Pariente Redentor
Pariente Redentor
Pariente Redentor
En el caso de Rut había sólo dos parientes cercanos. Uno no quiso redimir.
Final-mente Booz redimió; fue el redentor, tanto de Rut y Noemí, como de la
posesión que Elimelec, marido de Noemí, había enajenado.
Rut y Noemí, dos mujeres viudas ¿cómo podían pagar por su rescate?
Imposible. En igual condición estábamos nosotros, no podíamos pagar por
nuestra redención. Ningún pecador puede salvarse a sí mismo, “porque la
redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás”. “¿Qué
recompensa dará el hombre por su alma?” Salmo 49:8; Marcos 8:37.
Más gracias a Dios, “cuando aún éramos débiles, a su tiempo, Cristo murió por
los impíos”, Romanos 5:6. Si Cristo no se hubiera presentado para morir por
nosotros, no habría ni la más mínima esperanza de salvación para ningún
mortal, estaríamos perdidos para siempre, pero ¡alabado sea Dios! Cristo pagó
por pura gracia y nos ha dado una redención gratuita.
¿Podía Cristo redimir? ¿Podía pagar el precio? El precio era inmenso. Era
necesario pagar con una vida limpia, perfecta y sin mancha. La obra del
Calvario es elocuente, “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios”, 1 Pedro 3:18. La expresión “una sola
vez” indica que tal sacrificio fue suficiente.
“Cristo con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”,
Hebreos 10:14. La vida limpia de Cristo, al darla en sacrificio por nuestros
pecados, llenó completamente las exigencias de la justicia divina.
¿Quién obligó a Cristo a poner su vida por nosotros? Nadie; Él mismo dijo: “Por
eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie
me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y
tengo poder para volverla a tomar”, Juan 10:17-18. Sólo el amor constriñó a
Cristo a hacerlo.
No fueron los clavos los que le sujetaron al madero sino su amor. “Cristo nos
amó, y se entregó a si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor
fragante”, Efesios 5:2. No hay méritos en nosotros. Todo lo debemos a Él. Lo
que somos y tenemos, sólo es nuestro en Él.
Debía hacerse un cálculo minucioso hasta el año del jubileo. Esto era
necesario para que el siervo pudiera quedar totalmente libre.