El Centro Comercial Desde La Comunicación y La Cultura
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El Centro Comercial Desde La Comunicación y La Cultura
ISSN 1405-1435, UAEM, México, enero-abril 2006, núm. 40, pp. 13-37
Convergencia, núm. 40, enero-abril 2006, ISSN 1405-1435, UAEM, México
Introducción
n el presente artículo doy cuenta cómo estudié una parcela de la zona
E poniente de la ciudad de México, analizando las prácticas culturales
de apropiación simbólica del Centro Comercial Santa Fe (CSF) por
parte de las personas/receptores culturales que asisten de manera
persistente a este macrocentro comercial; es decir, me pregunté si el
“estar” en un centro comercial es una manera de vivir y practicar la ciudad.
Tal vez la asistencia frecuente a dicho lugar sea una forma de jerarquizar,
marcar, territorializar, hacer suyos algunos de los fragmentos de la urbe.
La premisa que subyace a este reflexión es la mencionada por
Martín-Barbero: “no es el lugar en todo caso el que congrega, sino la
intensidad depositada en el grupo y sus rituales, lo que convierte una
esquina, una plaza, una discoteca, un descampado en territorio propio”
(Martín-Barbero, 1994: 157).
Así, el objetivo de la investigación fue analizar cómo los receptores
culturales (co)habitan el Centro Comercial Santa Fe, a través de un
acercamiento a las prácticas de apropiación simbólica (vitrineo,
territorialización, socialidad) que realizan en dicho espacio. Me pregunté,
entonces, de qué modo el centro comercial es vivenciado
experiencialmente por los diversos sujetos —visitantes frecuentes—,
mediante dichas prácticas (comunicativas y culturales). En ese sentido, me
propuse estudiar al CSF no como materialidad o espacio externo sino
como ámbito de producción e intercambio de significados.
Las reflexiones teórico-metodológicas desarrolladas me permiten
afirmar que “estar” en un centro comercial es una manera de hacer y
practicar la ciudad. Conjeturo que los fragmentos del espacio urbano no
son unidades pasivas e inamovibles, sino más bien en ellos tienen espacio
diversos movimientos culturales, donde el entorno físico y la práctica
simbólica se mixturan para trastocarlos en lugares habitados. Los
asistentes frecuentes privatizan algunos de los espacios públicos de la
ciudad tal como el CSF, y los viven como sitios de encuentro, disfrute,
seguridad, divertimento, ligue;1 pero también de diferenciación y
distinción, “todos pueden entrar al centro comercial, pero se nota los que
sí y los que no”, afirman algunos de los entrevistados.
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“Ligue” se denomina al coqueteo que intenta entablar relaciones amorosas
pasajeras.
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tales como acudir a un salón de belleza, visitar algún antro, o pasar un fin de
semana en los espacios comerciales de la ciudad.
Para estudiar el Centro Comercial Santa Fe propusimos y optamos,
junto con Fiske, por una comunicación pensada como producción e
intercambio de significados. En otras palabras, esta investigación se concentra
en aquello que convierte a “echar relajo con los amigos, observar el ir y
venir de los paseantes, vagar o circular por un centro comercial, mirar
escaparates y ver qué se encuentra”, en una comunicación que rebasa su
percepción instrumental para conceptualizarla como “construcción de
significados”.
Ahora bien, la comunicación, como otras disciplinas de las ciencias
sociales, ha transcurrido por diversas fases de desarrollo que la han
configurado con un patrimonio específico y un capital acumulado, gracias
al aporte de diversos científicos sociales quienes contribuyeron con el fin
de forjar el cuerpo central o núcleo duro de la misma. Para construir el
centro comercial como “objeto cultural” fue necesario efectuar un
acercamiento arqueológico al campo comunicativo y elaborar así un
itinerario representativo de las diferentes fases por las que éste transcurre:
fundacional, expansión-especialización (fragmentación) y amalgama o
hibridación. Lo cual me permitió tomar partido y, además, ubicarme en
un terreno amalgamado, esto es, en un ámbito de interacción o
convergencia de fragmentos disciplinares cercanos como antropología,
sociología y comunicación. Fue con una cierta sensibilidad
epistemológica que elaboré la reflexión sobre la situación de la
comunicación en el área de las demás ciencias sociales. Traté de situarme
en un punto de cruce y desde ahí abrevar categorías, reflexiones
teórico-metodológicas de disciplinas vecinas para conformar el problema
de investigación (véase gráfica 1).
Desde el enfoque del nuevo revisionismo (interpretativismo), autores
como Bassand (1990), Morley (1998), Curran (1998), Fiske (2000),
Thompson (1998), Griswold (1994) —con los cuales coincido— se
apropiaron de marcos explicativos como la teoría de la cultura, la
hermenéutica, el interaccionismo simbólico para analizar tanto las
industrias mediáticas como aquellas texturas socioculturales donde los
comunicantes (creador/receptor cultural) están inmersos. Dichos autores
aportaron categorías teóricas sustantivas para cercar el objeto de estudio e
iluminar así el fragmento de realidad que estudié. En ese sentido,
aprehendo el ámbito comunicativo desde la dimensión simbólica, es
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En Centro Santa Fe se llevó a cabo, entre 2001-2002, la investigación de
campo. En total se aplicaron 215 cuestionarios a una muestra no paramétrica
por cuotas.
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“Chilango”: en lenguaje coloquial se denomina a la persona relativa a la ciudad
de México o al Distrito Federal.
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sido del centro a la periferia; así, conforme se alejan los asentamientos del
centro de la ciudad,4 la edad media de la población residente disminuye
(CONAPO, 1998: 25).
En las delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa reside una
población joven cuyo número se incrementó entre tres y cuatro veces en
los últimos años, y además presentó altas tasas de crecimiento
sociodemográfico por encima de la media del Distrito Federal.
Ahora bien, ¿en qué delegaciones residen los asistentes persistentes
más jóvenes? De acuerdo con nuestros datos, los más jóvenes —entre 13
y 20 años de edad— viven fundamentalmente en la delegación Álvaro
Obregón; en Bosques de las Lomas, Cuajimalpa; en Lomas de
Chapultepec, Miguel Hidalgo; en Tecamachalco y en la Herradura,
Huixquilucan, Estado de México. Como se observa, los jóvenes no
provienen de la ciudad de Toluca, sino más bien de aquellos lugares
cercanos a CSF, donde se avecinaron sus padres.
¿A qué escuelas asisten los visitantes más jóvenes de CSF? Los
hombres jóvenes estudian en instituciones educativas particulares tales
como: el Colegio Israelita de México en Vista Hermosa; la Secundaria
Tarbut, el colegio Tomás Moro, la preparatoria Green Hills, el colegio
Medici y la Universidad Iberoamericana en Álvaro Obregón; el colegio
Americano, el Colegio Miraflores en La Herradura, Estado de México; y
en las universidades La Salle y Simón Bolívar en Benito Juárez.
Comportamiento similar presenta el sector femenino: 17 de las 21
encuestadas de este grupo etario señalaron acudir a instituciones
educativas particulares como el Colegio Irlandés, el Sagrado Corazón, el
Tecnológico de Monterrey, el Colegio Vista Hermosa, El Colegio Alemán
y la Universidad Iberoamericana. Datos que confirman el sector social al
que pertenecen estos jóvenes. Las escuelas mencionadas requieren
4
El Consejo Nacional de Población indica que en 1940 el Distrito Federal tenía
una población de 1,757,530 habitantes, de los cuales 1,645,422 se
concentraban en la llamada ciudad de México, es decir, en el espacio urbano
central constituido hoy en día por las delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano
Carranza, Benito Juárez y Miguel Hidalgo (CONAPO, 1998: 27); dichas
delegaciones también son conocidas como “ciudad central”. Por el contrario,
durante la década de 1940-1950, se inició la desconcentración de población del
centro hacia la periferia de la ciudad, básicamente hacia el sur y sureste del
Distrito Federal, tal como lo menciona Unikel (1976: 66).
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¿La suerte de este fragmento de ciudad sería lo mismo sin CSF? Según
los aportes de investigadores como Müller (2004) y Jacobs (1984), los
centros comerciales funcionan como “catalizadores” que influyen y, en
muchos casos, aceleran el desarrollo urbano. ¿Existe algún tipo de
conexión entre los centros comerciales y el crecimiento urbano?, se
pregunta Müller. Si bien estas interrogantes exceden los propósitos de
nuestro trabajo, es importante considerarlas, sobre todo, si revisamos
algunos antecedentes históricos de la aparición de zonas o centros
comerciales en la ciudad de México, donde dichas “conexiones” parecen
tener lugar. Entre las décadas de los cuarenta y cincuenta, se instaló en el
edificio del antiguo Colegio Americano el primer establecimiento
comercial de departamentos, promovido por capital estadounidense Sears
Roebuck (hasta ese momento, los almacenes comerciales eran de capital
europeo, fundamentalmente francés); lo cual produjo el primer indicio de
descentralización comercial hacia el sur de la ciudad de México y modificó
el uso del suelo de habitacional a comercial. Este proceso transformó la
avenida de los Insurgentes y las zonas contiguas a Sears en áreas
comerciales. En las décadas de los sesenta y setenta se crearon
importantes centros comerciales paralelos al desplazamiento y dispersión
de la población: la formación de la zona comercial de Tacubaya, en
contraste con la Zona Rosa, la aparición de Plaza Universidad y Plaza
Satélite al estilo norteamericano son claros ejemplos de este proceso
(Unikel, 1976: 68-70). Lo anterior nos permite afirmar que el crecimiento
de la ciudad provoca transformaciones en la forma de vida de las personas
y las compromete a decidir voluntaria o involuntariamente dónde vivir,
trabajar, divertirse y compartir con los otros propios y extraños.
El centro comercial: terrritorio experiencial
Martín-Barbero se preguntaba cómo pensar los procesos urbanos como
procesos de comunicación. Necesitamos asumir que la comunicación es
parte del tejido constitutivo de lo urbano, respondía el sociólogo suizo
Michel Bassand. Desde estas reflexiones, en el trabajo traté de enfrentar
una extendida noción, ésta es: asumir que es posible comprender los
procesos de comunicación estudiando sólo a los medios, cuando los haceres y
prácticas de las personas no pueden ser entendidos más que en referencia a
las transformaciones de las formas urbanas de relacionarse, es decir, a las
transformaciones en los diversos modos de estar juntos.
La apropiación de determinados espacios de la ciudad —los centros
comerciales— privatizados y vividos por las personas como lugares de
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Las citas etnográficas y algunas de las entrevistas provienen del reporte de
investigación y de los diarios de campo, elaborados durante los meses de
enero-marzo de 2000. Asimismo, durante julio y agosto de 2004 se realizaron
entrevistas complementarias a diversos asistentes frecuentes de Centro Santa
Fe.
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ordinarias o anodinas que entran en juego en la vida de todos los días, muchas
veces pasan inadvertidas, pero son decisivas para la conformación de un
grupo o de una colectividad. Se traducen en comportamientos visibles,
más o menos coherentes y fluidos, de elementos cotidianos concretos o
ideológicos, dados por una tradición —de una familia, un grupo social—,
y hechos vigentes o puestos al día en la coexistencia rutinaria.
¿Qué es para los visitantes frecuentes el centro comercial?, ¿por qué
permanecen y asisten de forma recurrente a este espacio?, ¿cómo
seleccionan y mezclan las propuestas y mensajes del propio centro?, ¿el
“lugar les pertenece”?, ¿ellos y ellas “pertenecen al lugar”? Para los
visitantes asiduos visitar, mirar, escoger, comprar, tocar, compartir,
merodear, mostrar, exhibir son algunas de las prácticas culturales que
despliegan en CSF.
¿Por qué visita Centro Santa Fe?
“Cuando voy divago un rato por la plaza, doy vueltas. Voy a Sanborns a
comprar una revista y a tomar mi cafecito al Péndulo y a leer. Quedo con
mis amigas para ir a comer y al cine”, son éstas las razones de una joven
estudiante.
El principal motivo de visita de los receptores culturales que acuden
frecuentemente a CSF es comprar (29.3%), seguido de la asistencia al cine
(18.1%), por las tiendas, las mercancías y la variedad de productos
(17.6%); por menciones relacionadas con la “socialidad” —encontrarse
con los amigos, con la pareja, a ver chavos y chavas, mirar a los que vienen,
convivir con la familia, pasear— (9.9%); los restaurantes, cafeterías o
fast-food (9.3%); o para vitrinear (4.2%), entre otras respuestas menos
representativas.
Una primera observación destacable es que el consumo mercantil es la
respuesta más reiterada de los entrevistados —a diferencia de lo
encontrado en anteriores investigaciones como la emprendida en Plaza
Universidad, en donde el consumo mercantil no ocurría en tan alta
proporción (Cornejo, 2000)—; sin embargo, las prácticas que aluden al
entretenimiento o a la apropiación simbólica del centro comercial en este
caso también resultan relevantes.
Por edad, mientras que los más jóvenes citan el cine y la asistencia a
restaurantes como “Garabatos”, además de “ver niños y niñas”, pasar el
rato y socializar; los más adultos hablan de las compras y los restaurantes.
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Por otra parte, un tema sensible para la mayor cantidad de los jóvenes,
pese a pertenecer a sectores sociales acomodados, es el limitado dinero
personal para asumir sus propios gastos en diversión y entretenimiento.
Pagar la asistencia al antro una o dos veces a la semana, el valet parking,
invitar a la novia al cine o ir a reventarse con los amigos significa, por lo
menos, más de mil pesos por cada salida. A diferencia de espacios públicos
como el Zócalo, los parques u otro tipo de plazas, a los que ellos y ellas no
acostumbran acudir, el centro comercial como espacio público de uso privado
si bien brinda a sus visitantes formas de diversión, no todas son gratuitas y
son los jóvenes quienes principalmente lo padecen.
Yo fui [a CSF] desde que lo abrieron y estaba a toda madre. Lo malo fue cuando
empezaron a cobrar el estacionamiento. Pero me gusta ir a dar el rol, al cine, al Mix
Up. Voy seguido, aunque el cine también cuesta un varo y más cuando vas con una
niña y tiene hambre. Mi trip es ir a comprar dvd´s y discos, aunque lo que no va es el
precio del estacionamiento (hombre, estudiante, 21 años).
Los establecimientos más frecuentados son tres de las tiendas ancla: El
Palacio de Hierro (21.9%), Liverpool (20%) y Zara (9.8%). En sus folletos
promocionales, Zara afirma que “su presencia internacional permite
concluir que no existen fronteras que impidan compartir una misma
cultura del vestir”; trata de que sus tiendas creen una atmósfera especial
que haga sentir al cliente el placer de comprar moda.
Muchas veces entro a Zara y me pruebo las prendas que traen los maniquíes,
esperando verme igual; pero esto no sucede. Es que yo no tengo el cuerpo de una
muñeca de escaparate, mi trasero es muy ancho y soy muy bajita, hay veces que las
personas no comprendemos que de la moda lo que te acomoda (estudiante, mujer,
21 años).
Una vez fui casi en pijama a comprar unas cosas y la dependiente me vio con cara de
pobre. Medio me molesté. Me puse súper pesado con la vendedora y compré más
madres de las que iba a comprar nomás por molestarla. En este pinche país, te tratan
como te ven (hombre, estudiante 20 años).
Por medio del traje, de cómo se luce uno, es reconocido y situado en la
sociedad. Hoy importa la apariencia, que el traje transmita un look, una
identidad diferenciada, una afirmación individual y, con ella, la
integración social con un grupo que de una u otra manera se define como
gente bien.
Me siento a gusto en CSF por el tipo de gente que asiste, es de buena clase, visten
bien, tienen buen aspecto, vienen de zonas parecidas (hombre, profesionista, 30
años).
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Gráfica 1
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Ciclo histórico del campo comunicativo
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Elaboración de la autora con base en la propuesta de Dogan y Pahre (1993) y
los comentarios de Gilberto Giménez (2003).
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Gráfica 2
Diamante cultural
El Diamante Cultural
El centro comercial como objeto cultural
Mundo Social
Contexto pertinente
Bibliografía
Bassand, Michel (1990), Culture et regions de Europe, París: Presses
Polytechniques et Universitaires Romandes.
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