Tres Formas de Falta de Objeto
Tres Formas de Falta de Objeto
Tres Formas de Falta de Objeto
La armonía en una relación es un asunto problemático. Hay una hiancia, algo que no va.
En la doctrina freudiana el objeto se presenta de entrada en una búsqueda del objeto
perdido. El objeto es siempre el objeto vuelto a encontrar.
Esta el objeto de la reciprocidad imaginaria, o sea que en toda relación del sujeto con el
objeto, el sujeto ocupa ambos términos de la relación. La identificación con el objeto
esta en el fondo de toda relación con él. A este punto se da la práctica en la técnica
analítica moderna, con el resultado de un imperialismo de la identificación.
Por otra parte en la neurosis obsesiva se da que: aquel es un actor que desempeña su
papel y cumple cierto de número de actos como si estuviera muerto. Se entrega a un
juego para resguardarse de la muerte. Se muestra invulnerable. Con este fin se consagra
a una dominación que condiciona su contacto con los demás. Se le ve en una especie de
exhibición, en un juego que trata de ver hasta dónde puede llegar con los demás, el otro,
su alter ego, su propio doble. Y su juego se desarrolla delante Otro. el mismo es solo un
espectador. Sin embargo no sabe qué lugar ocupa.
Ahora es importante el objeto significativo para este sujeto. En este juego el sujeto de
algún modo, ha matado su propio deseo por adelantado, lo mortifica. Hay que demostrar
lo que él ha articulado para ese Otro espectador que es el mismo sin saberlo y en cuyo
lugar nos va poniendo a medida que avanza la transferencia.
El carácter de la relación de objeto imaginaria es oral. Si se toma la relación dual como
real, una práctica no puede sustraerse a las leyes de lo imaginario y a lo que conduce
esta relación es al fantasma de la incorporación fálica.
La relación imaginaria, esta modelada en base a una determinada relación, la de madre-
hijo. Sin embargo la teoría trata de reducirla en última instancia a no ser más que el
desarrollo de las relaciones madre-hijo,
Se le presenta imposible que no se manifieste el falicisimo de la experiencia analítica.
No se puede reducir el falicismo imaginario a la relación real. Es necesaria la trinidad de
lo simbólico, imaginario y lo real.
En cuanto se habla de la relación de objeto en términos de acceso a lo real. ¿Es real o no
lo es el objeto?
Toda la dialéctica del desarrollo individual, así como la del análisis, giran alrededor del
falo. La noción de falicismo implica de por si aislar la categoría de lo imaginario.
Nunca se puede prescindir de la falta de objeto. Es el motor de la relación del sujeto con
el mundo.
Hay que diferenciar entre castración, frustración y privación. Si puede hablarse de
privación es a propósito de lo real, como algo distinto de lo imaginario. La privación es
esencialmente una falta real. Un agujero.
La frustración es un daño imaginario. Está en el dominio de la reivindicación, de la
exigencia sin ley. La castración está en la categoría de la deuda simbólica.
¿Qué objeto es el que falta en estos tres casos? En la castración, lo que falta, es lo que
sanciona la ley y le da su soporte, y su inverso, el castigo, evidentemente no es un
objeto real. Aquí el objeto es imaginario. Se castra un objeto imaginario. Pq la
castración es una falta imaginaria del objeto, el falo. Y el objeto de la frustración, a la
inversa, es un objeto real, por muy imaginaria que sea la frustración. Por otra parte, el
objeto de la privación es un objeto simbólico. Todo lo que es real esta fijo en un lugar,
aunque se desordene. La ausencia de algo en lo real es puramente simbólica. Si falta, es
pq mediante una ley definimos que debería estar ahí. Es decir que la privación es una
falta real, un agujero, pero solamente de un objeto simbólico, pq lo real está siempre, es
decir que solo puede ser falta simbólica, mediada por la ley.
La metáfora paterna
El padre interviene en diversos planos. De entrada prohíbe la madre. Aquí está
vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Mediante toda su
presencia, presencia de sigte, por sus efectos en el icc, lleva a cabo la interdicción de la
madre.
La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor imaginario a la
castración. Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de la ley, la
castración se manifiesta en el plano imaginario.
En el nivel de la amenaza de castración se trata de la intervención real del padre con
respecto a una amenaza imaginaria. La castración es un acto simbólico cuyo agente es
alguien real, el padre.
Por otra parte, el padre lo que prohíbe es a la madre. En cuanto objeto suya. El padre
frustra claramente al niño de su madre.
Aquí otro nivel, el de la frustración. El padre interviene como provisto de un derecho,
no como personaje real. Aquí el padre en cuanto simbólico interviene en la frustración,
acto imaginario que concierne a un objeto real.
El tercer nivel, el de la privación. Se trata del padre en tanto que se hace preferir a la
madre, y que conduce a la formación del ideal del yo. El padre se convierte en un objeto
preferible a la madre. momento de identificación y salida del complejo de Edipo.
En la niña, cuando el padre se convierte en el ideal del yo, ella reconoce que no tiene
falo. Pero para el varón no sería una salida buena. En el momento de la salida
normativizante del Edipo, el varón reconoce no tener, no tener lo que tiene, lo que no
tiene en el caso de la niña. Lo que ocurre en el nivel de la identificación ideal, debe
conducir a la privación. Para la niña este resultado es del todo admisible pero queda la
penisneid.
El padre en el complejo de Edipo, no es n objeto real, aunque intervenga como tal.
El padre es una metáfora. Un signifícate que viene en lugar de otro sigte. Aquel sigte
sustituye al primer sigte introducido en la simbolización, el sigte materno. El padre
ocupa el lugar de la madre, S en lugar de S’, siendo S’ la madre en cuanto vinculada ya
con algo que era x, el significado en la relación con la madre.
La madre va y viene. ¿Qué es lo que quiere ella? Da vueltas a otra cosa. A la x, su
sigfniciado es el falo. El niño es el objeto parcial, o sea el falo. Si el niño entrevea lo
que es la x imaginaria, puede hacerse falo. La vía es la metafórica. Mediante el sigte del
padre el niño puede entrever que el objeto de deseo de la madre es el falo.
El sujeto, en tanto habla, ¿desarrolla una estructura? La cuestión de sus relaciones en
tanto que habla no podría reducirse simplemente a otro, siempre hay un tercero, el Otro,
constituyente de la posición del sujeto como hablante.
La primera relación de realidad se perfila entre la madre y el niño. El padre para
nosotros aquí es real, en tanto que las instituciones le confieren su nombre de padre. La
posición del nombre del padre, la calificación como procreador, es un asunto que se
sitúa en el nivel de lo simbólico. Es una necesidad de la cadena sigte. En el interior de la
función del nombre del padre, se introducen significaciones, que depende de la función
del padre, correspondiente al Nombre del padre en tanto significante en la cadena sigte.
Un significante solo no es nada, siempre es en relación a otros.
El niño depende del deseo de la madre, la primera simbolización, de la ausencia o su
presencia. Así el niño desprende su dependencia respecto del deseo de la madre. Esta se
instituye como ser primordial que puede estar o no. el deseo del niño es deseo del deseo
de la madre, a esto se refiere la presencia o ausencia. Entonces en esta primera
simbolización, se le abre al niño la dimensión, de que la madre puede desear en el plano
imaginario, ya que su deseo es el deseo de aquella. Hay en ella el deseo de Otra cosa
distinta que satisfacer mi propio deseo. ¿Cómo se lee lo Otro que el sujeto desea? No se
efectúa sin la intervención de algo más que la simbolización primordial, ese algo más
que hace falta es precisamente la existencia detrás de ella de todo el orden simbólico del
cual depende y como está ahí, permite cierto acceso al objeto de su deseo. Este objeto
es el falo y a su alrededor gira la relación de objeto. el falo es privilegiado en lo
simbólico.
Hay una simetría entre falo, en un vértice imaginario, y padre, en el vértice del ternario
simbólico. No es una simple simetría, es un vínculo de orden metafórico.
La posición del sigte del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el
plano imaginario.
Hay estados distintos en los que el niño se identifica con el falo. La relación del niño
con el falo se establece porque el falo es el objeto del deseo de la madre.
El padre en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, del objeto fálico,
desempeña un papel del todo esencial. El sujeto ha tomado posición en la infancia
respecto del papel desempeñado por el padre en el hecho de que la madre no tenga falo.
Aquí se trata de la privación. Ahí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas
no tiene, de algo que solo tiene existencia pq lo haces surgir en la existencia en cuanto
simbólico, en cuanto la ley lo sanciona. Si no lo tiene es pq ya está proyectado en el
plano simbólico como símbolo. Toda privación real requiere de simbolización. Es en
este momento de privación, cuando se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar,
simbolizar el mismo, de convertir en sigte esa privación de la que la madre es objeto.
Esta privación, el sujeto infantil la asume o no, la acepta o no. este punto es esencial.
Este es el punto nodal. Aquí el padre entra en función como privador de la madre, se
perfila detrás de la relación de la madre con el objeto de su deseo como el que castra, es
castrada la madre. Si el niño no franquea este punto nodal, no acepta la privación del
falo en la madre, mantiene una identificación con el objeto de la madre. ¿Por qué no se
acepta la privación?
La cuestión que se plantea es ser o no ser el falo. En el plano imaginario, para el sujeto
se trata de ser o no ser el falo. La fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la
posición de “elegir”. Pero en realidad su alternativa depende de la matriz simbólica.
En otro momento lo que está en juego es tener o no tener. En medio esta el complejo de
castración. La cuestión de tenerlo o no se soluciona, por medio del complejo de
castración. Lo cual supone que para tenerlo, ha de haber habido un momento en que no
lo tenía. La posibilidad de estar castrado es esencial en la asunción del hecho de tener el
falo.
Entonces el sujeto con respecto a la privación de la madre la acepta o no acepta y en la
medida en que no acepta, eso lo lleva hombre o mujer, a ser el falo.
Cuando se trata de tenerlo o no tenerlo, el padre interviene como real. En primer lugar,
es preciso que este fuera del sujeto, constituido como símbolo. Ahora intervendrá como
personaje real, revestido del símbolo primero.
El padre entonces entrara en juego como portador de la ley, como interdictor del objeto
que es la madre. El Nombre del padre como sigte, está vinculada con la interdicción del
incesto; en el complejo de castración el padre promulga efectivamente la ley. Hace de
obstáculo entre el niño y la madre, por derecho y de hecho. Padre portador y padre
investido del sigte del padre.
Una vez atravesado el orden simbólico, el deseo pasa al estado de demanda, encuentra
su objeto primordial. El deseo es algo que se articula. Un mundo donde reina la palabra,
que somete al deseo de cada cual a la ley del deseo del Otro. La demanda se hace valer
ante la madre pq atraviesa la cadena sigte.
La ley de la madre es una ley incontrolada, para el sujeto significa que algo de su deseo
es dependiente de otra cosa.
No hay sujeto si no hay sigte que lo funda. Si el primer sujeto es la madre, es en la
medida en que ha habido las primeras simbolizaciones constituidas por el par sigte del
fort-da.
El niño empieza como súbdito. Está sometido al capricho de aquello de lo que
depende, capricho articulado en tanto ley.
La cuestión de esa Otra cosa a que se dirige la madre, no tiene que ver tanto con la
relación personal entre padre y madre, sino de la madre con la palabra del padre. Lo que
cuenta es la función en la que intervienen, el nombre del padre, en segundo lugar, la
palabra articulada del padre y tercero la ley en tanto que el padre está en relación intima
con ella. Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de lo que esta
mas allá de su ley, la de ella y de su capricho. Se trata del padre en cuanto Nombre del
padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley. Es a este respecto como es
aceptado o no por el niño como aquel que priva o no a la madre del objeto de su deseo.
O sea que la privación del padre al objeto de deseo de la madre, el falo, se da en tanto
que para llegar a ese objeto de deseo, sea mediado por la ley, y lo será según la relación
entre la madre y la palabra del padre, en tanto Nombre del padre; la madre tendrá que
fundamentar al padre como mediador del mas allá y de esto el niño aceptara o no que el
padre prive o no.
Entonces en el primer tiempo, el niño busca, el deseo de deseo de la madre, ser o no ser
el falo. Introduce su demanda. Se recorre un trayecto, se da el ego y enfrente el otro, al
que se identifica y tratara de ser.
El sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto del deseo de la madre. Es la
etapa fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía del
falo, la ley y el discurso.
En el segundo tiempo, en el plano imaginario, el padre interviene como privador de la
madre, ósea que la demanda dirigida al Otro, es remitida a un tribunal superior, el Otro
del Otro. Aquí, la ley que desprende al sujeto de su identificación, lo liga al mismo
tiempo, con el hecho de que la madre es dependiente de un objeto que el Otro tiene o
no. El falo se entiende, no es el órgano, es el sigte del deseo del Otro; el padre priva a la
madre de su objeto de deseo, el falo. El sujeto en cuanto interroga al Otro, encuentra en
algún lado al Otro del Otro, su propia ley. Así sucede que al niño le vuelve la ley del
padre concebida imaginariamente. Se desprende al sujeto de su signcion y lo liga a esta
ley. La madre es dependiente de un objeto no simplemente el falo, sino un objeto que el
Otro tiene o no tiene. El objeto de su deseo es poseído en la realidad por aquel mismo
Otro a cuya ley ella remite. Pero la madre debe fundamentar esta mediación, o el niño
quedara como súbdito porque la relación con la palabra del padre no dicta la ley.
En el caso de Juanito la posición del padre es cuestionada por el hecho de que no es su
palabra lo que para la madre dicta la ley. Y en el caso de Juanito falta lo que debería
producirse en el tercer tiempo
La tercera parte, es causa de la salida del complejo de Edipo. El padre ha demostrado
que tiene el falo, en tanto es el portador de la ley, es decir que en tanto la madre obedece
a la ley y busca su objeto en el Otro, es aquel quien puede dárselo. Atravesada la
segunda etapa de privación del falo por el padre castrador, el padre debe mantener su
promesa. Interviene como el que tiene el falo y no como el que lo es, así reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado por la madre, y no ya solo como objeto privado.
Por mucho que lo desee, se encuentra en el Otro.
El padre puede darle a la madre lo que ella desea y puede dárselo pq lo tiene y pq esta
castrada justamente por la ley del padre. Aquí interviene la potencia en el sentido
genital. Aquí vuelve la relación padre y madre al plano real. En tanto la madre castrada,
se implica la desposesión y el padre solo tiene el falo.
Identificación con el padre en tres tiempos:
En primer lugar la instancia paterna se introduce bajo una forma velada. Por eso la
cuestión del falo ya está planteada. Y el niño reconoce al objeto.
En segundo lugar se afirma en su presencia privadora, en tanto portador de la ley, de
forma mediada por la madre, que le da lugar de dictador. Madre castrada. El padre es el
falo.
En tercer lugar, el padre se revela como el que tiene el falo. Aquí se debe producir la
identificación con el padre. Se forma el ideal del yo. Aquí el padre interviene como real
y potente. Tiempo que viene tras la privación, o la castración, que afecta a la madre, a
la madre imaginada, por el sujeto, en su posición imaginaria, la de ella. La metáfora,
conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría de sigte, está ahí en reserva
y su signcion se desarrolla mas tarde. En cuanto viril, un hombre es siempre su propia
metáfora.
Para la mujer, esta tercera etapa es más fácil, sabe donde esta eso y sabe donde ha de ir
a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene.
Hay dos cadenas, las S del nivel superior que son sigtes, mientras que debajo
encontramos todos los sigdos ambulantes que circulan. Lo que se produce es una
fijación entre un sigte y otro.
El padre es, en el Otro, el sigte que representa la existencia del lugar de la cadena
sigte como ley. Esta encima de ella. El padre está en una posición metafórica si y solo si
la madre lo convierte en aquel con su presencia que sanciona la existencia del lugar
de la ley. El padre como sigte representa la ley en la cadena de significantes.
En el primer tiempo, tenemos al deseo de deseo. El niño está aislado, desprovisto de
todo lo que no sea el deseo de aquel Otro que el ya ha constituido como el Otro que
puede estar presente o ausente. El objeto de deseo de la madre es el falo. Aquí es un
objeto metonímico. Debido a la cadena significante circulara, por todas partes en el
significado. El significante determina este circular.
El Je latente del niño va a D a constituirse en el Otro que es la madre y lo que circula en
D vaya como mensaje. El niño recibe el mensaje en bruto del deseo de la madre, y
metonímicamente lo que dice la madre permite que el niño se identifique con el objeto
de deseo de ella. Esto equivale a la posición de súbdito que obtiene el niño.
En el segundo momento, tenemos al padre en cuanto mediado por la madre, esta vez
menos velado. El padre interviene en calidad de mensaje para la madre. Tiene la palabra
y enuncia una prohibición, que se transmite al niño, dirigido al niño y a la madre. La
prohibición llega en cuanto Otro del Otro, y así el niño se encuentra cuestionado en su
posición de súbdito. El falo está afectado por la interdicción paterna.
En la primera etapa ya hay un primer cierre del círculo del deseo y el hallazgo del
objeto de deseo de la madre. Sin embargo todo es cuestionado por la interdicción
paterna. si puede establecerse la tercera etapa es porque el niño es desalojado y la
posición ideal en la que el cumple la función de ser un objeto metonímico y se convierte
en otra cosa, pues se identifica con el padre y consigue un titulo.
El padre en el tercer tiempo interviene en tanto da lo que priva. Se manifiesta como
dador.
La niña y el falo.
Deseo como demanda significada. Esto implica en el sujeto, la acción estructurante de
significantes constituidos con respecto a la necesidad en una alteración esencial, debida
a la entrada del deseo en la demanda.
Paréntesis. Lo que Freud reconoce como deseo en el sueño se distingue ciertamente por
la alteración de la necesidad. En el fondo esta enmascarado porque se articula en un
material que lo transforma. Supone la intervención de una estructura. Lo que ocurre en
el sueño está sometido a las modas y a las transformaciones del sigte, a las estructuras
de la metáfora y de la metonimia. Lo que da la expresión del deseo en el sueño, es
ciertamente, la ley del sigte. Un deseo icc se expresa a través de la mascarada de lo que
le habrá proporcionado ocasionalmente al sueño su material. Nos es significado a través
de las condiciones siempre particulares que le impone al deseo la ley del sigte.
El sujeto depende primordialmente del deseo del Otro. Su deseo ya está en si mismo
modelado por las condiciones de la demanda. Su deseo está sometido a la ley del deseo
del Otro.
Lo importante no es la frustración de algo real, sino aquello en lo que el sujeto ha
descubierto y le ha echado el ojo a aquel deseo del Otro que es el deseo de la madre.
El exterior para el sujeto esta dado de entrada, como el sitio, el lugar donde se sitúa el
deseo del Otro y donde el sujeto ha de ir a su encuentro y no como algo que se proyecta
desde el interior del sujeto como dice Klein.
Hay que plantear de entrada la triada simbólica, la madre el niño y el padre.
El padre se sitúa mas allá de la ausencia o presencia de la madre, en cuanto sentido,
presencia sigte, lo que le permite o no manifestarse.
En la relación imaginaria, la imagen de sí, del cuerpo, desempeña el papel primordial.
La imagen central como imagen del cuerpo, depende de su relación fundamental con la
triada sigte. Esta relación con la triada sigte introduce aquel tercer término por el cual el
sujeto, más allá de su relación dual, demanda ser significado.
Algo ha de señalar que mi deseo debe ser significado. Se requiere un símbolo general de
ese margen que siempre me separa de mi deseo y debido al cual mi deseo siempre está
marcado por la alteración que experimenta por la entrada en el significante. Hay un
símbolo de esa falta fundamental necesaria para introducir mi deseo en el sigte y hacer
del deseo al que me enfrento. Este símbolo designa el sigdo en tanto que siempre es
sigcado alterado.
La función constituyente del falo: es el significante fundamental por el que el deseo
del sujeto ha de hacerse reconocer como tal deseo, trátese de hombre o mujer. El deseo
en el sujeto tiene esta referencia fálica. El propio sujeto ha recibido su significación de
un signo con el que ha de sostener su poder de sujeto, y este signo solo lo obtiene si se
mutila de algo a cuenta de cuya falta ir a todo el resto.
El sujeto ocupa un lugar en tanto se da la mutilación fundamental gracias a la cual el
falo se convertirá en el significante del poder, el cetro, y gracias a la cual también la
virilidad podrá ser asumida.
El penisneid resulta ser la articulación esencial de la entrada de la mujer en la dialéctica
edipica, así como la castración se encuentra en el corazón de la dialéctica del hombre.
Interviene en distintos tiempos, en tres formas distintas. Hay penisneid en el sentido del
fantasma. Afán de que el clítoris sea pene. Luego interviene como deseo del pene del
padre y queda frustrado por la prohibición edipica. Finalmente surge el fantasma de
tener un niño del padre, un pene bajo forma simbólica.
La frustración es imaginaria, que afecta a un objeto real, el pene del padre. La privación
es real y afecta al pene simbólico, esperado como niño por parte del padre. Y la
castración amputa simbólicamente al sujeto de algo imaginario. Es un fantasma aquí.
El falo interviene como significante privilegiado en la relación edipica de la niña. El
falo desempeña más bien el papel de fetiche que el de objeto fóbico.
Freud nos dice que la exigencia infantil carece de finalidad. Lo exige todo y cae a la
desilusión, entrando en una posición normativa. Aquí se podría articular la cuestión de
la demanda y el deseo.
El falo entra como el significante de la falta. El sigte de la distancia entre la demanda
del sujeto y su deseo. La pasa por el sigte fálico para entrar en una dialéctica
determinada por el intercambio. Se convierte ella misma en un objeto de intercambio. El
hecho de que el sujeto se inscriba en el mundo significante queda puntuado en la mujer
por ese deseo que en cuanto sigdo deberá permanecer siempre a una distancia de algo
natural. Algo debe quedar amputado, para que se convierta en el elemento sigte que se
introduce en la demanda.
El falo en cuanto objeto del deseo de la madre, le pone una barrera infranqueable a la
satisfacción del deseo del niño, o sea ser el mismo el objeto exclusivo del deseo de la
madre. y esto lo empuja a buscar una serie de soluciones. El deseo no encuentra
satisfacción, ha de convertirse en demanda, deseo alienado.