptima
trompeta. Ésta anuncia el castigo definitivo de Dios contra el Imperio romano y el
acercamiento de los últimos tiempos.
En la original visión del Apocalipsis, se han roto las fronteras entre el cielo y la
tierra; e cielo está ya abierto, y existe una comunicación perfecta. Todo cuanto
sucede en la tierra, cuanto realiza con empeño la iglesia, tiene su reflejo y su eco
fiel en el cielo. La iglesia terrestre ha realizado una misión profética a través de sus
testigos y ha seguido la misma suerte de su Señor. Estos versos son una respuesta
celebrativa, coral a cuanto ha acontecido. Ya ha llegado el reinado de nuestro Dios y
de Cristo. Ha comenzado a ser instaurado en el mundo, aunque conocerá un devenir y
un cumplimiento. Se menciona estrechamente a Dios y a Cristo. El himno insiste en la
grandeza de Dios, que tiene plena autoridad, y la despliega en el eficaz crecimiento
de su reino. Una positiva y acogedora, que se verá recompensada con un premio para
los profetas y los santos, y todos aquellos que veneran el nombre de Dios. La visión
solemne del arca de la alianza indica que han llegado ya los nuevos tempos. Significa
también que los designios sobre tierra, están arriba, conservados en lugar seguro,
cerca de Dios. Todo está guardado en la providencia divina, y ahora el arca debe
abrirse para mostrar su contenido. Como en cualquier teofanía solemne, los símbolos
naturales acompañan con su clamor, subrayando vigorosamente, la grandeza de la
revelación.
129
Ella supera el tiempo y sus fases, por su forma de estar encima de la luna, pisándola,
señal de dominio. Su corona de doce estrellas hace referencia al premio, que
significa poder compartir una condición celeste y gloriosa. En la figura misteriosa de
esta mujer, se representa la iglesia, en la plenitud de su realización escatológica,
anclada en la eternidad de Dios, revestida del mismo brillo de Dios, y como la
coronación histórica del pueblo de Dios. Esta misma mujer, está dando a luz. Sus
dolores son preludio gozoso; muy pronto dará a luz. Frente a frente se encuentran
una mujer impedida y un enorme dragón. El dragón está delante de la mujer para
devorar el niño que está por nacer. Es una lucha de desigual. A pesar del peligro que
acecha, la mujer da a luz un hijo varón, que pastoreará. Se trata de pueblo de Dios,
que, en el tiempo de la salvación, da a luz a la comunidad de la iglesia y ésta
históricamente da a luz a Cristo. La iglesia que está dando a luz continuamente a
Cristo. Es un Cristo pascual. Se habla, pues del nacimiento pascual de Cristo.
protege a su pueblo. La mujer huye al desierto, donde es alimentada por Dios. Allí es
alimentada por Dios, con el maná. Dios protege a su iglesia fortalecida con el nuevo
maná que es Cristo. Dios protege a su iglesia a lo largo de su prueba del desierto. De
nuevo la acción sube al cielo, donde se entabla una colosal batalla, entre Miguel:
“Quién como Dios” o “el combatiente de Dios” y el dragón. Satanás ha sido vencido y
ha perdido su poder, lo cual queda simbolizado con el hecho de que es expulsado del
cielo. El dragón perdió su función de acusador: “No hubo más lugar para él en el
cielo” (12,8). Miguel expulsó al dragón del cielo, del mundo de allá arriba (12,7-9). Ya
no hay lugar en el cielo para el dragón porque ahí está Cristo que lo venció. Esta
victoria es celebrada inmediatamente en el cielo, donde resuena una voz potente. Es
la voz de los veinticuatro ancianos y los mártires que clamaban bajo el altar y la
multitud de los sellados. Toda la humanidad rescatada se regocija. Se ha hecho
presente la victoria de Dios y de Cristo. La causa es la derrota del gran dragón,
designado como el acusador. Este gozo debe contagiar y fortalecer a los habitantes
de la tierra, que sufrirán una cruel persecución por parte de los dos emisarios
satánicos: ¡Ay de la tierra y el mar, porque el diablo bajó junto a ustedes sabiendo
que le queda poco tiempo”! (12,12). Además: “Cuando vio que había sido expulsado del
cielo, el dragón comenzó a perseguir a la mujer, la que había dado a luz un pequeño
hombre” (12,13). Esta mujer que representa a la iglesia, es asistida por la
providencia de Dios que la lleva sobre alas de águila. Arrecia la persecución, esta vez
simbolizada en la multitud de aguas turbulentas. Una nueva decepción acrecienta la
rabia del dragón, que va a seguir luchando, sin cejar, contra los otros hijos de la
mujer, los hermanos de Jesús, configurando en la imagen del Hijo. Son los cristianos
que se adhieren al Señor, que dan testimonio de Jesús, manteniéndose fieles a la
palabra de Dios. El dragón, vencido, se queda esperando. La mención del gran dragón
y de sus fechorías. Posee un origen demoníaco, se trata de una potencia hostil que
se muestra históricamente más capaz que los mismos hombres. Se perfila la
situación de Cristo y de la iglesia; la que nos aguarda a todos los cristianos.
Diablo. La lucha de un diablo humillado. Este combate, que sean sus manifestaciones
históricas, tiene un carácter diabólico. Ha llegado el triunfo y el reinado de Dios y
de Cristo; solo es preciso completarlo, ya queda poco tiempo. El ataque del dragón se
hará más cruel, pero la asistencia de Dios será mucho más poderosa. El mal
deshumaniza la historia, la profana y la envilece; la aparta de su sentido original y
del desenlace final de salvación: El mal aparece encarnado en tres siniestros
personajes: el gran dragón, la primera bestia y la segunda bestia. Configuran los
tres una autentica burla de la santa Trinidad; se trata con estricto rigor de una
triada demoníaca. Esta es la raíz de su malicia y de su altiva pretensión: ir contra
Dios, combatir a la iglesia por los todos los medios posibles, con la ferocidad y la
seducción; borrar de la tierra cualquier vestigio de auténtica humanidad. Están en
pie de guerra y su acoso se muestra en la historia de manera incesante. El dragón
aparece representa toda la realidad poderosa del mal en su raíz, su enorme vitalidad
que no ceja. El gran dragón engendra a sus dos emanaciones más notables, la primera
y segunda bestia.
La primera bestia (13) surge del mar, del oscuro mundo del caos. El amar personifica
las potencias hostiles a Dios. Su aspecto es hibrido, cruce de varios animales. Tiene
diez cuernos y siete cabezas. El Apocalipsis lo ve proféticamente encarnado con el
anticristo o imperio romano. Busca la adoración; ataca a Dios y a los santos, que
habitan en el cielo. El Apocalipsis exhorta mantener la paciencia, ante la adversidad
que espera a todos los cristianos; los sufrimientos, el destierro y la espada. La
bestia recibe el poder y la potestad del gran dragón; su gloria consiste en que se le
adore. Es su lugarteniente, su presencia visible en este mundo. La bestia es un
animal hibrido, mescla de leopardo, oso y león. La bestia ha sido herida en la cabeza.
Se alude a la enorme vitalidad del imperio y del emperador, célebre en la creencia
popular del emperador “Nerón”.
La bestia y el dragón subyugan a todas las gentes, para que le rindan culto. Quienes
siguen al Cordero llevan una señal de partencia sobre su frente. Los adoradores de
la bestia, que han sido engañados, portan igualmente una señal de pertenencia sobre
la frente. La segunda bestia (13,11-18) sube de la tierra, que significa el horizonte
donde se desarrolla la historia humana. Su realidad profunda emerge cuando es
puesta en parangón con el Espíritu Santo. La segunda bestia es el espíritu de la
132
Son heraldos de Dios y presagian con su anuncio los acontecimientos del último
juicio. El mensaje contiene sólo la primera parte de la predicación apostólica, la que
se dirigía a los pueblos paganos para apartarlos de sus ideologías y conducirlos a la
adoración del único Dios. La conversión surge, pues ha llegado la hora del juicio. El
segundo ángel, en un anticipo pretendido para dar mayor énfasis a la prontitud de la
conversión, proclama como ya cumplido el juicio definitivo, la caída de Babilonia. Los
cristianos, que se han esforzado por mantener los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús, son dichosos y viven ya en el descanso. A los muertos cristianos les aguarda
no una desdicha fatal, sino una bienaventuranza. La revelación de la trascendencia es
aceptada, conocida y proclamada a través del Espíritu que nueve al profeta.
133
Ahora el Apocalipsis hace del cumplimiento de cuatro presagios de los tres primeros
ángeles; el juicio de Dios, concebido como agrupación de los justos y la destrucción
de los impíos. El recolector es Cristo, que aparece en forma misteriosa,
característica de victoria. Un ángel, intérprete de la voluntad del Padre da la orden
precisa. La vendimia es, ejecutada por un ángel, que porta una hoz. La sangre, que
sale del lagar, no forma un charco, sino que se convierte en un lago inmenso.
Los cánticos se presentan como una rica pieza; está entreverado de citas de los
profetas y de numerosísimos salmos. La admiración que despierta la grandeza de las
acciones salvadoras de Dios. Estas obras maravillosas y caminos verdaderos
desembocan en una alabanza hacia Dios, como Señor todopoderoso y rey de las
naciones.
El Cordero aparece como el pastor único de su pueblo. Este pueblo está formado por
un séquito de vencedores, los que están de pie sobre el mar, han triunfado de las
acechanzas del mal y de la bestia que sube del mar. Son vencedores y cantan; tienen
acceso a la liturgia celeste para alabar a Dios y reconocer a maravilla de su obra.
Todas las naciones están invitadas a participar en esta alabanza divina.
Luego aparecen siete ángeles ejecutores, vestidos igual que el Hijo del hombre, con
ropas sacerdotales y regias. Los ángeles reciben la orden de parte de Dios,
mediante uno de los vivientes. Ahora las copas adquieren una dimensión universal;
afectan a la totalidad de los hombres y de la creación. Nada ni nadie se va a librar
de su castigo. Verdaderamente en ellas se cumple el colmo de la ira de Dios. Es la ira
de Dios, llevada a sus extremas consecuencias; ya no habrá más tiempo de espera. A
pesar de la gravedad de las plagas, los hombres no se convierten ni reconocen la
grandeza de Dios; antes bien, lo maldicen. Son las últimas palabras de Dios, que se
cumplirán irrevocablemente.
referencia a las siete colinas en la ciudad de Roma. Y son también siete reyes;
mención de los siete emperadores romanos; su orden puede seguirse a partir de
Calígula hasta llega a Domiciano. Se describe que el Cordero vence, porque sólo él es
Rey de reyes y Señor de señores. Con este título del Cordero asume funciones
divinas, las propias de Dios en el Antiguo Testamento. El origen del mal, es una
mujer, una bestia, es una ciudad, son los reyes de la tierra. El poder del maligno que
se manifiesta en una tremenda vitalidad. La comunidad recibe consuelo, pues
comprueba el carácter efímero del mal; y está por ello, invitada a una confesión de
fe; sólo Cristo es el Rey, a él únicamente se le debe adoración.
Hay una tristeza y un luto de muerte. Más allá de esta lúgubre descripción, es
preciso notar la antítesis con la nueva ciudad de Jerusalén. Babilonia con su
hechicería, ha embaucado a todas las naciones; y con su persecución ha derramado la
sangre de los cristianos. Su crimen, pues, se manifiesta provocando por sus
verdaderos agentes: la primera y segunda bestia. Esta ciudad representada, en
primer lugar, a Roma, la capital del imperio. Pero el símbolo bíblico se refiere a toda
ciudad secular y autosuficiente; a saber, la que crea en su interior un sistema
cerrado, de consumo y lujo desenfrenado, donde ni la vida humana, se respeta. El
autor pretende hacer una llamada a la comunidad cristiana para que ésta sepa
detectar en la historia esos centros de poder, no se deje atrapar por el fatuo brillo
de sus riquezas.
El relato presenta a Cristo, como juez y vencedor de todas las fuerzas del mal, y
cuanta la sucinta reseña de un combate. Ya han sido aniquilado el centro de poder
corruptor, la gran Babilonia; ahora poco a poco, van cayendo sus vasallos y adeptos,
los reyes y los habitantes de la tierra, las dos bestias. Aquí se muestran los efectos
del juicio de Dios, y cómo es de poderosa la victoria de Cristo. Dios ha decido que la
presente victoria, largamente anunciadas en al Antiguo Testamento se haga
realidad. El combate escatológico tiene por escenario un campo de batalla
grandioso, tan inmenso como el cielo: Vi luego el cielo abierto. En él aparece Cristo,
el Mesías, adornado con multitud de símbolos que insisten en su carácter divino.
Aquel caballo blanco, que apareció en la apertura del libro, ahora aparece con nuevo
138
resplandor. Se dijo que salió como vencedor y para vencer en el tiempo, ahora ha
llegado al momento de su victoria. Aparece aquí el cuadro de los símbolos con que se
reviste el Señor: Él es el Fidedigno y el Veras, pues es y se llama Palabra de Dios. Él
es la expresión divina, y su palabra posee la firmeza, sentido de la verdad de Dios.
Su juicio se muestra en u combate que salva a los cristianos fieles y condena las
fuerzas que se le oponen. Su sentencia es perspicaz, pues tiene una mirada de fuego,
que penetra hasta el fondo. Su nombre es divino; se llama Palabra de Dios. Este
jinete no camina solo, le acompañan otros. Son los cristianos fieles hasta el final, los
vencedores. El jefe va en rojo de sangre, sus seguidores en blanco. Se expresa la
participación de los cristianos en la victoria de Cristo. Van vestidos del color blanco
de la resurrección, han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero,
participando en su misterio pascual. Se subraya el carácter divino de Cristo, porta
un título que sólo Dios se tributa: rey de reyes y Señor de señores.
liberados de la segunda muerte, la que aparte de vivir para siempre con el Señor, y
de la convivencia en la Jerusalén celestial. Al Diablo le aguarda un final apropiado: el
estanque de fuego y azufre. Es borrado literalmente de la historia; sólo le espera el
tormento eterno. Con su ruina, el mal desaparece de la tierra y acaba la pesadilla del
mundo.
Desde un monte alto puede el vidente, con la fuerza del Espíritu, contemplar la
esposa del Cordero. Pero hay una mutua metamorfosis; la esposa se cambia en
ciudad y ésta en esposa. La iglesia como esposa, indica su consagración a Dios. La
iglesia como ciudad alude a la convivencia social, califica a quienes se relacionan en
transparencia. Esta ciudad aparece como una perla, en la que habita toda la gloria de
Dios. La original construcción, tan extraña para nosotros, contiene un rico
simbolismo. La muralla posee doce cimientos, con los doce nombres del Cordero; y
las doce puertas llevan los nombres de las doce tribus de Israel. Esta ciudad está
141
Toda la ciudad esta bañada en luz. Aquí la luz indica la presencia divina. No hay
necesidad de luz astral ni de luz de templo; pues Dios y el Cordero constituyen la
sola fuente de la luz. Jerusalén, así iluminada, se convierte en meta de todas las
naciones. Ciudad de puertas francas, iglesia siempre abierta; hacia ella camina lo
mejor del mundo, la riqueza de los pueblos. Se subraya la universalidad de la iglesia.
Se cumple la profecía de la peregrinación e las naciones; rumbo a la ciudad suben los
paganos, igual que los magos de oriente, buscando la luz de una estrella. Y también
se indica la misión de la iglesia; en medio de un mundo a oscura, ella es testigo de la
luz. Su tarea misionera, se hace por medio de la irradiación y del contagio luminoso.
Los pueblos van en busca de la luz; la iglesia no es luz, sino lámpara. La única luz es la
presencia de Dios y el Cordero. Eso es lo que ansía la humanidad.
Con motivos teológicos del Génesis, enriquecidos por los profetas, se presenta el
paraíso recreado. No se trata de un retorno a aquel jardín cerrado, pues la historia
ya no puede repetirse, sino de un paraíso nuevo, donde la vida divina, como un río, se
142
El río recuerda la imagen del Génesis y de Ezequiel. Aquel es agua de vida y está
brotando con una luz esplendente, transparente como el cristal dice el texto. Junto
al agua hay un árbol que da doce cosechas, y el poder medicinal de sus hojas está
destinado a todas las naciones. Se subraya el universalismo de la salvación. Ya no
habrá condena, como en el primitivo jardín, ni amenaza, ni culpa, ni infierno…ya no
existirá nada que pueda enturbiar la feliz existencia de la humanidad renovada. Pues
Dios y el Cordero han tomado asiento en la ciudad de los rescatados, y éstos le
darán culto por siempre. Se alude a la comunión perfecta entre Dios y los hombres.
La plenitud de la vida que para el hombre consiste en ver el rostro de Dios, pues
para esta contemplación ha sido destinado. Los rescatados llevan el nombre de Dios
escrito en la frente. Dios como un horizonte que nunca desaparecerá de su vida, por
más que se diseminen sus pasos. A Dios pertenecen; esta marca en su frente es la
señal de su vocación y de la predilección divina. Lo que deseó el Antiguo Testamento,
ahora se cumple. Esta vida destierra la noche. Significa la victoria de la luz sobre las
tinieblas. Es la luz de Dios la que refulge. La luz, como el aire necesario para existir,
es la misma vida que envuelve a la humanidad. Y habrá finalmente un reino
compartido con Dios y para siempre.
presenta con los atributos de su divinidad todopoderosa e invita a una decisión. Hay
una vehemente exhortación a participar en su misterio pascual para tomar del fruto
del árbol de la vida, y de condena para quienes rehusaron la oferta, y no quisieron
entrar por las puertas siempre abiertas de la ciudad. Estos aparecen como
ciudadanos extraños, hijos del diablo.
1.- Dios.
144
2) Cristología.
3) Soteriología.
4) Angelología.
función principal alabar a Dios. Todos toman parte activa en el gobierno de los
hombres y de las cosas.
5) Eclesiología.
6) Escatología.
La lucha de Satanás y de los poderes del mal contra Dios y su Iglesia durará cuanto
dure el mundo. Después de la caída de la Roma perseguidora, la Iglesia conocerá una
era de prosperidad y de paz. Esto sucederá cuando se detengan las persecuciones
generalizadas contra la Iglesia. No obstante, la Iglesia siempre tendrá que pasar
146
por períodos difíciles. Pero los fieles han de tener plena confianza, porque, por muy
fuertes que sean las persecuciones, Dios siempre saldrá vencedor. En el último día,
cuando Dios venza definitivamente a Satanás y lo arroje por siempre al infierno,
entonces tendrá lugar el reino celestial en un universo totalmente renovado, del cual
será excluido el mal.
Los signos cósmicos de que nos habla el Apocalipsis no han de ser tomados a la letra.
Se trata de expresiones e imágenes estereotipadas y tradicionales en el profetismo
del Antiguo Testamento, empleadas para designar una intervención divina en la
historia humana.
7) El milenarismo.