La Mistica y La Espiritualidad Como Prin
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Resumen
Abstract
This article reflects on the permanent reference of theology to the Mystery of God.
This reference warns against any reductionism of theology to a rationalism, showing
the salvific-pastoral purpose that is inherent in theology. This valid reality for uni-
versal theology has had a privileged development in Latin America since the Second
Vatican Council, as a theology at the root of which is the binomial contemplation-
1
Docente investigador de la Facultad de Teología de la Universidad Santo To-
más de Colombia y Director de la Escuela Teológica del CEBITEPAL-CELAM. Co-
rreo: [email protected]
2
Docente investigador de la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás
de Colombia. Correo: [email protected]
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An.teol. 18.1 (2016) 91-110 / ISSN 0717-4152 La mística y la espiritualidad.../ P. Merino B. - I. Mejía C.
1. El racionalismo en la teología
3
“La disminución de la fe en los países desarrollados, manifestado tanto cuanti-
tativamente en el retroceso de número de creyentes en Cristo, como cualitativamente
en el contenido de la fe, mantiene relación directa con la industrialización, la globa-
lización y el creciente bienestar. Una causa fundamental de esa disminución radica
en lo que François Vandenbroucke llama divorcio de la teología y de la mística. Cada
vez se consigue menos transmitir a la mentalidad de hoy los valores místicos y emo-
cionalmente psicológicos del cristianismo”. Cf. J. Sudbrack, “Divorcio entre teología y
mística”, en: C. García (ed.), Mística en diálogo. Congreso internacional de Mística,
selección y síntesis, Monte Carmelo, Burgos 2004, 78.
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4
DV 2.
5
O. Ruiz, Jesús, Epifanía del amor del Padre: Teología de la Revelación, Celam,
Bogotá 2006, 62.
6
“La experiencia se realiza siempre a través de mediaciones. (…) porque el hom-
bre sólo experimenta a través de mediaciones significativas, donde hay algo que se
vuelve abierto y cobra funciones que podemos llamar referencias alusivas”. X. Pikaza,
Experiencia religiosa y cristianismo: introducción al misterio de Dios, Salamanca
1981, 40.
7
J. Sudbrack, “Divorcio entre teología y mística”, Op. cit., 81.
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La realidad de Dios se aprehende con todos los sentidos. Por ello, Dios
sigue siendo el misterio8 que, aunque se revela, es el Dios del misterio9.
No podemos abarcarlo con la sola razón, y en ese caso no se puede apelar
al método de las ciencias exactas para hablar de Dios, mucho menos ren-
dirse de manera acrítica en la trampa de las filosofías positivistas que han
impregnado el imaginario colectivo10. Y es que según Leonardo Boff: “La
actitud fundamental del espíritu científico no se orienta a partir del Miste-
rio, sino sólo a partir del logos de la racionalidad y del poder. Para ella no
existe ninguna instancia misteriosa que no pueda ser violada por la razón y
por los procesos de manipulación”11.
Indudablemente, la teología tiene como objeto al Dios del misterio, y
sólo se accede a Él por pura gracia y a través de la contemplación del mis-
terio, que a su vez se convierte en una experiencia genuina de Dios. La
teología contemporánea ha encontrado el símbolo como un camino condu-
cente que expresa la realidad teológica de una mejor manera; en esa me-
dida Charles André Bernard afirma: “Para significar los múltiples aspectos
de la vida divina en sí misma y en sus manifestaciones hay diversas series
8
“Misterio es realidad por excelencia, completamente superior al hombre y al
mundo, que concierne íntimamente al sujeto humano y le exige una respuesta perso-
nal incondicional. Puesto que es una realidad inefable, su mejor conocimiento es la
toma de conciencia de su insondable grandeza. Pero no se trata de una trascendencia
inerte e inoperante como el absoluto de los filósofos, sino de una realidad dinámica,
que toma la iniciativa de manifestarse al hombre haciendo que éste responda con
la entrega de sí mismo en la más completa confianza”. J. Sahagún, “Misterio”, en:
X. Pikaza – N. Silanes (dirs.), Diccionario teológico: El Dios cristiano, Secretariado
trinitario, Salamanca 1992, 891.
9
“El Dios revelado es el Dios escondido”. Este axioma ecuaciona la antinomia fun-
damental del lenguaje teológico cristiano, es decir, la tensión entre Revelación divina
y Misterio de Dios. En otras palabras, el Dios que se revela como misericordioso y
fiel en la ‘historia salutis’ es el mismo Dios velado y escondido, Creador del universo,
referente último de la realidad contingente, que habita en la luz inaccesible del Mis-
terio. El axioma fundamental formula la equivalencia del ‘Deus revelatus y el Deus
absconditus’ ”. Cf. F. A. Pastor, “Dios” en: Latourelle, R.; Fisichella, R.; S. Pié-Ninot,
Diccionario de teología fundamental, San Pablo 1992, 320.
10
“El triunfo de la ideología del cientismo desprestigió el pensamiento de las
ciencias humanas, de tal modo que muchas prefirieron someterse a los cánones del
lenguaje científico en lugar de aceptar el exilio. La teología y todo tipo de discurso teo-
lógico padecieron la incomodidad del imperio del cientismo”. J. Libanio – A. Murad,
Introducción a la teología: perfiles, enfoques, tareas, Dabar, México 2000, 31.
11
L. Boff, Gracia y Liberación del Hombre, Cristiandad, Madrid 1980, 80.
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“El problema fundamental es otro más profundo todavía: el modo como la hu-
manidad, de hecho, ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma
homogéneo y unidimensional. En él se destaca un concepto del sujeto que progresiva-
mente, en el proceso lógico-racional, abarca y así posee el objeto que se halla afuera.
Ese sujeto se despliega en el establecimiento del método científico con su experimen-
tación, que ya es explícitamente técnica de posesión, dominio y transformación. (…)
Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano
para pasar a estar enfrentados” (Laudato Si, 106).
15
Constitución apostólica Amoris Laetitia, 323.
16
Cf. J. Lorda, Antropología del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II, Palabra,
Madrid 1996, especialmente el capítulo IV: “La verdad sobre el hombre”, 133-164.
17
“Nos convertimos al Dios de Jesucristo. Ésta es la relación fundamental que se
regenera en la conversión. A partir de ella se regeneran las demás relaciones funda-
mentales”. J. Uriarte, Claves de la conversión: Misericordia, esperanza, fidelidad,
Sal Terrae, Santander 2016, 19.
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18
Cf. V. Botella, El Vaticano II ante el reto del tercer milenio: Hermenéutica y
teología, San Esteban – Edibesa, Salamanca 1999, especialmente el capítulo V: “Ca-
racterísticas de la teología según el Vaticano II”, 225-266.
19
Cf. J. Ramos, Teología pastoral, BAC, Madrid 2006, especialmente el capítulo
IV: “La Constitución Pastoral del Vaticano II”, 55-80.
20
“Los teólogos, en determinado momento, comparten una constelación de re-
glas, esquemas y estilos de hacer la teología. Con ese conjunto de elementos teóricos
dan cuenta de las necesidades y demandas teológicas, o de determinado momento
histórico, o de determinado lugar, o de determinados intereses, o de determinadas
preguntas a la fe. A eso llamamos ‘paradigma teológico’. Expresa, por tanto, una
constelación general, un patrón básico, un esquema fundamental, un modelo global,
según el cual la teología se percibe a sí misma, a las personas, la sociedad, el mundo y,
sobre todo, su relación con Dios. Un paradigma revela un conjunto de convicciones,
concepciones, valores, procedimientos y técnicas que son tenidos en cuenta por los
miembros de determinada comunidad teológica”. Cf. J. Libanio. Diferentes paradig-
mas en la historia de la teología, en: M.F. Anjos (ed.), Teología y nuevos paradig-
mas, Mensajero, Bilbao 1999, 37.
21
Cf. J. B. Libanio y A. Murad, Introducción a la teología: perfiles, enfoques, ta-
reas, op. cit, en especial el capítulo 6: “De la teología a las teologías”, 237-275.
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3. La mística
“La experiencia mística no es una simple experiencia de Dios, como puede ser la
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con la razón, sino utilizando todos los sentidos que posee el ser humano.
Ejemplo de ello son los místicos que a través de su experiencia de Dios uti-
lizan un lenguaje sublime expresado en la poesía, pero aun ellos en sus más
profundas expresiones estéticas no alcanzan a penetrar en la inmensidad
del misterio, sin embargo, aun con estas limitaciones, la poesía es capaz
de experimentar, comunicar y hablar del misterio divino enriqueciendo la
teología.
Recordemos que san Agustín, santo Tomás de Aquino, san Juan de la
Cruz, etc., han sido contemplativos que primero se han dejado impregnar
por el misterio y luego han hablado de ello. Ésa fue también la experien-
cia de los Apóstoles, que experimentaron el misterio y desde esa vivencia
hablaron de ello, sabiendo que las palabras quedan cortas. Y fue así que,
por ejemplo, Pablo “(…) experimentó dentro de sí al Espíritu Santo como
el fundamento más profundo con el que daba cuando miraba dentro de sí
(…) Para Pablo, el amor no es tanto una exigencia moral como, más bien,
una experiencia de Dios. Quien siente dentro de sí un amor que no ha de
forzarse a tener, sino que sencillamente está en él como una fuente, ése
experimenta a Dios, experimenta en su interior al Espíritu Santo. En él, el
Espíritu Santo hace presente a Cristo mismo. Pues, en el Espíritu Santo,
nosotros estamos en Jesucristo, y Cristo está en nosotros”24.
Santo Tomás de Aquino hace caer en la cuenta de que “hay un cono-
cimiento que proviene de la investigación empírica o del uso perfecto de
la razón, y otro tipo de conocimiento por la connaturalidad”25, y que “el
conocimiento por connaturalidad adquiere una importancia especial cuan-
do hablamos de Dios. Porque el que ama conoce a Dios; el que no ama no
conoce a Dios, porque Dios es amor”26.
De ahí que la teología contemporánea vuelva a tener en cuenta esta di-
mensión mística y se haga necesario que juntas se articulen en un diálogo
recíproco. Es así que “(…) el dogma y la mística están orientados al sacra-
mento del amor: ‘Dios es amor’ (1Jn 4, 8, 16). Ambos interpretan esta afir-
mación según sus propias normas y así se apoyan mutuamente”27.
24
A. Grün, Pablo y la experiencia de lo cristiano, Verbo Divino 2008, 146-147.
25
W. Johnston, Teología Mística: la ciencia del amor, Herder 1995, 63.
26
W. Johnston, Teología Mística…, 65.
27
P.-W. Scheele, “Dogma y mística”, en: C. García (ed.), Mística en diálogo, Op.
cit., 61.
99
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28
A. Nolan, Esperanza en una época de desesperanza y otros textos esenciales,
Sal Terrae, Cantabria 2010, 175.
29
Mt 11, 27.
30
“(…) Cuando B. Pascal habla de las ‘razones del corazón’ describe dimensio-
nes interiores que otros pensadores también han visto; únicamente llama ‘corazón’ e
‘instinto’ a lo que otros llaman ‘percepción inmediata de la evidencia’, ‘conocimiento
espontáneo’, ‘conocimiento por connaturalidad’(…) No quiere disminuir la razón en
sí misma, sino la razón aislada. Se entiende, pues, que se unen razón y corazón, y que
aquélla sirve para vertebrar a ésta”. S. Pie-Ninot, La teología fundamental, Secreta-
riado Trinitario, Salamanca 2006,123.
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“El Papa Juan Pablo II nos invitó a realizar una ‘Nueva Evangelización’, capaz de
generar nuevas expresiones culturales en los que los valores evangélicos estén presen-
tes y se supere la ruptura entre la fe y vida (Cf. Santo Domingo, 1992, Num. 30). No es
un tema de moda sino un nuevo paradigma, una manera diferente de ver y entender
la labor evangelizadora. Y esto exige de nosotros una conversión pastoral que supone,
entre otras cosas, cambio de mentalidad y mentalidad de cambio; nuevas actitudes;
aceptación de nuevos métodos y estructuras: implica ¡cambio de paradigmas!”. S. Va-
ladez, Espiritualidad Pastoral. ¿Cómo superar una pastoral “sin alma”?, San Pablo,
Bogotá 2005, 116.
32
“La reflexión teológica de los Padres alimentaba la espiritualidad nacida de la
fe, expresándola y conduciéndola a su profundización, siguiendo el principio de san
Agustín: ‘Intellige ut credas, crede ut intelligas’. Los Padres han hecho su reflexión
teológica como creyentes porque la teología era esencialmente religiosa y creyente,
era la ciencia de la fe. Como teólogos no se apoyaban exclusivamente en los recursos
de la razón, sino también en los criterios místicos, ofrecidos por el conocimiento de
carácter afectivo y existencial, centrado en la unión íntima con Cristo, alimentado por
la oración y sostenido por la acción del Espíritu”. J. Patiño, Los Padres de la Iglesia:
una propuesta teológica entendida como tradición eclesial universal, San Pablo, Bo-
gotá 2011, 158.
33
“Puede afirmarse que la liturgia ‘contiene’ (es decir, actualiza) el acontecimiento
de la fe; lo confiesa, mediante la profesión de la fe o ‘Credo’; la entiende, en cuanto la
liturgia es lugar hermenéutico o sede de la interpretación eclesial de la fe; y por últi-
mo, indica autorizadamente la orientación práctica que ha de seguir la fe para actuar
por la caridad”. J. Rovira B., Introducción a la teología, BAC, Madrid 1996, 142.
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ceno y san Gregorio de Nisa), san Juan Crisóstomo, san Agustín de Hipona,
san Benito de Nursia, san Gregorio Magno, Dionisio Areopagita, san Ber-
nardo de Claraval, la Escuela de san Víctor, Santo Tomás de Aquino, san
Buenaventura, Juan Ruysbroek ‘el admirable’, santa Catalina de Siena, san
Ignacio de Loyola, san Juan de Ávila, fray Luis de Granada, santa Teresa de
Jesús, san Juan de la Cruz, san Francisco de Sales, Bérulle, santa Teresa del
Niño de Jesús, santa Edith Stein, etc.34.
La verdadera evangelización brota de corazones contemplativos que co-
nozcan a Dios, que se hayan encontrado con Dios. Y este encuentro místico
con Dios hace que la teología se dinamice, no siendo un cúmulo de ideas
abstractas, sino, al contrario, expresando la experiencia de Dios. Es el caso
de los grandes místicos ya mencionados que experimentaron el misterio y
sacaron grandes obras teológicas y por ello su teología no pierde vigencia,
pues ha sido fruto del encuentro íntimo con Dios.
34
Cf. A. Royo, Los grandes Maestros de la vida Espiritual, BAC, Madrid 1973,
496, y también J. Sesé, Historia de la Espiritualidad, Eunsa, Pamplona 2005, 302.
35
P. Merino, “El teólogo como discípulo”, Medellín 35/139 (2009), 391-416.
36
S. Galilea, por ejemplo en: Religiosidad popular y pastoral, Cristiandad, Ma-
drid 1979.
37
G. Gutiérrez, por ejemplo en: Teología de la liberación. Perspectivas, Sígueme,
Cep, 1972.
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38
S. Galilea, “La liberación como encuentro de la política y de la contemplación”,
Concilium 96 (1974), 313-327.
39
L. Boff, La fe en la periferia del mundo, Sal terrae, Santander 1981.
40
S. Galilea, por ejemplo en: La inserción en la vida de Jesús y en la misión,
Paulinas, Santiago 1989 y G. Gutiérrez, por ejemplo en: Beber del propio pozo, Cep,
Lima 1983.
41
P. Casaldáliga - J. M. Vigil, Espiritualidad de la liberación, Paulinas, Bogotá
1982.
42
Así lo piensa J. Sobrino, para él la categoría reino de Dios es la que permitiría
a la teología de la liberación construir todos sus planteamientos y darles un carácter
unitario. Cf., ID, “Centralidad del Reino de Dios en la Teología de la Liberación”, en:
Mysterium Liberationis I, Trotta, Madrid 1994, 483ss.
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43
Cf., G. Gutiérrez, “Praxis de liberación. Teología y anuncio”, Concilium 96
(1974) 353-374; También en: S. Galilea, “Espiritualidad de la liberación”, en: Religio-
sidad popular y pastoral, Cristiandad, Madrid 1979.
44
Cf. S. Galilea, “Espiritualidad de la..., 150.
45
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 249.
46
Para una visión más específica de esto y las acentuaciones de J. Sobrino, pode-
mos ver: J. Costadoat, “Cristo liberador, mediador absoluto del reino de Dios”, Teolo-
gía y Vida XLIX (2008) 97-113.
47
G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 250. Las mismas ideas
son desarrolladas en: G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente,
Sígueme, Salamanca 1988.
48
La conversión al otro o al pobre es frecuentemente utilizado por los teólogos
de la liberación, Gutiérrez ya lo utiliza en su obra clásica, Teología de la liberación.
Perspectivas, o.c., p. ej. 268ss.
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49
G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 268.
50
G. Gutiérrez, “Praxis de liberación. Teología y anuncio”, Concilium 96 (1974)
363.
51
S. Galilea, “La liberación como encuentro de la política y de la contemplación”,
Concilium 96 (1974) 321.
52
Cf. L. Boff, La experiencia de Dios, Secretariado General de la CLAR, Bogotá
1975, especialmente el capítulo VI “Como aparece Dios dentro del mundo oprimido de
la América Latina”, 35-44; L. Boff, La trinidad, la sociedad y la liberación, Paulinas,
Madrid 1987.
53
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 256.
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54
Cf. S. Galilea, “La liberación como encuentro de la política y de la contempla-
ción”, Concilium 96 (1974) 319. Gutiérrez lo expresa así: “El pobre, el otro, surge
como un revelador del totalmente Otro”, en: “Praxis de Liberación…”, 362.
55
Cf. S. Galilea, “Espiritualidad de la…”, 155ss.
56
G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 257.
57
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas…, 257.
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De entre los muchos autores, destaca la síntesis de J. Sobrino, “Espiritualidad y
liberación”, Sal Terrae72/2 (1984) 139-162.
59
S. Galilea, “Espiritualidad de la…”, 199.
60
Cf. S. Galilea, “Espiritualidad de la…”, p. 202.
61
P. Merino, Teología Latinoamericana y pluralismo religioso, UPSA, Salamanca
2012.
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62
Cf. J. Sobrino, Liberación con espíritu. Apuntes para una nueva espiritualidad,
Sal Terrae, Santander 1985, 23. En adelante seguimos de cerca este texto.
63
J. Sobrino, Liberación con espíritu…, 30.
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Bibliografía
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Cf. P. Merino, Teología Latinoamericana y pluralismo…, 23.
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