Existencia Auténtica - Existencia Inauténtica
Existencia Auténtica - Existencia Inauténtica
Existencia Auténtica - Existencia Inauténtica
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J. FERRATERMORA, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid 1979, vol. 1, p. 253.
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A. RIGOBELLO, Autenticità nella differenza, Studium, Roma 1989, p. 26.
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La identidad propia depende hoy más que nunca de un proyecto común en el cual los otros puedan
reconocerme auténticamente, y en el cual yo alcanzo mi realización. Si tengo que avergonzarme
públicamente de ser quien soy, ese ideal no se realiza.
Decir por qué esto es así exige narrar la historia del ideal moderno de la autenticidad.
“Auténtico es lo que mana de la persona” (Julián Marías, filósofo español)
Hay en esta definición un doble aspecto.
1) En primer lugar, la autenticidad en la conducta y en la expresión y manifestación de la
persona sólo se da si la acción, la expresión y lo manifestado brotan del fondo íntimo del
ser personal.
2) La Autenticidad es cierta condición de los actos humanos, mediante la cual éstos están
asistidos por el fondo de la intimidad personal: «hay acciones, que aun siendo
indudablemente humanas, brotan de la periferia de nuestra realidad. Otras, por el contrario,
emanan del fondo de la persona. Son las que reconocemos como verdaderamente nuestras,
las que dan nuestra medida, las que permiten palpar nuestros límites, posibilidades,
deficiencias, amenazas; en suma, saber a qué atenernos respecto a nosotros mismos. Esas
acciones que emanan del centro de la persona, del “fondo insobornable” de que hablaba
Ortega y Gasset, que precisamente por ello “no admite engaño, son aquellas en que más
propiamente somos quienes somos”.
LA CONDICIÓN PERSONAL SE MANIFIESTA EN UNOS ACTOS, Y EN OTROS NO : se trata de
acciones, justificadas o no, desde el fondo de lo que uno es. El acto auténtico e intenso, el que
el hombre hace «desde sí mismo, desde su unicidad irreductible, no brota de ningún impulso
externo, o de un mecanismo psíquico, sino de una motivación en que interviene la totalidad
de la persona».
En suma, LO AUTÉNTICO ES LO PERSONAL, lo que nace de dentro, lo íntimamente propio,
lo profundo: en la persona esto es lo propiamente verdadero, aquello que la persona realmente
es. Por eso, autenticidad significa reconocerse a uno mismo como autor de la propia vida,
reconocerse en lo que se hace y se dice, en lo que se obra y en lo que se es, en la propia imagen
que se proyecta a los demás.
Cualquier consideración que omita esta alusión al fondo latente de la intimidad personal como
fuente de la autenticidad humana es superficial y poco verdadera. Cabe objetar que no existe un
criterio objetivo para discernir cuando una manifestación íntima realiza más plenamente
auténtica a la persona, y cuando no, es difuso, e incluso confuso. Es ésta una objeción en
verdad pertinente, y a la que conviene responder.
La autenticidad, considerada desde la persona, significa en último término saber
responder a la pregunta: ¿quién soy? Para ello es menester recorrer el camino hacia dentro
señalado por el oráculo de Delfos. Es un camino no exento de misterio, pues el hombre topa en
él con el origen inagotable de su ser personal: vivir personalmente quiere decir tener claras las
cuentas consigo mismo.
Es evidente que la autenticidad puede ser entendida como coherencia entre lo que pensamos y
lo que somos. En este sentido, decir una cosa y hacer la contraria es calificado habitualmente
como incoherencia. El uso sofístico del lenguaje es una incoherencia, como toda forma de
engaño o autoengaño. En pocas palabras: rechazar la verdad significa inautenticidad. Hay tantas
formas de la segunda como de lo primero.
Cuando la verdad no comparece en la conducta o en lo dicho, éstos son inauténticos. En este
caso, la verdad es lo que realmente se piensa. Pero, insisto, desde este punto de vista la
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autenticidad es algo evidente y de alguna manera obvio. Por eso, conviene seguir desarrollando
su conexión con la libertad.
El carácter biográfico de la vida reside en que las tareas y trayectorias de que se compone
exigen una intervención de la libertad: se trata de hacer una elección justificada, de tener un por
qué y un para qué afrontarlas. La vida está personalizada, es de uno, y sus tareas también, si son
fruto de esa elección justificada: ¿por qué haces esto?; ¿para qué lo haces?
La justificación de las decisiones tiene un CARÁCTER ÉTICO: El objeto formal de la ética es
la cualificación de los actos. Tal cualificación respecto a decidir es justamente un dominio
sobre la decisión que, si es buena, la ratifica, y si es mala, la rectifica. La persona como
dominadora de actos está en el nivel de la cualificación, porque la persona es capaz de darse
cuenta del valor de la decisión, la formaliza.
La CONCIENCIA MORAL: “haz esto, evita aquello” es en última instancia la responsable en
la toma de decisiones.
2.-Sobre la Libertad:
Sartre sostuvo, con una seguridad conceptual, que somos absolutamente libres, pero también
tenemos una responsabilidad absoluta, sobre nosotros y sobre el mundo. Por eso dijo que
estamos condenados a ser libres. La libertad del sujeto, entonces, tiene que ser ejercida con
responsabilidad. El hombre como ser libre es su propio autor. Por eso, la existencia del hombre
precede a su esencia. Argumenta, con una brillantez de genio, que cuando el hombre nace, no
tiene esencia, a saber, no tiene significado, no hay concepto de sí mismo, y es, como lo explica
muy rigorosamente en su filosofía, la cual por esencia es compleja, el mismo que da significado
a su existencia.
Muchos filósofos fueron inspirados por el pensamiento de Sartre. Su filosofía, con un aspecto
afín a la de Heidegger, pero infinitamente original, desafió a la filosofía y a los filósofos.