ANGELOLOGÍA Y DEMONOLOGÍA (Ficha 20)
ANGELOLOGÍA Y DEMONOLOGÍA (Ficha 20)
ANGELOLOGÍA Y DEMONOLOGÍA (Ficha 20)
TEOLÓGICA
Tema ANGELOLOGÍA Ficha
19 Y DEMONOLOGÍA 20
OBJETIVO:
Aproximarsede forma crítica a la realidad creada espiritual de los ángeles (y el pecado de algunos de ellos)
a partir de los datos bíblicos, patrísticos y magisteriales, evitando los extremismos de negar su existencia o
de caer en posturas dualistas o esotéricas.
NEXO:
Al afirmar en el Credo que Dios es Padre Omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de lo visible y lo
invisible, confesamos que Dios es creador de todo, que no hay un doble principio, uno bueno, creador de lo
espiritual, y otro malo, creador de lo material (dualismo); que no existe ninguna realidad, incluso espiritual,
que sea superior al Creador; que los ángeles están destinados al servicio de la economía divina, que busca
hacer partícipe al hombre de su divinidad por medio de la Encarnación de su Hijo, el Verbo eterno, ante el
que todo dobla su rodilla, en el cielo y en la tierra.
METODOLOGÍA:
Exposición del profesor.
Enseñanza Correcta
Bíblica Hermenéutica
Reflexión
Teológica
INTRODUCCIÓN
1
No es para mí ningún placer hablaros del diablo, pero la
doctrina de este tema me sugiere será para vosotros muy útil.
(San Juan Crisóstomo en De diabolo tentatore II,1.).
En la actualidad la angelología y la demonología han cobrado cierto relieve en el ambiente cultural
y en la piedad popular, pues ha crecido la devoción a los ángeles, abiertamente se practica el
satanismo, se habla muy frecuentemente de posesión diabólica y del rito del exorcismo; incluso
este es un tema recurrente en el arte cinematográfico, pero muchas veces tiene un tinte más
esotético que cristiano. Al respecto afirma J. L. Ortega «Según las encuestas, baja, al menos
cuantitativamente, el nivel de fe. De la fe en Dios, se entiende. Al propio tiempo, crece
impertuosamente el número de los que creen en los ángeles… Es un interés que mezcla lo
esotérico con lo morboso, lo religioso con lo comercial. Tiene todas las pintas de ser una manía
más. Una moda»1. El Magisterio de la Iglesia «ha reprobado las diversas formas de superstición, la
preocupación excesiva acerca de Satanás y de los demonios, los diferentes tipos de culto y de
apego morboso a estos espíritus»2.
Llama la atención que existe una prolífera bibliografía sobre estos temas, pero en la mayoría son
devocionarios piadosos, sin restarle su valor, pero no pueden ser tomados como fuente de la
teología; también existen algunos libros de divulgación, escritos por exorcistas, pero, en su
mayoría, sin rigor teológico, sin que ello suponga que una desacreditación a priori, pero tampoco
pueden ser fuente de la teología. Además, existe una proliferación de literatura esotérica en torno
a ángeles y demonios, en total oposición a la revelación cristiana3. Por esta razón, se ha de tener
extremo cuidar de no hacer una angelología y una demonología de forma banal ni antropomórfica,
sino de mantener el equilibrio crítico del rigor teológico que tiene su fundamento en la Sagrada
Escritura, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio de la Iglesia y desde una perspectiva
eminentemente cristológica y soteriológica4.
La mayoría de los teólogos modernos no abordan este tema o se sienten incómodos al abordarlo.
De hecho, se esquiva de la enseñanza académica de la teología y no existe en los programas
1 Citado en R. BERZOSA MARTÍNEZ, Ángeles y demonios. Sentido de su retorno en nuestros días, Madrid, 2007, 15. Sobre el
estar de moda de los ángeles se puede ver M. GODWIN, Ángeles, una especie en peligro de extinción, Barcelona, 1991. A.
DANIEL, T. WYLLIE, A. RAMER, Descubre a tus ángeles, Buenos Aires, 1993. R. HAUCK, Ángeles. Los mensajeros misteriosos,
Barcelona, 1995.
2 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Fe cristiana y demonología, 26 de junio de 1976.
3 Cf. H. GALIANA, Ángeles, Madrid, 2014. T. KARAM, Arcángeles. Oráculo de cartas, México, 2014. Tiempo de Arcángeles,
estado en nuestras manos: JUAN PABLO II, Los Ángeles. Catequesis, México, 1986. M. SEEMANN, «Ángeles y demonios en su
relación con el hombre» en J. FEINER – M. LÖHRER (dirs.), Mysterium Salutis T.II, Madrid, 1992, 728-768. D. ZÄHRINGER
«Denmonios» en J. FEINER – M. LÖHRER (dirs.), Mysterium Salutis T.II, 768-785. R. SADA, Rumor de Ángeles. Sospecha de
demonios, México, 2002. AA.VV. Ángeles en el pensamiento de teólogos y filósofos contemporáneos, Buenos Aires –
México, 2003. W. KASPER – K. LEHMANN (ed.) Diavolo – demoni – posessione. Sulla realtà del male, Brescia, 2005. G.
GOZZELINO, Ángeles y Demonios. Las criaturas invisibles y las vicisitudes humanas, Bogotá, 2006. R. BERZOSA MARTÍNEZ,
Ángeles y demonios. J.R. PRADA, Hablemos de... el poder del Maligno, Bogotá, 2007. J.A. FORTEA, Summa Daemoniaca.
Tratado de demonología y Manual de exorcistas, Zaragoza, 2012. Este último se trata de un manual muy completo de
demonología, pero carece de fundamentación bíblico-patrística.
2
academícos de la enseñanza teológica. En los manuales actuales de la Antropología Teológica de
mayor difusión en la actualidad no se dice nada de los ángeles ni de los demonios.
1. Angelología y demonología en las culturas antiguas
Se constata en la historia de las religiones la creencia generalizada en seres sobrenaturales que
influyen en la historia de los hombres.
Para los babilonios los espíritus son muchos e influyen de forma decisiva en la vida humana. Cada
espíritu tiene su nombre, su naturaleza y tarea específica; son representados como gigantes,
hombre-animal, seres alados. Sus funciones son: constituir la corte celestial, custodiar a los
hombres y a la naturaleza y hacer mediadores entre la divinidad y los hombres. También hay
espíritus malos, por ejemplo Namtaru que es considerado el demonio de la peste, mensajero de la
muerte, la guerra y la destrucción. Existen también los Siete Malvados, que saliendo de las tumbas,
representan los poderes de la destrucción, sedientos de sangre, grotescos y repugnantes. Lilit (Is
34,14) es un demonio femenino, merodea por los sepulcros y provoca desórdenes sexuales. Los
demonios ocasionan enfermedades. Hay que librarse de estos espíritus malos con amuletos,
hechizos o conjuros. Las almas de los difuntos, que hacen el mal a sus parientes, regresan por
hambre, sed, o porque hubo equivocación en los ritos fúnebres y no fueron bien despedidos.
Para la religión zoroástrica existen dos fuerzas divinas contrapuestas: por un lado está el dios del
bien, Ahura Mezdah o espíritu salvador, llamado también Ormazad, que es eterno, creador de la luz
y de todo lo visible e invisible; este dios benéfico está rodeado y asistido por espíritus buenos,
entendidos como personificación de actitudes éticas o como divinidades inferiores. Por otro lado
está el dio del mal Angra Minyu, llamado Ahriman, también es eterno y creador de los daeva o
demonios, que forman la corte del dios malo, además de incitar a los hombres al mal, pueden
poseer cuerpos humanos, se disfrazan para confundir y vagan provocando enfermedades, errores
y muerte.
Para los antiguos egipcios existen un gran número de espíritus que se dividen en servidores de
corte de las divinidades y aquellos que custodian las almas de los muertos. Unos son buenos, seres
de luz, y otros son perversos y temibles, representados de forma animal o híbrida; estos últimos
impiden a los difuntos el acceso al más allá, devoran a los muertos que se portaron mal; en el
momento presente son encargados de difundir enfermedades, muerte, desorden.
Para los griegos, ángelos es el mensajero que cumple una función sagrada entre los dioses y los
hombres. El término significa mensajero, embajador, encargado de recaudar dinero, recibir
juramentos, etc. Para Empédocles y Platón cada hombre posee un ángel custodio propio. Los
demonios (los que dividen) son las almas divinizadas de los muertos insepultos, que causan
miseria, desventura.
Para los romanos los ángeles son fuerzas benignas que proveen alimento a las casas, protegen los
hogares y son fieles acompañantes tanto en la vida como en la muerte. Los demonios son fuerzas
de los dioses infernales, de las que es necesario cuidarse mediante oraciones, conjuros, etc.
Algunas enfermedades, como la epilepsia, son consideradas como una posesión demoniaca.
3
2. Angelología y demonología en la S.E.
En cuanto a la angelología y demonología bíblicas, la S.E. se sirve de las mitologías orientales, pero
desmitificándo los aspectos que son irreconciliables con el monoteísmo judío y dentro de la
revelación de Dios como salvador de Israel.
a) Angelología del A.T.
Los ángeles son llamados en el A.T. como mal’akim (enviado a un encargo), como mensajeros de
Yahvé (mal’ak Jhwh). La mención de los ángeles en general es poca. Ángeles que intervienen en la
historia de los patriarcas (Gn 18-19; Gn 32,2-3). Forman la corte de Dios (1Sam 4,4; 2Sam 6,2; 2Re
19,15; Is 6,2-7). Son representados de forma humana con alas (Ex 25,18-20). Su papel siempre es
positivo, pues ofrecen la salvación, protegen de los peligros, consuelan en las angustias, son guías
(Gn 22,12; Ex 14,19; 1Re 19,7). Anuncian la salvación (Nm 20,16; 2Re 19,35).
En textos antiguos se menciona el Ángel del Señor (Mal’ak Jhwh) como un singular personaje (Gn
16,7-14; 21,17-19; 22,11-18; 31,11-13; Ex 3,2-6; Jue 6,11-24). En algunos pasajes parece
identificarse a los ángeles con Yahvé (Gn 16,7-13; 21,17-20; 22; 31,1-18; Ex 3, 2-61), mientras que
en otros se diferencian totalmente Dios y los ángeles (Gn 24,7; Ex 32,33-34: 33,2; Nm 20,16; 22,31;
2Sam 24,16; 1Re 13,18; 19,15; Os 12,5). Se presentan superiores al hombre, pero tienen aspecto
humano (Gn 18-19; Jue 6,13; 13,6-8), ellos y sus palabras son extraordinarios (Jue 13,6), poseen
una belleza sin igual (Gn 19,5); pueden producir espanto y turbación en cuanto que son superiores
al hombre (Gn 28,17; Num 22,22-35; 1Cro 21,20). Algunos llevan alas (kerubim), que son los
orantes, así como los ardientes (serafim) (Is 6,2-7).
Después del exilio se hace más frecuente y fecunda la angelología veterotestamentaria. Se
introducen las figuras del ángel intérprete y protector, se revelan nuevos nombres: Miguel (Dan
10,13.21; 12,1), Rafael (Tob 12,15) y Gabriel (Dan 8,16; 9,21-22; 11,2). Los ángeles interceden por
el pueblo (Za 1,12), proclaman el amor de Dios por Israel (Za 1,14-17), son intérpretes de Dios
para el profeta (Za 1,9-17; 2,2; 3,7-10). Los ángeles son criaturas de Dios (Job 1; 15,15; 33,23;
38,7) y están a las órdenes y servicio de Dios, sin que se les reconozca ninguna participación en la
divinidad (Job 1,6-12; 2,1-7). Son enviados a ayudar a los hombres en momentos difíciles (Tob 5,4-
22; 12,15; Dan 3,95; 6,23). Su número es incalculable (Dan 7,10) y cada persona tiene un ángel
protector (Dan 10,13.20). Son custodios del tesoro del templo (2Mac 3,26-34) y prestan ayuda en
las batallas (2Mac 11,6.8; 15,22-23).
b) Demonología del A.T.
El A.T. mantienen una extrema reserva cuando habla de ángeles malvados o demonios.
Ciertamente algunos ángeles son los encargados de castigar al hombre en nombre de Dios, a fin de
establecer su justicia (Gn 19,13; 12,3; 2Sam 24,16; 2Re 19,21; Is 38,36; 2Cro 32,21). Hay algunos
ecos de un ángel perverso en algunas referencias esporádicas o en la condena a prácticas
supersticiosas (Ex 22,17; Lev 19,31; 20,27; Dt 18,10). La traducción de los LXX utilizan el término
daimónia para los dioses paganos (Dt 32,17; Is 65,3; Ba 4,7) y para las entidades fantásticas
imaginadas (Lev 17,7; 2Re 23,8; 2 Cro, 11,15; Is13,21; 34,14).
Después del exilio aparece la figura de Satán, cuyo significado es adversario, enemigo; es traducido
por los LXX como diábolos, que significa calumniador, seductor, acusador. Diábolos era el oficial
4
que llevaba a los culpables a la corte y trata de demostrar la maldad del acusado; una especie de
fiscal. Parece ser un personaje de la corte celestial (ángel) caracterizado por una creciente actitud
negativa contra los hombres, enfrentando así la misericordia de Dios a la frágil voluntad humana
(Za 3,1-5). También aparece como tentador (Job 1,6-12;2,1-7); es un ángel que reporta a Dios el
comportamiento de los hombres, pareciendo más bien un buen colaborador que cuida de los
derechos de Dios. En 1Cro21,1 tienta a David para realizar el censo. La figura de Satán evoluciona
de acusador a tentador, pero sujeto a la voluntad de Dios. En la literatura sapiencial se le
identifica con la serpiente genesiaca (Sab 2,24). El nombre de Lucifer es una interpretación del
relato de la caída del rey de Babilonia (Is 14,12-15) y de la ruina del rey de Tiro (Ez 28,12-19),
aplicado al pecado de los ángeles.
Como es notorio, el A.T. va desarrollando progresivamente la doctrina sobre la acción del
demonio, mientras que la angelología está suficientemente fincada en las más antiguas
tradiciones. Sin embargo, el demonio o los demonios no son ignorados, lo que no niega su
existencia sino su relevancia, pues un judío devoto no podría tener miedo o mucho menos
confianza en el demonio. No hay una definición de su naturaleza, sino una descripción de sus
funciones, siempre en el marco de la historia de salvación. A diferencia de las religiones sumerias y
acadica, babilonica, asiria y egipcia, que contaban con exorcismos, que consistían en conjuros o
ritos mágicos, en el canón ritual hebreo estaba ausente el rito de exorcismo, a excepción de quel
practicado a Saúl (1Sam 16,14-23; 18,10-11; 19,9-10). Salomón tiene fama de exorcistas en las
leyendas judías, como lo atestigua Flavo Josefo en sus “Antiguedades Judaicas”5. En la literatura
posexílica la actividad demoníaca ocupa un lugar más destacado, como lo manifiesta el libro de
Tobías (6,7-8; 16-18; 8,3) de obsesión diabólica.
Comparada la angelología y demonología del A.T. con las de sus pueblos vecinos, hay tanto una
afinidad como una destacada originalidad. La afinidad está en que son seres superiores al hombre,
dotados de alas (trascendentes), se advierte una jerarquía angelical, son una especie de corte
celestial, su tarea es custodiar a los hombres, son mediadores entre la divinidad trascendente y la
humanidad inmanente. Se admiten las prácticas exorcistas contra los demonios tanto en las
prácticas religiosas judías como paganas. La originalidad está por la concepción de la divinidad,
pues en el A.T. no se admite ningún dualismo, los ángeles son criaturas sujetas a Dios, Dios tiene
una soberanía absoluta lo que evita el miedo o la confianza a estos seres espirituales. Además,
para la Biblia los ángeles tienen un rol secundario en la historia de la salvación.
Antes de abordar de lleno la angelología y demonología del N.T. conviene tener presente algunas
corrientes extracanónicas que influyeron de manera notable en el tema que nos ocupa. Esta
literatura comprende libros apócrifos y algunos escritos rabínicos que tienen un amplio interés en
las cuestiones de los espíritus. Para esta literatura, los ángeles tienen algunas particularidades:
tienen órganos corporales (alas), padecen hambre y sed, pueden engendrar, disponen un cuerpo
de fuego. La literatura extrabíblica agrega numerosas clases jerárquicas en los ángeles: arcángeles,
querubines, serafines, virtudes, dominaciones, potestades, elegidos. Dentro de esa jerarquía hay
cabezas, como Miguel, Sariel, Gabriel, Rafael, Uriel, Raquel y Saziel, que recibieron el encargo de
gobernar las fuerzas del cosmos y custodiar las naciones. Estos escritos no fueron considerados
5 Cf. J. MEIER, Un judío Marginal. Nueva visión del Jesús histórico. T. II/I. Estella, 2001, 481.
5
revelados porque «ponía en peligro la libertad del hombre, atribuía su desgracia a seres
superiores (de tipo angélico) y en el fondo no aceptaba la gracia»6.
En cuanto a la demonología, la literatura extracanónica afirma que los demonios inducen a los
hombres al pecado, como en el caso de Adán; además sugieren la idolatría, la magia y los artificios
mágicos. Se mencionan algunos nombres genéricos: shedim (potentes), mazziquim (hacedores de
daño), mekhabilim (productores de ruina y perdición), paga’im (asaltadores), ruah ra’ah (espíritu
maligno). Hay un número indefinido de demonios y a la cabeza esta Ashmedai o Asmodeo (ídolo
persa) o Belial – Mastema (enemigo o adversario). En cuanto a su fin se cree que serán derrotados
al final de la historia, pero en cuanto su origen se mencionan estas tres posturas:
• Que Dios los ha creado malos.
• Que se extraviaron al mantener relaciones sexuales con mujeres.
• Que fueron expulsados del paraíso por no querer venerar al hombre, imagen y semejanza
de Dios.
c) Angelología del N.T.
Los ángeles se mencionan 67 veces en el Apocalipsis, 47 en Lucas-Hechos, 20 en Mateo, 12 en
Hebreos y 4 en Juan. Muy pocas veces se utiliza la palabra ángel para designar a un sujeto humano
(Mt 11,10; Lc 7,24.27; 9,52; St 2,25), la mayoría se refiere a seres espirituales y trascendentes. Son
seres de gran potencia, pues superan al hombre terrenal es sus dimensiones carnales (Lc 20,34-
36; Mt 22,30; Mc 12,25) por lo que generan estupor cuando se aparecen al hombre (Lc 1,12-13.29-
30; 2,9-10; 24,5; Mc 16,5-6.8; Mt 28,4-5.8). También son seres que manifiestan su gloria por su
espléndida vestimenta (Mc 16,5; Mt 28,3), están rodeados de luminosidad (Hech 12,7). Actúan
como mensajeros de Dios, hablan y actúan en nombre de Dios (Lc 1,19).
• Sinópticos y Hechos
La acción de los ángeles en los sinópticos parece limitarse a tres momentos: La venida de Jesús al
mundo, su resurrección y al final de los tiempos. En los relatos de la infancia cumplen un papel
preponderante al anunciar el nacimiento de Jesús y también su resurrección en los relatos
pascuales (Lc 1,11-20-38; 2,9-14; Mt 28,2-7; Mc 16,5-7; Lc 24, 4-7). Durante el ministerio público
aparecen dos veces, después de las tentaciones en el desierto para servirlo (Mt 4,11; Mc 1,13) y en
el Getsemaní para confortarlo (Lc 22,43). Al final de los tiempos jugarán un papel muy importante
como parte de la corte o fiscalía en el juicio final (Mt 13,41-42; 16,27; 25,31; Lc 9,26; 12,8-9).
En los Hechos, los ángeles protegen a la Iglesia naciente, como protegieron la infancia de Jesús. 2
ángeles anuncian el futuro retorno de Jesús (Hech 1,10-11), un ángel hace salir de prisión (Hech
5,19-20), dispone a Pedro con el centurión Cornelio (Hech 10,3-7.22.30-32; 11,13-14), conforta a
Pablo cuando es transferido a Roma (Hech 27,23-24).
En la angelología de los sinópticos y hechos parece clara la subordinación de los ángeles a Jesús,
por lo que se relativiza su obra, pues aunque es real, siempre está encaminada a la historia de
salvación obrada por Jesús. En resumen, los ángeles son superiores a los hombres, pero están
subordinados a Dios, a Jesús y a la Iglesia en la que actúa el Espíritu Santo.
6 X. PIKAZA, Antropología Bíblica. Tiempos de Gracia, Salamanca, 2006, 97.
6
• San Juan
En el cuarto evangelio los ángeles aparecen solo 4 veces sin relevancia (1,51; 5,4; 12,29; 20,12). En
el Apocalipsis, que pretende animar a la Iglesia perseguida, el protagonista principal es Jesucristo
victorioso, el protagonista secundario es Satanás derrotado; los ángeles entran a formar parte
como parte de la victoria de Jesús: celebran la majestad de Dios y del Cordero (5,11). No hay un
papel protagónico de los ángeles, pues sólo entran como componente de esa victoria de Jesucristo;
los ángeles son la corte celestial que celebra incansablemente la gloria de Dios (Ap 5,11; 19,10;
22,8-9). El Apocalipsis otorga a los ángeles la tarea de ser mensajeros de Dios (Ap 14,6-11; 18,1-
3.21-24) y de ejecutar su voluntad (Ap 8,7-12; 9,1.13; 10,1-7; 11,15; 20,1-3). Hay 7 arcángeles que
están puestos frente al trono de Dios (Ap 1,4; 3,1; 4,5; 5,6; 8,2), lo cuales son propiedad de Jesús a
quien sirven (Ap 3,1; 5,6). Tienen como característica el que son poderosos (Ap 10,2)
resplandecientes y luminosos (Ap 18,1), llenos de fuerza (Ap 10,1-3). Son superiores al hombre,
pero están al servicio tanto de la liturgia celeste como de la historia de la salvación, iluminando y
sosteniendo a los creyentes.
Aparece en el Apocalipsis la figura de Miguel, custodio de Israel, que combate con sus huestes
angelicales contra el dragón y a favor de los cristianos (Ap 12, 7-11). Un ángel es el encargado de
encadenar y vigilar a Satanás (Ap 20,1-3). Los ángeles también juegan un papel en el juicio y en el
castigo de los malvados al final de la historia (Ap 8,9; 15,16). De forma analógica, se refiere a los
obispos como ángeles, en cuanto que tienen la misión de custodiar y ser los responsables de la
comunidad (Ap 2-3).
• San Pablo
Las cartas paulinas utilizan 14 veces el término de ángel, una vez el de arcángel y, según la común
interpretación, se refiere a la jerarquía angelical como ángeles buenos, cuando habla de potencias,
principados, potestades, dominaciones y virtudes (Rm 8,38; 1Cor 15,24; Ef 6,12; Col 2,15). Se
puede pensar que algunas veces cuando se refiere a los santos indique a los ángeles (1Tes 3,13;
2Tes 1,10; Col 1,12). Los ángeles son enviados por Dios para realizar obras encaminadas a la
salvación; en el pasado fueron intermediarios del don de la ley (Ga 3,19), en el presente ayudan en
la misión apostólica (1Cor 4,9), forman parte de la liturgia (1Cor 11,10) y sirven de referente a los
deberes del hombre (1Tim 5,21). Al final están asociados al triunfo escatológico de Jesús (1Tes
4,16; 2Tes 1,7). San Pablo evidencia la subordinación de los ángeles a Jesús, pues el Señor ha sido
elevado sobre todas las potencias, fuerza y dominaciones, pues Él es la cabeza, el primogénito de
toda criatura, es anterior a todo (Ef 1,21-23; Col 1,15-16.17; 2,10;) y su misterio se impone
también a los ángeles (1Tim 3,16).
También la carta a los Hebreos hace patente la superioridad de Jesucristo frente a los ángeles. Para
esta epístola los ángeles son mediadores entre el cielo y la tierra (2,2), pero están supeditados al
gran mediador, Jesucristo (1,4), pues ellos no son el Hijo de Dios (1,5) y no reinan como Él
(1,13;2,5). Forman el coro celeste que da gloria a Dios en la Jerusalén eterna (12,22).
d) Demonología del N.T.
El N.T. pone de relieve más la demonología que la angelología. Los demonios actúan a lo largo del
ministerio público de Jesús, a diferencia de los ángeles que aparecen solo en el nacimiento como
7
en la resurrección. Eso nos hace pensar que el bien está al principio y al final y que de forma
intermedia, es decir, en el camino presente encontramos la presencia del maligno.
• Sinópticos y Hechos
En los Sinópticos y los Hechos se utiliza 45 veces el nombre de Daimónion, 15 veces el de Satán y
13 veces el de Diábolos. Se utiliza también el nombre hebreo de Beelzabul, que significa príncipe o
señor del infierno o de las tinieblas (Mt 10,25; 12,24.27; Mc 3,22; Lc 11,15.18.19). También se le
llama enemigo (Mt 13,25.28.39; Lc 10,19; Hech 13,10), tentador (Mt 4,3), el malo o maligno (Mt
6,13; Hech 19,12.15.16) y fuerte (Mt 12,29; Mc 3, 27; Lc 11,21).En general se refiere con la
denominación de demonios o de espíritus inmundos o impuros (Mt 10,1; Mc 1,23.26.27; 3,11.30;
5,2.8.13; 6,7; 7, 25; 9, 25; Hech 5,16; 8,7). Existe una distinción entre Satanás y los demonios; el
primero aparece como causa de todo mal moral en cuanto es el seductor; los demonios causan mal
físico y opresivo, cuya cura está en los exorcismos, siempre dirigidos a los demonios. Después de
las tentaciones en el desierto (Lc 4,13), Satanás parece alejarse para reaparecer en la pasión (Lc
22,3.31.53). En Mc 3,22-23 los escribas acusan a Jesús de estar poseído por Satanás y en Lc 13,16 y
Hech 10,38, se imputa a Satanás la responsabilidad de las enfermedades. En Mt 12,24; Mc 3,22; Lc
11,15 Satanás aparece como el príncipe de los demonios y en Mc 5,9 el nombre del demonio es
Legión, porque son muchos.
En los sinópticos, Jesús, en sus parábolas, atribuyó los obstáculos a su misión mesiánica a Satanás
como el caso de la cizaña (Mt 13,24-52). Además aparece ejerciendo su misión como una lucha
frontal contra los demonios por medio del vencimiento de la tentación (Mt 4,1-11; Mc 1,2-13; Lc
4,1-13) y de los exorcismos, que son signos liberadores de la presencia del Reino de Dios y
pruebas del mesianismo de Jesús (Mt 12,28; Lc 11,20). En cuanto a la interpretación de las
tentaciones, más que sólo un hecho puntual al inicio de su ministerio son una constante en toda la
vida de Jesús al tomar siempre sus elecciones fundamentales. En cuanto a los exorcismos7, en
razón de su número, no cabe duda que son parte esencial en el ministerio de Jesús, pues
«constituyen la clase de curaciones más numerosas registradas en los sinópticos»8 (Mc 1,211-
28,5,1-20; 7,24-30; 9,14-29; Mt 8,28-34; 9,32-34; 15, 21-28;17,14-21; Lc 8,26-39; 4, 33-37; 9,37-
43; 11,14), Pedro reconoce que fue una de las actividades que Jesús realizaba (Hech 10,38) y la
que seguramente le otorgó fama de mesías, pero sin olvidar que no sólo fue exorcista, también
maestro moral, profeta escatológico, etc.
Los exorcismos de Jesús difieren sobre manera de aquellos que realizan otros, sean judíos o
paganos, pues se dan, generalmente en tres tiempos: el reconocimiento de la identidad de Jesús
por parte de los demonios y su tentativa de defensa, la imposición de silencio y, por último, la
orden de salida. Jesús no ruega a Dios, sino que él actúa con su poder; no impone las manos, ni
elabora conjuros, hechizos ni utiliza objetos religiosos; se limita a recriminar, ordenar y expulsar
al demonio. Jesús, a su vez, ordena a sus discípulos que sean ellos que prolonguen su acción
salvífica en el tiempo, y les da poder para expulsar a los demonios (Mc 6,7.13; 16,17; Mt 10,8; Lc
7 Es muy importante señalar que en lo que se refiere a los exorcismos existe un abismo cultural entre el mundo judío
8
9,1; 10,19-20), sin embargo, para Jesús eso no es lo más importante sino la relación filial con el
Padre que tiene gravados sus nombres (Lc 10,20).
Como se puede constatar, los sinópticos y los hechos no están interesados en presentar la
naturaleza de los demonios, sino la acción salvífica de Jesús, pues el hombre, que está amenazado
por el mal, participa de la victoria de Jesús que ha vencido al mal. Sin embargo, se puede ver que
los demonios son más fuertes que el hombre, que es imposible liberarse de su influjo sin una
intervención divina. Satanás es un ser personal inteligente y libre, que comprenden que ha llegado
su fin con Jesús.
• San Juan
La demonología juanea es escasa, pero incisiva. Satanás posee características contrarias a las de
Jesús. Jesús es la verdad y la vida, Satanás mentira y homicidio (Jn 8,44); Jesús es luz, Satanás
tinieblas (Jn 1,5; 3,19; 8,12; 12,35; 13,27.30). Satanás está a la raíz del pecado del hombre (1Jn
5,19), es el príncipe de este mundo (Jn 12,31; 14,30; 16,11) desde el principio (Jn 8,44; 1Jn 3,8).
Quien rechaza a Jesús se asemeja a Satanás y es hijo de él (Jn 8,44, 1Jn 3,10). Judas es movido por
el diablo (Jn 6,71), el diablo entra en él (Jn 13,27). Jesús vence el mal y al diablo (Jn 12,31; 16,11;
1Jn 2,14) y quien cree en Jesús, es arrancado de su poder (1Jn 5,18), el diablo puede dañar sólo a
quien cede al pecado (Jn 8,34.44).
En el Apocalipsis Satanás impulsa la oposición a Dios y a la Iglesia (2,9-10). Es el propagador de
herejías (2,24), el acusador de los justos (12,10). Es representado como un dragón rojo, con siete
cabezas, siete diademas y diez cuernos (12,3-4); tiene aliados como los demonios (16,13-14) la
bestia del mar que representa al Estado (13,1). El punto central del libro es el triunfo de Jesús,
definitivo en la parusía, y la libertad que supone para los creyentes ya ahora (20,10). En el
Apocalipsis Satanás aparece a la vez terrible-débil, activo-derrotado, potente-impotente, libre-
esclavo, obstinado-doblegado.
• San Pablo y cartas católicas
San Pablo designa a las fuerzas del mal como demonio (1Cor 10,10-21; 1Tim 4,1) o diablo (Ef 4,27;
6,11; 1Tim 3,6.7; 2Tim 2,26). El nombre de Satanás lo utiliza 10 veces (1Cor 5,5-7; 2Cor 2,11;
11,14; 12,7), también lo menciona como Beliar (2Cor 6,15), el Maligno (Ef 6,16; 2Tes 3,3), el
tentador (1Tes 3,5) o como dios de este mundo (2Cor 4,4). En general se refiere a fuerzas
demoniacas o elementos del mundo (Rm 8,38; 1Cor 15,24; Ef 6,12; Col 2,8.15.20; Ga 4,3.9). San
Pablo no menciona nada sobre el origen de Satanás ni de su culpa, pero afirma que tiene como rol
el tentar (1Cor 7,5; Ef 6,11; 1Tim 5,15), engañar (2Cor 2,11; 11,14; Ef 4,27) y atormentar (1Cor
5,5; 2Cor 12,7; 1Tim 1,20). Sin descartar sus efectos físicos (1Tes 2,18; 2Cor 12,7), subraya más su
peligrosidad moral: induce al error y a llevar una vida desordenada (1Tim 4,1), se disfraza de luz
(2Cor 11,14). Los cristianos debemos tener cuidado de no ofrecer ocasiones al diablo (Ef 4,27) y
estar seguros del triunfo de Jesús, que nos defiende del Maligno (2Tes 3,3).
Pedro y Judas aluden por primera vez al origen de los demonios, identificándolos como ángeles
rebeldes (2Pe 2,4.11, Judas 6).
9
e) Conclusión
Entre la angelología y demonología del A.T. y del N.T. hay una relación de continuidad y de
originalidad en el N.T. Hay continuidad en el lenguaje y en algunos contenidos; se acentúa la
conciencia de la lucha contra Satanás, rasgo esencial en la misión de Jesús y de la Iglesia. Parece
que el N.T. pone los acentos más sobre la demonología que sobre la angelología. La novedad del
N.T. es la referencia a Jesús; hay una subordinación de los ángeles a Jesús, pero no anula su ser ni
su misión, sino que están ellos en función del Señor; en cuanto a los demonios y Satanás, la
mención es sólo para proclamar el triunfo de Cristo sobre sus fuerzas, ya sometidas por la victoria
del Resucitado; incluso la acción actual de Satanás, contribuye a reafirmar el absoluto poderío de
Jesucristo sobre el mal.
Para la Escritura, los ángeles son superiores al hombre, viven en la presencia de Dios, lo
contemplan, lo adoran, lo glorifican en nombre propio y de toda la creación. Disponen de un poder
sobre el cosmos; preparan y manifiestan la economía de salvación; cooperan en la guerra de Jesús
contra Satanás y sus ángeles, anuncian la intervención divina y ayudan a comprender los misterios
de Dios. Orientan la vida de cada persona y del pueblo hacia el fin último que está en Dios,
defensores de los hombres.
Para la Escritura el diablo y los demonios son fuerzas del mal superiores al hombre. Poseen una
oscura realidad que se manifiesta en la multiplicidad de nombres dados a ellos, revisten un
carácter antitético a Dios y Jesús: son tinieblas, muerte, adversarios, odio. Aunque derrotados por
Jesucristo ostentan un poder que imponen a los hombres una lucha enfurecida y constante. No
están en el centro del mensaje, sino al margen. No son interlocutores de Dios, sino que lo afrontan;
son acusadores del hombre.
3. Necesidad de una hermenéutica bíblica
Es un hecho irrefutable que tanto el A.T. como el N.T. nos refieren la existencia y misión de los
ángeles y los demonios, pero hemos de buscar el sentido pleno de las afirmaciones bíblicas y la
intención del autor sagrado, y no quedarnos únicamente con la forma expresiva, pudiendo caer en
el error de un biblicismo literal y simplista, que acriticamente afirma como contenido de fe el
modo bíblico de concebir la realidad muy de la mano de la cosmovisión judía y las implicaciones
que tiene en la vida y ministerio de Jesús. Jesús vive en un contexto particular y comparte la
cosmovisión de la cultura a la que pertenece, por lo que es necesario resaltar que no es enseñanza
de fe la cosmovisión cultural, sino los contenidos fundamentales para la salvación9. Por ello hemos
de tener en cuenta algunas precisiones: se ha de distinguir entre lo que es expresión y lo que es
contenido doctrinal; lo primero pertenece a la forma literaria, lo segundo es propuesto como
elemento esencial del mensaje de salvación. ¿La referencia bíblica a los ángeles es una forma de
expresión o es un elemento doctrinal?
a) En el A.T.
En el A.T. está mucho más consolidada la angelología que la demonología. Los ángeles aparecen
como criaturas distintas de Dios y supeditadas a él y a su economía, pero son superiores a los
hombres; queda más oscura la realidad de los demonios. Sin embargo, la angelología y la
9 Cf. W. KASPER – K. LEHMANN (ed.) Diavolo… 32.
10
demonología no son un dato que se imponga por sí mismo para entender la economía de la
salvación, bien se puede entender la acción salvífica de Dios sin necesidad de recurrir a los ángeles
o a los demonios. Por esta misma razón, se juzga que no siendo la angelología un dato importante,
sin embargo es reiterativo, por lo que entonces resulta significativo para el autor y expresa un
dato de la fe, no esencial pero real. Por otra parte, ¿cómo explicar que el hagiógrafo mencione a los
ángeles en un contexto en el que el pueblo de Israel está luchando para abrazar el monoteísmo
irrestricto? La mención de los ángeles, entonces, hay que tomarla en consideración con seriedad.
b) En el N.T.
Para el N.T. la existencia de los ángeles y demonios no suscita ningún problema, sigue en la línea
del A.T. pero parece cargarse la tinta sobre la demonología. Es parte central del mensaje
neotestamentario el triunfo de Cristo sobre el mal y, por tanto, la primacía de Jesús tanto en el
orden cósmico como soteriológico. Este primado de Jesús desmitologiza la demonología
contemporánea al otorgarle demasiado poder a los demonios sobre el hombre.
En cuanto a la conciencia de Jesús manifiesta en los evangelios, hemos de decir que en el caso de
los ángeles Jesús mantiene la perspectiva del A.T. Más original representa la conciencia de Jesús
sobre los demonios. Jesús interpretó su misión como la victoria contra la realidad del mal que va
unida al pecado del hombre, pero que no se identifica con él sino que lo trasciende. Jesús, nos lo
refieren reiterativamente los evangelios, lucha contra Satanás y los demonios; así lo demuestra la
estructura literaria de los relatos de exorcismos, que dista de los relatos de curaciones de males
físicos. Por otra parte, Jesús manifiesta una actitud de misericordia frente al pecador, pero de
repulsa absoluta e intransigente con Satanás.
Se ha de tener presente que el argumento que se esgrime para restar importancia a la lucha contra
el demonio y ubicarla más como un elemento de la cultura religiosa del tiempo de Jesús, queda
revasado en la misma libertad del Mesías frente a la cultura religiosa de su pueblo. Jesús no está de
acuerdo en muchas cosas de la práctica religiosa de su tiempo, por eso, si no fuera consciente de la
fuerza de Satanás y de los demonios ¿por qué manifestar abiertamente la lucha contra el mal? ¿si
fuera sólo un recurso literario para personificar el mal, por qué tanta tinta para hablar de la lucha
contra Satán y los espíritus malignos? La lucha contra los demonios, por tanto, va más allá de una
expresión metafórica, como lo afirma el Magisterio de la Iglesia: «La independencia de espíritu con
la que Jesús se comportó en todo momento respecto a las opiniones de su tiempo, es importante
notar que no todos sus contemporáneos tenían, a propósito de los ángeles y demonios, aquella
creencia común que muchos parecen atribuirles hoy y de la cual Jesús mismo dependería»10.
En la religión judía del tiempo de Jesús, frente a la existencia de los ángeles y demonios, existían
dos posturas divergentes: los saduceos negaban toda realidad espiritual y la resurrección de los
muertos, mientras que los fariseos afirmaban su existencia. En ese sentido, ante la acusación de los
escribas de echar al demonio en nombre de Satanás (cf. Lc 11,15-26), si Jesús estuviera consciente
de la no existencia del demonio o de su fuerza, bien podría haberse sacudido la acusación con los
argumentos de los saduceos, quienes no creían ni en ángeles ni demonios ni en la resurrección, sin
embargo su respuesta supone la consciencia de su existencia y de su poder, de tal forma que su
derrota es ya presencia del Reino de Dios.
10 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Fe cristiana y demonología.
11
Es importante constatar que para la Escritura todo lo que existe fuera de Dios es creación suya y
que el mal existente en el mundo no es fruto ni del Dios creador ni de un doble principio malo, sino
de la libertad de sus criaturas. Con ello, se excluye cualquier tipo de dualismo, es decir, colocar a
Satanás como dios malo a la par de Dios; también se excluye el monismo que pueda afirmar que
Dios a creado al demonio como tal, con la perversidad y maldad que le caracterizan. Si estos
argumentos son parte esencial de la comprensión de la realidad de la Escritura y si se constata la
existencia del demonio, queda entonces una sola conclusión: se trata de libertades pervertidas,
criaturas que han subvertido el propio sentido fundamental. Así, los demonios no son sino
libertades creadas buenas y degeneradas por el pecado.
4. Angelología y Demonología en la Tradición de la Iglesia
La Tradición de la Iglesia es la Palabra de Dios no escrita sino vivida y transmitida en el seno vivo
de la Iglesia. Esta Tradición se realiza en la práctica litúrgica, en la experiencia mística, en la
teología, en la enseñanza del Magisterio, en la catequesis, en la predicación y en la piedad popular.
a) Época patrística
Para los Padres de la Iglesia la existencia de ángeles y demonios es un dato obvio y pacíficamente
aceptado por todos. No hay ninguna controversia en este rubro, acaso sólo por exceso de
funciones de los ángeles y no por su no existencia. En la reflexión posterior, partiendo de su
misión que se conoce por la Escritura, se llegará a su naturaleza ontológica.
En cuanto a su función se enseña que son los liturgos celestiales en la corte de la Trinidad,
servidores de Jesucristo y de los hombres, a los que protegen y custodian. El Pastor de Hermas es
el primero en enseñar que cada persona es custodiada por un ángel y asechada por un demonio,
por lo que el cristiano tiene que hacer uso del discernimiento de espíritus. Esta doctrina del ángel
custodio será reafirmada por Orígenes, Juan Crisóstomo, Jerónimo, Basilio, Cirilo de Alejandría,
etc. Los ángeles son pedagogos, tutores, compañeros de viaje, protectores, por ello se les atribuyen
los cuidados tanto del alma como del cuerpo, la guía interior y exterior; son acompañantes del
alma del difunto al cielo.
En cuanto a su naturaleza, está descrita en su mismo nombre-función: ángel o sea mensajero. Cada
ángel tiene nombre propio porque tienen carácter personal, pero se conocen por la Escritura sólo
los de Miguel, Gabriel, Rafael; los de Uriel, Natanael, Esrael, Temlacos, Tatirocos, Barakiel, Ramiel,
Samiel son conocidos por los escritos apócrifos o extrabíblicos. Para los Padres son seres
superiores a los hombres, espirituales, asexuados, aunque con cierta corporeidad relativa, similar
a la del fuego, por tanto, poseen cuerpo etéreo, lo que permite que sean perceptibles en
apariciones, además de que para algunos de ellos sólo Dios es espíritu puro. Algunos Padres
señalan que la caída de los ángeles se debe a una culpa carnal. Estas ideas sobre los ángeles se
manifiestan en la iconografía: vestidos de rojo, como el fuego etéreo, con alas, siempre jóvenes.
San Ireneo, en su combate al gnosticismo, niega rotundamente que sean producto de una
emanación divina, por ello acentúa el carácter criatural de los ángeles y su sometimiento total a
Jesucristo.
12
Dionisio Psudo Areopagita dará un avance decisivo en la especulación sobre los ángeles. Pone al
centro de toda la realidad a la Trinidad, luz fontanal que inunda en primer lugar a la jerarquía
celeste, constituida por los ángeles y luego la jerarquía terrestre, constituida por la Iglesia. Para él
hay nueve coros de ángeles, ordenados en tres niveles; los más cercanos a Dios son los serafines
(plenitud de amor), los querubines (plenitud de contemplación), los tronos (plenitud de
inteligencia); en el nivel intermedio están las dominaciones, las virtudes y las potestades; en el
nivel más bajo, y por tanto, más cerca de la humanidad, están los principados (protectores de
pueblos), los arcángeles (encargados de las misiones importantes y delicadas en el mundo) y los
ángeles (transmisores del misterio de Dios a los hombres).
En cuanto a la demonología, ya en el s. II Melitón de Sardes escribió una obra “Sobre el demonio” y
es en él en que la mayoría de los Padres dan razón del origen del mal en el mundo. Eusebio de
Vercelli en el s. IV escribió su obra De Trinitate en la cual señala que Satanás no tuvo principio en
sí mismo, sino que Dios lo creó bueno y él libremente se hizo malo apartándose de Dios y
concibiendo el mal y el pecado en el mundo. De la misma manera, León Magno en la “Carta al
Toribio, Obispo de Astorga” condena las expresiones que afirman que el diablo nunca fue bueno y
que no ha sido obra de Dios, sino del caos y las tinieblas.
Agunos Padres, basándose en la exégesis judaica de Gn 6,1-4, identifican la culpa de los ángeles
con pecados carnales cometidos con las mujeres y cuyo fruto son los demonios. Así distinguen
entre el diablo y los ángeles caídos de los demonios (hijos del diablo y de los ángeles caídos con las
mujeres). Esta interpretación mitológica es propia de Justino, Atenágoras y Tertuliano. Otros,
como Ireneo11 fundándose en Sab 2,24, piensan que la culpa de los demonios está en la envidia por
Adán, creado a imagen y semejanza de Dios. Para Agustín, Gregorio Magno y muchos más, el
pecado de los ángeles consistió en la soberbia, es decir, en la complacencia desordenada en la
propia perfección o en la no aceptación de su carácter criatural.
Los demonios, según los Padres, están sometidos a una irreversible condena, a excepción de
Orígenes que enseña la conversión final de Satanás y su séquito con su doctrina de la
apocatástasis. Los demonios quieren separar al hombre de Dios por lo que para lograr su fin,
causan enfermedades, desgracias naturales, inventan artes nocivas como la magia, la astrología;
también corrompen la fe con la herejía, tientan al hombre al pecado y al vicio. Su actividad no es
ilimitada, pues están sometidos a la voluntad divina; además, sus acciones perniciosas vienen
limitadas por los ángeles buenos, y por la libertad humana ayudada de la gracia. Los demonios no
pueden penetrar la parte interior de los hombres, pues no conocen los misterios del corazón, pero
como su inteligencia es superior a la humana, están capacitados para adivinar pensamientos,
anticipar información. Algunos Padres Apostólicos y apologétas identifican las deidades paganas
como demonios. Satanás es el que difunde la idolatría, los espectáculos inmorales, las ceremonias
cultuales, las ceremonias públicas y suscitan la persecución sangrienta contra la Iglesia.
b) Época medieval
11 “El diablo, siendo uno de los ángeles elevados sobre los aires… por envidia del hombre (Sap 2,24) apostató de la ley
divina: pues la envidia es ajena a Dios. Y como en el hombre quedaron desenmascarada su apostasía y al descubierto
sus intenciones, el diablo se fue haciendo cada vez más enemigo del hombre, envidiando su vida y queriendo
aprisionarlo en su poder rebelde”. Adv. Haer. V, 24. 4
13
La angelología medieval se vio sumamente influenciada por la jerarquía celeste de Dionisio
Pseudo-Areopagita, traducida y comentada por teólogos, como Juan Escoto Eriúgena (810-887),
así como por la doctrina de san Agustín, que ve en los ángeles la primera y más alta participación
de la luz del Verbo, algo análogo a las ideas arquetípicas de la tradición platónica.
Entre las herejías medievales en torno a los ángeles podemos citar a Roscelino de Compiegne, que
identifica las personas de la Trinidad con tres ángeles, y a Amalrico de Bene, que enseñaba que los
ángeles son de naturaleza divina, por lo que el demonio estaría en Dios, lo que a la larga termina
en un panteísmo. Estas doctrinas fueron condenadas en el Sínodo de Soissons (1092). El catarismo
cree en un doble principio, es decir, en el dualismo, por lo que Satanás es el principio increado del
mal y el creador de la materia; es inferior en cuanto potencia a Dios, que solamente ha creado
seres espirituales. Los cátaros afirmaban que los hombres habían sido creados ángeles y tomaron
un cuerpo material en castigo por una rebelión contra Dios; también enseñaban que el Dios del
A.T. era Satanás y que los cuerpos de Jesús y María eran sólo apariencia, al considerar que todo lo
materia tiene su origen en Satanás. El catarismo fue condenado en el Concilio IV de Letrán (1215).
A partir del s. XII se comienza un gran esfuerzo de profundización especulativa en cuanto a la
angelología y la demonología, intentando responder a las indagaciones sobre el modo de
conocimiento, volición y acción de los ángeles y la posibilidad de la corporeidad angelical. Aunado
a la reflexión hay un gran impulso en la devoción a los ángeles custodios, venerados e invocados
como defensores y auxiliares del hombre. Ricardo de San Víctor afirma, por primera vez, que cada
ángel en particular constituye una especie autónoma. Se impone la idea de que la caída de Satanás
se debe al orgullo propio por la ciencia y la belleza con las que había sido dotado por el Creador.
Santo Tomás asume las adquisiciones tanto de la Escritura, de la Tradición patrística como del
Magisterio de la Iglesia y dedica 14 cuestiones , de la 50 a la 64 de la primera parte de la Summa
Theologica al tema. El doctor angélico parte su angelología de la afirmación de la necesidad de su
existencia en el orden del universo y que son espíritus (inmateriales). En cuanto que son criaturas
espirituales, pero no de naturaleza divina, los ángeles son espíritus puros finitos. En cuanto que
son espíritus puros no cabe en ellos la materia, ni siquiera en un sentido metafísico, como lo
afirmaba la escuela franciscana. Como no tienen materia entonces son sustancia separada (forma
sin materia) y no tienen principio de individuación propia de los seres creados, que es la materia,
así que cada ángel constituye una especie autónoma, diversa de las otras. Los ángeles tienen un
acto definitivo de intelección y volición que se realiza de forma definitiva y perfecta, a diferencia
del hombre que conoce la verdad y ejerce el bien de forma siempre categorial e imperfecta, pues
un acto de conocimiento no agota toda la capacidad intelectiva del hombre. Para santo Tomás, el
pecado del demonio consistió en negarse a someterse a la voluntad divina, por la soberbia
decisión de asumirse a sí mismo como única e incensurable regla de vida; las penas de los ángeles
caídos consiste en el oscurecimiento y disminución de la inteligencia y el endurecimiento de la
voluntad, el fuego que sufre en el infierno aunque no aflige el cuerpo en cuanto que no se tiene, no
deja de ser real. Enseña santo Tomás que la acción del demonio puede alcanzar directamente el
cuerpo, pero sólo indirectamente el intelecto y la voluntad.
c) Época moderna
La modernidad, al poner al centro la razón crítica, dejará de lado la especulación metafísica en
torno a lo ángeles y demonios, incluso llegando a considerarlos como elementos mitológicos. Sin
14
embargo, frente a ese abandono especulativo que se nota en el empobrecimiento de la angelología
y demonología moderna, hay un crecimiento devocional a los ángeles y un miedo a lo diabólico.
En cuanto a la teología protestante, hemos de decir, que los reformadores del s. XVI compartieron
prácticamente la doctrina católica. Lutero, con su angustia religiosa, llega a conferirle al diablo una
importancia tal que puede, análogamente equipararse a la dialéctica de pecado-gracia, demonio-
Cristo; así le da una centralidad impropia al demonio. Calvino condena la devoción a los ángeles
unida a la devoción de los santos. Sin embargo, a lo largo del s. XVII los teólogos protestantes
producirán obras de tinte especulativo sobre los ángeles y demonios. El protestantismo liberal
con su teología crítica, que nace motivado por las luces de la razón, dará un giro en la comprensión
de la angelología. Para Schleiermacher (1768-1834) los ángeles son un dato revelado de la
Escritura, pero en realidad no tienen importancia para la sustancia del cristianismo. Otros
teólogos protestantes como Riitschl, Harnack, Troeltsch consideran la existencia del diablo más
como la pecaminosidad del hombre que como una realidad personal, sería la personificación
literaria del mal existente; niegan la existencia de los ángeles.
Un curioso dato de la época moderna es el auge que supuso la cacería de brujas. El mundo estaba
resquebrajado y lleno de temores: la ruptura religiosa de la cristiandad, las múltiples epidemias
que diezmaron la población, la amenaza de los turcos… todos esos problemas eran vistos como
una acción demoniaca. Tanto católicos como protestantes tienden a ver a infieles, heréticos,
hebreos e incluso a las mujeres como emisarios de Satanás, lo que suscitará un deseo de
persecución. Por otra parte, a finales del s. XVIII se instaura la práctica de satanismo oculto, las
misas negras y nacen movimientos de adoradores de Satanás. El interés por el diablo crece en la
literatura, con connotaciones muy diversas como lo expresan las obras de Balzac, Víctor Hugo,
Gogol y Dostoievski.
d) Época contemporánea
El secularismo es una característica propia de la época moderna, además con el positivismo
cientificista la angelología y demonología se encuentra en una grave crisis en sí misma y de
marginación.
• Teología protestante
En cuanto a la teología protestante actual una corriente de corte liberal se mantiene contraria al
tema que nos ocupa. En la otra corriente, la teología dialéctica, podemos encontrar dos ramas: la
afirmativa (Barth) y la contestataria (Bultmann).
Karl Barth es el autor de la más profunda angelología y la más sofisticada demonología del
protestantismo. Para él este tema es un dato atestiguado en las Escrituras, por tanto, exige del
creyente la disponibilidad de la fe, incluso por encima de las valoraciones personales. Para él,
Satanás no es una criatura personal, sino una forma intermedia entre Dios y la creación, es lo
Negativo de la creación, efecto de la repugnancia de Dios ante la incompletitud y finitud de lo
creado, por tanto, desaparecerá al final de la historia cuando la incompletitud será plenificada; el
diablo es el «no todavía» de la creación en camino hacia su propia completitud. Para P. Tillich y C.
Westermann los ángeles y demonios no son seres personales autónomos, sino simples
representaciones del bien y del mal inscritas en el hombre y en el mundo; metáforas de los
positivo y negativo; o bien, signos del amor de Dios o de la fuerza del pecado. Para Moltmann el
15
demonio es un símbolo del mal, no es un ser personal porque nunca la Iglesia lo ha confesado
dentro de la regla de fe.
Para Bultmann la creencia en el mundo de los ángeles y demonios es un residuo supersticioso de
una primitiva mentalidad sacral y oscurantista, que es necesario desenmascarar en cuanto que es
un elemento dañoso a la verdad y pureza de la fe. Hoy, gracias al conocimiento de las leyes de la
naturaleza, podemos prescindir de estos residuos mitológicos para llegar al centro de la fe.
• Teología católica
En la teología católica podemos encontrar algunas líneas de posicionamiento. Un primer grupo de
teólogos (Regamey, Winklhofer, Seeman, Zähringer, Schmaus, Auer) se mantiene en la línea, tanto
en contenidos como en metodología, de los manuales de finales del s. XIX y principios del XX, con
algunas actualizaciones, dejando de lado el desarrollo de las ciencias bíblicas, la historia del dogma
y las instancias de la cultura moderna.
Otro grupo de teólogos (H.U. von Balthasar, Ratzinger, Kasper, Lehmann) admiten la realidad de
los ángeles y demonios como seres definitivamente buenos o malos. Reconociendo la Tradición,
pero piensan que le tema debe sujetarse a un adecuado juicio crítico mediante las ciencias
humanas; creen que es muy conveniente hacer una sana distinción entre lo que es accesorio y
opinable de lo que es esencial, y llevar la angelología y demonología a un nivel más elevado de
comprensión teológica y de más profunda significación para la fe.
Un tercer grupo de teólogos (Jossua, Schoonenberg, Van der Hart, Fischer, Kelly, C. Duquoc) se
mantienen en una línea más bien dubitativa. El problema de los ángeles y del demonio es un
problema trivial, pues que existan o no existan no resulta necesario al afrontar los problemas
cotidianos. Para ellos, en la Escritura, Satanás es un simple personificación literaria del pecado; la
angelología y demonología bíblica son deudoras de un mundo cultural extrabíblico, por lo que no
serían un dato de fe, sino cultural; además, creen que la creencia en el diablo es incompatible con
la fe cristiana.
Para otros teólogos (Semmerroth, Rahner, Beinert) conviene que en este tema haya una
suspensión temporal de cualquier pronunciamiento, para conceder un tiempo de reflexión seria y
serena, pues no son convincentes los argumentos tradicionales, pero tampoco los de aquellos que
los niegan. La futura reflexión bien pensada y meditada, proporcionará las soluciones a los
problemas ahora planteados.
• Resurgimiento del interés por el tema
En el s. XX y principios del XXI hay un interés creciente por Satanás y los ángeles, como reacción a
ese clima secularizado que sofoca la trascendencia del hombre y la necesidad de ayuda para
vencer los males de cada día. Crece el interés por el satanismo, ligado ahora al mundo de la droga
y del sexo, igualmente de los ritos ocultos, de las verdades esotéricas, la magia y la religión de los
astros.
Se tiene ahora una visión inmanente y mitológica de los ángeles, que vienen relacionados con la
historia del país, la ciudad; incluso son los héroes divinizados; garantes de la totalidad del mundo.
16
Este auge de la angelología se debe a la necesidad de sentirnos protegidos y asegurados, en una
sociedad que pierde, a pasos acelerados, valores y principios de convivencia sana. Más que un
ángel del bien, parece más un ángel del bienestar que promete felicidad mundana. Se les venera
más como talismán que como intermediarios de Dios y los hombres.
5. Angelología y demonología en la liturgia
Inspirándose en Ap 8,3-4, donde el ángel lleva al Altísimo las oraciones de los santos, la liturgia
introdujo en el culto a los ángeles especialmente en el sacrificio eucarístico. Son los ángeles los que
presentan la Eucaristía a Dios de parte de los hombres. El Canon Romano (s. VI) menciona al ángel
del sacrificio: «que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, por manos de tu ángel…». La liturgia
bizantina tiene un himno qerúbico para cantarse en la presentación de las ofrendas. Se introdujo
en todas las liturgias desde el s. IV el santo antes de la epíclesis y la mención explícita en el
prefacio, interpretado como alabanza de los hombres y los ángeles. Se difundió muy pronto, desde
el s. IV, el culto a los ángeles, especialmente a san Miguel.
En lo referente a la demonología, «la liturgia se contenta con insistir, de acuerdo con su función, en
la existencia de los demonios y en la amenaza que constituyen para los cristianos; basándose en
las enseñanzas del Nuevo Testamento, la liturgia se hace directamente eco de ello, recordando que
la vida de los bautizados es un combate emprendido, con la gracia de Cristo y la fuerza de su
Espíritu, contra el mundo, la carne y los seres demoníacos»12. En todos los ritos bautismales del s.
IV en adelante se encuentran los exorcismos y las renuncias a Satanás. Los escrutinios de los
catecúmenos, la bendición del agua bautismal, la degustación de la sal tienen un fuerte carácter de
liberación del poder de Satán. La bendición del crisma anuncia la victoria de Cristo sobre el poder
del demonio. En el s. III se instituye, en Occidente, el grado eclesiástico de exorcista, encargado de
la expulsión de Satanás y sus ángeles. El Papa Paulo V da una fuerte consideración a la
demonología en el ritual romano de 1640, mientras Pio V a la angelología en el misal romano de
1570.
El ritual romano de Paulo V abunda en exorcismos bautismales, lo que supone la idea de un
dominio de Satanás sobre el no bautizado. Se exorciza el agua para el bautismo, en la
extremaunción se introducen repetidas invocaciones al ángel custodio y un exorcismo sobre el
enfermo; sobre el moribundo se hace una oración de liberación del poder de Satanás y petición
para que los ángeles le reciban en el cielo. El mismo ritual expone las reglas y sugerencias para los
exorcistas, como los signos de discernimiento de los poseídos, el tiempo y el modo de la
celebración ritual.
El misal romano de Pio V dedica al culto de los ángeles cuatro fiestas: la del ángel custodio (2 de
octubre), la de san Gabriel (24 de marzo), la de san Miguel (29 de septiembre) y la de san Rafael
(24 de octubre). Dispone una misa votiva a los ángeles. Después de la reforma del Vaticano II, el
misal romano de 1970 conserva la fiesta de los santos Arcángeles en un mismo día (29 de
septiembre), de los ángeles custodios (2 de octubre), así como la misa votiva. Muchas veces vienen
mencionados los ángeles en los prefacios y en las oraciones litúrgicas, también en los ritos
sacramentales. En los prefacios de la misa, la conclusión los asocia a los fieles en la alabanza a
12 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Fe cristiana y demonología.
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Dios. El lenguaje litúrgico no deja lugar a dudas sobre la convicción de que son sujetos (personas)
que intervienen en la historia de la salvación. No es abolido el ministerio del exorcista, pero ahora
no es un grado del sacramento del orden, sino que es un servicio esporádico que subsiste sólo bajo
la petición de los obispos, sin que haya un rito especial para conferirlo.
En el ritual de los sacramentos, el exorcismo viene reducido en el rito del bautismo, pero no se
suprime. En el Rito de iniciación cristiana de los adultos el tinte es más deprecativo (dirigido a
Dios) que imprecativo (dirigido a Satanás); no desaparecen los exorcismos, pero no hay rito de
consagración a los exorcistas que antes de la reforma del Concilio Vaticano II, se consideraba una
orden menor. En la profesión de fe dialogada permanece la renuncia a Satanás y al pecado.
6. Declaraciones del Magisterio de la Iglesia
+ El Concilio de Nicea (325) y el I de Constantinopla (381), contra el dualismo maniqueo, afirma
que Dios es creador de todas las realidades visibles e invisibles (ángeles).
+ El Concilio provincial de Constantinopla (543) condena la doctrina que afirma que Cristo es un
ángel, a los que afirman que Jesús fue crucificado por los demonios, a quienes enseñan que el
castigo de los demonios es temporal.
+ El Concilio provincial de Braga (561) condena la doctrina que afirma que los ángeles son de la
misma sustancia de Dios o niegan que el demonio haya sido criatura buena de Dios o afirman que
el cuerpo humano es creación del demonio.
+ El Concilio provincial de Roma (745) y de Aquisgrán (789) prohíben invocar a los ángeles con
nombres que no sean bíblicos, por motivo de excesos en el culto a los ángeles.
+ El Concilio IV de Letrán (1215) condena la doctrina de los cátarosy albigenses. En la
Constitución De Fide Catholica, se incorpora, en el marco de la doctrina trinitaria, un
pronunciamiento sobre los ángeles y los demonios. El texto es como sigue:
Nosotros creemos firmemente y profesamos con sencillez un principio único del universo, creador
de todas las cosas, visibles e invisibles, espirituales y corpóreas: que con su omnipotencia creó de la
nada, junto al comienzo del tiempo, una y otra criatura, la espiritual y la corpórea, es decir los
ángeles y el mundo: y luego la criatura humana, que pertenece de algún modo a la una y a la otra,
compuesta de espíritu y cuerpo. Porque el diablo y los otros demonios han sido creados por Dios
naturalmente buenos, pero se han hecho malos por sí mismos, por propia iniciativa; en cuanto al
hombre, él ha pecado bajo la instigación del diablo (DS 800).
El Concilio se limita a afirmar que siendo Dios el único creador no creó a los ángeles caídos malos,
sino que ellos lo llegaron a ser por su libre albedrío, con lo cual niega cualquier tipo de dulismo
que afirma el doble principio, colocando a Satanás como un dios malo a la par con el Dios bueno de
Jesucristo; de la misma manera niega que Dios sea el origen del mal, de cualquier mal. No precisa
ni el número, ni la culpa ni la extensión de su poder. Dios creó a los seres espírituales (ángeles) y
corporales, «visibles e invisibles», como lo afirmaba ya el Concilio Niceno, siguiendo la enseñanza
paulina: «En él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
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invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades» (Col 1,16), por lo que se trata de una
afirmación bien fincada en la doctrina de la Iglesia.
+ El Concilio Vaticano II ofrece tres alusiones a los ángeles: destinados a venir con Cristo al final de
la historia (LG 49), son venerados por los fieles (LG 69) y subordinados a la Virgen María (LG 69).
Más menciones merece el diablo y los demonios: como poder al que el creyente debe combatir (GS
37), como príncipe de este mundo derrotado por Cristo (GS 13, AG 3) en su muerte y resurrección
(SC 6), o como lo manifiestan los exorcismos de Jesús, señales de la presencia del Reino (LG 5); así
Jesús nos ha arrancado de su esclavitud (GS 22). Los hombres, engañados por el Maligno, erran sus
pensamientos (LG 16) por lo que hay que permanecer fieles para luchar contra el demonio (LG 48)
para poder testimoniar la lucha contra los espíritus malignos (LG 35). El concilio afirma el carácter
personal del demonio, pero da razón del carácter periférico de la demonología en el conjunto de
las verdades de fe.
+ El Papa Paulo VI el 29 de junio de 1972, en la homilía de la fiesta de san Pedro y san Pablo, hace
una lectura de la situación contemporánea de la Iglesia y expresa que tiene la sensación de que el
humo de Satanás ha entrado en la Templo de Dios; el humo de Satanás es la duda, la
incertidumbre, la problematicidad, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación.
+ Paulo VI el 15 de noviembre de 1972, en la audiencia general, enfoca su catequesis sobre el
diablo. Afirma que el mal es «ocasión y efecto de una intervención en nosotros y en nuestro
mundo de un agente oscuro y enemigo. El mal no es solamente una deficiencia, sino un ser vivo,
espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa». Declara la
necesidad de creer que el diablo ha sido creado por Dios, por tanto no es un principio absoluto e
independiente o simple símbolo del mal.
+ La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 26 de junio de 1976 un documento titulado
«Fe cristiana y demonología» en el que se hace una síntesis de la doctrina tratada a partir de las
enseñanzas del Magisterio.
+ El Catecismo de la Iglesia Católica del 11 de octubre de 1992 (nn. 328-352), vincula la
angelología al tema de la creación y el de la demonología al del mal y del pecado original. Los
ángeles son criaturas invisibles como confiesa el Credo, por lo que su existencia es un dato de fe.
Enseña que son criaturas espirituales, que poseen inteligencia y voluntad, son personales e
inmortales, que superan en perfección todas las criaturas visibles; ubica la angelología desde la
perspectiva soteriológica. La demonología (nn. 391-405) la ubica en el marco del pecado original
por el rol que ejerció y por la nefasta influencia que todavía hoy sigue ejerciendo. Los demonios
son ángeles caídos, creados buenos por Dios y por libre voluntad se han hecho malvados, no
pueden convertirse por el carácter irrevocable de su elección, como sucede al hombre después de
la muerte. Satanás es el responsable de muchos males de naturaleza espiritual, pero
indirectamente también de naturaleza física, como en las posesiones diabólicas. El Catecismo
invita a vencer la potencia del demonio sin tenerle miedo porque su poder no es infinito, pero
sobre todo entregándose en obediencia a Cristo, que ya lo ha vencido.
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7. Síntesis doctrinal
a) Angelología
+ Sobre la creación de los ángeles. Partiendo de los datos de la Escritura y de la Tradición no
hay duda del carácter creatural de los ángeles. Ha existido en teología la pregunta sobre el
momento de esta creación, si antes o después de la creación del mundo material. Para algunos
Padres de la Iglesia, como san Ambrosio, la creación de los ángeles es anterior a la del mundo
material; para san Agustín y san Gregorio Magno, es inmediatamente posterior. En la teología
actual se sostiene que fueron creados de forma simultánea, porque en esta línea se mantiene la
conjunción entitativa de toda la creación, incluida la creación del tiempo.
+ Sobre la condición corpórea de los ángeles. En razón de que en la Escritura se afirma que los
ángeles tuvieron apariciones, es decir, fue posible verlos con un cuerpo material y en relación
unitaria con todo el cosmos, algunos Padres de la Iglesia veían con dificultad el concederles ser
una realidad incorpórea. Se pensó en un cuerpo sin materia, acorde a su naturaleza, semejante al
aire o al fuego (Tertuliano, Gregorio Nacianceno, Basilio, Fulgencio). Otros Padres se pronunciaron
sobre la naturaleza espiritual no corpórea de los ángeles (Eusebio, Gregorio Magno). San Agustín
nunca se definió en este punto, mientras que santo Tomás defendió la pura espiritualidad,
arguyendo que los ángeles no son alma racional, como en el caso del alma humana, que por sí es
forma del cuerpo, reclama al cuerpo del que es forma, esto no quiere decir que no tengan relación
con el mundo corpóreo. Algunos Padres interpretan las apariciones de los ángeles en cuanto que
pueden asumir un cuerpo material; hoy más bien se piensa en el influjo espiritual sobre los
sentidos externos del hombre.
+ Sobre el conocimiento y la voluntad de los ángeles. Los teólogos medievales afirman que los
ángeles, por su naturaleza espiritual, pueden tener un conocimiento detallado de sí mismos y de
todas las cosas creadas, al igual que una voluntad totalmente orientada a su fin. Sus facultades
tienen un grado de intensidad y actualidad que superan los límites del conocer y querer humanos.
En cuanto la finalidad de hombres y ángeles es conocer a Dios, este conocimiento en los ángeles es
por medio de una revelación que tiene como destinatarios sólo a los ángeles y cuya respuesta ha
sido el puro amor a la Palabra de Dios, es decir al Verbo eterno. No pueden tener un conocimiento
inmediato del misterio de Dios porque son criaturas y no son de naturaleza divina.
+ Sobre el número de los ángeles. En la Escritura se menciona, a veces, que hay un número
elevado de ángeles creados por Dios (Ap 5,11), además que se mencionan nombres personales y
una especie de jerarquía. Dionisio Pseudo-Areopagita, como se ha mencionado, utilizó una
jerarquía de nueve coros, divididos en tres niveles, siguiendo una dinámica que se adecúa
correctamente en el misterio de la revelación de Dios, que no es inmediato, sino mediado por la
historia, la palabra y las personas. En la actual exégesis demuestran que los nombres angélicos de
las cartas paulinas no dan pie a esta gradación jerárquica, pues se trataría de la misma realidad
espiritual, y con una característica en Pablo, de que son antidivinas. En realidad, queda en el velo
del misterio tanto el número como la gradación de los ángeles.
+ Sobre su carácter teológico. Los Padres afirman contundentemente que los ángeles están
inmediatamente cercanos a Dios. Los Padres y los teólogos medievales (Basilio, Gregorio
Nacianceno, Jerónimo, Agustín, Gregorio Magno, Anselmo, Tomás de Aquino) enseñan que al crear
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a los ángeles, Dios les otorgó la vida de la gracia sobrenatural. Después del pecado de los ángeles,
los que se apartaron perdieron, análogamente al pecado del hombre, la gracia sobrenatural.
+ Sobre su naturaleza personal y su función soteriológica. Lo que nos enseña la revelación es
la estrecha relación que tienen los ángeles con la obra salvífica de Dios; ellos intervienen como
servidores de la alianza de Dios con los hombres, alianza que en Cristo y en la Iglesia ha entrado en
su fase final y que hallará su plenitud en la parusía. Al presentar a los ángeles como mensajeros de
Dios, que actúan siempre como seres personales, la Escritura atestigua que también ellos están
llamados a la alianza con Dios. Su carácter personal no se puede poner en tela de juicio, pues son
capaces de responder libremente a vivir en comunión con Dios o a rechazarle, como es el caso del
demonio. Por tanto, los ángeles están abiertos al diálogo de tú a Tú con Dios, al igual que el
hombre, es libre de frente a Dios. En cuanto es libertad creada, la libertad de los ángeles precisa de
la gracia para poder entregarse totalmente al servicio de Dios, encontrado su plenitud en el
servicio y la alabanza a Dios. Igualmente en cuanto personas los ángeles entran en relación unos
con otros en una comunión embebida de júbilo, al comprenderse criaturas de Dios y unidas en la
alabanza al Creador. También están en relación con el cosmos, especialmente con el hombre,
protegiéndolo, conservándolo y guardándolo; los ángeles confluyen con el hombre en cuanto que
son criaturas personales, pero también en que ambos tienen el mismo fin sobrenatural, pues el
hombre es un ser trascendente abierto al infinito que es Dios.
+ Sobre su relación con Cristo. Al estar orientados hacia Dios, los ángeles están orientados hacia
Cristo, el Hijo de Dios. Cristo es «primogénito de toda creación» (Col 1,15), prototipo increado de
toda criatura, Logos eterno que es expresión definitiva del Padre; Palabra por la que todo fue
hecho y da inteligibilidad a todo el cosmos. También los ángeles han sido creados por él y para él
(Col 1,16), también ellos participan de la belleza, inteligibilidad del Logos eterno. En cuanto que
son de naturaleza espiritual y su manifestación es el fuego, para algunos teólogos son imagen del
Espíritu Santo. Los ángeles están unidos a Cristo también por la gracia, y el Hijo es el mediador de
toda gracia, pues en él todo tiene consistencia (Col 1,17), y la gracia es la consistencia ante Dios,
así la gracia de los ángeles es gracia de Cristo, y todavía más, es gracia mediada por la humanidad
glorificada de Cristo, sin necesidad de que esta gracia sea reparadora. De manera especial, la
gracia más relevante que reciben los ángeles de Cristo es el don del Espíritu Santo, vínculo de
unión en la pericóresis trinitaria, vínculo de unión en la alabanza a la Trinidad tributada por los
ángeles. En la historia de la salvación los ángeles también han estado unidos al misterio de Cristo,
como mensajeros. Han acompañado a Jesús en todos los momentos, como mensajeros del Padre,
que siempre está con Cristo (Jn 16,32). Los ángeles no realizan la obra de salvación, pero están ahí
presentes como testigos. No están en el momento de la cruz porque sólo compete a Dios la derrota
de Satanás y sus secuaces. A los apóstoles la voz de los ángeles les afianza en la convicción de que
el Reino está cerca en Jesucristo, por ello, son ellos los que manifiestan la dimensión del señorío
escatológico de Cristo.
+ Sobre su relación con la Iglesia. Como la acción salvífica obrada por Cristo llega a todos los
hombres por medio de la Iglesia, los ángeles están también al servicio de la Iglesia y de cada uno
de los hombres, en cuanto que es Cuerpo de Cristo, su Esposa, su Pueblo santo. No son los
encargados de proclamar la Palabra ni de celebrar los sacramentos, pero son testigos de la acción
evangelizadora y litúrgica de la Iglesia. En cuanto que su misión, junto con el ser mensajeros de
salvación, es la alabanza celeste, la Iglesia se une a su adoración y alabanza, cantando un solo
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canto con ellos, aunque realizado de distinto modo. En este sentido, prestan el servicio al cristiano
para que la Palabra que se escucha y el sacramento que se recibe, sea puesto en obra en la
cotidianidad de la vida; de alguna manera, favorecen con su intercesión y su protección el
sacerdocio existencial de cada cristiano, de igual manera, animan a los creyentes a la lucha contra
las insidias del enemigo. También la Iglesia confiesa, guiada por la Palabra evangélica (Mt 18,10)
que la Providencia amorosa de Dios ha dispuesto un ángel para que sea custodio, defensor, guarda
de cada persona y/o de todo el género humano. Los ángeles les prestan un doble servicio a los
hombres: interceden continuamente ante Dios y los protegen de forma inmediata con su presencia
del poder de lo diabólico.
b) Demonología
+ Sobre el pecado de los ángeles. El A.T. no se plantea el problema del origen de Satanás. El N.T.
enseña que son ángeles caídos. No cabe duda que Dios los creó buenos y que han llegado a ser
malos por libre decisión. Sobre la caída de los ángeles se aduce el texto de Ap 12,7.9, donde se
describe la lucha de Miguel contra el dragón y los suyos, pero las últimas indagaciones exegéticas
refieren que se trata no de un texto protológico, sino del presente y del futuro inminente y que se
refiere más bien al triunfo de la Iglesia sobre los poderes que le están martirizando. Otros textos
en los que se fundamenta la verdad sobre la caída de los ángeles, es el Jn 8,44, donde Jesús dice
que el diablo es un homicida, que no se mantuvo en la verdad; en el lenguaje de Juan, poseer la
verdad y perderla es dejar de vivir en Dios. 2Pe 2,4 en donde se aduce que Dios no perdonó a los
ángeles que pecaron sino que los precipitó en el Tártaro hasta el juicio. Judas 6 habla de ángeles
que no conservaron su dignidad y que están atados con cadenas eternas hasta el juicio.
+ Sobre qué tipo de pecado cometieron los ángeles. La Escritura enseña que el origen de todo
pecado es la soberbia (Tob 4,14; Ecclo 10,13) y acarrea los males propios de los ángeles caídos
(1Tim 3,6). Por tanto, la Escritura atestigua que la soberbia es el pecado de los ángeles, la
búsqueda de su autodivinización, y es lo que los llevó a la ruina, pues sólo Dios es el único fin de
toda criatura. Los ángeles pretendieron ser iguales a Dios, en autonomía y señorío, al margen de la
gracia de Dios. Pero ¿por qué criaturas tan perfectas en el conocimiento y en la voluntad llegaron a
pecar de soberbia? La respuesta es parte del mysterium iniquitatis (2Tes 2,7), es decir, que la
maldad, incluido el pecado de los ángeles, seguirá siendo un misterio. No se sabe si fueron puestos
a prueba de parte de Dios, que nunca tienta a nadie, a través de una ley impuesta o por medio de la
revelación de la encarnación del Logos.
+ Sobre las consecuencias del pecado de los ángeles. El pecado de los ángeles es diferente al
pecado del hombre, pues el ángel es espíritu y posee una naturaleza más perfecta a la del hombre;
su prueba es única e irrepetible, su pecado es una negativa contra Dios y lleva a un total
endurecimiento de su voluntad, lo que excluye la posibilidad de la conversión. El hecho de ser
conscientes de que están relegados, por decisión propia, del fin por el que han sido creados y de
estar encadenados al mal para siempre, es una tortura inimaginable. El infierno es el lugar
preparado para Satanás y sus ángeles, lugar de perdición, ruina, castigo eterno (Mt 7,13; 8,12;
10,28; 13,42.50; 25,41.46; Ap 20,10). Ni la imaginación ni el lenguaje cuentan con medios para
expresar lo que es la condenación.
+ Sobre el tentador y seductor. El mundo sigue siendo escenario de la lucha entre el Reino de
Dios y el de Satanás. Aunque Cristo ya venció con radicalidad la fuerza del mal y del demonio,
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siguen teniendo la posibilidad de actuar limitadamente, tentando y pervirtiendo al hombre. 1Pe
5,8 nos advierte que el enemigo como león rugiente busca a quien devorar y Pablo en Ef 2,2; 6,12,
habla de la posibilidad de un influjo potente de lo demoniaco en el mundo. Hemos de tener
presente, sin embargo, que nunca puede influir en el hombre como influye Dios, pues Dios capta al
hombre, lo mueve, lo toca con su gracia desde dentro; pero un espíritu creado no puede influir
sobre e otro ser espiritual, como el demonio no puede influir en el hombre de forma interior, sino
exterior, pero sí influye en el campo de la fantasía, que es interiorizar el mundo exterior y
exteriorizar los deseos. Así, el demonio actúa sobre el hombre a través del adoctrinamiento, la
persuasión o el influjo del apetito sensible provocado por algunos afectos. En cuanto que venció al
hacer caer en la tentación al primer hombre y por la concupiscencia, fruto del pecado original, nos
lleva ventaja, pero no es autor del pecado de los hombres: «No es el diablo, sino la incuria propia
de los hombres la que causa todas sus caídas y todos los males de los que se lamentan»13. El
demonio una vez que provoca que alguien caiga en la tentación, intensifica y reafirma su poder
sobre el hombre; por ello, el pecado, en todas sus formas y grados, constituye la ganancia de
Satanás. De todo lo que se ha dicho, podemos deducir que no toda tentación puede ser atribuida,
sin más, al demonio.
+ Posesión diabólica. El pecado es el modo libre de caer en las manos del demonio, pero existe
otro modo y es la posesión diabólica, que es el estado resultante de que Satanás se apodere del
cuerpo material de una persona, como si el demonio estuviera albergado en la materia, como en su
casa. La posesión puede llegar a tanto que Satanás posea totalmente a su víctima, de modo que
suplante las facultades superiores e incluso la conciencia. Para precisar si una persona está
poseída se debe recurrir al dictamen de la medicina psiquiátrica, para descartar toda enfermedad
mental en sus diversas formas. Se ha de tener extremo cuidado al tratar a las personas con indicios
de posesión para no afectar en justicia su pertinente tratamiento psiquiátrico. En la posesión
diabólica se manifiesta la postración y el estado de indefensión terrible del hombre que se ve
atado al dominio del mal, pero nunca en contra de su voluntad. Hoy la Iglesia, con el exorcismo y la
unción de los enfermos, sana a las personas que sufren de este mal.
+ Defensa contra el demonio. Cristo ha reducido el poder de Satanás en nada, por ello, el mejor
modo y más eficaz de prevenir los ataques del demonio es confiarse al poder de Cristo. Cristo
expulsó al demonio y le otorgó a sus discípulos el poder de hacerlo (Mc 16,17). Pero es mejor
prevenir la influencia del demonio, a través de la oración, la vigilancia, el ayuno y la ascesis. La
Iglesia cuenta, además, de medios genuinos de defensa contra el poder del enemigo y en los que
actúa la fuerza vencedora de Cristo: consagraciones, bendiciones y exorcismos. En el exorcismo no
hay magia, sino el poder de la palabra de Cristo, por eso es un rito que invoca el nombre del Señor
y conmina al mal espíritu para que se aleje y deje en libertad al poseso. Son oraciones que se
dirigen a Dios y que ordenan al diablo en el nombre de Cristo. Unido a la palabra está el signo de
la cruz, fuerza redentora de Cristo; la cruz es la mejor defensa contra toda tentación diabólica,
contra toda superstición y contra todo miedo injustificado.
En el campo pastoral en torno a la influencia de Satanás y los demonios se debe evitar todo
protagonismo del ministro exorcista que debe estar siempre en comunión con la Iglesia y en
13 SAN JUAN CRISÓSTOMO, De diabolo tentatore.
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obediencia a su Obispo particular, mantener una pública y privada vida de santidad y tener
siempre presente la admonición de la Congregación para la Doctrina de la Fe que afirma:
Las enseñanzas cristianas, con su valentía en defender la libertad y la grandeza del hombre y en
hacer resaltar plenamente la omnipotencia y la bondad del Creador, no muestran desmayo.
Esas enseñanzas han condenado en el pasado y condenarán siempre la excesiva facilidad en
aducir como pretexto una incitación demoníaca; ha proscrito tanto la superstición como la
magia; ha rechazado toda capitulación doctrinal frente al fatalismo y toda renuncia a la libertad
frente al esfuerzo. Es más, cuando se habla de una posible intervención diabólica, la Iglesia deja
siempre espacio, igual que con el milagro, a la exigencia crítica. En dicha materia exige reserva
y prudencia. En efecto, es fácil caer víctimas de la imaginación, dejarse desviar por narraciones
inexactas, torpemente transmitidas o abusivamente interpretadas. En estos, como en otros
casos, es necesario ejercitar el discernimiento y dejar espacio a la investigación y a sus
resultados14.
ACTIVIDADES + Lectura atenta de la ficha.
PERSONALES + Realizar un cuadro sinóptico de la angelología resaltando los datos bíblicos,
patrísticos y del Magisterio de la Iglesia. Hacer una síntesis – juicio personal.
+ Realizar un cuadro sinóptico de la demonología resaltando los datos
bíblicos, patrísticos y del Magisterio de la Iglesia. Hacer una síntesis – juicio
personal.
+ Anotar las limitaciones de la angelología y demonología en la actualidad y
compartir las impresiones en la clase. Sugerir algunos puntos para tratar en la
materia de ATh.
ACTIVIDADES + Participar en la exposición en dos sesiones.
GRUPALES + Expresar a través del reporte de lectura que se ha leído la ficha y se han
asimilado los contenidos doctrinales.
14 Fe cristiana y demonología.
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