La Obra de Cristo. (5ta Pt. CF.)

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La Obra de Cristo (5ta pt. CF.

)
INTRODUCCION
En la clase pasada nos estuvimos adentrando un poco más
profundo en lo que respecta a la obra realizada por Cristo
Jesús, nuestro Señor con el fin de cumplir el plan del Padre y
rescatarnos del pecado para que así, podamos vivir para su
gloria.
En la lección anterior iniciamos considerando a Jesús en
su humillación. La cual consistió:
1. En su encarnación.
2. En su vida de perfecta obediencia y
3. En su muerte sacrificial.
Antes aprendimos un poco sobre el significado y necesidad
de la encarnación y vida de obediencia de Cristo como
parte de su poderosa obra de amor.
Hoy continuaremos con otros aspectos de su humillación. Y
es que por muy maravillosas que fueron la encarnación de
Cristo y su vida sin pecado, no completaron su
obra. Seguimos.
Desarrollo:
La muerte de Cristo.
En Marcos 8: tan pronto como Pedro confiesa que Jesús es el
Cristo, Jesús enseña en verso 31, que «le era necesario al
Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los
ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y
ser muerto, y resucitar después de tres días».
Aquí, pisamos suelo especialmente santo.
Jesús se hizo obediente hasta el punto de morir, de morir
incluso en una cruz.
Esto a veces es llamado su «obediencia pasiva», no en el
sentido de que fue una víctima trágica del destino, sino
porque obedeció amorosamente el plan del Padre al
someterse a la pena de muerte que nuestros pecados
merecían.

¿Qué logró la muerte de Cristo?


Su muerte fue tan monumental, el Nuevo Testamento habla
de ella usando varios temas y metáforas relacionadas y
superpuestas.
Primero, (1) Cristo es nuestro sacrificio expiatorio
substitutivo penal.
Esta es la forma predominante en que la Biblia describe la
muerte de Cristo, por lo que pasaremos la mayor parte del
tiempo en este punto hoy.

Expiación es una palabra que se refiere a la


restauración de la correcta relación entre el hombre y
Dios; también lleva la connotación del sacrificio que se
realiza o el precio que se paga para que esa relación sea
posible.
Comencemos con la necesidad de la expiación.
Aquí tenemos que recordar acerca del problema del pecado.
(Que estudiamos en la segunda lección de esta serie )

Somos culpables ante Dios como aquellos que son


representados por Adán.
Hemos confirmado nuestra sentencia de culpabilidad por
nuestros propios actos sucios.
Como dice Juan 3:36, la ira de Dios está sobre todos los que
están sin Cristo. Y  Efesios 2:3 dice que por naturaleza somos
hijos de ira.
Esto es porque Dios es bueno. Su ley es correcta, su
santidad es inimaginablemente pura, y su justicia es
totalmente recta. Por tanto, él no permitirá que el mal y la
iniquidad queden impunes.
¡Él no esconderá nuestro pecado debajo de la alfombra!
Entonces, Dios ordenó los sacrificios y las ofrendas del
Antiguo Testamento para expresar gráficamente la absoluta
necesidad de la expiación. Los animales eran sacrificados
diariamente según lo prescrito por Levítico.
¿Por qué? Como lo explica Hebreos 9:22: «Sin
derramamiento de sangre no se hace remisión». La paga del
pecado es muerte según Romanos 6:23.
Entonces esta lección estaría arraigada en las mentes de
todos los israelitas, porque el piso del templo estaría cubierto
de sangre. De sangre inocente, en sustitución de la de
ellos, que sí, eran culpables de no amar a Dios. De no seguir
su voz, de sublevarse a su voluntad y gobierno, al dar un grito
de independencia maldita en el Edén y en su vivir diario.
Dios no necesitaba salvar a nadie. Pero en su misericordia,
proporcionó sacrificios regulares que apuntaban todos hacia
el sacrificio final que expía el pecado de manera definitiva. 
Eso nos lleva a la naturaleza de la expiación.
La muerte expiatoria de Cristo fue «penal». Es decir, él
sufrió la pena en la que incurrieron nuestros pecados: el
precio de la muerte. Isaías 53:5: «Mas él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados». 1 Pedro
2:24: «Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo
sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia».
2do. Su muerte también fue sustitutiva.
Él tomó la muerte que legítimamente merecíamos, en
nuestro lugar. La idea de la sustitución se incorporó a la
historia de Israel desde el principio. Solo piensa en el Éxodo,
donde un cordero fue asesinado, por así decirlo, en vez de —
en  lugar de— el hijo mayor de la familia. (exo.12)
No es de extrañar que Juan el Bautista llamara a Jesús el
«Cordero de Dios» (Juan 1:29) y que Jesús muriera durante
la Pascua. Isaías 53:12,  él fue contado con los
transgresores. 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado
[Cristo], por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él».
John Stott escribió memorablemente:
«La esencia del pecado es el hombre sustituyéndose a sí
mismo en lugar de Dios, mientras que la esencia de la
salvación es Dios sustituyéndose a sí mismo en lugar
del hombre».
Cuando reflexionamos sobre la sustitución de Cristo por
nosotros, ¿cómo podrían nuestros corazones no fluir en
alabanza?

¿Cuál es el resultado de la expiación, o qué


logró esta muerte penal y sustitutiva para el
pueblo de Dios?
Por un lado, logró la propiciación  de la ira de Dios, lo que
significa que la buena y justa ira de Dios contra el pecado
ha sido resuelta y removida por el sacrificio de Cristo. ÉL
PAGÓ.
Los libros proféticos del Antiguo Testamento muestran la
justa ira de Dios contra toda iniquidad.
JESUCRISTO, Él bebió esa copa de la ira divina en la cruz
por todos los que confían en él. Experimentó la justa
oposición de Dios contra el pecado, la oposición que
merecíamos conocer eternamente nosotros.
Esto es a lo que Pablo se refiere en Gálatas 3:13 cuando
dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho
por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el
que es colgado en un madero».
El único obediente, absorbió la maldición que merecían
los pecadores desobedientes. Nosotros.
Tal vez el pasaje más claro acerca de la propiciación
es Romanos 3:23-25:
«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios,  siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación
(pago justo, necesarios e insustituible) por medio de la
fe en su sangre».
Como vimos anteriormente, el derramamiento de sangre es
necesario para la expiación.
Jesucristo es, ese sacrificio de sangre que fue aceptable para
Dios. Y debemos recordar, que si bien la propiciación es
necesaria porque Dios es santo, es posible, porque Dios es
supremamente amoroso y misericordioso. 
1 Juan 4:10: «En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecado».
¡Amen. Amen!
Oremos para que el Espíritu Santo nos de iluminación en
esta verdad libertado en el Hijo.
Pidiendo perdón y renunciando al pecado, a la rebelión, a
la iniquidad, a toda maldad en el nombre de Jesús.
Renunciando al diablo y al mundo.
Oremos para que renunciando a vivir el tiempo que nos
resta en la tierra en la carne de pecado, que decidamos
por amor y fe, morir al YO, para que la vida de Cristo se
manifieste en nuestra vida… Amen.
(El líder dirige en oración)
(Este tema continuara…)
LZ.

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