Psicologia Existencial
Psicologia Existencial
Psicologia Existencial
De esta breve definición aquí antepuesta podemos remarcar tres aspectos del vivir como
estado de la conciencia:
El experimentar
Ahora bien, debemos mencionar que hay una diferencia entre el vivir y el experimentar,
que aquí deseamos destacar.
Experimentar algo nos remite no a un desarrollo de vida, mucho menos a la noción de
durabilidad otorgada por la negación de la finitud en ella dada. Aquí estamos hablando
de la posibilidad de recibir, notar, o captar las modificaciones, sutiles o extraordinarias,
que se producen en el ser en el devenir de los acontecimientos. Experimentar nos
conduce en el sendero de lo que conmueve, hace girar al ser, lo muda de estado o
posición. Implica, por oposición a la construcción consciente de un plan de desarrollo
para sobrellevar la existencia en el mundo, la reducción de dicho mundo a su plano
sensible y microscópico, al encuentro mínimo y suficiente, preciso en su justa medida,
de un hallazgo sensorial que el ser percibe.
La experiencia humana es la del ser que ingresa en un estado de conciencia sumergente,
que lo extrae pasajeramente de las interacciones calculadas entre el Ser ahí y el mundo,
deteniéndolo en un estar siendo ahí, precisamente ahí.
De esta manera, así como el vivir remite necesariamente a un conjunto de sucesos que
son significados en torno a un proyecto, experimentar nos lleva en el sentido de una
serie de sucesos que sorprenden al ser sin presentar ante ellos proyecto alguno. Se trata
de un estado del ser, una forma dada de sentir lo que acontece sin trasladarlo en una
determinada dirección.
Ante todo esto, y en oposición al vivir como estado de conciencia, el experimentar
puede presentar tres aspectos propios y distinguibles:
Esto nos llama a una sana reflexión sobre una clínica capaz de presentar la posibilidad
de la experiencia humana. La psicoterapia puede, en efecto, ser objeto del pensamiento
en el desarrollo del vivir, y con ello figurar como parte de la cotidiana planificación del
sufriente, esto es inevitable. Ahora bien, ¿puede la psicoterapia existencial facilitar la
experimentación de la existencia?. Este ser se encuentra existiendo, a cada momento,
hablando de sus pesares, compartiendo sus alegrías, o simplemente discurriendo de
forma superficial o vacía, pero ¿de qué forma lo hace?. ¿En qué estado de conciencia se
encuentra mientras lo hace?. Decide por comprar una casa en lugar de ahorrar ese
dinero, por pensar que una tragedia en su vida lo reafirma en su fe católica y no en que
lo distancia definitivamente de Dios, pero todo ello ¿lo vive o lo experimenta?. Vivirlo
será desarrollarlo, hacerlo compatible con la temporalidad de lo cotidiano, elegirlo
como fruto del pensamiento o la reflexión, experimentarlo será rendirse a verse tocado
profunda y sensiblemente por las emociones y sensaciones que esta decisión le genere.
De dicho acto electivo surgirán interrogantes a ser contestados en el diario vivir, así
como experiencias episódicas a ser transitadas, convertidas en una poesía, un momento
de contemplación, un comentario profundo en una charla amistosa, o un instante de
recogimiento necesario en una sesión de psicoterapia existencial.
De una u otra forma, estamos aquí apostando por una clínica orientada a la facilitación
de condiciones propiciatorias de la experiencia humana, el ingreso del ser a estados de
conciencia ilimitados, que no se encuentren sujetos a las cadenas del vivir, que permitan
una percatación expansiva de lo sensorial, lo creativo, lo emocional. Allí es donde el
otro, este otro que lo interroga y cuestiona, que lo acompaña y lo abandona, que se
ofrece como presencia en el consultorio, puede en efecto ser visto no como el –
terapeuta – que – resolverá todo, sino como otro que al menos por instantes parece
comunicarse con él/ella al margen de lo cotidiano, de lo del día. Será con quien puede
entablar un lazo reducido a ese instante puntual, microcontextual y atemporal, que
seguramente se disipará, pero que al que puede retornar.