Jovenes Autistas en La Universidad

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JOVENES AUTISTAS EN LA UNIVERSIDAD

Inicio con un relato:

“El joven, genio de las matemáticas en el bachillerato, compra el formulario para entrar a la
Universidad. Nunca había tenido que entrar allí, a pesar de que la conocía pues es paso
obligado en el transporte público. Ve que el salón a donde lo citan es el 10-206. Llega a la hora
justa. Entra. Ve que el examen lo va a hacer al lado de otras 250 personas.

Fin de su encuentro con la universidad”.

Cuando se piensa en la inclusión en el ámbito universitario, usualmente se hace alusión a tres


tipos de poblaciones: 1. Personas con problemas de visión. 2. Personas con problemas de
movilidad. 3. Personas con problemas auditivos. Estos tres tipos de personas caben en lo que
alguien podría llamar las discapacidades visibles. Tienen que ver con asuntos que se identifican
con cierta facilidad. Y, coherente con eso, los procesos de inclusión con estas personas, tienen
una cierta tradición. En casi todas las universidades existen rampas, elevadores, libros en
Braille, intérpretes de lenguas de señas.

La investigación que presento en este momento tiene que ver con lo que el DSM V nombra
como Trastorno del Espectro del Autismo. Es una investigación que se está haciendo en
convenio interinstitucional entre la Universidad de Antioquia, la Universidad Pontificia
Bolivariana, y la Corporación Ser Especial. Tenemos de plazo dos años para hacer un análisis lo
más exhaustivo posible de lo que hemos llamado las VICISITUDES en el encuentro entre
estudiantes con TEA y sus universidades. En contraste con lo que alguien podría llamar las
discapacidades visibles, el autismo es una condición subjetiva que no se ve a la distancia; es
decir, que para percibirla, se necesita un cierto tiempo de estar al lado de la persona. Cuando
uno se encuentra con un ciego, la discapacidad es evidente; cuando uno se encuentra con un
autista, en principio, no hay ningún signo visible que le indique a uno la presencia del
diagnóstico. Lo que hace que quienes lo rodean, lo suelen etiquetar con la expresión “ese
joven es raro”. Y entonces algunos pueden llamar al TEA como una discapacidad invisible.

Es una investigación que parte de una hipótesis: las personas implicadas en este encuentro
entre estudiantes con TEA y las universidades, ya han tenido que inventarse soluciones frente
a las situaciones en las cuales, lo que suele suceder, es que el joven termina sin poder acceder
a la Educación Superior, o termina expulsado. Esta investigación tiene como propósito analizar
desde una perspectiva pedagógica las vicisitudes que suceden en este encuentro, subrayando
especialmente las soluciones que en ese contexto se han creado.

Puesta en marcha la investigación, podemos comenzar a decir algunos puntos de reflexión:

1. En Colombia, el diagnóstico en cualquier asunto que tenga que ver con lo “mental”, es
un tabú que es mejor esconder. Esto ha hecho que nos enfrentemos al primer gran
problema en la investigación: la identificación (el reconocimiento) de los jóvenes
universitarios con diagnóstico. Y al tabú se le suma el hecho de que no siempre los
psicólogos tienen noticias de esto que llaman “trastorno”, pues suelen ubicarlo solo en
la infancia, y, creerán ellos que, de manera extraña, desaparece con el tiempo, o que
simplemente los niños crecen, pero que se quedan en su juventud confinados en sus
casas. Previendo esta dificultad para identificar a los jóvenes, es que la investigación
no prometió hacer un estudio de prevalencia en el cual se buscara identificar a todos
los estudiantes universitarios diagnosticados en las instituciones elegidas. Seguro
podremos trabajar con cinco o seis casos, y a partir de sus relatos construiremos el
texto que dé cuenta de los hallazgos de la investigación.

2. A las personas en el espectro del autismo puede dificultárseles el aprender ciertos


asuntos que poco o nada tienen que ver con su interés específico. Esto que es
constatable con cierta facilidad (para las personas que trabajan con esta población),
señala asuntos pedagógicos de gran importancia, como por ejemplo la estandarización
del aprendizaje. Y entonces es posible, con ellos, construir ciertas preguntas: ¿Todos
los ingenieros tienen que saber lo mismo? ¿Para ser buen arquitecto hay que ganar
una materia llamada “El Cristianismo en el siglo XXI”? ¿Respetar los calendarios
académicos hablan de estar siendo bien formados como profesionales? ¿El número de
estudiantes en un salón se decide por asuntos estrictamente económicos? ¿El trabajo
en equipo es absolutamente necesario? Son preguntas que tocan asuntos pedagógicos
en el ámbito de la educación superior: la pertinencia de ciertos saberes, el tiempo en
el aprendizaje, la masificación de las instituciones educativas, las estrategias grupales
de aprendizaje, etc.

3. Las personas en el espectro del autismo tienen pocos, pero muy fuertes vínculos. Y
entre estos pocos, puede haber algunos maestros. Con ellos, entonces, se hace
evidente la diferencia entre un vínculo burocrático, que se sostiene con cualquier
persona sin que haya una implicación subjetiva, y un vínculo con el cual efectivamente
se articule de una manera auténtica. Si el maestro es capaz de conectarse con alguno
de sus intereses específicos, entonces se arma un vínculo pedagógico que podrá tener
grandes frutos, dada la intensidad con la cual el joven autista accede a ciertos tipos de
saberes que le competen. Interesante que a un autista le sea casi imposible
relacionarse con un profesor con el cual no tenga un vínculo auténtico que lo acerque
a su saber específico; esto hace que nos preguntemos por los elementos que hacen
que un vínculo pedagógico sea auténtico, más allá de la escena (burocrática) de ser el
alumno de tal profesor.

4. En tiempos de pandemia y su consecuente cuarentena, las herramientas virtuales


tomaron un auge inédito; y con ellas, en la mayoría de las ocasiones, la apuesta
pedagógica centrada en la autonomía del estudiante. Este nuevo paradigma de
aprendizaje ha hecho que muchos estudiantes se bloqueen, pues añoran el paradigma
de la presencialidad, que las más de las veces está centrada en el maestro. Lo que ha
sucedido con algunos autistas en la cuarentena, es que le han dado mucha más
consistencia a su estilo autodidacta de aprender, más allá de las exigencias académicas
del profesor. Y entonces nos preguntamos: ¿Para todos la presencialidad es
imprescindible para construir un vínculo pedagógico con su maestro? ¿Será posible
que un maestro evalúe lo que el estudiante aprenda por fuera de lo planeado en la
programación del semestre? ¿Existe aprendizaje por fuera de la malla curricular?

Estas son las primeras puntadas de las cuales daremos cuenta al finalizar esta investigación.

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