Relaciones Personales y Sociales (Traducción)

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Relaciones Personales y Sociales: Amistad en Adultos

Luciana Karine de Souza*


Claudio Simon Hutz

Hay pocos estudios brasileños sobre la amistad en la edad adulta. En


contraste, la amistad en niños y adolescentes ha recibido la mayor atención
(Daudt, Souza y Sperb, 2007; García, 2005; Lisboa y Koller, 2003). La
ausencia de investigación científica sistemática de la amistad en adultos refleja
una tendencia en la investigación psicológica para dar prioridad a los niños y
adolescentes (Souza, Gauer y Hutz, 2004). Esta revisión de literatura discute
cómo la amistad de adultos viene siendo empíricamente investigada en el
campo de estudios de las relaciones sociales y personales en distintas áreas de
las ciencias humanas y sociales. La producción brasileña sobre amistad en
adultos es todavía incipiente y este artículo tiene como objetivo describir los
trabajos publicados en el área de psicología y también en áreas afines.

Los científicos sociales han documentado durante décadas los beneficios de


las relaciones interpersonales. Estudios epidemiológicos demuestran que
individuos socialmente integrados viven más tiempo (Fehr, 1996). Las
relaciones personales más próximas – por ejemplo, con la familia, amigos y
compañeros sentimentales - mitigan la soledad y proporcionan bienestar
subjetivo, teniendo por lo tanto un papel importante en la felicidad personal y
en la promoción de la salud (Argyle, 2001; Berscheid y Regan, 2005).

Desde finales del siglo XIX, el enfoque en estudios sobre amistad ha


superado las reflexiones filosóficas y modelos antropológicos para las
investigaciones empíricas con niños y adolescentes. Más de un siglo de
investigación sobre amistad en la infancia y la adolescencia ha permitido
construir un cuerpo de conocimientos consistentes (Berndt, 1996; Bukowski, y
Hartup Newcomb, 1996); sin embargo, el estudio empírico y sistemático de la
amistad en la edad adulta es más bien reciente, habiendo iniciado en la década
de 1970 con las investigaciones sobre relaciones sociales y personales (Pato y
Perlman, 1985).
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Relaciones personales y sociales: Pasado y presente

El esfuerzo empírico sistematizado dirigido a las relaciones personales y


sociales se debe a una un conjunto de factores interrelacionados. La
insatisfacción con las investigaciones llevadas a cabo por laboratorios de
psicología en la década de 1970 se sumó a una demanda por investigaciones
en ambiente natural, con un estudio de personas "reales". Un creciente interés
por estudios prácticos y aplicados, como la investigación de habilidades
sociales, la promoción o la reparación de las relaciones, la soledad y la
violencia doméstica, también estimularon la aparición de nuevas
investigaciones. Por último, la preocupación con el desarrollo humano a lo
largo del ciclo vital incentivó el estudio de relaciones en diferentes etapas de
la vida y el análisis del desarrollo de las relaciones a largo plazo. La
sistematización de trabajos académico y prácticos llevaron al refinamiento de
temas de investigación, la definición, tipos y propiedades de las relaciones y
consecuentemente a publicaciones que surgieron a partir de 1978, que
reflejaron estos cambios e influyeron en la producción científica de la
siguiente década (Pato y Perlman, 1985).

Uno de los cambios más significativos fue la definición de relación como


un proceso dinámico, que se desarrolla a lo largo del tiempo y se modifica
conforme a las etapas de la vida, influenciado por normas sociales y aspectos
culturales. Se pasó a reconocer que una relación dada, calificada por sus
integrantes como significativa en comparación con otros intercambios
sociales, tiene propiedades distintas de aquellas identificadas por separado en
cada uno de los individuos que la integran. Otro avance en el área fue el
abandono del principio de que la motivación para iniciar una relación es lograr
intimidad. "Muchas relaciones, tal vez casi todas, existen en perfecta
estabilidad sin ser íntimas o sin mucho desarrollo (de relación)" (Duck &
Perlman, 1985, p. 12) y, sobre todo, son percibidas como satisfactorias para
las personas involucradas (Duck & Perlman, 1985; Sarason, Sarason & Pierce,
1995).

Una década después de la revisión de Duck y Perlman (1985), Sarason et al.


(1995) presentaron un nuevo panorama teórico sobre el desarrollo teórico y
empírico del estudio de las relaciones con énfasis en la unidad de análisis de
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las encuestas. Tres unidades de análisis han sido utilizadas: el individuo, la


díada y el sistema. Con énfasis en el individuo, se estudia cómo percibe
determinada relación con otra persona, y cómo le contribuye para el
desarrollo, el mantenimiento y el posible declive de la relación. La diadas son
analizadas correlacionando las percepciones de ambos individuos acerca de la
relación. Y los sistemas son estudiados considerando no sólo las relaciones
entre los integrantes de la díada, sino también la interacción de ésta con otras
personas importantes de una red social más amplia.

Diez años después de la revisión de Sarason et al. (1995), Berscheid y


Regan (2005) realizaron una evaluación del marco teórico y empírico del
campo de las relaciones interpersonales. Los autores concluyeron que el
cuerpo sistemático de conocimientos sobre relaciones interpersonales emerge
tardíamente, no sólo en función de la naturaleza multidisciplinar de la ciencia
de las relaciones, sino también en virtud de la dependencia de avances en otras
ciencias (Social, Comportamental, Biológica). Hasta la década 1950, por
ejemplo, una comunidad científica negaba la relación como objeto de estudio
en virtud de su carácter "complejo y misterioso" (p. 65), inaccesible al análisis
científico. Desafíos éticos también se presentaban en la experimentación en
ésta área, porque el cuestionamiento continuo sobre las propias relaciones
podría suscitar efectos negativos o inversos a los esperados, porque le sugiere
a los participantes lo que debe ser tomado como "normal" o "derecho" con
relación al tema investigado.

Bell y Coleman (1999) entienden que el interés por el estudio de la amistad


en cuanto a relación interpersonal se amplió considerablemente. De acuerdo
con los autores, los contactos interpersonales se han expandido más allá del
mundo occidental, generando la necesidad de constantes revisiones de las
normas y directrices para las interacciones. Así, "un estudio de amistad nos
puede forzar a crear nuevas preguntas sobre todos los aspectos culturales y
sociales en los que vivimos y trabajamos" (P. 5). Por lo tanto, la visión de
Coleman & Bell (1999), es poco útil para desarrollar una definición rígida de
amistad, aplicable a todas las sociedades.

Reflexiones en torno a las relaciones de amistad ocurren en filosofía y en


ciencias humanas desde la Antigüedad (Baldini 2000); una producción
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científica, sin embargo, aunque reciente, apunta a un esfuerzo para superar


dificultades conceptuales y metodológicas anunciadas por la tradición de
estudios con niños y adolescentes.

Amistad en la edad adultez: aspectos conceptuales

Por un lado, la amistad es una relación entre personas que no son familiares,
parientes o compañeros sexuales; otros estudios sugieren que cónyuges y
familia son amigos (Fehr, 1996). Para Bell (1981), en la amistad es
fundamental una ausencia de lazos familiares, justificada por las
comparaciones y competencias entre familia y amigos y por la imposibilidad
de escoger los propios familiares y parientes. En consecuencia, la amistad es
una relación personal y privada, sin imposición de valores o normas
culturales. Este punto difiere del cultural en que la participación personal está
sujeta a demandas institucionales de la sociedad (Bell, 1981; Bell & Coleman,
1999). De esta forma, si la amistad fuera una relación inmune a la cultura, no
habría ninguna investigación apuntando a su influencia en la formación,
desarrollo y mantenimiento de amistades (Blieszner y Adams, 1992).

A primera vista, Bell (1981) se opone Blieszner & Adams (1992), en cuanto
al papel de factores sociales y culturales en la definición de amistad; sin
embargo, Bell considera que la igualdad social - que entiende como
equivalencia socioeconómica - es fundamental. Al mismo tiempo, también
establece que la dedicación mutua entre dos amigos debe ser igual, ampliando
el significado de igualdad como componente esencial de la amistad.

Buscando una definición de amistad que se aleje de esa misma falta de


consenso sobre las relaciones (Perlman & Duck, 1985; Sarason et al., 1995),
Fehr (1996) considera que es "una relación personal y voluntaria, que
proporciona intimidad y ayuda, en la cual ambas partes gustan la una de la
otra y buscan compañía la una de la otra"(p.7). Se identifican aspectos
similares a los aportados por Argyle (2001): para ayudar a visualizar la
utilidad y la recompensa; en gustar el uno del otro y buscar su compañía está
el placer y el compañerismo; y, en la intimidad, el apoyo emocional. Otros
aspectos también viene siendo abordados por investigaciones: apertura, auto-
revelación, autenticidad, aceptación, fuerza de carácter, similitudes,
comprensión, expresión de sentimientos, dedicación mutua, altruismo,
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reciprocidad, cuidado, confianza, compromiso, honestidad, facilidad de


comunicación, aconsejamiento, singularidad, amistad duradera, convivencia,
tolerancia, disponibilidad, respeto, confianza, espontaneidad, estabilidad,
éxito, contacto físico, contacto sexual, accesibilidad, interdependencia,
apariencia física, habilidades sociales, capacidad de respuesta, dependencia,
frecuencia de contacto, proximidad (cercanía), auto-validación, conformidad
de grupo, autodefensa y cooperación (Argyle y Henderson, 1985; Bell, 1981;
Cole & Bradáč, 1996; Davis y Todd, 1985; Y LaGaipa Fehr, 1977; Maeda Y
Ritchie, 2003; Mendelson y Aboud, 1999; Monsour, 1992; Parques y Floyd,
1996; Tesch y Martin, 1983).

Duck & Perlman (1985) recomendaron que una investigación se dedicara al


estudio de los aspectos negativos de la amistad, ya que estos son importantes e
inevitables para el desarrollo y mantenimiento de relaciones. En esta misma
dirección, Berndt (1996) afirma que un examen de las características de la
amistad cuenta con atributos relacionados entre sí, es decir, uno interfiere con
el otro. Así, investigar aspectos positivos requiere abordar factores negativos.
Bell (1981) había indicado que la amistad puede envolver desaprobación y
desafío o cuestionamientos regulares al amigo, por lo que es o lo que hace.
También han sido estudiados factores como celos, crítica en público, no
defender a un amigo en ausencia de éste, coacción, desapego emocional,
abuso, violencia, timidez, manejo de conflictos y tensiones, sentimientos
negativos, ansiedad y rivalidad (Argyle Y Henderson, 1985; Bukowski et al.,
1996; Cole & Bradáč, 1996; Fehr, 1996; Maeda y Ritchie, 2003; Koh,
Mendelson y Rhee, 2003).

Para Fehr (1996), aunque sería preferible una definición de amistad que se
aplicara a todo amigo, de cualquier cultura o época, las concepciones varían
conforme a edad, sexo, estado civil, religión, profesión, escolaridad, etnia y
raza. De esta forma, la literatura presenta datos sobre amistad del mismo sexo,
del sexo opuesto, femeninas, masculinas, infantiles, de ancianos, sacerdotes,
soldados, amistades mantenidas a distancia, etc. Otros estudios comparan
amigos ocasionales, cercanos, buenos amigos, mejores amigos y los amigos
ideales.
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Bell (1981) pone de relieve la similitud de edad como uno de los aspectos
más importantes en la elección de amistad, más allá del estado civil, la
religión o el sexo. Las personas del mismo grupo de edad tienen
características sociales y personales similares, lo que impide la operación de
uno sobre otro. Los divorciados tienden a sentirse más cómodos con amigos
divorciados. Amigos del mismo sexo se previenen contra la posibilidad de
romance, que, según Bell, altera profundamente la amistad. Por otra parte, así
como hay cualidades comunes entre mujeres, hay aspectos compartidos sólo
por hombres. En la amistad entre casados, se nota un vínculo mayor entre – un
efecto conjunto de sexo con estado civil.

Entre los modelos teóricos disponibles para el estudio de amistad en


adultos, el de Fehr (1996) es bastante completo, ya que cubre muchas de las
variables abordadas tradicionalmente. Según la autora, las amistades se
forman, desarrollan y mantienen a través de la interrelación de cuatro
conjuntos de factores: factores ambientales, situacionales, individuales y
diádicos. Los factores ambientales incluyen la proximidad residencial, el lugar
en que se pasa el día, la densidad de población y la comunicación en una red
social. Los factores situacionales abarcan las probabilidades de interacción, la
frecuencia de contacto, la dependencia y la disponibilidad. Con relación a los
factores individuales, primeramente las personas seleccionan de quién no es
posible ser amigos (criterios exclusión); posteriormente, evalúan los amigos
potenciales (criterios de inclusión). Entre los criterios de exclusión
identificados existe el de desagrado o basado en diferencias (edad, raza,
educación, apariencia física y vestuario). Los criterios de inclusión son
apariencia física, habilidad social, capacidad de respuesta, timidez y similitud.
Por último, hay dos factores diádicos en el surgimiento de amistad: la
apreciación mutua en prueba inicial de una persona sobre otra, y la auto-
revelación (apertura para revelar aspectos particulares).

Los factores situacionales, individuales, diádicos y ambientales son


identificados en la amistad, en contraste con personas no-amigas (aunque no
enemigos): extraños, conocidos y colegas. Amigos y no amigos difieren en
cuanto a interacción verbal, la amplitud y profundidad de las revelaciones en
las conversaciones, y las similitudes. Los amigos dialogan más, intercambian
más abrazos y besos, se cuentan un mayor número de cosas y con más
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profundidad, son parecidos en cuanto a rasgos de personalidad y actitudes, y


se asemejan sentimientos y gustos a medida que se integran (Fehr, 1996). Por
el contrario, entre personas conocidas prevalece la superficialidad, dada la
carencia de revelaciones mutuas sobre sí mismos, la intimidad y la confianza -
en pocas palabras, uno no sabe nada del otro (Bell, 1981).

Las relaciones estables en desarrollo son procesos dinámicos (Duck &


Perlman, 1985). Así, la amistad está sujeta a variaciones constantes,
especialmente por alteraciones no sólo en aspectos individuales y en sus
interacciones (aspectos diádicos), sino también por aquellas ocurridas a
medida que se presentan diferentes configuraciones situacionales o
ambientales. Los amigos pueden reconciliarse o al mismo tiempo volverse
enemigos debido a los cambios dirección, reducción en la frecuencia de
contacto, competencia o celos. Al mismo tiempo, algunas amistades se
intensifican, volviéndose el amigo ocasional el mejor amigo.

Tipos y niveles de amistad

La literatura empírica adopta diferentes categorías para tipos y niveles de


amistad. Fehr (1996), por ejemplo, hace referencia al amigo ocasional, al
amigo vecino y al mejor amigo. También hay categorías de mejor (Wright,
1985); buen amigo (LaGaipa, 1977; Mendelson y Aboud, 1999; Monsour,
1992); muy buen amigo (Mendelson y Kay, 2003); amigo más próximo
(Carbery y Buhrmester, 1998); el amigo ideal (Cole & Bradáč, 1996; Maeda y
Ritchie, 2003). Por otra parte, algunos estudios no diferencian buenos amigos
de amigos próximos (Bell, 1981), o amigos próximos de mejores amigos
(Cole & Bradac, 1996; Maeda y Ritchie, 2003).

Cualquiera que sea la nomenclatura adoptada, la diferencia entre tipos y


niveles de amistad está determinada por incrementos en las características a
ella asociadas (cercanía, apoyo, auto-revelación) a medida que los amigos se
tornan más cercanos. Así, las diferencias son más cuantitativas que
cualitativas (Fehr, 1996). En consecuencia, el nivel más elevado de amistad
encontrará una mayor aceptación, apoyo, intimidad, etc., así como mayor
durabilidad y frecuencia de contacto – nivel llamdo de mejor amigo o de
amistad próxima (Cole & Bradáč, 1996; Davis & Todd, 1985; Maeda &
Ritchie, 2003; Rezende, 2002; Wright, 1985).
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Para Bell (1981), amigos cercanos desarrollan estilos similares de voz,


gestos, vesturario y comportamiento; sirven como protección, facilitando la
tolerancia a miedos y ansiedades y ayudando a soportar situaciones
estresantes; y proporcionan un fuerte sentido de identificación y exclusividad
con experiencias compartidas. Los mejores amigos también tienden a vivir
cerca el uno del otro (Fehr, 1996). Según Cole y Bradáč (1996), la experiencia
real de tener un mejor amigo conduce a expectativas diferenciadas en cuanto a
satisfacción con esta amistad. En este sentido, se entiende que donde la
investigación sobre la amistad en la edad adulta está empezando, como en
Brasil, es más apropiado conducir primeramente estudios sobre amistades
reales para en un segundo momento investigar el ideal de amistad.

AMISTAD Y DESARROLLO HUMANO

Las personas buscan relaciones motivadas por necesidades y


preocupaciones vigentes en cada etapa de la vida. Investigando estudiantes de
secundaria, adultos recién casados, adultos de mediana edad y adultos
maduros sobre amistad real e ideal, Weiss y Lowenthal (1975) observaron que
"las percepciones de las cualidades de amigos y de amistad son
sorprendentemente semejantes en las cuatro etapas de la vida" (p. 58). Las
diferencias encontradas reflejan cuestiones típicas enfrentadas en la fase. Por
ejemplo, los comentarios de amigos reales e ideales en la escuela secundaria
eran más discrepantes, disminuyendo con la edad y sugiriendo mayor
selectividad en la elección de amigos dependiendo la madurez. Los autores
concluyeron que las funciones básicas de amistad surgen pronto y se
mantienen durante toda la vida.

El uso de la palabra amigo comienza a los cuatro años edad; mejor amigo, a
partir de la infancia media y la adolescencia. La amistad de la infancia se
caracteriza por afecto, diversión y reciprocidad: mutua consideración,
cooperación, buen manejo de los conflictos, beneficios equivalentes en los
intercambios sociales; gustar el uno del otro, es decir, desear pasar más tiempo
en compañía placentera el uno del otro. Las amistades de los niños de mayor
edad y adolescentes incluyen lealtad, confianza e intimidad, requieren
intereses comunes y compromiso, tanto para mantener los amigos como para
formar nuevas amistades (Bukowski et al., 1996; Hartup, 1989).
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La amistad en adultos se caracteriza por homogeneidad de los rasgos de


personalidad, intereses, sexo, edad, estado civil, religión, estatus ocupacional,
etnia, ingresos, educación, género, número de amigos, duración de amistad y
tipos (Bell, 1981; y Blieszner Adams, 1992; Fehr, 1996). La mayoría de
investigaciones aborda adultos jóvenes, por lo general estudiantes
universitarios entre 18 y 30 años. Esta tendencia surge no sólo de la facilidad
para recopilar datos en las universidades, sino también del hecho de que en
esta etapa, las amistades son más evidentes. En la adolescencia la amistad
madura, se involucra confianza, lealtad e intimidad. En la adultez joven, se
torna más importante en contraste con el resto la edad adulta, que la restringe
a demandas profesionales, románticas y familiares (Fehr, 1996; Rawlins,
1992).

Carbery y Buhrmester (1998) estudiaron amigos próximos en un contexto


de relaciones familiares en la adultez joven, dividiéndola en tres fases: de
celibato (en la que el individuo es soltero y no está seriamente comprometido
con una pareja romántica), marital (relación de pareja sin hijos) y parental
(con niños pequeños). En la fase de celibato, los amigos son preferidos para
proporcionar apoyo social, compañerismo y confianza; alianza y afecto. En la
fase marital, la persona depende más del cónyuge para cada necesidad,
especialmente el hombre. En la fase parental, los hijos compiten con el
cónyuge en provisión de afecto, seguridad y compañía. Por lo tanto, la amistad
llega al pico de la red funcional de relaciones en el comienzo de la edad adulta
joven (fase célibe).

Según Rawlins (1992), la entrada a la universidad requiere del individuo un


ajuste emocional para construir un nuevo sistema de apoyo social y renegociar
relaciones familiares y amistades preexistentes. Este período de transición
para la adultez es llamado periodo universitario (17-22 años), cuando se viven
desafíos y dudas sociales e intelectuales y una gran expectativa en cuanto a la
vida postuniversitaria. Así, este período es favorable para amistades profundas
y emocionantes. La relación con los amigos es poco influenciada por
interacciones familiares y conyugales (Carbery y Buhrmester, 1998; Rawlins,
1992). Por lo tanto, se está de acuerdo con Koh et al. (2003), al argumentar
que la población de estudiantes universitarios es ideal para el estudio de
amistad.
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La entrada en el mercado de trabajo, el matrimonio y los niños toman un


tiempo que antes era dedicado a la amistad (Carbery y Buhrmester, 1998; Koh
et al. 2003; Monsour, 2002; Rawlins, 1992; Weiss y Lowenthal, 1975). Con el
avance de la edad, se siente nostalgia de los amigos de la juventud, como esa
amistad que trasciende el tiempo (Bell, 1981).

El tiempo libre después de la jubilación, la salida de los hijos de la casa y


las condiciones de salud física y mental, las finanzas y la vivienda son
aspectos cruciales de la calidad de vida en la vejez (Castro, 2004), lo que
interfiere con la formación y el mantenimiento de amistades (Souza, 2004). En
esta etapa de la vida, se ha observado que la interacción con amigos es menos
frecuente, con encuentros más breves (Adams, Blieszner y deVries, 2000). La
convivencia y el cultivo de amistades entre los ancianos han demostrado ser
esenciales para la felicidad de las personas de esta categoría, especialmente a
través de la vivencia diaria en condominios segregados (cerrados) específicos
para este grupo de edad (Debert, 1999). Además, las amistades en la vejez son
más heterogéneas, debido a la expectativa de vida (Blieszner y Adams, 1992).
Por un lado, los amigos más antiguos son buscados para intercambiar
confidencias, consejo y remembranzas de momentos vividos juntos; por otro,
las más nuevas se valoran por ofrecer "un punto de vista diferente" (Shea y
Blieszner Thompson, 1988, p. 91).

Estudios brasileños sobre amistad en adultos

Erbolato (2001) investigó las relaciones de amistad en 12 adultos jóvenes,


12 adultos de mediana edad y 12 ancianos. La amistad fue relacionada a
aspectos que eran comunes a los tres grupos de edad: satisfacción de
necesidades emocionales, intercambio de recursos y comunicación, "estar
presente”, similitudes, y facilidad de interacción con el mundo.
Específicamente, con respecto a los adultos jóvenes (seis hombres y seis
mujeres de 25 a 35 años edad, insertados en el mercado de trabajo), el amigo
fue definido a través de las siguientes características: seguridad / protección
(40% de respuestas) (por ejemplo, saber escuchar y decir cosas positivas, estar
disponible para ayudar), selectividad / jerarquía (destacarse de otras personas;
hay diferentes amigos conforme el nivel de intimidad) y personalidad /
autoconcepto (como afinidades, amor y cuidado). La amistad fue calificada
11

como importante porque responde a necesidades emocionales (70% de


respuestas), es una relación especial que hace parte de la naturaleza humana.

Kipper (2003) analizó la amistad en ambiente de trabajo en 60 adultos (27


hombres y 33 mujeres, entre 20 y 50 años de edad). La amistad fue más
definida en términos de compañerismo, de admiración y de orientación. En el
contexto de trabajo, parte de los participantes consideraron que los colegas de
profesión son también amigos, en la medida en que ayuda a soportar el ritmo
de trabajo y a mantener un ambiente bien humorado (colegas - amigos). Para
otro grupo de participantes, colegas son sólo colegas por la competitividad
propia del ambiente de trabajo y por la falta de tiempo para invertir en
relaciones de amistad con un colega (colegas - colegas).

Rao (2002) entrevistó a 36 adultos divididos en dos grupos etáreos: de 20 a


30 años y de 45 a 55 años. El autor observó que el concepto de amigo se
muestra amplio e indiferenciado fuera de contraste con colegas. Esta
oposición condujo a los participantes a definir amigo en términos de amigo
próximo (amigo verdadero o amigo mismo); sin embargo, la amistad común
envuelve afecto, entendido a través de aspectos como compañía agradable,
sociabilidad, besos, abrazos y mimos. Entre los participantes más jóvenes, las
amistades ocurren en grupos y con poca variación en programas (actividades)
realizados en conjunto; ya entre los más viejos, las amistades interactúan a
través de diadas, con actividades más variadas (diferentes diadas para
diferentes programas), con un amigo próximo frecuentando la casa. No
obstante, este grupo o tiempo dedicado al lazo envuelve más a la familia que a
los amigos. También señaló Rezende que las relaciones entre "mismos
amigos" (amistad profunda o verdadera, según el autor) involucra estilos de
vida y valores similares, intercambio de confidencias y compartir experiencias
(intimidad), revelación y apertura, confianza (sinceridad, apoyo mutuo),
diálogo constante. Por tanto, es necesaria una considerable inversión de
tiempo para el surgimiento y desarrollo de estos aspectos.

Los tres trabajos descritos identifican atributos de amistad descritos en la


literatura internacional, como intercambios afectivos, ayuda, compañerismo y
diversión en ciertas actividades, intimidad y autovalidación. También se puede
observar la influencia del ambiente de trabajo en la formación de amistades y
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la consideración del paso del tiempo como aspecto fundamental de un amigo


próximo, mejor amigo o amigo de verdad.

Las diferencias de sexo en la amistad

La evidencia sugiere que la amistad entre mujeres es de mejor calidad que


entre hombres, más íntima, próxima y divertida, implicando mayor
satisfacción e intercambios afectivos. La amistad masculina valora actividades
conjuntas y es más instrumental, con énfasis en tiempo invertido en la amistad
(Carbery y Buhrmester, 1998; Jones, 1991; Wright, 1988; Wright & Scanlon,
1991). Para Fehr (1996), no se trata "de que los hombres no tienen capacidad
para intimidad, sino que, en vez de eso, (Ellos) prefieren no ejercerla" (p.
153). Sin embargo, los resultados no son consensuados en las investigaciones.

En concepto de Wright (1988), las diferencias de sexo son sobrevaluadas y


oscurecen las similitudes entre amistades masculinas y femeninas. Según
Parks y Floyd (1996), la "feminización" de la intimidad alcanza un pico en la
década de 1980, bajo la influencia del feminismo y la popularización de
estudios como el de Carol Gilligan (Citado por Parks y Floyd, 1996) sobre las
diferencias sexo en el juicio moral; así, "tanto la literatura científica como la
popular pasó a argumentar, de forma explícita o implícita, que sólo las
mujeres son capaces de intimar" (Pág. 90). Este argumento será sustituido por
la ausencia de voluntad, por parte de los hombres, el ejercer la intimidad
(Fehr, 1996).

La solicitud de Wright (1988) por moderación, precaución y escepticismo


sobre diferencias de sexo en la amistad, va a reorientar la producción
científica posterior (Jones, 1991; Monsour, 1992; Parques y Floyd, 1996;
Wright & Scanlon, 1991). Dos trabajos ilustran este cambio, argumentando
que intimidad y proximidad son componentes esenciales de la amistad adulta,
que no hay definiciones compartidas en el ámbito académico y que el
tratamiento científico de estas cuestiones es crucial para la interpretación de
los resultados (Monsour, 1992; Parques y Floyd, 1996).

Monsour (1992) pidió a 164 estudiantes universitarios que definieran la


intimidad en la amistad con buenos amigos del mismo sexo o del sexo opuesto
(que no fueran familiares o compañeros románticos o sexuales). Siete
13

categorías de respuestas emergieron del análisis de datos: auto-revelación,


expresividad emocional, apoyo incondicional, contacto físico (abrazos y besos
en mejillas), confianza, actividades compartidas y contacto sexual. La auto-
revelación fue la más frecuente tanto en amigos del mismo sexo como del
sexo opuesto, aunque más frecuentemente citados en amistades entre las
mujeres. La interpretación del autor, aunque los resultados demuestren la
importancia de la auto-revelación en la definición de intimidad en la amistad
masculina, es que se trata de un componente poco central en la amistad entre
hombres que entre mujeres. De modo general, los resultados permitieron
observar que hay más similitudes que diferencias en las amistades del mismo
sexo y del sexo opuesto (Monsour, 1992).

Para Parks y Floyd (1996), Monsour (1992) no tuvo en cuenta el concepto


de proximidad, y motivados por su crítica, investigaron la amistad en 270
universitarios para diferenciarla de la intimidad y analizarla en cuanto a
diferencias de sexo. Parks y Floyd no encontraron referencia contacto físico o
sexual. Proximidad mostró ser un concepto más amplio que intimidad,
abarcando aspectos no observados por Monsour, como aceptación,
comprensión, prestación de consejo y de perspectiva, frecuencia de
interacción y duración de amistad.

Hombres y mujeres difieren más en definición de intimidad que de


proximidad en lo referente a buenas amistades. Se confirmó la importancia de
la autorevelación en amistades en general, aunque en las mujeres se ha
acentuado más que en los hombres. Se observó además que, en buenas
amistades, de hombres o de mujeres, los intercambios afectivos, la ayuda
instrumental y el aconsejamiento, los intereses y actividades compartidas, la
confianza, la frecuencia de interacción, la duración, la aceptación, el respeto y
el contacto físico no sexual son fundamentales (Parks y Floyd, 1996). Con
base en estos datos, se entiende que estudios sobre diferencias de sexo deben
considerar no sólo el sexo del participante, sino también la amistad.

CONSIDERACIONES FINALES

Sarason et al. (1995) sugieren con urgencia la formulación de teorías


específicas sobre la relaciones, pues en esta medida se contribuirá al
refinamiento de los constructos básicos aún no satisfactorios porque no están
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consensuados en el área. Por otro lado, existe el argumento de que los intentos
de formular una teoría de las relaciones son prematuros, y que, aunque
contribuyan para avanzar en el área, no deben ser prioridad. Por ser
demasiado reciente (con poco más de 30 años), la “nueva ciencia de las
relaciones” (Duck y Perlman, 1985, p. 1) puede beneficiarse más, por ahora,
del trabajo empírico. Si bien el desarrollo teórico es deseable, hay factores
externos que interfieren significativamente, como los progresos en genética y
sociobiología, los cambios en el papel de las mujeres y el aumentar del ciclo
de vida (Sarason et al. 1995). A medida que la investigación empírica
evoluciones y posibilite nuevos resultados y problemas de investigación, los
modelos sobre relaciones dispondrán de más recursos para teorizar.

Vale la pena destacar el atractivo de Duck & Perlman (1985) hacia más
investigaciones sobre lo que las personas piensan de sus relaciones. Así, no se
debe pasar por alto la inestabilidad de pensamiento acerca de las interacciones
significativas, ya que las personas piensan antes, durante y después de la
interacción, y en otras situaciones durante los intercambios posteriores. Para
Duck y Perlman (1985), esta inconsistencia impide resultados claros y buenas
replicaciones.

Se entiende que los datos obtenidos sobre la amistad de brasileños pueden


ser comparados con datos referentes a otras culturas y discutidos con base en
modelos de propuesta teórica; sin embargo, las posibles diferencias resultantes
de estas comparaciones deben estudiarse, y no descartarse simplemente para
confirmar modelos de literatura internacional.

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