Creacion de La Universidad Peruana
Creacion de La Universidad Peruana
Creacion de La Universidad Peruana
En todas las formas estables de sociedad, la educación ha sido un canal de transmisión de los
valores culturales y modos de vida. Y junto a su complejidad revela tanto la magnitud de su poder
liberador y transformador cuanto sus impotencias y deficiencias. Pero de todos modos, para
introducir cambios en una realidad educativa es indispensable considerar sus fuerzas impulsoras a
través del tiempo y distinguir las principales líneas que le imprimen dirección y sentido. En esta
perspectiva, la motivación que antes tuvieron los hombres no debe omitirse para entender
plenamente la problemática actual de las instituciones educativas. Éstas, incluidas las universidades,
solo serán comprendidas a cabalidad en lo que son actualmente siempre que se estudien los hechos
de mayor trascendencia de su desarrollo histórico.
Entonces, conocer el punto de partida de una institución, como la universidad, es importante por su
gravitación en el proceso evolutivo de su filosofía, su estructura y funcionamiento, de modo que las
modificaciones que recaigan sobre estos y demás elementos, aludirán a su origen y repercutirá en su
mayor o menor proyección sobre la sociedad. Importante expresión del dominio territorial durante la
colonia fue la fundación de ciudades, donde se reproducía la organización social y las formas de vida
de la metrópoli. Y como el proceso de penetración hispana pretendía justificarse culturalmente,
surgió la necesidad de fundar establecimientos educativos conforme al modelo europeo. Como otras
instituciones –municipalidades, cortes de justicia, iglesia católica- las universidades son en el Perú
instituciones traídas por los conquistadores en el siglo XVI.
Pero el cambio de espacio de las universidades –de Europa al Perú- no implicó la introducción de
nueva estructura, nueva orientación, nuevos contenidos y nuevos métodos. Habíanse forjado durante
la edad media europea, cuatro siglos antes de erigirse la primera universidad en el Perú. Aquí
repitieron la tradición académica de su espacio originario. Fueron una prolongación del modelo
universitario español.
Las universidades en el Perú y América son, pues, instituciones de transplante. Fueron traídas por
los conquistadores. La Universidad de San Marcos fue erigida tan solo a los dieciséis años de la
fundación de Lima, ocurrida en 1535, y a los diecinueve de la entrada de los españoles al
Tahuantinsuyo (1532). Su origen y evolución en sus primeros tiempos corren paralelos con el periodo
de dominación hispana. Nacida como el Estudio General o Universidad de la Ciudad de los Reyes
del Perú, después, en 1574, llamada de San Marcos, es un caso único en la historia de la educación.
Cuando se funda, en Lima existían solamente algunas escuelas de primeras letras a cargo de
religiosos dominicos; en el resto del extenso territorio peruano, aunque en menor cantidad, también
funcionaban otras pequeñas escuelas. Pero todas eran escuelas elementales donde se enseñaba a
los niños a leer, escribir, contar, cantar y catecismo. Esto quiere decir que de un nivel educativo de
primeras letras se dio un salto a la educación universitaria. Los colegios mayores, colegios
seminarios y colegios de caciques aparecieron después. Estos centros de estudios representaban el
nivel de educación intermedia.
La idea germinal para dar vida a una universidad en Lima se encuentra en el acuerdo tomado por los
dominicos el 1 de julio de 1548, cuando celebraron su reunión capitular en el Cusco. En efecto, como
estos religiosos estudiaban artes y teología en sus conventos de las dos ciudades mencionadas
para, a su vez, preparar a sus novicios cuyo número aumentaba, resolvieron establecer un “estudio
general” en el convento del Rosario, para cuyo efecto designaron lector de teología al prior fray
Domingo de Santo Tomás, autor de la iniciativa, y al año siguiente comenzaron las clases. Este
hecho habría motivado que los vecinos, interesados en el asunto, se pronunciaran a favor de solicitar
una autorización oficial para contar con una institución universitaria.
El 23 de enero de 1550, el cabildo limeño acordó nombrar dos procurado res: a fray Tomás de San
Martín y al capital Jerónimo de Aliaga, para realizar las gestiones del caso ante la corte de Madrid.
Según las instrucciones, ellos debían pedir y suplicar al rey que en el monasterio de los dominicos
hubiera un Estudio General “porque estas partes están tan remotas de España y los hijos de los
vecinos y naturales, enviándolos a los estudios de España sería hacer grandes gastos y por falta de
posibilidad algunos se quedarían ignorantes”. El fraile era miembro de la Orden Dominicana y el más
motivado en el cumplimiento de la comisión, tan es así que al no encontrar a Carlos V en Madrid,
viajó tras él hasta Alemania, donde obtuvo la autorización anhelada, que luego fue suscrita por la
reina en Valladolid, como ya está anotado. El militar enfermó en España y tuvo escasa participación.
El Estudio General de Lima nació como una suerte de organismo de la Orden mencionada, cuyo
prior era al mismo tiempo el rector, pero acogía alumnos sin discriminar su procedencia. Inició sus
funciones el 2 de enero de 1553, precisamente, en la Sala Capitular del Convento del Rosario de los
Padres Dominicos, con la asistencia de la Real Audiencia en pleno, presidida por el licenciado
Andrés Cianca, el enviado de la corona don Cosme Carrillo, fray Juan Bautista de la Roca, su primer
rector y el cuerpo de profesores. La religiosidad estuvo presente, pues, desde el primer momento
que, desde luego, era el signo de aquellos tiempos. San Marcos no pudo, por lo tanto, ser indiferente
a la divulgación del cristianismo. Los profesores también eran dominicos, pero paulatinamente fueron
incorporándose miembros de otras órdenes y laicos.
Cuando gobernaba el virrey Francisco de Toledo, la Real Audiencia autorizó en 1571 a los doctores
residentes en Lima reunirse para elegir al rector, que podía ser religioso o laico. Efectivamente, fue
elegido el doctor Pedro Fernández de Valenzuela, primer rector laico, lo cual motivó el cambio de
local. La Universidad abandonó el convento de los dominicos y pasó a San Marcelo y luego a la
Plaza del Estanque, hoy Plaza Bolívar. El mismo año de 1571, con fecha 11 de octubre, el Rey
Carlos V autorizó que se expidieran las primeras Constituciones de la Universidad, las mismas que
fueron promulgadas por el virrey Toledo, “las más antiguas de América”, según Valcárcel,
modificadas diez años después para evitar el total predominio laico, de modo que el cargo de rector
sería ejercido en forma alternada por clérigos y laicos. Este hecho, la conversión de la Universidad
conventual en laica y su funcionamiento regido por sus propias normas, fue la primera reforma
universitaria en el Perú.
Además del rector, había otros cargos de menor jerarquía en la administración institucional: el
vicerrector, cuatro consiliarios o consejeros (dos mayores o antiguos, que eran doctores o maestros,
y dos menores o nuevos, que eran bachilleres), un secretario, un mayordomo o tesorero y dos
bedeles (mayor y menor), empleados responsables del orden y disciplina de los estudiantes y de
otras actividades cotidianas. Históricamente, las universidades, desde sus orígenes en los tiempos
medievales de Europa, cuando nacieron bajo el espíritu gremialista, con el nombre de studium
generale, primero, y luego el de universitas, estuvieron protegidas por la iglesia católica, en cuyas
escuelas catedralicias se gestaron durante el siglo XII. Y pronto quedaron estrechamente vinculadas
a las órdenes religiosas, cuyos conventos les sirvieron de infraestructura. Así apareció y aún perdura
el vocablo claustro –de origen conventual o monástico aplicado la institución universitaria. Sin
embargo, dicho vocablo aparece ahora antinómico de la concepción de universidad como institución
abierta y universalista que acoge a todas las expresiones del pensamiento y a sus miembros –
profesores y estudiantes- sin otra discriminación que no sea la de sus capacidades, aptitudes y
vocaciones. No era extraño, pues, que San Marcos también naciera con los auspicios de una
comunidad religiosa, y que desde entonces se usara el término claustro en alusión a la universidad.
Por haber sido fundada mediante Real Cédula, en el lenguaje actual podríamos decir que San
Marcos surgió como Universidad Estatal o Pública, entendiendo en este caso como Estado el de
España, cuyo gobierno monárquico ejercía dominio sobre el Perú, que no era un Estado soberano,
sino una porción muy importante del gigantesco Estado imperial hispano establecido en las Indias. Y
como el 26 de junio de 1571 su fundación fue confirmada por Breve del Papa Pío V, San Marcos
aparece también como Universidad Pontificia que, en términos del siglo XVI, le asignaba categoría
de institución ecuménica bajo protección del supremo jefe de la iglesia, el Papa, que al tiempo de
prominente figura religiosa era encumbrado personaje de la política mundial. Como Universidad Real
y Pontificia, es decir, por gozar de esa doble protección -poder civil y poder eclesiástico-, era una
academia de alcance universal cuyos grados tenían aceptación en toda la cristiandad.
Desde el punto de vista estrictamente académico, estuvo bajo influencia de la escolástica medieval;
en sus aulas imperó la enseñanza libresca, memorista y dogmática. El aprendizaje y defensa de una
doctrina implicaba citar autores y libros; así, la memoria fue la facultad intelectual más apreciada.
Penoso y rigorista, el aprendizaje de conceptos y fórmulas científicas, de teorías filosóficas y
corrientes literarias demandó grandes esfuerzos de los estudiantes. La metodología del proceso de
enseñanza-aprendizaje se regía por el principio del magister dixit. “El espíritu escribe Barreda y
Laos- se tornó enemigo de lo preciso, de lo concreto, amante de la idea indeterminada, de la
luminosidad velada. Estas aficiones influyeron también en el lenguaje, y el culteranismo se impuso
en el Perú como medio literario de satisfacer una necesidad del alma colectiva”.5Sin embargo, el
licenciado Pedro de Oña, de origen chileno, formado en sus aulas, poeta, autor de diversas obras, en
una de ellas dijo de su Alma Mater: Las cátedras eran de dos clases, de prima o principales, a
cargo de catedráticos vitalicios, y de vísperas, desempeñadas por tiempo limitado de cuatro años.
Además existían asignaturas complementarias y otras sostenidas por las órdenes religiosas según
su preferencia filosófica. Los estudiantes estaban obligados a vestir con moderación, sin lujo. En
1580, una ordenanza los obligó a usar sotanas y mantos semejantes a las prendas de los clérigos,
así como bonete o sombrero. Eran internos, residían y se alimentaban en los “claustros” de la
Universidad; en cada habitación se alojaban dos de ellos.
Durante el siglo XVIII, San Marcos incorporó lentamente el estudio de las ciencias naturales. Pero el
clandestino pensamiento liberal europeo de entonces se difundió por un colegio mayor, no por la
Universidad. Ésta, instrumento dócil del régimen colonial, no tuvo el significativo peso histórico en el
proceso emancipador como el Convictorio de San Carlos, cuando lo dirigió el ilustre sacerdote y
maestro natural de Chachapoyas, Toribio Rodríguez de Mendoza, en cuyas aulas se formaron
muchos miembros del primer Congreso Constituyente y próceres de la independencia. Es importante
anotar que los colegios mayores llegaron a ofrecer todos los niveles de educación, incluido el
superior, pero sus egresados acudían a las universidades para la obtención de los grados
académicos. Uno de esos colegios fue el Convictorio de San Carlos, establecido en 1770 en el local
donde había funcionado el noviciado de los jesuitas, a efecto de llenar el vacío dejado por éstos, a
raíz de su deportación en 1767.
Antes, en los tiempos de Toledo, el rector de San Marcos se había quejado ante el virrey porque sus
alumnos preferían asistir a las clases de latinidad, retórica, artes, teología y otras al Colegio de San
Pablo, a cargo de la Compañía de Jesús, por la calidad de sus lecciones, de modo que dichas
cátedras universitarias quedaban desiertas. Ante tal hecho, Toledo prohibió a los alumnos
sanmarquinos asistir a las cátedras públicas de los discípulos de San Ignacio de Loyola, bajo
amenaza de recibir severas sanciones.
El decreto, pues, por un lado, resalta a la educación como medio para que el pueblo defienda sus
derechos en una nueva etapa de su historia, y por otro, reconoce el valiosísimo aporte de Trujillo y
del norte peruano (hombres, dinero, armas, víveres, prendas militares, caballos, forraje, etc.) a la
lucha por la libertad. Dicha norma dispuso que la enseñanza debía considerar el estudio de las
siguientes disciplinas: ciencias eclesiásticas, exactas y naturales; derecho público y patrio; filosofía y
humanidades, conforme “con los sanos principios y los descubrimientos modernos”. Y le asignó
como local el que había pertenecido al Colegio del Salvador, clausurado cuando el rey Carlos III
dispuso la expulsión de la Compañía de Jesús de España y sus colonias, en 1767, real orden
cumplida en el Perú por el virrey Manuel Amat y Juniet. Esta Universidad no se instaló hasta el 12 de
octubre de 1831, en solemne ceremonia a la que asistieron todas las autoridades civiles, religiosas y
militares, y en medio del júbilo general de la ciudad. Es la única universidad peruana fundada por el
Libertador Simón Bolívar y el Tribuno de la República Peruana, José Faustino Sánchez Carrión,
figuras eminentes de la emancipación. Por largos años su principal función consistió en el
otorgamiento de grados. Los ambientes que fueron del colegio, iglesia y convento de los jesuitas
conforman ahora el llamado “local central” de la Universidad Nacional de Trujillo, con la cual se inicia
el modelo universitario republicano.
Actividad:
1.- Elabore una línea de tiempo sobre la evolución histórica de la universidad peruana.