2do Parcial - Com 12

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

Segundo parcial

Psicología Ética y Derechos Humanos - Cátedra II

Nombre y apellido del docente de trabajos prácticos: Martín Pallares

Número de comisión de trabajos prácticos: 12

Fecha: 2do cuatrimestre 2020

Alumna: Vidret, Martina

Libreta Universitaria: 405369610

Dirección de correo electrónico del estudiante: [email protected]


1. Para Reich (2001) el problema ético del diagnóstico surge de la posibilidad de la mala
aplicación de categorías diagnósticas. Ser mal diagnosticados puede implicar una variedad
de consecuencias, que van desde etiquetas permanentes hasta la pérdida de libertad o la
muerte. Para el autor, hay dos tipos de origen para el diagnóstico: la intencionada (cuando el
profesional es consciente de que está dando un paso en falso, sea por presión de otros,
como la familia o la institución, o por el paciente mismo) y la no intencionada (cuando el
profesional no es consciente del error, aún poseyendo la información sobre el paciente y la
enfermedad en cuestión).
El Síndrome de Alienación Parental es, según la nota, “una falacia carente de rigor científico”.
Es un término inventado por Richard Gardner, profesor de la Universidad de Columbia. Sus
trabajos, a pesar de haber sido cuestionados por su falta de métodos de investigación
estandarizados y de estudios empíricos, investigaciones o verificaciones por sus colegas ú
otros especialistas, son citados en el ámbito judicial. La nota sostiene que esto es así porque
“coinciden con los estereotipos y los prejuicios que sostienen la negación y la invisibilización
de las agresiones sexuales a niños y niñas”.
¿Cuál es el problema ético del diagnóstico del SAP?
Primero, el efecto perjudicial a los niños, ya que al no diagnosticar correctamente y reducir la
circunstancia a que uno de sus progenitores lo convenció se lo expone a que potencialmente
siga siendo abusado o aviolentado. Se prioriza la relación padre-hijo y no la vulnerabilidad del
menor. Realizando esto se los estigmatiza, se los priva de sus derechos y se los fuerza a
revinculaciones forzosas.
Otro problema podemos situarlo del lado del profesional. Tomando las categorías de Reich,
podemos situar este diagnóstico como intencionado, ya que estamos hablando de un
diagnóstico que no tiene rigor científico. Además, partir de prejuicios y de estereotipos
necesariamente debe considerarse peligroso para profesión, ya que se tiende al sesgo
confirmatorio, volviendo al proceso diagnóstico diferencial poco fiable.
Para Reich, el diagnóstico es un acto social, y tiene lugar en un contexto social. El
profesional debe conocer bien dónde está el limite, y qué puede deberse al campo de lo
médico, de lo cultural, de lo social. En este punto hay que volver a la frase de la nota en
referencia a los estereotipos. Madres mentirosas, niños fabuladores, padres acusados
impunemente. No parece casual que en un mundo en donde los varones blancos tengan
predominancia a ocupar cargos altos tanto en la política como en la ciencia, la academia o la
justicia, se los defienda a rajatabla. Tampoco podemos olvidarnos de que en la historia las
mujeres sufrieron sistemáticamente de etiquetas como histeria, locura, brujería, y similares.
Es común incluso hoy que en series o películas se muestren personajes femeninos que
mediante mentiras y artilugios elaborados hacen lo posible para o ganar plata o retener a sus
maridos para que no los dejen (como para poner un ejemplo, Terri Shuester en Glee o Dusty
Jackson en The Politician, ambas series creadas por Ryan Murphy, magnate de la industria
cinematográfica estadounidense). Se podría revisar el caso de Woody Allen, también, que
por más condena social que reciba -que no es absoluta, como sí pasó con Kevin Spacey por
abuso de menores- no es suficiente como para que deje de hacer películas, menos aún
para recibir algún tipo de condena judicial.
Por último, volviendo a Reich, tomo esta cita: “Parece posible que, con el tiempo, los
peritajes psiquiátricos apoyen defensas psicológicas de todo tipo (...) Aunque
indudablemente estas influencias existen, no se sabe apenas nada sobre cómo afectan a la
capacidad de juicio y a la voluntad individuales.” (200:202) Un diagnóstico que se base en
estas influencias inexistentes no puede tener la validez que pareciera enunciar la nota. Tanto
la OMS como la APA enuncian que el diagnóstico no tiene comprobación médica, y el
CIE-10 y el DSM no lo incluyen en su lista de síndromes, pero pareciera que hay
profesionales a los que solo les basta su propio criterio para diagnosticar. Esto es otro
problema ético, ya que, como dice Reich, hay cierto placer en transformar lo moral en otras
cuestiones más simples. “En sus manos los diagnósticos otorgan las mismas
satisfacciones y ventajas, y además logran un estatus y un reconocimiento oficiales que
provocan unos efectos duraderos y no siempre saludables, incluso en estos casos.”
(2001:202).

2. Ezekiel Emanuel enumera siete requisitos para determinar si la investigación clínica es


ética. Estos son: valor, validez científica, selección equitativa del sujeto, proporción favorable
de riesgo-beneficio, evaluación independiente, consentimiento informado y respeto a los
sujetos inscritos. De estos, en el caso del SAP no se cumplen tres.
El primero refiere a que la investigación debe tener valor social y científico, para asegurar el
uso responsable de recursos y evitar la explotación, además de no exponer a otros a riesgos
que podrían evitarse. La investigación sobre SAP de Gardner no tiene valor científico, ya que
no fue sometido a estudios empíricos, a investigación o a verificación, además de que no se
basa en métodos de investigación estandarizados. Sin embargo, valor social tiene, ya que
por algo es citado en el ámbito judicial. Es fácil ver que expone a los niños a riesgos, aunque
Gardner parecería haber estado más centrado en defender a los agresores que en cuidar de
los agredidos. Podría pensarse que, más que valor social, ético o médico, es una
investigación con valor laboral.
El segundo criterio, la validez científica, implica que la metodología debe ser válida y
prácticamente realizable. Por lo expuesto en el párrafo anterior, el SAP tampoco cumple este
requisito. Además, respecto a esta cuestión França-Terragó (2012), en su texto
“Responsabilidad ética ante la justicia” plantea que incurrir en métodos inciertos y con
resultados dudosos es considerado mala praxis del tipo imprudente, por comisión o exceso
de intervención de parte del profesional.
Nos queda el quinto, evaluación independiente, que refiere a los conflictos de intereses. El
autor puntúa que no basta tener una buena intención para no estar guiado por otras
cuestiones (tiempo, financiamiento, entre otros). Esto puede distorsionar el juicio en juego en
el diseño y realización de la investigación, el análisis de datos y los requisitos éticos. Como
se mencionó anteriormente, Gardner trabajó como perito de parte de la defensa de los
agresores en casos de sospecha de abusos sexuales, por lo que es probable que haya
estado influenciado por su trabajo y por obtener resultados que le sirvan para su trabajo.
Para Emanuel una manera de garantizar que esto no suceda es que peritos no afiliados al
estudio tengan la posibilidad de aprobar o cancelar la investigación, pero en el caso de
Gardner no obtuvo verificación de parte de otros profesionales, por lo que no podemos decir
que cumpla este requisito tampoco.
El tercero, la selección equitativa del sujeto, apunta a que la selección esté orientada a los
interrogantes científicos, a que cualquier persona para la que no implique un riesgo
significativo pueda participar, y que sean personas que puedan resultar beneficiadas si el
resultado de la investigación es positivo. No tenemos información suficiente para pensar si
este requisito se cumple o no. Lo mismo podemos decir del cuarto (deben minimizarse los
riesgos, maximizarse los beneficios y debe haber más de los últimos que de los primeros),
del sexto (los sujetos deben contar con información sobre finalidad, riesgos, beneficios y
alternativas de la investigación); ni del séptimo (permitir a los sujetos retirarse sin sanción,
respetar la confidencialidad, hacerse cargo de efectos adversos y proporcionarles un
tratamiento si los hubiese, y que, si hay nueva información respecto de la investigación, que
sea proveída a los sujetos, además de que se les notifique de los resultados).
En cuanto a las dificultades éticas podemos tomar lo que plantea França-Terragó (1996)
respecto de los problemas éticos en la investigación. Distingue dificultades presentes al
inicio, en el desarrollo y luego de recabar los datos.
Respecto del primer grupo, los problemas pueden ser cinco: justificaciones débiles,
discriminación a la hora de elegir a los sujetos, invasión de la intimidad, la selección
prejuiciosa de candidatos y el uso del placebo como forma de engaño. En relación al SAP,
podemos pensar que si es una investigación con un método cuestionable, sin verificación de
parte de pares y demás cuestiones ya desarrolladas en párrafos anteriores, la justificación
es endeble, ya que no es claro en beneficio de quién está dirigida, si de los niños, de los
padres o del propio Gardner. En suma, también está en juego la discriminación y el prejuicio,
ya que si el estereotipo está en el producto final podemos presumir que lo estuvo al
comienzo.
Respecto a las dificultades en el desarrollo, hay tres: riesgo de perjuicio psicológico,
psiquiátrico y la falta de fundamento empírico. No sabemos bien cómo fue la investigación de
Gardner, pero podemos presuponer perjuicio psicológico, en tanto y en cuanto se expone a
los niños a continuar en situaciones de potencial abuso o violencia.
Por último, al recabar los datos puede haber desvelación posinvestigativa, interpretaciones
prejuiciosas, plagio y perjuicios post-experimentales. Los datos siempre van a estar
distorsionados por la subjetividad del investigador, ya que es este quién los interpreta, y por
eso es tan importante que haya otros que los verifiquen. En el caso del SAP podemos tomar
lo que el autor recorta de los planteos de Howard: existen predisposiciones epistemológicas
a aceptar determinadas hipótesis y a rechazar otras tantas. Una posible salida de esto es
plantear los resultados como relativos, los beneficios como hipotéticos y la metodología
como tentativa.
En conclusión, la investigación del SAP tiene múltiples dificultades que no resuelve de
manera ética, y no cumple con varios de los requisitos éticos. Centralmente, las cuestiones
a considerar son la relación entre los resultados y la conveniencia del investigador respecto
de los mismos, y la metodología utilizada.

3. Rovaletti expone ocho premisas para constituir una ética del proceso asistencial. Para el
autor, el foco que pone la sociedad en el juicio respecto de la práctica médica está más
relacionado con los derechos de los pacientes y con que estos sepan cuales son, y no tanto
con las (falsas) costumbres éticas y jurídicas de los psicoterapeutas. Tomaremos las
premisas I, II, V, VI, VII y VIII. De la III y la IV (arreglo financiero razonable, el derecho a un
tratamiento con término) no se tiene información suficiente para hacer en enlace con el
ámbito clínico.
La primera premisa (derecho a recibir un tratamiento) podría estar en juego, si partimos de la
base que diagnosticar una cosa es no diagnosticar muchas otras. Si el diagnóstico está
dicho de entrada, no solo se le niega la posibilidad al paciente de tener otro resultado, sino
que se apunta a que todos los caminos lleguen a esa puerta. Por ende, se le estaría
garantizando el derecho a recibir un tratamiento, pero solo ese. En esta misma línea
podemos pensar a la sexta premisa (derecho a que se lleven un registro preciso del proceso
terapéutico), ya que si el proceso está sesgado por el terapeuta no se puede garantizar que
el registro sea preciso. Además, por la nota sabemos que había “inconsistencias,
tergiversaciones, solapamientos y omisiones” en la entrevista.
El otro punto vulnerado es el segundo (derecho a que el tratamiento le sea ofrecido por un
agente competente). Para Rovaletti, esto implica formación continua de parte del terapeuta.
Para no ir más lejos, implicaría no aplicar diagnósticos rechazados por las principales
sociedades médicas y de salud mental del mundo, cosa que, según la nota periodística,
sucede con el SAP. Además, Silvina Rivilli destaca, al final de la nota, que la psicoterapeuta
no tiene formación en violencia de género, no respeta los estándares de toma de testimonio,
y desconoce los estrés postraumáticos, lo que lleva a pensar que no está formada para el
cargo que lleva adelante.
La cuarta premisa (derecho a un tratamiento con término) pareciera cumplirse, ya que, por lo
menos en referencia a la Justicia, la acción psicoterapéutica consiste en algunas entrevistas
diagnósticas. Lo que no nos provee la nota es qué pasa con los niños a posteriori, pero en
referencia a la denunciada Laura Beltramino, el tiempo no pareciera ser un problema.
La quinta premisa (derecho a recibir el tratamiento más apto) también es evidente que está
en jaque, ya que si el tratamiento está prejuzgado de entrada, puede no ser el más apto.
Además, esto implica no contar con la información pertinente, lo cual tiene influencia directa
en la competencia del paciente para ofrecer consentimiento, ya que sin la información
correcta, el visto bueno del paciente está también sesgado por el profesional.
La séptima premisa (derecho a la reserva y confidencialidad) está involucrada también, ya
que estamos hablando del ámbito judicial y de menores. Según Rovaletti, en esta
circunstancia la información no reservada debería circunscribirse a los puntos pedidos,
protegiendo al paciente. Según el testimonio de Florencia, una madre de niños entrevistados
por Laura Beltramino, cuenta que Laura expuso a su hijo, hizo comentarios inapropiados, lo
que podríamos pensar como una falla en la confidencialidad.
Por último, la octava premisa (deber, de parte del paciente, de lealtad, confianza, distancia y
confidencialidad) podría pensarse como incumplida. Rovaletti dice, en referencia a la
distancia y a la regla de abstinencia: “A través del encuadre el paciente adquiere la
convicción de que se encuentra en un lugar donde sus tendencias expresadas a través de la
transferencia no serán satisfechas mediante una actividad o actuación contra-transferencial,
sino a través de una actividad esencialmente analítica que tiende a la búsqueda de la verdad”
(AÑO: 30). La nota contiene un recorte de un niño que le dice a su madre que “la señora” no
le creyó. Si la terapeuta actúa desde sus prejuicios, tomando al paciente y a lo que dice
buscando confirmar un sesgo, es casi imposible que el niño se sienta cómodo para declarar
cuestiones referidas al problema -lealtad-. Además, el hecho de estar en una cámara
Gessell implica no saber quién está del otro lado, por lo que puede estar comprometida la
confianza. Lo mismo se puede decir con la confidencialidad, ya que si el niño recurre a su
madre, está volcando sus ansiedades en un espacio extrínseco a la psicoterapia.

4. Rinaldi toma la Ley de ejercicio profesional de la Psicología, el Código de Ética de la


Federación de Psicólogos de la República Argentina y la Convención Internacional de los
Derechos del niño para destacar el derecho a ser asistido por un profesional de la salud.
En primer lugar destaca la existencia de la demanda, tanto en clínica de adultos como de
niños, para especificar que a diferencia de los adultos, que pueden llegar solos (sin
derivación) al profesional, los niños siempre son llevados a consulta. Pueden ser los padres,
alguna institución de corte escolar, algún médico o desde el ámbito forense, tanto Civil como
Penal. En este sentido, la transferencia es múltiple, ya que se produce en más cantidad de
actores que solo dos, y la devolución o diagnóstico es con el niño y sus padres, además del
informe que puede ser requerido.
En segundo lugar destaca limitaciones que implica el rol del psicólogo: la demanda y los
agentes derivadores; la homeostasis que se produce a partir del subrayado del síntoma y no
de la dinámica familiar, que generan un especial peso en el niño como desestructurador de la
familia; o la aparición del mecanismo de proyección como defensa de los integrantes de la
familia. La intervención analítica, para Rinaldi, implica hacer funcionar la responsabilidad
subjetiva y no la culpablidad, en tanto lo que importa es que los involucrados se incluyan a sí
mismos en el tema, y pongan en tela de juicio lo que creen cristalizado al respecto.
En relación a la nota, podemos pensar lo siguiente: la autora destaca que la responsabilidad
civil respecto al posible caso de abuso o maltrato implica denunciarlo a las autoridades que
correspondan. Si el caso quedara por afuera de estas categorías, la tarea del psicólogo
queda obstaculizada por los Derechos de los padres en relación a sus hijos. Silvina Rivilli,
psiquiatra, destaca que en el caso de abuso es poco probable que lo cuente en las primeras
entrevistas, por lo que diagnosticar preventivamente con SAP es una manera de
obstaculizar la tarea del psicólogo (o, me atrevo a decir, de sacarse el deber de encima).
Además, descartar tan fácilmente el caso de abuso es, además de una falta ética, un mal
ejercicio profesional, ya que al no indagar si hubo o no abuso, se pone en peligro la salud del
niño y se evita la denuncia.
También podemos pensar que no es posible crear lazos multi-transferenciales, porque se
parte del prejuicio en el que el niño miente, la madre manipula y el padre está acusado
falsamente. El lazo del niño con el psicoterapeuta también está comprometido, ya que el niño
no considera que el otro le está creyendo, dificultando la creación de un espacio de
confianza. Retomando lo que puntúa Rinaldi sobre la culpabilidad y la responsabilidad
subjetiva, apuntar a la madre como culpable de un invento inoculado es culpabilizarla,
impidiendo los avances en la cura.
Por último, la utilización de la Cámara Gesell no toma en cuenta la perspectiva de Melanie
Klein, en donde la vía regia para llegar al inconsciente de los niños es el juego. Como bien
dice en la nota, el niño habla de muchas maneras, y cerrarse en una sola técnica o forma de
observación implica un detrimento del resto, y no entender a las múltiples técnicas e
instrumentos como maneras de llegar a informaciones diferentes.
5. A partir de la charla con el equipo interdisciplinario del Centro de Estudios Legales y
Sociales en referencia a las prácticas periciales y Derechos Humanos me surgió la siguiente
duda, que intentaré responder: ¿qué rol juegan los derechos y las causas justas en el trabajo
del psicólogo?
Parto de esta cita de Victor Rodríguez: “Que [el trabajo pericial] se pretenda como totalmente
neutral, imparcial, ecuánime a veces deja un montón de cuestiones de perspectiva por fuera
que no ayudan a que la causa judicial sea resuelta del modo más justo o de modo más
acorde a los Derechos”. Dos cuestiones que me parecen esenciales de este punto es
entender la subjetividad del profesional y que no puede volverse a sí mismo una tabula rasa,
e intentar abarcar cuál es el modo más justo o más acorde a los derechos.
En el primer punto podemos volver a lo expuesto en páginas anteriores de este parcial: toda
interpretación, todo resultado de una práctica, va a estar necesariamente entrecruzado con
las ideas, hipótesis y lo que lleva consigo el profesional. Pretender ser neutral es una falacia,
ya que en casos como los crímenes de lesa humanidad o cualquier cuestión que evidencia
vulnerabilidad de derechos es poco probable que podamos lograr mantenernos con cara de
póquer. En el Protocolo de Estambul justamente se plantea el problema de la
contratransferencia, y de cómo es “absolutamente normal tener sentimientos cuando se
escucha a alguien que habla de su tortura” (punto 272). No podemos pensar como anti-ético
el sentirse apelados por nuestro trabajo, sea alrededor de la causa que sea. En el caso del
CELS, los mismos oradores contaron la experiencia de que muchos de los profesionales del
Centro habían sido víctimas de la dictadura, por lo cual resulta impensable que si uno es
víctima de algo, no pueda empatizar con quien también lo fue.
Por otro lado, respecto a las causas justas, podemos pensar que lo más justo es lo que más
se acerque a un cumplimiento pleno de los derechos. Quienes defienden el valor de la
identidad, eso que Rodríguez en la charla llamó una “parte inalienable de la condición
humana”, están defendiendo los derechos de las personas alienadas. Es nuestro trabajo,
sino nuestra obligación, construir prácticas del cuidado que apunten a ser lo menos
vulnerables posible. Volviendo a cuestiones tratadas para el parcial anterior, la segregación
de pacientes en hospitales, con lógicas manicomiales y de encierro, no puede ser algo que
no nos cuestionemos.
En última instancia, no pasa por intentar construir una coraza que nos vuelva inconmovibles
por las historias de vida que nos llegan, sino hacer de ellas (y de lo que nos pasa con ellas)
un motor. Somos agentes del cambio, y tenemos que actuar como tales. Mantenernos
impasibles ante la vulneración no es otra cosa que trabajar de manera defensiva. Si nosotros
nos defendemos de nuestros pacientes, ¿cómo vamos a poder ser capaces de ayudarlos a
vencer sus propias defensas?
Bibliografía
Ezekiel E. ( ¿Qué hace que la investigación clínica sea Ética? Siete requisitos éticos.
França-Tarragó, O.: Ética para Psicólogos, Bilbao, Desclée De Brouwer, 1996, (pp. 73-116)
“Ética de la investigación en Psicología y Psiquiatría”.
França-Tarragó, O. (2012). "Responsabilidad ética ante la justicia". En O. França-Tarragó,
Manual de Psicoética. Ética para psicólogos y psiquiatras (pp.57-67). Bilbao: Desclée de
Brouwer
Reich, W. (2001). El diagnóstico psiquiátrico como problema ético. En S. Bloch, P. Chodoff,
S. Green (Eds.). La ética en psiquiatría (pp.189-216). Madrid: Triacastela.
Rinaldi, G. (Septiembre, 2013). El niño como agente de Derecho. Las limitaciones del
analista en el ejercicio del rol en la clínica de niños. Ponencia presentada en Terceras
Jornadas de Psicología Evolutiva Niñez, Cat I, Facultad de Psicología-Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires (pp.8).
Rovaletti, M.L. (1995). Reflexiones para una ética del proceso psicoterapéutico. En M.L.
Rovaletti (Ed.), Ética y psicoterapia (pp. 29-44). Buenos Aires: Biblos.
Protocolo de Estambul. Manual para la investigación y documentación eficaces de la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Naciones Unidas, 2001.

También podría gustarte