Caso Dora

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Caso Dora: el analista en la transferencia

Caso Dora: el analista en la transferencia

INTRODUCCIÓN: PSICOANÁLISIS Y PSICOLOGISMO

“Intervención sobre la transferencia” corresponde a un temprano Lacan, año 1951, y es


pronunciado en el XIV Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Romance, celebrado en París.
En dicho texto retoma a Freud y su caso Dora y reflexiona sobre la transferencia, no sin antes
implicar al analista en ello.
Muy pertinente en su recorrido, antes de reabrir el caso freudiano y el estudio de la
transferencia, Lacan puntualiza sobre el psicoanálisis y su distancia de la psicología:
“Por lo que hace a la experiencia psicoanalítica debe comprenderse que se desarrolla
entera en esa relación de sujeto a sujeto, dando a entender con ello que conserva una
dimensión irreductible a toda psicología considerada como una objetivación de ciertas
propiedades del individuo.

En un psicoanálisis, en efecto, el sujeto, hablando con propiedad, se constituye por un


discurso donde la mera presencia del psicoanalista aporta, antes de toda intervención,
la dimensión del diálogo.” 1
Aquí, Lacan plantea al psicoanálisis como una experiencia dialéctica que se despliega en una
relación de sujeto a sujeto. Dicha relación intersubjetiva no equivale a una relación imaginaria entre
dos, por el contrario “este” psicoanálisis contempla al sujeto del inconsciente, se abre a las
subjetividades en juego y pone al analista en el banquillo.
Desde esta perspectiva, se va instaurando en las primeras páginas del texto una distancia
entre la praxis psicoanalítica y el “psicologismo”. Algunas psicologías y “otros psicoanálisis”, más
aún en nuestra época capitalista que oferta recetas inmediatas, se sostienen en un dispositivo en el
que la persona habla y el profesional atiende para aconsejar en dirección de la moral y la
adaptación a la realidad. En esta concepción imaginaria del análisis, se confunde y se reduce la

1
Lacan, J.: La intervención sobre la transferencia, en “Escritos I”, Siglo XXI Editores Argentina, Bs. As., 2007,
p. 210.
1
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Caso Dora: el analista en la transferencia

clínica a una relación bipersonal, vínculo especular entre dos egos, en la que el profesional se
dirige desde sus intervenciones al plano del yo y la relación yo – realidad.
La dimensión inconsciente así, en el discurso de la ciencia y la psicología, queda relegada y
forcluída haciendo de síntoma en estas prácticas. Síntoma que Freud trabajó demostrando que hay
enfermedades que hablan y dicen la verdad, pero esta verdad parece atemorizar a los “practicantes
que perpetúan su técnica”2, advierte Lacan y denuncia:
“Los vemos pues, bajo toda clase de formas que van desde el pietismo hasta los
ideales de la eficiencia más vulgar, pasando por la gama de propedéuticas naturalistas,
refugiarse bajo el ala de un psicologismo que, cosificando al ser humano, llegaría a
desaguisados al lado de los cuales los del cientificismo físico no serían sino bagatelas.

Pues debido precisamente al poder de los resortes manifestados por el análisis, no será
nada menos que un nuevo tipo de enajenación del hombre el que pasará a la realidad,
tanto por el esfuerzo de una creencia colectiva como por la acción de selección de técnicas
que tendrían todo el alcance formativo propio de los ritos: en suma un homo
psychologicus cuyo peligro denuncio.” 3
¿Cuál es la importancia que le dimos a esta “introducción”? Antes de repensar el caso Dora
desde la lectura lacaniana, consideramos importante poder destacar cómo Lacan aquí piensa a la
praxis psicoanalítica y la transferencia, a diferencia de otras disciplinas, para dar relevancia a la
apuesta del psicoanálisis. Mientras la psicología y otras yerbas van por la vertiente de lo imaginario
y los ideales de felicidad y completud, el psicoanálisis apuesta por la subjetividad, la dimensión del
inconsciente y la ética del deseo. Si bien tales nociones (ética, sujeto, deseo, inconsciente)
continuamente circulan en el campo psi, no creemos desactualizada la nota introductoria del año
1966 del presente texto trabajado:
“Aquí estamos todavía en lo de amaestrar las orejas para el término sujeto.”4
Como en otras ocasiones, Lacan propone volver a Freud, y en este caso para reflexionar
sobre la transferencia y la situación analítica yendo más allá del homo psychologicus:
“Planteo a propósito de éI [homo psychologicus] la cuestión de saber si nos dejaremos
fascinar por su fabricación o si, volviendo a pensar la obra de Freud, no podremos volver a
encontrar el sentido auténtico de su iniciativa y el medio de mantener su valor saludable.
(...) Fundaré mi demostración en el caso de Dora, por representar en la experiencia
todavía nueva de la transferencia el primero en que Freud reconoce que el analista tiene
en ella su parte.” 5

DORA Y LA FEMINEIDAD

En este texto, Lacan realiza un reconocimiento frente a la mirada de Freud en relación a


Dora como sujeto de deseo. Dora presenta “su queja” y Freud la escucha sin forzar un

2
Ibid., p. 211
3
Ibid., p. 211.
4
Ibid., p. 209.
5
Ibid., p. 211.
2
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Caso Dora: el analista en la transferencia

convencimiento sobre su posición errónea frente a la realidad. Abre paso a la dimensión de la


verdad subjetiva, la verdad del inconsciente, dando lugar a su queja y procurando proporcionar a
su paciente la posibilidad de un cambio de posición subjetiva, llevándola más allá de la mera
comprensión de las cosas.
Lacan resalta la importancia de la presentación del historial bajo la forma de inversiones
dialécticas, destacando el reconocimiento manifestado por Freud sobre la transferencia como un
obstáculo en el análisis. Para ello, expone las fases que llevaron al momento de la transferencia en
términos de pura dialéctica, entendida como “negativa en el sujeto, así como la operación del
analista que la interpreta” (pag. 202).
Presenta entonces tres desarrollos de la verdad.
Un primer desarrollo como afirmación de la verdad. Se pregunta en relación a Dora “¿irá a
mostrarse tan hipócrita como el personaje paterno?” 6.
Freud no se deja engañar por la trama paterna y considera (al menos al principio) que su
paciente no complace tal mentira hasta que se encuentra frente a la pregunta “esos hechos están
ahí, proceden de la realidad y no de mí, ¿qué quiere usted cambiar de ellos?”7. Responde a esta
pregunta con una primera inversión dialéctica: “mira cuál es tu parte en el desorden en el que te
quejas”. Este “convite” de parte del analista a implicarse en los hechos, lleva a Freud a:
Un segundo desarrollo de la verdad. Sólo bajo el silencio y la complicidad de Dora pudo
durar y prolongarse el romance entre su padre y la señora K. De esta manera, queda al descubierto
también, la participación de Dora en el galanteo que le hace el señor K. y su relación con los otros
participantes. Así mismo, “la relación edípica revela estar constituida en Dora por una identificación
con el padre, que la impotencia sexual de éste ha favorecido”8. Esta identificación al padre queda
en evidencia a partir de los síntomas conversivos, muchos de los cuales son levantados una vez
puestos al descubierto.
La pregunta que da apertura a la segunda inversión dialéctica es la siguiente: “¿qué
significan sobre esta base los celos súbitamente manifestados por Dora ante la relación amorosa
de su padre?”9. La cual opera desde Freud con la observación de que no es el padre (objeto de los
celos) el verdadero motivo, sino la señora K. (objeto rival), por quien siente un interés que aparece
oculto. De aquí surge entonces:
Un tercer desarrollo de la verdad: la atracción fascinada de Dora hacia la señora K.
A este nuevo desarrollo lo lleva la pregunta: “si es esta pues la mujer de la que experimenta
usted tan amargamente la desposesión, ¿cómo no le tiene rencor por la redoblada traición de que
sea de ella de quien partieron esas imputaciones de intriga y de perversidad que todos comparten
ahora para acusarla a usted de embuste?¿cuál es el motivo de esa lealtad que la lleva a guardarle
el secreto último de sus relaciones?” 10 a saber, la iniciación sexual.
Se realiza entonces una tercera inversión dialéctica: el valor real del objeto que es la
señora K. para Dora. Esta mujer que representa para Dora no ya a un individuo sino un misterio
sobre su propia femineidad. Lacan nos dice “para tener acceso a este reconocimiento de su

6
Ibid., p. 212.
7
Ibid., p. 212.
8
Ibid., p. 213.
9
Ibid., p. 213.
10
Ibid., p. 214.
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femineidad le sería necesario realizar esa asunción de su propio cuerpo”11. La única opción de
apertura hacia el objeto encontrada por Dora fue el señor K. La identificación viril constituye el
medio para intentar producir una respuesta a ese misterio. La histérica se identifica
imaginariamente con el hombre y desde allí intenta responder a la pregunta sobre ¿qué es ser
mujer? por intermedio de la mirada masculina, a lo cual Freud llamó “el componente homosexual”.
Dora busca un sentido en la señora K. Debe luego aceptarse como objeto del deseo de otro
para poder tener su propio objeto. Este es el problema de fondo reconocido por Lacan en el texto.
Dora no puede reconocerse como objeto del hombre y es ahí donde radica su idolatría por la
señora K. En términos lacanianos, Dora cree que la señora K. sabe lo que es necesario para el
goce de un hombre, sabe cómo hacer gozar a un padre impotente, padre, por otro lado, idealizado.
La ubica en el lugar de supuesto saber ya que la señora K. sostiene el deseo de ese padre.
Siguiendo conceptualizaciones posteriores de Lacan sobre la histeria, podemos delimitar la
relación de la muchacha con el Sr. K. a partir de la siguiente cita: “En cuanto al Sr. K, Dora rechaza
el goce que le ofrece porque lo que ella quiere es el saber como medio de goce para servir a la
verdad, que es en definitiva que el amo está castrado. El goce de la privación fálica es entonces
resultante de esa identificación con el amo castrado”12 . Lo que da su función viva al discurso de la
histeria "se desdobla en, por una parte, castración del padre idealizado, que constituye el secreto
del amo, y, por otra parte, privación, asunción por parte del sujeto, femenino o no, del goce de ser
privado"13.
Es a nivel de la tercer inversión dialéctica donde Freud mismo confiesa su falla en relación a
la transferencia, puesto que podría haber orientado a la muchacha al reconocimiento de lo que
significaba para ella la señora K. abriendo así el camino al reconocimiento al objeto viril.
Lacan afirma “la histérica es alguien cuyo objeto es homosexual” 14. Aborda este objeto por
identificación con alguien del otro sexo. Para Dora, el señor K, al cual se identifica imaginariamente
para vincularse a la señora K., su verdadero objeto. La señora K. es la pregunta de Dora.

EL ANALISTA Y LA TRANSFERENCIA

En este texto Lacan no sólo nos plantea el concepto de transferencia si no que va a


llevar más allá el término, poniendo al analista en la mira:
“[la transferencia] No remite a ninguna propiedad misteriosa de la afectividad sino que
toma su sentido en función del momento dialéctico en que se produce” [y continúa]…“Pero
este momento es poco significativo puesto que traduce comúnmente un error del
analista”15.

11
Ibid., p. 215.
12
Id., El seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 101, 102.
13
Ibid., p. 104.
14
Lacan, J. (1956-57): El seminario, libro IV: La relación de objeto, Clase VIII, Paidós, Buenos Aires, 2010.
15
Lacan, J.: La intervención sobre la transferencia, en “Escritos I”, Siglo XXI Editores Argentina, Bs. As.,
2007, p. 219.
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Caso Dora: el analista en la transferencia

La transferencia se presenta así, siguiendo a Lacan, como un momento de


“estancamiento de la dialéctica analítica”, momento donde se frena la dialéctica propia del
análisis y la impide avanzar en el campo de la verdad (que nos habla a través del cuerpo
tal como se transparenta en Dora).
Respecto a Dora, podríamos decir, que Lacan encuentra justamente un error en la
posición de Freud, en ese momento en que Dora lleva su segundo sueño. Sueño, según
Lacan, que nos lleva a revelar el verdadero objeto de su interés, el misterio de su propia
femineidad, detrás de su fascinación por la Sra. K.
“Freud en razón de su contratransferencia vuelve demasiado constantemente sobre el
amor que el Sr. K inspiraría a Dora…” 16.

Podríamos pensar, no pudo ir más allá de la vertiente imaginaria dando lugar a la


transferencia en su faz resistencial. Y llevando con ello a un apresurado fin de análisis, que
no mostró más que la resistencia de esa paciente histérica, que abandonó a Freud como
había rechazado anteriormente al Sr. K.
Error que el mismo Freud puede reconocer años después y lo lleva a formular la
siguiente nota al pie:
“A medida que me voy alejando en el tiempo de la terminación de este análisis, tanto
más probable me parece que mi error técnico consistiera en la siguiente omisión: No atiné a
colegir en el momento oportuno, y comunicárselo a la enferma, que la moción de amor
homosexual (ginecófila) hacia la señora K. era la más fuerte de las corrientes inconcientes
de su vida anímica. Habría debido conjeturar que ninguna otra persona que la señora K.
podía ser la fuente principal del conocimiento que Dora tenía de cosas sexuales: la misma
persona que la acusó por el interés que mostraba hacia tales asuntos.”. 17

En el Seminario 4, Lacan retoma el Caso Dora, y agrega:


“Cuando hablamos de transferencia, cuando algo adquiere su sentido al
convertirse el analista en el lugar de la transferencia, es precisamente en la medida en que
trata de la articulación simbólica propiamente dicha, y ello, por supuesto, antes de que el
sujeto la haya asumido, como puede verse aquí en lo que es un sueño de transferencia
[haciendo referencia al segundo sueño]. Si Freud observa de todos modos que aquí se
produce algo del orden de la transferencia, no extrae la consecuencia estricta, ni tampoco
el método correcto de intervención”. 18

Este “Fragmento de análisis de un caso de Histeria” (1905 [1901]), como llamo


Freud a lo que se convertiría en el caso paradigmático de Dora, le sirve entonces a Lacan
para repensar la transferencia, no sólo como posibilitadora u obstaculizadora del análisis
en relación a la subjetividad del paciente, sino también vinculada a lo que pone en juego la
presencia del analista.
Lacan finaliza su texto con el siguiente párrafo:
16
Ibid., p. 217.
17
Freud, S.: "Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora) (1905 [1901] En OC, Tomo VII, AE, Bs. As.
1990, p.104.
18
Id.: El seminario, libro IV: La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 138.
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Caso Dora: el analista en la transferencia

“[la transferencia indica]...los momentos de errancia y también de orientación del


analista, el mismo valor para volverlos a llamar al orden de nuestro papel: un no actuar
positivo con vistas a la ortodramatización de la subjetividad del paciente”19.

Frase compleja, palabras que permiten muchas interpretaciones, que implican tanto
intervenciones a nivel de la praxis como la importancia de la posición del analista en el
transcurso que lleva a la implicación subjetiva y al enfrentamiento de un sujeto con su
verdad. Frase típica de Lacan que nos permite pesquisar ese retorno a Freud con el que
encamina sus próximos seminarios y que nos muestra la puerta al inicio de su período de
primacía de lo simbólico.

Psi. María Florencia Galván


Psi. Virginia González
Psi. María del Valle Pérez

BIBLIOGRAFIA

• Lacan, J.: La intervención sobre la transferencia, en “Escritos I”, Siglo XXI Editores
Argentina, Bs. As., 2007.
• Lacan, J.: El seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992.

• Lacan, J. (1956-57): El seminario, libro IV: La relación de objeto, Clase VIII, Paidós, Buenos
Aires, 2010.

• Freud, S.: "Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora) (1905 [1901] En OC, Tomo
VII, AE, Bs. As. 1990.

19
Id.: La intervención sobre la transferencia, en “Escritos I”, Siglo XXI Editores Argentina, Bs. As., 2007, p.
220.
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Ciclo 2014 “Histeria” – Causa Psicoanalítica

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