Desorganizar El Heterocosmos

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DESORGANIZAR

EL HETEROCOSMOS

Deleuze cuir, escribir, malcriar

y otras chicas del montón


«Suban el telón, abran las cortinas,
enciendan las turbinas con nitroglicerina,
nos gusta el desorden
rompemos las reglas
somos indisciplinadas
todas las malcriadas
vamos a portarnos mal…»

Calle 13
VAMO' A PORTARNOS MAL
I. PROLOGAR.

Hará unos diez años que nos dimos cuenta que hacía falta portarnos mal, que hacía falta una
lectura cuir de Deleuze.1 Una lectura que hiciera el puente entre las aperturas feministas, el devenir
minoritario, el proceso de escribir (como potencia de algo otro, como experimentación) y nosotras
las malcriadas, las chicas del montón. Si hacemos caso al Foucault de Deleuze,2 la escritura trae,
por un lado, líneas de sedimentación, por otro, líneas de fisura o de fractura. De manera que
escribir, se convierte en una forma de cruzar la línea donde se libra una batalla.
Bajo el heterocosmos,3 la línea de subjetivación es una línea de fuerzas que pasa por la aparente
rivalidad de los sexos y los géneros. Esta línea, prepara el paso de la fractura, la fisura de los hetero-
humanos y la producción de una criatura malcriada posible cada vez, una criatura del montón.
Escribir trae consigo tantos derrumbes como construcciones. Si se escribe hombre, nosotres
transcribimos travesti, si se escribe mujer nosotres transcribimos sapiens, si se escribe molar nosotres
transcribimos molecular. Porque ¿qué es lo que hay debajo de la falda de un escocés y qué haría
falta para cruzar la línea de lo masculino? Más acá, ¿qué hay bajo la falda muxe que ocupa este año
la portada de la revista Vogue México, 2019? ¿Cómo salir de los regímenes de enunciación que nos
trae el binarismo de género, el falo-logo-centrismo, el antropocentrismo, el humano-centrismo?
¿Podemos superar los modos de existencia del heterocosmos?
Tomadas las debidas distancias, tanto del feminismo, como de los estudios de varones, con el
tema de «devenir-mujer»,4 Deleuze, de la mano de Félix Guattari, nos ha dejado una tarea: la crítica
del antropocentrismo y del fundamento. Las siguientes líneas, intentarán responder ¿por qué y de
qué modo la escritura cuir es una herramienta para desorganizar el cuerpo masculino-heterosexual?

II. ORGANIZAR

Hemos entendido que organizar es volver herramienta u órgano útil algo. Se dirá organizar u
organismizar. Pero ¿quién vuelve útil qué y para qué? La sapiens ha dicho «heterocosmos» casi
como el divino fiat lux, para organizar el mundo, lo humaniza, le organiza mediante capas
subordinadas, mediante jerarquía. Dispone del todo porque imagina que le pertenece, es la gran
fanfarrona. Organiza el hábitat, organiza los seres, organiza las cosas y aún los órganos de todo lo
viviente. Nomina el todo ordenándolo, en aparente armonía, hasta el colmo de las leyes o nomos.
En esta cosmicidad, escribe Deleuze en ‘La literatura y la vida‘, «el hombre se presenta como una
forma de expresión dominante que pretende imponerse a cualquier materia, mientras que mujer,
animal o molécula contienen siempre un componente de fuga que se sustrae a su propia
formalización […] ¿hay acaso alguna razón mejor para escribir?»5
Organizar disminuye nuestra potencia de obrar. El sexo queda reducido al sexo, el género al
género, la mujer a la mujer, el hombre al hombre, el coño al coño y en fin la vida queda
disminuida. La cosmicidad vuelve exhaustivo todo, cual midas: ordenar, fundar, instituir, producir,
reglar, controlar. Entonces, ¿qué es lo que se sustrae a esta cosmicidad, a esta organización? Lo
malcriado, las malacrianzas, el desorden, la contraproducción, lo posfundacional, el descontrol.
Pero ¿y si varona y varón fueran mera ficción? ¿Si la vulva no fuera tal y el pene menos? ¿Y si
hubiera algo más allá de la reproducción celular heterosexualizante? Porque, ¿sobre qué se fundan
tales afirmaciones? Preguntémonos con Gayle Rubin si, ¿es posible una sociedad andrógina y sin
género en la que la anatomía no tenga ninguna importancia para lo que uno deviene?6
Nosotras decimos, el heterocosmos es producto de la actividad humana histórica, opera a nivel
de códigos que, actúan como proyección en lo real, introyección en lo imaginario, o deflexión en lo
simbólico.7 E instauran formas de vida, cada una de las cuales lleva implícito un valor. Valor que
coloca a los hombres en sospechosos y a las mujeres, en chicas del montón.

+ –
HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE HOMBRE
BLANCO BLANCO BLANCO BLANCO BLANCO BLANCO BLANCO BLANCO MESTIZO MESTIZO
HETEROSEXUAL HETEROSEXUAL BISEXUAL HOMOSEXUAL HOMOSEXUAL HOMOSEXUAL TRAVESTI TRANSEXUAL HETEROSEXUAL HETEROSEXUAL
CASADO CASADO ACTIVO PASIVO CASADO CASADO
MULTÍPARO NULÍPARO MULTÍPARO NULÍPARO


MUJER MUJER MUJER MUJER MUJER MUJER MUJER MUJER MUJER
BLANCA BLANCA BLANCA BLANCA BLANCA MESTIZA MESTIZA MESTIZA MESTIZA
HETEROSEXUAL HETEROSEXUAL BISEXUAL HOMOSEXUAL TRANSEXUAL HETEROSEXUAL HETEROSEXUAL BISEXUAL HOMOSEXUAL
CASADA CASADA CASADA CASADA
MULTÍPARA NULÍPARA MULTÍPARA NULÍPARA

Visto así, el heterocosmos se constituye como una fabrica semiótica de feminidad, de


masculinidad, de infancia, de sexo, de género, de argumentaciones de familia, parentesco, prácticas
sexuales, en fin, donde la heterosexualidad sea obligatoria y sea norma, donde se reproduzca la
división asimétrica de los sexos. Esta organización, por tanto, debilita y agota las fuerzas vitales,
pues te dicen quién eres, qué hacer, cómo moverte, deciden, viven por ti y hasta qué tipo y nivel de
maricón ocupas en su escala social, o bien cercana a lo masculino-heterosexual, a lo heterosexual
hegemónico, o bien alejada del coito anal, o lo femenino. Empobrecen la vida reduciendo todo a
un organismo o totalidad significante.8 Lógicas que aseguran la subordinación de una criatura sobre
otra. ¿Hasta cuándo? Si lo pensamos como un texto, en esta cosmicidad hay líneas de articulación,
estratos, territorialidades, pero también líneas de fuga, movimientos que Deleuze llama de
desterritorialización y desestratificación. Hay acto de escribir porque hay acto de deslindar, escribir
como cartografiar.9 Por lo tanto, es posible experimentar fuera del heterocosmos. Pero donde hay
experimentación hay peligro.

III. EXPERIMENTAR

Entonces, ¿qué hay más allá de la fabricación semiótica de la masculinidad, del heterocosmos? La
experimentación será en Deleuze la consecuencia inmediata de la organización nómada. Hay
experimentación no cuando se piensa un límite, sino cuando se le enfrenta.10 Franquear ese límite
permite malcriarnos, devenir otras, devenir imperceptibles, es decir, devenir chicas del montón. La
cuestión de la vida, esto es, la fuerza que persiste en el tiempo y los cambios que le suceden, es
abordada por Deleuze como un experimento espontáneo, un proceso siempre abierto y en
transformación. Porque la vida será lo indeterminado, lo experimental. Cuando experimentamos lo
hacemos, sin saber el resultado, por ello el peligro. Experimentamos no para saber ¿qué pasa?, sino
para saber ¿de qué somos capaces?, para saber ¿de qué es capaz la escritura?
A juicio de Bruce Baugh, en Deleuze, hay experimentación porque se busca investigar, explicar
cómo funcionan las cosas. Se busca desmantelar los ensamblajes, la organización, las características
y el orden de relación de las partes de dichos ensamblajes: sus estructuras, flujos, sus conexiones y
tendencias resultantes, las funciones y los usos, lo que hacen y lo que se hace con ellos.11 ¿Es
posible desmantelar el cuerpo masculino-heterosexual? En este sentido, ¿es el heterocosmos un
ensamblaje capaz de potenciar la vida colectiva? ¿Tiene la capacidad de producir nuevos
acontecimientos cada vez? ¿Produce modos de existencia que son favorecedores para el orden
social, político, artístico, ético? ¿Es por casualidad que tal cosmicidad permite experimentar una
vida distinta a ella? Entonces, ¿cómo experimentar, cómo fugarse de la producción de prácticas, de
semióticas y de modos de existencia, cómo desorganizar el cuerpo masculino-heterosexual del
heterocosmos? Una manera es escribir.
IV. ESCRIBIR

Escribir es el signo de una ruptura, un boquete que quiebra la continuidad del varón heterosexual
centroeuropeo adulto y blanco. Pero, ¿cómo? En Deleuze, el acto de escribir se lanza hacia lo
informe y lo inacabado. Escribiendo se deviene homosexual, se deviene mujer, trans, marica, joto,
lesbiana, manada, otro. Pero lo que hay, para él, son movimientos que se sustraen a toda forma,
desarticulación de todas las formas preestablecidas. Para hallar, como hemos visto al inicio, una
zona de indiscernibilidad, de imprevistos, de malacrianzas. Si el heterocosmos produce el cuerpo
masculino heterosexual, la organización de instituciones para su reproducción, las disposición de
espacios, el heterotopo donde moverse, la disposición ecológica, si escribe en plena carne, marca
los cuerpos, los órganos y marca en los hombres una memoria, 12 ¿puede ser la escritura un
movimiento diferente, puede reescribirse el campo social, los cuerpos, los espacios, las
instituciones, la lengua? Para Lapoujade, escribir es posible a condición de deformar la lengua, de
crear otras gramáticas, de hacer sufrir torsiones que la desarticulen, vaciarla o saturarla para borrar
su realidad objetiva.13
La heterosexualidad, apunta Paul B. Preciado, «se presenta como un muro construido por la
naturaleza pero es sólo un lenguaje: un amasijo de signos, sistemas de comunicación, técnicas

coercitivas, ortopedias sociales y estilos corporales». 14 Pero, no es una categoría sexológica,


sexológicamente (anal)izable, nos lleva más allá de su representación clínica, para decirlo con René
Schérer, hace estallar las certezas de identificación. Con la escritura se descubre el plano en que
esta se fundamenta, pero descubrirlo escribiendo no es ya una solución sino un problema: el de
poner en duda su propia existencia. La escritura cortocircuita la comunicación hetero-humana, la
riqueza en signos por ejemplo de la homosexualidad escrita, descrita por Deleuze, continua
Schérer, la dota de una profundidad que no consiste en nada más que en su reticencia a las
convenciones de la escritura corriente sobre la que está fundado el orden social del heterocosmos.15
Escribir permite escapar de la representación hegemónica de hombre, pero hay en la escritura el
acto infinito de devenir otro, devenires inmanentes a la escritura, incluso por «la vergüenza de ser
un hombre, ¿hay acaso alguna razón mejor para escribir?», se planteó el Deleuze de ‘Crítica y
Clínica’.16
Desorganizamos el cuerpo masculino-heterosexual, por la vergüenza de ser-hombre, por la
vergüenza de ser-humano, por la vergüenza de ser-una chica del montón, por la vergüenza de no
poder devenir transexuales. ¿Pero cómo se es un hombre? ¿Quién puede asegurar que lo es, incluso
que «se es algo»? ¿Existe acaso una escritura cuir? Las sexualidades y los cuerpos disidentes, o
periféricos como los llamó Foucault,17 se dicen fuera del heterocosmos. Escribir para resistir a la
masculinidad, para crear alianzas, para descentrar el falo, como lo hicieron alguna vez Deleuze &
Guattari, Guy Hocquenghem y su eco en los españoles Paul B. Preciado, Javier Saez y Sejo
Carrascosa, 18 escribir para cultivar estados visionarios, como lo están haciendo la negrona, la
indígena, la mestiza, la discapacitada, la transexual, la loca, la niña, la criminal, en fin, las chicas
del montón. Porque al ano, un órgano situado entre otros órganos, le intriga saber por qué no es
uno de los otros, sus compañeros. Porque lo que les intriga a las malcriadas, a las chicas del
montón, es saber ¿por qué no ha de cuestionarse esta factoría de hombres, de categorías, de
identidades sexuales, a escala planetaria? Aunque quizá, al esclerotizado punto de vista
falocéntrico, habría que sumar el cuestionamiento además del genitalocentrismo antropocéntrico,
analocentrismo marica, organísmico y orgásmico, el pacto swinger, habría que cuestionar también
las formaciones represivas dominantes, las representaciones inconscientes. Habría que liberar, en
fin, la vida, que para eso funciona escribir.
Recordemos, en Deleuze, la escritura es una herramienta, una de transformación, una
herramienta que se posiciona en un estado abierto de indeterminación, pero a la par, de
producción, sin límites fijos y puesta en el campo de lo experimental. Entonces, hay transformación,
porque hay desorganización, hay desorganización porque hay creación, hay híbridos. Escribir así,
nos permite transformar estructuras de pensamientos rígidos, fijos o binarios, como el género, a la
manera de un rizoma cuir. Pero cuir, escribe Valeria Flores, «no como marca, sino como práctica,
en la que la escritura se mueve como un lugar de contrapoder frente a los lenguajes hegemónicos y
binarios del habla cotidiana subsumida bajo la matriz del manual de escuela. Escritura bastarda en la
que el silencio mismo es ruptura, resistencia a un sistema de signos, que piensa por sustracción, en
las páginas en blanco, las lagunas, las fronteras, los espacios, los agujeros en el discurso».19
Escribir, como una máquina que construya nuevos cuerpos, nuevos conceptos, nuevos
pensamientos, una cartografía de las fuerzas que nos movilizan o inmovilizan, un mapa de los
movimientos, las intensidades, los medios descentrados, la informalidad experimental. Porque así, la
escritura será un medio de transformación perpetua. De manera que nunca sepamos dónde estamos,
dentro o fuera del heterocosmos, o en su cambiante frontera.
V. CONCLUIR

Decimos entonces, para terminar estas líneas, escribir para liberar el cuerpo, la vida, el sexo, de las
relaciones, fundamentaciones, que los forman y deforman. Escribir para, como Xavier Villaurrutia,
contemplar una vida mejor a la que atan las costumbres. Escribir, en fin, para ser otre. Por eso la
manada atestigua que, «los códigos de la masculinidad son susceptibles de abrirse para que
operemos sobre ellos en una suerte de gender hacking perfo-protésico-lexical mediante la utilización
de juegos lingüísticos que escapen a las marcas de género, o que al menos las desquicien: proliferar
hasta el absurdo las anomalías psicosexuales. La puesta en escena de prácticas subversivas de
recitación de los códigos de masculinidad y feminidad a través de la exploración y experimentación
de los trastocamientos sexogénero consigue desestabilizar las categorías heterosexuales del
binomio».20 Hacer hacking mediante la escritura, malcriarse, seguir a las chicas del montón. Si la
masculinidad, el cuerpo masculino heterosexual se construye, vía el heterocosmos, vía la regulación
del culo, nosotras decimos: ¡A tomar por culo! Deleuze, Foucault y Guattari, como otras tantas, son
herederas de los movimientos feministas, como de los movimientos homosexuales y han llegado
hasta nuestros días, hasta hacer tambalear el cuerpo masculino heterosexual, hasta hacerlo caer,
una consecuencia de su escritura, porque escribir es una resulta de ese: inseminar por la espalda,
inseminar para desorganizar.
Referencias:
                                                                                                               
1. Ver por ejemplo el artículo de Paul B. Preciado “Queer: historia de una palabra” en Parole de Queer, revista digital disponible en:
<http://paroledequeer.blogspot.com/2012/04/queer-historia-de-una-palabra-por-paul.html>, (consultado en noviembre de 2019). Dice
allá: «Hubo un tiempo en el que la palabra “queer” sólo era un insulto. En lengua inglesa, desde el siglo XVIII, servía para nombrar aquello que por su
condición de inútil, mal hecho, falso o excéntrico ponía en cuestión funcionamiento del juego social. Eran “queer” el tramposo, el ladrón, el borracho, la oveja negra
y la manzana podrida pero también todo aquel que por su peculiaridad o por su extrañeza no pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer. La
palabra “queer” no parecía tanto definir una cualidad del objeto al que se refería, como indicar la incapacidad del sujeto que habla de encontrar una categoría en el
ámbito de la representación que se ajuste a la complejidad de lo que pretende definir. Desde el principio, “queer” es la huella de un fallo en la representación
lingüística que un simple adjetivo. Ni esto, ni aquello, ni chicha ni limoná...”queer”. Lo que de algún modo equivale a decir: aquello que llamo “queer” supone un
problema para mi sistema de representación, resulta una perturbación, una vibración extraña en mi campo de visibilidad que debe ser marcada con la injuria.»

2. Véase Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), España, Pre-textos, 2007, pp. 305-312.
 
3. Decimos «heterocosmos», para decir agenciamiento de la sexualidad, un agenciamiento que privilegia al hombre sobre la mujer, lo
heterosexual sobre la disidencia sexual, lo blanco sobre lo mestizo o lo indio, el cuerpo del varón, sobre el de la mujer o la discapacidad,
entre otros.
 

4. Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, España, Pre-textos, 2004, 522 pp.
 

5. Gilles Deleuze, Crítica y clínica, España, Anagrama, 1996, p. 5.

6. Ver el ensayo de la antropóloga norteamericana Gayle Rubin “El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo” en
Nueva Antropología, vol. 8, número 30, México, UNAM, 1986, pp. 95-145.

7. Ver por ejemplo los tres registros en Jacques Lacan, De los nombres del padre, Paidós, Argentina, 2005, 110 pp.
 
8. Gilles Deleuze y Félix Guattari, El antiEdipo. Capitalismo y esquizofrenia, España, Paidós, p. 258.  
 
9.  Ibíd., p. 11.
 
10. Ver el Deleuze de David Lapoujade en Los movimientos aberrantes, Argentina, Cactus, 2016, 316 pp.
 
11. Bruce Baugh, “Experimentation”, en Adrian Parr, The Deleuze Dictionary, Escocia, Edinburgh University Press, 2010, pp. 93-95.
 

12. Gilles Deleuze y Félix Guattari, El antiEdipo. Capitalismo y esquizofrenia, Ídem.


 
13. David Lapoujade, Loc. Cit.
 
14. Ver el epílogo de Paul B. Preciado, “Terror Anal” en Guy Hocquenghem, El deseo homosexual, España, Melusina, 2009, p. 140.
 
15. René Schérer, Deleuze y la cuestión homosexual. Una vía no platónica de verdad, Chimeres Retour vers le futur, 32, pp. 355-382, disponible en:
<http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/018_18.pdf>, (consultado en noviembre de 2019).

16. Gilles Deleuze, Loc. cit.


 
17. Michel Foucault, Historia de la Sexualidad 1. La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 2007, p. 48. Escribe allá Foucault en el
apartado “La Implantación Perversa”: «La explosión discursiva de los siglos XVII, y XIX provocó dos modificaciones en ese sistema centrado en la alianza
legítima. En primer lugar, un movimiento centrífugo respecto a la monogamia heterosexual. Por supuesto, continúa siendo la regla interna del campo de las
prácticas y de los placeres. Pero se habla de ella cada vez menos, en todo caso con creciente sobriedad. Se renuncia a perseguirla en sus secretos; sólo se le pide que se
formule día tras día. La pareja legítima, con su sexualidad regular, tiene derecho a mayor discreción. Tiende a funcionar como una norma, quizá más rigurosa,
pero también más silenciosa. En cambio, se interroga a la sexualidad de los niños, a la de los locos y a la de los criminales; al placer de quienes no aman al otro
sexo; a las ensoñaciones las obsesiones, las pequeñas manías o las grandes furias. A todas estas figuras, antaño apenas advertidas, les toca ahora avanzar y tomar
la palabra y realizar la difícil confesión de lo que son. Sin duda, no se las condena menos. Pero se las escucha; y si ocurre que se interrogue nuevamente a la
sexualidad regular, es así por un movimiento de reflujo, a partir de esas sexualidades periféricas».

18. Ver por ejemplo, Gilles Deleuze y Félix Guattari, El antiEdipo. Capitalismo y esquizofrenia, España, Paidós, 428 pp./ Guy Hocquenghem,
El deseo homosexual, España, Melusina, 2009, 174 pp. 140/ Paul B. Preciado, Manifiesto contrasexual, Epaña, Ópera prima, 2002, 177 pp./
Javier Sáez, Sejo Carrascosa, Por el culo. Políticas anales, España, Egales, 2011, 184 pp.

19. Valeria Flores, Interruqciones. Ensayos de poética activista. Escritura, política, educación, Argentina, La Mondonga Dark, 2013, p. 55.

20 .Ver Manada de lobxs, Foucault para encapuchadas, Argentina, Queen Lud, 2017, 170 pp.

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