Lyons (1977) 217-317
Lyons (1977) 217-317
Lyons (1977) 217-317
Profesor de Lingüística
Universidad de Sussex
,
SEMANTICA
_._-~-- . - ---_._-~
Versión castellana
Ramon Cerda
Catedrático de la Universidad de Barcelona
EDITORIAL TEIDE/BARCELONA
OD04281g
8. Semántica estructural 1: Campos semánticos
8.1. El estructuralismo
del mismo sistema lingüístico. No cabe, pues, identificar primero las uni-
dades y luego, en una etapa consecuente de análisis, inquirir qué relaciones
combinatorias o de otro tipo existen entre ellas, puesto que ambas cosas,
las unidades y sus relaciones, se identifican de un modo simultáneo. Las
unidades lingüísticas no son más que puntos de un sistema o red de rela-
ciones, donde aparecen como terminales sin existencia previa o indepen-
diente.
Utilizaremos el sistema fónico, o fa n o lag í a, del inglés para ilustrar
inmediatamente esta noción general. No hay inconveniente en admitir que
la forma de palabra pit, «foso», consta de tres segmentos en un medio tanto
hablado como escrito (cf. 6.2) dispuestos en un orden secuencial (tip, «pun-
ta», es una forma de palabra diferente de pit -no son muestras del mismo
tipo- y ipl [o ilp] no constituyen formas de palabra en inglés). Los seg-
mentos de la forma escrita son, por supuesto, letras, y los de la forma ha-
blada, sonidos o fa n e m a s. Según muchos lingüistas, los fonemas de una
lengua no son las unidades mínimas del sistema fónico, pues están com-
puestos de conjuntos no ordenados de componentes (o r a s g o s di s t i n.
ti vos). No entraremos en esta cuestión (cf. 3.4, nota 10).
Ahora bien, cuando se pronuncia la forma hablada pit, aparece como
una continua expansión de sonido que el fonetista puede analizar en un nú
mero bastante grande de componentes acústicos en intersección, correlati·
vos de estados constantemente variables de los órganos fonadores que
determinan la configuración del conducto vocal, el paso libre o interrumpido
del aire por la boca y la nariz, el régimen vibratorio de las cuerdas vocales,
y así sucesivamente. La correlación entre los estados variables de los órga-
nos del habla y las propiedades variables de las señales vocales producidas
por la selección de distintos valores en las variables articulatorias es muy
compleja (y todavía no bien comprendida), pero es evidente que ni la enun-
ciación ni el enunciado resultante se componen de una secuencia de unida-
des físicas discretas. Además, cada pronunciación de una forma de palabra
como pit (como parte de un enunciado completo) cs siempre algo diferente
de cualquier otra pronunciación de la misma forma de palabra por dis-
tintos hablantes y aun por un mismo hablante en ocasiones sucesivas. ¿Cómo
identificamos, pues, estas formas físicamente diferentes como muestras del
mismo tipo? ¿Cuál es la naturaleza de la identidad o persistencia que subya-
ce a esta diversidad de manifestaciones físicas? Los estructuralistas dirán
que se trata de una identidad de modelo o estructura.
Toda pronunciación aceptable de pit se mantiene distinta de toda pro-
nunciación aceptable de formas tales como bit, «trozo», lit, «adecuado», kit,
«equipaje» etc. (en el mismo di a 1 e c t o: cf. 14.5) por una variedad de
diferencias acústicas dispuestas o concentradas alrededor del comienzo de la
expansión continua de sonido; también de toda pronunciación aceptable de
formas como pet, «doméstico», pat, «palmada», etc. por diferencias situadas
en el centro de las respectivas expansiones fónicas, así como de toda pro-
nunciación aceptable de formas como pick, «pico», pin, «alfiler», etc. por
diferencias localizadas al final de la expansión fónica. Decimos, así, que en
220 SEMÁNTlCA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTlCOS
inglés hay un fonema p, un fonema b, un fonema j, etc. porque pi!, bit, tit,
etcétera, actúan como formas diferentes con respecto a cap, «coger», cab,
{(cisne», caugh, ((toS», etc., esto es, realizan distintas palabras morfosintác-
ticas en la misma lengua.J Cada una de estas palabras morfas in tácticas va
asociada a un lexema distinto, cosa que no es, por otro lado, una condición
necesaria para establecer una diferencia fonemática: men, «hombres)}, y man,
«hombre», realizan distintas palabras morfosintácticas asociadas al mismo
lexema 'man'. Lo que, en términos fonéticos muy vagos, podemos descri-
bir acerca de los sonidos p, b, t, etc., es que son fu n c ion a 1 e s o lingüís-
ticamente pertinentes en inglés. Pero existen muchas lenguas en que esto no
sucede así, donde los sonidos p y b (o bien p y f) se hallan en v a r i a ció n
1 i b r e, en el sentido de que la sustitución de uno por otro en el mismo
contexto fonético mantiene la identidad entre tipo y muestra de las formas re-
sultantes. En tales lenguas no diríamos que hay un fonema p y un fonema b,
sino uno solo (indicado como mejor convenga) que se realiza mediante un
sonido p o b. Existen también lenguas donde lo que fonéticamente cabe
identificar en las expansiones fónicas como sonido p comparece tan sólo al
final de las formas, mientras que su análogo b aparece al principio. En este
caso, no se consideran .variantes libres, sino posicionalmente determinadas
(a 1 ó f o n o s, para usar un término técnico) o bien realizaciones de un mis-
mo fonema.
Lo que importa, entonces, al establecer el inventario de fonemas de una
lengua es averiguar si los fragmentos del complejo fónico que se halla en
correlación con ellos se encuentran o no en relación de con t r a s t e
fu n c ion a l. Toda lengua sienta un conjunto más o menos diferente y, en
principio, único de distinciones en el continuo fónico que se hacen funciona-
les al utilizarse para preservar la distinción entre las muestras de los di-
versos tipos de palabras y enunciados. Al principio decíamos que toda uni-
dad lingüística es un punto dentro de una estructura relacional y que su
esencia y existencia deriva de sus relaciones con otras unidades del mismo
sistema lingüístico. Lo que se entiende por esta afirmación, presumiblemen-
te demasiado abstracta, habrá quedado ahora más claro en lo que concierne
a la fonología. Un fonema es un constructo teórico abstracto que se postula
como el lugar geométrico de contrastes y equivalencias funcionales entre con-
juntos de formas. Todo fonema está asociado a un conjunto de variantes foné-
ticas posicionalmente determinadas (ya un ámbito dado de posible fluctuación
dentro de cada variante fonética)," pero no es por sí mismo una unidad físi-
camente identificable. Además, como se ha visto, no podemos elnprender
la tarea de establecer el inventario fonemática de una lengua procediendo
pieza por pieza, decidiendo en primer lugar que existe un fonema p, luego
que hay un fonema b, y así sucesivamente. Decimos que hay un fonema
p y un fonema b porque existe una relación de contraste funcional entre
pares de formas, y con ello postulamos dos fonemas distintos como términos
de esta relación funcional. En el análisis de la lengua, las relaciones de
contraste y equivalencia que aparecen en el comportamiento lingüístico son
metodológicamente previas a las unidades que el lingüista postula como
terminales de dichas relaciones en su modelo descriptivo del sistema lin-
güístico. E.ste es uno de los principios cardinales del estructuralismo.
Antes de continuar la exposición, quizá debamos prevenir un posible
malentendido. Cuando el estructuralismo dice que toda lengua establece un
conjunto único de distinciones fónicas funcionales, no implica necesaria-
mente la inexistencia de unos principios generales, e incluso universales,
que gobiernan la estructura fonológica de las lenguas. Es cierto que mu-
chos estructuralistas han mantenido la postura de que la selección de un
determinado conjunto de distinciones fonológicas por parte de las lenguas
es absolutamente arbitraria. Pero esta concepción, que podemos calificar de
r e 1 a t i v i s t a (en contraste con versiones más fuertes o débiles de u n i-
ver s a 1 i s m o: véase más abajo) no es esencial al estructuralismo. No cabe
duda que ciertas distinciones fonéticas se vuelven funcionales más a me-
nudo que otras en las lenguas del mundo, lo mismo que ciertas distincio-
nes gramaticales y semánticas. Cualquiera que haya sido la conexión his-
tórica entre el relativismo y al menos ciertas versiones del estructuralismo,
los principios de la lingüística estructural, tal como aquí los presentamos,
son compatibles al menos con algún tipo de universalismo, aunque no lo
impliquen.
Todo cuanto se ha dicho sobre el sistema fonológico de la lengua se
aplica igualmente a su estructura gramatical. Todo término en una categoría
gramatical dada (v. gr., el futuro en la categoría del tiempo verbal o el
plural en la categoría del número) se halla en contraste con otros términos
de la misma categoría. Cada lengua hace, como si dijéramos, una selección
diferente a partir del conjunto de distinciones posibles que cabe hacer y las
g r a ID a tic a 1 iza (es decir, las vuelve gramaticalmente funcionales) a base
de categorías tales como tiempo, número, género, caso, persona, proximidad,
visibilidad, conformación, animación, etc., y agrupa las palabras en clases
del tipo tradicionalmente aludido como partes del discurso. Estas catego-
rías y partes del discurso se combinan para formar oraciones de acuerdo con
reglas y principios que pueden variar, deniro de ciertos límites, de una
lengua a otra. Como veremos en _un capítulo posterior (10.2), existen, en
cuanto a esto, ciertos problemas ligados a la noción de g r a m a tic a 1 i-
z a ció n que derivan de las distintas concepciones sobre el objeto de la
gramática. Pero de momento dejaremos nuestro tema al margen de las ac-
tuales controversias que se plantean en lingüística en torno a estos asuntos.
La validez lingüística de las unidades de descripción gramatical deriva del
lugar que éstas ocupen en una red de relaciones funcionales, de las cuales
dependen para su identificación.
222 SEMÁNTICA ESTRUCTtTRAL: CAMPOS SEMÁNTTCOS
4. Sobre traducción, eL Beckman &. Callow (1974), Brower (1959), Catford (1965),
Mounin (1963). Nida 0%4), Nida & Taber (969), Steiner (19751.
8.1. EL ESTRllCTl:RALlSMO 223
traducir al francés la oración inglesa 'The cat sat on the mat', «El gato se
sentó (festaba sentado) sobre la estera», No nos interesan ahora los proble·
mas que derivan de las diferencias de estructura gramatical entre inglés
y francés, y aun menos la dificultad de conservar el ritmo y la rima interna
(entre cal y mal). Pero notemos de paso que el francés [y el castellano]
gramaticalizan obligatoriamente la distinción [que no tiene el inglés] entre
estar sentado y adoptar una posición de sentado (por lo que 'étre assis', «es~
tar sentado», y 's'asseoir', «sentarse», serían distintas expresiones predicativas),
y que las diferencias en la categoría de tiempo gramatical en las dos lenguas
podría hacernos dudar (para el francés literario corriente [y para el castellano
más corriente todavía]) entre s'assit, «se sentó», s'esl assis( e), «se ha sentado
(él o ella»), y s'asseyait, «se sentaba». Pero, ¿cómo traducir la expresión 'the
I.:at'? ¿Como 'le chat', «el gato», sabiendo que el animal a que se refiere la
frase es macho, ignorándOLo sin querer o ignorándolo voluntariamente? ¿O
como 'la chatte', «la gata», sabiendo que se trata de una hembra? (Dare-
mos por sentado que 'the cat' en la oración inglesa se refiere a un miembro
de la especie Felis domestica, aunque haya, por supuesto, otras posibles
interpretaciones.) El hecho de que el francés utilice 'chatte' para cuando
se sabe que se trata de un gato hembra mientras que el inglés no recurra
forzosamente a una frase como 'tabby cat' en las mismas condiciones sig-
nifica que 'cat' y 'chat' no son denotacionalmente equivalentes. Es un ejem-
plo relativamente trivial éste, pero muy típico de esta clase de diferencias
entre la denotación de palabras aproximadamente equivalentes en inglés y
en francés. La traducción de 'the mat' es más interesante. ¿ Se trata de una
referencia a la estera ('paillasson'), a la alfombrilla de dormitorio ('descente
de lit') o a una pequeña alfombra ('tapís'), para no mencionar otras posi-
bilidades? Hay un conjunto de lexemas en inglés, 'mat', 'rug', 'carpet', etc.,
y un conjunto de lexemas en francés, 'tapís', 'paillasson', carpette', etc. [así
como en castellano, 'estera', 'felpudo', 'alfombra', etc.] cuya denotación no
es idéntica. Cada conjunto de lexemas divide, ° categoriza, una cierta parte
del universo de la mueblería doméstica de un modo distinto, con lo que los
respectivos sistemas no guardan relación. Esto no significa, desde luego,
que en la práctica no podamos traducir al francés palabras como 'mat' de
una manera satisfactoria, ya que, al traducir, 10 que hacemos es determinar
lo mejor posible según el contexto cómo Se caracterizarían los objetos refe-
ridos a partir de un sistema de distinciones más o menos similar pero a
menudo incongruente. Y muchas veces importará poco que, a falta de una
información contextual que pudiera dilucidar la cuestión en uno u otro sentido,
nos veamos forzados a elegir arbitrariamente entre diversas alternativas.
Es muy fácil darse cuenta de las dificultades de traducir de una lengua
a otra y, aun así, subestimar, u omitir totalmente, las implicaciones teóri-
cas de los hechos que dan lugar a estas dificultades. Como vimos en el ca-
pítulo precedente, la denotación de un lexema está limitada por las rela-
ciones de sentido que existen entre él y otros lexemas en la misma lengua
(cf. 7.6). La denotación de 'mat' queda así circunscrita por su contraste de
sentido con respecto a 'rug' y 'carpet'; a su vez la denotación de 'paillas-
8.2. LAS DICOTOMíAS SAUSSUREANAS 225
son' en francés lo está por su contraste de sentido con 'tapis' y otros lexe-
mas. No cabe decir razonablemente que 'mat' posee dos significados por-
que es traductible al francés mediante dos lexemas no sinónimos, 'tapis' y
'paillasson', o que 'tapis' tiene tres significados porque puede' traducirse al
inglés por medio de tres lexemas no sinónimos, 'rug', 'carpet' y 'mat'o Los
significados de las palabras (su sentido y denotación) se producen en el
interior de la lengua a la que pertenecen. A esto se alude, en lo que atañe
al vocabulario de las lenguas, al decir que cada lengua dispone de su propia
estructura semántica, así como de su propia estructura gramatical y fo-
nológica.
15
226 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
el sistema que postulan esté incorporado, como tal, en los cerebros de los
hablantes nativos de las lenguas que describen. Pero la mayoría de lingüistas
de hoy establece algún tipo de distinción efectiva entre el comportamiento
lingüístico y el sistema de unidades y relaciones que subyace a aquel com~
portamiento.
La segunda distinción saussureana alude a la s u s tan e i a y a la
fa r m a. Dado que el término 'forma' aparece ampliamente en lingüís~
tica utilizado en otros sentidos (cf. 1.5), en esta presentación lo vamos a
sustituir por el de e s t r u c t u r a. La noción saussureana de sustancia está
muy próxima al concepto aristotélico y escolástico de materia. ('Sustan~
cia' tiene un sentido muy diferente en la tradición filosófica desde Aris-
tóteles, pero ahora se ha asentado bien en lingüística en el sentido saus-
sureano.) En el uso científico moderno y aun coloquial, 'materia' denota
algo dotado de extensión espaciotemporal. En la interpretación del concepto
saussureano de sustancia debemos, pues, partir de esta implicación más
particular del término 'materia'. Veamos un ejemplo tradicional: cuando
un escultor labra una estatua a partir de un bloque de mármol toma algo
que, para el presente propósito, podemos considerar sin forma e interna~
mente indiferenciado pero le da, a medida que lo esculpe, una forma definida
distintiva con lo que se convierte, pongamos, en una estatua de Apolo o de
Pegaso. El mármol, en tanto que sustancia, es potencialmente muchas
cosas, pero en realidad no es ninguna, y se vuelve una cosa y no otra cuando
se impone una determinada estructura y no otra al sustrato indiferenciado.
Lo mismo sucede, dice Saussure, con la lengua. Sólo que las lenguas
reciben esta imposición estructural sobre dos tipos de sustancia: el sonido y
el pensamiento. La composición fonológica de una forma de palabra es un
complejo de fonemas, cada uno de los cuales, como hemos visto, debe
su esencia y existencia a la estructura impuesta por el sistema lingüístico
sobre el continuo (esto es, la sustancia) de sonido. A su vez, el significado de
un lexema deriva de la imposición de estructura sobre el continuo mental, de
otro modo nebuloso y rudimentario.
La distinción entre sustancia y estructura es crucial en el estructura~
lismo saussureano. No todos los estructuralistas, sin embargo. han conce-
bido la sustancia del significado como lo hizo Saussure. Muchos estudiosos
han descrito el significado lingüístico a partL· de la categorización de la
realidad o del mundo externo y no a partir de la imposición de estructura
sobre una sustancia conceptual. El estructuralismo puede asociarse tanto al
fenomenismo como al idealismo, e incluso aparecer explícitamente diso-
ciado de ambos.7 No entraremos tampoco en detalles sobre las diversas in-
l.
8.2. LAS DICOTOMÍAS SAUSSUREANAS 229
dos de la nieve, y que en árabe no hay un lexema único que signifique «ca-
mello», sino también una variedad de palabras para distintos tipos de
camello. A veces se ha llegado a especulaciones más bien extravagantes sobre
presuntas diferencias de mentalidad entre los hab12.ntes de distintas lenguas
a partir de diferencias de estructura léxica como éstas. Pueden desechar-
se sin más. Parece, no obstante, que las lenguas tienden a lexicalizar las
distinciones de significado importantes y requeridas con más frecuencia
en las culturas donde dichas lenguas operan, lo que no tiene nada de sor-
prendente. En este contexto, vale la pena notar que la lexicalización pro-
duce el efecto de transferir información desde la dimensión sintagmática
a la paradigmática.
Poco hay que decir en este punto sobre la cuarta distinción saussureana
entre la investigación sin c r ó n i c a y di a c r ó n ic a de las lenguas. Por
análisis sincrónico de una lengua se entiende la investigación de esta lengua
tal como es, o fue, en un momento dado; y por análisis diacrónico, el estudio
de los cambios que se han producido en la lengua entre dos puntos tempo-
rales dados. Si aplicamos estrictamente esta distinción, diremos entonces
que la noción de una lengua (v. gr., el inglés) que lIeva siglos de existencia
(digamos desde la época de Shakespeare hasta la actualidad) es falaz, ya
que lo que subyace al comportamiento lingüístico de la gente que vive en
diferentes períodos son, en rigor, sistemas lingüísticos distintos, y cada uno
de ellos puede estudiarse, sincrónicamente, por sí mismo sin relación con
los demás y, por otro lado, pueden recibir, también por separado, un tra-
tamiento histórico, por parte de la lingüística diacrónica, mostrando cómo
se ha pasado de un sistema anterior a otro posterior. Como veremos más
adelante, el cambio lingüístico no es más que un aspecto de la variación
que experimenta la lengua en su dimensión geográfica y social, así como
temporal (14.5). Cuando hablamos de una comunidad lingüística que existe
en un determinado lugar y en un instante dado, no empleamos el término
'instante' en un sentido literal. Sería absurdo suponer que las lenguas cam-
bian de la noche a la mañana, o incluso de un año para otro (excepto en
la incorporación de un pequeño número de lexemas que denotan objetos o
instituciones recién inventados o importados). El sistema lingüístico sin-
crónico constituye, pues, un constructo teórico que establece el lingüista y
se funda en la omisión, más o menos deliberada y hasta cierto punto arbi-
traria, de las variaciones producidas et el comportamiento lingüístico de
quienes se dice, preteóricamente, que hablan la misma lengua. Ahora bien,
si se insiste, no hay más remedio que admitir que hay un sistema lingüís-
tico algo distinto (un diferente id i o l e e t o) subyacente al comportamiento
dc cada individuo y también cambiante con el tiempo. Lo que solemos con-
siderar dos dialectos de la misma lengua hablada al mismo tiempo pueden
diferir de un modo más significativo que dos estados diacrónicamente dis-
tintos también de la misma lengua o dialecto. La distinción entre la di-
mensión sincrónica y la diacrónica en la variación lingüística sólo puede apli-
carse razonablemente con respecto a períodos relativamente bien separados
en el tiempo. En lingüística, como en otras ciencias, debemos tener cuidado
230 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
9. McNeill (1972) adopta una postura muy negativa; Conklin (1973) la crítica de un
modo más constructivo y coloca la obra de Berlin y Kay en un ámbito más amplio; Kay
(1975) pone al día la hipótesis e introduce enmiendas. Harrison (1973) hace algunos in-
teresantes comentarios filosóficos sobre la adquisición del vocabulario del color.
8.3. RELATIVISMO Y FUNCIONALISMO 233
parece en esta parte del vocabulario (en contraste con muchas otras) más
fácilmente interpretable. Pero la continuidad del color es, a pesar de todo,
un concepto extremadamente sutiL El mundo de la moderna tecnología,
con su profusión de colores de todo matiz en indumentaria, mobiliario, pin-
turas, coches, cubiertas de libros y toda suerte de artefactos muy poco
tiene que ver con el mundo en que el hombre ha vivido durante la mayor
parte de su historia. El ambiente natural sólo agota una pequeña parte del
espacio cromático. Y si hay, en efecto, un número limitado de zonas cromá-
ticas psicofísicamente focales y universales, parece razonable que estarán
en correlación con los colores característicos de los objetos pro ID i-
n e n t e s que existen en el hábitat físico y cultural del hombre.
Emplearemos esta noción de pro m i n e n c i a para modificar la ver.:
sión, esencialmente saussureana, del estructuralismo que hemos presenta-
do al principio y, más en particular, la doctrina de la sustancia del signi-
ficado. Es admisible que todos los hombres, cualquiera que haya sido su
lugar de nacimiento y la cultura en que hayan crecido, están dotados gené-
ticamente de las mismas predisposiciones de percepción y conceptuación,
al menos en la medida en que estas predisposiciones determinan el apren-
dizaje de distinciones fónicas y semánticas lingüísticamente pertinentes. Las
pruebas de que se dispone hasta el presente sugieren que todo niño, al
margen de su posible ascendencia, está capacitado para aprender cualquier
lengua, siempre y cuando se le eduque en el ambiente en que esa lengua
se emplea para las múltiples actividades de la vida diaria. En virtud de estas
predisposiciones perceptuales y conceptuales, el niño atenderá a unos as-
pectos de su medio ambiente más que a otros. Los llamaremos biológica-
mente pro m i n e n tes. Y corresponderá al campo de la neurofisiología y
la psicología cognoscitiva determinar cómo y por qué son así. Se ha supuesto
asimismo la posibilidad de que exista una secuencia de maduración bioló-
gicamente fijada en el aprendizaje de ciertas distinciones perceptuales y
conceptuales. Si es verdad, podría constituir al menos un factor explicativo
de la jerarquía natural en las distinciones de sonido y de significado que
supuestamente se encuentran en las lenguas del mundo. Por ejemplo, la
mayor prominencia de variaciones en luminosidad (junto con la importancia
biológica de la sucesión del día y la noche en la vida humana) podría
explicar la lexicalización universal de la distinción entre negro y blanco;
la base neurofisiológica de la distinción entre tonos rojizos y verdosos (es
decir, el hecho de que haya determinadas células en la retina que reaccio-
nan ante estas tonalidades) podría explicar la lexicalización casi universal de
estas zonas focales en el vocabulario del color, y así sucesivamente. La ma-
duración del entramado perceptual y conceptual biológicamente determi-
nado estará a su vez condicionado por la presencia en el ambiente de objetos
que tengan las propiedades idóneas, del mismo modo que, como hemos
visto, la asociación infantil de un lexema a su denotatum (o, más en general,
a los objetos y situaciones al que es aplicable) depende asimismo del re-
forzamiento comportamental de las respuestas ante los estímulos promi-
nentes del ambiente (cf. 5.4).
234 SEM.4NTlCA ESTRlicrURAL: CAMPUS SEMÁNTlCUS
tir de 1938 (d. Malkiel, 1974). Sus ideas fueron luego de ,arrolladas por
sus discípulos, y también por L. Weisgerber, que se asoció a Trier en lá
década de 1930 a 1940 y continuó elaborando y depurando su propia versión
después de la Segunda Guerra Mundial. Weisgerber (1954), en una colección
de artículos que conmemoraban la obra de Trier, se adhirió explícitamente
a sus ideas y pronto se convirtió en portavoz reconocido del movimiento
Sprache und Gemeinschaft (Lengua y Sociedad), al que se deben algunas
de las máximas publicaciones sobre lo que hoy podría llamarse teoría de
Trier-Weisgerber (d. Coseriu & Geckeler, 1974: 118 y ss.).
Pero hagamos, ante todo, una advertencia sobre la terminología. El
mismo Trier, en diferentes trabajos y aun en diferentes partes de un mismo
trabajo, emplea una variedad de términos no siempre en un sentido fácil
de descubrir. Como Geckeler justamente comenta, en una presentación
crítica pero generalmente benévola del tema, <da definición de los términos
no es precisamente el punto fuerte de Trien> (1971: 107). En particular, no
queda claro si 'área' ('Bezirk') se corresponde con 'campo' ('Feld') ni de
qué manera, si la hay, 'campo léxico' ('Wortfeld') debe distinguirse de
'campo conceptual' ('Sinnfeld'). El mismo Trier evita el término 'campo
semántico' ('Bedeutungsfeld'), que utilizan Ipsen, Jolles y Porzig. Vamos a
trazar por nuestra cuenta las distinciones entre estos ténninos diversos en
esta breve exposición de la teoría del campo, advirtiendo que no habrá
correspondencia con las distinciones que estableció Weisgerber. De mo-
mento, atenderemos tan sólo a la estructura léxica -es decir, la estructura
del vocabulario- como Trier y muchos semantistas estructurales han hecho,
si bien teniendo en cuenta que la estructura léxica, como veremos más
adelante, no es más que una parte de la estructura semántica.
La siguiente dificultad consiste en que Trier no aclara lo que entiende
por 'sentido' ('Sinn') ni por 'significado' ('Bedeutung'), ni cómo se distinguen
ambos del término, obviamente saussureano, 'valor' (Geltung'). Es, pues,
muy difícil interpretar pasajes tan claves como el siguiente (1934, 6): "El
valor [Geltung] de una palabra sólo puede determinarse definiéndolo en
relación con el valor de las palabras vecinas en contraste. Sólo tiene sentido
[Sinn] como parte del todo, porque sólo en el campo hay significado [Be-
deutung]». Es evidente que los términos 'Sinn' y 'Bedeutung' del alemán
no deben tomarse aquí (ni en ninguna obra inspirada en Trier) en el sentido
técnico que Frege les dio (es decir, «sentido» y «referencia)): cf. 7.1). Además,
la distinción de Trier entre 'sentido' y 'significado', si es que la hay, tampoco
corre parejas con la distinción que suele establecerse en los tratados ale-
manes sobre semántica entre 'designación' ('Bezeichnung') y 'significado'
('Bedeutung') (cf. 7.2). Esta última distinción se explica de diversos modos
(d. Kronasser, 1952: 60 y ss.; Ullmann, 1957: 160 y ss.; Geckeler, 1971: 78
y ss.; Brekle, 1972: 54 y ss.), pero por lo común depende de si se toman
como punto de partida los lexemas de la lengua o bien los objetos, propie-
dades y relaciones externas a la lengua: en el primer caso, hay un interés
por el significado (¿ qué significado tiene efectivamente tal o cual lexema
frente a otros lexemas del mismo sistema?); en el segundo, hay un interés
8.4. CAMPOS SEMÁNTICOS 237
por la designación (¿por qué lexema se designa en una lengua dada talo cual
entidad o clase de entidades?). Esta distinción entre significado y designación
desempeña un importante papel en el desarrollo que hace Weisgerber en
su teoría del campo, que así se vincula, más que la versión del propio Trier,
con la noción humboldtiana de que las lenguas determinan las pautas del
pensamiento, o la concepción del mundo, en las sociedades que las utilizan
(d. Weisgerber, 1939, 1950). En este examen sobre la teoría del campo no
volveremos a tener en cuenta la noción de designación, ya que no quedan
claras sus relaciones con la denotación y la referencia, tal como las hemos
definido (véase capítulo 7) y es, además, dudoso que comprenda algo es-
pecial que no pueda aludirse satisfactoriamente (al tratar, por ejemplo, los
problemas de la traducción) mediante la tenninología ya introducida. Por
ello, incorporaremos la exposición y crítica de la teoría del campo semán-
tico, siempre que sea posible, al esquema terminológico que hemos confec-
cionado en los primeros apartados del libro. Y, en particular, asumiremos
que la teoría del campo se ocupa del análisis del sentido.
Trier concibe el vocabulario de una lengua como un sistema integrado de
lexemas interrelacionados en sentido. Este sistema fluye constantemente. No
sólo encontramos que desaparecen lexemas que existían anteriormente, mien-
tras otros nuevos van entrando en la historia de una lengua; las relaciones
de sentido que existen entre un lexema dado y otros lexemas adyacentes
están asimismo en cambio continuo a través del tiempo. Toda ampliación
en el sentido de un lexema supone un estrechamiento correlativo en el sen·
tido de uno o más de sus adyacentes. De acuerdo con Trier, uno de los prin-
cipales fracasos de la semántica diacrónica tradicional consiste en tratar de
catalogar de una manera atomística la historia de los cambios de significado
para cada lexema en particular, en lugar de investigar los cambios en la es-
tructura global del vocabulario tal como éste se ha desarrollado en el tiempo.
La lingüística tanto diacrónica como sincrónica debe ocuparse de sistemas
de elementos en mutua relación; y la lingüística diacrónica, por su parte,
presupone la lingüística sincrónica y, además, depende de ella, puesto que
cuando se describe el desarrollo histórico de una lengua lo que se hace es
comparar un conjunto de sistemas lingüísticos sincrónicos en sucesión. Has-
ta aquí, todo lingüista post-saussureano (aunque quizá no el mismo Saussure)
suscribiría estos asertos de Trier sobre la metodología de la lingüística dia-
crónica, asertos que, al margen de las reservas que antes hemos expresado
sobre la aplicación de la distinción entre sincrónico y diacrónico en cuanto
a períodos de tiempo muy próximos (cf. 8.2), podemos considerar aceptables.
El procedimiento que siguió Trier en semántica diacrónica no consiste
en comparar estados sucesivos del vocabulario completo (lo que sería teó·
ricamente factible, pero muy difícil de llevar a la práctica), sino la estruc-
tura de un c a m poI é x i c o en un momento tI con la estructura de otro
campo léxico en un momento t2• Pueden efectivamente compararse porque,
aun tratándose de campos léxicos diferentes (necesariamente, desde el mo-
mento en que pertenecen a diferentes sistemas lingüísticos sincrónicos), com-
prenden el mismo c a m p o con c e p t u a 1. (En este punto introducimos
238 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
l
una distinción entre 'campo léxico' y 'campo conceptual' que tal vez no se
halle en Trier. Es conveniente, sin embargo, hacerlo así, toda vez que, por
otro lado, tampoco parece entrar en contradicción con el uso que él mismo
hace de los dos términos.) La relación parte-todo que existe entre los lexe·
mas concretos y el campo léxico en que se interpretan es idéntico, o al me-
nos similar, a la relación parte-todo que hay entre los campos léxicos y la
totalidad del vocabulario. Como dice Trier en un pasaje muy citado (cf. un-
mann, 1957: 157; Oksaar, 1958: 13-4; Geckeler, 1972: 105), «los campos son
realidades vivas intermedias entre las palabras individuales y la totalidad
del vocabulario; como partes de un todo, comparten con las palabras la
propiedad de estar integrados en una estructura mayor (sich ergliedern)
y con el vocabulario, la propiedad de estar estructurados a base de unidades
menores (sich ausgliedern)>>. Unmann (1957: 157) señala que los términos
alemanes 'ergliedern' y 'ausgliedern' son difíciles de traducir satisfactoria-
mente al inglés, pues esta lengua no puede reflejar con igual precisión los
dos aspectos correlativos de «articulatoriedad orgánica e interdependiente»,
siendo la articulatoriedad, o integración estructural (Gliederung), un con-
cepto clave para Trier, como lo fue también para Humboldt y Saussure.
Un ejemplo inmediato _de lo que se entiende por campo conceptual, lo
tenemos de nuevo en el continuo cromático antes de ser determinado por
las lenguas. Hemos indicado ya (8.1), que la terminología del color propor-
ciona una ilustración especialmente adecuada sobre las diferencias de es-
tructura léxica en los distintos sistemas lingüísticos. En rigor, se plantean
determinados problemas a la hora de reconocer un campo cromático con-
ceptual y psico·físicamente identificable que, además, resulte neutral con
respecto a distintos sistemas de categorización. Pero concedamos de mo-
mento que cabe concebir así un continuo, o s u s tan c i a, de color. Como
hemos visto ya, las distintas lenguas y aun estados sincrónicos de lo que
puede considerarse una misma lengua en evolución continua son compara-
bles entre sí por el modo como estructuran, o articulan (gliedern), el con-
tinuo mediante la lexicalización de ciertas distinciones conceptuales (o psico-
físicas), con la que dan un reconocimiento léxico a unas z o n a s más o me-
nos grandes del mismo. Considerada como continuo, la sustancia cromática
constituye (según esta distinción entre 'zona' y 'campo') una zona conceptual
(Sinnbezirk), que se convierte en un campo conceptual (Sinnfeld) en virtud
de la organización o articulación est¡uctural que le imponen los distintos
sistemas lingüísticos. En todo sistema lingüístico, el conjunto de lexemas
que abarca la zona conceptual y, a través de las mutuas relaciones de sen-
tido, le da una estructura constituye un campo léxico (Wortfeld), donde cada
lexema cubrirá una cierta zona conceptual, que puede, a su vez, constituirse
en campo a base de otro conjunto de lexemas (del mismo modo que la zona
cubierta por 'rojo' queda estructurada por medio de 'escarlata', 'carmesí',
'bermejo', etc.). Así, pues, el sentido de un lexema es una zona conceptual
dentro de un campo conceptual, y toda zona conceptual asociada a un lexe-
ma es, lo mismo que su sentido, un concepto.
Consideremos ahora la aplicación de este modelo a la semántica diacró-
8.4. CAMPOS SE ....IÁ~TlCOS 239
a a a a
b b b b
e e e d
(i) (ii)
a a a a
b b b b
e e e d
(¡ji) {Iv)
a a
b
b
e
e
d
[v)
If,
242 SEMÁNTICA ESTRUCnlRAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
haya ocupado el lugar que previamente tenía 'list' cubriendo así la misma
lona conceptual de éste. Durante el plimer período, 'kunst' cubría, «en tér-
minos aproximados, el nivel superior o cortesano del conocimiento, que
comprendía el comportamiento socia!», y 'list', «el nivel inferior y más téc-
nico de conocimiento y habilidad, desprovisto de distinción cortesana», en
tanto que 'wÍsheit' era «no sólo una alternativa de los otros dos, en la ma·
yoría de sus aplicaciones, sino también una posibilidad de sintetizarlos con-
cibiendo el hombre como un todo y combinando sus elementos intelectuales,
morales, cortesanos, estéticos y religiosos en una unidad indisoluble» (UIl-
mann, 1957: 166). En el período posterior, 'wisheit' no podía utilizarse como
alternativa de 'kunst' y 'wizzen' (esto es, no se relacionaban con él en tér-
minos de hiponimia: cf. 9.4), sino que cada uno de los tres lexemas cubría
una distinta zona conceptual en el campo del conocimiento y la compren-
sión. Las tres zonas pueden considerarse aproximadamente distintas con
respecto a la profundidad de discernimiento y de asimilación en que se basan,
de modo que 'wisheit' cubre la clase más profunda de conocimiento (típica-
mente empleado para la aprehensión mística y religiosa), 'wizzen' cubre la
clase más superficial u ordinaria de conocimiento, mientras 'kunst' cubre
la zona intermedia entre los otros dos. Trier asocia este cambio en el campo
del conocimiento y la comprensión producido entre los dos períodos con
los cambios sociales que tuvieron lugar en esta época y con el derrumba-
miento en la síntesis medieval de lo que hoy llamamos ciencia, filosofía
y teología.
Ahora bien, buena parte de la obra de Trier sobre las etapas primitivas
del vocabulario del alemán es criticable (y ha sido criticada) desde un punto
de vista tanto teórico como metodológico. En primer lugar. los textos en que
basaba su análisis para deducir los sistemas lingüísticos subyacentes eran
demasiado escasos estadísticamente hablando y difícilmente podían to-
marse como una representación efectiva de toda la lengua. Además, normal-
mente consisten en traducciones o comentarios sobre textos latinos, lo que
a su vez plantea dos nuevos problemas metodológicos. Primero, que la selec-
ción de lexemas alemanes puede haber sido determinada por un intento más
o menos servil de representar las distinciones de sentido que aparecían en
determinados lexemas latinos del texto original considerando que los lexe-
mas del alemán eran equivalentes en traducción. Las llamadas traducciones
literales o fieles resultan claramente insatisfactorias como tales; no en vano
el lema italiano, 'traduttore, traditore', «Traductor, traidor», que, tal como
aparece difícilmente puede traducirse al inglés de una manera satisfacto-
ria (<<The translator is a betrayer», «El traductor es un traidor»), se aplica
en más de un sentido en cuanto a la presunta traducción fiel (cf. Jakob·
son, 1959). El traductor puede ser infiel a su propia lengua, así como al texto
cuyo contenido y estilo trata de reproducir. El segundo problema se debe
a que el lingüista que trabaja cOl1 textos escritos en medio alto alemán del
tipo que empleó Trier se ve a menudo en la necesidad de interpretar el
alemán valiéndose del latín que lo acompaña. Así, pues, desde una perspec-
tiva puramente metodológica, es justificado dudar de los resultados que
8.4. CAMPOS SEMÁNTICOS 243
Trier obtuvo en su análisis. Se ha hecho notar con toda justicia que «la
investigación que los discípulos de Trier han llevado a cabo siguiendo sus
métodos opera casi exclusivamente con campos abstractos e invariable-
mente con campos de los períodos primitivos de una lengua» (Oksaar,
1958: 15).
Vamos a considerar también nosotros este aspecto del «carácter abs-
tracto» atribuido a campos tales como el del conocimiento y la compren-
sión. Ante todo hay que observar que ya se han realizado algunas obras,
desde el punto de vista de la teoría del campo, aplicadas a lenguas moder-
nas, donde los datos son más abundantes y fáciles de comprobar, y los re-
sultados, aunque no invaliden la teoría en todos sus pormenores, no pueden
ciertamente resumirse con facilidad en unas cuantas generalizaciones como
ocurría con los resultados obtenidos a partir de textos dispersos y tal vez
no representativos de períodos primitivos. 1O
Como hemos visto, se trata, según Trier, del mismo campo conceptual
que aparece estructurado por distintos campos léxicos en diferentes perío-
dos de tiempo. Pero, ¿cómo saber que es así? Aún más importante que el
problema metodológico de verificar si éste es, o no, el caso en ocasiones con-
cretas, hay la cuestión teórica de indicar qué se entiende, si es que algo se
entiende, al decir que constituye o no el mismo campo conceptual. No se
da ninguna aclaración sobre esta identidad y, sin embargo, es la constante
alrededor de la cual se determinan los cambios de sentido en los lexemas
de campos léxicos diacrónicamente distintos. En el caso de los términos de
color, cada color reconocido por una determinada lengua puede asociarse
a una zona del continuo psico-físico cromático (su denotatum) y los límites
de esta zona pueden establecerse, con una aproximación suficiente para
nuestros propósitos (teniendo debida cuenta de la diferencia entre zonas
centrales y marginales: cf. 8.3), en una metalengua neutral. lI Pero esto es
irrealizable en lo que cabría describir mediante palabras tan abstractas como
'conocimiento' y 'comprensión' (para tomar un par de lexemas castellanos).
Es muy dudoso que el 'conocimiento' y la 'comprensión' posean denotata
identificables (d. 7.4) y, si es así, la relación de denotación es, en todo caso,
mucho más compleja que la relación que existe, por ejemplo, entre 'rojo'
o 'azul' y sus denotata respectivos.
Los críticos han indicado a veces que la teoría del campo sólo es válida
para el análisis de palabras abstractas. Pero nada se ha demostrado todavía
a este respecto. En la medida en que cabe establecer una distinción entre
campos abstractos y concretos (en este empleo vago de los términos 'abs-
tracto' y 'concreto'), el propio modelo de Trier es, en realidad, más clara-
mente aplicable a los campos conceptuales concretos, donde los lexemas
tienen denotata identificables, que a los abstractos, donde no hay tal iden-
tificación. Los críticos de Trier han señalado con razón el peligro metodoIógi-
ca que entraña desarrollar una teoría entera sobre la base del análisis de lexe-
mas relativos a «conceptos [Begriffskomplexe] de la más alta esfera de
lo abstracto (inteligencia, comprensión, belleza)>> (Quadri, 1952: 153). El pe·
ligro, sin embargo, no estriba en que los lexemas abstractos sean por sí
mismos más fáciles de distinguir mutuamente en cuanto al sentido que los
lexemas concretos, sino más bien que es más fácil hacer generalizaciones
inverificables sobre el significado de lexemas abstractos, como 'belleza' o 'in-
teligencia', en un esquema conceptualista que no sobre lexemas concretos
como 'rojo' o 'mesa' (d. 4.3). Si estas generalizaciones se toman al pie de
la letra, pueden dar la impresión de que la parte abstracta del vocabulario
de una lengua está estructurada con más precisión y es más ordenada, como
si dijéramos, que la parte concreta. Pero sin duda se trata de una mera
ilusión provocada por la vaguedad metodológica y el subjetivismo. Parece,
desde luego, evidente que los principios que determinan la estructura léxica
se aplican igualmente tanto a las palabras abstractas como a las concretas.
Si se formula de nuevo en un marco no conceptualista podemos coincidir
con Geckeler en que «en cuanto a su aplicación, la teoría del campo no
tiene por qué limitarse a determinados sectores del vocabulario» (1971: 162).
Es admisible, por lo demás, que nuestra comprensión intuitiva de los prin-
cipios determinantes de la estructura léxica en su aplicación a palabras abs-
tractas tiene sus raíces en la comprensión y el control previo de los mismos
principios con respecto a lexemas más concretos (es decir, lexemas con
denotata observables).
La teoría de Trier sobre los campos conceptuales y léxicos parece ba-
sarse en el supuesto de que, subyaciendo al vocabulario de todas las len-
guas, hay una sustancia de significado no estructurada a priori (a la que,
como muchos otros semantistas estructurales, alude con el término filosó-
ficamente polarizado de 'realidad'): «Toda lengua articula la realidad [gliedert
das Sein] a su manera, creando con ello su propia visión de la realidad [ihr
besonderes Seinbild] y estableciendo sus propios conceptos únicos [ihre,
die ser einen Sprache eigentümlichen, Inhalte]» (Trier, 1934: 429). Esta no·
ción de la sustancia de significado (o sustancia del plano del contenido, como
dirían Hjelmslev y sus seguidores: cf. Hjelmslev, 1953: 29 y ss.; Sprag-Hanssen,
1954: 129 y ss.; Uldall, 1957: 26 y ss.) es susceptible de tres diferentes vías
de crítica. Dado que ya hemos hecho mención de ello de una manera más
general, vamos a repetirlo sólo brevemente. En primer lugar, es difícil
atribuir una interpretación clara a la noción de sustancia conceptual, puesto
que si se reduce a continuos denotacionales del mundo de los fenómenos
(donde puede aplicarse de un modo relativamente no controvertible), en-
tonces quedarán muchos campos léxicos sin zona de sustancia que articular.
En segundo lugar, es evidentemente erróneo decir que la realidad (en aquel
sentido) no varía de una época a otra ni de una a otra región de la tierra.
Si el hábitat natural y cultural de una determinada sociedad no presenta
casos de una cierta flora y fauna, de ciertas condiciones climáticas, de cier-
tas instituciones sociales o artefactos, etc., estas cosas simplemente no exis-
ten para esta sociedad. Y, en fin, debemos dar por sentado que la realidad
8,5, RELAClONES LÉXICAS SINTAGMÁTICAS 245
12. No es frecuente vincular a Whorf con Trier, pero, en mi OpInlOn, hay una sor-
prendente similitud en el modo como se expresan. En rigor, algunas de las críticas
dirigidas contra la teoría de Trier sobre los campos léxicos parecen válidas contra mu-
chas otras versiones de la semántica estructural. Además de las referencias citadas en el
texto, también Son útiles las siguientes: Ader (1964), Baldinger (1970), Elwert (1968),
Gipper (1959. 1963). Lehrer (1974), Leisi (1953). Wotkjak (1971).
246 SEMÁNTiCA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTiCOS
dos actividades, así como abundantes diferencias, pero al menos los tres
puntos mencionados en la ilustración parecen relevantes para lo que cabe
considerar el significado central de 'ride' (y del alemán 'reiten'). Ahora bien,
en alemán no suele utilizarse el verbo 'reiten', sino 'fahren', para montar en
bicicleta: 'fahren', frente a 'gehen', «ir» (como, en ruso, entre 'ézdit", y 'jo-
dit°), lexicaliza la distinción entre la locomoción a pie y por medio de un
vehículo. Y, a la inversa, normalmente no se aplicaría el verbo inglés 'ride'
a la acción de estar sentado a horcajadas sobre una viga ó un madero;
parece, entonces, que la condición de ser transportado es dispensable. El
verbo 'ride' se emplea asimismo en una serie de situaciones distintas en las
que el alemán usaría 'fahren', tales corno ir en carruaje (donde han desa-
parecido todas las condiciones, excepto la de ser transportado) y, al menos
en el inglés americano, viajar como pasajero en coche o en tren (pero no en
barco o avión).
El principal motivo de esta breve y somera comparación entre algunas
de las aplicaciones de 'reiten' y 'ride' (pues ambos presentan más aplica-
ciones aún) consiste en ilustrar lo que Porzig entiende por extensión a par-
tir de un significado altamente específico hacia otro posterior más general.
Los principios que promueven las ampliaciones de este tipo -g e n e r a 1 i-
z a ció n y a b s t r a c ció n- han sido hace mucho tiempo reconocidos
por la semántica diacrónica (cf. Bréal, 1897) y los análisis tradicionales de
la m e t á f o r a, de una parte, y por los estudios sobre la adquisición de la
lengua, por otra. Recuérdese que lo hemos mencionado ya, desde este último
punto de vista, a propósito de la semántica conductista (d. 5.3). No obstante,
hay que reconocer a Porzig el mérito de haber puesto de relieve que la abs-
tracción y la generalización dependen del relajamiento de las relaciones sin-
tagmáticas entre los lexemas, y de haber insistido en que las relaciones
sintagmáticas de sentido determinan la estructura de un campo léxico no
menos que las relaciones paradigmáticas.
La comparación de 'ride' y 'reiten', a pesar de su carácter incompleto
y asistemático, servirá también para ilustrar dos cuestiones adicionales. En
primer lugar, es evidente que la supuesta relación que hay entre el signi-
ficado central de un lexema y su significado o significados subsiguientes más
generales es m o t i v a d a (y no a r bit r a r i a: d. 4.2). Sin embargo, esto
no abre la posibilidad, ni siquiera en principio, de predecir la dirección
o direcciones en que el significado de un lexema se generalizará, pues ya
hemos visto que 'ride' y 'reiten' se han generalizado de un modo distinto
a partir de lo que cabe considerar una misma aplicación originalmente res-
tricta. No podemos entrar ahora en toda la cuestión del cambio semántico,
del cual la generalización constituye sólo un aspecto. La bibliografía de la
semántica diacrónica está llena de ejemplos que indican la importancia
de factores tanto externos como internos en el proceso. Por factores externos
entendemos aquí los cambios del medio ambiente natural o cultural en que
una lengua actúa; y por factores internos, las presiones estructurales que se
producen en un sistema lingüístico derivadas de la totalidad de las rela-
ciones sintagmáticas y paradigmáticas de un determinado campo léxico, que
8.5. RELACiONES LÉXiCAS SiNTAGMÁTlCAS 249
l. Buena parte del contenido de este capítulo es una ampliación del capítulo 10 de
Lyons (1968). Sin embargo, se advierte al lector que hay ciertas diferencias terminoló-
gicas. En especial, el término 'denotación' no aparece en Lyons (1968).
254 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: CAMPOS SEMÁNTICOS
3. Esta afirmación sobre los contrarios no pretende más que señalar una importante
diferencia entre contrarios y contradictorios. Tal como se presenta, admitiría como con-
trarios pares tales como «Este café de aquí está caliente» y «No hay ningún café aquí»,
resultado que no todo el mundo iba a aceptar.
4. Katz (1964, 1966) considera antónimos estos lexemas, en una interpretación desusa·
damente amplia del término 'antonimia'.
256 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
5. La postura de Sapir es bien conocida entre los lógicos y se remonta, como mínimo,
hasta Aristóteles (cf. Categorías, 56).
9.1. OPOSICIÓN y CONTRASTE 257
6. Katz (1972: 264) sienta una distinción entre adjetivos relativos y absolutos, a este
respecto. Kamp (1975) expone con claridad los problemas lógicos que se plantean si los
adjetivos relativos se tratan, semánticamente, como predicados ordinarios de un lugar.
Véase también Bierwisch (1967), Cruse (1976), Givón (1970), Ljung (1974).
258 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
7. [En el original, también se consigna el prefijo negativo UJ1- para caSos como
'married' : 'unmarried' (<<casado» : «no casado»), 'friendly' : 'unfriendly' (<<amistoso» : «no
amistoso»), etc. En inglés coexiste este prefijo más autóctono, uno, con in-, tomado del
latín. Obsérvese, por lo demás, la reducción fonológica que puede sufrir en castellano
el prefiJo in- en ciertos contextos: d. ilegítimo, irreflexivo, etc.J
9.1. OPOSICiÓN Y CONTRASTE 259
8. [Junto a estas coincidencias entre inglés y castellano, hay también alguna situa-
ción discrepante; v. gr., 'black and white' (<<negro y blanco», en lugar de «blanco y ne-
gro»), 'come and go' (<<venir e ir», en lugar de «ir y venir»), 'odds and evens' (<<impares
y pares», en lugar de «pares e impares»), etcétera.]
9. Es interesante notar que C. K Ogden, el inventor del Basic English, inglés básico
-y también autor de un importante librito sobre la noción de oposición (cf. Ogden,
260 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO T
Hemos observado ya que la antonimia refleja o determina lo que parece
una tendencia humana general a categorizar la experiencia a base de con-
trastes dicotómicos. Parece, pues, claro que la lexicalización de la polaridad
en dos antónimos graduables sin relación morfológica (que aumenta la arbi-
trariedad y la discreción del sistema: d. 3.4) acentúa de alguna manera la
distintividad, o separación, de los dos polos, de modo que, como indica
Sapir: «las cualidades en contraste se sienten como de naturaleza relativa-
mente absoluta, por decirlo aSÍ, con lo que 'bueno' y 'malo', por ejemplo, e
incluso 'lejos' y 'cerca' tienen una especificidad psicológica tan verdadera
como 'verde' y amarillo'. De ahí que la norma lógica que hay entre ellos no
se sienta como verdadera, sino más bien como una zona mixta donde se
encuentran las cualidades graduadas en direcciones opuestas. Para el ingenuo,
°
toda persona es o buena mala; y si no puede situarla fácilmente, entonces
la considera en parte buena y en parte mala en lugar de pensar que es sólo hu~
manamente normal o ni buena ni mala» (1944: 101). Tal vez por esta razón la
gran mayoría de antónimos comunes graduables en castellano y en otras lenguas
carecen de relación morfológica, lo que reflejaría una lexicalización más comple-
ta de contrastes polarizados. Podría argüirse que, de hecho, la lexicalización
completa implica forzosamente la falta de relación morfológica. Los lingüistas
han considerado tradicionalmente que la relación morfológica (o de r i v a~
ció n) entre lexemas está a medio camino entre la gramaticalización y la lexi~
calización: 'bueno' y 'malo' son lexemas mucho más claramente distintos que
'formal' e 'informal'. Pero éste es un asunto más general, que trataremos en un
capítulo posterior (cf. 13.2).
Aunque los opuestos graduables y no graduables puedan distinguirse a
partir de sus propiedades lógicas, hay que tener también presente que los
antónimos graduables suelen emplearse con frecuencia como contradicto-
rios y no como contrarios en el habla cotidiana. Si se nos pregunta ¿X es
un buen jugador de ajedrez? y replicamos No, puede sostenerse muy bien
que el interlocutor nos atribuirá implícitamente la proposición de que X es
un mal ajedrecista. Este hecho, como muchos otros, se analiza quizá mejor
recurriendo a algunos principios generales de la semiótica que gobiernan el
uso normal de la lengua. (Grice ha codificado y examinado algunos de estos
principios calificándolos de i m p 1 i c a t u r a s con ver s a c ion a 1 e s: cf.
14.3) Para la mayor parte de fines prácticos, podemos desenvolvernos en ge-
neral muy bien describiendo las cosas, en un primer enfoque de la cuestión,
a partir de una clasificación sí/no por la cual las cosas sean o buenas o
malas, grandes o pequeñas, etc. (con arreglo a una norma relevante). Si
negamos que algo es bueno o afirmamos que algo no es bueno sin cualificar
1932)-, consideró oportuno incluir entre los 850 lexemas del inglés básico 50 pares de
opuestos sin relación morfológica. También previó la formación en el sistema de otros
SO opuestos prefijando con un- lo que él llamaba el nombre de la cualidad aun cuando
aconsejaba al estudiante recurrir a 'not', «no» (cf. Ogden, 1968: 131). Al margen de
cualquier otra crítica sobre el inglés básico, hay que reconocer sin duda que el ins·
tinto, o el juicio, de Ogden era correcto en cuanto a esto.
9.1. OPOSICIÓN Y CONTRASTE 261
10. [Cf. la típica expresión 'X está más muerto que vivo'. Cf. también nota 2.]
r
!
262 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
11. [Quizá merezca la pEna consignar que en Martinet (1960) -libro cuya versión cas-
tellana ha circulado intensamente por la Universidad española- 'contraste' se reserva
para las relaciones sintagmáticas y 'oposición' para las relaciones paradigmáticas (d. 8.2)
de las unidades lingüísticas.]
12. [Utilizo 'marido' como equivalente de 'esposo'; en cambio, distingo siempre
'mujer' de 'esposa' para evitar la anfibología del uso castellano.]
l 9.2. OPOSICIÓN lHRECClONAL, ORTOGONAL y ANTIPODAL
inversas, de manera que las proposiciones expresadas por los dos miembros
263
i
1
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGONAL y ANTlPODAL 265
a saber Y). De un modo similar sucede para los positivamente afines 'tomar'
(<<adquirir») : 'tener' (<<poseer»), por un lado, y los negativamente afines
'perder' : 'tener', 'morir' : '(estar)vivo', 'divorciarse' : 'casarse', por otro.
En virtud de estas relaciones de consecuencia, 'aprender' : 'olvidar' (igual
que 'recordar' : 'olvidar' en otros contextos y con implicaciones un tanto
diferentes), 'casarse' : 'divorciarse', etc., pueden considerarse opuestos di-
reccionales, como 'hasta' : 'desde'.
Sentemos ahora otra distinción entre opuestos o r t o g o n a 1 e s y a n-
ti p o d a 1 e s. Si consideramos las oposiciones que existen dentro del con-
junto {'norte', 'sur', 'este', 'oeste'} veremos que son de dos tipos. Cada
uno de los cuatro miembros del conjunto se opone ortogonalmente (esto es,
perpendicularmente) a otros dos (así, 'norte' se opone a 'este' y a 'oeste',
'este' se opone a 'sur' y a 'norte', etc.) y antipodalmente (esto es, diame-
tralmente) a otro ('norte' se opone, pues, a 'sur' y 'este' a 'oeste'). En este
conjunto de cuatro lexemas, las oposiciones antipodales son dominantes en
el sentido de que los hablantes nativos dirán sin duda que los opuestos
son 'norte' y 'sur' o bien 'este' y 'oeste', pero no 'norte' y 'este' o 'norte' y
'oeste'. Cuando los opu~stos antipodales se emplean como expresiones pre-
dicativas de dos lugares (o en expresiones predicativas de dos lugares como
'al sur de') actúan, naturalmente, como inversos. Pero la relación más es-
pecial que existe entre 'norte' y 'sur' así como entre 'este' y 'oeste' deriva del
hecho de que los cuatro lexemas pertenecen al mismo campo y que cada uno
de ellos se opone diametralmente a su inverso en un espacio bidimensional.
Análogamente, 'encima' se opone diametralmente a 'debajo', 'delante' a 'de-
trás', e 'izquierda' a 'derecha' en un espacio tridimensional. Para este tipo
de oposición utilizaremos el término 'antipodal'.
Los ejemplos que acabamos de aducir ilustran la naturaleza de la opo-
sición antipodal de una manera relativamente sencilla e intuitivamente
obvia. Pero la oposición antipodal no se reduce a zonas del vocabulario re-
lativas a la localización o a la orientación en el espacio físico. Puede sos-
tenerse que opera, al menos hasta cierto punto, en la zona del color. Todo
hablante nativo del castellano admitiría probablemente, y sin vacilación, que
'negro' y 'blanco' son opuestos. Algunos hablantes, aunque quizás una mino-
ría, alegarían que 'verde' se opone de una manera similar a 'rojo' como
'azul' a 'amarillo'.i3 Es interesante, entonces, notar que las zonas focales de-
notadas por estas palabras son precisamente las que reciben reconocimiento
13. De hecho. estos tres pares aparecen tratados como opuestos en el inglés, pese
a que pocos hablantes de inglés pensarían que el contraste entre 'azul' y 'amarillo', o in-
cluso entre 'verde' y 'rojo', es del mismo orden que el contraste entre 'negro' y 'blan-
co'. Según Ogden (1932: 88), «la persona muy sensibilizada al color ... insistirá en que
el rojo y el verde producen el típico e indudable caso de oposición. Los colocan aparte,
como si dijéramos, emocionalmente; así que, si se neutralizan entre sí como complemen-
tarios, es un mero corolario de su oposición fundamental».
266 SEMÁNTlCA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
léxico en las lenguas con un sistema de seis términos de color, según las
hipótesis que propusieron Berlin y Kay (eL 8.3) y además que se disponen
en opuestos antipodales por parejas en un espacio tridimensiona1.l 4 El hecho
de que la mayoría de hablantes ingleses [y castellanos] consideren opues-
tos a 'negro' y 'blanco', pero no (excepto en ciertos contextos especiales)
'rojo' y 'verde' y aún menos 'azul' y 'amarillo', parece indicar que el prin-
cipio de la oposición antipodal, en inglés [yen castellano] al menos, recibe
sólo un reconocimiento parcial en el vocabulario del color, pese a que acaso
desempeñe alguna función en el aprendizaje de los términos de color por
parte de los niños.
En muchas lenguas, el vocabulario de parentesco también manifiesta de
diversas maneras el principio de la oposición antipodal. Consideremos, para
simplificar, sólo un espacio bidimensional estructurado a base de las rela-
ciones simétricas de 'estar casadoja con' (ser consorte de) y 'haber nacido de
los mismos padres que' (ser hermanoja de).15 Supongamos que a es el con-
sorte de b, que e es hermanoja de a y d hermanoja de b. Podemos simbo·
• .. hermano/ a - - . . . (¡
~
r"~~
03
~
"v , ,. /
•o bO
¡/?~
o
u
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'O hermcno/a b
[Figura 7)
14. Existe al menos una teoría sobre el color Que parece registrar estas relaciones
antipodales. Se trata de la de Hering (1874) (eL Zollinger. 1973).
15. [En inglés, hay un término, 'sibling', hiperónimo de 'hermano' y 'hermana', que
lraduzco siempre a base dI;'! «hermano/a». Para el origina! 'spouse', en cambio, recurro
a 'consorte' ('cónyuge').]
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGUNAL y ANTlPODAL 267
16. [Como extensión de las expresiones 'hermano político', 'hijo político', etcétera.}
268 SEM.~NTlCA ESTRUCTl'RAL: RELACIONES DE SENTIDO
17_ [Suscribkndo los índices m para 'masculino' y f para 'femenino', estas lexicali-
zaciones del ruso pueden esquematizarse así (cf., además, la nota siguiente):
1) a", es ziat' de d; a su vez,
la) si d m , entonces d", es shurin de a,,,,
lb) si di, entonces di es svuiachenitsa de a",;
2) b l es neves/ka de c; a su vez,
2a) si Cm. entonces Cm es dever' de b¡,
2b) si el, entonces el es zolovska de b l .
En castellano (yen inglés) aparece un solo lexema, 'cuñado', para todo miembro de
partida con m suscrita (1, la y 2a), y otro, 'cuñada', para todo miembro de partida con
f suscrita (lb, 2 y 2b).]
18. En un análisis más detallado, nos daríamos cuenta de que hay otras diferencias
entre los dos sistemas. ASÍ, el «marido de la hermana de la esposa» recibe, en ruso, un
reconocimiento léxico aparte, a pesar de que ninguna de las otras tres posibilidades que
hay en «consorte de hermanoja de consorte» lo recibe. Las esposas de los hermanos se
relacionan simétricamente entre sí a través de la relación de 'nevestka'. Los maridos de las
hermanas no guardan ninguna relación léxicamente reconocida. Además, por medio de
'ziat", no sólo se lexicaliza el «esposo de la hermana», sino también el «esposo de la
hija», mientras que en 'nevestka' se incluye asimismo a la «esposa del hijo». Como el
«padre del marido» y el «padre de la esposa» se distinguen léxicamente, lo mismo que
«madre del marido» y «madre de la esposa», la presentación de las diversas relaciones
inversas entre pares de lexemas resulta muy comple.ia, pero, sin embargo, internamente
coherente, como el lector mismo puede comprobar. El sistema ruso del siglo pasado, que
acabamos de exponer, ha quedado sustituido en la actualidad por otro más simple, lo
que, por otro lado, no afecta lo establecido ¡lquÍ.
9.2. OPOSICIÓN DIRECCIONAL, ORTOGONAL Y ANTIPODAL 269
L
270 SEMÁNTICA ESTRlTCTURAL: RELACIONES DE SENTInO
L
272 SHtÁNTICA ESTRUCTURAL: RELAClONES DE SENTIDO
9.4. La hiponimia
Una relación paradigmática tan importante como la oposición y el contraste
es la que se establece entre un lexema más específico o subordinado y otro
más generala superordinado, como ocurre en pares de tipo 'vaca': 'animal',
'rosa': 'flor', 'honradez': 'virtud', 'comprar': 'tomar', 'escarlata': 'rojo', et-
cétera. No hay un término generalmente aceptado para denominar esta rela-
ción (o su inversa). No obstante, en los últimos años el término h i pon i-
ID i a (acuñado por analogía con 'antonimia' y 'sinonimia') ha ido ganando
aceptación por encima de otros. como 'inclusión' o 'subordinación', sin duda
menos apropiados a causa de su uso diverso en lingüística y en lógica. Di-
gamos, entonces, que 'vaca' es un h i p ó n i ID o de 'animal', que 'rosa' es
un hipónimo de 'flor', y así sucesivamente; y, además, que 'rosa', 'tulipán',
'clavel'. etc., por hallarse en igual relación con respecto a 'flor', son c 0-
18
274 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
T
h i P ó n i m o s (del mismo lexema). Para la relación inversa, utilizaremos
el término correlativo hiperonimia (cf. Mulder & Hervey, 1972).20
Los lógicos suelen analizar la hiponimia a base de la in c 1 u s ión
I
\
de c 1 a s e s (cf. 6.4), 10 que, hasta cierto punto, es bastante satisfactorio. i
Por ejemplo, si X es la clase de las flores e Y la clase de los tulipanes, en-
tonces se da efectivamente el caso de que X incluye apropiadamente a
y (X =o Y & y i> X). Pero no faltan pro blemas al definir la hiponimia a
partir de la lógica de clases. En primer lugar, no está claro si debe decirse
que un hipónimo está incluido en su hiperónimo o, a la inversa, un hiperó-
nimo en su(s) hipónimo(s). Si contemplamos la e x ten s ión de los lexe-
mas, habrá que decir que el lexema hiperónimo es más inclusivo, mientras
que a partir de la in ten s ión sucede al revés (pues los tulipanes poseen
todas las propiedades de las flores y además otras que les distinguen de las
rosas, los claveles, etc.). Esto no es por sí mismo difícil de resolver, ya que
en lógica es axiomático que la extensión y la intensión se relacionan justa-
mente así en la inclusión. Más serio, sin embargo, es el problema de que
la lógica de clases no parece indicada para la formalización de la semán-
tica a menos que se adopten supuestos más bien discutibles sobre la ¡nter-
definibilidad de la denotación y el sentido, diciendo, por ejemplo, que el
denotatum de 'flor' es· una clase de objetos y que su sentido son las pro-
piedades definitorias de la clase. Así es como han procedido, por cierto,
eruditos como earnap (1956). Pero nosotros utilizamos el término 'deno-
tación' para la relación que existe entre lexemas y clases de individuos o
bien propiedades, actividades, procesos y relaciones según el caso (cf. 7.4);
de ahí que rechacemos el supuesto de que, si un lexema tiene sentido, debe
tener asimismo denotación.
La hiponimia puede definirse mediante la implicación unilateral. Por
ejemplo, 'cannesí' aparece como hipónimo de 'rojo' y 'comprar' de 'obtener'
en virtud de las implicaciones ({Llevaba un vestido carmesí» ~ «Llevaba
un vestido rojo», {(Lo compré a un amigo» ~ «Lo obtuve de un amigo» (es
decir entre las proposiciones expresadas por las oraciones 'Llevaba un ves-
tido carmesí', 'Llevaba un vestido rojo', etc. cuando se enuncian para emitir
una afirmación).21 La definición de hiponimia a base de implicación unilateral
nos permite, a su vez, definir la sin o n i m i a mediante la hiponimia bilao
teral o simétrica: si x es hipónimo de y, e y es hipónimo de x, entonces x e
)' son sinónimos. Si la hiponimia se considera no simétrica (como corres-
ponde, si la sinonimia se defin"e como hiponimia simétrica), entonces la
I ,, ,
I
/ ,
,, I
I \ ,,
/
I
/
k
/
/
I
/
I
/ \ , I ,
/
I ,
/ I
I
\ / \ /
\
\
22. [La traducción de 'horse' corno «animal caballar» y de 'sheep' corno «animal
ovejuno», en lugar de los no marcados «caballo» y «oveja», está supeditada a la mayor
claridad posible del asunto que se trata. La única diferencia que hay, a este propósito,
entre las dos lenguas consiste en que hay tres lexemas en inglés y sólo dos en cas·
tellano.]
280 SHL~NTIC" ESTRUCTlRAL: RELACIONES DE SENTIDO
23. Los antropólogos han mostrado un gran interés por la noción de estructura je-
rárquica del vocabulario sobre todo en relación con las llamadas t a x o n o m í a s
f o 1 k 1 ó r i c a s (cf_ Berlin, Breedlove & Raven, 1966, 1974; Conklin, 1962, 1972; Frake,
1962; Sturtevant, 1964). Una cuestión que parece haberse aclarado bien es que las taxo-
nomías folklóricas, contra 10 que sucede con las modernas taxonomías científicas, no
agotan el dominio que clasifican ni alcanzan el mismo grado de especificidad en todas
las zonas.
I 24. [En el castellano coloquial, 'cosa' puede oscilar enormemente en una \'ariedad
'j de contextos, desde la exclusión de seres animados (cf. la expresión 'personas, animales
y cosas') o de lugares (las referencias de 'aquí', 'allí', etc. no suelen considerarse una
'cosa'), hasta la inclusión de (quizá) todo, cuando los hablantes definen espontánea y me-
talingüísticamente su ámbito significativo. Al decir, por ejemplo, 'X es una cosa difícil
de explicar', 'cosa' equivale a 'noción', 'concepto', etc., y admite, por tanto, cualquier
lexema en posición de sujeto.]
25. En muchas lenguas, algunos de los nombres más generales, semánticamente
comparables a 'persona', 'animal', 'cosa', etc., funcionan sintácticamente como clasifica-
dores (e!. 11.4).
9.5. ESTlU"CTLRA JER.4.RQlItCA DEL VOCABULARIO 281
traste con ésta, así como con 'fish', ({pez», 'bird', «ave», e 'insect', <dnsecto»,
y que, aunque 'creature', «criatura» es un hiperónimo para los cinco lexemas,
también se encuentra estilísticamente restringido en ciertos contextos. No
hay, por tanto, en la estructura léxica del inglés ningún apoyo en favor de
que todos los nombres que denotan seres animados estén jerárquicamente
ordenados a base de hiponimia y en una sola clase.
Más notable todavía es el caso de otras partes del discurso a este res-
pecto. Existen ciertos verbos muy generales como 'act', «actuar/obrar»,
'mave', «IDover(se)), 'become', «volverse», 'make', «hacen>, 'get', «obtener!
tomar», y 'be', «ser/estar/haber», con un gran número de hipónimos. Ya
hemos visto que, por ejemplo, 'get', «obtener», contiene como hipónimos
'buy', «comprar», y 'steal', «roban), a los que cabría añadir 'borrow', «to-
mar prestado», 'win', «ganar/lograr», 'earn', «percibir», 'catch', «coger», 'find',
«encontrar», 'grasp', «agarrar», etcétera. Pero ninguno de los verbos más
generales funciona en inglés como hiperónimo de todos los verbos transiti-
vos e intransitivos, de estado, actividad o movimiento o de todos los miem-
bros de cualquiera de las subclases de verbos tradicionalmente reconocidas.
Si tomamos los adjetivos más frecuentes en inglés, observaremos que mu-
chos subconjuntos de ellos carecen de los correspondientes hiperónimos.
No hay lexemas hiperónimos para todos los adjetivos que denotan dife-
rencias de color. No se dice, por ejemplo, Was it red or caloured in sorne
ather way?, «¿Era rojo o coloreado de otra manera?», sino más bien Was
it red ar (of) sorne other colour?, «¿Era rojo o de otro color?». De un modo
t semejante ocurre con las subclases de adjetivos que denotan diferencias
de forma, textura, sabor, sonido, edad, tamaño, estados mentales, etcétera.
No hay, pues, ningún hiperónimo paradigmático del que 'round', «redon-
do», 'square', «cuadrado», 'oblong', «oblongo», etc. funcionen como hipó-
nimos. En vez de ello, lo que puede hallarse a lo sumo es lo que cabría con-
siderar una relación quasi-paradigmática entre estos adjetivos más especí-
ficos y el nombre abstracto más general 'shape', «forma» (cf. What shape
was it, round or square?, «¿De qué forma era, redondo o cuadrado?»). Los
adjetivos como 'sweet', «dulce», 'sour', «agrio», y 'bitter', «amargo», se en-
cuentran en un tipo similar de relación quasi-paradigmática con el verbo
hiperónimo 'taste', «saber» (cf. What does it taste like?, «¿A qué sabe esto?»)
y, por derivación, con el nombre 'taste' «sabor» (cf. What kind of taste has
it got?, «¿Qué clase de sabor tiene?»). Por lo demás, los nombres 'shape',
«forma», 'size', «tamaño», y 'colour', «color», se hallan en relación quasi-pa-
radigmática con el verbo 'Iook (like)', «pareeer(se)>>, cuando se emplea en
oraciones como What does it loo k like?, «¿A qué se parece esto?», y en rela-
ción paradigmática con el correspondiente nombre 'appearance', «apariencia»
(cf. Describe its appearance -what colour and shape was it, red and square,
ar green and round?, «Describe su apariencia, ¿ de qué color y forma era,
rojo y cuadrado o verde y redondo?»).
El sentido en que empleamos aquí el término Iquasi-paradigmático' queda
sin duda aclarado por los ejemplos mismos y puede precisarse fácilmente
en el ámbito de una gramática t r a n s f o r ro a t i v a razonablemente com-
282 SEC\I,\NTlCÁ ESTRUCTl!RAL: RELÁClONES UE SE~TlIJO
1
plela del inglés (el'. 10.3). Podemos describir la relación entre, por ejemplo,
'round', «redondo», y 'shape', «forma», o bien entre 'sweet', «dulce», y
'taste', «saber» [tener sabor], como de q u a s i - h i pon i ID i a. Si reuni- J
mos, entonces, la quasi-hiponimia y la hiponimia como una relación a partir
de la cual los vocabularios se estructuren jerárquicamente, la hipótesis de
que el vocabulario de todas las lenguas está jerárquicamente estructurado
bajo un conjunto relativamente reducido de lexemas muy generales en
sentido cobra un poco más de plausibilidad. Pero se trata, de todas formas,
de una hipótesis difícil de verificar a la vista de las pruebas actualmente
al alcance.
Los diccionarios al uso, donde los lexemas aparecen enumerados (en
forma de cita) por orden alfabético y sus principales sentidos definidos y
ejemplificados mediante citas textuales (generalmente de fuentes escritas),
añaden a menudo a algunas de sus entradas, si no a todas, una lista de los
llamados sinónimos y antónimos. Los diccionarios alfabéticos más elaborados
y completos darán asimismo alguna indicación de los contextos en que los
lexemas aproximadamente equivalentes son intercambiables y llamarán
la atención acerca de sus connotaciones o acepciones emotivas. Pero ningún
diccionario distingue sistemáticamente los diferentes tipos de oposición lé-
xica que se hallan en la lengua (cf. 8.3). En cuanto a las relaciones de hipo-
nimia y de antonimia, raramente se explicitan, teniendo en cuenta que no
siempre pueden inferirse a través de las definiciones.
Existe, sin embargo, otro tipo de diccionarios, normalmente denomina-
dos conceptuales en contraste con los alfabéticos (d. Ullmann, 1957: 313 y
ss.; 1962: 254 y ss.). El más conocido, y el primero de la época actual, es
el Roge/'s Thesaurus of English Words and Phrases (1852). El principio en
que se funda un diccionario conceptual, o t e s o r o (para emplear un tér-
mino distintivo y nada comprometido con el con c e p t u a 1 i s m o semán-
tico: d. 4.3), consiste, como dice el mismo Roget en el prefacio a la primera
edición, en clasificar «las palabras y frases de la lengua, no según su sonido
o su ortografía, sino estrictamente con arreglo a su significación». Aunque la
obra de Roget se proponía primordialmente «facilitar la expresión de las
ideas y ayudar en la composición literaria)), se resintió de la poderosa in-
fluencia de la especulación filosófica del siglo XVII (a partir de las ideas de
Francis Bacon, Descartes y Leibniz) sobre la posibilidad de construir una
lengua ideal para la sistematización y el desarrollo del conocimiento cientí-
fico, en el que destacaba muy en particular el famoso Ensayo (1668) de
John Wilkins (cf. Robins, 1967: 112 y ss.; Salman, 1966). Otras obras com-
parables a las de Roget para el inglés, si bien adecuadas a los avances de la
semántica descriptiva durante el período intermedio, existen ya para el
alemán (Dornseiff, 1933) y el castellano (Casares, 1942) y en forma esque·
mática para el francés, según el modelo de Roget, en el apéndice a Bally
(1909). También hay que mencionar a este propósito el Dic/ionary of Se-
lec/ed Synonyms in /he Principal Indo_European Languages de Buck (1949).
No obstante, ninguna de estas obras, por muy valiosas que sean, proporcio-
na la información que necesitaríamos para resolver la cuestión de si los
1
9.6. VACÍOS LÉXICOS 283
26. ('Traficar' (igual que 'comerciar') podría comparecer como hiperónimo del úl-
timo par si no incluyera un valor frecucntativo.]
1
9.6. VACÍOS LÉXICOS 285
27. [En castellano, 'somero', opuesto antipodal de 'hondo', ha quedado casi relegado
a contextos figurados. Por lo demás, en contextos muy restringidos, 'hondo' se opone
antipodalmente a 'llano' (cL 'plato hondo' : 'plato llano'), pero, por lo general, ambos
términos alternan con otros opuestos; eL 'pozo hondo' : 'pozo no/poco hondo', 'terreno
llano' : 'terreno -accidentado', etc.]
288 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
28. [En la bibliografía en lengua castellana, también aparece 'término neutro' o 'ex-
tensivo' en lugar de 'no marcado'.]
9.7. TÉRMINOS MARCADOS y NO MARCADOS 289
19
290 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
cado y el otro negado ([t's a dog, not a bitch, «Es un perro, no una perra»),
el lexema no marcado asume un sentido más específico que resulta incom-
patible con el sentido inherentemente específico del lexema marcado. Hay J
que advertir, sin embargo, que, mientras todos los lexemas semánticamen-
I
te marcados son (en virtud de su sentido más específico) distribucionalmente
marcados, lo contrario no es cierto. X has a dog «X tiene un perro», puede
enunciarse para emitir una aseveración verdadera tanto si es macho como
si es hembra el animal referido. Pero la proposición expresada por la enun-
ciación X has bought a big house, «X ha comprado una casa grande», se
consideraría falsa por lo general si la casa fuese en rcalidad pequeña y no
grande en relación con la norma relevante.
Hasta aquí hemos presentado la hiponimia (y la quasi-hiponimia) bajo
el supuesto de que es necesariamente una relación irreflexiva (d. 9.4). Pero
este supuesto es discutible a la luz de lo que hemos dicho sobre la marca-
ción semántica de que el miembro no marcado de la oposición presenta al
mismo tiempo un sentido más general y otro más específico según el con-
texto. Como 'dog' se halla a veces en contraste con 'bitch' y otras veces es
su hiperónimo, puede decirse, entonces, que en ciertas circunstancias 'dog'
puede ser hipónimo de sí mismo. «Is that dog a dog or a bitch?», «Este pe·
rro, ¿es perro o perra?», es efectivamente una oración significativa aunque
acaso un tanto extraña. Si se tratara de un fenómeno aislado en la lengua,
cabría decir acaso que 'dog' tiene dos sentidos distintos, «dog¡» y dog 2 », y que
en uno de los sentidos, «dog t », sería hiperónimo de 'bitch', mientras que en
el otro, «dog2 », sería cohipónimo de él. Pero el fenómeno se encuentra muy
extendido por todo el vocabulario del inglés y de otras lenguas, ya que se
trata de una consecuencia directa de la marcación semántica y, por tanto,
no debe ser tratado como un caso de poI i s e ro i a (eL 13.4).29 En cuanto
a la relación entre 'dog' y 'bitch', ocurre como si la estructura léxica del
inglés no tuviese en cuenta el sexo de los perros a menos que sean hem-
bras, y aun entonces no siempre.
Merece la pena subrayar que, cuando aparecen dos lexemas para una
determinada especie de animal, y un lexema es semánticamente marcado
y el otro no con respecto al sexo, la marcación no aparece forzosamente en
el lexema que denota la hembra como sucede en el inglés para 'lion' : 'lion-
ess', 'tiger' : 'tigress' (<<tigre» : «tigresa»), 'deer' : 'doe' (<<ciervo» : «cierva»)
y, en general, para todos los pares de palabras semánticamente marcadas
que denotan animales no domésticos.-w La palabra 'buI}" «toro», es marcada
en relación con 'cow', «vaca}); 'cock', {(gallo» (o 'rooster', «gallo»), en relación
a 'henre', «gallina», y (para los hablantes que no utilizarían normalmente la
palabra 'ewe', «oveja hembra») 'ram', «carnero», en relación a 'sheep', «ove~
ja [hembra] ». La razón de todo ello parece residir en que los granjeros
El hecho de que una entidad pueda describirse Cc.:ffiO una parte de otra
entidad no implica, sin embargo, que se establezca una relación parte-todo
entre los lexemas del vocabulario que se emplean para aludir a estas enti-
dades. Por ejemplo, un cierto objeto x puede denominarse 'la empuñadura'
y formar parte de otro objeto y, digamos 'la puerta', que, a su vez, forma
parte de un tercer objeto z, al que llamaremos 'la casa'. En virtud de la
transitividad de la relación parte todo que hay entre t!ntidades físicas, x for-
ma parte de z. Pero una oración como 'La casa tiene empuñadura' o bien
'No hay empuñadura en esta casa' es, como mínimo, muy peculiar y la frase
'la empuñadura de la casa', sin duda inaceptable. En cambio, son perfecta-
mente aceptables frases como 'la empuñadura de la puerta' u oraciones como
'La puerta no tiene empuñadura', del mismo modo que lo son 'la puerta
de la casa' y 'La casa no tiene puerta'. Podríamos, por tanto, inclinarnos
por sentar una relación parte-todo de sentido entre 'empuñadura' y 'puerta'
y entre 'puerta' y 'casa', pero no entre 'empuñadura' y 'casa'.
Hay, sin embargo, numerosos problemas en torno a las relaciones parte-
todo entre lexemas. Si decimos que son intrasitivas por definición, nos vere-
mos forzados a reconocer una enorme cantidad de pares léxicos parte-todo,
muchos de los cuales quedarían eliminados en el análisis del vocabulario
mediante reglas de red u n dan c i a gen e r a 1 basadas en la transitividad,
tal como propuso Bierwisch (1965). Por ejemplo, 'puño' : 'manga' y 'manga' :
'chaqueta' son pares parte-todo, lo mismo' que 'puño' : 'chaqueta': d. 'Estas
mangas no tienen puños', 'Las mangas de esta chaqueta no tienen puños',
'Esta chaqueta no tiene puños'. A fin de dar cuenta sistemática de la acep-
tabilidad de estas tres oraciones y de su relación semántica, parece esen-
cial recurrir a la noción de transitividad, ya que la relación parte-todo que
hay entre 'puño' y 'chaqueta' debe considerarse sin duda como el producto
de las relaciones parte-todo que hay entre 'puño' y 'manga' y entre 'manga'
y 'chaqueta'. El problema, entonces, consiste en que tenemos ejemplos como
'empuñadura': 'puerta': 'casa', por un lado, y 'puño': 'manga': 'chaqueta',
por otro. El lector mismo puede formar y analizar por sí solo otros ejem·
plos de ambos tipos. Si lo hace, se hará inmediatamente una cierta idea
sobre la naturaleza del problema. En efecto, es evidente que las relaciones
léxicas parte-todo son no transitivas, en lugar de todas transitivas o todas
intransitivas, pero este reconocimiento apenas si mejora nuestra compren-
sión sobre la estructura de los vocabularios de las lenguas. Lo que se
necesita, si es que acaso puede hallarse, es un principio general que nos cap2~
cite para dilucidar, en cuanto al sentido de determinados conjuntos de lexe-
mas, si constituyen lo que Bierwisch (1965) llama cadenas parte-todo (Teil-
von-Ketten) en el vocabulario, sin especificar para cada lexema, como parte
de su sentido, el lugar que ocupa en dicha cadena. Ninguno de los recientes
tratados sobre el tema, aun los más luminosos en el análisis de determina-
dos conjuntos de lexemas, ha desvelado ningún principio general y viable
del tipo requerido.
Cabría sostener que todo este asunto es irrelevante para la semántica
lingüística desde el momento en que depende del mero conocimiento gene·
296 SEMÁNT ICA ESTRUCT URAL: RELACIO NES DE SENTIDO
as entidad es
ral que tenemo s acerca de las relacio nes que hay entre las distint
Pero sería en vano. Tambi én podría mos decir, y acaso
del mundo externo . un
', como 'casa', tiene
resulta ra bien plausib le, que, por ejempl o, 'puerta
a base de sentido y denota ción) y que
determ inado signific ado (analiz able
'puerta ' : 'casa'
la relació n parte-t odo que antes se ha asignad o al par léxico
que tenemo s so-
no debe atribui rse a sus signific ados, sino al conoci miento
de que todas las casas (norma les) tie-
bre el hecho puram ente conting ente
los vocabu larios de las lengua s hay mucho s lexema s
nen puertas . Pero en n
de alguna relació
cuyo signific ado no puede especif icarse si no es a partir de
s del signific ado de 'manga ' o
parte-t odo de sentido . ¿Cómo hacer el análisi
s y 'abrigo ',
'solapa ' sin invoca r una relació n parte-t odo entre estos lexema
n diferen te que
'chaqu eta', 'traje', 'prend a de vestir', etc. (así como la relació
convin centes son los conjun tos de
existe entre 'manga ' y 'brazo' )? Aún más 'día',
o', 'minut o', 'hora', 'día', etc. El signific ado de
palabra s como 'segund
menos en parte,
'mes' y año' (y posible mente 'seman a') puede explica rse, al
to, pues podría
sin mencio nar ningun a relació n parte-t odo dentro del conjun
n conting ente el hecho de que haya apro-
estima rse que es una simple cuestió
treinta días en un mes lunar y entre doce y trece meses (luna-
ximada mente
io, expone r el signific ado de
res) en un año. Pero es imposi ble, en princip
especif icar las relacio nes parte-t odo que hay
'segund o', 'minut o' y 'hora' sin
to, como tampoc o cabría disting uir entre meses solares
dentro del conjun
relacio nes parte·
(o meses del calend ario) y meses lunares sin mencio nar las
todo que aparec en en este conjun to de lexema s.
parte-t odo
Se dijo que la diferen cia entre la hiponi mia y las relacio nes
' y 'rueda ': 'bicicle ·
es suficie ntemen te clara en casos como 'brazo ': 'cuerpo
n son nombr es que denota n
ta', es decir cuando los lexema s en cuestió
mayorí a de las discusi ones lingüís ticas sobre
objetos físicos discret os. La
nes parte-t odo se han limitad o, por cierto, a estos casos. No obs-
las relacio
o, aparte de
tante, cabría argum entar que tambié n otras partes del discurs
denota n objeto s físicos discret os, pueden ha-
los nombr es concre tos que
n parte_t odo, en cuyo caso la distinc ión entre las dos rela-
Ilarse en relació
por ejempl o, es al mismo
ciones presen ta mucha más confus ión. El oro,
31
de los ver-
vanar», «X sabe dobladillar», «X sabe embastar», ctc. Cada uno o de
un hipónim
bos del conjun to {'hilva nar' 'doblad illar' 'embas tar', etc.} es forma
una activid ad que
'coser', pero tambié n puede decirse que denota
servirá n para
parte de la activid ad denota da por 'coser'. Estos ejempl os
modo como la relació n jerárqu ica entre lexema s distint os de los
ilustra r el
s discret os puede ser tratada
sustant ivos cuantif icables que denota n objeto como
o cama una relació n parte-t odo, o tal vez
por la lengua como hiponi mia ca-
edia entre ambas, de las cuales compa rtiría ciertas
una relación interm par-
tipos de relacio nes
racterí sticas. En cuanto se consid eran determ inados
n parte-
te-todo, como la de ser una porción tempor al de algo (cf. la relació 'person a'),
ia' y 'vida' y la relació n hiponím ica entre 'niño' y
todo entre 'infanc
No nos vamos a detener
surgen nuevas complejidades e interrelaciones.
en ello. col e c-
Tambi én hay que aludir en este aparta do a los diversos tipos de ',
', 'enjam bre', 'familia
ti vos, como 'ganado', 'clero', 'mobiliario', 'rebaño
ica de estos nombr es colecti vos los
'gente', 'bibliot eca'. La definición semánt
as, animales
considera lexemas que denotan colecciones o grupos de person parte
vos forman
u objetos . En inglés, por ejempl o, estos nombr es colecti se
', «ganad o», y 'clergy ', «clero»
de distintas clases gramaticales. 'Cattle
'furnitu re', «mobil iario», en singula r (cf. 'These
construyen en plural, pero
is .. .', «Este
cattle are .. .' (lit.) «estos ganado son ... », frente a 'This furnitu re den-
respect o a la concor dancia
mobiliario es ... »). Otros son singulares con cons-
(al menos en inglés británi co) pueden
tro de la frase nomina l, pero
con el verbo
truirse en singular o en plural en cuanto a la concordancia
': 'The family has de-
o con la frase verbal de la oración (cf. 'this family familia ha
cided .. .' o bien 'The famíly have decide d .. .' (<<esta familia »: «La
literalm ente, «La familia han decidid o ... )). La ambiva -
decidido ... » o bien, entre
to a la distinc ión
lencia gramatical de muchos colectivos con respec
objetos pue-
singula r y plural se debe, por supues to, a que una colección de
un punto de vista, como una sola entidad , pero desde
de tomarse, desde
itos, como una
otro punto de vista, o cuando se persiguen otros propós
frases nomina les en plural (v. gr.,
plurali dad. Hemos mencio nado ya que las -
funcion an en genera l como expres iones referen
'aquellos hombres') que uno
dad a cada
ciales se emplean a veces para adscribir una cierta propie
se para afir-
de los miemb ros de una clase, pero tambié n pueden utilizar contienen
mar algo de la clase entera (cf. 7.2). Las frases nomina les que
son como frases nomina les en plural, a este respect o. Por ello,
colectivos
nomina les se refieren a gru-
es interesante notar que cuando estas frases ia-
modo distrib utivo, seleccio nan necesar
pos de seres humanos de un /la
bre relativ o 'who', «quien( es)>> (y no 'which ', «que/e l cual/
mente el pronom
nominales si-
cual/ ... ») junto con la concor dancia en plural. Las dos frases
inglés británi co), la primer a con Una
guiente s son igualm ente posible s (en
y la segund a con una referen cia colectiv a al Gobier-
referencia distributiva
«El Gobier no, quie-
no: 'The Govern ment, who have ... , are .. .' (literal mente, no,que
nes han ... , son ... »); 'The Govern ment, which has ... , is .. .' (<<El Gobier
contrar io, no son gramat icalme nte aceptab les ni 'The
ha ... , es ... »). Por el
298 SE.\L\NTlCt\ ESTIUi(;TURAL: RELA<.:IUNES OE SENTIDO
Government, \Vho has ... , is .. .' (<<El Gobierno, quien ha ... , es .. ») ni 'The Go-
vernment, which have ... , are .. .' (<<El Gobierno, que han ... , son ... »).
Vamos a ocuparnos aquí del lugar que ocupan los colectivos en la es-
tructura del vocabulario. Muchos de ellos actúan como hiperónimos para un
conjunto de quasi-hipónimos. Sin embargo, se trata de una quasi-hiponimia
de distinto tipo con respecto a la que hemos comprobado más arriba en re·
lación con ejemplos como 'redondo': 'forma' o 'azul': 'color'. Por ejemplo,
'ganado' es hiperónimo de {'vaca', 'toro', 'novillo', etc.}, como lo demuestra
el uso habitual de expresiones como 'vacas, toros y otro ganado'. Por su
parte, 'clero', es hiperónimo de {'obispo', 'sacerdote', etc.}. Hay, con todo,
diferencias entre los dos ejemplos. Aunque 'sacerdote' y 'obispo' son quasi-
hipónimos de 'clero', igual que 'vaca' y 'toro' lo son de 'ganado' (u 'hombre'
y 'mujer' de 'gente'), 'sacerdote' y 'obispo' también mantienen una particu-
lar relación parte-todo con respecto a 'clero': cf. 'sacerdotes, obispos y otros
miembros del clero'. A su vez, 'mobiliario', difiere gramaticalmente de 'clero',
pero es semánticamente paralelo con él: d. 'mesas, sillas y otros tipos!
elementos de mobiliario'. Hay muchos colectivos de esta clase en el voca-
bulario [del castellano,] del inglés y de otras lenguas que aparecen como
hiperónimos de conjuntos de lexemas en una relación jerárquica ambiva-
lente con respecto a la distinción entre hiponimia y relaciones parte-todo.
Esta ambivalencia corre parejas con el hecho de que estos colectivos, tanto
si son gramaticalmente singulares como plurales, guardan una gran ana-
logía semántica con los nombres de masa. También hemos comprobado ya
que la distinción entre hiponimia y la relación parte-todo resulta más con-
fusa con nombres de masa hiperónimos que con nombres cuantificables
hiperónimos que denoten objetos físicos discretos. Hay que observar asi·
mismo que la función de palabras tales como 'tipo', 'clase', 'parte', miem-
bro', 'elemento' (en expresiones como 'tipos de animales', 'miembros del cle-
ro', 'partes del cuerpo', 'elementos de mobiliario', etc.) es comparable con la
de los llamados c 1 a s i f i cad o r e s en lenguas que no sientan ninguna dis-
tinción gramatical entre singular y plural (cf. 11.4).
Otro tipo de colectivo viene ejemplificado por 'rebaño', 'vacada', 'ma-
nada', 'biblioteca' y 'bosque'. La relación entre 'oveja' y 'rebaño', 'vaca' y'va-
cada', etc., no tiene nada que ver con la hiponimia, puesto que una frase
I' como 'ovejas y otros tipos de rebaño', carece de sentido. Tampoco hay una
relación parte-todo del mismo tipo que existe entre 'brazo' y 'cuerpo'. Los
colectivos como 'rebaño' desempeñan la misma función individualizadora
que palabras como 'estanque', o 'libra', en 'dos estanques de agua', o bien
'tres libras de mantequilla' (cf. 7.6). Hay, por supuesto, una diferencia, pues
'agua' y 'mantequilla' son nombres de masa, mientras que 'oveja' es cuan-
tificable. Toda oveja del rebaño es un individual. Lo que hace un colectivo
como 'rebaño' es individualizar un conjunto de individuales indiferenciados
de la misma manera que 'estanque' o 'libra' individualiza una cierta canti-
dad de agua o de mantequilla. Un rebaño puede componerse de ovejas y car-
neros, como el clero puede componerse de obispos, sacerdotes, etc., y un
cuerpo, de brazos, piernas, etc. Desde este punto de vista, los rebaños, el
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 299
32. [Recuérdese que VAR6N equivale también a MACH o. Cf. 9.1, nota 2.]
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 301
BRA); además, en este punto puede añadirse que no es infrecuente que los
lingüistas utilicen el término 'no marcado' de una manera que oscurece
la diferencia entre 'dag', «perro», o 'duck', «pato[hembra]», por un lado,
y entre 'horse' o 'child', «niño/a», por el otro. Se dice que las palabras
'horse' y 'child', en este deficiente empleo del término 'no marcado', son no
marcados en cuanto al rasgo ± MACH o (o ± HEMBRA). Pero, en inglés, 'horse'
y 'child' no son los miembros no marcados de una oposición privativa,
como lo son 'dog' y 'duck'. Hay que tener cuidado, por tanto, al sentar una
distinción entre el valor 'menos' y el valor 'cero' de un rasgo, es decir entre
-MACHO (cf. «duck») y 0MACHO (cf. «horse» o «child») y entre -HEMBRA
(cf. «dog») y 0 HEMBRA (cf. «horse» o «child»). A menos que se establezca esta
distinción, una proposición como «That's a horse over there» (<<Aquello de
allí es un caballo.) se considerará incorrectamente equivalente tanto a «Ihat's
• stallion over there» (<<Aquello de allí es un garañón») como a «Ihat's amare
over there» (<<Aquello de allí es una yegua»), según que se seleccione ± HEM-
BRA o bien ± MACH O como rasgo cuyos valores distingan «stallion» de «mare».33
En rigor, conviene establecer todavía una nueva distinción entre aque w
1I0s lexemas cuyo significado es compatible tanto con el valor positivo como
con el negativo de un rasgo binario y aquellos lexemas cuyo significado no
es compatible con ninguno de los valores. Por ejemplo, «horse» es campa·
tibie tanto con +MACHO como con -MACHO (o bien cOn +HEMBRA y -HEM-
BRA), mientras que, pongamos, «house» (<<casa») no es compatible con nin w
33. [Para los valores de 'horse' y a.nálogos, recuérdese lo dicho en 9.5 nota 22.J
34. [Para evitar este inconveniente, puede procederse también en dos fases binarias
sucesivas, de modo que, en la primera, se determine la aplicación o no aplicación del
rasgo ±MACHO (o ±HEMBRA). Si no se aplica, aparece 'house'; si se aplica, aparece 'hor-
se' y a continuación el resto, de acuerdo con cada componente del rasgo.]
,,,
306 SEMÁNTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTInO
clasemas o marcadores, en los ejemplos que dan los autores que operan
con dos tipos de componentes semánticos, son tales que: (i) se identifican
fácilmente en las lenguas y, evidentemente, dependen menos de la lengua
o de la cultura que las distinciones y equivalencias analizadas a base de
sernas o distinguidores; (H) son sintácticamente relevantes y pueden gra·
maticalizarse y lexicalizarse; (iii) no se limitan a unos pocos lexemas, sino
que aparecen ampliamente distribuidos por todo el vocabulario. Todos estos
criterios son independientes entre sí. De ahí que, si uno de ellos se hiciese
decisivo (en el supuesto de que pudiera especificarse de un modo suficien-
temente preciso para ello), podría entrar en conflicto con los demás. Por
ejemplo, MAC H o no es sintácticamente relevante en turco (donde no hay
distinciones de género, los pronombres personales no tienen en cuenta el
sexo del referente, etc.), pero parece tan ampliamente distribuido en el voca-
bulario como en castellano, inglés, francés, ruso, etc., y constituye, natural-
mente, un caso especialmente plausible de lo que cabría considerar un con-
cepto atómico independiente de la lengua y de la cultura.
Esta discusión sobre la distinción entre serna y clasema, por un lado, y
entre distinguidor y marcador, por otro, no ha servido tan sólo para subra-
yar las dificultades que conlleva la operación de formularlas con preci-
sión, sino que también ha cumplido el propósito, más positivo, de relacio-
nar la noción de análisis componencial con la discusión sobre el universa-
lismo y el relativismo del capítulo anterior (8.3). Hasta aquí, en nuestra ex-
posición sobre el análisis componencial, no hemos puesto explícitamente en
tela de juicio el supuesto de que los componentes de sentido deban ser con-
ceptos atómicos universales. Pero este supuesto puede ponerse efectivamente
en entredicho.
Por lo que se refiere a la condición conceptual de los componentes de
sentido, conviene subrayar que no hay ninguna conexión necesaria entre el
análisis componencial y el con c e p t u a 1 i s m o, en el sentido que atri-
buimos a este término (cf. 4.3). No habría ninguna dificultad en factorizar
las relaciones de sentido entre lexemas y en tratar los factores resultantes
como constructos teóricos, cuya postulación simplificaría la labor descrip-
tiva de la lengua y no comprometería, por lo demás, al lingüista a asumir
la existencia de una entidad mental correspondiente. Por ejemplo, del
mismo modo que podemos extraer, a partir de la proporción aritmética
21: 14:: 15: 10, los factores 7, 5, 3 Y 2 por cuanto (7x3) : (7x2) :: (5x3) :
(5x2), también podemos extraer, de la proporción semántica 'hombre':
'mujer' :: 'garañón' : 'yegua' los factores a, b, e, d (cualquiera que sea la
denominación o la simbolización que reciban en el modelo que el lin-
güista elabore para el sistema lingüístico). Los factores adquirirían su
valor lingüístico con arreglo a la posibilidad que ofrecieran al lingüista
de explicar la aceptabilidad o inaceptabilidad semántica de diversos con-
juntos de oraciones. Así, pues, la presencia de a en «hombre» daría cuenta
de la aceptabilidad de 'Este hombre está sano' y la inaceptabilidad de 'Este
hombre está sana' o bien 'Este hombre está preñado'; la presencia conjunta
de b y d en «yegua» (y de d en combinación con uno o más componentes
310 SEMÁNTICA ESTRLiCTURAL: RELAClONES DE SENTIDO
por tanto, puedan definirse mediante una relación directa con entidades ex·
teriores a la lengua. La pretensión de Leibniz consistía en que los símbolos de
su lenguaje universal expresaran ideas simples (esto es, atómicas), con lo que
se ha deducido, al menos en la tradición empirista, que estos símbolos
deberían aprenderse a través de una experiencia sensorial inmediata. Al
margen de los méritos filosóficos que cabe atribuir al principio empirista
de la atomicidad, es evidente que la mayoría de los componentes de sentido
postulados por los lingüistas (v. gr., MACHO, VIVO, PARA SENTARSE) no son
atómicos en este sentido.
Existe tal vez la posibilidad de que haya ciertos lexemas cuya denotación
sea transferible a distinciones perceptivas fisiológicamente atómicas en tan·
to que pueda probarse que dependen de una respuesta de todo o nada a
un estímulo sensorial. Por ejemplo, el reconocimiento de un matiz rojizo O
verdoso puede ser fisiológicamente atómico, pues se da el caso de que hay
células específicas en la retina que reaccionan o no con arreglo al matiz para
el cual están sensibilizadas, hecho que, como hemos visto ya, puede resultar
bien pertinente para la hipótesis de Berlin y Kay (d. 8.3). No obstante, para
la mayor parte de componentes de sentido, apenas hay forma de averiguar,
incluso en principio, si son atómicos ° no, ya que la noción de atomicidad
parece irrelevante en ellos (v. gr., CONSORTE, HERMANO). Por lo demás, no
hay otra noción de atomicidad invulnerable a la crítica de que su validez es,
a la postre, inverificable. De todos modos, el atomismo, lo mismo que el
conceptualismo, no constituye sin duda un ingrediente decisivo del análisis
componendal. No es preciso añadir más sobre el asunto.
La conexión entre el análisis componencial y el universalismo resulta
un poco más compleja, ya que existen diversas versiones sobre el univer·
salismo y buena parte de la atracción del análisis componendal deriva indu·
dablemente de su asociación contingente o esencial, con una u otra de eSas
versiones. La versión más radical de la tesis universalista consta de la
articulación, como mínimo, de las tres siguientes sub·tesis separables: (i)
que existe un conjunto fijo de componentes semánticos que son universales
por encontrarse lexicalizados en todas las lenguas; (ii) que los principios
formales por los que se combinan estos componentes de sentido para ge-
nerar los significados de los lexemas son también universales (y. segura-
mente innatos); y (iii) que el sentido de todos los lexemas de todas las
lenguas puede descomponerse sin residuos en combinaciones variables de
componentes (homogéneos) de sentido. La distinción entre (i) y (ii) se
vincula a la distinción que Chomsky (1965) establece entre universales sus-
tantivos y formales. Entonces, nos referiremos a (i) y (ii) con la denomina-
ción de tesis de la universalidad sustantiva y formal, respectivamente, y a
(iii) con la denominación de tesis no residual.
Como hemos visto, Katz no suscribe la tesis compuesta del universa·
lismo radical al rechazar su parte no residual y mantener la postura, en
cuanto a los universales sustantivos, de que no todas las lenguas deben
lexicalizarlos (o gramaticalizarlos). Por otro lado, sostiene que todos los
componentes de sentido (aparte de los distinguidores) lexicalizados en toda
312 SEMÁ.NTICA ESTRUCTURAL: RELACIONES DE SENTIDO
I
sernas y los sernas. Pese a que algunos de los sernas podrían ser universa-
les, e incluso atómicos (v. gr., los que distinguen «rojo» de «verde»), la
mayoría son evidentemente no universales, mientras otros son complejos
y residuales, como los distinguidores de Katz. Cabe mencionar, en fin, que los
eruditos rusos como Mel'chuk, Zholkovski o Apresian, a cuya obra nos refe-
riremos después (d. 12.6), no parecen suscribir la tesis del universalismo
radical a pesar de su interés en la construcción de un metalenguaje semán- t
tico universal, cuyo vocabulario (como el del lenguaje simbólico de Leibniz:
d. Apresian, 1974: 38) estaría formado por componentes de sentido ató-
micos; como tampoco lo sostienen estudiosos como Leech (d. 1974: 231-62),
Lehrer (1974), o incluso Wierzbicka (1972), quien ha dedicado un libro entero
al establecimiento de un inventario de componentes universales de sentido
y a una ejemplificación sobre el modo como estos componentes se lexicali-
zan. En resumen, no es seguro que haya ningún representante del universa.
lismo radical entre los lingüistas que abogan en la actualidad por el aná-
lisis componencial o lo practican.
En el presente, la versión más plausible de la tesis universalista parece
ser la que hemos bosquejado más arriba sobre la hipótesis propugnada
por Berlin y Kay (d. 8.1). Si algunas de las distinciones semánticas (pero
desde luego no todas) están lingüísticamente determinadas por una predis-
posición genéticamente transmitida a responder a estímulos biológica y
culturalmente prominentes, las lenguas tenderán a lexicalizar (y tal vez a
gramaticalizar también) estas distinciones semánticas; v. gr., la diferencia
entre lo vertical y lo que no lo es, entre lo sólido y lo no sólido, entre lo
animado y lo no animado. En consecuencia, el análisis de muchos sistemas
9.9. ANÁLISIS COMPONENCIAL 313
35. [En rumano, por ejemplo, la distinción entre 'muchacho' y 'hombre' ('báiat'
y 'barbat') y entre 'muchacha' y 'mujer' ('faU' y 'femeie') tampoco es simétrica. La
primera, basada generalmente en la edad, la madurez sexual, etc., es muy semejante a la
del inglés y del castellano. La segunda, en cambio, establece una oposición entre 'vir-
gen' : 'no virgen' dentro, eso sí, de unos límites más o menos establecidos de edad. Así.
una mujer de 80 años no casada y con indicios supuestos o reconocibles de virginidad
será también 'fata,' o, más concretamente, 'fata mare', literalmente «muchacha grande».J
9.9. ANÁLISIS COMPONENClAl 315